mexico un pueblo en la historia-enrique sermo

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Vision social de la influencia del pueblo en la historia d emexico

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México: un pueblo en la historia se ~ropm.1e debatir !a~ versiones que explican nuestra histo~·~a atribuy'3ndo prioridad a los designios de dictadores~ caudillos, elites y presitle:;:ttes, convocaw:lo la :;m.::c;encia del pueble. Esta nora qu~._re apartaJ."ss de l~s nociones que suhorc~nan la lógica propia d f'l discurso hist&rico :i hs necesidade5 sedales y pol:ticlis cel momento; ra conj\,.nto p:~tertt!.e ".lna lectura crítica, s,I6ertmt.::. e i.magtnati.ra ti.e; lt:.: historia C:e México.

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VI. La rc·púhlica de los espaüoles-I

La historia de la Nueva España se in icia con el choque de dos fuer­zas: la comunidad indígena y los colonizadores . Del encuentro, surge una nueva economía , cada vez más independíen te de la co­munidad, cuyas manifestaciones son la estancia, la hacienda, la mina, el taller artesanal y el obraje . ¿Cómo se prod ujo ese milagro? Los españoles que llegaron a la Nueva España no poseían capitales y entre ellos eran pocos los campesinos y artesanos. Para financiar las nuevas empresas tuvieron que recurrir al excedente producido en el seno de la sociedad india. La institución que permit ió acumu­lar ese excedente y transferirlo a la nueva economía fue, princip al­mente , la encomienda. En l 544, un grupo de padres dominicos, consulta dos sobre la encomienda , explicaban: "Y en esta tierra no put>de haber hombres ricos ni poderosos, no teniendo pueblos en­comendados, como dicho es, porque todas las haciendas y granjerías se administran por los indios de los pueblos que están encomenda­dos a los españoles y fuera de éstos no hay manera para otra granjería alguna. " En el primer medio siglo del régimen colonial, la encomien­da es la célula vital de la economía novohispana y en ella se cruzan todos los hilos del sistema.

Legalmente, la encomienda es una asignación oficial de comuni­dades ind ígenas a un colonizador privilegiado. Respecto a la corona y a la iglesia, el encomendero contrae obligaciones militares, de dere­cho público y religiosas. Debe asegurar la sumisión de los indios, re­gular su administración y convertirlos al cristianismo . A cambio, adquiere derechos so bre el tributo de aquéllos. La encomienda no es una propiedad, sino un usufructo. La corona conserva no sólo la propiedad sobre la tierra y los recursos naturales sino también el derecho sobre el tributo; los indios son vasallos libres del rey, no del encomendero.

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A u~ cuando existen muchas variantes en las definiciones de Ja enc~m¡enda, la que prevaleció es la que viene incluida en la Recooi-lacJOn de 1680, Ley J. Tít. 5 Lib. VI : •

Porque es cosa justa y razonable que los indios que se pacifica­sen Y :ectujeren a nuestra obediencia y vasallaje, Nos sirven y den tnbuto en reconocimiento del señorío y servicio que co­rno nuestros súbditos y vasallos deben [ ... ] Mandamos que se les persuada a que por esta razón Nos acudan con algún tributo con moderada cantidad de los fru tos de la tierra [ . .. J Y es nu~stra voluntad, que Jos españoles, a quienes por Nos o por q~1en nuestro poder hubieren, se encomendaren, lleven estos tnbutos, porque cumplan con las cargas a que están obligados [ ... ]

Como ~uede verse, la corona dejaba bien claro que el encomendero es un Simple usufruct uario del tributo, no su dueño, conjurando el pelJgro del establecimiento de derechos feudales.

D~sde el punto de vista jurídico, la encomienda impone serios obstaculos a la consolidación de la propiedad privada: no puede ser vend1da, traspasada o heredada (el rey a veces modifica esto último). A corto plazo, la encomienda depende de la simpatía de la autoridad 9ue la ~la otorgado: cada cambio de virrey o de audiencia siemiJra la msegundad entre los encomenderos. A largo plazo, no ofrece garantía algu~a, puesto que su perpetuidad no está asegurada.

Sm embargo, el estatus jurídico de la encomienda no trasluce su verdadera función económica. Primero , porque nada nos dice acerca del uso que se daba al tributo y, segundo, porque, en la práctica, el en­co~en~e~o era para los comuneros el poder directo permanente y pnmogemto y la autoridad de los funcionarios reales que tardó en ir_r:ponerse lvcalmente , sólo sirvió para modificar y l~itar una situa­cwn creada de hech o.

La_ ec?nomía de la república de los españoles se origina en el tri­buto ~d1ano Y la encomienda es la institución jurídica que otorgaba a particulares derechos sobre aquéL La encomienda se convierte así, ~urante ~ás, de medio siglo, en la relación principal entre lo ~ trabaJadores ~d1ge~as y los nuevos señores. Aquélla confirma, por un lado, la pnmacia de la comunidad como unidad productiva: es ~na_ fo rma de explotación basada en la comunidad. Sin embargo, no Sirvw J?ara consolidar a ésta sino para deb' litarla. En lo formal la encomienda se integra orgánicamente al despotismo tributario, p~es-248

\'

to que el encomendero no es un protJietario privado ¿e L tierra, pero, en su proyección real, sienta las bases para el aniquilamiento de éste: a través de ella, el tributo ind ígena es utiliza do no para ase­gurar el consumo del encomendero y la reproducción de la comuni ­dad, sino para la paulatina sustitución de ésta por otras unidades productivas , basadas en la propiedad privada. A través de la enco­mienda, el encomendero se transformará en hacendado, comerciante, dueño de minas, obrajes , etcétera .

En la práctica , _el encomendero tenía poco que ver con el señor de t ributos, cuyo ingreso presente y futuro se deriva de la renta y cuya preocupación central es la de estab ilizar a la misma.

Muchos encomenderos tomaron parte muy activa en la fundación y explotación de minas, haciendas, obrajes , molinos y empresas co­merciales . Como frecuentemente no contaban con los medios nece ­sarios para el establecimiento de las empresas, recurr ían a comer­ciantes, con quienes se asociaban . También se fundaban sociedades con otros encomenderos y con las comunidades indígenas para la explotación de la seda , añil , etcétera.

La encomienda es, a la vez, instrumento de acumulación primi­tiva, expropiación feudal y trasplante brutal del trabajador indio de la edad de bronce al siglo XVI europeo. Los niveles de explotación que se establecieron en las encomiendas de la Nueva España, una vez terminada la euforia del pillaje, sólo son explicables si se recuerda que una parte importante del producto era realizable en el mercado interno y otra - debido al auge de la minería platera- podía ser ven­dida en el mercado internacional; que el capital comenzaba a fo r­marse y que la acumulación primitiva estaba en su apogeo ; que la encomienda quedó integrada a la órbita de la circulación mercantil , a través de la cual el sistema colonial cumplía su función explotadora.

Por su funcionamiento, la encomienda es una institución t rib uta­ria basada en la comunidad y no una empresa minera, manufacturera o comercial. El encomendero , en cambio, podía vivir sin remordi­mientos de conciencia en su triple piel de señor de tributos, terrate­niente feudal y empresario . Cortés fue encomendero, pero eso no convierte todos sus negocios en encomienda. La iglesia fue el presta­mista principal de la colonia pero ello no hace de la usura una ins­titución religiosa . Los documentos del siglo XVII demuestran que el destino de la encomienda estuvo ligado hasta el final al del despotis­mo tributario. Allí donde el encomendero no se transformó en ha­cendado o "empresario" opuso una resistencia empecinada al desa-

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nollo de la haciendJ y la mi:1a . Como fonna de transición . la enc0 .

míen?~ puede engend;·ar relaciones feu dales o capitalistas; puede tamb1en estancarse y declinar como relación tributaria . El desen­lace depende no de ella, sino del marco social, económico y polít ico en el cuaJ se desenvuelve .

Desde el principio hubo entre la corona y los encomenderos una pugna, sorda a veces, violenta otras. sobre las atribuciones y los lí­mites de Ja encomienda. La corona trata ba de someterla , impidien ­do la materialización de sus tendencias feudales . Peto sobre todo quería salvar la comurúdad. Los encomenderos por su 'parte hacía~ todo lo posible para ser los señores del país. La corona venció a la encomienda . Los encomenderos derrotaron a la corona, transformán­dose en hacendados, comerciantes y dueños de minas.

Hacia mediados del siglo x VI, los hijos de los principales conquis­tad ores confom1aban una incipiente aristocracia encomendera. Naci­dos en !a ~~e_va España, Jos lazos de estos criollos con la metrópoli eran mas tragiles que los que habían unidos a sus padres con la coro­na . Usufructuarios de grandes riquezas, re sentían profundamente los esfuerzos del rey por limitar la vigencia de la encomienda. Enraizados en _ la vida l_c:cal, aspiraban a participar del poder político y veían con ammadverswn a los funcionarios españoles que los relegaban a un se­gundo plano.

La aparición de una aristocracia criolla modificaba el conflicto que hab ía ya enfrentado a los conquistadores con el poder virreina!. La l~c~a . entre encomenderos y burocracia vineinal adoptaba ahora un :nc1p1:_nte cará~~er nacional: el de la pugna entre quienes se

", se~tia~ senores legttlmos de la Nueva España y el poder español que ve1a a esta , ante todo, como parte inseparable de su imperio .

. Esta con~radicción tuvo su primera expresión violenta a princi­piOs de la decada de los 60, a raíz de la difusión de los rumores de q,ue s~ iba a aplicar drásticamente la ley que limitaba a una vida la V1genc1a de la encomienda, lo cual coincidió con el regreso a México

, de los herederos de Hernán Cortés. Después de una larga estancia en la corte española , en donde

estuvo al servicio del rey, en 1563 , Martín Cortés , segundo marqués del Valle , rodeado de su familia en la cual se contaba su hermano del_ mismo nombre , hijo de la Malintzin y sus hermanos Luis y Ca­~alina, arriba a México. Llegaba para hacerse cargo del domirúo más Importante de la NuevaEspafía. Sus propiedades comprendían el mar­quesado de Oaxaca , que incluía 23 poblaciones, entre las cuales 250

se encontraban Oaxara, Cuernavaca, Chalco, Toluca y Tuxtla ; decenas de miles de vasallos, muchas propiedades urbanas y parti­cipación en negocios comerciales y agr ícolas de todo tipo.

Los criollos ricos - jóvenes en su mayoría- recibieron a Don Mar­tín , hijo del más grande de los conquistadores y nacido como ellos en la Nueva España, como su dirigente natural. Cultivando su vanidad y arrogancia , lo rodearon de una pompa ceremoniosa digna de un rey, que pronto chocó con la prepotenci::~ de la burocracia virreinal.

La audiencia, los obispos y el ayuntamiento comenzaron a hos­tilizar al marqués y éste respondió iniciando pleitos legales inter­minables contra todos ellos. Los criollos lo azuzaban, multiplicando los actos provocativos , como la máscara que tuvo lugar un domingo en la ciudad de México . En ella , un distinguido encomendero , Alon­so de Á vil a, se presentó disfrazado de Moctezuma, seguido de otros criollos , que lo estaban de caciques indios . El marqués los recibió vestido con el traje de su padre . Ahí se repitió la escena del encuen­tro de Cortés y Moctezuma el día de la llegada de éste a Tenoch­titlan. Entre los asistentes había muchos españoles que , indignados , interpretaron la farsa como una prueba de la pretensión de Martín Cortés de coronarse rey de México .

Así estaban las cosas cuan do cundió la noticia de la inminente aplicación de la ley sobre las encomiendas y los ánimos se caldea­ron más aún . Los criollos manifestaban ya abiertamente su dispo­sición a defender sus derechos hasta la muerte , e incluso a desco­nocer al rey de Castilla y poner en el trono de la Nueva España al Marqués del Valle. La muerte del virrey De Velasco en 1564 y el nombramiento de tres oscuros oidores para que temporalmente ocuparan su lugar, fortaleció a los criollos, quienes sentían que había llegado el momento de actuar.

De al1Í a la conspiración, sólo había un paso. Se planeaba apro­vechar un viernes, día de acuerdo de gobernación, para matar a los principales dignatarios de la Audiencia así como a las personas -- señaladas de antemano- que podían oponerse a la rebelión. Luego, los principales conjurados saldrían a la cabeza de cuerpos de hom­bres armados para reducir las ciudades del interior. Se enviaría tam­bién a un emisario para ganar el apoyo del Papa y el rey de Francia ; se liberalizaría el comercio y se repartirían todas las tierras entre los encomenderos y la nobleza indígena para fvrmar alrededor del nuevo rey una nobleza feudal.

Pero si el proyecto era viable, faltaron la eficiencia y la audacia

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¡>ara ponerlo en práctica. El marqués no tenía ni la inte ligencia :1i la firmeza de su padre. Semana tras semana , fue posponiendo la fecha del levantamiento. El desaliento cundió entre los conspirado­res y las denuncias ante la Audiencia se multiplicaron.

El día 5 de abril de 1566 se presentó formal denuncia de la cons­piración anie la Audiencia. El pánico se generaJizó entre Jos conju­rados, quienes comenzaron a acusarse unos a otros.

Mientras ap;uentemente los oidores se abstenían de tornar medi­das, preparaban con sigilo un golpe demoledor. El marqués, que na­da sospechaba, fue apresado el 16 de julio en una sesión del consejo convocada para la apertura de un pliego reaJ . Sus hermanos Man ín v

Luis fueron aprehendidos el mismo día. Luego siguió una larga Jist~ de todos los demás conjurados. ~

Entonc_es se inició una violenta represión. Entre julio y septiem­bre , los 01dores no descansaron. Varios conjurados fueron enviados al cadalso. Los juicics de los hermanos Cortés proseguían . Se montó ~n . gtg~ntesco preces~ en el cual prisiones, torturas , condenas y ajus­tJ~¡am¡entos se suced1an cada dfa. Grupos de soldados armados reco­m an las calles aterrorizando a la población de la capital. Sólo la llegada del virrey Gastón de Peralta salvó del patíbulo a los henm­nos Cortés y otros conjurados que tuvieron que regresar a España a dar cuenta de sus acciones.

. Así terminó el primer intento de la aristocracia criolla de indepen­dizarse de la tutela de España. Casi sin pelear, habían sufrido una derrota decisiva. La debilidad, la indecisión y la cobardía fueron los .rasgos más salientes de los conjurados, quienes demostraron así su mcapacidad para gobernar. Durante muchos años la aristocracia criolla no volvió a levantar cabeza. Optó por defend~r sus intereses en el seno del sistema colonial pero no se atrevió siquiera a soñar con la independencia.

El principal instrumento de la corona para el control del enco­mendero fue la tasación del tributo. Ya en una ley del 26 de mayo de 1536, se establecía:

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Nos somos informados que por haber estado todos los indios de esta tierr~ encomendados a diversas personas y no estar tasados los tnbutos [ . . . ] los españoles que los han tenido en­comendados les han ll~vado y les llevan muchas cosas de más c.antidad de lo que deben y pueden pagar [ .. . ] lo cual cesaría s1 por nuestro mandado estuviese tasado y sabido los tributos

que cada uno había de pagar, porque aquell o y no más se les l. 1 llevase . . . 1

El m onarca mandó que las tasaciones fueran cuidacosamente es­ta blecidas con la participacjón de las más altas autoridades,

de manera que [los indios] Jo puedan sufrir, teniendo atención a la conservación de los dichos indios y con el tal tributo se acuda al encomendero donde lo hubiere, por manera que los espanoles n o tengan mano ni entrada con los indios, ni poder, ni mandado alguno [ ... ] ni hayan más de gozar de su tributo, con forme a la orden que la Audiencia o gobernador d ie re para la cobranza dél [ .. . ]

Es decir: a ] el nivel del tributo debía garantizar la existencia y reproducción de la comunidad; b] la corona se adjudicaba la tarea de fijar el producto excedente y el encomendero deb ía acatarla. En otras ordenanzas se establecían penas severas para los encomen­deros y funci onarios que cobraran más de lo que establecía el tributo. Hasta el siglo xv m , las tasaciones se hacían periódicamente, sirviendo de ocasión para controlar la relación entre comunidades y encomenderos.

La encomienda conoció una trayectoria descendente . En los años 30 del siglo x v 1 los encomenderos constituían el sector más podero­so de la clase dominan te. Después de las Leyes Nuevas , la institución sufrió una severa crisis y aun cuando se repuso, comenzó a perder terreno. A principios del siglo xvu, su importancia es mucho menor que la de las haciendas y los centros mineros. Aun cuando en los siguientes doscientos años siguen otorgándose "encomiendas" o se alarga su vigencia, éstas son muy diferentes a las del siglo XVI. Los que lle van el título de "encomenderos" han perdido toda rela­ción directa con la comunidad. Se trata de herederos de familias nob les que reciben una renta fija , pagada del tributo cobrado por la corona.

A partir del siglo xvn, México fue convirtiéndose en una colonia de poblamiento y mestizaje. Los irunigrantes, sus descendientes y familiares llegaron a ser, en el término de 150 años, un sector impor­tante de la sociedad novohispana . Cuando cayó Tenochtitlan, Cortés tenía consigo unos 1 500 hombres . En 1646, los españoles, europeos y mestizos integrados a través de lazos f.lmiliares a ellos eran 125 mil

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Y en 1772, 784 mil. En cien aíios, la población blanca había cre~ido más ?e seis veces . Pero la economía de la república de los españoles no solo englobaba a los blancos . Encon tramos integrados a ella las castas y los negros, así como Jos indios que se hab ían separado defi­nitivamente de sus wmunidades.

Los espaíioles no se limitaron , como los ingleses en la India, a explo tar a la sociedad autóctona. Establecieron en los nuevos terri­to rios de América un a n ueva estructura modelada a imagen y seme­janza de la que exist ía en la metrópoli. Sin c ud a se produjo un inten­so proceso de adaptación al nuevo medio y a la sociedad indígena , pero la república de los españoles exhibe semejanzas sorprendentes con la sociedad metropolitana. Es por eso que cada cambio en Es­paña, cada auge o crisis, movimiento de refo:ma o de reacción, se refleja amplia y directamente en la Nueva Espaiia .

T~~s son las causas de la rápida susti tución del sistema de pro­duccwn basado en la comunidad por modos de producción más evolucionados : a] el rápido descenso de la población indígena impu­so la necesidad de aumentar la productividad agrícola para mzn­tener a la creciente población blanca y mestiza urbanas; b] el auge de la minería que por su ubicación geográfica no podía abastecerse ni e_n mano de obra ni en productos de las comunidades; e] la inca­pacJdad de la comunidad de producir ciertos cultivos sin los cuales la población española y criolla no podía existir.

La llegada de los europeos produjo entre los indios uno de los desastres demográficos más impresionantes de la historia de la humanidad . De una población que Borah y Simpson calculan para 1 ~ 19 en 20 millones quedaban , en 1532, 16.8 millones, en 1568, 2.6 millones, en 1608 sólo 1.1 millón. Sólo hacia mediados del siglo XVII, cuando la sociedad colonial termina de constituirse, se inicia una recuperación indígena. El resto de América Latina conoce pro­cesos similares.

Los españoles rompieron el equilibrio ecológico existente en el mundo prehlspánico y trajeron enfermedades contagiosas que causa­r?n mortíferas epidemias . La explotación brutal de los indígenas, el VIOlento desplazamiento de la mano de obra a las explotaciones mine­ras Y construcciones urbanas y la reducción de las superficies culti­vadas en beneficio de la ganadería, crearon una situación en la cual cada mals cosecha producía un mortandad espantosa. Antes de dar_se cuenta de lo que estaban haciendo, los españoles habían des­truido la ¿allina de los huevos de oro, la verdadera gran riqueza que

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les ofrecía l'v1éxico: 1~ capacidad de trabajo de una población muy superior en número a la de la metrópoli .

En dos breves décadas (1 545-J 565) se descubrieron las principales minas de plata de México. El sueño de los conquistadores se h ab ía realizado, la sed de metales preciosos pod ía al fin ser saciada. En aquel entonces, en Europa la plata tenía un valor comparativo muy alto . La relación con el oro era de 1:1 0'11, y la abundancia del pre ­cioso metal ofrecía la posibilidad de transformar el producto exce ­dente de los indíge nas en una mercancía fác ilmente transpo rtable , financiando las importaciones necesarias aJ rápido desarrollo de una economía de tipo europeo. Si hasta mediados del siglo X VI la Nueva España había sido considerada por los conquistadores como un vasto complejo agrícola dividido entre la corona y los encomenderos, el descubrimiento de los grandes yacimientos de plata cambió to tal­mente el panorama. Ahora era posible enriquecerse y cambiar los productos del país por dinero válido en la metrópoli . Aun cuando la mayor parte de la población siguió ocupada en la agricul tura y la ganadería, la minería se volvió el motor principal de la transfo r­mación de la sociedad tributaria en una sociedad feudal -capitalista. Sin las bases económicas y sociales creadas en los primeros treinta años, la explotación de la plata hubiera sido imposible. Pero la pros­pección, extracción , beneficio y transporte de la plata hasta la metrópoli , produjo una revol ución económica sólo comparable a la conquista .

Junto a las minas surgieron importantes poblaciones : Guanajua­to , Zacatecas (que se convirtió en la tercera ciudad del país), Taxco , Pachuca , Real del Monte , San Luis Po tos í, etc. En cincuenta año s la población de Zacatecas aumentó de 15 mil a 40 mil habitantes . El auge minero del norte llevó a la colonización del Baj ío, que se transfo rmó en el granero de Zacatecas. El alejamiento de las minas de las zonas desarrolladas del centro y las cuantiosas inversiones inicia­les que exigí:J. la fundación de minas e ingenios d~ beneficios, crea:on un importante mercado . Se construyeron carnmos que comumca­ban los centros plateros con la ciudad de México , hacia donde de­bía llevarse el metal y los centros de abastecimiento agrícola . Los viejos caminos fueron mejorados y otros nuevos fueron abiertos.

A lo largo de esos caminos que se extendían en trayectos de mi­les de kilómetros , surgieron puestos militares , misiones y albergues , muchos de los cuales se transformaron más tarde en poblaciones. Fue debido al auge minero que se emprendió, en realidad, la con-

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quista de l norte , la cua l habría de producir una larga hist01 ia de guerras. tratados y compras de tierra , cuyo objetivo era el de some­ter a los chichimecas nómadas e integrarlos al sistema de explota­.:i ón vigente. La abundancia de plata y la escasez de provi~iones produjo una alza importante de los precios y un auge co¡,Jercial q ue be nefició sobre todo a los comerciantes de la ciudad de México. Algunas de las poblaciones mineras del norte se convirtieron en verdaderas factorías comerciales en las cuales Jos mercaderes del centro abrieron sus sucursales para abastecer a todas las poblaciones circunvencinas.

Desde mediados del siglo x VI hasta las primeras décadas del X V!J los cen tros mineros se transformaron en polos de at racción pa ra productos de todo el país. De Colima, Guadalajara , Michoa­cán, Puebla y México los productores encaminaban sus mercancías hacia los centros mineros del norte. Junto a las minas de plata , sur­gieron numerosas empresas complementarias: explotaciones de magistral y de sal , de madera y plomo. La gran demanda de ani­males y productos derivados estimuló el desarrollo de la ganade­ría , que progresó rápidamente .

La explotación de las minas se hacía generalmente por socie­dades o compañías en las cuales participaban los descubridores y dueños de aquéllas, así como los grandes comerciantes. La prin ­cipal fuente de financiamiento provenía de éstos , que "habilita ­ban" para comprar herramientas y provisiones de toda clase. Du­rante el año, los mercaderes abastecían a las minas y a la llegada de las flotas , los dueños de éstas proporcionaban con su producto el dinero necesario para la compra de mercancías de importación. A través de ese sistema, la mayor parte de los beneficios iban a parar a manos de los mercaderes, quienes acumulaban grandes fortunas.

Todavía a mediados del siglo XVI, la agricultura española era in­significan te . Prescindiendo de algunos casos de excepción, como el de los labradores de Puebla, la población española seguía abaste­ciéndose de las comunidades. Sin embargo, los intentos de hacer que éstas produjeran algunos cultivos esenciales, como el trigo , habían fracasado y el abastecimiento de la república de los españo­les era precario y sujeto a coyunturas.

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Bonampak La exaltación del poderío abrumador de _los

guerreros, tema recurrente en los frescos descubier­tos (1946) en Bonampak, permitió establecer conclu­siones sobre la cultura maya en las Tierras Bajas del Sudeste. La presencia de mutilados por tortura obligó. por ejemplo, a desechar hipótesis que aíslan a est;, 'isión de su paisaje histórico y la unen acere­monias religiosas; tendía a olvidarse que sus valores prohibían a los mayas atormentar los cuerpos ofren­dados. Más sólida es otra conjetura: asistimos a la representación de una batalla y al juicio de los pri­sioneros, memoria lapidaria de la respuesta a un~ sublevación campesina. Es posible que la suntuosi­dad de las imágenes -casi de tamaño natural- se propusiera enseñar el destino de las r~?elic:mes, fr~­cuentes en laetapaacentuadamentemilitanstade f¡­nale ' del período denominado Clásico Tardío. Ra~­gos •,obresalientes: ocaso del auge, escasez de ali­men tos. severa recaudación de tributos. Como en el poema de Cernuda, los vencidos aparecen en Bo· nampak postrados, "con hambre, miedo, frío, pues sus bellos guerreros sólo dieron/raza estéril en flor, tristeza, lágrimas.''

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Campos mineros en la región central de la Nueva Es pa ña Explotada con criterios empresariales. la minería se transformó en e l s. XVI II en

una de las ramas más dinámicas de la econom ía novohispana. A esa expansión la exp lican el au mento de la población , la reorganizac ión de la producción y las refor­mas al sistema colonial. Accesib les la pólvora y el azogue, exento de impuestos fi sca­les. e l ca ni tal comercial se desplazó hacia la minería . Las zonas que atrajeron la rein­versión de las ganancias en obras y nuevas explotaciones se localizaban. como se in­dica en es te mapa, en la región central de la :\ueva Espa ña.

PRINCIPALES REBELIONES

SIGLO XVI

i. Rebelión de Huaynamota y Gvaumo!a en 1539 2 . Rebelión de zveques y ocoronis en 1583 3. Rebelión d'! t uaques en 1585 <. Rebelión de ataJ(ees en Topia en 1591 S. Rebelión de tel-luecos en 1597

SIG LO XVII

6 . Rebelión de nayaritas 7. Rebelión de iiC<IlCees en Topia en 1601 8. Rebelión de 3Co1)(00$ en Durango 160<1 9. Rebeliones de tepehuanes y tara humaras en 1606-1616 - 1617-1689

10 . Rebelión de nebome-s y zuaques en 1629 11 . Rebe~ón de gua.zapare$ en Sinaloa en 1632 12. Aebe~ón de tarahumaras y guazapares en 1546 13. Rebelión de tara humaras. conchos y tobo~s en 1650 1<1. Rebelión de los sumas en 1651 15. Rebeliones de Utrahumaras en 1651-1694 16 . Rebelión en Parral en 1652

17. Rebelión de ia110s y iocomes, afiados con los apaches en 1694-1696.1696 18. Rebelión de los sobaipufi.s en 1694 19. Rebelión de los pimas aliados, con los conchos y sobas en 1695 20. Rebelión de Jos uqitoas y lubutames en 1696 21.Rebelión de los yaquis aliados a los ocoronis y z:uaques 22. Rebelión de bs larahumare¡ en Cuquiaracl'li y otros pueblos 23. Rebelión de los seris salineros en 1699 24 . Rebelión de los iumenos de 1600 e 1694.

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24

ublcvnciones indígenas

Hub;) s iempre res istencia popular a l poder virreina !. Este mapa de sublevaciones indígenas se na la las zo· as geogr.ifi::as Más agudamente conflictivas. Como puede advertirse. t ienden a concentrarse en el nortede ' Nueva E.>pa¡i3 :•. aislad:mwnte . en el sur, regiones en donde las nueYa s relac iones económicas tl<1 hab1an }nseguido J.Úll consciidilrs•ó. E J aplastamiento de las revueltas, tumultos y rebelio nes n>asivas •le hs siglos :vu y XV rii. iufor ma d~ !¡¡ ~olidez r:le las tumbas en que descansa ba el poder cobnia L

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- Gobierno de Tlaxca la. - btendencia de Guadalajara . -Intendencia de Guanajuato. -Provincia de Nuevo México. - lntendencia de Zacatecas. -Provincia de Coa huila. -Provincia de Texas.

/ ~ PROVJ NCJ AS 1I';TERNAS DE ORIENTE 1

8.- Pro,·incia de Nuevo Santander. 9.- !\ue,·o Reino de León.

10.- Gobierno de Vieja California. 11.- Intendencia de Veracruz. 12.- Intenden<:iade Va lladolid. 13. - Provincia de Santa Fé. 1 4. - 1 ntendencia de Arizpe.

15.- Intendencia de San Luis PotosL 16.- Intendencia de Durango. 17.- Intendencia de México. 18.- Gobierno de Nueva California. 19.- Inten¿encia de Oaxaca. 20. - Intendencia de Mérida. 21.- Intendencia de Puebla.

visión político-administrativa de la Nueva España en el siglo XVIII

)e acuerdo al designio imperial de afirmar su solidez en la más eficaz explotación de sus dominios, las re· mas borbónicas introducen una división político-administrativa que estrecha y tensa vínculos entre Es· ña Y sus colonias. Implantado finalmente por Gálvez (1 786), el sis tema de Intendencias se propone acrecer riquezas de un imperio amenazado por el creciente poderío de holandeses. ingleses y franceses. Para con· ~irlo, se confía a intendentes militares la doble función de vigilar el comportamiento de la economía re· na] Y reorganizar a las milicias p a ra sofocar posibles conmociones políticas. Antes de trazar las nuevas nteras internas que este mapa reproduce. el poder imperial debió vencer la resistencia de masas a la que re· ri eron las clases dominantes novohispanas para preservar sus privilegios.

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VII. I .)<l repú bJjca de los es P<li1ol~s -JI

La república de los españoles lleva la marca de la sociedad europea de los siglos XVI y X VII. i\unca fue una sociedad típicamente feudal, ni tampoco capitalista. En ella se articulan indisolublemente el modo de producción feudal y el capitalismo temprano o embrionario. Po­demos separar en la teoría los dos modos de producción, pero en la realidad eso es imposible. En todas las instituciones están entrelazados en proporciones y modalidades diferentes. La fo m1a es­pecífica en que se articulan los dos modos de producción determina las leyes concretas de su funcionamiento. ¿Cuál es el modo de pro­ducción donúnante? La relación se va alterando , pero no en forma lineal , sino como producto de una lucha cuyos resultados son pro­fundamente influidos por la integración de la Nueva España al mercado internacional capitalista . Los principales rasgos feudales de la economía de la República de los españoles son:

l . A diferencia de la estructura despótico-tributaria, los medios de producción son de propiedad privada. Sin embargo, una parte de ésta, como la corporativa de la iglesia y la privada de los ha­cendados, está sujeta a una serie de limitaciones de orden je­rárquico. 2. Los trabajadores están sujetos en su mayoría a la coacción extraeconónúca. Están ligados a los dueños de la tierra por me­dio de relaciones de servidumbre de diversos tipos. Los lazos de estos trabajadores con sus comunidades agrarias se han de­bilitado considerablemente o incluso han desaparecido . 3. Las haciendas tienen un sector importante de economía natu­ral y están ligadas, casi siempre, sólo con el mercado local. Fre­cuentemente las pequeñas minas, ingenios y obrajes están in-

257

tegrados en la economía de la hacienda, dentro de la cual obtie­nen sus insumas. 4. Predorrúnan los mercados locales, independientes unos de otros y bastante estáticos. 5. La artesanía está dominada por un rígido sistema gremial. 6. La iglesia - principal tenateniente corporativo- desvía hacia fines no económicos una importante sección del producto ex­cedente. 7. El Estado virreina! monopoliza en estancos algunas de las ramas más remunerativas. 8 . La sociedad está rígidamente dividida en un sistema de esta­mentos-castas que preserva las relaciones precapitalistas. 9. El c_apital comercial está íntimamente ligado con la propiedad de la tierra. Frecuentemente las fortunas mercantiles se disuelven en grandes señoríos. 1 O. El capital de préstamo (usurero) está en su mayor parte en manos de una corporación conservadora: la iglesia.

Las características de capitalismo embrionario presentes en el siste­ma son las sigui en tes:

l. Las grandes minas constituyen por su régimen interno, su función social y su ligazón con el mercado internacional, brotes de capitalismo embrionario. 2. Algunos ingenios, estancias y obrajes adquieren un carácter capitalista. 3. El capital comercial alcanza un alto nivel de desarrollo y -so­bre todo a través de los centros mineros- penetra en la producción.

. E~tos tres aspectos son los indicadores de la presencia de un ca­plt~lism_o ~oda~Ia precario y subordinado, que no deja, sin embargo, de rmpnmu su rmpacto en el conjunto del sistema.

Aun cuando la concentración de grandes extensiones de tierras en las m~?s de personajes poderosos se inició desde muy temprano, la formac10n de la hacienda como unidad económica no comenzó antes de mediados del siglo XVI y sólo culminó en el último tercio del XVII. La estancia ganadera comenzó a estabilizarse hacia 1570 c~?o _la prodigiosa multiplicación natural del ganado empezó ~ dis~murr y la especula_ción con terrenos así como los pleitos entre duenos de estancias colindantes menudearon. Solo entonces el virrey

258

.,

.,

Luis de Velasco fijó su extensión y las ~onGicio1_1es que tra ne~esa.rio reunir para legalizar su tenencia. Exishan dos tipos de estancias, las de ganado mayor, ampliamente difundidas en todo el país , Y las ?e ganado bovino, más localizadas y generalmente asociadas a obraJes y labranzas. Las estancias de vacas representan una forma de ~;<­plotación extensiva de la tierra y una densidad baja de la P<?blaciO_n que llegaron a ser la característica de la mayor parte del pa1s . H~c1a fines del siglo XVI comenzaron a consolidarse las grandes estancias, sobre todo en el norte, que contaban hasta 100 y 150 mil cabezas y en las cuales vivían cientos de vaqueros y pastores.

Las primeras grandes haciendas del Valle de México surgier~n, corno lo demuestran sus títulos y documentos de venta posteno­res, en la segunda mitad del siglo xvr. El proceso de despojos, com­pras , arriendos y contratos con las comunidades que. marca el ~s­censo de la hacienda, duró siglos. En la lucha por la tierra Y la d~s­tribución del trabajo, la comunidad fue perdiendo, pero no ~m presentar una resistencia tenaz, marcada por momentos de ofensiVa y victoria. . . . , . .

El origen de las grandes propiedades agranas es un t~p1co eJem-plo del entrelazamiento del derecho feudal c?n el cal?ü~l.. El do­minio de las tierras conquistadas correspond1a en prmCiplO a la corona y sólo la gracia o merced real otorg~da por ella ~aba _el do­minio privado sobre la tierra. Sin embargo, esta se otorgo a d~feren­tes autoridades, incluyendo los cabildos municipales. Las pnmeras leyes limitaban estrictamente la extensión de las. ~arcelas ot~rg~das, pero las condiciones existentes no fueron prop1c1as al surglilliento de pequeñas propiedades. , .

Raro es el latifundio que no tenga, en sus ongenes, lillportantes sumas de dinero. Para concentrar en sus manos las tierras, la oli­garquía burocrática, encomendera y comercial usó tanto las lagunas y ambigüedades del sistema legal, como también las compras, la co­rrupción de funcionarios y el pago de composiciones.

A mediados del siglo XVI existía en México un mercado muy activo de tierras y la especulación con títulos de gra~ia ? merced estaba muy extendida. Muchas tierras fueron ocupadas sm tlt':llo algu­no. En otras, la ocupación desbordaba ~p-~amente la prop1ed~d le­gal. La primera ola importante de legalizacwn de la gran propiedad de la tierra se produjo a fmales del siglo xvr. En 159 ~_fueron. de~p~­chadas por Felipe II dos cédulas que pusieron en accwn el prmcipio de composición de tierras. La primera cédula parecía poner fin a

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la usurpaci?n ilegal de ~~q~éll3s. Pero la segunda creaba la base legal para que esta se convu t1era en procedJmJento normal, siempre y cuando se pagara una indemnización a la corona. Si en la primer-a ~~ exigía el retorno ,?e. tod~s las tierras 1_1? amparadas po r títulos JUstos y verdaderos sm ofrecer la pos1b1hdad de llegar a arre!!los

la segunda acl_ara que es posible evitar el connicto si los usurpad~o re~ se muestran dispuestos a pagar una indemnización.

La ha~i,enda ~stá basada en la gran propiedad de la tierra , pero es u~a relac10n so~1al: la que se establece entre el hacendado y el peón. M1en~~as no e~1stan las condiciones para la consolidación de esa relac:on, el latifundio no es hacienda. Para funcionar, la hacienda reqmere de una fuerza de trabajo estable, libre de obligaciones co­mun~es: que puede ser adscrita a diferentes labores, de acue rdo con las pnondades de la economía del latifundio.

Hasta el úl_ti~ o te rcio del siglo xv 1, la forma de trabajo predomi­nante de los mdws es la encomienda. Su rasgo más sobresaliente es que la pro~ucción se realiza en la comunidad agraria; el productor se e~cuentra ligado a ella: el producto excedente adquiere la forma de tn?uto. Es verdad que el tributo toma parcialmente la forma de tra­baJO e_n l~s nuevas empresas del encomendero, pero ésta no es su for­ma pm~c1_pal. Sobre todo después de la Leyes Nuevas , la importancia d~l servtclO per~onal ~e l_os _e1_1comendados comienza a declinar y, tres decadas despues , es msigruflcante. Mientras la encomienda controla 1~ ~ayor parte del trabajo, la hacienda es un fenómeno marginal e in­Cipiente .

~n _el último tercio del siglo x V I , el trabajo en encomienda fue s~tltwdo P?r el repartimiento. Esta modalidad predominó hasta me­diado~ del Siglo x v 11 _Y ~ontinuó existiendo hasta el final del período c?lomal. En el r~partumento,_cada comunidad indígena debe propor­CIOnar una cantidad de trabajadores que prestan servicio obligatorio re~un_e,rado con sala~o, en las empresas de los españoles. La dis­tnbuciOn de los trabaJadores se hace de acuerdo a las necesidades d~ los dueño~ ~e haciendas agrícolas y _ganaderas , de las minas e inge­n~os .. Las dec1s10nes a ese respecto estan en manos de las autoridades V1rremales, prin_cipalmente del juez repartidor , quien deberá tomar en ~uenta no solo la demanda de mano de obra slno también las ne­cesi~ad~s de existencia y reproducción de la co~unidad indígena.

~~ b1en el repartimiento resuelve algunos de los problemas de la hacienda, ~ncier~a todavía obstáculos poderosos a su pleno desarrollo. La comumdad s1gue reteniendo una parte mayoritaria del trabajo ; el

260

abastecimiento de éste depend0 de la· decisión de _la burocr_acia esta­tal · la constante sustitución de las tandas de trabajadores dificulta la ad~ptación técnica de éstos a la producción en la ?acien~a. En esas condiciones las relaciones entre hacendado y trabajador tienen toda­vía un cará~ter aleatorio. El dominio directo del propietario de la tierra sobre el campesino no es estable y determinante. ,

Abolido el repartimiento oficialmente en 1631, la v1a quedaba libre para el surgimiento de una f'Jerza de trabajo ~OI~npue~ta por asa­lariados libres. Pero el proletariado no puede eXIs~t,r ah1 dond~ los productores tienen acceso a los medios de produccwn. Exprop1a~_as por la gran propiedad y luego presionadas por la l~nta re~uperac10n demográfica , las tierras de las comunidades eran msufic1entes para mantener a sus habitantes. Presionados por el hambre, los co~u~e~os comenzaron a concurrir al mercado de trabajo . Desde el prmc1p10, los hacendados se valieron de toda clase de medidas y artimañas pa_ra retenerlos en la hacienda. Se les daba vivienda y un pequeño pegujal y se adelantaba dinero sobre sueldos futuros o crédi~o en la ti~nda de raya, endeudándolos. Pero, sobre todo, se les ofrec1a la segundad del mínimo de subsistencia a lo largo de todo el año. Cuando estos me­dio: "legales" eran insuficientes, se recurría, como lo prueban las fuertes de la época, al secuestro, la embriaguez y la fue_r~a.. .

Pero no todos los peones provenían de la poblacwn mdia. Sus filas se vieron engrosadas por los mestizos que no tenían acceso a l_as tierras comunales ni t ampoco a las mercedes de tierra que beneficia­ban a los españoles y criollos. En las haciendas, los ind~os arrancados a sus comunidades y los mestizos comenzaron a fundrrse en un solo

pueblo trabajador. . . El peonaje se extendió a partir de la segunda mitad del Siglo. xvu,

pero sólo llegó a su apogeo en el último medio siglo de la coloma. El inmenso poder que logró acumular la iglesia a partir de 1~ seg~~­

da mitad del siglo x VI se deriva de una impresionante com~ma~Ion de factores: la estrecha asociación con el aparato estatal vmemal, el dominio irrestricto de la vida cultural y religiosa, la inmensa rique­za que , de acuerdo con el cálculo conservador_ de Alamán,_ abarca~a a fmales del período colonial el control de la mitad de los bienes ra1ces

del país. Ese poder, se encontraba además, legitimado polít~cai?ente por

la defensa que los primeros misioner?s hicieron de l~s mdios Y algu­nos intentos impresionantes de orgamzar a las comumdades, para sal­varlas de la destrucción . El carácter feudal y conservador de la eco-

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nomí<t ecfesiástica no se deriva del ti d . . Algunas de ellas, incluso son man .fi po . e actiVIdad~ S qae abarcaba. nario. Provienen del carácter cor 1 es~~cwnes ,de c~pitalisJ?O embrio­c?n las funciones religiosas y po~~~~ IV~ ~e ~glsta~, de su,mtegración g.¡osas acabaron por concent a s e a 1 esia. Las ordenes reli-pr~piedades agrícolas, ganad:r:s en :r~sa ma~os un va~to imperio de tanos provenientes de los diez y ( nas, enormes mgreso s monc­canzaban la suma de 1 3 mili m os d que a mediados del siglo x v lll al-ríos, donativos. herencias y f~~~~s e .pesos 3lluales), censos hipoteca­nales que , a pesar de la ley t , pws asi como propiedades pe rsa ­ramas de la economía. ' eman muchos renglones en todas las

Un buen ejemplo de la relación entre , - . , ca en el seno c!E' la iglesia lo prop . efono~l~, religwn y políti-tas. Casi desde su lleo-ada a la N orci~an _as actlVldades de los jesui­cibió su actividad nli~ionera co~~v: sp~na e_n 1573, esa orden con­de sacerdotes al más alto nivel osf~~aJO o~en~ad~ a la formación superiores. Para asegurarse una r e, en l?S~ltUCl?~es educativas completa de otras órdenes e inst~~~l?endeTla _Ide?logica y política que sus escuelas debían tener su r w_nes, os Jesu~tas_ consideraban pletamente autosuficientes en el ~opta_ ba~e economica y ser com-Veamos un caso: manctaffilento de sus actividades.

El Colegio Máximo de s p d S en la ciudad de México E an. e _ro >:", an Pa_blo fue fundado en 1576 vo más influyente de la. e ~a u:stl~UCI~n llego a ser el cent_ro educati­suitas, sino también a mu~h~~1~·osnde t s~ ed_u_caba ;w solo a los je­A través del Colegio los jesuita~ e -fs tmilias mas encumbradas. gen y semejanza a m~chos de 1 no so o ?~raban form~r a su ima­que tejían también lazos polítf:o~uadro~~mgentes de la iglesia , sino niente, minera y comercial. Y soct es con la nobleza terrate-

Los gastos del Coleg· . los 60 del siglo xvm al~~ne::bn mluy_lmpor~antes. Para la década de p al an a 1mpres10nante suma de 100 il s:!~s:i~u ha~~~~~~ s~~~ner s~s actividades, la universidad llegó a~­~andes del altiplan'c ce:~~n d~ ~~e~~ ~an~ Lucía, una de las más p1edades producían el 90g. de 1 . spana. Aun ~ua~do esas pro­bién dueño de fincas urb:nas 08 mgres?s del C?leg10, este era taro­cuantiosas donaciones y legad~sce1s~s h!poJeca:ws. Además, recibía den más de 230 mil pesos· d d n oruo_ e Villas~ca donó a la or­se gracias a donaciones. Ad~~ s~~ ~a~e~das pu~eron establecer­verdadero banco adm · . t d ' . 0 egw funcwnaba como un

, llliS ran o capitales que le habían sido legados

262

para que los intereses les fueran entregados a los parientes del finad o. De esa manera , poder económico, religioso y político se tejieron en una estructura única , que influyó decisivameate en ia constitución de la república de los españoles y, más tarde , en la historia del siglo

X IX mexicano. En la Nueva España, 1a artesanía estaba regimentada de acuerdo

con rigurosos cánones feudales. La primera ordenanza gremial se ex­pidió en 1542 y pronto siguieron las demás. Para evitar el crecimien­to y diferenciación de los talleres, la mayor parte de las ordenanzas establecía que cada maestro tenía derecho a una sola tienda, fijaba rigurosamente las características de los productos y sus precios, y li­mitaba el número de aprendices y oficiales que podía tener cada taller . Esos mismos artesanos frenaban la multiplicación de los talleres y la competencia, poniendo trabas a la transformación de los oficiales en maestros . Para que esto último pudiera suceder, el candidato debía ser de origen espai'íol , poseer dinero para abrir una tienda, pasar una prueba ante los veedores y t ener la recomendación del maestro con el cual había servido. Las infracciones a las ordenanzas de los gre­mios eran severamente sancionadas y sólo hacia finales de la colonia

perdieron su poder. Tanto por su régimen interno como por su articulación con el na-

ciente capitalismo europeo, las grandes minas de plata representan los centros de capitalismo embrionario más importantes de la colonia. Allí la organización del trabajo rebasa a la cooperación simple y ex­hibía todas las características de una división del trabajo avanzada. La explotación de las venas más importantes se hacía por medio de so­cavones perforados a diferentes niveles y comunicados entre sí por conductos llamados labores de chiflón. El mineral era sacado a la su­perficie por cargadores (tenateros) que llevaban pesados sacos de 112 kilos sobre las espaldas, mientras subían las rudimentarias escaleras llamadas de "gallinero" . En el norte, el mineral era llevado en sacos de cuero y en el centro y sur, de henequén. Hasta fines del siglo XVII el uso de malacates movidos a mano o por mulas para sacar el mi­neral era muy poco frecuente . Las minas eran alumbradas por velas de cera, para lo cual se utilizaban grandes cantidades de ese mate-

rial. El desagüe era uno de los problemas más serios de la minería no-

vohispana. La situación era particularmente grave en las minas en las cuales había grandes precipitaciones. Al principio se utilizaba para el área cargadores que llevaban el agua a la superf...::ie en cubos. En 1575

263

apareció la pri~nera bomi.1a de agua, pero sólo hacia finales del siglo x VJ J se generalizaron los malacates movidos por mulas.

Para separar :ia plata , se procesa ba el mineral por medio de la fu­sión , haciéndolo pasar por varios hornos de piedra o arcilla hasta obte­ner la plata pura. La cantidad de metal obtenible en esas condiciones nunca hubiera sido suficiente para producir la famos:J revolución de los precio~ d~l siglo xvJ: En rea lidad, ésta se debe tan to a la riqueza de los yacimientos amencanos y la abundancia de mano de obra in­d ígcna barata , cuanto a un descubrimiento que vino a revolucionar la técnica minera: el "método de patio". Bartolomé de Medina minero radicado en México desde 1554, realizó en la Purísima Gra~de ha­cienda de beneficio del mineral de Pachuca, una serie dt> experi~en­t~s. que permitieron _la introducción del "metodo de patio"; éste posi­bilitaba extraer no solo la plata nativa sino también la contenida en for­ma de combinaciones. Permitía, asimismo, la explotación de minerales de ley mucho más baja_ Al sustituir la fusión resolvía el problema de los combustibles allí donde las reservas fo;estales eran pobres 0 se estaban agot.an?o. El nuevo método, que consistía en una serie de pr?cesos qun~ucos basa?os en el uso de mercurio y sal y del tr2ta­m1ento con hierro y, mas tarde, con magistral (una composición de sulfato calcmado) , tuvo tanto éxito que sólo fue sustituido a media­dos del siglo X IX por el más perfecto de la cianurización.

El trabajo en las minas era realizado por, a) indios de rep artinüen­tos ; b J esclavos negros e indios y e] los trabajadores asalariados más o m~nos libres. En l~s minas del centro y del sur predominaba la enco­J~uenda Y ~1 re~artlmiento. Pero en el norte, la encomienda era prác­ticamente meXI~tente y el repartimiento poco usual. Es aquí donde aparecen por pnmera vez los trabajadores libres o cuasi libres y en el s1glo x vu esa forma termina por predominar. El repartimiento entró en desus~ m~s rá~i~amente_ en las minas que en las otras ramas, por­que la I?mena eXIgia ~rabaJadores permanentes y especializados que no ~od1ar;- ser proporciOnados por los repartimientos, cuyas tandas no debian, m por voluntad propia , permanecer más de cuarenta días en los minerales. Por eso, incluso en el centro, la mayoría de los indios de repartimiento realizaban trabajos no calificados.

Los esclavos tenían en la mayoría de las minas grandes el carácter de ~uerza de tr~b~jo complementaria. Los negros eran comprados en la cwdad de MeXJco . En el norte, su número era reducido : 6% de la fuerza de traba jo en Zacatecas, 1 O% en Pachuca.

Los trabajadore.:; libres eran numerosos. Provenían, frecuentemen-

264

te , de lugares alejadns, forzados por los desp~jos de tierr~s en las re ­giones más pobladas o atraídos por las ex~ncwnes del tnbuto_ Y lo~ salarios. También trabajaban como asalanado~ muchos _n:est~zos ) mulatos. En las minas del Parral convivían trabaJadores ongmano~ del Valle de Mé xico. Michoacán , Sonora y Sinaloa : obreros de ongen acaxe xixime. opata, tarahumara, concho, mexica y tarasco . Por lo gener~l, reali z.aban los trabajos más calificad?s ~entro de las m _mas Y en los ingenios y su pago era superi?r al de_lo~ mdws de repartlmJento .

Ésta era la situación en las mmas mas Importantes de 1~ Nue~a España que , en su conjunto, formaban la industria ex_tracuva mas arande del mundo de aquella época. Pero no debe olvidarse que la ~ayoría de las minas eran pequeñas empresas enclavadas dentro de las haciendas. El hacendado las explotaba de acuerdo con un concep­to de rentabilidad general que guiaba la distribución de los rec:-usos de capital y mano de obra entre las diferentes ramas de la h~Cienda (agricultura, ganadería, minería , obraje). ~or lo g_e~eral, los sis_tem_as_ de extracción y beneficio eran mucho mas pnm~ti~os Y los t1 abaJa dores eran los mismos peones o indios de repartmuentos que traba-

jaban en la agricultura . . . Aun cuando los obrajes no fueron prohtbtdos , nunca gozaron_ de

la protección estatal sin la cual la victoria de la industna hub1er~ stdo imposible en Inglaterra. En número de manu~a~turas estaba SUJeto a limitaciones y su establecimiento sólo se permltw en algunas cw_~ades · Los productos y sus precios estaban sujetos a una reglamentacwn no tan rigurosa como los artesanales , pero sí ?astante estrecha, sobre todo a partir de 1592. Nunca se tomaron medidas para proteger ~a pro­ducción local de las importaciones o para promover la_ ~onqUista de mercados extranjeros: el poder coloni~ siempre prefino ~os produc­tos que tra ían los comerciantes de Sevilla. S?bre los obraJ~ S. pesaban restricciones laborales que si bien no impedian la e~rl?!acwn deser:­frenada de los trabajadores, sí dificultaban la ampliacwn Y el cre_ci­miento de las empresas. En los conflictos entre és~as_ Y los gremios artesanales los virreyes apoyaron casi siempre a los últtmos . . .

La prin~ipal ventaja del obraje sobre el taller artesanal es la diVI-sión del trabajo. Se utilizan la fuerza motriz del agua Y de algu~as máquinas , pero , por lo general, domina la técnica man~al. J?e~Id? a ello , al gran obraje no le es p~s_ible desplazar al pequeno m elimi­nar al taller. La manufactura esta mtegrada a la est~u~tura de la que forman parte la artesanía urbana y la industria_ domesttca del campo. Con frecuencia, el artículo producido es parcialmente elaborado en

265

esos secto res. El obraje constituye un eslabón intennedio entre la ~~e_sanía Y la ~aquinofac t ura, pero está lejos de ser el gran estable­Cimiento con cientos o miles de asalariados, produciendo para mer­c~dos in~e~nacionales , que presagia el advenimiento de la gran indus­tn a mecamca .

Las_ ciudades de la Nueva España nunca fueron centros de desarro­llo capitali sta , frente a un campo de tipo feudal. Las clases que domi­n_an en el _ segundo , reinan también en el primero . Sin embargo, la cwdad es unportante como mercado . En 1640, alrededor del 57% de la población blanca vivía en diez ciudades . En 1774, en doce ciuda­des se concentra e1 61 % de los pobladores blancos. Un papel impor­tante como mercado JUgaba la cwdad de México en la cual vivía el sector más rico de las clases dominantes con su ~onsabida clientela Y un~ mu~h~dum b re de mendigos . México era, además, el centro co­mefClal mas 11nport~~te de Améri_ca , a través del cual fluían lo:> pro­ductos _de expo~tac10n para Peru, Manila y el Lejano Oriente . El puerto mter~ned10 de las flotas que venían de España, la nao de Chi­na, la gran v1a platera del Norte, las conductas de colorantes eran no Ver~cruz o Aca?u_lco, sino la ciudad de México . El abastecm;ient; de la Cl_udad de Mex1co era un impulso importante a la economía mer­cantil que englobaba a importantes zonas agrícolas, ganaderas y azu­careras de la Nueva España .

Ot~a fuente ~~á s de desarroll o del mercado eran las industrias y ar­tesamas que utilizaban las materias primas producidas en el país. Los cen tros prod l!cto~~ s de __ textiles de lana jugaban un papel importan­te en ese sentido . 1 ambten , esporádicamente, existieron astilleros en la costa d~ l Pacífico. La cochinilla y el añil fueron , asimismo, colorantes producidos para un mercado internacional cada vez más amplio.

Para la n;ayoría de los productos no existía Ün amplio mercado . La econo_mia de_ la Nueva España estaba constituida no por un mer­cado. nacwnal, smo por una serie de economías locales y regionales defic~enteme!lte conectadas entre sí. En lo que respecta a los pro­d~ctos de prunera necesidad, mientras una región conocía una situa­cwn, de escasez Y cares~~a, incluso de hambre , otra no muy alejada, sufna de sobreproduccwn. En 1580 el precio del ma íz en Tlalma­?alco era de ocho reales por fanega , mientras que Uil poco más le­JOS en el Valle de Tacubaya, era de doce reales: el maíz que se obtenía en la capital desde fuera del Valle costaba el doble de su precio en el lugar de origen.

La producción respondía a una demanda estrictamente limitada y 266

toda va.riación imprevista producía serios desajustes en el equilibr¡o regional . Varios años de buena cosecha a~uinaban _a un ran_ch~ro tanto como una pérdida repentina de la misma. Debt?o a las ~mita­ciones del mercado regional , incluso la hacienda carec1a de estimulas para aumentar la producción aprovechando plenamente los recursos existentes.

La extensión de la economía mercantil exigía la introducción del dinero. En los primeros años éste era muy escaso y los cong_uistado ­res utilizaban sobre todo el oro y la plata no acuñados. El pnmero en forma de polvo o pepitas y la segunda fundida ~~ placas o barras . Las unidades de medida se establecieron con relacwn al peso de las mo­nedas españolas más usuales ; de ahí el nombre más extendido: pes9.

Respondiendo a las repetidas solicitudes de los colonos, que ve~an sus actividades económicas frust radas por la falta de moneda acuna­da, el rey ordenó en 153 5 la fundación de la Casa de la Moneda con la facu ltad de acuñar monedas de oro , plata y cobre.

Según diversos cálculos , en la Nueva España se acuñaba alrededor del 9Ó ~ de los metales preciosos extraídos. Durante los años 1537 a 1731 s~ acuñó la fabulosa suma de 7 60.6 millones de pesos en oro Y plata. Pero es te número no deb~ lleva~nos a una fal~a i_~ea del grado de monetización de la econom1a meXIcana. La acunac101_1 de_ mone­da era en realidad industria de exportación , como la mmena o los colora~tes . En la Nueva España sólo un 10% de las operaciones se efectuaban con moneda oficiaL La inmensa mayoría de las transac­ciones se hacían con monedas locales o por medio del trueque. Gran parte de los salarios se pagaban con granos de cacao . _

Para todo ello se utilizaban en forma muy extendida los tlacos o dacas, equivalentes locales hechos_ de madera, cobre o jabón, es~able ­cidos arbitrariamente por comerciantes o hacendados que los mtro­ducían en la circulación, obligando a sus provee?ores Y c_omp~a?_o ­res a acep tarlos. El valor de esas monedas depend1a de la_ d1spos~c10n del -emisor a cambiarlas en todo momento por mercanc1as y dmero oficial y estaba sujeto a grandes depreciaci?nes fuera del _ lu~ar _de emisión. Debido a la extensión de la econom1a natural y las lirmtacw­nes del mercado , esas monedas eran de uso mucho más extendido que las oficiales de oro y plata. . _

La forma más generalizada del capital en la Nueva Espana era_ el capital comercial , cuyo desarrollo independiente se halla -C~J?O d1c~ Marx- siempre en razón inversa al desarroll_o de la p~o~ucc10n capi­talista. A veces el capital comercial sirve de mtermed1ano entre esfe -

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ras de producción de un desa rrollo muy diferente, como la conwni­dad indígena y la ciudad ~spaíiola. Tal es el caso de] alguacil encarga ­do ~e la compra de forraJe para los caball os en la ciudad de México. Debido a la escasez, el virrey nombra a un funcionario encargado del control de la operación: El al guacil recibe un real de plata por cada tres cargas de forraje. El compr::J cacao barato en la costa. a J 50 2ra­nos el real y paga a los indígenas 25 granos r or carga _ o ·sea 7 5 p or tres cargas. D~ esta manera. el alguacil realiza una gana ncia de 100 7

1

:

por cad_a medw real des embol sado , recibe un o de Jos compradores. ~ada dia reparte unos 200 reales de ye rba, sobre los cuales reali za ia JUgosa gananci~ de 100 reales. Además , obliga a los indígenas a q ue le entregue~ sm pago unos 54 a 80 reales de yerba que él revende, aceptando Importantes cohechos ele Jos vecin os fa vorecidos. De esa manera ~1 alguacil recibe de ese negocio unos 6 500 pesos al año , ingre­so supenor al sueldo del superintendente de la Casa de la Moneda que sólo gana 6 miJ pesos. Este comerciante se beneficia del aisla~ mient~ de las comunidades productoras de cacao, que no tienen ac­c~so direc!o. al mercado del centro; de la escasez de forraje en la ciu­dad de MeXJco , causada por el atraso de la p roducción ; de la autori­?ad . que le da su puesto oficial. La fuente de sus ganancias se vería mevitablemente obstruida por un a ampliación del mercado nacional un aumento y rep olariza ción de l2 producción. una li beración de ¡; actividad económica del dominio político. ·

En much~s . lugares, el capital comercial aparece estrechamente liga -, gad_o a la actividad de los encomenderos y funcionarios . Alrededor de alg~~ personaje poderoso surge una clientela que acapara todas las actiVIdad~s comerciales de la región y, a través del m ás estricto de los monopolios , acumula en breves años cuantiosas fo rtunas. - Allí d.~nde el encomendero , hacendado o funcionario no pue­de ser tamb1en dueño de minas es, frecuentemente , el comerciante aca­parador de la reg~ón. El capital comercial aparece unido a la propie-

-dad !eudal de la tierra y al servicio burocrático de la corona. Engorda " precisamente gracias a la estrechez del mercado. El limitado horizon­

te del productor local, su falta de recursos las frecuentes crisis de sobreprod_ucción y las hambrunas locales cau~adas por el aislamiento , hacen posib~e las ganancias excepcionales del comerciante que cuenta

_con los medws necesarios .

,- . En !a ciudad de México surge una oligarquía comercial ríen defi­~da, ligada al tráfico internacional, cuyo órgano económico y polí­tico es el consulado .

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El gran negocio - escribe Pie:;:re Ch;unu - parece jugar _en la cim a de la jerarquía social de Méx1~0 un papel proporCIOJ?-al­meute más importante que en cualqUier otra parte d~ las Indias, sólo comparable al rango que ocupa en las grandes cmdades de Euro}Ja atlántica.

El monopolio más estricto en todas sus formas lo ejemplifica el gran capital comercia l de la época, que se esforzaba en explot~r. ~o­das las imperfeccio nes del mercado y los atrasos de la produccwn, perpetuándolos. Así, los grandes comewantes apoyaba!!, muchas med id as tendientes a restringir el desarrollo de la produccwn en la Nueva España. Para conservar su monopolio , propiciaron la supre­sión de la naciente industria de la seda, apoyare n las ordenanzas res­tri ctivas para el desarrollo de obraj_es que compet_ían co~ las impo_r~a ­ciones, e hici~ ron una guerra desp1adada a otras m~ustnas. Tamb1~n, propiciaron diferentes formas de control de pre_cws y monopoli?s que acentuaban la explotación del campo por la cwd~d y la apropia­ción del producto excedente de los artesanos y pequenos producto.res .

El control de l gran comercio no estaba ni en manos de comercia.n­tes independientes que competían unos con otros, n~ en las de S_?Cle­dades por acciones, como en Inglaterra. Los comerci_a~tes espanoles de ultramar estaban organizados en corporacwnes t 1p1camente feu­dales, tan rígidas como los gremios de artesanos: los consulados de mercaderes. .

En México durante los primeros setenta años de activo comerciO ultramarino Íos comerciantes actuaron individualmente. Pero en 1592, a pet i~ión de un grupo de co:nerciantes, se fund~ ~1 consula?o. Esta institución nunca tuvo el caracter de una compama comercial. No se encuentra un solo caso en el cual el consulado realizara, por sí mismo, operaciones de impo:tación o _exportación ; compra o venta. Se trataba de una organizacion profeswnal con apoyo estatal, cuyas funciones eran estrictamente de carácter corporativo. . , . ·

El consulado unió el poder financiero de los grand~s comercia~tes y se transformó en representante y defenso~ de sus mtereses,y; por -ende, en una de las más poderosas corporac~ones de la _Coloma. ~~s reyes de España, que siempre estaban nece~1~ados ~e dmero, ~,e dm­gieron más de una vez al, consula?o para sohc~tar p~estamos o do~a­tivos". Los virreyes hacian lo m1smo y acud1an a el para el fi~~ncia­miento de conocidas obras públicas. Naturalmente, tales serviCIOS se pagaban con privilegios y prerrogativas muy importantes.

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El pequer.o c¿mercio era también importante. Los buhoneros in­dios y mestizos, que hacían una vida errante y actuaban como inter­mtdiarios en el comercio local del maíz, frijol, chile, algodón, calaba­zas y los productos de maguey que constituían el consumo de la población ind ígena sedentaria, apenas si ganaban para subsistir. Más prósperos eran los comerciantes pequeños y medianos de las ciudades.

El prestamista más importante de la colonia era la iglesia. Al prin­cipio, utilizaba sistemas rudimentarios: una persona que deseaba otorgar un donativo o una renta a un individuo o una institución de la iglesia y que no contaba con la suma necesaria, imponía un interés de 5% sobre alguna propiedad que no podía ser exigida por el religio­so o la institución en cuestión, a cuyo nombre, sin embargo, qued aba. A este gravamen sobr~ la propiedad se le dio el nombre de censo. A medida que los fondos de la iglesia aumentaron, ésta comenzó a pres­tar a cualquier persona que lo ~olicitara, siempre y cuando pudiera ofrecer una garantía adecuada. Esta consitía casi siempre en una pro­piedad raíz. Sólo excepcionalmente se aceptaban fiadores. El contra­to entregaba el control de la propiedad cJ acreedor, ya que ningún cambio podía operarse sin su aprobación. Los préstamos se otorga­ban por un período de cinco a nueve años, durante los cuales había que pagar un interés del 5%. Teóricamente, al final del período debía rembolsarse el préstamo, pero, de hecho, casi siempre se extendía el plazo indefinidamente, de manera que las propiedades quedaban grava­das a perpetuidad y las deudas se heredaban junto con éstas.

Los centros de la actividad financiera de la iglesia eran los juzga­dos de Testamentos, Capellanías y Obras Pías. Hacia el siglo xvm, los juzgados se habían transformado en importantes instituciones cre­diticias que manejaban capitales de varios millones de pesos y conta­ban con empleados especializados y una contabilidad detallada.

Las actividades crediticias de la iglesia se desarrollaron de talma­nera que la mayor parte de las propiedades rurales y urbanas estaban controladas por ella, y casi todo el capital de préstamos se encontra­ba en sus manos. Según Chevalier, "gran número de censos y capella­nías constituían ya pesadas hipotecas sobre las propiedades rurales, y muchos personajes, aparentemente dueños de vastas haciendas, no disfrutaban, en realidad, sino de una tercera o cuarta parte de sus rentas".

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VIII. El capitalismo europeo, 1600-1750

Los trescientos años que separan los inicios del siglo XVl de la revo­lución francesa (1789-1799) y la revolución industrial en Inglaterra (1780-1 830) constituyen , para un puñado de países europeos, la época de la transición del feudalismo al capitalismo.

Los campesinos y en general los pequeños productores se habían liberado de la servidumbre, aun cuando seguían sujetos a prestacio­nes feudales . En Inglaterra antes que en los demás países , ese proceso ya había terminado a principios del siglo xvn. En algunas provincias h_<?landesas , el capital penetró en la agricultura y la gran mayoría de los campesinos, tanto en las antiguas aldeas como sobre todo en las tierras ganadas al mar (Xooge ), se habían transformado en apar­ceros libres. Incluso en la Francia feudal , a principios del siglo xvm, de 22 millones de campesinos sólo un millón eran siervos, aun cuan­do la mayoría seguía cumpliendo obligaciones de orden feudal. Pero, apenas liberados de la servidumbre, los trabajadores fueron objeto de una segunda "liberación": sus tierras y medios de producción les fueron expropiados y ellos mismos se vieron reducidos a la condición de proletarios. En Inglaterra, en el siglo xvr se inició el proceso d~~­expulsión de los campesinos de sus tierras, proceso que habría de durar tres siglos y servir de base a la reforma agraria que disolvió plenamente las relaciones feudales y sentó las bases para un régimen auténticamente burgués en el campo inglés.

En Holanda, la mayoría de los aparceros instalados en las tierras arrancadas al mar se transformaron en empresarios de una economía ganadera y lechera basada en el trabajo asalariado. Al mismo tiempo, muchos nobles, atraídos por la producción para el mercado en rápida' expansión de las ciudades manufactureras y los puertos, comenzaron a expulsar a los campesinos de sus parcelas con el propósito de ex-

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plotaJ la tierra en forma más intensiva. El resultado fue q~e una par­te de los campesinos se transformó en jornaleros o se vio obligada a vender su fuerza cte trabajo en las nacientes manufacturas de las ci udades , mientras que muchos miles era:1 reducidos a la condición de vagos y pordioseros perseguidos por las terribles "leyes del tra­bajo" .

En la industria, la producción artesanal , rígidamente encuadrada en el sistema feudal de los gremios, fu e cediendo lugar , primero, al sistema de putting out en el cual el artesano sigue trabajanco en su casa, con sus implementos , ayudado por su familia y algunos apren­dices, pero un comerciante le proporciona la materia prima y se en­carga de vender el producto. De esa manera, el artesano se convierte paulati11amente en asalariado que trabaja a destajo para el comer­ciante que se apropia del producto. El nuevo sistema intensifica la explotación del artesano y ¡:¡umenta la productividad , pero pronto es insuficiente para abastecer un mercado que crece a saltos. Aparece entonces la manufactura que reúne bajo uno o varios techos a un ntm1ero importante de trabajadores que laboran en un sistema cada vez más complicado de división del trabajo usando la fuerza motriz del agua y luego del vapor. Las condiciones sociales para el suro-i­miento de la gran fábrica están dadas. El trabajador no posee ya nada ; el capitalista es dueño de todos los medios de producción y compra la fue rza del trabajo.

Si bien cada rama industrial tiene su propia historia y el desa­rrollo de cada país o región obedece a condiciones diferentes, al1í donde se desarrolla el capitalismo estas tendencias están presentes.

En el siglo xvn, la industria textil se había difundido por toda Inglaterra, tanto bajo la forma del putting out como de la manufac­tura . Hasta en la aldea más pequeña se hilaba o se tejía, mientras que en los grandes centros textiles como Norfolk, Wiltshire o Gloucester se terminaban ciertas telas en grandes manufacturas, especializándose c~da región en diferentes productos. En Holanda, Leiden era el prin­Cipal centro de la irldustria textil . En ella funcionaban decenas de gra_ndes manufacturas y cientos de talleres menores . En 1664 se pro­dujeron en esa ciudad 144 mil piezas de tela. Otras ciudades, como Rotterdam y Amsterdam, producían también grandes cantidades, mientras que las manufacturas de blanqueo se concentraban en Haar­lem. En Francia el desarrollo era mucho menor. Sin embargo, el sis­tema del putting out había penetrado en las aldeas ya que muchos campesinos se veían obligados a recurrir a él para pagar impuestos y

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rentas. En las ciudades, Jos tallere s cor diez a treinta trabajadores eran ya comunes , pese a la resistencia de los gremios.

Sin embargo , a principios del siglo XVII I , las manufacturas s~l_a­mente eran puntos de avanzada en un mar de pequeña ~roduccwn mercantil. Sólo con la revolución industrial de fines del s1glo XVIII Y principios del x IX se generalizaría la gran empresa pero ya no baJO su forma manufact urera sino como maqumofactura.

El surgimiento y expansi?n d~l capitalis:no preu:dust?aJ no e_s un proceso gradual y evolutiVO , smo una h1stona s~mam~nte a~cl­dentada llena de avances vertiginosos pero tamb1en de m ten LOS

fallidos,' crisis y retrocesos. Mientras que el siglo :xv l estuvo mar­cado por el ascenso vertiginoso de las nuevas relac1ones de pr_oduc­ción el siolo x VIII presenta una imagen llena de contradlccwnes. En ~arios ~entras de desarrollo capitalista temprano, se produc~n brutales retrocesos. Italia pierde su importancia comercial , se ?e~m­dustrializa y se convierte en una zona agraria atrasa~a. Algo similar pasa en España y Portugal. El derrumbe ?e Alemama es grave tam­bién, pero menos irreme diable. El feudalismo parece r~a?sorber los primeros brotes capitalistas, para volver a imponer el VleJO orden de cosas. . , 1 En casi toda Europa , el comercio se estanca , la produccwn_ an-guidece, la población retrocede. Pero ésta es ~na ima~en enganos~. El capitalista era ya un fuego voraz que hab1a prend1do en lo_s so­tanas del castillo feudal. Apagado en una ala, sus llamas volv1an a aparecer con toda su fuerza en otra. El cer:tr_o comerc~al del mundo se desplazó a Holanda . Los puertos del rmnusculo pais se transfor­maron en el lugar de encuentro de barcos de todo el mundo. Cie~to_s de ellos llegaban cada día a Amsterdam, convirtiéndo_lo en el prmci­pal mercado del mundo. Aparte de los productos onentales, se_ c~­merciaba con mantequilla, queso, sal, cereales y n:adera. A pnnci­pios del siglo xvm 1500 barcos holandeses se dedicaban a la pesca del arenque en la ~ual estaban ocupados más de 20 :mr homb_res. La densidad de la población crecía de año en año y mas de la rmt~d de ésta vivía en ciudades, ocupadas en la industria Y el comercw. Holanda abrió sus puertas a los judíos expulsados de Portugal Y de Bélgica, que permanecía española, así como a los _protestantes franceses, que aportaron importantes capital~s- Los gob1ernos - cada vez más burgueses- hacían todo lo nece~no para pro~~ver la na­vegación y el comercio. Amsterdam sustituyo sus multlples cam~ bistas con un banco único , El Banco de A msterdam que se transformo

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nu sólo e11 cajero de los comerciant~ s holandeses, sino en el gran centro europeo de las finanzas . Los fondos del banco se invirtieron en nuevas empresas, cuyas partes se denominaban aktie (acciones): empresas azucareras, de seguros marítimos, de construcción naval pero, sobre todo, de comercio ultramarino.

Holanda desplaza rápidamen te a Portugal y a España del comer­cio co!onial. E!l 1 ~05 la_ Compañía de las Indias Orientales ocupa Amb01a, dos anos aespues, se mstala en Makassar y las islas Célebes Después de expulsar a los portugueses de Ceylán, se apodera de ¡~ mayor pat:te del comercio con la India . En Java, la compañía im­pone su dominio a los príncipes de la isla y sobre las ruinas de Djakarta construye la capital de su imperio, Batavia. Pero la com­pañía no se contenta con revender. Comienza a introducirse en el cultivo del azúcar, del café, las moscadas, la pimienta. En Batavia se comercia con esos productos pero también con el alcanfo:- el té chino, el papel japonés, la canela de Ceylán, el café M o ka. Pro~to, a esos productos se agregan los esclavos. En las islas Célebes, decenas de catnpos de concentración secretos crían jóvenes esclavos que esperan la edad adecuada para ser embarcados hacia los grandes mercados.

En 1621 se funda la Compañía de las Indias Occiden tale~ a iina­g~n. Y s~mejanza de la Vereenigde Post !ndisc!ze Compagnie. Al prin­CipiO, sol~ es una empresa de pillaje en América Latina. En la guerra c~n Espana de 1621, los barcos de la Compañía apresan, en quince anos, barcos españoles por un valor de 30 millones de guldens y en 1628 se apoderan de una flota de plata cuyo valor asciende a 15 mi­llones de guldens.

En esos años, Holanda tiene una flota de 12 mil barcos con una tripulación de 160 mil hombres. Más de la mitad de la ~atina de Europa es holandesa y cerca del 40% del comercio exterior de ese continente se hace a través de sus puertos.

Y sin em~~rgo_, no s~rán los Países Bajos el escenario de la pri­m~ra revolucwn mdustnal. El poderío holandés se basa cada vez

, mas en el comercio intermediario entre el Oeste y el Este así como e~tre los mismos países europeos. La mayor parte de la población VIve en :sa actividad. Mientras tanto, la industria languidece . La pro~uccion tex_til de leiden desciende de 160 mil piezas anuales a mediados del Siglo XVII a 30 mil a fmales del xvm. Los astilleros p_roducen ~n ese siglo barcos con un valor diez veces menor que en el siglo antenor. La flota pesquera desciende a 200 unidades . La burgue-274

sía comercial -fortalecida por sus éxitos- lo domina toco. Lo~ in­tentos de los sectores ligados a la industria de esbozar una pol~tica de protección a la producción local son derrotados P?r la o~gar­quía comercial. Presionado por países cuyo _desarrollo ~dustr~al es mayor - Inglaterra en primer lugar- el capital holandes comienza a perder, una tras otra, sus posiciones comerciales. Pasa en~onces a financiar la producción y las exportaciones de sus compe_tidores Y adquiere un carácter cada vez más parasitario. A mediados del siglo xvm , Holanda ha dejado de ser un cent!o de des~rrollo capitalista y una potencia. Por vez postrera el capital comercial de­muestra su incapacidad histórica de servir de base al nuevo mundo de producción capitalista. .

A pesar de su acelerado desarrollo, todavía a principios_ del SI~o x v 11 Inglaterra se re!rasa considerablemente en cuanto a mdustna; comercio y navegación con respecto a Holanda. Sin embargo_, es aqlil en donde la acumulación primitiva adquiere sus formas mas puras. A diferencia de otros países europeos, las relaciones capitalistas se imponen no sólo en la ciudad y en la industria, sino también en la aldea y en la agricultura, de manera que en el siglo xvu ~1 camp_o , en muchos sentidos había evolucionado más aprisa que la mdustna. La aldea inglesa, qu~ venía produciendo hace ya siglos para el I?erca­do. se convierte en terreno fértil tanto para el desarrollo de la mdus­tri~, como de la agricultura capitalista.

A principios del siglo XVII, la técnica agrícola inglesa marchaba a la cabeza de Europa y cuantiosos capitales, atraídos. por_ las altas ganancias, se canalizaban hacia esa actividad. El cam~o ,mgles ofrece , así , un mercado en rápido crecimiento y una fuente 1donea de mano de obra asalariada para la producción industrial capitali~ta.

A lo largo del siglo xvn, la industria inglesa adqwere l_as cara~­terísticas de producción en masa, división nacional del tr~ba~o Y apli­cación masiva de inventos y mejorías, propicios al capitalismo. La utilización de las bombas de aire para la extracción de agua, aumen­ta la producción minera. Ya mediados d~l siglo x_vm, ese pa~s pro­duce las cuatro quintas partes del carbon de p1edra extra1do en Europa. De mediados del siglo XVI hasta los años 50 del xvu_, la pro­ducción de hierro se duplica mientras la de plomo, cobre, eme Y sal se multiplican por seis.

En Inglaterra , debido a la transformación agraria el mer~ad? na­cional se había formado ya en el siglo XVI. Por eso, en el s1gwente siglo, el comercio interno comenzó a tener una importancia cada

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V<!Z mayor. Al mismo tiempo. los co¡ ;JCrci:.mtcs in gleses desplazaban en el Plundo a sus competidores. Desde principios del siglo XVI! has­ta 1660, el volumen del comercio exterio r de ese pa1's se duplicó. Basado como estaba en la exportación de productos elaborados el auge del comercjo exterior sirvió para disolver los gremios e Im­pulsar la industria capitalista. Aparecieron numeros:Js ~manufacturas que emple~ban cient~s e incluso miles ele trabajadores en Jos tex­tiles, las mmas, los astilleros y la industria de armas.

La ~<?lítica de lo~ gob~ernos ~nitánicos, sobre todo después de la r~volucwn , comenzo ~ ,dJferencJarse sustancialmente del proteccio­nJs~o ?e Holand~ o 1-~ancia. En la_ Isla no sólo se aplicaba un pro­teccwrus_mo ag~esJVo, smo que en este los intereses manufactureros pr~valeCJan casi s1empre sobre los de Jo s productores de materias prnnas, los com~rc~ante s y los banqueros. Hacia finales del siglo XVIL la econom1a mglesa comenzó a distinguirse de la s otras eco­nomías eu_ropeas , no sól.o por su envergadura , sino también por su muy e~peci~ estructur~; mglaterra pasaba de una posición secundaria a ~z ynmac1~ que habta de llevarla a la revolución industrial y al do­mnno mundial durante cerca de un siglo .

· - -· El éxit_~ del capitalismo el} Inglaterra hubiera sido imposible sin la revoluc10n d~ 1640-1660. Esta fue la primera revolución burguesa e~ el pleno sentido de la palabra. La joven burguesía inglesa participó drre~~amente e? la lucha y a lo largo de ella fue imponiendo su di ­reccwn. Planteo un programa antifeudal y antiabsolutista. coherente Y claro que , sin embargo , aparece todavía revestido de co~cepciones religiosas .

. Los trabajadores del campo y la ciudad participaron activamente Y _¡ugaron un papel decisivo en la guerra civil y en las luchas políticas. Sus de~and~s encontraron expresión en los documentos del ejército levolucwnano Y l~s corrientes radicales de los levellers y los diggers. Un aspe~t? peculiar, ~e esta revolución , que explica algunas de las

; car~~tensticas espectficas del sistema político inglés, fue la partici­\ pac10n, al lado de la burguesía, de sectores importantes de la noble­\ za. a?urgue~d_a (la gentry) de cuyo seno salieron algunos de los pnncipales dmgentes del campo revolucionario entre otros Crom­

::l well. ~a inglesa fue la primera revolución burguesa triunfante. l !nstauro en Inglaterra, antes que en cualquier otra parte del mundo

1 _ ~ Es~ado Y yn orden genuinamente burgués. Por primera vez en 1~ histona, subia. al _Poder la c~ase que había de regir los destinos del mundo en los SigUientes trescientos años.

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La revolución inglesa no propició, como l1abría de hacer!~ la francesa de 1789, una ola de revoluciones similares en otros_ patses europeos. Sin embargo, tuvo una gran res~nancia internact_?nal e inHuyó en la fronda francesa , Jos levantanuentos en Cataluna Y la victoria de los republicanos en Holanda . . .

/\ partir de 16."0 las relaciones entre los pnnc1pal:s centros ?el desarrollo capitalista y sus dominios coloniales conoCieron camb:os profundos. Entre la estr uctura de la explotación coloni31 establ_ec:da por Portugal y Espaiia a finales del siglo x v y el x \ 1 Y las que eXJstian en las posesiones holandesas y sobre todo las mglesa_s Y francesas de la segunda mirad del siglo XVII) .. el siglo XVIII . extst1an profundas diferencias.

En furopa surgía rápidamente un mercado n;asi \'O para el consu: m o de algunos productos coloniales como el azucar,. el n~aco, el, te y el café. Las compañías coloniales comenzaron a mvertu n? ~o lo en el comercio. sino en el cultivo de esos bienes. Como este ultrmo se basaba en la mano de obra esclava, el comercio de came humana adquirió proporciones enormes. . ,

La demanda de azúcar para la el a boracJOn de dulces, la preser­vación de frutas y la destilación crecía rápidamente. Se comenza­ron a construir barcos especiales para el transporte de la dulc~ mer­cancía. En varias partes del mundo surgieron grandes plantacwne_s_, propiedad de colonos europeos. La ~emanda d_e e~clavos crecw rápidamente y los precios de éstos segutan la_s penp~c1as de los pr~­cios de Jos productos coloniales . En las Indias Occidentales, ~acia finales del siglo x VIl, los plantadores holandeses , franc~ses e mgle­ses habían superado las dificultades técnicas y produCian en?rmes cantidades de azúcar para las metrópolis, mientras que los gobiernos de esos países promovían políticas proteccio~istas ~ue cerraban l~s puertas al azúcar proveniente del Brasil. Al m1smo tiempo,_ se pro~­bía la refinación en las colonias , reservando ese proceso mdustnal para la metrópoli . . ,

Con el desarrollo de la economía de plantaciOnes, el trafico de esclavos se transformó en una de las ocupaciones coloniales más lu­crativas. Entre 1680 y 1686 la Royal A frican Comqany tr~sporta­ba un promedio de 5 mil esclavos por año . Una de.cada mas tarde, Bristol embarcaba unos 17 mil por año y en 1760 salieron de puertos ingleses 14 2 barcos que transportaban unos 3 5 mil e_sclavos. En 1771, la cifra llegaba a 4 7 mil. Se calcula que entre los anos de 1 ?80 hasta 1768 en las colonias británicas se importaron unos dos millones de

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. esclavos. Pero esto sólo representa una parte del tráfico , puesto que los negreros ingleses abastec ían también las cclonias españolas, por­tuguesas, holandesas y francesas. Según la frase de Rarnsay , Inglaterra se había transformado en la "honorable abastecedora de esclavos" de sus competidores. Las ganancias que dejaba el tráfico de esclavos de finales del siglo x v JI y en el XVIII no eran tan altas como las fa­bulosas ganancias obtenidas por los barcos portugueses que iban a la India a finales del siglo Y. V, pero sí más seguras y constantes. Las ganancias del 100 % eran comunes y las de 300 % eran frecuente s. Un economista del siglo xv m calculó en 15 millones de libras el beneficio obtenido del t ransporte de 303 753 esclavos negros efectuado por 878 barcos de Liverpool entre los años 1783 hasta 1793.

Pero el cambio más significativo se produjo en la exportación de productos manufacturados hacia las colonias. En tanto el protec­cionismo español ten ía por objeto el impulso del comercio y la pro­ducción de metales preciosos, la burguesía industrial inglesa fue im­poniendo una política que fzvorecía en las colonias el consumo de productos manufac turados de la metrópoli. En forma creciente el azúcar y el tabaco de las plantaciones y los esclavos del África se pagaban con productos manufacturados locales. En Inglaterra , entre los años de 1670 y 1700, las exportaciones de productos industriales a las colonias aumentó en un 200 %. Hacia 1700, cerca del 20 % de las exportacio nes inglesas se encaminaban hacia sus colonias o las de otras potencias. Tres cuartos de siglo después, más de un tercio iba sólo a las colonias británicas . Pero el apoyo de las colonias fue sobre todo crucial para el desarrollo de la industria textil de algodón. Ya antes del último tercio del siglo xvm, éstas absorbían el 90 % de la producción inglesa .

Éste es también un período de cruentas guerras coloniales. Las potencias comerciales y coloniales se enfrentaban constantemente , diputándose el dominio: Inglaterra, que impulsaba la producción y exportación de productos manufacturados, tenía que chocar con España que defendía obstinadamente el monopolio comercial en su vasto imperio colonial. Corsarios y bucaneros, auspiciados y finan­ciados por las potencias, eran lanzados en forma sistemática contra sus rivales , para que, una vez concertado algún arreglo , fueran in­misericordiosamente liquidados. Las guerras por la hegemonía en los mares entre Holanda e Inglaterra, en las cuales la segunda salió triunfante , fueron el origen de numerosas batallas navales y expedicio­nes sin número contra los establecimientos coloniales del contrario .

278

IX. 1 _ ' S -. 11 l'' N u e Y a Españ a , Las luch as p opu ate. e a .

1600- 17fl3

. , l'd ba se definían también A medida que la nueva ~o Cle daa see c~~;~~nl c:ra~terísticas. El choque las formas de luch~s sociales qu:_ \ conquistadores que predominó entre indios conqm:tados Y espdano ~s , dose hacia el norte o hacia en las primeras decadas fue esp azan algunas regiones no conquistadas

1del_ sur· cono' micas y políticas se

, d d 1 nuevas re ac10nes e . Pero ah1 on e as al' ndo la lucha entre campesmos , hab ían estabilizado, se fue gener 1f\ado res · entre trabajadores cita­indios, negros o me.sttzo_s Y sus exp 0 as medias y clases dominantes ; dinos y clases proptetar~as; entre cap ·entes de los hab itantes de entre el dom inio coloma1 y sectores crect

la Nueva España. . .d d de las relaciones de pro ducción Debido a la gran hete~ ogenet ~ roblemas raciales, estas luchas

existentes y a la presencia dd~ senos p mplejo que hasta ahora ha tomaban un carácter muy ¡verso y co , sido poco estudiado. f stantes y que en el siglo xvn,

Sin embarg~ , _sabem~s que ~~rone~~~cturales de la sociedad, los debido . a la cns1s .Y a os cam tos x resiones más violentas . Jun­conflictos se agudtzaron Y adop~a~~n e pedorninado en el siglo XVI,

to a las formas de lucha que a ~~ Jr es indios y negros nc sólo aparecieron otras nuevas .. ~s tftasaJ~uorendo de sus amos, o bien se remontaban a zonas mho~p d '¡ yosibilidades que ofrecían las litigaban contra ellos aprovec an o ~ p 1 revuelta el bandidaje, el leyes , sino que apelabat ca~ali~e; :::::i:a; prolong~da. Además, los tumulto e, m~l~so , a a, ref e o tes y se extendieron por todo el choques se hicterol}- m_as rec~e~ exa erar que no pasaba un quin­país. Se puede decrr ' sdm. temo:mport:ntes ' luchas en una u otra re­quenio sin que se pro UJeran 1

gión. 279

Los _efe_ctos que esos m ovimien [(lS t uvieron sobre la vida l , . ~~ su co~JU~lto , sobre _Ja condu cta de las clases dominan tes ~oer!ca

Jerno VllTemal, h~ Sido poco explorado . pero el estudio de bo-nos _d e_ ellos puede Il ustrarnos al rcspc ..:to alg u-

Ca sJ todos e · · · · . sos movmJentos tu vJCron un carác ter lo l 1u~:·tes elementos _de espon!aneidad. Ninguno de ellos loo--~a con Sellamente en peligro aJ poder virreina] ., - l. . I:'J o _poner en su conjunto es o bvio . . sm em.Jd Jgo, examma dos toma de COnciencia d q~e . mn~y.e_ron conslCJerabJementc. en la éstas con las clases d o~u!~~~~~as traba_¡ adoras y en Jas relaciones de

, ~n la segunda mitad del siglo x ¡. . . ,· - . , rap1damen te , igualan do a la de 1 "¡ ~J , , J pobldciOn negra ~rec10 creció su oposición a la esclavit~J ~ ~neos _)1' J U JJ ~? con su nurnero obje to. ) a exp otacwn de la que era

Ya en 1 S'' 7 1 · bían sac udid~ ~ ~: ~~~:~~J levan~atni~n to~ d~ ~sclavos negros ha­bandas de esclavos que había co}or:-~al. l-\ prm~1p10~ del siglo X V II , comenzaron a a are ce n l Ul o de los mgenws y haciendas a tacando a lo ,. 1? . r a lo la!·go del camino Veracruz-Puebla' tiem po otros s ~~aJeios y ~maganoo a los pueblos vecinos . Al mismd del Pa c'·r· Egl J?OS de cm1arrones comenzaron a actuar en la costa

1 rco. nuedo a una crra b li, d atenorizado a los espafíoles co~ a~t~~-i~ri~nd e e.~~l~vo s que ya había

Mient ras en Ja ca ita] _. , . a , VOJ VIO a aparecer. uente 1evantan1i.ent ~ . COIJ Jan J um ores ommosos sobre un inmi-nes de la sierra de ~ue~l~egros y ~uladtos , entre los negros cimarra­figura de Yan a - c?menz~ a esta~ar en el año de 1608 la

g , q ue hab 1a Sido un Jefe en Africa y q ue d . . : po n umero so de cimarrones e mg1a un gru­ochenta famil· oncentrados en una aldea de unas 1as.

Una fuerza compuesta de d . _ arqueros tlaxcaltecas enviad osc¡entos espanoles y doscien tos pletamente y tuvo a e? su contra, no pudo vencerlos com­cambio de que los e · que nego~I~r, aceptando respetar su libertad a

Al año si uient unarro~es eJaran de atacar a los viajeros. flagelada ha~a la ~;u~lr:en~erro de una e;cla~a negra que había sido jo una violenta or su amo en a cmdad de México produ­Y mulatos que a:;~:!~nef la cual participaron unos 1500 negros mente frente a1 palacio del v~~:~~ del culpable Y protestaron ruidosa-

De acuerdo con las fuentes e - 1 d -a forjarse en la capital una sp~o a~: espues de ese día comenzó a todos los blancos y eleva ~o;spuacwn que se proponía asesinar

r a rano a un rey y una reina ancroleños 280 b •

En 1612. una [e;:oz represión se abati0 so bre la población de origen africano de la capi tal. Los jefes de las cofradías de los negros fue ron apresados y so met idos a lürtura. Luego se movilizó la milicia de la ciudad y se rucieron nuevas aprehensiones.

Las leyes restrictivas contra la población negra fueron ratificadas y aplicadas en todo su rigor. El 2 de mayo de ese aiio . fue ron ejec uta­dos 29 hom bres y sie te mujeres como presu nt os culpables de la cons­piración y sus cabezas fueron paseadas como escarmiento por las calles principales de la ciudad .

Pero esto no fue suficiente para amedrentar a los esclavos y sus descendientes. Durante cinco años más, las rebeliones y ac tos de protesta siguieron ocupando la atención del gobierno virreina! y sus órganos de represión .

En 1646, soldados m ulatos de la guarnición de Vera cru z se enfren­taron a los blancos que los hacían objetos de burlas y vejaciones y hacia 1665 los negros de la ciudad de Mé xico volvieron a manifestar su descontento, motivando la intervención del virrey y la inquisición . Los esclavos negros y sus descendientes no actuaban siempre aisla­dos; en las luchas populares urbanas, su par ticipación fue frecuente­mente destacada, como suce dió en los " tumultos" de 1642 y 1691 en la ciudad de México .

La debilidad de los movimien tos de protesta de los negros no se derivaba sólo de su carácter espontáneo y desarticulado, sino tam­bién de la animosidad que los contraponía a la población india: pero a medida que se desarrollaban sus con tradicciones con los amos blan­cos, ésta fue cediendo y a finales del siglo XV II comienzan a regist rarse indicios de fraternización entre esos dos estratos de la población trabajadora que habrían de luchar hom bro a hombro en la revolución de independencia.

La segunda década del siglo xvn marca el final de un prolongado auge de cerca de medio siglo y el inicio de una profunda crisis en la economía de la Nueva España . En la capital, la situación de la po bla­ción trabajadora era dif ícil. Los precios del m aíz - que estaba escaso­habían subido de 6-8 reales la fanega a 4 8-50 reales y otros alimentos manifestaban las misma~ tendencias , de manera que la situación de las masas , difícil de por sí , se había vuelto angustiosa.

Tal era el estado de cosas, cuando se produjo el conflicto de 1624. Su origen debe buscarse en una crisis en el seno de la clase gobernan­te que dividió profun damente a ésta.

En 1621, la corona nombró a Diego Carrillo de Mendoza Pirnentel ,

28 1

Conde de Priego , Marqués de Gelves, decimotercer virrey de la Nueva España. La. fecha de su nombramiento coincide con el ascenso aJ trono de Espafia de Felipe IV, que impulsaba un fuertt movimiento de reforma en la metrópoli.

Al Uegar aJa Nueva España, Gelves llevaba instrucciones expresas de aplicar una serie de medidas drásticas tendientes a sanear la admi· nistración y la vida social de la Colonia. Debía combatir la corrup­ción, elevar los ingresos fiscales y acabar con el bandidaje que estaba adquiriendo una magnitud inquietante. El nuevo virrey, hombre adusto e inflexible, se esmeró en el cumplimiento de las tareas que le habían sido asignadas, granjeándose rápidamente la oposición ac· tiva de los sectores más corruptos de la burocracia y la aristocracia criolla. Durante un tiempo, la jerarquía eclesiástica se mantuvo neu­tral . Pero al final cargó todo su peso del lado de los opositores de la pol ítica refomústa del virrey .

El problema que encendió el conflicto fue el enjuiciamiento de Pedro Veráez, Corregidor de Metepec y especulador en granos, que se había coligado con algunos oidores para medrar con el hambre popular, elevando ilícitamente los precios.

A finales de 1622, Gelves lo mandó arrestar y lo sometió a un jui­cio. Viendo que iba a ser condenado, Veráez, espada en mano, huyó refugiándose en el monasterio de Santo Domingo, en donde perrna· neció tranquilamente hasta octubre de 1623.

Pero, en ese mes, habiéndose difundido el rumor de que el ex corre­gidor de Metepec pensaba escapar y embarcarse para España, el virrey mandó rodear con tropas el convento . Esto enfureció a Juan Pérez de la Serna, arzobispo de México desde 1612, quien vio en ese acto una severa infracción al derecho de santuario.

Serna exigió el inmediato retiro de los arcabuceros y como eso no le fue otorgado, excomulgó a los jueces que habían dictado la sentencia contra Veráez. En respuesta, el virrey expulsó de la Nueva España al notario del dignatario eclesiástico y éste, ni lerdo n:i pere­zoso , respondió incluyendo en la lista de los excomulgados el nombre del propio virrey.

El virrey - profundamente consternado- reunió a algunos doctores y eclesiásticos para pedirles consejo y éstos le aseguraron que Pérez de la Serna no estaba facultado para excomulgarlo. Basándose en sus consejos, Gelves apeló el 20 de diciembre de 1623 al delegado papal que residía en Puebla y cuya autoridad en asuntos de ese tipo era superior a la del arzobispo.

282

El delegado levantó las excomuniones, pero Serr.a, que no se d.ITie · drentaba, ordenó el 3 de enero del siguiente año que durante doce días se tocaran sin interrupción en las iglesias los repiques a entre­dicho. Los servicios religiosos fueron suspendidos, el prelado leyó el anatema desde el púlpito de la catedral y las campanas sonaron día y noche, creando en los habitantes de la ciudad una gran cons· ternación . De hecho , el arzobispo estaba llamando a acabar con el virrey, enemigo de Dios.

El ll de enero , se dejaron sentir los primeros efectos políticos de la carestía y la campaña de la iglesia contra el virrey. En ese día Serna se presentó en persona a la Audiencia, exigiendo justicia. Co· mo se negaba a irse , el virrey se decidió a sacarlo por la fuerza ar· mada y dictar su expulsión de la Nueva España. Un grupo bastante amplio de pobres que había acompañado al arzobispo y se agolpaba en las escale ras de la Audiencia , recibió la noticia con ab ucheos y se­ñales de simpat ía para con el prelado. Las protest as se hicieron tan rui­dosas, que los oidore:; tuvieron que desalojar el edificio por la fuerza .

En los siguientes días , el conflicto entre virrey y arzobispo se agudizó más aún, dividiendo profundamente a la clase gobernante . Mientras el arzobispo salía de la ciudad, tres oidores que advirtieron la peligrosidad de la situación que se estaba creando, se reunieron pa­ra revocar - sin conocimiento de Gelves- el destierro de Pérez de la Sema.

En su canúno a Veracruz, el 13 de enero, el arzobispo se detuvo en San Juan Teotihuacan. Allí pidió la llave de la iglesia a los francis­canos, se revistió de sus hábitos pontificiales, tomó en sus manos el Santo Sacramento y rehusó continuar el viaje. Habiendo vencido, al siguiente día mandó la cesación a Divinis y al amanecer del 15 de enero se publicaba el edicto en todas las iglesias de la ciudad de México , cesando una vez más todos los oficios religiosos.

Esto era ya demasiado para los pobres de la ciudad estrujados por el hambre. Grupos numerosos comenzaron a juntarse frente al palacio de gobierno, núentras que los agentes del arzobispo difundían el rumor de que el virrey quería asesinar a Pérez de la Serna. Se mul­tiplicaban las voces que responsabilizaban al virrey del hambre y la carestía.

Cuando Cristóbal de Osorio, funcionario de la Audiencia exco-mulgado por el arzobispo, atravesó la plaza para presentarse a su trabajo , un grupo de mujeres y de adolescentes lo increpó , arro­jándole frutas podrid~s y llamándolo herético y perro excomulgado .

283

El intento de .osario de C:.J stigarl os . p1vvoc0 UJ ¡<J tremen da pedriza y el fun s10nano y su escoll~1 ;lpen;¡ s pudieron escap;:n ele la ira del pueblo. La multitud que creda minuto a minuto se vo lvió cada vez más agresiva Y las primeras pi cclrJs comenza ron a ll over sobre l a~ ventanas del palacio.

. ~~]ve~ ~e decidió , por fin. a tuc u bs trompct<Js. llarmndo :J ]d

nuhc1a CJVJca e~ su ayuda. ~>ero éstJ. dirigi da y compuesta principal­mente por la anstocracw cnolla, no respo11Jió. Quedándose en casa los r~cos criollos daban su apoyo al partido opue sto a las reforma; del vrrrey Gelves. El sonido de las trompetas no sólo no logró atraer la ayuda esperada sino que sirvió para :~ umcmar el núm ero tle los q ue estaban congregados en el zócalo .

La mucl.led_umbre se. componía fund amentalmente de trabaj adores Y pobre.s, mdws, mestJZos y negros en su mayoría. Pero entre ellos ~;. fl!OVJan los e~emig~s del virrey, azuzándolos para que gri taran

1 VIva el rey y VIva Cnsto, muera el hereJe luterano ' ¡ .\1 uera el mal gobierno!"

La muchedumbre se arrojó contra la s puertas del edificio . mient ras apedreaba las ven_ta:;.as de . éste. El_ virrey contaba con fuerzas muy escasas 'j la guanuc10n cas1 no tema armas . El prestigio del gobierno ?epend¡a - en casos especiales - del recurso a la milicia . pero ahora esta se negaba a actuar. -

Obligado a ceder , Gelves aceptó permitir el regre so de Sern3

.

Pero c'!ando la_ ?~den fue anunciada , el pueblo que ya no confiaba . en. el vrrrey, eXJgJO una orden deJa Audiencia y Gel ves tuvo , una vez n:as, que ceder. Esto, y la intervención de un grupo de prelados fran­Ciscanos Y del Marques del Valle , lograron calmar momentáneamen­te a la muchedu~bre que se dirigió a Santo Domingo, para liberar al especulador Veraez y llevarlo triunfalmente al zócalo.

~acia l~s dos de la tarde, la multitud, enardecida de nuevo, se fue ' · h:'lcia la carc~l_rara liberar a los presos . Gelves, que se había abaste­

Cido de mumcwnes y fortalecido la guardia, mandó hacer fuego so­bre las masas, matando e hiriendo a varios.

Mientras se velaba a los muertos en el edificio de la Audiencia las masas se ~olvían. a arrojar co~tra el palacio, poniendo fuego ~ las pue~tas e Hr~p1endo en la carcel. Desde la casa del arzobispo , franc_otrradores bien armados comenzaron a desalojar a la guardia ~e! VIrrey que desde la azotea del palacio hacía fuego sobre la mul­titud Y alr~de~or de las c!nco de ~a tarde , un importante contingente armado de mdios de Santiago llego fortaleciendo a los atacantes. 284

1

A la seis era claro que el virrey estab:.t perdi.do. Los miembros de la Audiencia , que pese a los requerimientos_ de G_elves no estaba? con él en el palacio, decidieron aceptar las ex1gencJas ~e. los opositores del virrey declarándolo depuesto y nombrando cap1tan general a un amigo de Veráez. Vergara Gabiria. . _ .

Mientras tamo, la muchedum bre se muoduc1a en palac1? Y el virrey lograba escapar con gra ndes dificultades, di sfrazad o Y gntando ··¡Muera el virrey!" . . . .

Unas horas antes , la milicia conduc¡da por la_ anstocrac1a cnolla, que contaba con unos cuatro mil homqres, hab1a ~onn~do sus fi~~s, bajo las órdenes de Vergara Gabiria. Este postcr~o su mterven~IOn hasta que la suerte del virrey estuv1era sell~da y solo se pre~ento en el zócalo a la cabeza de sus hombres para diSpersar a la multitud que es taba saqueando el palacio. El pueb!o ~bandonó .ell~gar, pero no sin antes atacar las residencias de los pnnc1pales part1danos ~e Gel~es .

Alrededor de las doce de la noche, triunfante , el arzob1spo Perez de la Serna entraba en la ciudad entre los vítores de la mdtiturl Y el tañido de las campanas de todas las iglesias de la ciuda?. . .

En diez horas de acción violenta, el pueblo de la cwdad de M~.Xl­co había deT'1ostrado su enorme fuerza . Gracias. a su int~rv~nc10n, por primera v':z en la historia de la colonia: u? vmey habta s~~o de­rrocado. Pero su participación en el mov11111ento ~ra tambien un testimonio de su incapacidad de plantear sus propias demandas Y loorar la satisfacción de las mismas. \.a ira justificada de las masas había sido utilizada por una frac­

ción de la clase dominante en su lucha contra la otra. Una vez cum­plida esa función, el pueblo había sido di~ersad? por la fuerza ar­mada de la aristocracia criolla, sin oponer reststencta alguna. .

La Audiencia encabezada por los enemigos de Gelves, se lúzo car­go del poder d~spués de la caída de ~~te pero no_ lú~o nada por aliviar la suerte del pueblo. La especulacwn, con sus mevitables com­pañeros, los precios altos y la escase~, h~?ía su ago_sto; los contr?le_s sobre la vagancia, el juego y la prostituciOn _se _relaJaron Y los cnnu­nales que habían sido liberados actu~ban publican:ente. La corrup-ción volvió a imponerse en todos los mveles del.gob1erno. .

El pueblo se dio cuenta de su error, pero solo supo ma~ufestarl? volviendo a dar su confianza al virrey derrocado. Cuando ~ste en!ro de nuevo a la ciudad de México, el 30 de octubre del nusmo ano, fue recibido con aplausos y vítores.

285

E~ ló60se p~·odujo el _ Ie vantarnie~t::> campesino más importante ~el s1glo x vu . S~ escer;ano f~e el obispado de Oaxaca que contaba con una_ poblac10n de_ 150 mil adultos tributarios. Elleva11tamiento cornenzo con ~n _motm contra el alcalge mayor de la Villa de Gua­dalcazar, pr?;mc1a de _Tehuantepec. Este agobiaba a los indios de su . g?bernacwn con tnbutos y exacciones desorbitadas. No sólo les ex1g1a 20 1111l pesos de oro comunal al año , sino también la entrega de _1500 mantas ;nensua1.es. Había pueblos que tenían sesenta tribu­tanos y que de b 1an entregar 11 O mantas. Todo retraso o deficiencia en l~s ~ntregas eran severamente castigados y no sólo se azotaba a los mdi~~ comunes, sino también al cacique o principal del pueblo en cuestlon.

El Lunes Santo 22 de marzo de 1660, miles de indios de los al­re~:dores se reunieron con el pretexto de la fiesta religiosa . A una sen al ~onven!da, se lanzaron contra las dependencias gubernamentales Y las mcendmron. Nadie podía socorrer al alcalde mayor porque en fonna ordenad ~ "h~bían tomado las calles, ocupado la s plaza~ y ganado las er:unencms de los cerros, con muchos indios e indias --relata Go~zalez Obregón- siendo las mujeres las más obstinadas osadas Y valientes pedreras". Juan de Avellan perdió la vida y el go: bemador de Tehuantepec escapó con dificultad, refugiándose en un convento.

Luego, los rebeldes atacaron la casa de armas de donde se llevaron cuarenta_ ~wsquetes y una bandera española que arrastraron en el lodo. Eligieron entre ellos mismos a un gobernador alcaldes regido­res Y otros ofi?iales y formaron un cuerpo de guardia de quWentos hombres escogrdos.

En _la casa de la comunidad, los dirigentes indios despacharon m~nsaJeros a ~o~os los pueblos de la comarca, invitándolos a su­mars_e al movnmento, con tanto éxito que en pocos días más de d?screntas poblacio?es les habían dado su apoyo. "En un plazo de CJ!l~O horas -escnb~ un_ contemporáneo- poco más o menos. hicieron , obraron y dispusieron (los indios) lo que parece imposiblé a_ fuerzas. humanas" <Documentos inéditos o muy raros para la histo­na de M exzco, 1 O, Mexico 1907, p. 97) .

, En el seno de la rebelión, había, obviamente, varias tendencias. La m~s I?oderada estaba rep~esentada_ por la mayoría de los caciques y prmc1pales . Y~ en los pruneros d1as Je la rebelión, redactaron una carta para e! vme~ el Duque de Albuquerque, en la cual afirmaban que no hab1an retirado su obediencia "a nuestro rey y señor" pero

286

q :.~ e no podían aguanta r más las injusticias de las autoridades lo­

cales. Mientras tanto Nexapa, rodeada por ingenios de azúcar, se sumaba

al movimiento y los españoles , pese a la ayuda de fuerzas armadas enviadas desde Oaxaca, tuvieron que abandonar la ciudad. Er. Ixte­pec los indios echaron al alcalde mayor de la provincia y en Teoco­cuilco. las mujeres indias encabezadas por Ana Capona, ab rieron !a cárcel y liberaron a los prisioneros. En las poblaciones se rumor_eaba que era ya tiempo de sacudirse el dominio español y q~e Cond01que, el rey que gobernaba la región en la época en que hab1an lleg~do los españoles, estaba escondido en una laguna y que pront~ vendna a re: clamar su reino encabezándolos para correr a los espanoles. Aun alu en donde los indios no se habían sumado a la rebelión, hostilizaban a los españoles . Sus pastores eran apaleados, sus corrales _inc~ndiados Y el abastecimiento de fo rrajes cesó . Interpelados, los mdios respon­dían altivamente que hasta ahora "habían estado sujetos los indios a los españoles y ahora habían de estarlo los españoles a ~os indios" . . ,

Esta rebelión directamente enfilada contra el gob1erno, sacud10 seriamente el dominio español. En el verano de 1660, cuat~o prov~n­cias estaban en manos de los indios. En Tehuantepec, el v1rrey solo logró dominar la situación un año después. Dura~te ese tien_:_po, se confiscaron los bienes de las autoridades y terratementes espanoles Y se instauraron órganos de gobierno indígenas que consultaban demo­cráticamente los principales pasos a tomar .

Los sublevados llegaron a contar con numerosas tropas , parte de las cuales estaban pertrechadas con las armas cogidas a los españoles. Tan solo en la provincia de Tehuantepec había un ejército de 10 mil indios que contaban con unos mil mosquetes. Pero esa fu~rz~ ~o se aprovechó para pasar a la ofensiva y los españoles que_ ~l pnn~1p10 no contaban con fuerzas suficientes para sofocar la rebelion tuVIeron tiempo para reorganizarse . Con ese propósito se _formaron_ destaca­mentos especiales fmanciados por los dueños d~ romas y ~ac1~ndas . .

En esa rebelión, como en otras, la influencia que la 1glesm tema sobre los campesinos jugó un papel muy importante. Lo que el Esta­do español no logró con la violencia, lo obtuvo a través de su hege­monía ideológica. El virrey nombró al obispo de Oaxaca, el criollo Alfonso de Cuevas Dávalos , para actuar como pacificador. Este oyó las protestas de los indios, reconoció lo injusto de algunas prá~ticas de las autoridades y prometió clemencia para los sublevados, mflu-yendo en algunos caciques.

287

. Ln T~hu a nt cpe~. su ¡nc ~cncia. _rcv~'s1 id o dt' sus h:Íh itos pontificios y montado en una mula, 111lprcsiOno mu cho a los · d: ..

d · . . . . • 111 ,gen.Js que no pu 1eron rcsJStJr Sil predJL<J . l os buc¡Jos o fici os d'l ob · 1 · . · · ¡ 1· . ,¡ ¡· · . _ l: 1spo en aex-t lll CJon (e a 1' L1 C 10 11 Ju eron ¡1ro Ju sa mcnt·e fcs1e

1·.., ¡

0 . ¡ · • ... ·. .· 11· • · · " L s po t a ansto-

c ~ ~cJa cuo a que vej a en ell o~ un <J rnument o 3 favo r de su partic· CJo n en el go bJCrn o . · Ipa-

Desp ués cie q ue e! obispo logró ~ g udiza r b s di \'isiones en el seno de los rebeld es, partw hac¡;_¡ 13 com<:nc<J Mon temavo r .', Cu , . . .•.. t ,. . . _ . dt. t::n ca m1-po¡ can e wgnatano encarga do de repri mir a los inwos que t 'd · · estaban alzad os . Prometiéndoles nl ¡~crd o' n atraJ·) a 1 ? ~Vla 1 d' .· ~ ' , l os prmc1pa-cs UJgentes a una celada a once leguas de Tehu:.llltepc - . d

a apresa ·1 L . 1 . c . pasan o . .1. os. o nusmo nzo en va ri os otros 1 ugarcs .

S1gUJo lu ego una cruel represión . [n T eh ua;lte pcc. doce in dios fue­ron condenados a muerte y uno de ellos a ser descuartizado , ex.h.ibién­~ose las partes de su cuerpo en las entradas de la ciudad. En otros lu­oar~s, las conden.as a muerte también menudearon. Cientos fueron con­d~nados_ a trabaJos forzados en las minas. Una mujer , Magdalena Ma­na la mmera, fue conde_na?a a que se Je cortara la mano derecha y se le flagelara y rapara publrcamente. '

. Efectuad~s la_s sentenci~s, Montemayor declaró en nombre de Fe­lipe IV de Espa1_1a d pe~·d~n a los sublevados, siendo este acto segui­do _de grandes fr~sta.s publicas . En los pueblos , fue ron repuestos Jos caciques que h abwn permanecido fieles al aobiern o y los tributos fue-ron elevados. b

. ~os efectos de la gran rebelión se dejaron sentir en el ánimo de los mdws durante varias décadas. En 1662, se produjo una rebelión en el n~rte de Oax.aca, y en 1681, los pobres de la capital de la provincia

.. p10testaron vwlentan:ente contra el aumento del tributo. Durante todo el Sigl<:_ X~II y principios del xvm, los pueblos del

norte d_e _la Nue~a Espana sigUieron oponiendo una tenaz re sistencia al dommro _espanoL En algunos casos se trataba de tribus enclavadas en zo~as aun no. controladas por los españoles. En otros, los indios sometidos precanamente e~ la segunda mitad del siglo xv 1 volvían a ¡a senda_ de la guerra, em~ujados por los excesos de los españoles que

1 os preswnaban para ?bligarlos a trabajar en las minas y haciendas

bos expulsaban de l~s. !Ierras _más fértiles o mejor ubicadas 0 los forza~ an a aceptar la religwn catolica .

¡n 1~01, los indios acaxees de Topia , sometidos al trabajo forzado en as mmas, ~e rebelar?n contra los malos tratos. Pronto se les suma­ron grupos nomadas 1un no sometidos, con la ayuda de los cuales si-

288

tiaron y atacaron varios pueblos y minas. Durante varios meses resis­tieron a las tropas enviadas contra ellos y sólo aceptaron volver a la paz después de que el obispo Mota y Escobar les prometió un trato mejor.

En 1606 se inició una rebelión de indios tepehuanos y t arahuma­ras que se extendió por una región muy vasta. Un indio ( ¿o eran va­rios ?) cuyo nombre se ha perdido , recorría los pueblos predicando contra los españoles y Ja religión católica. Los llamaba a matar a Jos españoles usurpadores y a reinstalar un régimen de libertad. Les ase­guraba que en su avance, los españoles les quitarían sus tierras y re­ducirían a sus hijos a la esclavitu:i, haciéndolos trabajar hasta la muerte en las minas. Por fin, les dijo que la ley que les enseñaban era falsa y que los ritos y ceremonias cristianas no les reportarían beneficio algu­no. Prometió que vencidos los españoles, se instauraría una sociedad libre, aprovechando el ganado y lo que habían aprendido de los con­quistadores para instaurar un régimen de abundancia y seguridad los tepehuanes se prepararon cuidadosamente para la rebelión. Acumularon armas e infiltraron sus espías en los reales de minas y pueblos españoles.

La insurrección estalló súbitamente y causó desde el principio grandes pérdidas a los españoles. El gobernador de la Nueva Vizcaya salió a combatir a los indios a la cabeza de seiscientos soldados . Des­pués de una serie de encuentros menores, los indio s decidieron da r una batalla decisiva en las llanuras de Cacaria, a nueve leguas de Du­rango.

La batalla fue durísima y se prolongó cinco horas. Los indios se batieron con gran valentía sometiendo a las huestes españolas a una dura prueba. Sólo cuando habían muerto 15 mil tepehuanes, éstos comenzaron a ceder , huyendo hacia las alturas. Concluida la paz, después de una ola de represiones, los españoles redujeron a los pue­blos indígenas, reorganizándolos para asegurarse un dominio más efi­caz de éstos. Sin embargo, ese levantamiento fue el inicio de una larga lucha cuya memoria persistió durante siglos y que sólo habría de ter­minar con la extinción de los tepehuanes. En 1616, después de una cuidadosa preparación, éstos se volvieron a levantar en armas . Esta vez lograron el apoyo de grupos importantes de tarahumaras, acaxees y xiximes.

Los esfuerzos de Francisco de Urdiñola para vencer a los tepehua­nes resultaron en un principio vanos, y sólo frente a Durango se lo­gró detener a sus huestes . Aleccionados por la experiencia anterior,

289

esta ve z Jos tepeh uanes ya no presentarían grandes batallas y l' d t r l r ague-

r~a a _op o e caracter de encuentros, emboscadas y accio•les p -t1vas Sin fm. um.

Una vez más, los españoles recurrieron a la destrurción de la , J - S Se -menteras Y so o m~y lentamente ?udieron consolidar sus presidios y restablecer la segundad de los cammos. _ A partir de 1648, la r~sistencia de los tarah umaras volvió a adqui­

r;r una forma_ a~·mada . ~nmero fu~ron los que se hallaban al norte de 1 arraL Las habiles tactJcas guerrilleras de los indios mantuvieron a raya a las f~erzas españolas ~~ la Nueva Vizcaya, que sólo pudieron apagar parcialmente la rebelwn quemando sistemáticamente las se­menteras y pueblos de los indios levantados en armas.

Cuat:·o años desp~é_s ~urgió un movimiento mucho más extendido en la m?'ma zona . Dmg1do por Gabriel Teporame, hábil jefe militar Y ene~11g? declarado de los espa~oles, los indios atacarou Villa Agui­Jar , pnnctp~ apoyo de los coloruzadores. Primero tomaron las mura­llas de la cm_dad y l~ego pusieron sitio a las casas de piedra en las cuales se !1ab1a? refug1~d? lo~ e~pañoles. Con sus coas agujereaban las paredes ) vert1an alqliltran lurv1endo en el interior. Forzados a aban­donar las ca~~s en llamas, los españoles fueron exterr>únados. Esas es­cena~ se repitieron en ocho pueblos y presidios y sólo en 1653 fueron venc1dos. ~ eporame , hecho prisionero se opuso a reneaar de su causa Y a convertuse y murió estoicamente. e

En las si~uientes tres décadas se sucedieron casi sin respiro las lu­chas Y r~beliones en to?o el norte. A veces eran los tobosos, un pue­?1~ particularmente belicoso que habitaba en Sonora. Otras, eran los JUlimes, co~chos y colorados o bien los guazapares y sumas.

En el ano de 1691, el exceso de lluvias y la plaga del chahuistle causaron ?raves daños a l~s cosechas en el centro de la república. Mu­chos cam~os quedar~n- mundados, dificultándose la comunicación Y :n la cmdad de MeXlco se produjo una inundación que provocó senos estra?os. En 1~ parte central de la Nueva España, los precios de los comestibles ~ub1e~on vertiginosamente y el hambre y la peste comenzaron a d1fundtrse. La situación se volvió sumamente grave cuando se perdieron también las cosechas de otoño de 1691 y las de 1692 .

Pero pa~a los_ especuladores en grano, los años de desastre popular son de e~nquec1m1ento y abundancia. A principios de 1692 corrían e? la capital rumores insistentes según los cuales el Conde de Gálvez, VIrrey de la Nueva España, y otros dignatarios estaban comprando el 290

<

maíz de Chalco, Toluca y Celaya para revenderlo con grandes ganan cías en la ciudad de México.

En la alhóndiga de la ciudad de México sólo se expedía una cuar­tilla a cada comprador. Pese a ello, la demanda era tal que hacia no­viembre de 1691, las existencias se estaban agotando. En mayo de 1692, el trigo que valía normalmente tres pesos la carga, había subi­do a siete u ocho pesos y el maíz a siete pesos .

El 6 de junio corrió el rumor de que el maíz se hab ía agotado en la alhóndiga . La gente corrió en tropel a comprar antes de que se ago­t ara totalmente . Uno de los dependientes que atendían la venta mal­trató a una india hasta el punto de producirle un aborto. La protesta no se hizo esperar. Varios cientos de indios , llevando a la enfenna, se presentaron en la casa del arzobispo para exigir justicia , pero éste no los recibió .

El sábado, mientras el virrey tomaba medidas apresuradas para asegurar la defensa y mejorar el abastecimiento de granos , los indios planeaban la acción contra el gobierno. El domingo 8, volvieron a repetirse las escenas del viernes. Sólo que esta vez, los indios que pro­testaban se dirigieron del arzobispado al palacio del virrey que co­menzaron a apedrear.

Mientras la multitud compuesta por los pobres de la ciudad , mes­tizos, mulatos y españoles pobres , pero sobre todo por indios crecía, los soldados españoles intentaron dispersarla pero sin lograrlo. Hacia las ocho de la noche, la muchedumbre que sitiaba al palacio sumaba más de 1 O mil personas. Sin dejar de arrojar piedras, aquélla puso fuego al palacio que había sido reconstruido después del incendio de 1624. Ardieron también las casas del cabildo y la del Marqués del Valle y sólo la intervención de los religiosos logró impedir que suce­diera lo mismo con otras construcciones pertenecientes a los españoles.

A las diez de la noche, todo había terminado . El palacio estaba se­miderruido y no dejó de humear en los siguientes dos días. La plaza se encontraba sembrada. de cadáveres . Las tiendas que había en ella estaban desmanteladas. Al amanecer del día 9, en los muros que­mados del palacio apareció la orgullosa leyenda:

"Este corral se alquila para gallos de esta tierra y gallinas de Castilla."

El lunes por la mañana, el virrey se presentó en el centro de la ciu­dad , acompañado de doscientos jinetes. Todos los españoles, así co-

291

molos mulatos y negros adictm, habían sido movilizados . Una orden ~ermínante prohib ía a los indios, bajo amenaza de muerte. reunirse en grupos mayores de cinco personas, y al siguiente día se les deste­rró a todos de la ciudad.

Una vez más, en los siguientes días se desató una sangrienta repre­sión. Cuat ro indios fueron ajusticiados y sus manos, cortadas y ensar­tadas en picos fueron exlúbidas por la ciudad. Decen:1s de ellos fue­ron públicamente flagelados y luego se colgó a otros más . Algunas fuentes aseguran que en sus confesiones los indios presos coincidían en afirmar que la rebelión del 8 de junio había sido largamente pre­parada y que la carestía sólo había sido la ocasión propicia para su estallido . Afirmaban que el objetivo principal del levantamiento era regresar a su religión original, expulsar a los españoles y nombrar re­yes, condes y marqueses autóctonos. Sin embargo, otros autores cuestionan esta versión y consideran que el tumulto fue un movi­miento espontáneo motivado por el hambre de las masas.

Pero mientras en México se abatía la represión , las rebeliones se su­cedían en otras regiones cercanas. El 11 o 14 de jvnio se produjo una

~--- sublevación de indios en la ciudad de Tlaxcala. Estos exigieron al al­calde que hab ía comprado las reservas de trigo de la región que las vendiese a buen precio . Como éste se negara a hacerlo, pusieron fue­go a varios locales públicos y en las poblaciones veci nas se apodera ­ron de los almacenes de tligo que eran propiedad del alcalde . Al cun­dir la rebelión a varios pueblos vecinos a Tlaxcala, el virrey se vio obligado a enviar dos compañías de caballer ía desde México para so­meter a los rebeldes. Al comienzo de julio, llegó la noticia de que

. también en Guadalajara se habían producido violentas protestas po­\...__ pulares .

' El 20 de noviembre de 1761 se inició en Cisteil , Yucatán , una im­portante rebelión de indios mayas . En ese día, su dirigente, Jacinto de los Santos Canek, dirigió una alocución a los indios reunidos en la iglesia de ese pueblo en la cual les dijo :

292

Hijos míos muy amados: no sé qué esperais el pesado yugo y servidumbre trabajosa en que os ha puesto la sujeción de los es­pañoles; yo he caminado por toda la Provincia y registrado to­dos sus pueblos y, considerando con atención qué utilidad o beneficio nos atrae la sujeción a España [ ... ]no hallo otra que una penosa e inviolable servidumbre. Si de los eclesiásticos vol veis nuestra consideración [-··]al em­peño que parecen tomar los seglares en ago biarnos con conti-

nuos trabajos y tiranizamos so!1 ca;tigos, hallareis ~uc~a mate­teria para llanto [ ... ]el juez de tributos no se sac1a n~ con lo~ trabajos que cercan en las cárceles a nuestro~ campaneros, m satisface la sed de nuestra sangre en los contmuos azotes con que macera y despedaza nuestros cuerpos[ ... )

Concluida la arenga , se despacharon correos a los pueblos cerc_anos en los cuzles Can e k tenía aliados y los indios comenzaron a aflurr en grandes números , declarándose dispuestos a luchar contra los espa-ñoles .

Un intento de desalojar a los sublevados con w1a pequeña fuerza dirigida por el capitán Tiburcio Cosgaya, tuvo un final desastroso para los españoles, que fu~~on, arúquilado~ -

El 26 de noviembre, Cnstobal Calderon de la Helguera, al mando de más de quinientos hombres, atac~ Cisteil. Sus d~f~~sores pelearon con bravura y fue preciso atacar vanas veces la pos1c10n antes de que ésta cediera. Al fmal del combate, los españoles tenían ~uaren!a muertos y varias decenas de heridos y los indios hab ían perd1do seis-cientos combatientes. .

Trescientos indios dirigidos por Canek lograron escapar Y volvie-ron 2. p;esentar combate en la hacien_da ~e Huntulchac en donde ~ue­ron ven..:idos de nuevo . Durante algun tiempo Canek y sus segmdo­res se mantuvieron en las alturas circundantes, esperando refuerzos, pero al fin fueron hechos prisi01~eros . , .

El lunes 7 de diciembre llego Canek a Men da en donde se le co­menzó a aplicar tormento y dos días después, Cristóbal Calderón ha­cía su entrada triunfal , conduciendo a 112 prisioneros.

Canek fue condenado «a ser roto vivo , atenaceado, quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas y or el air~". El14 del m~mo mes fue ejecutada la sentencia y tres d1as despues, con un despliegu~ ~enor, fuerou ahorcados ocho de los principales dirigentes del movmu~nto . En los siguientes días , cientos de participantes en ellevantrumen,to fueron públicamente azotados . Los caciques de Derma Y San Rom~n, que habían participado en la rebelión, fueron desterrados de Yucatan.

Estos ejemplos - escogidos entre muchos-, demuest~n que lapa­sividad que se ha atribuido al pueblo en el p.enodo coloma!no corres­ponde a la realidad histórica. En las profundidades de la soc1edad colq­nial se libraba una lucha permanente entre explotados y explotado­res . Se trataba de una lucha sorda que rara vez llegaba a los grand~s enfrenta'llientos : los trabajadores no eran capaces de plantear sus de­mandas en forma política coherente.

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A veces , 1?~ d~ferentes sectores de la clase gobernante usan a las ~:~as rara ~nmrr s~s r~ncillas , pero , en el proceso , éstas van toma~-

en a.Jnen e conciencia de sus intereses . Así poco a poco se va preparando las ~andes batallas de la revoluciÓn de in de 1en'denci

11

dBat1alla~ ql ue hubieran sido imposibles sin las repetidas es1caramuz:~ e OS Sig OS X VJI y XVIJJ. -

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X. La explotación colonial

La explotación de Jos pueblos de América jugó un papel funda.J11en­tal en el surgimiento del capitalismo europeo. El producto excedente de los indios aceleró la acumulación primitiva en los centros de desa­rrollo capitalista , acre centó los capitales comerciales y facilitó el in­tercambio con el Oriente. El excedente era extraído por múltiples vías; la primera de ellas fue el robo y el pillaje . Los conquistadores se apoderaban de todo aquello susceptible de convertirse en mercancía. Al entrar en contacto con los indígenas , su primer acto fue exigir la entrega de todo el oro, la plata y las piedras preciosas. Las ciudades eran saqueadas y , después de las batallas, los cuerpos de los jefes indios eran minuciosamente revisados y de spojados de sus joyas y alhajas. Al recibir los primeros regalos de los embajadores de Moctezuma, Cortés pidió a sus hombres que renunciaran a su parte del botín para enviar al monarca español un presente digno de él. El 26 de julio de 1519 escribe su primer informe en el cual le comunica sugestivamen­te que "hay en esta tierra tanto cuanto en aquella de donde se dice haber llevado Salomón el oro para el templo" y para probarlo, ad­junta entre otras cosas: dos collares de oro y piedras preciosas, cien onzas de oro no beneficiado , para que sus al te zas pudieran ver el esta­do en que salía de las minas , tres pájaros hechos de plumas verdes, semejantes a los caracoles; una gran cabeza de caimán de oro; dos pá­jaros hechos de hilos y plumaje, con las alas y cola , pies , ojos y extre­midad de los picos de oro, parados en dos cañas cubiertas del mismo metal, puestos sobre globos de plumaje y bordados ta.Jnbién de oro , uno blanco y otro amarillo , con siete borlas de plumaje colgando de cada uno de ellos; una grande rueda de plata con peso de cuarenta marcos, y otras más pequeñas del mismo metal; una caja de plumaje , bordada sobre cuero, con una gran lámina de oro en medio, que pe-

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l!na obra clásica so~re la ~n ás importante institución social d Sig~o XVI en !as colomas espanoJas. Contiene una parte general el ~{~e ?e. cap1t~os so_bre diferentes regiones de América. Cer~au~a

pagmas estan dedicadas a la Nueva España . e

XI. Reformas borbónicas y luchas de clases, 1763-1810

MASAE SUG AWARA

l. EN L A METRÓPOLI. ..

Una de las causas del retroceso económico español, señalada por los pensadores y políticos de los siglos x VII y de la segunda mitad del x VIII, fue el dominio que los mercaderes extranjeros lograron sobre el comercio y transporte marítimos de Espafia con sus posesiones colo­niales. Esto era muy grave porque el crecimiento de la economía de ese país dependía del control del comercio marítimo y no del desa­rrollo de la industria nacional. La fe en la virtud mágica de la acumu­lación monetaria llevaba a los espafioles a explicar la prosperidad ho­landesa, francesa e inglesa como consecuencia de la apropiación de la plata y el oro producidos en las posesiones coloniales de la península . Mientras tanto, Jos comerciantes extranjeros lograban controlar el comercio colonial a través de sus intermediarios espafioles o de las activas relaciones de contrabando directo desde las Antillas. A prin­cipios del siglo xvm los crecientes éxitos de los comerciantes ingle­ses y franceses demostraban que el sistema colonial español debía ser modificado o, de otra forma, sería despedazado.

Los tratados de Utrecht y el ascenso de los barbones a la monar­quía espafíola llevaron al otorgamiento de concesiones comerciales en las posesiones coloniales, tanto para Inglaterra como para Francia. Esta nueva relación internacional que puso fin a la guerra de sucesión al trono espafiol implicó para los políticos y pensadores espafíoles la necesidad perentoria de ir integrando las economías coloniales a la metropolitana. Por lo tanto, se propusieron ante todo la recuperación de las concesiones comerciales otorgadas a las potencias beligerantes desde mediados del siglo XVII así como el fomento de la agricultura co­mercial y las manufacturas como cuestión prioritaria. Así, se otorgó

315

el favor real al crecimiento de estos sectores y a la recuperación del comercio.

Este esbozo ele nacionalismo económiCI) pront o chocó coH los in ­tereses dominaü tes de los grandes comerciantes metro poli tan os, agen­tes, en su mayoria , de intereses extranjeros q;.~e residía ;-¡ en Cádiz. La ampüa red de sus relaciones corporativas los integraba con los centros comerci::Iles de Veracruz y de la ciudad de México, de Lima y de !\1ani­la. En la acción política interna actuaban aliados a los grandes terrate­nientes andaluces . Com o bloque económico y político luchaban por el mantenimiento de sus privilegios amenazados por la política de recupe­ra ción nacionalista de Felipe V y sus aliados franceses y espaiioles.

Esta confrontación mantenía dividida a la clase domin ante espa­ñola y condicionaba la política del rey . Felipe V promovió refonnas internas que facilitaron la unificación, tanto política como económi­ca, de la metrópoli. La España periférica (Cataluña , Galicia, Valen­cia y el País Vasco) se unifi có con la España central (las dos Castillas, Extremadura y Andalucía) , con lo que se logró la participación de la prin1era en el comercio interno, mediterráneo y americano . A través del puerto andaluz de Cádiz y con la participación de Cata­luña, que se hallaba en plena expansión económica.

Para erosiona r los enclaves regionales, e: poder real estableció el sistema de intendentes reales . A semejanza d~ sus congéneres france­ses, éstos gozaban de amplios poderes fiscales y militares . Entre sus funciones estaba la de racionalizar el cob ro de los impuestos y reducir las trabas al desarrollo del comercio interno (peaje de tránsito e im­puestos locales) que dificultaban el comercio interregional y la entra­da a Cádiz de los bienes producidos en las diversas regiones espafio­las. Igualmente, debían fomentar la creación de fábricas reales, vías de comunicación, y educación técnica, medidas tomadas para abastecer las necesidades internas y coloniales; estas últimas, median­te la creación de compafiías mercantiles privilegiadas.

Los esfuerzos del poder real se centralizaron, en una primera fase (1720-1765), en las reformas internas, lo cual permitió, en una se­gunda fase (1765-1789), acceder al comercio colonial con posi­ciones de fuerza. El vacilante poder real creó de España, alternati­vas que no buscaban transformar drásticamente la estructura socio­económica existente, sino reubicar la composición de las fuerzas so­ciales en el interior del bloque gobernante. El poder real rehuía en fama sistemática la confrontación con los intereses de la iglesia, los de la aristocracia terrateniente, las corporaciores privilegiadas, como

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. d Madrid o con una alianza d~ los dos los Cinco Grei~t,os M~y?refls e t de Espafia, los terratenientes an­grupos de preswn mas m uy~n es daluces y los comerciantes gaditan_os.t espaFíol influido por la doc-

. · , el pensam1en o ' -Ante esta situaciOn, d . , d manifestarse en favor del con-trina mercantilista en ~o~a no e~f coemercio marítimos con las_ pose­trol directo del abastecnmento Y nente de dicha doctnna, la

d ult Destaca como expo - · · t siones e ~amar. . ' Cosío 0694_1744), quien fue mm1s ro figura de Jase del Campillo yd steriormente al Ministeno de \1au­de Hacienda en 1741, pasan ?

1P0 t muer·te Autor de varias ob ras

l d. e ocupo 1as a su · - , - d E na Guerra e n laS , qu . de la historia econonuca e s-de' indudable interés p~ra el e~~u~~odestacado su célebre Nuevo sis!e­pafía, entre _las cuales t~en~ un ar~ la América, con los males y danqs ma de gobzerno economz~o p d l s que participa copiosamente Es­que le causa el que ~oy t~ene, e oue la primera tenga considerables paña · y remedios unzversa es, par~ q escrito en 1743 y publi-

,. la segunda mayores zntereses, venta¡as Y cado en 1789. . . , n lúcida y sistemática la necesi-

El autor plantea, en una ex~s~~~ ués de describir las posesiones dad de renovar el pacto ~ola m . . p coloniales espafíolas, sostiene que .

b. de España lo pueden producir sus vas t í simas

El mayor len , . dominios de Amenca ~Y- que 1 _ de dos conceptos . y el primero Debemos mirar la Amenca baJO a nuestros frutos Y mercancías. en cuanto puede dar corsumouna porción considerable de la y el seg';lndo en cuanbo ~acer las mismas mejoras que en monarqma en que ca e España.

alización como mercado potencial y Hace aquí u~a doble c~mcept~te de la ~anarquía, cuyos "re~edios

como part~,mejor~ble e mtef:ometimiento de la administracwn ~-o­universales consist:': en e . ro orcione una informacwn lonial a una inspeccw~ ~x.h~u~~~~ qu~sfad~, lo cual permitirá ¡~pul­completa de su poblaclO';l, r_tq melante el nombramiento de mte~­sar su crecimiento economlCO ricultura y minería. Para Campt-dentes encarg~dos de PJ0~0v~ra~~t~~tes de las posesiones americ~~as llo es necesano hacer e os 1 monarquía pues ellos son: las vasallos útiles Y provecho~os pa;a _a del mund~ que se debe benefi-

l d. la mma mas nca . verdaderas n 1as Y , , En consecuencia, ptde que se ciar con la más es~rupulosa ec~~o~:a s~ incorporación a la produc­favorezca su agncultura me lan

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ci<Jn, distribuvóndole . li bres de · · ~ s a pe;·pe tUJdad, las tierras públicas bald'

Impuestos Por una tempo ad· . 1as, zar su cultivo. Propone ade , r a y con medws para comen-criollos que no las cultive dn~as, que se le~ quiten las tierras a los

n uectamente smo valié d d . o negros. y agrega que se odría f , . n ose e mdios fábricas productoras de ariJculos omentar e~ Amcnca la creación de por España de otros países. que necesanamentc son importados

Todas aquellas fábricas o arte . precisamente del extranjero s cuyas _mamobras han de venir na que irremisiblemente n ,d1!0.. veo ni e~cuentro razón ningu­bien, toda la razón polít~~ ~n~a a Pr<;>~Ibirlasen Indias. Antes permita sino que se fomente co e JUStEICia pide _que no sólo se

mo en spana misma.

El incremento del intercambio co . 1 del crecimiento económico de E _mer~Ja es, para ~1 autor, la clave Además , piensa que el mono . spana Y . e sus poseswnes coloniales. rica y el sistema de flotas d Go~o de Cadiz ~obre el comercio de Amé­libe rtad al intercambio COJ~e ~~I~n ser a? o~Idos, que habría que darle bución la insoportable carga dr Ila Y_ sustituu por su voluntaria contri -

e os Impuestos:

Hay que considerar al co · todos los demás interese~~~c~~ como fun,damento principal de de la agricultura las artes d 1 7-obn~rqUia, pues es vivificador de la industria . ' ' e as a ncas Y de las manufacturas

Y especifica que· "H · . mercio , sin la cual n~ pueaydeqflue mirar I_a l_I~ertad como el alma delco-

. A , orecer m VIVIr " SI , la regeneración económi d E · ,

gración de las economías coloni ca e spafía dep~ndia de una inte---- -~a explotar el potencial mercad~e~ ~la -~et~~p~htana que permitie­

mgleses y los franceses uiene 0 om ·, eJemplo lo daban los niales del Caribe (Jam~¿a y Hs -~~)caban

1mas de sus posesiones cola­

mos dominios. En esta eta a at I que os esp~~oles de sus vastísi­mo ilustrado al lib ali p de transfonnacwn del mercantilis-

er smo económic e ill dencias principales de las t; . o, amp o expone las ten-marcha durante el ré imen re o:ma~ que se intentarán poner en de este gobierno coir~cidirán~~na~qUico de C~rlos III, pues las líneas autor- el corta] · · n as concepciOnes planteadas por el

• 1 ec1m1ento del pode , . restablecimiento del pode , fír mi onarq lllco Y, a través de ello , el

.. Dura . no espa o en el mundo nte el remado de Fernando VI (1746-175. 9) b

se a andona la 318

.,

. política militar de su jJadre y antecesor Felipe V, quien participa en seis guerras europeas, lográndose once afíos de paz y los últimos de neutralidad armada. Estos años de paz general en Europa permiten a España organizar una fuerza militar terrestre y construir una potente escuadra naval. Hallamos una apología de las intenciones y logros del poder real en la dedicatoria que Feijóo ofreció a Fernando VI en el tomo 111 de las Cartas eruditas en 1750. Nos dice que el monarca en­contró al reino "exhausto , doliente y débil", y agrega :

Yo no sé, señor, si la falta de fuerzas en este Cuerpo Político provino de la falta de régimen que hubo en otros tiempos. Pero sé que el régimen que hay ahora es el que nunca hubo. Así se ven efectos de él cuales en España nunca se vieron. Vemos amon­tonar materiales para aumentar la Marina. Vemos promover más y más cada día las fábricas, fortificar los puertos y fabricar en El Ferro! , Cartagena y Cádiz unos amplísimos arsenales. Ve­mos rom per montañas para hacer más tratables los caminos. Vemos abrir acequias, engrosar el Comercio con la formación de varias compañías, establecer escuelas para la Naútica, formar una insigne de Cirugía, de cuyo arte había tanta necesidad en España, que en raro pueblo, aun de los mayores, se hallaban otros cirujanos que unos miserables ·emplastistas, siendo muchí­sima la gente que moría por esta falta, como lo he observado en innumerables ocasiones. Vemos pagar exactamente los suel­dos a los ministros de los tribunales [ ... ]

Se maravilla, en fin, de que tantas mejoras se efectúen no sólo sin nuevos impuestos, sino rebajando los anteriores, y termina elogian­do a los buenos ministros que rodean al monarca. Destaca, entre ellos, a Zenón de Somodevilla, Marqués de Ensenada, a quien se debió , entre otras medidas, el crecimiento dt! la marina, cuya deman­da estímulo la producción de las reales fábricas y la expansión de la industria pesada , efecto multiplicador de importancia en el creci­miento económico de España. Esta volvió a tener peso como poten­cia marítima, con lo cual parecía asegurado el imperio colonial y el comercio con América, en un momento de crecimiento y expansión de la producción y del intercambio comercial. Para Cataluña ése fue un período de preparación y realizaciones (1745 a 1760) . Se multiplicaron las pequeñas expediciones catalanas de los patrones del litoral y surgieron las empresas de comercio colonial que pasaron del comercio mediterráneo al tráfico con América.

319

.

En BarceloP-a y en los valles que dependen de ella se JesarroU aba la industria papelera y la de algodón - que remplazaba a la de la l_ana --. Catalufía revelaba una pujar,za auténtica y en Castilla se producían ataques de los 'agricultores contra los privilegios de la ganader ía. El crecimiento demográfico iba acompañado de un resurgimiento agrí co­la: roturaciones de tierras, política de colonización, creación de al­deas: un poco en todas partes . Sin embargo , si este esfuerzo triunfó, fue porque al mismo tiempo el poder real supo ganarse el apoyo de los sectores dirigentes de las provincias más activas. De este modo , el sentralismo captó las fuerzas más dinámicas de la provincia, afirmándose la unidad .

A mediados del siglo XVIII, van surgiendo tensiones entre propieta­rios (corona, nobleza e iglesia) y arrendatarios (labriegos) en torno al mento de la renta de la tierra. Para esta época, el clero, se apro­piaba de un cuarto de la renta bruta agrícola del reino de Casti­lla (sin incluir el diezmo) y de casi tres cuartos de la renta inmobilia­ria urbana , así como de otro tanto de los bienes sustraídos de la cir­culación como lo eran los mayorazgos aristocráticos. Por otro lado , la legislación se había convertido en una traba para la con­solidación del crecimiento agrícola, de la industria de hilados y del aumento del tráfico comercial. Ambos aspectos, tensiones sociales y trabas legales, tenderán a buscar una solución en el poder real y, asimismo, reflejarán las desigualdades regionales del crecimiento eco­nómico español; uno, beneficiará a la clase feudal y, el otro, a la in· cipiente y creciente clase burguesa.

Para la clase feudal, el crecimiento demográfico incidía en el aumento de la fuerza de trabajo disponible, en un incremento de la demanda de productos agrícolas y, por lo tanto, en una crecien­te demanda de tierras. Así, aquélla veía aumentar considerablemente los ingresos derivados de la posesión de la tierra y, a su vez, se encon­traba en la posibilidad de ejercer mayor presión para incrementar la renta de sus tierras. Los arrendatarios, por su parte , se veían ori­llados a acudir a instancias legales en búsqueda de una ley agraria que los protegiera de las presiones de la clase feudal. Los letrados plan­teaban la necesidad de que el poder real promoviera una ofensiva contra los bienes amortizados y la modificación de los derechos se­ñoriales (realengo&, aristocráticos y eclesiásticos), que eran la base del dominio irrestricto de la clase feudal sobre los labriegos.

El tercer Carlos (1759-1788) -en contraste con sus antecesores ­heredó el trono español con una previa experiencia monárquica en N á-

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poles, reino en donde permaneció durante :25 años (1734-1 759) y desde el cual se fue preparando para ascender al trono de España_ Mantuvo , por lo tanto, correspondencia frecuente con los ministros de Fernando VI, quienes le informaban de los asuntos del gobierno his­p1nico y de los avances de la enfermedad de su medio herm ano . Es así como Carlos lll ocupa el poder real con un conocimiento de las condiciones socioeconómicas de España_ Su período de gobierno fue, en conjunto , de expansión y de relativa prosperidad. Su base política radicaba en la alianza ent re el poder real y la incipiente burgues ía española; entre el centro nacional de la vida política, administrativa y eclesiástica de la monarquía española y los centros regionales de at racción de la población, de la act ividad y de la producción. El go­bierno de Carlos IIl inició la política de ajustes que requer ían las ins-tituciones y la hegemonía espai'iola en el exterior-

La neutralidad que había practicaóo Fernando Vi no podía mantenerse a corto plazo ya que la Guerra de los Siete Años (1 7 56-1763) se desarrollaba en dos frentes: el europeo y el americano . La conquista de Quebec por los ingleses en 1759 fue causa de que el equilibrio en América del Norte quedara seriamente amenazado . Este acontecimiento llevo a Carlos lli a transmitir su preocupación al em­bajador británico en Madrid. Le ofre-.:ió, asimismo, sus oficios como mediad or en el conflicto entre Inglaterra y Francia . El nulo resultado de sus gestiones, sumado al constan te contrabando inglés, la captura de buques españoles y la presencia de la armada británica en las Antillas , volvían más difícil la neutralidad española. Se multiplicaban las soli­citudes y ofertas de Francia en torno a un acuerdo para impedir la creciente expansión de Inglaterra. Así se llegó en 1761, tras arduas negociaciones , a la firma del tercer Pacto de Familia. La reacción in­glesa no se hizo esperar. Al finalizar ese año fue declarada la guerra. La clara desventaja hispana , determinada por la falta de preparación y lo inmenso del territorio que había que defender , hicieron que las hostilidades fueran breves : el 13 de agosto de 1762 una escuadra inglesa se apoderó de La Habana. En Filipinas, la guerra se presentaba desfavorable para España. La entrega de Manila el 5 de octubre supu­so, la pérdida del control de las islas. La proyectada invasión a Portugal, con 40 mil hombres, no concluyó ni en triunfo ni en de­rrota. Sólo la ocupación de la colonia de Sacramento - que estaba en manos de los portugueses- constituyó una contrapartida de los

fracasos . En 1762, franceses e ingleses entablaron las negociaciones que cul-

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m ina ro n e ~1 la fl rm:1 de l Tra tad o de· Fontaincblcau, mediaPte el cual se prom e.ti a a los es¡?aiio lcs la Luisiana , con renuncia de los ingleses a cualquier P!·ctcn sion sob re las colonias españolas de América. El arreglo re sult o funes to para España : tuvo que devolver la colonia de Sacram.ento, ~vacua r la parte no rt e d el territo rio de Portugal y ceder la Flo nd aO nc!1 tal. San Agustín y la Bahia de Pensacola para obte­n: r la r~stJ tuciOn de La Habana y Manila. Pero como el gobierno fran­c_es te:1 !a gran interés en mantener la ali anz;:¡ con el español , le entregó la ~uiSJana , e~wrme e Impreciso te rri torio que colindaba con las po­s_esiOn es espan olas de Texas y Nuevo México . Mientras Francia se es­forzaba por conse rvar la amistad de Espai'ia , Inglaterra triunfaba en el mar: ~o s corsa rios in_gleses ser ían juzgados por tribunales ingleses y los. espanoles no pod n an pescar en Terranova. Los ingleses también ms1st:eron en la satisfacción de viejos agravios con España : retención de G1b raltar y exigen cia ~~ libertad para cortar el Palo de Campeche en Hon~uras, compro metJendose, en cambio , a derribar las fortalezas con~trllldas _en lo que hoy es Belice (Honduras británica).

En Espana, el fin d e la guerra dejaba planteados problemas tan ur­gentes co~1 o el recons.truir y re fo rzar la marina, reorganizar el ejército metropohtano (65 m il hom bres con mayoría de regimientos extran­Jeros) Y el de las coloni as espa ñolas incapaci tadas para su autodefen­sa, afianzar. las defensas de los territ o rios de la parte norte del conti­ner.lte amen ca~ o , construir y refo rzar la línea de fortalezas de sus po· ~eswnes colomale~ y man tenerse vigilantes respecto a la expansión mglesa. El deso rb1tante crecimiento de las necesidades económicas del poder ~eal re quería un consid erable aumento de sus recursos fis­cales ; n:ed1ante la ~r~ació~ _de 1:uevas rentas, monopolios reales y el sallea~ruento y admm1strac10n duecta de las rentas reales, se iniciaron los pnmeros. pasos destinados a proveerse de recursos suficientes para resolver la_s mmensas tareas que asumía el poder real. Paralelamente ~e acent.~o la tendencia al mejoramiento del aparato estatal con 1~ mtegrac10n de la minoría ilustrada, lo cual obedecía a las crecientes dem<;ndas originadas en el desarrollo de la incipiente fuerza de la bur­guesla Y, a _la consolidación del poder real. Es decir, la organización de este ~lhmo conforme a planes, proyectos o sistemas - recuérdese a Campillo- ~ cuy_as consecuencias permitirían dar los pasos finales en !~ centralizac10n económica, politicoadministrativa, en la unifi­cacwn del derecho y en la uniformización de las autoridades .

L~s ylanes, y proyectos de los representantes del reformismo borboruco que se fincaban en el aprovechamiento y orientación

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de las fu erza:; ecc nómicas ya exist entes, se enfrentaban a las cla­ses privilegiadas del antiguo régimen . El rey intentaba incorp~)far los señoríos y las rentas enajenadas a la corona . Con respecto a la Igle­sia . los ba rbones aplicaron una pol ítica denom inada rega lista o r:ga­lisJÍ10 afirmadora de los derech os tem porales de l monarca -- regallas ­frent~ a la inst itución religiosa. Así , se pret end ía res trin gir los pri­vilegi os que aquella institución había ido adquiriendo con el tiempo. El regali smo ent rañaba una exigencia de somet umento por parte de las autoridades eclesiásticas, cuando se trat aba de asuntos tempora­les. Así, el despo tismo ilustrado tend ía a refo rzar y aumentar la he­gemonía de l pode r real frente a los de más pode res .

En el sicrlo x v1 11 fu eron frec uentes las protestas y t um ultos provo­cados por fa población que ped ía pan , ante la escasez y el au~en.to de los precios. En el otoño de 1765 , ya recogida la cosecha , van os m­te nden t es. correcrido res y justicias del reino acudiero n al ConseJO de Castilla pára ex;oner la necesidad de hacer pro visio ne_s ?e grano n:e­diante la utilización de los fondos en dinero de los pos1to s. Las difi­cultades provenían de que quienes tenían gran o no querían ~e.nderlo en espera de may ores precios , amparados en la real prag~atlca del 15 de julio de 1765 que establecía la libe rtad del co~erc10 de es?s pro ductos . La ley favore cía a los poseedo res de los m1smos , es dec1r , a los perceptores de diezmos , de ren tas y de de rechos cobrados_en especie . Pero la tasa significaba un 1 ímite a. las ganancrc:_s en los anos de escasez y no ofrecía, como contrapartida , en. los anos de ab.Ul;.­dancia, ventaja alguna a los. vendedores . A~emas, toda tasa eXJ.gla control y todo control pesqlllsa: esto era lo mtolerab_le .. Por eso , los p ropietarios y perceptores de diezm?s y ~ere~~os senonales fueron los interesados y beneficiados por la liberalizacwn. . ,

A pesar de las protestas de las autorid~~es, Carlos II~ !esolvro que se cumpliese lo establecido por la pragmatlca, y conced10 las faculta­des necesarias al Consejo de Castilla para que se encargase de proveer trigo a todas las ciudades, villas y lugares del reino. .

El 1 O de marzo de 17 66 , y como parte de las medidas de _urbam-zación y policía que se estaban tomando en Madrid , se ordeno recor­tar las capas y apuntar en forma de tricornio .las alas de los so~bre­ros para evitar lo s constantes asaltos y los crec1entes enfre nt~mJen:os q ue desde 1760 se pro ducían entre lo s habitantes de los barnos baJOS

y las fuerzas policiacas. , . . . Los motines de 1766 fueron el resultado de una trp1ca cnsrs

de subsistencia , agravada por la mencionada pragmática. El pue-323

blo rcsponsabiJiz::~ ba al rrobierno del alza d 1 . a~c~nzó el citado año su ~áximo estacio~a1 de o~ pr~Ios, la cual dicwnes, los decretos sobre las ca e cnsis. n estas con­sión para que Jos maJrik ilos, en J o;aJí~ ~~m~reros, fueron la oca-1766, se echaran 3 la calle a r , l __ 3 al _ _,_~ de marzo de carácter popul<Jr \ sus ex 1' m o mandose . El movumento t uvo un plantean k ls p. robl~mas cat;s~e(~~~n¡~osr(lpa nflle_tt?s , dcanCciones , octa villas)

A . , . . , , a po 1 Ica e arios lil paJece una OIJ OSJCJüll , C3paz el !' - 1 , :

m o una expresión pol it' ~ , e exp Jea . . e _mot ll1 mad nleño co-y. Aran da El movJ· . t Jea' relprese_ntada p nnclpalmente por Roda

· ll1 Jen o popu ar t f ¡ , · el programa de los sublevados. n w: _a po J1lcamente; el rey acepta sup resión de la comisión de s~~~ptuls l c:n de ~squrl ach e y los suyos, mantenimiento del t raje tradiciOJ~~ er CJas, baJa_ ,del prec:o del trigo , tuada de los ouardJ·as val ' llspamzacwn del Mu11Sterio re-

. o onas y reoreso del aob - d el 1 ' . RoJas a su obi.spado A . d ol o ema or e Consejo ' . Jan a remp aza a R · , . ' toria de los reformistas . OJas y asJ se decrde la vic-para reforzar la política' dqeulJdenes atl?rove~lhan el descontento popular

El . espo 1smo 1 ustrado . t n unfo del motín de Madrid . .

iJendan por toda Espafía · ésta d s~r~e para que las p_rotesta~ se e x-dad desigual , pues su desa~roll; ~e q~~~Ie~ ef ca,da reg:on una mtensi­y locales. Los distu rbios tienen p e e. ~s condrcwnes reg1?naJes mes d~ ab ril la calma ya se ha r~~~~l~ ~!'~uon , ya que al termmar el de las llnest igaciones sobre los . ,I o. Aran da es el encargado d o medidas de represión ; de motmes , _a las q~e hace fren te aplican­debe la hipótesis de que ef m ~re_ve~cr~n . A el Y a Campomanes se medios de la corte 1 · 1 . ov~m_Ien ° ue un complot urdido en los contra la compan- I'ayd a Jlg ~sla , hrpotesis utilizada, a mediados de 1767

e esus. , La coy untura de 1766 no d'fi - 1 reveló las cont radicciones u~~ 1 1CO ~estructura económica, pero

entre el labriego, por un ladd f e~an mhe_rentes : la fundamental , el otro . Rew•laba, también t~~: 1 senor, e~ drezmero !' e_l usurero, por t es en el marco de una ' , d d a gama e cont radrccwnes existen­apunt aba ya hacia nueva sacre. a que ~od_avía era feudal pero que peq ueíl os comerciantes i~~;~':f~ne~ capitalistas representadas por los nego cios y los arandes come 1_ os e m?ntar sus no muy ambiciosos rras en las exp;rtaciones agr~~~~ntes rl1Idos a los -~ropietario s de tie­sanos, pequeños campe . as y a especulacwn comercial; arte­volviénclo ~e vagabundas sJ;;; ~ cap~s }opulares que se empobrecían , dose en fermento revo!u'cl·o r~san o as masas urbanas y convirtién-

U nano. 324 na de las consecuencias del motín de Equilache fue la de dete-

ner la política de ajustes radicales, es ta bleciendo r~laci0nes con los grupos económicamente más poderosos , para que aceptaran única­mente los ajustes mínimos necesarios.

En la metrópoli continuaron las refom1as, aun que lentamente y con vacilaciones. La entrada de Aranda , ot ro de los representantes de la alta aristocracia y de los militares, al equipo gubernamental de Carlos III hizo que los reformadores ocuparan - en 1766- puestos de responsabilidad y , en cierta manera, claves , en tanto los cargos en el Consejo de Castilla (del cual eran fiscales Campomanes y Mocifí o) permitían conocer y controlar directamente el proceso de reformas en marcha. En el grupo, Aranda era el único aristócrata propiamente dicho , Grande de España y miembro de una familia de vieja nobleza. Fue un reformista audaz que propugnaba abiertamente el restable­cimiento de la monarquía pactada. Roda y Campomanes h abían em­prendido , con clarividencia, la tarea de unir la suerte de la mo­narquía española a los intereses de las n uevas clases . Su actividad contribuyó a postergar la revolución , con lo cual España n o se transformó desde sus raíces.

La expulsión de los jesuitas, la reform a universit aria y la consi­guiente secularización de la enseñanza; el surgimiento y prolifera ­ción de las sociedades de amigos del país; el desarrollo de la prensa periódica; la relativa tolerancia gubernament al; la circulación de libros extranjeros y la adaptación de las ideas extranjeras a la realidad so­cial y económica de España, son algunos de los frutos del despotismo ilustrado.

La guerra de independencia de las trece colonias inglesas de Nor­teamérica (1775-1}83) lanza otra vez a España por el camino de la aventura bélica. Esta se inicia en forma de ayuda, con mU!liciones y dinero, a los colonos americanos. Los preparativos militares cul­minan con la declaración de guerra de Francia, aliada de España, a Inglaterra en 1778_ Las hostilidades se inician en junio de 1779, cuan­do la guerra revolucionaria en Estados Unidos estaba en su cenit. En tanto su objetivo es la reconquista de los territorios perdidos, España ataca de inmediato Gibraltar, la "espina inglesa en sus pies", e inten­ta expulsar a los ingleses de Honduras, Florida y Campeche.

2. Y EN LA NUEVA ESPAÑA, . . .

La liberalización sucesiva del comercio y la aplicación de reforma~

325

•j

borbónicas en J a~ poses· 1 -de La H b· V • 1 I?nes co omales se inicia a raíz de la tom

. a ana POI os mgJeses en 1 765 La · · . , . a deJa una lección clara: antes de la toma. de ~cu~acwn bntan¡ca en aquel puerto unos quince b· . Habana , entraban la ocupación inglesa (que duró a¡ cos anuales . En Canlbio, durante cien tos buques mercantes los . , on~-~ .:neses), fue ron más de sete­res, madera animales he ., . q ue arn )a J On con lllaJlufacturas, víve-Jonias ingles~s de Nort~am~~r~~~~ y esclavos de la metrópoli y las co-

En el caso de la Nueva Espai1 1 ~ . plia infonnación social econ, . a, a cor??"' necesitaba de una am-car medidas ya probadas e

011t11 ca Y pohtica que Ie pennitiera apli­

cuenta, por un lado la nu~ o ras po~esiones. Había que tomar en recta confrontación' COn lasVa SIIUaC1011 de la rrontera nOiie en di­e] otro, la importancia de los ~o~eswnes colomales inglesas y, por bían permitido al d al g esos fiscales novohispanos que ha-

po er re sufragar los aa t d - -otras posesiones coloniales y . bb s os e mantemmiento de 1 . enviar so rantes a la t , li , o pnmero que se hizo fue . . . , me ropo . Asi , visita general de las ofiicm· as v _org~nalizar una mspeccwn militar y una

. . . Jrrein es. La mspeccwn militar (1764) 1 - -

ron una división entre las aut - ~ a VISita g~neraJ (1765), provoca-sistencia de las clases dirigente on ades colomales , la oposición y re­res COntra las nuevas medidas~ U~1a Srie de l~van~aJTiientos popula­enVÍO de tropas profesionalesisca eJ:d a metropoh respondió con el litar para la fmmación '

1~e.: as de em~~d:·onaJniento mi­establecimiento de montp~~~~ara~on de las mj!.ic1as provinciales , (1767). re es Y expulswn de los jesuitas

En algunos reales mineros . d . , tento se manifestó en la luchr co~~m ades ~n~Igenas, el descon­ciones de traba'o poi_~ mantemmiento de las condi· tras tanto , Carlos Yrle~;:s~~~~~~ac~~~ de la tierra _u_surpada. Míen­cada vez más a préstamos de partic!xares os gastos militares, recurría

La guerra evidenció la incapacidad d 1 . para garantizar su autodefe d

1 e as ~oct~dades coloniales

a crisis internacionabs. El c~b{o e~ e~ met_r?P?li para responder te de América, la devolución de Manil equihbno de la part_e nor­al poder real a acelerar la apli . , da y f La Habana, obligaron gurar el resurgimiento de la metc~cwU e re onnas _capaces de ase­medidas que en este sentido h b ~opo como potencia mundial. Las sadores españoles adquiriera a ~an p~opagado Campillo y otros pen­pero las mismas implicaba nl ~Igenc¡a en el gobierno de Carlos III,

n e mcremento de los gastos asignados a 326

la Nueva España para la reorganizacwn de las defensas del Caribe y de las fronteras surgidas en el norte de América_

'fal como lo mencionáramos, en noviembre de 1764 llega a Ve­racruz Juan de Villalba con el nombramiento de comandante general de las Armas e inspector general de todas las tropas de la Nueva España, con la misión de visitar las fo rtalezas, ponerlas en condi· ciones de defensa y organizar un ejército estable. La idea básica es la de establecer dos cuerpos de ve teranos, según el modelo de los ejércitos permanentes europeos, y enviar todo un equipo de oficiales y tropa que sirviesen de instructores a las milicias novohis­panas. Pero el virrey Joaquin de Montserrat , Marqués de Cruillas (1 760-1766). tenía el cargo de capitán general y había organizado el ejército para responder al peligr~ de un ataque de los ingleses a Veracruz. También había reprimido con éxito las sublevaciones de los se ri , los pimas , los papagos y los mayas (ésta última dirigida por Jacinto Canek). Todo esto lo convertía en un virrey militar; con lo que la llegada de Villalba plantea, de inmediato , fricciones. Este está dispuesto a darle lustre, frente a la sociedad novohispan::. , a su nombra­miento, en tanto que el virrey ve menoscabada su autoridad de ca­pitán general del reino. Rápidamente, ambos organizan sus fuerzas de apoyo; Villalba busca su base en la Junta de Generales y Cruillas lo hace en la Real Audiencia; los dos acuden a la corte para zanjar sus diferencias y son an1onestados por ésta .

Las tensiones se incrementan con la llegada, el 18 de julio de 1 765 , de José Gálvez, con carácter de visitado_r general de los tri­bunales , Cajas de Justicia y Real Hacienda. El empieza reorgani­zando los tribunales y empleos, y haciendo las correspondientes destituciones. Interviene decisivan1ente en la reglamentación de algunas materias relativas a la Feria de Jalapa y pronto se producen desavenencias con el virrey Cruillas. Gálvez porta, además, el cargo de intendente de los Ejércitos, con lo cual las relaciones con Vi­llalba no tardan en descomponerse , produciéndose un conflicto que es llevado ante la corte. Esta decide resolver la situación destitu­yendo a Villalba y a Cruillas. Ambos regresan a España en 1766 y en su lugar es nombrado el Marqués de Croix (1766-1771) con atri­buciones de inspector general . El entendimiento de Croix con el "señorito andaluz" Gálvez da lugar a la confrontación directa del primero con la oposición novohispana y produce ~1 descontento po­pular. En 1764-1765, Gálvez monopoliza la producción del tabaco y traspasa su manejo a la Real Hacienda.

327

El visitador recupera las ren tas reale:, arrendadas y las pone bajo la actmin.istración virreinal. Participa decisivamente en ki reactivación y el saneamiento de las fuentes de riquezas e ingresos del erario y re­corre la Nueva España, detectando las fuentes del con trabando y haciendo destituciones fulminantes. Estas actitudes violentas son desaprobadas por la corona , pese a lo cual , Gálvez continúa con sus actividades hasta 1 771, año en el que sale de b Nueva EspaJia por sufrir de trastornos ment<'les. De su visita resultó la nueva división política del territorio en intendenóas y comandancias de provin­cias internas, el aumento al triple de las rentas públicas, la reduc­ción de restricciones al comercio y la fundación del Obispado de Sonora y la Academia de Bellas Artes_

El virrey-inspector general inicia una segunda reorganización del ej¿rcito e intenta establecer una nueva mo dalidad en las milicias. Por un lado , aumenta las fuerzas permanentes, con la idea de guar­necer mejor al reino y, por el otro, firma con los mili tares con tratos para levantar milicias . Ambas medidas tienden a aumentar en for ­ma desorbitante los gastos militares, y por lo mismo , son desapro­badas por la corte . A ese respecto , la política metropolitana es clara: la Nueva España debe sostenerse y, además, paga r sus defensas in­temas y las del Caribe con sus propios medios y no con los de la pen)nsula. La economía de la Nueva España es cargada con los cuan­tiosos gastos que provocaban los preparativos militares para el conflicto en América del Norte. La recuperación de La Habana (17 63) y las medidas para modern.izar sus defensas se transformarían en "la insaciable boca que engulle cuanto Nueva España no se basta para producir: dinero, hombres, pólvora, carne, maíz, arroz, habas y harina" . En Veracruz enfermaban los cientos de reos que espera­ban para ser llevados a trabajar en la isla. Se calcula q ue las ob ras de fortificación requirieron del envío de más de 5 mil trabajadores novo hispanos.

La quiebra del erario se fue agudizando debido al aumento de los gastos militares, el monto de los situados y el manten.imiento de las tropas y trabajadores de La. Habana . Ante esto, las tensiones socia·· les aumentan y comienza a organizarse la oposición. El gobierno de Carlos III recibe en 1766 noticias - a las cuales considera sin fundamento - sobre el supuesto espíritu de rebeldía existente en la Nueva España y sobre un plan de insurgencia que contaba con el apoyo de Inglaterra. Ei informe indicaba que la resistencia se debía a distintos factores tales :::omo: a] la inquietud del pueblo , man-

328

. . - . les del virreinato; b j la disposici?n tenido en suJecwn poi los notab . . tud en apoyo a sus propiOS de estos últimos de aprove~har +e~a d~lf~~e criol los i1ustres, que no _ al-reclamos y quejas; e] el disgus._ de r·'r· ronat¡·vas pag,aban ¡m-

e rec ran P ~ "'' ' ~ · cani'.aban altos puestos, ·" .d do- ·~n~luso por sus pancn-d - . 1 mal consr era ~ · 1 ,

puestos y a ~mas, erm tento de l dcro regular por a sccu-tcs de la pcnll1Sula d ] el dcscon . . d lo ganado con su esfuerzo lari_zación de los curatos Y el despiOJO. e ll . s debido a que no se los

. . J ¡ alestar de os cn o U- . en las m¡s•ones· e e m · ' s y curatos r·-. ' · obispados canonjla • tenía en cuenta para el acceso a . . 'arte de los negociantes cos: f] un sent imiento ~e mcomod~d]ald fa~~apde numerario:h]el alto debido a Jos crecJentes Impues tos , o a

precio del azogue. . 766 se inicia el 17 de julio con La revuelta novoluspana de 1 . la cual plantea reclamos

una rebelión de n:meros en GuanaJuato . COI1t t·a el aumento de , . L · os se pronunoan

econormcos. os mmer 1 del tabaco y el empa-prod u e tos que pagan alcabalfa, e :.s_randceo rm"licias provinciales. El

. ·lit para la ormauon · dronanuento rm a~ . . d. t El 28 de julio, los operanos movimiento es repnrrudo de mme 1~. 0 · petitorio a las autoridades del Real del Monte presentan un P Ieg~·das que contra ellos hato­en el cual demandan e~ cese de la~:~e~o de Terreros. Al no recibir mado el dueño de la mma_, Pedr~e niegan a trabajar. El 4 de agosto respuesta adecuada, los mmeros ~ -en a sus tareas aprobando

·b ·de que regre~ ' · el virrey acusa reci o y pi . . s de las minas Los mi-las demandas más sentidas por los loperan~sición y el 6 de agosto nero s del Real del Monte aceptan a P ro p

vuelven a sus labores · . d d d 1 Real de Minas encarcelan a El 8 de agosto las auto~! a e~ca~ezado el paro y los mineros

cuatro barreteros que hablan A 1 seis días se presenta Rome~o vuelven a suspender sus tareas. os 1 encarcelados . de inmedla­de Terreros y llega a un acu~rdo con J:rio de cuatro ;eales diarios. to , acuden 1os peones y le eXl~~n, unt~mándose violento. Al día si­Aquél se n.iega y el paro co~ mua, edrean la casa de Romero de guiente, 15 de agosto, los rm¡e~osc:i'cel liberan a los presos, dete­Terreros, rompen las pu~rf:as e a f ail~s franciscanos. niéndose sólo ante l_as predicasd~e lo~r rel teniente del alcalde mayor

De las constancias levanta as_ P d ·taban · "muera el terúente, . . d 1 amotma os on .

hay testimoruos e que_ os . :va el rey muera el mal go-rro haya jt:Sticia que ru la ~uere~~~ :abó ade~ás, que a raíz_ de bierno y la guerra_ ~o lpalre ld Senayorp y re~ultó gravemente hendo 1os disturbios muno e a ca e ·

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un guardanúna. Ante Ja seriedád de los acontecimiePtos, el 16 de agosto se reúne el Real Acuerdo y se decide nombrar a Francisco Javiei Gamboa p1ra 3paciguar el tumulto; paJa acompañarlo le son designados sesenta soldados.

En Real del Monte la rebelión continúa, resultando muerto un ba­rretero . Las autoridades reclutan tropa en los alrededores; Gan1boa ~eg~ .al anocl1e~er del 17 y el l S promulga un bando prometiendo JU_sttc.Ia ~ Jos rruneros, en tanto se Jes exige el regreso al trabajo . Al d1a _s1gwente, Romero de Terreros se retira a Tulancingo y pide un castigo eJemplar para los amotinados. . Gamboa decide iniciar, el 26 de agosto, una encuesta. El 1 de sep­

tlembre da_ lectura a su borrador de ordenanzas ante los mineros y el 13 de~ m1smo mes promulga los reglamentos definitivos que regirán las relacwnes laborales de Real del Monte. Los trabajadores se mues­tran satisfechos.

. El 18 d_e ~ep~iem bre el vir~ey Croix recibe una real orden para vi­gJJar una h1pote tica consplf~cwn, gue contaría con el apoyo de Ingla­terra , para separar a la Nueva España de la corona. En octubre es comisionado Felipe de Neve para fom1ai los cuerpos milicianos en Valladolid de Michoacán. Al llegar a la capital, los indícrenas entienden mal su comisión : piensan que se les ha liberado del t~ibuto y salen a la calle al son d~l tamboril, lo cual crea la impresión de que se opo­nen a la com1s10n. El malentendido se aclara y el 15 de octubre el comisionado pasa a Pátzcuaro, pero en la noche se inicia un tumulto que li ~era a los reclutados, maltrata al saigento y a los veteranos y los obliga a regresai a Valladolid de Michoacán. Un día antes (14 de octubre) surge una nueva protesta de los operarios del Real del Mon­te y tres de ellos son encarcelados.

Para diciembre de 1766 se producen los levantainientos de seris pimas Y_ ~~bubajos en el pueblo Suaque (Sonora) , la de los indígena~ de la Miswn de Todos . los Santos en Baja Califomia y un nuevo mo­vimiento de protesta en el Real del Monte.

El 8 de febrero se inicia la guerra contra los seris desde Pitu Her­mosillo, y culmina con la creación de la villa de Setis . En este ~smo mes, el indi? Ciprian? dirige_ una sublevación en Guanajuato . El5 de n:~z?_, el VIrrey CroiX y Calvez, mediante decreto, reiteran la pro­htbt~IOn a ~o s indios de llevar armas , andar a caballo y congregar­se sm preVIo aviso de las autoridades; se ordena además, apresar a los vagos. Contra este bando virreinal el 1 O de mayo surge una protesta en el Cerro de San Pedro, distante cuatro leguas de San 330

Luis Pvtosí y poblado de trabajadores mineros. La prisión de dos indios aimados da lugar el 6 de junio a un nuevo tumulto_ e~ San Luis Potosí y sus alrededores, en donde se J?~oduce un mo"muento que exige la entrega de las tierras que se litigaban en el Convento de Carmelitas, la derogación de vanos ramos del derecho de alca­balas que les cobraba el arrendador, la entrega de.I t~baco a menor precio que el fijad o por la tasa; etc. Para el 17 de JUruo, una partida militar se presenta en el ci tado lugar. Uno de su~ soldad os maltrata a un indio Jo que provoca nuevamente la rests~en~ta popular.

En estas condiciones, se publica el 25 de JUniO de 1767 el bando virreina] que ordena la expulsión de los jesuitas_ de España Y ~e s.us posesiones: esta med ida es impedida en San LUJs ?e la Paz po1 la~~­sistencia popular. Al día siguiente sucede lo mtsm? en ~an LUis Potosí. Ante las noticias del avance de la tropa haCia la cwd~d, el 30 de jwüo los re beldes se organizan y tomanlos ac~es~s a la fl11S~a. Del 1 al 3 de julio, Jos disturbios en_ GuanaJuato Imptden !a salida de los jesuitas. El 5 de julio la re behon cunde en el real rr:mero de Guadalcázar contra los españoles peninsulares; se generaltza el sa­queo y se libera a los presos; se exige la derogación de los derechos reales de alcabala y los monopolios de pólvora y tabaco; finalmente, se solicita un soberano nacido en Nue\a España.

En la parte circunstanciada de las diligencias practicadas en la ex­pulsión de los jesuitas, el virrey Croix _es~rib;= ~ Conde de Aranda sobre el éxito obtenido hasta el 6 de JUlio; eXJto que, como se ha visto, no fue total, pues :

( . .. ] sólo re sta sacar tres pequeñas comunidades de Pát~cuaro , San Luis de la Paz y San Luis Potosí. Ciud~des co;ltemdas en el distrito del Obispado de Valladolid de M1choac~? que por otras causas anteriores estaban agitadas con mov~~entos de la baja plebe , y espero que ah_ora q_ueden en tranquilidad Y es­caimiento con las serias providenctas que he tomado, Y que expondré después de este informe.

Asimismo, vuelve a insistir en lo que ya le había señalado ~1 31 de mayo , donde le previene sobre la necesidad de sepa~ar del rem? _a las personas afectas a los jesu~tas, agre~an?? que penso en la postbt­lidad de expulsar a varios SUJetos perJUdictales (Pedro de R~da, se­cretario del virreinato y oficial primero de la misma secretana, M_a~­tín de Azpiroz ; Juan Antonio Velarde y Cienfuegos, fiscal de lo ctvJ

331

Gde la Real Audiencia de México y a su oidor F¡·anc·sc J . d .

am b · · Al d M 1 1 o aVH'r e . oa , y onso e e]Ja y Vlloa, contador mayor decano del R ~nb~nal de Cuentas) por su actilud de constante ·1· al b. ea! VJrremaL en lCa go Jemo

La~ "seri~s .providencias .. virrein<Les se inician en San Luis de la .tPaz_. Etl 7 de JU.hloJllega la tropa con seiscientos hombres al mando del e m en e corone uan Cambiazo y sof:oca ot . .

1 d l. li ro movuruento popula . ogran o a sa da de los jesuitas El 9 d · li 1 · 1' toridades de San Luis Potosí de. ex uJ e JU 1 o , ~ u:tento ~e las au­par una rebelión popular La . P sar a . 0 ~ JeSUJtas es unpedido de San Ped : . esca~a tropa l11JCJa e] asalto al cerro des apresanrdooyael4515d?~ JUhto coAlnsigue la capitulación de los rebel-

, mgen es dfa · · ¡ · pulsar a los jesuitas de Sa L . · p • SJgUJente, e mtento de ex-taciones populares ue lo :n ~¡Je otosJ se confronta c_on las manifes­hasta la llegada de dál p n. Ante esto, se dec1de posponerlo desde el 13 d ·ur vez, qlllen se encuentra en San Luis de la Paz tumulto El 1 ~ J d 10~ cargo ~e las pesquisas sobre los causantes del dalcázar. ' e J o se so oc~ la rebelión del real minero de Gua­de San ( .son apr~sado~ unos cmcuenta rebeldes. El alcalde ma or

Venado y :e;qo~~~\~~~g~ r~J~~l:~;.oridades que La Hedionda~ El El 18 de JUlio Gálvez da 1 ·d 1 .

Luis de la p D' por conc UJ a a mvestigación en San y otro a sera~;asa~~lla o:e~~~t~~entenciados ~:es rebeldes a~~ horca quinientos pesos de ~uJta a los ~~~a expulsJ~n de sus fam1hares y nores El 21 d 1 · os, ademas de otras penas me-

. e nusmo mes Guana · t · · son obligados a salir. Gálvez llega a §ua r ~S ~JtJad~ y los jesuitas el cerco al cerro de San Pedro A ~n . ~Is otos1 el 24, e inicia midas los tumultos en A atz· · . pnncipiOs de a_gosto son repri­vez se dedica del 7 de aao~to ~~a~ Y Uruapan ,_ m1en_tras que Gál­ciar a los dirigentes de lo~ moví . te octubr~ a mvestJgar y senten-y sus Jl rededores. mien os acaecidos en San Luis Potosí

El 1 de septiembre se t · · o~ciales de Jos pueblos ind~~~a~r~~o~e-~os a los gobe_ma?o~es y

~:L;e~ j~i~~Í~~~t~n~~a ~~n: lo~ rnotfn~~a;od.e ~~ ~~~aSI~~e;;~ gen cías en San Luis Pa tos. ~~e 1 Grande. Termmadas las dili­siti~ da ciudad de Guana·uatl~. El vez en tra, el 16 de octubr~; a la los mdios de Panantla co;tra su al 11 ~ se produce_ una sublevac10n de dicta sentencia 'el 6 de . bca e mayor. Mientras tanto, Gálvez van a la horca El 16 deto~rem re en Guanajuato Y nueve rebeldes

. mismo mes c.ntra en la ciudad de Valladolid 332

de Michoacán. El 20 dicta sentencia contra bs rel,cldcs de Pátzc uaro y Uruapan . Once son ahorcados y una cincuen~ena desterrados o de­portados. En su mayoría son alcaldes o regidores indíge nas de los pueblos de Capula, Huamarán, Tiracuaretiro, Zacán, San Salvador Paricutín , Santa Clara, Zacapo, Parangacutiro y Puruandiro. El 23 de noviembre de 1767, Gálvez regresa a la ciudad de México para continuar con sus vastas tareas de visi tador general.

En la segunda mitad del siglo xvm , en fspaña la dominación co­lonial se reconstruye en base a la alianza de la burguesía catalana en ascenso con el gobierno del despotismo ilustrado que se propone integrar, antes que nada, su economía primaria (minas y agricultura de exportación) a la coyuntma del siglo xvur europeo . La oligarquía novohispana , afectada por la modificación del equilibrio de clases en la metrópoli, está constituida por la burocracia virreina!, la iglesia y los comerciantes. Éstos se benefician de la canalización de una pmie importante de los excedentes producidos en la Nueva España y son ellos los que han determinado la estabilidad del régin1en novohispano. la burocracia virreina! se_ enfrenta con el equipo de reformadores que vienen a peá"eccionar el aparato estatal anterior. La iglesia es afectada por la política de los barbones , que afirma los derechos temporales del monarca -regalías- frente a las corporaciones pri­vilegiadas y opera en forma restrictiva respecto a los privilegios tem­porales que aquellas instituciones habían adquirido con el tiempo . El tercer componente afectado, el poder comercial monopólico, presen­ta tina tenaz resistencia a su integración en el proceso de liberalización comercial propugnada por la política metropolitana y conseguida, en el caso de la Nueva España y Caracas, en 1789 .

Por su amplia participación en la comercialización de la produc­ción novohispana y de su exportación, el monopolio comercial con­trola el capital monetario necesario para la adquisición de produc­tos europeos que llegan a través de Veracruz y que él se encarga de comercializar. hacia el interior de la Nueva España. Este poder le per­mite, asimismo, arrendar el cobro de la renta de alcabalas (impuesto sobre la circulación mercantil) , controlando así el tráfico comercial.

Desde mediados del siglo xvr hasta mediados del xvu, el hundi­miento de la población indígena y el agotamiento relativo de l::s minas condujeron a la caída de los beneficios y el abandono de las

333

1

minas en favor de la agricultura (estancias y haciendas). Sólo el au­mento ele la población, la reorganización de la explotación minera y la renovación del sistema colonial español permitieron modificar esta tendencia.

La reforma del sistema colonial español coincidió con la necesi­dad que se manifestaba entre l0s mineros de superar la s trabas fis­cales y sociales que obstaculizaban la expansión de la producción. José de Gálvez (primero como visitaJor y luego como ministro de Indias) escuchó las peticiones de los mineros y dio inicio a la polí­tica favorab le a la expansión de dicha producción . Rebajó los precios de los productos monopolizados por la monarquía (pólvora y azogue), otorgó exenciones de impuestos fiscales a la minería (par­ticulares, compañías recién fom1adas y a determinados campos mineros) y elevó la posición social de los mineros a organización cor­porativa (tribunal y diputaciones en cada campo), abriendo el ca­l1Úl1o a su integración institucional al bloque de clases dominantes en la sociedad novohispana . También estableció un sistema de finan· ciamiento (banco) de la minería, que fracasó y organizó una escuela técnica para capacitar a jóvenes en los conocimientos de la técnica mi­nera. A estas respuestas políticas habría que agregar la extraordinaria bonanza de varias minas; la reinversión de las utilidades en grandes obras y nuevas explotaciones; el cambio de la tasa de ganancias que fa vorecía a la minería a costa del comercio, y, consecuentemente, la inversión de capitales comerciales (compañías mercantiles) en la producción mineral , así como el sentido empresarial de los dueños de minas que lograron reducir los salarios reales.

La hacienda autosuficiente y sus aristocratizantes dueños acre­cientan los mecanismos que la van ligando a la iglesia. Las dona­ciones, ren tas y capitales monetarios de los particulares serán in­vertidos - en parte - en préstamos e hipotecas de la propiedad urbana y agraria, en la compra de p1opiedades y en créditos ecle­siásticos que frenan el proceso de bancarrota de la aristocracia criolla terrateniente , que se ve , a la vez, agobiada y salvada por hipotecas, que no logran ser rescatadas, creándose así la figura legal adecuada y específica del contrato denominado préstamo a "depósito irregular".

La recuperación de la población indígena del siglo XVIII, aunada a la reorganización de la explotación minera , beneficia a los pro­pietarios criollos de las haciendas. La nueva política comercial y el florecimiento de los centros urbanos estimulan la inversión rnine-

334

l i! )

, ~

'1

ra y comercial en la agricultura mercantil y van tramformando las estructuras socioeconómicas de la hacienda en las zonas rnás pobla­da~ y ricas. El notable auge económico de la segunta mitad del siglo x v 1!1 es fundamentalmente agrícola y, por lo tanto, hace patente las trabas que impedían la rápida expansión de esa rama de la econo­mía. La corona legisla a favor del trabajador agrícola y los nuevos funcionarios hispanos (Abad y Queipo, Flon y Revillagigedo) señalan la importancia que tienen las hipotecas eclesiásticas sobre las hacien­das y los obstáculos que representan las vinculaciones civiles y eclesiásticas. A fines de 1804 se lleva a cabo el primer intento de desamortización de los bienes del clero y de secularización de las

hipotecas eclesiásticas. Si , por un lado, han sido afectadas determinadas clases -en for-

ma parcial o irregular- de la oligarquía novohispana (antigua buro­cracia virreinal, monopolio comercial e iglesia), por el otro, han sali­do robustecidas otras clases de la misma oligarquía (comerciantes no pertenecientes al monopolio, iglesia terrateniente y fmanciera, mineros, aristocracia criolla terrateniente y terratenientes aburgue­sados) que habían reunido las condiciones internas necesarias para lograr beneficiarse de la reconstrucción del sistema colonial español.

El comercio c0ntinuó siendo un sector protegido , ya que existían privilegios arancelarios para determinados géneros españoles y colo­niales que favorecían a los comerciantes españoles frente a los ex-

tranjeros. Las fases de liberalización del comercio son: 1] 1720-1765, re-gistros sueltos y compañías privilegiadas; 2 ] 1765-177 8, liberali­zación inicial en el área del Caribe y en determinados puertos metro­politanos; 3] 1778-1789, ampliación hacia el área sudamericana --excepto Caracas- y otros puertos metropolitanos; y 4] 1789-1 797, integración de la Nueva España y Caracas al sistema de comercio libre el cual es definido por Carlos III, en el preámbulo del Reglamento de comercio libre (1778), corno "comercio libre y protegido entre españoles europeos y americanos"; esto es, comercio nacional y pro­teccionista. Pero esto bastó para que el intercambio comercial de Es­paña con las colonias entre 1778 y 1788 se multiplicara por siete y para que de 1789 a 1897 se produjera una modificación en la estructu­ra del intercambio comercial. Poco a poco, la rexportación de produc­tos europeos empieza a ser desplazada por la exportación de pro­ductos españoles, agrícolas e industriales. La mayoría corresponde a los agrícolas y , entre ellos, la conocida tríada del aceite, los vinos y el

335

~~~::~iente. base fundam..::ntal de las exponac~ones agr;cola s cspa-

~- b . , .__m em _argo, este au ge no duro mu cho tiempo. Entre ]as causas ~-:'-tern~s e_ Internas que ~1eron lugar a la crisis y quiebra del inten:am­w_~? omal entr_e Espana y sus co loni as , se destacan: a] las guerras

mautunas _ ?el remado_ de Carlos IV; b) la guerra ele in dcpend~ncia , ~a ~evol_u~JO~ d_emocratJc~-burgucsa ~e Esp~ii~: e ll a in dcpendenc¿

e a~ ~o o mas. d] la ~stiUct ura soc1 oeconom1ca de Espa ña que no Pr~Itia la comp~tencJa de la produc~ión española con la extranjera: e ~ conservad?r~smo de la burgues1a mercantil ; f] la s a s piracione~ roc\al~s y \os habitos de consumo (tend encia al ennoblecimiento, a os UJO~ ~ as ostentaciOnes de gran parte de la burouesía) · o] 1a , -~ · _ ne~ pol1t1ca \P~·oteccionista) seguida por el gobicn~o esp~~1"o 1 ene :1\~ ­tena dco1

1nercJal. h l, el aumento de la presión fi scal y el enorme \'Olu­

men e a deuda pubhca, etcétera. La~ clases . domina_~tes novohispanas tienden a resi stirse a los

~~mbws Y s~ mtegrac~on a las nuevas realidades es muy dificul tosa . mon?po~o comerc~al se ve obligado ante la multiplicación de un

nue~~ t1po e comerciantes que escapa a su control a aceptar la fo r­macwn de _nuevos co1:sul~dos en Veracruz y Guadalajara y a invert ir sus gananc1as ~n la mmena Y en la agricultura comercial. La idesia como t~rrateruente _urbano y rural y com o partícipe de los creciente ~ b~neficws, d~ la agn~ultura a través del cobro de los diezmos. censos e mteres~:. h~pot~_canos, aumenta su riqueza y poder. Sin embargo su papel de ms_htuciOn ~e~dalla convierte en blanco de la política re fo r­~~;~ q~e1 tiende _a lim1tar sus inn:~nsos privilegios y a secularizar la t ociaf novohispana. _Esta pohtlca agudiza las contradicciones in­d~~~as Jn r~nt~~do a la Jerarquía eclesiástica renovadora con la tra-

t 011

1 e1

mc1 1endo en las divisiones entre el alto y el bajo clero en re e e ero secular y el regular. ' ta Estas di~isiones debilitan la resistencia a la acometida reformis-u[ )er~uten en la , fas~ de crisis y quiebra del antiguo régimen

q . , e stado monarqUico español obtenga una mayor artici­pacwn de las e~orm_es riquezas de la iglesia , proceso que c~lmina lconlú~a desamort1z~~~~n de los bienes del clero y la secularización de as potec&s eclesiasticas.

Las ~a me~cionadas causas provocan en el último tercio del siolo ~vm Y os pnmeros años del x IX la expansión de la economía no~o ­fo~na, Y e~ _d~_sarrollo del mercado interno. Se generan nuevas

as de dlVlsJOn del trabajo y surgen nuevas clases sociales. En

336

la segunda mitad del siglo xv 111 se prod uce un cre.cimiento de las manufacturas , pero poco sabemos de los dueños de éstas y su papel sociopo lítico es ob viamente in feri o1 al üe los gre mios . La dife­renciació n étnica y las co rpo raciones juegan un papel importante, pero, en última instancia , subordinado a la lucha de clases. En esa época. al hahlar de capitali smo debemos t ener en cuenta que éste se encue111ra en un a etapa inicial de su de sa rrollo y que, por lo mismo, la b urguesía co nstit uye una clase incipiente. todavía débiL hete rogé-

nea y dividida. A la clase dominante (oligarquía novoh ispan a) , deb emos sumar las clases med ias. sector de propietarios de los medios de producción. Ell os son los dueñ os de talleres, medianas explotaciones mineras (las minas registrad as eran 3 mil) , pequeños y medianos comercios y par­ce las. Se trata de un conjunto muy heterogéneo. A veces se compone de personas ligadas a la producción mercantil simple ("antesala del capitalismo"), otras de capitalistas incipientes ; pero debe establecer­se la distinción entre un sector que representa relaciones de tipo feu­dal y la pequeña burguesía ligada al ascenso del capitalismo. tsta es muy numerosa en ciertas regiones , y, en otras, casi inexistente; las restricciones de tipo feudal-colonial traban su desarrollo y su acceso a los ó rganos de gobierno está limitado a los puestos infe­riores. La pequeña burguesía rural, los empresarios mineros me­dianos, los rescatadores y refinadores de los metales preciosos, los útesanos, los comerciantes ambulantes y los arrieros acomodados conforman estas clases medias pequeñoburgueses , clases que - junto con los terratenientes - demuestran inquietud en la última etapa

colonial. Abogados , oficiales castrenses y eclesiásticos se nos presentan

como ideólogos y dirigentes de las diversas corrientes políticas novo­hispanas ; los hay conservadores, liberales y revolucionarios. Son vo­ceros o rgánicos de las diferentes clases sociales. Conocedores de las corrientes ideológicas (ilustración y liberalismo) de su época, propor­cionarán la mayoría de los dirigentes e ideólogos del movimiento de independencia. Muchos de ellos - por su origen y lazos familiares ­están muy cerca de la pequeña burguesía , pero no forman parte de ella; el poder colonial no puede asimilarlos y los mantiene alejados. Por lo ta nto , la mayoría son arrojados a formar parte de las corrientes

independentistas. Los trabajadores agrícolas, los artesanos y los primeros proletarios

conforman las clases don.inadas y explotadas de ia Nueva España. La 337

mayoría de los tra bajal.lo rL'S se concentra en la agricultura y su situa­ción es básicamente servil. Muchos de estos trabajadores del campo s~~ som~tidos por la exacción del tributo al trabajo forzoso, a la pér­dwa de su.s t1erras y a la reducción a mano de obra agrícola (peonaje) de la hacienda o a la condición de jornaleros trashumantes. En la hacienda se establecen lo s siguientes tipos de trabajadores: esclavos , peo nes acasíllados y even tuales , jornaleros trashumantes , arrendata­rios y aparceros. El terrateniente afirma su poder sobre los trabajado­res por medio del párroco , la tienda de raya y la administración de la justicia. En el norte, surge un nuevo tipo de hombre de campo: el va­quero. dueño de su caballo y sus armas, más libre y menos sujeto a los lazos de sujeción terrateniente patriarcal. La mayoría de los escla­vos trabaJa en los ingenios , Jos obrajes y los servicios domésticos.

La mayor pa1ie de los artesanos agremiados es brutalmente explo­tada. A. fmales ~e la colonia , los gremios, ante el ataque del capital comerc1al y la diferenciación introducida por el desarrollo interno del mercado , tienden a ser corroídos en su estructura feudal . La activi­dad artesanal de los indígenas no está totalmente separada de la agríco­la y es parte complementaria de la economía de sus comunidades. Sobre ella pesan toda clase de intermediarios que comercializan la prod ucción artesanal en las ciudades.

L~s trabajadores de los obrajes , los de las minas y los trabajadores margmales presentan diferencias notables. Los primeros laboran en condiciones infrahumanas y permanecen encerrados en las fábricas. Los segundos , son libres y pueden cambiar de sitio de trabajo. Sus in­gresos son superiores a los del resto de los trabajadores; no forman una clase homogénea, pues existen grandes diferencias en los salarios y en las condiciones de trabajo de los distintos reales mineros. En los reales mineros , además de la presencia de un mar de desocupados y lump~nproletarios, sobreviven la esclavitud, la tienda de raya y el traba_¡o forzado. Los terceros - marginales- se concentran en Jos me­dios urbanos y ejercen trabajos de escasa calificación (cocheros, mo­zo.s , vendedores ambulantes, etc.) y son constante presa de recluta­miento para los trabajos públicos.

Las clases trabajadoras reflejan los procesos de descomposición del sistema precapitalista-colonial. Las situaciones de transición se multiplican . El proletariado, incipiente, representa una minoría ínfi­ma de la población trabajadora. A esta últimc. etapa de la colonia co­rresponde un desarrollo embrionario de las nuevas clases y un impor­tante peso de las diferencias étnicas y del sistema corporativo. El

338

1 sister.1a de explotación de la colonia se basa en la pro~i~d-~d Y se rcf uen:as y legitima con la discriminación étnica Y la diVISJOn cor-

porativa. . . La masa de indios se encuentra dividida entre mdws bravos del

norte y comunidades de indios: los primeros seminóma_das Y los segun­dos sedentarios. Estos últimos. representan poco mas o menos del 60 (;, de la población novohispana. Una legislaci.ón específica al mismo tiempo que los protege, los relega. Los be nef1c1a con el derecho a la propiedad colectiva de la tierra , la exe~ción ?~ 1, diezmo y la alcabala, del servicio militar y 1 a vigilancia de la mq U!S1C IOI1 . Los relega _o segre­oa del desarrollo social y económico del resto de los novol11spanos. Los sujeta al tributo discriminatorio, les impide radicarse _con li?er­tad, poseer privadamente la tierra, incurrir en deudas de mas de eme? pesos, vestirse como españoles, montar caballo y ~~rtar a:mas. Asi, las cuestiones sociales fundamentales de la poblacwn mdigena :on: a] la lucha por la tierra; b] la reducci~n .a mano de obra agn~ola (peonaje) y e] el trabajo forzoso (repartimiento de _¡ornaleros agnco­las a diversos propietarios ; movilización de. l~ mano de obra para la.s minas y los obrajes, operarios forzados y pr!Slor:-eros por deudas). Asi­mismo , son presa de la venta forzosa o rep~rtlmiento de nrod~ctos vendidos a precios arbitrarios por los corregidores u otros funcwna-rios lo cales (alcaldes). . . , . . .

En la Nueva Espaí'ia, la contradiCCion entre mdws y cnol.los es aguda. Por otra parte , la responsabilida?, de las exacciones (tnbut~, trabajo forzado, repartimiento y represwn) corresponde a la~ ~u~on­dades coloniales, en su mayoría españolas. Por lo tanto, es d!fi.cil ~s­tablecer alianzas entre indios y criollos contra españoles o de m diOs y españoles contra criollos. En cuanto a las rebeliones indígenas_ au~ó­nomas , sólo consiguen unir a los blancos para enfrentarlas . Los ~d10.s ocupan el escalón más bajo y son el estrato más cruelmente diSCri-minado y explotado de la población. . . , . .

La masa de mestizos y castas presenta las sigUientes caracte~Ishcas . conforma el 22% de la población y se ubica en las clases trabaJ~do~as. Las leyes los integran a la "gente de razón" y los se~ara de l?s md10s. Tienen libertad de movimiento y acceso a la propiedad pnv<.da ; no pagan tributo. Sin embargo, la discriminación racial contra ellos es más fuerte que contra los indios. Además, no pueden ascender .a maestros de gremio, las penas por delitos son más duras que las apli­cables a los españoles y los cargos públicos les están vedados . Los mestizos y castas constituyen la mayoría de la población trabajadora

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de hs ciudad es, las min as y los transportes . Mucl1os dé e llos son va­CJ u eros Y :Jlgunos JJc.gan J se r arrend atarios . aparceros e incluso pro­plet anos ?e _pequenos ran ch :Js. Otros son ktrados y mil itares. La asccndcn_c J_a mdJJ o negr3 es considerada una marca in fama n1 e . Así Jos preJUlCJOS los separan de la población blanca y_ a la vez. los wntra: ponc~1 a los 111d10s. 1-.: ste sector cumplic"l un import ante papel en las lebe Jw nes ÍJSCaJcs UC] SH! lO X V lll V en la p reparaci(lJl Je ]a rcvnlució n de l SJ O. ~ J • -

. La ma;a de negro s se _c 3racteriza por su origen esclavo. Represen ta so lo el I_o Je la poblacwn. p ero el est igma del pasado esclavista afec­t_a tam~re~ a los mulat os y mest izos con antepasados negros. Por ello , la abolicJOn de la esclavnud se convierte , para estos últimos. en un clamor.

• La masad~ blancos compone el J 8 %de la población : sus in tegra n­Les se ven a SI mrsmos como pertenecientes a una raza superio r, pero n~ todos p~rtenecen a la clase de los propietarios y muchos de sus g1 upos se d1sputan el papel de clase dirigente. El conflicto principal res1d~e entre las clases __ altas criollas que pretenden para sí el manejo del Estado Y la reaccwn colonial española que detenta el poder No fal~a:1 Jos conflictos m~no_res entr~ hacendados, min eros y nego~ian­tes , estos Y ~1 conservac onsmo soc1al determinan que la oposición de las ~Jases cnollas (mclu:o después de 1 808) sea prudente e incluso eq u1voca. ' ' '

Los. p eninsulares ( 13.5 '~, de la masa blanca y O .2 % del total de la po~~acw~) se enc~entran condicionados por las variaciones de] flujo 1111 :rat~n~. A partn de ~ 7?0-1 780 las migraciones se multiplican. Es­to ,e exp.h~a por el crec11mento demográfico peninsular, la mejora de las ~ondicwne~ de navegación y , sobre todo, por la prosperidad de_ fmes del Siglo XV !JI, que en América se experimenta mucho mas _que en Europa. Esas corrientes migratorias trasladan a este cont~nente las _tensio?es provinciales de España. Los catálogos de pasa¡_eros a lndzas registran que en los siglos XVJ y XVII los sectores do~mantes en la emigración peninsular corresponden al sur· (Anda­Iucla, Extrema~ura y el sur de Castilla). En cambio, a finales del siglo xvm, so~ dommantes los sectores del norte (Cantábrico y Galicia).

Los cnollos rel?:esentan el 86.5 % de la masa blanca y el17.8 %del tot~l _de la poblacwn. Entre ellos, una minoría aristocrática tiene las POSICIOnes c!ave - tie_rra_s, minas y comercio - de la vida económica. Pero los fluJos Y v_anac_wnes de las corrientes migratorias peninsula­res los hacen sentrrse U1Vadidos , lo que se marúfiesta en el endure-

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cimiento de sus posiciones. Esta.s son tanto más violentas , debido a que la emigración pertenece al sector " t erciario'' (fuerte proporción de pequeños asalariauos con muchas pretensiones) al que le resulta difícil integrarse . Los inmigrantes se concentran en la nueva adminis­tración (intendencias) superp uesta a la antigua y en las posiciones de la jerarquía burocrática, mil itar y eclesiástica .

Las reivindicaciones criollas se basan en una escala étnica devalo­res sociales con la cual hacen frente a la s masas de color domina­das . Son lo s criollos los que ban afirmado la superioridad d e los va­lores blancos y los que han edificado , al mismo tiempo, el com­plejo psicosocial que coloca por encima de ellos a los peninsu­lare s . Esta "superio rielad blanca" se vuelve contra ellos en razón del muy débil nivel (3 % en la primera mitad del siglo xvt) de emigra­ción femenina. Por eso, a los ojos de las clasificaciones indulgente s de la administración coloniaL los criollos no son blan cos sino en forma aproximada ; la familia criolla más pura es un poco menos blanca que el más humilde de los gach upines salido del corazón de Galicia . Es la misma sociedad criolla la que , impulsada por su situación dominan te y por su vanidad, coloca sobre ella los valores peninsulares:

[ ... ] La contradicción resulta más penosa ~escribe P. Chaunu -­porque se sitúa en el nive l más alto de la sociedad criolla . Si la administración colonial es peninsular lo es acceso riamente. por presión de los peninsulares en las Indias y, más accesoria­mente todavía , por presión del gobierno central, y con toda se­guridad, lo es en vir tud de la dinám ica profunda de la sociedad colonial. De ahí la tentación para lo ~ c::-iollos, dueños devalo­res blancos aproximativos, de que dar so los en la cima de una sociedad que hacen opresiva en su p rovecho[ ... ]

La existencia de las clases medias criollas torna más revoluciona­rio el conilicto. La presencia de peninsulares recién emigrados que son despreciados por los americanos a quienes, a su vez, desprecian, tanto más que no les queda ya esperanza alguna de verdadero ascenso social lo envenena. Se configura, así, una creciente oposición al "ex­tranjero" que es el español recientemente llegado. A nivel ideológico, la noción de patria americana de los criollos engloba a los indios, negros, mulatos, mestizos, castas y a sí mismos, hasta el punto de reinvidicar las clásicas quejas de los vencidos contra los españoles. Los criollos ricos utilizan a las masas indias ya mestizas . Pero la

341

idea no deja de ser verdadera y progresista, ya que hace un llama­do a la unidad de las víctimas de la última etapa del sistema co­lonial. Desde el punto de vista económico, las exacciones fiscales y la imputación al poder virreina! de los efectos de la crisis eco­nómica constituyen el terreno común de una oposición que reúne a todos cont ra dicho sistema. Existe una conciencia nacional difu sa q ue comicní'.a a man ifestarse a finales de la colonia y durante la revo­lución de independencia . El sentimiento antimetropolitano y antico­lonial, en las capas populares, está ligado a la conciencia de su explo­t ación económica y de su posición social subordinada.

La aristocracia y la burguesía forman " asociaciones" , y ' ·agrupa­mientos" : organismos económicos (consulados y gremios) , políticos (cabildos) e ideológicos (sociedades patrióticas, colegios y semina­rio s eclesiásticos, universidades, periódicos, etc) . En cambio , en el seno de las clases trab ajadoras no se produce un agrupam iento de ese tipo . Ahí, es el hecho religioso el q ue adq uiere importancia. Así Hidalgo y Morelos se valdrán de las devociones populares simbólicas (la Virgen de Guadalupe) para lograr la movilización popular.

La segunda mitad del siglo x VIII se caracteriza p or el gran desarro­llo y agudización de la explotación colonial. Las cla '3es trabaja­doras son más explotadas y las clases dirigentes (criol1as) desean todo el poder para sí mismas . Las clases superiores de la sociedad criolla se levantan , a la vez, contra un sistema politicosocial y contra un pacto colonial del que se aprovechan los funcionarios y los co­merciantes venidos desde la península, quienes son cada vez más y se muestran cada vez más desdeñosos . Son dos clases dirigentes que se miden , y , en forma creciente, para la oligarquía criolla el hecho de ser patriota significa ser antiespañol. La confrontación, social en su origen, se con vierte en nacional. La contradicción social con el dominio español es el único elemento que une a todas las clases de la naciente formación nacional .

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. e k se rebeló en Ciste il , 1765 El indio yucateco Jacmt~ a~e · dios Se hizo procla-Yucatán , contra los malos tratos d_~ os a ~~s~utoridades y fue ron mar rey de los mayas . Fue vencl o por muertos quinie~to ~ de los suble~d~s . de España y sus posesiones . 1767 Los Jesuitas ~o~ exp sa o~ d C ·x publicó el bando de En la Nueva España, el vrrrey Marques e rm

expulsión . , N E - el gobierno del virrey don 17 71 Empezo en la ueva spana b , hasta 177q 1' u ' qUien go erno - · Antonio María Bucare 1 Y. rsuaH,. . ( gua de México del jesuita 17 80 Aparece en Italia la zstorza an z

Francisco Javier Clavijero. d . d B llas Artes de San Carlos, sien-178 1 SefundalaAcaenua e e do virrey Martín de Mayor¡~_a. d

1 h bre pues por una gran helada

1785 Es el llamado ano -e ~'r: . , ~1 virreinato del muy popu­se pierden las cose~has. Ese ano se ~cto uien gobernó hasta 1786. lar Bernardo de Gál~~z, CdolnCde dtill~ G~~e~hipultepec y establecirnien-1786 Construcc10n e as 0

to del sist ema de intendencias . _ C l IV (gobernó hasta 1808). 17 88 Sube al trono de Es pana ar os E aña Juan Vicente de 1789 Comienza a g?bernar la Nuev~ ;: Revillagigedo. Inst aló Güemes Pachec~ d~ Padi~a , segundoa~~~s ecalles y construir atarjeas el alumbrado publico, hi~~ emp~dr del virreinato Envió expedicio­para el drenaje . Embell~clO la capltal d pobl~ción de la Nueva nes a Cali fo rnia. Mando hacer un censo e

España (gobernó hasta 1794). d México para empedrarla , se 1790 Al nivelar la plaza mayor e l tl

, 1 . d d 1 alendario azteca o tona ama . encontro a p1e ra e e 1 do conde de Revillagigedo . 1793 Censo ordenado por e segun

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La Nueva España contaba en ese momento con 4 4 83 569 habi tantes 1799 Ocurrió la ll;unada "conspi ra ción de Jos machetes ' ', enca­bezada por Pedro de la Pc·rtilla , de la cwdad de México, quien pensa­ba tomar por insignia una medalla de la Virgen de C uaclalupe, abrir las cárceles, prender a las autoridades, apoderarse del dinero de los españoles y expulsarlos de la Nueva Espaiia. convocar al pueblo y formar gobierno. Denunciado por su primo , Isido ro Francisco de Aguirre, fue puesto en prisión por el virrey Az:mza . 1801 El indio Marian o intenta restablecer en la sierra de Tepic (Nayarit) la monarquía de Motecuhzoma. La rebelión fue sofocada . 1803 José de Iturrigaray es nombrado virrey de la Nueva Es­paña (gobernó hasta 180 8). La estatua ecuestre de Carlos IV hecha por Tolsá es colocada en la plaza mayor de la ciudad de México. 1805 Aparece el Diario de Mé: ... :ico . Se escriben las representaciones contra la ley de la Consolidac ión. 1808 Napoléon I, emperador de los franceses, invade España. El 19 de marzo , Carlos IV abdica el trono de España en favor de su hijo Fernando VII. El 2 de mayo, el pueblo español , enterado de que la familia real va a trasladarse a Bayona (Francia) , se amotina frente al Palacio Real y los franceses disparan sobre la multitud. El 8 de mayo, Fernando VII abdica en favor de su padre Carlos IV, y éste, a su vez, en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón J. Se generaliza en España la guerra contra Napoleón. Llegan a la Nueva España las noticias de los acontecimientos en la península. Ante la falta de acción del virrey lturrigaray, se reúne el ayuntamiento de México; el síndico José Primo de Verdad y el regidor Juan de Azcá­rate logran la decisión de que Iturrigaray quedará encargado provi­sionalmente del gobierno . Se le hace jurar el no reconocimiento al gobierno francés en España y la lealtad a Fernando VII. El 15 de septiembre, los españoles quitan el mando a lturrigaray y ponen ea su lugar al mariscal de campo Pedro Garibay. Primo de Verdad , Az­cárate , Talamantes y otros miembros del ayuntamiento son puestos en prisión. . 1809 Conspiración de Mariano Michelena, Mariano Quevedo y el capitán José María García Obeso y otros contra el gobierno del virrey. Fueron denunciados y detenidos.

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