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Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014 1 Mario Vargas Llosa Las aventuras de un liberal latinoamericano 1 Mauricio Rojas 2 1 Esta es la segunda parte de mi libro Pasión por la libertad ± El liberalismo integral de Mario Vargas Llosa, publicado en Madrid por la Editorial Gota a Gota/FAES en mayo de 2011. 2 Profesor adjunto de historia económica de la Universidad de Lund (Suecia), ex diputado del Parla mento de Suecia y Director de la Academia Liberal de la Fundación para el Progreso de Chile

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Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

1

Mario Vargas Llosa

Las aventuras de un liberal

latinoamericano1

Mauricio Rojas2

1 Esta es la segunda parte de mi libro Pasión por la libertad El liberalismo integral de Mario Vargas Llosa, publicado en Madrid por la Editorial Gota a Gota/FAES en mayo de 2011. 2 Profesor adjunto de historia económica de la Universidad de Lund (Suecia), ex diputado del Parla-­mento de Suecia y Director de la Academia Liberal de la Fundación para el Progreso de Chile

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

2

Mario Vargas Llosa cumplió 78 años este 28 de marzo de 2014. Su obra

literaria es ya parte del patrimonio de la humanidad. Su defensa

incansable de las ideas de la libertad ha inspirado a muchas

generaciones de liberales latinoamericanos. Para quienes hemos tenido

el privilegio de conocerlo ha sido, además, el amigo generoso y amable,

curioso y sonriente, que siempre llevamos con nosotros.

Las líneas que siguen a continuación no son sino un pequeño homenaje

a quien tanto le debemos.

Mauricio Rojas

Santiago de Chile, 28 de marzo de 2014

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Índice

Adiós a la tribu 4

¿Peruano, cosmopolita o latinoamericano? 9

América Latina: Un diagnóstico 13

Soluciones liberales 20

Luces del progreso y sombras del caudillismo 28

El indigenismo y la utopía arcaica 34

En la plaza Che Guevara, bajo las pedradas 42

Bibliografía 48

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Adiós a la tribu

En América Latina se han probado prácticamente todos los sistemas sociales,

menos el de la libertad integral. Desde el régimen colonial mercantilista de las

castas hasta el caudillismo oligárquico o populista, las dictaduras de izquierdas

o de derechas y las democracias clientelistas de los Estados independientes, la

libertad ha estado o plenamente suprimida o fuertemente restringida. Sistemas

políticos corruptos, instituciones frágiles y reñidas con la libertad, líderes

autoritarios, y economías cerradas y rentistas, han caracterizado a la región al

igual que lo han hecho la pobreza, la falta de participación y la marginalización

de sus mayorías populares.

Esta realidad frustrante ha sido la tierra fértil de una literatura que ha

conquistado al mundo pero también de una voluntad de encontrar soluciones

drásticas, totales, revolucionarias o simplemente mágicas al conjunto de los

problemas latinoamericanos. La ficción no solo ha poblado las mentes de sus

grandes novelistas sino que se ha vuelto política, cruzando aquella línea que la

hace demencial y desastrosa. En la fuerza de voluntad de la figura mítica del

caudillo o del comandante, o del caudillo comandante, se ha encarnado esta

sed de milagros hechos realidad, esta tentación de lo imposible, este sueño de

refundación mágica que mezcla la fe religiosa, el machismo y el delirio político

en porciones variables. Este deseo mesiánico supone la renuncia de la persona

a su individualidad y al uso de su razón para fundirse en una masa anhelante

que se entrega a su líder: es una vuelta enloquecida al tribalismo, a aquel

bien, como sabemos, el retorno alucinado al tribalismo con su correlato

necesario que no es otro que el conductor, caudillo o Führer que crea a la masa

al encarnarla, seducirla, poseerla y, a través de su voluntad, hacerla una, no ha

sido de ninguna manera un mal exclusivo de América Latina. Sin embargo, ha

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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sido su enfermedad recurrente, una peste de la cual parece no poder librarse

definitivamente.

El desarrollo de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX

manifiesta sorprendentes similitudes con el de Rusia en la segunda mitad del

siglo XIX. Un amargo sentimiento de vivir en el atraso respecto de los países

más avanzados de Europa dio origen en Rusia a una literatura extraordinaria y

a una intelligentsia cada vez más radicalizada, que terminaría poniendo en la

violencia revolucionaria sus esperanzas de un renacimiento apocalíptico de la

grandeza de Rusia. De esta ardiente voluntad de cambio nacieron tanto

(narodniki) como los marxistas rusos. Finalmente, ambas corrientes serían

amalgamadas por un noble ruso llamado Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin,

en aquel partido bolchevique que daría origen al primer Estado marxista-­

terrorista de la historia. En el caso de América Latina, de su atraso surgió una

literatura igualmente deslumbrante y una pléyade de jóvenes intelectuales de

de que la

palabras de Vargas Llosa en el prólogo a la Historia de Mayta, donde nos

relata el surgimiento, desarrollo y tragicómico final del mesianismo revolucio-­

(Vargas Llosa 2008:46).

Mario Vargas Llosa fue ambas cosas en sus años mozos: gran escritor y

entusiasta de las ideas revolucionarias. Si bien ya había militado durante un

año en el Partido Comunista (entonces bajo el nombre de Cahuide, en recuerdo

de un guerrero inca que luchó con bravura contra los españoles) entre 1953 y

1954 no fue hasta la Revolución Cubana que el entusiasmo revolucionario lo

ganó más duraderamente para su causa. Ya en 1958 había manifestado su

apoyo para con los revolucionarios castristas, cuyo triunfo celebró como tantos

otros jóvenes latinoamericanos hastiados de una realidad tan injusta y

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mediocre. Como nos recuerda Enrique Krause en un reciente y excelente

esos valerosos barbudos que luchaban contra la dictadura, se enfrentaban al

respecto:

Cuba me parecía realmente una forma renovada, más moderna,

también más flexible y más abierta, de la revolución. Yo viví eso con

muchísimo entusiasmo;; además, considerando a Cuba como un modelo

que podría ser seguido por América Latina. Nunca, antes de eso, he

sentido un entusiasmo y una solidaridad tan poderosa por un hecho

político. (Ibid)

Efectivamente, Vargas Llosa quiso creer que en Cuba se estaba dando una

mezcla insólita de revolución y libertad que venía a romper con el triste destino

de todas las revoluciones comunistas anteriores: convertirse, de principio a fin,

en implacables verdugos de la libertad. Su voluntad de creer en este milagro

fue tal que hizo oídos sordos a las primeras y muy tempranas campanadas de

alerta, pero pronto le fue quedando en claro que el régimen de Castro iba por el

camino de la opresión. Como recuerda Krause citándol

viendo al principio no quería ver, al principio incluso me molestaba recono-­

cerlo una serie de manifestaciones que indicaban que la realidad, en la prác-­

tica, no era de ninguna manera lo que la imagen, la publicidad y la ilusión nos

Ya a mediados de los 60 se podía prever la ruptura que finalmente

llegaría en 1971. Las tomas de posición oponiéndose a la represión y censura

soviéticas contra sus escritores así lo auguraban. Pero el año decisivo que

desencadena el proceso de distanciamiento fue 1968, cuando dos hechos coin-­

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tuales cubanos y el apoyo irrestricto de Castro a la invasión soviética a Checos-­

lovaquia, en agosto de aquel año. Un mes más tarde (26 de septiembre) la

revista peruana Caretas publicó una entrevista con Vargas Llosa en la que este

soviética de

Esto no quiere decir que dejase automáticamente de manifestar su

solidaridad con la Revolución Cubana o con los movimientos guerrilleros que

seguían su ejemplo. Todavía en 1968 escribía lo siguiente a propósito del

Diario de Che Guevara:

Si la revolución latinoamericana se lleva a cabo por el método

concebido por el Che y pasando por las etapas que él previó, el Diario

será un documento extraordinario, la relación histórica del momento

más difícil y heroico de la liberación continental. Si la revolución no se

osada aventura individual intentada en América Latina. (Vargas Llosa

1986:214)

La ruptura definitiva con el castrismo se produce en 1971. El 20 de marzo de

ese año es encarcelado el conocido poeta cubano Heberto Padilla y su esposa,

la poetisa Belkis Cuza Malé

Unión de Escritores de Cuba. La mascarada era demasiado burda y la similitud

con los procesos-­espectáculo de los tiempos estalinistas demasiado evidente.

Con fecha 20 de mayo de 1971 Vargas Llosa dirige una carta abierta de protesta

al dictador cubano que, además de la suya, llevaba la firma de sesenta

destacadísimos intelectuales y artistas entre los que se contaban Simone de

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Beauvoir, Italo Calvino, Julio Cortázar, Marguerite Duras, Carlos Fuentes,

Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Pierre Paolo Pasolini, Octavio Paz, Juan

Rulfo, Jean-­Paul Sartre y Susan Sontag. En la carta, que es de redacción de

contenido y la forma de dicha confesión, con sus acusaciones absurdas y

tos más sórdidos de la época

Llosa 2009:117-­118).

Se iniciaba así el viaje que, paulatinamente y no sin contradicciones ni

pesares, llevaría a Vargas Llosa a adoptar su hoy ya clásica postura liberal. En

su Discurso Nobel refirió así su camino hacia su actual forma de pensar:

En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista

y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las

injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto

del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi

tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy que trato de ser fue

largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la

conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al

principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el

testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alam-­

bradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del

Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-­

François Revel, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalo-­

rización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. (Vargas

Llosa 2010f:4)

Su andar lo llevó de la ruptura con la ilusión revolucionaria a un cuestiona-­

miento creciente de aquellas doctrinas socialistas democráticas que, con su

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accionar y tal como lo mostró Hayek en su Camino de servidumbre de 1944,

van pavimentando la entrega del individuo al Estado, esa delegación sucesiva,

muchas veces imperceptible, de su autonomía y libertad a partir de la cual se

va construyendo ese Leviatán moderno que es el Estado benefactor, que a

nombre del bien de todos y de su saber supuestamente superior querría llegar

a regularlo todo y decidirlo todo. La libertad se puede perder de un golpe, pero

lo más común es que la vayamos perdiendo de a poco o, como dice David

Hume en la cita que encabeza Camino de servidumbre

Todo esto fue un largo viaje hacia el pensamiento liberal clásico, pero lo

do

leer en un artículo de un miembro de la tribu (Martín-­Cabrera 2010), pasó a

ser su bestia negra, y todavía lo sigue siendo. ¡Chapeau por Vargas Llosa!

¿Peruano, cosmopolita o latinoamericano?

ignorancia recíprocas, en el resentimiento y el prejuicio, en un torbellino de

(2010a:236) Así describió Vargas Llosa en 1993 el país que lo vio

nacer en Arequipa, a los pies del volcán Misti, en la madrugada del 28 de

marzo de 1936. En ese país caleidoscópico que es Perú se cobija toda la

complejidad humana de América Latina: allí viven los descendientes de

diversos pueblos precolombinos, desde los quechuas de la puna andina hasta

los machiguengas de la Amazonía (de que nos cuenta Vargas Llosa en El

hablador de 1987), pero también, entre otros, de los conquistadores españoles,

los esclavos africanos llegados a las plantaciones de la costa norte, los chinos

que trabajaron en las islas del guano a mediados del siglo XIX, los japoneses

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que arribaron después de la Segunda Guerra Mundial y los inmigrantes euro-­

peos de todo pelaje y origen. Y allí están todas las mezclas, todos los mestizajes

imaginables. Pero el Perú no solo es un caleidoscopio humano, sino también

una suma de las grandezas y las bajezas de la historia americana: centro del

imperio más imponente de la América precolombina y gran capital virreinal

española, pero también testigo de violencias terribles e inmemoriales, como

aquellas de los incas contra los pueblos que no aceptaban su dominio, o de la

conquista española, o del caudillismo y los dictadores, o del reciente terro-­

rismo marxista y el contraterrorismo del Estado, o del narcotráfico y la delin-­

cuencia, o, en general, la violencia de la pobreza extrema, de la falta de

oportunidades y de las abrumadoras diferencias económicas, sociales y étnicas.

Prácticamente nada de esto es desconocido, de una manera u otra, en el resto

de América Latina, pero en el Perú muchos de estos fenómenos han alcanzado

magnitudes asombrosas.

De esta realidad o, mejor dicho, de un segmento de esta realidad tan

fragmentada, diversa, fascinante y torturada proviene Mario Vargas Llosa. Su

relación con Perú está descrita de esta manera en El pez en el agua:

Aunque nací en el Perú [...] mi vocación es de un cosmopolita y un

apátrida, que siempre detestó el nacionalismo [...] He vivido mucho en

el extranjero y nunca me he sentido un forastero total en ninguna

parte. Pese a ello, las relaciones que tengo con el país donde nací son

más entrañables que con los otros, incluso aquellos en los que he

llegado a sentirme en mi casa, como España, Francia o Inglaterra. No

sé por qué es así, y en todo caso no es por una cuestión de principio.

Pero lo que ocurre en el Perú me afecta más, me irrita más, que lo que

sucede en otras partes, y, de una manera que no podría justificar,

siento que hay entre mí y los peruanos algo que, para bien y para mal

sobre todo para mal , parece atarme a ellos de modo irrompible [...]

Quizá decir que quiero a mi país no sea exacto. Abomino de él con

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frecuencia y, cientos de veces, desde joven, me he hecho la promesa de

vivir para siempre lejos del Perú y no escribir más sobre él y olvidarme

de sus extravíos. Pero la verdad es que lo he tenido siempre presente y

que ha sido para mí, afincado en él o expatriado, un motivo constante

de mortificación. No puedo librarme de él: cuando no me exaspera, me

entristece, y, a menudo, ambas cosas a la vez. (Vargas Llosa 2010a:53)

Así es sin duda, y tal vez porque lo quiera, o lo exaspere, o lo entristezca, o por

todo eso y mucho más a la vez, es por lo que en muchas de sus novelas lo ha

recreado con tal maestría, para los peruanos y para todos los demás, y ha

fabulado sobre la costa, la sierra y la selva, y nosotros con él, tantas veces, en

tant

punto privilegiado de mira desde donde contemplar la realidad latinoamerica-­

na: nada de lo que ocurre en el resto de América Latina le puede ser completa-­

mente ajeno o incompresible a un peruano cosmopolita.

El encuentro con escritores de toda Iberoamérica en París, la ciudad que

bras de Octavio Paz, hizo del peruano Vargas Llosa un latinoamericano, cosa

que es algo totalmente diferente del mero hecho de haber nacido o vivir en un

país de América Latina:

Yo descubrí América Latina en París, en los años sesenta. Hasta

entonces había sido un joven peruano que, además de leer a los escri-­

tores de mi propio país, leía casi exclusivamente a escritores norte-­

pensé en América Latina como una comunidad cultural, más bien como

Mi descu-­

brimiento de América Latina, en esos años, me catapultó a leer a sus

poetas, historiadores y novelistas, a interesarme por su pasado y su

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presente, a viajar por todos sus países y a vivir sus problemas y sus

luchas políticas como si fueran míos. Desde entonces comencé a sentir-­

me, ante todo, un latinoamericano. Lo he seguido siendo todos estos

(Vargas Llosa 2009:345-­

46)

Peruano, latinoamericano, cosmopolita, pero también español (por cariño y

ciudadanía), inglés, fran

raíces que viene de Atenas, Jerusalén y Roma, todo esto y mucho más es

Vargas Llosa, pero al mismo tiempo no es nada de ello si se lo quiere inter-­

pretar a la manera de las identidades supraindividuales, esencias fijas que le

dan vida y contenido a los individuos concretos, que hacen de él o ella algo por

siempre en guerra con esas identidades colectivas, que tienden a alienar al ser

humano de lo único que con seguridad somos: mestizos, mezclas únicas e

irreproducibles que se negarían a sí mismas en la medida en que quisieran

del mestizaje como predicamento humano es lo que el peruano, latinoame-­

ricano y cosmopolita Vargas Llosa ve no solo como una vocación personal,

sino, además, como la única posibilidad de América Latina de vivir en paz

consigo misma:

Una de las obsesiones recurrentes de la cultura latinoamericana ha

sido definir su identidad. A mi juicio, se trata de una pretensión inútil,

peligrosa e imposible, pues la identidad es algo que tienen los indivi-­

duos y de la que carecen las colectividades, una vez que superan los

condicionamientos tribales ualquier empeño por fijar una identi-­

dad única a América Latina tiene el inconveniente de practicar una

cirugía discriminatoria que excluye y abole a millones de latinoame-­

ricanos y a muchas formas y manifestaciones de su frondosa variedad

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es exagerado decir que no hay tradición, cultura,

lengua y raza que no haya aportado algo a ese fosforescente vórtice de

mezclas y alianzas que se da en todos los órdenes de la vida en América

Latina. Esta amalgama es su mejor patrimonio. Ser un continente que

carece de una identidad porque las tiene todas. (Vargas Llosa

2009:348-­349)

América Latina: un diagnóstico

¿Cuáles son las razones de ese atraso latinoamericano que condena a sus

mayorías a la pobreza y pone a sus países en una situación tan precaria? ¿De

dónde proviene ese subdesarrollo que frustra tantas posibilidades vitales y crea

sociedades aplastadas por la mediocridad y el fracaso? O, en otras palabras, y

parafraseando la famosa pregunta de Conversación en La Catedral

Estas preguntas atormentaron a los latinoamericanos durante todo el

siglo XX y no dejan, a pesar de los evidentes progresos de los últimos tiempos,

de ser relevantes. La respuesta más tradicional, dada tanto por las derechas

como por las izquierdas, es que la culpa es de otros: una permanente conspira-­

ción de poderes exteriores atenaza a la región a fin de saquear a sus gentes y

sus recursos naturales, impidiéndole de esta manera salir de su atraso. La

supuesta conspiración ha tenido diversos protagonistas: el poder colonial espa-­

ñol y el portugués, los imperialismos británico y estadounidense, las empresas

transnacionales de todo tipo, el capitalismo mundial y, finalmente, ese mons-­

mático, donde

siempre es otro el responsable y nosotros unas víctimas inocentes e indefensas,

es

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Para nuestro autor, es justamente esta búsqueda de chivos expiatorios

foráneos el primer problema que América Latina debe enfrentar, ya que si esa

enfrentar los males propios que, finalmente, son los únicos que realmente

podemos combatir. Esto no implica que Vargas Llosa niegue o desconozca las

incontables oportunidades en que fuerzas e intereses exteriores han influen-­

ciado negativamente y explotado brutalmente las gentes y los recursos de la

región. Así, por ejemplo, muchas de las intervenciones estadounidenses han

sido desastrosas para América Latina, en particular la connivencia con todos

2009:55-­56).

La posición de Vargas Llosa es un saludable llamado a la introspección y

a la responsabilidad, la que todos tienen, no solo los poderosos sino también

los más desposeídos y humillados, ya que si bien las culpas ni de cerca se

reparten por igual no hay

voluntad (y no como cree un cierto izquierdismo o derechismo paternalista,

que los reduce a meros objetos de la voluntad de otros) y aportan su granito de

solo al Perú sino en

general a las sociedades latinoamericanas. Por ello que Vargas Llosa nos seña-­

la, a propósito de los prejuicios raciales y sociales que tanto mal le hacen al

o

cia más lamentable del otrismo es la proyección de nuestras falencias y respon-­

sabilidades sobre otros y con ello la imposibilidad de realmente afrontarlos:

Una de las más típicas actitudes latinoamericanas, para explicar

nuestros males, ha sido la de atribuirlos a maquinaciones perversas

urdidas desde el extranjero por los ignominiosos capitalistas de

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costumbre o en tiempos más recientes por los funcionarios del Fondo

Monetario o, para el caso, los del Banco Mundial. Aunque es sobre todo

de la responsabilidad de los males de América Latina, lo cierto es que

semejante actitud se halla muy extendida. También sectores liberales y

conservadores han llegado a autoconvencerse de que a nuestros países

no les cabe, o poco menos, culpa alguna en lo que concierne a nuestra

pobreza y nuestro atraso, pues somos nada más que víctimas de

factores, instituciones o personas foráneas que deciden nuestro destino

de manera absoluta y ante nuestra total impotencia. Esta actitud es el

obstáculo mayor que enfrentamos los latinoamericanos para romper el

círculo vicioso del subdesarrollo económico. Si nuestros países no reco-­

nocen que la causa principal de las crisis en que se debaten reside en

ellos mismos, en sus gobiernos y en sus mitos y costumbres, en su

cultura económica, y que, por lo mismo, la solución del problema ven-­

drá primordialmente de nosotros, de nuestra lucidez y decisión, y no de

afuera, el mal no será nunca conjurado. (Vargas Llosa 2009:297-­98)

Sin embargo, es pertinente señalar que este autoreducirse a la impotencia para

escapar de la responsabilidad propia ha sido fervientemente avivado por cierta

reconoce la capacidad de originar gran parte de sus propios males. La conse-­

cuencia más lamentable de esta visión prepotente y egocéntrica ha sido el

desinterés sistemático, cuando no la exculpación, de todos aquellos crímenes y

si los crímenes los cometen los revolucionarios tercermundistas, para los

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Glucksmann y Thierry Wolton en su conmovedor libro Silencio, se mata de

1986. Este verdadero racismo progresista, tan preocupado de mantener impo-­

intelectuales europeos más admirados por Vargas Llosa: Jean-­François Revel

(véase por ejemplo Revel 2007).

Este escaparse de la propia responsabilidad atribuyendo sus culpas a

otros define la característica primordial de lo que Álvaro Vargas Llosa, Plinio

rgas Llosa, A.:1998). En su presentación del Manual del

perfecto idiota latinoamericano, Mario Vargas Llosa nos dice lo siguiente del

ellos son ricos y

viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos

en la que aquéllos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (él está en

).

Ni el personaje ni su idiotez son, sin embargo, para la risa. Allí está la coartada

perfecta para todo tipo de manipuladores latinoamericanos, desde Juan Perón

hasta Fidel Castro y Hugo Chávez, para solo nombrar tres connotados casos de

una lista casi interminable de demagogos que han utilizado y atizado, hasta la

saciedad, la necesidad latinoamericana de encontrar chivos expiatorios

foráneos para explicar sus propios fracasos.

Ahora bien, ¿cuáles son los verdaderos problemas que la teoría de la

conspiración internacional trata de ocultar? Vargas Llosa apunta a tres fenó-­

menos fundamentales como determinantes del atraso latinoamericano y de la

pobreza que es su consecuencia más trágica: un Estado corrupto y sobredimen-­

sionado, un capitalismo mercantilista

progreso.

El Estado latinoamericano, ese cruzamiento infeliz del caudillismo de la

región con lo peor del burocratismo español y el intervencionismo francés, es

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el tumor canceroso fundamental de la América Latina moderna. Sus raíces

Véliz (1980) en un libro que justamente lleva ese nombre. En un artículo

aparecido en El País en 1981, en el que comentaba el libro de Véliz, Vargas

Llosa planteó que este centralismo o tendencia a la organización de la sociedad

cuyos tentáculos se deslizan en todos

Perú esta tradición centralista-­estatista se remonta a la época incásica, pero

para la región en general su origen está en los sistemas de administración

colonial de raigambre ibérica:

La argumentación más prolija, documentada y apasionada del libro

se echaron las bases de un sistema centralista que la emancipación no

alteró en absoluto;; por el contrario, bajo toda la retórica de liberación

del yugo colonialista de la época, desde el primer momento las

flamantes repúblicas acentuaron y robustecieron sistemáticamente la

tradición centralista inaugurada bajo el dominio hispánico y portu-­

gués, perfeccionándola hasta convertirla en su naturaleza, en un

sentido casi ontológico. (Ibid)

La gran diferencia, claro está, reside en que los regímenes caudillescos que

sucedieron a la administración colonial implicaron una barbarización del

centralismo y del aparato del Estado hasta niveles impensables en la época

anterior. Las dictaduras de Rosas en Argentina, Melgarejo en Bolivia, Rodrí-­

guez de Francia en Paraguay y tantos otros antecesores de los Trujillos, los

Batistas o los Castros del siglo XX son fenómenos solo explicables por el paso

abrupto de las elites terratenientes y militares criollas al poder político sobre

esas nuevas repúblicas que administrarían, como tan bien lo dijo Faustino

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Sarmiento en su Facundo (1845), como si fuesen sus estancias y a su población

como si fuese su ganado. Este cáncer del Estado amalgamado con el

caudillismo ha minado también la democracia latinoamericana, que, por regla

general, tiende hasta nuestros días a transformarse en una forma personalista

y autoritaria de ejercicio del poder, donde el estado de derecho y la debida

protección de las minorías o de la oposición poco cuentan. Surge así,

resumiendo, aquel Leviatán latinoamericano que Octavio Paz tan certeramente

denominó, a propósito del caso mexi

que con una mano reparte privilegios y dádivas a sus clientes mientras que con

la otra oprime a una sociedad que a duras penas soporta su peso y su codicia

desmedida. Se crean así esas cadenas de relaciones entre patrones y clientes

que vertebran y corrompen las estructuras sociales latinoamericanas desde su

vértice hasta sus cimientos.

El ogro filantrópico no se contenta, sin embargo, con explotar y extender

la corrupción a través de la sociedad, sino que es la fuente de una desastrosa

inestabilidad económica y política ya que todo cambia cuando un nuevo

caudillo (ya sea comandante o presidente, o ambas cosas a la vez) llega al

poder con su comparsa de ávidos aliados y clientes. Además de esto, el ogro

estatal ha tendido a dilapidar los recursos públicos, gastar más de lo que

recauda, endeudarse ilimitadamente y generar violentos procesos de inflación

multiplicando con total irresponsabilidad la cantidad de dinero circulante.

Este Leviatán latinoamericano ha jugado un rol fundamental en el

desarrollo del segundo fenómeno que según Vargas Llosa explica el atraso y la

pobreza de la región: un capitalismo mercantilista que florece bajo el alero

protector del Estado. En vez de capitalistas modernos, cuyo éxito depende de

su capacidad de competir con productos mejores y más baratos en mercados

abiertos, ha surgido una clase empresarial que se nutre del privilegio conce-­

dido

esfuerzo sino de la aptitud para granjearse las simpatías de presidentes, minis-­

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de los créditos baratos, de los tipos de cambio manipulados, de los generosos

acuerdos con el Estado, de sus concesiones monopolísticas y, sobre todo, del

proteccionismo que cierra los mercados nacionales convirtiéndolos en cotos de

caza reservados para los capitalistas nacionales, que de esta manera pueden

hacerse inmensamente ricos sin preocuparse mayormente por la eficiencia de

sus empresas o la calidad de sus productos.

Así, el poder político corrompe a la economía y la economía, es decir, los

empresarios mercantilistas ya sean agrarios, comerciales, financieros o

industriales , corrompen al poder político pagando por los favores recibidos y

asegurándose de esta manera que sus privilegios se mantengan o aumenten. El

incapaz de competir

en mercados abiertos, nacionalista por necesidad y corrupto por naturaleza. Su

expresión de uno de los más dañinos predicadores del aislamiento latino-­

americano: André Gunder Frank.

Llegamos así al tercer componente de la explicación de Vargas Llosa

sobre los problemas latinoamericanos: una ideología económica nacionalista y

estatista que ha querido hacer del aislamiento frente al mundo y del interven-­

cionismo estatal ya sea bajo la forma del capitalismo mercantilista o de la

planificación socialista la fórmula mágica del progreso. Esta ideología, que en

su tiempo fue presentada como el sumun del progresismo radical, no es sino

una racionalización idealizada del lamentable estado de cosas imperante en la

región, con sus Estados ubicuos y sobre expandidos y sus elites siempre prestas

a pedir más protección contra sus potenciales competidores y más privilegios

del Estado.

A partir de los años 50 del siglo pasado la idea de que para desarrollarse

exitosamente había que separarse lo más posible de la economía mundial y

entregarle al Estado un rol económico protagónico se transformó en un dogma

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ía

trasnochada que era una segura receta para que nuestros países cerraran las

Llosa 2009:301):

Desde mediados de los años cincuenta, esta filosofía decimonónica

comenzó a propagarse por el continente, maquillada por caudalosos

objetivo de toda política progresista para un país de la región. El ilus-­

tre nombre de Raúl Prebisch la amparó;; la Cepal la convirtió en dogma

y ejércitos de intelectuales, llamados (por una aberración semántica)

academias, administraciones públicas, medios de comunicación,

ejércitos y hasta en los repliegues recónditos de la psiquis de América

prejuicios nacionalistas cedían, y, por ejemplo, acicateados por el reto

de la revolución tecnológica, los países europeos se unían en una gran

mancomunidad, y algunas naciones asiáticas, volcándose hacia el

mundo y trayendo hacia sí todo lo que el mundo podía ofrecerles para

crecer, empezaban a despegar, América Latina hacía como los

cangrejos: optaba,

por el nacionalismo y la autarquía. (Ibid:301-­303)

Soluciones liberales

Las soluciones que Vargas Llosa ha propugnado para los problemas de

América Latina se deducen lógicamente del diagnóstico recién esbozado y de

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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progreso debe ser una profunda reforma de los Estados corruptos y

elefantiásicos que han caracterizado a la región, para irlos reemplazando por

Estados democráticos honestos y comprometidos con el cumplimiento de una

legalidad que también debe ser accesible para

urgente de las reformas que necesitamos es la del Estado, fuente primera de

mucho más pequeños pero a su vez más fuertes y eficientes que los que han

imperado en América Latina:

Un Estado grande no es sinónimo de fuerte, sino, en la mayoría de los

casos, de lo opuesto. Esos inmensos entes que en nuestros países drenan

las energías productivas de la sociedad para alimentar su estéril

existencia son, en verdad, colosos con pies de arcilla. Su propio

gigantismo los vuelve torpes e ineptos y su ineficiencia e inmoralidad

los priva de todo respeto y autoridad, sin los cuales ninguna institución

u organismo puede funcionar cabalmente. (Vargas Llosa 1987:XXVIII)

Una de las reformas más importantes en este terreno es darle la protección de

la ley y el acceso a la legalidad a quienes más lo necesitan para vivir con un

mínimo de derechos y de seguridad ciudadana. Se trata de una reforma de gran

calado, ya que una parte sustancial de la vida económica y social

latinoamericana se ha venido desarrollado al margen de la ley, en la llamada

a veces con mucho éxito como lo

prueba el mismo desarrollo peruano de paliar como pueden esa falta de Esta-­

do y de legalidad de que padecen. Esta ha sido una de las insuficiencias más

escandalosas de los Estados latinoamericanos, que hoy se está pagando con la

pérdida de control de partes significativas de sus ciudades y de sus campos,

que han caído en manos del crimen organizado.

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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En política social se trata de crear un Estado realmente comprometido

con los menos favorecidos, que concentra el gasto social en sus necesidades y

no como hoy, donde la tajada del león de ese gasto así como de las inversiones

en infraestructura se la llevan las clases medias. Esto es fundamental en países

donde el clientelismo tradicional ha permitido, por ejemplo, darles educación

superior gratuita a los hijos de las clases medias y altas pero donde las escuelas

básicas de los barrios populares carecen de las condiciones más elementales de

funcionamiento.

En lo económico se trata de desmontar las bases del capitalismo mercan-­

libertad en nuestr

paso a un capitalismo moderno, independiente de los favores del Estado,

sabilidad primordial en la creación de la riqueza y el Estado velar porque ella

pueda cumplir esta función sin ataduras, dentro de normas estables y

promotoras. Nuestras sociedades deben abrirse al mundo, saliendo en busca

de mercados para aquello que podemos ofrecer y atrayendo hacia los nuestros

lo que nec

También se debe dar paso a un amplio proceso mediante el cual el

Estado restituya a la sociedad aquellas actividades que ha asumido dentro de

esa supuesta misión empresarial que tan dañina ha sido tanto para el Estado

como para las empresas que ha gestionado. Pero esta restitución debe hacerse

con una intensión social que es de fundamental importancia: difundir la

defender la propiedad privada que propagándola masivamente, haciéndola

accesible a los trabajadores, a los campesinos y a los pobres. Y no hay mejor

manera de que éstos comprendan el vinculo estrecho que existe entre las no-­

ciones de propiedad privada, de progreso y de libertad individual. -­

306)

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Esta afirmación de la libertad como fundamento de un sistema

económico capaz de crear bienestar tiene, fuera de su significado de principio,

un sentido muy práctico: de hecho los pobres, aquellos sectores de los cuales

poco o nada se esperaba, han estado creando, en América Latina en general y

en el Perú en particular, con su propio esfuerzo y sin siquiera contar con el

talismo de los pobres expulsados de la vida legal por las prácticas discrimi-­

natorias

de legalidad, reconocimiento y apoyo para que pueda desarrollarse con todavía

más fuerza, pero ello nada tiene que ver con que Don Estado crezca aún más,

la de los pobres no es

el refuerzo y magnificación del Estado sino su radical recorte y disminución.

No es el colectivismo planificado y regimentado sino devolver al individuo, a la

iniciativa y a la empresa privada, la responsabilidad de dirigir la batalla contra

Como fácilmente puede apreciarse estamos frente a un conjunto de

propuestas que rompen con mucho de lo que tradicionalmente se ha hecho y

ha fracasado en América Latina. Sin embargo, no se trata de nada sorpren-­

dente o que no haya sido probado en los países que han llegado a ser próspe-­

ros. Y aún más: estamos frente a propuestas que, desde que Vargas Llosa las

formulase de la manera recién expuesta durante la segunda mitad de los 80,

han ido ganando terreno en Latinoamérica a partir de la debacle que experi-­

encontrar una alt

Durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1990

Vargas Llosa precisó estas ideas generales en un programa concreto de

reformas en todos los terrenos, desde la lucha contra el terrorismo (que había

alcanzado niveles extremos) mediante la participación ciudadana y con un

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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irrestricto respeto de la legalidad hasta la apertura de la economía peruana al

mundo y la lucha contra la inflación (que se había transformado en

hiperinflación gracias al populismo irresponsable de Alan García) mediante un

saneamiento a fondo de las finanzas públicas y la reducción del tamaño del

Estado (eliminando, por ejemplo, la mitad de los ministerios existentes). Su

programa incluía también la privatización de esas fuentes de ineficiencia,

déficit y corrupción que eran las empresas públicas, cuyo número había

Velasco Alvarado (1968-­1975). Con esta medida se buscaba no solo combatir

esos verdaderos tumores cancerosos que eran esas empresas, sino, además, y

esto era decisivo, difundir la propiedad entre las clases modestas de la

sector público en su integridad hubies

Llosa 2010a:388).

De fundamental importancia era el abrirles las puertas de la legalidad y

lado y que según Vargas

dirección era la entrega de títulos de propiedad a los campesinos que de hecho

ya habían privatizado o quisieran privatizar las tierras colectivizadas por la

reforma agraria de Velasco Alvarado:

La renovación de la reforma agraria iba a consistir en dar títulos de

propiedad a los cooperativistas que hubieran decidido la privatización

de las tierras colectivizadas y en crear mecanismos legales para que

pudieran imitarlos las demás cooperativas. La privatización no sería

obligatoria. Las que quisieran continuar como tales podrían hacerlo,

a reforma del régimen de propiedad

de la tierra crearía cientos de miles de nuevos propietarios y empresa-­

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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rios, que podrían progresar, gracias a un sistema abierto, sin las

trabas y discriminaciones de que ha sido siempre víctima el agro en

relación con la ciudad. (Ibid:400-­401)

Se planteaba también concentrar el gasto social en los pobres y crear nuevas

cual había que dar a los pobres los medios para salir de la pobreza por sí

mis

esposa, Patricia, y plasmada en el Programa de Apoyo Social. Del accionar

concreto de Acción Solidaria provienen los momentos que Vargas Llosa

recuerda con más cariño de esos años en que lo envolvió el torbellino de la

cuero, las clases de alfabetización, de enfermería, comercio o planificación

familiar, y las obras en construcción de Acción Solidaria, era para mí una

emulsión de entusiasmo. Esas visitas me devolvían la seguridad de haber

Entre las propuestas que causaron más polémica estuvieron las

referentes a la educación, tema de importancia capital para crear esa igualdad

básica de oportunidades que todo movimiento liberal genuino busca alcanzar.

Es interesante analizar este punto un poco más en detalle ya que ilustra de una

manera ejemplar la victoria de la demagogia sobre la razón y la solidaridad:

En educación, anticipé una reforma integral, para que la igualdad de

oportunidades fuera por fin posible. Sólo si los niños y jóvenes

peruanos pobres recibían una formación de alto nivel estarían en

condiciones de igualdad, para abrirse campo en la vida, con aquellos

niños y jóvenes de familias de medios y altos ingresos que podían

frecuentar colegios y universidades privados. Para elevar el nivel de

aquéllos era necesario reformar los planes de estudios a fin de que

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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tuvieran en cuenta la heterogeneidad cultural, regional y lingüística de

la sociedad peruana , modernizar la preparación de los docentes,

pagarles buenos salarios y dotarlos de planteles bien equipados, con

bibliotecas, laboratorios y una infraestructura adecuada. ¿Tenía el

paupérrimo Estado peruano cómo financiar esta reforma? Desde luego

que no. Por ello, pondríamos fin a la gratuidad indiscriminada de la

enseñanza. A partir del tercer año de secundaria, la sustituiría un

sistema de becas y créditos, a fin de que, quienes estuvieran en

condiciones de hacerlo, financiaran en parte o en todo su educación.

Nadie que careciera de recursos se quedaría sin colegio ni universidad;;

pero las familias de medios o altos ingresos contribuirían a que los

pobres tuvieran una educación que los preparara para salir de la

pobreza. (Ibid:388)

Contra esta perspectiva tan razonable y auténticamente solidaria se ensañó esa

retórica populista tan destructiva pero lamentablemente tan exitosa que habla-­

si ésta

de algo les sirviera a los pobres. Vargas Llosa no trató de capear el temporal

retrocediendo o esquivando el bulto. Muy por el contrario:

Yo mismo intervine en la polémica, en aquélla y otras ocasiones, como

valedor de la propuesta. Es demagogia postular una educación univer-­

salmente gratuita, si el resultado de ello es que tres cuartas partes de

los niños estudien en colegios que carecen de bibliotecas, de labora-­

torios, de baños, de pupitres y pizarras y, muchas veces, de techos y

paredes, que los maestros reciban una formación deficiente y ganen

sueldos de hambre, y que, por tanto, sólo los jóvenes de clases media y

alta que pueden pagar buenos colegios y buenas universidades

reciban una formación que les asegure el éxito profesional. (Ibid:389)

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Este fue uno de los puntos, y no fue por cierto el único, donde Vargas Llosa

fracasó en su intento por hacer valer la razón y el principio de una verdadera

solidaridad que concentra sus recursos y esfuerzos en los más desfavorecidos:

al respecto desde entonces, en todos mis discursos hablé

del tema , ésta fue una de las reformas que asustó más a los electores y

La campaña de Vargas Llosa fue, para resumir, una manifestación sin

precedentes por la libertad, la solidaridad social y, no menos, por la hones-­

tidad. Su mensaje fue claro y sin artimañas: dijo con toda exactitud lo que

haría y los sacrificios que ello implicaría. Planteó la idea de que otro Perú (y

otra Latinoamérica) era posible, pero que esa posibilidad no se concretizaría

sin un gran esfuerzo común, sin la iniciativa y la creatividad de cada uno de los

peruanos, comenzando por los más pobres y marginados. No ofreció el encanto

traicionero del cambio mágico ni quiso asumir la figura del caudillo, que hace

creer que todo lo puede con su voluntad omnímoda. Quiso ganar como un

liberal y la mayoría de los peruanos no le dio su apoyo:

El programa para el que yo pedí un mandato y que el pueblo peruano

rechazó, se proponía sanear las finanzas públicas, acabar con la infla-­

ción y abrir la economía peruana al mundo, como parte de un proyecto

integral de desmantelamiento de la estructura discriminatoria de la

sociedad, removiendo sus sistemas de privilegio, de manera que los

millones de pobres y marginados pudieran por fin acceder a aquello

que Hayek llama la trinidad inseparable de la civilización: la legalidad,

la libertad y la propiedad. Y hacerlo con la aquiescencia y participación

de los peruanos, no con nocturnidad y alevosía, es decir, fortaleciendo,

en vez de minar y prostituir en el proceso de reformas económicas, la

principiante cultura democrática del país. (Vargas Llosa 2010a:587)

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Vargas Llosa perdió la lucha por la presidencia del Perú, pero las ideas que

proclamó han ido, poco a poco, ganando terreno en su país natal y en el resto

de América Latina. Ello hace pensar que tal vez fue él quien salió victorioso de

esos tres años enloquecedores que concluyeron el 13 de junio de 1990, cuando

las infalibles nubes de Lima borraron de nuestra vista la ciudad y nos

í a su generoso oficio de

escribidor.

Luces del progreso y sombras del caudillismo

Durante los dos últimos decenios los países de América Latina han alcanzado,

con algunas excepciones, progresos notables. A partir de una reestructuración

dolorosa pero necesaria en los años 80 sus sistemas económicos se han ido

liberalizando y abriendo al mundo, a la vez que sus finanzas públicas se han

estabilizado y la inflación ha descendido hasta niveles manejables. Esta ha sido

la base de un crecimiento económico y una reducción de la pobreza a

comienzos del nuevo milenio sin precedentes en la historia de la región. La

fortaleza alcanzada se manifiesta, palpablemente, en la capacidad de la

mayoría de los países de Latinoamérica de no solo no ser devastados por la

reciente crisis internacional sino de recuperarse de la misma con un vigor

inusitado. Junto a esto vemos un proceso de afianzamiento democrático muy

significativo, a pesar de los devaneos autoritarios y populistas que se detectan

en algunas naciones. La región está, afortunadamente, a años luz de aquellas

décadas trágicas de la guerra fría, cuando se vio abrazada por el fuego voraz de

la violencia revolucionaria y la contrarrevolucionaria. Todo indica que la insur-­

gencia guerrillera se encuentra hoy en un estadio terminal y los golpes de

Estado, esa feroz plaga latinoamericana, se han convertido en raras excepcio-­

nes. Por cierto que quedan problemas, entre ellos un importantísimo rema-­

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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nente de pobreza y el avance espectacular del crimen organizado, pero el pro-­

greso registrado es indiscutible.

En suma, muchas de las ideas y propuestas por las que Vargas Llosa

luchó en la justa electoral peruana de 1990 no solo han ganado aceptación sino

que le han permitido a América Latina remontar una difícil situación para

llegar a vivir los tiempos más promisorios de su historia. Entre las naciones

que más éxito han cosechado recientemente está justamente el Perú, que ha

dejado tras de sí aquellos luctuosos años del terrorismo senderista y el

contraterrorismo estatal y que hoy registra un crecimiento económico

considerable. Estos cambios tan alentadores han sido constatados con alegría

por Vargas Llosa, transmutando su anterior pesimismo acerca del futuro de la

región en un optimismo que no por ser cauteloso deja de ser evidente. Tal

como lo dijo en el Discurso Nobel leído el 7 de diciembre en Estocolmo:

De entonces [los años 60] a esta época, no sin tropiezos y resbalones,

América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de

César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padece-­

mos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secun-­

darla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas,

como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal

que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consen-­

sos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una

izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú,

Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica,

respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renova-­

ción en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la

insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina

dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del

presente. (Vargas Llosa 2010f:5)

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Sin embargo, tal como se menciona en este texto, existen algunas nubes negras

que todavía ensombrecen el panorama de la región y que, desafortunada-­

mente, no pueden ser ignoradas sin más. Las principales amenazas a los

avances alcanzados provienen, dejando aparte el tema del crimen organizado,

de dos fenómenos ampliamente analizados por Vargas Llosa: los rebrotes

populistas del caudillismo y el surgimiento de ideologías racistas y profunda-­

mente destructivas, como aquellas que encarna una parte significativa del así

llamado indigenismo. Sobre este último tema volveremos en el próximo apar-­

tado para concentrarnos ahora en la variante populista de esa vieja enfer-­

medad latinoamericana que es la de los caudillos.

Como ya se dijo, a través de su historia los latinoamericanos han mostra-­

do una fuerte atracción hacia lo mesiánico y lo utópico, hacia la búsqueda de

un remedio prodigioso para sus problemas gracias a una fuerza superior

persona, divinidad, ideología o institución que interviene para resolvérselos.

Se trata de una manifestación más de ese otrismo ya mencionado, pero ahora

no respecto de las culpas sino de las soluciones:

Sobre el latinoamericano pesa, como una lápida, una vieja tradición

que lo lleva a esperarlo todo de una persona, institución o mito, pode-­

roso y superior, ante el que abdica de su responsabilidad civil. Esta

vieja función dominadora la cumplieron en el pasado los bárbaros

emperadores y los dioses incas, mayas o aztecas y, más tarde, el

monarca español o la Iglesia virreinal y los caudillos carismáticos y

sangrientos del siglo XIX. Hoy, quien la cumple es el Estado. Esos

(Vargas Llosa 2009:300)

El Estado y los nuevos caudillos que se apoderan del mismo y lo ponen a su

servicio siguen lastrando la vida social latinoamericana. La creencia de que

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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alguien otro resolverá nuestros problemas es su combustible y su vórtice la

figura del caudillo, su cari

duo, confiando en una potencia avasalladora encarnada, en este caso, por esa

especie de superhombre supuestamente portentoso que es el caudillo. Se trata,

individuo, esclavizándose a una religión o doctrina o caudillo que asume la

responsabilidad de dar respuesta por él a todos los problemas, rehúye el arduo

1992:26).

El caudillo no tiene en realidad ideología o, de tenerla, ésta es algo

secundario, un ropaje con el que cubre la desnudez de su verdadera fuente de

poder: su persona mitologizada, temida y amada, aborrecida y adorada,

espantosamente omnipresente por medio de sus tentáculos políticos y policía-­

les pero a la vez protectora, arquetipo del patriarca brutal que personifica una

virilidad salvaje y seductora, voraz e incontrolable, puro deseo y voluntad. Por

ello es que el caudillo puede cambiar totalmente de posición y dar bandazos

ideológicos espectaculares, sin que esto lo afecte mayormente mientras siga

siendo capaz de despertar en su pueblo esa admiración aterrorizada en la que

funda su dominio.

Hace poco, en octubre de 2010, Vargas Llosa hacía la siguiente

reflexión acerca de la Venezuela de Hugo Chávez, destacando la esencia misma

del caudillismo y planteándose una pregunta fundamental acerca del cómo

combatirlo:

Se reprocha a la oposición venezolana carecer de líderes, no tener al

frente a figuras carismáticas que arrebaten a las masas. Pero, cómo,

¿todavía hay que creer en los caudillos? ¿No han sido ellos, esos

horripilantes payasos con las manos manchadas de sangre, embelecos

inflados de vanidad por el servilismo y la adulación que los rodea, la

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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razón de los peores desastres de América Latina y del mundo? La

existencia de un caudillo carismático supone siempre la abdicación de

la voluntad, del libre albedrío, del espíritu creador y la racionalidad de

todo un pueblo ante un individuo al que se reconoce como ser superior,

mejor dotado para decidir lo que es bueno y lo que es malo para todo

un país en materia económica, política, cultural, social, científica,

etcétera. ¿Eso queremos? ¿Que venga un nuevo Chávez a librarnos de

Chávez? Yo discrepo. Estoy convencido de que América Latina sólo será

verdaderamente democrática, sin reversión posible, cuando la inmensa

mayoría de latinoamericanos esté vacunada para siempre contra la

idea irracional, primitiva, reñida con la cultura de la libertad, de que

sólo un superhombre puede gobernar eficazmente y con acierto a esas

mediocridades que somos el resto de los seres humanos, esos rebaños

que necesitan buenos pastores que los conduzcan por el camino debido.

(Vargas Llosa 2010c)

Latinoamérica ha sufrido indeciblemente por su fe mágica en la fuerza demiúr-­

gica de ese Gran Macho que es el caudillo, pero no se puede desconocer que las

cosas han ido mejorando durante los últimos decenios en la medida en que el

proceso de democratización ha ido ganando terreno. Los caudillos de hoy se

ven cada vez más obligados a atenerse a las formas democráticas (con la

excepción de los Castro), pero al precio de desfigurarlas, transformándolas en

esa f the winner takes it all

es más que una caricatura de una democracia liberal o simplemente seria.

Hugo Chávez es el símbolo de esta forma antidemocrática de usar la

democracia, pero ha encontrados ávidos secuaces en Bolivia, Ecuador y

Nicaragua. Además, siempre está ese inquietante enigma que es Argentina,

cuna del caudillo populista latinoamericano por excelencia, Juan Perón, cuya

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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sombra sigue siendo larga en un país donde el estilo mafioso de hacer política,

lamentablemente, sigue siendo una realidad.

Esto no obsta, sin embargo, para coincidir con el optimismo o menor

pesimismo de Vargas Llosa. Lo que a él le da mayor esperanza es el surgimien-­

una izquierda que poco o nada tiene que ver con el marxismo totalitario o con

moderada y democrática, que no se obstina en perpetuarse en el poder, que

sostiene la necesidad de una disciplina fiscal rigurosa y que afirma las

bondades tanto de la economía de mercado como de la globalización. Esta

izquierda ha tenido sus mejores representantes en los presidentes socialistas

de Chile (Ricardo Lagos, 2002-­2006, y Michelle Bachelet, 2006-­2010) y en

Lula da Silva de Brasil, si bien la política exterior de este último, de andarle

repartiendo abrazos a variopintos dictadores lo deja a uno, con palabras

(Vargas

Llosa 2010b).

En 1993 Vargas Llosa asistió a una conferencia celebrada en la

Universidad de Princeton en la que participaban seis destacados líderes

izquierdistas (entre ellos Lula) que, de una manera u otra, se estaban

encaminando hacia una modernización de sus creencias. Mediante su

la izquierda en América Latina inmovilizada en la ideología, los dogmas y

sa 1994:223)

La conferencia puso de manifiesto que las cosas efectivamente estaban cam-­

muestran resueltos partidarios de la democracia, de las elecciones y el

denodados esfuerzos para no hablar de Cuba y, en todo caso, para no ser

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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clara y por ello Vargas Llosa le puso signo de pregunta al título del artículo que

¿Una izquierda civilizada? -­

damente, quitar el signo de pregunta: hemos visto ya a muchos socialistas que

historia y promover, sin complejos de inferioridad, una política económica

moderna, de corte liberal, de apertura al mundo, de apoyo a la iniciativa

izquierda de nuevo cuño es el gran adversario y el mejor antídoto contra esa

izquierda troglodita de los caudillos y los comandantes que aún da coletazos en

ciertas partes de la región.

Finalmente, y como componente sustancial del progreso reciente de

América Latina, está la evolución de una parte importante de la derecha de la

región hacia un sólido compromiso con la democracia y la sensibilidad social,

dejando tras de sí un largo y vergonzoso historial de golpismo instintivo e

presidente de Chile desde marzo de 2010, es el mejor símbolo de una

renovación que, completando la de la izquierda, puede echar las bases de una

estabilidad política que es una de las condiciones fundamentales del progreso

moderno.

El indigenismo y la utopía arcaica

Las amenazas al progreso de América Latina no solo provienen de posibles

recaídas en el caudillismo. Durante los últimos decenios ha surgido un tipo de

ideología y de líderes que explotan sin escrúpulos las viejas divisiones étnico-­

completamente fenecida. Esta orientación racista de los conflictos latinoame-­

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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mayor de las preocupaciones en Vargas Llosa que, además, ha podido consta-­

de los países desarrollados, siempre anhelante del buen salvaje.

La forma predominante que asume este nuevo racismo es el así llamado

indigenismo, que postula la existencia de un conflicto fundamental entre una

identidad originaria y las demás identidades latinoamericanas, consideradas

su odioso llamado a una lucha identitaria fratricida, no puede dejar de serle

repelente a Mario Vargas Llosa, defensor consecuente de la tolerancia, la

convivencia en la diversidad, el mestizaje y el derecho del individuo a

justamente ser considerado como un individuo y no como una personificación

de un supuesto colectivo. Además, se trata de una receta segura para destruir

los cimientos mismos de países que como el Perú y la mayoría del resto de las

naciones latinoamericanas, son verdaderos mosaicos de diversidad humana.

Que no se trata de un peligro teórico o supuesto lo probó con toda

claridad la elección presidencial peruana del año 2006, en la que una retórica

nacionalismo militarista anti-­chileno y todo tipo de acusaciones contra el

escasa distancia de ganar las elecciones. El padre de Ollanta, Isaac Humala, es

el creador de una de las doctrinas más abiertamente racistas y nacionalistas 3. Pero también

en otros países andinos e incluso en Venezuela el color de la piel y la etnicidad

han pasado a ocupar la escena política. En enero de 2006 Vargas Llosa escribió

lo siguiente acerca de este amenazante fenómeno y de cómo el mismo estaba

siendo legitimado fuera de la región:

3 Andrés Avelino Cáceres, presidente del Perú y héroe de la resistencia contra la ocupación chilena en la Guerra del Pacífico (1879-­1883).

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No hace muchos años parecía un axioma que el racismo era una tara

tiempo a esta parte, y gracias a personajes como el venezolano Hugo

Chávez, el boliviano Evo Morales y la familia Humala en el Perú, el

racismo cobra de pronto protagonismo y respetabilidad y, fomentado y

bendecido por un sector irresponsable de la izquierda, se convierte en

un valor, en un factor que sirve para determinar la bondad y la maldad

Plantear el problema latinoamericano en términos raciales como hacen

aquellos demagogos es una irresponsabilidad insensata. Equivale a

querer reemplazar los estúpidos e interesados prejuicios de ciertos

latinoamericanos que se creen blancos contra los indios, por otros,

igualmente absurdos, de los indios contra los blancos. En el Perú, don

: el Perú sería un país donde sólo los

"cobrizos andinos" gozarían de la nacionalidad;; el resto blancos,

negros, amarillos serían sólo "ciudadanos" a los que se les reconoce-­

rían algunos derechos. (Vargas Llosa 2009:242-­43)

El interés de Vargas Llosa por el indigenismo comenzó, sin embargo, mucho

antes de que las figuras recién mencionadas se hiciesen conocidas y cobrasen

relevancia política. Ya en 1996 publicó una obra de gran calado sobre el tema:

La utopía arcaica José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Se

trata de un extenso trabajo en que analiza, simultáneamente, las obras del

escritor peruano José María Arguedas (1911-­1969) y el surgimiento de la

ideología indigenista en sus diversas vertientes y variantes.

Para evitar el riesgo de confundir el trigo con la cizaña dejemos esta-­

blecido, ante todo, que Arguedas es un gran escritor de obras tan hermosas

como Los ríos profundos (1958) o tan fascinantes como Yawar Fiesta (1941).

Serie de Ensayos de la Biblioteca Virtual de Mauricio Rojas. Nº 26. 7 de abril de 2014

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Vargas Llosa, quien conoció personalmente a Arguedas ya en los años 50, dice

Faulkner (Vargas Llosa 2008a:13-­14). Pero dejemos de lado al escritor Argue-­

das para concentrarnos en lo que aquí nos interesa: las raíces y el desarrollo

del indigenismo.

El estudio de Vargas Llosa nos muestra, paso a paso, cómo se va creando

el mito de una edad de oro perdida y cómo se va construyendo, a partir de ella,

la idea de una etnicidad y una raza superiores. La edad de oro perdida no es,

como se podría pensar, el Imperio incaico o, con su verdadero nombre, el

Tahuantinsuyo4, sino una versión mitológica del mismo cuyo origen, sorpren-­

dentemente, no es latinoamericano, sino europeo. Así se confirma, una vez

más, aquello que Carlos Rangel expuso ya en los años 70 en su obra Del buen

salvaje al buen revolucionario

en absoluto americanos. Son mitos creados por la imaginación europea, o que

vienen de más lejos aún, de la antigüedad judeohelénica y asiática, y van a ser

reformulados por los europeos maravillados de haber descubierto un Nuevo

Según Vargas Llosa, fue Inca Garcilaso de la Vega (1539-­1616) nacido

en el Cuzco e hijo de un noble extremeño y una princesa inca quien con sus

Comentarios Reales de los Incas, escritos unos cuarenta años después de

haber dejado su Perú natal, inició la creación del mito del Incario, verdadera

piedra de toque del indigenismo moderno. Inca Garcilaso de la Vega fue el

eslabón central de una insólita cadena de transmisión, que va desde los griegos

clásicos hasta nuestros negadores contemporáneos de esa herencia de la que,

sin saberlo, son portadores:

No deja de ser paradójico que una ideología tan agresivamente nació-­

nalista y maniquea como el indigenismo, que funda toda su reivin-­

4 Del quechua: tawa, cuatro, y suyu, parte o región, en alusión a las cuatro grandes regiones que conformaban el Imperio inca.

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dicación de la cultura y la raza aborigen en el rechazo global de lo

europeo, tenga sus raíces en remotas leyendas griegas y latinas

reactualizadas por el humanismo renacentista italiano y anglosajón

con el que al mismo tiempo que con sus recuerdos de infancia

construyó su hermosa fabulación histórica el hijo de un conquistador

español y una princesa incaica, en Montilla, un remoto pueblo de

Andalucía. Esta antigua utopía nació a orillas del Mediterráneo en la

Grecia clásica y se extendió por Europa en la Edad Media, disuelta y

consagrada en el utopismo cristiano con los romances y ficciones de

caballerías. El Renacimiento la racionalizó y tradujo en esquema

teórico, ciencia histórica, sistema filosófico, doctrina política. Ella se

apoderó de América, sobre todo a partir del siglo XVIII, época

corrompido por la civilización. Así llegó hasta el llamado Nuevo

Mundo, donde se aclimató y metabolizó en manos de intelectuales,

artistas y literatos empeñados en afirmar su singularidad y la

especificidad cultural americana. (Vargas Llosa 2008a:219)

En el Perú se desarrolló, durante el siglo XX, una amplia literatura que fue

ensanchando el mito y proyectándolo hacia el futuro como una reivindicación

de una reconquista revolucionaria de aquel paraíso perdido. A partir de obras

como Tempestad en los Andes (1927) de Luís Valcárcel se fueron construyendo

las bases de la utopía etnosocialista del indigenismo actual. La influyente

producción de Valcárcel se extiende por varios decenios y así comenta Vargas

Llosa su libro Ruta cultural del Perú de 1945:

La percepción del Perú precolombino sigue siendo idílica e incons-­

cientemente marcada por la doctrina de raíz cristiana del paraíso per-­

dido y la moderna utopía colectivista del socialismo. Entre los incas no

había miseria, ni opresión, ni egoísmo;; el gobierno, paternal y laxo,

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daba amplia autonomía a las regiones y respetaba la idiosincrasia de

los pueblos incorporados al Tahuantinsuyo. La humanidad india vivía

feliz, en estado de naturaleza, hasta la llegada del conquistador, quien

introdujo el pecado terrible d

llegada del europeo cancela la inocencia de los aborígenes y el mal

empieza a corroer espiritual y físicamente un mundo donde imperaba

los Incas, en que la organización social, política y económica había

conquistado para el hombre, cualquiera fuese su lugar en el Estado, un

(Ibid:206-­207;; la parte final entrecomillada es una cita del libro de

Valcárcel)

que quien escribe sea un historiador: es ideológica y mítica. Para hacerla

posible, ha sido necesaria una cirugía que eliminara de aquella sociedad per-­

esta manera se ha logrado transformar una sociedad con rasgos fuertemente

totalitarios y que usaba la violencia más despiadada para someter a los pueblos

insumisos en una especie de sociedad ideal. Esto dice mucho, en realidad,

sobre los principios que han inspirado a quienes proponen este tipo de utopías:

para ellos el valor que todo lo supedita es la seguridad que el Estado puede

darle a sus súbditos. En esa perspectiva, la libertad individual no es más que

un estorbo para la realización de la gran obra de los supremos planificadores

dores).

En este contexto aparece la vertiente racista de la utopía indigenista. La

felicidad colectiva, administrada por ese magnánimo Estado, se basa en la

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mente. Se trata

nada menos que de una versión criolla de ideas muy semejantes a aquellas que

en Europa fueron propugnadas por aquel racismo que, en su versión más

extrema, desembocó en el nazismo:

¿Por qué era feliz la sociedad india prehispánica? Porque en ella el

Estado benévolo tomaba a su cargo la satisfacción de las necesidades

de todos los súbditos, quienes, dóciles y diligentes, se plegaban a los

designios planificadores del poder centralizador y filantrópico, pater-­

nalista y tolerante, que actuaba guiado sólo por el bienestar de la

colectividad. Ésta era étnicamente homogénea el desestabilizante fac-­

y de naturaleza

gregaria. (Ibid:207;; el texto entrecomillado es de Valcárcel)

Este componente racial, que es central en gran parte del pensamiento indige-­

nista, se halla, en algunos autores, directamente relacionado o más bien deter-­

minado por el paisaje andino mismo, que con sus características peculiares

moldea un tipo específico y mejor de ser humano. Esta variante, conocida

falso y foráneo, el

en la Costa, nunca en la serranía hermética e impropicia a toda bastardía y a

Valcárcel publicaba Tempestad en los Andes

nismo plasmado en esta obra se basa, según Vargas Llosa, en tres axiomas

racistas-­machistas:

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1) superioridad de la Raza (sangre y cultura) inca sobre la europea;;

2) superioridad de la sierra masculina sobre la costa femenina, a la que

los incas despreciaban como blanda, sensual e inactiva, y

3) superioridad del Cuzco autóctono sobre Lima, ciudad desnaciona-­

lizada y frívola. (Ibid:83-­84)

Gabriel Osborno, el personaje principal de una de las novelas de José María

Arguedas, El Sexto5, expresa muy bien la esencia de

los Andes, por sus características geográficas y culturales, representan una

forma más profunda y auténtica de humanidad que los desiertos y valles de la

costa, que por eso el pueblo quechua creó en esas alturas una civilización mo-­

ralmente superior a la occidental, que, aunque cercada y negada por los inva-­

-­266).

Ahora bien, el hecho de que estos mitos acerca de un Incario utópico y

una humanidad andina superior hayan surgido de la ensoñación de intelec-­

tuales europeos o peruanos y que los mismos sean hoy explotados por empren-­

dedores políticos sin escrúpulos, no obsta para reconocer su función de

mo que por siglos ha

despreciado al indígena y a su cultura. Tampoco es difícil ver en el indigenismo

un espíritu de revancha anclado en las profundas injusticias sociales y étnicas

(y ambas cosas se mezclan y condicionan mutuamente) que han caracterizado

tanto al Perú como a muchos otros países de América Latina. Ello le confiere al

indigenismo contemporáneo su caja de resonancia social y su capacidad de

movilización política. Esta misma circunstancia puede ser uno de los motivos

de esa condescendía y hasta simpatía con que algunos lo miran desde el

exterior, pero nada de ello lo hace menos racista, resentido y enemigo de esa

5 El Sexto era una siniestra cárcel limeña (clausurada en 1986) en la que la novela discurre. Arguedas había estado recluido, por razones políticas, ocho meses en ese penal en los años 30.

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convivencia en la diversidad que es lo único que puede darle un futuro a

América Latina.

En la plaza Che Guevara, bajo las pedradas

Han pasado ya casi diez años desde aquella tarde de junio de 1998 cuando

Mario Vargas Llosa habló sobre Adam Smith en el teatro de Rosario. Estamos

nuevamente en esta ciudad que se levanta en la margen occidental del Paraná,

hasta donde han llegado liberales de los más diversos países para celebrar los

veinte años de vida de Fundación Libertad y también para manifestarle su

cariño y gratitud a Gerardo Bongiovanni, su entusiasta fundador y presidente.

Llegar a Rosario no es fácil estos últimos días de marzo de 2008: las carreteras

están bloqueadas ya sea por violentos piqueteros peronistas ya sea por

agricultores indignados por los intentos de arrebatarles sus ingresos de parte

del gobierno peronista de los esposos Kirchner.

La ciudad en donde nos encontramos es la misma en que el año 1928

nació Ernesto Rafael Guevara de la Serna, hijo mayor de una familia argentina

de alta alcurnia. No muy lejos del gran auditorio donde se celebra el encuentro,

a que allí se

levanta un mural con la imagen de Guevara, aunque su nombre real es Plaza de

la Cooperación), se concentra algo más de un centenar de personas que, bajo

banderas rojas mezcladas con banderas cubanas, venezolanas y argentinas, se

han reunido p

dado cita en Rosario. En algunas banderas se ve la silueta estilizada de

Guevara hecha a partir de la famosa foto que Alberto Korda le tomase en 1960.

Si esto hubiese ocurrido unos cuarenta años antes yo hubiese sido, con toda

seguridad, uno más de los manifestantes, dispuesto a impedir, incluso median-­

te el uso de la fuerza, que esos lacayos del imperialismo y viles servidores del

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capital mostrasen sus despreciables rostros en esta ciudad donde el gran héroe

de la revolución había visto la luz del día.

Al divisarlos mis pensamientos no pueden sino volar hacia aquellos

tiempos de boina negra y sueños románticos cuando yo también creí que, tal

como Guevara lo expresó, todo el destino de la humanidad dependía de un acto

de valor sublime, de una entrega total, donde la muerte, la propia y la de

muchos otros, no era más que el modesto peaje que la historia nos imponía

el hombre

libre para construir una sociedad mejor

palabras finales de Salvador Allende. Me acordé del impacto que en ese joven

santiaguino de 16 años que yo era entonces tuvo el llamado de Guevara, en

abril de 1967, a darle la bienvenida a

luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de

Pensé entonces en ese hombre, fallecido hacía ya casi 40 años, que no

había vivido sino para escenificar su propia muerte, con la cual soñaba ya de

muy joven, a fin de inmortalizarse. Ese fue su verdadero Leitmotiv, el profundo

hilo conductor de su vida;; la revolución y el comunismo no fueron sino la gran

escenografía de una muerte tempranamente anunciada. En una poesía escrita

a los 19 años de edad expresaba así su deseo de una muerte que lo inmor-­

talizase:

¡Lo sé! ¡Lo sé!

Si me voy de aquí me traga el río.

Es mi destino: "hoy voy a morir".

Pero no, la fuerza de voluntad todo lo puede [...]

Morir sí, pero acribillado por

las balas, destrozado por las bayonetas,

si, no, no, ahogado no...

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un recuerdo más perdurable que mi nombre

es luchar, morir luchando.6

Que contraste, pensé, con ese hombre que justamente ese día cumplía 72 años

y que viajaba unos tres asientos más adelante en el autobús que esa tarde nos

llevaba de regreso al local de la conferencia. Este peruano-­latinoamericano-­

cosmopolita ya entrado en canas que había vivido para regalarnos vidas y que

recorría los cuatro rincones de aquella América Latina que Guevara había

querido convertir en un nuevo Vietnam hablando de la libertad, de la toleran-­

cia, de la democracia y, sobre todo, del amor a la vida.

El autobús se había detenido, los manifestantes de la plaza del Che

habían bloqueado la calle Mitre, por la que íbamos, y nos rodeaban. Pronto

cayeron las pedradas, se hicieron añicos varias ventanas, y no había forma ni

de avanzar ni de retroceder. Me levanté y le dije a Mónica, mi señora

cortinas semicerradas el triste espectáculo que se desarrollaba a nuestro

alrededor. Afortunadamente, después de unos diez interminables minutos

llegaron policías de civil en nuestra ayuda y el autobús pudo dar marcha atrás.

Cuando finalmente alcanzamos nuestro destino, pudimos constatar la magni-­

tud de los daños y sorprendernos de que todos hubiésemos salidos ilesos. Así

pudimos esa noche compartir mesa con, entre otros, Mario, Patricia, Álvaro y

Esperanza Aguirre, en la cena de honor con que se cerraba aquella celebración

de la libertad que fue nuestro encuentro en Rosario.

En un artículo publicado en el diario ecuatoriano El Universal Gabriela

Calderón, que también viajaba en el mentado autobús, relata así lo ocurrido:

6 El poema está reproducido en una multitud de fuentes. Entre ellas en http://es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Guevara

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estaba-­

mos cercados por aproximadamente 150 manifestantes que inmediata-­

mente procedieron a lanzar piedras a nuestro bus. Todos los que

estábamos en el bus cerramos las cortinas. Nuestra escolta de

seguridad llamaba por su celular y nadie le contestaba;; luego perdió la

señal. Las piedras rompieron una ventana y se escucharon los vidrios

caer. Luego rompieron tres más. Después escuché a alguien

debajo del asiento mientras Vargas Llosa permanecía sentado y tran-­

quilo en el asiento de al lado. Yo le pregunté si siempre lo recibían así y

me contestó que no siempre pero que frecuentemente. Luego los mani-­

festantes intentaron abrir la puerta del bus y por fin el bus logró dar

retro y salir de esa cuadra. Cuando le conté a mis amigos y familiares

ecuatorianos lo que había pasado, la primera pregunta de todos fue:

(Calderón 2008)

persona Mario Vargas Llosa, que sin duda no conocen. Lo que odian tampoco

son las ideas que él defiende, ya que de ellas, en verdad, saben muy poco o

demoníaca que encarna todos los males y es culpable de innumerables

desdichas, tanto sociales como personales. Este es un aspecto fundamental del

pensamiento tribal, ya que la tribu, para constituirse como tal y mantenerse

unida, necesita tanto de la supuesta bondad de las fuerzas mágicas encarnadas

en su jefe o caudillo como de una fuerza antagónica, igualmente mágica, pero

amenazante y destructiva, fuente de todos los males, y cuyo arquetipo no es

otro que el Anticristo del milenarismo medieval. Así se ordena el pensamiento

maniqueo, cuya paleta no tiene más colores que el blanco y el negro. Lo que

ocurrió en esa plaza rosarina no fue, en el fondo, más que una expresión de esa

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actitud tribal empapada de irracionalidad, donde solo hay buenos y malos,

amigos y enemigos, donde no existe el diálogo y se argumenta a pedradas.

La rabia que expresaban los apedreadores era, sin embargo, la de los

derrotados, la de aquellos que han visto sus dioses tribales reducidos a la

impotencia y abandonados por muchos o, peor aún, convertidos, como la ima-­

gen estilizada de Guevara, en mercancía barata del carnaval urbano moderno.

Todo marcha en su contra y en Vargas Llosa ven el símbolo de la única verda-­

dera revolución que Latinoamérica ha experimentado en su larga historia, que

no es aquella de las pistolas ni de los guerrilleros barbudos, sino de la simple

democracia, de los empresarios y el pedestre capitalismo, de la apertura al

mundo, de la libertad que va ganado espacios y creando, poco a poco, una

sociedad mejor.

violenta y primitiva de un malestar más amplio y difuso, presente entre mucha

gente que si bien ya no cree en los santones revolucionarios conserva una

cos no practicantes pero, a su manera relajada y algo distante, todavía creyen-­

tes. En el caso concreto de Vargas Llosa, ese malestar se acrecienta ya que su

sola existencia pone en entredicho algunas certidumbres elementales del

al la

gente buena y sensible, de corazón generoso y solidario, es naturalmente de

que sienten con el bolsillo y no con el corazón, gente tal vez habilidosa pero

innoble. Cuando se trata de los artistas se supone, axiomáticamente, que esto

es aún más cierto. Un artista verdadero debe ser, genéricamente, de izquierdas,

justamente porque en la misma naturaleza del artista está la sensibilidad y el

idealismo. De esta manera está el

y no deja por ello de ser tremendamente irritante e incluso desconcertante que

venga un señor de talento literario indiscutible, vida intachable y vocación soli-­

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daria incuestionable a proclamarse liberal, defender la globalización, hablar

bien de la economía de mercado y hasta celebrar a la señora Thatcher.

incómodos sino directamente disgustados por su férrea defensa de la libertad

integral, por su condena constante y consecuente de todo método reñido con la

otros se irritan por sus posturas respecto de nuestras elecciones vitales y estilos

de vida, e incluso habrá alguno un poco molesto por hacer de gran parte de su

última novela, El sueño del celta, un acta implacable de incriminación contra

ese colonialismo europeo que bajo las banderas del progreso y la civilización

fue capaz de construir una maquinaria tan brutal de explotación humana como

la que Leopoldo II de Bélgica montó en el Congo.

Así es Mario Vargas Llosa, el rebelde, el libertario, el cartógrafo de las

estructuras de poder, como dijo la Academia Sueca, un hombre que, como la

so le queremos.

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