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Manuel Corbera Millán

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Manuel Corbera Millán

EditaCentro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA)Consejería de Medio Ambiente Gobierno de Cantabria

AutorManuel Corbera Millán

ColaboradorRicardo Ingelmo Casado (Edición cartográfica y soporte digital de anejos)

FotografíaManuel Corbera Millán

Edición al cuidado deMario Corral GarcíaSecretaría GeneralConsejería de Medio AmbienteGobierno de Cantabria

Diseño y MaquetaciónJesús Aramburu GarridoEdigráfica Arte & Diseño

C/ Gándara 4. 1º D-239003 SantanderTfno. 942 21 50 92e-mail: [email protected]

ImprimeGráficas Rigel

ISBN978-84-935670-6-4

Depósito Legalxxx

© Centro de investigación del Medio Ambiente (CIMA)Consejería de Medio Ambiente Gobierno de Cantabria

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total oparcial de este libro y del material anejo, ni su incorporación a unsistema informático, gramofónico, reprográfico u otro sin elpermiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

A José Ortega ValcárcelGeógrafo

Cantabria es un único mosaico compuesto por innumerables teselas, también por lo que respecta a modelos territoriales. Entidades equivalentes,que no iguales (cada tesela, un color; la suma de teselas, un mosaicocolorido; todas, si no iguales, sí de igual importancia, es decir, equivalentes).Las necesidades y expectativas de cabuérnigos, pasiegos, trasmeranos,masoniegos, pejinos, campurrianos o lebaniegos, por poner sólo algunosejemplos, es de esperar que sean distintas, si bien todos convergen en unmismo objetivo, el bien común, que es, precisamente, el que los hacemiembros de una misma colectividad o, por mejor decir, lo que hace deellos, de todos nosotros, ciudadanos cántabros. La unidad debe entendersecomo encuentro y concertación de singularidades en la plaza común que, endemocracia, representa la Carta Magna constituida en 1978.

La montaña occidental cántabra, conocida por tradición, precisamente, como La Montaña, en oposición a los suaves valles litorales, denominados deforma colectiva como La Marina, presenta un modelo territorial concéntricoque, como al caer una piedra en un estanque, se expande en círculos. Elepicentro, el punto donde la piedra toma contacto con la lámina de agua delestanque, es el núcleo de población, que, en La Montaña, nunca recibe elnombre de aldea, término de origen árabe, sino el de pueblo, del latínpopulus, con la raíz indoeuropea pol- o por- que significa reunir, congregar,agregar. El núcleo de población se encuentra rodeado de distintos espaciosfuncionales que se suceden como capas de cebolla. El primero y máscercano al núcleo es la mies o terrazgo cerealístico, el segundo lo ocupan laspraderías, el tercero los invernales y el cuarto y el último el monte, asientodel complejo pastoril asociado a la braña o pastizal de altura, compuesto porseles o majadas, midiajos o sesteaderos de ganado, chozos de pastor, etc.

PRESENTACIÓN

Todos estos espacios son cuentas de un mismo collar que enhebra el hilo de la vida masoniega: la de sus antepasados, la de los masoniegos de hoy yla vida de las generaciones que están por llegar. No son, así pues, espaciosneutros, abstractos, sino espacios dotados de vida, espacios vividos y en losque vivir los días venideros.

El profesor Manuel Corbera, autor del presente trabajo, se ha ocupado dedos polos que son fundamentales para entender la vida apegada al territorio,la vida con gentilicio: la genealogía de los espacios que, una vez habitados,se convierten en lugares, y las ideas y vivencias que los explican, en otraspalabras, el autor atiende tanto a lo que podemos experimentar con lossentidos (lo que vemos o lo que palpamos) como al mundo ideacional queirriga lo que experimentamos físicamente. Prueba del cuidado puesto encubrir este doble flanco es que los espacios identificados, que son todos, lohan sido a través no sólo de sus coordenadas geográficas, sino también desus nombres propios.

Es voluntad de la Consejería de Medio Ambiente que estos espaciosreceptores de vida, que estos lugares masoniegos lo sigan siendo, es decir,que además de coordenadas geográficas posean coordenadas vitales.

Francisco L. Martín GallegoConsejero de Medio AmbienteGobierno de Cantabria

NOTA PRELIMINAR

Este libro forma parte de un proyecto financiado por la Consejería de MedioAmbiente del Gobierno de Cantabria, titulado Historia de los Paisajes Ruralesde Cantabria y realizado por el Grupo de I+D de la Universidad en “GeografíaHistórica del Paisaje” entre los años 2006 y 2008. Constituye sólo una de lasproblemáticas que se abordaron en dicho proyecto, la de las formas deorganización de los espacios de pastoreo. Algunas de las otras ya han sidopublicadas desde la misma Consejería, como la del transporte fluvial demaderas, que dió origen al libro de José Sierra Álvarez titulado Geografíahistórica de una utopía tecnológica de la Ilustración española: La flotaciónde maderas por el río Miera (Cantabria). El resto -que han estudiado temascomo las dinámicas históricas de las vertientes, los cauces fluviales y lavegetación, o la reconstrucción de la red viaria histórica, o el proceso deconstrucción de los terrazgos- esperan su turno para ver la luz e integrarse asíen el corpus de conocimientos compartidos que es base de la democraciaparticipativa por la que todos trabajamos.

Mi agradecimiento al exconsejero de Medio Ambiente y profesor José OrtegaValcárcel por haber creído en el proyecto de Historia de los Paisajes Ruralesen el que se inserta el presente trabajo. También, por supuesto, al consejeroactual Francisco Luis Martín Gallego y a los dos directores del CIMA que sehan sucedido desde que el proyecto empezó: Juan Carlos Guerra Velasco yMaría Luisa Pérez García, sobre quienes ha recaído la coordinación delmismo. Sin todos ellos el presente libro no habría visto la luz. Mi agradecimiento también a mis compañeros del grupo de investigación deGeografía Histórica del Paisaje al que pertenezco y que dirige RaquelGonzález. Todos sus miembros -Manuel Frochozo, José Sierra, AlbertoAnsola, Gerardo Cueto y Ricardo Ingelmo-, seguramente sin darse cuenta, através de sus conversaciones, de sus lecciones en el doctorado a las que hetenido la oportunidad de asistir o de las salidas conjuntas al campo, handejado algo de sí en este trabajo. Particularmente agradezco a José Sierralas lecturas de los distintos borradores y sus acertadas sugerencias. Tambiénagradezco de modo especial el apoyo que en lo que hace a la cartografía meha proporcionado el miembro más joven de nuestro grupo, Ricardo Ingelmo,mucho más experimentado que yo en el manejo de los Sistemas deInformación Geográfica.En el campo me han sido de gran valor las informaciones de dos vecinos delvalle: Miguel Ruiz, vecino de Quintanilla, y Avelino, vecino de los Pumares,que a pesar de sus avanzadas edades (79 y 81 años respectivamente) no lesfaltaron fuerzas para acompañarme hasta algunos puntos desde los que lasamplias vistas les permitían enseñarme los nombres de muchos lugares. Unainformación fundamental a la que también colaboraron otros muchos vecinosanónimos. A todos ellos mi reconocimiento. Finalmente quiero agradecer a Mario Corral, de la Consejería de MedioAmbiente, su atenta lectura y corrección del original, que sin duda ha contri-buido a evitar muchas erratas e incluso a mejorar algunos pasajes de laredacción.

AGRADECIMIENTOS

IntroducciónObjetivo y antecedentes bibliográficosLas fuentes documentales y cartográficasMicrotoponimia y definición de los espacios ganaderos según la terminología localTrabajo de campo pormenorizado

Capítulo I La organización del espacio ganadero, el paisaje actual y su evolución reciente Características del medioLa población y el poblamientoLas características del terrazgo cerealista y su evolución recienteLa propiedad y la explotación de la tierraLa ganadería: cabaña y explotaciónLos espacios ganaderos y pastorilesEl manejo ganadero

Capítulo IILa organización del espacio ganadero y el paisaje en el siglo XVIIIPoblación y poblamientoEl terrazgo concejil: las mieses o eríasPropiedad y explotación de la tierraLa ganadería: cabaña y explotación ganaderaLos espacios ganaderos y pastorilesManejo ganadero a mediados del siglo XVIII

Capítulo IIIEl proceso de construcción de los espacios ganaderos y pastorilesEvolución de los puertos, brañas, seles y majadasLos constructores y propietarios de los puertos, brañas, seles y majadasLa intensificación del sistema ganadero: la extensión de los prados de siega

Conclusiones

Mapas

Bibliografía

Anejos [soporte informático]Anejo I: Espacios de pastos: brañas, seles y majadas.Anejo II: Invernales de ArriaAnejo III: Invernales de Tanea

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ÍNDICE

introducción

1. Objetivo y antecedentes bibliográficos2. Las fuentes documentales y cartográficas3. Microtoponimia y definición de los

espacios ganaderos según la terminologíalocal

4. Trabajo de campo pormenorizado

1. OBJETIVO Y ANTECEDENTES BIBLIOGRÁFICOS

Puertos, majadas, cañadas, praderías,corrales, cabañas y chozos, son los compo-nentes culturales fundamentales de los pai-sajes pastoriles y ganaderos, que es lomismo que decir del paisaje cultural monta-ñés. Formas sutiles y acomodadas a la natu-raleza, a veces mimetizadas con ella, pero ala vez resultado de enormes trabajos deacondicionamiento. Las técnicas de construc-ción y de manejo ganadero, las secularesprácticas pastoriles y -como diría Vidal de laBlache- el género de vida resultante, consti-tuyen su acervo cultural, aquel que subyacebajo el paisaje, su parte oculta y sin embar-go omnipresente. Porque el paisaje de lasmontañas, entendido como paisaje culturales, en definitiva, trabajo social acumulado alo largo de los siglos.

La Geografía ha estudiado con frecuenciaestos aspectos, aunque no siempre de formaexclusiva. Uno de los trabajos paradigmáti-cos en que sí se hizo fue el magnifico estu-dio de Philippe Arbós publicado en 1922 ydedicado en su totalidad a los sistemas pas-toriles de los Alpes franceses1. La vie pasto-rale dans les Alpes françaises. Étude deGéographie Humaine, marcó sin duda unhito en los estudios dedicados a la materia,que sin embargo fue poco imitado. El impre-sionante estudio analizaba las condicionesde vida pastoriles, entendiendo por tales, noúnicamente las que impone la naturaleza,sino también aquellas que se derivan de lasrelaciones sociales -como la propiedad de lospastos- o de la necesaria combinación de laactividad ganadera y pastoril con la agricul-tura. Estudiaba también en detalle la explo-tación ganadera, tanto en sus formas anti-guas como en las que el autor conoció aprincipios del siglo XX, prestando particularatención a las formas de movilidad -la tras-humancia-, al hábitat y a la comercializaciónde los productos ganaderos, y todo ello en

El Valle de Lamasón16

1 . Ph. Arbós: La vie pastorale dans les Alpes françaises. Étude de Géographie Humaine. París: Librairie Armand Colin, 1922.

cada uno de los distintos espacios regiona-les. La montaña que ha recibido más aten-ción y en la que, por tanto, las prácticas deganadería extensiva, los espacios de pasto ysus instalaciones, las formas de manejo delganado y los géneros de vida de las comuni-dades pastoriles, se han llegado a conocermejor, ha sido, sin duda, los Pirineos. Desdela Geografía, en la misma línea que el traba-jo de Arbós, herederos también de la tradi-ción vidaliana, se encuentran los trabajos deHenri Cavaillès, principalmente La vie pasto-rale et agricole dans les Pyrénées desGaves, de l’Adour et des Nestes, publicadoen 19312. Incluso en su estructura seguía elmodelo del de Arbós, aunque dando quizásun poco más de entrada a la geografía histó-rica. Al margen de estos magnos trabajos,algunos aspectos particulares referidos aregiones pirenáicas concretas han sido objetode análisis brillantes, como el de Lefebvresobre la trashumancia en los bajos Pirineos,publicado en Annales de Géographie en19283, artículo en el que además de descri-bir pormenorizadamente las formas de tras-humancia, trató de explicar las razones desu diferenciación y las repercusiones quedicha movilidad tenía en las comunidades desalida y en las receptoras. En la vertienteespañola destaca el trabajo de geografía his-tórica de Floristán y Torres4 sobre las influen-cias pastoriles en el paisaje del Baztán, queestudiaba las técnicas de manejo pastoril ylos espacios destinados a su explotación uti-

lizando, principalmente, una serie de orde-nanzas del Valle entre finales del siglo XVII yprincipios del XX. Y en el ámbito de losPirineos catalanes habría también que añadirlas aportaciones de Llobet, Vilà Valentí y Riusobre la trashumancia en Cataluña5.

Los aspectos ganaderos y pastoriles hantenido también gran relevancia en trabajosgeográficos cuyo objeto era la propia cordille-ra pirenáica o algunas regiones dentro deella. Es el caso de trabajos ya clásicos, comoel de Max Sorre6 o el de Solé Sabarís7. Labreve síntesis de Sorre dedicaba algunaspáginas a subrayar la importancia de la acti-vidad pastoril en los géneros de vida pirenái-cos, apuntando meramente las diferencias delas cabañas, las razas tradicionales de lasdistintas especies y su manejo, la trashu-mancia y movilidad del ganado y, tan sólocomo mención, los tipos de construccionesasociadas a dichas prácticas. El estudio -recientemente reeditado en catalán- de SoléSabarís: Los Pirineos: El medio y el hombre,más amplio que el anterior, dedicaba todoun capítulo y parte de otro a la ganadería,las tradiciones pastoriles, las formas demanejo, la trashumancia y los movimientosdel ganado, las formas de propiedad y explo-tación, las casas e instalaciones construidasy los géneros de vida, y todo ello con ladiversidad que un territorio tan amplio yvariado ofrece, tanto más cuanto que serefiere a ambas vertientes de la cordillera.Conocedor de los trabajos de Arbós,

Introducción 17

2 . H. Cavaillès: La vie pastorale et agricole dans les Pyrénées des Gaves, de l’Adour et des Nestes. París: Librairie ArmandColin, 1931.

3 . Th. Lefebvre: “La transumance dans les Basses-Pyrénées”. Annales de Géographie, vol. 37, nº 205, 1928.4 . A. Floristán y Mª P. Torres: “Influencias pastoriles en el paisaje rural del Valle del Baztán”, Pirineos, nº 95, 1970, p. 5-46.5 . S. Llobet – J. Vilà Valentí: “La trashumancia en Cataluña”, XVI Congreso Internacional de Geografía, III, Lisboa, 1951,

p. 43-62. J. Vilà Valentí: “Una encuesta sobre la trashumancia en Cataluña”, Pirineos, 17-18, 1950, p. 405-445. M.Riu: “Formación de la zona de pastos veraniegos del monasterio de Santes Creus en el Pirineo durante el siglo XII”.Santes Creus, 14, 1961, p. 137-153.

6 . M. Sorre: Los Pirineos. Barcelona: Editorial Juventud, 1949.7 . Ll. Solé Sabarís: Los Pirineos: El medio y el hombre. Barcelona, Alberto Marín, 1951.

Cavaillès y Lefebvre -a quienes cita en algu-na ocasión- aplica un modelo de análisissimilar e igualmente eficaz en lo que hace ala descripción y clasificación de los sistemasde trashumancia o a los tipos de casas, bor-das, cabañas y otras construcciones pastori-les. Sus resultados sólo se ven limitados porla extensión que le dedica dentro de la obra.

Algo posterior y a una escala distinta, conun enfoque más ajustado a las monografíasregionales, el estudio de Max Daumas sobrela vida rural en el alto Aragón constituye asi-mismo una importante aportación al tema8.

Más recientemente la actividad pastoril yganadera en la vertiente francesa de losPirineos ha sido objeto de atención desde labiogeografía. En el laboratorio GEODE(Géographie de l’Environnement) de Toulousedirigido por Jean Paul Metailie y dentro deuna línea general de Historia Ambiental, sehan desarrollado trabajos que intentan rela-cionar esta actividad con la evolución de lavegetación en la larga duración. Los trabajosde Didier Galop9 y sus colaboraciones conBernard Davasse y con Christine Rendu10,proporcionan una nueva mirada de gran inte-rés e introducen métodos de análisis queabren nuevos caminos a la reconstrucción depaisajes ganaderos. Desde la Arqueología, elprincipal trabajo de Christine Rendu centradosobre un pequeño espacio (unas 2.000 Ha.)de los puertos pirenáicos de verano deEnveig11, constituye hoy un trabajo de refe-rencia, una guía metodológica que supera,sin duda, los límites de su disciplina.

También desde otras disciplinas, como laAntropología y Etnografía, se han producidoimportantes aportaciones. Entre los numero-sos trabajos etnográficos cabe quizás desta-car el de Salvador Vilarrasa dedicado a lavida de los pastores pirenaicos -principal-mente del Ripollés- publicado en 193512.Desde la Antropología resulta imprescindibleel magnifico estudio de Severino Pallaruelo13

que combina el trabajo histórico y la utiliza-ción de abundante documentación escrita -mucha de ella única y de enorme interés-con el trabajo de reconocimiento físico decampo y un gran número de entrevistas apastores. Finalmente, desde una perspectivapluridisciplinar aunque con un fuerte pesode la mirada de los técnicos de los serviciosde ganadería, los tres volúmenes de la colec-ción de Cuadernos de Trashumancia publica-da por el ICONA y dedicados al PirineoNavarro (nº 20), Aragonés (nº 6) y Catalán(nº13), contribuyen de forma decisiva alconocimiento de los espacios de pastos, lascañadas e instalaciones ganaderas, ademásde las formas de propiedad y de manejoganadero reciente, pero también históricas.

En la cordillera cantábrica, los estudiosdedicados a los espacios ganaderos y a lasformas extensivas de manejo pastoril, hansido también abundantes. Ciertamente nocuenta con obras equivalentes a las de Arbóspara los Alpes franceses o Cavaillès para elPirineo, pero sí con trabajos más parciales,dedicados a aspectos concretos o a modelosparticulares. No hay más que recordar los

El Valle de Lamasón18

8 . M. Daumas: La vie rurale dans le haut Aragón oriental. Madrid: CSIC, 1976.9 . D. Galop: La forêt, l’home et le troupeau dans les Pyrénées. 6000 ans d’histoire de l’environnement entre Garonne et

Méditerranée. Toulouse: GEODE. Laboratoire d’Ecologie Terrestre, 1998,10 . B. Davasse, D. Galop et Ch. Rendu: “Paysages du Néolitique à nos jours dans les Pyrénées de l’Est d’après l’écologie

historique et l’Archeologie pastorale”, en La dynamique des paysages protohistoriques, antiques, médievaux etmodernes. Sophia Antipolis, 1997, p. 577-599.

11 . Ch. Rendu: La Montagne d’Enveig. Une estive pyrénéenne dans la longue durée. Canet: Trabucaire, 2003, 666 p.12 . S. Vilarrasa i Vall: La vida dels pastors. Ripoll: Tipografia Ripollesa de Daniel Maideu, 1935.13 . S. Pallaruelo: Pastores del Pirineo, Madrid: Ministerio de Cultura, 1988.

trabajos de Manuel de Terán14 y principal-mente su artículo sobre la cabaña pasiega,primera mirada geográfica desde el paradig-ma vidaliano al género de vida y prácticaspastoriles en los Montes de Pas15. Tampocose puede olvidar el estudio de FerrerRegales16 (1963) sobre la ganadería bovinaen la región asturcántabra, trabajo en el quedestinó la primera parte a describir lascaracterísticas de la organización ganaderadel espacio antes de lo que denominó “revo-lución ganadera”. O los trabajos de OrtegaValcárcel, tanto los dedicados particularmen-te al tema como aquellos que siendo másgenerales prestan atención a esta problemá-tica; destacan -al margen de su magno tra-bajo sobre las Montañas de Burgos17- suartículo sobre los Montes de Pas, una lúcidaaproximación a la explicación de ese peculiarmodelo de manejo ganadero18, y su libritosobre la Cantabria rural19, que proporcionalas claves para entender la organización delespacio rural y el papel de los espaciosganaderos dentro de ella. También sonimportantes algunos estudios sobre la organi-zación tradicional del espacio rural en losque el tema ganadero cobra particular impor-tancia, caso de los clásicos de Jesús García

Fernández sobre la España Atlántica20 osobre la Asturias rural21; o aquellos otros decorte más regional pero en los que la gana-dería y las prácticas pastoriles constituyenun asunto de gran relevancia, como el traba-jo de Fermín Rodríguez sobre el concejo deLena22 o su tesis doctoral sobre la organiza-ción agraria de la montaña central asturia-na23. Fuera de ese enfoque y más en la líneade estudios del paisaje, este mismo autorhizo, más recientemente, de editor de unlibro pluridisciplinar que incluye tambiéninteresantes capítulos dedicados al pastoreoen la montaña asturiana24.

Como en el caso pirenáico, también parala cordillera cantábrica aparecen interesantesaportaciones a los estudios pastoriles desdeámbitos disciplinarios no geográficos. Desdela Historia erudita cabe destacar el libro deMateo Escagedo Salmón sobre las costum-bres pastoriles25, en el que recopila, transcri-be, traduce e interpreta una documentaciónhistórica escrita de gran interés. Igualmentedesde la Historia, aunque con cierto sesgoetnográfico, resultan de interés los trabajosde Uría Riu sobre los vaqueiros de alzadaasturianos -recopilados en 197626- en losque se ofrecen algunas de las claves de

Introducción 19

14 . M. Terán: “Vie pastorile et économie d’élevage dans la province de Santander”, 94-105.15 . M. Terán: “Vaqueros y cabañas en los Montes de Pas”. Estudios Geográficos, nº 28, 1947, 493-536.16 . M. Ferrer Regales: La ganadería bovina en la región asturcántabra. Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1963.17 . J. Ortega Valcárcel: La transformación de un espacio rural. Las Montañas de Burgos. Valladolid: Universidad de

Valladolid, 1974.18 . J. Ortega Valcárcel: “Organización del espacio y evolución técnica de los montes del Pas”. Estudios Geográficos, nº

140-141, 1975, p. 863-899. 19 . J. Ortega Valcárcel: La Cantabria rural: sobre “La Montaña”. Universidad de Cantabria, 1987. J. García Fernández:

Organización del espacio y economía rural en la España Atlántica. Madrid: Siglo XXI, 1975. J. García Fernández:Sociedad y organización tradicional del espacio en Asturias. Gijón: Severiano Cañada/Editor, 1988.

20 . J. García Fernández: Organización del espacio y economía rural en la España Atlántica. Madrid: Siglo XXI, 1975.21 . J. García Fernández: Sociedad y organización tradicional del espacio en Asturias. Gijón: Severiano Cañada/Editor, 1988.22 . F. Rodríguez Gutiérrez: Transformación y crisis de un espacio de montaña: el concejo de Lena. Ayuntamiento de Lena

(Asturias), 1984.23 . F. Rodríguez Gutiérrez: La organización agraria de la montaña central asturiana. Oviedo: Consejería de Educación,

Cultura y Deportes del Principado de Asturias, 1989.24 . F. Rodríguez Gutiérrez: Paisajes y paisanajes de Asturias. Organización del espacio y vida cotidiana tradicional. Asturias:

Ediciones Trea, 2001.25 . M. Escagedo Salmón: Costumbres pastoriles Cántabro-Montañesas. Santander: Imprenta Provincial, 1921.

explicación de su original sistema y modo devida. Para Cantabria y en concreto para elámbito pasiego merecen ser mencionados lostrabajos poco conocidos de Arnaldo Leal27 ylos de Manuel García Alonso, principalmentesu libro sobre la cabaña pasiega28. Desde laAntropología hay que recordar los trabajos deTax Freeman, también sobre los pasiegos29, yel de Ana María Rivas para el conjunto delas comunidades rurales de Cantabria30. Enun ámbito próximo a la Etnografía resulta deutilidad el libro de Ernesto Bustio y José LuísCasado sobre los pastores de Picos deEuropa31. Y, al igual que para los Pirineos, sepuede contar para la montaña cantábricacon los correspondientes volúmenes de lacolección del ICONA Cuadernos deTrashumancia, el número 17 dedicado a lospuertos de Pernía, Páramos y Alto Campoo yel 3 a la Montaña Leonesa, y en esa mismalínea no se puede olvidar el gran trabajo de

Manuel Rodríguez Pascual sobre la trashu-mancia32. Finalmente, desde una perspectivamultidisciplinar, en una encrucijada entre laGeografía, la Historia, la Sociología y lamirada de los técnicos en desarrollo rural,hay que reseñar el sugerente trabajo deJaime Izquierdo y Gonzalo Barrena sobre lospastores y queseros de Picos de Europa33.

Todos estos trabajos constituyen unimportante acervo en el que se ha apoyadola investigación que aquí se presenta. A elloshabría que añadir mis propios trabajos, ante-cedentes de la misma34. Su objetivo: elconocimiento de los espacios pastoriles, desu funcionamiento, de sus orígenes y evolu-ción en la larga duración; una problemáticaque, como hemos visto, ha sido ya abordadapor otros para ámbitos geográficos diversos.La mayor novedad que aquí se pretende esde carácter metodológico. Se intenta unaaproximación a mayor escala y en consonan-

El Valle de Lamasón20

26 . J. Uria y Riu: Los vaqueiros de alzada y otros estudios (De caza y etnografía). Oviedo: Biblioteca Popular Asturiana,1976.

27 . A. Leal: De aldea a villa. Historia chica de las tres villas pasiegas. Vega de Pas: Museo de las Villas Pasiegas, 1991.También: Los Pasiegos: colonización del entorno y conquista de una dignidad. Vega de Pas: Museo de las VillasPasiegas, 1991.

28 . M. García Alonso: “Los seles y el pastoreo tradicional en Cantabria”. Revista Altamira, tomo XLIX, 1990-91, pp. 111-152. También La cabaña pasiega. Origen y evolución arquitectónica. Santander: Consejería de Cultura y Deporte delGobierno de Cantabria, 1997; “Sobre el pastoreo de la Merindad de Campoo. Algunas evidencias de la Arqueología delPaisaje”. Cuadernos de Campoo, nº 22, 2000; “Los seles de los Montes de Pas. Evidencias materiales de los comienzosde la ocupación en las montañas pasiegas”, en Sautuola /XII. Santander: Instituto de Prehistoria y Arqueología“Sautuola”, 2007, págs. 473-506.

29 . S. Tax Freeman: The Pasiegos. Spaniard in no man’s land. Chicago: University of Chicago, 1979. También: “Notas sobrela trashumancia pasiega”. Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz”, II, 1970.

30 . A. Mª Rivas: Antropología Social de Cantabria. Santander: Universidad de Cantabria, 1991.31 . E. Bustio Crespo y J.L. Casado Soto: Los últimos pastores de los Picos de Europa. Tresviso y el Macizo de Andra.

Santander, 2006.32 . M. Rodríguez Pascual: La trashumancia. Cultura, cañadas y viajes. León: Edilesa, 2001.33 . J. Izquierdo y G. Barrena: Marqueses, funcionarios, políticos y pastores. Crónica de un siglo de desencuentros entre

naturaleza y cultura. Oviedo: Ediciones Nobel, 2006.34 . M. Corbera Millán: “Évolution des techniques pastorales et différentiation des paysages d’élevage dans la montagne can-

tabrique (Espagne)”, en Laffont, P.-Y. (ed.): Transhumance et estivage en Occident des origines aux enjeux actuels.Toulouse: Presses Universitaires du Mirail, 2006, págs. 151-162. “La resistencia de un sistema milenario de trashu-mancia ganadera de corto recorrido en el Valle de Cabuérniga (Cantabria)”. Scripta Nova. Revista electrónica de geogra-fía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona. Vol. X, nº 218 (01), 2006. “Técnicas pastoriles y paisajerural: origen y evolución de las praderías invernales en los valles del Nansa-Lamasón”. Reviesta Ería, nº 71, págs. 301-318, 2006. “El proceso de colonización y de construcción del paisaje en los Montes de Pas”. Reviesta Ería, nº 77,2008, págs. 293-314.

cia con ella una metodología de análisisajustada al detalle, a los espacios pequeños,pero permitiendo un cierto alejamiento paracontemplar conjuntos mayores: las propiasunidades en que se integran.

Por eso se ha elegido una unidad históri-ca bien definida y de reducidas dimensiones,el Valle de Lamasón (Mapa 1), con unaextensión de 7.120 hectáreas; un área queha podido someterse a una prospección por-menorizada para reconocer sobre el terrenolas características particulares de los espa-cios que destina y ha destinado secularmen-te al sostenimiento de su cabaña ganadera ypara la que, además, se dispone de abun-dante documentación escrita. Ciertamente,no se trata aquí de abordar un estudio deltipo del realizado por Christine Rendu para elpuerto pirenáico de Enveig; su escala de tra-bajo es aún mayor que la que aquí se pre-tende y la formación de la autora es princi-palmente arqueológica. No se persigue estu-diar pormenorizadamente la evolución de losaprovechamientos de unos puertos y maja-das como hace ella; se trata más bien deestudiar los diversos espacios pastoriles yganaderos integrados en un pequeño valle;de estudiar, sí, por supuesto, los puertos,brañas y majadas, chozos y corrales, perotambién las praderías y cabañas invernalesque constituyen las formas más elementalesde intensificación del sistema extensivo, ytambién los propios prados integrados en elterrazgo próximo a los núcleos de población.Se trata de estudiar todos esos espaciosganaderos organizados por las comunidadescampesinas que han vivido y trabajado en el

Valle35 a lo largo de los siglos, y en cuyaconstrucción y organización ha intervenidosu saber acumulado, sus formas de colabo-ración y también sus conflictos entre veci-nos, estamentos y comunidades vecinas. Setrata precisamente de estudiar dichos espa-cios desde esas mismas comunidades cam-pesinas, conociendo sus relaciones sociales,sus prácticas de manejo pastoril y ganadero,y sus técnicas. Y todo ello a través de suevolución histórica, reconociendo las trans-formaciones que han experimentado, su pasode un estadio a otro; una evolución que, porcierto, no siempre ha recorrido un itinerariopredecible, aquel que debería seguir lasecuencia: espacio natural, espacio pastorilextensivo, intensificación de las prácticasganaderas, decadencia y abandono.

El trabajo aspira a integrarse en la tradi-ción de la Geografía Histórica, sin renunciara ninguno de los enfoques que le son pro-pios. Se propone explicar los paisajes actua-les indagando retrospectivamente en sus orí-genes, en la evolución de las relacionessociales y las técnicas de colonización, deacondicionamiento del espacio, de construc-ción de sus instalaciones y equipamientos,de manejo ganadero; otorgando a esas técni-cas la importancia que en ocasiones -comonos recuerda Sigaut36- le ha negado laGeografía; concibiéndolas -a la manera deSauer37- como la expresión misma de sumodelo cultural. Un enfoque retrospectivoque priorizará los procesos sin olvidar las for-mas; con especial atención al reconocimien-to de ciertos cambios referidos, por ejemplo,a los ritmos de colonización (deforestación,

Introducción 21

35 . El Valle constituye la unidad territorial histórica, que no coincide exactamente con la unidad geográfica. Cuando el textose refiera a la unidad territorial el término Valle aparecerá con mayúscula, mientras irá con minúscula cuando el términose refiera al concepto geográfico.

36 . F. Sigaut: “Pourquoi les géographes s’intéressent-ils à peu prés à tout sauf aux techniques?”. L’Espace Géographique, nº 4, 1981, p. 291-293.

37 . C. O. Sauer: “Foreword to Historical Geography”, in Leighly, J (ed.): Land and life: a selection from the writings of CarlOctavian Sauer. Berkeley: University of California Press, 1974 (1965), p. 351-379.

desbroce, creación de brañas y majadas,ampliación de las praderías invernales) o alos cambios de cultivos que indican unadedicación más ganadera del terrazgo (desaparición de ciertos cultivos, introduc-ción del maíz y de los prados en el terrazgocerealista). Todo ello sin olvidar que la expli-cación de dichos cambios -relacionados conla evolución de prácticas culturales- seencuentra fundamentalmente en la evoluciónde variables socioeconómicas (distribuciónde la propiedad, pérdida de influencia de lanobleza local, demanda de los mercados).

De forma complementaria la investigaciónse propone a la vez intentar, en la medida delo posible, la reconstrucción de paisajes delpasado mediante un enfoque regresivo -comoproponía Marc Bloch38-, pues es a través deesos cortes horizontales y de su comparacióncomo podremos entender el funcionamientohistórico del sistema y valorar adecuadamen-te los cambios sociales y técnicos que sehan ido produciendo. Por eso el trabajo partede una descripción pormenorizada del paisa-je y el sistema de manejo ganadero actual yde mediados de los años 50 del siglo XX. Uncorte horizontal de partida desde el cualpoder remontarnos dos siglos y medio en eltiempo y así establecer un nuevo corte en lasegunda mitad del siglo XVIII; una recons-trucción paisajística bastante nítida aún, gra-cias a la abundancia de fuentes para esaépoca. Hacia atrás, sin embargo, ya nopodremos establecer nuevos cortes, aunquesí colocar las piezas sueltas de un puzzleincompleto e intentar establecer hipótesissobre el proceso de construcción de ese pai-saje del Setecientos. El tercer capítulo dellibro atenderá, por tanto, sobre todo al pro-ceso y no se detendrá en el Setecientos, sinoque analizará también los cambios aconteci-

dos en los siglos más próximos a nosotros, elXIX y el XX. Por su parte, los dos cortes hori-zontales que ocupan el primer y segundocapítulos del libro no constituyen, porsupuesto, descripciones de los paisajes enuna fecha concreta; se trata más bien de dosacercamientos a fragmentos del proceso (elprimero incluiría los cambios en la segundamitad del siglo XX y la primera década delXXI, el segundo los que es posible detectar alo largo del siglo XVIII), analizados con ungrado de detalle que permite detenerse conmayor atención en las formas, sin por elloolvidar el proceso.

2. LAS FUENTES DOCUMENTALES Y CARTOGRÁFICAS

La documentación histórica que propor-ciona información precisa sobre las prácticasy espacios ganaderos es abundante y ricapara el Valle de Lamasón. Se encuentra dis-persa entre distintos archivos y bibliotecas ysu naturaleza es bastante variada; operativa-mente -y sin ánimo de establecer ningunatipología- la agruparé en los siguientes apar-tados: normativa (ordenanzas de Valle), judi-cial (pleitos), catastral, notarial (aunque esteúltimo apartado de por sí ya presenta unaenorme variedad: compra-ventas, hipotecas,poderes, licencias, inventarios post mortem,contratos, etc.), municipal y cartográfica.

El Valle de Lamasón22

38 . M. Bloch: La historia rural francesa. Barcelona: Crítica, 1978.

Documentación Normativa:

Las Ordenanzas del Valle de Lamasón.1764.

Se han localizado dos versiones de estasordenanzas, una incluida en un libro notarialde 1764 del escribano Pedro Gutiérrez deAgüeros (AHPC, Protocolos Notariales, leg.2.488, f. 3-15, 1764) y otra en la secciónde manuscritos de la Biblioteca Municipal deSantander (BMS, sección manuscritos, Ms.446), ambas de la misma fecha aunque laprimera más completa que la segunda. Sipor lo general las ordenanzas concejiles y devalle proporcionan una información rica en loque hace al sistema de explotación ganade-ra, a la forma de manejo y a las prácticaspastoriles, en el presente caso aportan ade-más detalles que no son tan habituales. Así,junto a los acostumbrados capítulos ganade-ros (que establecen los calendarios de cierrede las erías y praderías o las de derrota delas mismas, de desplazamiento del ganado alos pastos de primavera y verano y su retor-no, la selección de los sementales, la separa-ción del ganado mayor y menor y por espe-cies, del duendo y bravo dentro del vacuno,las órdenes de guarda del ganado y de pren-dadas de los ganados de los transgresores delos límites), aparecen toda una serie de men-ciones muy concretas y localizadas mediantetoponimia menor a las dehesas, a las caña-das y seles asignados a cada cabaña, lo queha permitido (tras vencer las dificultades delocalización y después de recorrer la mayorparte de dichos lugares) conocer los espaciosde paso y de estancia del ganado a media-dos del siglo XVIII.

Documentación Judicial:

a) Pleito de Lafuente, Burio y Valle deLamasón con el concejo de Cabanzón por elaprovechamiento del pasto, roza y corta enel puerto de Arria, 1655-1672 (AML).

Aunque los lugares más directamenteimplicados eran Lafuente (y sus barriosPumares y Burió) y el concejo de Cabanzón,se trata realmente de un pleito entre el Vallede Lamasón y el de Herrerías (ya que comose dice en el documento el concejo deCabanzón estaba formado en esos momentospor los lugares de Cabanzón, Camijanes,Cades, Otero y Casamaría). El pleito es indi-cativo del incremento de la presión ganade-ra, que se traduce en un intento de privatizarlos aprovechamientos de los espacios quecorresponden a cada jurisdicción, restringien-do los derechos ancestrales que tenían decompartir dichos aprovechamientos las juris-dicciones vecinas. Resulta, además, intere-sante por cuanto nos permite conocer el sis-tema de aprovechamiento de la dehesa deArria y aproximarnos a su estado de coloni-zación, privatización y acondicionamientopara mediados del siglo XVII.

b) Pleito seguido por el concejo deBuelles con el lugar de Lafuente sobre elaprovechamiento de pastos con sus ganadosen la dehesa de Arria y denuncia de nuevaobra por haber construido una cabaña demadera. 1645-1728 (ARCH. Pleitos Civiles,Moreno (F), c. 2604-2).

Nos proporciona más información sobreArria, poniendo en evidencia nuevamente elacelerado proceso de colonización y cons-trucción de praderías invernales que se esta-ba produciendo durante esos años. El pleitoque sirve de base para la recogida de docu-mentación surge por una prendada de gana-do que practican los vecinos de Lamasónsobre los de Buelles (Peñamellera) en 1728.A modo de prueba se trae un pleito quehabía habido en los años 1645-46, motiva-do, como se incluye en el título, por ladenuncia de los vecinos de Buelles de unaapropiación y de la construcción de unacabaña por parte de dos vecinos de Lamasónen un lugar sobre el que ellos considerabantener derecho de pastos. A través de los dife-

Introducción 23

rentes documentos incluidos podemos saberque ya existían numerosas praderías inverna-les en esta dehesa y que también tenían enellas prados y cabañas algunos vecinos dePeñamellera. La sentencia de aquel pleitodio la razón a los vecinos de Buelles y orde-nó a los de Lamasón que construyeran lacabaña en otro lado, fuera de lo mancomu-nado, prohibiéndoles a ambos que constru-yeran cabañas en dicho término y permitién-doles sólo que reparasen las ya existentes.Informa con precisión de los lugares en losque los vecinos de Buelles tenían cabañas amediados del XVII y de su estado de ruinaen 1728.

c) Pleito entre el lugar de Obeso delValle de Rionansa y el de Quintanilla delValle de Lamasón. 1826-1829 (AML).

El pleito surge por una prendada que losvecinos de Quintanilla practican a los deObeso en la primavera de 1826, cuandoéstos tenían sus ganados en los invernalespróximos a la divisoria entre Valles, en terre-no que según una concordia de 1750 (con-solidada por Carta Ejecutoria en 1795) eramancomunidad de pastos (alcances) deambas jurisdicciones. Permite saber, entreotras cosas, que los prados invernales queQuintanilla tenía cerca de la divisoria (enOzalba39, Corona, Corrales y Bercuy) carecí-an de setura o cierre.

d) Pleito de Lamasón con el concejo deCelis por el derecho de aprovechamiento depastos en la divisoria (Escalera), 1799 (AML).

Se trata de un extenso documento en elque, como en buena parte de los pleitos, seincluye documentación transcrita de otros

anteriores. En este caso, la cronología de ladocumentación incluida estaría entre 1603 y1798. El pleito surgió tras una prendada deganado propiedad de vecinos del concejo deCelis realizada por los vecinos de Lamasónen 1797 en lo que se suponía eran terrenoscon mancomunidad de alcances. La informa-ción que proporciona referida a las prácticasdel sistema pastoril es muy abundante(calendarios de desplazamientos, caracterís-ticas del ganado, lugares de pasto deLamasón y Rionansa, convenios de manco-munidad de alcances, prendadas, sanciones,etc.), así como la toponimia, que nos permi-te reconocer buena parte de los espaciosmencionados. En ocasiones se proporcionaincluso referencias sobre acondicionamientoso construcciones en ellos (como las cabañasque se dice que existían en Piedrahita y enHoz del Cajigo desde tiempo inmemorial).

e) Pleito entre el Real Valle de Lamasóny el de Bedoya, perteneciente a la provinciade Liébana y Señorio del Duque delInfantado. 1788, AML y ARCH, PleitosCiviles Alonso Rodríguez (olv.), c. 1311-2.

Constituye un documento de suma impor-tancia para el conocimiento de los espaciospastoriles del suroeste del Valle, ya que en élse discuten los límites jurisdiccionales y dealcances entre el Valle de Lamasón y el con-cejo de Bedoya. Entre la documentación delpleito se encuentran dos sentencias arbitrariasdiferentes (una a favor de cada jurisdicción) yuna vista ocular muy detallada que se acom-pañó además de una pintura a la cual se hatenido también acceso (ARCH, Planos yDibujos, nº 21). Tanto en el texto de la vistade ojos como en la pintura es posible locali-zar los principales lugares de pastoreo a

El Valle de Lamasón24

39 . El topónimo Ozalba aparece escrito de esta manera en la cartografía y en la señalización de obras públicas. Ignoro porquéacabó imponiéndose esta forma y no la de Hozalba, más próxima al significado del topónimo y, sin duda, la más frecuentecon anterioridad. La aspiración de la /h-/ inicial de origen latino explica que la población local aún lo denomine “Jozalba”.

ambos lados de la divisoria jurisdiccional ylos derechos que cada una pretendía reivindi-car de la otra; se describen los lugares, lasconstrucciones que existían en ellos, el gana-do que podía acudir y el tiempo en que podían estar. Se da cuenta, por ejemplo, de laexistencia de una serie de porquerizas o cubi-les en las proximidades de la Venta de losLodos que dentro de la jurisdicción deLamasón utilizaban los vecinos de Bedoyaentre el 24 de junio y el 10 de agosto.Además, se incluyen tambien transcripcionesde documentos de siglos anteriores. En defini-tiva, una información muy rica que ha contri-buido de forma decisiva a la elaboración delmapa de espacios pastoriles en lo que hace aese ámbito sur occidental.

f) Pleito entre Lamasón-Lebeña-Bedoya,1799 (ARCH, Pleitos Civiles, AlonsoRodríguez (olv.), c. 1121-4).

Se trata de una cola del pleito entreLamasón y Bedoya. Dicho pleito fue ganadopor Lamasón, estableciendo la línea divisoriaque había propuesto y en concepto de alcan-ces (en compensación de los que Bedoyatenía en Lamasón) que su ganado vacunopudiera pastar en Collado Cuerres y Vallejasde Pasalnedo (Pasaneo). Al parecer, estostérminos de Bedoya estaban mancomunadoscon Lebeña (antes de ese momento o desdeese momento) y los de este último concejoprendaron más de cien cabezas de ganado alos de Lamasón en dichos términos. Los deLamasón protestaron y pidieron que sobrelos referidos términos no hubiera más man-comunidad que la suya y que se obligase alos de Lebeña a restituirles las cantidadesexigidas.

g) Pleito entre Lamasón y Lebeña: juiciode despojo. 1844 (AML).

Se produce tras una prendada que losvecinos de Lebeña hicieron de ganado deLamasón en el sitio de Collado de Pasaneo

en agosto de 1844, a pesar de que una sen-tencia arbitraria de 1784 mandada poner enejecución por la Real Chancillería deValladolid en 1788, otorgaba a los vecinosde Lamasón derecho a apacentar sus gana-dos en dicho término.

Documentación Catastral

a) El Catastro del Marqués de laEnsenada, 1753 (AHPC).

Del paisaje pastoril y ganadero del Valleforman parte tanto espacios de montecomún -cuya mejor información documentalprocede de los pleitos y de las ordenanzas-como espacios privados, formados principal-mente por praderías invernales, pero tambiénpor los prados emplazados en el terrazgopróximo a los núcleos. El vaciado de loslibros Raíz del Catastro de Ensenada (AHPC,sección Ensenada: Quintanilla: leg. 672-673, Río: leg. 709-710, Sobrelapeña: leg.891-829, Lafuente: leg. 335 y 659, Cires:leg. 234-235) proporciona una informaciónmuy pormenorizada -aunque no exenta deproblemas- de estos espacios, permitiendouna aproximación a la extensión, parcela-ción, forma, dedicación y distribución de lapropiedad de esos prados y praderías. A par-tir de los topónimos de los pagos o parajesen los que se encontraban, he podido -enuna proporción elevada- compararlos con losactuales. No ha sido posible en todos loscasos, debido, en primer lugar, a cambios enla toponimia, y, en segundo, a que en algu-nos casos la frecuencia del topónimo hacedifícil una asignación clara.

b) El Catastro de la Riqueza Rústica de1957 y Catastro actual.

La utilización de los catastros recientesha resultado muy útil en varios aspectos. Enprimer lugar nos proporcionan -ciertamentecon algunos problemas- un mapa de la

Introducción 25

microtoponimia actual, aunque sólo sea paralos lugares privados. Nos da además infor-mación sobre la propiedad, la extensión, ladedicación, la forma y la parcelación de loscierros, prados y praderías por parajes, sumi-nistrándonos una base de partida no sólopara la comparación con la información delCatastro de Ensenada, sino también para laexploración de campo.

Documentación notarial (AHPC)

Las colecciones de protocolos notarialesconstituyen, como ya se ha dicho, una docu-mentación muy variada y enormemente rica,sobre todo si se realiza (como nuestro grupode investigación ha hecho colectivamente)un vaciado sistemático. Casi medio centenarde legajos que cubren una horquilla cronoló-gica de dos siglos y medio, llevándonos losmás antiguos a principios del siglo XVII.Compra-ventas, hipotecas o inventarios postmortem proporcionan información datadasobre distintos espacios, con una toponimiamucho más ajustada en tanto que incluye ellugar y el sitio (información que no propor-ciona el Catastro de Ensenada, que con fre-cuencia sólo da el lugar o el sitio, pero casinunca ambos).

Documentación municipal de los siglosXIX y XX

Se trata de una documentación muyvariada que va desde los libros de actas (quede por sí ya ofrecen una información muydiversa) a los recuentos ganaderos, cartillasevaluatorias, ordenanzas y providencias,prendadas de ganado, multas, denuncias deusurpaciones de terrenos comunales, repo-blaciones forestales y un largo etc.

Cartografía y fotografía aérea

Además de la cartografía de base del IGN(MTN 1/50.000 y 1/25.000), se ha contadocon la fotografía aérea de 1953 a escala1/15.000, las ortofotos de 2001, 2005 y2007 y el mapa 1.5000, todo ello propor-cionado por el Gobierno de Cantabria, asícomo los planos catastrales de 1957.También se ha podido disponer de la carto-grafía catastral actual, proporcionada por laDirección General del Catastro de laComunidad Autónoma de Cantabria.

El Valle de Lamasón26

AÑOS LEGAJOS Nº LEGAJOS

1605-1638 2.338 a 2.340 3

1642-1670 2.354 1

1665-1719 2.371 a 2.372 2

1667-1679 2.384 1

1681-1723 2.385 a 2.387 3

1682-1719 2.345 a 2.350 6

1715-1745 2.405 1

1732-1788 2.418 a 2.424 7

1751 2.394 1

1759-1798 2.488 a 2.495 8

1777-1791 2.499 a 2.509 11

1805-1849 2.520 a 2.524 5

3. MICROTOPONIMIA Y DEFINICIÓN DELOS ESPACIOS GANADEROS SEGÚN LATERMINOLOGÍA LOCAL

Un trabajo que trata de realizar recons-trucciones históricas del paisaje y conocer laevolución del mismo a la escala que me pro-pongo, exige un conocimiento detallado de lamicrotoponímia, de los nombres de los para-jes, de los seles y majadas, de los pequeñosaccidentes topográficos o de los arroyos,cuya denominación cambia según transcu-rren por distintos lugares que tienen o tuvie-ron relevancia para la comunidad campesinaque los nombró. Ese imprescindible estudiode la microtoponímia presenta distintosaspectos. En primer lugar, el significado elo-cuente de algunos nombres y su localizaciónprecisa permite establecer hipótesis bien fun-dadas de la evolución de los espacios quedesignan. Porque buena parte de los topóni-mos hacen referencia a las formas de organi-zación espacial, cuyas denominaciones debe-mos saber reconocer, sobre todo -dado queesos son los aspectos paisajísticos que inte-resan- la relacionada con la actividad gana-dera y pastoril, aunque sin despreciar otrosaspectos agrarios o relacionados con elpoblamiento. Los principales topónimos quedan cuenta de la organización de los espa-cios pastoriles y ganaderos en el área deestudio son todos aquellos que incluyen o serefieren a los siguientes términos:

-Los que designan puertos, es decir, pas-tizales altos: en el área y en Cantabria engeneral no suelen estar representados porherbazales naturales del piso supraforestal

(no son, por tanto, asimilables a los “alpes”),sino producto de una deforestación antigua.Por lo general los pastos aparecen en formamás o menos discontinua, intercalados pormanchas arbustivas o incluso de arbolado.

-Las brañas: el término parece tener unaetimología difícil y se le han asignado signifi-cados distintos. Según Corominas se trata deun término prerromano, quizás céltico, quesignifica “prado húmedo” (procedería de“brakna”=”lugar húmedo”). Para otros -y esopinión bastante extendida- su raíz es ellatín branea=veraniza, lo que llevaría a con-siderarlos pastos de verano. Hay quien inclu-so señala que se debe atender más a la raízlatina ver que significa primavera, ya quehay que tener en cuenta que hasta principiosdel siglo XIX se empleaba el término “vera-no” con el significado de primavera (lo quehoy llamamos verano era entonces el estío),por lo cual su significado sería el de pastosde primavera. Ortega rechaza estas hipóte-sis, argumentando que hay brañas a diferen-tes altitudes y utilizadas en distintas épocasdel año40. Lo que en todo caso queda claroes que se trata de espacios de pastos, herba-zales más o menos limpios creados por lamano del hombre y que aparecen escalona-dos en el espacio para sustentar al ganadoen su movimiento trashumante.

-Los bustos: tiene un significado similaral de braña, aunque los lingüistas han inten-tado buscarle significados más ajustados. AsíCorominas dice que busto viene de bostar(del latín bos=buey), latín tardío que signifi-caría establo de bueyes. Otra hipótesis es laque hace derivar el término del latín bustumque significa hoguera, lugar donde se que-maban los cadáveres, lo que lo relacionaría

Introducción 27

40 . J. Ortega Valcárcel: La Cantabria rural…

con tierra quemada, es decir, con el sistemade creación de pastos. Aparece muy a menu-do en documentación medieval junto a otrostérminos como “pascua” o “prata” con el sig-nificado en todos los casos de terreno depastos (muy frecuente en Asturias, pero tam-bién en Cantabria). Da lugar a una gran can-tidad de derivados con raíz “Bus” –comoBustitur, Bustio, Bustillo- o “Gus” -comoGuspial y Gustaín (denominados a mediadosdel siglo XVIII indistintamente Buspial yBustaín).

-Las dehesas: son espacios acotados (dellatín defensa) aunque no suelen estar cerca-dos y presentan formas y funciones muyvariadas. Suelen ser espacios amplios que aveces incluyen arbolado. Existen, de hecho,dehesas propiamente forestales (dehesasReales) en las que se impide la entrada delganado en todo momento, así como cortarmadera sin permiso. Otras veces simplemen-te son terrenos que se acotan una parte delaño para permitir el rebrote del pasto. Aveces, además, sólo se destinan a un ciertotipo de ganado (vacuno y además de labor:dehesas boyales o boerizas). Casi siempre seaprovechan a diente, pero en ocasiones tam-bién se siegan colectivamente. En Lamasónpodemos encontrar diversos tipos: dehesasde reserva de pastos, como la “Agostiza” o lade Arria; de reserva de cultivos, como la“Martiniega”; de reserva de hierba, como lasde las praderías invernales; o las distintasboerizas.

-Los seles: constituye uno de los elemen-tos más interesantes de los sistemas ganade-ros. El significado del término y su origen lin-güístico resulta bastante controvertido, como

lo son las formas originarias de los mismos.Para algunos autores el término procede dellatín sedile (asiento), mientras otros comoCorominas y Pascual defienden un origenprerromano del término, relacionado con loseuskéricos saroi y sarobe que aún se emple-an hoy con un significado igual al de sel. Entodo caso dicho debate sólo interesa aquí encuanto que puede determinar la antigüedaddel término y ello no queda claro en su rela-ción con el euskera (como ha señaladoGarcía Alonso41). La extensión del término,donde ha originado una mayor abundanciade toponimia, es en los Valles del Saja y elBesaya, aunque su existencia sobrepasa loslímites de Cantabria, hacia Asturias (dismi-nuye su importancia hacia occidente en quese usa más braña), hacia Castilla (norte deBurgos) y hacia el País Vasco (sobre todo enla parte oriental, donde se mezcla con soro ygorta). Tampoco está claro su significado.García Lomas42, por ejemplo, señala distintossignificados dependiendo del área; enCabuérniga dice que significa prado silvestreen el monte, mientras en el Pas se entiendepor tal el lugar abrigado y limpio de maleza,acotado a veces con grandes piedras, y en elque se recogen por la noche los ganados; enCampoo, recogiendo la definición de Ángelde los Ríos, es el lugar donde mane (demanere=permanecer) o hace asiento elganado para dormir. En todo caso, las defini-ciones atienden más a la función (lugardonde se les recoge para dormir) que a laforma. La única definición que atiende a laforma y que muchos suelen citar no corres-ponde a Cantabria, ni tampoco se reconocenesas formas aquí. Se trata de la definición deVillarreal de Berriz, que describe los seles enVizcaya en la segunda mitad del siglo XVIII

El Valle de Lamasón28

41 . M. García Alonso: “Seles y pastoreo tradicional...”42 . A. García Lomas: El lenguaje popular de la Cantabria montañesa. Santander: Estvdio, 1999.

de la siguiente manera: “Es un monte en cír-culo perfecto, que solo tiene un mojón en elcentro, a que llaman Piedra Cenizal: aymuchos en Vizcaya, unos son llamadosinvernizos, y otros veraniegos: en la LenguaVascongada se llama el invernizo Cortaosoa,y el veraniego Cortaerdia. Corta es lo mismoque en lengua castellana Cortijo: a laPiedra Cenizal se llama en Vascuence Auts-arria, y en una, y otra lengua parece quesignifica Piedra de la Ceniza, sin duda por-que nuestros primeros Padres hacían fuegoen ella cuando pacían sus ganados, y seríaley, o costumbre, que en cierta distancia nose arrimase otro. El Sel invernizo tiene desemidiámetro, esto es, desde la PiedraCenizal hasta cualquier parte de la circun-ferencia 126 estados, o brazas, y el vera-niego 84”43 (un estado equivale a 7 piescomunes). Aunque es cierto que enCantabria tales seles circulares perfectosprácticamente no existen, predominan lasformas curvas aunque alargadas; no se de laexistencia de piedras cenizales y algunosinvestigadores que han hecho prospeccionesantes que yo no las citan. Lo cierto es quesuelen presentar formas variadas según lasáreas, pero ello -además de las propiascaracterísticas de las mismas- seguramentetiene que ver con la evolución experimentadaen cada una de ellas. Por lo general los selesse sitúan en áreas resguardadas, suelen dis-poner de arbolado o arbustos desarrolladosformando cierre más o menos continuo (pue-den existir también cierres con muro de pie-dra suelta) y, necesariamente, deben teneragua, uno o varios chozos para los pastores(en Lamasón denominados cabañas) y corra-les para encerrar los jatos o “bellos” (que en

Lamasón denominan “bellares” y “cuerres”).Existen testimonios de que muchos de losseles se vieron destruidos al destruirse suarbolado (las ordenanzas solían prohibir cor-tar arboles en los seles, permitiéndose sólolo necesario para construir la cabaña de pas-tor). En 1882 Gervasio González Linares lla-maba la atención sobre esa asolación: “Elganado vacuno vivía, según las estaciones,en los terrenos bajos o puertos altos, enmajadas que contaban siempre con variosrefugios ó asilos, seles, que dice el vulgo,esparcidos con profusión por todos aquellossitios, y formados por espesos bosques deque apenas deja huella la moderna barba-rie, donde se abrigaban las reses de lostemporales de celliscas y nieves y de losfríos y vientos duros, frecuentes en invierno,pero no raros en las demás estaciones …los ya citados seles, ó asilos cerrados dearbolado, que hacían las veces de cuadras yque han desaparecido casi totalmente porla incuria administrativa, sin que tampocose haya preocupado nadie de reemplazar-los”.44

Según algunos informantes, en Lamasónse distingue entre seles y majadas. Estasúltimas -que tendrían la misma función quelos seles y como aquellos dispondrían tam-bién de agua y de las construcciones desti-nadas al refugio del pastor y de las crías delganado- carecerían de arbolado y serían hoymás abundantes. La observación de campoparece, sin embargo, contradecir esta dife-renciación. Parece más probable que la dife-rencia proceda tan sólo de un desplazamien-to léxico, es decir, de la sustitución de ladenominación más antigua, la de “sel” (quecuriosamente ha quedado más vinculada a

Introducción 29

43 . P. B. Villareal de Berriz: Maquinas hidraulicas de molinos y herrerias y govierno de los arboles y montes de Vizcaya. SanSebastián: Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País y Cajade Ahorros Municipal, 1973, p. 123

44 . G. González Linares: La agricultura y la administración municipal. Madrid, 1882, p. 15 y 32.

espacios de praderías invernales), por otramás moderna y que se fue imponiendo en eloccidente de Cantabria y oriente de Asturias,la de “majada”. Habría pues una equivalen-cia semántica entre ambos términos; equiva-lencia que también parece extenderse a“braña”, más acorde de nuevo con lo quesucede en Asturias que con otros valles másorientales de Cantabria.

-Mediajos o midiajos: es el lugar donde“midia” el ganado, es decir, donde sestea amediodía allí donde alcanzan los pastos.García Lomas señala que se trata de lugaresal resguardo de los vientos dominantes y ensitios cubiertos de matas. Las entrevistasque he tenido ocasión de hacer a variosganaderos señalan que no siempre es así yademás que no suele tratarse de lugaresfijos, aunque la querencia del ganado loshace suficientemente estables como paraque hayan generado microtoponimia.

-Invernales: se denominan así indistinta-mente las praderías y las cabañas construi-das en éstas para guardar el cebo y encerrarel ganado en caso de mal tiempo.

-Roza y rozao: denomina una técnica deapertura de un espacio, su desbroce y trans-formación en pasto o en prado de siega.Pero denomina también espacios cuya fun-ción consistía en proporcionar rozo para lacama del ganado y la fabricación de abono.

-Helguero y helguera: los términos hacenreferencia, en principio, al tipo de vegetaciónque los ocupa, el helecho, pero designan,sobre todo, su función como productores derozo. En Lamasón -donde se aspira la “h”-ha derivado hacia formas como Jilguero,Jilguera o Jilgueruca.

-Cuerres y erías: el término “cuerre” remi-te a forma cerrada y puede denominar unadeterminada majada en la que existen corra-les o bellares. Pero en Lamasón (como enotros valles de la región), “cuerre” aparecetambién como sinónimo de “ería”. Ambostérminos se refieren a conjuntos de parcelasde cultivo individualizados por cierres ycaminos; ambos se emplean con el mismosignificado.

-Sernas: constituye un topónimo muyinteresante por su antigüedad: los otros tér-minos (mies o ería, por ejemplo) tambiénson detectados en la Edad Media, pero suuso continuado a lo largo del tiempo haceque no sea posible determinar la antigüedadde un determinado espacio tan sólo por eltérmino que le designa. Sin embargo, el tér-mino “serna” es diferente; aparece en ladocumentación medieval con un significadopreciso de terrazgo colectivo, que se acotabay preparaba para el cultivo; un espacio pro-bablemente de barbecho largo y cultivo itine-rante. En la actualidad y ya en el siglo XVIIIpuede aparecer integrado en el terrazgo oformando parte del monte.

-Agregos: Se trata de topónimos quedesignan ocupaciones de espacios comuna-les que no siempre son agregadas a otrosespacios ya privados, sino que, por exten-sión, se utiliza también para denominar cie-rros nuevos.

-Casares y casarones: así denominan enLamasón las ruinas o más bien las hormas(meros arranques de muros o incluso tansólo los cimientos) de construcciones, tantode casas como de invernales. Su abundanciay antigüedad es tal que han dado lugar atopónimos que para este trabajo resultan deindudable interés.

Estas formas de organización con deno-minación propia no siempre aparecen hoydedicadas a la función que el significado del

El Valle de Lamasón30

término les asigna. Son muchos los espa-cios del terrazgo que hacen referencia a téc-nicas de colonización (rozas, rozaos, cerra-das...) o a la vegetación del entorno(Robreo, Cagigal, Escajal) o a cultivos des-aparecidos (Centenal, Cepa, Cepal, Pumar,Pumarada, Pumarejo, Trigal, Sel de laHordaliega), e indican, por tanto, una susti-tución. A veces nos muestran verdaderos iti-nerarios en la construcción de ciertos ele-mentos del paisaje, como las praderíasinvernales. Baste aquí poner dos ejemplosde los muchos que se podrán recoger mástarde. La pradería de Selembernizo nos indi-ca sin lugar a duda que dicha praderíainvernal se construyó sobre un sel, es decir,sobre un espacio comunal. Por su parte, lapradería de las Erías podría indicarnos unaevolución bien distinta, desde tierras delabor a pradería invernal. En ocasiones elitinerario parece seguir un camino inverso,de tierras de cultivos a espacios pastorilesextensos. Ese parece el caso del topónimode Sel de la Hordaliega -que aparece en ladocumentación histórica pero que hoy se haperdido- y que remitía a un pasado en el

que dicho sel estuvo ocupado por cultivosde cebada (hordeum).

Pero tanto para poder estudiar estos cam-bios paisajísticos sugeridos desde los propiosnombres de los lugares, como para poderreconocer aquellos de que da cuenta ladocumentación, resulta imprescindible lalocalización precisa de los topónimos, lo cualno está exento de problemas. He intentadorealizar un mapa actual de la microtoponí-mia que interesa a este tema, y digo actualporque he podido constatar la desapariciónde no pocos topónimos que aparecen en ladocumentación histórica, lo que es lo mismoque decir que se ha producido el olvido yquizás la sustitución de numerosos nombres.Las fuentes con que se cuenta para la reali-zación de dicho mapa actual también ofre-cen bastantes problemas. La cartografíacatastral sólo informa de los nombres de losespacios de propiedad privada (es decir, delterrazgo en sentido amplio, incluidas, portanto, las praderías invernales), mientras quelos comunales y los de propiedad municipal(el monte) reciben, por lo general, la deno-minación única de Lamasón u otros nombres

Introducción 31

Invernales deTanea

genéricos (como Las Campas) que poco tie-nen que ver con la riqueza toponímica deesos lugares. Además, la toponimia que ofre-cen los Catastros no siempre es fiable; entrelos dos Catastros (el de 1957 y el actual)existen importantes diferencias; en ocasioneslos nombres no coinciden, otras veces serefieren a espacios distintos y en algunoscasos ninguno de los dos se corresponde conlas denominaciones que utilizan los vecinos.La corrección de buena parte de estos erro-res así como la localización de otros topóni-mos para los que no existe ninguna fuentecartográfica, sólo ha sido posible gracias a lainformación oral proporcionada por numero-sos vecinos y muy especialmente por MiguelRuiz, vecino de Quintanilla de 79 años, yAvelino de Los Pumares (Lafuente) de 81años, que se han prestado generosamente aacompañarme en algunas jornadas decampo para indicarme los nombres de seles,majadas y praderías sobre el terreno, ade-más de proporcionarme una valiosa informa-ción sobre el manejo ganadero durante eltiempo que les alcanza la memoria (quepuedo asegurar que es muy buena).Finalmente, la documentación de los pleitos,en ocasiones muy detallada en lo que hace alos términos litigiosos y sus límites, me hapermitido completar la toponimia e inclusodescubrir denominaciones antiguas cuyocambio puede explicar a su vez cambios fun-cionales o limitaciones de usuarios.

4. TRABAJO DE CAMPO PORMENORIZADO

La prospección de campo constituye otrode los aspectos destacados de la metodologíaempleada. La escala elegida para este trabajohace imposible una exploración exhaustiva detodo el territorio y más cuando ha sido reali-zado por una sola persona. Sin embargo, heprocurado cubrir una parte considerable delmismo, a la vez que seleccionar aquellasáreas que podían ofrecer una mayor informa-ción. Por lo que hace a las praderías inverna-les, se ha prospectado un número muy consi-derable: la totalidad de las de Arria y deTanea (cuya descripción ocupa los anejos 2 y3 que se incluyen en el soporte digital adjun-to), además de muchas otras con carácterselectivo, elegidas porque sus características(determinadas formas de construcción, deno-minación elocuente, etc.) prometían a prioriresultar de interés. He recorrido tambiéntodos los puertos, seles o majadas de los quehe podido tener noticias, reconociendo suscaracterísticas, localizando los restos de susconstrucciones y sus accesos. Dicho trabajoha servido para preparar el extenso catálogodigital que permite conocer en detalle lascaracterísticas de los espacios ganaderos delValle. Para los puertos, seles o majadas se haprestado particular atención a sus emplaza-mientos, la vegetación arbórea o arborescentepróxima, los puntos de suministro de agua ylas construcciones, tanto reconocibles comoaquellos hormazos informes pero disconfor-mes con las condiciones naturales de loslugares. Por lo que hace a las praderíasinvernales se han observado especialmentelos tipos de cierres, las formas en que lasparedes se unen (ya que nos puede indicar sise trata de subdivisiones o de agregos), losrestos de paredes, los hormazos, las formasde drenaje y, por supuesto, las cabañas inver-nales y los casares.

El Valle de Lamasón32

capítulo 1

capítulo 1

1. Características del medio2. La población y el poblamiento3. Las características del terrazgo cerealista

y su evolución reciente4. La propiedad y la explotación de la tierra5. La ganadería: cabaña y explotación6. Los espacios ganaderos y pastoriles7. El manejo ganadero

1. CARACTERÍSTICAS DEL MEDIO

El Valle de Lamasón se organiza de sur anorte y aparece más bien como una cuencacerrada, cuyas aguas sólo encuentran salidapor la angosta garganta que divide los maci-zos calizos de Arria y Ozalba (Mapa 2).Delimitada por el sur y suroeste por la con-tundente barrera de Peña Sagra labrada enlos conglomerados del Pérmico, la cuencacorresponde en su mayor parte a los materia-les deleznables del Jurásico y Cretácico, quehan dado lugar a un modelado amable en elque se alternan canales e interfluvios decumbres redondeadas. La red hidrográfica sedispone en forma de raspa de pescado; el ríoTanea, cuya cabecera bien desarrollada seencuentra en Peña Sagra, nace de la con-fluencia de una serie de arroyos que compar-timentan la vertiente meridional en una seriede interfluvios, enérgicas sierras únicamenteatemperadas por pequeños rellanos o ruptu-ras de pendiente que han venido siendo luga-res aprovechados para la instalación de bra-ñas, majadas y seles estivales. Este conjuntode arroyos se reúne en la que se ha dado enllamar depresión del Tanea, formada por unfuerte espesor de depósitos triásicos proce-dentes de Peña Sagra que recubren el subs-trato calcáreo, no por ello libre de karstifica-ción que aunque no visible se deja sentir enel modelado a modo de pequeñas depresio-nes rellenas por materiales detríticos detamaño muy heterogéneo45. Sobre esta topo-grafía irregular, salpicada de pequeñas depre-siones y de grandes bloques de pudingas triá-sicas, se ha construido una de las áreas másextensas de praderías invernales, la que losvecinos denominan simplemente Tanea.

Hacia el norte, el río aún recibe algunospequeños arroyos. Son más abundantes porla derecha, es decir, los que nacen en la sie-rra que divide las aguas del Nansa y elLamasón y delimita a su vez los términos delos dos valles. Su escasa altitud -que sólobastante al sur alcanza y muy justos los1.000 metros- y su culminación redondeadaha favorecido el establecimiento de pastosequinocciales, así como ciertas áreas de laladera en las que, además, se han construi-do distintos conjuntos de praderías inverna-les, como los de Corona, Bustitur oMontelombrera. En la vertiente occidental,salvado el primer escalón producto del enca-jamiento del río, aparece un amplio espaciode pendiente suave individualizado por elTanea y el arroyo que forma el pequeño valle-también encajado- en el que se encuentra elnúcleo de Río. Entre ambos ríos dicho espa-cio queda en resalte, a modo de pequeñameseta inclinada en dirección noreste y conun desnivel no demasiado pronunciado entrelos 1.000 y los 600 metros, antes de labrusca caída que marcan los encajamientos.Se corresponde con un área de pequeñospliegues (sucesión de sinclinal-anticlinal-sin-clinal) en parte arrasados, en la que aflorancon frecuencia capas de areniscas del weal-dense bastante desmanteladas que dan lugara un paisaje ruiniforme. A ello su une undeficiente drenaje que propicia un frecuenteencharcamiento y la proliferación de unavegetación juncal. Compartimentada a suvez por los arroyos Perujo y Burdillo queindividualizan dos grandes espacios -el de laPejorera-Sel del Ajo y el de Cotera Mediajo-Sel del Costal (llamado también en la docu-mentación histórica sierra de la Vallena)- haconstituido un importante espacio de pastosequinocciales en el que sin embargo sonescasas las praderías invernales.

El Valle de Lamasón36

45 . M. Frochoso Sánchez: Geomorfología del Valle del Nansa. Santander: Universidad de Cantabria, 1990, p. 150.

El pequeño valle construido por el arroyode Río presenta una amplia cabecera dependientes suaves labrada en las calizas delDogger que forman el flanco meridional delsinclinal de San Sebastián; condiciones quehan sido aprovechadas para el estableci-miento de numerosas praderías invernales(El Tojo, Robreo, Las Erías, Carracedo...).Más al norte y noroeste la divisoria con lacuenca del arroyo de Lafuente aparece comoun interfluvio de cumbres aplanadas formadopor una sucesión de rellanos escalonados endirección suroeste-noroeste, desde la Mesade la Gándara Llana hasta el propio núcleode Cires; rellanos que, a pesar de sus bue-nas condiciones, se han mantenido comoterrenos de pasto abierto, común, y no sehan visto ocupados por las praderías inver-nales. Algunas sí se han instalado, sinembargo, hacia el norte, sobre dos pequeñosinterfluvios que separan algunos afluentesdel arroyo de Lafuente (Aguaseles, Joyeca,Jungares, Prado Sastre, Aunzo). A excepciónde estos pequeños afluentes que presentanun encajamiento importante y contribuyen aaccidentar la vertiente meridional del peque-ño valle, esta vertiente desciende en suavependiente hacia el fondo del mismo, lo queha favorecido el asentamiento del terrazgode Cires que acaba entrando en confluenciacon la estrecha franja en la que se asientauna parte de los terrazgos de Lafuente ySobrelapeña, en la margen derecha del arro-yo de Lafuente. La vertiente meridional, bajola peña de Arria, presenta pendientes máspronunciadas, obligando a que el terrazgo sedisponga en estrechos y cortos bancales,aprovechando a la vez los escasos rellanosque presentan más importancia hacia elEste, en las proximidades de Sobrelapeña.

El arroyo Lafuente desemboca por fin enel Tanea a la altura precisamente de estenúcleo de Sobrelapeña. Para entonces el ríonacido en Peña Sagra ha recibido, ademásde las aguas del arroyo de Río y de los otrosmenos importantes que desembocan en élpor la izquierda, las de los arroyos Balaco yTrabaseras por la derecha, que proceden deMonte Hayedo y de Collado de Ozalba res-pectivamente. Sobre esos dos estrechosvalles y sobre todo sobre la vertiente derechadel primero -que presenta pendiente mássuave y mayor desarrollo- se ha asentado loesencial del terrazgo de Quintanilla (a excep-ción de las praderías del Tanea ya menciona-das que pertenecen mayoritariamente a susvecinos).

Con todos esos aportes el río Tanea seconvierte en río Lamasón antes de encajarseen la barrera calcárea que cierra la cuencapor el norte. Dicha barrera -correspondientea una falla cabalgante que ha montado lascalizas del carbonífero sobre los materialesdel Triásico y Jurásico- presenta una formadisimétrica, de gran verticalidad hacia el sury suave inclinación general hacia el norte,pero fuertemente marcada por un modeladokárstico en el que se alternan amplias doli-nas y agudas agujas calcáreas. La dificultadde los accesos por el sur y la accidentalidaddel terreno no han impedido, sin embargo, laamplia ocupación del mismo por praderíasinvernales.

En cuanto a las condiciones climáticas,carecemos de datos recogidos en estacionesdel propio Valle, aunque sí de estacionesrelativamente próximas. Dos en concreto nospueden servir de referencia, ambas en elvecino Valle de Rionansa: la de Celis, alnorte de los Picos de Hozalba (o de Jozalba),y la de Rozadío al sur. En ambos casos la

Capítulo 1 37

46 . Los datos recogidos ni siquiera completan una serie de 30 años; se refieren tan sólo al periodo comprendido entre 1973y 1990, lo que en todo caso resulta suficiente para una aproximación a las características del clima, que es lo que aquíse pretende.

altitud no llega a los 300 metros46. Las pre-cipitaciones anuales alcanzan los 1.266,4mm. en Celis y 1.110,3 mm. en Rozadío,distribuidas en 185 y 158 días respectiva-mente. Precipitaciones, por tanto, importan-tes y bien repartidas a lo largo del año, másabundantes en otoño e invierno, pero conmás días de lluvia en primavera, cuando lastemperaturas ya templadas propician unbuen crecimiento de la hierba de los prados.Los factores más limitadores y que marcanel ritmo de los movimientos del ganado sonel frío y la nieve. Aunque las estaciones noregistren demasiados días de nieve al año,ello sólo se debe a que se encuentran en elfondo del Valle, a altitudes de 180 m. la deCelis y de 250 m. la de Rozadío. Sin embar-go, debe tenerse en cuenta que entre 800 y1.000 metros las temperaturas desciendenentre 3 y 6 grados, lo que aproxima e inclusohace descender por debajo de los 0 gradoslas temperaturas desde diciembre a marzo, yen esas condiciones las precipitaciones queen el fondo de valle son de lluvia, se trans-forman en nieve a dichas altitudes, obligan-do a que el ganado se retire hacia cotas másbajas donde deberá permanecer hastamediados de marzo, siempre que las neva-das no se prolonguen en primavera, lo queno resulta del todo excepcional.

Algunos documentos hacen referenciaconcreta a otras limitaciones inducidas por elclima en el territorio del propio valle. Así, enuna reclamación que la junta pericial y elayuntamiento realizaron en 1958 en relacióna los valores unitarios de las tierras (líquidosimponibles asignados a las distintas clases)derivados de los trabajos del Catastro de laRiqueza Rústica, se señalaba que “dado laaltura de las montañas que rodean a este

término municipal por el norte, impide queen verano goce de un régimen favorable delluvias, viéndose reducidas considerable-mente las cosechas y algunos años perdidastotalmente, por la seca que en tiempo deestiaje se deja sentir con más intensidad enel suelo pobre, de poco fondo y fuertes pen-dientes de este municipio”47. Por supuesto,tales sequías estivales más o menos frecuen-tes no afectan a todo el territorio; quedafuera la falda de Peña Sagra, pero tambiénel macizo de Arria. Refiriéndose a este últi-mo, un documento de principios del sigloXVIII subrayaba su disposición de espaldasal sol (umbría) y su exposición a los vientoshúmedos del noroeste que en verano produ-cen precipitaciones que dificultan la tardíacosecha de la hierba en este espacio (sesegaba en septiembre)48.

La vegetación actual, según se puedededucir del mapa de cultivos y aprovecha-mientos de 1986, aparece dominada por elmatorral atlántico que sobrepasa la mitad dela superficie. El bosque autóctono cubre unanada despreciable quinta parte del territorioy está formado principalmente por robles(alrededor del 90%) y muy secundariamentepor encinas (menos del 5% que tan sólo selocalizan en el norte, sobre el escarpe calizodel macizo de Ozalba) y hayas (tambiénmenos del 5% y localizadas al sur, en PeñaSagra). En general, los bosques se presentanen forma de manchas más o menos compac-tas que adquieren mayores densidades ycontinuidad al norte -en la vertiente meridio-nal del valle formado por el río Latarmá(monte Fresnial, al norte de Arria) y al sur yal este, sobre la cabecera y la vertienteoriental del valle del Tanea (monte Tejero, LaCollá, Monte Llandigón) (Mapa 8).

El Valle de Lamasón38

47 . AML, Expediente de formación del Catastro de la Riqueza Rústica del municipio de Lamasón.48 . AHPC, Sección Protocolos Notariales, leg. 2.488.

Capítulo 1 39

CUADRO IVariables climáticas según los datos de dos estaciones meteorológicas próximas a Lamasón

ESTACIÓN DE CELIS

Meses Precipit. mm.

% Precipit.

Días de lluvia

% Días lluvia

Días de nieve

Temperatura

Medias Mínimas

ENERO 123,5 15,0 0,6 8,9 2,8

FEBRERO 135,9 28,7 15,0 25,4 1,3 10,1 3,7

MARZO 104,1 17,0 0,3 10,9 4,4

ABRIL 110,8 17,0 0,4 12,0 5,7

MAYO 109,9 23,1 19,0 28,1 0,1 14,7 8,3

JUNIO 72,3 16,0 0,0 17,9 11,4

JULIO 57,6 13,0 0,0 20,0 13,1

AGOSTO 74,0 15,5 14,0 21,1 0,0 19,0 13,1

SEPTIEMBRE 64,8 12,0 0,0 20,2 11,7

OCTUBRE 126,7 16,0 0,0 15,6 8,8

NOVIEMBRE 137,8 32,7 15,0 25,4 0,2 12,1 5,8

DICIEMBRE 149,0 16,0 0,2 9,9 4,2

TOTAL 1.266,4 100,0 185,0 100,0 3,0

ESTACIÓN DE ROZADÍO

Meses Precipit.mm.

% Precipit.

Días de lluvia

% Días lluvia

Días de nieve

Temperatura

Medias Mínima

ENERO 110,7 28,1 13 25,3 1,5 7,2 2,6

FEBRERO 101,6 12 1,3 8,6 3,1

MARZO 99,7 15 0,2 9,9 4,1

ABRIL 132,6 25,6 15 28,5 0,3 11,2 5,5

MAYO 99,3 17 0,1 13,4 7,8

JUNIO 52,8 13 0,0 16,9 10,7

JULIO 47,5 15,0 11 20,9 0,0 20,1 12,5

AGOSTO 64,6 12 0,0 14,8 12,6

SEPTIEMBRE 54,0 10 0,0 17,6 10,9

OCTUBRE 111,2 31,3 14 25,3 0,0 14,5 8,1

NOVIEMBRE 114,9 13 0,1 10,0 5,1

DICIEMBRE 121,4 13 0,3 8,0 3,6

TOTAL 1.110,3 100,0 158 100,0 3,7

2. LA POBLACIÓN Y EL POBLAMIENTO

A mediados del siglo pasado vivían en elValle 964 habitantes que se repartían en loscinco núcleos de población que forman elValle, el mayor de los cuales -y también elmás occidental- se divide en realidad en tresbarrios bien diferenciados: Burió, LosPumares y Lafuente, distribuyendo los dosúltimos su caserío en torno al camino anti-guo de Peñarrubia casi sin separación entreambos, mientras el primero queda algo másalejado hacia el noroeste, ocupando unpequeño rellano. Entre los tres reunían enaquellas fechas 382 habitantes y 110viviendas familiares. El segundo núcleo enimportancia, Quintanilla, dispone también su

caserío en forma longitudinal, siguiendo elcurso del río Tanea y el trazado de la actualcarretera de Rionansa a Peñarrubia; contabaen 1950 con 291 habitantes y 69 casas dehabitación. Sobrelapeña y Cires se asientansobre el antiguo camino hacia Liébana, aun-que su caserío no se dispone linealmente,sino en forma alveolar, con distribución laxay numerosos espacios intersticiales;Sobrelapeña, localizado en realidad bajo lapeña que forma la alineación de los Macizosde Arria y Ozalba49, a la salida misma de laestrecha y profunda garganta que los dividía,contaba en 1950 con 98 habitantes y 24casas, mientras Cires, el más meridional yalto de los núcleos, que aprovecha un rella-no en la vertiente dominando la mayor partedel terrazgo del Valle, tenía a mediados delsiglo XX 110 habitantes y 30 casas. El quin-to núcleo, Río, encajado en el fondo del valle

El Valle de Lamasón40

Usos y aprovechamientos Superficie Ha. Superficie %

Labor 27 0,4

Pradera 832 11,9

Pastos 413 5,9

Matorral 3.596 51,3

Bosque autóctono 1.509 21,5

Avellano y Castaño 78 1,1

Repoblaciones 30 0,4

Improductivo 527 7,5

TOTAL 7.012 100,0

CUADRO IIDistribución actual de los aprovechamientos en el municipio de Lamasón

Fte. Mapa de Cultivos y Aprovechamientos. Ministerio de Agricultura. Hojas 57 y 82

49 . Quizás su nombre primitivo fuera Solapeña aunque en la documentación revisada nunca se le nombra de esa manera.

labrado por el arroyo del mismo nombre, eraentonces el más pequeño de todos (y así lofue siempre), con una población de 59 habi-tantes y 19 viviendas. Completa el pobla-miento del Valle el caserío de la Venta deFresnedo, localizado a la entrada de la gar-ganta que atraviesa la peña, en el límite sep-tentrional mismo del Valle histórico y actualmunicipio; en 1950 estaba formado por 5casas en las que vivían 24 habitantes.

Durante la segunda mitad del siglo XX lapoblación se ha reducido a casi las dos ter-ceras partes. En el año 2006 tan sólo que-daban 326 habitantes; a pesar de que laspérdidas habían sido proporcionalmentemayores en los núcleos más grandes, la dis-tribución seguía siendo bastante similar opor lo menos no se había alterado la jerar-quía de los núcleos. La población habíaenvejecido notablemente; en el año 2001nada menos que el 45,5% de la poblacióntenía 60 años o más y la quinta parte de lasviviendas se encontraban vacías.

3. LAS CARACTERÍSTICAS DEL TERRAZGO CEREALISTA Y SU EVOLUCIÓN RECIENTE

El terrazgo está formado en primer lugarpor las mieses o erías que forman una anchafranja de oeste a este. Son las tierras máspróximas a los pueblos y que fueron históri-camente dedicadas principalmente al cultivode cereal. Aún hoy es en esas tierras en lasque se cultiva el poco maíz que aún se reco-ge con destino a la alimentación ganadera,aunque en su mayor parte se encuentran yadedicadas a prado de siega. Por supuesto,también forman parte del terrazgo (quesegún la definición más aceptada reúnetodas las tierras que reciben labores conti-nuadas) las praderías invernales, pero sobreellas se volverá con mayor detalle más ade-lante.

Capítulo 1 41

CUADRO IIIDivisión parcelaria del conjunto del terrazgo en 1957

Tamaño de las parcelas nº de parcelas % de parcelas

Menos de un carro (hasta 2,26 áreas) 2.300 22,6

De 1 a 2 carros (hasta 4,52 áreas) 2.467 24,2

De 2 a 3 carros (hasta 6,78 áreas) 1.462 14,4

De 3 a 4 carros ( hasta 9,04 áreas) 1.007 9,9

De 4 a 5 carros (hasta 11,3 áreas) 544 5,3

De 5 carros a 10 carros (hasta 22,6 áreas) 1.118 11,0

De 10 carros a 20 carros (hasta 45,2 áreas) 663 6,5

De 20 carros hasta 1 Ha. 409 4,0

De una Ha. y más 213 2,1

TOTAL 10.183 100,0

Fte. Catastro de la Riqueza Rústica de 1957.

En las mieses o erías se encuentran tam-bién las tierras de mejor calidad, que entodo caso no son muchas. La aureola de lasmejores tierras (1ª, 2ª y 3ª) queda restringi-da a un espacio bastante limitado. No haymás que ver, por ejemplo, las calidades quepresentan las tierras de la que históricamen-te se conoció como ería o mies de Bricejas(al NE de Cires) y en la que tenían -y tienen-tierras vecinos de todos los pueblos.Predominan aquí las tierras de 3ª, 4ª, 5ª eincluso 6ª clase. Y algo similar sucede conlas mieses que se encuentran al este deQuintanilla50.

Por otro lado, en aquellas fechas el nivelde parcelación era – como en otros vallescantábricos- muy elevado. El número de par-celas de propiedad privada superaba las10.000, de las cuales más de la quintaparte tenía una superficie inferior a la unidadde medida agraria del Valle, el carro, equiva-lente a 226 metros cuadrados; más de lastres cuartas partes (un 76,4%) no llegaba alos 5 carros (1.130 metros cuadrados),mientras tan sólo un 2,1% tenían una hectá-rea o más.

Las parcelas más pequeñas, las demenos de 2 carros e incluso las de menosde 5 carros, se encontraban en las mieses,pero también estaban presentes en muchosde los recintos de las praderías invernales(Mapa 3). La escasa extensión de superficiellana llevó a colonizar las laderas, acondicio-nándolas mediante estrechos y reducidos

bancales que en su mayor parte albergabanuna sola parcela. Construidos a veces a tres-bolillo para facilitar la circulación del ganadoy las personas entre las parcelas, constituyenun elemento bien significativo del paisaje,particularmente visible en el gran conjuntode Bricejas y en las erías que se encuentranal norte de Lafuente-Pumares-Burió.

A mediados del siglo pasado la mayorparte de las familias cultivaban algunas tie-rras de cereal para su propio consumo.Según la cartilla analítica de los principalescultivos y de la ganadería realizada en1946-47 por peritos que debían establecerlas condiciones contributivas, cada familiade Lamasón cultivaba aproximadamente 40áreas de tierras de labor destinadas al con-sumo humano. Aún se plantaban un 22% deesas tierras de trigo, generalmente las peo-res, que alternaban en todo caso con elmaíz51. Éste se plantaba asociado a la alubiay como único cultivo ocupaba la mayor partede las tierras de labor. En las huertas y enlas tierras de monte se plantaban tambiénpatatas. No se cultivaba, por aquellos años,ninguna planta forrajera.

En realidad, en esos años el cultivo delmaíz se realizaba casi exclusivamente en lastierras de 1ª y 2ª clase y en conjunto sóloocupaban 104 hectáreas (Mapa 4), un 1,3%de la superficie total del Valle y menos de un5% de la del terrazgo en su conjunto (inclu-yendo las praderías invernales). Las parcelasdedicadas a dicho cereal suponían entonces

El Valle de Lamasón42

50 . La determinación de la clase de tierra de cada parcela se realizó en el caso de Lamasón por una junta pericial presididapor el alcalde y asistida por el perito agrícola encargado de los trabajos catastrales en el municipio y por comisiones devecinos prácticos conocedores del terreno y designados por acuerdo municipal. En el acta de clasificación se designaron5 clases para las tierras de cultivo y 8 para los prados. Aunque no se mencionan los criterios, éstos, como en otros luga-res, fueron múltiples, desde condicionantes del medio físico, calidad del suelo, distancia, accesibilidad, etc. La diferen-ciación entre las 5 clases de labor y las 5 primeras de prado sólo tenía interés a efectos fiscales, ya que en las de laborel líquido imponible era superior. Pero a los efectos que aquí pueden interesar, es decir en cuanto a la calidad, dichas cla-ses eran equivalentes. AML, Expediente de formación del Catastro de la Riqueza Rústica del municipio.

51 . “El trigo se siembra en todas partes, pero principalmente en Lafuente. Cires siembra cerca del 50% de las tierras. Estecultivo alterna por años con el maíz (asociado a la alubia) en las peores tierras”. AML, Cartilla analítica de los principa-les cultivos y de la ganadería, 1946-47.

un 15% del número total de parcelas delterrazgo. Por lo tanto, en su mayor parte, elterrazgo -tanto el de las mieses o erías comoel exterior a las mismas- estaba ya formadopor praderías, es decir, recintos más omenos individualizados -como las propiasmieses o erías- en cuyo interior se reuníandistintas parcelas de prados. Según la carti-lla analítica del 1946-47 mencionada, los“prados de las mieses son mejores que losinvernales, aunque aquellos no se abonan yestos sí, un tercio de la finca cada año.Cada dos o tres años reciben estercoladura,pero la mayoría de los productores necesi-tan tres años para cubrir todas sus fincasadministradas”52.

En los últimos 50 años del siglo XX seprodujeron cambios que han contribuido atransformar un poco el paisaje de las mieses.La reducción que ya venía teniendo lugarcon anterioridad en el cultivo de cereal parael consumo humano, se aceleró; el trigo des-apareció, el maíz se convirtió en cultivoforrajero y la superficie del terrazgo destina-da al mismo se redujo considerablemente,dedicándose el resto a prado. El principalcambio lo introdujo, sin embargo, la concen-tración parcelaria -iniciada en 1986 y finali-zada en 1997-, que transformó 9.950 par-celas en 756 fincas, modificando asimismola red de caminos, accesos y servidumbres.Afectó exclusivamente al terrazgo de miesesy erías y como dejan ver los mapas parcela-rios comparados redujo al mínimo las parce-las que se encontraban por debajo de los 5carros. Sus ventajas desde el punto de vistaproductivo no son discutibles, pero la reorga-nización del espacio del terrazgo conllevó laapertura de gran número de caminos nuevosy la destrucción de numerosos bancales,todo en beneficio del acceso rodado y de lautilización de la maquinaria. (Mapas 5 y 6)

3. LA PROPIEDAD Y LA EXPLOTACIÓNDE LA TIERRA

La propiedad privada de la tierra es enLamasón, como en general en la montañacantábrica, muy reducida: en torno a un19% según el Catastro de la Riqueza Rústicade 1957. Sin embargo, el número de propie-tarios resultaba en esa fecha (y hoy también)ser muy elevado en comparación con elnúmero de vecinos: había 707 propietariosprivados de tierras (sin contar la Iglesia o laJefatura de Obras Públicas), mientras elnomenclátor de 1960 sólo registraba 189vecinos. La mayor parte de esos propietarioslo eran de superficies muy reducidas: el60,3% tenía menos de una hectárea y tansólo concentraban un 7,1% de la superficiede tierras privadas y un 12,4% del total delas parcelas. En el extremo contrario, lospropietarios que tenían 5 ó más hectáreassólo suponían el 13,4%, pero concentrabanel 60,6% de la superficie de tierras privadasy el 53,3% de las parcelas. Como promediocada propietario tendría algo menos de 2hectáreas, distribuidas aproximadamente en0,1 hectáreas de cereal de secano, 0,1 hec-táreas de erial a pasto, 1,7 hectáreas deprado y el resto de otros usos (pastizal,monte alto, monte bajo). Dicha media, sinembargo, sólo era alcanzada por algo menosde la tercera parte de los propietarios, aun-que la distribución de los usos del suelo dela propiedad sólo muestra una diferenciasensible en las de los propietarios que poseí-an menos de 10 áreas (que suponían entorno al 30% de los propietarios), entre losque la proporción dedicada a cereal era sen-siblemente mayor. En cuanto a la divisiónparcelaria, el número medio de parcelas por

Capítulo 1 43

52 . Ibidem.

propietario era mayor lógicamente conformeaumentaba el tamaño de la propiedad, perotambién aumentaba en estos casos el tama-ño medio de las mismas; en los propietariosde 5 hectáreas y más el tamaño medio desus parcelas superaba el de la propiedadtotal de los más modestos. Dichas parcelasgrandes que pertenecían a los mayores pro-pietarios y que contribuían a hacer subir sumedia, correspondían fundamentalmente aprados invernales (Mapa 3).

La cartilla analítica de 1946-47 decíaque cada familia cultivaba alrededor de 40áreas de tierra de labor y 450 áreas de pra-dería por término medio, superficies quesuperaban con creces la propiedad media.Tan sólo entre el 10 y el 15% de los propie-tarios podrían disponer en propiedad de esatierra. El resto necesitaría recurrir a fórmulasde cesión. En efecto, la distribución portamaño de las explotaciones en 1960, segúnel Censo Agrario, presentaba una estructurabien diferente a la de la propiedad. El58,1% de las explotaciones tenía 5 hectáre-as y más y concentraba el 84,5% de la tie-rra, y si añadimos las explotaciones entre 3y 5 hectáreas, el porcentaje de las explota-ciones ascendía hasta el 75,6% y la superfi-cie concentrada al 94,7%.

Ahora bien, las desigualdades en la pro-piedad y su evidente desviación con relacióna la explotación, deben ser matizadas. Llamala atención, en primer lugar, la alta propor-ción de propiedad indivisa que recoge elCatastro de Rústica de 1957. Un buennúmero de titulares aparece bajo la denomi-nación de “herederos” o corresponde a dos omás hermanos que en ocasiones se repitenvarias veces, quedando entonces fuera uno odos que pueden a su vez encontrarse combi-nados con otros. Todo este conjunto de pro-pietarios indivisos viene a suponer la quintaparte de los propietarios privados y aproxi-madamente lo mismo de la superficie totalde tierras privadas (y un poco menos en loque hace al número de parcelas). Además,alguno de esos propietarios indivisos se repi-

ten luego como propietarios privativos, y porsi fuera poco, la fuente no permite reconocerotro tipo de propiedad privada enmascaradacomo privativa, la conocida como propiedadparafernal, es decir, la que corresponde abienes heredados de la mujer que no seincluyen en los gananciales y que la puedenhacer aparecer en el catastro como propieta-ria independiente. Quiere ello decir que unaparte de esa gran desviación entre la propie-dad y la explotación se resuelve de hechoreuniendo los bienes parafernales e indivisosen la explotación familiar. Pero aunque resul-ta difícil de valorar en qué medida dicha reu-nión de tierras contribuye a incrementar laproporción de tierras propias en las explota-ciones, es evidente que en absoluto llegaríana equilibrarse.

Tres eran en esos años las fórmulas decesión de tierras que permitían completar lasexplotaciones. La primera y más importanteera la aparcería. En el Censo Agrario de1962 se registraban bajo esta fórmula 951hectáreas, una extensión que parece excesi-va habida cuenta de que la superficie totalde tierras privadas era tan sólo de 1.402hectáreas. En el caso de las tierras de laborera prácticamente la única forma; la renta enmetálico, como decía la cartilla analítica de1946-47, era excepcional. Allí donde las tie-rras eran más productivas (caso deQuintanilla, por ejemplo) la fórmula máshabitual era el reparto “a medias” entre elpropietario y el llevador; cuando la producti-vidad era menor la parte del propietario sereducía “al tercio”, siempre entregada en lacasa del mismo. En cuanto a los prados, losbuenos se solían arrendar, pero tampoco eneste caso era la fórmula muy extendida; lomás frecuente era también entregarlos “amedias”, correspondiendo los gastos de culti-vo y recolección al llevador y puesta en elpajar la parte del propietario. Los prados depeor calidad se dejaban al aprovechamientogratuito del llevador o a cambio del pago dela contribución53. Estas últimas fórmulas vie-nen siendo las más generalizadas en la

El Valle de Lamasón44

Capítulo 1 45

Tamaño Nº Superf. % % Nº Superf. % % Diferencia Direrenciaexpl. Ha. nº sup. prop. Ha. nº sup. Superficie prop.-expl.

0,002-0,1 Ha. 2 0 1,0 0,0 207 9 29,3 0,6 9 205

0,1-0,2 Ha. 3 0 1,5 0,0 64 4 9,1 0,3 4 61

0,2-0,5 Ha. 6 2 3,1 0,1 82 26 11,6 1,9 24 76

0,5-1 Ha. 6 4 3,1 0,3 73 55 10,3 3,9 51 67

1-2 Ha. 15 22 7,7 1,6 78 113 11,0 8,0 91 63

2-3 Ha. 17 42 8,8 3,1 55 130 7,8 9,3 88 38

3-5 Ha. 34 136 17,5 10,2 53 210 7,5 15,0 74 19

5-10 Ha. 65 457 33,5 34,2 69 497 9,8 35,5 40 4

+ de 10 Ha. 46 672 23,7 50,3 26 353 3,7 25,1 -319 -20

TOTAL 194 1.335 100,0 100,0 707 1.402 100,0 100,0 67 513

CUADRO IVExplotaciones y propietarios a mediados del siglo XX

CUADRO VPropietarios de la tierra y del ganado a finales de los años 50 del siglo XX

Propiedades Nº total Nº de prop. proporcion Total cabezas % sobre elsegún superficie propietarios con ganado propietarios ganado total de ganado

0,002-0,1 Ha. 207 11 5,3 174 2,8

0,1-0,2 Ha. 64 5 7,8 110 1,8

0,2-0,5 Ha. 82 4 4,9 53 0,9

0,5-1 Ha. 73 10 13,7 338 5,5

1-2 Ha. 78 13 16,7 194 3,1

2-3 Ha. 55 18 32,7 529 8,6

3-5 Ha. 53 27 50,9 972 15,8

5-10 Ha. 69 44 63,8 2.063 33,5

+ de 10 Ha 26 20 76,9 1.032 16,7

Nuevos 25 700 11,4

TOTAL 707 177 25,0 6.165 100,0

Fte. Catastro de la Riqueza Rústica de 1957 y Censo Agrario de 1962.

Fte. Catastro de la Riqueza Rústica de 1957 y Recuento Ganadero de 1959.

actualidad, a pesar de lo cual, como hemosvisto, muchos de los prados se pierden porfalta de siega e incluso de aprovechamientoa diente.

Ahora bien, ¿quiénes cedían la tierra?Responder a esta pregunta no resulta fácil.La comparación de la distribución por tama-ño de las explotaciones y de las propiedadesde igual extensión parece sugerir que unaparte nada despreciable de la superficie quecontribuía a aumentar el tamaño de lasexplotaciones procedía de las propiedades demenos de 2 hectáreas (Cuadro IV). Pero unaparte aún mayor parece proceder de las pro-piedades que superaban las 2 hectáreas y noalcanzaban las 10. Porque los propietariosde más de 10 hectáreas eran bastantemenos en número que las explotaciones dela misma clase y la superficie que concentra-ban era poco más de la mitad; es decir, suaportación no puede considerarse ni muchomenos como la principal, si bien es posibleque algunos de estos propietarios cedieransus propiedades en aparcería contribuyendoa incrementar el tamaño de explotaciones delas clases menores. De hecho, el cruce delos datos del Catastro de Rústica de 1957con el recuento ganadero de 1959 -utilizan-do los nombres de los propietarios comoidentificador (Cuadro V)54 permite observarque la proporción de propietarios con ganado(con relación a los propietarios de cadaclase) aumenta en proporción directa altamaño de la propiedad, y son precisamentelos propietarios de más de 5 hectáreas losque concentraban la mitad del ganado. Dadoque la aparcería ganadera era ya en los años50 del siglo pasado casi inexistente, hay quededucir que buena parte de los mayores pro-

pietarios gestionaban directamente susexplotaciones.

Por otro lado, la fragmentación y disper-sión de la propiedad ha sido, efectivamente,una de las características del terrazgo, tantode las mieses como de las praderías. Bastaobservar los ejemplos que se presentan paracomprender su alcance, los inconvenientesque introducían en la explotación moderna ysu incidencia en el paisaje (Mapa 7). La dis-tribución de la propiedad de la tierra de loscuatro mayores propietarios del Valle, cadauno de ellos perteneciente a uno de los cua-tro principales núcleos de población, permiteconstatar esa dispersión y reconocer losámbitos territoriales de cada uno de losnúcleos. Además, la reunión de las propieda-des en troncos familiares (hermanos) sigueigualmente mostrando una fuerte dispersión,por lo que no parece que la división de lasherencias de las generaciones inmediata-mente anteriores haya contribuido decisiva-mente -como cabría sospechar- a incremen-tar la dispersión parcelaria de la propiedad.

Esa dispersión de la propiedad y su exce-siva parcelación ha dado lugar -sobre todoantes de la concentración parcelaria- a quese utilizase la aparcería y el arrendamientopara incrementar la superficie de explotaciónen áreas contiguas a las propias. Así, unmismo titular de explotación podía ser a lavez tomador y arrendador de tierras, comoconsecuencia de su estrategia de racionaliza-ción de su explotación. De ahí la importanciaque alcanzaba la aparcería a principios delos años Sesenta del siglo pasado (en tornoal 68% del total de la superficie de propie-dad privada) y también el interés de estetipo de contrato, ya que el pago de la mitad

El Valle de Lamasón46

53 . AML, Cartilla Analítica...54 . En dicha comparación se ha podido localizar a 152 de los 177 propietarios de ganado. De los 25 restantes (que no

aparecen como propietarios de tierras en el Catastro de Rústica) sólo 6 no presentan correspondencia de apellidos,mientras en los demás sólo cambia el nombre, es decir, serían hermanos de otros propietarios de tierras o quizás erro-res en los nombres consignados en el Catastro.

o el tercio del producto (hierba o cereal)interesaba particularmente a quienes mante-nían la explotación, mientras que los propie-tarios asentistas estarían más interesados enel pago en dinero.

5. LA GANADERÍA: CABAÑA Y EXPLOTACIÓN.

La ganadería siempre ha sido la actividadmás importante y la principal fuente de ren-tas de las explotaciones. A finales de losaños Cincuenta del siglo pasado había en elValle 6.165 cabezas de ganado, de las queel 57,5% eran de vacuno y el 34,3% ovino.Las cabañas de los distintos ganaderos erandesiguales, y si más de la quinta parte teníamenos de 10 cabezas de ganado, casi lacuarta parte superaba las 50 cabezas. Porotra parte, la mayoría de los que teníancabañas inferiores a 50 cabezas manteníanporcentajes de ganado vacuno siempre supe-riores al 70%, mientras en los que supera-ban las 50 cabezas el porcentaje de vacunocaía por debajo de la mitad (Cuadro VI), yaque era en esta clase precisamente donde seconcentraba la mayor parte (el 80,8%) delganado ovino. Considerando exclusivamenteel ganado vacuno (que desde luego era elmás importante) la desigualdad entre losganaderos se mantenía, ya que la terceraparte tenía menos de 10 vacas (aunque tan

sólo 7 carecían de ellas), mientras que otratercera parte tenía entre 20 y 40 vacas y tansólo un 10,8% superaban este número. Elresto de las especies ganaderas tenían pocopeso. Entre ellas la más importante era elganado caballar, que pasaba de las 300cabezas y suponía el 5,1% de la cabañatotal; tan sólo el 36% de los ganaderos teníaeste tipo de ganado, por lo general pocascabezas aunque un 5% superaba las 10cabezas. El ganado cabrio era muy escaso;sólo suponía el 1,2% de la cabaña y única-mente un 17,2% de los ganaderos teníaalgún animal, por lo general pocos.Finalmente el ganado de cerda suponía prác-ticamente el mismo porcentaje que el cabrío,pero un 38,2% de las explotaciones criabanalgún cerdo, por lo general solamente uno ocomo mucho dos y siempre para consumopropio55.

El 96% de la cabaña bovina era poraquel entonces de raza tudanca. Según elinventario de riqueza pecuaria de 1953,solamente había 10 cabezas de raza frisonay parda alpina y tan sólo 75 mestizas56. Laraza tudanca fue en el pasado la única (almenos desde mediados del siglo XVIII yhasta casi mediados del siglo XX); se carac-teriza por su gran rusticidad, su extraordina-ria sobriedad en la alimentación, su resisten-cia a las inclemencias meteorológicas eincluso su capacidad de defensa frente a lasalimañas; en una palabra: excelente para sucría en régimen extensivo o semiextensivo.

En 1982 tanto el número de explotacio-nes ganaderas como la propia cabaña sehabían reducido notoriamente. Las explota-ciones habían descendido en un 38% y la

Capítulo 1 47

55 . AML, Recuentos ganaderos de 1959.56 . En una circular del Servicio de Amillaramiento de 1944 se decía con relación al ganado foráneo: “No es menester que

las razas holandesa y suiza sean puras para clasificarlas como tales; basta que el cruce con razas del país no hayahecho degenerar el ganado excesivamente, situándole en una equidistancia fisiológica de marcada inferioridad con rela-ción a las razas exóticas, en cuyo caso se conceptuará como ganado mixto, de rendimiento claramente reducido o cer-cenado”. En ese año había en Lamasón 2.848 tudancas, 97 mixtas y 5 holandesas. AML.

cabaña en un 25%. Además, el reparto porespecies se había transformado ligeramente;mientras el ovino perdía un poco de suimportancia relativa (18,8%), la ganaban elvacuno (que pasaba a suponer un 60,7%,aunque en número de cabezas había perdidomás de 800, es decir, más de la quintaparte), el cabrío (un 6,8%) y sobre todo elcaballar (un 12,1%). Poco había cambiadotambién la distribución de las explotacionessegún el número de cabezas; se había incre-mentado un poco la proporción de las queexplotaban 30 animales o más (que casi lle-gaban a la mitad), al tiempo que se reducíala de aquellas con menos de 20 cabezas.Las explotaciones con 30 y más cabezas deganado vacuno superaban ya la tercera parte(Cuadro VI). Es decir, en el casi cuarto desiglo que media entre los dos recuentosganaderos, además de la disminución de lasexplotaciones y la cabaña y como conse-

cuencia de ella, se había producido un incre-mento del tamaño de las explotaciones quepor término medio habían pasado de 33 a40 cabezas de ganado y de 19 a 24 si sóloconsideramos el ganado vacuno. La cabaña,en todo caso, seguía siendo mixta, tanto anivel general como a la escala de la propiaexplotación. Tanto en 1959 como en 1982más de la mitad de las explotaciones gana-deras (en torno al 51,5%) disponían decabañas mixtas57; el cambio en este sentidose refiere más a las especies, ya que mien-tras en la primera fecha era más habitual lacombinación de vacuno y ovino, en la segun-da era más frecuente la de vacuno y equino.

Ahora bien, en la cabaña bovina se habí-an producido en esos años cambios demayor alcance, que tenían que ver, sobretodo, con su composición por razas. En1978 el porcentaje de reses de raza tudancasólo suponía ya el 59,8%, mientras que

El Valle de Lamasón48

1959 1986

Nº de cabezas Total Vacuno Total Vacuno

Ninguna 3,8 8,7

Menos de 10 22,0 29,0 20,0 23,5

De 10 a 20 18,3 20,4 15,7 20,0

De 20 a 30 15,1 19,9 16,5 13,9

De 30 a 50 20,4 22,0 19,1 18,3

De 50 y más 24,2 4,8 28,7 15,7

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0

CUADRO VIDistribución de las explotaciones según el número de cabezas de ganado

en 1956 y 1982 (en %)

Fte. Recuentos ganaderos de 1959 y 1982. Archivo Municipal de Lamasón.

57 . No se ha tenido en cuenta como explotación mixta aquellas que además de vacuno o equino sólo tenían una o dos cabe-zas de ganado menor.

había un 27,7% de vacas de raza frisona,un 1,8% de raza parda alpina y un 10,7%de otras, entre las que se encontraban lasque se consideraban mixtas o mestizas58.Durante esos años la orientación láctea queya entonces predominaba en la región termi-nó por alcanzar a este valle de montaña, sinduda poco adecuado y en clara desventajapara su explotación. La ampliación de la redde recogida de leche permitió en los añosSetenta que buena parte de las explotacio-nes, en mayor o menor medida, participasenen la producción láctea. Tan sólo unas pocasexplotaciones reorientaron totalmente la pro-ducción y tuvieron que cambiar el modeloextensivo de pastoreo por otro que reposabamás en una explotación más intensiva de losprados (más abonado, cierre permanente...),estabulación diaria y permanente en losmalos tiempos y utilización de piensosadquiridos fuera de la explotación, algo queno estaba al alcance de todos. En 1953,según la cartilla evaluatoria de ese año, unprado bueno sólo proporcionaba un cortepara heno por San Pedro (29 de junio) yproducía tres coloños de cinco brazadascada 10 áreas (1.800 Kg, es decir, 180 Kg.por área), pero la producción media estaba -según la cartilla analítica de 1946-47- entorno a 51 Kg. por área. Según dicha cartillauna vaca necesitaba 3 carros de heno alaño, es decir 1.800 Kg. (el equivalente a lasiega de 35 áreas de calidad media), queconsumían durante siete meses. Además,una vaca tudanca consumía –siempre segúnla cartilla analítica de 1946-47- 100 Kg. deverde diarios, mientras una mixta supera los150 Kg. Según los cálculos obtenidos a par-tir del mismo documento cada familia culti-vaba por término medio 4,5 Ha. de prado, loque les permitiría producir heno para mante-

ner en invierno a una cabaña de unas 13vacas tudancas.

La introducción de razas foráneas deorientación láctea exigió, por tanto, incre-mentar el rendimiento de los prados, por lomenos de los mejores, que eran los de lasmieses, cuya extensión fue aumentandodurante los años Sesenta y Setenta conformese abandonaba el cultivo del maíz. Eseincremento permitió que buena parte de lasfamilias pudiese tener algunas vacas leche-ras, junto a otras mixtas y tudancas; mien-tras las primeras y algunas de las segundasse mantenían en casa todo el año, el restoseguía ajustándose al régimen extensivosecular.

Hoy el número de explotaciones ganade-ras aún se ha reducido mucho más. La pér-dida de población y su consiguiente envejeci-miento se ha traducido en la disminución delnúmero de explotaciones, que además se havisto incentivada desde la Política AgrariaComunitaria. Entre 1982 y 2005 han des-aparecido nada menos que un 44% de lasexplotaciones. Además, el envejecimiento delos titulares de explotación (el 46,6% superalos 55 años), incluso después de los incenti-vos que consiguieron acelerar la transmisiónde las mismas (en 1989 los titulares demayores de 55 años eran el 70%), ponecada vez más en entredicho el futuro delsector, sobre todo teniendo en cuenta que lamayor parte de las explotaciones que quedancarecen de sucesor. Cierto que la cabañaganadera ha seguido un comportamientoaparentemente distinto. Hasta finales desiglo se mantuvo más o menos estable (entorno a las 4.700 cabezas en 1999) y sudistribución por especies tampoco habíacambiado mucho, con un ligero aumento dela importancia relativa de las cabañas vacu-

Capítulo 1 49

58 . Informe sobre el Campo Montañés. Santander: Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas y Peritos Técnicos Agrícolasde Santander. 1980.

na (61,4%) y ovina y caprina (28,7%) y unapequeña caída de la equina (9,9%) con rela-ción a la de 1982, manteniéndose en todocaso el carácter de cabaña mixta59. Sinembargo, parece haberse iniciado un descen-so en los primeros años del presente siglo,reduciéndose la cabaña bovina que ha pasa-do de 2.887 cabezas en 1999 a 2.016 en2005, mientras que la ovina y caprina haperdido a la mitad de sus efectivos en lasmismas fechas (de 1.350 cabezas a 675).Aunque no dispongo de datos recientes de lacabaña equina, su posible incremento habríasido muy moderado y para nada permitiríacompensar las pérdidas de las otras espe-cies.

Por otra parte, la cabaña bovina ha cam-biado de nuevo su composición por razas. Laraza tudanca suponía en 1995 el 48,3% dela cabaña, es decir, 11,5 puntos menos queen 1978; pero al mismo tiempo disminuyótambién muy significativamente la importan-cia de las razas foráneas de orientación lác-tea (frisona y parda alpina) que han pasadode suponer un 29,5% a un 11,3%, mientrasque se ha incrementado muy considerable-mente el número de reses mixtas. Dichocambio ha sido inducido por las sucesivasreformas de la PAC, que han favorecidotanto el abandono de explotaciones como lareorientación ganadera hacia la producciónde carne en régimen extensivo. A pesar deque entre los incentivos hacia este tipo deganadería han estado los concedidos a laconservación de razas autóctonas, entre lasque se encuentra la tudanca, éstos no hanconseguido reducir su retroceso. Ello seexplica, en parte, por las propias característi-cas de la raza, que sólo presenta magníficasaptitudes para el trabajo, pero que produce

muy poca leche (aunque de gran contenidograso) y no ofrece buenas condiciones tam-poco como ganado de carne (aunque deexcelente calidad) ya que no es precoz nidesarrolla demasiado las partes más aprecia-das (lomo, grupa o cuartos traseros y delan-teros)60. Por eso se ha recurrido al cruce conrazas foráneas de orientación cárnica (charo-lesa, limousina), para conseguir mayoresrendimientos cárnicos sin perder, al menostotalmente, sus dotes de rusticidad. En defi-nitiva, lo que se ha producido -respondiendoa los estímulos de la PAC- es una reorienta-ción de la cabaña que ha favorecido a lasrazas vacunas de orientación cárnica adapta-das a la explotación extensiva de montaña,así como a otras especies ganaderas (equi-na) más adecuadas también a las prácticasde una ganadería extensiva.

Con el abandono de la cabaña lechera seha producido también el abandono de laexplotación intensiva, aquella que obligaba ala estabulación diaria del ganado vacunodurante todo el año y a su alimentación abase de hierba, heno y pienso. Por su parteel sistema extensivo, mantenido siempre deforma prioritaria en el Valle por aquellosganaderos que nunca se incorporaron a laorientación láctea o que lo hicieron tan sóloen parte, se vió reforzado durante los añosNoventa del siglo XX con la reconversión dealgunos de los ganaderos de leche; peropronto la salida de actividad de un númeroconsiderable de titulares de explotación hizorecuperar e incluso acelerar su tendenciaregresiva.

El Valle de Lamasón50

59 . Los datos proceden del Censo Agrario de 1999 y del Anuario de Estadística Agraria y Pesquera de 2006.60 . B. Madariaga de la Campa: “La ganadería en la provincia de Santander”. Publicaciones del Instituto de Etnografía y

Folklore, nº 2, 1970.

6. LOS ESPACIOS GANADEROS Y PASTORILES

Puertos, brañas, seles, majadas e instalaciones pastoriles.

El mapa de cultivos y aprovechamientosdel MAPA sólo reconoce los pastos al sur, enlos puertos altos de Peña Sagra, y apenassupondrían un 6% de la superficie total delValle. En el resto del territorio se habríanvisto invadidos por el matorral a consecuen-cia de la disminución de pastoreo sobre lasbrañas intermedias. En realidad las brañas ypuertos constituyen los verdaderos espaciosde pastos limpios, siempre limitados encuanto a extensión, siempre rodeados de unmatorral que avanza hacia el interior si elganado no los visita con regularidad y ennúmero suficiente (Mapa 8). Desde siempre

el fuego ha sido el recurso utilizado por lascomunidades campesinas para controlar elavance del matorral y las prohibiciones nohan conseguido terminar con esta práctica.En el interior de algunas brañas y puertos lasmajadas o seles van perdiendo su función deárea de reunión de los rebaños y de refugiode animales y pastores, pero siguen siendofrecuentadas por el ganado que los prefierenporque mantienen los pastos más limpios,porque cuentan con algún arbolado que pro-porciona la sombra necesaria durante lacanícula y a veces disponen de agua. Entodas ellas aún se pueden reconocer restosde las instalaciones que servían para alojar alos pastores y encerrar a los becerros (corra-les, cuerres o bellares). Su estado es des-igual; en muchos casos sólo se distinguenhormas (piedras de las bases) u hormazos(amontonamientos informes de piedras),pero otras veces conservan casi íntegra suestructura ya que fueron utilizadas por lospastores hasta los años Sesenta, Setenta e

Figura 1. Braña Llanuco

incluso Ochenta del siglo pasado. El deterio-ro y abandono de estas instalaciones, querefleja la desaparición de los pastores profe-sionales (asalariados de la comunidad o deganaderos importantes) que acompañabande forma prácticamente permanente al gana-do durante el verano, ha tenido como contra-partida el acondicionamiento de pistas quepermiten el acceso rodado a las áreas depasto, facilitando la visita diaria del ganade-ro a los puertos; pistas que han venido asustituir a la densa red de cañadas o “cam-beras” que servían al movimiento del ganadohasta los años Cincuenta y Sesenta del siglopasado, gran parte de la cual aparece hoyperdida por la falta de uso.

Un análisis detallado sobre la ortofoto delaño 2001 proporcionada por el GobiernoRegional de Cantabria ha permitido redibujarel mapa de pastos y localizar las brañas yseles hoy en uso. Tras su reconocimiento yprospección se ha podido determinar suestado así como la presencia de instalacio-nes pastoriles en las majadas o seles.

6.1.1. Brañas y majadas estivales

Los puertos estivales se encuentran porencima de los 900 metros de altitud, unárea relativamente reducida que ocupa unarco entre el Collado de Holdupe y la Ventade los Lobos en el extremo oeste y el Colladode Bercuy al este, incluyendo las cumbresoccidentales de Peña Sagra, su falda y lascumbres de la sierra divisoria con Rionansa.En ellos es posible distinguir una serie debrañas y majadas en las que aún quedanrestos de instalaciones pastoriles61.

Al suroeste (Mapa 9) la braña de Llanuco(Figura 1), entre los cuetos de Peñadajo y laZarzosa, aparece como un primer escalónestival que, dada su altitud (en torno a los900 metros) se utiliza más bien a finales deprimavera y principios de verano. Ocupa unllano alargado en el que el pasto limpio eshoy bastante reducido, pero en el que aún esposible distinguir numerosos vestigios de ins-talaciones pastoriles. De oeste a este apare-ce en primer lugar un corral adosado a lacresta y junto a él la horma de una cabañade pastor formada por bloques ciclópeos

El Valle de Lamasón52

Figura 2 Bellar en Braña Llanuco.

(Figura 2). Un poco al sudeste se encuentraotra cabaña apoyada también en la cresta(de la que una de las capas que sobresalehace de visera), con la base de piedras gran-des (de aproximadamente 4 x 2 metros porel exterior) y sobre ella mampostería calizairregular; tiene la entrada orientada al sur yaún conserva una de las ramas que servíade cabrio para montar la cubierta vegetalque se renovaba cada año (Figura 3). Aúnmás hacia el sudeste y en la misma línea dela cresta es posible distinguir una horma rec-tangular (3,8 x 2 metros) formada por gran-des piedras que con toda probabilidadcorrespondieron a otro chozo62. A unos 25metros al suroeste del mismo se reconocetambién un hormazo cubierto por un bardalque parece ser la ruina de un cuarto chozo.

Y aún existen otros vestigios menos claros eneste reducido espacio.

Hacia el oeste y al sur de Peñadajo laladera de fuerte pendiente y cubierta dematorral sólo ofrece (y ofreció en el pasado)algún aprovechamiento al ganado menor,como de hecho lo testimonia los restos deun aprisco adosado a la cresta y protegidopor la capa subvertical que actúa como vise-ra (Figura 4).

Aún más hacia el oeste la braña de LosAgudos ocupa un collado y rellano con pas-tos limpios y bastantes vestigios de instala-ciones pastoriles, así como restos de un cie-rre de muro de piedra seca por el noroeste.Tres de los restos de construcciones seencuentran al este, debajo mismo del picode Los Agudos. El primero lo constituye laruina de una cabaña de pastor de la queapenas queda la horma y los restos del murotrasero adosado al cierre de la braña antesmencionado; sus dimensiones aproximadasson 3 x 2,5 metros (Figura 5). Detrás, inme-diatamente al otro lado del cierre de labraña, aparece otra estructura aprovechandorocas in situ sobre las que se han levantadomuros; por sus dimensiones podrían ser tam-bién los restos de una cabaña. Al norte de lamisma, de nuevo al otro lado de la paredlimitadora de la braña, se reconocen los ves-tigios de un cuerre megalítico. Finalmente, aloeste se distinguen bajo sendos espinos losrestos de un cuerre y algunos metros haciael sur un hormazo que bien pudiera corres-ponder a las ruinas de otra cabaña.

Hacia el sur de Los Agudos y al norte dela Sierra de Cinchadorio aparece la extensabraña de Holdupe-Traslaventa, desigulamen-te ocupada por el matorral pero aún con

Capítulo 1 53

61 . Para un mejor seguimiento de este epígrafe es conveniente recurrir al anejo 1 que se encuentra en el Cd Rom adjunto.62 . Utilizo aquí la denominación de chozo, bastante generalizada, para simplificar y diferenciar claramente estas cabañas

de pastores de las cabañas invernales. En Lamasón, sin embargo, denominan a los chozos cabañas y a las cabañasinvernales simplemente invernales.

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amplios espacios de pastos limpios (Figura6). Mientras en el collado de Holdupe noaparecen vestigios de instalaciones pastoriles,la amplia braña abunda en restos de las mis-mas, si bien todos ellos de gran antigüedad yun estado de conservación que pocas vecespermite reconstruir su forma original y su fun-ción. Casi todos los restos se encuentran ali-neados al oeste, en el límite de los pastoslimpios de la braña y bajo algunos arbolitos(espinos). De norte a sur se puede reconocer,en primer lugar, un hormazo informe y de pie-dras grandes bajo un espino, resto indudablede alguna instalación. Unos metros más alsur se encuentra la horma de un bellar algoalargado y con cierres redondeados de pie-dras grandes, con unas dimensiones exterio-res de 3,65 x 2,80 metros e interiores de3,20 x 2 metros (Figura 7). Un poco más alsur unos espinos rodean un semicírculo derocas que parece tener algunas piedras suel-tas colocadas encima. Al otro lado de unpequeño claro que avanza hacia el oeste, enel siguiente grupo de arbolitos, aparece juntoa un espino un círculo de reducidas dimensio-nes (1 x 1,10 metros por el interior) formadopor piedras grandes (Figura 8). Y casi inme-diatamente, también bajo unos espinos, sereconoce un hormazo, probable vestigio de unchozo, en el que se distinguen tres de lasparedes y que tendría unas dimensiones apro-ximadas de 2 x 2 metros. Finalmente, haciael este, separada de esta alineación y máspróxima al camino antiguo, aparece -comosiempre bajo un espino- un recinto redondea-do y alargado formado con grandes piedraspero de dimensiones reducidas (2,10 x 1,30metros) (Figura 9).

Hacia el sureste la braña de Cinchadorioestá en realidad formada por dos recintosescalonados (Figura 10). El superior, máspequeño, forma una pequeña depresión enlas calizas y aparece rodeada (aunque nocerrada) por espinos y acebos; no se hanlocalizado restos de construcciones, pero elcamino Real a Liébana pasaba por encima deella y aún se puede distinguir su empedrado.

El recinto más bajo es también el más gran-de; ocupa un hoyo y un pequeño promontorioy también está rodeado de espinos y acebos,pero además aparece en parte cercado conpiedras hincadas que apenas se distinguen delas naturales más que por su disposición encírculo alrededor de la parte de los pastoslimpios de la braña. Tampoco aparecen aquíconstrucciones.

Al sur de la sierra de Cinchadorio, a unaaltitud de entre 1.000 y 1.100 metros, lagran braña de La Cardosa ocupa la laderameridional de la sierra, tanto al norte delcamino Real de La Montaña como, sobretodo, al sur del mismo y hasta la riega de lasArmaditas. La braña aparece poblada de espi-nos y otros árboles y arbustos que describenclaros a modo de recintos de pastos limpios.Los vestigios de construcciones pastoriles sonmuy numerosos, incluso a la otra orilla de lariega de las Armaditas. Siguiendo la direcciónsureste-noroeste los primeros vestigios apare-cen en el claro más oriental, que es atravesa-do por la actual pista que sube a la Venta delos Lobos (o de los Lodos, como se denomina