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Episkenion 3/4 (julio 2015) Nunca es siempre en teatro ISSN 2340–4485 Manantiales y fuentes. Las orientaciones de Eusebio Calonge EUSEBIO CALONGE, Orientaciones en el desierto. Itinerarios para materializar lo invisible en la creación teatral, Bilbao, Artezblai, 2012, 117 páginas. Robert March Tortajada Universitat de València Si la primera escena de Perdonen la tristeza se contextualiza allí «donde el silencio y el tiempo sellan un pacto», sentimos que las Orientaciones en el de- sierto, que Eusebio Calonge nos presen- ta, tienen mucho de ese tiempo. Y, por qué no, de ese pacto. Y sin embargo, no solo eso, pues estas «orientaciones» no pueden resumirse o, mejor aún, no pueden ser encorsetadas —fijas—, a no ser que, así lo entendemos aquí, se nos presenten no volátiles sino palpables, o volátiles y palpables a la vez; no in- visibles sino con calor, o presentes en su ausencia, un eco que avanza y re- trocede, que hace murmurar, incluso, a aquello que la palabra teatral calla, o sabe de otro tiempo, aunque sea este el del silencio. Estas Orientaciones no son un li- bro, más bien son un camino en forma de libro, de varios libros, que en estas páginas tratan de converger. De fluir.

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Episkenion 3/4 (julio 2015)

Nunca es siempre en teatro

issn 2340–4485

Manantiales y fuentes. Las orientaciones de Eusebio Calonge

EusEbio CalongE, Orientaciones en el desierto. Itinerarios para materializar lo invisible en la creación

teatral, Bilbao, Artezblai, 2012, 117 páginas.

Robert March TortajadaUniversitat de València

Si la primera escena de Perdonen la

tristeza se contextualiza allí «donde el

silencio y el tiempo sellan un pacto»,

sentimos que las Orientaciones en el de-

sierto, que Eusebio Calonge nos presen-

ta, tienen mucho de ese tiempo. Y, por

qué no, de ese pacto. Y sin embargo,

no solo eso, pues estas «orientaciones»

no pueden resumirse o, mejor aún, no

pueden ser encorsetadas —fijas—, a no

ser que, así lo entendemos aquí, se nos

presenten no volátiles sino palpables,

o volátiles y palpables a la vez; no in-

visibles sino con calor, o presentes en

su ausencia, un eco que avanza y re-

trocede, que hace murmurar, incluso,

a aquello que la palabra teatral calla, o

sabe de otro tiempo, aunque sea este

el del silencio.

Estas Orientaciones no son un li-

bro, más bien son un camino en forma

de libro, de varios libros, que en estas

páginas tratan de converger. De fluir.

Robert March Tortajada

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Episkenion 3/4 (julio 2015)

Volverse en río, en un afluente que quiere abrazar la verdad a la par que es consciente que,

en ella, el abrazo no puede durar por siempre. O en otras palabras, la consciencia de que la

verdad —la verdad en la palabra— no puede ser dicha sino sentida, compartida. Cum panis.

No obstante, en el teatro de Calonge —no puede ser de otra manera—, rezuma la fe, la fe

en la palabra, la fe en la palabra como encuentro. Como el encuentro de una interminable me-

moria, donde no es la razón la que late sino la poesía. El razonar de la intuición, parafraseando

la idea que el dramaturgo desarrolla en la introducción de estas Orientaciones. Es decir, la línea

donde «acaba la razón y empieza lo inexplicable». Y es en esta línea, si puede llamarse línea,

donde habitan las «orientaciones», y si decimos «habitan» es porque las palabras de Calonge,

recogidas aquí por Artezblai, moran con tal fuerza estas páginas que terminan por salir de

ellas con tal de abrirnos y ser parte de nuestro interior.

Calonge nos habla de la vida. De la verdad de la vida. De la muerte. Su palabra es íntima,

de arropamiento, pero con peso. Con densidad. Hace que el lector —así lo escribíamos ya

en otro lugar— levante su mirada del «libro». Su palabra nos interrumpe, nos invita a viajar,

quizás, hacia una visión, hacia un sueño, hacia el lugar de la magia, donde, por un instante,

lo dicho pueda coincidir con la cosa, con el nombre de la cosa, y esta con la voz. Pero sobre

todo, en ese viaje, en esa posible visión, en ese sueño, nada hay de quimeras, sino de reflexión.

De pensamiento. De pensamiento sobre el teatro, sobre la atmósfera. Sobre el fuego. Sobre la

soledad. Sobre lo que es afectado.

Sin embargo, en el desierto al que nos invita el dramaturgo no hay soledad. Hay agua.

Está plagado de fuentes, de poética. De nombres. No solo el de Paco de la Zaranda, quien es-

cribe el prólogo, sino también el de los firmantes de cada una de las citas que encabezan cada

uno de los tres capítulos (i La vocación; ii El oficio; iii La misión) y subcapítulos, y el de aque-

llos con los que Eusebio Calonge se acompaña en su reflexión teatral: Chejov, Maeterlinck,

O. Mandelstam, Ortega y Gasset, Jünger, San Juan de la Cruz, Margarite Yourcenar, María

Zambrano… Y ese es, entendemos, parte del juego, parte de la brújula con la que el autor hil-

vana —dialoga— su experiencia como dramaturgo, de hombre de teatro, con la de lector. ¿La

intención? Profundizar en la acción teatral, en la ficción, en la meditación…

Asimismo, Orientaciones en el desierto finaliza con más de un centenar de anotaciones

tituladas «Notas del traspunte. Acompañar el texto hasta el escenario». De este modo, bien

podemos pensar que dichas notas se nos ofrecen como un medio para hacer que el abrazo del

que hablábamos al principio sea, no eterno, pero sí un poco más largo, con pasión.