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Mª Teresa Arias González

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A modo de introducción

La verdad es que no sé muy bien por qué me he metido en este lío, posiblemente porque ahora, al no tener que trabajar, tengo más tiempo libre y seguramente un deseo guardado de escribir, ya desde la escuela. Escribir algo siempre es un reto, sobre todo cuando uno piensa que es tan difícil oficio; hacerlo sobre la familia era algo más. Era una forma de revivir tantos recuerdos, de registrar tantas anécdotas para que no se desvanezcan con el tiempo. Una manera de tener cerca a tanta gente querida. Mamá siempre nos contaba anécdotas de nuestra familia y a mí me gustaba mucho escucharlas, y con el viejo álbum de fotos en la mano le preguntaba una y otra vez a quién correspondía cada foto e iba anotándolo por detrás. Gracias a esa información, y a la buena memoria de Carmen, hemos podido escribir esta historia. Sin duda habrá muchos errores, fruto sobre todo del tiempo y de esa extraña mezcla de fantasía y realidad que adorna todas las historias familiares y más aún cuando van pasando de padres a hijos… Quedarán también muchas cosas por añadir y por eso los libros están abiertos, para que vosotros los continuéis. Nosotras, Carmen y yo, no tenemos hijos, pero sí sobrinos y muchos primos con hijos a los que seguramente les hará ilusión enterarse de anécdotas que es posible no conozcan y aunque así fuera, al tenerlas escritas tendrán la oportunidad de hacerlas llegar a sus descendientes. Os animo a todos a seguir con ella. Creedme, cuesta un poco al principio, pero merece la pena. A veces hemos llorado, otras nos hemos reído, pero estamos muy contentas de haberlo hecho. Quiero dar las gracias a Carmen, por haberme ayudado a escribir nuestra historia, y a Eugenia y Jorge, por el trabajo de restaurar tantas fotos deterioradas y por corregir los textos. Para todos vosotros, con mucho cariño.

MariTere (mayo 2012)

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Tres gaitas hay en AsturiasTres gaitas hay en AsturiasTres gaitas hay en AsturiasTres gaitas hay en Asturias que relucen más que el sol,que relucen más que el sol,que relucen más que el sol,que relucen más que el sol, la de Salvador González,la de Salvador González,la de Salvador González,la de Salvador González, Santa Clara y LibardónSanta Clara y LibardónSanta Clara y LibardónSanta Clara y Libardón

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Familia González Álvarez

Érase una vez... Bueno, comenzaremos de nuevo. En un pequeño pueblo de Cangas de Narcea (Asturias) llamado Mieldes, el 4 de marzo de 1883 nació nuestro abuelo Salvador. Era el cuarto de los hermanos nacido del segundo matrimonio entre Roque González y Cecilia Rodríguez.

El bisabuelo Roque tenía ya al menos dos hijos, Pepe y Jesusa, de un primer matrimonio. Más tarde se casó con nuestra bisabuela Cecilia y de este segundo matrimonio nacieron Francisco, Dolores, Saturnino, Salvador (nuestro abuelo) y Rosa. Se cree que tenía más hermanos, pero se desconoce el nombre.

Bisabuelo Roque González.

Lo que sí sabemos es que no era el mayor y, como es costumbre en Asturias, el mayorazgo, es decir, las tierras y la casa de la familia, siempre se lo queda íntegro el hermano mayor para no dividir las tierras y al resto de los hermanos se les entrega una cantidad de dinero para que se busquen la vida donde quieran. Muchos emigran a otras ciudades e incluso otros países, de hecho tenemos fotos de familiares del abuelo que emigraron a Ávila y otros se fueron hasta Buenos Aires.

Bisabuela Cecilia Rodríguez y tía abuela Rosa.

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Estas otras fotos corresponden también a la tía abuela Rosa (una de las hermanas del abuelo) y sus hijas, que se llamaban Rosa y Casildita. Esta última al casarse se fue a vivir a Sevilla, de donde era su marido.

Rosa de niña.

Dolores, otra hermana del abuelo Salvador, tuvo un hijo llamado Marcelino que a su vez tuvo siete hijos: Justo, Manuel, Luisa, Julio, Marcelino, Joaquín y Carmen, con los que hemos mantenido mucha relación porque vivían en el bajo de nuestra casa en Narciso Serra y, aunque ahora se han mudado, siguen viviendo por nuestro mismo barrio.

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Antes hemos contado que algunos familiares emigraron desde Asturias, este es el caso del primo Salvador (el de la izquierda, muy guapo), descendiente del tío abuelo Francisco que se fue a Buenos Aires, y los primos Luz, Jesús y Polonio (hijos de Jesusa, hermanastra del abuelo que se estableció en Ávila).

Salvador Luz con su marido Jesús Polonio

La otra foto es de la boda de Polonio y Bene, los primos de Ávila que tenían una fonda donde, casualmente, fue a hospedarse un joven estudiante de la Academia Militar llamado Julio Calera, nacido en Cebreros, que al conocer a nuestra entonces jovencísima tía Carmen, que veraneaba con sus tíos, quedó prendado de ella y les comentó: —Me voy a casar con su sobrina. Y, aunque al principio le tomaron por loco, terminó casándose con ella y en pocos años tuvieron cuatro hijos: Julita, Luis, Salvador y Carmencín, pero esta historia la contaremos a su debido tiempo.

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Como habíamos comentado, nuestro abuelo Salvador no era el mayor de sus hermanos y decidió venirse a Madrid con el dinero que le habían entregado. Compró un coche y se dedicó a llevar de gira a muchos artistas, entre otros a Estrellita Castro, Imperio Argentina e incluso Concha Piquer. Tenía además otra profesión: era constructor de gaitas y uno de los mejores gaiteros de su época, llegando a grabar varios discos de pizarra, de los que conservamos uno y de este modo hemos podido convertirlo a CD para poder oírlo, con las lógicas interferencias producidas por la antigüedad del disco.

Nos contaban que cuando acompañaba a los cantantes en la radio tenía que tocar en otra habitación para no tapar con su gaita la voz de los cantantes. Había una canción que a Josefina siempre la hacía llorar cuando la oía por la radio, se llamaba “Marianito tu chaleco”.

Acostumbraba a tocar en el Centro Asturiano, donde solía bailar el Pericón con su hermana Rosa, y en dicho centro conoció a nuestra abuela Carmen.

Nuestro abuelo es el primero de la izquierda, acompañado por la directiva del Centro Asturiano.

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En el Centro Asturiano de Madrid. En esta foto es el primero por la derecha.

Salvador, con una de sus gaitas.

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Ahora nos adentraremos en la historia de nuestra abuela. Vamos a empezar contando que nuestra tatarabuela fue una mujer excepcional, pues se hizo cargo de sus tres nietos, uno de ellos recién nacido, tras el fallecimiento de su hija a la que había abandonado su marido. Se vino con los niños en una carreta hasta Madrid (el viaje duró más de un mes) y los sacó adelante sin ayuda de nadie. De los pequeños solamente sobrevivieron la abuela Carmen y su hermano Fernando.

Nuestra tatarabuela y, al lado, el tío abuelo Fernando y su hija.

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Nuestra abuela Carmen nació un 14 de noviembre de 1886, según creemos en un pueblecito llamado San Salvador del Valledor, en el concejo de Allande (Asturias), junto a Grandas de Salime donde varios pueblos y tierras de labor quedaron sumergidos cuando se construyó el embalse y, aunque en un principio éste proporcionó mucho trabajo a los pueblos cercanos, en unos años comenzó un gran éxodo rural.

Según contaba nuestro tío Salva, la llamaban “la rubia de la Pola” (Pola de Allande es la capital de todo el concejo), pues era preciosa y cuando nuestro abuelo, que tenía fama de donjuán, la conoció en el Centro Asturiano se enamoró de ella rápidamente.

Carmen (a la derecha) con unas compañeras.

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Y así comienza la historia de la familia González Álvarez.

Los abuelos Carmen y Salvador, en el día de su boda.

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Según nos han contado podrían haber tenido más hijos, pero solamente nacieron vivos nueve de ellos y, lamentablemente, una niña murió al poco tiempo de nacer. Nuestro tío Saturnino también murió joven, con poco más de 20 años. Carmen, la mayor de los hermanos, nacida en 1912.

María Luisa, al año siguiente (1913).

El tercero fue el primer varón, nació el 22 de febrero de 1915 y lo llamaron Salvador, como a su padre.

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Carmen y… ¿quién?

La niña mayor sabemos que es Carmen, y la pequeña, que en un principio habíamos adjudicado a Mª Luisa, por la diferencia de edad (de más de un año), ahora suponemos que pudiera ser Josefina, o incluso Salvador si vistieran así a los niños pequeños…

Al ampliar esta foto que estaba anotada como “tío Salva”, hemos visto que ¡lleva pendientes!... obviamente no es el tío… no se sabe muy bien si pudiera ser incluso la primera niña, Josefina.

Y después vinieron....

Una niña llamada Josefina, que murió al poco tiempo de nacer. El 22 de febrero de 1919 nació otra niña a la que también pusieron por nombre Josefina pues sus hermanos mayores creían que había vuelto su hermanita que se había ido.

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Josefina en el día de su comunión.

Y después nacieron 3 varones.

Luis (1920) Saturnino (1923) Ángel (1927)

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Y finalmente, el 24 de mayo de 1929, el menor de los hermanos, Carlos.

Nuestros abuelos vivieron mucho tiempo en el pasaje de Concepción Jerónima. En esa casa nacieron todos sus hijos, pero más tarde se trasladaron a la calle Narciso Serra, a una casa pequeña que alquilaron a un conocido que era asturiano como ellos. ¡Cómo pudieron vivir tantos en una casa que solamente tenía dos habitaciones, una cocina, un comedor y un cuartito que era como una caja de cerillas es un misterio! Pero todos nosotros guardamos maravillosos recuerdos de esa casa. Tengo entendido que se trasladaron a esta casa porque mi tía Carmen fue la primera que se casó, con Julio Calera, quien estaba destinado como militar en los cuarteles de Reina Cristina y por eso alquilaron un piso cerca, en la calle Narciso Serra; Carmen pidió a sus padres que se trasladaran cerca para ayudarla, porque los niños eran muy pequeños, ya que Carmen y Julio tuvieron muy seguidos a sus cuatro hijos: Julita, Luis, Salvador y Carmen, a quien toda la familia conocemos por Carmencín. De hecho nuestro tío Carlos es solamente ocho meses mayor que su sobrina Julita, así que en algún momento coincidieron embarazadas las dos Cármenes, la madre y la hija.

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Carmen con sus cuatro hijos

Julita (31/12/1930) Luis (03/10/1931) Salvador (20/06/1935) Carmencín (07/06/1938)

De nuevo al examinar las fotos, vemos que el velo que luce la tía Carmen es el mismo que llevaba Josefina en su Primera Comunión… ¡todos los “disfraces” salían del mismo baúl!

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El 12 de marzo de 1936 murió nuestro abuelo de un tumor cerebral. Afortunadamente no pudo ver cómo, al declararse la guerra el 18 de julio de 1936, confiscaron sus coches, que eran su medio de trabajo. Comenzaron entonces toda clase de penalidades para nuestra familia, como para el resto de los españoles. Hasta ese momento, según decía mi madre, “eran gente bien, de casa mal” porque, a pesar de ser muchos, vivían muy decentemente. Pero las desgracias nunca vienen solas y, un día, nuestro tío Julio llamó por teléfono a su mujer desde el cuartel para indicarla que por seguridad se fuera con los niños a casa de su madre; los militares sospecharon de él y lo metieron en el calabozo, incomunicado. En un principio iban a fusilarlo, pero el joven encargado de hacerlo —según contaba mi madre— era un alumno suyo y eso le salvó la vida. Los republicanos supieron que estaba en esas circunstancias por motivos políticos y lo liberaron, y como era el único militar de carrera lo pusieron al mando. Esto ocasionó que a partir de ahí fueran contadas las ocasiones en que tuvo contacto con su familia. A principios de 1938 llevó a su mujer embarazada de Carmencín y sus tres hijos a Valencia, junto con nuestra abuela y los dos niños pequeños, Ángel y Carlos. Josefina se quedó en Madrid con los hermanos mayores, que estaban de chóferes de los militares en Madrid. Pero a finales de ese mismo año Josefina se reunió en Valencia con el resto de la familia —donde se hizo una experta en cocinar paella— y allí permanecieron hasta el final de la guerra. Cuando Carmencín (nacida en Mislata, Valencia) tenía solamente tres meses, apareció el tío Julio en Valencia y quiso llevarse al tío Ángel, a quien adoraba, y mi abuela se negó y le dijo que por qué no se llevaba a uno de sus hijos, pero eran todos muy pequeños. Desde ese momento la tía Carmen no volvió a saber nada de él, pues estuvo prisionero en Francia en un campo de concentración y poco tiempo después partió a Santiago de Chile en el barco Winnipeg. Por motivos de seguridad, ocultó su primer nombre y en las listas del barco aparece como Domingo Calera.

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Supongo que todos habréis oído hablar de que fue el poeta Pablo Neruda el que organizó la extradición a América del Sur de los exiliados españoles –más de dos mil quinientos- desde Burdeos (Francia) en dicho barco. La travesía duró un mes más o menos, algunos desembarcaron en Guadalupe (México) y otros en el puerto de Valparaíso en Chile, el 3 de septiembre de 1939. Barco Winnipeg Cuando en 1939 nuestra familia volvió a Madrid en tren, como eran tantos, vinieron “como gitanos”. Viajaban con un saco lleno de comida para un mes que les habían facilitado sus amigos de Valencia, y la abuela les decía a los niños que cuidaran del saco y ellos siempre contestaban:

—Sí, sí, ¡está ahí!

Pero cuál fue su sorpresa cuando, al llegar a Madrid, vieron que les habían cambiado su saco por otro lleno de viejos cacharros de cocina. Fueron muchas las penalidades que pasaron para sacar adelante a la familia. A Josefina, a la que ya habían sacado del colegio al poco de hacer la comunión para ayudar a su hermana con los niños, le tocó pelear además con sus hermanos mayores y menores, y siempre decía que ella apenas sabía leer y escribir por culpa de sus sobrinos a los que, sin embargo, adoraba. Aunque parezca mentira se arreglaron para vivir todos juntos en aquel pequeño piso de Narciso Serra.

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La tía Carmen trabajaba como enfermera, primero en Convalecientes y después en La Milagrosa.

Los tíos Salvador y Luis recuperaron uno de los coches del abuelo, vendiéndolo por 14.000 pesetas que nuestra abuela guardaba en el sujetador y que no sirvieron para nada, pues Franco cambió enseguida la moneda y el dinero republicano quedó sin valor.

Para sacar adelante a la familia, nuestro tío Salva se dedicaba entre otras cosas a llevar a viajeros al fútbol, aunque no siempre cobraba los servicios porque, según me contaron, los que se encargaban de ello eran los pequeños, y ocurrió una vez que cuando llegaron a la parada gritaron:

—¡Al fútbol!

Y fue tal la avalancha de gente, que ellos se asustaron y se metieron debajo de los asientos. Cuando todo el personal había bajado del coche, les preguntaron que cuánto habían recaudado y Carlos, Luis y Salva enseñaron las manos vacías. No sé exactamente la fecha, pero teniendo en cuenta que murió con veinte años, nuestro tío Saturnino murió en 1943. Mi madre Josefina nos contaba que tenía una gran pasión por la bicicleta, que estaba muy delgado y hacía muchos kilómetros en bici, y también que era muy mañoso, al igual que su hermano mayor Salvador. Llegó incluso a preparar un tándem y una vez que paseaba con mi madre, le dijo:

—Josefina, ¡me estás matando! —porque ella no pedaleaba a su ritmo y le hacía trabajar mucho más a él. Saturnino (1923-1943)

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Al año siguiente murió nuestra abuela Carmen, el 27 de diciembre de 1944, a consecuencia de una operación de vesícula, pues la operaron y la enviaron a casa sin cerrar bien la herida y murió en menos de un mes. Dos años después fallecía también la tía Carmen, exactamente el 22 de noviembre de 1946, de una septicemia, sin haber tenido noticias de su marido y pidiéndole a su hermana Josefina que se hiciera cargo de sus hijos; promesa que ella cumplió con ayuda de su marido y sus hermanos.

Abuela Carmen

Ahora, por orden de nacimiento le llega el turno a la tía María Luisa. A juzgar por las fotos, de joven era muy fina y guapa, con unos preciosos ojos azules, parece ser que llegó incluso a ser Miss Asturias en el Centro Asturiano; creo que era la más ingenua y presumida de las hermanas, por lo que le tocaba aguantar las bromas de todos. Josefina contaba que en uno de los balcones de la casa de Narciso Serra tenían una chapa que estaba boca abajo donde aparecía una mujer muy elegante con sombrero, y María Luisa inclinaba la cabeza y agachada jugaba a hablar con la señora:

—Pues mire usted, señora marquesa… Y claro, sus hermanos la tomaban el pelo, pero como era muy buena no se enfadaba con ellos. Se casó con Volusiano, natural de Villalón de Campos (Valladolid) al que recuerdo siempre muy delgado y como una bellísima persona. Su profesión, según creo, era de pintor de coches; tenía un tic nervioso que le hacía mover continuamente la cabeza y por eso le llamábamos cariñosamente “Tío No-no-no”. Lo recuerdo pintando rayas a pulso sin torcerse en las paredes de una casa que tuvieron alquilada en Cadalso de los Vidrios; todos los primos nos quedábamos hipnotizados mirándole.

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Vivían en el Barrio de Usera y solamente tuvieron un hijo, César, que desde muy joven destacó en Educación Física, de la que hizo su profesión.

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Algunos momentos de la vida de Mª Luisa, Volusiano y César. Ahora pasamos a la historia del tío Salvador, al que, como hermano mayor, al morir sus padres y su hermana Carmen tan joven, le tocó hacerse cargo junto con su hermana Josefina de sus hermanos más pequeños y de sus cuatro sobrinos, hijos de su hermana Carmen. Antes hemos dicho que María Luisa era la más presumida de las hermanas; pues Salvador era el más presumido de los hermanos. A su hermana Josefina le daba una propinilla para que se comprara alguna cosa y a cambio ella le tenía que tener siempre a punto, bien planchada y arreglada, la ropa; pero claro, no contaba con que su hermano Luis, que tenía la misma talla, alguna que otra vez se ponía su traje recién planchado y se iba a la calle a ver a su novia, y entonces se peleaban. Josefina contaba que Salva tenía un sombrero que les gustaba a ambos y en una ocasión tuvieron tal pelea por él que ella, harta de escucharles, lo lanzó por el balcón y dijo…

—Pues ahora, ¡para ninguno de los dos!

Al final tuvieron que bajar a la calle y por suerte lo recuperaron.

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Salvador tenía gran habilidad para los coches: de hecho en una ocasión, siendo solamente un crío, el abuelo comentó a la abuela que tenía que arreglar el motor de uno de los coches, y al poco rato subió y le dijo a la abuela todo orgulloso “paisana, ya no tengo que arreglarlo porque lo ha hecho tu hijo Salvador”. Pronto se compró un autocar y como conductor viajó por Europa llevando viajeros de la empresa Auto Pullman, que mucho más tarde se convirtió en Pullmantur, y como pluriempleo se dedicaba a los seguros.

Posiblemente entre lo que estamos contando hay anécdotas que pueden ser producto de la fantasía de nuestros mayores, porque algunos eran un poco exagerados… Recuerdo una mañana en que el tío Salvador, ya mayor, nos vino a visitar y después yo le acompañé en un taxi a su casa en la calle Delicias y le contaba al taxista que él era el dueño de Pullmantur pero que ya se había retirado.

También nos contaba que él mismo había enseñado a sus hijos a conducir y que todos eran capaces de circular lateralmente en dos ruedas. Aún esperamos que nos lo confirme alguno de ellos.

Luis y Salva, siempre compitiendo en coquetería.

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Salvador se casó en Madrid el 15 de septiembre de 1945 con Paquita, nacida el 24 de mayo de 1923: una mujer muy guapa, elegante, culta y con gran paciencia, imprescindible para aguantar las exigencias de su marido. Tuvieron tres hijos: Salvador, Merche y Paquita.

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En la boda de Salvador y Paquita, en 1945, se reunieron un montón de González… ¿a cuántos sois capaces de reconocer? ¿Identificáis la calle? Bodegas Zorrilla, Sastrería…

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El tío Salvador siempre gozó de buena salud, y además la tía Paquita le mimó como a un niño. Lamentablemente ambos fallecieron, él con 94 años a primeros de agosto de 2009 y ella con 88 años hace menos de un año, el 5 de septiembre de 2011.

Salva, Merche y Paqui y en la otra foto, las hermanas, de Comunión. Pocas fotos hay de cuando somos niños, pero las de Comunión no fallan en ningún álbum familiar…

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Le llega el turno a Josefina, nacida el 22 de febrero de 1919. Ella nos contaba que de pequeña soñaba muchas veces que peleaba con un león, y le habían dicho que eso significaba que a lo largo de su vida tendría que pelear con muchas dificultades o alguna enfermedad.

Parece que no se equivocaron mucho en lo que la dijeron porque, con menos de 25 años, se tuvo que enfrentar a la muerte de sus padres y de su hermana Carmen, tuvo que luchar mucho para sacar adelante a sus cuatro sobrinos y desde 1983 hasta el 5 de noviembre de 1989 en que falleció, también batalló con una leucemia. Ya hemos comentado que dejó de estudiar muy pronto para poder ayudar a su hermana mayor. Sus hermanos la hicieron sufrir todo tipo de travesuras, especialmente el tío Ángel, que era “un buen elemento”. De pequeña, cuando llovía, sacaban sus juguetes al balcón para que se mojaran y se reían de ella cuando desde la calle decía “Ay, mis cacharritos”. Cuando era más mayor, sus hermanos la llamaban para que entrara en una habitación con cualquier pretexto y le ponían un barreño con agua para que le cayera encima al abrir la puerta… mil perrerías que ella soportaba bastante bien porque está claro que también sabía defenderse, pues no tuvo más remedio que aprender.

Josefina bailaba muy bien, sobre todo el charlestón, y nunca le preocupó enseñar la faja si era menester. Enseñó a bailar a sus hermanos Luis y Ángel.

¡En esta foto parece una artista!

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Entró a trabajar en una heladería que se llamaba Frisel, que más adelante se unió a la empresa ILSA pasándose a llamar ILSA FRIGO, que supongo todos conocemos. Allí debió de aficionarse a los helados que tanto la gustaban.

Un día le encargaron que fuera a una cafetería en la plaza Canalejas llamada Cubasol porque iban a poner un mostrador de helados y allí conoció a un guapo camarero que comentó:

—¡Como no venga esta rubia a vender los helados, aquí no vendemos ni uno! Y ella le contestó:

—¡Estás tú listo!

Pero por circunstancias de la vida, Josefina se peleó con el hijo de su jefe y en castigo la enviaron a ella a vender los helados a Cubasol, con gran regocijo de Joaquín al verla de nuevo. El caso es que Joaquín y un compañero hicieron una apuesta para ver quién conseguía salir primero con la rubia y Josefina, viendo que Joaquín era más guapo y tímido, y para quitarse de en medio al otro que era muy pesado, aceptó salir con él, pero ella aseguraba que finalmente la apuesta la había ganado ella, porque se casó con Joaquín. No fue fácil su relación, porque Joaquín venía a buscarla con el uniforme de Falange y los tíos (especialmente Ángel) le decían…

—¡Como venga con ese uniforme, lo apedreo!

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Pero al final, con la muerte de la abuela y de la tía Carmen, se precipitaron las cosas, pues Josefina quería que sus sobrinos se quedaran con ella como había prometido a su hermana y aún estaban solteros sus hermanos Luis, Ángel y Carlos.

Lo habló con Joaquín y valientemente decidieron casarse el 1 de febrero de 1947 y vivir en la casa de los abuelos en Narciso Serra. Para que disfrutaran de unos días de intimidad y poder arreglar un poco la casa, el resto de la familia se trasladó a casa de la tía María Luisa. Pero no había transcurrido ni una semana y ya estaban todos juntos (aunque parezca increíble, ¡nueve personas en esa casita!), aunque el tío Luis no tardó mucho en casarse también. Joaquín trabajaba en los cuarteles de Intendencia en panadería, pero posteriormente estudió para practicante (ATS) y los tíos empezaron a llamarle “el veti” por veterinario, y Josefina les decía: —Sí claro, pero cuando estáis malos todos le preguntáis, así que entonces sois vosotros los animales.

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Joaquín y Josefina con sus padrinos de boda y hermanos, Salvador y Paquita.

Como anécdota curiosa os contaremos que, como Josefina no tenía dinero para comprarse un vestido de novia, utilizó el mismo traje de su cuñada Paquita, quien junto a su hermano Salvador fueron los padrinos de boda. Pero también hemos descubierto examinando las fotos que el sombrero que lleva Paquita vestida de madrina es el mismo que Josefina llevaba en la boda de su hermano Salvador o de su sobrina Julita… ¡eran tiempos difíciles para todos!

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Él contaba anécdotas muy divertidas de cuando les despertaba por las mañanas, unos para ir al colegio y otros al trabajo, porque cada uno lo hacía de forma distinta. El caso es que consiguió ganarse el cariño de todos, sobre todo de los cuatro sobrinos a los que consideraba como sus hijos mayores; de hecho cuando salía de novio con Josefina se llevaban a Carmencín de carabina, que tenía solamente un año y medio de edad. Como eran pocos llegamos al mundo tres más, Joaquín Antonio (20/11/47-29/01/49), el único de los tres hermanos rubio y de ojos azules, que murió de meningitis con poco más de dos años. Luego yo, Mari Tere, el 11 de febrero de 1950; Julita no quería ni verme porque ella quería otro niño, pero al final sí me quiso, por lo menos hasta que nació el pequeño Joaquín José el 5 de junio de 1953.

Joaquín y Josefina con Carmencín, en el Retiro.

Durante un tiempo fuimos los juguetes de nuestros primos-hermanos hasta que se fueron casando todos menos Carmencín y yo, que teníamos que escribir esta historia.

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Todos nacimos en Narciso Serra, y ocurrió que el parto del primero fue muy largo; por eso, al nacer yo, que fui madrugadora, mi padre Joaquín dijo al tío Ángel:

—Ve a buscar a la comadrona, que el bebé está llegando. Y mi tío contestó:

—Es muy temprano, esperemos a que funcione el metro. No sé si fue por esa razón que mi padre se hizo un año después ATS, porque cuando llegó la comadrona yo había nacido con la única ayuda de mi padre y de la señora Modesta, madre de la tía Chata. Joaquín, como muchos hombres de su generación, trabajó toda su vida y con pluriempleo: de camarero, de panadero, en una tienda de ropa vaquera (El rey de los pantalones) y más tarde consiguió colocarse sólo de ATS, por la mañana en Artillería y por la tarde en el Casino de Madrid de la calle Alcalá, y ahí empezó a mejorar nuestra situación financiera. Nos cambiamos de casa en 1981, dejando nuestro antiguo piso del que todos tenemos muy buenos recuerdos y que lamentablemente ya han derribado. El 28 de abril de 1984, justo dos días antes de jubilarse, murió Joaquín de una neumonía, y nunca olvidaré que mi primo Tomás en el velatorio dijo “todos tenemos nuestros padres, pero hoy ha muerto el patriarca de la familia”. Lógicamente Josefina se vino abajo, pero contaba con el cariño de sus hermanos y sobrinos. Además mi hermano Joaquín se casó con Eugenia y pronto llegó Jorge que la devolvió la ilusión de vivir, a pesar de su enfermedad, hasta el 5 de noviembre de 1989 en que falleció en Guadalajara.

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Le llega el turno a Luis, que nació el 2 de septiembre de 1920. Siempre le recuerdo de buen humor, ya he contado que se peleaba con su hermano Salvador por la ropa y, al igual que él, trabajó en Auto Pullman llevando turistas por toda Europa.

En el mismo barrio conoció a Tomasa, a quien todos conocemos por la tía Chata, y Josefina nos contaba que tenía una foto de ella al lado de su cama y que si se peleaban la ponía de espaldas y cuando se arreglaban la cambiaba… creo recordar que eso también lo ha hecho después alguno de sus hijos (si la memoria no me falla, Carlos cuando se enfadaba con María Jesús).

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Luis y Chata eran una pareja que a todos nos gustaba, siempre se besaban en la boca delante de todo el mundo, incluso cuando sus hijos ya eran mayores. Siempre estaban de buen humor, pese a que nuestra tía Chata lamentablemente no gozaba de buena salud porque tenía una rara enfermedad que creo que llamaban “de cobre” que afectaba al hígado; el caso es que tenía la piel morena, como bronceada, pero que la sentaba de maravilla a la cara pues era muy guapa, y aunque hubiera un día en que no se encontrara muy bien, cuando sabía que llegaba el tío Luis del trabajo, sacaba fuerzas para que la viera resplandeciente como siempre. Siempre que preguntábamos al tío Luis cómo estaba la tía Chata, la respuesta era la misma: “¡fenómeno!”. Y ese mismo optimismo se ha reflejado en todos sus hijos.

Se casaron poco tiempo después que Josefina y durante los primeros años vivieron en Usera, pero luego se trasladaron a la calle Caramuel.

Tuvieron seis hijos, todos varones, y buscaban una niña... que nunca llegó. Y así fueron naciendo el mayor José Luis, luego Carlos, Saturnino, dos mellizos (“los repes”), Tomás y Fernando, y por último Yiyo.

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La madre de la tía Chata se llamaba Modesta, y como vivía en nuestra misma calle, cuando nací yo en 1950 le regaló a mi madre una planta aspidistra, “la pilistra”, que hoy en día se conserva mejor que yo… si alguno de sus nietos o bisnietos quiere un esqueje, no tiene más que decirlo.

Mis tíos Luís y Chata, no sé por qué, llegaron un día a Cadalso de los Vidrios y allí se establecieron, casando a todos sus hijos y creando la saga de “Los Yiyos”. Pocos años después de morir Joaquín murió la tía Chata y en Cadalso está enterrada. El tío Luis, con su perrito, iba todos los días al cementerio a verla y a contarle lo que había hecho el día anterior, hasta que un día, después de su fiesta de cumpleaños, sufrió un golpe en la cabeza, murió y fue enterrado junto a ella.

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Para que tengáis en cuenta el buen humor de mi tío Luis, muy propio de la familia González, que pasa de la risa al llanto y al revés, os contaré otra anécdota. En un velatorio, que por la fecha podía ser el de su hermano Ángel, estaba una amiga nuestra que se llama Ana, a quien había tocado la lotería de Navidad en 1991, y nada más verla se le acercó y le dijo:

—Ana, te doy la enhorabuena por dos razones: primero porque te ha tocado la lotería y segundo ¡porque yo ahora soy viudo! Nuestra amiga no tuvo más remedio que echarse a reír por lo gracioso de su ocurrencia. Pero es así, en los velatorios de la familia siempre terminamos por acordarnos de las cosas que hacían unos y otros y hay momentos en que reímos y otros lloramos.

Ahora llega el turno de Ángel, al que cariñosamente sus hermanos llamaban “el cabecita” no precisamente porque tuviera la cabeza grande, aunque pequeña no la tenía tampoco, sino más bien porque cuando se empeñaba en una cosa no había manera de hacerle cambiar de idea. Nació en Madrid el 6 de julio de 1927, con unos preciosos ojos azules y un corazón que no le cabía en el cuerpo. Travieso como ninguno, Josefina nos contaba que le llevaba al colegio y, cuando regresaba a casa, se había escapado del cole y había llegado antes que ella, y de nuevo lo tenía que llevar asegurándose de que entraba en la escuela. Tenía señalados por los golpes a sus compañeros de clase y al resto de niños del barrio y en muchas ocasiones venía la maestra para pedir que por su mala conducta le castigaran sin postre, y Josefina la aseguraba que desde luego “no iba a comer postre”; lo que no sabía la

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maestra es que, por motivos económicos, era raro el día en que se tomaba postre en casa. Nos contaron que un día discutieron los hermanos porque Ángel decía que un pueblo (no recuerdo el nombre, pero creo que de Andalucía), según él estaba en el norte de España. Sus hermanos buscaron un mapa y le señalaron que dicho pueblo realmente aparecía en el sur, y él contestó tan tranquilo:

—¡Ese mapa está mal! Vivíamos en un tercer piso, y sucedió que un día cuando se iba a trabajar, aún medio dormido, en vez de bajar al portal llegó solamente al primer piso, y después de aporrear e intentar abrir la puerta, subió corriendo a casa y dijo:

—Josefina, que no me puedo ir a trabajar porque han puesto una puerta con un boliche redondo en

el portal, está atrancada y ¡no se puede salir!

Le acompañaron hasta el portal y claro, no había ningún problema… Más tarde, los vecinos del primero, a los que apodaban “los Pubinos”, comentaron a Josefina que habían pasado un miedo terrible porque un loco había estado golpeando y había intentado arrancarles la puerta. Por supuesto mamá no dijo nada de la odisea de su hermano. Anécdotas del tío Ángel las hay a miles…

Como sus hermanos Salvador y Luis, se dedicó a conducir autocares, se compró un camión volquete y estuvo mucho tiempo trabajando con él. Recuerdo que cuando nosotros aún no teníamos coche, un domingo de verano, pasadas las doce de la noche (porque no se permitía circular a los camiones hasta esa hora), nos trajo tumbados en el volquete desde Cadalso a Madrid; no fue un viaje cómodo, pero sí muy bonito porque se veían las estrellas.

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Estuvo bastante tiempo trabajando con el camión, pero tuvo un percance con él: un día se le paró cruzando las vías del tren y salvó la vida de milagro.

Al final vendió el camión y se compró un autocar, y para estrenarlo nos llevó a todos de excursión a la finca de los Pérez Ayuso en Horche (Guadalajara): fue un viaje divertidísimo, su hermana Josefina cogió el micrófono y lo amenizó cantando y contando chistes, y todos lo pasamos muy bien. Conoció a Encarna, una jovencita nacida el 8 de octubre de 1925 que había salido recientemente de un colegio de monjas, y se casó con ella el 6 de agosto de 1949. Vivieron los primeros años en una casita en Usera que tenía un pozo en el centro del patio.

Allí nacieron los primeros de sus hijos: Mari Carmen, Angelín (que murió con pocos años), luego Salvita, Encarni, Javi (vivo retrato de su padre) y por último otro niño al que también llamaron Angelín.

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Creo que el pequeño nació en el piso que compraron en Marcelo Usera, donde durante bastante tiempo fuimos a comer los domingos porque Joaquín, mi padre, trabajaba en un bar cerca de su casa llamado La Giralda. Allí lo pasábamos muy bien, y la tía Encarna preparaba unas bandejas llenas de croquetas y tortillas de patata buenísimas. Pasados los años, cuando nosotros compramos el chalet de Guadalajara, solían venir a casa los domingos y Angelín, el pequeño, siempre quería ir a “la casita de la montaña”, como él la llamaba. Tan buena pieza como su padre, una mañana no nos dejaba salir al jardín tirándonos piedras a la puerta.

Varios primos en una Comunión posan para el fotógrafo… excepto Joaquinín, como siempre interesado en algo diferente…

Aquí el tío Ángel poniendo orden a tanto pequeñajo… Bueno, a decir verdad, yo debí dar el estirón definitivo…¡y último!

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Después compraron un chalet en Cadalso, pero lo vendieron pocos años después de morir el tío Ángel de un derrame cerebral el 18 de enero de 1992. La tía Encarna también ha fallecido, el 8 de abril de 2009. Llegamos al tío Carlos, mi padrino y el único que permanece con vida de todos los hermanos. Nació en Madrid el 24 de mayo de 1929 y por su pelo rubio le apodaron “el panocha”. Como era prácticamente de la misma edad que su sobrina Julita, compartió con Ángel y sus sobrinos Calera las travesuras que hacían desesperar a su hermana Josefina en algunas ocasiones. Un día que Josefina había bajado al portal un rato para ver a su novio Joaquín, les encargó que cuidaran de la olla que estaba en el fogón; entonces Julita, que tenía a Carmencín en brazos, quiso retirar la olla del fuego pero Ángel decía que el puré de almorta tenía que hervir como el culo de gallina. Entonces empezó la pelea: Julita, como necesitaba las manos libres para pelearse, sentó en el fogón a la pobre niña y mi tío Carlos, al oír sus gritos, bajó corriendo a buscar a su hermana, que subió corriendo con su novio evitando que la niña se abrasara, pero le quedó una señal de la quemadura en el culete para siempre. A partir de entonces, por precaución, mi padre empezó a subir a casa para visitar a su novia. Si el tío Salva, especialista en motores, y Saturnino con las bicicletas eran mañosos, Carlos no se queda atrás. Siempre fue un manitas y, sin menospreciar a sus hermanos, según creo, fue el más trabajador. Empezó a trabajar en Iresa (un taller de motos), después durante varios años en la casa Bimbo y finalmente su sobrino César le proporcionó un puesto en las instalaciones de la Universidad, donde ha permanecido hasta su jubilación, siempre muy querido y valorado por sus compañeros. Hasta hoy mismo, si tienes algún problema con un motor, una tubería de riego, la depuradora de la piscina, etc., el tío Carlos te lo soluciona.

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Es una persona que siempre está de buen humor, contando chistes, y tiene el récord de la familia por haber entrado en el quirófano por lo menos una docena de veces, pero ahí esta, siempre liado con alguna reparación en su chalet de Eurovillas, y jugando a la petanca con la tía Luisa, nacida el 3 de enero de 1933 y con quien se casó el 10 de junio de 1955, boda a la que ya pudimos asistir y disfrutar algunos de nosotros.

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Como la tía Luisa era también de nuestro barrio, empezaron a salir muy jovencitos, como se puede apreciar en la foto

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A pesar de tener siempre muy buen aspecto, la tía Luisa siempre ha padecido de muchos dolores, pero no la han impedido viajar con sus hijos cuando eran pequeños en una moto con sidecar que tenían, y ahora con los viajes del Imserso. A ellos les queda aún mucho por vivir y por lo tanto que contar, porque pese a sus problemas de salud estoy segura de que nos van a sobrevivir a todos. Me alegro mucho de que por fin pude convencerlos para que dejaran de hacerme regalos por mi cumpleaños, porque decía la tía Luisa que como el tío Carlos era mi padrino lo iban a hacer hasta que me casara y me estaba creando un cargo de conciencia muy grande.

En la boda de Carlos y Luisa ya estamos un montón de primos, los mayores de cada familia… y… ¡aún se nos reconoce!

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Han tenido dos hijos, Carlos, nacido el 29 de abril de 1957, y Esther, el 5 de abril de 1960.

De Carlos, el mayor, tienen dos nietas, Ainhoa y Sandra. De Esther otras dos nietas, Lorena y Sonia Y de momento un bisnieto, Rodrigo, de Ainhoa, la mayor de sus nietas.

Creo que a partir de aquí somos todos nosotros los que tenemos que contar nuestra propia historia. En mi caso tengo que continuar primero con la historia de los Calera, que en realidad han sido mis hermanos mayores, con los que hemos convivido desde pequeños y su historia se mezcla con la de los Arias.

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Familia Calera

Ya habíamos dicho que las familias González, Calera y Arias, aún partiendo de raíces distintas, han tenido siempre unas vivencias conjuntas y no se puede contar la historia de unos sin mencionar a los otros.

Carmen González (1912) Julio Calera (1904)

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Al relatar la historia de Carmen, la mayor de los hermanos González, hemos contado que se había casado con Julio Calera, alférez músico, que había nacido en Cebreros (Ávila) y que era el pequeño de sus hermanos. El mayor de los hermanos de Julio era Victoriano, casado con Teodora, quienes tuvieron tres hijos que murieron de pequeños. El otro hermano, Mariano, de profesión cartero, se casó con Laura y también tuvieron tres hijos: Jesús, Enrique y Conchita. La casa del tío Mariano estaba llena de gatos, que se subían por la mesa del comedor y nos daban mucho miedo cuando éramos pequeños.

Carmen y Julio se casaron el 28 de junio de 1928, con lo que Carmen tenía tan sólo dieciséis años… ¡eran otros tiempos!

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Y estos son los cuatro hijos que tuvieron Carmen y Julio, los cuatro Calera que más conocemos.

Luisito y Julita Salvita Carmencín

Reanudamos la historia a primeros de septiembre de 1939 cuando el barco Winnipeg llegó al puerto de Valparaíso (Chile).

Tardamos mucho en tener noticias del tío Julio. Se quedó ciego al poco de llegar a Chile y como era muy culto y músico encontró trabajo en una emisora de radio donde se emitía un programa llamado “La voz de España” donde contaba anécdotas, chistes y ponía música española.

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Cuando consiguió una situación favorable económicamente, sobre 1946 más o menos, escribió a Julita su hija mayor porque quería tener noticias de sus hijos pero en ningún momento preguntó por su esposa, que murió en esa época. Mi madre contaba que la tía Carmen en su agonía sólo decía “Canalla, canalla, mis hijos, mis hijos, Josefina cuida de mis hijos”.

Aproximadamente a los tres años de llegar, tuvo una hija en Santiago de Chile a quien dio sus apellidos y se llama Rosa Calera. Después se casó con Raquel Muñoz con quien vivió hasta que murió de neumonía el 6 de mayo de1968.

Volvió a escribir amenazando al tío Salvador y a mi padre Joaquín, a los que decía que cuando volviera a España los iba a fusilar por haberles quitado el cariño de sus hijos. La ceguera le tenía muy trastornado pues tuvo muchas operaciones y tres desprendimientos de retina.

Como insistía mucho en llevarse a sus hijos, envió dinero y Julia viajó a Chile y estuvo allí un año trabajando de locutora con él en la radio. Como quería llevarse también a Luis y había enviado dinero para el pasaje, Julita, que se había peleado con su padre, envió un telegrama a mi padre a España con este

texto:

“NO DEJAR SALIR LUIS NI NIÑOS. GUARDAR DINERO RECIBIDO. DISGUSTOS. PRONTO CON VOSOTROS. JULITA. BESOS”.

Y con el dinero que habían guardado, se pagó su pasaje de regreso.

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Julita nació en Madrid el 31 de diciembre de1930, en pleno día de Nochevieja; esa fecha es la que consta en el Registro pero realmente nació en 1929 y solo tiene ocho meses menos que el tío Carlos. Aunque ella aprovechaba para decir que tenía un año menos y que lo correcto era el certificado de nacimiento. Siempre tuvo muchos pretendientes porque era muy guapa. Pero además de guapa era muy coqueta, y la verdad es que cualquier trapito lo lucía como una artista de cine, pues además de tener unos ojos verdes preciosos y ser muy simpática, tenía muy buen tipo. Al igual que ocurría con el tío Salva y el tío Luis, ella preparaba su ropa con esmero para salir con su novio y Carmen, a la menor oportunidad, se la ponía recién planchada, pero un día fue Julita la que le cogió a ella un bolso que le había comprado mi madre y menuda se montó.

Tras su viaje a Chile, una vez en Madrid, se colocó de dependienta en el Corte Inglés. Julita era la única de nosotras a la que le gustaba cocinar y lo hacía muy bien, se metía en la cocina y animaba a mamá para que saliera mientras ella preparaba la comida. Hacía muy bien, entre otras cosas, la leche frita. Ella siempre disfrutaba de todo, pues siempre tuvo un carácter muy alegre como mi madre.

Lo mismo de chulapa que de manola, siempre la vemos sonriente y coqueta. En la foto de las manolas está con la tía Luisa y con Carmencín.

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Julita conoció a Lázaro Pérez Ayuso, nacido el 21 de abril de 1931, que trabajaba en una tienda de pantalones vaqueros, propiedad de su padre, junto a sus dos hermanos José y Ángel. La tienda se llamaba “El rey de los pantalones” y estaba en la calle Embajadores, esquina a Encomienda. Julita y Lalo hacían excursiones en moto con César y Toñi y los hermanos de Lázaro, sobre todo con Ángel y Manoli, con los que hicieron gran amistad. Julita y Manoli siempre se llevaron muy bien, a las dos las gustaba ir muy bien vestidas y salir mucho, las gustaba ir a los toros con mantilla, tan guapas la rubia de ojos verdes con mantilla negra y la morena de ojos azules con su mantilla blanca.

Recuerdo que un día se presentaron en nuestra casa muertas de risa y con unas pelucas rubias de pelo largo y parecían unas artistas de cine, claro que sus maridos no opinaban lo mismo y se las hicieron cambiar por otras un poco más discretas.

Se casaron el 7 de junio de 1959. Ella siempre quiso tener un niño, pero tuvo dos “meonas” como decía ella, Mari Carmen y Mari Ángeles. Mari Carmen, la mayor, estudió Derecho y se casó con Rafael Pellicer, hijo de un conocido pintor especializado en grabados y sobrino de Julio Romero de Torres, licenciado en Derecho Internacional por cuya razón vivieron siete años en Bruselas y tres en Luxemburgo. Padres de Miguel, un niño precioso y un tanto revoltoso de pequeño, nacido el 22 de septiembre de 1992.

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La menor Mari Ángeles se casó también con José Álvarez y tuvieron dos niños, José y María. El matrimonio duró muy poco y finalmente los nietos se quedaron a vivir con sus abuelos. El divorcio de la hija, tener que cuidar de los nietos y por último el fallecimiento repentino de Lázaro el 1 de octubre de 2006 minaron la salud de Julita, por lo que hoy día se encuentra en una residencia en Lupiana (Guadalajara). El segundo hijo de Carmen y Julio fue Luis, que nació el 3 de octubre de 1931. Le tocó hacer la mili en África, como se decía antes, concretamente fue en

Dardrius (Melilla)… al menos aprendió a montar a caballo. Luis es muy mañoso, aprendió pronto electrónica, colocándose en Marconi, una famosa empresa de TV. Siempre que teníamos alguna avería en nuestra tele, nos la arreglaba; eso sí, a veces era un poco “chapuzas”. Recuerdo un verano en que se nos rompió la tele y, como él estaba de vacaciones llamamos a la casa Marconi para que nos enviaran a un técnico. Cuando llegó a nuestra casa observó que estábamos oyendo la TV por medio de

los altavoces de una radio antigua que estaba colocada encima del televisor. El hombre se lo quedó mirando y dijo:

—Esta chapuza sólo es capaz de hacerla Luis Calera. —A lo que mi

madre contestó: —Sí, es mi sobrino.

El pobre hombre se quedó muy cortado y la pidió perdón. Pero mamá muy tranquila le dijo:

—No se preocupe, será una chapuza, pero funciona que es lo importante.

Luis vestido de Regulares.

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Conoció a Loli en el barrio, pues sus padres vivían en Ciudad de Barcelona, muy cerca de nuestra casa de Narciso Serra.

Loli era muy menuda y delgadita cuando la conoció, y aún lo sigue siendo, claro que él siempre ha sido un “tirillas” y así de guapos lucían la parejita.

El 7 de agosto de 1959, el mismo año que su hermana Julita, se casó Luis con Loli, y fueron padrinos mamá y su hermano Salvador.

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No han tenido hijos pero a Joaquín y a mí nos han tratado como si lo fuéramos. A Joaquín le tenía Luis horas y horas en el balcón cuidándole una moto que aparcaban delante de nuestro portal y que por supuesto no era suya, pero cuando venía de trabajar del Economato le recibía diciéndole:

—Luisito, Luisito, la he estado cuidando y nadie se la ha llevado.

Joaquín era el juguete de sus primos y de sus tíos, que se lo tiraban de cama en cama y del uno al otro por los aires y él se partía de risa, sobre todo con Luis que le había comprado unos guantes de boxeo, y cada día le esperaba cuando llegaba de trabajar y le decía:

—¡A la lucha!

Y le arreaba un puñetazo y Luis acababa más de una vez sangrando por la nariz. Mamá se enfadaba y le decía “tú tienes la culpa por comprarle los guantes”. Recuerdo también que mis primas tenían unas muñecas vestidas de Sissi que les habían traído sus padres de Europa y yo quería una como ellas. Pues un día de Reyes tuve dos muñecos pequeños vestidos de Sissi y de Francisco José y, ya mayor, mamá me contó que Loli se había pasado varias noches confeccionando los vestidos de los muñecos.

Como anécdota os contaré que tanto mi cumpleaños como el de mamá son en febrero y Loli un día nos regaló un delantal precioso a cada una; mi hermano que entonces tendría unos cinco años, muy preocupado le dijo:

—Loli, mi madre friega y mi hermana algunas veces también cose pero yo ni friego ni coso.

Y claro, Loli entendió la indirecta enseguida pues Joaquín cumple los años en junio.

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Como dice Loli, Luis es un “cerebrito”. Ahora mismo tiene montado un tinglado de cables en su casa de manera que ve la pequeña pantalla de su portátil en la TV del salón. Hace años se montó también un ajedrez electrónico en una mesita pieza por pieza y hasta tenía en su dormitorio un televisor encastrado en el maletero del armario ropero y manejaba los mandos desde la mesilla de noche, todo eso antes de que se hubieran inventado los mandos a distancia.

Papá siempre decía que lamentaba mucho no haber podido costearles una carrera universitaria a sus sobrinos porque eran todos muy inteligentes, pero estoy segura de que lo que les proporcionó a todos fue mucho más que eso.

Sobre todo para Carmen y para mí, Luis y Loli han sido siempre un gran apoyo, pues cuando murió papá se dedicaron totalmente a mi madre. Tenían entonces una perfumería y todos los fines de semana nos recogían al cerrar la tienda para ir juntos a la finca. Teníamos que llevar la comida a los perros y allí nos reuníamos todos a jugar a las cartas, hiciera frío o calor. A partir de la muerte de mamá en 1989 prácticamente no han vuelto a ir por allí, en parte porque la echaban mucho de menos en la casa y además porque no han querido interferir para que Carmen, Joaquín y yo lo organizáramos todo a nuestro gusto.

Mis padres, Joaquín y Josefina, con sus cuatro sobrinos-hijos celebrando una Nochevieja.

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El 10 de octubre de 1959, Salvador y Mari Cruz se casaron también. De repente, en un mismo año, se habían casado los tres hermanos y nuestra casa se quedó muy vacía.

Yo, con el mismo vestido de mi comunión pero cortada la falda, llevé las “arras” en la boda de Julita y luego en la de Salvita.

Después de la boda viajaron a Santiago de Chile a empezar una nueva vida, Carmen como no había conocido a su padre, se fue con ellos.

Joaquín de pequeño era un poco inapetente y era Carmen quien, con mucha paciencia, se pasaba horas dándole de comer, así que cuando Carmen se marchó a Chile dijo muy preocupado:

—Y ahora ¿quién me va a dar de comer?

Mi padre le echó una mirada que casi lo mata.

En la boda de Salva y Mari Cruz

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Cuando llegaron a Chile, los comienzos fueron muy duros, pues no fue fácil buscar trabajo y Mari Cruz tuvo al primer hijo en agosto de 1960 con lo que era una boca más que alimentar.

Pero mi madre decía que los niños que nacen el día del Corpus tienen un don especial en la vida y tanto Salvador como Joaquín nacieron ese día. En el caso de Salvador el 20 de junio de 1935.

Salvador estuvo trabajando primero en la radio, pero luego tuvo la suerte de entrar a trabajar con un español en una barraca (almacén de maderas) que se llamaba “La Confianza”. Como Salva había demostrado ser muy trabajador, este hombre no tenía hijos y pensaba además que su sobrino no serviría para continuar con un negocio que le había costado tantos años, le ofreció asociarse con él. Y así comenzó Salvador en el mundo de los negocios; ése fue el primero, cuyo nombre continúa aunque ha cambiado la actividad: se llamó CALESANZ y se dedicaba a la venta y almacén de productos de madera, tenían en propiedad bosques y fabricaban varios artículos derivados de la madera. En la actualidad es una ferretería y se dedica a la importación. Tiene además campos donde se cultivan árboles frutales.

No piensa para nada en jubilarse, pues le encantan los negocios, incluso ha sido presidente de un equipo de fútbol La Unión Española. Durante diez años ha sido presidente del Estadio Español y ha recibido la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, concedida por el Rey.

Lo bueno de Salva es que además de tener dinero, sabe disfrutarlo. Cuando fuimos invitadas a Chile para la boda de su hijo menor en 1990, fue para mí como pasar un mes en una serie americana como Dallas o Dinastía. Hoy día, el negocio prácticamente lo lleva su hijo Carlos (máster en Economía) pero todos sus hijos le tienen un gran respeto y admiración porque saben que su intuición y experiencia valen más que cualquier licenciatura.

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Cuando su hijo Carlos estaba de profesor en la universidad daba clases utilizando el libro de Pablo Huneeus “Nuestra mentalidad económica” y uno de sus alumnos le preguntó si uno de los citados en el capítulo de Empresarios Modernos era familiar suyo, a lo que muy orgulloso contestó que sí, que era su padre.

El tercer capítulo en la página 57 dice así:

3. El instinto negociador: Para apreciarlo, diríjase a la calle J.J. Pérez 4937 (por San Pablo abajo) a una barraca llamada “Establecimientos Calesán”. Observe la madera, es buena. Elija los tablones que necesita para hacer la terraza. Luego pregunte por don Salvador y finja un cierto escepticismo respecto a la calidad, aduciendo que el raulí esta verde, que el roble viene torcido y que en todo caso los precios son excesivos. En cuestión de minutos, Salvador Calera lo tendrá convencido, no solo de que la madera es buena, sino que es la más noble y fina jamás aserrada, y de que el precio es la más extraordinaria ganga del mercado. Le rebajará algo, se la ofrecerá puesta en casa, le dará facilidades y le hará ver la conveniencia de comprar una camionada entera. Usted saldrá feliz, seguro de haber triunfado y con mucha más madera que la necesaria para la terraza. Si lo atiende el empleado de delantal café, hará una transacción rutinaria, circunscrita a sus necesidades inmediatas, aunque en similares términos económicos. Es que don Salvador es empresario y el empleado de delantal café, no.

Salvador y Mari Cruz han tenido tres hijos varones: Salvador (en el centro), Carlos (izda.) y Alberto (dcha.).

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Salvador, el mayor, estudió en Chile y luego fue doctorado en Madrid como médico ginecólogo. Casado con Cecilia, no ha tenido hijos de momento.

Carlos hizo un doctorado en Economía en Barcelona. Casado con Marggit, tienen dos hijos, Loreto y Francisco.

Alberto, el pequeño, también es economista pero realizó sus estudios completos en Chile; se casó en 1990 con Soledad y tienen tres hijos: Josefa, Manuela y Baltazar.

Y finalmente Carmencín, la pequeña de los hermanos Calera González.

Carmencín que había marchado a Chile con su hermano, pasados cuatro años decidió volver a España.

Se colocó en Almacenes Ramar, una tienda de tejidos y posteriormente se cambió a una empresa americana llamada Sears. Allí echó raíces pues se encontraba muy a gusto, era valorada en su trabajo y

Carmencín, en diferentes etapas de su vida.

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pronto pasó a ser jefa de sección. Lamentablemente los americanos vendieron el negocio a Galerías Preciados, del Grupo Rumasa, que años después fue expropiado. Momento que aprovechó Carmen para pedir la jubilación anticipada. Carmen no se casó ni tampoco tuvo hijos, pero no cabe duda de que ahora es Jorge, el hijo de Joaquín y Eugenia, su niño mimado y al que concede todas sus atenciones.

Una vez jubilada se dedicó a aprender un montón de oficios artesanos, pues salió mañosa como el resto de la familia. Hizo trabajos de cerámica, esmalte a fuego, pintura en seda, etc. Probó todo tipo de manualidades y se apuntó a todos los talleres que salían a su paso, pero sin duda donde destacó y más disfrutó fue trabajando el cristal, sobre todo haciendo lámparas de Tiffany. Casi toda la familia tenemos muestras de su obra. Ahora ha descubierto la informática y esa ha sido su perdición, entre el correo y los juegos de aventura gráfica ya nos cuesta bastante hacerla salir a la calle.

En la actualidad yo también me he prejubilado y, curiosamente, ahora que estamos más tiempo juntas, nos llevamos mejor que nunca. Nos pasamos los juegos de la una a la otra, y en este momento estamos inmersas en esta aventura de escribir las memorias de la familia.

Y aquí finalizamos la historia de los Calera, pues a partir de aquí la tendrán que continuar los hijos de Julita y de Salvador con sus respectivas familias.

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Familia Arias Puertas

Por lo que me han contado mis padres y gracias a la buena memoria de mi prima Carmen he podido recopilar los siguientes datos.

Manuel Arias, nuestro abuelo paterno, nació en algún pueblo de la provincia de Lugo y se trasladó a vivir a Madrid, donde se colocó como chófer en casa de unos marqueses, y allí conoció a mi abuela María Teresa Puertas, que trabajaba como institutriz en la misma casa.

La abuela Mª Teresa, natural de Vélez-Málaga, embarcó con sus padres y hermanos rumbo a Argentina, pero por desgracia en el barco se declaró una epidemia de peste y murió toda su familia. Al quedar huérfana, desde el barco la devolvieron a Málaga, pero como ningún familiar se hizo cargo de ella, la internaron en un colegio de monjas francesas; por esa razón aprendió francés y tenía una cultura superior a la habitual en mujeres de su época.

Como en los cuentos, se enamoraron y se casaron, pero cuando nació el primer hijo, Pepe, los marqueses les dijeron que no querían niños en su casa y se trasladaron a vivir a la calle Áncora, 9.

Poco puedo contar de ellos, porque el abuelo murió antes de que naciéramos nosotros y la abuela en 1953, cuando yo tenía tres años y Joaquín no había nacido aún. Sabemos por nuestra madre que eran muy buenos y que la abuela en especial, como buena malagueña, era muy simpática.

Madre del abuelo Manuel, mi bisabuela paterna.

Abuelos Mª Teresa y Manuel

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La marquesa fue madrina de mi padre y también mía, vivía cerca del Palacio de las Cortes y seguramente en algún momento fuimos a visitarla; por ese motivo yo de pequeña creía que ella era mi abuela, y cuando pasábamos en el autobús por delante de los leones de las Cortes, yo decía, y Joaquín coreaba conmigo:

—¡Mira mamá, la casa de la abuelita! —y nuestra madre abochornada se hacía la distraída.

La marquesa, madrina de papá y mía. La abuela Teresa conmigo

Los abuelos Manuel y Mª Teresa con sus hijos, por orden de edad, Pepe, Joaquín y Manolo.

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Tuvieron tres hijos, Pepe, Manolo y Joaquín.

Pepe, el mayor, estuvo en la Marina, donde por vencer su timidez se habituó a la bebida, lo que siempre, a pesar de ser muy buena persona, le ocasionó muchos disgustos y finalmente su muerte. Se hizo ATS

como nuestro padre y se casó con Victoria, vivieron muchos años en Pozuelo y tuvieron tres hijos, José Mari y Mariví (mellizos) y el pequeño Fernando.

El tío Pepe y la tía Victoria el día de su boda.

José Mari, Mariví y Fernando.

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Por desgracia, poco después de inaugurarse el túnel de Guadarrama, nuestro tío tuvo un accidente con la moto y, como en esos tiempos no era habitual llevar casco, nuestra tía salió despedida de la moto dándose

un golpe en la cabeza que le produjo la muerte. Para mi tío fue muy duro, pues siempre se consideró culpable.

Años después volvió a casarse con una sobrina segunda venida de Málaga y tuvieron otro hijo, Sebastián Manuel. La relación no fue fácil, pues vino la suegra a vivir con ellos, y aunque al principio parecían funcionar, cuando murió nuestro tío, la relación entre la viuda y su madre con los hijos mayores terminó fatal, aunque los cuatro hermanos siempre se mantuvieron unidos

De nuestros primos paternos sabemos que José Mari empezó muy bien con un negocio de enmarcado de cuadros, se casó, tuvo dos hijos y hace años que ha fallecido. Mariví estudió para delineante pero nunca pudo dedicarse a ello y se especializó en cuidar a personas mayores. Creemos que sigue soltera pero hace mucho que no sabemos nada de ella. Fernando terminó ingeniería en Vigo, se casó con una gallega y se fue a vivir a Brasil, su mujer tuvo morriña, se separaron y se volvió con los hijos de ambos a España. Tampoco hemos vuelto a tener noticias de él. El pequeño Sebastián Manuel murió también por un accidente de moto muy joven.

Mariví y José Mari en su Comunión.

El pequeño Sebastián Manuel, hijo de su segunda esposa.

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Nuestro padre, aunque fue el segundo, lo voy a dejar para el final; solamente indicaré que posiblemente por haber nacido en medio de los tres hermanos, siempre intentó mantenerlos juntos y buscar el equilibrio entre ellos.

Joaquín, Pepe y Manolo

Foto familiar de mis padres en el centro, a la derecha el tío Pepe, Carmencín a la izquierda y nosotros, Joaquín y yo, en el centro.

Me gustaba mucho mi madre con ese vestido que tenía escote de princesa.

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La tía Loli y el tío Manolo.

El menor de nuestros tíos paternos se llamaba Manolo, era muy guapo y pintaba muy bien. Por esa razón, una vecina que le superaba en edad llamada Dolores, muy guapa y que tenía una casa de huéspedes, estuvo posando para sus cuadros, suponemos desnuda. El caso es que se enamoraron y se casaron desoyendo los consejos de sus hermanos que pensaban que ella, aparte de ser mucho mayor que él, no tenía muy buena fama, y le insistieron en que si los abuelos hubieran estado vivos no habrían visto con buenos ojos ese matrimonio.

Desgraciadamente, en el viaje de novios ella tuvo una enfermedad que la dejó paralítica. Esta boda distanció a mi tío de sus dos hermanos pero finalmente, como mi padre observó que ella se portaba bien con su hermano, recuperaron la relación. Recuerdo un comentario que hizo mi tía Loli: “Si yo con mi cuerpo he pecado, con mi cuerpo lo he pagado”, siempre muy alegre y guapetona.

Cuando mi tío cayó enfermo de un cáncer de laringe, a pesar de estar ella con muletas, nunca se separó de él, y hemos continuado la relación con ella hasta que murió. Como recuerdo del tío Manolo tenemos un reloj de bolsillo que perteneció al abuelo y una acuarela que pintó en el hospital Gregorio Marañón poco antes de morir. Todas sus pinturas, entre las que había copias al óleo de cuadros de Goya y otros muy bonitos, se las quedó la familia de su viuda.

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Y por fin, nuestro padre Joaquín.

Nació en Madrid un 25 de marzo de 1922, siempre fue muy guapo y el hombre más bueno que he conocido. Pasó muchas penalidades en la guerra, como la mayoría de los españoles que estaban en Madrid, y nos contaba que llegó a comer hasta las mondas de las patatas e incluso tenemos una foto suya en el patio de su casa ¡quitándole la comida al gato!

Como su hermano, era muy aficionado al dibujo y la pintura, tenemos un óleo pintado por él y varios dibujos a lápiz.

Mi padre Joaquín, de pequeño.

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Diversos momentos de la familia Arias.

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De joven ingresó en la Falange, lo que le acarreó el rechazo de mis tíos maternos que eran de izquierdas; nuestro tío Ángel le amenazó con que si venía a casa vestido de falangista le apedrearía en la puerta. Mi madre decía que estaba muy guapo así vestido pero que si se iba a la División Azul, ella no lo esperaría.

Ya hemos contado que Carmencín era la “carabina” que tenía que acompañar a mis padres cuando eran novios, hasta que mi tía Carmen convenció al tío Salvador de que eso era una tontería y que de esa forma era peor, pues parecían una pareja con una niña que hubiera tenido mi madre de soltera. Carmencín se lo pasaba pipa porque la llevaban a muchos sitios, como al Retiro a montar en las barcas, pero al final se le acabó el “chollo”.

Mis padres con Carmencín en el estanque del Retiro

Papá desfilando con el uniforme del ministerio del ejercito, es el cuarto contando por la derecha de la foto.

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A mamá siempre le han gustado mucho los helados, y cuando llegaban los calores decía:

—Un verano sin piscina y sin helados, no es verano.

Así que cuando salía del trabajo para quedar con mi padre, se metía dos bombones helados en la liga y luego corriendo se metían en un portal para sacárselos y comérselos porque se le congelaba la pierna.

Se casaron, como contamos en la historia de los González, el 1 de febrero de 1947.

Mi madre decía que hacía un frío terrible porque había nevado, no hay más que verle la carita que tiene en la foto; además le tiraron una bola de nieve que se la coló por el escote, según nos contaba ella.

El jovencito que aparece al lado de mi madre es Luisito, la tía Chata se asoma entre mis padres y en la parte inferior izquierda esa frente es de Carmencín, pero se la ve mejor en la siguiente foto, en donde está justo al lado de mi madre y delante del tío Salvador.

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Y ya una vez casados se fueron a vivir a Narciso Serra en “compañía” de varios hermanos de mi madre y de sus sobrinos, los hijos de su hermana Carmen, aunque afortunadamente sus hermanos se fueron casando rápido.

Julita asoma la cara entre el tío Salvador y mi madre; al lado de mi padre, la tía Paquita guapísima y delante de ella Salvita. En el otro lado, a continuación de Carmencín, la tía Maria Luisa, el tío Luis y el tío Carlos.

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Como no encuentro ninguna foto de nuestra casa en Narciso Serra, voy a intentar hacer un dibujo para contar algunas de las anécdotas ocurridas allí.

Éramos muchos los que vivíamos en ella y mucho trabajo para mi madre, pero siempre pudo contar con la ayuda de sus hermanos y sobrinos. Nuestra tía María Luisa solía venir los domingos y ayudaba a mamá con la costura porque siempre había que arreglar mucha ropa. A Carmencín le tocaba zurcir los calcetines que mi madre preparaba en un manojo y le decía con mucho humor:

—Las gardenias para ti… —recordando la famosa canción de Machín.

Mis padres, la tía Mª Luisa, Joaquín y yo.

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No teníamos bañera, solamente una ducha dentro del mismo servicio con una cortina y un gran barreño de plástico. La habitación que estaba cerca de la cocina tenía doble uso, cuarto de estar y dormitorio por la noche.

Carmen dormía en una cama mueble en el comedor y aprovechaba una repisa interior de la mesa de caoba para esconder sus novelas de Corín Tellado y otras que le gustaban mucho y yo, como conocía el escondite, aprovechaba para curiosearlas cuando no me veían, sobre todo las que en la primera página tenían una jovencita tachada con un aspa. Esa mesa ha sido para todos los niños de la familia coche de caballos, carroza, moto y cualquier otro tipo de vehículo para nuestros juegos, porque tenía un cubículo de madera que soportaba las patas, donde nosotros nos metíamos para jugar. Cuando nos mudamos de casa se la llevó el tío Luis a su casa de Cadalso y creo que aún se conserva.

Encima del pasillo de la casa, nuestros caseros tenían una terraza y eso conllevaba las temidas goteras. Recuerdo que una vez que llovía mucho, mi madre le dijo a Gabriel, el casero, que tenía miedo de que se hundiera el techo; él se subió y dando golpes con el pie dijo “esto está perfectamente”, al poco rato se oyó un fuerte estruendo y Gabriel apareció entre los cascotes en el pasillo de nuestra casa.

A papá en Navidades solían regalarle los jefes del cuartel un pavo, normalmente vivo, y Joaquín siempre decía que quería torearlo, porque de mayor quería ser ingeniero, torero o barrendero. Le hicieron una pequeña capa, pero cuando vio que el pavo se iba hacía él, soltó el trapo y salió corriendo; en ese momento decidió que ya no iba a ser torero. Papá tampoco era matador de pavos precisamente y una noche, cuando ya le había cortado el cuello y lo estaban empezando a desplumar, el pavo, que no estaba muerto del todo, saltó por los aires, puso las patas encima del fogón, se quemó y comenzó a dar saltos manchando de sangre toda la cocina, mientras Joaquín y yo estábamos escondidos con la puerta cerrada en el cuarto de estar… ¡una odisea inolvidable!

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Al año siguiente, en vez de un pavo, nos regalaron un gallo enorme y por precaución, mi padre lo ató del cuello al toallero del lavabo que estaba junto a la cocina y desde el otro lado del comedor lo mató de un certero tiro en la cabeza con la escopeta de perdigones.

Aún conservamos de Narciso Serra un reloj de pared que era de nuestro abuelo y que sigue funcionando hoy día con la maquinaria de origen, después de repararlo por supuesto. Antiguamente estaba en la pared del comedor, muy alto, y mamá se tenía que subir a una silla para darle cuerda. Sucedió que un día mi padre, al llegar de trabajar, llamó a la puerta de casa y escuchó a mi madre con voz lastimosa diciéndole que usara la llave porque no podía abrirle. Cuando entró, se encontró a mi madre encajada en el armazón de la vieja silla a la que se había subido para dar cuerda al reloj, pues el tablero del asiento, que era muy fino, había cedido con su peso y al no haber nadie en casa, y llena de arañazos, tuvo que esperar al primero que llegara a casa para socorrerla.

A pesar de todas estas cosas mi madre nunca perdía el humor, tenía piedras en la vesícula y después de muchos padecimientos, al final tuvo que operarse. Cuando mi primo César fue a visitarla al hospital, ella le confesó que había pasado mucho miedo; nuestro primo con mucha gracia le dijo que a ella nunca le podría pasar nada, porque al que se muere se le dice que va a pasar a mejor vida y ella nunca podría tenerla mejor que en ese momento y ella, sujetándose la herida, le decía “no me hagas reír, que se me van a saltar los puntos”.

El caso es que todos los recuerdos que tenemos de esta casa de Narciso Serra son maravillosos, a pesar de haber estado apretados en todos los sentidos, y muchos de los nombrados en esta historia han vivido algún momento en ella.

En septiembre de 1981 nos mudamos a Comercio 4, fue como pasar de una chabola a un hotel de cinco estrellas.

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Pero mucho antes de eso, nosotros fuimos tan originales que, sin tener piso propio en Madrid, nos compramos antes la “segunda vivienda”.

La suegra de Julita era de Horche (Guadalajara) y sus hijos decidieron construir, en una de las tierras de su madre que no cultivaban, un edificio con tres casas adosadas para pasar los tres hermanos juntos los veranos. Nosotros, que hasta entonces veraneábamos en Cadalso de los Vidrios con nuestros tíos, empezamos a ir a la casa de Julita.

Justo enfrente de ellos, mis primos habían cedido a su amigo Gabino un terreno para construirse otra casa, pues también le gustaba ir por allí. Gabino era jefe de Singer y en septiembre de 1968 me ofreció trabajo en dicha empresa, en las oficinas de la Plaza Mariano de Cavia. Curiosamente en los sótanos de dicho edificio se había refugiado nuestra familia en la guerra, ya que por ser una empresa americana no la bombardeaban.

El caso es que papá quería comprar un terrenito cerca de los Pérez y Gabino, recién terminada la casa, tuvo que trasladarse a Santander, con lo que decidió vendérnosla a nosotros por 500.000 pesetas de entonces con casi todo el mobiliario incluido.

Así que un verano a principios de los setenta, con el Seiscientos a rebosar de paquetes, nos presentamos en la finca, en cuya entrada nos estaban esperando Julita y su cuñada Manoli (que junto con su marido Ángel son como de nuestra familia) con un montón de cacerolas y otros enseres de cocina que nos habían transportado en su coche porque el nuestro ya no daba para más.

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Antes de colocarse en el Casino de Madrid, papá estuvo trabajando por las tardes con Ángel en la tienda del Rey de los Pantalones que estaba en el Puente de Vallecas, por eso ahora para nosotros son como parte de nuestra familia.

Fue la primera vez que todos teníamos una habitación propia, con las camas siempre en el suelo (es decir, no había que transformar a diario las habitaciones para el día y la noche), con dos terrazas, un enorme jardín, un cuarto de baño en el piso superior y un aseo al lado de la cocina. Tenía incluso iniciado el vaciado para construir una piscina en un futuro.

En la terraza delantera tenía una imagen de la virgen del Carmen y por eso la hemos llamado “El Carmen” que significa “huerto, jardín”.

Tanto para mí como para mis padres era —y en mi caso lo sigue siendo— como tener en propiedad un cachito de paraíso.

A mi hermano ahora le gusta mucho también, pero durante algunos años tuvo cierto rechazo hacia la casa porque no quería obligarse a ir todos los fines de semana, pues prefería quedarse con sus amigos en Madrid.

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Poco a poco se fueron haciendo cositas, la instalación eléctrica, la piscina, algunos años huerta… Como decía papá “el chalet es la querida del hombre decente, pues admite todo el trabajo y dinero que inviertas y nunca es suficiente”.

Vista de la Vega desde el chalet y de la piscina recién terminada, cuando aún los árboles de la verja apenas habían crecido.

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Yo con el primer Lucas.

La historia de la finca está sin duda ligada a la historia de los muchos perros que nos han acompañado hasta ahora y que todos hemos querido tanto, hasta mi madre que al principio renegaba del primer Lucas que llegó a casa, un setter blanco y negro, y luego la descubrimos cómo hablaba con él y le daba de comer.

Tras el primer Lucas, vino un segundo setter al que le pusimos el mismo nombre; después una tercera, pues ésta era una pastora alemana con mucho “carácter” a la que llamamos Massiel y que se emparejó con Lucas y tuvieron dos cachorros, Tom y Blas, que por supuesto también nos quedamos y Joaquín y yo apadrinamos uno cada uno.

Mucho más tarde se incorporó Cico, un cruce de galgo afgano que recogieron Joaquín y Eugenia y que ocasionó más de una pelea con Lucas, pues el muy inocente quería montar a Massiel a toda costa, a pesar de que Lucas le ponía en su sitio al menor intento… Todos fueron muriendo por diversos motivos y eso nos causó gran dolor a todos y decidimos no tener más, hasta que un día apareció una perrita pequeña y blanca por el jardín de la finca, bastante debilitada y claro, yo no pude resistir la tentación; la curamos, la cuidamos unos días y pasó a ser de nuevo mi mascota, era muy linda y la llamé Lisa. Cuando murió ésta, aunque pensé de nuevo que no iba a tener más perros, un día apareció Manoli con Isis, un chuchito pequeñajo y feo, pero nos la quedamos y hoy es “la reina de la casa”.

Mi padre con Lucas y Massiel, sus inseparables.

La pequeña Lisa

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Isis Tom y Blas

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Como ya contamos en la parte primera de esta historia, Joaquín y Josefina tuvieron tres hijos: Joaquín Antonio, que murió con menos de dos años; yo, Mari Tere, de la que os hablaré al final, y Joaquín José, mi hermano.

Fotos de Joaquín en diferentes épocas.

Mi hermano Joaquín, el juguete siendo niño de sus tíos y primos, no fue un gran estudiante al principio pero de repente, sin haber acabado el Bachillerato, se puso a trabajar conmigo en Singer, hizo el servicio militar, terminó el bachiller, y se puso a estudiar una carrera de profesor de EGB a la vez que trabajaba.

Pero su camino iba dirigido hacia la música.

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Como muchos jóvenes de su edad, en cuanto pudo se independizó y se fue a vivir al barrio de Estrecho, a una casa que llamaron “El berberecho de Estrecho”, donde se juntaron varios profesores y artistas. Fue una etapa muy creativa para él. Amplió sus estudios con muchos cursos, primero aprendiendo y luego preparando él a otros profesores.

Es una pena que papá no viviera lo suficiente para saber que finalmente consiguió sacar la oposición para maestro en la especialidad de música, que escribió un libro sobre construcción de instrumentos con el título de “Siempre suena algo”, varios libros de texto de la asignatura de Música para SM, que en varias ocasiones haya sido entrevistado en TV por su colaboración en teatro para niños o en la construcción de instrumentos tradicionales, e incluso que en varias ocasiones haya viajado a Estados Unidos para dar cursos a profesores americanos, lo que terminó por crearle cierta reputación en su materia.

Por supuesto, parte de todo ello gracias a la colaboración de su mujer, Eugenia, licenciada en Biología, con quien se casó el 10 de septiembre de 1984 y que siempre le ha apoyado y animado, soportando tener la casa llena de instrumentos musicales, incluso un órgano Hammond que ocupa medio salón de su casa.

Desde que se conocieron descubrieron que coincidían en muchas cosas y siempre han formado un gran equipo. Ambos se entusiasman con los intereses del otro y lo mismo se ponen a construir zambombas y panderos que a fotografiar pájaros o realizar montajes audiovisuales, pues los dos tienen mucha paciencia y cualquier cosa que empiezan la dejan bordada. Dudo mucho que esta historia la hubiera podido terminar sin la colaboración de Eugenia por las horas que ha dedicado a retocar las fotos y a repasarme los textos.

También nos apenó mucho que muriera papá sin verles casarse y conocer a su nieto.

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Joaquín hace tiempo que padece una enfermedad degenerativa (espondilitis anquilopoyética se llama la susodicha) que le ha hecho encorvarse mucho, pero está siguiendo un tratamiento y hoy está estabilizado. Y en octubre de 2009 nos dio un buen susto cuando le diagnosticaron un cáncer de lengua, pero gracias a Dios hoy lo ha superado, con una complicada operación pero sin necesidad de administrarle ni radio ni quimioterapia y, aunque tuvo que hacer rehabilitación para poder hablar de nuevo, hoy está dando clases como siempre e incluso ha vuelto a tocar algunos de sus instrumentos, como su inseparable saxofón.

Todos nosotros lo pasamos muy mal cuando papá murió, sobre todo sabiendo que mamá estaba también enferma, pero por ella sacábamos toda la fuerza y seguramente ella lo hacía por nosotros.

En la boda de Joaquín y Eugenia, en los juzgados de Pradillo, con algunos de los tíos y parte de los muchos hermanos de Eugenia. Se casaron sólo unos meses después de morir papá.

Joaquín ensayando en la finca con los zancos y el saxo.

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Cuando nació Jorge el 11 de agosto de 1985 recuperamos la ilusión, a pesar de que cuando nació su padre nos dijo:

—Es muy feo, y con los pies muy grandes, hasta la enfermera ha dicho que parece una ranita.

A nosotras nos pareció un niño precioso y eso que hasta el último momento nos habían dicho que iba a ser una niña. Pero con él volvió el color a nuestras vidas.

Jorge ha sido muy importante para todos nosotros, pero muy en especial para su abuela, pues como Eugenia estaba trabajando, en sus primeros años pasó mucho tiempo con ella.

Al igual que le pasó a su padre, pasaba como un juguete de unos a otros y ¡qué le vamos a hacer!, le maleducamos un poco, pero finalmente sus padres le fueron enderezando y hoy, con 26 años y su carrera de Comunicación Audiovisual terminada, está, como todos los jóvenes de su edad, a la espera de un buen trabajo, que esperemos sea pronto.

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Mamá murió el 5 de noviembre de 1989, y en ese momento tanto Carmen como yo nos dimos cuenta de que ya no podíamos fingir, la casa se nos venía encima, no sabíamos si podríamos terminar de pagar la hipoteca y además mantener el chalet. Ya mamá en el hospital nos dijo:

—Vended el chalet y que Joaquín se compre un piso.

Pero entonces sucedió algo, en 1991 nos tocó la Lotería de Navidad y Joaquín pudo comprarse una casa, pudimos pagar sin problemas el piso, quedando dinero para renovar el mobiliario y arreglar un poco la finca.

Y además, nos fuimos Carmen y yo de vacaciones a Egipto.

Al igual que Carmen, yo me centré en mi trabajo. En la oficina conocí a José Luis y comenzamos una amistad que hoy en día mantenemos. A los dos nos gusta mucho viajar y cuando él se colocó en una Agencia de Viajes aprovechamos para conocer varios países: la India, China, Vietnam y Petra entre otros, y aún nos quedan muchos por conocer.

Mis padres en San Sebastián, en La Concha, como siempre, felices juntos.

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Y de mí, qué os voy a contar. No es fácil hablar de uno mismo.

De momento ahí van algunas imágenes de mi infancia.

Esta soy yo, en Cebreros, en una cama improvisada en la artesa de amasar el pan.

En esta foto con sombrero parezco una muñeca de la época y en la otra estoy haciendo “deporte” en la moto de un tiovivo…

No es Ibiza, ni Marbella, ni Benidorm; somos Joaquín y yo haciendo nudismo en la playa del Manzanares.

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De pequeña era un poco egoísta, supongo que como casi todos los niños. Mamá nos daba de merienda dos plátanos y Carmen me contaba que yo los medía por el lado curvo, me quedaba con el más largo y le daba el otro a Joaquín, aunque como son curvados no siempre acertaba con el más grande. También recuerdo que en la puerta del Retiro había un puesto en el que a veces nos comprábamos un chicle. Como yo era la mayor, cogía un “bazooka” para mí y a Joaquín le compraba una bolita de 10 céntimos y le decía que para él tenía que ser pequeña porque si se la tragaba, se le pegaría en las tripas. Creo que Joaquín nunca me ha perdonado lo del chicle.

Aunque aparentemente tranquila y sedentaria, por dentro soy un manojo de nervios. En épocas de exámenes, en una ocasión me tuvo que parar mi madre en la escalera porque me había puesto la falda del revés, y cuando volvía a casa mi madre me preguntaba por el examen y yo le decía:

—Mal, muy mal, todo muy mal, ¡me van a suspender! —y luego sacaba sobresaliente, mientras que Joaquín siempre decía “chupao” y suspendía o aprobaba por los pelos.

Siempre me gustó dibujar, recuerdo que de pequeña me decían que dibujara una señora y entonces yo empezaba desde el tacón del zapato hacia arriba, acabando por el pelo; algo inusual, pero no lo hacía mal. Me apunté a la Escuela de Artes y Oficios y en mi primer día de clase tuvimos que copiar a carboncillo una estatua y el profesor —que no recuerdo el nombre pero sí que le faltaba un dedo de la mano derecha— me dijo “¿tú estabas en mi clase el año pasado?” y yo le respondí que no, porque era mi primer día de clase y de hecho la primera vez que utilizaba un carboncillo, pero eso me animó muchísimo. Lamentablemente sólo pude hacer tres cursos porque en 1983 trasladaron mi oficina a Alcobendas y ya no podía compaginar el horario. Me gusta mucho hacer retratos a carbón o sanguina, también me gusta la decoración y dibujar figurines de moda. Cuando era pequeña me hacía mis propios recortables y cuando Jorge era pequeño le pintaba muñecos de Superman y otros superhéroes para jugar.

Es posible que algún día vuelva a dibujar o pintar, no lo sé, de momento quiero viajar y sobre todo vivir el presente, sin plantearme lo que pueda hacer mañana.

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Ahora que me he jubilado, voy a la finca con José Luis con mucha más frecuencia y disfrutamos mucho de esa libertad de no hacer más que lo que te apetece en cada momento, aunque bien es cierto, como decía mi padre, que nunca se acaba de hacer cosas en una casa, pero a pesar de todo nos gusta mucho ir.

Esa tranquilidad ¡no tiene precio!

Y a partir de aquí, será Jorge quien continúe la historia con sus padres, y cuente también sus vivencias respecto a la finca, a donde ya le gusta ir con su novia.

Así que aquí os dejo yo, retocándome un poco tras la agotadora y ardua tarea de investigar en múltiples archivos la historia de la familia y que ahora, vosotros, podéis continuar.

Sólo espero que os guste, os sirva de motivación para continuar o en todo caso, de recuerdo de nuestra gran familia.

Mª Teresa Arias González Madrid, junio de 2012.

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- Organigrama general inicial familia González, desde el bisabuelo Roque.

- Organigrama familia González a nivel de los abuelos Salvador y Carmen.

- Organigramas separados por familias, en orden de descendencia.

- Plano-croquis de la casa de Narciso Serra.

- Datos con fechas de la historia familiar.

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ROQUE GONZÁLEZ

1er matrimonio

2º matrimonio Cecilia

Rodríguez

PEPE (Barna/Madrid)

JESUSA (Ávila)

Otros

Rosita Luz

Polonio

Jesús

FRANCISCO DOLORES SATURNINO SALVADOR Carmen

ROSA Otros

Frutos, Valiente Damina

José, Salvador, Mercedes,

Angelita,Victoria, María y

Francisco

MARCELINO Soledad

JUSTO

JESÚS (Llamas de

Mouro)

CARMEN

MARÍA LUISA

SALVADOR

JOSEFINA

LUIS

SATURNINO

ÁNGEL

CARLOS

Paco

Rosa

Casilda MANUEL

LUISA

JULIO

MARCELINO

JOAQUÍN

CARMEN

90

SALVADOR GONZÁLEZ Carmen Álvarez

CARMEN

Julio Calera

MARÍA LUISA

Volusiano

Román

SALVADOR

Francisca Pérez

JOSEFINA

Joaquín Arias

LUIS

Tomasa García

SATURNINO ÁNGEL

Encarnación Lujan

CARLOS

Luisa Monjíbar

Julia Luis

Salvador Carmen

César Salvador Mercedes Francisca

Joaquín Aº Mª Teresa

JoaquínJosé

José Luis Carlos

Saturnino Fernando

Tomás Ángel

Mª Carmen Ángel

Salvador Encarnación

Javier Ángel Luis

Carlos Esther

91

CARMEN GONZÁLEZ Julio Calera

JULIA Lázaro Pérez

LUIS Dolores Cuenca

SALVADOR Mª Cruz González

Mª CARMEN Rafael Pellicer

Mª ÁNGELES José

SALVADOR Cecilia

CARLOS Marggit

ALBERTO Soledad

MIGUEL JOSE

MARÍA

LORETO

FRANCISCO

JOSEFA

MANUELA

BALTAZAR

CARMEN

92

Mª LUISA GONZÁLEZ Volusiano Román

César Mª Antonia

Marisa Paco

Marian Manolo

César Johana

Sergio Cristina

María

Ana

Alberto Diego Yago

Adrián

93

SALVADOR Paquita Pérez

Salvador Flora

Merche Pepe

Paquita Enrique

Salvador Marta Álvaro Nacho Carmen

Pepe Elías Olga Berta

Marcos

Elías

94

JOSEFINA JOAQUÍN ARIAS

Joaquín Antonio

Mª Teresa

Joaquín José Eugenia

Jorge

95

LUIS CHATA

José Luis Rita

Carlos Mª Jesús

Saturnino Esperanza

Fernando Angelines

Tomás Teresa

Ángel Luis Paloma

Rubén Patricia

Diego Macarena

María

Ana

Ruth

Carlos Lola

Luis Ana

César

María Jesús Rafa

Alberto

Laura

Nuria Antonio

Blanca

Julia Alejandro

María Adrián Pilar

Andrea

Eric

Pablo

96

ÁNGEL ENCARNA

Mª Carmen Lucio

Ángel Salvador Silvia

Encarni Miguel

Javi Mari Mar

Ángel Mª Carmen

Beatriz

Ángel

Salvador

Miguel

Raquel

Miguel

Noelia Ángela

David

97

CARLOS LUISA

Carlos Mª Carmen

Esther Isaías

Ainhoa Gonzalo

Sandra Raúl

Lorena César

Sonia Alberto

Rodrigo

98

99

Muchos miembros de la familia González, aunque no todos, en 1945.

100

DATOS FAMILIA GONZÁLEZ

NOMBRE NACIMIENTO BODA FALLECIMIENTO HIJOS OTRAS INFORMACIONES

ABUELOS FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES

SALVADOR GONZÁLEZ

04/03/1883 MIELDES (CANGAS

DE NARCEA) ASTURIAS

12/03/1936 MADRID

CARMEN ÁLVAREZ

14/11/1886 SAN SALVADOR DE

VALLEDOR, POLA DE ALLANDE (ASTURIAS)

27/12/1944 MADRID

9

Carmen, M.Luisa, Salvador,

Josefina(2), Luis,

Saturnino, Ángel, Carlos

Tuvieron 9 hijos, la 4ª niña llamada Josefina murió con poco meses

y a la siguiente la llamaron también

Josefina

NOMBRE - HIJOS NACIMIENTO BODA FALLECIMIENTO HIJOS OTRAS INFORMACIONES

CARMEN FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES CARMEN

GONZÁLEZ 1912 MADRID 22/11/1946 MADRID

JULIO CALERA 12/04/1904 CEBREROS (ÁVILA) 28/06/1928

06/05/1968 SANTIAGO (CHILE)

4 Julia, Luis, Salvador y

Carmen Músico militar, tuvo que

emigrar a Chile en guerra

MARIA LUISA FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

MARIA LUISA GONZÁLEZ

30/05/1913 MADRID

VOLUSIANO ROMÁN

18/01/-----

1 César

SALVADOR FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

SALVADOR GONZÁLEZ 22/02/1915 MADRID 01/08/2009 MADRID

FRANCISCA PÉREZ

24/05/1923 MADRID

15/09/1945 (MADRID) 05/09/2011 MADRID

3 Salvador,

Mercedes y Paquita

JOSEFINA FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

JOSEFINA GONZÁLEZ

22/02/1919 MADRID 05/11/1989 GUADALAJARA

JOAQUÍN ARIAS 25/03/1922 MADRID

01/02/1947 (MADRID) 28/04/1984 MADRID

3 Joaquín Aº, Mª Teresa,

Joaquín José

El primer hijo Joaquín Antonio nacido

20/11/1947 murió de meningitis el

29/01/1949

101

LUIS FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

LUIS GONZÁLEZ 02/09/1920 MADRID 03/09/1994 CADALSO DE LOS VIDRIOS

TOMASA GARCÍA 17/07/1921 ALCALÁ DE HENARES (MADRID)

24/07/1947 (MADRID)

16/04/1988 CADALSO DE LOS VIDRIOS

6

José Luis, Carlos,

Saturnino, Fernando,

Tomás, Ángel Luis(Yiyo)

SARTURNINO FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

SATURNINO GONZÁLEZ

1923 MADRID 1943 MADRID

Murió con 20 años soltero y sin hijos, era

muy mañoso y aficionado a montar en

bicicleta

ÁNGEL FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

ÁNGEL GONZÁLEZ

06/07/1927 MADRID 18/01/1992 MADRID

ENCARNACIÓN LUJÁN 08/10/1925 MADRID

06/08/1949 (MADRID)

08/04/2009 6

MªCarmen, Angelín, Salvador,

Encarnación Javier y Angelín

El 2º hijo Angelín murió con pocos años, por

eso al último le llamaron también Angelín

CARLOS FECHA LUGAR FECHA Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

CARLOS GONZÁLEZ

24/05/1929 MADRID

LUISA MONJÍBAR 03/01/1933 MADRID

10/06/1955 (MADRID)

2 Carlos y Esther

102

DATOS FAMILIA CALERA GONZÁLEZ

NOMBRE NACIMIENTO BODA FALLECIMIENTO HIJOS OTRAS INFORMACIONES

ABUELOS FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES

JULIO CALERA 12/04/1904 CEBREROS (ÁVILA) 06/05/1968 SANTIAGO (CHILE)

Músico militar, tuvo que emigrar a Chile

después de la guerra. CARMEN

GONZÁLEZ 1912 MADRID

28/06/1928 (MADRID)

22/11/1946 MADRID

4

Julia, Luis,

Salvador y Carmen

JULIA FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES

JULIA CALERA 31/12/1930 MADRID

LÁZARO PÉREZ 21/04/1931 MADRID

07/06/1959 (MADRID)

01/10/2006 GUADALAJARA

2 Mª Carmen Mª Ángeles

LUIS FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

LUIS CALERA 03/10/1931 MADRID DOLORES CUENCA

24/05/1932 MADRID 07/08/1959 (MADRID)

SALVADOR FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

SALVADOR CALERA

20/06/1935 MADRID

Mª CRUZ GONZÁLEZ 18/08/1932 MADRID

10/10/1959 (MADRID)

3 Salvador, Carlos y Alberto

CARMEN FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

CARMEN CALERA 07/06/1938 MISLATA (VALENCIA)

103

DATOS FAMILIA ARIAS GONZÁLEZ

NOMBRE NACIMIENTO BODA FALLECIMIENTO HIJOS OTRAS INFORMACIONES

ABUELOS FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES

JOAQUÍN ARIAS 25/03/1922 MADRID 28/04/1984 MADRID Abuelos: José Arias (Galicia) y Teresa Puertas (Málaga)

JOSEFINA GONZÁLEZ 22/02/1919 MADRID

01/02/1947 (MADRID)

05/11/1989 GUADALAJARA

3

Joaquín Antonio,

MªTeresa y Joaquín José

HIJOS JOAQUÍN Aº FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS

INFORMACIONES JOAQUÍN Aº

ARIAS 20/01/1947 MADRID 29/01/1949 MADRID

Mª TERESA FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

Mª TERESA ARIAS

11/02/1950 MADRID

JOAQUÍN JOSÉ FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

JOAQUÍN ARIAS 05/06/1953 MADRID

EUGENIA ALVEAR

06/08/1956 MADRID

10/09/1984 (MADRID)

1 Jorge

NIETO FECHA LUGAR FECHA FECHA LUGAR Nº NOMBRES OTRAS INFORMACIONES

JORGE ARIAS 11/08/1985 MADRID

104

Foto del árbol genealógico de la familia González Álvarez presentado en la fiesta de los González del año 2000 (original en papel).

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