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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR FACULTAD DE HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE LETRAS Y FILOSOFÍA El diálogo intercultural como factor determinante en la definición de la nueva filosofía latinoamericana TESIS LUIS CORONADO VIELMAN Carné: 20525-07 Guatemala, mayo de 2012 Campus Central

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE LETRAS Y FILOSOFÍA

El diálogo intercultural como factor determinante en la definición de la nueva filosofía latinoamericana

TESIS

LUIS CORONADO VIELMAN Carné: 20525-07

Guatemala, mayo de 2012 Campus Central

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVARFACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE LETRAS Y FILOSOFÍA

El diálogo intercultural como factor determinante en la definición de la nueva filosofía latinoamericana

TESIS

Presentada al Consejo de la Facultad de Humanidades

Por:

LUIS CORONADO VIELMAN Carné: 20525-07

Previo a conferírsele el grado académico y título profesional de:

LICENCIADO EN LETRAS Y FILOSOFÍA

Guatemala, mayo de 2012Campus Central

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AUTORIDADES UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR

Rector P. Rolando Enrique Alvarado López, S.J.

Vicerrectora Académica Dra. Lucrecia Méndez de Penedo.

Vicerrector de Investigación y Proyección P. Carlos Cabarrús Pellecer, S.J.

Vicerrector de Integración Universitaria P. Eduardo Valdés Barría, S. J. Vicerrector

Administrativo Lic. Ariel Rivera Irías

Secretaria General Licda. Fabiola de la Luz Padilla Beltranera

AUTORIDADES FACULTAD DE HUMANIDADES

Decana M.A. Hilda Caballeros de Mazariegos Vicedecano M.A. Hosy Benjamer Orozco

Secretaria M.A. Lucrecia Elizabeth Arriaga Girón

Director del Departamento de Psicología M.A. Georgina Mariscal de Jurado

Directora del Departamento de Educación M.A. Hilda Díaz de Godoy

Directora del Departamento de Ciencias

de la Comunicación M.A. Nancy Avendaño

Director del Depto. de Letras y Filosofía M.A. Eduardo Blandón

Representante de Catedráticos (titular) Licda. Cynthia Brenes

Representante de Catedráticos (suplente) Lic. Marlon Urizar

ASESOR DE TESIS

M.A. Juan Pablo Escobar Galo

REVISOR DE TESIS

Doctor Amílcar Dávila

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INDICE

CAPÍTULO I: INTRODUCCIÓN ............................................................................................ 1 1.1 Antecedentes ............................................................................................................... 2 1.2 A tomar en cuenta ....................................................................................................... 7

CAPÍTULO II: CONTENIDOS ................................................................................................ 9 2.1 Filosofía latinoamericana ......................................................................................... 9 2.1.1 Definición de filosofía desde la concepción occidental ............................... 9 2.1.2 Factores que provocaron la pregunta sobre la filosofía latinoamericana. ....... 11 2.1.3 Historia de la filosofía Latinoamericana .......................................................... 13 2.1.4 Otras consideraciones ......................................................................................... 16 2.2 Diálogo intercultural ................................................................................................. 17 2.2.1 El diálogo a través del tiempo: evolución del concepto. ............................ 17 2.2.2 Cultura e interculturalidad .................................................................................. 18 2.2.3 Caracterización y utilidad del diálogo intercultural en la definición de la

nueva filosofía latinoamericana ............................................................................... 19 2.2.4 Superación de los conceptos antiguos de filosofía latinoamericana

desde la filosofía intercultural. ................................................................................. 22 2.2.5 Propuesta: el diálogo intercultural cómo homogenización e igualdad de

derechos y obligaciones. ........................................................................................... 23 2.2.6 El por qué de la filosofía intercultural ............................................................. 30 2.2.7 Presupuestos del diálogo intercultural. .......................................................... 35 2.2.8 Razones para la transformación intercultural de la filosofía ..................... 36 2.3 El aporte de Raúl Fornet-Betancout en su obra “Transformación

intercultural de la filosofía" ....................................................................................... 39 2.3.1 Explicando los términos ...................................................................................... 40 2.3.2 La obra de Raúl Fornet-Betancourt .................................................................. 41 2.3.3 Aprender contextualizadamente la filosofía. ................................................. 46 2.3.4 La interculturalidad como alternativa a la globalización ........................... 49

CAPÍTULO III: CONCLUSIONES ......................................................................................... 57 3.1 Los riesgos de la inexistencia de un diálogo .................................................... 57 3.2 Las condiciones del diálogo intercultural .......................................................... 58 3.3 Interculturalidad: asignatura pendiente ............................................................. 60 3.4 Propuestas finales: Vivencia, estudio y promoción. ....................................... 60 CAPÍTULO IV: REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................. 62

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RESUMEN

Dado que en la actualidad, y particularmente en Latinoamérica, se está

dando gran importancia al tema del diálogo intercultural, es necesario profundizar

el tema de modo que, siguiendo un eje investigativo, pueda ser un instrumento, a

manera de texto de consulta, que ponga al día sobre el asunto. Influenciados aún

por el eurocentrismo, en detrimento de la presencia de la diversidad cultural, es

necesario indicar la importancia del diálogo intercultural como un factor que no

debe faltar en el desarrollo del pensamiento latinoamericano y el desarrollo e

inclusión de las diversas culturas. El pensamiento filosófico evoluciona según las

circunstancias y Latinoamérica no es la excepción, por lo tanto, es necesaria una

transformación intercultural de la filosofía a partir de la experiencia concreta de

América Latina.

ABSTRACT

Because today, and especially in America, is giving great importance to the issue

of intercultural dialogue is necessary to deepen the subject so that, following a

research axis, can be an instrument, as a reference text, put to date on the matter.

Influenced by the Eurocentrism even at the expense of the presence of cultural

diversity, it is necessary to indicate the importance of intercultural dialogue as a

factor that should be present in the development of Latin American thought and the

development and inclusion of diverse cultures. Philosophical thought evolves

according to circumstances and Latin America is no exception, therefore, requires

a cultural transformation of philosophy from the concrete experience of Latin

America.

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CAPÍTULO I

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación aborda el tema sobre “El diálogo

intercultural como factor determinante en la definición de la nueva filosofía

latinoamericana”. Derivado de los diversos procesos en la historia de la filosofía

latinoamericana se han suscitado muchas categorías propias en el pensamiento

latinoamericano tales como la contextualidad, la realidad, el ser latinoamericano y

otras. Todos estos conceptos han definido el qué hacer del pensamiento propio.

En la actualidad se están redefiniendo los conceptos que caracterizan o

caracterizarán la forma del pensamiento latinoamericano. Es decir, aquellos

conceptos que definen el ser desde la perspectiva de la realidad que abarca lo

territorial, lo cultural, lo sociológico, lo político, lo antropológico, entre otros

aspectos.

Se trata de incursionar en niveles altos de análisis de los nuevos derroteros

por los que transita el pueblo latinoamericano. Cada vez se descubren nuevos

senderos, incluso insospechados hace algunos años, por los que circula el

pensamiento latinoamericano, que se articula, auto regula y totaliza de acuerdo a

leyes internas que van estructurando y dando significación al acontecer histórico

de estos pueblos.

En la línea fenomenológica se busca conocer el significado que subyace en

cada expresión cultural e intercultural, en cada realización socio-cultural, en cada

formación e información que se da, en cada argumentación, en cada ideología. Es

descubrir los presupuestos y supuestos básicos y definir finalmente si en última

instancia son necesarios o contingentes.

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Si no se define claramente las bases del nuevo pensamiento

latinoamericano se estará caminando en círculos y desperdiciando tiempo y

recursos, además de generar pensamiento al vacío.

Es esto precisamente lo que incita a sumergirse en las aguas de una nueva

filosofía latinoamericana, para descubrir si dentro de las nuevas categorías de

pensamiento se puede abordar la interculturalidad cuyo eje motor podría ser sobre

la base del diálogo. Por lo tanto el objetivo del presente estudio es establecer si el

diálogo intercultural es un factor determinante en la definición de la nueva

filosofía latinoamericana, entendiendo “nueva filosofía” como la oportunidad actual

de reorientar, revitalizar o renovar el pensamiento filosófico latinoamericano a

partir de nuevas realidades, nuevas categorías y la superación de conceptos e

ideas obsoletas si los hubiere.

1.1 Antecedentes

Durante el Primer Congreso Latinoamericano de Antropología Aplicada,

realizado en el año 1999 en la ciudad de Quito, Ecuador y organizado por la

Escuela de Antropología Aplicada de la Universidad Politécnica Salesiana, se

discutió el tema “Diálogo Intercultural”, del cual se publicaron las memorias que

recoge las ponencias que fueron presentadas. El objetivo de este congreso era el

de reunir a los estudiantes locales y de todas sus sedes a nivel latinoamericano y

a profesionales de las ciencias sociales para discutir sobre los aportes teóricos y

metodológicos de la Antropología Aplicada. Además, como una especie de

evaluación de los objetivos planteados por esta carrera, se planteó la necesidad

de revisar el compromiso de ésta con la sociedad y de discutir sobre nuevas

propuestas, retos y perspectivas de la Antropología Aplicada en América Latina.

En este sentido se concibió al Congreso como un espacio para analizar el rol de la

Antropología Aplicada en la sociedad a través de una discusión cuyo eje principal

sería el de la interculturalidad. Desde el punto de vista de la Escuela, el tema de la

diversidad cultural es muy importante en la Antropología porque se enfrenta

directamente a las formas en las que los distintos grupos socio-culturales se

relacionan con el “otro”. Por otro lado, la Escuela también considera que la

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realidad homogeneizante e intolerante del planeta obliga a mirar con más

detenimiento esa diversidad con el propósito de establecer puentes que permitan

la comunicación, el entendimiento y el respeto mutuo. Concluye en que la

interculturalidad deja de ser un concepto abstracto que cobra vida en las

relaciones que se establecen diariamente con el “otro” en los distintos espacios de

la vida social.

Raúl Fornet-Betancourt (2000), en su reflexión supuestos filosóficos del diálogo

intercultural intenta exponer desde la analogía de “Civilización y Barbarie” la

polémica fórmula en la que Domingo F. Sarmiento resumió lo que le parecía ser la

contradicción determinante en la situación histórica de los países americanos de

su tiempo. Se sabe que Sarmiento consideró la “Civilización”, concretamente en

su entonces pujante forma anglosajona, como la alternativa social y cultural en

cuya realización efectiva debería empeñarse las naciones americanas para

superar el estadio de “Barbarie” en que estaban sumidas por la persistencia terca

de los pueblos indígenas y de la herencia retardataria del colonialismo ibérico. He

aquí dos citas ilustradoras de la posición del prócer argentino: ‘En nuestros

tiempos de civilización homogénea y universal, americana, europea, de líneas de

vapores por caminos y de cables submarinos por estafeta, el patriotismo como

recuerdo, es simplemente una enfermedad que se llama nostalgia.’ (2000:1)

¿Qué le queda a esta América para seguir los destinos prósperos y libres de la

otra? Nivelarse; y ya lo hace con las otras razas europeas, corrigiendo la sangre

indígena con las ideas modernas, acabando con la edad media. Sin poder entrar

ahora ni en la consideración ni en la crítica de esta concepción de Sarmiento,

Fornet-Betancourt quiere señalar simplemente un aspecto de su planteamiento

que le parece que puede servir de trasfondo para situar el tema de su conferencia.

Es el siguiente: Sarmiento opera con una filosofía de la historia en la que se

supone que el tiempo de la “Civilización” es superior al tiempo de la “Barbarie”; es

decir que, consolidando la “Civilización”, la “Barbarie” debe ir quedando atrás

como un pasado de la prehistoria. En su diagnóstico, por tanto, la “Barbarie” es

siempre anterior a la “Civilización” porque es precisamente el estadio que ésta

última supera. Pues bien, Fornet-Betancourt tomará este diagnóstico de Sarmiento

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como trasfondo para plantear la cuestión que sitúa el tema de sus reflexiones,

concluyendo que los supuestos apuntados saben de su origen cultural. Y la

cuestión de si son aceptables por otras tradiciones, de si son o no

universalisables, es una cuestión que no se puede decidir sólo desde la posición

filosófica que los propone. Es una cuestión de diálogo intercultural. Con todo, y sin

pretender anticipar ningún resultado, sí pueden transmitir al menos una intuición

racionalmente compartible, a saber, que si la universalidad se va alcanzando por

la dialéctica de subjetividades que singularizan lo universal y que universalizan lo

singular, entonces ningún ser humano, ningún sistema, ninguna cultura puede

instalarse demasiado rápido en la universalidad.

Siegfried (2006) publica en la revista Reencuentro un artículo titulado ¿Cómo

llevar a cabo un diálogo intercultural con alumnos de una sola cultura? En este

artículo Siegfried indica lo siguiente: dado que en la actualidad hay más

posibilidades de practicar una lengua extranjera en su contexto natural con nativo-

hablantes, es imprescindible poseer una cierta competencia intercultural a fin de

que este diálogo pueda llevarse a cabo exitosamente. En este artículo se

proponen varios ejercicios enfocados al aprendizaje intercultural en donde no sólo

se aprenden las normas, reglas y actitudes de la cultura meta, sino también se

estimula la reflexión sobre la cultura propia. Concluye diciendo que esta

sensibilización cultural es indispensable para lograr una comunicación equitativa

entre personas de diferentes culturas.

Vilca (2006), en su ensayo Condiciones de posibilidad para un diálogo

intercultural: la afirmación de sí del sujeto cultural latinoamericano, propone

trabajar dos dimensiones que considera complementarias en la afirmación del

sujeto cultural: una dimensión centrada en el sujeto mismo. Cómo puede el sujeto

afirmarse a sí mismo como “valioso”, es decir, lo que Arturo Roig denomina el “a

priori antropológico”. Luego otra dimensión centrada en las condiciones de

posibilidad de emergencia de esta posición de sí. La proyección por parte del

“otro”, de la comunidad educativa, del sujeto como “interlocutor válido”. Con raíz

en las posiciones de la teoría crítica. Esta segunda dimensión desarrollará un

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amplio abanico de experiencias, como posibilitadoras de formar el sí mismo

valioso. En este sentido se plantea desarrollar los conceptos: la construcción del

yo, el auto concepto y la autoestima. En la misma línea se plantea que el sujeto

cultural ha de desarrollar una nueva relación con el lenguaje, avanzar desde su

uso pre-reflexivo, como instrumento propio de la eticidad, hacia un uso crítico.

Buscando potencializar su carga resolutiva de conflictos así como su función

comunicativa y emancipadora.

Blanco (2009), de la investigación titulada Cartografía del pensamiento

latinoamericano contemporáneo, extrae y publica en la revista A Parte Rei, el

capítulo sobre los horizontes de la filosofía intercultural y en el cuál se analizan

cinco etapas del pensamiento filosófico de Raúl Fornet-Betancourt. El recorrido a

través de estas cinco etapas permite ofrecer una visión panorámica del desarrollo

filosófico del intelectual cubano. Esto no pretende agotar la reflexión de este

filósofo pero se puede ubicar el conjunto de su obra. Se complementa la visión

panorámica con la articulación de la propuesta de la filosofía intercultural que

constituye el interés general de este trabajo. Concluye que los resultados

comienzan a manifestarse y la apertura a otras propuestas cuya finalidad gira

alrededor de la inclusión de lo negado por la modernidad monocultural. La filosofía

latinoamericana es exigida a reconfigurar sus referentes de interpretación y sus

objetivos en pro de lo que ella siempre ha hecho: la reflexión a partir de los

contextos históricos.

Quintero-Montilla (2009), en su ensayo Una contribución para el diálogo

intercultural: algunas interpretaciones en torno a la cosmovisión amerindia,

publicado en la revista Utopía y praxis latinoamericana expone una serie de

argumentaciones sobre la necesidad de construir un saber intercultural que

permita superar las barreras del eurocentrismo y redefinir el ámbito social y

cultural, lingüístico y filosófico del pensamiento latinoamericano, abriendo una

perspectiva intercultural hacia las culturas amerindias, a partir de una

hermenéutica interdisciplinaria, que permita establecer un diálogo intercultural y

propiciar el conocer y apreciar el pensamiento filosófico presente en las culturas

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indígenas y en particular conocer, apreciar y valorar su sabiduría y sensibilidad en

torno a la naturaleza y sus misterios. Concluye que el diálogo intercultural con la

riqueza y complejidad del pensamiento amerindio y con la sensibilidad unida a él y

su posible interrelación con “Iberoamérica” está condicionado a la determinación

de superar los condicionamientos epistemológicos, gnoseológicos y psicológicos,

construidos en un largo proceso histórico, marcado por el etnocentrismo, el

racismo, y la discriminación étnica y social.

Cerutti (2001) en su estudio sobre Historia de las ideas filosóficas

latinoamericanas pretende, sin afanes de evaluación, y mucho menos de

exhaustividad, ofrecer un primer y provisorio itinerario de acercamiento y acceso a

la situación actual de los estudios sobre la historia de la filosofía latinoamericana,

el cual examine la terminología, la periodización, los soportes institucionales y

aporte elementos para caracterizar el estado de la cuestión. Cierra su breve

itinerario señalando que la relativa marginalidad institucional no implica falta de

vigencia o pertinencia en la discusión y el trabajo intelectual. Simplemente hay un

afán de impulsar un tipo de investigación riguroso y creatividad intelectual pero

que permanece encerrado en las aulas académicas yendo al compás de las

propuestas y modas sociales y de corte político. Concluye que la cuestión es

decisiva, en la medida en que traba y tara el esfuerzo nuestroamericano en el

presente y sigue propiciando, aún de manera directa, la marginación institucional.

Por ello se ha de impulsar el estudio pormenorizado y explícitamente retrospectivo

de la historia de la filosofía latinoamericana.

Montes (1999) en su ensayo el problema de América latina: Un diálogo

intercultural pendiente, advierte que ya muchos los investigadores del medio

cultural que están proponiendo en forma cada vez más insistente una especie de

“inversión de la mirada”, esto es, un cambio de perspectiva para entender los

fenómenos culturales latinoamericanos. Entre ellos se encuentra antropólogos,

sociólogos, psicólogos, psiquiatras, biólogos, economistas, teólogos y, por

supuesto, filósofos. Aunque en cada uno de ellos laten problemas diversos, para

todos les es común la vivencia de América Latina como un “problema”. No tanto

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porque América Latina no pueda ponerse a la altura de los países desarrollados,

sino porque no se sabe “qué es” lo que se lo impide. Hay, pues, algo no aclarado

en el fondo de América que, por lo mismo, constituye un problema y llama a la

reflexión a los intelectuales latinoamericanos. Ahora bien, “eso” que le impide a

América Latina ingresar en el llamado “primer mundo”, “eso que la frena”, es algo

que tiene que ver con su “identidad cultural” y constituye el centro de esta

reflexión. Concluye que la tarea de la filosofía latinoamericana: arraigar el

pensamiento en la realidad que es siempre nuestra propia realidad. Sólo esta

experiencia de arraigo puede verdaderamente instalarnos en la realidad y evitar

que flotemos en el mar de la erudición occidental o que nos alienemos en la

búsqueda de un ser-más que no necesitamos. Y arraigarnos en el fondo de

nuestra identidad implica también volver a habitar nuestro mundo.

Todas estas investigaciones y ensayos se ubican en el acontecer de los

estudios generales sobre el “diálogo intercultural”. Evidentemente la mayoría de

investigaciones son de estudiosos y filósofos latinoamericanos. Dentro del

contexto guatemalteco poco se ha hecho, paradójicamente siendo uno de los

países con más necesidad de ahondar en este tema. Ojala esta investigación

ayude a enriquecer, fortalecer y complementar todos estos estudios, de manera

que sea una alternativa nacional entre muchas internacionales.

1.2 A tomar en cuenta

El diálogo intercultural como parte integrante del pensamiento latinoamericano

en su creciente desarrollo e inevitable evolución - y arraigado en la historia de

nuestro continente y amplificado por la globalización – se ha convertido en una

prioridad en los últimos años, sobre todo en el tema de los derechos indígenas, la

inclusión, la multiculturalidad, el etnocentrismo, etc. ¿Cómo podemos responder a

la diversidad? ¿Cuál es nuestra visión de la sociedad del futuro? ¿Se trata de una

sociedad integrada por comunidades separadas, caracterizada en el mejor de los

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casos por la coexistencia de mayorías y minorías con derechos y obligaciones

diferenciados, vinculadas vagamente entre sí por la ignorancia mutua y los

estereotipos? O, por el contrario, ¿es una sociedad dinámica y abierta, libre de

toda discriminación y beneficiosa para todos, caracterizada por la integración de

las personas en el pleno respeto de sus derechos humanos?

Varios pensadores latinoamericanos están convencidos que el diálogo

intercultural es necesario, toda vez que, nuestro continente es rico en diversidad

cultural y que cada cultura tiene algo que decir, cada cultura tiene una razón de

ser, cada cultura tiene su forma distinta y a la vez única de pensar. La filosofía

occidental, si bien es la que conocemos y nos ha formado el pensamiento, no es la

única que existe, no es la única que puede hablar, no es la única verdad; en

Latinoamérica ha existido la reflexión filosófica desde hace mucho tiempo, desde

nuestros antepasados mayas (el caso de Guatemala), desde los incas, los

aztecas, etc. Existe toda una cosmovisión, es decir, una forma concreta de ver la

vida, de concebir el ser humano y sus situaciones. Es esto el reto, repensar la

filosofía desde el ser latinoamericano, es decir, contextuado e histórico, valorado

integra e integralmente. Este es un reto. ¿Quién lo va a asumir? Quizá aquellos

que profundicen en la nueva forma de hacer filosofía desde el diálogo intercultural.

Y ¿cómo se aplicará? Eso es una asignatura pendiente, como lo dijera Raúl

Fornet-Betancourt. (2003)

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CAPÍTULO II

EL DIÁLOGO INTERCULTURAL COMO FACTOR DETERMINANTE

EN LA DEFINICIÓN DE LA NUEVA FILOSOFÍA

LATINOAMERICANA

2.1 Filosofía latinoamericana

2.1.1 Definición de filosofía desde la concepción occidental

Decir filosofía en estos tiempos es decir algo sumamente complejo, es una

pretensión muy delicada, desde el punto de vista que, a lo largo de la historia se

han sucedido muchos sistemas filosóficos que han definido este concepto. Es

decir que aun no se tiene un concepto unificado y convencional de este término,

sin embargo para efectos de este trabajo se tomarán tres elementos básicos para

definirla al menos con la intención de ser una base primera en el desarrollo de

esta investigación.

Saber y sabiduría. Según Ferrater (1964), para los griegos clásicos no es lo

mismo “saber” que “sabiduría”. Saber lo aplicaban más que todo al saber teórico

mientras que sabiduría era más inclinada hacia el saber teórico y práctico. Esta

distinción es fundamental desde el punto de vista que la filosofía latinoamericana

se inclinará por uno de estos conceptos más preferentemente. De cualquier forma

se sabe que el vocablo etimológicamente se refiere a “amor a la filosofía”, es decir

un amor pero no como sentimiento sino como actitud.

Actitud humana. Ferrater (1964) indica también que, si se define actitud

como disposición de ánimo, se puede entonces aplicar a la filosofía cuando ésta

se ocupa de cuestionar y reflexionar sobre su mismo entorno, sobre su misma

realidad. Para poder filosofar se necesita estar anímicamente disponible y vuelto

hacia las cosas, de frente a las posibilidades de reflexión. De frente a las

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posibilidades de enfrentarse al mundo desde el saber teórico y práctico y como un

felino presto para el ataque, listo para el abordaje, encantado por el

descubrimiento y la novedad, pero sobre todo sobrio en la aprehensión de la

realidad que se me da. Ésta realidad se ha presentado en diversas y diferentes

épocas de la historia de la filosofía en contextos muy diferentes pero todos válidos.

La respuesta a qué es filosofía ha estado ligada también a las diferentes épocas.

Respuestas según la época. Ferrater (1964) hace un recorrido por diversos

filósofos y sus sistemas haciendo una serie de distinciones en cuanto a qué es

filosofía; en primer lugar constata que, decir filosofía o pretender filosofar ha sido

un dinamismo constante y siempre nuevo a lo largo de la historia. Por eso es

menester ubicarse en las épocas históricas para tener una definición de filosofía y

en este sentido incluso parcial y según el contexto. Así en Aristóteles se puede

definir como la ciencia del ser en cuanto ser, es decir, la ciencia de todo aquello

que puede llamarse con propiedad como verdad. En la edad media el cristianismo

irrumpió en contra de la filosofía, pero con San Agustín se crea un punto de

convergencia entre filosofía y teología, y el cristianismo inicia un proceso de

absorción de la filosofía antigua, integrándola y definiéndola como aspiración al

conocimiento de la fe, es decir, la fe es razonable y para ello la filosofía es una

herramienta. Para Bacon, la filosofía es el conocimiento de las cosas por sus

principios inmutables y no por sus fenómenos transitorios; es la ciencia de las

formas o esencias y comprende en su seno la investigación de la Naturaleza y de

sus diversas causas. Para Descartes, filosofía es el saber que averigua los

principios de todas las ciencias, y, en cuanto filosofía primera o metafísica, se

ocupa de la dilucidación de las verdades últimas y, en particular, de Dios. Según

Wolff, la filosofía es la ciencia de las cosas posibles y de los fundamentos de su

posibilidad. En cuanto a Kant, concibe la filosofía (o su sistema) como un

conocimiento racional por principios, pero ello exige una previa delimitación de las

posibilidades de la razón y, por lo tanto, una crítica de la misma como

prolegómeno al sistema de la filosofía trascendental. Para Schopenhauer, la

ciencia del principio de razón como fundamento de todos los demás saberes, y

como la autorreflexión de la Voluntad. Para el positivismo, la filosofía es un

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compendio general de los resultados de la ciencia, y el filósofo es un "especialista

en generalidades”. Según Husserl, es una ciencia rigurosa que lleva a la

fenomenología como disciplina filosófica fundamental. Wittgenstein, Schlick y

muchos positivistas lógicos, así como varios de los adherentes a la escuela

analítica de Cambridge, suponen que la filosofía no es un saber con contenido,

sino un conjunto de actos; no es conocimiento, sino actividad.

En fin, se ve que el concepto de filosofía no es fácilmente reductible a una

sola definición, fuera del aspecto etimológico que está bien claro. Se ha de ser

filósofo, adentrarse en las aguas de la filosofía y poder desde el saber práctico y

teórico emitir una propia y objetiva definición que a la luz de la convencionalidad

me dé certeza de lo que infiero. Y precisamente hacia esto se dirige esta

investigación. Se ha dado un breve repaso por el acontecer filosófico temporal y

espacialmente ubicados en occidente. Pero esta investigación procura delimitarse

al área que de alguna forma ha iniciado la búsqueda de su identidad, se ha

sentido en la mayoría de edad y pretende filosofar por sí misma, quizá sin el influjo

de los conceptos occidentales o quizá retomando sus ideas esenciales, quizá una

manera de acercarse al saber teórico y práctico de forma original, etc. Se trata de

la filosofía latinoamericana, una filosofía muy prolífica y en continuo ascenso que

busca desde su realidad dar también respuestas filosóficas al acontecer propio.

2.1.2 Factores que provocaron la pregunta sobre la filosofía

latinoamericana.

Latinoamérica ha recibido las ideas filosóficas de occidente, ha importado

los sistemas y los ha aplicado a sí misma. No se tiene certeza si ha habido el

correcto proceso de traducción o bien se han impuesto provocando una

incompatibilidad de opciones. Hay muchas opiniones al respecto y los filósofos

latinoamericanos quieren sentar las bases para definir qué es la filosofía

latinoamericana, pero sobre todo interesa saber qué fue lo que provocó que se

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hiciera la pregunta por la posibilidad de una filosofía propia y original. Entre los

factores están los siguientes:

Filosofía académica. De acuerdo a Miró (1974) se ha de partir de la idea

que desde hace tiempo en Latinoamérica existe la filosofía, hay filósofos, pero

desde un punto de vista académico, es decir, desde las universidades, una

actividad de pocos, reservada a ciertos intelectuales y además como objeto de

apoyo para enfrentar algunos problemas políticos, en este sentido las ideas

europeas fueron muy prolíficas aquí en L.A.

Autenticidad. Cuenta Miró (1974) en el prólogo de su obra Despertar y

proyecto del filosofar latinoamericano, que en cierta ocasión en el invierno de 1946

se encontró a conversar animadamente con Leopoldo Zea y que de esa

conversación se dieron cuenta que sus proyectos filosóficos eran un tanto

diferentes, mientras que a Miró le interesaba el conocimiento de la lógica, Zea

incursionaba en la historia de lógica. Pero ambos tenían un punto de convergencia

que descubrieron en esa charla: la autenticidad filosófica, ambos querían hacer

una filosofía que no fuera una copia barata de la europea, importada. Querían una

filosofía que surgiera de la propia circunstancia latinoamericana, y junto a ellos

surgían otros intelectuales con la misma idea, entre ellos Eugenio Pucciarelli,

Risieri Frondozi y Juan Adolfo Vásquez, todos obsesionados por ser capaces de

filosofar auténticamente.

Simple reflejo. Este grupo de filósofos de la autenticidad no querían que la

filosofía aquí fuera un simple reflejo de la europea. Querían algo propio y original,

algo contextuado y circunstanciado, histórico e historiador. Tal vez no con la

pretensión de ser grandes filósofos pero sí filósofos verdaderos, es decir, ser

capaces de pensar por sí mismos, buscar soluciones al repensar las

problemáticas de LA.

Grupo Hiperión. Según Miró (1974), este grupo se caracterizó en la década

de 1950 como uno de los grupos que buscaba autenticidad. Surgió en México de

la mano de Leopoldo Zea, Samuel Ramos y Alfonso Reyes, ellos pretendían

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interesarse por lo mexicano y el mexicano. Este grupo por lo tanto influyó mucho

para que se diera la pregunta por la filosofía latinoamericana. Todos ellos influidos

por José Gaos.

Complejo de inferioridad. Citando a Zea, Miró (1974) dice que el complejo

de inferioridad es característico del latinoamericano frente a la cultura europea.

Con el pensar auténtico latinoamericano se podía hacer frente a este complejo

buscando la manera de dar importancia a nuestra cultura, “hablar sobre las

propias ideas, hablar sobre lo que éramos y lo que debíamos ser” (1974:11).

2.1.3 Historia de la filosofía latinoamericana

En el ensayo Tres generaciones y una cuarta de Mario Palazón (1976), se

indica que la historia filosófica latinoamericana se ha clasificado pertinentemente

en generaciones. Este ordenamiento se ha debido entre otras cosas atendiendo a

las características que en cada época tuvo este tipo de filosofía. Es decir, al

mismo tiempo que es una historia cronológica, es también una historia marcada

por una serie de sucesos a nivel de pensamiento que hicieron que se la clasificara

según generaciones de pensadores.

De esta forma Palazón (1976) proporciona una orientación en el tema de la

historia a partir de la primera generación indicando que “la filosofía en nuestros

países estuvo en una situación muy complicada, los mitos indígenas murieron

antes de hacer algún efecto, las creaciones de los teólogos se perdieron en

estantes y conventos religiosos polvorientos.” (pág. 108). Por tanto hubo de

importar de Europa las meditaciones filosóficas del momento.

Derivado de esto se deduce que a la primera generación Miró quiso llamar

de los patriarcas. Estos, ávidos de devorar en los textos originales las recientes

ideas filosóficas europeas, por puro capricho importaron las últimas palabras en

corrientes de pensamiento. Los "patriarcas" fueron un brote aislado y espontáneo

vertido hacia Europa e impedido de aprehender el sentido de los libros por falta de

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bagaje filológico, técnico, idiomático e histórico. Únicamente entendieron aquello

que les permitió su afiliación al mundo occidental, sin alcanzar la "comprensión de

caladura" o captación de la plenitud de significados. Se pusieron como misión:

difundir la mole de sabiduría europea contemporánea, sin cuestionarla ni injerir en

ella, con el fin de aumentar la riqueza espiritual de sus pueblos.

Luego Palazón (1976) resume la llamada segunda generación o generación

de los forjadores. Primero que nada los filósofos de esta generación se percataron

de los errores de la generación anterior. Se lanzaron a comprender la filosofía

occidental y no solo a difundirla. Empezaron a cuestionarla, pero de un modo muy

incipiente y poco relevante.

En uno de sus mejores momentos los "forjadores" empezaron a pensar en

la hipótesis de que América Latina podría tener un pensamiento auténtico,

superando las copias mal repetidas, porque toda filosofía, incluyendo la europea,

es un proceso de formación, un hacerse y no un ser. Aunque ellos no se creen los

llamados a realizar esto, por lo tanto relegan esa tarea a los "jóvenes" y con ello

instauran el proyecto de la filosofía latinoamericana original. Su misión: forjar

filósofos a la altura de los mejores.

A continuación llegó la tercera generación o generación de los técnicos.

Esta generación heredó de la anterior el reto de hacer filosofía auténtica, de hacer

filosofía a la altura de los mejores. Aunque era una generación de jóvenes,

supieron que de epígonos tenían que pasar a ser pensadores auténticos y

originales. Por lo tanto su misión era en dos dimensiones: búsqueda de la

autenticidad y la tensión de hacer algo original. Derivado de esto surgió la tensión

y pregunta de que sí era eso posible o era mejor continuar como epígonos, la

respuesta fue: división. Se formaron los “asuntivos” o universalistas que deciden

que el filosofar europeo o norteamericano encarna el ideal de autenticidad y que

ésta no se logra artificialmente: llegará cuando se den las condiciones ambientales

y los individuos requeridos, siendo impredecible cuándo se actualizará ese

momento. Sus integrantes dicen que los productos de los “regionalistas" alcanzan

relevancia en terrenos de la historia o de la sociología; pero nunca filosófica

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porque buscan aplicar la filosofía a la realidad, olvidando que tiene valor en sí

misma: vale aun cuando no sirva para ninguna actividad práctica; si con ella se

persigue modificar la realidad, se la reduce a una disciplina "bastarda"; por otro

lado los “regionalistas” aseguran que actualmente filosofía auténtica es la que se

preocupa a fondo por nuestra realidad, descubriendo, mediante los testimonios

más ad hoc el sentido de nuestra cultura, de nuestro ser y de nuestro proyecto

existencial, a la vez que se oponen al grupo "asuntivo" alegando que al

encuadrarse éste en el proyecto de la originalidad permanece en una actitud

artificiosa, desenfocada y colonial o de sujeción, ya que persiste en la línea de que

en Europa o en Norteamérica está la verdad y de que el destino de Latinoamérica

es atraparla copiando el modelo. En secuencia natural a su adhesión al

historicismo, los "impositivos" sostienen que la realidad es histórica y que, para dar

pie a una filosofía más consciente, tiene que iniciarse, y de hecho ellos inician, la

recuperación del pensamiento vernacular en su evolución a lo largo del tiempo.

Pero en esta investigación se busca llegar hasta los momentos actuales del

filosofar latinoamericano; y es de hacer notar que la historia filosófica de

Latinoamérica no terminó con la tercera generación. De los dos grupos escindidos

en la tercera generación ha continuado la rama de los “impositivos” o regionalistas

con más fuerza; a partir de esta rama surgió la cuarta generación llamada también

filosofía de la liberación. Esta generación,

…surgida al calor de un momento histórico clave: la toma de conciencia colectiva de la situación de dependencia del continente iberoamericano, trataron de construir un pensamiento que se autointerpreta como el momento histórico de un empeño político de liberación. Según ellos, el filósofo se convierte en alguien que escucha el ansia liberadora del pueblo y le acompaña en su empeño de llevar a la práctica tal ideal liberador. Pero, como veremos a lo largo del capítulo décimo, no todos los integrantes de esta corriente de pensamiento entenderán esta filosofía de la misma manera, advirtiéndose entre ellos diferentes sectores y escuelas dentro de la misma, en función del suelo filosófico en el que apoyan su pensamiento, el sujeto y el objeto de su filosofar, y el enfoque metodológico desde el que elaboran sus planteamientos teóricos. (Sobrevilla, 2007, pág. 2)

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Últimamente que se habla ya de otra forma de filosofía, sobre todo de la

propuesta de filosofía intercultural de Raúl Fornet-Betancourt. Serían, sin

embargo, los enfoques posteriores de la filosofía de la postmodernidad y de la

postcolonialidad, que desde "las últimas décadas del siglo XX, pretenden disputar

a la filosofía de la liberación su carácter hegemónico dentro del panorama

filosófico latinoamericano" y los "últimos paradigmas culturales con peso desde los

que se pretende en la actualidad interpretar la situación sociocultural de la

América Latina". (Fornet-Betancourt R. , 2001, pág. 35)

Es necesario decir que en este tema último es en el que se ubica esta

investigación, sobre todo a partir de la propuesta de Fornet-Betancourt. Se busca

entonces delimitar el radio de acción del actual modo latinoamericano de pensar.

Discernir sobre las características y fundamentos de una nueva filosofía y sobre

todo cuestionarla desde los planteamientos de los “asuntivos” o universalistas en

el punto de la interculturalidad.

2.1.4 Otras consideraciones

Según Fornet-Betancourt (2003) desde Juan Bautista Alberdi (1820-1884)

se designa con el nombre de “filosofía americana” para indicar precisamente con

dicho título que se trata de una práctica de la filosofía que toma el contexto

histórico de los países latinoamericanos como su punto de partida y también como

referencia primera para explicar su sentido y su legitimidad. Es sabido que Juan

Bautista Alberdi lanza este programa entre 1837 y 1842, y que desde esos años,

aunque muchas veces sin establecer una relación directa o explícita, se desarrolla

en América Latina una manera de hacer filosofía que corresponde a la idea

medular del programa de Juan Bautista Alberdi, a saber, la exigencia de

contextualizar la filosofía y su enseñanza. Esta forma de hacer filosofía se va

consolidando con el curso de los años como la tradición de filosofía

latinoamericana en sentido estricto.

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2.2 Diálogo intercultural

2.2.1 El diálogo a través del tiempo: evolución del concepto.

Sin duda, antes de iniciar a hablar de diálogo intercultural, es necesario

ahondar en el concepto de diálogo. El esfuerzo de esta investigación estriba en su

rigurosidad académica, en este caso, nos limitaremos a conceptualizar el signo

“diálogo” desde la significación filosófica y apoyándose en las ideas que al

respecto tienen algunos filósofos. Esto quiere decir que el significado de diálogo

no se limitará a una descripción puramente didáctica sino más bien, valga la

redundancia, de carácter filosófico.

Antes que todo hay que decir que “diálogo” es una forma de expresión;

partir de esto es clave para esta investigación, pues se está refiriendo al derecho

que todo individuo tiene de expresar su sentir y necesidad, es un derecho

inalienable.

El diálogo como forma de expresión ha sido usado desde los antiguos

filósofos como Sócrates, Platón, San Agustín, Galileo, Hume, etc.

Ferrater (1964) indica que el diálogo filosófico no es, meramente una forma

literaria entre otras que pudiesen igualmente adoptarse; responde a un modo de

pensar esencialmente no "dogmático", esto es, a un modo de pensar que procede

dialécticamente. Por eso hay una estrecha relación entre estructura dialógica y

estructura dialéctica del pensar. Según Platón, el que sabe preguntar y responder

es el práctico o especialista del diálogo, esto es, el "dialéctico". Platón sostiene

que la contemplación por el alma de la realidad inteligible es efecto del

conocimiento del "arte del diálogo", el cual es distinto, y hasta opuesto, a la

controversia sofística, donde el diálogo es mera disputa y no proceso cognoscitivo.

En el proceso dialógico o dialéctico hay división y generalización, el diálogo es un

método riguroso de conceptualización.

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Ahora bien, en la actualidad se mantiene la preocupación por la forma

dialógica de la comunicación. En especial se pone mucho interés en la cuestión

del “otro”. Citando a Bubber, Ferrater (1964) dice que el diálogo es una

comunicación existencial" entre Yo y Tú. El silencio puede formar parte entonces

del diálogo. Pero hay que distinguir entre el diálogo auténtico y el falso. El diálogo

auténtico (implique o no comunicación por medio de palabras) es aquel en el cual

se establece una relación viva entre personas como personas. El diálogo falso

(calificado de "monólogo") es aquel en el cual los hombres creen que se

comunican mutuamente, cuando lo único que hacen en verdad es alejarse unos

de otros. Una forma de diálogo no auténtico, pero admisible, es el "diálogo

técnico" en el cual hay solamente comunicación de conocimiento objetivo (en el

mundo del "Ello").

Según A. Testa (1957) el lenguaje tiene sentido sólo en tanto que se funda

en el encontrarse recíproco de yo y el otro. Hay cuatro especies básicas de

diálogo: el natural, el educativo, el moral y el social. El conjunto de individuos

"dialogantes" no es una mera suma, sino una realidad estructural "vinculadora".

2.2.2 Cultura e interculturalidad

Antes que todo, por cultura ha de entenderse todo aquello que es creado,

formado o transformado, en contraposición con naturaleza como “el conjunto de lo

nacido por sí, oriundo de sí y entregado a su propio crecimiento" (Ferrater, 1964,

pág. 390) Pero no sólo, por cultura también se entiende el acto, el proceso de

esas transformaciones.

La cultura, dice Ferrater (1964) es el mundo propio del hombre, lo cual no

significa que el hombre no viva también dentro de la naturaleza y dentro o bajo lo

trascendente. Lo que caracteriza al hombre es el espíritu, y éste puede ser

entendido no sólo como una espontaneidad, sino también como un conjunto de

formas que fueron antes vivas y espontáneas y que poco a poco se transforman

en estructuras rígidas, en modelos. Cultura es, como dice Scheler, humanización,

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pero esta humanización se refiere tanto al "proceso que nos hace hombres" como

al hecho de que los productos culturales queden humanizados.

Durante el primer congreso latinoamericano de antropología aplicada (1999)

realizado en Quito, se definieron las condiciones para que se dé la

“interculturalidad”; para que ésta exista debe existir primeramente una variabilidad

en la que un grupo se distinga de otro justamente por su cultura; es decir que se

asume la existencia de una cultura en relación a otras. Sin embargo, no hay que

confundir el concepto de multiculturalismo, en que simplemente se acepta esta

diferencia cultural entre grupos, y el concepto de interculturalidad, en el que se

plantea además el establecimiento de una relación entre los distintos grupos

culturales.

Así, la interculturalidad va más allá de la pluralidad cultural para establecer

interrelaciones, comunicación e intercambio. Sin embargo para que estas

relaciones se den de manera recíproca y para que realmente exista un intercambio

entre distintos grupos culturales, es necesario que éstos primeramente se

conozcan y reconozcan, respetando sus diferencias y superando los conflictos,

tratándose con respeto y dignidad. Por otro lado, es preciso entender que estos

procesos de intercambio entre grupos tienen efecto sobre las propias

especificidades culturales de cada grupo, las cuales se transforman, adaptan y

reafirman durante el proceso.

2.2.3 Caracterización y utilidad del diálogo intercultural en la

definición de la nueva filosofía latinoamericana

Es necesario hacer una caracterización que nos permita ubicarnos en la

idea central o, al menos, aproximada de lo que es diálogo intercultural. Es decir

que no podemos hablar de algo que no conocemos, se ha de distinguir este tipo

de diálogo entre otros muchos tipos. Esto permitirá identificar cada idea haciendo

un análisis para luego sintetizar el concepto y tener clara la idea general.

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Fornet-Betancourt (2003) intenta caracterizar el diálogo intercultural,

diciendo que la facticidad es uno de los elementos que lo integran. Esto nos

recuerda la concepción de la filosofía latinoamericana en las primeras

generaciones que se concebía como una filosofía de la contextualidad, de la

realidad. Esto se deja notar en la sociedad como sociedad de exclusión, de

pobreza creciente y de amenazas a la diversidad cultural de la humanidad.

Además, el mismo autor indica que la filosofía debe reformularse desde la

conciencia explícita de que es, o debe ser, una práctica reflexiva e intentar dar

cuenta de los problemas mencionados anteriormente. Vale a decir, continuar con

una sus principales características: la contextualidad.

Continua exponiendo Fornet-Betancourt que todo proceso de

contextualización, es siempre al mismo tiempo un trabajo de apropiación de

contemporaneidad y de discernimiento en ella, connota para el ejercicio de la

filosofía una revisión crítica de la relación que la filosofía mantiene con la tradición

desde la que se define, con la que se identifica y a partir de la cual se abre a la

peculiar situación histórica de una época. No puede, pues, la filosofía,

contextualizar su quehacer sin cuestionar la tradición que determina lo que sabe y

la manera de saberlo, sin cuestionar la forma en que posee su tradición, sin

preguntarse por los medios de que se ha servido y se sirve para activar justo esa

tradición que reconoce como la que actúa en ella o como la que debe continuar

trasmitiendo, en una palabra, sin cuestionar su propia forma de ser y trasmitir lo

que ha heredado como su tradición.

De esta forma y de acuerdo a la caracterización, salta al escenario el

famoso diálogo intercultural que, partiendo de la contextualización, debe ser una

plataforma o incluso una catapulta que lleva a las culturas hacia su realización en

el diálogo, un diálogo que al estilo griego, sea un diálogo en el que se sabe

preguntar y responder, es el diálogo práctico o especialista del diálogo, es decir, el

"dialéctico".

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Nuevas exigencias históricas reclaman una filosofía nueva que acompañe

la búsqueda humana de un mundo nuevo y que nazca como parte integrante de

ese otro mundo alternativo. Mas la emergencia de esa filosofía nueva requiere a

su vez que seamos capaces de cambiar la filosofía que hemos aprendido y que

condiciona nuestra manera de pensar y de actuar o, si se prefiere, de dar cuenta

de la historia. Estamos así ante un problema que se buscará dilucidar en esta

investigación, en primer lugar definir una nueva filosofía latinoamericana y luego

integrarla en el pensamiento contemporáneo atendiendo a las situaciones que

inciden actualmente en el pensamiento, tal como la comunicación y las

interrelaciones. Por eso lo trataremos en dos pasos dedicándole a cada uno de

esos aspectos uno de los apartados que siguen.

Para Fornet-Betancourt la filosofía todavía tiene importancia pero es

necesario reencauzarla. Aparentemente se ha alejado del contacto con las gentes

y se ha quedado acreditada en las instituciones.

El proyecto de rehacer y redimensionar la reflexión filosófica desde un

horizonte intercultural es un intento concreto de reaccionar ante las consecuencias

que se desprenden del análisis de esas dos explicaciones de la supuesta pérdida

de importancia de la filosofía.

Demanda Fornet-Betancourt que se muestre la importancia de la filosofía

intercultural para una renovación de las políticas educativas en la contribución que

hace a la fundamentación de la reivindicación de la autoridad contextual y cultural

en los procesos de conocimientos de la gente y sus prácticas comunitarias. Es, en

el mejor sentido de la palabra, la reivindicación de la democratización y de la

comunitarización del saber y sus dinámicas de producción y trasmisión.

Evidentemente este aspecto implica la pluralización de la forma en que se

organiza la educación, o sea, una reforma de las instituciones y de los criterios de

acreditación que haga justicia a la diversidad cultural de la humanidad.

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2.2.4 Superación de los conceptos antiguos de filosofía

latinoamericana desde la filosofía intercultural.

Hablar de superación de conceptos antiguos es, necesariamente, remitirse

a la historia filosófica en Latinoamérica, cosa que ya se hizo en esta investigación

habiéndose colocado en el primer apartado. Es necesario, además, indicar que

para efectos del presente estudio llamamos “antigua filosofía latinoamericana” al

pensamiento filosófico surgido académicamente a partir de pensadores como

Rodó, Korn, Vaz Ferreira, Deustua, Mariátegui, Romero y otros.

Se ha de recordar que una de las formas de filosofía que se dio fue la

llamada filosofía de la liberación, movimiento que abarcó incluso la teología,

surgiendo así la teología de la liberación. Esta etapa se dio justo en los momentos

más críticos de la opresión y represión gubernamental que se dio durante la

década de los años 80 preferentemente. El auge de este tipo de filosofía fue

gracias a ese caldo de cultivo que fue la guerra civil, sobre todo en los países

centroamericanos y algunos sudamericanos.

Tómese en cuenta que durante ese tiempo, hubo mucha participación

desde la iglesia católica, situación que le dio mayor empuje a la filosofía

mencionada. Pero todas esas situaciones ya han sido superadas, hay todavía

pocos indicios manifiestos de represión de los gobiernos. La mayoría de pueblos,

al menos en Centroamérica, goza de un mejor estatus de vida, en cuanto a

inclusión y respeto por los derechos humanos.

Se nota que las ideologías y formas de pensar se dirigen hacia una nueva

conceptualización. Ahora bien, es esto lo que justamente necesitamos indagar:

hacia dónde se dirige y sobre todo si la tendencia hacia el diálogo intercultural es

imperativo para constituir nuevas formas de filosofía latinoamericana. Es decir,

¿debiera ser esto un presupuesto? ¿Cuáles son los otros presupuestos? ¿Cuáles

son las condiciones de posibilidad? Pero no sólo, también es necesario ver otras

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formas o caminos pues al parecer el diálogo intercultural no es la única vía,

entonces ¿cuáles son las otras propuestas?

2.2.5 Propuesta: el diálogo intercultural como elemento

socializador.

Muy bien, hasta ahora se ha merodeado por las afueras del tema central, es

hora de dirigirse hacia el centro, hacia la médula que permitirá dilucidar y concluir

esta primera fase de investigación.

Fornet-Betancourt ha venido desde hace años elaborando una propuesta

para una nueva forma del pensar latinoamericano. Una propuesta que muy

atinadamente explora y presenta Blanco (2009) en su investigación titulada

Horizontes de la filosofía intercultural.

En esta investigación se aborda la propuesta de Fornet-Betancourt

básicamente en los siguientes aspectos: en primer lugar discierne las etapas de la

propuesta de Fornet-Betancourt. Coloca la primera etapa como de recepción y

crítica de la filosofía europea. Esto debido a que el autor tuvo primera formación

de este tipo en España y por lo tanto ahí comenzó su reflexión. Una reflexión

evidentemente influenciada por tendencias occidentales aplicadas a

Latinoamérica, traducidas nuevamente tal como se hizo en los primeros años del

pensamiento latinoamericano. El sueño de los filósofos regionalistas se sigue

diluyendo mientras que los universalistas podrían estar en ruta. Pero antes de

continuar elucubrando es mejor definir ciertas bases para emitir posteriormente un

juicio más certero.

La segunda etapa de la propuesta de Fornet se enmarca en el tránsito

hacia el modelo intercultural. Es decir, evita la comprensión monocultural del

logos filosófico para conducirse hacia la universalidad del concepto. ¿Se aboga

con esta idea por los universalistas en contra de los regionalistas? Blanco (2009)

indica los temas centrales que van configurando la propuesta de Fornet, a saber:

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una comprensión de la filosofía como reflexión contextual; salir de la razón

filosófica mono cultural; salir de la concepción puramente institucional de la

filosofía y encuadrarla en el quehacer cotidiano, en la realidad; relativizar las

propias ideas para atender las propuestas de la comunidad; y, la práctica de la

filosofía con sentido interdisciplinario.

En la tercera etapa expone el tema central de la propuesta: el diálogo

intercultural como nuevo paradigma de filosofía. Aquí Blanco hace notar siete

características que configuran la nueva propuesta, estas son: alejamiento de la

dominación monocultural, incluyendo la antigua filosofía de la liberación que iba en

esta corriente; es un proceso polifónico en donde las culturas se hacen escuchar y

son escuchadas; desacraliza lo monocultural dando oportunidad de presentar

nuevas y propias propuestas; no hay un paradigma teórico-cultural absoluto, existe

la apertura; evita la dominación cultura predominante, cualquiera que esta sea:

eurocentrista, latinoamericanocentrista, afrocentrista, etc.; intuye la visión dinámica

de la cultura en contraposición al estatismo; busca la universalidad, desligándose

de la visión unitaria que raya en un reduccionismo de diferencias.

En la cuarta etapa, está la inquietud de promover una praxis ético-política

de la interculturalidad, es decir,

…frente al fenómeno de la globalización y mundialización homogeneizadora, la reivindicación del derecho a la propia cultura, y con ella, a la propia visión del mundo que le proporciona a cada miembro. Recordemos que la globalización es un proyecto también cultural, pero cuyas consecuencias son la aniquilación de otros horizontes culturales. Frente a esto el autor considera que esta globalización neoliberal despoja a las culturas “de toda posibilidad de ensayar realmente sus propias potencialidades innovadoras”. Veamos que lo que aniquila el contexto mundial contemporáneo es el impulso de innovación propio de cada espacio cultural. Y lo aniquila precisamente porque dicho contexto homogeneizador impone a las obras culturas su propia “innovación”. Se demuestra con ello que la globalización neoliberal es bastante etnocentrista y, con ello, etnocida. (Blanco, 2009, pág. 28)

La quinta etapa que menciona Blanco no se tocará pues será el tema

central de esta investigación cuando se aclare si el diálogo intercultural juega un

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papel determinante en una nueva filosofía o si por el contrario adolece de

caracterización filosófica al propugnar una interrelación desigual y absorbente, tal

cual es la característica de la globalización: el grande se come al chico.

Concluyendo, es necesario decir que, de acuerdo a Fornet-Betancourt, es

necesario redimensionar la filosofía en todos sus aspectos, pero sobre todo en

cuanto a su concepción monocultural, enfrentándose al desafío de lograr un

diálogo que supere las nociones de etnocentrismo, privilegiando el encuentro y en

este la mutua escucha. Es un tema muy amplio y ambicioso en cuanto a las

conclusiones a las que pretendería llegar. Será en una futura profundización de

esta investigación en la que se revelará la meta a la que se quiere llegar.

Ahora, antes de abordar y tratar de dar resolución a estas interrogantes, es

necesario aclarar algunas ideas que nos permitan saber a que nos estamos

refiriendo y para efectos de comprensión utilizamos el concepto comunicación

como elemento constitutivo del diálogo, es decir, el diálogo supone el

comunicarse.

Bien, en primer lugar se debe aclarar qué se entiende por cultura. Miguel

Rodrigo (1999) nos ilumina aclarando, ante todo, que la cultura es una

construcción humana. Es decir, la persona interioriza una forma de pensar, de

sentir y de actuar y a partir de esta interiorización no sólo comprende el mundo de

su comunidad sino que éste se convierte en su mundo, pero al mismo tiempo esta

persona se constituye en un elemento propio de esta cultura e inevitablemente va

a influir en la conservación, transmisión y transformación de la misma.

A raíz de esto se intuye que una cultura es dinámica y cambiante; el

sustrato de este proceso se da justamente en la interacción comunicativa que se

da en el seno de cualquier comunidad de vida.

Ahora bien si se ha dicho que el proceso dinámico y cambiante de una

cultura se da en un proceso de comunicación interactiva eso significa que la

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cultura debe su existencia y permanencia a la comunicación; por lo tanto es en la

interacción comunicativa entre las personas donde la cultura se manifiesta.

Derivado de lo anterior y para efectos de este tema es necesario decir que,

no hay una cultura mejor o peor que la otra. Esto significa que la única forma de

comprender correctamente a las culturas es interpretar sus manifestaciones de

acuerdo con sus propios criterios culturales. Esto no elimina nuestro juicio crítico

pero sí lo suspende hasta que se haya entendido la complejidad simbólica de cada

espacio cultural. Este es un paso concreto que nos va orientando hacia el porqué

de la necesidad del diálogo intercultural en una nueva filosofía latinoamericana.

Si no se hace este esfuerzo de comprensión, el diálogo intercultural se hará

más difícil y aumentará la probabilidad de malentendidos.

En segundo lugar hay que entender que si hablamos de diálogo intercultural

se presupone que hay más de una cultura. Entonces, ¿cómo diferenciamos una

cultura de otra?

Rodrigo (1999) nos sugiere cuatro criterios de diferenciación: lengua,

religión, género y edad. Sin embargo esto es relativo pues hay comunidades que

hablan el mismo idioma pero se consideran culturas distintas. Otro ejemplo es el

de los jóvenes que se convierten en colectivos a los que atribuimos una cultura de

acuerdo a su edad y gustos. Usando estos criterios la diferenciación se establece

a priori, dejando de lado el dinamismo, la interdependencia y el pluralismo

En primer lugar, si hay algo que caracteriza a los jóvenes es precisamente

la pluralidad de puntos de vista que tienen. En segundo lugar, un mismo joven

puede participar, al mismo tiempo, de distintas culturas, por ejemplo las

determinadas por la lengua, la religión y el género. Así los criterios que se pueden

utilizar para diferenciar las culturas es múltiple y las combinaciones de estos

criterios, que se pueden dar en una persona en concreto, son enormes. Por

consiguiente, aunque una persona nace en una comunidad de vida, las

sociedades modernas se caracterizan por un pluralismo cultural, que hace difícil

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establecer cuáles son las fronteras culturales o los criterios de diferenciación

cultural.

Una cultura no evoluciona si no es a través del contacto con otras culturas.

Pero los contactos entre culturas pueden tener características muy diversas. En la

actualidad se apuesta por la interculturalidad que supone una relación respetuosa

entre culturas. Mientras que el concepto "pluricultural" sirve para caracterizar una

situación, la interculturalidad describe una relación entre culturas. Redundando

podemos decir que la interculturalidad supone la interacción.

La única forma de aclarar esta situación de pluriculturalidad es constatar la

existencia de una graduación en la diferenciación cultural. Así las formas de

pensar, sentir y actuar de distintas comunidades de vida estarán más o menos

próximas unas de otras porque compartan, por ejemplo, la lengua o algunos

elementos de sus estilos de vida. Evidentemente cuantos más elementos las

comunidades de vida compartan más sencilla será la comunicación entre ellas.

Como puede apreciarse, en un extremo tendríamos la diferenciación mayor y en

otro la prácticamente casi absoluta indiferenciación. En cada circunstancia la

comunicación intercultural tendrá unas características distintas, de acuerdo con la

proximidad o lejanía. Sin embargo, aunque no pretenda dar unas recetas multiuso

para cualquier situación intercultural, quizás sería útil tener en cuenta una serie de

criterios para conseguir una comunicación intercultural más eficaz. Los seres

humanos hemos sido socializados en una determinada comunidad lingüística en la

que adquirimos unas competencias comunicativas. Si entramos en contacto con

personas que hablan una lengua distinta deberemos establecer una lengua común

para interaccionar.

Es decir, es imprescindible tener una lengua común en la que podamos

comunicarnos. Esta competencia lingüística es una condición necesaria, pero no

suficiente para una óptima comunicación intercultural.

Para una eficaz comunicación intercultural es necesario, por un lado, una

nueva competencia comunicativa y, por otro lado, un cierto conocimiento de la otra

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cultura. La comunicación interpersonal no es simplemente una comunicación

verbal, la comunicación no verbal (espacial, táctil, etc.) tiene una gran importancia.

Es decir, que no es suficiente conocer un idioma, hay que saber también, por

ejemplo, el significado de la comunicación gestual del interlocutor. Además hay

que recordar que la comunicación no es un simple intercambio de mensajes que

tienen un sentido incuestionable. Un mismo discurso puede tener distintos niveles

de lectura que sólo las personas que conozcan bien la cultura pueden alcanzar.

Por ejemplo, para comprender bien la película Forrest Gump, interpretada por Tom

Hanks, era necesario un cierto conocimiento de la historia y de la cultura

estadounidense, igualmente se podría decir del film El Pianista. Evidentemente la

película se podía ver sin estos conocimientos, pero se perdían las referencias de

muchas secuencias de la película. Es necesario, por consiguiente un conocimiento

lo más amplio posible de la cultura de la persona con la que se interrelaciona.

No hay que conocer sólo otras culturas, sino que la comunicación

intercultural implica también una toma de conciencia de la propia cultura. En

muchas ocasiones nuestras comunicaciones están llenas de valores que

transmitimos sin ser apenas conscientes de ello. La comunicación intercultural no

sólo supone comunicarse con otras culturas sino también hacer el esfuerzo de

repensar la propia cultura. Un requisito prácticamente imprescindible para la

comunicación intercultural es que haya un cierto interés por culturas distintas de la

propia. Por supuesto, no se trata de un interés anecdótico o dirigido a confirmar

nuestros propios valores. Se trata de ver qué puedo aprender de las otras culturas.

Frente a los intentos, propios del colonialismo, de modificar las culturas no

dominantes para hacerlas lo más próximas posibles a las dominadoras, en la

actualidad se busca conocerlas tal y como son.

Este cambio de mirada hacia las culturas ajenas también se manifiesta

hacia la propia cultura. En primer lugar, uno debe ser consciente de su punto de

vista etnocentrista y empezar a repensar muchos de los valores de los que hasta

ahora fundamentaban lo que se ha denominado la "identidad cultural". Se refiere

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29

esto a aquellos valores que se basan precisamente en la denigración de la cultura

ajena para ensalzar la propia.

La comunicación no es un simple intercambio de información. La

comunicación implica, también, ser capaz de compartir emociones. Es decir, hay

que ser capaz de crear una relación de empatía. La empatía es la capacidad de

sentir la emoción que otra persona experimenta. Tener la habilidad de empatizar

es imprescindible en muchas relaciones interpersonales. Si en el seno de una

familia sus miembros no tienen empatía entre sí, es muy probable que las

relaciones familiares se deterioren más fácilmente. La empatía también es

necesaria para la comprensión mejor de "el otro". No se trata simplemente de

sentir lo que él o ella siente, sino que a través de las emociones aumentar nuestra

comprensión. Hay que tener en cuenta que si entre personas de una misma

comunidad de vida, en ocasiones, se producen incomprensiones, entre personas

socializadas en culturas distintas, éstas pueden aumentar. Uno puede

comunicarse aceptando un cierto grado de malentendidos, pero si estos aumentan

la comunicación será muy difícil. En la comunicación intercultural hay que asumir

que el malentendido puede ser la norma y no la excepción. Por ello es necesario

desarrollar la capacidad de metacomunicarse. Es decir, tener la capacidad de

decir lo que se pretende decir cuando se dice algo. Metacomunicar significa hablar

del sentido de nuestros mensajes, pero no sólo de lo que significan sino incluso de

que efectos se supone que deberían causar. Un ejemplo sencillo, si entro en una

habitación que tiene la ventana abierta y digo "Aquí hace mucho frío ¿no?" y mi

interlocutor responde "Ah, ¿sí?... ¿Tú crees?" y deja la ventana abierta significa

que mi interlocutor no ha entendido mi mensaje. La primera afirmación no era una

simple constatación de un hecho, como parece haber entendido, sino que se

sobrentiende una petición de que se cerrara la ventana. Si, molesto, replico:

"Perdona, te estaba pidiendo si podrías cerrar la ventana", lo que hago es

metacomunicarme. En la vida cotidiana funcionamos con una gran cantidad de

sobreentendidos, presuposiciones, eufemismos, etc. en los que el sentido no está

en el significado literal del mensaje. Se trata de un sentido presupuesto

compartido por los miembros de una misma comunidad de vida. Pero en la

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30

comunicación intercultural los sobreentendidos o las presuposiciones pueden ser

una fuente inagotable de malentendidos. Por ello no basta con comunicar, en

muchas ocasiones es necesario también metacomunicar. En la comunicación

intercultural no se puede presuponer que mi interlocutor vaya a entender

precisamente lo que no se dice explícitamente.

Por último, hay que decir que la comunicación intercultural no se produce

de forma descontextualizada. Toda comunicación se produce en unas

circunstancias determinadas que modifican las características del proceso

comunicativo. Por ejemplo, si la comunicación intercultural se hace con la lengua

materna de uno de los interlocutores, éste se sentirá mucho más cómodo que el

otro. Las relaciones sociales son relaciones de poder, por ello en la comunicación

también se manifiestan estas relaciones de poder. Los interlocutores no siempre

están en un plano de igualdad. No siempre se trata de un desequilibrio

amenazante, sino que actúa de una manera más implícita, por ejemplo

estableciéndose quién es el forastero en la interacción. Por todo esto, a la hora de

iniciar una comunicación intercultural es necesario establecer las bases para el

intercambio cultural. El diálogo intercultural debe realizarse dentro de la mayor

igualdad que sea posible. Esto no significa ignorar la existencia de posiciones de

poder distintas entre los interlocutores. Se trata de reconocerlas e intentar

reequilibrarlas en lo posible. Téngase en cuenta que ni el paternalismo ni el

victimismo son actitudes adecuadas para el inicio de una comunicación

intercultural. Pues bien, si diálogo intercultural se constituye como elemento

socializador, es necesario ahondar porqué la filosofía latinoamericana ha

profundizado en esto.

2.2.6 El por qué de la filosofía intercultural

Según Fornet-Betancourt (2007), es característico en la concepción de la

filosofía intercultural, la idea de que, el diálogo filosófico intercultural debe ser un

diálogo que supere los prejuicios que todavía se mantienen frente a otras formas

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31

de pensar y de conocer que supuestamente no son “racionales” porque son, por

ejemplo, “mitológicas” o “religiosas”, excluyéndoselas así de la filosofía.

De aquí que sea también una nota característica de la concepción de la

filosofía intercultural como movimiento la preocupación por detener en el proceso

de generación de conocimiento filosófico el desperdicio o desaprovechamiento de

experiencias filosóficas alternativas. Para la filosofía intercultural es así central la

dignificación cognitiva de todas las tradiciones culturales; y es central para su

propósito de transformación radical de la filosofía por dos razones.

Primero, porque ese es el camino para aprovechar en filosofía toda la

experiencia cognitiva de la humanidad, y no sólo una parte de ella; y segundo,

porque es la base para que el filósofo o la filósofa supere por fin esa odiosa

imagen de sí mismo que lo asemeja a los antiguos (¡y modernos!) gobernadores

coloniales que estaban en Algeria, India o Perú, pero vivían culturalmente en sus

respectivas metrópolis. La filosofía intercultural es un manifiesto a favor de un

filosofar que vive en y desde muchos lugares y que declara por ello como

inauténtico el proceder de un pensar descontextualizado que prefiere repetir ideas

prestadas al esfuerzo por ser expresión de su mundo de vida.

Hay que hacer notar que en la evolución histórica de la filosofía

latinoamericana (llamada así de manera impropia) nunca ha habido un filosofar

puramente autóctono. Es decir, se importaron los modelos occidentales de

pensamiento; en palabras de Fornet-Betancourt (2007) “…la filosofía se

desarrollaría en el continente americano como una planta que se trasplanta a otra

tierra; la filosofía pasa del viejo al nuevo mundo y crece en éste último como el eco

de su voz en el primero” (pág. 27). Esto da pie para iniciar la aventura de descubrir

el porqué de una filosofía del diálogo intercultural.

De ahí que Fornet-Betancourt (2007) diga que la filosofía latinoamericana

nace desvinculada por completo de las tradiciones de las culturas originarias como

la nahuatl, la maya, la kuna, la guaraní o las andinas. Es más, nace y se desarrolla

en pleito con estas tradiciones de pensamiento indígenas, ya que en su visión

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eurocéntrica dichas culturas no habían logrado todavía dar el paso decisivo para el

nacimiento de la reflexión filosófica en sentido estricto, que es el paso del mitos al

logos, relegando así a estas tradiciones indígenas a la mitología o a la

cosmogonía. La historia del desarrollo de esa filosofía llamada latinoamericana es,

por consiguiente, la historia de la negación de la pluralidad, y más concretamente,

historia de la desvalorización cognitiva de las tradiciones indígenas de América

Latina.

Definidas estas situaciones históricas, se tiene ya una pista del porqué es

tan importante el diálogo intercultural para la filosofía latinoamericana. Pero es

necesario profundizar más en este tema, de modo que quede constancia y rigor

científico en la formulación de esta afirmación.

Para Fornet Betancourt (2007) parece necesario hacer el análisis contextual

porque ayuda a comprender mejor el estadio de desarrollo de la filosofía

latinoamericana en su momento de encuentro con la filosofía intercultural. Sobre

este trasfondo se ve, en efecto, que ese encuentro se da justo cuando la filosofía

latinoamericana, presionada por el estallido de la pluralidad cultural en su propio

contexto busca los instrumentos adecuados para reconocer la diversidad, hacerse

cargo de ella y revisar desde ese nuevo horizonte plural la concepción que tiene

de sí misma.

Destaquemos, primero, que por el encuentro con la filosofía intercultural la

filosofía latinoamericana entra en una nueva constelación filosófica; una

constelación que no tiene un centro determinado porque es una constelación

dinámica que “progresa” dialógicamente por el diálogo entre las diferentes culturas

del saber.

De ahí, segundo, que el encuentro con la perspectiva filosófica de la

interculturalidad signifique para la filosofía latinoamericana el momento en que

ésta puede superar realmente su fijación europea, es decir, reconocer como un

prejuicio escondido el resto de eurocentrismo que había frenado la radicalización

de su proceso de contextualización al hacer que viera en la filosofía europea su

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33

interlocutor por excelencia y que mantuviera los métodos filosóficos europeos

como los únicos válidos.

De esta forma, tercero, el encuentro con la filosofía intercultural significa

para la filosofía latinoamericana el descubrimiento de una pluralidad

epistemológica y metodológica que la ayuda a revalorar sus propias tradiciones.

Se redescubre a sí misma, si se prefiere, como parte de la pluralidad filosófica del

mundo, y deja así detrás la antigua imagen (eurocéntrica) en la que sólo se veía

como un apéndice de la filosofía europea. Por eso el descubrimiento de la

pluralidad filosófica que le facilita el encuentro con la filosofía intercultural, significa

en concreto para la filosofía latinoamericana un impulso decisivo para diferenciar

su historia y reencontrarse con su propia pluralidad negada.

En cuarto lugar cabe señalar, por último, que la interacción con la filosofía

intercultural permite a la filosofía latinoamericana adentrarse en un proceso de

transformación intercultural de sí misma en el que –como síntesis de los tres

aspectos antes señalados– se perfila como una filosofía polifónica en cuya

articulación resuenan todas las voces culturales de América Latina.

Siendo un factor determinante en una nueva filosofía latinoamericana, la

filosofía intercultural ha de tener sendos aportes para su desarrollo. A continuación

Fornet-Betancourt (2007) nos orienta en esto.

Primero, algo que es obvio, a saber, trasmitir sin reduccionismos la

pluralidad filosófica que está presente en el contexto latinoamericano y dar a

conocer de este modo en el debate filosófico internacional los muchos nombres

propios con que se puede asociar en América Latina la reflexión filosófica, como

por ejemplo los nombres Aymara, Guaraní, Kuna o Maya. Como portavoz

polifónico de esta pluralidad filosófica, la filosofía intercultural latinoamericana

estaría contribuyendo al enriquecimiento de la filosofía intercultural y de la

humanidad, porque estaría restituyendo al mundo la página del libro del universo

que, según José Martí, los europeos le robaron con la conquista de América.

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34

Segundo, trasmitir la experiencia de que el intercambio intercultural, para no

quedarse en un plano abstracto, debe estar basado en la contextualización del

pensar en procesos históricos concretos, y que eso requiere a su vez el ejercicio

de la filosofía como un pensar comprometido social, política y culturalmente. O sea

que también la filosofía intercultural debe ser una filosofía comprometida. Esta

idea podría ser, en efecto, una aportación a la filosofía intercultural desde la

experiencia de América Latina, pues es propio de la filosofía intercultural latino-

americana partir de las luchas concretas de culturas marginadas que dejan muy

claro que sus luchas no son luchas por un reconocimiento simplemente formal,

sino que son reivindicaciones que implican el derecho de las culturas a la auto-

determinación económica, política y religiosa. La realización de las culturas –y

quien habla de reconocimiento de las culturas, habla también de su derecho a la

realización– requiere así la justicia social, porque sin ésta las culturas se ven

privadas de las condiciones indispensables para realizarse como tales, es decir,

para configurar sus respectivos mundos según sus valores.

Tercero, y como consecuencia de lo anterior, otra de las aportaciones de la

filosofía intercultural latinoamericana estaría en la propuesta de entrelazar los

paradigmas de la liberación y de la interculturalidad como perspectivas que se

complementan y que, por tanto, se enriquecen mutuamente. No hay

interculturalidad sin liberación de las alteridades ni hay liberación sin el diálogo de

las diferencias, porque sólo una cultura libre puede comunicar su verdadera

identidad y porque, a su vez, la liberación plena de cada cultura requiere el diálogo

abierto con las otras como lugar donde, por el apoyo y la corrección mutuos, se

experimentan nuevas posibilidades.

Y por último, vemos que la aportación latinoamericana al debate filosófico

intercultural internacional puede ser bien la de mostrar –en la línea del

compromiso de la filosofía– que la filosofía intercultural tiene hoy un reto histórico

a escala mundial. Es el reto de la recolonización del mundo mediante la expansión

de un modelo único de civilización, el modelo del capitalismo neoliberal, que es un

modelo incompatible con el proyecto de un mundo plural en el que las culturas y

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los pueblos de la humanidad se esfuerzan por convivir respetando sus diferencias

y practicando la solidaridad. Correspondería entonces a la filosofía intercultural

trabajar por “interrumpir” el ritmo uniformante de la civilización dominante y

mostrar que la interculturalidad no es sólo una “idea” sino una fuerza de realidad

alternativa. Teniendo en cuenta estos elementos característicos de la filosofía

intercultural se debe profundizar ineludiblemente sobre los presupuestos.

2.2.7 Presupuestos del diálogo intercultural.

Se ha profundizado suficientemente en los porqués de una filosofía del

diálogo intercultural, vale decir la justificación. Pero no es el único tema a

profundizar, necesitamos saber también los presupuestos mínimos para que se de

esta forma de pensamiento latinoamericano.

Márquez-Fernández (2008) citando a Fornet-Betancourt indica que un

primer presupuesto es la posible inserción del discurso latinoamericano en el

mundo, legitimando, así, su pertinencia, con una voz auténtica, liberada de

presiones, conforme con las raíces culturales de Latinoamérica, desligada de

paradigmas descontextualizados de nuestro mundo, que han afectado la dignidad

del ser humano, así como del colonialismo, a fin de poder rescatar el valor de las

condiciones originales.

Un segundo presupuesto se refiere a la praxis de la otredad, caracterizada

por permitir la entrada del otro, como sujeto humano; con respeto y solidaridad,

determinación del espacio, de lo propio y de lo ajeno, producto de la convivencia.

Como tercer presupuesto, se pasa de una totalidad a la totalización

dialéctica, siendo que la primera trunca la verdad y la segunda opera con un

cambio de actitud frente a esa verdad como proceso, dejando de ser solo

condición y situación, lo que se conjuga con la interculturalidad, en cuanto a que

cultura alguna sea poseedora de la verdad definitiva. Las culturas, en efecto, se

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36

conviertan en un medio para la búsqueda de esa verdad, pues no la poseen, por lo

que la hacen relativa.

En relación con el cuarto presupuesto, Fornet-Betancourt, inspirado en el

pensamiento zubiriano de la respectividad, sugiere la creación de una forma de

inteligencia real, que estime como necesidad prioritaria la legitimación de los

nuevos discursos. Así, la comunicación intercultural sería dada por la relación y

práctica con el “otro”, construyendo un “horizonte de totalización”, compuesto por

las distintas visiones que se tienen del mundo y aceptándose la relatividad en

oposición al absolutismo. Este presupuesto complementaría el anterior.

Encontramos un quinto y último presupuesto, expresado por el fundador de

la filosofía intercultural, referido a una propuesta epistemológica como garantía

para el entendimiento de una cultura ajena, en tanto a comprensibilidad y a lo que

nos resulta extraño, para lo que se prevén algunos pasos para seguir: el primero

se refiere a la discusión sobre el intercambio cultural, en un plano de convivencia y

no de dominación de cultura alguna; el segundo paso sería llegar hasta la

comprensión del “otro”, en su vida y su corporalidad, incluyendo no solo lo

referente a lo conceptual, sino que trastocaría la historia de vida real de cada

sujeto social. Un tercer paso corresponde a la depuración de la subsunción y

reducción en la inteligencia, hábito creado por el etnocentrismo y, como cuarto y

último paso, aparecería el “cultivo del inter”, sin caer en la definición y declaración

de armonía acelerada que sugiera alguna dominación, para dar paso a la alteridad

y no a la negación del otro en la historia de América Latina. Además de esto

autores como Fornet-Betancourt aportan razones que impulsan a la filosofía

latinoamericana a inclinarse por la interculturalidad.

2.2.8 Razones para la transformación intercultural de la filosofía

Según Marquez-Fernandez (2008), a partir del estudio de la situación de los

grupos y tradiciones latinoamericanas, Fornet-Betancourt propone la existencia de

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una filosofía latinoamericana que propicie la interculturalidad, lo que plantea la

siguiente pregunta:

¿Cuáles serán los modos de incorporar a los grupos indígenas y mestizos –

excluidos– a la ciudadanía?... ¿Realmente será posible que el mundo europeo y

norteamericano, principalmente, acepten a los grupos –hasta ahora en

desventaja– como seres humanos en igualdad de condiciones, poseedores de

sus propias potencialidades, como para participar en las decisiones del Estado?

En este contexto, mediante la filosofía intercultural, expuesta por Fornet-

Betancourt y otros pensadores, se intenta una lucha contra el modelo neoliberal de

la globalización, el cual se presenta como una cultura mundial, oprimiendo las

diferencias culturales con la imposición de esquemas de poder en el desarrollo de

mercados dentro del modelo capitalista que pretende colonizar el mundo. Ese

capitalismo industrial transforma los niveles de la calidad de vida del ser humano,

deformando las relaciones de convivencia social, tanto en lo político como en lo

religioso y espiritual, lo que va en desmedro del respeto por los valores de las

culturas. De ahí que esta situación deba ser tratada desde una crítica ética de

liberación, para contrarrestar el efecto de la no participación y del silencio de las

voces de los considerados excluidos.

Según Márquez-Fernández (2008), Fornet-Betancourt1 propone “fomentar

el ethos emancipador de los derechos humanos, como una herencia

programáticamente abierta que le ha sido encomendada a la humanidad, como el

encargo del que todos sus miembros deben encargarse” y acota, además, que “las

culturas particulares solo pueden participar (…) si están dispuestas a entender esa

tarea como un trabajo crítico de revisión de sí mismas”. La oferta que presenta le

otorga a una nueva filosofía latinoamericana el carácter de contextual, debido a la

significación en tanto sistema histórico como en las implicaciones producidas en la

realidad, la cual, por efectos de la globalización, sufre cambios antropológicos,

1 Fornet-Betancourt, Raúl (2000). Interculturalidad y globalización. Ejercicios de crítica

filosófica intercultural en el contexto de la globalización neoliberal. San José, Costa

Rica. Editorial: DEI. p. 94.

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modificando la calidad de vida del hombre, en relación con la constitución interna

de su cuerpo, instinto, alma y espíritu. Esta nueva filosofía persigue liberar al

sujeto partiendo de que la subjetividad supone la libertad, lo que hace que él luche

contra la opresión y la violencia y, por otro lado, vuelque el interés hacia el sujeto

que practica el saber y, al mismo tiempo, reconozca las contenciones de la vida.

Otro aspecto digno de acotar en la filosofía intercultural latinoamericana es

el auxilio intencional de la teología, en su extensión hacia “las comunidades

indígenas y negras, humilladas en su dignidad, tratadas como extranjeras en su

propia tierra (…) negándoles sus símbolos, tradiciones, religiones, dioses, lengua,

arte, costumbres, concepción del mundo, organización social y política, etc.”. Esta

teología se propone reconstruirlas alteridades de esas comunidades sofocadas

por el cristianismo colonial y por la cultura imperial. Debemos recordar que en la

interculturalidad se lucha por conceptuar el sujeto como dimensión del ser

humano, el cual, según Hinkelammert (2006), al referirlo como ser humano

corporal, se le identifica como natural y que “forma parte del circuito natural de la

vida y de la comunidad de seres humanos (…) Frente al proceso de globalización,

que destruye las relaciones sociales mismas, hay que recuperar de nuevo,

precisamente, estas dimensiones del ser humano como sujeto humano” (pág. 51).

Como es sabido, los indígenas han vivido en represión y dependencia,

pero, al entrar en su etapa de reclamo por su autonomía, su autodeterminación,

justicia, derechos humanos y democracia, hasta la liberación, requieren de un

proceso de educación intercultural, no solo bilingüe, reducida a los aprendizajes

de los idiomas indígenas y español, sino de un proceso mutuo de aprendizaje,

como parte de un conocer al otro, en una relación de respeto que llegue hasta la

emancipación social. Esta educación intercultural debe traspasar los límites

impuestos por el occidentalismo, caracterizado hasta ahora por la no confianza en

las capacidades propias del individuo, irrespetando su originariedad. De esa

manera, la acción intercultural, a través del hecho educativo, tendrá como

propósito, con la participación de todos, la consecución de un proyecto liberador,

en el ámbito local, regional, nacional y mundial, pese a los conflictos ocurridos en

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relación con la lengua y el discurso, ocasionados por dificultades de comunicación

con indígenas, así como también por las diferencias tan demarcadas entre la

cultura oral y escrita, lo que produce un “riesgo de la pérdida de la oralidad”,

siendo que este elemento es parte de la conformación de la colectividad.

2.3 El aporte de Raúl Fornet-Betancourt respecto a la necesidad

del diálogo intercultural en su obra “Transformación

intercultural de la filosofía”2

Fornet-Betancourt, filósofo cubano-alemán, ha sido uno de los principales

exponentes y promotores de la transformación intercultural de la filosofía. En esta

obra nos conduce por una serie de ideas y análisis con respecto a varios temas

que son implicados en el gran tema de la filosofía intercultural.

La obra “Transformación intercultural de la filosofía” está pensada en dos

partes principales. En la primera parte se nos aclaran ciertas ideas y conceptos

generales que ya hemos tratado anteriormente en este trabajo. En consecuencia

nos interesa detenernos en la segunda parte en la que se publican una serie de

conferencias, talleres, disertaciones, etc., que se relacionan con el tema que nos

interesa. Se hará el intento de cohesionar este pensamiento que en la obra está

particionado y que, aunque cada artículo es independiente y sin secuencia, todo el

contenido apunta a un mismo eje o propósito: explicar el porqué de una

transformación intercultural de la filosofía y más aún, en nuestro caso, indagar

sobre la necesidad del diálogo intercultural.

2 Fornet-Betancourt, Raúl (2001). Transformación Intercultural de la Filosofía. Desclée de Brouwer, Bilbao.

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2.3.1 Explicando los términos

El señor Raúl Fornet-Betancourt (2001) parte explicando los términos que

configuran su temática. Es importante colocar estas definiciones y conceptos,

pues de lo contrario se cae en erróneas interpretaciones de los distintos

pensamientos e ideas. Cabe aclarar que estos conceptos son totalmente

compatibles con los conceptos usados en esta tesis y que, valga la pena decirlo,

se encuentran al inicio de este documento. Fornet-Betancourt comienza con el

término fundamental y básico: “Filosofía”; que para él denota no sólo la herencia

griega como creadores del término sino ve la filosofía como una pluralidad de

formas de pensar y de hacer. De acuerdo a esto, no hay razón alguna para

absolutizar una de esas formas y propagarla como la única válida. Entiende

filosofía como un quehacer contextual. Esta comprensión supera la reducción de

la filosofía a una disciplina, para liberarla de los intereses implícitos en la

formación académica dominante, pero también para liberarla de la tradición que la

aprisiona y que se ha apoderado de ella.

El término “interculturalidad” para Fornet-Betancourt no se reduce a su

dimensión estrictamente racional, lógica o “filosófica”. La interculturalidad es una

cualidad que puede tener cualquier persona y cualquier cultura a partir de una

praxis de vida concreta en la que se cultiva precisamente la relación con el otro de

una manera envolvente, no limitada a la posible comunicación racional a través de

conceptos sino mas bien a través de la interacción, de la contextualidad, del

común ser y qué hacer.

Respecto al término cultura se dirá que es aquella forma de vida que va

creciendo en condiciones contextuales determinadas. Las culturas son procesos

en frontera. Y finalmente por América Latina o Latinoamérica se entiende a aquel

pueblo culturalmente mestizo. Pero no sólo, América Latina también es aquel lugar

donde se “reducen” las culturas autóctonas a causa del sistema hegemónico.

Aclarados ciertos términos, es necesario indicar cuál es el meollo de asunto

cuando hablamos de filosofía del diálogo de las culturas. En primer lugar hay que

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hacer notar que el diálogo intercultural es una necesidad, una tarea, un programa

por hacer, ¿por qué necesaria? Pues porque no hay otra alternativa para cancelar

los hábitos y consecuencias del colonialismo, y detener de este modo, la

colonización de la humanidad por parte de la civilización hoy hegemónica. Y he

aquí la idea central de esta tesis:

La vinculación de la necesidad del diálogo intercultural con el desastre del colonialismo quiere decir que se trata de la necesidad de un imperativo ético. Ante la catástrofe de la opresión y del sometimiento, del encubrimiento y de la exclusión de las diferencias, el diálogo intercultural, como alternativa para reparar la injusticia cometida y enrumbar la historia por caminos de convivencia solidaria, ´presenta, en efecto, la necesidad de una opción ética imperativa; una opción que no podemos rechazar sin hacernos cómplices culpables del sistema hegemónico vigente. (Fornet-Betancourt R. , Transformación intercultural de la filosofía, 2001, pág. 263)

2.3.2 La obra de Raúl Fornet-Betancourt

Hagamos primero un repaso por los puntos centrales de la primera parte, a

manera de contextualización, para proseguir luego con la segunda parte de la obra

“Transformación Intercultural de la Filosofía”. En primer lugar Raúl-Fornet, expresa

la necesidad de aclarar ciertos conceptos e ideas respecto al tema que trata en su

obra. Es de notar que la filosofía intercultural es una nueva propuesta por las

siguientes razones: es una filosofía que brota de lo inédito, es decir, no dominado

ni colonizado culturalmente por ninguna tradición cultural. Además, es nueva

porque supera los esquemas de filosofía comparada, apuntando a un proceso

eminentemente polifónico que consigue la sintonía y armonía de las diversas

voces en el intercambio de opiniones y experiencias. También es nueva porque

impone renunciar a la tendencia, tan propia a toda cultura, de absolutizar o

sacralizar lo propio. Pero no sólo, también se considera nueva porque renuncia a

operar con un solo modelo teórico-conceptual que sirva de paradigma

interpretativo. Otro factor que la hace nueva es que descentra la reflexión

filosófica de todo posible centro predominante; no es únicamente anti-

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eurocentrista, sino que, yendo más allá, critica la vinculación dependiente

exclusiva con cualquier otro centro cultural. Y una idea muy certera y que ayuda a

nuestra reflexión y responde a nuestra pregunta de investigación es que, a la

filosofía intercultural le preocupa abrir el espacio compartido e interdiscursivo. Y

por último se dice que la filosofía intercultural es nueva porque propone buscar la

universalidad desligándose de la figura de la unidad que, como muestra la historia,

resulta fácilmente manipulable por determinadas culturas.

Una vez dicho esto, también es necesario indicar que la filosofía

latinoamericana parte en su esencia de un componente típico, a saber, la

contextualidad y la historicidad cultural concreta, de tal forma que

…se da fin a la época en la que la filosofía europea fungía como el sujeto que buscaba en América Latina simplemente el eco del despliegue de su propia voz. Es el final de la época en la que la relación filosófica con América Latina es imperialmente unilateral. (Fornet-Betancourt R. , 2001, pág. 36)

Complementando, se dice que, este nuevo modo de hacer filosofía es un

cambio de “estilo”. Es decir, se renuncia a la costumbre de exponer nuestras ideas

filosóficas a la manera de un discurso que parece bastarse a sí mismo. Este nuevo

estilo busca ser propuesta, es dejarla expuesta a la crítica y al contraste. Queda

claro entonces que para que este nueva filosofía cumpla su cometido de

transformarse es necesario el núcleo formal-metodológico que queda configurado

por dos cualidades fundamentales: interdisciplinariedad e interculturalidad.

Se dice interdisciplinar por usar el método de la “consulta”, son

racionalidades consultantes, reconociendo así sus límites. Luego, se dice

intercultural porque se asiste a la emergencia consciente de tradiciones de

pensamiento que han sido sepultadas o marginadas por la dinámica de expansión

imperial de un logos monocultural que ha tratado de uniformar la historia de la

filosofía.

Por tanto el objetivo central sería: transformar la filosofía en vistas a su

mejor contribución a la transformación de la vida y del mundo. Es decir, no se

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busca la transformación como un fin en sí misma. Se trata de que la historia

humana vaya adquiriendo cada día más el carácter de una orquesta sinfónica en

la que la pluralidad de voces es el secreto del milagro de la armonía. Se trata de

evitar que la inculturación se entienda como el arraigar un logos monocultural, en

este caso, determinado por occidente. Pues la inculturación se vería así limitada a

ser un proceso de asimilación de la supuesta particularidad de las otras culturas.

Todo esto debe ser llevado por una metodología concreta que permita “des-

definir” la filosofía, es decir, liberarla de la definición monocultural que aún pesa

sobre ella: occidente como paradigma universal. Ahora bien, quien se empeñe

en esta tarea de una nueva filosofía latinoamericana, tendrá necesariamente que

afrontar la tarea de trazar de nuevo el mapamundi de la filosofía, de manera que

éste no se vea solamente como un territorio colonizado por Occidente. Conviene,

por tanto, aclarar que América no es el resultado del encuentro de dos mundos. Es

más bien, un complejo mosaico de muchos pueblos y del comercio de otras tantas

tradiciones. “Nuestra América es, pues, proyecto de realización de la unidad a

partir de la irreductible diversidad originaria” (Fornet-Betancourt R. ,

Transformación intercultural de la filosofía, 2001, pág. 75)

Así, sin complejos eurocéntricos, pero tampoco con afectos

antioccidentales, se trataría de hacer manifiesta la riqueza en nuestra plural

substancia cultural y de ir haciendo lugar, junto a la legítima voz europeo-

occidental, a otras voces presentes en nuestro continente: la voz náhuatl, la voz

guaraní, la voz quiché, la voz cakchiquel, la voz garífuna, etc.

Es decir, desde una perspectiva filosófica, se puede decir que lo realmente

esencial y decisivo en la tarea de la interdisciplinariedad es saber asumirla como

una oportunidad metodológico-epistemológica incomparable para dialógicamente

con otros saberes.

Parte de los “otros saberes” es el saber que produce la teología

latinoamericana que, dicho sea de paso, es bastante compatible con esta

propuesta pues,

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44

…cuando hablamos aquí de “teología latinoamericana” estamos reservando este título para aquella forma de teología que, bajo el impulso decisivo de Medellín en 1968, empieza a desarrollarse explícitamente desde esa fecha en la forma específica de una reflexión teológica contextualizada y que pronto se condensará en un estilo propio. (Fornet-Betancourt R. , Transformación intercultural de la filosofía, 2001, pág. 126)

Con esta aclaración se precisa además el trasfondo de la elección de la

teología latinoamericana como caso ejemplar de interdisciplinariedad, puesto que

ella misma promueve el encuentro entre los pueblos, el encuentro que permite a

cada uno expresarse, que permite y da el derecho a todos de expresarse, es decir,

todos tienen algo que decir, no hay algo completamente dicho, no hay una única y

auténtica verdad. Hay muchas verdades o parte de verdad con la que todas las

disciplinas, todas las instituciones, todas las culturas pueden colaborar.

La teología latinoamericana, de la mano de Ignacio Ellacuría y Javier Zubiri,

propone una teología como aporte de un quehacer científico enraizado en la

realidad de América Latina. Zubiri con su realidad sentiente, quiere expresar

justamente esta tónica única de los latinoamericanos por hacer validar su voz. La

realidad es parte de nosotros y nosotros parte de la realidad y cada realidad es

distinta y cada realidad merece atención, y todas las realidades por muy estrechas

que sean tiene cada una sus bemoles. Esos bemoles justamente que cada una

tiene es lo que la hace diferente y por lo tanto única y siendo única puede aportar

eso único que tiene, eso único que la otra cultura, que la otra institución no tiene y

viceversa. Ahí está naciendo la interdisciplinariedad, la interculturalidad.

Hay que aclarar sin embargo que, la teología latinoamericana también se ve

impregnada de la interdisciplinariedad y de ahí que “De ahora en adelante,

“teología latinoamericana” es expresión plural de una realidad pluralista de tejido

intercultural e interreligioso…”. (Fornet-Betancourt R. , Transformación intercultural

de la filosofía, 2001, pág. 138)

¿Y qué pasa con la teología que existía aquí en estas tierras

latinoamericanas antes de la llegada de los conquistadores? Esa teología que se

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puede llamar india o indígena se refiere a que no se puede equiparar este

concepto con teología cristiana. Es decir, la teología o cosmovisión maya o

indígena estaba ya enraizada, su tipo de religiosidad era clara, se sigue de lo

anterior que, la teología india o indígena rechazar el magisterio cristiano como

instancia de control. En términos positivos, este “rechazo” quiere decir que la

teología indígena se autopercibe como vía reflexiva para recuperar y trasmitir con

autenticidad su tradición religiosa. Aclarando aun más, la teología indígena se

niega a someterse a la rectoría de otras teologías “…porque sabe que cada

pueblo necesita ver a Dios desde su historia”. (Fornet-Betancourt R. ,

Transformación intercultural de la filosofía, 2001, pág. 141)

Concluyendo este punto, se ve que todas las disciplinas, todas las

actividades, todas las manifestaciones culturales están necesariamente invitadas a

ver, reflexionar y actuar en la historia desde su propia historia, desde su propia

realidad, desde su contextualidad.

Se desprende de esto que pudiera darse una sutil forma de racismo si se

intentase por cualquier medio la folklorización de las culturas indígenas o

autóctonas, rebajando así su aporte a la interculturalidad americana únicamente a

elementos “folklóricos” desde la música, la literatura, la religión, etc. De hecho en

Guatemala se un caso muy similar. En el pasado gobierno del ex presidente

Álvaro Colóm se usaban los símbolos indígenas mas como promoción

gubernamental e institucional que como promoción humana y cultural.

Así, pues, baste ahora con la observación siguiente: como teología en cuyo ‘campo de operaciones’ se lleva a cabo el proceso de una doble transformación interdisciplinar e intercultural, la teología latinoamericana representa en estos momentos aquella disciplina con la cual la filosofía de nuestro continente debería forzar el diálogo interdisciplinar. Y esto no porque creamos que en la teología latinoamericana se haya anticipado ya a su manera el programa de una transformación intercultural de nuestra filosofía, sino mas bien porque hay en ella una ventaja a nivel formal-metodológico que, además de facilitar el intercambio interdisciplinar, puede ser una referencia importante para la filosofía iberoamericana intercultural en su proceso de constitución, por cuanto le mostraría concretamente, por ejemplo, el modo de proceder en y con las diferencias, así como el modo de convocarse en un programa común de transformación a partir del horizonte

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policromado de las tradiciones de pensamiento más diversas. (Fornet-Betancourt R. , Transformación intercultural de la filosofía, 2001, pág. 164)

2.3.3 Aprender contextualizadamente la filosofía

Raúl Fornet (2001) exponía en el II Congreso Internacional de Filosofía que

la transformación intercultural de la filosofía debe entenderse, primeramente, esto

es, en su fase inicial, como un poner la filosofía a la altura de las exigencias reales

del diálogo de las culturas. Y, para evitar cualquier malentendido culturalista

abstracto, debo precisar de entrada que ese poner el filosofar a la altura de las

exigencias reales del diálogo de las culturas implica que la tarea de la

transformación intercultural de la filosofía no puede considerarse como una meta

en sí misma; pues si se intenta ponerla a la altura de los reclamos históricos con

que nos confronta hoy el diálogo de las culturas, es precisamente para que pueda

responder mejor a los desafíos del mundo de hoy y contribuir así a la planificación

de un mundo transformado interculturalmente.

Y, si se habla de transformación intercultural de la filosofía es porque se

quiere una filosofía mejor; una filosofía más “colorida“, pluricromática, pluriforme y

plurivisional; pero si se quiere operar en ella esta transformación es para que esté

mejor preparada y equipada para cumplir su función como factor de cambio en

nuestro presente histórico.

Importante es precisar que, cuando se habla de un filosofar a la altura de

las exigencias reales del diálogo de las culturas, entendemos por ello una tarea

que no debe hacer abstracción del marco histórico en el que se lleva a cabo el

llamado diálogo de las culturas. Es más, debe tomar ese marco histórico como la

referencia fundamental para la averiguación de las exigencias reales del diálogo

de las culturas. Y creemos que no constatamos sino lo evidente cuando se dice

que este contexto histórico real está siendo determinado por ese proceso que se

suele resumir en estos días con la palabra “globalización”; o sea, por el proceso

resultante de una política económica que se expande mundialmente como la única

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opción civilizatoria de la humanidad y que, justo por entenderse y quererse

imponer como el único proyecto globalizable, no tolera diferencias culturales con

planes alternativos, esto es, culturas con alternativas propias, ni en Occidente ni

en ninguna otra región del mundo.

Y se habla conscientemente de que la globalización tampoco tolera

alternativas en Occidente, porque no se la identifica sin más con un fenómeno

occidental. Entendemos más bien la globalización como la política y estrategia

económicas de los grupos dominantes que controlan hoy el poder en Occidente y

que, reduciendo a Occidente a una cultura o civilización del mercado y del

consumo, pretenden también domesticar todas las culturas del mundo en el mismo

sentido.

Al menos a este nivel del impacto cultural, el contexto del proceso de

globalización nos confronta así con una ideología totalitaria que roba a las culturas

de la humanidad el eje estructural básico para cualquier desarrollo ulterior propio,

a saber, el derecho a determinar las formas de dominio sobre su tiempo y espacio.

Pues en la ideología de la globalización el mercado, como punto de cristalización

del modelo civilizatorio sin alternativa, dicta la forma de generar el tiempo y cierra

el horizonte de nuestra percepción espacial. El mercado se ofrece aquí como el

punto de vista desde el cual el tiempo y el espacio cobran sentido.

Esta caracterización de la globalización muestra entonces que, hacerse

cargo de este proceso de globalización como contexto histórico-real del diálogo de

las culturas, significa reconocer que hoy en día el diálogo de las culturas se nos

presenta más como el desafío de un horizonte alternativo de esperanza, que como

un hecho de la realidad histórica o como un factor configurante del rostro actual de

nuestro mundo.

En el contexto actual de globalización de un proyecto civilizatorio que se

impone por la fuerza del dictado de una política económica neoliberal, no hay tanto

diálogo o interacción cultural como conflicto de culturas; porque, si miramos bien,

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lo que se constata es que no pocas culturas de la humanidad están siendo

arrasadas por ese huracán de la globalización en que se manifiesta hoy la

hegemonía de poder de los representantes y defensores del Occidente reducido;

un huracán que, justo por ser a la vez expresión y vehículo propagador de una

hegemonía de poder que va desde lo económico hasta lo militar, pasando por el

control de los organismos internacionales, se expande hoy con una fuerza

uniformadora de tal potencia y coherencia que su paso está marcando el

comienzo de un proceso de colonización sin precedentes en la historia de la

humanidad.

A la luz de este huracán de la globalización pose puede, pues, precisar la

idea de poner la filosofía a la altura de las exigencias reales del diálogo de las

culturas indicando que dicha tarea tiene que comenzar por aclarar las condiciones

reales bajo las cuales se propaga hoy el diálogo entre las culturas de la

humanidad. No hay que empezar por el diálogo, sino con la pregunta por las

condiciones del diálogo. O, dicho todavía con mayor exactitud, hay que exigir que

el diálogo de las culturas sea de entrada diálogo sobre los factores económicos,

políticos, militares, etc. que condicionan actualmente el intercambio franco entre

las culturas de la humanidad. Esta exigencia es hoy imprescindible para no caer

en la ideología de un diálogo descontextualizado que favorecería sólo los

intereses creados de la civilización dominante, al no tener en cuenta la asimetría

de poder que reina hoy en el mundo.

Diana de Vallescar, reconocida catedrática de la universidad pontifica de

México hace una presentación de Raúl Fornet-Betancourt en los siguientes

términos:

Su quehacer filosófico se orienta a partir de dos direcciones principales: primero, la de potenciar la Filosofía de la Liberación como un modelo de Filosofía Intercultural - modelo que cobra mayor fuerza desde 1989 -, de la que es considerado uno de sus pioneros. Segundo, el esfuerzo de centrar la reflexión ético-política de esta Filosofía de la Liberación Intercultural en el contexto actual, que se caracteriza por la acuciante problemática del conflicto Norte-Sur. Y el doble objetivo, que tal filosofía pueda erigirse como una propuesta alternativa frente a la globalización mundial. Así como

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insertarse en el espacio y entre el público con miras a incidir en la formación de un mundo y la realidad, a través de su función crítica de transformación. Subyace el interés de mostrar una perspectiva de la filosofía, que sepa y pueda filosofar a la altura de las complejas y diversas exigencias de todas las culturas y mantener en pie el cuestionamiento sobre el derecho legítimo de globalizar la diversidad cultural. (Vallescar, 2000)

Derivado de esto concluimos el presente capítulo con el estudio sobre la

interculturalidad como alternativa a la globalización.

2.3.4 La interculturalidad como alternativa a la globalización

Seguimos con el aporte de Diana de Vallescar. En su ensayo “El hombre y

su obra” (2000), ella indica que Fornet-Betancourt, inspirado en la "protesta al

modelo civilizatorio" de Martí, desentraña una opción civilizatoria fundada en el

recurso a la diversidad cultural. Ésta se entiende como "pluralidad de visiones de

mundo", y de ahí, se propone la meta de intentar "lograr una articulación

intercultural de esas posibles respuestas", cuya finalidad es alcanzar una

"estrategia universalizable de vida digna" posible para toda la humanidad.

Esa forma de concebir el pensamiento para nuestro autor, no se aleja, sino

que está en plena consonancia con aquella concepción que siempre se ha tenido

de la filosofía. Desde ahí que, la propuesta intercultural se sitúa en una forma de

pensar a la que le pertenece un continuo esclarecimiento de esa pregunta. Esto

es, de qué manera o forma, la filosofía ‘pertenece’ a su tiempo, y entonces puede

ser capaz de ofrecer información y, por ello, de preguntar cómo y qué entiende de

su tiempo.

Por tanto, para que haya un auténtico y fructífero diálogo de las culturas, es

decisivo su punto de arranque: ocuparse de la contextualidad fáctica del diálogo

intercultural. Unido a ello, la tarea crítica de la filosofía es contribuir en la

"aclaración crítica de las condiciones contextuales", lo que supone: (a)

Desenmascarar la contradicción inherente al contexto mundial dominante, que

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consiste en convocar al diálogo pero "sin promover simultáneamente la equitativa

repartición cultural del poder real de ordenar y configurar la contextualidad del

mundo". Y (b) Contribuir a explicitar constructivamente el reordenamiento de tales

condiciones.

Cuando la filosofía se avoca a dicha tarea, ya está llevando a cabo su

transformación intercultural, puesto que se ve confrontada consigo misma; y, de

ahí, se obliga a revisar sus propias referencias, rehacer su árbol conceptual y

metodológico, inclusive a discernir su posible encerramiento en el horizonte de un

ámbito cultural. Por eso su crítica, y no sólo de la contextualidad de la

globalización, puede llegar también a identificar e interpretar en las tensiones

culturales que se le presentan, las formas de resistencia y los modelos

alternativos. Lo cual se convierte en un vehículo que le permitirá acceder a la otra

cara de la globalización, representada por la lucha entablada entre las culturas

vivas para ganar sus espacios contextuales. Es decir, crítica al interior de la propia

cultura, ya que concibe que detrás de cada tradición estabilizada, hay un trasfondo

sellado por una historia de lucha para determinar valores, metas, pluralidad de

visiones y contextos, etc. Aspecto que le será útil para fortalecer la base de la

cultura y prepararla a enfrentar casos extremos; incluso le ayuda a comprender la

propia cultura como una "opción", dentro de la misma cultura.

Por tanto, la Filosofía Intercultural se erige como nuevo paradigma, que

tiene como marco de referencia el diálogo de las culturas. A las que concibe como

fuentes de la filosofía, capaces de provocar una transformación cuyo resultado sea

el acceso a una filosofía que se caracterice por ser más "colorida, pluricromática,

pluriforme, plurivisional" y por cumplir con su "función de factor de cambio" en el

presente histórico.

Finalmente, la Filosofía Intercultural puede contemplarse como una

hermenéutica contextual de la vida, y de la interpretación de las interpretaciones

de la vida. Llevada a sus últimas consecuencias puede ofrecer un nuevo

paradigma del filosofar, éste representa un avance en el campo filosófico, porque

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nos propone una ampliación de la racionalidad y la aceptación de una pluralidad

de sujetos y fuentes. Además, es una filosofía que se plantea cuál es el momento

presente, ya que no se conforma con remitirse únicamente a su historia. Pero

incluso se interroga ¿quién hace el presente de la filosofía actual? Lo que

equivalente a insertarla en el espacio abierto y público, con el fin de participar e

incidir en los discursos y la vida pública, así como todo aquello que tenga que ver

con la formación de un mundo y su realidad. No obstante, reconocer también que

ese diálogo, al menos por ahora, aún no es merecedor de tal título. Pues aún

existe una creciente desigualdad, manifestada en diversos sectores - materiales,

históricos, políticos- que impiden aquél se pueda dar, realmente.

Durante esta etapa Fornet-Betancourt asienta las tesis sobre la

Interculturalidad. Éstas en conjunto recogen el procedimiento, contenido categorial

fundamental y la orientación de su propuesta de carácter filosófico intercultural-

liberador. Además, poseen una orientación prospectiva fundamental con respecto

al movimiento de Filosofía Intercultural, que no se entiende como una disciplina

filosófica nueva, ni una formulación más de la denominada y, ya conocida,

Filosofía de la Cultura. Ni siquiera puede considerarse una reactualización de la

Filosofía Comparada. Pese a que guarda algunos aspectos que pueden

relacionarse con ellas. Dichas tesis, también representan el perfil de su

pensamiento en la actualidad. Transcribimos fielmente estas tesis de Raúl Fornet-

Betancourt (2000, pág. 371-382), comentadas y analizadas por Diana de Vallescar

(2000):

1. La Filosofía Intercultural pretende ser una filosofía que se "practica desde la

mutua asistencia cultural". Ya que esta propuesta nace como un programa

cuyo objetivo es intentar provocar un cambio de paradigma del quehacer

filosófico, capaz de romper las barreras creadas por las estructuras

monoculturales de las filosofías tradicionales vinculadas a su propia matriz

cultural. Aspecto que se revierte en una forma específica de argumentación

y fundamentación. Por eso, la Filosofía Intercultural brota de un

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pensamiento que se sabe limitado culturalmente, y que no sólo tolera otros

pensares, sino que busca solidarizarse con ellos.

2. La Filosofía Intercultural defiende la riqueza y el derecho de los pueblos a

tener y a cultivar sus propias culturas propias. Lo cual implica en principio

cuestionar el fenómeno mundial de la globalización dado que: (a) Bajo el

supuesto derecho a imponerse sobre las diversas culturas, las monotoniza

y hegemoniza. Con ello genera un proceso de cambio y transformación de

sus condiciones de vida, a partir de la directriz político-económico de signo

neoliberal en estrecha vinculación a las exigencias del mercado capitalista;

(b) En su ideología y filosofía de la historia subyacente, presupone una

única historia de la humanidad que no posee más que un futuro —

impuesto—; (c) En contra de la supuesta concepción ‘realista’, que nos la

presenta como una ‘imposición de la realidad’ o la ‘fuerza de las cosas’,

intentando así evitar cualquier tipo de resistencia que es calificada de

anacrónica, mera terquedad o una postura típica de los románticos —

carentes del sentido histórico.

3. La Filosofía Intercultural "interroga la legitimidad ética y cultural de la

globalización". Ya que en realidad la mayor parte de la humanidad no

participa de tales procesos y, además, es "sujeto pasivo" de sus efectos.

Por eso concluye que no hay tal crecimiento de la universalidad, sino que

representa, más bien, un proceso reductivo, un engaño y no construye un

mundo (One World). Únicamente nivela y homogeniza las diferencias,

apoderándose progresivamente de la "contextualidad del mundo",

arrogándose el poder de decidir la configuración de los "contornos

culturales". Los cuales sufren una especie de "pérdida de territorio" —

materialidad— en donde pudieran poner a prueba y ejercitar su modelaje

del espacio y tiempo, en función de sus propios valores y fines. Al igual que

implica un movimiento de marginalización y exclusión, pues al neutralizar

las culturas en su incidencia material y social, quedan automáticamente

excluidas —o relegadas a un nivel de supervivencia estéril— de las

instancias donde realmente se decide el futuro económico, político, social,

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etc., de la humanidad. Así pierden progresivamente peso e importancia

como fuerzas de modelación y de transformación de su realidad histórica

concreta.

4. La Filosofía Intercultural "opta de manera decidida y radical por las

diferencias culturales". Ya que entiende que éstas constituyen una

aportación para la organización de las relaciones entre las culturas y los

pueblos, en el sentido de ser una alternativa y una toma de postura contra

la globalización y exclusión impuestas. De ahí que, (a) fije como principio

rector de la interculturalidad, el derecho de los seres humanos a tener

cultura propia y, se preocupa por fomentar y cultivar la pluralidad de

visiones de mundo aunado al respeto mutuo entre ellas; procurando ser un

instrumento adecuado para la "realización concreta de una pluralidad de

mundos reales"; (b) insista en la actual "comunicación injusta" entre las

culturas y (c) saque a relucir la importancia decisiva de "dejar espacios y

tiempos libres" para que tales visiones del mundo puedan convertirse en

mundos reales. Pues la universalidad supone "la liberación realizante de

todos los universos culturales", y no puede ser impuesta por imperio, centro

alguno, ni algún tipo de reducción. Ya que sólo puede crecer "desde abajo

como un tejido de comunicación libre y solidaridad". Por eso se pronuncia

por una universalidad entendida como "praxis de solidaridad entre las

culturas".

5. La Filosofía Intercultural conlleva en su planteamiento un "plan de

reconfiguración del mundo". Éste supone "descentrar el curso actual de la

historia humana" del centro o dictado del modelo civilizatorio vigente. Por

eso nos presenta la "polivalencia histórica", que encierra dos las premisas:

En tanto existan culturas, la humanidad tiene la posibilidad de construir

varios futuros. Y el grado de su universalización dependerá de las

decisiones fraguadas mediante el diálogo intercultural. Reivindica, pues, "el

derecho de las culturas a configurar sus contextos desde sí mismas" y,

especialmente, el de carácter económico —por ser una esfera indisociable

de la cultura, donde cumple con su función específica.

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6. La Filosofía Intercultural "no defiende la ontologización de las culturas, ni

presupone su sacralización". Mas bien, considera que las culturas humanas

"son procesos ambivalentes que reflejan contradicciones de diversa índole

entre sus propios miembros", y que, por tanto, han de ser discernidos

críticamente. Concibe como sus principales características: la

heterogeneidad, la flexibilidad de significación y su historicidad; lo cual

implica una labor hermenéutica continua. Pues la cultura constituye en su

origen una situación y condicionamiento, pero que no anula la libertad. Por

eso necesita ser apropiada por sus miembros y, es ahí, donde se decide su

calidad, vitalidad y destino. Lo cual supone que sea legitimada. Esa

concepción se demarca de aquella que mantiene la idea de cultura

entendida como patrimonio artístico intocable, objeto de intimización,

rechazando la distinción entre cultura y civilización. Enfatiza además que ha

de ser una "configuración al servicio de la plena realización humana" y de

carácter público, para que pueda disponer de espacios donde encarnar sus

valores y fines.

7. La Filosofía Intercultural articula un plan alternativo formulado como una

"opción de carácter ético" en contra la globalización. Por eso, no se centra

en una estrategia política, ni una propuesta jurídica. La interculturalidad

"denuncia la ‘nueva cruzada’ de la globalización neoliberal" en nombre del

mercado, que pretende establecer su reino. O bien, la expansión de un

proyecto civilizatorio de origen regional, pues constituye una forma de

intolerancia totalitaria. Frente a ella, la interculturalidad responde con una

"ética del respeto, de la tolerancia, de la solidaridad".

8. La Filosofía Intercultural en su planteamiento conlleva una serie de

"consecuencias directas en su planteamiento". En ámbito filosófico se

propone, específicamente, un programa de "transformación de la filosofía",

al nivel de sus articulaciones teóricas y en sus reconstrucciones históricas.

Con ello plantea la necesidad de "pluralizar: los lugares del nacimiento de la

filosofía, sus comienzos, sus métodos y sus formas de articulación". Lo que

supone ampliar las tradiciones y fuentes, los criterios que definen la

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aceptación o rechazo de los autores y obras en el canon clásico. Es decir,

se trata de un proyecto de "reconstrucción del pasado de la filosofía"

porque se contempla al mismo tiempo su "presente configuración". La

pretensión que subyace es que la filosofía se pueda reconocer, sin la

necesidad de tener que verse instalada "preferencialmente" en un

determinado sistema monocultural, pues se concibe que brota y se articula

por la comunicación entre diversas tradiciones, y así se capacita para

asumir su esencia polifónica.

9. La Filosofía Intercultural afirma que en "cada cultura hay momentos de

intercambio e interacción —comercio— cultural". Mantiene que las culturas

son procesos históricos abiertos y que, no representan entidades

metafísicamente "puras", ni estables. Ellas se van haciendo y perfilando

según sus "tradiciones referenciales fundamentales". Esto significa que

todo aquello que cada cultura designa como lo propio siempre conserva

‘huellas’ de ese ‘comercio’. En ese sentido, la interculturalidad trasvasa y se

instala en su mismo territorio. Pero dicho intercambio no sólo se da en las

fronteras, sino al interior mismo de cada universo cultural.

10. La Filosofía Intercultural mantiene que el mundo cultural iberoamericano es

particularmente representativo de la interculturalidad. Sobre la base de esa

concepción asume, que en dicho continente se verifica la presencia de una

riqueza de matrices y tradiciones culturales que pueden ser aprovechadas

para elaborar un modelo de FI. Este reflejaría el tejido de la variedad en una

visión que integraría diversos prismas. De ello se desprende la tarea de: (a)

"Reorganizar con sensibilidad intercultural" la filosofía iberoamericana,

como resultado del encuentro entre cinco grandes configuraciones

culturales: cristiana-occidental, islámica, judía, amerindia y afroamericana;

(b) Mostrar cómo el trenzado de culturas filosóficas que distingue a esa

filosofía, "dispone de una capacidad de ver y realizar el mundo

interculturalmente" y, con ello, (c) Proponer un plan alternativo cuyos

objetivos serían principalmente: "la creación de un movimiento para

organizar económica, política, social y culturalmente la «unión ecuménica

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de los pueblos y culturas» que, para la afirmación o realización de su

identidad, no requieren la negación del otro" —sea que se conciba como

una cultura, una porción de la naturaleza— "ya que en su matriz cultural se

encuentra inscrita ‘una vocación universalista de acogida al otro’ que

actualmente resuena con fuerza renovada".

De esta manera será posible oponer a la lógica dominante de exclusión

mantenida por la globalización neoliberal "la fuerza del espíritu de una cultura" que

es capaz de hacer un lugar al extraño, convocar a un "universalismo inclusivista"

—cuyo crecimiento se da sin la necesidad de reducir, ni dominar— y va

mundializándose mediante un proceso gradual en el que intervienen las

disposiciones de la cordialidad, la hospitalidad y la simpatía. En donde todas las

culturas se saben respetadas como sujetos y, por ello, con la posibilidad de

"transformarse mutuamente", desechando el temor al colonialismo.

Por tanto, la Filosofía Intercultural al ofrecernos el horizonte del diálogo de las

culturas, entendida como "fuente" y "motor" de la transformación del filosofar,

intenta abrir un nuevo paradigma del quehacer filosófico. Así como una

hermenéutica filosófica que es, al mismo tiempo, una hermenéutica de los

contextos de la interpretación de la vida y de la interpretación de las

interpretaciones de la vida, que no podemos olvidar, ni marginar al interpretar

cualquier texto.

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CAPÍTULO III

CONCLUSIONES

Según el Libro Blanco, Consejo de Europa (2008), por diálogo intercultural

se entiende un proceso que abarca el intercambio abierto y respetuoso de

opiniones entre personas y grupos con diferentes tradiciones y orígenes étnicos,

culturales, religiosos y lingüísticos, en un espíritu de entendimiento y respeto

mutuos. La libertad y la capacidad para expresarse, pero también la voluntad y la

facultad de escuchar las opiniones de los demás, son elementos indispensables.

El diálogo intercultural contribuye a la integración política, social, cultural y

económica, así como a la cohesión de sociedades culturalmente diversas.

Fomenta la igualdad, la dignidad humana y el sentimiento de unos objetivos

comunes. Tiene por objeto facilitar la comprensión de las diversas prácticas y

visiones del mundo; reforzar la cooperación y la participación (o la libertad de

tomar decisiones); permitir a las personas desarrollarse y transformarse, además

de promover la tolerancia y el respeto por los demás. Si esto no existiere existen

riesgos que es necesario tomar en cuenta.

3.1 Los riesgos de la inexistencia de un diálogo

Es necesario valorar los riesgos de la inexistencia de un diálogo, lo cual

contribuye a desarrollar una imagen estereotipada del otro, a crear un clima de

desconfianza mutua, tensión y ansiedad, a percibir las minorías como chivos

expiatorios y, en general, a propiciar la intolerancia y la discriminación. La

desaparición del diálogo dentro de las sociedades y entre las mismas puede crear,

en determinados casos, un clima que favorezca el surgimiento del extremismo y el

terrorismo y su explotación por algunos. El diálogo intercultural, inclusive en el

ámbito internacional, es indispensable entre los vecinos.

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Cerrar la puerta a un entorno en el que prevalezca la diversidad sólo puede

ofrecer una seguridad ilusoria. Encerrarse en la comodidad aparentemente

tranquilizadora de una sociedad exclusiva puede conducir a un conformismo

asfixiante. La ausencia de diálogo priva a todas las personas del beneficio de

nuevas aperturas culturales, necesarias para el desarrollo personal y social en el

contexto de la globalización. Las comunidades aisladas o encerradas en sí

mismas crean un clima que menoscaba con frecuencia la autonomía individual y el

libre ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

La ausencia de diálogo no tiene en cuenta las enseñanzas extraídas del

patrimonio político y cultural europeo. Los períodos pacíficos y productivos de la

historia de Europa siempre se han caracterizado por una firme voluntad de

comunicarnos con nuestros vecinos y de cooperar más allá de nuestras fronteras.

Con demasiada frecuencia, la falta de apertura hacia los demás ha provocado

catástrofes humanas. Sólo el diálogo permite a las personas vivir en la unidad y la

diversidad. Ahora el hecho de no haber diálogo es un riesgo pero no sólo, para

que haya diálogo es necesario que exista el caldo de cultivo propio para esto.

3.2 Las condiciones del diálogo intercultural

Los valores universales defendidos por el Consejo de Europa son una

condición sine qua non para el diálogo intercultural. El diálogo no puede tener

lugar si no se respetan la igual dignidad de las personas, los derechos humanos,

el Estado de derecho y los principios democráticos. Estos valores, en particular el

respeto de la libertad de expresión y de otras libertades fundamentales, garantizan

un diálogo exento de toda dominación, regido por la fuerza de los argumentos y no

por el argumento de la fuerza. Al abordar las cuestiones interculturales, algunas

veces se hace referencia a derechos fundamentales antagónicos; por lo tanto, es

necesario hallar el justo equilibrio. La jurisprudencia del Tribunal Europeo de

Derechos Humanos y la práctica de los órganos de supervisión, como la ECRI o el

Comité Consultivo del Convenio marco para la protección de las minorías

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nacionales, muestran el modo de lograr este justo equilibrio en la práctica. No se

puede aludir a las tradiciones étnicas, culturales, religiosas o lingüísticas para

impedir que las personas ejerzan sus derechos humanos o participen de un modo

responsable en la vida de la sociedad. Este principio se aplica en particular a la

libertad de no ser objeto de discriminación por motivos de género o de otra índole,

a los derechos e intereses de los niños y los jóvenes, y a la libertad de practicar o

no una religión o creencia particular. Las violaciones de los derechos humanos,

como los matrimonios forzados, los “crímenes de honor” o las mutilaciones

genitales, nunca pueden estar justificadas, sea cual sea el contexto cultural.

Asimismo, las reglas de una “cultura dominante”, real o imaginaria, no pueden

servir para justificar la discriminación, los discursos de odio o cualquier forma de

discriminación por motivos de religión, raza, origen étnico u otra identidad. La

democracia es el fundamento de nuestro sistema político, y los ciudadanos

también se valoran como actores políticos, y no sólo como seres sociales que

contribuyen al bienestar de la nación o se benefician del mismo. La democracia

avanza porque ayuda a las personas a identificarse en la sociedad en la que

viven, y porque prevé el ejercicio del poder y la toma de decisiones legítimas. La

ampliación del Consejo de Europa en los dos últimos decenios muestra en

particular la fuerza de la democracia. El diálogo crítico y constructivo – una norma

profundamente democrática en sí misma – debe reconocer el valor de otros

principios democráticos, como el pluralismo, la inclusión y la igualdad. Es

importante que el diálogo tenga en cuenta el espíritu de la cultura democrática y

sus componentes esenciales: el respeto mutuo entre los participantes y la voluntad

de cada persona de buscar y aceptar un consenso.

Las reglas fundamentales del Estado de derecho en las sociedades

democráticas ofrecen un marco que propicia el libre desarrollo del diálogo

intercultural. Garantizan una clara separación de poderes, la seguridad jurídica y la

igualdad de todos ante la ley. Impiden que las autoridades públicas tomen

decisiones arbitrarias y discriminatorias, y prevén que las personas cuyos

derechos se vulneran puedan solicitar la reparación de los perjuicios sufridos ante

los tribunales.

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3.3 Interculturalidad: asignatura pendiente

Desde la perspectiva latinoamericana, Fornet-Betancourt (2003) acota que,

siendo el diálogo intercultural una asignatura pendiente, es necesario tomar

algunas acciones, a saber, primero: Relectura de nuestra historia de las ideas en

la línea (propuesta precisamente por Arturo A. Roig) de recuperar las tradiciones

alternativas de pensamiento, sin imponernos la camisa de fuerza de los esquemas

“disciplinares”. –Segundo: Crítica de nuestras instituciones de enseñanza, de sus

formas metodológicas y pautas doctrinales, sin olvidar la crítica de las tradiciones

para cuya transmisión han sido creadas. –Tercero: Relativizar el peso de la

escritura para dar cabida y fomentar las culturas orales en la producción filosófica.

–Cuarto: Potenciar el estudio y aprendizaje de las lenguas indígenas, así como la

comunicación con las tradiciones que expresan. –Quinto: Redimensionar el mapa

del “continente filosófico” ubicando filosóficamente, esto es, por el desarrollo de

filosofías contextuales desde las tradiciones de Amerindia y Afroamérica, los

muchos lugares que todavía no tienen nombre o, mejor dicho, cuyos nombres

propios han sido borrados de nuestra memoria, pero que urge recuperar como

tales para que nuestra diversidad cultural tenga también una adecuada expresión

filosófica.

3.4 Propuestas finales: Vivencia, estudio y promoción.

Teniendo en cuenta el presente estudio sobre el diálogo intercultural, es

necesario aportar algunas propuestas que permitan, entre otras cosas, clarificar el

tema de fondo y continuar su estudio y aplicación.

En primer lugar es necesario que quien se dedique a la investigación de

este tema, pueda estar en contacto con la realidad socio-cultural de nuestros

pueblos, pues, siguiendo la tradición filosófica latinoamericana, es necesario

desarrollar el pensamiento filosófico contextuado. Ya no a nivel únicamente

académico, siendo tema de investigación de tantas y grandes universidades y

centros de investigación. Quien desee profundizar el tema de la interculturalidad

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ha de ser él mismo un ente intercultural, que experimente, entienda y valore al

“otro”, ser sujeto y objeto de interculturalidad.

Una vez que se tiene experiencia de interculturalidad entonces se puede

provocar un deseo de profundización de este tema, buscando diversas formas y

diversos contenidos y recursos que permitan vivir cada vez mejor como seres que,

inevitablemente, deben y necesitan vivir en correlación cultural, siendo

correspondidos y correspondiendo, es decir, en doble vía.

Finalmente, ante la intolerancia cultural, ante la discriminación, ante el

sentido de inferioridad, (que otrora imperó en las mentes filosóficas

latinoamericanas frente al pensamiento europeo) ante el dominio de unos sobre

otros, ante una globalización absorbente o darwinismo social, es necesario

promover los valores del diálogo, de la interculturalidad, de la inclusión, del

producir pensamiento propio que no olvide la contextualidad, un pensamiento que

valore la tradición europea pero que sepa también valorar y dar significado al

pensamiento de estas tierras, que, dicho sea de paso, nunca ha dejado de

filosofar, nunca ha sido amordazado y por lo tanto sigue vigente y siempre vivo y

jovial, siempre provocador y siempre apetecible. Siempre latinoamericano.

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CAPÍTULO IV

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