lucien sève_cap_3 de introducción a la filosofía marxista

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UNA INTRODUCCION A LA FILOSOFIA MARXISTA

UNA INTRODUCCION A LA FILOSOFIA MARXISTA

Lucien Sve

Traduccin: Mariana Maan

CAPITULO 3Materialismo histrico

[161] 3.1 Una relacin nueva entre ciencia y concepcin del mundoLa fundacin del marxismo, nuevo modo general de pensamiento terico, coincidi entonces con la fundacin de una ciencia particular aunque de inmenso alcance, la ciencia de la historia. Esta simple constatacin nos pone en presencia de un tipo de relaciones entre ciencia particular y concepcin general del mundo completamente indita en la historia de las ideas, relaciones que no se pueden comprender en los lmites de la conciencia filosfica anterior y que exigen aclaraciones.

Los anteriores desarrollos del pensamiento terico presentan innumerables casos en los que la formacin de una ciencia nueva o de una teora que hace poca en la historia de una ciencia ya existente estuvo ms o menos directamente inspirada por visiones previas de carcter mucho ms general, filosfico tal el principio leibniziano la naturaleza no pega saltos, que jug su rol en el nacimiento de una concepcin continuista, evolucionista de las especies vivientes o, inversamente, en los que suscit despus interpretaciones filosficas de alcance mucho ms amplio por ejemplo el sistema cartesiano, que intenta integrar los conocimientos y el mtodo de la mecnica clsica dentro de una concepcin del mundo coherente. Pero en todos esos casos la relacin entre saber cientfico particular y enunciado filosfico general est desprovista de carcter [162] verdaderamente necesario. Esos progresos cientficos se crearon tambin, por una parte, sobre la base de presupuestos filosficos muy diferentes, e incluso sin presupuestos filosficos en absoluto, y dieron lugar a interpretaciones filosficas ulteriores, en sentidos completamente divergentes. Siempre marcada por una cierta arbitrariedad, la relacin tradicional de lo filosfico con lo cientfico no permite entonces acreditar jams al primero con el mismo tipo de verdad que al segundo: la validacin experimental de conocimientos positivos no podra servir de prueba suficiente de visiones tericas mucho ms amplias, y de otra esencia. No se puede sacar lo ms de lo menos, dice la lgica.

La relacin entre el modo general de pensamiento terico y las bases concretas de la ciencia de la historia que Marx y Engels elaboraron en un mismo trmite es de una clase completamente diferente. Si pudieron y debieron ser formulados juntos, es porque no se traba de hecho de dos descubrimientos tericos distintos, sino de dos caras de un mismo descubrimiento, que no es ni saber cientfico particular ni generalidad filosfica, sino formacin del concepto de una nueva ciencia a desarrollar a partir de ahora concretamente que coincide con la formacin de un nuevo concepto de ciencia y todo lo que eso implica. Lo que, en efecto, encontramos en La ideologa alemana no es en absoluto an, ya lo vimos, el tratamiento cientfico concreto de un aspecto u otro de un perodo cualquiera de la historia sino a ttulo de ejemplos (E.Ph., 60; I.A., 21) an burdos. No, La ideologa alemana sigue siendo un texto de importancia fundamental, porque all est esbozada por primera vez una exposicin de la concepcin materialista de la historia (L.F., 7). Su objeto es hacer comprender la base terica de una ciencia que no lo era en producciones anteriores, sus principios, no en el sentido absoluto y metafsico del trmino los principios no son el punto de partida de la investigacin, sino su resultado final (A.D., 66), sino en el sentido relativo y dialctico donde, una vez adquiridos, juegan a su vez un rol fundador para nuevos desarrollos del saber. Los principios fundadores de la nueva ciencia de la historia dicho de otro modo, el materialismo histrico, que no se confunde ms con la ciencia concreta de la historia de lo que el materialismo filosfico en general se confunde con las ciencias concretas de la naturaleza no tienen nada, entonces, de una interpretacin filosfica ms o menos arbitraria despus. Son proposiciones cientficamente operatorias, y es por su estricta aplicacin que, [163] algunos aos ms tarde, haciendo en caliente la historia de la revolucin de 1848 en Francia, Marx deba dar idea de su brillante fecundidad.

Naturalmente, las visiones tericas de conjunto estn all implicadas, pero no son en primer lugar postulados filosficos previos, ms o menos extraos en s mismos a la toma en consideracin de la historia, cuyo carcter de postulado no podran borrar los trabajos concretos que a ellas apelen. Si esas visiones tericas tienen claramente un alcance universal, sobre lo cual ser preciso volver con atencin (ver 4.11), es porque su objeto especfico, la historia, es ella misma en muchos aspectos un objeto universal; es porque para tornar posible la constitucin de la historia en ciencia y reconocer su verdadero terreno, fue necesario elucidar cuestiones tericas inmensas, formar conceptos nuevos de objetos tan esenciales como el Estado, el trabajo, el hombre, la alienacin, la dialctica, la esencia, la prctica, la relacin social, la ideologa, la ciencia misma y elucidarlos, no por va de construccin especulativa, sino por el atravesamiento crtico de todo el espesor de la ideologa existente, hasta encontrar el suelo de las presuposiciones reales, aquellas de las que slo se puede hacer abstraccin en la imaginacin y que son verificables por va puramente emprica (E. Ph., 55; I.A., 15). Resultado de esta revolucin terica, de este pasaje del poder terico de un modo de pensamiento a otro: principios de un estatus hasta ahora sin precedente, donde la generalidad terica despojada de la abstraccin especulativa y la verdad prctica elevada por encima de sus limitaciones empiristas llegan a fusionarse en una lgica concreta del objeto concreto, obligando a redistribuir las relaciones tradicionales entre ciencia y filosofa [as] como entre teora y prctica, disolviendo las antiguas categoras de pensamiento igual que la clase obrera, a cuyo combate estn ntimamente ligados, es ya expresin de una disolucin de todas las clases. 3.2 El materialismo histrico, conjunto de los principios fundadores de la ciencia de la historia

Se observa por qu el enunciado de la concepcin materialista de la historia y de sus principios fundadores, el enunciado del materialismo histrico, es a la vez la definicin de una nueva ciencia [164] particular y de un nuevo modo general de pensamiento terico: la historia slo puede ser elevada a ciencia si la ciencia toma ella misma la medida de la historia, objeto fundamentalmente original en relacin a todos los que han conocido desde hace siglos las ciencias fundadas en el modelo de la fsica clsica. Formar un concepto de historia capaz de ser un objeto para el pensamiento terico y formar un pensamiento terico capaz de tomar la historia como objeto son una sola y misma cosa. Es por eso que hablar de ciencia marxista de la historia es completamente natural, aunque temiblemente ambiguo. Porque el calificativo marxista desborda aqu la simple referencia al rol de un individuo en la constitucin de un nuevo objeto cientfico e incluso a su propia metodologa, como cuando se habla de geometra euclidiana o de fsica newtoniana, de evolucionismo darwiniano o de gentica mendeleviana, de lingstica saussuriana o de psicoanlisis freudiano. Calificar como marxista el tratamiento de la historia fundado en el materialismo histrico, es decir incuestionablemente ms: es marcar que este tratamiento, si es consciente y coherente, implica el reconocimiento y la puesta en prctica del modo general de pensamiento que hace cuerpo con l.

Pero cuidado: esto no significa de ninguna manera que el criterio de la verdad histrica sea identificado sin embargo con la conformidad con los enunciados tericos de conjunto del marxismo, con su filosofa. De manera general, la conformidad de un saber concreto con principios muy generales no podra ser un hecho preciso ni unvoco y nada tiene, entonces, de criterio. No alcanza, por ejemplo, con haber expresado un aspecto del desarrollo histrico bajo [la] forma de [la] contradiccin para que esta contradiccin sea en el mismo acto una verdad. Despus de todo, el examen crtico de la historiografa marxista o pretendidamente tal desde hace un siglo basta para mostrar que muchos errores pudieron parecer durante un tiempo conformes al materialismo histrico sin que esta conformidad les confiera otra cosa ms que una resistencia privilegiada a la crtica de los marxistas mismos. El nico criterio admisible de la verdad en historia, para un marxista como para cualquiera, es su conformidad tan completa como sea posible con los hechos. En este sentido, no existe ciencia marxista de la historia, existe ciencia de la historia a secas. Es por eso que historiadores marxistas y no marxistas pueden encontrar y encuentran en efecto un lenguaje comn, porque los primeros pueden encontrar y encuentran en efecto material cientfico en muchos trabajos de los segundos. Pero [165] mirndolo bien, este material cientfico, si fue elaborado en el desconocimiento o el rechazo de todo o parte de los principios fundadores del materialismo histrico, corre el gran riesgo de permanecer en el estado de verdad muda, como el descubrimiento del aire deflogisticado por Priestley antes de que Lavoisier le confiera su verdadero estatus de oxgeno (E.Ph., 156-7; Cap. II, 1, 20-2).Los principios fundadores del materialismo histrico no son un quimrico criterio marxista de la verdad histrica sino, lo que es completamente distinto, el enunciado de sus condiciones de posibilidad plena y consciente. Es en este sentido, y slo en este sentido, que la ciencia de la historia puede ser calificada de marxista.

Qu resulta de ese vnculo constitutivo con la historia en cuanto al alcance general del marxismo, a su valor en relacin con objetos que no sean la historia es decir, en relacin con la naturaleza, cules son sus relaciones con lo que se llamaba hasta l la filosofa, es lo que queda por aclarar (ver captulos 4 a 6). Pero estas primeras indicaciones parciales eran necesarias a fin de definir el objeto de los desarrollos que siguen. Lo que nos interesa aqu en el materialismo histrico, no es la ciencia concreta de la historia que funda, sino el modo general de pensamiento terico, la concepcin del mundo que inaugura. Ciertamente, estas dos caras del mismo descubrimiento terico slo podran ser disociadas abstractamente: no se pueden analizar los principios del materialismo histrico de los que slo se retendr aqu los ms significativos ignorando el contenido concreto, los conceptos especficos de la ciencia histrica. Pero ese contenido especfico necesariamente implicado en un anlisis de este tipo no constituye el objeto propio de la exposicin: desde el punto de vista particular en que uno se coloca en una introduccin a la filosofa marxista, es slo su soporte.3.3 Es la vida social la que determina la conciencia

El principio inaugural del materialismo histrico, el que lo determina como materialismo histrico, es el que La ideologa alemana, resumiendo todo el procedimiento crtico expuesto ms arriba, formula as: No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia [166] [L.I.A., 26]. Enunciado que Marx retomar trece aos ms tarde en trminos apenas modificados: No es la conciencia de los hombres la que determina su ser; es, inversamente, su ser social el que determina su conciencia (E.Ph., 121; C.C., 4). De la comprensin exacta de esta proposicin verdaderamente fundamental depende la exactitud con la cual se comprenda no slo la ciencia (marxista) de la historia, sino el marxismo en su totalidad. Y no es superfluo volver a decir aqu (ver 1.12 y 2.3): slo se comprende con exactitud lo que una afirmacin quiere decir en la medida en que se comprenda lo que ella no quiere decir. Omnis determinatio negatio: toda determinacin es negacin. Adagio profundamente dialctico de Spinoza, recuperado a menudo por Hegel, despus por Marx. Afirmar una cosa determinada es determinar eso que ella niega, algo mejor: eso por la negacin de lo cual ella se volvi para el pensamiento esta cosa determinada.

Ya se conoce la ms central de las negaciones constitutivas del materialismo histrico: la negacin del humanismo feuerbachiano. La vida o el ser y la conciencia, evidentemente, no remiten entonces aqu al hombre (individual) aunque este principio vale tambin, se ha sealado, a ese nivel: La verdadera riqueza espiritual del individuo depende totalmente de la riqueza de sus relaciones reales [L.I.A., 39]. Pero si es vlido al nivel de la biografa, es porque lo es en primer lugar al nivel de la historia. La vida y la conciencia son aqu, entonces, conceptos no psicolgicos sino histrico-sociales. Dicho de otro modo, en el conjunto de la realidad social, distinguimos la vida, el ser es decir las cosas mismas, la actividad material en sus formas y sus relaciones sociales ms diversas y la conciencia es decir las ideas, la actividad intelectual de la sociedad en general. Y decimos: no es la segunda actividad la que determina a la primera, es a la inversa.

Pero si tal es sin duda el sentido de la proposicin, ella suscita en seguida una objecin: se puede ignorar la accin en contrapartida de la segunda actividad sobre la primera? Las ideas cientficas, por ejemplo, que presuponen ciertamente un estado determinado de la produccin material, no la determinan en contrapartida tomando la forma de tcnicas productivas? Las ideas jurdicas, que reflejan ciertamente un modo dado de relaciones de produccin, no reaccionan sobre l contribuyendo a modelar, por ejemplo, el derecho de propiedad? En esas condiciones, cmo no ver la unilateralidad del principio [167] que enuncia sin matices La ideologa alemana? Desde el nico punto de vista lgico, cmo, por otra parte, admitir una relacin tan poco dialctica? Incluso en una relacin mecnica como el choque de una bola de billar contra otra, si la primera aparece en primer lugar como causa de la puesta en movimiento de la secunda, sta, en el mismo choque, se vuelve causa a su vez, modificando la trayectoria y la velocidad de la primera. Esta es una verdad dialctica elemental: en la relacin de causa a efecto, el efecto es l mismo causa, y la causa, efecto. Sera necesario entonces pensar que, en la formulacin del principio fundador por excelencia del materialismo histrico, Marx y Engels hayan olvidado toda dialctica? [Sera] estrafalario.

Sea como sea, si se entiende as la proposicin, uno se propondr por supuesto completarla dialcticamente. No es justamente eso lo que debi hacer Engels en las cartas que escribi al final de su vida, entre 1890 y 1895, en respuesta a preguntas de fondo sobre el materialismo histrico? Por ejemplo en esta carta a Joseph Bloch: Segn la concepcin materialista de la historia, el factor que en ltima instancia determina la historia es la produccin y la reproduccin de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca ms que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor econmico es el nico determinante, convertir aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situacin econmica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta las formas polticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, despus de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurdicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teoras polticas, jurdicas, filosficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de stas hasta convertirlas en un sistema de dogmas ejercen tambin su influencia sobre el curso de las luchas histricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a travs de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazn interna es tan remota o tan difcil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponindose como necesidad el movimiento econmico. De otro modo, aplicar la teora a una poca histrica cualquiera sera ms fcil que resolver una simple ecuacin de primer grado [C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Mosc, 1974, t. III. N. de T.]

[168] Y al final de su carta Engels agrega: El que los discpulos hagan a veces ms hincapi del debido en el aspecto econmico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, tenamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponamos de tiempo, espacio y ocasin para dar la debida importancia a los dems factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. [dem. N. de T.] Vuelve sobre esto en una carta a Mehring: Este aspecto del asunto, que aqu no he podido tocar ms que de pasada, lo hemos descuidado todos, me parece, ms de lo debido. Es la historia de siempre: en los comienzos, se descuida siempre la forma, para atender ms al contenido. [dem. N. de T.] No est ah, expresamente, la confirmacin del carcter unilateral del principio enunciado en La ideologa alemana y su correccin autocrtica? Sera preciso entonces admitir que es, por una parte, la conciencia la que determina la vida? Pero si afirmar que la vida determina la conciencia y no a la inversa es sin duda lo que funda un materialismo histrico, esto equivaldra entonces a declarar al materialismo histrico falso por una parte dicho de otro modo, discutible en su totalidad como oposicin falaciosa, no dialctica, al idealismo histrico, y a admitir que la verdadera ciencia de la historia slo podra resultar de la superacin de esta oposicin? Lo que es ms estrafalario an. Eso no es todo: si es necesario esperar las correcciones autocrticas de Engels en los aos 1890-95 para que sean expresamente superadas las simplificaciones ruinosas de La ideologa alemana, es de casi toda la obra de Marx y Engels de la que habra que sospechar de simplismo terico en la materia. Y Engels no se habra percatado de que sus planteos acarreaban consecuencias tan exorbitantes?3.4 La conciencia como mala abstraccinExcelente ejemplo de lo que se produce cuando se abordan enunciados tericos marxistas sin tener en cuenta lo que fue expuesto a propsito desde el primer captulo, es decir, cuando uno pasa ciegamente de los conceptos de la mala abstraccin a los conceptos materialistas dialcticos soportados por las mismas palabras (la conciencia, la vida) y la historia de la crtica del marxismo se empobrecera singularmente si se le [169] descontaran los contrasentidos de este tipo. Hemos partido de un texto crtico, que niega que la conciencia, tomada como una actividad metafsicamente separada, [como] una esencia abstracta, pueda determinar la vida, para ponernos despus a razonar sobre esa relacin en el sentido completamente nuevo que toma con el materialismo histrico, una vez que el concepto de conciencia fue reelaborado sobre una base completamente diferente. No hay que sorprenderse si en esas condiciones llegamos a conclusiones absurdas. Lo absurdo est en el punto de partida, en el hecho de atribuir a los autores de La ideologa alemana tal confusin de pensamiento.

Releamos la pgina donde figura el enunciado en cuestin con una consideracin dialctica materialista real: Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofa alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aqu se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aqu, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente acta y, arrancando de su proceso de vida real, se expone tambin el desarrollo de los reflejos ideolgicos y de los ecos de este proceso de vida. Tambin las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religin, la metafsica y cualquier otra ideologa y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, as, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su produccin material y su intercambio material cambian tambin, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Desde el primer punto de vista, se parte de la conciencia como del individuo viviente; desde el segundo punto de vista, que es el que corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia [L.I.A., 26-7] (Variante del ltimo elemento de la frase en el manuscrito: nicamente como la conciencia de esos individuos que tienen una actividad prctica). Remontmonos un poco ms arriba an en el texto: La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, [170] y el ser de los hombres es su proceso de vida real [L.I.A., 26].

Desarrollo capital y que no importa slo para la ciencia de la historia, porque de esta crtica, que da en el clavo, se desprende una concepcin completamente nueva de la conciencia como categora fundamental del pensamiento terico. Asistimos en este texto a la fundacin misma del materialismo histrico, es decir al pasaje de los conceptos de la mala abstraccin y del punto de vista especulativo a la realidad de la historia y a los conceptos nuevos que implica su ciencia. Creer, [junto] con toda la ideologa alemana de Hegel a Stirner, que la historia se resume en un proceso de desarrollo de la conciencia (I.A., 73) y que todos los problemas sern resueltos cuando ella haya terminado disolvindose en la autoconciencia [L.I.A., p. 40], es marchar de cabeza, es dar una forma cientfica a la vieja ilusin segn la cual depende de la buena voluntad de la gente el que cambien las condiciones existentes, siendo ideas esas condiciones (I.A., 379). No, no es un movimiento autnomo de la conciencia el que explica la historia, sino el modo de produccin y de intercambio tal como ha existido hasta ahora y que es tan independiente del concepto puro como la invencin de la mquina de tejer automtica y el empleo del ferrocarril lo son de la filosofa hegeliana (149). Haciendo de entrada abstraccin de esta materialidad de la historia, el filsofo est obligado a transfigurar la conciencia en una cosa abstracta, una entidad que subsiste y se desarrolla de manera independiente, un individuo vivo como la Idea hegeliana. Se vuelve sustancia: sustancia espiritual para el idealismo, de la que slo pueden dar testimonio los que creen en los espritus o, para el materialismo vulgar, sustancia material, secrecin del cerebro, que nadie ha visto ni ver jams. Planteado en estos trminos, el problema de la conciencia es manifiestamente insoluble. Ah reside la leccin general que se desprende de La ideologa alemana: razonar a partir de abstracciones no criticadas como la conciencia, o el hombre, o la libertad, etc. lo que hace ms o menos toda la filosofa premarxista y, con mayor razn, la filosofa espontnea, la racionalizacin del buen sentido sobre los grandes problemas no puede conducirnos a ninguna verdad terica, sino solamente encerrarnos en falsas contradicciones y especulaciones ociosas.

Para salir de ellas, es necesario pensar la conciencia, no como [171] cosa, sino como relacin: La concienca es, ante todo, naturalmente, conciencia del mundo inmediato y sensible que nos rodea [L.I.A., 31]. A su manera, es precisamente esto lo que, por otra parte, intentan hacer las corrientes ms significativas del idealismo contemporneo. As, una de las tesis centrales de la fenomenologa de Husserl es que toda conciencia es conciencia de alguna cosa. En lugar de una realidad sustancial, se atribuye entonces a la conciencia un carcter intencional (la conciencia es tensada hacia el objeto al que apunta), y esta intencionalidad la define como relacin con el objeto de su intencin. Todo el error de Descartes habra sido justamente, planteando el cogito aparte del cogitatum, el yo pienso aparte del objeto-de-pensamiento, hacer del pensamiento una sustancia, lo que torna incomprensible la conciencia. La fenomenologa husserliana marca as un incuestionable progreso en relacin a la metafsica clsica. Pero es un progreso que queda completamente encerrado en la inversin fundamental del idealismo. Siendo puesta de entrada entre parntesis toda prctica social, la relacin intencional permanece, en efecto, [como] puramente interna a la conciencia, al punto que la simple suposicin de un objeto exterior al cual ella corresponde es para Husserl el arquetipo de la idea absurda. La fenomenologa es entonces un idealismo an ms radical que el de Kant, que cree poder dejar abierta la posibilidad de un mundo de cosas en s. El pasaje de la conciencia-cosa a la conciencia-relacin as concebido, lejos de eliminar la abstraccin, la empuja a sus lmites: es el ser mismo el que sera una formacin de la subjetividad trascendental. Con Husserl, siempre nos sentimos cmodos, medio siglo despus de Marx, dentro de la ideologa alemana.3.5 La conciencia como relacin material social

Para Marx y Engels, las consideraciones eruditas de esta ideologa estn lejos de ser todas falsas, pero en su principio son sin embargo quimeras idealistas [La ideologa alemana, Pueblos Unidos, 40], que intentan andarse con rodeos con esta proposicin simple y capital: La conciencia no puede nunca ser otra cosa que el ser conciente. Reconocer que la conciencia es relacin no es decir nada todava si no se reconoce que ella es relacin con una cosa distinta que ella misma, relacin con [172] una realidad material, por ende relacin material ella misma. No existe conciencia pura. A saber, el ejemplo del lenguaje: El espritu nace ya tarado con la maldicin de estar preado de materia, que aqu se manifiesta bajo la forma de capas de aire en movimiento, de sonidos [La ideologa alemana, Pueblos Unidos, 31] La conciencia sin materia slo es un fantasma. Siendo relacin material, la conciencia de la humanidad desarrollada es necesariamente relacin social. Ah reside el descubrimiento especfico del materialismo histrico. As, el lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia prctica, la conciencia real, que existe tambin para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir tambin para m mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios del intercambio con los dems hombres. () La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguir siendo mientras existan seres humanos. [La ideologa alemana, Pueblos Unidos, 31] Lo que es verdad para el lenguaje lo es en todos los aspectos para la conciencia: incluso en sus formas ms interiorizadas e individualizadas, sigue siendo una actividad material y, por consiguiente, un reflejo y un momento de la prctica social.

Se toca aqu, obviamente, uno de los puntos ms ciegos de la ideologa dominante, ricamente nutrida en Francia por tres siglos de materialismo fisiolgico y mdico burgus. Ciertamente, este materialismo renunci desde hace tiempo a ver en la conciencia una secrecin del cerebro, reconoci tambin, a su manera, que es una relacin material (la conciencia es funcin del cerebro). Pero por [el hecho de] que el cerebro es el rgano, el soporte nervioso de las actividades psquicas concientes, [este materialismo] exige absolutamente ver all tambin su base productora y explicativa. No comprende el carcter esencialmente social de la conciencia, que l reduce a una determinacin sociolgica exterior (el medio social). Esta ceguera excepcionalmente tenaz supera de lejos la estrechez siempre posible del especialista, es un fenmeno de masa que tiene sus races en una profundidad completamente distinta: en una ideologa fundamental de la sociedad burguesa misma la que, con el humanismo abstracto, hace del individuo aislado su propio fundamento, si no incluso el de la historia. Ms arriba se han analizado las razones de ello (ver 2.20). En el modo de produccin capitalista, los hombres son despojados de sus fuerzas productivas y de sus condiciones de existencia sociales, transformadas para ellos en potencias extraas. La base material de la personalidad conciente aparece por tanto, con la fuerza de la falsa [173] evidencia, como reducida al organismo biolgico de individuos en s, separados del cuerpo inorgnico (Gr., 1, 426-29) que constituye la realidad de su esencia: entorno natural, productos y relaciones sociales, conquistas culturales, etc. De ah la expectativa incansable y sin esperanza de la ideologa dominante, que siempre espera que los progresos de la biologa nos revelarn finalmente en el interior del individuo lo que precisamente es menos capaz de encontrarse all: el mundo social transfigurado en realidad bioqumica, por ejemplo en gen de la inteligencia. Se puede afirmarlo sin temor de ser desmentido por los desarrollos futuros del saber cientfico: tampoco una fenomenologa idealista de la conciencia, una psico-fisiologa del cerebro o una biologa molecular del material gentico podrn dar cuenta por s mismas de los procesos sociales de la conciencia humanamente desarrollada. Dicho de otro modo, es la extensin misma del concepto de conciencia la que debe ser repensada a partir del materialismo histrico, al mismo tiempo que su comprensin: la conciencia es tanto la informatizacin de la industria como el concepto cientfico, la concentracin capitalista de los medios de expresin como el juicio esttico, la organizacin revolucionaria de la clase obrera como el sentimiento de responsabilidad las relaciones sociales como las relaciones nerviosas. La conciencia histricamente desarrollada no es una abstraccin inherente al individuo singular, en su realidad es un conjunto de relaciones sociales, materialmente constituidas y en vas de evolucin, sobre la base de las cuales la conciencia del individuo se forma biogrficamente a travs de su prctica social y se inscribe corporalmente en actividades nerviosas innatas o adquiridas. 3.6 Pensar como materialista la autonoma de la conciencia

As, pues, lo que dejara escapar una primera lectura confusionista de la proposicin fundadora del materialismo histrico, donde la conciencia es sometida a una crtica radical en tanto mala abstraccin, es sencillamente la revolucin operada por La ideologa alemana a propsito de una cuestin central de toda la filosofa. No existiendo la conciencia abstractamente entendida, se comprende que no pueda gozar de ninguna autonoma. No es entonces a ese punto, se puede estar seguro por adelantado, al que se refera la autocrtica de Engels al final [174] de su vida. Releamos su carta ya citada a Mehring. l ridiculiza all el necio modo de ver de los idelogos: Como negamos un desarrollo histrico independiente a las distintas esferas ideolgicas, que desempean un papel en la historia, les negamos tambin todo efecto histrico. Este modo de ver se basa en una representacin vulgar antidialctica de la causa y el efecto de acciones y reacciones. [Marx & Engels, Obras Escogidas en tres tomos, Ed. Progreso, Mosc, 1974] As, en la misma carta donde Engels corrige una subestimacin posible del rol histrico de las ideologas, reafirma su rechazo a reconocer a esas esferas un desarrollo histrico independiente, dicho de otro modo, a pensarlas bajo la mala abstraccin de la conciencia. Es la reanudacin literal de las formulaciones de La ideologa alemana: Ellas no tienen historia, no tienen desarrollo. Presentar sobre este punto el texto de La ideologa alemana como unilateral y simplista por [el hecho de] que es rechazada toda autonoma de la conciencia en relacin con la vida social, sera entonces no haber comprendido nada de l, y hacer en el mismo movimiento una concesin exorbitante al idealismo. No hay que modificar una palabra de este enunciado fundador del materialismo histrico, que slo funda la ciencia de la historia de manera materialista porque acaba de una vez, sin retorno, con la ilusin fundamental de la autonoma de la conciencia, aunque fuese una autonoma relativa como si una entidad abstracta pudiera existir relativamente.

Cmo entender, positivamente esta vez, el principio segn el cual la vida social determina la conciencia? En primer lugar, en el sentido que, comprendida correctamente, la conciencia no es de hecho sino un modo de existencia de la vida social, del ser social. As como la distincin entre materia y movimiento, el que se define como modo de existencia de la materia, la distincin entre la vida y la conciencia no es la de dos realidades, sino la de una realidad y un aspecto abstracto de esta misma realidad lo que muestra, de pasada, lo poco serio de un uso silvestre, y extendido, de la dialctica, que consiste en tratar ciegamente como dos contrarios reales del mismo tipo trminos comnmente opuestos en cualquier contradiccin ideolgica corriente (ver 6.28). Y es justamente la diferencia de naturaleza de los dos trminos, su disimetra, la que explica que si la vida determina la conciencia, la recproca no es verdadera: a travs del movimiento de la conciencia, es siempre la vida en su conjunto la que se determina a s misma. Decir que la vida social determina la [175] conciencia, es decir que una totalidad determina uno de sus momentos, que es necesario partir de la totalidad de la vida social para comprender la historia, y no de uno de sus momentos aislados por la abstraccin. Al contrario de toda unilateralidad, este principio plantea entonces por primera vez el concepto de una historia total no, por supuesto, en el sentido de un conocimiento exhaustivo de todos los aspectos de la realidad, tarea inagotable, sino en el sentido de que comprende a su objeto como un todo orgnico y total precisamente porque [es] materialista. Esta concepcin de la historia consiste, pues, en exponer el proceso real de produccin, partiendo para ello de la produccin material de la vida inmediata, y en concebir la forma de intercambio correspondiente a este modo de produccin y engendrada por l, es decir, la sociedad civil en sus diferentes fases, como el fundamento de toda la historia, presentndola en su accin en cuanto Estado y explicando en base a ella todos los diversos productos tericos y formas de la conciencia, la religin, la filosofa, la moral, etc., asi como estudiando a partir de esas premisas su proceso de nacimiento, lo que, naturalmente, permitir exponer las cosas en su totalidad (y tambin, por ello mismo, la accin recproca entre estos diversos aspectos) [La ideologa alemana, Pueblos Unidos, 40]. Se advertir esta ltima afirmacin, que confirma lo absurdo de adjudicar a La ideologa alemana una concepcin sencillamente economicista de la historia y eso aunque Marx ya escriba dos aos antes: El poder material tiene que ser derrocado por el poder material, pero tambin la teora se convierte en un poder material cuando prende en las masas [Introduccin a la Contribucin a la crtica de la filosofa del derecho de Hegel, en Obras fundamentales T.I, FCE, Mxico, 1982 , 497].

La nica distincin fundada entre la vida y la conciencia es la que resulta, no de una abstraccin arbitraria, sino de la diferenciacin operada materialmente por la historia misma en el seno de la vida social: la divisin del trabajo, que slo se convierte en verdadera divisin a partir del momento en que se separan el trabajo fsico y el intelectual. () desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creacin de la teora pura, de la teologa pura, la filosofa y la moral puras, etc. [L.I.A., 32] Es esta divisin objetiva entre trabajo material y trabajo intelectual, a la que la divisin de la sociedad en clases antagnicas da toda su amplitud y profundidad, la que permite entender a la vez las ilusiones de la conciencia terica y la realidad histrica de su autonoma relativa sobre la base de esta divisin objetiva: La divisin del trabajo torna [176] autnomas a cada una de esas ocupaciones: cada una toma su oficio como lo verdadero (I.A., 563). Es as que el juez llega a ver en la legislacin el motor de la historia (ver 2.21). No son entonces las ideas, la conciencia, las que son, en teora, autnomas en relacin a la vida social por el contrario, ellas son de cabo a rabo su reflejo, hasta en su inversin ideolgica pero las relaciones y las actividades concretas en las que consisten realmente adquieren una autonoma relativa, se estructuran de manera especfica y reaccionan sobre la totalidad histrica. Afirmando que la vida social determina la conciencia, el materialismo histrico no se encierra entonces en una estrechez que sera preciso corregir reintroducindole un idealismo de la conciencia, por el contrario, plantea un principio que permite comprender como materialista el carcter dialctico de esta determinacin, que incluye la autonoma relativa de las formas de la conciencia social. Es este ltimo punto, y slo l, el que, segn la opinin de Engels, Marx y l mismo, preocupados antes que nada por acabar de una vez con el idealismo de la conciencia, en primer lugar han marcado y desarrollado insuficientemente y cuyo anlisis importa no slo para la ciencia histrica, sino para la lucha revolucionaria. 3.7 La produccin material, base real de toda la historia

Una vez descartados los contrasentidos elementales sobre este principio fundamental, el verdadero problema es entonces el de comprender lo que autoriza a ver en la actividad de produccin material la base determinante de todas las actividades sociales, de manera que nada puede ser comprendido en la historia sin considerar en primer lugar el modo de produccin de la poca y todo el orden social cuya base es (I.A., 531). La respuesta es que debemos comenzar sealando que la primera premisa de toda existencia humana y tambin, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para hacer historia, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas ms. El primer hecho histrico es, por consiguiente, la produccin de los medios indispensables para la satisfaccin de estas necesidades, es decir, la produccin de la vida material misma, y no cabe duda de que es ste un hecho histrico, una condicin fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de aos, necesita cumplirse [177] todos los das y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres. [L.I.A., 28]

Considerada superficialmente, esta afirmacin tiene la pobreza de la evidencia. Pero si era en el fondo una evidencia, cmo explicar que nunca haya sido tomada antes con la seriedad que merece por ninguna filosofa, ninguna concepcin de la historia, si no [es] por [el hecho de] que la historia y la filosofa siempre fueron hechas, hasta ese momento, desde el punto de vista de las clases poseedoras, aquellas para quienes la actividad de produccin material que presupone cada objeto de su mundo literalmente va de suyo, [es] tan imperceptible como el trabajo concreto en el billete de banco? Ese punto de vista ideolgico, que en este caso es incluso un punto ciego, mide lo que permite develar la teora que se coloca en el punto de vista de la clase obrera, es decir de los que producen y reproducen diariamente lo que slo aparece despus en la ideologa dominante como objeto de la intuicin, como dato, o incluso lo que no aparece en absoluto, si no es como algo demasiado trivial para figurar en la teora. El marxismo coloca concientemente en la base de toda la historia el presupuesto efectivo de toda vida humana: tal es el sentido inicial de la determinacin de la conciencia por la vida.

Incluso la produccin material no produce solamente los medios para satisfacer las necesidades primordiales de la existencia humana lo que slo hara de ella una condicin previa de la historia. Ella es mucho ms el presupuesto directo de toda actividad humana, precisamente porque toda actividad humana, incluida la de la conciencia, es una actividad material, que exige condiciones materiales determinadas. As, no existe ciencia sin instrumentos cientficos, por lo tanto sin produccin de todo lo que es necesario para la fabricacin de esos instrumentos. Tampoco filosofa sin materialidad de las ideas filosficas, aunque solo fuese en sus escritos, y por consiguiente sin fabricacin de papiro o de papel, sin trabajo de copistas o industria del libro, sin construccin de bibliotecas y de lugares de enseanza, etc. Se toca aqu con el dedo el grosero error idealista que se comete al separar la conciencia de la vida social material.

Pero el rol de la produccin material va mucho ms lejos an. Hasta aqu, en efecto, lo hemos considerado como el presupuesto necesario de toda existencia y actividad humanas. Ella slo es entonces su base en el sentido que los cimientos son la base de la casa, es decir que, para hablar ms [178] exactamente, ellos son solamente su soporte. El soporte condiciona, no determina la cosa en su esencia misma; todo lo contrario, recibe de ella sus determinaciones esenciales (ver 1.21). No hay casa sin cimientos, pero es la estructura de conjunto de la casa la que determin la de sus cimientos. Se ve aqu hasta qu punto es falaz la imagen de la superposicin espacial a travs de la cual se piensa a menudo los conceptos de base (o de infraestructura) y de superestructura: si la base de la historia fuera comprendida como el simple fundamento del edificio social, ella no sera justamente su base en el sentido dialctico materialista, y todo el idealismo histrico retornara al galope a partir de la teora de las superestructuras. Lo que confiere a la produccin material su estatus de base real de la historia es que ella no slo produce los medios de la existencia y de la actividad humanas, sino que es el lugar donde se producen en primer lugar esta existencia y esta actividad mismas, que ella determina su contenido y les asigna su ley de desarrollo esencial. La produccin material es tambin la de los medios de produccin, comenzando por los instrumentos de trabajo [que] no slo son escalas graduadas que sealan el desarrollo alcanzado por la fuerza de trabajo humana, sino tambin indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efecta ese trabajo [El Capital, Siglo XXI, Vol. 1, 218], determinando as los rasgos distintivos de una poca econmica y social. Mejor: a travs de la produccin material, los hombres se producen a s mismos. Esa es una de las ideas ms novedosas y ms audaces que anticipa La ideologa alemana: la produccin material no produce solamente algo como para satisfacer las necesidades sino, en una parte esencial, las necesidades mismas (esta creacin de necesidades nuevas constituye el primer hecho histrico, La ideologa alemana, Pueblos Unidos, 29), las capacidades de los individuos (participar en la produccin es desarrollar en s las facultades individuales correspondientes a los instrumentos materiales de la produccin, I.A. 71) y las relaciones fundamentales de los hombres entre s, las relaciones de produccin (que son ellas mismas productos y son el resultado constantemente renovado del proceso, Chap.VI, 266).

Mucho ms que un presupuesto general del desarrollo histrico, la produccin material es entonces su sustancia misma, la base explicativa universal de lo que es la humanidad en cada poca, el verdadero hogar y escenario de toda la historia [La ideologa alemana, Pueblos Unidos, 38], el lugar primordial de las relaciones de la humanidad con la naturaleza y consigo misma, cuyas formas de conciencia son ciertamente un momento especfico, activo, relativamente autnomo [179] pero sin dejar jams de ser su aspecto determinado. Se observa el alcance capital de este principio realmente fundador del materialismo histrico, donde slo pueden ver inscriptos un economicismo mecanicista, un productivismo reductor, aquellos para quienes la produccin material evoca slo una fabricacin de objetos, mientras que ella es el lugar por excelencia donde la humanidad se produce a s misma. Es por eso que tambin ese principio no tiene nada de una tesis histricamente transitoria. Ciertamente, las formas sociales bajo las cuales se manifiesta el rol de base de la produccin material no han sido siempre las mismas en el transcurso de la historia y, con el pasaje general de la humanidad a la sociedad sin clases, ellas todava cambiarn. Pero qu es lo que determina a fin de cuentas esos cambios de forma sino, una vez ms, el desarrollo de la produccin material? Como Marx responde a un crtico que declaraba admitir el rol de base del modo de produccin material para la sociedad burguesa, pero no le vea el sentido para la Edad Media donde reinaba el catolicismo y para la antigedad greco-romana donde reinaba la poltica: Lo indiscutible es que ni la Edad Media pudo vivir de catolicismo ni el mundo antiguo de la poltica. Es, a la inversa, el modo y manera en que la primera y el segundo se ganaban la vida, lo que explica por qu en un caso la poltica y en otro el catolicismo desempearon el papel protagnico. Por lo dems, basta con conocer someramente la historia de la repblica romana, por ejemplo, para saber que la historia de la propiedad de la tierra constituye su historia secreta. [El Capital, Siglo XXI, Vol. 1, 99].

Si viramos hacia el futuro, lo que Engels llamaba el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad (A.D., 319) no significa sino que en la sociedad comunista la consciencia sera convocada a volverse independiente de la produccin material porque los hombres la habrn puesto bajo su control conciente. El comunismo abrir un nuevo campo de accin histrica al mismo principio. La libertad en este terreno slo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza ponindolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por l como por un poder ciego. Pero esta actividad constituir siempre el reino de la necesidad. Allende el mismo empieza el desarrollo de las fuerzas humanas considerado como un fin en s mismo, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo slo puede florecer sobre aquel reino de la necesidad como su base [El Capital, Siglo XXI, Vol. 8, 1044]. Segn la vieja frmula de Bacon, slo se controla a la naturaleza [180] obedecindole. El materialismo histrico no es la verdad transitoria de las sociedad de clases, sino el reflejo terico de las condiciones universales de toda vida social humana, la expresin universal de la relacin entre el ser y la conciencia (ver 7.21). 3.8 El motor de la historia: dialctica del modo de produccin y lucha de clases

Si el modo de produccin material es la base real de la historia lo que funda al mismo tiempo una concepcin nueva, materialista dialctica, de las relaciones entre la conciencia y el ser, es entonces el desarrollo del modo de produccin el que constituye la base del desarrollo histrico, su motor esencial, y la elucidacin de las leyes de ese desarrollo coincide con la elaboracin de una concepcin nueva, dialctica materialista, de la lgica concreta del movimiento real. Tal es el sentido de un segundo principio fundador del materialismo histrico, que La ideologa alemana formula as: Segn nuestra concepcin, todos los conflictos de la historia tienen su origen en la contradiccin entre las fuerzas productivas y el modo de intercambio (I.A., 60). Pero aqu nos encontramos frente a una doble dificultad. En primer lugar, mientras que la formulacin del principio precedente parece fijado de entrada en La ideologa alemana y se reencuentra, con pequeas variantes, en los textos posteriores, en lo que concierne al motor de la historia encontramos no slo modificaciones ms importantes de la formulacin (el modo de intercambio se volver relaciones de produccin en 1859) sino sobre todo un enunciado completamente distinto, que aparece en Miseria de la filosofa y ms an en el Manifiesto, mientras que se lo buscara vanamente en La ideologa alemana: La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros das es la historia de las luchas de clases [Manifiesto del partido comunista, Anteo, 34]. Frmula que se encontrar en adelante de manera constante (con la pequea precisin que exige el descubrimiento de la comuna primitiva, M.C., 34, nota 2), por ejemplo en el Anti-Dhring (E.Ph., 174; A.D., 55), en la correspondencia (la lucha de clases es la fuerza motriz directa de la historia, Cor.ch., 335),y que Lenin retoma en su artculo sobre Karl Marx escribiendo que la lucha de clases es el motor de los acontecimientos (T.Ph., 232; O.L., 21, 53). Cmo [181] comprender esta dualidad de formulaciones y la relacin entre esos dos enunciados: contradiccin entre fuerzas productivas y relaciones de produccin, lucha de clases? Y al mismo tiempo, segunda dificultad, el segundo enunciado hace aparecer toda la ambigedad del primero. Cul es, en efecto, el rol respectivo de las fuerzas y de las relaciones de produccin en el seno de su contradiccin? Pregunta crucial que, hasta nuestros das, no dej de suscitar interpretaciones diversas, e incluso opuestas, del materialismo histrico.

Por una primera parte, es el desarrollo de las fuerzas productivas lo que aparece como el elemento fundamental y el verdadero motor: toda la evolucin histrica consiste en el hecho de que se reemplaza la forma de los intercambios anterior, devenida una traba, por una nueva forma que corresponde a las fuerzas productivas ms desarrolladas y, por eso mismo, al modo ms perfeccionado de la actividad de los individuos, forma que a su vez se vuelve una traba y se ve entonces reemplazada por otra (I.A., 67). La historia sera entonces en ltimo anlisis la de las fuerzas productivas que se desarrollan y son retomadas por cada generacin nueva, y ella es por tanto la historia del desarrollo de las fuerzas de los individuos mismos (67). Es precisamente sta la idea que expone el prefacio de 1859 a la Contribucin a la crtica de la economa poltica, en formulaciones clsicas que son consideradas como la quintaesencia del materialismo histrico: Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradiccin con las relaciones de produccin existentes o, lo que no es ms que la expresin jurdica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta all. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre as una poca de revolucin social. Y ms adelante: Ninguna formacin social desaparece antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jams aparecen nuevas y ms altas relaciones de produccin antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. [Prefacio a la Contribucin a la crtica de la economa poltica, Anteo, 7-8]

Qu es entonces lo que estos textos, y muchos otros, parecen decir? Que el verdadero elemento motor del desarrollo histrico, son las fuerzas productivas. Son ellas las que, en cierto estadio de su desarrollo, entran en contradiccin con las relaciones sociales existentes, las que no tienen [182] desarrollo propio y se convierten por tanto en trabas. Mejor an: las relaciones de produccin nuevas slo pueden surgir en la medida en que el desarrollo de las formas productivas les haya l mismo provisto sus condiciones. Es entonces forzar las cosas representar las fuerzas productivas como la sustancia viva de la sociedad y las relaciones de produccin como fuerzas pasivas, inertes por s mismas, que reciben de afuera [tanto] su ley de desarrollo como su parada de muerte? Es completamente en este sentido como Stalin presentaba la cuestin en 1937 en el captulo IV de la Historia del P.C.(b)de la U.R.S.S., de la que una parte esencial, titulada Materialismo dialctico y materialismo histrico (y que parece directamente inspirada sobre ese punto por pginas entonces clsicas de Bujarin), publicada aparte como folleto, representar el abc del marxismo para toda una generacin. Un rasgo esencial de la produccin, puede leerse all, es que sus cambios y su desarrollo comienzan siempre por el cambio y el desarrollo de las fuerzas productivas y, ante todo, de los instrumentos de produccin. Las fuerzas productivas son, por consiguiente, el elemento ms mvil y el ms revolucionario de la produccin. En primer lugar se modifican y se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad; despus, en funcin y en conformidad con esas modificaciones, se modifican las relaciones de produccin entre los hombres, sus relaciones econmicas. Ciertamente, las relaciones de produccin actan a su vez sobre el desarrollo de las fuerzas productivas, en la medida en que stas les correspondan o no, y por tanto, aceleran o ralentizan su desarrollo. Pero esto no hace sino subrayar su ausencia de verdadero dinamismo histrico. A fin de cuentas, ellas deben tarde o temprano terminar por corresponder y es esto lo que hacen efectivamente al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, al carcter de esas fuerzas productivas.

3.9 La ley de correspondencia necesaria de Stalin

Puede verse el sentido de lo que Stalin, de acuerdo, parece, con las formulaciones mismas de Marx, llam ley de correspondencia necesaria entre el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y el carcter de las relaciones de produccin. [183] Esta ley puede tanto ms fcilmente pasar por tal cuanto que tiene la elegancia de las leyes de la mecnica ms simples: y = f(x). Reposa sobre una interpretacin visible: las fuerzas productivas son la variable de la historia, las relaciones de produccin son su funcin interpretacin que esconde otra: fuerzas y relaciones de produccin son dos realidades distintas detrs de su enlace funcional, como pueden serlo por ejemplo la temperatura de una barra de hierro y su longitud. Esta doble interpretacin acarrea subrepticiamente una singular consecuencia, [y] es que la lucha de clases no es en general el motor de la historia, [sino que lo] es el desarrollo de las fuerzas productivas. En estas condiciones, la lucha de clases puede ciertamente ser la partera de nuevas relaciones de produccin, pero no podra ser su madre. Es exactamente esto lo que indica el texto de Stalin: cuando las fuerzas productivas nuevas llegan a la madurez y las antiguas relaciones de produccin se han vuelto una barrera insuperable, entonces la actividad conciente, la accin violenta de las clases revolucionarias juega un rol inmenso, pero se extinguen en su xito. La lucha de clases slo es entonces motriz a lo sumo con intermitencias. Por otra parte, es la misma manera en que Mao Ts Tung trata por la misma poca el problema en Acerca de la contradiccin. Criticando a aqullos que niegan que en toda contradiccin el aspecto principal y el aspecto secundario se convierten el uno en el otro citando el ejemplo de la contradiccin entre fuerzas y relaciones de produccin, donde segn ellos el aspecto principal estara constituido siempre por las fuerzas productivas, escribe: Es sta una concepcin propia del materialismo mecanicista y no del materialismo dialctico. S, las fuerzas productivas juegan en general el rol principal, decisivo, y el que lo niegue no es un materialista. Es preciso reconocer no obstante que en condiciones determinadas, las relaciones de produccin, as como la teora o la superestructura, pueden a su vez jugar el rol decisivo, principal. Cuando, sin modificacin de las relaciones de produccin, las fuerzas productivas ya no pueden desarrollarse, la modificacin de las relaciones de produccin juega el rol principal, decisivo.

Llevando contradiccin a la afirmacin capital segn la cual la lucha de clases es el motor de la historia, no de vez en cuando, sino permanentemente, esta interpretacin del materialismo histrico est cargada de consecuencias tericas y polticas desastrosas. Abre la va al economicismo no [184] es la lucha de clases, es el desarrollo econmico el que crea por s mismo las condiciones de la revolucin, economicismo que constitua precisamente una de las justificaciones del oportunismo de la II Internacional. Cosa extraordinaria: esta tesis contradice lo esencial del leninismo, torna inconcebible la Revolucin de Octubre misma. Reflexionando en 1923 sobre esta revolucin, Lenin la emprende contra el argumento pedantesco a ms no poder (O.L., 33, 489) segn el cual Rusia no posea las premisas econmicas objetivas para el socialismo, tesis que repiten todos los paladines de la II Internacional. Si para crear el socialismo hace falta haber alcanzado un nivel de cultura determinada (aunque nadie puede decir exactamente cul es ese nivel de cultura determinado, porque difiere en cada uno de los Estados occidentales), por qu no comenzaramos en primer lugar por conquistar revolucionariamente las condiciones previas de ese nivel determinado para, a continuacin, sustentados por un poder obrero y campesino y por el rgimen sovitico, ponernos en movimiento y alcanzar a los otros pueblos? (492) En qu libros han ledo ustedes que cambios semejantes en el orden histrico habitual son inadmisibles e imposibles? (493). La menor reflexin sobre este aspecto de la revolucin sovitica muestra que la ley de correspondencia necesaria se transforma aqu en su contrario: es a partir de la conquista revolucionaria de nuevas relaciones de produccin discordantes con el estado de una gran parte de las fuerzas productivas que fue posible no sin agudas contradicciones un poderoso desarrollo ulterior de las bases econmicas tendiente a corresponder con las exigencias del socialismo. Son los Soviets los que hicieron posible la electrificacin de todo el pas, no a la inversa.

En lugar de analizar esas contradicciones puramente originales, Stalin plantea en su texto que, una vez efectuada la revolucin socialista, las relaciones de produccin son perfectamente ajustadas al estado de las fuerzas productivas y esto en el mismo momento en que sus contradicciones hacen furor en el desarrollo de la Unin Sovitica. Segn la tesis de Stalin, las nicas contradicciones que pueden existir en el socialismo son las que mantienen desde el interior los restos agonizantes de las antiguas clases explotadoras y, desde el exterior, las conducidas por el imperialismo. Esta negacin terica de las contradicciones internas del socialismo corresponde a una segunda negacin, negacin prctica de alcance no menos inmenso: la de la democracia socialista como forma fundamental de despliegue [185] y de resolucin de esas contradicciones. As la ley de correspondencia necesaria es el pretexto a la vez para un economicismo oportunista en la lucha de clases dentro de un pas capitalista y para un economicismo burocrtico en la edificacin del socialismo. Sin duda alguna, no es as como es preciso comprender la dialctica del modo de produccin y leer el prefacio de Marx a la Contribucin.3.10 - Las relaciones de produccin, motor de la historia?De hecho, una interpretacin completamente distinta, opuesta, parece inscrita en numerosos textos de Marx y Engels. Cuando La ideologa alemana plantea que divisin del trabajo y propiedad privada son expresiones idnticas (E.Ph. 69; I.A., 31), ya abre una lnea de reflexin profunda donde las relaciones de produccin son entendidas como penetrando las fuerzas productivas bajo la forma de su organizacin y constituyendo con ellas una unidad. Marx no deja de seguir esta lnea. En Miseria de la filosofa se lee por ejemplo que el taller moderno, que reposa sobre la aplicacin de las mquinas, es una relacin social de produccin (M.Ph., 141). Generalizando esta idea, el Manifiesto entiende el despegue universal de las fuerzas productivas que caracteriza al capitalismo como el efecto de las relaciones burguesas de produccin: a diferencia de las clases anteriores, la burguesa no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de produccin (M.P.C., 35). Es entonces aqu la lgica de la explotacin capitalista del trabajo asalariado la que aparece como la madre del maquinismo industrial, la dinmica de las relaciones de produccin la que conlleva el desarrollo de las fuerzas productivas. Yendo ms lejos an en la misma va, El Capital abunda en anlisis que ponen en evidencia no slo cmo la bsqueda de la ganancia acelera o, a veces, contradictoriamente, frena el progreso tcnico, sino cmo la lucha de clases misma interviene directamente en forma permanente en la puesta en funcionamiento de nuevas fuerzas productivas por ejemplo bajo la forma de las luchas obreras por la limitacin de la jornada de trabajo, que impulsa a los capitalistas a buscar en nuevos progresos de los instrumentos y en la organizacin del trabajo el medio para reforzar la explotacin de los trabajadores y para aumentar la tasa de [186] ganancia. Se dibuja entonces una comprensin completamente diferente de la historia: no es en las fuerzas productivas, en s cosas inertes y sin voluntad, donde es preciso buscar el motor de la historia, sino en las relaciones de produccin, en la lucha de clases con intereses opuestos que impulsa el desarrollo de las fuerzas productivas o por el contrario manda su estancamiento y su regresin cuando la clase dominante tiene inters en ello y les asigna su ley. Cmo mantener en esas condiciones la idea de una primaca de las fuerzas productivas y de su dinamismo independiente?

Pero es preciso ir ms lejos an: toda distincin entre fuerzas productivas y relaciones de produccin no es en el fondo el efecto de una mala abstraccin? Las fuerzas productivas no son en s mismas relaciones de produccin? Esta es la conclusin que extrae Marx de su estudio del capitalismo. En el modo de produccin capitalista, los medios de produccin, las condiciones objetivas del trabajo material de trabajo, medios de trabajo (y medios de subsistencia) no aparecen como subsumidos al trabajador, es l quien aparece como subsumido a ellos. No es l quien los utiliza, son ellos los que lo utilizan. Y es por eso que son capital. El capital utiliza el trabajo. No son medios para este ltimo, medios para producir los productos, sea bajo la forma de medios de subsistencia inmediatos o de medios de intercambio, de mercancas. Es l quien es un medio para ellos, un medio para conservar su valor, por otra parte para valorizarlos, es decir para acrecentarlos, para absorber sobretrabajo (T.P.V., 1, 457). No son, adems, solamente esas cosas inmediatamente materiales las que se alzan frente al trabajador como capital, sino las formas del trabajo socialmente desarrollado, la cooperacin, la manufactura (forma de la divisin del trabajo), la fbrica (forma del trabajo social organizado sobre la base del maquinismo) se presentan como formas de desarrollo del capital, y () por consiguiente las fuerzas productivas del trabajo desarrolladas a partir de esas formas del trabajo social, por lo tanto igualmente la ciencia y las fuerzas naturales, se presentan como fuerzas productivas del capital. As el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo y las condiciones de ese desarrollo aparecen como accin del capital, frente a la cual el trabajador se comporta pasivamente, y la que incluso se realiza contra l (459).

Se ve claramente: lo que es inaceptable, es la idea misma [187] de fuerzas productivas en s, tcnicamente neutras en relacin a las clases sociales, espontneamente crecientes y haciendo estallar peridicamente bajo su presin relaciones de produccin pasivas. Es ms que una idea falsa, es una ideologa burguesa, que escamotea el carcter de clase de las fuerzas productivas detrs de su apariencia de datos naturales o de encarnaciones tcnicas de la Ciencia. Esta inversin completa de punto de vista acarrea a su vez inmensas consecuencias tericas y prcticas. No es el crecimiento de las fuerzas productivas el que mueve la historia, es la lucha de clases la que decide todo. Y la tarea de la revolucin socialista ya no puede en absoluto consistir en liberar el desarrollo de las fuerzas productivas destruyendo las antiguas relaciones de produccin que las trababan, sino en revolucionar las fuerzas productivas mismas instrumentos de trabajo a la ciencia que les corresponde pasando por todo el sistema de la divisin del trabajo puesto que la antigua dominacin de clase les imprimi en todas partes su carcter. La consigna central de la revolucin sera entonces la de La ideologa alemana: abolicin de la divisin del trabajo (E.Ph., 82; I.A., 62; E.Ph., 88; I.A., 445), como condicin determinante del comunismo. 3.11 El desarrollo de las fuerzas productivas como fuente de la alienacin

Un texto de Stalin expresa en suma perfectamente la ilusin de la que el marxismo tendra que desembarazarse. En Sobre el marxismo en lingstica, escribe que las mquinas, indiferentes respecto a las clases as como lo es la lengua, pueden servir igualmente al rgimen capitalista y al rgimen socialista, lo que comenta de esta manera: Haba entre nosotros, en un momento dado, marxistas que pretendan que los ferrocarriles que quedaron en nuestro pas despus de la Revolucin de Octubre eran ferrocarriles burgueses; que no nos convena a nosotros, marxistas, servirnos de ellos; que era preciso desmantelarlos y construirlos de nuevo, ferrocarriles proletarios. Esto les vali el apodo de trogloditas Va de suyo que esos puntos de vista de un anarquismo primitivo sobre la sociedad, sobre las clases, sobre la lengua, no tienen nada en comn con el marxismo. Esos trogloditas no seran en realidad mucho mejores marxistas [188] que Stalin? Esto es lo que sostiene toda una corriente contempornea de crtica del marxismo en nombre del marxismo. La divisin capitalista del trabajo es la fuente de todas las alienaciones, afirma desde su primera lnea un libro representativo de esta corriente; son las herramientas mismas producidas por esta divisin del trabajo las que se trata de destruir. La gran tarea de nuestra poca es la de cuestionar de una manera radical todas las formas de sociedad industrial.

Partiendo, parece, de una relectura correcta de Marx, nos unimos entonces por una transicin insensible al campo de los que denuncian al socialismo marxista como tan opresivo en el fondo como el capitalismo, porque ataca la apropiacin capitalista de los medios de produccin y de cambio, lo que no sera sin importancia, y no a esos medios mismos. Ah residira la mistificacin por excelencia: la que consiste en creer que la frustracin actual se debe principalmente a la propiedad de los medios de produccin. La propiedad colectiva de las herramientas puede tener dos efectos diametralmente opuestos: puede subordinar las relaciones sociales a las exigencias de las herramientas poniendo a los hombres al servicio de las mquinas de una manera an mucho ms eficaz que el capitalismo. Tal es la esencia del estalinismo. A la inversa, la propiedad colectiva de las herramientas puede significar que la comunidad se compromete a utilizar las herramientas de manera de promover relaciones sociales amigables. Pero en este caso, se compromete a renunciar, a la mayor brevedad posible y sea cual fuere su costo, a las grandes unidades que producen a gran escala, en la medida en que esas grandes unidades, por eficientes que sean, requieren un tipo de organizacin incompatible con la buena convivencia. La revolucin a la orden del da en este fin del siglo XX sera de otro modo ms importante que la revolucin socialista: es la que consistira en renunciar al crecimiento de las fuerzas productivas, en descubrir la pobreza voluntaria y la renuncia alegre, condicin del reino de la libertad.

En esta revolucin, la clase obrera no tiene ningn rol particular que jugar; sin duda ella misma es ms bien reaccionaria en la medida en que est vinculada a las fuerzas productivas industriales e impulsa por sus reivindicaciones al productivismo. No, el desenlace depende de la aparicin de elites nuevas, de hombres y mujeres que no pueden definirse en trminos de clase y [que] no forman ningn partido, pero cuya oposicin continua a la burocracia es la nica manera posible de evitar que la revolucin se transforme ella misma en [189] institucin. Ya no subsiste entonces ni una pizca de marxismo en esta ideologa que invoca a veces al principio de la verdadera leccin de Marx contra los marxistas dogmticos, productivistas y totalitarios. Se trata, de hecho, de una ideologa caracterizada como distraccin [respecto] al anlisis real de la crisis del capitalismo, a la lucha por la transformacin real de la sociedad, a la perspectiva del socialismo democrtico que madura obstinadamente en los pases capitalistas avanzados. Es una muy claramente inspirada tentativa de desviar hacia los callejones sin salida del crecimiento cero, pintando con los colores de un naturalismo reaccionario las nuevas fuerzas que comienzan a entrever la condicin fundamental para resolver la formidable acumulacin de contradicciones actual: abolir el modo de produccin capitalista. 3.12 Identidad y diferencia dentro del modo de produccin

Tal es pues el dilema aparentemente insoluble al que nos conduce en su doble enunciado este segundo principio del materialismo histrico: cmo comprender las relaciones reales entre fuerzas productivas y relaciones de produccin, entre el rol motor de su contradiccin y el de la lucha de clases? Consideremos aqu el problema desde el punto de vista del modo general de pensamiento terico que est ah implicado, [que] de hecho es el de la naturaleza de la contradiccin dialctica, en el sentido materialista del trmino. Como bien lo seal Lenin en su lectura marxista de Hegel, comprender la contradiccin en la esencia misma de las cosas, es comprender la unidad de los contrarios al mismo tiempo que la gnesis inmanente de las diferencias (O.L., 38, 95). Ah reside la base de la contradiccin dialctica, y es precisamente esta base la que expresa la frmula: unidad, identidad de los contrarios, (245). Debilitar el alcance tanto de la unidad de las diferencias como de la diferencia dentro de la unidad, es falsear todo el anlisis, deformar subjetivamente la lgica objetiva de la contradiccin. En el problema que nos ocupa, la interpretacin de la correspondencia entre fuerzas y relaciones de produccin codificada por Stalin sustituye la unidad, la identidad dialctica de los contrarios, por una interaccin entre realidades separadas, reduciendo el proceso histrico a un mecanismo de ejecucin peridica de relaciones de produccin pasivas a [190] partir de un crecimiento autnomo de las fuerzas productivas. Inversamente, la ideologa de la contra-revolucin industrial, que pone en la misma bolsa capitalismo y socialismo en nombre de la identidad tecnolgica de sus fuerzas productivas, borra la dualidad entre trminos cuya relacin ella reduce a la unidad, sustituyendo as la contradiccin real dentro de esta unidad, [y] en consecuencia la lucha de clases, por la expresin de deseos de una civilizacin distinta que invierta el curso del desarrollo de las fuerzas productivas, del salto a otra unidad utpica que, con el anlisis, revela ser sencillamente la idealizacin reaccionaria de formas histricas anteriores disueltas por el movimiento mismo del capitalismo.

Para comprender verdaderamente la dialctica de desarrollo del modo de produccin, nada es entonces ms importante, desde el punto de vista terico, que representarse tan justamente como sea posible la unidad y la dualidad y la identidad y la diferencia. El punto del que es preciso partir, tanto lgica como histricamente, no es la diferencia entre fuerzas y relaciones de produccin, como si se tratara de dos realidades exteriores una a la otra cuya unidad sera segunda y secundaria; pero no lo es ms su identidad, como si su diferencia fuera slo introducida de manera subjetiva por el pensamiento analtico. De lo que es preciso partir, si se ha asimilado la dialctica, es de la identidad que incluye la diferencia, la diferencia que implica la identidad, la unidad de la diferencia y de la identidad. El concepto de esta unidad global, que aparece por lo tanto como el concepto ms fundamental de la ciencia de la historia, es el de modo de produccin. Fuerzas productivas y relaciones de produccin no son sino abstracciones fuera de su unidad contradictoria dentro de un modo de produccin histricamente determinado. Y su unidad no consiste solamente en su inseparabilidad: no fuerzas productivas sin relaciones de produccin, no relaciones de produccin sin fuerzas productivas, sino en el hecho de que ellas se interpenetran al punto de constituir en ciertos aspectos una identidad.

En efecto, consideremos los tres elementos, los tres momentos simples y abstractos (Cap.,I,1,181) constitutivos de las fuerzas productivas: la naturaleza, los instrumentos de trabajo y los hombres en tanto productores. Cada uno de ellos es en cierto sentido idntico a las relaciones de produccin. La naturaleza, ciertamente, es en s misma independiente de todo modo de produccin particular. Pero es el modo de produccin el que recorta, en el conjunto que ella constituye, la naturaleza en tanto [191] fuerza productiva concreta que le corresponde as los recursos del subsuelo o las cadas de agua slo comienzan a existir en tanto fuerzas productivas en un estadio dado del desarrollo econmico. Es por eso que tal como ella se presenta hoy, salvo tal vez en algunos atolones australianos de formacin reciente (I.A., 26), la naturaleza es de hecho el producto de innumerables procesos de trabajo anteriores, y lleva en todas partes la marca de las relaciones de produccin que se han sucedido a travs de la historia: un paisaje de planicie o un bosquecillo, un desierto erizado de torres de perforacin traducen un modo de propiedad agraria o una fase caracterstica del imperialismo. Con mayor razn los instrumentos de produccin no son simples cosas, sino relaciones sociales. No existen medios de produccin en s: Rotaciones de cultivos, abonos artificiales, mquina de vapor, tejedora mecnica no pueden ser separados de la produccin capitalista, tampoco las herramientas del salvaje y del brbaro pueden serlo de su produccin. (Cor.ch., 389). Los medios de produccin creados por la revolucin industrial del siglo XIX son relaciones burguesas de produccin, relaciones de produccin de la sociedad burguesa. Y de la misma manera la fuerza colectiva del trabajo, su carcter de trabajo social, es pues la fuerza colectiva del capital. Lo mismo vale para la ciencia. Y para la divisin del trabajo, en tanto aparece como divisin de los empleos e intercambio correspondiente a stos. Todas las fuerzas sociales de la produccin son fuerzas productivas del capital, que aparece pues como su propsito. (Gr., 2, 75) Por lo que se refiere a los hombres en tanto productores histricamente concretos esclavos, siervos, artesanos, proletarios, el modo de desarrollo de sus capacidades y de sus necesidades, la forma histrica de su individualidad son el efecto directo de relaciones determinadas de produccin, por lo tanto tambin de distribucin y de consumo. Cada modo de produccin se distingue de los otros no slo por lo que produce y su modo particular de producirlo, sino por el tipo de produccin que engendra. As las fuerzas productivas, consideradas no en abstracto sino en su realidad histrica, son todas en s mismas relaciones sociales, relaciones de produccin. [192] 3.13 Mediacin y tercer trmino. La divisin tcnica del trabajo

Pero entonces, si las fuerzas productivas son ellas mismas relaciones de produccin, es necesario plantear pura y simplemente su identidad, a la manera de un hegeliano? (C.C., 159) No. La conclusin a la que llegamos no es que unas y otras se confunden, sino que son miembros de una totalidad, diferencias dentro de una unidad. (165) Dicho de otro modo, como seala Marx en su introduccin de 1857, la dialctica de los conceptos fuerza productiva (medios de produccin) y relacin de produccin es una dialctica cuyos lmites estn por determinar[se] y que no suprime las diferencias reales. (E.Ph., 114; C.C., 174) Cmo formular esta diferencia real? Es, no la de dos cosas, sino la de dos rdenes de relaciones. Describir un modo de produccin haciendo el inventario de sus fuerzas productivas, es considerarlo como un modo de relaciones de los hombres con la naturaleza. Describirlo caracterizando las relaciones de produccin, es considerarlo como un modo de relaciones de los hombres entre s. Su diferencia no es la exterioridad de dos tipos de cosas sino la dualidad de dos rdenes de relaciones al interior de una misma realidad. Es por eso que un aspecto dado de un modo de produccin, por ejemplo el maquinismo industrial capitalista, puede ser a la vez fuerza productiva y relacin de produccin en tanto modo de combinacin de los hombres entre s dentro de la actividad productiva.

Vemos aqu hasta qu punto el espritu de la clasificacin lgica comn (una cosa es o bien esto, o bien aquello) deja escapar la dialctica de la realidad contradictoria (una relacin es a la vez relacin con esto y relacin con aquello). Una concretizacin particularmente significativa de la identidad de los contrarios que persiste a travs de su diferencia e incluso su oposicin es la existencia de un tercer trmino, forma particular considerada como su generalidad comn por ejemplo la identidad persistente del trabajo material y del trabajo intelectual se manifiesta bajo la forma de medios materiales del trabajo intelectual. La dialctica materialista, vimos [ver 1.19], no slo no rechaza la existencia de terceros trminos, sino que permite comprenderlos en su materialidad histrica, por oposicin a la interpretacin idealista y conservadora que les da Hegel [ver 2.8]. Para Hegel, el tercer trmino realiza la mediacin [193] de los contrarios, es decir la superacin de la contradiccin en una unidad superior sin que haya ninguna necesidad de suprimir sus bases materiales: ah reside el fondo mistificado y mistificador de su dialctica. Lo que Marx descubri es que el tercer trmino, lejos de representar por s mismo la superacin de la contradiccin, es por el contrario, en tanto expresin concentrada de la identidad de los contrarios, un lugar suplementario y central de su lucha, destinado l mismo a una funcin completamente diferente, o a la desaparicin, cuando la contradiccin haya sido ella misma formal o materialmente abolida en provecho de un nuevo modo de unidad entre los contrarios o de su reemplazo por una nueva unidad.

En el caso que aqu nos ocupa, el tercer trmino est constituido por el aspecto de las fuerzas productivas que es directamente una relacin de produccin, o, lo que es lo mismo, por el aspecto de las relaciones de produccin que es directamente una fuerza productiva, es decir por el conjunto de las formas de la divisin tcnica del trabajo. En tanto modo eficaz de combinacin de los instrumentos de produccin y de los trabajadores mismos, la divisin tcnica del trabajo es una fuerza productiva, e incluso por ejemplo en el capitalismo, bajo la forma de la manufactura, despus la de la fbrica, despus la de la gran empresa de hoy la ms decisiva de las fuerzas productivas. Pero al mismo tiempo, lejos de ser socialmente neutra, materializa las relaciones de produccin, las relaciones de clase, en tanto modo de subordinacin del proceso de trabajo y de produccin a los intereses de la clase poseedora. Ella es la divisin del trabajo considerada como trabajo creador de valores de uso (C. C., 29), es decir a la vez la forma inmediata que toman las relaciones de clase dentro del aparato productivo y la forma inmediata bajo la cual las fuerzas productivas son relaciones sociales. De este modo, es el lugar inmediato de la contradiccin entre la forma de las relaciones de los hombres con la naturaleza y la forma de su relacin social entre ellos, un concentrado de esta contradiccin. Es por eso que en el capitalismo la divisin tcnica del trabajo es ella misma puramente contradictoria: su forma ms general es la de la oposicin entre el despotismo de la produccin del taller y la anarqua de la produccin en el conjunto de la sociedad. (Cf. Cap, I, 2, 46; A.D., 310) Todo esto es de una importancia determinante para comprender el rol respectivo de las fuerzas y de las relaciones de produccin, es decir para sacar en claro la cuestin del motor de la historia.

[194] 3.14 Rol decisivo de las relaciones de produccin, rol fundamental de las fuerzas productivasLa dificultad se debe al hecho de que el rol de las fuerzas productivas y el de las relaciones de produccin es sin lugar a dudas [para] ambas y permanentemente, [el de] determinantes. Por una primera parte, las fuerzas productivas, que no son y en el capitalismo menos que en cualquier otro modo de produccin fuerzas en s tendentes a satisfacer necesidades abstractas sino medios de explotacin de los trabajadores, no se desarrollan de manera espontnea ni socialmente neutra, sino sobre la base de intereses de clase que ellas ponen en juego, y son pues a lo largo de su desarrollo determinadas por las relaciones de produccin. Pero recprocamente las relaciones de produccin son constantemente determinadas en su evolucin por las fuerzas productivas, porque stas, por no ser socialmente neutras ni dotadas de desarrollo espontneo, no son elementos inertes ni indefinidamente maleables. Precisamente porque constituye la materializacin de intereses de clase en un sistema de relaciones de los hombres con la naturaleza, el aparato productivo tiene sus propias exigencias objetivas, y su desarrollo obedece a la necesidad natural, a las leyes de la tecnologa. El trabajo se organiza, se divide de otro modo segn los instrumentos de que dispone. El molino de fuerza supone otra divisin del trabajo que el molino de vapor. (M.Ph., 140) En el maquinismo industrial, el carcter cooperativo del trabajo se vuelve una necesidad tcnica dictada por la naturaleza misma de su medio. (Cap., I,2,69) As, dentro de la unidad del modo de produccin, dos necesidades entran en conflicto porque son a la vez relaciones heterogneas una respecto de la otra y sin embargo obligadas a constituir una unidad en la divisin tcnica del trabajo, forma inmediata de la unidad del modo de produccin. Cada una tiene su ley propia en la medida en que se la considere de manera independiente. La historia de las fuerzas productivas tiene su lgica de desarrollo al igual que la evolucin de las formas biolgicas, pero la historia de las relaciones de produccin, y a travs de ella la clase poseedora, escoge permanentemente, a travs de una infinidad de luchas econmicas, polticas e ideolgicas, de contradicciones secundarias y casualidades, los desarrollos posibles de las fuerzas productivas que le convienen. As su rol parece decisivo, pero sobre la base del rol fundamental de las fuerzas productivas.

[195] Para pensar esta diferencia de lo fundamental y de lo decisivo en su significacin conceptual precisa, es preciso dilucidar las categoras de posibilidad, de necesidad y de realidad. Desde el punto de vista que nos interesa aqu, la clave de esta dilucidacin es la distincin entre posibilidad (o imposibilidad) formal, es decir todava puramente lgica, que define abstractamente las vas diversas o incluso contradictorias abiertas al desarrollo necesario (as, formalmente, una contradiccin puede desarrollarse hasta su resolucin, o girar sobre s misma quedando bloqueada, e incluso estallar liberando sus contrarios como dos realidades separadas), y posibilidad (o imposibilidad) real, es decir histricamente concreta, que define las condiciones bajo las cuales una simple eventualidad puede volverse realidad, una necesidad an puramente terica transformarse en necesidad prctica. Lo que determinan las fuerzas productivas, son las posibilidades o imposibilidades formales del desarrollo histrico. Es en este sentido que juegan un papel fundamental: en perodos largos, lo que se realiza en la historia tiende necesariamente a concordar con lo que ellas permiten y lo que excluyen. As, en un estado dado de las fuerzas productivas, tal tipo de relaciones de produccin es prcticamente imposible, tal otro tiende a volverse inevitable. Este papel es tanto ms fundamental cuanto que el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas no determina el movimiento de las relaciones de produccin de manera solamente externa (como en la ley de correspondencia mecanicista imaginada por Stalin), sino interna: la evolucin de la relacin de fuerzas de clase presentes depende ella misma en ltimo anlisis del desarrollo de las fuerzas productivas. Como lo subrayaron muchas veces Marx y Engels (ver por ejemplo A.D., 210, 317), el hecho mismo de que la sociedad est dividida en clases antagnicas es una consecuencia necesaria del dbil desarrollo de la produccin, [y] ser barrido por la historia cuando todas las fuentes de la riqueza colectiva surjan con abundancia (C.G., 32). A partir de ahora, segn la frase luminosa del Manifiesto, desarrollando la gran produccin industrial y con ella el proletariado moderno, la burguesa produce ante todo a sus propios sepultureros y es por eso que su cada y la victoria del proletariado son igualmente inevitables (M.P.C., 47; cf. Cap.,I,3,87-8). Desconocer o minimizar el rol fundamental de las fuerzas productivas, y a travs de l la relacin fundamental de los hombres con la naturaleza, como se lo hace desde diversos lados en nombre del marxismo, nos conduce infaliblemente [196] al idealismo, es decir, en poltica, al subjetivismo, al voluntarismo, al utopismo.

Simultneamente, las relaciones de produccin juegan un rol histrico decisivo, determinando entre las posibilidades formales resultantes de un estado dado de las fuerzas productivas las que van a realizarse, bajo qu formas, en qu sentido, a qu ritmo. Ese rol es tanto ms concretamente decisivo cuanto que no determina slo el movimiento de las fuerzas productivas de manera externa, sino interna, bajo la forma de la poltica econmica, apuesta capital de la lucha de clases adversarias por el poder, ya que expresa directamente el potencial de la nacin, la vida concreta de las masas, el desarrollo de los individuos. Desconocer o minimizar el rol decisivo de las relaciones de produccin, y a travs de l el rol decisivo de la lucha de clases, como lo hicieron en contextos opuestos la socialdemocracia y la dogmatizacin estalinista del marxismo, nos conduce infaliblemente al materialismo vulgar, economicista as pues idealista en lo alto es decir, en poltica, al oportunismo, al tecnocratismo, al burocratismo. Se comprende desde entonces hasta qu punto es vana la cuestin de saber, respecto a las fuerzas y a las relaciones de produccin, cules son en ltimo anlisis el motor de la historia. Este motor no reside en uno o en otro trmino tomado por separado, sino en su contradiccin. La forma ms directa de esta contradiccin es la lucha de clases. En el fondo, esas dos formulaciones son idnticas. Porque la clase laboriosa no es slo una de las partes de las relaciones de produccin, sino tambin, pero en primer lugar, la principal fuerza productiva. Es por eso que la lucha de clases no representa solamente la contradiccin interna de las relaciones de produccin consigo mismas; representa al mismo tiempo, segn la frmula de Engels, la rebelin de las fuerzas productivas contra el modo de produccin (A.D., 313), y por consiguiente la contradiccin en su conjunto. 3.15 La dialctica de conjunto del modo de produccin y de su desarrollo histricoCmo se presenta pues el movimiento dialctico del modo de produccin en general? El desarrollo de las fuerzas productivas es, desde el punto de vista de sus posibilidades formales, un proceso interiormente ilimitado porque, si cada uno de los recursos [197] naturales, cada uno de los procesos tecnolgicos en particular es finito, la naturaleza en general es infinita (El electrn es tan inagotable como el tomo, T.Ph., 173; O.L., 14, 273) y el desarrollo de las capacidades humanas se ha emancipado, con la produccin material, de las limitaciones animales. Pero las relaciones de produccin, en todas las sociedades de clase, reposan sobre contradicciones antagnicas, es decir indicacin todava parcial (ver 6.16) donde uno de los contrarios tropieza en su desarrollo con la oposicin irreconciliable del otro, que por naturaleza obstaculiza el pasaje a una forma superior, ms amplia. As el crecimiento potencialmente ilimitado de las fuerzas productivas se realiza a travs de una serie de fases sociales que, regidas por intereses de clase particulares, encuentran dentro de s mismas un lmite en el camino hacia el desarrollo universal. La historia de las fuerzas productivas no tiene pues un carcter lineal: cada uno de sus estadios, luego de una fase de desarrollo sobre la base de un modo de produccin dado, encuentra en las relaciones de produccin trabas que deben ser destruidas para que el desarrollo pueda proseguir de otra manera sobre la base de otro modo de produccin, liberado del antagonismo anterior. Esto es lo que Marx expresa a travs de una metfora vegetal: la evolucin no se efecta solamente a partir de la antigua base, sino [que] hubo desarrollo de esta base misma. El mximo desarrollo de esta misma base (la floracin en la que se transforma; pero es siempre esta base, esta misma planta en tanto floracin; es por eso que ella se marchita despus de la floracin, y a continuacin de la floracin) es el punto en que fue ella misma elaborada hasta tomar la forma en la cual es compatible con el desarrollo mximo de las fuerzas productivas, y as lo mismo con el desarrollo ms rico de los individuos. Cuando es alcanzado este punto, la continuacin del desarrollo aparece como una declinacin, y el nuevo desarrollo comienza sobre una nueva base (Gr., 2, 33).

Desde el punto de vista lgico, la contradiccin de las fuerzas y de las relaciones de produccin corresponde en este sentido a la dialctica del contenido y de la forma, dialctica siempre presente en la o