lothengate

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Lothengate: Los tulipanes del alba. En tierras lejanas existe un enorme castillo, imponente ante aquel acantilado de roca solida al final de la montaña. Era conocido Lothengate, en cada uno de los rincones se escondían hermosas muestras de diseño con finos acabados y reluciente mampostería. Todos los moradores conocían bien los peligros del lugar y por ello nadie se alejaba de aquellas murallas, este era la causa que todo se mantuviera tan reluciente y cuidado en un orden armónico. Pero lo eclipsante del reino eran los jardines reales, más de 100 secciones eran colmadas entre los frutos más dulces y con centenares flores de embriagante aroma como ningún hombre hubiera soñado jamás. Por supuesto la joya se encontraba en el centro con aquel pequeño quiosco adornado en dos imponentes arcángeles a los lados, de facciones robustas y un aura majestuosa legada de generaciones reales. Pero el verdadero estremecer se veía al observar el rededor completamente adornado por tulipanes de todos los colores. Ese era el lugar favorito de la damisela del castillo, y cada amanecer se sentaba a esperar los primeros rayos del sol y en un vago intento, capturar la belleza desprendida de aquellos jardines bañados en la calidez del día. Por muchos años, lo intento sin remedio alguno, su habilidad no podía igualar a lo inmaculado de las escenas que bailaban frente a sus ojos. Impaciente por capturar lo que nadie más podría tener, mando llamar a los mejores artistas del reino.

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Pequeño cuento de

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Page 1: Lothengate

Lothengate: Los tulipanes del alba.

En tierras lejanas existe un enorme castillo, imponente ante aquel acantilado de roca solida al final de la montaña. Era conocido Lothengate, en cada uno de los rincones se escondían hermosas muestras de diseño con finos acabados y reluciente mampostería.

Todos los moradores conocían bien los peligros del lugar y por ello nadie se alejaba de aquellas murallas, este era la causa que todo se mantuviera tan reluciente y cuidado en un orden armónico.

Pero lo eclipsante del reino eran los jardines reales, más de 100 secciones eran colmadas entre los frutos más dulces y con centenares flores de embriagante aroma como ningún hombre hubiera soñado jamás.

Por supuesto la joya se encontraba en el centro con aquel pequeño quiosco adornado en dos imponentes arcángeles a los lados, de facciones robustas y un aura majestuosa legada de generaciones reales. Pero el verdadero estremecer se veía al observar el rededor completamente adornado por tulipanes de todos los colores.

Ese era el lugar favorito de la damisela del castillo, y cada amanecer se sentaba a esperar los primeros rayos del sol y en un vago intento, capturar la belleza desprendida de aquellos jardines bañados en la calidez del día.

Por muchos años, lo intento sin remedio alguno, su habilidad no podía igualar a lo inmaculado de las escenas que bailaban frente a sus ojos. Impaciente por capturar lo que nadie más podría tener, mando llamar a los mejores artistas del reino.

Pero nadie logro dicha hazaña y la damisela cada día desesperaba más, así que en un último arrebato para preservar todo lo que amaba, hablo con el hechicero de la corte, le pidió que detuviera el tiempo, que le permitiera estar eternamente hipnotizada por el aurora del sol y sentir en su piel la suave temperatura propia de quienes se aman.

El viejo sabio al ver sus jóvenes facciones no puso en duda aquel ruego y accedió a la petición. Todos fueron avisados de las acciones que emprendería el reino y al llegar el ocaso, todos prepararon sus casas,

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limpiaron las calles, cortaron los arbustos y se aseguraron de que todo fuera surrealista casi onírico.

Cercana la hora de salir el sol, la damisela se colocó en aquel quiosco donde siempre persiguió su sueño, en el salón principal estaba conglomerada toda la corte lista para detener el tiempo.

Con las primeras caricias matutinas, se volvía todo más lento, los pájaros callaron, las flores permanecieron quietas a pesar de la brisa y en aquellas enormes paredes todo fue quietud.

Cuenta la historia que Lothengate, sigue ahí, parada en el tiempo, esperando por quien sea capaz de completar el deseo de la hermosa dama que descansa con una sonrisa en el rostro, rodeada por miles de tulipanes multicolores.