los nuevos herederos de zapata

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Los nuevos herederos de Zapata Un siglo en la resistencia 1918-2018 ARMANDO BARTRA HISTORIA

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Los nuevos herederos de ZapataUn siglo en la resistencia

1918-2018

ARMANDO BARTRA

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ARMANDO BARTRA (Barcelona, 1941) es un filósofo, sociólogo y catedrático considerado fundamental para el estu-dio de la cuestión campesina en Méxi-co y América Latina. Doctor honoris causa por la Universidad de Córdoba, Argentina, fue profesor de la Univer-sidad Nacional Autónoma de México y de la Escuela Nacional de Antropo-logía e Historia; actualmente es pro-fesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana. Colabora-dor recurrente en distintos medios, ha publicado numerosas obras, entre las que se cuentan El capital en su labe-rinto. De la renta de la tierra a la renta de la vida (2006), Campesindios. Aproxi-maciones a los campesinos de un conti-nente colonizado (2010) y El hombre de hierro. Los límites sociales y naturales del capital (2014).

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SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

LOS NUEVOS HEREDEROS DE ZAPATA

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ARMANDO BARTRA

Los nuevos herederosde Zapata

Un siglo en la resistencia 1918-2018

INSTITUTO NACIONAL DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LAS REVOLUCIONES DE MÉXICO

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Page 7: Los nuevos herederos de Zapata

Primera edición, 2019

[Primera edición en libro electrónico, 2020]

Bartra, Armando Los nuevos herederos de Zapata. Un siglo en la resistencia 1918-2018 /

Arman do Bartra. — México : FCE, INEHRM, 2019.360 p. ; 21 × 14 cm — (Sección de Obras de Historia) ISBN 978-607-16-6270-5

1. Tenencia de la tierra — México — 1918-2018 2. Campesinos — Subleva-ciones — México — 1918-2018 3. Agricultura — Estado — México — 1918-2018 4. Zapata, Emiliano — 1918-2018 5. Historia — México — 1918-2018 I. Ser. II. t.

LC HD1531.M6 Dewey 346.044 B133h

Diseño e ilustración de portada: Laura Esponda Aguilar

D. R. © 2019, Fondo de Cultura EconómicaCarretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de Méxicowww.fondodeculturaeconomica.comComentarios: [email protected].: 55-5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-6270-5 (rústico)ISBN 978-607-16-6538-6 (electrónico-pdf)

Hecho en México • Made in Mexico

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SUMARIO

Prólogo a la cuarta edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Noticia sobre estos nuevos herederos de Zapata . . . . . . . . . . 11Siglas y acrónimos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15Introducción. De cómo se escamotea una historia . . . . . . . 19

I. De la utopía conservadora a la utopía revolucionaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 II. La creación de un nuevo campesinado . . . . . . . . . . . . 29 III. Entre la sumisión y la independencia. El movimiento campesino en los años veinte . . . . . 42 IV. Los campesinos contra el agrarismo hecho gobierno. La cristiada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60 V. El cardenismo: ascenso social y coyuntura . . . . . . . 89 VI. A la defensiva: contrarreforma agraria y refl ujo campesino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 VII. El medio siglo. Otra vez por la tierra . . . . . . . . . . . . . . 117 VIII. Los años setenta y ochenta del siglo xx. Zapata cabalga de nuevo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 IX. El movimiento campesino entre dos siglos . . . . . . . 216 X. Originarios: del congreso indígena de 1974 a la Marcha del Color de la Tierra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244 XI. En el tercer milenio: ¡El campo no aguanta más! . . 257 XII. El movimiento campesino durante el gobierno de Calderón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275 XIII. En el torbellino mexicano. El regreso del PRI al poder y los movimientos rurales . . . . . . . . . . . . . . . 296

Colofón. ¿Apocalípticos o integrados? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339

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PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN

Y cuando despertó,los campesinos seguían ahí.

Este es un libro despeinado, como decía Montaigne de sus cé-lebres ensayos. Además, es un texto escrito a empellones pues lo redacté en tr es sentadas: una a principios de los años ochen-ta del pasado siglo, otra al término de la primera década de la nueva centuria, y el último jalón se lo di ocho años después, en la inminencia de las elecciones de 2018.

Su primera versión, titulada Los herederos de Zapata. Movi-mientos campesinos posrevolucionarios en México. 1920-1980, publicada en 1985, la escribí al calor de las nuevas luchas por la tierra desatadas más de 10 años antes y que todavía alenta-ban. La segunda edición, aparecida en 2012, lleva por nombre Los nuevos herederos de Zapata. Campesinos en movimiento. 1920-2012, y contiene cuatro capítulos adicionales redactados cuando los labriegos que habían signado el Acuerdo Nacional para el Campo, tras 10 años de incumplimientos y convencidos de que era inútil pactar con gobiernos neoliberales, afi naban el llamado Plan de Ayala para el Siglo XXI, que debía fi rmar Andrés Manuel López Obrador, candidato de las izquierdas a la presidencia de la República.

La tercera edición, que hizo la Brigada para leer en li-bertad y fue de distribución gratuita, lleva el mismo nombre que la anterior, y apareció en 2019 con un capítulo nuevo que da cuenta de los movimientos rurales que acompañaron el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la pre-sidencia de la república. La crónica concluye al cerrarse sim-bólicamente el ciclo de 100 años, poco antes de las elecciones de 2018.

La presente edición, que lleva por título Los nuevos herede-ros de Zapata. Un siglo en la resistencia. 1918-2018, da cuenta de una centuria de lucha campesina ininterrumpida. Tozudo trajinar de unas mujeres y hombres de la tierra, cuya extinción

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10 PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN

pronosticaron de antiguo la historia, la economía y la sociolo-gía pero que siguen ahí, terqueando. No son iguales que los de antes pero son los mismos. Y por lo visto piensan seguir ahí, como el proverbial dinosaurio.

La presente narración histórica es un testimonio de su per-sistencia… Y en cierto modo de la mía, pues casi la mitad del recorrido que relato lo caminé con ellos, a quienes acompaño desde principios de los setenta del siglo pasado. Como produc-to de un acompañamiento militante, el texto peca de laxitud en las referencias bibliográfi cas, que no de análisis puntuales y alguna refl exión.

San Andrés Totoltepec, MéxicoMarzo de 2018

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NOTICIA SOBRE ESTOS NUEVOS HEREDEROS DE ZAPATA

Me tropecé con los campesinos en los agitados años setenta del siglo pasado, en que las insurgencias populares entraban al relevo del movimiento estudiantil del 68.

Por entonces los rústicos andaban muy alebrestados: unos tomando ingenios en Veracruz o bloqueando la salida de ma-dera de la Sierra Juárez de Oaxaca, otros “recuperando” lati-fundios en todo el país y unos más echando tiros en las mon-tañas de Guerrero.

Alentados por los sobrevivientes de la División del Norte y el Ejército Liberador del Sur, los revoltosos del campo re-vivían el zapatismo y el villismo acompañados por jóvenes urbanos o semiurbanizados como Efrén Capiz, que había es-tudiado leyes y trajinaba en Michoacán; el estudiante de ar-quitectura Arturo Albores, que se había ido a Chiapas; el eco-nomista Emilio García, que entonces se llamaba Plutarco y trabajaba en Morelos; el normalista Joel Aquino —el entra-ñable Benito—, que había regresado a su natal Yalalag, en Oaxaca.

A mí me daba por escribir y pronto empecé a dejar cons-tancia de los movimientos en curso. Aunque algunos de mis textos aparecieron en publicaciones universitarias, su cometi-do no era académico sino estrictamente político: ayudar a darle rumbo a la lucha desentrañando el curso de los comba-tes y la densidad de su circunstancia.

Algunos artículos referidos al movimiento agrario apa-recieron en panfl etos de difusión popular, pero en 1977 pu bli-qué en una revista académica “Seis años de lucha campesina”,1 y en 1978 el librito titulado Apuntes sobre la cuestión campe-

1 Armando Bartra, “Seis años de lucha campesina”, Investigación Econó-mica, nueva época, Revista de la Facultad de Economía de la UNAM, núm. 3, julio-septiembre de 1977, pp. 157-209.

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12 NOTICIA SOBRE ESTOS NUEVOS HEREDEROS DE ZAPATA

sina.2 Al año siguiente apareció “El panorama agrario en los setenta”,3 y en 1980, “Crisis agraria y movimiento campesino en los setenta”.4 Tiempo después comencé a ocuparme de los antecedentes históricos del movimiento rural en curso en ensa-yos como “Cien años de lucha campesina a vuelo de pájaro”,5 y en 1985 apareció Los herederos de Zapata. Movimientos cam-pe sinos posrevolucionarios en México,6 que refunde refl exiones anteriores.

Integré Los herederos durante 1984 en el punto más alto de la confrontación entre el movimiento campesino neozapatista y la administración de Miguel de la Madrid Hurtado, el primer gobierno postagrarista del siglo XX mexicano. Ese año la Coor-dinadora Nacional Plan de Ayala convocó a una marcha desde todos los estados de la república, que culminó el 10 de abril con la toma simbólica de la capital por 100 000 campe sinos enca-bezados por ex combatientes del Ejército Liberador del Sur, como don Longino Rojas y don Victorino Jiménez. En medio de esas calenturas el libro no podía ser académico. No lo es, y se le nota: la bibliografía empleada me sigue pareciendo acep-table dadas las circunstancias, y otras fuentes, incluidas las de primera mano, resultan bastante pertinentes, pero falla el apa-rato crítico y con frecuencia faltan las referencias. Ni modo. A estas alturas rehacerlo es tarea imposible.

Hace años la editorial Era dejó de reimprimir Los herede-ros y a principios de 2012 se presentó la oportunidad de hacer una nueva edición actualizada. Como en 1984, con la primera versión, para integrar esta segunda eché mano de los nume-rosos artículos con que en años recientes he tratado de dar

2 Armando Bartra, Apuntes sobre la cuestión campesina, Departamento de Estudios Económicos y Sociales, Centro de Investigaciones Regionales, Uni-versidad de Yucatán, 1978; 2ª ed., Editorial Macehual y Comité de Publicacio-nes de los Alumnos de la ENAH, 1979.

3 Armando Bartra, “El panorama agrario en los setenta”, Investigación Económica, núm. 150, vol. XXXVIII, octubre-diciembre de 1979, pp. 179-236.

4 Armando Bartra, “Crisis agraria y movimiento campesino en los seten-ta”, Cuadernos Agrarios, núm. 10-11, año 5, diciembre de 1980, pp. 15-66.

5 Armando Bartra, “Cien años de lucha campesina a vuelo de pájaro”, Historias, núm. 8-9, enero-junio de 1985, INAH, pp. 29-51.

6 Armando Bartra, Los herederos de Zapata. Movimientos campesinos pos-revolucionarios en México, México, Era, 1985.

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NOTICIA SOBRE ESTOS NUEVOS HEREDEROS DE ZAPATA 13

cuenta de un movimiento rural mexicano más alebrestado que nunca. El montaje y la reescritura le añadió más de 100 páginas al texto original, lo que hace del presente un libro nuevo, que he titulado Los nuevos herederos de Zapata. Campe-sinos en movimiento. 1920-2012.

ARMANDO BARTRA

San Andrés Totoltepec, agosto de 2012

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SIGLAS Y ACRÓNIMOS

ACG Asociación Cívica GuerrerenseALCA Área de Libre Comercio de las AméricasAlcano Alianza Campesina del NoroesteAMAP Alianza Mexicana por la Autodeterminación de

los PueblosAMUCSS Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del

Sector SocialANAGSA Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera, S. A.ANC Acuerdo Nacional para el CampoANEC Asociación Nacional de Empresas Comercializa-

doras de Productos del CampoANIPA Asamblea Nacional Indígena Plural por la Auto-

nomíaANPAP-El Barzón Alianza Nacional de Productores Agropecuarios

y Pesqueros-El BarzónAPPO Asamblea Popular de los Pueblos de OaxacaARIC Asociaciones Regionales de Interés ColectivoBanrural Banco Nacional de Crédito RuralCAM Confederación Agrarista MexicanaCAP Congreso Agrario PermanenteCAU Convenio de Acción UnitariaCCG Comité Cívico GuerrerenseCCI Central Campesina IndependienteCCM Confederación Campesina MexicanaCEPCO Coordinadora Estatal de Productores de Café de

OaxacaCGT Confederación General de TrabajadoresCIOAC Central Independiente de Obreros Agrícolas y

CampesinosCNC Confederación Nacional CampesinaCND Convención Nacional DemocráticaCNI Congreso Nacional IndígenaCNOC Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafe-

taleras

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16 SIGLAS Y ACRÓNIMOS

CNPA Coordinadora Nacional Plan de AyalaCNTE Coordinadora Nacional de Trabajadores de la

EducaciónCOA Coalición de Organizaciones Agrarias (antes Mo-

narca)COCEI Coalición Obrero-Campesino-Estudiantil del IstmoCOCEO Coalición Obrero-Campesino-Estudiantil de Oa-

xacaCocopa Comisión de Concordia y Pacifi caciónCODUC Coordinadora de Organizaciones Democráticas

Urbanas y CampesinasConasupo Compañía Nacional de Subsistencias PopularesConoc Coordinadora Nacional de Organizaciones Cam-

pesinasConorp Comisión Nacional de Organizaciones Rurales y

PesquerasCROM Confederación Regional Obrera MexicanaCTM Confederación de Trabajadores de MéxicoDAAC Departamento de Asuntos Agrarios y Coloni-

zaciónEZLN Ejército Zapatista de Liberación NacionalFCI Frente Campesino IndependienteFDC Frente Democrático Campesino de ChihuahuaFIOB Frente Indígena de Organizaciones BinacionalesFNOC Frente Nacional de Organizaciones CampesinasFPDT Frente de Pueblos en Defensa de la TierraFPPM Federación de Partidos del Pueblo MexicanoFreposev Frente Popular de Organizaciones del Sureste de

VeracruzGATT Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y

ComercioInmecafé Instituto Mexicano del CaféLNC Liga Nacional CampesinaLNCUG Liga Nacional Campesina Úrsulo GalvánMAIZ Movimiento Agrario Indígena ZapatistaMecnam Movimiento El campo no aguanta másMLN Movimiento de Liberación NacionalMNDP Movimiento Nacional en Defensa del PetróleoMonarca Movimiento Nacional de Resistencia CampesinaMorena Movimiento de Regeneración Nacional

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SIGLAS Y ACRÓNIMOS 17

OMC Organización Mundial del ComercioPAN Partido Acción NacionalPCM Partido Comunista MexicanoPIB producto interno brutoPlantar Programa de Acción RuralPNA Partido Nacional AgraristaPNR Partido Nacional RevolucionarioPP Partido PopularPPP Plan Puebla PanamáPPS Partido Popular SocialistaPRD Partido de la Revolución DemocráticaPRI Partido Revolucionario InstitucionalPRM Partido de la Revolución MexicanaProcede Programa de Certifi cación de Derechos Ejidales

y Titulación de SolaresPronasol Programa Nacional de SolidaridadPT Partido del TrabajoRed Mocaf Red Mexicana de Organizaciones Campesinas

ForestalesRIIO Red Internacional de Indígenas OaxaqueñosSRA Secretaría de la Reforma AgrariaTabamex Tabacos MexicanosTLCAN Tratado de Libre Comercio de América del NorteUCD Unión Campesina DemocráticaUCEZ Unión de Comuneros Emiliano ZapataUCEZ Unión Campesina Emiliano Zapata ViveUCIRI Unión de Comunidades Indígenas de la Región

del IstmoUcizoni Unión de Comunidades Indígenas de la Zona

Norte del IstmoUFCM Unión de Federaciones Campesinas de MéxicoUGOCM Unión General de Obreros y Campesinos de

MéxicoUGOCM-JL Unión General de Obreros y Campesinos de

México-Jacinto LópezUGOCP Unión General Obrera Campesina y PopularUnimoss Unión Nacional Integradora de Organizaciones

Solidarias y Economía SocialUnofoc Unión Nacional de Organizaciones en Foreste-

ría Comunitaria

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18 SIGLAS Y ACRÓNIMOS

UNORCA Unión Nacional de Organizaciones Regionales Cam-pesinas Autónomas

UNS Unión Nacional SinarquistaUNT Unión Nacional de TrabajadoresUNTA Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas

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INTRODUCCIÓNDe cómo se escamotea una historia

Sabemos más de la prehistoria del socialismo en México que de las luchas campesinas pos-revolucionarias.

Si a principios de los años treinta del siglo pasado Chávez Orozco podía denunciar, con una frase lapidaria semejante a la que encabeza este texto, que el hombre del pedregal era me-jor conocido que los precursores del socialismo en nuestro país,1 hoy son otras y más graves las lagunas de la historiogra-fía mexicana.

El panorama que ofrece la bibliografía referente a los mo-vimientos sociales agrarios de las últimas ocho décadas es de-solador. Los estudios de caso rescatables no pasan de algunas decenas y se pierden en un mar de temas inéditos, fuentes pri-marias no exploradas e inagotables testimonios orales por res-catar. Y si los estudios puntuales son escasos, lo son aún más las visiones de conjunto.

Paradójicamente, las décadas posrevolucionarias son pró-digas en escritos sobre las cuestiones rurales del periodo, pero su perspectiva casi nunca es el movimiento social. Abundan los estudios sobre el desarrollo de los aparatos agrarios del Es-tado y su marco jurídico; las reseñas acerca del discurso agra-rista ofi cial y ofi cioso; los datos sobre el reparto territorial y su evolución cuantitativa; las evaluaciones y propuestas agrí co-las de carácter técnico, económico o administrativo; abun dan también las investigaciones puntuales sobre casos extremada-mente acotados en el espacio y el tiempo; pero las investigacio-nes de gran visión sobre el movimiento social agrario de la época brillan por su ausencia.

1 Luis Chávez Orozco, “Datos para la prehistoria del socialismo en Méxi-co”, en Luis Chávez Orozco (comp.), Documentos para la historia económica de México, vol. VI, México, Secretaría de la Economía Nacional, 1935, p. xvii.

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20 INTRODUCCIÓN

Esta unilateralidad bibliográfi ca no es casual. Si los estu-dios agrarios referentes a la época se ocupan predominante-mente de instituciones, leyes, discursos, estadísticas, cuestio-nes agrícolas y estudios de caso es porque esto parece ser lo decisivo en el mundo rural posrevolucionario. En última ins-tancia, el enfoque institucional, dominante en el tratamiento libresco del agrarismo, es refl ejo de la institucionalización de la reforma agraria. La indiscutible preeminencia del movi-miento social durante la etapa armada de la revolución le im-prime a la mayoría de los estudios y testimonios sobre este periodo el sello de la historia político-social; por el contrario, cuando la revolución se hace gobierno y transforma al agra-rismo en una tarea institucional y, más tarde, cuando los go-biernos neoliberales tratan de desembarazarse de la incómoda herencia agrarista, la abrumadora mayoría de los investigado-res asumen estas perspectivas y lo describen y estudian como un proceso puramente burocrático o se aproximan a él con mirada de entomólogo, más interesados en los detalles que en el conjunto.

Si nos atenemos a su refl ejo historiográfi co, con el fi n de la revolución armada pareciera haberse clausurado el movi-miento social agrario, para ser sustituido defi nitivamente por la práctica agraria institucional y en el mejor de los casos el regateo local en corto. En la versión libresca, el movimiento campesino —que había sido sujeto histórico en los años heroi-cos de la “etapa destructiva” de la revolución— se transforma en objeto de un proceso burocrático en la “etapa constructiva” y deviene trajinar localista a contrapelo cuando con los tecnó-cratas en el gobierno el agrarismo amaina.

El agrarismo —vuelto ley desde 1917— se hace gobierno en 1920 y desde entonces la biografía de ese gobierno es su his toria. En esta perspectiva historiográfi ca el movimiento cam pesino se esfuma desde la tercera década del siglo, pero a partir de la quinta década lo que se esfuma no es sólo su mo-vimiento, sino los propios campesinos.

La indudable modernización e industrialización del país desde los años cuarenta es fuente de una difundida ilusión ideológica. Los adalides de la modernidad, poseídos por la irrefrenable urgencia de dejar atrás al país agrario, confunden sus deseos con la realidad y anuncian la cercana erradicación

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INTRODUCCIÓN 21

del “atraso” social, vencido por los modernos polos de des-arro llo agrícola, y la inminente desaparición del campesinado que se confi rma censo a censo. Si el agrarismo institucional de las primeras décadas había creado la imagen de un campe-sinado pasivo y objeto de la reforma agraria, los mitos ideoló-gicos del productivismo desarrollista van más lejos: rempla-zan al agrarista por el productor ejidal y ven en éste una fi gura transitoria a la que pronto sustituirá el empresario agrícola.

Tras el velo de la ideología agraria ofi cial desaparece pri-me ro el movimiento campesino y después se hace fantasmal al propio campesinado como clase. Infl uidas por esta ideolo-gía, las investigaciones rurales se orientan cada vez más a los problemas agrícolas y estructurales, o a “estudios de caso”: cu riosidades antropológicas o microsociológicas que involun-tariamente dan cuenta de la marginalidad que hoy se le atri-buye a lo rural. Después de 1940, la historia política de la refor ma agraria hecha gobierno deja lugar a la historia econó-mica del desarrollo agrícola impulsado por el Estado. El go-bierno que repartió tierra en el medio siglo construye presas, hace carreteras y concede créditos. El movimiento campesino resulta cada vez más borroso. Y desde los años ochenta del pasado siglo lo rural deviene ámbito incómodo que debe ser redimensionado; amoldado a los requerimientos de una glo-balización asimétrica, cuya víctima más directa son los cam-pesinos, quienes luchan a contrapelo de una modernidad que los excluye.

El Estado surgido de la revolución no sólo le arrebató las banderas agrarias al movimiento rural, también le sustrajo a sus posibles cronistas e historiadores. Pero si la historiografía nos ha escamoteado gran parte de la crónica de los movimien-tos agrarios posrevolucionarios, sustituyéndola por la biografía política y económica del agrarismo de Estado, esto no quiere decir que la lucha campesina se haya suspendido. Los movi-mientos están ahí y su historia, en gran medida, todavía espe-ra ser escrita.

En el supuesto de que efectivamente el movimiento cam-pesino posrevolucionario hubiera perdido por completo la ini-ciativa después de 1920, e incluso admitiendo la hipótesis de que la industrialización de las siguientes décadas hubiera des-campesinizado aceleradamente al país, la historia social de los

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22 INTRODUCCIÓN

movimientos rurales en los últimos 90 años debería hacerse. Aunque sólo fuera para demostrar que los campesinos han perdido la batalla, sería necesario emprender el rescate histo-riográfi co de sus luchas de agonía. Tanto más cuando la insur-gencia rural de los últimos años hace pensar que, pese a su erosión demográfi ca, lejos de diluirse los campesinos subsis-ten y en muchos casos retoman la iniciativa. Sea el campesi-nado mexicano un sector en extinción o una clase que se transforma y permanece, hay que escribir su historia reciente, pues sólo en ella puede fundarse seriamente una u otra inter-pretación.

La tarea no es fácil, de modo que este ensayo sólo preten-de llamar la atención sobre su urgencia y aventurar algunas hipótesis preliminares.

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23

I. DE LA UTOPÍA CONSERVADORA A LA UTOPÍA REVOLUCIONARIA

Quizá, al principio, se fueron a la revolución “porque no querían cambiar”, pero puestos a hacer…

ANTES de abordar el estudio de las luchas agrarias posrevolucio-narias, un primer problema es su ubicación en el panorama más amplio del movimiento campesino moderno de nuestro país. Los elementos de continuidad y cambio en los con fl ictos rurales de los siglos XIX y XX exigen una hipótesis de periodiza-ción que destaque las particularidades de la última etapa.

Conscientes del carácter esquemático y simplifi cador de la hipótesis, proponemos la distinción entre dos grandes épocas de la lucha campesina: la primera, constituida por los movi-mientos rurales decimonónicos, y la segunda, conformada por el movimiento campesino que inicia a partir de la revolu-ción de 1910. En esta perspectiva las últimas dos décadas del porfi riato aparecen como gozne y punto de ruptura entre dos periodos históricos.

SIGLO XIX. LAS UTOPÍAS CONSERVADORAS

Las espectaculares insurrecciones rurales del siglo XIX presen-tan una gran heterogeneidad, pero en conjunto podrían carac-terizarse como manifestaciones de la resistencia rural a la ex-pansión de una sociedad burguesa que impone sus premisas a sangre y fuego y por una vía socialmente reaccionaria. La so-ciedad rural decimonónica, y particularmente las comunida-des indígenas, se enfrentan a una nueva oleada expropiadora que se profundiza en la segunda mitad del siglo con la apli-cación de las leyes de Reforma, y los estallidos agrarios se multiplican.

El carácter defensivo y conservador de las insurrecciones

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24 DE UTOPÍA CONSERVADORA A UTOPÍA REVOLUCIONARIA

indígenas del siglo XIX es evidente, así como incuestionable la naturaleza económicamente progresiva del proyecto moderni-zador del liberalismo mexicano basado en la desamortización. Pero la resistencia rural al “progreso”, impregnada de milena-rismo e idealizadora del pasado, no puede califi carse fácil-mente de reaccionaria, si tomamos en cuenta que en nuestro país el proyecto burgués no se impone por una vía democráti-co-popular, sino a través del despotismo y la expoliación de los trabajadores.

No todo movimiento económicamente conservador es so-cialmente reaccionario, sobre todo cuando el progreso mate-rial y el desarrollo de las fuerzas productivas no signifi can una liberación, así sea parcial, sino un reforzamiento de los viejos yugos a los que se adicionan nuevas cadenas.

Mucho se ha dicho sobre las limitaciones y distorsiones del desarrollo del capitalismo en un país periférico. Cabría des-tacar aquí un componente más de su carácter social: en nues-tros países las reformas burguesas no aparecen como ruptura de la servidumbre agraria, y con la liberación de las tierras no se emancipa a los hombres. El desarrollo capitalista periférico es incompatible con una auténtica transformación democráti-co-revolucionaria de la vieja estructura rural, y las guerras campesinas que lo preludian no impulsan el proceso “moder-nizador” sino que intentan frenarlo. Frente a un “progreso” burgués despótico y expoliador desde su inicio los cam pesinos no pueden menos que comportarse como conservadores.

PORFIRIATO. EN LA HORMA

Para fi nes del siglo XIX las insurrecciones indígenas han sido derrotadas, las fi suras en el seno de las clases poseedoras se han cerrado y la inestabilidad política que defi ne al periodo de la “anarquía” ha quedado atrás. La reconciliación en el seno de la clase dominante, fi ncada en una expansión económica que benefi cia por igual a liberales y conservadores, le cierra las puertas a las rebeliones agrarias. La “paz” porfi rista está sellada por la derrota de las insurrecciones indígenas.

Pero la modernización no ha transformado a los campe-sinos en trabajadores “libres”. Sin duda las relaciones agra-

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DE UTOPÍA CONSERVADORA A UTOPÍA REVOLUCIONARIA 25

rias han cambiado y un nuevo tipo de trabajador rural co-mienza a confi gurarse, pero nada más lejano a un auténtico proletariado del campo. Durante el porfi riato el trabajo rural se unce al carro de la acumulación de capital agrícola y se somete a las necesidades de una incipiente industrialización. De esta manera, la relativa autonomía del campesinado co-munitario del pasado sufre un golpe de muerte; sin embargo, la explotación rural no adopta las formas típicas del trabajo asalariado.

El peón acasillado no es un trabajador libre y a través del “pegujal” reproduce una ilusoria condición campesina que debe agradecer a su patrón. Por otra parte, los aparceros y arrendatarios sólo conservan su condición de productores in-dependientes mientras así convenga al dueño de la tierra. Las propias comunidades, que en muchos casos subsisten, están subordinadas a las necesidades laborales de la hacienda, la fi nca o la plantación, y hasta los trabajadores “libres” del nor-te son en verdad jornaleros itinerantes que dependen del plu-riempleo en minas, tendido de vías férreas, pizcas, etc., y su inestabilidad laboral reproduce en ellos expectativas campesi-nas. Sometido a una acumulación de capital rudimentaria pero omnipresente —resultado de la violenta cancelación de la relativa autonomía comunitaria anterior por la vía de la ex-propiación territorial, el acasillamiento y el enganche forzo-so—, este nuevo campesino es un derrotado. El nuevo orden de cosas se ha impuesto a sangre y fuego y las ilusiones mile-naristas tienen que ceder ante la evidencia.

Durante las décadas de estabilidad porfi rista y “paz so-cial”, los explotados del campo asumen en mayor o menor me dida su nueva condición: los grandes propietarios están ahí para quedarse, pero es necesario negociar la coexistencia con ellos. La lucha se hace menos espectacular pero no se cancela: infi nitas reclamaciones pacífi cas, solicitudes, trámi-tes y rebeldía personal que deriva en bandidaje caracterizan la resistencia campesina en las décadas “pacífi cas”. La rebel-día abierta de las grandes insurrecciones orientadas a restau-rar el pasado deja su lugar al sordo regateo dentro del orden presente.

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26 DE UTOPÍA CONSERVADORA A UTOPÍA REVOLUCIONARIA

1910-1920. LA UTOPÍA REVOLUCIONARIA

El paréntesis de “paz social” es corto. Después de un breve periodo de expansión, el modelo de acumulación se agota, y el “milagro porfi rista” comienza a resquebrajarse. La clase do-minante presenta de nuevo fi suras, aunque los grupos en pug-na ya no son los mismos del pasado.

Pero si el porfi riato ha creado nuevos sectores en la clase poseedora y engendrado en ella nuevas contradicciones, tam-bién ha creado una nueva clase explotada rural, cuyos confl ic-tos con el orden establecido son inéditos. Al agotarse el mode-lo de desarrollo y romperse la unidad de la clase dominante, los campesinos se lanzan una vez más a la lucha; ésta será una insurrección agraria de nuevo tipo.

Para los campesinos de la segunda década del siglo XX la restauración del pasado comunitario ya no es una alternativa viable. En un primer momento, la coyuntura revolucionaria creada por un sector rebelde de la burguesía es vista por los campesinos como una simple oportunidad de prolongar su re-gateo por pequeños espacios de supervivencia. No se espera que la revolución maderista modifi que el orden establecido, pero sí que repare algunas injusticias menores. Canceladas sus grandes utopías restauradoras del siglo XIX, el campesina-do hace su reaparición en el escenario político del siglo XX con expectativas muy modestas.

Pero esto es sólo el principio. La lucha es una gran maes-tra y en el curso del combate los campesinos miden su fuerza y radicalizan su crítica al orden existente. Tras unos cuantos combates cambia el planteamiento: ya no se trata de corregir algunos excesos, hay que arrancar la injusticia de raíz. Y si la utopía restauradora ya no es creíble, hay que inventar una uto-pía revolucionaria.

El proceso de radicalización no es sencillo ni lineal, mu-cho menos homogéneo. Algunos, como los yaquis, no abando-nan nunca sus banderas restauradoras y transitan como ex-traños por una revolución que los usa y a la que usan pero con la que no se identifi can. Otros, en el sureste del país, viven la revolución como una guerra extranjera cuyos actores les man-dan emisarios y sobre todo ejércitos de ocupación a los que

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hay que resistir apoyando a las oligarquías locales; las bande-ras campesinas de la revolución llegarán al sureste mucho más tarde y mezcladas con un agrarismo que en el centro es ya institucional. Pero si la utopía revolucionaria campesina no alcanza a todos o no llega a tiempo, es indudable que, en casi 10 años de violentos combates, la alternativa agraria radi-cal, nacida en Morelos y aclimatada en otras regiones, se trans-forma en una innegable realidad política nacional.

El campesinado mexicano, que a lo largo del siglo XIX re-sistió infructuosamente la instauración del orden burgués y que durante el interludio porfi rista aceptó su derrota y asumió la nueva realidad, emprende, durante la segunda década del siglo XX, la crítica práctica de este nuevo orden; y esta crítica ya no es restauradora, sino revolucionaria. Quizás, en un prin-cipio, los campesinos se rebelaron “porque no querían cam-biar”, pero puestos a hacer, se decidieron a cambiarlo todo.

Para el movimiento campesino la revolución de 1910 no es el fi n de un periodo sino el principio de otro; no se trata de la última insurrección agraria conservadora, se trata de la pri-mera batalla de la guerra campesina revolucionaria. Con ella no se clausura el ciclo insurreccional del XIX, se inaugura el combate rural del siglo XX.

Y este combate se inicia con una derrota, quizá inevitable, pero en todo caso extremadamente fructífera. Con una déca-da de lucha, el campesinado se crea un nuevo espacio econó-mico en la sociedad burguesa; la reforma agraria institucional no es el Plan de Ayala, pero expresa una correlación de fuer-zas en la que las demandas campesinas pueden ser refuncio-nalizadas pero no negadas. Y con la revolución el campesina-do se crea, sobre todo, un nuevo espacio político; el agrarismo radical puede ser manipulado y castrado por el Estado, pero en la medida en que se va institucionalizando y domestican-do en la revolución hecha gobierno, reaparece en el movimien-to campesino como una bandera independiente. Si los avata-res y las frustraciones del agrarismo institucional expresan la derrota de la revolución zapatista, el agrarismo revoluciona-rio se asocia, en la conciencia campesina, con la necesidad de una nueva y auténtica revolución.

Las luchas agrarias posrevolucionarias son la expresión de esta contradicción. Entre el sometimiento y la rebeldía, el

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movimiento campesino se va deslindando de un régimen bur-gués cada vez menos adornado de afeites populistas, y el cam-pesinado va descubriéndose irreconciliable con las nuevas formas del capital y constituyéndose en una clase revolucio-naria contemporánea. Pero en esta tarea el pasado no es un lastre: la revolución de 1910-1920 dramatiza el potencial polí-tico del campesinado y el zapatismo alimenta ideológicamen-te el nuevo proyecto.

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II. LA CREACIÓN DE UN NUEVO CAMPESINADO

La misma gata pero revolcada.

EL MOVIMIENTO campesino después de 1920 prolonga los com-bates agrarios de la revolución en un nuevo contexto. La derro-ta de las fuerzas campesinas revolucionarias y la recuperación de sus banderas por el nuevo Estado burgués no cancelan la lucha, pero sin duda cambian el terreno y las reglas del juego.

Reconstruir la historia social de este proceso demanda des tacar tanto las persistencias como las rupturas y la discon-tinuidad política; pero también supone la reconstrucción de los cambios estructurales. Si los campesinos que hicieron la revolución habían experimentado los males de un capitalismo emergente, durante los últimos 90 años el capitalismo mexica-no se ha transformado profundamente y los campesinos, que han padecido este cambio, se han transformado también.

La historia de estos cambios estructurales puede emprender-se de muchas maneras y un abordaje privilegiado es, sin duda, el análisis económico. Sin embargo, para los fi nes de este ensa-yo, que se centra en la historia social, puede ser más útil desta-car el surgimiento de nuevos rasgos en la población rural traba-jadora, a la luz de los grandes virajes en la reforma agraria. Sin duda, la política agraria del Estado no explica las transforma-ciones del campesinado que provienen del desarrollo automáti-co de las relaciones capitalistas, pero también es cierto que la acción institucional ha infl uido de manera decisiva en el desa-rrollo agrario de las últimas décadas y que las series estadísti-cas, económicas y demográfi cas no iluminan estos aspectos del proceso.

DE OBREGÓN AL MAXIMATO. LA REFORMA POLÍTICA

Durante la primera década de la posrevolución la reforma agraria no modifi ca signifi cativamente la estructura económi-