los espacios de encuentro en la psicología comunitaria

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1 Los espacios de encuentro en la Psicología Comunitaria * Noviembre 2006 Omar A. Barrault -[email protected] El presente trabajo pretende pensar como se pueden leer, pensar e intervenir en los vínculos que se establecen en el ámbito de la vida cotidiana, y en especial, en las comunidades con las cuales trabajamos tomando algunos aportes provenientes de la Psicología Comunitaria, Antropología, Filosofía y Psicoanálisis –vincular 1 -. A tal fin es importante especificar como entendemos al sujeto, su subjetividad y relación con el mundo en que vive, transita, transforma. Como lo trabaja Maritza Montero (2004), consideramos importante desde la perspectiva del paradigma de la “construcción y transformación crítica” tener en cuenta las dimensiones ontológicas, epistemológicas, metodológicas, éticas y políticas de nuestro hacer como psicologas/os comunitarias. La inquietud sobre este tema fue tomando forma en múltiples espacios: con la gente en los barrios transitando, compartiendo mates, alegrías y tristezas, partes de su cotidianeidad; con profesoras que guiaban nuestro andar, con compañeras de trabajo con quien discutíamos y nos debatíamos sobre como hacer, actuar, decir con la gente; es decir, siempre con otras. Apareció en el nudo de estas cuestiones como articular un posicionamiento crítico desde la psicología comunitaria que considera procesos de trasformación y emancipación, con las situaciones cotidianas complejas y multiformes. ¿Cómo se deban estas transformaciones en lo cotidiano? ¿que de los sujetos, las comunidades, que de las situaciones, y de los condicionamientos estaba en juego? Es decir, lo que nos llamaba la atención era: la relación con el otro en un determinado espacio. En dos aspectos centrales de nuestro trabajo con la gente en las comunidades: como entendíamos al otro/a desde un posicionamiento crítico (ético y político) y un modo de relación en procesos de transformación de la subjetividad. Fuimos llegando asi, a la consideración de que: la Psicología Comunitaria además de trabajar desde los procesos comunitarios que devienen y se construyen en las comunidades, asienta su trabajo en la construcción de espacios de encuentro. * Presentado en el Foro de Trabajo Comunitario 3 y 4 de Noviembre de 2006 –Facultad de Psicología- UNC. 1 “Psicoanálisis vincular” es la denominación que se da a una vertiente de desarrollo del psicoanálisis, que como aspecto significativo, incluyo el trabajo con familias, parejas y grupos lo que llevo a nuevos desarrollos metodológicos y metapsicológicos (es decir aspectos dinámicos, tópicos y económicos). Como referentes argentinos podemos mencionar algunos como J.Pujet, I.Berenstein, C.Rojas, S.Moscona entre otros.

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Se trabaja sobre el concepto de subjetividad en la psicología comunitaria y en particular referido a los espacios de encuentro

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Page 1: Los espacios de encuentro en la Psicología Comunitaria

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Los espacios de encuentro en la Psicología Comunitaria∗∗

Noviembre 2006

Omar A. Barrault [email protected]

El presente trabajo pretende pensar como se pueden leer, pensar e intervenir en

los vínculos que se establecen en el ámbito de la vida cotidiana, y en especial, en las

comunidades con las cuales trabajamos tomando algunos aportes provenientes de la

Psicología Comunitaria, Antropología, Filosofía y Psicoanálisis –vincular1-.

A tal fin es importante especificar como entendemos al sujeto, su subjetividad y

relación con el mundo en que vive, transita, transforma. Como lo trabaja Maritza Montero

(2004), consideramos importante desde la perspectiva del paradigma de la “construcción

y transformación crítica” tener en cuenta las dimensiones ontológicas, epistemológicas,

metodológicas, éticas y políticas de nuestro hacer como psicologas/os comunitarias.

La inquietud sobre este tema fue tomando forma en múltiples espacios: con la gente

en los barrios transitando, compartiendo mates, alegrías y tristezas, partes de su

cotidianeidad; con profesoras que guiaban nuestro andar, con compañeras de trabajo con

quien discutíamos y nos debatíamos sobre como hacer, actuar, decir con la gente; es

decir, siempre con otras. Apareció en el nudo de estas cuestiones como articular un

posicionamiento crítico desde la psicología comunitaria que considera procesos de

trasformación y emancipación, con las situaciones cotidianas complejas y multiformes.

¿Cómo se deban estas transformaciones en lo cotidiano? ¿que de los sujetos, las

comunidades, que de las situaciones, y de los condicionamientos estaba en juego?

Es decir, lo que nos llamaba la atención era: la relación con el otro en un

determinado espacio. En dos aspectos centrales de nuestro trabajo con la gente en las

comunidades: como entendíamos al otro/a desde un posicionamiento crítico (ético y

político) y un modo de relación en procesos de transformación de la subjetividad.

Fuimos llegando asi, a la consideración de que: la Psicología Comunitaria además

de trabajar desde los procesos comunitarios que devienen y se construyen en las

comunidades, asienta su trabajo en la construcción de espacios de encuentro.

∗ Presentado en el Foro de Trabajo Comunitario 3 y 4 de Noviembre de 2006 –Facultad de Psicología- UNC. 1 “Psicoanálisis vincular” es la denominación que se da a una vertiente de desarrollo del psicoanálisis, que como aspecto significativo, incluyo el trabajo con familias, parejas y grupos lo que llevo a nuevos desarrollos metodológicos y metapsicológicos (es decir aspectos dinámicos, tópicos y económicos). Como referentes argentinos podemos mencionar algunos como J.Pujet, I.Berenstein, C.Rojas, S.Moscona entre otros.

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Es una manera de decir que se construyen espacios de posibilidad del establecimiento

de múltiples vínculos. Espacios de existencia, de posibilidad de encuentro, de modos de

mutualidad, tramitación de conflictos, aprendizaje, complejización e historización de la

relación, de transformación y sostenimiento múltiple de la subjetividad. Este modo hace

hincapié en el establecimiento de vínculos y su relación con la subjetividad, desde una

perspectiva transformadora-emancipadora. Como dice Rodigou (2000) se puede

configurar como un espacio de interlocución, que implica “la existencia lo mas plena

posible de cada uno de los términos de la relación. Desde donde nosotros como

psicólogos/as comunitarios/as implica dejar aparecer el otro en toda su dimensión” (pag.

6)

Implica así el reconocimiento de los sujetos/as como existentes2 en su alteridad y

diferencia. Instalan experiencias en este reconocimiento, en este hacer con otros, son así

existenciarios o experienciarios3 como lo plantea Ana Fernandez (2006).

Una cualidad de esos espacios es la “potencia de suspender“: se relativiza la exigencia

de tramitación en los modos hegemónicos, de los “bordes” que demarcan lo social y lo

biológico, al modo de un espacio transicional (Winicott). Es posibilidad de lo imposible,

creación de espacio y tiempo. Es la posibilidad siempre presente del saludo4 entre

próximos ante el incesante “el tiempo es oro” del capitalismo. Como dice Sawaia

(1996:xx) “La psicología social al calificarse de comunitaria hoy, explicita el objetivo de

colaborar con la creación de esos espacios relacionales, que vinculan a los individuos a

territorios físicos o simbólicos y a temporalidades compartidas en un mundo asolado por

la ética de ´sacar ventaja en todo´ y de ´es dando que se recibe´”

Suspender no significa anular, olvidar –en sentido absoluto-, mas bien implica un

“volver” a resignificar/tramitar las exigencias psíquicas, sociales y biológicas. No es olvidar

– si es que existiera esa posibilidad- las condiciones concretas de existencia sino ponerlas

es suspenso.

Implica también el favorecimiento, facilitación –se podría decir desde el punto de vista

de la Psicología Comunitaria- de un movimiento histórico, de memoria, de resignificación y

2 A contrapelo de hegemonías actuales que instalan, promueven, la des-existencia, el no reconocimiento de los sujetos como tal, como lo plantea Pujet (2001) respecto de grandes sectores de la sociedad: “En casos de extrema violencia, un sujeto o conjunto puede quedar reducido a un estado de pura-presencia por lo cual es mirado sin ser visto”. 3 Como dice Fernandez y otros (2006): se refieren de esta manera a que instalan un modo de estar-hacer-habitar los espacios. Un tipo de practicas y subjetivaciones (Fernandez 2006). 4 Conversaciones con Silvia Plaza en 2005.

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construcción permanente sobre las situaciones. En parte se puede pensar como el

“pensamiento crítico” sobre una situación.

Es entonces que se organiza, configura de una determinada manera, no de cualquiera.

La lógica de este conjunto se la puede pensar, analizar, por organizadores grupales y

colectivos, en el sentido de esquemas predisponentes y estados de complejización

crecientes. Estos organizadores son tanto en relación a la representación que se tiene del

espacio (organizadores socioculturales e intrapsíquicos, en el caso de los grupos por

ejemplo –Kaes -), como a la conformación de los vínculos.

Esto quiere decir que no es lo mismo cualquier intervención en estos espacios, no se

configuran “de por si” en un sentido trascendente. O dicho de otra manera: se puede

intervenir para favorecer espacios de encuentros entendidos como aquí se plantea.

Esto plantea la necesidad de pensar lo situacional de estos vínculos, de estos espacios

de encuentros, de los procesos comunitarios: “la comunidad efectiva entonces no es una

entidad dada definibles en términos de ´ser´ con tales y cuales propiedades a priori. La

comunidad efectiva es un hacer –y sobretodo un hacerse-.(...) la comunidad efectiva

nunca es ´la´ comunidad sino siempre ésta comunidad”. (Corea-Aldea-Lewcowicz).

Algunas consideraciones sobre subjetividades de estos tiempos

Supongamos que las condiciones objetivas hacen de cada mundo de la vida del

sujeto un conjunto diferenciable, distinguible y condicionante de su hacer diario.

Supongamos que un sentido actualizado a cada momento es el de ser uno. La

diferencia es un distinción de lo mismo. No el reconocimiento de la diversidad, de lo

nuevo, de lo alterador y conflictivo de un hacer y sentir nuevo.

Supongamos que la vida cotidiana lleva la marca importante de “lo mismo”, del

tranquilizador “todo somos uno”. Sabemos que lo Uno como totalidad hace quiebre en

algún resquicio, algo se le escapa. Algo queda fuera. Y sabemos también que, el que ésta

distinción sea evidente varia según la construcción de esa totalidad y de la materialidad

de lo nuevo.

Cuando la construcción de esa totalidad reduce a su mínima expresión lo nuevo,

reasegura su ser uno a cada instante con practicas y sentidos:

¿Cómo pensar un resquicio donde la potencia de la transformación haga marca?

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Aquí hay que pensar dos cuestiones: una manera de entender la subjetividad -y

sobre los sujetos- y sobre la materialidad de sus condiciones-condicionantes.

La subjetividad la entendemos como una configuración5, un topos, que hace a los

sujetos en un lugar. En donde están imbrincados practicas, pensamientos y sentimientos.

La subjetividad hace a los sujetos como es expresión de los mismos. En ese sentido es

que la subjetividad no es el sujeto, es la experiencia que hace al sujeto (Pezzola 2004).

Es configuración, construcción (Fuentes Avila: 1994) desde un lugar historico-social. En

este sentido es que Galende plantea: “no existe una subjetividad que pueda aislarse de la

cultura y la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad

que la sostiene”(citado por Guinsberg 2004:4). Además de constituida tiene un carácter

constituyente (Gonzalez Rey 1997). En este sentido participa del estado de la situación.

Así han aparecido confrontaciones de cómo se puede establecer esta configuración:

¿Qué tener en cuenta? ¿Su ser social? ¿Su ser individual? ¿Sus condicionamientos

subjetivos y objetivos? ¿Son excluyentes?. En el fondo está la discusión filosófica sobre el

ser (ontológica) y su modo de conocer (epistemológica). La vieja distinción materialista

/idealista de la relación entre las “cosas” y las personas. Sostenemos que el sujeto es

sujeto de las relaciones pero también es inventor de la ruptura de “sujeciones”. Y nos

interesa tanto el establecimiento, el estado de una relación, de una situación, como –y

especialmente- el cambio, la transformación de este estado. La mirada esta puesta en la

transformación. Creemos como dice Pezzola que “en la transformación de la subjetividad

esta en juego la existencia” (2004: 52) . El presupuesto es que el sujeto siempre esta

lidiando con la exigencia que la realidad le impone, o específicamente que lo real6 le

impone. Podemos pensarnos como somos sujetos de exigencias psíquicas (Freud-Kaës)

y sociales. Una u otra trayectoria no es igual según niveles y dimensiones consideradas.

No es igual como tramitan las exigencias, como operan mecanismos igualadores–

transformadores de la subjetividad, como son las practicas implementadas para resolver

estas exigencias. Existe una cierta autonomía de la subjetividad pero a la vez debemos

considerar su constitución en cierto estado de la situación social: no son los mismos

pocedimientos de subjetivación en una subjetividad estatal que en el modo actual del

5 Configuración entendida como disposición articulada de elementos, al modo de un conjunto , al modo de estructura, que deviene de una historia y se hace en cada situación. No es inamovible, pero cada elemento tiene una relación con el resto. 6 Entendido como un mas allá de la representación, de lo simbólico. Como dice Enriquez (2005), tomando en cuenta a Lacan, lo real es siempre lo imposible de matrizar y también lo que resiste, lo que se opone, pero sobre lo cual hay que hacer algo. Al punto de pensar que un aspecto del imaginario social incluye lo real. Comprender así lo real, como dice este autor, posibilita comprender el cambio.

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mercado neoliberal (Pezzola 2004) donde se requiere otros procedimientos de

pensamiento en condiciones diferentes –fluidez- (Bauman 2000, Leukowicz 2004).

Respecto de lo que nos interesa aquí, pensamos la subjetividad en su imbrincación

en ordenes distintos: el conjunto de lo social y lo biológico pensado en espacios

intrasubjetivos, intersubjetivos y transubjetivos, y por otro lado leídos en dos ejes: el de la

identidad y de la pertenencia.

Así es posible pensar modos de subjetivación/desubjetivación, modos constantes de

sostenimiento de la subjetividad. Consideramos que hay dispositivos7 que sostienen un

modo de subjetividad para una situación8 dada. Miramos así la subjetividad en su relación

con el sentir, pensar y hacer de los sujetos en relación consigo mismo y con los otros.

Modos de pensar en autonomía y dependencia, modos de sentir individual y

colectivamente, y prácticas impuestas y autoimpuestas.

Tenemos, como sujetos, la posibilidad de autonomía de autoimponernos ciertas

prácticas que si bien no podemos predecir que es lo que sucederá, si podemos estimar

posibles trayectorias esperables en determinado contextos socio-históricos, o mejor aún,

en un sentido de apuesta con la indecibilidad de lo advenir. Podemos autoexigirnos

encontrarnos con tal o cual vecino o amigo, participar de un reclamo barrial y/o social,

transitar en una marcha o corte de calle, cruzar todo el barrio o la ciudad para un festejo

de alguien querido, detenernos a saldar y conversar con la vecina próxima, como

practicas descolocadas de la lógica imperante (por ej. la lógica del “tiempo es oro”, si no

reditúa en lo económico no lo vale). Aquí nos encontramos con dos cuestiones: la

posibilidad de autoimponernos practicas (que es una manera de hablar de la decisión de

los sujetos) y la descolocación de lógicas hegemónicas. Esta última es la posibilidad de

“salir” temporariamonte de los modos habituales de tramitación de las exigencias de las

lógicas imperantes. No planteamos la alienación total de los socio-historico, sino la

posibilidad de jugar en el borde de esta exigencia, en corrimientos singulares,

momentáneos, como un irse y volver, momentos de suspensión –no anulación- del

carácter impositivo de estas lógicas.

Es decir que no estamos pensando en una reproducción social predestinada e

inmodificable: en el nudo de la cuestión esta la afirmación de que “la reproducción de lo 7 No solo discursos, sino en el sentido que nos trae Agamben: “cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes” (2005:6) 8 Situación como disposición particular de un conjunto de elementos presentados en un momento dado. Guy Debord (1957) alude a la construccion de situaciones como ambientes colectivos, conjunto de impresiones que determinan la calidad de un momento.

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idéntico no ha existido jamás” (Enriquez 2005:39) En este punto consideramos que

estamos habituados, habitados, por las practicas y discursos de mirar siempre lo mismo.

Algunos autores como Dussel (1987) y Badiou (1999) plantean que la mirada sobre el ser

ha sido desde la totalidad o desde lo uno, desde el conjunto. Es la historia de lo que es

igual y como incluir todo en los mismo. La mirada esta lejos de pensar lo distinto, lo

múltiple. En el centro de esto esta como entender, como definir, como fijar un sentido

sobre lo que es un sujeto/a, los sujetetos/as, la subjetividad. Sostenemos la necesidad de

afirmar la importancia de pensar lo multiple, lo diverso, lo diferente, el acontecimiento,

como también pensar en estos contextos al conjunto, al estado de la situación. Esto

enriquece la mirada, la lectura de la realidad compleja9 de las comunidades con que

trabajamos y que excluye mirar a las comunidades como unidades homogéneas (Sawaia

1996)

El horizonte de transformación emancipatoria colectivo no es para nada claro, pero

los cambios en la subjetividad de las personas en las comunidades y de nosotros que

aportamos lo que podemos, es algo que vemos en nuestro trabajo diario. Siempre parece

poco desde una expectativa de transformación social mas global, pero -y en esto la

sorpresa es siempre bienvenida- la incertidumbre, si bien es inquietante, reviste también

de alternativa. La capacidad de estar siempre alerta a lo nuevo, lo no esperado, la

potencia de los vínculos y por ende las pertenencias, la multiplicación no prevista, es

difícil de vivirla (sentirla, pensarla, hacerla). Los tiempos actuales son los de la unicidad, el

control, la previsión, tiempos y espacios de este capitalismo aun gozante de tan buena

salud. ¿Qué de la violencia estructural de este capitalismo impone, mas de lo necesario

como marca original, en la constitución de los vínculos? ¿Cómo se subjetiviza al borde de

la no existencia, del no reconocimiento del otro?10. Las comunidades, si bien no revisten

tan marcadamente caracteristicas de "no lugares" (Auge 1998), no están exentas de

reproducir las practicas dominantes de promover la “desexistencia”11.

9 Se puede pensar en múltiples dimensiones y complejidades, imbrincadas en los procesos de intervención. en las comunidades. (Barrault 2005) 10 Me refiero en particular a la violencia social en el sentido que lo define Berenstein (2000:260) “la violencia incluye el arrasamiento del sentimiento de pertenencia de un conjunto de sujetos o parte de una comunidad por parte de otro conjunto o parte de la misma comunidad. La violencia transubjetiva originada en lo sociocultural atraviesa los vínculos interpersonales y al propio Yo.” En particular me llama la atención como incide en los vínculos esta capacidad de al otro despojar de lo humano de las relaciones, de desconocimiento del otro en su particularidad, en su ajenidad y en su alteridad. 11 “Podemos decir que en el contexto sociopolítico [actual] la vulnerabilidad política tiene su correlato en sentimientos de desolación /no-existencia/no-asignación, indignidad aprendida y fuerte ataque a los sentimientos de pertenencias a los vínculos. En modo general se prefigura una sombra sobre una subjetividad marcada por la desolación y la desesperanza, que tiene que ver con lo más íntimo de los

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También los deseos12, las 'necesidades', son tan justas y acomodadas, previstas y

controladas como se pueda, y si no es así son invisibilizadas y mas aun tratadas como

inexistentes. Los mecanismos de reproducción de estas practicas sociales, son

alimentadas a diario a través de los medios de comunicación masivos, las instituciones (el

estado en gran parte) y las propias practicas que se asientan en el motor emocional de las

personas.

Nosotros, como técnicos, profesionales, intelectuales ( o como se quiera llamar),

estamos atravesados de igual forma por estas cuestiones y de similar manera nos cuesta

encontranos y construir juntos fuera/descolocados de la lógica de la toma del poder (o de

la toma del 'saber' verdadero), de la estabilidad de la “subjetividad estatal”.

Entonces, ¿como pensar lo político en este contexto? ¿cómo construir, favorecer

modos autónomos13, alternativos, sostenidos desde nuestras subjetividades hoy? ¿Qué

nuevas maneras de construir las relaciones, los proyectos colectivos, hay que pensar-

hacer-sentir? La pregunta nos vuelve: mas allá de la urgencia ¿Qué es lo importante? y

¿Cómo, y con quienes se construye su respuesta?.

Los vínculos en la psicología comunitaria

A los fines de como se estructura, como seda, este espacio vincular, destacamos

algunas características de los vínculos14: la presencia, su significatividad, lo ajeno15, el

sentimientos de pertenencia, el apuntalamiento, en el marco de la subjetividad.

sujetos, que altera, se imbrinca en lo más profundo de una subjetividad política: ser en acción, como potencia, ser a partir y con otros.” Alderete, Cedrón, Barrault, Plaza, Perez, Pomares, Vasquez (2004:18). “La expulsión social produce n desexistente, un ´desaparecido´de los escenario spúblicos y de intercambio”. Dutchatzky, Corea (2005:18) 12 Los deseos entendidos como motor, “en términos de ´posición comunitaria´, el termino que funda la posibilidad de la salud es precisamente el deseo”. (Corea-Aldea-Lewcowicz) 13 En este punto nos parece interesante lo que plante Kosik (1991:29): “La independencia no significa hacer lo que hacen los otros, pero no significa tampoco hacer cualquier cosa sin tener en cuenta a los demás. No significa que no se dependa en nada de los demás o que uno se aísle de ellos. Ser independiente es tener con los demás una relación tal que la libertad puede producirse en ella, es decir realizarse en ella”. 14 Desde la el psicoanálisis y la psicología social fue Pichon-Riviere (1985) el primero de hablar en términos de vínculos, especificándoles un carácter comunicativo-interaccional dentro de una estructura 15Es así que para hacer vinculo con el otro se requiere tanto de su presencia como de su ausencia. Debemos aclarar aquí que hablar de presencia del otro “no significa solo que esta ahí, si no que su carácter fundante es la ajenidad inherente al vinculo con ese otro...” (Berenstein 2001: 95). Es decir algo del otro se me impone en su ajenidad, aquí vemos indicios de lo que denominamos apertura hacia lo distinto. También podemos decir que:“la presencia no es solo del orden de lo perceptible, se refiere tanto a la ocupación de un lugar que genera un nuevo sentido como a la permanente excedencia del sujeto respecto del lugar posible.”(Berenstein 2001:101). En un vinculo el otro me impone una exigencia psíquica por su ajenidad: “un sentido instituyente de una subjetividad en uno y en otro merced al trabajo de sostener la presencia.” (Berenstein 2001: 112) El efecto de esta presencia (Pujet) es la imposición de la alteridad y esto que denominamos ajenidad. Lo que se produce es un descoloque (Pujet), algo que no es del orden de la representación y que me exige una tramitación. Recordemos que la lógica de la representación, según

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Por un lado en la Psicología Comunitaria el sentimiento de pertenencia es un

concepto ya planteado, desde la mirada del Apoyo Social (Musitu, Gil Lacruz 2000, Gracia

Fuster 1997) o de la relacionada Sentido de comunidad Comunidad (Sanchez Vidal 1991,

Montero 2004, Montenegro 2004). Esta relacionada con el sentimiento de participar de un

conjunto mayor (Sarason 1974 citado por Pons, Grande, Gil-Lacruz, Jimenez 1996). En

trabajos científicos se ha mostrado la importancia de la integración comunitaria -en este

sentido de pertenecer a una comunidad-, aún mas que la participación, en aspectos tales

como la salud mental (Musitu, Herrero, Gracia 1996). En relación al apoyo social Lin

(1986) -citado por estos autores- distinge: el sentimiento de pertenencia –en relación a la

comunidad-, el sentimiento de vinculación –referido a las redes sociales y el sentimiento

de compromiso -en relación a las relaciones íntimas y de confianza.

Aquí hablamos de vínculo como construcción de una relación. Podríamos también

decir el establecimiento de un vínculo. Donde tanto “establecimiento” como “vínculo”

denotan la pertenencia a un espacio común construido, significado y a fin de cuenta

inventado. En este sentido se habla solamente del sentimiento de pertenencia a un

vinculo, ya sea del que se participa en una comunidad, red social o relación de confianza.

Aquí consideramos que es importante pensar los sentimientos como dimensión

importante a tener en cuenta. Tanto en su consideración de expresión, de mediación

emocional, como motor del relacionamiento y existencia de los sujetos y sus vínculos.

Esta presente en las tramitaciones subjetivas que deben hacer las personas en su diario

existir en la comunidades, en su diario transitar. No responde –totalmente- a la lógica de

la representación (simbólica), tiene la posibilidad de un enclave de descolocamiento de

una situación dada (lo no esperado de una respuesta por ejemplo).

Establecer un vínculo es crear, construir un lugar16 al cual pertenecer. Se

constituyen dos movimientos al decir de Puget: se pasa de un estado de facto del vínculo,

se esta con el otro y se tiene un lugar, es decir una inscripción en el orden territorial17, y

se pasa a fijar un territorio con otro. Hace falta una investidura referencial sobre este

Alaugnier (1997), esta apuntalada en lo biológico en cuanto sigue el mecanismo de metabolizar, es decir la función mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo o, inversamente, se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a él. Vano esfuerzo de representar lo que, en algo, nunca podrá serlo. Aquí lo ajeno se vuelve motor del vinculo. 16 En este sentido coincidimos con Pomares y Perez (2000) en el carácter construido del lugar, como espacio-territorio significado, construido histórica y socialmente. 17 Territorio en el sentido que establece Puget (2000:462) “...cuando me refiero a territorio, si bien pueda tener un referente empírico, deseo significar una noción de espacialidad excluyente creadora de escenas donde los lugares ocupados irán armando tramas.(...)No la considero proyección del esquema corporal, siendo necesario crear una categoría de especialidad que proviene de la constitución de los grupos sobre la base de las fronteras, con clivajes propios de permitido, posible-imposible”

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territorio que implica el reconocimiento de la ajenidad del otro, aunque eso ajeno del otro

no se inscribirá nunca en mi (aunque siempre intente re-concocerlo). Entonces “la

pertenencia deviene territorial y referencial, y en este proceso el sentimiento de

pertenencia se consolida instaurando así un defensa contra la angustia de la no-razón de

ser, fijando lugares, límites entre un afuera y un adentro.”(Puget 2000:463).

Se pude considerar el vínculo como un lugar construido, en un sentido, como un

conector, un espacio intermediario, transicional, que al decir de Kaës seria “una mediación

entre dos elementos discontinuos, mediación de la separación, acercamiento en lo

mantenido-separado. El intermediario es una instancia de articulación de diferencias, un

lugar de continuidad de transformación, de simbolización. El intermediario18 es, por fin,

una instancia de oposición, de conflicto y de diferenciación entre elementos

complementarios y antagónicos.” ( Käes citado por Bernard 1997:114).

Intentar comprender que es un vinculo es un movimiento, un “ir hacia” una

consideracion epistemológica que tuvo que ser repensada, re-inventada en sus

consideraciones mas teóricas (en el caso del psicoanálisis la metapsicologia: desde sus

aspectos económicos, tópicos y dinámicos). En particular nos referimos aquí a como tuvo

que incluirse una metafísica, al decir de Dussel, que superara una ontología de lo mismo.

Es decir la emergencia del Otro como exterioridad, un mas allá de la comprensión de un

sujeto en el psicoanálisis en los limites de una teoría que afirmaba incluir lo exterior por la

vía de lo originario mítico.

“Es así que cuando hablamos del encuentro con el otro nos referimos a otra

persona, diferente, distinta, y a la vez similar en algún sentido, pero que para poder

acercarnos y hacer acciones en conjunto, comprender qué es lo que le pasa y qué nos

pasa a nosotros con otros, necesitamos reflexionar sobre lo que pensamos, hacemos y

sentimos en ese hacer con otros” (Barrault 2006). Esto no posiciona en una ética del

respeto por el otro en su diferencia, en su alteridad, en su “absolutamente otro” (Levinas).

El vínculo impone una exigencia vincular, un trabajo psíquico que deben realizar sus

integrantes del orden de lo intersubjetivo. El como se tramite esta exigencia se apuntala

en lo pulsional–intrapsiquico, lo intersubjetivo-grupal y lo social-cultural. Es un interjuego

de confrontación de ordenes diferentes entre lo ajeno y distinto (alter) que se le presenta

al sujeto, y lo que denominamos especie de apertura hacia lo distinto. Algo del sujeto es 18 Un rasgo de estas formaciones es justamente su carácter bifronte (Kaes 1996), como dos caras que permiten la circulación de mandatos sociales, la aseguración de la inclusión en un conjunto social mas amplio como la negación de lo “que vendría a poner en cuestión la formación y el mantenimiento de ese vínculo”

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un movimiento de apertura hacia lo distinto, mas allá de la Totalidad que es el sujeto para

si mismo. Un mas allá de la reproducción de un realidad vincular que siempre se busca

pero nunca se encuentra tal cual (el orden de lo diferente). Se puede pensar como una

exigencia psíquica que permite un espacio, un entre, lugar posibilitador, a la vez de

reproducción y de creación. El como se resuelva (tramite) esta exigencia dará cuenta de

estas posibilidades.

A la vez el otro puede ser pensado en relaciona a lo colectivo, no es el otro individual

aunque la singularidad de su presencia sea insoslayable. Pensar lo múltiple, la

multiplicidad de relaciones, abre las posibilidades de lo nuevo y de múltiples maneras de

subjetivación. Como dice Virno (2003:81) la experiencia colectiva –diría él la multitud- es

el terreno de una individuación nueva, mas radical.

También en los vínculos se da un proceso de sostenimiento subjetivo que en parte se

puede pensar como partícipe de apoyos sociales o como apuntalamiento múltiple (Kaes)

del sujeto. En un punto estos conceptos se relacionan, en tanto refieren a la posibilidad de

“sosten”, necesariedad de dos partes existentes para la existencia del apoyo19.

Podríamos pensar entonces, el apoyo social puede ser entendido también en su

función de sostén subjetivo. El pensar el apuntalamiento como múltiple puede darnos

algunos elementos para considerar como los sujetos -individual y colectivamente- pueden

estar en una gama de posiciones al límite de la “sobrevivencia” o sostener posiciones de

ruptura y enunciación, en condiciones agobiantes , criticas, de hegemonías. Nos permite

pensar estrategias de intervención contemplando los avatares de la subjetividad

contemporánea y local de los sujetos/as con quienes nos encontramos en las

comunidades.

Encontrarse – Desencontrarse

Encontrarse se configura así en una experiencia de tramitación de la alteridad, de la

ajenidad, de lo insondable del otro/a, que puede devenir en la construcción de un vínculo -

de confianza-. Una experiencia a modo de apuesta: no podemos saber con certeza como

nos irá. Lo conocido de relaciones anteriores no nos alcanza, no solo es mirar lo “mismo”

19 Apoyo social es una categoría utilizada en la Psicología Comunitaria, y ha sido desarrollada por diversos autores (Musitu, GilLacruz 2000, Garcia Fuster 1997). Según Musitu, siguiendo a Lin, el apoyo social es entendido como “el conjunto de provisiones expresivas o instrumentales -percibidas o recibidas- proporcionadas por la comunidad, las redes sociales y las personas de confianza añadiendo que estas provisiones se pueden producir tanto en situaciones cotidianas como de crisis.”

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de otras relaciones, sino la apertura a lo distinto. No existe relación cuando las partes son

las mismas, ni siquiera fusión, son lo mismo. Es decir “una relación real entre términos

diferentes debe mostrar esa diferencia” (Badiou 2000:108).

Es en las comunidad donde se dan esto encuentros y también desencuentros –como

espacio no conformado aunque deseado-. Esta en el seno de lo que los Psicólogos y

Psicólogas comunitarios entienden como comunidad: es la relación, el punto de encuentro

(Montero 2004).

Se plantea la posibilidad de encontrarse, dejar confluir sentimientos y afectos, darse

existencia: “...la estética de la existencia debe ser regulada por el principio de la

comunidad, que define una ética a través de buenos encuentros, que se alimenta de la

diversidad, sen temer al extraño, pues es ligarse al otro sin el despotismo de lo mismo,

presentándose como cualidad de relación, caracterizada por la mutualidad en vede poder

desigual, como arte de dar y recibir placer.” (Sawaia 1999)

En este sentido coincidimos con Rodigou (2000) que el encuentro con el otro deviene

noción básica en el trabajo comunitario, es la base indispensable para construir la acción,

para construir proyecto, utopía. Implica, asimismo, una consideración ética de respeto

hacia el otro.

Además es nuestra tesis que en las lógicas sociales –hegemónicas-, que atraviesan y

forma parte de la vida cotidiana y las comunidades en donde trabajamos diariamente,

prima mas la búsqueda de una identidad común –por exclusión/expulsión a otros- que el

reconocimiento de la importancia y búsqueda de la pertenencia.

Planteamos así la importancia de repensar, resignificar nuestras pertenencias sociales,

nuestros encuentros con el/los otros/as y su implicancia en los modos de subjetivación

actuales en las comunidades de la cuales participamos y en especial en los espacios de

encuentro.

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