lop otÍn. la catedral de toledo, como escenario

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LA CATEDRAL DE TOLEDO, ESCENARIO DE LA FIESTA BAJOMEDIEVAL MARÍA JOSÉ LOP OTÍN Universidad de Castilla-La Mancha Dos de los trabajos incluidos en este mismo volumen enmarcan perfectamente nuestra colaboración, al tiempo que nos sirven de excelente introducción, ya que, por un lado, hablan de la fiesta en la ciudad y, por otro, de la fiesta católica, y si hay un escenario en el mundo urbano para las celebraciones eclesiásticas ese es, indiscuti- blemente, el que ofrece la catedral. Su condición de iglesia madre de cada diócesis, en la que el obispo tiene la silla o "cathedra", la sitúa por encima de cualquier otra parroquia, monasterio o convento asentado en su misma demarcación. Esta situación, que se cumple en todas las catedrales occidentales, en España alcanza su mejor expre- sión en el caso de la catedral de Toledo, pues el rango de sede primada que ostenta desde la Edad Media le obliga a mostrar su superioridad y a señalar el camino al res- to de las iglesias "porque de ella como matriz tomen las otras enxemplo" 1 . Por ello, ningún esfuerzo se escatima para hacer de las solemnidades eclesiásticas un podero- so canto de alabanza a la divinidad y, al propio tiempo, dejar patente ante el exterior la fuerza de la Iglesia representada en su catedral. El estudio de la fiesta en cualquier ámbito pasa por analizar, amén de todos los factores ideológicos que hay tras cada una de ellas, el conjunto de ritos que las expre- saba y, en el caso que nos ocupa, el tema no puede desligarse de la intensa actividad litúrgica desarrollada en estos magníficos templos, plasmada en todo tipo de actos culturales -rezo de las horas, misas, procesiones, predicación de sermones-, que variaban en función de la solemnidad del día. Dos cuestiones reflejan de forma extraordinaria esta circunstancia. De un lado, que la principal ocupación del amplio conjunto de personas que vivía en torno al templo primado era el servicio del culto. Tanto las 14 dignidades como los 40 canónigos mansionarios, los 20 canónigos extra- vagantes, los 50 racioneros, los más de 200 capellanes, los 40 jóvenes clerizones y, 1 Es el arzobispo Alonso Carrillo el que incluye tal expresión en el sínodo que se celebró en Alcalá de Hena- res el 10 de junio de ese año. La totalidad de sus acuerdos y constituciones han sido publicados por José SÁNCHEZ HERRERO, Concilios provinciales y sínodos toledanos de los siglos XIV y XV, Universidad de La Laguna, La Laguna, 1976, pp. 301-327. 213

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LA CATEDRAL DE TOLEDO, ESCENARIO DE LA FIESTA BAJOMEDIEVAL

MARÍA JOSÉ LOP OTÍN Universidad de Castilla-La Mancha

Dos de los trabajos incluidos en este mismo volumen enmarcan perfectamente nuestra colaboración, al tiempo que nos sirven de excelente introducción, ya que, por un lado, hablan de la fiesta en la ciudad y, por otro, de la fiesta católica, y si hay un escenario en el mundo urbano para las celebraciones eclesiásticas ese es, indiscuti-blemente, el que ofrece la catedral. Su condición de iglesia madre de cada diócesis, en la que el obispo tiene la silla o "cathedra", la sitúa por encima de cualquier otra parroquia, monasterio o convento asentado en su misma demarcación. Esta situación, que se cumple en todas las catedrales occidentales, en España alcanza su mejor expre-sión en el caso de la catedral de Toledo, pues el rango de sede primada que ostenta desde la Edad Media le obliga a mostrar su superioridad y a señalar el camino al res-to de las iglesias "porque de ella como matriz tomen las otras enxemplo"1. Por ello, ningún esfuerzo se escatima para hacer de las solemnidades eclesiásticas un podero-so canto de alabanza a la divinidad y, al propio tiempo, dejar patente ante el exterior la fuerza de la Iglesia representada en su catedral.

El estudio de la fiesta en cualquier ámbito pasa por analizar, amén de todos los factores ideológicos que hay tras cada una de ellas, el conjunto de ritos que las expre-saba y, en el caso que nos ocupa, el tema no puede desligarse de la intensa actividad litúrgica desarrollada en estos magníficos templos, plasmada en todo tipo de actos culturales -rezo de las horas, misas, procesiones, predicación de sermones-, que variaban en función de la solemnidad del día. Dos cuestiones reflejan de forma extraordinaria esta circunstancia. De un lado, que la principal ocupación del amplio conjunto de personas que vivía en torno al templo primado era el servicio del culto. Tanto las 14 dignidades como los 40 canónigos mansionarios, los 20 canónigos extra-vagantes, los 50 racioneros, los más de 200 capellanes, los 40 jóvenes clerizones y,

1 Es el arzobispo Alonso Carrillo el que incluye tal expresión en el sínodo que se celebró en Alcalá de Hena-res el 10 de junio de ese año. La totalidad de sus acuerdos y constituciones han sido publicados por José SÁNCHEZ HERRERO, Concilios provinciales y sínodos toledanos de los siglos XIV y XV, Universidad de La Laguna, La Laguna, 1976, pp. 301-327.

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desde luego, un amplio grupo de oficiales -pertiguero, barrenderos, bordadores, lam-pareros- no tenían función más importante que la de cumplir con esta compleja acti-vidad litúrgica en el coro y en los diversos altares y capillas levantados al efecto. De otro, que un porcentaje muy alto de los estatutos otorgados desde el siglo XIII al cabildo por los diferentes arzobispos o por la propia corporación, están dedicados a regular hasta el más mínimo detalle del ceremonial catedralicio y del comportamien-to a mostrar por la amplia nómina de personas que se movía en torno al templo2.

En función de ello, dividiremos el trabajo en tres apartados. En primer lugar, analizaremos el calendario de festividades de la catedral primada, que compartía cele-braciones con el resto de la diócesis, pero también presentaba sus peculiaridades; en un segundo punto, veremos los oficios litúrgicos concretos que se desarrollaban en los diferentes tipos de fiestas; por último, analizaremos aquellas que se celebraban en la catedral con mayor profusión de actos culturales. La posibilidad de concretar todas estas funciones la ofrecen las fuentes utilizadas, básicamente custodiadas en el Archi-vo Capitular3, entre las que destacaremos las siguientes: diferentes estatutos otorga-dos desde el siglo XIII a la corporación por los correspondientes prelados; la infor-mación recogida en los libros de Actas Capitulares4; la guía de la catedral que en el siglo XVI escribió el docto canónigo toledano Blas Ortiz para que orientara al futuro Felipe II en la visita que proyectaba realizar al templo5; por fin, la amplia y algo caó-tica compilación de noticias, estatutos y ceremonias catedralicias realizada por el racionero Juan Bautista de Chaves Arcayos a principios del siglo XVII6.

1. EL CALENDARIO DE FESTIVIDADES

El primer paso para acercarnos a la realidad festiva de la catedral de Toledo es conocer el calendario que la regía, el cual compartía conmemoraciones con el con­junto de la Iglesia y con la propia archidiócesis primada, pero también presentaba par-

2 Estas cuestiones y las que mencionaremos en las próximas páginas han sido analizadas con mayor deta-lle en nuestro trabajo. El Cabildo Catedralicio de Toledo en el siglo XV: Aspectos institucionales y socio-lógicos, Fundación Ramón Areces, Madrid, 2003. 3 Una aproximación a sus contenidos en Juan Francisco RIVERA RECIO, Guia del Archivo Capitular de la Catedral de Toledo, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, Madrid, 1950; Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, "Archivo y Biblioteca Capitulares de Toledo", en Guía de los Archivos y las Bibliotecas de la Igle-sia en España, t. I, Asociación Española de Archiveros Eclesiásticos, León, 1985, pp. 477-482; María José LOP OTÍN, "Fuentes medievales para el estudio del cabildo catedral de Toledo", en La Investigación y las

fuentes documentales de los Archivos, t. I, ANABAD Castilla-La Mancha, Guadalajara, 1996, pp. 789-800. 4 Las primeras Actas conservadas se inician el 13 de agosto de 1466, aunque sabemos por referencias indi-rectas de ¡a existencia de libros anteriores. Sus noticias son un valioso instrumento de trabajo, ya que regis-tran el acontecer diario de la vida catedralicia. 5 La obra original fue publicada en 1549 bajo el título Summi Templi Toletani perquam graphica Descrip-tio, y, recientemente, ha sido objeto de una edición bilingüe latino-castellana, La Catedral de Toledo 1549. Según el doctor Blas Ortiz, Antonio Pareja (ed.), Toledo, 1999. 6 El libro se guarda entre los numerosos tomos de la Biblioteca catedralicia bajo la signatura B.C.T MS. 42-29, y será frecuentemente aludido a lo largo del trabajo. Mayor información en Hilario RODRÍGUEZ

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ticularidades y fiestas de ámbito local. Aunque predominan las fiestas procedentes de la liturgia romana, implantada en Toledo a raíz de la conquista, hay una importante pervivencia de celebraciones propias de la liturgia hispano-mozárabe, de tan profun-do y duradero arraigo en la ciudad.

La mejor información se recoge en un estatuto dado por el arzobispo Blas Fer-nández en 1357 quien, para evitar confusiones y acabar con las dudas existentes entre el clero, reproduce la tabla de fiestas que se celebraban en la catedral de Tole-do, añadiendo al lado de cada una el tipo de oficio que conllevaba. Ello le hace dife-renciar entre fiestas de seis, cuatro y dos capas, y de nueve y tres lecciones. Pero el prelado aún añade una información suplementaria sobre tales celebraciones que, sin duda, ayudaría a clarificar las encontradas opiniones de los celebrantes. Dicha infor-mación le hace establecer distinciones entre fiestas de seis o cuatro capas antiguas, cuyo oficio fue instituido en el siglo XIII por Jiménez de Rada; fiestas de cuatro capas "per decretalem", instituidas en la decretal de Bonifacio VIII (1295-1303) "Gloriosus Deus exprimunt"; y fiestas de seis o cuatro capas "de novo", erigidas por sus sucesores7.

El calendario oficial catedralicio, tal como lo presenta el prelado, comprendía 199 festividades, y a él se incorporarán, hasta principios del siglo XVI, 8 celebracio-nes más: tres en el sínodo diocesano de Alcalá convocado por Pedro Tenorio en 13798, dos en el que Alonso Camilo reúne en la misma ciudad en 14819, y, por último, otras tres dispuestas por Cisneros en sendos sínodos de Alcalá (1497) y Talavera (1498)10. Teniendo en cuenta todas estas incorporaciones resulta el siguiente calendario por meses para fines del siglo XV11:

DE GRACIA, "El Arcayos: una fuente precisa para historiar el Corpus toledano", en Gerardo FERNÁNDEZ JUÁREZ y Fernando MARTÍNEZ GIL (coords.), La Fiesta del Corpus Christi, Universi-dad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002, pp. 463-484. 7 Aunque el texto se conserva en la Biblioteca Catedralicia (B.C.T. MS 23-17), nosotros citaremos la copia del mismo guardada en la Sección Manuscritos de la Biblioteca Nacional (B.N. Mss. 6260, f. 5r-6v). 8 José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 252. Son las festividades de Santa María de las Nieves en agos-to, de San Gabriel, en marzo, y otra, no muy clara, de San Juonis, para la que no se indica fecha y al que el sínodo alude como eximio confesor, cuya vida religiosísima de santidad venera toda la Iglesia. El pro-pio Sánchez Herrero ignora el santo a que se refiere. 9 Ibid., pp. 337. Son las fiestas de Santa Quiteria y Santa Úrsula, en mayo y octubre, respectivamente 10 Ibid., pp. 349 y 361. Se incorporan ahora las fiestas de San Julián y San José, en marzo, y la Presenta-ción de María en el Templo, en noviembre. 11 En el calendario de solemnidades recogido por don Blas las fiestas están distribuidas por meses, pero no consta el día concreto en que se conmemoraban. Hemos podido identificarlas gracias a los calendarios litúrgicos romano e hispano-mozárabe y al santoral recopilados por Jacinto AGUSTÍ, Pedro VOLTES y José VIVES, Manual de Cronología Española Universal, CSIC, Madrid, 1952, pp. 25-65, y a la completa información del martirologio romano publicado en Propylaeum ad Actas Sanctorum decembris. Marty-rologium Romanum ad formam editionis typicas. Scholis Historicis Instructum, Bruselas, 1940. En el caso frecuente de que los calendarios señalen más de una fecha para una misma conmemoración, hemos opta-do por elegir aquella que más se acercaba al orden en que la fiesta aparecía situada en la tabla de don Blas. Tampoco es raro que en un mismo día coincidan varias celebraciones bien por las particularidades locales, bien por las diferencias entre el calendario romano y el hispano-mozárabe.

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MARÍA JOSÉ LOP OTÍN

ENERO

1. Circuncisión del Señor, 6 capas "de novo".

6. Epifanía del Señor, 6 capas "de novo". 7. Santos Julián y Basilisa, 4 capas. 10. San Pablo, primer eremita, 9 lecciones. 14. San Hilario, 9 lecciones. 14. San Félix de Nola, 9 lecciones. 15. San Mauro, 9 lecciones. 16. San Marcelo, 9 lecciones. 17. San Antonio abad, 4 capas. 18. Santa Prisca, 3 lecciones. 20. San Fabián y San Sebastián, 9 leccio-

nes. 21. Santa Inés, 4 capas. 21. Santos Fructuoso, Augurio y Eulogio, 9

lecciones. 22. San Vicente, 4 capas. 23. San Ildefonso, 6 capas, 25. Conversión de San Pablo, 4 capas. 26. San Policarpo, 3 lecciones. 27. San Juan Crisóstomo, 3 lecciones. 28. Santa Inés "secundo", 3 lecciones.

FEBRERO

1. San Ignacio, 9 lecciones. 2. Purificación de Santa María, 6 capas "de

novo". 3. San Blas, 6 capas "de novo". 5. Santa Águeda, 9 lecciones. 10. Santa Escolástica, 3 lecciones. 12. Traslación de San Eugenio, 6 capas. 14. San Valentín, 3 lecciones. 22. Cátedra de San Pedro, 4 capas "per

decretalem". 24. San Matías, 4 capas "per decretalem".

MARZO

3. Santos Emeterio y Celedonio, 4 capas "de novo".

6. San Julián, 6 capas. 7. Santas Perpetua y Felicidad, 9 lecciones. 8. Santo Tomás de Aquino, 9 lecciones. 12. San Gregorio, 6 capas "per decreta-

lem". 13. San Leandro, 4 capas "de novo". 19. San José, 6 capas. 21. San Benito, 6 capas. 24. San Gabriel arcángel, 4 capas. 25. Anunciación de Santa María, 6 capas.

ABRIL

4. San Isidoro, 4 capas. 5. San Ambrosio, 4 capas "per decreta-

lem".

14. Santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, 3 lecciones.

23. San Jorge, 4 capas. 25. San Marcos evangelista, 4 capas "per

decretalem". 26. San Cleto, 9 lecciones. 28. San Vital, 3 lecciones. 29. San Pedro mártir, 9 lecciones. 30. San Eutropio, 2 capas.

MAYO

1. Santos Felipe y Santiago apóstoles, 6 capas.

1. San Torcuato con sus compañeros, 9 lec-ciones.

2. San Atanasio, 3 lecciones. 3. Invención de la Santa Cruz, 6 capas "de

novo". 3. Santos Alejandro, Evencio y Teodolo, 9

lecciones. 6. San Juan ante porta latina, 4 capas "de

novo". 7. Santa Domitila, 9 lecciones. 9. San Gregorio Nacianceno, 3 lecciones. 10. Santos Gordiano y Epímaco, 3 lecciones. 11. San Poncio, 4 capas "de novo".

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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval

11. San Mayolo, abad de Cluny, 9 leccio-nes.

12. Santos Nereo y Aquíleo, 3 lecciones. 14. Santas Victoria y Corona, 9 lecciones. 18. San Pedro Celestino, 9 lecciones. 19. Santa Potenciana, 3 lecciones. 22. Santa Quiteria, 9 lecciones. 25. San Urbano, 4 capas.

JUNIO

1. Santos Nicomedes y Reverenciano, 3 lecciones.

2. Santos Marcelino y Pedro, 9 lecciones. 9. Santos Primo y Feliciano, 3 lecciones. 11. San Bernabé apóstol, 4 capas "per

decretalem". 12. Santos Basilides y Cirino, 3 lecciones. 13. San Fernando, rey de Castilla, 9 leccio-

nes. 16. Santos Quirico y Julita, 9 lecciones. 18. Santos Marcos y Marceliano, 3 leccio-

nes. 19. Santos Gervasio y Protasio, 9 leccio-

nes. 24. San Juan Bautista, 6 capas. 26. Santos Juan y Pablo, mártires, 9 leccio-

nes. 27. Santos Zoilo y Félix, 9 lecciones. 29. San Pedro y San Pablo, 6 capas. 30. Conmemoración de San Pablo, 4

capas. 30. San Marcial, 9 lecciones.

JULIO

2. Santos Proceso y Martiniano, 3 leccio-nes.

4. Traslación de San Martín, 9 lecciones. 10. Los Siete Santos Hermanos, 3 leccio-

nes. 11. Traslación de San Benito, 9 lecciones. 13. Santa Margarita, 9 lecciones.

17. Triunfo de la Santa Cruz, 6 capas "de novo".

17. Santas Justa y Rufina, 4 capas. 18. Santa Marina, 4 capas. 21. Santa Práxedes, 6 capas. 21. San Víctor de Marsella y otros socios,

9 lecciones. 22. Santa María Magdalena, 6 capas "de

novo". 23. San Apolinar, 3 lecciones. 24. Santa Cristina, 9 lecciones. 25. Santiago apóstol, 6 capas. 25. San Cristóforo, 9 lecciones. 28. Santos Nazario y Celso, 3 lecciones. 27. San Félix, 3 lecciones. 29. Santa Marta, 6 capas "de novo". 30. Santos Abdón y Senén, 3 lecciones. 31. San Germán, 3 lecciones.

AGOSTO

1. San Pedro ad Vincula, 4 capas. 2. San Esteban papa, 3 lecciones. 3. Invención de San Esteban, 9 lecciones. 4. San Pedro, obispo de Roma, 4 capas. 4. Santo Domingo de Guzmán, 2 capas. 5. Santa María de las Nieves, 6 capas. 6. Transfiguración del Señor, 6 capas. 6. Santos Justo y Pastor, 9 lecciones. 8. Santos Ciriaco, Largo y Esmeragdo, 3

lecciones. 10. San Lorenzo, 6 capas. 11. San Tiburcio, 3 lecciones. 13. San Hipólito, 4 capas. 14. San Eusebio, 3 lecciones. 15. Asunción de Santa María, 6 capas. 18. San Agapito, 3 lecciones. 19. San Luis, obispo de Toulouse, 9 leccio-

nes. 20. San Bernardo de Claraval, 4 capas. 22. Santos Timoteo y Sinforiano, 3 leccio-

nes. 24. San Bartolomé apóstol, 6 capas. 25. San Genesio, 9 lecciones.

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MARÍA JOSÉ LOP OTÍN

25. San Luis, rey de Francia, 9 lecciones. 28. San Agustín, 4 capas. 29. "Decollatio" de San Juan Bautista, 4

capas. 29. Santa Sabina, 3 lecciones. 30. Santos Félix y Adaucto, 3 lecciones.

SEPTIEMBRE

1. Santos Vicente y Leto, 9 lecciones. 1. San Gil, 2 capas. 2. San Antonino, 4 capas. 8. Natividad de Santa María, 6 capas. 9. Santos Gorgonio y Dorotea, 3 leccio-

nes. 11. Santos Proto y Jacinto, 3 lecciones. 14. Santos Cornelio y Cipriano, 9 leccio-

nes. 14. Exaltación de la Santa Cruz, 6 capas. 15. Santos Nicomedes y Valeriano, 9 lec-

ciones. 16. Santa Eufemia, 9 lecciones. 16. Santos Lucía y Geminiano, 9 leccio-

nes. 21. San Mateo, 4 capas. 22. San Mauricio con sus compañeros, 2

capas. 27. Santos Cosme y Damián, 9 lecciones. 28. Santos Fausto, Januario y Marciano, 9

lecciones. 29. San Miguel arcángel, 4 capas. 30. San Jerónimo, 4 capas "per decreta-lem".

OCTUBRE

1. Santos Remigio y Vedasti, 3 lecciones. 4. San Francisco de Asís, 2 capas.

6. Santa Fe, 9 lecciones. -. San Lino, papa, 9 lecciones. 7. San Marcos, papa depuesto, 9 leccio­

nes. 9. Santos Dionisio y Rústico, 2 capas.

14. San Bernardo, confesor, 9 lecciones. 14. San Calixto, papa, 9 lecciones. 18. San Lucas, 4 capas "per decretalem". 20. San Caprasio, 9 lecciones. 21. Santa Úrsula y las once mil vírgenes,

capas. 22. Santos Nunilón y Elodia, 9 lecciones. 23. Santos Servando y Germán, 9 leccio-

nes. 25. Dedicación de la Iglesia toledana, 6

capas. 25. Santos Crispín y Crispiniano, 9 leccio-

nes. 27. Santos Vicente, Sabina y Cristeta, 9

lecciones. 28. Santos Simón y Judas, 4 capas. 31. San Quintín, 3 lecciones.

NOVIEMBRE

1. Todos los Santos, 6 capas. 8. Santos Cuatro Coronados, 3 lecciones. 9. San Teodoro, 9 lecciones. 11. San Menas, 3 lecciones. 11. San Martín obispo, 4 capas. 12. San Emiliano, 9 lecciones. 13. San Bricio, obispo de Tours, 9 leccio-

nes. 15. San Eugenio, 6 capas. 17. San Acisclo y Victoria, 9 lecciones. 18. San Román, 4 capas. 18. San Odón, abad de Cluny, 9 lecciones. 19. Santa Isabel, viuda, 6 capas. 22. Santa Cecilia, 6 capas. 20. Presentación de María en el Templo, 6

capas. 23. San Clemente, 9 lecciones. 23. Santa Felicidad, 9 lecciones. 24. San Crisógono, 9 lecciones. 25. Santa Catalina de Alejandría, 6 capas.

26. San Pedro Alejandrino, 9 lecciones. 27. Santos Facundo, Primitivo y Agrícola,

9 lecciones. 29. San Saturnino, 4 capas.

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30. San Andrés apóstol, 4 capas.

DICIEMBRE

1. Santos Crisanto, Mauro y Darío, 3 lec-ciones.

4. Santa Bárbara, 4 capas. 6. San Nicolás, 4 capas "solemniter y fíat

processio". 8. Concepción de Santa María, 6 capas. 9. Santa Leocadia, 6 capas "de novo". 10. Santa Eulalia, 9 lecciones. 11. San Dámaso papa, 3 lecciones. 13. Santa Lucía virgen, 6 capas "de novo". 18. Expectación de la Virgen, 6 capas. 20. Santo Domingo de Silos, 4 capas. 21. Santo Tomás apóstol, 6 capas. 22. Traslación de San Isidoro, 4 capas. 25. Nacimiento del Señor, 6 capas. 26. San Esteban, 4 capas. 27. San Juan apóstol, 4 capas. 28. Santos Inocentes, 4 capas. 29. Santo Tomás obispo, 4 capas. 31. San Silvestre, 4 capas. 31. Santa Columba, 9 lecciones.

FIESTAS MÓVILES

- Pascua de Resurrección del Señor, 6 capas.

- Ascensión del Señor, 6 capas. - Pascua de Pentecostés, 6 capas. - Santísima Trinidad, 6 capas "de novo". - "Corpus Christi", 6 capas. - Octava del "Corpus", 6 capas.

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Recapitulando, son un total de 207 fiestas, aunque no hemos incluido en la rela-ción por no saber su fecha ni el santo al que alude, la dispuesta en 1379 dedicada a un "Juonis", de difícil identificación12. En todo caso es un número importante de cele-braciones, a las que hay que unir los domingos, 52 en total, si bien alguno de ellos coincidiría obligatoria o casualmente con fiestas de la tabla. Todo ello hace que el ciclo litúrgico de la catedral fuera verdaderamente importante y obligara a los cele-brantes a un profundo conocimiento del ritual indicado en cada caso.

Ahora bien, este conjunto de solemnidades catedralicias no debe confundirse con el calendario de fiestas de guardar para la ciudad de Toledo y el conjunto del arzobispado, que era otro, mucho menos numeroso, y que se intenta reducir en los sínodos para evitar la ociosidad del pueblo. En efecto, no es lo mismo día festivo, aquel en que la Iglesia celebra sus solemnidades, que día feriado, reservado al des-canso y, como dicen las Partidas, "al provecho comunal de los hombres"13. No obs-tante, ambas situaciones podían coincidir y eran precisamente los días festivos tanto para la catedral como para los ciudadanos los que más interés despertaban entre el cabildo y los responsables de la liturgia del templo, que se refieren a ellos como "fies-tas dobles y de guardar".

Además de todos los domingos, eran 43 los días de fiesta para los habitantes de la diócesis toledana, días que venían a coincidir con buena parte de las celebraciones más solemnes que se realizaban en la catedral, como acabamos de ver, las llamadas fiestas de seis y cuatro capas. Entre las primeras, eran festivas para la población las tres fiestas mayores catedralicias de Todos Santos, Pascua de Resurrección con los dos días siguientes, y Santa María de Agosto; junto a ellas, fiestas relacionadas con momentos importantes de la vida de Jesucristo (Natividad, Circuncisión, Epifanía, Transfiguración, Ascensión, Pentecostés con los dos días siguientes, Corpus Christi), y de la Virgen (Natividad, Purificación, Anunciación, Expectación); la fiesta del Triunfo de la Cruz, símbolo cristiano por excelencia; otro bloque lo constituyen fies-tas relacionadas con apóstoles (Felipe y Santiago el Menor, Pedro y Pablo, Santiago el Mayor, Bartolomé, Tomás), santos (Juan Bautista, Lorenzo) y santas (Santa María Magdalena); a todos ellos se unen fiestas especialmente relacionadas con la ciudad y el arzobispado de Toledo (San Ildefonso y San Eugenio). Por su parte, coincidían con las fiestas catedralicias de cuatro capas las fiestas de algunos apóstoles (Matías, Simón y Judas, Mateo, Juan, Andrés, Bernabé, Cátedra de San Pedro, San Pedro ad Vincula), evangelistas (Marcos, Lucas), arcángeles (San Miguel), mártires (Esteban, Inocentes) y obispos (San Nicolás).

La relación de festividades diocesanas que acabamos de enumerar quedó fijada en el Libro sinodal que en 1356 recopila don Blas Fernández para poner al día todas las constituciones de sus antecesores14 y, aunque con posterioridad se introdujeron

12 Sí está identificada la figura de San Lino, si bien no corresponde su lugar en la tabla toledana, a princi-pios de octubre, con las fechas de su conmemoración en los calendarios consultados, que la sitúan el 22 ó 23 de septiembre ó el 26 de noviembre. 13 Partida I, título XXIII, ley I. 14 José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 229-230.

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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval

otras celebraciones litúrgicas, nada se dice de su observancia por el pueblo. Sí que se señalan como festivos los días en que la correspondiente parroquia conmemorara la solemnidad de su advocación. El número de días de fiesta se había ido reduciendo desde reuniones anteriores15, pues tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas de la Baja Edad Media ven en el ocio un posible fomento de vicios, amén de un detri-mento en la capacidad productiva por la paralización del trabajo. Con todo, casi la ter-cera parte del año era de un modo u otro fiesta, ya que a las fiestas del calendario ecle-siástico -52 domingos y las citadas 43 fiestas de guardar- hay que sumar las fiestas civiles y las patronales de cada gremio, cofradía o hermandad16.

2. CEREMONIAL DESPLEGADO EN LAS DIFERENTES FIESTAS

Durante las festividades del calendario eclesiástico de obligada observancia por el pueblo, éste estaba llamado a descansar y a oír los oficios divinos, tal como recuer-dan las disposiciones del sínodo toledano de 1480, que les insta "los domingos e fies-tas que la iglesia guarda" a abstenerse de toda obra servil y a "que no fagan cosas de oficios ni de artificios ni se entrometan en labranças de pan e en labrar las tierras ni coger el pan, salvo con urgente necesidad e evidente causa de piedad", y aún en estos casos con licencia sacerdotal. La prohibición de trabajar les permitiría estar disponi-bles para cumplir con la obligación de reservar "para servicio suyo e exercicio de obras espirituales el dia santo del domingo e las otras fiestas por la Santa Madre Igle-sia instituidas"17.

Ese servicio se concretaba, básicamente, en la asistencia a la misa mayor, bien en sus respectivas parroquias bien en la propia catedral. Siendo éste el punto que nos interesa, intentaremos a continuación significar el amplio abanico de oficios y ritos que el cabildo desplegaba para conmemorar las diferentes festividades inscritas en su tabla, ritos que variaban en función dei tipo de solemnidad -fiestas de seis, cuatro y dos capas, de tres y nueve lecciones y de "dominicas"-, pero que en todos los casos incluían misas, procesiones, predicación de sermones y un gran despliegue de "ador-nos" (cirios, incienso, vestidos litúrgicos, cruces, reliquias, cánticos y melodías), que alcanzaban su mejor expresión en las fiestas de seis capas.

1.- En efecto, las fiestas de seis capas eran las más solemnes que se oficiaban en el templo, denominadas así porque eran seis los canónigos que participan en ellas ves-tidos con su capa pluvial, significativa parte de su atuendo que debían entregar, o su

15 El sínodo celebrado por Jimeno de Luna en 1336 ya redujo las festividades a cuarenta y nueve, a las que don Blas aún recorta en seis más. Ibid., pp. 198-199. 16 Miguel Ángel LADERO QUESADA, "La fiesta en la Europa mediterránea medieval", en Las Fiestas Medievales. Cuadernos del CEMYR, 2, La Laguna, 1994, pp. 16-18. 17 José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 306. No obstante, no parece que estas obligaciones se cum-plieran con facilidad, a juzgar por la tarea encomendada a una de las dignidades catedralicias, el vicario de la ciudad, que tenía entre sus cometidos velar por que se guardaran los días de fiesta, imponiendo penas a los que "trabaxaren los días de fiesta como son los capateros y tenderos que suelen tener las puertas abier-tas y los basureros y molineros y aguadores y otros officios": Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 228r.

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equivalente monetario, cuando tomaban posesión de su cargo18. Si en circunstancias excepcionales se les unía el prelado, la celebración, que pasa a llamarse "de pontifi-cal", llegaba a sus más altas cotas de esplendor litúrgico, debiendo las dignidades ofi-ciar con mitra. Como antes dijimos, dada su importancia y solemnidad, la mayor par-te de ellas eran también fiestas de guardar por la población. Si incluimos las tres que dispone Cisneros en 1498, eran 46 las fiestas de esa índole que se celebraban en el templo, como es lógico, correspondientes a los ciclos litúrgicos a los que la Iglesia daba un tratamiento más destacado19.

Las celebraciones de cada una de estas fiestas comenzaban con el toque de la campana mayor desde las vísperas del día anterior20, en que se entendía que comen-zaba la festividad, y a lo largo de las diferentes horas canónicas21. El tiempo en el que se haría sonar en cada una de las pulsaciones sería "tanto tempore quanto de ecclesia Sancti Andrés ad ecclesiam posit spacio venire"22. También la iluminación en estas fechas contribuía a elevar el tono de la fiesta. El tesorero disponía de las candelas y velas necesarias para iluminar todos los rincones del templo, especialmente el coro y el altar mayor, pero también las naves y capillas del recorrido procesional por el tem-plo23. Igualmente debían portar luces los participantes en dicho cortejo procesional, sobre todo, los que iban delante de las reliquias y cruces. En efecto, uno de los pun-tos fuertes de la celebración de estas solemnidades era la procesión entera que el cabildo realizaba "por alrededor de todo el ámbito desta Sancta Yglesia por dentro della" y que en días especiales como el Corpus o la Virgen de Agosto se trasladaba a las calles de la ciudad, corno más tarde veremos. El recorrido partía del coro de los beneficiados y encaminándose a su derecha, se dirigía a la capilla de Santa Lucía, bor-deaba la capilla mayor, recoma toda la girola, bajaba por la nave del Evangelio, con-

18 Así lo dispuso un estatuto dado por el arzobispo don Sancho de Aragón en 1275: A.C.T. A.12.A.1.5. A mediados del siglo XIV su sucesor, don Juan de Aragón, precisaría que ¡a capa fuera de seda y tuviera un valor de 50 mrs: B.N. Mss. 13041, ff. 53r-55v. 19 A las ya mencionadas como fiestas de guardar cabe añadir las de la Trinidad, la Octava del Corpus, la Concepción de la Virgen y su Presentación en el Templo, las de la Invención y Exaltación de la Cruz, las de San Blas, San Gregorio, San Benito, San José, Santa Marta, Santa Isabel, Santa Cecilia, Santa Catalina, Santa Práxedes, Santa Lucía, Santa María de las Nieves y, en relación directa con Toledo, las de la Trasla-ción de San Eugenio, la Dedicación de la Iglesia Toledana, Santa Leocadia y San Julián. 20 En la catedral primada, como en muchas otras iglesias, la celebración correspondiente a cada una de las festividades comenzaba en las vísperas del día anterior y se prolongaba, en los domingos y solemnidades principales, hasta unas segundas vísperas. Así lo dispuso un estatuto dado por el arzobispo Gonzalo Pétrez en 1291: A.C.T. X.1l.C.1.3. 21 Las horas canónicas son, como es sabido, los oficios o lecturas de textos procedentes de las Escrituras, especialmente de los Salmos, que, repartidas a lo largo de todo el día, eran claro exponente del modo de vida monástico. Su observancia en las catedrales es un claro recuerdo de los tiempos en que los cabildos también se regían por una regla y sus miembros hacían vida en común con el obispo. La catedral de Tole-do repartía los oficios entre las tres horas mayores de maitines, misa mayor y vísperas, y las cinco meno-res de prima, tercia, sexta, nona y completas. 22 B.N. Mss. 6260, f. 2v. 23 Ibid., f. 10v-l1r. La información, muy prolija, sobre las candelas que habían de arder en las diferentes fiestas del templo la incluye la constitución de don Blas Fernández sobre las atribuciones del tesorero, ya que era ésta la dignidad encargada de este cometido.

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tinuaba por la fachada principal del templo y por la nave de la Epístola retornaba al coro. Durante ese itinerario se hacían tres paradas o estaciones: en la capilla de San Ildefonso, en el Sagrario, y en la puerta del Perdón, en las que se cantaban algunos responsos y rezaban diversas oraciones24. Por su vistosidad, frecuencia y el desplie-gue ceremonial que conllevaban eran uno de los actos litúrgicos que más muche-dumbre congregaban y que más proyectaban la imagen jerárquica y de poder que el cabildo quería ofrecer a la población25.

Pero las procesiones no eran el único elemento que hacía especiales las celebra-ciones catedralicias, que se veían también enriquecidas con la predicación de sermo-nes, ya que sus responsables se dan cuenta de la posibilidad de aprovechar la mayor presencia de fieles, sobre todo durante la misa mayor, para ejercer una labor cate-quética en lengua romance, dirigida a un laicado insuficientemente instruido en temas de fe y al que el complejo ritual en latín que componía todos los oficios, sin duda le impresionaba, pero poco aportaba a su comprensión de los dogmas y misterios del cristianismo. Aunque las prédicas se realizaban todos los domingos y en más festivi-dades, era sobre todo en estas solemnidades de seis capas cuando se pronunciaban los sermones más importantes. Éstos pueden encuadrarse en dos grupos, diferentes en cuanto a la lengua en que eran pronunciados, el tipo de público al que se destinaban y la temática de los mismos26. Un primer grupo sería el de las "pláticas en lengua lati-na", 7 sermones de tema concreto y especializado, exclusivamente dirigidos a los beneficiados de la catedral y que corrían a cargo de los miembros mejor preparados del propio cabildo. El segundo grupo, más amplio, se decía en castellano, lo cual per-mitía que llegaran al público; en total eran 59 sermones, de los que 22 se decían al amanecer, en capillas particulares o en diferentes lugares del templo, y los 37 restan-tes, sin duda, los más interesantes, se predicaban a la vista de todos durante la misa, no pudiendo ser entregados "temerariamente y sin reparo a qualquiera"27.

A este respecto, los encargados de decirlos fueron en buena medida los miem-bros de los conventos de la ciudad en un tumo anual que empezaba el primer domin-go de Adviento y en el que se iban sucediendo los dominicos de San Pedro Mártir, los

24 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 252r-255v. El recorrido se alteraba si el día de la procesión se con-memoraba la fiesta de alguna de las advocaciones de las capillas del templo, haciéndose en ella la prime-ra estación. 25 Como en todas sus apariciones públicas, en las procesiones el clero catedralicio ocupaba el lugar que tenía asignado en el cortejo en función de su beneficio, orden sacerdotal y antigüedad: abrían la marcha los clerizones, seguidos de los capellanes, canónigos extravagantes, racioneros, canónigos y dignidades repar-tidos en dos columnas por coros y flanqueados en cada ano de los lados por el deán y el arcediano de Tole-do. Cerraban el desfile el preste, diácono y subdiácono semaneros y el arzobispo si estaba en la ciudad. 26 La provisión de los sermones catedralicios estaba en manos de una de las dignidades del cabildo, el capel-lán mayor, encargado de elaborar la "tabla" e la que se consignaban los días en que habían de decirse tales homilías, el tema sobre el que versarían y la persona o institución encargada de presentarlos públicamente. También proveería aquellos sermones no previstos en el calendario y que acontecimientos extraordinarios como un fallecimiento, la victoria en una batalla o una inesperada epidemia, obligarían a pronunciar ante los fieles: B.N. Mss. 6260, f. 12r. 27 La mejor información sobre la realidad de los sermones en la catedral toledana la transmite Blas Ortiz en la guía del templo ya mencionada, La Catedral de Toledo 1549..., pp. 224-225.

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franciscanos, desde fines del siglo XV asentados ya en San Juan de los Reyes, los frailes de San Agustín y, circunstancialmente, algún otro monasterio de la ciudad, como el de la Trinidad28. No obstante, el cabildo no quería permanecer ajeno a esta actividad predicadora y encargaba los sermones de determinados días a alguno de sus miembros más preparados, a fin de que alternaran con los religiosos citados. Para consolidar esta práctica fue decisiva la creación en 1476 de la canonjía de oficio magistral, cuyo titular, licenciado o doctor en Teología, tendría a su cargo la predica-ción de los sermones más solemnes programados en el calendario29. Los capitulares estaban obligados a preparar cuidadosamente sus discursos, habida cuenta de la gran afluencia de público a los oficios y también de la competencia que se crearía con los predicadores especializados de las diferentes órdenes religiosas. Por eso el cabildo no ponía reparos en conceder algunos días de permiso a aquel de sus componentes que así lo solicitara, con el fin de concentrarse en su tarea30.

Asi pues, mayor presencia de celebrantes, vestimentas ricamente bordadas, tañi-do de campanas, procesiones con reliquias, profusión de velas y candelas, contribui-rían a crear un ambiente de verdadero esplendor litúrgico, que no estaría completo si no considerásemos la contribución de otra importante parcela que ayudaba a dar aún más realce a estas fiestas. Nos referimos a la música interpretada durante las celebra-ciones, pues desde los siglos XV y XVI las catedrales son los principales motores de la creación musical, que se concibe, compone e interpreta para servir a los fines de la liturgia. Las diferentes misas y oficios catedralicios constituyen el escenario en el que se desarrolla un repertorio musical que se moldea en función de las fiestas del calen-dario y del santoral eclesiástico, ya que cada una de ellas demandará obras, textos y formas musicales distintas31. En Toledo serán, lógicamente, las fiestas de seis capas las que reclaman las piezas más acabadas, contribuyendo a elevar el tono de las mis-mas. Aunque es en el siglo XVI cuando la música de la catedral primada alcanza su máximo esplendor -hasta el punto de que el repertorio toledano se interpreta en la Capilla Real de Felipe II y en la de El Escorial- ya en el siglo anterior se aprecia una presencia importante32. En ellos participaban de manera especial clerizones, seises, cantores y organistas contratados, que ponían todo de su parte para lograr una inter-

28 Las Acias Capitulares nos dan noticia de la concordia realizada el 31 de enero de 1475 entre el cabildo y los frailes del monasterio de San Agustín por el que "en adelante tengan el cargo de faser los sermones en esta su iglesia segund esta en el calendario": A.C.T. Actas Cap. I, f. 76r. 29 La erección de esta canonjía, así como de la doctoral, no es exclusiva de Toledo, sino de todas las igle-sias de Castilla y León, y es responsabilidad de Sixto IV en bula fechada en Roma el 27 de abril de 1476: A.C.T.A.12.A.2.4. 30 A.C.T. Actas Cap. II, 48v. (1493, marzo, 15). 31 Samuel RUBIO, "La Música religiosa española en los siglos XV y XVI", en Historia de la Iglesia en España, t.III-2°, Madrid, B.A.C., 1980, pp. 553-583. 32 El trabajo que mejor analiza la vida musical de la catedral toledana es el de François REYNAUD, La Polyphonie Toledane et son milieu. Des premiers témoignages aux environs de 1600, CNRS Editions, Bre-pols Paris, 1996. Otras referencias en Felipe RUBIO PIQUERAS, Música y Músicos Toledanos, Toledo, 1923, y Códices polifónicos de la S.I.C.P. de Toledo, Toledo, 1925; Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, "La Música", en La Catedral de Toledo 1549..., pp, 59-66.

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pretación ajustada y solemne como correspondía a un ritual tan estricto. El resultado, de acuerdo con Blas Ortiz, asombraría a los asistentes y explicaría el reconocimiento que en el exterior tenían las celebraciones toledanas, según él, de "fama divulgadisi-ma por todo el mundo"33.

2.- Las fiestas de cuatro capas hacen también un número de 46, y algunas de ellas, 14 concretamente, eran fiestas de guardar por la población. Al margen de éstas que, como vimos antes, estaban preferentemente dedicadas a apóstoles y evangelis-tas, las restantes conmemoran al arcángel San Gabriel, a los Padres de la Iglesia lati-nos (Agustín, Jerónimo, Ambrosio), a papas (Urbano, Silvestre), abades (Antonio, Bernardo de Claraval, Domingo de Silos), obispos (Leandro, Isidoro, Traslación de San Isidoro, Martín, Tomás), mártires (Julián y Basilisa, Vicente, Emeterio y Cele-donio, Jorge, Poncio, Hipólito, Antonino, Román, Saturnino), santas (Justa y Rufina, Marina, Bárbara, Inés), así como a circunstancias especiales en la vida de algunos santos (Conversión y Conmemoración de San Pablo, San Juan ante porta latina, San Pedro obispo de Roma, Decollatio de San Juan Bautista).

Su celebración, también solemne, bajaría unos enteros en relación con las ante-riores, lo que se desprende del número de oficiantes -cuatro- del toque de la campa-na mediana, de las piezas elegidas para el canto y del tipo de procesión por el templo -media-, que se hacía sólo por la mitad del perímetro catedralicio y podía seguir dos itinerarios. El primero salía del coro dirigiéndose a la derecha, bordeaba el altar mayor, hacía estación en la capilla de San Ildefonso, sita en la girola, y retornaba al coro pasando por delante del Sagrario. La segunda posibilidad era cubrir la otra mitad de la iglesia, la que saliendo del coro por la izquierda pasaba delante de la capilla de San Pedro y al llegar a la capilla del Bautismo buscaba la nave principal, descendía a la puerta del Perdón y remontaba por la nave de la Epístola hasta regresar al coro. La estación no aparece señalada en el estatuto pero se haría en alguna de las capillas del recorrido34.

3.- Un tercer nivel en el tipo de celebraciones son las fiestas de dos capas, mucho menos numerosas, sólo 7, y en las que se conmemora a San Eutropio, San Gil, San Mauricio, San Dionisio, Santa Úrsula y, especialmente, las de los dos fundado-res de las ordenes mendicantes, Domingo de Guzmán y Francisco de Asís. Las cele-braciones en este caso sólo comportaban la presencia de dos oficiantes y, en general, un menor despliegue de efectos litúrgicos, aunque sabemos que las fiestas dedicadas a los citados Santo Domingo y San Francisco conllevaban procesión media por el templo.

4.- Más de la mitad de las fiestas del calendario catedralicio fijado por don Blas Fernández se incluyen en la categoría de fiestas de tres y nueve lecciones, que reci-

33 Op. cit.,p. 155. 34 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 256r-258r. De todas formas algunas de estas procesiones medias se aplicarían a fiestas de seis capas dedicadas a santos y sanias no tan principales (San Blas, San José, San-tos Felipe y Santiago, San Lorenzo, San Bartolomé, Santo Tomás, Santa Catalina, Santa María de las Nie-ves, Santa Lucía), y a otras conmemoraciones que tenían a !a cruz o a la Virgen como centro: Invención, Triunfo y Exaltación de la Santa Cruz, y Presentación de María en el Templo.

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ben su nombre del número de lecciones y responsos que se decían durante el oficio de la misa y de los maitines35. En ellas se conmemoraba a santos y santas de "segun-do orden", entre los que había papas (Marcelo, Fabián, Cleto, Pedro Celestino, Félix, Esteban, Marcos, Calixto, Clemente, Dámaso); obispos (Hilario, Fructuoso, Policar-po, Juan Crisóstomo, Ignacio, Torcuata, Gregorio Nacianceno, Marcelino, Luis de Toulouse, Remigio, Lino, Bricio, Pedro Alejandrino); eremitas (Pablo); abades (Mauro, Mayolo, Odón); reyes (Fernando de Castilla, San Luis de Francia); y un gran repertorio de ochenta mártires, entre los que se encuentran los más venerados de His-pania, las Galias, Roma y Oriente. Sobre su forma de celebración nada nos dicen los ceremoniales y estatutos catedralicios, al margen de los rezos que su propia denomi-nación lleva aparejados.

5.- Por fin, habría que hablar de las diferentes "dominicas", es decir, las cele-braciones de los domingos, que con ser importantes porque conmemoraban el día del Señor, realizan el rito de forma más sencilla y desprovista del exceso de artificio de algunos días. Diferente era el caso, no obstante, en que los domingos coincidían con alguna de las fiestas de seis o cuatro capas, bien de manera fortuita, bien por ser Pas-cua, Trinidad o Pentecostés que siempre se conmemoraban en domingo, lo cual obli-gaba a seguir el ritual propio de ¡as solemnidades especiales. Al margen de esta cir-cunstancia, todos los domingos del año -tanto los simples u ordinarios, como los que coincidían con la octava de alguna fiesta importante- se pronunciaban sermones y se hacían procesiones. En los primeros el cortejo salía del coro, se dirigía a la capilla de Santa Lucía, donde hacía estación, continuaba bordeando la capilla mayor, y hacía sendas paradas en la capilla de Santa Cruz y en el altar de Santa Elena. Por su parte, los domingos "infra octavas" tenían un recorrido similar, aunque sólo hacían estación en la capilla de San Ildefonso36.

Hasta aquí, el ceremonial específico que se desarrollaba en cada una de las fies-tas celebradas en la catedral. Pero, al margen del conjunto de gestos y ritos que el cabildo desplegaba en cada una de ellas, es importante conocer la forma en que eran percibidos por el pueblo, esto es, por los diferentes fieles que se acercaban al templo para participar de las misas, procesiones y demás actos rituales descritos. Aunque esta circunstancia es difícil de medir, pues la visión de los espectadores no ha dejado tes-timonios directos y las escasas referencias conservadas proceden de los organizado-res de los actos, lo cierto es que artesanos y comerciantes de Toledo, así como cam-pesinos de los alrededores, quedarían cautivados ante el boato desplegado en las celebraciones catedralicias, al tiempo que serían testigos directos del poderío del cabildo y, consecuentemente, del peso que la religión y la Iglesia tenían en sus vidas. Ello se ponía todavía más claramente de manifiesto en algunas fiestas -básicamente

35 Esta denominación, no obstante, es un tanto confusa, porque el rezo de las lecciones y responsos no es privativo de estos días, sino que era uso habitual de todo oficio catedralicio. Así, las fiestas de seis y cua-tro capas eran también fiestas de nueve lecciones y las de dos capas de tres lecciones. Ignoramos porqué don Blas se refiere a ellas de esta forma. 36 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 2S9r-262v.

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de seis capas- conmemoradas con especial solemnidad en el templo y en las que la participación popular era pieza muy destacada.

3. PRINCIPALES SOLEMNIDADES CATEDRALICIAS

Uno de los aspectos que más sorprenden al analizar el pasado medieval de nues-tras catedrales, es que no eran instituciones que vivían replegadas en sí mismas, sino que se relacionaban con su entorno urbano a través de múltiples iniciativas políticas, culturales o asistenciales y, por lo que ahora nos interesa, de la organización de nume-rosos festejos religiosos de gran atractivo, no exclusivamente piadoso, para la pobla-ción. En la catedral de Toledo, esta proyección religiosa estuvo especialmente cuida-da, hasta el punto que una de las catorce dignidades del cabildo, el vicario de la ciudad, tenía como ocupación principal la de velar por que aquellas celebraciones catedralicias que entraban en un contacto más directo con el pueblo se desarrollaran con el respeto y honestidad debidas tanto por parte de los asistentes, como de los cele-brantes, a fin de que dieran un ejemplo aleccionador a los fieles. Esta labor inspecto-ra, en la que el vicario estaba auxiliado por un fiscal, se volcaba preferentemente en aquellas actividades que se desarrollaban en el exterior del templo, caso de las pro-cesiones por las calles de la ciudad, en las que el cabildo solía ir acompañado por representantes del clero parroquial y conventual de la ciudad, así como del Ayunta-miento ciudadano. En todas estas salidas la corporación ponía todo su empeño en diferenciarse de los otros clérigos por la riqueza del vestuario y demás objetos litúr-gicos y, desde luego, en mostrar al exterior la pujanza de su grupo37.

A continuación, destacaremos algunas fiestas que por los actos que desarrollan estaban especialmente pensadas para el disfrute popular, tanto si se conmemoraban en fechas fijas anotadas en el calendario catedralicio, como si estaban motivadas por imprevisibles acontecimientos, algunos de índole política o guerrera, pero en los que el cabildo también tenía una participación importante. Para una mayor claridad, dife-renciaremos aquellas en las que el cabildo era el máximo organizador, de las dis-puestas por otras instancias -reyes, parroquias, ayuntamiento- en las que le corres-pondía un papel más secundario.

37 El fiscal auxiliar del vicario iba dentro de la procesión vigilando cuanto en ella sucediese: penaba a los integrantes del desfile si no asistían, llegaban tarde o lo abandonaban antes de tiempo, obligaba al público asistente a descubrir su cabeza cuando llegaba la clerecía, y ordenaba retirar del recorrido procesional aquellas "tablas" consideradas deshonestas y poco acordes con el sentido religioso del cortejo que desfi-laría ante ellas. Libro Arcayos. B.C.T. MS 42-29, f. 228r-228v.

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3.1. ORGANIZADAS POR EL CABILDO

A. EL "CORPUS CHRISTI"

No cabe duda alguna de que los mayores esfuerzos y gastos del cabildo iban des-tinados a organizar esta fiesta, en la que la evidente faceta religiosa -su centro es la conmemoración del sacramento eucarístico- se completa con un marcado compo-nente popular y lúdico. En su organización y financiación participaban, además, los sectores civiles más influyentes de la ciudad -ayuntamiento, gremios y cofradías de oficios-, lo que, amén de convertirla en una de las fiestas urbanas por excelencia, hacía que tanto sus autoridades como sus habitantes vivieran durante esos días vol-cados en conseguir unos fastos para el disfrute de todos.

Dejando a un lado la exposición de aspectos por todos conocidos sobre los orí-genes de la fiesta, así como lo relativo a su llegada e implantación en la Península Ibérica38, nos centraremos exclusivamente en su realidad en la ciudad de Toledo. A este respecto, sabemos que en torno a 1336 la celebración del "Corpus Christi" ya estaba perfectamente considerada entre las solemnidades del calendario litúrgico toledano, y como tal se menciona en el sínodo que en esa fecha convocó en Alcalá el arzobispo Jimeno de Luna39. A partir de entonces y durante los siglos XIV y XV la celebración del "Corpus" se va definiendo con todo su ritual y, muy especialmen-te, con el solemne desfile procesional que se realizaba durante la misma40, sí bien ello no implica que el volumen de documentación conservada sea abundante para estas centurias41. Referir cuando sabemos acerca del contenido de esta fundamental fiesta toledana desbordaría el espacio asignado para este trabajo. Por ello y por ser un tema muy estudiado42, nos limitaremos a señalar sucintamente aquellas cuestio-

38 Para adentrarse en estos y otros aspectos relacionados con esta fiesta remitimos al lector a la obra colec-tiva de reciente aparición, Gerardo FERNÁNDEZ JUÁREZ y Fernando MARTÍNEZ GIL, (Coords.). Op. cit. 39 José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 198. Anselmo GASCÓN DE GOTOR, El Corpus Christi y las custodias procesionales españolas. La Academia, Barcelona, 1916, apuntó la hipótesis, de difícil compro-bación, de su posible conmemoración ya en 1280, con la presencia en la ciudad de Alfonso X, algo que no está contrastado por las fuentes y que se apoya en la posible introducción de la fiesta en la sede primada por su arzobispo, Sancho de Aragón, que la habría conocido en algunas ciudades de la Corona aragonesa de la que era originario. También Ramón GONZÁLVEZ en el trabajo que citamos en la nota 53 aventura otra hipótesis: que llegara de la mano de Gonzalo Pétrez, quien antes de ser elegido en 1280 para la sede primada, había sido testigo directo en Roma de la erección de la celebración del "Corpus" por el papa Urbano IV en 1264. 40 En 1372 se constata por primera vez el precio que costaban las candelas que ardían a lo largo de la pro-cesión: A.O.F. 929, Posesiones del Reñtor, f. 75v. 41 En efecto, las noticias sobre esta primera época son bastante fragmentarias y tienen una casi exclusiva dimensión económica, ya que proceden de los fondos de Obra y Fábrica en los que se consignaban los gas-tos que el cabildo y la obra catedralicia tenían que afrontar ante la organización de la fiesta. Ello nos obli-ga a depender de los más numerosos testimonios referidos a época moderna, ya que será a partir del siglo XVI, especialmente después de Trento, cuando se produzca la verdadera eclosión de la festividad. 42 Los estudios sobre la fiesta del Corpus en Toledo ofrecen una tremenda variedad, ya que algunos tienen una dimensión más "turística" o laudatoria que propiamente histórica. Entre todos ellos destacaremos los

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nes que mejor simbolizan el papel de la catedral en la fiesta y la participación del pueblo en los diferentes actos que comportaba.

La celebración comenzaba el miércoles con los ritos habituales de las vísperas, pero era ya durante el jueves cuando alcanzaba la mayor espectacularidad y comple-jidad litúrgica43. El momento culminante de la celebración religiosa llegaba después de la misa mayor, cuando todo se disponía para el acto litúrgico que ha dado más fama a ese día, una solemne procesión por el interior y exterior del templo, en la que desfilaría ante los fieles la Sagrada Forma, centro de la solemnidad44. El cortejo tenía durante los siglos XIV y XV un recorrido más reducido que el que se haría desde el siglo XVJ, en el que, como hoy, se transitaba por los barrios más céntricos de la ciu-dad. En el siglo XV el itinerario se limitaba a las calles que rodeaban los muros de la catedral, desde la puerta del Perdón a la del Reloj, y como mucho se extendía por las Tornerías, las Cuatro Calles y la Chapinería hasta penetrar en el templo, sin que por ello se redujera la espectacularidad de la fiesta.

En el desfile, abierto por la figura del pertiguero que con su vara despejaba de curiosos el recorrido, destacaba de manera evidente el compacto bloque que consti-tuía el clero catedralicio, que para la ocasión hacía desfilar a todos sus efectivos per-fectamente ataviados y jerarquizados, y portando toda suerte de velas, luminarias, cruces y reliquias. No hay duda que debía ser impresionante para los espectadores ver desplegado de forma tan palpable el poder de la institución, más aún si asistía el pre-lado, que cerraría el grupo. Pero el cabildo no estaba solo, ya que se veía arropado por los demás curas y beneficiados de la ciudad, por las cruces de las parroquias, por las cofradías de los oficios mecánicos, y, por supuesto, por los representantes de la autoridad municipal, que contribuían, además de contratando juegos y divertimentos para todos, costeando a medias con el refitor y la Obra el adorno del recorrido pro-

de Juan Estanislao LÓPEZ GÓMEZ, La procesión del Corpus Christi en Toledo, IPIET, Toledo, 1987, y El Corpus de Toledo, Toledo, 1999; José MARTÍN MORALES, Corpus Christi en Toledo, Gómez-Menor, Toledo, 1982; Ángel FERNÁNDEZ COLLADO, La Catedral de Toledo en el siglo XVI. rula, arle, per-sonas. Diputación Provincial, Toledo, 1999, y "Eucaristía y Corpus Christi en Toledo", en Toletana. Cues-tiones de Teología e Historia, n° 1 (1999), pp. 121-149; Hilario RODRÍGUEZ DE GRACIA, El Corpus en Toledo. Fiesta religiosa y profana en los siglos XVI y XVII, Caja Castilla-La Mancha, Toledo, 2001. Los trabajos que más datos aportan sobre la realidad del Corpus toledano en la Baja Edad Media son los de Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, "El Corpus de Toledo en los siglos XIV y XV", en Memoria Ecclesiae, XX, Oviedo, 2002, pp. 211-240, que analiza los primeros pasos de la celebración, y Carmen TORROJA MENÉNDEZ y María RIVAS PALA, "Teatro de Toledo en el siglo XV. El Auto de la Pasión de Alonso del Campo", en Boletín de la Real Academia Española, Anexo XXXV, Madrid, 1977, en el que se recuperan abundantes referencias dispersas entre los legajos del Archivo de Obra y Fábrica sobre los gastos realiza-dos para la fiesta. 43 La descripción detallada del ritual seguido es de una fecha tardía, 1595, y se recoge en esa compilación de datos y referencias que hace el racionero Arcayos. B.C.T. MS 42-29, ff. 530r-535r. 44 Ésta, paseada sobre unas andas ricamente adornadas, quedaba a buen recaudo en una custodia de plata mencionada por Jerónimo Münzer en 1495 entre las joyas de la catedral, quien la consideró "la mejor cus-todia de plata que he visto en mi vida, cuyo peso es de 800 marcos": Viajeros por la Historia. Extranjeros en Castilla-La Mancha, Junta de Comunidades, Toledo, 1997, p. 55. Perdida al parecer durante la guerra de las comunidades, su lugar lo ocupa desde el siglo XVI la bellísima custodia realizada por Enrique de Arfe.

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cesional. Este es otro de los aspectos que más distingue a la celebración del Corpus y que más asombro causaba al visitante, el entrar en contacto con toda una ciudad puesta al servicio de la fiesta y engalanada con tapices, colgaduras y toldos para que pasara el Sacramento, los llamados "cielos". Ello, unido al sonar incesante de cam­panas y melodías sacras ha llevado a afirmar que durante ese día "toda la ciudad se convertía en un templo"45.

Ahora bien, si sólo hubiese sido esto, estaríamos ante una fiesta más, muy solemne desde luego, pero que no justifica el enorme arraigo popular que adquirió ya durante los siglos bajomedievales. Y es que, sin duda, el "Corpus Christi" era mucho más; al lado del espectáculo religioso, la fiesta era también un gran espectáculo pro-fano en el que a través de músicas, danzas, desfiles de seres fantásticos y representa-ciones teatrales, se hacía partícipe a toda la población de la alegría por la conmemo-ración de este misterio de fe. En Toledo ese cariz eminentemente popular lo ponían, además de diversos juglares, músicos y danzantes46, una serie de personajes imagina-rios y fantásticos, encabezados por la "Tarasca", serpiente-dragón que solía abrir todo el cortejo procesional y causaba verdadero asombro, y hasta algo de temor entre los asistentes. También los trece gigantones y las gigantillas o cabezudos que la seguían harían las delicias del público, ataviados con vistosos tocados y colores47.

El entusiasmo popular ante esta parte profana del desfile no gustaba a los ecle-siásticos porque distraía a los fieles del núcleo central de la conmemoración y de la dimensión religiosa de este día. De ahí, las duras críticas vertidas en el concilio pro-vincial de Aranda de 1473, en el que Camilo critica los juegos teatrales, las másca-ras, monstruos y espectáculos deshonestos que tenían lugar durante algunas fiestas y que se trasladaban al interior de las iglesias, originando tumultos e impidiendo el recogimiento interior de los fieles48. Siete años después, en el sínodo de Alcalá, rati-fica la medida y vuelve a recordar la necesidad de guardar el honor y honestidad de los templos santos, especialmente de la catedral, pero consciente de que erradicar estas prácticas era difícil, admite que se realicen siempre que se impida que las figu-ras entren en la iglesia y que se digan en ella palabras y hechos torpes que "acerca de los fíeles traen escándalo e resfriamiento de devoción"49. En ningún caso se planteó

45 Rosario DIEZ DEL CORRAL, Arquitectura y mecenazgo. La imagen de Toledo en el Renacimiento, Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 300. 46 Un atractivo estudio sobre el tema, aunque para periodos más avanzados en Francois REYNAUD, "Con-tribulion a l'étude des danscurs et des musiciens des fétes du Corpus Christi et de l'Assoinption a Tolède aux XVI et XVII siècles", en Mélanges de la Casa de Velázquez, X (1974), pp. 133-168. 47 Juan Estanislao LÓPEZ GÓMEZ, Los gigantones y la Tarasca de Toledo, Cofradía del Gremio de los Hortelanos de Toledo, Toledo, 1996. 48 José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., p. 295. La constitución conciliar no se refiere específicamente a las celebraciones del Corpus, ni exclusivamente a Toledo, ya que iba dirigido a las demás catedrales e igle-sias de su provincia. El texto especifica que también en la Navidad y en torno a las fiestas de San Juan, San Esteban y los Santos Inocentes debían realizarse algunos de estos juegos, muy mal vistos por la cúpula eclesiástica. Sin embargo, pensamos que al hablar de monstruos y máscaras sus críticas aludían igualmen-te a los seres imaginarios que desfilaban en el Corpus. 49 Ibid., pp. 309-310.

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desterrarlas de las calles de la ciudad, máxime cuando la propia corporación era pro-pietaria de algunos gigantones.

Pero no todas las actividades lúdicas son objeto de crítica; de hecho, Carrillo se muestra mucho más permisivo con aquellas diversiones y espectáculos que movían a la piedad y devoción popular, y que también el cabildo consiente y costea a fin de que sean interpretados durante las principales solemnidades. Desde 1445 hay noticias de que el cabildo asignaba cantidades a los "juegos del Cuerpo de Dios" -en 1456 lla-mados ya "representaciones"-, cantidades, sin duda, elevadas, pues los autos sacra-mentales se llevaban la parte más cuantiosa de los gastos catedralicios para la fiesta. No sólo había que pagar a los actores y comediantes encargados de interpretar estos dramas sacros, sino proporcionarles un vestuario y construir o reparar los carros y carretas que servían de escenario, sencillo pero muy adornado, a las diferentes actua-ciones, realizadas tanto dentro como fuera del templo50. Las obras representadas com-pondrían un repertorio de unos treinta títulos que en tomo a 1500 se turnarían en las celebraciones, siendo por término medio, siete los autos representados cada año en tal día, tanto durante la procesión como por la tarde51.

Lo cierto es que con tantos actos paralelos o integrados en la procesión, ésta ten-dría una larga duración, lo que haría que la fiesta se extendiera durante buena parte de la mañana. Por la tarde, y siguiendo con ese tono popular del día, el Ayuntamien-to organizaba juegos de cañas, torneos y, sobre todo, corridas de toros que harían las delicias de todos los sectores urbanos, incluido el cabildo, que trataba de ocupar los principales puestos en las tribunas que se levantaban en Zocodover para los especta-dores de mayor rango. Por si todo ello fuera poco, las conmemoraciones del Corpus no se podían dar por concluidas hasta la celebración de su octava, en la que, aunque no con tanta espectacularidad, también había procesión por el interior del templo y escenificaciones sacras, conociéndose popularmente la fiesta como el "Corpus chi-co".

B. FIESTAS MAYORES Y OTROS CICLOS LITÚRGICOS

Si bien el "Corpus" se lleva toda la fama de las celebraciones toledanas, había otras fechas incluidas en la tabla de solemnidades de la catedral -la mayoría de las cuales eran a su vez fiestas de guardar- que también despertaban la devoción y el interés entre los fieles. Eran, en su mayor parte, fiestas relacionadas con importantes

50 En el primer caso, la Obra levantaba entre los dos coros estrados y tribunas para disfrute de beneficiados y personalidades invitadas. En el exterior, se realizaban escenificaciones delante de la Puerta del Perdón, para que el Ayuntamiento pudiera verlos desde su tablado, asi como en otros puntos del recorrido proce-sional, ya que los carros tirados por peones, se integraban en el conjunto del desfile, y, llegado el momen-to, se transformaban en escenarios desde los que todos podían ver y escuchar a los actores. 51 Carmen TORROJAy María R1VAS PALA, en la obra ya citada son las que recogen los datos sobre esta actividad teatral a partir de la información reunida en diferentes libros del Archivo de Obra y Fábrica. Antes de este trabajo expusieron un pequeño avance en "Teatro religioso en Toledo en 1500", en V Simposio Tole-do Renacentista, III, Publicaciones del C.U.T., Madrid, 1980, pp. 113-124.

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momentos de la vida de Cristo o de la Virgen, que en ningún caso pasaban desaper-cibidas en las tareas organizativas del cabildo, encargado de preparar para su conme-moración diferentes oficios litúrgicos en los que cada vez se utilizan gestos más efec-tistas -disfraces para representar personajes, vapores de incienso, flores, máscaras, decorados artificiosos- a fin de excitar la religiosidad del pueblo, captar su atención y facilitar la comprensión de unos, a veces, interminables servicios religiosos52.

Comenzaremos por significar las tres fiestas mayores del templo que se celebra-ban en tres momentos distintos del año: Todos Santos, Pascua de Resurrección y la Virgen de Agosto. El cabildo obligaba a asistir a todos sus miembros a las celebra-ciones litúrgicas de esos días y aprovechaba la mayor afluencia de beneficiados para poner al día los temas económicos -cobro de alquileres, distribución de vestuarios, ausencias y otros ingresos-, así como para tratar en capítulo algunas cuestiones de interés general.

De ellas, la que más información ofrece, sin duda, porque seria la más importante después del Corpus es la celebración el 15 de agosto de la Asunción de la Virgen, en pleno periodo estival; en ella se conmemora un misterio que sitúa en su centro la figu-ra de la Virgen, devoción que se fue afirmando con fuerza a lo largo de la Edad Media y con cuya difusión en la Península Ibérica tuvo mucho que ver la obra de San Ilde-fonso, arzobispo de Toledo en el siglo VII y apasionado defensor de su virginidad53. En la catedral primada, que fue puesta por Alfonso VI bajo la advocación de Santa María, se celebraban otras fiestas marianas, pero ésta era la principal, esmerándose el cabildo en preparar unos festejos que, en muchos puntos, tienen grandes semejanzas con el Corpus: también se hacían procesiones callejeras, se representaban autos, y danzantes y músicos daban tremendo colorido a la celebración. Una imagen de la Virgen que habitualmente se guardaba en el Sagrario pasearía en andas, las andas de "la María", adornadas con caras de ángeles y con acompañamiento de juglares y tañedores. Igual-mente, está constatado que durante ese día se harían representaciones escénicas, e incluso, al prever las que se harían en el Corpus, los organizadores tienen ya en cuen-ta "las del día de Santa María"54. Además, se decían sermones tanto en lengua latina el día 16, sobre este misterio de la Asunción de la Virgen, como en castellano para todo el público el propio día de la fiesta.

52 Sucede, no obstante, que la documentación medieval conservada para todas estas celebraciones no es muy numerosa. Vuelven a ser las autoras citadas en la nota anterior las que más información ofrecen al recoger las noticias que diferentes libros de Obra y Fábrica proporcionan sobre los gastos que originaba su organización y la realización de esos artificios. 53 La guía de Blas Ortiz, Op. cit., pp. 159-163, deja un interesante relato del papel de San Ildefonso como defensor de la virginidad de María y de! agradecimiento de la misma plasmado en su descensión a la cate-dral para imponer la casulla de obispo a Ildefonso. La catedral alberga incluso una capilla, la de la Des-censión, en la que se dice está la piedra sobre la que se posó la Virgen. Interesantes noticias también en Federico-Mario BELTRÁN TORREIRA, "San Ildefonso de Toledo y el culto a la Virgen en la Iglesia His-pano-Visigoda: Problemas históricos y doctrinales", en Devoción mariana y sociedad medieval, Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1988, pp. 439-454. 54 A.O.F. 769, f. 43r.

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Otra de las fiestas mayores del templo era el Domingo de Resurrección, con el que se ponía fin a los actos desarrollados a lo largo de la Semana Santa y de toda la Cuaresma. Así, durante la Semana Santa se hacían una serie de gestos y actos sim-bólicos en "remembrança de la pasión de Ihesu Christo", que incluían la preparación del monumento con cirios y la colocación de una corona de espinas y un paño man-chado de sangre sobre la imagen de Cristo55. Significado especial tenían las celebra-ciones del día de Pascua, particularmente la "Visitado Sepulchri", que escenificaba el descubrimiento del sepulcro vacío por las llamadas "Marías de la Pasión" y el consi-guiente anuncio de la Resurrección del Señor56. Además, todo el ciclo de la Cuares-ma era uno de los momentos más apropiados para la predicación de sermones, tanto esos en lengua latina más especializados y destinados a los propio clero catedralicio57, como los dirigido al gran público. Pese a las pocas noticias conservadas, las Actas Capitulares han dejado constancia del reparto de sermones que se hizo durante la Cuaresma de 1493, así como del salario que se pagó a los predicadores. El cabildo ordenó librar 4.000 mrs. para repartirlos por igual entre las cuatro personas encarga-das de los sermones, a saber: los viernes el maestro franciscano Alonso de Espina; los domingos después de comer el monasterio de la Trinidad; los lunes el monasterio dominico de San Pedro Mártir, y los miércoles el bachiller Guillén, de quien no cons-ta su procedencia58. También eran importantes en los días de Cuaresma las procesio-nes llamadas "letanías", de claro sentido penitencial, realizadas con el fin de preparar el espíritu para el misterio que se estaba a punto de conmemorar59.

Sobre los actos realizados en torno a la tercera fiesta mayor, la celebración de Todos los Santos el primero de noviembre, tenemos muy pocas noticias, pero hemos de suponer que en ellas se desplegaría todo el ceremonial ya señalado para las fiestas de seis capas. Sí sabemos que se decía un sermón en latín el día posterior dedicado a la memoria de los difuntos.

Al margen de estos tres grandes días, había otros ciclos litúrgicos que, por su importancia, obligaban al cabildo a conmemorarlos de forma especial. Es e! caso del ciclo de Navidad, también propenso a la fiesta y a la escenificación. Los días finales del mes de diciembre y los primeros de enero dejan constancia de muchos actos, algu-nos de signo burlesco como veremos en el siguiente apartado, y otros claramente con-memorativos del acto principal del cristianismo, el nacimiento de Jesucristo. El día de Navidad sería especialmente celebrado con procesiones, desfile de reliquias y escenificaciones del misterio en las que la figura de los pastores -clerizones disfra-zados- tenía un importante protagonismo junto a la propia Virgen y al Niño. Pero al

55 Ibid., 761, ff. 18r y21v. 56 A.O.F. 763, f. 32v. 57 De ellos se decían cuatro: el Miércoles de Ceniza, dedicado al menosprecio de las cosas humanas; Jue-ves y Sábado Santo, referidos a la institución de la Eucaristía y a la sepultura del Señor, respectivamente; por fin, el lunes de Pascua el predicador ha de hablar sobre la alegría de ver a Cristo resucitado. 38 A.C.T. Actas Cap. II, ff. 47v y 49v. (1493, febrero 18, y abril, 1). 59 En ellas la costumbre era ir desde la catedral a la parroquia de San Salvador, pero, en ocasiones, algunas circunstancias alteraban el recorrido, como en 1493, en que por obras se va al convento de la Trinidad: A.C.T. Actas Cap. II, f. 50r. (1493, mayo, 8).

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margen de esta dramatización litúrgica, la noche del 24 de diciembre daba ocasión para dos manifestaciones musicales de gran importancia, el grave y solemne canto de la Sibila y los más alegres villancicos interpretados por los pastores, tradiciones que desde un principio atrajeron a un buen número de fíeles toledanos a la catedral60.

Por último, citaremos los fastos organizados en Pentecostés, de los que sabemos que ya en 1426 se hizo un artificio para escenificar la venida del Espíritu Santo en forma de paloma que baja del cielo, utilizando aros de madera, telas, pergaminos, papel y cordeles de cáñamo61.

C. EL "OBISPILLO" DE SAN NICOLÁS

Todas las fiestas mencionadas hasta ahora, independientemente de que su com-ponente lúdico pudiera en ocasiones desviarse del sentimiento religioso, respondían a unos esquemas similares que no tenían otro fin que reforzar el esplendor de las acti-vidades litúrgicas del templo primado. Ahora bien, había otra celebración en la cate-dral que se salía de esos límites convencionales y suponía una ruptura -momentánea eso sí- con el orden establecido. Su grado de aceptación entre la sociedad fue tal, que resulta difícil precisar si estamos ante una fiesta propia de la cultura popular o de la eclesiástica, ya que en ella están muy mezclados ambos niveles.

Nos estamos refiriendo a la fiesta de San Nicolás o del "obispillo", de gran arrai-go en muchas catedrales occidentales, y, sin duda, una de las mejores expresiones de esas "fiestas de locos" que se desarrollaron durante el periodo medieval y en las que la inversión de papeles, el tono burlesco y la presentación de un "mundo al revés" ofrecen un atractivo punto de análisis62. En ellas se respira un espíritu de libertad e irreverencia, que implica una inversión de las jerarquías oficiales y que permite al ser humano abandonar por un corto periodo de tiempo su "rol" cotidiano, y adoptar otro en tono de parodia e ironía. Este tipo de celebraciones era propio de los ámbitos fuer-temente jerarquizados, caso de las catedrales, en las que el clero que las componía se hallaba fuertemente dividido en sectores. Durante unos días los valores establecidos se invertían y se admitía que los protagonistas no fueran prelados, dignidades o canó-nigos, sino el conjunto de jóvenes clerizones y estudiantes de la catedral que cam-biaban su papel de subordinados y encabezaban las procesiones, iniciaban responsos y ocupaban los asientos principales en el coro. Muchas catedrales hispanas alberga-ron este tipo de fiesta y Toledo, desde su condición de primada, no fue ninguna excepción.

60 Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, La Navidad en la Catedral de Toledo, Antonio Pareja (ed.), Toledo, 2002. 61 A.O.F. 764, f. 40r. 62 Uno de los trabajos que mejor analiza este tipo de festividades es el de Jacques HEERS, Carnavales y Fiestas de heos, Ed. Península, Barcelona, 1988, que vuelve sobre el tema en "Carnavals et fêtes des fous au Moyen Âge" en Las Fiestas medievales. Cuadernos del CEMYR, 2, La Laguna, 1994, pp. 167-181. En la misma obra de conjunto es de interés el artículo de E. POPEANGA, "La Desacralización del mundo medieval o el "mundo al revés", pp. 89-103.

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La fiesta se celebraba en invierno, al finalizar el año, tiempo propicio desde la antigüedad para licencias festivas y ritos de inversión social. Dos eran las fechas prin-cipales que la enmarcaban: el 6 de diciembre, festividad de San Nicolás, santo de gran difusión en Occidente y patrono de los niños al serle atribuido el milagro de salvar a tres de ellos de morir ahogados, y el día 28 de ese mismo mes, conmemoración de los Santos Inocentes. Ambas fechas -que comportaban el oficio de las fiestas de cuatro capas- tenían que ver con la infancia, la juventud y la inocencia, lo cual se corres-ponde con los actores principales de la fiesta, los niños y jóvenes vinculados a la cate-dral. La documentación toledana no es muy explícita sobre el desarrollo de la fiesta durante la Edad Media, pero precisamente en el siglo XVI, cuando se pone fin a la misma, se hizo una descripción acerca "de la election que antiguamente se hacia del obispo en la Santa Yglesia de Toledo", de la que obtenemos importante información combinada con las escasas referencias de las Actas Capitulares.

El día de San Nicolás, ó de diciembre se hacía la elección del "obispillo" por los clerizones reunidos en cabildo. Parece que su nombre se hacía público de una mane-ra un tanto llamativa, mediante un artificio, similar a los que se harían en otras repre-sentaciones escénicas, consistente en una nube de la que salían cohetes y "descienden los angeles y trayan el bonete y un rotulo en que viene escrito el nombre del obispo". Este obispillo era el auténtico rey de la fiesta y, ataviado con su mitra, roquete, sobre-pelliz, capa y demás hábitos episcopales, pronunciaba un sermón desde el pulpito en tono de chanza para hacer reír a los fieles, sermones de los que, lamentablemente en Toledo no ha quedado ningún testimonio63. Pero su cometido era más amplio y le obli-gaba a dirigir los oficios corales y encabezar junto al resto de clerizones la procesión por la iglesia. La posición en el coro de todos ellos sufría durante la fiesta una clara inversión, ya que pasaban a ocupar los asientos de las gradas altas, y dejaban para dig-nidades, canónigos y racioneros la sillería baja. Este obispo ganaba las distribuciones como un racionero durante ese día y los veinte en que se prolongaban las chanzas y el ambiente festivo propio de este oficio. Por fin llegaba el 28 de diciembre, conme-moración de los Santos Inocentes, en que la fiesta del obispo de San Nicolás llegaba a su apogeo. Era ese el día en el que se producía la mayor inversión de papeles hasta el punto de encontrar a canónigos y dignidades haciendo las veces de auxiliares del cabildo, algo a lo que estaban obligados so pena de perder las distribuciones y no ser tenidos en cuenta para las mismas durante un mes64.

63 Si se conser/an dos textos en catalán correspondientes a los sermones pronunciados por el obispillo o "Bisbetó". En ellos, tras una presentación por otro clerizón que alababa sus méritos, tomaba la palabra el obispo que glosaba la festividad del día y otros episodios relativos a la infancia (Reyes Magos, Matanza de los Inocentes), culminando con una sátira, no irreverente, contra clérigos, nobles, artesanos y mujeres. Luis RUBIO GARCÍA, "Las representaciones sacras en Lérida", en Estudios sobre la Edad Media española. Murcia, 1973, pp. 34 y ss; Martín DE RIQUER, Historia de la literatura catalana, t. II, Ariel, Barcelona, 1984, pp, 258 y ss. 64 De esta forma, era fácil ver a las dignidades actuando como pertigueros y portadores de cirios, a los canó-nigos haciendo de perreros, incensarios y portadores del misal, y a los racioneros ayudando a vestir al obis-pillo. Libro Arcayos. B.C.T. MS 42-29, ff. 562r-563r.

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Una vez realizados estos actos en el interior del templo, la fiesta se trasladaba a las calles de la ciudad, donde todo el cortejo desfilaba en ese mismo tono ante un público atónito que disfrutaba sobremanera con esa inocentada permitida en la que se expresaba una crítica burlesca hacia la actividad de los capitulares -a quienes el obis-pillo multaba y juzgaba si lo consideraba oportuno- y, al propio tiempo, una pedago-gía destinada a mostrar la fragilidad de las jerarquías humanas. El día concluía con un banquete costeado con los pequeños fondos recaudados durante el recorrido y con la aportación que hacía el propio cabildo. La única referencia conservada presenta a éste destinando 1.000 mrs. del refitor en 1490 "para comyda"65. También el prelado contribuía con una cantidad, o al menos eso hizo Cisneros entre 1495-1502 otorgan-do 200 mrs. anuales66. El entusiasmo popular ante este mundo organizado al revés, los efectos del banquete y el tono de chanza que desde un principio presidía la fiesta des-embocaban en ciertos actos grotescos, irreverencias y mofas, en un efímero "mundo al revés" destinado a excitar la humildad de las jerarquías.

Una de las críticas más severas a las situaciones que provocaba la fiesta la rea-liza el arzobispo Carrillo, a quien ya vimos poniendo límites a diferentes actos des-honestos y comedias que se hacían en determinadas fechas. El concilio provincial de Aranda de 1473 señala claramente a los que se hacían "en la fiesta de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo y San Esteban, Juan y los Inocentes", es decir, todas las que estaban relacionadas con este ciclo invernal. El prelado habla incluso de "turpia car-mina et derisorii sermones", que impedían la celebración de los oficios divinos y en nada alentaban a la devoción del pueblo; es por ello que los prohibe y castiga a quie-nes los permitieran con una multa y la pérdida por un mes de su ración67. Veinte años después no habrían cambiado demasiado las cosas a juzgar por el recordatorio que en 1492 ha de hacer el cabildo para que guarden las disposiciones de Carrillo, debido a que los días que iban desde San Nicolás a los Inocentes "se fasian e desian cosas des-onestas de que el pueblo tomava mal exemplo"68.

Lo cierto es que se inicia una corriente de opinión contraria a este tipo de cele-braciones burlescas, que llevan a poner cortapisas e incluso a prohibir la fiesta en algunas catedrales durante los primeras décadas del siglo XVI, hasta su definitiva supresión en el concilio de Trento. En Toledo se siguió esta misma tónica. En torno a 1518 se prohibieron los sermones realizados por el obispillo, ya que provocaban "a risa y otras vanidades al pueblo", y pasaron a ser pronunciados por "personas doctas y de autoridad". La situación debía preocupar sobremanera al cabildo que en enero de 1538 escribió a su prelado, a la sazón el cardenal Juan Pardo Tavera, poniéndole en antecedentes de todos los conflictos que generaba la celebración de esta fiesta y soli-citándole un pronunciamiento sobre el tema. En la carta se recogen los diversos pare-

65 A.C.T. Actas Cap. II, f. llr. (1490, noviembre, 26). 66 José GARCÍA ORO y María José PORTELA SILVA, "El Gobierno Toledano del Cardenal Cisneros en las cuentas", en Toletana. Cuestiones de Teología e Historia, 2 (2000), p. 88. Los autores entienden equi-vocadamente que esta cantidad es "para gratificación del obispo auxiliar, llamado obispillo de San Nico-lás", y no para los gastos de la fiesta. 67 José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit, p. 295. 68 A.C.T. Actas Cap. II, f. 44r (1492, diciembre, 7).

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ceres que los canónigos tenían sobre la cuestión: unos, los más numerosos, eran par-tidarios de acabar con la celebración de la misma forma que se había hecho en otras iglesias, alegando que los festejos traían consigo "danças y hombres armados y otras cosas no muy honestas a la yglesia para provocar a plazer al pueblo"; por el contra-rio, otro sector se resistía a acabar con una "costumbre tan antigua e inmemorial", a la que se ve como un ejemplo de humildad, y, todo lo más, admitía que se reforma-ran aquellas prácticas que impedían que "se çelebrase el ofiçio divino con mas paçi-ficaçión y decencia"69.

Cada una de las partes se apoyaba en sólidos argumentos canónicos, y lo cierto es que, aunque no conocemos la respuesta del arzobispo, se fue imponiendo la pos-tura más intransigente y así, ese mismo año e! cabildo, reiterando los escándalos que solía haber en la fiesta "a causa de la mucha gente que a ella concurria", ratificó la prohibición del sermón y la bendición que daba el obispillo, así como la costumbre de sentarse en las sillas altas70. La fiesta se va poco a poco desvirtuando y privando de algunos de sus elementos más significativos, hasta su total abolición que llegó en el Concilio provincial toledano de 1565, primero que se celebró en la provincia ecle-siástica después de las resoluciones de Trento71.

De esta forma se acaba con la fiesta más atractiva por su innovación y ruptura del orden establecido de cuantas se celebraban en la catedral primada. Ahora bien, ese carácter transgresor no va más allá de unos días al año, pasados los cuales la catedral y su cabildo volvían a recuperar, con más fuerza si cabe, el mando de la situación y la autoridad sobre los jóvenes clerizones. Por eso los responsables catedralicios con-sentían la celebración de estas "travesuras" en las que canónigos y dignidades eran objeto de chanzas y sátiras, sabedores de que, por mucha parodia que se hiciese, el control de la situación era suyo y la duración de la libertad efímera. Heers pone el dedo en la llaga al afirmar que, aunque de modo burlesco, la fiesta del obispillo deja constancia en la ciudad que la celebra de la pujanza del grupo catedralicio, del que también forman parte estos servidores o protegidos que por un día tocan la gloria. Ésta es para el autor la clave que explica el interés que incluso los canónigos más ricos y eruditos tenían en esta fiesta y el porqué la toleraban a pesar de las irreveren-cias que se lanzaban contra ellos72. Algunos autores, no obstante, piensan que el inte-rés del cabildo al consentir la fiesta no era sólo el de reforzar su poder. También mira-ba por la formación de ¡os clerizones y de ahí que dé a la fiesta un contenido didáctico, ya que el sermón que tenían que pronunciar y el resto de sus actuaciones en el coro eran una forma de aficionar a los jóvenes al oficio sacro y de proporcio-

69 A.C.T. I.6.C.1.13. (1538, enero, Toledo). 70 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 563r. 71 Un estudio sobre el concilio, que incluye además la publicación de sus actas en Ángel FERNANDEZ COLLADO, El Concilio Provincial Toledano de 1565, Instituto Español de Historia Eclesiástica, Roma, 1995. 72 Jacques HEERS, Op. cit., pp. 170-171.

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narles una suerte de "ensayo" de lo que podrían ser sus ocupaciones habituales si decidieran seguir la carrera eclesiástica73.

D. FIESTAS EXTRAORDINARIAS

Las fiestas anteriormente citadas se realizaban en una fecha fija, estaban pro-gramadas y se sabía desde el inicio del año litúrgico cuando correspondía conmemo-rarlas. Junto a ellas, hay otra serie de festividades que surgían de forma imprevista y extraordinaria, pero que obligaban a la catedral a participar en ellas, tanto económi-camente como desde el punto de vista organizativo. Cuatro eran los momentos que propiciaban esas celebraciones:

1.- Uno de los acontecimientos que mayor ocasión proporcionaba para la orga-nización de festejos por la catedral era, sin duda, el recibimiento por vez primera del nuevo arzobispo. Ello, importante para cualquier ciudad, tenía un significado especial para Toledo, al ser su prelado el primado "de las Españas" y tener, al margen del peso religioso, una influencia política de gran alcance. La trascendencia del momento era tal que un amplio estatuto capitular está dedicado precisamente a exponer "De como se ha de haçer resçibimiento al Arçobispo de Toledo quando viniere a Toledo"74. En el mismo se señala, con extraordinario detalle el complicado protocolo que rodea estos actos, en los que tanto el propio prelado como el cabildo debían realizar una serie de gestos que comenzaban a prepararse dos o tres días antes de la llegada, cuan-do se reunía la corporación y tomaba todas las medidas necesarias, entre las que una de las primeras consistía en implicar al Ayuntamiento toledano, solicitando su cola-boración y asistencia a las ceremonias preparadas a tal efecto. El momento central era el cortejo en el que los diferentes sectores del clero catedralicio desfilaban acompa-ñando al arzobispo -al que una representación había ido a recoger a su alojamiento-por las calles de la ciudad, hasta llegar al exterior de la catedral, junto a la puerta del Perdón, donde permanecían las cruces parroquiales con sus curas y beneficiados al frente y, por supuesto, el Ayuntamiento con todos sus regidores y jurados. Una vez cumplimentado, se producía el ingreso oficial del prelado en la catedral, que, tras jurar el libro de las constituciones del cabildo, presidía la misa en la capilla mayor con la que se ponían fin a los actos.

A lo largo de todos estos momentos era manifiesta la presencia popular tanto en las calles como dentro del propio templo, donde la gran presencia de público obliga-ba a los responsables catedralicios a cerrar las puertas. Amén de ello, "la cibdad en estos días suele tener en la placa del Ayuntamiento comedias y bueyes y toros para

73 Luis RUBIO GARCÍA, "La Fiesta del Obispillo", en Homenaje al profesor Juan Barceló Jiménez, Mur-cia, 1999, pp. 609-610. Lo mismo apunta Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, La Navidad en la Catedral de Tole-

do...., pp. 40-45. 74 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 207r-210v. El documento es del siglo XVI, pero refleja perfecta-mente la situación anterior, pues recoge una serie de gestos y actos rituales que variaban muy poco de una época a otra.

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alegrar a la çibdad con este reçibimiento"75. Indudablemente, el cabildo ponía su mayor empeño en dar a estos actos gran solemnidad y esplendor ya que era para él un inmejorable medio propagandístico frente al resto de eclesiásticos de la ciudad y al poder civil de la misma.

La documentación ha reflejado las entradas oficiales que por primera vez reali-zaron Mendoza y Cisneros en las décadas finales del siglo XV. En concreto, la reali-zada por el poderoso cardenal de Santa Cruz se produjo en 1484, dos después de ser elegido para el cargo, y acerca de ella el cronista Francisco de Medina y Mendoza dejó una interesante referencia76. Por su parte, la primera visita de Cisneros para tomar posesión personal del arzobispado se retrasó hasta septiembre de 1497, dos años después de su nombramiento y en un momento difícil en sus relaciones con el cabildo77.

2.- Si extraordinarias, por lo inusual y por la gran solemnidad con que se des-arrollaban, eran las fiestas que se hacían para recibir a los prelados, faltarían califica-tivos para definir las que se harían ante el traslado a la ciudad de los restos y reli-quias de algunos santos, especialmente si estaban vinculados a la Iglesia toledana. Muchas son las reliquias que a lo largo de la Edad Media fueron enriqueciendo este patrimonio que tanto incitaba a la devoción al pueblo78, pero los traslados de los que consta una mayor información y que pueden servir de referencia son los dos que se realizaron en la segunda mitad del siglo XVI para recibir los restos de San Eugenio, venerado arzobispo toledano, y Santa Leocadia, mártir originaria de la ciudad. Sus cuerpos reposaban hasta entonces en sendos monasterios de Francia y Flandes, y, tras difíciles negociaciones al más alto nivel, fueron conducidos a la sede primada en 1565 y 1587, respectivamente79. En estos casos, la intervención capitular se iniciaba tiempo antes de la llegada, ya que solía estar presente en las negociaciones, enviaba a algún representante a acompañar al cortejo durante su viaje y, por supuesto, ya en la ciudad, poblada de una muchedumbre venida de numerosos lugares, era el respon-

75 Ibid., f. 210r. 76 Francisco DE MEDINA Y MENDOZA, Vida del cardenal Don Pedro González de Mendoza. Memorial Histórico Español, vol. I, VI, Madrid, 1853, p. 254. Parece que Mendoza llegó a Toledo al lado de la rei-na, como escala en su viaje a Andalucía, lo cual hada el recibimiento doblemente espléndido. El cabildo intentó que el cardenal se adelantara un día, para poder procurarle los honores que merecía, pero este se negó alegando que no había mayor honor para él que entrar acompañado de la reina que con tanto celo había procurado ese alto cargo para él. 77 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 177v y 179r. 78 Diversos arzobispos entre los siglos XVI y XVÍII mandaron realizar los correspondientes inventarios de reliquias, de los que ha quedado testimonio en el Archivo Capitular. De ellos y de la relación de las reli-quias que hoy se exponen al público en la llamada "Capilla del Ochavo o de las Reliquias" da cuenta Ángel FERNÁNDEZ COLLADO, "Dos lugares emblemáticos en la catedral de Toledo", en Religiosidad popular y modelos de identidad en España y América, Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2000, pp. 125-151. 79 El contexto que rodeó estos traslados y las principales referencias bibliográficas en Ángel FERNÁNDEZ COLLADO, La Catedral de Toledo en el siglo XVI. Vida, arte y personas, Diputación Provincial, Toledo, 1999, pp. 171-182.

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sable de recibir, con la solemnidad acostumbrada, el arca en el que viajaban las san-tas reliquias80.

3.- Los casos descritos hasta ahora son en todo momento ocasión de alegría y alborozo, tanto para los "actores" principales, como para el pueblo, que actuaba como mero espectador, pero que gustaba de presenciar y participar en el bullicio que rode-aba todos los actos. Pero junto a ellos hay un tipo de "fiesta" en la que el lugar de la alegría por ¡a victoria o el recibimiento deja paso a la tristeza por la despedida ante el fallecimiento de insignes personajes como reyes o prelados. Tan luctuosos aconteci-mientos daban ocasión a la realización de solemnes honras fúnebres y funerales en la catedral, máxime si los fallecidos eran sepultados en el propio recinto catedralicio. Conocemos el complejo ceremonial desplegado por el cabildo para honrar al carde-nal Mendoza, fallecido en Guadalajara, pero trasladado a Toledo para reposar defini-tivamente en la catedral. El relato que el racionero Arcayos ha transmitido de los hechos recoge perfectamente el ambiente, aunque luctuoso, que viviría Toledo ante el incesante tocar a difunto de las campanas de todas las iglesias, las numerosas misas y plegarias que se dirían en las parroquias y la lúgubre procesión en la que sería tras-ladado el cuerpo -flanqueado por cien hachas de luz y acompañado de todos los clé-rigos de la ciudad- hasta el "cadahalso" que se levantó entre los dos coros de la cate-dral, donde sería expuesto ante los fieles antes de ser llevado al sepulcro81. El viajero Münzer presenció estos actos admirado y da cuenta de como "en los arrabales como en las calles de la ciudad había millares de personas asomada a las ventanas, pues Toledo era mayor y mas populoso que Nuremberga"82. Tales circunstancias no serían infrecuentes en Toledo, ya que son mayoría los prelados que están enterrados en la catedral, pero en ningún caso dejarían indiferentes a sus habitantes.

4.- Por último, otro tipo de conmemoraciones que, ocasionalmente, organizaba el cabildo estaban vinculadas a dos circunstancias: las rogativas al cielo para solici-tar ayuda ante las dificultades que se avecinaban, y la acción de gracias por la con-cesión de alguno de esos apoyos. El acto central de toda ellas era, además de la correspondiente misa, una procesión por las calles de la ciudad. Las misas y proce-siones de rogativa atendían a una casuística muy amplia: la salud de los arzobispos y el éxito de algunas de sus empresas; los intereses privados o públicos de los monar-cas -partos, enfermedades, viajes, encuentros diplomáticos-; una victoria militar; fenómenos meteorológicos; enfermedades o epidemias; la buena marcha de los culti-vos, entre otros objetivos. Cuando tras la celebración de esos actos la petición era atendida, se hacían procesiones de acción de gracias "después que Dios Nuestro Señor ha querido conceder aquello que sus siervos le han pedido"83.

80 Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 91r-92r y 96v-97v. 81 Ibid; ff. 178r-178v. 82 Viajeros por la Historia. Extranjeros en Castilla-La Mancha, Junta de Comunidades, Toledo, 1997, p, 51. 83 Ibid.. f. 263r y 266r.

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3.2. ORGANIZADAS DESDE EL EXTERIOR

Junto a estas fiestas en las que cabildo y catedral eran parte interesada y organi-

zadora, se desarrollan otras celebraciones de las que no eran protagonistas, pero en

las que, dada la omnipresencia de la Iglesia,

siempre cabía interpretar un papel o, cuando menos, ceder el escenario catedra-

licio.

A) FIESTAS DE LA REALEZA

Numerosas eran las ocasiones en que el cabildo se vio implicado en las fiestas desarrolladas por el poder regio para afirmar su legitimidad y publicitar los actos más significativos que afectaban a la vida del reino o de los propios monarcas84. Como otro trabajo publicado en este mismo volumen ya las analiza de forma más detallada, nos limitaremos a señalar unos breves apuntes sobre ellas.

En primer lugar, hay que mencionar el cometido que la catedral desempeñaba en las "entradas" reales y principescas que se produjeron en la ciudad y que tenían una gran significación política para la misma. En ellas se pone el acento en exaltar la majestad monárquica y el poder regio, poniendo los monarcas en escena un "com-plejo espectáculo dramático" con fines claramente propagandísticos a fin de exhibir su poder ante las autoridades del reino y todo el pueblo85. Aunque la encargada de organizar los solemnes recibimientos era la ciudad a través de su Ayuntamiento, tan-to el clero catedralicio como el parroquial, participaban de los actos protocolarios de bienvenida86, colaboración que se incrementaba a favor del cabildo en el caso, bas-tante habitual, de que se realizara algún acto en el interior del templo y los monarcas utilizaran en su provecho la complicada liturgia catedralicia. La significación de Tole-do como una de las principales ciudades de Castilla la haría ser también sede fre-cuente de reuniones de Cortes -especialmente las de 1480- a las que asisten el rey o miembros de su familia y en las que se daría ocasión a la celebración de todos estos fastos y recibimientos en los que el papel del cabildo siempre se dejaría notar87.

84 Una acertada clasificación de todas estas celebraciones en José Manuel NIETO SORIA, Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Ed. Nerea, Madrid, 1993. 85 Rosana DE ANDRÉS DÍAZ, "Las "entradas reales" castellanas en los siglos XIV y XV según las cróni-cas de la época", en la España Medieval, 4 (1984), pp. 48-62 y "Fiestas y espectáculos en las Relaciones Góticas del siglo XVI", en En la España Medieval, 14 (1991), pp. 306-336.

86 De la misma manera que el cabildo solicitaba de regidores y jurados una participación ante la llegada del nuevo arzobispo, ahora era la corporación catedralicia la que se comprometía a recibir a los monarcas. Así lo recogen los estatutos de la corporación: "Y ase de notar que quando el Arçobispo viene convidan el cabildo a los del Ayuntamiento y quando entra el Rey o persona rreal convidan los del Ayuntamiento al cabildo": Libro Arcayos. B.C.T. MS 42-29, ff. 207v-208r.

87 Juan Manuel CARRETERO ZAMORA, Cortes, monarquía, ciudades. Las Cortes de Castilla a comien-zos de la época moderna (1476-1515), Ed. Siglo XXI, Madrid, 1988.

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Amén de colaborar en estos recibimientos, el cabildo también participaba en otras fiestas políticas que se celebraban con o sin la presencia de los monarcas para conmemorar acontecimientos importantes en la vida del reino: bodas, nacimientos, victorias en batallas. Eran las que en Castilla se denominan "alegrías" y, de las que sepamos, el cabildo intervino en las que se hicieron "por la tomada de la grand çib-dad de Granada", a las que contribuyó con un gasto en cera para la procesión que se hizo con tal motivo88. No sabemos con exactitud en que consistieron estas fiestas en Toledo, aunque podemos pensar que no diferirían mucho de las que se hicieron en Sevilla o Zaragoza con el mismo motivo89, o incluso de las vividas por la propia Tole-do varias décadas antes, en 1431, ante el regreso del ejército comandado por Juan II tras una campaña victoriosa por el reino de Granada que les había llevado a las mis-mas puertas de la ciudad90. Entre el 27 de agosto y el 3 de septiembre de ese año, si hacemos caso de las crónicas, la ciudad de Toledo vivió una auténtica "apoteosis ceremonial", en la que el cabildo cumplió papel importante organizando la magna procesión que hasta llegar a la catedral exhibió numerosas imágenes y reliquias, amén de las armas reales y los pendones que el rey depositó en la Capilla de Reyes Nuevos ante la tumba de sus padres. Con tal ocasión, la ciudad vivió justas, fiestas, toros y hasta certámenes poéticos en el Alcázar como en las grandes ocasiones91.

B) CELEBRACIONES DE LAS PARROQUIAS TOLEDANAS

La catedral se veía también implicada en los actos y celebraciones que organi-zaban diferentes parroquias, monasterios, cofradías y hospitales de la ciudad en los días de sus advocaciones o en alguna fiesta señalada, y que a lo largo del desfile pro-cesional que constituía el acto central de los mismos tenían la deferencia de hacer estación en el templo primado, concretamente entre los dos coros. Era una forma de manifestar la preeminencia de la catedral como iglesia madre de la archidiócesis y de expresar la comunión entre todas las instituciones religiosas de la misma. Habitual-mente, entraban en el templo mientras se estaban celebrando los oficios divinos y, a fin de no alterarlos demasiado, sólo una representación de los beneficiados -dos canónigos y cuatro racioneros- salía a recibirlos y les acompañaba en su recorrido, entonando los correspondientes responsos, hasta la salida92.

88 A.C.T. Actas Cap. II, f. 28v (1492, enero, 21). 89 Juan DE MATA CARRIAZO, "Alegrías que hizo Sevilla por la toma de Granada", en Clavileño, 21 (1953), pp. 21 -27; Domingo BUESA CONDE, "Manifestaciones de la religiosidad popular de Zaragoza en el siglo XV: las procesiones devocionales y en acción de gracias por la toma de Granada", en Aragonia

Sacra, 2(1987), pp. 45-58. 90 Pedro Antonio PORRAS ARBOLEDAS, Juan II (1406-1454), Ed. La Olmeda, Palencia, 1995, pp. 175-184. 91 José Manuel NIETO SORIA, Op. cit.., pp. 151-153. 92 El abigarrado estatuto que recopila el racionero Arcayos (B.C.T. 42-29, ff. 237r-240v) da noticia de muchas de estas procesiones, de los puntos de partida de las mismas y de las estaciones que hacían duran-te el recorrido, siempre después de pasar por la catedral, que solía ser el primero de los destinos. Estas esta-

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El conjunto de la clerecía toledana acudía también y de forma ocasional a la catedral para celebrar una serie de actos particulares a los que quería dar especial solemnidad. Al menos así sucede desde que en 1479 el cabildo le permite celebrar en el templo, concretamente en la capilla de Santiago, las misas de aniversario que cada cuatro meses tienen costumbre hacer por los "hermanos e bienfechores" de sus res-pectivas iglesias. La licencia del cabildo llega tras considerar que muchos de sus beneficiados son familiares del clero parroquial y que podría resultar "cosa piadosa e de buen exemplo". Los actos, amén de las misas, se completan con una procesión por el templo, reservándose el cabildo el derecho a acabar con esta práctica cuando lo considerase oportuno93.

A tenor de cuanto llevamos dicho sobre las fiestas celebradas en el templo pri-mado, se puede concluir que éste estaba en continuo contacto con el mundo que vivía más allá de sus muros y que los actos que cada una de ellas conllevaba no se hacían para el mero disfrute de los miembros del cabildo o para mostrar la pujanza de esta élite eclesiástica, sino que pretendían también mover a la devoción popular e impre-sionar a un conjunto de fieles que acudían a la catedral con verdadero entusiasmo a causa del amplio despliegue litúrgico que allí se exhibía. Ello les llevaba incluso a querer rodearse de algunas "comodidades" materiales que les permitirían gozar lo más posible durante las muchas horas que duraban los servicios religiosos. Las Actas constatan el descontento del cabildo ante la dificultad para escuchar "con acatamien-to, devoçión, sin escándalo y con onestidad" los oficios que se decían en determina-das fiestas y solemnidades a causa de la costumbre de los laicos de personarse en el templo con "mesas y comydas", de levantar sin permiso "tablados y andamyos" y de llevar consigo "silla, vanco, almohada, estera, alhombra o tapiz alguno" con la clara finalidad de "ver las fiestas". Las intromisiones en el oficio divino que todo ello oca-sionaba provocaron la prohibición absoluta por el cabildo de todas estas acciones, prohibiciones que afectarían a todos los fieles, independientemente de su posición social. Lo único a lo que accede la corporación es a proporcionar a cargo de la Obra y durante los fríos inviernos "esteras que estén entre los dos coros para que las muge-res oyan los sermones y los ofiçios divinos"94. Al margen de la pura anécdota, lo que todo esto pone de manifiesto es que, tal corno reza el título del presente trabajo, la catedral ofrecía el escenario perfecto para el desarrollo de las fiestas principales que se conmemoraban en la ciudad de Toledo.

ciones eran normalmente iglesias parroquiales, monasterios e incluso ermitas extramuros, lo cual alargada claramente el itinerario. 93 A.C.T. Actas Cap. I, f. 108r. (1479, septiembre, 11). 94 Ibid; Cap. V, ff. 42r-42v. (1531, junio, 12).

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