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36 febrero 11 número 170 revista de libros F austo, el individuo eternamen- te insatisfecho dispuesto a ven- derse al diablo para solucionar su insatisfacción permanente, el hombre que se pasa la vida corriendo en pos de nuevas metas movido por anhelos cambiantes, es un personaje de ficción que se ha mantenido y recreado a lo largo de los siglos. Ha protagonizado obras literarias que aún se leen y óperas que forman parte de los repertorios habituales de los teatros.Y, por supuesto, el Fausto que se ha convertido en referente moderno del personaje, el que lo ha universalizado,es el Fausto de Goethe, cuya primera parte se publicó en 1808 y cu- ya versión completa apareció en 1832, el año de la muerte de su autor. Fausto encar- na como pocos personajes literarios al hom- bre moderno y podemos reconocer en él muchos de los problemas que hemos here- dado. Su individualismo desaforado, su ansia de saber, su insatisfacción perpetua, su vo- luntad de progreso aun a costa de la des- trucción ajena, sus fracasos, sus logros y sus culpas,todos estos aspectos marcan la evolu- ción del hombre y de la ciencia a lo largo del siglo XIX y también los logros y los fra- casos históricos que determinan el siglo XX: nos marcan a nosotros.De modo que segui- mos leyendo Fausto y encontrando en él preguntas y respuestas,problemas y aventu- ras vitales que apelan a nuestra experiencia del mundo y en los que podemos contem- plarnos. Por todo ello es de celebrar una nueva edición –bilingüe, en este caso– y una nueva traducción tan espléndida como la que ha realizado Helena Cortés. El personaje de Fausto tiene una larga trayectoria histórica y, como toda figura convertida en mito, va reescribiéndose a lo largo de las épocas. Creado como personaje literario a finales de la Edad Media, se basa en un personaje real y vive en las represen- taciones de títeres de cómicos ambulantes, en el lenguaje provocador de la «subcultu- ra», inmerso en la transgresión de límites, de fronteras físicas y temporales.Por supuesto, es condenado: su pacto con el diablo lo lle- va al infierno. En la Selva Negra, en el pue- blo de Stauffen, se encuentra incluso el hos- tal donde, según la leyenda, el diablo se llevó al doctor Faustus real, mago y embaucador, nacido alrededor de 1480 en Wurtemberg, en cumplimiento del pacto que había fir- mado con él. El Fausto recreado a finales de la Edad Media es la encarnación de la curiositas en el sentido agustiniano de apartarse de la fe y la humildad y volverse hacia el mundo mate- rial. Persigue el placer de lo material, de lo epicúreo. Por ello se alía con el demonio, realiza magia, sirve mediante esta magia al emperador, se enriquece y tiene un sinnú- mero de amantes demoníacas, entre las que se incluye Helena de Troya.Así, Fausto en- tra de lleno en la tradición del saber como algo peligroso, susceptible de ser castigado: una tradición que remite al mito de la caja de Pandora.Y el diablo con el que pacta es un diablo medieval, aunque sea luterano. El libro popular que recrea la historia de Faus- to, el Faustbuch (1587), es producto de la época de la Reforma y de su renovado te- mor al diablo. Desde esta perspectiva, Faus- to sería una figura reinventada por los de- seos, los miedos y los méritos de sus crea- dores, y algo así como un chivo expiatorio de los albores del individualismo moderno. Lo primero que cabe destacar es que, a finales del siglo XVIII, el siglo de la cons- trucción del yo moderno, el siglo de la ra- zón y de la fe en el progreso, Goethe ab- suelve a Fausto.El afán de saber es ahora un valor justificable.Y no sólo eso, sino que el afán de saber es piedra angular en la cons- trucción del individuo. De un individuo absolutamente desmesurado, sin embargo, porque Fausto es desmesurado en todo. Su ego es hiperbólico,cumple con infinitud de funciones, pasa a definir la medida de las LITERATURAS MARISA SIGUAN CATEDRÁTICA DE LITERATURA ALEMANA EN LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA Fausto, o el ego monumental del hombre moderno Johann Wolfgang von Goethe FAUSTO Trad. de Helena Cortés Gabaudán Abada, Madrid 872 pp. 43

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Page 1: LITERATURAS MARISA SIGUAN Fausto, o el ego monumentalcaso del intento.Las preguntas sobre la fun-ción del yo en este mundo necesitan ahora de nuevas respuestas.Goethe utiliza a Fausto

36 febrero 11 número 170 revista de libros

Fausto, el individuo eternamen-te insatisfecho dispuesto a ven-derse al diablo para solucionarsu insatisfacción permanente,

el hombre que se pasa la vida corriendo enpos de nuevas metas movido por anheloscambiantes, es un personaje de ficción quese ha mantenido y recreado a lo largo de lossiglos. Ha protagonizado obras literarias queaún se leen y óperas que forman parte delos repertorios habituales de los teatros.Y,por supuesto, el Fausto que se ha convertidoen referente moderno del personaje, el quelo ha universalizado, es el Fausto de Goethe,cuya primera parte se publicó en 1808 y cu-ya versión completa apareció en 1832, elaño de la muerte de su autor. Fausto encar-na como pocos personajes literarios al hom-bre moderno y podemos reconocer en élmuchos de los problemas que hemos here-dado. Su individualismo desaforado, su ansiade saber, su insatisfacción perpetua, su vo-luntad de progreso aun a costa de la des-trucción ajena, sus fracasos, sus logros y sus

culpas, todos estos aspectos marcan la evolu-ción del hombre y de la ciencia a lo largodel siglo XIX y también los logros y los fra-casos históricos que determinan el siglo XX:nos marcan a nosotros.De modo que segui-mos leyendo Fausto y encontrando en élpreguntas y respuestas, problemas y aventu-ras vitales que apelan a nuestra experienciadel mundo y en los que podemos contem-plarnos. Por todo ello es de celebrar unanueva edición –bilingüe, en este caso– yuna nueva traducción tan espléndida comola que ha realizado Helena Cortés.

El personaje de Fausto tiene una largatrayectoria histórica y, como toda figuraconvertida en mito, va reescribiéndose a lolargo de las épocas. Creado como personajeliterario a finales de la Edad Media, se basaen un personaje real y vive en las represen-taciones de títeres de cómicos ambulantes,en el lenguaje provocador de la «subcultu-ra», inmerso en la transgresión de límites, defronteras físicas y temporales. Por supuesto,es condenado: su pacto con el diablo lo lle-

va al infierno. En la Selva Negra, en el pue-blo de Stauffen, se encuentra incluso el hos-tal donde, según la leyenda, el diablo se llevóal doctor Faustus real, mago y embaucador,nacido alrededor de 1480 en Wurtemberg,en cumplimiento del pacto que había fir-mado con él.

El Fausto recreado a finales de la EdadMedia es la encarnación de la curiositas en elsentido agustiniano de apartarse de la fe y lahumildad y volverse hacia el mundo mate-rial. Persigue el placer de lo material, de loepicúreo. Por ello se alía con el demonio,realiza magia, sirve mediante esta magia alemperador, se enriquece y tiene un sinnú-mero de amantes demoníacas, entre las quese incluye Helena de Troya.Así, Fausto en-tra de lleno en la tradición del saber comoalgo peligroso, susceptible de ser castigado:una tradición que remite al mito de la cajade Pandora.Y el diablo con el que pacta esun diablo medieval, aunque sea luterano. Ellibro popular que recrea la historia de Faus-to, el Faustbuch (1587), es producto de la

época de la Reforma y de su renovado te-mor al diablo. Desde esta perspectiva, Faus-to sería una figura reinventada por los de-seos, los miedos y los méritos de sus crea-dores, y algo así como un chivo expiatoriode los albores del individualismo moderno.

Lo primero que cabe destacar es que, afinales del siglo XVIII, el siglo de la cons-trucción del yo moderno, el siglo de la ra-zón y de la fe en el progreso, Goethe ab-suelve a Fausto. El afán de saber es ahora unvalor justificable.Y no sólo eso, sino que elafán de saber es piedra angular en la cons-trucción del individuo. De un individuoabsolutamente desmesurado, sin embargo,porque Fausto es desmesurado en todo. Suego es hiperbólico, cumple con infinitud defunciones, pasa a definir la medida de las

LITERATURAS

MARISA SIGUANCATEDRÁTICA DE LITERATURA ALEMANAEN LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA Fausto, o el ego monumental

del hombre modernoJohann Wolfgang von Goethe

FAUSTO

Trad. de Helena Cortés Gabaudán

Abada, Madrid

872 pp. 43 €

TL2-10 p36-37 13/1/11 17:31 Página 36

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cosas, del mundo entero que ahora está enfunción suya y de sus deseos. Goethe em-pieza a escribir escenas de lo que sería suFausto casi paralelamente a Werther, y elpersonaje lo acompaña a lo largo de todasu vida. La desmesura del primer Faustoanticipa la de los héroes románticos y, pordescontado, la nuestra.

El proceso de construcción de la indi-vidualidad moderna avanza de forma dife-rente en los diversos estamentos y las cultu-ras europeas. Pero es en el siglo XVIII cuan-do la construcción de la individualidad seconvierte realmente en un problema social-mente constructivo, cuando la burguesía so-mete el discurso de la época a su problemafundamental: ¿es posible armonizar el yo yla sociedad? ¿Cómo? Pues la armonía entreyo y sociedad determina la felicidad del in-dividuo.Y hay que decir que lo que suelenmostrar las obras literarias es más bien el fra-caso del intento. Las preguntas sobre la fun-ción del yo en este mundo necesitan ahorade nuevas respuestas.Goethe utiliza a Faustopara plantear todas estas preguntas, todos es-tos problemas que marcan nuestra herencia,nuestra memoria. Recoge una figura de latradición y la utiliza para reescribirla, paradarle una nueva identidad significativa.Tam-bién en su Fausto quedan más preguntasabiertas que respuestas concluyentes. Preci-samente en ello radica su interés y el hechode que sigamos leyéndolo. Nos ofrece con-tradicciones numerosas, aventuras variopin-tas, enigmas, y, por supuesto, también diver-sión: es una obra rarísima, total, inagotable.De entrada, su autor la califica de tragedia,pero el desenlace salva a Fausto y burla aldiablo: ¿dónde queda la tragedia? Para col-mo, la salvación se produce en un contextofrancamente burlesco: se enmarca en unaapoteosis de ángeles y arcángeles mientrasdiablos flacuchos de cuernos largos y diablosgordinflones de cuernos cortos flanquean lasfauces del infierno, la virgen aparece entrenubes, suena música de trompetas y Mefis-tófeles puntea toda la parafernalia católicacon arrebatados comentarios sobre los ape-titosos traseros de los angelitos.

Goethe mismo describió las escenas desu obra como «bromas tremendamente se-rias» y, en el primer prólogo de los dos quele antepone, escritos hacia 1800, reivindicaun teatro cercano a la vida que resulte diver-tido y donde pasen cosas. Si este prólogoplantea la broma, el segundo dará voz a lo«tremendamente serio» que se esconde trasella, a la ubicación del individuo en el mun-do y a la búsqueda del sentido de su existen-cia. Se sitúa nada menos que en el cielo.Mientras los ángeles cantan la gloria delmundo creado, Mefistófeles pone pegas: noopina sobre la armonía de las esferas, la her-mosura del sol y los mundos, sólo ve los sin-sabores y las dolencias de los seres humanos.

Según su opinión, el ser humano es un errorde la creación.El prólogo remite a las discu-siones filosófico-teológicas de la época y,másconcretamente, a la polémica entre Leibniz yBayle sobre la bondad de la creación.De he-cho,Mefistófeles defiende la misma posiciónque Bayle, que opina que la creación sí can-ta la gloria de Dios: lo único que cuestionala gloria de Dios es el ser humano.En la Teo-dicea, Leibniz contesta a Bayle que la músicade las esferas también podría encontrarse enel ámbito humano «si lo conociéramos sufi-cientemente».El Dios de Goethe,que pareceya muy poco interesado en los humanos, si-gue la vía de la demostración, permitiendoque el demonio utilice a Fausto para el expe-rimento: «Mientras él siga vivo en la tierra /no habrá nada que te esté vedado. / Puesmientras se afana el hombre yerra».La apues-ta de Dios con el demonio enmarca el pactode Fausto, y se trata de una apuesta por labondad de la creación, por la validez dela Teodicea. La absolución de Fausto al finalde la obra casi parafrasea estas palabras:«A quien siempre aspira y se esfuerza / a esesalvar bien podemos». Si venciera Satanás, suvictoria supondría mucho más que ganarun alma: supondría negar la posibilidad delser humano de estar armónicamente inte-grado en el mundo.

Fausto se presenta, pues, como un casode individualidad moderna que se tieneque poner, sola y por sí misma, sin Dios, abuscar la determinación del hombre, el sen-tido de la propia existencia. «¿Cómo puedovivir?». Esta sería la pregunta que subyace asu trayectoria. Fausto intentará encontrar elsentido de la vida en tres ámbitos: el amor,la belleza y el trabajo. Pero en todos los ca-minos que recorre Fausto en estos ámbitos,en todos los logros que alcanza en ellos, seincluyen indicios o señales de ambivalencia.

El ámbito del amor es el primero queensaya Fausto, pero su intento supone latragedia, la aniquilación de Margarita. Elámbito de la belleza determina la experien-cia de buscar y recuperar a Helena de Tro-ya. Pero, en esta experiencia, el intento desíntesis entre sensualidad y eternidad en labelleza absoluta acaba fracasando. Helenadesaparece, y el hijo de ambos perece. Elámbito del trabajo parece ser el que resultamejor: es el que determina que Fausto de-see detener el tiempo y, con ello, morir. Sinembargo, el hecho de ganar poder y pose-siones por medio del trabajo está motivadopor la desesperación y la melancolía, es rea-lizado por medio de la guerra, y va acom-pañado de violencia y destrucción. Las tie-rras ganadas al mar, donde Fausto adivinaun futuro próspero para muchos, suponenla injusta muerte de la entrañable pareja deancianos Filemón y Baucis.

El texto se revela como extremada-mente polisémico, y en ello reside su rique-

za y su capacidad de pervivencia, las muchaslecturas que posibilita. La ambivalenciamarca también el pacto con Mefistófeles,contraído por un Fausto que se siente ex-cluido de la vida, de la relación armónicacon la naturaleza y el mundo. Los gocesque Fausto pone sobre el tablero del pactoson, como mínimo, sorprendentes: «Unjuego en el que nunca se gana / una mu-chacha que yaciendo sobre mi pecho / yale echa miradas cómplices al vecino, / [...]¡Muéstrame el fruto que se pudre aún antesde arrancarlo, / muéstrame árboles que adiario reverdezcan!». Son humildes a la vezque desmesurados, y son goces efímeros,determinados por el propio deseo. La frutaha de pudrirse casi antes de cogerla parapoder desear que madure de nuevo, el amorsatisfecho mata el deseo, que ha de buscarrápidamente un nuevo amor; la sucesión delas estaciones queda anulada o aceleradahasta lo impensable si los árboles han de re-verdecer cada día. El mundo se convierteen una rueda infinita y acelerada de deseosque han de superarse con nuevos deseos.También en esto Fausto apela a nuestra ex-periencia del mundo, al hastío y a la acele-ración moderna de la existencia.

Desde luego, Mefistófeles no está a laaltura de los deseos de Fausto, pero es superfecto acompañante y colaborador, esquien hace avanzar la acción y quien leconfiere interés argumental. Porque Faustoa menudo no actúa, se deja llevar, está dor-mido o desmayado, y es el carácter burlónde Mefisto quien contribuye a la diversiónque reivindicaba su autor.

En la sucesión de escenas, de cuadros,de imágenes poéticas y pictóricas de granbelleza que constituyen el Fausto de Goethecada lector elegirá sus preferidas, pero entrelas más hermosas se cuentan sin duda la no-che de Walpurgis clásica (casi una parodia dela visión de la Grecia clásica de Winckel-mann) y las escenas que tienen lugar en elcurso del Peneo y en las bahías rocosas delmar Egeo, todo ello en el segundo acto dela segunda parte. Homúnculus, el pequeñohombre probeta, extraordinariamente inte-ligente, surgido del laboratorio de Fausto,que no puede vivir fuera de su balón decristal, busca en la antigüedad griega preso-crática una opción para nacer. Su problemaes comparable al de Fausto: ¿dónde empezara ser, cómo fundamentar su acción, su vida,sus vivencias? Se acabará decidiendo por elorigen en el agua, en un canto a la capaci-dad creadora del agua como principio ele-mental de toda vida. Para ello irá a estrellar-se, enamorado, contra el carro de conchas deGalatea; el brillo intenso que se difunde su-pondría su nacimiento. El nacimiento indi-vidual queda aunado a una disolución or-giástica en los elementos, la realización delindividuo aunada a la disolución de su indi-

vidualidad, a su destrucción. ¿Supone estoque el momento que perdura es el momen-to de la muerte? ¿Es Homúnculus un con-trapunto de Fausto? Preguntas y más pre-guntas para una fascinante tarea de lectura.

El simple hecho de que el lenguaje delas grandes obras no envejezca mientras sí lohace el de las traducciones ya justificaría porsí solo una nueva traducción de Fausto. Perola edición de Fausto de Helena Cortés no essólo una traducción más. Se presenta enuna edición bilingüe, que permite seguir eltexto original y la traducción de forma ab-solutamente paralela, una edición escueta-

mente introducida y profusamente anotada,una edición-traducción crítica. El aparatode notas resulta tremendamente informati-vo, al igual que la sugerente introducción.El hecho de que las notas estén ordenadasal final, como comentarios y no como no-tas al pie, da agilidad a la lectura y deja laopción de consultarlas al albedrío del lector.Todo ello constituye una novedad y distin-gue la edición. Pero también la traducciónaporta novedades. Su autora la define comode un estilo mixto frente a las que han op-tado por la prosa o por el verso no rimado,la mayoría de las existentes. Utiliza el versorimado y trata de imitar dentro de lo posi-ble las medidas que utiliza Goethe en laspartes en que el propio autor señala una di-ferencia expresa en el estilo de sus versos,que son muchísimas. En las partes en quelos personajes se expresan en un estilo cui-dado, incluso lírico, pero no señalado ex-presamente como forma poética, opta porel verso libre o la prosa rítmica. En los pa-sajes donde los personajes dialogan y se ex-presan de manera más coloquial, utiliza unaprosa que sigue las particiones de los versos.Y se abstiene de imitar los metros griegosen los pasajes en que aparecen. El resultado,claramente una labor ingente de años, es fe-liz y justifica de pleno la edición. Los lecto-res de Goethe estamos de suerte. �

LITERATURAS

Fausto (majestuosamente), 1943-1944. Max Beckmann

TL2-10 p36-37 13/1/11 17:31 Página 37