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  • Discursos de la Conferencia GeneralSe llaman a nuevos Setentas, a un nuevo Obispado Presidente y a una nueva Presidencia General de la Sociedad de Socorro.

    LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS LTIMOS DAS MAYO DE 2012

  • Y cuando pas el da de reposo, Mara Magdalena [representada ms arriba], y Mara, madre de Jacobo, y Salom compraron especias aromticas para ir a ungirlo.

    Y muy de maana, el primer da de la semana, fueron al sepulcro, recin salido el sol (Marcos 16:12).

    Al amanecer, por Elspeth Young.

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  • 1 2 Resumen de la conferencia general anual nmero 182

    SESIN DEL SBADO POR LA MAANA 4 Al reunirnos otra vez

    Presidente ThomasS. Monson 6 Y un nio los pastorear

    Presidente BoydK. Packer 10 Ensear a nuestros hijos a comprender

    CherylA. Esplin 13 Convertidos a Su evangelio por

    medio de la Iglesialder DonaldL. Hallstrom

    16 l en verdad nos amalder PaulE. Koelliker

    19 El sacrificiolder DallinH. Oaks

    23 Montaas que ascenderPresidente HenryB. Eyring

    SESIN DEL SBADO POR LA TARDE 27 El sostenimiento de los Oficiales

    de la IglesiaPresidente DieterF. Uchtdorf

    29 Informe del Departamento de Auditoras de la Iglesia, 2011RobertW. Cantwell

    30 Informe estadstico de 2011BrookP. Hales

    31 Los obreros de la vialder JeffreyR. Holland

    34 Volver en s: La Santa Cena, el templo y el sacrificio al servirlder RobertD. Hales

    37 Fe, fortaleza y satisfaccin: Un mensaje para los padres y madres que cran solos a sus hijoslder David S. Baxter

    39 Permanezcamos en el territorio del Seor!lder Ulisses Soares

    41 A tono con la msica de la felder QuentinL. Cook

    45 Cmo obtener revelacin e inspiracin en tu propia vidalder RichardG. Scott

    SESIN DEL SACERDOCIO 48 Los poderes del cielo

    lder DavidA. Bednar 52 El rescate para el verdadero

    crecimientoObispo RichardC. Edgley

    55 Sacerdocio Aarnico: Levntense y usen el poder de DiosAdrin Ochoa

    58 El porqu del servicio en el sacerdocioPresidente DieterF. Uchtdorf

    62 Familias bajo el convenioPresidente Henry B. Eyring

    66 Dispuestos a servir y dignos de hacerloPresidente ThomasS. Monson

    SESIN DEL DOMINGO POR LA MAANA 70 Los misericordiosos obtienen

    misericordiaPresidente DieterF. Uchtdorf

    77 Demos gracias a Dioslder RussellM. Nelson

    80 Lecciones especialeslder RonaldA. Rasband

    83 La visin de los profetas en cuanto a la Sociedad de Socorro: fe, familia, socorroJulieB. Beck

    86 La doctrina de Cristolder D.Todd Christofferson

    90 La carrera de la vidaPresidente ThomasS. Monson

    SESIN DEL DOMINGO POR LA TARDE 94 El poder de librarse

    lder L.Tom Perry 97 Para hallar a los perdidos

    lder M.Russell Ballard 101 Tener la visin de actuar

    lder O.Vincent Haleck 103 Conforme a los principios

    de la rectitudlder LarryY. Wilson

    106 Vali la pena?lder DavidF. Evans

    109 Mantener sagradolder PaulB. Pieper

    111 Qu piensa el Cristo de m?lder NeilL. Andersen

    115 Al concluir esta conferenciaPresidente ThomasS. Monson

    REUNIN GENERAL DE LAS MUJERES JVENES 117 Levantaos y brillad

    AnnM. Dibb 120 Busquen conocimiento:

    Tienen una obra que realizarMaryN. Cook

    123 Ahora es el tiempo de levantarse y brillar!ElaineS. Dalton

    126 Crean, obedezcan, perseverenPresidente ThomasS. Monson

    72 Autoridades Generales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das

    130 Se dirigen a nosotros: Hacer que la conferencia sea parte de nuestra vida

    132 ndice de relatos de la conferencia 133 Enseanzas para nuestra poca 133 Presidencias Generales de las

    Organizaciones Auxiliares 134 Noticias de la Iglesia

    ndice de temas: mayo de 2012Volumen 36 Nmero 5

  • 2 L i a h o n a

    SBADO POR LA MAANA, 31 DE MARZO DE 2012, SESIN GENERALPreside: Presidente Thomas S. Monson. Dirige: Presidente Dieter F. Uchtdorf. Primera oracin: lder John B. Dickson. ltima oracin: lder Wilford W. Andersen. Msica por el Coro del Tabernculo; Mack Wilberg y Ryan Murphy, directores; Andrew Unsworth y Clay Christiansen, organistas: Bandera de Sin, Himnos, N 4; Praise the Lord with Heart and Voice[Alabemos al Seor con el corazn y la voz], Hymns, N 73; Si hay gozo en tu corazn, Himnos, N 148, arreglo de Wilberg, indito; Qu firmes cimientos, Himnos, N 40; All donde hay amor, Canciones para los nios, pg. 102, arreglo de Cardon, indito; Oh Dios de Israel, Himnos, N 5, arreglo de Wilberg, pub. Hinshaw.

    SBADO POR LA TARDE, 31 DE MARZO DE 2012, SESIN GENERALPreside: Presidente Thomas S. Monson. Dirige: Presidente HenryB. Eyring. Primera oracin: lder William R. Walker. ltima oracin: lder Bruce A. Carlson. Msica por un coro combinado del Centro de Capacitacin Misional de Provo; Douglas Brenchley y Ryan Eggett, directores; Bonnie Goodliffe, organista: Glorias cantad a Dios, Himnos, N 37, arreglo de Manookin, pub. Jackman; Divina Luz, Himnos, N 48, arreglo de Wilberg, pub. Jackman; Llamados a ser-vir, Himnos, N 161; Loor al Profeta, Him-nos, N 15, arreglo de Wilberg, pub. Jackman.

    SBADO POR LA TARDE, 31 DE MARZO DE 2012, SESIN DEL SACERDOCIOPreside: Presidente Thomas S. Monson. Dirige: Presidente HenryB. Eyring. Primera oracin: lder Yoon Hwan Choi. ltima oracin: lder Larry R. Lawrence. Msica por un coro del sacerdocio de los institutos de las universidades de Salt Lake; Hal W. Romrell, Craig Allen, y Dennis Nor-dfelt, directores; Richard Elliott, organista: Guame, oh Salvador, Himnos, N 51, arre-glo de Longhurst, pub. Jackman; A vencer, Himnos, N 167, arreglo de Durham, pub. Jackman; Oh lderes de Israel, Himnos, N 209; Ama el Pastor a las ovejas, Himnos, N 139, arreglo de Beebe, pub. Larice.

    DOMINGO POR LA MAANA, 1 DE ABRIL DE 2012, SESIN GENERALPreside: Presidente Thomas S. Monson. Dirige: Presidente HenryB. Eyring. Primera oracin: lder Brent H. Nielson. ltima ora-cin: lder Per G. Malm. Msica por el Coro del Tabernculo; Mack Wilberg, director; Clay Christiansen y Richard Elliott, organis-tas: Hijos del Seor, venid, Himnos, N 26; Praise to the Lord, the Almighty [Loor al Seor, al Todopoderoso], Hymns, N 72, arre-glo de Wilberg, pub. Oxford; Hazme andar en la luz, Himnos, N 198, arreglo de Wil-berg, indito; A Cristo Rey Jess, Himnos, N 30; Oh, hablemos con tiernos acentos, Himnos, N 151, arreglo de Wilberg, indito; Come, Thou Fount of Every Blessing, [Ven a m, bendito Padre], Hymns, 1948, N` 70, arreglo de Wilberg, pub. Oxford.

    DOMINGO POR LA TARDE, 1 DE ABRIL DE 2012, SESIN GENERALPreside: Presidente Thomas S. Monson. Dirige: Presidente Dieter F. Uchtdorf. Pri-mera oracin: lder W. Craig Zwick. ltima oracin: lder Jairo Mazzagardi. Msica por el Coro del Tabernculo; Mack Wilberg y Ryan Murphy, directores; Linda Margetts y Bonnie Goodliffe, organistas: On This Day of Joy and Gladness, [En este da de gozo y alegra], Hymns, N 64, arreglo de Murphy, indito; Venid a Cristo, Himnos, N 60, arreglo de Murphy, indito; Juventud de Israel, Himnos, N 168; Seor, te necesito, Himnos, N 49, arreglo de Wilberg, indito.

    SBADO POR LA TARDE, 24 DE MARZO DE 2012, REUNIN GENERAL DE LAS MUJERES JVENESPreside: Presidente Thomas S. Monson. Di-rige: Elaine S. Dalton. Primera oracin: Abi-gail Pinegar. ltima oracin: Katee Elizabeth Garff. Msica por un coro de Mujeres Jve-nes de las estacas de American Fork, Utah; Merrilee Webb, directora; Bonnie Goodliffe, organista: Hijos del Seor, venid, Himnos, N 26, arreglo de Wilberg, pub. Jackman; Los jvenes santos de Sin, Liahona, abril de 2000, pg. 24, arreglo de Kasen, pub. Jackman; Siento el amor de mi Salvador, Canciones para los nios, pg. 42; Sublime Salvador, Liahona, octubre de 1998, popurr

    arreglo de Webb, indito (chelo: Daphne ORullian); Bandera de Sin, Himnos, N 4.

    DISCURSOS DE LA CONFERENCIA A DISPOSICIN DEL PBLICOPara tener acceso a los discursos de la confe-rencia en muchos idiomas, visite conference.lds.org. Luego, seleccione un idioma. Por lo general, las grabaciones en audio estn dis-ponibles en los centros de distribucin dos meses despus de la conferencia.

    MENSAJES DE LOS MAESTROS ORIENTADORES Y LAS MAESTRAS VISITANTESPara los mensajes de los maestros orienta-dores y las maestras visitantes, tenga a bien seleccionar el discurso que sea de ms bene-ficio para las personas que visite.

    EN LA CUBIERTAFrente: Fotografa por Derek Israelsen. Atrs: Fotografa por Cody Bell.

    FOTOGRAFAS DE LA CONFERENCIAQuienes tomaron las fotos de la conferen-cia general en Salt Lake City fueron: Craig Dimond, WeldenC. Andersen, John Luke, Matthew Reier, Christina Smith, Cody Bell, Les Nilsson, Weston Colton, Sarah Jensen, Derek Israelsen, Scott Davis, Kristy Jordan y Randy Collier; en Albania: Rebekah Atkin; en Argentina: Mariano Gabriel Castillo; en Brasil: Laureni Fochetto y Sandra Rozados; en Inglaterra: John Krebs; en Francia: Se-bastien Mongas; en Guam: Susan Anderson; en Guatemala, Jordan Francis; en Idaho, EE. UU.: Luke Phillips; en India: Margaret Elliott; en Minnesota, EE. UU.: Rhonda Harris; y en Rusia: Andrey Semenov.

    Resumen de la conferencia general anual nmero 182

  • 3M a y o d e 2 0 1 2

    NDICE DE DISCURSANTESAndersen, NeilL., 111Ballard, M.Russell, 97Baxter, David S., 37Beck, JulieB., 83Bednar, DavidA., 48Christofferson, D.Todd, 86Cook, MaryN., 120Cook, QuentinL., 41Dalton, ElaineS., 123Dibb, AnnM., 117Edgley, RichardC., 52Esplin, CherylA., 10Evans, DavidF., 106Eyring, HenryB., 23, 62Haleck, O.Vincent, 101Hales, RobertD., 34Hallstrom, DonaldL., 13Holland, JeffreyR., 31Koelliker, PaulE., 16Monson, ThomasS., 4, 66,

    90, 115, 126Nelson, RussellM., 77Oaks, DallinH., 19Ochoa, Adrin, 55Packer, BoydK., 6Perry, L.Tom, 94Pieper, PaulB., 109Rasband, RonaldA., 80Scott, RichardG., 45Soares, Ulisses, 39Uchtdorf, DieterF., 27, 58, 70Wilson, LarryY., 103

    NDICE DE TEMASActivacin, 52, 55, 106Adversidad, 4, 23, 80, 94, 115Albedro, 39,103Amor, 16, 106Arrepentimiento, 70Autoridad, 48, 86Autosuficiencia, 34Codicia, 31, 77Conferencia general, 4Conocimiento, 120Convenios, 39, 62Conversin, 13Crecimiento de la Iglesia, 4Deber, 66Dignidad, 55Discapacidades, 80Discipulado, 101, 111Ejemplo, 16, 39, 55, 117, 123Enseanza, 10Escrituras, 41Espritu Santo, 10, 45, 58,

    101, 109, 115Evangelio, 13Expiacin, 19, 31Familia, 6, 16, 37, 41, 62, 70,

    83, 97, 115Fe, 23, 37, 41, 83, 111, 126Gratitud, 4, 77Inspiracin, 45, 109Jesucristo, 19, 23, 31, 39, 77,

    86, 90, 111Liberacin, 94Libro de Mormn, 41, 94Maternidad, 37, 120Matrimonio, 6, 97

    Misericordia, 70Muerte, 90Nios, 6, 10Normas, 117, 123Obediencia, 39, 126Obra del templo, 19, 34, 62Obra misional, 16, 19, 101,

    106Organizacin de la Iglesia,

    13Padres solos, 37Paternidad, 6, 37, 103Perdn, 31, 70Perseverancia, 126Perspectiva, 90Plan de salvacin, 13, 77,

    80, 90Preparacin acadmica,

    120Prioridades, 97Profetas, 83, 86Rectitud, 48Resurreccin, 90Revelacin, 45Sacerdocio, 48, 52, 55, 58,

    62, 66, 103Sacerdocio Aarnico, 55Sacrificio, 19Santa Cena, 34Santidad, 109Servicio, 19, 34, 37, 58,

    66, 83Sociedad de Socorro, 83Valor, 117Virtud, 123Visin, 101

    MAYO DE 2012 VOL. 36 N 5LIAHONA 10485 002Publicacin de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das en espaol.La Primera Presidencia: Thomas S. Monson, Henry B. Eyring, Dieter F. UchtdorfEl Qurum de los Doce Apstoles: Boyd K. Packer, L. Tom Perry, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Richard G. Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, David A. Bednar, Quentin L. Cook, D. Todd Christofferson, Neil L. AndersenEditor: Paul B. PieperAsesores: Keith R. Edwards, Christoffel Golden Jr., Per G. MalmDirector administrativo: David L. FrischknechtDirector editorial: Vincent A. VaughnDirector de artes grficas: Allan R. LoyborgEditor administrativo: R. Val JohnsonEditores administrativos auxiliares: Jenifer L. Greenwood, Adam C. OlsonEditores adjuntos: Susan Barrett, Ryan CarrPersonal de redaccin: Brittany Beattie, David A. Edwards, Matthew D. Flitton, LaRene Porter Gaunt, Carrie Kasten, Jennifer Maddy, Lia McClanahan, Melissa Merrill, Michael R. Morris, Sally J. Odekirk, Joshua J. Perkey, Chad E. Phares, Jan Pinborough, Paul VanDenBerghe, Marissa A. Widdison, Melissa ZentenoDirector administrativo de arte: J. Scott KnudsenDirector de arte: Scott Van KampenGerente de produccin: Jane Ann PetersDiseadores principales: C.Kimball Bott, Colleen Hinckley, EricP. Johnsen, ScottM. MooyPersonal de produccin: Collette Nebeker Aune, Connie Bowthorpe Bridge, Howard G. Brown, Julie Burdett, Bryan W. Gygi, Kathleen Howard, Denise Kirby, Ginny J. Nilson, Gayle Tate RaffertyPreimpresin: Jeff L. MartinDirector de impresin: Craig K. SedgwickDirector de distribucin: Evan LarsenCoordinacin de Liahona: Enrique Resek, Patsy Carroll-CarliniDistribucin:Corporation of the Presiding Bishop of The Church of Jesus Christ of Latter-day SaintsSteinmhlstrasse 16, 61352 Bad Homburg v.d.H., GermanyInformacin para la suscripcin:Para suscribirse o para cambios de direccin, tenga a bien contactar a servicios al clienteTelfono gratuito: 00800 2950 2950Tel: +49 (0) 6172 4928 33/34Correo-e: [email protected] lnea: store.lds.orgEl precio para la suscripcin de un ao: EUR 5,25 para Espaa; 2,25 para las Islas Canarias y 7,5 para Andorra.Los manuscritos y las preguntas deben enviarse en lnea a liahona.lds.org; por correo a Liahona, Room 2420, 50 E. North Temple Street, Salt Lake City, UT 84150-0024, USA; o por correo electrnico a: [email protected] (un trmino del Libro de Mormn que significa brjula o director) se publica en albans, alemn, armenio, bislama, blgaro, camboyano, cebuano, coreano, croata, checo, chino, chino (simplificado), dans, esloveno, espaol, estonio, fiyiano, finlands, francs, griego, holands, hngaro, indonesio, ingls, islands, italiano, japons, kiribati, letn, lituano, malgache, marshals, mongol, noruego, polaco, portugus, rumano, ruso, samoano, sueco, tagalo, tailands, tahitiano, tongano, ucraniano, urdu, y vietnamita. (La frecuencia de las publicaciones vara de acuerdo con el idioma.) 2012 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. Impreso en los Estados Unidos de Amrica.El material de texto y visual de la revista Liahona se puede copiar para utilizarse en la Iglesia o en el hogar, siempre que no sea con fines de lucro. El material visual no se puede copiar si aparecen restricciones en la lnea de crdito del mismo. Las preguntas que tengan que ver con este asunto se deben dirigir a Intellectual Property Office, 50 East North Temple Street, Salt Lake City, UT 84150, USA; correo electrnico: [email protected] los lectores de Mxico: Certificado de Licitud de ttulo nmero 6988 y Licitud de contenido nmero 5199, expedidos por la Comisin Calificadora de Publicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembre de 1993. Liahona es nombre registrado en la Direccin de Derechos de Autor con el nmero 252093. Publicacin registrada en la Direccin General de Correos nmero 100. Registro del S.P.M. 0340294 caractersticas 218141210.For Readers in the United States and Canada: May 2012 Vol. 36 No. 5. LIAHONA (USPS 311-480) Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly by The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 East North Temple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscription price is $10.00 per year; Canada, $12.00 plus applicable taxes. Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah. Sixty days notice required for change of address. Include address label from a recent issue; old and new address must be included. Send USA and Canadian subscriptions to Salt Lake Distribution Center at the address below. Subscription help line: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa, MasterCard, American Express) may be taken by phone. (Canada Poste Information: Publication Agreement #40017431)POSTMASTER: Send address changes to Salt Lake Distribution Center, Church Magazines, PO Box 26368, Salt Lake City, UT 84126-0368.

  • 4 L i a h o n a

    Por el presidente ThomasS. Monson

    todo odo, hasta que se cumplan los propsitos de Dios y el gran Jehov diga que la obra est concluida1.

    Hay muchas cosas difciles y desa-fiantes en el mundo hoy da, mis her-manos y hermanas; pero tambin hay mucho que es bueno y ennoblecedor. Como declaramos en el decimotercer artculo de fe: Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputacin, o digno de alabanza, a esto aspiramos; que

    Mis queridos hermanos y her-manas, al reunirnos otra vez en una conferencia general de la Iglesia, les doy la bienvenida y les expreso mi amor. Nos reunimos cada seis meses para fortalecernos unos a otros, para dar nimo, para proporcionar consuelo, para fortale-cer la fe. Estamos aqu para aprender. Algunos de ustedes tal vez busquen respuesta a preguntas o desafos por los que estn pasando en la vida. Al-gunos sufren a causa de la desilusin o de prdidas. Cada uno puede ser iluminado y recibir nimo y consuelo al sentir el Espritu del Seor.

    Si hubiese cambios que efectuar en su vida, ruego que encuentren el incentivo y el valor para hacerlo al escuchar las palabras inspiradas que se expresarn. Que cada uno de nosotros vuelva a decidir vivir de ma-nera tal que seamos dignos hijos de nuestro Padre Celestial. Que sigamos oponindonos al mal dondequiera que se encuentre.

    Qu bendecidos somos por haber venido a la tierra en una poca como sta, una poca maravillosa en la larga historia del mundo. No pode-mos estar todos bajo un mismo techo,

    pero ahora tenemos la capacidad de participar de esta conferencia a travs de la maravilla de las transmisiones por televisin, radio, cable, satlite e internet, incluso en los dispositivos mviles. Nos congregamos unifica-dos; hablamos diferentes idiomas, vivimos en muchos pases, pero todos tenemos una fe, una doctrina y un propsito.

    Desde nuestros pequeos comien-zos hace 182 aos, nuestra presencia ahora se siente en todo el mundo. Esta gran obra en la que participamos seguir adelante, cambiando y ben-diciendo vidas al hacerlo. Ninguna causa ni fuerza en el mundo entero puede detener la obra de Dios. A pe-sar de lo que venga, esta gran causa seguir adelante. Recordarn las pala-bras profticas del profeta Jos Smith: Ninguna mano impa puede detener el progreso de la obra: las persecu-ciones se encarnizarn, el populacho podr conspirar, los ejrcitos podrn juntarse y la calumnia podr difamar; mas la verdad de Dios seguir ade-lante valerosa, noble e independien-temente, hasta que haya penetrado todo continente, visitado toda regin, abarcado todo pas y resonado en

    SESIN DEL SBADO POR LA MAANA | 31 de marzo de 2012

    Al reunirnos otra vezNuestro Padre Celestial tiene presente a cada uno de nosotros y nuestras necesidades. Que seamos llenos de Su Espritu al participar de esta conferencia.

  • 5M a y o d e 2 0 1 2

    siempre continuemos hacindolo. Les agradezco su fe y devocin

    al Evangelio. Les doy las gracias por el amor y cuidado que se brindan los unos a los otros. Les agradezco el servicio que dan en sus barrios y ramas, y en sus estacas y distritos. Es ese servicio el que permite al Seor lograr muchos de Sus propsitos aqu sobre la tierra.

    Expreso mi agradecimiento por la bondad con la que me tratan

    dondequiera que voy. Les agradezco sus oraciones a mi favor. He sentido esas oraciones y estoy muy agrade-cido por ellas.

    Ahora, mis hermanos y hermanas, hemos venido a que se nos instruya y se nos inspire. Se ofrecern muchos mensajes en los prximos dos das. Les aseguro que los hombres y muje-res que les hablarn han buscado la ayuda y la gua del cielo al preparar sus mensajes. Han sido inspirados

    en cuanto a lo que compartirn con nosotros.

    Nuestro Padre Celestial tiene presente a cada uno de nosotros y nuestras necesidades. Que seamos llenos de Su Espritu al participar de esta conferencia; se es mi ruego sincero. En el nombre de Jesucristo. Amn. NOTAS 1. Enseanzas de los presidentes de la Iglesia:

    Jos Smith, 2007, pg. 473.

  • 6 L i a h o n a

    Entonces, como algo simblico, lo sent en la silla del lder Tuttle. Despus de la ltima oracin, el ham-briento pequeo sali corriendo hacia la noche.

    Al volver a casa, le cont mi experiencia al presidente SpencerW. Kimball. l se conmovi profunda-mente y me dijo: Usted estaba te-niendo una nacin en su regazo. Ms de una vez me dijo: Esa experiencia tiene un significado an mucho mayor del que usted pueda imaginarse.

    Al visitar los pases de Latinoam-rica unas cien veces, he buscado a ese niito en los rostros de la gente. Ahora si s lo que quiso decir el presidente Kimball.

    Conoc a otro nio tiritando en las calles de Salt Lake City. Era tarde en otra noche de invierno. Estbamos sa-liendo de una cena de Navidad de un hotel y venan por la calle seis u ocho nios bulliciosos; todos deberan haber estado en casa para protegerse del fro.

    Un nio no tena abrigo; iba sal-tando muy rpidamente para evitar el fro y desapareci por una calle lateral, sin duda, a un apartamento pequeo y pobre con una cama que no tena suficientes mantas para man-tenerlo caliente.

    Por la noche, cuando me cubr con mis cobijas, ofrec una oracin

    una pequea mesa con un plato de pan para la Santa Cena. Este ham-briento hurfano de la calle vio el pan y avanz lentamente hacia l a lo largo de la pared. Cuando estaba casi por llegar a la mesa, una mujer en el pasi-llo lo vio, y con un firme movimiento de cabeza, lo expuls hacia la noche. Yo gem dentro de m.

    El pequeo nio volvi ms tarde; avanzaba lentamente a lo largo de la pared; miraba el pan y me miraba a m. Cuando estaba cerca del punto donde la mujer lo volvera a ver, extend los brazos y vino corriendo hacia m, y yo lo tuve en mi regazo.

    Por el presidente BoydK. PackerPresidente del Qurum de los Doce Apstoles

    Hace aos, durante una noche fra en una estacin de trenes de Japn, escuch un golpecito en la ventanilla de mi coche-cama. All haba un nio congelndose, con una camisa harapienta, un trapo sucio atado sobre la hinchada mandbula y la cabeza cubierta de sarna; el nio sos-tena una lata oxidada y una cuchara, el smbolo de un hurfano mendigo. Cuando intent abrir la puerta para darle dinero, el tren arranc.

    Nunca olvidar a aquel pequeo hambriento de pie en el fro soste-niendo una lata vaca; tampoco podr olvidar cun incapaz me sent cuando el tren se alej poco a poco y l qued de pie, en la plataforma.

    Unos aos despus, en Cusco, una ciudad en lo alto de los Andes del Per, el lder A.Theodore Tuttle y yo llevamos a cabo una reunin sa-cramental en un saln largo y estrecho que daba hacia la calle. Era de noche y, mientras el lder Tuttle discursaba, un pequeo, de unos seis aos quizs, apareci por la puerta. Slo llevaba puesta una camisa harapienta que le llegaba hasta las rodillas.

    A nuestra izquierda se encontraba

    Y un nio los pastorearEl esposo y la esposa deben entender que su primer llamamiento, del cual nunca sern relevados, es del uno para con el otro y despus para con sus hijos.

  • 7M a y o d e 2 0 1 2

    por aquellos que no tenan una cama clida a la que ir.

    Yo estaba apostado en Osaka, Japn, cuando acab la Segunda GuerraMun-dial. La ciudad se encontraba en ruinas y las calles estaban llenas de bloques, escombros y crteres de bombas. Aun-que la mayora de los rboles haban sido destruidos por las bombas, algunos an estaban en pie con las ramas y los troncos destrozados, y tenan el valor de mostrar algunos retoos con hojas.

    Una nia pequea vestida en un kimono harapiento y colorido estaba muy ocupada recogiendo hojas de sicmoro para hacer un ramo. La pequeita no pareca darse cuenta de la devastacin que la rodeaba mien-tras pasaba por encima de los escom-bros para aadir hojas nuevas a su coleccin; haba encontrado la nica belleza que quedaba en su mundo. Tal vez debera decir que ella era la parte bella de su mundo. De alguna manera, pensar en ella aumenta mi fe; la nia personificaba la esperanza.

    Mormn ense que los nios

    pequeos viven en Cristo1 y no tie-nen necesidad de arrepentirse.

    Cerca del comienzo del siglo ante-rior, dos misioneros estaban trabajando en las montaas del sur de los Estados Unidos. Un da, desde la cima de una colina, vieron que varias personas se estaban reuniendo en un claro, ms abajo. A menudo, los misioneros no tenan mucha gente a la que predicar, as que bajaron hacia el descampado.

    Un nio se haba ahogado e iba a haber un funeral. Sus padres haban llamado al ministro religioso para que dijera unas palabras de su hijo. Los misioneros se hicieron a un lado mientras el ministro viajante contem-plaba al padre y a la madre descon-solados y empez su sermn. Si los padres esperaban recibir consuelo de ese clrigo, se decepcionaran.

    l los reprendi severamente por no haber bautizado al nio; lo haban pospuesto por una u otra razn, y ahora era demasiado tarde y les dijo sin rodeos que su nio haba ido al infierno y que eso era culpa de ellos;

    ellos eran los culpables del tormento sin fin del pequeo.

    Despus de que concluy el sermn y se cubri la tumba, los lderes se acercaron a los afligidos padres. Somos siervos del Seor, le dijeron a la madre, y hemos venido con un mensaje para ustedes. Mientras los sollozantes padres escuchaban, los dos lderes leyeron de las revelaciones y compar-tieron su testimonio de la restauracin de las llaves para la redencin tanto de los vivos como de los muertos.

    Siento cierta compasin por ese predicador; puesto que estaba ha-ciendo lo mejor que poda con la luz y el conocimiento que tena; pero hay algo ms que tendra que haber sido capaz de ofrecer, eso es la plenitud del Evangelio.

    Los lderes vinieron como conso-ladores, como maestros, como siervos del Seor, como ministros autorizados del evangelio de Jesucristo.

    Estos nios de los cuales he ha-blado representan a todos los hijos de nuestro Padre Celestial. herencia de

  • 8 L i a h o n a

    Jehov son los hijos Bienaventurado el hombre que ha llenado su aljaba de ellos2.

    La creacin de la vida es una gran responsabilidad para una pareja casada; ser una madre o un padre digno y responsable es el desafo de la vida mortal. Ni el hombre ni la mujer pueden tener hijos solos. La intencin era que los nios tuvieran dos padres, tanto un padre como una madre. Este modelo o proceso no se puede reem-plazar con ningn otro.

    Hace mucho tiempo, una mujer me dijo entre lgrimas que cuando era estudiante universitaria haba co-metido un grave error con su novio. l haba hecho todos los preparativos para el aborto. A su debido tiempo, se graduaron, se casaron y tuvieron varios hijos. Ella me cont cunto le atormentaba ver a su familia ahora, a sus hermosos hijos, y ver ahora en su mente ese lugar vaco donde faltaba aquel nio.

    Si ese matrimonio entendiera la Expiacin y la aplicara, sabra que esas experiencias y el dolor relacio-nado con ellas se pueden borrar. No hay dolor que dure para siempre. No es fcil, pero la vida nunca se concibi para que fuera fcil ni justa. El arre-pentimiento y la esperanza duradera que se reciben con el perdn siempre valdrn el esfuerzo.

    Otra pareja joven me cont entre lgrimas que acababan de regresar de un consultorio mdico, donde se les dijo que no podran tener hijos. Estaban desconsolados por la noticia; pero se sorprendieron cuando les dije que en realidad eran muy afortuna-dos y se preguntaron por qu dira tal cosa. Les dije que su estado era infinitamente mejor que el de otras pa-rejas que podan ser padres, pero que haban rechazado y evadido de modo egosta esa responsabilidad.

    Les dije: Al menos, ustedes quieren hijos y ese deseo pesa mucho a su favor en su vida terrenal y en la veni-dera, porque les dar estabilidad espi-ritual y emocional. En ltima instancia, su situacin ser mucho mejor porque quisieron hijos y no pudieron tener-los, en comparacin con aquellos que podan, pero que no tuvieron hijos.

    An as, hay otras parejas que per-manecen sin casarse y, por lo tanto, sin hijos. Algunos, debido a circuns-tancias ajenas a su voluntad, estn criando a sus hijos como madres solas o padres solos. Esos son estados tem-porales. En el plan eterno de las cosas, no siempre el anhelo y el deseo justos se harn realidad en la vida mortal.

    Si solamente en esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los ms dig-nos de lstima de todos los hombres3.

    El fin supremo de toda actividad en la Iglesia es ver al esposo, a su esposa y a sus hijos felices en el hogar, prote-gidos por los principios y las leyes del Evangelio, sellados con seguridad en los convenios del sacerdocio eterno.

    El esposo y la esposa deben entender que su primer llamamiento, del cual nunca sern relevados, es del uno para con el otro y despus para con sus hijos.

    Uno de los grandes descubrimien-tos de la paternidad es que aprende-mos mucho ms de nuestros hijos, sobre lo que realmente importa, que lo que aprendimos de nuestros pa-dres. Llegamos a reconocer la verdad de la profeca de Isaas de que un nio los pastorear4.

    En Jerusaln, llamando Jess a un nio, lo puso en medio de ellos,

    y dijo: De cierto os digo que si no os volvis y os hacis como nios, no entraris en el reino de los cielos.

    As que, cualquiera que se humille como este nio, se es el mayor en el reino de los cielos5.

    Y Jess dijo: Dejad a los nios venir a m y no les impidis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos.

    Y habiendo puesto las manos sobre ellos, parti de all6.

    Leemos en el Libro de Mormn de

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    la visita de Jesucristo al Nuevo Mundo. l san y bendijo a las personas y les mand que llevasen a los nios pequeos a l.

    Mormn registra: trajeron a sus nios pequeitos, y los colocaron en el suelo alrededor de l, y Jess estuvo en medio; y la multitud cedi el paso hasta que todos le fueron trados7.

    Entonces mand a la gente que se arrodillara. Con los nios a Su alrede-dor, el Salvador se arrodill y ofreci una oracin a nuestro Padre Celestial. Despus de la oracin, el Salvador llor y tom a sus nios pequeos, uno por uno, y los bendijo, y rog al Padre por ellos.

    Y cuando hubo hecho esto, llor de nuevo8.

    Comprendo los sentimientos expre-sados por el Salvador hacia los nios. Hay mucho que aprender del seguir Su ejemplo al procurar orar, bendecir y ensear a esos pequeitos9.

    Yo era el dcimo en una familia de 11 hijos. Hasta donde yo s, ni mi padre ni mi madre sirvieron en un lla-mamiento prominente en la Iglesia.

    Nuestros padres sirvieron fielmente en su llamamiento ms importante, el ser padres. Nuestro padre dirigi nuestro hogar en rectitud, nunca con enojo ni con miedo; y el poderoso ejemplo de nuestro padre fue magnifi-cado por el tierno consejo de nuestra madre. El Evangelio es una poderosa influencia en la vida de cada uno de nosotros en la familia Packer y en la generacin siguiente y en la genera-cin siguiente y en la siguiente, hasta donde hemos visto.

    Espero ser juzgado como un buen hombre como lo fue mi padre. Antes de escuchar las palabras bien hecho de mi Padre Celestial, espero escu-charlas primero de mi padre terrenal.

    Muchas veces me he preguntado por qu fui llamado como Apstol y

    luego Presidente del Qurum de los Doce, a pesar de haber venido de un hogar donde el padre podra ser cata-logado como menos activo. Yo no soy el nico miembro de los Doce que se ajusta a esa descripcin.

    Finalmente, pude ver y entender que quizs esa circunstancia sea la razn por la que me llamaron. Y he logrado entender por qu en todo lo que hacemos en la Iglesia como lde-res debemos proporcionar la forma para que los padres y los hijos pasen tiempo juntos en familia. Los lderes del sacerdocio deben esmerarse para que la Iglesia sea de beneficio para la familia.

    Hay muchas cosas sobre el vivir el evangelio de Jesucristo que no se pueden medir por lo que se calcula o se anota en los registros de asistencia. Nos ocupamos de los edificios, los pre-supuestos, los programas y los proce-dimientos. Al hacerlo, es posible pasar por alto la esencia misma del evangelio de Jesucristo.

    Con demasiada frecuencia alguien viene a m y dice: Presidente Packer, no sera bueno?.

    Normalmente lo detengo y digo: No, porque sospecho que lo que sigue ser una nueva actividad o programa que agregar una carga de tiempo y de recursos econmicos a la familia.

    El tiempo de la familia es sagrado y se debe proteger y respetar. Insta-mos a nuestros miembros a demostrar devocin a sus familias.

    Cuando nos casamos, mi esposa y yo decidimos que aceptaramos a los nios que naceran, junto con las responsabilidades que acarrearan su nacimiento y crecimiento. A su debido tiempo, ellos han formado su propia familia.

    Dos veces en nuestro matrimonio, al momento de nacer dos de nuestros

    pequeos, un mdico nos dijo: Creo que ste no sobrevivir.

    En ambas ocasiones, nuestra reac-cin fue que daramos nuestra vida si nuestro hijito pudiera mantener la suya. Al extender ese ofrecimiento, nos dimos cuenta de que esa misma devocin se parece a la que nues-tro Padre Celestial siente por cada uno de nosotros. Qu concepto tan celestial!

    Ahora bien, en el ocaso de nuestras vidas, mi esposa y yo entendemos y damos testimonio de que nuestra familia puede ser eterna. Al obedecer los mandamientos y vivir plenamente el Evangelio, seremos protegidos y bendecidos. Con nuestros hijos y nie-tos, y bisnietos, nuestro ruego es que cada integrante de nuestra creciente familia tenga la misma devocin hacia esos preciosos pequeitos.

    Padres y madres, la prxima vez que sostengan a un beb recin nacido en sus brazos, tendrn una perspectiva interior de los misterios y propsitos de la vida; entendern mejor por qu la Iglesia es como es y por qu la familia es la organizacin bsica en el tiempo de esta vida y en la eternidad. Doy testimonio de que el Evangelio de Jesucristo es verdadero, que el plan de redencin, al que se le ha llamado el plan de felicidad, es un plan para las familias. Ruego que las familias de la Iglesia sean bendecidas, los padres y los hijos, para que esta obra siga adelante como es la inten-cin del Padre. Testifico de esto, en el nombre de Jesucristo. Amn. NOTAS 1. Moroni 8:12. 2. Salmo 127:3, 5. 3. 1Corintios 15:19. 4. Isaas 11:6. 5. Mateo 18:24. 6. Mateo 19:1415. 7. 3Nefi 17:12. 8. 3Nefi 17:2122. 9. 3Nefi 17:24.

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    establecer un ambiente en donde nuestros hijos sientan la influencia del Espritu y luego ayudarlos a reconocer lo que sienten.

    Eso me recuerda una llamada tele-fnica que recib hace unos aos de mi hija Michelle. Con sincera emo-cin dijo: Mam, acabo de tener la experiencia ms increble con Ashley. Ashley es su hija, que en ese entonces tena cinco aos. Michelle me dijo que esa maana haba sido una constante batalla entre Ashley y su hermano Andrew que tena tres aos; uno no quera compartir las cosas y el otro no dejaba de dar golpes. Despus de ayudarlos a que hicieran las paces, Michelle fue a ver al beb.

    Muy pronto Ashley vino corriendo, enojada porque Andrew no quera compartir las cosas con ella. Michelle le record el compromiso que haban hecho en la noche de hogar de ser ms amables unos con los otros.

    Le pregunt a Ashley si quera orar y pedir la ayuda del Padre Celestial; pero Ashley, todava muy enojada, respondi: No. Cuando le pregunt si crea que el Padre Celestial res-pondera su oracin, ella dijo que no saba. Su madre le dijo que tratara, y con gentileza le tom la mano y se arrodill junto con ella a orar.

    Michelle le sugiri que pidiera al Padre Celestial que ayudara a Andrew a compartir y que la ayudara a ella a ser amable. La idea de que el Padre Celestial ayudara a su hermano a compartir debe haber despertado el inters de Ashley, pues comenz a orar. Primero pidi que ayudara a Andrew a compartir; al pedir que la ayudara a ella a ser amable, comenz a llorar. Termin la oracin y escondi su rostro en el hombro de su mam. Michelle la abraz y le pregunt por qu lloraba; Ashley contest que no lo saba.

    medio de las Escrituras, de Sus profe-tas y del Espritu Santo.

    El Seor instruye a los padres, por medio de una revelacin mo-derna dada al profeta Jos Smith, que enseen a sus hijos a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, del bautismo y del don del Espritu Santo. Fjense que el Seor no dice que debemos ensear la doc-trina, Sus instrucciones son que ense-emos a nuestros hijos a comprender la doctrina (vase D. y C. 68:25, 28; cursiva agregada).

    En el libro de Salmos leemos: Dame entendimiento, y guardar tu ley y la observar de todo corazn (Salmo 119:34).

    Ensear a nuestros hijos a com-prender es ms que slo impartir in-formacin. Es ayudar a nuestros hijos a que la doctrina penetre su corazn de manera tal que sea parte intrnseca de su ser y se refleje en su actitud y comportamiento a lo largo de la vida.

    Nefi ense que la funcin del Espritu Santo es llevar la verdad al corazn de los hijos de los hombres (2Nefi 33:1). Nuestra funcin como padres es hacer todo lo posible para

    Por CherylA. EsplinSegunda Consejera de la Presidencia General de la Primaria

    A medida que pasan los aos, muchos detalles de mi vida son cada vez ms borrosos, pero al-gunos de los recuerdos que permane-cen ms vvidos son los nacimientos de cada uno de nuestros hijos. El cielo pa-reca estar tan cerca y, si me esfuerzo, casi puedo sentir la misma reverencia y el mismo asombro que sent cada vez que colocaban en mis brazos a cada uno de esos nios preciosos.

    Herencia de Jehov son [nuestros] hijos (Salmos 127:3). l ama y conoce a cada uno de ellos con un amor per-fecto (vase Moroni 8:17). Qu respon-sabilidad sagrada nos confiere el Padre Celestial como padres de asociarnos con l para ayudar a sus espritus esco-gidos a llegar a ser lo que l sabe que pueden llegar a ser.

    Ese privilegio divino de criar a nuestros hijos es una responsabilidad mucho ms grande de la que poda-mos llevar a cabo solos, sin la ayuda del Seor. l est al tanto exactamente de lo que nuestros hijos necesitan sa-ber, lo que tienen que hacer y lo que deben ser para regresar a Su presen-cia. l da a los padres y a las madres instrucciones y gua especficas por

    Ensear a nuestros hijos a comprenderEnsear a nuestros hijos a comprender es ms que slo impartir informacin. Es ayudar a nuestros hijos a que la doctrina penetre su corazn.

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    Su mam le dijo: Creo que yo s por qu lloras. Te sientes bien por dentro?. Ashley asinti y su madre continu: Es el Espritu que te ayuda a sentirte de esa manera. Es la manera en que el Padre Celestial te est di-ciendo que te ama y que te ayudar.

    Le pregunt a Ashley si crea eso; si crea que el Padre Celestial poda ayudarla. Con sus ojitos llenos de lgrimas, Ashley respondi que s.

    A veces, la forma ms poderosa de ensear a nuestros hijos a comprender una doctrina es hacerlo en el contexto de lo que sienten en ese momento. Esos momentos son espontneos, no se planifican y suceden en el curso normal de la vida familiar. Llegan y se van rpido, por lo tanto debemos estar alertas y reconocer el momento apropiado para ensear cuando nuestros hijos vienen a nosotros

    con una pregunta o preocupacin, cuando tienen desacuerdos con un hermano o amigo, cuando deben controlar su enojo, cuando cometen errores o cuando tienen que tomar una decisin. (Vase La Enseanza, El llamamiento ms importante: Gua de consulta para la enseanza del Evangelio, 2000, pg. 141; Matrimonio y Relaciones familiares, Manual para el instructor, 2001, pg. 61.)

    Si estamos preparados y dejamos que el Espritu nos gue en esas situa-ciones, la enseanza ser ms eficaz y nuestros hijos comprendern mejor.

    Igual de importantes son las opor-tunidades para ensear que surgen al planificar con esmero ocasiones habituales como la oracin familiar, el estudio de las Escrituras en familia y otras actividades familiares.

    En toda situacin, el aprendizaje

    y la comprensin se logran mejor en una atmsfera de calidez y amor donde el Espritu est presente.

    Unos dos meses antes de que sus hijos cumplieran ocho aos, un padre apartaba un tiempo todas las semanas para prepararlos para el bautismo. Su hija comenta que cuando lleg su turno, su padre le dio un diario per-sonal y se sentaron juntos, ellos dos solos, para hablar de los principios del Evangelio y compartir sus senti-mientos en cuanto a ellos. l le hizo hacer un dibujo que representaba la vida premortal, la vida terrenal y los pasos que deba seguir para regre-sar al Padre Celestial. Le testific en cuanto a cada uno de los pasos del plan de salvacin a medida que le enseaba.

    Al recordar esa experiencia ya de grande, esa hija dijo: Nunca olvidar

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    lo amada que mi padre me haca sentir en aquellos momentos que me dedicaba Creo que aquella experiencia fue la razn principal por la que yo tuve un testimonio del Evangelio cuando fui bautizada (vase La Enseanza: El llamamiento ms importante, pg. 145).

    Ensear para que entiendan re-quiere un empeo total y constante. Exige ensear en precepto y mediante el ejemplo y, en especial, ensearles a vivir lo que aprenden.

    El presidente HaroldB. Lee en-se: Si no se ha experimentado un principio del Evangelio en accin, es mucho ms difcil creer en ese principio (Enseanzas de los Pre-sidentes de la Iglesia: HaroldB. Lee, 2001, pg. 132).

    Desde un principio aprend a orar al arrodillarme con mi familia durante la oracin familiar. Aprend el idioma de la oracin al escuchar a mis padres orar y cuando me ayudaron a hacer mis primeras oraciones. Aprend que poda hablar con mi Padre Celestial y pedir Su gua.

    Todas las maanas, sin fallar, mi madre y mi padre nos reunan junto a la mesa de la cocina antes del desayuno y nos arrodillbamos a orar. Orbamos en cada comida y por la noche, antes de ir a dormir nos arrodillbamos juntos en la sala y terminbamos el da con una oracin familiar.

    Aunque haba mucho que no entenda sobre la oracin cuando era nia, se convirti en una parte tan esencial de mi vida que an sigue sindolo. Todava sigo aprendiendo y mi comprensin del poder de la oracin sigue aumentando.

    El lder JeffreyR. Holland dijo: Todos comprendemos que el xito del mensaje del Evangelio depende de que se ensee, se comprenda

    y luego se viva de tal forma que la promesa de felicidad y salvacin que nos brinda pueda hacerse reali-dad (La enseanza y el aprendizaje en la Iglesia [Reunin mundial de capacitacin de lderes, 10 de febrero de 2007], Liahona, junio de 2007, pg. 57).

    Aprender a comprender por completo las doctrinas del Evangelio es un proceso de toda una vida y se logra lnea por lnea, precepto por precepto, un poco aqu y un poco all (2Nefi 28:30). A medida que los nios aprenden a poner en prctica lo que aprenden, su entendimiento se expande, lo cual lleva a ms apren-dizaje, ms accin e incluso a una comprensin mayor y ms duradera.

    Sabemos que nuestros hijos co-mienzan a comprender la doctrina cuando se refleja en sus actitudes y acciones sin que se les obligue a hacerlo ni se les prometa una recom-pensa. A medida que aprenden a comprender las doctrinas del Evange-lio, llegan a ser ms autosuficientes y ms responsables; pasan a ser parte

    de la solucin a nuestros desafos familiares y contribuyen en forma po-sitiva al ambiente del hogar y al xito de la familia.

    Ensearemos a nuestros hijos a comprender cuando aproveche-mos toda oportunidad de ensear, invitemos al Espritu, demos un buen ejemplo y los ayudemos a vivir lo que aprendan.

    Cuando miramos los ojos de un beb, nos viene a la memoria la cancin:

    Soy un hijo de Dios;me deben ayudar;A entender Su voluntad;no puedo demorar.

    Guenme, ensnenmela senda a seguirpara que algn da yocon l pueda vivir.Soy un hijo de Dios (Himnos, N196; cursiva agregada)

    Espero que as lo hagamos. En el nombre de Jesucristo. Amn.

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    Por el lder Donald L. HallstromDe la Presidencia de los Setenta

    es cabeza de Su Iglesia, y est repre-sentado en la tierra por profetas que poseen autoridad apostlica.

    sta es una iglesia magnfica. Su organizacin, efectividad y absoluta bondad son respetadas por todos los que sinceramente buscan entenderla. La Iglesia tiene programas para nios, jvenes, hombres y mujeres. Tiene hermosos centros de reuniones que suman ms de 18.000. Templos ma-jestuosos cubren la tierra, que ahora llegan a 136 con otros treinta anuncia-dos o en construccin. Una fuerza de ms de 56.000 misioneros de tiempo completo, conformada por jvenes y no tan jvenes, presta servicio en 150 pases. La labor humanitaria mun-dial de la Iglesia es una maravillosa muestra de la generosidad de nues-tros miembros. Nuestro sistema de bienestar cuida de nuestros miembros y promueve la autosuficiencia de un modo incomparable. En esta Iglesia tenemos lderes laicos desinteresados y una comunidad de santos que estn dispuestos a ayudarse unos a otros de un modo encomiable. No hay nada como esta Iglesia en todo el mundo.

    Cuando nac, nuestra familia viva en una pequea casa en los terrenos de uno de los grandes e histricos centros de reuniones de la Iglesia: el Tabernculo de Honolulu. Pido disculpas a mis queridos amigos del Obispado Presidente, que supervisan las propiedades de la Iglesia, pero cuando era nio trepaba por encima, debajo y por cada centmetro de esa propiedad, desde el fondo del res-plandeciente espejo de agua, hasta lo alto del interior de la imponente torre iluminada; incluso nos balancebamos (como Tarzn) en las largas lianas de los rboles banianos del lugar.

    La Iglesia era todo para nosotros. bamos a muchas reuniones, in-cluso ms de las que tenemos ahora.

    present Su plan de salvacin, hubo uno entre nosotros que dijo: Heme aqu, envame (Abraham 3:27). Su nombre era Jehov.

    Por haber nacido de un Padre Celestial, tanto fsica como espiritual-mente, l posea la omnipotencia de vencer al mundo. Por haber nacido de una madre terrenal, l estaba sujeto a los dolores y sufrimientos del estado mortal. El gran Jehov tambin fue llamado Jess y, adems, se le dio el ttulo de Cristo, que significa el Mesas o el Ungido. Su mximo logro fue la Expiacin, por medio de la cual Jess el Cristo descendi debajo de todo (D. y C. 88:6), permitiendo que l pa-gase un rescate de redencin por cada uno de nosotros.

    La Iglesia fue establecida por Jesu-cristo durante Su ministerio terrenal, [edificada] sobre el fundamento de apstoles y profetas (Efesios 2:20). En sta, la dispensacin del cumpli-miento de los tiempos (D. y C. 128:18), el Seor restaur lo que una vez fue, dicindole especficamente al profeta Jos Smith: Establecer la iglesia por tu mano (D. y C. 31:7). Jesucristo fue y

    Amo el evangelio de Jesucristo y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das. A veces usamos los trminos Evangelio e Iglesia indistintamente, pero no son lo mismo. Sin embargo, estn finamente interconectados y los necesitamos a ambos.

    El Evangelio es el glorioso plan de Dios en el cual a nosotros, por ser Sus hijos, se nos da la oportunidad de re-cibir todo lo que el Padre tiene (vase D. y C. 84:38). A eso se le llama la vida eterna y se describe como el mayor de todos los dones de Dios (D. y C. 14:7). Una parte esencial del plan es nuestra experiencia terrenal, un perodo para desarrollar fe (vase Moroni 7:26), para arrepentirnos (vase Mosah 3:12) y para reconciliarnos con Dios (vase Jacob 4:11).

    Debido a que nuestras flaquezas terrenales y la oposicin en todas las cosas (2Nefi 2:11) haran esta vida extremadamente difcil, y puesto que no podramos limpiarnos de nuestros propios pecados, era necesario un Sal-vador. Cuando Elohim, el Eterno Dios y Padre de todos nuestros espritus,

    Convertidos a Su Evangelio por medio de la IglesiaEl propsito de la Iglesia es ayudarnos a vivir el Evangelio.

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    Asistamos a la Primaria los jueves por la tarde; las reuniones de la Sociedad de Socorro eran los martes por la maana; la Mutual para los jvenes era los mircoles por la noche; los sbados eran para las actividades del barrio. Los domingos, los hombres y los jve-nes iban a la reunin del Sacerdocio por la maana; al medioda asistamos a la Escuela Dominical y luego, por la tarde, volvamos para la reunin sacra-mental. Con todo ese ir y venir a las reuniones, pareca que nuestro tiempo se consuma con las actividades de la Iglesia todo el da los domingos y la mayora de los das de la semana.

    A pesar de que amaba tanto la Igle-sia, fue durante esos das de mi niez que, por primera vez, tuve el senti-miento de que haba algo aun mayor. Cuanto tena cinco aos, se llev a cabo una gran conferencia en el taber-nculo. Caminamos por la calle donde vivamos, atravesamos un pequeo puente que conduca al magnfico centro de reuniones y nos sentamos aproximadamente en la dcima fila de la gran capilla. Presidiendo y discur-sando en la reunin estaba DavidO. McKay, el Presidente de la Iglesia. No recuerdo nada de lo que dijo, pero re-cuerdo vvidamente lo que vi y lo que sent. El presidente McKay vesta un traje color crema y, con su ondulado cabello blanco, luca muy distinguido. Segn la tradicin de las islas, llevaba un collar hawaiano triple de claveles rojos. Cuando habl, sent algo muy intenso y personal. Luego entend que lo que senta era la influencia del Esp-ritu Santo. Cantamos el himno final.

    Quin sigue al Seor?Toma tu decisin.Clamamos sin temor:Quin sigue al Seor?(Quin sigue al Seor?, Himnos, N 170)

    Al or esas palabras que cantaron casi 2.000 personas, pero que parecan ser una pregunta dirigida directamente a m, quera levantarme y decir: Yo!.

    Algunos han llegado a pensar que la actividad en la Iglesia es la meta su-prema. En eso yace un peligro. Es po-sible estar activo en la Iglesia y menos activo en el Evangelio. Permtanme recalcarlo: la actividad en la Iglesia es una meta altamente deseable, sin embargo, es insuficiente. La actividad en la Iglesia es un indicador externo de nuestros deseos espirituales. Si asistimos a nuestras reuniones, tene-mos responsabilidades en la Iglesia

    y cumplimos con ellas, y servimos a los dems, eso se observa de manera pblica.

    En contraste, los asuntos del Evan-gelio suelen ser menos visibles y ms difciles de medir, pero son de mayor importancia eterna. Por ejemplo: Cunta fe tenemos realmente? Cun arrepentidos estamos? Cun impor-tantes son las ordenanzas en nuestra vida? Cun enfocados estamos en nuestros convenios?

    Repito: necesitamos el Evangelio y la Iglesia. De hecho, el propsito de la Iglesia es ayudarnos a vivir el Evan-gelio. A menudo nos preguntamos:

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    Cmo alguien puede ser comple-tamente activo en la Iglesia en su juventud y no serlo cuando es adulto? Cmo puede dejar de venir un adulto que ha asistido y prestado servicio? Cmo puede una persona que se ha decepcionado por causa de un lder o de otro miembro permitir que eso la haga dejar de participar en la Iglesia? Tal vez la razn sea que ellos no estaban suficientemente converti-dos al Evangelio, a los asuntos de la eternidad.

    Sugiero tres maneras bsicas para que el Evangelio sea nuestro cimiento:

    1. Profundicemos nuestro entendi-miento de la Deidad. El conoci-miento certero de los tres miembros de la Trinidad y el amor por ellos son indispensables. Oren con fervor al Padre, en el nombre del Hijo, y busquen la gua del Espritu Santo. Combinen la oracin con el estudio constante y la reflexin humilde para que adquieran constantemente una fe inquebrantable en Jesucristo. Porque cmo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extrao para l, y se halla lejos de los pensamientos y de las intencio-nes de su corazn? (Mosah 5:13).

    2. Centrmonos en las ordenanzas y los convenios. Si en su vida an tienen que realizar algunas de las ordenanzas esenciales, preprense de manera consciente para recibir cada una de ellas. Luego, necesita-mos establecer la disciplina de vivir fieles a nuestros convenios, usando ntegramente el don semanal de la Santa Cena. Muchos de nosotros no somos cambiados con regularidad por medio de su poder limpiador por nuestra falta de reverencia hacia esa santa ordenanza.

    3. Unifiquemos el Evangelio con la Iglesia. A medida que nos

    concentremos en el Evangelio, la Iglesia ser una bendicin mayor, y no menor, en nuestra vida. Al asistir a cada reunin preparados para [buscar] conocimiento, tanto por el estudio como por la fe (D. y C, 88:118), el Espritu Santo ser nues-tro maestro. Si venimos para que se nos entretenga, a menudo esta-remos descontentos. Al Presidente SpencerW. Kimball se le pregunt una vez: Qu hace usted cuando se encuentra en una reunin sacra-mental aburrida?. Su respuesta fue: No lo s. Nunca he estado en una (citado por GeneR. Cook, en Gerry Avant, Learning Gospel is lifetime pursuit, Church News, 24 de marzo de 1990, pg. 10).

    En nuestra vida, deberamos desear lo que ocurri despus de que el Seor vino a la gente del Nuevo Mundo y estableci Su Iglesia. Las Escrituras relatan: Y ocurri que as anduvieron [esto es, Sus discpulos] entre todo el pueblo de Nefi, y predi-caron el Evangelio de Cristo a todos los habitantes sobre la faz de la tierra; y estos se convirtieron al Seor y se unieron a la Iglesia de Cristo; y as fue bendecido el pueblo de esa genera-cin (3Nefi 28:23).

    El Seor quiere que los miembros de Su Iglesia estn plenamente con-vertidos a Su evangelio. sa es la nica manera cierta de tener seguridad espi-ritual ahora y felicidad para siempre. En el nombre de Jesucristo. Amn

  • 16 L i a h o n a

    era como Lamn y Lemuel, que eran los mayores, murmuraban en contra de su padre; y hacan esto porque no conocan la manera de proceder de aquel Dios que los haba creado (1Nefi 2:12).

    Es posible que cada uno de noso-tros haya sentido la frustracin que Lehi sinti con sus dos hijos mayores. Al ver a un hijo alejarse de la verdad, a un investigador que no se compro-mete o a un futuro lder indiferente, nuestro corazn sufre, como el de Lehi, y nos preguntamos: Cmo puedo ayudarlos a sentir y escuchar al Espritu para que no sean absorbi-dos por las distracciones mundanas?. Me vienen a la mente dos pasajes de Escritura que nos pueden ayudar a superar esas distracciones y sentir el poder del amor de Dios.

    Nefi da una clave para el aprendi-zaje mediante su propia experiencia personal: Yo, Nefi teniendo gran-des deseos de conocer los misterios de Dios, clam por tano al Seor; y he aqu que l me visit y enterneci mi corazn, de modo que cre todas las palabras que mi padre haba hablado, as que no me rebel en contra de l como lo haban hecho mis hermanos (1Nefi 2:16).

    Despertar el deseo de saber nos da la capacidad espiritual de escuchar la voz del cielo. El encontrar una manera de despertar y alimentar ese deseo es la misin y responsabilidad de cada uno de nosotros, misioneros, padres, maes-tros, lderes y miembros. Al sentir ese deseo despertar en nuestro corazn, estamos preparados para beneficiarnos del aprendizaje del segundo pasaje de Escritura que quiero mencionar.

    En junio de 1831, al extenderse los llamamientos a los primeros lderes de la Iglesia, se le dijo a Jos Smith que Satans anda por la tierra engaando a las naciones. Para combatir esa

    podemos ayudar a cada persona a de-sarrollar un deseo de saber ms acerca del Padre Celestial? Cmo podemos ayudarles a sentir Su espritu? Cmo podemos ayudarles a que sepan que los amamos?.

    En mi mente, vea a esos dos jve-nes tres a cuatro aos despus de ha-ber terminado su misin. Los visualic encontrando a su compaera eterna y sirviendo en un qurum de lderes o enseando a un grupo de hombres jvenes. Entonces, en lugar de pensar en sus investigadores, se hacan las mismas preguntas sobre los miembros de su qurum o sobre los hombres jvenes a quienes se les haba llamado para cuidar. Vi la manera en que su experiencia misional poda aplicarse como un modelo para edificar a los dems el resto de sus vidas. A me-dida que este ejrcito de discpulos de rectitud regresa de sus misiones a los muchos pases por toda la tierra, llegan a ser contribuidores clave en la obra del establecimiento de la Iglesia.

    El profeta Lehi, del Libro de Mor-mn, tal vez haya estado reflexionado sobre las mismas preguntas que esos misioneros cuando escuch la reac-cin de sus hijos a la instruccin y a la visin que l haba tenido: Y as

    Por el lder PaulE. KoellikerDe los Setenta

    Me encanta estar con los misio-neros de tiempo completo. Ellos estn llenos de fe, de esperanza y de una caridad genuina. La experiencia misional de ellos es como una mini-vida de 18 o 24 meses. Llegan a la misin como nios espiri-tuales con un serio deseo de aprender y salen de ella como adultos maduros, aparentemente listos para conquistar cualquier desafo que se presente ante ellos. Tambin me encantan los dedicados misioneros mayores, que estn llenos de paciencia, de sabidura y de una confianza serena. Ellos traen un don de estabilidad y amor a la vi-gorosa juventud que los rodea. Juntos, los jvenes misioneros y los matri-monios mayores, son una poderosa y perseverante fuerza de bien, la cual tiene un profundo efecto en las vidas de ellos mismos y sobre los que son influenciados por su servicio.

    Hace poco escuch a dos de esos grandes jvenes misioneros mientras repasaban sus experiencias y esfuer-zos. En ese momento de reflexin, consideraron a las personas que haban contactado ese da, algunas de las cuales haban sido ms receptivas que otras. Al considerar las circuns-tancias, ellos se preguntaron: Cmo

    l en verdad nos amaGracias a este modelo de familia celestialmente diseado, comprendemos mejor la manera en que nuestro Padre Celestial verdaderamente nos ama a cada uno de nosotros de forma equitativa y total.

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    influencia que distrae, el Seor dijo que l nos dara una norma en todas las cosas, para que no [seamos] enga-ados (D. y C. 52:14).

    Las normas o modelos son plan-tillas, guas, pasos que se deben repetir o senderos que uno sigue para permanecer alineado con el propsito de Dios. Si los seguimos, nos manten-drn humildes, alertas y capaces de discernir la voz del Espritu Santo de las otras voces que nos distraen y nos apartan del camino. El Seor entonces nos instruye: El que tiemble bajo mi poder ser fortalecido, y dar frutos de alabanza y sabidura, de acuerdo con las revelaciones y las verdades que os he dado (D. y C. 52:17).

    La bendicin de una humilde oracin, ofrecida con verdadera intencin, permite al Espritu Santo tocar nuestro corazn y nos ayuda a recordar lo que sabamos antes de nacer en esta vida mortal. Al entender claramente el plan de nuestro Padre

    Celestial para nosotros, empezamos a reconocer nuestra responsabilidad de ayudar a los dems a aprender y en-tender Su plan. El ayudar a los dems a recordar est muy vinculado con la manera en que nosotros personal-mente vivimos el Evangelio en nuestra vida. Cuando realmente vivimos el Evangelio en la manera que lo ense el Seor Jesucristo, nuestra capacidad de ayudar a los dems aumenta. La siguiente experiencia es un ejemplo de cmo funciona este principio.

    Dos jvenes misioneros tocaron a una puerta esperando encontrar a alguien que recibiera su mensaje. La puerta se abri y un hombre bastante alto los recibi con una voz nada amigable: Pens que les haba dicho que no tocaran otra vez a mi puerta. Les advert antes que si alguna vez regresaban, no sera una experiencia agradable. Ahora djenme en paz; y rpidamente cerr la puerta.

    Al alejarse los lderes, el misionero

    mayor y ms experimentado puso su brazo sobre el hombro del misionero menor para consolarlo y animarlo. Sin ellos saberlo, el hombre los observ por la ventana para asegurarse de que haban entendido su mensaje. l espe-raba verlos rerse y tomar a la ligera su cortante reaccin al intento de visitarlo; sin embargo, al ver la expresin de amabilidad entre los dos misioneros, su corazn se enterneci de inmediato, volvi a abrir la puerta y les pidi a los misioneros que regresaran y compar-tieran su mensaje con l.

    Es cuando aceptamos la voluntad de Dios y vivimos Su modelo que se siente Su espritu. Nuestro Salvador ense: En esto conocern todos que sois mis discpulos, si tenis amor los unos por los otros ( Juan 13:35). Este principio de tener amor los unos por los otros y desarrollar nuestra capacidad de centrarnos en Cristo al pensar, hablar y actuar es funda-mental para llegar a ser discpulos de

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    Cristo y maestros de Su evangelio.El despertar este deseo nos prepara

    para buscar los modelos prometidos. El buscarlos nos conduce a la doctrina de Cristo como la ensean el Salva-dor y Sus lderes-profetas. Un modelo de esa doctrina es perseverar hasta el fin. Y bienaventurados aquellos que procuren establecer a mi Sin en aquel da, porque tendrn el don y el poder del Espritu Santo; y si perseve-ran hasta el fin, sern enaltecidos en el ltimo da y se salvarn en el reino eterno del Cordero (1Nefi 13:37).

    Cul es el medio supremo por el que podemos disfrutar el don y el poder del Espritu Santo? Es el poder que viene al ser discpulos fieles de Jesucristo; es nuestro amor por l y por nuestros semejantes. Es el Salvador quien define el modelo de amor cuando nos ensea: Un mandamiento nuevo os doy: Que os amis unos a otros; como yo os he amado, que tambin os amis

    los unos a los otros ( Juan 13:34).El presidente Gordon B. Hinckley

    confirm este principio cuando dijo: Amar al Seor no es simplemente un consejo, no es slo un buen deseo; es un mandamiento el amor a Dios es la raz de toda virtud, de toda bondad, de toda fortaleza de carcter, de toda lealtad en hacer el bien (vase Las palabras del Profeta actual, Liahona, diciembre de 1996, pg. 8).

    El plan del Padre design el modelo de la familia para ayudarnos a aprender, a aplicar y a entender el poder del amor. El da en que mi propia familia se estableci, mi amada Ann y yo fuimos al templo y concer-tamos el convenio del matrimonio. Cunto pens que la amaba ese da!, pero apenas haba empezado a tener la visin del amor. A medida que cada uno de nuestros hijos ha pasado a formar parte de nuestra vida, nuestro amor se ha ensanchado para amarlos a todos por igual y de manera total.

    Aparentemente no hay fin a la capaci-dad de expansin del amor.

    El sentimiento de amor de nuestro Padre Celestial es como una fuerza de gravedad del cielo. Cuando quita-mos las distracciones que nos atraen hacia el mundo y ejercemos nuestro albedro para buscarlo a l, abrimos nuestro corazn a una fuerza celestial que nos lleva hacia l. Nefi describi su impacto como hasta consumir [su] carne (2Nefi 4:21). Ese mismo poder de amor caus que Alma cantara la cancin del amor que redime (Alma 5:26; vase tambin el versculo 9). Conmovi de tal manera a Mormn que l nos aconsej que [pidamos] al Padre con toda la energa de [nuestros] corazones que seamos llenos de Su amor (Moroni 7:48).

    Tanto las Escrituras modernas como las antiguas estn llenas de recordato-rios del eterno amor del Padre Celestial por Sus hijos. Tengo la certeza de que los brazos de nuestro Padre Celestial estn constantemente extendidos, siempre listos para abrazar a cada uno de nosotros para decirnos con una voz quieta y penetrante: Te amo.

    Gracias a este modelo de familia celestialmente diseado, comprende-mos mejor la manera en que nuestro Padre Celestial verdaderamente nos ama a cada uno de nosotros de forma equitativa y total. Testifico que es ver-dad. Dios en verdad nos conoce y nos ama. Nos ha dado una visin de Su sagrado hogar y ha llamado a profetas y apstoles para ensear los principios y modelos que nos llevarn de regreso a l. Al esforzarnos por despertar el deseo de saber en nosotros mismos y en los dems, y a medida que sigamos los modelos que descubrimos, nos acercaremos a l. Testifico que Jess es el Hijo de Dios, nuestro Ejemplo, nues-tro amado Redentor, lo cual expreso en el nombre de Jesucristo. Amn.

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    algunos grupos persiguieron y hasta dieron muerte a miembros de otros grupos. Los cristianos asesinados por otros cristianos son los mrtires ms trgicos de la fe cristiana.

    Muchos cristianos han hecho sa-crificios de manera voluntaria moti-vados por la fe en Cristo y el deseo de servirle. Algunos han optado por dedicar toda su vida adulta al servicio del Maestro. Entre ese noble grupo se encuentran quienes integran las rde-nes religiosas de la iglesia Catlica y quienes han prestado toda una vida de servicio como misioneros cristianos de diversas denominaciones protes-tantes. Los ejemplos de todos ellos resultan desafiantes e inspiradores, pero no se espera que la mayora de los creyentes en Cristo dediquen toda la vida al servicio religioso ni tampoco pueden hacerlo.

    II.Para la mayora de los seguidores

    de Cristo, nuestros sacrificios abarcan lo que podemos hacer a diario en nuestra vida comn y corriente. En ese aspecto, no s de ningn grupo cuyos miembros hagan ms sacrificios que los Santos de los ltimos Das. Sus sacrificios, los sacrificios de ustedes, mis hermanos y hermanas, contrastan con los habituales esfuerzos mundana-les que se hacen con el fin de brindar satisfaccin personal.

    Mis primeros ejemplos son nuestros pioneros mormones; los grandiosos sa-crificios de sus vidas, de las relaciones familiares, de sus hogares y de sus co-modidades constituyen el fundamento del Evangelio restaurado. Sarah Rich aludi a lo que motiv a aquellos pio-neros cuando describi a su esposo, Charles, tras recibir un llamamiento misional que lo llevara lejos de su ho-gar: Ciertamente aquel fue un tiempo de pruebas tanto para m como para

    derramamiento de sangre, pero no puso fin a la importancia del sacrifi-cio en el plan del Evangelio. Nuestro Salvador nos requiere que continue-mos ofreciendo sacrificios, pero los sacrificios que l manda ahora son que le [ofrezcamos] un corazn que-brantado y un espritu contrito (3Nefi 9:20). Tambin nos manda, a cada uno de nosotros, amarnos y prestarnos servicio el uno al otro; de hecho, que ofrezcamos una pequea imitacin de Su propio sacrificio al hacer sacrificios de nuestro propio tiempo y priorida-des egostas. En un inspirado himno cantamos: Por sacrificios se dan bendiciones3.

    Hablar de estos sacrificios terre-nales que nuestro Salvador pide que hagamos; ello no incluir sacrificios que nos veamos obligados a hacer, ni acciones que podran ser motivadas por ventajas personales y no por el servicio y el sacrificio (vase 2Nefi 26:29).

    I.La fe cristiana tiene una historia de

    sacrificio, lo cual incluye el sacrificio supremo. En los primeros aos de la era cristiana, Roma martiriz a miles a causa de su fe en Jesucristo. Siglos ms tarde, cuando las controversias doctrinales dividan a los cristianos,

    Por el lder DallinH. OaksDel Qurum de los Doce Apstoles

    El sacrificio expiatorio de Jesucristo ha sido llamado el ms trascen-dental de todos los acontecimien-tos desde los albores de la creacin hasta las edades interminables de la eternidad1. Ese sacrificio es el men-saje central de todos los profetas, el cual se representaba de antemano me-diante los sacrificios de animales pres-critos por la ley de Moiss. Un profeta declar que el significado completo de ellos [sealaba] a ese gran y pos-trer sacrificio [del] Hijo de Dios, s, infinito y eterno (Alma 34:14). Jesu-cristo soport un sufrimiento incom-prensible para ofrecerse a S mismo en sacrificio por los pecados de todos. Ese sacrificio ofreci el bien supremo, el Cordero puro sin mancha, a cambio de la medida suprema de maldad, los pecados de todo el mundo. En las me-morables palabras de ElizaR. Snow:

    Su vida libremente dio;Su sangre derram.Su sacrificio de amoral mundo rescat2.

    Ese sacrificio, la expiacin de Jesu-cristo, es la parte fundamental del plan de salvacin.

    El sufrimiento incomprensible de Jesucristo puso fin al sacrificio por

    El sacrificioNuestras vidas de servicio y sacrificio son las expresiones ms apropiadas de nuestro compromiso de servir al Maestro y a nuestro prjimo.

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    mi esposo; mas el deber nos llam a separarnos por un tiempo y, sabiendo que [estbamos] obedeciendo la volun-tad del Seor, nos sentimos inclinados a sacrificar nuestros propios senti-mientos a fin de ayudar a establecer la obra de ayudar a edificar el reino de Dios sobre la tierra4.

    Hoy, la fuerza ms visible de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das es el servicio y el sacrificio desinteresados de sus miembros. Antes de la rededicacin de uno de nuestros templos, un ministro cristiano le pre-gunt al presidente GordonB. Hinckley por qu no haba en l ninguna repre-sentacin de la cruz, el smbolo ms comn de la fe cristiana. El presidente Hinckley respondi que los smbolos de nuestra fe cristiana son las vidas de nuestros miembros5. En verdad, nues-tras vidas de servicio y sacrificio son las expresiones ms apropiadas de nuestro compromiso de servir al Maestro y a nuestro prjimo.

    III.En La Iglesia de Jesucristo de los

    Santos de los ltimos Das no tenemos un clero con capacitacin profesional ni

    asalariado. Como resultado, los miem-bros laicos a los que se llama a dirigir y prestar servicio a nuestras congrega-ciones deben llevar toda la carga de los numerosos programas, reuniones y actividades de la Iglesia. Hacen eso en las ms de 14.000 congregaciones que hay slo en los Estados Unidos y en Canad. Claro que no somos los nicos que tienen miembros laicos de nuestras congregaciones que sirven como maes-tros y lderes laicos; pero la cantidad de tiempo que donan nuestros miembros para capacitarse y ministrarse el uno al otro es excepcionalmente grande. Nuestro empeo de que cada familia de nuestras congregaciones reciba la visita de sus maestros orientadores todos los meses y de que cada mujer adulta reciba a las maestras visitantes de la So-ciedad de Socorro todos los meses son ejemplos de ello. Desconocemos que haya un servicio semejante en alguna otra organizacin del mundo.

    Los ejemplos ms conocidos de ser-vicio y sacrificio excepcionales de los SUD es la obra de nuestros misioneros. Actualmente hay ms de 50.000 jvenes y jovencitas, y ms de 5.000 hombres y mujeres mayores que dedican entre

    seis meses y dos aos de su vida para ensear el evangelio de Jesucristo y prestar servicio humanitario en ms de 160 pases del mundo. Su labor siempre implica sacrificio, incluso los aos que dedican a la obra del Seor, as como los sacrificios que se hacen a fin de proveer los fondos para su sostn.

    Quienes permanecen en sus hoga-res, los padres y otros miembros de la familia, tambin se sacrifican al tener que privarse de la compaa y el servi-cio de los misioneros que envan. Por ejemplo, un joven brasileo recibi su llamamiento misional mientras traba-jaba para mantener a sus hermanos y hermanas tras el fallecimiento de su padre y de su madre. Una Autoridad General describi cmo esos hijos se reunieron en consejo y recorda-ron que sus padres ya fallecidos les haban enseado la forma en que deban estar preparados para servir al Seor. El joven acept su llamamiento misional y uno de los hermanos de 16 aos tom sobre s la responsabilidad de trabajar para mantener a la familia6. La mayora de nosotros conoce mu-chos otros ejemplos de sacrificio para prestar servicio en una misin o para

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    mantener a un misionero. Desconoce-mos que haya en alguna organizacin del mundo un servicio y un sacrificio de carcter voluntario como ste.

    Con frecuencia se nos pregunta: Cmo persuaden a sus jvenes y a los miembros de mayor edad para que dejen sus estudios o su vida de jubilados y se sacrifiquen de ese modo?. He odo a muchos dar esta explicacin: Sabiendo lo que el Seor hizo por m, ofrecer Su gracia al sufrir por mis pecados y al vencer la muerte para que yo pudiera volver a vivir, me siento privilegiado de hacer este

    pequeo sacrificio que se me pide en el servicio de l; deseo compartir el entendimiento que l me ha dado. Cmo persuadimos a tales seguidores de Cristo para que presten servicio? Como explic un profeta: simple-mente se lo pedimos7.

    Otros sacrificios que resultan del servicio misional son los sacrificios que hacen aquellos que actan movi-dos por las enseanzas de los misio-neros y se convierten en miembros de la Iglesia. Para muchos conversos, esos sacrificios son muy significativos e incluyen la prdida de amistades y relaciones familiares.

    Hace muchos aos, en una de estas conferencias se oy de un joven que conoci el Evangelio restaurado mientras estudiaba en los Estados Unidos. Cuando este hombre estaba a punto de regresar a su pas de origen, el presidente GordonB. Hinckley le pregunt qu le sucedera cuando volviera a casa siendo cristiano. Mi familia se decepcionar, respondi el joven. Puede que me expulsen y que me den por muerto. En cuanto a mi fu-turo y mi carrera, quizs se me niegue toda oportunidad.

    Est dispuesto a pagar un precio tan alto por el Evangelio?, le pregunt el presidente Hinckley.

    Con lgrimas en los ojos, el joven le contest: Es verdadero, no es as?. Cuando se le confirm que s, agreg: Entonces, qu importa lo dems?8. se es el espritu de sacrificio que existe entre muchos de nuestros miembros nuevos.

    Otros ejemplos de servicio y sa-crificio se observan en la vida de los miembros fieles que prestan servicio en los templos. El servicio en el tem-plo es algo nico de los Santos de los ltimos Das, pero el significado de tal sacrificio debe ser entendible para todos los cristianos. Los Santos de los ltimos Das no cuentan con una tradicin de servicio en un monaste-rio, pero aun podemos entender y honrar el sacrificio de aqullos cuya fe cristiana los motiva a dedicar su vida a esa actividad religiosa.

    Hace justo un ao, en esta con-ferencia, el presidente ThomasS. Monson comparti un ejemplo de sacrificio en relacin con el servicio en el templo. Un fiel padre Santo de los ltimos Das de una isla remota del

    Patzica, Guatemala

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    Pacfico realiz un arduo trabajo fsico durante seis aos en un lugar distante a fin de ganar el dinero necesario para llevar a su esposa y 10 hijos a casarse y sellarse por la eternidad en el Tem-plo de Nueva Zelanda. El presidente Monson explic: Aquellos que com-prenden las bendiciones eternas que se reciben mediante el templo saben que ningn sacrificio es demasiado grande, ningn precio demasiado caro ni ningn esfuerzo demasiado difcil para recibir esas bendiciones9.

    Estoy agradecido por los maravi-llosos ejemplos de amor, servicio y sacrificio cristianos que he visto entre los Santos de los ltimos Das. Los veo desempeando sus llamamientos de la Iglesia, a menudo a costa de un gran sacrificio de tiempo y de recursos. Los veo sirviendo en misiones costeadas por ustedes mismos; los veo donando alegremente sus aptitudes profesiona-les en actos de servicio a su prjimo; los veo atendiendo al pobre mediante esfuerzos personales y al contribuir con los programas de bienestar y humanita-rio de la Iglesia10. Todo eso se confirma en un estudio a nivel nacional que concluy que los miembros activos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das se ofrecen como vo-luntarios y donan muchsimo ms que el estadounidense comn y corriente, y que incluso son ms generosos en su donacin de tiempo y de dinero que las personas religiosas que estn en el [20 por ciento del] estrato superior de los Estados Unidos11.

    Tales ejemplos de dar a los dems nos fortalecen a todos y nos recuer-dan la enseanza del Salvador:

    Si alguno quiere venir en pos de m, niguese a s mismo

    Porque todo el que quiera salvar su vida, la perder, y todo el que pierda su vida por causa de m, la hallar (Mateo 16:2425).

    IV.Tal vez los ejemplos ms conoci-

    dos e importantes de servicio y de sacrificio desinteresados ocurren en nuestra familia. La madre se dedica a la crianza y al cuidado de los hijos, mientras que el esposo se entrega al sostn de su esposa e hijos. Los sacrifi-cios que existen en ese servicio de im-portancia eterna para nuestra familia son demasiado numerosos y dema-siado conocidos para mencionarlos.

    Tambin veo a generosos Santos de los ltimos Das que adoptan nios, incluso aqullos con necesidades especiales, y que procuran brindar a los nios que tienen bajo su tutela la esperanza y las oportunidades que les fueron negadas en circunstancias ante-riores. Los veo atendiendo a familiares y vecinos que tienen defectos cong-nitos y dolencias mentales y fsicas, y a los que sufren los efectos del paso de los aos. El Seor tambin los ve y ha hecho que Sus profetas declaren que al sacrificarse el uno por el otro y por sus hijos, el Seor los bendecir12.

    Creo que los Santos de los ltimos Das que dan servicio desinteresado y se sacrifican imitando a nuestro Salvador como forma de adoracin, se adhieren a valores eternos en una ma-yor medida que cualquier otro grupo de personas. Los Santos de los ltimos Das consideran sus sacrificios de tiempo y recursos como parte de su formacin y preparacin para la eter-nidad. sta es una verdad revelada en Lectures on Faith (Discursos sobre la fe) que ensean que una religin que no requiere el sacrificio de todas las cosas nunca tiene el poder suficiente

    de producir la fe necesaria para llevar a la vida y salvacin [Es] mediante este sacrificio, y slo ste, que Dios ha ordenado que los hombres gozarn de la vida eterna13.

    As como el sacrificio expiatorio de Jesucristo es la parte fundamental del plan de salvacin, los seguidores de Cristo debemos hacer nuestros propios sacrificios para prepararnos para el des-tino que ese plan nos proporciona.

    S que Jesucristo es el Hijo Uni-gnito de Dios el Padre Eterno. S que, debido a Su sacrificio expiatorio, tenemos la certeza de la inmortalidad y la oportunidad de la vida eterna. l es nuestro Seor, nuestro Salvador y nuestro Redentor, y testifico de l, en el nombre de Jesucristo. Amn. NOTAS 1. BruceR. McConkie, The Promised Messiah:

    The First Coming of Christ, 1981, pg. 218. 2. Jess, en la corte celestial, Himnos, N 116. 3. Loor al Profeta, Himnos, N 15. 4. Sarah Rich, en GuineverThomas

    Woolstenhulme, I Have Seen Many Miracles, en RichardE. TurleyJr. y BrittanyA. Chapman, editores, Women of Faith in the Latter Days: Volume 1, 17751820, 2011, pg. 283.

    5. GordonB. Hinckley, El smbolo de nuestra fe, Liahona, abril de 2005, pg. 3.

    6. Vase HaroldG. Hillam, El sacrificio al prestar servicio, Liahona, noviembre de 1995, pg. 46.

    7. GordonB. Hinckley, El milagro de la fe, Liahona, julio de 2001, pg. 84.

    8. GordonB. Hinckley, No es acaso la verdad?, Liahona, julio de 1993, pg. 2; vase tambin NeilL. Andersen, Es verdadero, no es as? Entonces, qu importa lo dems?, Liahona, mayo de 2007, pg. 74.

    9. ThomasS. Monson, El Santo Templo: Un faro para el mundo, Liahona, mayo de 2011, pg. 92.

    10. Vase, por ejemplo, Naomi Schaefer Riley, What the Mormons Know about Welfare, Wall Street Journal, 18 de febrero de 2012, pg. A11.

    11. Ram Cnaan y otros, Called to Serve: The Prosocial Behavior of Active Latter-day Saints, borrador, pg. 16.

    12. Vase Ezra Taft Benson, A los mayores solteros de la Iglesia, Liahona, mayo de 1988, pg. 49.

    13. Lectures on Faith, 1985, pg. 69.

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    El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. Eres t mayor que l?

    Por tanto, persevera en tu camino, y el sacerdocio quedar contigo; por-que los lmites de ellos estn seala-dos, y no los pueden traspasar. Tus das son conocidos y tus aos no se-rn acortados; no temas, pues, lo que pueda hacer el hombre, porque Dios estar contigo para siempre jams2.

    Me parece que no hay mejor respuesta a la pregunta de por qu vienen las pruebas y lo que debe-mos hacer que las palabras del Seor mismo, quien soport por nosotros pruebas ms terribles de lo que poda-mos imaginar.

    Recordarn Sus palabras cuando aconsej que, al tener fe en l, debe-mos arrepentirnos:

    as que, te mando que te arre-pientas; arrepintete, no sea que te hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y sean tus padeci-mientos dolorosos; cun dolorosos no lo sabes; cun intensos no lo sabes; s, cun difciles de aguantar no lo sabes.

    Porque he aqu, yo, Dios, he pade-cido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;

    mas si no se arrepienten, tendrn que padecer as como yo;

    padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.

    Sin embargo, gloria sea al Padre, beb, y acab mis preparativos para con los hijos de los hombres3.

    Ustedes y yo tenemos fe en que la manera de elevarse en medio de las pruebas y de superarlas es creer que hay blsamo en Galaad4 y que el Se-or ha prometido: no te desam-parar5. Eso es lo que el presidente

    de que de la adversidad podra venir una gran bendicin que compensara con creces cualquier costo.

    La adversidad por la que pas aquel da lejano ahora parece insigni-ficante comparada con lo que hemos pasado mis seres queridos y yo desde entonces. Muchos de ustedes estn pasando por pruebas fsicas, mentales y emocionales que podran hacerlos exclamar como lo hizo un gran y fiel siervo de Dios a quien conoc bien. Su enfermera lo oy exclamar desde su lecho de dolor: Cuando toda mi vida he tratado de ser bueno, por qu me ha sucedido esto a m?.

    Ustedes saben cmo le contest el Seor esa pregunta al profeta Jos Smith cuando estaba encarcelado:

    si eres echado en el foso o en manos de homicidas, y eres condenado a muerte; si eres arrojado al abismo; si las bravas olas conspiran contra ti; si el viento huracanado se hace tu enemigo; si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para obstruir la va; y sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mo, que todas estas cosas te servirn de expe-riencia, y sern para tu bien.

    Por el presidente HenryB. EyringPrimer Consejero de la Primera Presidencia

    En una sesin de conferencia, o al presidente SpencerW. Kim-ball pedirle a Dios que le diera montaas que ascender. l dijo: Hay todava grandes desafos delante de nosotros, oportunidades gigantescas que alcanzar. Acepto con gusto esta emocionante perspectiva y con hu-mildad quiero decirle al Seor: Dame este monte!, dame estos desafos1.

    Mi corazn se conmovi, cono-ciendo, como yo conoca, algunos de los desafos y la adversidad que l ya haba afrontado. Sent el deseo de ser ms como l, un valiente siervo de Dios. As que, una noche or para re-cibir una prueba a fin de demostrar mi valor. Lo recuerdo vvidamente. En la noche, me arrodill en mi dormitorio con una fe que casi pareca llenar mi corazn hasta estallar.

    En menos de uno o dos das mi oracin fue contestada. La prueba ms difcil de mi vida me sorprendi, me llen de humildad y me propor-cion una doble leccin. Primero, tuve una clara evidencia de que Dios oy y contest mi oracin de fe; y en segundo lugar, comenc un aprendi-zaje, que an contina, para aprender el porqu tuve tal confianza esa noche

    Montaas que ascenderSi tenemos fe en Jesucristo, los tiempos ms difciles de la vida, as como los ms fciles, pueden ser una bendicin.

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    ThomasS. Monson nos ha enseado a fin de ayudarnos a nosotros mismos y a los que prestamos servicio en lo que parecen ser pruebas solitarias y abrumadoras6.

    No obstante, el presidente Monson tambin ha enseado sabiamente que toma tiempo edificar un cimiento de fe en la realidad de esas promesas. Tal vez hayan visto la necesidad de ese cimiento en el lecho de alguien que est listo para abandonar la lucha de perseverar hasta el fin. Si no te-nemos arraigado en nuestro corazn el cimiento de la fe, el poder para perseverar se desmoronar.

    Mi propsito hoy da es describir lo que s sobre cmo podemos esta-blecer ese inquebrantable cimiento. Lo hago con gran humildad por dos razones: primero, lo que diga podra desanimar a algunos que estn luchando en medio de gran adversi-dad y sientan que su cimiento de fe se est derrumbando; y segundo, s que ante m yacen pruebas an ms grandes antes del final de la vida. Por lo tanto, la frmula que les ofrezco an no ha sido probada en mi propia

    vida al perseverar hasta el fin.De joven trabaj con un contratista

    construyendo bases (zapatas) y ci-mientos para casas nuevas. En el calor del verano era mucho trabajo preparar el terreno para el molde en el que vacibamos el cemento para hacer las bases. No haba maquinaria; usba-mos el pico y la pala. En aquellos das era mucho trabajo construir cimientos duraderos para los edificios.

    Tambin se necesitaba paciencia. Despus de verter el cemento, espe-rbamos a que curara. A pesar de lo mucho que queramos seguir adelante con el trabajo, tambin esperbamos despus de hacer los cimientos antes de quitar los moldes.

    Y an ms impresionante para un constructor novato era lo que pareca ser un proceso tedioso que llevaba mucho tiempo: poner con cuidado varillas de metal dentro de los moldes para reforzar el cimiento.

    De manera similar, el terreno se debe preparar con mucho cuidado para que nuestro cimiento de fe resista las tormentas que vendrn a la vida de todos. Esa base firme para un cimiento

    de fe es la integridad personal.El elegir lo justo constantemente,

    cuando tengamos que tomar una deci-sin, crea el terreno firme bajo nuestra fe. Puede dar comienzo en la niez, siendo que toda alma nace con el don gratuito del Espritu de Cristo. Con ese Espritu, podemos saber cuando hemos hecho lo correcto ante Dios y cuando hemos hecho lo malo ante Su vista.

    Esas decisiones, cientos de ellas en la mayora de los das, preparan el te-rreno firme sobre el cual se construye nuestro edificio de fe. El armazn alre-dedor del cual se vierte la sustancia de nuestra fe es el evangelio de Jesucristo con todos sus convenios, ordenanzas y principios.

    Una de las claves para tener una fe perdurable es evaluar correctamente el tiempo de curacin que se necesita. sa es la razn por la que no fui pru-dente al pedir en oracin, a tan tem-prana edad en mi vida, montaas ms altas que ascender y mayores pruebas.

    La cura no se lleva a cabo auto-mticamente con el paso del tiempo, pero s requiere tiempo. No basta slo con envejecer; el servir a Dios

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    y a los dems constantemente, con todo el corazn y el alma, es lo que convierte el testimonio de la verdad en fortaleza espiritual inquebrantable.

    Ahora deseo alentar a aquellos que estn en medio de pruebas difciles, quienes sienten que su fe se va disi-pando bajo la avalancha de problemas. Las dificultades mismas pueden ser la forma de fortalecer y, al final, obtener una fe inquebrantable. Moroni, el hijo de Mormn, del Libro de Mormn, nos dijo cmo se podra obtener esa ben-dicin. l ensea la simple y dulce ver-dad de que al ejercer aun una partcula de fe permite que Dios la haga crecer:

    Y ahora yo, Moroni, quisiera hablar algo concerniente a estas cosas. Quisiera mostrar al mundo que la fe es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto, no contendis porque no veis, porque no recibs ningn testimonio sino hasta despus de la prueba de vuestra fe.

    Porque fue por la fe que Cristo se manifest a nuestros padres, des-pus que l hubo resucitado de los

    muertos; y no se manifest a ellos sino hasta despus que tuvieron fe en l; por consiguiente, fue indispensable que algunos tuvieran fe en l, puesto que no se mostr al mundo.

    Pero por motivo de la fe de los hombres, l se ha manifestado al mundo, ha glorificado el nombre del Padre y preparado un medio por el cual otros pueden ser partcipes del don celestial para que tengan espe-ranza en las cosas que no han visto.

    Por lo tanto, vosotros tambin po-dis tener esperanza, y participar del don, si tan slo tenis fe7.

    La partcula de fe ms valiosa, la cual deben proteger y utilizar al grado que les sea posible, es la fe en el Seor Jesucristo. Moroni ense el poder de esa fe de esta manera: Y en ningn tiempo persona alguna ha obrado milagros sino hasta despus de su fe; por tanto, primero creyeron en el Hijo de Dios8.

    Habl con una mujer que recibi el milagro de recibir la fuerza suficiente para soportar prdidas inimaginables por su simple capacidad de repetir in-cesantemente las palabras: Yo s que vive mi Seor9. Esa fe y esas palabras de testimonio an estaban presentes en la bruma que oscureci pero que no borr los recuerdos de su niez.

    Tambin qued atnito al enterarme de que otra mujer haba perdonado a una persona que la haba agraviado por aos. Me sorprend y le pregunt por qu haba decidido perdonar y olvidar tantos aos de terrible maltrato.

    Dijo en voz baja: Fue la cosa ms difcil que he hecho, pero saba que tena que hacerlo; as que, lo hice. La fe que tena de que el Salvador la perdonara si ella