Carlos Daniel Ramos Azamar

Dios mismo se comunica con el hombre y le transmite “instructivos” exactos y precisos que debe respetar para llegar a su fin último, a encontrar el “tesoro escondido” que es la felicidad plena y eterna junto a Él.

Este instructivo lo conocemos con el nombre de Ley Divina Revelada y está plasmado en la Sagrada Escritura. Dentro de ella están los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio Jesucristo con sus palabras y su ejemplo.

Los 3 primeros mandamientos hablan del amor a Dios

Amarás a Dios sobre todas las cosas No tomarás el nombre de Dios en vano Santificarás las fiestas

Los 7 últimos, hablan del amor al prójimo.

Honrarás a tu padre y a tu madre No matarás No cometerás actos impuros No robarás No mentirás No desearás a la mujer de tu prójimo No codiciarás los bienes ajenos.)

El Decálogo tiene forma negativa (no matarás, no …. ) porque así favorece la libertad. Deja libertad para hacer cuanto deseemos, mientras no hagamos lo que se prohíbe.

La formulación negativa de los mandatos, no hace de éste código una serie de cosas que no hay que hacer, sino que implica en positivo, muchos “sí”, muchos deberes que sólo quedan claros a la luz del amor verdadero. Por ejemplo, no mentir, implica que hay que respetar la verdad, defenderla y buscarla

Los Diez Mandamientos que promueven los grandes valores humanos, obligan porque han sido promulgados por Dios. Son el camino necesario para llegar a nuestra meta. Son un excelente resumen de los deberes morales, si añadimos el mandamiento del amor dado por Jesucristo.

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