lengua y comunicación ii -lecturas-

148
INSTITUTO SUPERIOR DE LETRAS EDUARDO MALLEA (A-1369) Incorporado a la Enseñanza Oficial PROYECTO DE EDUCACIÓN ABIERTA Y A DISTANCIA MALLEA CARRERAS: Tecnicatura Superior en la Corrección de Textos Tecnicatura Superior en la Redacción de Textos Lengua y Comunicación II -Lecturas- Primer año, segundo cuatrimestre Ediciones Mallea

Upload: others

Post on 24-Jan-2022

5 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

INSTITUTO SUPERIOR DE LETRAS EDUARDO MALLEA (A-1369)

Incorporado a la Enseñanza Oficial

PROYECTO DE EDUCACIÓN ABIERTA Y A DISTANCIA MALLEA

CARRERAS:

Tecnicatura Superior en la Corrección de Textos

Tecnicatura Superior en la Redacción de Textos

Lengua y Comunicación II

-Lecturas-

Primer año, segundo cuatrimestre

Ediciones Mallea

Page 2: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

2

Lengua y Comunicación II. Lecturas, Buenos Aires: Ediciones Mallea, 2012.

148 páginas.

ISBN: 978-987-27838-2-2

1. Lingüística. Coordinadora: Magíster Lina Mundet

® INSTITUTO SUPERIOR DE LETRAS

EDUARDO MALLEA (A-1369) Incorporado a la Enseñanza Oficial

Mendoza 3114

(1428) Ciudad de Buenos Aires República Argentina

Tel.: 4541-6597/ 4544-8214

E-mail: [email protected]

[email protected] [email protected]

Web: www.institutomallea.edu.ar

RECTORA: Magíster Lina Mundet

SECRETARIO ACADÉMICO: Lic. Gonzalo J. Lemme

PROSECRETARIA: Lic. Guadalupe Giménez Milán

® Ediciones Mallea

QUEDAN RIGUROSAMENTE PROHIBIDAS, SIN LA AUTORIZACIÓN ESCRITA DE LOS REPRESENTAN- TES DEL INSTITUTO SUPERIOR DE LETRAS EDU- ARDO MALLEA, LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL DE ESTA PUBLICACIÓN POR CUALQUIER MEDIO O PROCEDIMIENTO. LEY N.º 11.723

Page 4: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

4

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

PARA SINTETIZAR

LECTURA Y ANÁLISIS

RECOMENDACIONES

GLOSARIO

BIBLIOGRAFÍA

RESPUESTAS SUGERIDAS A LOS EJERCICIOS DE

AUTOEVALUACIÓN

Page 5: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

5

INTRODUCCIÓN Y ORIENTACIÓN PARA

EL ESTUDIO DE LENGUA Y COMUNICACIÓN I

engua y Comunicación II es una de las asignaturas clave de las

carreras de corrector y redactor, no solo por introducir al cursante

en el conocimiento de los temas centrales de la lingüística contemporánea, sino porque sería sumamente incompleta la tarea de encarar la formación

de un técnico del lenguaje si solo se atendiera a los estudios derivados de esta disciplina. El objetivo de su estudio es presentar a los futuros profe-sionales de la corrección y de la redacción, interesados en la reflexión con-

temporánea sobre el lenguaje, una visión de conjunto de la problemática que ha encauzado en los últimos años el derrotero de los estudios lingüísti-

cos y semióticos: la presencia del sujeto en el discurso. La noción que sub-sume las diversas modalidades bajo las cuales el sujeto se hace presente

en lo que comunica es la de enunciación.

El proceso de enunciación, de apropiación del lenguaje por parte de un yo

que apela a un tú, pone en juego los diversos aspectos de la subjetividad configurada por el propio discurso. Así, la constitución misma del sujeto de

la enunciación (la relación yo - tú implicada por todo discurso), tanto en su dimensión intelectiva como afectiva y pasional, la representación discursiva

de la temporalidad, la reticulación del espacio, la actividad perceptiva y cognoscitiva del observador, la modalización del discurso y la polifonía son

todos componentes del proceso enunciativo a través de los cuales es posi-ble comprender la conformación discursiva de la subjetividad.

Cada uno de los aspectos mencionados ha sido objeto, a lo largo de estos años, de estudios particulares; en verdad, pocos son los trabajos que han intentado sistematizar, bajo una mirada generalizadora, el conjunto de

rasgos que dan cuenta del proceso de enunciación. De ahí el interés de es-ta asignatura por ofrecer, desde una perspectiva semiótica que atienda a

todo tipo de textos, una concepción general que integre los diversos aspec-tos de la enunciación.

Los contenidos estuvieron animados no solo por la voluntad de sistemati-zar, en una mirada de conjunto, los diversos componentes de la subjetivi-

dad discursiva, sino que además fueron motivados por una intención didác-tica. De ahí que se realice un recorrido que va de la argumentación teórica

al análisis de diversos tipos de texto, con el fin de ilustrar la fecundidad de los conceptos estudiados.

Lengua y comunicación II tomará como base los conocimientos y habilida-des desarrollados en el primer cuatrimestre a fin de perfeccionar en el es-

tudiante una competencia aplicada al análisis del discurso, sin dejar a un lado el conjunto de saberes que conformarán el marco teórico de toda fun-damentación idónea.

L

Page 6: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

6

OBJETIVOS DE LA ASIGNATURA

Afianzar la habilidad interpretativa que permita introducirse en la comprensión y crítica de los discursos comunicacionales más corrien-

tes.

Ampliar la competencia comunicativa y estratégica.

Estimular el desarrollo de una competencia semiótica que permita analizar y evaluar los diversos códigos, y adecuar la corrección de los

textos a las diferentes situaciones comunicativas.

Conocer las distintas teorías y modelos de la reflexión lingüística

contemporánea.

Desarrollar el juicio crítico respecto de las estrategias en las que di-

versas producciones discursivas se insertan, a fin de delimitar los mecanismos que aseguran su eficacia.

Manejar los mecanismos de la enunciación a fin de introducirse en la

comprensión y crítica de los discursos comunicacionales.

Emplear con precisión los recursos de la polifonía y de la transtex-

tualidad en los escritos habituales.

Page 7: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

7

ÍNDICE DE LOS CONTENIDOS

MÓDULO I: LA ENUNCIACIÓN DEL DISCURSO. . . . . . . 9

Unidad N.º 1 Los sujetos de la enunciación

1. La enunciación. Oración, enunciado y enunciación. 2. Sujeto y lenguaje. Locutor y alocutario, enunciador y enunciatario. 3. La situación de enunciación. El aparato formal de la enunciación. 4. Ejercicios de autocomprobación. 5. Actividades: Lectura y análisis: N.º 1: María Isabel Filinich, Enunciación, Bue-

nos Aires, Enciclopedia Semiológica, EUDEBA, 1998. Capítulo 1.

Unidad N.º 2 Los mecanismos de la enunciación

1. Deixis: Pronombres personales. Los pronombres plurales. Observaciones so-bre el valor enunciativo de los pronombres. Apelativos. Pronombres demostra-tivos. Localizaciones espaciales y temporales.

2. La deixis verbal: Discurso / relato. Mundo comentado y mundo narrado. Com-paración del uso de las formas verbales. El presente.

3. Ejercicios de autocomprobación. 4. Actividades: Lectura y análisis: N.º1: María Isabel Filinich, Enunciación, Bue-

nos Aires, Enciclopedia Semiológica, EUDEBA, 1998. Capítulo 2.

MÓDULO II: LA SUBJETIVIDAD DEL LENGUAJE. . . . . 32

Unidad N.º 1 La modalización del discurso

1. Modalidad de enunciación: aseverativa, interrogativa e imperativa. 2. Modalidad de enunciado: apreciativa o valorativa y lógica. 3. Modalidad del mensaje. 4. Otros elementos en el análisis del discurso. Isotopía. La cohesión: gramatical y

léxica. 5. Ejercicios de autocomprobación. 6. Actividades: Lectura y análisis: N.º2: Élida Ruiz, Enunciación y Polifonía (Se-

lección, adaptación y comentarios), Cuadernos de Lectura N.º 2, Ars, 1995.

Unidad N.º 2 Las dimensiones semántica y pragmática

1. Sobreentendidos. Presuposiciones e inferencias semánticas y pragmáticas. 2. Los actos de habla. Actos de habla indirectos.

Page 8: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

8

3. Ejercicios de autocomprobación. 4. Actividades: Lectura y análisis: N.º 3: J. L. AUSTIN, Cómo hacer cosas con

palabras, Buenos Aires, Paidós, 1962.

MÓDULO III: EL DISCURSO POLIFÓNICO. . . . . . . . . 63

Unidad N.º 1 Los recursos polifónicos

1. Polifonía. Recursos polifónicos. Intertextualidad. 2. Discurso referido (directo, indirecto e indirecto libre). 3. Ruptura de la isotopía estilística. Preguntas polifónicas. 4. Ejercicios de autocomprobación.

Unidad N.º 2 Los recursos de la transtextualidad

1. La negación. La ironía. 2. Otras formas de polifonía: Las citas, las comillas, los refranes y proverbios. 3. Transtextualidad: intertextualidad, paratextualidad, metatextualidad e hipertex-

tualidad. 4. Ejercicios de autocomprobación.

GLOSARIO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98

BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110

LECTURAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

Importante:

Como esta asignatura se expresa con

un vocabulario específico cuya significación perte-

nece al campo semántico de la disciplina, le reco-

mendamos que acuda al glosario para ajustar su

concepto. Cuando necesite ejemplos concretos pa-

ra cerrar la idea, ingrese en el foro y plantee la

necesidad a su tutora.

Recuerde que las Lecturas se hallan en la

segunda parte de este Cuadernillo.

Page 9: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

9

MÓDULO I

LA ENUNCIACIÓN DEL DISCURSO

Unidad N.º 1

Los sujetos de la enunciación

1. La enunciación. “Oración”. “Enunciado”. “Enunciación”

La oración es un objeto teórico que pertenece al campo de la gramática y que es-tá aislado del sujeto, del diálogo y del contexto.

John Lyons1 en sostiene al respecto que las oraciones son construcciones teóri-cas postuladas por el lingüista para explicar la gramaticalidad o la agramaticalidad de ellas. En este sentido las oraciones del sistema son generadas por las reglas gramaticales de determinado sistema lingüístico.

Para Oswald Ducrot,2 el lingüista debe tomar como objeto observable el enuncia-do, considerado como la manifestación particular de un “ahora” y un “aquí”, de una oración. Aun cuando dos personas digan: “Estoy agotado” o que una misma lo repita en un momento o lugar diferente, se trata de dos enunciados diferentes. De ahí que las oraciones sean entidades abstractas que no pertenecen a lo ob-servable, a lo dado, sino que son elementos del objeto teórico que se construye con la finalidad de dar cuenta de lo dado (en términos saussureanos pertenecen a la lengua).

Respecto de otra distinción entre enunciación y enunciado, Ducrot agrega que la enunciación es el acontecimiento histórico que constituye, por sí misma, la apari-ción de un enunciado. Dicho de otra manera, es el hecho de que una oración ha-ya sido realizada. La diferencia entre enunciado y enunciación salta a la vista cuanto reflexionamos acerca de la ambigüedad de una expresión como: “su carta me sorprende.” ¿Encontré sorprendente el texto de la carta, o los enunciados que la componían y que contenían, quizá, indicaciones sorprendentes? ¿O el motivo de mi asombro reside en el hecho de que se me haya enviado esta carta, tal co-mo es, ya sea porque su autor no me escribe habitualmente o porque, si lo hace, me envía cartas de otra índole? En los dos últimos casos, lo que me sorprende no es el enunciado sino la enunciación. Entendida de esta manera, como surgimiento

1 Lenguaje, significado y contexto (Barcelona, Paidós, 1981).

2 El decir y lo dicho (Buenos Aires, Hachette, 1984).

Page 10: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

10

de un enunciado, la enunciación no debe confundirse con la actividad lingüística, es decir con el conjunto de movimientos articulatorios, de procesos intelectuales, de cálculos de medios y de fines que llevó a un locutor a producir su enunciado. Mientras que esta actividad, estudiada por la psicolingüística, es previa al enun-ciado, la enunciación es contemporánea respecto de él: es la existencia misma del enunciado.

2. Sujeto y lenguaje. Locutor y alocutario, enunciador y enunciatario

Ducrot sostiene la necesidad de precisar la terminología antes de estudiar la enunciación. Ya hemos visto la referente a “enunciación” y “enunciado”. Corres-ponde esclarecer otros términos. Es necesario distinguir entre alocutario y auditor.

A pesar de que estas dos nociones (alocutario/ auditor) se las confunda y se las considere como meras variantes de la noción general de receptor, implican con-ceptos distintos.

Los auditores de un enunciado son todos aquellos que por una razón o por otra lo oyen o, en un sentido más limitado, lo escuchan. Por lo tanto, no es necesario comprender un enunciado para saber quién es su auditor, porque es suficiente con conocer las circunstancias en que fue producido. En cambio, los alocutarios son las personas a las que el locutor declara dirigirse. Se trata, por consiguiente, de una función que el locutor confiere a tal o cual persona por la fuerza de su mismo dis-curso, de modo que el simple conocimiento de las circunstancias no basta para de-terminarlo; su determinación forma parte de la compresión del discurso.

La mayoría de las lenguas utilizan marcas especiales para designar la función de alocutario. En castellano tenemos el pronombre tú (en el rioplatense: “vos”, “us-ted”). El alocutario es también el que denota la función gramatical “vocativo”, por ej. en: ‘Pedro, ¿qué pasa?’ o en ‘Maldito, ¿qué pasa?’.

Ducrot señala otras precisiones terminológicas, que también son indispensables para el estudio de la enunciación: enunciador y locutor, por un lado, y destinatario y alocutario, por el otro.

La necesidad de estas nociones nace de la permanente posibilidad que ofrece el lenguaje, y que el discurso explota constantemente, de “dar la palabra” a perso-nas que no son la persona que habla, es decir, diferentes de la que produce efec-tivamente el enunciado, y que recibe el nombre de locutor.

Supongamos que A, locutor, dirige a B, alocutario, un enunciado E. Llamaremos “enunciador” a la persona a quien A atribuye la responsabilidad de lo que se dice en E, y “destinatario” a aquella a quien se dice, según él, lo que se dice en E. En el caso de un discurso no distanciado, el enunciador es el locutor y el destinatario es el alocutario. En cambio, cuando se cita lo que se dice, el enunciado puede ser a veces el alocutario, o un tercero, y el destinatario puede ser el locutor, o también un tercero. Daremos algunos ejemplos. Puede ocurrir que un locutor formule él mismo las preguntas a las que tiene ganas o se cree obligado a responder. Un niño que va a sentarse a la mesa, pregunta a la madre: ‘¿Qué hacía yo hace un rato, mamá? Me lavaba las manos’. La madre es el alocutario del enunciado inte-rrogativo, tal como lo prueba el vocativo mamá, y el niño es su locutor, ya que el yo remite a él. Pero representa a su madre como si esta le formulara la pregunta:

Page 11: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

11

‘¿Qué hacías?’ En el discurso del niño, por lo tanto, el alocutario es la enunciado-ra del primer enunciado, y el niño, locutor, es un destinatario.

Encontramos el mismo procedimiento en el discurso universitario. Para anunciar las partes principales de su próxima exposición, el autor formula una serie de pre-guntas, es decir, se las hace pronunciar a un lector interesado (y por lo tanto, ficti-cio) que accede de ese modo a la condición de enunciador.

La negación nos proporciona otro ejemplo del mismo fenómeno. Razones diver-sas nos incitan a comprender muchos enunciados negativos como si fueran refu-taciones de los enunciados afirmativos correspondientes, que se atribuyen a un enunciado ficticio: “No es francés, sino belga”. Si observamos sus condiciones de empleo, vemos que, para utilizarlas, tenemos que imaginar que alguien habría afirmado lo que nosotros negamos. El enunciado que tomamos como ejemplo constituye, de este modo, una especie de diálogo cristalizado en que un enuncia-dor diferente del locutor afirma que alguien es francés, y en que un segundo enunciador (que puede ser asimilable en este caso al locutor) lo contradice y lo corrige.

Ducrot da otros ejemplos: los enunciados referidos, la ironía..., para mostrar la diferencia entre locutor y enunciador.

Esta terminología, que amplía la propuesta por Benveniste, sirve para mostrar y poder explicar el intercambio de sujetos hablantes, que puede contener una reali-zación enunciativa, ya que no todas las situaciones comunicativas constituyen un simple intercambio verbal entre un ‘yo’ (locutor) y un ‘tú’ (alocutario). Es más, es-tos son los casos menos frecuentes en el uso de la lengua.

3. La situación de enunciación. El aparato formal de la enunciación

El resultado de una enunciación producida en una determinada situación es un enunciado real. En algunas ocasiones el enunciado producido está muy determi-nado por factores que conforman el contexto; por ejemplo: el saludo, la despedida (“hola”, “buen día”, “chau”). Esto se debe a que como seres sociales emitimos enunciados en determinadas situaciones contextuales. Conviene, sin embargo, hacer una aclaración: los enunciados reales, es decir, los emitidos, están en con-traste con una infinidad de posibles enunciados que podrían haberse realizado.

Cuando se realiza el análisis de un discurso, cualquiera sea este (coloquial, políti-co, publicitario...) se determinan las marcas lingüísticas del enunciado real, no del que pudo haber sido.

Todo enunciado real es, desde el punto de vista espacial y temporal, único en la medida en que se pronuncia o escribe en un determinado lugar y en un tiempo determinado. A veces se pueden determinar estas coordenadas espacio-temporales. Por ejemplo, en el caso de un discurso presidencial podemos locali-zar el lugar y el tiempo de la enunciación. Pero, otras veces no es posible porque el texto no indica esos datos o porque desconocemos en qué contexto fue puesta en acto la enunciación. Pensemos en los casos de algunos libros anónimos, que aun hoy los críticos discuten sobre la fecha exacta o el lugar preciso desde el cual fue enunciado.

Las coordenadas espacio-temporales no son las únicas que constituyen la situa-ción real de la enunciación. Hay otras: el papel que tienen los interlocutores en el

Page 12: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

12

proceso enunciativo, qué actividad precedió o continuó a ese acto enunciativo y otros sucesos que pueden ser constitutivos de la situación. Se debe tener en cuenta que no todo lo que forma parte de un contexto enunciativo se traduce en enunciados concretos. Hay un 'plus' que queda fuera de ese producto concreto. Además el mismo enunciado (por ejemplo: “–No, gracias”) puede enunciarse en situaciones que no tienen nada en común.

El contexto es también una construcción teórica que emerge de una situación real, pero para la lingüística de la enunciación solo importan los factores, que por influir sobre él o los interlocutores determinan la forma, la adecuación o el sentido de los enunciados.

Es cierto que muchas veces entendemos el contexto intuitivamente en nuestra actividad cotidiana y no necesitamos de precisas marcas lingüísticas para dar cuenta de él. También es cierto que cuando nos piden el significado de una pala-bra podemos recurrir al contexto o al cotexto (lo verbal) para poder responder a la demanda.

Estos planteos han llevado a los teóricos a asumir dos posturas:

analizar los enunciados independientemente de las situaciones reales.

considerar los enunciados dentro de un contexto determinado y dentro del contexto mayor de la cultura.2

PARA SINTETIZAR

La enunciación

La enunciación es cada acto particular de comunicación en el cual un sujeto usa el sistema de la lengua y le imprime sus propias huellas.

Para distinguir entre la oración –objeto de estudio de la gramática– y aquello que efectivamente decimos y que lleva nuestro sello personal, subjetivo, se usa el término enunciado.

El acto de enunciación es solo accesible a través del enunciado.

2 Adaptación de: Lyons, John, Semántica, Barcelona, Teide, 1980.

Page 13: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

13

El enunciado es lo que decimos en un contexto comunicativo deter-minado que incluye participantes, tiempo y lugar.

Por ejemplo, si están hablando con un amigo no usarán enunciados como:

–La brisa del mar caldea el aire de la costa y me llena de presagios.

Más normalmente dirán:

–¡Qué calor hace! En cualquier momento se desata un vendaval.

Otro ejemplo. Clase de Historia:

–La Revolución Francesa fue muy importante y ocurrió hace mucho tiempo.

El profesor exigirá más precisiones: ¿Cuándo sucedió? ¿Respecto de qué hechos considero que pasó tanto tiempo? ¿Cuáles fueron sus consecuencias para adju-dicarle tanta importancia?

Si bien todos los textos –compuestos de enunciados– tienen este sello subjetivo, en algunos es posible identificar mejor las opiniones, gustos, creencias del emi-sor, y en otros estas marcas tienden a borrarse: una carta familiar o una nota de opinión tendrán una mayor carga de subjetividad que un artículo científico.

LECTURA Y ANÁLISIS

María Isabel Filinich Enunciación, Buenos Aires, Enciclopedia Semiológi-ca, EUDEBA, 1998. Capítulo 1

Cuestionario

1) Explique desde qué perspectivas se pueden abordar los estudios del lenguaje y cuáles son sus consecuencias.

2) ¿Qué teoría fue pionera en destacar la capacidad del lenguaje para ejecutar acciones?

3) ¿Qué dimensión agrega la teoría de Austin a la capaci-dad del lenguaje de hacer circular significados?

4) Caracterice y ejemplifique la noción de “verbos perfor-mativos”.

5) ¿Cuáles son los tipos de reglas que se refieren al len-guaje?

6) ¿Qué aspecto de la teoría de Saussure sobre el lengua-je critica Benveniste?

Page 14: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

14

Unidad N.º 2

Los mecanismos de la enunciación

1. Deixis

El término “deixis”, procede de una palabra griega que significa “señalar” o “indi-car”. Se emplea ahora en lingüística para aludir a la función que desempeñan los pronombres personales y demostrativos, los tiempos verbales, y otra serie de términos gramaticales que relacionan los enunciados con las coordenadas espa-cio-temporales de la enunciación.

La deixis se halla asimismo incluida en la noción de “ostensión” (empleada por E. Benveniste), basada en la idea de identificar, llamar la atención hacia algo me-diante señalamiento. Lo mismo ocurre con el término “indicio”, acuñado por Peir-ce, y empleado en el sentido aproximado que tiene el término “deixis”.

Los deícticos son, pues, elementos lingüísticos relacionados con el proceso de la enunciación, con sus coordenadas personales, espaciales y temporales, que pue-den sintetizarse en los siguientes términos: yo, aquí, ahora.

Con respecto a esta categoría lingüística J. Lyons sostiene:

Por deixis se entiende la localización e identificación de personas, obje-

tos, eventos, procesos y actividades de las que se habla, o a las que se

alude, en relación con el contexto espacio-temporal creado y sostenido

por la enunciación y por la típica participación en ella de un solo ha-

blante y al menos un destinatario.

Roman Jakobson denomina a los deícticos, “shifters”, “embragues”, pero les asig-na la misma función: unidades que vinculan el enunciado con la enunciación.

Cabe hacer la diferenciación entre “anáfora” y “catáfora”, por un lado, y deíctico por otro. Los deícticos remiten a la situación de enunciación que produjo determi-nado enunciado. Las anáforas y las catáforas remiten a algo dicho o escrito en un discurso.

Las anáforas. Un segmento de discurso se llama anafórico cuando para darle una interpretación es preciso remitirse a otro fragmento que apareció antes en el discur-so. Este fragmento o palabra anterior recibe el nombre de “antecedente”. En los ejemplos que siguen, lo anafórico va entre comillas y el antecedente en mayúscula.

• Pedro ME HA DICHO QUE HARÁ BUEN TIEMPO. Santiago “también”.

• PEDRO, PABLO Y SANTIAGO llegaron. “Todos” estaban contentos.

• Recibieron UN REGALO y “lo” abrieron enseguida.

Page 15: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

15

La catáfora establece una correlación con un elemento que aparece posterior-mente en el discurso. Son menos frecuentes que las anáforas. En el ejemplo si-guiente, el término catafórico va entre comillas y el elemento posterior, que lo aclara, en mayúscula.

• No conozco “la tuya”. SU CASA, sí la conozco.

NOTA: • las anáforas y las catáforas se relacionan con otros términos dentro de un mismo discurso; los deícticos son términos lingüísticos que señalan la relación de un discurso con la situación de enunciación a partir de la cual se produjo.

• las anáforas y catáforas son siempre co-textuales, es decir, se relacionan dentro del texto o discurso.

Retomando el concepto de deíctico se lo puede definir como una unidad lingüísti-ca, que implica tener en cuenta algunos de los elementos constitutivos de la si-tuación de comunicación:

- el papel que desempeñan los actantes del enunciado en el proceso de la enunciación.

- la situación espacio-temporal del locutor, y, eventualmente, del alocutario.

Es importante insistir sobre un punto que se presta a confusiones: lo que varía con la situación es el referente de una unidad deíctica y no su sentido, el cual permanece constante de un uso al otro. Por ej.: el pronombre “yo”, brinda siempre la misma información: “la persona que remite al sujeto de la enunciación”.

Dicho de otro modo, los deícticos son expresiones cuyo referente no puede de-terminarse sino en relación a los interlocutores.

El siguiente cuadro de deícticos sintetiza las diferentes unidades que permiten mostrar las huellas de la enunciación en un enunciado. Estas huellas se refieren a: pronombres personales y demostrativos, apelativos, ciertos adverbios de lugar y de tiempo y las formas verbales.

PR

ON

OM

BR

ES

Pronombres personales y

posesivos

1.º, 2.º pers. sing. y pl. denotan al locutor y al alocutario

3.º pers. sing. y pl. no denotan no al locutor ni al alocutario

Pronombres demostrativos

este, aquí, acá ese, ahí aquel, allí, allá

índices de localización espacial relación del locutor con el objeto que designa

AP

EL

AT

IVO

S

Apelativos

pronombres personales nombres propios títulos términos metafóricos

indican una determinada relación entre locutor y alocutario

Page 16: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

16

AD

VE

RB

IOS

Adverbios de lugar

cerca, lejos delante de, detrás de

señalan lugar según la posición del locutor

Adverbios de tiempo o equivalentes

en este momento ahora, ayer, anteayer hace un rato la semana pasada

señalan tiempo a partir de la enunciación

VE

RB

OS

Tiempos del relato o de la

historia

pret. perf. simple pretérito imperfecto pretérito pluscuamperfecto pretérito anterior condicional

mundo narrado

Tiempos del discurso presente pret. perf. compuesto futuro

mundo comentado

1.1. Pronombres personales

La definición más común de los pronombres personales consiste en señalar que son tres términos: “yo”, “tú” y “él” y sus respectivos plurales. En este paradigma no aparece la noción de persona, que es característica del “yo” y del “tú” y que falta en “él”.

“Yo” no puede ser definido más que en términos de locución; significa la persona que enuncia la presente instancia de discurso y que contiene, al mismo tiempo, a “yo”. Solo vale en la instancia en que es producido, pero también es cierto que ese “yo” es dicho por alguien. Por lo tanto, hay una doble instancia: un “yo” refe-rente y un “yo” discursivo.

Según Emile Benveniste, en “La naturaleza de los pronombres” (en: Problemas de lingüística general, México, Siglo XXI, 1973),

...“yo” es el individuo que enuncia la presente instancia de discurso que

contiene la instancia lingüística “yo”.

Si hay dos instancias de discurso que contengan “yo” proferidas por la misma persona, una de ellas puede pertenecer a un discurso narrado o a una cita en la que “yo” sería imputable a otra persona.

Siguiendo a Benveniste:

...introduciendo la situación de “alocución”, se obtiene una definición

simétrica para “tú”, como el individuo al que se dirige la alocución en

la presente instancia de discurso que contiene la instancia lingüística

“tú”.

Para Benveniste, estas formas pronominales: “yo”- “tú” convierten el lenguaje en discurso.

Page 17: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

17

Es identificándose como persona única que pronuncia “yo”, como cada

uno de los interlocutores se pone sucesivamente como sujeto. El em-

pleo tiene, pues, como condición la situación de discurso. [...] Es esta

propiedad la que funda el discurso individual, en el que cada locutor

asume por su cuenta el lenguaje entero. El hábito nos hace fácilmente

insensibles a esta diferencia profunda entre el lenguaje como sistema de

signos y el lenguaje asumido como ejercicio por el individuo.

Hay enunciados que, a pesar de su naturaleza individual, escapan a la condición de persona, no remiten a ellos mismos sino a una situación “objetiva”. Este es el dominio de la tercera persona, que tiene las siguientes propiedades:

la de referirse a procesos u objetos.

de no ser reflexiva de la instancia de discurso.

de no ser compatible con las instancias del “aquí” y “ahora”, propias de la enunciación.

Por esto se sostiene que “él” NO es deíctico y no interviene en el acto de comuni-cación. Para explicar desde otro punto de vista la función de “yo”, “tú” y “él”, Lyons (en Semántica) se remite al origen de los términos “primera persona”, “segunda persona” y “tercera persona”.

La palabra latina “persona” (que significa 'máscara') se empleó para traducir la palabra griega que significaba “personaje” o “papel teatral”. Esta acepción, atri-buida por los gramáticos, deriva de la concepción metafórica de que un evento lingüístico es como un drama en el que el papel principal está representado por la primera persona, el papel antagónico por la segunda y todos los demás por la ter-cera. El término “tercera persona” queda negativamente definido con respecto a la primera y a la segunda pues no tiene oficio positivo de integrante, tal como suce-de con la primera o la segunda persona.

J. Lyons agrega otra observación importante: “es evidente que los pronombres de primera y segunda persona no son indispensables”. Esto se debe a que en ciertas lenguas, como el castellano, las formas verbales indican en sí mismas a qué per-sona se están refiriendo.

Así en el ejemplo: “Necesito más tiempo”, la forma verbal “necesito” contiene la primera persona.

Esto en cuanto a un enfoque absolutamente teórico. Lo cierto es que hay discursos en los cuales se acentúa la presencia de la primera, o la segunda persona, aun cuando el verbo las contenga. Es el caso, por ejemplo, de los discursos políticos, en los cuales la presencia del pronombre “yo” señala un mayor compromiso del locutor/ enunciador con aquello que enuncia. También el pronombre “tú” (o “vos”, “usted”, “ustedes”) es relevante en un discurso político ya que su principal finalidad es persuadir al “otro”. Este mecanismo de persuasión se hace más notable si apa-rece explícito el pronombre “tú”. Lo mismo sucede en el mensaje publicitario.

Page 18: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

18

1.2. Los pronombres plurales

Para explicar estas unidades lingüísticas, E. Benveniste (en Problemas de Lin-güística general) parte de las categorías de “yo” y de “tú”.

A la pareja yo/ tú pertenece en propiedad una correlación especial que

llamaremos correlación de subjetividad. Lo que diferencia “yo” de “tú” es

primeramente el hecho de ser, en el caso del “yo” interior al enunciado y

exterior a “tú”, pero exterior de una manera que no suprime la realidad

humana del diálogo; pues la 2º persona instituye una relación entre ella y

“yo”. Por lo demás “yo” es siempre trascendente en relación con”tú”.

Cuando salgo de “yo” para establecer una relación, encuentro o planteo,

por necesidad un “tú”, que es fuera de mí, la sola “persona” imaginable.

Esta cualidad de interioridad y de trascendencia denotada pertenecen en

propiedad al “yo” y se invierten en “tú”. Se podrá pues definir el “tú” co-

mo la persona no-subjetiva, frente a la persona subjetiva que “yo” repre-

senta; y estas dos “personas se opondrán juntas a la forma de “no perso-

nas” (=él).

Parecería que todas las relaciones planteadas entre las tres formas del sin-

gular deben mantenerse parecidas, al ser traspuestas al plural. [...] Como

en el singular, el problema central es aquí de la primera persona. Además,

en el caso de los pronombres personales, el tránsito del singular al plural

no implica una simple pluralización. [...]

Si no puede haber varios “yo” concebidos por el “yo” mismo que habla, es

que “nosotros” es, no ya una multiplicación de objetos idénticos, sino una

yunción entre “yo” y “no-yo” en virtud de su cualidad trascendente. La

presencia de “yo” es constitutiva del “nosotros”.

El “no-yo” implícito y necesario en “nosotros” es susceptible de recibir

contenidos precisos distintos. El “nosotros” se denomina inclusivo cuando

es “yo + vosotros”; y se denomina exclusivo cuando es “yo + ellos”. [...]

En el “nosotros” inclusivo que se opone a “él, ellos”, es el “tú” quien so-

bresale, mientras que, en el “nosotros” exclusivo que se opone a “tú, voso-

tros”, es “yo” el que sobresale. [...]

De manera general, la persona verbal en plural expresa una persona am-

pliada y difusa. El “nosotros” anexa al “yo” una globalidad indistinta de

otras personas. En el tránsito de “tú” a “vosotros” se reconoce una genera-

lización del “tú”.

Relacionando estas formas pronominales con las verbales E. Benveniste sintetiza de la manera siguiente estas relaciones:

Así, las expresiones de la persona verbal están en su conjunto organizadas por dos correlatos constantes:

Page 19: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

19

1. correlación de personalidad, que se opone las personas yo/ tú a la no- persona él;

2. correlación de subjetividad, interior a la precedente y que opone yo a tú.

La distinción ordinaria de singular y plural debe ser, si no reemplazada, sí cuando menos, interpretada, en el orden de la persona, por una distinción entre persona estricta (=singular) y persona ampliada. Únicamente la “tercera persona”, por ser no-persona, admite un verdadero plural.

Sintetizando las categorías deícticas de los nombres se puede afirmar:

YO inclusivo (YO + TÚ)

deícticos NOSOTROS/ AS exclusivo (YO + ÉL) TÚ, VOS (USTED-USTEDES) abarcativo (YO + TÚ + ÉL)

no deícticos ÉL, ELLA – ELLOS/ AS (cotextuales)

Tal como se puede comprobar en el cuadro, solo la presencia del yo y del tú (ya en singular o en plural) son deícticos. La presencia de él implanta lo cotextual y no lo deíctico.

El estudio de las formas personales no tiene como finalidad ha-cer un mero inventario de ellas en un discurso, sino que ayudan a determinar el mayor o menor compromiso del yo que enuncia, la mayor o menor presencia del alocutario (tú). Se ha visto que estas dos categorías remiten siempre a la situación de enunciación. Con respecto a la tercera persona, si bien no integra la situación comunicativa, esto no significa que carezca de interés en un análisis, ya que a partir de ella se puede reconstruir aquello de lo cual se habla, se opina, se piensa. El universo que se despliega en un discurso se relaciona con “él” y a partir del intercambio yo-tú.

Por lo tanto se puede concluir que cada una de estas formas personales cumple una función discursiva diferente y que señalan diferentes aspectos en los enunciados.

1.3. Otras observaciones sobre el valor enunciativo de los pronom-bres

El tú genérico. Tiene por función personalizar enunciados impersonales, construidos habitualmente con el indefinido “uno”. Ej.:

“Frente a un problema de este tipo no sabe cómo reaccionar.”

“Frente a un problema de este tipo uno no sabe cómo reaccionar.”

Así se mantiene una relación más personal con la situación de enunciación dentro de un enunciado que, sin embargo, es general. El alocutario es integrado como víctima o beneficiario del proceso. Ej.:

“Con este auto te sentís como un príncipe.”

Page 20: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

20

“Te desesperás cuando lo ves.”

no persona y jerarquía. El uso de la no persona (él/ ella), en lugar de la se-gunda constituye una marca lingüística de extrema distancia. Ej.:

“La Señora está servida.”

“Su Excelencia lo sabrá resolver.”

Al no usar ni “vos”, ni “usted”, el locutor se excluye de la reciprocidad del intercambio lingüístico, se dirige a alguien, pero no lo constituye en alocutario. Este es el efecto de sentido producido por la aparición de una “no persona” en un enunciado.

los seres que no hablan. Uno les habla a los bebés o a los animales do-mésticos, ya que participan de nuestra intimidad, pero sabiendo que no po-drán responder, que no son interlocutores plenos. De allí el procedimiento que consiste en utilizar “yo”, “nosotros”, “él”, o “ella” en lugar de la segunda persona. Lo esencial es subvertir la reciprocidad, ya sea haciendo asumir sus palabras por el alocutario (mediante el empleo de la primera persona), ya sea hablando del alocutario en tercera persona como si fuera exterior a la esfera de la locución. Ej.:

“¡Qué elegante que estoy!” (Qué elegante que estás.)

“Es tan dulce mi chiquito” (Sos tan dulce.)

Un uso semejante del pronombre “nosotros” aparece cuando se plantea una relación asimétrica en cuanto a los roles sociales. Ej.:

“¿Andamos mejor hoy?” (médico a paciente)

“Otra vez llegamos tarde.” (profesor a alumno)

vos /usted. El “vos” se opone al “usted” como una forma de familiaridad, de igualdad. Y el “usted” marca distancia, cortesía. El empleo de una u otra forma pronominal no es, sin embargo, unívoco y debe ser relacionado con contextos sociales determinados y con las convenciones sociales del grupo social en el cual se inscribe el enunciado.

personas y tipos de discurso. Cuando se aborda el dominio de los diferen-tes tipos de discurso se encuentran sistemas más o menos rígidos de res-tricciones específicas para el empleo de las personas. Un caso interesante es el “nosotros de autor”, usado en textos históricos, científicos, didácticos. El “nosotros” permite reintegrar al destinatario: enunciador y enunciatario asumen en común el texto. Pero también permite que el enunciador no aparezca como un individuo que habla en nombre propio sino como repre-sentante de la comunicad científica, como delegado de una colectividad in-vestida de la autoridad de un Saber. Ej.:

“Ya hemos visto...” “Tenemos que demostrar ahora...”3 1.4. Apelativos

3 Adaptación de: Maingueneau, Dominique, Approche de l'enonciation en linguistique française, París, Hachette, 1981.

Page 21: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

21

Cuando un término de la lengua es empleado en el discurso para mencionar a una persona se convierte en apelativo. Existen apelativos usuales:

los nombres propios;

los pronombres personales;

algunos sustantivos comunes;

los títulos (“mi general”);

algunos términos de relación (“alumno”, “compañero”);

los términos de parentesco (“hermano”, “cuñada”);

ciertos términos que designan a un ser humano (“muchacho”, “viejo”).

Otros términos empleados metafóricamente para designar a un ser humano, constituyen igualmente apelativos (“mi tortura”, “tu rumbo”); también algunos adje-tivos son empleados con la misma función (“mi dulce”, “mi deseado”).

Los apelativos se usan (al igual que la primera, la segunda y la tercera persona verbal) para designar:

la persona que habla: el locutor;

aquella a quien se habla: el alocutario;

aquella de quien se habla: el delocutor.

Se los llama respectivamente: locutivos, alocutivos, delocutivos.

Todo apelativo implica una elección por parte del sujeto de la enunciación y, en este sentido, son subjetivos. Además, todo apelativo cumple una función dentro de un discurso:

permite la identificación de un referente, por esto en el caso de los locutivos y alocutivos son deícticos;

tiene un carácter predicativo, en el sentido de que dice algo de una perso-na;

manifiesta relaciones sociales, permite efectuar una segunda predicación sobreentendida que remite a la relación social del locutor con la persona designada.4

1.5. Pronombres demostrativos

Los pronombres demostrativos: “este”, “ese”, “aquel” (y sus derivados: esta, es-tos...), así como los pronombres adverbiales: “aquí, “ahí”, “allí”, son deícticos en la medida en que se interpretan con respecto a la localización de los participantes en el contexto enunciativo. E. Benveniste denomina a estos deícticos como “índi-

4 Adaptación de Perret, Delphine “Les appellatifs” en Langages, Nº 17, 1970.

Page 22: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

22

ces de ostensión”, son términos que sirven para designar el objeto al mismo tiem-po que es pronunciado el término.

Al igual que los pronombres personales “yo” y “tú”, remiten solo a individuos y no a conceptos; nacen de la enunciación y son enteramente nuevos en cada enun-ciación. Solo tienen existencia por la relación con la instancia presente del discur-so.

Esta categoría deíctica tiene dos funciones:

relacionar al locutor con el objeto que designa. Es la función que realizan este/ ese/ aquel.

estructurar el espacio en un sistema ternario:

aquí/ acá próximo al hablante

ahí próximo al oyente

allí/ allá en el campo de referencia de la tercera persona.

NOTA: al igual que con otros deícticos, el análisis de un discurso no se realiza solo identificando y señalando las categorías lingüísticas sino explicando la fun-ción que cumplen en un discurso, y el efecto de sentido que en él producen.

1.6. Locaciones espaciales

Se puede mencionar en primer lugar a los pronombres demostrativos, deícticos, que estructuran el espacio en un sistema ternario:

• aquí/ acá • ahí • allí/ allá

Aquí es el que señala el lugar desde el cual el "yo" emite su enunciado en una apropiación particular de la lengua. Aquí puede indicar Buenos Aires o Córdoba, según si el que lo enuncia está en Buenos o en Córdoba.

Hay, también, adverbios de lugar que pueden funcionar como deícticos en la me-dida en que se relacionan con el “yo” de la enunciación. Por ej.: cerca de..., lejos de..., detrás de... y otros.

Para Bühler los demostrativos y los adverbios de lugar son símbolos, en la medi-da en que nombran un dominio, una zona en torno al que habla; es una mostra-ción de lugares en la estructura del discurso.

Esta función deíctica de los adverbios no hay que confundirla con la localización objetiva que pueden señalar ciertos adverbios. Por ej.: “El primero de la fila está delante de la ventanilla”.

Hay otro tipo de localizaciones que no se relacionan necesariamente con el locu-tor/ enunciador de un discurso y que tienen referencia absoluta: “el valle de la Lu-na”, “la estación Retiro”, “la terminal de ómnibus”.

1.7. Localizaciones temporales

Page 23: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

23

Expresar el tiempo significa localizar un acontecimiento sobre el eje antes/ des-pués con respecto a un momento T tomado como referencia. Este T puede signi-ficar:

una determinada fecha considerada importante para la historia de una civi-lización, por ejemplo, para Occidente, el nacimiento de Cristo.

T1, un momento determinado, inscripto en el cotexto verbal: se trata, enton-ces de referencia cotextual. Por ej.: la fecha de una carta o la de un perió-dico.

T0, el momento de la enunciación: referencia deíctica.

En español, la categoría temporal puede expresarse tanto por las distintas formas verbales como por locuciones y adverbios temporales.

Con respecto a los tiempos verbales, el presente es el que coincide con el mo-mento de la enunciación, con el ahora, en que el enunciado produce su discurso.

Tanto el tiempo presente, como otros tiempos verbales son deícticos; se relacio-nan con el presente de la enunciación. El pasado y el futuro tienen este significa-do solo en relación a la instancia del presente enunciativo. Lo mismo sucede con algunos adverbios temporales. Cuando el enunciador emplea ayer, dentro de los dos días, etc., estos signos no tienen contenido más que por su relación con el punto de referencia que es el ahora de la enunciación. Si cambia este punto de referencia hay que reajustar las expresiones temporales. Así, cuando el punto de referencia coincide con el momento de enunciación, se dirá:

Ahora, el profesor inicia su exposición.

En el caso de cambiar el momento de la exposición habrá que ajustar adverbios y tiempos verbales:

Ayer el profesor inició su exposición.

Mañana el profesor iniciará su exposición.

El momento de la enunciación es siempre el ahora, el presente; esto no significa que no puedan aparecer otros tiempos. En ese caso ciertos adverbios que no tie-nen una referencia absoluta, sino producida por la enunciación y en relación con el aquí y ahora de la enunciación, deben emplearse teniendo en cuenta justamen-te la enunciación. Estas formas adverbiales son deícticas porque adquieren senti-do solo por el proceso de la enunciación.

Volviendo a los verbos se puede sostener (como ya se ha hecho) que son deícti-cos. La narración en estilo indirecto constituye el único caso en el uso de los tiempos en que se trata indiscutiblemente de referencia cotextual y no deíctica. Además, y también en relación a los verbos, son formas gramaticales que permi-ten diferenciar un texto en:

discurso/ relato (Benveniste)

mundo comentado/ mundo narrado (Weinrich)

según el uso predominante de algunas formas verbales.

2. Deixis verbal: discurso/ relato

Page 24: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

24

Los tiempos verbales se distribuyen en dos sistemas distintos y complementarios. Estos dos sistemas manifiestan dos pla-nos de enunciación diferentes: el del relato o historia y el del discurso.

La enunciación histórica caracteriza el relato de los aconte-cimientos pasados. Se trata de la presentación de los hechos ocurridos en cierto momento, sin la intervención del locutor en el relato. Definiremos el relato histórico como el modo de enunciación que excluye toda forma lingüística “autobiográfi-ca”. El historiador no dirá ni yo, ni tú, ni aquí, ni ahora, que forman parte del aparato formal del discurso. En un relato histórico puro aparece-rán solo formas de la tercera persona.

Los tiempos que corresponden a este tipo de enunciación son: el pretérito perfec-to simple, el pretérito imperfecto, el condicional, el pretérito pluscuamperfecto y, accesoriamente un tiempo perifrástico sustituto del futuro que llamaremos “pros-pectivo”. (“Muchos años después Aureliano Buendía había de conocer el hielo.”) El presente está excluido salvo el caso de un presente atemporal como el presen-te de definición.

Llamaremos discurso a toda enunciación que supone un hablante, un oyente, y en el primero la intención de influir en el otro de alguna manera. Primeramente se incluyen aquí los discursos orales de todo tipo y de todo nivel, desde la conversa-ción más trivial hasta la arenga más sofisticada. Pero también la masa de escritos que reproducen discursos orales o que toman de ellos sus giros y fines: corres-pondencias, memorias, teatro, obras didácticas, es decir, todos los géneros en los que alguien se dirige a alguien, se enuncia como locutor y organiza lo que dice en la categoría de la persona. Cada vez que dentro de un relato histórico aparece un discurso; cuando el historiador, por ejemplo, reproduce las palabras de un perso-naje o interviene para juzgar los hechos referidos, se pasa a otros sistema tempo-ral, el del discurso.

La enunciación histórica y la correspondiente al discurso pueden reunirse en un tercer tipo de enunciación. Es el caso del discurso indirecto, en el cual el discurso es referido en términos de acontecimientos y transpuesto al plano histórico.

Por la elección de los tiempos verbales y de las personas, el discurso se distingue claramente del relato. El discurso emplea libremente todos los pronombres perso-nales, tanto yo/ tú, como él. Explícitas o no las relaciones entre las personas gramaticales están presentes siempre. Por eso, la tercera persona no tiene el mismo valor que en el relato histórico. En este, el narrador no interviene; la 3º persona no se opone a ninguna otra. Ella es, en realidad, una ausencia de perso-na. Pero, en el discurso, un locutor opone una no-persona (él) a una persona (yo-tú). Los tres tiempos fundamentales del discurso presente, futuro, pretérito perfec-to compuesto están excluidos del relato histórico. El pretérito imperfecto es común a los dos tipos de enunciación.5

2.1. Mundo comentado / mundo narrado

5 Adaptación de E. Benveniste. En: “Les relations de temps dans le verbe français”. Pro-blemas de linguistique générale, París, Gallimard, 1966.

Page 25: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

25

Las formas temporales son signos obstinados (los valores de recurrencia expre-sados en término de frecuencia por línea, son elevados), mientras que las locali-zaciones temporales (fechas, adverbios, etc.) son débilmente recurrentes, es de-cir, “no obstinadas”. Las formas verbales integran constelaciones donde predomi-nan un tiempo o grado de tiempos. Podemos afirmar, entonces, que el fenómeno general de la obstinación es acompañado por el fenómeno más específico del predominio temporal. Si examinamos textos correspondientes a diversos géneros podremos comprobar que el tiempo dominante es el presente o el pretérito perfec-to simple asociado con el pretérito imperfecto. En relación con el presente apare-cen el pretérito perfecto compuesto y el futuro; los tres integran así un primer gru-po de verbos. El segundo está compuesto por el pretérito perfecto simple, el pre-térito imperfecto, el pretérito pluscuamperfecto, el pretérito anterior y el condicio-nal. Los tiempos del grupo I pueden caracterizarse como tiempos comentativos, y los del grupo II como tiempos narrativos. [...]

Al emplear los tiempos comentativos hago saber al interlocutor que el texto mere-ce de su parte una atención vigilante (grado de alerta I). Con los tiempos del rela-to, en cambio, advierto que otra escucha más distendida es posible (grado de alerta II). Es esta posición entre el grupo de tiempos del mundo narrado y del mundo comentado la que caracterizamos como actitud de locución. (Por supuesto que la actitud del locutor exige del alocutario una reacción correspondiente, de tal manera que la actitud de comunicación así creada les es común). [...]

Géneros representativos de los tiempos del mundo comentado son: el diálogo dramático, el editorial, el testamento, el informe científico, el ensayo filosófico y las formas de discursos ritualizados y codificados. Todo comentario es un fragmento de acción; por poco que sea, modifica siempre la situación de los interlocutores y los compromete mutuamente.

A los tiempos del mundo narrado corresponden otras formas de locución: la histo-ria, un cuento, una leyenda, una crónica periodística, una novela. [...]

El tiempo del texto y el tiempo de la acción pueden coincidir o no. Los tiempos verbales son por lo general, los encargados de señalar la coincidencia o diver-gencia entre los dos. En el grupo de los tiempos comentativos, el pretérito perfec-to compuesto representa la retrospección y el futuro marca la prospección. En el grupo de los tiempos narrativos, el pluscuamperfecto y el pretérito anterior expre-san la retrospección y el condicional es el que permite anticipar una acción aun no realizada.

Retrospección y prospección (información ya dicha e información anticipada) son reunidas bajo el concepto de perspectiva de locución.

Esta incluye en los dos grupos temporales un grado cero: el presente en el co-mentario y el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto simple en el relato. En ambos casos, el efecto que se produce es que el locutor deja de atraer la atención del alocutario: es la situación opuesta al de grado de alerta.

[...] A las dos dimensiones señaladas en el sistema de los tiempos hay que agregar una tercera: la puesta en relieve. Este concepto intenta dar cuenta de la función que, a veces, los tiempos cumplen de proyectar a un primer plano algunos contenidos y empujar otros hacia la sombra de un segundo plano. El pretérito im-perfecto es, en el relato, el tiempo del segundo plano y el pretérito perfecto simple

Page 26: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

26

el del primer plano. En el comentario, gestos, deícticos y diversos datos situacio-nales permiten diferenciar el primer plano.

Cuando estos están ausentes, las palabras se alejan del primer plano y retroce-den hacia lo general.6

Perspectiva Actitud

Retrospección Grado cero Anticipación

Comentario Pret. perfecto com-puesto

Presente Futuro

Narración Pret. pluscuamperfecto Pretérito anterior

Pret. imperf.

Pret. Perf. simple

Condicional

2º plano 1º plano

Puesta en relieve

2.2. Discurso / Relato – Mundo comentado / Mundo narrado

Comparación del uso de las formas verbales

Discurso Relato Mundo comentado Mundo narrado

Presente Pret. perf. simple Presente Pto. perf. simple

Futuro Pto. imperfecto Futuro Pto. imperfecto

Pto. perf. Comp. Condicional Pto. perf. comp. Condicional

Pto. imperfecto Pto. pluscuamp.

T. prospectivo

Pto. pluscuamp.

T. anterior

Algunas aclaraciones

6 Adaptación de Harald, Weinrich. En: Estructura y función de los tiempos en el lenguaje, Madrid, Gredos, 1975.

Page 27: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

27

Tanto Benveniste como Weinrich ubican el presente en el ámbito del dis-curso. Hay sin embargo un presente histórico que puede emplearse en el relato (ver más adelante).

El Pretérito imperfecto, para Benveniste puede aparecer en el discurso y en el relato. Para Weinrich, solo es propio del mundo narrado.

El Pretérito anterior aparece solo en el grupo de verbos del mundo narrado (Weinrich).

El Tiempo prospectivo es planteado solo por Benveniste.

Además de estas diferencias, es necesario tener en cuenta que el hablante riopla-tense no usa habitualmente ciertas formas verbales:

a) El futuro. Pocas veces se emplea el futuro. Por ejemplo, en vez de decir: “Saldré temprano” se dice: “tengo que salir temprano” o “Voy a salir temprano” o “Voy a tener que salir temprano”; todas estas variables con valor de futuro.

b) El Pretérito anterior. También es reemplazado en el uso por otras for-mas. Así en lugar de decir: “Hubo pensado varias veces antes de resolver la si-tuación”, se emplea el Pretérito perfecto simple “Pensó varias veces...”

c) También, en el caso del Pretérito pluscuamperfecto, se tiende a emplear el Pretérito perfecto simple. Por ejemplo, en lugar de: “Habían decidido salir” se emplea: “Decidieron salir”.

Esto no significa que sea errónea la separación de los tiempos verbales según pertenezcan a Discurso/ Mundo Comentado - Relato/ Mundo narrado. En algunos textos –literarios o científicos– se los emplea. No así en la lengua coloquial o en la lengua de los medios de comunicación masiva, que son situaciones comunicati-vas que tienden a simplificar los mensajes y en la lengua hablada para lograr un mejor efecto sobre el receptor.

2.3. Discurso / Relato

Algunas observaciones

Cuando se asocia la primera persona con el pretérito perfecto simple, el lo-cutor da a ese “yo” el estatuto de una “no-persona”, es un”yo” narrativo, distinto del “yo” que corresponde al enunciador.

La elección del pretérito perfecto simple en relación con un relato, no signi-fica que el relato esté, necesariamente, ligado a la narración de hechos pa-sados. El relato se define como una forma de enunciación; estarán en pre-térito perfecto simple no solo los relatos históricos sino también las obras de ficción, incluso aquellas de ciencia ficción que, sin embargo, supuesta-mente se desarrollan en un futuro lejano.

Los conceptos de discurso y de relato han sido construidos para dar cuen-ta del funcionamiento de la lengua, lo que ha llevado a una necesaria abs-tracción. Es difícil encontrar un relato de cierta longitud que no incluya ele-

Page 28: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

28

mentos de discurso. El caso inverso, si bien es menos frecuente, también se da.

El discurso epistolar

La carta constituye un caso interesante ya que es un discurso que verbaliza la situación de enunciación e instaura un juego de correspondencias muy precisas entre el mensaje propiamente dicho y las indicaciones externas suministradas por el contexto. El “yo” es interpretado por la firma, y/o por el encabezamiento, y/o por la parte posterior del sobre. El “tú” es interpretable gracias a la indicación, en el sobre y, a veces, en el encabezamiento, en donde figura el nombre del destinata-rio. Los deícticos espaciales y temporales se decodifican, en general, correcta-mente gracias a la fecha y el lugar de enunciación indicados en la parte superior de la carta.

El discurso científico

Los textos teóricos son discursos que no presentan, en la mayoría de los casos, huellas de la situación enunciativa. Puede aparecer un “yo”, que remite al autor; predomina el “nosotros” (O: autor/ locutores; la comunidad científica; el autor). que alterna con construcciones impersonales. La segunda persona, en general, está ausente.

Los deícticos espaciales y temporales frecuentemente remiten a textos: fragmen-tos anteriores o posteriores de la misma obra, otras publicaciones, etc.

(NOTA: estas últimas marcas funcionan cotextualmente, como anáforas y catáfo-ras. No son en sentido estricto deícticos).

La situación de enunciación se define en este tipo de discurso como un “campo de textos”, relacionados con la intertextualidad. Como tiempo verbal, predomina el presente con valor genérico. El presente con valor deíctico solo funciona de este modo si remite al momento de la exposición.7

2.4. El presente

El presente es a la vez tiempo de base del discurso definido por su coincidencia con el momento de enunciación, y término no marcado del sistema del indicativo. Por eso es polivalente; posee tanto un valor deíctico que lo opone a los otros tiempos, pasados y futuros, como un valor no-temporal, ligado a su estatuto de forma “cero” del sistema.

En tanto que forma no-marcada del indicativo, el presente es susceptible de inte-grar enunciados que expresan el pasado o el futuro. En este caso, los adverbios suministran la información temporal. Por ej.: “Mañana viajo”.

El presente genérico es una forma “a-temporal” (no se opone al pasado ni al futu-ro), propia de enunciados correspondientes a cierto tipo de discursos: máximas, textos teóricos, textos jurídicos, etc. Este tipo de presente permite construir un

7 Adaptación de: Dominique Maingueneau. En Approche de l'enonciation en linguistique françiase, París, Hachette, 1981.

Page 29: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

29

universo de definiciones, de propiedades, de relaciones extrañas a la temporali-dad o planteadas como tales.

El presente histórico es el empleado en un relato, en lugar del pretérito perfecto simple, con el cual alterna sin dificultad. El locutor narra como si comentara. El inconveniente que presenta es que, como no puede explotar la alternancia pretéri-to simple/ pretérito imperfecto, “achata” el texto y pierde la posibilidad de todo es-calonamiento en profundidad.8

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

¿De qué manera se refiere el enunciador a Pedro Páramo en el siguiente fragmento? Comentar qué problemas de relación sugieren los términos señalados en negrita.

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Pá-ramo. Mi madre me lo dijo. [...] Todavía antes me había dicho: –No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. [...] Pero no pensé en cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comen-cé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.

Juan Rulfo, Pedro Páramo, Buenos Aires, FCE, 1993.

¿Qué cambios verbales y de deixis habría que hacer si el fragmento de Pedro Páramo estuviera escrito en 3ª persona? Reescribirlo.

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_____________________________________________________________________

En el siguiente titular de diario hay dos deícticos.

8 ibídem.

Page 30: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

30

Inventar un contexto, escribir un copete y una noticia periodística.

a) Determinar segmentos comentativos y narrativos. En estos últimos señalan si hay “puesta en relieve”.

1-...pero eran las terribles condiciones de trabajo en la mina las que más gente mataban. El dominico fray Domingo de Santo Tomás denunciaba al Consejo de Indias en 1550, a poco nacida la mina, que Potosí era una “boca del in-fierno” que anualmente tragaba indios por millares y millares y que los rapaces mineros trataban a los naturales ‘como a animales sin dueño’. Y fray Rodrigo de Loaysa diría después: “estos pobres indios son como las sardinas en el mar. Así como los otros peces persiguen a las sardinas para hacer presa en ellas y devorarlas, así todos en estas tierras persiguen a los miserables in-dios”. Los caciques de las comunidades tenían la obligación de reemplazar a los mitayos que iban muriendo, con nuevos hombres de dieciocho a cincuenta años de edad. El corral de repartimiento, donde se adjudicaban los indios a los dueños de las minas y los ingenios, una gigantesca cancha de paredes de piedra, sirve ahora para que los obreros jueguen al fútbol; la cárcel de los mi-tayos, un informe montón de ruinas, puede ser todavía contemplada a la en-trada de Potosí. En la recopilación de Leyes de Indias no faltan decretos de aquella época es-tableciendo la igualdad de derechos de los indios y los españoles para explo-tar las minas y prohibiendo expresamente que se lesionaran los derechos de los nativos. La historia formal –letra muerta que en nuestro tiempo recoge la letra muerta de los tiempos pasados– no tendría de qué quejarse, pero mien-tras se debatía en legajos infinitos la legislación del trabajo indígena y estalla-da en tinta el talento de los juristas españoles, en América la ley “se acataba pero no se cumplía.”

Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina

2- Las fuerzas armadas, de seguridad y policiales actuaron en defensa de la comunidad nacional, cuyos derechos esenciales no estaban asegurados, y, a diferencia del accionar subversivo, no utilizaron directamente su poder contra terceros inocentes, aún cuando indirectamente pudieran haber sufrido sus consecuencias.

Las acciones así desarrolladas fueron la consecuencia de apreciaciones que debieron efectuarse en plena lucha, con la cuota de pasión que el combate y la defensa de la propia vida genera, en un ambiente teñido diariamente de sangre inocente, de destrucción, y ante una sociedad en la que el pánico reinaba. En este marco, casi apocalíptico, se cometieron errores que, como sucede en todo conflicto bélico, pudieron traspasar, a veces, los límites del respeto de los derechos humanos fundamentales, y que quedan sujetos al jui-cio de Dios, en cada conciencia y a la comprensión de los hombres.

CÓMO FUE FESTEJADO ACÁ EL TRIUNFO DE ALLÁ

Page 31: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

31

Informe de la Junta Militar sobres los desaparecidos, La Nación, 29/04/83

LECTURA Y ANÁLISIS

María Isabel Filinich, Enunciación, Buenos Aires, Enciclopedia Semiológi-

ca, EUDEBA, 1998. Capítulo 1 y 2.

Cuestionario

1. ¿Cómo concibe Benveniste al sujeto hablante?

2. Sintetice los tres argumentos que sostiene Benveniste para afirmar el carácter subjetivo del lenguaje.

3. ¿Qué abarca la noción de contexto?

4. ¿Por qué no hay que confundir “habla” con “discurso”?

5. ¿Por qué el discurso ocupa un lugar intermedio entre la lengua y el habla?

6. ¿Cuál es la diferencia entre el texto y el discurso?

7. ¿Cuál es el objeto teórico de la enunciación?

Page 32: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

32

MÓDULO I

LA SUBJETIVIDAD DEL LENGUAJE

Unidad N.º 1

La modalización del discurso

El Análisis del Discurso reconoce tres tipos de modalidades:

de enunciación

de enunciado

de mensaje

1. Modalidad de enunciación

Las modalidades de enunciación indican una función Interpersonal, una determi-nada relación entre los participantes en una determinada situación comunicativa. Un enunciado solo puede tener una modalidad de enunciación:

o Aseverativa: “Comen poco.”

o Interrogativa: “¿Comen poco?”

o Imperativa: “¡Coman poco!”

Modalidad de enunciación aseverativa

Esta modalidad de enunciación consiste en expresar un enunciado con el cual un yo se compromete. Este compromiso no implica, necesariamente, que lo dicho sea verdadero, sino que el hablante considera que lo dicho es verdad para él. Los enunciados aseverativos pueden incluir tanto la afirmación como la negación. El modo verbal de este tipo de modalidad de enunciación es el modo indicativo. Ej.:

Cumplimos el ritual anual de las elecciones. No cumplimos el ritual anual de las elecciones.

Page 33: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

33

Modalidad de enunciación interrogativa

En este tipo de modalidad de enunciación, así como en el caso de la modalidad imperativa, se ve más claramente la relación entre los participantes de una situa-ción comunicativa.

Formular una pregunta puede significar que el enunciador desea obtener una res-puesta por parte del alocutario. Pero también se pueden formular preguntas que no solicitan repuestas; este es el caso de la interrogación retórica, en la cual el enunciador se pregunta a sí mismo. La interrogación retórica tiene un efecto de sentido diferente al de la enunciación interrogativa. Ej.:

¿Terminamos esta discusión?

¿Por qué dudo tanto?

Modalidad de enunciación imperativa

Cuando un enunciado emite una orden se compromete no con la verdad del enunciado sino con la necesidad de que algo se lleve a cabo, de que se realice determinada acción. Las órdenes o ruegos (intimación, según Benveniste) expre-san el deseo de que algo sea así y no que en realidad sea así, al mismo tiempo que se le concede al alocutario el derecho a no realizarlo.

El modo verbal que corresponde a este tipo de modalidad es el imperativo. Hay, sin embargo, algunos tipos de sintagmas que implican una orden: “hay que”, “se debe”, “tiene que”, “es necesario”.

También algunos verbos como “tener” y “deber” pueden tener carácter de modali-dad imperativa. Ej.:

Retiren los papeles. Debemos salir.

Hay que retirar los papeles. Es necesario retirar los papeles.

Tenemos que retirarnos.

Si bien todas estos ejemplos se relacionan con “lo imperativo”, tienen diferentes matices. El cotexto verbal ayuda a analizar si se trata simplemente de una orden, de un ruego, o de un pedido amable.

2. Modalidad de enunciado

No se apoya en la relación interpersonal entre enunciador y alocutario, sino que caracteriza la actitud del sujeto de la enunciación con respecto al enunciado que él mismo dice. La modalidad de enunciado se expresa de diferentes maneras se-gún sea la actitud que el enunciador quiera mostrar con respecto a su enunciado.

Modalidad de enunciado apreciativa o valorativa

Implica un juicio apreciativo, que puede ser positivo o negativo. Ej.:

Erróneamente cerraron las puertas de nuestro local.

Fue un error cerrar las puertas de nuestro local.

Page 34: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

34

Felizmente la jornada transcurrió en calma.

“por suerte...”; “por desgracia...”; “Lamentablemente...”

Modalidad de enunciado lógica

Está basada en criterios lógicos y significan, además, un esfuerzo o una reduc-ción de la aserción. Ej.:

Sin duda las causas son muchas

Posiblemente no entienden el concepto de “campo nacional”.

“en verdad...”; “evidentemente...”; “realmente...”; “quizás...”; “por cierto... “

Los ejemplos elegidos, tanto para las modalidades lógicas como para las aprecia-tivas contienen formas adverbiales que “modalizan” el enunciado.

Además de estas formas adverbiales se puede emplear otros recursos:

a) verbos modales: “se sabe”; “se confirmó”; “se comprobó”; “se lamentó”; “se verificó”.

b) tiempos verbales como el condicional o modos verbales como él, que indican posibilidad, es decir, que reducen la aserción. Ej.:

Llegarían más tarde

Hubieran podido llegar

El futuro también tiene carácter modal.

Hay tres tipos de modalidad de enunciado lógica:

de aserción: “Estás equivocado”.

de suspensión de aserción: “Puede ser que estés equivocado”.

de refuerzo de la aserción: “Es claro que estás equivocado”.

Valores modales del futuro

La combinación de la primera persona con el futuro puede ser entendida como

una promesa. Ej.: Rechazaré la propuesta.

La combinación de la segunda persona con el futuro puede ser entendida co-mo una orden o una predicción. Estos diferentes valores modales dependen de la relación entre el enunciador y el alocutario. Ej.:

Deberás regresar. (Valor modal de orden debido al “poder” del enunciador).

Terminarás arrepintiéndote. (Valor modal de predicción, debido a un “saber”

del enunciador). la combinación de la tercera persona con el futuro puede ser entendida como

una predicción, una orden, probabilidad y, a veces, posibilidad. Ej.:

Page 35: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

35

Tendrán éxito.

El examen durará una hora.

Ahora estará pensando en lo mismo. (Esta modalidad de lo probable tie-

ne valor de presente)

Lo aguardarán y lo verán más envejecido.

NOTA: para determinar estos distintos valores modales del futuro con la tercera persona es necesario considerar el cotexto.

3. Modalidad de mensaje

En la modalidad de mensaje se tiene en cuenta la construcción sintáctica de un enunciado y el valor semántico de algunos términos según su ubicación en ese sintagma. Ej.:

Los científicos recrean el mundo.

La recreación del mundo la hacen los científicos.

Si bien lo dicho (el dictum) es similar, el orden de los elementos sintácticos permi-te que, en el primer caso, el acento recaiga sobre los “científicos” y en el segundo sobre “la recreación del mundo”. Esto que parece una simple alteración en el or-den sintagmático permite un lectura ideológica de los mensajes, ya que el primer término del sintagma atrae al resto de los elementos que pasan a un segundo plano en la recepción del mensaje.

Con respecto a este tipo de modalidad y, siguiendo a Halliday se pueden determi-nar dos componentes en una oración: el tema y el rema. El tema es, en cierto sentido el sujeto psicológico, el elemento al cual se engancha el resto de la ora-ción, el elemento esencial, destacado por su posición inicial. En la mayoría de los casos, el tema coincide con el sujeto gramatical, y el rema con lo que se dice de él. Ej.:

Esta situación nacional / no admite dilaciones

TEMA REMA

Diversas transformaciones permiten poner en posición de “tema” a algún elemen-to de la oración. Ej.:

Indudablemente (TEMA) / faltó presencia en los pasillos. (REMA)

En la Facultad (TEMA) / existen diversas agrupaciones. (REMA)

Estas transformaciones están determinadas por el cotexto o el contexto de un enunciado.

Dentro de la modalidad de Mensaje un caso interesante lo constituye la pasiva-ción. Si en lugar de haber una oración en voz activa (“Las principales fuerzas polí-ticas tienen una parte de responsabilidad”) hay una en voz pasiva (“Una parte de

Page 36: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

36

la responsabilidad es tenida por las principales fuerzas políticas”), el objeto directo pasa a la posición de tema.

Pero, además, puede suceder que en una oración en voz pasiva esté presente o ausente el agente.

La supresión del agente puede deberse a diversas causas (el agente es perfec-tamente conocido, o desconocido, o no se lo quiere mencionar, etc.). Pero, inver-samente, la pasivación puede servir para destacar el agente, sobre el cual recae lo esencial de la información. Ej.:

Estas metas nos han sido propuestas.

Estas metas nos han sido propuestas por el pueblo. (Y no por otro agente).

En el caso de la pasiva con se, el agente falta. Ej.:

La liberación no se declama, se construye.

NOTA: como se ha indicado en otros temas de esta Unidad, lo importante no es señalar determinado tipo de modalidad, sino comprender el efecto de sentido que tal modalidad produce en un discurso.

4. Otros elementos en el análisis del discurso3

Isotopía

Greimas (teórico francés) aborda el problema –intratextual– de la coherencia en los discursos con el concepto de isotopía. Ha señalado que el concepto de “coherencia” aplicado al texto puede ser “relacionado con el más general de isotopía”, enten-dida como la permanencia recurrente a lo largo del discurso de un mismo haz de categorías justificativas de una organización paradigmática.

Tanto el concepto de isotopía en Greimas como otras defini-ciones de coherencia y cohesión, se basan en la existencia de redundancia, de reiteración o de repetición de elementos similares compatibles. Para Greimas, la isotopía designa la iteratividad a lo largo de una cadena sintagmática de unidades de contenido que aseguran la homogeneidad del discurso. La existencia del dis-curso –y no una serie de frases independientes– solo puede ser afirmada si se postula para la totalidad de las frases que la constituyen una isotopía común, re-conocible gracias a la recurrencia de una categoría lingüística o de un haz de ca-tegorías lingüísticas a lo largo de su desarrollo.

Es necesario también destacar que con la isotopía se puede afrontar el problema de la lectura desde el texto. Es obvio que un determinado texto sometido a un

3 Si bien la ISOTOPÍA y la COHESIÓN no pertenecen al campo teórico del ANÁLISIS DEL DISCURSO sino a la GRAMÁTICA TEXTUAL, son conceptos que ayudan a com-prender mejor los temas y la organización de un discurso.

Page 37: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

37

contexto sociocultural posee varias lecturas; variaciones culturales permiten tipo-logías textuales diferentes. Por ejemplo en la Edad Media, los textos religiosos eran considerados verdaderos; esos mismos textos fueron considerados, en otras épocas, ficcionales y por lo tanto falsos.

Diversas lecturas son posibles, según el contexto sociocultural y según la compe-tencia textual del lector; pero también es cierto que tales lecturas están garantiza-das por las isotopías y así lo reconoce Eco al considerar la isotopía como la “coherencia de un recorrido de lectura”.

El siguiente fragmento pertenece al libro de A. Pagés Larraya, Prosas del Martín Fierro. Se señalarán en él recorridos de lecturas basados en las recurrencias iso-típicas.

"Hernández nació y vivió sus primeros años en la chacra de los Puey-

rredón, cuya casona conserva aun hoy, a la sombra del ombú centena-

rio, su solariega mansedumbre campesina y que entonces, separada por

varias leguas de la ciudad, se abría al horizonte de la pampa. De los 6 a

los 9 años tampoco lo rodeó la atmósfera urbana. Cuando su tía Victo-

ria Pueyrredón –«mamá Totó»– y su esposo, Mariano Pueyrredón, de-

bieron huir del país por la persecución rosista, el niño quedó al cuidado

del abuelo paterno que residía en una quinta de Barracas, próxima al

Riachuelo. Sus ojos miraron así hacia la tierra interior y no hacia la al-

dea portuaria.”

Una posible cadena isotópica está constituida por términos como: “chacra”, “om-bú”, “mansedumbre campesina”, “horizonte de la pampa”, “quinta”, “tierra interior”. Esta cadena implica una lectura del texto: Hernández vivió en contacto con el campo. Opuesta a esta está la cadena constituida por: “atmósfera urbana”, “aldea portuaria”, términos que indican los lugares donde precisamente no vivió Hernán-dez durante su niñez.

Otra posible cadena es la relacionada con los datos biográficos y familiares: “pri-meros años”, “de los 6 a los 9 años”, “su tía”, “mamá Totó”, “abuelo paterno”. Es-tos términos implican otro recorrido de lectura.

CONCLUSIÓN: a partir de la reconstrucción de

cadenas isotópicas –que otorgan coherencia al es-

crito– se puede acceder al tema o a los temas

planteados en un texto. Y, además, comprobar

cuáles se relacionan entre sí y cuáles se oponen.

La cohesión

Page 38: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

38

La cohesión puede definirse como la relación que se establece entre un ítem cohesivo, que no puede ser interpretado por sí solo sino que necesita para su in-terpretación de otro ítem presupuesto. La cohesión (que algunos teóricos llaman “coherencia superficial”) es un hecho textual que se da entre oraciones y no en una misma oración.

Se pueden diferenciar tipos de cohesión:

• la gramatical

• la léxico gramatical

• la léxica

Cohesión gramatical

Dentro de ella se dan, fundamentalmente, dos tipos:

la referencia. Hay elementos lingüísticos que carecen de denotación pro-pia de modo que para ser interpretados necesitan de otro elemento; es el caso de los pronombres personales, posesivos, demostrativos y la referen-cia comparativa. Ej.:

Compró un mueble. Lo pagó caro

Encontraron una lapicera. Es mía.

Dejaron a algunos alumnos. Estos llegaron tarde.

Son dos íconos semejantes. Los dos se refieren al sol.

la elipsis: es un blanco que hay que llenar con una categoría léxica o gra-matical presente en el texto. Ej.:

Jorge compró un diario. Pedro, una revista.

Cohesión léxico gramatical

la conjunción, a diferencia de la elipsis y de la referencia, expresan signi-ficados que presuponen la presencia de otros componentes en el discurso. No se trata de instrucciones para interpretar un elemento en términos de su cotexto (como en la referencia), ni para llenar un blanco (como en la elip-sis) sino de una especificación acerca de cómo se conecta lo que sigue en el texto con lo ya dicho. Los elementos conjuntivos fueron clasificados de diversa manera, según los autores. Una de estas clasificaciones se basa en un esquema de cuatro categorías:

a) aditiva b) adversativa c) causal d) temporal

En el acto pasó el Agente a la Casa de Gobierno. Y fue invitado a intervenir en la reunión de gabinete.

Pero apenas habló, el resto desaprobó la propuesta. En consecuencia decidió retirarse del recinto.

Luego de esto, la situación política empeoró. Otros elementos lingüísticos, pertenecientes a este tipo de cohesión pue-

den indicar: causalidad (porque), condición (si...), concesión (aunque). Por

Page 39: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

39

otra parte, las conjunciones aditivas, adversativas, causales y temporales, pueden expresarse por medio de otras formas gramaticales.

Cohesión léxica

Este tipo de cohesión puede establecerse de dos maneras:

a) por la relación entre los referentes que los lexemas mantienen entre sí.

Tal es el caso de:

la sinonimia (lexemas relacionados por una referencia en común);

la repetición (lexemas con idéntico referente);

la antonimia (lexemas relacionados por una referencia de significado opuesto)

la hiponimia (lexema incluido en un lexema incluyente: rosa/ flor)

la hiperonimia (lexema incluyente en un lexema incluido: muebles/ silla)

las palabras de referencia generalizada, como: hombre, cosa, objeto, hecho...

b) por las relaciones que establecemos entre los referentes de los lexe-mas, debido a nuestro conocimiento o enciclopedia del mundo.

Para comprender los elementos cohesivos léxicos, los señalaremos en otro frag-mento del libro Prosas del Martín Fierro:

Martín Fierro no conoce la vejez. Libro infinito o “infinido”, burla a quienes se afanan por estrecharlo en límites unívocos. Cada nueva

lectura fundamenta así la libertad del texto y recorre en actitud de búsqueda senderos sin repetición posible, que siempre se borran y

siempre se iluminan, hacia Martín Fierro.

No eran las historias de Fierro y Cruz y sus hijos en las tolderías, la

cárcel, los fortines, ni la riqueza lírica del poema, ni el hallazgo musi-cal de sus sextinas, ni el humor levísimo o el temblor retenido propio

del habla criolla.

Era todo eso y mucho más lo que iba ensanchando y enriqueciendo

incesantemente la perspectiva crítica frente al poema. El inventario de los significados de Martín Fierro resulta siempre parcial y muchas

veces ambiguo. Hoy, en la puesta a prueba del texto durante más de una centuria, resulta irrebatible asegurar que siempre surgirán res-

puestas nuevas en abierto contrapunto iniciado por el payador desde ese “Aquí me pongo a cantar”, donde “Aquí” es ayer y hoy y mañana en la indetenible voz del payador. Y asimismo es posible imaginar

que siempre las voces del poema seguirán escuchándose bajo las mismas estrellas que vieron las peregrinaciones de Martín Fierro y

presenciaron la secreta promesa de esa noche deslumbrante que precede a la separación.

NOTA: es necesario tener en cuenta que para señalar las cohesiones léxicas de-bemos considerar entidades que no pertenezcan a una misma oración.

Page 40: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

40

sinonimia: Martín Fierro / libro / poema / texto.

repeticiones: Martín Fierro (4 veces) / poema (3 veces) / payador (2 ve-ces).

antonimia: “estrecharlo en límites unívocos”/ “siempre surgirán respuestas nuevas”.

hiponimia: Fierro y Cruz / Martín Fierro. Fierro y Cruz están incluidos den-tro de una categoría más amplia que es el libro de José Hernández. Poema / Texto (como un tipo de texto).

hiperonimia: es caso contrario: Martín Fierro / Fierro y Cruz. Texto/ Poe-ma.

palabras de referencia generalizada: “Era todo eso y mucho más...”

relaciones que establecemos entre los referentes de los lexemas debido a nuestro conocimiento o enciclopedia. Cualquier lector que conozca esta obra es capaz de establecer relaciones léxicas, por ejemplo entre la “voz del payador” y “las voces que seguirán escuchándose bajo las mismas es-trellas que vieron las peregrinaciones de Martín Fierro”. (Sabrá comprender qué voz canta y a qué peregrinaciones se refiere.)

Otros ejemplos: “sus hijos”, “habla criolla”. Solo habiendo leído el poema se pueden relacionar estos términos.

CONCLUSIÓN: Tanto las redes isotópicas como la

cohesión léxicas llevan al concepto de campo se-

mántico. Un campo semántico está constituido por

términos cuyos significados pueden relacionarse

debido a una categoría en común que permite esa

relación.

En el primer fragmento se pueden agrupar los elementos bajo el común denomi-nador de “vida de José Hernández”; en el segundo “el libro Martín Fierro”. En un texto pueden aparecer varios campos semánticos e incluso alguno de ellos puede oponerse. El siguiente fragmento de Facundo de Sarmiento ejemplifica estos con-ceptos:

El hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive de la vida civilizada,

tal como la conocemos en todas partes, allí están las leyes, las ideas de

progreso, los medios de instrucción, alguna organización municipal, el

gobierno regular, etc. Saliendo del recinto de la ciudad, todo cambia de

aspecto: el hombre de campo lleva otro traje: sus hábitos de vida son

diversos; sus necesidades, peculiares y limitadas; parecen dos socieda-

des distintas, dos pueblos extraños uno de otro.

Page 41: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

41

es un

la ENUNCIACIÓN acto particular de comunicación

es lo que decimos en un

un ENUNCIADO contexto comunicativo participantes constituido por tiempo

lugar

muestra las huellas del enunciador

que son

expresiones

deícticos subjetivas modalizadores

• valoración • grados de certeza

personales

• pronombres demostrativos a través de

posesivos

recursos

tiempo

• adverbios o construcciones • adverbios o

lugar construcciones • verbos modales • tiempo condicional

• términos nombres • tiempo futuro de relación • sintaxis

títulos • uso de pasiva

metáforas

Page 42: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

42

PARA SINTETIZAR

¿Por qué se puede sostener que un enunciado está “modalizado”?

Porque cuando hablamos usamos ciertas clases de oraciones, adverbios, tiempos verbales o entonación y además organizamos esas construcciones. Todo esto hace que el significado vaya más allá de lo que dicen las palabras.

Las modalidades tienen diferentes funciones.

A veces indican una determinada relación entre los participantes de la situación enunciativa que tiene que ver con la intención del sujeto que enuncia.

Los deportistas prefieren los nuevos modelos de zapatillas.

Aquí el “yo” se compromete frente a su interlocutor con lo que dice. Los verbos van en Indicativo.

¿Conocés los nuevos modelos de zapatillas?

En este caso se señala más explícitamente la relación de los participantes porque se espera una respuesta del interlocutor. Los verbos van también en Indic.

Informate sobre los nuevos modelos de zapatillas.

El “yo” intenta que el interlocutor cumpla o realice algo. Los verbos están en Impe-rativo.

Estas modalidades no se superponen: o declaramos o interrogamos o pedimos. (Pedir incluye desde una orden hasta un ruego.)

Ejemplo:

Page 43: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

43

A veces en ciertos enunciados expresivos pueden aparecer órdenes en forma indirecta, por medio de preguntas o afirmaciones.

¿No te molesta cerrar la ventana?

Te aviso que ya no espero más tu respuesta.

Este es el recurso que usa la publicidad de TELECOM.

Otras veces indica la relación entre el hablante y lo que dice. Implica:

Un juicio apreciativo o valorativo sobre lo que se dice; se manifiesta por medio de adverbios o construcciones equivalentes: felizmente, lamenta-blemente, por desgracia, es una lástima que, por suerte, menos mal que, es aceptable que, es injusto que...

Es injusto que una agencia imponga al periodista el criterio de que ser el primero con la noticia vale más que la verdad.

Por suerte, hoy ya no nos atamos a esos prejuicios.

El grado de certeza que el hablante tiene con respecto a lo que enuncia.

Esta modalidad se manifiesta con diferentes recursos:

Adverbios o construcciones equivalentes: es posible, puede que, puede ser que, tal vez, no cabe la menor duda, en efecto, quizás, evidentemente, de hecho, obviamente, seguramente...

Evidentemente, es más difícil descubrir la verdad en un país dirigido por un tirano que en otro donde impera la democracia. En el primero se censu-ra la opinión y se suspende el ejercicio de la libertad de prensa.

Quizás las políticas de integración realizadas hasta ahora no sean suficien-tes para insertar a Latinoamérica en el proceso de globalización.

Verbos modales: creer, suponer, asegurar, confirmar, negar.

Creo que la organización correcta de un informativo se apoya en tres pre-supuestos: primero, que el público desee informarse; segundo, que haya personas dispuestas a satisfacer ese deseo, y tercero, que se les permita hacerlo.

Las encuestas confirmaron la supremacía de un candidato sobre los otros.

Los vecinos negaron haber oído disparos a media noche.

Page 44: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

44

Tiempo condicional: indica posibilidad. Se suele usar en el periodismo para transmitir alguna noticia que no ha sido comprobada, lo que suele llamarse “trascendidos”.

El esperado conjunto vendría a fines de marzo para ofrecer el tan prometi-do recital.

Llamarían a elecciones en abril.

Tiempo futuro que puede indicar:

a) promesa, generalmente en 1ra persona;

Como anunció el vocero presidencial, juraré como ministro este mes.

b) predicción, orden, probabilidad, en 2da o 3ra persona.

Trascendió que el nuevo equipo podrá incorporarse en el campeonato.

La Bolsa operará con normalidad a pesar de la baja del dólar.

La modalización a veces depende de la construcción sintáctica que produce cambios semánticos según la ubicación de las palabras en el sintagma.

En un ordenamiento habitual (sujeto + verbo + modificadores), el enunciado será más neutro:

Las nuevas medidas paralizaron los mercados.

En cambio, si el periodista quiere acentuar el impacto que las medidas produjeron ubicara la palabra “paralización” al comienzo del sintagma.

Parálisis en los mercados por las nuevas medidas.

Los titulares de diario ofrecen ejemplos de estos recursos de modalidad.

Cuando no aparece el agente (o se emplea la pasiva con se), el receptor puede entender que el hablante no quiere que se conozca quién es el responsable de algo.

Los hechos discriminatorios fueron protagonizados en plena vía pública. Se protagonizaron hechos discriminatorios en plena vía pública.

La acción VOLVIÓ EL FÚTBOL. SONRISA ROJA

El resultado LA VIOLENCIA SE ADUEÑÓ DE OTRA JORNADA DE FÚTBOL

Los agentes HURACÁN Y BANFIELD, POR LA PUNTA

Page 45: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

45

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

A) Cambiar en el siguiente fragmento de una novela contemporánea el tiem-po futuro por los pretéritos habituales del relato y emplear la 3ra persona; comentar la diferencia de significado entre el texto original y el que ha sido modificado.

Te trasladarás del aeropuerto a tu oficina y recorrerás una ciudad impreg-nada de gases de mostaza, porque la policía acabará de disolver esa mani-festación en la plaza de Caballito. Consultarás con tu jefe de redacción las cabezas de la primera plana, los editoriales y las caricaturas y te sentirás satisfecho. [...] Después pasará a la oficina tu administrador, Padilla, y te dirá que los in-dios andan agitando y tú, a través de Padilla, le mandarás a decir al comi-sario ejidal que los meta en cintura, que al fin para eso le pagas.

Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz, Barcelona, Bruguera, 1980.

B) Determinar modalidades de enunciación y de enunciado.

1- La Agricultura solo florece con el gran consumo, y este, ¿cómo lo hará en un País aislado y sin comercio, aun cuando se pudiese encontrar en el Mun-do? Así es, que los Economistas claman por el comercio, que se atraigan los Ex-tranjeros á los puertos de la nación Agricultora, pues la prosperidad de aquellos debe contribuir á la de esta; con ella se multiplican los hombres, y por consiguien-te los consumidores: este principio fundamental de la Economía Política arguye la necesidad del comercio.

La definición del comercio convence por sí sola de esta verdad. ¿Qué cosa es el comercio? Es el cambio de lo sobrante de lo necesario; ¿Y cómo podrá dar-se este cambio sin Agricultura? ¿Cuál será el sobrante de un País que carezca de ella? Es preciso convenir que no existiría comercio alguno, así como de ningún modo habría Agricultura sin él. [...] Yo no dudo ver en mis días las ventajas que conseguirán todas las Provincias que se hallan sujetas á la jurisdicción de este ilustre Cuerpo, mucho más quando la Soberana resolución que tenemos presente, le dá facultad expresamente, para que proponga premios todos los años sobre los objetos mas utiles de Agricultura, Artes y Comercio para estimular á los trabajado-res. (Nota: Respetamos la grafía original del texto).

M. Belgrano. “Unión de Agricultura y Comercio. Premios”. 14-06-1798; en Memorias: Manuel Belgrano. Bs. As., Biblioteca Página/12.

2- “Trato de murmurar su nombre. Sé que no escuchan mis palabras. Por lo menos esto debo agradecerle a Teresa: haberme acercado el cuerpo joven de su hija. Si solo distinguiera mejor su rostro. Si solo pudiera ver mejor su mueca. De-

Page 46: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

46

be darse cuenta de este olor a escamas muertas, de vómito y sangre; debe mirar este pecho hundido, esta barba gris y revuelta, estas orejas cerosas, este fluido incontenible de la nariz, estos ojos sin rumbo deben ensayar otra mirada...”

(Fuentes, Carlos, La muerte de Artemio Cruz).

3- “Así he dejado que el abuso de la libertad se derivara en lo arbitrario, en lo insultante y lo agresivo, tanto más que lo que se quería y notaba visiblemente era llevarme al ejercicio de un gobierno de sangre y fuego, como desgraciada-mente fueron los hábitos del pasado, en el cual no incurriré jamás, por mis propias modalidades y por el deseo de inculcar e inducir a esos elementos a una mejor cultura y civilidad...” H. Irigoyen. Memorial a la Corte Suprema de la Nación, 24 /08 /1931. 4- Una pregunta por el millón: ¿Hasta dónde te llevará tu sentido de disci-plina, capitán Montes? ¿Te llevará a cometer más crímenes en nombre de otros? ¿A rehuir tu imagen en los espejos? ¿Hasta dónde te llevará tu sentido de disci-plina, capitancito Montes? ¿A ir cancelando tu capacidad de amor? ¿A convertir tus odios en rutina? ¿O a permitir que tu rutina agreda, hiera, perfore, fracture, viole, ampute, asfixie, inmole?

M. Benedetti. “Escuchar a Mozart”, en Todos los cuentos de Mario Benedetti, Cuba, Casa de las Américas, 1980.

5- A lo largo de la historia su estrategia ha sido dividirnos, a lo largo de 200 años casi los imperialistas europeos y los yanquis han hecho todo lo necesario para mantener divididos e impotentes a los pueblos de América Latina... Lógicamente para que tal política imperialista pueda prosperar se necesitan gobiernos verdaderamente lacayos, gobiernos verdaderamente reaccionarios, gobiernos verdaderamente títeres. Porque entre pueblos revolucionarios solo se pueden despertar estos sentimientos que hoy se despiertan entre Chile y Cuba, sentimientos de verdadera hermandad.

Fidel Castro. Décimo aniversario de Playa Girón, 1971. 6- Sobre todo, Adso, tratemos de no caer en apresuramientos. Es imposi-ble resolver aprisa los problemas cuando para ello se necesita acumular tantas experiencias individuales. Ahora regresaré al taller, porque sin las lentes no solo seré incapaz de leer el manuscrito, sino que tampoco valdrá la pena que volva-mos esta noche a la biblioteca. Tú ve a averiguar si se sabe algo de Berengario.

U. Eco. El nombre de la rosa. Barcelona, Lumen, 1988.

C) Modelo de análisis del discurso:

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Pá-ramo. Mi madre me lo dijo. [...]

Todavía antes me había dicho: –No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obliga-

do a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. [...]

Page 47: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

47

Pero no pensé en cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.

Juan Rulfo, Pedro Páramo, Buenos Aires, FCE, 1993.

Discurso de la madre

Discurso del hijo

Enunciación/Enunciado Enunciador: madre Enunciatario: su hijo

Enunciación/Enunciado Locutor: hijo Alocutario: lectores

Deícticos

#Pronombres: Referencia a la segunda persona a través de las desinencias verbales. Referencia a la primera persona (ma-dre): “darme”, y a la primera persona plural: “nos” #Apelativos: “hijo mío” #Demostrativos: no hay #Locuciones de lugar: no hay #Locuciones de tiempo: “nunca” #Mundo comentado/mundo narrado: Mundo narrado, pret. perfecto simple

Deícticos

#Pronombres: Referencias a la primera persona (“Vine”);y tercera persona: Él (“vivía mi padre”) y Ella (“Mi madre me lo dijo”) #Apelativos: padre, un tal Pedro Páramo, madre, aquel señor, marido de mi madre. #Demostrativos: “aquel”, referido al pa-dre. #Locuciones de lugar: “acá” (Comala) #Locuciones de tiempo: “antes”, “ahora” #Mundo comentado/mundo narrado: Combina el pret. perfecto simple con el pret. imperfecto (recordar puesta en relie-ve)

Modalizaciones

Modalidad de enunciación: imperativa Modalidad de enunciado: apreciativa Modalidad de mensaje: “El olvido en que nos tuvo” (referida al orden sintác-tico). Esta modalidad sirve para desta-car alguna parte de la oración.

Modalizaciones

Modalidad de enunciación: aseverativa Modalidad de enunciado: apreciativa Modalidad de mensaje: “Y de este modo se me fue formando….” (referida al orden sintáctico).

Cadenas isotópicas: pedirle-exígele-obligado-olvido-cóbraselo

Cadenas isotópicas: sueños-ilusiones-esperanza

Page 48: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

48

CONCLUSIONES:

A partir del análisis del discurso de la madre y del hijo vemos cómo en el primero se manifiesta, en el nivel de enunciado, un resentimiento ha-

cia Pedro Páramo. Muchos de los niveles señalados nos remiten a esa distancia de la madre con respecto a su esposo que la ha abandonado.

Por el contrario, en el discurso del hijo se manifiesta una idea de acer-

camiento a lo que fue su padre. En el nivel discursivo quiere unir el an-tes y el ahora, quiere superar el abandono de su padre para reencon-

trarse con su figura y, por lo tanto, con sus raíces.

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

CONSIGNA: A partir del modelo, analizar el siguiente texto:

Realmente lo siento, pero no aspiro a ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de nada. Me gustaría ayudar en lo posible a cristianos y judíos, negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua... no de nuestra mutua desdicha. No queremos des-preciarnos y odiarnos mutuamente.

En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede ga-rantizar la subsistencia de todos. El camino de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino. La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio y nos ha hecho entrar marcando el paso de la oca en la miseria y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La mecaniza-ción que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia, duros y brutales. Pen-samos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de es-píritu humanitario que de mecanización.

Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo estará perdido. La avia-ción y la radio nos han acercado los unos a los otros. La naturaleza misma

Page 49: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

49

de estos inventos requería la bondad del hombre y reclamaba una fraterni-dad universal para la unión de todos.

En este momento mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo. A aquellos que puedan comprenderla les digo: no desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito fe-roz, de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo. ¡Y mientras existan hombres que sepan morir, la libertad no podrá perecer!

Soldados, no os entreguéis a esos brutos...hombres que os desprecian y os tratan como esclavos, hombres que regimientan vuestras vidas, impo-nen vuestros actos, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos; que os amaestran, os hacen ayunar, os tratan como ganado y ¡os utilizan como carne de cañón!.No os pongáis en manos de esos hombres contra natura, de esos hombres-máquina con corazones de máquina. ¡Vosotros no sois máquinas! ¡Vosotros no sois ganado! ¡Vosotros sois hombres! ¡Vosotros lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones! No odiéis. Solo los que no son amados odian. Los que no son amados y los anorma-les....Soldados, ¡no combatáis por la esclavitud! Combatid por la libertad. En el capítulo 17 del evangelio según San Lucas está escrito: "El reino de Dios está en el hombre mismo". No en un solo hombre, ni en un grupo de hombres, ¡en todos los hombres! Y ¡vosotros! Vosotros, el pueblo tenéis el poder para crear máquinas. El poder para crear la felicidad.

Vosotros el pueblo tenéis el poder para crear esa vida libre y espléndida... para hacer de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder... ¡unámonos todos! Luchemos por un nuevo mundo, un mundo limpio que ofrezca a todos la posibilidad de traba-jar, que dé a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la nece-sidad, prometiendo estas cosas gente ambiciosa se ha hecho con el poder, pero ¡han mentido! No han mantenido sus promesas, ¡ni las mantendrán jamás! Los dictadores se han liberado pero han domesticado al pueblo. Combatamos ahora para que se cumpla esa promesa. Combatamos por un mundo equilibrado...un mundo de ciencia en el que el Progreso lleve a to-dos a la felicidad. ¡Soldados! en nombre de la democracia, ¡unámonos!

Charles Chaplin, El Gran Dictador, 1940

Page 50: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

50

LECTURA Y ANÁLISIS

Élida Ruiz (1995) Enunciación y polifonía (Selección, adaptación y co-

mentarios), Cuadernos de Lectura N.º 2, Ars, 1995.

Cuestionario

1) Caracterice la originalidad de la propuesta de la Teoría de la enunciación se-gún Ducrot.

2) Explique el funcionamiento inverso de la lingüística de la enunciación.

3) ¿Cuáles son los modos en que puede estudiarse la enunciación?

4) ¿Cuál es la forma elegida por Benveniste para estudiar la enunciación?

5) ¿Por qué la relación tú-yo se produce en la enunciación?

6) Enumere y caracterice las formas gramaticales que están vinculadas con la enunciación.

7) ¿Por qué la temporalidad nace de la enunciación?

8) ¿Cuáles son las grandes funciones sintácticas vinculadas con la enunciación?

9) Caracterice la noción de oración.

10) ¿Cuáles son las diferencias entre oración, enunciado y enunciación?

11) Caracterice locutor, enunciador y alocutario.

12) Caracterice el contexto de enunciación.

13) ¿Se puede construir el contexto teóricamente?

14) ¿Qué significa deixis?

15) ¿Por qué los deícticos están vinculados con la enunciación?

16) ¿Cómo denomina Jakobson a los deícticos?

17) Caracterice los deícticos frente a las anáforas y catáforas.

Page 51: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

51

Unidad N.º 2

Las dimensiones semántica y

pragmática

1. Los sobreentendidos

Consideraremos, en principio, que todo enunciado deja entender que son satisfe-chas las condiciones que lo vuelven legítimo y efectivo, es decir, en un sentido amplio, las condiciones de adecuación contextual: "La enunciación de una oración presupone pragmáticamente que su contexto es adecuado" (Keenan). Un enun-ciado como "¿De dónde salís?" deja entender, por ejemplo, que el locutor no po-see la información que solicita, que le interesa obtenerla (condiciones vinculadas con el acto de preguntar), que tiene una relación de familiaridad con el alocutario (condición vinculada con el registro), etc. Por otra parte, en la medida en que el enunciado se inscribe en un intercambio verbal, deja entender también que respe-ta las normas que regulan su ejercicio. A estas normas generales Ducrot les da el nombre de leyes del discurso e incluye en esta categoría entre otras, la de la ex-haustividad: "En la sociedad moderna occidental, cuando se pretende dar al alo-cutario informaciones sobre cierto tema, hay que darle, de las informaciones de las que se dispone, aquellas, que se consideran las más importantes para él o, en todo caso, no se puede callar una información más importante que aquella que se le da, salvo cuando otra ley se lo impida".

Y también la de motivación: "En nuestra comunidad lingüística se considera que no se habla por hablar ni por cumplir con un rito sino porque es útil hacerlo... Toda palabra debe estar entonces motivada".

H. P. Grice, por su parte, les da el nombre de máximas conversacionales. Parte del reconocimiento de que los intercambios verbales consisten en esfuerzos cooperativos: "Cada participante reconoce en ellos un fin común o un conjunto de fines o, al menos, una dirección mutuamente aceptada... (de modo que) a cada paso alguna maniobra conversacional se excluye por ser conversacionalmente inapropiada". Establece así lo que llama el principio cooperativo ("Que tu contribu-ción conversacional sea la que se requiera, en el momento en que acaezca, el propósito o la dirección del intercambio lingüístico en el que estás involucrado") que se despliega en cuatro grupos de máximas:

1. Cantidad: "que tu contribución sea tan informativa como sea necesario, que no sea más informativa de lo que se requiere."

2. Calidad: "no digas lo que crees falso, no digas nada a la ligera o gratui-tamente."

3. Relación: "que tu contribución no sea inoportuna o fuera de lugar."

4. Modalidad: "sé claro y explícito".

Page 52: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

52

Retomando lo que señalamos al principio, todo enunciado deja entender que es-tán satisfechas las condiciones o respetadas las reglas que pautan el intercambio verbal en curso. Pero es posible también que el locutor quiera dar a entender es-to, es decir, estimular en el alocutario una inferencia del tipo: si me dio una orden es porque tiene autoridad para hacerlo, si me dijo solo eso es porque no sabe más, si me trató de che es porque considera que tenemos la suficiente familiari-dad, etc. Estas inferencias, que puede también llevar a cabo el alocutario inde-pendientemente de las intenciones del locutor, son desencadenadas en la mayo-ría de los casos o por la presencia de un hueco informativo, o por una inadecua-ción entre el enunciado y la percepción que el alocutario tiene de la situación y del intercambio verbal en el que está comprometido. Las hipótesis que debe formular para restituir la coherencia, la pertinencia, la adecuación son consideradas, en un sentido amplio del término, sobreentendidos. Si bien resulta fácil reconocer su existencia no lo es tanto identificar los mecanismos que guían esta actividad in-terpretativa.

Grice, cuyo aporte en este sentido es fundamental, da el nombre de implicitacio-nes conversacionales a las hipótesis que el alocutario se ve obligado a hacer para conciliar el enunciado del locutor con la presunción de respeto a las máximas. Distingue tres tipos de implicitaciones, según la situación que la desencadene:

a) Cuando aparentemente no se violen las máximas: si A dice "Se me aca-baron las hojas" , la respuesta de B "Hay un block en el cajón" indica que B consi-dera que A puede utilizar el block y que este está en condiciones de ser utilizado.

b) Cuando la violación de una máxima se explica por el hecho de que el lo-cutor no ha querido violar otra: si A pregunta" ¿Cuánto cuesta?" y B responde "No demasiado", viola la primera máxima de la Cantidad; si A considera B respeta las máximas y que no hay ninguna razón para que quiera ocultar el precio (querer hacerle un regalo, por ejemplo) el enunciado implícito que no sabe el precio exac-to (es decir que ha violado la primera máxima de la Cantidad para no violar la se-gunda máxima de la Calidad).

c) Cuando la violación es manifiesta y solo puede explicarse por la inten-ción deliberada del locutor de estimular en el alocutario la formulación de una hi-pótesis determinada ("Cuando se viola una máxima con el propósito de introducir una implicitación conversacional"): si un director de colección le pregunta a un colega su opinión sobre un libro, porque sabe que el otro lo ha leído, y este le contesta "Su autor es un joven muy simpático", posiblemente el alocutario, que no tiene razones para suponer que el otro no respeta las máximas, sacará la conclu-sión de que el locutor no tiene una opinión favorable de la obra y que esto es lo que quiere implicar con su enunciado (es decir, que la violación de una máxima no puede explicarse por el deseo de violar otra, la de la Calidad por ejemplo, ya que ha leído el libro y está en condiciones de juzgarlo).

El análisis de las implicitaciones conversacionales muestra con particular claridad cómo los sobreentendidos son el producto de una actividad interpretativa que re-curre permanentemente las distintas competencias de los hablantes. Si bien los sobreentendidos pueden ser estimulados por el locutor (este puede dar a enten-der, sugerir, insinuar algo) son asumidos por el alocutario ya que es este el que, al preguntarse por qué el otro dijo lo que dijo (al intentar reconstruir la intención ilo-cutoria), se ve obligado a formular hipótesis y a extraer conclusiones. Esta activi-

Page 53: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

53

dad interpretativa está por cierto presente en la lectura de textos, ya que estos están, como dice Umberto Eco, "plagados de espacios en blanco, de intersticios que hay que rellenar", y agrega:

"Un texto es un mecanismo perezoso (o económico) que vive de la

plusvalía de sentido que el destinatario introduce en él y solo en casos

de extrema pedantería, de extrema preocupaci6n didáctica o de extrema

represión el texto se complica con redundancias y especificaciones ulte-

riores (hasta el extremo de violar las reglas normales de la conversa-

ción)".

2. Las presuposiciones e inferencias semánticas y pragmáticas

La oposición expuesto (o afirmado) / presupuesto remite a dos formas de presen-tación de la información en un enunciado. En el primer caso se la presenta como aquello que constituye el verdadero "objeto del decir", susceptible entonces de ser cuestionado o negado. En el segundo caso se la presenta como lo ya sabido, lo que casi no tiene necesidad de ser dicho, lo que está fuera de la línea así como el marco del diálogo impuesto por el locutor al alocutario. Si decimos: "es Juan el que mató a la mujer", presuponemos entre otras cosas, que alguien mató a la mu-jer. Si decimos: "El ministro sabe que la situación no da más", presuponemos la verdad de la proposición "la situación no da más" (lo que no ocurre, por ejemplo, en "El ministro cree que la situación no da más"). Si, finalmente, decimos: "El pre-sidente tendría que haber tenido en cuenta las demandas de los sectores poster-gados" presuponemos que el presidente no las tuvo en cuenta y que existieron demandas de los sectores postergados (y, también, que existen sectores poster-gados).

En todos los casos, lo presupuesto aparece inscripto en el enunciado, vinculado con construcciones o lexemas que constituyen sus puntos de anclaje (oraciones hendidas, verbos factivos, sintagmas nominales, modales condicionales, etc.) y, si bien no existe una definición unitaria acerca de la noción de presuposición ni un acuerdo sobre si su caracterización debe ser semántica y/o pragmática, pareciera haber un consenso acerca de las piezas léxicas y las construcciones pertinentes. Por cierto que esta posibilidad que ofrece la lengua puede ser explicitada o cance-lada en el discurso y que incluso el juego discursivo puede ubicar en el ámbito de lo presupuesto partes de un enunciado no marcado presuposicionalmente. Pero son justamente estos fenómenos de neutralización, anulación o desarrollo propios de las estrategias comunicativas, con sus diversos efectos de sentido, los que constituyen uno de los centros de interés en el análisis de los discursos. Primera-mente nos referiremos a los criterios utilizados para el reconocimiento de las pre-suposiciones y luego presentaremos algunos de los lexemas y construcciones más analizados.

Los criterios semánticos clásicos para delimitar el fenómeno de la presuposición, es decir, para diferenciar lo afirmado o expuesto de lo presupuesto, son la nega-ción y la interrogación: la presuposición de una oración afirmativa se conserva en los enunciados de oraciones negativas e interrogativas construidas a partir de la primera. O, con términos de Ducrot:

Page 54: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

54

"Para que la oración O presuponga X, es necesario que todos los

enunciados de O transiten X y que X esté contenido también en

todos los enunciados de las oraciones interrogativas y negativas

construidas a partir de O".

Si comparamos:

Juan ha dejado de estudiar. Juan no ha dejado de estudiar. ¿Juan ha dejado de estudiar?

Reconocemos que en todos los casos se presupone que Juan estudiaba antes; esta información aparece entonces como un elemento común a los tres enuncia-dos señalados.

Estos criterios tienen una aplicación bastante restringida debido a que un gran número de enunciados no pueden ser sometidos fácilmente a la negación y a la interrogación (oraciones con distintos modificadores verbales, por ejemplo), y a los problemas que plantea, particularmente, el alcance de la negación. En algunos enunciados, relativamente simples, la negación no conserva las presuposiciones (ya veremos cuando analicemos los predicados que esto nos permite reconocer distintas clases de verbos): comparemos "Juan se hace el enfermo" que presupo-ne que no está enfermo con el enunciado negativo "Juan no hace el enfermo"; o una pregunta parcial como "¿Qué hizo Pedro?" que presupone que Pedro ha he-cho algo, con " ¿Qué hizo Pedro?".

Debido a estas limitaciones de los criterios clásicos, Ducrot propone tener en cuenta fundamentalmente el comportamiento de los enunciados respecto del en-cadenamiento:

"Si una oración presupone X, y un enunciado de esta oraci6n es

utilizado en un encadenamiento discursivo, por ejemplo cuando

se argumenta a partir de él, el encadenamiento se lleva a cabo

con lo afirmado del enunciado y no con lo presupuesto".

De allí que considere presupuestos de un enunciado las indicaciones que este aporta pero sobre las cuales el enunciador no quiere (hace como si no quisiera) apoyar o hacer descansar su argumentación. En "Juan ha dejado de estudiar, así está libre por la mañana", la presuposición "Antes Juan estudiaba" está al margen de la línea argumentativa del discurso: lo pertinente argumentativamente es que Juan ahora no estudia. Si bien es posible encadenar con los presupuestos, parti-cularmente cuando cambia el locutor ("Juan ha dejado de estudiar" y la réplica "Así que se consideraba con el coeficiente intelectual suficiente"), el entorno ideal previsto para el enunciado no es tal. Por eso se señala que las presuposiciones solo suministran el marco en el cual se organizan las asociaciones desencadena-das por su contenido expuesto.

El criterio del encadenamiento permite, por otra parte, diferenciar en un enunciado no marcado presuposicionalmente como "Visité Madrid con Alejandro" lo presu-puesto de lo afirmado. Si el encadenamiento previsto se refiere, por ejemplo, a la suerte que ha tenido de poder visitar Madrid, lo presupuesto es que estuvo acom-pañado por Alejandro. Si, por el contrario, el locutor continúa con un comentario sobre el comportamiento de Aleiandro, la visita a Madrid funciona como presu-

Page 55: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

55

puesto. Este aspecto de la propuesta de Ducrot se relaciona con las definiciones informacionalistas de la presuposición ("la información que el hablante supone común a él y al destinatario") ya que, particularmente en lo escrito, el encadena-miento efectivo es el que va a permitir reconocer el foco (o lo nuevo) y lo presu-puesto (lo conocido o supuestamente conocido por los interlocutores).4

3. Los actos de habla

Cuando hablamos realizamos actos que modifican sustancialmente el estado ac-tual de lo existente, es decir, hacemos cosas con palabras, ejecutamos “actos de habla” tales como prometer, ordenar, preguntar. Al hacer una promesa, por ejem-plo, no solo comunicamos o presentamos un cierto estado de cosas, sino que ac-tuamos, alteramos un orden establecido de antemano, irrumpimos con una modi-ficación. Si el decir es un tipo particular del hacer, el lenguaje nos permite no solo describir aspectos de la realidad, sino que, en ciertos casos, “hace” lo que deci-mos en el momento que lo decimos.

Todo discurso emitido ante una audiencia no solo origina interacción comunicativa sino que además espera transformaciones. Si esto es así, debemos suponer que de todo enunciado emana una acción y, en consecuencia, este se convierte en herramienta para movilizar a otros, según sean las relaciones establecidas entre las partes. De ahí que conformar un mensaje implica, en muchos casos, llevar a cabo acciones en el momento de ser expresadas. Ya vimos que es propiedad del lenguaje lograr que el decir sea un tipo particular del hacer y que, en última ins-tancia, el hacer y el decir actúen simultáneamente.

Cuando un político dice:

“Vengo a cerrar un capítulo absurdo de la división cruel entre todos los ar-gentinos.”

(Carlos S. Menem, 1º/11/89, pág. 7) [1]

en ese momento (ni antes ni después) está llevando acabo el acto de “venir a ce-rrar”, independientemente de que de veras lo realice.

Este tipo de enunciados que no describen estados de cosas (constatativos), sino que hacen lo que estoy diciendo en el instante mismo del decir, son los enuncia-dos que Austin (1962) denomina realizativos o performativos. Si comunicarse con-forma un tipo de acción y los actos de habla, sus realizaciones particulares como prometer, convocar, amenazar, acusar, etc., sería interesante establecer matices a partir de una clasificación de dichos verbos. Para ello recurrimos a Austin que nos habla de repartirlos en cinco clases, a pesar de no estar muy conforme con la propuesta. Estas son: a) veredictivos (condenar, absolver, estimar...); b) ejecuti-vos (designar, nombrar, perdonar, revocar...); c) promisorios (prometer, apostar, jurar...); d) comportativos (excusarse, agradecer, desear...), [categoría calificada de “disparate”]; e) expositivos (afirmar, negar, testimoniar, aceptar...), [categoría “difícil de definir”].

4 E. Arnoux y col., Curso completo de Elementos de Semiología y Análisis del Discurso, fascículo 6, Buenos Aires, Ediciones Cursos Universitarios, 1986.

Page 56: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

56

Las insatisfacciones de Austin han incitado a Searle (1979)5 a modificar esta ta-xonomía y, fundamentalmente, a apoyarla sobre bases más científicas. Los actos pasan a reordenarse de la siguiente manera:

1) asertivos (concluir, jurar que...);

2) directivos o ejecutivos (pedir, ordenar invitar...);

3) promisorios (prometer...);

4) expresivos (agradecer, excusarse, deplorar...);

5) declarativos o veredictivos (condenar, nombrar, declarar...).

Más adelante, Austin reformará su hipótesis, pero ya no en términos de enuncia-dos constatativos (los que describen o aseveran algo) y enunciados realizativos (los que indican una acción), sino en conceptos de una nueva unidad de análisis a la que denomina acto de habla, en la que –por supuesto– las dos dimensiones mencionadas ocuparán sus respectivos lugares.

El acto de habla, presentado como unidad de comunicación, contiene en sí tres acciones coexistentes: acto locucionario, ilocucionario y el perlocucionario.

El acto locucionario es, básicamente, el acto de referir y predicar. Por lo tanto, dentro del acto de habla, va a subsumir el enunciado constatativo.

El acto ilocucionario es el acto de hacer al decir, con lo que comprende la di-mensión del enunciado realizativo.

El acto perlocucionario se relacionará con los efectos que se pretenden obte-ner sobre la audiencia al llevar a cabo el acto.

Observamos pues, que en esta nueva ubicación de los enunciados, anteriormente opuestos, se articulan las distintas dimensiones que, en el caso de Austin, son simultáneas. Por ende, cuando nuestro autor dice ‘acto de habla’, se está refirien-do a los tres actos que lo componen. Sin duda, el aporte mayor de esta teoría es-tá en la dimensión ilocucionaria, es decir, en la dimensión del hacer algo cuando se dice, con el agregado de que ese ‘hacer’ no necesariamente tiene que estar explícito. En general, todo enunciado es un acto de habla, ya que estas fuerzas ilocucionarias palpitan en toda emisión que alguien produce.

Ahora bien, de toda esta exposición subrayamos que lo importante reside en ver cuáles son los criterios de identidad que posee cada una de estas dimensiones. En efecto, cuando trabajamos con los enunciados constatativos, nos movemos dentro de lo que podríamos denominar una semántica, porque manipulamos el campo de la proposición. Pero cuando trabajamos con el acto ilocucionario, ya nos introducimos en el contexto y nos movemos dentro de una pragmática. Esto se debe a que ese ‘hacer’ obligatoriamente implica un determinado uso del len-guaje que nos enfrenta a un contexto regido por una serie de convenciones asu-midas y respetadas.

5 John Searle, filósofo norteamericano, es quien, en 1969, reformula y, sobre todo, siste-matiza la hipótesis fundamental de Austin –la de los performativos– en su libro Actos de habla. En esa revisión Searle agrega una serie de conceptos muy interesantes, que si bien podrían aplicarse a cualquier tipo de discurso, están directamente relacionados con los de índole política. Es esta la causa por la cual no nos detendremos aquí en su pen-samiento.

Page 57: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

57

PARA SINTETIZAR

Un acto de habla es la acción que se lleva a cabo cuando se realiza una emisión lingüística para referirse a algo con una intención determinada.

Estructura: Los actos de habla están constituidos por tres actos que se realizan simultáneamente:

Acto locutivo (locucionario) o de emisión es el acto de decir algo:

Te regalo mi libro.

Acto ilocutivo (ilocucionario) es el acto de hacer algo al decir algo.

Te regalo mi libro. (Digo y entrego el ejemplar.)

Acto perlocutivo (perlocucionario) es el acto de decir algo para lograr un objetivo, es decir, se relaciona con el efecto que se producirá en el recep-tor:

Te regalo mi libro. (Digo, entrego el ejemplar y espero la reacción del otro).

Estas tres dimensiones de los actos de habla están siempre presentes como ele-mentos constitutivos del acto mismo.

3.1. La fuerza ilocucionaria. Importancia del contexto

Se denomina fuerza ilocucionaria a los actos de promesa, pe-dido, pregunta, etc., que tiene el acto de habla. Esta fuerza es la que permite determinar qué tipo de acto de habla se está llevando a cabo. Por ejemplo, si se dice: "Llueve mucho", ese acto de habla posee una fuerza ilocucionaria cuya naturaleza es una afirmación.

¿Cómo identificamos la fuerza ilocucionaria de un acto de ha-bla? A través de la lectura de sus "indicadores". La lengua dispone de varios recursos que funcionan como indicadores de la fuerza ilocucionaria. Los de uso más frecuente son los que siguen:

Page 58: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

58

a) Verbos que indican de manera explícita el tipo de acto de habla que se está ejecutando:

- Te prometo que saldré. (Prometer: compromisivo)

- Te reconozco tu gesto. (Reconocer: expresivo)

- Te aviso que renuncio. (Informar: asertivo)

- Me despido de ustedes. (Despedirse: expresivo)

- Te felicito por tus notas. (Felicitar: expresivo)

b) Signos de puntuación y auxiliares:

- ¿Llaman? (Preguntar: directivo)

- ¡A trabajar! (Ordenar: directivo)

c) Modos y tiempos verbales, frases verbales:

- Pueden cerrar las ventanas. (Permitir: directivo)

- Comí temprano. (Afirmar: aseverativo)

- Creo que ya vino. (Dudar: aseverativo)

d) Adverbios y expresiones equivalentes:

- Ojalá le guste. (Desear: expresivo)

- No quiero testigos. (Negar: aseverativo)

- Probablemente se lo diré. (Dudar: aseverativo)

Una misma emisión puede tener distintas fuerzas ilocucionarias de acuerdo con el contexto en que sea producida. Esto significa que, para determinar la fuerza ilo-cucionaria de un acto de habla, es fundamental conocer en qué situación fue emi-tido, quién fue el emisor y a quién se dirigía.

En la escuela la maestra frente a sus alumnos.

A.- ¿Podemos salir al recreo?

M.- Todavía no sonó el timbre.

En la casa, el matrimonio (mujer/esposo) en el comedor, a la espera de ami-gos.

M.- ¿Todavía no sonó el timbre?

E.- No, pero apurate, en cualquier momento llegan.

En un encuentro deportivo, dos espectadores:

E1. - Nos ganan por tres tantos.

E2. - Todavía no sonó el timbre.

Page 59: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

59

En el primer caso, la emisión "Todavía no sonó el timbre", funciona como una ne-gativa de la maestra respecto de la pregunta concreta de los alumnos. De hecho, si todavía no se manifestó la señal, no están autorizados a salir del aula.

En el segundo ejemplo, la mujer pregunta por el tiempo que le queda para termi-nar con los preparativos de la comida, antes de la llegada de las visitas. El marido le aconseja que se apresure a terminar lo antes posible.

Finalmente, al decir "Todavía no sonó el timbre" el espectador 2 del partido co-munica al espectador 1 el deseo de que el equipo al que ambos apoyan pueda, en el tiempo restante, equipararse o superar los tantos del contrario.

3.2. Actos de habla indirectos

Hay situaciones en la que los hablantes emiten un acto de habla cuya fuerza ilo-cucionaria difiere de su intención comunicativa. Por ejemplo, si una persona entra en un local que tiene todas las ventanas cerradas, puede hacer una pregunta para dar una orden ("¿Podrías abrir la ventana?"), o afirmar en lugar de hacer el pedido ("Hace calor acá."), etc.

Llamamos acto de habla indirecto a aquel que se produce con una fuerza ilocu-cionaria distinta de la que corresponde a la intención comunicativa del hablante.

Para interpretar adecuadamente los actos de habla indirectos son necesarios co-nocimientos generales y suposiciones contextuales. Muchas veces se usan para ser cortés o evitar situaciones tirantes con el oyente.

3.3. Los macroactos de habla

Por lo general, los actos de habla suelen combinarse en acciones compuestas y secuencias de hechos. Se forman así planes de acción, en los que algunas de ellas son auxiliares, otras componentes y otras preparatorias. Juntas se organizan y se integran en una macroacción. Por ejemplo, si alguien debe salir para asistir a una reunión de amigos (macroacción) realiza una serie de microacciones: duchar-se, vestirse, peinarse, salir de casa, buscar el auto en el garaje... y así sucesiva-mente hasta cumplir con su objetivo final.

Las secuencias de actos de habla requieren ser planteadas globalmente. A ese conjunto de varios actos de habla, organizados para un fin, se lo denomina ma-croacto de habla. Por ejemplo, para pedirle a un compañero algo por teléfono (macroacto de habla) se llevan a cabo distintos actos de habla: saludar, explicar, pedir, preguntar, agradecer, despedirse.

Reconocer el macroacto de habla que se está desarrollando en cada situación comunicativa permite, por un lado, entender el propósito general de la interacción y, por otro, identificar el tema que se está tratando.

Page 60: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

60

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

I) Indique qué actos de habla se llevan a cabo en cada uno de los siguien-tes ejemplos. Especifique, además, cuál es el efecto que el hablante in-tenta producir.

1) ¿Qué fecha es hoy?

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

2) Gracias y disculpe las molestias.

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

3) Ese vestido te queda muy bien.

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

4) Te prometo que hoy te pago.

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

5) Retírese, Juan, y no vuelva a entrar.

_______________________________________________________________________

______________________________________________________________________

II) Indique en el siguiente diálogo qué acto de habla se realiza y cuáles son los indicadores de fuerza ilocucionaria.

A. - ¿Me abren? (Acto de habla: __________________________________________

indicadores de F.I.: ______________________________________

B. - Por supuesto. Pasa. (Acto de habla: ___________________________________

indicadores de F.I.:________________________________________

A. - Gracias, son ustedes muy amables. (Acto de habla:_______________________

indicadores de F.I.: _______________________________________

Page 61: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

61

C. - Yo te esperaba más temprano ¿Qué te pasó? __________________________

indicadores de F.I.: _______________________________________

A. - Perdón. El tránsito está imposible. (acto de habla: ________________________

indicadores de F.I.: _______________________________________

C. - Creo que te volviste a quedar dormida. (acto de habla: ____________________

B. - Bueno, no se peleen. ¿Tomamos café? (acto de habla: ___________________

indicadores de F.I.: _______________________________________

III) Reescriba el diálogo anterior en estilo indirecto, utilizando distintos verbos que señalen de manera explícita el tipo de acto de habla reali-zado por los participantes.

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_______________________________________________________________________

_____________________________________________________________________

IV) Indique qué acto de habla se lleva a cabo en cada caso y especifique cuál sería la intención indirecta de cada uno de ellos.

a) Un amigo le pregunta a otro, antes de salir: ¿seguís teniendo esa corbata gris

tan linda?

_______________________________________________________________________

b) La abuela le dice a su nieto: ¿Podés quedarte quieto?

_______________________________________________________________________

c) Una hermana le comenta a la otra antes del festejo de su cumpleaños: ¡Cómo

me gustaría cambiar de cartera!

_______________________________________________________________________

Page 62: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

62

LECTURA Y ANÁLISIS

J. L. AUSTIN Cómo hacer cosas con palabras, Buenos Aires, Paidós,

1962.

Cuestionario

1) ¿Cuál es la nueva dimensión del lenguaje que incorpora esta teoría?

2) ¿Qué significa para el autor "hablar es hacer"?

3) ¿Cuáles son las características de los verbos realizativos?

4) Producir un breve discurso donde quede demostrada la facultad realizativa del lenguaje.

5) ¿Cuál es "la vuelta de tuerca" que presenta Austin?

6) ¿Vincula este modo de consideración del lenguaje con algún conocimiento previo? SÍ / NO. Justifique.

TUTORÍAS: Consulte con su tutor en caso de dudas. Participe en los foros.

Page 63: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

63

MÓDULO III

DISCURSO POLIFÓNICO

Unidad N.º 1

Los recursos polifónicos

POLIFONÍA

1. Los recursos polifónicos

El término polifonía indica la presencia de varias voces en un texto o en un enun-ciado. Esto significa que el sujeto enunciativo no solo produce su propio discurso individual, sino que también incorpora otras voces, otros enunciadores.

La polifonía se produce gracias a varios recursos:

la intertextualidad

los discursos referidos

la ruptura de la isotopía estilística

las preguntas

las negaciones

la ironía

las citas

las comillas

los refranes y proverbios

Antes de abordar el estudio de estos recursos, se transcriben tres fragmentos: uno de Michel Foucault y dos de Mijail Bajtín, que muestran o explican justamente la polifonía textual. Estos fueron elegidos a modo de presentación.

El orden del discurso, de Michel Foucault (Tusquets Editores) es un breve texto cuyo tema central es la problemática en torno al discurso. Pero no es este con-cepto lo que interesa subrayar ahora sino el comienzo y final de este trabajo como un ejemplo de polifonía.

Page 64: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

64

Al comienzo dice:

Me hubiera gustado darme cuenta de que en el momento de ponerme a

hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía mucho tiempo;

me habría bastado entonces con encadenar, proseguir la frase, introdu-

cirme sin ser advertido en sus intersticios, como si ella me hubiera he-

cho señas quedándose, un momento, interrumpida. [...] Me habría gus-

tado que detrás de mí (habiendo tomado desde hace tiempo la palabra,

repitiendo de antemano todo cuanto voy a decir) una voz hablase así:

“Hay que continuar, no puedo continuar, hay que decir palabras mien-

tras las haya, hay que decirlas hasta que me encuentren, hasta el mo-

mento en que me digan –extraña pena, extraña falta, hay que continuar,

quizás está ya hecho, quizás ya me han dicho, quizás me han llevado

hasta el umbral de mi historia, ante la puerta que se abre, ante mi histo-

ria; me extrañaría si se abriese.

Luego de esta introducción, Foucault conceptualiza acerca de la palabra, los dis-cursos y la relación de estos con lo social y lo institucional. Casi al final de su charla reconoce a sus maestros, a las palabras recibidas de ellos; su agradeci-miento se centra sobre todo en Jean Hyppolite (filósofo francés contemporáneo) quien a su vez le debió mucho a Hegel. Juego de voces que continúa Michel Fou-cault.

Cierra su libro así:

Y comprendo mejor por qué experimentaba tanta dificultad al comenzar

antes. Ahora sé bien cuál era la voz que hubiera querido que me prece-

diera, que me llevara, que me invitara a hablar y que se introdujera en

mi propio discurso. Sé lo que hacía de temible al tomar la palabra,

puesto que la tomaba en este lugar en el que le he escuchado y donde él

ya no está para escucharme.

Este fragmento se puede relacionar con la postura teórica que Mijail Bajtín expone en “El problema de los géneros discursivos” (en Estética de la creación verbal, Colombia, Siglo XXI, 1985), sobre todo cuando se refiere al intercambio verbal que implica un juego polifónico.

Bajtín sostiene que todo hablante no es un primer hablante que interrumpió el si-lencio del universo, sino que cuenta con enunciados propios y ajenos con los cua-les su enunciado establece relaciones de diversa índole.

“Todo enunciado es un eslabón en la cadena muy complejamente organizada de otros enunciados”. El enunciado es una unidad real que se delimita por el cambio de los sujetos hablantes. Este cambio solo puede entenderse si nos reconocemos miembros de una comunidad discursiva y que, por lo tanto, los “otros” también tienen voz. Incluso un mismo y solo hablante: por ejemplo, un escritor plantea preguntas, las contesta, las refuta; él mismo se instala como un “otro” discursivo. Por más monológico que sea un enunciado (un texto científico, por ejemplo) y que se concentre en su objeto, es una respuesta a aquello que se dijo acerca del mismo tema.

Page 65: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

65

Y en relación con la expresividad de un enunciado Batjín sostiene que esta no se determina solo por el sentido y el objeto del enunciado sino también por los enun-ciados ajenos emitidos acerca del mismo tema con los cuales se polemiza.

En este artículo, el autor no emplea la palabra polifonía pero alude a ella en la medida en que trabaja sobre el intercambio verbal, un hablante y su propia voz, un hablante y las voces de otros.

En Problemas de la poética de Dostoievky (Bajtín, M.: México, FCE, 1986) el tema de la polifonía se trata en el capítulo I, “La novela polifónica”. Según Bajtín, la obra de Dostoievsky aparece, para la crítica en general, como fragmentada en un con-junto de contradicciones ya que sus héroes suelen defender puntos de vista dis-tintos:

Para algunos la voz de Dostoievky se funde con la voz de algunos de

sus héroes, para otros representa la síntesis específica de todas esas vo-

ces ideológicas y, finalmente para terceros, su voz se pierde entre las

últimas.

Con los héroes puede estar de acuerdo o polemizar. Dostoievky genera un tipo de lector libre con voz propia y capaz de discrepar.

La pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles,

la auténtica polifonía de voces autónomas, viene a ser, en efecto, la ca-

racterística principal de las novelas de Dostoievky.

Los héroes no son objeto de un discurso sino sujetos de dicho discurso. Lo que el héroe dice de sí mismo acerca del mundo es autónomo del discurso del autor; aunque a veces parece cercano al autor y combina la voz de este con las voces igualmente independientes de otros héroes. En sus novelas aparece así un mun-do polifónico que rompe con la tradición de la novela europea que era en su ma-yoría monológica. Por ejemplo, en la novela romántica, los autores expresan di-rectamente sus simpatías y sus valores acerca de la realidad representada objeti-vizando todo lo que no pueden atribuir a su voz.

Algunos críticos, al enfrentarse a esa pluralidad de voces, se dejaron guiar por el contenido de las opiniones ideológicas de los héroes y redujeron la obra a una especie de totalidad no contradictoria y monológica. Otro camino fue explicar esa pluralidad recurriendo a los conceptos de antinomia y dialéctica que efectivamente también aparecen en sus textos.

Algunos se acercan más a la concepción polifónica sosteniendo que la visión del mundo de Dostoievky consiste en la afirmación del “yo” no como objeto sino como otro sujeto. Uno de los críticos subraya la importancia del diálogo en las obras de este escritor; aparece, efectivamente, el dialogismo, pero no como un recurso es-tético para mostrar su escepticismo o como una forma de dramatización. Las ré-plicas de un diálogo dramático no rompen el mundo representado, permiten un solo sistema de referencia; puede darse en varios planos pero no contiene varios mundos. En todo drama solo existe una voz plena: la del héroe.

La novela de Dostoievky posee otras características: es dialógica porque no se estructura como la totalidad de una conciencia que abarca a otras sino como la interacción de varias. Esta interacción implica que el lector no tenga un punto de

Page 66: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

66

apoyo firme para su lectura y esta se convierta en “otra voz”. La unidad monológi-ca del mundo aparece destruida en la novela de Dostoievky y los fragmentos de la realidad no se combinan directamente en la novela; esos fragmentos forman parte del horizonte y la conciencia de cada uno de los personajes.

La esencia de la polifonía consiste en que las voces permanezcan independien-tes. “La voluntad artística de la polifonía es voluntad por combinar muchas volun-tades”. En el caso de Dostoievky la época –el naciente capitalismo ruso– hizo po-sible la novela polifónica. Pertenecía subjetivamente a las contradicciones de su tiempo, cambió de causa pasando de una a otra, oscilaba entre el socialismo ma-terialista revolucionario y una visión conservadora y religiosa del mundo, vacila-ciones que no lo llevarían jamás a tomar partido. Esta experiencia acerca de las contradicciones objetivas de la época lo llevó a plantear en cada una de sus nove-las fuerzas coexistentes simultáneas: coexistencia e interacción.

Esta tendencia a verlo todo como coexistente y a representarlo así empuja a sus héroes a conversar con sus dobles, con el alter ego. Este fenómeno de aparición de personajes dobles es para mostrar la contradicción dentro de cada hombre. Dostoievsky quiere hacer dos hombres para expresar aun más lo contradictorio.

Donde veían un solo pensamiento, él sabía encontrar

dos ideas, un desdoblamiento, donde veían una sola

cualidad, él encontraba la existencia de una contraria.

Todo aquello que parecía simple, se convirtió en

complejo en su mundo. En cada voz, él sabía escuchar

dos voces discutiendo, en cada expresión oía una rup-

tura y la posibilidad de asumir en seguida una expre-

sión contraria, en todo gesto captaba simultáneamente

la seguridad y la incertidumbre a la vez, percibía la

profunda ambivalencia y la polisemia de todo fenó-

meno.

Las complejidades de su época y la percepción personal que de estas tuvo consti-tuyeron la base sobre la que creció su novela polifónica. Esto significa que no se le puede pedir conclusividad a su obra porque no era esa su percepción ni su in-tención.

La conciencia de Dostoievky no es autosuficiente sino que se vincula con otra; cada vivencia, cada pensamiento de héroe son dialógicos, polémicos, resistentes o abiertos a la influencia ajena; se orientan siempre al otro hombre.

Dostoievky sabía percibir esas relaciones dialógicas en todas partes, en

todas las manifestaciones de la vida humana consciente y plena de sen-

tido; donde empieza la conciencia, allí sí inicia para él “un diálogo”.

Bajtín también ha planteado teóricamente el fenómeno del carácter dialógico del discurso y de su función en la novela. El dialogismo designa la relación de unos enunciados con otros, relación que se puede comprobar en todo enunciado y de manera más notoria en la novela. Solo el discurso autoritario, el discurso dogmáti-co pretende revelar la verdad ya que no admite pluralidad de puntos de vista, ni repuesta. No permite ni escucha otra voz.

Page 67: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

67

1.1. Intertextualidad

El término intertextualidad fue introducido por el semiólogo ruso Bajtín. En un pri-mer momento sirvió para reemplazar la teoría de las “influencias” en las que se fundaban las investigaciones en la literatura contemporánea. A partir del concepto de intertextualidad, impreciso en un primer momento, se extrajeron otras conclu-siones diversas que iban desde el descubrimiento de una intertextualidad dentro de un mismo texto, debido a las transformaciones de contenido que el texto pro-ducía, hasta el caso de las citas de un autor dentro del texto de otro autor.

Si se acepta la afirmación de que un texto no es creación de la visión de un indivi-duo, sino que se crea a partir de otras obras, el fenómeno de la intertextualidad implica, entonces, la existencia de semióticas o de “discursos” autónomos en cuyo interior se operan procesos de construcción, reproducción o transformación de modelos.

Ej.: El cuento “Circe” de Julio Cortázar está basado en un episodio que Ulises pro-tagoniza en la Odisea.

El fenómeno de la intertextualidad es más frecuente y visible en la literatura. La incorporación de otros textos en un texto, en forma de plagio, homenaje, parodia, sátira, sistemas descriptivos, lugares comunes, son ejemplos habituales en el dis-curso literario. También la crítica es un ejemplo de intertextualidad en la medida en que relee un texto, lo relaciona con otros y además lo comenta.

Graciela Reyes en su libro Polifonía textual (Madrid, Gredos, 1984), sostiene que en la literatura contemporánea el ejemplo más exacerbado de intertextualidad lo constituye la obra de Borges. La mayoría de sus cuentos están construidos sobre uno anterior del que el nuevo es una nueva versión, un resumen, un comentario:

Creo que la intención es notoria: mostrar el mecanismo, buscar la con-

fabulación irónica, hacer recordar al lector que lo que va a leer, ha leído

o está leyendo es un “ya dicho” porque todo texto lo es, debe serlo y

“de eso se trata”.

Según C. Kerbrat-Orecchioni (La connotación, Buenos Aires, Hachette, 1983) se denomina intertextualidad al juego de alusiones que un texto plantea. Puede defi-nirse también como:

... el conjunto de textos que entran en relación en un texto dado. Este

intertexto puede adquirir dimensiones variadas. El caso límite lo consti-

tuye la antología de textos pastiches...

Los elementos que un texto dado toma de otros pueden pertenecer al nivel de estilo o del contenido. Estos elementos pueden reproducirse textualmente o ser transformados, modificados. Lo importante es que el intertexto tiene como función connotar al texto; el mecanismo connotativo abarca dos campos:

a) la relación que se establece entre un texto y otro;

b) los valores semánticos que se trasladan y cambian por lo tanto de signi-ficado al incorporarse a otro contexto.

Page 68: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

68

En una novela de Raúl Luis, El cazador (La Habana, Letras Cubanas, 1986), el autor trabaja sobre varias formas de intertextualidad. Una de ellas es seguir algu-nos datos biográficos y elementos de la estética borgeana:

recordación de la familia Acevedo (apellido materno de Borges) en casa de la cual vivió un personaje: Andrés Gaspar;

el uso de cierto léxico: laberinto, espejo, pavoroso, vislumbró;

en citas textuales, aunque el narrador no señala de dónde provienen:

Agrega una circunstancia brutal... (De “El muerto”)

Solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres pro-

pios. (De “Emma Zunz”)

El fenómeno de la intertextualidad permite la incorporación de variedades textua-les: textos de un solo autor o de varios autores, textos literarios o no literarios, textos orales. Además el locutor puede señalar o no la presencia de otra voz en su propia producción. También puede referirse a elementos modificados previa-mente y en este caso se puede hablar de influencia.

Algunos teóricos llegan más lejos y sostienen que todo texto no es más que la reproducción y refutación de textos anteriores. De este modo el concepto de inter-texto termina por confundirse con la cultura y con el conjunto de las lecturas de un escritor. Esto interesa al modelo de producción de un texto pero también al mode-lo de interpretación ya que el desciframiento de connotaciones intertextuales de-pende de la competencia cultural del receptor. El concepto de intertextualidad se encuadra en la antigua problemática de las fuentes (aunque la intertextualidad se produce con textos anteriores pero también contemporáneos) que vuelve a plan-tear el problema de las citas, de los plagios, de la parodia y que reinserta el texto individual en el conjunto de un discurso cultural. Esto lleva al tema de los límites, es decir, cómo marcar –si es posible– las fronteras que separan las individualida-des productivas.

El que escribe (el que pinta, el que esculpe, el que compone música)

siempre sabe lo que hace y cuánto le cuesta. Sabe que debe resolver un

problema. Los datos iniciales pueden ser oscuros, instintivos, obsesi-

vos, mero deseo o recuerdo. Pero después el problema se resuelve es-

cribiendo, interrogando la materia con que se trabaja, una materia que

tiene sus propias leyes y que lleva implícito el recuerdo de la cultura

que la impregna (el eco de la intertextualidad). [...]

Me puse a leer o a releer a los cronistas medievales, para asimilar su

ritmo, su candor. Hablarían por mí y yo quedaría libre de sospechas, pe-

ro no de los ecos de la intertextualidad. Así, volví a descubrir lo que los

escritores siempre han sabido (y que ya tantas veces nos han dicho): los

libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia

que ya se ha contado. Lo sabía Homero, lo sabía Ariosto, para no hablar

de Rabelais o de Cervantes. De modo que mi historia solo podía co-

Page 69: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

69

menzar por el manuscrito reencontrado, y también ella sería una cita

(naturalmente). Así escribí de inmediato la introducción situando mi

narración en un cuarto nivel de narraciones: yo digo que Vallet decía

que Mabillón había dicho que Adso dijo...

De Eco, Umberto: Apostillas a El nombre de la rosa.

Como ya se ha dicho, la intertextualidad plantea un problema con respecto a la recepción. Para que el lector descubra el otro texto requiere de una competencia cultural e ideológica. Se puede descubrir más fácilmente la intertextualidad cuanto más universal o conocido es el enunciado citado o aludido. En casos de que el texto aludido remita a universos más complejos es posible no recuperar la alusión, sobre todo si el autor no ofrece indicios de sus fuentes.

Tomados de la mano, los emires danzan, de alegría y jolgorio. Me rega-

lan doscientas danzarinas, un quiosco de malaquita, un gran manto de

tisú y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita como tú.

Exijo más danzarinas. Para rebajar hay tiempo. ¡Habrase visto jamás

cosa igual! De I. Blaisten: “Y un día vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.

1.2. Discursos referidos (directo, indirecto e indirecto libre)

Este tema es tratado por Valentín Voloshinov en El signo ideológico y la filosofía del lenguaje (Buenos Aires, Nueva Visión, 1976).

El discurso referido es discurso dentro del discurso, enunciado dentro del enun-ciado. Todo discurso tiene un tema. Un enunciado referido no es solo un tema del discurso; tiene la capacidad de introducirse en un discurso pero retiene su propia autonomía semántica. En la medida en que ese enunciado referido entra en la construcción de un discurso es un tema de ese discurso; se tiene así un tema de un tema.

El oyente percibe el enunciado referido como perteneciente a otro, como un enunciado que en su origen, fue independiente. El hablante al incorporar el enun-ciado de otro pone en juego normas sintácticas y estilísticas para poder asimilarlo, tratando de preservar la autonomía inicial de este. Se establece así una relación activa de un mensaje con otro. Son palabras que reaccionan ante palabras, pero de manera distinta a como se dan en el diálogo; en este los participantes no se integran en un contexto unificado.

El estudio de los discursos referidos lleva al problema de la recepción activa del discurso de otros hablantes. Cualquier tipo de transmisión comunicativa tiene fina-lidades especiales de acuerdo con el tipo de discurso: un cuento, una polémica, un tratado legal. Además la transmisión tiene en cuenta una 3ª persona, que es aquella a la cual se transmiten los enunciados referidos. Esto es importante por-que significa considerar lo social y la interacción correspondiente. Cabe aquí pre-guntarse qué interacción se establece entre el discurso de un autor, el referido y lo social. Según Voloshinov puede orientarse en dos direcciones.

La primera es la que él denomina estilo lineal. En este caso el discurso referido mantiene su integridad e independencia. Se recibe como un bloque integro. En el

Page 70: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

70

discurso aparece el enunciado referido en cuanto a qué dice y no cómo se dice, es decir aparece lo conceptual y se despersonaliza al mismo tiempo el sujeto que lo ha dicho. Esto permite plantear el grado de recepción autoritaria de un discurso referido, su dogmatismo, su seguridad ideológica. Cuanto menos es percibida la desviación entre lo verdadero y lo falso o entre lo bueno y lo malo, mayor es la despersonalización que sufre el enunciado referido.

El estilo lineal es el que plantea más claramente los límites entre el discurso del autor y el referido. Esto se logra construyendo contornos bien definidos para el discurso referido, que se relacionan con marcas gráficas y lingüísticas.

La segunda es la secuencia pictórica que tiende a borrar los contornos precisos del discurso referido y las voces que hablan se “contaminan” mutuamente. En es-te caso la recepción no solo tiene en cuenta qué dice el enunciado sino cómo ha sido dicho. Esta segunda orientación puede darse de dos maneras:

1. el discurso del autor incluye el referido pero no impregnándolo con su sub-jetividad: aceptación, ironía, burla, desagrado;

2. puede suceder lo contrario: que el discurso referido diluya el discurso del autor. Este caso se da sobre todo en las obras de ficción en las cuales el autor es desplazado por un narrador y este narrador puede ceder las pala-bras a diversos personajes. El discurso total de la obra se constituye en ese juego de enunciados referidos. Esto implica, según Voloshinov, un re-lativo individualismo en la recepción de un discurso.

En ambas orientaciones es importante la finalidad que persigue el autor (en térmi-nos actuales, “el nivel pragmático”). En la retórica clásica se exigía una clara de-limitación del enunciado referido: había una aguda conciencia de los derechos de propiedad sobre las palabras y que estas aparecieran tal como fueron dichas.

En la interpretación discursiva es importante tener en cuenta varios aspectos:

qué importancia le confiere la sociedad a un discurso político, judicial u otro en un momento dado;

qué posición ocupa en la jerarquía de valores un discurso particular que ha de ser referido;

qué situación ideológica y social tiene la recepción en un período o momen-to puntual;

cómo, por qué y en qué épocas los géneros literarios pueden producir des-viaciones de un estilo lineal, dogmático, racionalista.

Tal como lo plantea Voloshinov el problema de los discursos referidos no es solo una cuestión lingüística sino que implica una relación entre el autor, los individuos y la sociedad que actúan como receptores. Esta interrelación implica un juego de voces.

Hasta ahora se planteó el problema del discurso referido. Corresponde ahora ana-lizar dos modelos de enunciados referidos: el directo y el indirecto.

Ya en el Libro II de La República, Platón distingue tres modos de representación:

Page 71: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

71

a) puramente narrativa en la que el autor no simula ser otro (diégesis);

b) mimética: crea la ilusión de que habla otro;

c) mixta: alternancia de diégesis y mímesis.

En la narración el autor habla en su propio nombre; en la mimética imita a sus personajes y finge hablar como si fuera ellos; y en la mixta a veces habla el autor y otras veces hablan los personajes. La diferenciación entre enunciado referido directo y el enunciado referido indirecto aparece cuando se empieza a reflexionar sobre las formas de representación narrativa.

Genette habla de “relato de palabras” y distingue tres variedades con respecto al discurso o al pensamiento de los personajes:

a) el discurso directo que significa una cita directa de lo que alguien dijo:

Erasmo sostiene: la locura es el único camino hacia la sensatez.

b) el discurso indirecto, en el cual el enunciador cita las palabras de otro incluyéndolas en su discurso. Hay, en parte, una narrativización de lo citado:

Erasmo sostuvo que la locura era el único camino hacia la sensatez.

c) discurso narrativizado en el cual no hay cita. El enunciado toma las pala-bras de otros sin avisar al lector que es otra la fuente de la información y esas palabras constituyen de manera absoluta parte de su discurso:

¡Lo veía tan feliz! A veces pienso qué es mejor: ser cuerdo o loco; por

momentos me parece que la locura es el único camino hacia la sensatez.

Este último caso queda fuera del problema de los discursos referidos, de modo que se abordará solo el estudio del discurso directo y del discurso indirecto.

Tal como lo plantea Graciela Reyes en Polifonía textual, el discurso directo exige un verbo de comunicación (“decir”, “sostener”, “afirmar”, "concluir”, “determinar”, “avisar”...) que puede estar antes o después de lo referido:

Lacan dijo: el inconsciente está estructurado como un lenguaje.

Todo será sometido a la ley, afirmó Pereira.

En cambio, en el caso del discurso indirecto se requiere un verbo de “decir” ante-puesto y seguido del subordinante “que” o “si”.

Lacan dijo que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.

Preguntó si eran exactas esas palabras.

Los verbos no solo introducen el enunciado referido sino que orientan acerca de cómo deben ser entendidas las palabras del otro.

Sugirió que las nuevas medidas podrían conducir al caos.

La golpeó y le gritó brutalmente que era una basura.

Aseguró que esa misma tarde firmaría el contrato.

Sospechó que le estaba mintiendo.

Page 72: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

72

El discurso directo es considerado como la reproducción literal de un discurso, mimetiza ese discurso. Si se le cambia una palabra se altera lo referido.

Lacan dijo: el inconsciente está estructurado como un sistema.

Sucede entonces que, a veces, la mímesis completa no se cumple; es frecuente que en textos de ficción o en la comunicación coloquial no se pueda recordar o verificar la veracidad de lo citado.

Lo referido está enmarcado por otro discurso al que se liga lógica y comunicati-vamente. Al entrar en otro discurso adquiere un significado distinto del que tenía. En el caso particular de los diálogos indica la zona de los personajes que suelen acompañar u oponerse a la voz del narrador. Los diálogos se marcan gráficamen-te con guiones, cursivas, comillas y verbos introductores.

El discurso indirecto –como ya se ha dicho– implica, en cierta medida, una narra-tivización. La cita puede no estar totalmente reformulada e incluso se pueden va-riar algunas palabras. Lo que interesa es que se reconstruye una proposición di-cha por otro. En este tipo de enunciados lo importante es no tergiversar lo ya di-cho, pero los enunciados referidos pertenecen al que los cita, al locutor que se ha apropiado de las palabras de otro. Hay géneros en los que la fidelidad es más dudosa o difícil: el periodismo, la conversación. Sin embargo en el enunciado indi-recto es frecuente que la proposición citada indirectamente mimetice la fuente citada aun cuando el que las cita ponga sus marcas lingüísticas, lo cual implica contaminación de voces. Suele suceder que en un enunciado referido indirecto se marquen con comillas palabras que el locutor considera relevantes, aunque esto no se da en todos los casos.

Lacan dijo que el inconsciente está estructurado como un “lenguaje”.

En el enunciado indirecto, los límites entre las palabras del locutor y del otro están contaminados; es posible trasladar proposiciones en un lenguaje diferente del que usó otro. Esto nos recuerda el concepto de M. Bajtín: “una forma de hablar es una forma de concebir el mundo”.

Hay otras formas de enunciado referido en las cuales no se siguen las reglas de verbo decir + subordinante.

EJEMPLOS:

Los protestantes lo consideran un “sabio” y lo escuchan respetuosamente.

El locutor coincide aquí con el enunciador.

Ellos piensan que este nuevo orden mundial destruyó valiosas utopías.

Utopías que si bien no resolvieron situaciones, abrían horizontes para la

esperanza.

El locutor no coincide con el enunciador.

Las clases terminan el 10 de diciembre; ayer lo anunció el Ministro.

Con contexto o sin él es posible inferir en los dos últimos ejemplos que el locutor no coincide con el enunciador, aunque no haya marcas sintácticas o gráficas. En

Page 73: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

73

estos casos el discurso ajeno aparece más absorbido, más contaminado por el habla del locutor.

También el tiempo condicional sirve, en ciertos casos, para que un locutor se apropie de un texto ajeno, lo reformule y no se comprometa con la verdad de la proposición referida (suspensión de la aserción). El locutor actúa como un re-transmisor.

Habría aumentos en el precio del gas.

El condicional pone bajo la responsabilidad de otro enunciador lo que se enuncia.

Mieke Bal en Teoría de la narrativa (Madrid, Cátedra, 1985) usa el término “inter-ferencia” para señalar la conexión entre el discurso del locutor y el del enunciador. Sostiene que cuando hay interferencia textual, el texto del narrador y el del perso-naje están tan relacionados (“contaminados”) que es prácticamente imposible marcar la distinción entre ambos. Cuando, en cambio, son independientes puede marcarse la relación entre el texto del personaje y el texto básico del narrador. Bal denomina “básico” al texto del narrador, sin que ello implique un juicio de valor; con este término quiere significar que hay una conexión jerárquica de carácter funcional. “En última instancia el texto narrativo constituye un todo en el cual se pueden ‘intercalar’ otros textos a partir del texto del narrador”.

Tanto el discurso directo como las variables vistas en torno al discurso indirecto muestran el fenómeno polifónico en la medida en que una voz se apropia de otra y la incluye en la suya marcando más o menos nítidamente la diferenciación entre locutor y enunciador, entre lo propio y lo ajeno.

1.3. Ruptura de la isotopía estilística

El concepto de isotopía ha sido desarrollado por Greimas (Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1973). Este término se relaciona con la coherencia textual, lo cual implica que la isotopía se da dentro de un mismo texto y no entre este y el contexto. Por isotopía se entiende la recurrencia a lo largo de un discurso de una organización paradigmática. Significa: redundancia, reiteración o repetición de elementos similares. Este enfoque corresponde a la llamada isotopía semántica y significa un modo de leer un texto marcando cadenas iterativas, isotópicas. Es preciso advertir que un texto no desencadena una sola lectura y que además esta está sujeta a variaciones según los contextos socioculturales. Ej.:

Un componente esencial de tal modelo son las reglas de la atribución de

turnos. Dichas reglas permiten la sucesión ordenada de los locutores,

minimizando las superposiciones y silencios.

a) si el turno implica el uso de la técnica del locutor actual que selec-

ciona el próximo locutor, entonces el participante elegido tiene el

derecho y la obligación de tomar el turno de conversación; los de-

más participantes no tiene tal derecho / deber y la transición se pro-

duce en ese punto;

Page 74: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

74

b) si, por el contrario, el turno no implica el uso de tal técnica de se-

lección, entonces puede (pero no necesariamente) ser instituida la

autoselección; quien habla primero adquiere el derecho a un turno,

y la transición sucede de este modo;

c) de nuevo, si el turno no implica la selección del próximo hablante,

entonces el locutor actual puede, pero no necesariamente continuar,

a menos que otro locutor no se autoseleccione...9

Lo dicho anteriormente corresponde al campo semántico pero también las rela-ciones sintagmáticas contribuyen a conformar isotopías. Este tipo de isotopías se ve más frecuentemente en el lenguaje poético. También se puede hablar de iso-topías estilísticas que significan la pertenencia de un discurso a una lengua, a un género, a un registro.

La aparición de dialectos en el discurso de un narrador es un modo de enuncia-ción que indica que el locutor y el enunciador no se han desprendido: se manifies-tan como una voz con entonaciones distintas. La adopción de un dialecto ajeno se relaciona con la noción de dialogismo de Bajtín, en el cual entran diferentes nive-les y discursos sociales. Los lenguajes sociales (dialectos sociales, históricos, geográficos, jergas, el lenguaje de la autoridad, el de la publicidad...) se pueden entrecruzar en un texto. El narrador de ese texto imita variedades lingüísticas con algún propósito (efecto de realidad, parodia, desconcertar al lector, abarcar un mayor espectro del campo social) que produce una ruptura con respecto a la len-gua base que el texto empleaba. Es en esta ruptura en donde aparece lo polifóni-co. Ej.:

El señor Lanari sintió un vaga ternura, una vaga piedad, se dijo que así

eran esos negros, que qué se iba a hacer, la vida era dura, sonrió, sacan-

do cien pesos y se los puso arrollados en el gollete de la botella pensan-

do vagamente en la caridad. Se sintió satisfecho. Se quedó mirándola,

con las manos en los bolsillos, despreciándola despacio. [...] –Andá,

viejito verde, andá ¿te creés que no me di cuenta que la largaste dura y

ahora te querés lavar las manos? –dijo el vigilante y la agarró por la so-

lapa levantando a la negra que ya había dejado de llorar y que dejaba

hacer, cansada, ausente y callada, mirando simplemente todo. El señor

Lanari temblaba. Estaban todos locos...

De G. Rozenmacher, “Cabecita negra”

1.4. Las preguntas

Oswald Ducrot en El decir y lo dicho (Buenos Aires, Hachette, 1984), aborda el carácter polifónico de la interrogación en el capítulo “Enunciación y Argumenta-ción”. Previamente explica ciertas cuestiones en torno a la enunciación:

9 De M. Wolf, Sociologías de la vida cotidiana.

Page 75: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

75

Decir que una serie lingüística producida por un locutor constituye un

enunciado equivale a decir, en primer lugar, que este locutor al produ-

cirla, se ha presentado como asumiendo la responsabilidad de la misma.

También es necesario hacer la distinción entre alocutario y auditorio. Los audito-res de un enunciado son todos aquellos que por una u otra razón lo escuchan. Los alocutarios son todas las personas a las que el locutor declara dirigirse; es una función que el locutor confiere en su propio discurso. Pero para abordar el tema de “dar la palabra” a personas que no son la persona que habla, y por lo tanto diferentes de la que produce efectivamente el enunciado, recurre a dos pa-res de nociones:

- oposición del enunciador y el locutor;

- oposición del destinatario y el alocutario.

Llamaremos enunciador a la persona a quien el locutor atribuye la responsabilidad de lo que dice en el enunciado y destinatario a aquella a quien se dice lo que se dice en el enunciado. En el caso más simple, el enunciador es el locutor y el des-tinatario es el alocutario. Pero cuando “se da la palabra” (citas, enunciados referi-dos, refranes) el enunciador puede ser a veces el alocutario o un tercero y el des-tinatario puede ser el locutor o también un tercero.

Las interrogaciones y las negaciones muestran que la posibilidad de hacer hablar al otro dentro de nuestro propio discurso desborda el campo de los enunciados referidos.

En cuanto a las interrogaciones puede ocurrir que un locutor formule él mismo las preguntas a las que desea o se cree obligado a responder. Por ejemplo: en una situación en la que el locutor tiene la impresión de que el alocutario se asombra de su presencia y entonces se pregunta: “¿Por qué estoy aquí? Porque me gus-ta.” El locutor de la pregunta es su destinatario y el alocutario es, en realidad, el enunciador de la pregunta (en este ejemplo, como en otros, el contexto juega un papel muy importante). Ej.:

Pero queda sin examinar el reproche moral que algunos hacen al escri-

tor que se exilia. ¿No muestran desapego a lo propio, una falta de soli-

daridad con los dramas y los hombres de su país, los escritores que de-

sertan de su patria? Esta pregunta entraña una idea confusa y desdeñosa

de la literatura. Un escritor no tiene otra forma mejor de servir a su país

que escribiendo con el máximo rigor, con la mayor honestidad de que

es capaz. Un escritor demuestra su vigor y honestidad poniendo su vo-

cación por encima de todo lo demás y organizando su vida en función

de su trabajo creador. La literatura es su primera lealtad, su primera

responsabilidad, su primordial obligación.

De Mario Vargas Llosa, “Literatura y exilio”.

NOTA: Con respecto a las interrogaciones de este tipo que presenta Ducrot hay que tener cuidado de no confundirlas con aquellas en las que el enunciador es el

Page 76: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

76

locutor como es el caso de las preguntas retóricas. Una pregunta retórica consiste en presentar un pensamiento afirmativo en forma de interrogación, con el fin de dar más vehemencia a la afirmación. Esa interrogación, que es semánticamente una afirmación, no espera respuesta. Ej.:

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?

¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?

¿Callaremos ahora para llorar después?

De Rubén Darío, “Los cisnes”.

Hay otros casos de interrogación que forman parte de un diálogo y en ese caso el locutor es el enunciador y el destinatario el alocutario. Este tipo de intercambio verbal polifónico se da en la vida cotidiana muy frecuentemente y también en dis-cursos como el teatral o el cinematográfico. Ej.:

DON FACUNDO –¿Las puertas? CAPATAZ –Están aseguradas. DON FACUNDO –¿Y los cañones? CAPATAZ –Listos. DON FACUNDO –¿Vieron algo afuera?

CAPATAZ –No, señor. Los pampas no encenderán fuego esta no-che: presentarían mucho blanco.

De Leopoldo Marechal, Antígona Vélez.

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

A. Explicar el uso de los pronombres en plural.

B. Explicar el valor de las formas verbales del futuro.

“... analizaremos conjuntamente la aparición de las nuevas filoso-

fías y las nuevas teorías científicas explicativas de la realidad. A

tal fin comenzaremos con el impacto de la revolución astronómi-

ca y la física que constituyó el copernicanismo y el newtonismo,

a la par de ir describiendo los grandes sistemas filosóficos que

como el cartesiano y el kantiano se plasmaron en Occidente. Una

vez comprendida la cultura ilustrada, símbolo de Modernidad,

nos adentraremos en las transformaciones de esta razón hasta la

llegada de su crisis. El eje del análisis lo constituirá el camino re-

corrido por la razón desde su aparición hasta su formulación úl-

tima en los límites de la crisis moderna.”

Page 77: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

77

C. Explicar el valor de los presentes.

D. Explicar la función enunciador / locutor.

“¿Es este el fin de la filosofía? La respuesta es afirmativa si

entendemos como su función la de brindar las bases para el en-

tendimiento de la realidad. La filosofía adquiere así una dimen-

sión que la acerca a otras disciplinas culturales, iguales en su va-

loración de acceso a la verdad. Los sistemas filosóficos son na-

rraciones que como las grandes obras literarias nos brindan una

posibilidad más de asombrarnos con el mundo que nos rodea.”

D. Determinar las isotopías.

F. Señalar los elementos cohesivos lexicales.

“La Ilustración en tanto pensamiento sociopolítico elabora

desde la razón teorías políticas que por un lado resultaban lógi-

camente consistentes, pero por el otro se desentendían de la

realidad propia de cada nación. Este legado de la Revolución

Francesa, alejado de las tradiciones y costumbres de cada pueblo,

pretende ser instaurado en la sociedades, generando fuertes opo-

siciones desde distintas facciones. Las críticas más potentes se

realizaban desde el romanticismo y radicaban en el olvido que

hacia la historia propia de cada cultura, realizaba la razón ilustra-

da, en un intento por encontrar soluciones felices y progresistas,

que al no tomar en consideración las esencias de cada pueblo,

fracasaban irremediablemente”.

TUTORÍAS: Consulte a su tutora en caso de du-

das. Participe en los foros y entregue sus prácti-

cos en las fechas establecidas.

Page 78: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

78

Unidad N.º 2

Los recursos de la transtextualidad

1. La negación

La negación según O. Ducrot, en el libro antes citado, es otro ejemplo de esta in-terrelación de voces en un discurso, originada en ese juego entre locutor y enun-ciador / destinatario y alocutario.

Muchos enunciados de carácter negativo son en realidad refutaciones de enun-ciados afirmativos, que se pueden atribuir a otro enunciador. Ej.:

No estamos en contra de esa marcha, hemos luchado por precipitarla,

pero tal como se la conduce y condiciona ahora, para esa empresa no

sirven el quechua ni las formas cooperativas tradicionales de trabajo,

los bellos trajes, las fiestas con sus cortes de músicos y bailarinas. Eso

es precisamente lo que se trata de destruir.

De José M. Arguedas, “La soledad cósmica en la poesía quechua”.

En el caso de la negación refutativa tenemos que suponer que alguien habría afirmado lo que un enunciador niega. El enunciado que se ha elegido como ejem-plo es una especie de diálogo en el cual un enunciador diferente del locutor afir-ma:

estamos en contra de esta marcha...

sirve el quechua y las formas cooperativas...

y un segundo enunciador (que puede ser asimilable al locutor) lo contradice:

no estamos en contra de esta marcha...

no sirven el quechua y las formas cooperativas...

Si por medio de alguna marca lingüística aparece la rectificación, la idea de refu-tación se hace más clara. Ej.:

No estamos en contra de esta marcha; al contrario, hemos lucha-

do por precipitarla...

El segundo enunciado (el que comienza “al contrario”) se presenta como contrario a algo pero no al contenido global del primero. Aparece una relación de contrarios debido a la afirmación que se niega al comienzo (“no estamos en contra”). En un ejemplo más sencillo se puede observar el valor de refuerzo que tiene "al contra-rio" en una negación refutativa:

Page 79: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

79

Funes no aceptaba la duda.

Funes no aceptaba la duda; al contrario, luchaba para esclarecer

el hecho.

Al contrario no se relaciona con el enunciado global sino con la aserción positiva que este afirma y niega a la vez. Si el enunciado fuera positivo:

Funes aceptaba la duda.

se puede dar a entender que alguien ha declarado o creído que Funes “no acep-taba”, pero no se puede aludir a ese enunciado positivo mediante la expresión al contrario. A partir de estos reforzadores lingüísticos, Ducrot afirma que el enun-ciador positivo y el negativo tienen significación diferente.

De esta manera se puede trabajar con el siguiente fragmento de Borges:

Las ilusiones del patriotismo no tienen término. En el 1er. siglo de

nuestra era Plutarco se burló de quienes declaran que la luna de Atenas

es mejor que la luna de Corinto; Milton, en el XVII, notó que Dios te-

nía la costumbre de revelarse primero a los ingleses...

De Jorge Luis Borges, “Nuestro pobre individualismo”.

La idea de que una afirmación subyace en un enunciado negativo es estudiada por la lingüística, pero también por el psicoanálisis. Freud sostiene que una nega-ción (“No me preocupa lo que dicen de mí”) es en realidad una afirmación y que esa afirmación constituye una verdad (“Me preocupa lo que dicen de mí”) que ex-presa el inconsciente; la negación es un recurso impuesto por la censura para poder hacer la afirmación. Se verá, entonces, que a veces la negación no-A sigue un desarrollo que puede concluir en A.

2. La ironía

Graciela Reyes en Polifonía textual define la ironía en estos términos:

La ironía es un fenómeno pragmático: solo se percibe en contexto y de-

pende de la intenciones del locutor y de las capacidades interpretativas

del locutor [...] Tiene un significado extra inferible en el contexto de

comunicación.

La definición tradicional de la ironía consideraba a esta como una figura retórica que consiste en decir lo contrario de lo que se quiere decir. De esta manera se puede inferir que el hablante miente cuando dice, porque en realidad quiere decir otra cosa. Para Graciela Reyes el hablante que usa la ironía no miente sino que hace dos afirmaciones a la vez: una es literal, la que se puede leer o escuchar y la otra, la que se sobreentiende. Este otro significado encubierto, no dicho verbal-mente, es el verdadero significado y es el que corresponde a las intenciones co-municativas del hablante. Pero puede suceder que ese significado irónico pase inadvertido para el que escucha o lee y entonces la ironía deja de serlo. De modo que para que haya ironía no solo debe haber una intención del locutor sino que

Page 80: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

80

deber ser percibida. Es difícil refutar enunciaciones irónicas ya que no se someten a discusión:

Iquique, el mayor puerto del salitre, “puerto de primavera” según su ga-

lardón oficial, había sido el escenario de más de una matanza de obre-

ros, pero a su teatro municipal de estilo “belle époque”, llegaban los

mejores cantantes de la ópera europea antes que a Santiago.

De Eduardo Galeano

Ej.: un día lluvioso y un grupo de amigos que habían organizado una

excursión. Uno de ellos dice: –¡Bárbaro! Con este sol necesitamos lle-

var la crema protectora.

La ironía puede ser usada a veces como medio de poder. Padres, políticos, do-centes suelen usar este recurso para exponer valores y hacer juicios que el inter-locutor debe aceptar.

Ej.: ¡Excelente! ¡Con un poco más de esfuerzo te sacabas un tres!

A veces tiene el carácter de un juego entre interlocutores que comparten los mis-

mos valores. Ej.: Esta ciudad esta cada vez más cuidada. (Dos amigos frente a

una zanja).

El locutor irónico cumple dos papeles simultáneos: es un locutor ficticio al que se le puede atribuir un enunciado y un enunciador verdadero que niega su enuncia-do. El locutor ficticio debe tener un interlocutor también ficticio que comparta los valores que el enunciado irónico niega. Esto establece una situación de comuni-cación especial ya que se yuxtapone un contexto ficticio y uno real produciendo una contradicción que es la que genera el sentido irónico.

La ironía tiene otros efectos. Exime al locutor de hacer afirmaciones categóricas que lo puedan comprometer. El verdadero significado queda sin formular, en tér-minos más exactos: es una “implicatura”. Por otra parte, los oyentes no dicen na-da pero participan en forma cómplice de este juego verbal. Si un oyente pregunta al locutor qué quiere decir se destruye ese juego. En efecto, cuando el significado irónico queda solo del lado del locutor, la ironía desaparece; esto se puede produ-cir por varios factores: falta de datos contextuales, no coincidencias culturales, falta de indicios lingüísticos, malentendidos. En esas circunstancias el mundo pre-sentado por el locutor irónico como una alternativa cómica, absurda, puede ser para un interlocutor absolutamente real y valiosa.

La participación callada de los oyentes varía según la situación comunicativa; si la ironía es enunciada por alguien que ejerce un poder determinado, puede generar una situación de violencia (aunque reprimida y silenciosa), pero si se efectúa en un contexto amistoso puede servir para introducir un poco de humor en aquello sobre lo que se está hablando.

Como ya se ha planteado, la ironía genera una situación de complicidad que varía según el intercambio comunicativo. En el caso de la ironía moralizante (cuando el locutor ejerce un poder y habla para introducir ciertos valores) el oyente o lector es forzado a esa complicidad. En otros casos, la complicidad es afectiva, risueña.

Page 81: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

81

En ambos casos el locutor tiene un papel activo. G. Reyes habla de “interlocutor irónico” y lo define así:

es el que decodifica una ironía porque es un interlocutor que debe hacer

una inferencia sobre las intenciones del locutor, reconstruir un signifi-

cado que no se formula verbalmente y se supone una evaluación sobre

cierto estado de cosas, asumiendo una evaluación.

Es importante aclarar que para entender la ironía no es necesario compartir los valores del locutor irónico; es suficiente con identificarlos. Esta identificación se basa sobre una “enciclopedia” o conocimiento del mundo, compartido o, por lo menos, reconocido.

La ironía es un hecho polifónico en la medida en que un locutor irónico cita a un locutor ingenuo fingido; de este modo deja abierta la posibilidad de ser entendido de otro modo, como si fuera otro, o como si el discurso no le perteneciera. El locu-tor irónico construye un contexto alternativo formado por el locutor ingenuo y el locutor ficticio. El locutor crea –cita– un locutor ingenuo y se reserva el papel del enunciador pero sin dejar de ser locutor. G. Reyes lo explica de la siguiente ma-nera:

En la ironía como enunciación polifónica, el hablante es a la vez locutor

y enunciador, pero no por simple coincidencia, sino por un proceso que

consiste en adoptar la condición de locutor para delegarla en otro y re-

servarse el papel de enunciador: un desdoblamiento en hablantes que se

contradicen. El locutor, que lo es, por tomar la palabra y establecerse

como origen del texto, cesa inmediatamente y en virtud de su misma

palabra, de serlo, se “cita” y se queda con el papel de enunciador. Si

hay un proceso de inversión en la enunciación irónica no es el de inver-

sión de significados, sino el de inversión de papeles. Este juego –ser y

ser otro, decir y decir otra cosa– es el rasgo definitorio de las enuncia-

ciones irónicas.

El hecho de poder decir dos cosas al mismo tiempo muestra también que el mun-do se puede ver de dos maneras (o más). Ej.:

A pesar de todo lo cual nuestro zonzo dirá tal vez como Emerson: ¡Ah,

si la pampa estuviese cubierta de nieve como el Nueva York de in-

vierno o como el Moscú de la canción! ¡Cómo seríamos de cultos! En

julio de 1918 nevó intensamente en Buenos Aires. En lugar de aprove-

char la oportunidad para culturanizarme, yo que estaba en el Colegio

Nacional me subí las frazadas hasta la cabeza y como el frío siguió va-

rios días, me quedé libre. Evidentemente yo no estaba organizado para

la cultura y me perdí la oportunidad; si hubiese estado dispuesto para

ser un niño modelo hubiera aprovechado la oportunidad para asistir a

clase justamente esos días que eran los cultos de “primera” y no de “se-

gunda” como los habituales en un país sin nieve.

De Arturo Jaureche, Manual de zonceras argentinas.

Page 82: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

82

Wayne C. Booth (en Retórica de la ironía, Madrid, Taurus, 1986) plantea una serie de características que constituyen la ironía:

los enunciados irónicos son intencionales, creados deliberadamente pa-ra ser leídos u oídos y entendidos por otros;

todos son encubiertos, pensados para su reconstrucción (interpretación) con significados diferentes de los que se escuchan o leen a primera vis-ta; no son simples afirmaciones evidentes como: ”Resulta irónico que este defienda la familia”;

todos son estables o fijos. Esto significa que una vez realizada la re-construcción por parte del que escucha o lee, el enunciador no pretende que su enunciado irónico sea destruido, sino aceptado;

todos son finitos, en el sentido de que sus significados son, en cierto sentido, locales, limitados, aun cuando se trate del sentido irónico de un texto completo (por ejemplo, el Elogio de la locura, de Erasmo).

La ironía no es el único mecanismo verbal que “dice” algo e “intenta” expresar otra idea: la metáfora, la comparación, la alegoría, también invitan al lector a recons-truir significados sobreentendidos, pero la ironía delimita un universo discursivo en el que se dicen ciertas cosas que son quebrantadas por las mismas palabras de ese discurso. Toda afirmación humana se halla circunscrita por una serie de mati-ces que se supone captan el hablante y el oyente. Estos matices aparecen de un modo más complicado en un texto polémico o literario. Ej.:

Si en una obra de teatro un personaje entra calado hasta los huesos y di-

ce: “está lloviendo”, el autor seguramente debe querer que pensemos

acerca de lo que significa decir algo tan evidente como lo que dice el

personaje, puede sugerir literalidad o estupidez. O quizás el personaje

lo dice en tono irónico, tras lo cual permanece inmóvil, chorreando

agua. En literatura, al igual que en situaciones cotidianas, “está llovien-

do” puede querer manifestar varias ideas, en función de cual sea el con-

texto.

W. C. Booth plantea los cuatro pasos de la reconstrucción (interpretación) irónica:

1) Se le exige al lector que rechace el significado literal. No significa rechazar dicho significado porque no esté de acuerdo, ni significa agregar nuevos significados. Si el lector lee debidamente, no puede dejar de advertir cierta incongruencia en las palabras o entre las palabras y algo más que él sabe.

Ejemplo: Vivimos en el mejor de los mundos posibles.

En todos los casos, el camino que lleva al significado irónico pasa por una convicción tácita que no puede reconciliarse con el significado literal.

2) Se ensayan interpretaciones o explicaciones alternativas. Todas las alter-nativas serán hasta cierto punto incongruentes con lo que la afirmación lite-ral parece decir, quizás incluso hasta contraria.

Page 83: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

83

3) Debe tomarse una decisión sobre los conocimientos o creencias del autor o las intenciones de este.

4) Una vez tomada una decisión sobre los conocimientos o creencias del ha-blante se puede finalmente elegir un significado del que se está seguro. Al contrario que el enunciado original, el significado reconstruido se hallará necesariamente de acuerdo con las creencias sobreentendidas que se le atribuyó al hablante.

Estos pasos son a menudo simultáneos y, por supuesto, la ironía es más efectiva cuanto más rápidamente se alcanza a decodificar el sobreentendido.

G. Kerbrat-Orecchioni (La connotación, Buenos Aires, Hachette, 1983) define la ironía como una “manera de burlarse (de alguien o de algo) diciendo lo contrario de lo que se quiere dar a entender”. La ironía así planteada es un caso de conno-tación asociativa en la medida en que un enunciado tiene un valor literal y un valor asociado.

Primero hace la diferencia entre “mentira” e “ironía”. Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa. Ironizar es decir lo contrario de lo que se quiere hacer entender. El locutor tiene intencionalidad distinta: el que miente intenta ofrecer una aparien-cia de verdad, mientras que el locutor que ironiza actúa para que aparezcan índi-ces de su insinceridad.

Una secuencia irónica se relaciona con dos niveles semánticos:

a) el literal, el manifiesto;

b) el intencional, el sugerido.

El sentido literal se decodifica gracias a la competencia lingüística del sujeto, mientras que el sentido intencional se vincula con lo implícito. Esta dualidad se puede leer teniendo en cuenta los contextos lingüísticos y extralingüísticos.

Algunos indicios de la ironía son:

la entonación

procedimientos tipográficos (comillas, signos de exclamación, puntos sus-pensivos)

el contexto lingüístico

el contexto extralingüístico, que puede intervenir de dos maneras:

a) contradicción entre las palabras dichas y lo que se sabe del referente;

b) contradicción entre las palabras dichas y lo que cree saberse del locutor.

La decodificación de la ironía moviliza no solo la competencia lingüística sino también las competencias ideológicas y culturales de los participantes de la alo-cución, las cuales, no obstante, puede no coincidir con las del locutor. Ej.:

El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador,

hombre muy amigo del asado. Una comisión de carniceros marchó a

ofrecérselo en nombre de los federales del matadero, manifestándole in

Page 84: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

84

voce su agradecimiento por la acertada providencia del gobierno, su

adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los salvajes

unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. El Restaurador contestó

a la arenga rinforzando sobre el mismo tema, y concluyó la ceremonia

con los correspondientes vivas y vociferaciones de los espectadores y

actores. Es de creer que el Restaurador tuviese permiso especial de su

ilustrísima para no abstenerse de carne, porque siendo tan buen obser-

vador de las leyes, tan buen católico y tan acérrimo protector de la reli-

gión, no hubiera dado mal ejemplo aceptando semejante regalo en día

santo. E. Echeverría, “El matadero”

Para O. Ducrot en El decir y lo dicho, la ironía tiene carácter polifónico. Frecuen-temente la ironía es considerada como una forma de antífrasis (se dice “algo” pa-ra dar a entender “no algo”, considerándose entonces que el responsable de "algo" y de "no algo" son idénti-cos); se trataría entonces de una figura que modifica un sentido literal primitivo para obtener un sentido pero que es una inversión total del sentido literal. El discur-so irónico plantea otra problemática: consiste en hacer decir cosas absurdas o cómicas a alguien que no es el locutor y por lo tanto, en hacer oír una voz que no es la voz del locutor.

Para que haya ironía hay que hacer “como si” ese dis-curso se produjera en la enunciación misma. Cuando se dice que el locutor hace “oír” un discurso absurdo o de burla, lo hace oír como el discurso de otro, como un discurso distanciado.

Como en el caso de las interrogaciones, Ducrot diferencia entre locutor y enun-ciador. Hablar de manera irónica equivale para el locutor a presentar el enunciado como el cumplimiento por parte del enunciador de actos (preguntas, afirmaciones, respuestas) absurdos o de burla; al mismo tiempo el locutor no asume la respon-sabilidad de esos actos. Sin dejar de presentarse como el responsable de la enunciación, el locutor no se asimila con el enunciador. Ej.:

Por eso veo con agrado que la censura interviene para proteger la salud

espiritual del pueblo; ya he leído que prohibieron unas películas real-

mente denigrantes, puesto que exaltan el cuerpo humano que como se

sabe es lo más sucio que hay. También sé que muchas otras fueron cor-

tadas. Y que a algunos canales de tevé le dieron un buen tirón de orejas,

con razón, porque se pasaban con los adulterios y esas cosas terribles,

que no suceden entre nosotros ni sucedieron nunca, no sé por qué los

libretistas se complacen en inventar cosas inexistentes.

De Eduardo Gudiño Kieffer: Carta abierta a Buenos Aires violento

Page 85: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

85

3. Otras formas de polifonía

La inserción de otras voces en un texto se puede manifestar por la presencia de:

citas

comillas

refranes y proverbios

Las citas

Se puede atribuir a la cita un mayor grado de veracidad, considerándola como una representación más fiel del texto original. Pero es necesario considerar que el desplazamiento contextual puede alterar el sentido de la trascripción exacta. Por eso algunos críticos sostiene que toda cita es un simulacro.

En los textos teóricos hay citas (por ejemplo, la tradicional cita de autoridad), que aparecen como exactamente copiadas. Sin embargo, la descontextualización, antes citada, tergiversa el sentido original. Además, muchas veces solo el locutor que cita comprende perfectamente el fragmento que cita, pues ha leído el texto completo, y el lector o bien hace una interpretación aproximada o bien no entien-de su sentido, con lo cual la cita pierde su función.

Las citas pueden funcionar como “pruebas” en un discurso argumentativo; las más comunes son las llamadas citas de autoridad. Ej.:

Para Saussure se trata de “dos caminos absolutamente divergentes”, de

“dos partes de la lingüística, cada una con su principio propio; e incluso

de dos lingüísticas”. Insiste en que “la oposición entre lo sincrónico y lo

diacrónico salta a la vista en todos los puntos”, que es “absoluta y no

tolera componendas”.

De G. Mounin, Saussure, Presentación y textos.

Sucede a veces que una cita de autoridad sea usada para ser luego criticada o refutada. Ej.:

Saussure denomina también a este carácter arbitrario del signo, de ma-

nera menos afortunada, inmotivado: “veinte es inmotivado pero dieci-

nueve no lo es en el mismo grado”, ya que por su misma construcción;

proporciona un medio para deducir su significado a partir de una regla

de combinación de dos significantes; lo mismo es válido para portero

con relación a puerta, hojarasca con relación a hoja, frecuentemente

con relación a frecuente. Hablando de signos inmotivados y de signos

motivados, y luego de arbitrario absoluto y de arbitrario relativo, Saus-

sure corría el riesgo de oscurecer un concepto básico, ya que empleaba

arbitrario de modo polisémico...

De G. Mounin, Saussure, Presentación y textos.

Page 86: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

86

En los textos literarios la fidelidad de la cita no es exigida de la misma manera e incluso el juego ficcional permite manipularla con mayor libertad. Ej.:

Punto uno, el europeísmo, dijo Renzi. Lo que se sabe, de eso hablába-

mos recién con Tardewski; lo que empieza ya con la primera página del

Facundo: texto fundador de la literatura argentina. ¿Qué hay ahí? Dice

Renzi. Una frase en francés: así empieza. Como si dijéramos la literatu-

ra argentina se inicia con una frase escrita en francés: "on ne tue point

les idées" (aprendido por nosotros en la escuela, ya traducida).

De R. Piglia, Respiración artificial.

Un tipo de cita en la que se cumple más con la literalidad es el epígrafe. Pero a pesar de esa literalidad, el epígrafe en un nuevo contexto puede adquirir un senti-do diferente del que tenía en el original e incluso un sentido contrario. Ambos con-textos se interrelacionan polifónicamente. Parte del juego se pierde si el lector no puede o no quiere recuperar el contexto original del epígrafe, pero siempre queda un resabio de ese contexto, aunque más no sea el nombre del autor citado. Ade-más señalan la pertenencia a un determinado universo discursivo; así sucede con el siguiente epígrafe de Sarmiento en su “Introducción” a Facundo, en el cual hay referencia a la historia y a la literatura. Ej.:

Yo pido al historiador el amor a la humanidad o a la libertad; su

justicia imparcial no debe ser impasible. Es necesario, al contra-

rio, que desee, que espere, que sufra o sea feliz con lo que narra. Villenain, Curso de literatura.

Los críticos coinciden en que ningún epígrafe es un cita fiel de texto original, y de igual modo sucede con otras citas intercaladas en textos teóricos y literarios.

Las comillas

Las comillas, signos gráficos que corresponden a ciertas entonaciones de la len-gua hablada, aíslan lo que dicen otros de lo que dice un locutor. Además la intro-ducción de una cita puede ir acompañada de una actitud hacia el dicho ajeno: aceptación, burla, ironía, distanciamiento, refuerzo de fidelidad. Pueden ser em-pleadas con varias funciones: a) En algunos enunciados referidos para marcar la diferencia de voces. Ej.:

“Después de una extensa y exitosa trayectoria lo estimaban, era

un ‘crítico inteligente y original’, y por eso lo invitaban a todos

los eventos.”

b) En algunos textos periodísticos se refuerzan los enunciados referidos por me-dio de las comillas. El efecto que se quiere lograr es que el lector lo considere más fiel a la palabra del otro:

Page 87: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

87

Inglaterra: polémica por los métodos de fertilización

Londres (Reuter). – Las autoridades de la Secretaría de Sanidad de

Gran Bretaña anunciaron ayer que “de ahora en más se revisarán los requisitos para conceder tratamientos de fertilización”, luego de que

una mujer soltera, que vive sola, el domingo fue madre de sextillizos.

Ante el parto múltiple de Jean Gibbins, una morena de 29 años, los fun-

cionarios de Salud de Inglaterra fueron duramente criticados cuando se

reveló que ella “no está casada, tiene un hijo de su unión anterior” y que

“el padre de los sextillizos tiene tres hijos con su ex esposa”. Además se

dijo en conferencia de prensa que “los padres de las cinco nenas y el varón

nacidos el domingo viven separados”.

• Las protestas

Desde ese momento, grupos religiosos y defensores de la concepción tra-

dicional de familia exigieron saber por qué la mujer fue aceptada para

recibir tratamiento de fertilización a cargo del Servicio Sanitario Na-

cional cuando “cientos de parejas legalmente constituidas no consiguen

fácilmente acceder al tratamiento”.

A partir de esta situación planteada, las autoridades de la Secretaría de Sa-

nidad decidieron ayer interrumpir el servicio gratuito de fertilización para

mujeres solteras. Diario Clarín, Mayo 1993.

c) También las llamadas citas de autoridad suelen ir remarcadas por las comillas. Este uso es frecuente en los libros de carácter científico o que desarrollan te-mas teóricos; el autor remite a una fuente anterior, autorizada para convalidar o refutar lo dicho por esa autoridad. Ej.:

La organización es vista como el ámbito de miembros individuales. En

el curso de los últimos años los científicos sociales han concebido cada

vez más a las organizaciones como inscriptas en un medio que consiste

en “la totalidad de los factores físicos y sociales exteriores al límite del

sistema que toman en cuenta directamente las decisiones que adoptan

los individuos dentro del sistema” (Roger y Agaruala- Roger, 1976:

61). Esto significa fundamentalmente que las organizaciones reciben

desde fuera de sus límites una información que incluye en su política

interna.

De Katleen K. Reardon, La persuasión en la comunicación.

d) Las comillas también se usan para que el sujeto de la enunciación establezca cautela, distancia con respecto a un término o a un concepto con el cual no es-tá de acuerdo. Es un enunciado de otro, mencionado o no, que no produce adhesión total. Equivale a: “como dicen”, de modo de poner no solo distancia sino incluso una implícita evaluación. Ej.:

Page 88: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

88

El sistema de Eisenstein es coherente. El fundamento de base que lo

sustenta excluye toda consideración de una supuesta “realidad” que en-

cerrara en sí misma su propio sentido y a la que no sería necesario tra-

tar. [...] El cine no tiene la obligación de reproducir la “realidad” sin in-

tervenir en ella sino, por el contrario, reflejar esa realidad dando al

mismo tiempo un juicio ideológico sobre ella. De AA. VV., Estética del cine.

e) Hay casos de ruptura de la isotopía estilística en los cuales el sujeto de la enunciación marca esa ruptura con el empleo de comillas. Pueden estar entre comillas términos técnicos, términos vulgares, léxico de alguna jerga, etc. Si el enunciador lo señala entre comillas, es porque siente ese término como ajeno, extraño a su propia lengua. En caso contrario lo incorpora a su discurso sin enmarcarlo con las comillas.

f) Para señalar términos extranjeros con respecto a la lengua que se está em-pleando. También indican que el enunciador pone distancia con respeto a ese término. Ej.:

¡Mirá si te “cachan"! Nos arrean a todos a la “Leonera”. ¿Y los

libros? ¿No perdiste los libros por la calle?

Yo te levanté... ¿quién era tu madre... sino una “bagazza” que

andaba con todos los hombres? ¿Qué has hecho de mi vida vos?

De Roberto Arlt, El juguete rabioso.

Las comillas señalan un enunciado individual o colectivo, ya sea que el contexto lo designe explícitamente, o que sugiera que ha sido dicha por otro distinto al lo-cutor. En todos los casos este recurso gráfico indica la presencia de otra voz.

Los refranes y proverbios

–También Sancho, no haz de mezclar en tus pláticas la muchedumbre

de refranes que sueles; que puesto que los refranes son sentencias bre-

ves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen dispa-

rates que sentencias.

–Eso Dios no lo puede remediar –respondió Sancho– porque sé más re-

franes que un libro y viénenseme tantos juntos a la boca cuando hablo,

que riñen por salir unos con otros; pero la lengua va arrojando los pri-

meros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendré cuenta

de aquí en adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi

cargo; que en casa llena, presto se guisa la cena; y a quien destaja, no

baraja; y a buen salvo está el que repica, y el dar y el tener seso ha me-

nester.”

De Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Page 89: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

89

A pesar de esta advertencia que Quijote hace a Sancho sobre los refranes, el mismo Quijote sostiene en la obra de Cervantes que “...no hay refrán que no sea verdadero porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas...”

El proverbio es también una sentencia breve, de intención moralizante y didáctica. Se distingue del refrán de origen popular por su carácter culto.

Los refranes son impersonales en la medida que no es la palabra de otro sino de otros. Cuando un locutor enuncia un refrán mezcla su voz con una voz popular y anónima. El locutor del refrán es al mismo tiempo un enunciador, pero se oculta detrás de otro enunciador.

El carácter conciso, la estructura sintáctica adecuada, breve, con simetrías prosó-dicas y fonéticas lo acercan al mensaje poético. En general, tiene una estructura de carácter binario. Ej.:

A Dios rogando y con el mazo dando.

Que más vale un “toma”, que dos “te daré”.

No con quien naces, sino con quien paces.

Los refranes pueden ser modificados sintáctica o léxicamente para lograr un de-terminado efecto sobre el alocutario, o bien solo por un juego lúdico. Es lo que se denomina desvío. Cuanto mayor sea la modificación más difícil será su compre-sión y mayor el efecto logrado:

A ministro renunciante ministro designado.

Hambre para hoy, desesperación para mañana.

El movimiento se demuestra. Peugeot, lo muestra.

En cuanto a los proverbios, tienen un origen en Oriente y para la civilización occi-dental en el Libro de los Proverbios de Salomón (Antiguo Testamento). Su estruc-tura es también breve pero a diferencia de los refranes no nacen de una “expe-riencia colectiva”, sino de la intencionalidad didáctica y reflexiva que ya se señalo y que corresponde a un enunciador.

Para poder alcanzar ciertas alturas, no las bajo: las levanto más.

La vida parece ser dos puntos, sin puntos intermedios.

Casi todo lo que el hombre necesita lo necesita para no necesitarlo.

La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene

son suicidas. De A. Porchia, Voces.

El carácter polifónico de los proverbios solo se logra en la medida en que un locu-tor se apropie de ellos y los incorpore en su discurso textualmente o modificados.

4. Transtextualidad

Gérard Genette, en Palimpsestes (París, Seuil, 1982), define la transtextualidad o trascendencia textual, como "todo aquello que lo relaciona, manifiesta o secreta-mente, con otros textos".

Page 90: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

90

Reconoce cinco tipos de relaciones transtextuales:

Intertextualidad

Relación de copresencia entre dos o más textos. Su forma más explícita y literal es la cita, pero también se incluyen en esta categoría el plagio (prestamo no de-clarado pero literal), y la alusión (cuando la compresión plena de un enunciado supone la percepción de su relación con otro).

Paratextualidad

Relación que el texto en sí mantiene con su paratexto: títulos, subtítulos, prólogos, epílogos, advertencias, notas, epígrafes, ilustraciones, faja, etc. También pueden funcionar como paratexto los pretextos: borradores, esquemas, proyectos del au-tor.

Metatextualidad

Relación de comentario que une un texto a otro del cual habla y al cual incluso puede llegar a no citar. La crítica es la expresión más acabada de esta relación metatextual.

Hipertextualidad

Relación de un texto con otro anterior del cual deriva por transformación (el Uly-ses de Joyce respecto de la Odisea) o por imitación (la Eneida respecto de la Odisea, el Guzmán de Alfarache respecto del Lazarillo de Tormes).

La transformación que lleva de la Odisea al Ulyses es simple o directa: consiste en trasponer la acción al Dublin del siglo XX.

La imitación es también una transformación pero más compleja e indirecta: Virgilio en la Eneida cuenta otra historia pero inspirándose en el tipo genérico (es decir, formal y temático) establecido por Homero. La imitación exige la constitución pre-via de un modelo de competencia genética (en este caso épico) capaz de en-gendrar un número indefinido de realizaciones miméticas. Para transformar un texto puede bastar un gesto simple y mecánico (arrancar unas hojas: transforma-ción reductora); para imitarlo hay que adquirir un dominio al menos parcial de los rasgos que se ha decidido imitar.

La diferencia aparece con mayor claridad en ejemplos elementales:

- Transformación:

"Volverán las ilusas profesoras de su saber los frutos a mostrar...".

- Imitación: "Jerónimo Luis Cabrera que aquesta ciudad fundades que en necios es la primera entre todas las ciudades ¿por qué non resucitades? ¿por qué non la desfundades e fundáis otra cualquiera Jerónimo Luis Cabrera?"

(Estudiantes universitarios de Córdoba, 1918).

Page 91: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

91

Genette considera solo aquellos casos en los que la derivación de un texto a otro es a la vez masiva (B deriva en su totalidad de A) y declarada de una manera más o menos oficial.

Así define: Parodia: "desvío" de un texto con transformación mínima. El ejemplo más simple es la deformación de los refranes: "Cuando la razón no está los rato-nes bailan".

Travestimiento: transformación estilística con función degradante. Su forma ejem-plar es la escritura en octosílabos y en estilo "vulgar" de un texto épico: escritura de La Eneida, por ejemplo, conservando su acción, es decir su contenido funda-mental y su movimiento pero imponiéndole otro estilo. Uno de los blancos favori-tos del travestismo popular es la fábula.

Trasposición: esta "transformación seria" es la más importante de todas las prácti-cas hipertextuales. En ella la amplitud textual y la ambición estética o ideológica llevan a ocultar o hacer olvidar su carácter hipertextual (Doctor Fausto, de Tho-mas Mann; Ulyses, de Joyce).

Las formas más habituales de esta práctica son la traducción y el resumen. Un caso interesante, en el marco de la literatura española, es el de la Vida de Don Quijote y Sancho, de Miguel de Unamuno, en el cual el autor conserva las aventu-ras del héroe pero las interpreta a su manera pretendiendo mostrar las verdade-ras razones y el verdadero sentido de estas.

Pastiche: imitación de un estilo, desprovisto de función satírica. Una vez constituido el modelo de competencia, o idiolecto estilístico que se viene a imitar, el pastiche puede prolongarse indefinidamente.

Caricatura: pastiche satírico cuya forma canónica es "A la manera de...".

Continuación: "lmitación seria" de una obra que tiende a prolongar o a completar. Por ejemplo, La Segunda Parte del Lazarillo de Tormes, publicada un año después del "auténtico" Lazarillo, y también anónima.

Arquitextualidad

Relación del texto con el conjunto de categorías generales a las que pertenece, como tipos de discurso, modo de enunciación, o géneros literarios. A veces esta relación se manifiesta en una mención paratextual (Ensayos, Poemas, la novela de dos centavos), pero en general es implícita, sujeta a discusión y dependiente de las fluctuaciones históricas de la percepción genérica.

Page 92: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

92

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

I) Analizar el siguiente comentario deportivo de acuerdo con la guía.

Sería hermoso poder hablar de Boca, River, San Lorenzo, de esa lucha apasionante por el título del Apertura. Pero no, la violencia, una vez más, resurgió en Quilmes-Chicago y en Banfield-Los Andes, y le impide el paso a las cuestiones estrictamente deportivas. Porque, para cualquiera con el mínimo sentido común, una vida siempre estará por encima de cualquier espectáculo. Y el fútbol insiste en caminar por la delgada línea que divide la vida de la muerte. [...] Las noticias sobre la incorporación por parte de los clubes más importantes de la Argentina de costosos elementos de última generación para controlar los desmanes se funden con los interminables problemas que sufre el empobrecido ascenso.

Está claro que, por más equipos técnicos que se hayan adquirido, el fútbol de primera división no solucionó nada todavía. En todo caso, está por verse qué tan efectiva puede ser esa tecnología. El deseo, obviamente, es que lo sea.

Esto deriva en algo preocupante y que, a la vez, da una idea de cuán lejos se está aún de erradicar los focos violentos. Si los clubes importantes invir-tieron en algo que todavía resta probar si resultará suficiente, ¿qué les queda a los más humildes?

Maximiliano Bosso, "El fútbol frustrante". En La Nación, 08/11/1999

¿Por qué sería y no es hermoso poder hablar de Boca, River, San Loren-zo...?

¿Por qué “... una vida siempre estará...” y no “una vida está”?

¿Qué expresiones indican un alto grado de certeza?

Reformular el enunciado “¿qué les queda a los más humildes?” eliminando la pregunta.

Atenuar el grado de subjetividad del siguiente enunciado: “... de costosos elementos de última generación para controlar los desmanes se funden con los interminables problemas que sufre el empobrecido ascenso”.

II) Deducir la situación de la enunciación a partir de la deixis. III) Ejemplo de análisis de recursos de polifonía: Arturo Jauretche, Manual

de Zonceras argentinas, Zoncera N° 35.

Page 93: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

93

“La canasta de pan. El granero del mundo”

Nutricia como Isabel Sarli — "ma non troppo", (RUPTURA DE LA ISOTOPÍA ES-TILÍSTICA) sobre todo en lo "láctico" (USO DE COMILLAS PARA INDICAR IRONÍA) — y tal vez más cubierta de púdicas gasas, es la imagen de la Argentina que persiste a través de estas dos zonceras. (RUPTURA) Pero a diferencia de aquella, esta Argentina es rubia, pues ya lo advirtió Darío: "Purificada por la sangre anglosajona" (INTERTEXTUALIDAD Y CITA). (En el Rubens del Museo del Prado, Ceres es la rubia. Pero la morocha no es tampoco Isabel: es Pomona). (INTERTEXTUALIDAD CON LA PINTURA. LA INTERTEX-TUALIDAD CONECTA DISCURSOS DE DIFERENTES DISCIPLINAS) No es arbitraria la cita de Darío. El también se complicó, como Lugones, en aque-lla exaltación agropecuaria del centenario de 1810. El estro volcaba sus ardores desde las columnas de "La Nación", para pasar después al libro. Dijo Lugones en Odas seculares: "Para henchir de riquezas el buque ufano cua-dra la ceba sus compactas reses y el calor germinal de tu verano, hecho sólida luz, se logra en mieses." Y Darío, en la misma oportunidad, en su Canto a la Argentina: "En material conti-nente una república ingente crea el granero del orbe..." (INTERTEXTUALIDAD Y CITA) Como vemos, más que la del verso, los poetas anuncian la métrica del país, pues hasta los vates le señalan el límite: "ser el granero del orbe", Darío; "para henchir de rique-zas el buque ufano", Lugones. (TODAS LAS VECES QUE JAURETCHE PONE ENTRE COMILLAS PALABRAS EXTRAÍDAS DE LOS DOS POEMAS MEN-CIONADOS, HAY IRONÍA). Gobernantes, poetas, pedagogos, periodistas y personajes internacionales en visita de cumplido, todos concurren a fijar la imagen mítica. No es la de Marte ni la de Mi-nerva, menos la de Mercurio o Vulcano. Mucho menos un personaje como Juan Pueblo o Martín Fierro (INTERTEXTUALIDAD), o la manera del Tío Sam o John Bull. La imagen del país está dada por Ceres, la rubia deidad que nos obsequia con sus dones y nos impone dar vida al "orbe entero" a través del "buque ufano". (IRONÍA Y USO DE COMILLAS) Desde luego con la cornucopia porque los do-nes de la naturaleza tienen por exclusiva finalidad ser derramados por el mundo. ¿Y qué mejor símbolo de esta vocación hacia los otros que un gigantesco cuerno? También en lugar de la rubia Deméter se pudo elaborar la imagen del panadero de la esquina (de la esquina del mundo), pero pronto se comprende la elección, porque lo de la canasta de pan es solo un decir. No sea que tomándola en serio a los ar-gentinos se les ocurriese que la cornucopia podría derramar sus espigas en lugar de "en el buque ufano", dentro del país; y exportar galletas, galletitas, fideos, des-pués de haber llenado su propio "buche ufano" (IRONÍA YCOMILLAS) y no en el ufano buque. Dejemos a los poetas y que hable un economista. Y para no perder tiempo con los liberales que se comprende sean "demetéricos", (COMILLAS PARA INDICAR IRONÍA) vamos a oír a un socialista.

Page 94: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

94

Habla Juan B. Justo, el fundador de nuestro Partido Socialista (La Moneda, ed. "La Vanguardia", 1977, págs. 101-102): "Hay gente en el país que cree que sería bueno transformar acá todo el trigo argentino en harina. Desde luego los propieta-rios de molinos, el trust de los molinos: ellos creen tener derecho de exigir que se les facilite hacer harina aquí de todo el trigo, pretendiendo que si se exporta trigo sin moler es una pérdida para el país, porque hay pérdida para ellos, ya que con el trigo exportado en grano no ganan los señores molineros." "Ellos pueden tener los mejores molinos del mundo, pueden trabajar con una per-fección técnica insuperada pero, aún así, sería un error profundo creer que aquí se debe transformar en harina todo el trigo; porque el trigo lo producimos en su mayor par-te para ser consumido fuera del país, y el trigo en grano se carga y descarga co-mo un líquido por procedimientos mecánicos rapidísimos, no exige envase de ninguna clase para el transporte y la harina se conserva mucho mejor dentro del grano que en la bolsa; no hacemos tampoco bolsas en el país y nos cuestan de-masiado para las operaciones internas. Y por otra parte, en los países que necesi-tan las harinas de nuestro trigo, hay molineros que tienen los mismos prejuicios, los mismos intereses egoístas de nuestros molineros y ellos también quieren ha-cer trabajar a toda costa sus molinos y negociar con sus subproductos, todos aprovechables. No hay, pues, ningún motivo económico ni político para empeñar-se en garantizar ganancias extras a los señores molineros de nuestro país, en perjuicio evidente de los consumidores de pan y los trabajadores molineros de otros países y de los agricultores argentinos, clase productora indudablemente más digna de consideración. Los agricultores no piden, por otra parte, que se les den ventajas de ninguna clase: producen sus cereales y piden que se les deje exportarlos, y esto es de conveniencia económica mundial. Lo antieconómico es instalar aquí más molinos que los convenientes para el país y para el mundo." (INTERTEXTUALIDAD Y DISCURSO REFERIDO DIRECTO) El "maestro" (IRONÍA) del Socialismo ya ni siquiera admite la canasta de pan; ¡ni la bolsa de harina, siquiera! ¿Podéis hablarle de industria pesada o siquiera de industria liviana? ¿Siquiera de fideos o galletitas? Les contestará en las páginas 188/189 del mismo libro: "Pero lo que negamos, y volvemos a hacerlo, es que corresponde al Estado el papel de fomentador de los intereses empresarios y el engendrador artificial de empresas cuya razón de ser es poblemática por el simple hecho de no haber nacido espon-táneamente." (INTERTEXTUALIDAD Y DISCURSO REFERIDO DIRECTO) Si esto pensaba el socialista temeroso de lesionar la burguesía y los trabajadores argentinos podéis conjeturar cuál era el pensamiento de los liberales, o mejor dicho de los otros liberales, los que no se llamaban socialistas. (IRONÍA) Establezcamos concordancias. Una vez más se confirma, con el pensamiento del "maestro", (IRONÍA y USO DE COMILLAS) aquello de las dos patas, una coja, en que ya dije, anda la "intelli-gentzia" (RUPTURA Y USO DE COMILLAS) con su civilización y barbarie. (IN-TERTEXTUALIDAD) Una vez más se ve que con distinto ritmo llevan la misma dirección cuando se trata de las soluciones concretas, porque parten de los mis-mos presupuestos mentales aunque parezcan contradecirse. Vea usted caminar o

Page 95: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

95

un cojo y verá que un lado del cuerpo parece rechazar el movimiento del otro. Pe-ro en definitiva los dos Sin embargo, tal vez usted, lector, encuentre que esta zoncera contradice una característica general de las mismas. La canasta de pan, el granero del mundo, la cornucopia, el buque ufano, el orbe entero esperando ansioso el fruto de las pam-pas (INTERTEXTUALIDAD), dan una idea exultante del país. Esto no parece co-rresponder con las demás zonceras que tienden a crear la imagen deprimente por una estimación peyorativa de nuestras posibilidades humanas, geográficas, climá-ticas, etc. A poco que usted reflexione comprenderá que esta tónica exultante es el com-plemento necesario de la otra depresiva. Este tipo de zoncera optimista está siempre referi-do al cumplimiento del destino que se nos tenía asignado como granja. En la me-dida que las zonceras tienden a crearnos complejos de inferioridad para que nos apartemos de la producción de materias primas alimenticias, estas zonceras son las destinadas a pintarnos con los más selectos colores de la paleta, el destino que nos corresponde como coloniales. Bajo el signo "de los ganados y las mie-ses", (USO DE COMILLAS PARA REFERIR, PROBABLEMENTE EL DISCUR-SO DE OTROS) decorados con dioses helénicos y latinos, cestos y cornucopias, pámpanos, racimos, espigas y bifes, la "pedagogía colonialista" (IRONÍA) atiende a que no intentemos salir del sistema. Pero esto de los bifes es ya otra historia, muy parecida. Vamos a ella.

CONSIGNA: Señalar las marcas de polifonía. Justificar.

“Rosas conservó el orden social heredado, lo reforzó y lo entregó intac-to. Había una innata propensión aristocrática en la sociedad argentina,

una amalgama de los valores hispánicos y la nueva prosperidad, que sobrevivió a la caída de Rosas. Su amigo, José María Rojas, describía

algunas de las características en 1862:

«Buenos Aires es el país de las ideas más aristocráticas que cualquiera

otro de la América antes española... Se encuentran sus descendientes (de los conquistadores), aun en las últimas clases, pobres, pero orgullo-

sos de su origen. En Santa Fe he conocido varios jóvenes llenos de mi-seria, por no querer trabajar en oficios mecánicos, a causa de tenerse

por nobles. Ya se ve, una gran parte de esa aristocracia es de dinero, la peor de todas. En un país nuevo salen las fortunas del estiércol, como

los hongos: muchos son venenosos y su influencia contagia el cuerpo.

Hablando un día con Mr. Parish sobre la dificultad de gobernar un país tan heterogéneo como el nuestro me dijo: ‘Esa dificultad será cada día

mayor’.

Estaba yo mirando salir un cuerpo de gente pobre para Cepeda; los

compadecía diciendo que me afligía ver conducir hombres al matadero, sin saber ellos por qué iban. Un joven conocido que me oía dijo: ‘Déje-

los usted que vayan a morir. ¿Para qué sirve toda esa chusma?' A este punto se ha barbarizado la juventud!».”

De: J. Lynch. Juan Manuel de Rosas.

Page 96: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

96

IV) Caracterizar las categorías de enunciador y alocutario.

V) Explicar el uso de apelativos.

PROCLAMA DEL GENERAL QUIROGA

Pueblos de la República: Destinado por el general que os dieron los RR. Nacionales, a servir de jefe de la segunda di-

visión del Ejército de la Nación, ningún sacrificio he omitido por desempeñar tan alta confianza. Los enemigos de las le-

yes, los asesinos del encargado del Poder nacional, los insu-rrectos del Ejército y sus vendidos secuaces ningún medio omiten para

emponzoñar los corazones y prevenir los incautos que no me conocen.

La perfidia y la detracción es la bandera de ellos, mientras la franqueza y el valor es nuestra divisa.

Argentinos: Os juro por mi espada que ninguna otra aspiración me ani-ma que la de la libertad. A nadie se le oculta que mi fortuna es el pa-

trimonio y el sostén de los bravos que mando, y el día que los pueblos hayan recuperado sus derechos será el mismo de mi silencio y mi retiro.

Nada más aspira un hombre que no necesita ni cortejar el Poder ni al que manda. Libre por principios y por propensión, a mi estado natural

es la libertad; por ella verteré mi sangre y mil vidas, y no existirá escla-vo donde las lanzas de La Rioja se presenten.

Soldados de mi mando: El que quiera dejar mis filas puede retirarse y hacer uso de mi oferta, que os hago por tercera vez. Mas el que quiera

enristrar la lanza contra los opresores y oprimidos, quedad al lado mío. Los enemigos ya saben lo que valéis y os tiemblan.

Opresores y conquistadores de la libertad: Triunfaréis acaso de los bra-

vos riojanos, porque la fortuna es inconstante; pero se legará hasta el fin de los siglos la memoria de mil héroes que no saben recibir heridas

por la espalda.

Oprimidos: Los que deseéis la libertad o una muerte honrosa, venid a

mezclaros con vuestros compatriotas, con vuestros amigos y con vues-tro camarada.

Juan Facundo Quiroga En: Facundo (D. F. Sarmiento)

¡Oh, demonios!

Oh, demonios, muchacho. Ya no pienses. Relájate. Recoge tus piernas y déjalas caer sobre la mesa pequeña. Tranquilo. Pronto comenzará a

emitir la televisión. Descansa. ¡Rayos, mírate un poco esas zapatillas! Allí las tienes ahora, una en cada pie. Tan blancas y con la marca desta-

cada en color. Fíjate, detrás lleva la señal fosforescente. Ya sabes.

Page 97: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

97

Cuando caiga el sol toda la ciudad reconocerá a ese que corre por las

calles. ¡Dios, habrá que verlo! Puedes cruzar un pie sobre otro. Lucen mejor así.

Ya bébete una cerveza a tu salud, te la mereces. Abre una de esas latas holandesas tan bonitas. Tira la anilla y ya está. Luego la dejas colgando

de los dedos de la mano del brazo tendido.

Oye, no estaría mal acompañar el momento con un cigarrillo. Toma uno de esos rubios americanos. De verdad, chico, que deberías apreciar este

momento de tu vida. En cuanto llegue algún amigo hazte filmar en ví-deo y disfrútalo muchacho. Imagínate, han tenido que pasar cientos de

millones de años para que esto sucediera. ¡Cristo, y te ha tocado a ti! Cada época con sus guerras y sus luchas y sus muertos. Vaya que eres

afortunado. Bota la lata cuando la acabes y pon algo de música para festejarlo. El silencio es lo que te hace pensar tonterías. Las generacio-

nes anteriores no aprovecharon su oportunidad y la tuya sí. Así son las cosas. El mundo no debería cambiarse. Alístate ahora para ser feliz. Allá

él quien no lo desea. No es tu problema, olvida eso. Ya basta. Eso era basura, solo basura. Aquí estás tú ahora. Con tu cerveza holandesa, el

cigarrillo americano, la guayabera panameña, esas bermudas brasileñas y tus zapatillas de la marca que deseabas. Caracoles, eres un argentino

ciudadano del mundo, un cabecita latino, hispano, respetable como

cualquier blanco. La maldita historia terminó, al fucking carajo con ella. Pronto tendrás tu chica y tu apartamento, piensas en ellos. Tu también

luchaste, muchacho. Pagaste con tu dinero el college, la universidad de la empresa, juraste su bandera, hiciste el posgrado. Así son las cosas y

ya. Ahora se trata de un solo mundo, una sola cultura, una cerveza, unas zapatillas, una melodía. Solo eso. ¿Qué hay de malo?

Caray, deberías verte. Oye, de verdad, voltéate y mírate al espejo. Tra-ta de recordar ese buen momento. Hazte filmar en cuanto llegue un

amigo. CARLOS ARES

Recuerde que esta asignatura es troncal y se aprueba con un

parcial y un final, con 4 (cuatro) o más puntos. Si usted aprue-

ba el parcial, la regularidad de la asignatura se extiende por

dos años en los que podrá rendir el examen final en las fechas

estipuladas: febrero/marzo (dos llamados), julio (un llamado) y

diciembre (dos llamados).

Page 98: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

98

GLOSARIO

ACTO DE HABLA

El acto de habla, a veces denominado, acto de discurso, es una de las nociones esenciales de la pragmática lingüística. Su marco teórico fue planteado por el filó-sofo Austin (1970) y continuado por Searle (1972). Es la unidad más pequeña que realiza, por medio de la lengua, una acción (una orden, pedido, aserción, prome-sa) destinada a modificar la situación de los interlocutores. El coenunciador solo puede interpretarla si reconoce el carácter intencional del acto del enunciador.

Todo acto de habla se inscribe, así, en un marco institucional que define un con-junto de derechos y de obligaciones para los que participan de él. Debe satisfacer cierta cantidad de "condiciones de uso" que son, también, "condiciones afortuna-das" que lo vuelven apropiado al contexto. Searle propuso una tipología de estas condiciones que refieren a las circunstancias y al estatus de los participantes del acto de habla, sus intenciones, los efectos que se supone provocará. De esta ma-nera, para prometer algo a alguien hay que ser sincero, dirigirse a un coenuncia-dor interesado en la realización de esta promesa, no prometer algo imposible o cuyo cumplimiento es evidente, etcétera.

En el acto de habla se distinguen dos componentes: su contenido proposicional y su fuerza ilocucionaria. "¿Viene Pablo?" y "Viene Pablo" tienen el mismo conteni-do proposicional pero no la misma fuerza ilocucionaria, porque en el primer caso se trata de una pregunta y en el segundo de una aserción. La fuerza ilocucionaria puede estar marcada explícitamente por un verbo ("Te prometo venir", "Afirmo que llueve") o por la modalidad de la oración ("¿Venís?" es una pregunta) pero, en general, se reconoce en función del contexto. En efecto, para Austin, al producir un acto de habla se llevan a cabo tres actos simultáneos: un acto locucionario (se produce una secuencia de sonidos que tienen una organización sintáctica y que refieren a algo); un acto ilocucionario (por medio del habla se lleva a cabo una acción que modifica las relaciones entre los interactuantes: afirmar, prometer); un acto perlocucionario (se puede llevar a cabo un acto ilocucionario para realizar acciones muy variadas: una pregunta puede tener como objetivo alabar al coenunciador, mostrar que uno es modesto, poner incómodo a alguien, etc.). En tanto que el acto ilocucionario tiene naturaleza lingüística, está vinculado con la producción de cierta fórmula, el acto perlocucionario está fuera del dominio de la lengua.

Existen actos de habla indirectos: cuando nos dirigimos a la persona que atiende un quiosco y le decimos: "¿Tiene Gitanes?", literalmente se trata de una pregunta, indirectamente, de un pedido dirigido a obtener cigarrillos.

En un análisis jerárquico de las unidades de una interacción conversacional, el acto de habla es el constituyente más pequeño: una intervención como "Lavá el plato; está sucio", tiene dos actos de habla. Pero la delimitación de los actos de habla plantea muchos problemas: pueden corresponder a unidades más peque-

Page 99: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

99

ñas que la oración y solo pueden ser identificados en un contexto.

AUTORIDAD

Las corrientes pragmáticas ponen el acento en el hecho de que los comporta-mientos de los sujetos respecto de un discurso son una función de la autoridad del enunciador, de la legitimidad que se le confiere al estatus que se le reconoce. Lo que se denomina "razonamiento de autoridad" es, precisamente, un razona-miento en el que la validez de una proposición se desprende de la autoridad de su enunciador: "Partimos de un hecho «X dijo que P», nos basamos en la idea de que X ("que no es un imbécil") tiene buenas razones para no equivocarse cuando dice lo que dice y concluimos en la verdad o en la verosimilitud de P" (Ducrot 1984: 167).

De manera más amplia, el análisis del discurso considera en qué condiciones un discurso está autorizado, es decir, en qué contexto es considerado legítimo y, por lo tanto, eficaz: el estatus de los participantes, la naturaleza del marco espacio-temporal tienen aquí un rol esencial. [Ver Contexto, Género discursivo.]

COHERENCIA / COHESIÓN

El estudio de la coherencia y de la cohesión de un texto es el objeto de la lingüís-tica textual que estudia la manera en que una sucesión de oraciones forma una unidad, constituye un texto. En general, se considera que la cohesión es el resul-tado del encadenamiento de las proposiciones, de la linealidad del texto, en tanto que la coherencia se apoya en la cohesión pero hace intervenir, también, restric-ciones globales, no lineales, relacionadas, en especial, con el *contexto, con el *género discursivo. En este punto la terminología es confusa. Algunos lingüistas usan la noción de conexidad en lugar de lo que denominamos más arriba cohe-sión. Pero otros hablan de conexidad solo para las relaciones que los conectores tejen entre las oraciones.

La división entre los fenómenos que pertenecen a la coherencia y los que perte-necen a la cohesión no es fácil de hacer de manera detallada, pero esto no hace que esta distinción no sea fundamental. Existen modos de organización textual intermedios entre la proposición elemental y el texto considerado globalmente: este es el caso particular de las secuencias y de las superestructuras, que contri-buyen a la estructura composicional de un texto.

Analizar la cohesión de un texto es considerarlo como un encadenamiento, como una textura (Halliday & Hasan 1976: 2) en la que fenómenos lingüísticos muy di-versos permiten, al mismo tiempo, la progresión textual y aseguran la continuidad por medio de repeticiones. En especial los siguientes:

- la repetición de los constituyentes: "Pedro...; Pedro...";

- las unidades "anafóricas" o "catafóricas" que se interpretan gracias a otros constituyentes que se ubican antes (anáfora) o después (catáfora) en el *cotexto: pronombres, sustituciones léxicas;

- las elipsis: "Pablo ama a María. Julio también" (se elide "ama");

- la progresión temática (Tema);

- el uso de los tiempos verbales;

Page 100: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

100

- los conectores entre oraciones: de oposición (sin embargo), de causa/ conse-cuencia (por lo tanto, pues), de adición (además), de tiempo (después);

- los marcadores que separan el texto y hacen perceptible su configuración (en primer lugar, por otra parte);

- las inferencias (en "María vive en Italia. A los franceses les gustan los países latinos", el vínculo entre las dos oraciones está asegurado por dos proposicio-nes implícitas: "María es francesa", "Italia es un país latino"). Estas inferencias pueden estar inscriptas en la estructura lingüística o basarse en un saber *enciclopédico, como en el ejemplo que proponemos.

Pero un texto puede exhibir los signos de una cohesión perfecta sin que eso im-plique su coherencia. Para que se diga de un texto que es coherente, debe poder atribuírsele una intención global, un "objetivo ilocucionario" vinculado con su gé-nero discursivo. Esto es lo que permite que el coenunciador adopte un comporta-miento adecuado respecto de él: si un enunciado se presenta como una publici-dad, una receta de cocina o un poema surrealista, su coherencia será establecida por caminos muy diferentes. La coherencia pasa, también, por la identificación del tema del texto, de qué trata, dentro de cierto universo (de ficción, histórico, teóri-co).

Según Brown & Yule (1983: cap. 7) para determinar el alcance de un discurso el coenunciador realiza las siguientes actividades:

- busca ubicar el tipo de *acto de habla que se lleva a cabo: un enunciado se considera coherente o no según que se lo vea como una objeción, un comen-tario, una amenaza, etc.;

- moviliza un saber enciclopédico, ya que el conocimiento de los géneros dis-cursivos y de los scripts es el resultado de nuestra experiencia del mundo. Si, por ejemplo, el enunciado: "El embrague se rompió de nuevo; Pablo llamó al mecánico" parece coherente, pero no: "El embrague estaba roto; Pablo molió a palos al equilibrista", es porque conservamos en la memoria un marco de conocimientos que dice que una parte de un auto que un mecánico ya reparó no debe romperse nuevamente, que un cliente debe protestar, etc. Por el con-trario, no es muy clara la relación entre el equilibrista y un motor.

La coherencia no está en el texto, es construida por el coenunciador: "La necesi-dad de coherencia es una especie de forma a priori de la recepción discursiva" (Charolles 1988: 55). Por otra parte, el juicio que declara que un texto es coheren-te o incoherente puede variar, según los sujetos, en función del conocimiento que tengan del contexto o de la autoridad que le otorguen al enunciador.

COMPETENCIA

Este concepto fue introducido por el fundador de la gramática generativa, Noam Chomsky, para designar la aptitud que tienen los locutores de una lengua para comprender y producir un número ilimitado de oraciones nunca dichas. Pero en el análisis del discurso no es posible conformarse con esta competencia gramatical. En efecto, a esta se agrega una competencia pragmática que contiene reglas que permiten que un sujeto interprete un enunciado en relación con un contexto parti-cular. De esta competencia formarían parte las leyes del discurso.

Page 101: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

101

La etnografía de la comunicación introdujo la noción de competencia comunicati-va: para hablar es necesario, también, utilizar la lengua de una manera apropiada en una gran variedad de situaciones (Hymes 1962). Esta competencia comunica-tiva es, en gran parte, implícita y se adquiere en las interacciones. Incluye reglas sobre aspectos muy variados: saber dominar los turnos de habla, saber de qué hablar en cada situación, saber sincronizar los gestos con las palabras que se dicen y con las del coenunciador, saber manejar las imágenes del otro, en resu-men, dominar los comportamientos requeridos por los diversos géneros discursi-vos. Esta competencia se modifica constantemente, en función de las experien-cias que cada uno tiene. Además, un mismo individuo dispone de diferentes com-petencias comunicativas cuando entra en interacción con comunidades variadas.

También se utiliza la noción de competencia discursiva (Maingueneau 1984) para designar la aptitud de un sujeto para producir enunciados que pertenecen a una formación discursiva determinada (por ejemplo, la aptitud de un enunciador co-munista para producir enunciados comunistas). Esta competencia es profunda-mente interdiscursiva: enunciar en el interior de una formación discursiva es sa-ber, también, cómo posicionarse respecto de las formaciones discursivas que compiten.

CONTEXTO

El análisis del discurso relaciona a los enunciados con sus contextos. A veces, incluso, se lo define por esta característica. Pero no estudia de manera inmanente los enunciados para luego relacionarlos con diferentes parámetros "externos", situacionales: se esfuerza, por el contrario, por aprehender el discurso como una actividad inseparable de este "contexto".

No existe consenso sobre la naturaleza de los componentes del contexto. Hymes (1972), además de los participantes, el lugar, el momento, el objetivo, incluye el tema, el *género discursivo, el canal, el dialecto utilizado, las reglas de los turnos de habla en uso en la comunidad. Otros incluyen también los saberes de los parti-cipantes acerca del mundo, sus saberes respectivos sobre los demás, los saberes sobre el trasfondo cultural de la sociedad en la que se produce el discurso. De hecho, los factores que se toman en consideración en el contexto dependen am-pliamente de la problemática que se esté desarrollando. Sin embargo, existe un núcleo de constituyentes que se consideran de manera unánime: los participantes del discurso, su marco espacio-temporal, su objetivo. Participantes, marco y obje-tivo se articulan de manera estable a través de las instituciones lingüísticas defini-das en términos de contratos de habla o géneros discursivos.

- Respecto de los participantes se establece una distinción entre los individuos, social o biológicamente descriptibles independientemente del discurso y los ro-les que tienen en el discurso: escritor, vendedor, alumno.

- Para el marco espacio-temporal se distingue entre marco empírico y marco institucional, asociado al género discursivo. En efecto, puede haber distorsio-nes entre ambos: por ejemplo, un estacionamiento (marco empírico) puede ser un lugar en el que se celebre una misa o la sede de un tribunal. Esta distorsión puede ser tematizada en el discurso. Asimismo, junto a la cronología empírica, la del calendario, existe la que implica el discurso: un discurso puede producir-se "objetivamente" el 12 de diciembre de 1921 pero presentarse como una

Page 102: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

102

conmemoración, por ejemplo, del centenario del nacimiento de Flaubert.

- El objetivo que se dan los participantes del discurso depende, evidentemente, del género discursivo: comprar algo, incitar a la conversión religiosa, maldecir, etc. Algunos géneros implican scripts (marcos) relativamente rígidos: un oficio religioso, una alocución política, un interrogatorio policial, la compra de un pa-saje de avión, etc. A veces sucede que se produce un cambio respecto del ob-jetivo oficial del discurso. Además, la heterogeneidad es la regla en las inter-acciones: no solo hay objetivos jerarquizados (por ejemplo, un sermón está in-cluido en la misa) sino que constantemente se producen mezclas, desliza-mientos que provocan desvíos del objetivo oficial (un cliente puede hacerle la corte a una vendedora).

El contexto no es un dispositivo que podría ser comprendido por un observador externo. Debe ser considerado a través de las representaciones (frecuentemente divergentes) que se hacen de él los participantes. Para poder comportarse de manera apropiada, estos últimos, apoyándose en diversas claves, deben identifi-car el género discursivo en el que están implicados.

Cuando se sale de los géneros discursivos muy ritualizados, el contexto aparece como el producto de una construcción de los interactuantes: a menudo la natura-leza del género discursivo, el rol de los participantes, la naturaleza del marco es-pacio-temporal son objeto de conflictos y negociaciones.

Cuando termina un intercambio verbal, el contexto puede ser muy diferente del que existía al comienzo, a un cuando más no fuera porque las informaciones y los comportamientos introducidos en la interacción lo modificaron.

Cuando se conserva un texto, este circulará en contextos muy diferentes de aquel en el que surgió y cambiará su estatuto, su género. En este caso, a pesar de la invariancia (muy relativa) del texto, el analista del discurso, que no separa enun-ciado y contexto, se enfrenta con discursos distintos.

COTEXTO

El cotexto se opone al contexto como el entorno textual inmediato de una unidad discursiva a su entorno no textual. La dificultad consiste en distinguir qué se ori-gina en lo textual. Algunos no restringen la noción de texto a las unidades verba-les sino que incluyen en ella los elementos kinésicos que los acompañan (gestos, expresiones del rostro), incluso las acciones de los interactuantes durante el inter-cambio. Pero en general se reserva la noción al entorno propiamente verbal. Para ser claro, si es necesario, es preferible distinguir entre cotexto verbal y cotexto no verbal.

DEÍCTICOS1

Se denomina deícticos a las unidades lingüísticas cuyo valor referencial depende del entorno espacio-temporal en el que ocurren. De esta manera, yo es un deícti-

1 En el original en francés la entrada para este término es embrayeur, es decir, la traduc-ción francesa del término shifter de Jakobson. La traducción española de este término es conmutador, sin embargo, dado que la entrada remite especialmente al plano enunciati-vo, decidí utilizar el término de uso más corriente en nuestro medio, es decir, deíctico (N. de la T.).

Page 103: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

103

co porque su referente se identifica como el individuo que, en cada ocurrencia, en cada evento enunciativo, dice "yo". Jakobson (1963: capítulo 9) introdujo el tér-mino inglés shifter, Bühler habla de elementos deícticos y otros autores de ele-mentos autorreferenciales, de elementos indiciales, de símbolos indexicales. Esta categoría incluye, en especial, las personas lingüísticas (yo-tú), los demostrativos (este libro, esto, etc.), los tiempos verbales (pasado, presente, futuro).

Desde el punto de vista del análisis del discurso los deícticos permiten oponer los enunciados de acuerdo a cómo organizan su anclaje discursivo: en relación con la situación de enunciación o en relación con un juego de remisiones internas dentro del enunciado. Esta es la clásica distinción entre planos de la enunciación intro-ducida por Benveniste (1966), entre discurso e historia, para dar cuenta del em-pleo, en francés, del pasado simple (al que denomina aoristo). En el "plano de enunciación" del discurso "alguien se dirige a alguien, se enuncia como locutor y organiza lo que dice a partir de la categoría de persona" (p. 242), en tanto que en el plano de la enunciación de la historia "los hechos parecen contarse a ellos mismos". Como consecuencia de esta distinción se habló de relato más que de historia y, especialmente, se reformuló la oposición discurso / historia ampliando la oposición a un plano de enunciación anclado y un plano no anclado (Simonin-Grumbach 1975). Desde esta perspectiva, enunciados no anclados pertenecen al plano del relato aunque no sean narrativos. Esta postura implicó una serie de equívocos porque espontáneamente se interpreta relato como "narración". Asi-mismo, la restricción de discurso a los enunciados anclados es inadecuada, por-que excluye del campo del discurso a los enunciados no anclados. Para remediar esta doble dificultad (Maingueneau 1993) proponemos distinguir entre plano an-clado (el ex-"discurso") y plano no anclado (el ex-"relato") y reservamos el término de relato para los enunciados no anclados narrativos. Un proverbio, una definición del diccionario, etc., no anclados, también pertenecen al plano no anclado, pero no al relato.

ENCICLOPÉDICO (SABER)

Para comprender un enunciado, los sujetos no solo ponen en juego su competen-cia lingüística, también deben apelar a un saber enciclopédico, es decir, al cono-cimiento del mundo que hayan adquirido. En "Pablo visitó Francia", la referencia de "Pablo" o de "Francia" se dominan por el saber enciclopédico y no por el domi-nio que los sujetos tengan de la gramática y del léxico. Los conocimientos enci-clopédicos varían entre individuos y son abiertos: la gente los enriquece perma-nentemente.

ENUNCIACIÓN

La enunciación se define clásicamente, a partir de Benveniste, como "la puesta en funcionamiento de la lengua por un acto individual de utilización" (1974: 80). De este modo, se opone a enunciado, como el acto se distingue de su producto. Pe-ro, desde una perspectiva de análisis del discurso, es imprescindible distanciarse de algunos presupuestos que pueden aparecer en esta definición:

- La enunciación no debe ser concebida como la apropiación que hace un indi-viduo del sistema de la lengua: el sujeto no accede a la enunciación si no es a través de las múltiples restricciones de los géneros discursivos.

Page 104: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

104

- La enunciación no se basa en un solo enunciador: la interacción está en pri-mer término. Como señala Benveniste (1974: 85), " 'el monólogo' debe plan-tearse, a pesar de las apariencias, como una variedad del diálogo, estructura fundamental".

- El individuo que habla no es, necesariamente, la instancia que se hace cargo de la enunciación [Ver Polifonía]. Este fenómeno es el que hace que Ducrot defina a la enunciación independientemente del autor del enunciado, como el "acontecimiento constituido por la aparición de un enunciado" (1984: 179).

Uno de los aportes fundamentales de la reflexión sobre la enunciación lingüística fue resaltar la dimensión reflexiva de la actividad lingüística: el enunciado no refie-re al mundo más que si refleja el acto de enunciación. De esta manera, las perso-nas, el tiempo del enunciado encuentran su anclaje en esta situación de enuncia-ción [Ver Deícticos]; de manera que el enunciado posee el valor ilocucionario que "muestra" a través de su enunciación. [Ver Acto de habla.] La enunciación consti-tuye el pivote de la relación entre la lengua y el mundo: permite representar en el enunciado hechos, pero ella misma constituye un hecho, un acontecimiento único definido en el tiempo y en el espacio.

ENUNCIADO

Enunciado designa el producto del acto de enunciación. Este término es muy poli-sémico y solo cobra sentido si se lo integra en diversas oposiciones:

- Desde un punto de vista sintáctico se opone, con frecuencia, enunciado y ora-ción, cuando se considera que la oración es un tipo de enunciado. El enuncia-do se define, en este caso, como la unidad comunicativa elemental, una se-cuencia verbal dotada de sentido y sintácticamente completa. De esta manera: "León está enfermo", "jAh!", "jQué chica!", "Pablo", son enunciados.

- Otros lingüistas, desde una perspectiva enunciativa, ven en la oración una es-tructura desvinculada del uso, que corresponde a una infinidad de enunciados en relación con una infinita variedad de contextos particulares. Así, Ducrot sos-tiene que "el enunciado debe distinguirse de la oración, que es una construc-ción del lingüista y que permite dar cuenta de los enunciados. Establecer la gramática de una lengua es especificar y caracterizar las oraciones subyacen-tes a los enunciados realizables por medio de esta lengua" (1984: 177).

- En un nivel superior enunciado se considera, con frecuencia, como equivalen-te de texto, es decir, como una secuencia verbal relacionada con la intención de un mismo enunciador y que forma un todo que pertenece a un *género dis-cursivo determinado: un boletín meteorológico, una novela, un artículo perio-dístico, etc.

- La lingüística textual usa la oposición entre texto y enunciado que Adam resu-me de esta manera: "Un enunciado, en el sentido del objeto material oral u es-crito, de objeto empírico, observable y descriptible, no es el texto, objeto abs-tracto... que debe pensarse en el marco de una teoría (explicativa) de su es-tructura composicional." (1992: 15). Para esta acepción de enunciado encon-tramos también el término de superficie lingüística (Pécheux & Fuchs 1975: 24).

Page 105: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

105

ESCRITO (ORAL)

Esta distinción provoca permanentes equívocos porque mezcla diferentes regis-tros:

- Una oposición entre enunciados que se producen a través del canal oral, las ondas sonoras, y enunciados que se producen a través del canal gráfico. Este último permite almacenar informaciones y transmitirlas a través del tiempo y del espacio. También permite hacer que el lenguaje entre en el campo de lo visual y, por lo tanto, estudiar los enunciados independientemente de su con-texto, manipularlos (Goody 1977).

- Una oposición entre enunciados dependientes del contexto no verbal e inde-pendientes de este. En un intercambio oral los dos participantes interactúan, sus palabras están acompañadas por gestos, por índices paraverbales, la sin-taxis tiene un funcionamiento más laxo en el que abundan las yuxtaposiciones, las rupturas, las elipsis, las redundancias. Por otra parte, los interactuantes no pueden comprender globalmente un enunciado, volver hacia atrás, y están siempre amenazados por una interrupción. Por el contrario, un enunciado in-dependiente del contexto tiene una tendencia a cerrarse sobre sí mismo y puede construir un juego de referencias intratextuales; la subordinación sintác-tica se despliega, en este caso, con su mayor rigor. Un enunciado oral puede ser independiente del contexto: esto sucede con un oficio religioso, algunos cursos y conferencias, etc., en los que no se considera la intervención del coenunciador en un discurso al que se considera cerrado.

- Una oposición entre estilo escrito y estilo oral: un enunciado puede ser consi-derado gráfico e independiente del contexto pero puede simular las caracterís-ticas de un enunciado dependiente del contexto. Podemos pensar en esas no-velas (como las de San-Antonio o Céline) que presentan tensiones entre el es-tilo oral de su enunciación y su modo de recepción, el de la lectura literaria. A la inversa, existen intercambios orales en los que los interactuantes hablan "como libros", con un estilo escrito.

- La oposición escrito /oral también sirve para caracterizar los dos polos entre los que oscila el discurso en una sociedad. Por una parte el polo "escrito" de los enunciados estables, pronunciados en contextos ritualizados: los par-ticipantes de estos discursos tienen un estatus extremadamente acotado (es-critores, curas, políticos) y sus enunciados una fuerte carga simbólica para la colectividad. Por otra parte, el polo de los intercambios inestables y espon-táneos de las interacciones cotidianas. La Escuela francesa privilegió el primer polo.

ESPECIALIDAD (DISCURSO / LENGUAJE DE -)

Con discurso o lenguaje de especialidad se designan los usos de la lengua pro-pios de un campo de actividad: esencialmente, los discursos científicos (química, sociología), los discursos técnicos (petroquímica, comunicación), los discursos profesionales (relojería, turismo, panadería, periodismo televisivo). También se pueden incluir campos como el esparcimiento o la política. Este dominio de inves-tigación privilegia los géneros discursivos ritualizados o el estudio de los vocabu-larios, es decir, de los aspectos que pueden tener aplicaciones: por ejemplo, se puede querer formar traductores de textos científicos, poner a punto computado-

Page 106: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

106

ras capaces de producir o de analizar textos, constituir terminologías, etc. Por lo tanto, en general se habla de discurso de especialidad desde una perspectiva de lingüística aplicada. Pero el análisis del discurso puede interesarse por este tema con objetivos propios.

GÉNERO DISCURSIVO

Algunos utilizan indistintamente género discursivo y tipo de discurso. Pero hay una tendencia hacia el empleo de género discursivo para los dispositivos de co-municación socio-históricamente definidos: la noticia policial, el editorial, la consul-ta médica, el interrogatorio policial, los avisos clasificados, la conferencia universi-taria, el informe universitario, etc. Dado que el análisis del discurso relaciona pa-labras y lugares, le otorga un lugar central a esta noción. La diversidad de géne-ros discursivos es muy grande: al lado de los géneros que pueden parecer muy estables –como la receta de cocina o la plegaria– existen otros más fugaces (co-mo el informativo de la televisión). El punto más delicado consiste en detener la proliferación de los géneros: se puede distinguir una inmensa variedad de subgé-neros de noticias policiales o de manuales de matemática.

En la concepción tradicional se consideraba a los géneros como especies de marcos en los que se deslizaba un "contenido" que era independiente. Con la in-fluencia de las corrientes pragmáticas se vio que se trataba de actividades más o menos rituales que no podían desarrollarse legítimamente y ser "exitosas" más que si se adecuaban a las reglas que las constituían. [Ver Contexto] Estas restric-ciones definitorias de un género refieren a:

- El estatus respectivo de los enunciadores y de los coenunciadores;

- Las circunstancias de espacio y tiempo de la enunciación;

- El soporte y los medios de difusión;

- Los temas que pueden introducirse;

- La longitud, el modo de organización, etcétera.

El soporte juega un papel fundamental en el surgimiento y establecimiento del género: la aparición del micrófono cambió profundamente el dispositivo del ser-món; el teléfono modificó la definición de la conversación, la epopeya es insepa-rable del recitado oral, etc.

Es posible intentar extraer las reglas de un género independientemente de las formaciones discursivas; también se puede considerar de qué manera tal o cual formación discursiva inviste un género (el género del sermón no está investido de la misma manera por un pastor integrista y por un pastor progresista). En efecto, cada formación discursiva se caracteriza por la investidura de algunos géneros a expensas de otros; Platón escribió diálogos, pero no aforismos, elección genérica que es inseparable de la doctrina platónica.

El género discursivo tiene una incidencia decisiva en la interpretación de los enunciados. No se puede interpretar un enunciado si no se sabe con qué género relacionarlo: "Al oír las palabras de otra persona, sabemos de entrada, con las primeras palabras, presentir el género, adivinar el volumen (largo aproximado de todo discurso), la estructura composicional, prever el final, dicho de otro modo,

Page 107: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

107

desde el comienzo somos sensibles al todo discursivo" (Bajtín 1984: 285). [Ver Cohesión, Coherencia.]

INTERTEXTO / INTERTEXTUALIDAD

Intertextualidad remite tanto a una propiedad constitutiva de todo texto, como al conjunto de relaciones explícitas o implícitas que un texto mantiene con otros tex-tos. En la primera acepción es una variante de interdiscursividad. Pero si intertex-tualidad e interdiscursividad tienen un sentido equivalente, sin embargo, no se usan en los mismos campos. Se habla de intertextualidad más en el campo litera-rio o más ampliamente cuando se trata de textos en el sentido fuerte, a obras.

G. Genette (1982: 8) prefiere denominar transtextualidad a la intertextualidad, a la que le otorga un valor más restringido. Establece una tipología de las relaciones transtextuales:

- La intertextualidad supone la presencia de un texto dentro de otro (por medio de la cita, de alusiones, etc.);

- La paratextualidad concierne al entorno del texto propiamente dicho, su perife-ria (títulos, prefacios, ilustraciones, pedidos para que se inserte algo en un tex-to, etc.);

- La metatextualidad refiere a la relación de comentario de un texto en otro;

- La architextualidad, mucho más abstracta, relaciona un texto con las diversas clases a las que pertenece (tal poema de Baudelaire mantiene una relación de architextualidad con la clase de los sonetos, la de las obras simbolistas, la de los poemas, la de las obras líricas, etc.);

- . La hipertextualidad es la operación por medio de la cual un texto (denomina-do hipotexto) se incorpora en un texto anterior (denominado hipertexto), sin que sea un comentario. Se refiere a los fenómenos de transformación (paro-dia, transposiciones) o de imitación (pastiche, falsedad).

A semejanza de interdiscurso, intertexto se usa, con frecuencia, para designar un conjunto de textos que mantienen relaciones intertextuales: se dice, por ejemplo, que la literatura de la Pléiade y la literatura antigua forman un intertexto. En Main-gueneau (1984: 83) se hace una distinción entre intertextualidad e intertexto: el segundo es el conjunto de los fragmentos citados en un corpus dado, en tanto que el primero es el sistema de reglas implícitas que subyacen a este intertexto, el modo de cita legítimo en la formación discursiva a la que pertenece el corpus. De este modo, la intertextualidad del discurso científico no es la misma que la del dis-curso teológico y una y otra varían de una época a otra. Se puede distinguir entre una intertextualidad interna (entre un discurso y los del mismo campo discursivo) y una intertextualidad externa (con los discursos de campos discursivos distintos, por ejemplo, entre un discurso teológico y un discurso científico). Pero estas dos intertextualidades son dos facetas de un mismo funcionamiento discursivo.

PARATEXTO

Según Genette (1982: 9) el término permite designar el conjunto de los enuncia-dos que rodean un texto: título, subtítulo, prefacio, indicación de insertar, índice de

Page 108: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

108

materias, etc. El paratexto está destinado a "hacer presente el texto, asegurar su presencia en el mundo, su recepción y su consumo" (Genette 1987: 7). El interés por este fenómeno se relaciona con el desarrollo de las perspectivas pragmáticas en análisis del discurso: no es posible disociar un texto del marco comunicativo dentro del que se presenta, no hay interpretación posible si no se relaciona con ese marco, que varía en el tiempo y en el espacio. [Ver Género discursivo.]

Se distingue el paratexto de autor y el paratexto editorial. El primero es producido por el autor (su nombre, epígrafe, prefacio, dedicatoria, nota al pie de página) y el segundo al editor (tapa, catálogo, copyright, etc.). Pero esta distinción está per-manentemente amenazada, sobre todo en el caso de los textos (literarios, filosófi-cos) que se consumen en períodos muy largos y que, por lo tanto, son reciclados permanentemente. Así, por ejemplo, la serie de panfletos religiosos clandestinos titulados, sucesivamente, Lettres écrites a un provincial... luego, Lettres écrites par l'auteur des Lettres écrites a un provincial..., luego, Lettres au révérend P. An-nat, jésuite se convirtió en Les Provinciales y fue transferida al discurso literario.

Genette (1987) divide el paratexto en peritexto y epitexto. El primero es la parte del paratexto inseparable del texto (título, índice de materias). El segundo, por el contrario, circula fuera del texto; puede ser editorial (publicidades, catálogos) o de autor y, en este caso, público o privado. La entrevista radiofónica de un autor muestra el epitexto de autor público, en tanto que un borrador o un diario íntimo muestran el epitexto de autor privado. [Ver Intertextualidad.]

POLIFONÍA

La problemática de la polifonía cuestiona la unicidad del sujeto hablante y en con-secuencia se inscribe en la problemática más amplia de la heterogeneidad discur-siva. El término fue introducido por Bajtín en sus trabajos sobre literatura para ca-racterizar obras en las que, como en las novelas de Dostoievski (Bajtín 1970), varias "voces" se expresan sin que ninguna domine. Pero luego fue utilizada por los lingüistas, especialmente Ducrot, para dar cuenta de los múltiples casos en los que el que produce materialmente el enunciado no se hace cargo de él, no se plantea como su responsable.

Ducrot (1984: VIII) distingue entre sujeto hablante, locutor y enunciador. El prime-ro es un ser empírico, el individuo que enuncia físicamente el enunciado; el locu-tor es un ser discursivo, la instancia a la que se le imputa la responsabilidad del enunciado. Así, en el discurso directo, por ejemplo, el sujeto hablante no se hace cargo del discurso citado. Pero se hace cargo de la aserción de que alguien ha dicho las palabras que se refieren. Asimismo, en los enunciados eco, en los que se responde a las palabras del interlocutor (A: "No tenés cabeza", B: "jAh! No ten-go cabeza") el sujeto hablante no se presenta como responsable del enunciado eco. En el caso de los enunciados no anclados, no hay ausencia de responsabili-dad sino un borramiento del locutor. La diferencia que hace Ducrot entre locutor y enunciador es menos clara. Está destinada a analizar fenómenos de falta de res-ponsabilidad más sutiles como la ironía o la negación polémica. En la ironía, por ejemplo, el locutor se haría cargo de las "palabras" pero no del "punto de vista" que defiende el enunciado: este "punto de vista" se atribuiría a un personaje, el enunciador, que aparece en escena en la enunciación irónica.

De una manera más amplia, a la problemática de la polifonía se integran fenóme-nos de orden textual como el pastiche, la parodia, el proverbio. Cuando alguien

Page 109: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

109

enuncia un proverbio, garantiza su enunciado en otra instancia, la "Sabiduría de las naciones", que se pone en escena en el habla y de la que se participa direc-tamente como miembro de la comunidad lingüística.

Roulet establece una distinción útil entre la diafonía (recuperación, en el discurso del locutor, de las palabras efectivas o virtuales del coenunciador) y la polifonía propiamente dicha [cita de las palabras de otros enunciadores, de terceros (Rou-let et al. 1985)].

Page 110: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

110

BIBLIOGRAFÍA

AUSTIN, J.L. (1962) Cómo hacer cosas con las palabras, Barcelona: Paidós Ibéri-ca.

BENVENISTE, E. (1978) Problemas de lingüística general, México: Siglo XXI.

BERRENDONER, A. (1987) Elementos de pragmática lingüística, Barcelona, Ge-disa

DUCROT, O. (1984) El decir y lo dicho, Buenos Aires, Hachette.

DUCROT, O y TODOROV, T. (1989) Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, México: Siglo XXI, 14º edición.

COURTES, J. (1980) Introducción a la semiótica narrativa y discursiva, Buenos Aires: Hachette.

CHOMSKY, F. (1974) Estructuras sintácticas, México Siglo XXI. )

FILINICH, M.I. (1998) Enunciación, Buenos Aires, EUDEBA (Encicl. Semiológica).

GRICE, H.P. (1975) “Logic and convesation”, en P. Cole y J. Morgan (eds.) Syn-tax and Semantics, vol. 3, Speech Acts. New York, N.Y. Academic Press.

JAKOBSON R. (1969) Ensayos de lingüística general, Barcelona, Ariel.

KERBRAT-ORECCHIONI, C. (1987) La enunciación de la subjetividad en el len-guaje, Hachette, Buenos Aires.

KRISTEVA, J. (1981) Semiótica 1 y 2, 2a. edición, Madrid, Editorial Fundamentos.

LYONS, J. (1981) Lenguaje, significado y contexto, Barcelona, Paidós.

LYONS, J. (1980) Semántica, Barcelona, Teide.

MAINGUENEAU, D. (1980) Introducción a los métodos del análisis del discurso, Buenos Aires, Hachette (1ra. edición: 1976).

PARRET, H. (1983) “L’enontiation en tant que déictisation et modalisation”, Langages 70.

SAUSSURE, F. (1945) Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada.

SEARLE, J. (1980) Actos de Habla, Madrid, Cátedra, (1ra edición: 1969).

RAITER, A. (1985) Conectores discursivos, Buenos Aires, Mimeo.

RUIZ, Élida (1995) Enunciación y polifonía (Selección, adaptación y comentarios) Enciclopedia semiológica, Eudeba, 1998.

VOLOSHINOV, V. (1973) El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Buenos Aires, Nueva Visión, (1ª edición: 1929).

WEINRICH, H. (1968) Estructura y función de los tiempos en el lenguaje, Madrid: Gredos.

Page 111: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

111

LECTURAS

de Lengua y comunicación II

Page 112: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

112

Í N D I C E

1- María Isabel Filinich (1998) Enunciación

Capítulo 1: Conceptos generales de teoría de la enunciación: - Enunciado y enunciación - La enunciación enunciada - Discurso, texto y contexto

Capítulo II: El sujeto de la enunciación - Definición - Las marcas del enunciador y del enunciado - Ambigüedad y polifonía enunciativa

2- Élida Ruiz (1995) Enunciación y polifonía (Selección,

adaptación y comentarios)

ENUNCIACIÓN Y POLIFONÍA

- El análisis del discurso

ENUNCIACIÓN

El aparato formal de la enunciación Comentario sobre el artículo de E. Benveniste.

3- J. L. AUSTIN (1962) Cómo hacer cosas con pala-

bras, Buenos Aires, Paidós

Page 113: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

113

LECTURA N.º 1:

María Isabel Filinich (1998) Enunciación, Buenos Aires, EUDEBA (Enciclopedia Semiológica). Capítulos 1 y 2.

CAPÍTULO 1

Conceptos generales de teoría de la enunciación

1.1. Preliminares

Podemos abordar el estudio del lenguaje desde perspectivas diversas. Para referirnos solo a dos posibles maneras de hacerlo, diremos que una forma consiste en considerarlo como un sistema de significación cuyos ele-mentos se definen por las relaciones que entablan entre sí, mientras que otra consiste en considerar que el ejercicio del lenguaje es una acción como tantas otras cuya significación depende no solo de las relaciones estructurales entre sus elementos constitutivos sino también de los interlocutores implicados y sus cir-cunstancias espacio-temporales.

Adoptar una u otra perspectiva implica arribar a resultados diferentes y también por supuesto, tener propósitos y partir de presupuestos diferentes con respecto al lenguaje.

Así, una frase como la siguiente: ¡Bello día el de hoy!

puede ser sometida a un tipo de análisis que solo interese por su gramaticalidad y aceptabilidad dentro de una comunidad lingüística, al margen de las circunstan-cias en que tal frase pueda ser emitida; o bien, puede ser observada como un enunciado, esto es, como una ocurrencia singular de la frase, efectuada en de-terminadas circunstancias –por ejemplo, para aludir a la tormenta que arruina un día de campo– hecho que pone en evidencia una estrategia discursiva (la ironía) por la cual el enunciado asume una significación suplementaria que es necesario explicar. Volveremos más adelante sobre el caso de la ironía –que no es excep-ción en el discurso, como podría pensarse– y bástenos por el momento advertir la diferencia entre dos posibles tratamientos de una emisión lingüística.

Privilegiar uno u otro aspecto del lenguaje, esto es, su carácter de sistema de re-laciones autónomo, independiente de su realización, o bien su productividad signi-ficativa en posibles situaciones comunicativas, implica adoptar concepciones dife-rentes acerca de la significación y del lenguaje, y sobre el lugar de este dentro de la experiencia humana1. 1 Una explicación sucinta de la diferencia entre ambas posiciones frente al lenguaje la encontramos en Ducrot, quien la presenta en los siguientes términos: [Para Saussure, la lengua] “consiste en un código, entendido como una correspondencia entre la realidad fónica y la realidad psíquica a la que expresa y comunica. El objeto científico “lengua” podría [...] explicar la actividad lingüística, considerada como un hecho, únicamente en la medida en que esta última fuera la puesta en práctica o la utilización de ese código. Pero la lengua misma, el código, no contendría alusión alguna al uso, así como un instrumento no hace referencia a sus diferentes empleos. La lingüística de la enunciación se caracte-riza por un funcionamiento inverso. [Considera que la lengua...] comporta de una manera constitutiva indicaciones referidas al acto de hablar [...]. Una lingüística de la enunciación postula que muchas formas gramaticales muchas palabras del léxico, giros y construc-

Page 114: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

114

Quienes llamaron primeramente la atención sobre la capacidad del lenguaje de ejercer acciones tan concretas como cualquier otra, fueron los filósofos del len-guaje. El título mismo de la obra de Austin2 –pionero en destacar este rasgo del lenguaje– How to do things with words, revela la preocupación del autor por sacar a la luz el poder del lenguaje de efectuar acciones. Hablar, según Austin, no es simplemente hacer circular significaciones sino realizar alguna acción determina-da que, como toda acción, tiene móviles y consecuencias.

Así, pronunciar la frase “Juro decir la verdad”, pongamos por caso, en el contexto de un juicio, no es solamente comunicar una información sino realizar un juramen-to, el cual no podría haber tenido lugar sino por obra de haber sido pronunciada la frase respectiva. En otros términos, jurar es decir que se jura, entonces, decir es hacer. Además, desde el momento que se ha realizado la acción de jurar por el hecho de decirlo, hay consecuencias jurídicas inevitables: todo lo que prosiga a esta frase queda bajo el régimen del juramento efectuado y por lo tanto, es sus-ceptible de penalización si se lo transgrede. Habría toda una serie de verbos en la lengua que poseerían esta capacidad performativa: prometer, declarar, bautizar, inaugurar, clausurar, advertir, aconsejar, felicitar, amenazar, agradecer, autorizar, etc.

La propuesta de estos verbos performativos (verbos que realizan la acción que significan) puso en evidencia ciertas facultades presentes en todas las emisiones lingüísticas, incluyan o no verbos perfomativos. Además de poseer un ordena-miento gramatical aceptable (acto locucionario), toda frase realiza un acto ilocu-cionario por el cual afirma, interroga, ordena, solicita, etc. Y a ello hay que agregar otra capacidad del lenguaje que es la de efectuar un acto perlocucionario, esto es, producir un efecto sobre el interlocutor (hacer creer, hacer saber, consolar, etc.).

Las observaciones de Austin se vieron enriquecidas por la obra de Searle, Speech Acts,3 quien desarrolló y sistematizó la teoría de los actos de habla esbo-zada por Austin. Searle parte de una hipótesis global según la cual “hablar un len-guaje es participar en una forma de conducta gobernada por reglas. Dicho más brevemente: hablar consiste en realizar actos conforme a reglas” (1994, p. 31). El acto que se realiza al hablar es la unidad básica de la comunicación, de ahí que el propósito de Searle sea distinguir entre diversos géneros de actos de habla y es-tablecer las diversas clases de reglas que los gobiernan. Así J. Searle reconocerá tres géneros distintos de actos (actos de emisión, actos proposicionales, actos ilocucionarios)4 a los cuales añade la noción austiniana de acto perlocucionario

ciones tiene la característica constante de que, al hacer uso de ellos se instaura o se con-tribuye a instaurar relaciones especificas entre los interlocutores” (1994, pp. 133 y 134). Nos interesa citar esta concepción de Ducrot pues ella adelanta que los rasgos enunciati-vos son constitutivos de la lengua misma, esto es, dependen de un modo diverso de acercarse al estudio de la lengua, y no son elementos agregados por el uso o la puesta en práctica del código lingüístico.

2 La versión en español es Palabras y acciones. Cómo hacer cosas con palabras. Buenos Aires, Paidós, 1982 (1ª. ed. 1962).

3 La versión en español de la obra de Searle es Actos de habla (1994) Barcelona, Plane-ta-Agostini, 1ª ed. 1969).

4 Los actos de emisión denominan la acción de emitir palabras; los actos proposicionales aluden al hecho de referir y predicar, y los actos ilocucionarios se refieren a los actos de enunciar, preguntar, mandar, prometer, etc. Esta reclasificación de los actos de habla le

Page 115: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

115

como correlativo del acto ilocucionario. El énfasis puesto sobre las reglas que go-biernan los distintos tipos de actos lleva al autor a distinguir entre reglas regulati-vas y constitutivas5 para ofrecer un marco general en términos de las condiciones necesarias y suficientes para realizar con éxito los diversos tipos de actos de ha-bla ilocucionarios.

Esta perspectiva adoptada frente al lenguaje fue incorporándose en el terreno lin-güístico y permitió focalizar aspectos tradicionalmente relegados en la investiga-ción lingüística: la preocupación por el sujeto hablante, por su relación con el len-guaje y con su interlocutor, por los efectos de su discurso, comienzan a reapare-cer como problemas complejos que obligan a una revisión de las concepciones de base de la lingüística.

La incorporación de las reflexiones de la filosofía analítica y de la teoría de los actos de habla de Austin y Searle en el ámbito lingüístico se debe a los trabajos de Benveniste.

Su exploración toma como punto de partida la crítica a la concepción instrumental del lenguaje: considerar el lenguaje como instrumento de comunicación es una evidencia de la cual, al menos, hay que desconfiar. En efecto, al comparar el len-guaje con cualquier otro instrumento fabricado por el hombre –el pico, la flecha, la rueda– se observa que estos son indicadores de una escisión entre hombre y na-turaleza –los instrumentos están separados del hombre–, mientras que el lengua-je en modo alguno es una realidad exterior al hombre, sino que está en los fun-damentos de la propia naturaleza humana. Es en este sentido que puede afirmar-se que no es el hombre quien ha creado el lenguaje como una prolongación exte-rior a él, como una forma externa apta para la expresión de una interioridad pre-existente, sino que, por el contrario, es el lenguaje el que ha fundado la especifici-dad de lo humano y ha posibilitado la definición misma de hombre. Por el lenguaje se ha establecido el reconocimiento de las fronteras entre los hombres y las de-más especies, la conciencia de sí y del otro, la posibilidad de objetivarse y con-templarse.

Afirma Benveniste: “Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en realidad, en su modalidad que es la del ser, el concepto de “ego” (Benveniste, 1978a, p. 180).

Pero no es posible concebir un sujeto hablante sino como un locutor que dirige su discurso a otro: el yo implica necesariamente el tú, pues el ejercicio del lenguaje es siempre un acto transitivo, apunta al otro, configura su presencia. Esta condi-ción dialógica es inherente al lenguaje mismo –el cual posee la forma yo/tú para expresarla– y su manifestación en la comunicación no es más que una conse-cuencia pragmática derivada de su propia organización interna.

permite al autor incorporar la referencia y la predicación en el marco de una teoría gene-ral de los actos de habla. 5 Searle enuncia la diferencia entre ambas clases de reglas de la siguiente manera: “las reglas regulativas regulan una actividad preexistente, una actividad cuya existencia es lógicamente independiente de las reglas. Las reglas constitutivas constituyen (y también regulan) una actividad cuya existencia es lógicamente dependiente de las reglas (1994, p. 43). Para dar un ejemplo rápido, jugar al ajedrez implica actuar de acuerdo con reglas constitutivas, especificas de ese juego; en cambio, una probable regla de etiqueta, como llevar corbata en una reunión, no describe una conducta específica de la etiqueta. En esta perspectiva, los actos de habla estarían gobernados por reglas constitutivas.

Page 116: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

116

La polaridad de las personas (yo/tú) es el primer argumento esgrimido por Benve-niste para sostener el carácter lingüístico de la subjetividad: “Es ‘ego’ quien dice ‘ego’” (ídem, 181). Es el acto de decir el que funda al sujeto y simultáneamente al otro en el ejercicio del discurso. El hecho de asumir el lenguaje para dirigirse a otro conlleva la instauración de un lugar desde el cual se habla, de un centro de referencia alrededor del cual se organiza el discurso. Tal lugar está ocupado por el sujeto del discurso, por el yo al cual remite todo enunciado. Ante cualquier enunciado es posible anteponer la cláusula Yo (te) digo que... puesto que no po-demos sino hablar en primera persona. Si yo afirmo Juan vino temprano o Yo lle-gué temprano, en ambos casos subyace la cláusula yo (te) digo que para señalar el acontecimiento discursivo de un yo por el cual ambos enunciados han tenido lugar. La relación yo/tú a que hace referencia Benveniste es esta relación que subyace a todo enunciado. De ahí que en el ejemplo Yo llegué temprano haya dos yo reconocibles: el del sujeto del enunciado, explícito en el discurso, que rea-liza el acto de llegar, y el del sujeto de la enunciación, implícito, que realiza el acto de decir.

El segundo argumento para fundamentar lingüísticamente la subjetividad se basa en el reconocimiento de otros elementos que poseen el mismo estatuto que los pronombres personales, es decir, que son formas “vacías” cuya significación se realiza en el acto de discurso: “Son los indicadores de la deixis, demostrativos, adverbios, adjetivos, que organizan las relaciones espaciales temporales en torno al ‘sujeto’ tomado como punto de referencia: ‘esto, aquí, ahora’, y sus numerosas correlaciones ‘eso, ayer, el año pasado, mañana', etc.” (ídem, p. 183). Los ele-mentos indiciales o deícticos organizan el espacio y el tiempo alrededor del centro constituido por el sujeto de la enunciación y marcado por el ego, hic et nunc del discurso. Así, todo acontecimiento discursivo marca un aquí, índice que postula de inmediato un allí, un allá –que marcan posiciones con respecto al aquí de la enunciación– y un en otra parte –que simula borrar las huellas del aquí. De mane-ra análoga, el discurso marca un ahora en función del cual se traza una línea divi-soria entre el presente –el ahora del acto de decir– y todo aquello que se marca por relación al ahora como anterior o posterior; o bien, que se presenta figurada-mente como no marcado, aunque, como veremos, se articula alrededor de otro centro de enunciación, tal es el caso de las formas entonces, en otro tiempo.

Observemos el siguiente inicio de una narración:

«Esta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. Más allá del la-

berinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los

filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade

que era una fuente.[...] ‘¿Cómo un ser tan ínfimo’ –sin duda estaba pen-

sando el tirano– ‘es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy inca-

paz?’» Adolfo Bioy Casares

Como en las narraciones tradicionales, la historia se sitúa en un tiempo y un es-pacio (“reinos”) calificados de “pretéritos” en el sentido de remotos, distantes a tal extremo del tiempo y el espacio de la enunciación que su anterioridad y su distan-cia espacial no pueden marcarse por relación al ahora y al aquí de la enunciación. Sin embargo, podríamos decir que esa estrategia de distanciamiento constituye un doble marca: por una parte, esta distancia instala la historia en un tiempo y un

Page 117: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

117

espacio míticos, los cuales la tornan trascendente a toda circunstancia temporal y espacial y, por lo tanto, le brindan un aire de universidad; y, por otra parte, una vez instalada la historia en otro tiempo y en otro lugar se constituye un nuevo cen-tro de referencia por obra del cual el entonces (los tiempos pretéritos) y el otro lugar (los reinos pretéritos) instauran otro hic et nunc, válido para los actores de la historia, desde cuya perspectiva puede hablarse de un “más allá” y pueden ellos utilizar el tiempo presente en sus alocuciones, cuando adoptan el papel de sujetos de enunciación (“¿Cómo un ser tan ínfimo [...] es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?”).

Basten por ahora estas observaciones para reconocer las demarcaciones tempo-rales y espaciales en el discurso. Volveremos en detalle, en los apartados respec-tivos, sobre la enunciación del tiempo y el espacio.

El tercer argumento esbozado por Benveniste, en estrecha relación con el ante-rior, es la expresión de la temporalidad. El tiempo presente no puede definirse si no es por referencia a la instancia de discurso que lo enuncia. El presente es el tiempo en el que se habla. Fuera del discurso el tiempo no tiene asidero. Cada acontecimiento enunciativo inaugura un presente en función del cual pueden comprenderse los variados tiempos del enunciado. Así, el enunciado que sigue: Ayer fue feriado marca la anterioridad del suceso con respecto al tiempo pre-sente de la enunciación (Yo [te] digo [hoy] que); la transformación del tiempo ver-bal del enunciado al futuro y el cambio de adverbio marcarían la posterioridad del suceso con respecto al momento del discurso.

De estas tres consideraciones extrae el autor el siguiente corolario: “El lenguaje es pues la posibilidad de la subjetividad, por contener siempre las formas lingüís-ticas apropiadas a su expresión, y el discurso provoca la emergencia de la subje-tividad” (ídem, p. 184). Esta frase condensa la concepción de la subjetividad de Benveniste: es una virtualidad contenida en el lenguaje, en las formas generales y “vacías” (pronombres personales/ deícticos en general/ temporalidad) que ofrece para su actualización en el discurso, el sujeto del cual aquí se habla no preexiste ni se prolonga más allá del discurso sino que se constituye y se colma en el mar-co de su actividad discursiva. Volveremos más adelante sobre la definición del sujeto de la enunciación. Señalaremos por ahora que el razonamiento de Benve-niste apunta a incorporar las formas de expresión de la subjetividad en la lengua misma, en su propia estructura. Tales formas de la subjetividad están previstas por la lengua, y el hablante empírico no hace sino recurrir a ellas para adoptar el papel de sujeto de enunciación y dejar las huellas de su presencia en el enuncia-do.

1.2. Enunciado y enunciación

En todo enunciado, sea este de la naturaleza y de la extensión que fuere –verbal o no verbal, una frase o un relato– es posible reconocer siempre dos niveles: el nivel de lo expresado, la información transmitida, la historia contada, esto es, es nivel enuncivo, o bien, lo enunciado; y el nivel enunciativo o la enunciación, es decir, el proceso subyacente por el cual lo expresado es atribuible a un yo que apela a un tú. Así, en el enunciado, en una manifestación discursiva cualquiera, reconocemos lo enunciado y la enunciación.6

6 Esta diferenciación entre los tres términos es introducida por Beristáin, quien sostiene: “La enunciación y lo enunciado son pues dos planos presentes en el enunciado” (H. Be-

Page 118: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

118

El enunciado puede concebirse como una materialidad perceptible realizada con cualquier sustancia expresiva, ya sea verbal –oral, escrita– o no verbal –gestual, icónica, sonora, sincrética, etc. El enunciado conlleva dos niveles, de los cuales uno es explícito, lo enunciado, aquello que es objeto del discurso, y el otro, implí-cito, la enunciación, presupuesta por todo enunciado en la medida en que todo discurso proviene de un yo que destina su alocución a un tú.

El nivel enuncivo, que aquí llamamos “lo enunciado” –sirviéndonos de los matices del español que nos permite distinguir entre el enunciado y lo enunciado– puede verse también como el objeto manifiesto de toda enunciación. Así Greimas (1996) considera que la enunciación posee la misma estructura que un enunciado, esto es, que se compone de sujeto, verbo y objeto, siendo el sujeto de la enunciación el yo-tú subyacente a todo enunciado, el verbo de la enunciación aquel que de-signa el acto enunciativo, o sea, decir, y el objeto de la enunciación, el propio enunciado.

En el ejemplo comentado por Greimas, la frase: Estoy enfermo, podemos sacar a luz la cláusula Yo (te) digo que ..., la cual subyace a todo enunciado y además, reconocer el objeto del discurso manifiesto en ese “estoy enfermo”.

Esto implica que habrá una estructura de sujeto/ verbo/ objeto del enunciado, co-mo así también en otro nivel, una estructura de sujeto/ verbo/ objeto de la enun-ciación.

Para continuar con el mismo ejemplo de Greimas, si el sujeto del nivel de la enunciación es el yo del decir (que por ser este un acto transitivo implica siempre al tú), el sujeto del enunciado es el yo de un hacer diverso en cada caso, aquí el yo del estar enfermo; si el verbo de la enunciación es siempre el que se refiere al proceso enunciativo, decir, el lugar del verbo del enunciado puede estar ocupado por cualquier acción atribuible a un sujeto; y si el objeto de la enunciación es el enunciado proferido, el objeto del enunciado estará constituido por aquello que orienta la actividad del sujeto, objeto con el cual este puede aparecer conjunto o disjunto,7 así, en este caso, se presenta conjunto con la enfermedad.

Veamos, en el siguiente fragmento de una entrevista periodística, cómo aislar, en el análisis, ambos niveles:

"Aunque siempre se pensó que los medios masivos son una forma de aneste-

sia para mantener a la gente tranquila y en estado de sueño, nos estamos dan-

ristáin, 1985, p. 179). Por otra parte, tomamos nuestra concepción ampliada del enuncia-do –en tanto manifestación discursiva de cualquier extensión– de la semiótica greimasia-na, puesto que tal concepción permite observar todo tipo de discurso como un enunciado, esto es, como una organización semántico-sintáctica que conlleva las huellas de la enun-ciación. En este marco, el concepto de “enunciado elemental” se construye para designar la forma más simple de enunciado (Ver Greimas, 1982, entrada “enunciado”).

7 El objeto al cual se hace referencia aquí, con el cual el sujeto puede estar en con-junción o disjunción, es definido por la semiótica como un lugar donde el sujeto deposita los valores; es, por lo tanto, un objeto de valor para el sujeto. En este sentido, el objeto se constituye en el interior del enunciado por la relación que guarda con el sujeto. Esta rela-ción constitutiva de las posiciones de sujeto y de objeto, la junción, puede manifestarse como conjunción (el objeto es poseído), como disjunción (el objeto nunca ha sido poseí-do), como no –conjunción (el objeto poseído ha sido perdido) o como no-disjunción (el objeto siempre ha sido poseído).

Page 119: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

119

do cuenta de que tal vez no sea cierto. Es decir, para una persona que se en-

cuentra en cierto nivel de bienestar, la fantasía televisiva es un plus. Pero pa-

ra quien no tiene comida ni un auto, no es un sueño, es una provocación. Por

eso, los mass-media, que parecían ser instrumentos de control social, pueden

ser, al mismo tiempo, instrumentos de estallido de conflictos sociales." Umberto Eco

Instalados en el nivel enuncivo, es decir, atendiendo exclusivamente a lo dicho, sin contemplar las referencias al ego, hic et nunc de la enunciación, podemos ob-servar que la secuencia de enunciados que leemos toma como sujeto a los mass-media pues a ellos se les atribuye la realización de dos acciones: una, la pérdida de la importancia de su función controladora de la conciencia social, y otra, la adopción de un nuevo carácter preponderante que los podría transformar en ge-neradores de conflictos sociales. La doble acción, la pérdida y la adopción, tiene un doble objeto: ejercer control y generar conflictos.

Si nos instalamos en el nivel enunciativo, podríamos realizar otras observaciones. Advertimos así que el inicio del fragmento por medio de la frase concesiva ("Aun-que siempre se pensó que"...) incluye un enunciador colectivo (se pensó), especie de referencia a la doxa, a la opinión general, a un saber compartido por el enun-ciatario (el tú apelado por el discurso) que el enunciador (el yo del discurso) bus-cará trastocar. Es decir, el papel de sujeto de la enunciación (el yo/tú del discurso o, en otros términos, enunciador y enunciatario) aparece aquí desempeñado por figuras colectivas: se pensó, nos estamos dando cuenta.8 La forma impersonal del verbo ("se pensó que...") refuerza la aceptación generalizada de la afirmación que le sigue, con respecto a la cual el enunciador se muestra a la vez participe y dis-tante, pues esboza una sospecha sobre su certeza. El final de la frase inicial ("...nos estamos dando cuenta de que tal vez no sea cierto") busca, mediante un nosotros inclusivo, que reúne a enunciador, enunciatario y a la doxa en general, y mediante formas modales (el adverbio de duda, tal vez, el modo subjuntivo del verbo, no sea cierto) abrir una brecha en una valoración cristalizada en la socie-dad para sembrar la sospecha e introducir –a través de esta forma de la captatio benevolentiae– una nueva concepción en cuanto a la función de los medios.

A lo largo del fragmento el enunciador se constituye como un sujeto que va acompasado con el itinerario argumentativo de la doxa, como quien da cuenta de una transformación que todos perciben y no como un especialista cuya opinión autorizada podría imponerse sobre la opinión común. Si no separásemos el enun-ciador –figura del discurso, el yo de la enunciación– del productor real –aquí, Um-berto Eco, reconocido especialista en semiótica– no podríamos advertir la fuerza de esta estrategia discursiva que consiste en construir un sujeto enunciador tan próximo al enunciatario que comparte con él su saber y el atisbo de las transfor-maciones de ese saber.

El itinerario argumentativo de la doxa que el enunciador acompaña en su devenir (lo que antes se percibía de tal modo, ahora empieza a ser considerado de tal otro) implica un desplazamiento temporal que permite ofrecer una nueva visión de los hechos. El enunciador se instala en un presente –en el cual coloca también al enunciatario– manifestado por los verbos en presente, en función del cual se or-

8 Evito aquí hacer referencia a la enunciación enunciada presente en este fragmento –la mención explícita a actos de decir o pensar– tema que abordaremos más adelante.

Page 120: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

120

denan los pretéritos (indefinido –se pensó– e imperfecto –parecían ser–) y adquie-re valor de futuro el verbo modalizado en la frase verbal) pueden ser que permite ser leída como "pueden llegar a ser".

Resumiendo las observaciones realizadas a propósito de este texto, podemos afirmar que en el nivel enuncivo, el sujeto aparece constituido por los medios de comunicación y el objeto, que es doble –la capacidad controladora de la concien-cia social y la función generadora de estallidos sociales– se presenta, en su pri-mera manifestación, en proceso de no-conjunción (se trata de una pérdida) con el sujeto, y en la segunda, en proceso de conjunción (se trata de la adopción de un nuevo carácter). Y con respecto al nivel enunciativo, hemos señalado que el suje-to de la enunciación está constituido por un enunciador colectivo que recoge el saber de la doxa y participa de su transformación, mientras que el objeto de la enunciación es el propio enunciado –con su respectivo sujeto y objeto – que aca-bamos de describir.

La distinción de ambos niveles por referencia a la estructura sujeto/ verbo/ objeto, se complementa con otros aspectos en los cuales es posible diferenciar también una dimensión enunciva y otra enunciativa: nos referimos a las categorías de tiempo y espacio.

Una es, entonces, la dimensión del tiempo enunciado y otra la del tiempo de la enunciación. La representación del tiempo en el nivel enuncivo implica diversos tipos de articulaciones: el eje pasado/ presente/ futuro de las acciones en relación con los actores que las llevan a cabo, los efectos de ritmo mediante aceleraciones y desaceleraciones, el valor aspectual de expresiones temporales, como lo durati-vo, lo iterativo, lo frecuentativo, etc. En cambio, el tiempo de la enunciación se define por su relación con el tiempo enunciado. Es así que puede haber concomi-tancia o no concomitancia entre ambos tiempos: en el primer caso el tiempo de la enunciación aparecerá como simultáneo al del enunciado, y en el segundo, se manifestará o bien como posterior o bien como anterior a él. Así, una narración en pretérito (la narración histórica por excelencia) indicará que el sujeto enuncian-te se coloca en una posición ulterior a los acontecimientos, mientras que una na-rración en futuro (la narración profética, por ejemplo) instalará al sujeto en una posición anterior a los sucesos narrados. Más adelante desarrollaremos en detalle este tema. Bástenos por el momento reconocer la diferencia entre la dimensión enunciva del tiempo que considera la relación entre diversos segmentos tempora-les del mismo nivel y la dimensión enunciativa que articula el tiempo de la enun-ciación y el del enunciado.

De manera análoga, la dimensión enunciva del espacio implica la instalación de un observador en el enunciado en función del cual se organiza la representación espacial; mientras que la dimensión enunciativa del espacio articula las posicio-nes del enunciador y del observador. Volveremos luego sobre este punto.

Resumiendo, diremos que enunciado y enunciación son dos dimensiones siempre presentes (de manera explícita una, e implícita la otra) en todo discurso, cada una de las cuales comporta sus propios componentes, de manera tal que podemos hablar de actores, tiempo y espacio del enunciado y de la enunciación.

Ahora bien, siendo la dimensión enunciativa (a diferencia de la dimensión enunci-va) siempre implícita, su capacitación requiere de un esfuerzo de interpretación, dado que –como insiste Parret (1987, 1995)– la enunciación es un vacío que debe ser llenado, una elipsis que exige una actividad de paráfrasis. En consecuencia, la

Page 121: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

121

enunciación, así entendida, no se agota en las marcas observables en el enun-ciado sino que, a partir de ellas, se proyecta en el nivel implícito de la significa-ción.

1.3. La enunciación enunciada

Si, como hemos afirmado, el enunciado puede contener todas las acciones atri-buibles a un sujeto, es evidente que también puede incluir la acción de decir, y así, hallaríamos en estos casos que la enunciación puede aparecer enunciada. En el ejemplo citado más arriba, podríamos enunciar la enunciación y decir entonces:

Yo digo que estoy enfermo.

¿Qué sucede con el nivel enunciativo en tales casos? ¿Podemos afirmar que al hacerse explícita la enunciación esta se ha desplazado del nivel implícito al mani-fiesto?

Analicemos la distancia que va del primer ejemplo (Estoy enfermo) al segundo (Yo digo que estoy enfermo) y comparemos las significaciones posibles de cada enunciado.

En el primer caso, podemos presuponer un contexto de enunciación en el cual un yo hace saber a un tú algo acerca de su estado físico o psíquico. Una frase de este tipo puede aparecer como respuesta a un pregunta que se refiere también al estado de salud. Por otra parte, aquello a lo que el yo alude se desarrolla en un lapso que desborda el tiempo de la enunciación. Podríamos decir que la enferme-dad mencionada tiene una duración temporal que excede la duración de la enun-ciación: comienza antes y se prolonga más allá de ella.

En el segundo caso, comenzamos por ver que hay un primer desplazamiento de la significación: ya no se trata de hacer saber algo acerca de un estado de salud sino que se trata de hacer saber qué actitud se adopta o se adoptará en una cir-cunstancia determinada. Si bien puede presuponerse también aquí una pregunta sobre el estado de salud, pueden sobreentenderse otro tipo de preguntas, tales como: ¿Qué dirás cuando te reclamen tu ausencia? o bien, ¿Qué piensas de esos síntomas? En cualquier caso, la respuesta apunta a relativizar el valor de verdad de lo que se dice y a comunicar una actitud ante un hecho antes que el hecho mismo. Se ha producido un cambio de significación por efecto de la presencia del acto de decir enunciado. Ahora bien, volvemos a preguntarnos, ¿esa enunciación manifiesta en el enunciado proviene de la enunciación presente, de aquella que subyace a ese enunciado? Ya hemos observado dos posibles significaciones de ese “Yo digo que” enunciado: una, la que podría entenderse como respuesta a la primera pregunta, que remite a una probable enunciación futura; otra, la que res-pondería a la segunda pregunta, que alude a una modalización de la frase subor-dinada que podría traducirse por un pienso que o creo que. En cualquier caso, ninguna de las significaciones a que da lugar el enunciado permite relacionar la enunciación presente que lo sostiene. De aquí que Greimas sostenga que “el su-jeto de la enunciación jamás puede ser capturado y todos los yo que se puedan encontrar en el discurso enunciado no son sujetos de la enunciación, sino simula-cros. [...]. Los diferentes yo que podamos encontrar en el discurso son yo habla-dos y no son yo que hablan. Porque el yo de la enunciación está siempre oculto, siempre sobreentendido” (1996, pp. 11-12). Quiere decir entonces que ante el enunciado Yo digo que estoy enfermo también debemos presuponer un nivel

Page 122: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

122

enunciativo implícito, en el cual permanece la cláusula de la enunciación presen-te. Yo digo que...

De este pequeño ensayo de análisis podemos extraer otras conclusiones de sus-tancial importancia para la compresión de los textos que refieren acciones discur-sivas atribuidas a una primera persona –hecho muy frecuente, por ejemplo, en el relato literario.

La manifestación de algún acto enunciativo en el enunciado nos obliga a recono-cer –en estos casos– tres niveles, a los cuales se refiere Greimas en los siguien-tes términos:”...el discurso es susceptible de comprender un nivel, digamos de enunciado, de tipo constatativo o descriptivo, como la mesa es redonda o la tierra da vueltas, y luego, enunciados que son enunciaciones enunciadas pasadas del tipo yo digo, yo pienso, yo creo, me parece, es necesario, etcétera. [...]. Pero evi-dentemente esos dos niveles presuponen un tercer nivel, que está siempre implí-cito” (ídem, p. 11).

Habría que reconocer así, por una parte, en el nivel enuncivo, en lo enunciado, la presencia de dos niveles, el de los enunciados descriptivos y el de los enunciados que refieren alguna enunciación, pasaba o futura. Estos dos subniveles, digamos así, en el interior de un mismo nivel atiende al hecho de que no poseen la misma jerarquía los dos tipos de enunciados mencionados (ya hemos observado en nuestro análisis el efecto modalizador que ejercen las enunciaciones enunciadas sobre el resto del enunciado). Y además de estos dos niveles, la enunciación pre-sente pasaría a ocupar un tercer nivel, para señalar su distancia temporal y fun-cional de la enunciación enunciada.

Es necesario distinguir este tratamiento de la enunciación enunciada –el más fruc-tífero en el análisis, como mostraremos más adelante– de otros usos del concepto que pueden dar lugar a ambigüedades. Al comienzo de un esclarecedor análisis de un pasaje bíblico, Coutés precisa que la enunciación enunciada “está consti-tuida por el conjunto de marcas, identificables en el texto, que remiten a la instan-cia de la enunciación. Así, por ejemplo, una secuencia filmada no comporta sola-mente la historia contada, sino también un punto de vista particular –a una altura habitual, desde lo alto, en travelling, etc.– por el cual el enunciador va a imponer al enunciatario un punto de vista determinado, una manera propia de observar los sucesos narrados” (Courtés, 1987, p. 47).

Si el conjunto de huellas que toda enunciación deja en el enunciado van a ser concebidas como “enunciación enunciada” tendríamos que convenir en que la enunciación siempre está enunciada y no tendríamos un concepto específico para designar el caso peculiar en el que aparece enunciado algún acto discursivo atri-buido a un yo. Por esa razón, nos parece fundamental asignar al concepto de enunciación enunciada la acepción restringida que le da Greimas y mantener así deslindada la enunciación enunciada de la enunciación propiamente dicha.

Veamos a través del análisis de un fragmento el papel que desempeña la enun-ciación enunciada, recurso muy frecuente en la narrativa contemporánea. Consi-deremos el siguiente pasaje de “El otro cielo”, de Julio Cortázar:

“Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía te-

rreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra.

Digo que me ocurría, aunque una estúpida esperanza quisiera creer que

Page 123: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

123

acaso ha de ocurrirme todavía. Y por eso si echarse a caminar una y

otra vez por la ciudad parece un escándalo cuando se tiene una familia

y un trabajo, hay ratos en que vuelvo a decirme que ya sería tiempo de

retornar a mi barrio preferido, olvidarme de mis ocupaciones (soy co-

rredor de bolsa) y con un poco de suerte encontrar a Josiane y quedar-

me con ella hasta la mañana siguiente”. (Las cursivas son nuestras.)

Si observamos aquí los deícticos de persona, advertimos sin dificultad que todos ellos remiten a un yo actor de los acontecimientos narrados: me ocurría, mi barrio, olvidarme de mis ocupaciones, soy corredor de bolsa, quedarme con ella. Incluso, en este contexto, las frases impersonales (echarse a caminar, se tiene una familia y un trabajo) enuncian acciones fácilmente atribuibles a ese mismo yo, solo que presentadas de manera difusa como actos que también pueden ser realizados por otros, lo cual atenúa la sanción negativa que pudieran merecer.

Pero además de los enunciados que narran acciones no verbales, hay también otros enunciados de diferente naturaleza –enunciaciones enunciadas– que narran acciones verbales de ese yo actor de los sucesos. Nos referimos a las frases “di-go que me ocurría”, “vuelvo a decirme”, las cuales remiten al propio acto de profe-rir el discurso. La frase que contiene la primera enunciación enunciada, “digo que me ocurría” nos conduce a la enunciación previa, pues el yo retoma literalmente el inicio de la frase anterior, cita su propia enunciación pasada, para introducir una corrección con respecto al tiempo verbal empleado y así dar lugar a que la acción referida (aquello que le ocurría) no quede encerrada en le pasado sino que se proyecte ilusoriamente hacia una posibilidad de repetición en el futuro (“creer que acaso ha de ocurrirme todavía”). El “digo” de esta frase en modo alguno puede ser considerado como una referencia a la enunciación de la frase en que aparece, pues la emisión del verbo decir, en primera persona y en presente, produce un desplazamiento significativo por efecto del cual el propio discurso se transforma en objeto de la enunciación presente y ya no aquello a lo cual el discurso se refie-re (en este caso, aquello que le ocurría).

La segunda enunciación enunciada también remite a enunciaciones previas. El aspecto repetitivo de la frase “vuelvo a decirme” contrasta con el aspecto puntual del presente implícito de la enunciación ([yo digo que] vuelvo a decirme) y alude a reiteradas enunciaciones pasadas. La frase citada aparece precedida del marca-dor temporal “hay ratos en que”, el cual enfatiza la actividad reflexiva recurrente del actor, su permanente ambivalencia, su pertenencia simultánea a dos mundos incompatibles.

Las observaciones realizadas sobre este pasaje del relato de Cortázar nos permi-te ilustrar lo que afirmábamos anteriormente: las referencias al acto de decir que pueden aparecer en el enunciado nunca remiten a la enunciación presente, la cual es inasible, sino que, o bien remiten a otras enunciaciones (pasadas o futu-ras, citas del propio texto o evocaciones de otros textos, reales o posibles) o bien actúan como modalizadores del resto del enunciado (esta última posibilidad no aparece en nuestro ejemplo).

Y quisiéramos hacer al pasar otro señalamiento con respecto a estas referencias a actos verbales del actor de una historia: el acto de decir, una vez enunciado, se vuelve un acontecimiento más entre los sucesos narrados, adquiere temporalidad (puede ser pasado o futuro, poseer diversos aspectos, estar en distintos modos),

Page 124: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

124

se historiza y tiene una significación particular en el contexto total de la historia del actor, como veíamos en nuestro ejemplo.

Otro deslinde interesante de realizar es el que puede establecerse entre la enun-ciación enunciada y la enunciación citada o referida (rapportée).

Esta precisión es presentada por Courtés (1987), en el trabajo al que ya hemos hecho referencia, para analizar el juego de posiciones temporales manifiesto en el pasaje de la visita de las mujeres al sepulcro, del Evangelio según San Marcos. “Por enunciación citada, entendemos aquí un simulacro de la enunciación, que se presenta en el discurso siempre que, por ejemplo, se inserta un diálogo: las mar-cas de la enunciación (ego, hic et nunc) son llamadas a desaparecer si se sustitu-ye la forma dialogal por el discurso indirecto correspondiente” (ídem, p. 49).

La enunciación citada, según el autor, es posible gracias al sincretismo de roles que pueden asumir los actores en el relato, los cuales pueden pasar de la dimen-sión pragmática, esto es, de ser actores que realizan acciones de diversa índole en el nivel de lo enunciado, a la dimensión cognoscitiva,9 en tanto pueden volver-se momentáneamente sujetos de una enunciación citada (por ejemplo, cuando el narrador les delega la voz para sostener un diálogo).

Al igual que la enunciación enunciada, la enunciación citada es un simulacro de le enunciación que no solo aparece en el encuadre del diálogo sino también en en-cuadres de diferente magnitud como es el caso de los relatos enmarcados. Un primer relato puede generar el marco enunciativo de un segundo relato, el cual puede, a su vez, dar lugar a una nueva enunciación que enmarca un tercer relato, y así sucesivamente.10

Un ejemplo particularmente nítido que ilustra el caso del relato dentro del relato –además del clásico de Las mil y una noches– es el que se presenta en la novela El garabato, de Vicente Leñero.11

El caso de los relatos enmarcados, estrategia ancestral en el terreno literario, es-pecie de muñecas rusas que se contienen unas a otras, constituye otra de las formas de la enunciación citada o referida.

9 Según Greimas y Courtés (1982) las acciones desplegadas en el discurso pueden ser situadas en dos dimensiones o niveles jerárquicamente diversos: la dimensión pragmáti-ca, que compromete los acontecimientos con independencia de su posible relación con el saber, y la dimensión cognoscitiva (que se desarrolla en un nivel superior pues presupo-ne la dimensión pragmática), en la cual se instalan las actividades propiamente cognosci-tivas de los sujetos del discurso, tales como el hacer emisivo, receptivo, persuasivo, in-terpretativo.

10 G. Genette (1972, pp. 238 y ss.) describe el caso de los relatos enmarcados como una inserción sucesiva de niveles narrativos (extradiegético, diegético, metadiegético...) que puede comprenderse también como resultado de la misma operación presente en el caso de la enunciación citada, dado que el cambio de nivel se produce cuando un personaje de un relato primero se transforma en narrador de un relato segundo. Hay también aquí el sincretismo de roles del cual habla Courtés y estamos también ante un simulacro de la enunciación, solo que de una magnitud diferente a la del diálogo, pues en este caso la enunciación citada comprende un relato completo.

11 Esta forma de organización del relato en general así como el caso particular de la no-vela de Vicente Leñero son abordados en mi libro La voz y la mirada (Filinich, 1997).

Page 125: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

125

En síntesis, habremos de distinguir entonces entre la enunciación propiamente dicha, siempre implícita, y toda forma de enunciación manifiesta que constituye un simulacro de la enunciación. Y dentro de las formas de enunciación explícita o manifiesta reconoceremos, por una parte, la enunciación enunciada, la cual, o bien remite a otras enunciaciones pasadas o futuras, o bien actúa como modali-zadora del resto del enunciado; y, por otra parte, la enunciación citada o referida, que alude a la inserción de una enunciación en otra, como son los casos de la cita, el epígrafe, el diálogo, el relato enmarcado.

1.4. Discurso, texto y contexto

Diversos usos del término discursivo llevan a confundir el concepto saussuriano de habla con discurso. Digamos de entrada que el discurso no designa el acto individual por el cual un hablante particular o un grupo de hablantes introducen variaciones –fónicas, léxicas, sintácticas, etc.– en el uso de la lengua.12

Parret (1987) ha destacado que el término discurso ocupa un lugar intermedio entre los de lengua y habla de Saussure. Entre el concepto general y abstracto de lengua –que designa el conjunto de relaciones internas constitutivas del sistema lingüístico– y el de habla –que apunta a la realización individual y concreta, al uso particular de la lengua por parte de los hablantes– se interpone el concepto de discurso para designar ese momento de tránsito por el cual el texto se contextua-liza. El discurso es, en términos de Parret, “texto contextualizado” (1987, p. 93) siendo la enunciación el contexto productor del discurso. En esta perspectiva, el discurso es el todo (la contextualización y el texto) mientras que la enunciación –o la contextualización– y el enunciado –o el texto– son sus componentes. Volvere-mos más adelante sobre esta sinonimia entre enunciación y contextualización, por una parte, y entre enunciado y texto, por otra.

Considerando el discurso como ese lugar de intermediación entre la lengua y el habla, es posible hablar de un nivel de análisis específico, el discurso, que posee sus propias regularidades, sus estrategias, sus reglas. El nivel discursivo reúne así dos tipos de rasgos: unos, pertenecientes al sistema lingüístico, y otros, pro-venientes de los distintos tipos discursivos que el habla va configurando.

Entre los primeros, distinguimos, por una parte, las formas “vacías” de que el suje-to dispone para expresar el yo-aquí-ahora de su alocución; y por otra, las formas “llenas” del conjunto de modalizadores (creer, deber, poder, quizás, es necesario,

12 Ciertamente, en un primer momento, el concepto de habla saussuriano fue tomado como punto de partida para elaborar el concepto de enunciación. Testigo de este hecho es el conocido número 17, del año 1970, de la revista Langages, dedicado a la enuncia-ción, que precisamente, según lo anuncia el mismo Todorov –editor del volumen– se pro-pone reunir una serie de investigaciones que intentan mostrar que no todo en el habla es individual y caótico. Dice Todorov en el texto de presentación del número: “El ejercicio del habla no es una actividad puramente individual y caótica, y por lo tanto incognoscible; existe una parte irreductible de la enunciación, pero a su lado hay otras que se dejan concebir como repetición, juego, convención. Nuestro objeto estará entonces constituido por las reglas de la enunciación y los diferentes campos de su aplicación” (1970, p. 3). Ya desde este planteamiento inicial se advierte que además de observar el ejercicio del lenguaje como habla –esto es, como proceso individual– es posible observarlo como un proceso regulado y social –lo que llamamos hoy discurso.

Page 126: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

126

etc.) que manifiestan una actitud ante lo dicho y tienen una función reflexiva sobre el resto del enunciado.

Los segundos rasgos señalados comprenden el conjunto de principios, tipos, es-tructuras, en constante transformación e interdefinición, que las diversas prácticas discursivas van generando. Así, hay principios, tipos y estructuras que caracteri-zan y definen, en un momento determinado, aquello que una cultura reconoce, por ejemplo, como “discurso literario”, o como “discurso histórico”, etc.

Un análisis ilustrativo de un tipo discursivo es el que realiza Mignolo (1980) con respecto al “discursivo historiográfico” de los siglos XVI y XVII. Allí el autor detalla cuáles eran los principios generales que regían la formación discursiva historio-gráfica (el criterio de verdad, por ejemplo), cómo se demarcaban, en la época, los tipos discursivos vecinos a un determinado tipo (la diferenciación entre historia, crónica, anales, épica) y qué estructuras lo caracterizaban (la narración, en primer término, pero también la descripción, las sentencias, etc.).

El concepto de discurso designa, entonces, un nivel de análisis de los textos que permiten contemplarlos como un espacio de puesta en funcionamiento de la len-gua sostenido tanto por los rasgos generales del sistema como por los rasgos específicos propios de cada tipo discursivo (tales como características de género, reglas de organización textual, usos estilísticos, formas particulares de intertextua-lidad, etc.)

Si bien no hay resultados definitivos sobre la constitución de una tipología de los discursos, es posible hablar –aunque sea en términos vagos y empíricos– de dis-curso científico, literario, político, o bien de discurso narrativo, argumentativo, descriptivo, como así también de discurso cinematográfico, plástico, arquitectóni-co. Es evidente que tales denominaciones son puramente empíricas pues se apo-yan en criterios heterogéneos y no constituyen tipos claramente delimitados. Así, aquello que puede permitir distinguir operatoriamente el discurso científico del literario –en ciertos casos, por ejemplo, podría servir como criterio los principios diversos de constitución del referente– no es lo mismo que puede diferenciar a ambos del discurso político, cuya distinción podría basarse, por ejemplo, en un criterio de finalidad.

Tampoco la sustancia expresiva es un criterio fecundo, puesto que un mismo tipo –pongamos por caso el discurso cinematográfico– reúne tantos otros tipos disur-sivos –icónico, sonoro, verbal, narrativo, etc.– que más bien señala un campo de interés, antes que definir rigurosamente una clase.

Con todo, al margen de estas dificultades, realzar la dimensión discursiva de los textos ha permitido comenzar a considerar aspectos soslayados por la tradición lingüística. Considerar la dimensión discursiva de los textos implica, primero, re-conocer el papel constitutivo de la lengua con respecto a los roles sociales: hay un léxico, una sintaxis, un tono, que el hablante en posición de enunciador debe adoptar para que su discurso sea eficaz, produzca los efectos buscados, se inser-te en una red establecida de discursos –aceptando o contraviniendo reglas– sea valorado y tomado en cuenta. A este respecto, Carbó (1995, p. 44), refiriéndose al discurso político, sostiene que “dada una función o necesidad o tarea política que se realiza de manera predominantemente verbal, la manera en la cual ello se pro-duce varía si su realización discursiva tiene lugar, por ejemplo, en la forma de un discurso unipersonal proveniente de un punto alto en la estructura burocrática (declaraciones oficiales de un secretario de estado) o en un encuentro dialógico o

Page 127: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

127

polémico, múltiple y cara a cara (debate parlamentario) o en la forma de un acto constitucional y jurídicamente definido como relación entre diferentes poderes del estado (informe del jefe del ejecutivo ante el congreso)”. Según la posición enun-ciativa del hablante, su discurso seguirá pautas diversas, se regirá por reglas de composición específicas, se acomodará a hábitos discursivos fijados, todo lo cual configurará y consolidara su rol como agente social reconocido.

En segundo lugar, la perspectiva discursiva de los textos obliga a observar la in-tervención permanente de las fuerzas sociales en las transformaciones lingüísti-cas. A título de ejemplo, Carbó (ídem, p. 40) se pregunta sobre las razones por las cuales la frase con la cual se denominó un ente de gobierno en 1921 como “Departamento de Educación y Cultura para la Raza Indígena” se transformó lue-go (en 1923) en “Departamento de Educación y Cultura indígena". “Sin duda –se responde la autora– no se trata solo ni en primer lugar de reglas gramaticales o de estilo, sino que a través de ellas, se expresa y realiza una decisión cuyo fun-damento es político y no lingüístico”. El discurso lleva así las huellas de la historia de una cultura cuya fisonomía configura y expresa al mismo tiempo.

La consideración del discurso como un todo, como texto contextualizado, realiza una sinonimia, decíamos más arriba, entre enunciación y contexto, por una parte, y entre enunciado y texto, por otra. Esa sinonimia nos remite a la consideración de estos otros dos conceptos, contexto y texto, cuyo uso es privilegiado por quie-nes adoptan una perspectiva pragmática ante el problema de la enunciación.

Así, hay autores que prefieren enlazar directamente el término contexto con la situación empírica de comunicación y asimilar las nociones de texto y enunciado (Halliday13, Van Dijk14) mientras que otros, para evitar las connotaciones empíri-cas de esos vocablos, prefieren más bien hablar de la oposición discurso/ texto y, por sinécdoque, tratar al término discurso como sinónimo de enunciación median-te una definición más ligada a los rasgos generales que constituyen este proceso de tránsito (Greimas15). En esta óptica, la noción de texto se reserva preferente-

13 Valiéndose del parentesco lingüístico entre contexto y texto, Halliday sostiene: “Hay texto y hay otro texto que lo acompaña: el texto que está ‘con', es decir, el contexto. Esta noción de lo que está 'con el texto', sin embargo, va más allá de lo que es dicho y escrito: incluye otros hechos no-verbales –el entorno total en el cual un texto se desarrolla. De este modo sirve para hacer un puente entre el texto y la situación en la cual el texto real-mente ocurre” (Halliday, 1989, p. 5).

14 Aunque el concepto de contexto está más elaborado en Van Dijk, no deja de haber una preocupación por incorporar en la definición aspectos empíricos, esta vez de manera un tanto normativa y práctica. Afirma Van Dijk: “El concepto de ’contexto’ se caracteriza como la reconstrucción teórica de una serie de rasgos de una situación comunicativa, a saber, de aquellos rasgos que son parte integrante de las condiciones que hacen que los enunciados den resultados como actos de habla. [...] se trata aquí de la especificación de las relaciones entre texto y contexto. Estas relaciones se extienden en ambas direccio-nes: por un lado, ciertos rasgos textuales pueden ‘expresar’ o incluso constituir aspectos del contexto, y por otro lado, la estructura del contexto determina, hasta un cierto grado, de qué rasgos deben disponer los textos para ser aceptables –como enunciados– en el contexto”. (Van Dijk, 1978, p. 93).

15 En la entrada correspondiente al término discurso del primer tomo del Diccionario, Greimas da cuenta de diversas aceptaciones del vocablo para considerar finalmente que si la enunciación puede comprenderse como la discursivización de la lengua –siguiendo a Benveniste– entonces el discurso puede reemplazar a la enunciación, en el sentido de

Page 128: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

128

mente para designar algún tipo de límite impuesto a un objeto de estudio elegido, ya sea como sinónimo de corpus (la obra de un autor, un conjunto de testimonios, una selección de relatos, etc.) ya para hablar de texto enuncivo y señalar así un nivel de análisis obtenido por eliminación de las marcas de la enunciación.

Por nuestra parte, nos parece pertinente destacar el lugar de mediación –entre el sistema abstracto y la realización concreta– que ocupa el proceso de puesta en discurso, dado que es esta intermediación lo que favorece la oscilación que ob-servamos en su uso, la cual da lugar a que algunos autores aproximen el término a la designación de rasgos generales del sistema mientras que otros prefieran acercarlo a la denotación de rasgos particulares.

Este amplio alcance del concepto de discurso da lugar a distintas perspectiva teó-ricas en los estudios dedicados al tema. La diversidad de enfoques queda plas-mada en la denominación misma que se atribuyen los estudios sobre el discurso. Así, una perspectiva pragmática, interesada por relacionar los aspectos discursi-vos con la situación empírica de comunicación –con elementos extralingüísticos– inscribirá su tarea ya sea en el llamado “análisis del discurso” (en la línea de Halliday, por ejemplo), ya en la “lógica conversacional” (Grice) o en el “análisis conversacional” (Goffman), orientaciones prevalecientes en diversos estudios so-ciolingüísticos.

En cambio, una perspectiva teórica tendiente a considerar el fenómeno discursivo en términos generales como una práctica cultural que configura el ámbito de lo social (al estilo de Foucault y, en general, de la escuela francesa de análisis del discurso) comprenderá el campo del discurso como un conjunto de estrategias y reglas que organizan y distribuyen las posibilidades enunciativas que cada con-texto histórico y social delimita. Tales enfoques plantearán el problema también en términos de “análisis del discurso” pero preferirán hablar de “formación discur-siva”, y harán hincapié en las restricciones institucionales cristalizadas en los di-versos discursos y que gobiernan todo ejercicio enunciativo.

Por otra parte, un enfoque semiótico –más cercano a esta última perspectiva so-bre el discurso– se preocupará por construir una “teoría de la enunciación” que dé cuenta del proceso de puesta en discurso como un trabajo semiótico efectuado en un espacio intermedio –la dimensión discursiva– constituido por toda organización sintagmática, cualquiera sea su sustancia expresiva –verbal o no verbal– determi-nado tanto por rasgos del sistema de significación empleado como por rasgos específicos del tipo discursivo.

Según Parret (1987), el análisis de la dimensión discursiva debe tomar en cuenta las siguientes propiedades del discurso: a) que el discurso está deícticamente marcado; b) que manifiesta regularidades, es decir, que está sometido a reglas que son heterogéneas pues dependen del contexto enunciativo; c) que todo dis-curso es, en principio, interdiscurso, es siempre interpelativo, o apelativo en rela-ción a otros discursos; d) que la relación entre los discursos es una relación de traducción, dando lugar entonces a interpretaciones y traducciones múltiples; e) que las instancias de la enunciación puestas en discurso (reconstruidas por la interpretación como un efecto del discurso) tienen su fuente en la subjetividad enunciante; f) que toda práctica discursiva es una práctica intersemiótica (así por

que el discurso es el resultado de la manipulación de las formas profundas de la signifi-cación. (Greimas, 1982)

Page 129: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

129

ejemplo, el teatro, que articula varias semióticas, la vida cotidiana, etc.); g) que el discurso no es pasivo en relación al contexto, no es un simple efecto de él sino que es constitutivo de su contextualización (piénsese, por ejemplo, en la posibili-dad de ser citado a la que se ofrece todo discurso y, por lo tanto, de incorporarse a otro contexto enunciativo).

En síntesis, diremos que el concepto de discurso remite directamente al de enun-ciación, llegando incluso, ambas nociones, a superponerse. Para nuestros fines, mantendremos el uso mencionado más arriba, según el cual el discurso designa el proceso global de puesta en funcionamiento de la lengua, mientras que la enunciación y el enunciado son sus componentes.

CAPÍTULO 2

El sujeto de la enunciación

2.1. Definición

Conviene, desde el comienzo, despejar ciertos malentendidos que pueden surgir al hablar del sujeto de la enunciación. El concepto de sujeto de la enunciación no alude a un individuo particular ni intenta recuperar la experiencia singular de un hablante empírico. No señala una personalidad exterior al lenguaje cuya idiosin-cracia intentaría atrapar. No nombra una entidad psicológica o sociológica cuyos rasgos se manifestarían en el enunciado.

Tomemos un ejemplo para observar qué es lo que designa el concepto de sujeto de la enunciación:

La fotografía está presentada como ilustración de un artículo titulado “Stress”, de la revista First (Nº. 117, junio, 1996). Frente a la fotografía podemos conjeturar que un fotógrafo, informado sobre el contenido del artículo, captó esta imagen que sugiere un desplazamiento agitado en una ciudad tumultuosa; también podemos suponer que el diseñador de la publicación seleccionó esta fotografía –originalmente realizada para otros fines– que quizás la recortó y adaptó para ilus-trar el tema del artículo. ¿Tiene alguna importancia dilucidar estas ambigüeda-des? El conocimiento del autor real de la fotografía (su nombre, su biografía, sus intenciones) ¿contribuiría a la compresión del sentido manifestado en la imagen? Evidentemente poco importa, para realizar la lectura de la imagen, conocer a su

Page 130: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

130

autor empírico y sus motivaciones, probablemente bastante alejadas del sentido transmitido por la fotografía en el contexto del artículo. Sin embargo, hay otras marcas de la presencia del sujeto que destina esta imagen que no podemos ob-viar al “leer” la fotografía. Esas marcas son perceptibles o inferibles de la misma imagen. Así, hay una perspectiva desde la cual se presenta la imagen, que es la perspectiva focal ofrecida por un sujeto enunciador al enunciatario para que este adopte su mismo ángulo de visión. De esa manera, el enunciatario –ese receptor virtual de la imagen– queda emplazado a detenerse en la contemplación de este corte arbitrario de los cuerpos, de los cuales solo se le muestran las extremidades inferiores en agitado y desordenado movimiento, pasos apresurados en múltiples direcciones que realzan el vaivén incesante y agobiante de una urbe sobrepobla-da. Además de esta sinécdoque –figura muy frecuente en la imagen– que toma los pasos por el movimiento general de los cuerpos al desplazarse –para sugerir el agobio propio del estrés– hay también un barrido de la imagen por efecto del cual la fotografía movida remite al movimiento continuo que la cámara no puede detener.

De estas rápidas observaciones podemos extraer algunas conclusiones sobre el sujeto de la enunciación.

En primer lugar, queda de manifiesto que el autor empírico del enunciado no tiene cabida en el análisis de la enunciación. El sujeto del cual aquí se habla está implí-cito en el enunciado mismo, no es exterior a él y cualquier coincidencia entre el sujeto de la enunciación y el productor empírico de un enunciado solo puede de-terminarse mediante otro tipo de análisis y obedece a otro tipo de intereses. La riqueza y fecundidad del concepto de sujeto de la enunciación reside precisamen-te en el hecho de considerar al sujeto como una instancia subyacente a todo enunciado, que trasciende la voluntad y la intención de un individuo particular, para transformarse en una figura constituida, moldeada por su propio enunciado y existente solo en el interior de los textos.

En segundo lugar, se comprende que el sujeto de la enunciación es una instancia compuesta por la articulación entre sujeto enunciador y sujeto enunciatario, de ahí que sea preferible hablar de instancia de la enunciación para dar cuenta de los dos polos constitutivos de la enunciación. Este concepto también es rescatado por Parret (1995, pp. 38 y ss.) por otra razón de peso relacionada con lo que decía-mos anteriormente: hablar del sujeto puede dar a entender que se trata de una figura determinada por rasgos psicológicos o sociológicos y considerada con ante-rioridad a su actuación discursiva; en cambio, hablar de la instancia de enuncia-ción acentúa el hecho de que lo que interesa desde una perspectiva semiótica es la dimensión discursiva, o bien, en otros términos, la cristalización en el discurso de una presencia –una voz, una mirada– que es a la vez causa y efecto del enun-ciado. Es necesariamente causa pues no puede haber enunciado sin ese acto inaugural del que habla Benveniste por el cual el sujeto se instala como locutor para apropiarse de la lengua y dirigirse a otro. Y es al mismo tiempo efecto del enunciado porque no está configurado de antemano sino que es el resultado de su propio discurrir. Ese resultado no está enteramente plasmado en las marcas observables –deícticos, tiempos verbales y demás rasgos de la subjetividad– sino que –como dijimos en el cap. 1– se requiere de un esfuerzo de interpretación para comprenderlo (Parret, 1983, p. 83 y ss.). Enunciador y enunciatario son pues, dos papeles que se constituyen de manera recíproca en el interior del enunciado.

Page 131: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

131

Hemos considerado ya la diferencia entre el sujeto enunciador y el emisor o sujeto empírico. De manera análoga, debemos distinguir entre el enunciatario y el recep-tor real del enunciado. El enunciatario es, como el enunciador, un sujeto discursi-vo, previsto en el interior del enunciado, es la imagen de destinatario que el enun-ciador necesita formarse para construir todo enunciado. Sabemos que el habla es necesariamente dialógica: todo hablante asume el lenguaje para dirigirse a otro. Incluso el monólogo, como lo recuerda Benveniste (1978, pp. 88-89), implica una operación por la cual el sujeto se desdobla y se habla a sí mismo, reúne en sí los dos papeles de enunciador y enunciatario. Veamos este ejemplo –extraído de una guía para el usuario de un lector óptico– para reconocer la presencia del enuncia-tario. El manual se inicia así:

“Este libro está preparado para ayudarlo a Usted a familiarizarse con

¡Photo Deluxe tan pronto como sea posible. Usted quizás pueda tener

alguna idea de lo que ¡Photo Deluxe puede ofrecer. Esta introducción

completará esa idea general y le proveerá información básica sobre

imágenes.”

No es extraño que este libro de texto –de carácter instruccional– esté cargado de expresiones explícitas acerca del enunciatario previsto (veremos más adelante que la presencia del enunciatario está generalmente implícita). La utilización enfá-tica de la segunda persona, el grado de saber presupuesto o sospechado en el virtual lector del manual, la determinación de las necesidades del lector, son todos rasgos que configuran la imagen de enunciatario a la cual el libro se ajusta. Sin embargo, lejos está el texto de presuponer que este manual fuera utilizado no pa-ra los fines previstos sino para tomarlo como ejemplo de construcción de la ima-gen de enunciatario. Quien escribe ha sido una receptora real de este texto, bas-tante distante por cierto del enunciatario a quien el texto va dirigido. Lo que intere-sa para el análisis de la significación es evidentemente esa imagen de destinata-rio explicitada o sugerida por el texto, no los receptores empíricos cuyas caracte-rísticas no podrían aportar rasgos relevantes para comprender la significación del texto.

Enunciador y enunciatario son entonces dos papeles configurados por el enuncia-do, dado que no tienen existencia fuera de él. El enunciado no solamente conlleva una información sino que pone en escena, representa, una situación comunicativa por la cual algo se dice desde cierta perspectiva y para cierta inteligibilidad.

En síntesis, podemos afirmar que el sujeto de la enunciación es una instancia lin-güística, presupuesta por la lengua –en la medida en que ella ofrece las formas necesarias para la expresión de la subjetividad– y presente en el discurso, en to-da actualización de la lengua, de manera implícita, como una representación –subyacente a todo enunciado– de la relación dialógica entre un yo y un tú.

2.2. Las marcas del enunciador y del enunciatario

En los casos más transparentes, las referencias al enunciador y al enunciatario aparecerían como el yo responsable del decir y el tú previsto por el enunciador.

Page 132: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

132

Además de los pronombres de primera y segunda persona –únicos pronombres personales en sentido estricto, según Benveniste1– la presencia de ambas figuras se puede reconocer por todos aquellos indicios que dan cuenta de una perspecti-va (visual y valorativa) desde la cual se presentan los hechos y de una captación que se espera obtener.

Por lo general, en los trabajos sobre enunciación, se ha privilegiado el estudio de las marcas de la perspectiva del enunciador. Así, en su texto ya clásico sobre el tema, Kerbrat-Orecchioni (1986) aclara que aborda la problemática de la enuncia-ción en el marco de una concepción restrictiva de la misma, como el estudio de las huellas del sujeto enunciativo en el enunciado, entendiendo por sujeto el yo de la enunciación. En este marco, la autora realiza un análisis detallado de los deícti-cos (pronombres personales, demostrativos, localización temporal y espacial, términos de parentesco) como así también de otros subjetivemas (indicadores de la subjetividad) tales como sustantivos axiológicos, adjetivos, verbos y adverbios subjetivos, a los cuales añade la subjetividad afectiva, interpretativa, modalizante y axiológica.

Pero es necesario considerar que el enunciador no solo se constituye así mismo sino que construye una imagen del enunciatario. Las huellas de su presencia son múltiples. El estudio de Prince (1973) dedicado al enunciatario en la narración literaria nos puede servir de base para señalar algunos recursos frecuentes para la elaboración de su imagen.

Digamos primeramente que para designar el rol de enunciador en textos pertene-cientes al género narrativo, la teoría literaria provee el término de narrador. Como concepto correlativo a este, Genette (1972) ha propuesto el de narratario para designar la función de enunciatario dentro del relato2. Prince, en el estudio citado,

1 Para argumentar el carácter de no-persona de la llamada “tercera persona”, Benveniste sostiene: “Así, en la clase formal de los pronombres, los llamados ‘de tercera persona’ son enteramente diferentes de yo y tú, por su función y por su naturaleza. Como se ha visto desde hace mucho, las formas como él, lo, esto, no sirven sino en calidad de susti-tutos abreviativos (‘Pedro está enfermo; él tiene fiebre’); reemplazan o relevan uno u otro de los elementos materiales del enunciado. [...] Es una función de ‘representación’ sintác-tica que se extiende así a términos tomados a las diferentes ‘partes del discurso’ y que responde a una necesidad de economía, reemplazando un segmento del enunciado, y hasta un enunciado entero, por un sustituto más manejable. No hay así nada en común entre la función de estos sustitutos y la de los indicadores de persona” (1985, p. 177). Esa idea ya estaba presente entre los gramáticos de Port-Royal. Leemos en la Grammai-re..., en el capítulo dedicado a la diversidad de persona y número en el verbo “... aunque la palabra persona, que no conviene propiamente más que a sustancias razonables e inteligentes, no sea apropiada más que para las dos primeras, puesto que la tercera es para toda suerte de cosas, y no solamente para las personas” (Arnauld y Lancelot, 1969, p. 73).

2 En este uso de la pareja narrador-narratario no seguimos la conceptualización de Grei-mas. En efecto, en la entrada correspondiente a “Destinador” del primer tomo del Diccio-nario, Greimas propone considerar tres pares dicotómicos: el primero, enunciador-enunciatario, para referirse al destinador y destinatario implícitos de la enunciación; el segundo, narrador-narratario, para designar al yo instalado explícitamente en el discurso –sería el caso de la enunciación enunciada–; y el tercero, interlocutor-interlocutario, para aludir a la situación de diálogo. Si bien nosotros conservamos la acepción de enunciador-enunciatario greimasiana, y no tenemos dificultades en aceptar la tercera dicotomía, nos parece que circunscribir el concepto del narrador al caso de la enunciación enunciada es

Page 133: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

133

retoma el concepto de narratario y consigna las señales que lo configuran: 1) pa-sajes del relato en el que el narrador se refiere directamente al narratario (deno-minaciones como lector, audiencia, mi amigo, la segunda persona, etc.; 2) pasa-jes que implican al narratario sin nombrarlo directamente (el nosotros inclusivo, expresiones impersonales, el pronombre indefinido); 3) las preguntas o pseudo-preguntas que indican el género de curiosidad que anima al narratario; 4) diversas formas de la negación: contradecir creencias atribuidas al narratario, disipar sus preocupaciones; 5) términos con valor demostrativo que remitirían a otro texto conocido por narrador y narratario; 6) comparaciones y analogías que presuponen mejor conocido el segundo término de la comparación; 7) las sobrejustificaciones: las excusas del narrador por interrumpir el relato, por una frase mal construida, por considerarse incapaz de describir un sentimiento.

Este conjunto de rasgos pueden darnos un bosquejo de aquellos aspectos discur-sivos que contribuyen a formar la figura del destinatario.

En síntesis, diremos que la instancia de la enunciación se constituye como una estructura dialógica que es causa y efecto del enunciado, independiente de todo soporte empírico preexistente, y que es pasible de ser construida mediante una actividad de interpretación que saque a luz los rasgos que la caracterizan.

2.3. Ambigüedad y polifonía enunciativa

Es necesario considerar que las alusiones al enunciador y al enunciatario pueden presentarse de manera ambigua y dar lugar, por lo tanto, a significaciones suple-mentarias. Veamos algunos casos en los cuales el enunciador puede hacer refe-rencias ambiguas, dar la palabra a otro, o bien dejar oír voces ajenas en el interior de su propio discurso.

Hemos afirmado que los pronombres personales por excelencia son los de prime-ra y segunda persona puesto que son ellos los que remiten a la instancia de dis-curso, el yo a la perspectiva desde la cual se profiere el enunciado y el tú a la inte-ligibilidad a la cual el enunciado apela. Sin embargo, los pronombres personales de primera y segunda persona no son los únicos que pueden manifestar la instan-cia enunciativa y, además, sus significaciones distan de ser referencias neutras y directas.

Kerbrat–Orecchioni (1986, pp. 81-86) recuerda, a propósito del desplazamiento significativo que pueden sufrir los pronombres personales, que la retórica clásica disponía de la figura de la enálage para señalar esas alteraciones. Además de las enálages temporales y espaciales, las enálages de persona designan usos espe-ciales de los pronombres mediante los cuales estos asumen significaciones diver-sas que se superponen a las habituales. Así, el yo puede remitir a un /tú/ como en la expresión siguiente dirigida a un niño: ¿Por qué interrumpo siempre las conver-saciones? En tal caso es posible observar que la designación de la primera per-

introducir una limitación poco fructífera. Esto nos conduciría a afirmar que los relatos en los que no hay un yo explícito carecen de narrador, solo tienen enunciador. Para una concepción generalizante de la narratividad como la de Greimas, las tres dicotomías así planteadas pueden ser fecundas. Ahora bien, para una concepción de lo narrativo como género, como clase de textos, creemos conveniente reservar el par narrador-narratario para designar las funciones de enunciador-enunciatario en el interior del relato, sea cual fuere su forma de presencia, explícita o implícita.

Page 134: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

134

sona marcada por la desinencia del verbo remite a un enunciador que no se iden-tifica con el adulto que la profiere sino con un supuesto niño reflexivo y consciente de sus errores, tal como el adulto pretende que llegue a ser el niño –receptor de su mensaje– después de advertir la recomendación que se le hace, a través de este espejo que le devuelve una imagen apreciable de sí mismo.

También el él puede designar a un /yo/, como en el ejemplo clásico de César co-mentado por Butor.3

Pensemos además, en los interesantes casos que se presentan en relatos litera-rios en los que predomina el uso de la segunda persona con significaciones varia-das (como diálogo interiorizado de un personaje, como metalepsis narrativa me-diante la cual el narrador hace hacer las acciones que narra, etc.) o de una terce-ra persona que se instala en la conciencia de un yo que percibe, evalúa y experi-menta los acontecimientos.

Así por ejemplo, el cuento La autopista del Sur –como tantos otros de Cortázar– narra, utilizando siempre la tercera persona, la historia del prolongado embotella-miento en la autopista desde la perspectiva de uno de los actores involucrados en el suceso. Si prestamos atención a las sucesivas informaciones del texto acerca de la disposición de los vehículos, es posible constatar que el ángulo focal que organiza la distribución espacial se sitúa en la visión del ingeniero del Peugeot 404. Si bien el ingeniero del Peugeot 404 no asume la voz para narrar los hechos y aparece nombrado como uno más de los actores de la historia, en él el narrador delega el papel de observador y será su perspectiva la que dé acceso al conoci-miento de los sucesos, de los demás actores y de sus propias sensaciones y valo-raciones.

La instalación del ángulo focal en uno de los actores produce, de manera simultá-nea, una vía de acceso al conocimiento de los hechos y una ineludible restricción del campo, puesto que el alcance de su visión y su posibilidad de desplazamiento y de contacto con los otros actores serán los aspectos que fijarán los límites entre el espacio determinado, claramente definido, el espacio indeterminado del cual el observador obtiene una percepción difusa y algunas veces distorsionada (por ejemplo, las sucesivas versiones contradictorias que se le comunican sobre las causas del percance).

Diremos entonces que, en ese relato, hay una escisión entre visión y voz –figura recurrente en los relatos de Cortázar– que responde al modelo que Henry James consideraba como el de mayor verosimilitud, dado que combina la necesaria dosis de objetividad (la tercera persona) con los rasgos de subjetividad que logra la his-toria al presentarse filtrada por una conciencia.

En este caso, el enunciador (el narrador, en términos de teoría literaria) pone en escena, expone, desde cierta distancia, los movimientos de conciencia de otro,

3 En el apartado sobre El uso de los pronombres personales en la novela, se refiere Butor al desplazamiento pronominal efectuado por César en sus Comentarios y señala: “En César este desplazamiento tiene un alcance político extraordinario. Si hubiera escrito en primera persona, se hubiese presentado a sí mismo como testigo de lo que narra, pero admitiendo la existencia de otros testigos válidos que pueden corregir o completar lo que él nos dice. Al emplear la tercera persona, considera el testimonio histórico como termi-nado, y la versión que él da como definitiva. Recusa así por anticipado cualquier otra ver-sión” (1967, p. 87).

Page 135: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

135

sin cederle la voz pero concediéndole el ángulo de visión, la perspectiva visual y valorativa de los hechos. De este modo, enunciador y observador ocupan lugares diferente; se produce así una ruptura significativa por la cual la tercera persona (junto con las marcas temporales y espaciales, y demás índices de la subjetivi-dad) no solamente indica la procedencia de la voz sino que señala también la presencia de la focalización de otro, dando lugar a que se aprecie mediante la voz de uno la conciencia de otro. Podríamos decir que es un modo de hacer oír a otro, introducir un discurso ajeno en el interior del discurso propio.

Esta posibilidad de hacer circular otras voces en el interior del discurso propio es lo que Bajtín (1986) ha denominado la polifonía de la narración. El propósito de Bajtín fue mostrar el hecho de que la lengua no es monolítica sino que conviven en su interior jergas, dialectos, lenguajes particulares, y que tal heteroglosia se pone de manifiesto particularmente en el terreno de la novela, mediante el trabajo de estilización de los diversos lenguajes. Esta caracterización general de la len-gua convalida la concepción según la cual el sujeto hablante no es fuente ni due-ño de su discurso sino que su habla hace circular ideologías, creencias, valores, que lo desbordan; su habla es más un mosaico de citas en conflicto (parodias, ironías, refundiciones) que un supuesto discurso homogéneo.

Ducrot (1994) retoma el concepto de polifonía de Bajtín para trabajarlo no ya en el ámbito de un género de textos, sino en el interior mismo del enunciado. En oposi-ción a la premisa de la unicidad del sujeto hablante –subyacente en la lingüística moderna– Ducrot postula que incluso en un solo enunciado es posible reconocer la presencia de más de un enunciador. Nos detendremos en algunos de los casos que cita puesto que dan lugar a observaciones interesantes en cuanto a la incor-poración del discurso ajeno.

Uno de tales casos es la ironía. El procedimiento de la ironía consistiría no en afirmar algo para dar a entender lo contrario (pocas ironías resisten esta explica-ción), sino en hacer oír la voz de otro capaz de realizar una afirmación absurda de la cual el enunciador básico no se hace responsable. Una forma semejante de explicar el discurso irónico, desarrollada con precisión y detalle, es la que presen-ta Reyes (1984), quien introduce la figura del locutor ingenuo (que podríamos también llamar enunciador ingenuo, para no multiplicar los conceptos), figura que da cuenta de la inclusión de otro enunciador en el enunciado. Así, el ejemplo cita-do al comienzo de este trabajo. ¡Bello día el de hoy!, para aludir a la tormenta que arruina un día de campo, podría comprenderse como la atribución –hecha por el enunciador básico– de esta afirmación a otro enunciador (el ingenuo) para quien las condiciones atmosféricas fueron formidables. El enunciador ingenuo presupo-ne la presencia correlativa de un enunciatario ingenuo que acepta esa visión de las cosas. Pero mediante esta comunicación ingenua puesta en escena se realiza otra comunicación que es la del enunciador y enunciatario irónicos, los cuales ha-cen circular, por debajo del sentido literal, el sentido irónico del enunciado. Así, el enunciador irónico saca provecho de la doble situación comunicativa, económi-camente presentada, pues muestra su superioridad mediante la burla o la ridiculi-zación de los interlocutores ingenuos. Es interesante observar, como lo hace Re-yes, que el “ironista que se queda con la última palabra, tiene siempre una posi-ción de poder (también sobre sí mismo, en la autoironía [...]). Suelen ser irónicos los padres, los maestros, los moralistas, los políticos, los polemistas...” (ídem, 156). Adoptar el modo irónico de enunciación es instalarse en una posición difí-cilmente cuestionable puesto que el ironista no asume la responsabilidad de lo

Page 136: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

136

afirmado sino que se lo atribuye a otro: tal distanciamiento lo libera de todo com-promiso, pone de manifiesto su sagacidad y anula a su contrincante.

En este sentido es que puede afirmarse que la ironía representa un caso de enunciación polifónica puesto que en la voz de un enunciador resuena la del otro.

Además de la ironía, Ducrot se refiere también al caso de la cita, mediante la cual se retoma un enunciado ajeno. Así, en el siguiente diálogo entre A y B:

A: –Me siento mal, no voy a salir...

B: –Me siento mal... ¡piensas que te voy a creer!

El hablante B, evidentemente no se hace cargo de la afirmación con que inicia su enunciado: las marcas de primera persona no remiten a él. Sin embargo, tampoco podemos decir que se trata de una reiteración lisa y llana del enunciado anterior: la entonación sugerida en esta nueva aparición muestra su carácter paródico, por efecto del cual se revela aquello que en la primera aparición se oculta.

Las formas diversas que pueden asumir la cita (la apelación a la autoridad, el epí-grafe, el ejemplo, etc.) muestran siempre –por más textual que se la presente– que la pérdida de contexto primero y la recontextualización, después, de un enun-ciado (esto es, la inserción en otro proceso de enunciación) afectan la significa-ción, ya sea que la extiendan, la desplacen o la transformen parcial o totalmente.

Y para referirnos a otro de los casos de polifonía estudiado por Ducrot, menciona-remos la negación. Así, para explicar el sentido de un enunciado negativo como:

Pedro no es amable.

Es necesario considerar que mediante esta enunciación se evoca otra, a cargo de otro enunciador, que hubiera afirmado la amabilidad de Pedro, frente a la cual la enunciación presente (que contiene a la anterior) adquiere su sentido completo. La negación constituye entonces otro caso de polifonía por poner en escena, al menos, a dos enunciadores: al que es responsable de la afirmación que vehicula el enunciado negativo y al que asume la negación explicitada.

Esos desplazamientos nos permiten advertir que los deícticos de persona no sim-plemente remiten al lugar de donde proviene la voz, sino que construyen una figu-ra enunciante compleja con diversas significaciones que es necesario analizar.

Resumiendo, diremos que el concepto de sujeto de la enunciación designa un procedimiento complejo por el cual el discurso instala su fuente de procedencia y la meta a la cual apunta. La pareja fuente-meta, enunciador-enunciatario, yo-tú (con sus múltiples significaciones posibles) constituye un nivel de significación subyacente cuya consideración es indispensable para comprender los significa-dos configurados por el enunciado.

Page 137: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

137

LECTURA N.º 2: Élida Ruiz, Enunciación y Polifonía (Selección, adaptación y co-

mentarios), Enciclopedia semiológica, Eudeba, 1998.

Enunciación y Polifonía

El análisis del discurso

El análisis del discurso se origina en los estudios teóricos en torno a la enuncia-ción, que alcanzan difusión a partir de 1966, fecha en que Emile Benveniste publi-ca Problemas de lingüística general.

La originalidad de esta propuesta se hace evidente, según Oswald Ducrot si se la compara con la doctrina de Ferdinand de Saussure.

El fragmento siguiente ha sido extraído del libro El decir y lo dicho, de O. Ducrot. En él hace, justamente, la comparación entre ambas teorías.

Desde el punto de vista metodológico, Saussure distingue el dominio de los hechos, que constituye el campo de observación de la lingüística, y el sis-tema teórico que el lingüista construye para dar cuenta de él; es así que da el nombre de “habla” a lo observable y el nombre de “lengua” al sistema. Al elegir la palabra “habla” que se explica a menudo por medio del término “uso”, para denominar el dominio de los hechos, sugiere por contraste que el objeto teórico no debe contener ninguna alusión al acto de hablar. Se de-riva de aquí la idea de que este objeto (=la lengua) consiste en un código, entendido como una correspondencia entre la realidad fónica y la realidad psíquica a la que expresa y comunica. El objeto científico, “lengua” podría cumplir su función metodológica y permitir, al menos parcialmente, explicar la actividad lingüística, considerada como un hecho, únicamente en la me-dida en que esta última fuera la puesta en práctica o la utilización de ese código. Pero la lengua misma, el código, no contendría ninguna alusión al uso, así como un instrumento no hace referencia a sus diferentes empleos.

La lingüística de la enunciación se caracteriza por un funcionamiento inver-so. Aun cuando se mantenga la distinción metodológica entre lo observable (constituido por las prácticas del lenguaje) y el objeto teórico que se cons-truye para explicarlo (objeto que puede seguir denominándose “lengua”) se piensa que este objeto comporta de una manera constitutiva indicaciones referidas al acto de hablar. Contendría una descripción general y una clasi-ficación de las diferentes situaciones de discursos posibles, así como tam-bién, instrucciones en cuanto al comportamiento lingüístico, es decir, la es-pecificación de ciertos tipos de influencia que se pueden ejercer al hablar, y de ciertos roles que podemos asumir como propios o imponer a los otros. Una lingüística de la enunciación postula que muchas formas gramaticales, muchas palabras del léxico, giros y construcciones tienen la característica constante de que al hacer uso de ellos, se instaura, o se contribuye a ins-taurar relaciones específicas entre los interlocutores. La lengua puede se-guir considerándose como un código en la medida en que este último sea

Page 138: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

138

visto como un repertorio de comportamientos sociales (así como se habla de un código de cortesía) y no ya como aquel que sirve para señalar con-tenidos de pensamiento.

Retomando el concepto de “análisis del discurso”, este se desarrolla, entonces, a partir de los estudios sobre la enunciación, es decir, la puesta en discurso de la lengua por un sujeto. El discurso es el lugar de construcción de un sujeto. Solo a través del discurso el sujeto construye el mundo como objeto y se construye a sí mismo, a partir de una serie de operaciones que ponen en marcha a lo largo del texto. Este principio –el sujeto– que origina el discurso, solo se puede reconstruir al final del análisis y es el sujeto de la enunciación que no debe confundirse con el sujeto empírico que efectivamente produjo el texto.

Por otra parte, el discurso establece sus propias coordenadas, muestra su contex-to, construye un espacio, un tiempo y actores.

Compete al análisis del discurso todo aquello que en un texto indique la actitud del sujeto respecto de su enunciado. Para acceder al análisis podemos reconocer dos conceptos teóricos que señalan la presencia del sujeto enunciativo.

- Deixis

- Modalidades

Estos elementos corresponden a la lingüística de la enunciación en sentido res-tringido y se centran en la búsqueda de procedimientos lingüísticos con los cuales el locutor imprime su marca en el enunciado, se inscribe en el mensaje y se sitúa respecto de él.

Concebida en forma amplia, la lingüística de la enunciación tiene como meta des-cribir las relaciones que se tejen entre el enunciado y los diferentes elementos constitutivos del marco enunciativo: el emisor y el receptor, la situación de comu-nicación (circunstancias espacio-temporales y condiciones generales de la pro-ducción/ recepción del mensaje: naturaleza del canal, contexto socio-histórico, restricciones del universo del discurso...).

Antes de comenzar la explicación acerca de este conjunto de huellas que el sujeto de la enunciación deja en el enun-ciado, es conveniente aclarar que el análisis del discurso no consiste en señalar solo deixis, modalidades, u otras mar-cas enunciativas sino en determinar qué efectos de sentido producen en el texto analizado.

Page 139: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

139

Enunciación

El aparato formal de la enunciación

“[...] Con respecto al empleo de la lengua, es un mecanismo total y constante que, de una manera u otra afecta a la lengua entera. [...] La enunciación es este poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización. [...] Este gran proceso puede ser estudiado de diversos modos. Vemos tres principales.

El más inmediatamente perceptible y el más directo –con todo y que en general no se le relacione con el fenómeno general de la enunciación– es la realización vocal de la lengua. [...] Todo el mundo sabe que, en el mismo sujeto, los mismos sonidos no son nunca reproducidos exactamente, y que la noción de identidad solo es aproximada, precisamente cuando la experiencia es repetida en detalle. Estas diferencias se deben a la diversidad de las situaciones en que es producida la enunciación.

El mecanismo de esta producción es otro aspecto esencial del mismo problema. La enunciación supone la conversión individual de la lengua en discurso. Aquí la cuestión es ver cómo el sentido se forma en palabras.

[...] Puede, en fin, considerarse otro enfoque, que consistiría en definir la enuncia-ción en el marco formal de su realización. [...] Tratamos de esbozar, dentro de la lengua, los caracteres formales de la enunciación a partir de la manifestación indi-vidual que actualiza. [...]

En la enunciación consideramos sucesivamente el acto mismo, las situaciones donde se realiza, los instrumentos que la consuman.

El acto individual por el cual se utiliza la lengua introduce primero al locutor como parámetro en las condiciones necesarias para la enunciación. Antes de la enun-ciación, la lengua no es más que la posibilidad de la lengua. Después de la enun-ciación, la lengua se realiza en una instancia de discurso, que emana de un locu-tor. [...]

En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la lengua, como un proceso de apropiación. El locutor se apropia del aparato for-mal de la lengua y enuncia su posición de locutor mediante indicios específicos por una parte, y por medio de procedimientos accesorios, por otra.

Pero inmediatamente, en cuanto se declara locutor y asume la lengua, implanta al otro adelante de él. Toda enunciación es, explícita o implícita, una alocución, pos-tula un alocutario.

Finalmente, en la enunciación, la lengua se halla empleada en la expresión de cierta relación con el mundo. La condición misma de esta movilización y de esta apropiación de la lengua es, en el locutor, la posibilidad de correferir idénticamen-te, en el consenso pragmático que hace de cada locutor un colocutor. La referen-cia es parte integrante de la enunciación. [...]

El acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla en su habla. He aquí un dato constitutivo de la enunciación. La presencia del locutor en su enunciación hace que cada instancia de discurso constituya un centro de referen-cia interna. Esta situación se manifestará por un juego de formas específicas cuya

Page 140: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

140

función es poner al locutor en relación constante y necesaria con su enunciación. [...]

Está primero la emergencia de los indicios de persona (la relación yo-tú), que no se produce más que en la enunciación y por ella: el término yo denota al individuo que profiere la enunciación, el término tú, al individuo que está presente como alocutario.

De igual naturaleza y atinentes a la misma estructura de enunciación son los indi-cios numerosos de ostensión (tipo este, aquí, etc.), términos que implican un ges-to que designa el objeto al mismo tiempo que es pronunciada la instancia del tér-mino.

Las formas llamadas tradicionalmente “pronombres personales”, “demostrativos” nos aparecen ahora como una clase de “individuos lingüísticos”, de formas que remiten siempre y solamente a "individuos" trátese de personas, de momentos, de lugares, por oposición a los términos nominales que remiten siempre y sola-mente a conceptos. [...]

Otra serie de términos relacionados con la enunciación son los que constituyen el paradigma entero de las formas temporales que se determinan por relación con el EGO, centro de la enunciación. Los “tiempos” verbales cuya forma axial, el “pre-sente” coincide con el momento de la enunciación, forman parte de este aparato necesario.

Vale la pena detenerse en esta relación con el tiempo y meditar acerca de la ne-cesidad, interrogarse sobre lo que la sustenta. Podría creerse que la temporalidad es un marco innato del pensamiento. Es producida en realidad en la enunciación y por ella. De la enunciación procede la instauración de la categoría del presente y de la categoría del presente nace la categoría del tiempo. El presente es propia-mente la fuente del tiempo. [...] El presente formal explicita el presente inherente a la enunciación, que se renueva con cada producción de discurso. [...]

Así la enunciación es directamente responsable de ciertas clases de signos que promueve, literalmente a la existencia. Pues no podrían nacer ni hallar empleo en el uso cognitivo de la lengua. Hay pues que distinguir las entidades que tienen en la lengua su estatuto pleno y permanente y aquellas que, emanadas de la enun-ciación, solo existen en la red de “individuos” que la enunciación crea y en rela-ción con el “aquí-ahora” del locutor. Por ejemplo, el "yo", el “eso”, el “mañana” de la descripción gramatical no son sino los “nombres” metalingüísticos de yo, eso, mañana, producidos en la enunciación. [...]

Además, la enunciación da las condiciones necesarias para las grandes funciones sintácticas. No bien el enunciado se sirve de la lengua para influir de algún modo sobre el comportamiento del alocutario, dispone para ello de un aparato de fun-ciones.

Está, primero, la interrogación, que es una enunciación construida para suscitar una “respuesta”. [...] Todas las formas léxicas y sintácticas de la interrogación, partículas, pronombres, entonación, etc., participan de este aspecto de la enun-ciación.

Parecidamente serán atribuidos los términos o formas que llamamos de intima-ción: órdenes, llamados, concebidos en categorías como el imperativo, el vocati-vo, que implican una relación viva e inmediata del enunciado y el otro. [...]

Page 141: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

141

Menos evidente quizá, pero no menos cierta, es la pertenencia de la aserción a este mismo repertorio. Tanto por lo sintáctico como por la entonación, la aserción apunta a comunicar una certidumbre, es la manifestación más común de la pre-sencia del locutor en la enunciación.

[...] Ciertas modalidades formales se relacionan con la aserción. Unas pertene-cientes a los verbos, por ejemplo el tiempo condicional y el modo subjuntivo que enuncian actitudes del enunciado hacia lo que enuncia (espera, deseo, apren-sión); otras se relacionan con la fraseología (“quizá”, “sin duda”, “probablemente”) y que indican certidumbre, posibilidad, indecisión, etc., o deliberadamente, dene-gación de aserción. [...]

Como forma de discurso, la enunciación plantea dos “figuras”, igualmente necesa-rias, fuente la una, la otra meta de la enunciación. Es la estructura del diálogo. Dos figuras en posición de interlocutores son alternativamente protagonistas de la enunciación. [...]

En el contexto de la enunciación habría que estudiar otras muchas cosas. Habría que considerar los cambios léxicos que la enunciación determina, la fraseología que es la marca frecuente, acaso necesaria, de la “oralidad”. También habría que distinguir la enunciación hablada de la enunciación escrita. Esta se mueve en dos planos: el escritor se enuncia escribiendo y dentro de su escritura, hace que se enuncien individuos. [...]”1

Comentario sobre el artículo de Emile Benveniste

Benveniste parte de la idea de que la enunciación es un ‘proceso de apropiación’ de la lengua. Este acto lo realiza un locutor que se apropia de la lengua, por lo cual se establece una relación entre locutor y lengua; esta relación determinará los caracteres específicos de cada enunciación.

El estudio de la enunciación permite señalar, siempre a partir de formas lingüísti-cas, los elementos que la constituyen.

Locutor: es el sujeto que se apropia de la lengua en un acto individual y que pro-duce un discurso. La presencia de un locutor implica, necesariamente, un otro, un alocutario, al cual se habla.

La referencia forma parte de la enunciación en la medida en que el locutor man-tiene una determinada relación con el mundo y la refiere en su discurso.

La enunciación implica la aparición de diversos indicios.

• De persona (yo/ tú): pronombres personales.

• De ostensión (aquí/ allá): adverbios que señalan lugar.

Tanto los pronombres personales como los demostrativos son ‘individuos lingüís-ticos’ en la medida que nacen de un acto enunciativo.

1 Benveniste, Emile “El aparato formal de la enunciación”, en Problemas de lingüística general II, Méjico, Siglo XXI, 1978.

Page 142: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

142

• Tiempos verbales. La categoría de tiempo es instaurada por la enuncia-ción. El presente (ahora) es el tiempo de la enunciación, y a partir de él nace la categoría de tiempo y la posibilidad de remitir a un pasado o a un futuro.

Además de estos indicios, la enunciación condiciona:

• Las funciones sintácticas, que son de distinta índole.

* interrogación: enunciación construida para producir una respuesta.

* intimación: relacionada con el imperativo y el vocativo; implica una relación diferente entre el enunciado y el otro.

* aserción: comunica una certidumbre y es, para Benveniste, la ma-nifestación más evidente de la presencia del locutor en el enunciado.

* modalidades formales: ciertas formas verbales (condicional, sub-juntivo) enuncian espera, deseo; ciertas palabras como “quizá”, “probablemente”, indican incertidumbre, posibilidad. Implican sus-pensión de la aserción.

Otra idea presente en este artículo es que en la enunciación está la estructura del diálogo: dos figuras en posición de interlocutores protagonizan la enunciación.

Hay otros elementos que el autor no analiza, pero que considera deben tenerse en cuenta:

* los canales léxicos que la enunciación determina.

* la fraseología, que es una de las marcas de la oralidad en un dis-curso.

* la distinción entre enunciación hablada y enunciación escrita.

Estos elementos que permiten analizar un discurso, desde el punto de vista de la lingüística de la enunciación, han sido ampliados y, a veces, reformulados por otros autores.

Page 143: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

143

LECTURA N.º 3 J. L. AUSTIN, Cómo hacer cosas con palabras, Buenos Aires, Pai-

dós, 1962.

CONFERENCIA I

Lo que habré de decir aquí no es difícil ni polémico; el único mérito que quisiera reivindicar para mi exposición es que es verdadera, por lo menos en parte. El fe-nómeno que examinaré es muy difundido y muy obvio, y será imposible que otros no lo hubieran advertido, al menos ocasionalmente. Sin embargo, no he visto que se le preste atención de manera específica.

Durante mucho tiempo los filósofos han presupuesto que el papel de un “enuncia-do” solo puede ser “describir” algún estado de cosas, o “enunciar algún hecho”, con verdad o falsedad. Es cierto que los gramáticos han señalado siempre que no todas las “oraciones” son (usadas para formular) enunciados1: tradicionalmente, junto a los enunciados (de los gramáticos) hay también preguntas y exclamacio-nes, y oraciones que expresan órdenes o deseos o permisiones. Y los filósofos no se han propuesto negarlo, pese a algún empleo poco riguroso de “oración” para significar “enunciado”. Sin duda, también, tanto los gramáticos como los filósofos han caído en la cuenta de que ni siquiera es en modo alguno fácil distinguir las preguntas, las órdenes, etc. de los enunciados por medio de los escasos e insatis-factorios criterios gramaticales disponibles, tales como el orden de las palabras, el modo verbal, etc., aunque quizá no ha sido común detenerse en las dificultades que este hecho obviamente suscita. Porque, ¿cómo habremos de decidir cuál es cuál? ¿Cuáles son los límites y las definiciones de cada grupo?

Pero en los últimos años, muchas cosas que anteriormente habrían sido acepta-das sin objeciones como “enunciados”, tanto por los filósofos como por los gramá-ticos, han sido examinadas con renovada atención. Este examen, en cierto modo, surgió en forma indirecta, al menos en el campo de la filosofía. Primero apareció el punto de vista, no siempre expuesto sin un infortunado dogmatismo, de que un enunciado (fáctico) debe ser “verificable”, y esto llevó a pensar que muchos “enunciados” solo son lo que puede denominarse seudo-enunciados. En primer término, y en forma más obvia, se mostró que muchos “enunciados” son, como Kant fue quizás el primero en sostener sistemáticamente, sinsentidos estrictos, pese a su forma gramatical impecable. El continuo descubrimiento de nuevos ti-pos de sinsentidos ha sido, en conjunto, beneficioso, por poco sistemática que haya sido la clasificación de ellos, y por misteriosa que haya seguido siendo su explicación. Sin embargo, aun los filósofos establecemos ciertos límites a la dosis de sinsentido que estamos dispuestos a reconocer que decimos; de tal modo fue natural preguntar, en una segunda etapa, si muchos que parecían seudo-enunciados eran en realidad enunciados. Ha llegado a sostenerse corrientemente que muchas expresiones, que parecen enunciados, o bien no son formuladas en absoluto para registrar o suministrar información directa acerca de los hechos, o

1 Por supuesto, nunca es realmente correcto decir que una oración es un enunciado. Mas bien lo correcto es decir que la oración es usada al hacer un enunciado. El enunciado mismo es una “construcción lógica” a partir de las formulaciones de enunciados.

Page 144: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

144

tienen ese propósito solo en parte. Por ejemplo, las “proposiciones éticas” quizá persiguen manifestar emociones, exclusiva o parcialmente, o bien prescribir con-ducta o influirla de maneras especiales. También aquí Kant se cuenta entre los pioneros. A menudo, también usamos expresiones en modo que, por lo menos, están más allá del ámbito de la gramática tradicional. Se ha llegado a advertir que muchas palabras especialmente desconcertantes, incluidas en enunciados que parecen ser descriptivos, no sirven para indicar alguna característica adicional, particularmente curiosa o extraña, de la realidad, sino para indicar (y no para re-gistrar) las circunstancias en que se formula el enunciado o las restricciones a que está sometido, o la manera en que debe ser tomado, etc. Pasar por alto estas po-sibilidades, tal como antes era común, es cometer la llamada falacia “descriptiva”. Quizás esta no sea, empero, una buena denominación, puesto que “descriptiva” es, en sí misma, una palabra específica. No todos los enunciados verdaderos o falsos son descripciones; por esta razón prefiero usar la palabra “constatativo”.* Siguiendo esta línea se ha mostrado, fragmentariamente hasta ahora, o por lo menos lo ha presentado como probable, que muchas perplejidades filosóficas tra-dicionales han surgido merced a un error: el error de tomar como enunciados fác-ticos lisos y llanos a expresiones que son sin sentidos de maneras interesantes, aunque no desde un punto de vista gramatical, o bien que han sido formuladas con un propósito diferente.

Cualquiera sea nuestra opinión acerca de alguno de estos puntos de vista y suge-rencias, y por mucho que podamos lamentar la confusión inicial en que la doctrina y el método filosófico fueron sumergidos, no se puede dudar que aquellos están produciendo una revolución en filosofía. Si alguien desea llamarla la mayor y más saludable revolución en toda su historia, esta no sería, después de todo, una pre-tensión desmesurada. No debe sorprender que los comienzos hayan sido frag-mentarios, con partipris y guiados por fines diversos. Esto es común en todas las revoluciones.

Delimitación preliminar del realizativo*2

El tipo de expresión lingüística que hemos de considerar aquí, no es en general un tipo de sinsentido; aunque, como veremos, el mal uso de ella puede originar variedades especiales de “sinsentido”. Más bien pertenece a la segunda clase: a la de las expresiones lingüísticas que se disfrazan. Pero en modo alguno se dis-fraza necesariamente de enunciado fáctico, descriptivo o “constatativo”. Sin em-bargo, es bastante común que así lo haga y, curiosamente, que ello ocurra cuan-do asume su forma más explícita. Creo que los gramáticos no han visto lo que hay detrás del “disfraz”, y los filósofos, en el mejor de los casos, solo lo han hecho

* “Constatativo” es, por supuesto, un neologismo derivado del galicismo “constatar”. Aus-tin usa “constative” que, en inglés también un neologismo. (T.) * “Realizativo” es un neologismo derivado de “realizar”. Lo mismo ocurre, en el original inglés, con “performative”, derivado del verbo “to perform”. Austin aclara, más adelante, por qué ha elegido esa expresión. Esas mismas razones pueden extenderse a “realizati-vo”. (T.)

2Todo lo que digo en estos apartados es provisional, y debe ser revisado a la luz de lo que se expresa más adelante.

Page 145: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

145

en forma incidental.3 Será conveniente, en consecuencia, estudiar primero dicho tipo de expresión lingüística en esta forma engañosa, para poner de manifiesto sus características contrastándolas con las de los enunciados fácticos que imitan.

Comenzaremos, pues, poniendo como ejemplos algunas expresiones lingüísticas que no pueden ser subsumidas en ninguna categoría gramatical admitida hasta ahora, excepto la de “enunciado”. Dichas expresiones no son un sinsentido, y no contienen ninguna de esas señales de peligro verbales que los filósofos han des-cubierto, o creen haber descubierto. Me refiero a las palabras curiosas como “bueno” o “todos”, a verbos sospechosos tales como “poder” o “deber”, y a cons-trucciones dudosas tales como la de los enunciados hipotéticos. Todos nuestros ejemplos tendrán, como se verá, verbos en la primera persona del singular del presente del indicativo en la voz activa.4 Se pueden hallar expresiones que satis-facen estos requisitos y que, sin embargo:

A) no “describen” o “registran” nada, y no son “verdaderas o falsas”; y B) el acto de expresar la oración es realizar una acción o parte de ella, ac-

ción que a su vez no sería normalmente descripta como consistente en decir algo.

Esto dista de ser tan paradójico como puede parecer, o como, no sin mala inten-ción, he tratado de presentarlo. En realidad los siguientes ejemplos pueden pare-cer decepcionantes.

E.a) “Sí, juro (desempeñar el cargo con lealtad, honradez, etc.”), expresado en el

curso de la ceremonia de asunción de un cargo.5

E.b) “Bautizo este barco Queen Elizabeth”, expresado al romper la botella de champaña contra la proa. E.c) “Lego mi reloj a mi hermano”, como cláusula de un testamento. E.d)”Te apuesto cien pesos a que mañana va a llover.

En estos ejemplos parece claro que expresar la oración (por supuesto que en las circunstancias apropiadas) no es describir ni hacer aquello que se diría que hago al expresarme así,6 o enunciar que lo estoy haciendo: es hacerlo. Ninguna de las expresiones mencionadas es verdadera o falsa; afirmo esto como obvio y no lo discutiré, pues es tan poco discutible como sostener que “¡maldición!” no es una expresión verdadera o falsa. Puede ocurrir que la expresión lingüística “sirva para informar a otro”, pero esto es cosa distinta. Bautizar el barco es decir (en las cir-

3 Los juristas debieran ser, entre todos, los más conscientes del verdadero estado de co-sas. Algunos, quizá, ya lo son. Sin embargo, están dispuestos a entregarse a su medrosa ficción de que un enunciado “de derecho” es un enunciado de hecho. 4 Esto no es casual: todos ellos son relizativos “explícitos” y pertenecen a esa clase ava-salladora que más adelante llamaremos la de los “ejercitativos”.

5 En el original inglés se alude a una ceremonia nupcial y se ejemplifica con las palabras “I do” dichas por le novio. J. O. Urmson incluyó allí la siguiente nota: “Austin advirtió de-masiado tarde que la expresión «I do» no se usa en la ceremonia nupcial; ya no podía enmendar su error. No hemos modificado su ejemplo porque el error carece de importan-cia filosófica”. Nosotros hemos reemplazado, aquí y en el resto del libro, los ejemplos referentes al acto de casarse porque los contrayentes no emplean, entre nosotros, expre-siones realizativas ni otras que puedan confundirse con ellas. (T.)

6 Menos aún algo que ya he hecho o que no he hecho todavía.

Page 146: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

146

cunstancias apropiadas) la palabra “Bautizo...” Cuando, con la mano sobre los Evangelios y en presencia del funcionario apropiado, digo “¡Sí, juro!”, no estoy informando acerca de un juramento; lo estoy prestando.

¿Cómo llamaremos a una oración o a una expresión de este tipo?7 Propongo de-nominarla oración realizativa o expresión realizativa o, para abreviar, “un realizati-vo”. La palabra “realizativo” será usada en muchas formas y construcciones co-nectadas entre sí, tal como ocurre con el término “imperativo”.8 Deriva, por su-puesto, de “realizar”, que es el verbo usual que se antepone al sustantivo “ac-ción”. Indica que emitir la expresión es realizar una acción y que esta no se conci-be normalmente como el mero decir algo.

Hay otras palabras que pueden presentarse como candidatas, cada una de las cuales cubriría adecuadamente esta o aquella clase más o menos amplia de rea-lizativos. Por ejemplo, muchos de estos son expresiones contractuales (“te apues-to”) o declaratorias (“declaro abierta la sesión”). Pero no conozco ninguna palabra en uso corriente que tenga amplitud suficiente como para abarcarlos a todos. La palabra que más se aproxima a lo que necesitamos es, quizás, el término técnico inglés “operative” (“operativo”) en el sentido estricto que le dan los abogados para aludir a aquellas cláusulas de un instrumento que sirven para realizar la transac-ción (transferencia de un inmueble o lo que sea) que constituye el objeto principal de aquel, mientras que el resto del mismo simplemente “refiere las circunstancias en que el acto se lleva a cabo.9 Pero “operative” tiene otras acepciones, y hoy en día e usa a menudo para significar poco más que “eficaz” o “conducente”. Me he decidido por una palabra nueva; aunque su etimología no es irrelevante, quizás no nos sintamos tentados a atribuirle algún significado preconcebido.

Decir y hacer

Cabe preguntar entonces si habremos de afirmar cosas como estas:

“Bautizar es decir unas pocas palabras”, o “Apostar es simplemente decir algo”.

En un principio tal idea suena rara o aun impertinente, pero puede llegar a no ser-lo si adoptamos suficientes precauciones. Una objeción inicial de peso, que no carece de importancia, puede ser esta. En muchos casos es posible realizar un acto exactamente del mismo tipo, no con palabras, escritas o habladas, sino de otra manera. Por ejemplo, puedo apostar colocando una moneda en la ranura de una máquina automática. Podríamos entonces transformar la correspondiente proposición anterior de algunas de estas maneras: “decir ciertas pocas palabras

7 Las oraciones forman una clase de “expresiones lingüísticas”. Esta clase debe ser defi-nida, según pienso, en forma gramatical. Tengo mis dudas, empero, de que haya dado ya una definición satisfactoria. Las expresiones realizativas son contrastadas, por ejemplo y esencialmente, con las expresiones “constatativas”. Emitir una expresión constantativa (es decir, emitirla con una referencia histórica) es hacer enunciado. Emitir una expresión realizativa es, por ejemplo, hacer una apuesta. Ver infra lo relativo a “ilocuciones”.

8 En otras ocasiones usé la palabra “realizatoria” (“performatory”), pero ahora prefiero “realizativa” porque es menos fea, más manejable, y porque su formación es más tradi-cional.

9 Debo esta observación al profesor H. L. A. Hart.

Page 147: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

147

es apostar”, o “apostar, en algunos casos, es simplemente decir unas pocas pala-bras”, o “decir simplemente algo determinado es apostar”.

Pero probablemente la verdadera razón que hace que tales observaciones parez-can peligrosas reside en otro hecho obvio, al que tendremos que volver con más detalle más adelante. Se trata de lo siguiente: expresar las palabras es, sin duda, por lo común un episodio principal, si no el episodio principal, en la realización del acto (de apostar o de lo que sea), cuya realización es también la finalidad que persigue la expresión. Pero dista de ser comúnmente, si lo es alguna vez, la única cosa necesaria para considerar que el acto se ha llevado a cabo. Hablando en términos generales, siempre es necesario que las circunstancias en que las pala-bras se expresan sean apropiadas, de alguna manera o maneras. Además, de ordinario, es menester que el que habla, o bien otras personas, deban también llevar a cabo otras acciones determinadas “físicas” o “mentales”, o aun actos que consisten en expresar otras palabras. Así, para bautizar el barco, es esencial que yo sea la persona designada a esos fines; para asumir el cargo es esencial que yo reúna los requisitos correspondientes, etc.; para que tenga lugar una apuesta, es generalmente necesario que haya sido aceptada por otro (el que tiene que ha-ber hecho algo, por ejemplo, haber dicho “aceptado”); y difícilmente hay un obse-quio si digo “te doy esto” pero jamás entrego el objeto.

Hasta aquí no hay problemas. La acción puede ser llevada a cabo sin usar expre-siones realizativas, y en todos los casos las circunstancias, que incluyen otras acciones, deben ser las adecuadas. Pero al formular la objeción podemos estar pensando en algo completamente distinto y, esta vez, equivocado. Ello puede ocurrir, al considerar algunos de los realizativos más intimidatorios, tales como “Te prometo...” Claro está que las palabras deben ser dichas “con seriedad” y to-madas de la misma manera. ¿No es asó? Esto, aunque vago, en general es ver-dadero: constituye un importante lugar común en toda discusión acerca del senti-do de una expresión cualquiera. Es menester que no esté bromeando ni escri-biendo un poema. Nos sentimos inclinados a pensar que la seriedad de la expre-sión consiste en que ella sea formulada –ya por conveniencia, ya para fines de información– como (un mero) signo externo y visible de un acto espiritual interno. De aquí hay un solo paso a creer, o dar por sentado, que en muchas circunstan-cias la expresión externa es una descripción, verdadera o falsa, del acaecimiento del acto interno. La expresión clásica de esta idea puede hallarse en el Hyp-polytus (I. 612), donde Hippolytus dice:

es decir: "mi lengua lo juró, pero no lo juró mi corazón” (o mi mente u otro protagonista oculto).10 Así, “te prometo...”, me obliga: registra mi adopción espiritual de una atadura espiritual.

Es interesante observar en este ejemplo cómo el exceso de profundidad, o más bien de solemnidad, allana el camino a los irresponsables. Porque quien dice “¡prometer no es meramente cuestión de expresar palabras, se trata de un acto interno y espiritual!” puede parecer un sólido moralista erguido frente a una generación de teóricos superficiales. Lo vemos como él se ve a sí mismo, oteando las profundidades invisibles del espacio ético, con toda la prestricia de un especialista en lo sui generis. Sin embargo, nuestro moralista proporciona una

10 No me propongo excluir a todos los otros participantes que no aparecen en el escena-rio: los iluminadores, el director, ni siquiera el apuntador. Solo objeto a algunos oficiosos actores reemplazantes.

Page 148: Lengua y Comunicación II -Lecturas-

148

escapatoria a Hippolytus, una excusa al perjuro que ha dicho “Sí, juró”, y una defensa al tramposo que ha dicho “te apuesto”. La precisión y la moral están igualmente en favor de la expresión común según la cual la palabra empeñada nos obliga.

Si excluimos actos internos ficticios tales como este, cabe preguntar si podemos suponer que alguna de las otras que, por cierto, normalmente se requieren como complemento de expresiones del tipo de “te prometo que...”, o “Sí, juro (desempeñar el cargo...)” son en realidad cosas descriptas por estas expresiones y que, por lo tanto, hacen que, cuando esas cosas se dan, la expresión sea verdadera, y falsa cuando ocurre lo contrario. Empezando por esto último, consideremos ahora qué es lo que efectivamente decimos acerca de la expresión en juego cuando uno u otro de los hechos normalmente concomitantes con ella está ausente. En ningún caso decimos que la expresión es falsa, sino que ella, o más bien el acto11 (por ejemplo, la promesa), es nulo, o hecho de mala fe, o incompleto, o cosa semejante. En el caso particular del prometer, como ocurre con muchos otros realizativos, es apropiado que la persona que expresa la promesa tenga una determinada intención, a saber, cumplir con su palabra. Y quizás este parecer ser, entre todos los episodios concomitantes, aquel que mejor resulta descripto o registrado por la expresión “te prometo”. ¿Acaso cuando tal intención falta no hablamos de una promesa “falsa”? Sin embargo, hablar así no es decir que la expresión “te prometo que...” es falsa, en el sentido de que aunque el que enuncia eso dice que promete, en realidad no lo hace, o que aunque describe, describe falsamente. Porque quien usa la fórmula "te prometo que..." promete; la promesa no es siquiera nula, aunque es hecha de mala fe. La expresión es quizás equívoca, probablemente engañosa y sin duda moralmente incorrecta, pero no es una mentira ni un enunciado erróneo. Lo que más podemos argumentar es que implica o insinúa una falsedad o un enunciado erróneo (a saber, que el promitente se propone hacer algo); pero eso es una cosa totalmente distinta. Además, no hablamos de una apuesta falsa o de un bautismo falso; y el hecho de que realmente hablamos de una promesa falsa no tiene que comprometernos más que el hecho de que hablamos de una acción falsa. La palabra “falso” no solo se esa respecto de enunciados.

11 No intentaré aquí distinguir esto de manera precisa porque la distinción no tiene rele-vancia para lo que estamos examinando ahora.