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Lectura de los Reformadores protestantes "Es necesario ... que los cat6licos recollozcan con gozo y apre- cien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes dei patri- monio comun, que se encuentran entre nuestros hermanos separa- dos. Es iusto y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las obms de virtud en la vida de otros que dan testimonio de Cristo, a veces hasta el derramamiento de sangre: Dios es siempre mara- villoso y digno de admiraci6n en sus obms" (Decreta sobre el ecu- menismo, 4). Embarcados min en la "leyenda negra" de una apologîa tradicional, muchos cat6licos han podido formarse una idea falseada de las personas, de la obra y de los escritos de los Reformadores Protestantes. En Espa- fia, concretamente, y en el mundo dependiente de su historia, este fen6- mena es mucho mas perceptible, desde el momento en que el luterano, el hugonote, el calvinista se tomaron en el enemigo cordial que personifi- caba una larga tradici6n de hostilidades no s6lo mentales y religiosas, sino también poHticas. De hecho, desde antes de mediar el siglo XVI, los Pi- rineos se vieron férreamente cerrados a toda erosi6n protestante, a las obras reformadas, que si a veces lograron penetrar la barrera, tuvo que ser dandestinamente y con harto miedo a su suerte posterior; los proce- sos interminables inquisitoriales manifiestan bien a las daras este acon- tecer. Si esto resulta comprensible por razones obvias, y en centurias de- terminadas por la intolerancia mutua, en nuestro tiempo se evidencia como del todo anacr6nica -ademas de inexacta- la figura de Lutero poseido por la concupiscencia indomable, de un odioso Zwinglio 0 de Calvino como representante de la antipatia. No estamos en hora de mir ad as hos- tiles, sino en un momento de revisi6n hermana, y con la convicci6n -tor-

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  • Lectura de los Reformadores protestantes

    "Es necesario ... que los cat6licos recollozcan con gozo y apre-cien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes dei patri-monio comun, que se encuentran entre nuestros hermanos separa-dos. Es iusto y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las obms de virtud en la vida de otros que dan testimonio de Cristo, a veces hasta el derramamiento de sangre: Dios es siempre mara-villoso y digno de admiraci6n en sus obms" (Decreta sobre el ecu-menismo, 4).

    Embarcados min en la "leyenda negra" de una apologîa tradicional, muchos cat6licos han podido formarse una idea falseada de las personas, de la obra y de los escritos de los Reformadores Protestantes. En Espa-fia, concretamente, y en el mundo dependiente de su historia, este fen6-mena es mucho mas perceptible, desde el momento en que el luterano, el hugonote, el calvinista se tomaron en el enemigo cordial que personifi-caba una larga tradici6n de hostilidades no s6lo mentales y religiosas, sino también poHticas. De hecho, desde antes de mediar el siglo XVI, los Pi-rineos se vieron férreamente cerrados a toda erosi6n protestante, a las obras reformadas, que si a veces lograron penetrar la barrera, tuvo que ser dandestinamente y con harto miedo a su suerte posterior; los proce-sos interminables inquisitoriales manifiestan bien a las daras este acon-tecer. Si esto resulta comprensible por razones obvias, y en centurias de-terminadas por la intolerancia mutua, en nuestro tiempo se evidencia como del todo anacr6nica -ademas de inexacta- la figura de Lutero poseido por la concupiscencia indomable, de un odioso Zwinglio 0 de Calvino como representante de la antipatia. No estamos en hora de mir ad as hos-tiles, sino en un momento de revisi6n hermana, y con la convicci6n -tor-

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    nada en tôpico- de que 10 que une a las religiones cristianas es de mas peso que 10 que las separa. En este sentido, ellema antepuesto del Vati-cano II constituye todo un programa de acciôn, pasados ya los dias ten-sos y batalladores de Trento.

    Concretandonos a nuestro tema, las paginas que siguen se han pro-puesto coma objetivo ûnico el presentar el valor que para la vida cristiana deI catôlico puede entranar la lectura de los escritos de los tres protago-nistas de la Reforma: Lutero, Zwinglio y Calvino. Ante la disyuntiva de recorrer uno a unD estos escritos 0 de acentuar los rasgos predominantes de su literatura espiritual, hemos optado pOl' la segunda de las soluciones; en primer lugar, porque la masa ingente de sus obras (vertidas en cerca deI centenar de volûmenes en el casa de Lutero, en mas de sesenta en el de Calvino y en la veintena del de Zwinglio), reduciria nuestro intento, mucho mas simple, a un mero catâlogo; y después, porque la enumeraciôn diluiria su pensamiento en la selva de los titulos. Es mas, incluso limitan-donos a resaltar los vectores de su pensamiento espiritual, hemos prescin-dido deliberadamente de muchos de sus capitulos, no menos decisivos que los estudiados.

    La elecciôn de estos tres autores tiene el sentido objetivo y concreto que les da su personalidad. Pero tiene también aqui un significado sim-bôlico: estos tres autores son la puerta de la mansiôn reformada y de su producciôn literaria. Los rasgos caracteristicos de estos tres au tores son los rasgos predominantes de sus familias. Deseamos ayudar a compren-der no solamente los escritos de Lutero, Calvino y Zwinglio, sino también de sus seguidores actuales, escritos con los que, sin duda, se encuentran hoy muchos catôlicos.

    De todas formas, y antes de entrar en el tema, quisiéramos advertir que estas paginas no trascienden de un ensayo por facilitar a los no ini-ciados la lectura de un tesoro, muchas veces regateado al hispanohablante y al catôlico. El sumergirse en todo su contenido seria un deleite vedado a un articulo de escasas dimensiones y que aspira sôlo a espoleat· un en-frentamiento sereno con una obra rica y trascendental. El colocarla en su ambiente, el prescindir de muchas cosas, el saber discernir 10 que hay de perdurable a 10 que es circunstancial quiza haya sido subrayado, pero no con la intensidad que merece un tema camo el presente. Para ello y para obviar deformaciones, remitimos a monografias que, pOl' fortuna, cada vez van siendo menos infrecuentes en ambitos extraprotestantes. Eso si, no sin advertir que los escritos de los tres padres de la Reforma son algo demasiado serio y delicado y que, por 10 mismo, una lectura sin pre-paraciôn teolôgica e histôrica estaria muy expuesta a desvirtuar sus esen-cias.

  • LECTURA DE LOS REFORMADORES 321

    1. La Reforma Protestante y la lectura

    Cuando se trata de medir las causas reales 0 posibles que puedan ex-plicar el éxito sorprendente de la Reforma Protestante, se acude t6pica-mente a una evidente cri sis deI sentimiento y vivencias religiosos de la Baja Edad Media; a la situaci6n moral de todos los estamentos eclesias-ticos, desde el pontificado deI Renacimiento, pasando pOl' la curia, pOl' los sectores clericales, hasta las desviaciones deI pueblo; al clima xen6fobo germano, resentido contra Roma; a la situaci6n social, a la coyuntura econ6mica, a las exigencias polîticas de la Modernidad, etc. Pero se in-siste menos en el horizonte sorprendentemente ampliado pOl' las posibili-dades de penetraci6n que la lectura ofreci6 a los reformadores. Quiza en la imprenta, casi nifia, pero con un poder formidable ya, haya que buscar la raîz de que movimientos, en principio muy localizados, lograsen un radio y una velocidad de expansi6n capaces de aIterar radicalmente y en pocos afios la geografîa religiosa de Europa.

    Tanto Lutero, en menor medida Zwinglio, coma Calvino, captaron la potencia de este instrumento coma un medio, el menos condicionado y el mas oportuno, de predicaci6n; y de él echaron mana con sabidurîa y en-tusiasmo. Sus escritos fueron pensados para sel' entregados a sus lectores. La historiograffa actual esta de acuerdo en que los profetas de la iglesia modern a y sus colaboradores se revelaron como maestros consumados en el manejo de la opini6n publica. Todo el amplio ciclo polémico de sus escritos esta concebido para una larga serie de lectores, muy accesibles a los resortes esgrimidos, a los slogans reiterados, a la invectiva contra Roma, contra la Sorbona, a la sâtira vertida en los panfletos y en la ca-ricatura, prodigiosamente (en ocasiones groseramente) esparcidos pOl' los nuevos guerreros. El intento de captal' la opini6n publica se percibe bien en las obras de bata11a y de mayor empefio: las de Lutero, Manifiesto a la nobleza alemana, La cautividad de Babilonia, La libertad del cristiano (1520); De los votos monétsticos (1521); las invectivas contra Erasmo, contra Zwinglio, contra los campesinos, etc.; los grabados de sus escritos, plet6ricos de mofa, que aparecen hasta en sus traducciones bîblicas; en la producci6n zwingIiana: Sobre la eleccion y libertad de los alimentos, el Apologeticus Archeteles (1522), el Comentario de la verdadera y falsa religion (1525), y hasta en el corto Tratado dei fiel entre los papistas de Calvino, pOl' citaI' s610 algunas muestras.

    La secuencia ininterrumpida de ediciones de sus escritos mas virulen-tos, en caso inaudito y en una Europa de tan escasos lectores coma aque-lIa deI siglo XVI, les hicieron ver que el terreno estaba abonado para la recepci6n de las nuevas ideas. En contraste con 10 que sucederia en el ambito romano, que no tardando adoptarîa medidas fuertemente repl'esi-

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    vas para la lectura espiritual, el escritor protestante vio coma podia re-currir a la imprenta sin trabas. Con toda justicia, y no sin cierto orgullo, comentaba Lutero, satisfecho, entre sus comensales esta confesi6n pro-fética, transmitida en las Tischreden: "Yo, sencillamente, me dedicaba a ensefiar, a predicar, a escribir la palabra de Dios, y esto era 10 unico que hacia. Y después, mientras yo dormi a 0 bebia cerveza en Wittenberg, acompafiado de mi Felipe 0 de mi Armsdorf, esta palabra debilitaba al Pontificado con tanta eficacia, que jamas principe ni emperador alguno lograron causarle tanto dafio. Yo no hice nada; la palabra 10 hizo todo. Si hubiese deseado suscitar disturbios, podria haber ocasionado a Alema-nia un inmenso derramamiento de sangre."

    2. La lectura de la Biblia, fuente primera de fe y de vida

    No es este matiz polémico, circunstancial y muy cordial a aquella Europa inabordable a las tolerancias, el que nos interesa resaltar, sino los valores perdurables y menos condicionados por el tiempo, y en los que puede beber tanto el protestante coma el catôlico de nuestros dias. Y, en este sentido, la leccion permanente de los reformadores radica en su in-sistencia en la lectura de la Biblia, coma primer principio de revelaciôn, de teologia, de vida espiritual. Aunque su postura no fuese original, pues los humanistas en virtud deI postulado de "retorno a las fuentes" se ha-bian encontrado reiteradamente con la Escritura y sin este encuentro pre-vio habria sido dificil el de los protestantes, a éstos hay que agradecer el haber vulgarizado el valor multiforme que para el cristiano entrafia la lectura de la Biblia.

    Lutero, en las Conversaciones mencionadas, falseo involuntariamente la realidad alafirmar que "hasta élla Biblia era ignorada por todos y leida por ninguno". Los argumentos furibundos, pero, en este caso, bien do cu-mentados del erudito Denifle, los estudios de Grisar, de Rost, etc., han evidenciado que antes deI nacimiento de la Reforma podian contarse va-rios cientos de versiones manuscritas alemanas de la Biblia; por otra parte, el libro sagrado fue el preferido por la nueva imprenta, que, al menos, habia lanzado ya ciento cincllenta y seis ediciones en latin y diez y siete en aleman. Estos datos, no obstante, no OSCllrecen la tarea gigantesca rea-lizada por el Profeta de Wittenberg y la herencia gloriosa que lego a la Iglesia: hasta él, la Biblia era un instrumento solo accesible a personas llluy privilegiadas; obra suya fue el haberla vulgarizado y haber permea-bilizado a la gran masa; cuando cerrô su edici6n completa en 1534, todos los alemanes pudieron leer la Escritura en un lenguaje bello y cercano.

    La contemplaciôn deI legado no tiene por qué disimular ciertos fallos demasiado evidentes: el haber entrado a sacQ en el Canon, erigiendo en

  • LECTURA DE LOS REFORMADORES 323

    principios de selecci6n la misericordia de Dios y la justificaci6n por la fe "sola"; los centenares de alteraciones introducidas en fuerza de su pos-tura polémica; las glosas anacr6nicamente tendenciosas, aunque todo sea comprensible en un alma ardiente y dispuesta a echar mana de todos los recursos estratégicos para batallar por su causa.

    Lo cierto es que la sucesi6n vertiginosa de ediciones de su versi6n comprueba que tuvo la perspicacia de ofrecer al lector creyente algo que necesitaba con urgencia. La inquietud bfulica de los reformadores no se limit6 a esta tarea basica; con su comportamiento frente a la Escritura predicaron que a la Biblia no s610 habîa que leerla, sino saberla 1eer y exp10tar su riqueza inagotable. De hecho, su camino personal hacia la Reforma esta escoltado inevitab1emente por "hallazgos" bîblicos: el de la misericordia de Dios y la consiguiente justificaci6n, que Lutero encon-tr6 en la Carta a los Romanos, el de la pureza de la Iglesia, liberada de adherencias en Zwinglio, el de la gloria de Dios 0 de la organizaci6n funciona1 ec1esiastica en Calvino.

    Después deI hallazgo bfulico se registra también, inexorable, el esfuer-zo de comprensi6n y de hacer llegar a todas las esferas el contenido de la Palabra. Todos los reformadores, en su actividad profética, docente y pastoral, volvieron una y otra vez sobre los libros sagrados en el pûl-pito, en la academia, en la universidad, en la conversaci6n; sus comenta-rios escritos pasan pOl' todos los libros por ellos admitidos y ocupan la gr an masa de la obra de los tres profetas, en testimonio palpitante de que el principio de "sola Scriptura" no se qued6 reducido a un slogan mas o menos hueco de captaci6n, sino que se convirti6 en el nuevo nexo entre fe y vida cristiana.

    La tensa circunstancia hist6rica determin6 fatalmente que en el are a cat6lica se registrase un proceso reversivo. Ya Lutera advirti6 el riesgo de una inteligencia inadecuada de los textos bîblicos; su soluci6n fue muy contraria a la de Trento. El Concilio -y no hay pOl' qué reprocharselo si se tiene en cuenta la perspectiva hist6rica- cort6 de raîz el acceso deI creyente a la Biblia. En realidad, todo se explica pOl' los presupuestos ra-dicalmente distintos: la Escritüra como ûnica fuente de revelaci6n para los reformadores, y todo convirgiendo hacia ella, 0 partiendo de ella como arbitro primero y ûnico; la Escritura a la luz de la tradici6n para los ca-t6licos, pero todo sancionado 0 explicitado pOl' el Magisterio ec1esiastico. Si la postura romana es comprensible, es indisimulable que supuso una ruptura entre espiritualidad y Biblia, ûltimamente superada, pero que de-termin6 que el cat6lico durante siglos se viese privado de la lectura deI hontanar bîblico y abocado a otro contacto con Dios, no tanto a través de su palabra cuanto de forma directa y también personal, abriendo el camino a la ec1osi6n mîstica 0 a la forzada sumersi6n en una selva de

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    libros ascéticos, en muchos casos de escaso contenido biblico. Tras el des-garro, la iglesia de Roma contemplaba con miedo la lectura de aquello que Calvino consideraba precisamente coma el alimento de los "ingenuos".

    Bajo este prisma hay que leer los sabrasos comentarios biblicos de los primeros protestantes, que manifiestan una distancia enorme entre su saboreo câlido, personal, entreverado de vivencias y las disquisiciones asépticas a que se estaba acostumbrado hasta ellos. La Biblia, de ser un instrumento subordinado, se habia erigido en la fuente primordial· de teo-logîa y de vida. No conviene, sin embargo, olvidar que este encuentro "personal", sin intermediarios, abria la puer ta a la erosion racionalista que a la larga desnudaria a la Escritura de todo carâcter sobrenatural, coma habria de suceder a partir de la Ilustracion.

    3. Dos temas fundamentales: Dias y el hombre

    POl' este biblicismo exclusivista se Ile go a conclusiones decisivas, y en su contexto hay que situ al' la "experiencia de la torre" luterana, hecho discutido por los historiadores; poco importa que ésta tuviese lugar en 1515, 1517 0 en 1520; que fuese una reelaboracion posterior del propio Lutera 0 el resultado de vivencias sucesivas; 10 verdaderamente trascen-dental fue el énfasis nuevo en la misericordia de Dios, en la justificacion del hombre pOl' la fe sin la necesidad de la aportacion de los esfuerzos humanos. La experiencia, narrada con calor y emocion en el Prologo que Lutero puso en 1545 al primer tomo de sus obras latinas, tuvo como con-secuencia una verdadera revolucion, no tan original coma él se creyo, pero mâs arrolladora de 10 que quizâ en principio pensase. En adelante, Dios se aparecio en toda su grandeza, coma misericordioso, después co-mo predestinante, segûn que Lutera 0 Calvino pusiesen el acento en las respectivas actitudes de la Divinidad; a El solo habia que dar gloria, una gloria absoluta e incompartida.

    Lo mismo que en relacion con la Palabra se eliminaron intermedia-rios entre la Escritura y el lector, asi habria que eliminarlos en adelante en el diâlogo directo entre el hombre y Dios. Estos intermediarios eran los santos, incluida la Virgen Maria, las reliquias, las peregrinaciones, las romerias, sacramentos que cobraron -solo los dos existentes- una cara nueva, y todo el entramado de resortes que pudieran poner al cre-yente en contacto con Dios. Si hay una idea que vertebre la dispersa teo-logia de Lutera, luego de Zwinglio y de Calvino, es ese teocentrismo in-mediato, palpado personal y cristianamente, en una experiencia mistica en Lutero 0 en conclusiones racionales en los dos restantes, que dio al traste con el denso andamiaje bajomedieval que oscurecia la grandeza de

    ~I

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    Dios. Esta simplicidad fue une de los motivos que logrô cautivar a tantos reformados, ahltos de la angustiosa herencia anterior.

    Hoy, con una formaciôn teolôgica elemental y con una perspectiva histôrica, el lector catôlico podra gozar en la lectura de los reformadores el teocentrismo mas puro, si bien a condiciôn de matizar las exacerbacio-nes polémicas que saltan en cada unD de los escritos mayores y menores de Lutero, Zwinglio y Calvino. Sin embargo, también se podra percibir cômo en esta concepciôn dialôgica hombre-Dios, los profetas de la mo-dernidad religiosa, pOl' un anhelo sineero de insistir en la gloria de Dios, destruyeron practicamente la otra realidad: la del hombre. Apenas si le queda mas que una actitud de asombro, de aniquilamiento, frente a Dios omnifaciente, ya sea el justificante de Lutero, el santificante de Zwinglio o el predestinante de Calvino. No tiene nada que haeer el elemento vi-ciado humano, en un evidente contrasentido. Es 10 paradôjico de los re-formadores, nada extrano en los escritos de Lutero, desconeertantes y a veces contradictorios, pero mas chocante en Zwinglio, el mas racionalista de los tres, 0 en el ultralôgico Calvino, que en su Instituci6n llega a afir-mar que el "hombre es sôlo una ruina desfigurada". A fin de cuentas, los campeones del individualismo, en este sentido, maI'charon de espaldas al postulado primordial de la civilizaciôn renaeentista en la que convivie-l'on y que les posibilitô su fortuna.

    Bien entendido, y sin los extremismos explicables, estas palabras que Calvino puso en la dedicatoria de su Instituci6n al rey Francisco l de Francia tienen un parentes co germano con los mIsticos deI catolicismo: "j,Hay algo mas conveniente a la fe que sentir se desnudos de toda virtud para sel' vestidos por Dios? j,Vacîos de todo 10 bueno para rebosar de El? j,Siervos deI pecado para ser liberados por El? j,Ciegos para pOl' El ser iluminados? j,Cojos para sel' enderezados por El? j,Débiles para sel' por él sostenidos? j, Que despojarnos de toda gloria para que sôlo El sea glo-rificado y nosotros en El? .. y como no necesita esperar nada de nos-otros, nosotros debemos esperarlo todo de Dios: y nos despojamos de toda vanagloria por la unica razôn de glorificarnos en Dios."

    4. S610 Cristo entre Dias y el hombre

    La insistencia en la bajeza de une de los dos extremos -el huma-no- en la dialéctica protestante tiene una soluciôn en el encuentro de las dos antîtesis en Cristo. Para leer la obra de Lutero, de Zwinglio y la mas concreta de Calvino hay que tener en cuenta la presencia de Cristo en calidad de reconciliador, de mediador y, por ello mismo, como prota-gonista que torna el duelo aparente en un real contacto optimista. Abru-mados pOl' la multitud de héroes marginales de la Edad Media, los re-

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    formadores se empefiaron en erigir como centro de su vida y, por tanto, de sus escritos a Cristo, que en adelante sera el gran personaje de la nue-va piedad.

    Llegaron a él por la experiencia (en el casa deI mistico Lutero pa-rece evidente, y él mismo 10 confesaba con. entusiasmo mucho después: "he vivido tantas experiencias de la divinidad de Cristo que debo decir: "aut nullus est Deus aut ille est", Tischreden), por reflexi6n 0, sencilla-mente, por la lectura y revelaci6n de la Palabra. Lo cierto es que supie-ron 1egar una cristologia caliente y alentadora, en la que se vertebra toda la teologia reformada. Para acentuar el papel de Cristo en la historia de la salvaci6n, en la redenci6n, en la dinamica espiritual de la Iglesia y de la persona deI creyente, no dudan en rebajar al hombre, las posibilidades de su obra, depravada como él, pero que se ve maravillosamente ilumi-nado por el unico redentor y mediador.

    La actitud antropo16gica, realmente negativa, que respiran todas las paginas de los tres reformadores, se transfigura en gozosa confianza ante la contemplaci6n de un Cristo, dadiva deI Padre, capaz de llenar todos los vacios sustanciales deI hombre corrupto. Los centenares de reflexio-nes protestantes se podrian compendiar en dos breves articulos (el V y el VI), que el mas clarividente de todos ellos, Calvino, hacia confesar a los burgueses de Ginebra en 1537: "Puesto que el hombre se halla des-provisto y desnudo de toda luz y de toda justicia, reconocemos que por SI mismo no puede esperar otra cosa que la c6lera y la maldici6n divinas; por ello ha de buscar fuera de si mismo el medio de su salud. Con-fesamos, por tanto, que J esucristo es el que nos ha sido dado por el Pa-dre, a fin de que en El descubramos 10 que nos falta a nosotros mismos ... "

    Cristo, Y él s6lo, actua coma perfecto regenerador, justificador y me-diador. Fue en este capitulo en el que se libr6 la batalla mas encarnizada entre los protestantes y los cat6licos. Roy tenemos que lamentar la violen-cia y el amargor en que se enfrentaron dos formas de vida espiritual y dos actitudes ante principios fundamentales y basicamente coincidentes. El catolicismo de Trento y postridentino hizo triunfar el valor intercesor de los santos, acentuando uno de los aspectos mas cordiales de la comu-ni6n de la Iglesia en Cristo; la Reforma insisti6 dramaticamente por no mermar un apice de la suficiencia total de la obra redentora de Jesus. La "iconoclastia", exacerbada en Zwinglio, tiene esta explicaci6n: no ensom-brecer la gloria ni el valor redentor de Cristo.

    En cuanto al t6pico deI destierro de los santos, bastaria con leer las series de sermones que Lutero predic6 en las festividades marianas 0 su encantador Comentario al Magnificat (recientemente editado en Francia en versi6n ecuménica), para convencerse de que tiene que ser muy mati-

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  • LECTURA DE LOS REFORMADORES 327

    zado; y en re1acion con el otro deI nulo valor de las obras, seria simplici-dad extrema el creer que en la primitiva Reforma se abrio un ancho cauce al libertinaje, coma en algun tiempo insistio la apologética fâcil. Lo que los reformadores debelaron fue el carâcter sinergético de la aportacion humana en el proceso justificante y salvador, que constituiria un atenta-do, en su pretendido valor meritorio, contra la suficiencia total de la re-dencion, de la expiacion de Cristo, vâlida para todos y para siempre, y que no seria precisa (y si pretencioso) querer renovar ni aun en la Cena.

    Por este proceso logico -aunque Barth evidenciase mucho después los fallos logicos y metodologicos- se llega a la conclusion mâs alenta-dora: a esa alegria que en el fondo respiran las pâginas de los reforma-dores protestantes; a la certeza personal de la salvacion. El problema an-gustiante de aquella primera mitad deI siglo XVI elimino la incognita existencial, trasladando el principio de solucion de las obras humanas, siempre inseguras, a la firmeza infalible dimanante de la confianza, deI asenso, de la fe, en una palabra, en la obra redentora de Cristo.

    y asi, aquel pesimismo inicial se troco en alegre optimismo, celosa-mente defendido contra todo 10 que pudiera entranar visos de "supersti~ cion e idolatria".

    5. La nueva iglesia

    El no iniciado puede pensar que las formas de pensamiento de los tres primeros reformadores fueron casi idénticas; esto supone no estar al tanto de la violenta intrahistoria deI protestantismo naciente. Hay muchos aspectos, induso fundamentales (el sacramentario, por ejemplo), que pro-daman las hondas divergencias de los tres; induso dentro deI "luterismo" primigenio se pueden percibir las desviaciones que fueron evolucionando deI ortodoxo y personal deI profeta de Wittenberg hacia un "luteranismo", que en sus mismos dias comenzo a configurarse por obra y gracia deI gran amigo y sistematizador Me1anchton, coma ha expuesto con agudeza Lucien Febvre. No obstante, hay algo en 10 que coinciden estas aImas en otros aspectos gemelos: en su enfrentamiento con la iglesia de Roma.

    En efecto, ante el hecho edesial, en el primer estadio, el critico, los tres repiten con ardor, con dolor y con ira idénticas invectivas contra una iglesia que -segun ellos- se ha ido deformando hasta cuajar en un iadadero "regnum papae" (es decir: "regnum diaboli"). Su actitud ne-gativa no resultaba original y venia a ser coma el final de un camino lar-go anterior, cuajado de criticas contra Roma; al catolico lector, conoce-dor de la agitada historia de la Iglesia anterior a Trento, le puede sonar hasta familiar el catâlogo generoso de improperios lanzados contra el pa-pado. Si en algo superaron los protestantes a widefitas, hussitas, Savana-

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    rola y a tantos predicadores apocallpticos, fue en el poder que a los pri-meros ofrecieran los medios nuevos de penetracion en haber logrado para su causa a panfletistas, caricaturistas, artistas de excepcion, que no rega-tearon esfuerzos para ridiculizar a la iglesia romana. (Recordemos, entre centenares de muestras posibles, la Antithesis figurata con ilustraciones de Cranach, las caricaturas groseras, repugnantes que hacen acto de presen-cia hasta en la version luterana de la Biblia). La queja, vertida en estos moldes insultantes, brota a cada paso en las obras de los tres reformado-l'es: todos los escritos de Zwinglio, Tratado deI fiel entre los papistas de Calvino y, con mâs exacerbacion, en las recriminaciones de Lutero, desde su De captivitate Babylonica de primera hora hasta la mâs incisiva, di-recta e insultante Contra el papado de Roma fundado pOl' el demonio, ya hacia el final de su batallar.

    La contemplacion airada de la "iglesia deformada" fue el primer paso hacia la "iglesia reformada". Es discutible si los tres tuvieron en princi-pio clara conciencia de su enfrentamiento con Roma 0 si, mejor, intenta-l'on la franc a ruptura; de hecho, el abocar a ésta era 10 previsible y a ello se llego pOl' contadas circunstancias, entre las que hay que enumerar las teologicas, las ambientales y también las pm'amente personales. Prescin-diendo de matices, el denominador comûn hay que verle en el rechazo de las estructuras jerârquicas, de las situaciones de privilegio sacerdotales 0 "consagradas" que habia que eliminar (De votis monasticis), sustituyendo el sacerdocio sacramental pOl' el universal de todos los creyentes. Positi-vamente, en el "Regnum Christi" integraran los ingredientes de la Pala-bra, deI espiritu no encadenado, de unas estucturas -si se puede hablar aSl- dinâmicas.

    Zwinglio, sin embargo, mâs activista, con su vida cortada trâgicamen-te, no tuvo tiempo para madurar su concepcion eclesial y, en su caso, el funcionamiento de la idea se quedo reducido a un nacionalismo evidente, a una iglesia en la que el poder civil de hecho sustituyo al papa criticado. Lutera y Calvino palparon la precision de institucionalizar su obra; pero al primero se le ocurrio ya tardiamente y, pese a las mascaradas deI final de su vida, su iglesia, sus iglesias, quedarian al arbitrio de los principes territoriales. La obra decisiva de Lutera no hay que rastrearla en escritos deI estilo de su De instituendis ministris ecclesiae, sino en algo mâs per-sonal. La tarea organizadora corrio a cargo de una generacion mâs joven de reformadores, procedentes deI Humanismo, espoleados pOl' otras pre-ocupaciones y que pudieron operar sobre los logros fundamentales de Lutero. Entre ellos, seria Calvino, dotado como estaba de una formida-ble preparacion teologica y juridica, quien la llevase a cabo en Ginebra.

    La eclesiologia de Calvino estâ perfectamente transmitida en todos sus escritos, pero fundamentalmente en sus grandes obras Forma verda-dera de reformar la iglesia y en las ediciones decisivas de su Instituci6n

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    de la religion cristiana. El lector catôlico puede contra star cômo palpita una concepciôn viva de esta realidad, que el profeta y reformador en su juventud vio como espiritual e invisible, y que luego se iria encarnando en la iglesia de Ginebra, en las iglesias reformadas locales, donde tenia lu gal' el encuentro deI fiel con la Palabra, con Cristo, con Dios. La iglesia aparece, en expresiôn tradicionaI, como una "madre" que da a luz a la fe, que cria, que alimenta y que educa.

    En su organizaciôn visible, Calvino recurrira al recuerdo de la Iglesia primitiva, como los "herejes" c1asicos, pero no al estilo cesaropapista de ZwingIio, sino tal coma se Ilevô en la teocracia israelita, aunque ahora a la manera de una iglesia carismatica, neumatica y diaconal. A la hora de concretar las diaconias -en la otra faz de "Iglesia sirviente" - la acos-tumbrada estructura jerarquica se ve suplantada por un quehacer minis-teria!, de servicio. Su experiencia en el exilio de Estrasburgo, los contac-tos con la comunidad reformada de franceses, se reflejan en el côdigo de sus Ordenanzas eclesiâsticas, que habian de regir minuciosamente la vida de la singular repûblica de Ginebra desde el retorno definitivo y triunfal deI reformador. La organizaciôn colegial y los "servicios" respectivos se realizan en los cuatro "ministerios" de pastores, doctores, ancianos y dia-conos, en un deseo de atender las precisiones de la comunidad, mientras el "Consistorio" se encargô de mantener una disciplina férrea, que ni pudo sospechar Lutero ni dio tiempo a estatuir a Zwinglio, y que constituiria el distintivo externo de los calvinistas.

    6. El culto y la liturgia

    El unD coma la otra quisieron satisfacer el triple objetivo de alabanza a Dios ("soli Deo gloria"), pOl' medio de cantos de salmos e himnos, deI rezo deI padrenuestro, etc.; de recibir la Palabra pOl' la lectura y explica-ciôn de la Sagrada Escritura; de realizar la comuniôn entre los fieles y con Cristo pOl' la recepciôn deI bautismo y la participaciôn espaciada en la Cena, pese a las diferentes formas fundamentales de enfrentarse con este misterio las diversas confesiones y pese a las mûltiples variedades en que se desarrollô la acci6n litûrgica.

    El ambito material, el templo, teilla que aparecer desnudo y, pOl' con-siguirlo lucharon los debeladores de las imagenes ("es indudable que las imagenes estan prohibidas pOl' Dios", repetira Zwinglio). Muchas paginas salieron de la pluma de los reformadores para combatir unD de los resor-tes mas sensibles deI alma deI siglo XVI. No es difîcil suponer el impacto producido pOl' la innovaciôn, no la mas trascendental, pero si la mas per-ceptible pOl' la gente piadosa que casi ni conoda otro medio de Ile gal' a los santos y a Dios. POl' este motivo, y a pesar de la iconoclastia incon-

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    dicional, la "limpieza" se realizô con tacto. Tan es aSI, que el mas radi-cal, Zwinglio, llegara a recomendar que "en este asunto es necesario pro-ceder con cautela ... Hasta que los cristianos estén debidamente instruidos a este respecto, sera necesario tener paciencia para convencer a los débiles y para que todos, de comùn acuerdo, acepten 10 que ha de hacer".

    En otros capItulas, los protestantes llegaron a decisiones que contri-buyeron a que el misterio se hiciese mas cercano: celebraciones en lengua vernacula, comuniôn (simbôlica 0 real) bajo las dos especies, de tradiciôn hussita y que constituirla uno de los puntos de fricciôn en Trento. El fiel tenla la sensaciôn de mayàr participaciôn, y a ello ayudô el canto comu-nitario. Frente a las misas en latIn, de espaldas al puebla y con el sacer-dote par ùnico protagonista visible y lejano de los catôlicos, resultaban mas calidas estas asambleas en las que todos podlan cantal'. De nuevo Zwinglio, mùsico él par otra parte, se muestra mas adusto al desterrar de sus templos la mùsica camo algo indigno. Lutero, mucha mas sensible, percibiô su significado y la incorporô plena y felizmente a su liturgia y a su catequesis, iniciando una tradiciôn que ya no desapareceda. El estaba convencido de la ayuda que le podla prestar el arte, y 10 dice bellamente en el prôlogo poético, dedicado a "Fr au Musika", y que antepuso a la ediciôn de la obra de J. Walter en 1538. No es la suya una admiraciôn estatica; el profeta recuerda en otros lugares el quehacer musical de los deI Viejo Testamento, el agrado que Yahweh manifiesta hacia el instru-mento mùsico y el canto de los salmos ("Prôlogo" a la ediciôn deI Libro de canticos de Wittenberg, 1524). Buen sajôn, llega a exclamaI': "Alegre y contento tiene que estaI' el anima y el corazôn alH donde se cante." El gozo de la redenciôn tiene que estallar en canciones: "Dias ha tornado alegre nuestro corazôn y nuestro anima por su amado Hijo que se nos ha dado para liberarnos de los pecados, de la muerte y deI diablo. Quien crea esto sinceramente, a la fuerza tiene que cantarlo y decirlo con alegrla y con ardor para que los demas la oigan y se acerquen. Por el contrario, si hay alguien que no 10 diga y la cante, es una sefial de que no cree y de que no pertenece al Nuevo Testamento, sino que aun se halla en el Viejo, putrido, triste Testamento." El calor de Lutero no podla quedarse am; y, camo casi siempre, en el otro "Prôlogo" a la ediciôn de sus canciones (1545) terminaba con estas expresivas palabras: "Dios quiera que por este media (de las canciones) se cause gran quebranto y lastica al Papa de Roma, que par sus condenadas insoportables leyes ha proporcionado a todo el mundo aullidos, llantos y pena." El mismo escribiô la letra a la melodla (0 ambas cosas a la vez) de hermosas, vibrantes composiciones, como las mas conocidas "Ein feste Burg ist unser Gott", el villancico "Vom Himmel hoch, da komm' ich her", etc., que editô aparte, y cuyo libro, con la Biblia, es el mas conocido y usado hasta hoy por los evan-gélicos.

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    Calvino, sin las cualidades naturales de Lutero, incorpor6 también la musica a su liturgia escueta y a su catequesis. Inc1uso versific6 muchas piezas y acop16 melodias al salterio, juntamente con Marot, como se pue-de apreciar en el tesaro bibliogrâfico, casi desaparecido: Aulcuns pseaul-mes et cantiques mys en chant, 1539, y en La forme des prieres et chants ecclesiastiques, 1542.

    7. La vertiente pastoral

    Si hay algo que una a los tres grandes reformadores, matizando sus agudas diferencias personales y doctrinales, es su tare a pastoral; esa en-trega al puebla fiel, por cuya formaci6n trabajaron incansablemente. Era una consecuencia y a la vez una exigencia de sus convicciones en torno al sacerdocio universal y deI enfrentamiento con la realidad de "sacerdo-tes" urgentemente precisados de una formaci6n previa para la recepci6n y la comprensi6n de la Palabra.

    La predicacion. Buena parte de 10 escrito par los tres esta consti-tuida por sus sermones. El serm6n, desde siempre y hasta la aparici6n de nuevos medios de comunicaci6n social, se habia ido tornando en el arma mas poderasa para moyer la opini6n publica; ellos 10 percibieron y a la tarea se entregaron con ardor y sin respiro, hasta tal punto, que buena parte de su quehacer de reformadores estuvo determinada par la predica-ci6n. Es interesante contemplar a estos hombres dados a predicar, en la mayoria de los casos a base de la Biblia, por urgencias circunstanciales en otras. De los tres, el que mejor personific6 el tipo deI predicador cla-sico, con su halito de profeta, fue Lutero, mejor capacitado. Sus oyentes de Wittenberg pudieron escuchar muchisimas veces su verbo encendido, el discurso ordenado, dicho con voz vibrante y radiante de celo, condi-ciones que él expuso como cu alidades de todo predicador. Ademas, cuan-do predicaba el Dr. Martin Lutero, existia la garantia de su sentido pre-ciso de las exigencias deI oyente, ya que no se cansaba de insistir en que los sermones tenian que adaptarse al pueblo, no ser largos y saber aca-barlos a tiempo, que habia que comportarse "como una madre con sus pequefiuelos, a los que habia que dar el biber6n, la leche deI seno, y no ofrecerles vina 0 malvasia". ZwingIio, par su parte, realizaria 10 principal de su obra y de sus conversiones a base de sus sermones en Zurich, que recorrieron casi toda la Biblia. Calvino, que predicaba varias veces al dia, no se dispens6 de esta precisi6n pastoral, que aceler6 su fin, ni aun ante la extenuaci6n de sus ultimos momentos.

    Quiza sea éste de la predicaci6n renovada uno de los aspectos mas simpâticos de los reformadores. Hay que tener en cuenta que inicialmente

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    sus movimientos revistieron un caracter de mision y de captacion; por ello, en una serie nutrida de escritos se rastrea la preocupacion por la prepa-racion adecuada de los predicadores. Las universidades evangélicas, a par-tir de Wittenberg, la escuela de exégesis bîblica zwingliana, denominada muy significativamente "Prophezei", la mas decisiva Academia de Cal-vino en Ginebra, entranaron esta intencionalidad. Al margen de los he-chos, los padres de la Reforma de jar on un cielo completo de obras pas-torales y de orientacion: la encielopédica conocida Institucion de Calvino, por ejemplo, puede ofrecer todo el material preciso para cualquier ser-mon. Lutero no fue tan sistematico, puesto que ello no iba con su car ac-ter, y ya se sabe como a la hora de ofrecer una sîntesis de su doctrina tuvo que encargarse de ello el amigo Melanchton en sus Loci communes, muy al principio de la Reforma; sin embargo, el Gran Catecismo se pro-puso como meta la ayuda a los catequistas mas que a los catequizados.

    La catequesis. La preocupacion por la ensenanza primaria de los reformadores es otro de los sectores en los que la civilizacion occidental les tiene que estaI' agradecida. Lutera, en su interesante Sermon sobre el deber de enviar los ninas a, la escuela (1530), puede considerarse como un adelantado de la obligatoriedad de este aprendizaje. Melanchton de-rroch6 energîas para llevar a la realidad esta precision, y no en vano se le considera como uno de los preconizadores de los posteriores gimnasios alemanes. Era algo connatural en aquel humanismo, bien perceptible en l hermoso tratado de Zwinglio: Quo pacto ingenui adolescentes formandi

    sint, 0 en los colegios que el propio Calvino alento en Ginebra, haciéndose eco en parte de las innovaciones que pudo percibir en la escuela estras-burguesa del célebre Sturm.

    De ahî la honda preocupacion por el sector infantil, revelada en los escritos de la serie catequética, con esquemas distintos, pero con conteni-do muy similar, deI Pequeno catecismo de Lutera, la Breve instruccion cristiana de Zwinglio, de los ABC y Catecismos que pululaban en la Gi-nebra de Calvino 0 de su mismo Breve instruccion cristiana, resumen ac-cesible de su obra capital. Lutero preferia la memorizacion estricta, Cal-vino se mostro mas avanzado y moderno en este como en casi todos los sentidos, pero tanto el uno como el otro se apercibieron de 10 imprescin-dible que resultaba atender con mimo a la formacion de los ninos y de los incultos como base fundamental para preparar y dignificar el encuen-tro con la Palabra de Dios.

    Fuentes de la lectura. Las obras de los reformadores, al menos para ambitos determinados, siguen siendo de no facil acceso. Ofrecemos la enumeracion de sus principales 0 mas cercanas ediciones.

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    1. LUTERO. La ediciôn mâs completa y critica de sus escritos es la denominada de Weimar: D. Martin Luthers Werke. Kritische Ge-samtausgabe, Weimar, desde 1883, con 89 volumenes editados hasta hoy. Mâs accesible a lectores espafioles y mediterrâneos es la ediciôn en curso que estâ llevando a cabo la Editorial Labor et Fides, Ginebra, con 12 vols. aparecidos en versiôn francesa. Como ediciones de obras selectas, entre las varias existentes y siempre en alemân, pueden recomendarse las que siguen: Luther Deutsch, par K. Aland, 14 tomos, Berlin, 1948-1957. Lu-thers Werke in Auswahl, edic. dirigida por A. Leitzmann y O. Clemen, 8 tomos, Berlin, 1962-1968. Colecciones de textos: Luther für Katholi-ken, de K. G. Steck, München, 1969, y Luther Studienausgabe, por el mismo editor, Fisher Bücherei, 1970.

    2. ZWINGLIO. Ediciôn clâsica de sus obras es la contenida en el "Corpus Reformatorum", tomos 88-101, Berlin, 1905-Zürich, 1959. Edic. compendiada: U. Zwingli Haupschriften, par F. Blanke, O. Farner, O. Frei y P. Pfister, 11 tomos, Zürich, 1940-1963. Colecciôn de textos mâs interesantes: U. Zwingli. Auswahl seiner Schriften, por E. KÜllZli, Zürich, 1962. La obra mâs representativa, Brève instruction chrétienne (1523), en Labor et Fides, Génève, 1953.

    3. CALVINO. También su ediciôn clâsica es la contenida en el cit. "Corpus Reformatorum", tomos 29-87, Braunsweig-Berlin, 1863-1900. Edic. selecta: Opera selecta, 5 tomos, de P. Barth, W. Niesel, D. Scheu-ner, München, 1952-1963. La cit. Editorial Labor et Fides, Ginebra, estâ en vîas de publicar su obra completa. Calvin, homme d'Eglise. Oeuvres choisies du Réformateur. Genève, Labor et Fides, 2 edic. 1971. Al con-trario de 10 que sucede con los dos anteriores, en castellano existe tra-ducciôn de su obra bâsica, lnstitucion de la religion cristiana, 2 tomos, trad. original de C. Valera, editada por la Fundaciôn Editorial de Litera-tura Reformada, Ryjswijk, asî coma de la preciosa Breve instruccion cris-tiana, 2.a edic., Barcelona, 1966.

    TEOFANES EGIDO LOPEZ, OCD Valladolid, Departamento de Historia Moderna, Universidad