le dieu mars. - universidad de granada

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EL DIOS MARTE. LE DIEU MARS. VELAZQUEZ, (Alto,. i,SO; ancho, 0,96.) Un soldado conchudo y fullero que ha corrido la hampa en las guerras de Italia, Flandes y España, no es un modelo muy á propósito para representar al dios Marte, al predilecto de la diosa de la hermosura. Pero es una figura muy digna de ilustrar el capítulo 1.° de la Vida de Estcbanillo González (1), ó aquella esclamacion rimada de este personage de jábega á madama Doña Escotofia. «Por vuestra causa he quedado retrato del padre Adán.» Un soldat malin et Iricheur, ayant mené une vraie vie de truand pendant les guerres d'Italie, de Flandres et d'Espagne, n'est pas un modele fort approprié pour représenter le Dieu Mars, le bien-aimé de la déesse de la beauté. Mais c'est une imagebien digne d'illustrer le l.er chapitre déla Vie d'Estebanülo González (1) ou bien Texclamation rimée que ce gaillard adresse á dame Escotoña: «A cause de vous je suis devenu «le vivant portrait du pére Adam.» Prescinda el lector por un momento del blando y mullido lecho en que aparece sentado, y se figurará que por debajo del cerdámen de su bigote va perezosamente saliendo la consabida narrativa: "Mi patria es común de dos, pues mi padre, que esté en gloria, me decia que era español trasplantado en italiano, y gallego engerto en romano, nacido en la villa de Salvatierra y bautizado en la ciudad de Roma: la una cabeza del mundo, la otra rabo de Castilla... por lo cual me he juzgado por centauro á lo picaro, medio hombre y medio rocin; la parte de hombre por lo que tengo de Roma, y la parte de rocin por lo que me toca de Galicia, etc. (2).» Ridicula catadura presenta en verdad un dios Marte tratado de una ma- nera tan poco clásica. Esas formas, escesivamente naturales y comunes, esa cara escapada de una compañía de dragones de Felipe IV, de tipo español tan acentuado; esos ojos redondos y de mal contornados párpados; esos bigotazos familiarizados con el tabaco, el mosto y los cartuchos; esas pupilas negras, descarnadas y de fiera, espejo de un alma con mas revueltas que el laberinto de Creta; ese pecho angosto; ese pie vulgar, con uñas mas ofensivas que de- fensivas; esa mano, mas hecha al manejo de los naipes y del mosquete que á regir en el Olimpo aquel quinto cerco donde vió el inspirado Juan de Mena á los Mételos y Camilos y á los esforzados guerreros del mundo antiguo y mo- derno (3): ese todo en fin, en la postura que tiene y con las inclinaciones que revela, no puede ser imágen de aquel mimen de los combates, inquieto, tur- bulento y fascinador, que engendró á Rómulo y á Remo. La individualización del dios de las batallas, habiendo de conservar aque- lla belleza objetiva que tan admirablemente supieron comprender los estatua- rios griegos, era ya de por sí un asunto demasiado difícil de tratar en pintura; ¡qué escollos no tendría para Velazquez, cuya alma, fiel y admirable daguer- reotipo de cuantas formas reviste la naturaleza terrestre, no se elevó jamás á las regiones de la naturaleza ideal! Verdadero Anteo, cuya fuerza nada era en separándose de la tierra, el gran pintor de la corte de Felipe IV veía disi- parse todo el varonil poder de sus creaciones en cuanto quería subir á la esfera de lo divino, de lo abstracto, de lo indeterminado. La compañía de los dioses le era molesta, su pincel no acertaba con las formas ni con las tintas del mundo invisible: el barro mortal brotaba de él tan espontánea y naturalmente, que sin poderlo sacudir lo llevaba consigo á las cumbres de la belleza ideal, y manchaba con él cuanto allí tocaba. Nadie podía decir con mas razón que Ve- lazquez: "homo sum, et nihil humani á me alienum puto (4).^ Asi que, en vez de haber representado en el cuadro que tenemos á la vista al dios Marte según la idea que de él nos han hecho concebir Homero, Luciano, Ovidio, la poesía y la escultura de los antiguos, solo nos dió el retrato de un dragón ó de un arcabucero de los tercios españoles, tumbón y mohíno, medio medi- tabundo, medio corrido, como pensando á solas en alguna flor de la jaca- Que le lecteur veuille bien oublier pour un moment le lit moelleux et doux sur lequel ce personnage apparait assis, et i l lui semblera entendre par dessous lara- pataille de sa moustache sortir lentement ees paroles connues: »Ma patrie est múl- tiple, car mon pére, Dieu l'ait dans sa sainte gloire, me disait que j'étais espagnol melé d'italien, et gallicien enté sur romain, né á Salvatierra et baptisé á Rome; celle-ci la tete du monde, celle-lá la queue de Castillo..... en raison de quoi je me tiens pour centauro, moitié homme, moitié brute, ma part d'homme en tant que ro- main, et ma part de brute en tant que gallicien, etc.. (2) Certes, c'est une chose assez ridicule qu'un dieu Mars traité d'une maniere si peu classique. Ces formes excesivement naturelles et communes, ce visage échap- d'une compagnie de dragons de Philippe IV, au type espagnol si accentué; ces yeux ronds aux paupiéres mal contournées: ces grosses moustaches familiarisées avecle tabac, le vin et les cartouches; ces noires prunelles effrontées et feroces, miroirs d'une ame non moins sinueuse que le labyrinthe de Créte; cette poitrine étroi- te; ces pieds vulgaires aux ongles plutót offensifs que défensifs; cette main plus habituée au maniement des cartes et du mousquet qu'á gouverner dans l'Olympe ce cínquiéme córele l'ínspiré Juan de Mena vit les Metellus et les Camilles et tous les puissants guerriers du monde antíque et des temps modernos (3): tout cet ensemble, en un mot, cette attitude et les penchans qu'elle trahit, ne sauraient étre l'image du dieu des combats, inquiet, bouillant et fascinateur, qui engendra Romu- lus et Remus. L'índividualisation du dieu des batailles revétue de cette beauté objective que les statuaires groes ont compris si admirablement, était déjá par soi-méme chose trop dífñcile pour étre traité en peínture. Que d'écueils ce sujet ne devait-il pas offrir á Velazquez, dont Tamo, fidéle et merveilleux daguerréotype de toutes les for- mes que revét la nature terrestre, n'atteignit jamáis les hautes regíons de la nature idéale! Vrai Antée, dont la forcé n'était plus rien des qu'il quittait la torre, le grand peintre de la cour de Philippe IV voyait se dissiper tonto la puissance virile de sos créations du moment qu'il essayait de monter á la sphére des choses divines, abstraites, indéterminées! La société des dieux lui devenait génante; son pinceau ne savait trouver ni les formes ni les couleurs du monde invisible. L'argile morte- lle jaillissait de sa palette si naturellement, avec une telle spontanéité, qu'il ne pouvait s'en dégager et qu'il l'emportaít avec lui aux sommets de la beauté idéale elle salissait tout ce qu'elle touchait. Personne ne pouvait diré avec plus de jus- tesse que Velazquez: ahorno sum, et nihil humani á me alienum puto (4). Aussí, au lien de représenter dans le tablean que nous avons sous les yeux le dieu Mars d'aprés l'idée que nous en on fait concevoir Homero, Lucien, Ovide, la poésie et la sculpture des anciens, i l ne nous y fournit antro chose que le portrait d'un dragón ou d'un arquebusier des tercios espagnols, paresseux et mausade, moitié réveur, moitié honteux, comme s'il pensait tout seul á quelque beauté truande, ou comme (1) Novela picaresca que algunos atribuyen á un escritor de este mismo nombre, bufón del gobernador de los Paises-Bajos, Octavio Picolomini de Aragón, y otros al célebre autor del Diablo Cojuelo, Luis Velez de Guevara. (2) Mr. Ford, que parece buen fisonomista, dice, hablando de esta figura en su Iland-hook of Spain: «the God Mars, is a vulgar Gallician porter.» (3) EL LABERINTO.—Quinto orden de Mars. (4) Cicerón. SECCION 2.a ESCUELA DE MADRID. (1) Román graveleux, attribué par les uns á un écrivain de ce nom, fou du governeur des Pays Bas, Octave Piccolomini d1Aragón, et par d'autres au célebre auteur du Diable Boiteux, Louis Ve- lez de Guevara. (2) M. Ford, qui parait étre un assez bon physionomiste, dit á propos de cette figure dans son Hand-hook of Spain: «The god Mars is a vulgar Gallician porter.» (3) LE LABYRINTHE, cinquiéme ordre de Mars. (4) Cicérom

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EL DIOS MARTE.

L E DIEU MARS.

VELAZQUEZ,

(Alto,. i,SO; —ancho, 0,96.)

Un soldado conchudo y fullero que ha corrido la hampa en las guerras de Italia, Flandes y España, no es un modelo muy á propósito para representar al dios Marte, al predilecto de la diosa de la hermosura. Pero es una figura muy digna de ilustrar el capítulo 1.° de la Vida de Estcbanillo González (1), ó aquella esclamacion rimada de este personage de jábega á madama Doña Escotofia.

«Por vuestra causa he quedado retrato del padre Adán.»

Un soldat malin et Iricheur, ayant mené une vraie vie de truand pendant les guerres d'Italie, de Flandres et d'Espagne, n'est pas un modele fort approprié pour représenter le Dieu Mars, le bien-aimé de la déesse de la beauté. Mais c'est une imagebien digne d'illustrer le l.er chapitre déla Vie d'Estebanülo González (1) ou bien Texclamation rimée que ce gaillard adresse á dame Escotoña:

«A cause de vous je suis devenu «le vivant portrait du pére Adam.»

Prescinda el lector por un momento del blando y mullido lecho en que aparece sentado, y se figurará que por debajo del cerdámen de su bigote va perezosamente saliendo la consabida narrativa: "Mi patria es común de dos, pues mi padre, que esté en gloria, me decia que era español trasplantado en italiano, y gallego engerto en romano, nacido en la villa de Salvatierra y bautizado en la ciudad de Roma: la una cabeza del mundo, la otra rabo de Castilla... por lo cual me he juzgado por centauro á lo picaro, medio hombre y medio rocin; la parte de hombre por lo que tengo de Roma, y la parte de rocin por lo que me toca de Galicia, etc. (2).»

Ridicula catadura presenta en verdad un dios Marte tratado de una ma­nera tan poco clásica. Esas formas, escesivamente naturales y comunes, esa cara escapada de una compañía de dragones de Felipe IV, de tipo español tan acentuado; esos ojos redondos y de mal contornados párpados; esos bigotazos familiarizados con el tabaco, el mosto y los cartuchos; esas pupilas negras, descarnadas y de fiera, espejo de un alma con mas revueltas que el laberinto de Creta; ese pecho angosto; ese pie vulgar, con uñas mas ofensivas que de­fensivas; esa mano, mas hecha al manejo de los naipes y del mosquete que á regir en el Olimpo aquel quinto cerco donde vió el inspirado Juan de Mena á los Mételos y Camilos y á los esforzados guerreros del mundo antiguo y mo­derno (3): ese todo en fin, en la postura que tiene y con las inclinaciones que revela, no puede ser imágen de aquel mimen de los combates, inquieto, tur­bulento y fascinador, que engendró á Rómulo y á Remo.

La individualización del dios de las batallas, habiendo de conservar aque­lla belleza objetiva que tan admirablemente supieron comprender los estatua­rios griegos, era ya de por sí un asunto demasiado difícil de tratar en pintura; ¡qué escollos no tendría para Velazquez, cuya alma, fiel y admirable daguer-reotipo de cuantas formas reviste la naturaleza terrestre, no se elevó jamás á las regiones de la naturaleza ideal! Verdadero Anteo, cuya fuerza nada era en separándose de la tierra, el gran pintor de la corte de Felipe IV veía disi­parse todo el varonil poder de sus creaciones en cuanto quería subir á la esfera de lo divino, de lo abstracto, de lo indeterminado. La compañía de los dioses le era molesta, su pincel no acertaba con las formas ni con las tintas del mundo invisible: el barro mortal brotaba de él tan espontánea y naturalmente, que sin poderlo sacudir lo llevaba consigo á las cumbres de la belleza ideal, y manchaba con él cuanto allí tocaba. Nadie podía decir con mas razón que Ve­lazquez: "homo sum, et nihil humani á me alienum puto (4).^ Asi que, en vez de haber representado en el cuadro que tenemos á la vista al dios Marte según la idea que de él nos han hecho concebir Homero, Luciano, Ovidio, la poesía y la escultura de los antiguos, solo nos dió el retrato de un dragón ó de un arcabucero de los tercios españoles, tumbón y mohíno, medio medi­tabundo, medio corrido, como pensando á solas en alguna flor de la jaca-

Que le lecteur veuille bien oublier pour un moment le lit moelleux et doux sur lequel ce personnage apparait assis, et i l lui semblera entendre par dessous lara-pataille de sa moustache sortir lentement ees paroles connues: »Ma patrie est múl­tiple, car mon pére, Dieu l'ait dans sa sainte gloire, me disait que j'étais espagnol melé d'italien, et gallicien enté sur romain, né á Salvatierra et baptisé á Rome; celle-ci la tete du monde, celle-lá la queue de Castillo..... en raison de quoi je me tiens pour centauro, moitié homme, moitié brute, ma part d'homme en tant que ro­main, et ma part de brute en tant que gallicien, etc.. (2)

Certes, c'est une chose assez ridicule qu'un dieu Mars traité d'une maniere si peu classique. Ces formes excesivement naturelles et communes, ce visage échap-pé d'une compagnie de dragons de Philippe IV, au type espagnol si accentué; ces yeux ronds aux paupiéres mal contournées: ces grosses moustaches familiarisées avecle tabac, le vin et les cartouches; ces noires prunelles effrontées et feroces, miroirs d'une ame non moins sinueuse que le labyrinthe de Créte; cette poitrine étroi-te; ces pieds vulgaires aux ongles plutót offensifs que défensifs; cette main plus habituée au maniement des cartes et du mousquet qu'á gouverner dans l'Olympe ce cínquiéme córele oú l'ínspiré Juan de Mena vit les Metellus et les Camilles et tous les puissants guerriers du monde antíque et des temps modernos (3): tout cet ensemble, en un mot, cette attitude et les penchans qu'elle trahit, ne sauraient étre l'image du dieu des combats, inquiet, bouillant et fascinateur, qui engendra Romu-lus et Remus.

L'índividualisation du dieu des batailles revétue de cette beauté objective que les statuaires groes ont compris si admirablement, était déjá par soi-méme chose trop dífñcile pour étre traité en peínture. Que d'écueils ce sujet ne devait-il pas offrir á Velazquez, dont Tamo, fidéle et merveilleux daguerréotype de toutes les for­mes que revét la nature terrestre, n'atteignit jamáis les hautes regíons de la nature idéale! Vrai Antée, dont la forcé n'était plus rien des qu'il quittait la torre, le grand peintre de la cour de Philippe IV voyait se dissiper tonto la puissance virile de sos créations du moment qu'il essayait de monter á la sphére des choses divines, abstraites, indéterminées! La société des dieux lui devenait génante; son pinceau ne savait trouver ni les formes ni les couleurs du monde invisible. L'argile morte-lle jaillissait de sa palette si naturellement, avec une telle spontanéité, qu'il ne pouvait s'en dégager et qu'il l'emportaít avec lui aux sommets de la beauté idéale oú elle salissait tout ce qu'elle touchait. Personne ne pouvait diré avec plus de jus-tesse que Velazquez: ahorno sum, et nihil humani á me alienum puto (4). Aussí, au lien de représenter dans le tablean que nous avons sous les yeux le dieu Mars d'aprés l'idée que nous en on fait concevoir Homero, Lucien, Ovide, la poésie et la sculpture des anciens, i l ne nous y fournit antro chose que le portrait d'un dragón ou d'un arquebusier des tercios espagnols, paresseux et mausade, moitié réveur, moitié honteux, comme s'il pensait tout seul á quelque beauté truande, ou comme

(1) Novela picaresca que algunos atribuyen á un escritor de este mismo nombre, bufón del gobernador de los Paises-Bajos, Octavio Picolomini de Aragón, y otros al célebre autor del Diablo Cojuelo, Luis Velez de Guevara.

(2) Mr. Ford, que parece buen fisonomista, dice, hablando de esta figura en su Iland-hook of Spain: «the God Mars, is a vulgar Gallician porter.»

(3) EL LABERINTO.—Quinto orden de Mars. (4) Cicerón.

SECCION 2.a ESCUELA DE MADRID.

(1) Román graveleux, attribué par les uns á un écrivain de ce nom, fou du governeur des Pays Bas, Octave Piccolomini d1 Aragón, et par d'autres au célebre auteur du Diable Boiteux, Louis Ve­lez de Guevara.

(2) M. Ford, qui parait étre un assez bon physionomiste, dit á propos de cette figure dans son Hand-hook of Spain: «The god Mars is a vulgar Gallician porter.»

(3) LE LABYRINTHE, cinquiéme ordre de Mars. (4) Cicérom

SERIE 1.a TESORO DE LA CORONA.

randana, ó como saboreando mal de su grado alguna carga de monsieur de la Paliza. Casi nos atreveríamos á decir que Velazquez ha representado á Marte á la española, porque nuestro arte verdaderamente nacional, sea pintura, sea poesía, siempre ha repugnado la convención ideal en todos los géneros para dar á sus creaciones la realidad tangible y dramática. El mismo efecto nos hace mirar este cuadro, que leer aquel antiguo y conocido romance castellano del Juicio de Páris, donde se llama á Priamo

s'il savourait malgréluiune charge á fond de Mr. de La Palisse (a).Nous serions pres-que tentés de diré que Velazquez a voulu représenter le dieu Mars d Vespagnole. parce que chez nousTart vraiement national, soitla peinture, soit la poésie, á tou-jours répugné la convention idéale dans tous les genres, pour donner á ses oeuvres la réalité tangible et dramatique. La vue de ce tablean nous fait le méme effet que la lecture du vieux romance espagnol si connu, le Jugement de Páris , oú Priam est nommé

«Padre del buen caballero, flor de la caballería, del esforzado don Héctor que á los griegos destruía.»

y donde se pinta de esta guisa el modo de resolverse la competencia entre las tres diosas:

«Don Páris de que se vído metido en tan gran porfía, hablando muy reposado estas palabras decía:

—Suplico á vuestras altezas: desnudas veros querría

Todas juntas á la par se desnudan de camisa.»

Tiene en nuestro modo de sentir y de espresarnos tanta parte la actualidad, la vida real, lo que vemos y palpamos, que los asuntos favoritos de la plás­tica antigua pierden en nuestras manos su belleza ideal y su pudicicia. Cuando vemos en las estatuas griegas, en los bajo-relieves, frisos y vasos antiguos dioses y héroes desnudos, á Hércules, á Aquiles, á Diomedes, á Páris, á Me-nelao, á Mercurio, etc., nunca se nos ocurre que hayan tenido que quitarse la camisa, y esto solo consiste en que la forma verdaderamente ideal es de suyo casta y noble. Belleza y pudicicia son hermanas, porque lo helio es la sombra de lo bueno en la tierra (1); pero el desnudo no es tolerable con la degrada­ción de las formas, en que se revelan instintivamente los estragos causados en la naturaleza adámica por la concupiscencia; asi que, la*forma vulgar desnuda es siempre impúdica.

Pero hemos indicado que era muy ardua empresa para Velazquez el pintar un dios Marte: no en verdad porque careciese de buenos modelos (sin embargo de no ser muchas las estatuas griegas de este nümen), puesto que él mismo había traído de Roma una bajo todos conceptos admirable, sino porque para caracterizar al fiero hijo de Júpiter y Juno, á quien se inmolan como agradable ofrenda el lobo voraz y el buitre carnicero, fundiendo en él la imágen del dios vengador cuyo carro arrastran el Terror y el Espanto, con la del dios hermoso y juvenil que logra las caricias de Venus, se necesitan no poca elevación de ideas y un esquisito sentimiento de la belleza clásica: manantial delicioso y refrigerante en que pocos beben, porque solo es dado descubrirlo en la fatigosa y árida soledad de la filosofía (2). Ese carácter mixto de cualidades á primera vista contrarias, lo comprendió maravillosamente el arte antiguo, y produjo la imágen de un dios hermoso y fuerte, joven, ágil y activo; sin barba, porque el valor es propio de los adolescentes; sin exagerada musculatura, porque no se trata del dios de la fuerza física, sino del de la fortaleza como virtud del ánimo (3): la imágen en suma de un héroe formidable á los hombres, blando con las mugeres.

En conclusión, esta figura de Velazquez, como dios Marte, es una creación infeliz si hemos de exigir en las imágenes de los inmortales algo por lo menos de aquella belleza objetiva que forma las castas delicias del aficionado á la clásica antigüedad; como hombre y soldado, como copia fiel del mosquetero, del arcabucero ó del dragón español que escapó vivo de las jornadas de la Valtelina, de Aire ó de Norlinga, es un cuadro admirable, es una sorpresa hecha al mundo real, es una de las mas felices imposturas del mágico sevi­llano : impostura capaz de desesperar á un capitán de ginetes de los tercios de Leganés ó de Espinóla por la flema de este soldado después de tocar al arma los pifaros y alambores.

Este cuadro, publicado por la Calcografía nacional de Madrid, fué grabado por G. R. Le Villain en 1797.—En el Real Museo lleva el núm. 63.

«Le pére du bon chevalier, la íleur de la chevaleríe, de ce brave dom Héctor qui pourfendaít les Grecs.»

Voíci encoré de quelle sorte y est résolue la querelle entre les trois déesses

«Dom Páris, des qu'íl se vít engagé dans cette grave affaire, parlant d'un ton calme leur dit ees paroles:

—J'en príe vos altesses, je voudraís vous regarder toutes núes.

Toutes ensemble á la foís se dépouillent de leurs chemíses.»

L'actualíté, la vie réelle, ce que nous voyons et nous touchons a une si gran­de influence sur notre maniere de sentir et de nous exprimer, que les sujets favorís de l'art antique perdent en passant par nos mains leur beauté idéale, leur chasteté. Lorsque nous voyons dans les statues grecques, sur les bas-relíefs, sur les frises, sur les vases antiques, des dieux et des héros ñus, Hercule, Achille, Dioméde, Páris, Ménélas, Mercure, etc., i l ne nous vient jamáis á la idée qu'íls aient en be-soin d'óter leur chemise: cela tient uniquement á ce que la forme, véritablement idéale, est par elle méme chaste et noble. La beauté est la soeur de la chasteté, car le beau nesi que Vombre du bou sur la terre (1); maís le nu n'est pas tolérable avec la dégradation des formes adamiques, dans laquelle se révélent instinctivement les ravages de la concupiscence. Voílá pourquoi la nature vulgaire sans voiles est toujours ímpudique.

Nous avons indiqué tout-á-rheure que c'était pour Velazquez chose assez diffi-cile que de représenter un dieu Mars; non certes qull manquát de bous modeles, (bien que les statues grecques de ce dieu ne soient pas en grand nombre) car lui mé­me en avait rapporté de Rome une, admirable sous tous les rapports, mais parce qull faut une grande élévation dldées jointe á un sentiment exquis de la beauté classique, pour caractériser le bouillant fils de Júpiter et de Junon, á qui on immole comme une agréable offrande le loup vorace et le vautour sanglant, et pour fondre dans son image Tidée du dieu vengeur au char trainé par TEffroi et la Mort, avec celle du dieu charmant et jeuneméritantles caresses de Vénus;—sentiment du beau, source délicieuse et fortifiante oú il est donné ábien peu d'artistes de puiser Finspi-ration, car on ne la trouve que dans la rude et aride solitude de la philosophie (2). L'art antique comprit á merveille ce caractére mixte de qualités qu'au premier abord on dirait opposées; et c'est la ce qui produisit llmage dJun dieu beau et fort, jeune, agile, actif; imberbe, parce que le courage est propre aux adolescents; sans un développement exagéré des muscles, parce quil ne s'agit pas du dieu de la forcé phisique, mais bien du dieu de la fortitude, cette grande ver tu de 1 ame (3): —en un mot, Timage d'un dieu redoutable pour les hommes, doux pour les femmes.

En résumé, cette figure de Velazquez, considerée comme dieu Mars, est une triste chose, s'il faut exiger pour les images des immortels un peu au moins de cette beauté objective qui fait les chastes délices de Tamant de rantíquité classique: consi-dérée comme un homme, comme un soldat, copie fidéle du mousquetaire, de Far-quebusier ou du dragón espagnol échappé vívant des batailles de la Valtelíne, d'Aire ou de Norlingue, c'est un tablean admirable, un larcin fait au monde réel, une des plus heureuses impostures du magique enfant de Seville; imposture capable de mettre au désespoir un capitaine de chevaux des tercios de Leganés ou de Spi-nola, par le flegme de ce soldat aprés que les fifres et les tambours ont sonné rattaque.

Ce tablean, publié par la Chalcographie nationale de Madrid, fút gravé par G. R. le Villain en 1797.—II porte au Musée Royal le num. 63.

(1) Definición de San Agustín. (2) ¿Quis Martem túnica tectum adamantina

digné scripserit?... (HORAT. Ode VI , lib. 1.)

(3) » la rueda de Mares presenta los que por fuertes virtud representa; de fuerza desnuda no hace ella fiestas.

«Fuerza se llama mas no fortaleza la que á los miembros da valentía; la gran fortaleza en el alma se cria, enviste los cuerpos de rica nobleza.»

(JUAN DE MENA.—EL LABERINTO: Quinta órden de Mars.)

(a) II y a ici un jen de mots impossible a rendre, fomle sur la double signification da nom historíque de M. de la Palisse, en espagnol paliza (volee de Coups de baton).

(1) Définition de Saint Augustin. (2) Quis Martem tunicá tectum adamantiná

digné scripserit?... (HORACE, Ode V I , lib. I . )

(3) « la roue de Mars présente ceux qui possédent la vertu de la fortitude: elle ne se soucie pas de la forcé nue.

«On appelle forcé, mais non fortitude celle qui donne de la puissance aux membres: la grande fortitude a sa source dans Fáme; elle revét les corps d'une riche noblesse.»

(JEAN DE MENA.—LE LABYRINTHE , cinquiéme ordre.J

V

REAL MUSEO BE MADRID,

cienzudo. Este es un error: alternó su mano en ambos estilos indiferentemente, y asi vemos lo practicó en la série de cuadros que á los 56 años de su edad emprendió para el famoso convento de Capuchinos, entre los cuales podemos citar el San Félix de Cantalicio como modelo de su estilo vaporoso, y las Santas Justa y Rufina como preciosa muestra de su estilo cálido.

Para terminar esta ligera biografía visitaremos á Murillo en los dos princi­pales teatros de sus triunfos, en el hospital de la Caridad y en el convento de Capuchinos (ya derruido), desde el año 1670 hasta el de 1680, década glo­riosa de una vida semejante á la del cedro, mas rico de savia cuanto mas añoso; pero mencionaremos antes ligeramente algunas obras que ejecutó desde el 1648 al 1670.

En 1652 pintó para el convento de San Francisco, primer estadio donde habia obtenido laureles, una Concepción admirable, á cuyos pies está un reli­gioso en actitud de escribir sobre este misterio (1).

En 1655 el arcediano de Carmena, D. Juan Federigui, le encargó el San Leandro y el San Isidoro que existen en la sacristía mayor de la catedral. A este mismo año se atribuye el Nacimiento de Nuestra Señora de la capilla de San Pablo.

Al año siguiente ejecutó el célebre San Antonio de la catedral, ya citado. No se sabe qué obras hizo desde este año hasta el 65, en que pintó los dos so­berbios medio-puntos de la parroquia de Santa María la Blanca, que repre­sentan la visión del patricio romano y de su muger sobre la edificación del templo de Santa María la Mayor de Roma; cuadros que constituyen hoy uno de los principales tesoros de la Real Academia de San Fernando de Madrid.

En los años 67 y 68 trabajó para la sala capitular de la catedral. La céle­bre Virgen de la Faja, que posée S. A. R. el Duque de Montpensier, los cua­dros notables de Murillo de los museos de Madrid y París, de las galerías de In­glaterra y Alemania, y otros que pertenecen ó han pertenecido á las acredita­das colecciones de Soult, Standish, Aguado, Madrazo, Bravo, Cepero, etc., son por lo general de época indeterminada.

Llegamos al año 1670, en que contaba el reputado pintor sevillano 52 de edad. El hospital de la Santa Caridad, reedificado por aquel famoso caballero de Calatrava, D. Miguel de Mañara, de quien Sevilla cuenta una conversión por­tentosa que le hace aparecer como romántico tipo de otro D. Juan, no impeni­tente, sino arrepentido, iba á decorar su templo con pinturas, en cuya obra se encontraron frente á frente Murillo y D. Juan Valdés Leal, competidores en la opinión del público, mas por la rara modestia del primero y por el petulante carácter del segundo, que por una real y positiva compensación de cualidades entre ambos. Los cuadros que para este templo pintó Murillo fueron once, ocho grandes y tres pequeños: eran los grandes, El agua de la peña,—El milagro de los panes y peces,—San Juan de Dios cargando COÍI un pobre,—Santa Isabel de Hungría curando ú unos leprosos,—El hijo pródigo en brazos de su padre,—Abraham adorando á los tres ángeles,—El tullido de la pis­cina,—y San Pedro libertado de la prisión. Los cuatro últimos, extraídos con sus compañeros durante la invasión francesa, no fueron restituidos en 1814 á la santa casa á que pertenecían: se quedaron en los hospitalarios clavos del palacio de Soult. El de Santa Isabel de Hungría se halla actualmente en la Real Academia de San Fernando de Madrid. Los pequeños son una Encar­nación del Señor y dos tablas de retablo: el Niño Dios y San Juan con el cordero.

También este santo hospital acaba de verse amenazado por el implaca­ble rasero desamortizador; pero Dios ha hecho prevalecer la singular promesa esculpida en la columnata de su alegre patio por el piadoso reedificador, que asegura á los pobres de Jesucristo la conservación de su pacífico asilo mientras dure en él el santo temor de Dios.

En los seis años trascurridos desde el 1674, en que terminó las obras de la Caridad, hasta el 1680, pintó Murillo los inimitables lienzos del convento de Capuchinos, del que solo existen ya algunos musgosos paredones, y que era á la sazón un edificio de casi reciente construcción. Estos lienzos, sustraí­dos á la codicia del invasor durante la guerra de la independencia, devueltos al santo cenobio después de la restauración de éste en 1813, y salvados nuevamente de una completa ruina en 1836, primero en el inviolable asilo de la catedral, luego en el museo provincial establecido en la Merced, donde per­manecen al presente, forman una colección inestimable y homogénea de los frutos mas sazonados del genio cuyas huellas vamos señalando. Sin embargo de hallarse estos cuadros fuera del punto de vista y de la luz para que fueron

pris si grand souci. Mais c'est une erreur: Murillo s'exer̂ a tour á tour indifféremment dans ees deux styles: aussi voyons nous qu'il le pratiqua dans la série des tableaux qu'il entreprit á 1 age de 56 ans pour le fameux couvent des Capucins, parmi les-quels nous pouvons citer celui de Saint Félix de Cantalice comme un chef-d'oeuvre de son style vaporeux, et les Saintcs Juste et Rufme comme un modele précieux de son style chaud.

Pour terminar cette rapide biographie, nous visiterons Murillo dans les deux principaux théátres de ses triomphes, c'est-á-dire, á l'hópital de la Charité et au couvent des Capucins (déjá demolí!), depuis l'année 1670 jusqu'en 1680, gloríense décade d'une vie semblable á celle du cédre, d'autant plus riche de séve qu'il est plus vieux; mais nous devons d'abord citer en passant quelques ceuvres exécutées par luí des 1648 jusqu'en 1670.

En 1652, i l fit pour le couvent de saint FraiiQois, premiére arene oú il avait con-quis des lauriers, une Conception admirable. A ses pieds on voit un religieux dans rattitude d ecrire sur ce mystére (1).

En 1655, rarchidiacre de Carmena, D. Juan Federigui, luí commanda le Saint Léandre et le Saint Isidore, existant actuellement dans la grande sacristie de la ca-thédrale. On rapporte á la méme année la Naissance de Notre-dame de la chapelle de Saint Paul.

L'année suivante, i l exécutale célebre Saint Antoinc de la cathédrale, plus haut cité. On ignore quelles ceuvres i l fit depuis cette année jusqu'en 1665, époque oú i l peignit les deux magnifiques demi-cintres de la paroisse de Sainte-Marie-la-Blanche.Ilsreprésentent la visión dupatricienromainet de sa femme, ausujet de la construction du temple de Sainte-Marie-Majeure de Rome. Ces deux tableaux comptent aujourd'hui entre les plus riches trésors de l'Académie de Saint-Ferdl-nand, de Madrid.

Pendant les années 67 et 68 i l travailla pour la salle capitulaire de la cathédrale. La célebre Vicrge á VEcharpe, appartenante aujourd'hui á S. A. R. le duc de Montpensier; ses meilleurs tableaux des musées de Madrid, de París, des galeries d'Angleterre et d'Allemagne, et bien d'autres appartenant ou ayant appartenu aux bellos collections du maréchal Soult, de lord Standish, de MM. Aguado, Madrazo, Bravo, Cepero, etc., sont pour la plupart d'une époque indéterminée.

Nous voilá arrivés á Taunée 1670. L'illustre peintre de Séville comptait alors 52 ans. L'hópital de la Sainte Charité venait d'étre rebáti par ce fameux chevalier de Calatrava, don Miguel de Mañara, dont on raconte á Séville une conversión prodigieuse qui nous le représente comme le lype romantique d'un nouveau don Juan, non inpénitent mais repenti. On allait entreprendre la décoration de son tem­ple. Alors se trouvérent face á face Murillo et don Juan Valdés Léal, rivauxdans ropinion publique, bien plus par la modestie rare du premier et par le caractére pétulant du second, que par une compensation réelle de leurs qualités respectives. Les tableaux que Murillo exécuta pour ce temple furent au nombre d'onze, huit grands et trois petits. Voici les sujets des premiers: L'eau du rocher,—Le miracle des pains et des poissons,—Saint-Jean-de-Dieu portant un pauvre sar ses ¿pau­les,—Sainte-Elisabeth de Hongrie pansant des lépreux,—Venfant prodigue regu dans les bras de son pere,—Abraham adorant les trois anges,—Le perclus de la piscine, et Saint Fierre délivré des fers. Les quatre derniers, enlevés avecles autres pendant rinvasion francaise, ne furent point rendus en 1814 á la sainte maison á laquelle ils appartenaient: ils restérent accrochés aux clous trop hospita-liers de l'hótel du maréchal Soult. Celui de Sainte Elisabeth de Hongrie se trouve actuellement á l'Académie royale de Saint Ferdinand á Madrid. Les trois petits sont une Incarnation du Seigneur et deux boiseries pour un retable représentant l'En-fant Jésus et Saint Jean avec Vagneau.

Ce saint hópital vient encoré d'étre atteint lui-méme par l'implacable niveau désamortisateur; mais Dieu a fait prévaloir la promesse sculptée sur la colon-nade de son charmant préau par le pieux réédificateur: cette promesse assure aux pauvres de Jésus-Christ la conservation de leur paisible asyle, tantqu'y durera le saint respect de Dieu.

Pendant les six années écoulées depuis 1674, époque oú i l termina les ceuvres de la Charité, jusqu'en 1680, Murillo exécuta les merveilleux tableaux du couvent des Capucins, qui était alors un édifice presque nouvellement báti, et dont i l ne reste plus que quelques vieux murs couverts de mousse. Ces tableaux soustraits á l'avi-dité des envahisseurs pendant la guerre de l'indépendance, restitués au saint asyle aprés qu'il fút restauré en 1813, et préservés encere d'une ruine complete en 1836, d'abord dans l'enceinte inviolable de la cathédrale, puis dans le musée provincial établi au couvent de la Merced, oú ils existent maintenant, forment une collection inappréciable des fruits les plus múrs et les plus exquis du génie dont nous nous efforQons ici de signaler les traces. Quoique ces tableaux se trouvent hors du point de vue et du jour pour lesquels ils furent exécutés, l'ami des arts éprouve un bon-

(1> Hállase en el museo de la Merced de Sevilla. (1) II existe au musée de la Merced, á Séville.

SERIE 1.a—TESORO DE LA CORONA.

pintados, el amante del arte goza en ellos de inefable contentamiento, y con un esfuerzo de imaginación que pagan nuevas delicias procura reconstruir en la mente el mágico retablo de Capuchinos, para el cual solo le falta el gran lienzo del centro, que representaba á San Francisco en la concesión del jubi­leo de la Porciúncula (1). Componíase este retablo de ocho cuadros además del principal, y eran: las Santas Justa y Rufina, en el lado del Evangelio; San Leandro y San Buenaventura, en el de la Epístola; encima de estos dos San Juan Bautista y San José; mas arriba, San Antonio de Pádua y San Félix de Cantalicio, de medio cuerpo; una graciosa Virgen con el Niño sobre el tabernáculo, y la Santa Faz mas arriba. En el presbiterio y en las capillas del templo habia otros cuadros que han logrado igual celebridad. ¿Quién no ha oido hablar del Señor crucificado que abraza á San Francisco, inspiración asombrosa de la leyenda mística que toca al límite de aquellas es­táticas visiones en que se nutria el corazón de fuego de Santa Teresa? ¿Quién no habrá oido citar el Santo Tomás de Villaimeva, tan semejante en su estilo á la Santa Isabel de Hungría, el San Félix de Cantalicio con el niño Dios en los brazos, la Yision de San Antonio con Jesús niño sentado sobre su libro?

Terminadas estas grandes páginas del arte cristiano naturalista, pasó Mu-rillo á Cádiz á pintar para el altar mayor de otra iglesia de Capuchinos el cua­dro de los Desposorios místicos de Santa Catalina de Sena. Dicen que antes de acabarle tropezó en el andamio desde el cual lo pintaba y contrajo una grave dolencia que le precisó á volver á Sevilla, haciéndole pasar el resto de sus dias achacosamente.

De la vida doméstica de este grande artista, gloria del Bétis, nada apenas se sabe (2). Murió el dia 3 de abril de 1682 en los brazos de su amigo y discípulo D. Pedro Nuñez de Villavicencio, caballero de la órden de San Juan, dejando por herederos á sus dos hijos D. Gabriel, ausente en América, y D. Gaspar, clérigo de menores. Su muger habia fallecido años atrás, y una hija que ade­más tenia, llamada Doña Francisca, era monja profesa en el monasterio de Madre de Dios de Sevilla.

Pobre y generoso al mismo tiempo, dejó en su testamento, espresion fiel de su alma justificada y tranquila, limosnas á los pobres, y á sus hijos deudas de esquisita delicadeza que satisfacer. Con noble anhelo del bien de la juven­tud estudiosa, promovió y dejó fundada una academia en su ciudad natal, que se inauguró en la Lonja el 1.° de enero de 1660. Vivió siempre consagrado al cumplimiento de la misión que trajo al mundo, sin abusar jamás de su talento y de su estremada sensibilidad; y hoy en España es esclusivamente conocido como pintor religioso, por cuanto sus estudios de gitanos y mendigos, únicas obras codiciadas hasta hace pocos años en las naciones protestantes, donde desagradaban los asuntos de devoción, han desaparecido casi por completo de nuestras colecciones.

El retrato que damos al público, copiado probablemente de uno que pintó el mismo Murillo, se supone ejecutado por su imitador D. Alonso Miguel de Tovar. Existe en el Real Museo de Madrid bajo el núm. 47.

heur extreme á les regarder. Par un effort de l'imagination, que des nouvelle délices viennent récompenser, i l tache de reconstruiré dans sa tete le retablo mae-i-que des Capucins, auquel i l ne manque pour étre complot que la grande toile du centre représentant Sainí Francois, au moment oü le jubilé de la Portioncule luifút accordé (1). Ce retablo était composé de huit tableaux, outre le principal: c'étaient les Saintes Juste et Rufme, du cóté de l'Évangile; Saint-Léandre et Saint-Bona-venture, du cóté de l'Építre: au dessus d'eux, Saint-Jean-Baptiste et Saint-Joseph; plus haut encoré, Saint-Antoine-de-Padoue et Saint-Félix de Cantalice, représentés mi-corps,—une charmante Yierge avec VEnfant au dessus du tabernacle, et la Sain-te Face au sommet. Dans le presbitére et sur les chapelles du temple il se trouvait d'autres tableaux non moins célebres. Qui n'a pas entendu parler du Seigneur cru-cifié embrassant Saint Francois, inspiration étonnante de la légende mystique qui atteint déjá aux limites de ees visions extatiques dont se nourrissait le coeur de feu de Sainte-Thérése? Qui n'a pas entendu citer le Saint-Thomas-de-Villanueva, si semblablepar son style á la Sainte-Elisabeth-de-Hongrie,—le Saint-Félix-de-Can-talice avec Venfant Jésus dans ses bras,—la Vision de Saint-Antoine avec Ven-fant Jésus assis sur son livre?

Ces grandes pages de l'art chrétien naturaliste une fois terminées, Murillo se rendit á Cadix á fin d'exécuter pour le maítre-autel d'une autre église des Capucins le tablean des fiancailles mystigues de Sainte Catherine-de-Sienne. On prétend qu'avant de le terminer i l se heurta contre 1 echafaudage sur lequel i l travaillait et qu'il en contracta une maladie grave qui le forca de s'en retourner á Séville, oú il languit douloureusemenl jusqu'á la fin de ses jours.

On ne sait presque rien de la vie intime de ce grand artiste, honneur du Gua­dalquivir (2). II mourut le 3 avril 1682 entre les bras de son ami, qui fút aussi son éléve, don Pedro Nuñez de Villavicencio, chevalier de l'ordre de Saint-Jean, laissant pour héritiers ses deux fils, don Gabriel, alors en Amérique, et don Gaspar, clore de l'ordre des mineurs. Sa femme était morte depuis quelques années, et une filie qu'il avait en outre, du nom de doña Francisca, était entrée religieuse au mo-nastére de la Mére-de-Dieu, á Séville.

Pauvre et généreux tout á la fois, i l laissa par son testament, expression fidéle de son ame puro et paisible, des aumónes pour les pauvres, et á ses enfants des dettes d'une délicatesse exquise á satisfaire. Noblement jaloux du bien de la jeunesse studieuse, il imagina et laissa fondée une académie dans sa ville natale: elle fút inau-gurée le l.er janvier 1660, dans l'édifice nommé la Lonja, (sorte de Bourse). Sa vie fút toujours vouée á raccomplissement de la mission qu'il avait re^ue en venant au monde, sans jamáis abuser de son talent ni de son extreme sensibilité. De nos jours, i l est connu exclusivement en Espagne comme peintre religieux: ses études de bo-hémiens et de mendiants, ses seuls ouvrages recherchés jusqu'en ces derniers temps dans les pays protestants, fort dégoutés de sujets de dévotion, ayant presque tota-lement disparu de nos galeries.

Le portrait que nous donnons au public, copié probablement de l'un de ceux que Murillo peignit lui-méme, passe pour avoir été exécuté par son imitateur don Alon­so Miguel de Tovar. II se trouve au Musée Royal de Madrid, sous le num. 47.

(1) Este cuadro se halla actualmente, muy arrumado por malas restauraciones, en el Museo nacional de la Trinidad de Madrid.

(2) Tampoco nos dicen los que han escrito su vida qué clase de estudios literarios hizo; pero un curioso documento que tenemos el gusto de publicar hoy por la primera vez nos íe dá á conocer como amante de las antigüedades y respetado de sus contemporáneos por su sa­ber. Es una declaración que en el año 1681 firmó un hidalgo de Puente Dongonzalo, llamado D. Juan Ignacio de Alfar o y Aguilar, á fin de que en todo tiempo constase la autenticidad de un cuadro de la Porciúncula que pintó para él el célebre Murillo de resultas de cierto trato que en el propio certificado se espresa. Este testimonio, estendido en papel del sello 4.° del refe­rido año, y á nuestro entender con todos los caractéres de auténtico, se conserva en la familia de su autor, y debemos su conocimiento y el permiso de darle á luz á la bondad de su actual poseedor el Sr. D. Manuel Montilla y Melgar. Desgraciadamente la solícita previsión del hi­dalgo fué ineficaz, porque perseverando el escrito desapareció el cuadro, en cuyo lugar se sustituyó otra Porciúncula de autor adocenado, que recibe aun homenages de admiración de los no conocedores en fé de la susodicha auténtica, como puede recibir un lacayo los saludos que equivocadamente le dirige el lugareño confundiéndole con su señor.

Pero esta declaración es todavía interesante á los ojos del biógrafo, porque revela una circunstancia hasta hoy ignorada, á saber: que Murillo no era un pintor iliterato, sino un artista de educación esmerada y erudito, y dado á los estudios de la clásica antigüedad. Hé aquí su contesto:

(1) Ce tableau se trouve actuellement, fort endommagé par desmauvaises restaurations, au musée national de la Trinidad de Madrid.

(2) Ses biographes ne nous dissenl pas non plus quelle sorte d'études littéraires i l fit; mais un document curieux que nous sommes heureux de publier aujourd'hui pour la premiére fois, nous le fait connaitre comme un amant des antiquités et nous apprend en outre qu'il était respecté de ses contemporains par sa science. C'est une déclaration qu'un hidalgo de Puente Dongonzalo, !nommé don Juan Ignacio de Alfaro, signa en 1681 á fin de constater en tout temps Fauthenticité d'un tableau de la Portioncule que le célebre Murillo fit pour lu i , á la suite d'un contrat dont i l est parlé dans cette piéce. Elle est écrite sur papier du timbre de cette méme année 1681; parfaitement au-thentique, á notre avis, elle existe entre les mains de la famille de Tauteur; nous en devons la con-naissance et l'autorisation pour la publier á la bienveillance de son possesseur actuel don Manuel Montilla y Melgar. Par malheur la jalouse prévoyance de fhidalgo fút inefficace, car Técrit resta, mais le tableau disparút; on lui substitua une autre Portioncule d'un auteur vulgaire, laquelle recoit encoré aujourd'hui les hommages des gens peu connaisseurs sur la foi de la déclaration susdite: tel un laquais recoit par fois les saluts du villageois qui le prend par son maítre.

Mais cette déclaration est encoré intéressante pour le biographe parce qu'elle nous révéle une circonstance ignoréejusqu'á ce jour, c'est-á-dire, que Murillo n'était pas un peintre illétré, mais bien un artiste d'une éducation soignée et adonné aux études classiques et d'érudition. En voici le texte:

Sepan quantos esta carta uieren firmada de mi mano, que este cuadro de la Gloria lo pintó para mi en Seuilla Bartolomé Murillo. Lo qual pasó en esta manera: En el año de mili y seiscientos y sesenta y siete me encontré un tesoro de monedas de plata y de oro romanas, las quales dichas monedas lleué á Seuilla para las trocar á moneda usual. Y por quanto en casa

del platero Saluador de Baeza uide y traté al famoso Pintor el dicho Bartolomé Murillo, fizimonos buenos amigos, é yo sauidor de la grande afízion que tiene á todas las cosas de la antigüedad, fícele mercé de algunas de las dichas monedas romanas, por lo qual tubo gran contentamiento y ofreció de me dar una pintura de sus manos, porque es el dicho buen amigo y agradecido asaz, y otro si de mucho sauer en todo y en la pintura no tiene igual; y en uiendo como uido la deuocion que yo tengo á nuestro Padre San Francisco y á su Jubileo , á luego me pintó y me regaló este cuadro de La Porcincula, donde se ué al Redentor del mundo y á la Sacratísima Virgen María y SSra. nuestra con coro de Angeles en la Gloria, que es una gloria el uerle, y á dicho nuestro Padre San Francisco de rodillas en las gradas del altar pidiendo el dicho Ju­bileo con tanta hermosura, tanta perfezion y uerdad, que no hai cosa mayor que uer; el qual dicho cuadro yo lo tengo en mucha estima y aprecio, y quiero y es mi voluntad que en todo tiempo conste y se sepa que me lo pintó y regaló el dicho Bartolomé Murillo. Y para que ansí se cumpla firmo la presente, que es fecha en la uilla de la Puente Dong.0 en ocho dias del mes de abril de mili y seiscientos y ochenta y un años.— ÜOX JUAN IGNACIO DE A L F A R O Y A G O L A R .

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REAL MUSEO TJE• MADRID:

VELAZQUEZ pmtó. L r t o f de I J, MARTINEZ, Editor. Desengañe 10 Madrid. V. LDUTR.EL lilo^0

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