las trampas del hipertexto

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  • 7/24/2019 las trampas del hipertexto

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    Jos Manuel TRABADO CABADO

    (Universidad de Len)

    LAS TRAMPAS DEL HIPERTEXTO: SATURACIN

    INFORMATIVA Y LOS NUEVOS CRONOTOPOS DE LECTURA

    Estas lneas nacen como una glosa dialctica a tres textos que plantean algunas

    de las cuestiones realmente apasionantes que suscita la lectura del hipertexto. El

    primero de estos textos hace referencia al vrtigo que siente el protagonista del relato

    borgiano de El libro de arena: libro multiforme que jams era igual a s mismo y que

    en cierta manera podra traducir de forma metafrica algunos de los aspectos del

    hipertexto. El temor de acercarse a ese libro insondable explica que el lector angustiado

    quiera deshacerse de ese monstruo informe sin principio ni fin. La prevencin le lleva a

    buscarle un sitio seguro para esconderlo: cul ser el mejor de los lugares para que un

    libro pase inadvertido? La respuesta no puede ser otra que la biblioteca. Dicho de otra

    manera, se puede aventurar la formulacin de algunos de los peligros del hipertexto

    basndonos en la coartada del relato de Borges: si no se quiere que se acceda a un texto

    rodalo de otros textos que lo sepulten en la maraa indiscriminada. Un alumno

    aventajado de estas prcticas de esconder lo sustancial situndolo entre elementos

    semejantes pero ms banales ser el bibliotecario de El Nombre de la Rosaque tanto

    debe al propio Borges. La custodia de la parte dedicada a la comedia de la Potica

    aristotlica tiene mucho que ver con lo propuesto por El libro de arena. El libro ser

    guardado en la biblioteca junto con otros muchos por el ciego Jorge de Burgos. El

    acceso a ste ser difcil y tendr serias repercusiones. Todo aquel que lea el libro ser

    asesinado.

    El tercer texto que forma parte de estas reflexiones sobre los peligros del

    hipertexto est constituido por una de las Epstolas morales que Sneca escribe a

    Lucilio. Se trata de la epstola II del libro I cuando le escribe: Distringit librorum

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    multitudo. Itaque cum legere non possis, quantum habueris, satis est habere, quantum

    legas (1979: 6). Aqu ofrece Sneca otro de los peligros que comporta la lectura de una

    multitud de libros que acaban distrayendo y enseando muy poco. A poco que uno se

    esfuerce puede entreverse la relacin de esta cita con la nocin de hipertexto. Se veclara una preferencia por leer poco y bien antes que mucho y con poco provecho. Visto

    as, puede adelantarse otro de los peligros de la lectura hipertextual: la saturacin

    informativa que se deriva de la capacidad hipertextual de estar remitiendo de forma

    indefinida a otros textos.

    No quisiera continuar en la exposicin de esta angustia lectora sin antes traer a

    colacin una cita de George P. Landow que sirve como contrapunto a la visin negativa

    que parece esbozarse a partir de los ejemplos anteriores.Para empezar a tratar el tema, sugiero examinar las implicaciones

    polticas de una situacin que describo en un guin que hace de

    introduccin a un artculo sobre hipertexto educativo que publiqu hace

    ya varios aos. Son las ocho de la noche; tras haber ayudado a acostar a

    los nios, la profesora Jones se acomoda en su silln favorito y coge su

    ejemplar de Lost Paradise de Milton, se acerca a los poemas como quien

    se encuentra con un viejo amigo. Leyendo las primeras pginas del

    poema, una vez ms, encuentra alusiones al Antiguo Testamento; como

    conoce la actitud con que los cristianos del siglo XVII solan leer estos

    pasajes, percibe conexiones entre un pasaje del Gnesis y sus radicales

    transformaciones cristianas. Como adems est muy familiarizada con

    Milton, recuerda posteriores pasajes de Lost Paradise que se refieren a

    ste y a otros pasajes dados de la Biblia. Al mismo tiempo, se da cuenta

    de que las primeras lneas del poema rinden homenaje a Homero,

    Virgilio y Spencer a la vez que los desafan.

    Mientras tanto, John H. Smith, uno de los alumnos ms

    concienzudos del curso general de literatura inglesa de la profesora

    Jones, empieza a prepararse para la clase. Con qu tipos de poema, de

    texto se encuentra l? Mientras que la profesora experimenta la gran

    pica del siglo XVII dentro de un campo de relaciones y asociaciones, su

    alumno se encuentra con un poema mucho ms reducido, desconectado yescueto, cuyas alusiones le pasan desapercibidas en su mayora y en

    cuyos retos tampoco repara. Como es un estudiante excepcionalmente

    maduro, se detiene en su lectura para comprobar en las notas el

    significado de palabras o alusiones desconocidas a pesar de que slo en

    contadas ocasiones encuentra una explicacin. Imaginemos que, de

    algn modo, el estudiante pudiera percibir algunas de las conexiones

    obvias para la profesora. Imaginemos que, al tocar las primeras lneas

    del poema, apareciesen los pasajes relevantes de Homero, Virgilio o de

    la Biblia. O que, al tocar otra lnea, encontrara una lista de todas las

    referencias a una misma idea o imagen en todo el poema, o en

    cualquiera de las obras de Milton; o, para el caso, interpretaciones y

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    crticas que se han hecho desde la primera publicacin de la obra, y que

    pudiera invocar cualquiera o todas ellas.

    El guin original terminaba con la observacin de que el

    hipertexto permita todas esas cosas (1995:219)

    Esta deliciosa narracin encierra de forma parablica dos formas extremas de

    acercarse a un texto: la del lector nefito que carece de los datos necesarios para una

    comprensin cabal y la de una experta que posee gran parte de las claves hermenuticas

    del texto. La posibilidad de paso rpido de una forma a otra vendra propiciada por la

    tecnologa de la herramienta del hipertexto que pone a disposicin del inexperto todo el

    caudal de informacin que costara mucho tiempo encontrar de otra forma.

    Si bien se mira, bajo esta narracin de Landow se est hablando no slo de dos

    lecturas sino de dos cronotopos de lectura, si se me permite la expresin, radicalmente

    distintos. Uno de los personajes encarna la lectura primeriza frente al otro que lleva a

    cabo una re-lectura. sta presupone acercamientos previos, una estratificacin temporal

    en el progresivo enriquecimiento del sentido del texto. En el otro lado aparece la

    segunda forma de lectura que responde a coordenadas muy diferentes. El conocimiento

    del texto no posee una estratificacin temporal. No se trata de una lectura seguida de

    sucesivas relecturas sino que en un primer acercamiento se observa todo un caudal

    informativo accesible en el momento que tiene como misin permitir una comprensin

    cabal del texto. La lectura de la profesora es una lectura en el tiempo; la lectura del

    alumno por procedimientos hipertextuales podra ser una lectura en el espacio1. Desde

    el ahora de la lectura tiene acceso a todo cuanto necesita para degustar el texto de

    Milton frente a la profesora que ve su lectura como un tiempo presente que es la

    convergencia de otros muchos tiempos y lecturas previas que confluyen en ese

    momento para resonar en el texto que se est leyendo. Estas dos formas lectoras perfilan

    muy eficazmente intereses diferentes en el acercamiento al texto.

    1 La importancia del espacio en los entornos digitales relacionados con la navegacin hipertextual esreseada por Janet H. Murray (1999:91-94). Vase tambin para un nfasis del espacio en la escriturahipertextual la obra de Jay David Bolter (1991). Sobre la atemporalidad de los nuevos entornos digitales ylas prcticas hipertextuales pueden servir las palabras de M. Castells: Todos los mensajes de toda clasequedan encerrados en el medio, porque ste se ha vuelto tan abarcador, tan diversificado, tan maleable,que absorbe el mismo texto multimedia el conjunto de la experiencia humana, pasada, presente y futura,como en ese nico punto del universo que Jorge Luis Borges llam el Alef (1997:406). En otro lugarse incide en la misma idea: El tiempo se borra en el nuevo sistema de comunicacin, cuando pasado,presente y futuro pueden reprogramarse para interactuar mutuamente en el mismo mensaje (1997: 408).Para profundizar en estas ideas pueden verse las pginas de M. Castells (1997:466 y ss).

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    Una de ellas presupone la inmediatez y se articula en funcin del aqu-ahora y

    anula en consecuencia el factor temporal. Todo est a mano en el momento en el que se

    desee. La repercusin de esta forma llevada a un comportamiento extremista prefigura

    una lectura laberntica que puede desviar a travs de enlaces y nuevos enlaces al lector2

    .Existe una dictadura soterrada del hipertexto que se aprovecha de la curiosidad lectora

    para alejarlo del texto que supuestamente haba atrado su inters. El texto sera, pues,

    un cebo para capturar al lector en una cadena de textos posibles sin final. Se puede

    comprender ahora el temor de lector de Borges. El texto es un lugar de trnsito hacia

    otros. Se crea entonces la ilusin del todo est aqu y el hipertexto parece forjar un

    universo total en expansin del cual ya no se puede salir. Frente a ello se configura la

    otra posibilidad de una lectura tradicional basada en la linealidad del texto pero que estreclamando una constante vuelta al mismo en un proceso de enriquecimiento temporal.

    Existe, en consecuencia, una relacin entre el aqu-ahora con el all-entonces del

    escritor y con el aqu-entonces de lecturas previas. Parece que los ms entusiastas

    defensores del hipertexto a despecho de las formas ms tradicionales olvidan que la

    relectura no es nunca igual a s misma.

    Por otro lado, esta forma de leer tiene su sentido en la relacin del sujeto lector

    con la alteridad que demuestra el texto en cuanto que palabra de otro: existe un

    acercamiento al otro que acumula efectivamente cierta dosis de frustracin. Sin

    embargo, esa dosis de frustracin propongo que se vea como algo absolutamente

    positivo. Es manifiesto que un texto tradicional, no slo por su configuracin formal

    sino por su misma filosofa, nunca dice todo lo que el lector pretende or. Puede

    recordarse para el caso de los textos literarios las ideas de Iser y su lector implcito que

    obligan a una cooperacin continua del receptor con lo que lee. Tambin es fcil

    constatar una legin de ejemplos en los que un lector/espectador ha luchado contra la

    trama de un libro o de una pelcula para ver si finalmente las peripecias iban en la

    direccin deseada o si, por el contrario, su desarrollo tomaba un camino contrario al que

    habamos deseado. Sin embargo, quizs pueda pensarse que esa frustracin tanto en el

    campo del texto literario como en el ms puramente informativo e instrumental provoca

    un deseo de saber ms o de continuar esa historia. Esa relacin frustracin-deseo impide

    2La configuracin laberntica del hipertexto ha sido puesta en relacin con el rizoma, concepto clave enel pensamiento de Deleuze y Guattari. Vase J. Murray (1999:145-147) y Stuart Moulthrop (1997). Parauna relacin entre el rizoma y la lectura trasversal, lectura sta tpica en el hipertexto, Alberto NavarroCasabona (2001:39 y ss)

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    ver la lectura tradicional como algo meramente pasivo; todo lo contrario: fomenta

    posibles lecturas bien de otros textos, bien del mismo pasado un tiempo e, incluso, acta

    como un estimulante eficaz para la escritura ya sea creadora ya bien a modo de glosa

    interpretativa o crtica.Si esto se compara con los potenciales peligros hipertextuales del infinito vrtigo

    lector que busca enlace tras enlace la saciedad de una curiosidad ilimitada podra

    pensarse en la ausencia o bien en la existencia atenuada de esa frustracin. No se

    propicia tanto la re-lectura porque la tendencia es recorrer los enlaces en un afn de

    dispersin no premeditado. Esa supuesta democratizacin de los conocimientos que

    puede ser sospechosa elimina la reaccin ante el texto ya que provoca una reconduccin

    por otros vericuetos. As las cosas, se pueden establecer en un primer acercamiento dosgrandes trampas que tiende la estrategia hipertextual: la huida del texto a travs de una

    intertextualidad agresiva de enlaces infinitos, de un lado, y, de otro, la saciedad y

    posterior saturacin informativa que puede causar el hasto y el abandono del texto

    porque la informacin acumulada es ms de la que el lector puede procesar. Esto lleva a

    otro aspecto de especial importancia que posee implicaciones ideolgicas en el uso del

    hipertexto: poseer ms informacin evidentemente nos hace ms libres, pero poseer

    toda la informacin sin jerarqua alguna y de forma arbitraria nos hace esclavos de

    ella.

    El hipertexto se caracteriza, pues, por mostrar toda la informacin fragmentada

    en pequeos bloques, pero esta fragmentacin deriva en una forma de concebir el texto

    como algo maleable, algo que cede ante los impulsos del lector: el hipertexto acaba por

    absorber el mpetu lector hasta el infinito y, en cierta manera, cede ante ese impulso. El

    lector que se ve aparentemente colmado en sus deseos siente en menor medida el afn

    de la escritura: una escritura que canalice su oposicin o comentario al texto. El hecho

    mismo tan comentado de que el lector hipertextual se convierte en una especie de

    escritor viene a confirmar lo que vengo apuntando (Vouillamoz, 2000:167 y ss.)3. Sin

    embargo, esta creacin del lector hipertextual no deja de ser una navegacin a la deriva

    3 Conviene, no obstante, recoger la puntualizacin de J. Murray: Los crticos contemporneos leatribuyen la autora a los usuarios porque no entienden la base de sucesin de procedimientos quesubyace a toda composicin electrnica. El usuario no es el autor de la narrativa digital, aunque puedeexperimentar uno de los aspectos ms emocionantes de la creacin artstica: el poder de moldearmateriales atractivos preexistentes. Esto no es autora sino actuacin (1999:166)

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    por textos ajenos, una navegacin que puede en cierto modo desorientar ms que

    conducir al lector.

    El hipertexto no deja de ser una forma ms de la telaraa de signos que se

    interponen entre el hombre y la vida. Platn escribi esto mismo pero de formametafrica con el mito de la caverna. El hombre slo conoce sombras: el hombre actual

    tambin se halla atrapado por los signos que le rodean y que crean un mundo a su

    medida. La informacin ofrecida por los mass-mediacrea los lmites de la visin que

    posee el hombre occidental. La publicidad canaliza los hbitos de vida e impone una

    forma de llevar lo cotidiano4. El cine ms comercial crea el prototipo del hroe y

    establece el origen de los buenos y los malos. Todo esto no son ms que formas de

    crear un entramado cultural del que es imposible huir. Son signos que se relacionanentre s: es la semiosfera, pero esa semiosfera puede ser utilizada como una forma de

    crear un mundo de manera sesgada y monoltica. El ejemplo de las ventajas del

    hipertexto en la fbula desarrollada por Landow en su libro no deja de mostrar bien a las

    claras el abismo de un alejamiento progresivo del texto base de esa lectura: leer a

    Milton es tan slo la primera estacin de un largo recorrido de destino incierto. A todo

    ello, se le puede aadir que en ese viaje se trata de una adquisicin de conocimientos

    alejada de la experiencia.

    Uno de los ejemplos que se podra traer a colacin para examinar la filosofa de

    una lectura hipertextual lo constituye la transformacin del espectador televisivo con la

    aparicin de una amplia oferta de canales. Esta variedad en la oferta posibilita el

    zappinga travs del cual el telespectador cambia constantemente de un lado a otro. Tras

    horas ante el televisor podra afirmar que, en realidad, no ha visto nada: sencillamente

    ha asimilado una informacin fragmentaria carente de inters. Cada vez cuesta ms

    apagar el televisor: cuando algo no gusta sencillamente basta con apretar el botn del

    mando a distancia para dejarse llevar por otros cantos de sirena. De alguna manera

    ocurre algo semejante con la lectura hipertextual: uno no se opone ni establece una

    dialctica con ese texto porque es muchos a la vez y sencillamente la curiosidad lo

    llevar de un lado a otro: el proceso de reflexin no cuenta: el bombardeo informativo

    es constante y no ha lugar para la ordenacin concienzuda de cuanto all se est viendo

    o leyendo. De alguna manera esto fue plasmado por Ray Bradbury en Farenheit 451 al

    4 Entre la abundantsima bibliografa sobre el tema pueden verse los trabajos de Pratkanis y Aronson(1994) o, el ms reciente, de Naom Klein (2001).

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    forjar un mundo presidido por la imagen constante, signo manipulado para crear una

    brecha entre el hombre y su entorno. Es corriente advertir que los principios de la

    lectura hipertextual estn presentes cada vez ms aun en textos que en principio nada

    tienen que ver con la era digital. La lectura puntual de pasajes de gruesos librosmonogrficos responde a esos mismos intereses5. Quizs haya que preguntarse por qu

    la forma de leer, incluso la del estudioso ms honesto, est sufriendo un proceso gradual

    de transformacin. Al menos se me ocurren dos causas: de un lado existe un exceso de

    informacin: cada tema, por insignificante que sea, cuenta cada vez con una bibliografa

    mayor que se supone que hay que consultar y conocer de arriba a abajo y, por otro lado,

    el tiempo parece comprimirse; la conclusin es que cada vez existe menos tiempo para

    consultar ms informacin.Cmo contrarrestar esta paradoja? Creando nuevas formas de leer: se lee

    trasversalmente. Muchos hemos tenido la posibilidad de leer un libro, que en su

    momento fue concebido de forma unitaria y coherente, en pequeos fragmentos y en

    diferentes pocas. Esto se explica sencillamente: el camino que nos condujo a ese libro

    obedece a diferentes intereses. El contexto en el que nosotros situamos esa lectura

    tangencial viene determinado por nuestra propia va de investigacin. Es fcil as

    comprender cmo la figura del autor queda desvirtuada en esta poca en la que el

    hipertexto proporciona los andamiajes tecnolgicos para confirmar la idea de la

    desaparicin del autor tan preconizada por algunos movimientos post-estructuralistas.

    Eliminado el autor y difuminados los lmites textuales a travs de nuevas formas de leer,

    se puede comprobar cmo el contexto de emisin parece difuminarse cada vez ms6.

    Esto puede verse de forma clara en Internet, el hipertexto por excelencia: no parece

    tanto importar quin habla ni desde qu lugar. No es posible saber en determinados

    momentos la ubicacin de las pginas web y quizs tampoco importe a quien las

    consulte. Importa tan slo que se ofrece una determinada informacin ms o menos

    veraz. Si se tiene en cuenta, por otra parte, el entorno digital y la proliferacin de los

    5As lo nota G. P. Landow cuando afirma: Por supuesto, desde que existen los ndices, los entendidossiempre han ido directos a puntos concretos en lugar de [] leerlas de principio a fin. De hecho, unosrecientes estudios de cmo los especialistas leen las publicaciones de su disciplina confirman que elmodelo lineal de lectura no es ms que una piadosa ficcin para muchos lectores expertos (1995: 100).6En este sentido asumo las palabras de Gunnar Liestol cuando afirma: Los recursos y los entornos dehipermedios todava no forman parte de los sistemas corrientes de comunicacin interpersonal. A suslectores no les preocupan las intenciones y motivaciones del emisor ni el sistema en s como mensaje(1997: 135).

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    chats tambin se puede ver una ocultacin de los contextos de emisin: fcil es imaginar

    que nuestro interlocutor ha inventado su nombre y su personalidad: es una conversacin

    teatralizada. Tampoco sabemos desde dnde habla. Lo nico que se sabe es que alguien

    habla. Los chats son as un nuevo cronotopo de lectura/dilogo que compartecaractersticas con lo apuntado para el hipertexto. Podra definirse como un gora en la

    que convergen voces que no establecen en un principio verdadero dilogo, voces

    emanadas adems de algo que puede ser considerado como una mscara. Sin embargo,

    tambin ah est presente una fragmentacin y saturacin informativa: difcil es

    establecer una conversacin en un chat en el que pueden llegar a estar conectados

    decenas de internautas. Cuando uno puede responder a las palabras de otro, ste ltimo

    puede haberse ya desconectado y el dilogo no es entonces otra cosa que un simulacro(Crystal, 2002: 153-198; Gubern, 2000: 139-150).

    Por otro lado, tambin se ha argumentado que los procedimientos hipertextuales

    son mucho ms democrticos (Landow, 1995:222). A ello se podra argir que, en

    efecto, la escritura ha sido siempre autoritaria, el texto trata de imponerse, de seducir, de

    argumentar ms o menos explcitamente; la escritura de alguna manera lleva inoculado

    el veneno de la conquista del lector. Cumple parte de sus deseos pero se impone adems

    como un discurso cerrado, autoritario: a ello obedece ese silencio de la escritura que

    tambin sirvi a Platn para expresar su desconfianza hacia esa tcnica semitica

    (Lled, 1992). Sin embargo, a la escritura autoritaria (aquella que proviene de un autor

    que se inviste de autoridad) le subviene una posibilidad de lectura que siempre ha estado

    disponible: la lectura puede manipular el texto, sobre todo si el texto lo que persigue son

    fines estticos; puede, adems, glosarlo, crearle pasadizos hacia otros textos pero sta

    era una actividad reservada al lector que lucha entonces entre aceptar ese autoritarismo

    y librarse de l a travs del comentario o la lectura aberrante.

    A todo ello hay que hacerle una salvedad: esto que puede resultar legtimo en un

    goce individual de textos artsticos quizs tenga ciertas restricciones con otro tipo de

    discursos como los cientficos, los informativos y los dems textos que persiguen un fin

    prctico: uno no puede leerlos como le d la gana pero s puede hacerlo de forma crtica

    y no aceptarlos o aceptarlos en parte: en ese desacuerdo o en ese intento por traducir un

    texto al lenguaje propio se produce una democratizacin de la escritura; a la escritura

    autoritaria le sucede siempre una lectura democrtica: el sentido no es propiedad

    privada y la mejor muestra de ello son los numerosos libros que aparecen anotados al

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    Jos Manuel TRABADO CABADO,Las trampas del hipertexto:Saturacin informativa y los nuevos cronotopos de lectura

    margen, subrayados, etc. Todo ello son formas de expresarse ante el texto, no se trata

    slo de una lectura pasiva. El lector entusiasta siempre ha escuchado un texto y ha

    contribuido a enriquecerlo de muy diversas maneras una de las cuales est muy

    relacionada con la escritura emanada a partir de ese mismo texto. Sin embargo, elhipertexto ofrece en s varias posibilidades de entrada. Como los lmites no son

    fcilmente discernibles, la capacidad crtica disminuye porque el tiempo para la

    reflexin sobre lo ledo est siempre aplazado7; siempre existe otra conexin que lleva

    ms all. El texto cerrado en su aspecto formal permite una mayor organizacin

    informativa, aunque sta sea deficitaria, pero este dficit puede servir como espoleta

    para despertar el inters por otros textos. Un texto con tendencias ilimitadas ofrece

    siempre una informacin demasiado rica8

    , difcilmente organizable y con tendencia asuperar el inters del lector. El texto en su forma cerrada permite un final y ste a su vez

    posibilita conectar la propia experiencia emocional e intelectual con lo que se lee.

    El hipertexto forja su filosofa en una conexin intertextual ad libitum; el lector

    puede entonces quedar atrapado en un ir y venir laberntico de fragmento en fragmento

    anulndose as toda temporalidad porque no haba un antes y un despus9; todo estaba

    desde el principio al alcance de la mano: es tan slo una cuestin de eleccin. La lectura

    de la profesora del ejemplo de Landow tena la ventaja de ser una lectura hecha y tejida

    7 Sobre la importancia de un final para la construccin de un sentido puede verse el libro clsico deKermode (1966)8 Vase Snchez Noriega (1997: 89-90). Son tambin de inters para comprender la saturacininformativa las palabras de Romn Gubern: La hiperinflacin informativa, el exceso de ofertaaudiovisual, adems de desinformar al pblico, favorece su banalizacin y estimula la estrategiaempresarial del grito sensacionalista para hacerse or en este frondoso mercado. El exceso de informacinconduce a la degradacin entrpica de las ideas, es decir, a la desinformacin de la audiencia, lasobreoferta puede desembocar en lo que Herbert Schiller denomin gran variedad de lo mismo. Es

    decir, una falsa diversidad (2000: 70).9Birkerts advierte algunos de los peligros del hipertexto. En este sentido cabe explicarse las siguientespalabras suyas: El conocimiento, al menos en las humanidades, no constituye algo a lo que se accedadirectamente mediante la absorcin pasiva de datos. Es algo implcito a cualquier comprensin esencialdel mundo que aqulla es opaca, difcil. [] El pasado tiene tanto que ver con la desaparicin de lascosas en el tiempo como con la recuperacin de las pistas y la reconstruccin de las perspectivas. Dgaselo que se quiera sobre los libros, no slo marcan el rastro de lo pasado sino que tambin conservancodificado el sentido de obstculo, de otreidad. [] El estudio de los textos antiguos puede parecernosuna lenta e innecesaria investigacin, pero es en s mismo un aprendizaje: confirma que el tiempo es unafuerza tan implacable como la gravedad. Sin embargo los paquetes multimedia podran dominar estafuerza. Sustituyen la opacidad por la transparencia, estimulando la ilusin de la accesibilidad. Todo lo quese ha dicho, conocido y realizado aparecer gracias al baile de los dedos sobre el teclado de losterminales. [] Recogemos de los datos de la otreidad, pero a travs de un medio que parece nivelar lasensacin, la verdad de esa otreidad. El rea de conocimiento se convierte en una actividad lateral ysincrnica que puede ser desmenuzada, pero que no constituye un fenmeno profundo (1999:178-179)

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    en el caamazo de la experiencia temporal y vital10; la del alumno era una lectura

    fraguada en el espacio: todo estaba all y en aquel momento. La vida all no pintaba

    nada porque el lector haba cado preso de la telaraa de los signos que hablan de otros

    signos/textos hasta el infinito.A este peligro habra que aadirle otro directamente relacionado con la fbula de

    Borges en su Libro de arena: cuando toda la informacin est presente y posee la

    misma importancia es difcil dar con el dato preciso que se busca porque el campo de

    bsqueda es ilimitado y las ramificaciones demasiadas: de ah que esconder un libro en

    una biblioteca es una forma de evitar los encuentros no deseados11. Es posible regresar

    aqu ahora a la preferencia de Sneca por una lectura basada en el multum y no en las

    multa. Leerlo todo es imposible aunque el fantasma del hipertexto seduzca con tal idea.Se opone de alguna manera una necesidad de enfrentar la lectura-reflexin frente a la

    lectura-informacin: la lectura es un viaje (Larrosa ,1996: 169 y ss.) hacia lo otro pero

    tambin debiera ser un regreso a uno mismo; el hipertexto en sus usos ms radicales

    amenaza con no dejarnos regresar nunca prometindonos maravillas ms all y tesoros

    camuflados en selvas demasiado grandes para los mapas del hombre. Ese alumno de la

    parbola de Landow puede llegar al olvido de Milton si las trampas que se le tienden

    son suficientes para atraparlo en el ddalo de textos infinitos. La lectura puede ser

    entonces el frmaco del olvido, el deslerse en los discursos ajenos que borre aquello

    que la memoria se obstina en repetirnos todo los das.

    10 Sobre las implicaciones lectura/vida y su relacin con los nuevos procedimientos de lectura en unmundo digital (Birkerts, 1999: 127-144).11Ecos de esta angustia pueden verse en las palabras del por otra parte entusiasta de las posibilidades delhipertexto G. Landow: Considerado como medio de informacin y publicacin, el hipertexto presenta elcontraste ms marcado entre disponibilidad y accesibilidad. Unos textos pueden estar disponibles enalgn archivo; pero, sin una clasificacin, ni ayuda profesional ni oportunidades para acudir a dichoarchivo, seguirn sin ser vistos ni ledos. Puesto que el hipertexto promete que los materiales quecontenga resulten mucho ms fciles de conseguir, el mismo tiempo amenaza con hacer parecerdocumento ausente an ms lejano e invisible que en el mundo de la impresin (1995:232). No deja deser curioso que Romn Gubern recuerde las palabras de Umberto Eco que definan Internet como unabiblioteca desordenada. A rengln seguido Gubern comenta: en el ser humano el exceso de informacindificulta las funciones bsicas, de modo que el crecimiento desordenado y desequilibrado de la red puedeparangonarse a un proceso celular canceroso, pero en el plano de la comunicacin social. En tal caso,puede afirmarse que se genera mucha informacin, pero poco conocimiento (2000: 134-135).

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  • 7/24/2019 las trampas del hipertexto

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    Jos Manuel TRABADO CABADO,Las trampas del hipertexto:Saturacin informativa y los nuevos cronotopos de lectura

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  • 7/24/2019 las trampas del hipertexto

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