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    Las iniciativas educativas familiares bajo anlisis: notas sobre la

    dimensin social y poltica del cuidado infantil, por Laura Santilln,

    Propuesta Educativa Nmero 37 Ao 21 Jun. 2012 Vol 1 Pgs 17 a 27

    Educacin

    FLACSO ARGENTINA

    Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

    [email protected]

    ISSN 1995- 7785

    ARGENTINA 37

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    Introduccin

    Ser nio, educarse, recibir cuidados, no son experiencias universales. No solo varan de un in-dividuo a otro, sino que estn unidas -en forma dinmica- a las normas y prcticas vigentes encada momento histrico y de acuerdo a las distintas realidades sociales. Diferentes institucio-nes y personas -ms y menos cercanas a la vida de los chicos- intervienen y modelan el trnsito

    y los sentidos sociales que adquiere la etapa de la infancia.

    En el curso relativamente reciente de la historia, la escuela se fue afirmando como uno de losespacios ms relevantes para la constitucin subjetiva y social de los nios. Aun con sus contra-dicciones y limitaciones para integrar a todas las experiencias infantiles, la escolaridad obliga-toria ocupa un lugar muy importante en la formacin y preparacin de las generaciones ms

    jvenes. En la escuela los chicos construyen mltiples interacciones sociales -con el mundoadulto y con otros nios- y se apropian (Rockwell, 2011) de diversos contenidos sedimentadosen el tiempo, recuperndolos y adecundolos en funcin de sus intereses y posibilidades.

    A la vez, junto con la escuela, otros espacios son engranajes significativos en la educacin yla experiencia social infantil. En el entorno ms cotidiano de los chicos, diversos actores -demanera ms sistemtica y no- participan de los procesos de instruccin, transmisin y tam-bin produccin de los andamiajes que les permiten incorporase a la vida social y cultural. Sireflexionamos sobre las experiencias formativas infantiles, hay mbitos, como el familiar, queresultan ineludibles. Diariamente, los parientes y adultos que mantienen una relacin cercanaa los chicos, llevan adelante variadas acciones ligadas con la crianza, el cuidado y la educacin.De qu naturaleza son estas acciones? Cmo se producen y originan? Qu elementos y con-tenidos culturales toman?

    Las prcticas familiares destinadas a la crianza y la educacin suelen quedar asociadas, a faltade un estatus formal certero, a maneras naturales y espontneas de intervenir en el desarro-llo de los chicos. Es usual, adems, que en los escenarios escolares -y tambin fuera de ellos-

    las acciones provenientes de los mbitos domsticos sean recepcionadas, como ocurre con lainstitucin familia, como hechos privados, con todas las connotaciones que conlleva estadefinicin (su restriccin a pautas culturales de origen, su desconexin con procesos socialesms generales, la imposibilidad de cuestionar arbitrariedades).

    Sin embargo, como intentaremos demostrar, lejos de tratarse de hechos de la naturaleza, res-tringidos adems a una suerte de privacidad inquebrantable, las acciones de las familias mues-tran consonancia con cambios ms generales (polticos, econmicos y culturales), se nutrencon repertorios que circulan a nivel social y se construyen en base a las decisiones activas ycreativas que realizan los sujetos.

    Dra. en Antropologa, Universidad de Buenos Aires; Docente e investigadora en el Programa de Antropologay Educacin, Instituto de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires;Investigadora, CONICET. E-mail: [email protected]

    LAURA SANTILLN*

    Las iniciativas educativas familiares bajo anlisis:notas sobre la dimensin social y poltica del cuidadoinfantil

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    Por qu consideramos importante profundizar en estos procesos? Por un lado, como sabemos,en las ltimas dcadas se ha revitalizado el debate sobre el papel de las familias en el desarrollode los nios. En diversos contextos la familiaes considerada una condicin casi ineludible en latarea de ensear. En efecto, un supuesto que se ha visto reforzado es el de la socializacin pri-maria (usualmente asociada a la familia) en la conformacin de la personalidad, la posibilidadde aprender y formarse de los nios1. En estas apreciaciones no dejan de estar presentes las

    ideas -altamente reduccionistas- que impusieron ciertas perspectivas psicologicistas y sociolo-gicistas, en donde el desarrollo infantilse concibe slo recuperando un conjunto predefinido deformulaciones dominantes, sin atender de manera ms abarcativa a las distintas experienciassociales.

    Pero, adems, nos encontramos en una coyuntura en la cual hay un consenso plasmado en elplano de las polticas, que refuerza la concepcin de la educacin como un bien pblico y underecho personal y social, garantizados por el Estado. Desde los marcos polticos que rigen laeducacin en nuestro pas2, el inters por la formacin integral de la infancia, es decir el desa-rrollo de todos los aspectos personales, sociales y ligados a la adquisicin de conocimientos,se formula teniendo en cuenta que los nios son miembros de una familia y una comunidad.

    Y esto, que a simple vista puede to-

    marse a la ligera, nos alerta sobre lanecesidad de comprender que todaprctica educativa institucionaliza-da en cualquiera de sus formatos(dentro y fuera del Estado), acta enun nio que pertenece a un gruposocial determinado, se inscribe enuna trama sedimentada de tradicio-nes, historia familiar y pertenenciasidentitarias. Ni en el presente ni en lahistoria de su constitucin, la escue-la se ha desarrollado en el vaco, sinoque lo hace en escenarios en dondeconviven distintos grupos, portado-res de diferencias culturales, socialesy econmicas.

    Desde all, segn consideramos,emerge la relevancia de documentarel lugar de las familias en la crianza yla educacin infantil, prestando es-pecial atencin a las tramas relacio-nales que las vinculan con diversos

    universos simblicos y materiales,en ligazn tambin con el poder y laconflictividad.

    Las configuraciones familiares y los procesos de transformacin

    Para interiorizarnos en las prcticas de crianza y educacin domsticas, antes resulta convenien-te detenernos en las formas en que las familias se manifiestan en nuestro presente. Las familias,como toda institucin social e histrica, van atravesando distintas transformaciones, ya sea enlos miembros que las componen, en la organizacin de las actividades y en las relaciones (por

    ejemplo, cmo se distribuyen las obligaciones y responsabilidades entre los gneros y las ge-neraciones). Hoy, con mayor o menor aceptacin social, muchas conformaciones familiares secorren del modelo nuclear prototpico: un matrimonio heterosexual, hijos provenientes de unmatrimonio permanente, donde todos los miembros viven en un mismo hogar y se organizanen base a una reparticin de roles claramente definida3.

    Laura Santilln

    CAMARA VIAJERA

    Made in por

    Hector Luis Herro

    Martinez.

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    En Latinoamrica, un conjunto de factores produjeron el alejamiento de los hogares del modelotradicional centrado en el jefe (varn nico proveedor cuyo salario es suficiente para solventarlos gastos de la reproduccin cotidiana) y la mujer (ama de casa que queda recluida en el hogar)4.En este marco de transformaciones no es muy realista, entonces, pensar a las familias que tie-nen a su cargo la crianza y la educacin de los nios, por fuera de los contextos y las coyunturasen donde se desarrollan. Podemos decir que los cambios sociales repercuten en la vida privada

    y en las familias, aunque nada de esto sucede en trminos unvocos ni homogneos. Es decir,las trasformaciones que ocurren en una coyuntura determinada habilitan campos de posibili-dad que son apropiados -es decir recuperados y asumidos- diferencialmente por las personas.Diversos ejemplos dan cuenta de cmo un jefe o jefa de hogar mantiene muchas veces, aun enla lejana fsica, su lugar activo en la organizacin de la vida domstica y la crianza de los hijos. Elmodo de hacerlo puede ser muy diverso, muchas veces empleando las formas de comunicacinque se tienen a mano o generando redes de ayuda mutua entre vecinos y parientes. Este es unpunto central para el tema que estamos tratando, ya que la co-residencia (vivir todos bajo unmismo techo) muchas veces es un parmetro para medir malas y buenas crianzas.

    Entonces, an frente a la variabilidad de formas de presentarse las familias, esto no quita que enel imaginario social -y en las institu-

    ciones educativas atravesadas porlos discursos generados por fuerade ellas- sigan funcionando meca-nismos clasificatorios de los modosde vida familiar, atendiendo paraestas clasificaciones al acercamien-to o alejamiento del modelo conyu-gal (basado en la consanguineidad,la cohabitacin y un nmero redu-cido de miembros). En un contex-to, en donde -como es el caso denuestro pas- se sancion la Ley deMatrimonio Igualitario5, no slo esimportante comprender que la resi-dencia comny la sangre6son merosdatos que algunas institucionessociales exaltan, sino que el lazoconyugal, la paternidad y la mater-nidadson fenmenos que excedenampliamente la reproduccin bio-lgica (Collier, et al., 1997), como astambin la separacin decimonni-ca entre los sexos.

    En nuestro pas, distintas institucio-nes -principalmente la Iglesia Ca-tlica y las sociedades filantrpicasasociadas a las elites- desde muy temprano concertaron (sobre todo a travs de la caridad y labeneficencia) formas de intervenir sobre la familia y el cuidado de los nios. Desde finales delsiglo XIX a esta tarea se sum el Estado. En el marco de la organizacin del Estado Nacin, lasacciones que se llevaron adelante tuvieron como base una fuerte impronta de moralizacin ynormalizacin de la familia. Las campaas de salud, por ejemplo, fueron factores importantesen esta avanzada moralizadora, ya que junto con los hbitos de higiene, se ensearon a las mu-

    jeres formas especficas de economa y orden en el hogar, en general ligados a los valores de lasclases acomodadas (Grassi, 1998).

    Es importante decir que si bien estos sealamientos (sobre las falencias, ausencias e inca-pacidades familiares) son extensibles a todas las familias, no recaen con la misma fuerza enlos distintos grupos y clases sociales. Como desarrollaron varios estudios, en distintos contex-tos y regiones, las familias de las clases subalternas y tambin las pertenecientes a las minoras

    Las iniciativas educativas familiares bajo anlisis: notas sobre la dimensin social y poltica del cuidado infanti

    Tony Doll aos 50

    por Pretty Doll2010.

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    tnicas,son las ms desvalorizadas al momento de pensar el cuidado de la infancia y juzgaruna buena crianza (Donzelot, 1999; Fonseca, 1998, 2011; Scheper Huges, 1997; Neufeld, 2000;Achilli, 2010; Cerletti, 2010; Santilln, 2012). El sustrato de esa descalificacin es la serie de presu-puestos -la mayora de las veces vagos e imprecisos- que se configuran a nivel de las representa-ciones, y cuyo punto de partida son las relaciones mecnicas que se establecen entre la escasezeconmica y/u origen cultural, la violencia, el abandono y la desorganizacin domstica.

    Qu significa entonces criar, educar y cuidar a los nios en determinados contextos?

    La crianza y la educacin familiar en escenarios socialmente situados

    Las familias, en distintos contextos y regiones, generan mltiples prcticas destinadas a la crian-za y la educacin de los hijos, que tienen injerencia en diversas esferas: el esparcimiento, laorganizacin domstica y tambin la escolaridad obligatoria. Estas acciones incluyen la trans-misin de valores, hbitos y rutinas y estn en consonancia con las expectativas personales dequienes llevan adelante la educacin familiar. Pero, como veremos, tambin se nutren de lasvaloraciones y perspectivas de los lugares donde se vive, los cuales a su vez nunca estn exentos

    de influencias externas y de las recuperaciones selectivas que realizan los sujetos. En los parajesrurales, pueblos, barrios y enclaves urbanos, es posible prever formas locales de encaminar laeducacin de los nios. Sin embargo, el motor de estas modalidades son las apropiaciones ac-tivas que realizan los adultos de los recursos -altamente diversificados- tanto materiales comoculturales a los que acceden.

    Si ingresamos en las realidades y contextos especficos de nuestra regin, tendremos mayoresprecisiones sobre los complejos procesos y relaciones que intervienen en las prcticas educa-tivas familiares. En barrios ubicados en los centros ms populosos del pas, por ejemplo, las ini-ciativas vinculadas con la crianza y la educacin de los hijos se desarrollan afrontando variadosdesafos que incluyen la disputa por el espacio urbano, el acceso a la vivienda y la sobrevivenciadiaria y que abren el juego, a la vez, a formas diversas de actuacin individual y colectiva. Cuan-do indagamos en la crianza y educacin domstica, un aspecto a atender, entonces, son las re-laciones dinmicas que se producen entre la vida cotidiana de las familias, los procesos socialesy econmicos ms generales y los mrgenes de accin de las personas.

    En nuestro pas, las medidas neoliberales implementadas por ms de dos dcadas, atravesaronlas distintas geografas y regiones y cercenaron las condiciones de vida de amplios sectores ygrupos familiares. Pero por cierto se vivieron con dureza inusitada en las periferias urbanas, yaque en stas, pobladas al ritmo de los procesos de industrializacin, el cierre de las fuentes detrabajo y la desocupacin produjeron un particular impacto. En los barrios populares en dondedesarrollamos nuestras investigaciones, hombres y mujeres (padres y familiares de los niosque participan de la escuela y los jardines de infantes) llevan adelante la educacin de los hijos,

    sin haber conocido, al menos los ms jvenes, los beneficios de un trabajo formal y estable en eltiempo. En muchos casos, adems, el acompaamiento de los chicos en la educacin se realizaacarreando las penurias del propio analfabetismo o las escolaridades incompletas, y los estig-mas por la clase social a la que se pertenece y los lugares en donde se reside.

    En muchos de los barrios que circundan la metrpolis bonaerense, el zigzagueo de los domici-lios particulares, va sorteando los arroyos y afluentes de agua, todos ellos contaminados por lasactividades que se desarrollan en las proximidades. La falta de arboleda y parquizacin se con-trarresta con las formas creativas en que los pobladores reorganizan los lugares de residencia yespacios de usos comunales. Ubicados en fracciones de tierras claramente no aptas para el h-bitat humano, el desarrollo de la vida en estos y otros asentamientos de nuestra regin, muchotiene que ver con la frrea persistencia que ponen en juego frente a un importante nmero de

    dificultades quienes all residen. Qu representa entonces para las personas el hecho de vivir yeducar a los hijos en contextos atravesados por la conflictividad?

    En primer lugar, no podemos soslayar que en las iniciativas domsticas destinadas a la crianza yla atencin de los hijos, las condiciones materiales juegan un papel crucial. En la vida cotidiana

    Laura Santilln

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    de muchas familias, la privacin econmica afecta de manera muy negativa y nodal en el accesoa un conjunto de derechos altamente consensuados para el cuidado infantil. Nos referimos entreotros al acceso a la salud, la alimentacin y la educacin formal. Sin embargo, en el marco deestas condiciones, los padres toman una serie de decisiones y concretan prcticas diarias querelativizan cualquier intento de comprender las iniciativas sobre la crianza y la educacin comohechos mecnicamente derivados de la posicin social.

    Las personas, en tanto individuos y tambin reunidas bajo la forma de familia, desarrollamosparticulares y heterogneos modos de organizar la vida.Es importante tener en cuenta quelos modos de vida(de los nios, los adultos, las familias) aluden, sin descuidar en ningn casolas constricciones que imponen las condiciones materiales, a las relaciones dinmicas que laspersonas estrechan con el entorno prximo y a la recuperacin de un bagaje de tradiciones yprcticas sedimentadas histricamente, que adems rebasan las experiencias ms inmediatas(Fonseca, 1998; Scheper Huges, 1997).

    En las iniciativas paternas y maternas que pudimos reconstruir a lo largo de las investigaciones,hay visiones dismiles y altamente heterogneas respecto a lo que significa, por ejemplo, criar alos hijosen espacios barriales particularmente atravesados por la conflictividad y/o la privacin

    econmica. Para quienes habitan en las conurbaciones, es ntida la experiencia de importantestransformaciones en los barrios, que incluyen renovadas formas de sociabilidad y redefinicio-nes en los sentidos que se les otorgan a la violenciay la peligrosidad. Desde la perspectiva demuchos padres, la calle es un problema para la educacin de los chicos, por cuanto puedenacceder a la droga, involucrarse en actos de violencia y aprender a delinquir. Pero tambin escierto que esta visin tiene matices y en algunos casos se pone en tensin con otras ideas quecirculan en los territorios. Una serie de circunstancias, tales como el conocimiento y la interiori-zacin de cdigos, contribuyen a quebrar las ideas deterministas que sostienen la imposibilidadde criar y educar adecuadamente a los hijos en contextos de conflictividad.

    El barrio -as como la clase social a la que se pertenece- no es de modo alguno una entidad abs-tracta de integracin, sino que es una realidad vivida y representada a partir de un caudal deexperiencias y contrastaciones que surgen a partir de diversos conocimientos que se acumulanen el tiempo. Por cuanto, y a contramano de lo que se difunde desde el discurso meditico y elsentido comn, transitar la vida en escenarios atravesados por la conflictividad y la privacineconmica, a la vez que impacta perjudicialmente en un sinfn de aspectos de la existencia,puede dar lugar tambin a la estabilidady a generar experiencias y prcticas respecto a la crian-za y educacin de los hijos.

    Varias de estas cuestiones pudimos constatarlas a lo largo del tiempo, en nuestros trabajos deinvestigacin con grupos familiares. En el marco de las transformaciones a las que hemos he-cho referencia, continuamente las familias van tomando decisiones que incluyen, en vista debrindar estabilidad a la crianza, alteraciones relativas a una serie de cuestiones, por ejemplo a

    los momentos del juego (salir a la calle a jugar tras la cena y no en el horario que sigue al me-dioda), el descanso (adelantar la hora de acostarse) y el trnsito por el barrio (cundo realizarlas compras o trasladarse a las casas vecinas). La crianza de los hijos, en contextos atravesadospor la conflictividad, no resulta un hecho fcil y libre de contrariedades. La experiencia de lospadres con ocupaciones estrechamente ligadas a la calle (como cartonear, pedir dinero en la vapblica, dedicarse a la venta ambulante)es un buen analizador para advertir prcticas activassobre el cuidado,que no implican la ausencia de controversias y situaciones paradojales. Porcierto, las decisiones que muchos adultos ponen en juego (sobre quines de la familia se invo-lucrarn en las actividades, en qu horarios y modos) permite matizar la visin popularizada dela callecomo mbitoper se no adecuado para los ms pequeos. A la vez son situaciones que nodejan de estar inscriptas en condiciones muy adversas (para los nios y los propios jefes y jefasde hogar) y que provocan preocupaciones vitales en otros adultos que estn cerca de los nios

    (como los abuelos, vecinos, educadores y militantes sociales)7

    .

    Junto con estas situaciones paradojales y de complicada resolucin, en determinadas circuns-tancias, criar y educar a las generaciones ms jvenes puede conducir a tomar decisiones queimplican iniciativas y procedimientos que van a contramano de algunas visiones generalizadas

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    sobre el bienestary la estabilidad emocional de los chicos, que se anclan en formas socialmentelegitimadas de transitar la vida. Por ejemplo, en algn momento de la trayectoria de muchosgrupos familiares surge la necesidad de distribuir a los nios (por el transcurso de un corto olargo plazo) en hogares distintos al familiar, sin quebrantar por ello los lazos que unen a losadultos con los hijos de sangre. Estas decisiones, que ponen en jaque la idea de que la crianzadebe desarrollarse en un mismo y nico hogar y a travs de figuras familiares fijas, involucran

    deliberaciones, sondeos previos y toda una ingeniera y planificacin que no siempre es reco-nocida por los espacios en donde transitan los nios (jardines maternales, escuela, centro desalud). En la vida diaria de muchos hogares, a la vez, constricciones en el espacio determinanuna serie de decisiones relativas a la distribucin de los nios por gnero y edad que quiebranlas presunciones generalizadas acerca del hacinamiento y la falta de organizacin familiar. Losejemplos pueden continuarse. Pero lo que nos interesa mostrar es cmo las prcticas familiaresdestinadas a la crianza y la educacin no se ajustan, como suele suponerse, a maneras naturalesy espontneas de intervenir en el desarrollo de los chicos y mucho menos a formas estticas depertenecer a una condicin o posicin de clase social.

    Continuemos entonces con el objetivo que nos propusimos y analicemos con mayor pro-fundidad la naturaleza social de las

    iniciativas domsticas, incorporan-do el reconocimiento de las fuen-tes (sociales) de produccin de lasprcticas familiares.

    La naturaleza abierta y socialde las iniciativas educativasfamiliares

    En el comienzo del artculo insis-timos en la necesidad de interro-garnos por la naturaleza de las ini-ciativas familiares en la educacininfantil. Ya hemos advertido de qumanera las decisiones y prcticasdomsticas -si bien toman comobase las condiciones de vida mate-riales- se forjan a partir de las res-puestas activas que, en referenciaa dichos condicionantes, realizanquienes estn cerca de los chicos.Pero a estas afirmaciones se le pue-den sumar nuevas preguntas: cu-les son las fuentes de produccin delas iniciativas familiares? Con qui-

    nes intercambian pareceres sobre lacrianza y la educacinlos adultos a cargo de los nios? Enqu circunstancias y modalidades tienen lugar los intercambios?

    Lejos de pensar las formulaciones de los padres y parientes de los chicos como hechos indi-viduales y privados, las decisiones sobre innumerables cuestiones (la salud, la escolaridadobligatoria, las amistades, los juegos) se producen al calor de mltiples interacciones sociales .Nos referimos a vinculaciones que renen a los padres, madres y familiares de los nioscon distintos actores y desde las cuales se articulan sentidos en torno a la educacin y el cuidado

    infantil.

    Para avanzar hacia un anlisis cabal en relacin a la crianza y la educacin infantil -que nosconduzca adems a advertir la condicin social y poltica que las mismas suponen- es necesarioabandonar algunas preconcepciones enraizadas acerca de la familia: puntualmente su visin

    Por Ma. Alejandra

    Sendn.

    Laura Santilln

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    como espacio circunscripto a la intimidad. En efecto, el proyecto de la modernidad (urbanay occidental) trajo consigo el afianzamiento de la representacin, que an pervive, de que lafamilia est restringida al mbito privado y mantiene una relacin de ajenidad, tanto con el po-der como con las injerencias correspondientes a lo pblico (el Estado, sus instituciones, orga-nizaciones articuladas con l). Esta representacin, como bien se ha sealado desde las teorascrticas y el feminismo, reforz una serie de distinciones polarizadas (Moore, 1999). En referencia

    a la educacin infantil, alent la separacin -y descalificacin mutua- entre saberes especiali-zados (la pediatra, la psicologa y la pedagoga) y los saberes legos (ligados a los lazos deproximidad, vecindad y de la familia) (Donzelot, 1999; Carli, 2002). Tambin reforz la idea deque las prcticas cotidianas que llevan adelante las familias tienen origen exclusivo en el senode su intimidad.

    Sin embargo, a lo largo de distintas regiones y coyunturas, las familias han demostrado su ca-rcter abierto y su imbricacin con procesos de intervencin social ms generales. Ya hemosmencionado cmo tempranamente en nuestro pas, hubo una voluntad poltica de convertirlosdesrdenes familiares en cuestin de Estado (Grassi, 1998). Sin dudas, estas referencias alusivasa nuestra propia historia van a contramano de los argumentos que insisten en pensar a la fa-milia como institucin escindida de

    un orden social mayor. Del mismomodo las decisiones cotidianas quelas familias toman sobre el cuidadoy la educacin de los hijos tampo-co se restringen a las fronteras de lavida ntima, sino que mucho tienenque ver con procesos ms ampliosdeproduccin social.

    Una serie de circunstancias -aso-ciadas a la trayectoria social, laocupacin, la sociabilidad-, otorgaa las personas vinculaciones e inte-racciones que amplan y/o retroali-mentan las perspectivas personalessobre la atencin y el cuidado delos nios. En sintona con lo queplanteamos en el apartado ante-rior, no debemos suponer que estasinteracciones se restringen lineal-mente a las experiencias ligadas ala clase, el gnero o la adscripcinsociocultural. Hombres y mujeres,

    a cargo de la crianza y la educacinde los nios, transitan, sea cual seasu pertenencia social, por diversifi-cados circuitos (laborales, polticos,religiosos, gremiales, ligados al esparcimiento) que dinamizan los procesos de apropiacin yreceptividad a los que estamos aludiendo.

    En los barrios en donde realizamos nuestras investigaciones, como sucede en muchos otroscontextos, las interacciones prximas motorizan buena parte de las iniciativas vinculadas conla educacin de los hijos (Santilln, 2011). Los padres intercambian pareceres (sobre la escuela,la salud, la posibilidad de que los hijos integren algn proyecto o espacio barrial) con otrosparientes y vecinos que toman como referencia. Estas interacciones incluyen tanto la circula-

    cin de informacin como una serie de prstamos concretos (medicamentos, materiales para laescuela, vestimenta). A la vez, sera desacertado restringir estas reciprocidades a las relacionesvecinales. De hecho, muchas de las decisiones y prcticas familiares sobre el cuidado de los chi-cos tienen como horizonte de sentido a la educacin formal. Esto no siempre es reconocido enlos escenarios escolares, pero, por cierto, numerosos dichos y prcticas de los tutores respecto

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    a la crianza tienen como sustrato los sentidos (reapropiados) que ha forjado la escuela comn alo largo del tiempo (Neufeld, 2000; Achilli, 2010; Cerletti, 2010). En efecto, entre las familias queentrevistamos, padres y parientes de los chicos, en distintos momentos de los intercambios quemantuvimos, verbalizaron formas de cumplimientos y deberes que ciertamente son afinesa ciertos planteos fuertemente legitimados en nuestras sociedades, y no as a las pautas tradi-cionales o propias que se les adjudica a las clases populares (Santilln, 2009).

    Resultara errneo, entonces, disociar las concepciones y prcticas domsticas sobre la crianzay el cuidado de los nios, de un acervo ms amplio de demandas y expectativas que circulan,con continuidades y tambin reactualizaciones, en los espacios formalizados de educacin ytambin fuera de ellos. En las familias, los adultos a cargo de la crianza se conectan con lasvaloraciones y nociones que se ponen en juego en mbitos muy heterogneos entre s y en loscuales se generan de continuo expectativas sobre cmo se debe educar a los hijos, estimularlos,demostrar afecto, organizar los tiempos de la comida, la colaboracin domstica y el esparci-miento.

    En coyunturas como las contemporneas, en donde las formas de intervencin estatal y so-cial8tienen como escenario privilegiado de actuacin el barrio, distintas organizaciones y

    referentes sociales son muy relevantes en la produccin de las definiciones y sentidos sobrela crianza y las responsabilidades y obligaciones parentales (Santilln, 2011). En los ba-rrios, los adultos a cargo de la crianza de los chicos, en vista de las actividades que les tocarealizar para su reproduccin cotidiana, entran en contacto con mltiples instituciones y ac-tores sociales: tcnicos y operadores de los programas estatales, referentes barriales, vecinos,voluntarios y militantes sociales. Ya sea de manera planificada o no, los intercambios quetienen lugar en los escenarios cotidianos se tornan muy significativos para deliberar variascuestiones ligadas al cuidado y la educacin de los hijos, entre ellas, a qu escuela enviarlos,cmo resolver problemas judiciales y ligados a la manutencin, la integracin de los nios eniniciativas barriales.

    Con estas reflexiones no estamos afirmando que los padres de los nios tomen linealmentelos argumentos y perspectivas que circulan a su alrededor. En las interacciones, como en todoproceso social, las personas hacen suyas las argumentaciones y los recursos, pero en ocasionesrecuperando slo algunos trminos o bien resignificando los sentidos con que fueron formu-lados. Tambin es posible que cotidianamente surjan rechazos o resistencias a las directivas yorientaciones de estos terceros. El hecho de que las relaciones informales jueguen un papelsignificativo en los conocimientos y las decisiones que los padres asumen respecto a la educa-cin y el cuidado de los hijos no debe hacernos suponer que estas interacciones estn fuera deestructuras y arenas de poder ms amplias. Las iniciativas y definiciones sobre la educacin ycrianza que se ponen en juego en mbitos cotidianos (familiares, barriales) responden muchasveces a lgicas muy diversas, por cuanto no se trata del encuentro de sentidos (sobre el cui-dado infantil) universales ni mecnicamente consensuados. Tampoco se trata necesariamente

    de un encuentro entre iguales.

    Una pregunta que se relaciona con este ltimo punto es con qu nocin de comunidad ope-ramos? Hay una tendencia social, escolar, acadmica de pensar a la comunidad (educativa,de origen de los chicos) como si se tratara, de algn modo, de una entidad abstracta, o espacioen el cual los valores se suponen compartidos y homogneos. Pero es claro que uno delos riesgos de pensar la comunidad slo ligada a los intereses compartidos, lo deseable,la continuidad, lo comn es opacar los conflictos, los intereses contrapuestos, as como lasasimetras que en buena medida son constitutivas de las relaciones sociales. Uno de los aportesde la teora social crtica ha sido, no slo resituar a las familias dentro de un orden social mayor,sino tambin cuestionar una concepcin en donde comunidad simboliza todo lo bueno y lodeseable, las formas caracterizadas por un alto grado de intimidad personal, profundidad emocio-

    nal, cohesin y continuidad en el tiempo (Neufeld, 2000). En tal caso, esto es algo a lo que se puedellegar a travs de procesos ms amplios que incluyan la accin colectiva, pero no puede asumirsecomo principio ni punto de partida.

    Reflexiones finales

    Laura Santilln

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    En este artculo nos propusimos indagar desde el anlisis antropolgico en la naturaleza delas prcticas familiares destinadas a la crianza y la educacin de los nios. Este inters se basen diversas inquietudes: por un lado confrontar con los planteos que sitan a las iniciativasdomsticas como hechos naturales, ajustados a decisiones personales. Desde estas posturasno se hace ms que enfatizar los planos individuales de responsabilidad, ubicando los debatessobre el cuidado infantilpor fuera de los procesos y las relaciones sociales que contextualizan y

    configuran a las prcticas que las personas ponen en juego. Junto con ello, nos ha interesadocuestionar la tendencia a exaltar el carcter privado de las iniciativas familiares y su vinculacincon pautas tradicionales o asociadas a una suerte de cultura de origen. Segn consideramos,el problema con estos planteos es que no solo se desvincula a las iniciativas domsticas deprocesos ms amplios ligados con la historicidad y las transformaciones en el tiempo, sino queen definitiva se las despolitiza, es decir, se las abstrae de su condicin inherentemente social yde disputa.

    El reconocimiento de las prcticas que a diario realizan las personas ms cercanas a la vida delos chicos nos ha permitido, antes que nada, reconocer el carcter eminentemente relacional,y tambin conflictivo, de las iniciativas vinculadas con la crianza y el cuidado de los nios. Lospadres y familiares producen sus prcticas ligadas al cuidado y la educacin partiendo de con-

    diciones sociales y econmicas objetivas, que se dinamizan en el trnsito e insercin por diver-sos espacios y, como vimos, en funcin de innumerables interacciones sociales que incluyen ala propia escuela. En las diversas circunstancias y contextos, las personas a cargo del cuidado delos chicos recuperan, se apropian y significan la experiencia transitada. Estas consideracionesestn muy lejos de suponernos sujetos fijos a los condicionamientos y a las valoraciones cultu-rales que son hegemnicas en un tiempo y contexto social. Ms que nada estas afirmacionesnos alertan respecto a planteos que soslayan las diferencias, los disensos y valores no com-partidos respecto a cmo se debe educar a los nios. Este planteo no contradice la intencinde aproximarnos a formas ms justas y atentas a las necesidades de las diversas experienciasinfantiles. Por el contrario, abogamos por la posibilidad de avanzar hacia debates amplios y co-lectivos, pero sensibles a la historicidad y complejidad de las prcticas que solemos naturalizar.

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    Las iniciativas educativas familiares bajo anlisis: notas sobre la dimensin social y poltica del cuidado infanti

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    Notas1 Para profundizar en torno a una reflexin crtica sobre el concepto de socializacinse puede consultar

    el trabajo de la antroploga mexicana Elsie Rockwell (1996).

    2 Nos referimos a la Ley Nacional de Educacin N 26.206, sancionada y promulgada en diciembre de

    2006.

    3 Si tomamos el caso particular de Latinoamrica, los hogares nucleares completos siguen siendo predo-

    minantes y las familias extensas (formadas por padres e hijos y otros parientes) y las compuestas (que

    incluyen la presencia de no parientes) mantienen su peso relativo. Sin embargo hay un crecimiento

    muy importante de los hogares unipersonales, tambin de las familias a cargo de un solo jefe de hogar

    (generalmente una mujer) y las llamadas familias ensambladas (Ariza y Oliveira, 2002).

    4 Entre estos factores se encuentra la progresiva incorporacin de las mujeres al mercado de trabajo que

    fue primero producto de procesos ms generales de modernizacin social y de ampliacin de las opor-

    tunidades ocupacionales de estas, a lo cual se sum la problemtica de la desocupacin de los jefes

    varones. Por otro lado, en nuestra regin, el alejamiento del hogar de algn miembro en bsqueda de

    mejores oportunidades de ingreso, promovi, en muchas familias, una reorganizacin en la distribu-

    cin de las tareas ligadas con la reproduccin cotidiana.

    5 Entre los cambios que incorpora la Ley 26.618, decreto 1054/2010, est la modificacin de los trminos

    hombre y mujer por contrayentes.

    6 Este dato de la sangre es muy sugestivo a tener en cuenta, ya que, en gran parte de la historia mo-

    derna de Europa -y por herencia de la colonizacin tambin de Amrica Latina-, la concepcin de la

    familia nuclear como la normaly la ms cercana a la naturaleza,gira en torno a la consanguineidad. Sinembargo, como bien lo seal el antroplogo David Schneider, a diferencia de lo que ocurre en nuestra

    sociedad, de tradicin cristiana, en otras sociedades la sangreno es ms espesa que el agua (Schneider,

    citado en Bestard, 1998).

    Laura Santilln

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    Propuesta Educativa, Ao 21 Nro 37, p. 17 a 27, Junio 2012

    7 En el caso de los educadores y militantes sociales que trabajan en los barrios populares, estas y otras

    prcticas de las familias suelen producir sentimientos encontrados. Bsicamente la controversia est

    dada en que, si bien lo que moviliza a muchas de las experiencias territoriales es la conviccin de com-

    penetrarse con las realidades de los sectores ms desfavorecidos, a la vez -y en virtud de los lineamien-

    tos de la Convencin Internacional sobre los Derechos de los Nios-, los maestros y militantes sociales

    consideran que resguardar a los chicos de algunos peligros es su deber y obligacin. En ese sentido una

    decisin consensuada es condenar, junto con otras acciones vistas como no adecuadas, las prcticas

    que vinculan a los ms pequeos con la calle, cuestin que no deja de generar una serie de tensiones a

    veces irresolubles con las familias de los nios.

    8 Nos referimos, entre otras, a intervenciones ligadas con la asistencia alimentaria, la insercin laboral, eldesarrollo de la economa social.

    Las iniciativas educativas familiares bajo anlisis: notas sobre la dimensin social y poltica del cuidado infanti

    ResumenEn cada coyuntura histrica, la educacin y el cui-dado de la infancia implican prcticas y actores de-terminados. Por cierto, la escuela se fue afirmandocomo uno de los espacios ms relevantes para la

    constitucin subjetiva y social de los nios. Asimis-mo, en las experiencias formativas infantiles haymbitos como el familiar que resultan ineludibles.Cotidianamente, parientes y adultos cercanos a loschicos, llevan adelante variadas acciones ligadascon la crianza, el cuidado y la educacin. De qunaturaleza son estas acciones? Cul es el motor desu produccin?En el siguiente artculo nos dedicaremos a docu-mentar la naturaleza cultural, social y poltica de lasiniciativas familiares en educacin. Es usual -a faltade un estatus formal certero- que las prcticas do-

    msticas queden asociadas a maneras naturales yespontneas de intervenir, restringidas adems a laprivacidad de la vida ntima y/o la cultura de origen.Sin embargo, como intentaremos demostrar, las fa-milias producen sus prcticas ligadas al cuidado y laeducacin, partiendo de condiciones sociales y eco-nmicas objetivas, que se dinamizan en el trnsito einsercin por diversos espacios. Tambin a partir demltiples interacciones sociales, que se inscriben ala vez en procesos ms amplios de produccin so-cial y colectiva.

    Palabras claveInfancia - Educacin familiar - Produccin social -Cuidado infantil

    Abstract

    At each historical juncture, education and childcare

    include certain practices and actors. In fact, school

    has affirmed itself as one of the most relevant spaces

    for subjective and social constitution of kids. Likewise,

    on the educational experiences in childhood there areplaces like family life that turn out inescapable. Every

    day, relatives and grown-ups close to children, carry

    on several actions related to upbringing, childcare and

    education. What is the nature of these actions? What is

    the motor of its production?

    On the following article we will devote ourselves to

    document cultural, social and political nature on the

    family initiatives on education. It is usual -in the lack of

    an accurate formal status- that the domestic practi-

    ces stay associated to natural and spontaneous ways

    to intervene, also restricted to intimate privacy and/or

    original culture.However, as we will try to demonstrate, families pro-

    duce their practices linked to childcare and education,

    starting off objective social and economical condi-

    tions, that invigorate in transit and insertion by diffe-

    rent spaces. Also from multiple social interactions, that

    are held simultaneously in broader processes of social

    and collective production.

    Key words

    Childhood - Family education - Social production -

    Childcare