las ansias de poder de ricardo iii como pretexto para ser amado

5
Las ansias de Poder de Ricardo III como pretexto para ser amado Oscar David González B. There is no creature loves me And if I die no soul shall pity me. Ricardo III; Acto V; escena III. I Se dice que toda tragedia shaskespereana deja entrever, como centro del drama, un conflicto de Poder. Obras como Macbeth, Antonio y Cleopatra, Ricardo III, Hamlet, Rey Lear, tienen como tema central un conflicto de Poder. Macbeth ocupa el trono de Inglaterra influenciado por el oráculo de unas brujas; Hamlet lleva a cabo su venganza porque su tío Claudio usurpó el lugar de su padre, lo que en cierto modo también era su lugar; las hijas del Rey Lear se aprovechan de su debilidad senil para desterrarlo del reino y así ellas tomar por vía del engaño, de la ingratitud, lo que por derecho les pertenecía; y Ricardo III que mediante la intriga, la cizaña y el asesinato, toma el Poder del trono real para hacerse amar. Aquí, en esta última tragedia (algunos críticos la catalogan de sátira), que fue la primera en realizar Shaskespeare a imitación de Marlowe, surge como centro del drama un conflicto de Poder del que Shaskespeare aún no tenía un total dominio como dramaturgo trágico. Con dominio o no, Shakespeare logra imprimir una motivación (leit motiv) importante que moverá toda la acción de la obra. En Ricardo III, esta motivación no es sólo la ambición de poder, sino las ansias de ser amado a través de las vías del Poder. El poder, es decir, la ambición, sería para Ricardo III una justificación, un pretexto para hacerse amar. Sabemos, por confesión propia de Ricardo III, que él no es un personaje apuesto, delicado, agraciado y bello para los ojos de los Otros. Sobre sus hombros yace el peso de toda su deformidad física, su rostro es feo, todo su cuerpo no revela más que monstruosidad. Aquí Shaskespeare parece jugar con un carácter, con un tipo que representara no sólo la maldad humana, sino también la crueldad, la vileza, el odio. Un hombre malo no podía ser representado por un personaje bello, sino que la maldad tenía que ser constitutiva del alma, y ésta tenía que estar contenida en la propia fealdad del cuerpo. Así, una de la excusa que nos da Shaskespeare es que Ricardo III es malo porque es feo. Es esta fealdad corporal la que hace que Ricardo se sienta despreciado, desplazado y odiado por los otros. Y en nombre de su fealdad, del desprecio de los Otros, él decide, impulsado por el odio, ambicionar el poder no sólo para vengarse de quienes lo desprecian, sino de obligarlos a que le rindan pleitesía, a que lo admiren y lo amen por el poder que ostentará, por lo que será: un rey. Detrás del Poder está la venganza y también la redención, la única posibilidad de elegir a alguien a quien amar. Recordemos que un rey es el hombre que está más cerca de Dios, de la divinidad; es el que tiene el Poder de elegir, sentenciar, condenar, perdonar, en fin, el rey es la encarnación viva de la Justicia. Ricardo III ni siquiera llega a encarnar de un modo completo, toda la majestad real de ser Rey, de esta justicia; pues carece de nobleza suficiente para sustentar toda la investidura real. La ausencia del amor

Upload: lorena-akino

Post on 06-Dec-2015

215 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Análisis de Ricardo III - Shakespeare

TRANSCRIPT

Page 1: Las Ansias de Poder de Ricardo III Como Pretexto Para Ser Amado

Las ansias de Poder de Ricardo III como pretexto para ser amado 

Oscar David González B.

There is no creature loves meAnd if I die no soul shall pity me.

Ricardo III; Acto V; escena III.

I

Se dice que toda tragedia shaskespereana deja entrever, como centro del drama, un conflicto de Poder. Obras como Macbeth, Antonio y Cleopatra, Ricardo III, Hamlet, Rey Lear, tienen como tema central un

conflicto de Poder. Macbeth ocupa el trono de Inglaterra influenciado por el oráculo de unas brujas; Hamlet lleva a cabo su venganza porque su tío Claudio usurpó el lugar de su padre, lo que en cierto modo también era su lugar; las hijas del Rey Lear se aprovechan de su debilidad senil para desterrarlo del reino y así ellas tomar por vía del engaño, de la ingratitud, lo que por derecho les pertenecía; y Ricardo III que mediante la

intriga, la cizaña y el asesinato, toma el Poder del trono real para hacerse amar.

Aquí, en esta última tragedia (algunos críticos la catalogan de sátira), que fue la primera en realizar Shaskespeare a imitación de Marlowe, surge como centro del drama un conflicto de Poder del que Shaskespeare aún no tenía un total dominio como dramaturgo trágico. Con dominio o no, Shakespeare logra imprimir una motivación (leit motiv) importante que moverá toda la acción de la obra. En Ricardo III, esta motivación no es sólo la ambición de poder, sino las ansias de ser amado a través de las vías del Poder. El poder, es decir, la ambición, sería para Ricardo III una justificación, un pretexto para hacerse amar. Sabemos, por confesión propia de Ricardo III, que él no es un personaje apuesto, delicado, agraciado y bello para los ojos de los Otros. Sobre sus hombros yace el peso de toda su deformidad física, su rostro es feo, todo su cuerpo no revela más que monstruosidad. Aquí Shaskespeare parece jugar con un carácter, con un tipo que representara no sólo la maldad humana, sino también la crueldad, la vileza, el odio. Un hombre malo no podía ser representado por un personaje bello, sino que la maldad tenía que ser constitutiva del alma, y ésta tenía que estar contenida en la propia fealdad del cuerpo. Así, una de la excusa que nos da Shaskespeare es que Ricardo III es malo porque es feo. Es esta fealdad corporal la que hace que Ricardo se sienta despreciado, desplazado y odiado por los otros. Y en nombre de su fealdad, del desprecio de los Otros, él decide, impulsado por el odio, ambicionar el poder no sólo para vengarse de quienes lo desprecian, sino de obligarlos a que le rindan pleitesía, a que lo admiren y lo amen por el poder que ostentará, por lo que será: un rey. Detrás del Poder está la venganza y también la redención, la única posibilidad de elegir a alguien a quien amar. Recordemos que un rey es el hombre que está más cerca de Dios, de la divinidad; es el que tiene el Poder de elegir, sentenciar, condenar, perdonar, en fin, el rey es la encarnación viva de la Justicia. Ricardo III ni siquiera llega a encarnar de un modo completo, toda la majestad real de ser Rey, de esta justicia; pues carece de nobleza suficiente para sustentar toda la investidura real. La ausencia del amor es la falta de esta nobleza. En lugar del amor está el odio y en el de la nobleza, la maldad.

II

Page 2: Las Ansias de Poder de Ricardo III Como Pretexto Para Ser Amado

Why, I, in this weak pipin time of peace,Have o delight to pass away the time,Unless to spy my shadow in the sunAnd descant on mine own deformity:And therefore, since I cannot prove a lover,To entertain these fair well-spoken das,I am determined to prove villainAnd hate the idle pleasures of theses days.Plots have I laid, inductions dangerous, By drunken prophecies, libels and dreams,To set my brother Clarence and the kingIn deadly hate the one against the other...  [1]

Imaginamos que la soledad de Ricardo III es lo más terrible que hay en su ser. La animalidad de Ricardo III, su bestialidad, es la expresión de esa soledad. Él mismo reconoce que carece de la hipocresía que hay en los tratos corteses, que su persona y su hablar es tosco, vulgar, que no tiene el carisma ni la simpatía para halagar a los otros. Ricardo, parece desconocer las “etiquetas” sociales. Así, lo sorprendemos en el funeral del rey Eduardo cortejando a su cuñada, la reina Ana, a quien hará primero su concubina y luego su esposa en el momento que él decide coronarse. Observamos aquí una conducta bárbara, semejante a la de un animal en celos que ha suprimido a otro por el dominio de la hembra. Quizás, sea esta soledad “el abismo insondable” de la Nada que se vislumbra en el momento en que Ricardo ha alcanzado el Poder. Él ha ostentado la majestad del Poder, pero su poder está vacío, pues es un rey que está solo, que reina solo sobre el árido desierto que ha creado su odio, y que morirá solo en el campo de batalla. En la tercera escena del acto quinto, cuando Ricardo presiente que va a morir, exclama lo siguiente:

There is no creature loves meAnd if I die no soul shall pity me.Nay, wherefore should they, since that I myselfFind in myself no pity to myself?[2]

No existe quien me quieraNi alma alguna llorará mi muertePero ¿por qué llorar? ¿Hallo yo mismoCompasión en mí mismo de mí mismo?

No sólo sentimos la soledad de Ricardo quien ha quedado solo en el campo de batalla, sino que en esa soledad encubre también su falta de piedad para sí mismo. Ricardo ha caído del caballo que montaba, se bate desesperadamente a pie mientras pide a grito: “Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo (A horse! a horse! my kingdom for a horse!)”. Estas son las últimas palabras que se le oyen decir a Ricardo antes de desaparecer tras la escena batiéndose con Richmond. A su grito es la nada, su propia soledad, quien le responde, la soledad que siente el hombre ante la presencia de la muerte. El desesperado grito de Ricardo se asemeja al de alguien que pide piedad, pero nadie lo escucha ya, nadie llorará su muerte ni nadie tendrá un grato recuerdo de él. Y en el más allá sólo lo esperan los espectros que en la noche anterior ante la batalla perturbaban sus sueños y su conciencia. La caída del caballo -anunciada por Catesby- nos da a entender que es el momento en que a Ricardo lo abandona su fogosidad animal, su bestialidad, su odio de fiera herida. ¿Un caballo para huir, o para morir sobre su cabalgadura? ¿O un caballo para recobrar sus fuerzas y su animalidad? La animalidad que ha acompañado el carácter de Ricardo estará presente aún cuando Richmond declara su victoria: “The day is ours; the bloody dog is dead. (El día nos ha sido propicio. ¡El sanguinario lobo ha muerto!)”.

Page 3: Las Ansias de Poder de Ricardo III Como Pretexto Para Ser Amado

III

Nos preguntamos ahora por la animalidad de Ricardo ¿Acaso no había actuado él como un animal depredador? ¿Un animal que mostraba sus colmillos, como el jabalí, que actuaba como un perro en busca de amo, que mordía como un lobo y se arrastraba como una serpiente? Animalidad, bestialidad, monstruosidad son los epítetos que acompañan a Ricardo, un ser sin humanidad. Ya hemos visto que su deformidad no es sólo parte de esa falta de humanidad, sino que también revelaba su incapacidad de dar y sentir amor humano. Hay un instante en el que sentimos que Ricardo parece ser capaz de amor, en que su fiereza animal se apacigua al pretender la mano de la hija de su hermano y sobrina, la princesa Elizabeth, un personaje que no llega aparecer en escena, sólo su nombre en las bocas de su homónima reina madre, de Ricardo y de Richmond. Ricardo, una vez hecho rey, y después de haber matada a su esposa, la reina Ana, negocia con la reina Elizabeth el amor de su sobrina. Ricardo le ruega a ésta que persuada a su hija para que le corresponda no tan sólo por el poder que el ostenta, sino por amor.

En cuarta escena del acto cuarto, Ricardo le llega a decir a la reina Elizabeth:

Then know, that from my soul I lovesthy daughter.

Debes saber, que desde mi almaAmo a vuestra hija.

Sigue el diálogo con un juego de palabras en el que la reina Elizabeth parece mofarse de las pretensiones de Ricardo, hasta que éste le dice:

I meant that with my soul I love thy daughter,And do intend to make her Queen of England

Mi alma siente que ama a vuestra hijaY pretendo convertirla en Reina de Inglaterra.

¿Son verdaderos los ruegos de amor de Ricardo? La reina Elizabeth no hace más que mofarse de Ricardo, juega con la ingenuidad aparente de éste; pero hay algo que la mueve a creer que las pretensiones de Ricardo sobre su hija son “verdaderas”. Este algo no es más que el Poder. El poder que no sólo le está ofreciendo a la hija de Elizabeth de convertirla en reina, sino a ella misma. Ricardo pide consejos a Elizabeth, que interfiera por él ante su hija; y ésta le aconseja que sólo matando a los asesinos de sus hijos, de su hermano Rivers, de los matadores de Eduardo y Clarence, y de la reina Ana, su hija lo aceptaría como esposo. Ricardo, como consternado, le advierte que ese no es el método para ganar el amor de su hija; pero termina diciendo:

Say that I did all this for loves of her Y sí le digo que hice todo esto por amor a ella.

A lo le responde la reina Elizabeth:

Page 4: Las Ansias de Poder de Ricardo III Como Pretexto Para Ser Amado

Nay, then indeed she cannot choose but hate thee,Having bought love with such a bloody spoil.  [3]

Pues, en verdad ella no tendría otra elección (…)

Pagando con amor la sangre de muchas víctimas

Ricardo parece luego retractarse de sus crímenes y comienza a justificar sus acciones como necesarias para poder ganar el amor de la princesa Elizabeth. Es en este preciso momento en que Ricardo trata de persuadir a Elizabeth, notamos un atisbo de su debilidad en su naturaleza animal. Aquí parece haber un asomo de humanidad en Ricardo. Observamos que Ricardo es tonto antes las mofas de Elizabeth. Y es en esta confesión de amor en que Ricardo comete su único error (hamartema); pues se ha confiado ciegamente en el Poder alcanzado. Lo uno, ostensiblemente traerá lo otro, es decir, el poder traerá el amor que habrá de tener. Y aunque sabemos Ricardo III es un hombre de acción, aquí lo sentimos titubear ante la más mínima posibilidad de una realización del amor. Aparentemente deja de ser el animal que ha sido y ha mostrado un rostro humano en el que parece asomar el capricho de un niño ansioso de mimos. Esto nos hace decir que la tragedia de Ricardo tercero está en la tensión que hay entre el poder-soledad y amor-odio. Esta tensión es la que impulsa a Ricardo a cometer sus sanguinarios crímenes, ya cuando él cree que nadie más se interpone entre la Corona y él, y la tensión entre el poder-soledad y amor-odio se relaja, comete sus más grave error al pretender la mano de su sobrina ante la madre de esta, Elizabeth. La tensión se relaja porque una vez conseguido el Poder, Ricardo III se confía y se entrega con asombrosa ingenuidad lo que parece ser más que una ensoñación amorosa, una posibilidad real de amar.

Sabemos que la ambición de Ricardo por el Poder no obedece más que a las ansias de ser amado. Ostentando el Poder, Ricardo podía elegir a quien quisiese por esposa, por concubina, porque el poder no sólo correspondería a la majestad de su persona –ya impura de tantos crímenes; sino que su fealdad tendría que ser compensada con la belleza y pureza de una virgen como la princesa Elizabeth. Pero hay que recordar que Ricardo III es una suerte de Edipo defectuoso, que él es un hijo negado y aborrecido por su propia madre. Este aborrecimiento es una negación del propio amor espiritual del que nunca tuvo Ricardo. Ya hemos dicho que Ricardo está incapacitado para amar y dicha incapacidad la reflejaba en su propia bestialidad corporal. Ricardo no fue abandonado a las fieras salvajes como Edipo, sino que él era la fiera y la bestia. El matador de sus hermanos y sobrinos, el usurpador del lecho de Eduardo y el trono. Pero también, el chivo expiatorio que limpiará con su muerte, a mano del duque de Richmond, los crímenes cometidos por su estirpe. Por eso la conquista del amor no puede ser posible, pues él es el último representante de una casta de parricidas y fraticidas -una casta que negó el amor filial por poder-, y con él debe perecer toda una sucesión real que se sostuvo en el reino a través del asesinato, del caos y el terror.

[1] La traducción en prosa dice: “Mi único placer en esta época de paz muelle es el de espiar mi sombra al y comentar mi propia inutilidad. Así, pues, ya que no puedo divertir como amante a las damas de dulce lenguaje, estoy decidido a portarme como un villano y a odiar los placeres frívolos de estos tiempos. He resuelto crea un odio mortal entre mi hermano Clarence y el rey, valiéndome de complots, de insinuaciones temibles, profecías de hombre ebrio, libelos, mentiras”.

[2] La traducción en español no nos ayuda mucho, Shaskespeare hace un juego de palabras ambiguo con la palabra pity (piedad, compasión) y myself (para el último verso). Una traducción literal del segundo verso nos obligaría a hacer la siguiente interpretación: Y sí muero mí no alma tendrá piedad de mi. Recordemos la univocidad que un tiempo hubo en nuestra lengua entre el yo y el mi -antes que esta última partícula se convirtiera en un pronombre posesivo y dejara de referir a la persona en particular-, es la que aún permanece entre I & me en el inglés actual, donde me puede ocupar el lugar de yo.

[3] La traducción en castellano dice así: “!Tú serías el elegido, tú, que pagarías su amor con la sangre de muchas víctimas!”. He preferido hacer una traducción literal para mantener así el sentido originario de los versos y mantener de ese modo cierta fidelidad al texto shaskespereano.