la teoria del caos

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LA TEORIA DEL CAOS Pablo Cazau Publicado el: 2002-10-09 La teoría de las estructuras disipativas, conocida también como teoría del caos, tiene como principal representante al químico belga Ilya Prigogine, y plantea que el mundo no sigue estrictamente el modelo del reloj, previsible y determinado, sino que tiene aspectos caóticos. El observador no es quien crea la inestabilidad o la imprevisibilidad con su ignorancia: ellas existen de por sí, y un ejemplo típico el clima. Los procesos de la realidad dependen de un enorme conjunto de circunstancias inciertas, que determinan por ejemplo que cualquier pequeña variación en un punto del planeta, genere en los próximos días o semanas un efecto considerable en el otro extremo de la tierra. La idea de caos en la psicología y en el lenguaje. 1. Efecto mariposa y caos matemático.- Empezaremos con la parte anecdótica de la teoría del caos, el famoso "efecto mariposa" Es decir, comenzaremos a investigar el iceberg a partir de su punta visible que, como sabemos, es apenas una mínima fracción del total. En principio, las relaciones entre causas y efectos pueden examinarse desde dos puntos de vista: cualitativo y cuantitativo. Desde la primera perspectiva, las relaciones causa-efecto pueden ser concebidas de varias maneras: a) como vínculos unidireccionales: A causa B, B causa C, etc., pero los efectos resultantes no vuelven a ejercer influencia sobre sus causas originales; b) como eventos independientes: según esta concepción, no habría ni causas ni efectos: cada acontecimiento ocurriría al azar e independientemente de los otros; c) como vínculos circulares: A causa B, y B a su vez causa A, es decir, el efecto influye a su vez sobre la causa, como resultado de

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Pablo Cazau

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LA TEORIA DEL CAOSPablo Cazau

Publicado el: 2002-10-09

La teoría de las estructuras disipativas, conocida también como teoría del caos,

tiene como principal representante al químico belga Ilya Prigogine, y plantea

que el mundo no sigue estrictamente el modelo del reloj, previsible y

determinado, sino que tiene aspectos caóticos. El observador no es quien crea

la inestabilidad o la imprevisibilidad con su ignorancia: ellas existen de por sí, y

un ejemplo típico el clima. Los procesos de la realidad dependen de un enorme

conjunto de circunstancias inciertas, que determinan por ejemplo que cualquier

pequeña variación en un punto del planeta, genere en los próximos días o

semanas un efecto considerable en el otro extremo de la tierra. La idea de caos

en la psicología y en el lenguaje.

1. Efecto mariposa y caos matemático.- Empezaremos con la parte anecdótica

de la teoría del caos, el famoso "efecto mariposa" Es decir, comenzaremos a

investigar el iceberg a partir de su punta visible que, como sabemos, es apenas

una mínima fracción del total.

En principio, las relaciones entre causas y efectos pueden examinarse desde

dos puntos de vista: cualitativo y cuantitativo. Desde la primera perspectiva, las

relaciones causa-efecto pueden ser concebidas de varias maneras: a) como

vínculos unidireccionales: A causa B, B causa C, etc., pero los efectos

resultantes no vuelven a ejercer influencia sobre sus causas originales; b)

como eventos independientes: según esta concepción, no habría ni causas ni

efectos: cada acontecimiento ocurriría al azar e independientemente de los

otros; c) como vínculos circulares: A causa B, y B a su vez causa A, es decir, el

efecto influye a su vez sobre la causa, como resultado de los cual ambos

acontecimientos son a la vez causas y efectos. Se trata de los llamados

circuitos de retroalimentación, que pueden ser negativos o positivos.

La teoría del caos, en la medida en que considera que existen procesos

aleatorios, adopta la postura (b), pero en la medida en que dice que ciertos

otros procesos no son caóticos sino ordenados, sostiene que sí, que existen

vínculos causales. Los vínculos causales que más desarrollará son los circuitos

de retroalimentación positiva, es decir, aquellos donde se verifica una

amplificación de las desviaciones: por ejemplo, una pequeña causa inicial,

mediante un proceso amplificador, podrá generar un efecto considerablemente

grande. No nos alarmemos. Esto lo iremos aclarando poco a poco.

Desde el punto de vista cuantitativo, las relaciones entre causa y efecto pueden

ser categorizadas de diferente manera. Examinemos una de ellas, lo que nos

servirá como puerta de entrada para ingresar en la teoría del caos.

2. Causa-efecto: relaciones cuantitativas.- Si examinamos las posibles

relaciones cuantitativas que pueden existir entre causas y efectos, las

alternativas podrían ser las siguientes:

1) Causas y efectos son razonablemente proporcionales: pequeñas causas

producen pequeños efectos, y grandes causas grandes efectos (como cuando

decimos que, dentro de cierto espectro de variabilidad, cuanto mayor es la

frustración mayor será la respuesta agresiva, siendo ambas variaciones

razonablemente proporcionales); 2) Una causa pequeña produce un gran

efecto (como cuando un comentario intrascendente desata una crisis psicótica);

3) Una causa grande produce un pequeño efecto (como cuando una

interpretación nuclear que apunte directamente al conflicto patógeno infantil,

genera una respuesta indiferente en el paciente).

Los seres humanos tendemos inevitablemente a creer en alguno de estos

supuestos en la vida cotidiana, y por motivos muy diversos. Detrás de toda

creencia hay un deseo, que es quien le da su intensidad, su persistencia, su

razón de ser. Así, la creencia en una desproporción causa-efecto del caso 2

oculta un deseo de poder: la ilusión de que con muy poco se puede lograr

mucho. Está en la base de muchas supersticiones (la posesión de un simple

amuleto garantiza nada menos que felicidad). De modo parecido, la creencia

en una proporcionalidad razonable entre causa y efecto del caso 1 podría

protegernos de la incertidumbre: sabemos seguro que después de la causa

vendrá un efecto esperado y controlable, y no hay lugar para sorpresas

desagradables. Así también, la creencia en una desproporción como la del

caso 3 puede esconder la ilusión de aliviar culpas propias: si me esfuerzo

mucho por ayudar a quien hice daño -causa grande-, lograré tranquilizarme

sólo un poco -efecto pequeño- (aunque no mucho, porque ?debo? sufrir por el

daño hecho).

Examinemos algunos ejemplos donde causas pequeñas producen grandes

efectos, que es uno de los campos fértiles donde han germinado la teoría del

caos y su efecto mariposa. Este listado de ejemplos no pretende ser exhaustivo

sino representativo, y varios de estos ejemplos responden en realidad a los

mismos mecanismos.

3. Causas pequeñas, grandes efectos.- El sentido común prescribe una cierta

proporción entre la causa y el efecto: una fuerza pequeña produce un

movimiento pequeño, y una fuerza grande, un gran desplazamiento. El

psicoanálisis invoca la misma idea para justificar la idea de que una terapia

breve produce pequeños cambios, y de que un tratamiento prolongado genera

cambios más importantes.

Sin embargo, ciertas experiencias cotidianas y determinados planteos

científicos nos obligan a considerar la posibilidad de algunas excepciones de

aquellas impresiones subjetivas que habitan nuestra mente de físicos o

psicólogos aficionados, tan acostumbrada a transitar la siempre útil, pero

también la siempre peligrosa navaja de Occam, que todo lo simplifica.

Examinemos entonces algunos ejemplos de desproporción cuantitativa -

aparente o no- entre causas y efectos:

a) Efecto palanca: más allá de la metáfora, si uno tiene alguna palanca puede

conseguir muchas cosas: "dadme una palanca y moveré el mundo", había

dicho el griego. Un simple movimiento de palanca es una causa pequeña, pero

puede producir grandes efectos. Las palancas, así como las poleas o las

prensas hidráulicas, son dispositivos capaces de multiplicar varias veces un

efecto, con el consiguiente ahorro de esfuerzo muscular.

b) Efecto gota de agua: Si agregamos una simple gota de agua al líquido

contenido en un recipiente, este se derrama produciendo un efecto catastrófico

sobre nuestro zapatos. Una gota más que agreguemos en la tortura china de la

gota de agua que horada la piedra, producirá la insanía de quien la recibe. Una

simple interpretación más, como al pasar, puede producir en el paciente un

notable efecto de insight, en comparación con la aparente nimiedad de lo

interpretado. Desde una lógica dialéctica, el efecto gota de agua es el producto

de una acumulación cuantitativa que desemboca en un salto cualitativo.

c) Efecto interacción experimental: Descripto en algunos diseños

experimentales, donde la acción conjunta de dos variables, lejos de producir un

simple efecto sumativo, pueden generar un efecto inesperadamente mayor (o

menor). Pequeñas cantidades de alcohol y de droga, combinadas entre sí,

pueden producir un efecto desmesurado: el coma o la muerte (a).

d) Los fenómenos de cismogénesis descriptos por Gregory Bateson, y las

escaladas simétricas o las "escapadas" mencionadas por Paul Watzlawick (b),

todos fenómenos interpretables en términos de mecanismos de

retroalimentación positiva. Un ejemplo es la escalada bélica, donde el país A se

arma en previsión de un ataque del país B. El país B advierte esto y a su vez

aumenta su armamento, con lo que el país A vuelve a aumentar su arsenal y

así sucesivamente, creciendo cada vez más la situación en forma

descontrolada. Esto revela que una pequeña causa (el país A que comenzó

comprando tres tanques más) genera una situación internacional que bordea la

catástrofe.

e) Von Bertalanffy, el mentor de la Teoría General de los Sistemas, describe la

existencia de mecanismos amplificadores donde pequeñas causas generan

grandes efectos (73, 223). Al respecto, cita un distinción entre causalidad de

"conservación", donde hay una proporcionalidad razonable entre las

intensidades de la causa y el efecto, y la causalidad de "instigación", donde la

causa actúa como instigadora o disparadora, es decir, un cambio

energéticamente insignificante provoca un cambio considerable en el sistema

total.

f) Series complementarias: Hemos ya citado un ejemplo donde un factor

desencadenante pequeño puede desatar clínicamente una psicosis o una

neurosis, o puede sumir a una persona en una profunda crisis. La razón, según

el psicoanálisis, debemos buscarla en el peso relativo que tiene cada elemento

de la constelación de los factores que constituye la serie: si el factor

constitucional y el factor disposicional (experiencias infantiles) son altamente

propicios para configurar un cuadro neurótico, basta un muy pequeño factor

desencadenante para que la sintomatología aparezca.

g) La conversión masa-energía: Según lo prescribe el principio de equivalencia

masas-energía de Einstein, una pequeñísima porción de masa, bajo ciertas

condiciones puede liberar enormes cantidades de energía. Ya en la física pre-

einsteniana también se hablaba se cosas parecidas, en el contexto del

concepto de energía potencial: una pequeña causa (soltar una piedrita a 3000

metros de altura), produce un efecto desastroso sobre la cabeza del que está

abajo, considerando que la aceleración aumenta según la ley de la gravitación

y sin considerar los efectos de rozamiento del aire.

h) Efecto mariposa.- Tal como fuera descripto originalmente en la meteorología,

suele expresarse en frases del siguiente tipo: "El aleteo de una mariposa que

vuela en la China puede producir un mes después un huracán en Texas" (¿tal

vez una metáfora de la expansión económica japonesa en detrimento del

capitalismo occidental?). Otros ejemplos podrían ser el efecto que produce en

el mercado bursátil mundial el simple resfrío de un presidente, y también

Einstein dijo lo suyo, aunque fue más romántico: "Hasta la más pequeña gota

de rocío caída del pétalo de una rosa al suelo, repercute en la estrella más

lejana". 

Tales categorías de fenómenos tiene tres aspectos susceptibles de ser

analizados separadamente: a) por un lado alude a una situación donde

pequeñas causas generan grandes efectos, b) por otro lado alude a una

situación que no podemos predecir: sabemos que el efecto puede ser muy

grande, pero no podemos saber en que consistirá, ni muchas veces cuándo,

dónde o cómo ocurrirá; y c) en tercer lugar alude a una situación de descontrol:

muchas veces no podemos ejercer un control de la influencia de la causa sobre

el efecto. Más concretamente, no sólo no podemos evitar que una mariposa

aletee en la China, sino, y lo que es peor, no podemos avitar que, de aletear,

se produzca un huracán en Texas. La imposibilidad de ejercer este control está

relacionada con la imposibilidad de predecirlo, aunque no necesariamente:

podemos predecir un eclipse, pero no podemos controlar su ocurrencia o no

ocurrencia.

Recorreremos ahora los antecedentes de la teoría del caos y su relación con la

matemática.

4. Poincaré: un precursor.- Ya en 1908, el matemático francés Henri Poincaré

(1854-1912) había ensayado con sistemas matemáticos no lineales, habiendo

llegado a ciertas conclusiones que, andando el tiempo, habrían que ser un

importante antecedente histórico y conceptual de la teoría del caos.

Poincaré partió del esquema laplaceano según el cual, si conocemos con

exactitud las condiciones iniciales del universo, y si conocemos con exactitud

las leyes naturales que rigen su evolución, podemos prever exactamente la

situación del universo en cualquier instante de tiempo subsiguiente. Hasta aquí,

todo bien, pero ocurre que nunca podemos conocer con exactitud la situación

inicial del universo, y siempre estaríamos cometiendo un error al establecerla.

En otras palabras, la situación inicial del universo sólo podemos conocerla con

cierta aproximación. Aún suponiendo que pudiéramos conocer con exactitud

las leyes que rigen su evolución, nuestra predicción de cualquier estado

subsiguiente también sería aproximada. Hasta aquí tampoco habría problema y

podríamos seguir manteniendo el esquema determinista ya que lo aproximado

de nuestras predicciones no serían adjudicables a un caos en la realidad sino a

una limitación en nuestros conocimientos acerca de las condiciones iniciales.

Efectivamente, los deterministas alegan que no es que los acontecimientos

sean imprevisibles, sino que simplemente aún no hemos descubierto las leyes

que permitan preverlos. Dicho sea de paso, a esto se opondrá Prigogine (c): el

caos es imprevisible por naturaleza, puesto que para preverlo sería necesaria

una cantidad infinita de información.

Sin embargo, Poincaré jugará con una hipótesis que le sugirieron ciertos

sistemas matemáticos especiales: dirá que un pequeño error en las

condiciones iniciales, en vez de provocar también un pequeño error en las

últimas, provocaría un error enorme en éstas, con lo cual el fenómeno se

vuelve impredecible y entonces lo adjudicamos al azar. Desde ya, este efecto

multiplicativo del error no es debido a nuestra ignorancia o a nuestro limitado

conocimiento de lo real, sino a la misma configuración de la realidad, que

admite ese tipo de evoluciones erráticas. En una mesa de billar con forma

cuadrada, podemos predecir la trayectoria de una bola arrojada contra una

banda, pero...lo mismo no ocurre así si la mesa tiene forma de estadio. En este

caso, la trayectoria se torna impredecible.

5. Lorenz: la perplejidad de una meteorólogo.- El efecto descripto por Poincaré

se reactualiza en la década del ?60, por obra y gracia del meteorólogo y

matemático norteamericano Edward Lorenz. Su perplejidad tenía mucho que

ver con la imposibilidad de pronosticar fenómenos climáticos más allá de un

cierto número de días, y no era para menos, toda vez que lo que uno espera de

un meteorólogo son, precisamente, predicciones acertadas. A comienzos de la

década del ?60, Lorenz se puso a elaborar un modelo matemático para

predecir fenómenos atmosféricos, y por casualidad descubrió que la misma

herramienta matemática que utilizaba estaba fallando: pequeños cambios en

las condiciones iniciales producian diferencias asombrosas (léase inesperadas,

impredecibles) en el resultado, con lo cual las predicciones meteorológicas a

mediano o largo plazo resultaban imposibles. La tradicional certeza de la

matemática no podía compensar la tradicional incertidumbre de la

meteorología, ya que el virus de la incertidumbre había invadido el mismísimo

cuerpo de la madre de las ciencias exactas.

Si la misma matemática permite que de pequeños cambios iniciales se

produzcan al final grandes cambios, entonces toda otra ciencia que, como la

meteorología, intente fundarse en la matemática, habrá de pronosticar grandes

catástrofes a partir de pequeñas alteraciones ambientales. Fue así que nace

el ?efecto mariposa?, que habla de pequeños cambios (el aleteo de una

mariposa en Pekín) con grandes consecuencias (un huracán en Arizona).

6. El caos invade otras ciencias.- La obra de Lorenz estimuló nuevas

investigaciones sobre la cuestión, y dio lugar finalmente a la creación de un

nuevo campo matemático: la teoría del caos, cuyo ejemplo más manoseado es

el que relaciona invariablemente insectos lepidópteros con países orientales y

occidentales.

Si un fenómeno como el descripto no puede predecirse, ello puede deberse en

principio y como mínimo a una de tres razones: a) la realidad es puro azar, y no

hay leyes que permitan ordenar los acontecimientos. En consecuencia:

resignación. b) la realidad está totalmente gobernada por leyes causales, y si

no podemos predecir acontecimientos es simplemente porque aún no

conocemos esas leyes. En consecuencia: tiempo, paciencia e ingenio para

descubrirlas. c) En la realidad hay desórdenes e inestabilidades momentáneas,

pero todo retorna luego a su cauce determinista. Los sistemas son predecibles,

pero de repente, sin que nadie sepa muy bien porqué, empiezan a

desordenarse y caotizarse (periodo donde se tornarían imposibles las

predicciones), pudiendo luego retornar a una nueva estabilidad. En

consecuencia: empezar a investigar porqué ocurren estas inestabilidades,

porqué el orden puede llevar al caos y el caos al orden y, eventualmente, si

pueden crearse modelos para determinar, un poco paradójicamente, si dentro

del mismo caos hay también un orden. La tercera solución fue la elegida por

quienes desde entonces en más concentraron sus neuronas en la teoría del

caos, y ello en las más diversas disciplinas científicas. 

Estas investigaciones comenzaron en la década del 70: los fisiólogos

empezaron a investigar porqué en el ritmo cardíaco normal se filtraba el caos,

produciendo un paro cardíaco repentino; los ecólogos examinaron la forma

aparentemente aleatoria en que cambiaban las poblaciones en la naturaleza;

los ingenieros concentraron su atención en averiguar la razón del

comportamiento a veces errático de los osciladores; los químicos, la razón de

las inesperadas fluctuaciones en las reacciones; los economistas intentaron

detectar algún tipo de orden en las variaciones imprevistas de los precios. Poco

a poco fue pasando a un primer plano el examen de ciertos otros fenómenos

tan inherentemente caóticos y desordenados que, al menos en apariencia,

venían a trastocar la imagen ordenada que el hombre tenía del mundo: el

movimiento de las nubes, las turbulencias en el cauce de los ríos, el

movimiento de una hoja por el viento, las epidemias, los atascamientos en el

tránsito de vehículos, los a veces erráticos dibujos de las ondas cerebrales, etc.

Un ejemplo bastante elocuente y bien doméstico es la progresión del humo de

un cigarrillo. Este humo no newtoniano comienza subiendo y siguiendo un flujo

laminar suave (un ?hilito? de humo que sube) pero de repente se quiebra

generándose un flujo turbulento (las ?volutas?): del orden hemos pasado

misteriosamente al caos. Existe un recurso matemático (d) que permite

predecir cuándo ocurrirá esta turbulencia (la fórmula de Reynolds), pero sin

embargo no sirve para aclarar porqué ocurre. Estamos, al respecto, como los

antiguos, que podían predecir la trayectoria del sol en el cielo pero no sabían a

qué se debía (y entonces invocaban o bien razones fundadas en la mitología o

bien en las apariencias, como afirmar que el movimiento del sol es real, cuando

hoy sabemos que es aparente, ya que es un efecto generado por la rotación de

la tierra).

7. Caos en la matemática y la psicometría.- Lorenz, hemos dicho, había

detectado sistemas caóticos dentro mismo de la matemática al advertir que

pequeñas variaciones iniciales generaban grandes cambios en el resultado.

Investigaciones posteriores en esta misma disciplina fueron revelando nuevos

aspectos de la misma cuestión. Tomemos dos ejemplos en los cuales pueden

advertirse situaciones aparentemente caóticas, siempre dentro del dominio de

la matemática.

Ejemplo 1) En 1976, el físico norteamericano Mitchell Feigenbaum advirtió que

cuando un sistema ordenado comienza a evolucionar caóticamente, a menudo

es posible encontrar una razón específica de la misma: una figura cualquiera se

dobla una y otra vez y va complejizándose progresivamente.

El ejemplo típico son los fractales, estructuras geométricas donde cada parte

es una réplica del todo. El ejemplo más sencillo (si bien no es de Feigenbaum

sino que corresponde al llamado conjunto de Cantor) es un segmento de recta

(elemento de partida o iniciador) que se divide en tres partes iguales. Quitamos

el segmento central y unimos los dos restantes, y con cada uno de estos

últimos repetimos la operación indefinidamente, hasta que el segmento original

queda subdivido en segmentos cada vez más pequeños, que son una réplica

del segmento mayor (cada parte es una réplica del todo).

Feigenbaum descubrió también que, luego de cierto número de operaciones de

doblaje (en el ejemplo, de dividir el segmento en tres y separar el central

uniendo el resto), el sistema adquiere cierto tipo de estabilidad. Esa constante

numérica, llamada el número de Feigenbaum, puede aplicarse a diversos

sistemas caóticos, incluso los que aparecen en la naturaleza, como podría ser

el crecimiento de las hojas en un árbol, o el despliegue de un relámpago. Todo

estos fenómenos parecen en principio caóticos, pero mediante el modelo de

Feigenbaum puede descubrirse en ellos una regularidad que estaba oculta.

Ejemplo 2) La iteración es un proceso por el cual hacemos una operación,

obtenemos un resultado, a este resultado volvemos a aplicarle la misma

operación, y así sucesivamente. Por ejemplo a 1 le sumo 1 y obtengo 2. Al

resultado 2 vuelvo a sumarle 1 y obtengo 3, y así en forma iterativa (es decir,

repetitiva). Otro ejemplo puede ser el siguiente: partimos del número 16 y

vamos dividiéndolo por 2 en forma iterativa, con lo cual obtendremos sucesivos

resultados que son: 8, 4, 2, 1, 1/2, 1/4, 1/8, etc., El conjunto de todos estos

resultados se llama ?órbita? del número 16, que había sido nuestro número de

partida. Esta serie orbital es ostensiblemente predecible, o si se quiere hay un

orden evidente: los sucesivos números van adquiriendo valores decrecientes,

ya que cada nuevo orbital resulta ser la mitad del orbital anterior:

Número de partida

(Elemento iniciador)

Operación a realizar

(Elemento generador)

Orbital de X

X = 16

X / 2 = 

8 4 2 1 1⁄2 1⁄4 1/8 ?

Predecible

X = 0.5

{ X . (1-X) } . 4 =

1 0 0 0 0 0 0 ?

Predecible

X = 0.3

{ X . (1-X) } . 4 =

0.84 0.53 0.99 0.02 0.08 0.32 0.87 0.43 0.98 ?

Impredecible

También la serie orbital será predecible si tomamos como número de partida el

0.5 y le aplicamos la operación indicada en el esquema. Sin embargo, las

sorpresas aparecen cuando intentamos tomar como número de partida por

ejemplo 0.3, aplicando la misma operación. La órbita así obtenida se manifiesta

como impredecible: no se trata de una serie ni creciente, ni decreciente, ni

presenta ningún tipo de uniformidad: es una serie caótica, al menos en

apariencia, como el lector puede constatar en el esquema o bien recurriendo a

una calculadora electrónica. Es la misma situación que podemos constatar en

los sucesivos decimales de números como ?pi?, que van apareciendo sin

ningún orden detectable, pero que se ?explican? a partir del cociente entre la

longitud de la circunferencia y su diámetro.

Lo que más había llamado la atención de los matemáticos es el hecho de que,

en el caso de números de partida situados entre 0 y 1, algunos de ellos daban

órbitas caóticas, mientras que otros daban órbitas predecibles. En otras

palabras, el sistema es a veces altamente sensible a sus valores iniciales (es

decir, los valores subsiguientes son fácilmente predecibles a partir de los

valores iniciales de la serie orbital), y otras veces no (órbita caótica). La teoría

del caos en la matemática intenta así explicar porqué o cómo este tipo de

sistemas pueden pasar de procesos predecibles a otros caóticos conforme

vamos variando los números de partida.

Caben hacer algunas objeciones a estos ejemplos invocados por los

matemáticos para ilustrar la presencia de procesos caóticos nada menos que

en la ciencia del orden por excelencia.

El lector habrá podido advertir que las series orbitales resultantes de

operaciones recursivas como las expuestas, presentan una semejanza con las

pruebas de completamiento de series en los tests de matrices progresivas del

tipo Raven. En esas pruebas, el sujeto tiene que completar una serie a partir

del descubrimiento de un orden escondido en la secuencia. Es como si

dijésemos: "En la serie 1, 3, 5, 7..., ¿qué número viene después del 7?". El

sujeto responderá "9" porque ha entendido que hay un orden: cada número es

el resultado de sumar dos unidades al anterior (x+1=x?).

Supongamos ahora que las pruebas van complicándose cada vez más, y

ofrecemos al sujeto la serie 0.84, 0.53, 0.99, etc., que figura como tercer

ejemplo en nuestro esquema. En el mejor de los casos, podrá descubrir la

fórmula recursiva correspondiente, hacer los cálculos sobre la base del último

número de la serie ofrecido en el test, y a partir de allí inferir el número

siguiente. Bien podemos decir que el sujeto ha descubierto el orden

subyacente tras el caos aparente. Por lo tanto, el caos al que se refieren los

matemáticos no sería tal: la misma operación recursiva se constituye en el

factor ordenador de la serie aparentemente caótica.

A nuestro entender, la auténtica perplejidad pasaría por comprobar el hipotético

caso donde una serie comienza con una secuencia caótica de números, y en

determinado momento se transforma en una serie ordenada, por ejemplo,

decreciente de tres en tres decimales hasta llegar a cero (del caos al orden). O

al revés, donde la serie comienza ordenadamente y de repente se inicia otra

serie que es percibida como azarosa (del orden al caos). Estos cambios serían

verdaderamente sorprendentes, y son los cambios que verificamos en los

fenómenos naturales, algunos de los cuales ya mencionamos, de aquí que no

puedan trazarse comparaciones del tipo que estamos examinando entre series

matemáticas y fenómenos naturales. En el caso del humo del cigarrillo,

pasábamos del orden al caos, así como también podemos encontrar ejemplos

del proceso inverso, como la biogénesis, es decir, el nacimiento de vida a partir

de un caos inicial de moléculas y radiación solar en el océano primitivo. Este

pasaje del caos al orden no es otra cosa que el ?misterio? de la vida, mientras

que el pasaje inverso, del orden al caos, es el otro ?misterio? que intentará

resolver la teoría del caos. El pensamiento de Ilya Prigogine ocupa aquí un

lugar central, y lo examinaremos a continuación, tras una breve referencia a

dos modelos de universo.

8. Dos modelos de universo.- El siglo XX ha sido testigo de dos modelos

teóricos del universo: la teoría determinista por un lado, y la teoría del caos por

el otro.

a) La teoría determinista está representada por Newton, Laplace y otros

pensadores del siglo 17 en adelante, y nuestro siglo encontró en Einstein un

digno representante de esta orientación. Uno de los voceros más autorizados

de la misma es el matemático René Thom, un persistente crítico de la teoría del

caos, y de Prigogine en particular.

Según el determinismo, el universo funciona como un reloj, donde no existe

lugar para el azar y donde todo está determinado inexorablemente por las

eternas leyes de la naturaleza. Esto implica la posibilidad de poder predecir

cualquier situación B, conociendo la situación anterior A y las leyes naturales

que rigen el proceso que va desde A hasta B.

Desde ya, hay casos donde no son posibles las predicciones, sobre todo

cuando incursionamos en el territorio de lo infinitamente pequeño de las

partículas sub-atómicas, pero esto no ocurre porque en la realidad reine el

azar, sino simplemente porque aún no hemos descubierto las leyes que rigen

esos procesos. Los deterministas reemplazan así la resignación por la

ignorancia, es decir, no se resignan a aceptar el azar en lo real, y lo consideran

como el producto de nuestro desconocimiento de las causas naturales. De

hecho, muchas veces en la vida diaria, cuando no podemos saber a qué se

debe tal o cual fenómeno, solemos adjudicarlo al azar, cuando en realidad,

según los deterministas, tal desconocimiento sólo se debe a nuestros aún

limitados conocimientos.

Un ejemplo típico es el tiro de una moneda. Si es verdad que, conociendo las

condiciones iniciales del proceso (la moneda mientras la sostengo en la mano

antes de tirarla), y conociendo las leyes físicas que rigen dicho proceso (la ley

de la gravitación, los coeficientes aerodinámicos, etc.), entonces deberíamos

poder predecir con absoluta certeza si la moneda caerá cara o caerá ceca.

Thom, en su calidad de representante del determinismo, sostiene que si los

físicos no pueden prever el resultado cara o el resultado ceca con seguridad

total, no es porque ello sea imposible, sino porque el experimento sería muy

difícil y costoso, ya que la previsión es teóricamente posible si el investigador

controlara en forma lo suficientemente precisa las condiciones iniciales del

lanzamiento.

b) Para la teoría del caos, esta previsión exacta es incluso teóricamente

imposible. Al decir de Prigogine, como ocurre en un sistema dinámico inestable

la condición inicial de la moneda que saldrá "cara" puede ser tan cercana como

se quiera a la condición inicial de la moneda que saldrá "ceca", e incluso igual,

pero sin embargo llegan a un final diferente. Esto es así porque el sistema

evoluciona por zonas de incertidumbre donde no reinan las leyes eternas de la

física, ni siquiera concebibles por una supercomputadora que pudiese calcular

todas etapas del movimiento de la moneda desde que es revoleada hasta que

llega al piso. La visión determinista del mundo queda así derrumbada, ya que

revela que el azar forma efectivamente parte de la realidad física.

La teoría del caos encuentra su principal representante en la figura del belga

Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química del año 1977 por sus trabajos sobre la

termodinámica de los sistemas alejados del equilibrio. La teoría del caos en

plantea que el mundo no sigue el modelo del reloj, previsible y determinado,

sino que tiene aspectos caóticos: el observador no es quien crea la

inestabilidad o la imprevisibilidad con su ignorancia: ellas existen de por sí. Los

sistemas estables, como la órbita de la tierra alrededor del sol, son la

excepción: la mayoría son inestables, siendo un ejemplo típico el clima.

Podemos prever un eclipse o la aparición de un cometa con siglos de

antelación, pero no el clima de la próxima semana. Ello es así porque depende

de un enorme conjunto de circunstancias inciertas, que determinan por ejemplo

que cualquier pequeña variación en un punto del planeta, genere en los

próximos días o semanas un efecto considerable en el otro extremo de la tierra.

Prigogine representa, para Toffler, la alternativa actualmente más viable. En

"La tercera ola", Alvin Toffler describe la historia de la humanidad en términos

de tres cambios: la primera, la segunda y la tercera ola. La primera es la

revolución agrícola de hace 10.000 años, que trajo la primera oleada de

cambios históricos introduciendo nuevos modelos de realidad. La segunda ola

fue esa fluctuación social en gran escala llamada revolución industrial, surgida

cuando el feudalismo se desmoronaba y el sistema social distaba de hallarse

en equilibrio. De tal situación nace el sistema newtoniano, como una especie

de ?estructura dispersiva?, en el decir de Toffler. La tercera ola es hoy, con el

fin de la edad de la máquina (ola anterior), la ciencia posindustrial, donde el

modelo de Prigogine parece mucho más adecuado que el modelo mecánico de

la ciencia clásica.

9. La teoría del caos: Prigogine.- Examinemos ahora con mayor detenimiento el

punto de vista de la teoría del caos que, en lo esencial, sostiene que la realidad

es una "mezcla" de desorden y orden, y que el universo funciona de tal modo

que del caos nacen nuevas estructuras, llamadas estructuras "disipativas".

Tengamos presente que la teoría del caos no se opone radicalmente a la teoría

determinista, en el sentido de proponer que sólo existe el caos y el azar. Si esto

fuera así sería imposible cualquier intento de hacer ciencia, salvo que esta

consistiera en inventar algún orden artificial en los fenómenos. La teoría del

caos propone para el universo un ciclo de orden, desorden, orden, etc., de

forma tal que uno lleva al otro y así sucesivamente tal vez en forma indefinida.

En relación con las ideas de orden y caos, en principio y más allá de las

respuestas de Prigogine, pueden plantearse varios interrogantes, entre los que

pueden mencionarse los siguientes:

a) ¿Porqué en el universo hay orden en vez de caos?

b) ¿Porqué en el universo hay caos en vez de orden?

c) ¿Hay un orden oculto tras el caos aparente?

d) ¿Hay un caos oculto tras el aparente orden?

e) ¿Cómo del orden se pasa al caos?

f) ¿Cómo del caos se pasa al orden?

¿Qué clase de interrogantes busca responder la teoría del caos? Los dos

primeros seguramente no, porque, a pesar de su denominación, la teoría del

caos sostiene que en el universo impera tanto el caos como el orden. Por lo

demás, se trata de preguntas más filosóficas que científicas, en la medida en

que pertenecen a la misma familia de preguntas del tipo ¿porqué la realidad

existe en vez de no existir?

Las dos preguntas siguientes no revisten una importancia nuclear dentro de la

teoría del caos, pero sí las dos últimas. Para la teoría del caos, los procesos de

la realidad atraviesan etapas de caos y etapas de orden, y busca no solamente

realizar descripciones detalladas del estado caótico y del estado de orden, sino

también y sobre todo establecer bajo qué condiciones se pasa de uno a otro.

Para empezar a comprender este punto de vista, podemos guiarnos a través

del esquema adjunto. En él figuran circuitos circulares, es decir, circuitos que

empiezan y terminan en sí mísmos, y que por ello a veces reciben también el

nombre de ?bucles?. Puesto que se trata de procesos circulares, podemos

empezar a describirlos a partir de cualquier punto elegido arbitrariamente, por

ejemplo, a partir de A (estado de equilibrio).

Aclaremos en qué consiste este estado de equilibrio, porque la termodinámica,

al asociar el equilibrio con el desorden y el caos, nos induce fácilmente a

confundirnos, toda vez que en la vida cotidiana en realidad asociamos equilibrio

con orden.

La física se ha manejado tradicionalmente con un principio filosófico bastante

simple: "lo que es, sigue siendo, mientras no haya motivos para que deje de

ser lo que es". De aquí la importancia de los principios físicos de conservación

(de conservación de la cantidad de movimiento, de conservación de la masa,

de conservación de la energía, etc). 

Más concretamente y en nuestro caso, se considera que un sistema tiende a

permanecer en equilibrio si no hay ningún agente desequilibrante, y aún,

cuando lo haya, el sistema evolucionará espontáneamente de nuevo hacia el

estado de equilibrio. 

Ejemplos: a) En dinámica: un cuerpo tiende a permanecer en estado de reposo

o de movimiento rectilíneo uniforme si no hay un agente que lo saque de esa

situación, como podría ser una fuerza externa al sistema. Aún cuando esta

fuerza momentánea altere la trayectoria (desequilibrio), el móvil continuará en

la nueva dirección siguiendo el mismo movimiento rectilíneo uniforme (retorno

al equilibrio). Todo esto es lo que se llama el principio de inercia. b) En

termodinámica: un sistema, como por ejemplo un gas en un recipiente, tiende a

permanecer en equilibrio mientras no recibe energía externa, por ejemplo bajo

la forma de calor. En cuanto recibe calor intentará volver al estado de equilibrio

devolviendo el excedente de energía térmica para que las temperaturas

queden equilibradas dentro y fuera del sistema. Si el gas pudiese ser

mantenido absolutamente aislado del entorno (teóricamente posible, pero

prácticamente imposible), o sea si fuese un sistema cerrado, su calor interno

tendería a repartirse homogéneamente en todo el gas, es decir, no habría

sectores más calientes y sectores más fríos: todos los puntos tendrían la

misma temperatura. Esto es compatible con nuestra idea habitual de equilibrio

(equilibrio de temperaturas), pero para que esta distribución equilibrada se

logre, las moléculas del gas deben moverse al azar en forma caótica y

desordenada. Si se moviesen en cierta dirección predeterminada, terminaría

habiendo zonas más calientes y más frías. Es aquí donde nuestro sentido

común queda desbordado, toda vez que en física se asocia equilibrio con caos

molecular. En este momento, estas consideraciones sirven para una sola cosa:

para que el lector vaya pensando en términos físicos, y pueda admitir que el

estado de equilibrio implica, desde cierto punto de vista, un estado caótico.

Continuemos con el esquema. El estado A de equilibrio, tarde o temprano

habrá de sufrir la influencia de un factor desequilibrante, desde que dijimos que

no existen en la práctica sistemas totalmente cerrados. Al pasarse así a un

estado B de desequilibrio, el sistema tenderá espontáneamente a evolucionar

nuevamente hacia el equilibrio, es decir, por lo dicho anteriormente, comienza

un proceso de caos progresivo.

Este momento es muy importante en el plan de la teoría del caos, porque

mientras el sistema va caotizándose cada vez más, llega un momento en que

alcanza lo que Prigogine denomina el ?punto de bifurcación?. Como su nombre

lo indica, es un punto donde el sistema puede evolucionar hacia una de dos

posibilidades: o bien retorna al estado de equilibrio original, tal cual lo prevé la

termodinámica clásica, o bien dejar de caotizarse, empieza a auto-ordenarse o

auto-organizarse hasta constituír una nueva estructura, denominada

estructura ?disipativa? o ?dispersiva?, debido a que consume mayor cantidad

de energía que la organización anterior a la cual reemplazó.

En el ámbito físico-químico, Prigogine postuló que los desequilibrios químicos

no desembocan siempre en la anarquía, sino que algunas veces permiten la

aparición espontánea de organizaciones o estructuras perfectamente

ordenadas, las estructuras disipativas, y así, mostró que los estados de no

equilibrio pueden desembocar tanto en el desorden como en el orden (c). El

universo funciona de tal modo que del caos pueden nacer nuevas estructuras y

es paradójicamente un estado de no equilibrio el punto de partida que permite

pasar del caos a la estructura (e).

La afirmación que del caos nace el orden puede generalizarse mediante los

siguientes ejemplos: a) el universo nació de un caos inicial y generó un mundo

organizado de galaxias; b) de la actividad desordenada de las moléculas nació

la vida; c) la llegada caótica de muchos estímulos, cuando observamos una

figura poco estructurada, son organizados por nuestra percepción es una

estructura; d) de la actividad desordenada de muchos individuos nace el orden

social y el progreso económico. Uno de los libros más importantes de

Prigogine, escrito en colaboración y publicado en Francia en 1979, tiene

precisamente como título "El orden nacido del caos"

Prigogine (f) da el ejemplo de los relojes químicos, que muestra las

sorprendentes auto-reorganizaciones que pueden ocurrir dentro de los

sistemas complejos, en situaciones distantes del equilibrio. Imaginemos un

millón de pelotas blancas mezcladas al azar con otras tantas negras, que

rebotan caóticamente dentro de un tanque por donde podemos mirar a través

de una ventana de vidrio. La masa que veamos parecerá casi siempre gris. Sin

embargo, a intervalos irregulares se nos aparece blanco o negro, según como

se distribuyan las pelotas en las proximidades del vidrio en un momento dado.

Supongamos ahora que la ventana se vuelve toda blanca y luego toda negra, y

así alternadamente a intervalos fijos y regulares, como el tic-tac de un reloj.

Prigogine se pregunta porqué se organizan y sincronizan de esa forma. ¿Acaso

se comunican entre sí y se ponen de acuerdo? Según todas las reglas

tradicionales, esta sincronicidad no debería ocurrir, pero sí ocurre, y es lo que

pasa cuando en algunas reacciones químicas se producen esos fenómenos de

autoorganización o autoordenamiento, pese a la física clásica y al cálculo de

probabilidades. Efectivamente, lo más probable es que el sistema evolucione

hacia una mezcla al azar de pelotas negras y blancas, pero en el punto de

bifurcación algo ocurre que hace que el sistema evolucione hacia estados

impredecibles.

A partir del punto de bifurcación, entonces, puede iniciarse un proceso de

ordenamiento progresivo que desembocará en una estructura disipativa, la

cual, a su vez, ingresará en un estado de desequilibrio que generá un nuevo

caos, y así sucesivamente, como el lector puede apreciar en el bucle BCDB del

esquema. En términos de Prigogine, el universo es un ciclo de caos, orden,

caos, orden, etc., donde se requiere un gran consumo de energía para pasar

de una etapa a la otra. El universo es, en fin, como una gran ciudad, para usar

una comparación de Prigogine: como en esta reina el orden y el desorden, hay

bellas estructuras arquitectónicas, pero también embotellamientos de tráfico.

Desde ya, el bucle BCDB no es el único posible. El sistema puede evolucionar

hacia su estado de equilibrio original, de acuerdo al bucle ABCA. Los ejemplos

típicos son aquí los mecanismos homeostáticos, que pueden ser tanto

naturales (la termorregulación en los seres vivos) como artificiales (el

termostato de una estufa). El mantenimiento del equilibrio en familias con un

paciente esquizofrénico es otro ejemplo en el área de la psicología.

Este bucle es característico de los sistemas "cerrados". Las comillas aluden al

hecho de que estos sistemas son en rigor abiertos, puesto que se parte del

supuesto de que el desequilibrio que sufren es debido a una influencia externa

al sistema, sea que se trate de un aporte de materia, energía o información. En

general, no se admite que un sistema absolutamente cerrado pueda

desequilibrarse espontáneamente y, por lo demás, un tal sistema, aunque

concebible teóricamente, no existe en la práctica. Cuando Prigogine dice que

en el mejor de los casos los sistemas cerrados sólo constituyen una pequeña

porción del universo físico, probablemente haga alusión a los sistemas

"cerrados", con comillas, es decir, los que compensan los desequilibrios con la

vuelta al equilibrio original. La mayor parte de la realidad no es ordenada, sigue

Prigogine, ni estable ni equilibrada, sino que bulle con el cambio, el desorden,

el azar, aunque es capaz de generar estructuras y ordenamientos no

aleatorios. Como dicen algunos filósofos, y entre ellos Hegel, todo está

relacionado con todo. Un sistema absolutamente cerrado (cerrado sin comillas)

estaría representado en el esquema con un tercer bucle del tipo AA, es decir,

nace en A y muere en A, es decir, persistiría siempre en forma indefinida en un

eterno estado de equilibrio.

Consiguientemente, ya no es posible seguir sosteniendo que la diferencia entre

un sistema abierto y uno cerrado sea el hecho de que uno recibe influencia

externa y el otro no, ya que todos ellos, en la práctica, la reciben. Entonces, ¿a

qué se refieren los pensadores sistémicos, con von Bertalanffy a la cabeza,

cuando distinguen sistemas cerrados y abiertos? Ellos establecerán una serie

de otras diferencias importantes, de las cuales solamente mencionaremos el

tipo de retroalimentación presente en cada uno de ellos, porque es una

diferencia relevante en el contexto de la teoría del caos.

10. La retroalimentación positiva.- Los sistemas cerrados del tipo ABCA tienen

retroalimentación negativa, mientras que los sistemas abiertos que evolucionan

de acuerdo al bucle BCDA lo hacen por retroalimentación positiva.

La retroalimentación negativa tiende a corregir una desviación, llevando al

sistema a su estado original. Un desequilibrio es una desviación, y es corregido

mediante un retorno al equilibrio original. Esta clase de procesos se oponen al

cambio, puesto que buscan siempre retornar a como eran antes, a un estado

anterior. Por oposición, la retroalimentación positiva promueve el cambio, la

formación de nuevas estructuras más perfeccionadas, más adaptativas, más

sutiles. En la medida en que implican la instauración de una nueva estructura,

son procesos irreversibles, a diferencia de la retroalimentación negativa, que al

tender hacia el estado original, es reversible.

La retroalimentación negativa neutraliza las desviaciones, y la retroalimentación

positiva las amplifica. Para dar un ejemplo aproximativo, si nosotros estamos

caminando por el desierto hacia una meta lejana pero conocida, buscaremos

cada tanto corregir nuestro rumbo, neutralizar nuestra desviación respecto de

la meta mediante cambios periódicos en nuestra trayectoria. Pero, si

cometemos un error infinitesimal y nos desviamos un milímetro de la meta, con

el tiempo y la distancia ese error se amplificará cada vez más y terminaremos

por llegar a un lugar muy alejado de la meta. En la retroalimentación negativa

buscamos corregir las desviaciones para volver a la trayectoria original, y en la

retroalimentación positiva, pequeños cambios inducirán grandes modificaciones

que podrán desembocar en nuevas metas desconocidas, tal vez mejores,

aunque no podamos predecir con exactitud a donde es que llegaremos. Como

veremos, el psiquismo funciona de estas dos maneras: a veces intentamos

volver a la situación original ("es mejor lo malo conocido que lo bueno por

conocer"), y otras buscamos la innovación, el cambio.

La ciencia clásica se centraba en la estabilidad. Los primeros trabajos en teoría

de la información hacían hincapié en la retroalimentación negativa, proceso que

tiende a amortiguar el cambio devolviendo al sistema a su posición de

equilibrio. Prigogine en cambio exhorta a estudiar la forma en que la

retroalimentación positiva promueve el cambio y la inestabilidad. Ejemplo: una

reacción química produce una enzima, y la presencia de ésta estimula a su vez

la producción de más enzimas. En la química inorgánica estas situaciones son

excepcionales, pero en las últimas décadas la investigación en biología

molecular descubrió que esos circuitos son la sustancia de la vida misma.

Ayudan a explicar la evolución desde pequeños conglomerados de ADN hasta

complejos organismos vivientes.

En la sociedad también hay ejemplos: la riqueza genera más riqueza, los votos

que atraen más votos, o las corridas bancarias, o las escaladas armamentistas.

La retroalimentación positiva implica que cuando una variable aumenta,

también lo hace la otra (o bien cuando una disminuye, también disminuye la

otra), Esto explica finalmente cómo a partir de pequeños cambios terminan

produciéndose cambios muy grandes (efecto mariposa), o bien, como a partir

de grandes cambios terminan produciéndose modificaciones insignificantes.

Según Prigogine cuando se empuja al sistema más allá de sus límites de

equilibrio proliferan estos circuitos de retroalimentación positiva, y tal vez ello

ayude a explicar en la opinión de Toffler, un conspicuo defensor de la teoría del

caos, los acelerados cambios que se producen hoy en día. La evolución

requiere antes que nada inestabilidad (g), o sea que los pequeños

acontecimientos sean magnificados, y esto sólo es posible en una situación de

no equilibrio. El equilibrio es por definición no evolutivo. En cambio, la evolución

requiere inestabilidad, irreversibilidad y la posibilidad de dar sentido a los

pequeños acontecimientos para que se produzca un cambio de estructuras.

La irreversibilidad hace posible cosas que serían imposibles en estado de

equilibrio. Por ejemplo la diferencia de temperatura en un líquido produce

turbulencias: estamos aquí ante un proceso irreversible. La irreversibilidad

provee una importante ley constructiva, la del origen de la vida y de sus

estructuras derivadas altamente complejas y sofisticadas, como el cerebro o la

sociedad.

Una vez que el proceso desemboca en la creación de una estructura compleja,

la estructura disipativa, se produce un nuevo desequilibrio (pasaje de D a B) y

recomienza un ciclo de caos donde se producen nuevas inestabilidades o

fluctuaciones. Para Prigogine, todos los sistemas contienen subsistemas en

constante fluctuación. A veces una sola fluctuación en uno solo de ellos puede

ser tan potente, como resultado de una retroalimentación positiva, que hace

añicos toda la organización preexistente. En tal momento, llamado momento

singular o ?punto de bifurcación?, es intrínsecamente imposible saber hacia

donde evolucionará el sistema (estado de improbabilidad): ¿se desintegrará en

un caos o saltará a un nuevo nivel de organización, más elevado y diferenciado

es decir, a una nueva estructura disipativa?

Así, cuando se quita a los sistemas del equilibrio se comportan de forma

extraña, dejan de actuar como máquinas newtonianas, tornándose no lineales:

pequeños inputs pueden provocar grandes cambios o al revés, grandes

fuerzas, escasas o ningún cambio. En esas condiciones el sistema ?

enloquece?. Se multiplican los circuitos de retroalimentación positiva que

generan procesos de autoorganización y autoalimentación. Entra a jugar el

azar. Las estructuras, antes afianzadas, pueden desintegrarse, o modificarse a

sí mísmas totalmente.

En suma, podemos decir que, para que surja una nueva estructura más

compleja, una condición necesaria es que haya un estado inicial en el punto de

bifurcación, por ejemplo un pequeño acontecimiento que luego, por

retroalimentación positiva, genere grandes consecuencias. Este proceso de

retroalimentación es la condición suficiente, porque por sí sola, la condición

inicial no puede hacer nada. Además, Prigogine destaca el hecho de este

acontecimiento inicial, muchas veces insignificante, ¡se produce por azar!

Toffler da el ejemplo de una gran conmoción internacional que se produjo como

consecuencia de un hecho fortuito donde un camarero de un barco vio cómo

unas personas limpiaban armas (se trataba de guerrileros que iban a cometer

un atentado importante).

En la ciencia clásica, el azar era un intruso, pero con la teoría del caos pasó a

ser un socio del determinismo. Políticos y economistas reconocen la

importancia del factor suerte, y en ese sentido tiende a sucumbir nuestra idea

newtoniana de un universo absolutamente determinado por leyes eternas.

La realidad no es entonces ni puramente determinada ni puramente gobernada

por el azar. Hay algunos fenómenos a los que a grandes rasgos puede

aplicarse el esquema determinista, como el movimiento de la tierra en torno al

sol, pero en otros hay una mzcla de determinismo y probabilidad o azar, como

en la evolución de un ser humano, de una sociedad, del clima terrestre, etc.

Para Prigogine, un problema de la ciencia actual es precisamente determinar

cuánto hay de determinismo y cuánto de azar en los fenómenos que

estudiamos. Puesto que ambos elementos están siempre presentes en mayor o

menor medida, las predicciones ya no pueden ser absolutas sino

probabilísticas, y ello no por nuestra incompetencia o ignorancia sino porque la

misma realidad tiene de por sí esa mezcla.

11. Hipersensibilidad a la influencia externa.- Retornemos brevemente a

nuestro esquema. Cuando un proceso evoluciona caóticamente como en el

tramo BC, se torna cada vez más hipersensible a las influencias del entorno

(energía, información, etc), y como consecuencia de ello evolucionará hacia D.

En cambio, para que el sistema evolucione hacia A no se precisa esa influencia

externa: un gas con sectores más calientes y otros menos calientes, es decir

un gas en estado de desequilibrio, evolucionará espontáneamente hacia una

distribución homogénea del calor hasta llegar al estado de equilibrio A, sin que

para ello haya debido sufrir la influencia de algún agente externo.

No ocurre lo mismo con los sistemas abiertos. Mientras estos evolucionan

caóticamente, las influencias externas acentúan ese caos hasta un punto

culminante, llamado punto de bifurcación, donde el sistema deberá optar por

retornar al equilibrio, o reorganizarse en una estructura y un equilibrio

superiores. Si Prigogine tiene razón al respecto, señalaba Toffler, entonces

debería ocurrir que la propaganda extranjera o una alteración en las tasas

cambiarias mundiales (influencias externas) deberían producir un impacto

interno mucho mayor en una sociedad inestable o desequilibrada que en otra

en equilibrio. Por lo demás, como esas pequeñas entradas pueden causar

grandes efectos, no debería sorprendernos que una influencia insignificante

provoque una reacción enorme en esa sociedad.

También debería ocurrir que, al generar esa influencia más inestabilidad aún, la

sociedad termine a la larga por reestructurarse ingresando en un nuevo

ordenamiento (tal vez, econ la posibilidad de acceder al Primer Mundo). A nivel

psicológico también ocurre esto: una persona inestable es más hipersensible a

las críticas que otra más equilibrada.

No hace mucho, en diciembre de 1994, tuvimos en la Argentina un ejemplo

palpable. Nuestro país sufrió una importante influencia externa: la crisis

económica de México. Argentina acusó recibo de esa influencia, causó un

impacto interno muy importante, lo que puede hacernos pensar que se trata de

un país altamente inestable, por ser precisamente tan hipersensible a la

influencia foránea. Estados Unidos, un país estable, no sufrió tanto la

conmoción mexicana en la medida argentina, aún cuando tomó debida cuenta

de ella.

12. El planteo epistemológico de Prigogine.- Los intereses de Prigogine no

están puestos solamente en la investigación de la realidad material, sino que

también ha intentado una reflexión sobre la ciencia misma.

Las grandes teorías, dice el pensador, surgen indudablemente debido a la

inspiración de un genio, pero esto no es lo único ni lo más importante: ciertas

teorías aparecen en ciertas épocas y determinados lugares no tanto por

diferencias de inteligencia del sabio con las demás personas, sino por haber

diferentes condiciones históricas o culturales. Así por ejemplo, si un pueblo

cree en un ser que creó el mundo y determina su futuro, las teorías propondrán

leyes deterministas, y sobre esa base el sabio construirá su teoría.

No obstante, las teorías así creadas no tienen una duración eterna. Hasta las

teorías científicas más ?definitivas?, como las de Copérnico, Newton o

Einstein, terminan siendo refutadas, con lo cual la verdad científica es sólo

parcial. Por ejemplo, la teoría de Newton mostró su incompetencia al nivel de

los objetos ?ligeros? del mundo subatómico, y la mecánica cuántica vino a

llenar el vacío de explicación.

El progreso científico, para Prigogine, depende mas bien de la colaboración

entre las ciencias que estudian la naturaleza y las ciencias del hombre. A pesar

de ser tan diferentes en otros aspectos, Thom y Prigogine coinciden en algo: se

oponen a la fragmentación del conocimiento, y dicen que las ciencias exactas y

las humanas están condenadas a progresar juntas, o bien a perecer juntas.

Para Prigogine, la clásica ruptura entre ambos grupos de disciplinas obedece a

que las ciencias humanas relatan acontecimientos y las exactas buscan leyes

eternas, pero con la nueva ciencia del caos, esta oposición desaparece porque

los fenómenos físicos también tienen historia, y por ende no obedecen a leyes

inmutables. Y podríamos agregar: la oposición también se diluye cuando

advertimos que se puede analizar el fenómeno humano desde el punto de vista

de la termodinámica irreversible, es decir, entendiéndolo como uno de los

sistemas alejados del equilibrio que hace casi dos décadas le dieran a

Prigogine la oportunidad de recibir el Premio Nobel.

13. Caos y determinismo en psicología.- Hemos dicho que la teoría del caos, a

pesar de su denominación, no concibe la realidad como puro azar, sino como

una mezcla de azar y determinismo, de manera que tiene algunos aspectos

predecibles y otros no. En todo caso, debido a la incidencia del azar, las

predicciones que se hagan sobre futuros acontecimientos sólo pueden ser

probabilísticas.

Buena parte de las teorías psicológicas, y entre ellas, el psicoanálisis, tomaron

como base las teorías puramente deterministas. Aquí vamos a examinar cómo

es posible encarar el comportamiento humano, o cómo es posible explicar el

funcionamiento del psiquismo, sobre la base del nuevo marco teórico que nos

ha suministrado en este siglo la teoría del caos. Intentaremos comprender, en

una palabra, como es posible concebir lo psíquico como una mezcla de azar y

determinación.

Consideraremos para ello el esquema adjunto, que a grandes rasgos ya

habíamos explicado en nuestro número anterior, pero que aquí sintetizaremos

para refrescar nuestros conocimientos y ponernos en clima.

El esquema viene a resumir muy simplificadamnte la teoría del caos, y muestra

en primer lugar que los procesos de la realidad (incluída la realidad psíquica)

son circulares, es decir, forman ?bucles? o circuitos cerrados de

retroalimentación. Para explicarlos se puede entonces comenzar desde

cualquier punto del proceso, supongamos A. Se parte de un estado de

equilibrio: este estado se rompe porque el sistema recibe alguna influencia

externa bajo la forma de energía o información, con lo cual pasa a un estado de

desequilibrio. La experiencia revela que este estado de desequilibrio no puede

sostenerse por mucho tiempo, y que pronto intentará un reequilibramiento, que

puede seguir dos rutas alternativas a partir de un punto de bifurcación: o bien

retorna al equilibrio original (de C pasa a A), o bien procura pasar a un

equilibrio superior, más complejo y más sofisticado, denominado por Prigogine

estructura disipativa (pasaje de C a D).

La primera posibilidad se lleva a cabo mediante un mecanismo de

retroalimentación negativa, compensador o neutralizador de las desviaciones, y

por ello el sistema vuelve a su estado inicial. La segunda posibilidad tiene lugar

mediante un mecanismo de retroalimentacipón positiva, amplificador de las

desviaciones y por ello el sistema es conducido a una situación tal que se

desestructura y se reconfigura en una nueva estructura, distinta de la anterior y,

como dijimos, más compleja.

Mientras la primera posibilidad nos sugiere un proceso reversible (pues vuelve

al mismo punto de partida), la segunda nos sugiere un proceso irreversible,

desde que no implica volver al punto de partida sino continuar para adelante a

través de la construcción de más y más estructuras cada vez de mayor

complejidad, impredecibles todas ellas. Examinemos como pueden verse en el

campo de los fenómenos psíquicos ambas posibilidades.

a) Retorno al equilibrio original.- Si en algún lugar está tan bien retratado este

mecanismo de retorno al equilibrio original, es en la ortodoxia de la

metapsicología freudiana, cuando, inspirado en Fechner, Freud habla de

famoso principio de constancia.

Se habla allí de una irrupción pulsional (agente desequilibrante) en el aparato

psíquico. El equilibrio se rompe, pues hay un excedente de energía, y de

acuerdo al principio de constancia, que prescribe mantener todos los

parámetros precisamente ?constantes?, buscará el aparato mental descargar

ese excedente de energía para recuperar su nivel original.

Tal el modelo ideal de funcionamiento psíquico fundado en un mecanismo de

retroalimentación negativa: la desviación del nivel de energía producido por la

irrupción de la pulsión debe ser neutralizada, y retornar a su medida original. Y

aún cuando Freud dice que en la práctica la descarga de la pulsión no se

realiza tan libremente debido a ciertas barreras que se opondrán a esa

descarga, a pesar de ellas el aparato psíquico buscará salidas sustitutivas

(síntomas, sueños, fallidos, etc) que reivindiquen el principio de constancia: a

pesar de los obstáculos, hay siempre un intento por retornar al original

equilibrio.

El psicoanálisis llega incluso aún más lejos, cuando Freud plantea la eterna

lucha entre las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte, donde terminan

prevaleciendo estas últimas llevando al sujeto a su estado original, que es el

estado inorgánico inanimado. El destino del hombre ya no es simplemente

neutralizar el excedente de energía pulsional, sino la misma muerte, vale decir,

reducir el monto energético a cero, o por lo menos a niveles incompatibles con

el sostenimiento de la vida.

El hombre pasa a ser, digámoslo de otra forma, un sistema cerrado más, que

intenta sustraerse a las influencias externas para mantener a toda costa un

equilibrio anterior.

Y esto es así porque, como indica Horstein (h) Freud sólo disponía de una

termodinámica de los sistemas cerrados. Los nuevos modelos teóricos

mostrarán al hombre, en cambio, como un sistema abierto, cuya tendencia no

es al equilibrio sino a desequilibrios que conducirán a nuevos

reequilibramientos y a estructuras cada vez más complejas: las que Prigogine

denominó, en química, estructuras disipativas.

Destaquemos, por último, que en el esquema del retorno al equilibrio original

no hay lugar para el azar. Todo está allí determinado, y nadie podría

equivocarse al predecir que, en última instancia, el comportamiento humano

tiene un destino fatal. Si quisiéramos reaccionar contra esta postura, no

deberíamos cometer el error de lo que los psicólogos sistémicos llaman la ?

ilusión de alternativas?, y creer que la única alternativa a un psiquismo

determinado es un psiquismo que funciona totalmente al azar. Antes bien, el

psicoanálisis podrá avanzar "si combina determinismo y azar, lo algorítmico con

lo estocástico, la teoría de las máquinas y la teoría de los juegos" (i).

La alternativa no es entonces el puro azar, sino la mezcla de azar y

determinismo de que habla la teoría del caos, y para ello habremos de

remitirnos al segundo circuito de retroalimentación, donde están incluídas las

estructuras disipativas.

b) La génesis de las estructuras disipativas.- ¿Es posible extender la teoría del

caos al funcionamiento psíquico? ¿Qué lugar ocupan el azar y las estructuras

disipativas de Prigogine en el psiquismo? Examinemos estas cuestiones

tomando como ejes de referencia tres importantes orientaciones psicológicas:

el psicoanálisis, la psicología genética de Piaget, y la psicología sistémica.

c) El psicoanálisis.- Indica Horstein que actualmente, la idea del psiquismo

como un sistema cerrado con una energía constante es un punto de

estancamiento en la reflexión psicoanalítica (i). Según el mismo autor, el

inconciente debe ser considerado mas bien como un sistema abierto y como

tal, capaz de autorooganización, desestructuración y reestructuración, lo que es

posible si se lo concibe en el contexto de un circuito de retroacción (y más

específicamente de retroalimentación positiva, según la terminología que

venimos utilizando). "Esta retroacción cuestiona la causalidad lineal y funda la

eficacia misma del trabajo analítico revelando una forma de recursividad donde

el presente actúa sobre el pasado, el cual, sin embargo, condiciona la

significación de lo actual. La retroacción permite pensar el advenimiento de lo

nuevo en el interior de lo ya dado".

¿Qué significan estas palabras de Horstein? Lo siguiente: según el modelo de

la causalidad lineal, la relación causa-efecto es unidireccional: la causa

produce el efecto, pero no a la inversa. Lo pasado actúa sobre lo presente, de

forma tal que lo que hoy somos, pensamos o sentimos es el producto de

nuestras pasadas experiencias infantiles. O, si se quiere, ciertos procesos del

pasado determinan inequívocamente el porvenir; pero sin embargo lejos han

quedado aquellas épocas en que John Watson proclamaba exultante que podía

modelar un niño como el adulto que el psicólogo quisiera. La retroacción viene

a mostrarnos que no solamente el pasado influye sobre el presente, sino que

también, de alguna manera, el presente influye sobre el pasado: en efecto, en

el trabajo analítico es posible ?resignificar? el pasado, desestructurarlo para

volverlo a estructurar de otra manera, como si estuviéramos desarmando un

pullover y, con las mismas hebras de lana, hacer un pullover nuevo. A su vez,

un pasado resignificado operaría de otra manera sobre el comportamiento

actual, supuestamente en la orientación deseable y produciendo la cura.

Durante el proceso terapéutico analítico es posible verificar también

mecanismos de retroalimentación negativa (bucle ABCA), como los descriptos

de resistencia al cambio. Interesa destacar que esta tendencia a volver, a no

cambiar es espontánea, y requiere menor cantidad de energía que iniciar el

deseable cambio. Podemos pensar que el paciente que se resiste al cambio no

puede contar con la suficiente reserva energética porque la que necesitaría

para cambiar está siendo consumida en la resolución de un conflicto interno,

por ejemplo, en el sostenimiento permanente de una defensa para contrarrestar

la persistente e intensa angustia implicada en el riesgo de la liberación

pulsional.

En suma: mientras el sujeto se encuentra desestructurado, está en el punto de

bifurcación, donde tiene dos opciones: o intenta volver a la estructura anterior

por retroalimentación negativa neutralizando la ?desviación? introducida por el

analista (resistencias), o intenta reestructurarse mediante retroalimentación

positiva. En esa encrucijada es altamente sensible a la influencia del entorno (a

la palabra del analista) y cualquier acontecimiento que se produzca por azar

entre analista y analizado, por pequeño quie sea, podrá producir efectos

importantes: una breve intervención interpretativa en este momento tan

sensible provocará en el mejor de los casos la formación de una nueva

estructura, la instauración de un nuevo orden que podrá eventualmente

justificar el alta.

Horstein declara implícitamente la importancia de ese punto de bifurcación

donde el acontecimiento fortuito tendrá una importante repercusión, o no: "¿El

acontecimiento azaroso puede hacer surgir nuevas posibilidades de historia, o

es sólo un disfraz que forja la compulsión de repetición, apenas un pretexto

para el idéntico retorno a lo ya inscripto?".

Pensar, en síntesis, el procesos terapéutico en términos de un mecanismo de

realimentación positiva donde el pasado influye sobre el presente y este sobre

el pasado, es volver a una idea original de Freud, pero abortada por la

influencia que sobre él ejerció la termodinámica de los sistemas cerrados, a

comienzos del siglo. Como termina diciendo Horstein "Freud concibió al

inconciente como un sistema abierto, pero lo modeló como un sistema

cerrado".

Una última consideración: en la medida en que reconozcamos la influencia de

los acontecimientos aleatorios en el punto de bifurcación, deberemos aceptar

que el psiquismo es el producto del determinismo y del azar al mismo tiempo,

lo que entre otras cosas explica porqué la conducta del hombre no es

predecible con una seguridad del ciento por ciento. Desde ya, cuando

hablamos de azar seguimos la idea de Prigogine según la cual el azar no es

tanto un invento nuestro para justificar nuestra ignorancia sobre las causas de

las cosas, como algo que forma parte de lo real, en forma objetiva. El azar

como invención aparece por ejemplo en las explicaciones que dan los mismos

pacientes sobre su propia compulsión a la repetición: "¡Qué maldita suerte!

¡Siempre me tocan para casarme mujeres dominantes!" o también "Tengo la

suerte en contra: me echan de todos los trabajos que consigo". En estos casos,

el azar es una forma de ocultar el determinismo propio de la compulsión a la

repetición, y adjudicar las desgracias a factores externos más que a factores

internos.

d) La psicología genética de Piaget.- Si examinamos la evolución de la

inteligencia según Piaget, la veremos desarrollarse en términos de

desestructuraciones o pérdidas de equilibrio, que conducirán a nuevas

reestructuraciones o equilibrios superiores y más sutiles.

Las estructuras cognoscitivas de Piaget, tales como el grupo práctico de los

desplazamientos y, más adelante, los reticulados y otras, pueden ser

comprendidas como estructuras disipativas, en la terminología de Prigogine.

Las razones para trazar semejante comparación son, por lo menos, las

siguientes:

a) Piaget sostiene que cuando se produce un desequilibrio, el sistema mental

existente hasta entonces buscará instrumentar medidas compensatorias que,

lejos de retornar al equilibrio original, intenta un nuevo equilibrio mediante la

construcción de una nueva estructura sobre la base de la anterior, nueva

estructura que resulta evolutivamente más adaptativa. Cada nuevo estadio

viene definido por una nueva estructura, es decir representa un salto hacia una

nueva estructura disipativa. El retorno al equilibrio original es lo contrario de un

proceso evolutivo.

b) En el periodo de tiempo donde se verifica el desequilibrio, el psiquismo

resulta ser altamente sensible a las influencias del entorno. Un niño ocupado

en afianzar una nueva estructura y que aún no entró en un nuevo desequilibrio,

está en un momento de acomodación, donde cualquier estímulo externo es

acomodado a la nueva estructura. Pero en un momento subsiguiente, el nuevo

desequilibrio producido obligará al niño a buscar estímulos, se tornará más

sensible a lo que ocurre en su entorno para poder generar una nueva

estructura disipativa (asimilación). La acomodación es un tiempo de

consolidación de estructuras, y la asimilación es un tiempo de búsqueda de

estructuras nuevas y más complejas.

c) Estos nuevos estímulos ambientales suelen ser muy insignificantes y ocurrir

por azar, pero producen consecuencias importantes a los efectos de la

constitución de la nueva estructura. Un bebé puede tocar por azar, mientras

agita incoordinadamente sus manos, una campanilla. Mediante un efecto de

realimentación positiva esta influencia crece cada vez más permitiendo la

instauración de reacciones circulares secundarias, y éstas a su vez las

reacciones terciarias y finalmente ellas conducirán nada menos que a la

construcción de la primera estructura cognoscitiva propiamente dicha: el grupo

práctico de los desplazamientos.

En suma, la inteligencia se desarrollaría para Piaget de acuerdo al circuito de

retroalimentación BCDB de nuestro esquema, donde cada nuevo agente

externo fortuito estimula la génesis de nuevas estructuras disipativas.

e) La psicología sistémica.- Probablemente es en el ámbito de la psicología y la

psicoterapia sistémica donde más influencia hayan ejercido algunas

conceptualizaciones de la teoría del caos, toda vez que ambas comparten un

punto de inspiración común: la Teoría General de los Sistemas. Como buenas

hermanas de un padre en común, la psicoterapia sistémica y la teoría del caos

tienen muchos elementos afines, y no resulta insólito que el proceso

terapéutico sistémico pueda ser comprendido de acuerdo al esquema de

Prigogine, que hemos sintetizado en el esquema que acompaña esta nota.

Estos intentos han tenido lugar especialmente a partir de 1980. Desde esa

fecha, Fred Abraham y Larry Vandervert, cofundadores de la Society for Chaos

Theory in Psychology, han venido trabajando en la aplicación de los conceptos

de la teoría del caos al funcionamiento del psiquismo (j). En la misma

orientación se sitúa William McDown, profesor asociado de Psicología Clínica

de la Universidad de Hahnemann, quien sostiene que en el psiquismo hay

sistemas que parecen comportarse aleatoriamente, pero que encierran un

orden oculto que, aunque podamos conocerlo, es igualmente imposible hacer

predicciones exactas. Las personas se parecen mucho al clima: tienen

comportamientos predictibles pero también impredictibles, y nunca se pueden

descubrir todos los factores que sobre ellas actúan (j).

Estas hipótesis fueron confirmadas por otros psicólogos como Butz (j). Así por

ejemplo, una persona puede encontrarse en un punto de bifurcación, donde

debe optar por mantener su equilibrio homeostático original, con lo cual está

postergando el caos, o bien enfrentar el caos. El terapeuta debe en estos casos

propiciar el caos, acentuar la desestructuración que intenta evitar la persona en

cuestión, favorecer la proliferación de circuitos de retroalimentación positiva. Y

al contrario, si la persona ya se encuentra en caos, la labor terapéutica será de

contención, y buscará a ayudar a la persona a encontrar un símbolo personal

que actúe como guía para organización una nueva estructura.

También los cognitivistas y los neurofisiólogos están interesados en el modelo

del caos. Investigadores como Paul Rapp, en Pennsylvania (j), concluyó que, a

juzgar por los registros electroencefalográficos y en comparación con el estado

de reposo, el cerebro se vuelve más caótico cuando comienza a resolver

problemas, lo que a nuestro entender coincide con los resultados de Prigogine

para la química y las investigaciones de Piaget para la psicología, en el sentido

de que un estado de desequilibrio induce a las personas a buscar información

en el entorno para resolver el mismo mediante una nueva estructura

cognoscitiva. En ese momento, la persona se encuentra altamente

sensibilizada a cualquier influencia externa que, aún siendo pequeña,

provocará grandes cambios, y el psiquismo funcionará caóticamente hasta el

logro del nuevo estado de equilibrio.

Linda Chamberlain, psicóloga clínica del Colorado Family Center, en Denver (j)

piensa que la teoría del caos ofrece una forma de entender cómo ocurren los

cambios durante la terapia familiar. En la bibliografía que hemos consultado

sobre esta cuestión no hay detalles específicos, pero procuraremos dar

algunos ejemplos tomados de terapeutas sistémicos clásicos y entender sus

propuestas desde la teoría del caos.

El esquema que estamos presentando puede muy bien considerarse como una

descripción suscinta de los procesos de cambio o de no-cambio que pueden

verificarse en el ser humano individual o en las familias, tanto los que ocurren

en forma espontánea como los que son inducidos terapéuticamente.

En el esquema hay dos bucles o circuitos principales: el circuito ABCA es de

retroalimentación negativa, y el circuito BCDB es de retroalimentación positiva.

Mediante cualquiera de ambos circuitos pueden describirse procesos sanos y

procesos enfermos, de manera que no siempre un circuito positivo es sano, ni

uno negativo enfermo. Además, al estar ambos bucles interconectados en el

punto de bifurcación, el proceso puede evolucionar combinando secuencias de

retroalimentación negativa y positiva, o viceversa, tal como se ve en terapia

familiar sistémica.

Watzlawick (k) y su equipo de Palo Alto, California, hablan de dos tipos de

cambio verificables en un contexto terapéutico: los cambios-1 y los cambios-2.

Los cambios-1 (bucle ABCA), no modifican la estructura del sistema ni de su

funcionamiento cibernético, y consiguientemente hacen que el problema

original persista e incluso se agrave. Los cambios-1 nacen de la misma lógica

que generó el problema, y frecuentemente consiste en hacer exactamente lo

contrario: si el problema son los atracones de comida de una bulímica, el

cambio consistirá en hacer a continuación una dieta estricta y no volver a

comer hasta el otro día. De alguna forma es la lógica del sentido común, que

prescribe compensar una desviación con una conducta opuesta. Se trata,

evidentemente, de un mecanismo de retroalimentación negativa, que busca

neutralizar las desviaciones sintomáticas.

El bucle ABCA es característico de los comportamientos de resistencia al

cambio, ya que por definición, la retroalimentación negativa busca retornar a

una situación original, lo que permite a la bulímica volver a reiniciar su ciclo

intempestivo de comidas.

Los cambios-2 (bucle BCDB), en contraste, afectan los parámetros mismos del

sistema, cambian la estructura y recurren a soluciones que contradicen el

sentido común. Así, las intervenciones paradójicas en vez de sugerir a la

bulímica que haga una dieta estricta, le sugiere que no haga dieta, o que siga

comiendo, o que coma solo un poco menos, etc, es decir, se busca amplificar

la desviación mediante una retroalimentación positiva. Aunque discutidas, se

supone que tales intervenciones pueden producir cambios-2 en cortos periodos

de tiempo. La escuela interaccional de Palo Alto plantea que estos cambios, se

supone deben ir acompañados de una reestructuración cognitiva: la

prescripción paradójica debe ser comunicada a la familia de la paciente

bulímica en su propio lenguaje, apelando a su propio modo de conceptualizar la

realidad, lo que obviamente exige cierta capacidad de adaptación del terapeuta

al punto de vista familiar.

En la medida en que la familia pueda pasar del cambio-1 al cambio-2, podrá

solucionar su problema eficazmente, pasaje que se ha de verificar en el punto

de bifurcación, donde la intervención del terapeuta impedirá que persista el

ciclo hacia A, y pueda ser desviado hacia B.

Por lo demás, en el punto de bifurcación no siempre encontramos una

intervención terapéutica, y aquí van dos ejemplos: a) un acontecimiento como

la muerte de un progenitor fuerza al sujeto a elegir entre dos caminos

alternativos: hacia A, en cuyo caso neutralizará la pérdida negándola, y seguirá

su vida normalmente sin hacer ningún duelo. Esto implica retrotraerse a la

situación anterior a la muerte, para recuperar el equilibrio original; hacia D,

donde el sujeto sufre una desestructuración momentánea -su vida parece

caotizarse- pero puede salir de la crisis beneficiosamente reestructurado. b) el

segundo ejemplo son las curaciones espontáneas, donde el sujeto (o la familia)

evolucionan hacia D sin terapia alguna. Muchas veces esto es asignado al

azar, pero en esta asignación suele haber un fuerte componente subjetivo: el

terapeuta puede atribuír sus éxitos a sus propias maniobras terapéuticas, y los

éxitos de la naturaleza (o los de algún colega), al simple azar.

La retroalimentación positiva puede ser normal o beneficiosa, por ejemplo

cuando advertimos que la misma actividad del ser vivo facilita el encuentro

azaroso con estímulos que lo desestructuren, alcanzando así una

estructuración más compleja y más adaptativa. La vida es un continuo

reequilibramiento que conduce al cambio, es decir a nuevos desequilibrios, y

así sucesivamente, y en este trayecto el ser va cumpliendo su plan evolutivo.

De la misma manera, una familia en terapia que se desestructure es en

principio un buen indicador del proceso de curación. De aquí que una de las

técnicas empleadas en terapia sistémica, sobre todo por la escuela de

Minuchin y Haley, sea la desequilibración (l).

Esta consiste esencialmente en que el terapeuta fomente una alianza intensa

entre él mísmo y algún sub-sistema de la familia (por ejemplo con la madre y el

hijo) a los efectos de obligar a la familia a una reestructuración de sus límites

(camino hacia D). De esta manera, el terapeuta crea las condiciones para que

la familia del paciente esquizofrénico frene su tendencia homeostática hacia A,

o tendencia hacia el no-cambio.

Pero la retroalimentación positiva puede también ser perjudicial, como cuando

dos personas interactúan de tal modo que van desequilibrándose cada vez más

pudiendo llegarse a una situación potencialmente peligrosa para sus

respectivas integridades, como ocurre en las escaladas simétricas y

complementarias descriptas por Watzlawick (m), o en los comportamientos

interactivos que Bateson englobó bajo la denominación de fenómenos de

cismogénesis. Es, por ejemplo, el caso de la persona que insulta a otra y esta,

en vez de morigerar la situación retornando al anterior equilibrio, a su vez

vuelve a insultar a su interlocutor y así sucesivamente, hasta llegar, por

retroalimentación positiva, a los límites peligrosos a que hacíamos referencia.

Nos resta ver un último ejemplo donde la retroalimentación negativa pueda ser

beneficiosa, ejemplo que también nos lo provee la práctica terapéutica

sistémica. Una vez que una familia completó su proceso de cura, está lo

suficientemente estructurada como para que cualquier estímulo desequilibrante

(una muerte, una enfermedad) , no precipite una nueva crisis que se vuelva a

transformar en motivo de consulta. La familia sufrirá indudablemente un

desequilibrio, pero está en condiciones de neutralizar las desviaciones por

retroalimentación negativa y puede retornar al estado de equilibrio (o al estado

constante, como lo llama Watzlawick), es decir, a aquel estado que pudo

alcanzar mediante la psicoterapia.

14. Caos y orden en el lenguaje.- Un análisis del lenguaje verbal como sistema

cerrado y como sistema abierto permite asomarnos tímidamente a sus

posibilidades de evolución predecibles e impredecibles. ¿Cómo puede ser visto

el lenguaje desde la perspectiva de la teoría del caos? El ejemplo de la

creación literaria y la científica.

a. Física y psicología.- ¿Puede la física explicar la conducta humana? De

antemano no podemos responder esta pregunta, ya que todo dependerá de

nuestras expectativas acerca de lo que esperamos de una explicación.

Si un colectivo frena abruptamente, el pasajero será arrojado hacia adelante.

Se trata de una conducta humana, si consideramos a esta en sentido amplio

como todo cambio que ocurre en una persona. Este comportamiento podrá ser

explicado desde la física, más concretamente desde una de sus ramas: la

dinámica de los sólidos (n), y aún más concretamente a partir del principio de

inercia.

De este comportamiento no podríamos dar una explicación biológica, porque a

pesar de ser una respuesta involuntaria producida por cierto estímulo, nadie

diría que se trata de un reflejo. Tampoco podríamos ofrecer una explicación

psicológica, salvo que nuestro hombre haya exagerado su movimiento o se

haya dejado llevar por la inercia para caer justo encima de una señorita con la

que quería entablar una relación.

Algunas teorías psicológicas utilizan el adjetivo ?dinámica?, como la teoría del

campo de Lewin, o la teoría psicoanalítica. En estos casos, no se está

haciendo alusión a fuerzas físicas, como la fuerza de la inercia o la fuerza de

gravedad, sino a fuerzas psíquicas, como la motivación o las pulsiones. Las

primeras actúan sobre objetos inertes, y las segundas sobre conductas que se

buscan explicar desde la psicología.

Esta aclaración viene a cuento porque muestra ejemplos de teorías

psicológicas que han tomado conceptos de la física, y los han transformado y

adaptado a la realidad psíquica.

En esta nota vamos a explorar, un poco superficialmente, otra rama de la física

y sus posibles aplicaciones en psicología: la termodinámica. Desde ya, este

intento no es novedoso: cierta teoría grupal de roles (ñ), por dar un ejemplo,

utiliza bastante implícitamente el primer principio de la termodinámica para

describir el funcionamiento grupal en términos de procesos de locomoción y

procesos de mantenimiento.

Otro ejemplo clásico es Freud: uno de los principios sobre los que descansa el

psicoanálisis es el principio de constancia, basado a su vez, en los principios

de la termodinámica.

Como ejemplo de fenómeno psíquico para explicar tomaremos la creación

literaria, y para ello utilizaremos como marco de referencia la termodinámica, la

teoría general de los sistemas y la teoría de las estructuras disipativas de

Prigogine (vulgarmente llamada teoría del caos). Los tres sistemas teóricos

están íntimamente relacionados: por ejemplo, la termodinámica estudia ?

sistemas?, y la teoría de Prigogine es una teoría más dentro de vasto campo

de la termodinámica.

Primeramente retomaremos algunas puntualizaciones sobre la aplicabilidad de

la teoría del caos en psicología, luego nos referiremos al análisis del lenguaje y

enseguida después, dentro de este último marco, al problema de la creación

literaria.

b. La teoría del caos en psicología.- Sabemos que la conducta humana puede

presentársenos en diversos grados como caótica y desorganizada. Tal el caso

ostensible del neonato, del demente, del adolescente, pero también el adulto

normal tiene momentos donde planifica actividades -por ejemplo para un fin de

semana- y luego su plan no se cumple, procediendo de una manera errática y

pareciendo estar regido únicamente por el principio del placer.

Frente a estos comportamientos desorganizados, la psicología ha intentado

minimizar su importancia (para la teoría, no para la clínica) argumentando que

detrás de ellos se esconde un orden regido por las leyes de la conducta (como

el conductismo) o las leyes del inconciente (como el psicoanálisis). Es

frecuente la expresión "parece un caos", con lo cual se asimila o se identifica

siempre caos con apariencia. La teoría del caos viene a sugerirnos un punto de

vista muy diferente: el comportamiento caótico tiene valor en sí mísmo, tiene la

misma entidad, el mismo status ontológico que el orden, y nuestra actitud hacia

ese caos ya no consistirá en soslayarlo intentando buscar un orden subyacente

(verticalidad), sino en intentar verlo como parte de un proceso que proviene de

un orden previo y que desemboca en un nuevo orden (horizontalidad). El orden

ya no está debajo sino a los costados, la ?verdadera? realidad ya no es

solamente el orden sino la alternancia orden-desorden, teniendo ambos polos

la misma entidad. Se trata, entonces, por emplear un término de la filosofía, de

hipostasiar el caos, o sea de elevarlo a la categoría de una instancia

constitutiva de lo real - no de lo aparente- y por lo tanto ya no habrá de

constituír un punto de partida para llegar a lo real subyacente y explicarlo

desde allí, sino instituírlo como instancia explicativa (no explicada) del orden

subsiguiente (y no subyacente).

Este planteo viene a oponerse en cierto sentido a nuestra tradición kantiana,

según la cual seguimos considerando que somos nosotros desde nuestras ?

formas de la sensibilidad? y desde nuestras ?categorías del entendimiento?

quienes organizamos el mundo, cuando en realidad la organización y la

desorganización de éste resultan ser independientes de un sujeto cognoscente.

Se opone también al clásico principio de la uniformidad de la naturaleza, de tipo

laplaceano, según el cual el mundo tiene un orden y, en cualquier caso, el

desorden que percibimos no es algo constitutivo de él sino el resultado de un

falencia perceptiva. ¡Los sentidos nos engañan! es la exclamación que viene

resonando desde aquellos siglos cartesianos.

La teoría del caos nos habla de una secuencia orden-desorden-orden en la

naturaleza. El lenguaje verbal no es la excepción, toda vez que es el resultado

de nuestra actividad mental, producto a su vez del cerebro, y producto a su vez

de la naturaleza.

c. Caos y lenguaje.- Hábito laríngeo según el conductismo, embrujador de la

inteligencia para Wittgenstein, función semiótica de acuerdo a Piaget, sistema

de oposiciones y diferencias según Saussure, producto de transformaciones

sintácticas para Chomsky, apaciguador de la agresividad para Freud o modelo

isomorfo del inconciente según Lacan, el lenguaje fue, desde los sofistas

griegos hasta nuestros días, el objeto y el motivo de agudas reflexiones y

perplejidades varias. Y tal vez sea mucho más lo que aún no se ha dicho.

Pero, ¿acaso tienen algo que decirnos la termodinámica y la teoría del caos

acerca de la naturaleza de una de las más notables creaciones del cerebro

humano, a su vez la entidad más compleja e impredecible del universo

conocido? No está de más intentarlo: como dice Prigogine, las ciencias

naturales y las ciencias humanas solamente tienen dos opciones: o progresan

juntas, o juntas desaparecen. En este caso, obviamente, aludimos a la física y

a la psicolingüística.

Sepa el lector que, para comprender lo que sigue, no está obligado a conocer

abstrusas fórmulas de entropía o de energía interna: nada menos que para

Einstein, la mayor parte de las ideas fundamentales de la ciencia son

esencialmente sencillas. Lo son, sí, las ideas, agregamos, pero no tal vez las

realidades a que ellas remiten, siendo que la claridad es apenas una ilusión útil

que esconde toda la complejidad de los sucesos ?por fin? aclarados.

Organicémonos. El lenguaje humano -y, paradigmáticamente, el lenguaje

verbal- puede ser concebido como un sistema cerrado o como un sistema

abierto.

El lenguaje como sistema cerrado.- Sabemos que un sistema cerrado no

intercambia materia, ni energía ni información con su entorno. Cuando el autor

compone su texto, entrega información, y cuando el lector lo lee recibe

información. Este intercambio de información hace que el lenguaje sea un

sistema abierto, pero supongamos ahora que un trozo de discurso no tenga

esa sublime posibilidad, debido a que poco a poco deje de recibir energía e

información de su entorno.

El primer ejemplo es un discurso hablado por una persona. ¿Cómo va

cambiando este texto, pongamos por caso, cada diez años? Conforme avanza

el tiempo, y como consecuencia de la natural involución del sistema nervioso,

ese texto va desintegrándose cada vez más, hasta constituír en el anciano, un

conjunto amorfo de palabras donde los significados y la organización sintáctica

se pierden cada vez más y más. Ellenguaje avanza hacia un estado de

desorden cada vez más acentuado, y lo que supuestamente funciona como

soporte material, esto es, la red neuronal, poco a poco y especialmente

después de la muerte va convirtiéndose en materia inorgánica, y esta a su vez

en polvo cósmico, si hemos de considerar que han pasado eones.

Nuestro segundo ejemplo es un texto escrito. Sus significantes son acúmulos

de tinta que, si los dejamos estar sin suministro de energía o información del

exterior, manteniéndolos aislados como sistemas cerrados, poco a poco

evolucionarán también hacia un estado de máximo desorden, o como dicen los

físicos, hacia un estado de máxima entropía: el papel que los soporta va

desintegrándose con el paso del tiempo y el final es equivalente al final del

lenguaje hablado abandonado a su suerte: el polvo cósmico. En un poema, J.L.

Borges se preguntaba acerca de qué relación podían tener una biblioteca con

el polvo estelar, y aquí la termodinámica viene a dar su propia respuesta.

Significantes y significados, aislados de su ambiente, tienen así un destino que

resulta perfectamente predecible, lo que nos produce en todo caso más

desazón que perplejidad: la termodinámica ya tiene previsto que los sistemas

cerrados evolucionan hacia el desorden, porque no reciben del exterior el ?

combustible? que les permite mantenerse organizados u organizarse aún más.

Para decir lo mismo desde otro punto de vista: considerado como sistema

cerrado, el lenguaje tiende a evolucionar hacia un estado de máxima

probabilidad: el estado de desorden. El punto de partida puede ser por ejemplo

un estado de lengua organizado, donde cada letra no aparece por azar sino

que tiene asignada una determinada probabilidad de aparición. Por ejemplo, es

más probable que la siguiente letra de un texto sea una "e" y no una "z", como

advirtieron los pensadores de la Teoría de la Información, con Shannon a la

cabeza.

Sin embargo, en cuanto ese mismo lenguaje evoluciona (o si se prefiere,

involuciona) hacia un estado de desorganizacíón cada vez mayor, ya dejan de

existir razones valederas para pensar que unas letras tienen más probabilidad

que otras: todas adquieren la misma probabilidad de aparecer, puesto que su

distribución es al azar. Este estado de equiprobabilidad es perfectamente

predecible y es, por lo demás, el estado final más probable. El lenguaje de un

cerebro muy senil, por caso, es tan azaroso que cualquier letra tiene la misma

probabilidad de seguir otra cualquiera.

Hasta aquí vamos extrayendo una conclusión: a medida que el lenguaje se

desorganiza, se torna predecible su estado final, a saber, el máximo desorden,

y al mismo tiempo y por eso mismo se tornan impredecibles las siguientes

letras o palabras que aparecerán. Como decíamos, ¿acaso podemos predecir

cuál es la próxima palabra que pronunciará un esquizofrénico delirando, o un

sujeto con demencia senil? El lenguaje como sistema cerrado evoluciona hacia

grados de impredecibilidad perfectamente predecibles. Ello ocurre porque el

sistema se va ?cerrando? cada vez más, a medida que las neuronas dejan de

recibir adecuadamente la energía proveniente de la glucosa, o a medida de

dejan de recibir información a través de órganos sensoriales en decadencia.

El lenguaje como sistema abierto.- Si la idea del lenguaje como sistema

cerrado nos producía desazón, la idea de un lenguaje como sistema abierto

nos producirá mas bien perplejidad, en la medida en que, si consideramos al

lenguaje como un sistema abierto, no evolucionará hacia estados predecibles

sino hacia estados impredecibles, y es aquí donde podría suministrarnos

respuestas plausibles la termodinámica irreversible y la teoría del caos de Ilya

Prigogine.

Pero vayamos por partes, y tomemos como ejemplo la creación literaria. Según

la teoría de Prigogine, los sistemas evolucionan del orden al caos, y del caos

nuevamente al orden y así sucesivamente. La termodinámica prescribe que

todo sistema evolucionará hacia el caos, se desorganizará y desintegrará cada

vez más, a menos que reciba un aporte de energía y/o información del entorno.

Si una planta no recibe la energía solar que desencadena el proceso anabólico

fotosintético que la hace crecer, se termina pudriendo y desintegrando,

degradándose al estado inorgánico.

En esta tendencia al caos de todo sistema existe entonces un punto de

bifurcación, como lo llama Prigogine, donde el sistema tiene dos posibilidades:

o bien continúa su proceso de caos progresivo y termina retornando a un

estado anterior (por ejemplo el estado inorgánico), o bien ocurre por azar un

acontecimiento que hará que el proceso evolucione hacia un orden creciente

alcanzando un nuevo estado de equilibrio llamado estructura disipativa.

¿Cuál sería el equivalente en la investigación del lenguaje, del punto de

bifurcación y de la estructura dispersiva de la que habla Prigogine? Tomemos

dos ejemplos: uno de creación literaria y otro de creación científica.

a) El primero tiene que ver con un lenguaje cinematográfico, con el guión de la

película "Titanic", de James Cameron, estrenada este año. En principio, hay

dos posibilidades: un guión convencional y repetitivo, y un guión creativo y

original.

El guión convencional hubiera consistido en narrar los hechos linealmente y en

una forma casi totalmente predecible: el barco sale del puerto, luego lo vemos

surcar el Atlántico, choca con un témpano, se hunde y algunos pasajeros se

salvan. Mientras el guionista va pensando este argumento, se produce en su

mente una especie de desorganización momentánea, de caos donde evoca

imágenes diferentes, como si fuera un rompecabezas de debe armar. Poco a

poco va llegando al punto de bifurcación, donde el guionista convencional

encuentra una salida que implica un retorno al estado anterior: narrar los

hechos tal como sucedieron, en la forma antes indicada, o los narra como

también lo había hecho la película anterior. Otro guionista más creativo, al

llegar al punto de bifurcación genera una nueva estructura argumental. Para

generar y mantener esta estructura disipativa se requiere aporte externo de

energía e información, esta última,por ejemplo, bajo la forma de imágenes

alternativas que surgen de ideas personales o de ideas sugeridas por cosas

que vió o leyó. La solución que dio Cameron a su película resulta original. El

film no comienza con la clásica salida del puerto del Titanic, sino con un

cazafortunas que busca en el barco ya hundido un supuesto tesoro escondido

en una caja. Cuando la abre, no hay tal tesoro pero en su lugar hay un retrato,

una foto en color sepia de una mujer joven. La siguiente imagen es esa misma

mujer cuando ya es anciana, y rememora su romance a bordo del Titanic. A

partir de aquí, el argumento retrocede hasta la época en que ocurrieron los

hechos. Todas estas imágenes que aparecen desde el comienzo no permiten

casi prever cuál será la siguiente (ni siquiera la primera imagen del

cazafortunas es predecible): la estructura disipativa es un orden que no puede

predecirse a partir del caos anterior. Si el día de mañana se decide hacer una

nueva película sobre el tema, el nuevo guionista podrá partir de la última línea

argumental, ahora clásica, y, o bien repetirla volviendo al estado anterior, o

bien generando una nueva estructura disipativa, es decir, un nuevo diseño

argumental.

b) El segundo ejemplo tiene que ver con la tarea que emprende quien debe

escribir una monografía o una tesis. Lo primero que aparece es un estado de

confusión, de caos. El texto científico aparece primero tal vez como una idea

difusa, un sueño, una inspiración o incluso simplemente una simple voluntad

por querer escribir algo. En esta etapa, el pensamiento se mueve

erráticamente, toma y abandona ideas con facilidad, y hasta puede cambiar

hasta su propósito original. Esta confusión inicial progresa hacia el punto de

bifurcación, donde una posibilidad es escribir algo ya escrito (hay monografías

que son simples transcripciones textuales), y otra posibilidad es, en vez de la

repetición, la creación de una nueva estructura disipativa, un nuevo orden, de

manera que queda una distancia entre el texto imaginado, garrapateado,

corregido y finalmente publicado. Mientras tanto el texto sufre diversas

correcciones. El primer lector de un autor es él mísmo, y es también su primer

crítico, a veces feroz y despiadado. Un buen escritor, dijo alguien, es aquel que

escribe veinte hojas y tira diez y nueve.

El resultado final es una estructura ordenada donde nada sobra ni nada falta.

Un buen cuento, para Isidoro Blainstein, es como un reloj: no sobre ninguna

pieza-palabra, ni tampoco falta ninguna. Es predecible un orden, pero no qué

clase de orden: una misma consigna para distintos escritores, darán diferentes

productos terminados. La impredecibilidad del tipo de orden al que se llega está

dada por la incertidumbre o la intriga acerca de cuál será el siguiente párrafo.

El escritor original busca nuevas combinaciones porque ello, al hacer más

improbable, incierto o impredecible el próximo párrafo, lo hace también más

informativo, según la idea de Shannon.

Aunque es más difícil, también puede estructurarse el discurso de manera que

sea incierta no el próximo párrafo sino la próxima palabra, y, aún más difícil,

que lo incierto sea la siguiente letra dentro de la palabra.

En síntesis, podríamos decir que desde que el sujeto incorpora las primeras

letras del alfabeto hasta que termina escribiendo una tesis, va aprendiendo a

administrar los recursos entrópicos del lenguaje. Si quiere un texto más

creativo, aprenderá que debe consumir más energía, y si quiere ahorrarla, se

transformará en un repetidor. Para ello cuenta con un patrimonio colectivo

constituído por 28 letras, en el caso del castellano. Si solamente con las

diferentes combinaciones de unas pocas bases cíclicas nitrogenadas del ADN

se pueden generar tantos seres vivos diferentes, ¿que esperar de las 28

unidades de nuestro lenguaje?

"DEL ORDEN AL CAOS"

"DE LORD ENA LCA"OS

E"DCA DEN LO RA L S"O

E" D A C E N D O R L A S " L O

DEL"CA AL OS D E"N OR

"DEL CASOALO RDE"N

"DEL CAOS AL ORDEN"

Pablo Cazau Lic en Psicología y Prof de Enseñanza Media y Superior en

Psicología

Buenos Aires, Marzo 1995

(a) Cazau Pablo, "Introducción a la investigación en ciencias sociales", Buenos

Aires, Rundinuskín Editores, 1991, página 72.

(b) Watzlawick P, Beavin J y Jackson D, "Teoría de la comunicación humana",

Barcelona, Herder, 1981, 2° edición, páginas 59-149-151-250).

(c) Sorman Guy, Los verdaderos pensadores del siglo XX.

(d) Enciclopedia Temática Guiness, Barcelona, Folio, 1994, página 23.

(e) Reportaje a Ilya Prigogine (Clarín, 10-12-89).

(f) Reportaje a Alvin Toffler (La Nación, 27-11-86).

(g) Reportaje a Ilya Prigogine (La Nación, 27-10-91)

(h) Horstein L, Azar y determinismo. El psicoanálisis y la historia, Bs As.,

Página 12, 20-10-94.

(i) Horstein L, El cristal y el humo. Temporalidad, determinación y azar, Bs As,

Página 12, 22-9-94.

(j) Moure F, Alas de mariposas: un nuevo modelo para la psicología, Bs As,

Prensa Psicológica N°2, Mayo/Junio 1994, págs. 17-19.

(k) Watzlawick P y otros, Cambio, Barcelona, Herder.

(l) Feixas G y Miró MT, Aproximaciones a la psicoterapia, Barcelona, Paidós,

1993.

(m) Watzlawick, Beavin y Jackson, op. cit., págs. 104 y 149.

(n) La dinámica es la parte de la física que estudia el movimiento de los

cuerpos en relación con las causas que los producen. Abarca la dinámica de

los sólidos, la dinámica de los líquidos (hidrodinámica) y la dinámica de los

gases. Estas dos últimas partes se llaman, en conjunto, dinámica de los fluidos.

(ñ) Romero Roberto, "Grupo, objeto y teoría", Volumen 2. Buenos Aires, Lugar

Editorial, 1992, capítulo 4.