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REVISTA CUBANA DE PSICOLOGÍA Vol. 17. No. 2.2000 LA PSICOLOGÍA DEL REFLEJO CREADOR: EPISTEMOLOGÍA Y ETICA Dr. Diego J. González Sema, La Habana, Cuba RESUMEN En el artículo proponemos al lector una posición teórica en epistemología y ética como un resultado del desarrollo de la psicología en Cuba. Sus fundamentos teóricos últimos se encuentran en Marx y en Martí y por ello es una psicología dialéctica. Concebimos que el psiquismo humano es un reflejo cerebral del mundo social que surge y se desarrolla en la actividad socio histórica del hombre, pero este reflejo psíquico, ideal, tiene cada vez en mayor medida una función activa y creadora de sí mismo y del medio social que lo determina. Por otro lado consideramos que la ciencia psicológica debe tener metas morales y orientarse hacia la formación de un hombre espiritualmente superior en creatividad, independencia, humanismo, amor a los pobres y patriotismo. ABSTRACT The article presents a theoretical position in epistemology and ethics as a result of the development of psychology in Cuba The theoretical foundations are found in Marx and Marti and therefore it is a dialectical psychology. We believe that human psyche is a reflex in the brain of the social world. It emerges and develops through the social and historical activity of man. But this psychic reflex has an active and creative function of both its own self and of the social environment that surrounds and determines it. We also believe that psychological science must draw moral goals and aim at the large scale formation of a man spiritually superior in creativity, independence, humanism, patriotism and love for the poors. En la historia de la psicología encontramos que, por lo general, las diferentes escuelas psicológicas expresan o están asociadas a determinadas posiciones filosóficas. Así, el realismo representativo de Descartes y Locke y el monismo neutral de Mach se manifestaron en el introspeccionismo de Wundt y Titchener; el pragmatismo en el funcionalismo de James y Dewey; el neorrealismo en el conductismo de Watson; el operacionismo en el neoconductismo de Hull y Tolman; la fenomenología en la gestalt de Wertheimer, Kóhler y Koffka; el irracionalismo y el materialismo mecanicista en el psicoanálisis de Freud; el existencialismo y la fenomenología en la psicología humanista y el materialismo dialéctico e histórico en la psicología soviética. Para nosotros, la psicología debe inspirarse en la integración del pensamiento marxista con el ideario martiano. Entendemos que esta posición en psicología expresa el carácter específico del pensamiento marxista cubano y del propio desarrollo de nuestra psicología. Es necesario fundir en nuestra ciencia el marxismo y el pensamiento cubano del siglo XIX representado por Várela, Luz y Martí. Con esa finalidad hemos propuesto desarrollar en psicología una posición teórica que hemos denominado del reflejo creador. (González, D.J., 1997). La categoría "reflejo" representa el énfasis que ha puesto la filosofía y psicología marxista en la determinación económica y socio histórica de la psiquis. La categoría "creador" expresa el acento que Martí puso en la función activa de la subjetividad y de la moral. Veamos a continuación cómo concebimos dicho fundamento epistemológico y axiológico de la psicología. I. La unidad armónica de la concepción científica y moral del mundo Con este punto de vista nos manifestamos como seguidores del criterio de Hart, A. (1995) quien se declara partidario de la unidad dialéctica de ciencia y conciencia, y de articular, de forma moderna, la cultura política, ética y espiritual de nuestro país, cuya expresión más alta se halla en José Martí, con el pensamiento científico, social y filosófico más avanzado de la humanidad, cuya cúspide está en Marx, Engels y Lenin. La filosofía aborda dos problemáticas fundamentales: el conocimiento del mundo y su valoración, lo cognoscitivo y lo valorativo. (Rodríguez, Z. 1984). Existen múltiples maneras de relacionar ambos aspectos, pero toda concepción filosófica tiene que aportar una solución o respuesta a las mismas. En la filosofía del siglo XX se destacan dos grandes corrientes: 1) el cientificismo (positivismo, 184

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REVISTA CUBANA DE PSICOLOGÍA Vol. 17. No. 2.2000

LA PSICOLOGÍA DEL REFLEJO CREADOR: EPISTEMOLOGÍA Y ETICA Dr. Diego J. González Sema, La Habana, Cuba

RESUMEN En el artículo proponemos al lector una posición teórica en epistemología y ética como un resultado del desarrollo de la psicología en Cuba. Sus fundamentos teóricos últimos se encuentran en Marx y en Martí y por ello es una psicología dialéctica. Concebimos que el psiquismo humano es un reflejo cerebral del mundo social que surge y se desarrolla en la actividad socio histórica del hombre, pero este reflejo psíquico, ideal, tiene cada vez en mayor medida una función activa y creadora de sí mismo y del medio social que lo determina. Por otro lado consideramos que la ciencia psicológica debe tener metas morales y orientarse hacia la formación de un hombre espiritualmente superior en creatividad, independencia, humanismo, amor a los pobres y patriotismo.

ABSTRACT The article presents a theoretical position in epistemology and ethics as a result of the development of psychology in Cuba The theoretical foundations are found in Marx and Marti and therefore it is a dialectical psychology. We believe that human psyche is a reflex in the brain of the social world. It emerges and develops through the social and historical activity of man. But this psychic reflex has an active and creative function of both its own self and of the social environment that surrounds and determines it. We also believe that psychological science must draw moral goals and aim at the large scale formation of a man spiritually superior in creativity, independence, humanism, patriotism and love for the poors.

En la historia de la psicología encontramos que, por lo general, las diferentes escuelas psicológicas expresan o están asociadas a determinadas posiciones filosóficas. Así, el realismo representativo de Descartes y Locke y el monismo neutral de Mach se manifestaron en el introspeccionismo de Wundt y Titchener; el pragmatismo en el funcionalismo de James y Dewey; el neorrealismo en el conductismo de Watson; el operacionismo en el neoconductismo de Hull y Tolman; la fenomenología en la gestalt de

Wertheimer, Kóhler y Koffka; el irracionalismo y el materialismo mecanicista en el psicoanálisis de Freud; el existencialismo y la fenomenología en la psicología humanista y el materialismo dialéctico e histórico en la psicología soviética.

Para nosotros, la psicología debe inspirarse en la integración del pensamiento marxista con el ideario martiano. Entendemos que esta posición en psicología expresa el carácter específico del pensamiento marxista cubano y del propio desarrollo de nuestra psicología. Es necesario fundir en nuestra ciencia el marxismo y el pensamiento cubano del siglo XIX representado por Várela, Luz y Martí. Con esa finalidad hemos propuesto desarrollar en psicología una posición teórica que hemos denominado del reflejo creador. (González, D.J., 1997). La categoría "reflejo" representa el énfasis que ha puesto la filosofía y psicología

marxista en la determinación económica y socio histórica de la psiquis. La categoría "creador" expresa el acento que Martí puso en la función activa de la subjetividad y de la moral.

Veamos a continuación cómo concebimos dicho fundamento epistemológico y axiológico de la psicología.

I. La unidad armónica de la concepción científica y moral del mundo

Con este punto de vista nos manifestamos como seguidores del criterio de Hart, A. (1995) quien se declara partidario de la unidad dialéctica de ciencia y conciencia, y de articular, de forma moderna, la cultura política, ética y espiritual de nuestro país, cuya expresión más alta se halla en José Martí, con el pensamiento científico, social y filosófico más avanzado de la humanidad, cuya cúspide está en Marx, Engels y Lenin.

La filosofía aborda dos problemáticas fundamentales: el conocimiento del mundo y su valoración, lo cognoscitivo y lo valorativo. (Rodríguez, Z. 1984). Existen múltiples maneras de relacionar ambos aspectos, pero toda concepción filosófica tiene que aportar una solución o respuesta a las mismas.

En la filosofía del siglo XX se destacan dos grandes corrientes: 1) el cientificismo (positivismo,

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monismo neutral, neopositivismo, pragmatismo, empirismo, realismo, neorrealismo y otras), que abordan centralmente el problema del conocimiento científico; (en psicología expresan esta posición el funcionalismo, el conductismo y otros.) y 2) los humanistas (el existencialismo, la fenomenología, el esplritualismo, el personalismo y otras), que se refieren principalmente al problema del hombre, de la condición humana y su destino; (en psicología expresan esta posición los humanistas: Maslow, Rogers y otros).

Entendemos que la posición correcta no es centrarse de modo absoluto en un problema o el otro, ya sea el tema de la ciencia o el del hombre (como hacen el cientificismo y el humanismo) sino destacar por igual ambas problemáticas y sobre todo concebirlas en su unidad armónica y dialéctica.

Entre ideología y ciencia hay diferencias irreductibles pero a la vez debe existir una armonía en su influencia y penetración recíprocas. Una Ideología (moral, religiosa, política, artística, etc.) que niegue a la ciencia, que no conduzca a la ciencia, ni actúe a través de ella, no favorece el desarrollo humano. Una ciencia que no responda a la ideología, a la moral, es una ciencia anti humana que no tiene en cuenta las necesidades y valores de la humanidad.

Nuestra posición es la del humanismo científico. El cientificismo elude la problemática valorativa y moral de la humanidad, tal es también el caso del conductismo, en psicología. Los filósofos humanistas la abordan, pero no asumen el punto de vista de la ciencia. Y esta posición filosófica se proyecta en la psicología humanista. Ambas concepciones son limitadas, unilaterales, tal y como han sido planteadas originalmente por Watson y Maslow.

Entre la concepción científica y la moral valorativa del mundo existen diferencias esenciales e irreductibles y en consecuencia contradicciones que no deben ser antagónicas. Pero es necesario apreciarlas en unidad dialéctica.

La concepción científica del mundo nos va a ofrecer una imagen cognoscitiva del mundo basada en los hechos de la ciencia y de la práctica cognoscitiva y transformadora de la realidad. Su tarea es decir al ser humano cómo actuar para lograr las metas que persigue.

La concepción moral del mundo nos va a ofrecer una imagen valorativa del mundo basada no forzosamente en los hechos de la ciencia, ni en la práctica transformadora, sino en la práctica moral -valorativa de la humanidad que tiene como tarea suprema orientar al ser humano hacia el cumplimiento con los valores morales a la vez que favorecer su equilibrio emocional.

Estas diferencias esenciales deben ser respetadas y armonizadas. No pueden ser identificadas ambas concepciones, ni reducidas la una a la otra. La concepción moral del mundo no puede lastrar a la científica: esto llevaría al dogmatismo, a limitar y coartar a la ciencia. La concepción científica debe tener plena libertad basada en los hechos. Pero a su vez la concepción moral tiene su especificidad y no puede ser suplantada o negada por el pensamiento científico. Las imposibilidades que se aprecian en el mundo real y objetivo no pueden hacernos renunciar a nuestros puntos de vista y metas morales y estas últimas no pueden traicionar el ideal de lograr el conocimiento más objetivo y pleno que en cada momento sea posible. Esto supone gran persistencia y coraje en un plano filosófico.

Pero entre ambas concepciones debe existir armonía y una penetración y determinación recíprocas. La concepción moral del mundo debe conducir a la científica y actuar a través de esta última, por ello ha de llevar en sí misma la orientación hacia la ciencia y la práctica transformadora de la realidad objetiva. A su vez la concepción científica del mundo ha de ir dirigida a cumplir con las metas morales, ha de ser impulsada por la concepción moral valorativa y esclarecer aquellos aspectos de la realidad que interesan a las aspiraciones morales. De esta manera se establece una armonía en su interacción y penetración recíprocas. Pero ambas concepciones se identifican, se convierten la una en la otra. Esto ocurre en la elaboración del proyecto filosófico de transformación de la realidad. Aquí la concepción científica aporta las hipótesis sobre cómo transformar la realidad en la dirección de las metas morales. Ella se convierte en meta moral y esta última asume la forma de un proyecto científicamente elaborado. Pero esta identificación es transformada y determinada en última instancia por la contradicción entre ambas concepciones que en dicho proyecto filosófico participan.

En este contexto teórico concebimos la psicología como una ciencia particular que a su vez debe tener metas ideológicas y morales. No puede ser una ciencia despojada de todo sentido moral ni tampoco perder su rigor científico en virtud de criterios humanistas, ideológicos o morales. La psicología debe cumpiir su papel en el proyecto filosófico de transformación de la realidad.

Para explicar e ilustrar todo lo dicho en este epígrafe expondremos a continuación: primeramente la concepción científica del mundo; después la concepción moral del mundo y por último el proyecto filosófico de transformación de la realidad en su expresión en nuestra ciencia particular.

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II. La concepción científica del mundo El problema inicial de la concepción científica del

mundo es el de la metodología del conocimiento objetivo, filosófico y científico. Según se resuelva este problema inicial se decidirá cómo concebir la interconexión y el movimiento universales, cómo interpretar las relaciones entre la materia y la conciencia y en consecuencia, el decurso histórico de la humanidad. El énfasis en la importancia inicial de la metodología del conocimiento tiene un sentido anti dogmático, pues toda verdad objetiva en filosofía y ciencia es una convicción a posteriori, o sea, basada en hechos y sólo los hechos pueden engendrarla y transformarla en última instancia.

A. La metodología del conocimiento objetivo, filosófico y científico

La correcta solución de los problemas epistemológicos tiene gran importancia para la psicología. La metodología del conocimiento orienta a los psicólogos investigadores.

Aquí partimos de nuestra finalidad humanista y moral de transformar el mundo real y objetivo en beneficio del género humano. Y esto sólo puede ser logrado mediante la verdad más objetiva y plena que en cada momento sea posible.

Entendemos por verdad objetiva aquella afirmación cuyas predicciones derivadas se confirman en el decurso de la actividad humana de previsión y transformación del mundo.

Definimos la realidad objetiva y esencial como aquello cuyo reflejo teórico, cuya imagen teórica en la verdad objetiva, nos permite predecir y transformar los fenómenos en que ella se manifiesta. Así, la realidad objetiva y esencial puede no coincidir con su expresión fenoménica, pero es la naturaleza interna del fenómeno que consideremos, pues se manifiesta en él, en sus cambios e interacciones, lo cual es constatado en el decurso de la práctica.

De esta concepción de la verdad objetiva como reflejo o imagen de la realidad objetiva se infiere forzosamente que sólo puede ser lograda mediante la unidad del pensamiento teórico (que descubre la esencia partiendo de la interpretación de los hechos fenoménicos) y la práctica científica y transformadora (que va dirigida a o que permite verificar si las hipótesis teóricas se cumplen en los hechos fenoménicos).

Pero los hechos pueden ser parciales y unos ser opuestos a otros. Para lograr la verdad más plena es necesario tener en cuenta todos los hechos, en su armonía y contradicción. Sólo el principio dialéctico de la unidad de los contrarios permite descubrir la verdad más plena de manera que sea fiel a todos los hechos.

En consecuencia, los puntos de partida de todo el conocimiento objetivo, filosófico y científico, son:

Primero) La unidad dialéctica de teoría y práctica. Segundo) El principio lógico de la unidad de los

contrarios, basado en los hechos de la práctica. Algunos autores marxistas concibieron la práctica sólo como la acción material externa. Sin embargo, es necesario entender la práctica como la actividad extema (material y comunicativa) e interna (ideal, subjetiva) del ser humano dirigida a satisfacer sus necesidades.

Para las ciencias naturales los hechos de la práctica son sólo materiales. Para la filosofía y las ciencias sociales los hechos de la práctica son tanto materiales como subjetivos. Tanto los unos como los otros son puntos de partida fenoménicos a partir de los cuales el pensamiento teórico descubre su realidad esencial. En consecuencia, los hechos o datos de la psicología son tanto los de la observación externa como los de la auto observación o introspección.

En la historia de la psicología se han contrapuesto dos principios metodológicos: el criterio agnóstico y del neorrealismo que se manifiesta en el conductismo de Watson el cual reduce el conocimiento al fenómeno extemo de la conducta, a la cual no interpreta y por lo tanto no descubre su esencia psicológica interna; y el punto de vista de la fenomenología de Husserl que se ha expresado en la gestait y en la psicología humanista, el cual plantea que la introspección o auto observación nos da por sí misma la esencia real del psiquismo humano. Ambas posiciones son igualmente inadecuadas, pues se quedan en el fenómeno y no se orientan a descubrir la esencia real que en él se manifiesta, con la diferencia de que el conductismo se reduce a la observación externa y la psicología humanista pone su énfasis en la introspección. Sin embargo, sólo el penetrar en la esencia de la realidad psíquica que se manifiesta en las vivencias y en la conducta nos permite predecirlas y transformarlas en la dirección del humanismo científico.

Esta diferencia entre el positivismo y el humanismo idealista se ha expresado igualmente en la concepción de la metodología del conocimiento. Los positivistas defienden los métodos de la observación externa y los cuantitativos. Los humanistas, la auto observación (el método clínico) y los métodos cualitativos. La posición materialista dialéctica consiste en integrar ambas posiciones lo cual supone un rechazo y a la vez una asimilación crítica y una superación de cada uno de ellos. Nuestra posición no consiste en rechazar el positivismo y adherirnos sin señalamientos críticos a la investigación cualitativa. Lo correcto radica en mantenernos equidistantes de ambas concepciones e integrarlas dialécticamente en una nueva posición más abarcadora y flexible.

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El principio lógico de la unidad de los contrarios es la esencia del método dialéctico. El garantiza que la investigación de los hechos sea en una dirección y en la opuesta, de manera que el conocimiento sea pleno, multilateral, libre de sectarismo o dogmatismo.

Concebimos este principio lógico como la unidad de los siguientes aspectos:

a) La contraposición y penetración de los contrarios.

b) La identidad de los contrarios, que conserva su diferencia y oposición.

c) La lucha, interacción y transformación recíproca de los contrarios.

La contraposición quiere decir que los contrarios son diferentes e irreductibles el uno al otro, pero a la vez se penetran y contienen reciprocamente, lo cual ocurre tanto en la coexistencia como en la sucesión. Esto podríamos ejemplificarlo destacando la diferencia cualitativa entre la salud y la enfermedad psíquica. No es posible ignorar esta diferencia cualitativa como pretende el psicoanálisis. Existe diferencia, en la coexistencia, entre un hombre sano y otro mentalmente enfermo, en la sucesión entre el hombre hoy enfermo y el sano que era o en el cual se transformará. Pero ambos se contienen recíprocamente: el sano refleja cognoscitiva y afectivamente al enfermo y viceversa en la coexistencia. El sano contiene determinantes patógenosy el enfermo tendencias hacia la salud mental en la sucesión.

La identidad quiere decir que en un momento (en la transformación del uno en el otro) y en un lugar (en la interacción de ambos contrarios) estos se identifican, se convierten en una unidad. No obstante, en esa unidad los contrarios siguen siendo diferentes y luchan entre sí. Por ejemplo, en la interacción entre el sano y el enfermo, ambos se convierten en una misma cosa: la interacción; pero dentro de ella sano y enfermo siguen siendo diferentes y se oponen recíprocamente. En el momento en que el sano se enferma, no se puede decir que está sano ni que está enfermo, sino que está transitando entre ambos estados, lo cual no niega la diferencia y oposición de dos procesos psicológicos esencialmente diferentes.

Tanto en la contraposición, como en la penetración e identidad, los contrarios luchan entre sí, se interaccionan y transforman recíprocamente. La lucha entre lo normal y lo patológico se da entre el sano y el enfermo, en el propio sano y en el enfermo. Lo normal y lo patológico se interaccionan y transforman recíprocamente.

La siguiente fórmula aspira a esquematizar y resumir el principio de la unidad de los contrarios. La dimensión horizontal indica la interacción de lo

coexistente. La dimensión vertical representa la sucesión en el tiempo.

Ba

AB

Ab -AB Ba

BA

Ba

Cuando A y B están ambos en mayúscula indican los momentos o lugares de identidad. Donde A es la mayúscula y b es la minúscula o viceversa esto indica la penetración recíproca de los contrarios. Y en la diferencia entre Ab y Ba tenemos la contraposición de los contrarios.

La dialéctica de la unidad de los contrarios se opone tanto al e'nfoque unilateral como al eléctico. El unilateral valora excesivamente un aspecto, una dirección de la realidad e ignora las otras. El ecléctico trata de tener en cuenta criterios procedentes de diferentes teorías o concepciones pero sencillamente une afirmaciones que se niegan recíprocamente Para superar el electicismo es necesario ir a un enfoque concreto que tenga en cuenta las relaciones; el lugar y el momento en que una afirmación es verdadera y la otra es falsa y viceversa. La verdad es concreta.

La historia de la psicología está llena de oposiciones unilaterales. El introspeccionismo sólo tiene en cuenta la conciencia e ignora la conducta y el inconsciente. El conductismo de Watson sólo tiene en cuenta la conducta e ignora la conciencia. El introspeccionismo descompone la conciencia en sus elementos más simples. La gestalt niega ios elementos y sólo enfatiza la forma o estructura. El psicoanálisis sólo se interesa por el inconsciente y todo lo explica basado en este concepto: La psicología humanista destaca la auto realización y niega la determinación externa que enfatiza unilateralmente el conductismo.

La tarea de una posición dialéctica en psicología es precisamente superar todas estas limitaciones unilaterales de la teoría psicológica y ofrecer un enfoque sintético, integrator o multilateral y no ecléctico de los fenómenos psíquicos. Sin embargo, el enfoque sintético, aunque tiene la gran virtud de acercarnos a la verdad más plena y estudiar todas las direcciones o aspectos del psiquismo, debido a su gran abarque, no favorece el penetrar profundamente en una determinada dimensión. Por ello, en virtud del principio de la unidad de ios contrarios debemos combinar dialécticamente el enfoque sintético o multilateral con una diversidad de enfoques analíticos o unilaterales de manera que ambas direcciones de la investigación (la analítica y

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la sintética) se contengan y determinen recíprocamente. Así es posible establecer diversos enfoques analíticos o unilaterales, pero todos deben ser dialécticos. Es decir, aunque se centren en una determinada categoría, ya sea la conducta o la auto realización, o el inconsciente, o la determinación socio histórica, o la neurofisiológica, etc., todos partan de una concepción sintética o multilateral que les impida las absolutizaciones unilaterales. En nuestro medio se ha desarrollado la psicología humanista marxista o dialéctica. Esta línea de investigación «es positiva y válida en la medida en que sea desarrollada dialécticamente y comprendida dentro de una concepción materialista que tenga en cuenta el carácter reflejo de la psiquis y su determinación socio histórica en la actividad con objetos materiales. Pero la psicología marxista cubana no se limita al humanismo marxista. Caben también otras direcciones analíticas como pueden ser, por ejemplo, la teoría de la actividad (concebida de modo que no niegue el rol activo y creador del sujeto); el estudio del inconsciente (que no disminuya el rol fundamental de la conciencia); la psicología cognoscitiva (que no niegue sino que tenta en cuenta el papel de la afectividad en el desarrollo intelectual); el enfoque biológico de la psiquis (sin que llegue a su reducción a lo biológico) y tantas otras. Además, es indispensable una concepción integradora general que sintetice y resuma todas estas direcciones analíticas, que se enriquezca y desarrolle a partir de ellas y que a la vez les brinde un marco teórico general que las oriente en su profundización analítica. Que la síntesis no pierda de vista el análisis y viceversa. Esta es la posición dialéctica en la teoría psicológica.

Inicialmente hemos señalado la unidad de teoría y práctica y la lógica dialéctica de la unidad de los contrarios como los criterios metodológicos básicos y los puntos de partida que garantizan el conocimiento más objetivo y pleno y la superación del dogmatismo. Pero la metodología del conocimiento no puede ser limitada a ellos. La teoría filosófica y científica que resulta de su aplicación se convierte igualmente en un principio metodológico. Así, la metodología, del conocimiento filosófico y científico y por ende, psicológico, en su expresión más completa debe verse como la unidad de la teoría del conocimiento, la lógica y la teoría dialéctica de la realidad (en nuestro caso, la teoría científica y en especial, la psicológica).

B. La dialéctica, el materialismo y la determinación de los fenómenos psíquicos

Es en la dialéctica (o sea, en la teoría filosófica sobre la interconexión universal y el movimiento)

donde se encuentra el problema fundamental cuya correcta solución permite abordar certeramente la determinacióm de los fenómenos psíquicos.

La dialéctica idealista de Hegel sólo enfatiza la contradicción interna como la fuente del movimiento y desprecia el rol de la contradicción externa.

Por el contrario, la dialéctica materialista junto a la contradicción interna destaca la teoría del reflejo como propiedad de toda la materia, la cual señala cómo lo externo se refleja en lo interno y lo conforma. Por lo tanto, es imprescindible enfatizar que para la dialéctica materialista la fuente del movimiento y del desarrollo se encuentra en la penetración y determinación recíprocas de las contradicciones interna y externa, ambas importantes y decisivas. Y debe añadirse que se transforman recíprocamente: la externa se convierte en interna y viceversa, pues existen dos vías de desarrollo. En una la contradicción externa se fefleja en la interna, en la otra la contradicción externa se convierte en interna.

El determinismo dialéctico materialista podría enunciarse así: la contradicción externa es la fundamental en última instancia porque, actuando a través de la interna, se va reflejando en cambios cuantitativos internos que en su acumulación llegan a producir cambios cualitativos los cuales transforman la naturaleza interna de la cosa u objeto. Pero en todo momento la contradicción interna es la fundamental porque ella es la que determina directamente la interacción con lo externo y el auto movimiento, el auto desarrollo o la auto involución. Como puede apreciarse, en esta fórmula determinista se integran la ley de la unidad y lucha de contrarios y la ley del tránsito de la cantidad en calidad, pues se observa cómo la contradicción externa es la fuente de los cambios cuantativos internos.

La ley de la negación de la negación también contiene la unidad de contradicciones interna y externa. El pasado (que procede de lo interno) se repite a un nivel superior, condicionado por la contradicción externa, la cual le confiere un nivel de actualidad diferente.

Pero la ley del tránsito de los cambios cuantitativos en cualitativos y viceversa plantea dos momentos. En uno de ellos la contradicción externa es la fuente principal del movimiento pues engendra los cambios cuantitativos internos. En el otro, los cambios cualitativos acaecidos y la contradicción interna en que ellos participan asumen la iniciativa y se convierten en la fuente principal del movimiento.

Además, es necesario considerar los niveles de la realidad. En todos los niveles operan de manera importante tanto la contradicción externa como la

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interna, pero su correlación no es la misma en el nivel inorgánico que en el orgánico o biológico, pues mientras en el primero la contradicción externa es la que explica principalmente el desarrollo, en el segundo la contradicción interna constituye el determinante fundamental en la marcha de lo simple a lo complejo; si en el psiquismo animal tienen mayor influencia los factores externos y biológicos, en el psiquismo humano el determinante fundamental radica en lo interno, en la conciencia, en la personalidad, en la superestructura social.

Por ello el determinismo dialéctico materialista, que siempre consiste en la unidad de lo interno y lo externo, puede ser predominantemente externo o predominantemente interno.

El esclarecimiento de la relación entre la materia y la conciencia tiene una importancia decisiva para la psicología.

El materialismo metafísico o no plenamente dialéctico se contrapone al idealismo. Por el contrario, el materialismo plenamente dialéctico es capaz de ofrecer una interpretación materialista del carácter activo y creador de la conciencia.

En la interpretación teórica de los hechos de la auto observación (que nos ofrece las propias vivencias subjetivas) y de la observación externa (que nos da el mundo físico, natural y social que nos rodea) se descubre la diferencia esencial entre la conciencia y la materia. La materia está compuesta por aquellos objetos que interaccionan de acuerdo con las propiedades que presentan. La materia se caracteriza por una relativa correspondencia entre su fenómeno y su esencia, por lo cual se la define como la realidad objetiva. La conciencia está compuesta por aquellos objetos dados en la representación, el pensamiento, el sentimiento, el proyecto, cuyas propiedades no se manifiestan en la interacción, pues, por ejemplo, la silla imaginada no sirve para sentarnos, ni el sol dado en su concepto nos ofrece calor ni luz La conciencia se caracteriza por la no correspondencia entre su fenómeno y su esencia. O sea, la conciencia, en cuanto se presenta como el objeto que contiene, es ideal y subjetiva, no es una realidad objetiva. Sin embargo, en cuanto constituye una imagen producida por el cerebro, sí es una realidad objetiva y tiene un lugar superior y muy importante en el mundo real.

Pero esta contraposición entre materia y conciencia (entre la realidad objetiva y lo ideal, lo subjetivo) supone una penetración recíproca. La conciencia es un reflejo, una copia de la materia efectuada por el cerebro, la reproduce subjetivamente, tiene un contenido objetivo. A su vez, la materia, en la medida en que se convierte en objeto y en valor para un sujeto, tiene una dimensión subjetiva.

La identidad o mediación entre materia y conciencia se produce en el conocimiento sensorial y en la actividad externa. El mundo material es percibido y valorado sensorialmente e interpretado racional y afectivamente y en esta mediación, cuyos componentes son inseparables (la materia y la conciencia), ambos son diferentes y luchan entre sí. El cuerpo material se da en mi imagen perceptual inseparablemente unido a mi interpretación subjetiva. Esta realidad es el fundamento cierto de la teoría de la Gestalt y del concepto de campo psicológico que ellos interpretan de manera idealista, pues no se basan en la diferencia entre la conciencia y la materia y pierden de vista el carácter primario de esta última. La identidad o mediación entre materia y conciencia también existe en la actividad externa, en la conducta, en la interacción del sujeto con el objeto material, pues ambos se funden en una unidad aunque son diferentes y luchan entre sí. El Conductismo ha partido de este hecho cierto.

Así concebida, la materia es una realidad objetiva que existió y existe fuera e independientemente de la conciencia, pero en la medida en que se relaciona con el hombre (como objeto de conocimiento, de valoración y de interacción) es penetrada por la conciencia, es dada y construida por ella e inseparable de ella.

De acuerdo con los hechos acumulados por la ciencia en el lento decurso de los siglos, la materia, la naturaleza, la realidad objetiva, es lo primario y la conciencia, lo ideal y subjetivo, es lo secundario, lo derivado. Dentro de una concepción científica del mundo y de acuerdo con los hechos que conocemos hasta ahora, no se pueden afirmar el idealismo ni el dualismo.

Pero esta relación entre lo primario (la materia) y lo secundario (la conciencia) debe verse dialécticamente. Pues en su relación con el hombre la materia es la unidad dialéctica de lo primario y lo secundario. En su génesis la materia es lo primario, el punto de partida de la conciencia, pero una vez surgida esta última, en la medida en que la materia es conocida, valorada y transformada por el hombre y se desarrolla la cultura material, base de nuestra vida, la materia es algo secundario, pues en esa relación es un producto de la actividad cognoscitiva, valorativa y transformadora de la humanidad. A su vez, la conciencia humana es la unidad de lo secundario y lo primario, pues engendrada y determinada por el mundo material es una realidad subjetiva que engendra al mundo material que la determina en cuanto objeto para un sujeto, o sea, como objeto percibido y valorado y en cuanto producto de la actividad humana. O sea, lo primario contiene a lo secundario, se transforma en lo secundario y viceversa.

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En consecuencia, rechazamos las interpretaciones de un materialismo no plenamente dialéctico y de una dialéctica no plenamente materialista que reducen la conciencia simplemente a un reflejo secundario que reacciona sobre la materia, pues en esta concepción se pierde el carácter activo y creador de la conciencia. Esta concepción de la psiquis humana como reflejo reactivo es válida para los animales y para los seres humanos, pero no se corresponde con lo específico y superior del hombre.

Por ello decimos que la conciencia es un reflejo creador, es el determinante fundamental de la vida personal y *de la historia humanas, pues la conciencia, reflejo de la materia, es la que crea el mundo en cuanto imagen y valoración subjetivas y la cultura material y espiritual que en última instancia vuelve a determinarla como un reflejo. Lenin, VI (1964. 204) expresó: "La conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo sino que lo crea."

Concebir las psiquis como un reflejo creador supone asimilar críticamente y a la vez superar la psicología de la gestalt y la humanista que se empeñan unilateralmente en la autodeterminación del sujeto sin apreciar debidamente su determinación biológica, conductual, inconsciente y socio histórica. La psiquis humana es un reflejo porque es una actividad del cerebro en respuesta a los estímulos externos tal y como la concibieron Séchenov y Pavlov, porque se forma en la actividad externa (como enfatizaron los conductistas y la psicología soviética) y en correlación con el organismo del ser humano, porque está determinada en definitiva por los estratos inconscientes de la personalidad y de la cultura espiritual (como han enfatizado los psicoanalistas) y porque es un reflejo de su medio socio histórico (como ha evidenciado Vigotski y la psicología soviética). Pero a su vez la psiquis humana tiene sus leyes y naturaleza interna y es la creadora de sí misma y de la cultura. He aquí su importancia esencial para comprender el destino humano.

En el hombre el reflejo psíquico es creador y su creación se refleja. Reflejo y creación, reproducción y construcción, son dos facetas inseparables de su psiquismo. Es relativamente autónomo, determina su vida, construye su personalidad y transforma su medio económico y social, pero en todo momento y sobre todo en última instancia constituye a la vez un reflejo de dicho medio.

El psiquismo humano constituye un producto, históricamente condicionado, de su ambiente natural y social, pero además tiene potencialidades intrínsecas, innatas, para descubrir y construir para sí el reflejo de la esencia de la realidad y con ella descubrirse a sí mismo y crear su futuro. Por ello se construye a sí mismo y al medio social de acuerdo

con dichas potencialidades innatas, que son resultados de la antropogénesis, pues, el cerebro humano, biológicamente, es también un producto socio histórico. Sin embargo, estas potencialidades innatas sólo se convierten en realidades actuantes y se transforman y desarrollan en virtud de que son despertadas, estimuladas y conformadas por el reflejo de la cultura y de la vida social.

III. La concepción moral del mundo El pensamiento moral y valorativo es diferente del

científico. Aunque pretende, igualmente que el científico, una concepción de la realidad, esta no se basa en los hechos de la práctica transformadora, ni aspira a predecir tales hechos, como ocurre en el pensamiento científico, sino que se propone influir sobre la subjetividad del ser humano mediante la persuación y la sugestión derivadas de convicciones morales y de una concepción moral del mundo, para motivarlo a la conducta moral y favorecer su equilibrio psíquico. Se fundamenta, por lo tanto, en la práctica valorativa.

Este pensamiento valorativo actúa en la moral, en el arte, en la literatura, en la religión, en la política, en la psicología social y en la psiquis de cada individuo humano. Cada ser humano lo elabora a su manera pues necesita de él para su equilibrio psíquico. Por lo tanto, la concepción moral del mundo varía según sea el individuo y ios grupos sociales que consideremos.

Sin embargo, a continuación nos referiremos a lo que, dentro de la diversidad inevitable, estimamos deben ser las constantes filosóficas en la comprensión y elaboración de la concepción moral del mundo.

Por lo pronto podemos señalar tres constantes principales de la concepción moral del mundo que son las siguientes: A) El sistema de valores que debemos promover en

todos. B) La concepción moral del mundo que fundamenta

esos valores y otorga equilibrio emocional. C) La concepción moral del mundo debe conducir

armónicamente hacia la concepción científica y la práctica transformadora y viceversa.

A. £1 sistema de valores Debemos promover el altruismo y evitar el

egoísmo. El altruismo consiste en poner en primer lugar los

intereses de la humanidad en su conjunto y por ello muy especialmente los intereses de los países y clases sociales más necesitados en dicha humanidad, en segundo lugar los intereses de la región geográfica y del país de nacimiento (el patriotismo), en tercer lugar los intereses de nuestra

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provincia o zona de residencia, en penúltimo lugar los de nuestra familia y por último nuestros intereses personales. El todo vale más que las partes, la parte mayor vale más que la parte menor y por último está el individuo.

La esencia de esta actitud moral es el humanismo (entendido como amor a la humanidad) que se expresa de forma particular en el amor a la patria, a la familia, al prójimo, a todo ser humano y a la naturaleza, que es el contexto necesario y vital de la humanidad.

El egoísmo es todo lo contrario. Primero yo, después mi familia, después mi país y por último la humanidad y los pobres de este mundo.

Pero el altruismo no debe ni puede aplastar al individuo, sino tratar de armonizar las metas más altas (humanitarias y patrióticas) con los intereses y caracteríticas individuales. Sólo en la medida en que exista esta armonía el individuo será capaz de sacrificarse por las metas más altas.

El bienestar material, el dinero y el prestigio social no deben ni pueden ser las metas supremas, sino medios de vida, vías, para lograr las metas supremas en favor de la humanidad.

Puede ocurrir que luchar por la patria y su independencia sea la mejor manera de luchar por la humanidad. Muy a menudo se funden los intereses de la patria con los de la humanidad. Pero también pueden oponerse, y en ese caso debemos jerarquizar los de la humanidad. Sin embargo, patria es humanidad, (Martí, J., 1975,a) porque es aquel lugar más cercano donde vivimos y podemos luchar por la humanidad.

Esta actitud altruista en favor de la humanidad y la patria tiene que expresarse en primer lugar en una conducta esforzada y eficiente ante el trabajo y en segundo lugar en el cuidado y educación de los hijos y en la esfera política. Estos tres deberes: trabajo, familia y política, deben ser los fundamentales en toda persona y en todo grupo.

Junto al altruismo, otra dimensión también decisiva en la orientación moral es la independencia, la autodeterminación, la creatividad y la iniciativa. El altruismo que promovemos no puede operar de modo definitivo por presión externa, por la influencia de premios y castigos, sino que debe nacer de la propia persona, de su autodeterminación e independencia.

En consecuencia, la psicología y demás ciencias sociales debe esfozarse por promover estos valores.

B. La concepción moral del mundo En el pensamiento moral valorativo un tema

central es la vida humana, su carácter contradictorio (feliz - infeliz, seguro - inseguro) y su final necesario. Precisamente la tarea de la concepción moral del

mundo es aliviar al ser humano ante tales contradicciones y animarlo a mantener una postura moral y constructiva, luchando contra el egoísmo y el abandono en los placeres que tales contradicciones engrendran.

Basados en el Ideario Martiano destacamos dos grandes remedios a esta naturaleza de la vida humana.

Primero) El consagrar la vida al bien y con ello al desinterés y al sacrificio que ello implica: a dar de sí, a auto realizarse en la esfera moral y así lograr la verdadera grandeza, la inmortalidad y la felicidad.

Segundo) El percibir estéticamente el mundo y encontrar en la belleza una manera de transformar la vida en un sentido positivo.

Veámoslos brevemente a continuación. Consideramos que una constante filosófico - moral

debe ser la convicción de que el cumplimiento desinteresado y esforzado con los valores morales constituye la verdadera grandeza que otorga la inmortalidad y la felicidad.

A veces se cumple con los valores morales para lograr poder, prestigio y una mejor posición económica. Este cumplimiento no puede ser castigado pero tampoco premiado positivamente por la moral. Un hombre será más grande y trascendete en la esfera moral en la medida en que en su obra social sea plenamente desinteresado y sacrificado. Sólo en la mayor modestia existe la mayor grandeza. Sólo en el sacrificio desinteresado está la recompensa moral. No importa si la obra es grande o pequeña, lo trascendente es que haya sido desinteresada y hecha con esfuerzo. Una obra social grande basada en la inteligencia superior y en el afán egoísta de superioridad o beneficio no es digna de reconocimiento moral. Sólo es grande la modestia, el desinterés y el sacrificio en favor de los demás.

El hacer el bien esforzada y desinteresadamente es fuente de la mayor felicidad. La verdadera dicha radica en una vida consagrada al bien, modesta y esforzada. El sacrificio bien entendido es la fuente del verdadero placer, de la verdadera felicidad. Sólo cuando el ser humano alcance esta gran verdad habrá descubierto el camino de su felicidad.

No muere quien ha hecho bien la obra de la vida, pues la obra perdura, trasciende a la muerte. No teme a la muerte quien ha cumplido bien la obra de la vida.

La percepción estética del mundo constituye una solución a las limitaciones de la vida humana y una fuente inagotable de felicidad y a la vez una vía privilegiada para luchar por la moral. La vida humana puede ser percibida como una poesía y eso cambia su signo negativo y la convierte en positiva. La hace bella. Desarrollar la sensibilidad estética y

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vivir con el arte y la literatura es una vía privilegiada para lograr la felicidad.

Esta concepción moral del mundo debe ser una constante filosófica de la orientación psicológica, la cual debe favorecer el centrar la vida en hacer el bien, en la obra altruista autónoma y creadora como sentido de la vida y como la vía más eficiente para lograr el equilibrio emocional y la felicidad personal. Estas convicciones morales son constantes que pueden darse en diferentes contextos personales. Cada ser humano debe aceptarlas y completarlas según sea su caso personal, su educación, las influencias ideológicas que sobre él han actuado, sus circunstancias. Así, la concepción moral del mundo de cada persona sería en parte una construcción individual, o sea, sería completada por el individuo o el grupo, pero eso sí, teniendo muy en cuenta lo siguiente:

C. Unidad y armonía de la concepción moral con la científica

La concepción moral del mundo debe conducir armónicamente hacia la concepción científica y la práctica transformadora y viceversa. Esta es otra constante de nuestra posición filosófica.

La concepción filosófica y moral del mundo que proponemos aceptaría diversas interpretaciones siempre que el individuo se oriente hacia el cumplimiento moral a partir de una concepción científica del mundo y de la acción práctica transformadora que ella recomiende.

El afán moral no puede subvertir, limitar, ni tergiversar el afán científico. Al contrario, debe respetarlo y promoverlo y conducir a la práctica transformadora. La moral sólo tiene sentido si conduce a la ciencia y a la transformación del mundo en beneficio de la humanidad.

Este empeño en integrar y armonizar la concepción científica, con la moral y la práctica es común al pensamiento marxista y a la tradición filosófica cubana del siglo pasado representada por Várela, Luz y Martí. Esto permite el encuentro, el reforzamiento recíproco y la fusión de ambas posiciones

IV. £1 proyecto filosófico y la tarea central de la Psicología

¿A dónde conducen el sistema de valores que hemos asumido y la comprensión científica del mundo? Desde el punto de vista de la psicología en especial, y desde cualquier ángulo que se considere, la concepción científica y moral del mundo que hemos

expuesto conduce a la formación de una conciencia social y de un hombre espiritualmente superior en cuanto a la preparación científica, creatividad, altruismo, e independencia personal.

La sociedad actual, donde se incrementan como nunca antes la tecnología y la productividad en los países más desarrollados económicamente, es el reino de la desigualdad. Mientras unos pocos países y sectores pudientes de la sociedad despilfarran las riquezas, otros muchos millones mueren de hambre o se encuentran en una pobreza extrema. Son aún profundas las diferencias entre el trabajo manual y el intelectual. Amenazan y destruyen a la humanidad las guerras y el fascismo. En esas condiciones históricas la personalidad masivamente predominante es reproductiva, egoísta y adaptativa. Sólo una minoría de dirigentes económicos, científicos y políticos, situados en los niveles superiores de la sociedad son creativos e independientes, pero por lo general centrados en ambiciones egoístas; pues el ser humano es un reflejo de la sociedad. Pero también es un ser activo y creador. Por ello el empeño en la formación masiva de una personalidad y de una psicología social espiritualmente superiores constituye un empeño dirigido al progreso de la humanidad.

De todo lo dicho se desprende que esta debe ser la tarea central de la psicología y de otras ciencias sociales: la formación masiva de una conciencia social y de un ser humano espiritualmente superiores en altruismo, independencia, creatividad y desarrollo científico e intelectual. La psicología debe asimilar esta meta sin perder de vista un enfoque científico, determinista e histórico concreto.

No se trata de manipular al hombre desde fuera sin tener en cuenta su autodeterminación como pretende el conductismo. Esto es moralmente inaceptable y un error científico ai no apreciar debidamente el carácter creador del psiquismo humano. Ni tampoco se trata de promover su auto realización haciendo abstracción de sus condiciones y de su determinación externa económica y derivada de la superestructura dominante, como pretende la psicología humanista, pues aquí se pierde de vista su carácter reflejo y su determinación social.

Se trata de actuar sobre el ser humano teniendo en cuenta sus determinantes socio históricos, pero también sus factores internos, subjetivos, de modo tal que asuma un rol autónomo, activo y creador, en la construcción de la sociedad, y como dijo Martí (1975 b, 86) "surja al sol todo el oro de su naturaleza".

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REFERENCIAS

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LENIN, V.l. (1964): Obras Completas. Tomo XXXVIII (Cuadernos Filosóficos) Editora Política. La Habana.

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RODRIGUEZ, Z. (1984): El Problema de la Naturaleza Específica del Conocimiento Filosófico. Editorial Pueblo y Educación. La Habana

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