la percepción social de los problemas de drogas en españa, 2004

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La percepción social de los problemas de drogas en España, 2004 Eusebio Megías (dir.) Elena Rodríguez Ignacio Megías José Navarro

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  • La percepcin social delos problemas de drogas en Espaa, 2004

    Eusebio Megas (dir.)Elena RodrguezIgnacio Megas

    Jos Navarro

    percepcion 00-J 19/4/05 10:17 Pgina 1

  • FAD, 2004

    Edita:FADFundacin de Ayuda contra la DrogadiccinAvda. de Burgos, 1 y 328036 MadridTelfono: 91 383 80 00Fax: 91 302 69 79

    Autores:Eusebio Megas Valenzuela (director)Elena Rodrguez San JulinIgnacio Megas QuirsJos Navarro Botella

    Colaboraciones:Juan Carlos Valderrama Zurin

    Trabajo de campo y proceso de datos:EDISRed de campo: Ral Flores Martos (Director)Muestra y proceso de datos: Jos Mara Alonso Torrens

    Direccin y anlisis de grupos:Ignacio Megas Quirs

    Diseo y maquetacin:QuadroPlaza de Clarn, 7 - 28529 Rivas Vaciamadrid (Madrid)

    Impresin:Ancares Gestin Grfica, S.L.Calle Ciudad de Fras, 12 - Nave 21 - 28021 Madrid

    ISBN:84-95248-52-2

    Depsito legal:M-5625-2005

    percepcion 00-J 19/4/05 10:17 Pgina 2

  • EUSEBIO MEGAS VALENZUELA

    Mdico psiquiatra. Director Tcnico de la Fundacin de Ayuda contra la Drogadiccin.Exdirector General del Plan Nacional sobre Drogas de Espaa. Autor y director denumerosas investigaciones y publicaciones en la materia; entre las ltimas: La percepcinsocial de los problemas de drogas en Espaa (2000), Los valores de la sociedad espaola ysu relacin con las drogas (2000), Valores sociales y drogas (2001), La Atencin Primariade salud ante las drogodependencias (2001), Hijos y padres: comunicacin y conflictos(2002) y Consumo y control de drogas: reflexiones desde la tica (2004).

    ELENA RODRGUEZ SAN JULIN

    Sociloga. Especialista en tcnicas de Investigacin Social Aplicada y Anlisis de Datos.Autora o coautora de diferentes investigaciones, entre las que destacan: Actitudes de losadolescentes en Castilla-La Mancha ante las drogas (1995), Estructura y funcionalidad delas formas de diversin nocturnas: lmites y conflictos (1999), La Atencin Primaria de saludante las drogodependencias (2001), Valores sociales y drogas (2001), Jvenes y videojuegos(2002), Jvenes y relaciones grupales (2002), Hijos y padres: comunicacin y conflictos(2002), Jvenes entre sonidos (2003) y Jvenes, tiempo libre y consumos de drogas (2004).

    IGNACIO MEGAS QUIRS

    Licenciado en C.C. Econmicas, especialidad Sociologa Econmica. Especialista uni-versitario en Sociologa del Consumo. Coautor de diferentes investigaciones y publica-ciones, entre ellas: Los valores de la sociedad espaola y su relacin con las drogas (2000),La identidad juvenil desde las afinidades musicales (2001), Jvenes y medios de comunica-cin (2001), Jvenes y videojuegos (2002), Jvenes y relaciones grupales (2002), Hijos ypadres: comunicacin y conflictos (2002) y Jvenes entre sonidos (2003).

    FRANCISCO JOS NAVARRO BOTELLA

    Socilogo. Exdirector de la Fundacin FOESSA y Director de Estudios de EDIS. Autoro director de ms de 60 publicaciones, entre ellas: Pobreza y marginacin (1985), Losandaluces ante las drogas (1987-2003), El consumo de drogas en Galicia (1989-2004),Factores de riesgo y de proteccin relacionados con el consumo de drogas (1999), El consu-mo de alcohol y otras drogas en el colectivo femenino (2000), La incidencia de las drogasen el mundo laboral (2002), Hijos y padres: comunicacin y conflictos (2002), Los jvenesandaluces ante las drogas y las adicciones (2003) y Estudio internacional sobre gnero,alcohol y cultura (2004).

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  • Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    2. Metodologa de la investigacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

    1. Metodologa de la investigacin cuantitativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

    2. Metodologa de la investigacin cualitativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

    3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

    1. Imaginario esencial sobre las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

    2. Actitudes bsicas ante las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54

    4. Imgenes de las drogas, el consumo y los consumidores . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    1. Proximidad e imagen de las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    2. Imagen de los consumidores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

    3. Motivos del consumo y percepcin de las consecuencias . . . . . . . . . . . 93

    5. Peligrosidad de las drogas y evolucin de los problemas . . . . . . . . . . . . . . . . 103

    1. Percepcin de la peligrosidad de las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

    2. Percepcin comparada del alcohol, el cnnabis y el xtasis . . . . . . . . . 111

    3. Importancia del problema de las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

    4. Percepciones sobre la evolucin de algunos problemas . . . . . . . . . . . . 120

    5. Rechazo a la convivencia con algunos tipos de situaciones . . . . . . . . . 130

    NDICE

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  • 6. Sobre el status legal y las actuaciones ante las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

    1. Actitudes ante el consumo y venta de drogas ilegales . . . . . . . . . . . . . 135

    2. Percepcin y valoracin de las actuaciones ante las drogas . . . . . . . . . 144

    3. Sobre el trabajo realizado para corregir los problemas de drogas . . . 154

    4. Otras actitudes ante las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155

    7. El anlisis de los discursos sobre drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

    1. La convivencia con las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

    2. El planteamiento de la legitimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180

    3. La influencia de la edad, el gnero y la ideologa . . . . . . . . . . . . . . . . . 194

    8. Una tipologa de la poblacin espaola desde las representaciones . . . . . . . 221

    1. Cinco tipos de percepciones sobre las drogas en Espaa: cinco grupos en la poblacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221

    2. Caractersticas de los tipos: elementos definitorios y diferencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

    3. Distancias entre los grupos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

    4. La influencia de la edad, frente a otras caractersticas personales, en las representaciones . . . . . . . . . . . . . . . . 248

    Apndices

    1. Ser padres y madres: preocupaciones y proyecciones relativas a las drogas y a los hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . 253

    2. Aproximacin a los consumos de drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263

    Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277

    Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323

    Anexos

    1. Tablas captulos 3 al 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333

    2. Distribucin de la poblacin y muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 465

    3. Metodologa del trabajo de campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 485

    4. Cuestionario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 495

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  • En el primer Informe que public la FAD sobre la representacin social de los pro-blemas de drogas en Espaa se argument ampliamente la necesidad de proceder aeste tipo de anlisis sociolgico. Los problemas de drogas, al menos en parte, son loque los ciudadanos creen que son; y desde luego, las estrategias y las polticas quese arbitran para hacer frente a esos problemas estn profundamente influidas porlas expectativas, las demandas y las necesidades que la poblacin percibe.

    Tras cinco aos de aquel Informe, era absolutamente preciso actualizar la mirada yla reflexin crtica sobre las mismas cuestiones. Ya en su momento postulamos estanecesidad en vista de la rapidez y la profundidad de los cambios de la opininpblica, y ms an de las actitudes profundas de los espaoles, sobre las drogas ylos consumos.

    En estos cinco aos el cambio no ha hecho sino acelerarse e intensificarse. Ms allde los datos objetivos sobre consumo que se han hecho pblicos en los ltimosmeses, resulta evidente que se han modificado de forma clara las posturas de losespaoles ante los fenmenos ligados a las sustancias psicoactivas. Nuestras investi-gaciones sobre valores colectivos, sobre estilos de vida, sobre la cultura juvenil,sobre los cambios en los modelos educativos, familiares, etc., nos han ido dejandomuestras inequvocas de estas modificaciones.

    Podemos asegurar con rotundidad plena que estamos ante un escenario absoluta-mente nuevo en lo que se refiere a los usos de drogas; un escenario del que an noconocemos todos los elementos, que se nos va definiendo entre la indiferencia, laconfusin y la inquietud, y del que desde luego desconocemos el futuro y la poten-cialidad de riesgo.

    PRESENTACIN

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  • 8 Presentacin

    Por todo ello creemos que, adems de inexcusable, la presente investigacin puedeser enormemente til y oportuna. En ella se aclaran algunos de los elementos queconforman el nuevo panorama al que hacemos referencia y, desde luego, se apun-tan numerosos indicios de por dnde estn evolucionando las cosas.

    Nuestro deseo es que esa potencial utilidad se traduzca en un logro prctico; quelos hallazgos que se sealan sirvan para plantear formas de accin ms eficacesante los nuevos desafos; que los nudos de reflexin que se describen acten comoelementos estimuladores del pensamiento y de la praxis colectiva.

    Una vez ms, nuestro obligado y profundo reconocimiento a la Obra Social deCaja Madrid, sin la que nuestra tarea, en sta como en otras actuaciones, seratotalmente imposible.

    J. Ignacio Caldern BalanzateguiDirector General de la FAD

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  • La amplia introduccin que se realiz para la publicacin antecedente de sta, Lapercepcin social de los problemas de drogas en Espaa, nos ahorra adentrarnos enla conceptualizacin terica de las representaciones sociales. En aquel momento seanalizaron los distintos modelos tericos que fijaban el sentido de estas representa-ciones, y tambin hubo oportunidad de argumentar la importante significacin delas mismas en la sociedad espaola de nuestro tiempo.

    La representacin social de los problemas termina por constituirse como unaparte fundamental de los mismos, conforma y es conformada por el imaginariocolectivo, y acaba siendo un elemento bsico a la hora de articular polticas correc-toras de esos problemas. Es la representacin social, la percepcin colectiva y elobligado complemento de actitudes, valores, postulaciones y exigencias que laacompaan, la que se traduce en unas demandas, en ocasiones exasperadas. Losmedios de comunicacin, en la medida en que recogen y oficializan esas deman-das, acaban de cerrar el crculo de la representacin y de sus exigencias, dndolescarta de naturaleza.

    No se trata de que los problemas no existan; tampoco de que no haya una baseobjetiva que los argumente. La cuestin estriba en que, filtrados esos problemaspor una determinada forma de mirarlos y percibirlos, amplificados por la expectati-va colectiva que recogen los medios, y matizados por un estado de opinin queobedece a sus propias reglas, sin dejar de ser problemas, dejan de ser ellos mismospara convertirse en algo diferente, con una dimensin propia, reificados.

    Obviamente, lo anterior no legitima la desconsideracin de las demandas colectivasni autoriza a descalificarlas con el argumento simplista de que estn distorsionadas.

    CAPTULO UNOIntroduccin

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  • 10 1. Introduccin

    Tan slo se trata de poner de manifiesto la necesidad de analizar la representacinsocial para, a la hora de atenderla, entender que parte de ella se debe a razonesobjetivables y que otra parte obedece a las dinmicas propias de un estado de opi-nin, con la emocionalidad correspondiente al mismo; no para desatender sta lti-ma sino para atenderla de la forma que corresponde a su condicin.

    La representacin social sobre drogas en Espaa ha ocupado una parte sustancialdel imaginario y de las preocupaciones colectivas durante muchos aos, hasta for-mar una parte esencial de las dinmicas sociales de la transicin democrtica espa-ola. Bastaba analizar los distintos barmetros de opinin de esos aos para perci-bir como la droga era vivida como una amenaza significativa y como un problemaque condicionaba la convivencia y el porvenir colectivos. Por otro lado, y ya sesealaba en la introduccin del libro mencionado al principio, no es difcil rastrearla influencia de esas representaciones sobre drogas en las polticas que se arbitra-ron al respecto: las polticas legislativas, la implementacin de recursos de respues-ta, la propia articulacin del Plan Nacional sobre Drogas.

    Baste por tanto sealar estas circunstancias para justificar el inters de la presentepublicacin. Si el anlisis de la representacin social resulta necesario, tambinser preciso el seguimiento de la misma: su evolucin, el discurso de sus tenden-cias, su construccin actual. El impacto de la representacin, vaya en el sentidoque vaya, no es menos importante en estos momentos de lo que lo era hace 25aos; la necesidad de desmenuzarla, para entender cmo interviene y cmo estcondicionando, o puede condicionar, nuestra manera de hacer, permanece plena-mente vigente.

    De ah la conveniencia de que se planteara una nueva investigacin: cmo es larepresentacin social sobre drogas en Espaa, cinco aos despus de aquel primeracercamiento. Cmo ha evolucionado la percepcin de los problemas, de los dife-rentes problemas; cmo cambiaron las actitudes de la poblacin, respecto a las dro-gas, respecto a los consumidores, respecto a la visin del futuro; cmo, y en qusentido, se han modificado las demandas colectivas, qu cosas se esperan y en qucosas se confa; en ltima instancia, en qu direccin y de qu manera estn evolu-cionando las posturas centrales, bsicas, de la poblacin espaola en relacin conunos problemas que durante mucho tiempo la angustiaron, y que constituyeron unconjunto prioritario de preocupaciones para ella.

    En relacin con las cuestiones antedichas, en la publicacin de referencia se aven-turaban unos perfiles elementales en la poblacin espaola, relacionados con unavisin muy polarizada de los problemas; unos perfiles sociodemogrficos y cultura-les que marcaban diferencias sustanciales a la hora de aproximarse a los muy diver-sos aspectos contemplados. La hipottica peligrosidad de las drogas, el conocimien-to y uso de las mismas, la forma de ver a los consumidores, la opinin sobre los pro-blemas derivados de los consumos, las expectativas de actuacin y la valoracin desta, eran cuestiones sentidas de forma radicalmente distinta por perfiles diferen-ciados de la poblacin. Uno de los objetivos de la presente investigacin ser con-firmar en qu medida eso persiste, o cmo pueda haber evolucionado.

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  • 1. Introduccin 11

    De una forma ms aclaratoria, tambin ms especulativa, se propuso en aquelmomento una tipologa ideal de los espaoles, muy marcada por la experienciasocializadora que hubieran vivido los diferentes grupos, tipologa que precisa de sercontrastada. Cinco aos despus, los ciudadanos que supuestamente alimentabanlos Tipos ideales, han crecido y pueden haber cambiado; otros ciudadanos, quetambin han crecido, podran haber entrado a formar parte de los mismos. Enesencia, siendo la socializacin en una cultura de las drogas un elemento nuclear dela construccin de los Tipos, la confirmacin de la hiptesis propuesta debera sig-nificar que la tipologa se mantuviera bsicamente (eso s, prolongndose unosaos ms en el horizonte etario), sin que se presentaran grandes modificaciones,ms all de las determinadas por la evolucin del conjunto de toda la sociedadespaola. Esta tendencia ya se aventuraba en las conclusiones de la publicacinanterior y precisa ser confirmada. Podemos adelantar que, como se explicarampliamente en el informe, los hallazgos actuales nos permiten confirmar, en l-neas generales, las hiptesis propuestas, pero enriquecindolas y matizndolas deforma decisiva, hasta el punto de ofrecer un panorama, creemos mucho ms realis-ta, ajustado y preciso de la distribucin en subgrupos de la poblacin espaola, enfuncin de cmo se posicionan frente a los problemas de drogas.

    Con ms razn, puesto que eran cuestiones con una an mayor dimensin especu-lativa, era preciso plantear la confirmacin de determinadas hiptesis que tambinse incluan en las conclusiones de la investigacin anterior. En el informe queahora se presenta se ha tratado de avanzar en la contrastacin de esas hiptesis, y aese fin se adecu la metodologa del anlisis.

    Una de las cuestiones que se aventuraban era la finalizacin de una etapa de crisisen relacin con las drogas. Literalmente, se hipotetizaba: la etapa que hemos vivi-do en Espaa de construccin de un fenmeno social caracterstico alrededor de laherona, independientemente de la magnitud que subsista en los problemas relacio-nados con los consumos, independientemente del futuro que pueda presentar laevolucin de estos problemas, parece estar tocando a su fin. (...) En estos momen-tos, la descripcin de ese cambio en la representacin colectiva nos permite soste-ner que la llamada crisis de herona en Espaa est en una fase residual que, si nocambian radicalmente las tendencias, permitira aventurar su desaparicin.1

    Evidentemente sta es una cuestin fundamental que era preciso contrastar. Msall de la dimensin objetiva de los problemas, el que stos sean enmarcados y con-siderados en un constructo de crisis, les concede una categora, incluso una natura-leza, que es preciso desvelar. Bucear en la representacin social, tratando deencontrar elementos definitorios de esa situacin, se plantea como un objetivoclaro de nuestra investigacin.

    1. Megas, E. y otros (2000). La percepcin social de los problemas de drogas en Espaa. Madrid:FAD: 353.

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  • 12 1. Introduccin

    Tambin, de forma ms vacilante, se consideraba en el informe de hace aos que,en la construccin de la percepcin de crisis, jugaban un papel muy importantetodo un conjunto de reacciones sociales defensivas ante la angustia determinadapor un fenmeno que se viva como incomprensible y que, coherentemente con loanterior, se prestaba a todo tipo de proyecciones y manipulaciones; siempre con lacondicin de que esos mecanismos y reacciones, por desconocerse su funcin y poraparecer como posturas y convencimientos indiscutidos, pudieran ser tiles para lafuncin defensiva que se precisaba. Por ah, el cambio, la desaparicin de la crisis,que slo seran posibles si no eran reconocidos, deberan producirse de una formadisarmnica y no sin tensiones. Postulbamos que Lo que vaya cambiando de esarepresentacin, ir hacindolo a pesar de la inercia colectiva que intentara mante-ner el statu quo, resistiendo las fuerzas contrarias que estaran interesadas en man-tener una situacin a la que se ha llegado con un cierto nimo de defensa y cuyamodificacin, por consiguiente, resulta intranquilizadora. (...) Por eso el cambio dela representacin social resulta disarmnico. (...) Por eso, tambin, el cambio noresulta inocente o aleatorio...2 Todo ello exiga un intento de confirmacin, o almenos de contrastacin de la legitimidad de las hiptesis.

    Con tono algo ms firme se postulaba que era en la forma de consideracin delcnnabis, y de su uso, donde se estaba dilucidando una buena parte de las tensionesdel cambio en la representacin: hay drogas que siguen ejemplificando ese objetoalienado, ajeno y distante a la sociedad normal, y que justifican la rigidificacin deltratamiento (incluyendo el tratamiento legal y penal), y hay otras sustancias, quepor su proximidad no pueden ser objeto de esta satanizacin, ya no, y que empie-zan a ser vistas como no drogas o como menos drogas, con la posibilidad que esoofrece de matizar la forma de relacin. La cnnabis es el campo donde en estemomento se est dilucidando un cambio importante en la representacin socialsobre las drogas. Y ese cambio no es azaroso ni ingenuo, sino que se ve impulsado(en uno u otro sentido) por esos grupos, implcitamente interesados en acelerar oenlentecer el proceso, de los que hablbamos.3 Cuestiones que, por su importan-cia, merecan una atencin especial y deban ser objeto de un seguimiento especfi-co; en las pginas del informe se encontrarn sobradas muestras de esa atencin yese seguimiento.

    En cualquier caso, tambin se deca que por mucho que el cambio en la represen-tacin social se haya producido, este cambio sigue sin ser plenamente reconocido.(...) ...la sociedad, en su conjunto, no reconoce que se haya producido una modifi-cacin sustancial en su manera de ver los problemas de drogas. La manera de verha variado y esa variacin se expresa a travs de no pocos indicadores. Pero cuandoa los agentes del cambio se les pregunta si han cambiado, siguen empecinadamente

    2. Op. cit.: 356.

    3. Op. cit.: 357.

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  • 1. Introduccin 13

    instalados en una verdad formal que hace ya tiempo dej de ser operativa.4 Cues-tin enormemente significativa, tanto por cmo puede condicionar la representa-cin social como por lo que ayuda a entender el sentido y las funciones de los cam-bios en esa representacin; elemento por tanto a confirmar, y que haba que plan-tear tambin como hiptesis en el estudio actual.

    Pues bien, adelantaremos que es sta una de las cuestiones que ms claramente sereconfirman en nuestro aqu y ahora; y adems, en unos trminos que llaman pode-rosamente la atencin por lo extremo de su radicalidad y por la complejidad de laselaboraciones que ha ido haciendo falta construir para mantener simultneamenteposturas muy diversas, contradictorias en buena parte, sin caer en el desgarro de lapropia incoherencia. La percepcin colectiva ha continuado alejndose de la viven-cia de crisis, y eso aparece claramente reflejado en la evolucin de las opiniones yde las actitudes ante las drogas, los consumidores, los riesgos, los propios compor-tamientos de consumo; todas estas cuestiones se presentan cada vez ms prximas,ms reconocibles, ms cotidianas, ms integradas en el espacio normal; ms lejosde lo que sera propio de una vivencia intensamente angustiada. Sin embargo, si sepregunta directamente, se sigue afirmando la existencia de ese problema, temido ymitificado, de potencialidad destructiva y mecanismos misteriosos de propagacin,movido por intereses que no se conocen pero se imagina poderosos, que se viveentre la impotencia y el deseo de guerra total.

    Por un lado, la representacin social vive claramente un comportamiento que indi-ca que se ha superado la situacin de crisis (con lo que eso tiene de bueno, y con loque tiene de malo); por otro, parece seguir necesitando afirmar que la crisis pervi-ve, incluso que se agrava progresivamente. Cmo se concilian estos dos planos deldiscurso, cmo pueden llegar a integrarse en los mismos interlocutores, ser tam-bin algo sobre lo que se hablar extensamente en el informe, intentado explicarque personas y colectivos que viven con aparente naturalidad una convivencia con-tinuada con las drogas, y que parecen haberles perdido el miedo, siguen sin poderapartarse de la verdad formal originaria que postula todo lo contrario. Es comosi, independientemente de los estilos de vida, de los consumos, de los valores quesintonizan con stos, de la banalizacin de los riesgos, hubiera algo que obligara aseguir teniendo que decir que el problema de la droga es muy grave, que preocu-pa y que no puede dejar de preocupar.

    Quiz no venga al caso en la introduccin de un estudio cientfico, pero no pode-mos evitar la tentacin de sealar el riesgo de que las respuestas institucionalesante los problemas puedan ser vividas conflictivamente por la poblacin. Ya sedeca que, en gran medida, las polticas de intervencin vienen dictadas por el pesode la representacin social: las administraciones y las instituciones responden a unanecesidad poltica, que se debe a una presin social, que responde a las dinmicas

    4. Op. cit.: 358.

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  • 14 1. Introduccin

    que tienen su origen en la representacin colectiva, que slo parcialmente se debea los problemas objetivables. Pues bien, en estos momentos parece que esas polti-cas institucionales se derivan sobre todo de la normalizacin de la convivenciacon las drogas; eso es probablemente correcto pero no hay que perder de vista quenada tan fcil como que se movilice puntualmente una alarma que, por mucho queen la prctica y habitualmente no se sienta, responde a una terica preocupacinpor algo que tiene que alarmar. Las estrategias de respuesta normalizada sonbien aceptadas por la representacin colectiva; acaso hay todava que buscar unpunto de equilibrio, ms all del cual la poblacin no aceptara que se trate comonormales unos problemas de las caractersticas de los que abordamos.

    Finalmente, otra cuestin que resultaba importante dilucidar era la relativa al pesoque la variable ideolgica supona en la construccin de la representaciones perso-nalizadas. En la publicacin anterior ya quedaba claro que haba dos elementosque resultaban bsicos en la conformacin de esas representaciones: la edad, en lamedida en que supona una situacin evolutiva personal que marcaba de formadecisiva la postura existencial y las actitudes y comportamientos, y la ideologa que,de manera transversal, matizaba esas posiciones a lo largo de todo el trayecto vital.La conjuncin de esas dos variables, articuladas a travs de la construccin sociali-zadora, era la que defina los lmites de los Tipos ideales. Incluso se aventurabaque pese a reconocer la enorme influencia de la edad, existen postulaciones quedefienden que an sera mayor el peso de las variables de tipo ideolgico. Y seargumentaba que no es extrao que el juicio que merece el consumo, y la conside-racin de las sustancias drogas en s mismas, se muevan en una atribucin de cali-dad referida a los ejes normal/anormal, natural/antinatural, orden/desorden, vir-tud/pecado, etc.5 Ejes que, aadiramos ahora, estn todos ellos incluidos o sontodos ellos incluibles, en ese magma de consideraciones definidas por lo ideolgi-co, en su ms amplio sentido moral, poltico, religioso, etc. Ni que decir tiene que,una vez ms, esta hiptesis debera ser potencialmente contrastada. Y, podemosdecir ahora, lo ha sido, y con un peso que sobrepasa de forma notable las expecta-tivas hipotetizadas.

    Por tanto, cuando nos planteamos la investigacin que aqu se desarrolla, tenamoscomo objetivos el hacer un seguimiento descriptivo de los distintos indicadoresobjetivables de la representacin dominante, analizar de forma global los compo-nentes generales de esa representacin, y confirmar o negar en su caso algunas delas hiptesis que servan tanto para explicar o interpretar algunos de esos elemen-tos como para dar cuenta de las discordancias que obviamente se producan entreel discurso general y los indicadores operativos. Dicho en otras palabras, para inter-pretar por qu una cosa es el discurso formal, que tiene sus propuestas y su arqui-tectura propias, y otra cosa, en ocasiones muy diferente, la naturaleza de los emer-gentes (o de los elementos concretos que subyacen en ese discurso), a veces muy

    5. Op. cit.: 359.

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  • 1. Introduccin 15

    poco concordantes. Estos distintos planos, sus coincidencias y sus incongruenciastambin forman parte de la representacin y tambin, entendimos, deban ser des-critos y, en lo posible, interpretados.

    Para todo lo anterior, para las mejores oportunidades de cumplimiento de los obje-tivos, una vez ms se plante una metodologa cuanti-cualitativa. En su apartadocuantitativo, el instrumento de encuesta tuvo que ser reformulado para superaralgunas insuficiencias detectadas en su momento, y para optimizar su funcionalidadde cara a las intenciones de la investigacin; por supuesto, esa reformulacin nolleg al extremo de impedir el seguimiento y la evolucin de las percepciones socia-les a travs de la comparacin de series. Se mantuvieron inmodificadas algunaspreguntas del cuestionario; lo que se hizo fue aadir otras y, en algunos casos,replantear los tramos de posicionamiento en los ejes de respuesta, con el fin deenriquecer las posibilidades y facilitar los anlisis multivariables. En la mayora delas cuestiones fundamentales se mantiene intacta la posibilidad de comparacincon el estudio de hace cinco aos y, en cambio, resulta evidente que las matizacio-nes metodolgicas han permitido una mayor riqueza interpretativa y una notable-mente ms innegable claridad en los hallazgos.

    Se ha cuidado muy especialmente la parte cualitativa de la investigacin. En lapublicacin anterior resultaba patente que era a travs del anlisis del discursocomo se desvelaban muchas de las contradicciones y como se permita aventurarhiptesis explicativas de las mismas. Lgicamente, si se quera seguir avanzando enesa direccin haba que cuidar el mtodo que permita hacerlo. En el informe haysobradas muestras de que se han cumplido dichas exigencias.

    Una vez ms, como ya es habitual en las investigaciones y publicaciones de la FAD,estamos en presencia de un trabajo colectivo. El planteamiento, la definicin dehiptesis, la articulacin metodolgica, el proceso analtico, el estudio de los datosy la redaccin de los informes han sido obra de un grupo de trabajo que, no por dis-tribuirse las tareas, han dejado de tomar parte en el resultado final. Este grupotiene que agradecer a los investigadores que, habiendo trabajado en el primer cortede hace aos, dieron pie a muchas de las tareas actuales y orientaron sobre cmohacerlas. Que Oriol Roman, Domingo Comas y Javier Elzo no hayan participadoen la presente investigacin no puede ocultar que haya en ella una huella impor-tante de sus esfuerzos y de sus trabajos.

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  • percepcin 01-J 19/4/05 10:14 Pgina 16

  • 1. METODOLOGA DE LA INVESTIGACIN CUANTITATIVA

    En lo que se refiere a la investigacin cuantitativa, se ha aplicado una encuesta opi-ntica y actitudinal de carcter representativo. Las condiciones tcnicas de lamisma han sido las siguientes:

    El universo

    Al igual que en el primer estudio sobre La percepcin social de los problemas dedrogas en Espaa (2000)1, cuyo campo se realiz en 1998-1999, el universo conside-rado ha sido la poblacin de ambos gneros, de 15 a 65 aos, residente en el terri-torio espaol, en las distintas zonas de Comunidades Autnomas y en todos lostipos de hbitat. Segn el Padrn Municipal de habitantes de 2000 y 2001 dichapoblacin es de 29.170.188 personas.

    Los datos pormenorizados de esta poblacin, desarrollados por gnero y edad,zonas de Comunidades Autnomas y hbitats se ofrecen en el Anexo 2: Distribu-cin de la poblacin y muestra. Datos que, de forma sinttica, se recogen en lastablas 2.1, 2.2 y 2.3 siguientes.

    CAPTULO DOSMetodologa de la investigacin

    1. Queremos llamar la atencin sobre estas fechas en relacin con el primer estudio titulado Lapercepcin social de los problemas de drogas en Espaa. La investigacin y el trabajo de campo serealizaron durante los aos 1998 y 1999, pero la publicacin tuvo lugar en el ao 2000; de ah queen ocasiones se hable de los datos de 1998 y que, cuando se cite la publicacin, se haga referenciaal ao 2000.

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  • 18 2. Metodologa de la investigacin

    La poblacin contemplada en cada grupo etario por gnero sera, en trminosabsolutos, la que se refleja en la tabla 2.1:

    Como puede verse en la tabla, los hombres ascienden a 14.659.235, siendo lasmujeres 14.510.953. Esta ligera predominancia de hombres (50.2%) sobre mujeres(49.8%) y sobre todo el aumento del total de la poblacin de 15 a 65 aos respectoa la de 1996 (26.860.796), que era la base de la encuesta de 1998, se debe principal-mente al fuerte incremento experimentado en la poblacin inmigrante empadrona-da en estos ltimos aos.

    En lo que se refiere a distribucin de la poblacin por zonas de ComunidadesAutnomas y hbitats podemos ver las tablas siguientes:

    TABLA 2.2Distribucin de la poblacin,

    por zonas de Comunidades Autnomas

    ZONAS DE CCAA TOTAL

    1. Norte: Galicia, Asturias, Cantabria, Pas Vasco y Navarra 4.910.808

    2. Centro-Norte: Castilla y Len, La Rioja y Aragn 2.672.138

    3. Centro: Madrid 3.999.286

    4. Costa Mediterrnea: Catalua, Valencia y Baleares 8.232.174

    5. Centro-Sur: Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia 2.726.757

    6. Sur: Andaluca y Canarias 6.629.025

    Totales 29.170.188

    TABLA 2.1Distribucin de la poblacin,

    por gneros y edades

    EDADES HOMBRES MUJERES TOTAL

    15-19 1.348.124 1.279.178 2.627.302

    20-24 1.713.352 1.634.139 3.347.491

    25-34 3.584.473 3.447.952 7.032.425

    35-44 3.228.586 3.194.796 6.423.382

    45-54 2.555.656 2.576.804 5.132.460

    55-65 2.229.044 2.378.087 4.607.128

    Totales 14.659.235 14.510.953 29.170.188

    percepcin 02-J 19/4/05 10:14 Pgina 18

  • 2. Metodologa de la investigacin 19

    Segn estos datos, los lmites mximos y mnimos de poblacin seran los siguien-tes: por zonas de Comunidades Autnomas el mximo estara en la zona 4 CostaMediterrnea con 8.232.174 habitantes y el mnimo en la 2 Centro-Norte con2.672.138. Y por hbitats el lmite mximo sera el de 10.001 a 50.000 habitantescon 7.586.834 y el mnimo el de 250.001 a 500.000 con 2.099.340.

    La muestra

    A partir de los datos del universo poblacional se ha diseado una muestra repre-sentativa de carcter aleatorio, con estratificacin proporcional y polietpica. Enuna primera etapa se ha estratificado por zonas de Comunidades Autnomas y porhbitats, y en una segunda por gnero y edad, tambin proporcionalmente, dentrode cada zona y tipo de hbitat.

    En total se han realizado 1.700 entrevistas, lo que a un nivel de confianza del95.5%, y siendo P=Q, el margen de error para el conjunto es de 2.38%.

    Al igual que en lo referido a la distribucin de la poblacin, en el Anexo 2 (Distri-bucin de la poblacin y muestra) tambin se recoge en detalle la distribucin mues-tral en las cuatro variables de estratificacin.

    Los datos generales se ofrecen, no obstante, en las tablas siguientes:

    TABLA 2.3Distribucin de la poblacin,segn los distintos hbitats

    HBITATS TOTAL

    1. Hasta 10.000 habitantes 6.358.150

    2. De 10.001 a 50.000 habitantes 7.586.834

    3. De 50.001 a 100.000 habitantes 3.189.764

    4. De 100.001 a 250.000 habitantes 4.224.067

    5. De 250.001 a 500.000 habitantes 2.099.340

    6. Ms de 500.000 habitantes 4.985.099

    Totales 29.170.188

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  • 20 2. Metodologa de la investigacin

    Dentro de cada zona y tipo de hbitat correspondiente, la muestra se distribuyaleatoriamente en un total de 73 municipios, y en el interior de cada uno de ellosen distintos distritos y barrios, alcanzando un total de 292 puntos de muestreo efec-tivo en lo que se refiere a la diversidad social de la muestra.

    En la siguiente tabla 2.6 se ofrecen los municipios elegidos aleatoriamente porzonas de Comunidades Autnomas y hbitats, sealando el nmero de entrevistasrealizadas en cada uno de ellos, as como los totales por zonas y hbitats.

    TABLA 2.5Distribucin de la muestra

    por gnero y edades

    EDADES HOMBRES MUJERES TOTAL

    15-19 78 73 151

    20-24 98 95 193

    25-34 212 200 412

    35-44 189 190 379

    45-54 147 151 298

    55-65 130 137 267

    Totales 854 846 1.700

    TABLA 2.4Distribucin de la muestra

    por zonas de CCAA y por hbitats

    ZONAS HBITATS

    Menos 10.000 a 50.001 a 100.001 a 250.001 a Ms de Total10.000 50.000 100.000 250.000 500.000 500.000

    Norte 75 88 32 54 37 286

    Centro-Norte 59 21 13 24 14 25 156

    Centro 16 22 21 44 52 234

    Costa Mediterrnea 93 148 53 68 27 92 481

    Centro-Sur 57 43 22 18 16 156

    Sur 77 118 43 69 29 51 387

    Totales 377 440 184 285 123 291 1.700

    percepcin 02-J 19/4/05 10:14 Pgina 20

  • 2. Metodologa de la investigacin 21

    TAB

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    percepcin 02-J 19/4/05 10:14 Pgina 21

  • 22 2. Metodologa de la investigacin

    TAB

    LA 2

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  • 2. Metodologa de la investigacin 23

    El trabajo de campo

    Una vez elaborada la muestra, y previamente al trabajo de campo, se realiz unpretest de 50 entrevistas en siete poblaciones de cuatro Comunidades Autnomas,cuatro de ellas urbanas y las tres restantes rurales o semiurbanas. A partir de lasobservaciones, indicadas por los entrevistadores que realizaron dicho pretest, seajust el cuestionario definitivo a aplicar en la encuesta.

    La encuesta se aplic en los 73 municipios a partir de un sorteo aleatorio de 292secciones censales. En cada seccin censal, segn el correspondiente callejero, seseleccionaron al azar los puntos de arranque de las rutas aleatorias. Los edificios ylas viviendas se fueron eligiendo aleatoriamente mediante unas determinadascadencias y, finalmente, la ltima unidad muestral, la persona a entrevistar, seseleccion tambin mediante un sorteo aleatorio entre los miembros de la familia,dentro de las proporciones estratificadas de las variables de gnero y edad.

    Las entrevistas fueron siempre personales, en el domicilio de la persona elegida, apli-cando el cuestionario un entrevistador de EDIS, previamente adiestrado en el mismo.

    El trabajo de campo se desarroll en el mes de marzo de 2003. Una vez concluido serealiz una supervisin telefnica de un 20% de las entrevistas, que incluy a todoslos entrevistadores. Por errores detectados en la aplicacin de la muestra, o infor-macin incompleta observada en la revisin de todos los cuestionarios, se desecha-ron un total de 23 cuestionarios, que fueron repetidos en las mismas secciones cen-sales y entre personas de las mismas caractersticas que las previstas inicialmente.

    En el Anexo 3 se recoge de forma pormenorizada la metodologa aplicada en larealizacin del trabajo de campo en la encuesta domiciliaria.

    El proceso de datos

    Una vez revisados los 1.700 cuestionarios, depurados los posibles errores y listadasy codificadas las respuestas a preguntas o tems abiertos, se procedi a la realiza-cin del proceso de datos, el cual ha constado de los siguientes pasos:

    1. Frecuencias y porcentajes de todas las variables. Y media, desviacin tpica,error estndar y varianza en las variables paramtricas.

    2. Cruces bivariantes de las variables de anlisis con las de clasificacin y otrasindependientes. Prueba del chi cuadrado y nivel de significacin.

    3. Anlisis factorial de componentes principales en las bateras de variables para-mtricas. ndice KMO (Kaisser Meyer Olkin) y prueba de esfericidad de Barlett.

    4. Anlisis de cluster con varias bateras de variables paramtricas para la elabo-racin de tipologas. Cruces de los tipos resultantes con las variables de clasifi-cacin y otras de opiniones, actitudes y consumos de drogas.

    5. Anlisis de covarianza neutralizando la edad, para determinar la posible capa-cidad explicativa de otras variables independientes en cada tipo de cluster.

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  • 24 2. Metodologa de la investigacin

    La poblacin estudiada

    En la tabla 2.7 se recogen las caractersticas sociodemogrficas de la poblacinobjeto de la presente encuesta. En las cuatro variables de estratificacin muestral(zonas de Comunidades Autnomas, hbitat, gnero y edad) los datos obtenidos enla muestra real se ajustan por completo a los previstos en la muestra terica (tablas2.4 y 2.5) sin ninguna desviacin en los distintos estratos de cada variable.

    En la mencionada tabla 2.7 la variable edad es la de estratificacin, pero en funcinde la hiptesis evolutiva2 enunciada en la anterior investigacin La percepcinsocial de los problemas de drogas en Espaa (2000) y contemplada en los textos pos-teriores, los intervalos de esta variable han sido remodelados a partir de la edadexacta (pregunta 5 del cuestionario), del siguiente modo:

    1. De 15 a 22 aos

    2. De 23 a 30 aos

    3. De 31 a 49 aos

    4. De 50 a 55 aos

    5. De 56 a 65 aos

    El resto de las variables de clasificacin no muestrales estn tambin muy ajustadasa los datos conocidos en este segmento de la poblacin espaola. La de nivel edu-cativo est muy cercana, sin diferencias significativas; y lo mismo ocurre con la ocu-pacin. Esta ltima es esencial en las encuestas domiciliarias, por el riesgo existen-te de que se sobrerrepresente a las personas que ms estn en casa, como las amasde casa, los pensionistas y los parados. Estos tres estratos estn en su exacta pro-porcin. El de amas de casa y el de pensionistas es prcticamente idntico al de laencuesta de 1998, mientras que el de parados que, en dicho ao era del 9.1% (un16% sobre la poblacin activa), es ahora del 5.9% (un 9.2% sobre poblacin acti-va). Esta diferencia es coherente con la disminucin experimentada en la tasa deparo entre 1998 y 2003.

    2. Bsicamente, la hiptesis evolutiva plantea la existencia de cuatro tipos ideales diferentes en lasociedad espaola, que afrontaran la relacin con las drogas en funcin de dos elementos tempo-rales: la edad y la experiencia personal. Ambas coordenadas tempo-histricas delimitaran variasfronteras que son las que distinguen, posicionndolos, a unos grupos frente a otros.

    Estos tipos ideales conformados por la edad y por el momento histrico en que vivieron gran partede su socializacin, y por cmo era la situacin y el imaginario colectivo referente a las drogas endicho momento histrico, eran los siguientes: Adolescentes y estudiantes ansiosos de experiencias(menores de 23 aos); Jvenes que creen saber y teorizan sobre su proyecto de vida (entre 23 y 30aos aproximadamente); Adultos preocupados, exigiendo y delegando desde la angustia (ms de 30 ymenos de 46 aos); Adultos que valoran desde el desconocimiento (mayores de 52 aos). Entre los46 y los 52 aos se situaba una tierra de nadie, correspondiente a las edades que vivieron la cri-sis de drogas en pleno proceso de socializacin.

    El desarrollo completo de la hiptesis evolutiva puede encontrarse en los captulos IV y V de laobra citada (Megas, E. et al., 2000).

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  • 2. Metodologa de la investigacin 25

    TABLA 2.7Caractersticas de la poblacin estudiada de 15 a 65 aos

    VARIABLES %

    Zonas Comunidades AutnomasNorte 16.8Centro-Norte 9.2Centro 13.8Costa Mediterrnea 28.3Centro-Sur 9.2Sur 22.7

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    HbitatHasta 10.000 habitantes 22.210.001 a 50.000 habitantes 25.950.001 a 100.000 habitantes 10.8100.001 a 250.000 habitantes 16.8250.001 a 500.000 habitantes 7.2Ms de 500.000 habitantes 17.1

    100.0

    GneroHombres 50.2Mujeres 49.8

    100.0

    Edad15-19 aos 8.920-24 aos 11.425-34 aos 24.235-44 aos 22.345-54 aos 17.555-65 aos 15.7

    100.0Media de edad 37.82

    Estado civilSolteros 37.7Casados 50.4Separados-divorciados 4.6Viudos 3.1Parejas 3.9NS/NC 1.3

    100.0

    Nivel educativoNinguno 1.9Primarios 14.0EGB/1 Ciclo ESO 21.8BUP/2 Ciclo ESO 10.3COU/Bachillerato 16.9Formacin Profesional 12.7Universitarios 22.3NS/NC 0.1

    100.0

    VARIABLES %

    OcupacinEmpresarios y directivos 9.9Profesionales, tcnicos y funcionarios 15.0Trabajadores 33.9Parados 5.9Estudiantes 14.6Amas de casa 15.0Jubilados y pensionistas 5.5Otras situaciones 0.2

    100.0

    Clase socialBaja 1.3Media-baja 16.8Media-media 70.2Media-alta 9.9Alta 0.8NS/NC 1.0

    100.0

    Ingresos en el hogarMenos de 600 euros 4.5De 601 a 1.200 euros 28.7De 1.201 a 1.800 euros 22.1De 1.801 a 2.400 euros 12.5De 2.401 a 3.000 euros 3.5Ms de 3.000 euros 1.5NS/NC 27.2

    100.0Media de ingresos 1.410 euros

    Creencias religiosasCatlicos practicantes 19.2Catlicos no practicantes 52.5Otras religiones 2.0Agnsticos 12.1No creyentes 10.9NS/NC 3.3

    100.0

    Autoposicionamiento polticoIzquierda radical (1 y 2) 6.8Centro-Izquierda (3 y 4) 22.4Centro (5 y 6) 28.2Centro-Derecha (7 y 8) 8.2Extrema derecha (9 y 10) 1.5No contesta 32.9

    100.0Media en la escala de diezpuntos de los que contestan 4.64

    percepcin 02-J 19/4/05 10:14 Pgina 25

  • 26 2. Metodologa de la investigacin

    En las variables de creencias religiosas y tendencia poltica se observan tambinalgunos cambios respecto a los datos de 1998. En las creencias religiosas lo ms sig-nificativo es que los catlicos practicantes descienden unos seis puntos porcentua-les, mientras que los agnsticos y no creyentes ganan cinco puntos, y un punto loscreyentes de otras religiones; slo los catlicos no practicantes se mantienen en lamisma proporcin. Y en la tendencia poltica (medida en una escala de 1 a 10, en elsentido de izquierda-derecha) se observa un cierto corrimiento hacia la izquierda,pasando de una media global de 4.96 en 1998 a una de 4.64 en 2003 (en esta varia-ble, hay que subrayar el alto porcentaje de quienes no contestan: 32.9).

    Finalmente, si nos salimos ahora de los datos generales, y se cruzan algunas varia-bles sociodemogrficas entre s, podemos destacar los siguientes datos especficossignificativos (P

  • 2. Metodologa de la investigacin 27

    Segn esto vemos que estn por debajo de la media (ms tendencia a la izquierda)los hombres y los tres grupos etarios comprendidos entre los 20 y los 44 aos. Y porencima de la media (ms tendencia a la derecha) las mujeres, los ms jvenes (15 a19 aos) y los de 45 aos en adelante, especialmente los de 55 a 65.

    2. METODOLOGA DELA INVESTIGACIN CUALITATIVA

    Tal como se hizo en el estudio anterior, se incorpor una fase en la investigacinque permitiera abordar el anlisis de las representaciones desde el discurso,mediante tcnicas cualitativas, en concreto grupos de discusin.

    Durante los meses de febrero y marzo de 2003 se realizaron diez grupos de discu-sin, que intentaban cubrir el ms amplio y representativo espectro social. Para lacomposicin de los mismos se consideraron especialmente las variables edad, sexoe ideologa, teniendo en cuenta tambin el hecho de que los adultos tuvieran hijoso no, as como algunas diferencias territoriales: se realizaron grupos en Madridcapital, periferia madrilea (grupo compuesto por personas de Mstoles, Coslada,Fuenlabrada, Getafe, etc.), Bilbao y Talavera de la Reina.

    Las principales diferencias incorporadas en la composicin de los grupos respecto ala distribucin de 1998 se refieren a la consideracin de los grupos de edad y laincorporacin de la ideologa como criterio diferencial en los grupos. En amboscasos, con estas modificaciones se pretendi aadir elementos que permitiesen vali-dar, y en su caso, completar la hiptesis evolutiva que se formul a partir de losgrupos en aquella ocasin.

    Respecto a la edad, la diferenciacin en tramos propuesta tom en consideracinlas franjas etarias de los tipos constituyentes de la hiptesis citada, adaptando esasfranjas al paso de los aos transcurridos, para as poder seguir un modelo explicati-vo viable y contrastar algunos de los trminos de la hiptesis.

    La ideologa, se planteaba en la hiptesis como uno de los factores fundamentalesque matizaban posturas derivadas de la contundencia de las distinciones etarias. Enaquel momento esta variable no se pudo incorporar en los grupos, por lo que eraobligado hacerlo en el estudio actual.

    En cuanto a la construccin de los grupos, compuestos por ocho personas que no seconocan previamente (y cuidando la proporcin entre hombres y mujeres en los gru-pos mixtos), slo se plante como filtro previo a la convocatoria la condicin de quesus integrantes no hubieran tenido problemas relacionados con el consumo de drogas.

    Finalmente, los grupos de discusin fueron los siguientes (cuadro 2.1):

    percepcin 02-J 19/4/05 10:14 Pgina 27

  • 28 2. Metodologa de la investigacin

    Como se puede observar en el cuadro, el grupo 5 se realiz dos veces, en Talavera yen Madrid. Esto fue as porque la primera de las ocasiones (que el diseo originalconsideraba vlida y exclusiva) cont con un grave fallo en la contactacin de algu-no de sus miembros, hecho que distorsion de manera evidente el resultado delgrupo, provoc que ste apenas fuera productivo y oblig a repetir el mismo (estavez en Madrid), para que la composicin global del espectro poblacional no seviese afectada.

    Por lo dems, los grupos funcionaron de forma adecuada y productiva, con discu-siones vivas, espontneas y, en muchas ocasiones, apasionadas. Las dinmicas delos mismos no requirieron de estrategias excesivamente directivas y las variablesconsideradas se mostraron vlidas y eficaces en la diferenciacin discursiva.

    Las reuniones fueron grabadas en audio, transcritas y analizadas. A partir de losliterales obtenidos de las transcripciones podremos ilustrar los discursos desarrolla-dos, complemento perfecto que nos permite entender de manera ms adecuada lainformacin que nos aportan los datos obtenidos con la encuesta3.

    CUADRO 2.1Caractersticas de los grupos de discusin

    GRUPO EDAD GNERO IDEOLOGA HIJOS PEQUEOS LUGAR

    1 16-19 Chicos Madrid

    2 16-19 Chicas Bilbao

    3 22-25 Chicos Derecha Bilbao

    4 26-29 Chicas Derecha Madrid

    5/5B 26-29 Mixto Izquierda Talavera/Madrid

    6 35-40 Mixto Izquierda S Bilbao

    7 35-40 Mixto Izquierda No Madrid

    8 42-47 Mixto Derecha S Talavera

    9 55-60 Mixto Periferia madrilea

    3. A lo largo de la publicacin se insertan numerosos fragmentos del discurso de los grupos de dis-cusin, y al final de cada fragmento se incluye una referencia al grupo correspondiente, haciendomencin a la ciudad, el gnero, la edad, la ideologa y si tienen o no hijos.

    percepcin 02-J 19/4/05 10:14 Pgina 28

  • Voluntariamente, hemos querido comenzar el anlisis por un captulo que ilustraperfectamente la complejidad y los distintos niveles de elaboracin de las posturassobre las drogas: un captulo que, por lo anterior, puede resultar contradictorio enuna primera aproximacin.

    Lo que la gente cuenta sobre las drogas y sus problemas, as, en genrico, mantieneuna continuidad berroquea cuando se atienden a los discursos grupales, continui-dad que se ve enriquecida por algunos elementos rupturistas de ese discurso1,que lo matizan sin llegar a mellar el ncleo del estereotipo.

    Otra cosa parece ser lo que sucede cuando, en soledad con el entrevistador y antepreguntas indirectas, los sujetos van construyendo una definicin (en actitudes yopiniones) de sus posturas personales. Ah s aparecen claramente los matices y serompe ese discurso uniformizador, que apenas ha cambiado en veinte aos.

    De ambas perspectivas se da cuenta en este captulo. La cuestin que se planteaes saber si los comportamientos, individuales y colectivos, son condicionados mspor el estereotipo discursivo global o por las peculiaridades diferenciadoras quevan apareciendo.

    En un primer intento de interpretacin, parecera que cuando la gente se renepara hablar de la droga, lo hace en los trminos de siempre; pero, como es en lamayora de las oportunidades de la vida, cuando no tiene que posicionarse directa-

    CAPTULO TRESUn discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    1. Sobre cuestiones que exigen un cierto avance hacia la concrecin opintica: hipottica legaliza-cin, responsabilidades de los modos de socializacin familiar, identificacin del consumo de dro-gas con una pretendida cultura juvenil, etc.

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  • 30 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    mente sobre la droga sino que debe definir sus valoraciones sobre elementos queabordan la cuestin de forma indirecta, incluso que aparentemente no la abordan,sus posturas sobre las diferentes cuestiones aparecen mucho ms matizadas y ofre-cen un panorama variado, lleno de peculiaridades y bastante apartado del monoli-tismo formal.

    De ambos niveles se ofrecen abundantes informaciones y consideraciones en estetercer captulo.

    1. IMAGINARIO ESENCIAL SOBRE LAS DROGAS

    En este apartado pretendemos profundizar en el anlisis de los discursos latentesen los grupos de discusin realizados. Haremos hincapi en la forma en que lasdinmicas grupales abordan y elaboran los estereotipos dominantes en relacin conlas drogas, y en cmo tales discursos alimentan el imaginario colectivo al respecto.

    En primer lugar no podemos menos que constatar la tremenda fuerza que tienenmuchos de los discursos relativos a las drogas, cuya continuidad en el tiempo pode-mos apreciar a partir del seguimiento de los diferentes estudios al respecto realiza-dos en los ltimos aos. El tema se vive desde la certeza de estar ante una de lascuestiones que amenazan a la sociedad en su conjunto, con distintos grados y a par-tir de enfoques distintos, razn por la que no slo preocupa, sino que adems separte de la conviccin de que tiene que preocupar. Este posicionamiento, si bienresponde a muchos de los temores, miedos e inseguridades que marcan el desarro-llo de la vida en sociedad, condiciona de forma esencial muchos de los argumentosy discursos que se elaboran al respecto, en algunos casos propiciando brechas gene-racionales entre sectores de la poblacin que han experimentado sus personalesprocesos socializadores en pocas bien distintas, sobre todo atendiendo a la mane-ra en que las drogas estaban insertadas en tales procesos (La percepcin social delos problemas de drogas en Espaa, 2000).

    En cualquier caso, el asentamiento de los discursos resulta demoledor en la mayo-ra de los casos, y la constante conviccin de encontrarse ante una de las mayorespreocupaciones que atormenta a la sociedad (que a su vez la genera), deriva enargumentos que se repiten de forma automtica. Adoptando como punto de parti-da (como hacen los grupos) la idea de que la droga es mala, la tendencia de losdiscursos incide en la conviccin de que el problema va a peor: aumento constantede los consumos, mayor presencia y variedad de sustancias, inicio cada vez mstemprano, etc.

    Con independencia de estadsticas o informaciones puntuales, el asentamiento deuna preocupacin que debe mantener alerta a la sociedad es tan fuerte que, aun-que se asuma que algunas cuestiones mejoran (menor presencia de la herona, fun-damentalmente), siempre surgirn nuevos problemas que representen la penlti-ma amenaza (actualmente, las drogas de sntesis). Es decir, los problemas puedencambiar, las estadsticas pueden tender al alza o a la baja, las sustancias pueden

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  • 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta 31

    variar, nuevos miedos pueden sustituir a viejos temores, etc. pero, respecto a untema como el de las drogas, el punto de partida siempre ser el mismo: esto es unproblema muy grave.

    A partir de ah, s es cierto que el anlisis en profundidad de los discursos puedeaportar detalles que dan cuenta de evoluciones de algunos aspectos del imaginariosocial, que abordaremos convenientemente2.

    La primera constatacin de lo asentado del discurso que incide en la constanteamenaza social que supone la presencia de las drogas, es la invariable conviccin deque el problema va a peor, ya sea por razones cuantitativas (ms gente que consu-me, sea o no cierto, en funcin de cada sustancia) o cualitativas (se empieza antes,se consumen drogas ms peligrosas, el control es menor, el acceso es ms fcil...).Esta tendencia, que se retroalimenta constantemente y resulta consecuente con losmiedos y temores que despierta lo desconocido, encaja perfectamente con unalnea argumental que termina por hacerse inevitable: las nuevas generaciones, losnuevos jvenes, consumen ms, con menor control, sustancias ms peligrosas, conmenos cabeza... Evidentemente, esta asuncin, que ya ha sido sealada en diversosestudios y que en diferentes apartados de esta investigacin volvemos a resaltarcomo coartada justificativa que se basa en afirmar la capacidad de control propia(yo controlo; otros, no) y de la proyeccin de estereotipos de los que se intentahuir (los desfasados con las drogas son los ms jvenes), no parece tener otrofinal posible: la situacin empeora.

    M: Cul creis que es la tendencia? Va a seguir?Que ha subido. Pero tambin parece que ha subido mucho ms de lo que hasubido, porque antes la gente pareca que no era tanto lo que haca. Es la verdad.No te van a contar tus padres lo que hacan. Si... tus padres te cuentan algo ydices Joder! Esto no lo dice mi padre. Y al final... vas sabiendo cosas... quetambin ellos salan de fiesta... se montaban sus juergas... Y dices: No puedeser... si pareca que no haba tanto... (...) Y ahora parece que somos... drogadic-tos, medio borrachos y de todo. Pero que s... que ha subido en proporcin... peroque tampoco es lo que quieren poner, de un tiempo... es bastante ms reducido.

    2. Una de las pruebas ms concretas y clarificadoras con las que cuenta la FAD respecto a lo fuertey asentado del discurso relativo a las drogas, se encuentra en los numerosos pre-tests y post-testsde las sucesivas campaas publicitarias que ha ido proponiendo en los ltimos aos. Ao tras ao,y de forma invariable, las cuestiones recogidas en dichos tests eran las mismas, con independenciadel mensaje reflejado en la campaa concreta, el destinatario de la misma o la manera de llevarla ala prctica. Respecto a un tema como las drogas nunca es suficiente, siempre se necesita ms, siem-pre se echar en falta algo, siempre la situacin ser preocupante... Puedes dar con la forma deconectar con un interlocutor concreto en un momento determinado, pero el imaginario colectivosiempre parte de la misma idea: la droga es mala, la droga es un problema muy importante, con ladroga no valen medias tintas, las medidas adoptadas nunca sern suficientes... Partiendo de talconstatacin, la dificultad para encontrar mensajes adecuados y consecuentes con las estrategiaspreventivas de una institucin como la FAD resulta evidente.

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  • 32 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    En esta percepcin de que el problema va a peor y el consumo aumenta inexora-blemente, las consideraciones respecto a la accesibilidad de las drogas juegan unpapel fundamental. Se asume que es muy fcil conseguir drogas, no slo porque laoferta sea amplia y escasamente marginal (casi no hace falta ir a por ellas, pues telas ofrecen en determinados ambientes, por otra parte habituales en las noches dediversin), sino porque se intuye que el precio de las mismas resulta aceptable paracasi cualquier bolsillo. Dicho anlisis se hace pensando en los jvenes, que sonquienes frecuentan los contextos en los que se ofrecen las drogas, y que son quienesposeen una menor capacidad adquisitiva que, sin embargo, no les impide adquirirdeterminadas sustancias cuando as lo desean. Y, efectivamente, los propios jve-nes parecen confirmar el planteamiento en base a sus propias experiencias y refe-rencias, pues prcticamente todos dicen frecuentar lugares en los que, si se quiere,se pueden conseguir drogas3.

    El panorama de fcil y barato acceso a las drogas est fuertemente condicionadopor la simbologa asociada a las drogas de sntesis, que presenta a las discotecas

    S, yo estoy de acuerdo con eso. Tambin adems, las anteriores generaciones...pues eso... la generacin hippy... todo lo que ha movido eso... pues eso ha sidobastante importante, vamos. Se supone que sube un montn el consumo, pueseso, de... de petas y compaa y... y de eso ahora no se habla. Parece que... queeso es de ahora y... y eso realmente... y eso realmente pues eso, fue como unarevolucin de que todo el mundo... bueno.Hay ms problema ahora que antes. Antes no haba problemas de... proble-mas. Y ahora... hay todo problemas.S... s. (BILBAO, HOMBRES, 22-25)

    Pero la droga est cada da ms en auge, ms en auge. Y estar ms, eh? Yestar msQue mueve muchos millones, y eso va en aumento.Claro, y llegar un momento adems queEs dinero fcil y cmodo de ganar.Y eso es un dinero muy fcil y muy cmodo, y adems no est protegido, por-que no tiene que estar protegido. (MADRID PERIFERIA, MIXTO, 55-60)

    3. Ciertamente este panorama remite a una situacin radicalmente diferente a la de otros momen-tos, puesto que el punto de mira est referido a sustancias muy concretas y grupos sociales tambinmuy definidos (drogas de ocio y jvenes), lo que supone un cambio fundamental en la constitucindel imaginario sobre drogas y repercute de forma trascendental en la valoracin y perspectiva queadopta el problema: las drogas estn ms presentes, son ms fciles de conseguir, constituyen unproblema muy importante; pero estas afirmaciones se refieren a algo radicalmente distinto (auncon los mismos apelativos) de lo que sugeran cuando se hablaba fundamentalmente de herona yentornos marginales.

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  • 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta 33

    como autnticos mercados de pastillas, cuyo precio se asume tan barato como paraque el presupuesto para ocio de cualquier adolescente pueda permitirse la comprade alguna de estas drogas, si as lo desea. En el lado opuesto encontraramos a lacocana, ms cara, por lo que se interpreta como menos accesible y, lo que resultams importante, mucho ms alejada de lo que el imaginario colectivo asume comodrogas de jvenes. El planteamiento suele ser el siguiente: mi hijo/a no consumecocana porque no se lo puede permitir y porque no frecuenta los ambientes en loscuales se mueve tal sustancia (poder, alta sociedad, famoseo...). Por todo ello, dro-gas de sntesis podran representar la mxima expresin de la cercana, accesibili-dad y peligro de las drogas en la actualidad.

    Hombre... la cocana es mucho ms cara. (...) Igual a una pastilla s que puedetener acceso, porque es mucho ms barata... Pero la cocana, por supuestsimo queno. A no ser que vaya... (...)Y un porro no es accesible?S... segn lo que t me has dicho, a medida que vas bajando el precio, eh?, vasiendo ms... a medida que vas bajando el precio, es ms accesible y ms preo-cupante, quiero decir.Ninguno de nosotros nos hemos preocupado de que nuestra hija se meta unaraya. No?Con 14 aos no!Un pinchazo... Jo! Ya tiene que tener unas amistades... que... puede ser mscomplicado. Que se fume un porro... bueno... se juntan cinco, se compran unaschinitas, se hacen un porrito, y se lo pueden fumar. El botelln... bueno... vas aun supermercado a 80 pelas, te dan una litrona y te sientas en el parque, clon,clon, clon, clon. O sea... que nos preocupan las drogas en funcin de lo baratas oaccesibles que son. S. (BILBAO, MIXTO, 35-40, CON HIJOS)

    ...es ms fcil conseguir droga que... Ahora est tirado!O sea, en el instituto... S, s, s.Slo tienes que saber quin las pasa. Y encima lo sabe todo el mundo! O sea que...Es bastante obvio.Por la noche... en muchos sitios... yo... pocos son los que... s que no haydroga. Pocos. Por la noche... eh? Por las tardes... aunque ltimamente ya es mscorriente que corra ms droga por la tarde que por la noche... Que a m eso ya meempieza a asustar.No hombre... lo que son porros y as... s.No, no. Yo no me refiero a cnnabis eh?A pastillas.Ah... bueno!A pastillas... speed... coca. (BILBAO, MUJERES, 16-19)

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  • 34 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    Abriendo un poco el plano en el que se insertan las consideraciones sobre la accesi-bilidad a las drogas, podemos observar que las mismas responden a un plantea-miento que presenta un gran mercado negro de trfico internacional y negociosfraudulentos, que ser el que posibilite que la oferta en la calle sea tan amplia yresulte tan cercana. Ms all de la imagen concreta del consumidor de una u otrasustancia, existe la tendencia a realizar muchas inferencias en funcin de las consi-deraciones sobre la realidad de ese gran mercado, las cuales tienen consecuenciasdiscursivas en dos sentidos.

    Por un lado, situar el problema a nivel supranacional, internacional o mundial, pro-cura las bases sobre las que cimentar los argumentos relativos a la droga como unmal de nuestro tiempo, generalizado, inserto en lo ms profundo de las sociedadesen las que vivimos y, por ello, tan alejado en su origen de los comportamientosindividuales que escapa al alcance de nuestras actuaciones particulares (yo no squ puedo hacer ante un asunto de este nivel...). Por otro, las convicciones relativasa la existencia de enormes intereses econmicos internacionales, dibujan un pano-rama en el que las ms altas cotas de poder mundial no pareceran estar interesa-das en solucionar un problema que les reporta tan altos beneficios (el planteamien-to se realiza tal cual, sin mayores especificaciones).

    En esta dinmica discursiva se insertan todas las consideraciones relativas a la lega-lizacin o no de las drogas: con independencia de que unos se muestren a favor yotros en contra (el tema es muy amplio y, aunque resulta recurrente en los grupos,tampoco es objeto de este estudio el profundizar en l), lo cierto es que pareceexistir acuerdo en torno a la idea de que no interesa legalizar las drogas, de igualforma que s interesa mantener la diferenciacin respecto a sustancias igualmenteadictivas pero que reportan beneficios oficiales a travs de los impuestos (alcohol,tabaco). As, la discusin referida a la necesidad o no de legalizar las drogas (siem-pre viva, siempre polmica), cierra el crculo discursivo y encaja perfectamente conlos argumentos relativos a ese gran mercado negro mundial que se escapa a lasvoluntades individuales.

    El que est enganchado, porque se legalice no se va a desenganchar.Pero aqu lo que mueveo ms importante que mueve esto es el dinero.S, el dinero. Desde luego....ha subido (...)Hay otros peces ms gordos que no conocemos y que estn detrs, y que sonlos que mueven millones.Que detrs de la droga hay mucha corrupcin, amiga ma.Mucha gente gorda que viveGente importante. (MADRID PERIFERIA, MIXTO, 55-60)

    Todo el mundo que comete delitos... Los beneficios los tiene que justificar.Efectivamente.Como no los puede justificar, tiene que de ah viene la famosa frase del lava-do de dinero.

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  • 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta 35

    Esta manera de extrapolar un tema que, al tiempo que se percibe tan cercano seanaliza como resultado de tendencias que se escapan al propio individuo, se reiteraen la lnea discursiva que analiza el problema de las drogodependencias y los con-sumos de drogas como resultado de los modelos sociales en los que vivimos. As, larazn ltima que explicara el consumo de sustancias formalmente consideradasnegativas, sera la escala de valores que rige el comportamiento en sociedad(que es una escala construida por otros y en la que supuestamente yo no partici-po) y que ensalza modelos de ocio y diversin equivocados. En este plantea-miento se esconden muchas de las claves que explican algunas de las diferenciasgeneracionales a la hora de abordar el tema de las drogas.

    Por un lado, los jvenes se sienten expuestos e integrados en un sistema que lesempuja a comportarse de la manera en que lo hacen, y seguir los patrones de con-sumo que siguen: as nos divertimos (y nos gusta), porque no hay otra cosa, y enesos modelos de diversin encaja perfectamente el consumo de drogas, con inde-pendencia de que cada persona decida consumirlas o no. Por otro lado, los adultostienden a desresponsabilizar a sus hijos por comportarse en funcin de unos patro-nes surgidos en el seno de sociedades que ellos mismos (los adultos) han contribui-do a definir: es normal que los jvenes consuman sustancias legales (alcohol, taba-co), porque ven a sus mayores hacerlo, y no extraa que algunos consuman sustan-cias ilegales, pues la sociedad que les ofrecemos plantea modelos equivocados yest plagada de dificultades, adems de carecer de alternativas que compitan enigualdad de condiciones con la evasin que procuran las drogas.

    Era ms divertido lo nuestro... y nosotros queramos ir a la calle... y ellos quie-ren otra cosa. Siempre hablamos de lo mismo...Claro.Claro.Siempre hablamos de lo mismo... pues porque a nuestros padres, yo les oa... yocuando tena la edad de mis hijos ahora, comentaban mis padres, pues nuestraforma de divertirnos era mucho mejor, que la que tienen...

    Exactamente.Blanquear dinero, blanquear dinero, crear puestos de trabajo....que tantsima genteotros centros que estn creados con drogaClaro.o con otras cosas, claro est.Pues por eso, porque no les interesa para nada.Claro.al gobierno, que esto desaparezca. Si no, de qu?, de qu?No le interesa al gobierno, no. No les interesa a los gobiernos.

    (MADRID PERIFERIA, MIXTO, 55-60)

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  • 36 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    En dicha tendencia por parte de los adultos a la desresponsabilizacin de los jve-nes respecto a muchos de los aspectos del consumo de drogas, juega un papel fun-damental la aparente asuncin por parte de los adultos (especialmente de quienesson padres y madres) de errores o fallos en su funcin como educadores y partci-pes en la tarea de transmitir el sistema de valores que rige la vida en sociedad.Resulta generalizada la asuncin de que vivimos una poca en la que los modeloseducativos pecan de sobreprotectores y permisivos, algo que se traduce negativa-mente en lo que se refiere a la relacin de los ms jvenes con las drogas. Si bien

    Claro....o sea que yo creo que la que...Pues por eso, es lo que yo digo, es lo que nos parece a nosotros. No digo quesea exactamente as.Todo el mundo pensamos que todo tiempo pasado, siempre fue mejor.Yo creo que era ms sano. (...)A m me parece sansima la que nos toc.Y nuestros padres les pareca que era la suya...Exactamente!...y que la vida en el pueblo era ms divertida en su tiempo.Eso es.Y nosotros... y nosotrosA qu hora se acuestan ahora? A qu hora se acuestan ahora?...Los mos? No lo s, porque ya yo estoy acostado.Las marchas, a qu horas son?, hasta que hora estn abiertos los...?Cuando vienen a dormir a casa... cuando vienen a dormir a mi casa,yo ya estoy...Cuntas horas necesitan para beber, para fumar, para tomar droga...?

    (TALAVERA, MIXTO, 42-47, CON HIJOS)

    S, la gente joven va... a por todas. Va a cogerse a por todas. O sea, va... estnesperando al viernes, o al sbado, o al da que salgan, para empezar a cogrseladesde cuanto antes mejor.Pues yo creo que esto tambin ha podido cambiar. Yo creo que antes poda serla consecuencia del... emborracharse y beber, bueno, que ahora tambin lo es,pero de... de ir por ejemplo de decir hoy... la voy a coger parda, y me voy a olvidarde todo. Pero yo creo que tambin porque hoy da hay ms frustracin que antes.Depende de la sociedad.Eso es lo que deca yo antes.Hay ms ansiedad...muchas quemaduras, muchas cosas, entre... no hay trabajo, uno que esthaciendo la vida imposible por un lado... que no vas a poder comprar un piso,que... (MADRID, MIXTO, 35-40, SIN HIJOS)

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  • 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta 37

    tales tendencias se asumen como casi inevitables (pues los hijos requieren de laproteccin familiar en una sociedad que se muestra hostil ante el dbil) y ventajo-sas en muchos de sus extremos (mayor permisividad, crea mayor cercana y compli-cidad con los hijos), la contrapartida sealada es clara: criamos nios dbiles, aco-modados, incapaces de enfrentarse a las dificultades y faltos de personalidad, todolo cual incide en que se multipliquen los riesgos ante las drogas4.

    Ahora hay ms informacin.Yo creo que les dan ms libertades. Tengo amigos que ya son padres, y veo queles dan mucha libertad.Yo pienso que va a haber...A m en cierto modo... viendo cmo yo he sido, me da cierto miedo. Perobueno.Ms dialogo entre padres e hijos.Yo no sera tan permisivo quizs, como ellos. O quizs luego s... no s.

    (TALAVERA, MIXTO, 26-29)

    A m, mis padres, o sea, me han pillado con porros y todo eso, y me han echa-do petas. Pero nunca me han dicho No lo dejes. As que no s como explicarlo.No me prohben, no me dicen No fumes porros. Me dicen T ya eres responsa-ble. (...) A m, mis padres me han dicho toda la vida que haga lo que quiera, pero queno me pase. Que tenga cuidado. No, a m me pillaron de pleno pedo. Me vieronantes y me vieron despus, cmo me caa por unas escaleras en mi casa. Enton-ces, se quedaron flipados, claro. Se levant todo el mundo, claro, a las 3 de lamaana en la playa. Pues lo ms normal, me dijeron al da siguiente que hicieralo que quisiera, que era mi vida, pero que tuviera un poquito de cuidado. Y que sitomaba algo, que lo tomara antes para no llegar a casa con todo el pedo.

    (MADRID, HOMBRES, 16-19)

    Ah, tenemos la venda, lo que digo yo muchas veces. Los padres siempre cree-mos el mo no!...Pero debera ser mejor que te lo digan....pero la ma no fuma, y de pronto la encuentras... hasta que la encuentras depronto, en el abrigo, el paquete de tabaco, y dices... Madre ma!... Pero sertonta!... Pero ahora yo pienso que es el exceso... el exceso de todo, de tener todo... msque... Por supuesto que el conversar con ellos, el dialogar, el preguntarles... todoeso los beneficia... los beneficia muchsimo...

    4. Para profundizar en los discursos relativos a la relacin entre padres e hijos, y a la percepcin dela realidad y evolucin de los modelos educativos familiares, es recomendable acudir a Hijos ypadres: comunicacin y conflictos (FAD, 2002).

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  • 38 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    Pero tambin es cierto que la autoinculpacin y asuncin de responsabilidades porparte de los adultos no est exenta de una fuerte exigencia de responsabilidadesexternas a la propia familia. Fundamentalmente porque, en funcin del panoramaplanteado, por el cual la sociedad se rige por valores equivocados que conducena comportamientos de riesgo en el acercamiento a las drogas, los adultos asumenque existen numerosas cuestiones de la vida de los jvenes que escapan al mbitofamiliar. La influencia y el poder del grupo de pares se manifiesta crucial en laspocas vitales en las que el joven se encuentra inmerso en su periodo de desarrollo,y en los ambientes que propician esos grupos es en los que surgen los primeros con-tactos con las drogas, las primeras tentaciones, las primeras experiencias.

    Los adultos con hijos explican resignados cmo sus adolescentes se escapan alcontrol familiar, en una situacin que provoca angustia, impotencia, y ocasionaesa fuerte exigencia de un control (administrativo, policial, jurdico, sanitario...)que minimice su propia preocupacin: donde yo no alcance a controlarles, que lohagan otros. Frente a esta tajante afirmacin (implcita, no explcita), la idea de laeducacin en valores (parte bsica de la labor familiar) se asume tan cierta y evi-dente como rpida es la descarga de responsabilidades sobre agentes sociales (pro-fesores, polticos, policas) a los que se culpa de no desarrollar su labor de la mane-ra ms eficiente.

    La nica solucin que hay es que la sociedad ponga muchos medios, muchosmedios, muchos pedagogos que procurenY psiclogos que estn en paroY psiclogos y psiquiatras, que no te miren el reloj y que digan ya son tantosminutos y ahora otro y perdona que es que tengo mucho trabajo, perdona. Eso nohacen para nadaEso es verdad.es preocuparse humanamente por ellos.S, seor, la sociedad (MADRID PERIFERIA, MIXTO, 55-60)

    Pero si es que ahora un nio no pelea... un chico no pelea ahora....es que ahora estn insatisfechos de todo, o sea, tienen...Claro, claro....yo creo que es exceso de todo. Les hemos querido dar todo lo que a lo mejornosotros no tuvimos... y hemos pecado eneso... en que tengan demasiadas cosas.Lo tienen demasiado fcil.Y entonces, la insatisfaccin viene por eso.

    (TALAVERA, MIXTO, 42-47, CON HIJOS)

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  • 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta 39

    En esta labor educativa y formativa destacan como esencial la importancia de lainformacin en el tema de las drogas. Informacin es una palabra que apareceinvariablemente en cualquier conversacin referida a drogas. Otra cuestin biendiferente ser analizar de qu manera se interpreta el trmino y cules son los lmi-tes (si es que los hay) dentro de los cuales resulta operativo para cada cual. Todo elmundo se mostrar de acuerdo ante afirmaciones como que para enfrentarse a lasdrogas es imprescindible estar perfectamente informado. Sin embargo, cuandotales afirmaciones se ponen en relacin con la edad a la que se considera adecuadodotar a la persona de segn qu informacin, o, ms an, cuando se discute elmodo y la persona que ha de controlar o regular tal informacin, los consensosse diluyen y el debate se aviva.

    Es as porque, fundamentalmente desde los adultos que tienen hijos, se puede per-cibir la necesidad (que muchas veces explicitan) de poder controlar el tipo de infor-macin que reciben sus hijos respecto a las drogas: informacin s, pero a su debi-do tiempo, dicen. Entonces entramos en argumentos que trascienden el trminoinformacin para adentrarse en consideraciones morales y juicios de valor sobrequ es o qu debe ser la informacin respecto a un tema de tanto calado social, que

    S, que a lo mejor mi hija se junta con personas que tienen muchos vicios,lo mismo se me No, no, sCaen, caen. Pero bueno, el ms listo cae, eh, no su hija.Porque cay en el cigarro, porque la otra no cay en el cigarro, y eran las mis-mas amigas.Porque hay personas muy inteligentes que emplean su sabidura para el mal.y ms dbiles, a los que tienen un problema que son retrados, entoncesestn para que sean ms alegres, y sepan comunicar con la gente.No, hay que saber tambin con quinYo repito: hay que atajar la raz. La raz est en los nios pequeos. Eso se trata.Hay que establecer con quin vas.S, pero t no le puedes buscar amigos, porque vamos, te van a hacer caso...Hay que vigilar mucho a la adolescencia. Sobre todo a la adolescencia, a lainfancia...Cuando son pequeos.Sa esta edad ya no puedes.que no, esto a m no me conviene. Luego en el institutoS, es que mi hijo tiene amigos y va a todos los sitios, cmo le voy a vigilar atodos los amigos que tiene mi hijo? Tiene en el trabajo, en la universidad cuan-do iba, los amigos de toda la vida del colegio, eh yo qu s, los amigos de jugaral baloncesto, los amigos del baloncesto, cmo voy a controlar yo a tantos?

    (MADRID PERIFERIA, MIXTO, 55-60)

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  • 40 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta

    causa tanta alarma y que despierta tanto temor. Informar es hablar sobre los efec-tos y consecuencias de cada sustancia?, o informar es explicar lo perjudicial queresulta su consumo, individual y socialmente? Las posiciones ms cercanas a la nor-malizacin de la relacin con las drogas se apuntan a la primera de las opciones, apartir de la cual delegan en la madurez y la capacidad individual de cada cual paradecidir respecto a su consumo. Las posiciones ms contrarias a la aceptacin de lasdrogas optarn por la segunda de las opciones como la nica vlida, pues hacerotra cosa puede llegar a ser interpretado como incitar el consumo (si le dices quefumando porros se va a rer, fumar porros).

    Esta diferenciacin a la hora de afrontar el significado y la importancia de la infor-macin referida a las drogas, provoca uno de los ms vivos debates surgidos sobreeste tema, revelando autnticas posiciones morales e ideolgicas que traslucenmuchos de los elementos que componen los principales discursos en torno a ellas.Tomando los dos extremos del espectro de posicionamientos en este sentido,podramos decir que, mientras en un lado se sitan los que defienden la informa-cin como el instrumento que te ayude a diferenciar entre las consecuencias quetendr para tu organismo una u otra sustancia, en el lado contrario estarn quienesasumen la informacin como el arma que posibilita diferenciar entre lo que estbien y lo que est mal respecto a las drogas.

    Evidentemente, las posiciones ms extremas de ambas tendencias resultan tremen-damente negativas para la implementacin de autnticas estrategias preventivas yeducativas. De un lado porque asumen la informacin como un simple vademecuma partir del cual experimentar alegremente sin tener en cuenta las peculiaridadesde cada persona y cada circunstancia. De otro lado, porque la inmediata asociacinde la droga (cualquier tipo de droga) con algo absolutamente negativo, provocarque en la mencionada distincin entre lo bueno y lo malo, todo sea malo (lomalo de la droga ser la droga, y lo bueno no ser nada). Y tal cosa propicia unavisin tan alejada de las dinmicas cotidianas, y tan empeada en negar la eviden-cia y la realidad de determinados consumos, que no encontrar otra respuestaentre quienes s se encuentran inmersos en tales dinmicas que la del desprecio, laignorancia o la burla (los mayores no tienen ni idea, y por eso no les hago caso).

    El problema de la droga es de educacin?No.Pregunto.Educacin? No, no, no. Lo que pasa es que yo creo que todo tiene que haberuna... t eres el primero que tienes que tener una educacin, e intentar transmitr-sela a tus hijos... e intentar tener una comunicacin con ellos. Cuanto ms hablescon ellos msY luego ya... cada uno, va ha hacer lo que le d la gana. (...)Me dijeron una vez un ejemplo muy grfico de lo que es la educacin, no?Tenemos un arco, y nuestros hijos son la flecha... y entonces tenemos que irle ten-sando, de manera que le tenemos que dar fuerza... y llega un momento en el que

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  • 3. Un discurso continuista y un trasfondo que se adapta 41

    sueltas... y la flecha ya va sola. Bueno... pues yo sigo agarrando el arco y soy delos que voy a tirar un montn de aos... Yo, como el rey con el prncipe.Entonces... cundo tienes que soltar? De verdad... Cundo tiene bastantefuerza el arco? Cundo...?Sern ellos los que tienen que marcar el momento en el que se......y va a llegar un momento que digan... vale... ya me voy. Y ese da t lo vas atener que asumir, y se te van a ir. Pero mientras tanto... mientras tanto, cuantosms datos vayamos dando, cuanto ms control tengamos... me imagino que msinformacin. Pero en un momento determinado... ellos van a soltar la cuerda...en vista de que t no la sueltas... y van a tomar la decisin que tengan quetomar. (TALAVERA, MIXTO, 42-47, CON HIJOS)

    T qu dices, que si bebe alcohol... dejarle. Porque como todo el mundo habebido alcohol no? Vamos a dejarle...Pero ests ah... en educar. Yo no te quiero decir... Tendrs que decirle no os... de t manera. Y al final, probablemente har lo que quiera... en funcin de,no slo lo que le diga su ta... sino de lo que le hayas dicho durante muchos aos.Durante muchos aos.Pero hay que educarlo... no hay que dejarle hacer lo que quiera.

    (BILBAO, MIXTO, 35-40, CON HIJOS)

    Yo creo que la gente los vea mucho mejor, si esto de fumar porros y... y lasdrogas, si empezaran desde... en la educacin desde pequeo, en el colegio,diciendo en realidad lo que son las drogas y enseando no? No... ahora que lle-gan, a lo mejor en 2 de la ESO, en 3 de la ESO... charlas de droga, o de conta-gios sexuales... todo eso, que eso sabes? Ya es, que eso tendra que empezarantes... antes de contar porque...Pero yo creo que dara igual que empezaran antes....s, s, les dara igual porque... con la educacin, es cuando empiezas t a... aaprender lo que quieres, a querer lo que quieres.Hombre! Pero si empiezas antes, tambin corres el riesgo de que digan los cha-vales; coo mira, me han hablado de esta droga, y tal, qu coo! Voy a probar-la... y la prueben sabes?, y entonces ya... imagnate... me voy a meter un chuteaqu, y hala!... un chaval de 10 aos.No te digo en s las drogas, sino, no s... lo que te pasa por tomar drogas sinosabes? Es que no se cmo explicarlo, pero, los efectos... todo eso, que la gente...Yo pienso que lo que habra que hacer es desmitificar un poco las drogas, por-que aqu... o sea... t vas a cualquier seor mayor y le dices algo de drogas, de unpeta de...S, s....de algo, y te mira escandalizado. No sabe nada de drogas. O sea, no hatomado nunca... no se ha fumado nunca un peta... y ya te est llamando guarrosabes? O ests fumando algo sabes?... y eso tampoco hay que hacerlo.

    (MADRID, HOMBRES, 16-19)

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