la otra ciudad

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Esta publicación ha sido realizada por la Agrupación Fotográfica de Guadalajara al ganador del Premio Abeja de Oro 2004 La otra ciudad Alejandro Lamas La otra ciudad Alejandro Lamas

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Fotografia Alejandro Lamas

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Esta publicación ha sido realizada por la Agrupación Fotográfica de Guadalajara al ganador del Premio Abeja de Oro 2004

La otra ciudad

Alejandro Lamas

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La otra ciudad

Alejandro Lamas

AGRADECIMIENTOS

Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La ManchaPatronato Municipal de CulturaExcma. Diputación ProvincialIbercajaCaja de GuadalajaraCaja de Castilla-La ManchaLa CaixaBiblioteca Pública Provincial

Real Sociedad FotográficaAsociación Fotográfica de GuadalajaraSantiago Bernal GutiérrezMiguel Roig

Edita: Agrupación Fotográfica de Guadalajara

© De las fotografías: Alejandro Lamas© De los textos: Los autores© De la edición: Agrupación Fotográfica de Guadalajara

Diseño: Marina Gómez MutImprime: Gráficas Minaya S.A.I.S.B.N.:D.L.:

La construcción de la soledad Detrás de Calvino y con su propio lenguaje,Alejandro Lamas construye su particularciudad invisible. Como ocurre con la obra deHumberto Rivas, no hay una identificaciónexplícita del paisaje urbano, es decir, sabemosque la cámara ha recorrido algunas ciudades,pero todas confluyen en una y esa imagen -cualquiera sea la obra que observemos- essinécdoque de una urbe única. La fotografía señala lo obvio, lo que estádelante de nosotros, advierte Barthes. Esto esesto, tal cual es y no dice otra cosa. Perotambién señala, incluso la toma inocente delaficionado, una singularidad que determina lapulsión del fotógrafo; indica, a la manera deAlberto Greco, un vivo dito. Aquí, en la obra de Lamas, aparece en primerplano el triunfo del hombre sobre la llanura:las paredes y las calles; su materia: la piedra, elcristal y los metales. Pero, sabemos, la cámaraoculta y la comprensión empieza cuando no seacepta el mundo por su apariencia. Estas noson fotos a la manera de aquella reproducciónque mostraba a las fábricas Krupp, frente a lacual Brecht sostenía que nada conocíamos deese lugar de trabajo, de sus conflictos ytensiones ante la imagen de su fachada. De laciudad lo sabemos todo. (Y el poso empíricotambién nos ayuda a advertir, hoy, los signosque a Brecht se le antojaban opacos.)

Tanto que no necesitamos indicadores. Comoen los aviones, antes de que la azafatacomience con su ejercicio didáctico previo alvuelo, todos sabemos dónde están las salidasde emergencia. Y su inutilidad frente a unacatástrofe. Nadie puede salir de un avión adiez mil metros de altura. De una ciudad, conlos pies en la acera, tampoco. Al menosindemne. Esta es la certeza alrededor de la queopera Lamas y con la cual justifica su aportesobre un objeto que nos es familiar e inherentea todos. La ciudad como un símil del laberinto,en la que se ofrendan ciudadanos a unMinotauro de hormigón. Sombras,extremidades separadas de su cuerpo, figurasque se reproducen en cristales paradesaparecer y nada más. Ningún otro rastrohumano: solo la obra del hombre: una ciudad,en apariencia, abierta. Ese es el personaje quedescubre Lamas: un hombre encerrado dentrode su obra con las puertas abiertas. ¿Pordónde es capaz de salir de sí mismo? Lamas construye su propia fuga detrás de lacámara. Pero no es un triunfo. Porque comosostiene en un verso Ricardo Zelarrayán, el quese escapa termina solo.

Miguel Roig

Es en mi interior que busco las fotografías cuando con la cámara en la mano paseo la vista por fuera.Puedo solidificar ese mundo de fantasmas cuando encuentro algo que tiene resonancias en mí.

“El rectángulo en la mano” Sergio Larrain

Una ciudad es, hablando con propiedad, aún más poética que un paisaje campestre, pues mientras quela Naturaleza es un caos de fuerzas inconcientes, una ciudad es un caos de fuerzas concientes. La crestade una flor o el diseño de un líquen pueden ser o no símbolos significativos, pero no hay piedra en lacalle ni ladrillo en la pared que no sea en realidad un símbolo deliberado -un mensaje de algún hombre-tanto como si fuera un telegrama o una tarjeta postal. La calle más estrecha posee, en cada vuelta yrevuelta de su intención, el alma del hombre que la construyó.

G. K. Chesterton

a Marina

a mis hijos Julia y Lisandro

a David y a Lucho, en el recuerdo