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O r d e n S i e r v o s d e M a r í a Ficha No. 10 LA ORACIÓN EN MOMENTOS DE HUMILLACIÓN (1 Sam 1)

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Ficha No. 10

LA ORACIÓN

EN MOMENTOS

DE HUMILLACIÓN

(1 Sam 1)

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Elcaná, un hombre que temía a Dios, tenía dos mujeres;

Peniná era madre de muchos hijos mientras que Ana era estéril.

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Leyendo el primer capítulo

del primer libro de Samuel,

trata de entrar en sintonía

con los sentimientos de

Ana que es estéril y vive

junto a Peniná que es

madre de muchos hijos.

Identifica cuál es el

comportamiento de Peniná,

pon atención en sus

comentarios y en su forma

de mirar con desprecio a

Ana por su esterilidad.

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Ahora pon tu mirada en ti

mismo, en el ambiente de tu

familia, de tu trabajo, de tu

comunidad:

¿Cómo me tratan los de mi familia,

mis compañeros de trabajo, de apostolado?

¿Conozco alguno de mis defectos?

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¿Cuánto y porqué me

molesta que me hagan

ver mis defectos?

¿Cómo afronto la

realidad de mis defectos

cuando otros me los

hacen ver?

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¿Me limito a llorar en silencio

o a negarme a comer? (cf 1 Sam 1, 7)

O ¿Más bien me enojo

y me vuelvo violento y grosero?

¿Cómo respondo al que me ofende?

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Ana reaccionaba a las ofensas de Peniná desahogando el propio dolor con el Señor. Retomando tu pasado, trata de pensar en las personas que alguna vez te ofendieron, en las humillaciones que te han hecho pasar o sobre los hechos que te han herido de alguna manera en profundidad.

Tomando en cuenta estos momentos dolorosos:

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¿Cuál ha sido generalmente mi reacción?

¿Cuáles han sido mis pensamientos

y sentimientos en esos momentos?

Bajo estas circunstancias

¿Cuál es mi actitud

ante Dios?

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¿Habría alguien con quién pudiera platicar de mis

humillaciones, ofensas y coraje?

En su caso,

¿Cómo creo de haber superado las

ofensas y humillaciones recibidas?

¿De qué modo me han podido ayudar a aceptar,

entender y cambiar mi corazón?

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Cómo

resuenan los

acontecimientos

negativos

en la oración

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Ana no estaba enojada con Dios. En su dolor oraba pidiendo lo que

verdaderamente deseaba: Si me das un hijo varón, yo te lo consagraré por

todos los días de su vida, y en señal de ello, la navaja no tocará su cabeza. (1 Sam 1, 11).

Considerando tu vida de oración:

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¿Cómo creo que en mi oración

resuenen los

acontecimientos negativos

de mi vida?

Alguna vez

¿Los acontecimientos negativos han hecho que mis

intenciones y mi comportamiento en la oración

sean inadecuados?

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Siendo así

¿Continuo a orar por aquello que quiero

a la luz de Dios;

o más bien mi corazón se concentra

sólo en las cosas negativas?

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Ana deseaba un hijo varón. Lo pedía con fe y con profunda confianza, prometiendo a Dios que si la escuchaba le consagraría aquel hijo a su servicio.

Cuando hago mi oración :

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¿Estoy siempre consciente de lo que estoy haciendo?

¿Estoy consciente de las consecuencias que vendrían

si Dios escuchara mis oraciones?

¿Me parece estar dispuesto, como Ana, de ofrecer

al mismo tiempo al Señor, lo que se me ha dado en

respuesta a mi oración?

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¿Qué tan sincera es mi oración?

No consideres a tu sierva por una mujer perdida, pues el exceso de mi pena y de mi dolor

me han movido a orar de este modo (1 Sam 1, 16).

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La oración de Ana fue escuchada, tuvo un hijo y le puso por nombre

Samuel.

Ana mantuvo su promesa y cuando el niño dejó de tomar la leche materna, lo presentó al sacerdote Elí.

Recordando las veces en las que tu oración ha sido escuchada:

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¿He olvidado inmediatamente

el pasado o regreso

para agradecer al Señor?

Si he hecho alguna promesa

¿La he mantenido como Ana?

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O ¿Estuve aferrado

a los dones recibidos

que fue difícil mantener

lo que había prometido?

Si soy consagrado

¿Cómo vivo el mantener

los votos en la vida consagrada

y de hacerlo con agradecimiento?

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Poniéndote de frente a la figura bíblica de Ana, trata de pensar en la manera en cómo vives

las invitaciones del Señor, para no permanecer en los momentos difíciles

buscando sólo la compasión de los demás y caminar hacia la reconciliación,

hacia la comunión Trinitaria.