la oca como animal sagrado
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LA OCA COMO ANIMAL SAGRADO (I)
21 febrero2010escrito por Flegetanis
“Ánsar salvaje,
largo es el camino del norte al mediodía
millares de arcos tensados apuntan a tu trayecto
a través del humo y de la bruma,
¿Cuántos de nosostros alcanzaremos Hen-Yang?” (1)
En nuestro artículo El Simbolismo del Juego de la Oca hemos mencionado de pasada la condicion
de esta palmípeda como objeto de veneración en algunas culturas, y su identificación con el Hamsa
en el hinduismo. Por otro lado nos hemos referido en entradas anteriores de esta bitácora a la
asociación de nuestra ave con el concepto simbólico del ágape o banquete ritual, y enlazando con
este aspecto gastronómico, también hemos hecho algún comentario sobre la oca como animal
sacrificado a los dioses. Pero aún hay otras muchas consideraciones sobre el carácter sagrado de la
oca, sobre las cuales nos proponemos abundar en el presente articulo.
(Foto: Patricia Muñoz, autora del grabado y la blog La pata de oca)
El simbolismo del pájaro y las aves en su aspecto más generalizado es también aplicable a la oca. La
colaboración inteligente de los pájaros con el hombre está universalmente extendida en el mito y el
cuento, surgiendo las aves como derivados de los grandes pájaros demiurgos de los
primitivos, portadores de poderes celestes y creadores del mundo inferior, lo cual explica también el
significado de los pájaros como mensajeros.
La valoración de la oca como animal sagrado es común a numerosas culturas y tradiciones, como
veremos seguidamente. Se la encuentra como animal sagrado entre los druidas y en las culturas
chamánicas. En el Altai, en el ritual de sacrificio del caballo, el chamán tiene como montura una oca
para perseguir el alma del caballo. Siendo este mismo animal la montura del chamán para regresar
de los infiernos. En la tradición china el culto a la oca llega hasta nuestros días, asociado a la
fidelidad conyugal y a contenidos sexuales (véase hierogamia) (2)
(La tradición celto-romana de las ocas sagradas pervivió en el medievo. Y aún hasta hoy, como
demuestran esas aves en el claustro de la catedral de Barcelona (4) Las ocas del claustro de la
Catedral de Barcelona, como custodias del Hortus Conclusus, imagen del Paraíso celeste)
Dice Franco Milanesi en su obrita Il giocco dell Oca (3) que “la aparición de la oca como emblema o
símbolo del juego probablemente no está datada en el caso de la tradición gastronómica, pero la
explicación podría entroncar con el clima de restauración del legado simbólico de la antigüedad
clásica y su simbolismo que caracterizaron a la cultura renacentista. La oca fue asociada a las
mancias y adquriró una gran dimensión adivinatoria en la literatura de asunto astrológico, cabalístico
y adivinatorio del Renacimiento. E incluso los antiguos habían manifestado por nuestro animal un
reverencial respeto.
Entre los indios americanos, por ejemlo, ”el pato es el guía infalible, conocedor tanto del agua como
del cielo”. Entre los pawnees se considera com el más seguro de los guías, porque es el único que
conoce por igual “todos los caminos e la tierra, el aire y el agua”. Viniendo del norte o volviendo a
él, simbolizan los estados superiores o angélicos del ser en curso de liberación y volviendo hacia el
Principio supremo.
LA OCA ENTRE LOS EGIPCIOS
Entre los antiguos egipcios, “cuando los faraones se identificaron con el sol, su alma tomó la forma
de un ánsar u oca, ya que el ánsar representa al sol surgido del huevo primordial. Las ocas salvajes
eran consideradas mensajeras entre el Cielo y la Tierra. (….) a la vez acuática, aérea y terrestre– se
convierte en el nexo de unión entre el plano celeste y el terrestre. Uno de los rituales de coronación
de un nuevo faraón consistía en soltar cuatro ocas salvajes en dirección de cada uno de los puntos
cardinales, repitiendo la siguiente fórmula en cada punto: “Apresúrate hacia el norte (sur,este u
oeste) y dí a los dioses que el faraón ha tomado la doble corona “. (2)
(Imagen de una palmípeda entre los jeroglíficos de un relieve egipcio)
“Según Heródoto –prosigue Milanesi– la oca fue venerada como sagrada entre los egipcios: “oca del
Nilo” y su jerogklífico, “ka”, símbolo del Faraón, venía a significar “hijo de Ra” del cual representaba
el alma. El vuelo de cuatro ocas en la dirección de los puntos cardinales era considerado el rito
cósmico que celebraba el advenimiento de un nuevo Faraón: como la llegada de la oca anunciaba el
inicio de la nueva estación así su papel simbólico fue puesto en relación con la fundación mágica del
reino y del propio cosmos.”
(Geb y nut)
En la mitología egipcia, el dios Geb, dios de la tierra y páredro de Nut en algunas representaciones
vinculadas a la creación del mundo (4), tuvo como animal sagrado a la Oca. Geb, asociado al mito
del Huevo del Mundo, y por tanto a la Creación, adoptaba la forma de la oca, o bien tenía el signo de
la oca coronando su cabeza. Isis también fue en ocasiones definida como “el huevo de la oca” siendo
la hija de Geb.
(Una oca sacrificada al dios Geb, vinculado a este ave sagrada entre los antiguos egipcios)
(El dios-Oca frente a la diosa gato, la Dama del Cielo)
LA OCA COMO ANIMAL SAGRADO ENTRE LOS HINDÚES
El Hamsa, en la tradición religiosa de la India, es una oca sagrada, encarnación del bodhisattva
Siddhârta en los jatâka y montura del dios Brahma. Las hamsa son también símbolo de las almas que
ascienden a las divinas mansiones. Se las representa con frecuencia en la iconografía y en la
escultura decorativa.
El cisne y la oca son mal distinguidos por la iconografía hindú, en la cual el cisne de Brahma (hamsa),
que le sirve de montura, posee la morfología de la oca salvaje. El ánsar (hamsa) es también la
montura de Varuna, (…) textos sánscritos de Camboya identifican a Shiva con el Kalahamsa que
frecuenta el lago del corazón de los yoguis, con el hamsa que se asienta en el bindu, significando
hamsa al mismo tiempo el anser y el Atmâ o el Sí mismo. Atribuído a Vishnú, se convierte en un
símbolo de Narâyana, uno de los nombres del Dios creador, y el alma del mundo personificada (2)
LA OCA EN EL MUNDO GRECORROMANO
En Roma, las ocas sagradas criadas alrededor del templo de la diosa Juno formaban una excelente
plantilla de premonitores (aspecto adivinatorio del juego) ya que, según la tradición, presentían el
peligro y daban la voz de alarma. Parece ser que fue ésta su actuación cuando en una noche del 390
a.C. los galos intentaron asaltar el Capitolio.
LA OCA EN LA CULTURA CÉLTICA
”El antiguo pueblo gallego, en la España septentrional, atribuían al maestro el apelativo de “ganso”
u “oca”, porque ésta representaba una sabiduría superior, enviada por los dioses. Los maestros
constructores de catedrales medievales adoptaron la pata de oca como símbolo de creatividad (…).
”En la iconografía cristiana es famosa la oca de San Martín de Tours: el santo cuya fiesta es el 11 de
Noviembre presenta a menudo la representación de una oca a sus pies (…) La oca fue considerada
también una gran andadora: en el tiempo de Plinio (…) se decía que las ocas venían directamente a
Roma desde Calais siempre marchando a pie (…) De aquí Federico el Grande de Prusia adoptó el
paso, llamado de la oca, para hacer marchar a sus soldados durante las campañas. Fu un animal
evidentemente considerado como dotado de cierta sacralidad cuando a fines del siglo XI lo
encontramos guiando a los peregrinos a su regreso de Jerusalén. (…) En este escenario la oca
adquirío un significado muy positivo, el símbolo del maestro guía en el camino individual de la
iniciación: una evocación dantesca de Virgilio.” (3)
”Sin embargo, no sabemos cuál de estos aspectos justifica la aparición de la oca como protagonista
emblemática del juego de la oca como especie de oscuro recorrido laberíntico que se supera a golpe
de dados, símbolo por excelencia del destino.” (3)
Por otra parte, se han señalado vínculos entre oca y ciertos enclaves sagrados, como los
manantiales o fuentes, y en la misma línea con diosas o ninfas de fuentes y ríos. En Auca , cuya
etimología podríamos relacionar fácilmente con nuestra palmípeda (Villafranca de Montes de Oca)
poseyeron un famoso templo junto a sus manantiales curativos. Templo y fuentes fueron aquí
convenientemente sincretizados, por la nueva religión, al sustituir las ninfas o Matres por la Virgen
Madre. Pero no por una virgen cualquiera, sino por Nuestra Señora de Oca. (source) (5)
LA OCA COMO SÍMBOLO DE LA MAGNA MATER
”El concepto del volátil asociado a aquél de la nueva estación fértil o favorable como pájaro divino y
heraldo de los dioses del cielo hacen de la oca un símbolo profético en el mundo céltico y germánico.
Existen narraciones de famosos episodios históricos ( ) que nos recuerdan su papel de anunciadoras,
guardianas y por extensión protectoras del hogar. Esta dimensión convive con la del cisne en el rol
de símbolo de la mujer sobrenatural, la Magna Mater, la gran madre que es el origen de todo
(Cattabiani) . Mensajero del más allá entre los Celtas, guías de los devotos en su peregrinaje hacia
los santuarios.” (3)
Sobre el carácter sagrado de de las Ocas se ha escrito que ” fueron consideradas el paradigma de
la Sabiduría Sagrada (…) en la creencia de que las Ocas eran las guías sagradas, enviadas para
aconsejar a los Humanos.” (3) (…) Existen diversas representaciones de la Oca en lugares sagrados
“que podemos ver en la península, que suponemos la más antigua de todas, del siglo III d.C., y la
otra la más actual, aún viva.”Estas ocas, tanto la pintada hace 1.700 años, como las que están vivas,
se encuentran en lugares de carácter sagrado dedicados a Santa Eulalia, y acompañadas por otras
aves, las mismas en ambos casos: palomas, faisanes, perdices, gallos y gallinas, etc. Y ya sea
pintadas en la bóveda de Lugo, o vivas en el claustro de Barcelona, las aves son reminiscencia del
culto a Cibeles que existió en esos lugares y que fueron cristianizados en el nombre de la niña mártir
Eulalia, “la que bien habla”. (5)
(Crédito: El tablero de piedra )
La oca es de todas las aves mencionadas la de mayor tamaño, y además antiguamente, las ocas
eran los guardianes de los lugares, alertando de la presencia de intrusos con su especial canto.
Canto que era utilizado en los templos dedicados a Cibeles “por la creencia de que las Oca eran las
guías sagradas, enviadas para aconsejar a los Humanos.” Estos lugares dedicados a Cibeles no solo
cristianizaron en la niña mártir Eulalia, sino que por analogía también recibieron la advocación de
otras mujeres de martirio similar: Eufemia, Lucía, Orosia, Elena, Fe y con nombre de ave: Paloma,
Coloma, Comba.Es pues la Oca símbolo principal de los lugares dedicados a diosa Cibeles. Son la
Espiral, el Dado y la Oca símbolos asociados a la Magna Mater y presentes en el “Tablero de la
Oca”. (6)
”La diosa Cibeles aparece en la Eneida de Virgilio como protectora del príncipe Eneas en su viaje
desde Troya a occidente, y que llevaría a sus descendientes a la posterior fundación de Roma.
Cibeles también fue la protectora de las campañas de Augusto en Hispania. Augusto es presentado
como el nuevo príncipe Eneas.(…)El emperador construyó su vivienda y su estudio personal en el
Palatino, colindando con el templo de Cibeles, la Magna Mater protectora de la ciudad de Roma. Y es
por todo ello que la diosa Cibeles es la protectora en los lugares de la ruta por donde transcurre el
Sendero a occidente (7) y su figura impregna el “Tablero de la Oca”. (6)
(1) En el Che´-king o Libro de las Odas, el ánsar salvaje ya era el tema del poema de Lu-Kei-Meng,
donde se describen las emboscadas que dicha ave encuentra en su camino:
(2) Sterx, Dom, Diccionario de símbolos.VVEE.
(3) Milanesi, Franco. Il gioco dell’Oca. Mirano, VVEE.
(4) Nut y Geb fueron descritos como amantes apasionados, lo cual podría relacionarse con el mito de
la hierogamia, en tanto representan las dos mitades del “huevo cósmico” (representados aquí como
el cielo y la tierra).
(5) http://laberintoromanico.blogspot.com/2008_05_01_archive.html
(6)http://eltablerodepiedra.blogspot.com/2008/09/el-tablero-de-la-oca.html
Ver: Cibeles-Rhea reina de las aves y Santa Eulalia. Carlos Sanchez-Montaña. 2004
(7) Sendero que en España se identifica con el Camino de Santiago.
La Oca como animal sagrado II
22 marzo2010escrito por Flegetanis
Simbólicamente es posible, aunque aventurado, establecer diferentes paralelismos entre el juego de
la Oca, objeto de nuestro pequeño estudio, y algunos aspectos de la mitología funeraria egipcia, tal
como aparecen descritos en los textos de los papiros. Ya hemos abundado en nuestro artículo sobre
el Simbolismo del Juego de la Oca de la consideración de este ave como animal sagrado entre los
antiguos egipcios, por lo que nos contentaremos en esta ocasión con añadir algunos elementos
interesantes a esa línea de argumentos que ya apuntábamos, enlazándola en lo posible con esta
dimensión del juego como viaje funerario del alma, representada por la figura del pájaro.
Recordemos que en la mitología egipcia, al dios Geb estaba consagrada la oca. Geb podía adoptar la
forma de la Oca, y cuando se representaba en forma humana era uno de sus atributos, coronando su
cabeza. El dios Geb también se asociaba al mito cosmogónico del Huevo del Mundo, y su hija, Isis,
fue en ocasiones descrita como “el huevo de la Oca”. Las ocas del Nilo eran, como aquéllas del
Palatino en Roma, custodias de la casa y el jardín. Había también lagos sagrados en todo Egipto
donde las ocas sagradas tenían su refugio.
Por otro lado, este dios Geb, asociado a nuestro pájaro sagrado como hemos visto, tiene también su
presencia en el viaje funerario en la mitología egipcia. Durante la XII Dinastía, empieza a
desarrollarse la creencia del paso del difunto por el mundo inferior, la duat, donde le acecha una
serie de peligros (2) (…) Geb, el dios de la tierra (…) abre a los difuntos las puertas de la duat.
Recordemos además algo aún más revelador, y es que Osiris, el dios del inframundo, era
considerado como una hipóstasis local de su padre Geb, el dios de la tierra por excelencia.
Tenemos aquí una indicación del papel psicopompo de Geb, que enlaza perfectamente con el papel
de guía de las almas que la oca detenta en muchas tradiciones.
Más identificaciones entre la oca y Osiris: en referencia a Egipto, se ha establecido que la “ofrenda
favorita” del dios Osiris era una Oca; más aún, que esta “oca no podía ser sacrificada y comida
excepto en pleno invierno” (4). Al igual que en Roma, decía Juvenal, que “Osiris, si era ofendido, sólo
se pacificaría con la ofrenda de un pastel y una oca de grandes dimensiones”.
(Jeroglífico del Dios Geb, con la representación del ánsar sagrado.)
En la mayoría de los textos de la literatura funeraria egipcia se narra el viaje celeste del faraón, en
forma de pájaro, a menudo una oca, ayudado por los vientos, los dioses o las nubes. También está
descrito (en el llamado Texto de las Pirámides) el viaje del faraón al cielo: (…) Tú subes al cielo como
un halcón, tus plumas son (las del) ánade. (…) Le han puesto estrellas hasta el cielo para que pueda
subir por ellas al cielo. El rey Unis sube por la escala que su padre Ra (el dios solar) hizo para él. (…)
Abiertas están las dobles puertas del horizonte. (1)
En las creencias funerarias egipcias, el otro mundo, una vez superadas las dificultades de la travesía
post mortem, es representado como un jardín; los muertos en la concepción agraria llevan una vida
nadando en la abundancia en los “Campos de Ialu”, donde cultivan un jardín. Una vez más,
podríamos establecer un paralelismo entre este jardín paradisíaco y perfecto con nuestro Jardín de la
Oca, espacio final del tablero y meta del juego para los más afortunados, esto es, quienes logran
superar los peligros del viaje al más allá y burlar a la muerte.
(Una representación de la Duat y el viaje del difunto en la mitología funeraria egipcia)
Existe un segundo conjunto de libros funerarios egipcios menos interesado en las descripciones
“literarias” del más allá y más volcado en su cartografía; constituyen una especie de texto-guía para
el viaje al Otro Mundo; con indicaciones de la ruta que el difunto debe seguir y la descripción del
viaje post-mortem: Se denomina, curiosamente, El Libro de los Dos Caminos. Y volviendo a
nuestra serie de concomitancias con el Juego de la Oca, diremos que estos dos caminos parecen
estar representados en el tablero de juego, confundidos en la misma espiral, por las dos series de
ocas asociadas respectivamente a las cifras 5 y 9, aspecto aritmológico de la estructura del juego
que recogemos en nuestro artículo sobre el Simbolismo, y al que volveremos a referirnos en otro
momento.
Otra curiosidad interesante a nuestro modo de ver es la existencia de varias pruebas a lo largo del
recorrido del jugador en el tablero, que también pueden hacer pensar en éste como una alusión al
viaje sidéreo del alma; efectivamente, en la mitología funeraria egipcia encontramos, especialmente
durante la XIX Dinastía, que la duat, esto es, el más allá, se divide en doce regiones, (…) cada
una separada de su vecina por puertas que las almas deben atravesar para alcanzar la morada de
los espíritus; puertas defendidas por serpientes.(3)
(El dios egipcio Geb, con su animal simbólico, la Oca. A la derecha, la oca ofrecida en sacrificio al
dios)
(Las “nupcias químicas” o hierogamia de Geb y Nut, las dos partes gemelas del Huevo cósmico)
(Tablero del Mehen, antiguo juego egipcio de la serpiente enrollada, en el quizá cabría ver un
antecedente de nuestro Juego de la Oca. La serpiente es, en la mitología funeraria egipcia, el
recorrido que el alma el difunto lleva a cabo en su viaje post-mortem)
–notas–
(1) Estas dobles puertas del Horizonte que mencionan los papiros funerarios egipcios nos resultan
evocadoras de las Puertas Solsticiales, a las que hemos consagrado varias entradas; pero quizá no
haya aquí una razón de peso para establecer definitivamente tal identificación, ni siquiera a nivel
simbólico.
(2) Esta serie de peligros que el difunto encuentra en su viaje al otro mundo están representados, tal
vez, por las diferentes “pruebas” y “obstáculos” del tablero del Juego de la Oca (el pozo, la posada)
hasta el “pasaje” final simbolizado por las dobles fauces de la muerte (casilla 58)
(3) La identificación simbólica de la espiral y la serpiente será un tema desarrollado en futuras
entradas de nuestro “capricho” sobre el simbolismo del Juego de la Oca.
(4) En perfecta consonancia con el carácter sacrificial de la oca, que hemos visto en otra parte del
artículo, donde traíamos a colación la tradición anglosajona de la Christmas Goose.
2010escrito por Flegetanis
(Quijote y Sancho en pleno viaje extático a lomos de Clavileño, por cortesía de A Journey round my
skull)
El viaje del héroe a lomos de una montura prodigiosa es un motivo conocido de sagas, epopeyas,
leyendas y cuentos populares, y un motivo emparentado con el simbolismo del vuelo, por una parte,
y con las danzas extáticas y viajes rituales del chamanismo, por otro. Dicha montura, de
cualidades mágicas o milagrosas, puede revestir diversas formas, artificiales, naturales o
sobrenaturales, aunque generalmente adopta la forma de algún animal, que en ocasiones se
identifica con el papel de cosmóforo y en otros momentos asume el de psicopompo, en cuyo caso el
viaje asume los rasgos inconfundibles del descenso a ultratumba. Grosso modo, este cabalgadura
sobre un animal fabuloso del héroe de cuentos y leyendas recrea de alguna manera el asunto
arquetípico de la montura del dios, presente en numerosos mitos y credos religiosos, sobre todo en
Oriente)
(Arriba, el dios Brahma cabalgado su oca sagrada)
Como quiera que sea, y al margen de las consideraciones simbólicas que puedan establecerse a
partir de la identificación particular de la montura del héroe, el caso más representativo lo ocupa el
vuelo a lomos de un caballo, como el que figura en la historia de Clavileño, en el capítulo II-41 del
Quijote. Ni qué decir tiene que en nuestro pequeño divertimento o capricho sobre este Clavileño
extático, obviaremos el tono irónico o cínico del espisodio quijotesco, asumiendo que finalmente el
viaje que se describe y todos sus pormenores son una ilusión producto del artificio y el engaño.
(Otra xilografía para ilustrar el vuelo celeste del Quijote)
Clavileño es un caballo de madera, como los que distintas en prácticas rituales se han usado para
provocar el trance extático: por ejemplo, los caballos de madera que se cuentan en el santuario del
dios gongo Lingo Pen, entre los Muria de Bastar, son conducidos por los médiums o brujos en la
fiesta del dios con este fin de procurar el vuelo o experiencia del éxtasis: “el caballo -esto es, el palo
cabeza de caballo- es utilizado por los chamanes buriatos en sus danzas extáticas Ya hemos
advertido una danza análoga durante la sesión de las macchis araucanas. Pero la difusión de la
danza extática cabalgando con un palo con cabeza de caballo está mucho más extendida“ (7)
Según Mircea Elíade, que se ocupó en profundidad del asunto del chamanismo en algunas de sus
muy notables obras, el caballo es la montura chamánica por excelencia. Este animal de carácter
funerario y psicopompo era a menudo “ utilizado por los chamanes como medio para obtener el
éxtasis, esto es, la “salida de uno mismo” que hace posible el viaje místico. Este viaje místico no
tiene forzosamente un rumbo infernal: el caballo permite a los chamanes volar por los aires y llegar
al Cielo. (…) El caballo lleva al difunto al más allá: realiza la “ruptura de niveles”, el paso de este
mundo a los otros mundos, y por esto desempeña también un papel de primer orden en
determinadas clases de iniciación masculina. “(3)
(El fuego y el caballo vinculados desde tiempo inmemorial, en una imagen de La Matxá, fiestas de
San Antonio en Vilanova de Alcolea. Imagen Crédito)
En otros casos, la dimensión funeraria del animal y del viaje que resulta es puesta de manifiesto: así,
en algunas culturas chamánicas, ”a la muerte del brujo atan el caballo al lecho para que guíe el alma
del difunto en su último peregrinar. Los chamanes acostumbran usar un bastón acodado en forma de
caballo para que le conduzca,” bastón emparentado lejanamente al palo de escoba para las brujas,
de claras connotaciones extáticas (4) Recordemos también que “muchos pueblos aborígenes de la
India representan a muertos a caballo; los Bhil, por ejemplo, o los Korku que graban en tablillas de
madera unos jinetes y los depositan junto a las tumbas. Entre los Muria, los funerales van
acompañados de cantos rituales, en los que se cuenta cómo el muerto llega al otro mundo montado
en un caballo” (7)
(El paradigma del viaje a lomos del animal sagrado es, posiblemente, cabalgar a la ballena, animal
cosmóforo por excelencia)
Elíade también ha establecido un paralelismo entre el caballo y el ánsar sagrado o la oca como
montura ritual de los chamanes de Altai: “En el ritual del sacrificio del caballo y la ascensión
chamánica, relatado por Radlov, el ánsar sirve de montura al chamán para perseguir el alma del
caballo. A menudo es una oca y no un caballo quien sirve de montura al chamán altaico, para volver
de los infiernos, después de su visita al rey de los muertos” (f)Esta visión del ánsar u oca como
montura extática, que por otra parte aparece en otras formas del folclore occidental, como en el
famoso cuento de Niels Holgersson,(6) aportan una nueva perspectiva de interpretación a nuestro
clásico Juego de la Oca en términos de viaje , vuelo chamánico o celeste, que no desentona del
simbolismo iniciático del mismo.
(La diosa Afrodita cabalgando a lomos de una oca)
Existe también una versión cabalística –más cercana a las raíces del Quijote, según algunos– para
esta tradición del vuelo celeste o viaje extático, siendo el principal representante de esta corriente
la Escuela de Ascensos Místicos de la Merkabah, asociada al esoterismo judío de los albores de
la era cristiana. En su exposición sobre el motivo del vuelo celeste en la tradición judía, Picaza
Ibarrondo afirma que ”después que el novicio había sido admitido en el grupo místico, e iniciado en
las tradiciones esotéricas y místicas, podía prepararse para realizar un viaje a través de los palacios
de los siete cielos. Cada explorador del cielo, fuera éste el primer viaje que emprendiera, o uno más
entre otros muchos, tenía que prepararse con mucho cuidado para la travesía. Después de una
extensa preparación, que era de tipo ascético – entre otras cosas debía ayunar por siete días –, el
místico debía tomar en consideración lo que otros habían experimentado ya en sus viajes
celestiales” (1)
“(…) Esta marcha no carecía de peligros y, en la medida en que el recorrido iba progresando a través
de las moradas celestiales, las dificultades se volvían mayores. Sin una minuciosa preparación,
un viaje de este tipo estaba condenado al fracaso. (ibid)”
Ya en las regiones celestiales, y “para desplazarse de un palacio al otro, el místico tenía que pasar a
través de puertas muy custodiadas. Los porteros (guardianes de las puertas) eran seres angélicos,
encargados de impedir el paso o de maltratar a los viajeros. Ante cada palacio donde deseaba ser
admitido, el explorador tenía que mostrar a los porteros-guardianes los sellos o contraseñas
adecuadas (hotamoth). Estos sellos estaban compuestos por nombres divinos, fórmulas secretas o
combinaciones arbitrarias de letras del alfabeto hebreo, que concedían al místico el poder de superar
los peligros y de ascender a través de los mundos divinos“ (…) Después que ha superado todas las
pruebas, tras un largo y difícil viaje, a través de las regiones celestiales, el viajero místico que
“desciende” a la Merkabá alcanza finalmente la meta de su viaje: la visión del Santo sobre el Trono
de gloria.” (1)
-Fuentes, vínculos y notas-
(1) Pikaza Ibarrondo, Xavier, Merkabá, escuela mística: Vuelos celestes con visión divina
asegurada
(2) La mitología chamánica del Caballo,
(3) Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, México, Ed. FCE, VVEE.
pp.359-361.
(4) Simbolismo funerario y extático del caballo.
(5)Sobre el aspecto satírico del episodio de Clavileño, véase en “Burla y parodia en el Quijote: el
episodio de Clavileño” por Juan Fernando de la Concha Conejero
(6) El aspecto ligeramente iniciático de Niels Holgersson, consustancial a la mayor parte de los
cuentos populares infantiles, queda patente en estas líneas: En el cuento, una manada de gansos
salvajes, que al principio no están de acuerdo con llevar con ellos a un niño y un ganso doméstico,
emprende un fabuloso viaje a través de toda Suecia (..) Al mismo tiempo, los personajes y las
situaciones que encuentra hacen de él un hombre (…) y el ganso doméstico debe probar su
capacidad para volar como los experimentados gansos salvajes. (El énfasis, por supuesto, es
nuestro y marca de la casa)
(7) Caballos en amonía: Danzas chamánicas en torno al caballo.
(8) Diversos aspectos del simbolismo del Juego de la Oca en la blog de la artista Patricia Rodríguez
Muñoz El Camino de la Oca
EL SIMBOLISMO DEL JUEGO DE LA OCA Una versión del presente artículo, recientemente actualizado por su autor, fue
publicada en la revista de humanidades sevillana Tempestas (1)en el otoño del año
2000. Con pequeñas variaciones y ajustes les ofrecemos esta nueva revisión, a la
que se añaden diferentes ilustraciones que no pudieron ser contempladas en la
publicación original.
(1) Páez, Antonio: EL SIMBOLISMO DEL JUEGO DE LA OCA, publicado en TEMPESTAS, Revista de
Humanidades Nº 3 – SEGUNDA EPOCA – Año XI. Págs. 56-62.
EL SIMBOLISMO DEL JUEGO DE LA OCA
Antonio Páez
Seguramente nunca acabará la discusión que sugiere un simbolismo concreto en los juegos
populares y, particularmente, en el Juego de la Oca.
De la Oca se ha venido a decir que simboliza el acceso del alma humana al Paraíso, que es un
trasunto del Camino de Santiago, que simula “el itinerario del espíritu que, tras las aventuras y
desventuras de su viaje vital, vuelve desencarnándose al seno de la Magna Mater, o también, que
representa el viaje post-mortem del alma humana hasta el Empíreo. Se han señalado, asímismo,
aspectos alquímicos, masónicos, astrológicos, e incluso tántricos. Y si bien estas interpretaciones,
unidas a otras, convienen a la significación del Juego de la Oca, ninguna podría por sí sola definirla ni
agotarla completamente. Todas ellas no son sino expresiones particulares del simbolismo de un
juego que, en su condición de símbolo, al estar fundamentado en lo inefable, nunca podría ser
enteramente expresado en los términos del lenguaje ordinario.
En la mayor parte de las obras en las que se habla del simbolismo del Juego de la Oca, junto a
consideraciones de incuestionable interés, hemos observado graves errores que afectan tanto al
planteamiento general del tema como a los métodos escogidos para resolver el problema que
presenta el estudio de los símbolos. Por un lado, se ha convenido a menudo en enfocar aquél como si
se tratara de un “asunto” mitológico o alegórico cualquiera, que tuviera principio y fin en sí mismo, y
cuyo contenido, necesariamente finito, pudiera ser objeto de una descripción literaria más o menos
detallada y finalmente agotado, sin tener en cuenta la menor de las vinculaciones que pudiera
ofrecer con otras expresiones análogas.
LA “COINCIDENTIA OPPOSITORUM”
Merece destacarse que de manera general, el juego, como el símbolo, “entraña las dos ideas de
separación y reunión; esto confirma la relación del juego con lo sagrado, en cuanto esta idea de
“reunión” es la misma que se halla en términos como religión (religare, reunir), yoga (vínculo, unión),
tantra (urdimbre, trama) o, según apuntábamos antes, símbolo.
Paralelamente, esta dualidad se manifiesta en el diseño del tablero, y un buen ejemplo de ello se
halla en los escaques blancos y negros del tablero de ajedrez, que se refieren exactamente al
simbolismo del que tratamos . En el Juego de la Oca, la oposición se establece entre la forma
generalmente cuadrada del tablero, y la forma circular en la que puede inscribirse la espiral, que no
es sino una secuencia numérica que concluye en el denario final (la casilla central, cuya cifra es 64,
donde 6+4=10), símbolo de la Unidad Principal que “engendra” todos los seres (el mundo
manifestado) como la unidad matemática “produce” todos los números. Esta “quadratura circuli” es
quizá más evidente en el Parchís, donde adopta los de la doctrina de los cuatro elementos,
representados por los círculos de colores figurados en cada una de las cuatro esquinas del tablero,
desde los que parten las fichas de los jugadores, trazando asímismo una espiral numerada, hacia el
elemento central unificador o “quintaesencia”. En la teoría de los elementos, el centro corresponderá
al quinto elemento, es decir, al éter, el primero de todos ellos según el orden de producción. En
definitiva, la unión del cuadrado con el círculo, la estrella, el loto, los círculos concéntricos, el círculo
con punto central, etc. “simbolizan el final del proceso de “salvación” en las doctrinas tradicionales,
es decir, la etapa de la vida espiritual en que se han eliminado las imperfecciones representadas por
las figuras irregulares, y también los intereses vitales (monstruos, animales salvajes, pruebas –pozo,
posada, laberinto, muerte, en el Juego de la Oca– para concentrarse en la unidad” (el espacio central
del tablero, la meta del juego).
(El primer tablero conocido con su cinta de 63 celdillas, número que a partir de entonces se fijó
canónicamente. El tablero de madera se conserva en buen estado en el Monastero de Valldemossa,
en Mallorca.)
Podrían adivinarse todavía otras relaciones más profundas entre los mandalas y los tableros de juego
que insisten en la idea fundamental de la oposición aparente de dos principios complementarios; así
se ha dicho que el mandala es “una imagen sintética y dinamógena a la vez” –esto es, reúne y
separa, como todo símbolo—“que representa y tiende a hacer superar las oposiciones de lo múltiple
y. lo uno, de lo exterior y. lo interior, de lo difuso y. lo concentrado, de lo espaciotemporal y lo
extraespacial e intemporal”, en todo lo cual se halla una correspondencia exacta con el programa
simbólico” fundamental del Juego de la Oca.
LA PARTIDA COMO “RITO DE PASO” O VIAJE RITUAL
Durante la partida, los jugadores parten de la multiplicidad para llegar a la Unidad –es decir, pasan
de la secuencia numerada de la espiral a una casilla central sin numeración–; van de lo exterior a lo
interior –desde una posición periférica alcanzan la zona interna del tablero de juego–; proceden de lo
difuso a lo concentrado –el recorrido en el juego equivale en todos los sentidos a una
“concentración”–; en definitiva, los participantes trascienden la esfera espacio-temporal
(representada por la espiral, que simboliza aquí el “curso de las formas” del mundo manifestado,esto
es, el dominio de los estados cambiantes y de la sucesión temporal –emblemas, números de la
espiral– para acceder finalmente a lo extraespacial y lo intemporal, simbolizados por el punto central
del tablero, que según su propia definición geométrica, carece de “magnitudes” o lo que es lo
mismo, se halla fuera de lo espacial y no está numerado (lo que significa que se dispone fuera de la
dimensión temporal o cíclica representada por la secuencia numérica de la espiral).
(Fanes o Aion Mitraico)
Existen aún otras vinculaciones de los mandalas y los juegos, que nos interesa especialmente
recoger en cuanto ponen de manifiesto el carácter realmente iniciático del Juego de la Oca. En la
práctica ritual del juego, el tablero sirve de soporte para un viaje ritual orientado a través de la
espiral hacia la meta central, del mismo modo que en el la meditación, el mandala es “el apoyo del
viaje mental hacia el centro del diagrama, hacia la iluminación“.
EL TABLERO DE JUEGO COMO IMAGO MUNDI
De manera análoga a los yantras y los mandalas, los tableros de juego constituyen una imago
mundi, una imagen del mundo, presentado en su dualidad fundamental: Cielo (círculo) y Tierra
(cuadrado), con sus lados orientados hacia los cuatro puntos cardinales o “extremos del mundo”, en
tanto que el punto medio representa el Centro Puro de todas las tradiciones. Hecho a imagen y
semejanza del mundo inteligible, el tablero o terreno de juego supone una recreación de la
hierofanía original, una reproducción simbólica de la obra ejemplar de la Creación (“En el principio
creó Dios los cielos y la tierra” Gn.I,I ), tendiendo a sustituir la anarquía de las relaciones naturales
(“la Tierra desordenada y vacía”, Gn.I,II) por un orden y unas reglas que son, a su vez, reflejo de las
del mundo divino.
El tablero de juego, como el mandala , es la exposición gráfica del conflicto entre el Orden y el Caos,
y la acción de jugar expresa el “anhelo final de Unidad y retorno a la condensación original de lo
inespacial y lo intemporal”. Si el tablero de juego es un “esquema” de la Creación, entonces el
centro representa el Fiat Lux original (lo que conviene a la idea del Centro como punto que
“irradiando” en las cuatro direcciones principales del espacio da lugar todo lo manifestado,
simbolismo que puede ser encarado desde dos puntos de vista, según hagamos una lectura
descendente o “macrocósmica” (en la que el Fiat Lux determina el momento en que Dios crea el
mundo, haciendo del Caos un Cosmos) o una lectura ascendente o “microcósmica” (en la que el
jugador, emulando al Supremo Artífice, consigue superar el conflicto, haciendo igualmente un
Cosmos del Caos, lo que constituye el instante del Fiat Lux iniciático, que algunos denominan
“iluminación”).Por eso se dice en la tradición hindú que, el individuo, en su proceso de liberación de
las cadenas de la vida, sigue una trayectoria inversa a la que siguió en el proceso de su entrada en
la manifestación.
TODO ESTÁ DISPUESTO SEGÚN EL NÚMERO
Hay efectivamente en el Juego de la Oca un aspecto “aritmológico” de gran relevancia que
complementa su parcela iconográfica; de esta configuración numérica devienen además las
aplicaciones “técnicas” del juego como instrumento adivinatorio y astrológico que algunos autores
han observado muy justamente. En primer lugar, la división de la espiral en 64 casillas (incluída la
viñeta central a la que corresponde virtualmente esta cifra) coincide con la del tablero de ajedrez y
con la del antecedente del parchís,el caupur, todos ellos basados en el esquema del asthâpada
hindú, un diagrama de 8 x 8 cuadrados, del que aquéllas son variantes más o menos complejas;
este número 64 es también el de los hexagramas del I Ching cuyas combinaciones, que surgen del
“machihembrado” de los dos trigramas básicos, constituyen la totalidad del mundo manifestado.
Del mismo modo se dice que la cifra 63, la totalidad de las “figuras” de la espiral del Juego de la Oca,
“es el último número del universo creado, expresa el fin de un ciclo, el cierre de un anillo, el término
de una carrera”, y completa el conjunto de la manifestación junto al número 64, que ocupa en el
juego la posición central representando la Unidad metafísica (64, por reducción de sus cifras
componentes, equivale a 1; 6+4=10;1+0=1). Se podrían aún señalar otras muchas
correspondencias, como las 64 puertas del Paraíso de Vaikuntha, morada celestial de Vishnú y
equivalente al símbolo cristiano de la Jerusalén Celeste, pero nos limitaremos finalmente a comentar
que la cifra que nos ocupa, 64, es submúltiplo del número cíclico fundamental 25920 (el Gran Año
pitagórico), que mide la precesión de los equinoccios, lo cual conviene al simbolismo cíclico de la
espiral en el juego como representación del mundo manifestado en su doble dimensión de espacio y
tiempo.
La espiral numerada constituye entonces, en este sentido, una representación del Cosmos donde se
sitúan los “diez mil seres”, conjunto de la manifestación universal, en la cual las diversas cifras
corresponderían a los “nombres” de todo lo creado, estos es, las propias criaturas son números, en
tanto surgen del Principio que es la Unidad; idea que por otra parte expresan diversas tradiciones en
que el Universo es creado a partir del Logos, que admite esa doble significación de número y
nombre; por lo demás, la relación estrecha, incluso vale decir la identificación, de la “ciencia de los
números” y la “ciencia de las letras”, en razón de las correspondencias numéricas de estas últimas,
es evidente en expresiones como la Kábala judía o las doctrinas del Pitagorismo. En cuanto a la
división numérica como representación del tiempo, es una idea que se encuentra por ejemplo en
Platón, cuando describe la creación del mundo a partir del Paradigma: “Así, cuando hubo ordenado
todo el Cielo, (Zeus) hizo de esta Eternidad que siempre permanece en su unidad una imagen
sempiterna que se mueve de acuerdo con el número: esto mismo que hemos llamado tiempo”.
(Tablero anónimo del siglo -XVIII impreso en Boloia con dibujos en las esquinas de (lo que parece ser)
personajes de la Comedia dell´Arte y una pareja central mirando la oca con avidez. Como la mayor
parte de los tableros de la oca, este ejemplar tiene 63 casillas jugables numeradas)
LA ESCALA PLANETARIA EN EL JUEGO DE LA OCA
Se dan en la configuración numérica de la espiral otras cifras muy significativas, especialmente 7 y
9, que fragmentan la totalidad inicial (63) en siete sectores de nueve casillas, división que ofrece un
notable parecido con las representaciones tradicionales de la escala planetaria o las figuraciones de
los “cielos” o “paraísos” medievales, en los que cada esfera estaba bajo la “influencia” de un astro, y
cuya vinculación con el proceso iniciático nos parece evidente. Recordemos en los misterios
mitraicos, por ejemplo, el papel de la escala de siete peldaños asimilados a los siete metales
astrológicos, o en el ritual masónico, los siete escalones de la escalera de caracol que simbolizan “las
siete fases del proceso de iniciación, los siete niveles de consciencia y las siete artes liberales”.
En el juego de la Oca, catorce casillas están ocupadas por una oca; estas 14 ocas se hallan
dispuestas al modo de la cosmogonía rosicruciana; siete segmentos consecutivos y centrípetos,
integrado cada uno de ellos por nueve celdas rematadas por un ave solar (el fénix, el águila
imperial); las ocas se situán aparentemente espaciadas cada 5 casillas de la anterior y cada 4 de la
siguiente, pero en realidad están divididas en dos grupos, en los que estas aves aparecen de 9 en 9
casillas, según se detalla seguidamente:
grupo I: 5-14-23-32-41-50-59
grupo II: 9-18-27-36-45-54-63
De manera que el conjunto se presenta como dos espirales gemelas de siete ocas, asociadas
respectivamente a los números 5 y 9 (a los que pueden ser reducidas mediante suma de sus dos
componentes todas las cifras reproducidas arriba). Podrían tener relación estas dos ocas gemelas
con los “dos pájaros, inseparables amigos, que se posan en el mismo árbol; uno de ellos come el
fruto dulce, mientras el otro mira sin probar bocado.”(Mundaka Upanishad III,1), que simbolizan el
jivâtma y el Âtmâ, es decir, los dos grados del Sí-mismo.
Del mismo modo, los números 5 y 9 que designan a las ocas gemelas participan del simbolismo de la
Dualidad Cósmica y representan, en una de sus acepciones, las dos vías principales (mârgas) de
realización metafísica del ser humano. En tanto el cinco es, según la doctrina pitagórica, el número
nupcial, emblema de la Hierogamia, conjunción del principio celeste (3) y terrestre (2),
representando los cinco sentidos y las cinco formas sensibles de la naturaleza (ciencias
cosmológicas), dicho número se vincula a la Vía de los Pequeños Misterios (Bhakti Yoga) o Iniciación
Real, que culmina con la realización del “Andrógino primordial”. El número nueve, imagen completa
de los tres mundos, de la Gran Tríada (Cielo-Hombre-Tierra), límite de la serie numérica antes de su
retorno e integración en la Unidad, se asocia a la Vía de los Grandes Misterios (Jnâna Yoga) o
Iniciación Sacerdotal, que cristaliza en la realización de la “Identidad Suprema”.
Estas dos cifras, 5 y 9, aparecen en estado puro en las dos primeras ocas del juego, separadas por el
Puente, símbolo en este caso del paso desde la realización de la individualidad integral o “estado
primordial” o “Edénico”, meta de los Pequeños Misterios, a la realización de la “Identidad Suprema”
u obtención de los “estados supraindividuales”, meta de los Grandes Misterios. En otras palabras, 5 y
9 respresentan al “Hombre Verdadero” y al “Hombre Trascendente”, siendo aquí la significación
particular del Puente la del tránsito “de la muerte a la inmortalidad”, el paso de los estados
individuales a los supraindividuales. Sobre este punto es necesario aclarar una cuestión de
importancia extrema, y es que la dualidad entre las dos vías se presenta en sendos planos de
realización horizontal y vertical donde la primera sirve de base o punto de partida a la segunda, lo
que en el Juego de la Oca se traduce en el recorrido de la espiral plana hasta el centro del tablero (el
Jardín de la Oca, símbolo del Paraíso Terrenal), y la trayectoria del eje vertical que arranca desde ese
centro, eje que lleva hasta la obtención de la “Identidad Suprema”, que queda fuera del “programa”
del juego como soporte iniciático, al menos en lo que se refiere a su dimensión ritual o activa.
LA DOBLE ESPIRAL
Las dos series septenarias de ocas son una representación del símbolo de la doble espiral, en cuanto
emblema de la Dualidad Cósmica, y constituyen probablemente el más relevante de los que se
asocian al repertorio simbólico del Juego de la Oca; habida cuenta de su complejidad, nos
limitaremos con reseñar algunas cuestiones fundamentales, entre ellas que la espiral del Juego de la
Oca es en realidad una doble espiral, que admite dos lecturas, definidas respectivamente por un
sentido centrípeto y otro centrífugo, que se asocian a la iniciación “ascendente” y “descendente”,
aun cuando sólo el primero de ellos sea el que desarrolle el juego, siendo este movimiento de
retorno al origen (centrípeto) el que indica “la vía seguida por el sabio para alcanzar la unión con el
Principio”.
Observaremos también que el sentido ascendente y descendente de la doble espiral se relaciona con
las dos fases complementarias e inversas de la manifestación universal, denominadas en la doctrina
hindú Kalpa y Pralaya, y consideradas como los “días y las noches de Brahma”; concepción de la
formación de todas las cosas a partir del Principio Supremo, al cual deben volver en la disolución
final al concluir el ciclo completo; son dos “ritmos” que se corresponden en su “despliegue” y
“repliegue”, con las dos fases de la respiración (aspir y expir), o del Soplo divino.
Estas dos secuencias de la doble espiral responden a la estructura rítmica del movimiento que tiene
lugar en el interior del laberinto, “que procede no de forma rectilínea, sino en un cierto sentido de
una alternacia de sístole y diástole”, cuya relación con el nacimiento y la muerte han sido
ampliamente discutidas en otras ocasiones para volver a insistir en ellas. Las dos fases de las que
acabamos de hablar se encuentran igualmente en la alquimia, donde son llamadas Solve et
Coagula, “disolución” y “coagulación”, y ello porque el “Opus Alchimicum” sintetiza simbólicamente
el conjunto del ciclo cósmico.
LA DOBLE ESPIRAL Y EL HUEVO DEL MUNDO
A propósito de la doble espiral, René Guénon asegura que ésta “se refiere al simbolismo de los dos
hemisferios, uno luminoso y el otro oscuro, (yang, en su sentido original, es el lado de la luz, y yin el
de la sombra), que son las dos mitades del “Huevo del Mundo”, asimiladas respectivamente al Cielo
y la Tierra.” –y prosigue diciendo–“son también, para cada ser las dos mitades del Andrógino
primordial”. Estos dos hemisferios estaban figurados entre los griegos por los tocados redondos de
los Dióscuros, que son “las dos mitades del huevo de Leda, es decir, del Huevo del cisne, que, como
también el huevo de serpiente, representa el “Huevo del Mundo” de la tradición hindú.” El
nacimiento del mundo a partir de un huevo es un mito común a celtas, griegos, egipcios, fenicios,
cananeos tibetanos, hindúes, vietnamitas, chinos, japoneses, poblaciones siberianas e indonesias y
aún otros. Así, en el Ritual egipcio se da al universo la denominación de “huevo concebido en la hora
del Gran Uno de la fuerza doble (…)”.
En la tradición religiosa de la India, el Huevo del Mundo es incubado por Hamsa, una oca sagrada,
encarnación del bodhisattva Siddhârta en los jatâka y montura del dios Brahma, que como tal
aparece con frecuencia en la iconografía y la escultura ornamental. Las hamsa son también símbolo
de las almas que ascienden a las divinas mansiones. En el mito hindú, el huevo cósmico, incubado
por la oca Hamsa, se separa en dos mitades para dar nacimiento al cielo y la tierra (la polarización
del andrógino, las dos series septenarias de ocas) Así el Brahmânda hindú se separa “en dos
semiesferas de oro y de plata”, el huevo de Leda da nacimiento a dos Dióscuros, Cástor y Pólux, dos
gemelos, uno mortal (jivatma) y otro inmortal (Atma). El huevo primordial del shinto se divide en dos
mitades, una ligera y una densa (cielo y teirra);etc. La palabra Hamsa, en sánscrito, designa además
al Hálito divino (que también se asocia a la Creación y la Disolución del Mundo) y a la casta única
anterior a las cuatro castas diferenciadas de la sociedad tradicional hindú.
Estableciendo una correspondencia del mito del “Huevo Cósmico” incubado por Hamsa con el
simbolismo del Juego de la Oca, encontramos que si la lectura centrífuga o descendente de la espiral
designa el nacimiento del mundo por la escisión o fragmentación en dos mitades del Ser original,
proceso que en muchas tradiciones se asimila a un sacrificio, la lectura centrípeta o ascendente
implica la reunión de las dos mitades diferenciadas del ser humano en el androginismo del Ser total
central, lo que implica en este orden de cosas, que el itinerario centrípeto seguido por el jugador
concierne al sentido general de la reintegración de lo manifestado en la unidad principial.
LAS PRUEBAS INICIÁTICAS
Volviendo a los números, observamos que también se cuentan entre las casillas que consituyen las
“venturas” y “desventuras” del juego hasta un total de siete (el Puente, la Posada, los Dados, el
Pozo, el Laberinto, la Cárcel y la Muerte), o nueve según otros autores, que incluyen la duplicidad de
los Dados (casillas 26 y 53) y añaden la casilla 63 (la puerta del Jardín de la Oca).
(Entrada al mitreo de Ostia)
Nosostros nos inclinamos por la primera enumeración, en tanto las siete casillas “fastas” y
“nefastas” simbolizan el proceso de “purificación” (el “martirio de los metales” alquímico) a la que
ha de someterse el neófito que pretende, tras superar una serie de pruebas, alcanzar el antro
iniciático ( el centro del tablero) para obtener efectivamente la iniciación. “Todo transcurre en las
siete salas laterales del templo: el Sancta Sanctorum en el centro sólo es accesible “cuando de dos
se haga uno” y se franquee la puerta de la muerte y de la putrefacción”(J.Browring, Panel de trabajo
para el 2º grado masónico , 1819.) En el Juego de la Oca, como se explicita en la fórmula masónica
precedente, el acceso al Sancta Sanctorum central (la meta) sólo es posible una vez superada la
Muerte (casilla 58), cuando “de dos se haga uno”; situada tras la muerte, en la casilla 59, aparecen
efectivamente juntos los dos principios complementarios (5 y 9) del andrógino primordial, siendo
además el único caso en todo el juego en que ambos dígitos aparecen “reunidos”.
Estas siete pruebas, por otro lado, podrían relacionarse con los siete centros sutiles del ser humano,
según la doctrina tántrica (así se dice que “los santos y sabios tienen “siete agujeros” en el corazón”.
En el Kundalîni yoga, los siete centros sutiles (chakras) son abiertos por las dos serpientes Ida y
Pingala, que ascendiendo desde el Mûlâdhâra (centro sutil localizado en la región genital) en torno a
un eje alcanzan la cima en el Brahma-randra (la coronilla) donde se sitúa el Shakra supremo, el “Loto
de mil petalos”. El simbolismo de estas dos serpientes equivaldría al de las dos espirales gemelas del
Juego de la Oca, en la que las siete ocas que las constituyen son representaciones de los estados
superiores del ser: “viniendo del norte o volviendo a él, estas aves simbolizan los estados superiores
o angélicos del ser en curso de liberación y volviendo hacia el Principio supremo” (idéntico
significado tienen las alas en las que culmina el caduceo hermético, bastón de Mercurio, el dios
hermafrodita, símbolo del andrógino primordial de naturaleza blanca y negra, cuya relación con el
esquema kundalínico es evidente).
También las diversas “penalidades” formuladas en los juramentos de los diferentes grados
masónicos, “así como los signos que a elas corresponden, se refieren en realidad a los diversos
centros sutiles del ser humano”. En alquimia, asímismo, son siete las fases que conducen a la roca
central del lapis (la piedra filosofal), las siete fases alternantes del Solve et Coagula (tintura,
coagulación, destilación, putrefacción, solución, sublimación, calcinación), compendio de la Gran
Obra alquímica. Estas etapas del “Opus Alchimicum”, en tanto proceso circulatorio ascendente y
descendente, se representan también como pájaros volando hacia el cielo o descendiendo hacia la
tierra.
LA DOBLE ESPIRAL COMO IMAGEN DE LOS CICLOS CÓSMICOS
No nos detendremos mucho tiempo en este aspecto aritmológico o numérico del Juego de la Oca,
que bastaría sin embargo para exponer la práctica totalidad de símbolos presentes en el mismo;
concluiremos por tanto esta cuestión diciendo que, en un plano macrocósmico, las dos espirales
gemelas compuestas por siete ocas equivalen en la doctrina hindú de los ciclos a las dos series
septenarias que componen un Manvantara, eras de los sucesivos Manus, legisladores primordiales o
“polos” de la manifestación, hasta un número total de 14; y que corresponden también a los siete
Dwipas o “regiones” en las que está dividido nuestro mundo, según la misma tradición, o a las “siete
tierras” del esoterismo islámico y la Kábala judía; de las que se afirma que “cada una de ellas regida
por un “Polo” (Qutb)” hasta un total de siete, todos ellos subordinados al “Polo” supremo.
Añadiremos que lo siete “polos” terrestres están considerados como reflejos de los siete “polos”
celestes, que presiden respectivamente los siete cielos planetarios”. Del mismo modo, todo este
simbolismo cíclico se halla presente en la espiral del juego (que hemos considerado una
representación del mundo) igualmente dividida en dos series septenarias, cada una “regida” por dos
ocas, una terrestre y otra celeste, que se vinculan a las cifras 5 y 9 que “regulan” el juego, y que
dependen del Polo Supremo, siendo éste uno de los significados de la Gran Oca que aparece en el
centro de algunos tableros, la cual se constituye , como Brahma, en “el único pájaro en medio del
mundo” (Svetasvara Upanishad, Sexto Adhaya, 15)
EL SIMBOLISMO DEL COMBATE Y LA RESOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS
La Dualidad Cósmica se expresa con frecuencia como un combate entre dos principios antagónicos;
en ese caso, conviene recordar que en los juegos interesa no el conflicto en sí mismo sino como
medio para la solución de una oposición; siendo el objetivo mismo de la guerra es el
restablecimiento de la paz. Por lo demás, esta componente conflictiva o competitiva de los juegos es
incontestable: sin disputa, sin drama, difícilmente hay juego.
El tablero de juego, conceptuado como escenario de un conflicto (especialmente en el caso de
ajedrez), tiene la significación general de la existencia concebida como “campo de acción” (kshetra)
de las fuerzas divinas: “en su significado más universal, el combate figurado por el juego del ajedrez
representa –según Titus Burkhardt– el de los devas con los asûras, los “dioses” con los “titanes”, o
los “ángeles” con los “demonios”, derivándose de este todos los demás significados del juego”.
En el Juego de la Oca, este aspecto agonístico se presenta de varias maneras, entre ellas, la rivalidad
entre cada jugador y sus oponentes, que aparece como una “carrera” hacia la meta; en la lucha
individual de cada jugador con las diversos obstáculos que se presentan en el recorrido del tablero;
en el conflicto entre la voluntad del jugador contra el “azar” o representado por la tirada de dados
(voluntad y destino); pero sobre todo, el conflicto fundamental se da entre lo exterior y lo interior,
esto es, las respectivas posiciones del jugador en el inicio y el final del juego.
UN EPISODIO EN LA GUERRA DE TROYA
Por otro lado, la existencia en el juego de esta vertiente agonística tan acusada no debe extrañar
teniendo en cuenta que, tradicionalmente, los juegos, como las ciencias cosmológicas y la poesía
épica, son creaciones concebidas por los Brahmanes (casta sacerdotal) de un modo apropiado a la
naturaleza y a la función de los Kshatriyas (casta guerrera) que es a quiénes se dirige especialmente,
en cuanto su ámbito de realización espiritual es el dominio de la acción. En una leyenda que atribuye
un origen griego al Juego de la Oca, se encuentran elementos que indican la naturaleza heróica o
“caballeresca” del mismo; según apuntan diversos autores, se cree que durante el asedio a la ciudad
de Troya, un genial estratega llamado Palamedes, nieto de Poseidón y al que se atribuyen
numerosos ingenios y también juegos, como los dados o el alquerque, “creó, con el propósito de
ayudar a los soldados a soportar el prolongado asedio, un entretenimiento consistente en un
recorrido circular, procedente directamente de una formación de combate, en el que el destino y los
dioses regulaban la progresión de los jugadores”.
EL DISCO DE PHAISTOS Y EL ESCUDO DE AQUILES
Al hilo de este espisodio se ha querido ver en el llamado disco de Phaistos, un disco de arcilla cocida
impreso por ambas caras con una línea en espiral a lo largo de la cual discurren 61 casillas
historiadas con diversas represntanciones, descubierto en 1908 en la isla de Creta y datado como
del año 2000 A.C., el antecedente más antiguo del Juego de la Oca. Otros autores, sin embargo,
siguiendo también la huella troyana, han señalado el escudo de Aquiles, descrito asímismo por
Homero –Ilíada, XVIII,478-479– como el auténtico modelo para el juego; en el escudo, que a menudo
usaba el héroe como tablero de juego, figuraban, dispuestos a la manera de una danza ritual
laberíntica, la tierra y el cielo y todos los astros, y dos ciudades; “en una se celebraban bodas y
festines (…) la otra aparecía cercada por dos ejércitos” (se hallan en esta última descripción
referencias claras a la dualidad cósmica, por un lado, y al conflicto primordial –una ciudad asediada
por dos ejércitos– resuelto finalmente mediante la Hierogamia (son las “bodas y festines” que
menciona el texto).
(imágenes del escudo de Aquiles)
Obviando el discutible valor histórico de esta leyenda, decíamos, se hallan en ella cuestiones muy
interesantes desde el momento en que ponen de manifiesto la importancia del factor agonístico y
heróico en el Juego de la Oca; en primer lugar, porque se dice que éste fue concebido para los
soldados, para los guerreros, de ahí la expresión “juego noble” que se daba al Juego de la Oca en la
Edad Media. En segundo lugar, porque se afirma que la estructura del juego procedía de una
“formación de combate”, que no puede ser muy diferente de la del Chakra-vyûha, el “orden de
batalla impenetrable” de forma laberíntica descrito en el Mahâbhârata, de la Danza de Teseo o el
Troiae Lusus, o de las formaciones militares (circunvalaciones) que se empleaban igualmente como
medio de ataque o como línea defensiva de una plaza o fortaleza (este mismo sentido se encuentra
en el laberinto entendido como “nudo con funciones protectoras” apotropaicas, o como vía hacia el
interior, y se halla también las aplicaciones rituales, y mágicas de nudos y lazos a los que
corresponden un uso “benéfico” o “maléfico” de aquéllos).
(Chakra Vyhua)
El disco de Phaistos
Basándose en estas concomitancias, se ha afirmado que “el juego de la Oca asocia la progresión
heroica en un itinerario de forma laberíntica y la lucha por conquistar una ciudad inexpugnable. En
los dos casos el jugador (…) debe alcanzar lo inaccesible, lo que le convierte en héroe.” Lo que
merece destacarse aquí, por encima de las posibles semejanzas del laberinto y la espiral del Juego
de la Oca y sus correspondencias simbólicas, es la existencia de un simbolismo “caballeresco”
fundamental en dicho juego, que hace de su práctica una disciplina “noble”, un “Arte Real”, donde
“la razón de ser esencial de la guerra es la de acabar con un desorden y resablecer el orden (…) la
unificación de la multiplicidad; la guerra –no limitada a un sentido exclusivamente humano–
representa el proceso cósmico de reintegración de lo manifestado a la unidad principial” (Guénon).
“Esta es la enseñanza del juego; el kshatriya que se entrega a él no encuentra sólo un pasatiempo,
un medio de sublimar su pasión guerrera y su necesidad de aventura, sino también, en la medida de
su capacidad intelectual, un soporte especulativo, una vía que conduce de la acción a la
contemplación” (Burckhardt). El paso de la acción a la contemplación viene dado por el acceso al
punto central del tablero, instante en que cesa el movimiento del jugador. El acceso al centro del
tablero determina así la resolución de los conflictos y la obtención de la “Gran Paz”.
EL JUEGO DE LA OCA COMO JARDÍN DE AMOR
En en este contexto épico, además, la coincidencia opositorum de los principios masculino (Yang) y
femenino (Yin), que en el Sânkhya hindú es la pareja Purusha -Prakriti, aparece como un matrimonio
o connubio entre el héroe y la noble dama, que se produce al final de un viaje, que incluye una serie
de pruebas o “trabajos” que aquél ha de llevar a buen término, y que responden en general al
simbolismo de las “pruebas iniciáticas”. El significado de tal evento, típico en las sagas heroicas y en
la mayoría de las novelas de caballerías, donde presenta los rasgos del “amor cortés”, es el de la
repetición ritual de la hierogamia cósmica, la unificación del padre Cielo y la madre Tierra, y se
podría interpretar acertadamente este simbolismo en términos tántricos. El Juego de la Oca admite
igualmente un estudio según este modelo heróico; sin que nos sea posible insistir en esto ahora, nos
contentaremos con señalar algunas claves, entre las que destacamos la idea principal del itinerario
del jugador a través de una vía surcada de pruebas como figuración de la “gesta” o “demanda”, con
el sentido que aparece en la “Quêste du Sanct Graal”, una búsqueda que culmina con el reencuentro
con la amada, llámese a esta Ariadna, Penélope, Beatriz, o la “Dama del Jardín de la Oca”, que
espera pacientemente a que el héroe supere la prueba del laberinto, desenredado la tela de araña
que ella misma, la manifestación universal (Mâya) teje y desteje afanosamente.
Así como los esponsales entre Zeus y Hera se desarrollaron en el Jardín de las Hespérides, hemos
visto que en el Juego de la Oca el encuentro de los amantes se produce igualmente en un Jardín. Esta
idea, que se vuelve a encontrar en los “laberintos de amor” tan extendidos entre 1550 y 1650, es de
un lado la de la propiciación de la fecundidad y de otro lado la del jardín laberíntico como lugar de
intrigas eróticas, y corresponde al concepto del Centro como lugar de los “opuestos coincidentes”
que, como vimos con anterioridad, es uno de lo símbolos fundamentales del Juego de la Oca. En éste,
el centro se representa como un Jardín, y como tal se identifica con el con el Paraíso Terrenal, del
que se dice que era “un Jardín cultivado por Adán”. También aquí se mantiene cuanto dijimos a
propósito del Huevo del Mundo y las dos espirales descendente y ascendente, de modo que la
expulsión de la pareja Adán-Eva del Jardín del Edén da lugar al origen del mundo y el regreso al
estado edénico original, a través de la reunión de las dos mitades del andrógino, determina el
regreso al Pardés, a la Unidad Primordial indiferenciada.
Este viaje de regreso al Jardín Edénico es el paradigma de los símbolos de pasaje a los que hicimos
alusión al comienzo de este artículo, calificándolos entonces como fundamentales dentro del
repertorio simbólico del Juego de la Oca; obviando las múltiples modalidades en que puede
presentarse, que podrían asociarse en su mayor parte al sentido general del juego, sólo
subrayaremos que, tradicionalmente, el viaje no es la simple traslación en el espacio, sino que
esencialmente, implica la idea de cambio, de transformación, de tránsito, y en este orden de cosas
es donde cabe ver una identificación con la muerte, entendida en su dimensión más amplia.
LA MUERTE INICIÁTICA
La presencia de la muerte entre uno de los emblemas del Juego de la Oca ha suscitado toda clase de
interpretaciones fantasiosas, que no dudan en situar su significado en la base de todo el “discurso”
simbólico del juego; se ha llegado a decir que el propósito del juego “no es competir o ganar, sino
llegar; o sea, morir”, reduciendo toda la riqueza simbólica del juego a un simple “programa
existencial”, e incluso se han propuesto no menos absurdas tesis “reencarnacionistas” carentes de
todo fundamento, debidas a una observación superficial y al desconocimiento de las más
elementales nociones de simbolismo tradicional.
Hemos de aclarar que, si bien el símbolo de la muerte es uno de los más relevantes en el Juego de la
Oca, como justamente ha sido observado, ello no implica que haya de ser contemplado como el
objetivo final del mismo, y su posición en el tablero así lo indica expresamente; el “arcano sin
nombre”, como reza la lámina XIII del Tarot, se halla en la casilla 58, y no en la viñeta final,
situación que le correspondería de ser efectivamente la “meta” del juego, de lo que se desprende
que cualquier interpretación del itinerario de los jugadores como un trasunto de la existencia
humana es del todo erróneo, o cuando menos, incompleto. Debe haber aquí por tanto otra cosa.
El significado general, en el Juego de la Oca, de la Muerte, es análogo al del laberinto o la espiral, y
ello por dos razones simbólicas, la primera de las cuales se refiere al valor “apotropaico” o de
defensa que hemos observado en los trazados laberínticos, en los encuadres, las espirales y los
nudos, que con este propósito de protección mágica se representaban en los muros de las casas.
Como la casilla de la muerte, el laberinto y la espiral “permiten o vedan, según los casos, el acceso a
determinado lugar donde no todos pueden penetrar indistintamente”, lográndolo únicamente los que
están “cualificados” ; esta idea de “selección” conviene además al sentido de las “pruebas
iniciáticas”, de las que la espiral misma no son sino una representación, y no la iniciación en sí
misma, que sólo puede tener lugar en el Corazón del Antro Iniciático, en el Centro del laberinto, en la
meta final, que se presenta así como un lugar resevado a los “escogidos”.
(Este ejemplar contiene el mayor númerode casillas: 142)
El dios egipcio Geb, tocado con una oca sagrada
El connubio sagrado
Geb y Nut
(El mehen, o juego egipcio con un tablero en forma de serpiente enrollada sobre sí misma; su
simbolismo participa del propio del Juego de la oca)
LA MUERTE COMO MONSTRUO ANDRÓFAGO
En segundo lugar, el papel de la muerte en el juego corresponde al del “monstruo devorador”, que
impide al héroe llegar a la dama, custodia el tesoro o defiende el acceso al antro iniciático, otros
tantos símbolos del Centro espiritual; monstruo al que hay que combatir y vencer; y este aspecto se
halla igualmente en la leyenda de Teseo y el Minotaruo, que acecha en el centro del laberinto, y
asímismo se encuentra en el símbolo de la serpiente enroscada en el Árbol, cuyo esquema repite en
el tablero la espiral enrollada alrededor del eje central, donde responde al papel de la serpiente
como guardiana de determinados símbolos de la inmortalidad, entre ellos el acceso al Paraíso. En
algunas tradiciones, el recorrido de los direrentes estados de la manifestación está representado por
la migración del ser por el cuerpo de una serpiente; lo que nos remite al simbolismo del samsara
búdico, la rueda de la vida, de la que el ser debe libearse para alcanzar el Nirvana.
Pero la significación más profunda de la Muerte es la que se vincula al simbolismo del “Guardián de
la Puerta”, el “Glotón” o “Monstruo Andrófago”, un símbolo de variadas formas que se encuentra
representado a menudo en las puertas de los templos de las culturas más diferentes, incluido el arte
románico europeo, donde con frecuencia adopta los rasgos de una cabeza de león, o usualmente,
como dos leones que flanquean la entrada al espacio sagrado, y cuya versión más primitiva
constituía una estilización de un cráneo humano.
Vinculado con la idea de la puerta, cuya función además detenta, Coomaraswamy dice que ese
rostro, “es verdaderamente la “Faz de Dios” que a la vez mata y vivifica (no es exactamente una
“calavera”, es decir, la “cabeza de un muerto”, sino que es “la cabeza de la Muerte”, o sea la de
Mrtyu, otro de cuyos nombres también es Kâla.”, que es también el “Tiempo devorador” (y aquí hay
una indicación que explica la relación de Saturno con la muerte), la Muerte representa “la vía única
por la que todo ser ha de pasar necesariamente, presentándose así como el “Guardian de la Puerta”,
que debe franquear para liberarse de las condiciones limitativas de la existencia contingente y
manifestada.
LA DOBLE VÍA DE LA LIBERACIÓN
En el Juego de la Oca, la casilla de la Muerte actúa separando a los jugadores, que hasta entonces
han seguido el mismo itinerario, en dos caminos distintos; uno que conduce definitivamente hacia la
meta, y el otro que reconduce al inicio del recorrido, de modo que el jugador que cae en la casilla 58,
vuelve a empezar el juego. De manera análoga, el símbolo del “Guardián del Umbral” se presenta
como una Puerta Doble, en el sentido que se dice de la Muerte que “según el estado al cual ha
llegado el ser que se presenta ante ella, su boca es para éste “Puerta de la Liberación” o las “Fauces
de la Muerte”.
Estos dos itinerarios simbólicos son los que puede seguir el ser humano en su proceso de liberación
gradual, y son descritos de esta forma en un pasaje de la Bhagavad-Gita: “Voy a enseñarte en qué
momento (…) los que tienden a la unión dejan la existencia manifestada, sea sin retorno, sea para
volver a ella. (…) Estas son las dos vías permanentes, una clara, la otra oscura, del mundo
manifestado; a través de una no hay retorno (la que conduce al centro, a la “salvación”); a través de
la otra se vuelve hacia atrás (al mundo manifestado, al inicio de la espiral)” (Bhagavad-Gita, VIII,
23.26).Los mitólogos griegos nos dicen que los dioses tomaban esta vía para dirigirse al palacio de
Zeus, y que los héroes la seguían igualmente para entrar en el Olimpo.
Estas dos vías, llamadas en el Vedanta Pitri Yana y Deva Yana, o “Puerta de los Hombres” y “Puerta
de los Dioses” en la traducción que Homero hace en su Ilíada al describir el “Antro de las Ninfas”,
corresponden igualmente a las de las Puertas de los templos del románico occidental, en las que el
Cristo Cronocrátor separa a los Condenados de los Elegidos, cuyo significado, vinculado al del Jano
bifronte y las Puertas solsticiales, y por lo demás uno de los más complejos del simbolismo
tradicional, redunda en los conceptos de la Dualidad Cósmica y la doctrina de los ciclos que ya
hemos señalado en diversas ocasiones sobre el significado general del Juego de la Oca. (1)
Todas estas observaciones sobre el simbolismo del Juego de la Oca, aunque
incompletas, bastan para poner de manifiesto el grado de complejidad que
presentan estas cosas, y cuántas consideraciones es posible señalar en lo que se
presenta exteriomente como un mero entretenimiento, cuyo alcance sin embargo es
incomparablemente superior, una vez más, a lo que dictan las apariencias.
(En este detalle de un tablero es interesante destacar el “hortus conclusus” que corona el final del
viaje: un simbólico Jardín del Eden esperando con las puertas abiertas al ganador. Una imagen que
compendia el complejo simbolismo del Juego de la Oca.)
Bibliografía :
J. Martínez Vázquez de Parga’s Juego, figuración y símbolo. El tablero de la oca, Madrid: 451
Editores, 2008, and Miquela Forteza’s La xilografía en Mallorca a través de sus colecciones. La
imprenta Guasp (1576-1958), Palma: Olañeta, 2007.
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