la muerte del volatinero

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La muerte del volatinero Rodrigo Páez Canosa Universidad de Buenos Aires 1.Introducción En el prólogo de su Zaratustra, Nietzsche narra cómo el profeta, tras abandonar al eremita, llega al mercado dispuesto a regalar su mensaje a los hombres. Habiendo comenzado sus discursos como donante, termina, al partir, siendo él quien recibe una enseñanza. La secuencia de los tres discursos que ofrece frente al pueblo muestra un progresivo cambio de actitud en relación con sus oyentes: la retórica y los contenidos de dichos discursos varía en la medida en que van siendo malentendidos por los habitantes del mercado. Zaratustra resulta, tras las continuas burlas a su ofrenda, un “amante rechazado” 1 . La frustración precipita el desengaño del profeta que parte tras haber reconocido su error: “No debo ser ni pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo nunca.” 2 . El desengaño de Zaratustra no es producto de un mal desempeño como orador ni de la incomprensión de los habitantes del mercado, sino del carácter profético de su discurso 3 . Entregar un mensaje que refiere al futuro en 1 Rosen, S., The mask of enlightenment. Nietzsche´s Zarathustra, Cambridge, 1996, página 61. 2 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, Prólogo 9. 3 La incomprensión de los habitantes del mercado no es la causa del desengaño, sino la consecuencia del carácter profético del discurso

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Ponencia. Jornadas Nietzsche 2000. Zarathustra.

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La muerte del volatinero

Rodrigo Páez CanosaUniversidad de Buenos Aires

1.Introducción

En el prólogo de su Zaratustra, Nietzsche narra cómo el profeta,

tras abandonar al eremita, llega al mercado dispuesto a regalar su

mensaje a los hombres. Habiendo comenzado sus discursos como

donante, termina, al partir, siendo él quien recibe una enseñanza. La

secuencia de los tres discursos que ofrece frente al pueblo muestra

un progresivo cambio de actitud en relación con sus oyentes: la

retórica y los contenidos de dichos discursos varía en la medida en

que van siendo malentendidos por los habitantes del mercado.

Zaratustra resulta, tras las continuas burlas a su ofrenda, un “amante

rechazado”1. La frustración precipita el desengaño del profeta que

parte tras haber reconocido su error: “No debo ser ni pastor ni

sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo nunca.”2.

El desengaño de Zaratustra no es producto de un mal

desempeño como orador ni de la incomprensión de los habitantes del

mercado, sino del carácter profético de su discurso3. Entregar un

mensaje que refiere al futuro en busca de efectos prácticos en el

presente, pero que no puede ser comprendido en él, es la

característica propia del profeta. Sin embargo, no sólo los oyentes lo

malentienden, sino que él no alcanza a comprender a sus

contemporáneos, no se da cuenta que su público no está preparado

para recibir su mensaje. Por ello la efectualidad de sus discursos sólo

llega a ser pretensión. En este “prólogo” Zaratustra no se reconoce

aún como profeta y emplea un estilo mucho más directo que el de sus

discursos; pretende ofrecer un “regalo” que por su propio carácter no

1 Rosen, S., The mask of enlightenment. Nietzsche´s Zarathustra, Cambridge, 1996, página 61. 2 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, Prólogo 9. 3 La incomprensión de los habitantes del mercado no es la causa del desengaño, sino la consecuencia del carácter profético del discurso dado por Zaratustra.

puede ser acogido por sus oyentes. Profundo mensaje, producto de

una transformación llegada en su acmé, intenta ser transmitido sin

máscaras y por ello destinado a fracasar4. Del mismo modo que el

“hombre frenético” que anuncia la “muerte de Dios”5, Zaratustra ha

llegado muy temprano; su anuncio no puede ser “visto y escuchado”,

no porque relate acontecimientos ajenos a su público, sino porque

éstos demandan una actitud práctica no alcanzable por medio de la

mera evidencia. La diferencia entre ambos personajes se encuentra

en el carácter de profeta del segundo de ellos. El vacío metafísico que

deja el anuncio del “hombre frenético” es ocupado por el

superhombre de Zaratustra, aunque la actitud que pretende instituir

sea completamente distinta6. El reconocimiento de sí mismo como

profeta, por un lado, y la tensión que instituye el superhombre como

meta, por otro, son, según creo, los elementos que se expresan con la

muerte del volatinero.

2.La figura del profeta.

La parábola muestra un equilibrista que intenta pasar entre dos

extremos a través de una cuerda tendida por sobre el mercado. Pero

su tarea se ve frustrada por un bufón que salta sobre él haciendo que

pierda el equilibrio, caiga y, tras un breve diálogo con Zaratustra,

muera. La primera línea de lectura propuesta nos lleva hacia el

discurso acerca del superhombre. Este discurso es oído por el pueblo

como un preámbulo a la actuación del equilibrista, que comienza a

trabajar cuando el público pide por él. El desplazamiento desde lo

profético hacia la referencia inmediata señala el principal desajuste

entre Zaratustra y los habitantes del mercado: ellos no buscan ningún

tipo de cambio; por el contrario, la seguridad que ofrece su “felicidad”

es considerada por ellos la cumbre de sus aspiraciones7. Todo

4 Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal, trad. Sánchez Pascual, Bs. As., Alianza, 1997, §40.5 Nietzsche, F., La ciencia jovial, trad. José Jara,Caracas, Monte Ávila, 1999, §125.6 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, La Sombra. Nietzsche era conciente de los peligros de la pura errancia. El superhombre es entendido aquí como el necesario elemento teleológico que sin embargo tiene como contracara la destrucción de toda ilusión teleológica. 7 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, prólogo 6.

discurso es referido hacia una instancia ya definida en el marco de su

cultura, fuera de la Bildung sólo hay bestias o dioses. Esta

complacencia hace imposible la recepción de un discurso profético y

augura larga vida al “último hombre”.

Por su parte Zaratustra no comprende a quienes ama, su

búsqueda tiene a los hombres como objeto, pero su meta va más allá

de ellos. El profeta se encuentra dentro del mercado, pero ajeno a él;

ya que pretende que sea allí donde su discurso sea escuchado, pero

se sitúa, en sus pretensiones, fuera de toda posibilidad de éxito. La

dualidad entre inmanencia y trascendencia respecto del pueblo se

expresa en la ubicación elevada de la cuerda8. No es viable un camino

que se sitúa fuera del alcance de quienes deben transitarlo.

En este plano de lectura el bufón muestra la imposibilidad de

comunicación entre el predicador y sus oyentes. De todas maneras no

es su acción asesina ni la muerte del equilibrista aquello que produce

el reconocimiento de sí mismo como profeta por parte de Zaratustra,

sino el malentendido con sus oyentes. La muerte del volatinero es la

instancia alegórica donde se señala que el mercado no es el lugar

donde el superhombre debe ser buscado ni anunciado. Las palabras

que el bufón dirige a Zaratustra son claras al respecto: “Pero vete

lejos de esta ciudad –o mañana saltaré por encima de ti, un vivo por

encima de un muerto”9. El asesino reafirma así la perpetua

incomprensión mutua entre Zaratustra y el pueblo. Nada podía hacer

ya el profeta allí, la verdad de su comunicación con los habitantes del

mercado es la muerte o el abandono. El mercado, lugar de la

decadencia, no es aún el lugar del ocaso. Nada puede transformarse

allí hasta que sus habitantes hallan superado la línea de su horizonte

y se hundan en un caos capaz de dar a luz nuevas cosas. Como dije

más arriba la “felicidad” que se ha inventado el pueblo para sí mismo

rebaja a mera charlatanería cualquier discurso que pretenda

trascenderla. Esa “felicidad” es considerada la meta final tras la cual

nada puede esperarse. No existe en el mercado la idea de que se

8 Cauchi, F., “Figuras del funámbulo: la parábola nietzscheana del volatinero” (trad. Sebastián Abad) 9 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, Prólogo 7.

atraviesa un momento de decadencia, momento necesario que señala

el extremo de las posibilidades de un estado de cosas, y que permite,

por ello, el traspaso uno nuevo. El bufón se muestra entonces como el

verdugo que ejecuta al volatinero, condenado a muerte por un

malentendido esencial. Ésta representa la culminación del

aprendizaje de Zaratustra: ahora comprende a sus contemporáneos y

por ello abandona su condición de profeta.

3.El bufón

Como alegoría del transito hacia el superhombre la parábola

adquiere otros sentidos. Esta es la referencia inmediata del texto a la

que nos conduce la parábola del volatinero:

El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, -una cuerda sobre un abismo.

Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse.

La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre puede se puede amar es que es un tránsito y un ocaso10.

El volatinero asume la peligrosa misión de “pasar del otro lado”,

pero no quiere para ello su “propio ocaso”, sino que necesita el

máximo equilibrio para mantenerse en su tarea y no perecer. Busca

la meta a través del éxito, y por ello no podrá alcanzarla.

Hundimiento es también abandono de si y supone el ejercicio de la

distancia. Lo trágico de toda meta es la imposibilidad de permanecer

en uno mismo para alcanzarla; justo en el momento en que se revela

como ilusoria es cuando más cerca se está de ella (pero a la vez, y

por la misma razón, más lejos). El superhombre no solo no escapa,

sino que es el actor principal de esta tragedia. El vacío dejado por la

“muerte de Dios” puede (e incluso debe) ser ocupado, pero aquello

que lo llene no puede ser ya alcanzado. El desgarramiento producido

por la pérdida de toda referencia deja abierta la incógnita acerca de

soluciones que por su propio carácter serán siempre insuficientes. “Yo

10 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, prólogo 4.

mismo, que con mi propia mano he hecho esta tragedia de las

tragedias [...], yo mismo, en el cuarto acto he dado muerte a todos

los dioses [...] ¡Qué ha de acontecer ahora en el quinto! ¡De dónde

tomar aún la solución trágica! -¿He de comenzar a pensar una

solución cómica?”11. El bufón entra en escena para delatar la seriedad

del volatinero, lo fuerza a perder el equilibrio y, así, a perecer. La

interpretación del papel del asesino se vuelve, en este segundo plano

de lectura, el núcleo de su comprensión.

Lo primero que e vuelve necesario resaltar es el vinculo del

bufón con la risa. Mas allá de la asociación inmediata que se produce

entre estas dos figuras, es preciso detenerse e intentar explicitar cual

es dicha asociación. La risa tiene en el Zaratustra un lugar central: ríe

el pastor tras arrancarle de un mordisco la cabeza a la serpiente

negra en “De la visión y el enigma”, risa es la bienaventuranza del

bufón12 y del poeta cuando despedazan al Dios y al cordero que hay

en el hombre en “La canción de la melancolía”, la risa es también lo

único que puede matar al Espíritu de la pesadez en “Del leer y el

escribir”. La risa permite vivir tras la decisión de abandonar la oscura

y pesada carga que significaba Dios y sus sombras morales. La

tragedia del hombre se debate entre el nihilismo que supone la

veneración de dioses, y el nihilismo que supone la supresión de esa

veneración y que lleva consigo la supresión del hombre, en tanto

“animal venerador”13. Riendo se genera una distancia redentora que

permite ironizar sobre nuestro necesario venerar, nos mantenemos

así en una superficie que nos aleja de aquella profunda “honradez”

que “tendría como consecuencia la nausea y el suicidio”14. De este

modo se evita la perpetua errancia propia del puro sinsentido15 que

11 Nietzsche, F., La ciencia jovial, Caracas, Monte Ávila, 1999, §153.12 En la traducción de Sánchez Pascual Narr aparece traducido como necio, distinto de Possenreiser que traduce como bufón. Sin embargo ambos términos pueden ser traducidos por bufón. La distinción central es que Narr hace referencia al consejero burlón del rey, y Possenreiser refiere al personaje que puede ser encontrado en los carnavales. Pero ambos pueden ser entendidos como aquellos que, aparentemente locos, guardan en sus dichos la verdad acerca de aquello sobre lo que se pronuncian.13 Nietzsche, F., La ciencia jovial, Caracas, Monte Ávila, 1999, §349. Albert Camus se hace eco de las posibilidades que abre el reconocimiento de una falta de principios últimos, lo que él llama el absurdo. Y en El mito de Sísisfo desarrolla ampliamente su vinculo con el suicidio. 14 Nietzsche, F., La ciencia jovial, trad. José Jara, Caracas, Monte Ávila, 1999, §107.15 Cragnolini, M., Nietzsche, camino y demora, Bs. As., Eudeba, 1998, página 120.

conduce a una fe aún más estrecha de la que se había intentado

escapar. Así, cuando los “hombres superiores” se quedan sin Dios, se

arrodillan frente a un asno. Les falta esa “reflexividad burlona”16 que

permite reírse de sí mismos, reírse de su propio venerar. Esta

honradez es representada a través del Espíritu de pesadez. Él es el

peor enemigo de Zaratustra precisamente porque conforma un

aspecto irrenunciable de él mismo; en su compañía tiene su “visión

más abismal”. La doctrina del eterno retorno puede leerse como

producto de esa profunda honradez. Se vuelve así una pesada y

oscura carga que, como dije más arriba, sólo es soportable si media la

risa.

La figura del bufón sólo en parte cumple la misión redentora

reconocida en la risa. Este asesino de traje multicolor no consigue aún

situarnos en la superficie, pero establece un paso fundamental para

alcanzarla: destruye la posibilidad de que ficciones redentoras como

la del superhombre se vuelvan pesadas cargas. Hace, por decirlo así,

el trabajo sucio de la risa, nos libera del lastre para que al

aproximarnos a la meta bailemos17. Como la risa, el baile procura una

distancia que nos aleja de la náusea que produce la pretensión de la

verdad, nos “demora”18 en nuestra búsqueda de fines últimos y

absolutos.

En el bufón encontramos el primer paso hacia la risa, su

preparación; el momento en el que el hombre se asoma al espejo, ve

en su reflejo la mínima distancia de si y se da cuenta que ha matado

a Dios. La comedia instituye aquí la tragedia, ya que es la mínima

distancia desde la cual puede ser reconocida. Falta aún un largo

trecho para que el mismo Zaratustra sea el que “ríe verdad, no un

impaciente, no un incondicional, sí uno que ama los saltos y las

piruetas [...]”19. Solo tras haber mordido la serpiente negra y dejar a

un lado al Espíritu de pesadez puede la risa redimir. En el mercado no 16 Cauchi, F., “Figuras del funámbulo: la parábola nietzscheana del volatinero” (trad. Sebastián Abad)17 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, Del hombre superior 17.18 Cragnolini, M., Nietzsche, camino y demora, Bs. As., Eudeba, 1998.19 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, Del hombre superior 18.

se da aún el momento en el que la risa redime plenamente, la papel

del bufón consiste, únicamente, en generar una distancia especular

en la que el volatinero reconoce su verdad en la imposibilidad de su

tarea. El asesino no ríe, solo destruye. La risa también destruye al

mostrar irónicamente la verdad de lo que refleja, pero no aniquila,

porque, como el amigo20, la risa devuelve una imagen especular

distorsionada.

Esta lógica especular propia del bufón se vuelve

particularmente interesante cuando lo reflejado es la misma

Modernidad, es decir cuando se revela su verdad (tal como se revela

la verdad del volatinero en la figura del bufón) y el comienzo de su

tragedia (instituida por la comedia), Nietzsche dice al respecto: “No

quiero ser un santo, prefiero antes ser un bufón... Quizá sea yo un

bufón... Y a pesar de ello, o mejor, no a pesar de ello –puesto que

nada ha habido hasta ahora más embustero que los santos- la verdad

habla en mi”21. Nietzsche habla aquí situado después de su muerte,

intenta vislumbrar su papel respecto de aquello que fue, a lo largo de

su vida su páthos: la Moderninad. Análogamente al bufón del

Zaratustra, el filósofo se revela como la verdad de aquello que

asesina. Pero en tanto tal no puede ser pensado como un simple

antagonista, sino como aquel en donde se produce su culminación y

cancelación. Nietzsche es el momento en el que la Modernidad se

refleja a sí misma en cuerpo entero y es, por ello, plenamente su

opuesto. Pero, como dije más arriba, en este espejo los contornos se

desdibujan “¿Has visto dormir a tu amigo –para conocer cual es su

aspecto? ¿Pues qué es, por lo demás, el rostro de tu amigo? Es tu

propio rostro, en un espejo grosero e imperfecto”22

20 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, Del amigo.21 Nietzsche, F., Ecce homo, Madrid, Alianza, 1997, página 123-124.22 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1998, Del amigo.