"la muchacha de las mil y una historias"

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03 5 LA MUCHACHA DE LAS MIL Y UNA HISTORIAS

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Cuentico amarillo - Fiesta del Libro y la Cultura 2012

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Page 1: "La muchacha de las mil y una historias"

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LA MUCHACHA DE LAS MIL Y

UNA HISTORIAS

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DISTRIBUCIÓN GRATUITA

Septiembre de 2012Claudia Ivonne Giraldo Gómez, 2012

Ilustraciones: Johana BojaniniAlcaldía de Medellín - Secretaría de Cultura Ciudadana

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LA MUCHACHA DE LAS MIL Y

UNA HISTORIAS

La muchacha era muy trabaja-dora; estaba empeñada en sa-lir adelante, como dicen, y por eso cuando terminó el bachille-rato y para ayudar a su mamá a sostener la casa y a criar a sus tres hermanos menores, Shere,

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una de las más bonitas del barrio, había montado una pequeña mis-celánea en el garaje de su casa.

Era una maravilla de almacén.Quién diría que en ese espacio tan reducido cabía de todo: mil y una cosas, desde una aguja y un dedal hasta redes para atra-par moscas, libros usados pero que podían leerse cien veces más, perfumes y dulces, tarje-tas para enamorados, lápices, lapiceros, en fin… Si una señora preguntaba por un cuaderno de

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fragantes hojas blancas, ella le contaba la historia del papel, de su invención; la vecina se ama-ñaba tanto, que le parecía que había valido la pena que se le quemara el arroz con la demora. Sin embargo, y a pesar de que sus vecinos compraban, pagar la renta era lo más difícil, a ve-ces no llegaba al fin de mes con las cuentas y entonces Shere, -Sherezada- empezaba a tem-blar. Porque sabía que Sha-riar el hijo del dueño del local vendría a cobrar el arriendo y,

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como le había anunciado el se-ñor, la sacarían de su casa y de su negocio si no les pagaba los meses vencidos.

Era lunes por la tarde; el sol picaba de lo lindo, la gente se agitaba en sus asuntos urgen-tes y otros se cubrían la frente para evitar esa luz regada por el barrio o se abanicaban en las esquinas a la espera de una frescura, que de seguro, llegaría con la noche. La moto apareció silenciosa y solo rugió al apa-

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garse. La muchacha vio a Sha-riar como si fuera un comercial de televisión: cuando se quitó el casco a ella le pareció que toda la luz se concentraba en el que descendía con tanta gracia de la moto, que esos ojos que todavía no la habían visto eran más grandes y hermosos que las bolas de cristal que les ven-día a los niños de la cuadra.

Cuando le habló: Señorita, ven-go por el arriendo, Sherezada no tembló: Sí, sígase le cuento.

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Le ofreció un tintico y se sen-taron en las dos sillas de la úni-ca mesa del local y se miraron y ella empezó a hablar. Había algo en su manera de contar,

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de explicar, que lo tenía sus-pendido; era placer lo que le producía esa voz, una voz que lo calmaba desde adentro y le hacía relajar cada músculo para

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querer quedarse allí, escuchán-dola, para siempre. Ella le con-tó de su vida y de su vida fue sacando hebras; colgaba luces de palabras en la noche que ya llegaba, breves historias dentro de otra historia. Las manos de ella hablaban, sus ojos decían, las palabras salían graciosas del surco de sus dientes. Las pala-bras la embellecían más, como si la gracia se posara en ella. No hablaron del arriendo.

Estaba tarde y ella debía cerrar;

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le prometió que mañana, al caer la tarde, le terminaría de explicar y de contar y Shariar no fue capaz de decir que no; mañana sería otro día, pensó con ansiedad. Y volvió la tarde siguiente cuando ella acababa de preparar el café y de poner sobre la mesa unas flores ama-rillas en un frasco de mermela-da vacío.

Esta vez la historia los llevó al mar y de allí a una cueva encan-tada de donde hubo que huir

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de un genio maligno en un caba-llo alado para caer en la trampa de cuarenta pillos que guardaban una caleta colosal en una bodega, en las afueras de la ciudad. Sólo el poder de una lámpara dorada para otorgar tres deseos los sacó del apuro y los depositó de nuevo en la mesa de su local, tarde en la noche.

Y así, durante casi tres años, la cita se cumplió sin interrupción. Los cuentos de Sherezada atraían a la gente que empezó a llegar de

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otros barrios, hechizada por la fama de las historias que contaba la muchacha de la miscelánea.

Las historias atrajeron gente y más gente compró en la miscelá-nea. Al cerrar las puertas de sus casas, al acostarse en sus camas, todos sentían que algo había cambiado en ellos después de es-cuchar los cuentos de la mucha-cha, que la vida podía ser mejor, mágica; los problemas se ovilla-ban como gatos y así les fue más fácil lidiar con ellos.

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Shere pagó cumplida la ren-ta; al cabo del tiempo, Shariar y ella decidieron terminar las historias en su propia casa, en su propia cama, juntos, y así lo hicieron durante muchos años más.

Lo que sigue… es otra historia.

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Te esperamos en la Fiesta del Libro y la Cultura

del 7 al 16 de Septiembre de 2012en el Jardín Botánico de Medellín

- Parque Explora - Carabobo Norte - Planetario

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