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La lectura y la sociedad del conocimiento. millán

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-Ahora digo —dijo a esta sazón Don Quijote—que el que lee mucho y anda mucho, ve muchoy sabe mucho.

La «sociedad de la información» se nospresenta como una realidad al tiempodominante y huidiza; pero que eso nonos asuste. Sepultados por miríadas denuevos términos, por convulsionesempresariales y financieras, porpromesas y despliegues asombrosos, nohemos tenido aún el reposo suficientepara analizar qué hay en realidad dentrode ella, e incluso más: qué hay paranosotros, qué nuevos márgenes deacción nos permite.

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La información nos rodea desde hace décadas,creciendo exponencialmente: hace treinta años,la documentación de construcción de un granavión pesaba tanto como la propia aeronave. Hoylas cosas son del mismo modo, pero ladocumentación ya es mayoritariamente digital.Igual que las revistas científicas, en númeroconstantemente creciente; y los corpus de leyesy jurisprudencias locales, autonómicas,nacionales y comunitarias; y las noticiassectoriales, generales y locales; y lasinformaciones de las empresas; y lastransacciones corporativas; y un océano depatentes, de informaciones sobre procesos yproductos. A ello hay que sumar los esfuerzosgigantescos por incluir en formato digital muchosde los libros y revistas de las grandes bibliotecas;y los documentos de los archivos.

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Es difícil no sentir vértigo: a una sociedad encrecimiento constante y que genera ingentescantidades de documentos, se une larecuperación de gran parte del acervoproducido en épocas anteriores, y a todo ellolas herramientas para organizarlo y ordenarlo.Todo pasa a formato digital; todo acabaformando parte de la Web: todo está alalcance de la mano. Unas comoinformaciones abiertas, accesibles acualquiera; otras, de acceso restringido. Perola masa total es ingente: medio billón depáginas web, según los últimos datos; esdecir: quinientos mil millones de páginas deinformación... al otro lado de la pantalla.

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¿Cómo comprender su magnitud?:Supongamos que se reparte una obra deltamaño de la enciclopedia Espasa a cadahombre, mujer, adolescente, bebé o ancianode Madrid (por tanto, muchas casas recibiríanvarias obras, y acabarían con cuatro o cincoparedes cubiertas por ellas). Ahora pensemos:todas las obras son diferentes. Y acontinuación: podemos hojear cualquiera deellas. Inmediatamente.

¿Qué experimentamos? ¿Felicidad o vértigo?

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Lo contó Borges en forma alegórica en sucélebre relato La biblioteca de Babel. Esafabulosa biblioteca contenía (dicho enpalabras de hoy) toda la información posible,porque cualquier posible conjunto depalabras estaba en alguna de sus inagotablesestanterías. Libros buenos y malos,mediocres; falsos y auténticos, medio falsos ymedio verdaderos: todos. ¿Les suena a algo?

La Web es nuestra Biblioteca de Babel. Peronecesitamos utilizarla...

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Las operaciones que acabamos de describirno son extraordinarias: son las habituales ynecesarias en múltiples procesos diarios. Y nose limitan a la simple búsqueda deinformación: implican algo más. Y además seaplican a infinidad de campos. Lo que sebuscaba han podido ser elementos para unainvestigación médica, ideas de explotaciónempresarial, rastros de personas o de hechosdel presente o del pasado, funcionamientosde compañías o de instituciones, experienciasindustriales, precedentes legales, pistas sobrenuestra competencia, ideas, señales dealarma, claves para la comprensión, para lainvestigación, para el negocio...

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Decíamos que la mayor parte de lasoperaciones intelectuales que utilizan laherramienta de la Web no pretenden sólo"recuperar información". Intentan construirun conocimiento. Esa es la meta real de laspersonas, de las corporaciones y de lasinstituciones.Y conocimiento no es información; reparemosen los matices:

LA NFORMACIÓN EL CONOCIMIENTO

Es algo externo Es interiorizado

Es informe Es estructurado

Es rápidamente

acumulable

Sólo puede crecer

lentamente

Se puede

automatizarSólo es humano

Es inerte Conduce a la acción

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Un personaje del escritor fantástico H. P.Lovecraft emprende la búsqueda de unaciudad con cuyas cúpulas doradas en el sol dela tarde había soñado tantas veces. Perdidoentre las marañas de callejuelas puede, porfin —gracias al auxilio de una mágica llave deplata—, acceder a ella. Cuando lo logra,descubre que no es otra que su propia ciudadnatal: manifestada o revelada bajo una nuevaluz.Sí: la ciudad onírica estaba dentro de suciudad real (podemos extrapolar nosotrosahora) como el conocimiento está dentro dela información: agazapado, polvoriento,esperando la llave mágica.

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Y ya es hora de revelar nuestro secreto: lallave mágica del conocimiento es la lectura.Será necesario repetirlo, porque estamossubyugados por la magnitud y las virtudes delos nuevos prodigios tecnológicos, y al tiempodeberemos reaprender las potencialidades ylas maravillas de algo que consideramostrivial, sólo porque lo poseemos ya, y porquenos acompaña desde hace muchísimo tiempo.

La lectura es la capacidad de los humanosalfabetizados para extraer la informacióntextual. (Existe también la "lectura de lasimágenes" de la que habremos de hablarigualmente...) Y es hora de avanzar la tesiscentral de estas páginas: la lectura es la llavedel conocimiento en la sociedad de lainformación.

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La colosal acumulación de datos que haconstituido la sociedad digital no será nada sinlos hombres que los recorran, integren yasimilen. Y esto no será posible sin habilidadesavanzadas de lectura.

Es cierto que el acceso a la información digitalexige nuevos saberes. Algunos de ellos antesestaban confinados a profesiones muyespecializadas (los documentalistas, losbibliotecarios). Pienso en la capacidad demanejar bases de datos, en la utilización depalabras clave para las búsquedas, en el uso deoperadores booleanos (Y, O), en la indización dela documentación propia... Todo ello es real: sonsaberes nuevos, antes reducidos a una prácticaprofesional, y hoy necesarios hasta para elescolar que prepara un trabajo. Pero además deellos, y vitalmente necesarios para la conversiónde las informaciones halladas en conocimientos,está la habilidad tradicional de lectura.

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Que no nos extrañe: el desarrollo humano noavanza en zigzag ni a saltos, sino quenormalmente construye sobre lo anterior. Lalucha por comprender y utilizar las nuevastecnologías digitales exige muchas cosasnuevas, sí; pero presupone las antiguas. Y lamás importante de ellas es la lectura.

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La lectura es una habilidad de un tipo muydesarrollado: de hecho es la suma de variashabilidades psicológicas que se adquieren y seejercitan a edad temprana. Como ocurre conlas facultades humanas que usamos desdesiempre (la maravilla del lenguaje, de lapercepción visual), es difícil darnos cuentacabal de su complejidad.La lectura comprende, en un principio, lacapacidad de discernir una letra de otra: ¿quétienen que ver las siguientes formas entre sí?

A a a APoco: y sin embargo todas son la a. ¡Quéentrenamiento visual y gráfico, quéfinura de apreciación requiere identificarlos signos a través de tipografías,tamaños y características diferentes!

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A continuación, está la habilidad para leerbloques completos de letras: las palabras.Como los lectores de este texto son avezadosen la tarea, no reparan (por fortuna) en laforma en que la están realizando. Los lectoresavanzados no leemos letra a letra, sino quemás bien reconocemos las formas típicas,globales, de cada palabra (lo que los expertosllaman "la forma de Bouma"), y lasinterpretamos en conjunto:

Y no para ahí la cosa: somos capaces de descifrar no sólo la palabra en la que fijamos la vista, sino además las que se encuentran a sus costados:

eso hace que podamos leer

Pues bien: los lectores que no llegan a este estadio de lectura por bloques no han alcanzado el pleno desarrollo de la habilidad. Leerán despacio y mal…

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Más maravillas: las letras convocan sonidos ennuestra mente, pero los lectores avanzadosleemos en silencio. Esto es nuevo en lahistoria: no ha sido siempre así. Durantemuchos siglos la lectura, incluso la lecturasolitaria, fue siempre en voz audible. ¿Cómolo sabemos? Un pasaje de las Confesiones deSan Agustín (siglo IV después de JC) nos relatael asombro que sintió cuando sorprendió aSan Ambrosio leyendo en soledad... ¡encompleto silencio!Las personas con escasas habilidades lectorasmurmuran cuando leen. Otras no emitenningún sonido, pero practican lo que seconoce como subvocalización: su glotis semueve imperceptiblemente. Ni unas ni otrashan interiorizado la conversión directa detexto en significado, y por lo tanto sonlectores defectuosos y poco hábiles.

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Y ya es hora de que avancemos un paso más, y de camino nos acerquemos a lo que es elauténtico objetivo de estas páginas. En realidad, nuestra forma de leer actual —rápida,silenciosa, eficiente— fue surgiendo en paralelo al desarrollo de lo que hoy llamaríamostecnologías editoriales. Los lectores de antiguos manuscritos leían en voz alta, entre otras cosasporque los textos estaban escritos sin separación de palabras:

Intenteustedsihaceelfavorleerestaristradeletrassinpronunciarla

A medida que avanza la construcción del espacio gráfico y tipográfico en los libros, aumenta lafinura de la información suministrada; a medida que los procedimientos de representacióntextual se refinan, los sistemas de lectura avanzan, mejoran y se automatizan. Es una dialécticaentre mejoras tecnológicas y habilidades psicológicas: en su desarrollo mutuo llegan a laevolución y eficiencia que conocemos en el libro y la lectura modernos... Ambas han crecidojuntas.

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Los desarrollos editoriales y tipográficosfueron preparando el terreno para lograr unaextracción de información rápida y eficiente.Por una parte se crearon tipos de letra clarosy legibles. Por otra, se desarrollaron diseñosde página adecuados a las capacidades delectura (líneas sin demasiados caracteres,blancos para dar descanso visual). Al tiempo,se crearon los primeros dispositivos deinteractividad textual avant la lettre:márgenes amplios para acomodar loscomentarios manuscritos del lector, páginasen blanco para sus adiciones y comentarios....La producción de las obras reforzó estascaracterísticas facilitadoras de la lectura:papeles de un color claro uniforme (pero notan blancos como para que la luz reflejadahiriera los ojos); impresiones claras y nítidas,encuadernaciones que permiten el manejocómodo de la obra...

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Los recursos tipográficos ayudaron desde muypronto a que el lector comprendiera la jerarquíade los contenidos. La división en capítulos consus títulos y apartados estructuró las obras. Lasnotas al pie, las apostillas y el cuerpo menorpermitieron diferenciar al texto principal de loselementos laterales, o menos importantes. Lasentradas de los capítulos, los cuadros sinópticosy los esquemas resumieron la información parauna consulta rápida.Mientras tanto, la paginación permitió crearíndices de contenido, y su unión con laordenación alfabética creo los índices analíticos.Todas las tecnologías de acceso interno a lainformación estaban dispuestas, y pervivieroncon pocas modificaciones durante cinco siglos.Los lectores avanzados, aliados con estosdispositivos refinados de apoyo a la lectura,buscaron, encontraron y compartieroninformación, y crearon durante mucho tiempo lacultura de nuestra sociedad.

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Bien: llegados a este punto, el lector ya debería tener claras ciertas cosas, que pasamos a recapitular:

• El manejo de la información en la sociedad actual exige capacidades desarrolladas de lectura.• La lectura es una suma de habilidades complejas.• La forma editorial de los libros ha contribuido al desarrollo de esas habilidades, y al tiempo las

favorece.

En la segunda parte iremos más allá: cómo la lectura permite no sólo la construcción del conocimiento, sino también su comunicación. Y para finalizar exploraremos la consecuencia natural de estas premisas: los colectivos que quieran afianzar su posición en la sociedad de la información deben favorecer la lectura. ¿De qué manera?

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Con un sentido muy barroco de la existencia, el granQuevedo explicaba de esta forma su relación con lalectura:

vivo en conversación con los difuntosy escucho con mis ojos a los muertos

Lo que recalcaba Quevedo era el papel de la culturaescrita como preservadora del conocimiento, comoposibilitadora del diálogo con el pasado. A este rasgo —que todavía hoy se mantiene— se une ahora que laescritura es un factor clave de comunicación connuestros contemporáneos. Ya hemos mencionado lasasombrosas dimensiones de la Web, ese depósito dedatos e informaciones variadas. Pero es muy probableque las comunicaciones que las personas seintercambian en los "grupos de noticias" (newsgroups)igualen en tamaño a la propia Web. Y los correoselectrónicos están adquiriendo un auge extraordinario:cada minuto se envían en el mundo cinco millones decorreos electrónicos. Ya hay más mensajes de correoelectrónico que de voz... Y además, tenemos las nuevasformas de "oralidad por escrito", como los chats, esosintercambios de mensajes escritos en tiempo real.

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De nuevo, parece que la comunicacióninterpersonal, ya sea privada o semipública,descansa sobre las habilidades lectoras. Estáresurgiendo el género epistolar (que desde lallegada del teléfono experimentaba un claroretroceso), con nuevas formas, con nuevoselementos —acrónimos, palabras nuevas,emoticonos (esas caritas esquemáticas que expresanemociones)—, pero más pujante que nunca. Y se harecuperado a varios niveles: el intercambio de notasentre adolescentes que usan los mensajes cortos desu teléfono móvil, el email recordatorio oconminatorio (sin encabezamiento, de una solalínea); pero también el mensaje de correoelectrónico largo y demorado, tan extenso como lamejor carta del pasado... Seguiremos hablando porteléfono, y cada vez hablaremos más a través de lared, pero el correo electrónico (o sus descendientes)permanecerán, porque presentan muchas ventajaspara las personas, para las empresas, para lasinstituciones: la posibilidad de meditar lo que sedice, el almacenamiento y posterior recuperabilidadde los mensajes propios y ajenos...Sí: al mundo de las relaciones personales ha vueltola letra, y con ella la lectura.

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¿Cómo aprendemos a leer? ¿De dónde sacamos esashabilidades complejas que, como hemos visto, se han idoconstruyendo históricamente?

Hay que recordar en primer lugar el papel de la escuela, de laeducación primaria. En ella se ponen las bases para laadquisición de la lectura. Ha habido un gran desarrollo de lasmetodologías de iniciación a la lectura y, sobre todo, laescuela actual acumula las experiencias de numerosísimasgeneraciones que aprendieron a leer en ella.

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No se trata sólo de la adquisición de unas técnicas. Si ellas novienen acompañadas del despertar de una motivación, depoco servirían. Los enseñantes actuales tienen a sudisposición lecturas atractivas y adecuadas a muy distintosniveles (porque el mundo de la edición ha contribuido a ellocreándolas). Tenemos hoy "libros blanditos", de tela, que losinfantes prealfabéticos pueden estrujar y chupar, como enuna prefiguración de lo que será su futura actividadintelectual. Hay libros bellísimamente ilustrados, sin letras; ocon palabras gigantescas, a una por página; con colores,texturas, materias, olores; con solapas que estirar, puertasque explorar, pirámides que se erigen al abrir una página;libros que describen el mundo real o construyen unoimaginario: la diversidad de obras para quienes empiezan aleer es inmensa, y la escuela puede aprovecharlas. Hay queañadir que no podrá hacerlo sin recursos, sin bibliotecas enlos centros, sin profesionales para su animación...

Además la enseñanza, desde sus primeros niveles, tiene lamisión de poner al alumno en contacto con las complejastipologías de materiales de lectura contemporáneas: no soloel libro, sino también la revista, el periódico o el catálogo; nosolo el artículo, sino también el gráfico o la publicidad. Losalumnos deben crecer educados en la multiplicidad de lossoportes y modalidades de la información, y eso les va aservir de mucho en un medio (como el digital)extremadamente variado y flexible.

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Una observación, al hilo de todo esto... Parte de la educaciónescolar de hoy —con el apoyo de los libros de texto ymateriales complementarios— intenta también darherramientas para la interpretación de los gráficos, esquemasy yuxtaposición de imágenes. En origen, esta es la respuestade la enseñanza a la eclosión de lo que se dio en llamar "lasociedad de la imagen", pero encontraremos también queresulta de especial utilidad para manejarse en un mediomixto como el que supone la Web.

En concreto, es necesario saber interpretar la contigüidad deimágenes y textos (que a veces crea relaciones más insidiosas—por lo ocultas— que los puros encadenamientos textuales).Hace falta comprender los límites de los testimonios "reales":el video no es la acción; la foto no es la cosa; la parte no es eltodo... Hay que entrenar en la interpretación de los gráficos,cuadros, esquemas y ayudas infográficas, tan presentes en lainformación contemporánea, porque pueden transmitirinterpretaciones sesgadas, o directamente erróneas de losdatos.

En suma: el lenguaje de las imágenes, y de las relaciones deéstas con el texto, exige una formación independiente, quelas escuelas —y los textos que en ellas se usan— estánprocurando también dar.

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Pero la enseñanza escolar es sólo el principio. Lascomplejas habilidades que, como hemos visto,moviliza la lectura exigen no sólo que la persona queaprende se encuentre en un determinado nivel demaduración neurológica; no sólo que se inicie en losrudimentos del descifrado de textos, sino que estasdisposiciones se activen y ejerciten durante largotiempo. Un lector avanzado, una persona que puedeenfrentarse con un texto en condiciones óptimas deaprovechamiento y velocidad, sólo se forja a lo largode años de práctica.

De ahí la importancia (en esta materia, como enotras muchas) de compartir la formación escolar conla del hogar. El niño que no crece en un ambiente delectura en su casa, difícilmente podrá alcanzarplenamente las capacidades para tratar con textos.El que no disponga de una variedad suficiente detipos de obras no aprenderá a vérselas con losdistintos niveles de acceso a la información escrita:la lectura profunda, la búsqueda de un datoespecífico, la lectura somera rastreando una idea...

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Sí: la riqueza en libros y en publicaciones, laabundancia en lectura de un medio familiar (o enuna biblioteca pública: luego abundaremos en ello),es la mejor garantía de un desarrollo pleno de lascapacidades lectoras. La falta de hábitos y deocasiones de lectura hará muy difícil el plenodesarrollo de esas potencias. Y la persona que no lastenga está muy mal preparado para la sociedad de lainformación: así de simple.

Pero a su vez, ¿cómo conseguir el clima social quedirija hacia esta importante práctica? ¿No estánnuestros medios de comunicación exacerbando laorientación hacia los elementos multimedia (imageny sonido) de la sociedad de la información, conabsoluto olvido de la lectura? Si nuestras tasas delectores son tan bajas en comparación con los paísesa los que deberíamos equipararnos, ¿no es en partepor la falta de un auténtico clima mediático en sufavor? Que una modernidad mal entendida no nosprive del necesario apoyo en un tema clave...

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Quien visita Nueva York o Seattle, tenga o no la oportunidadde encontrarse con los artífices de las compañías que estáncambiando el mundo, puede tener sin embargo unaexperiencia crucial. Aborde un transporte público; mónteseen el metro o en un ferrocarril de cercanías y mire en torno.Una mayoría de las personas a su alrededor están leyendo, ymuchas de ellas leen libros: las baratas ediciones paperback(o rústica) que ha sido la gran aportación de la culturaanglosajona al mundo del libro; los libros aún con el tejuelode la biblioteca pública, tomados en préstamo por una o dossemanas... Otros están enfrascados en periódicos, revistas...Así son las cosas. La cultura que dicta los rumbos del mundocontemporáneo desde sus empresas y universidades, lacultura que acumula una proporción de premios Nobel porhabitante superior a cualquier otra, es una de las culturasmás lectoras de la Tierra.

No es un caso único: los visitantes de Japón observantambién sorprendidos la proliferación de lectores públicos,hasta tal extremo que hay una figura que ha necesitado laacuñación de una palabra nueva en su lengua: "el-que-lee-de-pie-en-la-librería". Sí: estos lectores ávidos y de pocodinero, a los que se consiente su actividad silenciosa junto ala mesa con las novedades, son otro exponente de cómolectura y avance van juntos...

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Porque (llegamos a un nuevo flanco vital), allí donde elsistema educativo no pueda acompañarnos más; allí dondelos hogares, por motivos históricos o económicos, no puedanproporcionar los medios para crecer en la lectura, unapotente red de bibliotecas modernas y bien dotadas es ellugar donde adquirir los medios para seguir. ¿Hay querecordar cómo las sociedades más lectoras y avanzadas delmundo abundan también en bibliotecas abiertas a todos? Laspequeñas bibliotecas suecas, donde los niños aprenden a ir ajugar con libros; las bibliotecas públicas americanas, dondecualquier ciudadano busca —y encuentra— el dato que lefalta, el libro que necesita para su hobby. Y en todo el mundoavanzado los bibliotecarios han devenido, además,particulares Ariadnas de las telarañas electrónicas (guiando asu público también en la Web), en una demostración decómo lo antiguo y lo nuevo muchas veces se puedencomplementar...

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Volvamos un momento sobre la consolidación de loshábitos lectores. Para aprender a leer hay que leermucho (como para montar en bicicleta, o paranadar, hay que hacerlo mucho).

Y por fortuna, hay mucho que leer. El mundoeditorial español es especialmente rico, no sólo ennúmero de nuevos libros al año, sino en la calidad desus contenidos, e incluso en aspectos materiales decomposición o de fabricación. Un paseo por nuestraslibrerías es en sí mismo toda una invitación a lalectura. Sin esta oferta, constantemente presente enlas librerías, y remansada en las bibliotecas públicasy de las instituciones, no habrá tantas ocasiones yacicates para lanzarse a la lectura. Y por tanto, nohabrá un número considerable de buenos lectores. Ypor tanto, nuestros jóvenes, nuestros profesionales,nuestros investigadores, no estarán preparados paraconvertir la información en conocimiento.

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Podría pensarse que la actual proliferación de equipos informáticos con acceso a la red (crecientemente en lasescuelas, también en muchos hogares) puede bastar para suministrar motivos de práctica lectora, y materialespara ejercerla. No es así: la lectura a través de la red está por lo general al servicio de la búsqueda de datos, deasimilación de informaciones breves. Nadie lee una novela extensa, un ensayo largo en pantalla (entre otrascosas, porque es muchísimo más incómodo). Y la lectura detenida y extensa es la que más forma los hábitoslectores, los automatismos y las capacidades de una extracción eficiente de información. Por no hablar de laarticulación interior y de la capacidad del diálogo con los otros, sobre la que pronto tendremos que decir algo.Para educar en la lectura siguen siendo necesarios los libros, porque los libros son las mejores máquinas deleer.

Cuentan de don Jacinto Benavente, dramaturgo y uno de nuestros premios Nobel, que al presenciar losavances de la cinematografía (el sonido, la aparición del color, las promesas de cine en tres dimensiones,...)comentó: "Con tanto mejorar el cine, ¡van a acabar por inventar el teatro!". Ya existen dispositivos dotados conpantallas para leer, aunque aún son imperfectos. Se anuncian (aunque habrá que esperar a verlos) el "papelelectrónico", y la "tinta electrónica", que al final serán láminas flexibles, con letra bien legible sobre ellas.

Pues bien: cuando hayan reinventado el papel será tan bueno leer sobre estos dispositivos electrónicos comosobre un libro tradicional, pero antes no...

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¿Es realmente así? ¿Podemos afirmar sin dudas quela riqueza y diversidad de la oferta editorial, unida ala acción de la escuela en iniciación y promoción dela lectura, y al hogar y las bibliotecas públicas comomedio para su consolidación, son nuestras basesmás sólidas para preparar a nuestros ciudadanospara la sociedad de la información?

Radicalmente, sí.

Puede que esta afirmación no suene muy a la moda:parece más oportuno demandar equiposinformáticos en las escuelas y hogares (que porsupuesto, está muy bien que tengan), y tarifaseconómicas y calidad para las conexiones a Internet(que son claramente necesarias). Cualquier personasensata se uniría a estas peticiones, que además, sepueden cumplir rápidamente, mientras que mejorarnuestras escuelas y bibliotecas, mover nuestrasociedad hacia la lectura —no nos engañemos—llevará necesariamente años...

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Pero si no lo hacemos, nuestros ciudadanosacabarán accediendo a las redes sólo para comprar ybajarse canciones, para charlar y pescar un dato (loque está muy bien), pero carecerán de la habilidadde navegar con eficiencia y aprovechamiento losocéanos de información. No sabrán utilizar suscontenidos y construir con ellos un conocimientoque además luego puedan comunicar...

Porque tras la práctica de la lectura hay algo más,difícilmente mensurable, pero tan básico que no hepodido sino dejarlo para el final. La lectura (al ladode la influencia de los padres, de los buenosprofesores) forma en la construcción de unaarticulación intelectual. Hacia el interior: en la formaen que se organizan nuestros mundos conceptualesy sensibles, en el modo en que integramos enconjuntos coherentes las miríadas de retazos deluniverso que nos rodea. Hacia el exterior: en laforma en que aprendemos a jerarquizar, sopesar ymodular lo que hemos atesorado dentro, paratransmitírselo a otros.

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La práctica de la lectura entrena en la comunicación con el otro, tanto como forma interiormente: leer (ficcióno ensayo, un libro de cocina o una guía) es hacerse momentáneamente otro, es percibir en propia carne losesfuerzos con los que un autor ha tratado de trasmitirnos las desdichas de dos amantes o la elaboración de unplato delicado. Y el autor se ha dirigido, salvando a veces abismos de tiempo y espacio, a la idea que tenía desus lectores. En el choque entre el lector soñado por el autor y nuestras reales expectativas lectoras es dondesurge la tensión de la apropiación intelectual.

Leer es pactar, más que recibir.

Y eso es básico hoy en día: cada vez más. A diferencia de los medios tradicionales, la Internet es un canal queva de muchos hacia muchos: el ciudadano de la red es tanto un receptor, un usuario de informaciones, comoun emisor, un creador de mensajes destinados o a una persona (correo electrónico), a un grupo (listas dedistribución), o al público (webs, páginas personales). Hoy se rehacen empresas enteras sobre la base de lagestión del conocimiento, que no es otra cosa que el reconocimiento de que lo básico es la circulación del saberentre sus miembros. Y la práctica de la lectura no es sólo un entrenamiento para la comprensión, para ladecodificación, sino la base más firme para la comunicación con otros.

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Ahora sabemos que quienes, desde el sistemaeducativo y las editoriales, desde los hogares ybibliotecas luchaban por la lectura, estabantambién trabajando por la sociedad de lainformación y del conocimiento: antes de queexistiera.

La sociedad en su conjunto tiene que defender lapráctica extensa y gozosa de algo en lo que ya nonos jugamos sólo la pervivencia cultural, sino laentrada en la sociedad del mañana.

Esto no es una conclusión. Esto es —deberíaser— el comienzo de algo muy grande. Como elsoñador de Lovecraft, hemos descubierto que laciudad mítica y dorada que perseguimos seencuentra ya ante nuestros ojos, la poseemos. Yatenemos la llave de plata.Usémosla.

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Escritor, experto en nuevas tecnologíasaplicadas a la educación, lingüista,lexicógrafo, editor (su último cargoempresarial fue la dirección de Taurus) yestudioso de la edición. Ha impartido cursosy dado conferencias en numerosasuniversidades nacionales y extranjeras. Autorde los libros La lectura y la sociedad delconocimiento (2001); La edición electrónica ymultimedia (1996); dirigió la compilación Lalectura en España. Informe 2002. Formaparte de los consejos de la Sociedad para laHistoria del Libro y de la Lectura, y de laBiblioteca Virtual Miguel de Cervantes.Asesora una línea de investigación yseminarios en la Residencia de Estudiantes(Madrid). Lleva más de una décadaincidiendo sobre temas de ediciónelectrónica.

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Documento base: LA LECTURA Y LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO,JOSÉ ANTONIO MILLÁN, Madrid, 2008

Luis Alfredo Cuenca Ojeda

Carlos Andrés Cuenca Ludeña

Muchas gracias por su gentil atención, compañeros. ¡Hasta pronto!

Loja, marzo del 2009