la laicidad uruguaya y el desafío del siglo xxi final
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La Laicidad
Uruguaya
Y EL DESAFO DEL SIGLO XXI
ULISES GASTN PIOLI
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Contenido
Prlogo .................................................................................................................... 1
Presentacin ............................................................................................................ 3
Captulo 1. Factores que incidieron en la consolidacin de la laicidad ................... 13
El pensamiento y la accin artiguista ............................................................................................. 13
El debate constituyente de 1830 ..................................................................................................... 19
La realidad del pas luego de la independencia ............................................................................. 20
La influencia garibaldina ............................................................................................................... 28
Las vertientes religiosas y espirituales de la poca ........................................................................ 29
El movimiento de los jvenes racionalistas .................................................................................... 34
El papel fundamental de Jos Pedro Varela .................................................................................. 36
El aporte modernizador de los inmigrantes ................................................................................... 45
La impronta batllista ...................................................................................................................... 48
Los actos legislativos y administrativos que pavimentaron el camino .......................................... 54
Captulo 2. El modelo uruguayo ............................................................................ 57
Generalidades ................................................................................................................................. 57
La laicidad constitucional .............................................................................................................. 58
Visin comparativa con otras realidades ....................................................................................... 60
La compatibilidad entre laicismo y laicidad .................................................................................. 63
El laicismo y la identidad nacional ................................................................................................. 64
Intentos para reducir la influencia del laicismo ............................................................................. 66
El laicismo de manifiesto una vez ms ........................................................................................... 68
Captulo 3. Pilares que la sustentan ....................................................................... 69
Libertad de conciencia ................................................................................................................... 69
Libertad de expresin ..................................................................................................................... 74
La tolerancia, esa sabia y dulce dama ............................................................................................ 75
Captulo 4. Enemigos que la acechan .................................................................... 79
Generalidades ................................................................................................................................. 79
Origen del fundamentalismo .......................................................................................................... 80
El fundamentalismo islmico ......................................................................................................... 81
Otras formas del fanatismo fundamentalista ................................................................................. 85
Captulo 5. El gran desafo: rescatar a la Educacin Pblica ................................. 87
Conclusiones .......................................................................................................... 99
Bibliografa consultada ......................................................................................... 103
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La cuestin est entre la libertad y el despotismo
Jos Artigas
Ser libre no es solamente desatarse las propias cadenas
sino vivir de una forma que respete
y mejore la libertad de los dems Nelson Mandela
La civilizacin es una carrera entre la educacin y la catstrofe
Herbert George Wells
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1
PRLOGO
Uruguay es un pas laico desde hace casi un siglo, y todos los uruguayos de hoy, ms all de las creencias individuales que cada uno tiene derecho a
tener o a no tener, hemos crecido al amparo de ese mbito de libertad,
igualdad y tolerancia que nos han llevado a reverenciar estos valores como
parte de nuestra identidad nacional.
Nuestros credos, cualesquiera fueren o la ausencia de ellos, no han sido
obstculo para que podamos disfrutar de los beneficios de una convivencia
social sin presiones sobre nuestra conciencia o la de nuestro prjimo.
En este trabajo nos referiremos a la gnesis y al proceso de consolidacin
de la laicidad que comenz en 1861 y culmin ms de medio siglo despus,
en 1918. Escudriaremos sus caractersticas principales y, subrayando la
importancia que tiene para el modo de ser de los uruguayos, veremos los
pilares que la sustentan.
Procuraremos tambin alertar sobre los potenciales enemigos que la
acechan. Porque, como la vida no es un lecho de rosas, nuestra sociedad y
la laicidad han sufrido las vicisitudes propias del paso del tiempo y hay
muchas cosas para hacer si queremos preservar lo conquistado.
Haremos especial hincapi en el desafo ms importante que tenemos a esta
altura del siglo XXI: la urgente adecuacin de nuestra Educacin Pblica a
las necesidades del presente partiendo de la laicidad, que sigue siendo la
mejor herramienta para asegurar un trato equitativo a todos los ciudadanos.
Entre la documentacin revisada y otros materiales consultados destacamos
el clsico libro de Arturo Ardao1 sobre Racionalismo y Liberalismo en el
Uruguay, editado hace ms de cincuenta aos, con su cuidadoso inventario
sobre la evolucin del pensamiento en la segunda mitad del siglo XIX.
Tambin el mucho ms reciente trabajo colectivo de Gerardo Caetano2 y
otros, titulado El Uruguay Laico, Matrices y Revisiones, de abril de 2013, que procura auscultar hasta donde el laicismo y la laicidad han
dejado huellas indelebles y cunto puede haber de mito en su valoracin.
Deseamos tambin mencionar el completo trabajo, que profundiza sobre la
figura de Jos Pedro Varela y su obra, realizado por el Esc. Jaime
1 (1912-2003), Filsofo e historiador del pensamiento uruguayo.
2 (1958-) Historiador y politlogo.
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2
Monestier3 con el ttulo de El Combate Laico que ofrece abundante
documentacin la cual recomendamos a quien pretenda ahondar sobre la
obra del gran reformador.
Todo ello, sin perjuicio del resto de la bibliografa, fundamentalmente
historiogrfica, que fuimos leyendo a lo largo del tiempo y consultado
especficamente para este trabajo, como lo consignamos al final del ensayo.
Nuestro trabajo no pretende aportar originalidades, porque es mucho y de
muy buena calidad lo publicado hasta ahora sobre la laicidad y su
influencia en nuestro comportamiento como nacin.
Pero abrigamos la esperanza de contribuir con este modesto aporte a
mantener viva la llama de una antorcha que, a pesar de los embates del
tiempo transcurrido, ha acompaado en el camino hasta nuestros das a
tantas generaciones de uruguayos.
3 (1925- ) Escribano y escritor de ficcin, quien obtuviera en 1992 con El Combate Laico el
Premio Ensayo Histrico del Ministerio de Educacin y Cultura.
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3
PRESENTACIN
Adems de los ribetes histricos, necesarios para contextualizarlo, este ensayo tendr un enfoque poltico, en el ms alto sentido del trmino,
porque todo lo relacionado con la libertad, incluyendo la laicidad, es
bsicamente de raz poltica.
Si bien no podemos evitar la influencia de nuestras convicciones liberales y
contrarias a los dogmatismos, procuraremos por todos los medios mantener
la objetividad en el tratamiento de la temtica.
Este aporte tendr tambin inevitablemente una cuota de emotividad,
porque nos referimos a valores que integran nuestra matriz nacional, los
que pretendemos recordar y mantener vivos.
Como, en su sentido etimolgico, recordar proviene de re-cordis, que
significa volver a pasar por el corazn, nuestras opiniones reflejarn no solo nuestro pensamiento sino tambin nuestros sentimientos y emociones.
La laicidad, al igual que la propia identidad nacional con la que se fue
forjando en paralelo, estuvo influida por una variedad de factores
interactuantes pero existi un hilo conductor que las marc a fuego a
ambas: el amor de los uruguayos por la libertad.
El mismo que nos legaron los primeros pobladores indgenas de estas
tierras, y luego los gauchos, interpretado magnficamente desde los
comienzos de la patria por el pensamiento y la lucha de Jos Artigas4.
Esa fuerza inicial fue armoniosamente complementada con la apertura del
pas hacia el exterior, que permiti el ingreso sin restricciones de un fuerte
flujo migratorio y de nuevas corrientes de pensamiento, provenientes
fundamentalmente de Europa y de los EE.UU., que ayudaron a modelar ese
espritu libertario con ideas de avanzada.
La nacin uruguaya, una comunidad espiritual, como sola definirla con admiracin y cario Wilson Ferreira Aldunate
5, conjuga, en su
funcionamiento como tal, tres valores que fueron consolidndose
paulatinamente con el paso del tiempo, a partir de la gesta artiguista, y hoy
4 (1764-1850) Militar, estadista y mximo prcer uruguayo. Conductor de la nacin oriental en
el xodo (1812), recibi en vida el reconocimiento como Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres. 5 (1919-1988) Diputado, Senador, Ministro, candidato a la Presidencia y lder del Partido
Nacional hasta su fallecimiento en 1988. Trabaj, con su prestigio personal, para garantizarle con su Partido la gobernabilidad al primer gobierno luego de la restauracin democrtica.
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se entrelazan y retroalimentan para conformarla, fortalecerla y protegerla:
la libertad, el republicanismo y la laicidad.
La contundente y atinada afirmacin de Ferreira se alinea con el
pensamiento del maestro del Derecho Constitucional uruguayo, Justino
Jimnez de Archaga6 --para mucho simplemente Justino--, quien en su
Panorama Institucional del Uruguay a mediados del Siglo XX 7 haba
incluido una definicin de lo que para l representaba la prctica del
Derecho Constitucional en el pas y a modo de sntesis expresaba que
Nuestro pas es una comunidad en la que imperan las ideas de igualdad y libertad en su concepcin ms depurada. Esto es visible en las leyes
tanto como en la realidad social.
El Uruguay ha sido efectivamente, desde sus inicios, una comunidad de
hombres y mujeres donde, desde muy temprano en su historia, fueron
sembradas las semillas de la libertad, la igualdad y la tolerancia, que
primero nos fortalecieron puertas adentro y luego hicieron germinar nuestra
imagen, de pequeo gran pas, hacia el exterior.
Luego, y en buena medida por influencia de la escuela laica, fuimos
formados desde nios en la bsqueda de la verdad por medio de la razn,
sin apartarnos de la tolerancia hacia las ideas y las verdades de los otros
La verdad que encontremos ser siempre subjetiva, es decir nuestra, contingente y relativa, en tanto puede ser cambiada en el curso del tiempo,
porque la bsqueda de la Verdad, incluyendo las grandes y permanentes
interrogantes de los seres humanos, que sin dudas constituye un esfuerzo
dinmico y cotidiano desde los orgenes de la humanidad, ha sido y ser
siempre una tarea inconclusa.
Nuestra laicidad ha constituido un modelo y un ejemplo para la regin en
que estamos insertos. Porque muy distinto hubiera sido alcanzarla en una
sociedad sajona que hacerlo, en una enmarcada por una influencia religiosa
tan enraizada, como lo ha sido y lo sigue siendo hasta nuestros das, al
menos para nuestros vecinos de comarca, la de la Iglesia Catlica Romana.
Lo nuestro fue una suerte de milagro laico, si es posible combinar ambos trminos que pareceran contradictorios, y en el trascurso del presente
ensayo, trataremos de explicar por qu.
6 (1910-1983) El constitucionalista uruguayo ms reconocido, corredactor de la Declaracin
Universal de los Derechos Humanos, Presidente de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos y Decano de la Facultad de Humanidades. 7 Publicado en 1949 en la Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administracin, dirigida por el
procesalista y ex Decano de la Facultad de Derecho Eduardo J. Couture (1904-1956),
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5
El Uruguay tuvo algunos exponentes estelares en el camino de la libertad
de conciencia hacia la laicidad. Ya desde muy temprano, en los
campamentos artiguistas del Ayu, donde, fuimos nacin antes de ser un
Estado, el prcer comenz su lucha por esa libertad civil y religiosa en toda su extensin imaginable que plasm como una de las condiciones para el pacto interprovincial en las clebres Instrucciones del Ao XIII.
Medio siglo despus aparecera en la incipiente historia nacional la figura
de Jos Pedro Varela Berro8. Este hijo de dos familias patricias dedic casi
toda su corta vida, tempranamente malograda, a fortalecer el papel
imprescindible que la educacin popular debe tener en el proceso de
defensa y jerarquizacin de la libertad del hombre.
Junto a l entr en escena una notable generacin, integrada entre otros por
Prudencio Vzquez y Vega9, Jos Batlle y Ordez
10 y los jvenes
firmantes de la Profesin de Fe Racionalista11
, la mayora de quienes
tendran importante participacin en la vida intelectual, acadmica y
poltica de la Repblica.
Arturo Ardao seala con precisin que La separacin de la Iglesia y el
Estado la empez a agitar por primera vez en el pas Jos Pedro Varela a
mediados de la dcada del sesenta (y) su primera importante
fundamentacin doctrinaria la hizo Carlos Mara Ramrez12
en 1871, en
sus conferencias de la ctedra de Derecho Constitucional, defendiendo la
clsica frmula de Cavour: la Iglesia libre en el Estado libre13.
En la vereda de enfrente, alineados en las filas del pensamiento
conservador que defenda los postulados de la Iglesia Catlica y
particularmente de la corriente ultramontana, se alistaron otros intelectuales
de fuste quienes, ms all de las diferencias ideolgicas, le dieron brillo a
los debates. Cabe mencionar, entre los ms destacados, a Juan Zorrilla de
8 (1845-1979) Intelectual, periodista y poltico de Uruguay, reformador de la Educacin e
inspirador del laicismo y la laicidad en el pas; personaje central de este trabajo. 9 (1855-1882) Filsofo inspirador del espiritualismo uruguayo y opositor al positivismo.
10 (1856-1929) Poltico, lder del Partido Colorado y periodista, Presidente de la Repblica por
dos perodos: 1903 - 1907 y 1911 - 1915. Considerado el inspirador del Uruguay moderno. 11
Suscrita el 9 de julio y publicada el 14 de julio de 1872 en el Club Universitario con la firma de Justino Jimnez de Archaga, Carlos Mara de Pena, Alberto Nin, Carlos Mara Ramrez, Gregorio Prez,, Tefilo Daz, Jos Mara Perell, Juan Gil, Enrique Lavia, Carlos Gradan, Luis A. Reggio, Pablo De Mara, Anselmo E. Dupont, Luis Gil, Juan Carlos Blanco, Luis Piera, Duvimioso Terra, Antonio Carvalho Lerena, Eduardo Acevedo Daz, Luis Fosse, Daniel J. Donovan, Gonzalo Ramrez, Luis E. Pieiro, Jos Pedro Ramrez y Juan J. Archaga. 12
(1847-1898) Legislador, periodista, ensayista y narrador nacido en Brasil, co-fundador del Club Universitario, devenido en Ateneo de Montevideo y co-firmante de la Profesin de Fe Racionalista. 13
Ardao, Arturo. Racionalismo y liberalismo en el Uruguay, UDELAR, 1962.
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6
San Martn14
, Joaqun Requena15
, Francisco Bauz16
o Mariano Soler17
,
quienes tendran a su cargo el enfrentamiento intelectual con los portavoces
del racionalismo y el liberalismo.
Ms adelante iran apareciendo en el firmamento nacional otras figuras
imborrables, en campos tan dismiles como la poltica, las letras, la
filosofa, las artes plsticas, asociadas en su gran mayora al pensamiento
liberal: Pedro Figari18
, Domingo Arena19
, Jos Enrique Rod20
, Carlos Vaz
Ferreira21
, Luis Alberto de Herrera22
, Florencio Snchez23
, Emilio Frugoni24
Baltasar Brum25
, y otros de similar vala cuyos nombres integran lo mejor
de nuestra historia poltica y social con resonancia regional o mundial
Las ideas de vanguardia promovidas por Jos Batlle y Ordoez y sus
correligionarios ms cercanos desde principios del siglo XX, apoyados por
dirigentes liberales del Partido Nacional, como Eduardo Acevedo Daz26
,
Martn C. Martnez27
o Lorenzo Carnelli28
, y por otros ciudadanos
progresistas fuera de los partidos histricos, como el mencionado Frugoni o
Pedro Daz29
, permitieron en el campo interno la aprobacin de una
legislacin que coloc al Uruguay en el primer plano de las reformas
sociales en Amrica.
14
(1855-1931) Escritor de reconocida trayectoria, conocido como el Poeta de la Patria, periodista, docente y diplomtico uruguayo, defendi en la prensa la posicin de la Iglesia en los debates con los racionalistas y liberales en las ltimas tres dcadas del siglo XIX. 15
(1808-1901) Abogado, escribano, codificador, catedrtico de Procedimientos Judiciales, Ministro de Estado y Rector de la UDELAR. 16
( 1849-1899) Docente, poltico y escritor uruguayo 17
(1864-1908) Sacerdote, primer Arzobispo de Montevideo, intelectual destacado en ciencia y filosofa. 18
(1861-1938) Pintor, abogado, poltico, escritor y periodista uruguayo. Una de las figuras ms destacadas de la pintura latinoamericana. 19
(1870-1939) Abogado, periodista y poltico uruguayo de origen italiano, considerado como uno de los personajes fundamentales del Batllismo y del Partido Colorado. 20
(1871-1917) Uno de los ms grandes pensadores del Uruguay; escritor, profesor, periodista, ensayista, crtico literario, filsofo, poltico. 21
(1872-1958) El filsofo uruguayo ms importante, fue Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias. 22
(1873-1959) Poltico, periodista e historiador uruguayo, conductor del Partido Nacional durante ms de 50 aos y una de las principales figuras polticas en el siglo XX. 23
(1875-1910) Dramaturgo y periodista uruguayo, considerado una de las figuras principales del teatro mundial. 24
(1880-1969) Poltico socialista, abogado, escritor, poeta, decano de la Facultad de Derecho y parlamentario durante varios perodos (fue el primer diputado socialista en el Uruguay). 25
(1883-1933) Poltico uruguayo perteneciente al Partido Colorado, abogado, diplomtico y, Presidente de la Repblica entre 1919 y 1923. Sacrific su vida por la libertad para resistir la dictadura de 1933. 26
(1851-1921) Escritor, periodista y poltico uruguayo perteneciente al Partido Nacional, al que luego abandona radicndose en Buenos Aires hasta su muerte. 27
(1859-1946) Abogado y poltico uruguayo perteneciente al Partido Nacional. 28
(1887-1960) abogado y poltico uruguayo perteneciente al Partido Nacional. 29
(1874-1968) Poltico y abogado, conductor del Partido Liberal y diputado entre 1911 y 1914.
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Esa posicin de avanzada se verific tambin en el terreno internacional
donde el pas se destac a pesar de su mnimo peso demogrfico. Por
ejemplo, cuando el mundo conoci la llamada doctrina uruguaya en el marco de las negociaciones durante la Primera Guerra Mundial, o cuando
el mismo Batlle y Ordoez present las ideas de la asociacin de naciones
y del arbitraje obligatorio como forma de resolucin de conflictos, mucho
antes de la creacin de la ONU.
Del mismo modo, son dignos de mencin el trabajo desplegado en la
Sociedad de las Naciones por Baltasar Brum y por diplomticos de gran
fuste como Juan Antonio Buero30
, el apoyo uruguayo a la idea del
panamericanismo, la solidaridad con la Repblica Espaola contra el
franquismo durante la Guerra Civil o el esfuerzo diplomtico para
contribuir a consolidar el Estado de Israel en 194831
, por citar algunos
jalones de nuestra poltica exterior.
No fue obra de la casualidad, pues, que para la primera mitad del siglo
pasado el Uruguay hubiera alcanzado el reconocimiento internacional por
su grado de madurez poltica y social como prcticamente ningn otro pas
de la regin en el Sur de las Amricas.
Analizando nuestra evolucin histrica, muchas veces nos hemos
preguntado: Dnde radica el secreto misterio para que la sociedad
uruguaya haya podido generar, en distintos momentos estelares de su
temprana historia un nmero impensado, para un pequeo pas con el peso
demogrfico del nuestro, de protagonistas de tan alto nivel, que llevaron
adelante las ideas innovadoras provenientes del mundo ms desarrollado?
Sin pretender tener una respuesta que satisfaga la pregunta en todas sus
facetas, creemos que la misma debe relacionarse con algunas de las
caractersticas socio-demogrficas del pas de entonces.
Por un lado, la organizacin de la vida productiva y comercial, que llev a
tambin a concentrar la actividad intelectual y cultural en la capital --sin
desconocer las dificultades de funcionamiento que ello le ha acarreado al
pas--, y la ubicacin estratgica del puerto de Montevideo.
ste ha sido el autntico portal del pas, valga la redundancia. Por l
entraba todo. No solamente los bienes del comercio, sino que tambin
permita un acceso fluido de personas y publicaciones que traan de primera
mano las novedades provenientes de Europa y tambin de los EE.UU. 30
(s/d) Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Baltasar Brum (1919 -1923). 31
Actividad desplegada por el Dr. Enrique Rodriguez Fabregat (1895-1976), quien realiz como Embajador ante la ONU un aporte fundamental para la creacin del Estado de Israel.
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Por otro lado, la forma en que se fue consolidando su poblacin ayuda a
despejar la interrogante planteada. El ncleo inicial, constituido por una
masa criolla de pequea dimensin, y el aporte de un contingente
autctono, acostumbrado a vivir en la ms absoluta libertad, formado por
indgenas de varias etnias amerindias32
, que luego por la va del mestizaje
contribuyeron a conformar la figura del gaucho33
, recibi con los brazos
abiertos a las corrientes migratorias que, en un nmero muy significativo,
influyeron notablemente en esa base frtil, jugando un papel decisivo.
Desde mediados del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX, los
inmigrantes dotaron a esta pequea comarca de una renovada, y
renovadora, fuerza intelectual y moral que, a la par de ayudarla a
conformar una identidad nacional bien distinta del concierto regional,
contribuy a hacerla conocida y respetada en los centros del poder mundial,
mucho ms que lo que se poda esperar si se le juzgaba solamente por su
tamao territorial o por su volumen poblacional.
El mencionado Wilson Ferreira, al ser interrogado alguna vez en el exterior
acerca de dnde descendan los uruguayos, supo responder con la agudeza
intelectual que lo caracterizaba: de los barcos.
Carlos Maggi34
, con ese poderoso sentido de sntesis que adorna su
polifactica personalidad, viene a nuestro auxilio, para fortalecer el
mensaje, cuando afirma que: El prodigio cultural de transformar el modo
de ser de los uruguayos estuvo a cargo de los inmigrantes y de la escuela
vareliana35.
Nos permitimos agregar que los uruguayos tuvimos tambin, adems de los
ilustres ciudadanos arriba mencionados, otro pilar nacido en Italia, pero
recibido en adopcin espiritual por la mayora de nuestra gente, con la que
comparti su espritu republicano y liberal.
Se trata de Jos Garibaldi36
, quien primero dej una huella imborrable en
nuestra patria, y luego ayud a terminar con el poder temporal del papado
en Roma. Esa fue una contribucin fundamental, con repercusin mundial
32
Charras, Guenoas, Minuanes, Bohanes, Arachanes, Chan-timbes, Yaros, Guayans y Guaranes, que se distribuyeron agrupados en distintas partes del territorio de la antigua Banda Oriental. 33
Campesino-jinete de las llanuras y adyacentes de Argentina y Uruguay, tambin presente en Paraguay y el Sur del Brasil y de algn modo en el Sur de Chile y el Chaco boliviano. Se identificaba por su condicin de hbil jinete y por su vnculo con la cra de vacunos en la regin. 34
(1922-) Abogado, historiador, escritor, dramaturgo y periodista. 35
Prlogo de El pensamiento de Jos Garibaldi de Francisco Faig, 2008, Arca Editorial. 36
(1807-1882) Marino militar y poltico italiano, vivi en Uruguay y defendi al gobierno constitucional en la Guerra Grande; pilar de la Unidad de Italia.
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que tuvo tambin, a nuestro juicio, gran influencia en nuestra tierra, para la
concrecin de una laicidad que ha contribuido sobremanera a nuestro
prestigio fuera de fronteras.
No pretendemos hacer una apologa chovinista de la laicidad y del laicismo
sino que modestamente intentamos mostrar el importante papel que han
jugado para la construccin de un modelo que nos identifica y distingue, y
al mismo tiempo sealar que tenemos, para con nosotros y para con
aquellos que nos las legaron con esfuerzo y coraje cvico, la obligacin
moral de protegerlas y defender su vigencia.
Por esto ltimo, consideramos de imperiosa necesidad alertar sobre los
riesgos que corre la sociedad si nos apartamos de la laicidad y nos dejamos
ganar por los fundamentalismos, los dogmatismos u otras formas de
fanatismo. O si permitimos que los corporativismos sustituyan a los
canales democrticos de decisin en aspectos claves de la gestin social y
educativa del Estado.
Nuestra laicidad se nutre de la combinacin virtuosa de la razn con la
tolerancia y ambas, entrelazadas en armona, complementan y fortalecen la
libertad de conciencia.
Sin la tolerancia, la razn puede volverse excesivamente absoluta y
conducirnos a actitudes soberbias, vanidosas, narcisistas, que pierdan el
sentido del respeto por las ideas y las verdades de los dems, que son las
que complementan y convalidan cuanto podemos encontrar de verdad en
nuestros propios pensamientos.
Hace ms de tres siglos el clebre filsofo ingls John Locke37
, pionero del
liberalismo, manifestaba que slo una va es la que lleva a la salvacin,
pero entre las mil veredas que caminan los hombres es difcil saber cul
es la verdadera y el gobernante se muestra impotente para saber mejor
que cualquier hombre particular cul es el camino adecuado38.
Sin perjuicio de ser devoto de la Iglesia anglicana, Locke sostena la
necesidad de creer en la libertad de culto. Por ello combati toda su vida
los intentos por imponerle a los dems determinado dogma por la fuerza.
Sostena adems que el Estado no deba interferir en lo religioso, materia
que deba permanecer en el mbito privado de las personas.
37
(1632-1704) Pensador ingls considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno. 38
Locke, John. Carta sobre la Tolerancia, 1689.
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Llegaba a esta conclusin despus de mostrar que el Estado es una
sociedad de hombres que tiene como fin superior el promover los derechos
fundamentales de la persona humana que son, por ejemplo, la vida, la
libertad, la propiedad, etc.
Pero este maestro del pensamiento liberal crea que el Estado tambin tena
lmites. Y afirmaba que "la jurisdiccin estatal no puede ser extendida
bajo ningn pretexto a la salvacin de las almas". En contrapartida,
separando claramente las aguas argumentaba que la Iglesia tampoco
puede interferir en los asuntos del Estado, ya que su funcin es la salvacin de las almas y no velar por los intereses civiles39.
Mucho antes, hace ms de dos mil aos, Jess de Nazaret haba expresado
con sabidura dad al Csar lo que es del Csar y a Dios lo que es de Dios, marcando la distincin entre los temas del espritu y los temas terrenales, que deban ir por carriles separados. Aunque la Iglesia Catlica
Romana, fundada tres siglos despus de su muerte, no sigui ese camino.
El liberalismo poltico, a partir de Locke, se vio enriquecido con el paso del
tiempo por el aporte de numerosas figuras de gran vala.
Podramos nombrar muchas de gran valor para la humanidad pero optamos
por resumirlas en alguien que, por su ubicacin en tiempo y espacio, tuvo
una trascendencia fundamental: Thomas Jefferson40
, poltico, abogado,
filsofo y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de Amrica,
la democracia representativa ms antigua, que no ha sufrido ninguna
interrupcin desde aquel 4 de julio de 1776, hace casi dos siglos y medio, y
que sirviera de modelo al pensamiento liberal de Jos Artigas.
Transcribimos aqu un prrafo fundamental de su discurso pronunciado una
dcada antes del comienzo de la gesta artiguista, al asumir la Presidencia de
su pas, el 4 de marzo de 1801:
En la lucha de opiniones que hemos tenido, la viveza de la discusin y el espritu de partido han presentado a veces un aspecto que ha podido
engaar a extranjeros poco acostumbrados a pensar libremente, y a
publicar y escribir lo que piensan; pero hoy que todo est decidido por la
voz de la Nacin, anunciada por las frmulas de la constitucin, todas las
voluntades se someten y ceden a la voluntad de la ley, y se renen
dirigiendo su comn esfuerzo al bien general. Debemos tambin tener
39
Locke, John. ob.cit. 40
(1743-1826) Tercer Presidente de los EE.UU, considerado como uno de los Padres Fundadores de ese pas.
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presente este sagrado principio; que aunque la voluntad de la mayora
deba en todos los casos prevalecer, esta voluntad debe ser racional para
ser justa; que la minora posee derechos iguales, que iguales leyes deben
proteger, y que no pueden violarse sin incurrir en el crimen de opresin.
Unmonos pues, conciudadanos, moral y fsicamente, estrechmonos con
esos lazos de armona y buen afecto, sin los cuales la libertad y aun la
misma vida pierden todo su hechizo. Reflexionemos que habiendo
desterrado de nuestra Patria, esa intolerancia religiosa, que en la serie de
los siglos ha costado al gnero humano tantas lgrimas y tanta sangre,
habramos ganado muy poco, si dejramos subsistir entre nosotros esa
intolerancia poltica tan tirnica como criminal, sola capaz de engendrar
atroces y sangrientas persecuciones.
Las palabras de Jefferson son emblemticas del pensamiento liberal,
democrtico y republicano, en su ms amplia acepcin y tienen en nuestros
das absoluta vigencia.
Lamentablemente seguimos viendo en el mundo contemporneo, como
contracara, que las mayoras suelen actuar despreciando los derechos de las
minoras, tanto en el campo poltico como en el social o el religioso y
siguen existiendo pueblos y naciones enteras que se encuentran dominadas
por los dogmatismos y fundamentalismos de variada ndole.
En la actualidad estamos expuestos con ms intensidad que nunca a esas
corrientes que van a contramano de la historia, dado que la globalizacin y
la apertura comunicacional del ltimo cuarto de siglo hace que todo llegue
ms rpido, no solo lo positivo, hasta estas, otrora lejanas, costas del Sur.
Pero los dogmatismos, fanatismos, totalitarismos y toda forma moderna de
fundamentalismo, en la medida que intentan propagarse por el mundo,
chocan contra un muro difcil de franquear: la libertad de pensamiento, o
libertad de conciencia.
La laicidad juega un rol fundamental como garante de esta libertad bsica.
Los uruguayos nos hemos formado en un ambiente laico, que no significa
de ningn modo que sea contrario a la religin. Ese es el quid de la
cuestin.
Las religiones, todas ellas, y cualquier expresin de espiritualidad que
manifiesten los ciudadanos, deben ser escrupulosamente respetadas en el
Uruguay, por mandato constitucional, y son consideradas del dominio
privado de las personas, ajenas a la intervencin del Estado, que en la
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12
materia, segn se desprende del texto constitucional, es abstencionista,
como veremos con mayor detalle en el captulo respectivo.
Por tanto, si tuviramos que resumir en pocas palabras el valor de nuestra
grifa de pas en el mundo, diramos que la laicidad constituye ese valor
diferencial que, integrado a la identidad nacional, ha contribuido a
amalgamar y fortalecer nuestra comunidad espiritual.
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CAPTULO 1. FACTORES QUE INCIDIERON EN LA
CONSOLIDACIN DE LA LAICIDAD
Cuando la reforma constitucional de 1918 introdujo la laicidad en el Estado, separndolo de la Iglesia Catlica, no hizo sino consagrar en el
texto de nuestra Carta Magna lo que se haba ido gestando durante ms de
medio siglo, por una sucesin de leyes, decretos y actos administrativos
que pavimentaron paulatinamente el camino.
La consolidacin de la laicidad fue influida por diversos factores, que
coadyuvaron para que el Uruguay alcanzara un grado de libertad religiosa
que ha sido ejemplo para la regin y el mundo.
EL PENSAMIENTO Y LA ACCIN ARTIGUISTA
Artigas tuvo, desde la poca de la Patria Vieja, una incidencia decisiva en el pensamiento poltico nacional. El prcer impregn el espritu y la
conciencia de nuestro pueblo con ideas de
avanzada, desde los episodios que culminaron
con el xodo, que constituy la primera
manifestacin nacional, an antes de la existencia
del Estado.
Hasta hoy permanecen grabados a fuego en el
espritu de los uruguayos aquellos cortos
enunciados que ilustran sobre la esencia liberal,
democrtica y republicana del pensamiento
artiguista. Son mandatos morales, que hoy siguen
emocionando desde el fondo de la historia y que a
la vez motivan y promueven la necesidad de
honrarlos y cumplirlos, como, por ejemplo: la
cuestin est entre la libertad y el despotismo, mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana o sean los
orientales tan ilustrados como valientes.
Cada vez que repasamos su vida y su obra acentuamos nuestra conviccin
de que, si su actuacin hubiera tenido lugar en algn otro de los pases de
las Amricas, con mayor territorio, poblacin y visibilidad internacional, la
repercusin mundial de su nombre hubiera sido muchsimo mayor.
Eduardo Acevedo41, en su famoso Alegato Histrico, deca que para
41
(1857-1948) Abogado, periodista y docente universitario, a la vez que un notable historiador, especializado en la obra de Artigas. Fue rector de la UDELAR y ocup varios cargos de gobierno en tres dcadas de actuacin pblica.
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calibrar verdaderamente la figura de Artigas no llevaremos nuestra
pasin hasta colocarlo en la lnea de los Bonaparte ni Washington; pero
no es posible dejar de reconocer en l al primer jefe que tuvo nuestra
magnfica revolucin de 1811 y al que ech en esta tierra los cimientos de
la libertad 42. Con su florida prosa, lo que quiso significar fue que, en una comparacin con prohombres panamericanos, para superarlo haba que
elevar la mira, por ejemplo, hasta estadistas de la talla de George
Washington, padre de la Independencia y primer Presidente de los Estados
Unidos.
El recordado historiador debe haber sido probablemente quien con ms
sentido de justicia ha estudiado a Artigas y al artiguismo y lo reivindic
frente a la leyenda negra que le haban tejido desde el otro lado del Plata. A
pesar de que la obra de este autor tiene ms de un siglo, sigue siendo un
mojn insustituible de nuestra historiografa. Su estudio fue tan profundo y
abarcativo que se preocup por la veracidad y la tica pero tambin por el
cuidado esttico de los contenidos, aunque ello significar contradecir a la
corriente mayoritaria en el estudio de la disciplina.
A modo de ejemplo recordamos uno de sus alegatos de la obra citada que
se titula Ni General ni Gervasio, donde explica por qu no debe usarse el segundo nombre al referirse al prcer aunque figure en su fe de bautismo
puesto que Artigas prcticamente nunca lo utiliz: Millares de oficios y
cartas publicados en ambas mrgenes del Plata o que permanecen
inditos en los archivos pblicos y particulares, suscritos por Artigas o
relativos a l, prueban irrecusablemente que se trata de una agregacin
pstuma, que slo tiene el mrito de afear el nombre del personaje43. Y aclara Acevedo que tampoco nunca recibi el grado militar de General,
agregando un concepto que lo distingue: la obra de Artigas es ante todo
de ciudadano. Fue militar porque era necesario que alguien mandara los
ejrcitos, pero su tarea es fundamentalmente cvica, de propaganda de
ideales, de elaboracin de caracteres y de formacin de pueblos44.
Artigas se destac ntidamente al sostener ideas de vanguardia como la de
la confederacin --y no del federalismo45
como se ha dicho muchas veces, a
42
Acevedo, Eduardo. Jos Artigas, Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres. Su obra cvica Alegato Histrico El Siglo Ilustrado, 1909 43
Acevedo, Eduardo Ob. Cit. 44
Acevedo, Eduardo Ob. Cit. 45
La confederacin se diferencia de la federacin en que en la primera los miembros mantienen altos niveles de autonoma y el poder central es limitado a determinadas reas, mientras que en la segunda los federados renuncian a una parte de sus competencias y el poder central es notoriamente ms fuerte. Ejemplo de ambas formas, respectivamente, son la
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nuestro juicio con error--, respetando la soberana individual de las
provincias del Ro de la Plata pero manteniendo el espritu de unin
mediante un pacto.
El pensamiento artiguista se manifest con difana claridad en el Congreso
de Abril, o de Tres Cruces46
, con el Discurso del 5 de abril de 1813 para
inaugurar dicho Congreso, --conocido como Oracin Inaugural u Oracin
de Abril--, las Bases para el Reconocimiento de la Asamblea General
Constituyente, aprobadas al da siguiente y las clebres Instrucciones de
1813 para los delegados47
de la Provincia Oriental, aprobadas el 13 de abril.
Estas piezas fueron complementadas ms adelante, desde la sede de
Purificacin, con el Reglamento Provisorio para Fomento de la Campaa y
Seguridad de sus Hacendados promulgado el 10 de setiembre de 1815, que
resultara revolucionario para la poca.
Al reverenciar a las Instrucciones como se ha hecho en recuerdo de su
Bicentenario en el presente ao, no debemos olvidar la importancia que
tuvieron esas instancias previas, que convierten al Congreso de Abril en
uno de los episodios claves de la gesta independentista iberoamericana.
Pero, a los efectos de este ensayo, resaltamos las Instrucciones porque las
mismas en su Art. 3 sentaron las bases o el punto de partida, de lo que, desaparecida Confederacin Helvtica, que hoy mantiene de esa idea solo el nombre, o los Estados Unidos de Amrica. 46
Convocado por Artigas en 1813 para consultar a los orientales sobre la posicin a adoptar en la Asamblea General Constituyente, que se realizara ese ao en Buenos Aires. 47
Fueron designados Mateo Vidal y Dmaso Larraaga por Montevideo; Dmaso Gmez Fonseca por Maldonado; Felipe Cardozo por Canelones; Marcos Salcedo por San Juan Bautista y San Jos, y Francisco Bruno de Rivarola por Santo Domingo de Soriano.
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ms de un siglo despus, sera la consolidacin de la laicidad en el Estado,
un modelo para la Amrica Hispana, aunque quizs esa no haya sido la
intencin de sus redactores, como comentaremos ms adelante.
Como bien dice Carlos Maggi, no son instrucciones de rutina, son un
texto maestro muy por encima de la prosa notarial; fijaron de modo
preciso, las ideas de Artigas. A juzgar por Barreiro48
quien, agregamos nosotros, que parece haber sido el redactor de la mayor parte de los textos y
compilador de la versin final--, la crema cultural de esta ciudad, gozaba
de una actualidad envidiable; el joven secretario estaba al da. En el texto
de su documento se amasaron los principios sustanciales para encuadrar
una repblica naciente; fueron coordinados con naturalidad, los
paradigmas ms admirables del pensamiento de occidente: el siglo de la
Ilustracin, la Enciclopedia, las experiencias polticas probadas en la
prctica para erradicar la monarqua aristocrtica. Todo un
aggiornamento intensificado a lo largo de dos siglos, haba consolidado
esa filosofa nueva, una pasin humanista cuya entrada estuvo vedada a
la Amrica hispana: no era fcil aqu y en 1813, pensar y sentir de
verdad que todas las personas tienen derecho al goce de su libertad y son
iguales ante la ley49.
Las ideas fuerza del pensamiento artiguista fueron de un indiscutible cuo
liberal y republicano y un profundo sentimiento de justicia social, porque el
Jefe de los Orientales no solo se interes en los temas polticos sino que
tambin se preocup por lo social y por la incipiente educacin del pueblo.
Sin perjuicio de que puede haber sido influido por los franciscanos, que
eran los ms liberales dentro de la Iglesia de entonces y de quienes recibi
su formacin bsica, su pensamiento se nutri fundamentalmente de los
ideales del liberalismo revolucionario de los Estados Unidos y de la
ilustracin francesa que se convirtieron en semillas de fcil siembra en el
espritu frtil de los orientales para luego germinar y florecer sobre el final
del siglo XIX y en los albores del siglo pasado, mucho antes de que el
marxismo echara races en la intelectualidad verncula.
En materia religiosa y espiritual Artigas tuvo algunas intervenciones
puntuales, que se complementan con el formidable enunciado del Artculo
3 de las Instrucciones, al que nos referiremos ms adelante. Desde el
comienzo de su gestin, se preocup por fomentar un verdadero clero
48
Miguel Barreiro (1789-1848), patriota y poltico, colaborador de Artigas, integr la Asamblea Constituyente y ocup diversos cargos en el novel Estado Oriental. 49
Artculo con su firma en la pgina editorial del diario El Pas el 7 de abril de 2013.
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nacional y la Iglesia local comenz a actuar con mayor autonoma,
provocando cambios notorios en la relacin con el clero de Buenos Aires.
Por su solicitud se le concedieron facultades extraordinarias a Dmaso
Antonio Larraaga50
, a la sazn Cura de la Matriz, quien las conserv hasta
que en 1825 fue nombrado Vicario de Montevideo y en 1830 ratificado
como Vicario Apostlico de todo el pas.
Si bien la fe catlica de Artigas, propia de la poca en que le toc vivir, es
indiscutible, la mencionada influencia franciscana y las nuevas ideas
provenientes del hemisferio norte lo llevaron a actuar, tambin en esta
materia, con un inconfundible criterio liberal. Pero su actitud en materia
religiosa merece algunas precisiones para comprender el alcance de sus
verdaderas motivaciones a efectos de evitar caer en algunas
interpretaciones excedidas de idealismo.
Cuando en el mencionado artculo 3 de las Instrucciones declara que se
promover la libertad civil y religiosa en toda su extensin imaginable est sealando un rumbo en lo espiritual que no es precisamente el de la
Iglesia ultramontana51
del siglo XIX. Sin embargo entendemos que esta
clusula debe ser interpretada con mesura puesto que no creemos que tuvo
el mismo significado que puede drsele en nuestros das.
Artigas, a nuestro modesto juicio, no busc en esa instancia promover la
separacin de la Iglesia y el Estado y ni siquiera podemos afirmar con total
certeza que se refera a la libertad de culto como la concebimos hoy.
Pensamos que su propsito era fundamentalmente asegurar la
independencia de Montevideo en la administracin religiosa con respecto al
centralismo de Buenos Aires, que se manifestaba tambin en esa materia.
Hubo otra intervencin de Artigas sobre temas religiosos, que tambin
merece ser citada y analizada. En el marco de un conflicto con las
autoridades eclesisticas de Buenos Aires que se extendi desde fines de
1815 a 1816, el Jefe de los Orientales se dirigi, por carta fechada el 25 de
noviembre de 1815, al Cabildo de Montevideo para obtener el retiro
inmediato de los curas enviados por Buenos Aires, solicitndole que
proponga algunos sacerdotes patricios, si los hay, para llenar esos ministerios y si no los hay, esperaremos que vengan, y si no vienen, acaso
con ello seremos doblemente felices. Si bien estas expresiones parecen
50
(1771-1848) Poltico, naturalista, botnico y religioso uruguayo, uno de responsables de la fundacin de la Biblioteca Nacional y colabor en la creacin de la Universidad. 51
Denominacin utilizada para designar al sector ms conservador de la institucin catlica romana, partidario y defensor del ms lato poder y amplias facultades del Papa.
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tambin tener un sentido anticlerical, insistimos en desestimar que el
rupturismo haya sido la intencin principal del caudillo.
A nuestro criterio fueron manifestaciones al calor del enfrentamiento con
Buenos Aires, dirigida contra maniobras polticas que buscaban vulnerar el
derecho de las provincias a la provisin de sus curatos y a la disponibilidad
de las rentas eclesisticas que deban percibir estos pueblos, con notable detrimento de ellos mismos, segn expresiones del propio Jefe de los Orientales.
Carlos Maggi, quien ha hecho, con sus estudios sobre Artigas, valiosas
contribuciones a la historia nacional y con cuyas opiniones hemos
aprendido mucho y en general coincidido, sostiene que detrs del
pensamiento del prcer volcado en las clebres Instrucciones estn los
postulados del anglo estadounidense Thomas Paine52
y que concretamente
el Art. 3 persigue un objetivo de libertad de culto y de laicidad.
Estamos de acuerdo con este prestigioso autor en cuanto a que dicho
artculo constituy la gnesis de lo que vendra despus pero, por lo
argumentado previamente, no adherimos en totalidad a su interpretacin.
Nos inclinamos a pensar que ste era un enfrentamiento derivado de la
rivalidad con Buenos Aires, y con los porteos y no un enfrentamiento con la Iglesia como institucin.
Porque creemos que, si bien Paine y los liberales de la Revolucin
Americana tuvieron gran influencia en Artigas y en su crculo ntimo, si la
intencin hubiera sido de una separacin formal con la tradicin catlica de
la poca, ello no hubiera sido expresado solamente en esa clusula de las
Instrucciones o en las lneas de la carta citada sino que hubiera existido una
fundamentacin ms clara, ms definitoria, con otras expresiones que no
hemos encontrado.
Tambin es lgico pensar que, si Artigas hubiera continuado al frente del
gobierno de la Banda Oriental, quizs hubiera profundizado sobre este tema
y definido mejor su posicin. Pero lamentablemente ello no ocurri y, sin
perjuicio del texto del Art. 3 y de la carta mencionada, no encontramos
otras -explicaciones contundentes que den pie a la teora que expone Maggi
con su convincente prosa.
52
(1737-1809) Poltico, escritor y revolucionario estadounidense de origen ingls. Promotor del liberalismo y de la democracia, considerado uno de los Padres Fundadores de los EE.UU. y autor de La Independencia de la Costa Firme justificada por Thomas Paine treinta aos ha.
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Aunque, ms all de cual haya sido la verdadera intencionalidad del prcer
al formular este pensamiento que qued inmortalizado en la historia,
creemos que la enunciacin del mismo gener una idea cuya fuerza, con el
correr del tiempo y a la luz de nuevas realidades, como ha sucedido con
otros episodios de la historia, trascendi los propsitos de su formulacin
inicial, y contribuy a ambientar el clima para sucesivas reformas de
avanzada en materia religiosa que tuvieron lugar en el Uruguay
independiente.
EL DEBATE CONSTITUYENTE DE 1830
La aprobacin de la primera Constitucin del Estado Oriental en 1830 fue precedida de un fermental perodo de deliberaciones que sin duda dejaron
su impronta en la historia de la repblica. Mencin especial merecen las
discusiones que condujeron a la aprobacin de la disposicin que regul la
materia religiosa.
Ms all de que el Art 5 estableci finalmente que La Religin del Estado es la Catlica Apostlica Romana, la historia de su aprobacin nos muestra que aunque no se pudo lograr una frmula ms amplia y tolerante,
como la que propona Jos Longinos Ellauri53
, que estableca que La Religin del Estado es la Religin santa y pura de Jesucristo, se evit en cambio aprobar la de Alejandro Chucarro
54, que tenda a conferirle a la
Iglesia protecciones especiales que implicaban un detrimento hacia otras
religiones establecidas o a establecerse en el pas u otras frmulas que
comprometan la libertad de culto.
Esa gnesis de la Carta Magna fue el comienzo de lo que se ira gestando
con el paso de los aos, ms all de que en esa primera instancia
constitucional se mantuviera a la religin catlica como la oficial del
Estado. 53
(1789-1867), poltico y jurista uruguayo, integrante de la Asamblea Constituyente de 1830 y padre de quien, con el mismo primer nombre, fuera Presidente de la Repblica. 54
(1790-1884) integrante de la Cruzada Libertadora, constituyente en 1930 y poltico uruguayo de destacada actuacin en los primeros aos de vida independiente.
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Pero el texto incorporado a la Constitucin, teniendo ms en cuenta el
espritu con que fue adoptado que su anlisis literal, no habra de constituir
un obstculo para la aprobacin futura de medidas de gobierno con
soluciones de verdadera tolerancia religiosa que permitieron ir preparando
el terreno para una mejor convivencia de todos los grupos sociales que
conforman la nacin.
LA REALIDAD DEL PAS LUEGO DE LA INDEPENDENCIA
La independencia uruguaya se obtuvo con todas las peculiaridades que varios autores han sealado en cuanto a que ese no era el rumbo que se
haba sostenido hasta entonces, particularmente por Artigas y por aquellos
que lo haban acompaado y haban contribuido al pensamiento artiguista.
El ideario del prcer haba tenido, como vimos oportunamente, tres puntos
muy altos que lo caracterizaron y distinguieron: el ideal confederacionista,
la iniciativa del reparto de tierras y el pensamiento liberal. Si bien el
liberalismo estuvo presente en el proceso independentista y de ratificacin
constitucional, los otros dos grandes pilares fueron dejados de lado, como
lo fue la propia figura de Artigas.
La concepcin de un Estado nico e independiente aplicada a la Provincia
Oriental de entonces estaba lejos del pensamiento artiguista. Su programa
segn surge de las clebres Instrucciones era independentista frente a
Europa pero confederacionista en lo regional, por lo cual cada provincia se
reservara el derecho de tener su propio gobierno, su propia Constitucin,
con base en los principios republicanos, y hasta su propia fuerza armada.
Su ideario no encajaba con la concepcin de esa suerte de ciudad
hansetica, a la manera de los viejos enclaves de las ciudades-puerto de la
Hansa teutnica que funcionaban a modo de Estado tapn, para mayor
beneficio comercial de las grandes potencias, que es lo que de algn modo
fue planteado en la Convencin Preliminar de Paz.
Y tampoco quera romper los lazos con las Provincias del Sur, dado que
senta que stas, actuando cada una con la necesaria autonoma pero
mancomunadas, podan tener mayor fuerza de negociacin en el mundo.
Su preocupacin haba sido la de potenciar, dentro de la Confederacin con
la que soaba, el papel de la Provincia Oriental y el puerto de Montevideo
y a la vez contener los avances desmedidos del centralismo porteo que,
contina hasta hoy siendo un gran obstculo para el desarrollo con equidad
y justicia social de las provincias que conforman la actual Repblica
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Argentina y para el dilogo y el relacionamiento con las naciones vecinas
ms pequeas como la nuestra.
Artigas busc mantener unidas a las Provincias del Ro de la Plata pero
quera que eso se concretara mediante un pacto que asegurara un mayor
grado de autonoma como salvaguarda frente a la voracidad de los
porteos.
El texto del juramento que se requiri de los integrantes del Consejo
elegido en Tres Cruces, base de lo luego se conoci como el Gobierno
Econmico de Canelones, ayuda a disipar cualquier duda sobre la
intencionalidad de Artigas:
Juris que esta provincia, por derecho, debe ser un Estado libre, soberano e independiente, y que debe ser reprobada toda adhesin
sujecin y obediencia al rey, reina, prncipe, emperador y gobierno
espaol y a todo otro poder extranjero, cualquiera que sea, y que ningn
prncipe extranjero, persona, prelado, Estado, potentado, tienen ni
debern tener jurisdiccin alguna, superioridad, preeminencia, autoridad
ni otro poder en cualquier materia civil o eclesistica dentro de esta
Provincia, excepto la autoridad y poder que es o puede ser conferida por
el Congreso General de las Provincias Unidas?.
En la medida que los historiadores continan investigando, cobra fuerza, al
menos desde nuestro punto de vista, la tesis de que el prcer, ms all que
el paso de los aos lo puede haber desgastado o que pudo haber optado por
permanecer en Paraguay por otros motivos personales no suficientemente
esclarecidos, se neg a regresar de su exilio en parte porque se senta
frustrado y no representado por la solucin adoptada luego de la
Convencin Preliminar de Paz que haba derivado en la creacin de un
Estado aparte de aquella Confederacin con la que el viejo caudillo haba
soado y por la que haba luchado.
La idea del reparto de tierras fue tambin postergada en el nuevo Estado
hasta que, de alguna manera, recin fue rescatada a mediados del siglo XX
con la creacin del Instituto Nacional de Colonizacin55
, aunque tampoco
el mecanismo auspiciado por este organismo represent fielmente lo que
haba esbozado el caudillo desde Purificacin.
Ello condicion sin dudas los primeros aos de vida independiente puesto
que quienes condujeron inicialmente los destinos de la nacin eran
55
Creado por la Ley 11.029 del 12 de enero de 1948 bajo la presidencia de Luis Batlle Berres.
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probablemente conscientes que esa salida independentista haba sido un
poco contra natura y a impulsos de los intereses de terceros.
Siguen habiendo voces que cuestionan la Convencin y la posterior
Declaratoria de Independencia as como su validez como fecha histrica
para el punto de partida del Estado Oriental del Uruguay, con muy slidos
argumentos que no es del caso trasladar aqu, aunque personalmente
entendemos que sera ms lgico ubicar, desde un punto de vista jurdico,
la fecha de comienzo del Estado independiente el 18 de julio de 1830,
fecha en la que se aprob la Constitucin.
Dicho lo anterior, es preciso tambin dejar dos cosas bien en claro. En
primer lugar, que Artigas y los orientales estaban dispuestos a integrarse a
las Provincias Unidas, pero las condiciones que pusieron mediante las
clebres Instrucciones jams se cumplieron y los delegados fueron
rechazados. En segundo lugar, que la historia sigui su curso con el
Uruguay independiente, que fue de algn modo el nico resultado posible,
a partir de las circunstancias que se sucedieron, incluyendo sin dudas la
presin y los intereses de terceros que influyeron, o pudieron haberlo
hecho, en la determinacin final.
Como corolario, y ms all de las circunstancias anotadas, hoy podemos
afirmar que en la independencia, a pesar de todas las vicisitudes apuntadas,
en la concepcin republicana y en la laicidad se conjug el espritu
libertario de la gente de esta patria. A nadie se le ocurrira volver atrs, ni
los uruguayos permitiramos que alguien pretenda imponrnoslo, so
pretexto de una reivindicacin histrica.
Si bien la controversia mencionada escapa del tema central de este ensayo,
no podamos soslayarlo por las alteraciones polticas resultantes de esos
primeros aos de inestabilidad, y las muchas consecuencias negativas que
tuvieron para el incipiente Estado y para su gente.
Pero la inestabilidad poltica gener, como ensea Ardao, un espacio
mayor para discutir otros temas que fueron pavimentando el camino para el
afianzamiento del liberalismo y el pensamiento laico. Como sucede en
muchos aspectos de la vida, hay ocasiones en que la debilidad se torna en
fortaleza y en nuestro pas sucedi algo de eso en la segunda mitad del
siglo XIX, por lo menos en el camino de la evolucin cultural y tambin en
la consolidacin de la laicidad. Al cerrarse los caminos polticos se
abrieron otros que permitieron el desarrollo de una muy agitada actividad
intelectual con las nuevas ideas provenientes de ultramar que constituyeron
el caldo de cultivo para lo que vendra despus.
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El novel Estado Oriental del Uruguay, cojitranco sin la presencia de
Artigas, auto exiliado en el Paraguay, quien haba sido el motor de la
resistencia a ambiciones porteas y luso-brasileas, se fue gestando a los
tropezones, gracias al espritu y a la fortaleza de Fructuoso Rivera56
en el
inicio, con el posterior aporte de Manuel Oribe57
, valiossimo este ltimo
en cuanto a la organizacin institucional, con quien se alineara
polticamente Juan Antonio Lavalleja58
, conductor de la cruzada de los 33.
Los tres haban comenzado su actividad pblica, a las rdenes del gran
caudillo exiliado. Pero el choque de personalidades e intereses entre ellos
hizo que el pas se partiera en dos grandes divisas, lo que con el correr del
tiempo llevara a su enfrentamiento, primero en los campos de batalla y
luego en las urnas.
Muchos de los males de entonces han sido adjudicados por destacados
autores, con buena parte de razn, a la dicotoma entre caudillos rurales y
doctores, estos ltimos integrantes de una elite urbana concentrada en la
capital que funcionaba mirndose en el espejo de la alta burguesa europea,
dicho esto sin desconocer las enormes distancias y diferencias entre una y
otra realidad.
La interaccin y el casi lgico enfrentamiento resultante entre estos dos
grupos fueron generalmente perniciosos para el grueso de la sociedad con
consecuencias que llevaron al pas a la crisis y al borde de la ruina
econmica. La ignorancia, en la que estaba sumida la mayora del pueblo,
sin que se hiciera demasiado por combatirla, resultaba funcional a la
conveniencia de ambos sectores antagnicos porque les permita ejercer su
influencia, cada cual en su medio y a su modo, sin oposicin firme de los
sectores mayoritarios de las poblaciones rural y urbana.
Todo ello aunado a la impotencia gubernamental, por falta de recursos
logsticos y herramientas polticas, para poder ejercer su influencia en todo
el territorio nacional, particularmente al norte del Ro Negro.
Por otra parte las divisas colorada y blanca, surgidas de los liderazgos de
Rivera y Oribe, representaron desde el comienzo, en lneas generales, el
control y la defensa de los intereses del mundo agropecuario, por el lado de
los blancos, y los de la capital, circunscriptos al comercio, a la muy
56
(1784-1854) Militar y poltico uruguayo, luchador por la Independencia, primer presidente constitucional y fundador del Partido Colorado. 57
(1792-1857) Militar y poltico uruguayo, luchador por la Independencia, presidente constitucional y fundador del Partido Nacional. 58
(1784-1853) Militar y poltico uruguayo. Jefe de los Treinta y Tres Orientales y Presidente en el Triunvirato de Gobierno de 1853.
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incipiente industria, y a la administracin del puerto de Montevideo, el
mayor recurso estratgico del pas, por parte de los colorados. Si bien en
ambos sectores de inters haba tambin gente de la corriente poltica
opuesta, las mayoras estaban alineadas como aqu lo planteamos.
Este conflicto tuvo una contrapartida a gran escala del otro lado del Ro de
la Plata, representada por los unitarios y los federales. Ello fue
pavimentando el terreno para la gran confrontacin, con participacin
internacional, que termin por partir al pas en dos: la Guerra Grande.
El Uruguay qued sumido en un estado de honda crisis cuando este
enfrentamiento armado se instal de forma poco misericordiosa en nuestro
territorio. Fue una desavenencia de ambas divisas tradicionales,
enfrentadas por temas domsticos, que deriv en un conflicto internacional
que trajo la muerte y la desolacin.
Si se analizan en profundidad los tratados de paz de 1851 con los que se
puso fin al conflicto se puede llegar incluso a cuestionar la vigencia de la
soberana nacional. Y si a ello se le agrega la crisis econmica, propia de
una posguerra, la sensacin emergente era que se estaba desvaneciendo no
solo la independencia sino, por ende, el propio Estado, de corta existencia
como tal.
Con la paz del 8 de Octubre, acordada por las partes contendientes,
comenz un lento proceso de reconstruccin que, luego de grandes
dificultades y una fuerte y prolongada inestabilidad poltica, desemboc en
un proceso de modernizacin del pas, iniciado fundamentalmente en el
gobierno del coronel Lorenzo Latorre59, a horcajadas de una interrupcin
constitucional que permiti realizar, quizs con mayor rapidez, los cambios
que eran necesarios a corto plazo.
La reestructura y reconversin del pas eran imprescindibles luego de que
ste fuera casi devastado por la guerra y la inestabilidad poltica.
Al respecto cabe mencionar las innovaciones ms importantes: creacin del
Registro de Estado Civil; el Cdigo de Procedimiento Civil; el Cdigo de
Instruccin Criminal; el Cdigo Rural; la instauracin del Obispado de
Montevideo, que signific la independencia de la Iglesia uruguaya con
respecto a Buenos Aires, por la que tanto haba luchado el propio Artigas y
que estaba todava pendiente; la concesin de los ferrocarriles a capitales
59
(1844-1916) Militar y poltico uruguayo, gobernador de facto entre 1876 y 1879, y presidente constitucional entre 1879 y 1880.
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ingleses y extensin de las vas frreas; la creacin de los juzgados letrados
departamentales; la creacin de la Administracin Nacional de Correos; la
creacin de la Facultad de Medicina; la reforma del programa de estudios
en la Facultad de Derecho; y la creacin de la Escuela de Artes y Oficios.
A todo esto se agregan modificaciones importantes en el funcionamiento de
la ciudad de Montevideo, que contribuyeron a transformarla, como la
implantacin del tranva tirado por caballos, la apertura de una va de
circunvalacin, que llevara luego el nombre de Bulevar Artigas, la
demolicin del antiguo Mercado de la Ciudadela y la ampliacin de la
Plaza Independencia, la demolicin del Fuerte y la apertura de la Plaza
Zavala, la construccin del Palacio Estvez, que pocos aos despus, en
1880, sera adquirido por el gobierno para albergar la sede del Poder
Ejecutivo, la consolidacin de la industria frigorfica, la construccin del
Hospital Vilardeb y la creacin de los mercados del Puerto y Modelo.
Latorre sum adems a su favor el haber respaldado el proyecto y la obra
de Varela, lo que le ocasionara al reformador la animadversin de
importantes figuras de su generacin, como veremos ms adelante.
Pero la crisis que estaba viviendo el pas y de la cual se comienza a salir
con este conjunto de reformas, no era slo econmica sino, quizs por
reflejo de sta, tambin social y cultural. En esa coyuntura, y teniendo en
cuenta que los espacios polticos estaban clausurados por el autoritarismo
gobernante, la intelectualidad nacional, representada fundamentalmente por
los jvenes que comenzaban a irrumpir en la escena pblica, canaliz su
energa, como explica Ardao, hacia otros campos de discusin.
Cobraron pues fuerza los grandes enfrentamientos ideolgicos, que se
desarrollaron bsicamente en la capital, porque all estaban los primeros
centros de estudio, los incipientes rganos de prensa y los ms altos
exponentes de la intelectualidad verncula.
Estos debates constituyeron la caja de resonancia de los movimientos
filosficos y sociales que se estaban desarrollando en Europa y Estados
Unidos, como el que condujo al llamado proceso de secularizacin, que
preferimos denominar como consolidacin de la laicidad en el Estado o a la
abolicin de la pena de muerte y el desplazamiento del racionalismo y el
espiritualismo por el positivismo, que se concret sobre el final del siglo
diecinueve.
Todo ello fue de la mano de procesos de modernizacin y cambio, como
los que enumeramos lneas arriba, que dieron origen a nuevas tecnologas
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aplicadas al transporte pblico, como el ferrocarril o el tranva, o a las
telecomunicaciones, mediante el telgrafo, que acortaron las distancias
entre Montevideo y el interior del pas, a la vez que una racionalizacin de
los recursos que incidi en el mayor desarrollo econmico, acentuado por
el fortalecimiento de la propiedad privada.
El Estado fue desarrollando un ejrcito profesionalizado y tecnificado con
armamento moderno que aumentaba su eficacia para prevenir los desbordes
tan frecuentes hasta entonces. De ese modo, comienza a centralizarse el
poder poltico-militar en Montevideo especialmente por la importancia
comercial del puerto y es en la capital donde se organizan y centralizan
tambin los aparatos jurdicos y administrativos del Estado.
La historiografa nacional ha sido en general muy crtica del gobierno
latorrista, asimilndolo como uno ms del perodo denominado
militarismo, salvo algunos historiadores, como Guillermo Vzquez Franco
60, quien, con un peculiar estilo y desde una posicin ideolgica que
por cierto no puede ser catalogada como conservadora o proclive al
autoritarismo militar, ha reconocido los logros de ese gobierno en
particular:
Latorre fue un regulador y ordenador de la vida civilizada; su obra es fundamentalmente una obra civil (Cdigo civil, Registro civil. etc.);
organiz el estado moderno que comenz a cobrar el monopolio de la
violencia y vio en el fusil Rmington que empezaba a exportarse desde
EEUU (excedentes de la guerra de secesin), el arma capaz de darle al
ejrcito del Estado, una insuperable ventaja sobre las lanzas y las
boleadoras montoneras.61
En el perodo se producen varios cambios en la sociedad y se produce una
incorporacin de las costumbres europeas debido a la nueva forma de vida,
producto de una nueva cultura que ofreca avances tecnolgicos los que
a la vez derivaban en cambios en materia econmica con repercusin en
el seno de la sociedad, a la cual contribuiran a modificar en su estructura.
Podemos decir que all se sentaron las bases para una incipiente cultura
nacional aunque sin desconocer que, culminada la Guerra Grande, se
produjo inicialmente un debilitamiento en ese rubro debido al retorno a su
60
(1924 -)Historiador y polmico investigador uruguayo especializado en lo que l denomina los mitos fundacionales con lo que promueve una suerte de revisionismo de la historiografa nacional. 61
Vzquez, Franco Guillermo: Latorre, clave del pas moderno, Revista Hoy es Historia, Montevideo, 1986.
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tierra de la mayora de los exiliados argentinos que le haban dado impulso
ideolgico a las condiciones polticas, econmicas y culturales de la Banda
Oriental, con una fuerte influencia proveniente de Francia.
Los cambios en la estructura del Estado que fueron orientando el desarrollo
del pas productivo, aunque con desigualdades sociales importantes, fueron
acompaados de cambios radicales en la organizacin social. Al terminar
la Guerra Grande los habitantes eran 400 mil y en 15 aos haban ingresado
ms de 230 mil inmigrantes, con lo cual comenzaba a generarse ese crisol
de culturas, idiomas o dialectos y oficios que comenzaron a sentar las bases
singulares de lo que sera nuestra Repblica Oriental del Uruguay.
Este panorama fue complementado por la irrupcin de nuevas figuras o
agrupamientos sociolgicos como el del nio trabajador, en tareas
marginales como las de lustrabotas o canillita, tan bien descritas por
Florencio Snchez, ese extraordinario autor cuyas obras contribuyeron a
ilustrar magnficamente la realidad social nacional.
Estos cambios sacudieron las estructuras coloniales y motivaron la
necesidad de luchar contra la pobreza y el analfabetismo. Paulatinamente, y
como consecuencia de los cambios operados en el entramado social, va
desapareciendo la figura del gaucho, que es sustituida por la del paisano o
pen, a raz del alambrado de los campos que pas a delimitar la propiedad
privada.
Asimismo la escuela rural permiti ir transformando al gaucho, desde su
infancia, en ciudadano con lo cual vemos que esta figura emblemtica de la
patria vieja se va, lenta pero inexorablemente, extinguiendo.
Al mismo tiempo, con la incipiente estabilidad institucional y al amparo de
persistentes desigualdades, se van amasando pequeas fortunas, acorde con
las dimensiones del pas, dando lugar a la aparicin de la figura del
banquero, como antesala de un incipiente capitalismo.
Mientras tanto se va gestando la lucha de la Iglesia por mantener la
hegemona en la educacin que era la principal herramienta para
evangelizar, es decir propagar la fe Cristiana, que comenzaba a sufrir el
proceso de creciente descreimiento por parte de amplios sectores de la
poblacin, particularmente los ms instruidos, como consecuencia de la
irrupcin de las nuevas ideologas promovidas por los sectores liberales
bajo el estmulo por las nuevas ideas que llegaban del hemisferio norte.
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LA INFLUENCIA GARIBALDINA
Al encarar el tema del Uruguay laico y la consolidacin de la laicidad en el pas, como garanta para la libertad de conciencia, no podemos obviar la
mencin, a la figura de Jos Garibaldi, conocido
como el Hroe de Dos Mundos, por sus luchas y triunfos en Europa y en Amrica.
Este formidable y romntico combatiente
apodado tambin Len de Caprera, en testimonio a su valor en el campo de batalla,
trajo en el siglo XIX su espada de libertad y de
justicia para ponerla al servicio de los
americanos del Sur, que compartan sus mismos
sueos, sus mismos desvelos y sus mismas esperanzas.
Su ejemplo y su accin, fueron factores determinantes no slo para que
Italia, su tierra natal, se unificara y liberara sino adems para que los
hombres libres de entonces, para s mismos, para los de ahora y para los
que vendrn, pudieran dar un paso importante en la afirmacin de la
libertad de pensamiento.
Recordamos al guerrero indomable, pero tambin al caballero del espritu
quien, desde la profundidad de sus ojos azules, proyectaba la pureza de sus
intenciones y la sinceridad de sus pensamientos de honda raigambre liberal
y republicana. Garibaldi viaj por el mundo, en una suerte de cruzada
personal al servicio de sus ideales, e hizo de su vida una cancin de
libertad para contribuir a lograr un mejor destino para sta, su patria
adoptiva, para su amada Italia, y para toda la humanidad.
La presencia de este ilustre ciudadano del mundo en el Uruguay, fue
adems un faro de referencia para tantos liberales del viejo continente que
eligieron, motivados por su ejemplo, esta tierra como su lugar de lucha
personal, pero tambin de refugio donde recalar en tiempos de tormenta,
para criar a sus hijos y construir un porvenir.
Cuando Garibaldi parti de retorno a Europa, su espritu permaneci entre
nosotros para inspirar un futuro de libertad, de repblica y de laicidad. Por
ello sentimos el deber de mencionarlo y reconocer su influencia en la
conformacin social de un Uruguay amplio y pluralista.
Tenemos tambin el ntimo convencimiento que, sin la gesta garibaldina de
1870, hubiera sido muy difcil conquistar la laicidad en tantas naciones,
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incluyendo la nuestra. Si bien no se puede hacer un anlisis histrico de lo
que no ocurri, es muy difcil imaginar la separacin del Estado y la Iglesia
sin aquella que puso fin al poder temporal de los papas sobre Roma,
generando una crisis que debilit la influencia de la Iglesia en el mundo.
Se nos podra argir que esa es una fecha propia de los italianos y que no la
debemos vincular con un anlisis dedicado a nuestra realidad. Pero, por las
razones que esgrimimos ms arriba, esa derrota del poder poltico del
Papado constituy un acicate importante para el movimiento laicista y, por
ello, aquel 20 de setiembre ha sido recordado universalmente desde
entonces como el Da de la Libertad de Pensamiento.
Como en tantas otras ocasiones en las que los hechos histricos han
cobrado con el paso del tiempo una fuerza propia que superaron las
expectativas de quienes los promovieron, el gran significado de esa fecha y
el papel fundamental de Garibaldi en el proceso, trascienden lo material y
lo poltico y se adentran francamente en lo espiritual y filosfico.
LAS VERTIENTES RELIGIOSAS Y ESPIRITUALES DE LA POCA
Recin en la segunda mitad del siglo XIX la cuestin religiosa comenz a experimentar un vuelco fundamental que contribuy a pavimentar el
camino para los cambios que llevaran inexorablemente a la laicidad en la
Educacin Pblica y en el Estado.
En los aos 60s del siglo XIX, cobraron fuerza en el Uruguay y en
Amrica, las ideas del racionalismo. Primero, hasta los 80s, en su versin
desta y metafsica, y luego, hacia el final del siglo y comienzos del
presente, con el denominado liberalismo, ltima expresin histrica del
racionalismo religioso en el pas, que en esta etapa ya conviva en los
crculos intelectuales y acadmicos con el incipiente positivismo.
Creemos necesario registrar tambin, a propsito de la consolidacin del
laicismo en el pas, un elemento que hizo la diferencia con casi todo el
resto del continente americano.
Se trata de la situacin interna de la propia Iglesia Catlica uruguaya.
Desde las primeras reducciones religiosas, que comenzaron con la
fundacin de Santo Domingo de Soriano en 1624, seguida luego por la de
Vboras y del Espinillo, comenz a apreciarse la anteriormente mencionada
influencia de los frailes franciscanos.
Con la fundacin de Montevideo en 1726 se consolida el predominio de los
religiosos de esta Orden, quienes como capellanes de la guarnicin tuvieron
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a su cargo la direccin de la incipiente Iglesia local. Esta situacin
permaneci incambiada, an durante las dos dcadas de actuacin de los
jesuitas, desde 1746 hasta su expulsin de los dominios espaoles en 1767.
Luego de la expulsin de los jesuitas, los franciscanos continuaron con las
actividades de enseanza que haban comenzado aquellos y el Convento de
San Francisco se constituy en el verdadero centro religioso e intelectual de
Montevideo hasta los tiempos de la Revolucin.
Aunque es importante reconocer que, si bien la presencia franciscana le dio
caractersticas propias a la iglesia colonial uruguaya, exista desde el punto
de vista administrativo una relacin de dependencia con la dicesis de
Buenos Aires, que comenzara recin a cambiar a comienzos del siglo XIX
con la revolucin artiguista, merced a la decisiva intervencin del prcer.
Los franciscanos, alejados de las concepciones ultramontanas y con
marcadas tendencias espirituales ms liberales, dicho esto ltimo con la
prudencia y el sentido de relatividad que corresponde a las circunstancias
histricas de la poca, contribuyeron a generar un clima propicio al anlisis
y a la crtica que, quizs sin proponrselo directamente, fue fertilizando el
campo para permitir el advenimiento de las nuevas ideas provenientes de
los pases ms progresistas de Europa y de la incipiente democracia
estadounidense.
Hasta 1859 se mantuvo el predominio de las tendencias liberales dentro del
clero uruguayo, en contraposicin a la notoria influencia jesuita presente en
las organizaciones eclesisticas de otras sociedades americanas. Y esto fue
a nuestro juicio un elemento crucial para abrir el camino hacia la laicidad.
Hemos ledo, en ms de una oportunidad, crticas provenientes de sectores
conservadores de la institucin eclesistica hacia la actitud de muchos
sacerdotes franciscanos de la poca que permitieron el avance de las
corrientes liberales en el seno de la sociedad.
Recin con el advenimiento de Jacinto Vera62
a la jefatura de la Iglesia
comenzara a revertirse esta situacin hacia una hegemona jesuita que, en
oposicin a la Congregacin Franciscana, era la corriente conservadora.
Pero, para los intereses de la iglesia ultramontana, ya era tarde y en dos
aos se producira el primer choque con el Estado en la batalla por la
laicidad.
62
(1813-1881) Nacido en el barco donde viajaba su familia de Canarias a Brasil, bautizado en Santa Catarina, fue el primer obispo catlico de Montevideo.
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Recapitulando, insistimos en que, si bien la Iglesia Catlica tuvo innegable
influencia en la sociedad uruguaya del coloniaje, como en toda la Amrica
Hispana, las circunstancias propias de la Iglesia local de entonces sumadas
a la actitud de los principales actores de la nacin, desde sus albores, le
imprimieron a esa influencia una fisonoma particular, bastante diferente a
la de la ejercida por la misma religin en otros pases de la regin.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en el seno de la sociedad
uruguaya, fundamentalmente en los sectores acadmicos, comenzaron a
predominar las ideas antidogmticas, operndose, en poco ms de tres
lustros, una revolucionaria transformacin de conciencia, influida por el
racionalismo, el liberalismo y el positivismo y promovida tambin por la
Masonera, con la participacin de las principales corrientes cristianas
protestantes que se fueron estableciendo en el pas alejadas de las
posiciones cargadas de dogmatismos de la Iglesia Catlica.
No se debe soslayar que entre los fundadores de la Francmasonera en
Inglaterra, en 1717, figuraban destacados pastores protestantes de la iglesia
anglicana, que seguramente le imprimieron su impronta a la fraternidad
masnica, por lo que debe haber sido inevitable que dicha influencia
llegara a estas tierras de la mano de las logias.
En esta poca se verific una etapa de crecimiento y auge de esta
institucin liberal, que jug un papel muy importante en el proceso de
consolidacin de la laicidad, como promotora de la libertad de
pensamiento, coadyuvando su accin con otros sectores que compartan sus
inquietudes, como veremos ms adelante.
La masonera, segn Ardao, no es anti-religiosa, aunque tampoco
pretendera ser una religin sino constituir un mbito de armnica
convivencia, para los creyentes de las distintas religiones existentes,
fundado bajo la creencia en un Ser Supremo, al que denominan Gran
Arquitecto del Universo.
Esta postura, ecumnica, difiere en mucho de los postulados de la Iglesia
Catlica, al menos en su vertiente ultramontana, y se acerca a la filosofa de
la doctrina del laicismo que propugna la separacin de la Iglesia y el Estado
pero garantizndole a todos los que quieran creer en una religin,
cualquiera que ella sea, la libertad de hacerlo, as como idntica libertad
para los que quieren no creer.
Debemos mencionar, a esta altura de nuestro anlisis, dos procesos que,
aunque independientes, se interrelacionaron y retroalimentaron.
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Por un lado la lucha ideolgica, dentro de la iglesia catlica uruguaya, que
enfrent al grupo liberal y masn con el sector ultramontano.
Y por otro, segn relata Ardao, la propia evolucin filosfica de la
incipiente Masonera uruguaya, desde el tesmo al racionalismo desta de la
religin natural, primero, al liberalismo luego y, sobre el final del siglo con
posiciones, al menos en algunos de sus integrantes, teidas de agnosticismo
o incluso de atesmo, ms all de que las bases histricas de la institucin
pareceran no admitir estas posturas entre sus adeptos.
El mencionado triunfo dentro de la iglesia de los conservadores vinculados
a la Compaa de Jess provoc tambin el trnsito paulatino de los
catlicos masones hacia el racionalismo o el protestantismo, generando una
polarizacin de fuerzas que llevara al franco enfrentamiento.
La Iglesia, entretanto, inici en los aos 70s un proceso de reorganizacin
interna, conducida por el Obispo de Megara, Jacinto Vera, y se fue
preparando para la lucha ideolgica con Juan Zorrilla de San Martn, como
el vocero ms notorio, quien desde el Club Catlico contribuy a
jerarquizar las polmicas pblicas que tuvieron lugar en esos aos.
En la otra trinchera se alinearon el racionalismo y la Masonera, que
contaron con el respaldo de los cultos protestantes de avanzada.
No podemos entonces pasar por alto, aunque la historiografa tradicional
quizs no lo ha destacado como merece, el importante papel para la
consolidacin de la laicidad en la Educacin y en el Estado que jug el
protestantismo por medio de la Iglesia metodista y algunos de sus ms
destacados dirigentes, como los pastores Juan Thompson63
y Thomas
Wood64
y de la Iglesia Evanglica Valdense, que tuvo notable influencia
en la zona Oeste del pas, bajo la gida del Pastor Daniel Armand Ugon.
Wood y Armand Ugon fundaron el primer liceo laico del interior en
Colonia Valdense y que hoy es el Liceo Pblico Daniel Armand Ugon.
El telogo argentino Norman Amestoy65
, aporta datos sobre la asimilacin
del protestantismo a la cultura religiosa uruguaya indicando que el
ingreso del metodismo al Uruguay no ha sido bien explicado por la
historiografa religiosa que, preocupada ms por exaltar el accionar de
sus dirigentes, no ha sabido desta