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LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA y EL RETO DE
TRANSFORMAR ESTE PAÍS
Por Álvaro Velásquez
PREÁMBULO; 1) ¿CUAL EN NUESTRO CONTEXTO? ; 2). ¿POR QUÉ DECAYÓ LA
IZQUIERDA REVOLUCIONARIA?; 3). ¿QUÉ HACER?; 4). UN NECESARIO
RECUENTO HISTÓRICO DE LA PLURALIDAD DE LAS IZQUIERDAS; 6). CAMBIOS
EN LAS IZQUIERDAS DESDE 1994.; 7) ¿QUE ES LO NUEVO QUE HA VENIDO
OCURRIENDO?; 8) A MANERA DE CONCLUSIÓN: LO URGENTE
El presente, es un breve ensayo que recuento del proceso de la izquierda
revolucionaria guatemalteca en algunos de sus principales retos y desafíos,
queriendo, contribuir a problematizar la cuestión a partir de sendos
artículos publicados por el connotado sociólogo Manolo E. Vela
Castañeda; siendo el primero “Vamos a construir algo nuevo” (ElPeriodico
9/11/214) y “Somos una minoría aislada, derrotada y sin instrumentos”
(ElPeriodico 23/11/2014), los cuales citaré indistintamente en este trabajo,
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con el ánimo de reconocer algunas de sus críticas pero también de
rechazar la aseveración de que la derrota sea la marca distintiva de la
izquierda revolucionaria, o la falta de lucha o la falta de instrumentos de
luchas; pese a la fase crítica por la que la izquierda guatemalteca
atraviesa.
Revisemos algunos de las aseveraciones de Vela:
“Hagamos un recuento. En 1995 la izquierda participó por primera vez en
elecciones; y entonces alcanzó 164 mil votos (diez por ciento)1. 1999
marcó el “hito” de la izquierda, ampliando la base, llegó a 271 mil votos (12
por ciento). En el 2003 empezó la debacle. La izquierda, dividida en dos,
recolectó 231 mil votos (nueve por ciento)2. En 2007, dividida en tres, la
base se comprimió, alcanzando 190 mil votos (seis por ciento). En 2011, no
superó la barrera de los 143 mil votos (tres por ciento)”
Y añade:
“¿Cuál es la conclusión? Que a lo largo de estos 16 años –que no es poco
tiempo– la izquierda no fue capaz de hacerse alternativa de poder.
Elección tras elección no hubo aprendizajes, ni acumulación de fuerzas, ni
nuevos liderazgos, ni ampliación del trabajo organizativo. Todas han sido
derrotas –cinco. Lo peor es que estos fracasos ya ni siquiera eran asumidos
como tales; porque para esta izquierda el objetivo de echar a la derecha
del poder se fue desvaneciendo”
Vela, adereza este certero diagnóstico con supuestas actitudes banales
frente a los reveses. Habla luego de una “izquierda acomodada”
“grandilocuente”, no implicada en la las batallas ideológicas, guiada por
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las teorías de la conspiración, sin perspectiva de futuro, en fin de una
izquierda fracasada.
Pero dado que Vela habla, dice, desde una posición de izquierda, de la
que se siente parte, allí está su valor. Uno espera las críticas más serias, de
quienes son sus amigos y aliados pero se espera asimismo que se impliquen
en las soluciones para no caer en el mito del Totem a quien hay que
venerar y hacer lo que demanda sin respingar, como podría deducirse del
mismo planteamiento de Vela cuando escribe:
“Cuando esto ocurra a algunos nos volverá el entusiasmo de trabajar y de
participar en la política de partidos”
En cualquier caso, ya hay miles de personas y comunidades en
Guatemala, luchando contra el sistema excluyente, oligárquico y
neoliberal que es la sociedad guatemalteca.
Y por ejemplo con todo lo que el grupo Semilla implica, por ejemplo, un
club e intelectuales de izquierda, su sola organización y presencia
mediática ya dice algo positivo sobre construir organizaciones y redes para
más temprano que tarde converger. Ni qué decir lo que representa el
Consejo de Pueblos de Occidente (CPO) con toda su potencialidad
movilizadora de los pueblos mayas.
O incluso la misma Convergencia por la Revolución Democrática (CRD)
con su apuesta por recuperar los viejos principios sobre nuevas bases y
otras decenas de organizaciones de base, locales, regionales o
nacionales.
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No creo que “algo nuevo” en la izquierda se pueda construir sobre la
base de lo que no existe ni sobre la renuncia de la herencia revolucionaria
de décadas y siglos de resistencia de las que el mismo Vela ha escrito
antes.
En efecto, cuando se habla de izquierda en Guatemala, el espectro es
muy amplio, tanto que cabe mejor hablar en plural de ella y en distintos
campos tales como la izquierda política, la social, la intelectual y la cultural
(i.e. movimientos por la diversidad y la identidad de colectivos específicos).
Sin embargo, ha sido la izquierda revolucionaria, la que mejor ha
sintetizado la voluntad de cambio del sistema oligárquico hacia otro
modelo, y es ese justamente esa voluntad lo atrae tanta simpatía como
rechazo de los sectores medios de la sociedad. Las posiciones que ha
levantado oscilan entre una posición tendente al socialismo tradicional,
centralista, hasta un democracia social más acorde al régimen electoral y
pluralista que prevalece hoy día a nivel mundial, pero siempre con una
concepción que visibiliza la injusticia social; la falta de pluralismo político y
la defensa de la soberanía económica guatemalteca.
Ya el sociólogo Carlos Figueroa Ibarra en una conferencia que le escuché
hablando de las revoluciones de los años setenta y ochenta decía:
“algunos hicieron la revolución para alcanzar la democracia y otros para
alcanzar el socialismo”; pero la triste realidad es que ninguno de ellas se
alcanzó. La democracia de élites y privatizada que tenemos nada tiene
que ver con la democracia pluralista y de los pueblos que se necesita,
como tampoco la economía oligopólica que tenemos nada tiene que ver
con el desarrollo social que la riqueza generada obligaría.
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De ahí la necesidad del debate, que con la excusa de Vela, aprovecho
aquí.
1 ¿CUAL EN NUESTRO CONTEXTO?
¿Por qué es importante hablar de reorganizar la izquierda revolucionaria y
convertirla en una opción de poder? Primero porque cualquier liberal
verdadero sabe que sin izquierda las democracia formales serian solo
fachadas. Pero segundo y más importante, porque en Guatemala todo el
sistema está haciendo crisis y se mantiene la dominación solo gracias a un
pacto de impunidad entre los principales factores de poder real, legales e
ilegales.
¿Cuáles son esos factores de poder? La casta burguesa oligárquica
tradicional. Los capitales emergentes que los hay de dos tipos: los crecidos
a la sombra de la piñatización del Estado y los crecidos a la sombra del
crimen organizado.- Entre ambos, el pacto de dominación tradicional está
mutando hacia un sistema de impunidad y basado en el reparto de
negocios financieros y controles en los órganos de seguridad y justicia.
El sistema de dominación tradicional descansa su balance de fuerzas en el
predominio de un sistema de mercado protegido –mercantilismo-
traducido en oligopolios y pactos de precios (trust) en áreas como
cemento, combustibles, agroindustria, licores, etcétera. Leyes ad-hoc, y
una clase política dócil. Controlan buena parte de la riqueza nacional
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derivada del suelo y subsuelo además de la privatización de los servicios
públicos.
Por su parte, el capital emergente, no proviene de cuna de oro, pero ha
sabido aprovechar los resortes del poder y jugar las mismas reglas del
juego pero sin cambios, más que del reparto de los negocios y del
presupuesto público. Aquí los sujetos privilegiados no son los empresarios
tradicionales sino la clase política tradicional y outsiders.
Pulula entre ambos un circuito financiero que legaliza toda clase de
negocios legales e ilegales, especialmente del narcotráfico, contrabando
y crimines de pequeña escala del ámbito de la corrupción pública.
El pacto de dominación para que prospere y sea estable tiene que
basarse en la “cuotización” de arreglos de impunidad y tajadas del
presupuesto público. Un caso típico fue la más reciente aprobación del
presupuesto del 2015. Donde la clase política tradicional pacta con el
crimen organizado y un sector de alta burguesía (el G-8), el tránsito hacia
el nuevo gobierno que surja de las urnas.
Es un pacto de corrupción e impunidad, perfectamente funcional para
todos los implicados, especialmente para una Corte de Constitucionalidad
de gobierna como árbitro de las pugnas y tensiones intrafraccionarias.
Y por eso mismo, asumamos el reto de discutir sobre este tema, de suyo
crucial coyuntura guatemalteca en la que se juntan tres realidades: 1) La
inviabilidad del modelo oligárquico y plutocrático, que carcome la
democracia y la economía social: 2) la descomposición del Estado
guatemalteco penetrado por el crimen organizado; la ineficiencia y la
corrupción de la clase política, y 3) la coyuntura electoral, dominada por
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el esquema privado que promete más de lo mismo o sea nada. El próximo
gobierno, sea de los tres nombres que las encuestas nos venden no son
sino la continuidad del modelo.
En resumen, Este es un país, donde todo pasa y no pasa nada, como suele
decirse. Algunos autores como Phillip Chicola, ha dicho demasiadas veces
que la izquierda guatemalteca no crece porque a lo más que aspira es a
ser parte de ese sistema patrimonialista y no cambiar el sistema sino “a
reclamar su parte” del pastel. Critica que no comparto, al menos, no para
la izquierda revolucionaria que sí aspira a cambiar este sistema mafiosos,
patrimonializado y oligarquizado.
La pregunta es ¿cuán frágil es el sistema y/o cuán frágiles son esos pactos
de estabilidad estacionaria corrupta? Es en ese contexto, en el que
importa hablar de la izquierda revolucionaria, de sus alianzas y programas
de cambio.
2. ¿POR QUÉ DECAYÓ LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA?
Así que ya puestos a hacer hipótesis sobre el estado actual de la salud de
la izquierda guatemalteca, cabría decir que lo hoy vemos es el resultado
de discusiones no saldadas sobre estrategia, programa y táctica que han
estado presentes desde 1944 y que difícilmente algún día lleguen a
homogenizarse, pero en cambio pueden llegar a entenderse debido a la
utopía sobre una Guatemala más equitativa y desarrollada que les une en
el escabroso camino de la lucha política, así como en lo simbólico e
ideológico.
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Con ello en mente se puede pasar revista a cosas más específicas algunas
de las cuales ya han sido señaladas por investigadores serios como, por
ejemplo; Ricardo Sáenz de Tejada (2007) que pone el acento en la fuerza
con que el FMLN llegó a las negociaciones, contrario al caso
guatemalteco, cuya debilidad condicionó incluso, la fuerza del
cumplimiento de los Acuerdos de Paz o bien Edelberto Torres Rivas (2011)
quien ha puesto el acento sobre el contexto internacional y según sus
palabras “La revolución en Centroamérica era necesaria con la misma
fuerza por la cual era inviable. Así, fuimos doblemente derrotados.”
Como sea, las causas son varias. Lo que parece obvio también es la falta
de unidad, pero no se puede simplemente decretar, ni es solo visibilizar un
conjunto de siglas. Todo Unidad debe ser de propósitos o no hay proyecto.
Como un testigo medianamente inscrito en el proceso, podría sugerir
algunas percepciones tales como que hubo el tránsito de la guerra a la
paz, con los mismos métodos y estilos de trabajo no corrieron parejos, o
bien, que las rivalidades intraorganizacionales de las formaciones de
izquierda que hicieron la guerra, o incluso las edades de las dirigencias
postpaz, muchos de los cuales dejaron su vida en la lucha, sin resultados
tangibles en sus vidas personales, hizo que varios traicionaran sus
convicciones y se pasaran a las formaciones de derecha.
La derecha también ha sido especialmente hábil en cooptar individuos y
organizaciones a cambio de prebendas y cargos. Sin que ello suponga
que negarnos a la realidad de que de algo hay que vivir, pero sin ello
implique dejar de ser fieles a la causa sin morir en el intento.
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Más allá de lo anterior, como observador y protagonista, puedo señalar un
dato objetivo: y es las incalculables consecuencias negativas que tuvo el
apoyo que la ex Comandancia General, hizo al apoyar al Gobierno de
Alvaro Arzú, en aras del cumplimiento de los Acuerdos de Paz, al mismo
tiempo que este ejecutaba el más agresivo plan neoliberal en lo
económico y desmantelamiento de lo público (para los ricos, la paz fue un
verdadero negocio), y sin mover ni un dedo para lograr que el SI triunfara
en la Consulta Popular de mayo de reformas constitucionales de 1999. Fue
ese un beso de judas al tiempo que nos apuñalaban por la espalda.
Es mi convicción que eso se trajo al suelo la credibilidad de la izquierda
política frente a la izquierda social, que ya para entonces comenzaba a
desarrollar su propia vida orgánica, “divorciada del lineazo”.
Un factor aparte fue el creciente protagonismo de las organizaciones de
los pueblos indígenas, y su revisión de sus vínculos con las izquierdas. Tema
que abordaré más adelante.
3. ¿QUÉ HACER?
En sus críticas, Vela hace un llamado “construir algo nuevo” desde abajo, y
que se conecte con la gente y sus luchas. Abandonar la actitud
arrogante, escribe (ya que): “–que somos una minoría– lo que no hemos
terminado de entender, de asimilar. Nos creemos leones, y creemos que
nos ven como leones (así, de importantes); pero en realidad –para nuestros
adversarios– somos un ratoncito y la gente nos mira menos que eso”
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Y sentencia:
"Las verdaderas batallas están con la gente real, la que piensa distinto, ese
millón de personas que le ha votado a Portillo (1999), a Colom (2003 y en
2007), y a Baldizón (2011). Esa es la disputa estratégica, que es ideológica y
organizativa, esencialmente”
En efecto, la cuestión como reconectar a la izquierda con la gente y como
la convertir la energía social de cambio por la toma del poder y desde allí
transformar Guatemala. Ya lo dice Vela, hay un electorado que no está
votando a la derecha (dura); un electorado que fácilmente alcanza un
37% de la población empadrona.
O sea está el electorado, están las condiciones, pero no tenemos a nuestro
favor las condiciones subjetivas, que en esencia son, la batalla ideológica,
la cual se da sobre la base del control de medios de comunicación y la
comunicación masiva con la gente. Los grandes medios por cierto
invisibilizan deliberadamente a la izquierda, aunque para tener apariencia
de pluralidad, algunos individuos tengan espacios de opinión selectivos.
Otros aparatos de control ideológico como las megaiglesias o
universidades privadas que enseñan doctrinan individualista y darwiniana
también contribuyen a que la batalla cultural la tenga por el momento
ganada la derecha.
Si a ello sumamos que el esquema privado de modelo electoral sea de los
más caros de América Latina, es escenario está servido para un control sin
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ruidos, entre los que parten y reparten el pastel de la riqueza social y del
poder.
Nadie dijo que fuera sencillo, pero hay experiencias y deben ser tomadas
en cuenta:
Lenin escribió por ejemplo, que para lograr la revolución se necesita de
revolucionarios, un destacamento, de cuadros, que desde la minoría
alcanzara la mayoría, con disciplina, combatividad, solidaridad de clase;
organización y argumentos (V.I. Lenin, <1917-1978).
Eso sigue vigente. Entonces diríase que lo que la revolución guatemalteca
necesita es rearticular al movimiento revolucionario y recomponer los
métodos, las alianzas y los objetivos.
El planteamiento de rearticular al revolucionario implica de paso dejarse
de avergonzar por ser de izquierda y de afirmar la identidad mediante la
lucha de lograr la revolución. ¿Y quienes serían ahora los y las
revolucionarios? De entrada todo aquel que ni aun sabiéndolo, busca un
cambio sustantivo para la injusticia social y la plenitud del pluralismo social
en este país. Esto exige organizarse. Siendo ese el segundo nivel. Y el
tercero: el organizarse en el partido revolucionario para la toma del poder.
Se dice fácil. Pero aunque efectivamente hay una masa de miles personas
y comunidades luchando y resistiendo el sistema de poderes nefastos de
este país, los niveles de organización política son escasos, la conciencia
social está poco desarrollada para buscar cambios radicales y los partidos
de izquierda apenas si tienen estructura desarrollada. Y el voto a la
izquierda es, como ya sabemos, escasa.
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Otro ejemplo, según el Registro de Ciudadanos del Tribunal Supremo
Electoral (TSE) hay 32 formaciones políticas legalmente registradas que
hasta el 8 de octubre último contabilizaban 813 mil guatemaltecos inscritos
en partidos políticos o comités cívicos. Y si el padrón electoral alcanza ya
los 7 millones y medio de ciudadanos con derecho a votar, eso es una
ínfima proporción.
Y ¿entonces? Sea cual sea, la condición en la que se encuentra la
izquierda guatemalteca, lo urgente y lo necesario y lo obligación moral es
rearticular al movimiento revolucionario. Los cuales van más allá de los que
están organizados en partidos de izquierda. Pero de especial
responsabilidad asiste a los que habiendo sido revolucionarios en las
décadas pasadas militan todavía en los partidos revolucionarios y desde
allí reorganizan, salir del repliegue y salir de la marginalidad.
El esquema electoral no ayuda a construir partidos de amplia base
participativa. El sistema alimenta que solo se cumpla con lo mínimo de la
legalidad y en ese marco, la estrategia revolucionaria no puede desarrollar
desde el partido su estrategia, pero lo necesita. Diríase que el partido es
ahora la cara visible de lo que desde las calles, las urnas y las
organizaciones de base, supone la revolución. Las luchas de los
movimientos de las personas con discapacidad, sus derechos humanos, así
como de las personas con identidades sexuales diferentes, o del feminismo
o del cristianismo primitivo (comunitario), etcétera solo se desarrolla desde
sus propias lógicas, pero sus liderazgos, deben dar el salto a constituir
frentes políticos sociales de convergencia.
La estrategia por tanto, es la convergencia nacional la sumatoria para la
comunión de intereses nacionales. No de siglas, sino del programa. La
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revolución política, económica y social para la democracia plena en
Guatemala.
4. UN NECESARIO RECUENTO HISTÓRICO DE LA PLURALIDAD DE LAS
IZQUIERDAS
El legado histórico que los y las revolucionarias de este país recogemos son
los siguientes: 1) la lucha por la descolonización de los pueblos indígenas;
2) el modelo económico-social de la década del 44-54 y 3) la resistencia al
fascismo y el terrorismo de Estado mediante la lucha armada y todo lo
que ello implicó en la lucha por la libertad, los derechos humanos la justicia
social e incluso, el socialismo. De modo que importa hablar de cuales han
sido algunas de las principales organizaciones que han abanderados estas
causas.
Como ya se sabe, el primer partido considerado de izquierda en
Guatemala –en sentido socialista del término- fue el Partido Comunista de
Guatemala (PCG) surgido en 1920 en directa conexión con la lucha
popular por el derrocamiento de la dictadura civil-liberal de 22 años del
Lic. Manuel Estrada Cabrera en marzo de 1920. La existencia de este
partido fue efímera como todo el movimiento unionista que derrocó al
dictador, siendo esto el resultado de errores de concepción ideológica
tales como pretender impulsar soviets en Guatemala, métodos artesanales
y la debilidad del movimiento obrero, así como la cruda represión
devenida en gobiernos subsiguientes hasta 1944, cuando se inaugura otra
época claramente democrática, quedando el PCG como un mero
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testimonio histórico1 dentro de los antecedentes de la izquierda partidaria
en el país.
Sin embargo, con el advenimiento de la denominada “Revolución
de Octubre”, gesta cívico-militar que enuncia dos momentos históricos:
uno el derrocamiento el 20 de octubre dictador Gral. Jorge Ubico y, dos, el
de su sucesor en mayo del mismo año del Gral. Ponce Vaides, con lo cual
se inflama toda una actividad proselitista entre estudiantes, profesionales,
capas medias en general para formar toda clase de partidos tanto de
derecha como de izquierda en todas sus variantes ideológicas, siendo el
Frente Popular Libertador (FPL) la matriz de los posteriores partidos de
izquierda.
Ocurre entonces que la etapa de 1944 a 1954 fue especialmente
fructífera en la proliferación de partidos, especialmente de izquierda,
dando lugar a que a este periodo se le conociera como “la primavera
democrática” no sólo por el pluripartidismo sino por el conjunto de
cambios que la Revolución trajo consigo. Así, el FPL y el partido
Renovación Nacional (RN) postularon juntos al Dr. Juan José Arévalo como
candidato a la Presidencia resultando triunfadores de la contienda
electoral, hasta terminar coaligándose en 1945 como partido de Acción
Revolucionaria (PAR).
De las divisiones internas entre el FPL, que siguió siendo arevalista, y el
PAR que seguiría una línea arbencista, durante las elecciones de 1950 que
llevó a la presidencia al Coronel Jacobo Arbenz Guzmán, se formó el
partido Revolucionario Guatemalteco (PRG), con lo cual la Revolución se
radicalizó y surgen otros partidos de izquierda como el Partido
Guatemalteco del Trabajo (PGT) que apoyó al Gobierno de Arbenz 1 Cf.: Bravo, Mario Alfonso: “Por Guatemala, la Revolución y el Socialismo”: Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT-, en: ¿Hacia dónde vamos?, Guía electoral 2003, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Carlos, Fundación Ebert Stifung, Guatemala, MS Dinamarca, CONGECOP, Guatemala, 2003, pp. 13-28.
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Guzmán (este partido había surgido antes con el nombre de Partido
Comunista de Guatemala en septiembre de 1949). Tal sería el germen de
lo que posteriormente, tras la contrarrevolución de 1954 efectuado por el
Golpe de Estado contra el presidente constitucional Jacobo Arbenz,
acarrearía la división entre moderados institucionalistas y revolucionarios
antisistema dentro de la izquierda guatemalteca hacia las siguientes
décadas.
5. LA IZQUIERDA GUATEMALTECA DURANTE EL CONFLICTO ARMADO
Es necesario empezar diciendo que son pocos en la izquierda
guatemalteca los que reniegan de la lucha armada que se desarrolló
entre 1962 y 1996 en nuestro país, impulsada ésta por marxistas, leninistas,
trotskistas, socialdemócratas y demócratas provenientes de casi todas las
clases sociales del país así como de los Pueblos Indígenas. Y es que
simplemente no hubo opción:
La contrarrevolución de 1954 había dejado al país con una grave
lesión de soberanía y de antidemocracia cuyo saldo fue el resentimiento
social por el despojo agrario, la represión de las ideas, el aborto de los
proyectos socioeconómicos indispensables para el desarrollo del
capitalismo social, así como del descarado advenimiento de la
militarización y corrupción en las esferas gubernamentales, reuniendo todo
ello el caldo de cultivo para la sedición social.
Del lado internacional, la revolución cubana había inaugurado una
época que hizo creer a los revolucionarios latinoamericanos que bastaba
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con una buena dosis de voluntad y con un puñado de militantes, para
hacer la revolución y tumbar definitivamente al sistema.
Todo eso en un contexto de Guerra Fría imperialista entre dos países,
dos sistemas, dos modos de producción distintos: la Unión Soviética,
lumbrera del mundo nuevo socialista y los Estados Unidos de América, faro
de la libertad capitalista de Occidente, mismos que en su momento (1954)
consideraron a nuestro pequeño país una pieza más del intrincado juego
de dominó que sin llegar a ser guerra total, se enfrentaban como tal
mediante políticas de contención (Golpes de Estado y represión), guerras
de liberación; guerras de baja intensidad y guerras sucias de terrorismo
estatal.
Es decir, tres causas para una historia que duró 36 años y que nuestra
sociedad padeció (literalmente) con altísimo costo humano, físico y
económico de incalculables y duraderas consecuencias.
¿Pero cómo jugó su papel la izquierda armada y la izquierda no
armada en dicho lapso? Creo que con mucho heroísmo, sacrificio
cristiano y mucha dignidad rebelde. La izquierda revolucionaria armada
creyó e hizo esfuerzo en que la victoria fuera una realidad, y que en la
estrategia de guerra todo el pueblo, éste terminaría volcándose
masivamente a fortalecer la pequeña fuerza militar con la que contaba
para quebrar la capacidad de fuego del Ejército. La tentativa no era
errónea, pero acaso la euforia revolucionaria por lo que ocurría en el resto
de Centroamérica hacía sobrevalorar las fuerzas propias frente al enemigo,
por lo que la insurrección en Guatemala nunca ocurrió2.
2 En Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derroca mediante una guerra de guerrillas la dictadura de Anastasio Somoza en 1979 y en El Salvador la lucha guerrillera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional esbozaba con su “Ofensiva Final” del mismo año un resultado similar, aunque frustrado.
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El genocidio cometido en este país y el grado de civiles desaparecidos o
ejecutados es horrorosamente diferente de lo ocurrido en cualquier otro
país de América latina. Y eso no es poca cosa.
Por su parte, la izquierda democrática, entre las que se encontraban
varias expresiones de la socialdemocracia como el Frente Unido de la
Revolución Democrática (FURD); el Partido Revolucionario Auténtico (PAR)
y el partido Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG), acompañados
desde la clandestinidad por sectores de la izquierda armada, integraron en
1978 el Frente Nacional de Oposición (FNO), confiando en que el viciado
régimen electoral del sistema podía ser una ventana de oportunidad para
cambiar la correlación de fuerzas desde el Gobierno y desarticular desde
allí la estrategia contrainsurgente para democratizar el país. Pero los
continuos fraudes electorales y los Golpes de Estado y la misma represión a
los partidos democráticos no dejaron lugar a dudas de que lo electoral no
iba ser campo de batalla serio para los generales de la guerra y el Alto
Mando del Ejército.
Y aunque más adelante hubo algunos espacios de interlocución e
incluso de acción entre la izquierda democrática y la izquierda armada
tales como el Frente Democrático contra la Represión (FDCR) entre otros,
en general puede afirmarse que ambas corrientes de izquierda actuaron al
menos hasta 1982 de espaldas unas de otras, ávidas de que no se les
vinculara entre sí, a efecto de que su estrategia particular no tuviera
fisuras. Ni los que abogaban por la revolución violenta estaban dispuestos
a jugárselas en el ruedo electoral fraudulento que existía ni los que estaban
por el pacifismo dentro del sistema estaban dispuestos a que se les juzgara
como sediciosos, lo que no impidió a que en medio de la represión violenta
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e indiscriminada, los mismos partidos democráticos tuvieron que usar
medidas propias de la guerra pero sin hacer la guerra.
Así fue en los casos de algunos militantes y dirigentes del FURD y el
PSD, entre otros, que se clandestinizaron para seguir haciendo política pero
no para conspirar, o, bien la DCG que autorizó a sus dirigentes y militantes
a que se armaran y formaran núcleos de autodefensa pero no para hacer
operativos de ningún tipo.3
Mientras que los que llegaron a tener la suerte de salir al exilio de ambas
corrientes, tampoco llegaron a entablar demasiadas mesas de trabajo
conjunto debido a que la conspiración de las estructuras de guerra
obligaba a compartimentar información y cuadros dirigentes, de modo
que las pocas que se montaron en el exilio como el Comité Guatemalteco
de Unidad Patriótica (CGUP) o la Representación Unitaria de la Oposición
Guatemalteca (RUOG), estuvieron marcadas con la lógica de la guerra,
por lo que los representas provenientes de las filas democráticas
terminaban alejándose de las mismas.
¿Por qué insistir en este cuasi divorcio de la izquierda en medio de la
guerra digamos hasta 1982? Porque la lucha por la democracia en nuestro
país se desarrolló en dos planos, el legal y el ilegal, en donde las
organizaciones revolucionarias armadas bajo inspiración marxista actuaron
como tales sin que ello significara que todos sus dirigentes y militantes se
reconocieran marxistas-leninistas, y donde en los partidos democráticos
3 Este último dato me lo confirmó Catalina Soberanis en alguna de las varias conversaciones sobre la época que hemos tenido. Tal decisión habría sido tomada por la DCG en los años 81 y 82 cuando numerosos dirigentes y alcaldes democratacristianos estaban siendo asesinados.
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también participaron muchos revolucionarios marxistas, pero que
rechazaban por principio el uso de las armas para los objetivos de la
democracia. Medios y fines fueron entonces heterogéneos, las filas
también lo eran.
Tal discrepancia acerca del tipo y rol de la democracia que se quería,
prosiguió cuando se inaugura la nueva etapa democrática en 1986 que
trae consigo los primeros presidentes civiles electos limpiamente. La
izquierda armada aglutinada en la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (URNG)4 decidió ponerle un signo de interrogación a dicha
apertura, argumentando que ella no era sino más de lo mismo en materia
electoral y que el objetivo de tal apertura no era sino vaciar de contenido
a la revolución.
La izquierda democrática por su parte, decide darle el beneficio de
la duda a esta apertura, así que mientras la DCG toma las riendas del
Gobierno; el PSD se reincorpora al sistema electoral de partidos
legalizados, los exiliados de muchos bandos regresan y se organizan en
Organizaciones y organismos de la sociedad civil, y otro importante sector
de víctimas de la represión radicados en Guatemala, empiezan a usar los
débiles espacios de libertad para exigir justicia y promover los derechos
humanos, como el es caso relevante del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM)
organizado en 1985. Con todo, la represión continuó existiendo aunque
más selectivamente.
4 La URNG en se integró en 1982 con una fracción del PGT conocida como Núcleo de Dirección Nacional; el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP); las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), si bien los intentos unitarios provenían desde 1979.
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Las diferencias en cuanto a la caracterización y tratamiento político
de la “apertura democrática” de 1986 creó en la práctica otro divorcio
entre las izquierdas, otra vez entre la izquierda legal institucionalista y la
ilegal armada, la una cuestionando legitimidad de la misma y la otra
aceptándola sin más.
La verdad, no importaba quien tuviera la razón. Los hechos
demostraron que ambas estrategias habían fracasado parcialmente.
Porque ni la lucha armada se desarrolló como se había esperado (tomar el
poder y destruir el Estado oligárquico-militar) ni la toma del Gobierno por
parte de un partido democrático lograron cambiar la correlación de
fuerzas a favor de la democracia para desmontar la contrainsurgencia
como la izquierda democrática hubo deseado. El Estado oligárquico
seguía y sigue intacto.
De igual modo el PSD, cuyo registro legal volvió a ser
recuperado y con ello participa en las elecciones de 1985, sobrevive a la
división de un grupo de militantes de la vieja guardia encabezados por
Carlos Gallardo Flores, quien acusa a la nueva dirigencia del partido
encabezado por Mario Solórzano Martínez y Juan Alberto Fuentes K. (hijo
del asesinado dirigente del FNO Mario Fuentes Mohr) de violentar los
estatutos del partido y traicionar los principios socialdemócratas, a efecto
de tener la oportunidad de una participación electoral con la venia del
gobierno de facto Gral. Mejía Víctores.5
De hecho el PSD participó en dichas elecciones con Mario Solórzano
Martínez como candidato presidencial con pobres resultados y
5 Gallardo Flores, Carlos: La utopía de la rosa. Fragmentos de la lucha socialista en Guatemala, Tipografía Nacional, Guatemala, 2002, pp. 150-151s.
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colaborando posteriormente en 1990 con el presidente civil, pero también
golpista, Jorge Serrano Elías6.
Quizá por esa razón no hubo sector social o político alguno de corte
democrático o de izquierda que rechazara de plano los Acuerdos de Paz,
porque éstos ayudaban a compaginar estabilidad y reforma en una sola
propuesta, la que, de paso, legitimaba el orden democrático imperante.
6. CAMBIOS EN LAS IZQUIERDAS DESDE 1994.
No fue sino hasta 1995, un año antes de la firma de la paz y en un
ambiente de mayor flexibilidad democrática, cuando se integró un
partido de base social y revolucionaria: el Frente Democrático Nueva
Guatemala (FDNG).
El FDNG fue un ensayo político revolucionario, donde URNG –
todavía clandestina y a través de la Comandancia General- negoció con
varios partidos para poder contar con un instrumento legal de
participación en las elecciones de 1995, decidiéndose finalmente por el
único partido que ofrecía subordinar su ficha a la estrategia izquierdista: el
viejo Partido Revolucionario (PR) que para entonces ya estaba
desacreditado.
Pero en esa estrategia, URNG contó con el apoyo de aliados del
movimiento social de izquierda que estaba en la sociedad civil, en la cual
había dos clases de grupos o corrientes: los que recibían orientación por
parte de las estructuras clandestinas de URNG (movimiento sindical,
estudiantil, mayas, ONGs y una parte de la comunidad de derechos
6 Es obligado aclarar que tras el autogolpe de Estado cometido por el Presidente Serrano Elías en 1992, Solórzano Martínez renunció a tiempo del Gabinete de Gobierno, pero a raíz de ello, el PSD nunca volvió a recuperarse.
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humanos) y un grupo de intelectuales y luchadores sociales en su mayoría
disidentes de las ex organizaciones revolucionarias que gravitaban en el
Grupo de Acción Popular (GAP), y algunas ONG´s.
El gran ausente de esta alianza fue la corriente socialdemócrata
revolucionaria, que más bien estaba entonces disperso y sin orientación. La
lógica de crear un instrumento legal para canalizar la orientación
clandestina obedecía a una estrategia ensayada por algunos partidos
comunistas en América Latina, pero fue la experiencia chilena la que más
fue conocida por la CG de URNG. La estrategia fue montarse sobre la
ficha legal del todavía existente pero endeble Partido Revolucionario (PR)
que en los años setenta abandonó sus orígenes socialdemócratas para
aliarse a las dictaduras militares. ¿Por qué se hizo así? Factores de plazos
electorales forzaron a esta amalgama que se convertiría en el FDNG, con
la URNG tejiendo los hilos del poder desde la clandestinidad.
Un antecedente parecido de esta fórmula fue lo sucedido en Chile
en la época de la dictadura pinochetista cuando el Partido Socialista
Chileno “creó” al Partido Por la Democracia (PPD) como un artificio de
participación política legal. Pero a diferencia del PSCh, que cuidó de no
desarticular al PPD luego de efectuada la transición democrática,
asumiendo con realismo que el PPD había “cobrado vida propia” lo hizo
parte de lo que luego en 1990 fue la Concertación, junto el PSCh y la DC y
otros partidos. En Guatemala en cambio, la URNG no entendió que el
FDNG para 1999 ya había “cobrado vida propia” y que había que
negociar de manera horizontal con su dirigencia, y por el contrario decidió
su desarticulación política -no legal- en 1999, creando a su vez a las
primeras ANN y marginando al pequeño sector debilitado y disidente
FDNG que no se subordinó a la estratega uerrenegista. El “militarismo
23
vanguardista” como desviación, que todavía privaba en su seno fue la
responsable de dicha actitud.
Para las elecciones de 1999, y tras la firma de la paz, URNG había
creado su propio partido por el sencillo método de afiliar a su membresía
activa, si bien con un costo económico inusual para las finanzas
guerrilleras7.
Pero a medida que las diferencias dentro de la izquierda y
principalmente entre la izquierda social y la izquierda militarista8 se
profundizaron, tanto por cuestiones de lectura política de las tareas del
momento actual, como por falta de aggiornamiento y renovación
dirigencial de las organizaciones ex guerrilleras, así como el
desconcertante apoyo tácito o explícito que éstas dieron plenamente al
gobierno de A. Arzú, primero y parcialmente a A. Portillo, después –de
hecho esto último, junto con las desavenencias entre ORPA y las FAR por la
competencia de la Secretaría General en agosto del 2002-, creó la división
de URNG durante la Asamblea General del mismo año, motivando un
evidente descenso de las izquierdas participantes en las elecciones del
2003.
7 Mismo que rondó el Q1 millón de quetzales, en un momento en que el acompañamiento internacional si bien no estaba dispuesta a financiar partidos, sí estaba dispuesta a financiar la desmovilización y cumplimiento de los Acuerdos de Paz, cosa que permitió “aprovechar” ciertos financiamientos para profesionalizar a un pequeño grupo de cuadros para dedicarlo a construir legalmente al partido y prepararlo para su eventual participación electoral. 8 Aludo el “militarismo”, no como una condena a la figura del guerrillero o de la lucha armada, cuando esta fue necesaria, sino como una desviación de práctica política que la guerra guatemalteca y la particular forma de entender la relación entre las bases sociales y la dirigencia política crearon como una anomalía. Se trata de una versión militarizada del estalinismo dentro la política revolucionaria guatemalteca que terminó por confundir disciplina con servilismo al Comandante, transplantada aún después de la guerra. El estalinismo, como se sabe, fue la concepción de que las organizaciones sociales gremiales tenían que ser meras “correas de transmisión” de la decisiones de la vanguardia política.
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Resultados de la izquierda pre y postpaz. Elecciones 1995
Elecciones 1999
Elecciones 2003
2011
ANN (coalición) 12.36% 270,891 votos
URNG 2.58% 69,301 votos
Frente Amplio 3.22%
FDNG 1.28%
ANN (partido) 4,85%
FDNG 7.7% 27 mil votos
2015 ¿?
Fuente: datos en base a informes del Tribunal Supremo Electoral (TSE).
De estos reveses electorales hay que estar claros. Pero para
remontar, la izquierda efectivamente tiene que recuperar sus vínculos con
la sociedad, especialmente con las clases medias, trabajadores y
campesinos y con los pueblos indígenas.
7. ¿QUE ES LO NUEVO QUE HA VENIDO OCURRIENDO?
Con el gobierno de Otto Pérez Molina actuando de consuno con el G-8
(grupo de amigos de los principales clanes plutocráticos, especialmente
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influidos por los Gutiérrez Bosh), ha se logrado una mayor claridad de para
quien sirve el modelo económico neoliberal.
Ello ha facilitado la reorganización de las comunidades y grupos gremiales.
El número de conflictos que afectan la gobernabilidad se han
incrementado y la conciencia por la participación política ha aumentado,
pero muchos se preguntan todavía y ¿con quién?
Algunos quizá piensen de la clase política tradicional, la UNE y la
candidatura de doña Sandra Torres, sea lo menos peor. Si bien, apenas
suponen un cambio de estilo en la forma del reparto de los negocios.
Otros apuestan que resucitar lo que fue el Frente Amplio (coalición
electoral de partidos de izquierda en el 2011), pero visto el
comportamiento del bloque parlamentario “de izquierda” votando con la
derecha en todos los proyectos antipopulares en el Congreso de la
República, el desánimo se vuelve mayúsculo.
Pero también ha aparecido con fuerza la alternativa revolucionaria en
todo sentido de la Convergencia por la Revolución Democrática (CRD), la
que en alianza con el Consejo de los Pueblos de Occidente (CPO) aglutina
al mayor y mejor esfuerzo por lograr una sustantiva diferencia en las
próximas elecciones.
Es revolucionaria no solo porque lo diga, sino por las consignas que
levanta: “¡Qué se vayan todos!” “¡Refundación del Estado!”, “¡Erradicar la
corrupción y la pobreza! “¡Recuperar la economía para la nación y para la
sociedad! “¡Democracia pluralista!”, son algunos de los planteamientos
que surgen de sus documentos iniciales y de las declaraciones de algunos
de sus dirigentes.
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Otra expresión interesante es el surgimiento del grupo Semilla, que emitió
un documento que nada tiene que agregarle o quitarle a lo que ya otros
grupos han venido diciendo desde los sectores democráticos y de pueblos
mayas. O sea, hay convergencia de propósitos en todos los sectores
democráticos, revolucionarios y progresistas, lo que falta es la apuesta por
una plataforma electoral común. Y allí está el problema, porque “no
alcanza para todos”. Todos quieren los primeros lugares. No hay
costumbre en nuestro país de hacer primarias y sobre todo, no hay dinero.
Un problema adicional es que “no hay liderazgos” que los hay por
montones, y todos valiosos, tanto de los que vienen de la época de la
guerra como de los que se han levantado en la época de la paz. El
problema es lograr hallar una “binomio presidencial” atractivo, con
credibilidad y con consenso. Son estos dos temas, no menores, los que
están pendiente de resolverse, pero a contratiempo de la ventaja que los
partidos de derecha ya tienen.
Aun así, los pueblos mayas han venido levantado con fuerza la demanda
por una Asamblea Plurinacional Constituyente, principalmente por medio
del Consejo de los Pueblos de Occidente (CPO).
Aquí mismo en la ciudad el colectivo Plataforma Ciudadana (PC) miembro
de la Convergencia por la Revolución Democrática (CRD) ha venido
haciendo su propia lucha en esa dirección anunciando lo siguiente:
“Se propone que la ANC sea convocada junto con las elecciones generales del
próximo año, por un periodo de no más de seis meses, integrada por no más de
cien constituyentes entre expertos y cuadros políticos formados, propuestos por
todas las fuerzas políticas y sociales (i.e. comités cívicos).
Requisito legal sería que los constituyentes lo sean ad-honorem. La temática a
discutir sería la reforma política, económica y social necesaria para la
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transformación del Estado. ¿Qué clase de reformas? Muchas de estas ya se han
discutido propuestas previas de varios sectores, incluso en los Acuerdos de Paz.
En lo fundamental estas deberían empezar por: el Reconocimiento plurinacional
de la sociedad guatemalteca. Que junto a la igualdad individual ante la ley
exista la igualdad social ante la ley, conforme la pluralidad cultural, social y
territorial de nuestro país. Reconocimiento del pluralismo jurídico.
El segundo tema debe ser el reconocimiento de la pluralidad del régimen de
propiedad de la tierra. Individual, comunal, cooperativa y nacional. Sobre el
principio de la función social de la gran propiedad.
El tercer tema consiste en introducir reformas políticas para dinamizar la
democracia: elecciones legislativas de medio periodo, ampliar el periodo
presidencial, fortalecer el financiamiento público para el régimen de partidos,
lograr la equidad en el uso de los medios de comunicación en periodos de
campaña (recuperar la soberanía estatal de frecuencias) y un Consejo de Estado
plurinacional.
El cuarto tema tiene que ver con eliminar los candados constitucionales que
impiden realizar reformas fiscales coherentes con un plan de desarrollo nacional.
Descentralización Fiscal junto con un Plan de desarrollo con metas nacionales y
regionales quincenales en las áreas de salud, educación, ciencia y tecnología,
entre otras.
Eliminar la prohibición de que el Banco de Guatemala pueda prestar al sector
público a bajas tasas de interés. Ley constitucional para hacer efectiva la
prohibición de monopolios privados.
Crear otras universidades públicas. Reformas administrativas como el
nombramiento de ministros civiles en el área de defensa. Eliminar las comisiones
de postulación favoreciendo las carreras judiciales y de control.
Obligatoriedad de la paridad de género en todos los órganos de dirección del
Estado.
Recuperación de la soberanía económica en todos los recursos estratégicos y
bienes públicos, con independencia de la participación privada nacional o
extranjera en ciertos rubros, nunca superiores al cincuenta por ciento.
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Todo lo anterior significa que el principal desafío para la izquierda en
general, la democrática, la revolucionaria, la progresista, la política, la
social, la intelectual, la cultural, etcétera, va a ser canalizar su esfuerzo en
rescatar las instituciones democráticas, principalmente al Congreso de la
República, donde la meta debe ser contar con al menos el 50% de las
curules.
Disputar también el poder local, las alcaldías, y evitar que el sistema los
compre para desde allí lanzar un conjunto de políticas públicas
municipales revolucionarias (fiscales, agrarias, medioambientales,
urbanísticas y de vivienda, por ejemplo).
Y sobre todo, ofrecer lo que este sistema económico excluyente no puede:
vivienda para lxs trabajadores y para las clases medias. Tierras, créditos
para la pequeña y mediana empresa, salud y educación públicas
gratuitas, de amplia cobertura y de calidad. Reformas económicas
soberanas, reformas fiscales integrales. Etcétera.
8. A MANERA DE CONCLUSIÓN: LO URGENTE
En Guatemala urgen cambios. Y no basta con que el cambio empiece en
nosotrxs mismos. Creo en ese tipo de cambios. En el yerro y la enmienda.
Pero sobre todo hace falta cambiar la política y buscar la toma del poder
político de quienes la tienen sumida en ese pacto de impunidad,
corrupción y latrocinio.
Y si la gente no logra canalizar los votos hacia las fuerzas de la izquierda
revolucionaria en las elecciones del 2015, la crisis solo ira aumentando y
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generalizándose con consecuencias insospechadas. Es un problema de
realidad política como de urgencia emocional. Amar y luchar.
Y está claro que en Guatemala hay esfuerzos por rearticular al movimiento
revolucionario en todos sus sentidos y planos. Viejos luchadores como el
comandante Gary formador de combatientes en las ex FAR siguen allí con
humildad trabajando en su partido. O compañeros como “Bayardo”, ex
miembro del estado mayor del EGP, siguen allí trabajando con los
marginados y con comunidades indígenas, o mujeres militando por sus
derechos específicos y colectivos como las de La Cuerda; también hay
decenas de jóvenes doctorándose en el extranjero para hacer ciencias
sociales y duras para el cambio en este país no solo para lograr sus
emolumentos.
Pero la revolución no se hace sin los viejos, ni solo con los chavitos, va a ser
la generaciones todas, especialmente la que ronda los 40 la que le toca la
responsabilidad de heredar experiencias, mística y compromiso.
Una nube de testigos, nos observa, las mujeres y hombres caídos desde los
movimientos sociales y desde el movimiento armado y demás formas de
resistencia política como Meme Colom y las cientos de
democratacristianos y socialdemócratas sin quienes, la resistencia a este
régimen no serían posible.
Felices lxs que luchan porque ellxs heredarán el Reino de los cielos.
Guatemala 01 de diciembre del 2014
(Dedicado a ella, con cariño)
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Referencias Documentales
1. Bravo, Mario Alfonso: “Por Guatemala, la Revolución y el Socialismo”: Historia del
Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT-, en: ¿Hacia dónde vamos?, Guía electoral
2003, Guatemala Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San
Carlos, Fundación Ebert Stifung, Guatemala, MS Dinamarca, CONGECOP,
Guatemala, 2003
2. Gallardo Flores, Carlos: La utopía de la rosa. Fragmentos de la lucha socialista en
Guatemala, Guatemala Tipografía Nacional, Guatemala, 2002.
3. Guerra Vilaboy, Sergio: Luchas sociales y partidos políticos en Guatemala, Cuba,
Premio Ensayo 1983, s/l, Departamento de Actividades Culturales de la Universidad
de la Habana, 1985.
4. Payeras Mario, Los fusiles de octubre, artículos y ensayos militares, México, Juan
Pablos Editor, 1991.
5. Payeras, Mario: El Trueno en la Ciudad, México, Editorial Praxis, 1996.
6. Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT): Comunicado de enero del 2007, en
http://albedrio.org Documentos.
7. Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT): Reorganización del PGT, Objetivo
Estratégico, en: Venceremos, Boletín 1, Segunda época, s/l, febrero 2006
8. Sáenz de Tejada, Ricardo: Revolucionarios en Tiempos de Paz: Rompimientos y
recomposición en las izquierdas de Guatemala y el Salvador. Tomo II de la
colección X Aniversario de los Acuerdos de Paz en Guatemala, FLACSO-SEPAZ,
2007.
9. Torres-Rivas, Edelberto: Revoluciones sin cambios revolucionarios, Guatemala, F&G
Editores, 2011.
31
10. Velásquez, Álvaro: “Izquierdas y reforma política en periodo de campaña
electoral” en: http://albedrío.org Documentos.
11. Vela Castañeda, Manolo E. “Vamos a construir algo nuevo”
12. Vela Castañeda, Manolo E.
13. V.I. Lenin: Las tareas del proletariado en la presente revolución, en: Acerca de la
incorporación de las masas a la administración del Estado. Moscú; Ed. Progreso,
1978.