la investigación y el desarrollo militar

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Revista trimestral publicada por la Unesco Vol. X X X V (1983), n.° 1

Redactor jefe: Peter Lengyel Redactor jefe adjunto: Ali Kazancigil Maquetista: Jacques Carrasco Documentación fotográfica: Florence Bonjean

Corresponsales Bangkok: Yogesh Atal Belgrado: Balsa Spadijer Buenos Aires: Norberto Rodríguez

Bustamante Canberra: Geoffrey Caldwell Colonia: Alphons Silbermann Delhi: André Béteille Estados Unidos de América: Gene M . Lyons Harare: Chen Chimutengwende Londres: Cyril S. Smith Mexico: Pablo González Casanova Moscú: Marien Gapotchka Nigeria: Akinsola A k i w o w o Ottawa: Paul L a m y Singapur: S . H . Alatas Tokio: Hiroshi Ohta Túnez: A . Bouhdiba

Temas de los próximos números Psicología política y política de la psicología Relaciones económicas internacionales L a mujer en la vida pública

A la derecha: artefacto bélico móvil de la edad media. Bulloz.

Este número está dedicado a Aha Myrdal, Premio Nobel de la Paz 1982 y directora del Departamento de Ciencias Sociales de la Unesco de 1950 a 1955.

Page 3: La investigación y el desarrollo militar

REVISTA INTERNACIONAL I S S N ™ 6 2

DE CIENCIAS SOCIALES

EL PESO DE LA

Alfred Kastler

Ulrich Albrecht

Mary Kaldor

M a n n e Wängborg

Raimo Väyrynen

Nicole Ball

Giri Deshingkar

Ikenna Nzimiro

Augusto Varas y Fernando Bustamante

Elise Boulding

Rachik Faramazyan

MILITARIZACIÓN 95

Introducción 3

Investigación y desarrollo militar en los países industrializados

Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar 7

La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 25

Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar 49

Investigación y desarrollo militar y política científica 63

La militarización en el tercer mundo

Gasto militar y desarrollo socioeconómico 85

Tecnología militar y búsqueda de autosuficiencia: la India y China 105

"La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 133

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer m u n d o 151

Perspectivas de conversión

Tareas y funciones de la comunidad científica en un m u n d o desmilitarizado 173

Papel de la comunidad científica en la conversión de la industria armamentista 199

Page 4: La investigación y el desarrollo militar

Debate abierto

Iván Vitányi y. Redescubrimiento y resurgimiento del arte folklórico Mária Sági en las sociedades industriales modernas 215

Servicios profesionales y documentales

Calendario de reuniones internacionales 227

Libros recibidos 230

Publicaciones recientes de la Unesco 232

Page 5: La investigación y el desarrollo militar

Introducción

Alfred Kastler

L a evolución de la humanidad en este último cuarto de siglo x x se caracteriza por dos conjuntos de hechos: la aceleración de la carrera de armamentos nucleares, alimentada por la rivalidad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética; el estancamiento del creci­miento demográfico en los países industrializa­dos frente a un desarrollo exuberante de un tercer m u n d o que representará, al iniciarse el tercer milenio de nuestra era, las cuartas quintas partes de la espe­cie h u m a n a , pero cuyas condiciones de vida sólo podrán empeorar si las relaciones entre países ri­cos y países pobres no se modifican radicalmente.1

Si bien los Estados Unidos y la Unión Sovié­tica, al promulgar en 1968 el tratado de no prolifera­ción de armas nucleares, se comprometieron por su firma en 1970 a entrar "en una fecha próxima" en la vía del desarme, han por el contrario intensificado el arma­mento excesivo que cobra en la actualidad proporciones demenciales.

C o m o se demuestra en los estudios de esta publicación, la mitad de los científicos e ingenieros del m u n d o trabajan al servicio de la investigación y el desarrollo militar. Y a no son c o m o antaño las necesidades estratégicas de los militares las que condicionan la evolu­ción de los armamentos, sino más bien las

innovaciones tecnológicas las que imponen a los militares nuevas estrategias, y que obligan a los responsables de las decisiones políticas a acrecentar, de año en año, el esfuerzo finan­ciero de armamento. Este último supera anual­mente, en el m u n d o entero, la s u m a vertigi­nosa de 500 mil millones de dólares (un millón de dólares por minuto).

Las potencias industriales no son las únicas arrastradas por la espiral del arma­

mento excesivo. Para amortizar el costo de su esfuerzo de desarrollo mi ­litar, se ven obligadas a intentar vender la mayor cantidad de armas posi­ble a las naciones del ter­cer m u n d o .

Durante los dos de­cenios de 1960 a 1980, el monto de las armas vendi­das a los países del tercer m u n d o se ha quintupli­cado. Alcanza hoy día la suma anual de 100 mil millones de dólares, o

sea diez veces la ayuda otorgada por las naciones industrializadas a los países en desa­rrollo. Ahora bien, un esfuerzo financiero de similar importancia dedicado al desarrollo agrícola de dichos países permitiría tal vez poner fin, en pocos años, a la miseria y el hambre en el m u n d o , que cada año mata a más seres humanos que las dos grandes gue­rras mundiales juntas.2

Según Frank Barnaby, citado m á s ade-

Alfred Kastler, laureado con el Pre­mio Nobel de Física en 1966, es miembro del Institut de France, y de muchas otras academias científicas. Realizó su carrera en la École Nor­male Supérieure de París, en varias universidades francesas y en la Uni­versidad de Lovaina, en Bélgica. Su dirección es: 1, rue du Val-de-Grâce, 75005 París, Francia.

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4 Introducción

lante por Giri Deshingkar, veintiocho nacio­nes serían capaces, hacia 1984, de fabricar armas nucleares operativas, y de producir unas veinte bombas por día. Este es evidente­mente el caso de los países que se negaron a firmar el tratado de no proliferación, c o m o la Argentina, el Brasil, la India, Israel, Pakistán y Sudáfrica. Pero también sea probablemente el caso de países que, habiendo firmado el tratado, tienen el derecho, gracias a su artícu­lo IV, de adquirir la tecnología del átomo pacífico. Es relativamente fácil pasar de esta tecnología a la tecnología militar, denun­ciando el tratado. ¿Por. qué respetarían los países actualmente desprovistos de armas nucleares un tratado que ni siquiera sus autores respetan?

Si las dos superpotências persisten en su carrera desenfrenada, nada podrá impedir la propagación de las armas nucleares de aquí a fines de siglo, y cabe preguntarse qué resul­tará de la combinación del arma nuclear con la miseria. Deben temerse entonces actos de terrorismo, de chantaje. Por cierto, la b o m b a sólo estará al alcance de unos pocos. Pero hemos visto recientemente c ó m o los responsa­bles de un estado soberano aprobaban un acto de chantaje cometido por un grupo de estu­diantes, y no ignoramos hasta dónde puede llevar el fanatismo cuando se suma a la desesperanza. ¿ C ó m o reaccionará entonces la población, presa del pánico, de una nación dotada de miles de bombas de hidrógeno?

La disuasión mantiene un equilibrio de terror entre el este y el oeste. N o obrará entre un norte saciado y amenazado, y un sur acosado por el hambre. Solamente las poten­cialidades liberadas por el desarme pueden sacar al tercer m u n d o de la miseria y la desesperanza en que se está hundiendo. Es urgente prevenir una catástrofe que podría acarrear el aniquilamiento de la civilización h u m a n a .

C o m o lo demuestran en sus artículos M a r y Kaldor y Rachik Faramazyan, el gobierno de los Estados Unidos hace ejecutar la mayoría de los encargos militares por compañías privadas, por medio de contratos cuyo monto total superó en 1978 la suma de

60 mil millones de dólares. Cinco grandes compañías se reparten el 20% de esta suma. Dichas empresas constituyen el complejo mili­tar-industrial denunciado por el presidente Eisenhower. Su poder financiero es considera­ble y les permite, al pesar sobre los medios de comunicación, manipular a la opinión pública oponiéndose a las tímidas tentativas en pro del desarme que amenazarían a sus beneficios. Basta con que hagan correr periódicamente el rumor de la superioridad del armamento sovié­tico para obtener fácilmente que los gobiernos del pacto atlántico incrementen los créditos militares. Al desarrollar varios centenares de cohetes SS 20 cuyo blanco es Europa occiden­tal y que permiten destruir en un primer ataque su potencial industrial, lá Unión Sovié­tica proporcionó a las potencias de la O T A N un pretexto que justifica la intensificación de su esfuerzo militar.

Para impedir el desarme, el complejo militar-industrial saca provecho de la crisis económica mundial generadora de desempleo, alimentando el mito de que el esfuerzo arma­mentista sería fuente de empleos, y preten­diendo que su reducción aumentaría la tasa de desocupación. E n los artículos presentados en este número, se demuestra la falsedad de esta última afirmación, falsedad confirmada por el estudio de antecedentes históricos: en efecto, al término de cada una de las grandes guerras mundiales, en 1918 y en 1945, la conversión masiva de las industrias de guerra en indus­trias de paz creó empleos en lugar de suprimir­los. Sin lugar a dudas, la complejidad y la especificidad de las actuales industrias de armamentos ha alcanzado tal nivel que su transformación en industrias pacíficas plan­teará serios problemas. Estos últimos pueden resolverse con la condición de que dicha conversión sea objeto desde ya de una prepa­ración minuciosa, y se realice bajo la direc­ción de una organización coherente a escala mundial. C o m o lo demuestra Elise Boulding, es éste un objetivo capaz de movilizar a los centenares de miles de científicos que se ocupan actualmente del perfeccionamiento de las armas.

N o es necesario ser experto en economía

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Introducción

para comprender que el desembolso de sumas • enormes :—correspondientes a la actividad de millones de trabajadores— con fines militares, o sea no productivos de bienes de consumo,

! constituye el mayor freno al desarrollo del | bienestar de los hombres sobre la tierra. ; R e t o m a n d o una declaración de la Santa : Sede,3 puede afirmarse "que las armas matan aun cuando no se utilizan". E n efecto, si se

I dedicara solamente el 10% de la suma gastada j con fines militares al desarrollo de los países i m á s pobres, sería posible erradicar en pocos ' años el h a m b r e del m u n d o .

L a competencia actual entre el este y el

oeste, lejos de acrecentar la seguridad, sólo puede alimentar en cada una de las partes un sentimiento de inseguridad y desconfianza. Si se observa el comportamiento de los grandes de este m u n d o desde el punto de vista de Sirio, sólo puede sorprender que hombres dotados de inteligencia prosigan u n juego estúpido e insensato. L a actitud de rebelión que se desarrolla en la juventud, lejos de ser un signo de tendencia asocial, ¿no es acaso

¡una consecuencia de la indignación ante la i irracionalidad del comportamiento de sus mayores?

Traducido del francés

Notas

1. The global 2000 report to the President-entering the twenty-first century, on the state of the third world, presentado al gobierno de los Estados Unidos en 1980.

2. Declaración de los cincuenta y cuatro premios Nobel del 24 de junio 1981.

3. La documentation catholique, 4 de julio de 1976.

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar

Ulrich Albrecht

Introducción

¿Existe una relación entre ciencia y cuestiones políticas actuales tan importantes c o m o la prevención de la guerra, la protección del medio ambiente y la resolución de conflictos norte-sur sobre problemas de desarrollo eco­nómico? L a respuesta a esta pregunta viene sugerida por los recientes datos mundiales compilados en 1979 para la Conferencia de las N a ­ciones Unidas sobre Cien­cia y Tecnología para el Desarrollo ( U N C S T D ) . 1

Seis países — los Estados Unidos, la Unión Sovié­tica, el Japón, la R e p ú ­blica Federal de A l e m a ­nia, Francia y el Reino Unido— emplean el 70%. de la m a n o de obra cientí­fica del m u n d o . A estos seis países corresponde el 85% de los gastos m u n ­diales con fines científi­cos. Los países en desarrollo, con el 70% de la población del planeta, gastan menos del 3% de la suma total destinada a investigación y desarrollo (I y D ) tecnológico. D e todo el capital invertido en I y D científico, el 40% se destina a fines directa o indirectamente rela­cionados con lo militar. Los seis principales países industrializados gastan sólo en I y D militar seis veces m á s de lo que las naciones en desarrollo destinan a la ciencia en general.

Ulrich Albrecht es profesor de estu­dios sobre paz y conflicto y vicerrec­tor de la Universidad Libre de Berlín. Entre sus publicaciones se cuentan Der Handel mit Waffen (1971), Arbeit­splätze durch Rüstung (1978) y Die Wiederaufrüstung der BRD (2.a edi­ción 1980).

Dados los importantes problemas con que hoy se enfrenta la humanidad, no es difícil sacar la conclusión de que los esfuerzos científicos están siendo mal dirigidos, que unos pocos países industrializados son los principales responsables de que así suceda y que la ciencia se ha convertido en un ele­mento fundamental en el sistema de conflagra­ción armada planetaria. Las prioridades esta­blecidas para las comunidades científicas en

los principales países in­dustrializados se prestan admirablemente para de­terminar posibles cambios en el curso de los aconte­cimientos actuales y para la conversión de las c o m u ­nidades involucradas en la investigación y la cien­cia. N o basta con cargar las culpas de la contumaz existencia de un sistema basado en la fuerza sobre las prioridades fijadas por las principales naciones industrializadas y sobre

las pautas de socialización científica estableci­das. Es m á s útil estudiar los nexos que las comunidades científicas y tecnológicas de los principales países industrializados mantienen con los círculos militares, empresariales y políticos, así c o m o el esquema de reproduc­ción que tiende repetidamente a traducirse en ese tipo de actividad de orientación bélica descrito por las cifras compiladas para la UNCSTD.

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8 Ulrich Albrecht

Cabe suponer que los vínculos entre las comunidades de investigadores y científicos por un lado, y las burocracias militar, indus­trial y estatal por el otro, son de distinta naturaleza en países socialistas c o m o la Unión Soviética y en países occidentales. E n conse­cuencia, vamos a examinar por separado la situación tal c o m o se presenta en los países occidentales antes de formular algunas obser­vaciones acerca de la comunidad responsable de la I y D militar en la Unión Soviética.

La I y D , una industria en crecimiento

El hecho de que la I y D militar sea una industria en crecimiento es de importancia decisiva. La I y D militar es uno de los pocos sectores industriales cuyo crecimiento no tiene límite alguno. La persona que opte profesio-nalmente por la I y D militar tiene el porvenir asegurado, pese a todas las noticias sobre negociaciones de desarme. Aunque se ha informado profusamente acerca de los despi­dos masivos de personal calificado en las industrias de armamento, la escasez de técni­cos y científicos de alto nivel es un problema cotidiano. La constitución de industrias mili­tares en algunos países poco desarrollados que antes no las poseían ha determinado cierto trasiego de recursos humanos dentro de los países tecnológicamente m á s avanzados: esta migración de m a n o de obra científica ha sido bautizada como "mercenarismo de cuello blanco".2

Pero lo que más ha contribuido al creci­miento de la I y D militar no es su difusión sino el incremento de los costos de producción de armas cada vez m á s perfeccionadas. El ritmo de desarrollo puede apreciarse fácil­mente dando un vistazo al costo unitario de los modernos armamentos y a los gastos correspondientes a I y D en las facturas de este material. Los costos de I y D , c o m o los precios de las armas modernas, están alcan­zando niveles sin precedentes. Hace un dece­nio, el Ministerio de Defensa de la República Federal de Alemania formulaba la siguiente

apreciación empírica: "Para las Fuerzas A r m a ­das Federales también rige la experiencia internacional de que el costo de adquisición de los modernos sistemas de armamento se duplica por término medio cada diez años. E n cuanto a los gastos en I y D [. . .] cabe decir lo mismo." 3

La duplicación de las inversiones en I y D para renovación continua del equipamiento dentro de la misma categoría tecnológica es, a todas luces, un cálculo moderado. Hacia la misma fecha, un director adjunto de investiga­ción y tecnología para la defensa del Departa­mento de Defensa de los Estados Unidos estimaba el aumento efectivo en los costos reales de artículos dentro de una misma categoría en "alrededor de un coeficiente de 10 en un periodo de veinte años".4 E n el caso de los aviones de caza, el precio real, con­tando con la inflación, se quintuplicó, cifra significativamente más elevada que la del cálculo realizado por el ministerio alemán. Y aun cuando de estas cifras se deduzca lo que corresponde a la inflación, la fuerza que determina los aumentos sigue siendo conside­rable, pese al hecho de que no existe acuerdo alguno con respecto a c ó m o debe definirse un "deflactor militar": es claro que la inflación en los precios militares no puede medirse por el índice de precios al consumidor. U n examen más atento de los datos indica que no existe un índice exponencial fijo para el alza de los costos de la I y D o de otros costos de equipos y material, sino que el índice exponencial mismo está sujeto a aumentos.5

El crecimiento de la I y D para tecnología bélica parece ser algo generalmente aceptado, aun cuando el ahorro de costos en los factores de producción de la I y D se considere uno de los aspectos del progreso tecnológico general. E n términos económicos, las mejoras margi­nales en el rendimiento técnico del material de guerra de alto nivel tecnológico han de pagarse con costos excesivos, no marginales. Este hecho desempeña un importante papel en la idea que los científicos y tecnólogos que trabajan en la esfera militar tienen de sí mismos.

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar

Eugène Turpin (1848-1927), químico francés, inventor de los colores inofensivos pero también de un poderoso explosivo, la melinita (1887), adoptado en 1899 para las municiones francesas. Snark International.

Autopercepción del personal empleado en I y D

L a difundida creencia de que trabajan en un ámbito cuyo futuro se halla estrechamente vinculado a los m á s avanzados sectores de la tecnología, si no está guiando de hecho el progreso tecnológico, constituye un elemento sustancial de la idea que el personal científico y técnico tiene de sí m i s m o . U n o de los pilares que sostienen el edificio de la I y D es el conjunto de convicciones aparentemente m u y arraigadas acerca de sus notables aportaciones a la sociedad y de la importancia de su trabajo en el ámbito militar. Esta creencia general­mente compartida es importante para la socia­lización de la generación venidera en los múltiples procesos que acompañan las activi­dades cotidianas en los centros de I y D , en los centros de capacitación técnica y en las fuerzas armadas. Tal opinión es a su vez utilizada en la búsqueda de beneficios, el m e n o r de los cuales no es la obtención de u n salario privilegiado. Desafortunadamente, los

estudios sobre la autopercepción de las c o m u ­nidades científicas y tecnológicas son escasos, y existen m u y pocas investigaciones acerca de c ó m o se ven a sí mismos los científicos y técnicos superiores que trabajan en la esfera militar. N o obstante, algunas observaciones preliminares tienden a confirmar la hipótesis general referente a la permanencia del ele­mento subjetivo en la reproducción de la comunidad de I y D .

L a m a y o r parte de los miembros de esta comunidad consideran su quehacer u n trabajo arduo, agobiante, a veces incluso meticuloso y sutil, que por lo c o m ú n no es suficientemente reconocido por el público en general. L a convicción de qué están prestando u n servicio m u y especial a la sociedad, y a la ciencia y la tecnología en general, es en ellos una opinión fuertemente arraigada que deja poco margen para la crítica o la reorientación de su trabajo.

L a mayoría del personal técnico, inclui­dos los ingenieros titulados, experimenta cierto sentimiento de inferioridad con res­pecto a los que trabajan para fines científicos "puros" o para la "ciencia". Sin embargo ,

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10 Ulrich Albrecht

existen indicios de que los empleados con títulos académicos en cualquiera de las cien­cias naturales también se sienten en cierto m o d o inferiores a sus colegas que ocupan puestos más tradicionales, por ejemplo en laboratorios universitarios. Estos sentimien­tos subjetivos de inferioridad de rango, combi­nados con la convicción de estar trabajando en la vanguardia de la tecnología y de realizar un trabajo de extraordinaria importancia para la supervivencia de la sociedad, permiten a los empleados de este sector de I y D militar asumir una actitud tenaz e irreductible cuando se les pone en tela de juicio desde fuera, así c o m o tener en alto aprecio su identidad colec­tiva, identidad que es de particular importan­cia en los procesos de socialización formales e informales que configuran la comunidad de científicos y técnicos empleados en I y D militar.

Se ha observado que los círculos militares y otros afines o vinculados a ellos se cuentan entre las raras ocupaciones que presentan en diferentes partes del m u n d o una estrecha semejanza de actitudes, preferencias y c o m ­portamiento social.6 Otro tanto podría decirse de la comunidad que tiene a su cargo la I y D militar. U n ingeniero aeronáutico en el Reino Unido, Francia o los Estados Unidos vive entregado en cuerpo y alma a su trabajo, orientado hacia la eficacia y el rendimiento, y tiene conciencia de estar desempeñando una función social bien definida y realizando un trabajo excepcional. E n Europa occidental sobre todo, los planes de producción en c o m ú n de material bélico han originado n u m e ­rosos intercambios de técnicos, lo que sin duda ha contribuido a la existencia de rasgos comunes.

M u y poco se sabe con respecto a carac­terísticas concretas en este ámbito en la Unión Soviética, especialmente sobre la percepción que tiene de sí misma la comunidad de I y D militar. Fuentes occidentales acreditadas, no respaldadas por datos empíricos, tienden a subrayar el carácter elitista de esta comuni­dad.7 Las memorias de destacados técnicos militares soviéticos c o m o Mikojan8 tienden a confirmar la impresión de que los principales

cuadros del sector tecnológico-militar de la Unión Soviética forman parte de la nomenkla­tura9 o escalón superior de la sociedad sovié­tica, es decir que los miembros de la comuni­dad de I y D militar disfrutan de una serie de privilegios entre los que se cuentan el mejor nivel de vida y de ingresos, la reputación social y la representación en el partido y órganos del Estado. Testimonios de ingenie­ros alemanes repatriados que trabajaron algún tiempo en industrias militares soviéti­cas10 y, recientemente, de emigrantes que han trabajado en diversos sectores del sistema soviético de producción bélica, nos permiten establecer algunas características de la comuni­dad de I y D militar de este país. A u n q u e quizá sea cierto que famosos técnicos mili­tares de alto bordo al frente de departamentos de diseño aeronáutico, c o m o la familia Tupo-lev, los Xuchoj Ilyushin, etc., forman parte de la nomenklatura, la situación del miembro medio de la comunidad de I y D militar es según toda evidencia diferente, y se aproxima más a la experiencia occidental. Agursky11

sostiene que no son los m á s brillantes quienes emprenden carreras relacionadas con la tecno­logía bélica, pues estas carreras no ofre­cen perspectivas de viajes al extranjero, ni siquiera a países socialistas, c o m o tampoco posibilididades de adquirir reputación cientí­fica publicando trabajos, ni de ganar un sobre­sueldo dando conferencias por las tardes o los fines de semana. Si se acepta esta tesis c o m o representativa, resultaría que los titulados más brillantes en ingeniería y ciencia natural optan por un m o d o de vida m á s flexible que el que cabe esperar en los sectores militares o vinculados a ellos, y ello a pesar de la seguri­dad en el empleo y las altas retribuciones. Agursky sostiene que, sumados, los ingresos civiles procedentes de puestos universitarios, publicaciones y conferencias extraordinarias sobrepasan los ingresos obtenidos en la esfera militar.

N o tenemos pruebas de rivalidades entre científicos y técnicos en los ámbitos militar y no militar, perose puede deducir que, por lo que a reputaciones académicas se refiere, los sentimientos de inferioridad de los que siguen

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar 11

Laboratorio del físico nuclear dinamarqués Niels Bohr (1885-1962), Premio Nobel de Física en 1922, cuyos trabajos, especialmente los relativos a la fisión, contribuyeron a la elaboración de la primera b o m b a atómica . Roger Viollet.

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carreras no militares en la Unión Soviética son comparables a lo observado en los países occidentales. Cabe sacar la conclusión, pues, de que la comunidad de I y D militar es m u y homogénea en todas partes, con prejuicios invariables acerca de sus propios méritos y un sentimiento claro de que estos méritos no están lo suficientemente reconocidos. L a reac­ción predominante ante las proposiciones de tomar otros derroteros profesionales es la de ignorarlas.

L a evaluación de los pocos casos de despido de personas que trabajaban en sec­tores de tecnología avanzada en los Estados Unidos no contradice estas impresiones gene­rales. C o n el fin de la intervención norte­americana en la guerra de Viet N a m y la llegada por primera vez a la Luna , un número importante de científicos y técnicos altamente calificados perdieron sus puestos de trabajo en un contexto en el que nadie se atrevió a especular acerca de las consecuencias sociales. Los que perdían sus empleos simplemente desaparecían, dejando a sus espaldas una comunidad de I y D militar desconcertada que no sabía qué tipo de acción colectiva empren­der. Esto tiende a confirmar la exactitud de las observaciones generales antes efectuadas sobre la percepción elitista que comparten las comunidades de técnicos superiores y de cien­tíficos.12

Los actores en I y D militar en los países occidentales

Los sectores involucrados en la investigación y desarrollo tecnológico militar de los países occidentales pueden dividirse en tres grupos dominantes: primero, la industria, que satis­face principalmente contratos para proyectos de I y D ; segundo, el ejército, que es el presunto consumidor de I y D ; tercero, la burocracia estatal, que es el elemento media­dor y regulador. D e menor importancia son las instituciones académicas c o m o las universi­dades y los centros de investigación cuya orientación tiende a coincidir con la de la industria y la burocracia estatal. Otros dos

sectores que tienen poca o ninguna influencia en la formación de las pautas de interacción básicas que reproducen el establecimiento de I y D militar pueden dejarse de lado. Se trata de la comunidad de I y D en general, que tiene poco o nada que decir con respecto a cuestiones militares o a ministerios nacionales de investigación científica y desarrollo, y el personal científico y técnico que trabaja en la propia I y D militar. Entre los miembros de este último sector no existe debate alguno con respecto a la participación o codeterminación del personal contratado.

Las simples peticiones regulares de mayores emolumentos tienen escasa o nula repercusión significativa o decisiva.13 Según las percepciones de sus portavoces, la comuni­dad científica y técnica militar ocupa un lugar secundario en el triángulo de poder que dirige la defensa, formado por el estamento militar, las burocracias estatales y la industria. L a función de la comunidad científica y técnica militar consiste en inventar, ejecutar y perfec­cionar programas con arreglo a las líneas básicas trazadas por otros, realidad que coin­cide plenamente con la visión que dicha comunidad tiene de sí misma. Por eso, al estudiar los actores primarios en I y D militar y la conversión de los cuadros, los tres grupos principales que importa destacar son el ejér­cito, las burocracias estatales y la industria.14

Según la apreciación de todos los grupos participantes, es la esfera militar la que decide qué clase de tecnología ha de desarrollarse. Las medidas burocráticas e industriales se basan en decisiones militares previas, siempre según la mencionada apreciación subjetiva. Al determinar la naturaleza de la contribución militar al fomento de la I y D , deben espe­cificarse las pautas típicas de los requerimien­tos técnico-militares. D e b e existir además alguna evaluación sobre si estos requerimien­tos militares cuentan con altas probabilidades de influir en el triángulo de poder constituido por el ejército, las burocracias estatales y la industria respecto a la configuración de futu­ras políticas de I y D militar.

N o es nada fácil dar respuestas generales por lo que atañe a los Estados Unidos, la

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar 13

República Federal de Alemania, Francia, el Reino Unido y el Japón. A d e m á s , en una era con posibilidades de aniquilación nuclear m á s que total, sobrevienen disputas sobre aspectos específicos de las necesidades militares: cuánto más rápida tiene que ser la velocidad máxima de un nuevo caza a reacción con respecto a los tipos de aviones más antiguos, o si conviene o no fortificar los sistemas de defensa costera, son cuestiones que fácil­mente dan pábulo a disputas. N o debe pues sorprender a nadie que se hayan producido reorientaciones sustanciales entre los propios militares a la hora de decidir prioridades tecnológicas. U n ejemplo bastante notable es la desproporcionada preferencia por los misi­les mostrada en el Libro Blanco Británico sobre Defensa de 1957. Otro ejemplo no menos chocante es el avión de despegue y aterrizaje vertical ( V T O L ) en el que el Estado Mayor del Aire de la República Federal de Alemania invirtió m á s de 1.500 millones de marcos. Estos ejemplos no sólo indican equi­vocaciones respecto a desarrollos tecnológi­cos, también demuestran reorientaciones bási­cas en las prioridades militares. Dadas las dificultades de adaptación a cambios rápidos e inesperados, la industria se ha vuelto más intransigente con respecto a las reorienta­ciones básicas en las prioridades militares. La industria era mucho más acomodaticia cuando cada aspecto de la tecnología militar, ya fueran los motores de alto rendimiento de una lancha ligera o la óptica de infrarrojo, se perseguía por sus propios méritos mientras no dejara inequívocamente de servir necesidades militares. Sin embargo, la razón más corriente de que se pongan impedimentos a programas de I y D concretos es el argumento genuina­mente no militar de los aumentos en los costos.

Es opinión común que las burocracias estatales, tanto c o m o los órganos parlamenta­rios, desempeñan funciones de control decisi­vas durante el proceso completo de los proyec-r tos de I y D , desde la sala de conferencias o el laboratorio hasta la evaluación en ejercicio de tropa o la producción. Y es opinión común asimismo que las burocracias estatales eva­lúan los costos y posibilidades del material

militar a la luz de la experiencia acumulada a lo largo de los años. Se sostiene además que en la distribución de fondos para proyectos de investigación competitivos, la burocracia adopta una "política de investigación". El parlamento entonces añade m á s controles, y la aprobación pública confiere legitimidad adicional, tanto en lo económico c o m o en otros aspectos, al esfuerzo empleado en I y D militar.

Sin embargo, aceptar esta opinión difun­dida sobre el m o d o en que las burocracias estatales y los órganos parlamentarios intervie­nen en el proceso de I y D militar es de una ingenuidad manifiesta, c o m o lo es suponer que disponen de los conocimientos especializa­dos indispensables para llegar a un juicio independiente sobre presupuestos militares o previsiones de costos industriales. Por ejem­plo, la "curva de costos de aprendizaje" o los cuantiosos ahorros para gastos de produc­ción de elementos m u y perfeccionados c o m o aviones de combate han sido hurtados a los órganos de control por la industria hasta que procedimientos exhaustivos, que llegan a implicar a veces fallos de tribunales y revi­siones de auditoría, han hecho salir estos detalles a la luz pública. Numerosos informes de cuerpos especiales destinados a investi­gar enormes sobrecostos han descubierto las estructuras de costos utilizadas por la indus­tria o por las instalaciones y establecimientos de I y D . Para comprender las evoluciones y cambios en los costos y las decisiones que favorecen una opción en vez de otra, es necesario saber algo acerca de estas estructu­ras de costos.

Las burocracias estatales y los órganos parlamentarios no son actores desinteresados cuya única preocupación es el bien c o m ú n . U n a observación m á s atenta revela normal­mente que las decisiones acerca de proyectos de I y D militar se hallan fuertemente vincula­das a orientaciones políticas anteriores. Algu­nos proyectos obtienen la aprobación general merced a connivencias. Otros, porque repre­sentan la demostración de una extraordinaria capacidad de investigación independiente que realza el prestigio nacional, y otros, en fin,

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14 Ulrich Albrecht

por la posibilidad de futuras exportaciones. Por regla general, es difícil renegociar acuer­dos sobre decisiones presupuestarias que estén sujetas a una ley compensatoria, ya se trate de una alianza formal entre partidos en coalición o de un compromiso político con una facción partidista. Las decisiones presupuesta­rias para proyectos de I y D militar no son una excepción a esta regla. A d e m á s , c o m o los políticos y los burócratas invierten su prestigio personal y la reputación de sus departamentos respectivos en proyectos de I y D , difícilmente pueden aceptar propuestas de reconsiderar decisiones anteriores. Por otra parte, las con­diciones del mercado de trabajo local, así c o m o los intereses electorales locales en gene­ral influyen en las decisiones de los políticos y burócratas responsables de proyectos de I y D , con el corolario de que mal puede así describírseles c o m o actores neutrales y desin­teresados en el triángulo constitutivo de la investigación y desarrollo tecnológico a que nos hemos referido.

Los responsables políticos ven los presu­puestos de I y D c o m o partidas de fondos que, aparte de contribuir a un futuro fortaleci­miento militar, pueden también servir a otros objetivos, especialmente objetivos de política económica nacional. Hace una década, los efectos indirectos de la I y D militar, spill over o spin offs (repercusiones o subproductos) en la jerga del debate, constituían un objeto de singular fascinación para los políticos •con responsabilidades de gobierno. Pese al escepti­cismo expresado por los estadísticos respecto al uso de las concesiones de patentes, al uso limitado de las patentes militares y al más limitado aún de las patentes militares mediante concesiones a la industria, se daba una publicidad excesiva al presupuesto de I y D . E n palabras del entonces portavoz de la oposición de la U S C en la Dieta Federal Alemana , el presupuesto de I y D es "la cifra de oro del presupuesto de defensa".15 Según se dice en un libro blanco sobre la defensa difundido por el gobierno de la República Federal de Alemania, "la industria alemana no puede prescindir de los impulsos que

- provienen de este sector".16 L a situación

alemana es característica de lo que sucede en otros países.

A u n q u e incapaces de apreciar plena­mente todos los detalles relativos al funciona­miento del sistema, los políticos intuyen que no tienen otra opción que la de pagar los costos de entrada en nuevos campos tecnológi­cos. Tales costos son m u c h o más fáciles de defender ante la opinión pública si son canali­zados a través del presupuesto de defensa que si aparecen cubiertos por subvenciones a la industria privada. A u n cuando un determi­nado programa de I y D militar no produzca los beneficios esperados, un programa ambi­cioso puede servir, en la permanente competi­ción tecnológica entre los seis principales países que invierten en ella, para marcar puntos al inquietar a los rivales con la posibili­dad de sacar a la luz algún producto nuevo.

Cuando examinamos las decisiones reales sobre proyectos de I y D militar, suele ser difícil distinguir la línea de razonamiento que sirve de base a las diferentes decisiones sobre prioridades futuras y a las inacabables dispu­tas en torno a los méritos de la investigación básica efectuada en las universidades o los laboratorios frente a los méritos de la investi­gación "aplicada" que se realiza principal­mente en la industria. Desde el punto de vista de los costos, que sigue siendo la principal vara de medir de los guardianes del erario público, la mayor parte de las tecnologías recientemente desarrolladas en Occidente habrían resultado m u c h o más baratas sí se hubieran desarrollado colectivamente dentro del marco de la O T A N . U n ejemplo apro­piado es la innovación tecnológica que supone la solución a los apremiantes problemas del ala articulada giratoria para aviones de caza, lograda por vez primera hace una década en la tecnología de vanguardia de General Dyna­mics y G r u m m a n en los Estados Unidos. Aparte de ésta, en Francia la firma Dassault introdujo innovaciones para el proyecto Mirage G , y en la República Federal de Alemania, la firma Messerschmitt-Bölkow-Blohm para el avión de combate M R C A Tornado. Resulta difícil discernir lo que la fuerza tecnológica de algunas ramas o sec-

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar 15

iiiíliP:

El físico soviético, Piotr Leonidovitch Kapitsa, uno de los principales creadores de las armas termonu­cleares soviéticas, visitando, de joven, el Cavendish Laboratory en Cambridge (Reino Unido). Keystone.

tores determinados puede haber aportado a innovaciones tales c o m o el ala articulada giratoria, por no hablar ya de establecer ventaja nacional alguna susceptible de haber contribuido m á s a los resultados.

Se ha sostenido que en campos de tecno­logía m u y avanzada son necesarios programas paralelos para el desarrollo tecnológico de material bélico con el fin de poder elegir el producto de m á s alta calidad posible. Incluso pequeños inversores financian programas de investigación paralelos dentro de sus fronteras nacionales: en la República Federal de A l e m a ­

nia ha habido tres programas para el diseño de u n helicóptero ligero; en el Reino U n i d o e Italia existen proyectos de misiles que compi­ten entre sí, y en Francia hay también progra­m a s de investigación paralelos. E n algunos casos el Estado, en una fase determinada, ha intentado dirigir los esfuerzos de desarrollo hasta fundirlos en u n solo programa para encontrarse finalmente frustrado en sus aspira­ciones, c o m o en el caso del proyecto de helicóptero alemán cuando tales intentos fra­casaron. C u a n d o uno de los diseños de heli­cóptero en competencia resultó ser superior

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16 Ulrich Albrecht

en las pruebas sobre el terreno, la industria alemana se las arregló para convencer al Estado de que pagase la factura de los tres helicópteros.

L a ventaja de permitir que firmas rivales adquieran competencia tecnológica en un c a m p o dado no es fácil de apreciar, especial­mente si este saber tecnológico está conside­rado un secreto comercial que no se ha de compartir. E n I y D militar puede descubrirse la existencia de redundancias dentro de los campos tecnológicos relacionados con los blin­dajes, c o m o por ejemplo en el desarrollo de este tipo de tecnología para los principales tanques de combate, A P C s , y los tanques antiaéreos, así c o m o en la tecnología relacio­nada con las lanchas torpederas y cañoneras, especialmente F P B s , y con la producción de armas menores. E n cambio, es m u y difícil encontrar programas paralelos en otros sec­tores de tecnología sumanente avanzada rela­cionada con el espacio, la microelectrónica o los hornos de fundición por inyección de aire. El argumento de que en I y D militar se financian esfuerzos especiales con objeto de elevar el nivel tecnológico general es, por lo tanto, m u y poco convincente.

M u y posiblemente, la I y D militar no sea el medio más acertado, económicamente hablando, para mejorar el nivel tecnológico general de la industria de una nación. Si la asignación de fondos públicos en cantidad apreciable para grandes proyectos de I y D en el ámbito civil viola los principios general­mente aceptados con respecto a los méritos de la libre empresa y existe oposición a la conce­sión de subvenciones elevadas de m o d o que tales asignaciones tienen que vencer la firme resistencia del público en general y la legisla­tura, y si, por otra parte, la propia industria es incapaz de financiar sus esfuerzos en I y D de manera convencional, entonces la asignación de fondos públicos en cantidades apreciables puede y suele legitimarse en nombre de la seguridad colectiva. Las enormes facturas de I y D dentro del presupuesto militar no son tan meticulosamente fiscalizadas c o m o las factu­ras de I y D , bastante menores, dentro del presupuesto civil: los europeos y los norteame­

ricanos están tan acostumbrados a los mons­truosos presupuestos de I y D militar que, aun cuando los ministerios de hacienda nacionales estuviesen dispuestos a apoyar un cambio que favoreciese los gastos en I y D civil a expensas de los de la I y D militar, hay pocas probabili­dades de que tal cambio se produzca. E n consecuencia, el afán de los industriales por participar en proyectos de I y D militar no tiene nada que ver con actitudes militaristas. Simplemente refleja la oportunidad de conse­guir fondos públicos suficientes para el ade­lanto de la tecnología.

Puede decirse, en conclusión, que la mejor manera de evaluar el'fomento de la I y D militar no es en términos de objetivos militares, sino en los de la política industrial que establece las prioridades para la educa­ción y la capacitación especial ofrecidas en campos cubiertos por la I y D militar.

Se argumenta a veces que, salvo en lo concerniente a los intereses creados de los fabricantes de municiones tradicionales, la industria no tiene ningún interés concreto por los contratos militares. E n todos los países estudiados, los más grandes contratistas de la defensa figuran también por derecho propio entre las mayores empresas. Los contratos militares representan sólo una pequeña frac­ción de su cifra de negocios. N o obstante, cierta proporción de encargos militares puede m u y bien llenar algunas necesidades de investi­gación. Aproximadamente la mitad de los encargos militares atendidos por los grandes contratistas europeos es labor de investiga­ción; otras firmas menores suministran bienes en existencia que no necesitan inversión alguna en I y D . Los contratistas de la defensa tienen, pues, un interés creado por los contra­tos de I y D , a los que no están dispuestos a renunciar.

El interés industrial por los contratos de I y D está dominado por fines de lucro. Sin embargo, no hay cifras públicamente disponi­bles sobre la rentabilidad de los contratos de I y D ; los portavoces de la industria y los administradores públicos conceden la existen­cia de un modesto 5% de margen de benefi­cios. Si es éste realmente el caso, cabría

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U n técnico del Marine Corps de los Estados Unidos ajusta la alineación óptica del primer prototipo del Modular Universal Laser Equipment ( M U L E ) . Este instrumento portátil, montado sobre un trípode, proporciona informaciones m u y precisas para localizar los blancos de las armas guiadas por láser. Tizíou/Sygma.

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preguntarse entonces por qué los poseedores del capital no buscan oportunidades de inver­sión de ahorro privado'que otorgwe beneficios m á s altos.

El nivel de autofinanciación ha sido importante en el caso de contratistas de I y D de primer orden, c o m o Dassault en Francia y Bölkow en Alemania. D e todos m o d o s , los contratistas de I y D se han visto favorecidos por la financiación estatal concedida para instalaciones y equipos de investigación (por ejemplo, las instalaciones de la I A B G , la Industrieanlagen Betriebsgellschaft junto a los talleres Ottobrunn de Messerschmitt-Bölkow-Blohm). Los resultados de investiga­ciones llevadas a cabo por instituciones públi­cas c o m o el Royal Research Establishment en el Reino Unido o la Deutsche Versuchsanstalt für Luft- und Raumfahrt (con instalaciones para ensayar motores de cohetes) se hallan a disposición, gratuitamente, de solicitantes "calificados", lo que normalmente quiere decir a disposición de la industria. U n a firma privada que haga uso de estos resultados de investigaciones y trabaje en instalaciones de propiedad pública tiene derecho a un margen de beneficio cuando presenta su factura al gobierno. Por añadidura, el sector privado disfruta de subvenciones o de créditos fáciles para equipamiento avanzado y para equipo moderno de tratamiento de datos. D e m o d o semejante se habilitan ayudas para activi­dades derivadas de "sectores en apuros" c o m o la construcción naval.

El aprecio de la industria por los contra­tos de I y D militar es comprensible cuando se consideran las extraordinarias posibilidades de reproducción del capital; la suma de capital privado requerido es relativamente baja y el riesgo está públicamente limitado. El presu­puesto de I y D ofrece considerables recursos para tecnología avanzada que la industria no podría asumir por sí sola. Esto explica por qué ciertos capitales situados m á s allá de las lindes de la producción militar han mostrado recien­temente interés por el negocio de la contrata­ción de I y D militar.

La reproducción de prioridades en I y D

Existen tensiones habituales entre la industria por un lado y el ejército y la burocracia estatal por el otro. A u n q u e los costos en rápido aumento no son una calamidad para los pro­ductores interesados en incrementar su cifra de negocios y sus beneficios, los interventores militares y administrativos sí acusan los apre­mios de los presupuestos limitados. Puede apreciarse una constante de conflicto y transac­ción en la permanente batalla del presupuesto. Normalmente la administración militar cam­bia de bando en el curso de esta batalla. Mientras los burócratas estatales y la mayor parte de los miembros de las comisiones parlamentarias tratan de obtener el control de las demandas en constante expansión de la industria, el sector militar tiene sus propias preferencias y tiende a cambiar de bando durante el periodo de gestación de un sistema de armamento, entre el m o m e n t o en que sale de la fase de I y D y aquél en que entra en las pruebas de evaluación y despliegue de tropa.

Mientras subsisten dudas respecto de los méritos de una nueva tecnología, los jefes militares tienden a alinearse con los burócra­tas estatales y a mirar con recelo las peticiones de fondos procedentes de los laboratorios y la industria: fondos que sería mejor emplear en algún otro proyecto o canalizar en la adquisi­ción de material bélico ya probado y aceptado en el presupuesto de compras corriente. Con alguna frecuencia, cuando determinado proyecto ha pasado con éxito una serie de pruebas y evaluaciones ("hitos del diseño"), uno de los servicios del. ejército que está designado para recibir el nuevo equipamiento descubre de pronto que es un proponente de esta nueva pieza de tecnología: las fuerzas armadas tienden, entonces, a aliarse con la industria a fin de que siga adelante un proyecto.

Por lo c o m ú n se considera que la burocra­cia estatal y el parlamento se hallan en posición m á s fuerte que la industria privada. Sin embargo, los burócratas del Estado com­parten en medida considerable los objetivos

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de política económica general de la industria. A d e m á s , c o m o ya se ha indicado, los burócra­tas estatales no poseen la información deta­llada necesaria que les permita formar juicios independientes sobre presupuestos militares o sobre estimaciones de costo industrial. Por último, los miembros del parlamento que forman parte de comisiones de defensa favore­cen por lo regular al complejo militar-indus­trial; un número sorprendente de miembros de estas comisiones de defensa son militares retirados, personal militar de la reserva o representantes de la industria. Cuando se plantea un examen riguroso y atento de proyectos de I y D militar, se expresa una adhesión insincera a los representantes del bien común, aunque ninguno de los seria­mente comprometidos crea que el parlamento o la burocracia pública poseen la iniciativa sobre la industria.

Apenas si existe posibilidad alguna de conseguir que una firma reconozca haber incurrido en lo que, en la jerga industrial, se llama un dog, es decir, un fallo: ejemplo de ello sería un avión que no alcanza a satisfacer los criterios de rendimiento, o que ofrece resistencias casi insuperables que exigen que el piloto ejerza una fuerza excesiva sobre los mandos. Otros ejemplos son aviones con tendencia al zigzagueo o a la inestabilidad en torno a un eje determinado. Se ha estimado que en los Estados Unidos el 50% de todos los proyectos para la fuerza aérea han sido "fa­llos": durante las pruebas iniciales o la vida de servicio del sistema, han aparecido problemas de concepción, deficiencias del diseño técnico o defectos en la producción.17 También en los programas de armamento del ejército de tierra y de la marina hay un análogo y elocuente registro de fallos. La explicación clásica de estos fallos es que los productores de un arma los han mantenido secretos con la vana esperanza de subsanarlos en las fases iniciales de la producción.

La actitud de la industria alemana e italiana empeñada en la batalla por los contra­tos es claramente visible en su interés por líneas que las potencias aliadas victoriosas habían declarado de producción ilegal para las

vencidas. Daimler-Benz aceptó el primer pedido de motores para tanques hecho por Suiza en 1952, y Messerschmitt pudo ofrecer a la nueva Luftwaffe un nuevo avión escuela a reacción sin que se hicieran demasiadas pre­guntas acerca de c ó m o se las había arreglado la empresa para acabar todo el trabajo de diseño y hacer volar un prototipo en un par de semanas. Ejemplos c o m o éste de la experien­cia alemana e italiana abundan.18 Indicios de la resolución con que la industria lucha por los mercados pueden verse en las diversas técni­cas para sortear los embargos de exporta­ciones de armas nacionales.

La industria ha soslayado a veces las directrices gubernamentales. E n 1967, por ejemplo, el gobierno federal alemán descu­brió que las capacidades de I y D militar del país excedían sus necesidades reales, y el profesor Carstens, entonces secretario de estado y posteriormente presidente de la República Federal de Alemania, indicó a las empresas aeronáuticas que despidieran al 10% de su personal de I y D . C o n el fin de subrayar el interés del gobierno por esta reducción, el secretario de estado se reunió con las firmas aeronáuticas en el ministerio. Al mes siguiente-cada una de estas firmas contrataba un número extraordinario de perso­nal de I y D , con la esperanza manifiesta de atraer algunos de los cerebros que habían dejado libres sus competidores.

M á s pruebas del papel dominante de la industria pueden apreciarse en las elocuentes demoras que sufren las decisiones de alterar las prioridales de I y D . N o es preciso dudar abiertamente de los anuncios de "cambios en las necesidades militares" efectuados por el ejército para sorprenderse de la dosificación en el tiempo de esas declaraciones que habi­tualmente se hacen cuando un proyecto pasa el llamado "punto de no retorno" o alcanza algún otro hito importante. Cabría también preguntarse por qué los responsables que actúan en la burocracia estatal o las comi­siones parlamentarias no plantean la conve­niencia de reorientar las prioridades antes de invertir grandes sumas de dinero en un proyecto.

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Los cuadros de la I y D en la URSS

Testimonios de expatriados soviéticos y rela­tos de proyectistas alemanes que han vivido algún tiempo en la U R S S indican que la comunidad de I y D militar soviética no puede ser entendida en los mismos términos que su equivalente occidental. Se trata de una comu­nidad cerrada: si bien en la misma planta pueden llevarse a cabo actividades de produc­ción civil, existen incluso equipos de mecano­grafía separados.19 H a y un marcado esprit de corps y se da mucha importancia al secreto. Las tareas son asignadas por algún grupo anónimo. Se dice que el secreto llega tan lejos que incluso dentro de un equipo de diseña­dores nadie llama por su nombre al producto que se está diseñando por temor al enemigo de clase.20

Los esfuerzos soviéticos en I y D se caracterizan por una política de incremento, el apego a los diseños ya probados y el rechazo a los cambios rápidos.21 El sistema acentúa la importancia de la veteranía. Los cuadros jóvenes siguen procedimientos consagrados en vez de buscar nuevas soluciones que podrían desafiar la autoridad de los colegas veteranos. Las sanciones por no seguir los derroteros establecidos son desconocidas, pero suficientemente temidas como para que cualquier cambio básico en la forma de conce­bir y proyectar encuentre la oposición de virtualmente todos los sectores.

Al parecer, el equipo de diseño en la U R S S goza de mucha m á s influencia de la que tienen de sus homólogos en Occidente.22 Los equipos soviéticos de diseño aerospacial no están vinculados a las plantas de producción, sino que constituyen entidades separadas con considerable libertad de acción, aunque exis­ten relaciones estables entre las oficinas de proyectos y las numerosas instalaciones para la producción. Tal estabilidad de relaciones no sólo sirve al fin ideológico de mantener contactos entre los obreros de cuello azul y los diseñadores de cuello blanco, sino también a fines prácticos. Se pretende que dichos contac­tos han tenido sus efectos en el tablero de dibujo y han facilitado la fabricación. Ejem­

plos de ello son el uso de secciones circulares en cazas a reacción avanzados, así como las secciones de ala unicordes en los cazas Yakov-lev o el remache en los aviones Tupolev de transporte.

La literatura occidental parece obsesio­nada por los grandes nombres de proyectis­tas aeronáuticos, c o m o Tupolev, Antonov, Mikoyan, Gurevich, Sujov, Yakovlev y Mil, que han dado sus nombres a las oficinas de proyectos soviéticas. Después de la destaliniza-ción, la fama de estas grandes figuras, que habitualmente se hallaban próximas a Stalin, ha sido reemplazada por equipos de trabajo y a sus directores, que desempeñan las mismas funciones de las famosas figuras de antaño, ya no se les da publicidad. H o y la labor de las oficinas de proyectos soviéticas incluye deliberaciones colectivas sobre modificación o alteraciones en el concepto básico de un avión o de un tanque.23 Sigue existiendo, aunque sin aspavientos, el orgullo por la pericia demostrada en la solución de algún problema de diseño; pero el esprit de corps de las oficinas de proyectos quizá sea hoy más fuerte, si cabe, que cuando las dirigían las grandes lumbreras de la vieja generación.

El papel del ejército en el sistema sovié­tico de I y D militar es decisivo. A u n en lo tocante a armamentos de avanzada tecno­logía, las preferencias de I y D recaen en aquellos valores que los militares aprecian, como la importancia de emplear conceptos de validez probada, tecnología ya conocida, mate­rial sólido y resistente, a m é n de un marcado interés por la facilidad de las reparaciones sobre el terreno y el buen funcionamiento en condiciones difíciles y adversas.

El conservadurismo del sector militar en cuestiones de I y D tiene algunas desventajas. Según parece los responsables de la fuerza aérea debieron ser convencidos por los doctos de la comunidad de I y D de que las ametralla­doras emplazadas en la cola de los aviones de combate y el equipo óptico de precisión alojado en las grandes cúpulas transparentes de los aviones militares, aun cuando sólo se mantuviesen para funciones auxiliares, esta­ban ya anticuados. Informes procedentes de

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar 21

Quian Sanqing (Tsu'en San-K'ng), nacido en 1910, físico chino que trabajó con su colega francés Frédéric Joliot-Curie (1900-1958) y se convirtió en uno de los "padres" de la primera bomba atómica china, detonada en Xinjiang en octubre de 1964. Keystone.

oficinas de proyectos de aviación dan detalles sobre el m o d o en que algunos aviones de caza han sido modificados con arreglo a proposi­ciones provenientes del personal de servicio en campaña . 2 4 E n el ejército de tierra se ha advertido a las dotaciones de los tanques que al calcular la distancia al blanco y las necesidades de munición correspondientes no empleen métodos ópticos simples, aunque eficaces, sino que utilicen equipo electro-óptico m á s complejo.

Otros sectores de la comunidad soviética de I y D son la burocracia estatal y las plantas de fabricación, pero su importancia no es en m o d o alguno comparable a la del ejército y las oficinas de proyectos. Se dice que los direc­tores de fábrica tienen poco interés en modi ­ficar los proyectos, lo cual es una actitud bastante natural si tenemos en cuenta la relativa escasez de los recursos de producción de material avanzado. A d e m á s debe orien­tarse a sus clientes en general, tanto civiles c o m o militares. Según el ya famoso dicho de Leónidas Breznev, el 43% de la capacidad de

las fábricas de material bélico se destina a producción civil.25 A u n q u e tal vez sea útil disponer de alguna capacidad de reserva para fines militares en caso de emergencia, los problemas de gestión de entidades fabriles de orientación doble pueden llegar a ser conside­rables. Por regla general, la influencia formal de los jefes de producción en la m a y o r parte de los sectores de tecnología avanzada que cuentan con un factor de I y D importante es evidentemente limitada. U n a excepción a esta regla se da en la producción de tanques, donde se cree que el personal de proyectos está directamente asociado con el de talleres.

Los burócratas estatales y los numerosos contables y administradores tienen importan­cia limitada fuera de sus obligaciones de rutina, en el cumplimiento de las cuales se hallan investidos de considerables poderes. Las decisiones soviéticas acerca de si se da o no "luz verde" a los proyectos de sistemas de armamento son adoptadas por el Politburo que, según algunos testimonios, recurre repe­tida y exhaustivamente al consejo de expertos

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en la materia y consagra una parte m u y apreciable de su tiempo a evaluar y decidir con respecto a sistemas de armamentos. Esta centralización de las decisiones últimas explica de qué manera, en el sistema de adquisición de armas soviético marcadamente rutinario y conservador, las tecnologías inno­vadoras y los proyectos de I y D ambiciosos obtienen finalmente la aprobación.

U n o se siente inclinado a sospechar que una coalición del sector militar, del grueso de los diseñadores que aplican una política incre-mentista y de algunos tímidos directores de fábrica debe ser bastante eficaz para sortear y evitar proyectos de I y D originales y nuevos. D e vez en cuando, según Holloway, la alta jerarquía soviética decide aplicar un "trata­miento de choque" en sus órdenes desde arriba para emprender nuevas tecnologías.26

E n contraste con Occidente, la I y D militar en la U R S S está m u y politizada: los políticos, se mantienen al tanto de los principales avances, estudian las opciones posibles, toman decisiones sobre prioridades y siguen de cerca todo el proceso de ejecución y

: realización práctica. El miembro medio de la comunidad de I

y D soviética se encuentra en una situación . ambigua. Su ámbito laboral goza de la aten­ción inmediata de la dirección del partido. Sin embargo, trabajar en un medio tan descu­bierto y vigilado no siempre resulta deseable. El medio laboral de la I y D militar se caracteriza por un sentimiento de gran solida­ridad profesional interna y de participación en una tarea colectiva vital. El trabajo en la I y D militar ofrece también una serie de ventajas materiales que no están al alcance de cual­quiera en la Unión Soviética, desde el nivel de retribución al uso de automóvil particular. Pero la sociedad cerrada en que el joven científico o técnico se introduce cuando entra en la I y D militar también presenta una serie de inconvenientes. Nunca podrá hacer una carrera universitaria. Nunca podrá labrarse una reputación científica mediante publicacio­nes. Los condiscípulos de la universidad se apartarán de él. Jamás estará m u y seguro de si la sociedad civil valora su trabajo. E n lo que

atañe a la autopercepción de los miembros de esta sociedad cerrada sólo podemos especu­lar. Los pocos indicios de que disponemos sugieren que su perfil psicológico no es tan positivo c o m o las declaraciones oficiales quie­ren hacernos creer. Parecen constituir un grupo de individuos con predominio mascu­lino, aplicados y laboriosos, que todavía no han hallado una identidad definida.

Educación y capacitación para la I y D

Los jóvenes, tanto del este c o m o del oeste, que se sienten atraídos por la I y D militar, lo hacen en general fascinados por la moderna tecnología. Algunos de los alumnos que se matriculan para seguir cursos de ingeniería aeronáutica suelen pilotar, por pasatiempo, aeroplanos o planeadores: simplemente desean convertir su afición en un trabajo remunerado. Sus intereses no son netamente académicos, pero constituyen el núcleo esta­ble del cuerpo técnico. Otros miembros jóvenes de la comunidad de I y D militar se interesan por la ciencia c o m o tal y no debe descartarse de antemano que pueda haber problemas científicos que fascinen al investiga­dor empleado en la I y D militar. N o obs­tante, la vía de acceso más corriente a la I y D militar parece ser la del miembro o equipo de personal científico que obtiene un determi­nado puesto de trabajo merced a la ayuda de superiores.

Tanto en el Este c o m o en el Oeste, los futuros miembros de la comunidad de I y D militar no aprenden gran cosa, en sus estudios académicos, sobre las peculiaridades de su futura actividad. Los cursos universitarios sobre materias c o m o aeronáutica, microelec-trónica e ingeniería naval están m u y lejos de lo que es específico de la I y D militar.

Puesto que la capacitación en tareas con­cretas se realiza en el trabajo mismo, a cargo de colegas veteranos, sería fútil especular sobre lo que cabría hacer a nivel universitario para estimular el ingreso en la comunidad de I y D . El miembro joven aprende de sus colegas

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Las comunidades involucradas en la investigación y el desarrollo militar 23

veteranos lo que es pertinente para la consecu­ción de los objetivos de I y D . Asimila los juicios de valor de su grupo junto con todos los códigos informales que prescriben los modos de relación con el m u n d o circundante, incluidos los diversos secretarios y superiores. Los roles aceptados del personal de I y D tienen las máximas probabilidades de ser legados a las generaciones inmediatas de cien­tíficos y técnicos. Los grupos externos tienen escasa oportunidad de influir en este proceso de socialización.

Sin duda la distribución de influencia permanecerá inalterada tanto dentro del modelo triangular occidental compuesto por la industria, el sector militar y los burócratas del Estado, c o m o en el seno del modelo bipolar del este integrado por proyectistas y funcionarios del partido. L a fuerte percepción del rol interno en esta prestigiosa y sensible actividad no se limita exclusivamente al perso­nal de I y D . El personal militar que se ocupa de problemas de I y D también tiende a ser conservador. D e igual manera, tanto en los países del este c o m o en los occidentales, difícilmente se puede esperar que cambien los

roles de los industriales, o que se produzcan grandes cambios en la burocracia estatal.

Las perspectivas de conversión de la producción militar a fines civiles son m u y escasas. Aquellos que trabajan para la I y D militar han valorado sus productos, y quizás se han valorado también ellos mismos, fuera del mercado civil. Sin duda saben que no les seria fácil encontrar otro empleo. Y aun cuando lo hallaran, la nueva situación difícil­mente podría compararse con su anterior entorno en la I y D militar. El halagüeño sentimiento de estar prestando un servicio extraordinario a su país se desvanecería. Las recompensas materiales disminuirían. Pasarían a formar parte de la "legión gris" de técnicos vulgares y corrientes. Se presentaría el formi­dable problema de adaptarse a normas desco­nocidas de costo-conciencia. Es m u y poco probable, pues, que los miembros de la c o m u ­nidad de I y D militar, tanto del este c o m o del oeste, presten apoyo real y verdadero a la conversión de la producción militar para fines civiles.

Traducido del inglés

Notas

1. Cita de Frankfurter Allegemeine Zeitung, 20 de agosto de 1979.

2. Pertti Joenniemi, " T w o models of mercenarism; historical and contemporary", Instant research on peace and violence (Tampere), vol. 7, n° 3-4, 1977, p. 191.

3. Weissbuch 1970 zur Sicherheit der Bundesrepublik Deutschland und zur Lage der Bundeswehr, p. 165, Bonn , 1970.

4. L . R . Sullivan Jr., director adjunto de investigación y asesoramiento técnico de la defensa, en una intervención ante la Asociación Industrial de la Seguridad Nacional y la Asociación de Mandos de las Fuerzas Armadas. Citado en Aviation week and space technology, 28 de agosto de 1972, p. 18.

5. Para una apreciación general del problema, véase la estimación del autor en

Leviathan. Zeitschrift für Sozialwissenschaften, vol. 1, n° 1,1973, p. 63.

6. Véase Marek Thee, en Asbjoern Eide y M a r e k Thee (dirs publ.), Problems of contemporary militarism, p. 25, Londres, 1980.

7. Entre los numerosos escritos que acuden a la memoria se cuenta como notabilísima contribución el texto clásico de H . Gordon Skilling y Franklin

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24 Ulrich Albrecht

Griffith, Interest groups in Soviet politics, Princeton, N . J . , 1971.

8. A . S. Yakovlev, The aim of a lifetime, Moscú, 1972. Aparentemente, en los Estados Unidos se conoce mejor la traducción del ruso no autorizada que la versión oficial inglesa del texto ruso, Target of a life. Clearinghouse, Department of commerce, A D 674316. Por razones desconocidas, no se han analizado nunca en Occidente los escritos sobre el equipo M i G . Véase Testpiloten, MiGs, Weltrekorde, Berlín (República Democrática Alemana), 1978.

9. Véase el autor soviético Michael Voslensky, Nomenklatura. Die herrschende Klasse der Sowjetunion, Viena, Molden, 1980.

10. Ejemplo destacado es el libro de Ferdinand Brandner, Ein Leben zwischen Fronten, Munich, 1973. Brandner diseñó los motores para el bombardero Tupolev Tu-95 Bear en la U R S S , ayudó a Nasser en Egipto a realizar un programa de cazas a reacción y acabó ayudando a los chinos en tecnología moderna de motores de aviación.

11. Mijail Agursky, The Soviet military-industrial complex and its internal mechanism, 1978, mimeografiado.

12. Pueden obtenerse testimonios especialmente en "Letters to the editor", de los números de Aviation week and space technology pertinentes.

13. Los testimonios pueden hallarse en las publicaciones

periódicas profesionales nacionales. E n el caso de la República Federal de Alemania, la demanda de más dinero se inició en el momento mismo de reanudarse la investigación aeronáutica. Véase "Deutsche Luftfahrtforschung vor d e m Zusammenbruch". Flugwelt, vol. 8, n° 3, 1956, p. 143. E n los años siguientes, puede rastrearse c ó m o la entonces incipiente comunidad de investigadores en I y D militar continuó de la misma manera simplista.

14. Esta sección fue presentada por el autor en 1973 ante una conferencia anual de la Federación Alemana de Científicos (Vereinigung Deutscher Wissenschaftler). El primer tratamiento alemán del argumento en cuestión puede encontrarse en Wolfgang Pohrt (dir. publ.), Wissenschaftspolitik —von wem, für wen, wie? Prioritäten in der Forschungsplanung. Munich, Carl Hanser, 1973.

15. Citado en Wehr und Wirtschaft, n° 1, 1969, p. 20.

16. Weissbuch 1971-1972 Zur Sicherheit der Bundesrepublik Deutschland und zur Entwicklung der Bundeswehr, p. 15, Bonn, 1971.

17. Charles J. Hitch y Roland N . M c K e a n , The economics of defense in the nuclear age, Cambridge, Mass. , Harvard University Press, 1967.

18. U n a lista acumulada de casos semejantes aparece en la obra del autor Politik und Waffengeschäfte, p. 34, Munich, Carl Hanser, 1972.

19. Véase Agursky, op. cit., 1978.

20. Ibid.

21. Véase Arthur J. Alexander, R & D in Soviet aviation, Santa Mónica, California, Rand Corporation, 1970 (R-589-PR.). Véase especialmente del mismo autor Weapons acquisition in the Soviet Union, the United States and France, p. 8, Santa Mónica, California, Rand Corporation, 1973. (P. 49-89.)

22. Cf. Yakovlev, op. cit. 1972, y Alexander, op. cit., en cuanto a testimonios a este respecto. U n a estimación reciente puede encontrarse en Mary Kaldor, The baroque arsenal, capítulo 4, Londres, 1981.

23. Para entender este fenómeno basta consultar las fechas de nacimiento y las notas necrológicas de los que dieron sus nombres a oficinas de proyectos. Tupolev, cuyo nombre está ligado a bombarderos y transportes actuales, fue detenido en la Rusia zarista cuando era estudiante; Antonov (transportes), K a m o v (helicópteros), Mikoyan y Lavochkin (el equipo M i G ) se graduaron en la década de 1920. Otros nombres de oficinas no son tan esclarecedores: Beriev (hidroaviones) fue nombradoi diseñador jefe en 1932, Ilyushin diseñó su primer planeador en la década de 1920, Mil (helicópteros) se graduó en 1931, etc.

24. Yakolev, op. cit., 1972.

25. Cf. Kaldor, op. cit., 1981, p. 92.

26. Ibid., p. 89.

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La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista?

Mary Kaldor

Introducción

L a carrera armamentista entre las dos super­potências, los Estados Unidos y la Unión Soviética, es una carrera tecnológica. E n el periodo transcurrido desde la segunda guerra mundial, el aumento cuantitativo de a r m a m e n ­tos ha sido m u c h o m e n o s significativo que los "mejoramientos" cualitativos introducidos en los diferentes sistemas de armamento. Todos los sis­temas de lanzamiento, barcos, tanques y aviones se han hecho m á s rápi­dos, tienen mayor auto­nomía y mayores capaci­dades de carga útil. Los submarinos se han vuelto m á s silenciosos. Las m u ­niciones son m u c h o m á s destructivas merced al mejoramiento de los m a ­teriales, forma de las car­gas, etc. Se ha producido una revolución en la elec­trónica capaz de desarrollar enormemente las posibilidades de la navegación, la localization e identificación de objetivos, así c o m o los sistemas de interferencia y contrainterferen­cia del dispositivo enemigo. H a y sistemas enteramente nuevos de misiles, que van desde el proyectil antitanque portátil guiado por hilos al misil balístico intercontinental provisto de vehículos de reentrada maniobra­bles o múltiples capaces de ser guiados in-

Mary Kaldor es investigadora en el Instituto de Estudios sobre el Desa­rrollo y de la Dependencia de Investi­gaciones sobre Política de la Ciencia y profesora en la Universidad de Sus­sex, Falmer, Reino Unido. H a publi­cado European Defence Industries (1972), The Disintegrating West (1978), The role of military techno­logy in industrial development (1980), The Baroque Arsenal (1980) y es coautora de Against Alarmism (1981).

dependientemente a sus blancos respectivos. Estos "mejoramientos" son el fruto de los dólares invertidos en I y D . Se calcula que la tecnología militar absorbe m á s de 35 mil millones de dólares al año, aproximadamente la cuarta parte del gasto mundial total en I y D . 1 L a participación de las países subdesarro-llados en esa s u m a es ínfima.

Se estima asimismo que más de medio millón de científicos trabajan en el perfeccionamiento de nuevas armas y sistemas de defensa, lo que cons­tituye una inversión inmen­sa de recursos intelectua­les. D e hecho, los progra­mas militares se llevan más fondos de los asigna­dos a investigación y de­sarrollo que la energía, la salud, la producción de alimentos y la protección del medio ambiente jun­tas.2

. N o se trata solamente de que el gasto militar recurre m u c h o m á s a la ciencia que los gastos de otra índole. Durante el periodo posterior a la segunda guerra mundial, la importancia de la ciencia y la tecnología en el ámbito militar ha aumentado considerablemente. E n los Estados Unidos, dentro del presupuesto de gastos en material bélico, la proporción de la investigación y! desarrollo militar ha subido de un 5% a 50%.3

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26 Mary Kaldor

Este gasto exorbitante ¿es la causa o la consecuencia de la carrera tecnológica? ¿Es el tremendo gasto en I y D lo que ha estimulado los "mejoramientos" en las armas conseguidos por cada superpotência, independientemente del comportamiento de la parte contraria? ¿ O bien la competencia entre los Estados Unidos y la U n i ó n Soviética ha justificado la asigna­ción de recursos científicos y técnicos cada vez mayores a las empresas militares? Hasta cierto punto, a m b a s proposiciones son correc­tas. Pero estimo q u e , por lo m e n o s en los Estados Unidos , es m u c h o m á s importante la

; primera: es decir q u e la investigación y desa­rrollo ha d e s e m p e ñ a d o u n papel a u t ó n o m o en el fomento de la carrera armamentista. Esta opinión se sustenta en el hecho de que , durante las décadas de 1960 y 1970, a pesar de la distensión y-de los esfuerzos encamina­dos al control de a r m a m e n t o s , la competencia tecnológica prosiguió sin control aparente. E s m á s , u n e x a m e n detallado de los progresos tecnológicos norteamericanos demostraría, a m i juicio, que los Estados Unidos h a n llevado casi siempre la delantera en las nuevas tecno­logías militares, a u n allí d o n d e n o había ninguna necesidad manifiesta.

E n el presente artículo trataré de probar el papel a u t ó n o m o de la investigación y desa­rrollo militar, examinando la forma en que dicha actividad está organizada en los Estados Unidos , la U n i ó n Soviética y otros países industrializados, para determinar hasta qué punto la organización de la investigación y desarrollo puede explicar las tendencias y orientaciones de la tecnología militar.

Los Estados Unidos

L o s Estados Unidos responden de aproxima­d a m e n t e u n 4 0 % del gasto mundial en investi­gación y desarrollo militar. E n el ejercicio económico de 1980, el gasto en investigación y desarrollo del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos ascendió a 13.500 millones de dólares.4 A d e m á s , el Ministerio de Energía gasta anualmente mil millones de dólares en sistemas militares (véase el cuadro 1).

C U A D R O 1. Gasto del Ministerio de Defensa en investigación, desarrollo, ensayo y evaluación por organismo de ejecución, ejercicio económico de 1980 (en millones de dólares).

Industria Régimen interior

estatal Centros de

investigación con contrato federal

Universidades

TOTAL

9.129,3

3.625,3

296,2 466,0

13.516,8

Porcentaje del total

67,5

26.8

2,2 3,4

Alexander Kossiakoff5 ha elaborado una útil tipología de las organizaciones de investi­gación y desarrollo militar (véase el cuadro 2 ) . L a m a y o r proporción de investigación y desarrollo es, con m u c h o , la que realiza la categoría "industria dedicada al Estado". Se trata de grandes compañías cuya superviven­cia depende del gasto militar. Cinco grandes firmas se adjudican el 2 0 % del valor anual en dólares de los contratos militares; en 1979, estas cinco compañías eran General D y n a ­mics, M c D o n n e l l Douglas, United Technolo­gies C o r p . , General Electric C o , y Lockheed C o r p . Diez compañías se llevan m á s del 3 0 % , veinticinco compañías m á s del 4 5 % , y en 1979 las primeras cien compañías se adjudicaron el 66,36% del valor total en dólares de los contratos.6 M á s del 7 0 % de las sumas que se invierten anualmente en investigación, desa­rrollo, ensayo y evaluación va a la industria., E n conjunto, las compañías q u e reciben las mayores s u m a s por compras militares son las mismas que reciben las s u m a s m á s cuantiosas por investigación y desarrollo. Jacques G a n s ­ler ha observado y reseñado la tendencia de estas grandes firmas a acaparar los contratos de producción.

Las firmas activan la investigación y desarrollo con objeto de obtener el siguiente contrato sustancioso y vedar la entrada a nuevos aspiran­tes. (Las mismas ocho firmas que tuvieron una

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La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 27

El rey Jorge V , visitando una fábrica británica de armamentos, en abril de 1917. Edímedía/Snaik.

parte significativa de las sumas destinadas a investigación y desarrollo en 1977 recibieron el 25% de lo gastado ese m i s m o año en producción para la defensa.) A d e m á s , el Ministerio de Defensa permite a las firmas cargar en cuenta una partida en concepto de "investigación y desarrollo independiente" que se basa en un porcentaje de las ventas de la firma para la defensa, lo que aumenta la concentración.7

U n a s cuarenta a cincuenta compañías de la lista de principales concesionarias de contra­tos del Pentágono también aparecen en la lista de las cien compañías m á s importantes de los Estados Unidos publicada en la revista For­tune. D e cada una de estas grandes firmas dependen no sólo millares de empleados sino también centenares de compañías menores (proveedoras de piezas, materias primas y componentes).

C a d a compañía representa una experien­cia de fabricación, una determinada combina­ción de talleres, equipos y personal, una estructura específica de competencias y técni­cas, así c o m o de relaciones con los clientes

(las unidades militares) y con los proveedores (los subcontratistas); esta experiencia se basa en el diseño, el perfeccionamiento y la produc­ción de un tipo determinado de material militar.

El presidente de Newpor t N e w s , jus­tificando ante una Comisión del Congreso las peticiones financieras elevadas al gobierno explicaba:

L o que hemos creado en Newport N e w s es un complejo de construcción naval sin precedente: el único en los Estados Unidos que posee las instalaciones, el equipo y los recursos humanos necesarios para construir, reparar, revisar y reaprovisionar de combustible toda la variedad de navios de la armada y el único donde hoy se construyen embarcaciones de superficie impulsa­das por energía nuclear. Newport N e w s es ciertamente un valor nacional.8

D a d o el tipo de funcionamiento de estas compañías, su comportamiento económico está regido por determinados imperativos. Estos imperativos explican, en gran medida ,

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28 Mary Kaldor

C U A D R O 2.

Patrocinio

Dedicación

Tipo de organización

Ejemplos

Tipología de los establecimientos de I y D militar

Estatal

Propiedad estatal

Laboratorio régimen interior

Naval Weapons Center

R o m e Air

Establecimientos subvencionados sin fin lucrativo

Laboratorio universitario

Mit Lincoln Laboratory

por el Estado

Estableci­miento independiente no lucrativo

Mitre Corporation

J H U / A p p l i e d Draper Development Physics Center

Harry Diamond Laboratory

Fuente: Alexander Kossiakoff, Franklin A . Nueva York

Laboratory Los A l a m o s

National Laboratory

Laboratory

Rand Project A F

Privado

Industria dedicada al Estado

Propiedad estatal regida por firmas privadas

General Dynamics P o m o n a Div

Allegany Ballistic Lab (Hercules)

O a k Ridge National Laboratory (Union Carbide)

Industria de defensa

T R W Defense Space Systems Group

Lockheed . Missiles &

Space C o . Raytheon

Missile Systems Division

Industria independiente

Industria comercial

Texas Instruments

General Motors Corp.

A . D . Little Inc.

"Conception of new defense systems and the rol of government R & D centers", en Long y Judith Reppy (dir. publ.), , Pergamon Press, 1980.

The genesis of new weapons, decision-making for military R & D ,

el papel autónomo desempeñado por la inves­tigación y desarrollo en la determinación del curso de la carrera armamentista. Cualquier elemento autónomo que pueda surgir de la demanda, por ejemplo una respuesta al arma­mento soviético, se ve necesariamente condi­cionado por estos imperativos.

Los grandes contratistas son . a la vez. soberanos y dependientes. Son soberanos en el sentido de que son los únicos responsables de su viabilidad financiera y de que tienen libertad para procurarse los recursos financie­ros necesarios mediante la obtención de con­tratos allí donde les es posible. Y son depen­dientes porque el grueso de sus contratos proviene del Ministerio de Defensa. C o m o veremos, hay otras organizaciones industria­les posibles: las que son dependientes pero no soberanas, por ejemplo los arsenales y astille­ros ingleses y franceses o las empresas soviéti­cas de defensa, y las que son soberanas e independientes, por ejemplo las grandes com­pañías privadas de cuyas ventas sólo una

pequeña proporción va a la defensa. Estas últimas se encuentran sobre todo en el Japón y en la República Federal de Alemania.

Su carácter soberano obliga a las com­pañías a obtener continuos contratos para asegurar el empleo de su capacidad produc­tiva. Esto es especialmente importante en lo que respecta a la investigación y desarrollo. La capacidad de producción, en la práctica, fluctúa enormemente; a decir verdad, las fluctuaciones en ventas y empleo tienden a ser mayores en el sector de la defensa que en otros sectores. E n una encuesta del periodo 1954-1963 (años de relativa estabilidad en los gastos de la defensa en comparación con los años siguientes), la variabilidad tanto en ven­tas como en empleo en la industria aerospa­cial estadounidense, medida en términos de desviación estándar de una tendencia lineal, fue marcadamente superior, tanto para las firmas principales como para la industria en su conjunto, que la registrada por otras cuatro industrias: química, equipos eléctricos, acero

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La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 29

Demostración del tanque alemán Leopard en Bélgica. El gobierno belga prefirió este modelo al tanque francés A M X - 3 0 . Keystone.

y aluminio. Se observó, además, que el gobierno de los Estados Unidos "considera el excedente de capacidad como un factor favora­ble para las concesiones de contratos.9

Recientemente, un estudio realizado por el Ministerio de Defensa sobre diecisiete importantes compañías aeronáuticas puso de relieve que todas padecen graves problemas de exceso de capacidad productiva. Por tér­mino medio, utilizaban el 55% de la capaci­dad nominal de un solo turno, cuando normal­mente se considera una buena práctica econó­mica operar con una capacidad entre el 85% y el 95% sobre una base aproximada de 1,3 turnos, utilizando la maquinaria esencial en turnos múltiples (los resultados eran los mis­mos si la capacidad se medía en volumen de ventas, empleo o rendimiento físico).10

La capacidad en investigación y desa­rrollo también fluctúa, pero mucho menos. E n

comparación con la producción, la investiga­ción y desarrollo tiende a utilizar material mucho más especializado y trabajadores más altamente calificados. Las compañías que dependen de sus competencias tecnológicas para obtener contratos no pueden permitirse dispersar sus equipos de diseñadores, ni desmantelar sus laboratorios, etc., que han creado un ambiente de trabajo eficaz durante un largo periodo. D e ahí que el principal imperativo sea el empleo de la capacidad productiva, en especial por lo que a I y D se refiere. El argumento de recurrir a los contra­tos militares con el fin de asegurar el empleo de la capacidad de producción se ha esgrimido en muchas ocasiones, por ejemplo, cuando a finales de la década de 1940, grandes y pode­rosas compañías especializadas en armamen­tos durante la guerra quedaron expuestas a la bancarrota. U n comité de la Asociación para

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30 Mary Kaldor

la Planificación Nacional, en el que figuraban representantes de la industria y del gobierno, argüyó que:

A menos que se mantenga un volumen aprecia-ble de producción militar en el momento actual, este país corre el peligro de infligir un daño irreparable a su industria aeronáutica, que no es meramente una colección de talleres, maquina­ria, materias primas y diseños, sino que es, ante todo, una organización viviente de competencias (investigación, ingeniería, mano de obra y perso­nal directivo y administrativo) arraigadas en personas y compañías concretas.11

Pueden hallarse opiniones similares en los informes anuales de las compañías del sector aeronáutico, en la declaración presentada por la Asociación de Industrias Aeronáuticas a la Comisión de Política Aérea del Presidente (Finletter Commission) y el Consejo Mixto de Política Aérea del Congreso que presentó su informe en 1948. Estas opiniones contribuye­ron en gran medida a la decisión norteameri­cana de crear una fuerza aérea de setenta escuadrillas en 1948.

Los argumentos afloraron nuevamente en la década de 1970 después de la recesión que siguió a la guerra de Viet N a m . Esta fue de especial importancia en la justificación del enorme incremento de las exportaciones de armas. Según un informe de hacienda que acompañaba al informe del presidente Carter ¡ al Congreso sobre política de transferencia de armas:

L a producción para la exportación contribuye a conservar una base de movilización activa de la capacidad industrial que está ociosa o subutili-zada y a mantener un rendimiento total poten­cial por encima de las necesidades nacionales en tiempo de paz, lo que permite contar con una capacidad de reserva para .las situaciones de emergencia. La producción para la exportación permite evitar la dispersión de los equipos de m a n o de obra calificada y con experiencia y, al mantener activas algunas líneas de producción,

. se anticipa a la necesidad de incurrir en grandes : gastos de puesta en marcha y de aumentar ' rápidamente una producción específica durante j una emergencia.12

El argumento de la capacidad productiva se ha institucionalizado en el concepto de produc­ción ininterrumpida13 (follow-on). Esencial­mente, significa que tan pronto como se ha concluido el trabajo en un sistema de arma­mento se empieza a trabajar en otro. D e ahí que Boeing produjera los B-47 , seguidos por los B-52 , seguidos a su vez por los Minuteman I C B M s , y, con toda probabilidad, obtendrá el contrato para la fabricación de M X . La Lock­heed ha diseñado, desarrollado y producido el Polaris, el Poseidon y el Trident, proyectiles balísticos instalados en submarinos, así c o m o una famosa serie de transportes pesados. L a Electric Boat (actualmente propiedad de la General Dynamics) tiene una historia de cons­trucción de submarinos más o menos continua que se remonta a la década de 1890 (cuando era propiedad de Vickers) y Newport N e w s construye un portaviones tras otro.

Este sistema de producción ininterrum­pida se explica a m e n u d o en términos burocrá­ticos. La misión de cada unidad militar y la organización de los cuadros y tropas se desen­vuelven en torno a un sistema de armamento determinado. Cuando dicho sistema llega al final de su vida útil, la unidad militar necesita un sucesor para justificar su existencia perma­nente. Si bien esto explica el apego a determi­nados tipos de sistemas de armamento y a determinadas características de funciona­miento, no explica el ritmo del progreso técnico, la duración de la vida útil, el interés por la "calidad" más que por la cantidad. Después de todo, muchos círculos militares prefieren el número, la sencillez y un ritmo de substitución más lento. Para las grandes firmas, sin embargo, lo que cuenta, es el continuo "desarrollo" de sistemas de arma­mento, m á s que el "uso" continuo, ya que de ello depende su existencia. Por eso, hay razones para suponer que son las grandes firmas industriales las que han ejercido una influencia decisiva sobre el ritmo del sistema de producción interrumpida.

J. R . Fox, de la Harvard Business School, realizó un importante estudio sobre el proceso de adquisición de armas, basándose en su propia experiencia en el Pentágono y en

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numerosas entrevistas, así c o m o en la investi­gación documental. El. estudio confirmó la importancia vital del desarrollo continuo y de los contratos de compras militares:

Cuando la mayor parte del volumen de negocios de una compañía es el trabajo para la defensa, el impulso para la consecución de nuevos contratos se vuelve irresistible. U n a de las razones es que el personal técnico y administrativo que ha trabajado en programas de la defensa está ya adaptado a la tecnología avanzada y al instrumen­tal complejo [. . .] U n a vez que una firma ha habilitado el personal, las instalaciones y los equipos para desarrollar programas de cientos o miles de millones de dólares, la dirección de la empresa tiene que mantener a la compañía funcionando a plena capacidad, o casi, o expo­nerse a graves pérdidas. E n nuestras entrevistas con gerentes de la industria, esta preocupación parecía pesar más que todas las demás.14

L a investigación y desarrollo y la política de obtención de contratos es una respuesta a este imperativo, c o m o lo sugiere el hecho de que la vida útil de los sistemas de armamento tiende a corresponder al ciclo de fabricación. Cuando acaban las tareas de diseño y desa­rrollo en un sistema de armamento, comienzan en otro, y cuando finaliza la producción en un sistema, se inicia en otro. Parece m u y poco probable que las grandes compañías adapten sus programas de diseño y producción a la satisfacción de las necesidades militares, ya que esto implicaría una flexibilidad considera­ble y un conocimiento de los planes militares con cinco a diez años de antelación. Parecería m á s bien que, al menos en lo que a la aeronáutica se refiere, el ciclo de diseño y desarrollo es ideal. Para cualquiera de las grandes compañías, dado el equipo y la plana mayor de ingenieros de que disponen, hay casi siempre un periodo óptimo en el que puede elaborarse una aeronave. Este periodo puede definirse c o m o el m á s corto posible antes de que la ineficacia administrativa (debido a la intervención de un personal demasiado n u m e ­roso) empiece a manifestarse. Los programas de producción son m u c h o m á s flexibles. L a producción de aeronaves exige apenas algo

m á s que espacio útil, fácil de adaptar para otros usos, y obreros no calificados que pue­den ser contratados y despedidos con sorpren­dente facilidad. N o puede decirse lo m i s m o de la producción de buques de guerra. Las insta­laciones para la producción son fijas, y los trabajadores de la construcción naval están altamente calificados y no es fácil contratarlos a título temporario.

Para asegurar el trabajo continuado, todas las compañías que abastecen a la defensa disponen de grupos de planificación, cuya única función consiste en escoger suceso-ras adecuadas a las armas que se están produ­ciendo, y que trabajan en estrecho contacto

. con grupos análogos en los servicios de la defensa. El cometido del grupo de planifica­ción consiste en predecir qué rama particular de las fuerzas armadas podrá quizás necesitar algo cuando los proyectos en curso toquen a

• su fin y en definir los diversos m o d o s en que la compañía podría satisfacer esa necesidad. Merced a la relación con las fuerzas armadas, especialmente durante la fase de definición

' del concepto, la predicción tiende a conver­tirse en una profecía autocumplida.

Fox, afirma en su mencionado estudio:

Nuestras discusiones con el Ministerio de Defensa y con personal de la industria, y una revisión de los historiales de diez programas de defensa en curso revelaron que los contratistas de la defensa ejercen profunda influencia en la génesis y el desarrollo de ideas para nuevos programas. Las firmas privadas auxilian frecuen­temente a las planas mayores gubernamentales en la redacción de solicitudes de propuestas que a la postre son distribuidas a los contratistas potenciales. Los agentes de la industria indagan en qué áreas pueden aplicarse las competencias específicas de sus compañías e identifican los despachos gubernamentales clave susceptibles de acoger favorablemente sus propuestas. T a m ­bién procuran averiguar de qué fondos se dis­pone real o potencialmente para financiar progra­mas concretos. Según los ejecutivos de la indus­tria a quienes entrevistamos, la información secreta relativa a las asignaciones presupuesta­rias para la defensa es un factor de primer orden en la preparación de las previsiones de costos sometidas al Ministerio de Defensa.1S

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32 Mary Kaldor

A pesar de estos esfuerzos, el sistema de producción ininterrumpida no funciona sin tropiezos y sobresaltos. Si lo hiciera, los esfuerzos serían innecesarios. E n realidad, las interrupciones son una consecuencia paradó­jica del funcionamiento del sistema. L a lucha por el empleo permanente de la capacidad industrial provoca la tendencia a la expansión de la capacidad. Existe una intensa competen­cia entre los principales contratistas para la obtención de futuros contratos. Esta compe-. tencia estriba más en la tecnología que en los precios. C o m o el Estado es el único cliente, cualquier intento de rebajar el precio del equipamiento militar reduciría la magnitud total del mercado. M á s aún, una vez conce­dido un contrato determinado, al gobierno apenas le queda otra opción que seguir ade­lante con el diseño o la producción sin reparar en los costos. E n cambio, las compañías compiten por ofrecer "mejoras" tecnológicas que atraigan a sus clientes, las fuerzas arma­das: más velocidad, mayor protección, más precisión, etc. Y cada mejora suele necesitar m á s personal y m á s equipo para ser puesta en práctica.

Las plantillas de ingenieros se amplían, y se introducen secciones administrativas c o m ­plementarias. Cada ingeniero quiere hacer valer su propia idea; cada jefe administrativo pugna por atraer m á s fondos para su propia sección. C o m o consecuencia, cada sistema de armamento tiende a ser cada vez más compli­cado y más costoso que sus predecesores. Los bombarderos cuestan doscientas veces lo que costaban en la segunda guerra mundial. Los cazas cuestan cien veces o más de lo que costaban en aquel entonces. Los aviones de transporte son veinte veces y los tanques de combate quince veces m á s caros que en el referido conflicto bélico. Esta tendencia, ade­m á s , está acentuándose.

Según el senador Stennis, de la Comisión de Servicios Armados del Senado:

El costo de adquisición de los sistemas de armamento modernos se ha multiplicado varias veces en los últimos años. Era de esperar que a mediados de los años setenta un nuevo avión de

caza costara considerablemente más que los cazas de la segunda guerra mundial. Pero es sorprendente que el avión de caza que se encuen­tra en diseño para su entrega a mediados de los años setenta costará cinco o seis veces más que el aparato equivalente a comienzos de los años sesenta. El costo de los tanques se cuadruplica durante el periodo de 1967-1975. U n a ráfaga de ametralladora de calibre 50, nuestra principal munición aire-aire hasta el final de la guerra de Corea, costaba unos 20 dólares; hoy estamos elaborando municiones tácticas aire-aire que cuestan varios cientos de miles de dólares por disparo: un incremento por factor de decenas de miles. El conjunto de la electrónica aeronáutica de que están dotados algunos tipos nuevos de aviones militares pesa por sí solo dos toneladas o más y cuesta varios cientos de millones de dólares, es decir más de 1.000 dólares la libra, unas dos veces el valor del oro.16

Dadas las otras demandas de recursos nacio­nales, el presupuesto de defensa no ha aumen­tado en la misma medida que el costo de cada sistema de armamento. C o n algunos altibajos, el gasto militar norteamericano se ha mante­nido más o menos estable en términos reales desde la conclusión de la guerra de Corea. Consecuencia de ello es una marcada reduc­ción en el número y la variedad de los sistemas de armamento. Según un célebre cálculo, si las actuales tendencias continúan, para el año 2020 la fuerza aérea no podrá permitirse disponer m á s que de un solo avión.17

Para las compañías, esto ha significado menos y m á s pingües contratos, con una tendencia creciente a la distribución desigual de los contratos militares. L a capacidad máxima aumenta y otro tanto ocurre con los excesos de capacidad. Cada contratista tiene hoy uno o dos contratos donde antes podía haber tenido cuatro o cinco. Douglas y Lock­heed ya no fabrican bombarderos. G r u m m a n y Convair no construyen más transportes militares. Algunos contratistas se han fusio­nado, c o m o McDonne l y Douglas, o Republic y Fairchild. Todos los contratistas subcontra-tan mucho m á s trabajo que antes. D e ahí que la competencia por un contrato cualquiera sea hoy mucho más intensa que en el pasado.

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Ejercicio en la École d'Application Nucléaire, Bactériologique et Chimique del ejército francés, en Grenoble. Descontaminación después de un ataque con Sanitoxin B . Z . , arma química que forma parte del arsenal de numerosas fuerzas armadas. Baret/Rush.

El papel desempeñado por la industria en la determinación de la forma de los a r m a m e n ­tos queda también de manifiesto en los efectos de la composición cambiante de aquélla. Durante el decenio de 1950, la fuerza aérea dominó la producción militar. A medida que proseguía el avance técnico, la industria elec­trónica fue desempeñando u n papel cada vez m á s importante pero casi siempre c o m o sub-contratista de la industria aeronáutica. C u a n ­do se introdujeron los misiles, las compañías aeronáuticas pasaron a ser contratistas para todos ellos, excepto los m á s pequeños, pese al hecho de que el equipo electrónico represen­taba las dos terceras partes del valor de un misil. D e igual manera , la fuerza aérea im­puso su hegemonía sobre los misiles con base de lanzamiento en tierra firme pese a la discutible cuestión de si debían ser tratados c o m o bombarderos o c o m o artillería. Los

puntos controvertidos quedaron perfectamente ilustrados con ocasión de la polémica acerca de los misiles Thor-Jupiter. A m b o s eran misi­les balísticos de alcance medio . El misil Jupi­ter había sido diseñado en el Arsenal R e d s ­tone del Ejército, bajo la dirección del cientí­fico alemán de la época de guerra D r . W e r n e r von Braun, y debía ser producido por Chrys­ler en instalaciones de propiedad estatal. El misil Thor era u n o de los componentes de una serie de proyectiles balísticos de la fuerza aérea, en cuyos "complejos se conta­ban 18.000 científicos y técnicos en las uni­versidades y la industria, otros 70.000 en 22 industrias que comprendían 17 contratistas y m á s de 200 subcontratistas así c o m o innumera­bles proveedores de m e n o r importancia. Esta amplia base industrial constituía u n significa­tivo capital político para la fuerza aérea".18

Finalmente se adoptó el misil T h o r .

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34 Mary Kaldor

Durante este periodo, el costo unitario de los aviones subió m u c h o más aprisa que los costos unitarios de los vehículos terrestres y de los barcos. M á s -aún, los grandes excesos sobre costos previstos, es decir, las diferencias entre costos definitivos y cálculos originales .que Peck y Sherer observaron en un estudio clásico publicado en 1962 podían aplicarse con creces a los sistemas aerospaciales.19 U n estudio llevado a cabo hacia la misma época concluyó que los excesos sobre costos previs­tos, y en consecuencia el ritmo general de los aumentos en los costos, guardaban relación con el grado de adelanto técnico perseguido. El estudio reveló que las previsiones de costos para equipos semejantes a los comerciales (esto es, barcos de carga o buques cisterna) solían resultar bastante exactas porque el diseño acataba las técnicas ya conocidas.20 A una conclusión análoga se llegó en un estudio m á s reciente de la R a n d Corporation.21

Durante las décadas de 1960 y 1970, en la armada y el ejército de tierra se hacía menos hincapié en la I y D gubernamental, o sea por cuenta del Estado. C o m o consecuencia, la producción de barcos y tanques se veía afec­tada por la complejidad y los costos. Por ejemplo, el M B T - 7 0 , diseñado y producido por la: General Motors, contrastaba de manera absoluta con los diseños de tanques anteriores. Desde la segunda guerra mundial, el costo unitario de los tanques había subido un 4 % anual, en comparación con un prome­dio del 20% para otros tipos de sistemas de armamento. 2 2 El M B T - 7 0 era de tecnología avanzadísima en todos sus sistemas y subsiste­m a s . Los costos subían desmesuradamente, y finalmente su producción fue suprimida por el Congreso en 1972 porque resultaba dema­siado caro y tenía demasiados elementos supérfluos. E n ese m o m e n t o , el costo previsto era de 850.000 a un millón de dólares por tanque. El M B T - 7 0 fue reemplazado por el X M - 1 , una versión m á s barata y sencilla de la versión ya simplificada del M B T - 7 0 , conocida c o m o X M - 8 0 3 . Se eligió a Chrysler c o m o contratista, en competencia primero con la República Federal de Alemania y luego con General Motors. El modelo de Chrysler tenía

más aspectos en común con el tanque alemán Leopard. L a previsión de 1978 para el costo unitario del X M - 1 era de 1.460.000 dólares, cifra 2,3 veces superior al costo del más avanzado de los tanques del catálogo norte­americano en ese m o m e n t o . 2 3

Los "mejoramientos" tecnológicos resul­tantes del imperativo del empleo y expansión de la capacidad productiva son, no obstante, conservadores. Están limitados por las posibili­dades materiales de los fabricantes y por las preferencias de sus clientes, las fuerzas arma­das. Alejadas de la experiencia inmediata del campo de batalla, las fuerzas armadas tienden a valorar las características de operación y rendimiento que se revelaron importantes en el pasado, y éstas, a su vez, coinciden con las aptitudes materiales de los fabricantes. Según Gansler:

Estas grandes firmas prefieren reducir los riesgos al mínimo y tienden por ello a no promover ideas o aplicaciones nuevas. El objetivo de la investigación será probablemente el de aumen­tar la eficacia de un arma más que desarrollar algún proyecto totalmente nuevo. Esta investiga­ción y desarrollo "evolucionista" tiende a herma­nar las formas y objetivos de las firmas y del Departamento de Defensa, e incluso a abordar sólo las cuestiones que estas firmas están dispues­tas a plantearse. (Asuntos de mayor trascenden­cia implicarían una amenaza para las organiza­ciones existentes: ni un fabricante de aviones ni un piloto militar no aceptarán jamás que se ponga en tela de juicio la utilidad de la avia­ción.) M

C o m o consecuencia, la orientación del "mejo­ramiento" técnico se está discutiendo más y más cada día. Cada nuevo "mejoramiento" resulta más arduo y por lo tanto más costoso. N o todos los "mejoramientos" se justifican en relación con sus costos. Por ejemplo, Richard Garwin ha criticado la decisión de utilizar un reactor nuclear en el submarino Trident con objeto de aumentar su velocidad.

El fin de la alta velocidad no es ofrecer seguridad al Trident en su puesto de servicio, sino acortar el tiempo de tránsito desde la base hasta la zona de patrulla. Sin embargo, este tiempo ya es

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La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 35

mucho más corto para una nave equipada con misiles Trident 1 de 4000 millas de alcance que para otra que lleve misiles Poseidon de 2500 millas de radio de acción [. . .] U n dólar gas­tado innecesariamente es un dólar de potenciali­dad militar que se nos quita. Peor aún, la racionalización y los argumentos que sostienen el gasto innecesario pueden pervertir el discurso de la seguridad nacional durante años.25

A u n q u e los "mejoramientos" se consideren dignos de su costo, traen consigo otras desven­tajas. Por lo general, se traducen en sistemas más voluminosos y m á s complejos. M a y o r tamaño significa mayor vulnerabilidad. La complejidad tiende a reducir la fiabilidad, a dificultar m á s el manejo de los sistemas y a aumentar los problemas logísticos. Final­mente, exagerar los "mejoramientos" del material, c o m o indica Garwin, puede llevar a descuidar los demás elementos de la potencia­lidad, c o m o son cantidad, doctrina, instruc­ción del personal, etc. E n otro trabajo he calificado de "barroca" esta forma de cambio técnico conservador pero dinámico que con­duce al aumento de los costos y de la compleji­dad para disminuir las mejoras en operación y rendimiento.26

H a y además otros estilos de I y D , algunos de los cuales coexisten con la tecno­logía barroca en los Estados Unidos de A m é ­rica. U n o de ellos es el enfoque conservador clásico que proviene de un sistema de arse­nales determinado: fue el caso de los tanques y los barcos en los Estados Unidos durante el decenio de 1950. Otros son los enfoques revolucionarios que parecen provenir tanto de instituciones sin fines de lucro c o m o de la categoría de "industria privada" de Kossia-koff. Los pequeños misiles para uso contra aviones, barcos y tanques o los R P V s (vehícu­los teledirigidos), por ejemplo, responden a este enfoque. Pero, en general, la alianza de los contratistas tradicionales con determina­das ramas de las fuerzas armadas ha obstaculi­zado su adopción. E n las próximas dos sec­ciones veremos hasta qué punto pueden hal­larse en otros países estos enfoques diversos.

La Unión Soviética

Se han efectuado diversos cálculos acerca del gasto soviético en I y D militar, pero debido a la falta de información, todos se basan en suposiciones arbitrarias. L a C I A calcula que, entre 1967 y 1977, la I y D militar soviética representó de 20 a 25 por ciento del gasto de defensa y de 40 a 50 por ciento de las inversiones. U n a descripción útil, aunque ya antigua, de los procedimientos empleados para los cálculos occidentales sobre la I y D militar soviética figura en el libro de Randall Forsberg.27 D a d a la escala del esfuerzo mili­tar soviético, probablemente sea razonable suponer que su gasto en I y D es del mismo orden que el norteamericano.

L a industria de defensa en la Unión Soviética está organizada en nueve ministe­rios: aviación, construcción naval, industria de defensa, construcción mecánica, construc­ción de maquinaria intermedia, construcción de maquinaria general, industria radioeléc-trica, industria electrónica y medios de c o m u ­nicación. Los institutos de investigación, las oficinas de proyectos y las plantas de produc­ción están organizados c o m o entidades separa­das. Los institutos de investigación están adscritos al ministerio central.28 Las oficinas de proyectos disfrutan de grados variables de autonomía según el nivel de tecnología de que se trate. Así, en los sectores de "baja tecno­logía", por ejemplo los tanques, la artillería y los barcos, las oficinas de proyectos se encuen­tran adscritas a las plantas de producción. E n aviación, las oficinas de proyectos son relativa­mente independientes. Y en construcción de maquinaria general, que produce misiles balís­ticos, las oficinas de proyectos se hallan apa­rentemente adscritas al instituto de investiga­ción. Es probable que, c o m o en Occicente, existan fuertes conexiones informales entre estas organizaciones de abastecimiento y las administraciones técnicas de las fuerzas arma­das, que definen las necesidades militares.

L a continuidad de cada una de las institu­ciones está garantizada por el sistema de planificación y elaboración de presupuestos. Contrariamente a las empresas soberanas de

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Occidente, las diversas organizaciones indus­triales tienen asegurada una afluencia soste­nida de trabajo. Su futuro no depende en la misma medida de la aptitud para obtener nuevos contratos. Los presupuestos de las oficinas de proyectos y de los institutos de investigación son m u c h o m á s estables que en Occidente; sólo el 25% de la investigación y desarrollo está nominalmente sujeto a fluctua­ciones determinadas por las contingencias de la producción.29

N o cabe duda de que la competencia entre las oficinas de proyectos es un aspecto importante del proceso soviético de adquisi­ción de armas. Los proyectos desarrollados con éxito llevan a contratos de producción, asignaciones para proseguir, mayor dotación de fuerza de trabajo, así c o m o a la consecu­ción de prestigio, premios del Estado y sustan­ciales recompensas monetarias que se distri­buyen entre los miembros de la oficina de proyectos. Los jefes de las oficinas de proyec­tos son grandes proyectistas c o m o Mikoyan, Yakovlev o Tupolev, que pueden alcanzar inmensa fama. El rango personal del proyec­tista jefe suele determinar el futuro de su oficina. N o obstante, la tentación que estas oficinas podrían sentir de proponer una inno­vación, radical con el fin de ganar un concurso de proyectos se ve severamente restringida, de un lado, por un énfasis doctrinal en la simplicidad y el cambio técnico evolucionista, y, del otro, por los imperativos de la produc­ción que tales preceptos doctrinales reflejan ampliamente.

Al igual que las instituciones de investiga­ción y desarrollo, las plantas de producción disfrutan de una estabilidad de rendimiento y empleo m u c h o mayor que sus equivalentes occidentales. N o tienen que competir por contratos de producción, porque el excedente de capacidad, si existe, es consecuencia, deli­berada o por error de cálculo, de la planifica­ción. Todas las empresas de la defensa tienen una importante producción civil, c o m o resul­tado de una política consciente. Breznev, en una declaración frecuentemente citada, dijo que el 42% del producto de las empresas de defensa se destinaba a fines civiles. La produc­

ción civil sirve de amortiguador entre los contratos de la defensa y aumenta la flexibili­dad de la producción así c o m o la facilidad de conversión de la paz a la guerra y viceversa.

C o m o todas las empresas en la Unión Soviética, las plantas de producción suelen oponer resistencia a la complejidad así c o m o a los cambios en los proyectos porque trastor­nan la producción y entorpecen el cumpli­miento cuantitativo del plan. H a y pruebas de que los bajos precios que rigen para los productos de la defensa también inducen a prolongar la producción en serie.30 Existe además, entre los ministerios de industria de la defensa, una tendencia a la autarquía en los abastecimientos. Debido a la escasa fiabilidad del proceso de planificación, hay una tenden­cia a mantener la mayor proporción posible del proceso de fabricación dentro del ministe­rio correspondiente con el fin de evitar atascos en los suministros. Se dice que la mayor parte de los ministerios disponen de sus propias bases metalúrgicas e instalaciones para la fabricación de máquinas herramientas. El Ministerio de Electrónica tiene que producir muchos materiales y componentes, por ejem­plo vidrio y cerámica para electrovacío, pelí­cula orgánica para condensadores, imanes permanentes de fundición, etc., porque no puede contar con que otros ministerios satisfa­gan las exigencias de calidad. Consecuencia de esto es la continuidad, no sólo de los contratistas, sino también de los subcontratis-tas. Esto representa asimismo una inhibición frente a los cambios importantes en los proyec­tos, ya que cualquier otra práctica podría suponer un cambio de proveedores, saliendo del ámbito del ministerio para obtener nuevos materiales y componentes.

Así, a primera vista, la organización de la investigación y desarrollo y la producción soviética parecería favorecer la inercia insti­tucional, las mejoras tecnológicas de poca monta, una preferencia por la cantidad y la simplicidad, en vez de la calidad y la compleji­dad. Hasta cierto punto, éstas son las carac­terísticas del cambio técnico militar soviético. La tecnología soviética ha sido calificada de "conservadora"31 tanto por sus característi-

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cas de operación y rendimiento, lo mismo que en los Estados Unidos, c o m o en lo que atañe a los equipos básicos. Aparte de los dos nuevos servicios, la fuerza de defensa aérea ( P V O - S ) , y las fuerzas de cohetes estratégicos ( F C E ) , la estructura de las fuerzas armadas ha cambiado m u y poco desde la segunda guerra mundial. L o que entonces parecía importante (la ofensiva de armas combinadas, el número, la artillería, etc.) continúa mere­ciendo ahora todas las preferencias. Pero ha habido innovaciones tecnológicas fundamenta­les: los misiles balísticos, los motores a reac­ción, los propios P V O - S y F C E . A d e m á s , la tecnología de los armamentos parece estar haciéndose más cara y complicada, si bien con mayor lentitud que en los Estados Unidos. ¿ C ó m o se explica esto?

Por encima de las relaciones horizontales entre las organizaciones proveedoras y las administraciones técnicas de las fuerzas arma­das (los clientes), existen relaciones verticales que, c o m o es habitual en la Unión Soviética, tienden a predominar:

La actividad de los establecimientos de I y D está planeada y dirigida por los ministerios, cuya labor es a su vez coordinada por la Comisión Militar Industrial. Por parte militar, las adminis­traciones técnicas trabajan en contacto m u y estrecho con los mandos y planas mayores de su propia rama o arma de servicio, cuyos planes y actividades son a su vez coordinados y dirigidos por el Estado Mayor General.32

Las decisiones definitivas son tomadas por el Consejo de Defensa, que está subordinado al Presidium del Soviet Supremo o al Politburo. " E n otras palabras, la cooperación entre cliente y proveedor está organizada en base a decisiones adoptadas en la cúspide y transmiti­das hacia abajo a través de las jerarquías militar e industrial".33

E n la medida en que las decisiones toma­das por la dirección política reflejan lo que podría describirse c o m o un proceso pluralista de regateo entre grupos de presión, probable­mente reflejarán también la tendencia conser­vadora dominante dentro de las instituciones de defensa, ni más ni menos pronunciada que en cualquier otro conjunto de instituciones

soviéticas. Podría considerarse al sector mili­tar c o m o acaso el más importante de los grupos de presión. Los llamados ex-miembros de la defensa están poderosamente representa­dos en los centros de decisión económicos y políticos. Tanto Ustinov, el ministro de defensa, c o m o Breznev adquirieron su expe­riencia formativa en el sector industrial de la defensa. L a representación militar en los órganos del Estado y del partido es relativa­mente alta, aunque no a los niveles m á s altos. Los portavoces militares han sido siempre los defensores m á s tenaces de la industria pesada tradicional, que está considerada c o m o el "fundamento de toda la economía [. . .] (y) la base del poder militar del Estado".34 Se reconoce generalmente que las reformas eco­nómicas de Jrushchev, entre las que se conta­ban la descentralización y un nuevo énfasis en las industrias de consumo, así c o m o reformas en materia de defensa, fueron abandonadas debido a la oposición militar-industrial.35

Pero el argumento de los intereses de grupo no explica por qué algunos grupos se hicieron m á s poderosos que otros. T a m p o c o da razón de las necesidades fundamentales del sistema. D e vez en cuando, el régimen sovié­tico se ve obligado a llevar a cabo ciertas operaciones, y, con el fin de vencer la "rutina e inercia" del sistema, la dirección política impone una suerte de "tratamiento de cho­que". Esto fue evidente en la época de Stalin y, en menor medida, bajo Jrushchev. El sector militar ha sido, quizás, el principal beneficiario de esta especie de tratamiento de choque. Y ello es presumiblemente consecuen­cia de las exigencias militares del sistema soviético.

El sector de la defensa es, en todo sentido, un sector privilegiado en la Unión Soviética. Recibe la mejor maquinaria y repuestos, tiene poder para conseguir mate­riales y piezas escasos, los empleados de la defensa ganan sueldos más altos y obtienen mejores beneficios, c o m o vivienda o asisten­cia médica, y sus solicitudes y pedidos dirigi­dos a la administración suelen ser atendidos con mayor rapidez. D e igual manera, muchos comentaristas han destacado el grado inusual

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38 Mary Kaldor t,

de soberanía del consumidor que se aprecia en el sector referido, esto es, la posibilidad para el consumidor de asegurar el cumplimiento de las condiciones estipuladas y vencer la resisten­cia a los cambios inducidos por la demanda. Representantes militares, conocidos c o m o Voyenpreds, se hallan convenientemente ubi­cados en las plantas de producción para impe­dir estrangulamientos, vigilar la política de precios y garantizar los niveles de calidad. Finalmente, la necesidad del tratamiento de choque para superar la inercia del sistema ha sido explícitamente reconocida en el sector de la defensa.

A la hora de iniciar nuevos programas, la dirección política ha aplicado nuevas solu­ciones para impulsar la tecnología c o m o , por ejemplo, la de los motores a reacción, las armas nucleares, el programa de misiles, los helicópteros, las alas en flecha y la tecnología de V / S T O L . Antonov, el famoco proyectista de aviones de transporte, pregunta: "¿Han observado ustedes que el Partido se ha arre­mangado ya unas cuantas veces, ha ido tras una industria u otra y, sacándola del marasmo del gradualismo, le ha dado un fuerte impulso en la dirección que el país requería?"36

El impulso que aporta este tratamiento de choque sólo puede explicarse por la rivali­dad con Occidente. Así, en cierto sentido, puede afirmarse que el papel autónomo de la investigación y desarrollo militar en la Unión Soviética es m u c h o menos importante que en los Estados Unidos. N o obstante, la inercia institucional del sector militar y el conserva-tismo de las organizaciones industriales deter­minan la índole de la respuesta a los Estados Unidos y excluyen cualquier alternativa m á s innovadora, quizá una respuesta menos mili­tar. El fracaso de las propuestas de Jrushchev en favor de una postura disuasiva mínima, que habría permitido una respuesta a los avances tecnológicos norteamericanos a un nivel de armamento m u c h o más bajo, es una demostración de este punto. La existencia de personal e instalaciones organizados para la investigación y desarrollo y para la producción sólo puede justificarse en el contexto de una competencia tecnológica permanente.

Otros países industrializados

Otros países capitalistas desarrollados son responsables de la parte m á s sustancial del gasto en investigación y desarrollo militar restante, tal vez un 20 o 30% del total.

C U A D R O 3. Gastos en investigación y desarrollo militar, en algunos países de la O C D E (1978)

Total en Porcentaje Porcentaje millones de de la I y del gasto

dólares" D estatal militar

República Federal de Alemania

Francia Italia Países Bajos Reino Unido Estados

Unidos

880 1.690

10 40

1.740

12.9006

12,2 32,7

1,4 3,4

52,1

48,7

4,1 9,1 1,6 9,3

11,9

12,4

a) Cifras redondeadas b) Gasto del Ministerio de Defensa solamente. N o se incluye el de la N A S A ni el del Ministerio de Energía en objetivos militares. Estos ascenderían por lo menos a 1.000 millones de dólares.

Fuentes: "Government funding of R & D , 1970-1979", Eurostat, 1980, Bruselas, Office for Official Publications of the European Communities, 1980; United States National Science Foundation, National patterns of science and technology resources 1980, Washington D . C . , U S G P O (NSF 80-308); World armaments and disarmament, SIPRI Yearbook 1980, Londres, Taylor and Francis, 1980; Whittaker's Almanack, 1979, Londres, 1978.

Francia y el Reino Unido son sin duda los que mantienen un mayor gasto en este ámbito, seguidos por Suécia y luego por la República Federal de Alemania. Proporcionalmente a la renta nacional, sólo el gasto en investigación y desarrollo militar del Reino Unido se aproxima al de los Estados Unidos. E n reali­dad, estos dos países son los únicos en los que la proporción de la renta nacional destinada a investigación y desarrollo militar ha aumen­tado realmente en los últimos años. Francia y Suécia los siguen inmediatamente en la pro­porción de renta nacional destinada al fin referido; detrás figuran, a cierta distancia, la República Federal de Alemania, Canadá, los Países Bajos y Suiza, y finalmente el Japón.

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La organización de la investigación y desarrollo militar es bastante similar en el Reino Unido, Francia y Suécia. Estos tres países poseen una larga tradición de investiga­ción, desarrollo y producción militar indepen­dientes. El Reino Unido y Suécia fueron los únicos países de Europa en los que la fabrica­ción de armamentos no se vio interrumpida por la segunda guerra mundial. La organiza­ción de la investigación y desarrollo militar en los tres países citados representa una combina­ción del sistema de arsenales (afín a.la organi­zación de la industria de defensa en la Unión Soviética), y del sistema de contratistas ; estadounidense en el que estos últimos son grandes compañías soberanas pero depen­dientes.

E n Francia, las cuatro direcciones técni­cas comprenden casi todos los establecimien­tos y arsenales del Estado. Son responsables respectivamente de los sistemas de tierra, los sistemas navales, el equipo aeronáutico y los misiles. La Direction Technique des Construc­tions Navales ( D T C N ) es probablemente la más importante, en cuanto que proyecta, construye y es responsable del mantenimiento de virtualmente todos los buques de guerra de la armada francesa, y mantiene asimismo un elevado nivel de exportaciones; cuenta con una fuerza de trabajo de 35.000 personas. L a Direction Technique des Armements Terres­tres ( D T A T ) también diseña y produce una vasta proporción de los sistemas de tierra utilizados por el ejército francés. Las otras dos direcciones llevan a cabo fundamental­mente la investigación, los ensayos y la evalua­ción. Existen, por supuesto, otros estableci­mientos estatales, c o m o el Commissariat à l'Énergie Atomique, que tiene a su cargo las ojivas nucleares y la propulsión nuclear para los submarinos, así como otros laboratorios y establecimientos de investigación.37

El equivalente británico de las direccio­nes técnicas francesas son las Royal Ordnance Faetones y los Royal Dockyards. Las Royal Ordnance Factories, junto con los estableci­mientos de investigación correspondientes, se encargan de diseñar, desarrollar y producir casi todos los sistemas terrestres. Hay unas

pocas firmas privadas: British Leyland (vehícu­los Alvis y Daimler), Vickers (tanques) y Hunting Engineering, por ejemplo. Pero las firmas privadas realizan m u y poco diseño y desarrollo. Los Royal Dockyards ya casi no construyen barcos; tienen a su cargo principal­mente la reparación y el mantenimiento. El diseño de barcos para la marina es realizado en su mayor parte por establecimientos de investigación naval, pero cabe observar que, por lo que a construcción naval se refiere, mucha de la labor de desarrollo es parte del proceso de fabricación para la construcción del primer barco de.cada serie. L a investi­gación, desarrollo y producción de ojivas nucleares y propulsión nuclear para submari­nos se lleva también a cabo principalmente en establecimientos estatales. El equivalente sueco de las direcciones técnicas son la Socie­dad General de Industrias Nacionales, Före-nade Fabrikverken (FFV) y los astilleros de la marina. E n conjunto, estas entidades son responsables de aproximadamente el 9% de todas las compras efectuadas por las fuerzas armadas.38

Los aviones y los misiles en los tres países, los cañones y ametralladoras en Suécia y los barcos en el Reino Unido están a cargo de grandes compañías soberanas pero depen­dientes. Algunas de estas compañías —Société NationaledesIndustriesAérospatiales(SNIAS) en Francia, o British Shipbuilders en el Reino Unido, a m é n de algunas otras— están naciona­lizadas. N o obstante, funcionan c o m o enti­dades soberanas más o menos con el mismo régimen que las compañías privadas, entre otras: Dassault Breguet en Francia, Westland Helicopters en el Reino Unido, o Saab o Bofors en Suécia. E n términos generales, las compañías electrónicas son menos dependien­tes de los pedidos militares que las compañías de construcción aerospacial o naval, o incluso que jas compañías de construcciones mecáni­cas. Sin embargo, en estos tres países, actúan mayormente c o m o subcontratistas de los fabri­cantes de sistemas de lanzamiento.

Estas grandes compañías están sujetas a los mismos imperativos que sus equivalentes norteamericanos. Hasta cierto punto, por lo

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••^..^mm^^^m-^

El cañón Basiliscus. Peso: 75 Zentner (7.500 kilos). Disparaba balas de 70 libras. Para transportarlo, se requería un carro especial arrastrado por veinticinco caballos, de manera que cada caballo no tuviera que tirar más de 3 Zentner (300 kilos). Kriegbuch de Frensferger, 1575.Buiioz.

menos en Francia y Suécia, el imperativo del empleo de la capacidad productiva ha sido explícitamente reconocido por el gobierno, y los programas de compras se han adaptado al ritmo de la producción ininterrumpida. Por esta razón, la presión competitiva por el "mejoramiento" tecnológico ha sido menor, y el ritmo del cambio técnico, los accesorios supérfluos, etc. han disminuido en conse­cuencia, en comparación con los Estados Unidos.

E m p e r o , esta tendencia se ha visto con­trarrestada por otras dos características de los contratistas europeos. A m b a s dimanan del hecho de que los presupuestos militares son m u c h o menores que en los Estados Unidos. E n primer lugar, estas compañías han sido m u c h o más dependientes de las exportaciones que sus equivalentes norteamericanas. E n Francia y el Reino Unido, entre el 20 y el 30 por ciento de la producción militar se exporta. E n consecuencia, estas compañías han tenido que competir con los Estados Unidos en el mercado de armas internacional. C o m o las exportaciones, en su mayor parte, no emplean

la capacidad de desarrollo, sino únicamente la capacidad de producción39 se ha incremen­tado la presión por la consecución de nuevos contratos internos. Dicha presión suele agra­varse debido a que los pedidos de exportación no coinciden necesariamente con las interrup­ciones en la producción continua. D e hecho se

' ha dado el caso de que las interrupciones en las exportaciones hayan sido realmente la causa de un aumento de las compras naciona­les. Tal vez fue esto lo que sucedió en el Reino Unido, a fines de la década de los cincuenta, cuando una crisis en la industria de defensa fue causada en parte por un rápido descenso de las exportaciones.40 Los regí­menes extranjeros pueden ser derrocados y los nuevos gobiernos pueden buscar nuevos proveedores. La caída del Shah en Irán ofre­ció un ejemplo contundente de los riesgos de la dependencia de las ventas militares extran­jeras. Al parecer, el Reino Unido perdió no menos de 4.600 millones de dólares en pedi­dos de material de guerra por parte del Irán, y los Estados Unidos perdieron según se dice 8.000 millones de dólares. Entre los más

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Catálogo de K r u p p de 1897: cañón de 28 c m 2/40, sobre su cureña hidráulica. Edimcdia/Snark.

gravemente afectados se contaron General Dynamics (productora del F-16), G r u m m a n , Swan Hunter y Yarrow (actualmente British Shopbuilders) y Vickers.41

La segunda característica de los contra­tistas privados británicos y franceses, en con­traste con los de los Estados Unidos, es la colaboración internacional. A medida que los sistemas de armamentos han ido haciéndose más caros y complicados, el número y la variedad de sistemas se han visto reducidos. Al igual que en los Estados Unidos, se pro­cura convencer a las distintas ramas de los servicios armados de que usen los mismos sistemas, y, con el fin de mitigar el desigual efecto de una reducción del número de dife­rentes tipos de sistemas de armamento, se alienta a las firmas a colaborar en el desarrollo y la producción. Esto se ha traducido en una reorganización industrial en la que los gobier­nos han desempeñado un papel activo. H o y en día ningún país europeo puede aspirar a más de dos compañías importantes de fuse­lajes para aviones, y las únicas grandes firmas fabricantes de motores de aviación son Rolls

Royce en el Reino Unido y Snecma en Fran­cia. Algunos de los principales contratistas de la defensa han sido nacionalizados.

El proceso de concentración interior, no obstante, ha alcanzado los límites nacionales. Prácticamente ningún país europeo puede permitirse hoy marchar a solas en el desa­rrollo y producción de un avión de combate importante. Francia proyecta colaborar con el Reino Unido y la República Federal de Alema­nia en lo que atañe al Mirage 2000, el más reciente de la famosa serie Mirage. E n Suécia, el costo de un sucesor que reemplace al Viggen, el avión de combate sueco de la década de 1970, es tan elevado que los suecos están empezando a preguntarse seriamente si Suécia puede permitirse una industria aero­náutica.

Para limitar aún más el horizonte de la producción militar, el Reino Unido y en menor medida Francia adoptaron la política de colaboración internacional en el desarrollo y la producción de los sistemas de armamento importantes. L a colaboración internacional representa hoy día el 20% del presupuesto

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anual británico para material de defensa.42

Entre los ejemplos pueden citarse el avión de combate francobritánico Jaguar, los helicópte­ros del mismo origen, el avión de combate de usos múltiples Tornado, diseñado, desarro­llado y producido por el Reino Unido, la República Federal de Alemania e Italia, y los misiles francoalemanes.

Se admite generalmente que la colabora­ción internacional incrementa el costo de cada uno de los sistemas de armamento a causa del gasto inútil, la duplicación y los elevados gastos generales, c o m o los ocasionados por los frecuentes desplazamientos en avión. Los cálculos varían, estimándose entre el 5 y el 50%. Se cree, sin embargo, que estos exce­dentes en los gastos se ven sobradamente compensados por las ventajas obtenidas al desconcentrar la carga del costo de desarrollo. Pero este tipo de cálculo no toma en cuenta el aumento de la complejidad que resulta de la necesidad de tomar en consideración las distin­tas características técnicas exigidas por cada país y las diferentes capacidades de cada uno. T o m e m o s el M R C A : avión de combate de usos múltiples (Tornado), por ejemplo, que sólo para el al Reino Unido tendrá un costo de unos 10.000 millones de libras.

L a Royal Air Force quería el Tornado para acciones ofensivas. de amplio radio y defensa aérea estratégica (defensa contra b o m ­barderos). Los alemanes deseaban un avión de apoyo táctico en el campo de batalla y los italianos una aeronave que les confiriese supe­rioridad, aérea. Funciones, todas ellas, nada fáciles de conciliar. Para lograr la maniobrabi-lidad indispensable si se aspira al dominio del espacio aéreo, el avión necesita un régimen ascensional m u y rápido y un gran poder de aceleración. Necesita, por lo tanto, un fuse­laje pequeño y liviano y un segundo motor. Ahora bien, el poco peso, junto con las exigencias de combustible del segundo motor limitan la autonomía de vuelo y la carga útil necesarias para la acción ofensiva de amplio radio. El avión necesita también ser grande para mantener un vuelo estable a bajo régi­m e n de velocidad al penetrar en las defensas de radar. Sin embargo, el apoyo táctico en el

campo de batalla requiere otra serie de carac­terísticas: un despegue y aterrizaje cortos, robustez y bajo precio. N o es de extrañar que haya merecido el nombre de "la cerda que da leche, cría lana y pone .huevos".43 A la postre, el M R C A no puede cumplir satisfacto­riamente ninguna de sus funciones, excepto quizás la misión nuclear de largo alcance que no requiere una carga útil m u y pesada. Para el apoyo táctico en el campo de batalla y el dominio aéreo, funciones en las que cabe esperar un alto coeficiente de desgaste, el avión es sencillamente demasiado caro. El Reino Unido ha diseñado una versión entera­mente nueva para defensa aérea. Ahora bien, el Ministerio de Defensa ha admitido que la versión para defensa aérea del Tornado no será mucho mejor como avión que el Phantom al que debía sustituir, si bien "como sistema de armamento es un paso adelante".44

Incluso en su función de acción ofensiva nuclear, el Tornado tendrá muchas "carac­terísticas supérfluas", c o m o su capacidad de despegue y aterrizaje cortos.

El M R C A no era solamente una solución de compromiso entre distintas exigencias; las condiciones y características de los proyectos nacionales reflejaban la capacidad de fabrica­ción de cada país. Se elaboró un complicado sistema de distribución del trabajo que corres­pondía a la inversión efectuada en el proyecto por cada uno de los gobiernos participantes. La compañía británica B A C asumió la princi­pal responsabilidad en lo tocante a proa y fuselaje. L a compañía alemana Messersch-midt-Bolkoew-Blohm ( M B B ) asumió la res­ponsabilidad principal respecto al fuselaje central, aun cuando carecía de toda experien­cia en tecnología de geometría variable. La firma italiana Aeritalia se encargó prioritaria­mente de las alas. Soluciones análogas se adoptaron respecto al motor, la electrónica y cada una de las piezas sueltas. D e esta manera, el grupo motor auxiliar fue diseñado por Kloeckner-Himboldt-Deutz, Mirotechnics y Lucas Aerospace; el sistema de oxígeno por Normalair Carriett, Draegerwerk y Oleodina-mica Magnaghi; y así sucesivamente en lo que atañe a los diversos subsistemas que compo-

Page 44: La investigación y el desarrollo militar

La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 43

nen la aeronave.45 El M R C A es, de este m o d o , un avión construido sobre la base de competencia y de concesiones recíprocas. Y , como todos los sistemas de armamento de esta índole, es caro y complicado. El historial de otros proyectos de colaboración, como el del Jaguar, no es m u y diferente del que acabamos de exponer. D e esta manera, la colaboración internacional sirve meramente para acelerar el ritmo del cambio técnico "barroco".

El Japón y, en menor medida, la Repú-, blica Federal de Alemania representan for­mas de organización de la investigación y| desarrollo m u y diferentes de las que acaba-; mos de describir. E n ambos países, investiga-' ción, desarrollo y producción corren mayor­mente a cargo de compañías privadas, y estas compañías son mucho menos dependientes de los pedidos militares que sus homólogas de los. Estados Unidos, el Reino Unido, Francia o¡ Suécia. E n el Japón, la I y D militar está en manos del Instituto Técnico de Investigación1

y Desarrollo (TRDI) , pero con frecuencia las compañías privadas realizan proyectos piloto por su cuenta.46 Los fabricantes de armas forman parte funcional de complejos indus­triales mucho más vastos. Los seis complejos principales que tienen a su cargo la produc­ción de armas son los grupos Mitsubishi, Mitsui y Sumitomo (todos los cuales se han desarrollado a partir de consorcios anteriores a la segunda guerra mundial conocidos como

Zaibatsu) y los grupos Fuyo, D K B y Sanwa. M á s de cuarenta firmas del grupo Mitsubishi, por ejemplo, se adjudican una tercera parte del total de compras de la defensa. A d e m á s de esto, a la industria pesada Ishikawa-Harima, independiente de los seis complejos, referidos, le correspondió el 14 por ciento de los contratos de defensa en el ejercicio de 1976. 47 Ahora bien, las ventas a la defensa de estas compañías representa una exigua proporción de su volumen de ventas total.48

El hecho de que estas compañías no estén regidas por el mismo imperativo que las firmas dependientes del gasto de defensa acaso explique por qué la tecnología militar japonesa pone mayor énfasis en la simplicidad y el bajo costo y en lo que bien podría describirse c o m o tecnología revolucionaria. Nuevos proyectos centran sus miras en los helicópteros, la aviación ligera, vehículos blin­dados pequeños y baratos, pequeños misiles —el misil antiaéreo T A N , por ejemplo— y armas de láser. El Japón está desarrollando asimismo un nuevo avión de caza F X y un tanque de combate M B T , calificados ambos de ligeros, manejables y relativamente bara­tos. El M B T tiene un blindaje compuesto por múltiples láminas de cerámica.

E n la República Federal de Alemania, la mayor parte de la investigación, desarrollo y producción está a cargo de la industria pri­vada. Sólo el sector aerospacial depende de los pedidos militares. Y , c o m o hemos visto, el

C U A D R O 4. Principales fabricantes de armas japoneses: ventas militares en relación con el total de ventas.

Mitsubishi . Heavy Industry

Ishikawa-Harima Heavy Industry

Mitsubishi Electric Kawasaki

Heavy Industry

Miles de millones de yens

75

35 12

64

1974

% del total de ventas

6,9

5,6 1,9

12,4

!

Miles de millones de yens

153

54 52

40

1978

% del total de ventas

12,0

7,7 5,6

8,0 Ä

Page 45: La investigación y el desarrollo militar

44 Mary Kaldor

sector aerospacial está fuertemente involu­crado en la colaboración internacional, donde la tecnología tiende resueltamente hacia lo barroco. E n la construcción mecánica, el sector que fabrica tanques y cañones, la construcción naval y la electrónica, la depen­dencia respecto de los pedidos militares es baja. Algunas de las grandes compañías de construcciones mecánicas que fabrican siste­m a s de tierra son Kraus-Maffei (tanques), Rheinstahl A G (vehículos blindados) y Rhein-metal G m b H (cañones). Kraus-Maffei, por ejemplo, "tiene la línea de montaje de tanques más perfectamente organizada de Europa, y, según informes fidedignos, la com­pañía ganó de un millón de marcos por su trabajo para la defensa en 1977-1978 (lo cual asciende a más del 60 por ciento de su cifra de negocios)".49

N o obstante, sólo un 10% de su fuerza de trabajo interviene en la fabricación de tan­ques. Entre los subcontratistas del programa de tanques Leopard se encuentran muchas de las compañías alemanas de construcciones mecánicas más importantes: Blohm y Voss, Krupp, Porsche, etc. Las dos constructoras navales más importantes son Blohm y Voss (Hamburgo) y Howalt W e r k e —Deutsche Werft, pero la construcción naval no es m u y significativa. C o m o en el Japón, las compañías de electrónica se llevan una vasta proporción del total de compras para la defensa y actúan c o m o contratistas por derecho propio. Pero su dependencia respecto de los pedidos militares es escasa.so

C U A D R O 5. Cuatro importantes compañías de electrónica militar de la República Federal de Alemania: empleo y ventas militares en relación con el total de ventas, 1979.

Siemens AEG-Telefunken Standard Electric

Lorenz (SEL) R o h d e y Schwarz

Empleo (en miles)

300 160

30-35 * 4

Porcentaje de ventas militares

<10 5-10

^5 ^10

E n cuanto al material para el ejército y los sistemas electrónicos, particularmente los misiles, probablemente sea justo decir que, al igual que en el Japón, se hace mayor hincapié en la simplicidad, el bajo costo y las tecno­logías revolucionarias que en otros países. La República Federal de Alemania se encuentra, por ejemplo, a la vanguardia de algunas de las más nuevas tecnologías de la munición, como las bombas de fragmentación.

Los productores independientes y más pequeños —Canadá, Suiza, Países Bajos, Ita­lia, Bélgica, etc.— se sitúan m á s o menos entre el modelo de organización de Francia y

. el Reino Unido y el de la República Federal de Alemania y el Japón. U n a característica común a todos ellos es la fuerte dependencia de las compañías fabricantes de armamentos respecto de la exportación. Esto ha tenido dos consecuencias contradictorias. Por un lado, se han visto involucrados en proyectos de tecno­logía "barroca" como resultado, por ejemplo, de la dependencia de Canadá respecto de las compras militares de los Estados Unidos o la participación de Italia y los Países Bajos en proyectos de cooperación europeos. Por otro lado, han estado en condiciones de ofrecer precios m á s bajos que algunos de sus rivales "barrocos" gracias a la exportación de siste­mas relativamente baratos y sencillos aptos para países subdesarrollados. E n esta cate­goría se cuentan, por ejemplo, la serie cañar diense de aviones de transporte robustos, los helicópteros y aviones antidisturbios de Italiav los cañones Oerlikon (Suiza), los, fusiles F N (Bélgica).

Conclusión

La principal conclusión de este artículo es que la organización de las instituciones de I y D es el factor primordial que explica la repercusión de la investigación y desarrollo militar en la carrera armamentista. H e distinguido tres tipos de organismos de I y D , tratando de poner de relieve las diferentes repercusiones de los mismos en la tecnología militar. Esto se demuestra en el siguiente cuadro:

Page 46: La investigación y el desarrollo militar

La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 45

C U A D R O 6. Características de organización de la investigación y desarrollo y consecuencias para la tecnología.

Características de Soberanas Financiadas las organizaciones por el Estado del y D

Dependientes Tecnología Conservadora de contratos barroca del gobierno

Tecnología Independientes revolucionaria ?

L a primera categoría abarca aquellos esta­blecimientos de investigación y desarrollo que son soberanos, parte de compañías nacionali­zadas o privadas responsables de su propia viabilidad financiera, y dependientes, es decir, supeditados a la obtención de pedidos del gobierno para mantener la referida viabilidad financiera. L a segunda categoría está consti­tuida por aquellos otros que son soberanos e independientes. Y la tercera categoría incluye los que no son soberanos, es decir, estableci­mientos estatales cuyos presupuestos están directamente garantizados por el Estado.

Los Estados Unidos son probablemente responsables de la mayor proporción de inves­tigación y desarrollo militar mundial, alrede­dor del 40% del total. El tipo de estableci­miento de I y D norteamericano clásico perte­nece a la primera categoría citada: es soberano y dependiente. Para poder seguir existiendo, tales establecimientos se ven en la necesidad de proyectar, desarrollar y producir sistemas de armamento "barrocos" cada vez mayores, m á s caros y m á s complicados. D e ahí que, con total independencia de otros factores que influyen en la carrera de arma­mentos, los imperativos impuestos por la organización de los establecimientos norte­americanos de I y D tengan necesariamente una influencia autónoma sobre la forma y dirección de la tecnología militar.

Los establecimientos de I y D soviéticos, en cambio, pertenecena la tercera categoría, no soberanos. Tales establecimientos tienden a producir una tecnología "conservadora". L a influencia autónoma que pueden llegar a ejer­

cer en la carrera de armamentos no pasa de una presión burocrática para mantener la situación, para no ver sus presupuestos reduci­dos, y, al mismo tiempo, no introducir cam­bios drásticos que pongan en peligro su estabi­lidad. Pero precisamente porque no son sobe­ranos son m á s sensibles al cambio inducido por la demanda que la dirección política les impone. Tales cambios han sido introducidos por la dirección política c o m o respuesta c o m ­petitiva a los Estados Unidos. D e ahí que la tendencia al conservatismo se haya visto atem­perada por el impacto indirecto de la tecno­logía "barroca". U n a respuesta alternativa "revolucionaria" a los armamentos norteame­ricanos podría amenazar la estabilidad de las instituciones militares-industriales.

Tales tecnologías "revolucionarias" han sido desarrolladas por unos cuantos estableci­mientos de I y D norteamericanos de la segunda categoría, soberanos e independien­tes —por ejemplo, Texas Instruments—, y probablemente por establecimientos de I y D alemanes y japoneses. D e b e tenerse m u y en cuenta que la aptitud para diseñar y desarro­llar tecnologías militares relativamente bara­tas y eficaces podría contribuir a extender la carrera armamentista, con participación de m á s países, e inducir a un conocimiento erróneo de la potencia militar relativa, lo que tendría consecuencias incalculables. Es m á s , una vez que tales instituciones entran en la carrera armamentista, su independencia se va reduciendo paulatinamente y la tecnología "revolucionaria" se vuelve "barroca".

H a y un cuarto tipo de institución posible, independiente pero no soberana, a saber, instituciones cuyos presupuestos están garanti­zados por el Estado pero son libres de proyec­tar, desarrollar y fabricar productos para cualquier cliente. U n a universidad occidental podría entrar en esta categoría. ¿ N o nos ofrecería esto, quizás, el modelo para ir reduciendo el paso de la carrera a r m a m e n ­tista, desviando los intereses de los estableci­mientos de investigación y desarrollo hacia actividades no militares?

Traducido del inglés

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46 Mary Kaldor

Notas

1. Cálculo de Colin Norman, World Watch Institute, Washington D . C . Véase "Global research: who spends what?, New scientist, 26 de julio de 1979.

2. Ibid.

3. Ibid.

4. Ministerio de Defensa, The FY 1981 Department of Defense Program for Research Development and Acquisition, memoria presentada por el Honorable William J. Perry, subsecretario de Investigaciones y Construcciones para la Defensa, al 96.° Congreso, 2.a sesión, Washington D . C . , 1980.

5. Véase Alexander Kossiakoff, "Conception of new defense systems and the role of government R & D centers", en Franklin A . Long y Judith Reppy (dirs. publ.), The genesis of new weapons decision-making for military R & D . Nueva York, Pergamon Press, 1980.

6. 100 companies. Companies receiving the largest dollar volume of military prime contract awards. Ejercicio económico 1979, Ministerio de Defensa, Dirección General de Información, Operaciones y Comunicados, Washington D . C . , 1980.

7. Jacques S. Gansler, The defense industry, p. 101, Cambridge, Mass., M I T Press, 1980.

8. Congressional record, 28 de marzo de 1977.

9. Williamson, "The economics of defense contracting", en M c K e e n (dir. publ.), Issues in defense economics, p. 221, Nueva York, 1967.

10. Ministerio de Defensa y Oficina de Gestión y Presupuestos de los Estados Unidos, Aircraft industry capacity study, Washington D . C . , enero de 1977.

11. Asociación para la Planificación Nacional, National policy for aviation, 1946 (Special Committee Report Planning Pamphlets, N . o s 51-52.).

12. Ministerio de Hacienda de los Estados Unidos, "Study of economic effects of restraint in arms transfers", Arms transfer policy, p. 50, Comisión del Senado para las Relaciones Exteriores, Congreso de los Estados Unidos, anexo 2, 95.° Congreso, 1.a sesión, Washington D . C . , julio de 1977.

13. La idea del imperativo del follow-on como concepto intelectual se debe originalmente a James Kurth. Véase " W h y w e buy the weapons w e do", Foreign policy, N . ° 11, 1973.

14. J. R . Fox, Arming America. How the US buys weapons, p. 53, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1974.

15. Ibid, p. 101.

16. Citado en Commission on the Organization of the Government for the Conduct of Foreign Policy (Comisión Murphy), volumen 4, apéndice K : Adequacy of current organization: defense and arms control, p. 115, Washington D . C . , 1975.

17. Norman R . Augustine, "One plane, one tank, one ship: trend for the future", Defense management journal, abril de 1975.

18. Michael H . Armacost, The politics of weapons innovation: the Thor-Jupiter missile controversy, p. 99, Nueva York, Columbia University Press, 1969.

19. Véase Merton J. Peck y W . Scherer, The weapons acquisition process, capítulo 2, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1962.

20. A . W . Marshall y W . H . Meckling, "Predictability of the costs, time and success of development", The rate and direction of inventive activity, National Bureau of Economic Research, 1962.

21. Robert Perry y otros, System acquisition strategies, Santa Mónica, California, Rand Corporation, 19*71. ( R - 7 3 3 - P R / A R P A . )

22. Véase Arthur Alexander, "The X M - 1 " en el Apéndice a la Comisión Murphy, op. cit. 1975.

23. Jonathan E . Medalia y A . A . Tinajero, " X M - 1 main battle tank program", Washington D . C . , Congressional Research Service, 1978 (Issue Brief N . ° 1B75052.)

24. Gansler, op. cit. p. 101.

25. Richard L . Garwin, "Bureaucratic and other problems in planning and managing military R & D " , en Franklin A . Long y Judith Reppy (dirs. publ.), op. cit., p. 24.

26. Mary Kaldor, The baroque arsenal, Londres, Andre Deutsch, 1981.

27. Randall Forsberg. Ressources devoted to military research and development, Estocolmo, SIPRI, 1972.

Page 48: La investigación y el desarrollo militar

La investigación y el desarrollo militar: ¿causa o consecuencia de la carrera armamentista? 47

28. David Holloway, "The Soviet style of R & D " , en Franklin A . Long y Judith Reppy (dirs. publ.), op. cit.

29. Robert Perry, Comparisons of Soviet and US technology, Santa Mónica, California, Rand Corporation. (R-827-P7.)

30. Michael Checiniski, The cost of armament production and the profitability of armament exports in Comecon countries, Jerusalén, Centro de Investigación Soviético y de Europa del Este, Universidad Hebrea de Jerusalén. (Research paper, n.° 10.)

31. Arthur Alexander, "Decision-making in Soviet weapons procurement", Adelphi Papers (IISS), n.° 147-8, invierno 1978-1979.

32. David Holloway, capítulo en A m a n n y Cooper (dirs. publ.), Innovation in Soviet industry (en prensa).

33. Ibid.

34. Voldiov, citado in Edward Warner, The military in contemporary Soviet politics: an institutional analysis, p. 91, Nueva York, Praeger, 1977.

35. Para una descripción de estos hechos, véase John McDonnell, "The Soviet defence industry as a pressure group", en McGuire, Boots y McDonell, Soviet Naval Policy. Objectives and constraints, Nueva York, Praeger, 1975.

36. Citado en Arthur Alexander, R & D in Soviet

aviation, Santa Bárbara, California, Rand Corporation, 1976. (558-PR.)

37. Para una descripción más detallada, véase David Greenwood, "The organization of defence procurement and production in France", Aberdeen studies in defence economics, n.° 14, febrero de 1980.

38. Véase Ulf Olsson, The creation of a modern arms industry. Sweden, 1939-1974, Gotemburgo, Instituto de Historia Económica de la Universidad de Gotemburgo, 1977.

39. E n general, la investigación y desarrollo es subvencionada por el Estado para proyectos específicos. El Estado puede imponer un gravamen por I y D sobre los productos vendidos en el extranjero, pero frecuentemente renuncia a ello, y, en todo caso, sólo representa una contribución de escasa importancia a los costos totales de la investigación y desarrollo.

40. Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones para la Paz, The arms trade with the third world, capítulo 5, Estocolmo, Almqvist and Wiksell, 1971.

41. Financial Times, 5 y 8 de febrero de 1979; Aviation week and space technology.

42. Véase Robert W . Dean, "The future of collaborative weapons acquisition", Survival, vol. 20, n.° 5, 1979.

43. Ulrich Albrecht y otros, "Das Ende des M R C A ? " , in Studiengruppe Militärpolitik, Ein Anti-Weisbuch. Materialien für eine Alternative Militärpolitik, H a m b u r g o , Rowolt, 1974.

44. Declaraciones ante el Comité Especial para Control del Gasto de la Cámara de los Comunes del Reino Unido. (HC-236V Q505.)

45. Véase William Walker, "The multi role combat aircraft", Research policy, vol. 2, n° 4, 1974.

46. Edward C . Edzell, "Japanese 1980 defense budget and future R & D programs", International defence review, vol. 13, n.° 3, 1980.

47. Edward C . Edzell, "The Japanese self-defence forces 1980: issues, policies and technology for the coming decade", International defence review, vol. 13, n.° 2, 1980.

48. Fuente: John Lewis, "Japanese industry and the 1% solution", Far eastern economic review, 14 de marzo de 1980.

49. Rae Angus y David Greenwood, "The organization of defence procurement and production in the Federal Republic of Germany", Aberdeen studies in defence economics, n.° 15, primavera de 1980, p. 23.

50. Ibid.

Page 49: La investigación y el desarrollo militar

Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar

Manne Wängborg

Fuentes y definiciones

El único estudio conocido sobre investigación y desarrollo específicamente militar en una perspectiva internacional es el que llevó a cabo el Instituto Internacional de Investiga­ciones sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI) a comienzos de los años setenta. Según la definición dada por el SIPRI , la investigación y el desarrollo (I y D ) militar comprende:

1. Toda la I y D finan­ciada a través de los gastos presupuestarios del 'depar­tamento de defensa' de un país (o dependencia admi­nistrativa equivalente); y 2. Toda la demás I y D , financiada por departamen­tos y órganos de gobiernos nacionales, que, con expre­so reconocimiento oficial, se lleve a cabo con fines militares, de defensa, o de defensa civil, principal­mente relacionados con los armamentos.1

U n a de las fuentes clásicas de datos sobre I y D internacional en general es la Organiza­ción para la Cooperación y el Desarrollo Económico ( O C D E ) . Este artículo está basa­do en gran medida en las publicaciones de la O C D E . E n las estadísticas sobre I y D de dicha organización, la categoría "defensa" incluye todos los programas de I y D acometi­

dos esencialmente por razones militares con independencia de su contenido o de si tienen aplicaciones civiles secundarias. Incluye la I y D nuclear y espacial que se lleva a cabo con fines militares, pero no la investigación y aplicación civil financiada por ministerios de defensa, por ejemplo, sobre meteorología o telecomunicaciones.

Por lo c o m ú n estos estudios y fuentes de referencias se basan en estadísticas nacionales

sobre I y D , actualmente confeccionadas y publica­das por un n ú m e r o cada vez mayor de países. A los efectos del presente análisis, el óbice princi­pal está en que la Unión Soviética y los países de Europa oriental no pre­sentan datos correspon­dientes a sus respectivos esfuerzos en I y D militar que puedan considerarse equiparables a los facili­tados por otros países desarrollados. Lamenta­

blemente, las actividades de dichos países en I y D militar sólo pueden evaluarse a partir de estimaciones de segunda m a n o , generalmente occidentales.

C o m o las. definiciones del SIPRI y de la O C D E no son idénticas, sus respectivos datos no son intercambiables. N o obstante, con alguna cautela pueden complementarse para comparar órdenes de magnitud o examinar tendencias a largo plazo.

Manne Wängborg es investigador en el Instituto de Investigaciones de la Defensa Nacional, S-104 50, Esto­colmo, Suécia. H a publicado libros y artículos sobre doctrina militar sovié­tica, problemas de seguridad y rela­ciones entre desarme y desarrollo.

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50 Manne Wängborg

Advertencias

Aquí se plantean, empero, grandes problemas de estadística. C o m o ejemplos de complica­ciones generales pueden citarse los tipos de cambio monetario fluctuantes, "los tipos de cambio en I y D " , las asimetrías de estructura institucional y prácticas presupuestarias, o, Usa y llanamente, la discrepancia en las defini­ciones de la propia I y D . Todos los conceptos y categorías que hacen al caso —investigación y desarrollo, científico e investigador, inge­niero y técnico, etc.— son lo bastante comple­jos y vagos c o m o para consentir una ambigüe­dad considerable. El obstáculo concreto m á s importante es el secreto debido a considera­ciones militares y comerciales. A m e n u d o la dificultad de la tarea se complica cuando varias de estas contrariedades confluyen al m i s m o tiempo. El caso más palpable son las comparaciones este-oeste. E n otras palabras, hay problemas con respecto tanto a la validez c o m o a la fiabilidad, es decir, dudas sobre si las estadísticas de que disponemos son buenos indicadores de lo que se pretende que son y sobre si las cifras citadas son razonablemente exactas o no. 2

Por añadidura, la ambigüedad no aparece sólo en la comparación entre países. También aparecen incongruencias en el uso de la termi­nología dentro de un mismo país. Tal vez m á s elocuente que ningún otro a este respecto sea el hecho de que se encuentren discrepancias en el uso de la terminología hasta en la Unión Soviética, es decir, donde menos podría espe­rarse dada la estructura política y administra­tiva altamente unificada y centralizada.3

Los dos indicadores m á s importantes de que disponemos, gasto y m a n o de obra, dan uno y otro la medida de los insumos que intervienen en la I y D . N o está del todo claro hasta qué punto pueden ofrecer también un cuadro razonable del producto, que en defini­tiva es lo que realmente cuenta, particular­mente en I y D militar. N o existen, empero, evaluaciones del producto de I y D válidas y umversalmente aceptadas. Las publicaciones o referencias científicas, por ejemplo, son

indicadores cuantitativos todavía m u y insu­ficientes c o m o para que puedan utilizarse en comparaciones de I y D general; a lo sumo , tienen una vaga relación con aspectos cualitati­vos. N o es sensato utilizarlos para el análisis de la I y D militar, donde, además de las otras fuentes de error, el secreto y los hábitos de publicación varían considerablemente de un país a otro. Sin embargo, tampoco es una alternativa práctica, utilizar estimaciones de insumos, pues los valores de los medios de producción no deben interpretarse c o m o medi­das de lo producido, ni dar por supuesto que cantidad sea equiparable a calidad. Específica­mente, las categorías de insumo económico no son indicadores fiables de la utilidad militar del producto.

E n un desglose general, por "objetivos", de los gastos en investigación y desarrollo en todo el m u n d o , corresponde a I y D militar la partida más grande, seguida por investigación básica (véase el cuadro l).4

C U A D R O 1. Presupuesto global para investigación y desarrollo.

Programas

Esfera militar Investigación básica Espacio Energía Salud Tratamiento de la información Transporte Control de la contaminación Agricultura Otros

TOTAL

Porcentajes (%)

24 15 8 8 7 5 5 5 3

20

100

Evidentemente, estas comparaciones dejan también un margen considerable para la interpretación, por no decir manipulación, según los distintos ordenamientos institucio­nales y procedimientos de computación. A priori, sin embargo, no puede saberse con claridad cuáles serían los efectos netos de las correcciones concebibles ya que siempre es posible que se proyectaran en direcciones contrarias, es decir, de lo militar a la investiga-

Page 51: La investigación y el desarrollo militar

Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar 51.

PUBLIC WARNING The public are advised to familiarise themselves with the appearance of British and G e r m a n Airships and Aeroplanes, so that they m a y not be alarmed by British aircraft, and m a y take shelter if G e r m a n aircraft appear. Shou ld hostile aircraft b e seen, take shelter immediate ly in the nearest available house, preferably in the basement, and remain there until the aircraft have left the vicinity: do not stand about in crowds and do not touch unexploded bombs. in ih« event of H O S T I L E aircraft being seon in country districts, the nearest Naval. Military or Police Authorities should, if possible, be advised immediate!/ by Telephone or the TIME OF A P P E A R A N C E , the DIRECTION OF FLIGHT, and whether the aircraft is an Airship or an Aeroplane.

GERMAN i BRITISH A I R S H I P S X Note specially th. shape of Ih. Alrshlpi A A I R S H I P S

Note specially the iloped-bmck wings of the German Aéroplane« (

Cartel de la primera guerra mundial, para distinguir los aviones ingleses de los alemanes. Snark International.

Page 52: La investigación y el desarrollo militar

52 Manne Wängborg

ción básica y viceversa, de lo militar a la energía y viceversa, de lo militar a las tecno­logías del espacio y viceversa, y así sucesiva­mente: D e todos m o d o s , esta forma de compa­ración no debe dar la impresión de que la I y D militar sea m á s vasta que la I y D civil, ya que no es el caso. L a I y D civil es tradicional­mente mucho m á s vasta —y relativamente tiende a serlo m á s aún, c o m o expondremos m á s adelante— aunque u n . par de países importantes no se acomodan a esta tendencia general, por lo que al gasto público en I y D se refiere.

A d e m á s , para ser un poco más precisos, uno de los subproblerrías concretos guarda relación con las prácticas y las definiciones presupuestarias. C o m o una parte considera­ble de I y D militar se realiza en la industria, cuanto más cerca se está de las etapas de desarrollo finales, mayor es la ambigüedad en uno de los conceptos implicados. El punto de intermisión presupuestaria para investigación y desarrollo y el inicio de los costos produc­ción/adquisición está sujeto a variaciones en­tre unos países y otros, y a veces incluso de un proyecto o sistema de armamento a otro dentro de un mismo país. M u y ilustrativo a este respecto es el cuadro 2 confeccionado por el investigador y autor inglés David Hollo-way y en el que se exponen dos ejemplos levemente distintos de la secuencia de opera­ciones del "ciclo investigación-producción" en la Unión Soviética.s

Dos subproblemas adicionales son la medida en que la I y D militar no se efectúa con financiación estatal, sino privada, y la proporción de I y D relacionada con la defensa financiada por la industria privada. El SIPRI asegura que en países con gran activi­dad en I y D militar (los Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, y la República Federal de Alemania, y probablemente tam­bién Suécia y Canadá), la I y D para armamen­tos financiada por medios privados asciende a no más de una pequeña fracción de la finan­ciada por el Estado. Por otra parte, en algunos de los países con menores actividades de I y D militar financiada estatalmente —por ejemplo, Italia, Japón y Suiza— los esfuerzos en I y D armamentista con financiación pri­vada pueden ser sustanciales, ascendiendo a, digamos, el 25% o aun el 50% de los progra­mas de I y D militar subvencionados por el Estado. Esta puede ser, pues, una de las fuentes de error que conviene tener siempre en cuenta cuando se hacen comparaciones en términos de I y D financiada por el sector público.

En cuanto a la I y D relacionada con la defensa, el SIPRI puntualiza que las sumas invertidas por la industria privada en I y D para productos que pueden ser útiles en aplicaciones tanto militares como civiles —en áreas como la tecnología de las computadoras, las comunicaciones, los instru­mentos de precisión y posiblemente la aviación civil— son cuantiosas en comparación con los

C U A D R O 2. Ciclo de la investigación-producción.

Investigación básica Investigación aplicada Desarrollo

Investigación básica orientada a aplicaciones prácticas

Verificación en el laboratorio y selección de alternativas

Labor de diseño experimental Labor de diseño de proyectos

Libre Fines especiales

Labor de diseño experimental Preparación tecnológica y

organización de la producción Asimilación de la producción de

nuevos productos

Fuentes: (A) D . M . Gvishiani, citado en Simon Kassel, The relationship between science and the military in the Soviet Union, p. 25, Santa Mónica, Calif., Rand Corporation, julio de 1974. (R-1457-DDRE/Arpa.); (B) Y . V . Kosov, G . K . Popov, Upravlenie mezhotraslevymi nauchnotekhnicheskimi programmami, p. 9-15, Moscú, 1972.

Page 53: La investigación y el desarrollo militar

Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar 53

Prosperidad: militar: desembarco de materiales en Iwo Jima en 1945. Camera Press.

esfuerzos, m á s considerables, realizados en I y D militar.*

Estas son dos complicaciones m á s que han de dejarse sin resolver, ya que se desco­noce por completo la magnitud de los recursos implicados y el m o d o en que afectarían al cuadro. E n consecuencia, el presente análisis se ha hecho a partir de información sobre la investigación y desarrollo militar financiada por el sector público.

Pueden existir, sin duda, otros subproble-m a s semejantes, pero los datos disponibles no alcanzan en ninguna parte la precisión reque­rida para percibir tales sutilezas. N o es necesa­rio insistir m á s sobre este punto. Q u e d a sobradamente claro que las estadísticas dispo­nibles consienten el análisis tan sólo en térmi­nos de órdenes de magnitud. U n a m a y o r exactitud es, por desdicha, inalcanzable. Resulta incierto, por lo tanto, saber en qué

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54 Manne Wängborg

medida las estadísticas sobre I y D militar internacionalmente accesibles ofrecen real­mente un cuadro satisfactorio de esta activi­dad y de su fomento actual. N o queda otro remedio que procurar sacar el mejor partido posible de aquello de que se dispone, haciendo las salvedades de rigor en cuanto al margen de incertidumbre.

I y D militar en países industrializados: magnitudes y tendencias

C o m o ya se ha indicado, el gasto en I y D militar se halla más altamente concentrado aún que en I y D . general. El estudio del SIPRI estima que los Estados Unidos de América y la Unión Soviética responden por sí solos de casi el 85%, y los seis principales inversores —que son, junto con los dos cita­dos, el Reino Unido, Francia, China y la República Federal de Alemania— de no menos del 95-96% de la I y D militar del m u n d o .

El gasto en I y D militar de todos los demás países juntos ascendería a sólo 4-5% del total mundial. E n este grupo, el SIPRI alinea en primer lugar a Suécia, Canadá, Japón y la India. E n un pasado reciente, al menos, también podría haberse incluido a Australia en esta categoría.

Con ellos se da cuenta de toda la I y D militar que se. lleva a cabo en el mundo menos una pequeñísima fracción.7 C o m o este artí­culo se ocupa solamente de los países desarro­llados, China y la India serán omitidas. E n cuanto a los demás, confiaremos en medida m u y amplia en las estadísticas de la O C D E .

Tipología de las actividades de investigación y desarrollo de los países industrializados

Para facilitar la comparación internacional en materia de I y D , la O C D E ha elaborado una tipología con arreglo a la cual sus estados miembros se agrupan en cinco categorías según sus actividades de I y D respectivas, en términos tanto absolutos como relativos.

Grupo I: "Grandes realizadores de I y D , con alta intensidad de I y D " , comprende los Estados Unidos de América, Francia, Ja­pón, el Reino Unido y la República Federal de Alemania, países cuyas actividades en el campo de la I y D son amplias en términos absolutos y absorben una porción relativa­mente elevada de los recursos nacionales.

Grupo II: "Realizadores de I y D medios, con alta intensidad de I y D " , comprende los Países Bajos, Suécia y Suiza, con activi­dades de I y D moderadamente amplias que

. absorben una elevada proporción de los

recursos nacionales. Grupo III: "Realizadores de I y D medios, ' con intensidad de I y D media", está

constituido por Australia, Bélgica, Canadá e Italia, países que dedican a I y D sumas moderadamente altas, pero donde la aporta­ción de recursos nacionales es menor.

Grupo IV: "Realizadores de I y D pequeños, con intensidad de I y D media", se com­pone de Austria, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Noruega y Nueva Zelandia, donde la I y D se lleva una porción moderada de los recursos nacionales pero donde éstos son más limitados y el presupuesto resul­tante más bien modesto.

Grupo V : "Realizadores de I y D pequeños y otros", está integrado por España, Grecia, Islândia, Portugal, Turquía y Yugoslavia, donde a la I y D se le asigna una porción pequeña de los recursos nacionales y las sumas resultantes son modestas.

Según estos criterios, no cabe la menor duda de que la Unión Soviética —aunque no es miembro de la O C D E — con el mayor estable­cimiento de I y D del mundo y con unos gastos por este concepto de la misma magni­tud que los Estados Unidos, donde el P N B es aproximadamente el doble, entra en la pri­mera categoría, como se demuestra gráfica­mente en las figuras 1 y 2. También hay grandes establecimientos de I y D en los países de Europa oriental, especialmente en Polonia, la República Democrática Alemana y Checoslovaquia, pero los datos disponibles son insuficientes y no permiten hacer compara­ciones fiables en estos términos.

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Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar 55

- - 1000

- - 800

- - 600

- - 400

- - 200

Investigadores

3

• • ' •

1200 -

1000 -

800 -

600 -

400 -

200 -

- 40

-30

-20

- 10

_ 1 P N B a precios j del mercado

M'j¡"^\ Gastos en feyí'lj investigación ^¿'•'IA + desarrollo

• / /

Estados Unidos Unión Soviética Estados Unidos Unión Soviética

F I G . 1. Investigadores (científicos e ingenieros empleados en I y D ) en los Estados Unidos y en la Unión Soviética, en 1973.

F I G . 2 . Gastos en I y D y P N B (a precios del mercado) en los Estados Unidos y en la Unión Soviética, en 1973.

C o n fines heurísticos, al m e n o s , tal vez sea instructivo hacer u n a prueba aplicando esta tipología solamente a investigación y desarrollo militar. D e u n m o d o absolutamente provisional, es lo q u e v a m o s a intentar a continuación.

Investigación y desarrollo militar en los países industrializados

E n la actualidad, quizás la tercera parte de todos los fondos públicos destinados a I y D en los países de la O C D E van para I y D de defensa. E n términos absolutos, los recursos involucrados aparecen fuertemente concentra­dos en tres países: los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. E n términos relati­vos, es decir la I y D de defensa como parte proporcional del gasto total del Estado en I y D , se aprecia un margen de entre cero y 55%, con Irlanda y Bélgica en el punto más bajo y el Reino Unido en el m á s alto. A d e m á s de los tres inversores máximos, Australia, la Repú­blica Federal de Alemania, Suécia y Suiza son los únicos países miembros de la O C D E donde se asigna para defensa más de una décima parte del total.8

C U A D R O 3. I y D de defensa como porcentaje de la financiación pública de I y D total en 1979 (o datos disponibles para el año más próximo).

Reino Unido Estados Unidos Francia Suécia Suiza Australia República Federal de

Alemania Canadá Noruega Italia Finlandia Países Bajos Nueva Zelandia Dinamarca Bélgica Irlanda

a. 1979/1980; b. 1978; c. 1976/1977.

55,3" 48,5 35,4 18,3 17,4* 13,8e

11,6 7,8° 4,5 3,2 3,1 ,3,0 1,7e

0,5 0,1

—.

A u n q u e la I y D militar es, así, el "objetivo" de I y D m á s importante, tal c o m o suele definírsele, su parte en los fondos presu­puestarios destinados a I y D general, está descendiendo en casi todos los países desarro­llados. U n a d e la excepciones manifiestas la

Page 56: La investigación y el desarrollo militar

56 Manne Wängborg

constituye el Reino Unido, donde la parte proporcional referida disminuyó notoria­mente en la década de los sesenta, pero ha aumentado de forma significativa en la de los setenta. La cifra porcentual de los Estados Unidos era más alta aún que la británica hace veinte años, pero en las postrimerías de los setenta, la parte proporcional estadounidense había caído por debajo del 50%, mientras que la curva correspondiente al Reino Unido, por el contrario, había cruzado hacia arriba la línea del 50%, con lo que el Reino Unido pasaba a ser el único país miembro de la O C D E que dedicaba a investigación y desa­rrollo militar más de la mitad del gasto público en I y D . También en Francia se ha producido un aumento relativo en los últimos años, si bien a un nivel más bajo. (Véase la figura 3.)

La Unión Soviética no da a conocer los recursos invertidos en su actividad de I y D militar, por lo que la magnitud y despliegue de los mismos ha sido objeto de mucha especulación y controversia en el extranjero. Para empezar, no existe consenso alguno con respecto a la magnitud de la actividad de I y D soviética general, y las estimaciones sobre la proporción destinada a I y D militar oscilan entre un 40 y un 80%, lo que ya hace resaltar el grado de incertidumbre en que nos halla­m o s . Nancy Nimitz, en un trabajo que otra reconocida autoridad en este campo ha cali­

ficado de "el más esmerado estudio occiden­tal", ha calculado que la I y D militar absorbió entre un 40 y un 60% de los gastos soviéticos en "ciencia" (o una proporción algo más baja de una definición en sentido lato de gastos en I y D ) entre 1960 y 1968, con cierta tendencia a descender durante dicho período.9 David Holloway resume m u y bien esta incertidum­bre cuando declara que "tal vez lo único que pueda decirse es que el esfuerzo soviético en I y D militar es grande y ha continuado cre­ciendo junto con el aumento de los gastos en I y D total, absorbiendo una proporción de ese total que debe estar más cerca del 50 que del 25 o el 75%".10 E n otras palabras, no tiene sentido hacer una comparación directa con otros países; pero es probable que el esfuerzo soviético, expresado en términos relativos, sea comparable a los valores más altos conoci­dos en otras latitudes.

Resulta interesante observar que la pauta es análoga si el gasto público en I y D militar se relaciona con el P N B . Entre los países miembros de la O C D E , los Estados Unidos y el Reino Unido forman una categoría aparte, con un porcentaje aproximadamente el doble del de Francia, que es la siguiente en la escala. A d e m á s , aunque la tendencia general ha sido que esta fracción fuera en disminución durante las dos pasadas décadas, éste no ha sido el caso del Reino Unido, donde sí deseen-

C U A D R O 4. Tendencias del

País

Alemania (Rep. Fed. de),

' Canadá Estados Unidos Francia Italia Japón Países Bajos Reino Unido Suécia Suiza

1961

11,5 9,7

140,1 40,5

— 1,7

— 91,4 35,8

gasto público en I y D

1965

16,1 12,3

107,0 56,7 2,1 1,4

— 73,8 40,9

a. 1969; b. 1978: 3,4; c. 1976: 55,3;

1970

16,9 5,8

85,9 35,8 2,0 1,1"

— 50,7 22,5 5,9

1971

15,6 5,5

79,8 33,2 2,0

— — 52,9

7,0

d. 1979-1980.

para defensa

1972

— 4,9

72,8 31,1 — — 4,3

53,6

7,0

1973

14,7 4,4

66,3 — 2,1

— 3,8

54,6

5,2

^porcentaje del

. 1974

14,3 3,8

65,6 40,1

1,8 —

3,2 57,4

5,0

Fuentes: O C D E , Science and technology in a new socio-economic context, París, Tecnológica, septiembre de 1979; O C D E , Science resources newsletter, r

1975

13,7 3,6

64,1 34,8

1,4 1,1 3,4

61,9

4,7

PNB).

1976

13,3 3,4

65,1 51,4

1,9 —

3,2 5 5 , 6 '

5,4

1977

13,4 — 65,8 30,6

1,9 — 3,0b

57,6e

1979

13,4 3,4d

62,7 38,8

1,4

2,6 63y 21,2 5,6

Comisión de Política Científica y .° 5, verano de 1980.

Page 57: La investigación y el desarrollo militar

Problem

as de evaluación

de la investig

ació

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57

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ilitares.

Page 58: La investigación y el desarrollo militar

58 Manne Wängborg

20 000

10 000

5000

1000

500

100

50

20

Estados Unidos

República Federal de Alemania

Reino Unido

Japón

Países Bajos

• » Italia

Canadá

Bélgica

Noruega I

- —— Finlandia

• Nueva Zelandia

Irlanda

y

_i_ _i_ _L I J_ J_ I _L

20 000

10 000

5 000

1000

500

100

50

20 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980

FIG. 4. Financiación pública de I y D en 1970-1980, en millones de dólares estadounidenses a precios de P N B de 1975.

dio notablemente a lo largo de los años sesenta, pero volvió a subir en los setenta. Por lo que respecta a los Estados Unidos, hubo también un marcado descenso en los años sesenta que se equilibró en los años setenta y que posiblemente ya ha sido contenido.

E n la actualidad, el aumento en los fondos públicos asignados para I y D en los

países de la O C D E es m u y lento y mesurado. D e esta manera, los recursos destinados a I y D militar en algunos países de la O C D E están disminuyendo no sólo en términos relativos, sino también absolutos, más claramente en Bélgica —donde el presupuesto era ya m u y reducido—, Suécia e Italia, pero también ligeramente en Noruega y Dinamarca. Así, en

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Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar 59

Montaje sobre cubierta del Improved Point Defense/Target Acquisition System de la marina estadouni­dense. Es el primer sistema que integra el radar con detectores infrarrojos. Tizíou/sygma.

cuanto a principales realizadores de I y D militar de la O C D E se refiere, esto afecta cuando m e n o s a Suécia.11

E n términos de recursos absolutos asigna­dos a I y D militar, los Estados Unidos constituyen categoría aparte en el área de la O C D E , seguidos por el Reino Unido y Fran­cia. Los Estados Unidos gastan en I y D militar aproximadamente siete veces lo que el Reino Unido o Francia. L o s esfuerzos británi­cos y franceses en I y D militar son del m i s m o orden de magnitud, y superan en m á s del doble a los de la República Federal de A l e m a ­nia, que sigue inmediatamente, y que, a su vez, gasta cuatro veces m á s que Suécia. Vie­nen a continuación Japón y C a n a d á , con un presupuesto de ï y D militar aproximada­mente igual, m e n o s de la mitad que el de Suécia. C o m o en estos países puede haber

diversas proporciones de I y D militar finan­ciada por la industria privada, el cuadro total podría presentarse tal vez de u n m o d o algo distinto.12

C U A D R O 5. Presupuestos de defensa para 1978 (en miles de dólares de los Estados Unidos a precios/y tipos de cambio de 1975).

Estados Unidos Reino Unido Francia R . F . de Alemania Suécia Japón Canadá

a. mi.

10.572.951 • 1.627.070 1.337.707

632.436 187.556 65.256" 63.176

Fuente: Banco de Datos STIV y O C D E .

Page 60: La investigación y el desarrollo militar

60 Manne Wängborg

C o m o ya se ha dicho, en la terminología de la O C D E se incluyen en defensa todos los programas de I y D emprendidos esencial­mente por razones militares, independiente­mente de su contenido o de si tienen aplica­ciones civiles secundarias. Se incluye la I y D nuclear y espacial llevada a cabo con fines militares, pero no la I y D civil financiada por ministerios de defensa, por ejemplo sobre meteorología o telecomunicaciones.

C o m o aquí también la Unión Soviética estaría en la misma categoría que los Estados Unidos, los principales países en términos de gasto en I y D militar han sido agrupados en tres categorías, la primera integrada por los Estados Unidos y la Unión Soviética, la segunda por el Reino Unido, Francia, China y la República Federal de Alemania, y la ter­cera por Suécia, Canadá y el Japón. Puesto que en este artículo se analiza la I y D militar en países desarrollados solamente, China queda fuera del análisis, que se concentrará en los ocho países restantes.

Es significativo a este respecto que los principales inversores en I y D militar sean también los principales exportadores de armas. El SIPRI ha señalado incluso una correlación positiva entre el nivel absoluto de gasto militar por un lado y la parte proporcional del presupuesto militar destinada a I y D por el otro. La principal explicación de este hecho es, con toda probabilidad, la de las economías de escala. La exportación es un medio del que se valen las grandes potencias para prolongar las actividades de la producción industrial militar. Puede sostenerse, por lo tanto, que los países importadores pagan en cierta medida esa parte de I y D que se dedica a los sistemas de armas para la exportación. Y a la inversa, podría aducirse que el tráfico de armas es un vehículo para difundir los resultados de la investigación tecnológico-militar.

E n términos de la tipología "bidimensio­nal" de la O C D E antes descrita, los prin­cipales países avanzados en I y D mili­tar podrían agruparse del m o d o siguiente: a) grandes realizadores de I y D militar, con alta intensidad de I y D militar: los Estados

Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido y Francia; b) grandes realizadores de I y D militar, con intensidad de I y D militar media: la República Federal de Alemania; c) realiza­dores de I y D militar medios, con intensidad de I y D militar media: Suécia; d) realiza­dores de I y D militar medios, con intensidad de I y D militar baja: el Japón y Canadá; é) realizadores de I y D militar pequeños, con intensidad de I y D militar media: Suiza y Australia.

D e este esquema se desprenden dos cons­tantes que merece la pena destacar. Primero, la gran semejanza general entre las dos colum­nas, consecuencia del hecho de que los princi­pales inversores en I y D son también los que más gastan en I y D militar. Segundo, aparte de los cuatro inversores en I y D militar dominantes, todos los países inversores en I y D importantes aparecen por lo menos un recuadro "más abajo" en la columna de I y D militar, lo cual es consecuencia de la concen­tración geográfica, mayor todavía, de la I y D militar. Por lo demás, los Países Bajos, inclui­dos en la categoría "media/alta", así como Bélgica e Italia, que están en el recuadro "media/media", no aparecen en la columna de I y D militar.

Cabe señalar asimismo que, de los seis principales inversores en I y D , los dos que faltan en el recuadro superior de la columna de I y D militar son la República Federal de Alemania y, con un margen mucho más amplio, el Japón. Determinar hasta qué punto esta situación guarda relación con las diferen­cias institucionales que existen entre éstos y los otros cuatro países, c o m o expone Mary Kaldor en un artículo publicado en este mismo número, con las divergencias en las políticas científicas, por ejemplo la prioridad dada a la aplicación de la I y D general para fomentar el crecimiento económico, como alega R a i m o Väyrynen, o con la particular herencia que la segunda guerra mundial dejó a estos países u otro factor cualquiera, es, hoy por hoy, una cuestión abierta a la controversia y al estudio. A u n en los países con mayor actividad de I y D , el esfuerzo en I y D total —por no hablar de la parte militar de la

Page 61: La investigación y el desarrollo militar

Problemas de evaluación de la investigación y el desarrollo militar 61

C U A D R O 6. Esquema comparativo de actividades en I y D total e I y D militar.

Grande/alta

Grande/media

Media/alta

Media/media

Media/baja

Pequeña/media

I y D total

Estados Unidos, Francia, Japón, República Federal de Alemania, Reino Unido, Unión Soviética

Países Bajos, Suécia, Suiza

Australia, Bélgica, Canadá, Italia

Austria, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Noruega, Nueva Zelandia

I y D militar

Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Unión Soviética

República Federal de Alemania

Suécia

Japón, Canadá

Australia, Suiza

misma— es una fracción del P N B demasiado pequeña como para explicar satisfactoria­mente las diferencias en los índices de creci­miento económico. D e todos modos , es intere­sante observar que la República Federal de Alemania y el Japón han experimentado índi­ces de crecimiento económico por encima de la media mientras gastaban por debajo del promedio en el sector militar, y que, de los fondos públicos destinados a I y D , destinaron una parte menor a investigación y desarrollo militar que otros países equiparables en magni­tud, nivel de desarrollo o incluso relación I y D / P N B .

Recapitulación

Huelga encarecer, pues, el papel de los países industrializados en la investigación y desa­rrollo militar. Cuantitativamente, es en los países desarrollados donde se lleva a cabo prácticamente toda la I y D militar del m u n d o . Y cualitativamente, es en ellos donde se

marca el paso y se dan las directivas de la "carrera de armamentos tecnológicos", cuya estructura general se nos aparece diáfana c o m o cristal. Si ya los recursos de I y D general en todo el m u n d o están dominados por unos pocos países desarrollados, la investi­gación y desarrollo militar está aún m á s con­centrada. Las principales potencias militares son también las mayores realizadoras de I y D militar, así c o m o las mayores productoras de armamentos y exportadoras de armas. A otros países no les queda m á s remedio que elegir entre seguir el juego —imitando por su cuenta las realizaciones de las grandes poten­cias, o, m á s expeditivamente, importando armas— o retirarse del m i s m o . A u n q u e la vanguardia tecnológico-militar está consti­tuida por un puñado de países industrializa­dos, el tráfico de armas asegura la difusión de estas tecnologías por todo el planeta, y, en cierto sentido, la extensión a escala mundial de la carrera armamentista.

Traducido del inglés

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62 Manne Wängborg

Notas

1. Randall Forsberg, Resources devoted to military research and development, p. 67, Estocolmo, Almqvist y Wiksell/SIPRI, 1972.

2. Para una introducción a estas y otras cuestiones metodológicas conexas véase, por ejemplo, ibid., apéndice C y pássím, y Jan Annerstedt, A survey of world research and development efforts, apéndice I y passim, Paris, O C D E , 1979. Para un tratamiento más elaborado y amplio de estos problemas, el lector puede acudir a los diversos estudios de la O C D E y de la Unesco citados por Annerstedt y otros.

3. Véase Louvan E . Nolting y Murray Feshbach, " R & D employment in the U S S R : definitions, statistics and comparisons", en Soviet

economy in a time of change, p. 724 y passim, Washington, D . C . , United States Congress, Joint Economic Committee, 1979, así como también David Holloway, "Soviet military R & D : managing the 'research-production cycle'", en John R . Thomas y Ursula M . Kruse-Vaucienne (dirs. publ.), Soviet science and technology: domestic and foreign perspectives, p. 191 y ss., Washington, D . C . , National Science Foundation, 1977.

4. Colin Norman , WorldWatch paper 31, p. 6, Washington, D . C . , WorldWatch Institute, 1979.

5. Holloway, op. cit. 1911, p. 192.

6. Forsberg, op. cit. 1972, p. 68-69.

7. Ibid., p. 10.

8. Science resources newsletter ( O C D E ) , n.° 5, 1980.

9. Nancy Nimitz, The structure of Soviet outlays on R & D in 1960 and 1968, Santa Mónica, Calif., Rand Corporation, junio de 1974.

10. David Holloway, "The Soviet style of military R & D " , en Franklin A . Long y Judith Reppy (dirs. publ.), The genesis of new weapons. Decision making for military R & D , p. 191, Nueva York, Pergamon Press, 1980.

11. Véase el artículo de Mary Kaldor en este mismo número.

12. Véase Science resources newsletter, op. cit.

Page 63: La investigación y el desarrollo militar

Investigación y desarrollo militar y política científica

Raimo Väyrynen

Introducción

Este artículo gira en torno a los problemas relacionados con la función y el carácter de la tecnología, la seguridad nacional y la conduc­ción de la sociedad por los poderes públicos. Los gobiernos siempre han mantenido firme­mente en sus manos la política de seguridad; de hecho, la preservación de la seguridad nacional se ha conside­rado función primordial del Estado. El quid ha consistido únicamente en saber si los medios para la aplicación práctica de esta política debían ser preferentemente milita­res o políticos. Tales cues­tiones se han complicado, sin embargo, con la apari­ción de la ciencia y la tecnología c o m o propul­sores básicos de la socie­dad industrial moderna. Esto tiene profundas con­secuencias tanto para la política de defensa nacional c o m o para la actitud del poder públi­co hacia la ciencia y la tecnología en general.

Se ha aducido, justificadamente, que la realización de la b o m b a atómica cambió radi­calmente la importancia de la tecnología para la política militar nacional. Este cambio se acentuó con la elaboración de la b o m b a de fusión y los misiles balísticos intercontinen­tales, así c o m o con las innovaciones revolucio-,

Raimo Väyrynen es profesor de cien­cias políticas en la Universidad de Helsinki, Aleksanterinkatu 7, 00100 Helsinki 10, Finlandia. Ex director del Tampere Peace Research Insti­tute, entre sus publicaciones se cuen­tan Militarization, conflict behavior and interaction (1973) Industrializa­tion, economic development and world military order (1980) y Transna­tional corporations, armaments and development (coautor, 1981).

narias en el m a n d o , la comunicación y el control militar.1 E n una perspectiva m á s amplia observamos que el énfasis puesto en la fisión y la fusión nuclear condujo inexorable­mente a una tecnología balística que facilitaba la penetración del espacio aéreo y marítimo. C o n ese fin fue preciso introducir nuevos campos de estudio en la esfera de là investiga­ción y el desarrollo (I y D ) militar. Posterior­mente, en la década de 1960, las preferencias

se desplazaron en parte de un marcado interés por las armas estratégi­cas —que de todas for­m a s se expandían y m o -

j dernizaban- sin tregua— ! hacia las armas conven-' cionales y la guerra quími­

ca y biológica. E n los ¡ últimos años ha a u m e n -! tado de manera conside-'; rabie la importancia de la ' industria electrónica para la política militar.2

Es imposible imagi­nar un sistema militar m o ­

derno sin las cruciales aportaciones de la ciencia y la tecnología que constituyen el fundamento de una carrera de armamentos tecnológicos cada vez m á s destructivos. El hecho de que las operaciones militares cuen­ten con la tecnología y la apliquen siempre que pueden no es ningún fenómeno nuevo,3

pero la escala de sus aplicaciones es hoy tan distinta de lo que fue en periodos anteriores que es imprescindible hacer una distinción

Page 64: La investigación y el desarrollo militar

64 Raimo Väyrynen

cualitativa. Vivimos en una era enfrentada al peligro de la posible destrucción de la humani­dad por medio de la ciencia y la tecnología modernas.

L a política científica es un fenómeno relativamente nuevo; laissez-innover, tal ha sido la norma en la historia de la ciencia. Se ha dicho que ciencia y tecnología no se aplicaron conscientemente en amplia escala hasta después de la segunda guerra mundial. E n cierto sentido esta guerra marcó un hito en cuanto al papel a desempeñar por la política científica, tanto c o m o respecto a la contribu­ción de la tecnología a la política militar. Al m i s m o tiempo la producción de tecnología ha pasado por cambios importantes. Las activi­dades científicas no están ya circunscritas a las universidades sino que se han extendido a la industria y a los centros de investigación estatales: hoy día la investigación científica forma parte del ciclo de producción. C o m o consecuencia de ello, las universidades se han visto atraídas poco a poco hacia la esfera de la investigación aplicada con fines tanto civiles c o m o militares. El nexo entre ciencia y tecno­logía se ha tornado m á s directo y permanente que nunca.4

Dicho de otro m o d o , la I y D en la industria moderna ha pasado por tres transfor­maciones: se ha vuelto cada vez m á s científica, se ha tornado m á s compleja y se ha incorpo­rado a la división económica del trabajo en general. Efecto inequívoco de estas transfor­maciones ha sido el ascenso de una élite de profesionales de I y D que "se convierte en interés creado y en grupo de presión político, tanto en el ámbito industrial c o m o en el militar".5 Dicha élite se encuentra dispersa entre los laboratorios de investigación indus­trial, las universidades y los centros de investi­gación de financiación pública. E n estos esta­blecimientos, la I y D militar ha pasado a ser un proceso industrialmente planeado, coordi­nado y dirigido para la creación de la tecno­logía que ha de servir a la seguridad nacio­nal.6 Ello no garantiza, naturalmente, que los proyectos se lleven realmente a la práctica..

A esta ecuación hemos de añadir la política científica de los gobiernos que ha ido

surgiendo paulatinamente en las sociedades industriales. L a política de I y D a cargo del poder público tuvo en su origen dos' funcio­nes. C o m o se asignaban cantidades considera­bles de fondos públicos a la "ciencia de alto nivel", la justificación económica exigía por parte del gobierno algún tipo de dirección y control del empleo de tales recursos. D e mayor importancia todavía era el conoci­miento por los poderes públicos de c ó m o la aplicación de la investigación científica a la tecnología podía servir a diversos objetivos de la política pública general, que irían desde contribuciones al crecimiento económico hasta la calidad de la vida y —¿por qué no?— los recursos de la fuerza militar.7 La política científica podía afectar al m o d o de contribu­ción de la tecnología al poder económico y bélico.

Las circunstancias en que se desenvuel­ven la política científica y el interés militar se han transformado así fundamentalmente desde la segunda guerra mundial. U n factor esencial aquí es la integración de ciencia y tecnología; a decir verdad, los adelantos en investigación científica cada vez se evalúan más en términos de su posible contribución a innovaciones tecnológicas. Por esta razón, los determinantes externos del desarrollo de la investigación científica se han vuelto, relativa­mente hablando, más importantes. Hablar de determinantes externos equivale sencilla­mente a decir que las diversas necesidades económicas, políticas y militares que por medio de una política científica son transmiti­das y a veces incluso impuestas a la comuni­dad de investigadores científicos están diri­giendo cada vez más el sesgo y la marcha de la investigación. L a carrera armamentista de la postguerra ha creado en algunos países un enorme mercado para la investigación cientí­fica que es importante en sus repercusiones tanto militares c o m o tecnológicas.

Naturaleza de la investigación y el desarrollo militar

Según ciertos cálculos, aproximadamente una

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Investigación y desarrollo militar y política científica 65

Aparatos de video instalados en todas las estaciones de radar del Sistema Semi-Automático de Defensa Aérea ( S A D A ) español. "Leen" las señales emitidas por el radar, identifican y eliminan las interferencias inútiles (reflejos del terreno, fenómenos atmosféricos, interferencias electrónicas, etc.), y transmiten informaciones precisas, en tiempo real, a una computadora central que selecciona los blancos apropiados. Tiziou/Sygma.

cuarta parte del presupuesto destinado a I y D en el m u n d o se emplea para fines militares. Esto quiere decir que el presupuesto total mundial para I y D militar ascendió, en 1980, a unos 40-45 mil millones de dólares. Según otra fuente de información, dentro de la O C D E , un tercio de todos los fondos públicos se destinaron a fines militares en 1979. Entre las economías de mercado los más destacados consumidores de estos fondos fueron los Esta­dos Unidos, el Reino Unido, Francia, la República Federal de Alemania y Suécia (véase el cuadro 1).

Estas cifras indican que, particularmente en los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, los fondos destinados a I y D militar constituyen una parte tan importante del presupuesto público para I y D que su papel en la política científica gubernamental merece un atento examen. A d e m á s de estos países,

hay que tomar también en cuenta por lo menos a Suécia, a Suiza, donde el 17% de los fondos públicos destinados a I y D fueron para fines militares en 1979, y a la República Federal de Alemania.

Ahora bien, la mera magnitud de la I y D militar no nos aporta una base suficiente para analizar el papel de la política científica en este terreno. A d e m á s nos hace falta un conoci­miento, conjetural al menos, acerca de dónde y por quién se lleva a cabo la I y D militar. Y a hemos indicado que la colaboración entre militares y poderes públicos, por una parte, y la comunidad científica por la otra, experi­mentó un auge espectacular después de la segunda guerra mundial. Los militares cambia­ron su política de negligencia de antes de la guerra por otra de activa contratación de especialistas llamados a desempeñar funcio­nes de asesoramiento, mientras que los cientí-

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66 Raimo Väyrynen

C U A D R O 1. Porcentajes de fondos públicos asignados para I y D general que se destinaron a fines militares en 1970-1979.

1970 1974 1976 1979 Millones de dólares1

Estados Unidos 52 52 50 50 14.310 Reino Unido 41 47 48 55 2.470 Francia ' 32 34 30 35 2.170 República Federal de Alemania 18 12 11 12 1.015 Suécia — — — 18 235 1. Precios de 1979.

Fuentes: Colin Norman, "Knowledge and power: the global research and development budget", World watch paper, 31, p. 6-7 y 18; Sciences resources newsletter ( O C D E ) , n.° 5, 1980, p. 9 y 16-17.

fieos —muchos de los cuales efectuaron una cómoda transición de la segunda guerra m u n ­dial a la guerra fría— no vacilaron en ofrecer sus servicios a los gobiernos. La participación de científicos c o m o asesores y consejeros se hizo aún m á s habitual desde finales de la década de 1950 en adelante.8

Sin embargo, la mayor parte de la I y D militar no ha sido obra de departamentos universitarios y centros de investigación. Sus representantes han asesorado sin duda a los militares y al gobierno, han instruido y for­m a d o especialistas para los laboratorios de material bélico de los principales contratistas de la defensa, pero (con algunas significativas excepciones) su papel en la verdadera investi­gación y desarrollo militar ha sido bastante limitado. Esto es especialmente cierto en lo que se refiere a los Estados Unidos. Los principales contratistas de I y D militar para el Ministerio de Defensa han sido el Rockwell International Group (514 millones de dólares en el ejercicio económico de 1977), General Electric (511 millones de dólares), General Dynamics Corp. (498 millones), McDonnell Douglas Corp. (492 millones), Boeing (490 millones) y la Lockheed Missiles & Space C o . (473 millones). E n lo que respecta a otros contratistas, se aprecia un rápido descenso en la cuantía de las sumas, siendo los siguientes en orden de importancia: Hughes Aircraft, Raytheon, Martin Marietta y T R W Inc. Es harto fácil comprobar que todas estas firmas

también encabezan la lista de los principales contratistas de la defensa: investigación y suministro de armas van de la m a n o .

E n el cuadro 2 aparecen las más destaca­das instituciones estadounidenses sin fines de lucro que contribuyeron a la I y D en 1977.

C U A D R O 2. Principales instituciones sin fines de lucro que participaron en la I y D militar de los Estados Unidos en 1977.

Instituciones

Universidad Johns Hopkins Massachusets Institute

of Technology Mitre C o r p . Charles Stark Draper

Labs, Inc. Aerospace Corp . S R I International Universidad

de California R a n d Corp . Institute for Defense

Analysts IIT Research Institute

Valor de los contratos (millones de dólares)

117,5

108,2 57,4

45,0 28,7 23>1

20,0 16,4

14,7 14,6

Fuente: Aviation week and space technology, 4 de septiembre de 1978, p. 197-200.

A título indicativo, observaremos simple­mente que el presupuesto anual de la Universi­dad de las Naciones Unidas ( U N U ) para 1981 fue de unos quince millones de dólares.

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Desfile del material militar de los ejércitos del Pacto de Varsóvia, en Berlín, al celebrarse el 30.° aniversario de la República Democrática A l e m a n a . Régis Bossu/Sygma.

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68 Raimo Väyrynen

E n los' Estados Unidos, las empresas comerciales aportan el 44% de los fondos destinados a I y D , en tanto que la participa­ción pública es del 56%.9 Aparentemente, la contribución pública es m á s elevada en el sector militar que en cualquier otro, aunque faltan cifras exactas. Esta diferencia se acen­túa aún m á s por efecto del programa de investigación y desarrollo independiente, que ascendió a 955 millones de dólares en 1975. El Ministerio de Defensa distribuye los fondos correspondientes a este programa entre sus propios contratistas, quienes están luego auto­rizados para incluir el empleo de dichos fon­dos en el rubro de investigación y desarrollo de la compañía, que es c o m o se registran en las estadísticas nacionales.10

El predominio del consorcio gobierno-contratista de la defensa en investigación y desarrollo militar, en el que el primero aporta el capital y el segundo realiza las armas, ha ligado m u y estrechamente la investigación militar a la cadena de producción de la industria. El desarrollo y la producción de un sistema de armamento pasa por varias fases, de las cuales los esfuerzos de investigación constituyen el impulso inicial. L a investiga­ción permanente da lugar a proyectos de armamentos competitivos, algunos de los cuales se desarrollan posteriormente mientras que otros se abandonan. Pero, de todos m o d o s , aquellos sistemas que entran en el ciclo de producción quedan bastante pronto desfasados por el desarrollo de armas nuevas y m á s eficaces.

El fuerte arraigo de la investigación en el ciclo de producción bélica tiene también otras consecuencias, siendo sin duda la m á s impor­tante la creciente complejidad de los sistemas de armamento, que tiene repercusiones tanto militares c o m o políticas. L a meta propuesta es alcanzar la paridad o incluso la superiori­dad merced a los progresos técnicos. U n autor ha comentado así esta tendencia:

El rasgo distintivo de la planificación de la defensa norteamericana en los últimos años ha sido la persecusión de un arma mágica, el arma capaz de hacer automática la victoria, de dar a

diez hombres la fuerza de díez mil. Se dice que las tropas norteamericanas son inferiores en número; por lo tanto, sólo la tecnología puede salvarlas. La búsqueda de logros técnicos más exigentes ha cobrado vida propia. E n casi todos los sistemas de armamento, los proyectistas han promovido la tecnología como solución de los problemas militares norteamericanos, sin distin­guir entre las innovaciones que simplemente acumulan niveles de complejidad y las que representan pasos espectaculares hacia la simpli­cidad y la eficacia. C o m o consecuencia, el costo del material bélico sube sin cesar, el número de unidades baja en el inventario y el grado de fiabilidad de cada unidad es objeto de serias dudas.11

El resultado inequívoco es una profunda des­confianza ante el supuesto de que la tecno­logía militar avanzada sea capaz, en último análisis, de ofrecer seguridad a la nación.

E n la I y D militar interviene una compli­cada serie de decisiones y de esfuerzos para llevarlas a la práctica. L a investigación no constituye en realidad m á s que una parte menor del proceso, mientras que las diversas fases del desarrollo forman un componente más importante. Hacia finales de los años sesenta, la investigación absorbía solamente el 5-6% de los fondos destinados a investigación y desarrollo militar, mientras que en la fase del desarrollo —determinación de los sistemas técnico-mecánicos y operativos, que también solía incluir la verificación y puesta a prueba— se empleaba aproximadamente la mitad del presupuesto total. L a parte de la investigación alcanzaba su punto máximo en la marina (10%), y el mínimo en la fuerza aérea (3%), ocupando el ejército una posi­ción intermedia (6%). Esta información puede completarse con una descripción de las distintas fases del proceso de investigación y desarrollo militar para tener una visión de conjunto, c o m o aparece en el cuadro 3.1 2

El cálculo de la distribución de los costos es, por supuesto, una operación dificilísima, ya que dicha distribución varía de un proyecto a otro. E n las cifras del cuadro 3 no se incluyen los costos de gestión y actividades auxiliares que cubren el 17% restante. El

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Investigación y desarrollo militar y política científica 69

C U A D R O 3. Fases del proceso de I y D militar.

Fase

Investigación básica

Investigación exploratoria

Desarrollo avanzado

Técnicas de construcción y puesta a punto

Producción

Introducción

* Datos no disponibles.

Contenido

Estudios científicos fundamentales

Preparación de bloques tecnológicos unitarios futuros programas

Habilitación de equipo experimental para demostración y comprobación

Construcción de prototipos para ensayos de funcionamiento

Fabricación, logística, repuestos

para

Instrucción de la tropa, conceptos de los usuarios

Duración (años)

0-20

3-5

3-5

2-4

3-10

2-4

Costos (%)

6

18

12

47

*

*

dinero absorbido por la producción es tam­bién m u y difícil de calcular, pero sin duda alguna consume m á s recursos que el proceso de desarrollo entero.

E n el proceso de I y D militar intervienen diversos tipos de instituciones: organizaciones estatales, universidades y organizaciones industriales. E n el papel desempeñado por estas instituciones parece existir una especie de pauta acumulativa: las universidades inter­vienen normalmente en la investigación básica y a veces en la exploratoria, en tanto que las organizaciones estatales llevan también a cabo las tareas de desarrolló. El papel de la adminis­tración pública depende, naturalmente, del tipo de régimen político y económico. E n las economías planificadas o semiplanificadas, los gobiernos se hacen cargo asimismo de una parte considerable de la producción de siste­mas de armamento. E n economías de mer­cado, los gobiernos establecen sus propios centros de investigación y patrocinan a las universidades y a las grandes firmas indus­triales, controlando incluso en algunas de ellas el trabajo para I y D militar. E n contraste con las economías planificadas o semiplanificadas, sin embargo, en la economía de mercado las organizaciones industriales independientes participan activamente en el proceso de desa­rrollo y producción, reduciendo así las oportu­

nidades del gobierno para dirigir el desarrollo tecnológico y las condiciones de adquisición de los sistemas de armamento. 1 3

E n una economía planificada, los costos de I y D militar son soportados colectiva­mente, y la distribución del trabajo en este ámbito entre distintas instituciones es mayor­mente una cuestión de conveniencia política y burocrática. E n una economía de mercado, las firmas privadas se benefician con el apoyo estatal acordado a la infraestructura de investi­gación de las universidades y otras institucio­nes. Cuando las firmas contratan a una univer­sidad para alguna investigación relacionada con la tecnología militar, normalmente pagan sólo los gastos de funcionamiento, que cos­tean frecuentemente con fondos de subven­ción pública. Los poderes públicos financian el proceso de investigación y desarrollo, las firmas industriales se benefician, las universi­dades se mantienen activas y el Estado recibe nueva tecnología militar.

L a política científica es un instrumento político y administrativo utilizado por el poder público para alcanzar los objetivos nacionales. E n una economía planificada o semiplani-ficada, estos objetivos pueden lograrse, den­tro de las limitaciones organizativas y tecnoló­gicas existentes, mediante directivas políticas gubernamentales respaldadas por el corres-

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70 Raimo Väyrynen

pondiente apoyo financiero. E n una economía de mercado, la dirección del proceso de investigación y desarrollo está m u c h o más condicionada por las necesidades de las com­pañías privadas, que tienen encomendada una parte preponderante del perfeccionamiento tecnológico y la producción de armamentos. Esto no quiere decir que en estas economías los gobiernos no tengan ninguna influencia sobre el proceso de I y D militar, sino que este proceso es probablemente más complicado que en las economías planificadas en la medida en que refleja la dinámica económica subyacente de una economía de mercado.

A continuación, vamos a examinar esta situación con m á s detalle, analizando la rela­ción que existe entre la política científica gubernamental y la investigación y el desa­rrollo militar en tres países industrializados: los Estados Unidos, Francia y la Unión Sovié­tica. Los tres países siguen políticas científicas y estrategias de investigación y desarrollo diferentes, razón por la cual se prestan a algunas comparaciones.

Política científica e investigación y desarrollo militar

Los Estados Unidos

C o m o ya se ha indicado, en los Estados; Unidos, c o m o en otros países, los esfuerzos de investigación y desarrollo militar se intensificaron considerablemente durante la segunda guerra mundial: la guerra total presu­ponía la total movilización de los científicos. C o m o consecuencia de ello surgió un com­plejo científico-militar en relación directa con el establecimiento de nuevas relaciones institu­cionales entre el gobierno y la comunidad científica y con el enorme aumento en la escala de la investigación científica que conti­nuó durante el periodo de postguerra. La comunidad científica europea fue quebrantada y deshecha por la guerra, mientras que en los Estados Unidos se vigorizaba y consolidaba. "Muchos de los talleres de la ciencia europea

quedaron maltrechos o destruidos por la guerra, pero los de la ciencia norteamericana se fortalecieron merced a la aplicación inten­sificada de ciencia y tecnología al conflicto bélico."14 L a supremacía estadounidense en investigación científica en el periodo que siguió a la segunda guerra mundial tuvo muchísimo que ver con la hegemonía militar y económica del país.

Al final de la segunda guerra mundial, se puso repetidamente de manifiesto que la I y D militar era esencial para la seguridad nacional y que, consiguientemente, debía mantenerse en condiciones óptimas. L a desmovilización creó incertidumbres y se tradujo en algunas reducciones en los gastos militares para I y D durante el periodo 1945-1950, aunque prosi­guieron los empeños m á s importantes en este ámbito. L a Ley de Energía Atómica de 1946 y la Ley de Seguridad Nacional de 1947 condu­jeron, de hecho, a la fundación de nuevos órganos gubernamentales c o m o la Junta de Investigación y Desarrollo y con ello al fortale­cimiento de los cimientos institucionales del complejo científico-militar.15

Durante el periodo 1950-1953, el go­bierno inició una nueva movilización de recur­sos científicos para fines militares. E n parte fue una respuesta a la adquisición soviética de capacidad nuclear, pero más que nada fue una reacción al estallido de la guerra de Corea. Se crearon nuevos organismos públicos con el fin de regir y controlar los esfuerzos de investiga­ción encaminados a satisfacer necesidades bélicas. C o n la irrupción de la guerra fría, la doctrina de la seguridad nacional pasó a

j primer plano, sentando las bases de la persecu­ción de aquellos científicos a quienes se consi­deraba poco o nada fiables. Se ha calculado que, a mediados de los años cincuenta, alrede­dor de un millar de científicos se encontraron en dificultades por ese motivo.16

L a removilización y reorganización de la comunidad consagrada a la I y D militar en los Estados Unidos prosiguió durante el periodo 1953-1958, en el que empezó a tomar forma clara y definida un dispositivo moderno de investigación y tecnología intensiva para fines bélicos. L a tecnología militar se fomentó cada

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Investigación y desarrollo militar y política científica 71

El USS Enterprise CVN 65, portaviones nuclear de 89.000 toneladas. Transporta unos 85 aviones y 3.100 tripulantes. Costo de la construcción: 451.300.000 dólares estadounidenses. Camera Press.

vez más y a expensas de los efectivos tácticos convencionales. L a proclamación de la doc­trina de la represalia masiva indicaba la priori­dad que se concedía al perfeccionamiento de sistemas de armamentos estratégicos. El gobierno creó una serie de comisiones y grupos de expertos para asegurar que las aportaciones de la ciencia se pusieran total­mente a disposición de esta labor de perfec­cionamiento tecnológico. El lanzamiento del Sputnik soviético en octubre de 1957 fue el1

catalizador que indujo a aumentar las asigna­ciones presupuestarias para I y D militar y a

mejorar la posición de los órganos guberna­mentales involucrados en dicha actividad tan­to ante el Ministerio de Defensa c o m o ante la Casa Blanca.

Los efectos de esta reorganización se percibieron durante el cuarto periodo, que se extiende desde 1958 hasta la actualidad. C o n la creación del Consejo Asesor del Presidente en Asuntos Relacionados con la Ciencia y el nombramiento del adjunto especial para cien­cia y tecnología al frente de dicho consejo, aumentó la importancia de la Casa Blanca en cuanto a la formulación de políticas sobre

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72 Raimo Väyrynen

tecnología. E n 1959, Eisenhower designó a George B . Kistiakowsky c o m o su adjunto especial o, mientras Kennedy elegía a Jerome B . Wiesner para el m i s m o puesto. Kennedy contó también con amplio asesoramiento cien­tífico en otras esferas, lo mismo que su secretario de defensa, Robert M c N a m a r a . Los científicos adquirieron influencia en el ámbito militar no sólo por su contribución al desarrollo tecnológico de nuevos a r m a m e n ­tos, sino también por ocupar, puestos institu­cionales desde los que podían dar consejo a los máximos responsables políticos, confronta­dos a la extrema complejidad de la moderna tecnología militar y civil.

L a tentativa de centralizar la toma de decisiones políticas dentro del ámbito de la I y D militar obtuvo sólo un éxito parcial, y, de hecho, el poder de los asesores presidenciales ha disminuido:

D e todas las vicisitudes y hechos acontecidos en la administración de la investigación y el desa­rrollo militar en los últimos años, sin duda el desmedro y desaparición del Consejo Asesor del Presidente en Asuntos Relacionados con la Cien­cia es el más importante. El único factor eficaz de control y equilibrio que funcionaba en el sistema de I y D militar ha sido suprimido, eliminando el único grupo interno que tenía acceso tanto a la información como al poder y que, al mismo tiempo, estaba compuesto princi-:

: pálmente por personas sin intereses creados en algún elemento importante del programa.17

i

Se han llevado a cabo intentos ocasionales por restaurar la significación del referido consejo asesor, pero los resultados han sido modestos desde todo punto de vista.18 Tradicional­mente, el Congreso ha desempeñado un papel bastante pasivo en la adopción de decisiones con respecto a la investigación y el desarrollo; militar y se ha limitado a refrendar las deman- :

das presupuestarias del Ministerio de Defensa.: M c N a m a r a intentó poner en marcha procedi-: mientos m á s centralizados y sistemáticos den-| tro de dicho ministerio, pero lo consiguió sólo i a medias. Particularmente desde fines de los años sesenta, el ejército, la marina y la fuerza aérea han dirigido en gran medida por cuenta

propia los programas militares de investiga­ción y desarrollo.19

Especialmente desde los años sesenta y principios de los setenta, el Congreso ha habilitado nuevas formas organizativas y pro­cedimientos presupuestarios para controlar mejor la marcha del sistema de I y D militar. N o obstante, las oportunidades de control de que dispone el Congreso son harto limitadas: la atención de sus miembros está dividida y la estrechez del enfoque impide el análisis del proceso armamentista en su totalidad, desde la investigación y el desarrollo a la produc­ción. Debido a deficiencias en el control ejercido por el Congreso, no existe ningún procedimiento coherente para coordinar la investigación y el desarrollo militar con una estrategia militar y una política exterior amplias y globales.20 Tal estado de cosas se halla íntimamente relacionado con el hecho de que el papel del complejo militar-industrial

! en el desarrollo y producción de tecnología i militar es tan dominante y profundo, que las autoridades políticas sólo están facultadas para decidir sobre las líneas generales de la promoción de armamentos, dejando las deci­siones para el final, cuando se han reducido los márgenes para cualquier elección en el verdadero sentido de la palabra.

El aumento en la cuantía de la financia­ción de la I y D militar en los Estados Unidos ha continuado su alza inexorable aun cuando. la administración Eisenhower intentó introdu­cir severas medidas para controlar el creci­miento de los gastos. Durante la segunda mitad de su mandato, la administración Car­ter inició la política de favorecer, con insisten­cia creciente, los programas de investigación y: desarrollo militar encaminados a crear nuevos armamentos, especialmente armas estratégi­cas, así c o m o lasers de alta energía y armas emisoras de haces de partículas para la guerra en el espacio.21 Esta tendencia se ha mante­nido, y de hecho se ha intensificado, durante la administración Reagan, que contempla la investigación y el desarrollo militar c o m o un medio de restaurar la hegemonía militar y económica de los Estados Unidos.

La política de investigación y desarrollo

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• Investigación y desarrollo militar y política científica 73

Plataformas autopropulsadas de lanzamiento de cohetes de 130 m m , tipo 75, de la fuerza de autodefensa territorial japonesa. Camera Press.

militar de la administración R e a g a n aspira a reforzar las actividades de investigación con objeto de robustecer la defensa nacional. L a financiación de dichas actividades se incremen­tará probablemente por lo m e n o s al m i s m o ritmo q u e el gasto militar en general. Por otra parte, se está haciendo lo posible por mejorar las relaciones entre los principales centros

. científicos y los productores de armas , así c o m o para aumentar la eficacia de las consul­tas científicas con la Casa Blanca y dentro de ella. E n consecuencia se está fortaleciendo el papel del asesor científico presidencial y se J concentrará u n a m a y o r influencia en la Casa j Blanca.2 2 N o se aprecia ninguna señal, sin, e m b a r g o , de q u e vayan a disminuir los efectos; de la dinámica de las sociedades industriales, privadas sobre el desarrollo y la producción de a r m a m e n t o s ; por el contrario, la política económica general de la administración R e a ­

gan parece propiciar unos efectos redoblados.,

Francia

L a investigación y el desarrollo militar en Francia, q u e h a estado en íntima relación con la política gubernamental tanto e n lo q u e se refiere a normativa c o m o a realización prác­tica, se h a llevado a cabo principalmente en centros de investigación y organizaciones industriales controladas y financiadas por el Estado. El aparato estatal francés responsable de la política científica es administrativamente complejo, a la vez jerárquico y burocrático. L a política científica se define predominante­m e n t e en las altas esferas, lo cual se traduce en eficacia, pero también suele conducir a soluciones rígidas y provocar el despilfarro de recursos.23

L a estructura de las decisiones en materia

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74 Raimo Väyrynen

de política científica francesa refleja, en parte, i la tradicional centralización de la administra­ción pública de Francia, y en parte también la estrategia nacional introducida por de Gaulle en 1958. Esta estrategia apunta a reforzar la posición independiente de Francia en el m u n d o , merced a una firme consolidación de sus cimientos económicos y militares. E n consecuencia, se han invertido sumas conside- i rabies en el desarrollo autónomo de la tecno- ¡ logia nuclear, las computadoras, la tecnología:

aerospacial, la electrónica militar y civil, así1

c o m o un extensa variedad de sistemas de armamento. Los empeños de investigación; han sido ambiciosos, incluyendo incluso! proyectos espaciales. Consiguientemente se ha iniciado una serie de grandes programas capaces de deparar a Francia la base científica y tecnológica para garantizarle la independen­cia nacional en ámbitos de interés estraté­gico.24

N o es sorprendente, pues, que la I y D militar se haya convertido en una de las áreas prioritarias del gobierno francés, c o m o puede! apreciarse por el notable incremento en las asignaciones de fondos. El ritmo de aumento se ha acelerado realmente en los últimos años: entre 1971 y 1975, dichos fondos subieron de 3.900 millones a 5.050 millones de francos; en 1976, se asignaron a I y D militar 5.600 ¡ millones de francos; en 1980 la cifra corres­pondiente ascendía ya a 11.250 millones de francos. E n otras palabras, el presupuesto de ¡ I y D militar se duplicó en sólo cuatro años.

; N o obstante, del presupuesto total para inves-: tigación, la parte destinada al área militar 1 se ha mantenido casi al mismo nivel: 35% en 1971 y 37% en 1980. Para tener una visión m á s acabada de este proceso, conviene obser­var que en 1975 la proporción de fondos i correspondientes a I y D militar fue del 28%, ] tras lo cual volvió a ser decisivamente incre­mentada. U n a característica reveladora del ; sistema de investigación y desarrollo militar ! francés es que no se asignan fondos a las universidades.25

Y es que, según se cree, la grandeur i francesa está mejor preservada mediante la asignación de recursos al sector estratégico..;

Claro que la racionalidad de esta creencia, que ha sido tildada de "pseudodoctrina", se pone cada vez más en tela de juicio, arguyén-dose que los subproductos civiles de la investi­gación militar y espacial han sido escasos, y que muchos de los "grandes programas" han supuesto un considerable mal uso y desperdi­cio de recursos financieros y humanos. A d e ­más , las fallas tecnológicas han estado tam­bién a la orden del día.26 Este cuestiona-miento guarda relación con observaciones más generales sobre los efectos adversos de los gastos militares sobre la economía. E n Francia, c o m o en otros países de la O C D E , se ha descubierto una correlación negativa entre los gastos militares y la inversión. El principal costo de oportunidad es el abandono de la inversión.27 Esta observación puede hacerse extensiva a las inversiones en I y D militar que, con toda evidencia, reducen la capacidad de invertir en I y D civil. Debido al módico efecto de repercusión de la investigación mili­tar, la viabilidad a largo plazo del desarrollo económico y tecnológico está socavada en su raíz.

El rápido aumento de las inversiones en I y D militar en Francia ha coincidido con grandes incrementos en la producción de; armas, principalmente para la exportación. El, Estado posee una porción considerable de la industria aeronáutica, incluyendo la Société

! Nationale Industrielle Aérospatiale (SNIAS), ! la Société Nationale d'Étude' et de Construc­tion ( S N E C M A ) , así c o m o la recientemente; adquirida Dassault-Breguet. Las compras p

para la marina y las fuerzas de tierra se efectúan normalmente a través de la institu-.

: ción estatal Délégation Générale pour l'Arme­ment ( D G A ) . Existen también otros organis­m o s públicos que coordinan y dirigen la

1 investigación y la producción bélica.28

A u n q u e no hay razón alguna para subesti­mar el poder de las compañías privadas en:

Francia y su búsqueda activa de mercados; para la exportación —especialmente en la,

: industria aerospacial donde Matra ha desem- i peñado un importante papel al lado de Das-

; sault-Breguet—, el Estado se halla en una posición aventajada, c o m o lo demuestra su|

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Investigación y desarrollo militar y política científica 75

amplio control de la investigación y el desa­rrollo militar y de la producción dé armamen­tos. Esta relación simbiótica entre el Estado y la I y D militar, cuyo objeto es asegurar una base tecnológica autónoma para la nación, también se extiende a las sociedades privadas. L a política de I y D militar, a la que se asignan anualmente 11.000 millones de francos, tiene la función de proporcionar tecnología avan­zada para la modernización del dispositivo militar francés y de mejorar las posibilidades de exportación de armas y otros productos de tecnología avanzada francesa.29

Puesto que la política francesa de I y D militar obedece al principio del intervencio­nismo estatal, la explicación de lo acontecido en la esfera militar implica examinar la polí­tica del gobierno.30 Sería engañoso buscar los orígenes de dichos acontecimientos única­mente a nivel de las sociedades privadas que están en realidad fuertemente controladas por el Estado. L a política científica es un medio de garantizar la viabilidad permanente del fundamento tecnológico de la industria bélica. Esta política concuerda directamente con el interés político del aparato estatal tanto c o m o con los intereses de los productores de armas. Su mantenimiento, con cierto sacrificio econó­mico nacional, es defendido sobre el supuesto de que es capaz de conquistar nuevos merca- : dos para los sistemas de armamento moder­

aos: las exportaciones francesas de armas ascienden actualmente a unos 3.000 millones de dólares al año.

La política francesa de intervención esta­tal contrasta con la situación imperante en los Estados Unidos, donde la dinámica de las sociedades privadas parece dictar el curso de los acontecimientos en tecnología militar. Por. cierto, en los Estados Unidos se necesita la contribución federal para financiar una vasta proporción de I y D militar, lo cual significa, que la política científica tiene un papel que desempeñar en la producción de armamentos. D e todos m o d o s , la investigación y el desa­rrollo propio de las compañías privadas define lias opciones tecnológicas que aparecen codi-I ficadas en los contratos firmados con el Minis­terio de Defensa. Los factores económicos,

tecnológicos, y en cierta medida burocráticos, son decisivos; los motivos políticos y militares del Estado pesan menos . 3 1

La Unión Soviética

L a Unión Soviética no constituye una excep­ción a la regla, ya que, en sus programas de armamento, las altas jerarquías militares con­fían m u y ampliamente en la investigación y el desarrollo para perfeccionar los armamentos. Esto ha sido puntualizado por el mariscal A . A . Grechko, quien escribe:

El progreso científico y tecnológico es uno de los principales factores en el mejoramiento del

| potencial defensivo del país y el adelanto en el arte de la guerra y la acción militar en general. Los frutos del progreso científico y tecnológico permiten disponer de nuevos tipos de armas y

, material bélico que se desarrollan más rápida y eficientemente, y esto a su vez aumenta la potencia de fuego, la fuerza de ataque y la maniobrabilidad de las fuerzas armadas, dando origen a nuevos métodos de operaciones milita­res.32

L a investigación y el desarrollo militar están perfectamente integrados en los proyectos soviéticos de armamentos. Es sin embargo m u y difícil dar cifras fiables respecto a la amplitud del gasto soviético en este ámbito. U n argumento occidental típico es que la Unión Soviética ha incrementado rápida­mente sus inversiones en I y D militar. Se pretende que las inversiones de la Unión Soviética son superiores a las de los Estados

; Unidos tal vez en un 30-40%, mientras que hace quince años los soviéticos iban a la zaga de los norteamericanos en el m i s m o porcen­taje.33 U n cálculo detallado referente a fina­les del decenio de 1960 indica que el gasto soviético en I y D militar era un poco m á s bajo que el de los Estados Unidos.3 4

A u n q u e el fortalecimiento de la base de I y D militar de la Unión Soviética haya sido originado, en .parte, por algunos procesos autónomos, no puede desdeñarse la repercu­sión de decisiones y medidas tomadas en los Estados Unidos: en la Unión Soviética, la I y

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D militar es un medio normativo en la c o m p e ­tición estratégica con los Estados Unidos. El periodo 1960-1961 resulta especialmente signi­ficativo a este respecto. Jrushchev intentó reformar el sistema militar soviético pero se .vio obligado a cancelar algunos de los cambios previstos debido a los esfuerzos de la adminis­tración Kennedy por colmar "el déficit de los misiles". Estas iniciativas estratégicas conduje­ron a la reorganización de la I y D militar, así c o m o a algunos cambios en la doctrina estraté­gica soviética, dando lugar a un relativo desplazamiento de énfasis desde la teoría de la disuasión al efectivo sostenimiento de una guerra.35

Los Estados Unidos han mantenido tradi­cionalmente una ventaja considerable sobre la Unión Soviética en lo que se refiere a resulta­dos en I y D militar. Y aunque esta ventaja se redujo durante el decenio de 1970, el predo­minio norteamericano todavía existe. E n fecha bastante reciente se ha estimado que:

L a Unión Soviética tiene clara primacía sobre los Estados Unidos en los ámbitos de la física de alta presión, la soldadura, la generación magnetohi-drodinámica de energía, la tecnología de misiles antinavío, la guerra química y la artillería. Los Estados Unidos llevan ventaja en otras esferas del progreso tecnológico militar entre las que se cuentan los misiles aire-aire, la electrónica aero­náutica, los detectores transportados por saté­lite, los circuitos integrados, la tecnología de la informática, los turboventiladores con alto grado de derivación, los materiales compuestos, las máquinas numéricamente controladas y las muni­ciones guiadas de precisión [. . .] Entre las áreas de tecnología en que las dos superpotên­cias compiten figuran las armas nucleares de alto rendimiento, la aerodinámica y los lasers de alta energía.36

L a presunta primacía soviética en la financia­ción de la I y D militar no se ha traducido en predominio tecnológico alguno, al menos hasta ahora. Y es dudoso que ello ocurra en el futuro, ya que según parece la I y D soviética

\ en general, incluyendo su componente mili­tar, debe hacer frente a una serie de dificulta­des. U n obstáculo importante se encuentra, al

1 parecer, en el proceso de traducción de los

resultados de la investigación científica a las aplicaciones tecnológicas;

L a organización de la I y D militar soviética es jerárquica: los ministerios corres­pondientes, que se hallan supeditados al C o n ­sejo de Ministros y en última instancia al Politburo del Comité Central y su Consejo de Defensa, controlan los institutos de investiga­ción centrales y una red de oficinas de proyec­tos. Los institutos de investigación, que sue­len ser grandes, se dedican a la investigación aplicada, mientras que las' oficinas de proyec­tos llevan a cabo el desarrollo efectivo de los sistemas de armamento. A partir de los resul­tados de este proceso centralizado, las indus­trias bélicas dependientes de sus respectivos ministerios producen armas y otras formas de tecnología militar. L a Comisión Militar-Indus­trial del Consejo de Ministros crea y mantiene la división del trabajo entre las distintas industrias bélicas.37

Aparentemente, un importante problema en el sistema de I y D militar soviético es que el control jerárquico centralizado del proceso de I y D complica la transmisión horizontal de ideas y descubrimientos desde los centros de investigación hacia la industria militar. Esto se debe en parte a que la investigación apli­cada realizada en los grandes centros de investigación ministeriales está institucional­mente separada de las actividades de diseño y perfeccionamiento. Las oficinas de proyectos están integradas con las instalaciones y cen­tros de producción bélica en grados diversos y tienen la posibilidad de trabajar en el desa­rrollo de armamentos de forma bastante inde­pendiente. C o m o consecuencia de ello hay una cierta competencia entre las oficinas m e n ­cionadas, lo que revela un cierto grado de superposición en sus actividades de I y D . Las oficinas no son libres para competir entre sí, sino que están sujetas a trabas institucionales y materiales.38

E n términos m á s generales, la política soviética de I y D militar encierra dos tenden­cias un tanto contradictorias. Por una parte se advierte un claro esfuerzo por desarrollar una política técnico-militar unificada, cuya esencia se ha descrito del m o d o siguiente:

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Investigación y desarrollo militar y política científica 77

Fiona Barnes, primera mujer del Reino Unido habilitada para disparar los misiles Bloodhound de la Royal Air Force que aparecen al fondo. Camera Press.

La búsqueda de un enfoque amplio y sistemático que permita hallar solución a los problemas militares y técnicos es uno de los objetivos cruciales de una política técnico-militar unificada [. . .] una política unificada deberá garantizar la prioridad del desarrollo de aquellas tendencias del progreso científico y técnico en el ámbito militar que prometan satisfacer mejor, de un m o d o más pleno y más amplio, las crecientes exigencias de la defensa de la Unión Soviética [. . .] una política técnico-militar unificada deberá garantizar una alianza entre la industria y la ciencia que contribuya al desarrollo de armas y equipos eficientes que duren, sin tornarse anticuados, mucho tiempo [. . .] V e m o s , pues, que una política técnico-militar deberá garanti­zar el progreso incesante en la puesta a punto de armamentos.39

El supuesto es que, en el mejor de los casos, mediante la vinculación recíproca de las insti­tuciones de investigación y las instalaciones de producción dentro de un marco coordinado, una política técnico-militar unificada debe asegurar el control centralizado del proceso

de innovación militar y la consiguiente produc­ción de armas. L a política que da prioridad al sector militar apunta a lograr este objetivo.

A u n q u e la política soviética de I y D militar se caracteriza por el control estatal centralizado, éste no siempre conduce a los resultados buscados debido a los problemas institucionales y materiales que surgen de las relaciones horizontales entre las organizacio­nes de investigación y las de producción. Quizá estos problemas sean menores que en el sector civil, pero se plantean no obstante dentro de la industria militar, pese a la atención que se les presta. Ello a su vez explica por qué la tecnología militar soviética tiende a ir a la zaga de la occidental, que está también abrumada por diversos problemas, aunque de distinto carácter, pese a los conside­rables recursos invertidos en ella.

L a estructura de I y D militar es distinta dentro de la O T A N y del Pacto de Varsóvia por la sencilla razón de que los miembros europeo-occidentales de la O T A N llevan a

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78 Raimo Väyrynen

cabo investigación militar en gran escala. E n los países del Pacto de Varsóvia, en cambio, esta investigación se halla fuertemente concen­trada en la Unión Soviética, con las excep­ciones de la República Democrática Alemana y Checoslovaquia. Esto ha traído c o m o conse­cuencia que los miembros del Pacto de Varsó­via importen de la Unión Soviética la mayor parte de sus sistemas de armamentos básicos. Casi todas las demás armas son producidas bajo licencia soviética, con lo que la I y D militar local desempeña sólo un papel secunda­rio. Los miembros del Pacto de Varsóvia dependen, pues, estrechamente de la tecno­logía militar soviética, y esto ha asegurado un grado relativamente alto de unificación de los armamentos dentro de la alianza.40

Hacia una política científica m á s realista

Las encuestas relativas a la cuantía de los fondos destinados a I y D militar han puesto de manifiesto, sin lugar a dudas, que los intereses militares impregnan la administra­ción y la labor científica de los investigadores en todas las grandes potencias industriales y en la mayoría de las medianas. L a carrera armamentista tiene realmente sus cimientos m á s sólidos en el matrimonio urdido por la segunda guerra mundial entre la ciencia y el poder político. El aumento de recursos para I y D militar se ha visto estimulado por la rivalidad militar internacional tanto c o m o por los intereses nacionales y de grupos. E n pocas palabras, los gobiernos han estimulado la, inversión de recursos en I y D militar, tenden­cia que continúa en países c o m o los Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia y el Reino Unido.4 1

L a tarea manifiesta de la política cientí­fica consiste en canalizar recursos hacia las instituciones donde se efectúan investigacio­nes avanzadas, con objeto de que se produz­can, además de logros académicos, resultados económica y socialmente útiles. E n los últi­m o s años se ha puesto cada vez más de relieve que la comunidad científica debe servir a la

sociedad promoviendo el bienestar y contri­buyendo a aumentar la capacidad competitiva de las empresas privadas y públicas. L a utiliza­ción de una política científica y tecnológica para obtener beneficios a corto plazo se ha hecho lo bastante corriente c o m o para que. comience a advertirse el peligro de descuidar los beneficios a largo plazo de la investiga­ción: "Serán precisas unas políticas delibera-:

¡das, que aseguren que no se descuidarán laj i ciencia y la tecnología fundamentales, de lo contrario las posibilidades a largo plazo para el crecimiento económico y el cambio se malograrán." L a premisa de que la política! científica y tecnológica debe estar mejor inte­grada con la política económica es algo que se i da, no obstante, por descontado.42

El punto de partida oficial que aspira a afianzar la viabilidad de la comunidad de j i investigadores científicos y tecnológicos a la par de la economía nacional está en flagrante contradicción con la prioridad concedida a la \ asignación de enormes recursos para fines militares francamente no productivos. El estancamiento de las inversiones públicas en I y D durante los años setenta hace todavía más patente esta contradicción. E n consecuencia, la retraída proporción de fondos públicos destinados a I y D militar ha empezado a aumentar de nuevo. E n muchos países, las facilidades otorgadas a la investigación y el desarrollo civil están en realidad declinando, ¡ aun cuando los objetivos económicos y socia- i ;les proclamados debieran conducir hacia r u m - :

bos opuestos. Al reconocerse ampliamente la necesidad

de nuevas prioridades en la política de gobierno, ha surgido un considerable número de propuestas acerca de c ó m o poner la ciencia • y la tecnología a trabajar en beneficio de los países en desarrollo o para remediar algunas Ide las peores consecuencias de la crisis ecoló-igica.43 Estas dos prioridades, así c o m o las recomendaciones de la O C D E orientadas aL crecimiento, sólo podrán satisfacerse asig­nando más recursos a la investigación y el¡ desarrollo o reorganizándola del m o d o conve­niente. L o primero no es m u y factible, dado que los países industriales parecen poco dis-

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Investigación y desarrollo militar y política científica 79

El Wasp II, aparato que permite a los soldados efectuar vuelos de reconocimiento en sitios inaccesibles para los helicópteros. Sygma.

puestos a aumentar en medida notoria sus presupuestos de I y D .

L a exigencia de reorganizar el sector de I y D y sus áreas prioritarias conexas parte del supuesto de que la I y D militar contribuye; poco, o nada, al logro de los fines económicos y sociales orientados al crecimiento y el desa-

; rrollo. E n realidad, es difícil encontrar decla­raciones que impugnen este supuesto, incluso entre los documentos oficiales sobre política científica.44 U n a respuesta m á s corriente a dicha exigencia ha sido el silencio: los docu­mentos oficiales apenas dedican una palabra a los problemas que el enorme cúmulo de I y D militar crea para la política científica general, aun cuando aquélla absorbe quizás la mitad de

los recursos totales disponibles para la investi­gación. L a incapacidad de analizar los efectos de la I y D militar sobre la comunidad científica y sobre la economía nacional equi­vale a una especie de pasmoso autoengaño por parte de los artífices de la política cientí­fica.

El único remedio para la actual situación sería un debate abierto sobre el papel econó­mico y científico que la I y D militar desem­peña en la sociedad. N o m e cabe la menor duda de que tal debate, si fuera objetivo y honesto, conduciría a una reordenación de prioridades en la ciencia y consiguientemente a reorganizar parte del sistema de investiga­ción. A l m i s m o tiempo debería fortalecerse la

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investigación universitaria, cada vez m á s des­cuidada en comparación con la investigación industrial, que ofrece mejor compensación. económica y m á s oportunidades para hacer carrera.45 El nexo que existe entre la investi­gación y el desarrollo militar y la industria ha tenido m u c h o que ver en el debilitamiento de la investigación universitaria, debido a las posibilidades de lucro y otros beneficios que la industria ofrece a los investigadores. Algunos

¡ aspectos de la crisis universitaria podrían resolverse reordenando las prioridades de la política de la ciencia y las asignaciones presu­puestarias correspondientes.

L a reordenación de prioridades y pautas de organización es, al menos en principio, m á s fácil en sociedades en que la política científica está firmemente controlada por el Estado. C o m o ya se ha dicho, el sistema centralizado de política científica alcanza su m á x i m a expresión en la Unión Soviética. E n Francia, el efecto de la intervención estatal es asimismo considerable, mientras que en los Estados Unidos la dinámica de la industria privada desempeña un papel m á s decisivo. : Ahora bien, esto no quiere decir que el gobierno federal de los Estados Unidos sea incapaz de determinar cambios en la política científica nacional: el gobierno federal desem­peña un papel considerable en la financiación de la I y D militar.

Los poderes públicos poseen, en efecto, los instrumentos políticos necesarios para introducir cambios prescritos hace tiempo en sus respectivas políticas científicas. Tales cam­bios requerirían sin duda un cierto entendi­miento entre las principales potencias mili­

tares, debido a las repercusiones que tendrían para la seguridad las reducciones en la I y D militar. Cabe reconocer que las reducciones constituyen una difícil tarea dado el papel primordial que la I y D militar desempeña en la carrera armamentista. N o obstante, si pudiera llegarse a un acuerdo, las posibili­dades de reducir los arsenales aumentarían considerablemente.46

La conversión de la I y D militar a fines civiles constituiría una medida concreta para aliviar las crisis económicas que afligen a las mayores potencias militares. El Reino Unido es buen ejemplo de un país enfrentado con este problema. Los beneficios del proceso de conversión provienen simplemente del hecho '. de que la I y D militar socava la viabilidad de la economía de una nación y complica el logro de los objetivos propuestos por la O C D E , por no hablar de metas más ambiciosas.

La comunidad de investigadores puede : en principio poner objeciones a cualquier ',

.disminución en las asignaciones de fondos ;para I y D militar por temor a perder los privilegios inherentes a ellas. Pero, por otra parte, desde el periodo de entreguerras, los científicos mismos han protestado oponién­dose al empleo de su trabajo para fines destructivos.47 E n vez de reprimirlos c o m o peligrosos para la seguridad, que es lo que

[ frecuentemente se ha hecho en el pasado y a menudo se hace todavía, debería darse una respuesta positiva a los esfuerzos de los cientí­ficos que se oponen a la utilización de su trabajo con fines de destrucción.

Traducido del inglés

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Investigación y desarrollo militar y política científica 81

Notas

1. Véase F . A . Long, "Science and the military", Civilization & science, in conflict or collaboration? p . 124-125, Amsterdam, 1972.

2. L a evolución de las armas tecnológicamente perfeccionadas está bien reflejada en la obra de O w e n Wilkes, "Military research and development programs: problems of control", Bulletin of peace proposals, vol. 8, n.° 1, 1978, p. 3-10.

3. Véase, por ejemplo, Daniel R . Headrick, "The tools of imperialism: technology and the expansion of European colonial empires in the nineteenth century", Journal of modern history, vol. 51, n.° 2, 1979, p. 231-263.

4 . A . Nikolayev, R & D in social reproduction, p . 19-20, M o s c ú , 1975. Afirma el autor que "la investigación y el desarrollo tecnológico no se presentan simplemente c o m o un proceso de actividad creativa, sino c o m o un marco para el funcionamiento del capital monopolista, c o m o una esfera de relaciones entre el capital y el trabajo, y c o m o un teatro de rivalidades entre las distintas secciones de la clase capitalista" (p.124).

5. Véase Christopher Freeman, The economics of industrial innovation, p . 24-25, Harmondsworth, Penguin, 1974.

6. Para un ejemplo de este enfoque, véase T . K . Glennan Jr., "Research and development", en Stephen E n k e (dir. publ.), Defense management, p . 269-289, Washington, D . C . , 1967.

7. Véase Björn Wittrock, "Science policy and the challenge to the welfare states".

West European politics, vol. 3, n.° 3, 1980, p . 258-261.

8. Véase Daniel S. Greenberg, The politics, of American science, p . 166-168 y passim, Harmondsworth, 1969. Véase igualmente D e a n Schooler Jr., Science, scientists and public policy, p . 190-209, Nueva York , 1971.

9. Science resources newsletter (OCDE), n.° 5, 1980, p. 13.

10. Acerca de este programa, véase Judith R e p p y , "Defense Department payments for 'company-financed' R & D " , Research policy, vol. 6, 1977, p. 396-410.

11. Véase James Fallows, "America's high-tech weaponry", The Atlantic monthly, m a y o de 1981, p. 21-33. (Las citas son de las páginas 21 y 26-27.)

12. Véase Glennan op. cit., • p. 278-281, y Charles M . Herzfeld, "The military R & D process— a view from industry", Bulletin of atomic scientists, vol. 34, n.° 12,1978, p. 33-40.

13. Herzfeld, op. cit., p . 34-35, y Alexander Kossiakoff, "Conception of n e w defense systems and the role of government R & D centers", en Franklin A . Long y Judith Reppy (dir. publ.), The genesis of new weapons, decision making for military R & D , p. 63-66, Nueva York , Pergamon Press, 1980. Kossiakoff (op. cit., 1980, p. 72-83) ha hecho también una descripción de las distintas fases de la investigación y desarrollo militar diferente de la expuesta en el cuadro 3. Las fases del proceso son, a su m o d o de ver, las siguientes: formulación de la necesidad, formulación del

concepto, demostración y validación, desarrollo en plena escala, producción, así c o m o despliegue y explotación. E s evidente que la formulación de la necesidad y, en m e n o r medida, la formulación del concepto son, o al m e n o s debieran ser, cometido de las organizaciones gubernamentales, mientras que las otras fases, en las economías de mercado, corresponden a las universidades y, m á s a ú n , a las organizaciones industriales privadas.

14. Véase Greenberg, op. cit., p. 135-136.

15. L a división en periodos y gran parte de la información esencial utilizadas en esta sección proceden de Herbert F . York y G . Allen G r e b , "Military research and development: a postwar history", Bulletin of atomic scientists, vol. 33, n .° 1, 1977, p. 13-26.

16. Véase David Caute , The great fear. The anti-communist purge under Truman and Eisenhower, p . 456-484, N u e v a Y o r k , 1978.

17. York y Greb , op. cit., p . 26 .

18. "Science and president: symbiotic relationship", The Economist, 8 de m a y o de 1976, p . 46-47.

19. "The Pentagon's n e w pitch for extra R & D " , Business week, 23 de febrero de 1974, p . 80.

20. Véase Thomas A . Dine, "Military R & D : Congress' next area of policy penetration", Bulletin of atomic scientists, vol. 34, n.° 2, 1978, p . 32 -37 , y Judith Reppy y Franklin A . Long , "The decision-making role of Congress", en Franklin A . Long y Judith R e p p y (dir. publ.), op. cit., p . 182-193.

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21. " N o budget squeeze for defense R & D " , Business week, 18 de diciembre de 1978, p . 33-34.

22. Véase "Reagan's m e n put the accent on practical science,,, The Economist, 29 de noviembre de 1980, p. 75-76. El talante que domina entre los partidarios de Reagan está sin duda m u y bien expresado por E d w a r d Teller, quien, en una colección programática de artículos, escribe que "la calidad de los armamentos futuros depende más de la investigación y el desarrollo que de cualquier otro factor; la recomendación obvia es que deberíamos gastar m á s en ello [. . .] Pero nuestros científicos no acudirán a la defensa nacional a menos que perciban un auténtico peligro para los Estados Unidos [. . .] E s vital que los científicos perciban el peligro ya, antes de que sea demasiado tarde. L o que está en juego es no sólo la prevención de la derrota, sino la prevención de la guerra". Véase Edward Teller, "Technology: the imbalance of power", en Peter Duignan y Alvin Rabushka (dir. publ.), The United States in the 1980s, p. 518, Stanford, 1980.

23. L a evolución del dispositivo francés en materia de política de la ciencia aparece descrita en Hilary Rose y Steven Rose, Science and society, p. 138-143. Harmondsworth, Penguin, 1971.

24. L a estrategia francesa de I y D está bien descrita por Pierre Papon, en Le pouvoir et la science en France, p. 52-60 y pássim, Paris, 1978.

25. Véase Recherche. Commissariat Général du Plan. Proposition du Huitième Plan 1981-1985, p. 141, Paris, 1980; y Robert Walgate, "French science: some n o w , more later", Nature, vol. 287, 25 de septiembre de 1980, p. 269. Estoy agradecido a Paavo

Löppönen, de la Academia de Finlandia, que ha puesto a mi disposición este y otros materiales pertinentes.

26. Véase Papon, op. cit., p. 144-151.

27. Véase Ronald P. Smith, "Military expenditure and investment in O C E D countries, 1954-1973", Journal of comparative economics, vol. 4, n.° 1, 1980, p. 19-32.

28. Papon op. cit., p. 124-125, y Reijo Lindroos, Disarmament and employment, Helsinki, 1980. p. 35-40. Véase también Maurice Bensadoub, "Intérêt des recherches et développements militaires. Point de vue d'un industriel de l'électronique", Défense nationale, vol. 36, n.° 2, 1980, p. 43-56.

29. La asociación entre la tecnología moderna, el poder público y la función de las exportaciones está bien descrita por John Carson-Parker, en "France flaunts new economic muscle", Fortune, 4 de mayo de 1981, p. 258-266.

30. Este enfoque del sistema militar ha sido aplicado en Manfred G . Smith, "Staatsintervention und Rüstung", Leviathan, vol. 6, n.° 3, 1975, p. 392-415.

31. Harvey Brooks ha observado que "las demandas militares tienden a volverse racionalizaciones a posteriori de ideas técnicas urdidas en niveles relativamente bajos de la burocracia militar-técnico-contractual. Incluso las declaraciones anuales rigurosamente razonadas que explican la postura de la defensa pueden entrañar más racionalizaciones de programas de desarrollo ya en curso de lo que su forma y organización puede hacer pensar". Véase Harvey Brooks, "The military,

innovation system and the qualitative arms race", Daedalus, vol. 104, n.° 3, 1975, p. 75-97. (La cita es de la página 92.)

32. A . A . Grechko, The armed forces of the Soviet Union, p. 143-161, Moscú, 1977. (La cita es de la página 143.)

33. Esta estimación fue ofrecida por William Perry, subsecretario de defensa para investigación y aplicaciones técnicas, en Aviation week and space technology, 3 de julio de 1978, p. 21.

34. Véase Randall Forsberg, Resources devoted to military research and development, p. 53-58, Uppsala, 1972.

35. Véase Michael McGwire , "Soviet military doctrine: contingency planning and the reality of world war", Survival, vol. 22, n.° 3, 1980, p. 110-111.

36. Aviation week and space technology, 29 de enero de 1979, p. 18.

37. Con respecto a las industrias militares de los países socialistas, véase, por ejemplo, Lindroos, op. cit., p. 65-76, y Helena Tuomi y Raimo Väyrynen, Transnational corporations, armaments and development, p. 98-117 y 280-283, Aldershot, 1982; así como la bibliografía que se cita en estas obras.

38. El sistema soviético de investigación y desarrollo militar es explorado con detalle por David Holloway en sus diversas publicaciones; véase, por ejemplo, "Technology and political decision in Soviet armaments policy", Journal of peace research, vol. 11, n.° 4, 1974, p. 257-279; "Military R & D in the Soviet Union", Bulletin of peace proposals, vol. 8, n.° 1, 1978, p. 53-56, y "Soviet style of military R & D " , , en Franklin A . Long y Judith

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Investigación y desarrollo militar y política científica 83

Reppy (dirs. publ.), op. cit., p. 137-157.

39. Grechko, op. cit. 1977, p. 157-158.

40. Para m á s detalles véase Stephan Tiedke, Die Warschauer Vertragsorganisation. Z u m Verhältnis von Militär— und Entspannungspolitik in Osteuropa, p . 125-155, Munich, 1978.

41. Según el New scientist (21 de agosto de 1980, p. 574), en el Reino Unido los gastos de defensa se llevaron en 1975 alrededor del 55% de la asignación presupuestaria para I y D , mientras que en 1978 la

parte correspondiente ascendía al 58%.'

42. Véase Science and technology in new socio­economic context, p . 140-144, Pans, O C D E , 1979.

43. Véase, por ejemplo, N o r m a n , op. cit., p. 37-49.

44. El informe de la O C D E observa cautamente que "a veces la investigación y el desarrollo de la defensa parece determinar la política algo más de lo conveniente", véase Science and technology [. . .] op. cit., p. 144-145.

45. Véase, por ejemplo, Wittrock, op. cit., p. 366-368, y

" H o w industry is draining university sciences", Business week, 1.° de diciembre de 1980.

46. Respecto a los diversos métodos de reducir el impacto de la investigación y la tecnología sobre la carrera cualitativa de armamentos, véase Brooks, op. cit., p . 82-96.

47. Los movimientos de oposición han sido descritos, por ejemplo, por R a i m o Väyrynen, "Military R & D as an aspect of the arms race", Current research on peace and violence, vol. 8, n.° 3 -4 ,1978 , p. 186-188, y Bernard Dixon, What is science for?, p. 173-180, Harmondsworth, Penguin, 1976.

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o-¿\ miufv/kfr^^^MuBti @i vas)©is \?Mm®M Gasto militar y desarrollo socioeconómico4"

Nicole Ball

Introducción

Sólo hace m u y poco tiempo los analistas han llegado a la conclusión de que el gasto militar no promueve el crecimiento económico en los países industrializados. H o y es un hecho cada vez más aceptado que en estos países los altos índices de crecimiento económico, inversión y empleo se hallan en relación inversa con los altos niveles de gasto mili­tar.1 U n país c o m o el Japón, que ha dedicado a fines militares una pro­porción m u y exigua de sus recursos nacionales y donde el Estado ha sub­vencionado a la industria civil, ha tenido en los últimos diez o doce años índices de crecimiento económico y de inversión más altos y menos desem­pleo que un país c o m o los Estados Unidos de América, que ha prefe­rido dedicar una parte m u c h o mayor de sus recursos a fines militares. E n cuanto al desa­rrollo social, las más recientes previsiones presupuestarias de la administración Reagan en los Estados Unidos han demostrado que incluso en países ricos puede darse una clara conmutación entre gasto militar y gasto social en un periodo de disponibilidad de recursos decreciente.

Se ha creído, por otra parte, que en los

Nicole Ball es investigadora visitante adjunta en el Instituto Sueco de A s u n ­tos Internacionales, Lilla Nygatan 23, 11128, Estocolmo. Este texto fue ori­ginalmente presentado en la Séptima Conferencia Mundial sobre Estudios del Futuro celebrada en Estocolmo, del 6 al 8 de junio de 1982.

países en desarrollo la relación entre gasto militar y crecimiento y desarrollo económico es distinta, debido precisamente al estado relativamente menos desarrollado de sus eco­nomías. Se ha supuesto que mientras que en los países industrializados el gasto militar entra en competición con otras formas de gasto público, en países del tercer m u n d o los fondos previstos para gasto militar (o una porción de ellos) np se habrían utilizado en

I absoluto, o no se habrían ' utilizado de manera pro­ductiva, y que por lo tan­to el gasto militar, con

¡toda probabilidad, esti-¡mula la actividad econó-.mica. N o está claro en I qué medida esta teoría 'responde a la realidad. U n estudio econométrico reciente sobre Marruecos y Francia, por ejemplo, ha llegado a la conclu-ción de que las conse­cuencias económicas ge­nerales del gasto militar

son m u y parecidas en los dos países.2

Para los países del tercer m u n d o es importante conocer la relación real entre el gasto militar, por una parte, y el crecimiento económico y el desarrollo socioeconómico por

* El autor quiere agradecer a Mary Acland-Hood, SIPRI, por sus comentarios a una versión anterior de este mismo texto, y a la Organización Sueca para la Coopera­ción en la Investigación con los Países en Desarrollo (SAREC) por su auxilio en materia de investigación.

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la otra, no sólo debido a los enormes proble­m a s de desarrollo con que se enfrentan, sino también porque los gastos de defensa tercer-mundistas han venido elevándose considera­blemente a lo largo de los dos últimos dece­nios. Determinados países en desarrollo han incrementado a un ritmo rápido sus gastos en seguridad. Cifras del Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI) indican que treinta y uno de los setenta y un países del tercer m u n d o (44%) de los que fue posible obtener datos aumentaron la porción de producto interno bruto (PIB) destinada a defensa en un 25% o más entre 1965 y 1975. D e éstos, quince (21%) incremen­taron en más del doble el porcentaje de PIB destinado a fines militares. Sólo once de los setenta y un países (15%) redujeron su gasto militar en un 25% o m á s . 3

E n este artículo examinaremos algunos de los medios que permitirían establecer una interacción entre el gasto militar y el creci­miento económico y el desarrollo socioeconó­mico en el tercer m u n d o . U n objetivo impor­tante de este examen será demostrar la cau­tela con que deben formularse las generaliza­ciones relativas a gasto militar, crecimiento y desarrollo. Relaciones que son válidas para un país en un periodo determinado pueden no serlo para otro país o incluso para el mismo en un m o m e n t o distinto. U n o de los resultados de la labor de investigación llevada a cabo bajo los auspicios del grupo Especial de Expertos en la Relación entre Desarme y Desarrollo, de la O N U , fue poner de relieve el "carácter individual de la experiencia de diferentes países en desarrollo al calcular los costos de oportunidad del gasto militar y descubrir todos los nexos causales o rela­ciones definitivas entre sus gastos militares por una parte y los problemas socioeconómi­cos por la otra".4

El enfoque macroestadístico

U n a manera de enfocar la cuestión de si el gasto militar tiene efectos positivos o negati­vos sobre el crecimiento económico consiste

en intentar determinar si hay alguna relación estadística significativa entre estas dos varia­bles en un grupo numeroso de países. U n estudio llevado a cabo en los años setenta por Emile Benoit para la Organización de Control de Armamentos y Desarme de los Estados Unidos ( A C D A ) aporta estadísticas que corro­boran los argumentos de quienes hallan una relación positiva entre gasto militar y creci­miento económico. Valiéndose de un simple análisis de regresión, Benoit creyó haber descubierto una correlación positiva entre la carga de defensa (gasto militar c o m o porcen­taje del PIB civil) soportada por cuarenta y cuatro países en desarrollo entre 1950 y 1965 y su índice de crecimiento económico.5

U n estudio reciente efectuado por el Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT) c o m o parte del proyecto de investiga­ción sobre desarme y desarrollo de las Nacio­nes Unidas utilizó una muestra de sesenta y nueve países en desarrollo empleando datos correspondientes a la totalidad o a una parte del periodo 1952-1970. Este estudio estable­ció que los altos índices de gasto militar iban asociados a bajos coeficientes de crecimiento económico.6 Otros dos estudios recientes que han analizado la relación gasto militar-creci­miento económico en el periodo posterior a 1965 fueron incapaces de descubrir una rela­ción inequívoca y uniforme para todos los países de sus muestras (noventa en un caso, cincuenta en el otro).7 Los autores de uno de estos informes llegaron a la conclusión de que "dadas las grandes diferencias de estructura socioeconómica que existen entre los,países en desarrollo integrantes de nuestra muestra y dado también el importante papel de algunas influencias específicas en ciertos países, con­viene tratar los resultados de la muestra con suma cautela".8 Es poco probable, pues, que este enfoque sea capaz de predecir la relación entre gasto militar y crecimiento económico, y por lo tanto mal puede esperarse que pronosti­que el efecto del gasto militar sobre el desa­rrollo socioeconómico.

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Aviones de combate franceses Mirage 2000 y Super Mirage 4000. El primero realizó su primer vuelo en 1978 y su producción en serie comenzó en 1982. Puede alcanzar velocidades superiores a M a c h 2,2. Egipto y la India ya han encargado aparatos de este tipo. El segundo es un prototipo experimental que voló por primera vez en 1979. Veintiún países han comprado otros modelos de Mirage. Aviones Marcel Dassauít/Breguet Aviation.

El gasto militar c o m o tipo de gasto público

N o todo los gastos públicos producen los mismos efectos económicos. El gasto que por su naturaleza haga un uso intensivo de capital o de divisas tendrá un efecto distinto que el gasto con uso intensivo de m a n o de obra o que tenga un bajo componente de empleo de divisas. El que estos efectos sean "malos" o "buenos" para la economía de una nación dependerá a su vez de la situación económica del país y de las m u y diversas políticas que pueda seguir su gobierno. L a estrategia de

desarrollo que caracterizó los decenios de 1950 y 1960 (y en realidad sigue vigente hoy) preveía que los países tercermundistas de la postguerra se desarrollarían conforme a las i mismas pautas que , se creía, habían seguido ¡los países industrializados. L a inversión con ,uso intensivo de capital, especialmente (casi exclusivamente, a decir verdad) en el sector urbano-industrial, elevaría la productividad de la fuerza de trabajo tercermundista, estimu­lando así el crecimiento económico. Sería importante disponer de divisas para el éxito de esta estrategia, ya que m u c h o s de los bienes de equipo indispensables tendrían nece­sariamente que ser adquiridos en los países

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industrializados. Las afluencias de ayuda extranjera proporcionarían buena parte de las ;

divisas que se estimaban imprescindibles para alcanzar un nivel suficiente de inversión.

Desde finales, de los años sesenta y comienzos de los setenta los analistas del desarrollo comenzaron a dudar de la viabili­dad de esta estrategia. E n primer lugar, "estudios empíricos demuestran que la forma­ción de capital podría explicar tan sólo una fracción del alza en la productividad del trabajo [. . .] qué la eficacia de la inversión (medida por la relación marginal capital-; producto) varía enormemente de un país a otro".9 E n segundo lugar, la ayuda extranjera prestada por los principales países donantes nunca ha alcanzado el nivel pretendido por las ¡ Naciones Unidas o esperado por los países en desarrollo. Puesto que, con excepción de los países tercermundistas exportadores de petró­leo, desde mediados de los años cincuenta, las condiciones del comercio han tendido a favore­cer a los países industrializados, muchos paí­ses en desarrollo han tenido que obtener de la banca privada el capital extranjero que sus necesidades requerían.10

Según algunos indicadores, unos cuantos prestatarios importantes del tercer m u n d o han tenido pleno éxito en la aplicación de esta estrategia de desarrollo orientada hacia el exterior. Por ejemplo, la deuda pública del Brasil (a largo y a corto plazo) es actualmente de unos 60.000 millones de dólares. Según el; Banco Mundial, el producto interior bruto del ' Brasil (en dólares de 1970) aumentó en un 170% entre 1965 y 1977. Según datos del Banco Mundial, entre 1970 y 1977, Brasil figuraba en quinto lugar en términos de índi­ces de crecimiento del PIB, con una media anual del 9,9%. Este éxito, no obstante, se ha; conseguido a un alto precio. El Banco M u n - | dial también indica que mientras en 1960 el, 20% m á s pobre de la población del Brasil disponía del 3,8% de la renta nacional, en; 1970 esa cifra era del 3,2%, y estimaciones' correspondientes a finales de los años setenta dan al 20% más pobre solamente un 2,8% de la renta nacional.11

C o m o consecuencia de la insatisfactoria

situación económica de la mayoría de los países del tercer m u n d o , 1 2 algunos analistas del desarrollo y representantes oficiales de dichos países sostienen hoy que las naciones en desarrollo necesitan constituir sistemas de producción con uso más intensivo de fuerza de trabajo, contar más con sus propios recur-¡ sos y reducir su dependencia respecto del¡ capital importado. Esto no quiere decir, sin, embargo, que todo gasto con alto coeficiente de capital sea "malo" ni que la decisión de! comprar un artículo de producción nacional] en vez de gastar divisas comprándolo fuera; sea siempre "buena". L o que hay que tener i presente es que evaluar los efectos de cual­quier renglón de gasto público sobre la eco-¡ nomía de una nación exige un cuidado y unj discernimiento considerables.

Cuando se trata de evaluar el efecto sobre la economía del gasto público en la : esfera militar, es preciso saber qué adquiere el sector militar con su dinero. Los efectos económicos serán diferentes según se trate de

¡pagar emolumentos y soldadas y comprar I escritorios, víveres y materiales de oficina, o ; de adquirir vehículos motorizados y barcos de ¡guerra, o construir cuarteles o bases aéreas. ' A d e m á s , la adquisición de vehículos de motor o barcos de guerra tendrá probablemente efectos económicos distintos según estos pro­ductos sean de fabricación nacional o importa­dos. Se hace pues necesario sopesar los efec­tos positivos y negativos para poder determi­nar la repercusión general del gasto militar i sobre el crecimiento económico. N o es sufi­ciente examinar una sola categoría de gasto y generalizar, a partir de ello, cuál será el efecto

J económico total.

: Efecto de la demanda global

La opinión general es que la única forma en que el gasto militar puede beneficiar a una economía es mediante el aumento de la demanda global, exactamente lo mismo que ; cabe esperar de cualquier otro renglón del gasto público. Investigadores del M I T han resumido el argumento de la demanda global

\ del m o d o siguiente:

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A r m a s en venta. Existe una prensa especializada destinada a una amplia clientela mundial de armas ligeras. Se calcula que sólo en los Estados Unidos hay unos cuarenta millones de pistolas en poder de particulares. Sygma.

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U n sesgo militar dentro del modelo keynesiano básico es el argumento más convincente en apoyo del impacto positivo del aumento del gasto en armas sobre el crecimiento. E n una economía con exceso de capacidad productiva, cualquier aumento de la demanda global, venga del sector militar o de donde viniere, hará subir el producto, la utilización de la capacidad y (según suposiciones plausibles) los índices de beneficios. La inversión puede responder a esta elevación de los réditos y aumentar en conse­cuencia, situando la economía en una vía de crecimiento a largo plazo más rápido.13

Mientras que el estudio del M I T apuntaba que este efecto tenía muchas m á s probabili­dades de producirse en países industrializa­dos, estudios específicos sobre Marruecos y la India indican que, estando los demás factores en situación de igualdad, el gasto militar —lo m i s m o que cualquiera de las otras partidas del. gasto público— puede estimular el crecimien­to económico en los países en desarrollo.14

Por lo que atañe a la India, Emile Benoit sostiene que las políticas monetaria y fiscal restrictivas del gobierno entre 1950 y 1961 contribuyeron al lento crecimiento de la eco­nomía india en ese periodo, y que la guerra con China en 1962 estimuló al gobierno indio a subir su nivel de imposición tributaria y a soportar un déficit presupuestario m á s alto. El resultado de estas medidas, según Benoit, fue , el incremento del índice de crecimiento de la í India merced al efecto de la demanda glo­bal.15 Simulaciones efectuadas con computa-dora basadas en un modelo macroeconómico ¡ de la economía india correspondiente a los | años 1951-1973 han demostrado que el gasto!

público, incluido el de defensa, tuvo un efecto positivo sobre el crecimiento económico entre los años 1962 y 1967.16

La inflación

El simple estímulo de la economía mediante el fomento del gasto público no constituye nin­guna garantía, por supuesto, de que el efecto general del gasto militar sobre la economía sea positivo.

En el caso de Marruecos, el gasto militar tiene sólo un leve impacto directo sobre el PIB y se caracteriza por dos fuerzas contradictorias: como renglón del gasto público tiene un efecto positivo, mientras que como fenómeno de con­sumo improductivo específico, su impacto es negativo. Debido a la interdependencia, el gasto militar tiene un efecto fuertemente negativo sobre el crecimiento de Marruecos, como lo demuestran las tensiones inflacionarias que esti­mula, el déficit de la balanza comercial que agrava y los costos de oportunidad que implica.17

Cualquier clase de gasto público, militar o [ civil, puede ser inflacionario debido a la presión alcista que dicho gasto ejerce sobre precios y salarios. Así, en ausencia de medi­das correctoras adecuadas, el gasto militar puede producir algún grado de inflación. Simu­laciones efectuadas con computadora sobre las economías de Marruecos y de la India han demostrado la presión inflacionaria que dimana del gasto militar. E n el caso de la India, el presupuesto deficitario, sobre el cual se basó el aumento de los gastos de defensa a mediados de los años sesenta, fue una de las causas de la inflación. Otra causa fue la presión al alza sobre los salarios del sector civil generada por los niveles superiores de dicho gasto de defensa.18

Perú es otro país donde el gasto militar ha contribuido a la inflación. H a y una serie bastante grande de factores, tanto internos c o m o externos, que pueden considerarse como inductores de las presiones inflaciona­rias en el Perú. Los factores internos están conceptuados c o m o los m á s importantes, espe­cialmente el elevado gasto público, del que el militar constituye una parte. E n particular, se estima que los rápidos incrementos en el gasto militar entre los años 1971 y 1975 han influido en la determinación de los índices de infla­ción relativamente altos experimentados en 1977-1980. D e todas maneras, son tantos, los factores que contribuyen a la inflación peruana que resulta difícil dilucidar en qué medida el gasto militar ha estimulado la inflación.19

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Balanza comercial, divisas e inversión

El estudio del caso marroquí también indica que "globalmente, un aumento en el gasto militar conduce a un déficit en la balanza comercial (o a la agravación de un déficit ya existente)".20 N o es difícil imaginar el desa­rrollo de este proceso. El gasto militar puede acarrear, por ejemplo, la importación de una cantidad considerable de material bélico, lo que provocará una falta de divisas para c o m ­pras que contribuyan a la capacidad produc­tiva de la economía. Otra posibilidad es que c o m o en muchos países del tercer m u n d o el Estado es un importante proveedor de fondos para inversión, el incremento del gasto militar puede acarrear una disminución de las inver­siones, lo cual obligará a los países a importar m á s bienes y a reducir sus exportaciones.

Las divisas

Los países en desarrollo suelen andar escasos de divisas, por lo que se hace necesario prorratear las disponibles entre necesidades en competencia. A m e n u d o las industrias de países del tercer m u n d o se ven obligadas a retardar o suspender su producción mientras buscan divisas para adquirir componentes o materias primas indispensables para el pro­ceso de producción. E n semejantes condi­ciones, es m u y probable que una diversión cuantiosa de divisas para importaciones rela­cionadas con la industria bélica se haga a expensas del crecimiento económico y el desa­rrollo. Algunos países en desarrollo, particu­larmente los productores y exportadores de petróleo, no padecen restricciones de recursos tan severas, pero éstos constituyen la excep­ción m á s que la regla.21 (Son éstos, por supuesto, los principales compradores de armamentos.) Raju T h o m a s cree que la mayor restricción impuesta por el gasto de defensa de la India (especialmente en arma­mento moderno y en el desarrollo de una industria de defensa nacional) es la reducción de divisas disponibles para los sectores civiles de la economía.

Y a hemos hecho rápida mención del creciente endeudamiento de los países en desarrollo con instituciones de crédito tanto públicas c o m o privadas. A u n q u e este endeu­damiento se halla bien documentado, no está aún del todo claro en qué medida es conse­cuencia de adquisiciones en la esfera militar. D a d o el ritmo al que han aumentado las importaciones de armas en los países del tercer m u n d o en la pasada década y la dismi­nución del factor concesionario en la ayuda militar exterior, no es infundado suponer que, al menos en algunos países, el componente militar de su deuda exterior (tanto con países occidentales capitalistas c o m o con los del bloque soviético) debe de ser considerable.. Etiopía, por ejemplo, es uno de los países m á s pobres del m u n d o , situado, según estimación; del Banco Mundial, en el puesto 125 entre

. 126 países en términos de PIB per capita, y con un saldo en cuenta corriente que las m á s ¡de las veces es deficitario. Sin embargo, en 1977 y 1978, Etiopía importó unos 1.500 mil­lones de dólares en armas de la Unión Sovié­tica y sus aliados. Algunos economistas argen­tinos aducen que el componente militar de la deuda de su país es importante, aunque es difícil obtener datos precisos.22

Al m i s m o tiempo, las deudas relaciona­das con el gasto militar deben ser situadas en su debida perspectiva. E n los últimos años del decenio de 1970, Perú incrementó sus emprés­titos internacionales para pagar compras de armas, principalmente a la U R S S . Sin embargo, en el endeudamiento general del Perú, los productos alimenticios ocuparon también un lugar importante a fines de los

; años setenta, mientras que entre 1968 y 1980, ' los empréstitos obtenidos para financiar inver­siones representaron m á s del 50% de la deuda exterior del país. Durante 1979, en toda A m é ­rica Latina solamente la Argentina importó m á s armamento (en dólares corrientes) que el Brasil, y la mayor parte de los países importa­ron muchísimo m e n o s . N o obstante, los 200 millones de dólares que figuran c o m o gasto en armamento del Brasil en 1979 no representa­ron m á s que el 1% del total de importaciones brasileñas, y según opinión general, la depen-

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dencia respecto del petróleo importado es hoy una carga económica m á s grave para el Bra­sil.23

Las inversiones

Incluso Emile Benoit, para quien el gasto militar general estimula el crecimiento econó­mico en el tercer m u n d o , reconoce que

[. . .] un aumento de los gastos de defensa [puede desviar para otros usos recursos que de | otro m o d o se hubieran destinado a la inversión. E n la medida en que la defensa utiliza recursos

I de tipo industrial (bienes manufacturados, fuera ¡ de los víveres, la construcción, y las divisas con | que pagar las importaciones de productos indus­triales), puede verse inducida a obtenerlos, en medida considerable, del programa de inver­siones, porque puede ser allí donde se encuentre realmente una gran parte de recursos de este .tipo disponibles.24

Se ha dicho antes que la inversión, especial­mente las inversiones con gran densidad de capital, ha desempeñado un papel esencial en la estrategia occidental de desarrollo desde la década de 1950. Los críticos de esta estrate­gia tienen sin duda toda la razón cuando sostienen que la inversión de capital está lejos de ser la única o la m á s importante fuente de incremento de la productividad del trabajo, y, con ello, del crecimiento económico. N o obstante, es necesaria alguna proporción de inversión de capital para que el crecimiento

! económico se produzca, y hay pruebas de que el gasto militar obstaculiza este proceso, por lo menos en algunos países en desarrollo. L a simulación efectuada con computadora de la economía marroquí puso de manifiesto

! que:

La formación bruta de capital fijo recibe un impacto negativo de un aumento en el gasto militar. Este impacto se halla m u y bien definido en un país como Marruecos, que es sumamente sensible a los costos de oportunidad. U n a reduc­ción en el esfuerzo militar nacional conduce a un apreciable incremento en la formación bruta de capital fijo.25

Allí donde el Estado sólo tiene una pequeña participación en el financiamiento de la inver­sión es difícil decir que los gastos militares se hacen a expensas de la inversión. Por ejem­plo, la junta militar chilena redujo drástica­mente el papel del Estado en el financia­miento del desarrollo después del derroca­miento del gobierno de Allende. La responsa­bilidad básica de la inversión fue traspasada al sector privado. Así, aunque el gasto militar ha aumentado considerablemente desde 1973, tanto en términos absolutos c o m o en porcen­taje del gasto presupuestario total, también han aumentado los niveles de inversión total.26

Algunos efectos indirectos

E n la exposición precedente han quedado resumidas una serie de interacciones entre el gasto militar y el crecimiento económico en países en desarrollo. N o ha sido en m o d o alguno un examen exhaustivo, ni puede emplearse para indicar lá forma que estas interacciones pueden revestir en un determi­nado país. Algunos estudios de caso que hemos citado parecen indicar que el efecto general del gasto militar sobre el país en cuestión es negativo, pero aquí en ningún m o m e n t o pretendemos generalizar sobre la base de estas conclusiones.

También hay muchos medios indirectos por los que, según determinadas hipótesis, el gasto militar puede estimular el crecimiento y el desarrollo de las economías y sociedades del tercer m u n d o . E n realidad, algunos analis­tas atribuyen a estos efectos m á s peso que a las influencias directas. E n la sección siguiente van a examinarse tres de tales relaciones: el aumento del esfuerzo tributario, la creación de empleo y el fomento de la industrialización.

El aumento del esfuerzo tributario

V e d Gandhi, analista indio del gasto militar y el desarrollo, ha sugerido que los periodos en que se producen guerras y aumentos en el gasto militar pueden tener algunos efectos fiscales útiles a corto y a largo plazo.27 El

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Obreros anamitas en una fábrica francesa de obuses durante la primera guerra mundial. Edímedia/Snark.

tributario incrementado durante los años de guerra, y sorprendentemente incluso en años posteriores, fue siempre absorbida por la defensa".28 Otros países, naturalmente, pue­den haber seguido políticas distintas y haber obtenido resultados de crecimiento y desa­rrollo más positivos. Esto sólo puede determi­narse mediante estudios concretos.

La creación de empleo

U n o de los argumentos referentes al gasto militar y a la generación de empleo es que la formación cultural y profesional recibida en el ejército puede contribuir en alguna medida al desarrollo económico y social una vez que el personal militar se licencia y reingresa en la economía civil. L a primera pregunta que hay que hacerse al valorar este argumento es si las fuerzas armadas del país de que se trata son profesionales o reclutadas. Si su ejército es profesional, los beneficios de la capacitación

efecto a largo plazo se produce cuando un gobierno que ha elevado su nivel de impuestos a fin de subvenir al gasto militar suplementa­rio mantiene las cargas impositivas a ese mismo nivel cuando el gasto militar desciende o se nivela. El efecto a corto plazo tiene lugar cuando el gobierno destina parte de la renta extraordinaria recaudada para el esfuerzo de guerra a fines no militares de crecimiento y desarrollo.

Gandhi examina la experiencia de su país y descubre que si bien el gobierno indio elevó las cargas impositivas durante periodos de guerra (1962-1964, 1965-1966 y 1971-1972), el efecto de esta elevación sobre el creci­miento económico y el desarrollo de la India fue mínimo. Llega a la conclusión de que el efecto fiscal a largo plazo no fue viable en el caso indio porque "el esfuerzo tributario (de la India) se debilitó después de cada guerra". T a m p o c o el efecto a corto plazo funcionó porque "una parte m u y grande del esfuerzo

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para la economía civil se verán considerable­mente reducidos, puesto que el beneficiario de esta formación cultural y técnica pasará en el ejército una gran parte de su vida activa. Muchísimos países africanos, por ejemplo, tienen fuerzas armadas profesionales.

Emile Benoit hace considerable hincapié en la tesis de que la formación profesional recibida en el ejército dota a los ex reclutas de habilidades y conocimientos que pueden inte­resar a entidades industriales o que los prepara para ser agricultores "modelo". C o n ­viene considerar aquí varios factores. E n países en los que el índice de desempleo urbano es m u y alto o las industrias se ajustan al modelo de alto coeficiente de capital y ahorro de m a n o de obra, los beneficios de la referida formación son nulos si el ex soldado no consigue encontrar un puesto de trabajo. Benoit presenta el caso de la India en apoyo de sus argumentos, señalando programas de capacitación militar que permitían a los solda­dos indios llegar a ser calificados y compe­tentes en artes gráficas, encuademación, cerra­jería, fontanería, artes del metal, etcétera. Pero estos programas descritos por Benoit eran en realidad programas de capacitación post-licenciamiento, m á s que oficios que los soldados adquirían en el curso normal de su servicio militar.29 Y lo que es aún m á s importante, se ha aducido que, en general, Benoit tiende "a exagerar los beneficios civiles diferenciales que dispensaban estos individuos licenciados del ejército", debido fundamental­mente a la falta de puestos de trabajo suficien­temente remunerados en la economía india.30

E n cuanto a la producción de agricultores "modelo" merced a la instrucción militar, este traspaso de m a n o de obra sería aplicable únicamente a países donde el ejército parti­cipa en el cultivo de sus propios medios de subsistencia o posiblemente en actividades de mejoramiento agrícola con arreglo a progra­m a s de acción cívica. E n países donde las estructuras sociales desiguales han conducido a la concentración de la riqueza y los recursos productivos en manos de una minoría rural relativamente pequeña, es m u y poco realista suponer que, simplemente porque una per­

sona posee la capacitación que hace de ella un agricultor "modelo", tendrá el acceso a la tierra, el agua, los créditos y demás elementos de producción agrícola indispensables para llegar a serlo realmente. E n la India, el ejército produce al menos una parte de sus víveres. Al mismo tiempo, el grado de concen­tración de la renta y los recursos agrarios es elevado, c o m o lo es el desempleo en el campo y la carencia de bienes raíces.

Algunos analistas del gasto militar y el crecimiento económico en países en desa­rrollo sostienen que, lejos de crear empleo, el gasto relacionado con la defensa y el ejército distrae una importante proporción tanto del segmento económicamente m á s productivo de la fuerza de trabajo—varones entre 18 y 45 años de edad—como de la m a n o de obra calificada de un país. C o m o la m a n o de obra especializada es relativamente escasa en los países en desarrollo, según este argumento, su empleo desproporcionado en el sector militar exacerba la escasez en las industrias civiles de esta clase de m a n o de obra, y con ello retarda el desarrollo, o por lo menos el crecimiento económico.31

Otros analistas han adoptado el punto de vista contrario. David W h y n e s , por ejemplo :

la industria fabril no requiere una cantidad sustancial de mano de obra por cuanto fomenta la producción con gran densidad de capital [. . .] Además, los sectores público y terciario, aun cuando demandan mano de obra de ambos tipos, calificada y sin calificar, no pueden producir una demanda suficiente para una total utilización de los recursos [. . .] Podríamos deducir, pues, que la demanda militar de fuerza de trabajo apenas podrá producir un mínimo efecto de deterioro sobre el desarrollo, por cuanto existe un exce­dente continuo y sustancial de m a n o de obra.32

Aunque sin duda alguna existe una tendencia general al excedente de m a n o de obra en los países en desarrollo, sería erróneo suponer que no pueden surgir graves conflictos entre los sectores civil y militar de una economía. Terhal ha concluido que en la India, "con respecto a la escasez de oferta de obreros calificados, es evidente que el sector de

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defensa sostuvo (a mediados de los años sesenta) una fuerte competencia con el sector civil".33 E n un país que está esforzándose por constituir una industria bélica amplia y diver­sificada, tal situación no resulta sorprendente. E n cambio, en el caso de Ghana—del que Whynes se sirve para ilustrar su tesis de que la demanda de m a n o de obra por parte del sector militar no está en conflicto con las necesidades civiles—donde no existe industria militar c o m o tal (sólo el montaje limitado de armas pequeñas y municiones), son escasas las probabilidades de llegar a una situación c o m o la señalada por Terhal en la India.34

La industrialización

Otro aspecto del gasto militar que suele considerarse beneficioso para el proceso de desarrollo es que la constitución del sector militar puede promover la industrialización. E n primer lugar, se dice que las instituciones militares favorecen el establecimiento de la base industrial de un país por su empeño en producir material bélico nacional con el fin de evitar la dependencia respecto de fuentes de aprovisionamiento extranjeras. Y se dice ade­más "que la fabricación nacional de armamen­tos obliga a los países del tercer m u n d o a desarrollar técnicas y conocimientos impor­tantes, crea ahorro de divisas y contribuye a mantener a la nación al corriente de la tecno­logía moderna".3 5

Al evaluar el papel desempeñado por las industrias bélicas en los países en desarrollo, hay una serie de preguntas a las que debe darse respuesta. Este examen va a centrarse en tres temas amplios: ¿Afecta al sector civil la inversión en indus­

trias bélicas? ¿Es la inversión en el sector militar un benefi­

cio económico o una sangría para el país? ¿Qué implicaciones tiene para el desarrollo la

inversión en industria bélica?

La industria bélica y el sector civil

H a y por lo menos dos maneras en que esta industria puede afectar a los sectores civiles.

E n primer lugar, las industrias militares pue­den adquirir insumos en el mercado nacional y con ello estimular la producción de los mis­m o s . David W h y n e s estima que en todos los países en desarrollo con excepción de los m á s grandes, los efectos multiplicadores de las industrias de defensa, es decir el grado en que la inversión en la industria bélica estimula la demanda de productos locales fomentando con ello el crecimiento económico, son bajos.36 Por lo que atañe a la India, conside­rada por W h y n e s c o m o uno de los pocos países en desarrollo capaces de mantener una industria bélica, Terhal hizo notar que a finales de la década de 1970 aún subsistía un claro divorcio entre los sectores de la industria bélica y la industria civil. A n n Schulz ha demostrado que en Irán existió una situación análoga durante la pasada década.37

La segunda manera en que el sector militar puede afectar al civil es estimulando la creación de nuevas industrias. N o puede negarse que en algunos países en desarrollo se han establecido industrias debido a sus usos bélicos. Se ha dicho que la industria textil se implantó en la República de Corea en virtud de una decisión de producir localmente uni­formes militares. Y se considera que las fuerzas armadas argentinas fueron un factor decisivo en la creación de la industria local del hierro y del acero. E n la India, las empresas, militares de electrónica están hoy extendién- ; dose al mercado civil con la producción de componentes de radio, transmisores y recep­tores, así c o m o instrumentos de navegación. E n total, aproximadamente la mitad de la producción de las nueve empresas del sector público de la defensa de propiedad estatal aparece clasificada c o m o no militar. A d e m á s de productos electrónicos, entre los bienes producidos para el consumo civil se cuentan material automotor, vagones de ferrocarril y embarcaciones.38 E n general, es probable que sólo los m á s grandes productores de armas del tercer m u n d o puedan beneficiarse de tal m o d o a partir de sus industrias nacio­nales de defensa.

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Costos y beneficios económicos de la industrialización militar

E n su estudio sobre los efectos económicos del gasto militar en los países en desarrollo, David Whynes llega a la conclusión de que los

: costos de creación de industrias nacionales de defensa en países del tercer m u n d o "parecen impedir el desarrollo en todos los países menos adelantados, excepto en los más gran­des".39 Entre los costos señalados por W h y n e s figuran grandes insumos de financia­ción nacional (que retiran fondos públicos de otros usos), materias primas especiales que por lo general tienen que ser importadas (lo que disminuye las divisas disponibles para otras importaciones) y personal altamente capacitado (cuya formación profesional con­sume dinero y tiempo, y que deja de estar disponible para trabajar en el sector civil).

U n a de las razones que suelen aducirse ' para instalar industrias bélicas en países del tercer m u n d o es el ahorro de divisas que tales industrias pueden permitir desde el m o m e n t o en que ya no sea necesario importar del extranjero todo el armamento del país. E n realidad, y m u y especialmente a corto plazo, la producción nacional no va necesariamente asociada con una reducción de los desembol­sos en divisas para cubrir rubros relacionados con lo militar.40 Incluso la India, que ha recorrido un largo camino hacia su meta de autosuficiencia en la producción para la defensa, todavía mantiene cuantiosos gastos en divisas para cubrir renglones en dicha esfera. E n primer lugar, debe importar toda­vía determinados materiales y componentes y comprar licencias de producción a firmas extranjeras. A d e m á s , la industria de defensa de la India no puede producir algunos pertre­chos en la cantidad que las fuerzas armadas necesitan, y todavía es preciso importar bar­cos, aviones y otros armamentos.41 Algunos analistas estiman que estos gastos en divisas en el sector de la defensa constituyen una seria traba impuesta al crecimiento económico de la India.

Cabe referirse aquí a las exportaciones. Las industrias de defensa, aun en países

industrializados, suelen contar con las exporta­ciones para seguir siendo económicamente viables. A d e m á s , las exportaciones de armas pueden permitir recuperar las divisas necesa­rias para la producción de las mismas y mejorar la situación de la balanza de pagos del país. Las exportaciones brasileñas de armas han aumentado rápidamente en los últimos años, y se ha sugerido que una de las razones por las que Brasil ha fomentado las exportaciones de armas es para obtener divi­sas que ayuden a compensar la factura brasi­leña por importaciones de petróleo. L a India no ha exportado todavía gran cosa de la producción de su industria de defensa, pero desde un punto de vista económico puramente nacional tendría sentido que lo hiciera. Desde un punto de vista económico internacional tendríamos que preguntarnos cuántos exporta­dores de armas puede tolerar el m u n d o y cuál sería el efecto sobre las economías nacionales i de un tráfico de armamentos mayor todavía. ¡Desde un punto de vista político-estratégico, también es importante considerar el efecto que una expansión del comercio internacional de armamentos podría tener sobre la paz y la seguridad mundial y regional. Aunque el fomento de la exportación de armas pueda ayudar a determinados países a superar algu­nos de los problemas de divisas y de balanza de pagos a corto plazo, hay sobradas razones

¡para creer que los efectos económicos y de i seguridad a largo plazo de semejante política serán negativos.

La inversión en industrias bélicas y el desarrollo

Son muchos los aspectos de esta relación que pueden indagarse, pero aquí examinaremos sólo dos de ellos: la índole de los bienes producidos y la opción entre procesos de producción con alta capitalización o con gran densidad de m a n o de obra.

Incluso en los Estados Unidos, los benefi­cios secundarios de la industria militar para los civiles son relativamente exiguos compara­dos con el dinero que se gasta en adquisición de armas. E n una economía donde el ciuda­dano c o m ú n intenta satisfacer sus necesidades

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Gasto militar y desarrollo socioeconómico 97

'retía*

Reproducciones en pequeña escala de armas y de soldados británicos, utilizadas en exposiciones, con fines de instrucción y como regalos para clientes. En una exposición reciente se exhibió un modelo reducido de un tanque Centurion en plata maciza, valorado en 30.000 libras esterlinas. Camera Press.

básicas, diríase que los efectos de traspaso de beneficios deben ser aún menores. Es fácil apreciar que la creación de una industria textil puede aportar beneficios considerables a la población local (suponiendo que su produc­ción se venda dentro del territorio nacional y que los ciudadanos puedan permitirse c o m ­prarla). A medida que los pertrechos bélicos aumentan en sofisticación tecnológica, los beneficios secundarios positivos para la pobla­ción civil deben inevitablemente decrecer. El interés que actualmente se aprecia en China por reducir los gastos militares de todo tipo y aumentar la producción de las industrias lige­ras y de la agricultura a fin de ayudar a la recuperación económica es un buen indicador de que allí las industrias militares no han generado el tipo de producción requerido por la economía en su conjunto.42

Buena parte del problema estriba en el hecho de que lo que la mayoría de los pueblos del tercer m u n d o necesitan son bienes de consumo básicos y puestos de trabajo remune­rativos, a fin de poder adquirir dichos bienes. L a tecnología utilizada en muchas industrias militares opera con alta densidad de capital y no se presta para producir ni las clases de bienes ni el número de empleos requeridos por las sociedades del tercer m u n d o . Hasta hace relativamente poco tiempo, muchas per­sonas involucradas en el desarrollo adopta­ban la actitud de que "la experiencia histórica demuestra que una transformación estructural basada principalmente en la industria es condi­ción sine qua non del auténtico desarrollo"43

y que el tipo de tecnología que debía emplearse para llevar a cabo dicha transforma­ción había de ser el utilizado en los países

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98 Nicole Ball

industrializados (los del este c o m o del oeste). Esta estrategia de desarrollo ha sido

criticada e impugnada en los últimos diez o doce años, y no sin fundamento. Así lo ha explicado Keith Griffin:

Los efectos [de una orientación hacia el fomento de la industria] fueron: altos beneficios para la clase capitalista, altos costos para la economía en general, altos precios para el consumidor, condiciones de mercado adversas para el agricul­tor y debilitamiento de las pequeñas empresas, especialmente las situadas en zonas rurales. La producción industrial se incrementó rápida­mente en muchos países, sí, pero no en todas partes se apreciaron decrecimientos significati­vos en la pobreza.44

Los críticos de la estrategia de desarrollo basada en la industrialización orientada hacia el exterior han propugnado el uso de una tecnología adecuada a las posibilidades y las condiciones de cada país. L a industrialización basada en las industrias bélicas no puede ofrecer este tipo de alternativa tecnológica. A d e m á s , la existencia misma de industrias militares reduce la probabilidad de que tales alternativas se desarrollen, dado que las indus­trias militares absorben una parte tan conside­rable de los recursos financieros y de la capacidad de investigación de un país.

Conclusión

Las dos primeras secciones de este artículo se han ocupado de la relación entre el gasto militar y el estímulo de la demanda global, la inflación, la promoción de las inversiones, la balanza comercial, el empleo de divisas, el fomento del esfuerzo tributario, la creación de empleo y la industrialización. H a y pruebas de que el gasto militar puede tener efectos tanto positivos c o m o negativos sobre la eco­nomía de un país en desarrollo y que es necesario sopesar bien estos efectos para ver de qué lado se inclina la balanza general. E n casi todas las categorías estudiadas, cuando se han compulsado las hipótesis con realidades del tercer m u n d o , los efectos económicos del

gasto militar han sido negativos. Allí donde se han dado efectos positivos, éstos han tendido a ser m á s bien exiguos.

E n el caso de que el gasto militar pro­mueva el crecimiento económico, hay que tener m u y en cuenta que crecimiento econó­mico no debe ser automáticamente asociado con desarrollo socioeconómico. Este último consiste fundamentalmente en la erradicación de la pobreza a todos los niveles en las sociedades del tercer m u n d o y en la satisfac­ción de las necesidades humanas básicas (ali­mento, alojamiento, agua corriente, asisten­cia médica, educación) para todos los m i e m ­bros de la sociedad. Para comprobar que no es éste un resultado automático del creci­miento económico basta echar una mirada a países que han alcanzado elevados índices de crecimiento del producto nacional.

Y a hemos mencionado la disparidad entre el alto índice de crecimiento del Brasil en los últimos años del decenio de 1960 y primeros del de 1970 y su cada vez m á s asimétrica distribución de la renta. Los índi­ces reales de crecimiento económico en Pakis­tán alcanzaron una media del 7% anual en la década de los sesenta, y el de Pakistán se consideró un "caso de éxito" excepcional en el desarrollo. Pero precisamente lo limitado de este "éxito" es revelado por las cifras que indican que, en 1968, las veintidós familias más ricas de Pakistán controlaban el 66% de los valores patrimoniales industriales, el 70% de los fondos de seguros y el 80% de todos los activos bancários.45 E n el otro extremo del espectro económico, incluso estimaciones moderadas muestran al 25% de la población Pakistani viviendo por debajo de la línea de pobreza. Otras estimaciones son mucho m á s altas, considerándose que vive en la pobreza hasta un 50% de la población.

Según el gobierno de la República de Corea, éste ha obtenido una buena marca en la combinación del crecimiento económico rápido con una distribución razonablemente amplia de los beneficios de dicho crecimiento. Algunos analistas del desarrollo coreano expresan, no obstante, sus dudas de que las estadísticas oficiales revelen la entera verdad.

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Gasto militar y desarrollo socioeconómico 99

Estos datos muestran, por ejemplo, una reduc­ción de la diferencia de renta entre las regio­nes rurales y las urbanas en los decenios de 1960 y 1970. Pero no sería difícil demostrar que ha sucedido exactamente lo contrario. Tampoco los frutos del crecimiento están tan bien distribuidos en el sector urbano c o m o el gobierno quisiera hacernos creer. U n fuerte recurso a la m a n o de obra femenina deficiente­mente retribuida en sectores tan importantes como la electrónica, la industria textil y el turismo significa que el 7-8% de aumento en los salarios reales declarado por el gobierno para finales de los años setenta estuvo proba­blemente limitado a una minoría relativa­mente pequeña de la población activa.46

C o m o vemos por estos ejemplos, en aquellos casos en que el gasto militar produce realmente crecimiento económico, los m i e m ­bros m á s pobres de las sociedades del tercer m u n d o son los que menos probabilidades tienen de beneficiarse con él. Por añadidura, son ellos también los m á s expuestos a padecer los efectos adversos del gasto militar, c o m o la inflación. M á s aún, el gasto militar puede, exacerbar los problemas estructurales con que se enfrentan las economías del tercer m u n d o . • Los países que adquieren su material bélico en el extranjero se verán inducidos a aumen­tar la orientación hacia el exterior de sus economías para poder pagarlo. E n muchos casos, a medida que se destina m á s produc­ción a satisfacer las necesidades de los merca­dos exteriores, va haciéndose cada vez m á s difícil, por diversas razones, satisfacer las! exigencias del mercado interior en lo rela­tivo a necesidades básicas de alimentación, vivienda, asistencia sanitaria, etcétera. L a orientación cada vez m á s vuelta hacia el exterior de las economías tercermundistasi suele significar que los segmentos más pobres de la población ven estancarse o mermar su parte de la riqueza nacional,, mientras que los segmentos m á s ricos se enriquecen más toda-, vía.47

El Brasil, Pakistán y la República de Corea estaban regidos por gobiernos militares cuando su "milagro económico" se produjo. Esto no debe sorprendernos en absoluto, ya

que la industrialización con alta densidad de capital y orientada hacia el exterior, dejando sin satisfacer, c o m o es el caso, las necesidades básicas de vastos contingentes de las pobla­ciones del tercer m u n d o , cuenta con muchas más probabilidades de "salir bien" allí donde pueden reprimirse y tenerse a raya las exigen­cias de la mayoría. Los militares han tenido siempre una participación m u y intensa en la gobernación de lo que hoy se llama "el tercer m u n d o " . E n el m o m e n t o actual, aproximada­mente la mitad de estos países tienen gobier­nos en los que el elemento dominante es el¡ ejército. E n la mitad de éstos, m á s o menos , los militares controlan realmente el gobierno; en la otra mitad, está nominalmente al m a n d o algún poder civil.

El gasto militar contribuye a perpetuar; este estado de cosas fortaleciendo a los mili-1 tares frente a sus oponentes civiles políticos y i burocráticos. Ahora bien, sólo con eliminar de la política a los militares no van a resol-i verse los problemas económicos de ningún i país en desarrollo, ya que no suele haber una gran disparidad entre las políticas sociales y económicas que siguen los gobiernos con predominio militar y las seguidas por aquellos i otros en que domina el elemento civil. !

Es ineludible, no obstante, dar un primer! paso hacia la resolución de estos problemas.1

L a influencia ejercida por los militares sobre: la estructura económica y el desarrollo socio-í económico de los países del tercer m u n d o es ! probablemente m á s importante que el efecto que el gasto militar per se pueda tener sobre el crecimiento económico. Aquellos gobiernos en que el elemento dominante es el ejército propenden a emplear la fuerza, para impedir los cambios estructurales que son indispensa­bles en cualquier desarrollo socioeconómico,! más de lo que suelen hacerlo los gobiernos integrados por personalidades civiles. Para: que las estrategias de desarrollo alternativas! tengan alguna vez oportunidad de ser proyec-¡ tadas y llevadas a la práctica, los militares del; tercer m u n d o habrán de abandonar el ruedo ¡ político. ¡

i Traducido del inglés I

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Notas

1. R o n P . Smith, "Military expenditure and capitalism", Cambridge journal of economics, marzo de 1977, p. 61-76; Kurt W . Rothschild, "Military expenditures, exports and growth", Kyklos, vol. 26, 1973, p. 804-815; Michael Boretsky, "Trends in U S technology: a political economist's view", American scientist, vol. 63, enero-febrero de 1975, p. 70-82; Ruth L . Sivard, Wolrd military and social expenditure, 1977, p. 13, Leesburg, V a . , W M S E Publications, 1977; Seymour M e l m a n , The permanent war economy, Nueva York, Touchstone/Simon & Schuster, 1974. U n a de las corrientes de pensamiento (predominantemente marxista) sostiene la tesis de que el gasto militar es vital para el bienestar de las economías capitalistas avanzadas. E n general, los alegatos de esta índole dejan sin demostrar sus aseveraciones. Ejemplos de dicha literatura (por lo que a los Estados Unidos respecta) son: M . Reich, "Does the U S economy require military spending?", American economic review, vol. 62, mayo de 1972, p. 296-303; R . B . DuBoff, "Converting military spending to social welfare: the real obstacles", The quarterly review of economic and business, vol. 12, primavera de 1972, p. 7-22.

2. El argumento del estímulo económico se expone en Ia obra de Emile Benoit, escrita en colaboración con M a x F . Millikan y Everett E . Hagen, Effect of defense on developing economies, vol. 2: main report, A C D A / E - 1 3 6 , • p. 127, Cambridge, Mass. , M I T , junio de 1971. Las similitudes entre los efectos económicos del gasto militar en

un país industrializado y en otro del tercer m u n d o se estudian y exponen en el trabajo de Jacques Fontanel, Formalized studies and econometric analyses of the relationship between military expenditure and economic development: the examples of a developed country, France, and an underveloped country, Morocco (estudio preparado para el Grupo Especial de Expertos en Desarme y Desarrollo de la O N U ) Grenoble, Centro de Estudios sobre la Seguridad y la Defensa de Grenoble, Universidad de Ciencias Sociales, 1980 (mimeografiado).

3. Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI), World armaments and disarmament: SIPRI yearbook 1980, p. 8-11, cuadro 1 A . 4 , p. 29-32, Londres, Taylor & Francis, 1980. Los países que elevaron su gasto militar como porcentaje del PIB en un 100% o más fueron: Chile, Egipto, Filipinas, Irán, Kuwait, Libia, Malawi, Mauritania, Mauricio, Nigeria, República Arabe Siria, Tanzania, Uganda, Zambia y Zimbabwe. Los que experimentaron aumentos de entre 25 y 100% fueron: Alto Volta, Arabia Saudita, Chad, El Salvador, Etiopía, Honduras, Indonesia, Irak, Jamaica, Jordania, Kenya, Líbano, Marruecos, Pakistán, Perú y Uruguay. Los que redujeron su gasto militar como porcentaje del PIB en un 25% o más fueron: Argelia, Benin, Birmânia, Brasil, Colombia, Gabón, Haití, Liberia, República Dominicana, R w a n d a y Trinidad y Tabago. Conviene estar prevenido en cuanto a la calidad de las estadísticas sobre gasto militar internacional. C o n frecuencia, fuentes distintas dan

estimaciones de gasto m u y diferentes respecto a un mismo país en el mismo periodo de tiempo. U n resumen excelente acerca de este problema, que conviene que lean todos los investigadores interesados en la "militarización", se encuentra en Michael Brzoska, "The reporting of military expenditures", Journal of peace research, vol. 18, n.° 3, 1981, p. 261-275. Se trata del compendio de un informe más extenso preparado para el Grupo Especial de Expertos en Desarme y Desarrollo de la ONU.

4. Asamblea General de las Naciones Unidas, "Study on the relationship between disarmament and development, Report of the secretary-general", p. 91, Nueva York, 5 de octubre, 1981 (A/36/356).

5. Benoit, con Millikan y Hagen, op. cit. Decimos "creyó" por lo que posteriormente revelaron algunos análisis macroestadísticos y por lo expresado en una reseña de Kenneth Boulding sobre la versión en libro del estudio de Benoit en la que al parecer pocos han reparado, "Defense spending: burden or boon?", War/peace report, vol. 13, 8 de noviembre de 1974, p. 19-21. Boulding alega que como Benoit sólo ha examinado relaciones lineales bien puede haber pasado por alto relaciones no lineales m u y importantes, sacando así conclusiones inexactas de los datos. Véanse las páginas 20-21 de la reseña de Boulding. Para una crítica general del estudio de Benoit, véase Nicole Ball, "Defense and development: a critique of the Benoit study", Economic

•development and cultural change, de próxima publicación. U n a versión ligeramente

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abreviada de este artículo aparecerá en Helena Tuomi y Raimo Väyrynen (dirs. publ.), Militarization and arms production—for or against development? Londres, C r o o m Helm, 1982.

6. Riccardo Faini, Patricia Arnez y Lance Taylor, Defense spending, economic structure & growth: evidence among countries and over time (estudio preparado para el Grupo Especial de Expertos en Desarme y Desarrollo, de la O N U ) , Cambridge, Mass. , M I T , octubre de 1980 (mimeografiado).

7. Michael Brzoska y Herbert Wulf, Rejoinder to Benoit's 'Growth and defense in developing countries'— misleading results and questionable methods, Hamburgo, Grupo de estudio IFSH sobre armamento y subdesarrollo, Universidad de Hamburgo, 1979 (mimeografiado); y D a n Smith y R o n Smith, Military expenditure, resources and development (estudio preparado para el Grupo Especial de Expertos en Desarme y Desarrollo de la O N U ) Londres, Department of Economics, Birkbeck College, University of London, abril de 1980 (mimeografiado).

8. Ibid., p. 18.

9. Keith Griffin, "Economic development in a changing world", World development, vol. 9, marzo de 1982, p. 224.

10. Véanse, por ejemplo, algunos de los numerosos informes de prensa sobre ayuda y préstamos al tercer m u n d o : William Hall, "Cost of money too high for comfort", Financial times, 4 de m a y o de 1982; Stephany Griffith-Jones, " H o w private money makes the world go round", The Guardian, 30 de marzo de 1980; Melvyn

Westlake, "More poverty, less bounty", The Times, 2 de octubre de 1981; A n n Crittenden, "As foreign aid dwindles, poor nations grow poorer", International herald tribune, 2 de julio de 1981. Pero al igual que algunos países han aumentado su índice de gasto más aprisa que otros, unos pocos países en desarrollo responden de una porción considerable de la deuda pública del tercer m u n d o . Brasil, por ejemplo, asume él solo entre el 40 y el 50% de la deuda pública latinoamericana total.

11. Datos del Banco Mundial, World tables, 2.a ed., p. 48-49, 426 y 463, Baltimore, Md./Londres, John's Hopkins University Press, 1980. U n artículo interesante que resume los efectos del "milagro brasileño" en su punto culminante se encuentra en Albert Fishlow, "Brazil's economic miracle", The world today, vol. 29, noviembre de 1973, p. 474-479.

12. Esta situación está excelentemente resumida en el trabajo de Griffin, op. cit.

13. Faini, Arnez y Taylor, op. cit., p. 2.

14. El caso marroquí se analiza en Fontanel, op. cit.

15. Benoit, con Millikan y Hagen, op. cit., p. 243.

16. P. Terhal, "Guns or grain: macro-economic costs of Indian defense, 1960-1970", Economic and political weekly, vol. 16, 5 de diciembre de 1981, p. 2001..

17. Fontanel, op. cit., p. 116.

18. Terhal, op. cit., p. 1998 y 2001, y Ved P. Gandhi, "India's self-inflicted defense burden", Economic and political weekly, vol. 9, 31 de agosto de 1974, p. 1493.

19. José Encinas del Pando, "Peru: a case study, 1950-1980—analysis and evaluation of the evolution of her economic, military, and socio-political variables", p. 113-122, Lima, Universidad de Lima, octubre de 1981 (manuscrito inédito).

20. Fontanel, op. cit., p. 117.

21. Hasta los exportadores de petróleo pueden tener problemas. Programas de desarrollo ambiciosos (algunos dirían "mal concebidos") han contribuido a convertir en déficit el superávit comercial de Nigeria, obtenido' gracias a las exportaciones de petróleo. A d e m á s , gran parte de la riqueza petrolífera del país se ha canalizado hacia la especulación y el comercio, en vez de ir a industrias productivas. La agricultura fue virtualmente ignorada en toda la década de 1970; antaño exportadora de productos alimenticios, Nigeria tiene hoy que importar alimentos. Hacia la segunda mitad de la década mencionada, los productos bélicos representaban una cantidad m u y pequeña del total de importaciones, del 0,1 al 1,5%. Parece poco probable, en vista de las demás necesidades de importación de Nigeria, que las importaciones de armas hayan desempeñado un serio papel en el endeudamiento del país. Véase T o m Forrest, "Oil revenues spent on food imports and state budgets", The Guardian, 30 de marzo de 1980; Martin Dickson, "The challenges awaiting civil rule", Financial times, 20 de marzo de 1979; Maya Chadda, "Nigeria's oil boom", Times of India, 13 de noviembre de 1981; " A r m s import data U S arms control and disarmament agency", World military expenditure and arms transfers, 1970-1979, p. 113, Washington, D C , marzo de 1982 (publicación n.° 112). A n n

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102 Nicole Ball

Schulz demuestra que las importaciones de armas del decenio de 1960 y primeros años del de 1970 contribuyeron, al menos en parte, al crecimiento del endeudamiento iraní de mediados los años setenta, una vez que las rentas petrolíferas se estancaron y descendieron. Pero tampoco aquí pueden cargarse todas las culpas a las importaciones de armas, ya que, como explica Schulz, la política iraní lleva mucho tiempo incurriendo en deudas para adquirir divisas. Véase A n n Schulz "Military expenditures, state planning and economic Performance in Iran, 1950-1980", cap. 4, Worcester, Mass . , Clark University, 1982 (manuscrito inédito). E n cuanto a importaciones de armas y gasto de divisas se refiere, Barry Blechman y Edward Fried calcularon en 1977 que los países en desarrolló no miembros de la O P E P (con excepción de China) gastaban 3.000 millones de dólares en divisas al año en compras de armamento. Esa suma equivalía aproximadamente a una cuarta parte de las entradas de capital obtenidas en condiciones m u y favorables por esos países a mediados de los años setenta. Véase Barry M . Blechman y Edward R . Fried, Disarmament and development: an analytical survey and pointers for action, p. 9, Nueva York, Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, 26 de enero de 1977 (E/AC.54/L.90) .

22. Mario Esteban Carranza, "The role of military expenditure in the development process: the Argentine case", p. 123, Buenos Aires, 1981 (manuscrito inédito).

23. Sobre Perú, véase Encinas del Pando, op. cit., p. 71. La información sobre Brasil proviene de: U S A r m s Control and Disarmament Agency, op. cit., cuadro 2.

24. Benoit, con Millikan y Hagen, op. cit., p. 18-19.

25. Fontanel, op. cit., p. 116.

26. Augusto Varas, The role of military expenditure in the development process: the experience of Chile, 1973-1980, trabajo preparado para la Asamblea de la Asociación de Estudios Internacionales 1982, Santiago, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ( F L A C S O ) , marzo de 1982, p. 22-27.

27. Gandhi, op. cit., p. 1485-1494.

28. Ibid, p. 1493.

29. Benoit, con Millikan y Hagen, op. cit., p. 244.

30. Terhal, op. cit., p. 1999. E n la India es frecuente que a los altos jefes del ejército, una vez retirados del servicio activo, se les busque empleo como directores de industrias públicas, embajadores o altos funcionarios de la administración. El militar ordinario lo ha pasado mucho peor, y la creación de una nueva fuerza paramilitar destinada a combatir disturbios e insurrecciones locales e integrada por licenciados del ejército ha sido considerada, quizá no del todo cínicamente, como un medio de proporcionar alguna forma de empleo al soldado ordinario después de su licénciamiento. Véase "Police: all for peace", Economic and political weekly, vol. 16, 10 de octubre de 1981, p. 1630.

31. Herbert Wulf, "Dependent militarism in the periphery and possible alternative concepts", en Stephanie G . N e u m a n y Robert E . Harkavy (dirs. publ.), Arms transfers in the modern world, p. 248, Nueva York, Praeger, 1979.

32. David K . Whynes , The economics of third world military expenditures, p. 63, Londres, Macmillan, 1979.

33. Terhal, op. cit., p. 1998. N o queda claro si esta situación persistió en la década de 1970; el estudio de Terhal sólo abarca de 1960 a 1970.

34. A d e m á s de tener un sector de producción bélica mucho menor que la India, Ghana parece disponer de un sector industrial que es mayor en términos relativos. E n 1977, el producto interior bruto de la India fue un 500% mayor que el de Ghana (medido al costo corriente de los factores y traducido en dólares estadounidenses). La industria de fabricación y otras representaron el 25,2% del PIB de la India y el 18,6% del de Ghana, según lo cual el producto industrial de la India fue sólo un 35% mayor que el de Ghana. Datos del Banco Mundial, op. cit., p. 87, 103, 390-393.

35. Michael Moodie, "Defense industries in the Third World: problems and promises", en N e u m a n y Harkavy, op. cit., p. 294-312.

36. Whynes , op. cit., p. 50-53.

37. Por lo que atañe a la India, véase Terhal, op. cit., p. 2000. Sobre Irán, véase Schulz, op. cit., capítulo 3. También en China están mal integrados los sectores industriales militar y civil. Véase John Frankenstein, Chinese defense production (trabajo preparado para la Asamblea de la Asociación de Estudios Internacionales 1982), p. 37-38, Cambridge, Mass. , M I T , marzo de 1982.

38. Thomas W . Graham, India's Military Industrial Research Complex (trabajo preparado para la Asamblea de la Asociación de Estudios

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Gasto militar y desarrollo socioeconómico 103

Internacionales 1982), p. 5, Cambridge, Mass. , M I T , marzo de 1982.

39. Whynes , op. cit., p. 49.

40. Wulf, op. cit., p. 247-251.

41. Graham, op. cit., p. 15, 26, 29-30.

42. Véase Frankenstein, op. cit.

43. Arthur Ewing, "Some recent contributions to the literature on economic development", Journal of modern African studies, vol. 4, 1966, p. 341.

44. Griffin, op. cit.

45. Datos sobre índices de crecimiento facilitados por el Banco Mundial, World Tables 1976, p. 396, Baltimore, Md./Londres, Johns Hopkins University Press, 1976. Patrimonios de las veintidós mayores familias en referencia de Mary Kaldor y Javed Ansari, The political economy of the Bangladesh crisis, p. 9, Brighton, University of Sussex, 1972 (ISIO Occasional Paper n.° 1).

46. Análisis críticos de la política de desarrollo de la República de Corea pueden hallarse en W . Rosenberg, "South Korea: export-led development—sewered and

unsewered", Journal of contemporary Asia, vol. 10, n.° 3,1980, p. 300-308; Gavan McCormack , "The South Korean phenomenon", Australian outlook, vol. 32, diciembre de 1978, p. 262-278; y Samuel P. S. H o , "Rural-urban imbalance in South Korea in the 1970s", Asian survey, vol. 19, julio de 1979, p. 645-659. El subtítulo del artículo de Rosenberg proviene de la estimación del Banco Mundial según la cual, para 1975, sólo disponía de instalaciones de alcantarillado aproximadamente una tercera parte de la población urbana del país.

47. Griffin, op. cit., p. 224.

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Tecnología militar y búsqueda de autosuficiencia: lia India y China

Giri Deshingkaí

Introducción

Las causas de la guerra se esconden en los recovecos de la mente h u m a n a . Sin embargo, los métodos para hacerla y dirigirla pertene­cen al ámbito del cálculo racional. Hasta fe­chas m u y recientes, este cálculo racional toma­ba en cuenta toda la tecnología disponible. Pero con el advenimiento de una tecnolo­gía de inspiración cientí­fica, desarrollada además de un m o d o planificado, se produjo un cambio cualitativo en los m o d o s de hacer la guerra. Y a en la primera guerra m u n ­dial empezó a emplearse a los científicos para que ideasen medios tecnológi­cos con que contrarrestar las armas del enemigo. D e allí a idear armas to­talmente nuevas había un paso m u y corto; en las dos guerras mundiales de este siglo se han visto muchos inventos y contrainventos de esta índole. Es por ello que a la primera guerra mundial se la llamó "la guerra de los químicos" y a la segunda, "la guerra de los físicos."1 Pero todas estas inven­ciones y medidas contraofensivas se daban en el contexto de una guerra en marcha. El periodo inmediatamente posterior a la segun­da guerra mundial presenció otro cambio cualitativo: la "guerra fría" introdujo una

Giri Deshingkar, graduado en estu­dios chinos y japoneses, es decano del | Centro de Estudios sobre las Socie­dades en Desarrollo, Rajpur Road, Nueva Delhi. Es director de China Report (Delhi) y ha publicado traba­jos sobre problemas de seguridad: regional y gîobal.

nueva dimensión en el m o d o de hacer la guerra en tiempo de paz, en la cual la tecnología de inspiración científica combinada con los establecimientos industriales de los adversarios comenzó a inventar, desarrollar y producir en serie los medios de hacer- la guerra.

D o s nuevos conceptos definen este c a m ­bio cualitativo: el concepto de "sistemas de armas" y el sistema de investigación, desa­

rrollo y producción deno­minado follow on (pro­ducción ininterrumpi­da). 2 Los sistemas de armas se entienden c o m o '. una combinación de un arma nueva específica, una plataforma o base ; adecuadas^ y los medios de m a n d o y control co­rrespondientes. Este con­cepto ha llegado a domi­nar la guerra moderna desde la década de 1950. C o m o consecuencia, el soldado heroico del pasa­

do se ha visto substituido en nuestros días por el tecnólogo militar altamente capacitado que se necesita para manejar los sistemas de armas sumamente complejos producidos por el proceso de follow-on. Tan pronto c o m o se concluye el trabajo en un sistema de arma, científicos, tecnólogos e industrias inician in­mediatamente la investigación, desarrollo y producción de otro sistema m á s complejo —y m á s caro. El sistema de follow-on es total-

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mente independiente de cualquier amenaza procedente de cualquier adversario real o imaginario; ha llegado a ser casi totalmente autónomo. Pero puede "venderse" a la opi­nión pública forjando historias y argumentos sobre amenazas, o, cuando hace al caso, simplemente prometiendo varias decenas de miles de empleos lucrativos y la salud general de la economía.

E n otro tiempo solía decirse de los gene­rales que continuaban peleando la última guerra aun después de firmada la paz. Ahora bien, con el advenimiento de los sistemas de armas y el proceso áefollow-on para producir­los, científicos, tecnólogos e industriales están librando ya la guerra futura en tiempo de paz. A decir verdad, es la noción misma de "tiempo de paz" lo que ha cambiado; las sociedades se hallan hoy en un estado de movilización constante, empeñadas en una carrera de armamentos que es tanto cuantita­tiva c o m o cualitativa. Y c o m o de costumbre, la teoría no le va a la zaga a la práctica: toda la espuria doctrina de la "disuasión" no sólo sanciona hoy la carrera armamentista sino que lleva esa carrera a unos extremos que hubie­ran sido inconcebibles en la historia anterior de la humanidad.3

L a militarización científico-tecnológica general de los países industriales marca la pauta para el que hoy llamamos tercer m u n d o . A comienzos del presente siglo, muchos países latinoamericanos contrajeron la fiebre de los acorazados. Luego, cuando tanques y aviones de combate entraron en escena, también esa epidemia se propagó a dichos países. Después de la segunda guerra mundial, las filas engrosa­das del tercer m u n d o se han visto afectadas por virtuales epidemias de fiebre de aviones, de tanques, de misiles y, últimamente, los síntomas iniciales de una fiebre nuclear. E n el proceso se han mantenido en alza constante las cantidades destinadas a la adquisición de armas, y ello en divisas, siempre escasas. Los conflictos entre países del tercer m u n d o han venido incrementándose en número y hacién­dose cada vez m á s sangrientos.4 El desarrollo ha sufrido inevitablemente las consecuencias. Resultado de ello ha sido un aumento del

descontento popular, y esto a su vez ha inducido a algunas élites dirigentes a desatar a las fuerzas armadas contra el pueblo. Es un círculo vicioso de más armas, menos desa­rrollo, m á s disentimiento y, c o m o consecuen­cia, más armas.

Las élites tercermundistas tienen por cos­tumbre culpar a los países industrializados de la carrera armamentista, ascendente y cara, en que se ve involucrado el tercer m u n d o . H a n alegado constantemente en foros m u n ­diales que los países tercermundistas no pue­den desarmarse hasta que los países indus­triales no aborden seriamente el problema de controlar la carrera de armamentos entre ellos mismos y procedan a su propio desarme. H a y mucha verdad objetiva en los argumentos expuestos por los líderes del tercer m u n d o ; en efecto, los Estados industrializados estimulan las transferencias a países tercermundistas de armas siempre nuevas y cada día más caras; la rivalidad generalizada de las superpotências amenaza directamente a algunos países del tercer m u n d o ; exacerban conflictos ya exis­tentes en estos países, y por último, las sociedades multinacionales occidentales y los complejos militar-industriales socialistas fomentan los convenios de producción bajo licencia que sirven para atizar la carrera armamentista entre los países del tercer m u n d o . 5

El argumento que aquí exponemos, no obstante, es que la exportación de la carrera de armamentos por los países industrializados al tercer m u n d o constituye sólo una parte de la verdad. La otra parte es que esta carrera armamentista responde a hechos y cambios que acontecen en las propias sociedades ter­cermundistas y a las relaciones conflictivas entre países del tercer m u n d o . E n suma, si bien hay un factor "impulso", también hay un factor "tracción". Podríamos, realmente, dar un paso más y decir que aun cuando los países industriales suspendieran las exportaciones de armas a países del tercer m u n d o , éstos multi­plicarían los esfuerzos por producirlas nacio­nalmente con o sin colaboración exterior. Esta afirmación se ve avalada por el hecho de que, pese a la estricta prohibición de exporta-

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Tecnología militar y búsqueda de autosuficiencia: la India y China 107

Misiles antitanque instalados en jeeps fabricados en la India. Servido de informaciones de ia india.

ción de materiales y conocimientos técnicos nucleares formulada por el Club de Londres, varios países del tercer m u n d o siguen adelante con sus programas de a r m a m e n t o nuclear.

L a diferencia básica entre los países indus­trializados y los pertenecientes al tercer m u n d o es que , mientras que en los primeros la investigación y desarrollo (I y D ) militar da lugar a u n a carrera de armamentos sin final previsible, en los segundos es la carrera a r m a ­mentista la que promueve la I y D militar. E n este sentido, los estados del tercer m u n d o m á s importantes y m á s desarrollados se encuen­tran en la etapa en que se hallaba Occidente en los primeros decenios de este siglo. Pero también aquí hay diferencias. El Occidente industrial era relativamente rico; el ter­cer m u n d o es desesperadamente pobre. Occi­dente marcaba su propio ritmo; los países tercermundistas se esfuerzan por ponerse al m i s m o nivel que los estados industriales, que siguen en progreso constante. Por estas razo­nes, los países del tercer m u n d o no pueden esperar nunca alcanzar la autosuficiencia mediante la I y D militar si continúan su carrera de armamentos con las armas m á s recientes lanzadas al m e r c a d o internacional.6

Para cuando hayan logrado tener substitutivos

de la importación —con enormes gastos y esfuerzos— estas armas se habrán tornado "obsoletas", ya que el mercado de armas internacional ofrecerá sistemas m u c h o m á s sofisticados, que u n adversario u otro habrá ya adquirido.

H a y dos países en el tercer m u n d o , sin embargo , grandes, m u y poblados y relativa­m e n t e desarrollados, que sí p u e d e n seguir la lógica del Occidente industrial, desplegar u n esfuerzo de investigación y desarrollo militar autosuficiente y comprometerse en una ca­rrera de a r m a m e n t o s un tanto distinta. Son la India y China. Estos dos países presentan algunas similitudes, pero también marcadas diferencias. D e s d e su independencia, obte­nida en 1947, la India ha seguido la n o r m a de importar a r m a m e n t o m o d e r n o mientras q u e simultáneamente ponía a punto substitutivos nacionales mediante contratos bajo licencia e I y D militar nacional. T a m b i é n China siguió el m i s m o camino desde su "liberación" en 1949 hasta 1960 y ha vuelto al m i s m o con algunas reservas desde 1977. Pero entre 1961 y 1976 China t o m ó un derrotero totalmente distinto; durante esos dieciséis años el ' esfuerzo se centró en conseguir la autosuficien­cia total basada en una estrategia radical-

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mente distinta de "guerra popular" y un esfuerzo de investigación y desarrollo militar encaminado a desarrollar una tecnología mili­tar adecuada para China.

Los armamentos y la construcción nacional

L a inmensa mayoría de los países del tercer m u n d o lograron su independiencia durante los decenios posteriores a la segunda guerra m u n ­dial. Sus dirigentes son el nuevo conjunto de élites que substituyeron a las élites tradicio­nales durante la lucha por la independencia contra el poder colonial. L a lucha de las nuevas élites no estaba dirigida contra la cultura extranjera del modernismo introdu­cida por las potencias coloniales; era una lucha por la soberanía política en la que la cultura del modernismo actuaba c o m o un aliado. L a percepción dominante de las nue­vas élites era que sus sociedades habían per­dido su soberanía política c o m o consecuencia de la pretérita debilidad militar. Por eso, en cuanto sus países recuperaron la soberanía política —en Asia fue la debilidad militar de las potencias coloniales la que lo hizo posi­ble— se pusieron a remediar esta deficiencia instituyendo fuerzas armadas según el modelo de sus ex dominadores coloniales.

Al ser modernistas, estas élites asimila­ron el concepto de nación-estado y procedie­ron a la "construcción nacional" conforme a sus dictados. Esto significaba crear un centro político e integrar las diversas comunidades y grupos autónomos que constituían la sociedad tercermundista típica. Los miembros de esas colectividades habían de ser transformados a todo trance en "ciudadanos" leales a la nación con una bandera, una capital, una sola lengua "oficial" y un código jurídico uniforme. Para lograr esta transformación, la administración se centralizó en sus aspectos importantes. L a economía nacional había de integrarse en virtud de una interdependencia deliberada­mente dirigida y manipulada entre las diversas unidades constitutivas del país. Se centralizó la recaudación de impuestos, y la política

presupuestaria se determinó en forma centrali­zada. Por último, se establecieron guarni­ciones militares controladas por el Estado en las distintas regiones c o m o garantía máxima del poder centralizado y contra la amenaza de desintegración.

E n relación con el m u n d o exterior, las nuevas naciones-estados se pusieron inmedia­tamente a transformar las "delimitaciones" vagas en "fronteras" precisas. Todos aquellos que quedaban fuera de dichas "fronteras", con independencia de su etnia, su lengua y su cultura, tan frecuentemente comunes, eran definidos c o m o "extranjeros" y, con ello, como potenciales enemigos. Pero precisa­mente a causa de estas características compar­tidas, estas naciones-estados hubieron de arrostrar situaciones en que se veían agresiva­mente impugnadas por naciones-estados veci­nas, lo que se traducía en tensiones crónicas que exigían el estacionamiento de fuerzas armadas con sofisticados armamentos en un estado de alerta permanente a lo largo de las fronteras. D e esta suerte, desde el m o m e n t o mismo de la independencia, las naciones-estados del tercer m u n d o no sólo se dotaron de fuerzas armadas modernas, sino que, con el fin de contrarrestar las de sus vecinos, entablaron entre ellos mismos una carrera de armamentos en escalada constante.7

Inicialmente, la obtención de armas extranjeras no presentó ningún problema serio. Al concluir la segunda guerra mundial, las grandes potencias disponían, en algunos í países del tercer m u n d o que habían tomado parte en diversas etapas de la contienda, de enormes acopios de armas de las que estaban. deseosas de desprenderse a poco costo o a ninguno. L a guerra fría brindó una justifica­ción más para tales transferencias de arma­mentos: las grandes potencias ofrecían armas como contribución al fortalecimiento de su i propio bando y los países del tercer m u n d o las, aceptaban para su seguridad nacional que algunas veces estaba vinculada a uno de los bloques enfrentados.8

Para asimilar armamentos y equipos, los países del tercer m u n d o se vieron en la(

necesidad de crear un sector auxiliar moderno

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Tecnología militar y búsqueda de autosuficiencia: la India y China 109

L a Academia Militar de Poona en un desfile, H . Burcau/Sygma.

que comprendía carreteras, telecomunicacio­nes, líneas de abastecimiento, instalaciones para reparaciones y centros de adiestramiento i y capacitación. Esto exigió la importación de bienes y servicios industriales no militares, procedentes de las mismas fuentes. La doble dependencia creada de esta suerte no podía tocar nunca a su fin, ya que la "seguridad nacional", en un clima de conflictos irredentis-tas, exigía constantemente armas mas nuevas y logísticas m á s eficientes. Así, cuando la transferencia gratuita de armas y otro mate­rial de guerra llegó a su término, los países receptores del tercer m u n d o acudieron al mercado de armas mundial. Puesto que cada

: nueva generación de armas era m á s sofisticada

que la anterior, se trastornó el ya difícil equilibrio entre adversarios dentro del tercer' m u n d o , intensificándose la carrera a r m a m e n ­tista, tanto cualitativa c o m o cuantitativa­mente.

Es evidente que la carrera de a r m a m e n ­tos del tercer m u n d o ha pagado dividendos a los fabricantes y vendedores de material de guerra de los países desarrollados. Cuanto mayor sea el volumen exportado, m á s bajos resultan el costo unitario de las armas y el gasto en los presupuestos de defensa de los países fabricantes. U n o s mercados de exporta-

, ción seguros también equivalen a una especie de subvención al esfuerzo de investigación y desarrollo en el país productor.9 A d e m á s , a

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110 GM Deshingkar

partir de 1973, las exportaciones de armas han constituido un importante factor para compen­sar el incremento en el coste de la energía decidido por los países de la O P E P y para asegurar un alto nivel de empleo en las economías de los estados industriales castiga­das por la recesión. L a infraestructura insepa­rable de los sistemas de armas también pro­m u e v e otras clases de exportaciones. Por estas razones, los países fabricantes de arma­mentos han adoptado la norma de vender las armas más nuevas y recientes, todavía no integradas completamente en sus propias fuer­zas.10

U n a tendencia en auge en los países del tercer m u n d o , sobre todo en aquellos que disponen de una infraestructura industrial adecuada, es la de fabricar armas bajo licen­cia. El fin declarado de esta alternativa es alcanzar la autosuficiencia en la fabricación de material de defensa. Ahora bien, la experien­cia ha demostrado que la autosuficiencia no puede alcanzarse por este camino. E n primer lugar, los países desarrollados o las sociedades multinacionales suelen mostrarse poco dis­puestos a conceder licencias para la fabrica­ción de sus últimos modelos: éstos tienen que seguir importándose c o m o productos acaba­dos. E n segundo lugar, pocos son los países del tercer m u n d o con capacidad industrial suficiente para emprender la fabricación de productos sofisticados. Y en tercero lugar, el volumen de producción requerido en cual­quier país aislado del tercer m u n d o es d e m a ­siado pequeño para que ésta fuera una propo­sición económicamente viable. A u n así, algu­nos países han emprendido la fabricación de armas con patente extranjera c o m o primer paso para alcanzar la autosuficiencia en un plazo más o menos largo.11 Pero a falta de una base sólida de investigación y desarrollo, la esperanza de la autosuficiencia no llega a cumplirse jamás.

E n los países del tercer m u n d o , las armas modernas se convierten en símbolos de presti­gio; adquieren una importancia que es casi totalmente independiente de sus aplicaciones funcionales. Por algo, en casi todos los países tercermundistas se muestran en los desfiles

con ocasión del día nacional las armas más recientes. Las élites militares siempre buscan estos nuevos símbolos de prestigio, pero jus­tifican la necesidad de tales armas apelando a argumentos c o m o el de mantenerse técnica­mente al día o el de contrarrestar la adquisi­ción ya efectuada o proyectada por parte de un adversario. Las superpotências hablan del "déficit de los misiles"; los países del tercer m u n d o hablan del "déficit" de los aviones, de los barcos, de los tanques.

Los armamentos sofisticados traen con­sigo formas de vida que son "modernas" y "civilizadas" a los ojos de quienes los adquie­ren. Tales formas de vida no sólo separan y aislan a las élites militares del tercer m u n d o del resto de la población, sino que crean la ilusión de que son ellas los agentes de la modernización y la civilización en unas socie­dades por lo demás atrasadas. L a adquisición de armas también brinda oportunidades para la corrupción y para viajar al extranjero. E n una palabra, el "interés nacional", las aspira­ciones de unas minorías y el medro personal se combinan para originar e intensificar la carrera armamentista entre los países del tercer m u n d o .

La fabricación de armas en la India

Al obtener la independiencia en 1947, las nuevas élites dirigentes de la India aceptaron todos los símbolos exteriores de una nación-estado. Las fronteras nacionales cobraron inmediatamente un carácter "sagrado", y cuando en Cachemira fueron impugnadas por la nueva nación-estado de Pakistán, la conse­cuencia fue una guerra que concluyó con la suspensión de las hostilidades, sin vencen-dores ni vencidos; el conflicto continúa sin resolverse. D e los dos adversarios, la India, en virtud de su extenso territorio, numerosa población, recursos económicos y base de investigación y desarrollo, estaba llamada a ser militarmente superior. Por eso, Pakistán acudió a los Estados Unidos en busca de ayuda militar, pasando a ser miembro de los pactos militares patrocinados por la nación

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Tecnología militar y búsqueda de autosuficiencia: la India y China 111

norteamericana. Esto impulsó a la India a igualar las adquisiciones de Pakistán mediante la importación de armamentos del Reino Unido, Francia y los Estados Unidos. D e esta manera, en la década de 1950, se inició entre la India y Pakistán una carrera de armamen­tos que todavía continúa.12

Durante los últimos años del decenio de .1950, entró en conflicto otra sección de la frontera, esta vez entre la India y China. También esto condujo a una guerra, que tampoco resolvió el litigio. Pero en este caso se habían invertido los papeles: era la India la que se veía en situación de inferioridad mili­tar. Por lo tanto, acudió primero a los Estados Unidos en demanda de ayuda militar, pero encontrando la respuesta insuficiente, se diri­gió a la Unión Soviética. El acuerdo de ayuda militar suscrito incluía algunos puntos acerca del material bélico que habría de ser progresi­vamente fabricado en la India con asesora-miento técnico soviético. A mediados de la década de los sesenta, la India comenzó así a competir con China en una carrera de arma­mentos cualitativa, mientras que China pasaba a ser abastecedora de armamentos de Pakistán. Esto intensificó la carrera armamen­tista cuantitativa entre la India y Pakistán, ya que las armas chinas seguían siendo cualitati-

• vãmente inferiores a las armas soviéticas adquiridas por la India.13

Recientemente, la primera ministra india, señora Gandhi, ha hablado de nuevas "amena­zas que vienen del océano",14 en el contexto de la creciente presencia naval de los Estados Unidos y la Unión Soviética en el M a r de Arabia. L a incrementada presencia naval de las superpotências se ha producido a raíz del ingreso de tropas soviéticas en Afganistán; esto, según la Unión Soviética, se tornó necesario debido a las actividades armadas subversivas fomentadas en Afganistán por Pakistán, los Estados Unidos y China. E n suma, la acumulación de armamentos en la India guarda relación, aparentemente al menos, con los acontecimientos militares de Pakistán y China, y éstos, a su vez, están relacionados con hechos ocurridos allende las fronteras de los países referidos, en última

instancia vinculados de una manera o de otra a las superpotências.

Pero existe también otro aspecto distinto, y es que las grandes naciones-estados como la India se han formado una idea de lo que debe ser su papel en la región. Esta idea es totalmente independiente de las "amenazas a la seguridad" planteadas por algún vecino. E n el caso de la India el impulso hacia el logro de la condición de gran potencia habría conti­nuado aun en ausencia de las disputas fronteri­zas con Pakistán y China. Pero en ese caso la justificación específica de la acumulación de armamentos habría sido algo diferente.

Durante la lucha de la India por la independencia, el Maha tma Gandhi sostuvo siempre el ahimsa o principio de no violencia y rechazó categóricamente la lucha armada contra el gobierno imperial británico.1S

Rechazó asimismo la civilización industrial moderna c o m o modelo para la India, pero sus sucesores, tras su muerte en 1948, se empeña­ron en convertir a la India en un estado moderno con fuerzas armadas poderosas, una amplia base científica y tecnológica y comple­jos urbano-industriales en expansión.

A u n así, durante la década de 1950, los líderes que habían medrado a la sombra de Gandhi pusieron toda clase de reparos a la ampliación de las fuerzas armadas más allá de la fuerza existente en 1947. E n realidad, la oposición no se cansó nunca de recordar al gobierno las enseñanzas de Gandhi sobre la no violencia e intentó en vano que se redujera el presupuesto de defensa.16 L a situación económica objetiva tampoco era demasiado favorable. L a base industrial era exigua, la agricultura estaba subdesarrollada, las expor­taciones se hallaban en un bajo nivel y las reservas de divisas acumuladas durante los años de guerra habían bajado rápidamente. A d e m á s , no se advertía ninguna amenaza inminente para la seguridad de la India desde ningún punto de sus fronteras.

Durante la década de los cincuenta, pues, el gasto de defensa se mantuvo a bajo nivel: representó el 1,8% del producto nacional bruto (PNB) desde la independencia hasta 1957, y posteriormente subió a un porcentaje

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de 2,2 a 2,7. La proporción del gasto de defensa pakistaní durante la década de los cincuenta se mantuvo al mismo nivel que el de la India pese al conflicto entre ambos países.17 N o obstante, esta paridad en los porcentajes del P N B puede ser engañosa, porque el P N B de la India era mucho mayor que el de Pakistán y creció al ritmo de un 4,5% anual durante la década de 1950. Así, las cantidades brutas gastadas en defensa por la India eran m u c h o m á s elevadas que las correspondientes de Pakistán.

La comparación resulta también enga­ñosa por otra razón. Después de la partición del subcontinente, la India heredó casi todas las fábricas de material de guerra establecidas por los ingleses. E n 1947, la India tenía en funcionamiento dieciséis de estas fábricas que producían municiones para las diversas armas utilizadas por las fuerzas armadas indias.18

Había además una fábrica en Bangalore —pos­teriormente Hindustan Aeronautics Limi­ted— establecida en 1940 por la firma privada de Walchand Hirachand para el montaje de aviones. L a India disponía también de una base industrial más desarrollada de produc­ción auxiliar para las fuerzas armadas. Pakis­tán no gozaba de ninguna de estas ventajas, pero con su incorporación a los pactos mili­tares C E N T O y S E A T O en 1954 pudo obte­ner gratuitamente de los Estados Unidos armas m u y superiores a las del catálogo indio.

C o m o ya he indicado antes, el papel de la India en la carrera de armamentos ha sido inspirado por dos consideraciones: la persecu­ción de una condición de gran potencia basada en la autosuficiencia y en la capacidad de hacer frente a las amenazas a su seguridad por parte de sus vecinos. Es acaso el primer motivo el que determinó el establecimiento de Bharat Electronics Limited ( B E L ) en 1954, con colaboración técnica de la C S F de Fran­cia. Posteriormente, B E L suscribió contratos de fabricación bajo licencia con otras com­pañías del Reino Unido, la República Federal de Alemania, los Estados Unidos y el Japón para producir una amplia variedad de equipos electrónicos de uso tanto civil como militar.19

Pero la verdadera expansión de la adquisi­

ción de armas en gran escala, así como de la producción nacional con patente extranjera, comenzó en 1956, quizá en respuesta al cre­ciente arsenal de armas perfeccionadas de que disponía Pakistán. Se efectuaron pedidos de tanques Centurión al Reino Unido y de tan­ques A M X a Francia. E n el Reino Unido se compraron bombarderos Canberra y cazas Hunter, y de Francia llegaron aviones M y s ­tère.20 A d e m á s de estas adquisiciones direc­tas, la India suscribió un acuerdo con dos fabricantes británicos, Folland y Bristol-Sidde-ley, en 1956, para la producción bajo licencia del caza a chorro Gnat; las instalaciones se terminaron de construir en 1959 y la produc­ción en serie del avión referido se inició en 1963.21 También en 1956, se inició en la India el diseño de un caza a reacción moderno, el H F - 2 4 Marut, a cargo de un equipo de proyectistas alemanes.22 U n fallo de los ale­manes, no obstante, fue no instruir y capacitar a diseñadores indios, aunque en verdad los ingenieros aeronáuticos indios no eran m u y numerosos. Al principio, el motor, Orpheus 701, se importaba del Reino Unido. Pero el avión no podía ensayarse en la India por falta de instalaciones de túneles aerodinámicos. Por último, el equipo de técnicos alemanes partió de la India dejando el proyecto sin terminar. Durante el mandato de Krishna M e n o n c o m o ministro de Defensa (1957-1962) también se firmaron contratos con M A N , de la República Federal de Alemania, para la producción bajo licencia de jeeps.23 E n 1959, se firmó un contrato similar con Hawker-Siddeley y Rolls Royce, del Reino Unido, para la fabricación del avión de transporte Avro (HS 748). Inicialmente se había proyec­tado una producción de 180 unidades, pero dicho avión no satisfizo las necesidades de la fuerza aérea india. Sólo pudo convencérsele de que adquiriera veintisiete; las Indian Air­lines aceptaron otros catorce. U n índice de compras tan bajo llevaba el costo unitario a niveles m u y elevados.24

Durante los años cincuenta, también la ' marina de guerra india adquirió un portavio-nes: navio inglés reacondicionado al que se bautizó INS Vikrant. Su adquisición no res-

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Central nuclear en Trombay, cerca de Bombay. Henri Cartier-Brcsson.

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pondía a ninguna amenaza naval concreta de un adversario vecino; el extenso litoral de la India y su protección fueron las razones aducidas para justificar ante las fuertes protes­tas de los partidos de la oposición el gasto en que se había incurrido. A u n así, M e n o n siguió adelante con un programa de construcción de fragatas para la marina india. Entre 1958 y 1960 se construyeron ocho fragatas con ayuda tecnológica de los astilleros británicos.23

Krishna M e n o n , en contraste con los ministros de defensa que le habían precedido, tenía la fuerte convicción de que la India tenía que iniciar un programa de autosuficiencia en investigación y desarrollo militar y producción para la defensa. C o m o enviado confidencial de Nehru en el extranjero, M e n o n había tomado conciencia de las presiones a que podía verse sometida la India en materia de transferencia de armas; la autosuficiencia era, pues, la única forma posible de escapar a la manipulación de las grandes potencias. Pero el camino hacia la autosuficiencia no era fácil. El cambio tecnológico de la era de postguerra había sido rapidísimo; el esfuerzo de investiga­ción y desarrollo de la India era harto insig­nificante, mientras que la base industrial también era insuficiente, ya que el desarrollo industrial planificado comenzó recién con el segundo plan quinquenal en 1957. Y , sobre todo, la demanda interior no era lo bastante! fuerte c o m o para permitir la producción nacio­nal de muchos elementos necesarios para la defensa. N o obstante, M e n o n estaba resuelto a emprender un programa de investigación y desarrollo militar y a iniciar la producción de armas bajo licencia c o m o primer paso hacia la autosuficiencia nacional. Para ello contaba con el pleno apoyo del primer ministro Nehru.

D e esta manera, la década de 1960 comenzó con planes de vigorosa expansión de I y D militar, la fabricación con patente extranjera y las compras directas. El presu­puesto para I y D militar se elevó a unos 90 millones de rupias: un 1% del presupuesto general de defensa. E n 1961 se aprobó un proyecto para el diseño y la fabricación de un avión a reacción de entrenamiento, el H J T - 1 6 Kiran. Su motor, el HJE-2500 , también se

diseñaría y se fabricaría en la India.26 El diseño era sencillo y se acomodaba perfecta­mente a las capacidades nacionales. D e ahí que el proyecto resultara un éxito; las entre­gas del Kiran empezaron a efectuarse en 1967.

Cuando estalló la guerra fronteriza sino-india de octubre-noviembre de 1962, muchos de los planes de M e n o n se hallaban todavía en estado de proyecto o tenían retraso. El índice de crecimiento de la economía india había empezado a disminuir, y se registraba una alarmante escasez de divisas. Pero la guerra disolvió toda resistencia al aumento de los gastos de defensa. Casi de la noche a la mañana, el presupuesto de defensa se duplicó con el apoyo entusiasta de los partidos de la oposición en el Parlamento; subió de 3.040 millones de rupias en 1961 a unos 7.300 millones en 1963, o sea de un 1,9% del P N B al 4,6% del mismo. 2 7 A u n q u e se hizo dimitir al propio M e n o n c o m o ministro de Defensa por su supuesta tendencia antiocciden­tal —que había llegado a constituir un obstá­culo en los tratos con Occidente para obtener ayuda en armamentos— se emprendieron con gran premura y se ampliaron los programas para la promoción de I y D militar, fabrica­ción bajo licencia e importaciones de armas.

E n realidad, los reveses sufridos por la India en la guerra fronteriza con China tuvie­ron poco que ver con la calidad o la cantidad de armas y pertrechos del ejército indio,28 ya que, en términos generales, eran por lo menos tan avanzados como los del ejército chino, o incluso superiores. Ninguno de los conten­dientes hizo uso de la fuerza aérea en aquella guerra, ni empleó tanques en medida significa­tiva. Naturalmente, las marinas de los dos adversarios no tuvieron la menor participa­ción. Sin embargo, en la carrera armamentista que esta guerra desencadenó, la India hizo planes para adquirir armas ligeras modernas, aviones m u y perfeccionados, submarinos y buques de superficie modernos y material auxiliar electrónico. -

Antes de la guerra existía un proyecto para fabricar fusiles semiautomáticos, que fue activado y acelerado con la colaboración téc­nica de los Estados Unidos a medida que

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Ubicación de algunas manufacturas de armas y centrales nucleares en la India y China (los nombres que figuran entre paréntesis tienen sólo fines de orientación).

aumentaba la tensión. Estos fusiles, produci­dos en Ishapore, pasaron a ser el arma básica de infantería del ejército indio.29 E n 1963 se crearon otras seis fábricas de material de guerra para producir armas ligeras y muni­ciones, y se proyectaron cuatro m á s . E n éstas se fabricaría el fusil de cerrojo de 7,62 m m , ametralladoras ligeras y municiones. E n dichas fábricas se diseñaría y produciría integral­mente un nuevo cañón de montaña, con el que se equipó a las diez nuevas divisiones de montaña del ejército indio. 30

E n 1963, el gobierno indio puso bajo la jurisdicción del Ministerio de Defensa la Praga Tools Limited ( P T L ) , una empresa del sector público. La P T L contaba con la colaboración del Reino Unido para la producción de máqui­nas-herramientas destinadas a la defensa. E n el m i s m o año se hicieron planes para poner en

marcha un programa de investigación y desa­rrollo para la aviación militar, esencialmente la conversión del H F - 2 4 Marut en u n avión supersónico.31 Para esto la India solicitó al Reino Unido un grupo motopropulsor m á s potente. Se escogió el Orpheus 703, pero la firma británica quería que la India pagase los costos de I y D para el m i s m o . Las negocia-, ciones se prolongaron sin resultados positivos. ; Finalmente, c o m o corolario de negociaciones, paralelas con Egipto, en septiembre de 1964 se firmó un acuerdo para una producción conjunta indo-egipcia: la India construiría el

; fuselaje y Egipto fabricaría el motor . 3 2 Pero este convenio no tardó en anularse cuando Egipto declaró su incompetencia para diseñar y producir el motor. Por último, ya en 1970, se consiguió tener a punto un prototipo H F -24, con motor británico importado, pero se

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estrelló en un vuelo de ensayo y en el acci­dente perdió la vida el mejor piloto de ensayos indio. Algún tiempo después se entre­garon a la fuerza aérea india cuatro aviones m á s , pero no puede decirse que el proyecto fuera un éxito.

E n cambio, la producción del Gnat bajo licencia sí lo fue. Pero el Gnat pertenecía a la generación de los años cincuenta, y la fuerza aérea necesitaba un tipo de avión más avan­zado. E n 1962, se entablaron negociaciones con la Unión Soviética para la importación inicial y la ulterior producción bajo licencia del M i G - 2 1 . 3 3 La fuerza aérea, empero, pre­fería indiscutiblemente los aparatos occidenta­les. Las negociaciones llevadas a cabo durante los dos años siguientes con compañías británi­cas, francesas y norteamericanas no dieron ningún resultado. Sólo pudo concluirse un único acuerdo con Sud-Aviation de Francia para fabricar el helicóptero Alouette bajo licencia. D e suerte que finalmente se aceptó el ofrecimiento soviético en 1964. E n virtud de este acuerdo, en un principio los M i G - 2 1 se importarían, luego se montarían en fábricas indias con piezas soviéticas y finalmente se producirían en la India. Esta producción por etapas se inició en 1965. Se instalaron tres fábricas, la primera en Nasik para los fuse­lajes, la segunda en Koraput para los motores y la tercera en Hyderabad para los compo­nentes electrónicos; se hallaban geográfica­mente m u y distantes por razones de seguri­dad. Las primeras entregas de aviones monta­dos en ellas se realizaron en 1967, y la producción por etapas se ha mantenido desde entonces sin interrupción.34

E n 1969, se constituyó una comisión especial bajo la presidencia del entonces minis­tro de Hacienda, señor Subramanian, para fijar un plan que satisficiese las exigencias de la fuerza aérea a largo plazo. L a comisión recomendó la construcción de un "avión de avanzada tecnología" a partir de un grupo motopropulsor "de probada eficacia".35

Lamentablemente, un grupo motopropulsor, de esa calificación no pudo conseguirse ni entonces ni posteriormente. El M i G y el Gnat ;

siguieron constituyendo la base principal de la

fuerza aérea y las esperanzas puestas en el H F - 2 4 Marut nacional se desvanecieron.

Durante los años sesenta, la India tam­bién compró a la Unión Soviética los tanques T-54 y T-55. Al mismo tiempo, la fabricación bajo licencia del tanque Vijayanta, con la colaboración de Vickers del Reino Unido, se inició en 1967.36 Hacia finales del decenio, alrededor del 70% de los accesorios se fabrica­ban en la India, y para finales de la década de 1970, aproximadamente el 95% de los compo­nentes debían producirse en la industria nacio­nal. Sin embargo, como generalmente sucede con todas las armas complejas fabricadas bajo i licencia, también ésta, al comienzo mismo de su producción en serie, resultó "anticuada". D e esta manera, hacia mitad del decenio de 1970, el ejército indio estaba en busca de un tanque de combate. C o m o la capacidad nacio­nal de I y D era todavía insuficiente, había que elegir entre los que ofrecía el mercado internacional. E n el momento de escribir estas líneas, parece que la opción definitiva se inclinará por el T-72 de la Unión Soviética.

La marina india empezó a plantear su necesidad de submarinos ya en el año I960.37

También necesitaba fragatas modernas. N o se aducían razones específicas, pero es lícito suponer que era una respuesta a la adquisi­ción de naves de esta clase por Pakistán. C o m o de costumbre, las preferencias de la marina india se inclinaban por los buques , occidentales. E n 1964 se iniciaron negocia­ciones con el Reino Unido y los Estados :

Unidos, pero ninguno de estos dos países estaba dispuesto a suministrar submarinos a la India.38 El gobierno indio se vio obligado a acudir a la Unión Soviética, y en 1968 comen­zaron las entregas de submarinos del tipo F . E n esa época también se hizo entrega de un número desconocido de lanchas patrulleras del tipo O S A . E n 1969, se incorporaron a la flota dos destructores, y en 1970 se encarga­ron otros cuatro submarinos de la misma procedencia, con lo que el número total ascendía a siete.39

E n 1965, la India entró en la era de expansión de su flota de superficie. Se firmó un contrato con Vickers y Yarrow del Reino

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Unido para la producción de fragatas de tipo Leander.40 E n 1966 se asentaba la quilla de la primera fragata en los astilleros de Mazagaon Docks, y el resto del pedido total, relativo a seis unidades, se construyó durante la década de los setenta. Helicópteros, dispositivos de lanzamiento y equipos de A S W procedían del Reino Unido.

A d e m á s de estos elementos principales, en 1964 la India firmó contrato para producir bajo licencia el misil Bharat K - 1 3 A Atoll (para el M i G ) , de diseño soviético. N o obs­tante, también se realizaron esfuerzos para lograr la autosuficiencia en el ámbito de los misiles. La investigación y desarrollo para los misiles requeridos por las tres ramas de las fuerzas armadas se encomendó a Bharat Dyna­mics Limited, creada por el Ministerio de Defensa en 1969 con ese fin.41 La producción comenzó en 1971.

Hacia 1969-1970, el gasto en I y D militar ascendía a unos 130 millones de rupias al año, o sea el 2 % del presupuesto de defensa. Los centros de producción militar directamente dependientes del Ministerio de Defensa empleaban aproximadamente, por aquel entonces, a unos 200.000 trabajadores. Pero a pesar de todo este esfuerzo, la meta de la autosuficiencia estaba más alejada que nunca. ; Sólo en el caso de las armas de infantería se habían cumplido los objetivos iniciales. El problema de la producción bajo licencia estri­baba en que se dependía siempre de las decisiones políticas adoptadas por el país concedente. Así, después de la guerra indo-

. pakistaní, los Estados Unidos dieron por con­cluida toda transferencia de armas y de tecno­logía militar a la India y a Pakistán. La India no tuvo otra alternativa que acudir a la Unión Soviética aun cuando las fuerzas armadas indias mostraran una clara predilección por el material bélico occidental. Al parecer, tras haber iniciado negociaciones con la Unión Soviética para la fabricación de armamento bajo licencia, los dirigentes políticos indios comenzaron a abrigar recelos en cuanto a una excesiva dependencia respecto de esa nueva | fuente. Quizá fuera esta la razón de que la India, poco después de la guerra indo-pakis-

taní de 1971, empezara a buscar en Occidente fuentes alternativas de suministro de arma­mento.

El otro gran problema de la producción bajo licencia consistía en su largo periodo de gestación. Por razones obvias, ninguna poten­cia extranjera facilitaba la tecnología militar más reciente. L a propia ubicación geográfica de las fábricas era objeto de tensiones políti­cas nacionales. Se producían frecuentes tras­tornos en el • programa debido a la acción industrial, la ineficiência administrativa, las demoras en la producción de las unidades auxiliares y demás causas. Así, cuando quería; iniciarse la producción en serie, el arma en cuestión ya resultaba anticuada. A d e m á s , las fuerzas armadas exigían unos niveles de cali­dad que las unidades de producción a menudo

• no podían satisfacer.42 D e ahí que ni siquiera i la producción bajo licencia pudiese llevar a la India demasiado lejos en el camino de la autosuficiencia.

Pese a la guerra indo-pakistaní de 1965, los dirigentes políticos de la India veían una mayor amenaza en China, c o m o podemos

: comprobar en el informe anual del Ministerio de Defensa correspondiente a 1967-1968.43 Y sin embargo, la calidad de las armas chinas no igualaba, en términos generales, a la del armamento de que disponía la India. N o obstante, todos los planes de futuras adquisi­ciones siguieron centrándose en armas de gran complejidad. E n el plan quinquenal para la defensa previsto en 1964 se proyectaba la formación de1 cuarenta y cinco escuadrillas dotadas de aviones de avanzada tecnología, la adquisición de submarinos y barcos de superfi­cie modernos y la puesta en marcha de un programa ampliado de investigación y desa­rrollo militar.44

E n 1972 existían ocho empresas públicas, directamente dependientes del Ministerio de , Defensa, dedicadas de lleno a la producción para estos fines: Hindustan Aeronautics, Bha­rat Electronics, Mazagaon Docks, Garden Reach Workshop, G o a Shipyard, Bharat Earth-Movers, Bharat Dynamics y Praga Tools; y además la Heavy Vehicle Factory, de Avadi, que producía el tanque Vijayanta.,

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Había también veintiocho fábricas de muni­ciones diseminadas por todo el territorio nacio­nal;45 cuando la acumulación de materiales estratégicos se estimaba excesiva, dichas fábri­cas pasaban a la producción de artículos para usos civiles.46 C o n excepción de las fábricas de munición citadas, cuyos contratos de cola­boración expiraron en 1965, las otras fábricas emprendieron la producción bajo licencia, en muchos casos con un fuerte componente de importación. La producción bajo licencia no había logrado desarrollar una mínima capaci­dad de diseño. La I y D india sólo logró efectuar algunos ajustes en los diseños extran­jeros.

Los años setenta no aportaron innova­ciones de ningún género en cuanto a armas complejas se refiere. L a fabricación bajo licen­cia de los productos contratados durante la década de 1970 siguió adelante, pero el com­ponente importado de las armas y equipos producidos fue reduciéndose gradualmente. Subsistió, no obstante, el problema de la caída en desuso. Las importaciones de armas continuaron, pues, en gran escala; durante los años setenta la India importó el doble de armas básicas que el resto de los cinco estados subcontinentales juntos,47 principalmente del Reino Unido, la Unión Soviética, Canadá y Francia.

Pero mediada dicha década, las adquisi­ciones de armas de la India habían dejado de estar motivadas por amenazas concretas de algún país vecino. A decir verdad, hacia finales de los años sesenta la marina india pensaba ya en reemplazar a la marina britá­nica tras la retirada de esta última del este de Suez.48 E n una palabra, actualmente el para­digma de acción-reacción de las pasadas déca­das no determina ya la política de adquisición de armamentos.

El programa nuclear de la India es un indicador posible de la nueva forma de pensar que ha venido imponiéndose desde los últimos años sesenta. La investigación sobre energía nuclear se inició con la creación de la Indian Atomic Energy Commission en 1948. El pri­mer reactor, Apsara, comenzó a funcionar en 1956, esencialmente con fines de investigación

(con una potencia de un solo M W T h ) . E n 1960 entró en funcionamiento otro reactor mucho mayor (40 M W T h ) de diseño cana­diense, llamado Cirus. Pero la auténtica inno­vación de investigación y desarrollo llegó en 1961, cuando empezó a prestar servicio un reactor experimental, el Zerlina, más pequeño pero de diseño y fabricación total­mente indios. El esfuerzo de I y D se extendió entonces a los servicios auxiliares. E n 1962 empezó a producirse en Nangal agua pesada, y en 1965 se autorizó una planta de separación de plutonio. U n cuarto reactor experimental entró en "criticidad" en 1972.49 Al mismo tiempo seguían encargándose grandes centra­les nucleares en el extranjero: se emplazaron dos centrales en Tarapur, dos más en Rana Pratap Sagar y otras tantas en Kalpakkam, y se planeó una para Narora, todas con colabo­ración extranjera —principalmente nortea­mericana— y sujetas por ello a inspección, o sea a la obligación de rendir cuentas del plutonio en ellas producido.

La India hizo estallar un artefacto nuclear en 1974, lo que provocó una enorme sorpresa en el m u n d o entero. Oficialmente fue descrita como una "explosión nuclear pacífica". C ó m o y dónde obtuvo la India el plutonio para la explosión sigue siendo hoy un misterio, pero la enérgica condena de Canadá50 induce a sospechar que la fuente probable es el reactor experimental Cirus, que producía entre cuatro y seis kilogramos de plutonio al año. Las consecuencias políti­cas de la explosión fueron inmediatas y serias. Todos los países que habían transferido tecno­logía nuclear a la India exigieron que este país firmara el Tratado de no Proliferación Nuclear. Al no conseguirlo, pretendieron que la India diese "plenas garantías de seguridad". La India rechazó categóricamente ambas opciones. A partir de este momento , los Estados Unidos empezaron a trabajar para, cancelar de manera unilateral el acuerdo indo-norteamericano sobre suministro de uranio enriquecido para las centrales de Tarapur.

Tales reacciones no eran inesperadas. La India tenía ya planeado un programa nuclear autosuficiente. Se proyectó y puso en servicio

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una serie de fábricas de agua pesada. A d e ­más , como la India no era demadiado rica en uranio pero disponía de torio en abundancia, se habían iniciado actividades de investigación y desarrollo para convertir el torio en mate­rial fisionable U-233. El Departamento de Energía Atómica también puso en marcha un programa para el diseño y la construcción de un reactor reproductor de neutrones rápi­dos.51 Pero todos estos programas se han retrasado en forma notable respecto de las fechas de realización que se les habían fijado. N o pudo producirse la cantidad necesaria de agua pesada, de m o d o fue necesario impor­tarla de la Unión Soviética de acuerdo con las garantías prescritas por el O I E A . El procedi­miento de conversión del torio y la I y D para el reactor reproductor de neutrones rápidos no han progresado mucho . N o obstante, la India está resuelta a conseguir la autosuficien­cia en el campo nuclear.52

El afán con que se persigue la auto­suficiencia es evidente asimismo en la investi­gación espacial. La India Space Research Organization ha venido realizando, entre otros proyectos (como por ejemplo los saté­lites experimentales, los satélites para comuni­caciones y la electrónica) los llamados vehícu­los espaciales (SLV). Tras un fracaso inicial, el S L V - 3 , un cohete de combustible sólido diseñado y fabricado en la India fue lanzado con éxito al espacio en julio de 1980.53

Aunque el programa de I y D espacial está consagrado oficialmente a la aplicación pací­fica de la tecnología del espacio, es evidente que los S L V pueden convertirse para usos bélicos tan pronto como se disponga de las cabezas nucleares adecuadas. La India. ha demostrado ya su capacidad para armar un artefacto explosivo nuclear y lanzar un satélite al espacio. La combinación de ambas tecno­logías con el fin de producir un dispositivo nuclear "disuasivo" sólo depende de una deci­sión política. Al negarse a firmar el Tratado de no Proliferación Nuclear y al rechazar las "plenas salvaguardias" y el concepto de zona desnuclearizada para la región del océano Indico, la India mantiene abierta la opción política.

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El esfuerzo de I y D de la India en tecnología nuclear y espacial ha inducido al Pakistán a acelerar un esfuerzo análogo. Esto amenaza con introducir en el subcontinente la carrera armamentista nuclear. Dicha carrera habrá de basarse en I y D exclusivamente local, ya que no cabe esperar colaboración técnica extranjera para ninguna de las partes. E n cambio, la carrera de armas convencio­nales se ha sustentado —y continúa sustentán­dose— en las importaciones directas o la pro­ducción bajo licencia. D e este m o d o , la ca­rrera de armamentos convencionales desatada en el subcontinente subvenciona el esfuerzo de I y D militar de los países desarrollados, que a su vez le da impulso. La I y D militar local sólo contribuye marginalmente a la ca­rrera de armamentos convencionales, pero tiene y tendrá un papel decisivo en la carrera armamentista nuclear.

El dispositivo militar chino

El Partido Comunista Chino ( P C C ) llegó al poder en 1949 después de una prolongada lucha con el ejército japonés en China, así c o m o con las fuerzas armadas de su rival interno, el Kuomintang o Partido Naciona­lista. El concepto de lucha armada era inhe­rente a la ideología marxista-leninista del P C C , y este concepto se vio reforzado por el proceso de la lucha misma, de suerte que,

1 en 1949, el Ejército Popular de Liberación (EPL) se había convertido en un importante "puntal" del estado proletario chino. Era también el instrumento de la lucha de clases ' contra el imperialismo exterior y los reacciona-rios del interior.

El pensamiento marxista-leninista de M a o Zedong que constituía la ideología del P C C sostenía que la lucha de clases en forma de guerras civiles e internacionales era inevi­table hasta que el socialismo obtuviese la victoria en el m u n d o entero. El tipo de guerra que estallara realmente dependería del "equili­brio de fuerzas" en ese m o m e n t o dado.5 4

Durante la década de 1950, la balanza se inclinaba en favor del imperialismo. Por eso la

guerra podía ser impedida o diferida sola­mente mediante la creación de poderío militar en el campo socialista, del que China era miembro. Sin embargo, c o m o el E P L era todavía relativamente débil, China acudió a la Unión Soviética en demanda de apoyo estraté­gico y de tecnología militar. \

La ideología del P C C también sostenía que en cualquier guerra, incluida la nuclear, entre los imperialistas y el pueblo oprimido (renmin), la victoria final del pueblo estaba predeterminada por las leyes de la historia. Por este motivo, los imperialistas no eran más que "tigres de papel" (zhilaohu), feroces de aspecto pero vacíos en su interior.55 Ahora bien, en determinados momentos y lugares, los imperialistas y reaccionarios podían ser más fuertes que el pueblo; así, aunque la i victoria final en la guerra estaba asegurada, podía suceder que el pueblo no ganase todas las batallas. Antes de cada enfrentamiento, era preciso calcular meticulosamente la fuerza del enemigo. Esta actitud dualista frente al enemigo de clase aparece resumida en el aforismo de M a o Zedong: "Estratégicamente, el enemigo merece desprecio, pero táctica­mente debe tomársele en serio".56

El concepto de "victoria final" implicaba! para China que todas las guerras, sin excluir las nucleares, eran meros episodios de una! sola "guerra prolongada". El objeto de la i agresión imperialista no era sólo destruir al; pueblo, sino someterlo a la dominación impe­rialista. Los imperialistas podían utilizar' armas nucleares en un primer ataque, perol

: luego habrían de continuar con una guerra convencional para ocupar territorio con el fin de instaurar un gobierno subordinado al impe­rialismo. Por esta razón, el pueblo debía; adoptar la estrategia de la disuasión de un ataque nuclear creando sus propios armamen-

| tos nucleares y, al mismo tiempo —por si la \ ' disuasión fallara— prepararse para una guerra ; convencional prolongada que diezmase las: agresivas fuerzas del imperialismo.57 E n este esquema no había lugar para la noción de "derrota"; para los chinos, "derrota" signi­ficaba total eliminación del pensamiento del marxismo-leninismo de M a o Zedong en la

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mente h u m a n a , y no meramente pérdida de unas pocas batallas o ni siquiera de un gran número de ellas. Mientras sobreviviera el marxismo, los revolucionarios siempre podrían constituirse en ejércitos y reanudar la lucha armada.

Según la interpretación que dio M a o -Zedong al marxismo-leninismo, el equilibrio de fuerzas internacional se vería alterado por revoluciones dentro de las naciones-estados. Estas revoluciones habrían de ser obra del pueblo de dichos estados; no podrían ser "exportadas" por China, a expensas del E P L . 5 8 El "deber revolucionario" de China consistía en difundir la "verdad universal"; su aplicación a las circunstancias concretas den­tro de cada país se dejaba en manos del pueblo de ese país. El "deber proletario internacionalista" de China también se exten­día a prestar todo el apoyo material que las circunstancias permitiesen, pero no podía ser nunca m á s que marginal. China necesitaba,

• ante todo, reservarse c o m o base revoluciona­ria para la lucha contra el imperialismo a nivel mundial. L a prioridad siguiente consistía en brindar ayuda económica y militar a los países que hubieran logrado el triunfo de la revolu­ción o estuviesen a punto de hacerlo. L a

,' ayuda a los "movimientos de liberación nacio­nal", dondequiera que se produjesen, venía a renglón seguido en la lista de prioridades.

Este esquema ideológico determinó sin lugar a dudas los análisis tanto c o m o las opciones políticas de China en materia de. preparativos militares. Por ejemplo, de 1949. en adelante, China jamás emprendió ni tuvo intención de efectuar una intervención militan en otro país con miras a establecer en él. un gobierno revolucionario. N o ha mantenido tropas ni bases en el extranjero. Intervino en ; la guerra de Corea para proteger al régimen revolucionario ya establecido, pero retiró

! todas sus tropas en 1958. Envió considerable ayuda militar y económica a Viet N a m del Norte, pero no tropas, puesto que los vietna­mitas no las solicitaron. Los "movimientos de liberación nacional" y algunos regímenes nacionalistas en lucha contra el "imperia­lismo" han recibido de China apoyo moral,

pero también alguna ayuda material y militar, en ese orden de importancia.

Los objetivos ideológicos no agotan, empero, la lista de objetivos chinos. China es también una nación-estado que se esfuerza como cualquier otra por alcanzar objetivos nacionales. L a integración de Xinjiang y del Tibet, el deseo de incorporar Taiwan, así como la inviolabilidad atribuida a fronteras y aguas territoriales son prueba de la importan­cia que China concede a los objetivos naciona­les. M u y a m e n u d o éstos se presentan envuel­tos en una retórica ideológica. Los litigios fronterizos sino-soviéticos y sino-vietnamitas han continuado incólumes pese a la circunstan­cia de que las diferencias ideológicas entre China y los otros dos no son ya tan acentua-i das. Pero lo interesante es que los dirigentes chinos se sientan obligados a justificar ideoló­gicamente estos litigios nacionales. L o que significa que la ideología limita a veces los objetivos nacionales.59

E n los regímenes puramente nacionalis­tas, los objetivos militares y políticos frente a otros estados se plantean con arreglo a crite­rios de capacidad. E n lo que al régimen chino se refiere, su comportamiento a lo largo de las tres últimas décadas ha dado muestras de todo lo contrario: doctrina militar y capacidad se i han forjado y desarrollado con arreglo a la : ideología. Así, el arma nuclear estratégica ha sido concebida c o m o un "tigre de papel" destinado a disuadir a los "tigres de papel" de los adversarios; en realidad China no espera utilizarla, salvo c o m o una opción de respuesta o represalia. D e hecho, China está totalmente preparada para la posibilidad de que su disua­sión estratégica falle y no consiga disuadir al enemigo dotado de potencia nuclear. Por eso, las fuerzas convencionales capaces de impedir la ocupación enemiga siguen siendo el ele­mento clave de la doctrina militar china. Estas fuerzas han sido organizadas y pertrechadas para sostener una "guerra popular" defensiva,

'• prolongada y autosuficiente.60

El concepto de "guerra popular" fue promovido por M a o Zedong durante la guerra contra el Japón (1931-1945).61 Es una fór­mula para que el militarmente débil resista al

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enemigo militarmente fuerte, una estrategia que consiste en ahogar a las fuerzas enemigas en un mar de defensores mediante la moviliza­ción total del "pueblo". D e acuerdo con las circunstancias imperantes en las dos últimas décadas, el guión argumentai de una "guerra popular" se desarrollaba m á s o menos del m o d o siguiente: se produce un primer ataque nuclear preventivo contra China. El enemigo invade luego el territorio chino desde todas las direcciones. Los ejércitos en campaña del E P L (yejun) hacen frente a este ataque en las fronteras y dirigen sus propias regiones mili­tares como teatros de operaciones más o menos independientes, puesto que es posible que no exista ya un gobierno central. Si el enemigo penetra más hacia el interior, le combaten los ejércitos provinciales de los distritos militares. Estos cuentan con el apoyo del inmenso océano que es la milicia popular, adiestrada para defender el terreno palmo a palmo, hostigando al enemigo, cortando sus líneas de aprovisionamiento, facilitando infor­mación sobre sus movimientos, tendiendo. emboscadas y combatiéndole en general mediante una guerra de guerrillas extraordina­riamente móvil.62

El concepto de "guerra popular" fue ;

ideado para su aplicación exclusiva en territo­rio chino. Por eso los ejércitos provinciales y la milicia popular se organizaron y pertrecha­ron para operar sólo en sus propias regiones. La "guerra popular" exigía un alto grado de descentralización política, económica y mili­tar, así como un alto nivel de adoctrinamiento ideológico. Se basaba en la primacía del hombre, siendo las armas de importancia secundaria. La autosuficiencia se hallaba ase­gurada merced a la diseminación de la indus­tria, la planificación regional autónoma y la iniciativa e innovación popular.63

Durante la guerra contra Japón, los ejér­citos del P C C combatieron con "mijo y fusi­les". E n cuanto a fusiles, dependían casi por completo de las armas tomadas al enemigo, aunque se estimulaba al pueblo a fabricar armas de fuego y municiones primitivas con los recursos disponibles. Durante la guerra civil (1946-1949) el E P L tomó al Kuomin­

tang enormes cantidades de armas modernas (incluidos tanques, artillería pesada y aviones) y aprendió a manejarlas. Posteriormente, durante la guerra de Corea (1949-1953), China compró armamento soviético.

E n todos estos casos, las fuerzas chinas obtuvieron victorias combatiendo con armas m u y inferiores a las del enemigo. A ello se debe que M a o Zedong y el P C C no considera­ran a las armas c o m o un factor decisivo en la guerra. N o obstante, durante la guerra de Corea (la primera librada por el E P L en territorio extranjero), algunos jefes militares, en parte por su experiencia con armas america­nas complejas y en parte por influencia de sus asesores soviéticos, concibieron un "punto de vista militar" que destacaba la primacía de las armas en el combate. Varios dirigentes del partido también acabaron por adoptar este punto de vista. C o m o consecuencia, aun des­pués de terminada la guerra de Corea, China

| continuó importando armas modernas de la | Unión Soviética, única fuente de aprovisiona­miento con que contaba en aquel entonces.

Aunque China y la Unión Soviética eran aliados militares, los dirigentes chinos advirtie-i ron las presiones soviéticas con respecto a diversas cuestiones bilaterales. Para sos­layar dichas presiones, los chinos decidieron emprender la producción de armas soviéticas bajo licencia c o m o primer paso hacia una autosuficiencia total. E n realidad, hacia media­dos de los años treinta los japoneses ya habían instalado talleres de montaje para tanques y aviones en el nordeste de China (Manchuria). Pero la Unión Soviética los desmanteló y se los llevó después de 1945. Los japoneses '• habían instalado también fábricas de armas; ligeras basadas en diseños alemanes, pero con materias primas locales. Había varias fábricas de armas y municiones más , establecidas por el gobierno del Kuomintang, pero fueron trasladadas a la provincia sudoccidental de Sichuan durante la guerra contra el Japón.64

Estos establecimientos habían logrado crear una reserva de m a n o de obra capacitada. Así, a pesar de las destrucciones de la guerra y del retiro de los soviéticos, las provincias de Manchuria y de Sichuan ofrecían las bases;

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para reanudar la producción de armas en! China. Otros dos centros industriales de pre- [ guerra, Shanghai y W u h a n , fueron también designados por el nuevo gobierno chino para establecer fábricas de armamento después de 1949.

N o es mucho lo que se sabe acerca de las transferencias de armas y de tecnología mili­tar de la Unión Soviética a China. Pero durante los años cincuenta se transfirieron masivamente a China los diseños y la tecno-; logia para la fabricación de artillería pesada,! cohetes, tanques T-59, transportes blindados; de personal (APCs) , camiones pesados, mate­rial de comunicaciones para el ejército y aviones M i G - 1 5 y M i G - 1 9 , bombarderos T u -16, helicópteros, aviones de transporte, equi­pos de radar, barcos de superficie (corbetas, fragatas, dragaminas y destructores), submari­nos y lanchas patrulleras, junto con muni­ciones y otros pertrechos para la fuerza aérea y la marina recién creadas. Es razonable: suponer que China empezó con el montaje de armas a partir de las piezas y elementos suministrados por la Unión Soviética. Pero, esta fase debió durar m u y poco tiempo. El extraordinario número de "expertos" soviéti­cos (estimado en unos treinta para todas las áreas) enviado a China entre 1955 y 1960 parece indicar que China acometió un pro­grama de máxima urgencia y prioridad para la fabricación nacional de armas.65 Los proble­m a s políticos e ideológicos entre China y la Unión Soviética surgieron con fuerza inopi­nada casi desde el inicio de las transferencias de tecnología militar. Estas diferencias se agudizaron m u y pronto y, hacia finales de los años sesenta, todos los expertos soviéti­cos fueron retirados de China y se llevaron incluso los planos de los proyectos. Así y todo, a comienzos de los años sesenta, los chinos dominaban ya en términos generales la tecnología para producir las armas y equipos mencionados. Esto demuestra que a China le llevó sólo unos cinco años levantar una indus­tria de armamentos completa; hacia el final de ese periodo la producción era íntegramente local.

Aunque nada se sabe sobre el programa

de I y D militar chino, puede deducirse, dada la importancia que los dirigentes chinos asigna­ban a la autosuficiencia y la modernización, que el plan decenal de ciencia y tecnología de gran alcance iniciado en 1956 tenía un fuerte componente de I y D militar. Es m u y proba­ble, sin embargo, que ese esfuerzo se concen­trara no tanto en el diseño de nuevas armas como en el desarrollo de ramas auxiliares de la tecnología, por ejemplo la metalurgia, la química, las máquinas-herramientas, los explo­sivos, la electrónica, etc. También es posible que los científicos y técnicos chinos consiguie­ran modificar algunos de los diseños soviéticos para que se ajustaran a las necesidades y condiciones chinas.

El retiro de toda la ayuda técnica sovié­tica en 1960 fue un rudo golpe para China. Pero c o m o no hay mal que por bien no venga, también favoreció a China, obligándola a recurrir a sus propias fuerzas y a esforzarse por alcanzar la autosuficiencia total en mate­ria de tecnología militar. Se abandonó elj anterior plan de ciencia y tecnología, y en I 1961 se puso en marcha un nuevo plan de I y :

D de ocho años.66 E n este plan se daba preferencia a la electrónica, la telemetría, las computadoras y la petroquímica. Simultánea­mente con la nueva formulación del plan de I y D , el gobierno chino ordenó una dispersión de las "fábricas de material bélico vital", alejándolas de la costa que está frente a Taiwan y de las dos provincias de Manchuria y :

Xinjiang fronterizas con la Unión Soviética. Dispersión no significaba sólo el total traslado de las fábricas existentes: todas las nuevas fábricas habrían de construirse en el interior. D e acuerdo con estas directivas, se construye-: ron más de cien fábricas de armamento en torno a Chengdu, Lanchou y Kunming. Se estimó que en 1975 China contaría con unas cuatrocientas plantas de producción para la defensa en pleno funcionamiento, aunque sólo ciento sesenta se designaban oficialmente como fábricas de material de guerra; las demás producían elementos relacionados con la defensa, c o m o material electrónico.67

Durante los años sesenta, el programa de I y D militar se llevó adelante con gran vigor;

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Patrullero chino de 200 toneladas de desplazamiento, que puede alcanzar una velocidad máxima de unos 30 nudos, similar a las naves soviéticas de tipo Osa. Tiene un armamento de cuatro misiles de crucero mar-mar y de dos cañones gemelos dirigidos por radar. Camera Press.

en general, se desarrolló al margen de los disturbios de la revolución cultural.68 Dicho programa consiguió salvar y superar las lagu­nas dejadas por el retiro de la ayuda tecnoló­gica soviética. Algunos proyectos a medio concluir fueron terminados con gran habilidad e ingenio. A l no disponer de los diseños y la tecnología indispensables para desarrollar armas nuevas, China optó por la producción en gran escala de los diseños disponibles. Así, a lo largo de la década de 1960, China projujo, por citar sólo algunos sistemas de armas importantes, cazas M i G - 1 9 , bombarde­ros Tu-16 , tanques T-59 (versión modificada del T-54 soviético), tanques T-62 (versión reducida del T-59) , artillería y morteros de diversos calibres, cañones y misiles antiaé­reos, S A - 2 , misiles "dirigidos", submarinos de los tipos R y W , y una extensa variedad de barcos de superficie, todo ello en grandes cantidades. L a producción de muchas de estas

armas fue lo suficientemente grande c o m o para permitir a China exportarlas —gratis— en cantidades significativas a Albania, Viet N a m del Norte, República Popular de Corea y Pakistán.69

Se registraron algunos éxitos en el diseño y fabricación de nuevas armas y equipos, aunque algunos no pasaron de la fase de fabricación experimental. El esfuerzo de I y D chino se concentró en un nuevo avión de combate, el llamado F-9 , 7 0 pero el diseño de un grupo mòtopropulsor adecuado tropezó con difíciles problemas que, a la hora de escribir estas líneas, todavía no han podido superarse mediante el solo esfuerzo nacional. Se alcanzaron, en cambio, éxitos m u y nota­bles en el diseño y producción de buques para la marina.71 El mayor éxito de China en la fabricación de armas convencionales se hizo patente sobre todo en la enorme variedad de naves de pequeñas dimensiones (lanchas

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patrulleras, aerodeslizadores, hidroaviones, lanchas torpederas, etc.) armadas con misiles mar-mar . 7 2

China también realizó grandes progresos en el diseño y perfeccionamiento de material electrónico.73 Durante los últimos años i sesenta, China empezó a hacer un mayor uso de dispositivos de estado sólido en las transmi­siones. Empezaron a emplearse computado­ras para control de tiro y análisis del blanco, i A mediados de los años setenta, se informó que China disponía de tres mil plantas de producción de componentes electrónicos. E n 1972, se puso a punto en Shanghai la primera computadora de la tercera generación con empleo de circuitos integrados; el diseño y producción de computadoras se había iniciado en 1958 y continuó vigorosamente durante la los años sesenta. E n el decenio de 1970 se aceleró, y cada año, con excepción de 1975, se pusieron en funcionamiento por lo menos

, cuatro modelos nuevos para investigación civil y producción industrial. Se desconocen por ahora el número y los tipos de modelos empleados para fines militares.74

E n las décadas de 1960 y 1970, circularon en el extranjero varios informes según los cuales China estaba considerando activa­mente la importación de armas complejas de países occidentales y del Japón..Sin embargo, no se importó en realidad ninguna clase de armas, excepto algunos misiles tipo T O W . China ha importado alguna tecnología extran­jera —camiones Berlitz de Francia, aviones Trident y el motor Rolls Royce Spey del Reino Unido, y la computadora Cyber 172 de los Estados Unidos— que puede utilizarse con fines militares, pero hasta la fecha no se sabe nada de aplicaciones de este tipo.75

Todo esto es m u c h o más notable si tene­m o s en cuenta que, desde la muerte de M a o Zedong en 1976, la doctrina militar china ha abandonado su concepto dominante de pri­macía del hombre sobre las armas. La nueva línea militar acentúa hoy la importancia de las armas complejas, de la capacitación y las técnicas.7* Y a no se opone a la importación de tecnología, incluida la tecnología militar. N o obstante, el régimen que ha sucedido a

M a o ha sido incapaz de introducir cambios básicos en las doctrinas estratégica y política, en la organización militar y en la combinación de los sistemas de armas, porque, según se dice, los actuales mandos del E P L se resisten, a tales cambios. Si la nueva "línea militar" se impone, dará una nueva orientación al esfuerzo de I y D militar chino y determinará una nueva combinación de armas. Dicha com­binación tendrá que ser la apropiada para un ejército profesional comprometido en una guerra corriente, no para un ejército revolu­cionario empeñado en una "guerra popular". E n este sentido, el desarrollo de la I y D militar china durante las dos décadas que quedan del siglo puede hacer de este país una superpotência, expandiendo y complicando la carrera armamentista mundial.

C o m o en el caso de la India, en China la I y D nuclear se ha basado casi enteramente en el esfuerzo nacional. La investigación nuclear se inició a mediados de los años cincuenta en parte merced a la concentración de esfuerzos de científicos chinos formados en el extran­jero, en parte con la cooperación científica y tecnológica soviética. Entre 1954 y 1958, China firmó seis acuerdos sobre ciencia y tecnología militar con la Unión Soviética. D e ellos, los firmados en abril de 1955, marzo de 1956 y octubre de 1957 guardaban relación específica con la tecnología nuclear; el último de los tres preveía incluso la transferencia a China de una b o m b a atómica.77 Pero en virtud de un arreglo soviético-americano, y por causa también de la ya iniciada disputa sino-soviética, la Unión Soviética anuló dicho convenio. Esto fortaleció la resolución china de crear una tecnología nuclear totalmente autosuficiente, aunque para ello tuvieran que "andar en harapos". Pese a la situación económica sumamente adversa de los años 1959-1961 (empeorada con el retiro de la ayuda soviética), los programas de I y D nuclear se llevaron adelante con suma rapi­dez. La primera b o m b a atómica china, com­puesta con uranio enriquecido, una tecnología difícil, se detonó en 1964. Al cabo de un par de años, se conseguía la explosión de una bomba de hidrógeno. Entre 1964 y 1978,

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China llevó a cabo veinticinco ensayos nuclea­res con potencias que oscilaban entre 20 kilotones y 4 megatones. Cada nueva experi­mentación representaba un nuevo adelanto en términos de mayor potencia, densidad, aisla- i miento térmico de la cabeza nuclear, etc. Pero con cada una de estas pruebas, China publi­caba también una declaración diciendo que jamás iniciaría un ataque nuclear contra ningún otro país.78

Paralelamente al desarrollo de las armas nucleares, otra corriente de I y D militar china se concentró en los misiles que habrían de llevar las cabezas nucleares contra los blancos enemigos. La tecnología básica de los misiles, principalmente de los cohetes antiaé­reos, vino probablemente de la Unión Sovié­tica. Pero el programa de I y D chino aspiraba a diseñar cohetes de varios cuerpos que lleva­sen las cabezas nucleares a blancos distantes. Dicha misión se encomendó al Instituto de Tecnología del Espacio, creado en 1966.79 El éxito en el diseño y producción de estos cohetes quedó demostrado ya que China puso ' en órbita ocho satélites entre 1970 y 1979; el peso de dichos satélites oscilaba entre 173 y 3.600 kilogramos.80 Se consiguió hacer regre­sar a la tierra tres de ellos, lo cual demostró también que China había resuelto el problema del reingreso en la atmósfera para sus cabezas de combate. Finalmente, se aunaron los diver­sos programas de I y D que venían funcio­nando por separado, y China probó con éxito tres misiles balísticos de alcance medio ( I R B M ) en 1979 y un misil balístico interconti­nental en el Pacífico, en 1980. Las fuerzas de misiles nucleares operan bajo el mando de la segunda división de artillería del E P L . 8 1

El plan de ciencia y tecnología de ocho años actualmente en curso (1978-1985) con­cede prioridad a las computadoras, los láser y la tecnología espacial. Cabe suponer que, además de este plan, existen programas de I y D militar para misiles nucleares, satélites militares, así como para armas y pertrechos convencionales, como tanques de combate, sonar, proyectiles antitanque, radar de detec­ción lejana, guerra antisubmarina y, sobre todo, aviones de combate modernos. H e soste-

jnido en otro trabajo que, pese a los persis­tentes informes publicados en la prensa extran­jera, es poco probable que China proyecte la creación de una fuerza nuclear disuasiva de base marítima o la construcción de portavio-nes.82

E n suma, el programa de I y D militar de China ha sido concebido no tanto para compe­tir con sus adversarios c o m o para servir a una estrategia defensiva general de "guerra popu­lar". Durante los tres últimos decenios, los chinos han llevado a cabo su producción de defensa a partir de cuatro conceptos relaciona-. dos entre sí. El primero es la autosuficiencia no sólo frente al m u n d o exterior, sino tam­bién la autosuficiencia regional dentro de China. El segundo es un "programa de produc­ción con doble finalidad": las instalaciones para producción civil se planean sin perder de vista los objetivos bélicos y las fábricas de

I material bélico también tienen a cargo produc-: ción civil; en realidad, el E P L está concebido :

c o m o una fuerza en que la capacidad de combatir se integra con la de producir. E n tercer lugar, la I y D y la producción industrial civil se toman c o m o base para la I y D y la producción militar; la I y D y la producción militar son un subproducto (spin off) del sector civil.83 Y por último, China aspira a una tecnología militar "adecuada": adecuada a su estrategia global, antes que supeditada a las armas de sus adversarios. Cabe señalar, no obstante, que el actual pensamiento militar tiende a apartarse de estos conceptos.

Conclusión

La India y China mantienen la aspiración común de alcanzar la autosuficiencia en arma­mento por medio de la I y D nacional; ambos países desean escapar a las presiones políticas y económicas a las que obliga la dependencia de armamentos extranjeros. Pero representan modelos distintos en cuanto al m o d o de alcan­zar la autosuficiencia. La India inició su pro­grama de I y D militar como consecuencia de la carrera armamentista primero con Pakistán y posteriormente con China. Por eso su

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empeño se centraba en igualar tanto en cali­dad c o m o en cantidad las armas norteamerica­nas adquiridas por Pakistán. Luego, cuando la India advirtió que China amenazaba su seguri- : dad, esta "amenaza desde dos frentes" la indujo a acrecentar sus fuerzas armadas y a equiparlas con todas aquellas armas modernas que la Unión Soviética estuviese dispuesta a suministrar. La "amenaza desde dos frentes" dio paso poco a poco a la noción de que la India debe desempeñar un papel c o m o poten­cia regional. La necesidad de autosuficiencia se tornó entonces todavía más urgente. Sin embargo, pese a los enérgicos esfuerzos reali­zados en ese sentido, el programa de I y D militar indio no acertó a diseñar y fabricar armamento moderno, salvo algunas armas ligeras de infantería. D e ahí que la India se viese forzada a acudir a la fabricación de armas y equipos bajo licencia. Este esfuerzo sólo tuvo un éxito parcial, porque cuando finalmente se conseguía una licencia y las fábricas de armamento iniciaban la produc­ción, ya los diseños resultaban anticuados. Las importaciones directas de armas eran por consiguiente inevitables, y el objetivo de la autosuficiencia ha ido aplazándose más y m á s , de m o d o que la acumulación de armamentos sigue todavía hoy dependiendo de la tecno­logía importada. M a y o r éxito han tenido los programas nuclear y espacial de la India, pues se ha logrado detonar un artefacto nuclear y lanzar un vehículo espacial de varios cuerpos, ambos de diseño y fabricación totalmente nacional. Es precisamente esta corriente de I y D nuclear y espacial la que con toda probabilidad puede iniciar una carrera arma­mentista nuclear con Pakistán. H a y ya varios informes según los cuales Pakistán está enca­minando sus actividades a la consecución de una capacidad nuclear.84

China, después de pasar por una breve etapa de importaciones directas y fabricación bajo licencia, puso en marcha un programa de ' autosuficiencia total c o m o parte integrante de una doctrina general de "guerra popular" respaldada por una fuerza de disuasión nuclear estratégica mínima. A finales de los años cincuenta, la base tecnológica de China

era aún m á s deficiente que la de la India; resultaba imposible que la I y D militar china intentara siquiera diseñar y producir armas, ni convencionales ni nucleares. D e ahí que los chinos decidieran concentrar sus mayores esfuerzos en desarrollar una fuerza disuasiva militar estratégica, pero no táctica. E n el ámbito. de las armas convencionales, China optó por la fabricación de modelos soviéticos de los años cincuenta, que eran los que tenía a su disposición. E n virtud de la ley de la "dialéctica", la cantidad iba a transformarse en calidad. China no trataba de igualar las armas de ninguno de sus rivales. E n este sentido no entabló una carrera armamentista con sus adversarios sino que se limitó a tomar nota de la amenaza planteada por sus arma­mentos. El concepto de "mijo más fusiles", es decir, resistir al enemigo en el propio suelo ¡ nacional con armas sencillas, continuó domi-; nando el pensamiento militar chino hasta m u y entrada la década de 1970. A ello se debe el ¡ programa en gran escala de "excavar túneles profundos" y "almacenar grano en todas par­tes".85

Sin embargo, actualmente hay indicios de que el pensamiento militar chino está experi-: mentando un cambio. E n el futuro, es posible que China se vuelva hacia los países de la O T A N en demanda de armas modernas o de fabricación bajo licencia. La otra posibilidad es que China emule la política de Stalin en la Unión Soviética y ponga en marcha un pro­grama intensivo y prioritario de I y D militar para alcanzar la autosuficiencia en la produc­ción de armamentos. H o y en día, ninguna de ambas cosas parece probable; a la defensa nacional se le ha asignado en las "cuatro modernizaciones" el tercer puesto en la escala de prioridades: después de la agricultura y de la industria. El presupuesto de defensa se ha visto reducido igualmente durante dos años consecutivos. N o obstante, las directivas políti­cas chinas han venido cambiando tan rápida­mente desde 1976 que no pueden descartarse nuevos cambios que empujen a China hacia la carrera de armamentos.

Si China acomete realmente la tarea de acrecentar la potencia de sus arsenales mili-

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tares con ayuda de tecnología extranjera, habrá tomado el camino de la India, y, a decir verdad, el seguido por casi todos los demás países del tercer m u n d o . E n eso precisa-, mente radica el mayor empobrecimiento de unas sociedades que ya eran pobres y la exacerbación de los conflictos existentes entre los países tercermundistas. Durante un par de décadas, China parecía encaminarse hacia una posible salida de la carrera armamentista sin comprometer la seguridad nacional. Pero ese destello de esperanza está hoy desvanecién­dose.

Nuestra única esperanza para el mañana es que la carrera armamentista en el tercer m u n d o caiga por su propio peso. D e conti­nuar, las tendencias actuales, que en realidad podrían cobrar mayor impulso aún, no podrán menos que provocar una crisis del sistema. Tres tipos de situaciones convergen para pro­ducir la referida crisis. E n primer lugar, el

costo de los armamentos aumenta a un ritmo galopante; los países del tercer m u n d o , con excepción de los de la O P E P , se ven cada vez en mayores apuros para pagar la importación de armas, aun en los niveles actuales, con lo que obtienen de sus exportaciones. E n segundo lugar, las armas adquiridas para contrarrestar las que posee un bando pueden ser obtenidas por el otro bando en un breve lapso. D e esta manera, el mantenimiento de la superioridad se convierte en un proceso continuo, interminable, que contribuye a agra­var la carga financiera. E n tercer lugar, la acumulación de armas puede por sí sola ser causa de una guerra, lo cual contribuye a fomentar este círculo vicioso. Tal vez estas tres crisis juntas conmuevan a las élites diri­gentes tercermundistas y las induzcan a tomar medidas correctoras.

Traducido del inglés

Notas

1. John Ziman, The force of knowledge, p. 302-335, Cambridge, 1976.

2. Mary Kaldor, The baroque arsenal, Londres, 1981.

3. Para un tratamiento m u y amplio del tema, véase Raimo Väyrynen, "Military R & D as an aspect of the arms race", Current research on peace and violence, n.° 3-4, 1978, p. 177-190.

4. U n examen extenso de tales conflictos se encuentra en Milton Leitenberg y otros, " A survey of studies of post W . W II Wars, conflicts and military coups", introducción al Simposio armamentos, tensiones y guerras, 1977.

5. La literatura que sostiene este argumento es demasiado extensa para citarla en su totalidad. Pordar unas pocas muestras, véase Robin Luckham, "Militarism: arms and the internationalization of capital", Institute of Development Studies bulletin, vol. 8, n.° 3, 1977, p. 38-50;

: Sunil K . D h a w a n y Nitish D e , "Arms and aid: an exercise in hegemony versus development", Human futures, invierno de 1978, p. 1-19; Eqbal A h m e d , "The arms habit", The New York Times, 15 de abril de 1979; Raymond Hutchins, "Soviet arms exports to the Third World: a pattern and its implications", The world today, vol. 30, n.° 10, 1978, p. 378-389.

6. U n grupo de países de Asia occidental realizaron un intento semejante, pero a pesar de que disponían de fondos casi ilimitados no tuvieron éxito. Véase Raimo Väyrynen, "The Arab organization of industrialization: a case study in the multinational production of arms", Current research on peace and violence, vol. 2, 1979, p. 66-79.

7. H e debatido ampliamente este punto en mi "The arms race: a perspective on Asia", Alternatives, vol. V , 1979-1980, p. 253-273.

8. Para una análisis circunstanciado de este punto, véase mi trabajo The politics of international arms transfers,

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ponencia preparada para el Seminario sobre Política de las Relaciones Económicas Internacionales, Nueva Delhi,

'octubre de 1979 (en prensa).

9. Según estimaciones de la Organización para el Control de Armamentos y Desarme de los Estados Unidos correspondientes a 1978, los Estados Unidos exportaron armas por valor de 6.700 millones de dólares sobre un presupuesto de defensa total de 120.000 millones, y la Unión Soviética exportó por valor de 7.100 millones de dólares sobre un presupuesto de defensa de 153.000 millones. El total de ventas de armas a países del tercer m u n d o ascendió a 13.000 millones de dólares. Durante la década de 1970, las importaciones de armas se multiplicaron, en Africa, ¡por 21! Véase Ta Kung Pao (Hong Kong) , enero de 1981, p. 13.

10. Por ejemplo, los Estados Unidos vendían aviones tipo

' F-15 y F-16 áTlráñ en la época del Shah, y actualmente (abril de 1981) están considerando su venta a Pakistán. También la Unión Soviética ha aceptado suministrar a la India aviones de casa M i G - 2 5 , y Francia está negociando activamente con este país para la venta de aviones Mirage-2000. Véase The Indian express, (Nueva Delhi), 11 de abril de 1981, y Subhash Chakravarti, "Review of defence profile under way", The times of India, 25 de mayo de 1981.

11. Para un repaso detallado de la industria aeronáutica brasileña, véase Raimo Väyrynen, "Industrialization, economic development and the world military order", Industry 2000 - new perspectives, p. 409-508, Viena, U N I D O , 1980 (Collected background papers, 6).

12. La argumentación justificativa de esta acción-reacción ha sido expuesta con gran regularidad en los informes anuales de los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores indios desde mediados de la década de 1950. E n cuanto a declaraciones más recientes, véanse los informes sobre el debate del presupuesto de defensa indio en el número de The times of India del 10 de abril de 1981.

13. Es interesante observar que Pakistán no ha hecho un uso generalizado de armas chinas en ninguno de sus conflictos armados con la India.

14. Declaraciones de esta índole han sido demasiado numerosas para citarlas todas. Véase, como muestra, The statesman (Nueva Delhi), 10 de abril de 1981.

15. Gandhi adoptó esta postura ya en 1909 y la mantuvo toda su vida. Véase su Hind Swaraj, p. 63-67 Ahmedabad, 1922 (en gujarati), p. 63-67.

16. Tales exigencias fueron una característica repetida año tras año cada vez que el presupuesto de defensa se debatió en el Parlamento Indio durante la década de los años cincuenta. Para una visión general de tales debates, consúltese Lorne J. Kavic, India's quest for security: defense policies 1947-1965, Berkeley, 1967,

17. Véase Raju C . Thomas, Defense of India: a budgetary perspective of strategy and politics, p. 2j:56, Nueva Delhi, 1978.

18. Véase Thomas, op. cit., p. 126-140.

19. Ibid., p. 158-163.

20. Ibid., 103-107.

21. Ibid.

22. S. S. Khera, India's defence problem, p. 354, Nueva Delhi, 1968.

23. Thomas, op. cit., p. 174-200.

24. Khera, op. cit.

25. K . Subramaniam, Perspectives in Indian defence, p. 46-47, Nueva Delhi, 1972.

26. Thomas, op. cit., p. 174-200.

27. Véase el cuadro inserto en el Institute for Defense Studies and Analysis journal, vol. IV, n.° 4, 1970-1971, p. 434.

28. Para una crónica pormenorizada de esta guerra, véase Lt. Col. J. R . Saigal, The unfought war of 1962, Nueva Delhi, 1979.

29. Subramaniam, op. cit., p. 77-78.

30. Harish Sarin, "Defence production" Defence of India, (Nueva Delhi), vol. VI , n.° I, 1961, p. 4446 .

31. Thomas, op. cit., p. 158-163.

32. El gasto I y D en el H F - 2 4 Marut aumentó de 10 millones a 400 millones de rupias. Véase Subramaniam, op. cit., p. 47.

33. The Hindustan times, 7 de abril de 1968.

34. Thomas, op. cit.,. p. 174-176.

35. World armaments and disarmanent SIPRI year book, 1980, Estocolmo, 1980, p. 144-145. (En adelante SIPRI year Book.)

36. Thomas, op. cit., 174-200.

37. SIPRI year book, op. cit., p. 144-145.

38. The times of India, 30 de abril de 1963.

39. Thomas, op. cit., p. 210.

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40. The national herald (Nueva Delhi), 7 de julio de 1968; Hindu (Madras), 19 de febrero de 1969; The times of India, 15 de mayo de 1970.

41. SIPRI year book, 1975, p. 209.

42. Thomas , op. cit., p. 164-166.

43. Ministerio de Defensa (Gobierno de la India), Annual report, 1967-1968, p. 1.

44. La partida presupuestaria para I y D se duplicó entre 1963-1964 y 1969-1970, pasando de 65 a 130 millones de rupias, y para 1973-1974 ascendía ya a 300 millones de rupias. Véase Subrahmanyan, op. cit., p. 46-47. Para más detalles sobre el plan de defensa, véase The times of India, 2 de junio de 1964.

45. Thomas , op. cit., p. 167-169.

46. Harish Sarin, op. cit.

47. SIPRI year book, 1980, p. 117.

48. Almirante A . K . Chatterji, "The Navy", Defence of India (Nueva Delhi), 1969, p. 22; Dilip Mukherjee, "The unfinished debate over the navy's long-term role", The statesman (Nueva Delhi), 19 de julio de 1968.

49. SIPRI Year Book, 1975, p. 16-22.

50. Ibid.

51. Ibid.

52. El ritmo de desarrollo del programa de energía nuclear de la India ha sido objeto de atención y estudio en Ravindrá Tomar, "The Indian nuclear power programme: myths and mirages", Asian survey, vol. X X , n.° 5, mayo de 1980, p. 517-531. Véase también The statesman (Nueva Delhi), 30 de octubre de 1980, y el Indian

Express, 17 de noviembre de 1980.

53. L . K . Sharna, "India poised for major space thrusts in 80s", The times of India, 15 de diciembre de 1980.

54. Quotations from chairman Mao Tse-Tung, p. 73-74, Beijing, 1966.

55. Ibid., p. 79-80.

56. M a o Tse-Tung, " O n protracted war", Selected works II, p. 136-137, Pekin, reedición 1965. Sobre una Ulterior interpretación de la doctrina, véase "The atom b o m b is a paper tiger", Radio Pekin, 21 de junio de 1977.

57. Por ejemplo, dirigiénose a algunos "amigos africanos" en 1963, M a o pidió al pueblo oprimido que "confiara primero en su propia lucha y sólo en segundo lugar contara con la ayuda internacional", Quotations from chairman Mao Tse-Tung, op. cit., p. 177-178.

58. Ejemplo de ello es que, después de pasar décadas afirmando que Mongolia exterior era parte de China, el Partido Comunista Chino, en interés del "internacionalismo proletario", firmó un acuerdo sobre fronteras con la República Popular de Mongolia, reconociendo así la total independencia de Mongolia exterior. E n cambio, las autoridades de Taiwan nunca han reconocido dicha independencia.

59. Para más detalles, véase mi "The maoist strategic doctrine", India International Centre quarterly (Nueva Delhi), vol. Ill, n.° 4, 1976, p. 237-252.

60. Quotations from chairman Mao Tse-Tung, op. cit., p. 88-98.

61. Hay un número m u y considerable de artículos sobre

el papel de la milicia. Algunos m u y representativos son "Nie Rongzhen's address to the National Militia Conference" en B B C , Summary of world broadcasts, vol. Ill (FE/5888/BII/1-11); Su Min , "Análisis de la actual constitución de la milicia en China continental", Feiqing Yuebao (Taipei), septiembre de 1972, p. 4 1 ^ 4 (en chino).

62. Radio Pekin, 5 de febrero de 1977, en B B C , op. cit., (FE/5474/BII/1-4).

63. "La industria de defensa en China", Zhongguo Dalu Yanjiu (Taipei), n.° XII, 25 de agosto de 1970, p. 28-38 (en chino).

64. Ibid.

65. Rüssel Spurr, "Peking: Beefing up the great wall", Far eastern economic review (Hong Kong) , 18 de junio de 1976, p. 26-29.

66. Ibid.

67. "Deberá tenerse especial miramiento con aquellos científicos y personal científico tecnológico que hayan hecho aportaciones", punto 12 de "Los dieciséis puntos", citado en John y Elsi Colher, China's socialist revolution, p. 232-240, Nueva York, 1973.

68. Los más notable de esta ayuda militar es que se prestó en forma totalmente gratis.

69. W a n g Zhenyi, "China comunista pone a punto el avión de combate F-9 y nuevos tipos de lanchas torpederas y cañoneras", Mingbao Yue Kan (Hong Kong) agosto de 1977, p. 34-35 (en chino).

70. Rüssel Spurr, op. cit.

71. W a n g Zhenyi, op. cit.

72. Rüssel Spurr, op. cit.

73. U n tratamiento m u y completo de la materia se

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encuentra en Karen B e m e y , "Computer sales to China", The China business review, septiembre-octubre de 1980, p. 25-32.

74. Rüssel Spurr, op. cit. Véanse también las informaciones publicadas en The Times (Londres), 15 y 17 de diciembre de 1975, y en The christian science monitor, 22 de diciembre de 1975.

75. Para una opinión autorizada, véase X u Xiangqian, "Strive to achieve modernization in national defense", Hongqi, octubre de 1979, traducción en B B C , op. cit. (FE/6249/BII/1-7).

76. "Big arms deal with Russia", The statesman, Nueva Delhi, 28 de mayo de 1980.

77. Para m á s detalles, véase Chen Yuzhen, "Cambios en la política científica y tecnológica de China comunista y sus repercusiones", Feiqing Yuebao (Taipei), vol. XXII , n.° 1, julio de 1979, p. 76-85 (en chino).

78. Fang Jincheng, "Los proyectiles dirigidos, la fisión nuclear y la tecnología del espacio en China", Dongxiang (Hong K o n g ) , septiembre de 1979, p. 15-17 (en chino).

79. Chen Yuzhen, op. cit.

80. Michael S. Minor, "China's nuclear programme, Asian Survey, junio de 1976, p. 571-579.

81. "The Maoist strategic doctrine", op. cit.

82. La base filosófica de este pensamiento dialéctico ha sido desarrollada en " O n the ten major relationships", Selected works of Mao Tse-Tung, vol. V , p. 302-307.

83. Rajendra Sareen, "Pakistan's quest for N - b o m b s began in '72", The Indian express (Nueva Delhi), 27 de noviembre de 1980 ; K . Subramaniam, "The story of the pak b o m b " , The times of India, 21 de noviembre de 1980.

84. La estrategia defensiva aparece claramente expuesta en X u Xiangqian, op. cit.

85. Véase "Vice-premier B o Yibo on China's current priorities", The China business review, noviembre-diciembre de 1980, p. 9-13.

Page 131: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales

Ikenna Nzimiro

Introducción

A r m a m e n t o y desarrollo retardado, en vez de desarme y desarrollo activo, es lo que caracte­riza las opciones políticas de muchos países del tercer m u n d o . L a Asamblea General de las Naciones Unidas y otras instituciones inter­nacionales han producido numerosos informes y publicaciones que ponen de manifiesto las inmensas sumas de rique­za nacional destinadas a instalaciones militares y armamento precisamente por aquellas sociedades en las que los problemas de la pobreza y el subde-sarrollo son m á s acentua­dos.1 E n este estudio nos centraremos en el caso de Nigeria, país que ofre-

. ce dos aspectos extre­m o s : enormes rentas pro­cedentes del petróleo, que podrían haberse des­tinado a mejorar la cali­dad de la vida del grueso de la población, y una institución militar que no solamente ha absorbido un elevado porcentaje del presu­puesto nacional desde la independencia sino que se ha apropiado también del Estado m i s m o durante m á s de una década. Basándo-

i nos en este caso, examinaremos las repercu­siones sociales, económicas e ideológicas de la militarización en un país del tercer m u n d o : el problema de lo quex yo llamo psicosis bélica.

El Dr. Ikenna Nzimiro es profesor en i la Escuela de Ciencias Sociales de la ! universidad de Port Harcourt, P M P 5323, Port Harcourt, Nigeria. Este! i artículo es la síntesis de un estudio ; mucho más extenso realizado por él :

1 para el Grupo de expertos guberna- ' mentales en la relación entre desarme '

: y desarrollo, de las Naciones Unidas,, bajo el título de "Economic and social effects of (military) arms build-up in Nigeria: (implications for national ¡ development)".

Psicosis es una palabra fuerte, pero un tér­mino m á s débil subestimaría inevitablemente la irracionalidad de esas políticas que optan por los ejércitos y los armamentos en detri­mento de la salud, la educación y el bienestar :

del pueblo de una nación. La mejor manera de garantizar la seguridad nacional es el desarrollo: la movilización total de la fuerza de trabajo nacional y de los recursos naturales para incrementar, mediante la producción, la

riqueza nacional. L a fuer­za militar no ofrece com­pensación suficiente fren­te al hecho de que un! pueblo enfermo y famé­lico es fácil presa de la •• agresión exterior y la des­estabilización interior. '

U n a reciente estima-, ción del gasto militar del tercer m u n d o , respecto a \ 1976 solamente, estable-' cía los siguientes porcen- \ tajes de Producto N a ­cional Bruto por regio­

n e s : Iberoamérica, 1,8%; Asia oriental, 2,2%; Africa, 2,9%; Sudeste asiático, 3,4%; Oriente Medio, 12,4%.2 E n 1977, G . T . Tarabrin observaba que, a partir de 1970, mientras que en los países en desa-i rrollo el Producto Nacional Bruto aumentaba > en un promedio de sólo el 5%, el gasto militar lo hacía en un 7% y las importaciones de armas en un 9%.3

Este autor esboza una tipología de los motivos que inducen a la acumulación de

Page 132: La investigación y el desarrollo militar

134 Ikenna Nzimiro

armas según la estructura social y la perspec­tiva política de los países en desarrollo:

Algunos de ellos compran armas para resistir al chantaje de la fuerza imperialista y a veces para llevar a cabo agresiones y para contrarrestar el poderío militar de los regímenes racistas; otros acumulan potencial bélico porque siguen la ' línea imperialista, en cuyo caso dicho potencial ; ayuda a los círculos dirigentes de los países en desarrollo a salvaguardar las situaciones de los

; neocolonialistas y a forjar sus propios intereses de clase. A veces la carrera armamentista en el tercer mundo dimana de los planes hegemónicos abrigados por determinados regímenes en algu­nas regiones.4

A q u í conviene añadir que la dinámica de la militarización se halla de por sí enraizada en la historia precolonial, colonial y poscolonial de cada país en vías de desarrollo. Los medios que permitieron alcanzar la independencia desempeñan un papel decisivo en la determi­nación de la finalidad y del ritmo con que se desarrollan y crecen las instituciones militares.

E n algunos países, la lucha por la libera­ción tomó la forma de una ruptura radical con el pasado colonial. L a movilización de campe--sinos, obreros y otros sectores de la población en una lucha armada por la independencia creó fuerzas militares consagradas a la defensa de la revolución y sus ideales frente a los enemigos del cambio nacionales y extran­jeros. Inevitablemente, una porción de la riqueza nacional se asigna a las fuerzas arma­das, pero, en general, esto se hace dentro de la óptica m á s amplia de las ideologías de desarrollo revolucionarias y populares.

L a segunda y m á s difundida variante de la acumulación militar, sin embargo, no tiene ninguna vinculación inicial significativa de ruptura con la era colonial. E n realidad, refleja la frágil hegemonía de las élites nativas promovidas e instaladas por las potencias metropolitanas durante el periodo colonial y reforzadas aún m á s , si cabe, en el m o m e n t o de la transmisión de poderes que condujo a la independencia. C o m o en el caso de Nigeria,

; lo militar emerge c o m o símbolo y garantía de la talla y la cohesión nacional sobre todo

porque los propios soldados son miembros de la pequeña burguesía de antes de la indepen­dencia compuesta por profesionales, peque-

. ños comerciantes, funcionarios públicos y otros elementos colocados en esos puestos para consolidar los intereses políticos y económicos de la potencia colonizadora y de su estrato superior europeo de comerciantes, administra­dores, militares y policías. Instalada en un m u n d o cultural e institucional europeo, la pequeña burguesía nativa, numéricamente reducida, servía de intermediaria entre el colonizador y la masa de campesinos, artesa­nos y obreros que transformaban los recursos de la colonia en riqueza para la potencia metropolitana.

Clase dependiente en sus orígenes y expectativas, la mencionada élite tuvo acceso a la soberanía después de la independencia en circunstancias de enorme inseguridad interior y exterior. Las divisiones internas de sus sociedades ponían a los nuevos oligarcas en peligro, especialmente debido a que pocos abrazaron políticas verdaderamente populares —o populistas— encaminadas a salvar el abismo social y económico que separaba a las nuevas autoridades de la inmensa masa de, trabajadores del campo y de obreros y emplea­dos urbanos. Por otra parte, heredaban las entidades nacionales m á s o menos arbitraria­mente trazadas en el m a p a por los europeos. Los nuevos estados estaban formados por pueblos de religión y orígenes étnicos y lingüís­ticos diferentes, y los factores económicos reflejaban la desigual distribución local y regional de recursos minerales y tierras cultiva­bles dentro de las fronteras nacionales. Por último, no debe olvidarse que la independen­cia, particularmente en Africa y en' algunas partes de Asia, se produjo cuando el sistema de relaciones internacionales de la posguerra se polarizaba cada vez m á s entre bloques ideológica y militarmente adversarios. L o mili­tar, por lo tanto, vino a ocupar una posición política y social estratégica c o m o símbolo y escudo protector de una élite insegura y de un punto de vista que justificaban la estratifica­ción en clases, la riqueza y los privilegios personales, la dependencia permanente res-

Page 133: La investigación y el desarrollo militar

Là militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 135

REVUE INTERNATIONALE

15' année N" 3 1982 Mensuel

Revista técnica mensual que se publica en Ginebra desde hace quince años en francés, inglés, español y alemán. L a foto de la cubierta muestra la Aradu, fragata M E K O 360 para usos generales, de 3.600 toneladas, construida en la República Federal de Alemania, durante los ensayos en el m a r antes de su entrega a la marina nigeriana. La marina argentina ha encargado también naves de esta clase.

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136 Ikenna Nzimiro

pecto de las multinacionales occidentales y la supeditación a la O T A N c o m o parte de una vía capitalista hacia el. desarrollo. E n muchos países en desarrollo el neocolonialismo y la dictadura militar han caminado de la m a n o .

El ejército nigeriano

El ejército nigeriano se formó en las circuns­tancias sociales, económicas e ideológicas con­cretas de la era colonial y durante el periodo de transición a la independencia y la "nigeria-nización" de los servicios armados compren­dido entre 1951 y la proclamación de la primera república en 1960. A u n q u e en los estados feudales de algunos grupos étnicos nigerianos (el estado H a b e Fulani, los estados ; Yoruba, Benin y E d d o y los reinos del Níger) ya existía una tradición militar precolonial, fue durante el periodo colonial cuando, prime­ramente la Royal Niger C o m p a n y , luego el Ministerio de Colonias y finalmente el ejército. británico, crearon las fuerzas de policía para-militar y de choque de las que iba a surgir el ejército nigeriano moderno . 5 Desde el primer m o m e n t o , los principios seguidos en la organi­zación de estas fuerzas fueron el rango, la raza y una situación relativamente privile­giada —en términos de paga, vivienda y alimentación— de los soldados nativos con \ respecto al resto de la población activa afri­cana.

E n 1886, Sir George Goldie constituyó : una especie de ejército para la Royal Niger C o m p a n y :

Dos africanos ostentaban el grado de oficiales al m a n d o , pero su paga, aunque generosa con arreglo a los niveles salariales africanos (3,17 chelines, 6 peniques mensuales con raciones y uniformes) era m u y inferior a la de los europeos. Los africanos alistados estaban relativamente bien retribuidos [. . .] Los oficiales europeos estaban sumamente bien pagados; tanto que| mientras que la paga de los 419 africanos costaba a la compañía 7.700 libras esterlinas al año, la de los cinco europeos costaba 10.000.6

Cuando la colonia fue transferida a la Corona

en 1900, el nuevo gobernador, Lugard, reorga­nizó esta fuerza paramilitar c o m o Regimiento Nigeriano del Norte e inició una serié de ¡ expediciones punitivas que totalizarían cua­renta y tres en el periodo comprendido entre ; 1903 y 1914. Eficaz en el aplastamiento de grupos étnicos recalcitrantes dentro de la colonia, el regimiento fue enviado a pelear en la guerra de Ashanti, y posteriormente, ' durante la primera guerra mundial, fue ampliado y mandado a combatir a Tanganica, Africa oriental y los Camerunes. Durante la segunda guerra mundial, se reclutaron en Nigeria veintiocho batallones, y treinta mil nigerianos sirvieron en campañas del norte de Africa y de Asia.7 i

A partir de las conferencias de revisión constitucional celebradas a nivel local, provin­cial y regional en 1949, la naciente clase política nigeriana, aunque dividida por leal­tades regionales y étnicas, exigió la formación de un ejército nigeriano fuerte conforme al; patrón británico. El estamento militar, lo mismo que las burocracias estatales y fede­rales, las profesiones y el comercio, iba a ser una plataforma activa para el paso de la pequeña burguesía colonial al estatus plena­mente burgués y a los emolumentos de la élite europea que partía. D o s factores asegurarían i que el ejército de la postindependencia fuese :

una institución clasista: la propia índole cía- ; sista del poder político nativo, c o m o ya se dijo antes, y el carácter no menos clasista de la oficialidad militar británica encargada de ins- i truir a los nigerianos para la transmisión de las responsabilidades de la defensa.

Samuel Huntington, que escribía a comienzos de la década de 1960, demostró claramente que los oficiales británicos pro- i cedían en su inmensa mayoría (76%) de las :

clases alta y media-alta, y habían sido educa­dos en exclusivos colegios privados británi­cos.8 Esta constante es descrita asimismo (y ¡ reprobada) por A . Sampson en Anatomy of. Britain: "La Comisión Parlamentaria de Previ- ! sión y Presupuesto informaba en agosto de 1964 que el 60% de los hombres de Sandhurst procedían de las Headmasters Conference1

Schools."9 L a naciente oficialidad nigeriana, j

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La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 137

Fusiles de la segunda guerra mundial distribuidos a los reclutas que combatieron en Elele durante la guerra de "Biafra". Camera Press.

imitando a los británicos, respondía a criterios de exclusividad análogos. El reclutamiento se llevaba a cabo en particular en los tres cole­gios estatales, Kings, U m u a h i a e Ibadan, que Jiabían sido modelados a imagen de las public schools británicas. A partir de los primeros años cincuenta se formaron en estas institu­ciones cuerpos de cadetes y los mejores alum-

. nos eran enviados de Nigeria a Sandhurst, Woolwich y otras academias militares de ultra­mar . También se reclutaban aspirantes a oficiales en escuelas secundarias menos presti­giosas, ya que a la hora de considerar su futuro los nigerianos con estudios universita­rios ponían m á s sus miras en la administración pública que en la carrera militar. El número de solicitantes de ingreso directo y formación en academias militares aumentó de nueve en 1953 a 133 en 1956.10 A u n q u e el ejército propiamente dicho sólo pasó de 7.599 a 7.816 hombres entre 1958 y 1963, la oficialidad

conoció una expansión extraordinaria.11 ¡ Había 50 oficiales nigerianos en 1959, 367 en I 1963 y 507 en 1965.12 Tras haber observado i los privilegios, el tren de vida y la estructura i jerárquica de sus instructores británicos y de sus compañeros de armas, era m u y natural que los oficiales nigerianos esperaran y obtu­vieran vivienda, paga y rango social análogos , después de la independencia. E n realidad, la oficialidad nigeriana se unió a otros elementos de la nueva élite (políticos, burócratas, profe­sionales, comerciantes) en una rápida movili- : dad "ascensional" hasta alcanzar el estatus y las pautas de consumo de la élite colonial I europea.

Agasajada y alentada por los políticos civiles, la oficialidad acabó convirtiéndose hacia 1965 en una oligarquía militar. El periodo de la primera república se distinguió por una euforia militar por parte de los políticos, partidos y facciones étnicas

Page 136: La investigación y el desarrollo militar

138 Ikenna Nzimiro

que participaron en el gobierno. Desde el1

comienzo, ofuscada por lo que no era sino un mal remedo de las formas capitalistas occi­dentales de desarrollo económico y social, la clase política dio prioridad al gasto militar improductivo antes que a las necesidades esenciales del desarrollo. El cuadro 1 pone de

: manifiesto c ó m o los gastos ordinarios de de­fensa fueron causa de una incesante —y gravosa— sangría del presupuesto federal en el periodo comprendido entre 1958 y 1966. Las inversiones disminuyeron brevemente du­rante los tres primeros años del mismo perio­do y "alzaron el vuelo" literalmente después de 1961.

E r arquitecto y abogado de esta política fue el primer ministro federal de Defensa, Alhaju M o h a m e d a Ribbadu, que retuvo esta cartera hasta su muerte en 1965. Inmediatamen­te después de tomar posesión de su cargo, Ribbadu hizo añadir al presupuesto suplemen­tario de diciembre de 1960 un millón de libras para la construcción de cuarteles. E n abril de 1961 se destinaron 750.000 libras m á s a gastos de reorganización militar.13

Atizando el patriotismo y el militarismo, este influyente líder fulani del Congreso de

Pueblos Nigerianos (dominante en la coali­ción gubernamental) logró una importante victoria personal al obtener una inversión prevista de treinta millones de libras esterlinas destinadas al gasto militar en los presupuestos de 1962-1968 para el plan de desarrollo en seis años.14 E n los siete años anteriores había bastado con 5,5 millones de libras, no sólo como inversión en el ejército y para gastos generales de administración, sino también para crear la nueva escuadra nigeriana. Sin embargo, este espectacular aumento en el gasto militar no suscitó protesta alguna de los partidos dirigentes ni del Parlamento ni de la prensa. L a élite se mostró unánime en su apoyo al crecimiento militar, y cada uno de los partidos políticos procuró granjearse el favor de la oficialidad.

Al mismo tiempo, los dirigentes de la primera república habían optado definitiva­mente por una estrategia de desarrollo formu­lada y aplicada por los organismos y multina­cionales de Norteamérica y Europa occiden­tal. Los especialistas y administradores que integraban las burocracias federal y regionales fueron capacitados en el Reino Unido y en los Estados Unidos o educados en instituciones

C U A D R O 1. Tendencia de los gastos

Año

1958-1959 1959-1960 1960-1961 1961-1962 1962-1963 1963-1964 1964-1965 1965-1966

de

tier

ra

• E

jérc

ito

2,82 3,70 3 ,98 4,05

• 4 ,08 4 ,52 5 ,17 5,84

militares, 1958-1966 (en

Gastos ordinarios

C/1

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2,98 3,99 4,43 4,56 4,71 5,59 6,59 7,85

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8,1 9,2 8,7 7,6 6,8 6,2 6,8 7,0

Fuentes: Federación de Nigeria: Annual estimates,

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8,5 9,9 9,6 8,6 7,8 7,7 8,7 9,4

millones de libras esterlinas)

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0,86 0,35 0,83 1,26 2,00 2,82 2,69 2,13

Annual report of the accountan

Gastos de

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Tot

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del

0,89 0,55 1,27 1,62 3,82 4,10 5,26 6,75

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3,1 1,0 1,7 3,9 4,9 6,3 5,2 3,8

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es

3,2 1,5 2,6 5,1 9,4 9,2

10,3 12,1

( general, Digest of statistics..

Page 137: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 139

nigerianas financiadas en gran medida por fundaciones privadas occidentales. Pese a todas las promesas hechas en las campañas electorales sobre la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores urbanos y rurales, la primera república se limitó a erigir uni desarrollo en beneficio de los ricos. Según un ¡ encuesta industrial efectuada sobre Nigeria en 1966:

Las inversiones de capital extranjero privado [. . .] ascendían por lo menos al 70% de la inversión industrial total; [. . .] por lo menos al 80% de la inversión total en la elaboración de ; productos de cereales molturados, preparacio­nes alimentarias diversas y bebidas no alcohó- ! licas; y por lo menos al 60% de la inversión total en la fabricación de confituras, cervezas, tex­tiles, calzados y grasas comestibles vegetales. Además de lo dicho, por supuesto, la banca, la i navegación y los servicios de seguros estaban formalmente controlados por capital monopo­lista extranjero15.)

La inflación hizo subir los alquileres y los precios para campesinos y trabajadores urba­nos por igual, mientras que los humildes ; mercaderes y artesanos se veían expulsados del mercado por pequeños comerciantes m á s poderosos y sus aliados políticos. Aumentaba la pobreza al tiempo que los antiguos barrios europeos de las ciudades, denominados ahora zonas de reserva del Estado, prosperaban y

1 crecían gracias al dinero de los contribuyentes y a los depósitos efectuados por los campesi­nos en las juntas de comercialización.

L a crisis que condujo al golpe, al contra­golpe y que sumió a la nación en una guerra civil de treinta meses sobrevino, según Wil­liams, porque el "Estado no supo conservar la lealtad del hombre de la calle".16 E n reali­dad, el modelo de desarrollo de la primera república, sin planes y contradictorio, nutrido en parte por las crecientes rentas de la produc- ¡ ción petrolífera, debilitó al gobierno central y puso considerable autonomía y riqueza a

i disposición de las autoridades regionales. Los gobiernos regionales, con sus clientelas étnico-políticas y sus exigencias de rentas más altas y mayor autonomía, crearon una situación de

rivalidad que "terminó por desmembrar a la Federación".17 L a coalición de funcionarios: públicos, oficiales del ejército, comerciantes y políticos se escindió por sus divisiones étnicas. E n enero de 1966, los militares tomaron el -poder y culparon a los políticos y a lás élites comerciales y financieras de crear el desorden •y la pobreza en la nación. El contragolpe de julio de 1966 demostró, sin embargo, que también los soldados se hallaban divididos en! facciones étnicas. Durante la guerra de Biafra1

y después de ella, no obstante, surgiría una, nueva alianza de clases entre militares y burócratas c o m o rasgo característico de la dictadura militar en Nigeria. Philip Asiodu, a la sazón secretario permanente del Ministerio ; de Minas y Energía, dijo en 1970 que "hasta cierto punto puede aducirse que el papel desempeñado por los altos funcionarios del; Estado en la formulación de la política de gobierno ha obtenido un mayor reconoci-

! miento bajo el régimen militar".18 Alhajij Yusuf Gobi, otro secretario permanente sos-i tuvo en la misma ocasión que "cuando los militares tomaron el poder, empezó a mirarse j a los políticos con algún recelo, y la única! fuente de asesoramiento que quedaba [. . .] era el funcionario público".19

Ahora bien, ni la guerra civil, ni la creación de una nueva alianza entre burócra­tas civiles y militares, ni la instauración de la dictadura militar, señalaron un punto de inflexión en la política de desarrollo nigeriana. Las opciones de la primera república fueron perseguidas con mayor fervor e intensidad, pero la militarización, la perpetua dependen­cia respecto de las multinacionales y el desin-

: teres por la indispensable reforma económica y social nunca fueron objeto de examen crítico por parte del nuevo régimen. Alimen­tada por las rentas del petróleo enormemente

, incrementadas i la militarización de Nigeria siguió adelante a un ritmo sin precedentes.

El cuadro 2 muestra el crecimiento de las ; rentas petrolíferas c o m o fuente de las rentas ¡ federales ordinarias desde 1970 hasta 1975. El

! cuadro 3 indica el efecto de las exportaciones de petróleo sobre la economía de exportación nigeriana a partir de 1962 (y tomando 1965

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140 Ikenna Nzimiro

secesión de la entonces región oriental amena­zaba las inversiones y los beneficios de las compañías petrolíferas que operaban en Nige­ria: Shell, B P , Mobil Exploration Nigeria, Tennessee Nigeria, Nigerian Gulf, Nigerian Agip Oil, Safara Nigeria, Philips Petroleum y Esso Exploration. Para ganar la guerra y posteriormente dominar la paz, la junta recu­rrió al mercado de armas internacional. El Reino Unido fue el principal proveedor de armamento "tradicional" para el ejército: armas de pequeño calibre, carros blindados, municiones y vehículos. John de Saint Jorre, empero, ha demostrado que hubo límites en la buena disposición británica a proteger las inversiones petrolíferas privadas de sus ciuda­danos. Por lo que respecta a aviones de caza, bombarderos y artillería pesada, el ejército nigeriano recurrió a la Unión Soviética, ante la negativa británica a suministrar material complejo.20 El régimen militar salió, pues, de la guerra civil no sólo con un ejército engro­sado y bien pertrechado, sino también con una moderna fuerza aérea. Según una fuente oficial, en 1972 la potencia aérea de Nigeria consistía en una escuadrilla de bombarderos ligeros con seis Ilyushin-28 y dos escuadrillas de caza compuestas de 20 cazabombarderos M i G - 1 7 y 20 M i G - 1 5 U T I equipados para ataque en vuelo rasante.21 Los petrodólares

C U A D R O 3. Producción y exportaciones de crudos 1962,1966,1969-1975

Año

1962 1966 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975

Fuente:

Producción 1965 = 100

25,9 152,3 197,1 389,1 568,5 662,5 750,0 822,8 650,9

Banco Central de Nigeria noviembre de 1976.

Valor de las exportaciones de petróleo en millones de nairas

33,5 184,0 262,0 510,0 953,0

1176,2 1892,5 5365,7 4629,6

Annual report

Exportación de petróleo como porcen­taje del total de exportaciones

9,9 32,4 41,2 57,6 73,7 82,0 83,1 92,6 92,9

Precio medio franco de porte por barril en dólares

2 ,17 2,25 3,05 3,39 4,80

14,69 12,95

and financial revue; United Nations monthly bulletin on statistics,

c o m o indicador) hasta 1975, ambos años inclu­sive.

C U A D R O 2 . Renta ordinaria del gobierno federal y proporción obtenida del petróleo, 1972-1975 (en nairas)

Rentas del petróleo

Año

1970 1971 1972 1973 1974 1975

S u m a total de ingresos en millones

633,2 1.169,0 1.404,8 1.695,3 4.537,0 5.514,7

en millones

166,4 510,2 764,3

1016,0 3726,7 4271,5

como porcentaje del total

26,3 43,6 54 ,4 59,9 82,1 77,5

Fuente: Banco Central de Nigeria, Economie and ) financial review, diciembre de 1975.

El significado de estas cifras, no obstante, sólo puede apreciarse plenamente cuando situa­m o s el alza petrolífera nigeriana en el con­texto de la guerra civil y del régimen militar. El petróleo significaba que durante la guerra de Biafra era m u c h o lo que estaba en juego no solamente para Nigeria, sino también para multinacionales y gobiernos extranjeros. L a

Page 139: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales

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Page 140: La investigación y el desarrollo militar

142 Ikenna Nzimiro

y la petropolítica habían dado a los militares el acceso al "bazar de armas", y Nigeria ha continuado gastando sumas considerables para mantener y mejorar el material bélico de sus servicios armados.

El cuadro 4, basado en las cifras facilita­das por F . I. Adesonoye, secretario perma­nente del Ministerio de Defensa, ofrece un contexto más amplio, que permite compren­der mejor el papel que la riqueza petrolífera desempeñaría en la cristalización de la oligar­quía militar en Nigeria.22 El periodo de la guerra civil registró espectaculares aumentos en el gasto militar. El porcentaje del gasto de defensa en el presupuesto federal general paso del 5,67% en 1966-1967 al 42,6% en el último año del conflicto. Conviene observar asimismo que el aumento anual medio en el gasto militar (más de un 12%) c o m o porcen­taje del gasto federal efectivo tuvo lugar en una situación de importante crecimiento de las rentas petrolíferas (véase el cuadro 3) y de ampliación de los presupuestos federales. Así, a comienzos de 1970, el gasto militar ascendía a 359.905.724 nairas en un presupuesto fede­ral general que, desde el ejercicio económico anterior, había aumentado en casi 342 mi­llones de nairas. Los militares se habían apropiado del aumento entero (y aún más) .

Lo más notable, sin embargo, fue que el gasto militar se mantuvo en unas proporciones sin precedentes aun bastante tiempo después de haberse ganado la guerra. A u n q u e el porcen­taje del gasto de defensa desciende a 33,9% en 1970-1971 y gira en torno al 20% durante los tres años siguientes hasta descender por último, en 1974-1976, a un 10%, las sumas reales han aumentado notablemente durante la dictadura militar en tiempo de paz.

Presupuestos desequilibrados

E n su ejercicio del poder, no ajeno al modelo del Pentágono, el ejército ha logrado consoli­dar su control del Estado, pero a expensas del desarrollo nacional nigeriano. El eclipse de los servicios públicos fundamentales ha sido casi total. El debate político fue llevado a un punto muerto, y la masa de la población se ha visto efectivamente despolitizada por años de gobierno burocrático-militar. La "compensa­ción" por ello, sin embargo, pese a la retórica directiva del régimen, ha sido cualquier cosa nienos una marcha eficiente, justa y resuelta hacia los objetivos fundamentales del desa­rrollo. Los efectos de la militarización son más claramente visibles en campos básicos

C U A D R O 4. Gasto federal efectivo comparado con el gasto total de defensa, 1965-1976 (en nairas)

Ejercicio económico

1965-1966 1966-1967 1967-1968 1968-1969 1969-1970 1970-1971 1971-1972 1972-1973 1973-1974 1974-1975 1975-1976

Fuente: F . I.

Gasto efectivo total

428.721.870 442.991.798 445.389.836 503.381.318 845.228.326 928.417.812

1.417.130.022 1.740.289.870

• 2 .167.728.504 5.259.770.329 9.730.029.137

Adesonoye, "Nigeria defence policy" Ejército, Escuela de Estado Mayor

Gasto total en defensa

• 29.189.224 25.100.262

107.503.992 162.662.560 359.905.724 314.846.094 385.895.214 370.253.698 420.162.523 532.918.838

1.166.699.421

Gasto de defensa como porcentaje del gasto federal total

6,80 5,67

24,14 32,3 42,6 33,9 20,17 21,26 19,38 10,13 11,99

, conferencia pronunciada en el Curso para Jefes Superiores del del Ejército Nigeriano, Jaji, 5 de julio de 1977

Page 141: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 143

c o m o la salud pública, la educación y la

¡producción alimentaria.

C o n ocasión del D ía Mundia l de la Salud

en 1977, el delegado federal de sanidad indi­

caba que "alrededor de 600.000 niños nacidos

en Nigeria m u e r e n antes de cumplir u n año .

El m i s m o n ú m e r o de niños fallecen también

antes de alcanzar la edad d e cinco años". 2 3

Pese a tales expresiones de preocupación por

el problema, sin e m b a r g o , la dictadura militar

tiene u n pobre historial en cuanto a planifica­

ción y ejecución de reformas sanitarias desde

1966. El cuadro 5 indica claramente que los

regímenes militares no han alcanzado nunca el

porcentaje de gasto sanitario, respecto al de

defensa, a que se llegó durante el periodo de

la primera república.

Por lo d e m á s , dentro del contexto de los

planes de desarrollo, suele darse el caso de

que el ejército alcanza e incluso rebasa sus

objetivos, gastando m á s de lo previsto, mien­

tras q u e los objetivos oficiales correspondien­

tes a política sanitaria n o se logran jamás.

U n a revisión del tercer plan nacional d e

desarrollo 1975-1980 demostró q u e el gasto

sanitario quedaba por debajo de lo previsto

tanto a nivel federal c o m o a nivel de los

estados, mientras q u e el ejército m i s m o había

sobrepasado en m á s de 150 millones d e nairas

su límite presupuestario estipulado para

1975-1976. 2 4

El m i s m o informe elogia al ejército por la

pronta terminación de unos proyectos d e

construcción (alojamientos para el alto

m a n d o ) , mientras observa que :

U n a de las principales dificultades para la puesta en práctica de los programas del sector sanitario fue la escasez de personal de dirección capaci­tado, tanto a nivel federal c o m o al de los estados. A u n q u e se formó una sección de pla­nificación sanitaria [. . .] en el Ministerio Federal de Salud Pública, su eficacia se vio limitada por

C U A D R O 5. Proporción entre el gasto

I Año Gasto de defensa

1960-1961 3.721.366 1961-1962 4.544.831 1962-1963 — 1963-1964 5.107.940 1964-1965 5.296.400 1965-1966 7.218.940

Primera dictadura militar

1966-1967 18.003.670 1967-1968 20.429.295 1968-1969 15.000.000 1969-1970 18.965.410 1970-1971 129.685.939 1971-1972 87.204.040 1972-1973 120.082.040 1973-1974 309.073.450 1974-1975 368.479.080

Segunda dictadura militar

1976-1977 817.767.310 1977-1978 596.147.962 1978-1979 520.000.000 1979-1980 460.000.000

de defensa y el gasto sanitario

II Gasto sanitario

2.447.170 2.796.840 3.451.050 4.019.080 4.619.480 2.612.360

6.264.050 6.048.340 3.737.340 3.943.760 6.106.381 9.870.309 9.076.790

22.712.102 31.645.560

104.123.467 81.021.350 97.176.930

116.451.000

(en nairas)

Relación proporcional: II como % de I

65,8 61,5 — 78,7 87,2 36,2

34,8 29,6 24,9 21,1 4,7 6,7 7,5

8,16 7,6

12,7 13,6 18,7 25,3

Page 142: La investigación y el desarrollo militar

144 Ikenna Nzimiro

una grave escasez de personal [. . .] Fue también la insuficiencia de personal lo que privó a la mayor parte de los ministerios de salud pública : de los estados de las dependencias de planifica­ción sanitaria que se consideran indispensables tanto para la elaboración como para la aplica­ción práctica de los planes.25

Ahora bien, la falta de médicos y de técnicos

sanitarios goza de menor prioridad en el plan

mismo que los renglones del presupuesto

destinados a la adquisición de armas y la

construcción de instalaciones sanitarias para

los militares. E n un país donde la proporción

de médicos con respecto a la población varía

entre uno por cada cuarenta mil y uno por

cada setenta mil habitantes según el estado de

que se trate (la Organización Mundial de la

Salud recomienda la norma de uno por cada

diez mil), las previsiones federales contempla- !

ban mayor desembolso de capital en un solo

renglón de adquisición de armamentos (vehí­

culos militares) que para la construcción de

siete hospitales clínicos durante el periodo

1975-1980.26

E n realidad se asignaron 45,5 millones de

nairas para un hospital clínico civil con capaci­

dad de asistencia a una población de medio

millón de personas, mientras que en las previ­

siones presupuestarias del ejército se destina­

ban 42 millones para el Hospital de la Séptima

Brigada que sirve a un máx imo de diez mil

oficiales y soldados. A los hospitales del

, servicio militar de las fuerzas armadas se les

i asignaron más fondos que los destinados a los

estados Central del Norte, Ríos, Benue y

Occidental del Norte.

C U A D R O 6. Gasto comparativo en policía, defensa y

Año

1967-1968 1968-1969 1969-1970 1970-1971 1971-1972 1972-1973 1973-1974 1974-1975

I Policía

6.604.352 9.633.890

. 10.129.980 13.427.438 15.855.480 20.905.510 53.142.143 98.981.423

II Defensa

20.249.295 15.000.000 18.695.410

129.685.939 87.204.040

120.082.040 309.073.450 368.479.080

El resultado de la "falta de personal apropiado", d e la "falta de organización y coordinación correctas del plan de acción sanitaria de la nación" y de la "poca disposi­ción de los [. . .] regímenes militares a invertir los fondos públicos necesarios para ampliar el plan, procurarse las instalaciones y los medica­men tos y pagar al personal las retribuciones adecuadas" es, según el D r . Ofodile, u n a tasa ••

de mortalidad q u e " n o h a bajado m u c h o desde fines de la década d e 1 8 9 0 " . 2 8

Si la m a l a salud es u n a a m e n a z a para el desarrollo y la seguridad de la nación, la deficiencia en la enseñanza d e b e contemplarse c o m o u n p rob lema igualmente importante para el futuro de Nigeria. T a m b i é n aquí, sin e m b a r g o , el régimen militar h a a b a n d o n a d o los modes tos pero positivos esfuerzos de la!

primera república, pese a que dispone de unas rentas petrolíferas considerablemente incrementadas. E n el cuadro 6 podemos ver cómo el régimen militar permitió que el presupuesto de educación fuese m u y inferior al gasto para los servicios militares y para la policía de seguridad hasta la promulgación dei la enseñanza primaria universal en 1975. Bajo el régimen civil, el presupuesto de educación llegó a alcanzar los 3,7 millones de nairas en: 1962-1963, y, en su cota m á s baja, cayó por debajo de los 2 millones en 1964-1965.29

Ahora bien, el considerable aumento de la subvención pública a la enseñanza primaria a partir de 1975 no ha sido proporcional al crecimiento de la población estudiantil (real y potencial) ni al incremento de los gastos!

militares. L a s cifras m á s recientes disponibles

educación (en nairas)

III Educación

2.998.973 1.883.400 1.783.410 1.601.473 2.468.520 3.976.650

12.816.939 128.731.674

III como % de II

14,8 12,6 9,5 1,2 2,8 3,3 3,9

37,9

III como

45,4 19,5 17,6 11,9 15,6 19,0 24,1

130,1

Page 143: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 145

Vehículo militar de blindaje pesado Elend, del ejército de Sudáfrica. Camera Press.

indican que los servicios armados continúan recibiendo una asignación que supera en 1,6 billones de nairas la partida del presupuesto destinada a educación nacional en su conjunto para el ejercicio previsto de 1979-1980.30

A u n q u e se calcula que el número de alumnos de sexto grado de primaria ha aumentado de 736.000 en 1977 a unos dos millones aproxima­damente en 1982, ha resultado imposible disponer del número adecuado de maestros competentes que impartan la instrucción debida.31 L o que mejor ilustra esta "laguna" : del magisterio es el hecho de que mientras la i población de Nigeria aumentó en 11,5 m i -'llones entre 1970 y 1977, y las fuerzas armadas incrementaron su número en 100.000 hombres en ese m i s m o periodo, sólo 48.000 nuevos! maestros ocuparon sus puestos durante los siete años mencionados.32 El húmero de alumnos que asistían a las escuelas de magiste-¡rio estatales y federales en 1976 no llegaba ni

a la mitad de la fuerza de trabajo empleada en jornada completa por los servicios armados. 3 3

Las universidades, tan esenciales para formar políticos, planificadores y administra­dores capacitados, se han resentido particular­mente de.la combinación de despilfarro mili­tar y austeridad civil practicada por el régi­m e n . Prometiendo canalizar hacia las universi­dades las crecientes rentas del petróleo, en ; 1975 los militares pusieron la enseñanza supe­rior bajo el control de una comisión universita­ria nacional. L a subvención, sin embargo, disminuyó en algunas áreas básicas, y se practicaron reducciones en las becas de estu­dios, adquisiciones para bibliotecas, instala­ciones para investigación y alojamientos para estudiantes y profesorado. E n 1979, la C o m i ­sión Nacional de Universidades informaba que "las exigencias financieras mínimas del sistema universitario estaban aún por satisfa­cer".34

Page 144: La investigación y el desarrollo militar

146 Ikenna Nzimiro

A la enseñanza, c o m o a la asistencia sanitaria, se le ha negado en Nigeria la prioridad en el desarrollo que merece. L a instrucción es un instrumento fundamental para la participación activa de los ciudadanos en su propio desarrollo así c o m o una inversión en recursos de m a n o de obra. L a mala distribu­ción de la enseñanza, a todos los niveles, ha dado lugar a acerbas críticas por parte de quienes han de afrontar el futuro: jóvenes y estudiantes. U n grupo de estudiantes universi­tarios expresaba su preocupación en los térmi­nos siguientes:

Existe [. . .] desigualdad educacional entre los centros urbanos y las zonas rurales [. . .] Así, mientras la mayoría de las escuelas urbanas (desde jardín de infancia a secundaria) están bien provistas de personal docente, centros de asistencia sanitaria, agua corriente, electricidad, televisores y otros medios educativos y didácti­cos, las escuelas rurales padecen una carencia crónica de estas ventajas [. . .] El sistema se aviene esencialmente a la formación de emplea­dos y funcionarios [. . .] tecnocratas nigerianos, administradores de empresas, abogados y médi­cos particulares, cuyo principal interés no es sino el aumento de su riqueza personal.35

L a negligencia o incapacidad del régimen militar para salvar la profunda brecha que separa la vida urbana de la rural en ningún : otro aspecto es m á s evidente que en la alar­mante dependencia nigeriana en las importa­ciones de productos alimenticios. Desde la guerra civil y la implantación de la dictadura militar, la agricultura ha dejado práctica- ; mente de existir c o m o sector económico. Su contribución a la balanza nacional de pagos, y lo que quizá sea m á s importante, a la nutri­ción nacional, ha venido disminuyendo de , m o d o constante. Desde la independencia, cada régimen ha tratado de hecho a la agricultura i

: c o m o hijastra de la inversión pública y de los programas de fomento. Durante todo el periodo de la primera república y la guerra civil, la agricultura representó un mero 2,86% de lo gastado en defensa y seguridad, mientras que el gobierno militar asignaba a la agricul­tura un insuficiente 4,39% del gasto de defensa durante el periodo 1970-1980.36

El D r . B u k a Shaib, ex secretario perma­nente del Ministerio de Agricultura y Recur­sos Naturales, ha declarado recientemente que la primera república utilizó las considera­bles reservas en libras esterlinas acumuladas en Londres gracias a la exportación de produc­tos agrícolas para financiar el florecimiento urbano de la década de los sesenta, en tanto se prestaba escasa atención a la moderniza­ción de la producción agrícola y al mejora­miento de las condiciones de vida en las zonas rurales. El primer plan nacional de desarrollo (1962-1968) estimulaba la producción de fru­tos de monocultivo para la exportación mien­tras se desentendía de la producción de ali­mentos para el consumo. Los efectos de la guerra civil y de las sequías de Sahel de 1972-1973 fueron desastrosos para la agricul­tura en general:

La producción agrícola en las zonas afectadas por la guerra se hallaba en ruinas. El gobierno militar federal tuvo que recurrir a la ayuda de organizaciones internacionales y de algunos países desarrollados para dar de comer a la población [. . .] La exportación de aceite de palma que procedía principalmente de estas zonas se suspendió por completo. También los estados del norte se vieron afectados por las sequías de Sahel [. . .] cuyas consecuencias fueron el malogro total de las cosechas y una pérdida calculada aproximadamente en un 30% de la cabana ganadera del país.37

La impotencia de los programas federales y de los estados para hacer revivir la producción de frutos para la exportación y de alimentos para el consumo hacia fines de la década de 1970, sin embargo, indujo al D r . Shaib a concluir que la decandencia se debía a "causas m á s fundamentales".38

Hasta el tercer plan nacional de desa­rrollo (1975-1980) no se dio prioridad a la producción de alimentos para el consumo nacional. L a subvención a la agricultura aumentó considerablemente durante este periodo y se promovió una serie de iniciativas importantes. L a operación "Dar de comer a la nación" se inició en 1975 con la anunciada intención.de impedir el desastre alimentario.1

Page 145: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 147

E n 1977 se aprobó un plan de garantía de créditos a la agricultura, y al año siguiente se decretó una reforma de la tenencia de tierras. Pero la inversión agrícola sigue siendo insufi­ciente ante la enorme tarea de promover la autosuficiencia alimentaria en Nigeria. A u n ­que el gasto efectuado por las autoridades federales en el sector agrario subió vertiginosa­mente de 5,3 millones de nairas en 1972-1973 a 62,3 millones de nairas en 1976-1977, y los cálculos referentes a 1979-1980 estiman en 34,3 millones de nairas los gastos ordinarios y de capital, la agricultura sigue representando una proporción infinitesimal de los presupues­tos de la policía o de defensa y seguridad.39

El propio factor alimentario es un arma en las relaciones internacionales, y la agricultura ha continuado decayendo en Nigeria en estos primeros años ochenta, cuando las importa­ciones de arroz por sí solas se llevaron más. de 300 millones de nairas del gasto nacional en 1977 y 1978.40 Según Clement Ebiri:

El régimen militar asignó a la agricultura un índice de crecimiento de sólo un 5%, mientras que se proyectaba que algunos sectores como la banca, la salud pública, la industria fabril, la construcción, etc., crecieran en un 20%. U n o se pregunta con asombro cómo podía esperarse que

: este índice de crecimiento previsto [. . .] permi­tiera al país tornarse más autosuficiente en la producción de alimentos.41

Y concluye que: "Esto plantea una serie de cuestiones en cuanto a la plausibilidad de invertir sumas colosales en la defensa con abandono de otros sectores."42

La militarización en Nigeria ha condu­cido —sobre todo— a una disminución del P N B , un aumento de la inflación y una balanza de pagos desfavorable con un déficit estimado en billones de nairas. Y esto ha sucedido pese a medidas tan draconianas c o m o la congelación de salarios de 1975 (que sólo consiguió reducir la inflación de un caó­tico 43% en ese año a un 16,6% en 1979), los gravámenes arancelarios sobre las importa­ciones (que crearon contrabando y un mer-

í cado negro de artículos de lujo dentro de la \ propia élite) y manipulaciones de la oferta

monetaria (que ahuyentaron los créditos ne­cesarios del mercado de inversión interior). El gasto militar m i s m o ha sido una causa fundamental de inflación, pero no se aprecia el menor indicio de que los militares se muestren inclinados a modificar su definición de las prioridades nacionales. El desarrollo industrial sigue en manos de firmas extranje­ras, mientras que la planificación del desa­rrollo continúa reflejando una dependencia de modelos occidentales.

E n 1980, el ministro de Defensa declaró: "Si queremos tener unas fuerzas armadas fuertes y eficaces, el país tiene que estar preparado para gastar dinero."43 El ministro, profesor Iya Abubakar, prosiguió insistiendo en que "una política exterior dinámica" debe estar "respaldada por una defensa fuerte".44

Por desdicha, las Guidelines for the Fourth National Development Plan, de reciente publicación, reflejan sin modificación alguna esta concepción de las prioridades en el gasto público. Los párrafos 14 y 15 de este documento constituyen textos clásicos de con­fusión y psicosis bélica. Mientras que la pri­mera de dichas declaraciones trata de tranqui­lizar a la opinión pública afirmando que "se hará todo lo posible por mantener el gasto de defensa a un nivel razonable y en consonancia con la situación general de recursos de la, nación", el párrafo siguiente prosigue recla­m a n d o una total reestructuración de las inver­siones para crear una industria nacional de armamentos de alta tecnología que, si se llevara a la práctica, trastornaría aún m á s el desarrollo nigeriano.

Esta política ignora lisa y llanamente los descubrimientos de los expertos en economía de las Naciones Unidas respecto a las conse­cuencias de la creación de complejos nacio­nales de industria bélica en países del tercer m u n d o . Recursos escasos de m a n o de obra en los campos de la investigación y el desarrollo, conocimientos técnicos y fuerza de trabajo: calificada son detraídos de los necesarios, proyectos productivos en la agricultura y en la industria para la producción de "bienes" que • no son de ningún aprovechamiento posible para el conjunto de la población. L a depen-

Page 146: La investigación y el desarrollo militar

148 Ikenna Nzimiro

dencia respecto de las empresas y las tecno­logías extranjeras se ve reforzada por la constante necesidad de "no quedarse a la zaga" de los sofisticados sistemas de a r m a m e n ­tos producidos en las sociedades tecnológicas avanzadas.4s E n Nigeria, el 95% de las 108 firmas electrónicas que hay en el país son subsidiarias de compañías extranjeras. L a "indigenización", en el contexto de la militari­zación, sólo puede significar una cosa: la importación de la irracionalidad y el frenesí de la carrera armamentista dentro de unas

estructuras sociales corroídas por el h a m b r e , la desigualdad, la insalubridad y la ignorancia. Sólo una reducción radical del gasto público en armas e instalaciones militares podrá permi­tir a las naciones en desarrollo realizar libre­mente las tareas del crecimiento endógeno, autosuficiente y democrático. Sólo una autén­tica participación popular en el desarrollo podrá garantizar que las prioridades nacio­nales respondan a las necesidades y valores del conjunto de la población.

Traducido del inglés

Notas

1. La investigación para el estudio en que se basa este artículo pudo efectuarse gracias a una subvención concedida por el Fondo para el Proyecto de Desarme de las Naciones Unidas en conexión con las actividades

' del Grupo de expertos gubernamentales en la relación entre desarme y desarrollo, de las Naciones Unidas. Esta última organización no es responsable de las ideas expresadas.

2. Véase A . Chekhuty, "Disarmament and the economy of newly free countries", Asia and Africa, enero-febrero de 1980.

3. G . T . Tarabrin, "The developing countries and disarmament", International affairs, vol. V I , 1977, p. 35.

4. Ibid., p. 38.

5. N . J. Miners, The Nigerian army 1955-1966, p. 12-13, Londres, 1971.

6. John Flint, Sir George Goldie: the making of Nigeria, p. 143, Oxford, 1958.

7. Miners, op. cit., p. 12-13.

8. S. P . Huntington, Changing patterns of military politics, p. 155, Nueva York, 1962.

9. A . Sampson, Anatomy of Britain, p. 345, Nueva York, 1965.

10. Miners, op. cit., p. 94.

11. República Federal de Nigeria, Financial estimates: 1958-1962 (Lagos, s.f.).

12. República Federal de Nigeria, Official gazette, Lagos, 1959-1966.

13. Miners, op. cit., p. 94.

14. Ibid.

15. Okorudu Ale, "Private foreign investment and the underdevelopment of indigenous entrepeneurs in Nigeria", en Gavin Williams

(dir. publ.), Economy and society in Nigeria, p. 109, Londres, 1976.

16. Veáse Gavin Williams, "Nigerian political economy", en Williams, op. cit., passim.

17. Douglas Rimmer, "Elements of the political economy", en K . Panter y B . Frank (dir. publ.), Soldiers and oil: the political transformation of Nigeria, p. 144, Londres, 1978.

18. Actas de un seminario sobre administración pública, agosto de 1970, citado en Henry Bienen y M . Filton, "Soldiers, politicians and civil servants", en Panter y Frank, op. cit., p. 48.

19. Ibid.

20. John de St. Jorre, The Nigerian civil war, p. 297, Londres, 1972.

21. Force catalogue of military powers, 1972.

Page 147: La investigación y el desarrollo militar

La militarización en Nigeria: consecuencias económicas y sociales 149

22. F. I. Adesonoye, conferencia pronunciada en el Curso para Jefes Superiores del Ejército, Escuela de Estado Mayor del Ejército Nigeriano, Jaji, 5 de julio de 1977.

23. Dr . Peter Ogbang, emisión radiofónica, Día Mundial de la Salud, 1977.

24. Gobierno Federal de Nigeria, First progress report on the Third Development Plan, Lagos, 1977.

25. Ibid., p. 25.

26. República Federal de Nigeria, Recurrent and capital estimates: 1975-1980, Lagos, 1980.

27. Ibid.

28. Dr . Ofodile, "The medical situation in Nigeria", in The daily times (Lagos), 26 de abril, 1980.

29. Comité Ejecutivo de la Política Nacional de Educación, Report, Lagos, 1979.

30. República Federal de Nigeria, Recurrent and capital estimates: 1979, Lagos, 1979.

31. Comité Ejecutivo de la Política Nacional de Educación, Blueprint, Lagos, 1979.

32. Organización para el Control de Armamentos y Desarme de los Estados Unidos de América, World military expenditures and arms transfers: 1968-1977, p. 98, Washington, D . C . , 1979.

33. Comité Ejecutivo, Blueprint.

34. Unión de Personal Académico de las Universidades, Conferencia de prensa, 1980.

35. Declaraciones recogidas por el autor, 1979.

36. República Federal de Nigeria, Recurrent and capital expenditures: 1960 to 1970, Lagos, 1971; Recurrent and capital expenditures: 1970 to 1980, Lagos, s.f.

37. Comunicación personal al autor.

38. Ibid.

39. República Federal de Nigeria, Recurrent and capital estimates and accountant-general's reports: 1958 to 1979, Lagos, 1980.

40. Clement Ebiri, "Nigeria's economy", in Quest, septiembre de 1979, p. 122.

41. Ibid., p. 123.

42. Ibid.

43. The daily times (Lagos), 25 de marzo de 1980.

44. Ibid.

45. Grupo de expertos de las '• Naciones Unidas, Economic andl social consequences of the arms ' race, p. 1-17, Nueva York, Naciones Unidas.

Page 148: La investigación y el desarrollo militar

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo

Augusto Varas y Fernando Bustamante

Introducción

. Las consecuencias que la investigación y el desarrollo (I y D ) han tenido en la transferen­cia de tecnología bélica desde los países desa­rrollados hacia el tercer m u n d o han servido para incrementar la capacidad de producción de la industria de armamentos de este último.

Al convertirse la I y D en una industria rentable, la competencia entre las diversas empre­sas creadoras de expe­riencia científico-tecnoló­gica en la fabricación de armamentos produce un creciente aumento de las inversiones en este sec-

: tor, única manera de • controlar los mercados exteriores.

Este proceso supone el desarrollo de las inno­vaciones tecnológicas y requiere la existencia de mercados cada vez m á s amplios. U n medio de satisfacer ambos requi­sitos consiste en ir m á s allá de la mera transferencia de armamentos y transferir la tecnología bélica al tercer m u n d o en forma de producción bajo licencia.

N o obstante, debido a la dinámica inhe­rente a la industria de I y D , el monopolio científico y tecnológico de los países desarrolla­dos en este sector ha alcanzado tal magnitud que ha sido necesario transferir paulatina­

mente al tercer m u n d o la capacidad de fabrica­ción de los medios necesarios para producir armamentos en forma de subcontratos y, en especial, de acuerdos de coproducción.

Para que esta presión de la I y D por superar las fronteras nacionales pueda lograrj sus objetivos es menester que la industria de; armamentos de los países del tercer m u n d o alcance un determinado nivel mínimo de desarrollo.

E n resumen, el incre­mento inevitable en la actividad de I y D que tiene lugar en los países industrializados se tradu­ce en la expansión de la capacidad de producción de armamentos del tercer m u n d o , cuyas industrias bélicas ya han comen­zado a competir en el mercado mundial con sus homólogos.

I y D y exportación de armamentos

U n a de las principales características de la investigación y desarrollo de la industria bélica en los países desarrollados ha sido su rápida transformación en una industria nacio­nal poderosa y rentable.1

Este nuevo factor, que se está convir­tiendo en un acelerador de la espiral a r m a m e n ­tista mundial, tiene grandes repercusiones en

Fernando Bustamante, sociólogo ecuatoriano, trabaja en la Universi­dad Católica de Santiago de Chile. Augusto Varas es coordinador de investigaciones en la Facultad Lati­noamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) , Leopoldo Urrutia, 1950, Casilla 3213/C Santiago, Chile, y ha escrito sobre problemas militares y de seguridad en América Latina.

Page 149: La investigación y el desarrollo militar

152 Augusto Varas y Fernando Bustamante

la transferencia de tecnología bélica desde los centros industrializados hacia la periferia sub-desarrollada. El efecto principal de la indus­trialización de la I y D en los países desarrolla­dos es que estimula la transferencia de produc­tos cada vez más perfeccionados tecnológica­mente hacia los países periféricos. A su vez, en los países receptores estos productos crean un clima que provoca una mayor demanda cuantitativa y cualitativa de productos bélicos. E n consecuencia, las importaciones de arma­mentos van seguidas casi inevitablemente del desarrollo de una industria local de a r m a m e n ­tos. Esta industria existe gracias a los subcon­tratos y la producción bajo licencia, los que, a su vez, sirven de germen o fundamento a una industria bélica local en plena expansión. C o m o se verá m á s adelante, es evidente que este proceso tiene lugar en aquellos países en desarrollo que han logrado establecer una base industrial mínima a partir de la cual puede desarrollarse esa nueva industria. E n algunos casos, se apoya en una industria de armamentos que ya existía pero que no pudo alcanzar niveles de rentabilidad suficiente c o m o para incluirla en los programas estatales de desarrollo nacional. C o n las licencias, subcontratos o acuerdos de coproducción, estas industrias locales pueden llegar al grado de rentabilidad y expansión de la industria de armamentos de los países desarrollados.

Desde este punto de vista, la industria de armamentos es en la actualidad una actividad económica altamente rentable y, en el sentido puramente comercial, un sector de produc­ción que rinde cada vez m á s beneficios. E m p e r o , la raíz de esta actividad económica bélica se encuentra en un complejo sistema de investigación y desarrollo tecnológico que permite niveles cada vez m á s altos de sofistica-ción del producto bélico que se busca. A su vez, esto se apoya en una base científica gracias a la cual, mediante el desarrollo de determinadas ciencias fundamentales, los conocimientos científicos se traducen en térmi­nos tecnológicos. Esta investigación cientí­fico-tecnológica combinada ha permitido a los países desarrollados fabricar productos de un perfeccionamiento bélico tal que actualmente

la mayoría de los nuevos armamentos incorpo­ran los últimos descubrimientos de la ciencia y la tecnología.

E n la primera fase del proceso de indus­trialización de la I y D en los países desarrolla­dos se aplicó la política de que la transferencia de tecnología bélica al tercer m u n d o adoptara la forma de exportación de productos acaba­dos, lo que obstaculizaba la transferencia de los conocimientos científicos y tecnológicos que les habían dado origen. L a transferencia de tecnología bélica hacia la periferia subde-sarrollada, entonces, tiene lugar fundamental­mente en forma de productos acabados, es decir, que se transfieren los productos, pero nunca la capacidad científica y tecnológica que permitió a la industria de armamentos del país, exportador desarrollar y producir el arma en cuestión.

La monopolización de esta base científica y tecnológica que permite a los países indus­trializados crear nuevos armamentos fue uno de los factores m á s importantes de la expan­sión de esta poderosa industria bélica y una constante en la primera fase del proceso de transferencia de tecnología bélica hacia el tercer m u n d o .

La exportación de armas evitaba la trans­ferencia de la capacidad de generar los medios para la producción de bienes de capital.2 Esta capacidad de generar tecnología nueva de vanguardia era celosamente conservada por los productores de los países industrializados. Las empresas productoras de tecnología bélica creaban al transferirla un "mercado cautivo" de largo y mediano plazo para sus patentes, procedimientos, productos y compo­nentes. Al m i s m o tiempo, frenaban la inicia-.tiva de los países del tercer m u n d o que deseaban aplicar sus propias políticas de desa-1

rrollo tecnológico-bélíco. La existencia de una industria de I y D

científico-tecnológica y su monopolización por los países desarrollados provocó una feroz competencia entre sus principales producto­res. Simultáneamente, en algunos países ello adoptó la forma de una reacción ante la pérdida de competitividad de los sectores civiles de su industria en el mercado mundial.

Page 150: La investigación y el desarrollo militar

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 153

Avión argentino Pucará, en exposición con su armamento. Criton/Sygma.

L a magnitud de la I y D científico-tecnológicos y de los fondos que el gobierno central asigna a la tecnología en los países exportadores es abrumadora y difícilmente igualable por países del tercer m u n d o . Tal es

el caso de los Estados Unidos de A m é r i c a y Francia, que asignan fondos para electrónica militar equivalentes al 24 ,5% y 29 ,5%, respec­tivamente, del total del mercado electrónico de sus economías (véase el cuadro l).3

C U A D R O 1. Distribución de la I y D bélicos entre las potencias occidentales (precios constantes)

Estados Unidos Reino U n i d o Francia República Federal

de Alemania Suécia Otros diez países

TOTAL

F U E N T E : a) R . Väyrynen,

1960-1964"

Millones de dólares

7.608 761 329

123 67

129

9.017

%

84,3 8,3 3,6

1,4 0,8 1,7

100,0

1965-1969°

Millones de dólares

7.475 609 546

206 81

175

9.088

"Military R & D as an aspect of the arms race", n.° 3-4/1978; b) R . Väyrynen, "Investigación y desarrollo militar y política

%

82,3 6,9 6,0

2,3 0,9 1,8

100,0

19796

Millones de dólares

14.310 2 .470 2 .170

1.015 235

20.200

%

70 ,8 12 ,2 10,7

5,0 1,2 —

100,0

Current research on peace and violence, . científica" en este número.

Page 151: La investigación y el desarrollo militar

154 Augusto Varas y Fernando Bustamante

E n efecto, puede comprobarse que mientras los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido mantuvieron el liderazgo y el control de los mercados de armas en sus respectivas áreas de influencia en el periodo de la posguerra, no fue preciso compensar déficits comerciales mediante la venta de armamentos. L a posi­ción comercial global de estos países era lo suficientemente sólida para no temer a ningún competidor.

Sin embargo, a partir de los años sesenta las industrias civiles de la República Federal de Alemania y del Japón (países que habían salido de la guerra sin industria de armamen­tos propia) comienzan a erosionar la base de la hegemonía comercial de los vencedores de la segunda guerra mundial. U n a tras otra, las distintas ramas de la economía civil van siendo copadas por las industrias niponas y germanas: astilleros, equipos industriales, \ química, electrónica, automotriz. Incluso los mercados internos de las potencias vencedo­ras van siendo escenario de una victoriosa ofensiva de los productos alemanes y, especial­mente, . japoneses. La creciente competitivi-dad y la eficacia tecnológica de estos países deterioran seriamente la capacidad, hasta entonces casi ilimitada, de sus competidores, para colocar sus productos en el exterior e incluso para controlar sus propios mercados locales.

A medida que la competencia entre las naciones industrializadas se acentúa, se genera una tendencia a ver al sector militar c o m o una alternativa a través de la cual se podría explotar una ventaja aún intacta, con el objeto de equilibrar las corrientes comer­ciales, tanto entre las propias naciones indus­trializadas, c o m o en la balanza comercial con el tercer m u n d o . Esto explica, por ejemplo, las presiones recientes sobre el Japón (aparte de las razones puramente militares y estratégi­cas) para que aumente su presupuesto de defensa y sus compras de armamentos a los Estados Unidos.

Asimismo, Francia trata de hacer frente al avance japonés y de equilibrar el déficit de ; su balanza comercial con el Japón mediante la exportación de equipos bélicos y de tecnología i

nuclear.4 Algo similar ocurre en el caso de la República Federal de Alemania, país que ha venido desarrollando su propia capacidad de producción de armamentos. A medida que disminuía la potencia exportadora de la eco­nomía alemana, ha ido prosperando la tesis de que era necesario incrementar las ventas de armamentos a países del tercer m u n d o , en especial árabes. A u n q u e estas ventas han sufrido un serio revés con el fallido acuerdo entre la República Federal de Alemania y Arabia Saudita, esta tendencia general sigue siendo favorable al primero de estos países. Buena prueba de ello son las crecientes trans­ferencias de material bélico germano hacia regiones subdesarrolladas.5

E n resumen, para aquellos países que presentan ventajas comparativas en esta esfera, la producción y las exportaciones de armamentos han llegado a constituir una forma efectiva de contrarrestar la competen­cia de los mercados mundiales. Esto ha sido posible gracias a la industrialización sistemá­tica de la I y D . Ahora bien, la transformación de I y D en una industria cada vez más rentable exigía mercados más vastos que los \ que la simple exportación de armamentos podía ofrecer. Por estas razones, el propio crecimiento de la I y D propició un cambio en las pautas de la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer m u n d o .

Industrialización de la I y D , y efectos en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer m u n d o

A medida que la actividad de I y D se ha ido :

convirtiendo en una industria altamente renta­ble que, a su vez, ha fomentado una dinámica producción de armamentos, ha cambiado nota­blemente el carácter de la transferencia de tecnología bélica desde los países desarrolla-

i dos hacia el tercer m u n d o . Tras la segunda guerra mundial y bien

avanzados los años sesenta, la forma principal, I en que se transfería la tecnología^bélica hacia

Page 152: La investigación y el desarrollo militar

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 155

la periferia subdesarrollada era la exportación de armas o de sistemas de armamentos. E m p e r o , la dinámica inherente a la industria científico-tecnológica (I y D ) y la competencia entre los países poseedores de la mayor capaci­dad instalada de I y D llevaron a la exporta­ción de productos acabados, lo que abrió el camino a la transferencia de procesos de producción.

U n a de las características de la industria de I y D es la introducción constante de

• innovaciones a fin de superar a los demás competidores en la lucha por los mercados. Por eso, la transferencia de tecnología no podía limitarse de manera permanente y exclu­siva a los productos acabados tradicionales ni consistir en una transferencia de técnicas que permitieran la generación de una capacidad científico-tecnológica competidora. Por estas razones, la exportación de tecnología bélica al tercer m u n d o se caracteriza, en la etapa de competencia entre las industrias de I y D , por

. la transferencia de sistemas de producción de armamentos, que se realiza mediante diversos mecanismos c o m o ía producción bajo licencia, la subcontratación y la producción conjunta de armamentos.

Este cambio en la estructura de la transfe-, rencia desde los países desarrollados a la periferia subdesarrollada puede observarse en la disminución de la proporción de productos :

' bélicos que se transfieren al tercer m u n d o ¡ (véase el cuadro 2). A u n q u e la transferencia; de tecnología civil aumenta m á s que la expor- ' tación de productos bélicos, esto se debe en ; parte a una caída en la tasa de exportaciones:

de armamentos acabados durante los años setenta. Así, en los Estados Unidos, que habían duplicado sus exportaciones de arma­mentos en los años sesenta, este renglón co­mercial sólo aumentó aproximadamente en un 25% entre 1972 y 1976.

E n este sentido, la Unión Soviética ha mantenido una política más tradicional trans­firiendo una proporción constante de arma­mentos y aumentando substancialmente sus exportaciones de productos de uso civil. N o obstante, en los últimos años, debido a la competencia con potencias industriales occi­dentales en el plano político-militar, la U R S S se vio obligada también a transferir parte de su capacidad de producción al tercer m u n d o . Indicios de este cambio son las licencias concedidas a la República Popular de Corea y a la India para la producción de M i G - 2 1 .

La producción bajo licencia es una de las formas más importantes que adopta la transfe­rencia de tecnología bélica hacia el tercer m u n d o . Mediante este método se exporta el sistema de fabricación de un determinado tipo de armamento previamente desarrollado por la industria de armamentos de los países industrializados. E n esencia, este proceso obe­dece a la necesidad que tiene la propia indus­tria científico-tecnológica (I y D ) de prolongar la vida útil de una cierta tecnología bélica y de mantener la rentabilidad de unos equipos que en los países proveedores ya son anticuados. Para las empresas que producen conocimien­tos científico-tecnológicos bélicos, el hecho de que los clientes del tercer m u n d o asimilen y apliquen localmente tecnologías que ya han

C U A D R O 2 . Transferencia de tecnología civil y bélica: Estados Unidos y Unión Soviética

Año

1963 •1967 1972 1976

Estados Unidos SITC71

(millones de dólares) (1)

8.178 12.573 21.532 49.510

Estados Unidos (Transferencia de armamento) (2)

1.198 2.230 4.100 5.206

Relación proporcional (2) como % de(l)

14,6 17,7 19,0 10,5

Unión Soviética SITC7 (millones de dólares) (3)

1.474 2.088 3.619 6.257

1. SITC7: Bienes de capital de uso civil. F U E N T E : Peter Lock, " N e w international economic order and armaments",

Unión Soviética (transferencia de armamento) (4)

1.219 1.920 2.840 3.747

Vierteljahresberichte, n

Relación proporcional: (4) como %

.«te (3)

83 92 78 60

.° 77,1979.

Page 153: La investigación y el desarrollo militar

156 Augusto Varas y Fernando Bustamante

alcanzado su pleno desarrollo y que no pue­den ya competir con ios nuevos productos constituye un beneficio suplementario.

Buenos ejemplos de lo anterior son el caza norteamericano F - 5 E / F Tiger II de la Northrop, el Mirage-5, el vehículo blindado francés E R C - 9 0 5 y el avión sueco Saab Sup­porter.6 Para la defensa norteamericana, fran­cesa y sueca respectivamente, todos ellos están ya superados. A u n q u e son equipos de alta tecnología, la transferencia de su produc­ción a un país periférico permite que sigan rindiendo beneficios después de adaptarlos a una escala de producción compatible con un mercado más pequeño. Mantener esos produc­tos con toda la infraestructura correspon­diente en los Estados Unidos, Francia y Suécia es desventajoso para las respectivas

industrias. Si en cambio, la República de Corea o Taiwan se encargan de ser los produc­tores de esas armas, no sólo para sus propias necesidades sino también para un área regio­nal o subregional, las instalaciones nuevas que sean montadas en esos países estarán ajusta­das al tipo y nivel de "producción" que el nuevo mercado requiera.

C o m o los acuerdos de venta de tecno­logía a los países del tercer m u n d o implican la venta de patentes, existe la posibilidad de seguir obteniendo beneficios de tecnologías ya "agotadas" en los países industrializados.7

Cabe destacar, que la tecnología más avanzada no se vende, pero sí sus productos. E n cam­bio, la tecnología relativamente menos avan­zada es transferida a los países del tercer m u n d o (cuadros 3 y 4).

C U A D R O 3. Producción de aviones bajo licencia en el tercer mundo

País

Argentina

Brasil

Egipto

Filipinas

India

Indonesia

México

Nigeria

Pakistán

Rep. ¡ Popular D e m . • de Corea

Rep. de Corea

Taiwan

Armamentos Aviones antiguerrilla de caza

M B - 3 2 6 M B - 3 4 0 * Xavante

Mirage-20002

Jaguar M G - 2 1 Bis

E M B - 3 2 6 Xavante2

MG-21 M F

F-GE Tiger-2

F-GE/F Tiger-2

1. Empresa conjunta con Acrmacchi Acritalia. 2. Planificado. Fuente: SIPRI Yearbook, 1980.

Helicópteros

Cicaré Ck-1 Hughes

Model-500

A S - 3 5 0 M Esquilo

SA-315 L a m a

Lynx

SA-315B Cheetah

SA-316B Cheetah

SA-330 P u m a BO-105

Bo-105

AIouette-3

Avionetas

Piper Arrow-:

E M B - 8 1 0

Aviones de entrenamiento

Alpha Jet2

Gnat T-2 Ajeet

Arava2

Supporter Cessna-172

Aviones de transporte

B N - 2 A Islander

C-212A Avidar

E M B - 1 1 0 2

Page 154: La investigación y el desarrollo militar

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 157

Misil europeo Hot con sistema antitanque, de cuatro kilómetros de alcance, en la exposición bienal de materiales y armamento en Satory, cerca de París, en 1981. iFOTApS.

C U A D R O 4. Producción bajo licencia de vehículos blindados y barcos de guerra en el tercer m u n d o

Vehículos

País VB/VBTP/ TL V M C I

TBP

Argentina V C I A M X - 1 3 T A M

Brasil

Egipto

India

Pakistán

Taiwan

Fuente: SIPRI, op. cit. Siglas: V B = Vehículo blindado V B T P = Vehículos blindados V M C I = Vehículo mecanizad« T L = Tanque ligero

Vijayanta-2 (Vickers 37 ton.)

New

MAA

AA-2 Atoll

R-550 Magic

AIM9J AIM9L

para el transporte de personal ) para combate de infantería

Misiles

MAT

Cobra 2000

Swingfire

SS-11

TBP = MAA MAT M A = LP =

MA

Barcos de

1. Destructor LP 2. Fragata 3. Corbeta

1. M e c o -360

2. Niteroi-class

MIM-23 Hawk

= Tanque de batalla principal = Misil aire-aire = Misil antitanque Misil antiaéreo

Lanchas patrulleras

juerra

Submarinos

Class 1700

Type 209

Page 155: La investigación y el desarrollo militar

158 Augusto Varas y Fernando Bustamante

Este proceso de transferencia de sistemas i para la producción bajo licencia ha permitido , a los países qué reciben esta tecnología esta­blecer una industria bélica que tiende a satisfa-

, cer no sólo sus propias necesidades de equipos bélicos, sino,también las de otros países del

1 tercer m u n d o . Por ejemplo, el desarrollo de la industria bélica bajo licencia en Brasil, Israel y Sudáfrica ha permitido a estos países expor­tar una gran parte de lo que producen a otros países del tercer m u n d o (cuadro 5).

C U A D R O 5. Exportación de armas de algunos países productores de armamentos: 1970-1979 (millones de dólares, cotización de 1975)

País

Argentina Brasil Egipto India Indonesia Israel Sudáfrica

Fuente: SIPRI, Yearbook, 1980

Exportación

39 349 25 18 16

447 150

Brasil ha empleado su industria de a r m a m e n ­tos c o m o medio fundamental de compensa-ción de los enormes déficits que produce en su balanza comercial el incremento de las impor­taciones de petróleo necesarias para su diná­mica industria civil.8 Israel y Sudáfrica mues­tran tendencia a introducirse en los mercados del tercer m u n d o mediante la venta directa de armas a los países en desarrollo9 y asocián­dose a otros productores locales del tercer m u n d o , situación que recientemente se ha visto favorecida por el levantamiento del embargo norteamericano a las exportaciones

1 de productos bélicos israelíes fabricados bajo '• licencia norteamericana10 y por la ineficacia del embargo mundial contra Pretoria.

D e esta forma, la producción de arma-, mentos bajo licencia permite exportar tecno­logía bélica y obviar las restricciones impues­tas para la simple transferencia del producto, acabado. L a industria de armamentos de los países desarrollados puede así alcanzar altos, niveles de competitividad en los mercados del,

tercer m u n d o sin tener que transferir todo el conocimiento científico y tecnológico que per­mitió la producción de esas armas. C o n ello se evita que esas transferencias se traduzcan en la generación de una capacidad competitiva equivalente.

Pese a esta solución temporaria a los problemas comerciales que se le plantean a la industria de I y D , todavía se ejercen pre­siones para obtener dividendos del incre­mento de las inversiones. U n a de las vías que se han ensayado para resolver este problema es la de la subcontratación.

Este nuevo procedimiento tiene su origen en dos conjuntos de factores. E n primer lugar, la industria de I y D comienza a requerir inversiones cada vez mayores para mantener su nivel de productividad y competi­tividad a escala mundial, y los costos aumen­tan a medida que la productividad marginal de

, esas inversiones tiende a disminuir. E n conse-• cuencia, se buscan nuevas vías para producir ! material bélico ultramoderno en regiones que ofrecen ventajas por sus recursos naturales y por los costos de m a n o de obra. Por estas razones, la industria de I y D busca zonas de producción y desarrollo que le permitan redu­cir sus costos. Esto se logra mediante la subcontratación en países cuya m a n o de obra es relativamente barata.

E n segundo lugar, esta misma actividad ha sido en los últimos tiempos un modus operandi característico del capital transnacio­nal que trata de desarrollar la capacidad para distribuir geográficamente las diferentes fases

\ de producción en regiones donde los costos son más bajos. Gracias a ello, las transnacio­nales pueden desarrollar sus actividades en diversas partes del planeta con el apoyo del capital internacional.

C o m o la industria de I y D se basa en parte en este capital de las tránsnacionales, depende de él y lo engrasa, los subcontratos

| constituyen un buen medio para resolver ambos problemas. Por consiguiente, se trans­fiere una técnica altamente especializada, pero al mismo tiempo fragmentada, lo que permite reproducir en parte la tecnología ultramoderna, pero nunca el producto com-

Page 156: La investigación y el desarrollo militar

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 159

Son cada vez mayores las inversiones requeridas por la I y D para mantener su competitividad y ampliar sus mercados, por lo que también son cada vez m á s intensas las presiones que se ejercen para obtener la

i adecuada rentabilidad. L a simple venta del ' producto acabado y la transferencia de los : sistemas de producción n o son suficientes para ; alcanzar los niveles de beneficio necesarios en el preciso m o m e n t o en que decrece la capaci-

I dad económica de los importadores, a pesar de que aumentan sus recursos financieros. Por •

• consiguiente, los acuerdos de coproducción i contribuyen a resolver el problema de sobre-equipamiento de las fuerzas armadas del tercer m u n d o mediante el establecimiento de una industria de exportación dependiente cuya actividad se basa, en parte, en acuerdos de coproducción.- Estos acuerdos se firman con países que poseen una I y D desarrollada en su propio territorio, c o m o lo demuestran los ejemplos que siguen.

L a Argentina11 es u n o de los países del tercer m u n d o con una larga historia de I y D militar. Sus primeros intentos por producir equipos militares en el país datan de 1920. E n 1941, la Dirección General de Fábricas Militares ( D G F M ) intensificó la actividad estatal en

C U A D R O 6. Magnitud de las operaciones en el extranjero de fabricantes estadounidenses de materiales electrónicos para usos militares en 1974

Posición en los contratos del Ministerio de Defensa

1. General Electric 22. R C A Corp. 25. Teledyne 36. Fairchild

41. Texas Instruments

63. Motorola

97. Hewlett Packard Otras ocho empresas

TOTAL

F U E N T E : Helena Tuomi y

Número de empleados en las fábricas en el extranjero

1.000 3.000 3.300

13.300

11.300

7.800

2.600 2Í.250

63.550

Raimo Väyrynen, Finlandia, Tampere Peace Research Institute

Localization de las operaciones

Singapur Singapur; Malasia; Taiwan . Singapur; H o n g K o n g ; Malasia H o n g K o n g ; República de Corea; Singapur; México; Indonesia Singapur; Malasia; El Salvador; Taiwan República de Corea; México; Malasia; H o n g K o n g Singapur; Malasia Singapur; Malasia; Tailandia; Indonesia; H o n g K o n g ; Mauricio; República de Corea; México

Transnational corporations, armaments and development, p. 141, 1980.

pie to. Este nuevo procedimiento ha tenido una amplia expansión en los últimos años, c o m o lo demuestran los diversos subcontratos vigentes en todo el m u n d o (cuadro 6).

Acuerdos de I y D y de coproducción

Los acuerdos de coproducción constituyen la forma más avanzada de transferencia de tecno­logía bélica desde los países desarrollados hacia el tercer m u n d o . Por lo general, esos acuerdos se establecen entre industrias cuyos niveles de desarrollo científico-tecnológico son relativamente complementarios, de manera que el aporte de los países industriali­zados se aprovecha en función de la tecno­logía bélica desarrollada en el país receptor. D e esta forma, las industrias de armamentos del tercer m u n d o reciben un estímulo adicio­nal para su propia expansión. Este fenómeno se debe al dinamismo que tiene la I y D en los países desarrollados y, últimamente, en los países del tercer m u n d o que han desarrollado su propia I y D civil o militar o han sido favorecidos de manera especial por las impor­taciones de armamentos en sus diversas for­mas .

Page 157: La investigación y el desarrollo militar

160 Augusto Varas y Fernando Bustamante

esta esfera vinculándola al esfuerzo general de ; industrialización. Debido a que la Argentina se mantuvo neutral durante la segunda guerra mundial, los Estados Unidos la excluyeron de ;

todo vínculo en tiempo de guerra, razón por la cual la industria de armamentos argentina tuvo que desarrollarse de manera indepen­diente.

E n 1945, la D G F M incorporó a todas las ' ramas de las fuerzas armadas en la fabricación de armamentos. La fuerza aérea, con la ayuda de técnicos alemanes, comenzó a diseñar y fabricar naves aéreas c o m o el cazabombar-dero y el avión de transporte. Sólo este último comenzó a producirse en 1956. Asimismo, en 1938 la marina de guerra empezó a diseñar y construir embarcaciones en los astilleros Río Santiago, que más tarde produjeron lanchas patrulleras y fragatas. Por su parte, el ejército produjo artillería pesada, ametralladoras y diversos tipos de municiones con asisten­cia alemana. E n 1940, la fábrica Rosario comenzó a proyectar y fabricar una serie de ametralladoras que todavía se utilizan.

El impulso inicial que proporcionó la cooperación alemana sirvió para establecer la actividad de I y D que, aunque relativa­mente modesta, prestaría continuo apoyo a la industria de armamentos. Aunque nunca se ha asignado más del 1% a la I y D , en 1958 el Consejo Nacional de Investigación Científico-Tecnológica se convirtió en el principal agente para este tipo de investigación y de subsidio. Asimismo, gracias al Instituto Nacional de Tecnología Industrial, la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Comisión Nacional de Investigación Espacial, la Argentina ha podido desarrollar con la ayuda de licencias y de asistencia técnica extranjera, una industria militar y nuclear que se cuenta entre las más poderosas de América Latina. Estas activi­dades de I y D se han vinculado al desarrollo industrial, que se concentra en la industria estatal del acero y del aluminio y en las industrias de fabricación de vehículos.

Conjuntamente con la Dirección General de Fabricaciones Militares, la Dirección Nacio­nal de la Industria e Investigaciones Aeronáu­ticas diseña y produce equipo aerospacial

bajo la supervisión de la fuerza aérea. Mien­tras que en los años cincuenta se dedicó a la fabricación de aviones de combate como el caza IA-60 Pucará y el helicóptero Cicaré C H - 1 1 Cobri, en los años sesenta se concentró en la producción de aviones de transporte y antiguerrilla tales como el IA-50 Guaraní II y el IA-58 Pucará.

Por su parte, la Dirección General de Fabricaciones Militares fabricó aviones para

. uso civil y montó el tanque francés A M X - 1 3 . E n virtud de un contrato de coproducción con la empresa Thyssen-Henschel de la República Federal de Alemania, la Argentina está fabri­cando tanques ligeros y medianos y vehículos blindados para el transporte del personal militar.

Los Astilleros y Fabricaciones Navales Estatales producen equipos navales diseñados en el país, tales como fragatas y lanchas patrulleras equipadas con cohetes. También

, montan submarinos con componentes adquiri­dos en la República Federal de Alemania.

Gracias a toda esta actividad de I y D , los contratos de coproducción se han convertido en una de las formas más efectivas de desarro­llar la industria de armamentos argentina. Conjuntamente con la empresa alemana Dor-nier, se acaba de iniciar la construcción de un avión a reacción de entrenamiento con capaci­dad limitada para misiones de apoyo táctico. La Dirección Nacional de Industrias e Investi­gaciones Aeronáuticas construirá en la provin­cia de Córdoba este avión, denominado IA-63, que empezó a volar en 1982 y comenzará a producirse en serie en 1985.12

Apoyándose en su propia base de I y D , la industria de armamentos argentina está actualmente en condiciones de aumentar su capacidad tecnológica, por lo que no sorpren­dería que a esos acuerdos de coproducción de aviones y tanques siguieran otros para la construcción de barcos con España, de subma­rinos con la República Federal de Alemania y de lanchas patrulleras costeras con Francia.

La industria aeronáutica brasileña consti­tuye otro ejemplo del empuje cada vez mayor de la industria local de armamentos cuando cuenta con el apoyo de la I y D local.13

Page 158: La investigación y el desarrollo militar

Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 161

Discriminación del enemigo: cañón-revólver Puckle, de cilindros intercambiables, para disparar balas, redondas contra los cristianos y balas cuadradas contra los turcos.

El 19 de agosto de 1969, el presidente del Brasil firmó el decreto por el que se estable­cía la Empresa Brasileira de Aeronáutica ( E M B R A E R ) , que inició sus operaciones en enero de 1970. Fue ésta la culminación de u n esfuerzo por desarrollar la tecnología propia del Brasil en la esfera de la aviación civil y militar. D e hecho, en 1965, el Instituto de Investigação e Desenvolvimento del Departa­mento de Aviación había decidido substituir los viejos aviones " B e c h - C - 4 5 " de la fuerza aérea brasileña. C o n este fin, el Centro Téc­nico de Aeronáutica (ahora Centro Técnico Aerospacial) recabó ayuda del ingeniero fran­cés M a x Holste y decidió reequipar los T - 6 norteamericanos dé la fuerza aérea, pero m á s tarde este proyecto se abandonó.

El C - 5 fue substituido por el bimotor tufbopropulsado I P D - 6 5 0 4 , . fabricado en el país y llamado m á s tarde E M B - 1 0 0 . Este proyecto se inició en junio de 1965, y el primer prototipo, construido en 1966, hizo su primer vuelo el 26 de octubre de 1968 con motores Pratt & Whitney P T - 6 . L a fuerza aérea brasileña hizo un pedido de ochenta;

aviones de la versión E M B - 1 1 0 Bandeirante. Gracias a estos trabajos de la industria j

aeronáutica militar, la E M B R A E R p u d o cons­truir aviones civiles tales c o m o el E M B - 2 0 0 ; Ipanema, destinado a fines agrícolas, que voló ; por primera vez en julio de 1970 y del cual se construyeron cuatrocientas unidades en cinco versiones.

Entre 1973 y 1974, la crisis energética obligó a Brasil a intensificar el desarrollo de su industria aeronáutica, que, mediante con­tratos con la empresa Piper, llevó a la produc­ción de cinco tipos diferentes de aviones de uno y dos motores. L a única versión modifi­cada del Bandeirante, el E M B - 1 1 0 P , tuvo gran éxito entre las líneas aéreas locales y las fuerzas aéreas de la región. E n 1976, : E M B R A E R desarrolló tres versiones del B a n ­deirante : K L , para uso militar; PI , modifica­ción de este último para uso civil, y D I , destinado exclusivamente al transporte de pasajeros. Brasil ha recibido ya pedidos de este último de compañías aéreas norteamerica- ; nas y británicas, así c o m o de otros países.

Esta actividad de la industria aeronáutica

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162 Augusto Varas y Fernando Bustamante

brasileña cuenta con el apoyo del Centro Técnico Aerospacial, que sirve de enlace entre los institutos de Tecnología Espacial, Investigación y Desarrollo e Investigaciones Aerospaciales. Este centro, que colabora con E M B R A E R , hace posible que se utilicen los corredores aéreos y que se realicen las pruebas de laboratorio de física.

D e este m o d o , E M B R A E R atiende las necesidades de las fuerzas aéreas del Brasil en las siguientes esferas: aviones de entrena­miento básico con capacidad de ataque terres­tre; bimotores turbopropulsados con cabina a presión o no para el transporte de personal y equipos; aviones de patrulla marítima y de búsqueda y rescate, y modelos especiales de fotogrametría y calibración.

C o n esta capacidad instalada, sus plantas industriales y su propia I y D , E M B R A E R se ha convertido en subcontratista y productor del F - 5 E de la Northrop, fabrica parte del fuselaje de este avión, y será coproductor de cien a ciento cincuenta aviones caza A M X conjuntamente con la empresa italiana Aer-macchi. Estos aviones, cuya producción ha comenzado en 1982, estarán equipados con motores Alfa R o m e o o Fiat.14

L a importancia de la I y D para la creación de industrias militares nacionales en los países del tercer m u n d o suscita el interés en iniciar la coproducción con industrias de armamentos de los países desarrollados. Esto se observa en los esfuerzos que México ha realizado en los últimos años para establecer su propia industria militar.

Según declaraciones formuladas por el ministro de Defensa de México, general Félix Galván López, el país ha hecho grandes progresos en el desarrollo de su propia indus­tria de armamentos que, según sus afirma­ciones, actualmente puede fabricar vehículos blindados y trata de fabricar fusiles de asalto para el ejército.15

A los fines de estos proyectos, el go­bierno mexicano ha empezado a fomentar el desarrollo de la investigación .científico-tecno­lógica del país, que establecerá sin duda estrechos vínculos con la naciente industria de armamentos mexicana. E n consecuencia, el

Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ha formulado diversos planes para desarrollar la capacidad científico-tecnológica del país. Vale la pena señalar que un tercio de los fondos asignados al sector industrial para el periodo 1978-1982 se dedicó a proyectos relacionados directamente con usos militares c o m o los de la ' industria química, las telecomunicaciones, el transporte, la metalurgia ferrosa y no ferrosa, la electrónica, la industria mecánica, la indus­tria automotriz, la instrumentación y las inven­ciones tecnológicas. El Ministerio de Defensa Nacional tiene sumo interés en obtener fon­dos para esas actividades. D e hecho, los ministerios de Defensa y de la Marina presen- ; taron un total de veinticinco proyectos que fueron aprobados en su totalidad.16 Por consi­guiente, es posible que la industria mexicana pueda proponer la coproducción del tanque argentino T A M en el futuro próximo.

L o anterior demuestra la importancia de la I y D en la creación de una industria local de armamentos. E n lo que concierne a A m é ­rica Latina, Argentina, con su propio desa­rrollo científico-tecnológico y la ayuda inicial-mente recibida de asesores alemanes, demues­tra la importancia que tiene una capacidad instalada de I y D c o m o primer paso en el esfuerzo por desarrollar una industria militar. Asimismo, el último adelanto de la industria aeronáutica del Brasil indica que la iniciativa local en I y D permite alcanzar niveles más altos de industrialización militar, que propor­cionan y posibilitan más tarde la coproducción de armamentos mucho más perfeccionados que los que podrían lograrse mediante la producción totalmente nacional. Por último, México, país que no tiene industria de defensa, demuestra que para planear una industria de vehículos blindados debe procurarse, en pri­mer lugar, desarrollar la I y D en conformidad con los intereses de las principales autori­dades encargadas de la defensa nacional.

E n Africa, Asia y el Oriente Medio se ha observado la misma tendencia que en A m é ­rica Latina.17 E n Sudáfrica, por ejemplo, uno de los pilares principales del crecimiento de la industria militar ha sido la I y D . 1 8 El Consejo de Investigaciones Científicas e Indus-

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.

Desfile militar el día de las Fuerzas Armadas, el 13 de octubre de 1977, en Seúl (República de Corea). , Laffont/Sygma.

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164 Augusto Varas y Fernando Bustamante

tríales (CICI), creado en 1945, contaba con 4.300 miembros en 1979. Opera por medio de dieciséis laboratorios de investigaciones, pro­mueve proyectos concretos y crea nuevos institutos de investigación en la industria y en las universidades. E n 1963, el Consejo estable­ció el Instituto Nacional de Investigaciones de la Defensa, que realiza estudios de física, química y electrónica. E n 1966, el sistema sudafricano de I y D militar se institucionalizó cuando se creó el Consejo de Investigaciones de la Defensa, que coordina las funciones de los órganos anteriores: el Comité de Coordina­ción de la Defensa, la Junta de Recursos para la Defensa y el Consejo para la Investigación de la Defensa. Conjuntamente con el Consejo de Investigaciones Científicas e Industriales y el Consejo de Investigaciones de la Defensa, el A R M S C O R tiene bajo su responsabilidad las investigaciones que realizan los propios fabricantes de armas.

A partir de este sistema amplio y c o m ­plejo de I y D , Sudáfrica ha ampliado en gran medida su industria de defensa. U n o de los aspectos más notables de este avance cientí­fico-tecnológico es el desarrollo de la industria de aeronáutica y de cohetes.

E n 1963, el Consejo de Investigaciones Científicas e Industriales (CICI) creó el Insti­tuto Nacional de Investigación y Desarrollo en materia de Cohetes. Este instituto y el' Departamento de Aeronáutica del Instituto Nacional de Aeronáutica y Tecnología de Sistemas, afiliado al CICI, tienen la responsa­bilidad conjunta del notable crecimiento de la ', industria aeronáutica y de sus aplicaciones militares en aviación y producción de cohetes. Las investigaciones realizadas por el Departa­mento de Aeronáutica comprenden trabajos ? sobre aerodinámica de alta y baja velocidad, :

perturbaciones atmosféricas y diseño y propul­sión de aviones. Estos trabajos permitieron el desarrollo experimental del avión Autogiro II, que voló por primera vez en 1972, y el diseño ' del R e d Falcon, avión monoplaza. L a tecno­logía local desarrollada por Sudáfrica permite hoy que el país fabrique bajo licencia italiana los aviones K u d u y Bosbok, que se producen en parte con tecnología sudafricana.

U n aspecto de la industria aeronáutica sudafricana es el desarrollo de la fabricación de cohetes con asistencia técnica de la Repú­blica Federal de Alemania. E n 1963 se creó el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Cohetes, y en 1964 se inició el diseño de cohetes teledirigidos. Este instituto cuenta con el apoyo del programa germano-sudafri­cano que realiza la estación ionosférica en Tsumeb. E n 1968 se instaló en Santa Lucía, una estación de ensayo de cohetes que pro­duce cohetes para la marina, el ejército y la fuerza aérea. Al mismo tiempo, utilizando su propia tecnología, Sudáfrica desarrolló el cohete aire-aire "Whiplash", cuya producción en serie comenzó en 1972. !

C o n esta capacidad, Sudáfrica ha logrado alcanzar un nivel nacional de tecnología ade­cuado que le permite asociarse con otros

: productores de los países desarrollados. Ejem­plos de ello son la fabricación del cohete Cactus junto con los franceses, y el desarrollo del Crotale francés, basado en especificacio­nes técnicas sudafricanas, en el que participan científicos de ese país.

Esto prueba c ó m o se puede lograr la asociación con industrias m á s desarrolladas mediante acuerdos de coproducción cuando la I y D local alcanza un nivel determinado en ; una esfera m u y concreta de la industria militar.

Este fenómeno se observa también en ¡ países europeos c o m o los Países Bajos, cuya industria de defensa está menos desarrollada que la de Francia, Italia y la República Federal de Alemania. La industria de arma­mentos neerlandesa firmó recientemente un acuerdo con el gobierno indonesio que prevé el intercambio de delegaciones con el fin de examinar un proyecto conjunto en la esfera de la investigación de la defensa. U n sector de i interés especial para el Ministerio de Investiga­ciones y Tecnología de Indonesia es el de la

¡construcción y reparación de barcos. Los gobiernos de ambos países estudian también la posibilidad de establecer relaciones de ¡ trabajo entre la empresa indonesia de arma- i mentos Nurtanio y la compañía de aviación : neerlandesa Focker.19 |

Incluso en el caso específico de los acuer- i

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Cohsecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 165

dos de coproducción entre las empresas fabri­cantes de armas de los países desarrollados y los gobiernos y empresas de países del tercer m u n d o , es menester que se desarrolle la ciencia y la tecnología de estos últimos para que se exporte su I y D , del mismo m o d o que se exportó la de los productores de los países desarrollados hace algunos años.

Al igual que los Países Bajos, Israel amplía su industria de armamentos mediante acuerdos de coproducción con países del ter­cer m u n d o . El crecimiento de su industria de defensa le ha permitido alcanzar la cota de mil millones de dólares en exportaciones de armas, especialmente mediante la venta de aviones, barcos y cohetes. C o n el levantamiento del embargo de los Estados Unidos contra las ventas del avión "Kfir", Israel busca entre los países del tercer m u n d o contrapartes que estén en condiciones de asociarse con ellos para competir juntos en el mercado mundial de armas. Y así, ha ofrecido a la Argentina y al Brasil la oportunidad de aunar esfuerzos a fin de copar el mercado latinoamericano, que ha adquirido una importancia primordial para Israel. Brasil declinó el ofrecimiento, pero Argentina ha dado muestras de interés. Por ello, el ex presidente Alejando Lanusse, que mantiene estrechas relaciones con la industria argentina de armamentos, ha visitado Israel para analizar estas cuestiones.20

Esta expansión de la industria israelí hacia otros continentes fortalece la industria militar del país: las Industrias Aeronáuticas Israelíes cuentan ahora con una plantilla que asciende a 21.000 personas, mientras que en 1977 sólo era de 18.000. El personal de Industrias Militares Israelíes ha aumentado de i 8.000 a 14.000 empleados, y Beth Shemesh Engine duplicó sus contratos de 750 a 1.500. Toda esta expansión ha sido el resultado de una poderosa intensificación de la actividad científico-tecnológica que se refleja en la con­tratación de 1.500 científicos por Rafael, auto­ridad estatal encargada del desarrollo de los armamentos de Israel.21

El crecimiento de la I y D en los países ; del tercer m u n d o se transfiere de este m o d o a otros países en desarrollo que tienen una

capacidad tecnológica menor. Prueba de ello ' son el posible acuerdo argentino-venezolano para la coproducción del avión Pucará y el acuerdo para el reequipamiento del M - 4 1 ¡ blindado chino con la E N G E S A , industria de, vehículos blindados del Brasil.22

Todos los ejemplos antes citados demues­tran que el desarrollo de la ciencia y la tecnología por las industrias nacionales de I y D tiende a extenderse más allá de las fronte­ras nacionales. C o m o la simple transferencia bajo licencia de sistemas de producción de armamentos que no pueden competir con las industrias de armamentos de los países desa­rrollados no permite la amortización de los gastos de I y D , estimulados por la competen­cia de los mercados, es menester transferir tecnología m á s moderna mediante acuerdos de coproducción. Dondequiera que exista una capacidad de I y D suficientemente desarro­llada, los productores que la utilicen, median­te los adelantos científicos y tecnológicos, y gracias a esos acuerdos, podrán encontrar, mercados que no pueden ofrecerles ni la! producción bajo licencia ni los subcontratos.

Por eso, la I y D militar va convirtiéndose en una de los principales factores no sólo de la. transferencia de productos, sistemas de pro­ducción (licencias) y partes de armamentos (subcontratos), sino también de la exporta­ción de una capacidad de producción que pueda combinarse con otra capacidad preexis­tente mediante acuerdos de coproducción. D e ahí que estos acuerdos constituyan la etapa más avanzada en la transferencia de tecno­logía militar, ya que la transferencia se basa en este caso en un aumento de los conocimien­tos científico-tecnológicos, que continúan intensificándose c o m o resultado de los acuer-, dos.

Mediante estas actividades, los países del tercer m u n d o productores de armas comien­zan a ser competidores de los países industria- ' fizados. D o s ejemplos de ello son la competen­cia entre los vehículos blindados brasileños y alemanes, y entre el avión Lavi israelí y el F X norteamericano.

Por último, existe también un factor financiero que ha contribuido al desarrollo de

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166 Augusto Varas y Fernando Bustamante

este tipo d e transferencia d e •tecnología: la e n o r m e liquidez internacional q u e se h a g e n e ­rado al finalizar el sistema d e B r e t t o n - W o o d s y el e n o r m e flujo d e recursos financieros q u e h a producido la política d e precios d e la O P E P .

El sistema monetario internacional ha favorecido la formación de enormes masas de divisas flotantes en manos del gran capital financiero internacional. Esta masa encuentra difícil salida en proyectos industriales y en i

actividades económicas tradicionales en los países desarrollados. U n a forma de adaptarse a esta crisis de liquidez excesiva ha sido facilitar el crédito a corto y mediano plazo a los países del tercer m u n d o que, por primera vez, han podido disponer de fondos con gran flexibilidad. D e esta manera, el nuevo crédito, además de ser fácilmente accesible, se ha visto cada vez m á s liberado de las trabas y controles que la política de ayuda exterior de los países desarrollados venía imponiendo. E n estas con­diciones, los países del tercer m u n d o han podido contar con una libertad de maniobra

t m u c h o mayor para aplicar su propia política de adquisición de tecnología bélica.

L a situación creada por los precios deli petróleo a partir de 1973 no ha hecho sino reforzar esta tendencia. Los problemas que en la balanza de pagos causaron los nuevos precios hicieron que las potencias industriales tuvieran que compensar los crecientes déficits. U n a de las estrategias seguidas para resolver este problema consistió en fomentar las ven­tas de armamento a los países a los que la liquidez excesiva había convertido en clientes con gran poder de compra. La gran liquidez en manos de los países productores de petró­

leo fue recuperada, en parte, gracias a la transferencia de tecnología militar. Irán es un ejemplo extremo de ello.

Para la mayoría de los países del tercer m u n d o , en especial para aquellos que carecen de petróleo, esta posibilidad de obtener recur­sos financieros en el mercado internacional de capitales tiene c o m o contrapartida un incre­mento de la deuda exterior y un agravamiento de los problemas a largo y mediano plazo en las balanzas de pagos, tal c o m o se puede apreciar en el caso latinoamericano (véase el cuadro 7).

M u c h o s países que tienen una infraestruc­tura industrial básica han tratado dé utilizarla para compensar los cuantiosos gastos de im­portación de armamentos. Y así, se ha queri­do transferir parte del equipamiento de las fuerzas armadas de estos países "intermedios" a la industria local de armas.

E n vista de la existencia de esta enorme liquidez financiera internacional y la creciente deuda exterior de los países del tercer m u n d o , la solución que han adoptado esos países a fin de substituir sus importaciones de equipos militares y, al propio tiempo, resolver los problemas de su balanza de pagos ha sido la de desarrollar una industria local de armamen­tos encaminada a exportar hacia los mercados subregionales del tercer m u n d o y a conquistar­los.

Efectos del proceso de transferencia de tecnología bélica sobre los países del tercer m u n d o

L o s efectos d e la n u e v a m o d a l i d a d d e transfe-

C U A D R O 7. Indicadores del crecimiento económico y la militarización: América Latina: 1964-1975 i (millones de dólares)

Año PNB Gastos militares

Importación de armamento

Deuda exterior

1964 1975 Promedio anual de

aumento

122.147,1 227.498,3

2.376,1 4.853,0

86,0 767,0

11.277,0 58.062,0

5,8% 6,7% 22% 16,0%

Fuente: Augusto Varas, State crisis, arms race and disarmament in Latin America, Santiago, F L A C S O , 1980.

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Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 167

E n el pantano. Camera Press.

rencia de tecnología militar sobre las naciones del tercer m u n d o son de dos tipos: políticoso-ciales y económicos.

Efectos políticosociales

U n efecto inicial de esos procesos es el aislamiento o "muro corporativo" que han construido las fuerzas armadas a su alrededor. Estas fuerzas desarrollan una capacidad de consumo y un nivel de calificación profesional que difícilmente pueden hallar salidas en la vida nacional "común", por lo que se ven continuamente obligadas a mantener una vin­

culación permanente con el m u n d o de las empresas transnacionales y de los países hege­mónicos. D e esta manera, el proceso de transferencia de tecnología bélica ayuda a desarrollar un sector social dotado de relativa autonomía en relación con el sector periférico de la sociedad y a introducir, c o m o un cuerpo extraño, formas de vida y núcleos tecnológi­cos ajenos a los problemas de la mayoría. Es éste un mecanismo que viene a monopolizar sectores sociales que de otro m o d o podrían contribuir al proceso de desarrollo local. Asi­mismo, falsea aún más la distribución del ingreso y de las oportunidades de educación en favor de estos sectores "intermediarios"

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•168 Augusto Varas y Fernando Bustamante

situados entre los países del tercer m u n d o y los proveedores de tecnología.

Otro factor que guarda estrecha relación con el primero es el de la integración de las fuerzas armadas en un sistema internacional de relaciones militares. Este sistema está constituido por un complejo militar local que, desde el punto de vista tecnológico, se m a n ­tiene independiente de la esfera nacional, y un complejo industrial y militar transnacional.

A medida que los sectores militares diri­gentes ven de qué manera su expansión c o m o grupo social, su prestigio y su acceso a los medios de vida y de trabajo quedan condicio­nados por la vinculación con los complejos militar-industriales transnacionales, adquie­ren una visión específica y corporativa de las necesidades nacionales; una idea particular del tipo de desarrollo y de Estado compatibles con el mantenimiento de los vínculos cas­trenses que aseguran el flujo de recursos y la estructura de crecimiento y poder político interno.

Al apoyarse fundamentalmente en los grupos transnacionales, estas élites militares, fuertemente corporativizadas, tienden a c o m ­partir los intereses de los grupos ideológico-militares y a desentenderse de los aspectos populares y civiles de la sociedad en que viven. Se llega así a una situación en que las fuerzas militares se convierten en "represen­tantes" políticos y sociales internos de los intereses multinacionales, productores de armamentos.

Asimismo, esto lleva a las fuerzas arma­das locales a propugnar modelos de desarrollo que garanticen una expansión de recursos destinada a importar los medios necesarios para crear una estructura de defensa nacional basada en la importación masiva de tecnología bélica.

L a intervención de las élites militares en este sistema internacional de transferencia de tecnología bélica lleva a una deformación de las políticas de defensa nacional y tiende a imponer su uniformación por encima de las diferencias entre las necesidades y los objeti­vos políticos nacionales.

Toda política de adquisición de tecno­

logía bélica se vincula y está determinada por una concepción particular del tipo de defensa nacional que se pretende impulsar y que es necesaria dadas las condiciones y objetivos político-estratégicos de un país determinado. !

Al importar una tecnología bélica que ha sido creada y es adecuada para las necesi­dades propias de las potencias productoras de armamentos, los países del tercer m u n d o importan la respuesta a una pregunta que ellos no han formulado. E n otras palabras, la transferencia de tecnología bélica conlleva la "importación" de las necesidades para las cuales esa tecnología es adecuada. D e esta manera, las fuerzas armadas nacionales tienen que integrarse en una estructura de procedi­mientos y doctrinas de defensa nacional para la cual son útiles las armas y la tecnología adquiridas.

E n los países industrializados la doctrina político-militar determina la estructura tecno-lógico-militar. E n los países del tercer m u n d o , es esta última la que "arrastra" tras de sí a la doctrina político-militar, por lo que quedan desplazadas las opciones de política nacional de defensa que son m á s coherentes con las necesidades reales de los pueblos. Esto tiene repercusiones en la política internacional, pues influye en la percepción de las reali­dades, en el m o d o en que los gobiernos consideran la situación internacional, de manera tal que se reproduce a escala local la lógica que en los países centrales da pie a una política armamentista y de preparación perma­nente para la guerra.

U n cuarto efecto que debe tenerse en cuenta al analizar el impacto de la transferen­cia de tecnología bélica a los países del tercer m u n d o es el incremento de los niveles de fuerza en la que se apoyan los conflictos locales en dichos países.

E n efecto, el hecho de que estos países dispongan ahora de una tecnología bélica moderna y de una capacidad local de produc­ción de nivel m u c h o más alto que en el pasado permite a los dirigentes políticos del tercer m u n d o una escalada de violencia de propor­ciones m u y superiores.

Al m i s m o tiempo, estos elevados niveles

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Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 169

tecnológicos no permiten una movilización completa y global de los recursos nacionales que sea coherente con el programa militar. L a acción bélica queda relativamente circunscrita y excluye a un gran número de actores inter­nos que sólo pueden "contemplar" el conflicto.

Por último, la más fácil disponibilidad de ' recursos tecnológicos militares facilita y esti- ! mula la competencia armamentista regional y subregional, despertando en los gobiernos la ilusión de que, de ese m o d o , son capaces de incrementar su poder e influencia sobre sus vecinos potencialmente antagónicos.23

La transferencia de tecnología bélica sofis­ticada no sólo altera los conflictos locales de manera cuantitativa y las relaciones entre los países del tercer m u n d o . También altera cuali­tativamente estos conflictos, puesto que los armamentos facilitan la intervención de las grandes potencias en conflictos en los que normalmente no tendrían un interés directo.

Las grandes potencias proveedoras de , armamento consideran la tecnología bélica como un arma de influencia política y un factor de prestigio nacional. D e ahí que cuando un país cliente se ve envuelto en conflictos locales con otros países del tercer m u n d o , la gran potencia en cuestión no pueda ver con indiferencia el desenlace.

L a relación entre proveedores y compra­dores y la dependencia de un sistema militar ; con respecto a otro hace que estos sistemas sean considerados c o m o una inversión política que hay que preservar. D e este m o d o , el resultado de esos conflictos locales se ve inserto en la lógica del enfrentamiento este-oeste. Igualmente, influyen en él las presiones de las grandes potencias, que no quieren ver deterioradas las que consideran sus posiciones en el tercer m u n d o . E n consecuencia, la transferencia de tecnología bélica producida por los países industrializados tiende a expor­tar al mismo tiempo sus conflictos y a conver­tir a los países del tercer m u n d o en el campo de batalla —en sentido literal— del conflicto en el que las grandes potencias no pueden intervenir directamente debido a la perpetua amenaza nuclear.

El aspecto inverso y complementario del

anterior es que el tráfico de armas tiende a convertir a las grandes potencias abastecedo­ras de tecnología bélica en rehenes de conflic­tos locales que en su origen pueden no tener relación directa con los problemas de los países desarrollados.

Al convertirse en proveedores de los países periféricos, los países centrales del sistema mundial se ven obligados a sostener regímenes y empresas político-militares cuyos costos pueden resultar excesivos y perturbar gravemente la política de los países donantes. Estos compromisos, que obedecen a la necesi­dad de mantener posiciones ante el temor a ser suplantados en la competencia por la influencia militar directa, ponen en peligro el clima general de distensión entre los bloques.

Sería necesario evaluar el papel que ha desempeñado este tipo de enfrentamientos y

;la consiguiente escalada armamentista local en la creación de un clima desfavorable para el desarme y la distensión.

Efectos económicos

La transferencia de tecnología bélica también tiene efectos económicos. Si bien algunos países que emprenden la fabricación de cier­tos productos pueden ver favorablemente afec­tada su balanza de pagos, existen dos tipos de efectos que sin duda perturban a las eco­nomías nacionales. Por un lado, se produce una intensificación de los desequilibrios tecno­lógicos internos que ensancha la brecha entre el sector moderno, avanzado y de alta produc­tividad, y el amplio sector económico interno subdesarrollado que no se ve impulsado ni estimulado por las actividades relacionadas con los armamentos.

L a tecnología introducida es por lo gene­ral de alto nivel e implica un conjunto de elementos que superan con, m u c h o la norma local. La base económica interna se ve poco afectada por los gastos de defensa, que gene­ran pocas demandas a la economía local y no tienen mayores subproductos que ofrecerle. El sector militar tampoco demanda grandes aportaciones. Por ejemplo, la m a n o de obra que emplea es m u y especializada; los insumos

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170 Augusto Varas y Fernando Bustamante

manufacturados por lo general se producen sólo parcialmente en el país, cuando no son importados directamente. Otro tanto ocurre con la mayor parte de las materias primas, etc. L o que se necesita es m a n o de obra barata. Por otra parte, los productos que el sector de la defensa importa o produce local-mente no contribuyen a la oferta total de bienes y servicios destinados al conjunto de la actividad económica no militar. Así,' el sector militar detrae importantes capitales y los retira de los circuitos reproductivos de la economía, sin aportar indirectamente contri­bución alguna.

D e este m o d o , el proceso de desarrollo tecnológico-militar se realiza de manera autó­n o m a respecto del desarrollo tecnológico en los sectores de producción civil y no guarda relación con el nivel técnico medio de la sociedad periférica en su conjunto. Tal es el caso, por ejemplo, de la Argentina, que cuenta con una capacidad tecnológica bélica creciente, incluida la nuclear, pero cuyas industrias civiles experimentan una peligrosa baja de productividad debido a la falta de innovaciones técnicas.

U n segundo factor que se ha de tener en cuenta es el de los costos de oportunidad que ocasiona la producción militar en los países del tercer m u n d o al absorber recursos que de otra forma podrían servir para mejorar la

infraestructura social y para elevar el nivel de vida de la población. H a y aquí una inversión social a largo plazo cuyos beneficios se pier­den y cuya valoración es m u y importante (cuadro 8).

Cabría sostener, por ejemplo, que el gasto militar podría no encontrar cauces pro­ductivos adecuados en razón de los conocidos problemas estructurales de las economías peri­féricas. E n otras palabras, el gasto bélico vendría a ser una forma de defensa frente a un relativo exceso de capitalización de las eco­nomías periféricas. Al no constituir las gran­des masas del tercer m u n d o un mercado para los productos básicos, los empresarios no encontrarían ventajosa la inversión destinada a satisfacer las necesidades básicas. El pro­blema radicaría entonces en la estructura económica y no en la asignación del gasto para la defensa.

Se observa aquí un efecto económico e ideológico del gasto militar. Al reducir la sobreabundancia relativa de capitales, el gasto ;

en tecnología bélica permite encubrir los dese­quilibrios políticos de fondo y desactiva las luchas sociales destinadas a corregirlos.

D e esta manera, resulta m u c h o más sen­cillo ocultar los desequilibrios en la asignación social de recursos concentrándose en el gasto de defensa, al cual es fácil presentar c o m o medio de satisfacer una necesidad perentoria

C U A D R O 8. Gasto público per capita en defensa, educación y salud de países del tercer mundo productores de armas (en dólares)

Argentina Brasil Egipto India Pakistán Indonesia República Popular

Democrática de Corea República Filipinas Taiwan

de Corea

i

Fuente: Ruth Leger Sivard,

; (i) ! (2) Defensa Educación

37 37 15 28

152 21 5 4

11 4 8 4

59 11 37 19 13 6 72 37

World military and social expenditures

(?) Salud

15 13 8 2 1 1

1 1 3

25

1979, Washington

(2) : (1)

1,00 1,86 0,13 0,80 0,36 0,50

0,18 0,51 0,46 0,51

D . C . , julio de 1979

(3) : (1)

0,40 0,86 0,05 0,40 0,09 0,12

0,01 0,02 0,04 0,34

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Consecuencias de la I y D en la transferencia de tecnología bélica hacia el tercer mundo 111

y natural. C o n ello se soslaya la necesidad de justificar la paradoja de q u e , disponiéndose de recursos, no puedan ser utilizados para satisfacer las necesidades básicas, porque la estructura económico-institucional sólo per­mite hacerlo cuando se trata de necesidades

que constituyen u n a d e m a n d a efectiva, es decir, las de los sectores de altos ingresos. Así, una función económica cumple u n propó­sito ideológico: el de encubrir las desigual­dades existentes.

Traducido del inglés

Notas

1. Nos referimos aquí a la rentabilidad de la industria de armamentos y no a los gastos militares. Aunque ambos están relacionados, la industria de armamentos se convierte en una fuente de ganancias cada vez más sustanciales porque no toda su producción se consume en el propio país. Al parecer, parte de los gastos militares incluso producen efectos positivos: "Por otra parte, los subproductos tecnológicos de los gastos militares pueden producir un efecto opuesto, estimulando el crecimiento ; por ejemplo, un crecimiento más alto de la productividad mediante la I y D en industrias militares puede incrementar las tasas de crecimiento de esos países." T o m a d o de D a n Smith y R o n Smith, Military expenditure, resources and development, abril de 1980 (mimeografiado).

2. U n a opinión actual sobre este aspecto de las relaciones económicas norte-sur y sus perspectivas para los años ochenta figura en: Bernard Lietaer, L'Amérique latine et l'Europe demain : le rôle des multinationales européennes dans les années 1980. Paris, P U F , 1980.

3. Véase Helena Tuomi y Raimo Väyrynen, Transnational corporations, armaments and development, p. 56 y 57, Instituto de Investigaciones de la Paz de Tampere, Finlandia, 1980.

4. Véase Le Monde, 22 de abril de 1981.

5. Véase Strategic week, 12-18 de enero de 1981. Para información sobre las ventas de la República Federal de Alemania, especialmente de barcos y submarinos, véase

SIPRI, Yearbook, 1980, p. 79, Londres, Taylor and Francis, 1980.

6. Ibid., p. 41-43.

7. R . Väyrynen, "International patent system, technological dominance and transnational corporations", en Kirsten W o r m (dir. publ.), Industrialization, development and the demands for a new international economic order, Copenhagen, Samfundsvidenskabeligt Forlag, 1978.

8. Según fuentes oficiosas, Brasil vendió entre 700 y 800 millones de dólares estadounidenses en equipos militares en 1980 y proyectaba vender por valor de unos mil millones de dólares en 1981. Strategic week, op. cit.

9. Véase Ignacio F . Klich, "L'Amérique latine, principal

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172 Augusto Varas y Fernando Bustamante

client de l'industrie d'armement israélienne", Le Monde diplomatique, septiembre de 1980.

10. T o m a d o de Strategic week, 24-30 de noviembre de 1980, y Herald wire service, Io de noviembre de 1980.

11. El análisis que sigue es un resumen del artículo de Edward S. Milenki, "Arms production and national security in Argentina". Journal of interamerican studies, agosto de 1980.

12. Defensa, n.° 21, enero de 1980.

13. Nuestros datos sobre el Brasil fueron tomados de " E M B R A E R : alas del Brasil" en Ibid; y Clóvis Brigagao, "The case of Brazil: fortress or paper

curtain?", Impact, vol. 31, n.° 1, enero-marzo de 1981, p. 17.

14. Strategic Latin American affairs, 3 de abril de 1980.

15. Ibid, enero de 1980.

16. Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Programa de Ciencia y Tecnología de México, 1978-1982.

17. E n el caso de la India y China, véase en este mismo volumen (p. 105) el estudio de Giri Deshingkar, "Tecnología militar y búsqueda de autosuficiencia : la India y China". C o m o ambos casos se analizan en detalle, aquí sólo se formulan observaciones acerca de Sudáfrica.

18. Obtuvimos el análisis de la actividad de investigación y

desarrollo de Sudáfrica de R . Väyrynen, "The apartheid system, militarization and conflict formations in South Africa", p. 50 à 56, IPRA/Universidad de Tokio/Unesco, 1980.

19. Strategic week, 2-8 de febrero de 1981.

20. Ibid. 12-18 de enero de 1981.

21. Ibid. 24-30 de noviembre de 1980.

22. Strategie Latin American affairs, 22 de mayo de 1980 y 13 de marzo de 1980.

23. Augusto Varas, Carlos Portales y Felipe Agüero, "Dinámica nacional e internacional del armamentismo sudamericano", Current research on peace and violence, vol. 1, 1980.

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Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado

-i ...j

Elise Boulding

Introducción

Para tratar el tema de las contribuciones de la ; i comunidad científica al nuevo orden econó- ' i mico internacional en un m u n d o desmilitari­zado pueden adoptarse dos enfoques distin- \ tos. U n o es el que consiste en examinar; atentamente las capacidades de las infraestruc­turas existentes para la ciencia y la tecnología ; : en los ricos países indus­trializados del norte. ¿Có­m o retrasa la investiga­ción y el desarrollo mi­litar el nacimiento del nuevo orden económico internacional? ¿ Q u é po­dría producirse con las .capacidades existentes si dejaran de estar destina­das a la producción mili­tar, y c ó m o podría la co­munidad científica acele­rar tal mutación? Este enfoque implica cierto ¡grado de reconversión técnica y alguna reorganización de la producción y distribución de sistemas en el m u n d o , pero dentro de un marco general de desarrollo económico c o m o el ya expe­rimentado en Occidente, ya sea en su versión socialista o en la capitalista. E n este enfoque; lo que cambia es la distribución de la infra­estructura industrial, la producción y el consu­m o en todo el m u n d o . El nuevo orden econó­mico internacional es deudo reconocible

I del viejo orden económico internacional. ; ¡ U n segundo enfoque se centra m á s en la | capacidad de la actual comunidad científica y ! tecnológica internacional para apreciar. los ; problemas y para funcionar en un nuevo i orden internacional desmilitarizado. Este ; enfoque parte del supuesto "de que entre el orden viejo y el nuevo habrá marcadas discon­tinuidades. Las condiciones en que el antiguo orden industrial surgió y evolucionó han desa­

parecido en el proceso de desarrollo, creando pro- i blemas de escasez de re­cursos y contaminación del medio ambiente que' plantean a la comunidad científica exigencias ente­ramente nuevas. Es poco probable que los m o d e ­los de desarrollo actuales se adecúen para estimu­lar lös necesarios proce­sos de desarrollo a escala mundial en condiciones modificadas. ¿Hasta qué punto está dispuesta la

comunidad científica a participar en una nue­va apreciación de los valores sociales y una reconsideración del significado del desarrollo en el contexto de las diversas tradiciones de civilización representadas por aquellos que aspiran al nuevo orden?

El primer enfoque, el de la reconversión industrial, está bien respaldado por una sólida tradición de estudios sobre la conversión ini­ciados antes de concluir la segunda guerra

Elise Boulding es profesora de socio­logía en el Dartmouth College, Hano­ver, N e w Hampshire 03755. Entre los muchos libros que ha publicado cabe destacar The underside of history: a view of women through time (1977), Bibliography of world conflict and peace (1979) y The social system of the planet Earth (coautora, 1980).

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174 Elise Boulding

mundial. Emile Benoit1 y- Kenneth Boulding2

figuraban entre los primeros investigadores que demostraron que las industrias militares pueden reconvertirse para la producción pací­fica con un mínimo de trastorno económico. Esta escuela de pensamiento da por supuesto que el desarme es la primerísima condición requerida para que el desarrollo económico sea una realidad en el m u n d o entero, y los documentos de la O N U sobre el desarrollo han continuado insistiendo con fuerza en este tema por espacio de tres décadas. E n fecha m á s reciente, el capítulo sobre "Desarme y desarrollo" del informe de la Comisión Inde­pendiente sobre Problemas del Desarrollo Internacional presidida por Willy Brandt3

deja m u y claro lo que el desarme significa ipara el funcionamiento eficaz de cualquier i política de desarrollo realista. E n el apéndice, al final de este artículo, pueden verse las distintas posibilidades de conversión propues­tas por planificadores del desarrollo para diferentes tipos de industrias bélicas. U n a vez adoptadas las decisiones políticas pertinentes, ¡las fábricas y talleres podrán iniciar su recon-i versión y la economía del m u n d o se benefi-! ciará con la capacidad industrial liberada.

El segundo enfoque suscita cuestiones en torno a la verdadera naturaleza del desarrollo en el m u n d o contemporáneo, a las opciones que podrían considerarse y al papel que la ciencia podría desempeñar en la presentación de programas de desarrollo alternativos. E n este artículo vamos a referirnos a ambos enfoques, pero haciendo especial hincapié en el segundo. Comenzaremos con un examen de la realidad histórica de la propia comunidad científica.

¿Con qué voz puede expresarse la ciencia?

Desde 1850, cuando la comunidad científica internacional empezó a tomar conciencia de sí

¡misma c o m o comunidad mundial, merced a sus reuniones en la serie de ferias mundiales que crearon la infraestructura de comunica­ciones para la cooperación científica interna- •

cional, hasta 1980, con una comunidad cientí­fica unida y entrelazada por los hilos de 1.213 asociaciones científicas internacionales no gubernamentales (véase el cuadro 1), la esfera de la ciencia en ejercicio se ha tornado marcadamente más compleja.

C U A D R O 1. Organizaciones científicas no gubernamentales en 1977

Ámbito de actividad

Ciencias sociales Relaciones

internacionales Política Derecho-administración Asistencia social Tecnología Ciencias Higiene-medicina M e d i o ambiente Desarrollo

Total

N . ° d e organizaciones activas

124

123 28 55

102 134 171 279 87

110

1213

Fuente: Yearbook of international organizations, 16.a

edición, Bruselas, Unión de Asociaciones Internacionales, 1977.

La comunidad científica está compuesta por muchas subcomunidades de estudiosos, sin

. acción recíproca entre las mismas, que defien­den estrategias a veces contradictorias en el contexto m á s amplio de un compromiso con el progreso a través de la ciencia utilizada para mejorar la vida humana. Q u e adelanto cientí­fico es igual a progreso h u m a n o es un axioma en la tradición de la civilización occidental, de

; donde procede la ciencia moderna. Q u e las directivas de la investigación científica vienen determinadas por los valores sociales de la comunidad que la sustenta, antes que por la pura lógica de la propia ciencia, y que los fines de la investigación son ellos mismos suscepti­bles de ser investigados son ideas recientes de la ciencia social que la comunidad científica en general se resiste a aceptar por el m o m e n t o . 4

La ciencia física no ve a las ciencias sociales como una "auténtica ciencia".

Debido a la falta de atención prestada al problema de los valores, no existe ninguna

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Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado 175

Misal de 1825. E n su interior hay un pequeño revólver que dispara una sola bala. Pertenece a la colección de armas raras del escritor de novelas policiales Gérard de Villiers. William Karei/Sygma.

definición c o m ú n para la problemática del m u n d o y ninguna comprensión c o m ú n de los procesos de desarrollo. H a habido un solo modelo importante de desarrollo suscrito por la mayoría de los científicos, pero éste es hoy cada vez m á s cuestionado.. L a comunidad científica mundial está impaciente, deseosa de demostrar lo que es capaz de hacer, pero no debe esperarse de ella m á s de lo que sus medios le permiten realizar.

U n o de sus cometidos fundamentales en el siglo venidero es el de obtener un conoci­miento m á s profundo de su propia función en el orden social, de la relación que existe entre las decisiones políticas sobre estrategias de desarrollo, de los puntos normativos que permitirán definir en qué consiste realmente el desarrollo social y h u m a n o , y de las capaci­dades de las ciencias físicas y sociales para elaborar un modelo , con sólido fundamento empírico, de los procesos de desarrollo.

L a ciencia preferiría no plantearse estas cuestiones, porque sus metodologías propias no pueden darles respuesta. Sin embargo , la comunidad científica no puede mantenerse al margen del orden social. F o r m a parte de la civitas y debe sostener ella m i s m a los procesos de desarrollo que fomente en la sociedad a la que sirve.

Este proceso de desarrollo n o será fácil para la ciencia. El hecho de que desde la segunda guerra mundial tan vasta proporción de la investigación y el desarrollo de la m a y o r parte de las naciones industrializadas se haya canalizado hacia la tecnología militar, involu­crando a la mayoría de los investigadores en el desarrollo de tecnologías de a r m a m e n t o físi­cas y sociales con sus infraestructuras sociales, significa que la formación profesional y la actividad docente de gran n ú m e r o de cientí­ficos han sido determinadas por exigencias militares. Solamente en los ámbitos técnicos,

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176 Elise Boulding

grandes contingentes de los egresados más brillantes de las mejores escuelas de los Esta­dos Unidos de América y de Europa oriental y occidental entran directamente en los labora­torios de la industria bélica a ejercer durante toda una vida una carrera bien remunerada, dedicada a elaborar nuevas tecnologías dei armamentos. El servicio de información mili­tar concentra a muchos de los mejores egresa­dos de las ramas internacionales de las cien­cias sociales en el acopio de datos sobre los programas de investigación y desarrollo de países potencialmente adversarios y en el análisis de sus estrategias. El principio básico de la libre circulación de información dentro de la comunidad científica se ha visto así menospreciado por varias generaciones de científicos a quienes se ha socializado para que contemplen el m u n d o c o m o un gigantesco tablero donde se juega la gran partida de la guerra, en la que cada nación realiza sus jugadas tratando de aumentar su propia segu­ridad y de disminuir la de sus virtuales adversa­rios.

Las circunstancias que podrían conducir a la decisión de iniciar una reducción de arma­mentos multilateral significativa están hoy m u y poco claras. L a respuesta más fácil es representarse tal decisión c o m o consecuencia y corolario de una catástrofe. Tal vez la catástrofe podría ser una guerra nuclear, pero la lucha por conseguir alimentos y agua no contaminada entre los desdichados supervi­vientes de una guerra nuclear no sería precisa­mente el ambiente m á s adecuado para pensar en relaciones pacíficas. E n tales condiciones, el desarme podría parecer m u y bien una grandiosa bufonada. Vistas las cosas con más optimismo, la amenaza a la supervivencia podría ser de tipo no militar, algo que requi­riese todos los recursos del m u n d o para hacerle frente. U n posible calentamiento del clima mundial que elevase el nivel de los océanos, redujese los terrenos cultivables y alterara el clima de suerte que las actuales tierras de cultivos alimenticios dejaran de ser productivas podría ser uno de los escenarios imaginables. Otro sería la contaminación quí­mica de los mares y de las aguas continenta­

les del planeta a tal punto que habría que emplear todos los recursos en la purificación del agua para poder conservar la vida.

M e n o s probable parece, por desgracia, que sea el propio miedo a la guerra lo que conduzca a la reducción de armamentos, debido a la psicosis contemporánea en torno al problema de las seguridad nacional. D e todos m o d o s , la historia nos enseña que pueden producirse cambios significativos en la percepción social y adaptaciones del comporta­miento en gran escala. Los nómadas se hacen sedentarios. H a y poblaciones que emigran y aprenden nuevas formas de vida. Enemigos mortales se unen en alianzas. N o es irrazona­ble, pues, esperar que antes de finalizar este siglo algún tipo de transformación en la manera de concebir la seguridad humana conduzca a una reducción de armamentos importante. Puede afirmarse incluso que, en lo que hace a la manera de percibir el problema, esta transformación ya está en marcha.

Cuando al fin se produzcan reducciones de armamentos importantes, el problema

gestará en que aún subsistirá un grupo m u y numeroso de científicos formados en centros occidentales, de edades comprendidas entre los 25 y los 70 años, que habrán pasado gran parte de su vida adulta trabajando para la élite nuclear. L a élite nuclear es ese grupo de varios centenares de individuos que en cada una de las superpotências posee la responsabi­lidad última de la investigación, la materializa­ción y la expansión de las armas nucleares capaces de poner fin a la vida tal como la conocemos sobre el planeta. ¿Hasta qué punto estarán dispuestos a iniciar la elabora­ción de tecnologías físicas y sociales con miras a un nuevo orden económico internacional? ¿Qué utilidad tendrán, por ejemplo, en Africa y Asia, las capacidades industriales con uso intensivo de capital y de energía que ellos tienen para ofrecer? ¿En qué medida estarán preparados estos científicos para represen­tarse siquiera los aspectos y rasgos generales de un nuevo orden internacional, sin hablar ya de su contribución a desarrollarlo?

El siguiente análisis va a tratar en primer

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Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado 111

Tanques anfibios soviéticos atravesando un río durante unas maniobras. Keystone.

lugar el problema, inherente a la propia comunidad científica, de elaborar modelos mentales adecuados al nuevo orden econó­mico internacional. E n segundo lugar se consi­derarán las posibles actividades de la comuni­dad científica para acelerar el periodo de transición y aprovechar los medios tecnológi­cos pertinentes para la construcción de un nuevo orden social.

¿Qué modelo de desarrollo?

T o d o científico conoce la palabra "desarrollo" en la acepción que hace referencia a un concepto y un proceso basados en la experien­cia de industrialización y expansión euronor-

teamericana acontecida en los doscientos últi­m o s años. Los grandes avances revoluciona­rios de la ciencia física, el saber tecnológico especializado y la inventiva social han conçu- j rrido para crear la sociedad contemporánea • de carácter marcadamente urbano, económica- ¡ mente productiva, cívicamente formada e incli­nada a la comunicación, que ha roto las; tradicionales barreras intraculturales que limi­taban el desarrollo económico y social de-civilizaciones anteriores. Disienten las opi­niones (principalmente entre los teóricos de las ciencias sociales) en cuanto a si esto representa una pauta básica del progreso [ h u m a n o que debe imitarse de forma acelerada ; en todo el planeta a fin de que el desarrollo a i .escala mundial se lleve definitivamente a cabo.

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178 Elise Boulding

El concepto de transferencia de tecnología, elaborado a partir de la interpretación de la "experiencia-occidental-como-patrón-básico", constituye una subscripción a la idea de que este tipo de desarrollo planetario debe hacerse realidad. Esto representa en sí mismo un avance sustancial sobre los hábitos de pensamiento decimonónicos que concebían el m u n d o c o m o banco de recursos privativo de Occidente. D e todos m o d o s aúri se aprecian rastras de dicho pensamiento decimonónico en los términos primer, segundo, tercer y cuarto m u n d o , que parecen implicar el "orden correcto" en que el desarrollo ha de tener lugar.

El concepto de desarrollo acelerado según el modelo europeo ha sido ampliamente aceptado en muchas partes del m u n d o . E n 1974, el Grupo de los 77 (en realidad 122 estados del tercer y cuarto m u n d o ) hacían suyo dicho concepto en la propuesta del nuevo orden ' económico internacional que sometieron a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Los desacuerdos entre norte y sur tienen que ver sobre todo con la medida en que el norte está obligado a facilitar la nivelación del desarrollo del m u n d o mediante una redistribución de recursos con el sur. L a planificación central del m u n d o y el laissez faire constituyen las dos posiciones extremas; en medio se sitúan diversos grados de indicación de precios que favorezcan las condiciones del comercio para el sur.

L a comisión independiente presidida por Willy Brandt fue una de las primeras en examinar cuidadosamente la serie de sistemas reguladores internacionales actualmente en funcionamiento, el sistema monetario y el de comercio y ayuda entre otros, desde la pers­pectiva de la salud económica del m u n d o . L a comisión concluyó que norte y sur son igual­mente vulnerables, y que, para la superviven­cia de ambos , es esencial una reestructuración del conjunto entero de sistemas. La comisión es una de las pocas que han sabido represen­tarse lo que podrá ser una auténtica asocia­ción norte-sur en el futuro. Los teóricos de la dependencia contemplan, melancólicos y som­bríos, las posibilidades de una redistribución

jque acabe con las viejas desigualdades de potencia. Los científicos sociales del sur que abogan por la retirada, la autosuficiencia, el desarrollo endógeno y la cooperación con otros países de la periferia también dejan intacta por implicación gran parte, aunque no ¡la totalidad, del poder de los países del centro.

L a posición teórica que defiende el desa­rrollo endógeno oculta un corolario m u y poco examinado y discutido hasta la fecha: el de que existen temas de desarrollo • medulares inherentes a cada una de las principales tradi-

¡ dones de civilización que se desplegaron y i actuaron en distintos periodos de la historia y de distintas maneras. Estos temas son la igualdad, la fraternidad, el perfeccionamiento humano y la paz. Los temas podrán permane­cer latentes, pero mientras una civilización siga siendo viable, su virtual desarrollo radica en estos temas, que nuevas condiciones históri­cas pueden, una vez m á s , sacar a la luz. Así, las civilizaciones china, hindú, judeocristiana, islámica y africana han tenido todas ellas periodos alternativos de florecimiento y de letargo, y en sus florecimientos persiguen sus peculiares versiones de la igualdad, el perfec­cionamiento y la paz. L a civilización occiden­tal que hoy es postjudeocristiana y secular, persiguió estos temas de desarrollo con rela­tivo éxito durante la primera mitad del pre­sente siglo, pero en la actualidad se enfrenta con graves obstáculos que dificultan la prose­cución de dicho desarrollo.

Al contemplar el desarrollo en un m u n d o desmilitarizado, parece pertinente considerar

| las virtualidades de los temas de desarrollo de 1 las otras tradiciones de civilización. Es difícil, i mirar m á s allá de las guerras y confusiones del presente en el m u n d o no occidental, pero las tradiciones de la civilización china, hindú, islámica y africana preislámica están todas ellas intentando definir sus metas de desa­rrollo propias, independientemente del m o d e ­lo occidental. E n Occidente mismo se está elaborando un modelo de desarrollo alterna-; tivo con elementos tomados de Asia y Africa,. bajo las banderas de "lo pequeño es her­moso"5 y "la vía de la energía 'suave'".6

Es cometido de la comunidad científica

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superar la tendencia monocultural de la expe­riencia de desarrollo de Occidente y descubrir en cada una de las principales tradiciones de interpretación del m u n d o aquello que pueden ofrecer para el mañana. Esto exigirá una rigurosa disciplina mental en quienes están acostumbrados a mirar las otras tradiciones con curiosidad en el mejor de los casos, con menosprecio en el peor. Ahora el menos­precio viene del lado opuesto, cuando algunos no occidentales empiezan a reconocer, llenos de ira, el daño que Occidente ha causado al m u n d o . D o s condiciones son indispensables para esta empresa de revisión: objetividad científica y respeto hacia lo que se ignora. Cualquiera que haya leído la historia de la civilización china de N e e d h a m advierte que China podía haber tenido una revolución industrial m u c h o tiempo antes que Europa, pero prefirió no seguir esos derroteros.7 Si China decide ahora, después de tantos siglos, hacer su revolución industrial, será con arre­glo a sus saberes y a su tradición histórica. L a contribución de Occidente a este proceso, aunque real, será de un carácter mucho m á s limitado de lo que algunos supuestos conseje­ros técnicos harto vehementes estiman hoy. Y a en diez años la influencia de la tecnología médica china en la medicina de los Estados Unidos fue mucho mayor que a la inversa.

E n la comunidad del Islam, tan variada y pluralista, puede apreciarse un considerable replanteamiento de la aplicación de las creen­cias islámicas a los dilemas del desarrollo contemporáneo. A u n q u e a primera vista esto pueda parecerle al occidental descabellado e inadmisible, es probable que el Islam, en comparación con el cristianismo, tenga convic­ciones más sólidas sobre la igualdad humana y más instituciones para protegerla. Es un sis­tema de creencias intrínsecamente antijerár-quico. Cuenta con más protecciones institucio­nales para el pluralismo, fomentado durante su era de expansión cuando la tolerancia de otros grupos religiosos dentro de sus fronteras llegó a constituir un principio importante, que el cristianismo no llegó siquiera a imaginar. Desplegó criterios universalistas para la fun­ción pública antes que Occidente. U n estudio

de la actividad comercial histórica y la infraes­tructura de conocimientos del Islam entre los años 900 y 1900 (incluidas vastas zonas de Africa) sería sumamente útil y ventajoso para interpretar correctamente las posibilidades ac­tuales. Las redes comerciales eran extensas, y muchas siguen funcionando en nuestros días. Fue la modernización la que destruyó las escuelas coránicas que hacían del musulmán medio, negro o moreno, una persona m á s educada que su prójimo europeo de los siglos xviii y xix.8 Los doctos seguían a los comer­ciantes a todas partes, y ningún pueblo de las sociedades ribereñas del Mediterráneo o de sus tierras interiores era demasiado pequeño para contar con una escuela coránica.

U n estudio análogo sobre el Africa sub-sahariana no islámica, contemporánea del Africa islámica, mostraría un mosaico de culturas urbanas altamente desarrolladas y redes de comercio y comunicación que atraje­ron a Africa a los doctos del m u n d o entero en los siglos xiii y xiv. Sólo los europeos estaban ausentes. Se hallaban fuera de estas redes. Ki Zerbo, en su Histoire d'Afrique noire, señala, que Africa estaba dispuesta a entablar rela­ciones pacíficas con Europa basadas en una' expansión del comercio internacional exis­tente y en contactos en la esfera del saber y la cultura, de igual manera que Africa había entablado antes relaciones pacíficas con el Islam. Las hambrunas que asolaron los princi­pales reinos africanos en los siglos xvi y xvii, sumadas a la superioridad militar europea y a lina peculiar mentalidad conquistadora de los europeos, concurrieron para desbaratar la posibilidad de contacto pacífico.9

H a y actualmente en Oriente Medio, Africa y Asia pensadores convencidos de que sus culturas ofrecen al desarrollo una vía que entraña menos desigualdades sociales y la posibilidad de una evolución m á s integral y armónica del cuerpo, la mente y el espíritu que la vía occidental.10 U n a administración cuidadosa de los recursos escasos del medio natural, incluido el suelo, normas de propie­dad colectiva, ayuda mutua, cooperación entre los sexos y las edades fueron, todas ellas, prácticas sociales perjudicadas por la

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occidentalización. A veces las prácticas tradi­cionales también han sido m u y nocivas. Nadie propone un retorno sin crítica a las prácticas \ del pasado, sino m á s bien una marcha ade­lante escogiendo con criterio autónomo lo mejor del pretérito c o m o base de todo avance y desarrollo.

El pensamiento occidental sobre el desa­rrollo parte de dos supuestos con respecto a las creencias y prácticas tradicionales: a) que son por su propia esencia sistemas cerrados con los que no cabe el diálogo y que por lo tanto sólo cabe destruirlos y substituirlos, y b) que c o m o el colonialismo se apoderó de las socie­dades tradicionales y les impuso sus propias prácticas, las estructuras tradicionales se han visto tan deformadas que los únicos recuerdos conservados hoy en estas sociedades son recuerdos de colonialismo, que pueden, por lo tanto pasarse por alto. Estos dos supuestos representan una inmensa subestimación de la capacidad humana para adaptarse y transmitir cultura en el seno de microcomunidades bajo condiciones de fuerte presión externa parai abolir esa cultura. H a y muchos ejemplos que j demuestran la fuerza de la cultura tradicional ; y oficialmente "prohibida" en la Europa con­temporánea: los campesinos del Languedoc, en el atrasado sur de Francia, tienen recuer­dos que se remontan a la alta edad media.11

Sus lenguas han sobrevivido a dos siglos de no existencia oficial, para ser veneradas y recono­cidas nuevamente a raíz de los movimientos de autonomía cultural contemporáneos. Desde la revolución francesa, solamente una lengua, el francés, se enseña en las escuelas de Francia. Pero desde 1974 hay cuatro len-j guas regionales oficialmente reconocidas ai efectos didácticos: el bretón, el vasco, el j catalán y el occitano.12

Algunas estructuras lingüísticas y cultu­rales han sobrevivido porque los gobiernos modernizadores no han satisfecho las necesi­dades del pueblo. Estas gentes son las mino­rías desheredadas de los países ricos. Razón de m á s para que tales estructuras sobrevivan cuando se trata de pueblos desheredados que han sido aún peor atendidos por las autori­dades modernizadoras. Las prácticas tradicio­

nales de compartir lo que se tiene son su único medio de supervivencia. Sea cual sea la tra­dición cultural a que los seres humanos acu­den en la necesidad, lo cierto es que se sienten confortados por fragmentos de aquellos gran­des temas del progreso y mejora de la humani­dad comunes a todas las tradiciones de civiliza­ción antes mencionadas: igualdad, fraterni­dad, perfeccionamiento h u m a n o y paz.

'. . U n o de los más importantes cometidos de la comunidad científica al entrar- en la era postmilitar es el de examinar las formula­ciones intelectuales y culturales del espíritu humano y los temas básicos del desarrollo social en las principales tradiciones de civiliza­ción. Esto es tan importante para las ciencias físicas c o m o para las sociales. Sólo de esta manera podrá la ciencia edificar sobre los recursos que toda sociedad ya posee, en lugar de destruirlos.

Otros enfoques del nuevo orden económico internacional: retos para la comunidad científica

El gran imperativo de progreso del nuevo, orden económico internacional es que es inter­nacional y que hace referencia a un orden mundial. Los enfoques hasta aquí examinados son todos ellos versiones particularistas de ese orden, según se le contemple desde una u otra civilización. L a presunción de la ciencia occi­dental al proclamar un modelo de desarrollo válido para todo el m u n d o y la presunción del Grupo de los 77 cuando proclama que pue­den redactarse formalmente disposiciones con­tractuales concretas que aceleren ese desa­rrollo compartiendo los recursos de nuestro planeta forman parte, una y otra, de la realidad de nuestro tiempo. Occidente deberá renunciar a su pretensión de que existe una sola estrategia de desarrollo, y el Grupo de los 77 tendrá que comprender que es preciso hacer mayor uso de sus propias estrategias al tiempo que insiste en la distribución equita­tiva de los recursos.

La comunidad científica debe asumir la

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Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado 181

El teniente-coronel americano retirado Jira Channon, fundador del "Batallón de la Tierra", cuyos soldados; especialistas en pacifismo, podrían combatir si sus generosas intenciones no fueran comprendi­das. Se le ve aquí en un buggy ultraliviano. Este vehículo puede llegar a los 160 k m por hora, es incombustible, puede franquear fosos anchos, tiene la capacidad de fuego de un tanque liviano y consume sólo ocho litros de gasolina en cien kilómetros. Sygma.

responsabilidad de continuar el diálogo sobre modelos de desarrollo alternativos. E n reali­dad las diversas organizaciones de las Nacio­nes Unidas relacionadas con el desarrollo ofrecen foros casi permanentes para tales diálogos, siendo la Unesco y la Universidad de la O N U las que prestan mayor atención a que el diálogo se lleve adelante en el contexto de un reconocimiento general de que existen distintas tradiciones de civilización. Pero es evidente que esta tarea no puede estar reser­vada a un reducido grupo de especialistas sensibilizados, dejando al grueso de los cientí­ficos al margen de la discusión. Es un hecho que la mayor parte de los especialistas en desarrollo tercermundistas con formación occi­dental aceptan la necesidad de substituir las instituciones nativas por instituciones occiden­tales c o m o parte del proceso de desarrollo de sus respectivos países, y no exploran suficien­

temente sus propias capacidades locales. Los partidarios de "vías de desarrollo alternati­vas" dentro del G r u p o de los 77 son minoría en sus propios países.

El diálogo debe tener lugar en todas partes, no sólo en los foros de las Naciones Unidas dedicados al desarrollo sino en otros ámbitos y escenarios intergubernamentales y

. no gubernamentales. El principal avance con­seguido por la Comisión Brandt no está en sus propuestas específicas de modificar las estruc­turas institucionales que regulan la política comercial y monetaria, sino en el concepto de que el sur debe asumir la responsabilidad de fijar sus propias directivas independiente­mente de los principios convencionales sobre desarrollo que el norte le ha legado, y debe tomar parte en los debates en torno al desa­rrollo en pie de absoluta igualdad y no c o m o un agradecido receptor de ayudas.

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L a razón m á s imperiosa por la que una crítica escrupulosa y completa del modelo principal de desarrollo es requisito previo indispensable del desarrollo postmilitar es porque parece m u y posible que la vía occiden­tal al desarrollo tecnológico y.la utilización de los recursos genere por sí misma la militariza­ción y las condiciones estructurales para la represión. El imperativo tecnológico es siem­pre arbitrar medios para hacer las cosas mejor y en menos tiempo. El papel de algunas sociedades industriales en la difusión de tecno­logía para la tortura y en el adiestramiento de personal especializado en aplicarla c o m o sis­tema de control social para regímenes represi­vos con ambiciones de modernización es algo demasiado bien documentado, por Amnesty International y otras fuentes, c o m o para que nadie pueda sostener hoy que modernización y desarrollo democrático de una sociedad son ; cosas que van de la m a n o . Catorce países de América Latina, unos dieciséis de Asia y de Oriente Medio y posiblemente cuatro países europeos han recibido "ayuda tecnológica" para la práctica administrativa de la tortura.13

Esto debe ser denunciado c o m o uno de los frutos de la ayuda militar.

N o existen en ningún país mecanismos parlamentarios para la adopción de decisiones estimatorias sobre tecnología, aunque frente a las crisis relacionadas con la energía nuclear algunos organismos públicos reguladores están empezando a comprometerse —siempre a la zaga de los acontecimientos— en un proceso de evaluación. El desarrollo tiene c o m o fin primordial el bienestar de las perso­nas y el mejoramiento de la condición h u m a n a , pero lo que ha hecho en realidad es crear bombas y máquinas. ¿ C ó m o evitaremos en el futuro volver a caer en la trampa de la preocupación por los mecanismos, si no recon­sideramos a fondo lo que ha fracasado en el proceso de desarrollo tal c o m o ya lo hemos experimentado? N o debemos olvidar que en el primer m u n d o ya hemos tenido desarrollo, que el contexto en que nos m o v e m o s y vivimos es desarrollo. ¿ Q u é podría ser el : desarrollo en condiciones distintas? ¿ Q u é debería ser?

Programa de acción para la ciencia: la movilización para el cambio

U n m u n d o desmilitarizado ha de ser plausible a fin de que todos trabajen para él. H o y por hoy, un m u n d o así parece tan improbable a los científicos c o m o a los profanos, a los políticos con responsabilidades de gobierno c o m o al c o m ú n de las gentes. Y es la pura improbabilidad de un final espontáneo de la carrera armamentista lo que da la clave para la preparación de una transición. Puesto que una carrera de armamentos incesante debe concluir inevitablemente en guerra nuclear —y el concepto de que las guerras nucleares puedan ganarse está siendo debatido por primera vez en público por algunos gober­nantes de Europa y los Estados Unidos de América—, ha sonado por fin la hora de la verdad para muchos científicos que han partici­pado en programas de investigación sobre armamentos de sus gobiernos respectivos movidos por un sentimiento de responsabili­dad pública. H o y advierten que su trabajo puede ser comprometedor no sólo para el porvenir de la ciencia sino para la propia vida humana.

Muchos científicos eminentes dedicados a la investigación en la esfera militar han recono- i cido, ya desde los últimos años cincuenta, que nadie ganaría una guerra nuclear, y la prosecu­ción de su trabajo se justificaba, pues, con la teoría de la disuasión, aparentemente viable. El Libro Blanco sobre la Defensa preparado en 1957 por el gobierno británico, c o m o nos recuerda Zuckerman, "decía claramente [que] no había medios de proteger a la población contra las consecuencias de un ataque nuclear".14 Veinte años después, con capacidades de ataque (y de defensa) inmensa­mente mayores, esa declaración sigue siendo válida, pero los gobiernos ya no creen en ella. Eisenhower, en su discurso de despedida tan frecuentemente citado, advirtió a la opinión norteamericana sobre "el peligro de que el poder público pueda llegar a ser cautivo de una élite científico-tecnológica".15 H o y , algu-

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nos miembros de la élite científico-tecnológica protestan y se quejan de su propia cautividad. Algunos de sus miembros llevan casi dos décadas publicando advertencias, pero la ca­rrera de armamentos sigue adelante. Q u e la persistente elaboración de armas nucleares llevaría a una disminución de la seguridad de las superpotências es algo que vieron ya los asesores científicos de la presidencia norteame­ricana en 1964. E n 1970, unos cuantos presti­giosos hombres de ciencia involucrados en la ¡investigación armamentista, Herbert York entre ellos,16, llegaron a la misma conclusión i y desistieron de seguir participando en nuevas 'investigaciones de este tipo.

Las razones por las que distinguidos cien­tíficos cuestionan cada día más la prosecución de las investigaciones armamentistas son numerosas, pero en general giran en torno a las crecientes dudas sobre la capacidad de los gobiernos para usar la tecnología prudente­mente en una política sensata de defensa. Los científicos conocen las probabilidades, siem­pre en aumento, de que se produzcan fallas en algunos sistemas de armas, así como los multiplicadores de error introducidos con cada nuevo avance en la complejidad tecnoló­gica. Conocen los sistemas, monstruosos como dinosaurios, que sus gobiernos llaman defensa, porque los han montado ellos mis­m o s , y saben lo inútiles que probablemente serían "en acción". Los sistemas no fueron concebidos para la acción sino para la disua­sión. Desde comienzos de la década de 1960 se sabe que las explosiones nucleares en el espacio pueden liberar impulsos electromagné­ticos ( E M P s ) que inutilizarían los sistemas de comunicaciones, tanto militares como civiles, y sumirían en el caos a las naciones afecta­das.17 Los entes que debieran comunicar este tipo de información a los gobiernos, los cuer­pos de asesores científicos, o no existen o están siendo desmontados porque los gobier­nos emplean fundamentalemente los arma­mentos c o m o instrumentos políticos, y se desinteresan totalmente de los datos sobre eficacia y rendimiento mientras existan "sufi­cientes armas".

• Sin duda el divorcio entre política y saber

no es nada nuevo bajo el sol, pero sólo los científicos comprenden plenamente el peligro que representa este divorcio en el presente siglo. Zuckerman pregunta c ó m o es posible el 'absurdo de que aún sigan diseñándose y proyectándose nuevas generaciones de armas en los laboratorios estatales de investigación de armamentos a cargo de unos cuantos técnicos, cuando existe un consenso bastante sólido (ya que no completo, desde luego) entre científicos de probado saber y experien­cia en cuanto a que el proceso en cuestión pone en peligro la seguridad nacional y debe suspenderse. Su respuesta es que, en cierto m o d o , "los laboratorios de investigación de armamentos tienen una existencia perma­nente, mientras que presidentes, primeros ministros y jefes militares tienen un carácter más transitorio y, por otra parte, se ven

• solicitados por un cúmulo de problemas ade­más de las relaciones este-oeste y la carrera de armas nucleares".18 Los responsables públi­cos están siempre empezando desde cero en nuevos regímenes políticos, mientras que los técnicos trabajan en los laboratorios década tras década sin que nadie los moleste. Y o añadiría que un difundido artículo de fe en las sociedades industriales, el de que la tecno­logía pueda salvarnos, crea un respeto absurdo en el ánimo de los gobernantes hacia los brillantes artilugios que salen de los labora­torios. Los gobernantes no entienden lo que esos artilugios son y significan, y no desean informarse escuchando a quienes sí saben y entienden; lo único que anhelan es tener los últimos modelos.

A u n q u e en la tarea de poner fin a la carrera armamentista hay una parte que afecta directamente a la investigación, la movi­lización que aquí contemplamos consiste prin­cipalmente en aplicar los saberes existentes a las directivas de gobierno a fin de modificar las decisiones políticas que sostienen la ca­rrera de armamentos. L a organización Científi­cos por la Responsabilidad Social en la Cien­cia lleva m á s de tres décadas en su empeño de impartir educación política para poner fin a la carrera de armamentos, pero sigue siendo un pequeño grupo minoritario. Pugwash, de la

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misma edad y con las mismas inquietudes, ha intentado mantenerse apolítico y ha conse- ¡ guido que nadie le preste atención.

H o y están apareciendo en escena nuevas voces de la ciencia con propósito de organiza­ción, voces que quieren ser políticas y que aspiran a que se las oiga. La agrupación Físi­cos por la Responsabilidad Social cuenta ac­tualmente con miembros en todos los países industriales y está aprovechando todas las oportunidades que se le brindan para instruir al público de cada una de las naciones militari- ' zadas importantes, del este y del oeste, acerca de la imposibilidad de que una nación sobre­viva a una guerra nuclear c o m o una sociedad coherente. Se concentra sobre todo en la información sobre los efectos médicos de las radiaciones. E n los Estados Unidos, la Federa­ción de Científicos Americanos promovió una importante iniciativa de limitación de arma­mentos en m a y o de 1981, y la prestigiosa Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia ha creado un Comité sobre Ciencia, Control de Armamentos y Seguridad Nacio­nal que empezó a trabajar en abril de 1981. La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos creó un comité sobre seguri-. dad internacional y control de armamentos en ' 1980. Y son muchos los científicos que han acudido al llamamiento internacional para una mutua congelación de armas nucleares entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética.

Científicos de los países socialistas, así. c o m o de países occidentales y no alineados, han utilizado las reuniones y publicaciones del Consejo Mundial de la Paz, con sede en !

Helsinki, c o m o vehículos de expresión de sus inquietudes respecto a la carrera armamen­tista, y ello desde la década de 1950. L a actividad continúa con mayor celo que nunca. E n fecha mucho más reciente, el académico, E . K . Feodorov, presidente del Comité Sovié­tico para la Paz, pronunció una conferencia en la asamblea del Consejo Mundial de la Paz, celebrada en Cuba en abril de 1981, sobre c ó m o evitar el peligro de una guerra nuclear.19 Por desdicha, el diálogo entre científicos del este y del oeste sigue siendo en

realidad m u y limitado. El Comité para el Entendimiento Este-Oeste de los Estados Uni-.. dos está haciendo todo lo posible por incre­mentar dicho diálogo, en tanto que en la Unión Soviética y otros países socialistas hay grupos que hacen lo mismo. El Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplica­dos, Centro Oriental-Occidental con sede en Laxemburgo, cerca de Viena, tiene en proyecto un programa sobre la carrera de armamentos. El Consejo Internacional de Uniones Científicas, que actualmente patro­cina un programa de investigación y educa­ción internacional sobre cambio climático glo­bal, no atiende a problemas de carrera de armamentos pero podría ser un vehículo ideal para una futura movilización internacional de la comunidad científica, c o m o cuerpo cientí­fico mundial más amplio que hoy existe. Puesto que los científicos han dado a la • tecnología militar su prestigio, deben pasar al frente para reeducar al público en todos los países. Ellos lo saben, y están actuando en consecuencia. Los científicos están llegando a conocer a sus propias comunidades locales y nacionales c o m o nunca las habían conocido antes, tomando la palabra en escuelas, en asambleas públicas, hablando por radio, por televisión, dondequiera que alguien les escu­che. T o m a n parte activa en partidos políticos y escriben a sus representantes parlamenta­rios. C o m o expresan opiniones contrarias a la política de los gobiernos, lo que hacen implica, muchas veces, importantes sacrificios persona­les. El costo es en algunos países mayor que en otros, pero en todas partes oponerse a la carrera de armamentos tiene su costo.

La voz de la comunidad científica tiene un peso que los grupos profanos no pueden tener. ¿ Q u é dicen estas voces? A u n q u e entre los científicos hay tanto "halcones" c o m o "palomas", una corriente de sentimiento cada vez más fuerte se inclina por: a) confiar menos en las armas y más en las habilidades políticas y en las técnicas de diálogo, de negociación; b) tomar conciencia de que una carrera de armamentos es una carrera que no puede ganarse, que es una estrategia sin vencedor posible; c) estrechar el contacto con

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Trajes de protección contra neutrones y armas químicas, ensayados por las fuerzas de la O T A N en la República Federal de Alemania.

las llamadas "sociedades enemigas", a fin de reducir la ignorancia y los errores de percep­ción; d) replantearse a fondo lo que significa seguridad nacional y qué es lo que en verdad puede proteger mejor a cada c a m p o en un m u n d o que tiene que dar cabida a todos; ; e) prestar mayor atención a lo que la humani­dad espera lograr en el siglo veintiuno y a las estrategias que le permitan obtenerlo. H a y efectivamente, en la comunidad científica, líderes que están contribuyendo a crear las condiciones para que se produzca un cambio de actitud importante con respecto a la ca­rrera de armamentos c o m o medio de garanti­zar la seguridad nacional.

U n a gran aportación por parte de la propia comunidad de investigadores de arma­mentos podría consistir en elaborar nuevos programas de investigación para los laborato­rios de tecnología armamentista existentes., ¿ Y qué mejor sitio para comenzar que Los

A l a m o s , donde se diseñó la primera b o m b a ' atómica? U n proyecto en el que los científicos podrían ponerse a trabajar de inmediato sería el de elaborar en cada país donde se producen armas, un programa de conversión bien medi- ' tado y desarrollado para cada laboratorio,;

basado en las especialidades técnicas exis­tentes, con una razonable cantidad de suple­mento o reeducación de esas especialidades, y encaminado a satisfacer las apremiantes nece­sidades sociales y de medio ambiente a nivel; nacional e internacional. Tales programas de conversión harían sin duda que las aspira­ciones a poner término a la carrera a r m a m e n ­tista pareciesen m á s concretas, m á s realiza­bles, y darían a los políticos una causa popular que promover. Parte importante de estos programas de conversión sería la institución de años o semestres sabáticos para el personal ; de los laboratorios existentes, técnicos, inge­nieros, administradores, a fin de que, via-

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jando, conociesen el m u n d o real para el que habrían de diseñar nuevos instrumentos desti­nados a mejorar la calidad de la vida.

A d e m á s de crear las condiciones para que los políticos con poder de decisión conci­ban de una manera nueva la seguridad nacio­nal y el lugar que corresponde a las armas en la estrategia política general, los científicos tienen también la responsabilidad de empezar a representarse la posible fisonomía de un futuro aceptable para su propio país y para todo el planeta. Nadie puede figurarse fácil­mente el aspecto que presentaría un m u n d o con arsenales de armas considerablemente reducidos. Si bien es la improbabilidad de que la carrera armamentista se detenga lo que ha galvanizado a los científicos induciéndoles a entrar en acción, esa misma improbabilidad impide también toda acción positiva en pro de un futuro libre de la amenaza de las armas. Nadie puede trabajar con miras a algo que es incapaz de representarse. A u n q u e son los especialistas en ciencias sociales los que llevan la delantera en la habilitación de técnicas para este tipo de representación mental, su realiza­ción tendrá que ser la obra conjunta de físicos y especialistas en ciencias sociales, haciéndola i extensiva cuanto antes a los públicos de los países interesados.

Actualmente se está planeando la reali­zación de talleres internacionales para la apli­cación de técnicas de representación mental (visualization) a cargo de especialistas en ciencias sociales en colaboración con el C o n ­sortium on Peace Research, Education and Development, y con miembros de institutos de investigación de las Naciones Unidas, con el objeto de concebir o imaginar un m u n d o en el que los armamentos hayan sido sustancial-mente reducidos. L a técnica de invención de futuros que se empleará en estos talleres ha, sido elaborada por Warren Ziegler, director ¡ de Futures Invention Associates, Colorado, Estados Unidos. Quizá merezca la pena descri- ' bir aquí brevemente el proyecto, para indicar

: otra dimensión en la que los científicos pue­den trabajar:20

Los talleres reunirán a no más de treinta y cinco hombres y mujeres procedentes de diversos

sectores de la comunidad internacional interesa­dos en el problema de los armamentos y el desarme con el fin de indagar y analizar, durante dos días, cuál podría ser la fisonomía general de un m u n d o sin armamentos. La técnica de inven­ción de futuros a utilizar en dicha exploración ha sido ya empleada en m u y diversos ámbitos de poder público para facilitar decisiones innovado­ras por parte de responsables políticos enfrenta­dos con problemas de gobierno aparentemente inabordables. Esta técnica no se ha aplicado nunca, al desarme. Los participantes recurrirán al acervo enormemente creativo de la imagina­ción humana para fundar sus visiones en la especificidad.concreta de hechos e instituciones sociales, políticos, económicos y culturales. ¿Qué cosas diferentes harán los seres humanos en un m u n d o sin guerra? ¿ C ó m o se abordarán y resolverán las tensiones, las incomprensiones, los conflictos? ¿ C ó m o se desenvolverá el diálogo entre tradiciones de civilización y sistemas políti­cos distintos en encuentros cara a cara? ¿ C ó m o se ganará la gente la vida? ¿ C ó m o se desarro­llarán los asuntos cívicos, familiares, educa­tivos, comunitarios? ¿Qué será diferente? ¿Qué aspecto ofrecerá el mundo?

Si la experiencia es una guía válida, la i mancomunización de las diversas vivencias y ; aspiraciones de un grupo internacional m u y variado producirá material inspirador de nuevas estrategias para una reducción de armamentos. ; Puesto que la dinámica de la casi desbocada carrera armamentista que hoy padecemos hace que incluso el objetivo a corto plazo de una congelación de armamentos parezca difícil de alcanzar, el objetivo a largo plazo de un m u n d o libre de armas parece algo fantástico a la mayor parte de las personas serias. Y sin embargo fueron cambios de una magnitud comparable en las instituciones sociales y en las costumbres lo que hizo posible la existencia de la sociedad industrial moderna. La inventiva imaginación social que presagió y prefiguró esos cambios y aportó el poderoso imán del comportamiento

í que atraería a las sociedades introduciéndolas en ' el reino maravilloso de la tecnología que es el siglo xx puede descubrirse en los anales de la literatura histórica de los siglos x v m y xix. Esto i ha sido documentado por el sociólogo holandés i Fred Polak, que ganó el premio del Consejo de Europa en 1954 por su obra macrohistórica en dos tomos Image of the future, donde se describe cómo las sociedades convierten en realidad sus representaciones del futuro. U n a sociedad

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; encuentra siempre los medios para plasmar aquello que cree posible.

Estimamos que el proyecto de invención de futuros para después del desarme será un paso pequeño pero significativo dentro de un proceso

: creativo análogo encaminado hacia el siglo xxi. H o y por hoy, los humanos contemplan el siglo próximo con más temor que alegría. Nosotros sostenemos que puede ponerse en marcha una dinámica distinta imaginando posibilidades dife­rentes de las que actualmente se temen.21

Por las pruebas efectuadas utilizando estas técnicas de taller con personas sin formación científica, puede decirse que los seres h u m a ­nos se descubren aptitudes inventivas que no sospechaban. Las gentes se muestran sorpren-

• didas de lo que pueden imaginar. También se ; sorprenden ante las nuevas ideas que se les ¡ brindan para la acción social en el presente.

¿ Q u é clase de m u n d o tiende a surgir de estos ejercicios de imaginación? Para los no científicos, un m u n d o en el que la complejidad subsiste, donde la ciencia y la tecnología siguen floreciendo, pero en el que se vive de un m o d o diferente. Es un m u n d o más próximo, de dimensiones m á s humanas, que utiliza la tecnología de las comunicaciones para aumentar la participación local en la adopción de decisiones dentro de cada región. ¡Es un m u n d o más regional, m á s culturalmente diverso, en el que no obstante se viaja mucho . U n m u n d o más autosuficiente en términos de •producción local de alimentos, pero más inter-dependiente por cuanto el comercio es más libre. E n él se valoran m u c h o más las apti­tudes lingüísticas y de comunicación, la forma­ción multicultural, la capacidad de mediación y diplomacia a todos los niveles, ya que la mayor interacción da más oportunidades para que surjan conflictos. La enseñanza está más vinculada a las comunidades, pero al mismo tiempo es más universal. Es un m u n d o que aprecia las diferencias individuales más que las diferencias de sexo, de edad, raciales, étnicas o políticas. Las concentraciones de poder, cuando se producen, vuelven siempre a diluirse de nuevo porque las formas de organización son más fluidas. Existen las jerar­quías, pero también son fluidas. Existen las

naciones, pero sus fronteras no son ya tan importantes. L a O N U es menos burocrática, más funcional, y las asociaciones regiona­les llevan a cabo muchas antiguas funciones gubernamentales e intergubernamentales, entre ellas una función de vigilancia internacio­nal. Las asociaciones no gubernamentales tienen la misma categoría que las anteriores asociaciones gubernamentales.

¿Se representan los científicos un m u n d o como éste o concebirán algo totalmente dis­tinto? N o lo sabremos hasta que se lleve a cabo el experimento. D e la diversidad de las representaciones saldrá la creciente convic­ción de que hay realmente muchas opciones futuras para la humanidad y de que no tiene por qué quedar atrapada en la carrera de armamentos. H e indicado que los miembros más conscientes de la comunidad científica están ya movilizados para un proceso de transición que facilite las decisiones políticas capaces de alejarnos de los riesgos de extin­ción total y conducirnos hacia un orden m u n ­dial más h u m a n o que apenas hemos comen­zado a imaginar. H e indicado asimismo que la concepción real de futuros alternativos es responsabilidad particular de los científicos; esto les ayudará a encauzar sus energías hacia la creación de un nuevo orden social. V a m o s a centrarnos ahora en la labor concreta que puede realizarse en favor de ese nuevo orden social.

Programa de trabajo para la ciencia: la creación del nuevo orden

La reeducación de los científicos

E n la sección precedente hemos hablado de eminentes científicos comprometidos en la investigación tecnológico-militar que se encuentran ya al frente de un movimiento que propugna la transición hacia un importante programa de reducción de armamentos. Sería engañoso, sin embargo, sacar la conclusión de:

que la mayoría de los científicos están listos ; para el traslado inmediato de la I y D militar a

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la I y D civil. Parte del proceso de conversión habrá de implicar, c o m o ya se ha indicado, la reeducación y readaptación profesional de científicos actualmente involucrados en la investigación y fabricación de armamentos.

E n la década de 1990, la conversión será más compleja e intelectual y económicamente más exigente que después de la segunda guerra mundial, debido a la cantidad de bienes de equipo ligados a la producción de alta tecnología militar y a la proporción relati­vamente reducida de personal obrero de nivel superior en relación con los científicos y diseñadores profesionales altamente califica­dos que hoy intervienen en ella. La conver­sión, en suma, no dejará disponibles gran­des cantidades de trabajadores calificados de rango medio, sino a un gran número de' especialistas en diseño tecnológico-militar. Las academias militares, los laboratorios de tecnología bélica y los fabricantes de armas tendrán que participar en seminarios sobre su propio desarrollo antes de emprender activi­dades de remodelación del producto, porque serán incapaces de representarse cuáles habrán de ser los productos adecuados si no comprenden qué clase de m u n d o está naciendo.

Los ejercicios de imaginación antes m e n ­cionados serán de especial importancia para este grupo de personas. Sin un proceso como éste, la tecnología militar reaparecerá con otro nombre. Las mujeres, las personas de edad y los jóvenes serán quienes más fácil­mente concebirán sistemas de producción alternativos, puesto que son los menos com­prometidos en el actual. Será preciso, pues,, que participen de un m o d o esencial en el proceso de remodelación.

L a tarea de investigación con que se enfrenta la comunidad científica es gigantesca. Adoptamos como supuesto básico que el nuevo orden tomará en cuenta las capacidades y las preferencias culturales locales de cada punto del planeta, y que las sangrías de recursos más importantes serán corregidas de manera que cada región goce del fruto de sus ; esfuerzos, convenientemente modificado por el comercio y la producción material. Esto

quiere decir que tenemos ante nosotros la tarea sin precedentes de redescubrir el perfil de los subsistemas constitutivos del antiguo orden y de esquematizar con cierto detalle la forma en que ese viejo orden ha funcionado. A nivel macroeconómico esto ya se ha hecho, pero nuestra labor consiste ahora en desglosar y ver cómo se desenvuelven las comunidades locales y los hogares. Ál registrar las opera­ciones del sistema existente descubriremos cómo puede modificarse y adaptarse a situa­ciones locales mediante la práctica tradicio­nal, que amortigua los impactos más doloro­sos. Este conocimiento es m u y importante en la remodelación del sistema, ya que el nuevo tendrá que fundamentarse en esas capaci­dades y edificar sobre ellas en vez de ignorar­las.

V a m o s a proceder ahora a examinar los siguientes subsistemas de un nuevo orden: alimentación, medio ambiente, ordenación urbana, educación y salud, e información. E n lo que sigue, late el empeño subyacente de identificar la geografía de la pobreza (como la ha llamado Soedjatmoko, nuevo rector de la Universidad de las Naciones Unidas)22 en el viejo orden, y presentar un nuevo mapa.

La alimentación

Definiremos el nuevo orden alimentario como aquél en el que se haga el uso más productivo de cada tipo de suelo y agua del planeta con las herramientas más adecuadas, en un marco económico y sociocultural general que ase­gure que el alimento llega realmente a todas las bocas en todas las casas de todas las comunidades humanas, que el esfuerzo de producir los alimentos o el trabajo asalariado para su adquisición se hallan equitativamente distribuidos entre los hombres, mujeres y niños de la familia, y que no existen puntos de fuga que conduzcan al exceso de consumo en unas zonas y a la carencia en otras. Será preciso llevar a cabo los siguientes cuatro tipos de estudio en un muestreo de suelos cultivables a efectos de planificación:

Ventajas de productividad de las tecnologías

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tradicionales de plantación y labranza y examen de las combinaciones idóneas de tecnologías tradicionales y nuevas para cada región según la extensión de tierras cultiva­das;

Formas de participación en el laboreo agrícola de hombres, mujeres y niños, según la extensión de tierras cultivadas, en el con­texto de otras actividades y horas de tra­bajo, y de los recursos técnicos y prácticas de distribución laboral que afecten a la productividad de los terrenos en cultivo;

Almacenaje, elaboración y conservación de ali­mentos, rutas comerciales y sistemas de distribución de alimentos, para ver la trayec­toria que siguen éstos desde la semilla al consumidor, local y mundialmente, con especial interés en identificar puntos de fuga de alimentos;

Estructuras económicas, políticas y sociales y costumbres que hay que tomar en cuenta para impedir la fuga de alimentos que actualmente se produce de sur a norte.

Todo exceso de consumo será considerado extorsión al sistema y patológico. Cada uno de estos proyectos es interdisciplinario y requiere la colaboración de científicos físicos y sociales.

El antiguo orden agrícola está servido en medida m u y amplia por mujeres, que repre­sentan hasta un 75% de la m a n o de obra agrícola en algunas partes de Africa y consti­tuyen el 25% o más del trabajo en el campo en los países industrializados. La implantación de cultivos comerciales en muchas regiones del tercer m u n d o determinó una fuga de alimentos; los hogares dispusieron de menos productos para la despensa que antes debido a una compleja serie de razones relacionadas con la baja condición y la sobrecarga de trabajo de la mujer en una agricultura moneti­zada. L a fuga de alimentos, que los progra­mas de desarrollo han exacerbado, continuará en el nuevo orden agrario a menos que la investigación localice los puntos de fuga y se preste ayuda a los trabajadores más necesita­dos, generalmente las mujeres y los niños.

Es preciso que las nuevas tecnologías aplicadas a la agricultura presten igual aten­ción a los cultivos locales en pequeña escala

con gran densidad de m a n o de obra y en los¡

que suelen integrarse la silvicultura y la pisci­cultura, que a los cultivos en gran escala, a fin de asegurar que toda sociedad cuente con, una fuente local de alimentos significativa.! H a y que determinar con exactitud para cada región y para el sistema del m u n d o en su¡ totalidad cuál es la proporción óptima entre volumen de alimentos importados/exportados y volumen de alimentos producidos/consumi­dos localmente. Los antiguos criterios utiliza­dos para calcular la ventaja comparativa en la • producción de alimentos han contribuido a la ¡ crisis del actual sistema alimentario mundial y : deben ser substituidos por nuevos tipos de análisis.

El medio ambiente

E n el antiguo orden ecológico, los estados naciones controlaban todos los recursos expío- ' tables del planeta con excepción de los océa­nos, y eran ricos o pobres según lo que poseyeran dentro de sus fronteras o las de sus colonias. El gran reto que ahora se presenta; es el de conceptualizar y definir de nuevo la geosfera, la hidrosfera, la criosfera y la atmós-

, fera c o m o bienes comunes globales con dere­chos de uso limitados para los estados. Esta tarea puede proseguir y completar el trabajo ya realizado durante siglos por el derecho internacional y durante las cuatro últimas décadas por los especialistas en ciencias socia-, les que se han afanado en definir los derechos ; individuales y de grupo de los seres humanos . El planeta se convierte cada vez m á s en un gran terreno baldío a medida que los hombres : agotan los recursos y contaminan el medio ambiente. L a contaminación iniciada en un estado soberano, sea de la tierra, el agua o el aire, traspasa las fronteras nacionales. Las normas que limiten los derechos de contamina­ción tendrán que evolucionar simultánea- j mente con las que limiten los derechos de; explotación de recursos naturales.

E n el desarrollo de una tecnología subma­rina para instalar en el fondo del océano de asentamientos mineros bajo control de las Naciones Unidas puede hallarse amplio

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c a m p o para la conversión de plantas militares de alta tecnología. L a minería en tierra firme también exigirá importantes innovaciones tec­nológicas. U n enfoque sistemático total de la explotación minera implicará la intervención de sistemas de apoyo biosociofísico para las actividades sobre el suelo que funcionan en tándem con el ciclo de treinta años que suele caracterizar las operaciones mineras de super­ficie y subsuperficie cuando se trata de mine­rales subterráneos. El enfoque sistemático total establecerá relaciones entre la agricul­tura, las cooperativas económicas locales, la vivienda y los sistemas de asistencia cívica y social con el uso de la energía renovable y no renovable, a fin de crear un equilibrio diná­mico a largo plazo en asentamientos humanos próximos a importantes recursos naturales. Este enfoque pondrá fin a ese lento cáncer planetario que son las grandes urbes destructo­ras de individuos, familias y comunidades en ¡todos los continentes por efecto del hacina-: miento h u m a n o y sus fenómenos concomi­tantes.

La ordenación urbana

Las ciudades del m u n d o experimentan desde hace ya tiempo una sensación de abandono a la fatalidad, y dirigen sus propias redes trans­nacionales.23 U n proyecto de conversión idó­neo para plantas militares de alta tecnología, particularmente las industrias del espacio, será la transformación de las tecnologías de las naves espaciales para aplicarlas a unidades urbanas autosuficientes en zonas densamente pobladas. D e esta manera podrán satisfacerse las necesidades de saneamiento, energía y

: abastecimiento alimentario de unidades habi-\ tacionales individuales, así c o m o las de c o m u ­nicación y transporte, que los obsoletos siste­m a s de servicios de las actuales ciudades ya no satisfacen. Estas adecuación de la tecnología de las naves espaciales requiere la colabora­ción de especialistas en física y ciencias socia-

í les, y tendrá que ser adaptada, región por región, a las características de las comuni­dades locales. Desde la segunda guerra m u n -

; dial, los proyectos de renovación urbana

en Occidente han contribuido a m e n u d o al aumento de los índices de delincuencia y violencia en los vecindarios donde se han llevado a cabo o en aquellos adonde los antiguos residentes han sido desplazados. Está claro, por lo tanto, que habrán de efectuarse cuidadosos estudios sobre la utiliza­ción del espacio a fin de humanizar las posibili­dades tecnológicas en este ámbito.

Educación y salud

El descenso en las medias nacionales de las notas de calificación escolar obtenidas por los niños, una vez alcanzada la alfabetización universal, c o m o ha sucedido en los Estados Unidos, es mal presagio para otros países que se esfuerzan por conseguir la alfabetización universal. ¿Hay defectos inherentes al sistema de educación colectiva en aulas conforme al modelo occidental? Las escuelas rurales de las tradiciones coránica, budista y otras seme­jantes, la escuela estadounidense de aula única, la educación tribal y el aprendizaje de artes y oficios en todas sus formas, rurales y urbanas, deberían ser examinados y compara­dos con las técnicas modernas de instrucción en aulas y con ayuda de computadoras. L a posibilidad de establecer y fomentar centros de instrucción general de base local y comuni­taria, que se mantengan abiertos para todas las edades en el curso de la vida humana y desarrollen tareas de enseñanza de la ciencia occidental sin excluir los saberes procedentes de otros sistemas, podría m u y bien ser la clave del desarrollo de un orden internacional post­militar. El sistema de combinar y entretejer la, educación con los ritmos de trabajo de, la comunidad ofrece mejores oportunidades para luchar contra el analfabetismo a lo largo de la vida, eliminando la mala distribución del acceso a la enseñanza. Comunidades docentes especiales móviles, a semejanza de los ómni-1

bus-laboratorios científicos que ya existen, pueden ir de país en país y de región en región, sirviendo de nexo entre la comunidad educativa transnacional y recogiendo y trans­mitiendo datos al mismo tiempo.

A medida que el Programa de Desarrollo

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El depósito aéreo de Davis-Monthien Field, en Arizona, en 1975. E n esa época se acumularon allí seis mil aviones en desuso parcialmente desmantelados, de unos setenta tipos distintos, valorados en 6.000 millones de dólares. Tony Korody/Sygma.

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H u m a n o y Social de la Universidad de las Naciones Unidas progresa en la evaluación de las posibilidades de desarrollo de diversas sociedades, va descubriendo más ejemplos del fomento y participación dé la tecnología tradi­cional, así c o m o de su integración con la tecnología occidental basada en el uso de laboratorios.

El concepto de "sociedad en aprendi­zaje"24 es también m u y procedente para el cuidado de la salud. Cuando los conocimien­tos sobre la salud se encuentran demasiado compartimentados y la gente llega a depender excesivamente de los especialistas para su bienestar cotidiano, el nivel de salud de la población se resiente. Sucede esto, sin duda, cuando las nociones y saberes acerca de la salud dejan de transmitirse de generación en generación. Lá mayor parte de la asistencia sanitaria del m u n d o es dispensada por muje- • res —esposas, madres, abuelas y muchachas jóvenes— en el seno mismo del hogar. U n enriquecimiento de estas nociones poseídas por las mujeres y los niños, tanto como por los hombres, y que puede impartirse en cen­tros de instrucción vecinales, contribuirá en su nivel más básico al nuevo orden internacional, que no podría nunca florecer con cuerpos enfermos o mal nutridos. Por una parte, los recursos médicos existentes podrán liberarse de muchas actividades rutinarias de atención de la salud gracias a una mejor educación sanitaria impartida en las escuelas, enseñando a los niños a analizar las aguas que han de beber y a descubrir y controlar focos de contaminación local, así c o m o aumentando el número de expertos en asistencia sanitaria de las comunidades locales. Por otra parte, una investigación médica de alto nivel tecnológico será cada vez más necesaria para analizar y contrarrestar los daños causados al organismo h u m a n o por sustancias químicas incorporadas al medio ambiente en el último siglo. H a y pruebas cada día más numerosas de la existen­cia de daños irreparables para la salud y de muertes prematuras en las regiones expuestas a los agentes químicos utilizados tanto en la guerra c o m o en la agricultura y en la indus­tria. Los aún no nacidos pueden ser los más

perjudicados, si se mantiene la proporción de, criaturas que nacen muertas o con deforma­ciones en esas regiones. L a investigación médica tiene un considerable programa de trabajo para el siglo que viene, y van a hacer falta muchos más investigadores médicos de los que hoy existen.

La información

Mientras el planeta siga superpoblándose, contaminándose y agotando sus recursos al paso acelerado que ahora lleva, las tareas de vigilancia y control serán cada vez más impor­tantes a fin de no traspasar umbrales de peligro de diversos géneros. Nadie conoce la capacidad del planeta para absorber los dese­chos industriales y nucleares y el bióxido de carbono que ya hemos producido, como tam­poco puede nadie predecir lo que nuevas soluciones tecnológicas humanas inventarán para resolver estos problemas. El algunos aspectos la vulnerabilidad humana ante el desastre ha aumentado, mientras que en otros ha disminuido.

Las técnicas de comunicación desarrolla­das en el presente siglo han posibilitado la recogida de datos permanente y a escala planetaria sobre los movimientos de la atmós­fera, las aguas y las masas de hielo, sobre el estado de los cultivos, los bosques, la pesca y el ganado en las zonas más y menos manipula­das de la biosfera, sobre los movimientos de población y de recursos y sobre la circulación de la propia información. Por el momento somos más eficaces en el acopio de informa­ción que en el tratamiento y utilización de la misma en cualquier forma de proceso cohe­rente de toma de decisiones. L a mayor parte de los datos obtenidos vía satélite, por ejem­plo, se amontona sin ser analizada ni utili­zada. N o estamos seguros de lo que necesita­mos saber ni de cómo nos conviene emplear lo que ya sabemos. H e aquí la tarea más impor­tante de todas para la comunidad científica internacional: examinar sus propios procesos de acopio de datos y trabajar en la elabora­ción de sistemas de codificación y comunica­ción capaces de ayudar a los profanos en

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Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado 193

materias científicas ' a descubrir lo que está sucediendo con el orden social y con la ecología del planeta.

Cuando la gente tiene información sobre el sistema en que vive, es m u y ingeniosa para adaptarse a situaciones nuevas, sacando el mejor partido posible de lo que posee. E n trances de escasez de agua, las poblaciones de las sociedades industriales cambian rápida y drásticamente sus hábitos de utilización de este elemento, sin renunciar a ninguno de los aspectos apreciados de su estilo de vida. Otro tanto sucede con el uso de derivados del petróleo para calefacción y transporte. Las compañías petroleras de los Estados Unidos se quejan ahora de que los norteamericanos no gastan bastante petróleo.

U n a dimensión m u y importante del orden internacional de la información es la que tiene que ver, no con la estructura de las corrientes de información, sino con los cornos y porqués del uso de la misma y con las ;

técnicas de comunicación y resolución de problemas que funcionen en el sistema. Cuando hay objetivos en conflicto, ¿cómo se concilian? L a comunidad científica tiene la responsabilidad de mantener sistemas de infor­mación abiertos, pero los hábitos de secreto contraídos en el último siglo serán difíciles de erradicar, aun cuando la desmilitarización atenúe el problema de la seguridad nacional. A u n q u e dentro del nuevo orden económico internacional las sociedades multinacionales serán sin duda sustancialmente modificadas en su estructura y su funcionamiento, de todos modos es posible que surjan presiones comer­ciales en favor del secreto.

Sólo una permanente vigilancia de la propia comunidad científica podrá garantizar que la información circule libremente a nivel mundial, ya que, en definitiva, la ciencia se debe a la verdad, y no a una nación o estado determinados. L a rápida proliferación de bole­tines informativos dentro de cada especialidad científica a partir de la segunda guerra m u n ­dial, a pesar de la carrera de armamentos, es una señal saludable del vigor de este libre fluir de la información. L a Unesco, el Consejo Internacional de Uniones Científicas ( C I U C )

y otras organizaciones científicas internacio­nales han facilitado considerablemente esa libre circulación. El papel desempeñado por : el C I U C en la puesta en guardia del m u n d o ante un posible trastorno del clima mundial y en la movilización de científicos de todas las disciplinas para examinar los datos pertinen­tes es un ejemplo notable de este tipo de cooperación a escala planetaria, que se produ­cirá con frecuencia m u c h o mayor en el m u n d o postmilitar. L a formación en 1965 de la Aso-

• ciación Internacional de Investigaciones sobre ¡la Paz, el miembro más joven del Consejo Internacional de Ciencias Sociales, en un esfuerzo por aplicar las técnicas de investiga­ción de las ciencias sociales al descubrimiento de estrategias no militares destinadas a resol-' ver los conflictos entre naciones, capaces dei dejar la guerra anticuada, es un ejemplo de las actividades de transición que terminarán por hacer posible el m u n d o postmilitar.

El orden no gubernamental

El nuevo orden internacional que emergerá de la colaboración cultural y científica en el siglo venidero será un tanto distinto del pre­visto en los primeros años de las décadas de' desarrollo. Inspirándose en sus propias tradi­ciones, los países de Asia, incluidos los "dos colosos", India y China, los del Islam y los del Africa no islámica, parecen dispuestos a abrir, sendas vías al desarrollo capaces de respon­der a los problemas relativos al progreso y bienestar h u m a n o que hoy se plantean al; m u n d o y de buscarles solución de m o d o distinto a c o m o lo hacen los modelos occiden­tales. Este enfoque múltiple es viable precisa­mente gracias a los vínculos entre lo tradicio­nal y lo occidental, el norte y el sur, los entes ; gubernamentales y los no gubernamentales, que han venido formándose a un ritmo acele­rado en el curso de los cien últimos años.

Los vínculos m á s antiguos, y quizá los m á s profundamente arraigados, proceden de. la esfera no gubernamental. E n esta última \ muchos ciudadanos particulares, en sus identi- • dades individuales de científicos, intelectuales, artistas, trabajadores, maestros, miembros

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194 Elise Boulding

de comunidades de creyentes, promotores del comercio y la industria y promotores de políticas de paz en el sistema internacional, han constituido las asociaciones transnacio­nales que les permiten trabajar juntos para fines comunes por encima de fronteras nacio­nales, ideologías políticas, diferencias de len­gua, de creencias religiosas y de cultura. .

L a comunidad científica, con su infraes­tructura de 1.213 organizaciones.no guberna­mentales, desempeña un papel esencial en este proceso de construcción del m u n d o por­que crea conocimientos nuevos. El accidente histórico de que estas organizaciones cientí­ficas se constituyeran durante el florecimiento del Occidente industrial significa que todas ellas tienen un marcado acento occidental a pesar de su carácter planetario. Sus sedes centrales tienden a estar ubicadas en Europa, y europeas son las lenguas que generalmente se hablan en sus reuniones. Trascender las circunstancias de su propio origen es el mayor reto que hoy tiene planteado la comunidad científica. Se está aplicando el método cientí­fico al estudio de las prácticas agrícolas, las industrias artesanas, las técnicas de educa­ción y artes curativas tradicionales, al estudio de otras formas religiosas y políticas, y al de ese antiquísimo fenómeno h u m a n o que es la urbanización. Merced a estos estudios prepa­ramos el camino para un futuro desarrollo m á s pluralista. Transferencia de tecnología tiene hoy dos significados: la transferencia de tecnología del norte al sur, y la transferencia de tecnología tradicional de unas partes del sur a otras. Y recién estamos empezando a comprender que puede haber un tercer signifi­cado: la transferencia de tecnología tradicio­nal del sur al norte. Todas estas transferencias implican una investigación de campo y de laboratorio intelectualmente exigente.

Ahora bien, la comunidad científica no !

| puede limitarse simplemente a estudiar el ' saber tradicional con los instrumentos cientí-j fieos de disciplinas particulares. Los proble-¡mas con que nos enfrentamos en el orden ¡ social presente y futuro no pueden resolverse : en el ámbito de una sola disciplina, ni pueden ser resueltos por la comunidad científica tal y

como está actualmente organizada. La c o m u ­nidad científica mundial es en m u y amplia proporción masculina, lo cual quiere decir que la "cultura científica" es sólo parcialmente científica, y en parte consiste en las prácticas culturales de todos los grupos masculinos en exclusividad. Cuando hombres y mujeres prac­tiquen la ciencia de manera conjunta, serán trascendidas las cuestiones de cultura mascu­lina y femenina, y la ciencia volverá por sus fueros.

C o m o raza h u m a n a , necesitamos lo mejor que podamos conseguir en capacidad analítica, imaginación social y simpatía humana. Necesitamos tanto de hombres c o m o de mujeres, así c o m o necesitamos la colabora­ción entre todas las disciplinas científicas, porque toda estructura, proceso o herra­mienta tiene una cara física y otra cara social ; trabajando juntos, hombres y mujeres podrán apreciar esto mejor que si trabajan por sepa­rado. L a falla de la imaginación científica es no haber reconocido las interconexiones entre lo físico, lo biológico y lo social, y es esto lo, que ha producido tantas tecnologías que e m p o ­brecen a los seres humanos en lugar de enriquecerlos, que los hacen, violentos en lugar de pacíficos, insensatos en vez de pru­dentes, enfermos en lugar de sanos.

El nuevo orden internacional postmilitar no nacerá hasta que no se atienda escrupulosa­mente a esa interconexión. El mismo cambio de prioridades que conduzca a la desmilitariza-

', ción llevará a la revisión de tradiciones cultu­rales, lo que a su vez dará origen a la diversidad de vías al desarrollo aquí sugeridas. ; También conducirá a una colaboración mási

\ libre y fluida entre la ciencia y las humanida­des. El supuesto básico que respalda este análisis de lo que la ciencia podría hacer en un m u n d o desmilitarizado es que se producirá una reordenación de los valores humanos, y en esto las humanidades pueden ayudar consi­derablemente a la ciencia. N o vamos a remitir- ' nos al P N B para comprobar c ó m o ven cumplí-, das los seres humanos sus esperanzas de bienestar y de progreso, sino a las canciones que ellos mismos cantan para celebrar la vida.,

Traducido del inglés

Page 192: La investigación y el desarrollo militar

Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado 195

Apéndice

Posibles productos para una conversión de la capacidad industrial militar25

Ofrecemos la siguiente lista con el fin de indicar la variedad de opciones de conversión disponi­bles. Puede casi asegurarse que no es una lista exhaustiva. A d e m á s , no todos los productos catalogados, algunos específicamente y otros generalmente, serían de inmediato comercial­mente viables o directamente aptos para satisfa­cer las necesidades de los países menos desarro­llados. Para identificar las industrias que, tras la .conversión, podrían asumir las opciones reseña­das, se emplean las siguientes abreviaturas: M a : Motores de avión F m : Fuselajes (incluidos los misiles) E : Electrónica C : Construcción naval T : Tanques y otros vehículos

Agricultura Maquinaria y equipos F m / C Estaciones de bombeo y conductos

para riego C / T Trituradoras de remolacha azucarera C

Construcción Insonorización industrial Fm Maquinaria y equipos C Puentes prefabricados para casos de

catástrofe C Elementos prefabricados para toda

clase de edificios y estructuras F m

Ecología Dispositivos de protección contra la

contaminación C Estaciones depuradoras F m / E Maquinaria y material para reciclaje

y recuperación F m / C

Energía Grupos electrógenos adaptables

para sistemas de abastecimiento . energético local E

Calderas para centrales térmicas C Condensadores y evaporadores para

energía térmica oceánica C Centrales de pilas de combustible E Cambiadores de calor E / C

B o m b a s de calor Sistemas energéticos integrados Eliminación de materiales nucleares Maquinaria y equipos para

yacimientos petrolíferos B o m b a s para vertidos de petróleo Equipos motores para b o m b e o de

petróleo Grupos electrógenos de reserva para

la industria de la informática Sistemas de producción petrolífera

sumergibles Sistemas de contención de mareas Sistemas de generación eléctrica por

la fuerza de las olas Molinos de viento

Maquinaria y equipo industrial Máquinas herramientas avanzadas Tornillos y piezas de precisión Fuelles y ventiladores Calderas de lechos fluidificados Hornos para procesos industriales Maquinaria para la industria

alimentaria, textil, carpintería, industria papelera, artes gráficas, cultivos marinos y otros usos especializados

Equipo de transmisión de energía . mecánica B o m b a s y compresores Instalaciones para ensayos y control

de calidad

E/T Fm/E

Fm

C T

E

E

C C/T

C/T Fm/E/T

Fm/E E

E/C C/T

C

c

c c

Fm

Medicina Cámaras de descompresión C

< Electrónica para cuidados intensivos y análisis médicos E / T

Material para ciegos E Sistemas de radioscopia médica

general T Reguladores del ritmo cardíaco E Equipo personalizado para

impedidos E Maquinaria para diálisis renal E Cambiadores de calor quirúrgicos E

Metalistería Moldes de fundición y material para

grabado C Contenedores F m / C Productos metálicos elaborados C Forjas de hierro y de acero C

Page 193: La investigación y el desarrollo militar

196

Accesorios para máquinas herramientas

Maquinaria para talla/modelado del metal

Chapas y laminados metálicos Troqueles, herramientas y soportes

especiales

Oficinas e industrias de servicios Sistemas automatizados de tenencia

de acciones y emisión de valores Equipo de comercialización

automatizado Máquinas de lavandería comercial Material electrónico para oficinas Mobiliario de metal y madera para

oficinas y locales afines Frigoríficos y acondicionadores de

aire

Tecnologías marinas (además de las catalogadas en otros apartados)

Material sumergible y otros equipamientos para explotaciones mineras oceánicas y agricultura marina

Tanques para criaderos de peces

Transporte Seguridad aérea, sistemas de control

del tráfico aéreo Sistemas automáticos de cálculo

velocidad/distancia y de frenado Compuertas y b o m b a s de gran

caudal para canales Caravanas y remolques Helicópteros civiles Motores diesel para locomotoras Turbinas de gas para embarcaciones Dirigibles de helio para fletes aéreos Planos hidrodinámicos Camiones industriales Automóviles con acumulador

incorporado al motor

Locomotoras Desarrollo técnico del monorriel

C

C F m / C

C

E/C

C F m / C

E

C

Fm/E/C

Fm/E/C/T C

E

E

T C/T

Fm/Ma/E C

Ma Fm/Ma/E Fm/C/T

C/T

E

C Fm/E

Elise Boulding,

Ciclomotores y motocicletas Instalación de cañerías y barcazas de

carga Vehículos manejados a distancia

para pulverizaciones en cultivos, etc.

Sistemas de freno de vía para trenes y vagones

Vehículos para ferrocarril-carretera Material rodante Aviones comerciales para carga y

pasajeros en distancias cortas y medias

Otros sistemas de frenado para toda clase de vehículos

Otros Material para elaboración de cerveza Material para tendidos eléctricos Transportadores Bibliotecas electrónicas y material

didáctico Ascensores Material para servicios contra

incendios Excavadoras pesadas Motores de alta velocidad Motores lineales para b o m b a s y

compresores Micro-computadoras Maquinaria y equipo para

explotación de minas Reconstrucción de muelles y

embarcaderos Dispositivos de manejo a distancia

para aplicación en medios peligrosos

Aplicaciones de turbinas de gas

T

C/T

Fm/Ma/E

E Fm/E

Fm/E/T

Fm/Ma/E

E

T C C

E C

T T E

E E

C

C

i

E Ma

Dan Smith, Ron Smith, Military Expenditure. Resources and Development, informe presentado como al estudio sobre la relación entre desarme

contribución y desarrollo

patrocinado por las Naciones Unidas; Birkbcck College, Universidad de Londres (1980). Inédito.

Page 194: La investigación y el desarrollo militar

Tareas y funciones de la comunidad científica en un mundo desmilitarizado 197

Notas

1. Émile Benoit y Kenneth Boulding, Disarmament and the economy, Nueva York, Harper and R o w , 1963.

2. Kenneth Boulding (dir. publ.), Peace and the war industry, N e w Brunswick, N . J., E . P. Dutton, 1970.

3. Willy Brandt y otros, North-South: a Programme for survival (informe de la Comisión Independiente sobre Problemas del Desarrollo Internacional), Londres, Pan Books, 1980.

4. Véase Chadwick Alger y Gene M . Lyons, "Social science as a transnational system", International social science journal, vol. 26, n.° 1, 1974.

5. E . F. Schumacher, Small is beautiful: economics as if people mattered, Nueva York, Harper and R o w , 1973.

6. A m o r y Lovins, Soft energy path: towards a durable peace, Cambridge, Mass. , Ballinger, 1977.

7. Véase Joseph Needham, Science and civilization in China, Cambridge, University Press, 1962.

8. Véase Aisha Al M a n a y Elise Boulding, Research on Koranic schools, 1700 to 1980, in the Arab world and North Africa (en prensa).

9. Joseph Ki-Zerbo, Histoire de l'Afrique noire. París, Librairie Hatier, 1978.

10. E n el Islam existe el concepto del tauhid (véase David Albert, Tell the American people: perspectives on the Iranian revolution, Filadélfia, Movement for the N e w Society

Press, 1980); en la India, el movimiento gandhiano de sarvodaya (véase Wishwanath Tandon, The social and political philosophy of sarvodaya after Gandhi, Varanasi, Sarva Seva Sangh Prakashan, 1965); y en el budismo, particularmente en Sri Lanka, el movimiento shramadana (véase Dennis Goulet, Survival with integrity: sarvodaya at the crossroads, Marga Institute, Sri Lanka, 1981). •

11. Emmanuel LeRoy Ladurie, The peasants of Languedoc (trad, al inglés de John Day) , Urbana, 111, University of Illinois Press, 1974.

12. Jacques Cellard, "Le réveil des langues régionales". Le monde de l'éducation, septiembre de 1976.

13. Amnesty International, Report on torture, Nueva York, Farrar, Strauss and Giroux, 1975.

14. Solly Zuckerman, Science advisers. Scientific, advisers and nuclear weapons. Londres, The Menard Press, 1980.

15. D wight D . Eisenhower, Public papers of the president, 1960-1961, United States Government Printing Office, Washington, D . C . , 1961, p. 1038.

16. Herbert York, Race to oblivion, Nueva York, Simon and Schuster, 1970.

17. William L . Broad, "Nuclear pulse", Science, vol. 212, 29 de mayo, 5 de junio, 12 de junio de 1981.

18. Zuckerman, op. cit. 1980, p. 11.

19. E . K . Feodorov, "Discurso ante el Comité Presidencial del Consejo Mundial de la Paz, sobre la Unión para Evitar el Peligro de Guerra Nuclear", World Peace Council Presidential proceedings, Havana, Cuba, 19-21 April, 1981, p. 34-37, Helsinki, Centro de Información del Consejo Mundial de la Paz, 1981.

20. Warren Ziegler, A handbook for futures-inventions, Denver, Futures Inventions Associates, 1978.

21. Véase Elise Boulding, "Proposal for a futures invention workshop on a world without arms", Dartmouth College, 1980 (manuscrito inédito).

22. Soedjatmoko, "Development and h u m a n needs", IFDA Dossier, vol. 15, enero-febrero de 1980.

'23. Véase Chadwick Alger, Your city in the world I The world in your city, Columbus, Ohio, Mershon Center, Ohio State University, 1974.

24. James Botkin y otros, No limits to learning: bridging the human gap, Londres, Pergamon Press, 1979.

25. Tornado de D a n Smith, y R o n Smith, "Military expenditure. Resources and development", (informe presentado como contribución al estudio sobre la relación entre desarme y desarrollo patrocinado por las Naciones Unidas) Birkbeck College, Universidad de Londres, 1980 (manuscrito inédito).

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Papel de la comunidad científica en la conversión de la industria armamentista

Rachik Faramazyan

La detención de la carrera armamentista y la transición al desarme es uno de los problemas ! cruciales con que hoy se enfrenta el m u n d o y ¡que afecta al destino no sólo de la generación actual sino de las generaciones venideras. La supervivencia' misma de la humanidad ¡depende de la solución de este problema, pues los depósitos de armas nucleares y otros tipos de armamentos han alcanzado proporciones tan colosales que podrían aniquilar la vida de todo el planeta. El desar­m e eliminaría la amenaza de un desastre nuclear,

.garantizaría la paz y la ! seguridad para el m a ñ a ­na y nos permitiría resol-¡ver un sinfín de acucian­tes problemas sociales y económicos.

Las dificultades, prin-; cipalmente de índole mili­tar y política, que se oponen al verdadero pro­

greso en el terreno del l desarme son enormes. Naturalmente, sólo se conseguirá dicho progreso si, en primer lugar, los estados antagonistas llegan a un acuerdo sobre los aspectos políticos y militares del¡ i problema, y, sobre todo, se muestran dispues­tos a renunciar al empleo de la fuerza militar en los asuntos internacionales, a disolver los bloques militares y políticos, a desmantelar las bases militares que tienen en otros países, a detener la carrera de armamentos y a limitar : —y ulteriormente eliminar— los arsenales

Rachik Faramazyan es jefe de sección del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales, Profsoju-naja 23, Moscú, U R S S . H a publicado (en inglés) USA: Militarism and eco­nomy (1974) y Disarmament and eco­nomy (1981).

de armas repartidos por todo el m u n d o . Ahora bien, en las circunstancias actuales,

los aspectos económicos del desarme están adquiriendo una importancia considerable, especialmente cuando se aborda el problema de la conversión de la industria armamentista para su utilización con fines pacíficos. Si el público en general comprendiera que dicha conversión es factible y pudiese apreciar clara­mente los beneficios económicos que de ello

i resultarían, se redobla­rían los esfuerzos para alegar al desarme y sería ; posible efectuar auténti­cos progresos en este á m ­bito. Los científicos de todo el m u n d o , dados sus

• conocimientos, su talen­to y su experiencia, han de asumir una gran res­ponsabilidad frente a los problemas de la conver­sión de la industria bélica.

Los científicos que trabajan por la paz y el desarme podrían concen­

trar sus esfuerzos en determinados aspectos básicos del problema de la conversión. Por ejemplo, podrían elaborar la base teórica de la viabilidad de la conversión y los principios fundamentales que deberían regir su puesta en práctica; podrían hacer recomendaciones concretas acerca de los medios y procedimien­tos para llevar a cabo la conversión en distintos países, industrias, empresas, etc.; podrían formular y evaluar proposiciones di-

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200 Rachik Faramazyan

versas respecto al m o d o en que los recursos liberados por la conversión podrían utilizarse racionalmente para el desarrollo; y podrían desenmascarar la falacia de las teorías que apoyan la carrera de armamentos y niegan la viabilidad de la conversión.

La carrera armamentista y la conversión

C o m o consecuencia de la frenética carrera armamentista que dura ya desde hace tantos años, muchos estados han creado un sector permanente y diversificado de la economía destinado a la producción del armamento bélico. L a industria de guerra es hoy un aspecto "permanente" de nuestro m u n d o . Casi todas las ramas de la economía intervie­nen en alguna medida en la producción de equipo militar, las fuerzas industriales de la economía se hallan m u y empeñadas en dicha producción, y se emplean millones de perso­nas con el mismo fin. Es bastante lógico, pues, que cada vez que se plantea la cuestión del desarme la gente se haga serias preguntas para las que no existen fáciles respuestas: preguntas en torno a las repercusiones socio­económicas del desarme, a la posibilidad de desplazar los enormes recursos materiales y' humanos actualmente empleados en la indus­tria bélica y destinarlos a fines civiles, a los efectos de este proceso sobre el desarrollo económico y el nivel de desempleo, etc.

Los adversarios del desarme buscan el m o d o de justificar la carrera de armamentos y su intensificación alegando que los gastos militares estimulan el desarrollo económico, aceleran el progreso científico y tecnológico, y contribuyen a resolver el problema del desem­pleo y a aliviar la recesión económica, mien­tras que el desarme conducirá a la quiebra económica, hará aumentar el paro y tendrá otras consecuencias indeseables. H o y es de máx ima urgencia, algo que debe quedar claro para las poblaciones humanas del m u n d o entero, demostrar que este peligroso mito, artificialmente sostenido por los militaristas, carece absolutamente de base.

E n los años transcurridos desde la segunda guerra mundial se han publicado estudios científicos sobre los problemas econó­micos del desarme en unos cuantos países. N o obstante, en interés del desarme y de la paz, es preciso seguir investigando este problema complejo y multiforme, del que no todos los aspectos han sido suficientemente tratados en las publicaciones científicas. Desde el punto de vista económico, aún están por resolverse una serie de problemas prácticos, tanto macro c o m o microeconómicos. Sólo si un gran número de científicos y especialistas en diversas ramas de la ciencia teórica y aplicada combinan sus esfuerzos podrán ser examina­dos en su totalidad y desde todos los ángulos estos problemas complejos y altamente espe­cializados.

Los estudios sobre cuestiones relaciona­das con la conversión de la industria bélica demuestran que, aun cuando existen dificul­tades, este problema puede resolverse sin provocar efectos adversos importantes. Por lo demás, los beneficios económicos que se obtendrían de la conversión compensan sobra­damente las dificultades transitorias que ésta acarrea. E n el informe del secretario general de las Naciones Unidas sobre las consecuen­cias económicas y sociales del desarme, publi­cado en fecha ya tan remota c o m o 1962, se señalaba:

"Todos los problemas y dificultades de transición relacionados con el desarme podrían abordarse con medidas nacionales e internacionales adecua­das", y que "no debería quedar así ninguna duda de que la desviación para fines pacíficos de los recursos hoy destinados a uso militar podría llevarse a cabo en beneficio de todos los países y conduciría al mejoramiento de las condiciones económicas y sociales del m u n d o " . 1

Otros estudios realizados por expertos de las Naciones Unidas y por científicos de distintos países muestran que la conversión de la eco­nomía militar es económica y tecnológica­mente factible.2

U n grupo de científicos soviéticos que participaron en los trabajos de la Comisión de Desarme del Comité Soviético para la Paz

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Papel de la comunidad científica en la conversión de la industria armamentista 201

El discreto encanto de las armas nucleares: dos niñas se entretienen con un modelo de "Little Boy", el tipo de bomba atómica arrojado en Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Alamos M u s e u m , Nuevo Mexico. Camera Press.

efectuaron u n estudio sobre algunas ideas, relativas a la conversión de la industria de¡ armamentos y las formularon de un m o d o sistemático.3

El Instituto Internacional para la Paz (Viena) y la Federación'Mundial de Trabaja­dores Científicos organizaron un simposio sobre "Problemas de la conversión de la industria de armamentos a la producción con fines pacíficos" que se celebró del 30 de marzo al 1.° de abril de 1979 en el pueblo austríaco de Tulbinger Kogel. F u e la primera vez que se organizaba un simposio con la finalidad especí-ficia de discutir los problemas inherentes a la conversión. Se examinaron en detalle los aspectos económicos, sociales y filosóficos del problema, incluidas cuestiones tales c o m o la conversión de ramas concretas de la industria para fines pacíficos en diversos países así c o m o el empleo y la reconversión de m a n o de obra. Según el informe final del simposio, los participantes convinieron en que la conver­sión de la industria de armamentos a la

producción pacífica acarrearía únicamente pro­blemas de índole transitoria, que podrían superarse con facilidad.

Los estudios mencionados y otros seme­jantes demuestran igualmente que , si el desarme se organiza con cuidado y se lleva a cabo paulatinamente, toda dificultad que se presente podrá remediarse y el resultado será satisfactorio.

L a conversión es un punto s u m a m e n t e controvertido. C a d a vez que sale a relucir el tema, se expresan toda suerte de opiniones, muchas veces antitéticas, y las discusiones ideológicas se tornan apasionadas. Aparte de los factores políticos y sociales en que se basan estas opiniones en conflicto, n o deja de haber otros factores que, en alguna medida, son inherentes al desarrollo de la industria bélica contemporánea. E n épocas pasadas, antes de la era de los misiles nucleares, la

\ industria de armamentos era de poca impor­tancia en tiempos de paz. N o h u b o expansión apreciable de la economía militar hasta el

Page 198: La investigación y el desarrollo militar

202 Rachik Faramazyan

periodo de preguerra y durante la guerra misma. A d e m á s , el nivel de la tecnología militar en aquel entonces era de tal naturaleza que resultaba relativamente fácil convertir las industrias civiles a la producción militar y, una vez acabada la guerra, reorganizar la industria ¡ bélica de suerte que volviese a servir para fines pacíficos. Este tipo de reorganización económica tuvo lugar repetidas veces en el pasado en varios países, alcanzando su mayor espansión durante la guerra mundial. E n 1918, la industria de armamentos represen­taba el 75% de toda la producción industrial en Alemania, el 75% en Francia, el 65% en el Reino Unido y el 40% en los Estados Unidos. Después de la guerra, las industrias de estos países se convirtieron a la producción pacífica. L o mismo sucedió, aunque en escala m u c h o m á s amplia, después de la segunda guerra mundial.

E n la actualidad la militarización de la economía de tiempo de paz ha alcanzado un alto nivel, y la producción de misiles nucleares e incluso de armas convencionales está convir­tiéndose en una rama cada vez m á s especiali­zada de la economía, de tal suerte que la conversión de la industria bélica tiene repercu­siones distintas de las del pasado. H o y , c o m o sabemos, están contrayéndose fábricas alta­mente especializadas para producir material bélico complejo, y estas fábricas son esencial­mente distintas de las que se dedican a la producción para fines pacíficos. Por consi­guiente, su conversión plantea problemas m u c h o mayores que los que hubo que afrontar en el pasado.

Los militares y la economía

D a d a la naturaleza de sus conocimientos y su experiencia, los científicos pueden desem­peñar un importante papel en la elaboración de recomendaciones prácticas con respecto a' los procedimientos y medios más racionales de convertir la industria bélica y desviar para fines pacíficos los recursos materiales que hoy, se emplean para designios militares.

Los preparativos militares y económicos

para la guerra asumen formas diversas, y difieren entre sí según su finalidad, su natura­leza y la manera en que se llevan a cabo. Algunos pueden desviarse para fines pacíficos más fácilmente que otros. E n los últimos años, aproximadamente la mitad del gasto militar directo de los principales países de la O T A N se ha empleado para cubrir salarios y manutención del personal militar, pensiones militares y sueldos de empleados civiles. Al personal militar, retirados del ejército y perso­nal civil contratado se le paga directamente en efectivo. E n caso de desarme, las reducciones en este rubro del gasto militar harían necesa­rio el traslado de personal militar sobrante a nuevos puestos o cargos, pero no se requeriría la conversión de la producción, pues, en la mayoría de los casos, tales personas necesi­tarían el mismo género, proporción y cantidad de bienes de consumo que antes, aunque ahora obtendrían sus ingresos por el desem­peño de un tipo de empleo distinto.

El caso es algo diferente, sin embargo, cuando se trata de gastos de mantenimiento y servicio de material del ejército e inmuebles militares. Entran "en esta categoría los gastos por los conceptos siguientes: manejo y repara­ción de equipos y pertrechos, locales e instala­ciones militares; transporte y comunicaciones; compras de combustible, petróleo y lubri­cantes; financiación de academias militares, instituciones médicas, etcétera. Cada uno de estos componentes económico-militares debe ser abordado de m o d o distinto. El cierre de locales e instalaciones militares, por ejemplo, dejaría disponibles diversos tipos de edifi­cios, instalaciones para reparación y almacena­miento y terrenos que podrían fácilmente utilizarse para aplicaciones civiles. Es sabido que en los diez últimos años el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos, en interés de la economía y por otras razones, cerró unas cuantas bases militares en el país. Los terre­nos, parte del equipamiento y el personal de; dichas bases fueron, en general, convertidos para uso civil con resultados satisfactorios.

E n la actualidad, una proporción conside­rable de los productos petrolíferos, alimento, vestido, materias primas y muchos otros

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bienes producidos por la economía civil se emplea, directa o indirectamente, para fines militares. U n a reducción en la demanda mili­tar de dichos productos no tendría repercu­sión perceptible en los problemas económicos de la conversión, en la medida en que son producidos de manera m u y semejante ya se destinen a uso militar o civil. El desarme de­jaría libre para el consumo civil una cantidad considerable de materias primas, combustible y otros recursos materiales que las comuni­dades humanas necesitan, y supondría un gran avance hacia la solución del problema de la obtención de recursos y combustibles natura­les.

U n problema extraordinariamente difícil pero de ningún m o d o insuperable es el de la reducción en las asignaciones presupuestarias para el diseño y la producción de armas y pertrechos militares. L a industria de armamen­tos no podría existir ni funcionar si ese gasto. E n consecuencia, la reducción en los contra­tos militares estatales conduciría en forma natural a una reducción correspondiente de la industria de armamentos y a la liberación de la maquinaria productiva de fábricas y talleres dedicados a la producción militar. Muchos sectores de la economía están directa o indirec­tamente implicados en la producción de armas, pero la medida en que lo están varía considera­blemente. E n lo esencial, la industria de armamentos está compuesta por las industrias electrónica, aerospacial y de la energía ató­mica, la construcción naval y la producción de blindados, municiones, artillería y fusilería o armas ligeras. Estas industrias, altamente mili­tarizadas, representan el grueso de las com­pras militares del gobierno de los Estados Unidos. L a mayor parte de su producción total está destinada a fines militares. Sin duda alguna, la conversión afectaría m u y principal­mente a estas industrias.

Desde el punto de vista de la conversión, es importante la índole tecnológica de lo producido, como también lo es la escala absoluta y relativa de la producción de armas de la rama industrial de que se trate. L a aviación militar moderna, los submarinos ató­micos y los misiles, por ejemplo, no pueden

ser adaptados para fines civiles, c o m o tam­poco las capacidades productivas de las fábri­cas donde se construyen pueden ser entera­mente convertidas a las exigencias de la pro­ducción civil. L a conversión de unas fábricas tan altamente especializadas presenta, pues, algunas dificultades. D e todos m o d o s , siem­pre y cuando se efectúen las modificaciones apropiadas, será posible encontrar otros tipos de producción perfectamente viables que satis­fagan las necesidades civiles.

Se han llevado a cabo una serie de estu­dios que encierran proposiciones científica­mente bien fundadas en cuanto al m o d o de convertir diferentes ramas de la industria de armamentos y hacerles producir diversos tipos de bienes para uso civil. Algunos sindicatos ingleses han elaborado planes prácticos para; la conversión de fábricas militares a la produc­ción civil. Los sindicatos belgas han calculado los beneficios que se obtendrían de la conver­sión de algunos talleres militares, especial­mente los situados en la zona de Lieja.

Los programas de tecnología militar en! gran escala podrían ser convertidos del mi smo m o d o que las industrias y firmas dedicadas a producción bélica. El grupo de estudios sobre defensa del Partido Laborista británico ha sugerido procedimientos y medios prácticos para transferir dos programas de tecnología militar a la producción civil:4 uno es el de desarrollo del Tornado, avión militar de usos múltiples, y el otro prevé la construcción de un cazasubmarinos.

E n opinión del grupo de estudios, la capacidad y la m a n o de obra liberadas por la ;

suspensión del programa Tornado podrían! utilizarse, por ejemplo, para producir máqui­nas herramientas, equipos para aprovecha­miento de materiales de desecho y crear nuevos tipos de centrales eléctricas (impulsa­das por la fuerza mareomotriz), turbinas de gas para navegación marítima, aviación civil, elementos de construcción material rodante, instrumental médico y otros equipos. E n vez de cazasubmarinos, podrían construirse bar­cos mercantes y torres de perforación para los sondeos petrolíferos del M a r del Norte, podría extraerse mineral del fondo del océano

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204 Rachik Faramazyan

y construirse así nuevas centrales eléctricas. Otro factor importante que afecta a la

posibilidad de la conversión es el grado en que las grandes compañías están comprometidas en la industria de armamentos. Son muchas las firmas involucradas en la producción de armas. E n los Estados Unidos, por ejemplo, m á s de veinte mil contratistas y cien mil subcontratistas cumplen contratos de aprovi­sionamiento militar para el gobierno. Pero son las grandes compañías especializadas las que desempeñan el papel más importante en la producción de armamentos. U n centenar de grandes compañías ejecuta alrededor del 70% del valor total de todos los pedidos militares iniciales concedidos por el Ministerio de Defensa; más aún, veinticinco de estos contra­tistas ejecutan el 50% ciento de aquel porcen­taje, y los diez primeros de entre ellos, un 35% ciento. E n el ejercicio económico de 1981, las diez mayores sociedades industriales productoras de armas obtuvieron contratos -militares valorados en más de 27 mil millones de dólares. Figuran entre ellas McDonnell Douglas, 4.409 millones; United Technolo­gies, 3.775 millones; General Dynamics, 3.402 millones; General Electric, 3.018 millones, y Boeing, 2.682 millones.

C o m o en los Estados Unidos y en otros países capitalistas la industria de armamen­tos está m u y concentrada, son relativamente pocas las firmas que cuentan con contratos, militares. Sólo unas pocas se dedican funda- ¡ mentalmente a la producción de armas, y en

'los últimos años se ha observado una ostensi­ble tendencia, aun entre los contratistas mili­tares de mayor envergadura, a aumentar el volumen de producción no militar. Y ello es posible porque estas firmas sacan partido de la demanda en el mercado de determinados productos civiles empleando para fabricarlos j sus capacidades productivas no utilizadas; se hacen cargo de empresas dedicadas a la pro­ducción civil y operan c o m o subcontratistas de otras que tienen una posición favorable en los mercados civiles.

D a d a la considerable experiencia que las ; firmas industriales productoras de armas poseen en la producción concomitante para el

mercado civil, así como la capacidad que han demostrado para diversificar la producción en los últimos años, es indudable que, con ayuda del gobierno, podrían superar las dificultades transitorias inherentes a la conversión y aco­modarse a la producción civil. Pero en reali­dad no les interesa la conversión, sino el aumento sistemático del volumen de contratos militares, con el fin de seguir teniendo eleva­dos beneficios y una salida asegurada para sus productos. Por eso las sociedades industriales productoras de armamentos, poniendo egoís-tamente por delante sus propios intereses, están haciendo cuanto pueden para impedir el alivio de la tensión, la detención de la carrera armamentista y el desarrne. Si la industria de armamentos se nacionalizara, como muchos economistas estiman que debería hacerse, las firmas privadas dejarían de tener intereses creados en la producción de armas, con lo que desaparecería uno de los factores que impiden el desarme.

Al estudiar los aspectos socioeconómicos de la conversión de la industria de armamen­tos, la comunidad científica debe dar máxima prioridad a la cuestión de los efectos del desarme sobre el empleo y debe efectuar una estimación objetiva de su posible repercusión. Es éste un aspecto especialmente decisivo del problema de la conversión, ya que afecta a los intereses vitales de decenas de millones de seres humanos que sirven en las fuerzas armadas o trabajan en la industria de arma­mentos en todo el m u n d o .

La experiencia ha demostrado la falacia, de la tesis defendida por los partidarios de la carrera armamentista según la cual ésta contri­buye a reducir el desempleo. E n los últimos años, el desempleo ha alcanzado en los países capitalistas niveles sin precedentes, debido sobre todo a desajustes propios del sistema de producción capitalista, cambios en la demanda de m a n o de obra c o m o consecuencia del progreso científico y tecnológico, perturba­ciones estructurales y otros factores. Y , c o m o ya sabemos gracias a los estudios realizados en los Estados Unidos y otros países, la carrera armamentista contribuye directa o indirectamente al incremento del desempleo

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Papel de la comunidad científica en la conversión de la industria armamentista 205

Réplica en caucho inflable de un tanque soviético T-72, utilizado como blanco para entrenamiento y reconocimiento aéreo.

general. Por ejemplo, según las estadísti­cas publicadas por el G r u p o de Estudios de Interés Público de Michigan en el periodo 1970-1974, cuando el gasto militar medio anual ascendió a 78 mil millones de dólares, el número de oportunidades de empleo descen­dió en 907.000 por año en todo el territorio de los Estados Unidos. Este cálculo se basó en un análisis de la repercusión del gasto militari en sectores básicos de la actividad económica:: la producción de bienes duraderos y fungibles, la construcción de inmuebles residenciales e industriales, los servicios, el gasto estatal y municipal, las exportaciones e importaciones, las compras civiles de la administración fede­ral y la producción de bienes de equipo.

A partir de cifras relativas a la produc­ción anual de bienes y servicios se ha d e m o s ­trado que el gasto militar crea m e n o s oportuni­dades de empleo que otros tipos de gasto público. Así, en el periodo 1970-1974, por cada mil millones de dólares gastados con fines militares, se crearon por término medio 45.000 puestos de trabajo en la industria y 58.000 en la administración pública, frente a los 59.000 y 88.000 creados por la m i s m a s u m a

de dinero gastado con fines civiles. E n otras palabras, mil millones de dólares de gasto militar determinaron la pérdida de 14.000 puestos de trabajo en la industria y de 30.000 empleos públicos.5 L a razón estriba en que la esfera militar hace m á s uso intensivo de capital y opera con m e n o r densidad de m a n o de obra que la civil. H a y , por lo tanto, pruebas concluyentes de que un aumento en el gasto militar conduce, a la postre, a un descenso en el nivel de empleo.

Al m i s m o tiempo, se han efectuado cálcu­los fiables que ponen de manifiesto que una operación de desarme meticulosamente pla­nificada y organizada y la asignación de los recursos así liberados a la ejecución de progra­m a s de desarrollo pacífico se traducirían en un aumento del nivel de empleo. Según estima­ciones norteamericanas, si el presupuesto mili­tar de los Estados Unidos se redujera en 30 mil millones de dólares y si estos fondos se destinaran a fines pacíficos, se podrían crear 718.000 puestos de trabajo adicionales.

E n las fábricas de municiones de la c o m ­pañía aeronáutica británica Lucas Aerospace, las delegaciones sindicales han elaborado un

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plan para la conversión de sus empresas a la producción pacífica que no ocasionaría nin­guna reducción en el número de puestos de trabajo de que disponen.

N o puede negarse, desde luego, que la conversión crearía de manera transitoria algu­nas dificultades de empleo. L a transferencia de recursos militares a usos pacíficos no es ni sencilla ni automática.

L a industria de armamentos emplea una elevada proporción de m a n o de obra cali­ficada que en caso de desarme no sería m u y fácil de adaptar a la producción civil. Cierto estudio realizado en una de las fábricas de misiles de California demostraba que de las 127 especialidades profesionales y técnicas que intervenían en dicha actividad, el perso­nal de 121 de ellas, tras la oportuna readapta­ción profesional, podría ser empleado en la industria civil.*

Quienquiera que estudie la posibilidad de transferir recursos de m a n o de obra de la esfera militar a la civil habrá de tener bien presente que el número de personal científico y técnico empleado en la industria de arma­mentos es m u y cuantioso. M á s de medio millón de personas en todo el m u n d o , aproxi­madamente el 20% de todos los investiga­dores científicos y técnicos superiores, se hallan comprometidos en la investigación y desarrollo militar.7 E n los Estados Unidos, a finales de la década de 1960, la industria de armamentos empleaba el 59% de los ingenie­ros aeronáuticos del país, el 54% de los técnicos de aviación, el 38% de los físicos, el 22% de los ingenieros electrónicos, el 20% de los ingenieros mecánicos, el 13% de los electri­cistas y el 10% de los químicos.8 E n 1970, había en la industria de armamentos 74 cientí­ficos por cada mil obreros, frente a una proporción de sólo diez en la industria de fabricación civil. Estos datos indican que la investigación y el desarrollo están m u c h o m á s militarizados que la economía en general.

Hasta la segunda guerra mundial, el gasto en investigación y desarrollo no excedía el 1% del presupuesto militar de los Estados Uni­dos; desde la guerra hasta el presente ha subido más o menos a un 10%. Se ha levan­

tado un sistema m u y ramificado de investiga­ción y desarrollo militar, con una vasta red de think-tanks ("piensatanques"), institutos de investigación científica, laboratorios, etc.

La investigación y desarrollo ha alcan­zado dimensiones considerables en otros esta­dos capitalistas, especialmente en los países de la O T A N .

Frente a la masiva carrera armamentista de Occidente, y con objeto de aumentar sus posibilidades de defensa, la Unión Soviética y otros países socialistas se ven obligados a utilizar con fines militares los resultados del progreso científico y tecnológico y a encami­nar los esfuerzos de una parte de su personal científico y técnico a la creación de armas y equipo militar modernos con miras a una; sólida defensa del socialismo contra la agre­sión.

La aplicación militar en gran escala de los adelantos de la ciencia y la tecnología acre­cienta de diversas maneras los peligros de la carrera armamentista. E n el m o m e n t o actual, ésta consiste sobre todo en crear armas más complejas e inventar nuevos métodos de des­trucción con una potencia aniquiladora cada día mayor. El desarrollo de los sistemas de armamento contemporáneos, complejos y de alto coeficiente de m a n o de obra, así como su producción, requieren el gasto de recursos considerables, tanto materiales c o m o financie­ros. A d e m á s , por regla general, cada nueva generación de armas es m u c h o más cara que la precedente. H a y varias razones que expli­can el alza acelerada de los costos del material militar. Aparte de la inflación y de la circuns­tancia de que las sociedades industriales pro­ductoras de armas practican sistemáticamente la elevación de los precios, estos costos se incrementan por el creciente gasto en I y D militar. Según datos norteamericanos, la I y D representa una parte considerable del costo de los modernos sistemas de armamento: el 20 por ciento del costo de los aviones, el 60 por ciento del de los misiles y casi el 90 por ciento, del costo de los sistemas espaciales. Al hacer subir el precio de las armas y del material bélico, la I y D militar contribuye a incremen­tar los presupuestos militares. La militariza-

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ción de la ciencia también conduce a un incremento del gasto militar al acelerar la caída en desuso de las armas. L a substitución de sistemas de armamento en desuso acarrea unos dispendios enormes. E n suma, la aplica­ción militar generalizada de los adelantos de la ciencia y la tecnología conduce a la escalada de la carrera armamentista y aumenta las posibilidades de una guerra.

L a creciente complejidad del material' bélico no sólo intensifica la carrera armamen­tista y las posibilidades de una guerra, sino que es también un obstáculo importante que impide efectuar progresos auténticos hacia el desarme. E n interés del desarme, pues, deben tomarse medidas eficaces para evitar que los más recientes adelantos científicos y tecnológi­cos se apliquen para el desarrollo de arma­mento aún m á s complejo. Es un hecho innega­ble que, a menos que se prohiba el desarrollo de nuevos sistemas de armamentos para la (destrucción masiva y se reduzca conveniente­mente la investigación y desarrollo militar, no haremos ningún progreso real en nuestros esfuerzos por consolidar la seguridad de los : pueblos, detener la carrera de armamentos y llevar a cabo el desarme.

Así pues, la cuestión de c ó m o dar empleo a los cientos de miles de científicos, ingenieros y técnicos actualmente dedicados a investiga­ción militar constituye un problema de la máxima importancia. Tenemos que considerar si la continuación de la carrera armamentista

j es la única forma de emplear a estos especialis­tas o si podría utilizarse su saber en tareas ; pacíficas. Es sumamente importante hacer ! estimaciones de las oportunidades de empleo que existirían para el personal científico y técnico altamente especializado que quedaría disponible en razón de la conversión de la (economía militar. H o y se presta a este crucial problema cada vez mayor atención por una (razón distinta, y es que el desempleo entre científicos e ingenieros ya existe en los países ;

capitalistas.

! Algunos investigadores sostienen que la ¡conversión de la industria de armamentos ¡conduciría a un aumento en el número total de puestos de trabajo y al m i s m o tiempo a una1

disminución de los empleos para personal científico y técnico. Según cálculos norteameri­canos, una reducción de 20 mil millones de dólares en el gasto militar y la asignación de esta suma para fines tales c o m o la construc­ción de viviendas, la reducción de la contami­nación del medio ambiente y los aumentos de las pensiones crearía 325.000 puestos de trabajo adicionales, pero, al m i s m o tiempo, reduciría la demanda de ingenieros en 78.000.9 Sin embargo, hay pruebas sólidas y convincentes de lo contrario, es decir que el desarme se traduciría en un aumento de las oportunidades de empleo para científicos y técnicos superiores. Por ejemplo, según cálcu­los efectuados por la Universidad de Illinois, la transferencia de recursos del sector militar a la enseñanza, la asistencia médica y la protección del medio ambiente permitiría crear 6,7 millones de puestos de trabajo m á s , incluidos 2,8 millones para especialistas alta­mente calificados.

E n caso de que se llevara a efecto el desarme, aumentaría considerablemente la demanda de conocimientos especializados de científicos y técnicos c o m o consecuencia de una más amplia aplicación de los últimos adelantos en ciencia y tecnología a diversos sectores de la industria civil. John Bernai señala que la suspensión de la producción de armas liberaría precisamente el tipo de espe­cialistas que m á s eficazmente podrían utili­zarse. El equipo electrónico y los mecanismos de control de los aviones y misiles modernos podrían adaptarse fácilmente a procesos de

• control industrial, y los proyectistas eminen-¡ tes, que crean a partir de la nada y no se fían 1 de proyectos ajenos, podrían asumir la respon-j sabilidad de reorganizar y planificar la produc­ción industrial en su conjunto.10

i Si la investigación militar se convirtiera a ¡fines pacíficos y si las actividades científicas se ¡trasladaran de la esfera militar a la civil, los científicos e ingenieros podrían ser m u c h o m á s útiles investigando los problemas con que hoy se enfrenta el m u n d o , c o m o la protección del medio ambiente y la explotación de los océa­nos, abordando problemas relacionados con : la energía, el transporte, las materias primas,

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208 Rachik Faramazyan

la planificación urbana y la alimentación, y desarrollando métodos eficaces para combatir las enfermedades y otros males. T o d o esto a su vez iría acompañado de un aumento en la demanda de personal científico y técnico alta­mente calificado. Por ejemplo, la Asociación de Planificación Nacional de los Estados Uni­dos prevé' que se producirá una necesidad: cada vez mayor de científicos e ingenieros que sepan tratar el desecho industrial en las indus­trias alimentaria, química, del papel, metalúr­gica y de refinado del petróleo. L a asociación ha demostrado que los Estados Unidos necesi­tarían de 57.000 a 100.000 científicos e ingenie­ros, según el tipo de política científica adop­tada, para trabajar exclusivamente en protec­ción del medio ambiente, en el marco de las industrias antes mencionadas.11 Los partici­pantes en el simposio científico internacional sobre el papel de los científicos y las organiza­ciones científicas en el esfuerzo por hacer realidad el desarme, celebrado en M o s c ú en julio de 1975 bajo los auspicios de la Federa­ción Mundial de Trabajadores Científicos, también llegaron a la conclusión de que el desarme no conduciría al desempleo de los ingenieros y técnicos actualmente contratados en industrias dedicadas a la producción de armas.

La conversión en la Unión Soviética

N o hay problemas insolubles, ni de índole económica ni de carácter técnico, que impidan la transición de la producción militar a la civil. L a conversión de la industria de armamentos, en la que se aplican los m á s recientes adelan­tos de la ciencia y la tecnología, es absoluta­mente factible. Pero no debemos menospre­ciar las dificultades transitorias y los comple­jos problemas relacionados con dicha conver­sión.

L a conversión de la industria de arma­mentos no puede llevarse a cabo a menos que se tomen las adecuadas previsiones. Esto significa esencialmente que cada país tiene que elaborar con antelación suficiente los

oportunos programas para la transición metó­dica, fase por fase, de la producción militar a la civil, tanto a nivel macroeconómico c o m o al de las diversas industrias y empresas afecta­das. Deberán determinar los tipos de produc­tos alternativos para uso civil que cada indus­tria y cada empresa involucradas en la produc­ción de armas habrán de elaborar, especi­ficando asimismo la cantidad de nuevo capital requerido y los cambios tecnológicos y de organización que hagan falta para llevar a buen término esta transición.

Es importante que estos programas de conversión consideren la creación de nuevos puestos de trabajo y contengan disposiciones que garanticen las rentas salaríales de los obreros y empleados de las empresas militares durante el periodo de conversión, les abonen subsidios, les ayuden a adaptarse a sus nuevos puestos laborales y organicen para ellos los oportunos cursos de reconversión profesional. Deberán atender igualmente a la redistribu­ción geográfica de los trabajadores en paro como consecuencia de la conversión, para su empleo en otras industrias.

Para planear y llevar a cabo eficiente­mente la conversión de la industria bélica será preciso que los organismos públicos (en parti­cular aquellos especialmente creados para tales fines) desempeñen en las operaciones un papel directivo con el apoyo activo de repre­sentantes de los sindicatos, firmas y empresas afectados por la conversión y de especialistas en diversas disciplinas. También la comunidad científica tiene una importante función que cumplir en esta inmensa y compleja tarea. Científicos, ingenieros y técnicos podrían hacer una aportación sustancial a la planifica ción y ejecución de la conversión de la indus­tria de armamentos prestando asesoramiento como expertos, formando parte de comités especiales y de varias otras maneras.

Cuando se consideran los aspectos socio­económicos del desarme, hay que enfocar por separado cada país, región e industria, y tomar en cuenta las condiciones y circunstan­cias de cada uno de ellos. L a escala de la producción militar varía m u c h o según los países en términos tanto absolutos c o m o relati-

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E n los Estados Unidos, unos 5.300 jóvenes de 8 a 17 años de edad participan en un programa nacional de adiestramiento de fin de semana para contrarrestar las actitudes antimilitaristas. U n o de los participantes maneja un lanzador portátil de misiles antiaéreos a rayos infrarrojos del tipo "Red Eye". Sygma.

vos, y la mayor parte de la industria bélica se halla concentrada en m a n o s de unos pocos países grandes y altamente industrializados. Y es en éstos precisamente donde el problema de la conversión alcanza sus mayores dimen­siones.

Pero en los países en desarrollo, por lo general, o no existe ningún tipo de industria bélica o las armas se producen a escala relativamente reducida. L a mayoría de ellos gastan enormes sumas de dinero en importar armas y equipo militar de los países altamente industrializados. El desarme quitaría una tre­m e n d a carga financiera a los países en desa­rrollo, permitiéndoles utilizar sus recursos monetarios, m u y limitados en la mayor parte de los casos, en la importación de mayores cantidades de esos bienes de consumo que tan. angustiosamente necesitan.

Se ha señalado con frecuencia en reu­niones científicas que en los países socialistas la propiedad estatal de los medios de produc­ción y el sistema de planificación económica centralizado crean las condiciones necesarias para la eficiente conversión de una economía militar a fines pacíficos.

L a experiencia de la Unión Soviética en la conversión de su economía después de la segunda guerra mundial es un caso ilustrativo a este respecto. L a reconstrucción de la eco­nomía soviética se inició durante las últimas fases de la guerra. Se llevó a cabo de forma gradual y metódica, con arreglo a un plan, y entre otras importantes medidas se tomaron disposiciones para reducir los gastos militares, aumentar la inversión de capital en la eco­nomía nacional y la redistribución de fuerza de trabajo, materias primas y equipos. Se reorganizaron los departamentos de estado responsables de la industria bélica y se les encomendó la gestión de la producción civil. L a reorganización de la economía del país para adaptarla a fines pacíficos se hallaba en gran medida terminada en 1946. A principios de 1948 fueron desmovilizados 8,5 millones de soldados,12 y se les animó a seguir cursos de formación profesional avanzada o a estudiar alguna materia nueva para ellos. Natural­mente, la conversión de la economía nacional de la Unión Soviética tropezó con algunas dificultades, pero la acción emprendida por el Partido y por el gobierno soviético posibilitó

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su solución. Para 1948, el volumen total de producción industrial era superior al de antes de la guerra.

También en la actualidad, gracias a la planificación económica socialista y a la exis­tencia de los órganos de planificación esta­tales, es posible en la práctica llevar a cabo con éxito la conversión de la industria de armamentos, respetando las prioridades de la economía nacional.

L a industria de defensa de la Unión Soviética contribuye ya a aumentar de manera considerable la producción de un sinfín de bienes de consumo, c o m o televisores, frigorífi­cos, lavadoras, etc. L a conversión de la pro­ducción de defensa permitiría transferir esta industria, junto con sus equipos de científicos y proyectistas, a la producción exclusiva de bienes para el consumo civil, incluido el desarrollo de nuevas y m u y eficaces máquinas-herramientas, etcétera.

E n la Unión Soviética no existen ni clases ni grupos sociales o profesionales que esperen obtener ganancia o beneficio de la guerra o de sus preparativos. L a Unión Soviética es parti­daria de transferir la industria de defensa a la producción pacífica con fines constructivos, lo que contribuiría a acelerar el progreso social y económico en el m u n d o entero, incluidos los países socialistas.

Después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos de América reorganiza­ron, en general con bastante fortuna, la economía de guerra para adaptarla a fines pacíficos. Los efectivos de las fuerzas armadas !

se redujeron de 11,5 millones en .1945 a 1,5 millones en 1948. E n el mismo periodo, los gastos militares bajaron de 81.200 mi ­llones a 11.800 millones de dólares. Durante los inmediatos años de posguerra, el desem­pleo fue significativamente menor que en el periodo de preguerra, pese a los « pronósti­cos » de que ascendería a 8 millones, y sólo un 4 % de la población activa se encontraba sin trabajo. E n el Reino Unido, en los seis meses siguientes a la terminación de la con­tienda, el número de personas empleadas en industrias de guerra descendió de nueve a dos millones ; el desempleo no rebasó el nivel de

preguerra, y se hallaba un cuatro por ciento por debajo del índice de desempleo "normal". E n algunos países, la conversión parcial de la industria bélica para usos pacíficos después de la guerra se vio alterada por algunos trastor­nos locales, pero éstos tuvieron escasos efec­tos adversos sobre la economía en su conjunto.

H o y día los países capitalistas se hallan en una situación excelente para resolver el problema de la conversión. Pueden utilizar la maquinaria creada para el control m o n o p o ­lista estatal de la economía capitalista; pueden ¡tomar medidas administrativas y legislativas directas o ejercer presiones indirectas valién­dose de arbitrios financieros o de otras clases. También pueden aplicar en gran medida la experiencia adquirida en la gestión estatal de la economía de guerra, especialmente el sis­tema de contratos militares, para llevar a cabo la conversión de manera organizada. El sis­tema contractual puede ser un instrumento eficaz para organizar la redistribución de los fondos presupuestarios del Estado, transfirién­dolos de las adquisiciones militares a la satis­facción de objetivos civiles.

C o m o es obvio, el grado de militarización de la economía varía considerablemente no sólo de unos países a otros, sino de una región jde un mismo país a otra. Pueden presentarse por tanto dificultades en regiones y zonas donde exista una fuerte concentración de producción bélica y donde estén ubicadas bases militares. El Estado, las autoridades locales y las firmas y empresas particulares deben colaborar entre sí para vencer estas dificultades transitorias. Es obvio que tales regiones y zonas deberán elaborar programas de conversión concretos que tomen en cuenta;

la índole específica de la industria bélica de cada localidad.

El papel de los científicos

La comunidad científica tiene un papel vital que desempeñar informando a la opinión pública sobre las verdaderas repercusiones socioeconómicas de la conversión de la indus­tria de armamentos. Por sobre todo, deberá

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Papel de la comunidad científica en la conversión de la industria armamentista 211

presentar pruebas detalladas que demuestren que el desarme es deseable y que deparará sustanciales beneficios materiales a la humani­dad. Otra forma de abordar el problema del desarme consistiría en ofrecer pruebas convin­centes para demostrar que si la conversión de la industria bélica se planea cuidadosamente y se lleva a cabo de manera paulatina, no sólo no se plantearán dificultades serias en lo relativo al empleo de los trabajadores, sino que se crearán además nuevos puestos de trabajo y se reducirá el paro.

Deben darse los pasos oportunos para convencer al público en general, mostrándoles hechos objetivos, que no son las dificultades económicas y técnicas de la conversión lo que se opone al desarme —tales dificultades no son insuperables— sino m á s bien la resistencia de la élite militar y de los fabricantes de armas, quienes, para defender sus propios intereses, harán todo lo posible por inten­sificar la carrera armamentista. Sean cuales sean las dificultades y problemas temporales que surjan en relación con la conversión y los costos que ello acarrea, no son nada en comparación con el inmenso daño que fatal­mente ha de sobrevenir si la carrera armamen­tista continúa. Para que esta noción sea cono­cida y claramente comprendida por el público en general, es preciso acometer nuevos estu­dios que vayan a la raíz de la cuestión y que incluyan análisis comparativos de las repercu­siones socioeconómicas del desarme y de la carrera armamentista.

E n la Unión Soviética, en 1979,. el Presi­dium de la Academia de Ciencias de la U R S S , el Collegium del Comité para la Ciencia y la Tecnología del Estado de la U R S S y. el Presidium del Comité Soviético para la Paz fundaron conjuntamente el Consejo de Inves­tigaciones sobre la Paz y el Desarme. Este consejo está integrado por unos ochenta cientí­ficos y estudiosos soviéticos eminentes, un grupo de delegados del Soviet Supremo de la U R S S y del Soviet Supremo de las Repúblicas de la Unión, cierto número de funcionarios del partido y de personalidades públicas, representantes de organizaciones populares, trabajadores de la cultura, periodistas destaca­

dos, etc. El Consejo de Investigaciones se fundó como un centro de reflexión científica y social en la esfera de la paz y del desarme. Entre los puntos que se propone profundizar figura una investigación amplia y a fondo de los problemas de la conversión , de la transfe­rencia de la industria de armamentos a la producción civil, así c o m o de los efectos sociales y económicos negativos producidos por la carrera armamentista.

La experiencia enseña que, además de no librar a los países capitalistas de las rece­siones, el desempleo y otros males crónicos, la carrera armamentista tiene muchos otros efec­tos económico-sociales adversos. L a desvia­ción de recursos en gran escala para nutrir' dicha carrera armamentista inhibe el desa­rrollo de las fuerzas productivas, retarda el progreso científico y tecnológico, contribuye a aumentar el desempleo y la inflación, e impide la solución de un número considerable de problemas mundiales relacionados con el atraso, la pobreza, la alimentación, la energía, las materias primas, la protección del medio ambiente y tantos otros. Los países del m u n d o están cada vez m á s impacientes por encontrar los recursos esenciales para solucionar estos problemas. L a intensificación de la carrera de armamentos a que actualmente asistimos va en contra de la tendencia a poner mayores recursos financieros a disposición de las apre­miantes necesidades sociales y económicas.

Es evidente que la existencia de graves problemas socioeconómicos no puede atri­buirse solamente a la carrera armamentista, y el desarme no eliminaría automáticamente todas las barreras que se oponen al progreso socioeconómico de la sociedad. Pero no cabe la menor duda de que el desarme haría posible abatir uno de los m á s serios obstáculos para la solución de urgentes problemas socia- ; les y económicos en muchos países.

E n el m o m e n t o actual, los problemas del desarme se hallan m á s estrechamente ligados que nunca al desarrollo socioeconómico de la sociedad. Es de máxima importancia para todos los pueblos que la carrera de a r m a m e n ­tos se detenga y que los inmensos recursos que hoy se gastan a efectos militares se,

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212 Rachik Faramazyan

dediquen a satisfacer necesidades en el ámbito civil. El desarme haría posible acelerar tanto directa c o m o indirectamente el desarrollo eco­nómico y social de todos los países.

Los efectos económicos del desarme esta­rían determinados por el volumen de los recursos liberados —en términos absolutos y, relativos— y también por la naturaleza de dichos recursos. C o n respecto al orden en que estos recursos pueden ser puestos a disposi­ción de su empleo económico pacífico, ello dependerá del grado de desarme y de las formas que revista. Huelga decir que sólo un desarme total y universal produciría efectos económicos óptimos, pero incluso el desarme parcial determinaría la liberación de un consi­derable volumen de recursos.

Naturalmente, durante cierto tiempo el, desarme ocasionaría gastos para fines tales c o m o la readaptación profesional, el traslado de personal a sus nuevos lugares de trabajo y el pago de subvenciones a diferentes regiones especialmente afectadas por la conversión de la industria de armamentos. Estos y otros gastos posibles estarían sin duda m á s que cubiertos por los "dividendos del desarme", lo que permitiría satisfacer de manera m á s cabal las necesidades vitales de la sociedad.

E n todos los países existen diversos pro­blemas económicos, sociales y de otras clases cuya solución viene demorándose o está en suspenso por falta de fondos. L a conversión de la industria de armamentos aportaría los medios financieros necesarios para resolver tales problemas gracias a los ahorros efectua­dos al liberar los recursos que hoy se utilizan. para fines militares, y que por tento son improductivos. L a reducción del gasto militar disminuiría notablemente los impuestos que pagan los trabajadores, elevaría el nivel de vida de grandes contingentes de la población y aumentaría la demanda efectiva de la socie­dad, factores que tienen una influencia incon­trovertible sobre los índices de empleo y de crecimiento económico.

L a mejora de las pensiones de otros beneficios de la seguridad social también esti­mularía la producción de bienes de consumo.

L a contención de la carrera armamentista

detendría además el crecimiento de la deuda nacional de muchos países capitalistas y alla­naría el camino para su paulatina reducción. C o m o sabemos, el rápido incremento de la deuda nacional, debido en gran parte al gasto militar, tiene un efecto desastroso sobre las reservas de divisas y la situación financiera general de estos países. U n a reducción en el gasto militar eliminaría una de las principales causas de la inflación, cuyos efectos adversos son más rigurosamente sentidos por los gru­pos de población con bajo nivel de renta. El desarme contendría además la inflación al

• eliminar total o parcialmente el gasto impro-i ductivo y al reducir la producción bélica, en la cual los precios aumentan dos veces m á s rápido que en el sector civil.

Muchos países podrían utilizar los aho-; rros efectuados gracias al desarme total o parcial para aumentar sustancialmente sus inversiones en la economía civil, y de esta manera, en opinión de los expertos de las Naciones Unidas, aumentar el índice de creci­miento industrial en un 1 ó 2 % . 1 3

El ejemplo que damos a continuación muestra las perspectivas que se abrirían si el gasto militar se desviase hacia fines pacíficos. Según cálculos de algunos especialistas, por cada cien mil millones de dólares gastados con fines militares sería posible construir: 300 centrales térmicas, con una fuerza de 120.000 kilowatios cada una; 300 refinerías de petró­leo, con una capacidad de refinado anual de 3.250.000 toneladas cada una; 1.000 fábricas de abonos químicos; 200 fábricas de caucho sintético, con una capacidad de producción de 25.000 toneladas cada una; 1.600 trapiches de azúcar, capaces de satisfacer la demanda mundial de este producto.14

Cabe esperar que transferencia de perso­nal científico y técnico al sector de producción civil tendrá un impacto económico sustancial. La influencia en la industria civil de especialis­tas altamente calificados aceleraría el pro- :

greso tecnológico en este sector así como la introducción de los últimos adelantos cientí­ficos y tecnológicos.

El desarme contribuiría a suprimir las barreras discriminatorias que impiden la exten-

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Papel de la comunidad científica en la conversión de la industria armamentista 213

sión de la división internacional del trabajo y favorecería el establecimiento de una coopera­ción auténtica y mutuamente beneficiosa en ; las relaciones económicas, científicas y tecno­lógicas internacionales, sin excluir las rela­ciones entre países con sistemas sociales distin­tos.

Asimismo el desarme abriría,.nuevas fuen­tes de financiación para programas sociales, que hoy por hoy, en la mayor parte de los países capitalistas, son los primeros en sufrir los efectos de las reducciones económicas y son sacrificados en aras de la acumulación de armamentos. También facilitaría la solución de una serie de problemas mundiales relacio­nados con la ecología, la energía, el trans­porte, la producción y distribución de alimen- ! tos, etc.

El desarme y la conversión de la industria de armamentos podrían dar c o m o fruto la liberación de enormes recursos y su empleo para fines de desarrollo. E n la actualidad, uno de los principales problemas planteados por la carrera armamentista es la creciente participa­ción en ella de los países en desarrollo. El gasto militar viene aumentando últimamente en estos países a un ritmo m á s rápido que en el m u n d o en general. L a parte correspon­diente a los estados de creación más reciente en el gasto militar del m u n d o subió del 4,5 por ; ciento en 1960 al 16,1 por ciento en 1980. El gasto militar de los países en desarrollo es 1,3 veces mayor que su gasto en educación y supera en m á s de tres veces al que destinan a política sanitaria.15 L a creciente militariza­ción tiene graves consecuencias sociales y económicas para los países en vías de desa­rrollo.

El desarme sería m u y positivo para acti­var y fomentar, en distintos ámbitos, el desa­rrollo de los estados de creación más reciente. Gracias a los recursos nacionales que aho­rrarían, podrían invertir miles de millones de dólares en sus economías; esto contribuiría a su industrialización y les ayudaría a salir de su situación de subdesarrollo y a conseguir inde­pendencia económica y científico-tecnológica. Los "dividendos del desarme" les depararían una mejor oportunidad para solucionar sus

problemas m á s serios. Por ejemplo, sólo se necesitan 600 millones de dólares, esto es, menos del 1% de los presupuestos militares de dichos estados para vacunar a los recién nacidos contra enfermedades infecciosas. Podría suministrarse agua potable a 1.200 mi ­llones de seres humanos que viven en las ciudades y aldeas de Asia, Africa y América Latina, a un costo de 3.000 millones de dóla­res, tan sólo el 3% de su gasto militar anual. Si la misma cantidad de dinero se gastara en fomentar la producción agrícola, el hambre podría ser eliminada en esos mismos países en un plazo m u y breve.

El desarme aceleraría considerablemente el progreso social y económico de los países en desarrollo, no sólo porque les permitiría desviar de la producción militar sus recursos materiales, financieros y de otra índole y destinarlos a fines pacíficos y constructivos, • sino también porque, gracias al desarme, las relaciones económicas internacionales podrían reorganizarse en su beneficio, podría implantarse por fin el nuevo orden económico internacional y los estados con un alto nivel de desarrollo podrían prestarles mayor ayuda económica, científica y tecnológica. Incluso la reducción de los presupuestos militares, que

, la Unión Soviética propugna desde hace m u c h o tiempo, sería un gran paso adelante.

El desarme y la conversión de la produc­ción bélica producirían, pues, los resultados m á s satisfactorios, liberando a la sociedad de los grilletes de la militarización y de las muchas consecuencias desastrosas de la ca­rrera armamentista, y acelerando el desarrollo económico y social de todos los países.

La desviación de los recursos insensata­mente gastados en la carrera armamentista y la conversión de la producción militar a fines pacíficos sólo podrán conseguirse merced a un esfuerzo concertado de todas las personas progresistas y amantes de la paz del m u n d o entero, incluidos los que se hallan en primera fila de este esfuerzo: los científicos que traba- ; jan por la paz y el desarme. ¡

Traducido del inglés \

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214 Rachik Faramazyan

Notas

1. Economic and social consequences of disarmament, p. iv., Nueva York Naciones Unidas, 1962.

2 . Entre los más notables, cabe mencionar: E , Benoit y K . Boulding (dirs. publ.), Disarmament and economy, Nueva York, 1963; las obras de los economistas norteamericanos W . Leontief, M . Hoffenberg, S. Melman y M . L . Weidenbaum; The economic effects of disarmament (estudio efectuado por un grupo de investigadores asociado a The Economist), Londres, 1963; Sense about defence. The report of the Labour Party Defense Study Group, Londres, 1977.

3. Los resultados de su labor se publicaron en Socio-economic problems of disarmament, Viena, Instituto Internacional para la Paz, 1979.

4. Sense about defence. The report of the Labour Party Defence Study Group, op. cit., p. 111-154.

5. First Concurrent Resolution on the Budget-Fiscal Year 1979. Hearings before the Committee on the Budget, US Senate, April 28, 1978, p. 434-439, Washington, 1978.

6. S. Melman, The permanent war economy, p. 257, Nueva York, 1974.

7. Disarmament and international economic cooperation, Nueva York, Naciones Unidas, 1981. • (A/36/356.)

8. Monthly labor review, febrero de 1970, p. 12.

9. S. C. Brown y B. B. Schwartz (dirs. publ.), Scientific manpower. A dilemma for

graduate education, p. 55-56, Cambridge, 1971.

10. Véase J. Bernai, A world without war, Londres, 1958.

11. Manpower report of the President, p. 126, Washington, D . C . 1975.

12. 50 let Vooruzhënnykh Sil SSSR [Los servicios armados de la U R S S durante un período de cincuenta años], p. 479, Moscú, 1968.

13. Economie and social consequences of the arms race and of military expenditure, p. 43, Nueva York, Naciones Unidas, 1978.

14. Véase Problemy mira i socializma [Problemas de la paz y el socialismo] n.° 12,1977, p. 91.

15. Disarmament and international economic cooperation, op. cit.

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Redescubrimiento y resurgimiento del arte folklórico en las sociedades industriales modernas

Iván Vitányi y Mária Sági

Nuestro número 94 estuvo consagrado a "Los componentes de la música". El artículo que sigue constituye una nueva contribución al tema de los contextos sociales de la música, concentra su atención sobre todo en la situa­ción de Hungría y en la obra tan fundamental de Bela Bartok y Zoltan Kodaly y amplía al mismo tiempo el debate para incluir otras manifestaciones de la cultura folklórica.

Cultura y folklore

El concepto de cultura tiene significados total­mente diferentes en las sociedades preindustria-les y en las industriales. Tiene un significado m á s amplio y otro m á s restrin­gido. E n su sentido m á s amplio, incluye la cultu­ra material, social e inte­lectual; en sentido restrin­gido, sólo se refiere a la producción intelectual. E n literatura se emplean a m b o s . E n el pre­sente artículo recurriremos únicamente al se­gundo que, según la terminología de Richard A . Peterson,1 comprende los siguientes ele­mentos: valores, hormas, creencias y símbolos expresivos.

L o m á s notable de la estructura de las sociedades preindustriales es la ausencia de una cultura autónoma o elevada, en el senti­do habitual del término, pero siempre que

pueden identificarse sus simientes se descubre que es poseída de manera esotérica por cier­tos estratos de la sociedad; aislados c o m o casta (por ejemplo el clero). Para el resto de la sociedad (comprendida una mayoría de la clase dirigente) sólo existe el folklore.

Sin embargo, el folklore difiere de una etapa posterior de la cultura elevada no sólo por características formales, sino también estructurales y funcionales, que pueden resu­

mirse diciendo que el fol­klore es "indiferencia-do". Las distintas ramas y géneros del arte (can­ción, música, danza, tea­tro, artes decorativas) no están todavía particula­rizados; las artes, el co­nocimiento (el saber po­pular), el sistema de cos­tumbres que rigen las re­glas morales y las creen­cias que representan las primeras fases de la reli­gión no se han separado entre sí. E n la vida c o m u ­

nitaria y en la producción intelectual, la creación no está disociada de la recepción, ni el artista de su público. El folklore, en su manifestación primaria, es el resultado de dichas relaciones sociales y sólo puede ser entendido en ese contexto.

E n consecuencia, la creación del arte folklórico es distinta de la de una obra de arte autónoma. L a actividad y su resultado siguen siendo comunes y están integrados, el pro-

Iván Vitányi es director del Instituto para la Cultura, Corvin Ter. 8 H-1251 Budapest. Fue redactor de las publica­ciones mensuales Muzsika y Valosag y actualmente es profesor de socio­logía en la Universidad de Ciencias Eötvös Lopànd de Budapest. Mária Sági es pianista, musicóloga y psicó­loga, y colabora también en el Insti­tuto para la Cultura. A m b o s han publicado numerosos trabajos sobre música y otros temas.

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216 Iván Vitányi y María Sági

: dueto aún forma parte de la actividad, la| creación sólo existe dentro de una forma de actividad. Por lo tanto, una obra es siempre una variación que no aspira a una forma definitiva ni está supeditada al mito de la perfección. La creación siempre es de una naturaleza "generativa" (en el sentido de la lingüística generativa de Chomsky) , el ejecu­tante de la obra la re-crea a partir de un número finito de elementos y de acuerdo a un número definido de reglas, lo que necesaria­mente da lugar a nuevas combinaciones; no obstante, el resultado final dependerá del azar. Sin embargo, en su estructura formal, la obra también corresponde a ciertos elementos regulares matemáticamente aprehensibles. A este respecto, la música es un ejemplo exce­lente. Toda música que se toca de oído, ejecutada para deleite de un público pasivo, está basada en un sistema de tonos y de acordes que no exceden ciertos límites pero que, sin embargo, prevalecen con una consis­tencia inalterable.

Estas manifestaciones culturales consti­tuyen atributos de las sociedades preindus-triales, que también se dan en la cultura : campesina. El folklore, por supuesto, no se limita a un ámbito campesino, ya que también se designa con este término al arte de las antiguas sociedades tribales, de los agricultores o nómades primitivos. N o obstante, en la cultura europea, el folklore se ha identificado con la cultura del campesinado, puesto que durante siglos los campesinos han sido el pueblo. ;

Deben distinguirse dos etapas en el desa­rrollo del folklore campesino europeo. L a

; primera es la de las poblaciones campesinas que viven en un entorno preindustrial. Esta cultura es más sencilla y, al mismo tiempo, m á s seria y "profunda" que la de la etapa posterior. La cultura todavía no emana del excedente y, por ende, no es decorativa sino siempre funcional. L a viven y recrean perso­nas que luchan denodadamente por impo­nerse a la naturaleza y en la sociedad, y que no tienen tiempo para crear una cultura recreativa. C o m o señaló Ferenc Erdei, el gran pionero de la sociología húngara, para el pueblo la cultura "es la colección de todo lo

que vuelve la vida tolerable". Los medios del;

arte son m á s bien modestos, a menudo se trata sólo de algunas formas extremadamente refinadas, pero la comunidad ha hecho todo lo posible para preservarlos porque en ellos residía su identidad humana.

Este tipo de arte popular ya práctica­mente no existe en su forma original, sobre todo en Europa occidental. Pero a comienzos de siglo sobrevivía aún en Europa oriental y central, y todavía pueden hallarse algunos de sus vestigios, según el nivel de desarrollo industrial.

Fue substituido primero por el arte rural, creado en la segunda etapa del desarrollo. Era ya la cultura dé un campesinado de la era industrial. El desarrollo económico también ofrece nuevas oportunidades a los campesi­nos: ascender a la clase media, enriquecerse y gozar de una mínima prosperidad social. La vida se vuelve más fácil, pueden dedicarse, energías incluso a obtener ciertos lujos; el arte folklórico campesino florece, se vuelve colorido, decorativo, a veces hasta suntuoso (basándose principalmente en elementos esti­lísticos copiados del arte de las clases más altas). Precisamente por ello, esta etapa ya lleva consigo el embrión de la decadencia, la tendencia de los cambios estilísticos sigue la del arte burgués; a través del romanticismo y del romanticismo campesino, el arte folkló­rico tarde o temprano pasa a integrar la industria del esparcimiento y se corrompe totalmente transformándose, por ejemplo, en formas de souvenirs turísticos. Sin embargo, la mayoría de sus consumidores no discrimi­nan: confunden esta dulzona y falsamente ingenua industria del souvenir (en el caso de la música, la música de café, y en Hungría, la llamada canción húngara romántica) con el arte folklórico.

C o n esto podríamos haber concluido la historia del arte folklórico si, por oposición a esa tendencia, no hubiera surgido otra, que primero intentó rescatar este arte y luego se aplicó a resucitarlo; una tendencia dirigida a la supervivencia y, luego, al resurgimiento.

Se plantea entonces el interrogante de. cuál de las tendencias es la más poderosa, o, si

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Redescubrimiento y resurgimiento del arte folklórico en las sociedades industriales modernas 211

Arte popular campesino en la era de la industrialización: "colorido, decorado, a veces hasta suntuoso" Elliott Erwítt/Magnum.

no son comparables, a qué movimiento de, transformación social pertenece cada una.

Este también podría parecer un tema conocido: las posibilidades y la correlación de la supervivencia y el resurgimiento son tan antiguas c o m o el movimiento que se e m p e ñ a en revitalizar el folklore. Sin embargo, los movimientos folklóricos de los últimos dece­nios vuelven a plantear el m i s m o problema.

Etapas en la manera de considerar el folklore

L a historia de los diversos enfoques que ha merecido el folklore también se divide en etapas.

L a primera se caracterizó por la tran­quila existencia y florecimiento del folklore campesino. Por ello, se le solía considerar c o m o una especie de flor silvestre: agrada­ble, pero no lo suficientemente refinada. In-, cluso aquellos que reconocieron su belleza (como, por ejemplo, Montaigne) apenas le

dedicaron unas pocas palabras de alabanza. Pero la edad de oro pasó. E n la segunda

etapa, el desarrollo capitalista rebajó de cate­goría al campesinado, y la cultura de ese origen comenzó a deteriorarse. U n obser­vador perspicaz, extrapolando este razona­miento, llegó a la conclusión de que la cultura campesina corría u n grave peligro, aunque su agonía pudiera durar m u c h o tiempo. L a con­clusión fue totalmente natural: era preciso" salvarla o , por lo m e n o s , recogerla y preser­varla. N o es sorprendente que este movi ­miento comenzara en Inglaterra, país en el que primero se desarrolló el capitalismo. Durante el siglo x v m , se puso de manifiesto un creciente interés por la poesía campesina (folk). E n 1751 fue publicada la famosa colec­ción del obispo Percy, Ancient English reli-quies; el m i s m o periodo fue testigo de la actividad de Macpherson, y los p o e m a s de Ossian (primeras falsificaciones de poesía folk) también proceden de esa época. Fue en aquel m o m e n t o que Robert Burns comenzó a utilizar el estilo de expresión de la canción

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218 Ivân Vitányi y Maria Sági

Grabación de canciones populares en un fonógrafo de cilindro, a fines de los años veinte. Musco Etnográfico, Budapest.

folklórica en un arte autónomo, definiendo así una dirección para el desarrollo futuro de la poesía.

Esta actitud hacia el arte folklórico se difundió, en un siglo, por toda Europa. Fue adoptada por Rousseau en Francia, por Her­der en Alemania y, en vísperas del siglo xix, en Austria, Suiza, Hungría, Bohemia, Polonia y Rusia. E n todas partes surgieron canciones y relatos folklóricos, comenzaron a publicarse colecciones de esas canciones y relatos, y a prestarse atención a la cultura material del campesinado. Esta actividad fue conducida por los m á s destacados exponentes de la cultura. El sonido de la canción folklórica subsiste en el arte de Beethoven, Verdi, Glinka así c o m o en el de Heine, Petöfi, Mickiewicz y Pushkin. Se diferencia de sus

orígenes británicos por el solo hecho de que en aquellos países europeos que comenzaron más tardíamente su desarrollo también se vio acompañado por un ímpetu nacionalista. Los pueblos que emprendieron m á s tarde el camino del desarrollo burgués siguieron los modelos occidentales, pero también mostra­ron el deseo de preservar sus identidades nacionales. E n algunos casos, tuvieron incluso que establecer una unidad nacional (Alema­nia, Italia) o defender su independencia (Polo­nia, Hungría). El culto del arte folklórico sirvió de base cultural.

Los comienzos de la tercera etapa tam­bién se remontan a Inglaterra, específica­mente, a William Morris. Morris dio una. interpretación m u y particular del socialismo al considerar que su condición previa básica y su

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Redescubrimiento y resurgimiento del arte folklórico en las sociedades industriales modernas 219

Istvan Z a m b o , guitarrista del grupo Bizosttag, con su sintetizador portátil. A d e m á s es pintor y ha realizado exposiciones en París. Proni/syivain Soiaro.

punto de partida era u n a cultura nueva, colectiva y democrática. Este concepto consti­tuyó el eje de una teoría sólidamente desarro­llada, pero tan integrada al espíritu de la época que apareció también en obras de otros, c o m o el joven Nietzsche y W a g n e r , Tolstoi y, m á s tarde, Lenin y el compositor húngaro Kodaly. A m e n u d o , hasta las formulaciones eran idén­ticas. Durante una discusión, Lenin dijo a Clara Zetkin: " N o m e interesan los pasteles deliciosos que c o m e n unos pocos, sino el pan oscuro con el que sobreviven millones de personas." Kodaly declaró: " N o tiene impor­tancia quién es el director de la Ope ra de Budapest, sino quién enseña canto en Kis-várda [pequeña ciudad húngara]."

Morris n o sólo teorizó, creó también u n movimiento: el de las artes aplicadas que se

realizan en pequeña escala. F u e él quien inspiró los movimientos folklóricos de canto y danza. Para u n a historia m á s precisa: Cecil Sharp es el "padre" del movimiento , y su origen data de 1899.

¿ Q u é era lo nuevo? L o s predecesores se limitaban a recopilar melodías folklóricas, o , c o m o Burns y Petöfi, las incorporaban a su obra. C o m o suele decirse, las elevaban a la categoría de arte superior. Sharp aportó una idea nueva: impedir la desaparición de las formas originales del arte folklórico. Si se las recopilaba, n o debían únicamente ser publica­das o conservadas c o m o piezas de m u s e o , sino ser inmediatamente aprendidas, ejecutadas, vividas. Por cierto, esta empresa dependía fundamentalmente de los jóvenes y los educa­dores. Así, el movimiento tuvo u n carácter!

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220 Iván Vitányi y Maria Sâgi

juvenil y estudiantil (en muchos países, se lo introdujo simultáneamente con el movimiento de los boy scouts. N o siempre fue posible apreciar cuánto cambió, en consecuencia, el carácter del arte folklórico. L o que era funcio­nal en la vida de los campesinos ("la colección dé todo lo que vuelve la vida tolerable") se convirtió en una forma agradable e inofensiva ; de pasar el tiempo, en un clima de celebra­ciones escolares y campamentos de boy scouts. N o obstante, el movimiento logró en gran medida conservar el folklore y se difundió rápidamente por toda Europa.

Puede considerarse que la cuarta etapa comenzó con Bela Bartok. E n su gran libro sobre la historia de las canciones folklóricas europeas, Walter Wiora2 considera también que se trata de un m o m e n t o decisivo. Bartok y su compañero intelectual, Zoltan Kodaly, continuaron, en muchos sentidos, las activi­dades de las etapas anteriores: recopilaron y catalogaron canciones, las incorporaron a sus propias obras, hicieron de las expresiones folklóricas la base de la composición musical moderna y del arte nacional. T a m p o c o esta­ban demasiado lejos de la idea de una forma artística colectiva basada en el arte folklórico. A través de sus obras educativas, procuraron; alcanzar este propósito (Bartok con sus com­posiciones instrumentales educativas c o m o , por ejemplo, la serie Microcosmos para piano, y Kodaly con su amplio programa educativo). Sin embargo, esto no significaba sino una continuidad. E n cambio, el aspecto total­mente novedoso de sus obras reflejaba una situación social transformada, ya que al termi­nar el siglo ya se manifestaban síntomas de la crisis de los modelos clásicos de la sociedad industrial y tensiones provocadas por contra­dicciones que no podían remediarse. Estas contradicciones fueron reconocidas no sólo por el análisis marxista y los filósofos, historia­dores y otros pensadores que analizaron la alienación o la oposición entre civilización y cultura, sino que el arte de Bartok también expresa esta situación social. Su actitud se apoya de manera invariable y consciente en una contradicción interna; si bien hace frente ¡directamente al peligro amenazante de la

alienación o la deshumanización, opone a éste valores humanos y al pueblo capaz de defen­derlos. Su actitud no es pesimista ni optimista. N o subestima el peligro ni da una solución segura, pero tiene la certeza de que es posible hallar una solución.

D e esa manera, Bartok se dirigió hacia el arte folklórico, no básicamente en busca del pasado o de algún elemento nacional, sino porque deseaba expresar una nueva actitud hacia el m u n d o y la sociedad, para apelar, en oposición a las anomalías del desarrollo social, al hombre, al pueblo, a los pueblos. Desde ese punto de partida, fue el primero que reveló los estratos históricos del folklore, que se orientó, conscientemente, hacia los estra­tos antiguos, concisos y m á s sólidos del arte folklórico, y descubrió paralelos con las bús­quedas del arte moderno que, como también destacó W . Wiora,3 rechaza categóricamente todo lo sentimental y supérfluo. El folklore muestra ahora una cara nueva; ya no se trata de las coloridas celebraciones folklóricas de un campesinado aburguesado, sino de la lucha, la felicidad y el pesar de los oprimidos, que llevan una existencia penosa. Precisamente ése era el estilo que Bartok deseaba expresar en su mensaje universalmente válido. Pero su concepción no se limitó a influir en el arte autónomo. E n los álbumes que compuso para niños, en sus escritos sobre educación musical y en el concepto de pedagogía musical de Kodaly, se refleja claramente la tarea: crear un lenguaje y una práctica musical nuevos, universalmente comprensibles, que puedan reemplazar la música ligera, y que en una fase más avanzada, puedan volver a convertirse en un arte folklórico colectivo. Este nuevo arte se alimentaría necesariamente del antiguo, estaría asentado en los estratos "sólidos" del folklore.

Por ello, la concepción de Bartok y Kodaly traduce una nueva actitud, que tam­bién puede abordarse desde el punto de vista del marxismo revolucionario, del humanismo burgués tardío o la liberación nacional; su universalidad no necesita afirmarse en una ideología determinada.

Esta actitud se manifestó precisamente

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en Bartok porque era húngaro. Era originario de un país, y en un sentido m á s amplio de una región, cuyos pueblos se habían lanzado tar­díamente en la vía del desarrollo burgués, debían buscar sus identidades nacionales, eran en su mayoría campesinos y tenían un folklore —junto con sus estratos más anti­guos— que permanecía vivo. Sin embargo, habían surgido en Hungría una industria, una infraestructura y una vida burguesa a un nivel europeo y existían las contradicciones de las sociedades industriales, altamente desarrolla­das, aunque en un círculo más reducido, limitado principalmente a la capital.

Ello justificaba la inquietud de que el progreso —es decir, un mayor desarrollo conducente a una sociedad industrial— acen­tuara las anomalías y las hiciera explícitas. Bartok deseaba el progreso, pero no tardó en anunciar sus contradicciones. Por esa razón,, formuló los problemas de la época en un contexto amplio, que abarcaba tanto los pun­tos de vista característicos de los países m á s desarrollados, como de los más atrasados. Su visión del folklore fue de ese m o d o universal. Creía en la cooperación entre los pueblos y' trató no sólo la música folklórica de Hungría, o Eslováquia, Rumania, Yugoslavia y Bulga­ria, sino también la de Turquía y los pueblos árabes. Fue el primero en elevar el folklore no europeo a la categoría de música artística en, su forma m á s auténtica (los compositores anteriores utilizaban sobre todo elementos de un origen folklórico no comprobado y princi-pálmente para dar colorido típico a una melo­día). Esto planteó, en la evolución de la música, un nuevo problema que habría de cobrar importancia posteriormente, en rela­ción con la música del tercer m u n d o , es decir, de los países en desarrollo liberados del colo­nialismo: ¿cómo asimilar los logros del desa­rrollo musical europeo sin perder la identidad , nacional? Puede decirse, entonces, que el arte \ de Bartok tiene como Jano dos caras, una que mira hacia el pasado y otra hacia el porvenir, ; a la vez nacional e internacional, en el sentido más moderno del término.

La situación industrial moderna

D e esta manera, Bartok apuntaba hacia la segunda mitad del siglo. Sólo hoy día se han hecho evidentes los problemas que previo y formuló. Adivinó una nueva situación social, '< a la que se califica impropiamente de "postin­dustrial". E n la sociedad industrial original m á s de la mitad de la población trabajaba en la industria, mientras que en la actualidad esta proporción disminuye cada vez m á s , en razón del número creciente de personas empleadas en el sector terciario o dedicadas a actividades intelectuales. Esta tendencia es resultado del desarrollo técnico de la industria. Parece pues más adecuado referirse a una sociedad indus­trial moderna. El desarrollo puede darse en países con sistemas sociales diferentes y tener consecuencias idénticas, pese a las diferencias determinadas por el sistema social.

El cambio tiene un significado especial para la cultura. N o sólo ha aumentado el tiempo libre, sino que también ha cambiado su función. Mientras que en la sociedad indus­trial original no tenía otro fin que la reproduc­ción de la fuerza de trabajo de millones de; personas, actualmente el mayor número de oportunidades permite también al individuo realizarse en sus momentos libres. C o m o afirma John R . Kelly, el hombre puede hallar su libertad en su tiempo libre.4 N o se trata de discutir ahora detalladamente si la libertad es posible únicamente cuando se dispone dei tiempo libre. Sin duda, hay una tendencia que responde a esa idea y tiene su fuerza, pero, en el ámbito cultural, no se encamina forzosa­mente en el sentido de aumentar el tiempo libre dedicado a una cultura superior. Por el contrario, constituyen una mayoría los que reciben y consumen lo que suele denominarse cultura de masas.

N o obstante, esta evolución ha conducido a un punto en el que puede identificarse una quinta etapa del movimiento de renacimiento del folklore. El objetivo es convertirlo en una parte integrante del estilo de vida del hombre ;

contemporáneo, su propia expresión cultural, el medio de su autoafirmación, a través de la adquisición, la conservación y, al mismo tiem-

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222 Iván Vitányi y Maria Sági

El grupo Kontroll en un espectáculo en un café. profii/Syi< [vain Solara.

po , el replanteo de las tradiciones folklóricas campesinas. E n realidad, la concepción de Bartok (o, m á s exactamente, parte de la misma) transforma una tendencia organizada desde arriba (por educadores o artistas), en un movimiento espontáneo.

N o es posible ni tampoco demasiado oportuno enumerar y analizar aquí los fenóme­nos pertinentes, ya que los esfuerzos que, pueden ser tomados en cuenta aún no han sido totalmente desplegados. N o obstante, vale la pena decir c ó m o evolucionó, en H u n - ' gría, el movimiento de renacimiento folkló­rico.

Basado en la obra de Bartok y Kodaly, el' movimiento que se proponía conservar y reno-!

var el arte folklórico (canciones, música, danza, teatro, artes aplicadas) remonta a los años veinte. Antes de la liberación del país, en 1945, se observaban dos tendencias. U n a , de carácter juvenil, pero distinta de las tenden­cias que existían en otros países, e influida por las ideas de Bartok y Kodaly, poseía un tinte francamente político por su asociación a los movimientos progresistas (antifascistas y par­cialmente socialistas). L a otra estaba consti­tuida por el movimiento de los grupos campesi­nos; si bien organizada "desde arriba", con­taba con numerosos grupos de pequeños comunidades y la mayoría cultivaba un autén­tico arte folklórico. Numéricamente, ambas corrientes reunían a decenas de miles de

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Redescubrimiento y resurgimiento del arte folklórico en las sociedades industriales modernas 223

Antiguo convento franciscano en el centro de Kecskemét, en el que funciona ahora el Instituto de Pedagogía Musical Kodaly. El instituto ofrece un programa de perfeccionamiento de un año en el que se enseñan la teoría y la práctica musicales según los métodos pedagógicos de Kodaly.

personas (en 1939 la población de Hungría no llegaba a diez millones). L u e g o de la libera­ción del país, en 1945, se realizaron esfuerzos sin precedentes para el desarrollo. E n u n comienzo, desapareció la individualidad de los grupos campesinos y se creó u n amplio movi­miento unificado, que incluía no sólo a muchos estudiantes y campesinos, sino tam­bién a jóvenes trabajadores. Después de 1945 Hungría vivió una verdadera revolución d e m o ­crática, en la que las masas experimentaron una liberación nacional y social. Para muchos la mejor manera de expresar los sentimientos i de esa experiencia era el arte folklórico. E L número de integrantes de los grupos aumentó :

de manera vertiginosa hasta llegar a cien

mil (es decir, el 1% de la población, pero teniendo en cuenta que -la mayoría de los participantes activos eran jóvenes, represen­taba el 7 % del grupo de edad correspon­diente).

E s ocioso discutir los pormenores de la historia del movimiento. Baste decir que el n ú m e r o de integrantes se ha mantenido prácti­camente estable, e incluso ha aumentado, y que en la actualidad incluye a quienes practi­can por el placer personal el arte folklórico sobre un escenario (canto o danza). S u nivel artístico, especialmente en los últimos quince años, ha mejorado en una proporción aun superior a la de la participación.

L a relación con el folklore se vio conside-

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224 Iván Vitányi y Maria Sâgi

rablemente influida por la reforma de la enseñanza del canto en la escuela durante los

: decenios posteriores a la liberación, conforme a las ideas de Zoltan Kodaly. A u n q u e fue objeto de diversas limitaciones, c o m o la falta, de maestros suficientemente formados que le,

¡impidió llegar a la totalidad de la juventud,! fue una experiencia valiosa para la mayor parte de la generación siguiente. Esto tam­bién se ve reflejado en el interés manifestado por la música clásica: desde 1965 el número de conciertos y el público se triplicaron; 2.600 conciertos y 1.200.000 espectadores por año (11% de la población). Otras cifras demues­tran también que el pueblo húngaro es uno de los que más se interesan por la música clásica en el m u n d o .

El decenio de 1970 se caracterizó por fenómenos y movimientos totalmente nuevos. U n o de ellos fue el movimiento de jóvenes artistas folklóricos (en arte folklórico apli­cado) quienes, de maneras distintas, trataron de continuar las tradiciones mediante la crea­ción de objetos de valor funcional actual. Estaba integrado por profesionales y aficiona­dos, cuya finalidad no se limitaba simplemente a crear objetos, sino que también era desarro­llar un estilo creativo de vida. El otro movi­miento, de carácter musical y comunitario, evolucionó en torno a las denominadas "salas de baile". E n cierto sentido, su creación está enraizada en el movimiento de música popu­lar moderna (pop). L a primera ola de la nueva música pop —la música beat— se hizo sumamente popular entre los jóvenes de H u n ­gría, y hacia fines del decenio de 1960 había conquistado a toda una generación. L a m a y o ­ría de los grupos musicales no se limitó a interpretar esta música, sino que tocaba sus propias composiciones y, precisamente, los m á s creativos fueron aquellos en cuyo estilo la música folklórica estaba presente. El paso siguiente era obvio: el estudio de la auténtica música tradicional, tarea que llevó a cabo la última generación de músicos pop. Estos se dedicaron, fundamentalmente, al estudio de la música folklórica de los húngaros de Transil-vania (hoy Rumania) . La música folklórica instrumental sobrevivía en esa región porque

la industrialización no había destruido aún la estructura tradicional de ciertos grupos folkló­ricos. Estos jóvenes fueron a vivir con músi­cos de los pueblos y aprendieron sus estilos musicales, y comprendieron que no se trataba en absoluto de una música inferior a los difundidos estilos de música pop, en lo que hace a calidad, actualidad e impacto emocio­nal.

Al volver a Hungría, comenzaron a tocar este tipo de música y adquirieron gran popula­ridad entre los jóvenes de la capital que habían perdido el interés por otras manifesta­ciones del arte folklórico (por ejemplo, los conjuntos de danza folklórica). Fue entonces cuando surgió la idea de resucitar la tradición de las salas de baile de los pueblos. E n la sociedad tradicional, la sala de baile era la llamada "sala limpia" de una casa en la que, con cierta- regularidad, los jóvenes del pueblo tenían la oportunidad de bailar. E n las ciu­dades, los bailes se organizan en las casas y centros culturales. C o m o es lógico, "se comienza por enseñar las danzas a los nova­tos, mientras que los que ya tienen alguna experiencia pueden practicar diferentes pasos. Luego viene la danza propiamente dicha. L a atmósfera de las salas de baile es sumamente atractiva; participan los jóvenes de las ciu­dades (aunque el movimiento también involu­cra, ocasionalmente, a las poblaciones rura­les) nunca vestidos con trajes tradicionales sino de calle (muy a m e n u d o con pantalones vaqueros); allí se sienten totalmente en su medio y pueden expresarse con absoluta liber­tad. A m e n u d o cantan mientras bailan, ya que el movimiento también ha hecho renacer la canción folklórica tradicional húngara, y en especial los antiguos estilos. A d e m á s del fol­klore nacional, son m u y populares las can­ciones y bailes de pueblos vecinos (sobre todo los de los yugoslavos, rumanos, búlgaros y griegos). E n los intervalos suelen presentarse programas preparados de antemano (concier-: tos, obras de teatro por grupos de aficionados, programas literarios, charlas con personali­dades, etc.).

E n los últimos decenios el movimiento se ha difundido por todo el país. Se han creado

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Redescubrimiento y resurgimiento del arte folklórico en las sociedades industriales modernas 225

conjuntos que ejecutan música de m u y buena calidad; sus interpretaciones son práctica­mente idénticas a las de las grabaciones con­servadas en archivos. Los mejores dan cursos informales a los jóvenes. Recientemente se ha creado una escuela estatal con ese propósito. Existen actualmente unos cien conjuntos musi­cales y funciona un n ú m e r o equivalente de salas de baile. Son varios miles los jóvenes que participan en este movimiento.

Según las encuestas sociológicas realiza­das, en el movimiento participan sobre todo jóvenes intelectuales (estudiantes) y trabaja­dores (en general, personal calificado). L a mayoría de los entrevistados declaró que la sala de baile formaba, de hecho, parte inte­grante de sus vidas. El esparcimiento es necesario, pero sus formas habituales (clubes nocturnos) no cumplen todos los requisitos, Estos jóvenes desean intervenir en una activi­dad placentera y hacer una vida de club en un ambiente comunitario. Precisamente las salas de baile ofrecen todo eso. N o se ve al folklore c o m o algo ajeno, de origen campesino, sino m á s bien c o m o un patrimonio c o m ú n . Las dos o tres horas que se pasan en una sala de baile proporcionan una satisfacción y recreación completas, precisamente porque ofrecen la oportunidad de expresarse física y espiritual­mente.

E n este marco , cabe preguntarse qué papel permanente desempeña el arte folkló­

rico y si, a largo plazo, puede cumplir una función en la sociedad industrial m o d e r n a . E s imposible formular una respuesta teórica; la respuesta definitiva la dará la práctica, la observación de la vida. Los movimientos de redescubrimiento del folklore pueden jactarse de m á s de u n logro, en diversos países, pero no han llegado sino a un pequeño porcentaje de la población y de los jóvenes. Si se trata de responder a la pregunta antes planteada desde el punto de vista de los movimientos folkloristas, en sentido estricto, sólo p o d e m o s limitarnos a decir que la supervivencia del arte folklórico en las condiciones modernas es posible.

Adoptando otro enfoque, podríamos a m ­pliar el análisis de la situación y considerar a todos los movimientos que promueven las actividades artísticas de los no profesionales y brindan oportunidades para que se desarrolle la creatividad estética en la vida cotidiana del individuo. E n esa perspectiva, podríamos aso­ciar el movimiento de arte folklórico con una tendencia social m u c h o m á s amplia, cuya presencia puede identificarse y percibirse en m á s de un sentido. Quizás estos fenómenos demuestren que hay una d e m a n d a creciente de formas de actividad creativas y que el desarrollo y la renovación del folklore tradicio­nal asume, en ese contexto, u n contenido nuevo y oportuno.

Traducido del inglés

Notas

1. Richard A . Peterson, "Revitalizing the culture concept", Annual review of sociology, octubre de 1978.

2. Walter Wiora, Europäische Volksmusik und abendländische Tonkunst, Kassel, 1957.

3. Ibid.

4. John R . Kelly, Leisure, Englewood Cliffs N . Y . , Prentice Hall, 1982.

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Servicios profesionales y documentales CD 1 * ^ L -.Li]

ü=^¿ 1

Calendario de reuniones internacionales

La redacción de la RICS no dispone de información adicional sobre estas reuniones.

1983

14-16 de abril

29 de abril-1." de mayo

6-8 de mayo

7-8 de mayo

23-27 de mayo

2-4 de junio

Ottawa

Pittsburgh

Lieja

L'Arbesle, Francia

L'Arbesle, Francia

Lisboa

Washington D.C.

Association Internationale de Sécurité Sociale: Organización Internacional del Trabajo: 10.° Congreso Vlad. Rys, CP1, Route des Morillons. 1211 Ginebra 22 (Suiza)

Population Association of America: reunión PAA, P.O. Box 14182, Benjamin Franklin Station. Washington, DC 20044 (Estados Unidos de América)

Centre Européen de Documentation et de Recherche Écono­mique: coloquio internacional M . Henry, 18, rue du Méry, b-4000 Lieja (Bélgica)

Centre Thomas More: La Iglesia católica y los derechos humanos Centre Thomas More, B.P. 105, 69210 L'Arbesle. (Francia)

Centre Thomas More: Juventud 1983: sujeto social, objeto político Centre Thomas More, B.P. 105, 69210 L'Arbesle (Francia)

Federación Internacional de la Vivienda, el Urbanismo y la Ordenación del Territorio: congreso internacional FI HUAT, 43 Wassengarseweg, 2596 CG La Haya (Países Bajos)

Association for the Advancement of Policy, Research and Development in the Third World: mesa redonda Mekki Mtewa, AAPRD in the Third World, P.O. Box 24234, Washington, D.C. 20024 (Estados Unidos de América)

Page 223: La investigación y el desarrollo militar

228

4-8 de julio

1-16 de julio

24-29 de julio

24-29 de julio

Agosto

14-25 de agosto

17-19 de agosto

28 de ag. 3 de sept.

31 de ag.-7 de sept.

septiembre

5-10 de septiembre

19-23 de septiembre

Lausana

Salzburgo

Budapest

Quito

Europa occidental

Laval y Vancouver

Fresno, California

San Diego, California

Tokio y Kyoto

Paris

Varsóvia

Berlín

Société Européenne de Psychiatrie d'Enfants et d'Adoles­cents: congreso (Tema: Agresión, agresividad y familia) W. Bettschart, Serv. Médico-Pédagogique Vaudois, 5 Av. de la ¡ Chablière, 1004 Lausana (Suiza)

Unión Internacional de Historia y de Filosofía de las Ciencias: 7." congreso internacional (Tema: Lógica, metodología y filosofía de las ciencias) P. Weingartner, Institut Für Philosophie, Franziskanergasse 1, A 5020 Salzburgo (Austria)

Sociedad Europea de Sociología Rural: 12.° congreso (Te­m a : el desarrollo rural) Hungarian Organizing Committee, 12 th European Congress for Rural Sociology, P. 0. Box 20, 1250 Budapest (Hungría)

Sociedad Interamericana de Psicología: 19." congreso Gerardo O'Brien SIP, Spanish Speaking Mental Health Research Center, University of California, Los Angeles, CA 90024 (Estados Unidos de América)

Asociación Internacional de Ciencias Económicas: 7.° con­greso mundial (Tema: Cambios estructurales, interdependen­cia económica y desarrollo del tercer m u n d o ) AISE, 4 rue de Chevreuse, 75006 París (Francia)

Unión Internacional de Ciencias Antropológicas: 11.° con­greso internacional IUAES, A . Braxton, Dept. of Anthropology and Sociology, 6303 N.W. Marine Drive, University of British Columbia, Campus, Vancouver, B.C. (Canadá)

Instituto Internacional de Economía Social: 3 . " congreso mundial Prof. J. C. O'Brien, Dept. of Finance and Industry, California State University-Fresno. Fresno, CA 93740 (Estados Unidos de América)

Tercer congreso internacional sobre la toxicologia J. Wesley Clayton, Chemistry Building 320 University of, Arizona, Tucson, Arizona 85721 (Estados Unidos de América)

31.° congreso internacional sobre las ciencias humanas en Asia y Africa del norte 31 CISHAAN, Toho Gakkai, 4-1 Mishi Kanda 2 chôme Chiyoda-ku, Tokio 101 (Japón)

Congreso sobre el tratamiento de la información M : Hermien, 6 Place de Valois, 75001 París (Francia)

Société Internationale de Criminologie: ll.° congreso interna­cional Soc. internat, de criminologie, 4, rue de Mondovi, 75001 París (Francia)

Institut International des Sciences Administratives: 19." con- ' greso internacional LISA, Guy Braibant, Rue de la Charité 25, 1040 Bruselas (Bélgica)

Page 224: La investigación y el desarrollo militar

Calendario de reuniones internacionales . 229

Otoño Reino Unido Social Science and Medicine Conference: 8. a conferencia internacional P. J. P. McEwan, Glengarden, Bridge of Gairn Ballater, Aberdeenshire, Scotland ABE 5UB (Reino Unido)

28-30 de diciembre San Francisco International Association of Professional Relations: reunión anual IAPR, 7226 Social Science Building, University of Wisconsin, Madison, Wisconsin 53706 (Estados Unidos de América)

1984

9-15 de septiembre Berlín oeste Federación Internacional de la Vivienda, el Urbanismo y la Ordenación del Territorio (Tema: posibilidades y problemas económicos y técnicos de la rehabilitación urbana) FIHUAT, 43 Wassenaarseweg, 2596 CG La Haya (Países Bajos)

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Libros recibidos

Generalidades, documentación

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Ciencias sociales

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United Nations Economic and Social Commission for Asia and the Pacific. Comparative study

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Sociología

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Libros recibidos 231

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Secher Marcussen, Henrik; :Torp, Jens Erik. The internatio­nalization of capital: the pros­pects for the Third World. Lon-dres/Uppsala, Zed Press/Scandi­navian Institute of African Stu­dies, 1982. 181 p . , figs.,, cua­dros, bibliogr.

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Derecho

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Antropología social

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Ciencias antropológica y biológica

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Ordenación del territorio

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Diversos

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'' dernado: 14,50 libras esterlinas; rústica: 12,50 libras esterlinas. (David Livingstone Institute Se­ries on Choice of Technique in Developing Countries.)

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Publicaciones recientes de la Unesco (incluidas las auspiciadas por la Unesco)

Bibliographie internationale des sciences sociales : anthropologie sociale et culturelle/International ; bibliography of the social seien- j ces: social and cultural anthropo­logy, vol. 24,1978. Londres/Nue­va Y o r k , Tavistock Publications, 1981. 393 p . 30 libras esterlinas; 270 francos franceses.

Bibliographie internationale des sciences sociales : sciences écono­miques! International bibliogra­phy of the social sciences: econo­mics, vol. 28, 1979. Londres; N u e v a York , Tavistock Publica­tions, 1981. 502 p . 33 libras esterlinas; 300 francos franceses.

Bibliographie internationale des sciences sociales : science politi- _ quel International bibliography of the social sciences: political scien­ce, vol. 29 ,1980. Londres; N u e ­va Y o r k , Tavistock Publications, ' 1981. 400 p . 32 libras esterlinas; 290 francos franceses.

Bibliographie internationale des sciences sociales : sociologie!In­ternational bibliography of the social sciences: sociology, vol. 29, 1979. Londres; N u e v a York , Tavistock Publications, 1981. 451 p . 32 libras esterlinas; 290 :

francos franceses.

La comunicación al servicio de, los programas de población y de ; bienestar familiar. París, Unes ­co, 1981. 32 p .

Contribución para una bibliogra- • fía de las ideas latinoamericanas, por Horacio Jorge Becco. París, '• ¡Unesco, 1981. 230 'p . (America Latina en su cultura.) 15 francos: franceses. i

Corrientes de la investigación en, las ciencias sociales, 1: aspectos} interdisciplinarios, por R . Bou-i don, P . de Bie, Stein R o k k a n y

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i Corrientes de la investigación en las ciencias sociales, 3: arte estéti-

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Derechos humanos: preguntas y respuestas, por Leah Levin. Pa­rís, Unesco, 1981. 89 p . , ilustr.

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W . Riggs. París, Unesco, 1981. ! 49 p . (Informes y documentos de ; ciencias sociales, 47.) 10 francos ', franceses.

Introducción a la cultura africa­na: Aspectos generales, por Al­pha I. S o w , Ola Balogun, H o n o - ; rat Aguessy, Pathé Diagne. Pa­rís/Barcelona, Unesco/Serbal, '. 1982.176 p . 38 francos franceses. '.

El Islam, la filosofía y las cien­cias: Cuatro conferencias públi­cas organizadas por la Unesco. París, Unesco, 1981. 177 p . 5 0 , francos franceses.

; Planificación de la comunicación para el desarrollo. París, Unes-c o / C I E S P A L , 1981. figs, cuadr. ¡ 40 francos franceses.

Repertorio de instituciones de do­cumentación e investigaciones so- > bre el desarrollo cultural!Direc­tory of institutions for documen­tation and research on cultural development!Répertoire d'orga­nismes de documentation et de

; recherche pour le développement culturel. Paris, Unesco, 1982. 186 p .

Selective inventory of informa­tion services!Inventaire sélectif des services d'information!Inven­tario selectivo de servicios de in- < formación, 1981. París, Unesco, I 1981.140 p . (World Social Scien­ce Information Services/Services. mondiaux d'information en sciences sociales/Servicios m u n ­diales de información sobre cien­cias sociales, III.) 30 francos

; franceses.

World directory of social scien­ce institutions, 19821 Répertoire • mondial des institutions de scien­ces sociales, 19821 Repertorio mundial de instituciones de cien­cias sociales, 1982, 3.a ed. rev., París, Unesco, 1982. 535 p . (World Social Science Informa­tion Services/Services mondiaux d'information en sciences socia­les/Servicios mundiales de infor­mación sobre ciencias sociales, II.) 60 francos franceses.

Page 228: La investigación y el desarrollo militar

Publicaciones de la Unesco: agentes de venta

Albania: N . Sh. Botimeve Nairn Frasheri, T I R A N A .

Alemania (Rep. Fed. de): S. Karger G m b H , Karger Buchhandlung, Angerhofstr. 9, Postfach 2, D-8034 G E R M E R I N G / M Ü N C H E N . "El Correo" (ediciones ale­mana, española, francesa e inglesa): M . Herbert B a u m , Deutscher Unesco-Kurier Vertrieb, Besaits­trasse 57, 5300 B O N N , Para los mapas científicos solamente: Geo Center, Postfach 800830, 7000 S T U T T G A R T 80.

Alto Volta: Librairie Attie, B . P . 64, O U A G A D O U ­G O U . Librairie catholique "Jeunesse d'Afrique", OUAGADOUGOU.

Angola: Distribuidora Livros e Publicações, caixa postal 2848, L U A N D A .

Antillas francesas: Librairie " A u Boul Mich", 66, avenue des Caraïbes, 97200 F O R T - D E - F R A N C E (Mar­tinica).

Antillas holandesas: C . C . T . Van Dorp-Eddine N . V . , P . O . Box 200, W I L L E M S T A D (Curaçao, N . A . ) .

Arabia Saudita: Dar Al-Watan for Publishing and Information, Olaya Main Street, Ibrahim Bin Sulaym Building, P . O . Box 3310, R I Y A H D .

Argelia: Institut pédagogique national, 11, rue Ali-Haddad (ex-rue Zaâtcha), A L G E R . Société natio­nale d'édition et de diffusion ( S N E D ) , 3, boulevard Zirout Youcef, A L G E R . Office des publications universitaires ( O P O ) , 29 rue Abou Nouas, Hydra, ALGER.

Argentina: Librería El Correo de la Unesco, EDI -L Y R S .R .L . , Tucumán 1685, 1050 B U E N O S A I R E S .

Australia: Educational Supplies Pty. Ltd., P . O . Box 33, Brookvale 2100, N . S . W . Publicationes periódicas: Dominie Ptyl. Ltd., P . O . Box 33, Brookvale 2100 N . S . W . Subagente: United Nations Association of Australia, P . O . Box 175, 5th floor, Ara House, 28 Elizabeth street. E A S T M E L B O U R N E 3000. Hunter Publications, 58A Gipps St., C O L L I N G W O O D V I C T O R I A 3066.

Austria: Buchhandlung Gerold and Co. , Graben 31, A-1011 W I E N .

Bangladesh: Bangladesh Books International Ltd., Ittefaq Building, 1 R . K . Mission Road, Hatkhola, DACCA 3.

Bélgica: Jean D e Lannoy, 202, av. du Roi, 1060 i B R U X E L L E S . C e p 000-0070823-13.

Benin: Librairie nationale, B . P . 294, P O R T O N O V O .

Birmânia: Trade Corporation no. (9), 550-552 Merchant Street, R A N G O O N .

Bolivia: Los Amigos del Libro: casilla postal 4415, L A P A Z ; Avenida de las Heroínas 3712, casilla 450, COCHABAMBA.

Brasil: Fundação Getúlio Vargas, Serviço de Publi­cações, Caixa postal 9.052-ZC-02, Praia de Bota­fogo 188, R I O D E J A N E I R O RJ (GB) .

Bulgaria: Hemus , Kantora Literatura, bd. Rousky 6, SOFUA.

Canadá: Renouf Publishing Company Ltd., 2182 St. Catherine Street West, M O N T R E A L , Que. H3H1M7.

Colombia: Instituto Colombiano de Cultura, carera 3 A n.° 18-24, B O G O T Á .

Congo: Librairie populaire, B . P . 577, B R A Z Z A ­VILLE, POINTE NOIRE, LOUBOUMO, NKAYI, M A K A -BANA, O W E N D O , OUESSO, IMPFONDO.

Costa de Marfil: Librairie des Presses de l'Unesco, Commission nationale ivoirienne pour l'Unesco, B . P . 2871, A B I D J A N .

Costa Rica: Librería Trejos, S . A . , apartado 1313, SAN JOSÉ.

Cuba: Ediciones Cubanas, O'Reilly n.° 407, L A H A B A N A . Solamente El Correo de la Unesco: Empresa C O P R E F I L , Dragones n.° 456 e/Lealtad y Campanario, L A H A B A N A 2.

Checoslovaquia: S N T L , Spalena 51, P R A H A I (expo­sición permanente). Zahranicni literatura, 11 Sou-kenicka, P R A H A 1. Para Eslováquia solamente: Alfa Verlag, Publishers, Hurbanovo nam. 6, 89331 B R A T I S L A V A .

Chile: Bibliocentro Ltda., Constitución n.° 7, casilla 13731, S A N T I A G O (21), Librería La Biblio­teca, Alejandro I 867, casilla 5602, S A N T I A G O 2.

China: China National Publications Import Corpo­ration, West Europe Department, P.P. Box 88, B E U I N .

Chipre: " M A M " , Archbishop Makarios, 3rd Ave­nue, P . O . Box 1722, NICOSIA.

Dinamarca: Munksgaard Export and Subscription Service, 35 N0rre S0gade, D K 1370 K O V E N H A V N K .

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234

Ecuador: Publicaciones periódicas solamente: D I N A C U R Cía. Ltda., Pasaje San Luis 325 y Matovelle (Santa Prisca) Edificio Cheva, ofic. 101, Q U I T O . Libros solamente: Librería Pomaire, A m a ­zonas 863, Q U I T O . Todas las publicaciones: Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, Pedro Moncayo y 9 de Octubre, casilla de correo 3542, GUAYAQUIL.

Egipto: Unesco Publications Centre, 1 Talaat Harb Street, C A I R O .

El Salvador: Liberia Cultural Salvadoreña, S . A . , calle Delgado n.° 117, apartado postal 2296, S A N SALVADOR.

España: Mundi-Prensa Libros S . A . , apartado 1223, Castelló 37, M A D R I D 1. Ediciones Líber, apar­tado 17, Magdalena 8, O N D Á R R O A (Vizcaya). D O N A I R E , Ronda de Outeiro 20, apartado de correos 341, L A C O R U Ñ A . Liberia Al-Andalus, Roldana 1 y 3, S E V I L L A 4. Librería Castells, Ronda Universidad 13, B A R C E L O N A 7.

Estados Unidos de América: Unipub, 1180, Ave. of the Americas, N E W Y O R K , N . Y . , 10036. Para "El Correo" en español: Santularia Publishing Company Inc., 575 Lexington Avenue, N e w York, N . Y . 10022.

Etiopía: Ethiopian National Agency for Unesco, P . O . Box 2996, A D D I S A B A B A .

Filipinas: The Modern Book Co . , 992 Rizal Ave­nue, P . O . Box 632, M A N I L A 2800.

Finlandia: Akateeminen Kirjakauppa, Keskuskatu 1, 00100 HELSINKI 10; Suomalainen Kirjakauppa O Y , Koivuvaarankuja 2, 01640 V A N T A 64.

Francia: Librairie de l'Unesco, 7, place de Fonte-noy, 75700 P A R I S ; C C P Paris 12598-48.

Gabon: Librarie Sogalivre, LIBREVILLE, P O R T G E N T I L , F R A N C E V I L L E .

Ghana: Presbyterian Bookshop Depot Ltd., P . O . Box 195, A C C R A . Ghana Book Suppliers Ltd., P . O . Box 7869, A C C R A . The University Bookshop of Ghana, A C C R A . The University Bookshop of Cape Coast. The University Bookshop of Legon, P . O . Box, 1, L E G O N .

Grecia: Grandes librairies d'Athènes (Eleftherou-dakis, Kauffman, etc.).

Guadalupe: Librairie Papeterie Carnot-Effigie, 59 rue Barbes, P O I N T - A - P I T R E .

Guatemala: Comisión Guatemalteca de Coopera­ción con la Unesco, 3.a avenida 13-30, zona 1, apartado postal 244, G U A T E M A L A .

Guinea: Commission nationale guinéenne pour l'Unesco, B.P . 964, C O N A K R Y .

Haití: Librairie " A la Caravelle", 26, rue Roux, B.P. 111, P O R T - A U - P R I N C E .

Honduras: Liberia Navarro, 2.a avenida n.° 201, Comayaguela, T E G U C I G A L P A .

Hong Kong: Federal Publications (HK) Ltd., 2 D Freder Centre, 68 Sung Wong Toi Road, Tokwa-wan, K O W L O O N . Swindon Book Co. , 13-15 Lock Road, K O W L O O N . Hong Kong Government Infor­mation Services, Publication Section, Baskerville House, 22 Ice House Street, H O N G K O N G .

Hungría: Akadémiai Könyvesbolt, Váci u. 22, B U D A P E S T V . A . K . V . Konyvtárosok Boltja, Népkoztársaság utja 16, B U D A P E S T VI.

India: Orient Longman Ltd.: Kamani Marg, Bal­lard Estate, B O M B A Y 400038; 17 Chittaranjan Ave­nue, C A L C U T T A 13; 36 A Anna Salai, Mount Road, M A D R A S 2; 5-9 41/1 Bashir Bagh, H Y D E R A B A A D 500001 (AP); 80/1 Mahatma Gandhi Road, B A N G A -LORE-560001 ; 3-5-820 Hyderguda, H Y D E R A B A D -500001. Subdepósitos: Oxford Book and Stationery Co., 17 Park Street, C A L C U T T A 700016, y Scindia House, N E W D E L H I 110001; Publications Unit, Ministry of Education and Culture, Ex. A F O Hutments, Dr. Rajendra Prasad Rd. , N E W D E L H I 110001.

Indonesia: Bhratara Publishers and Booksellers, 29 JI. Oto Iskandardinata III, J A K A R T A . Gramedia Bookshop, Jl. Gadjah Mada 109, J A K A R T A . Indira P . Y . , Jl. Dr. Sam Ratulangie 37, J A K A R T A P U S A T .

Irán: Commission nationale iranienne pour l'Unesco, avenue Iranchahr Chomali n.° 300, B . P . 1533, T É H É R A N . Kharazmie Publishing and Distri­bution Co . , 28 Vessal Shirazi Street, Enghélab Avenue, P . O . Box 314/1486, T É H É R A N .

Irlanda: The Educational Company of Ireland Ltd., Ballymount Road, Walkinstown, D U B L I N 12. Tycooly International Publ. Ltd., 6 Crofton Ter-race, D u n Laoghaire Co . , D U B L I N .

Islândia: Snaebjörn Jonsson & Co. , H . F . Hafnars-traeti 9, R E Y K J A V I K .

Israel: A . B . C . Bookstore Ltd., P . O . Box 1283, 71, Allenby Road, T E L A V I V 61000.

Italia: L I C O S A (Librería Commissionaria Sansoni S.p.A.), via Lamarmora 45, casella postale 552, 50121 F I R E N Z E .

Jamahiriya Arabe Libia: Agency for Development of Publication and Distribution, P . O . Box 34-35, TRIPOLI.

Jamaica: Sangster's Book Stores Ltd., P . O . Box 366,101 Water Lane, K I N G S T O N .

Japón: Eastern Book Service Inc., 37-3 Hongo 3-chome, Bunkyo-Ku, T O K I O 113.

Page 230: La investigación y el desarrollo militar

Publicaciones de la Unesco: agentes de venta 235

Jordania: Jordan Distribution Agency, P . O . B . 375, A M M A N .

Kenya: East African Publishing House, P . O . Box 30571, N A I R O B I .

Kuwait: The Kuwait Bookshop C o . Ltd., P . O . Box 2942, K U W A I T .

Lesotho: Mazenod Book Centre, P . O . M A Z E N O D .

Líbano: Librairies Antoine A . Naufal et frères, B . P . 656, B E Y R O U T H .

Liberia: Code and Yancy Bookshops Ltd., P . O . Box 286, M O N R O V I A .

Leichtenstein: Eurocan Trust Reg., P . O . Box 5, SCHAAN.

Luxemburgo: Librairie Paul Brück, 22, Grand-Rue, L U X E M B O U R G .

Madagascar: Commission nationale de la Républi­que démocratique de Madagascar pour l'Unesco, '• B . P . 331, A N T A N A N A R I V O .

Malasia: Federal Publications, Sdn. Bhd., Lot 8238 Jalan 222, Petaling Jaya, S E L A N G O R , University of:

Malaya Co-operative Bookshop, K U A L A L U M P U R 22-11.

Malí: Librairie populaire du Mali, B . P . 28, BAMAKO.

Malta: Sapienzas, 26 Republic Street, V A L L E T T A .

Marruecos: Todas las publicaciones: Librarie "Aux belles images", 281, avenue M o h a m m e d - V , R A B A T (CCP 68-74). Librairie des écoles, 12 Avenue Hassan II, C A S A B L A N C A . "El Correo" solamente] (para los docentes): Commission nationale maro­caine pour l'Unesco, 19, rue Oqba, B . P . 420, A G D A L R A B A T (CCP 324-45).

Mauricio: Nalanda Co . Ltd., 30 Bourbon Street, P O R T - L O U I S .

Mauritania: G R A . L I . C O . M A . , 1, rue du Souk X , ¡ Ave. Kennedy, N O U A K C H O T T .

México: S A B S A , Insurgentes Sur n.° 1032-401, M É X I C O 12, D . F . Librería "El Correo de la Unesco", Actipán 66, Colonia del Valle, M É X I C O 12, D.I7.

Mónaco: British Library, 30, boulevard des M o u ­lins, MONTECARLO.

Mozambique: Instituto Nacional do Livro e do Disco (INLD), avenida 24 de Julho 1921, r/c e l.° andar, M A P U T O .

Nicaragua: Librería Cultural Nicaragüense, calle 15 'de Septiembre y avenida Bolívar, apartado n.° 807, M A N A G U A .

Niger: Librairie Mauclert, B . P . 868, N I A M E Y .

Nigeria: The University Bookshop of Ife. The University Bookshop of Ibadan, P . O . Box 286, I B A D A N . The University Bookshop of Nsukka. The University Bookshop of Lagos. The A h m a d u Bello University Bookshop of Zaria.

Noruega: Todas las publicaciones: Johan Grundt Tanum, Karl Johans Gate 41/43, O S L O 1. Universi-tets Bokhandelen Universitetssentre, P . O . B . 307, Blindem, O S L O 3. "El Correo" solamente: A / S Narvesens Litteraturtjeneste, Box 6125, O S L O 6.

Nueva Caledonia: Reprex S A R L , B . P . 1572, NOUMÉA.

Nueva Zelandia: Government Printing Office, Bookshops: Retail Bookshop-25 Rutland Street, Mail Orders-85 Beach Road, Private Bag C . P . O . , A U C K L A N D ; Retail-Ward Street, Mail Orders-P.O. Box 857, H A M I L T O N ; Retail-Cubacade World Trade Center, Mulgrave Street (Head Office) Mail Orders-Private Bag, W E L L I N G T O N ; Retail-159 Here­ford Street, Mail Orders-Private Bag, CHRIST-C H U R C H ; Retail-Princes Street, Mail Orders-P.O. Box 1104, D U N E D I N .

Países Bajos: Libros solamente: Keesing Boeken V . , Postbus 1118, 1000 B C A M S T E R D A M . Publica­ciones periódicas solamente: Dekker and Norde-mann N V , P . O . Box 197, 1000 A D A M S T E R D A M .

Pakistán: Mirza Book Agency, 65 Shahrah Quaid-e-azam, P . O . Box 729, L A H O R E - 3 .

Panamá: Distribuidora Cultural Internacional, apar­tado 7571, zona 5, P A N A M Á .

Paraguay: Agenda de Diarios y Revistas, Sra. Nelly de García Astillero, Pte. Franco n.° 580, A S U N C I O N .

Perú: Liberia Studium, Plaza Francia 1164, apar­tado 2139, L I M A .

Polonia: Ars-Polona-Ruch, Krakowskie Przedmies-cie 7, 00-068 W A R S Z A W A ; ORPAN-Import, Palac Kultury, 00-901 W A R S Z A W A .

Portugal: Dias & Andrade Ltda, Livraria Portugal, rua de Carmo 70, L I S B O A .

Puerto Rico: Librería "Alma Mater" Cabrera 867, Río Piedras, P U E R T O R I C O 00925.

Reino Unido: H . M . Statonery Office, P . O . Box 569, L O N D O N , SEI 9 N H ; Government bookshops: London, Belfast, Birmingham, Bristol, Edinburgh, Manchester. Para los mapas científicos solamente: McCarta Ltd., 122 Kings Cross Road, London WC1X 9DS.

República Arabe Siria: Librairie Sayegh, Immeuble Diab, rue du Parlement, B . P . 704, D A M A S .

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Republica de Corea: Korean National Commission for Unesco, P . O . Box Central 64, S E O U L .

República Democrática Alemana: Librairies interna­tionales ou Bachhaus Leipzig, Postfach 140, 701 LEIPZIG.

República Dominicana: Librería Blasco, avenida Bolívar n.° 402, esq. Hermanos Deligne, S A N T O DOMINGO.

República Unida del Camerún: Le Secrétaire géné­ral de la Commission nationale de la République unie du Cameroun pour l'Unesco, B . P . 1600, Y A O U N D E . Librairie aux Messageries, Avenue de la Liberté, B.P. . 5921, D O U A L A ; Librairie aux Frères Réunis, B . P . 5346, D O U A L A ; Librairie des Éditions Clé, B . P . 1501, Y A O U N D E ; Librairie Saint Paul, B . P . 763, Y A O U N D E .

República Unida de Tanzania: Dar es Salaam Book­shop, P . O . Box 9030, D A R E S S A L A A M .

Rumania: ILEXIM, Export-import, 3 Calea "13 Decembrie", P . O . Box 1-136/1-137, B U C A R E S T .

Senegal: Librairie Clairafrique, B . P . 2005, D A K A R . .Librairie des 4 vents, 91 rue Blanchot, B . P . 1820 : D A K A R .

Seychelles: N e w Service Ltd., Kingstate House, IP.O. Box 131, M A H É . National Bookshop, P . O . : Box 48, M A H É .

¡Sierra Leona: Fourah Bay, Njala University and ¡Sierra Leone Diocesan Bookshop, Freetown.

Singapur: Federal Publications (S) Pte Ltd., n.° 1 N e w Industrial Road, off Upper Paya Lebar Road,

. S I N G A P O R E 19.

Somalia: Modern Book Shop and General, P . O . ¡Box 951, M O G A D I S C I O .

;Sri Lanka: Lake House Bookshop, Sir Chittampa-|lam Gardner Mawata, P . O . Box 244, C O L O M B O 2.

Sudáfrica: Van Schaik's Bookstore (Pry.) Ltd., Libri Building, Church Street, P . O . Box 724, P R E T O R I A .

Sudán: Al Bashir Bookshop, P . O . Box 1118,!

¡KHARTOUM.

Suécia: Todas las publicaciones: A / B C . E . Fritzes iKungl, Hovbokhandel, Regeringsgatan 12, Box 16356, S-103 27 S T O C K H O L M 16. "El Correo" sola­

mente: Svenska FN-Förbundet, Skolgränd 2, Box ¡15050, S-10465 Stockholm. (Postgiro 184692). Para las publicaciones periódicas solamente: Wennergven-Williams A B , Box 3004, 9-104 25 S T O C K H O L M .

Suiza: Europa Verlag, Rämistrasse 5, 8024 Z U R I C H . Librairie Payot, 6, rue Grenus, 1211 G E N È V E 11.

Suriname: Suriname National Commission for Unesco P . O . Box 2943, P A R A M A R I B O .

Tailandia: Nibondh and Co. , Ltd., 40-42 Charoen Krung Road, Siyaeg Phaya Sri, P . O . Box 402, B A N G K O K . Suksapan Panit, Mansion 9, Rajdam-nern Avenue, B A N G K O K . Suksit Siam Company, 1715 Rama IV Road, B A N G K O K .

¡Togo: Librairie évangélique, B . P . 378, L O M É . Librairie du Bon Pasteur, B . P . 1164, L O M É . Librai­rie universitaire, B . P . 3481, L O M É .

Trinidad y Tabago: National Commission for Unesco, 18 Alexandra Street, St. Clair, T R I N I D A D W . I .

Túnez: Société tunisienne de diffusion, 5, avenue de Carthage, T U N I S .

Turquía: Haset Kitapevi A . S., Istiklâl Caddesi; n.° 469, Posta Kutusu 219, Beyoglu, I S T A M B U L .

Uganda: Uganda Bookshop, P . O . Box 145, K A M ­P A L A .

URSS: Mezhdunarodnaja Kniga, M O S K V A G-200.

Uruguay: Edilyr Uruguaya, S.A. , Maldonado 1092, MONTEVIDEO.

Venezuela: Librería del Este, avenida Francisco de Miranda, 52, Edificio Galipán, apartado 60337, C A R A C A S . La Muralla Distribuciones S . A . , 4.a

:

avenida de los Palos Grandes, entre 3.a y 4. a

transversal, Quinta, "Irenalis", C A R A C A S 106.

Yugoslavia: Jugoslovenska Knjiga, Trg Republike 5/8, P . O . B . 36,11-001 B E O G R A D . Drzavna Zalozba Slovenije, Titova C . 25, P . O . B . 50-1, 61-000 L J U B L J A N A .

Zaire: Librairie du C I D E P , B . P . 2307, K I N S H A S A . Commission nationale zaïroise pour l'Unesco, C o m ­missariat d'État chargé de l'éducation nationale, ¡B.P. 32, K I N S H A S A .

Zimbabwe: Textbook Sales (PVT) Ltd., 67 Union Avenue, S A L I S B U R Y .

, BONOS DE LIBROS DE LA UNESCO |Se ruega utilizar los bonos de libros de la Unesco para adquirir obras y periódicos de carácter educativo, .científico o cultural. Para toda información complementaria, por favor dirigirse al Servicio de Bonos de la Unesco, 7, place de Fontenoy, 75700 París.

Page 232: La investigación y el desarrollo militar

Revista trimestral publicada por la Unesco Vol. X X X V (1983), n.° 1

Edición francesa: Revue internationale des sciences sociales (ISSN 0304-3037), Unesco, París (Francia). Edición inglesa: International social science journal (ISSN 0020-8701), Unesco, París (Francia).

Precio y condiciones de suscripción [A] Precio del número: 34 F Suscripción anual: 110 F

Se ruega dirigir los pedidos de suscripción a los agentes de ventas de la Unesco (véase la lista al final del número), quienes ^ podrán indicar las tarifas en la moneda nacional. Toda comunicación de cambio de dirección debe ir acompañada de la última banda de expedición.

Los artículos firmados expresan las opiniones de los autores y no necesariamente las de la Unesco.

Se pueden reproducir y traducir los textos publicados (excepto las ilustraciones y cuando el derecho de reproducción o de traducción esté reservado y señalado por la mención " © autor(s)") siempre que se indique el autor y la fuente.

Toda correspondencia relativa a la presente revista debe dirigirse al redactor jefe de la Revista internacional de ciencias sociales, Unesco, 7, place de Fontenoy, 75700 París.

Composición: Coupé S . A . , Sautron Impresión: Imprimerie des Presses Universitaires de France, V e n d ô m e © Unesco 1983