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Didáctica de las CCSS. Aportaciones y Reflexiones. La Historia: Reflexión y Compromiso
Aisneberg y Alderoqui. Editorial Paidós Educador Silvia Gojmán. Capítulo 2
LA HISTORIA
UNA REFLEXION SOBRE EL PASADO
UN COMPROMISO CON EL FUTURO
1. LA HISTORIA COMO CIENCIA: UN LARGO CAMINO
a) ¿Qué es la historia?
b) ¿Cuál es el objeto de la historia?
c) ¿Quién es el sujeto de la historia?
d) Las teorías de la historia
e) La objetividad en la historia
f) La causalidad en la historia
2. S.XX: NUEVOS APORTES
a) Una mirada diferente sobre la realidad histórica
b) La realidad histórica: los caminos para comprenderla
c) Reconstruir la realidad histórica: la tarea del historiador
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Aisneberg y Alderoqui. Editorial Paidós Educador Silvia Gojmán. Capítulo 2
INTRODUCCIÓN
Sabemos lo que la vieja historia tradicional, que se nos
enseñó a nosotros, tiene de malo, y la hemos sometido a ·
una crítica despiadada y convincente. Pero no resulta tan
fácil decidir cómo ha de ser la "nueva", que ocupe su lugar...
Construir esta "nueva" historia es algo que no se logrará
como resultado
inmediato de una conversión, moral o metodológica, a
nuevas y más progresivas concepciones, sino que exigirá un
largo trabajo colectivo de elaboración, tanteo, rectificación y
enriquecimiento. La tarea es dura, pero merece la pena
hacerla. Porque sólo así se podrá conseguir que la enseñanza
de la historia se convierta en instrumento de reflexión crítica
que ayude al estudiante a comprender mejor la sociedad en
que vive.
Josep Fontana, "Para una renovación en la enseñanza de
la historia", Cuadernos de Pedagogía, 11, noviembre de
1975.
Nunca como en los últimos tiempos se han escrito, editado y
comprado tantos libros de historia. Los periódicos y revistas dedican
espacio en sus páginas a reproducir reportajes o artículos escritos
por historiadores reconocidos. Sus opiniones son leídas con atención
por un público cada vez más amplio. La televisión y la radio, las
ediciones populares, los fascículos, posibilitan también la difusión
de sus reflexiones.
Sin embargo, la demanda y el interés crecientes que despiertan las
explicaciones que la historia ofrece a la sociedad chocan, a
menudo, con la indiferencia y el desinterés que muestran, en
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general, los alumnos por los contenidos históricos que se enseñan
en la escuela. Contenidos que suelen referirse principalmente al
pasado más lejano, el que menos relación tiene con el presente, con
la cotidianidad de los alumnos, con la historia actual.
Entre las diversas causas que pueden explicar el extendido
desinterés de los alumnos por la historia, en este capítulo sólo
abordaremos aquellas que derivan de la selección de contenidos y
del modo de presentarlos en la escuela.
¿Para qué estudiamos historia? ¿Para qué sirve la historia? ¿Qué
relación existe entre ese pasado muerto que aparece en los libros de
texto y nuestro presente vivo?
Seguramente éstas son algunas de las preguntas que están
implícitas en la actitud de desinterés -e incluso de rechazo--- que
manifiestan los alumnos hacia esta disciplina.
Frente a listas de datos, fechas, acontecimientos y nombres, y sin
conocer los criterios a partir de los cuales fueron seleccionados, a
los docentes se nos plantean algunas preguntas: ¿por qué fueron
elegidos éstos y no otros?
¿Cuáles fueron los criterios que guiaron al historiador para hacer
esta selección? Para reconstruir el relato y explicar lo acontecido,
¿es indiferente elegir unos u otros?
Un ejemplo nos ayudará a comprender esta problemática: la
Semana de
Mayo, tema del currículo de Historia.
Año 1810
14 de mayo: Llega a Buenos Aires la noticia de la
ocupación de Anda lucía, la caída de Cádiz y el
establecimiento de un Consejo de Regencia en las islas de
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León. Se considera perdida a España.
18 de mayo: Cisneros redacta una proclama que informa
al pueblo sobre estos hechos.
20 de mayo: El síndico Leiva propone al virrey Cisneros
que convoque a Cabildo abierto. ·
22 de mayo: Se reúne el Cabildo abierto. De las 450
invitaciones enviadas sólo fueron aceptadas 250.
23 de mayo: El Cabildo ofrece una solución: la
conformación de una junta integrada por dos españoles,
dos criollos, y como presidente, el virrey.
24 de mayo: Renuncian los dos criollos a la junta.
25 de mayo: Se nombra la nueva Junta de Gobierno
integrada por Cornelio Saavedra, como presidente, Mariano
Moreno y Juan José Paso, secretarios, y los vocales Juan José
Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel
Alberti, Juan Larrea y Domingo Matheu.
Este listado enumera los acontecimientos que ocurrieron durante
esos días. Si nuestro objetivo es que los alumnos comprendan qué es
una revolución, qué fue la Revolución de Mayo, por qué se produjo,
quiénes la promovieron, qué conflictos se plantearon, si hubo o no
participación popular, cuál es la relación entre la Revolución y el
presente, etcétera, es evidente que con esos datos no lograrán
explicar ese proceso ni responder a estas preguntas.
Seguramente, las preguntas formuladas anteriormente --entre
muchas otras posibles- son las que se hacen los historiadores que
estudian este período partiendo de otras visiones históricas. Las
diferentes respuestas surgen de las distintas interpretaciones que
cada uno de ellos hace de los hechos conocidos.
Ahora bien, ¿por qué no acompañar la crónica de los hechos de la
Semana de Mayo con estas preguntas? ¿Por qué no explicitar las
diferentes visiones? ¿Por qué no reconstruir los criterios a partir de
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los cuales los historiadores formulan preguntas, problematizan la
realidad, encuentran explicaciones? ¿Por qué no pedir a los alumnos
que ellos también den su propia interpretación de los hechos?
Según nuestro ejemplo, podemos pensar que la pregunta
implícita que antecede a aquel listado es: ¿qué sucedió entre el 18 y
el 25 de mayo de1810? La enumeración de acontecimientos es el
criterio con el cual se pensaron los sucesos de esta semana: un
criterio cronológico y descriptivo de los acontecimientos.
Pero también sabemos que junto al qué y al cómo, la pregunta
que debe plantear la historia es por qué ocurrieron determinados
hechos. Para que el relato de la historia nos acerque a algunas
respuestas más explicativas, ¿a qué información y a qué datos
apelar, a qué fuentes recurrir, qué preguntas realizar?
La realidad social es compleja, contradictoria, difícil de
aprehender, y los dentistas sociales, entre los cuales se encuentran
los historiadores, construyen diversas explicaciones a partir de las
distintas concepciones que tienen acerca de la historia y de su
sentido.
¿Cómo reconstruir los hechos del pasado? ¿Cómo comprender
los fenómenos sociales pasados y presentes? Es a partir de
preguntas, problemas y explicaciones como los historiadores logran
organizar y jerarquizar la va- riada y heterogénea información con
que cuentan. Sin embargo, esta in- formación no tiene valor
explicativo sin una teoría, sin un marco conceptual que le dé sentido.
En otras palabras, la concepción histórica que posee el historiador y
los marcos conceptuales con los que trabaja funcionan como
organizadores de la información, ayudan a jerarquizarla y a
encontrar las generalizaciones necesarias para alcanzar la
comprensión de los fenómenos.
Que los alumnos comprendan la Semana de Mayo implica que
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también ellos puedan preguntar y obtener respuestas, y en el
entramado de las preguntas y respuestas construyan su propia
explicación de los hechos, del proceso histórico.
Lucien Febvre (1970) afirma: "Elaborar un hecho es construir.
Es dar soluciones a un problema, si se quiere. Y si no hay
problema no hay nada", y Jacques Le Goff (1991): "No hay hecho
o hecho histórico sino dentro de una historia-problema".
Conocer y comprender la Revolución de Mayo significa también
que los alumnos modifiquen y amplíen sus ideas sobre qué es una
revolución como proceso social de cambio, que descubran las
relaciones y articulaciones existentes entre los hechos, que
construyan nuevas relaciones y que confronten sus propias
hipótesis con los datos y la información que obtengan.
Es, sin duda, tarea de la didáctica y de la psicología del
aprendizaje analizar qué pueden comprender los niños de estos
procesos y cuál es el modo más adecuado de trabajo en el aula.
En este capítulo nos limitaremos a mostrar, en primer lugar, cuál
es el recorrido histórico, y algunos de los problemas y discusiones
que constituyen a la historia como ciencia. En segundo lugar, cuáles
son los fundamentos de una nueva concepción de la historia que,
tal como lo expresa José Luis Romero (1988), estudia el pasado
no como algo muerto sino como "vida vivida, la que sigue
viviendo en el presente de cada uno".
Pensamos poder contribuir al debate y al intercambio de algunos
de estos temas que preocupan a los docentes. Nuestro objetivo es
aportar ideas acerca de la historia que enseñamos, la que
queremos enseñar, y reflexionar acerca del "para qué" enseñamos
la historia en la escuela.
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1.LA HISTORIA COMO CIENCIA: UN LARGO CAMINO
a) ¿Qué es la historia?
Desde siempre los hombres necesitaron reflexionar sobre su
pasado y reconstruir una memoria de sí mismos. Primero fueron
los ancianos; los sabios y los sacerdotes, y luego los historiadores
quienes contaron y escribieron sobre el pasado: a través de mitos,
crónicas y biografías elaboraron un saber histórico destinado a
legitimar situaciones y reafirmar identidades.
Enrique Florescano (1980) reflexiona:
La reconstrucción parcial y pragmática del pasado es tan
antigua como la historia del hombre y se ha prolongado
hasta los tiempos más recientes. Asume todas las formas de
identificación, de explicación de los orígenes, de legitimación
del orden establecido, de darle sentido a la vida de los
individuos y las naciones, de inculcar ejemplos morales, de
sancionar la dominación de unos hombres sobre otros, de
fundar el presente y ordenar el futuro inmediato.
Después de esta larga cita, cabe una pregunta: ¿qué es la historia?
Comencemos por definirla. No es una tarea fácil, porque la palabra
"historia" tiene múltiples acepciones. Tal como lo plantea Pierre
Vilar (1980): "Historia designa a la vez el conocimiento de una
materia y la materia de ese conocimiento".
Es decir que el concepto historia incluye la realidad histórica tal y
como objetivamente aconteció y el conocimiento histórico, o sea
la ciencia que pretende develar la realidad histórica mediante el
trabajo del historiador.
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La importancia de la aclaración anterior reside en el hecho de
que la realidad histórica no siempre se corresponde con el
producto del conocimiento histórico. Podemos afirmar que así como
existió una historia de la Revolución de Mayo, de la Argentina o de
América, existen múltiples y muchas veces divergentes historias
de cada revolución, de cada país o de cada continente, porque en
las ciencias sociales, el conocimiento tiene muchas versiones y
múltiples perspectivas, ya que la historia de la humanidad está hecha
por una gran diversidad de hombres y sociedades.
Un ejemplo en este sentido es la historia del descubrimiento de
América.
Las sociedades americanas, cerradas en sí mismas, recibieron el
impacto de un acontecimiento externo: la conquista.
La mayoría de los historiadores occidentales estudiaron y
registraron estos acontecimientos desde la perspectiva de los
conquistadores, de los vencedores. Pero existe otra mirada sobre
estos hechos, otro registro para la memoria de los hombres: la que
realizaron los indígenas sobre la ruina de sus civilizaciones. ¿Cómo
relataron y explicaron la derrota?
Una misma historia, pero diferentes interpretaciones. Un
conjunto de hechos y situaciones mirados y registrados desde dos
miradas distintas: la de los vencedores y la de los derrotados.
b) ¿Cuál es el objeto de la historia?
Definir una ciencia es, ante todo, definir el objeto cuyo
conocimiento quiere alcanzar. Durante siglos, la historia fue
considerada el relato de los hechos del pasado. Esta concepción, hoy
en crisis no totalmente superada, limitaba este relato a los
acontecimientos de la vida política: la vida gloriosa de los "grandes
hombres", las guerras, las leyes, las instituciones. Desde el
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Renacimiento, pero sobre todo durante el siglo XVIII, comenzó a
ampliarse el objeto de conocimiento de la historia. La
reconstrucción histórica siguió marcada por un fuerte sentido
pragmático y político, pero las preguntas que comenzaron a hacerse
los historiadores cambiaron: la historia comienza a ser la lección de
donde se sacan enseñanzas políticas.
En el siglo XVIII, para Voltaire
[La historia] tratará de averiguar cuáles han sido el vicio
radical y la virtud dominante de una nación; por qué ha sido
poderosa o débil en el mar; cómo y hasta qué punto se ha
enriquecido desde hace un siglo; los registros de las
exportaciones pueden decírnoslo. Querrá saber cómo se han
establecido las artes, las manufacturas; las seguirá en su
paso y en su vuelta de un país a otro. En fin, los cambios en
las costumbres y en las leyes serán su gran tema. Se sabría
así la historia de los hombres en vez de conocer una pequeña
parte de la historia de los reyes y de las cortes.
Los autores de la Ilustración no sólo querían conocer los hechos y
describirlos: querían comprender el sentido de la evolución de la
humanidad y de sus cambios, al mismo tiempo que explicar por qué
se desarrollaban y decaían pueblos y civilizaciones.
Pero es sólo en el siglo XIX cuando los historiadores comienzan a
reflexionar sistemáticamente acerca de las causas de los hechos
históricos, de cuándo, dónde y cómo ocurrieron. Es la escuela
histórica del positivismo la que aporta rigurosidad al conocimiento
erudito y crítico de las fuentes de la historia.
Sin embargo, ni la erudición por sí misma ni el estudio aislado de
los hechos, aunque éste fuera "de la mayor cantidad posible de
hechos", como afirmaban los positivistas, pudieron evitar el
estancamiento de la historia. Este se debió, fundamentalmente, a la
negativa de estos historiadores a incorporar aspectos teóricos,
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interpretativos o valorativos a las explicaciones históricas. Para ellos
la historia era sólo la sistematización y organización de los datos
obtenidos en los documentos y la inclusión de aspectos teóricos e
interpretativos oscurecía e interfería en el carácter "objetivo" que
debía tener para ellos la historia.
Fue necesario recorrer un largo camino de discusiones y
polémicas, para que en las primeras décadas del siglo XX empezara a
modificarse profundamente el objeto de la ciencia histórica. Con el
aporte de la escuela francesa de los Annales (a partir de 1929), la
historia comenzó a ocuparse de los hombres en sociedad, y a ser
definida como
el estudio científicamente elaborado de las diversas
actividades y de las diversas creaciones de los hombres de
otros tiempos, captados en su fecha, en el marco de
sociedades extremadamente variadas y, sin embargo,
comparables unas a otras[...]; actividades y creaciones con
las que cubrieron la superficie de la Tierra y la sucesión de las
edades (Febvre, 1970).
Esta historia, conocida con el nombre de "historia social",
comenzó a globalizar en un único objeto de estudio todas las
manifestaciones y realizaciones humanas. Se iniciaba así el proceso
de formulación de una "historia total" cuyo objeto privilegiado de
estudio será el análisis de las sociedades y la dinámica del cambio
social.
c) ¿Quién es el sujeto de la historia?
En ninguna etapa de la historia, ni aun en las más antiguas y
primitivas, el hombre se encontraba aislado, al margen de la
sociedad, fuera de algún grupo social.
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Sin embargo, no siempre los hombres, los hombres en sociedad,
fueron considerados los protagonistas de la historia.
Tradicionalmente, la historia se ocupó de los hombres importantes,
los grandes hombres, los personajes, y explicaba sus acciones y
comportamientos a partir de las ambiciones de poder, de la
honradez o la crueldad que los movían.
La historiografía romántica del siglo XIX construyó un nuevo
sujeto: el pueblo o la nación. Este constituía un conjunto social
homogéneo, con raíces profundas en la tradición y en el pasado, y
con muy pocos cambios en su conformación a través del tiempo.
Es así como, junto al individuo, al "gran hombre", la historia
comenzó a observar cómo la evolución de cada sociedad era
producto del espíritu o "alma colectiva" de cada pueblo, que se
manifestaba en el lenguaje, la literatura, las costumbres.
En la segunda mitad del siglo XIX, con el predominio de la
corriente histórica del positivismo, se volvió nuevamente a una
historia de los hechos políticos, y los historiadores volcaron su
atención en los hechos individua- les: el "héroe" ocupó nuevamente
un lugar de privilegio en la historia.
Es en el siglo XX cuando la historia, en contacto con otras
ciencias sociales, comenzó a pensar en términos de sujetos
colectivos: las comunidades, los estamentos, los grupos, las clases
sociales, en permanente cambio y atravesados por diversos
conflictos.
El hombre es el sujeto de la historia, en la medida en que junto a
otros hombres forma grupos sociales que constituyen una sociedad.
Sin embargo, el individuo que "ha pasado a la historia" existe y
muchas veces ha desempeñado un papel importante: nadie
puede negar el protagonismo de Carlomagno, Newton o San
Martín, para citar sólo algunos ejemplos.
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Ambos tipos de acciones, las protagonizadas por individuos o las
que llevan a cabo los diferentes grupos humanos, son importantes
para comprender una sociedad. Como lo señala Josep Fontana
(1974), los grupos sociales y los individuos "son como la marea y las
olas, que explican conjuntamente el avance del agua del mar tierra
adentro".
d) Las teorías de la historia
¿Qué se entiende por teoría cuando hablamos de la historia? En la
mayoría de los casos, las teorías de la historia establecen, explícita o
implícitamente, principios generales según los cuales se intenta
explicar la evolución de la humanidad, sus permanencias, sus
cambios, sus transformaciones, sus avances y retrocesos. A través de
un conjunto de ejemplos creemos poder demostrar la importancia
de las teorías en la construcción de la historia.
San Agustín, al elaborar una teoría de la voluntad divina, afirmó
que toda la historia de la humanidad era la consecuencia directa de
una sola causa: la voluntad de Dios. Participó así de la construcción
de una concepción teológica de la historia.
En el siglo XVIII, algunos pensadores y filósofos franceses buscaron
en los factores geográficos, en especial en el clima, las explicaciones
acerca de la evolución de las sociedades. Elaboraron así los principios
de una concepción determinista -desde el punto de vista natural-de
la historia.
En el mismo siglo, en Inglaterra, la llamada escuela histórica
escocesa afirmaba que la historia era una progresión continua de los
recursos económicos de la humanidad hacia el logro de la felicidad.
Esta escuela elaboró así una teoría histórica basada en el progreso
económico de las sociedades.
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Un siglo más tarde, Marx enunciaba la teoría según la cual "la
historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases",
afirmando que en las relaciones sociales intrínsecamente
contradictorias y en la superación de dichas contradicciones se
encontraba la causa fundamental de la evolución de la humanidad.
Contribuyó así a la construcción de una concepción dialéctica de la
historia.
e) La objetividad en la historia
¿Existe la historia objetiva? ¿Se puede alcanzar un conocimiento
verdadero de los hechos? ¿Intervienen las concepciones del
historiador, sus juicios valorativos, en el conocimiento de la realidad
histórica?
Antes de avanzar con este tema es importante aclarar que
objetividad y verdad no son sinónimos. La ciencia histórica se
propone construir un conocimiento lo más objetivo posible. Al decir
lo más objetivo posible, nos referimos a la búsqueda de objetividad,
de acercamientos a la realidad, de mayores grados de consenso, en
un proceso en espiral en el que el conocimiento se contrasta
permanentemente con la realidad.
En la actualidad, la mayoría de los historiadores reconoce la
necesidad de seleccionar los datos que fundamentarán su trabajo de
reconstrucción histórica.
Pero más importante aún es reconocer que los criterios utilizados
para la selección de datos dependen de los marcos teóricos que
sustentan las hipótesis que ellos elaboran y pretenden verificar.
Al mismo tiempo, intervienen en dicho proceso de selección su
propia subjetividad, sus valores, sus expectativas, sin perder por
ello la tarea histórica su carácter científico. Más aún, cuanto
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mayor es la conciencia que el historiador tiene de la presencia
de estos elementos, mayor es su posibilidad de controlar la
pertinencia y confiabilidad de sus explicaciones.
En consecuencia, en el proceso de selección de los datos
convertirán a algunos en hechos históricos, al mismo tiempo que
rechazarán otros, que según su criterio no son significativos. Es en
este sentido que Edward Carr (1973) afirma que
Los llamados datos básicos, que son los mismos para todos
los historiadores, más bien suelen pertenecer a la categoría
de materias primas del historiador que a la historia misma [y]
la necesidad de fijar estos datos básicos no se apoya en
ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisión
que formula el historiador a priori.
Esta afirmación no significa que la selección de datos pueda
realizarse en forma arbitraria ni tampoco que el historiador pueda
"crear" el hecho his- tórico como producto de su actividad
intelectual. El dato adquirirá status de hecho histórico o no, de
acuerdo con la teoría que subyace al planteo de las hipótesis del
historiador.
Lo anterior no significa, de ninguna manera, que se deba
relativizar o aceptar todo tipo de interpretaciones: la crítica
histórica y los métodos de la historiografía· permiten verificar con
rigurosidad la validez de las inter-pretaciones de los historiadores.
Es importante también tener en cuenta que el conocimiento
histórico se construye continuamente porque en historia no existen
períodos cenados a la revisión y, por lo tanto, los criterios de
objetividad también se modifican. Así se avanza en el conocimiento
histórico, se rectifican interpretaciones, se conocen nuevos datos, se
descubren nuevas fuentes.
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f) La causalidad en la historia
Algunos historiadores afirman que "el estudio de la historia es el
estudio de causas". Otros sostienen que la historia "debe renunciar a
la búsqueda de causas".
Ciro Cardoso (1982), entre otros historiadores, enfatiza el papel
de las explicaciones causales, "por vincularse al establecimiento de
regularidades y, por tal camino, de leyes y teorías".
Entre los diversos intentos de clasificación, este autor establece
una tipología a partir de cuatro criterios, agrupando las causas en: 1)
unicausales y multicausales; 2) ligadas a la racionalidad de las
acciones humanas y a consecuencias no intencionales de acciones
humanas; 3) ligadas a factores intrínsecos al sistema estudiado y a
factores externos al sistema; 4) por último, una clasificación de tipo
lógico-formal.
El tema de la causalidad en la historia es complejo, en la medida
en que afecta tanto al hecho concreto que se trata de explicar como
a la estructura global de la sociedad en la que se produce.
Sin las explicaciones causales, la historia es incomprensible: la
descripción de acontecimientos y procesos históricos debe ser
fundamentalmente explicativa, y la explicación remite, en primer
lugar, a la búsqueda de causas. De esta manera, la tarea del
historiador consiste, según Topolsky (1985), en "reunir diferentes
factores del proceso histórico (actos humanos, otros hechos
históricos, tendencias, procesos), mediante las correspondientes
relaciones causales".
Sin embargo, esta afirmación no significa que el historiador deba
limitarse a responder al "¿por qué?" de los acontecimientos
históricos. Para completar la explicación de los fenómenos, deberá
reconstruirlos en su desarrollo y en el marco de su tiempo y lugar, y
sobre todo, tendrá que interpretarlos valorando las motivaciones e
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intencionalidades a que dichos fenómenos obedecen.
2. S.XX: NUEVOS APORTES
La llamada Escuela de los Annales, fundada en Francia en 1929,
desempeñó durante varias décadas del siglo XX un importante papel
en la renovación de los estudios de la historia. Sus fundadores, Marc
Bloch y Lucien Febvre, iniciaron un combate que al mismo tiempo
que cuestionaba la historia positivista construía una "nueva historia"
que se definía por su carácter social: la llamada "historia social".
Este proyecto no surgió espontáneamente sino que lo
desarrollaron a partir de una serie de influencias, amplias y
heterogéneas, que confluyeron en una nueva propuesta
historiográfica. Sin embargo, no todas las influencias actuaron de la
misma manera ni se mantuvieron a lo largo de la existencia de la
escuela.
Los aportes más importantes que esta escuela realizó a la
evolución del conocimiento histórico pueden resumirse en los
siguientes aspectos (Cardoso y otros, 1984):
1) en la crítica al "hecho histórico", y a una historia de
acontecimientos
2) en la búsqueda de colaboración con las otras ciencias sociales
3) en el reemplazo de la historia-relato por la historia-problema
4) en la atención puesta a la historia presente.
Lucien Febvre escribía que "plantear un problema es,
precisamente, el comienzo y el final de toda historia. Sin
problema no hay historia", y agregaba que las tareas
fundamentales del historiador debían ser "plantear problemas y
formular hipótesis".
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Por otra parte, los Annales negaron al documento escrito el
carácter, que poseía para los positivistas, de constituirse en única
fuente histórica. "Toda realización que parte de la actividad del
hombre tiene carácter de fuente", expresaban.
Por su parte, Pierre Vilar (1980) expresa:
Indudablemente la historia se hace con documentos escritos.
Pero también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos
escritos si éstos no existen. Con todo lo que el ingenio del
historiador puede permitirle utilizar para fabricar su miel, a falta
de las flores usuales. Por tanto, con palabras. Con signos. Con
paisajes y con tejas. Con formas de campo y malas hierbas. Con
eclipses de luna y cabestros. Con exámenes periciales de piedras
realizados por geólogos, y análisis de metal realizados por
químicos. En una palabra: con todo lo que, siendo del hombre,
depende del hombre, sirva al hombre, expresa al hombre, significa
la presencia, la actividad, los gustos y las formas de ser del
hombre.
¿Cómo se reflejan estos cambios en la historia que se hace y la
historia que se enseña en nuestro país?
Es a partir aproximadamente de los años sesenta cuando llega la
influencia de esta escuela a América latina y a la Argentina.
Y junto con ella, comienzan a surgir entre los historiadores
nuevas preocupaciones: la necesidad de definir nuevos
protagonistas del proceso histórico y encontrar nuevos abordajes
para comprender y explicar la realidad histórica.
Sin embargo, esta influencia quedó circunscrita a reducidos
ámbitos de investigación y espacios académicos, y a algunas pocas
revistas especializadas. En los programas escolares, en los libros de
texto, en las instituciones formadoras de docentes perdura, con
algunos retoques, una concepción de la historia que hoy tiene más
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de cien años y que arrastra fuertes resabios positivistas.
a) Una mirada diferente sobre la realidad histórica
"El pasado es el tema del historiador". A esta afirmación,
José Luis Romero (1980) le agrega varias preguntas que nos
permitirán acercarnos a la comprensión del concepto de realidad
histórica. ¿Cuáles son estas preguntas? ¿Qué se le debe preguntar
al pasado? ¿Cuáles son las preguntas que el historiador debe
formular para conocerlo?
José Luis Romero propone algunas: "¿Quiénes somos? ¿Qué
hemos creado? ¿Cómo fue el proceso de esas creaciones? ¿Cómo
hemos cambiado?".
Y continúa:
La última pregunta, la más angustiosa y precisa que se le debe
formular al pasado, se refiere al presente y al futuro. [...] Sobre
ellos se le pregunta, en rigor, al pasado cada vez que se lo
interroga sobre la identidad, sobre las estructuras, sobre la
dinámica creadora del proceso histórico. Porque son ellos
presente y futuro la verdadera y última razón de ser del saber
histórico.
Vemos así de qué manera se amplía la realidad histórica, cómo se
extiende en el tiempo, se complejiza. Ya no son sólo los hechos
políticos ni el relato detallado de las obras realizadas por reyes y
gobernantes en tiempos pasados.
Para el conocimiento histórico, toda la experiencia de los hombres
es significativa: incluye tanto la forma como los hombres resolvieron
y resuelven sus necesidades básicas (alimentación, abrigo, trabajo)
como las diversas maneras de organizar sus familias, de educar a sus
hijos, de construir sus viviendas, de expresar su religión.
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También comprende las instituciones que crearon, las leyes que
dictaron, las ideas que sostuvieron y los libros que escribieron; los
conflictos, los acuerdos; las utopías, las esperan- zas y los proyectos.
Las preguntas son infinitas. No hay experiencia humana que quede
fuera de la preocupación del historiador. Las acciones y las
experiencias de los hombres cobran entidad histórica a través de las
preguntas que formula el historiador.
Decíamos que la realidad se complejiza. Es expresión de fuerzas y
actividades humanas, de estructuras y procesos, de permanencias,
cambios y conflictos. También su conocimiento se hace más
complejo, y para comprenderla es necesario apelar a criterios de
análisis, a sistematizaciones, a modelos explicativos.
El criterio que se desarrolla a continuación nace de la idea
brindada por Marcos Kaplan (1987) de que
una sociedad es un conjunto complejo de fuerzas, aspectos,
niveles, instancias, todos ellos con estructuras y dinámicas
propias y con eficacia específica. [...] Cada tipo de sociedad se
diferencia de otros por la modalidad de las relaciones, las
combinaciones y las articulaciones específicas de los aspectos,
niveles e instancias en la totalidad compleja.
Para abordar el conocimiento de esta realidad compleja la historia
se acercó progresivamente a otras ciencias sociales, que con sus
aportes de conceptos, categorías, métodos de análisis e investigación
le permitieron ampliar su visión de esa realidad.
b) La realidad histórica: los caminos para comprenderla
La complejidad de la realidad histórica supone, para su mejor
comprensión, un abordaje analítico, de los factores económicos,
políticos, sociales o mentales. Duby, citado por Cardoso y otros, dice
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que" [...] la historia de las sociedades debe sin duda primero, y para
la comodidad de la investigación, considerar los fenómenos a
distintos niveles de análisis [...]".
El conocimiento que procura elaborar el historiador implica,
entonces, prestar atención a aspectos o problemas diferentes, cuyas
combinaciones en el tiempo y en el espacio configuran a cada grupo
social, a cada sociedad.
En el nivel económico contempla las actividades económicas, la
producción y distribución de bienes, servicios e insumos. Analiza
cómo cada sociedad organiza estas actividades con el objetivo de
asegurar su subsistencia y su reproducción.
Son estudiados en su desarrollo histórico la mano de obra, los
recursos naturales y la tecnología, así como la organización social de
la producción, la distribución y el consumo.
La disponibilidad de mano de obra depende, entre otros factores,
del aumento de la población, de la incorporación de la mujer o de los
jóvenes al mundo del trabajo, de las migraciones. La incorporación
de la mujer al mercado de trabajo durante las guerras es un
fenómeno que modificó tanto la oferta y la demanda de mano de
obra como su calidad.
Los recursos naturales también se constituyen como tales
históricamente. En distintos momentos se incorporan zonas y
productos nuevos, o determinados productos naturales comienzan a
tener utilidad y se convierten en recursos. Esto sucedió en nuestro
país, por ejemplo, con el quebracho colorado, que se convirtió en un
apreciado recurso cuando se descubrió el valor y los usos del tanino
que producía.
La tecnología varía a lo largo del tiempo, y nuevos inventos y
descubrimientos influyen en el desarrollo de una sociedad. Por
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ejemplo, la robótica y su aplicación a la producción están generando
transformaciones profundas e ilimitadas en el funcionamiento de las
sociedades.
Atentos a los cambios que se producen en estos aspectos y a sus
interrelaciones, los historiadores pueden explicar, por ejemplo,
cómo produce una sociedad determinada, señalar los cambios y
estudiar sus perspectivas.
Las formas como cada sociedad organiza la producción varían
también históricamente. Mientras el sistema de producción de la
época medieval era el agrario, en el siglo XIX la producción fabril
comenzó a extenderse reemplazando a los talleres artesanales de
los siglos anteriores.
La distribución social de la producción es propia también de cada
sociedad. La proporción destinada al consumo, al ahorro y a la
inversión varía en cada sociedad. También va cambiando el sector
beneficiado: el industrial, el agrario o el de servicios, por ejemplo.
La distribución y la proporción de riqueza, beneficios y poder
que el Estado, las instituciones religiosas, los guerreros, los
propietarios de la tierra o los industriales reciben en cada sociedad y
de acuerdo con su desarrollo son también cambiantes.
En el nivel social contempla las formas de organización de la
sociedad, indaga quiénes son los actores sociales y cómo se expresan
sus conflictos.
Cada sociedad tiene una organización propia que le permite
diferenciarse de otras. Una sociedad esclavista es diferente de una
sociedad feudal o de una capitalista. En cada una de ellas la relación
que se establece entre el esclavo con su amo, el siervo con su señor
o el obrero con el patrón adquiere rasgos particulares,
constituyendo la relación básica de esa sociedad. Pueden, sin
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embargo, coexistir o estar mezcladas con otras formas de
organización más antiguas, que aún perduran, o con otras nuevas de
incipiente desarrollo. Un ejemplo, en este sentido, es el de la
burguesía, que inició su desarrollo dentro mismo de la sociedad
feudal, aproximadamente en el siglo XI.
Un segundo ejemplo es el de algunos países latinoamericanos
donde coexisten, aún hoy, relaciones capitalistas en las ciudades y
relaciones casi feudales en las zonas rurales.
En relación con los actores sociales, también se ha ampliado y
complejizado su presencia y la atención que sobre ellos han puesto
los historiadores.
El hombre es el sujeto de la historia porque junto con otros
hombres conforma grupos sociales que constituyen la sociedad. Los
campesinos, la burguesía, la aristocracia, los sectores populares
urbanos, con todos los matices que cada uno de estos grupos
presenta, son los actores colectivos que han ocupado la escena. Su
lugar y su preponderancia dependerán de las preguntas que el
historiador les haga.
Al mismo tiempo, un gobernante, un héroe popular o un sabio
capaz de revolucionar los conocimientos científicos de su época son
valorados histó- ricamente, a partir no sólo de su talento personal
sino también en función del momento histórico que les tocó vivir v
de las necesidades sociales de su tiempo.
Los conf1ictos están sin duda presentes en toda sociedad, aunque
no siempre se manifiesten abiertamente.
Los motivos de conflicto son muy diversos y abarcan desde la
escasez de recursos, de productos, de empleo, de ingresos, hasta los
conflictos producidos por la aplicación de normas consideradas
injustas 9, incluso, por cuestionamientos al orden establecido.
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La oposición parlamentaria en los conflictos de tipo político, las
huelgas en los conflictos de tipo gremial, las polémicas a través de
los medios de comunicación, son algunas de las formas en que los
conflictos pueden expresarse.
En el nivel político analiza, en primer lugar, todas las cuestiones
relativas al poder, al Estado y a la organización institucional de la
sociedad.
¿Quién ejerce el poder?, ¿en representación y en beneficio de
quiénes?, ¿para qué?
Otro aspecto que procura explicar en este nivel es la relación que
existe entre los distintos sectores sociales y el Estado a través del
tiempo. Por ejemplo, no es igual la relación que tenían los esclavos
con el Estado ateniense a la que establecía el Estado argentino con
los inmigrantes a principios del siglo XX.
En este nivel también se estudia la forma que adquiere la lucha
por el poder entre los diferentes grupos sociales y, al mismo tiempo,
los esfuerzos que éstos realizan para mantener la cohesión, el
equilibrio y la permanencia de la sociedad.
Las alianzas y los enfrentamientos, la construcción del consenso y
el ejercicio de la violencia, la formación de la opinión pública, las
formas democráticas o autoritarias de hacer política, son también
estudiados como momentos diferentes pero estrechamente ligados
a un proceso propio y único de cada sociedad.
En el nivel de las mentalidades estudia el conjunto de creencias,
saberes, opiniones y valores que constituyen la mente de los
hombres y de las sociedades. Son un conjunto de ideas y valores,
muchas veces contradictorios y cambiantes, que la sociedad acepta -
en la mayoría de los casos- como naturales y obvios. Si se los analiza
históricamente se observa que sufren cambios y modificaciones en el
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tiempo, y que no son únicos ni homogéneos para toda la sociedad.
Philippe Aries (1991), en "Para una historia de la vida privada",
explica con suma rigurosidad cuáles son los acontecimientos que,
según su opinión, modificaron las mentalidades, la idea que las
personas tenían de sí mismas y respecto de los demás y su papel en
la vida diaria de la sociedad durante un período histórico
determinado.
De acuerdo con su investigación comienzan a surgir en la sociedad
nuevas reglas y códigos de cortesía y una actitud nueva de pudor
frente al propio cuerpo y el ajeno; se comienzan a escribir cartas,
diarios íntimos, confesiones que reflejan el avance de la
alfabetización y el deseo de conocer el propio yo a través de la
escritura íntima; se desarrolla el gusto por la soledad, por el ejercicio
de la amistad en el ámbito privado; el gusto por el refinamiento se
convierte en un verdadero valor, y crecen la atención y el cuidado
puestos en hacer confortables las viviendas.
Estas son las categorías de análisis que le permiten identificar los
cambios que se produjeron en los pensamientos y en las conductas
de los individuos entre los siglos XVI y XVIII, es decir durante el
proceso histórico que lleva a la modernidad.
Por otra parte, junto a estas ideas coexiste en las sociedades otro
grupo de ideas sistematizadas, claras y precisas, que son expresadas
por los grandes pensadores, por los filósofos, los economistas o los
políticos.
Ambos grupos de ideas, aunque pertenecen a ámbitos diferentes,
el privado y el público, interactúan y constituyen guías para la acción
y para la valorización de la realidad
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c) Reconstruir la realidad histórica: la tarea del historiador
¿Cuál es la tarea del historiador? ¿Cuál es su aspiración? ¿Cómo
encara la reconstrucción de la historia para que ésta sea una síntesis
que integre los resultados de la historia económica, de la historia
política, de la historia de las mentalidades?
George Duby (1984), en su lección inaugural en el College de
France, propone algunos caminos, algunos principios metodológicos.
El primero, ya conocido, es que "el hombre en sociedad constituye el
objeto final de la investigación histórica". Sólo la necesidad de
análisis lleva a disociar los niveles económicos, políticos, sociales o
mentales.
Y refiriéndose a la historia señala: "Su vocación propia es la
síntesis. Le toca recoger los resultados de investigaciones llevadas a
cabo en todos esos dominios (político, económico, social, etc.) y
reunirlos en la unidad de una visión global".
Su segundo principio metodológico consiste en "ocuparse de
descubrir, en el seno de una globalidad, las articulaciones
verdaderas".
El tercer principio que plantea George Duby es precisar las
jerarquías de los procesos que se desarrollan en cada uno de los
niveles estudiados, encontrar la capacidad de determinación que
tienen algunos o la capacidad de autonomía de otros.
Esta es la tarea del historiador: descubrir las articulaciones
significativas, las que le permiten hacer inteligible la realidad
histórica.
Estas articulaciones y conexiones deben ser descubiertas,
analizadas y explicadas desde la perspectiva de la historia, es decir
desde la preocupación por mirar la realidad en términos de
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procesos. Y en este concepto, básico y clave de la historia, están
incluidas las nociones de tiempo y de temporalidad.
Son tiempos distintos el del cambio de un gobierno, el de una
crisis económica, el de cambios en las creencias de los hombres.
Braudel (1970) piensa en términos de diferentes tiempos. El tiempo
más rápido o de los cambios cotidianos, el de los acontecimientos o
el que nos traen los medios de comunicación. Otro, más lento, es el
que se mide por años o décadas y que también podemos percibir
nosotros mismos.
El tercer tipo de tiempo se refiere a los fenómenos que por su muy
larga duración no pueden ser registrados en su totalidad por los
individuos y que modifican la estructura misma de la sociedad. Son
éstos los largos períodos de crecimiento, de crisis, de retrocesos
económicos, de cambios en las costumbres de la sociedad.
A MODO DE CIERRE
Hasta aquí tratamos algunos temas relacionados con la historia,
con el conocimiento histórico, con la compleja elaboración de una
nueva mirada sobre la realidad histórica.
Pero no se puede comprender la historia sin vincularla a la
sociedad, no sólo porque ésta es su objeto de estudio sino porque
la comprensión de la historia se relaciona con la búsqueda de
explicaciones y de sentido de la vida, que los seres humanos se
plantean y que expresan su conciencia histórica.
¿Qué es la conciencia histórica, cómo se constituye? Son las
distintas formas de conocimiento que una sociedad tiene de sí
misma, el conjunto de
los recuerdos del pasado, de las tradiciones, la transmisión de
acontecimien- tos que representaron hitos importantes en la vida
de la sociedad. Pero también la constituyen los acontecimientos
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vividos, las experiencias que han dejado huellas en el presente.
La conciencia histórica, apoyada en el conocimiento histórico, es
la que proporciona a los hombres las respuestas a las preguntas
fundamentales que se hacen acerca de su origen, de su presente y
de su futuro.
José Luis Romero (1986) lo expresa muy claramente:
Una conciencia histórica certera puede proveer al hombre de un
criterio seguro para la acción; ante el mundo sabrá descubrir los
espectros que crea dos por fuerzas anónimas pueden ser
destruidos, evitando así su peligro; sabrá descubrir las empresas
que las generaciones pasadas emprendieron y que es deber suyo
proseguir; sabrá por último que cada época como cada hombre
debe jugar su carta: hacer la historia y no dejarla hacer.
Poner en contacto a nuestros alumnos con historias que les
permitan desarrollar su capacidad de juzgar por sí mismos y de
reconocerse como parte de una historia que comenzó hace
muchísimos años y en la que pronto tendrán su Jugar para
preservarla y mejorarla, es valorar las posibilidades formativas y
éticas que tiene la enseñanza de la historia. Y es también
contribuir a la formación de su conciencia histórica. Para que el
próximo capítulo de la historia sea escrito por ellos.
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BIBLIOGRAFIA
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