la estrategia como un replanteamiento del yo

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La estrategia como un replanteamiento del yo Por: Paloma Botero “Conviene elaborar un saber dionisíaco que este lo más cerca posible de su objeto. Un saber capaz de integrar el caos, o al menos de concederle el lugar que le corresponde” 1 . La modernidad como un programa cultural, social, económico y político se tambalea y con ella el imperio de la razón. Se tambalean las costumbres, los moralismos, las ideas sobre las que se edificó, que posteriormente se transformarían en leyes incuestionables. El plan estratégico de la razón cae en un paradigma protagonizado por un hombre- máquina, deshumanizado, olvidado de su entorno, lejano, esquivo, asustadizo que huye a esconderse de sí mismo en la desesperación de lo desconocido, de lo incierto. Este hombre desesperado, ausente y extraño desconoce el contexto que habita. Entonces, su única estrategia consiste en aferrarse con toda sus fuerzas a la comodidad de lo establecido, de lo cierto, de los patrones que antes alguien ha fijado, ha delimitado, porque lo conocido es siempre lo más viable “Es fácil, en efecto, ceder ante las facilidades 1 Maffesoli, Michel, Elogio de la razón sensible, Ediciones paidós ibérica S.A, Impreso en España, 1997, pág. 13

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Page 1: La estrategia como un replanteamiento del yo

La estrategia como un replanteamiento del yo

Por: Paloma Botero

“Conviene elaborar un saber dionisíaco que este lo más cerca

posible de su objeto. Un saber capaz de integrar el caos, o al menos

de concederle el lugar que le corresponde”1.

La modernidad como un programa cultural, social, económico y

político se tambalea y con ella el imperio de la razón. Se tambalean

las costumbres, los moralismos, las ideas sobre las que se edificó, que

posteriormente se transformarían en leyes incuestionables. El plan

estratégico de la razón cae en un paradigma protagonizado por un

hombre- máquina, deshumanizado, olvidado de su entorno, lejano,

esquivo, asustadizo que huye a esconderse de sí mismo en la

desesperación de lo desconocido, de lo incierto.

Este hombre desesperado, ausente y extraño desconoce el contexto

que habita. Entonces, su única estrategia consiste en aferrarse con

toda sus fuerzas a la comodidad de lo establecido, de lo cierto, de los

patrones que antes alguien ha fijado, ha delimitado, porque lo

conocido es siempre lo más viable “Es fácil, en efecto, ceder ante las

facilidades mediáticas, o tomar en consideración construcciones

teóricas de las que ya se conoce límites”2

Pero el problema de lo conocido es que tiene caducidad y,

ciertamente, comienza a envejecer. Las ideas sobre las que el

pensamiento occidental se sentó durante alrededor de 6 (seis) siglos

comienzan a olvidarse y, como consecuencia, la seguridad comienza

1 Maffesoli, Michel, Elogio de la razón sensible, Ediciones paidós ibérica S.A, Impreso en España, 1997, pág. 13

2 Maffesoli, Michel, Elogio de la razón sensible, Ediciones paidós ibérica S.A, Impreso en España, 1997, pág. 17

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a desquebrajarse. Es, entonces, cuando llega el momento de usar la

sabiduría popular de naturaleza relativista; la cual, consiste en tomar

en consideración todas las opiniones para así generar un saber

relativo. Un saber que difícilmente caduca porque la seguridad

desaparece. Es por eso que conviene elaborar un saber, una

estrategia, que incorpore los contrarios, la multiculturalidad, la

pluridimensionalidad, los europeísmos con el mestizaje y el sabor

latino, una estrategia que asuma la humanidad del ser. Que resalte la

comunicación por encima de la mera información. Y a vez, “que

satisfaga la exigencia de incorporar la comunicación participativa y

dialógica”3.

La dificultad se supone en la sociedad porque las realidades

multifacéticas que transitan por las calles se encuentran en su gran

mayoría al margen de esos ciudadanos ilustrados académicos que

piensan las consideraciones que asumen como pertinentes. Por su

parte, los que no se consideran como ciudadanos, ni mucho menos

como ilustrados quedan relegados a su supervivencia y a su vez, una

gran parte de esa población está sumida en una medievalidad

descontextualizada bajo el yugo de necesidades, creencias y

diferencia social. Que les expropian su capacidad de criticar y juzgar

el escenario que los rodea.

Entre tanto, los medios de comunicación pasaron de ser mediadores y

entidades neutrales para convertirse en galerías de estilos, vitrinas de

cuerpos hiperestesiados, almacenes de ilusiones. Escenarios

dedicados al espectáculo de su propia humanidad, lugares dedicados

a la farándula del morbo y especializados en el escarnio a la

oposición. Es así como cada día pierden más su noción de mediadores

de la verdad y se transforman en aparatos privados, enajenados y

olvidados de esas realidades polisémicas que transitan por las calles.

Lugares con apariencia de cárceles de alta seguridad, que más que

3 Pérez Alberto, Estrategias de comunicación, Ariel, Barcelona, 2001.

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proteger la verdad y velar por los intereses colectivos. Están más

ocupados protegiendo intereses privados de cemento.

La estrategia sustentada desde el paradigma de una razón

envejecida, comienza a caer ante nuestras miradas perplejas. En el

escenario de un mundo convulsionado que poco quiere saber de sí

mismo. Un mundo posguerra posmoderno que sueña con paraísos

perdidos en la inmensidad, donde la tecnología remedie las acciones

de un pasado demasiado reciente, un pasado del que todavía no

logramos despojarnos completamente en el contexto de un mundo en

gestación, en efervescencia aquejado por la pobreza, la violencia, el

destierro, la ignorancia, huellas indelebles inherentes a la necesidad

inminente de un cambio de paradigma, a la necesidad emergente de

una reconfiguración del yo colectivo.