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1 ARQUITECTO ROBERTO SALDIVAR OLAGUE [email protected] Breve discernimiento del autor y compilación de publicaciones de LA VERDAD CATOLICA, CRUZADA DE SANTA MARIA, CARMELITAS, CATHOLIC.NET y de la predicación de los hermanos menores Franciscanos del convento de Guadalupe, Zacatecas. LA ENTRADA A JERUSALEN.

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1 ARQUITECTO ROBERTO SALDIVAR OLAGUE [email protected]

Breve discernimiento del autor y compilación de publicaciones de LA VERDAD CATOLICA, CRUZADA DE SANTA MARIA, CARMELITAS, CATHOLIC.NET y de la predicación de los hermanos menores Franciscanos del convento de Guadalupe, Zacatecas.

LA ENTRADA A JERUSALEN.

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Breve discernimiento del autor y compilación de publicaciones de LA VERDAD CATOLICA, CRUZADA DE SANTA MARIA, CARMELITAS, CATHOLIC.NET y de la predicación de los hermanos menores Franciscanos del convento de Guadalupe, Zacatecas.

INDICE:

LA ENTRADA A JERUSALEN………………………………………………. 1

EL SEÑOR ME AYUDA 2

EL PABILO VACILANTE NO LO APAGARÁ 4

MI DERECHO LO DEFENDIA EL SEÑOR 6

SU HORA ESTA CERCA 9

INSTITUCION DE LA EUCARISTIA Y

EL SACERDOCIO Y MANDAMIENTO DEL AMOR 12

SIGNIFICADO DE LA CELEBRACION 12

LOS MONUMENTOS Y LA VISITA A LAS SIETE IGLESIAS 14

DIA DE LA CARIDAD 16

MI SIERVO TENDRA ÉXITO 18

CON UNA ESPERANZA INDESTRUCTIBLE 21

NADIE TIENE AMOR MAS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA

POR SUS AMIGOS 23

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EL SEÑOR ME AYUDA

Is 50,4-7; Flp 2,6-11; Mc 14,1-15,42

El profeta Isaías vivió en el exilio y sintió la desolación de haber perdido la tierra y la certidumbre social que les daba el templo y el monarca. Sus contemporáneos vivían encandilados por el esplendor de Babilonia. El profeta se mantenía firme en la esperanza del regreso y eso le valía desprecios y adversidad. El exilio había sido además una escuela de esperanza incluyente, Israel no podría vivir enconchado en sus propios problemas. La misión del profeta incluiría alentar a las naciones extranjeras a vivir conforme al derecho y la justicia. El profeta se convirtió en un creyente resiliente,( La resiliencia es la capacidad de los seres vivos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por estos. Actualmente, la resiliencia se aborda desde la psicología positiva, la cual se centra en las capacidades, valores y atributos positivos de los seres humanos, y no en sus debilidades y patologías, como lo hace la psicología tradicional. El concepto de resiliencia se corresponde aproximadamente con el término «entereza». Es superar algo y salir fortalecido y mejor que antes) fortificado por la presencia discreta del Señor que lo alentaba a continuar adelante, cumpliendo su misión. De esa esperanza se alimentó el Señor Jesús para mantenerse anunciando fielmente la llegada de la generosa compasión divina, que gustaba de proclamar con una frase cargada de dinamismo: el reino de Dios, que era una opción superior al reino del César, estaba llegando.

Desde el comienzo, el relato de la pasión se sitúa en el contexto de dos escenas importantes: la fiesta judía de la Pascua: "Faltaban dos días para la celebración de la fiesta de la pascua... Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley andaban buscando el modo de prender a Jesús con engaño y darle muerte" (Mc 14,1), y de la escena en Betania, donde una mujer unge a Jesús, y la tiene que defender de los que protestan por considerar este gesto como un gasto inútil.

“Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso” (14,3) podría tratarse de alguien que el Señor curó de esta enfermedad. En este tipo de acontecimientos solo los hombres se sentaban a la mesa, en cuanto a las mujeres, estas se encargaban de servir y ocuparse de la cocina. Sin embargo una mujer quebrantando todas las normas sociales y las buenas costumbres, valientemente invade el espacio reservado solo a los hombres, es una mujer sin nombre, sin identidad que ante el asombro e indignación de los presentes, derrama sobre Jesús un frasco completo de perfume de nardo cuyo valor aproximado correspondía al salario de un año entero de trabajo: “más de trescientos denarios” (14,5). Ante la reacción de enfado y enojo de los comensales, porque consideran que el dinero por la venta de este perfume habría servido para los pobres, Jesús la defiende y justifica esa acción calificándola de una “buena obra” echa en su persona, en todo caso la mujer ha participado a su manera y por anticipado en la sepultura de Jesús, ya que para dar limosna habrá tiempo "No faltaran los pobres" nos dice el Dt 15,11 (Mc 14,7). Más aun, el Señor re-significa el gesto de la mujer con el mismo sentido que el realizado por el profeta Samuel con David (1 Sam 16,13), porque reinterpreta su gesto como una unción (μυρισαι= ungir; debemos recordar además que, Mesías en hebreo y Cristo en griego, significa ungido). La unción tenía el sentido de dar fuerza y vigor a fin de asumir la misión

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para la cual uno era destinado. En todo caso la unción de la cabeza y de los pies de Jesús con un frasco de ungüento perfumado es un reconocimiento de su mesianidad (cf. Mt 26,6-13; Lc 7,36-50; Jn 12,3-8).

La narración continúa con la institución de la Eucaristía. El primer día de la fiesta de Pascua estaba destinado a los preparativos, y Jesús manda a preparar lo necesario para este momento, quiere hacerlo en la Ciudad Santa en compañía de sus discípulos, porque va ser en esta cena que va dar inicio a una nueva alianza que culminara con su muerte en cruz. Se describe también en este contexto la traición de Judas (Mc 14,17-21), que introduce el plan de muerte contra Jesús en el marco de la cena “mientras comían”

El texto de Mc 14,12-26 está redactado en el marco de la cena pascual, que era el acontecimiento principal de la fiesta de Pascua (cf. Ex 12,1-14). Era una celebración familiar, en la que se recordaba la liberación de Egipto, en el que el padre repartía a todos el pan sin levadura así como la copa de vino acompañado de oraciones. Jesús va dar a estos gestos un significado nuevo a través de las palabras que pronuncia sobre ellas, ahora el pan partido y entregado es su propio cuerpo, así mismo cuando les entrega la copa, se explicita aun mas su entrega voluntaria, ya que el vino es la sangre de la alianza que se derramada por todos. Esta fiesta ahora se ha convertido en una nueva pascua. La Eucaristía sella la conexión definitiva entre la antigua y nueva alianza (15,22-26). El antiguo cordero inmolado deja paso a la persona de Jesús como nuevo y definitivo sacramento del amor de Dios a la humanidad.

Luego en la agonía de Getsemaní, Marcos pone de relieve la angustia de Jesús ante el sufrimiento, su aflicción frente a la muerte. Los tres verbos que describen la actitud de Jesús (vv. 33-34) indican desconcierto, angustia, tristeza. En este sentido las palabras de Jesús son muy claras: “siento en mi alma una tristeza de muerte” (v. 34). Estas expresiones nos remiten al salmo 42, 6 (la oración de un desterrado que se siente lejos de Señor y abandonado). Es en estas circunstancias tan difíciles que Jesús ora a su Padre, es una oración que expresa, por encima de todo, confianza, pleno conocimiento de una relación intima: "Abba, Padre" (v. 36). Es el reconocimiento del amor del Padre y de su poder: "Para ti todo es posible, aparta de mí esta copa". Pero luego del desconcierto y del intento de sustraerse del plan de Dios, se renueva otra vez la confianza, la aceptación incondicional y sin reservas: "Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Este momento de angustia va seguida por el vergonzoso abandono de todos los discípulos y la negación de Pedro por tres veces.

El proceso religioso (ante el Sanedrín) y el político (ante Pilatos) llevan a Jesús al camino de la cruz y a la dramática muerte, en medio de dos malhechores. Sin lugar a dudas la muerte de Jesús en la cruz, se convierte en el lugar donde se revela la fuerza de Dios, ¡la fuerza del amor! San Marcos está profundamente convencido de ello, por eso termina su relato con dos textos de un gran alcance simbólico: la cortina rasgada del templo y la conversión del centurión romano “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39).

“El que crea estar en pie, mire no caiga” (1 Cor 10,12)

En este día la muchedumbre proclama a Jesucristo como Dios, su Salvador; todo el mundo quiere estar ahí cuando todo va bien, y sin embargo, unos días después, la muchedumbre lo trata como mentiroso, bandido y blasfemo. ¿Cómo es posible que

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cambiemos así de un día para otro? Un día revivimos con esperanza y sencillez, acercándonos a la gracia del Espíritu Santo y, al día siguiente, confiados en nosotros mismos, caemos en el precipicio del pecado, alejándonos de la Verdad y añadiendo un dedo más de los que en la Pasión le señalarán con desconfianza.

Cada vez que decidimos pecar nos apartamos del Camino, ponemos un peso más en la cruz de Cristo y hacemos sufrir a Quien más nos ama y conoce nuestro corazón y el porqué de nuestras acciones. No nos olvidemos hoy que en cada momento de nuestra vida construimos nuestra Eternidad. Cada vez que decidimos no pecar cargando con nuestra cruz, al lado de la de Cristo, Él camina con nosotros, nos alienta y nos lleva en sus brazos hacia la verdad.

Arrepentidos en estos últimos días de Cuaresma, vemos en este día del Señor un reflejo terrestre de lo que es su gloria celestial, y le pedimos a María que, imitando sus virtudes, sepamos confiar en Jesús en los momentos más difíciles y habitemos un día en su Morada Santa.

Con el paso del tiempo el mensaje de Jesús fue sufriendo un proceso de desgaste y deformación, que lo redujo a una cierta moral pequeño burguesa, que estaba asociada a las prohibiciones y a cierta espiritualidad individualista y separada de los compromisos sociopolíticos. El mensaje original de Jesús era un verdadero proyecto integral que ofrecía un cambio profundo del interior del ser humano, activado por la fuerza del Espíritu. Dicho proyecto implicaba una reordenación profunda de las relaciones sociales y familiares, marcadas por el dominio autoritario de los adultos mayores. Caifás logró captar el alcance de su propuesta y se decidió a quitarlo de en medio.

EL PABILO VACILANTE NO LO APAGARÁ

30 Is 42, 1-7; Jn 12,1-11

Jesús no era un fanático implacable que exigiera cambios rotundos de manera intransigente. Alentaba a sus oyentes para que fueran viviendo un proceso de cambio personal en clave de esperanza. El Señor Jesús conocía bien el mensaje profético y sabía que todos los profetas enviados por Dios a Israel, habían sido educadores de la esperanza; por eso mismo creían en la fidelidad del Señor y en la voluntad de cambio de las personas. A sus amigos Marta, María y Lázaro jamás los obligó a desarraigarse ni a vivir como los demás discípulos itinerantes. Estos discípulos comprendieron al igual que los demás, las exigencias del Reino y las vivieron según su propia personalidad. María lo ungió porque entendió que un final violento pondría término a su vida y se adelantó al ritual de su embalsamamiento y sepultura.

Oración introductoria Dame, Señor, la sabiduría y fuerza de voluntad para saber dedicar el mejor tiempo de este día a la oración. Sé que vendrás a mi encuentro para transformarme. ¡Gracias por tu bondad y misericordia! Petición Señor, que no me ciegue como Judas. Tú eres lo mejor de mi vida, dame un corazón abierto a tu gracia y un alma generosa que sepa corresponder a tu infinito amor.

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Meditación del Papa En este relato evangélico hay un gesto sobre el que deseo llamar la atención: María de Betania, "tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos". El gesto de María es la expresión de fe y de amor grandes por el Señor: para ella no es suficiente lavar los pies del Maestro con agua, sino que los unge con una gran cantidad de perfume precioso que -como protestará Judas- se habría podido vender por trescientos denarios; y no unge la cabeza, como era costumbre, sino los pies: María ofrece a Jesús cuanto tiene de mayor valor y lo hace con un gesto de profunda devoción. El amor no calcula, no mide, no repara en gastos, no pone barreras, sino que sabe donar con alegría, busca sólo el bien del otro, vence la mezquindad, la cicatería, los resentimientos, la cerrazón que el hombre lleva a veces en su corazón. (Benedicto XVI, 29 de marzo de 2010). Reflexión Jesús se encuentra con sus amigos. Yo soy su amigo. Sale a mi encuentro. Es Él quien va a Betania y quien viene a tocar a mi puerta. Desea sentarse a mi mesa, partir el pan conmigo, hablar conmigo. Toca a la puerta de mi corazón para iluminarlo y consolarlo: "Sólo Él tiene palabras de vida eterna" No sólo está a mi lado: me lleva en sus brazos para que las asperezas, las piedras y el barro no me salpiquen y no me hagan tropezar y caer, si yo quiero. Y, aunque cayera, su amor no disminuiría, incluso me amaría más. Limpiaría mis heridas y manchas del camino. Él sería una María de Betania para con nosotros, nos perfumaría los pies y la cabeza. ¿No deberíamos nosotros hacer lo mismo? Ponernos a sus pies y llorar. Llorar por la tristeza de ofenderle y llorar por la alegría de su perdón. Las lágrimas son la mejor oración que podemos elevar a Dios. Y, también, perfumar sus pies; que el perfume de nuestras buenas obras y el ungüento de nuestro perdón que sean dignos de un Dios tan misericordioso. Como Él perdona, así perdonar a quienes nos ofenden. No nos fijemos en el "derroche" de este caro perfume. Es un perfume que nunca se acaba si es a Cristo a quien lo ofrecemos. Obrando así prepararemos la sepultura del Señor, su resurrección y su permanencia entre nosotros. Propósito Si hoy tengo un pensamiento negativo sobre una persona, orar y buscar una cualidad de ella para alabarle. Diálogo con Cristo Jesús, esta Semana Santa es una excelente oportunidad para dedicar más tiempo a fijarme en los demás, como ha propuesto el Papa. Dame tu luz para emprender una labor de fermento en mi propia familia, en mi propio ambiente, para vivir un catolicismo más dinámico, más apasionado, que no mida el esfuerzo o sacrificio. Dame la generosidad de María, que supo escoger siempre la mejor parte.

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Estamos de lleno en la Semana Santa. Ya hemos llegado después de un período de preparación. Vamos a acompañar a Jesús, aunque Él se adentre en este misterio de dolor en solitario.

El evangelio nos narra la despedida de sus amigos más íntimos. La cena en Betania con sus amigos es la antesala de la Cena Pascual con los apóstoles.

Jesús acude a desahogarse con los íntimos, a recibir cariño y ánimo. A ser reconfortado con tantos detalles de delicadeza y de amistad que serán su sustento en la soledad, abandono y desprecio. Va buscando su casa, la intimidad de ellos antes de subir al calvario, donde no encontrará ni la relación con el Padre. Que misterio. Hasta donde llega la humanidad de Jesús, capaz de gozar de la grandeza del hombre a través del amor hecho servicio y de lo más bajo del hombre la mentira, el egoísmo, el odio y el asesinato. Entra pues en comunión con el hombre de toda la historia.

Participan Lázaro, Marta y María. Cada uno consuela a Jesús a su manera.

Y María durante la cena, tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús sus pies y se los enjugó con su cabellera. Y se llenó la casa de perfume.

Quisiera dirigir estás ideas sobre todo a aquellas almas contemplativas, a aquellos consagrados que ofrecen el perfume de sus vidas, como ofrenda amorosa a Dios. No buscan nada más que agradar desinteresadamente a Dios, servirle en lo escondido, sin que nada más que Jesús se dé cuenta. Sin importarles que se vea. Los enamorados buscan la intimidad. Por eso la oración es el rato de experimentar el amor de Jesús, de abrir el corazón y vaciar nuestro perfume, sin más pretensión. No hace falta que nadie lo entienda. No importa que ni nosotros mismos a veces creamos que se nos va la vida y no hacemos nada. No entenderíamos que es el amor a Jesús. A veces buscamos los éxitos apostólicos, los triunfos humanos y espirituales. Buscamos el sentido de nuestra vida en los frutos, sin darnos cuenta que el verdadero sentido y fruto es de crecer en la intimidad con Jesús, en contemplarle amorosamente, que es el fin del hombre.

¿Quién entiende estos actos de delicadeza? ¿Quién entiende nuestras vidas entregadas, aparentemente sin observar nada distinto?

A veces nos cuestionamos con criterios mundanos de eficiencia, incluso eficiencia apostólica, eficiencia humana y espiritual. Sin embargo la vida va pasando, el perfume se va gastando y parece que para nada. Si me consuela que cuando estos días Jesús que dará un paso más en su entrega hasta morir, se verá consolado sabiendo que existen almas que son sólo para Él.

Es una semana para sobrenaturalizar, para arriesgarnos a entrar en el misterio de lo inentendible, para entrar a contemplar con el corazón aquellas razones a las cuales la razón no llega.

MI DERECHO LO DEFENDÍA EL SEÑOR

Is 49, 1-6; Jn 13,21-33.36-38

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Las dos narraciones que nos comparte la liturgia forman un claro contraste. De un lado tenemos a una figura profética anónima que emerge victoriosa porque ha superado la prueba. Su mirada retrospectiva le permite revisar su misión cumplida en el pasado. La tarea ya fue cumplida, aunque en un momento pensó que sus fuerzas serían insuficientes. Posteriormente descifró el alcance del auxilio divino en su vida: "en realidad mi derecho lo defendía el Señor". En el relato de la pasión de Jesús encontramos a dos figuras opacas que no supieron resistir en la hora de la prueba, efectivamente Pedro y Judas se apoyaron en sus solas fuerzas y en el momento adverso, dichas fuerzas les fueron insuficientes y flaquearon. Confiar en Dios o confiar exclusivamente en sí mismo, ese es el dilema recurrente.

Oración introductoria Señor, me pongo en tu presencia porque eres la fuente del amor. Tú eres mi luz y mi salvación. Creo en ti porque eres fiel a tus promesas. Confío en Ti porque eres el amigo que da la vida por sus amigos. Te amo porque me has amado Tú primero. Señor, inspírame el deseo de seguirte, de entregarme a Ti sin reservas y perseverar en el amor. Petición Señor que me dé cuenta de que soy un católico necesitado de tu gracia y de tu amor. Que tome conciencia de que sin tu gracia no puedo ser fiel a tu amistad. Meditación del Papa Francisco El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. “Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.

Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –“¿quién es el traidor?”–, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.

El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo.

El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra santa madre Iglesia jerárquica, constituida por Cristo resucitado» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).

Reflexión También en nuestra vida existe la posibilidad de traicionar o de ofender al Maestro. Por esta razón, es necesario vivir en una continua comunión con Dios. Todos los días hemos de pedirle al Señor que nos conceda la gracia de la perseverancia final en nuestra fe. La experiencia del fracaso, de las limitaciones, de la debilidad y del pecado nos debe llevar a reflexionar en el hecho de que por nuestro solo esfuerzo nada podemos, pero ayudados de la gracia de Dios seremos fieles a la amistad de Cristo. Sin Jesús no podemos hacer

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nada. De San Juan hemos de aprender ese gran amor y esa gran confianza en Jesucristo. Como el discípulo amado, estamos llamados a buscar nuestro consuelo y alegría junto al sagrario. Propósito Rezaré en algún momento un padrenuestro o haré una comunión espiritual para pedir a Dios la gracia de no abandonarle. Diálogo con Cristo Jesús, Tú me conoces bien. Sabes quién soy, sabes que sin Ti soy pobre y débil, pero contigo lo puedo todo. Te pido que nunca te alejes de mí y no permitas que yo me aparte de Ti Te necesito, Dios mío, porque sin tu amor mi vida carece de todo sentido.

Seguramente estamos, todavía, conmocionados por la escucha del relato continuo de la Pasión del evangelista san Marcos, que se ha proclamado el pasado domingo de Ramos. Es presumiblemente el primer relato de la Pasión y destaca su sobriedad en la narración y la impresionante verosimilitud de lo sucedido. Parece salido de la mano de un cronista del Jerusalén de entonces, no de la de un discípulo de Jesús, a tenor de la objetividad y “neutralidad” con la que se cuentan los hechos.

Debemos fijarnos en el extraordinario silencio de Jesús, el manso Cordero de Dios. Y en su terrible desamparo y soledad completa, ni siquiera su Madre aparece citada.

Jesús habla al Padre en Getsemaní. Se pone en sus manos en medio de una tormenta interior furiosa que lo anega en angustia y tristeza de muerte. Jesús está solo: sus discípulos duermen y callan –no saben qué responder- cuando el Maestro busca en ellos el consuelo del amigo. Y el dulce Jesús no les echa en cara su flojera, sino que les estimula a confiar en Dios o lo que es lo mismo a poner toda su confianza en la oración, no en sus propias fuerzas.

Jesús se deja besar por Judas, sin decir nada ni protestar ante tamaña traición. En cambio a sus apresadores les indica el porqué de su comportamiento: “Es preciso que se cumplan las Escrituras”; toda su vida y su muerte son para que se cumpla la voluntad salvadora de Dios.

Jesús únicamente responde al sumo sacerdote para proclamar su identidad trascendente de Mesías e Hijo de Dios, sólo habla para ser fiel a la verdad y condenarse. A partir de entonces, un aluvión de insultos, escupitajos y golpes llueven sobre Él.

¿Por qué tanto desprecio incomprensible y tanta violencia injustificada ante un hombre humilde y sincero? ¿Por qué Pedro, el renegado, habla más que Jesús en el resto de la Pasión? ¿Por qué Jesús calla siempre y sólo asiente de nuevo ante Pilatos para reafirmar su identidad de Mesías? ¿Por qué Jesús crucificado, que se ha proclamado Mesías e Hijo de Dios, reconoce, ante la avalancha de vituperios y gritos blasfemos de los sacerdotes y transeúntes, su soledad y “fracaso” cuando reza el salmo 22: “Dios mío, por qué me has abandonado”?

Jesús desasistido de todos: De su Padre, de su Madre, de Pedro, de los discípulos, ¿por qué? ¿Era necesario abajarse tanto, humillarse hasta una muerte violenta en medio del odio más acerbo y la soledad infinita, al borde la náusea y la nada?

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¡Cuánto griterío humano salvaje se estrella contra el silencio de Jesús! ¡Cuánta violencia irracional queda al descubierto, desnudada en su injusticia, ante la mansedumbre de Jesús crucificado!

Y pensar que este evangelio habla de mí: Es mi pecado y la maldad que anida en mi interior y la maldad que se acumula en la humanidad, de la que también soy copartícipe y solidario, las que tratan así a Jesús.

Pero Jesús reina desde la cruz, porque sólo un Amor verdadero y sobrehumano puede dar razón de este modo de sufrir, de este silencio y de esta aceptación de tanto dolor y muerte. Por eso Jesús proclama su victoria con un “fuerte grito” a la hora de morir. En ese amor también nosotros queremos vivir y morir.

SU HORA ESTÁ CERCA

Is 50, 4-9; Mt 26,14-25

El tono del texto profético de Isaías refleja seguridad total, por eso mismo el portavoz de dicho cántico se torna desafiante y retador: ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. No es prepotencia ni temeridad la suya, sino una completa seguridad en la asistencia divina. No hay un asomo de duda en quien así habla. Su voz es la encarnación misma de la confianza total. Desde esa espiritualidad y esa determinación debió afrontar el Señor Jesús su propia muerte, tal como nos lo refiere el Evangelio de san Mateo. Cuando el Maestro se da cuenta de que su hora está cerca, lo celebra por anticipado con sus discípulos a través de una comida. No se entregará a la muerte sin dar una última lección: en su grupo existe un traidor que se dejará utilizar por los adversarios de Jesús; tal deslealtad parece una crónica anunciada. Sin embargo, el Señor está confiado en su Padre y no se victimiza, ni se derrumba.

Oración introductoria Jesús, el distintivo de tus discípulos y misioneros es el amor y la fidelidad. Sin embargo, la traición a tu amor continúa y es más dolorosa cuando proviene de quienes buscamos estar más cerca de Ti Te suplico que me cuentes entre ésos que quieren ser fieles, entre los que te piden tu gracia para ser auténticos apóstoles de tu Reino. Petición Dame, Señor, la sabiduría y fortaleza para ser siempre fiel. Meditación del Papa Por último, Jesús sabía que incluso entre los doce apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas pudo haberse ido, como lo hicieron muchos discípulos; es más, tendría que haberse ido si hubiese sido honesto. En cambio, se quedó con Jesús. Permaneció no por fe, no por amor, sino con la secreta intención de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Debido a que Judas se sintió traicionado por Jesús, y decidió que a su vez lo iba a traicionar. Judas era un zelote, y quería un Mesías triunfante, que guiase una revuelta contra los romanos. Jesús había decepcionado las expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su fallo más grave fue la mentira, que es la marca del diablo. Por eso Jesús dijo a los Doce: "Uno de ustedes es un diablo". Pidamos a la Virgen María, que nos ayude a creer en Jesús, como san Pedro, y a ser siempre honestos con Él y con todos. (Benedicto XVI, 26 de agosto de 2012).

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Reflexión El mal es un misterio. Y más aún si ese mal consiste en haber recibido la sublime gracia de tener tan cerca al Señor de la gloria. Estamos ante lo que nos supera. Y no debe extrañarnos. El pecado es en sí irracional, incomprensible. No busca sino lo contrario al bien del hombre. Es una destrucción. Judas, uno de los doce, amigo íntimo del Señor, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo, conocerlo y, quizás, amarlo. Pero esa ceguera le bajó los ojos a la tierra, a sus propios intereses, tal vez de orden meramente político, inmediato, material y no trascendente, espiritual como exigía el mandato del amor. Dejó de creer. Y porque de creer dejó, también de esperar y, sobre todo, de amar que es el corazón del catolicismo. Salió resuelto a entregarlo. La traición vino no en un momento. Fue la traición de una conciencia deformada paulatinamente, poco a poco, comenzando en las cosas pequeñas hasta terminar... ¡en el pecado más grande! Y hasta qué punto llega el mal a torcer los ojos lo vemos en su hipocresía durante la cena pascual. Sabía que le entregaría. ¿Has visto a Jesús reprochárselo abiertamente? No, sino que parece esperar "el cambio". ¿Lo echó de la cena como quien se lo merecía por lo que haría? Le permitió aún escuchar sus divinas palabras a ver si recapacitaba. No quiso romper su corazón ya endurecido por el diablo con palabras fuertes ciertamente, pero que parecen las más adecuadas para él. Lo dejó actuar libremente porque libre quiso el Creador a su criatura. Sólo así podía garantizar el verdadero amor. Y Judas no cambió. No reconoció su pecado. Se obstinó. Tuvo el Señor que decirle lo que haría. Y ni con eso se ablandó el corazón, duro por el pecado. Ya sabemos el resto. Lo que no sabemos es si dentro de nosotros pueda haber algún Judas traidor de Cristo. Seamos sinceros y no nos engañemos ni engañemos a los demás. Ante Cristo preguntémosle: "¿soy yo maestro?". Propósito Pedir al Espíritu Santo la sabiduría para comprender la grandeza de la Misericordia de Dios. Diálogo con Cristo Jesús, no permitas que abuse de tu misericordia. Que mi corazón no se endurezca sino que se llene de ese santo temor que lo encauce a nunca ofenderte conscientemente. Gracias por darme la luz para formar mi conciencia y la fuerza para luchar siempre contra toda forma de egoísmo o doblez. Sé que llegar a santidad es difícil, que no se logra de un día para otro, pero que nunca deje de esforzarme por conseguirla.

Orar en Semana Santa es acompañar al Señor en su Pascua: Pasión, muerte y resurrección. Por la tarde será la Cena del Señor inicio del Triduo Pascual. Hoy el evangelio nos pone ante la traición de Judas: ¿cómo orar ante este misterio de iniquidad? Jesús no se ha privado ni de este sufrimiento del que hablan también los salmos: “pero

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eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad, el primero en traicionarme”. Pero Jesús va a la consumación de su misión sin nada que le eche atrás. Pidamos en este día ese valor en el cumplimiento de nuestra vocación cristiana.

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche

Este cántico del Siervo nos desvela el corazón del que obra por amor y servicio a Dios, al Padre misericordioso. Él es, el inspira la vida de Jesús y la nuestra. Que sepamos dar una palabra de aliento al que sufre. Jesucristo ha asumido todo sufrimiento.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes

Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón

Si Dios está sosteniendo, todo es distinto; aunque se pueda experimentar una soledad extrema como Jesús. Buscad al Señor y revivirá vuestro corazón.

Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos

Se da como una providencia en la vida de Jesús; aunque los acontecimientos se desencadenan Jesús puede celebrar la Pascua con sus discípulos. Hoy al hacer nuestra oración hagámonos presentes a esa celebración, acojamos el testamento de Jesús y mañana de forma especial sintamos que hacemos la Eucaristía en memoria suya. Pero somos peregrinos y debemos pedir la gracia de la perseverancia en la fe para no traicionar al Maestro y alcanzar la conversión de los que le traicionan. La bendición del óleo de los enfermos, del óleo de los catecúmenos y la consagración del Crisma las hace el obispo normalmente el día de hoy, en una misa especial, que se celebrar por la mañana Inicia el Triduo Sacro

Institución de la Eucaristía, del Sacerdocio y Mandamiento del Amor. MR p. 279 / Lecc. I p. 816.

Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en los jueves Santos se prohíben todas las misas sin asistencia del pueblo. En la tarde, a la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, con la participación de toda la comunidad local y con la intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y ministros. La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la misa; pero a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día. El sagrario debe estar completamente vacío. Conságrense en esta misa suficientes hostias, de modo que alcancen para la comunión del clero y del pueblo, hoy y mañana.

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Significado de la celebración El Jueves Santo se celebra:

La Última Cena.

El Lavatorio de los pies,

La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio

La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos. En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena. a) Lecturas bíblicas: Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

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b) La Eucaristía Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación. Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos. c) El lavatorio de los pies

Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros. d) La noche en el huerto de los Olivos

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Lectura del Evangelio según San Marcos14, 32-42.: Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad. Los monumentos y la visita de las siete iglesias Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles. La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne. En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”. La cena de pascua en tiempos de Jesús Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador. Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su

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madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón. El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados. Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto. La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino. Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. Las hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran. Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar. Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto. Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas. Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto. La fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena.

Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:

El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.

Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.

Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.

Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.

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Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.

Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.

Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.

Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simboliza la venida del Mesías, luz del mundo.

La cena constaba de ocho partes:

1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración. 2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino. Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde.

Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato. 3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga. 4. Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113. 5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración. 6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena. 7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la

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distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición. 8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).

Día de la Caridad: En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino más bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.

Muchos son los momentos que el día de hoy nos ofrece, y que me resultaría imposible, para cansaros, meditar sobre todos. Pero sí quisiera orar con tres de ellos: lavatorio de los pies, Eucaristía, Amor fraterno.

Imaginando a Jesús, ardiendo en amor por ellos, y por nosotros: “Y los amó hasta el extremo”, vemos como el Señor, el Maestro, se arrodilla delante de nosotros y nos lava los pies. Ese gesto, destinado a esclavos, Jesús quiere hacerlo con nosotros. Jesús se implica, quiere lavarnos, quiere tratarnos como señores. Y quizás suena de libro, pero el católico debe andar limpiando los pies al mundo, es la vocación católica del servicio. Y es más, lo que no vemos hacer a Jesús, lo que no aprendemos de Él no podemos hacerlo: “Lo que yo hago con vosotros, es ejemplo para que lo hagáis unos con otros”… Por lo tanto, cuanto más estemos con Cristo, cuanto más nos fijemos y nos empapemos de Él, más podremos imitarle. Y se nos abre una segunda enseñanza extraída de la escena en la que Pedro le dice: “Tú lavarme a mí jamás”, y Jesús le dice “si no lo hago no tienes nada que ver conmigo”: si no nos dejamos amar por Cristo, si no nos dejamos servir por Él, no podemos formar parte suya. Es decir, tenemos que aceptar que Cristo nos lave los pies. Es decir, la distancia que Pedro quiere mantener, porque Jesús es superior a Él, Cristo la rompe. Es la belleza de la intimidad con Jesús: que no habiendo igualdad la hay, que sin ser iguales, lo somos.

En este sentido, la segunda grandeza de este día es el mandamiento del Amor fraterno: habla por sí solo. Amaos como yo os he amado. Apuntémoslo a fuego en el corazón: amar hasta el extremo, consumirse en Amor, a Dios y a los hermanos. No es una ley hippie “paz y amor”, sino que es amor católico, amor católico que duele y sufre por el otro. Es decir, no es un amor pacifista, dejado… sino que es un amor que se entrega hasta la Cruz. Cristo nos lo enseña: el siervo sufriente por amor. No podemos pasar este rato de oración personal que vamos a tener si no le pedimos a Dios que nos deje consumirnos en amor por cada uno de nuestros projimos.

Y el tercer gran momento, cuando Cristo se da por entero, a pleno, sin más tapujos: la Eucaristía. Cuando dice esto es MI CUERPO, esta es MI SANGRE, no es una metáfora: está diciendo, a gritos “aquí me tenéis”. Es una realidad que nos sobrepasa, así que vamos a analizar este muy divino y Grandioso Sacramento:

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Es sacrificio. En la Misa se renueva el sacrificio de Jesús. Es decir, si Cristo entregó su Cuerpo en el altar de la Cruz: vuelve entregarnos su cuerpo en el altar incruento de la Misa.

Es cumplimiento. Jesús prometió que estaría con nosotros hasta el fin del mundo: Jesús se ha hecho material, físico, independientemente de que lo sintamos o no, ESTÁ.

Es comunión. Quiso Jesús hacer hermanos a todos los que comen este Cuerpo. Es la grandeza de Jesús, que nos quiere uno a uno: a cada uno en particular, y también a todos como comunidad. Somos partes de un mismo Cuerpo.

Es misterio. Jamás entenderemos en plenitud este misterio. Todo un Dios haciéndose pan. No podemos entenderlo. Somos incapaces. Es Dios haciéndose algo ínfimo. El alimento más básico, el pan, se hace Dios para cualquier pueda acceder a el por más pobre o humilde que sea, a Él. Es muy fácil atentar contra la Eucaristía. Es muy fácil maltratarla, es muy fácil cometer un sacrilegio contra Dios en algo tan débil. Y Cristo, sabiendo esto de sobra, se queda. Sabe que nadie podrá hacerle tanto daño en la Eucaristía, que supere las ventajas y beneficios que tiene sobre nosotros. Pero podemos apreciar en ella el grandísimo amor que el tiene por cada uno de nosotros y por nosotros todos, escoge la forma mas hermosa de la creación el circulo siempre dinámico tanto como cada uno pueda dinamizarlo y además la única figura sin fin, es alfa y omega ya demás blanca como la pureza de su amor, ya nos ha enseñado que su amor es más grande que el dolor del calvario y así nosotros podamos también comprender que cualquier dolor sufrido por amor es menor que el amor.

Para este rato, os invito a pasar por la cabeza la Misa, y disfrutar con cada detalle que se dice en este grandísimo Sacramento. Y este momento, de la institución de la Eucaristía, puede ser bonito pedir por los sacerdotes: primero, para que hayan santas vocaciones, que nunca nos falte quien nos traiga a Jesús al mundo en la Eucaristía, el perdón del confesionario… Y segundo, para que los que ya lo son, se unan más y más a Jesús Eucaristía, que, en palabras del P. Eduardo Laforet: “El sacerdote debe ser el hombre de la Eucaristía por excelencia”. Y por último, AMEMOS LA EUCARISTÍA, SEAMOS CRISTIANOS EUCARÍSTICOS. Para esto pidámoselo a la Virgen… ¿Cómo comulgaría la Virgen, cuando asistía a la Eucaristía que celebraban los apóstoles?

MI SIERVO TENDRÁ ÉXITO

Is 52, 13-53,12; Hb 4,14-16; 5,7-9; Jn 18,-19,42

Para nosotros los católicos, la profecía de Isaías está indisolublemente unida con la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Un enunciado detrás de otro evoca el relato de su pasión y nos deja entrever su gloriosa resurrección. Efectivamente Jesús recorrió el camino del calvario sin abrir la boca, como un cordero llevado al matadero. Los que disponían despóticamente del poder en Israel se aliaron con las autoridades romanas y literalmente "lo arrancaron de la tierra de los vivos", sin deberla ni temerla, porque justamente "no había cometido crímenes". La esperanza nos asiste a cuantos nos confesamos sus discípulos, cuando volvemos a confiar en la fidelidad del Padre y exclamamos con esperanza: "él verá la luz y se saciará de saber". Jesús es el siervo inocente que rehabilitará a todos cuantos decidan vivir como él vivió. El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo

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la celebración del sacrificio eucarístico. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles. El sacerdote, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen al altar, y hecha la debida reverencia, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Después el sacerdote se dirige a la sede donde, mientras todos permanecen de rodillas, dice la siguiente oración:

Oración introductoria ¡Ven Espíritu Santo! Me concedes este día para poder acompañar a Cristo en su pasión. No quiero evadir ni olvidar toda la crueldad y maldad que vives por causa de mis pecados. Que esta oración sea el inicio de un día en donde no te escatime tiempo ni esfuerzo para saber contemplarte en tu pasión y muerte. Petición Señor, ayúdame a vivir un ayuno gozoso al saber renunciar a todo lo que no sea tu santa voluntad. Meditación del Papa Queridos amigos, hemos intentado comprender el estado de ánimo con el que Jesús vivió el momento de la prueba extrema, para captar lo que orientaba su actuación. El criterio que guió cada elección de Jesús durante toda su vida fue la firme voluntad de amar al Padre, de ser uno con el Padre, y de serle fiel; esta decisión de corresponder a su amor le impulsó a abrazar, en toda circunstancia, el proyecto del Padre, hacer suyo el designio de amor que le fue confiado de recapitular todas las cosas en Él, para reconducir todo a Él. Al revivir el Santo Triduo, dispongámonos a acoger también nosotros en nuestra vida la voluntad de Dios, conscientes de que en la voluntad de Dios, aunque parece dura, en

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contraste con nuestras intenciones, se encuentra nuestro verdadero bien, el camino de la vida. Que la Virgen Madre nos guíe en este itinerario, y nos obtenga de su Hijo divino la gracia de poder emplear nuestra vida por amor a Jesús, al servicio de los hermanos. (Benedicto XVI, 20 de abril de 2011). Reflexión La vida del católico es un "vía crucis" si se acepta la invitación de Jesús de llevar la propia cruz detrás de Él cada día. Podemos ser condenados al desprecio, podemos sentir el silencio que hiere y condena nuestra fidelidad católica. En nuestro "vía crucis" hay también momentos de caída, de fragilidad y de cansancio, pero también nosotros tenemos una Madre (María) que nos acompaña en nuestro caminar como a Jesús. El camino de la cruz de Cristo y el nuestro son unas vías de salvación y de apostolado, porque hemos sido invitados a colaborar en la salvación de nuestros hermanos. Todos los cristianos somos responsables del destino eterno de quienes nos rodean. Cristo nos enseña con la cruz a salir de nosotros mismos, y a dar así un sentido apostólico a nuestra vida. Cuando contemplemos el crucifijo, cuando veamos la figura sufriente de Cristo en la cruz, pidamos la gracia de recordar que los dolores de Cristo crucificado son fruto del pecado. Evitemos, y pidamos la fortaleza a Dios para ello, cada una de las ocasiones de pecado que se nos presenten en nuestras vidas. Propósito Rezar, preferentemente en familia, un vía crucis. Diálogo con Cristo Señor Jesús, el ambiente me invita a rehuir todo lo que implique sacrificio, dolor, renuncia. Con tu pasión y muerte me invitas a lo contrario: a recorrer el camino áspero y estrecho de la cruz. Y la verdad es que sé que quiero colaborar en la obra de la salvación, pero sin sufrir, sin renunciar a «mis» haberes. Pero también sé que Tú te las ingenias para darme la sabiduría y la fuerza para renunciar, aunque me cueste, a todo eso que me aparta de Ti Así, día a día, mi desprendimiento será mayor, aunque no me guste el sacrificio, si vivo la espiritualidad de cruz y de abnegación, por amor, que me propone tu Iglesia

Llegamos al momento más apasionante de la PASIÓN de nuestro Dios, varón y hombre de dolores, quien da todo por todos y cada uno de nosotros.

Pidamos a nuestra Madre sus ojos para mirarle, sus oídos para escucharle, su corazón para amarle.

Quizá te sobran las palabras, las lecturas, sólo AMAR ES MI EJERCICIO. Como el campesino de Ars “le miro y ÉL me mira” y siento que todo cambia, que todo se renueva porque sólo lo mueve el amor, la misericordia, la gratuidad.

La primera lectura -Libro de Isaías (52,13-15.53,1-12)- nos presenta al “Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada”. Y

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damos gracias a este “cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca”.

El Salmo (31(30),2.6.12-13.15-16.17.25) nos convida a confiar contra toda esperanza a pesar de que nos veamos como “una cosa inútil. Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: «Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos.»… Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia. Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor”

La Carta a los Hebreos (4,14-16.5,7-9) nos insiste en que “ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe… Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen”.

También nosotros estamos en la Iglesia, en el mundo, para “obedecer, humillarnos y ganar la vida eterna”, como Jesús.

El Evangelio según San Juan (18,1-40.19,1-42) nos narra toda la pasión y saboreamos las palabras divinas y paladeamos lo que el Señor nos comunica. Yo particularmente me quedo con la cuarta palabra:

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Ahora que Jesús ha subido a lo alto, ahora que ha muerto por mí, ven MADRE a mi casa, déjame entrar en la tuya, que es tu CORAZÓN.

CON UNA ESPERANZA INDESTRUCTIBLE

Gn 1, 1-2, 2; Gn 22, 1-18; Ex 14,15-15,1; Is 54,5-14; Is 55,1- 11; Ba 3,9-15.32-4,4; Ez 36,16-28; Rm 6,3-11; Mc 16,1-7;

La línea constante que enlaza todas estas lecturas apunta a la esperanza. El futuro que nos aguarda no es incierto. El Padre bondadoso y el Creador omnipotente están con nosotros. Al afirmarlo no estamos incurriendo en ningún tipo de superioridad moral como los fanáticos del pretendido califato islámico, que han profanado el nombre de Dios con violencia sanguinaria. La pasión de Cristo sigue desafortunadamente narrándose en historias de implacable fanatismo. El mundo hermoso que Dios creó y entregó a nuestro cuidadoso encargo, sigue afectado por la codiciosa avaricia de quienes contaminan ríos y dejan sin agua para beber a poblaciones enteras, mientras los que gobiernan, parecen desentenderse de la suerte de los ciudadanos inermes. La narración de la opresión egipcia continúa ahora en la destrucción de ríos y montañas, en la pandemia de las enfermedades típicas de la pobreza como el ébola o en el maltrato a niños migrantes. De esas nuevas formas de opresión necesitamos salir. Los profetas que en nombre de Dios nos recuerdan que los planes de los empresarios voraces y los políticos corruptos no son los planes de Dios, por desgracia siguen siendo desoídos. La pasión de Cristo no es un ritual como el que se escenifica en Iztapalapa o en cualquier otra población mexicana. No hace falta representarla de manera teatral, la auténtica pasión de Cristo es la dolorosa existencia de cientos de víctimas, que claman al Padre, de la misma manera que lo hizo su obediente hijo: "en tus manos encomiendo mi espíritu". Mientras esa esperanza se

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cuaja, estaremos celebrando el misterio pascual del Señor de la historia, convencidos de que como Él lo dijera: lo volveremos a ver, no en la Galilea de la historia, sino allá en la casa del Padre, donde no habrá lugar para el llanto, ni los victimarios; nos reuniremos todos y contemplaremos gozosos, la ansiada hora de la esperanza cumplida por obra y gracia de la fidelidad de nuestro amoroso Señor. Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando en su pasión y muerte, y se abstiene de celebrar el sacrificio de la misa (por lo que conserva el altar enteramente desnudo) hasta que, después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la resurrección, se desborda la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días subsiguientes. Hoy no puede darse la sagrada comunión más que a modo de viático.

Oración introductoria Señor Jesús, dame la gracia para que sepa guardar el silencio que me puede llevar a tener un momento de intimidad contigo en esta oración. Creo en ti, Señor, te amo y confío en que Tú también quieres estar conmigo. Petición Señor, que sepa prepararme adecuadamente a la celebración de la Vigilia Pascual. Meditación del Papa Francisco En la vida del católico, después del bautismo, hay también otra ‘Galilea’, una ‘Galilea’ más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió seguirlo; volver a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.

Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Se trata de hacer memoria, regresar con el recuerdo. ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y la encontrarás. Allí te espera el Señor. He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No tengáis miedo, no temáis, volved a Galilea.» (Homilía de S.S. Francisco, 19 de abril de 2014).

Reflexión Jesús ha vencido al mal – incluso el que nosotros hemos cometido –, y nosotros hemos triunfado con Él. La Magdalena se postra ante Él, y Él la llena del gozo de su resurrección, como quiere llenarnos a nosotros en este rato de oración. Sólo basta perseverar en la prueba y pedir su gracia, buscar para encontrarlo. Pero Cristo Resucitado nos muestra que Él no se deja ganar en generosidad. María Magdalena no pensaba encontrar más que un cadáver, y sin embargo, Cristo se le muestra con su cuerpo glorioso, vivo para siempre. Animados por esta confianza, debemos también acercarnos con una disposición de entrega a Jesucristo, para pedirle que nos ayude a vencer al hombre viejo, a vivir como hombres o mujeres nuevos... La resurrección obra una auténtica transformación en la Magdalena. Ya no llora. Ahora es enviada por Cristo a través del ángel, a anunciar el gozo de su triunfo: "Ve y dile a mis

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Breve discernimiento del autor y compilación de publicaciones de LA VERDAD CATOLICA, CRUZADA DE SANTA MARIA, CARMELITAS, CATHOLIC.NET y de la predicación de los hermanos menores Franciscanos del convento de Guadalupe, Zacatecas.

hermanos.." ¡Por primera vez en el Evangelio Cristo nos llama hermanos suyos! ¡Se ha realizado la filiación divina: somos verdaderamente hijos adoptivos de Dios y hermanos de Cristo! Y como tales, participamos de su misma misión... La resurrección no podemos guardarla en el baúl de los recuerdos, sino anunciarla a los cuatro vientos como María Magdalena, de manera que muchos otros hombres y mujeres se conviertan en apóstoles convencidos del Reino de Cristo. María Magdalena sale a dar testimonio de la resurrección, pero su amor no le permite sólo rezar y dar ejemplo con su vida virtuosa para que los demás conozcan a Cristo. Ella siente la necesidad, esencial a nuestra vocación católica, de hacer algo, hablar, predicar, atender, ayudar, etc., todo lo que pueda, para dar a conocer el amor de Cristo al mundo. Propósito Hoy buscaré servir humildemente a una persona que provoque en mí, sentimientos negativos. Diálogo con Cristo Cristo resucitado, me atrevo a ponerme en tu presencia para que me llenes de Ti y del gozo de tu triunfo sobre el mal y la muerte. Creo firmemente en tu presencia renovadora, pero aumenta mi pobre fe. Confío que eres Tú quien me guiará en esta meditación y en toda mi vida para vivir como un hombre o mujer nuevo(a). Enciéndeme con el fuego de tu amor, para que me entregue a Ti sin reservas y quemes con tu Espíritu Santo mi debilidad y cobardía para darte a conocer a mis hermanos.

NADIE TIENE AMOR MAS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS (Jn 15, 13)

¿Sufre Dios? Ontológicamente, no; pero psicológicamente sí. Pensemos en una madre junto al lecho de su hijo enfermo de cáncer y agonizante. No sufre físicamente los dolores atroces que padece su hijo, pero ¿qué duda cabe que está sufriendo psicológicamente?

Pues bien, podemos preguntarnos: ¿Hay mayor amor que dar la vida por los que uno ama? Y la respuesta es que sí. Y es esta: Dar aquello que más se ama. Recordemos: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”. Y la Virgen al pie de la cruz hubiera preferido morir mil veces antes que dar a su Hijo, verle morir. Entregar aquello que más se ama denota mayor amor que entregar la propia vida.

Dios Padre al entregar a su Hijo y contemplar su Pasión no lo ha hecho impasiblemente, sino condoliéndose con su propio Hijo. Unido a su sufrimiento. Aunque sea en forma psicológica, no ontológica. (Ontología significa "el estudio del ser". Esta palabra se forma a través de los términos griegos οντος, ontos, que significa ser, ente, y λóγος, logos, que significa estudio, discurso, ciencia, teoría. La ontología es una parte o rama de la filosofía que estudia la naturaleza del ser, la existencia y la realidad, tratando de determinar las categorías fundamentales y las relaciones del "ser en cuanto ser".)

Nosotros quizás no hemos pasado aún por ver cómo Dios nos arrebata lo que más amamos. Y tengo que estar dispuesto a ello. Dios nos pide, no que demos la vida, sino lo que más amamos.

Abraham, -dice san Juan de Ávila- subió al calvario con Jesús. Abraham subió al monte con su hijo; y del monte bajó con él. Dios se contentó con su obediencia. La Virgen subió al calvario con Jesús, pero no le trajo a la vuelta consigo. Que allá lo dejó muerto.

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Breve discernimiento del autor y compilación de publicaciones de LA VERDAD CATOLICA, CRUZADA DE SANTA MARIA, CARMELITAS, CATHOLIC.NET y de la predicación de los hermanos menores Franciscanos del convento de Guadalupe, Zacatecas.

La madre de Tobías pensó que su hijo había muerto, y no pudiendo sufrir la soledad salía fuera y lloraba diciendo: “¡Ay de mí, hijo mío! ¿Por qué te dejé ir, luz de mis ojos?”. Pero Tobías volvió y abrazó a su madre.

La madre de los Macabeos les vio morir como héroes y la permitían ayudarles a bien morir. La Virgen le vio morir como malhechor y como blasfemo contra la ley de Dios. Y no la permitían acercarse a Él.

Mil veces hubiera preferido la Virgen el tormento de morir Ella, que ver “morir al Hijo amado que rindió desamparado el espíritu a su Padre”.

Agar, errante con Ismael por el desierto de Beerseba, faltándole agua, deja a su hijo junto a un arbusto y se aleja un tiro de arco diciendo: “No quiero ver morir a mi hijito”. Y lloró con grandes voces (Gen 21, 16).

Jeremías cantó la desolación de Raquel que lloraba en Ramá a sus hijos, sin querer ser consolada porque ya no existen. Cuando el padecer es inmenso, no se quiere consuelo.

A David, cuyas proezas cantaban las doncellas, le falta valor para oír el relato de la muerte de Absalón. Loco de dolor clama: “¡Hijo mío, Absalón; hijo mío! ¿Por qué no he muerto yo en tu lugar? Absalón, hijo mío, hijo mío”. Y ante la muerte de su amigo Jonatán hizo una elegía, pidiendo que no cayese más rocío sobre los montes, pues la flor de Israel pereció sobre sus montañas.

Son sentimientos humanos. María, a toda esta riqueza de sensibilidad, une la sublimidad de los dones que tiene como corredentora. Si Agar deja a su hijo junto a un arbusto, María lo fija con su aceptación al árbol de la cruz. Sin huir, queda fija, en pie. Rechaza como Raquel todo consuelo humano, pero no se oyen sus llantos y lamentos al ver perecer la flor de Israel. Bulle la elegía de David en su corazón: “¿Por qué no he muerto yo en tu lugar?”. Pero sin retirar la aceptación de oblación al Padre de su Hijo.

Contemplar a la Virgen. No se ha echado para atrás. Sacar nosotros fuerzas de la contemplación de Ella. Para cuando pueda venir sobre tu alma el que Dios te arrebate tu mayor amor, el que es superior a tu vida, en la más dolorosa desolación y soledad, en agonía de muerte, se dirige a su Padre y le dice: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Es la aceptación total del sacrificio.

Querido lector: Todo este drama, ha sido padecido por ti y por mí. Si alguna vez Dios quiere reproducirlo en nosotros y nos visita con la tribulación o el dolor, no le niegues tu aceptación. Repite con la Virgen: “¡Aquí estoy! ¡Hágase!”