introducción a la biblia de jerusalen

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EL PENTATEUCO Introducción Nombres, divisiones y contenido. Los cinco primeros libros de la Biblia forman una colección que los judíos denominan la «Ley», la Torá. El primer testimonio cierto lo encontramos en el prólogo del Eclesiástico, y la denominación era corriente al comienzo de nuestra era, por ejemplo, en el NT, Mt 5 17; Lc 10 26; ver Lc 24 44. El deseo de disponer de copias manejables de este gran conjunto hizo que se dividiera su texto en cinco rollos de extensión aproximadamente igual. De aquí le viene el nombre que se le dio en los ambientes de lengua griega: hê pentateujos (sobrentendido biblos), «El libro en cinco vólumenes», que en latín se escribió Pentateuchus (sobrentendido liber), de donde procede el español Pentateuco. Por su parte los judíos que hablaban el hebreo lo llamaron también «las cinco partes de la Ley». Testigo anterior a nuestra era de esta división en cinco libros es la versión griega de los Setenta, que se ha impuesto con el uso de la Iglesia, y que titulaba los volúmenes conforme a su contenido: Génesis (que comienza con los orígenes del mundo), Éxodo (que empieza con la salida de Egipto); Levítico (que contiene la ley de los sacerdotes de la tribu de Leví), Números (por razón de los censos de los caps. 1-4), Deuteronomio (la «segunda ley», según una interpretación griega de Dt 17 18). Sin embargo, en hebreo, los judíos designaban, y siguen designando, cada libro con la primera palabra importante de su texto, o simplemente con la primera. El Génesis se divide en dos partes desiguales: la historia primitiva, 1-11, es como un pórtico previo a la historia de la salvación que toda la Biblia va a narrar; se remonta a los orígenes del mundo y extiende su perspectiva a la humanidad entera. Relata la creación del universo y del hombre, la caída original y sus consecuencias, y la perversidad creciente castigada con el Diluvio. La tierra va repoblándose a partir de Noé, pero unas listas genealógicas cada vez más restringidas vienen, finalmente, a concentrar el interés en Abrahán, padre del pueblo elegido. La historia patriarcal, 12-50, evoca la figura de los grandes antepasados: Abrahán es el hombre de la fe, cuya obediencia es premiada por Dios, que le promete una posteridad para él mismo, y la Tierra Santa para sus descendientes, 12 1 - 25 18; Jacob es el hombre de la astucia, que suplanta a su hermano Esaú, escamotea la bendición de su padre Isaac, y gana en picardía a su tío Labán. Pero de nada habrían servido todas estas habilidades si Dios no lo hubiera preferido a Esaú desde antes de su nacimiento, y no le hubiera renovado las promesas de la

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Introduccin a los libros de la Biblia de Jerusaln

EL PENTATEUCOIntroduccin

Nombres, divisiones y contenido.Los cinco primeros libros de la Biblia forman una coleccin que los judos denominan la Ley, la Tor. El primer testimonio cierto lo encontramos en el prlogo del Eclesistico, y la denominacin era corriente al comienzo de nuestra era, por ejemplo, en el NT, Mt 5 17; Lc 10 26; ver Lc 24 44.El deseo de disponer de copias manejables de este gran conjunto hizo que se dividiera su texto en cinco rollos de extensin aproximadamente igual. De aqu le viene el nombre que se le dio en los ambientes de lengua griega: h pentateujos (sobrentendido biblos), El libro en cinco vlumenes, que en latn se escribi Pentateuchus (sobrentendido liber), de donde procede el espaol Pentateuco. Por su parte los judos que hablaban el hebreo lo llamaron tambin las cinco partes de la Ley.Testigo anterior a nuestra era de esta divisin en cinco libros es la versin griega de los Setenta, que se ha impuesto con el uso de la Iglesia, y que titulaba los volmenes conforme a su contenido: Gnesis (que comienza con los orgenes del mundo), xodo (que empieza con la salida de Egipto); Levtico (que contiene la ley de los sacerdotes de la tribu de Lev), Nmeros (por razn de los censos de los caps. 1-4), Deuteronomio (la segunda ley, segn una interpretacin griega de Dt 17 18). Sin embargo, en hebreo, los judos designaban, y siguen designando, cada libro con la primera palabra importante de su texto, o simplemente con la primera.El Gnesis se divide en dos partes desiguales: la historia primitiva, 1-11, es como un prtico previo a la historia de la salvacin que toda la Biblia va a narrar; se remonta a los orgenes del mundo y extiende su perspectiva a la humanidad entera. Relata la creacin del universo y del hombre, la cada original y sus consecuencias, y la perversidad creciente castigada con el Diluvio. La tierra va repoblndose a partir de No, pero unas listas genealgicas cada vez ms restringidas vienen, finalmente, a concentrar el inters en Abrahn, padre del pueblo elegido. La historia patriarcal, 12-50, evoca la figura de los grandes antepasados: Abrahn es el hombre de la fe, cuya obediencia es premiada por Dios, que le promete una posteridad para l mismo, y la Tierra Santa para sus descendientes, 12 1 - 25 18; Jacob es el hombre de la astucia, que suplanta a su hermano Esa, escamotea la bendicin de su padre Isaac, y gana en picarda a su to Labn. Pero de nada habran servido todas estas habilidades si Dios no lo hubiera preferido a Esa desde antes de su nacimiento, y no le hubiera renovado las promesas de la alianza otorgadas a Abrahn, 25 19 - 36. Isaac es, entre Abrahn y Jacob, una figura de escaso relieve, cuya vida se narra sobre todo a propsito de su padre o de su hijo. Los doce hijos de Jacob son los antepasados de las Doce Tribus de Israel. A uno de ellos est consagrado todo el final del Gnesis: los caps. 37-50 (excepto 38 y 49) son una biografa de Jos, el hombre de la sabidura. Este relato, que difiere de las narraciones precedentes, se desarrolla sin intervencin visible de Dios y sin ninguna revelacin nueva, pero todo l es una enseanza: la virtud del sabio recibe su recompensa y la Providencia divina trueca en bien las faltas de los hombres.El Gnesis constituye un todo completo: es la historia de los antepasados. Los tres libros siguientes forman un bloque distinto en el que, dentro del marco de la vida de Moiss, se relata la formacin del pueblo elegido y el establecimiento de su ley social y religiosa. El xodo desarrolla dos temas principales: la liberacin de Egipto, 1 1 - 15 21, y la Alianza en el Sina, 19 1 - 40 38; ambos estn enlazados mediante un tema secundario: la marcha por el desierto, 15 22 - 18 27. Moiss, que ha recibido la revelacin del nombre de Yahv en el monte de Dios, conduce all a los israelitas liberados de la servidumbre. Dios, en una teofana impresionante, hace alianza con el pueblo y le dicta sus leyes. El pacto, apenas sellado, queda roto por la adoracin del becerro de oro, pero Dios perdona y renueva la Alianza. Una serie de disposiciones regula el culto en el desierto.El Levtico, de carcter casi exclusivamente legislativo, interrumpe la narracin de los sucesos: un ritual de sacrificios, 1-7; el ceremonial de investidura de los sacerdotes, aplicado a Aarn y sus hijos, 8-10; las normas sobre lo puro y lo impuro, 11-15, que concluye con el ritual del gran da de la Expiacin, 16; la ley de santidad, 17-26, que incluye un calendario litrgico, 23, y se cierra con unas bendiciones y maldiciones, 26. El cap. 27, a modo de apndice, precisa las condiciones de rescate de las personas, de los animales y de los bienes consagrados a Yahv.Nmeros reanuda el tema de la marcha por el desierto. La partida desde el Sina se prepara con un censo del pueblo, 1-4, y las grandes ofrendas con motivo de la dedicacin de la Tienda, 7. Despus de celebrar la segunda Pascua, dejan el monte santo, 9-10, y llegan por etapas a Cads, donde se realiza un intento desafortunado de penetracin en Canan por el sur, 11-14. Tras una larga estancia en Cads, vuelven a ponerse en camino y llegan a las estepas de Moab, frente a Jeric, 20-25.Vencen a los madianitas, y las tribus de Gad y Rubn se establecen en Transjordania, 31-32. En una lista se resumen las etapas del xodo, 33. En torno a estos relatos se agrupan nuevas disposiciones que completan la legislacin del Sina o que preparan el establecimiento en Canan: 5-6; 8; 15-19; 26-30; 34-36.El Deuteronomio presenta una estructura especial: es un cdigo de leyes civiles y religiosas, 12-26 15, intercalado en un gran discurso de Moiss, 5-11 y 26 16 -28. Este conjunto, por su parte, est precedido de un primer discurso de Moiss, 1-4, y seguido por otro tercero, 29-30, y luego por trozos que se refieren a los ltimos das de Moiss: misin de Josu, cntico y bendiciones de Moiss, su muerte, 31-34. El cdigo deuteronmico repite, en parte, las leyes promulgadas en el desierto. Los discursos recuerdan los grandes acontecimientos del xodo, del Sina y de la conquista que comienza; deducen su sentido religioso, subrayan el alcance de la ley y exhortan a la fidelidad.Composicin literaria.La composicin de esta extensa recopilacin era atribuida a Moiss, al menos desde el comienzo de nuestra era, y Cristo y los Apstoles se acomodaron a esta opinin, Jn 1 45; 5 45-47; Rm 10 5. Pero las tradiciones ms antiguas jams haban afirmado explcitamente que Moiss fuera el redactor de todo el Pentateuco. Cuando el mismo Pentateuco dice, muy rara vez, que Moiss ha escrito, aplica la frmula a un pasaje particular. De hecho, el estudio moderno de estos libros ha evidenciado diferencias de estilo, repeticiones y desorden en las narraciones, que impiden ver en el Pentateuco una obra que haya salido ntegra de la mano de un solo autor. Despus de largos tanteos, a fines del siglo XIX se haba impuesto entre los crticos una teora, sobre todo bajo la influencia de los trabajos de Graf y de Welhausen: el Pentateuco sera la compilacin de cuatro documentos, distintos por la fecha y el ambiente de origen, pero muy posteriores todos ellos a Moiss. Habran existido primero dos obras narrativas: el Yahvista (J), que desde el relato de la Creacin usa el nombre de Yahv, bajo el cual se revel Dios a Moiss, y el Elohsta (E), que designa a Dios con el nombre comn de Elohim; el Yahvista habra sido puesto por escrito en el siglo IX en Jud, el Elohsta algo ms tarde en Israel; a raz de la ruina del Reino del Norte, ambos documentos habran sido refundidos en uno solo (JE); despus de Josas, se le habra aadido el Deuteronomio (D) (JED); despus del Destierro, el Cdigo Sacerdotal (P), que contena sobre todo leyes y algunos relatos, habra sido unido a aquella recopilacin a la que sirvi de marco y armazn (JEDP).Esta teora documentaria clsica, que por lo dems estaba ligada a una concepcin evolucionista de las ideas religiosas en Israel, ha sido discutida con frecuencia; algunos todava la rechazan en bloque; otros solamente la aceptan con modificaciones a veces importantes, y no hay dos autores que concuerden totalmente en la distribucin exacta de los textos entre los diferentes documentos. Sobre todo, hoy se coincide en reconocer que no basta la simple crtica verbal para explicar la composicin del Pentateuco. Es preciso aadir un estudio de las formas literarias y de las tradiciones, orales o escritas, que precedieron a la redaccin de las fuentes.Cada una de ellas, aun la ms reciente (P), contiene elementos muy antiguos. El descubrimiento de las literaturas muertas del Prximo Oriente y los progresos realizados por la arqueologa y la historia en el conocimiento de las civilizaciones vecinas de Israel, han mostrado que muchas de las leyes o de las instituciones del Pentateuco tenan paralelos extrabblicos muy anteriores a las fechas que se atribuyen a los documentos, y que una porcin de relatos suponen un medio distinto -y ms antiguo- que aquel en que habran sido redactados tales documentos. Diversos elementos tradicionales se conservaron en los santuarios o fueron transmitidos por los recitadores populares. Fueron combinados en ciclos y, luego, puestos por escrito bajo la presin del medio ambiente o por la mano de una personalidad dominante. Pero estas redacciones no constituyeron el punto final: fueron revisadas, recibieron complementos, fueron finalmente combinadas entre s para formar el Pentateuco que poseemos. Las fuentes escritas del Pentateuco son momentos privilegiados de un largo desarrollo, puntos de cristalizacin dentro de corrientes de tradicin que se originan ms arriba y que luego han seguido corriendo.La pluralidad de estas corrientes de tradicin es un hecho cuya evidencia muestran los duplicados, las repeticiones, las discordancias que chocan al lector desde las primeras pginas del Gnesis: dos relatos de la creacin, 1-2 4 y 2 4 - 3 24; dos genealogas de Can-Quenn, 4 17s y 5 12-17; dos relatos combinados del diluvio, 6-8. En la historia patriarcal hay dos presentaciones de la alianza con Abrahn, Gn 15 y 17; dos despidos de Agar, 16 y 21; tres relatos del contratiempo de la mujer de un Patriarca en pas extranjero, 12 10-20; 20; 26 1-11; dos historias combinadas de Jos y sus hermanos en los ltimos captulos del Gnesis. Vienen luego dos relatos de la vocacin de Moiss, Ex 3 1 - 4 17 y 6 2 - 7 7, dos milagros de las aguas de Merib, Ex 17 1-7 y Nm 20 1-13; dos textos del Declogo, Ex 20 1-17 y Dt 5 6-21; cuatro calendarios litrgicos, Ex 23 14-19; Ex 34 18-23; Lv 23; Dt 16 1-16. Y podramos citar bastantes ejemplos ms.Los textos se agrupan por afinidades de lengua, de forma y de conceptos, que trazan lneas de fuerza paralelas, cuya trayectoria puede seguirse a travs del Pentateuco. Estas afinidades corresponden a cuatro corrientes de tradicin.La tradicin yahvista, as llamada porque utiliza el nombre divino de Yahv desde el relato de la creacin, tiene un estilo vivo y pintoresco; de una manera figurada y con talento real para la narracin, da una respuesta profunda a los graves problemas que a todo hombre se plantean, y las expresiones humanas que utiliza para hablar de Dios encubren un sentido muy alto de lo divino. Como prlogo a la historia de los antepasados de Israel, introduce un resumen de la historia de la humanidad desde la creacin de la primera pareja. Esta tradicin tuvo su origen en Jud y quiz, en lo esencial, haya sido redactada ya en el reinado de Salomn. En el conjunto de los textos que se le atribuyen se desdobla a veces una corriente paralela, que tiene el mismo origen, pero que refleja concepciones unas veces ms arcaicas y otras, diferentes; la han designado con las siglas J;s1 (Yahvista primitivo), o L (fuente Laica), o N (fuente Nmada). La distincin parece justificada, pero resulta difcil decidir si se trata de una corriente independiente o de elementos que el Yahvista ha integrado respetando su individualidad.La tradicin elohsta (cuya caracterstica ms externa es el uso del nombre comn Elohim para designar a Dios) se distingue de la tradicin yahvista por su estilo ms sobrio y tambin ms montono, su moral ms exigente y por el afn que pone en respetar la distancia que separa al hombre de Dios. En esta tradicin, que no comienza hasta Abrahn, faltan los relatos de los orgenes. Probablemente es ms reciente que la tradicin yahvista y generalmente su dependencia se atribuye a las tribus del Norte. Hay autores que no aceptan la existencia de una tradicin elohsta independiente y estiman suficiente la hiptesis de complementos incorporados a la obra yahvista o de una revisin de esta obra. Sin embargo, adems de las particularidades de estilo y de doctrina, la diferencia de los medios ambientes de origen y la continuidad de los paralelos, y tambin de las divergencias, con la tradicin yahvista desde la historia de Abrahn hasta los relatos de la muerte de Moiss, favorecen la teora de una tradicin y de una redaccin previamente independientes.En consecuencia, hay que tomar en consideracin un hecho importante. Por encima de los rasgos que los distinguen, los relatos yahvista y elohsta refieren sustancialmente la misma historia: tienen, pues, estas dos tradiciones un origen comn. Los grupos del Sur y los del Norte compartan la misma tradicin que pona en orden los recuerdos del pueblo en cuanto a su historia: la sucesin de los tres Patriarcas, Abrahn, Isaac y Jacob, la salida de Egipto unida a la teofana del Sina, la conclusin de la Alianza en el Sina unida al establecimiento en Transjordania, ltima etapa antes de la conquista de la Tierra Prometida. Esta tradicin comn qued establecida, en forma oral y quiz ya en forma escrita, desde la poca de los Jueces, es decir, cuando Israel comenzaba a existir como pueblo.Las tradiciones yahvista y elohsta contienen muy pocos textos legislativos; el ms importante es el cdigo de la Alianza, sobre el cual volveremos. Por el contrario, las leyes constituyen la parte principal de la tradicin sacerdotal, que pone inters especial en la organizacin del santuario, en los sacrificios y en las fiestas, en la persona y en las funciones de Aarn y sus descendientes. Adems de textos legislativos e institucionales, contiene tambin partes narrativas especialmente desarrolladas cuando sirven para expresar el espritu legalista o litrgico que la anima.Gusta de los cmputos y genealogas, y se deja reconocer fcilmente por su vocabulario particular y por su estilo, en general abstracto y redundante. Esta tradicin procede de los sacerdotes del templo de Jerusaln; ha conservado elementos antiguos, pero no qued constituida hasta el Destierro y no se impuso hasta despus del regreso. Se distinguen en ella varios estratos redaccionales. Por lo dems, resulta difcil decidir si esta tradicin sacerdotal ha tenido alguna vez una existencia independiente como obra literaria o si, ms probablemente, no habrn sido uno o varios los redactores representantes de esta tradicin los que han incrustado sus elementos en las tradiciones ya existentes y han dado al Pentateuco, mediante una labor de edicin, su forma definitiva.En el Gnesis se sigue con bastante facilidad el hilo de las tres tradiciones, yahvista, elohsta y sacerdotal. Despus del Gnesis, la corriente sacerdotal puede aislarse sin dificultad, especialmente al fin del xodo, en todo el Levtico y en gran parte de Nmeros, pero resulta ms difcil distribuir el resto entre las corrientes yahvista y elohsta. Despus de Nmeros y hasta los ltimos captulos del Deuteronomio, 31 y 34, las tres corrientes desaparecen y una tradicin nica las sus- tituye, la del Deuteronomio. sta se caracteriza por un estilo muy particular, amplio y oratorio, en el que se repiten a menudo las mismas frmulas rotundas, y por una doctrina afirmada constantemente: Dios, por puro beneplcito, ha elegido a Israel de entre todos los pueblos como pueblo suyo; pero esta eleccin y el pacto que la sanciona exigen como condicin la fidelidad de Israel a la ley de su Dios y al culto legtimo que debe tributarle en un santuario nico. El Deuteronomio es el resultado final de una tradicin que entronca con la corriente elohsta y con el movimiento proftico, y cuya voz se percibe ya en textos relativamente antiguos.El ncleo del Deuteronomio puede representar los usos del Norte llevados a Jud por los levitas despus de la ruina de Samara. Esta ley, acaso encuadrada ya en un discurso de Moiss, fue depositada en el templo de Jerusaln. All fue hallada por Josas, y su promulgacin favoreci la causa de la reforma religiosa; otra nueva edicin tuvo lugar al comienzo del Destierro.A partir de estos diferentes cuerpos de tradicin, el crecimiento del Pentateuco tuvo lugar en varias etapas, pero es difcil determinar con precisin sus fechas. Las tradiciones yahvista y elohsta se combinaron en Jud hacia el final de la poca monrquica, acaso bajo el reinado de Ezequas, en que sabemos por Pr 25 1 que se compilaron antiguas obras literarias. Antes del fin del Destierro, el Deuteronomio, considerado como ley dada por Moiss en Moab, fue incluido entre el final de Nmeros y los relatos atribuidos a Josu y la muerte de Moiss, Dt 31 y 34. Es posible que la adicin de la tradicin sacerdotal o, si se prefiere, la intervencin de los primeros redactores sacerdotales, haya ocurrido poco despus. En cualquier caso, la ley de Moiss, trada de Babilonia por Esdras, parece representar a todo el Pentateuco, prximo ya a su frmula final.Las relaciones entre el Pentateuco y los libros bblicos que siguen han dado ocasin a hiptesis contrarias. Hay autores que desde hace mucho tiempo hablan de un Hexateuco, obra en seis libros que habra incluido Josu y el comienzo de Jueces. En efecto, vuelven a encontrar en l la continuacin de las tres fuentes J, E, P del Pentateuco y advierten que el tema de la promesa, que tan a menudo se repite en los relatos del Pentateuco, exige que esos relatos hayan narrado tambin la realizacin, que es la conquista de la Tierra Prometida. Luego, el libro de Josu habra sido separado de este conjunto y se habra convertido en el primero de los libros histricos. Autores ms recientes hablan, por el contrario, de un Tetrateuco, obra en cuatro libros, que no habra comprendido el Deuteronomio. ste habra servido primeramente de introduccin a una gran historia deuteronomista que llegara hasta el fin de los Reyes. Luego, el Deuteronomio habra sido separado cuando se quiso reunir en un mismo conjunto, nuestro Pentateuco, todo lo que concerna a la persona y la obra de Moiss. Esta segunda opinin es la que mantendremos, con algunas reservas, en la introduccin a los libros histricos, y que algunas de las notas la suponen ya. Pero reconocemos que solamente es una hiptesis, como lo es, por lo dems, la opinin opuesta de un Hexateuco.Hemos visto que la misma incertidumbre afectaba a muchos de los problemas que plantea la composicin del Pentateuco. sta se ha prolongado al menos durante seis siglos y refleja los cambios de la vida nacional y religiosa de Israel. Con todo, y a pesar de tales vicisitudes, el desarrollo aparece finalmente homogneo.Hemos dicho que las tradiciones narrativas se remontan en sus orgenes a la poca en que se estaba formando el pueblo de Israel. Las mismas observaciones, algo matizadas, valen para las secciones legislativas: stas contienen un derecho civil y religioso que ha evolucionado junto con la comunidad a la que rega, pero su origen se confunde con el del pueblo. Esta continuidad tiene un fundamento religioso: la fe en Yahv fue la que forj la unidad del pueblo, la misma fe unific el desarrollo de la tradicin. Ahora bien, los comienzos del yahvismo estn dominados por la personalidad de Moiss. ste fue el iniciador religioso del pueblo y su primer legislador.Las tradiciones anteriores que en l desembocan y el recuerdo de los acontecimientos que l dirigi se convirtieron en la epopeya nacional; la religin de Moiss marc para siempre la fe y las prcticas del pueblo; la ley de Moiss qued como norma suya. Las adaptaciones exigidas por la mudanza de los tiempos se hicieron conforme a su espritu y se escudaron en su autoridad. Poca importancia tiene el que no podamos atribuirle con seguridad la redaccin de ninguno de los textos del Pentateuco: l es el personaje central, y la tradicin juda tena razn al llamar al Pentateuco el libro de la Ley de Moiss.Los relatos y la historia.Sera absurdo pedir a estas tradiciones, que eran el patrimonio vivo de un pueblo y que le daban el sentimiento de su unidad y sostenan su fe, el rigor que aplicara un historiador moderno, pero sera igualmente ilegtimo negarles toda verdad por carecer de tal rigor.Los once primeros captulos del Gnesis deben ser considerados aparte. Describen, en forma popular, el origen del gnero humano; exponen en un estilo sencillo y figurativo, acomodado a la mentalidad de un pueblo poco culto, las verdades fundamentales e imprescindibles para comprender la economa de la salvacin: la creacin por Dios en el comienzo de los tiempos, la intervencin especial de Dios para formar al hombre y a la mujer, la unidad del gnero humano, el pecado de los primeros padres, la decadencia progresiva y los castigos hereditarios que constituyeron su sancin. Pero estas verdades, que afectan al dogma, y que la autoridad de la Escritura garantiza, son a la vez hechos, y si las verdades son ciertas, presuponen hechos que son reales, aunque no nos sea posible perfilar su contorno bajo el mtico ropaje que, conforme a la mentalidad del tiempo y del medio ambiente, se les ha puesto.La historia patriarcal es una historia de familia: rene los recuerdos que se conservan de los antepasados, Abrahn, Isaac, Jacob, Jos. Es una historia popular: se detiene en ancdotas personales y en rasgos pintorescos sin ninguna preocupacin por relacionar estas narraciones con la historia general. Es, en fin, una historia religiosa: todos los momentos decisivos estn marcados por una intervencin divina, y en ellos todo aparece como providencial: concepcin teolgica verdadera desde un punto de vista superior, pero que descuida la accin de las causas segundas; adems, los hechos se introducen, se explican y se agrupan en orden a demostrar una tesis religiosa: hay un Dios que ha formado a un pueblo y le ado ado ]un[ el ta. Pero estos relatos son histricos en el sentido de que, a su manera, narran acontecimientos reales, que dan una imagen fiel del origen y migraciones de los antepasados de Israel, y de sus vnculos geogrficos y tnicos, de su conducta moral y religiosa.Los recelos de que han sido objeto estos relatos deberan ceder ante el testimonio favorable que les aportan los recientes descubrimientos de la historia y de la arqueologa orientales.Tras una amplia laguna, xodo y Nmeros, que tienen su eco en los primeros caps. del Deuteronomio, refieren los sucesos transcurridos desde el nacimiento hasta la muerte de Moiss: la salida de Egipto, la permanencia en el Sina, la subida hacia Cads, la marcha a travs de Transjordania y el establecimiento en las estepas de Moab. Si se niega la realidad histrica de estos hechos y de la persona de Moiss, se hace inexplicable la historia posterior de Israel, su fidelidad al yahvismo, su adhesin a la Ley. Con todo, se debe reconocer que la importancia de estos recuerdos para la vida del pueblo y la resonancia que tuvieron en los ritos, han dado a los relatos el color de una gesta heroica (por ejemplo, el paso del Mar) y, en ocasiones, de una liturgia (como la Pascua). Israel, convertido en pueblo, hace entonces su entrada en la historia general, y aunque ningn documento antiguo lo mencione todava, salvo una alusin oscura en la estela del faran Merneftah, lo que dice la Biblia concuerda en lneas generales con lo que los textos y la arqueologa nos ensean acerca de la bajada a Egipto de los grupos semticos y acerca de la administracin egipcia del Delta y del estado poltico de Transjordania.La tarea del historiador moderno consiste en confrontar estos datos de la Biblia con los hechos de la historia general. Con las reservas que imponen la insuficiencia de datos de la Biblia y la incertidumbre de la cronologa extrabblica, se podr decir que Abrahn viva en Canan alrededor de 1850 a.C., que Jos se encumbraba en Egipto y que los otros hijos de Jacob se reunieron con l all poco despus de 1700.En cuanto a la fecha del xodo no podemos fiarnos de las indicaciones de 1 R 6 1 y Jc 11 26, que son secundarias y proceden de cmputos artificiales. Pero la Biblia encierra una indicacin decisiva: segn el texto antiguo de Ex 1 11, los hebreos trabajaron en la construccin de las ciudades de depsito, Pitom y Ramss. En consecuencia, el xodo es posterior a la toma del poder por Ramss II, que fund la ciudad de Ramss. Aqu, los vastos trabajos se iniciaron desde los comienzos de su reinado y es probable que la salida del grupo de Moiss tuviera lugar en la primera mitad o hacia mediados de este largo reinado (1290-1224), digamos que hacia el 1250 a.C., o poco antes. Si tenemos en cuenta la tradicin bblica de la estancia en el desierto durante una generacin, el establecimiento en Transjordania se situara en las proximidades del 1225 a.C. Concuerdan estos datos con las informaciones de la historia general sobre la residencia de los Faraones de la Dinasta XIX en el Delta del Nilo, sobre el debilitamiento del control egipcio en Siria-Palestina al final del reinado de Ramss II, sobre los disturbios que sacudieron todo el Oriente Prximo al final del siglo XIII. Concuerdan tambin con las indicaciones de la arqueologa sobre el comienzo de la Edad del Hierro, que coincide con el establecimiento de los israelitas en Canan.La legislacin.En la Biblia juda, el Pentateuco se llama la Ley, la Tor; en realidad recoge el conjunto de prescripciones que regulaban la vida moral, social y religiosa del pueblo.Para nuestros ojos modernos, el rasgo ms llamativo de esta legislacin es su carcter religioso. Este aspecto se encuentra asimismo en algunos Cdigos del Oriente antiguo, pero en ninguna parte se da tanta compenetracin de lo sagrado y lo profano; en Israel, la ley es dictada por Dios y regula los deberes para con Dios; sus prescripciones estn motivadas por consideraciones religiosas. Esto parece obvio por lo que toca a las reglas morales del Declogo o a las leyes cultuales del Levtico, pero es an ms significativo el que en una misma coleccin se mezclen leyes civiles y criminales y preceptos religiosos, y que el conjunto se presente como la carta de la alianza con Yahveh. Por natural consecuencia, la formulacin de dichas leyes se vincula a las narraciones de los acontecimientos del desierto, donde se concluy la alianza.Puesto que las leyes se hacen para que sean aplicadas, haba que adaptarlas a las condiciones variables de cada ambiente y tiempo. Esto explica que en los conjuntos que vamos a examinar se encuentren a la vez elementos antiguos y frmulas o disposiciones que atestiguan otras preocupaciones nuevas. Por otra parte, en esta materia, Israel fue necesariamente tributario de sus vecinos. Algunas disposiciones del Cdigo de la Alianza o del Deuteronomio reaparecen con rara semejanza en los cdigos de Mesopotamia, en la compilacin de las Leyes asirias o en el Cdigo hitita. No hubo calco alguno directo, sino que tales coincidencias se explican por la irradiacin de las legislaciones extranjeras o por un derecho consuetudinario que haba llegado a ser en parte patrimonio comn del Prximo Oriente antiguo. Adems, a raz del xodo, el influjo cananeo se dej sentir fuertemente en la expresin de las leyes y en las formas del culto.El Declogo, las Diez Palabras inscritas en las Tablas del Sina, promulga la fe fundamental, moral y religiosa de la Alianza. Se da dos veces, Ex 20 2-17 y Dt 5 6-18, con variantes bastante notables: ambos textos se remontan a una forma primitiva, ms breve, y no hay ningn argumento de valor que contradiga su origen mosaico.El Cdigo (elohsta) de la Alianza, Ex 20 22 - 23 33 (ms estrictamente: Ex 20 24 - 23 9) fue incluido entre el Declogo y la conclusin de la alianza del Sina, pero responde a una situacin posterior a la poca de Moiss. Es el derecho de una sociedad de pastores y campesinos, y el inters que presta a las bestias de labor, a los trabajos del campo y de las vias y a las casas, supone que la sedentarizacin es ya un hecho. Slo entonces pudo Israel conocer y practicar el derecho consuetudinario, del que es deudor este Cdigo y que explica sus paralelos exactos con los Cdigos mesopotmicos, pero el Cdigo de la Alianza est penetrado por el espritu del Yahvismo, que a menudo reacciona contra la civilizacin de Canan. Agrupa, sin plan sistemtico, colecciones de preceptos que se distinguen por su objeto y por su formulacin: casustica o condicional y apodctica o imperativa. La coleccin tuvo en un principio existencia independiente. Ciertamente es anterior al Deuteronomio, que lo utiliza, no contiene ninguna referencia a las instituciones de la monarqua y por lo mismo puede remontarse al perodo de los Jueces. Su inclusin en los relatos del Sina es anterior a la composicin del Deuteronomio.El Cdigo Deuteronmico, Dt 12 1 - 26 15, constituye la parte central del libro del Deuteronomio, cuyas caractersticas e historia literaria hemos descrito ms arriba.Repite una parte de las leyes del Cdigo de la Alianza, pero las adapta a los cambios de la vida econmica y social; por ejemplo, en lo tocante a la remisin de las deudas y al estatuto de los esclavos, comparar Dt 15 1-11 y Ex 23 10-11; Dt 15 12-18 y Ex 21 2-11. Pero ya desde su primer precepto se opone en un punto importante al Cdigo de la Alianza: ste haba legitimado la multiplicidad de santuarios, Ex 20 24; el Deuteronomio impone la ley de la unicidad de lugar de culto, Dt 12 2-12, y esta centralizacin produce modificaciones en las reglas antiguas referentes a los sacrificios, los diezmos y las fiestas. El Cdigo Deuteronmico contiene tambin prescripciones extraas al Cdigo de la Alianza y a veces arcaicas, que proceden de fuentes desconocidas. Lo que le pertenece como algo propio, y que seala el cambio de los tiempos, es la preocupacin por proteger a los dbiles, la apelacin constante a los derechos de Dios sobre su tierra y sobre su pueblo, y el tono exhortatorio de que estn imbuidas estas prescripciones legales.El Levtico, aunque no recibi su forma definitiva hasta despus del Destierro, contiene elementos muy antiguos: por ejemplo, las prohibiciones alimenticias, 11, o las reglas de pureza, 13-15; el ceremonial posterior del gran da de la Expiacin, 16, superpone un concepto muy elaborado del pecado a un viejo rito de purificacin. Los caps. 17-26 forman un conjunto que se llama la Ley de Santidad y que al principio existi independientemente del Pentateuco. Esta Ley agrupa elementos diversos, de los que algunos pueden remontarse hasta la poca nmada, por ejemplo 18, otros todava son preexlicos y otros ms recientes. Una primera coleccin qued constituida en Jerusaln poco antes del Destierro y pudo conocerla Ezequiel, que tiene muchas semejanzas de lenguaje y de fondo con la Ley de Santidad. Pero sta no se public hasta el Destierro, antes de que fuera unida al Pentateuco por los redactores sacerdotales, que la adaptaron al resto del material que estaban reuniendo.Sentido religioso.La religin del AT, como la del Nuevo, es una religin histrica; se funda en la revelacin hecha por Dios a determinados hombres, en determinados lugares y en determinadas circunstancias, as como en las intervenciones de Dios en determinados momentos de la evolucin humana.El Pentateuco, que reproduce la historia de estas relaciones de Dios con el mundo, es el fundamento de la religin juda y se ha convertido en su libro cannico por excelencia, su Ley.En l encontraba el israelita la explicacin de su destino. No slo tena, al comienzo del Gnesis, respuesta para los problemas que se plantea todo hombre acerca del mundo y la vida, el sufrimiento y la muerte, sino que encontraba tambin respuesta para su problema particular: por qu Yahv, el nico, es el Dios de Israel; por qu Israel es su pueblo entre todas las naciones de la tierra? Porque Israel ha recibido la promesa. El Pentateuco es el libro de las promesas: a Adn y Eva despus de su cada, el anuncio de la salvacin lejana, el Proto-evangelio; a No despus del diluvio, la garanta de un nuevo orden del mundo; y a Abrahn sobre todo.La promesa que se le hace es renovada a Isaac y Jacob, y alcanza a todo el pueblo nacido de ellos. Esta promesa se refiere inmediatamente a la posesin del pas en que vivieron los Patriarcas, la Tierra Prometida, pero implica mucho ms: significa que existen entre Israel y el Dios de los Padres relaciones especiales, nicas.Porque Yahv ha llamado a Abrahn y en esta vocacin se prefigura la eleccin de Israel. Yahv es quien ha hecho de l un pueblo y de este pueblo su pueblo, por una eleccin gratuita, por un designio amoroso, concebido desde la creacin y continuado a travs de todas las infidelidades de los hombres.Esta promesa y esta eleccin estn garantizadas por una alianza. El Pentateuco es tambin el libro de las alianzas. Hay una, aunque tcita, con Adn; es ya explcita con No, con Abrahn y, finalmente, con todo el pueblo por ministerio de Moiss. No es un pacto entre iguales porque Dios no lo necesita, y l es quien toma la iniciativa. Sin embargo, l se compromete, se ata en cierto modo con las promesas que ha hecho. Pero exige como contrapartida la fidelidad de su pueblo: la negativa de Israel, su pecado, puede romper el lazo que el amor de Dios ha formado.Las condiciones de esta fidelidad estn reguladas por el mismo Dios. Dios da su Ley al pueblo que para s se ha elegido. La Ley le ensea sus deberes, regula su conducta conforme al querer divino y, manteniendo la Alianza, prepara la realizacin de las promesas.Estos temas de la Promesa, de la Eleccin, de la Alianza y de la Ley son los hilos de oro que se entrecruzan en la trama del Pentateuco y que atraviesan luego por todo el AT. Porque el Pentateuco no es completo en s mismo: refiere la promesa, pero no la realizacin, puesto que termina antes de la entrada en Tierra Santa. Deba seguir abierto como una esperanza y un apremio: esperanza en las promesas, que la conquista de Canan pareci cumplir, Jos 23, pero que los pecados del pueblo habran de comprometer y que los deportados recordaran en Babilonia; apremio de una ley siempre urgente, ley que quedaba en Israel como testigo contra l, Dt 31 26.Esto dur hasta Cristo, que es el trmino hacia el que oscuramente tenda esta historia de salvacin y que le da todo su sentido. San Pablo desentraa el alcance de este hecho, sobre todo Ga 3 15-29.Cristo sell la Nueva Alianza prefigurada por los antiguos pactos y ha hecho entrar en ella a los cristianos, herederos de Abrahn por la fe. En cuanto a la Ley, fue dada para guardar las promesas, como pedagogo que conduce hacia Cristo, en quien estas promesas se realizan.El cristiano no est ya bajo el pedagogo, se encuentra liberado de las observancias de la Ley, mas no de su enseanza moral y religiosa. Porque Cristo no ha venido a abrogar sino a completar, Mt 5 17; el NT no se opone al Antiguo: lo prolonga. La Iglesia no slo ha reconocido en los grandes eventos de la poca patriarcal y mosaica, en las fiestas y ritos del desierto (sacrificio de Isaac, paso del mar Rojo, la Pascua, etc.) las realidades de la Nueva Ley (sacrificio de Cristo, bautismo, la Pascua cristiana), sino que la fe cristiana exige la misma actitud fundamental que los relatos y los preceptos del Pentateuco prescriban a los israelitas. Ms an: en su itinerario hacia Dios, toda alma atraviesa las mismas etapas de desprendimiento, de tribulacin y de purificacin por donde pas el pueblo elegido y encuentra su instruccin en las lecciones que se dieron a ste.Una lectura cristiana del Pentateuco debe seguir ante todo el curso de los relatos: el Gnesis, tras haber opuesto a las bondades del Dios Creador las infidelidades del hombre pecador, muestra en los Patriarcas la recompensa concedida a la fe; el xodo es el esquema de nuestra redencin; Nmeros representa el tiempo de prueba en que Dios instruye y castiga a sus hijos preparando la congregacin de los elegidos. El Levtico se leer con mayor fruto en conexin con los ltimos captulos de Ezequiel o despus de los libros de Esdras y Nehemas; el sacrificio nico de Cristo ha hecho caducar el ceremonial del antiguo Templo, pero sus exigencias de pureza y de santidad en el servicio de Dios siguen siendo una leccin siempre valedera. La lectura del Deuteronomio encajar perfectamente con la de Jeremas, el profeta a quien ms se aproxima por el tiempo y por el espritu.LOS LIBROS DEJOSU, JUECES, RUT,SAMUEL Y REYESIntroduccinA los libros de Josu, Jueces, Samuel y Reyes se les llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en contraposicin a los Profetas posteriores: Isaas, Jeremas, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este apelativo se explica por una tradicin que atribua la composicin de estos libros a profetas: a Josu, la del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; a Jeremas, la de Reyes. Y se justifica por el carcter religioso que les es comn: estos libros, que nosotros llamamos histricos, tienen como tema principal las relaciones de Israel con Yahv, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencia: Samuel, Gad, Natn, Elas, Eliseo, Isaas, (...) sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los Reyes ofrecen el marco en que se ejerci el ministerio de los profetas escritores antes del Destierro.Estos libros, as eslabonados con lo que inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo estn tambin con lo que les precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongacin del Pentateuco: al final del Deuteronomio, Josu es designado sucesor de Moiss, y el libro de Josu comienza a raz de la muerte de Moiss. Se ha supuesto que incluso exista unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuacin de los documentos o de las fuentes del Pentateuco, en el libro de Josu; de este modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e incluso se ha ido ms lejos, llegndose a abarcar los libros de los Reyes. Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces, Samuel y Reyes no han dado ningn resultado satisfactorio. La situacin es ms favorable en cuanto a Josu, donde se distinguen corrientes que estn ms o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si es que no son continuacin de stas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta ms clara an y los partidarios de un Hexateuco deben admitir por su parte una redaccin deuteronomista de Josu. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, ms limitadas en Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre distinguibles. De ah que se haya elaborado la hiptesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes.Justificada histricamente en el Deuteronomio la doctrina de la eleccin de Israel, y definida la constitucin teocrtica que de ah se sigue, el libro de Josu narra el establecimiento del pueblo elegido en la tierra a l prometida; el de los Jueces esboza la sucesin de sus apostasas y de sus conversiones a la gracia; los de Samuel, despus de la crisis que condujo a la institucin de la realeza y puso en peligro el ideal teocrtico, exponen cmo se realiz este ideal con David; los de los Reyes describen la decadencia que se inici desde el reinado de Salomn y que, por una serie de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos, condujo a la condenacin del pueblo por su Dios. El Deuteronomio habra sido desprendido de este conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refera a la persona y la obra de Moiss (cf. la Introduccin al Pentateuco).Esta hiptesis parece justificada, pero ha de completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una parte, la redaccin deuteronomista ha operado sobre tradiciones orales o documentos escritos, distintos por su antigedad y carcter que, generalmente, estaban ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o grandes secciones en cada libro, conserven su individualidad. Por otra parte, no se lleg de un golpe a esta misma redaccin deuteronomista, y cada libro muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el libro de los Reyes, cuyo testimonio es el ms claro, hubo al menos dos redacciones, una a raz de la reforma de Josas, otra durante el Destierro. A propsito de cada libro se irn dando precisiones sobre estos diversos puntos.Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de l una leccin religiosa. Pero tambin nos han conservado tradiciones o textos que se remontan hasta la poca heroica de la conquista, con la narracin de los hechos salientes de la historia de Israel. El hecho de que sta sea presentada como historia sagrada no disminuye su inters para el historiador y realza su valor para el creyente: este ltimo, no slo aprender en ella a encontrar la mano de Dios en todos los acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente solicitud de Yahv para con su pueblo elegido, reconocer la lenta preparacin del nuevo Israel, la comunidad de los creyentes.El libro de Josu se divide en tres partes: a) la conquista de la tierra prometida, 1-12; b) el reparto del territorio entre las tribus, 13-21; c) el fin de la jefatura de Josu, y especialmente su ltimo discurso y la asamblea de Siqun, 22-24. Es cierto que este libro no fue escrito por Josu mismo, como lo ha admitido la tradicin juda, y que emplea fuentes diversas. En la primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11, dos historias de batallas, la de Gaban y la de Merom, de las que se hace depender la conquista de todo el Sur, y ms adelante, la de todo el Norte del pas. La historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrndose en 10 1-6, sirve de enlace entre estos elementos, que probablemente se hallaban reunidos desde los comienzos de la poca monrquica.El hecho de que los relatos de los caps.2-9 sean originarios de Guilgal, santuario de Benjamn, no quiere decir que la figura de Josu, que es efrainita, sea en ellos secundaria, porque los componentes de Efran y de Benjamn entraron juntos en Canan antes de establecerse en sus territorios respectivos. Es innegable el aspecto etiolgico de estos relatos, es decir, su afn por explicar hechos y situaciones que no dejan de ser observables, pero solamente afecta a las circunstancias o a las consecuencias de acontecimientos cuya historicidad no se debe rechazar, excepto, al parecer, el relato de la toma de Ay.La segunda parte es una exposicin geogrfica de ndole muy diferente. El cap. 13 localiza a las tribus de Rubn y Gad y a la media tribu de Manass, instaladas ya por Moiss en Transjordania, segn Nm 32, ver Dt 3 12-17. Los caps. 14-19, concernientes a las tribus del oeste del Jordn, combinan dos clases de documentos: una descripcin de los lmites de las tribus, de una precisin muy desigual, y que en el fondo se remonta a la poca premonrquica, y listas de ciudades que han sido aadidas. La ms detallada es la de las ciudades de Jud, 15, que, completada con una parte de las ciudades de Benjamn, 18 25-28, distribuye las ciudades en doce distritos; refleja una divisin administrativa del reino de Jud, probablemente en tiempos de Josafat. A modo de complementos, el cap. 20 enumera las ciudades de asilo, cuya lista no es anterior al reinado de Salomn; el cap. 21, sobre las ciudades levticas, es una adicin posterior al Destierro, pero que utiliza los recuerdos de la poca monrquica.En la tercera parte, el cap. 22, acerca del regreso de las tribus de Transjordania y la ereccin de un altar a orillas del Jordn, presenta las seales de redacciones deuteronomista y sacerdotal; tiene su origen en una tradicin particular cuya fecha y sentido son dudosos. El cap. 24 conserva el antiguo y autntico recuerdo de una asamblea en Siqun y de un pacto religioso que all se estableci.Adems de algunos retoques de detalle, se pueden atribuir a la redaccin deuteronomista los pasajes siguientes: 1 (en gran parte); 8 30-35; 10 16-43; 11 10-20; 12; 22 1-8; 23; la revisin de 24. La forma en que el cap. 24, retocado segn el espritu del Deuteronomio, se ha mantenido junto al cap. 23, que se inspira en l pero que es de otra mano, nos proporciona el indicio de dos ediciones sucesivas del libro.ste presenta la conquista de toda la Tierra Prometida como el resultado de una accin de conjunto de las tribus bajo la direccin de Josu. El relato de Jc 1 ofrece un cuadro diferente: en l vemos que cada tribu lucha por su territorio y es a menudo derrotada; es una tradicin con origen en Jud, pero algunos componentes de esta tradicin penetraron en la parte geogrfica de Josu: 13 1-6; 14 6-15; 15 13-19; 17 12-18. Esta imagen de una conquista desperdigada e incompleta est ms cerca de la realidad histrica, que slo de una manera conjetural es posible restituir. El establecimiento en el sur de Palestina se hizo desde Cads y el Ngueb y sobre todo por medio de grupos que slo paulatinamente fueron integrados en Jud: los calebitas, quenizeos, etc., y los simeonitas. El establecimiento en Palestina central fue obra de los grupos que atravesaron el Jordn bajo la direccin de Josu y que comprendan a los elementos de las tribus de Efran-Manass y de Benjamn. El establecimiento en el Norte tuvo una historia particular: las tribus de Zabuln, Isacar, Aser y Neftal pudieron hallarse ya establecidas desde una poca indeterminada y no habran bajado a Egipto. En Siqun se adhirieron a la fe yahvista que el grupo de Josu haba trado y adquieren sus territorios definitivos luchando contra los cananeos que los haban subyugado o que les amenazaban.En estas diversas regiones, el establecimiento se realiz en parte mediante acciones de guerra y en parte mediante la infiltracin pacfica y las alianzas con los anteriores ocupantes del pas. Es preciso mantener como histrico el papel de Josu en el establecimiento en Palestina central, desde el paso del Jordn hasta la asamblea de Siqun. Tomando en consideracin la fecha que se ha indicado para el xodo (Introduccin a Pentateuco), se puede proponer la siguiente cronologa: entrada de los grupos del Sur hacia el 1250, ocupacin de la Palestina central por los grupos procedentes de allende el Jordn a partir de 1225, expansin de los grupos del Norte hacia el 1200 a.C.De esta historia compleja, que slo de un modo hipottico restituimos, el libro de Josu ofrece un cuadro idealizado y simplificado. El cuadro est idealizado: la epopeya de la salida de Egipto se prosigue con esta conquista en que Dios interviene milagrosamente en favor de su pueblo.Est simplificado: todos los episodios se han polarizado en torno a la gran figura de Josu, que dirige los combates de la casa de Jos, 1-12, y a quien se atribuye un reparto del territorio que no llev l a cabo ni se realiz de una vez, 13-21. El libro concluye con la despedida y la muerte de Josu, 23; 24 29-31; de este modo, l es, del principio al fin, su personaje principal.Los Padres han reconocido en l una prefiguracin de Jess: no slo lleva el mismo nombre, Salvador, sino que el paso del Jordn, que, con l al frente, da entrada en la Tierra Prometida, es el tipo del bautismo en Jess, que nos da acceso a Dios, y la conquista y el reparto del territorio son la imagen de las victorias y de la expansin de la Iglesia.Esta tierra de Canan es, con toda evidencia, en las limitadas perspectivas del AT, el verdadero tema del libro: el pueblo, que haba encontrado a su Dios en el desierto, recibe ahora su tierra, y la recibe de su Dios. Porque quien ha combatido en favor de los israelitas, 23 3-10; 24 11-12, y les ha dado en herencia el pas que haba prometido a los Padres, 23 5, 14, es Yahv.El libro de los Jueces comprende tres partes desiguales: a) una introduccin, 1 1 - 2 5; b) el cuerpo del libro, 2 6 - 16 31; c) adiciones que narran la migracin de los danitas, con la fundacin del santuario de Dan, 17-18, y la guerra contra Benjamn en castigo del crimen de Guibe, 19-21.La introduccin actual al libro, 1 1 - 2 5, en realidad no le pertenece: se ha dicho a propsito del libro de Josu que era otro cuadro de la conquista y sus resultados, considerado desde un punto de vista de los de Jud. Su insercin ha ocasionado la repeticin en 2 6-10 de informaciones acerca de la muerte y la sepultura de Josu que se haban dado ya en Jos 24 29-31.La historia de los Jueces se refiere en la parte central, 2 6 - 16 31. Los modernos distinguen seis grandes jueces, Otniel, Ehd, Barac (y Dbora), Geden, Jeft y Sansn, cuyos hechos se refieren de una manera ms o menos detallada, y seis menores, Sangar, 3 31, Tol y Yar, 10 1-15, Ibsn, Eln y Abdn, 12 8-15, que solamente son objeto de breves menciones.Pero esta distincin no se hace en el texto; hay una diferencia mucho mayor entre los dos grupos, y el ttulo comn de jueces que se les da es el resultado de la composicin del libro, que ha reunido elementos extraos entre s en un principio. Los grandes jueces son hroes libertadores; su origen, su carcter y su accin varan mucho, pero todos poseen un rasgo comn: han recibido una gracia especial, un carisma, han sido especialmente elegidos por Dios para una misin de salvacin.Sus historias fueron narradas primero oralmente, en formas variadas, e incorporaron elementos diversos. Finalmente, fueron reunidas en un libro de los libertadores, compuesto en el reino del Norte en la primera parte de la poca monrquica. Abarcaba la historia de Ehd, la de Barac y Dbora, quiz alterada ya por el relato de Jos 11, referente a Yabn de Jasor, la historia de Geden-Yerubaal, a lo que se aadi el episodio de la realeza de Abimlec, la historia de Jeft ampliada con la de su hija. Se recogieron dos antiguas piezas poticas, el Cntico de Dbora, 5, que es un duplicado del relato en prosa, 4, y el aplogo de Jotn, 9 7-15, dirigido contra la realeza de Abimlec. Los hroes de algunas tribus se convertan en este libro en figuras nacionales que haban dirigido las guerras de Yahv para todo Israel. Los jueces menores, Tol, Yar, Ibsn, Eln, Abdn, proceden de una tradicin diferente. No se les atribuye ningn acto salvador, solamente se dan informaciones acerca de sus orgenes, su familia y el lugar de su sepultura, y se dice que han juzgado a Israel durante un nmero de aos preciso y variable. Conforme al uso diverso del verbo sf[di[si2][md5].[mu5]t[ee, juzgar, en las lenguas semticas del Oeste, emparentadas con el hebreo, en Mari en el s. XVIII a.C., y en Ugarit en el s. XIII, y hasta en los textos fenicios y pnicos de la poca grecorromana (los sufetes de Cartago), estos jueces no slo administran justicia, sino que gobiernan. Su autoridad no se extenda ms all de su ciudad o de su distrito.Fue una institucin poltica intermedia entre el rgimen tribal y el rgimen monrquico. Los primeros redactores deuteronomistas posean informes autnticos de estos jueces, pero extendieron su poder a todo Israel y los ordenaron en sucesin cronolgica. Trasladaron su ttulo a los hroes del libro de los libertadores, que de ese modo se convirtieron en jueces de Israel. Jeft serva de lazo de unin entre los dos grupos: haba sido un libertador, pero tambin haba sido juez; se saban, y se dan a propsito de l los mismos datos, 11 1-2; 12 7, que a propsito de los jueces menores, entre los cuales se incrusta su historia. Con ellos se equipar tambin una figura que primitivamente nada tena que ver con ninguno de los dos grupos: el singular hroe danita Sansn, que no haba sido ni libertador ni juez, pero cuyas hazaas contra los filisteos se narraban en Jud, 13-16. Se aadi en la lista a Otniel, 3 7-11, que pertenece a la poca de la conquista, ver Jos 14 16-19; Jc 1 12-15, y ms adelante a Sangar, 3 31, que ni siquiera era israelita, ver Jc 5 6, as se alcanzaba la cifra de doce, simblica de todo Israel.Fue tambin la redaccin deuteronomista la que puso al libro su marco cronolgico: conservando los datos autnticos sobre los jueces menores, fue intercalando en los relatos indicaciones convencionales en que se repiten las cifras de 40, duracin de una generacin, o su mltiplo 80, o su mitad 20, en un esfuerzo por alcanzar un total que, combinado con otros datos de la Biblia, corresponde a los 480 aos que la historia deuteronomista pone entre la salida de Egipto y la construccin del Templo, 1 R 6 1. En este marco, las historias de los Jueces llenan sin lagunas el perodo que discurri entre la muerte de Josu y los comienzos del ministerio de Samuel. Pero, sobre todo, los redactores deuteronomistas dieron al libro su sentido religioso. ste se expresa en la introduccin general de 2 6 - 3 6 y en la introduccin particular a la historia de Jeft, 10 6-16, as como en las frmulas redaccionales que llenan casi toda la historia de Otniel, que es una composicin deuteronomista, y que sirven de marco a las grandes historias siguientes: los israelitas han sido infieles a Yahv, l los ha entregado en manos de los opresores; los israelitas han implorado a Yahv, l les ha enviado un salvador, el Juez. Pero vuelven las infidelidades y la serie se repite. Este libro deuteronomista de los Jueces tuvo por lo menos dos ediciones. Los indicios ms claros son: los dos elementos que se aaden en la introduccin, 2 11-19 y 2 6-10 * 2 20 - 3 6, y las dos conclusiones a la historia de Sansn, 15 20 y 16 30, que significan que el cap. 16 es una adicin.Este libro no contena an los apndices, 17-21. stos no narran la historia de un juez, sino que informan de los acontecimientos ocurridos antes de la institucin de la monarqua, razn por la cual han sido aadidos al final del libro despus de la vuelta del Destierro. Reproducen antiguas tradiciones y han pasado por una larga historia literaria o preliteraria antes de ser aqu incluidos. Los caps. 17-18 tienen su origen en una tradicin danita sobre la migracin de la tribu y la fundacin del santuario de Dan, que ha sido transformada en sentido peyorativo.Los caps. 19-21 combinan dos tradiciones de los santuarios de Misp y Betel, que fueron divulgadas por todo Israel; estas tradiciones, quiz benjaminitas, fueron revisadas en Jud en sentido hostil a la realeza de Sal en Guibe.El libro es casi nuestra nica fuente para el conocimiento de la poca de los Jueces; pero no permite escribir una historia lgica de esa poca. La cronologa que nos da es artificial, como lo hemos dicho ya. Suma perodos que han podido superponerse en el tiempo, puesto que los tiempos de opresin y las liberaciones nunca afectan ms que a una parte del territorio y la poca de los Jueces no se extendi ms de siglo y medio.Los principales acontecimientos cuyo recuerdo se nos conserva pueden ser fechados dentro de este perodo slo por aproximacin. La victoria de Tanac bajo Dbora y Barac, 4-5, pudo haber sido conseguida hacia mediados del s. XII, es anterior a la invasin madianita (Geden) y a la expansin de los filisteos fuera de su territorio propio (Sansn). De ello se deduce sobre todo que, durante este turbulento perodo, los israelitas no slo tuvieron que luchar contra los cananeos, primeros poseedores del pas, por ejemplo contra los de la llanura de Yizreel, batidos por Dbora y Barac, sino tambin contra los pueblos vecinos: moabitas (Ehd), amonitas (Jeft), madianitas (Geden), y contra los filisteos recin llegados (Sansn). En estos momentos de peligro, cada grupo defiende su territorio. En ocasiones, un grupo se une a los grupos vecinos, 7 23, o a la inversa, una tribu poderosa protesta porque no ha sido invitada a participar del botn, 8 1-3; 12 1-6. El Cntico de Dbora, 5, estigmatiza a las tribus que no han respondido al llamamiento y, cosa notable, Jud y Simen ni siquiera aparecen nombrados.Estas dos tribus vivan en el Sur, separadas por la barrera no israelita de Guzer, de las ciudades gabaonitas y de Jerusaln, y su aislamiento alimentaba los grmenes del cisma futuro. Por el contrario, la victoria de Tanac, que daba a los israelitas la llanura de Yizreel, facilit la unin de la Casa de Jos y de las tribus del Norte. Sin embargo, la unidad entre las diferentes fracciones estaba asegurada por la participacin en la misma fe religiosa: todos los Jueces fueron yahvistas convencidos, y el santuario del arca en Silo era el centro donde todos los grupos se encontraban. Adems, estas luchas forjaron el alma nacional y prepararon el momento en que, ante un peligro general, se uniran todos contra el enemigo comn, bajo Samuel.El libro enseaba a los israelitas que la opresin es un castigo de la impiedad y que la victoria es una consecuencia de la vuelta a Dios. El Eclesistico alaba a los Jueces por su fidelidad, Si 46 11-12, la epstola a los Hebreos presenta sus xitos como la recompensa de su fe; forman parte de esa nube de testigos que anima al cristiano a rechazar el pecado y a soportar con valenta la prueba a que se le somete, Hb 11 32-34 y Hb 12 1.El librito de Rut figura a continuacin de los Jueces en los Setenta, la Vulgata y las traducciones modernas. En la Biblia hebrea se encuentra colocado con los Hagigrafos como uno de los cinco rollos, los meguil.lot, que se lean en las fiestas principales; serva Rut para la fiesta de Pentecosts. Aunque el tema del libro lo relaciona con el perodo de los Jueces, ver 1 1, el libro no formaba parte de la redaccin deuteronomista, que se extiende desde Josu hasta el final de Reyes.Es la historia de Rut la Moabita que, tras la muerte de su marido, un hombre de Beln emigrado a Moab, vuelve a Jud con su suegra Noem y se desposa con Booz, pariente de su marido, en cumplimiento de la ley del levirato; de este matrimonio nace Obed, que ser el abuelo de David.Una adicin, 4 18-22, da una genaloga de David paralela a la de 1 Cro 2 5-15.Se discute mucho la fecha de composicin y se han propuesto todos los perodos desde David y Salomn hasta Nehemas.Los argumentos alegados en favor de una fecha tarda: lugar en el canon hebreo, lenguaje, costumbres familiares, doctrina, no son decisivos, y el librito, menos los ltimos versculos, podra haber sido compuesto en la poca monrquica. Es una historia edificante cuya intencin principal es mostrar cmo resulta premiada la confianza que se pone en Dios, cuya misericordia se extiende hasta una extranjera, 2 12. Esta fe en la Providencia y este espritu universalista son la enseanza duradera del relato. El hecho de que Rut haya sido reconocida como la bisabuela de David ha dado un valor especial a este librito, y San Mateo ha incluido el nombre de Rut en la genealoga de Cristo, Mt 1 5.Los libros de Samuel formaban una sola obra en la Biblia hebrea. La divisin en dos libros se remonta a la traduccin griega que ha unido asimismo Samuel y Reyes bajo un mismo ttulo: los cuatro libros de los Reinos; la Vulgata los llama los cuatro libros de los Reyes. El Samuel hebreo corresponde a los dos primeros.Este ttulo proviene de la tradicin que atribua al profeta Samuel la composicin de este escrito.El texto es uno de los peor conservados del AT. La traduccin griega de los Setenta da un texto bastante diferente, que se remonta a un prototipo del que las cuevas de Qumrn han proporcionado importantes fragmentos. Existan, pues, varias recensiones hebraicas de los libros de Samuel.Se distinguen en l cinco partes: a) Samuel, 1 S 1-7; b) Samuel y Sal, 1 S 8-15; c) Sal y David, 1 S 16 a 2 S 1; d) David, 2 S 2-20; e) suplementos, 2 S 21-24.La obra combina o yuxtapone diversas fuentes y tradiciones sobre los comienzos del perodo monrquico. Hay una historia del arca y de su cautiverio entre los filisteos, 1 S 4-6, en la que no aparece Samuel y que proseguir en 2 S 6. Est enmarcada por un relato de la infancia de Samuel, 1 S 1-3, y por otro relato que presenta a Samuel como el ltimo de los Jueces y anticipa la liberacin del yugo filisteo, 7. Samuel desempea un papel esencial en la historia de la institucin de la realeza, 1 S 8-12, donde se han distinguido desde hace tiempo dos grupos de tradiciones: 9; 10 1-16; 11, por una parte, y 8; 10 17-24; 12, por otra. Al primer grupo se le ha denominado versin monrquica del acontecimiento, y al segundo, versin antimonrquica; esta ltima sera posterior. En realidad ambas tradiciones son antiguas y solamente representan tendencias diferentes; adems, la segunda corriente no es tan antimonrquica como se afirma, sino que solamente se opone a una realeza que no respetara los derechos de Dios. Las guerras de Sal contra los filisteos son narradas en 13-14, con una primera versin del rechazo de Sal, 13 7a; una segunda versin de este rechazo se da en 15, en conexin con una guerra contra los amalecitas. Este rechazo prepara la uncin de David por Samuel, 16 1-13. Sobre los comienzos de David y sus desavenencias con Sal, se han recogido tradiciones paralelas y, al parecer, de igual antigedad en 1 S 16 14 - 2 S 1, donde los duplicados son frecuentes. El final de esta historia se encuentra en 2 S 2-5: el reinado de David en Hebrn, la guerra filistea y la toma de Jerusaln aseguran la confirmacin de David como rey sobre todo Israel, 2 S 5 12. El cap. 6 prosigue la historia del arca; la profeca de Natn, 7, es antigua, pero ha sido retocada; el cap.8 es un resumen redaccional. En 2 S 9 se inicia una larga narracin que no concluir hasta el comienzo de Reyes, 1R 1-2. Es la historia de la familia de David y de las luchas en torno a la sucesin al trono, escrita por un testigo ocular, en la primera mitad del reinado de Salomn. Queda interrumpida por 2 S 21-24, que agrupa trozos de origen diverso sobre el reinado de David.Es posible que desde los primeros siglos de la monarqua hayan tomado cuerpo, adems de la gran historia de 2 S 9-20, otras agrupaciones literarias: un primer ciclo de Samuel, dos historias de Sal y David. Es posible, asimismo, que estos conjuntos hayan sido combinados en torno al ao 700, pero los libros no recibieron su forma definitiva hasta que fueron incorporados a la gran historia deuteronomista. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio resulta aqu menos visible que en Jueces y Reyes. Se la descubre particularmente en los primeros captulos de la obra, especialmente en 1 S 2 22-36; 7 y 12, quiz en una modificacin de la profeca de Natn, 2 S 7; pero el relato de 2 S 9-20 se ha conservado casi sin retoque.Los libros de Samuel abarcan el perodo que va de los orgenes de la monarqua israelita al final del reinado de David. La expansin de los filisteos (la batalla de Afec, 1 S 4, se sita hacia el 1050) pona en peligro la existencia misma de Israel e impuso la monarqua. Sal, hacia el 1030, es, en un principio, como un continuador de los Jueces, pero su reconocimiento por todas las tribus le confiere una autoridad universal y permanente: ha nacido la realeza. Comienza la guerra de liberacin y los filisteos son arrojados hasta su territorio, 1 S 14; los encuentros ulteriores tienen lugar en los confines del territorio israelita, 1 S 17 (valle del Terebinto), 28 y 31 (Gelbo). Este ltimo combate acaba en desastre y en l muere Sal, hacia el 1010. La unidad nacional se ve de nuevo comprometida, David es consagrado rey en Hebrn por los de Jud, y las tribus del Norte le oponen a Isbaal, descendiente de Sal, refugiado en Transjordania. Sin embargo, el asesinato de Isbaal hace posible la unin, y David es reconocido rey por Israel.El segundo libro de Samuel no da ms que un resumen de los resultados polticos del reinado de David: fueron, sin embargo, considerables. Los filisteos fueron definitivamente rechazados, la unificacin del territorio concluye con la absorcin de los enclaves cananeos, y en primer lugar Jerusaln, que se convirti en la capital poltica y religiosa del reino. Fue sometida Transjordania, y David extendi su dominio sobre los arameos de Siria meridional. Con todo, cuando muri David, hacia el 970, la unidad nacional no estaba verdaderamente consolidada; David era rey de Israel y de Jud y estas dos fracciones se oponan a menudo: la rebelin de Absaln fue sostenida por las gentes del Norte, el benjaminita Seba quiso sublevar al pueblo al grito de A tus tiendas, Israel.Se presiente ya el cisma.Estos libros traen un mensaje religioso; exponen las condiciones y las dificultades de un reino de Dios sobre la tierra. El ideal slo se ha conseguido bajo David; este logro ha sido precedido por el fracaso de Sal y ser seguido por todas las infidelidades de la monarqua, que atraern la condenacin de Dios y provocarn la ruina de la nacin. A partir de la profeca de Natn, la esperanza mesinica se ha alimentado de las promesas hechas a la casa de David. El NT se refiere a ellas tres veces, Hch 2 30, 2 Co 6 18, Hb 1 5. Jess es descendiente de David, y el nombre de hijo de David que le da el pueblo es el reconocimiento de sus ttulos mesinicos. Los Padres han establecido un paralelo entre la vida de David y la de Jess, el Cristo, el Ungido, elegido para salvacin de todos, rey del pueblo espiritual de Dios y, sin embargo, perseguido por los suyos.Los libros de los Reyes, como los de Samuel, constituan una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos ltimos libros de los Reinos en la traduccin griega, y de los Reyes en la Vulgata.Son la continuacin de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narracin del reinado de Salomn, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabidura, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusaln, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una poca gloriosa, pero el espritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposicin entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomn, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesin agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Jud se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es tambin la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Jud y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejrcitos asirios intervienen en la regin, primero en el siglo IX, con ms fuerza en el siglo VIII, cuando Samara cae bajo sus golpes el 721, mientras que Jud se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Jud, prosigue hasta la ruina de Jerusaln el 587 en 2 R 18-25 21. La narracin se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequas, 2 R 18-20, y el de Josas, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos polticos son entonces la invasin de Senaquerib bajo Ezequas el 701, en respuesta a la denegacin del tributo asirio y, bajo Josas, la ruina de Asiria y la formacin del imperio caldeo. Jud hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebel. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejrcitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusaln y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez aos despus un amago de independencia provoc una segunda intervencin de Nabucodonosor, que termin el 587 con la ruina de Jerusaln y una segunda deportacin. Reyes concluye con dos breves apndices, 2 R 25 22-30.La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomn, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Jud, pero tambin existieron otras: adems de la parte final del gran documento davdico, 1 R 1-2, una descripcin del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elas compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elas, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequas que presentan en escena a Isaas, 2 R 18 17 - 20 19, provienen de los discpulos de este profeta.Cuando la utilizacin de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se sealan casi con las mismas frmulas, en las que jams falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundacin del santuario de Betel; entre los reyes de Jud, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahv. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observacin de que los altos no desaparecieron; nicamente Ezequas y Josas reciben una aprobacin sin reservas.Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Ms an: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josas y la reforma religiosa que inspir sealan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostracin de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, ser bendecido; si la rompe, ser castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra tambin en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.Es probable que una primera redaccin deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josas en Meguid el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2 R 23 25 (menos las ltimas palabras) sera la conclusin de la obra primitiva. Una segunda edicin, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: despus del 562, si se le atribuye el final del libro, 2 R 25 22-30, o algo antes si ponemos su punto final despus del relato de la segunda deportacin, 2 R 25 21, que tiene trazas de ser una conclusin. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y despus del Destierro.Los libros de los Reyes se han de leer con el espritu con que fueron escritos, como una historia de salvacin: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nacin parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sin que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davdico, depositario de las promesas mesinicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconas, como aurora de una redencin.LOS LIBROS DE LAS CRNICAS DE ESDRAS Y NEHEMASIntroduccinEl AT comprende un segundo grupo de libros histricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josu al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crnicas, y adems del libro de Esdras y, segn la opinin comn, del libro de Nehemas. Los dos libros de las Crnicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemas integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor.No slo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repeticin, al comienzo de Esd 1, de los versculos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composicin.Son, pues, los libros de las Crnicas (segn el ttulo hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman Paralipmenos, es decir, los libros que refieren las cosas omitidas, que aaden un complemento) obra del Judasmo postexlico, de una poca en que el pueblo, privado de su independencia poltica, gozaba con todo de una especie de autonoma reconocida por los dueos del Oriente: viva bajo la direccin de sus sacerdotes, segn las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional.Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.El autor de las Crnicas, un levita de Jerusaln, es profundamente adicto a este medio.Escribe despus de Esdras y Nehemas, bastante tiempo despus, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aqullos se refieren. La fecha ms probable parece ser el comienzo de la poca griega, antes del ao 300 a.C. El libro recibi despus adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealgicos de 1 Cro 2-9 y se aadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adicin de 23 3 - 27 34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la lnea de pensamiento del Cronista.Muestra gran inters por el Templo. El clero desempea en su obra un papel preeminente: no slo los sacerdotes y los levitas, segn el espritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino tambin las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificacin del clero se extiende a los seglares mediante la participacin de stos en los sacrificios de comunin, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Jud: por encima de la apostasa del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunin de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oracin del Templo. Israel es para l todo el pueblo fiel, con el que Dios haba concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espritu de David debe vivir la comunidad, con un afn constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.El centro de inters permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusaln y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauracin llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composicin de su obra.Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealgicas que se detienen ms en la tribu de Jud y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusaln. Esto sirve de introduccin a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Sal, as como el pecado con Betsab, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profeca de Natn, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organizacin del culto en Jerusaln, 13, 15-16, preparativos para la construccin del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realizacin a su hijo Salomn. En la historia de ste, 2 Cro 1-9, la construccin del Templo, la oracin del rey en la dedicacin y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista slo se preocupa del reino de Jud y de la dinasta davdica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, segn se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desrdenes siguen las reformas, y las ms profundas de stas son las de Ezequas y Josas; este ltimo rey tiene sucesores impos que precipitan el desastre, pero las Crnicas concluyen con la autorizacin dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuacin de estas Crnicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemas.Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros cannicos: Gnesis y Nmeros para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propsito, aade y corta. Con todo, jams cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto nmero de otras obras, libros de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Jud, un midrs del libro de los Reyes, palabras o visiones de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describan los diversos reinos a la luz de las intervenciones profticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido tambin de tradiciones orales.Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podan ser dignas de fe, no hay razn para desconfiar, en principio, de todo lo que aade a los libros cannicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en s, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrdito en que le tenan muchos exegetas. Pero tambin se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos ltimos libros. Este procedimiento -que no tendra excusa en ningn historiador moderno, cuya misin es narrar y explicar la sucesin de los hechos- se justifica por la intencin del autor; l no es un historiador, es un telogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davdica, medita sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una sntesis: proyecta sobre la poca de David toda la organizacin cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeecer a su hroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su poca.Porque el Cronista escribe para sus contemporneos. Les recuerda que la vida de la nacin depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad.Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarn las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judasmo contemporneo de Cristo vivirn en este espritu, a veces con desviaciones que l no haba previsto. Su enseanza sobre la primaca de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberamos meditarlo en una poca como la nuestra, en que la invasin de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.Los libros de Esdras y Nehemas formaban un solo libro de Esdras en la Biblia hebrea y en los Setenta. Como sta retena el libro apcrifo griego de Esdras y lo pona en el primer puesto (Esdras I), denomina Esdras II al libro de Esdras-Nehemas. En la poca cristiana fue dividido en dos, costumbre que sigui la Vulgata, en la cual Esdras I equivala a Esdras, y Esdras II a Nehemas; la misma Vulgata llama Esdras III al apcrifo griego de Esdras. La designacin de los dos libros por sus dos personajes principales, Esdras y Nehemas, es todava ms reciente y se ha introducido en las ediciones impresas de la Biblia masortica.Los libros de Esdras y Nehemas son, como se ha dicho, continuacin de la obra del Cronista. Despus de los cincuenta aos de destierro, del que no habla, vuelve aqul a tomar el hilo de la historia en el momento en que el edicto de Ciro, 538 a.C., autoriza a los judos a volver a Jerusaln para reconstruir el Templo. El regreso escalonado comienza inmediatamente, pero los trabajos del Templo se interrumpen por la oposicin de los samaritanos y no se reanudan hasta Daro I; el Templo se acaba el 515. En el medio siglo inmediato, los esfuerzos para levantar las murallas de Jerusaln son obstaculizados por los mismos samaritanos, Esd 1-6.Bajo Artajerjes, Esdras, un escriba encargado de los asuntos judos en la corte de Persia, llega a Jerusaln con una nueva caravana. Viene provisto de un decreto que le concede facultades para imponer a la comunidad la ley de Moiss, reconocida como ley real. Se ve precisado a tomar severas medidas contra los judos que haban contrado matrimonio con mujeres extranjeras, Esd/47-10. Luego, Nehemas, copero de Artajerjes, logra que el rey le otorgue la misin de ir a Jerusaln para levantar las murallas. Rpidamente se concluye este trabajo, a pesar de la oposicin de los enemigos, y se repuebla la ciudad Ne 1 1 - 7 72a. Entre tanto, Nehemas ha sido nombrado gobernador. Esdras hace una lectura solemne de la Ley, se celebra la fiesta de las Tiendas, el pueblo confiesa sus pecados y se compromete a observar la Ley, Ne 7 72b - 10 40. Siguen algunas listas y medidas complementarias y la dedicacin de la muralla, 11 1 - 13 3.Nehemas, despus de haber vuelto de Persia, regresa para una nueva misin, durante la cual se ve obligado a reprimir algunos desrdenes que ya se han introducido en la comunidad, Ne 13 4-31.Se ve, por este resumen, que estos libros tienen mucha importancia para la historia de la Restauracin juda despus del Destierro. Los primeros caps. de Esdras completan las informaciones que se pueden sacar de los profetas Ageo, Zacaras y Malaquas. Los dos libros son la nica fuente de que disponemos sobre la actividad de Esdras y Nehemas. La fecha de su composicin es anterior a la de las Crnicas; pero, sobre todo, utilizan y citan textualmente documentos contemporneos de los hechos: listas de repatriados o de la repoblacin de Jerusaln, actas de los reyes de Persia, correspondencia con la corte y, sobre todo, el informe en que Esdras dio cuenta de su misin y la memoria justificativa de Nehemas.A pesar de esta abundancia de fuentes, la exgesis de Esdras y Nehemas est erizada de dificultades, porque los documentos se presentan en ellos en un orden desconcertante. La lista de los inmigrantes se da dos veces, Esd 2 y Ne 7; en la seccin de Esd 4 6 - 6 18, escrita en arameo, los sucesos del tiempo de Daro son referidos despus de los sucesos de los reinados de Jerjes y Artajerjes, que, sin embargo, se sitan en los cincuenta aos siguientes. Los escritos procedentes de Esdras y Nehemas han sido fraccionados para luego reunirlos combinndolos. Utilizando las fechas concretas que se dan en ellos, el informe de Esdras puede restituirse en el orden siguiente: Esd 7 1 - 8/436; Ne 7 72 - 8 18; Esd 9 1 - 10 44; Ne 9 1-37.Pero este documento ha sido rehecho por el Cronista, quien puso algunas partes en tercera persona, y ha recibido adiciones: la lista de los culpables de Esd 10 18.20-44 y las plegarias de Esd 9 6-15 y Ne/49 6-37. La memoria de Nehemas comprende los trozos siguientes: 1-2; 3 33 - 7 5; 12 27 - 13 31. El Cronista ha introducido un documento sobre la reconstruccin de las murallas, 3 1-32. La lista de los primeros sionistas, 7 6-72a, se repite en Esd 2. El cap. 10 es otro documento ms de archivo que pone el sello al compromiso aceptado por la comunidad durante la segunda misin de Nehemas, 13. El marco del cap.11 es una composicin del Cronista, a la que se han aadido listas de la poblacin de Jerusaln y de Jud y, en el cap. 12, listas de sacerdotes y levitas.Se ve que el Cronista ha querido proceder por medio de series unitarias. En Esd 1-6, su objetivo principal es la reconstruccin del Templo bajo Daro: agrupa los regresos sucesivos de la cautividad, difumina la figura de Sesbasar en beneficio de Zorobabel, forma una especie de expediente antisamaritano. A lo largo de los libros, presenta a Esdras y Nehemas trabajando juntos en la realizacin de una misma obra.Tales procedimientos literarios plantean graves problemas a los historiadores. La cuestin ms discutida y ms difcil atae a la cronologa de Esdras y Nehemas. Segn el orden del libro, Esdras lleg a Jerusaln el 458, el ao siete de Artajerjes I, Esd 7 8; Nehemas se le uni el 445, el ao veinte del mismo rey, Ne 2 1. Permaneci doce aos, Ne 13 6, es decir, hasta el 433; volvi a Persia por tiempo indeterminado y regres para una segunda permanencia, tambin bajo Artajerjes I, que no muri hasta el 424. Hay buenos exegetas que conservan este orden tradicional, pero que, conforme a las indicaciones precisas del mismo libro, limitan a un ao la misin de Esdras, y le hacen volverse antes de la llegada de Nehemas. Otros exegetas invierten este orden porque les parece que la obra de Esdras supone ya realizada la de Nehemas. Los datos que suministra Esdras se referiran no al reinado de Artajerjes I, como los de Nehemas, sino al reinado de Artajerjes II, y Esdras no habra llegado hasta el 398. Finalmente, algunos exegetas recientes, concediendo que Esdras haya venido despus de Nehemas, pero negndose a reconocer un cambio de reinado del que nada dice el texto, hacen venir a Esdras entre las dos misiones de Nehemas, a costa de una correccin textual de Esd 7 8: Esdras habra llegado, no en el ao 7, sino en el 37 de Artajerjes, el 428.Cada una de estas soluciones puede invocar buenos argumentos, pero tambin cada una de ellas tropieza con dificultades; el problema ha de seguir abierto. Slo un punto es seguro: la actividad de Nehemas en Jerusaln desde el 445 al 433 a.C.Por lo dems, para la inteligencia religiosa de los libros, es de inters secundario. De conformidad con la intencin del autor, presentan un cuadro sinttico, pero no engaoso, de la Restauracin juda; y para comprender sta, importa mucho ms conocer las ideas que la animaron que el orden exacto de los hechos. Los judos, beneficindose de la poltica religiosa liberal que los Aquemnidas aplicaban en su imperio, vuelven a la Tierra Prometida, restablecen el culto, restauran el Templo, levantan las murallas de Jerusaln y viven en comunidad, gobernados por hombres de su raza y regidos por la Ley de Moiss. Ello no les exige ms que una lealtad, fcil de guardar ante un poder central respetuoso con sus costumbres. Es un acontecimiento de gran importancia: se trata del nacimiendo del Judasmo, preparado en las largas meditaciones del Destierro y ayudado por la intervencin de hombres providenciales.Despus de Zorobabel, que reconstruy el Templo, pero cuyos ttulos mesinicos, reconocidos por Ageo y Zacaras, Ag 2 23; Za 6 12s, calla el Cronista, los pioneros de esta restauracin fueron Esdras y Nehemas. Esdras es en verdad el padre del Judasmo, con sus tres ideas esenciales: la Raza elegida, el Templo y la Ley. Su ardiente fe y la necesidad de proteger a la comunidad renaciente explica la intransigencia de sus reformas y el particularismo que impuso a los suyos. Es el modelo de los escribas y su figura ha venido agrandndose en la tradicin juda. Nehemas est al servicio de las mismas ideas, pero acta en otro plano: en la Jerusaln restaurada y repoblada por l, ofrece a su pueblo la posibilidad y el placer de una vida nacional. En su memoria, ms personal que el informe de Esdras, se nos muestra sensible y humano, arriesgndose personalmente, pero prudente y reflexivo, confiando en Dios, a quien ora con frecuencia. Dej un gran recuerdo y Ben Sir canta el elogio del que nos levant las murallas en ruinas, Si 49 13.No ha de extraarnos que, en esta reagrupacin de la comunidad en torno al Templo y bajo la gida de la Ley, el Cronista haya visto una realizacin del ideal teocrtico que l haba proclamado en las Crnicas. Sabe que hay que esperar algo ms; pero es que su dependencia de los documentos que reproduce es mayor que en las Crnicas: conserva su tono particularista que las circunstancias justifican, y, en relacin con la esperanza mesinica, respeta su silencio, inspirado sin duda en una honrada lealtad. Escribe en medio de este perodo de los siglos IV-III antes de nuestra era, que tan mal conocemos y en el que la comunidad de Jerusaln, replegada sobre s misma, se reconstruye en silencio y adquiere hondura espiritual.LOS LIBROS DE TOBAS, JUDIT Y ESTERIntroduccinLos tres libros de Tobas, Judit y Ester se ponen en la Vulgata a continuacin de los libros histricos. Algunos manuscritos importantes de la versin griega siguen este mismo orden, pero otros los colocan despus de los Escritos sapienciales. Forman un pequeo grupo que se distingue por varias caractersticas particulares:

1.oNo tienen un texto del todo seguro.El libro de Tobas depende de un original semtico que se ha perdido. San Jernimo se haba servido para la Vulgata de un texto caldeo (arameo) que ya no poseemos.Pero, en una cueva de Qumrn, se han descubierto los restos de cuatro manuscritos arameos y de un manuscrito hebreo de Tobas. Las versiones griega, siraca y latina representan cuatro recensiones del texto.Las dos ms importantes son: la de los dos manuscritos Vaticano (B) y Alejandrino (A), por una parte, y la del Cdice Sinatico (S) y la de la antigua versin latina, por otra. Esta ltima recensin, apoyada ahora por los fragmentos de Qumrn, parece la ms antigua y es la que sigue la presente traduccin, sin dejar de acudir a los dems testigos.Tambin se ha perdido el original hebreo del libro de Judit. Es dudoso que est representado por ninguno de los textos hebreos que circularon en la Edad Media.Los textos griegos se nos ofrecen en tres formas notablemente divergentes. La Vulgata, a su vez, presenta un texto muy distinto: parece como si San Jernimo se hubiera limitado a revisar alguna traduccin latina anterior con la ayuda de una parfrasis aramea.El libro de Ester presenta una forma breve, la hebrea, y otra larga, la griega. Del texto griego existen dos recensiones: el tipo comn de la Biblia griega y el divergente de Luciano de Antioqua. La versin griega aade al hebreo los siguientes complementos: sueo de Mardoqueo, 1 1a-r, y su explicacin, 10 3a-k, dos edictos de Asuero, 3 13a-g y 8 12a-v, oraciones de Mardoqueo, 4 17a-i y de Ester, 4 17k-z, otro relato de la gestin de Ester ante Asuero, 5 1a-f y 5 2a-b, un apndice que explica el origen de la versin griega, 10 31. San Jernimo tradujo estas adiciones a continuacin del texto hebreo (Vulg. 10 4 - 16 24); en la presente traduccin las hemos dejado en el lugar que les corresponde en el texto griego, en cursiva y con num