la cuadra de los pinos

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LA “CUADRA DE LOS PINOS” EN LA EXPERIENCIA DE LA INFANCIA 4 abril, 2015 l9000058 La calle Moreno, primera cuadra. POR ESTELA RAQUEL MORALES, 30 DE DICIEMBRE DE 2006 CUANDO DESPUÉS DE LA TORMENTA DEL 24 DE DICIEMBRE QUE DERRIBÓ VARIOS PINOS, LOS VECINOS ESCUCHAMOS DEL INTENDENTE: “HAY QUE SACAR ESTOS ÁRBOLES AÑOSOS” Individuos erguidos y fundidos en la frondosidad de su follaje ¡cuánto de esta ciudad miran aún desde su magnifica estatura! Foto: Eugenia Matiussi La tradición oral sostiene que fueron plantados para señalar el acceso a una finca del antiguo Tafí Viejo. Esta tradición puede avalarse si consideramos que la disposición de los árboles en hileras fue planificada y admitimos una relación económica con la “calle de la estación”, rústica vía de transporte de la producción agrícola y/o ganadera entre el “Camino del Perú” y la estación Tafí Viejo del Ferrocarril Central Norte Argentino. Una prueba dendocronológica estimaría su antigüedad y podría confirmar los aportes de la tradición oral. La memoria y los registros fotográficos de mediados a fines de la década de 1.940 muestran que en las manzanas paralelas a la primera cuadra de la calle Moreno avanzaba el loteo aunque aún quedaban la casa-quinta de Don Segundo Zárate, lotes poblados de mandarinos y árboles de mayor porte que guardaban la esencia de Tafí Viejo como villa veraniega. En la primera cuadra de esta calle quedaban viejas construcciones –hoy modificadas o reemplazadas- habitadas por las familias Rodríguez, Romagosa, Honrubia, Villagra, López y Heinecke- frente a cuya vivienda cabían, además, dos grandes palmeras-. En la década de 1950 el desarrollo de políticas crediticias aceleró la construcción de viviendas en la cuadra. El tiempo de Tafí Viejo como ciudad industrial encontró a los árboles de pie, resignificando un pequeño espacio de ella: “la cuadra de los pinos” La “cuadra de los pinos”… es más que un lugar singular de la ciudad, es un espacio especial para quienes crecimos experimentando (o imaginando) sentimientos de protección y complicidad en estos árboles. En las décadas de 1.950-60, los “chicos de la Moreno” – Graciela Heredia, Graciela y María Nilda Martín, Susana y Kelly Morales, Miguel Rizzo, Sonia y Roly Heinecke Rosi y Germán López, Pelao, Petiso y Tití López y Nora Honrubia- y algunos de las calles cercanas como Juan Ruzicka, Juan Jiménez, Cuqui y Mario López, Quicho Zato, Guillermo Frings y Rosa

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Page 1: La Cuadra de Los Pinos

LA “CUADRA DE LOS PINOS” EN LA EXPERIENCIA DE LA INFANCIA4 abril, 2015 • l9000058La calle Moreno, primera cuadra.POR ESTELA RAQUEL MORALES, 30 DE DICIEMBRE DE 2006CUANDO DESPUÉS DE LA TORMENTA DEL 24 DE DICIEMBRE QUE DERRIBÓ VARIOS PINOS,LOS VECINOS ESCUCHAMOS DEL INTENDENTE:“HAY QUE SACAR ESTOS ÁRBOLES AÑOSOS” Individuos erguidos y fundidos en la frondosidad de su follaje ¡cuánto de esta ciudad miran aún desde su magnifica estatura! 

Foto: Eugenia MatiussiLa tradición oral sostiene que fueron plantados para señalar el acceso a una finca del antiguo Tafí  Viejo. Esta tradición puede avalarse si consideramos que la disposición de los árboles en hileras fue planificada y admitimos una relación económica con la “calle de la estación”, rústica vía de transporte de la producción agrícola y/o ganadera entre el “Camino del Perú” y la estación Tafí Viejo del Ferrocarril Central Norte Argentino. Una prueba dendocronológica estimaría su antigüedad y podría confirmar los aportes de la tradición oral.La memoria y los registros fotográficos de mediados a fines de la década de 1.940  muestran que en las manzanas paralelas a la primera cuadra de la calle Moreno avanzaba el loteo aunque aún quedaban la casa-quinta de Don Segundo Zárate, lotes poblados de mandarinos y árboles de mayor porte que guardaban la esencia de Tafí Viejo como villa veraniega. En la primera cuadra de esta calle quedaban viejas construcciones –hoy modificadas o reemplazadas- habitadas por las familias Rodríguez, Romagosa, Honrubia, Villagra, López y Heinecke- frente a cuya vivienda cabían, además, dos grandes palmeras-. En la década de 1950 el desarrollo de políticas crediticias aceleró la construcción de viviendas en la cuadra.El tiempo de Tafí Viejo como ciudad industrial encontró a los árboles de pie, resignificando un pequeño espacio de ella: “la cuadra de los pinos”La “cuadra de los pinos”… es más que un lugar singular de la ciudad, es un espacio especial para quienes crecimos experimentando (o imaginando) sentimientos de protección y complicidad en estos árboles.En las décadas de 1.950-60, los “chicos de la Moreno” – Graciela Heredia, Graciela y María Nilda Martín, Susana y Kelly Morales, Miguel Rizzo, Sonia y Roly Heinecke Rosi y Germán López, Pelao, Petiso y Tití López y Nora Honrubia- y algunos de las calles cercanas como Juan Ruzicka, Juan Jiménez, Cuqui y Mario López, Quicho Zato, Guillermo Frings y Rosa Carrizo, nos convocamos espontáneamente en la “calle de los pinos” para los juegos en las siestas estivales. Las bolillas, la payana y la rayuela dejaban sus huellas en la tierra que circundaban las veredas y la calle, a la cual las bicicletas consideraban  casi de su exclusiva circulación. Las hondas apuntaban al follaje en busca de algún ave pequeña que, conseguida, arrancaba la algarabía de los chicos y la reprobación o admiración de las chicas. Remontar un volantín era cosa de muchachos que osaban conquistar lo imposible: alcanzar el cielo y la especial mirada de alguna vecina… pero sí les era posible forzar el alambrado que guardaba mandarinas en un lote de la esquina- sobe la avenida- y habilitarlo rápidamente para juegos de pelota. En esta improvisada cancha, como en la calle, se metía la sana rivalidad entre “los de la Moreno” y “los de la Alberdi”. Colorao Brizuela, Mundi y Lichi García, Rodolfo Verón, Rolo Moreno y Julio Figueroa vecino cercano a la Alberdi. Ambos equipos atraían jugadores de otras calles de la ciudad y eran estas las ocasiones  de prueba para la fidelidad de “las chicas de la Moreno”.

Page 2: La Cuadra de Los Pinos

Foto: Eugenia MatiussiNo había cansancio en estos tiempos de infancia más extendida que la actual; las horas de merienda y ducha sólo eran una pausa para que durante el atardecer y la noche las veredas se convirtieran en pistas de carreras y de “pilladitas” y los troncos de los pinos en refugio para las “escondidas”, mientras las chicharras parecían acompañar y alentar nuestros desplazamientos.El espíritu lúdico se sosegaba entrada la noche con los “pisa pisuela”, “antón pirulero” y “veo veo” en veredas y cunetas mientras Brahms, Beethoven, Bach y otros clásicos se derramaban mágicamente por la cuadra desde la esquina de la Uttinger: Chichi Mena Pietsh nos acercaba desde el piano, con estilo impetuoso y generosidad.Los cuentos de aparecidos con los que muchachos pretendían mostrar su superioridad  preanunciaban el fin del día y traían inconfesadas dudas acerca de un sueño fácilmente conciliable  y reparador. Arañas y lechuzas solían hacer una contribución destacada a los relatos, algo aliviados por el paso de los tucu-tucu y las luciérnagas. Poco quedaba a esta hora del disfrute del canto y alboroto de los pájaros.La noche era el tiempo de los mayores que, mientras vigilaban los juegos infantiles, descansaban y conversaban en la vereda disfrutando la frescura que los pinos les reservaban desde la mañana. Muchas noches se alargaron para los adultos intentando con esfuerzo clausurar la jornada de los juegos como otras tantas siestas el bullicio infantil los conducía al retiro –aunque precario- de los “permisos” para jugar en la calle. Pero el carnaval los convertía en aliados porque ayudaban a cargar con agua bombitas, pomos y baldes y después limpiaban las veredas  mientras los niños cambiábamos nuestra ropa mojada.La memoria rescata también una sociabilidad infantil más elaborada: la de los ensayos culinarios y artísticos, casi siempre asociados. Las chicas determinábamos los sabores que compartiríamos en los actos artísticos, aunque de las galletitas saladas con picadillo y los sándwiches de queso y fiambre no se debía prescindir, si no se los conseguía en casa, la despensa de don Valentini las demandas de los pequeños vecinos.Preparar los números artísticos requería mas tiempo y atención pues la  acrobacia  era tan infaltable como el baile y el canto, el cuento y el chiste, el recitado y la modesta representación teatral. Los gastos se cubrían con monedas a manera de entrada al espectáculo que ofrecíamos también para otros chicos de la ciudad.¡Cuantos asaditos al aire libre compartíamos! Chicas y muchachos aprendimos a hacer fuego, salar la diversidad de cortes de carne que de casa se traía, disponer lo necesario para saborearlo y disponer los rastros de esta travesura bajo los árboles que vivíamos como única en la ciudad.

Page 3: La Cuadra de Los Pinos

Foto: Eugenia MatiussiNuestros días de infancia no pueden disociarse de la arboleda de la primera cuadra de la calle Moreno, ella fue la capa protectora de las experiencias infantiles más queridas: los juegos al aire libre y la relación con los pares. En vísperas de que la cuadra se vea privada de ella, han ingresado al recuerdo nombres y juegos compartidos en la infancia y también ha asomado la tristeza que seguramente resbalará por nuestras mejillas con la partida del último pino. Entonces, sólo la memoria quedará para restaurar la nostalgia por aquellas mañanas en que el trinar de los pájaros nos anunciaba un día más de felicidad en la calle.Esta entrada se publicó en Historia. Marca el vínculo permanente.