la creaciondelproblema escohotado

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Documento de Antonio Escohotado en donde delimita la discusión y el problemas sobre la historia de las drogas. Una de las obras de riqueza intelectual sobre las plantas sagradas y su historia.

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  • 1. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929)* Antonio Escohotado Muchas veces nace la enfermedad del mismo remedio. (GRACIN, Mxima 123.) En trminos bastante profticos, un neurlogo y psiquiatra americano de finales de siglo comentaba que el uso de sustancias psicoactivas, y en espe- cial de las drogas descubiertas en el xix (morfina, herona, cocana y barbi- tricos, fundamentalmente), se vinculaba a una fragilidad de la civilizacin avanzada, y crecera enormemente a medida que pasasen los aos *. Lo que no saba es que a este evidente factor iba a aadirse como condicin decisiva de expansin la convocatoria de una autntica Cruzada por parte de un grupo, en principio muy reducido, de empresarios morales (moral enterpreneurs), de acuerdo con el trmino acuado por algunos socilogos americanos con- temporneos. Procuremos seguir el asunto paso a paso en los comienzos. La morfina comienza a fabricarse en los Estados Unidos en 1832, por la * Este artculo constituye parte de una monografa mucho ms extensa sobre el uso de agentes psicoactivos, desde la antigedad remota hasta nuestros das, patrocinada en su primera fase por el Centro de Investigaciones Sociolgicas. 1 Cfr. G. BEARD, American Nervousness: Its Cauces and Consequences, Putnam, Nue- va York, 1881, p. 64. 34/MI pp. 23-56

2. ANTONIO ESCOH OTADO Rosengarten and Co., de Filadelfia, origen de la multinacional hoy conocida como Merck, Sharpe & Dohme. Poco despus se le unen los laboratorios Parke-Davis, que junto con la Bayer alemana elaboran una parte considerable de los opiceos y la cocana comercializados en Estados Unidos. Desde 1870 su negocio es floreciente, y van aumentando las importaciones de opio crudo, que tocan techo en 1902, al alcanzar las 250 toneladas. Preocupados por el aumento en el nmero de personas dependientes de preparaciones opiadas y morfina, las autoridades sanitarias federales instaron a principios de siglo la creacin en el Congreso de un Comit para estudiar la adquisicin del hbito. El resultado de sus investigaciones fue que si bien desde 1898 a 1902 la poblacin haba crecido slo el 10 por 100, la importacin de cocana haba aumentado en un 500 por 100, y la de morfina, en un 600 por 100. Se trata de la primera voz de alarma, y no est de ms precisar que 1898 el ao elegido para iniciar la investigacin fue el ao con ms baja importacin de opio desde 1865, debido a un hecho tan decisivo como la puesta en vigor de la tarifa Dingley (un severo arancel) a finales del ao previo. Dicho en otros trminos, si en vez de considerar 1898 el Comit hubiese considerado 1897, en vez del incremento medio del 550 por 100 habra detectado un incremento desde luego no despreciable, pero bien distinto del 30 al 40 por 100 2 . Por lo dems, el Comit no se permite otras exageraciones, y calcula en unos 200.000 a los individuos que consumen cotidianamente grandes canti- dades de opiceos y cocana en todo el pas. En efecto, 250 toneladas de opio no permiten sostener a ms de 200.000 adictos anualmente, aunque las exa- geraciones de los primeros prohibicionistas, pocos aos despus, insistan en cuadruplicar o quintuplicar la cifra. Las investigaciones de cierta seriedad, con fondos y patrocinio oficial3 , hechas entonces o poco despus, hablan de unos 300.000 usuarios constantes, sumando opiceos y cocana. Ha de tenerse en cuenta que hacia 1900 hay un sistema de venta prctica- mente libre, con abundante promocin publicitaria, semejante al ahora vi- gente para el alcohol y el tabaco. En algunos Estados haba restricciones, pero en otros no, y cualquiera poda solicitar por correo (en el peor de los casos) las drogas al peso, tanto en estado puro como en preparados. Bayer, por ejemplo, anunciaba a la vez su aspirina, su morfina y su herona, reco- mendando este ltimo frmaco hasta para el tratamiento de los nervios en nios pequeos. El control existente por entonces como el vigente en Euro- pa provena de la necesidad de respetar tres zonas de influencia, corres- pondientes a los tres estamentos en juego, que eran los fabricantes de drogas, los boticarios y los mdicos. No era posible comprar un kilo de cocana pura 2 Cfr. D. A. MUSTO, The American Disease: Origins of Narcotic Control, Yale Univ. Press, New Haven, 1972, p. 259, n. 39. 3 Las de Wilbert, Terry, Pellens, Kolb, Dumez y Lindesmith, que menciona Musto. 24 3. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) sin ciertas dificultades, porque entre el fabricante y el comprador se inter- ponan el detallista o farmacutico y el recetador o mdico. Los fabricantes nunca vieron en los boticarios un verdadero enemigo, por- que gracias a ellos llegaba al pblico en forma muy fragmentada, y por lo mismo mucho ms cara, un producto que en bruto y al peso (como aconteca con los antiguos herbolarios) disfrutara de un rgimen econmico totalmente distinto. Sin embargo, la clase mdica sufra de pocas defensas ante el intru- sismo, y sus representantes gozaban de una condicin social y econmica poco elevada, por la escasa severidad de las condiciones requeridas para el ejercicio de la profesin y el gran nmero de practicantes. De hecho, todo el estamen- to mdico se encontraba en una situacin anloga a la que hoy aqueja, por ejemplo, a los tcnicos dentarios, que realizan buena parte de las actividades por las que el dentista cobra luego un alto precio, dadas las elevadas exigen- cias de formacin vigentes para ese gremio. A finales del siglo xix, la Aso- ciacin Mdica Americana era una institucin todava dbil, que apenas in- tegraba al 30 por 100 de los practicantes, y tanto para sus asociados como para los dems mdicos resultaba vital disponer de cierto control sobre los otros dos estamentos; su desarrollo y su promocin social dependan de un monopolio sobre la determinacin de las medicinas admisibles y la persona a la cual se recetaran. Durante miles de aos, los herbolarios no slo vendan sus productos, sino que ios recetaban previo un diagnostico rrms o menos slido, y en esas condiciones no haba otra posibilidad para los mdicos que tener un buen ojo clnico o verdaderas dotes teraputicas, cosa expuesta a los azares de la fortuna y no asegurada por diploma alguno. Sin embargo, las aspiraciones de la clase mdica como corporacin en as- censo tropezaban adems, y frontalmente, con las del estamento farmacuti- co. Desde sus orgenes, la Asociacin Farmacutica Americana luch por im- pedir que los mdicos pudieran registrarse como farmacuticos y hacer de sus consultas autnticos dispensarios, estableciendo una relacin directa con los fabricantes. Esta curiosa dialctica har que unos desconfen de otros y man- tengan relaciones que, en el mejor de los casos, pueden considerarse de armis- ticio. En la superficie hay una perfecta complementariedad, porque el supre- mo bien de la salud pblica exige personas capaces de producir medicinas puras y personas capaces de administrarlas en cada caso particular, pero cuan- do se trata de dispensar agentes psicoactivos la fina capa de acuerdo se rasga aqu y all, como habr ocasin de comprobar pronto. Hay, pues, dos elementos aislables en la gnesis del problema de las drogas en el siglo xx, el uno general y difuso (la nerviosidad del hombre contemporneo) y el otro estamental-econmico. Falta por mencionar un ter- cero que es quiz el decisivo, vinculado a los rituales expiatorios. Los histo- riadores Musto, Sinclair, Lindesmith, Kolb, Sandmeyer son unnimes en considerar que los orgenes del prohibicionismo en materia de agentes psico- activos (empezando por el alcohol) se encuentran en el revival puritano que 25 4. ANTONIO ESCOH OTADO comienza a cobrar fuerza a mediados del xix. El Partido Prohibicionista, fun- dado en 1869, tuvo su apogeo justamente a finales de siglo, cuando bajo la presidencia del general J. Bidwell obtuvo 271.000 votos de un total de 12 millones 4 . Curiosamente, este partido existe an y, a pesar de sus escasos miembros, logr la proeza de obtener una Enmienda a la Constitucin, la ms estable recordada por los tiempos, y, subsidiariamente, activar la puesta en marcha de una legislacin sobre narcticos de alcance hoy planetario, aunque nadie haya sido capaz todava de producir una definicin farmacol- gica de narctico, donde entren todas las drogas ilcitas y ninguna de las lcitas. Hay unanimidad tambin entre los historiadores en afirmar que el prohibicionismo incluy desde sus orgenes una antipata ante el crecimiento de las ciudades, vinculada a sentimientos anticatlicos y muy particular- mente a prejuicios tnicos o sociales, sobre todo opuestos a los emigrantes tardos, por parte de las clases medias WASP (en particular la secta evan- glica y, ms tarde, la fundamentalista y la nativista). El tercer gran elemento que ayuda a comprender los orgenes de la Cru- zada contra los drogadictos son sucesivas minoras tnicas que minan a la sociedad americana. Tratndose del alcohol, los identificados inicialmente como culpables son los irlandeses, que ya en tiempos de Cromwell haban sido vendidos como esclavos en el mercado de Virginia. Tratndose del opio, los culpables son los chinos de San Francisco y Nueva York. Ambos grupos, adems de viciosos, tienen para la mano de obra ya establecida el vicio adi- cional de trabajar ms y por menos dinero 5 . En cuanto a la cocana, el clich aparece ya en el artculo de un tal coronel J. W. Watson en 1903: amenaza con liquidar a las gentes de color del Sur, ante todo debido a una bebida gaseosa hecha en Atlanta y llamada Coca-Cola 6 . Algo despus, el doctor Koch, convocado por el Congreso de Filadelfia, mantena que la mayora de los abusos deshonestos y violaciones de negros a blancas en el Sur son el re- sultado del cerebro enloquecido por la coca 7 . Puede no ser casual que el miedo al negro cocainizado coincida con el momento lgido de linchamientos, segregacin legal y exclusin del derecho al sufragio, esto es, con el estallido de las tendencias ms regresivas en esa amplia zona. Los datos comenta un investigador muy meticuloso no sugieren que la cocana causase la ola de crmenes, sino que la anticipacin de una rebelin negra inspiraba alarma entre los blancos 8 . Esto no evita que el mito crezca hasta el punto de hacer que la polica surea cambie su arma reglamentaria del calibre 32 al 38, porque los negros cocainizados necesitan balas mayores 9 . Sin embargo, el 4 Una proporcin parecida a la que obtuvo en Espaa el partido Fuerza Nueva en las ltimas elecciones donde se present como formacin poltica independiente. 1 Cfr. el excelente anlisis de E. C. SANDMEYER, The Anti-Chinese Movement in Ca- lifornia, Univ. of Illinois Press, 1939, pp. 38-39. * Herald Tribune, 21-6-1903, p. 17. 7 Literary Dtgest, 28-3-1914, p. 687. 8 D. A. MUSTO, oh. cit., p. 7. 9 New York Times, 8-13-1914, p. 31; Medical Records, 85, 1914, pp. 247-249. 26 5. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) Estado ms castigado por la plaga slo hospitaliz a dos usuarios de cocana entre 1909 y 1914, cuando era ofrecida y propagada libremente l0 . Aos ms tarde, el chivo expiatorio sern los mexicanos, cuya emigracin plantea pro- blemas sindicales anlogos a los de irlandeses, chinos y negros, y cuyo espe- cfico elemento contaminante es la marihuana, a quien se atribuirn incon- tables crmenes. I. LOS PRIMEROS EMPRESARIOS MORALES Cuenta A. H. Taylor n que los misioneros americanos en Extremo Orien- te tuvieron el papel decisivo a la hora de inducir a los Estados Unidos para que asumiesen la jefatura mundial en el movimiento contra el trfico del opio. Es su peculiar espritu el que se percibe, por ejemplo, en una decla- racin de la patronal farmacutica en 1903, cuando este gremio est obte- niendo fabulosos beneficios con la venta de psicofrmacos: El asesino que destruye el cuerpo de un hombre es un ngel com- parado con el que destruye el alma y la mente de otro l2 . Dos aos despus, en 1905, es un senador H. W. Blair quien escribe una carta al reverendo Wilbur S. Crafts, superintendente de un organismo creado hace poco, el International Reform Burean, donde se dice: El movimiento prohibicionista debe incluir todas las sustancias ve- nenosas que crean o excitan apetito no natural. La meta es una prohi- bicin planetaria n . Pero resulta notable, y por lo general poco conocido, que la iniciativa del Departamento de Estado americano con respecto al opio se encuentre ligada al propsito de intervenir en el mercado chino, y a la captura de Fili- pinas concretamente. Los Estados Unidos declararon la guerra a Espaa el 25 de abril de 1898 y, con el modesto saldo de 341 muertos, obtuvieron Puerto Rico, Guam, las Filipinas y el control de Cuba. Los filipinos vean en los americanos un vehculo para conseguir su independencia, pero como los Estados Unidos consideraron que el pas no estaba preparado para el autogobierno comenz una guerra mucho ms dura y prolongada contra los insurrectos, que slo lograron ser aplastados en 1902. Ese ao lleg para 10 Cfr. E. M. GREEN, Psychoses Among Negroes: A Comparative Study, ]ournalof Nervous and Mental Disease, 41, 1915, pp. 697-708. 11 American Diplomacy and he Narcotic-''raffic, 1900-1939, Duke Univ. Press, Durham, N. C, 1969, pp. 29-30. 12 Proceedings of the American Pharmaceutical Association, 51, 1903, p. 477. n CRAFTS y otros, A I tventieth Century Survey on Inemperance, Based on a Sympo- sium of Testimony rom One Hundred Missionaries and Iravellers, Washington, D. C, International Ref. Bureau, 1900, p. 230. 27 6. ANTONIO ESCOH OTADO hacerse cargo de la dicesis de Manila el obispo Charles Henry Brent, epis- copaliano, cuyas iniciativas principales para proveer a la salud espiritual del pueblo filipino fueron dos intenciones: erigir una catedral con dinero esta- dounidense, para demostrar la benevolencia de nuestro pueblo l4 , y librar a Filipinas, y a Asia entera, del azote opimano ' De Brent se cuenta que vea el problema de los narcticos como un asunto moral, independiente de consideraciones farmacolgicas. Su argumentacin no careca de originali- dad. A su entender, no tenan ni podan tener otro uso que el mdico. Y el alcohol?, se dice que le pregunt T. Roosevelt. A lo cual l repuso: No, seor presidente, el alcohol tiene un alto valor en caloras I6 . A instancias de Brent, poco despus de su llegada se pone en marcha un Comit para estudiar el problema del opio 17 , cuyo informe para desilusin de Brent y el frente episcopaliano sugiere al Congreso americano reconsi- derar el proyecto de prohibicin absoluta a partir del 1-3-1908. La recomen- dacin fue rechazada, y se mantuvo el criterio inicial, arbitrando que desde 1905 se expediran licencias especiales a usuarios inveterados, poniendo a su disposicin servicios para la cura de su mal. En 1906, por ejemplo, se concedieron DNI de opimano a unas 12.700 personas, pero aunque en todos esos casos la licencia se otorgaba previa consulta mdica y oferta de trata- miento, slo diez personas lo solicitaron 18 . Evidentemente, se trataba de sal- var malgr soi, en la lnea paternalista tpica, que G. Dworkin defini como aquella interferencia en la libertad de accin de una persona justificada ex- clusivamente por razones que se refieren al bienestar, las necesidades e inte- reses de la persona a la cual se coacciona, cuando este bien no es reconocido por ella 19 . 14 Cfr. A. C. ZABRISKIE, Bishop Brent: A Crusade for Christian Unity, Westminster, Philadelphia, 1848, p. 110. 15 La guerra con Espaa que marca el comienzo de la expansin imperial america- na sirvi para templar los nimos de varios prohibicionistas memorables, entre los cuales destaca R. P. Hobson, hroe militar en Cuba, nombrado hombre ms besado de los USA, gran procer de la Cruzada antialcohlica. 16 Brent se haca eco de un criterio tpicamente anglosajn, que ya a finales del xvm expona un clebre historiador sueco, cuando hablaba de cierto hongo alucingeno: Rara es la tribu nmada siberiana o samoyeda que no use amanita muscaria para despojarse de sus sentimientos y sentidos por gozar el placer animal de escapar a las saludables ataduras de la razn. Por fortuna, el arte de la destilacin de alcoholes est atajando este ignomi- nioso abuso; cfr. S. ODMAN, An Attempt to Explain the Berserk-Raging of Ancient Nor- dic Warriors through Natural History, Kunkliga Vetenskaps Academien, vol. V, Estocol- mo, 1784, p. 245; vase R. GORDON WASSON, Soma: the Divine Mushroom of Inmortality, Pantheon, N. York, 1967, pp. 175-176. 17 Commitee Appointed by the Philippine Commission to Investgate the Use oj Opium and the Trajfic Therein, cuyo informe se denomina, abreviadamente, Philippine Opium Investigation. Junto al libro citado de A. H. Taylor puede consultarse el de P. D. LOWES, The Gnesis of International Narcotic Control, Droz, Ginebra, 1966, es- pecialmente pp. 102-106. 18 Phil. Comm., Eighth Annual Report, 1907, Bureau of Insular Affairs, War Depart- ment, Part. 2, p. 18. 19 Paternalism, en R. A. WASSERSTROM (ed.), Morality and the Lato, Wadsworth, California, 1971, p. 86. 28 7. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) 1.1. LA SITUACIN EN FILIPINAS Desde 1840, el Gobierno espaol mantena un monopolio estatal (seme- jante al arbitrado siglos antes con respecto al tabaco), cobrando un impuesto a los comerciantes dedicados a la venta de opio para los miembros de la colonia china all. Slo se permita que los chinos lo adquiriesen, aunque no haba dificultad alguna en que un filipino o espaol acudiese a fumaderos o lo comprara de un chino. Al retirarse Espaa y comenzar la verdadera guerra, las importaciones de opio se dispararon, por motivos obvios, a los que vino a aadirse la epidemia de clera de 1902, en un momento donde para la ciencia mdica el poder antilaxante del opio resultaba vital. Maniata- dos por el conjunto de factores, Brent y sus obispos auxiliares vieron que el uso de la maligna (evil) sustancia otrora panacea se extenda a toda la poblacin nativa. El gobernador americano en Filipinas (el futuro presidente Taft) y su equipo laico, incluyendo los funcionarios de Sanidad, propusieron restable- cer el sistema espaol y aplicar los ingresos fiscales resultantes a fines de educacin popular. La iniciativa provino concretamente del delegado de Ins- truccin Pblica, J. Smith, y el proyecto de ley sigui los trmites de ruti- na hasta ser electrocutado por el rayo presidencial, como dijo el reverendo Wilbur Crafts, director del International Reform Bureau americano20 . En efecto, el reverendo dijo haberse enterado casi por casualidad de este ultraje moral: un gobierno haciendo de alcahuete con las ansias de opio en razas degeneradas!, y organiz a toda prisa una oposicin que no tard en bom- bardear la Casa Blanca con cartas y telegramas pidiendo a Roosevelt que ve- tara el proyecto. Puede asegurarse que este folleto de Crafts, con su referencia a razas degeneradas, constituye en Occidente el primer documento oficial del prohi- bicionismo absoluto en materia de opio, y que la accin combinada de seme- jante texto con entrevistas y correspondencia de Brent y Roosevelt2I pro- duce la primera resolucin administrativa pertinente, que es un telegrama del secretario de la Guerra, Eliju Root, al gobernador Taft: Retenga el proyecto de ley sobre monopolio del opio. Investigacin adicional. Muchas protestas ". No ha intervenido ni un mdico, ni un farmaclogo, ni un cientfico social. Un reverendo anabaptista y un obispo episcopaliano han puesto en marcha el mecanismo. 20 Memorndum Concerning Concerted International Restraint o the iraffic in Into- xicants and Opium among Aboriginal Races, folleto de techa 22-2-1907; cfr. D. A. Musro, ob. cit., p. 261, n. 12. :I Brent apoyaba a Crafts y propona un colonialismo americano que mejore los m- todos britnicos y evite el estilo laissez-faire de los administradores franceses; cfr. Musro, ob. cit., pp. 26 y 260, n. 8. 22 E. Root a W. H. Taft, 14-6-1903, Library of Congress, E. Rott Papen. 29 8. ANTONIO ESCO H OTADO 1.2. ANTECEDENTES DE LA REUNIN EN SHANGAI Es el momento oportuno para preguntarse qu aconteca entre China y los Estados Unidos por esos aos. Tras un perodo de continuas provoca* ciones y violencias, a nivel popular tanto como sindical, que suscita diversos linchamientos de chinos en San Francisco y Nueva York, especialmente, la tensin entre ambos pases llega a su climax cuando el Congreso americano excluye la mano de obra china. En una carta privada, es el propio presidente Roosevelt quien declara: Nos hemos conducido escandalosamente con los chinos en este pas. Algunas de las atrocidades cometidas por las turbas han sido casi tan lamentables como lo que hicieron los propios chinos durante el estallido Boxer 3Naturalmente, la excusa de algunos participantes en los linchamientos es que los chinos toman opio, y eso corrompe a Amrica. Pero las razones de fondo son claramente odio racial y problemas laborales: los chinos trabajan mejor y ms barato. De hecho, en ningn momento la brutalidad antichina recae sobre reconocidos opimanos, y las agresiones se hacen sobre la base de sus caractersticas raciales. La respuesta de los comerciantes chinos a los linchamientos desde 1902 a 1904, y al Chnese Exclusin Act, fue decretar un embargo voluntario de bienes americanos en 1905, que el financiero j . J. Hill consider el mayor desastre comercial sufrido jams por Amrica 24 . De hecho, varios grupos de presin comerciales e industriales comenzaron inmediatamente a urgir soluciones del Gobierno. Con su proverbial poltica del big stick, Roosevelt pide al Congreso 100.000 dlares para enviar marines a Extremo Oriente, y es entonces el 24-7-1906 cuando recibe una carta de Brent urgindole a que organice una conferencia internacional para ayudar a China en su ba- talla contra el opio, y fortalecer su Cruzada particular en Filipinas. Era un momento oportunsimo para reducir la tensin con China, y el presidente no dej pasar la ocasin. Sobre el nexo de esta iniciativa humanitaria con los intereses econmicos americanos hablan dos escuetos datos, entre otros mu- chos. Uno fue que Taft, gobernador an en Filipinas, apoy la carta de Brent con una propia donde atribua el boicot chino al Chnese Exclusin Act, una ley injustamente severa que amenaza una de las mayores presas mercantiles del mundo... el comercio con cuatrocientos millones de chinos2 '. El otro fue que el encargado de convocar la conferencia escribi al secretario de Estado diciendo: nuestra iniciativa de ayudar a China en su reforma del opio pue- de usarse como aceite para suavizar las aguas revueltas de nuestra agresiva poltica comercial all 2(En vez de gastar los 100.000 dlares en marines, Roosevelt dijo al Depar- -' Cfr. 11. K. BEALE, 77?. Roosevelt and the Rise o America to World Power, ]. Hop- kins Press, Baltimore, 1956, p. 230. 24 C. CHAIL-LON, Why China Boycoits Us, he World oday, marzo 1906, p. 314. -' Cfr. BE A LE, ob. cit., p. 197. 26 H. Wright a C. Huntingtun Wilson, 29-11-1909, en Musro, ob. t., p. 266, n. 65. 30 9. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) tamento de Estado que pidiera 20.000 para tres Commissioners que investi- garan el mal y prepararan la conferencia. Uno era Hamilton Wright, un abogado joven y ambicioso, que acababa de contraer nupcias con una dama de buena sociedad poltica, cuyo nico problema personal era el alcohol27 , y que llegara a ser considerado el padre de las leyes americanas sobre estu- pefacientes. El otro comisionado era C. C. Tenney, un antiguo misionero en China, y el tercero presidente de la Comisin fue el propio Brent. Una vez ms, los clrigos se encuentran en franca mayora. Los farmaclogos son innecesarios. Tan pronto como el Comit entr en funciones, el fogoso Wright obtuvo una audiencia del Congreso y plante la necesidad de tener una legislacin represiva nacional, para salvar la cara en la Conferencia de Shangai. Precisa- mente as como cuestin de salvar la cara ante una reunin convocada por el obispo Brent, el reverendo Crafts, un misionero metodista y un joven abo- gado con grandes ambiciones polticas comienza a plantearse la cuestin de una ley federal sobre el opio. Teniendo en cuenta que la iniciativa era direc- tamente suya, la ineludible necesidad de esa legislacin se emparenta con una profeca autocumplida en el ms estricto sentido de la palabra. Con la promesa del Congreso de estudiar benvolamente el problema que en prin- cipio desbordaba completamente la competencia del legislativo federal, y re- quera nada menos que una Enmienda a la Constitucin, tarea titnica en trminos administrativos, los cuatro representantes americanos se traslada- ron a Shangai para reunirse con sus invitados. Lo que llevaban en cartera como delegacin era bsicamente la propuesta de Brent: prohibir todo uso no mdico del opio. 1.3. LA CONFERENCIA DE SHANGAI De los trece pases que finalmente aceptaron acudir a la convocatoria norteamericana, Turqua no compareci y Persia envi a un mercader (en opio) no diplomtico. Las dems delegaciones mostraron un educado pero distante inters por las propuestas. Los delegados europeos no lograban en- tender que la ms antigua y extendida cura para tantas afecciones fuese ma- ligna e inmoral si no se empleaba en casos especialsimos, durante breve tiempo y por orden de un mdico. Cuando el representante alemn propuso que los Estados Unidos tomasen las oportunas medidas domsticas, si el pas lo crea oportuno, Wright expres lo que sigue siendo el inquebrantable lema estadounidense en la materia, esto es, que slo una represin interna- 27 Pocos aos despus, el secretario de Estado, J. Bryan, escriba al presidente Wilson que el seor Phillips [secretario de Estado adjunto] observa tambin lo que yo men- cion a usted en previas ocasiones, a saber: que el aliento del doctor Wright apesta a licor; cfr. Library of Congress, W. Wilson Papers, Opium, 21-3-1914, en MUSTO. ob. cit., p. 274, n. 27. 31 10. ANTONIO ESCO H OTADO cional defendera a su pas de una agresin exterior. En efecto, este argumento ha justificado que durante siete dcadas los Estados Unidos inun- daran el mundo con sus agentes psicoactivos sintticos y semisintticos (como en detalle veremos ms adelante), permitindose chantajes polticos a otros pases productores de frmacos no patentados que desembocaron en exfolia- ciones de bosques, envenenamiento de grandes reas rurales, destruccin de cosechas y en general una clara injerencia en sus asuntos internos. Ha hecho falta llegar a 1983 para que un organismo internacional como la OMS se atreviera a sugerir que prcticamente todo el llamado Tercer Mundo pa- dece una invasin de sedantes, estimulantes y somnferos farmacuticos mu- cho ms grave en cantidad que las importaciones ilegales de agentes psicoac- tivos padecidas por Amrica. Pero volvamos a seguir de cerca las actuaciones. Para corroborar sus in- slitas propuestas, Wright aadi algo no menos fuera de lo comn: los gas- tos del servicio de aduanas se reduciran notablemente, pues necesitaremos menos agentes para proteger a cada pas del contrabando. Como es obvio, la prohibicin elev al cubo el personal del Custom Service. Tras cuatro semanas de negociaciones (que Wright consider decepcio- nantes en privado y un gran xito cuando inform al Congreso) se for- mularon varias Recomendaciones (no Resoluciones), entre las cuales slo dos satisfacan algo las esperanzas de la delegacin americana. La Recomenda- cin II peda que los gobiernos tomasen medidas para la gradual supresin del opio fumado, ms perjudicial, desde luego, que el administrado por cualquier otra va. La Recomendacin IV propona que las naciones no exportaran opio a naciones cuyas leyes prohibieran la importacin. Descon- tentos con el resultado global, los representantes americanos propusieron la celebracin de una nueva Conferencia en fecha inmediata, pero su propuesta no prosper. Fue un factor influyente en ello la falta de inters mostrado por Inglaterra, Francia y Alemania, y que el mayor productor en aquellos aos Turqua prometi no aparecer. 1.4. PREPARATIVOS PARA UNA LEGISLACIN FEDERAL REPRESIVA La causa prohibicionista gan nuevo impulso cuando lleg a la presiden- cia W. H. Taft, amigo personal de Brent, que se decidi a respaldar la ince- sante actividad de Wright. Este centraba sus esfuerzos en conseguir la apro- bacin de una ley federal contra el opio, y crea haber encontrado un modo de sortear la Constitucin usando las prerrogativas tributarias de Washing- ton. Se trataba entonces de conseguir un sponsor en el Congreso, y para ello era preciso hallar un diputado sensible a una legislacin que preservase o recobrase la moralidad. Nadie pareca ms indicado entonces que J. R. Mann, a cuyos desvelos se deba ya la retorcida ley Mann o de Trfico de Esclava 32 11. LA CREACIN DF.I. PROBLEMA (1900-1929) Blanca, un precepto federal que prohibe trasladar de uno a otro Estado a mujeres con fines inmorales. Mann puso en duda la viabilidad del enfoque fiscal de Wright, y present un proyecto basado en la regulacin del comercio interestatal (1908). Sin embargo, la accin combinada del Departamento de Agricultura, los fabricantes de frmacos y los boticarios derrot rpidamente su iniciativa. Dos aos ms tarde, un diputado por Vermont, D. Foster, present al Congreso un nuevo proyecto, pensado para prohibir todo trfico y uso no estrictamente mdico de opiceos, cocana, hidrato de cloral y cannabis, por mnimas que fuesen las cantidades; las violaciones se castigaran con no menos de un ao de crcel y no ms de cinco, de acuerdo con su gravedad respectiva. El Foster Bill iba apoyado por un curioso informe de Wright28 , donde se presentaba a mdicos y farmacuticos como gente poco de fiar, b- sicamente inescrupulosa, y se aducan estadsticas sin duda ciertas esta- bleciendo que el consumo de estupefacientes (narcotics) era de ocho a diez veces mayor entre mdicos y enfermeras que en otras profesiones. En cuanto a la cocana, sin pecar de originalidad, Wrigth asegur que estaba demos- trada su conexin directa con el delito de violacin de blancas por los negros del Sur, y con el trfico de esclavas blancas 29 . Era la primera vez que Wright mencionaba a la cocana en sus escritos, pero Foster y otros congresistas pen- saban que traer a colacin un clich tan operativo en el Sur servira para convencer a los demcratas de esos Estados, tan reacios siempre a aceptar intrusiones del poder federal. El informe de Wright terminaba reconociendo el verdadero estado de cosas: La meta del proyecto de ley es traer todo el trfico y el uso de drogas a la luz del da, y crear con ello una opinin pblica contra su empleo 70 . Resultaba claro, desde el principio, que la opinin mayoritaria no era consciente del mal ni, por eso mismo, se senta realmente inclinada a ani- quilarlo. Se trataba, como en la Conferencia de Shangai, de crear una opinin pblica, cosa no difcil en aquellos aos de revlval religioso y nacionalista. El adicto a estupefacientes (aunque se tratara de estupefacientes no adictivos como la cocana o el cannabis) era presentado como una amenaza antiameri- cana anloga al peligro amarillo, los rojos comunistas o los delincuentes se- xuales. Una vez ms, apareca un sujeto capaz de compendiar toda la basura de una sociedad, y respecto del cual las buenas gentes podan sentirse unidas en la piadosa tarea de descontaminarse liquidando a otro. Este tipo de cura proyectiva se encontraba directamente ligado a prejuicios tnicos, como tu- 28 m portaan and Use Opium, llearings beore the House Committee of Ways and Means, 31-5-1910, 61 Congr., 2ml Ses., GP, 1910. : " Pp. 48-49. Es habitual traducir white siave traffic por trata de blancas. lft P. 503. 33 12. ANTONIO ESCOH OTADO vimos ocasin de ver, que mencionaban razas degeneradas, aborgenes vi- ciosos v cncer racial 3I . 1.5. EL DEBATE SOBRE EL PROYECTO FOSTER Como los desvelos de Wright haban logrado la convocatoria de una con- ferencia internacional sobre el opio en La Haya para 1911, el presidente Taft dirigi al Congreso un mensaje especial (redactado en buena medida por el propio Wright) donde declaraba que la iniciativa de Foster era una necesi- dad apremiante. A consecuencia de todo ello, la segunda sesin del 61 Con- greso americano, celebrada el 31-5-1910, fue un da memorable. Ante el Comi- t de Modos y Medios de la Cmara se sucedieron intervenciones no siempre alejadas de lo hilarante. A ttulo meramente ilustrativo mencionar algunas. El diputado C. West, fiduciario de los intereses farmacuticos, se quej de que el texto legal propuesto era demasiado complicado, de ejecucin en- gorrosa y equivocado, por incluir como drogas adictivas a la cocana y los derivados del camo; finalmente, pidi una legislacin que no impusiera demasiados los al comercio. El diputado F. B. Harrison propuso que se incluyeran en el proyecto de ley la Coca-Cola, la Pepsi-Cola y todas esas co- sas que se venden a los negros en el Sur. El diputado H. Boutell sugiri que una ley severa creara contrabandistas y no resolvera el problema de la adiccin, a lo cual Harrison repuso que si hubiese menos venta habra menos consumidores y menos necesidad de contrabandistas. Cortando este particular dilogo de sordos, el presidente de la Cmara Baja, S. Payne, opin que una ley severa disuadir a los boticarios a la hora de vender ese tipo de cosas. Aunque muchos legisladores ardan en fervor antialcohlico, el doctor Schief- felin afirm que si bien el alcohol no presentaba un verdadero peligro, los opiceos representaban un peligro conducente a la muerte y casi seguro a la demencia. El seor Woodruff, un jurista que representaba a seis grandes firmas fabricantes de drogas, neg la indiferencia del estamento farmacutico ante la salud pblica; al contrario, sus representados haban luchado infati- gablemente desde mediados del siglo pasado para quitar de las manos de los traficantes la morfina y la cocana, y reafirm que el bienestar de este pas depende del bienestar de sus fabricantes. El doctor Muir, que hablaba en nombre de la Asociacin Mdica Americana, empez advirtiendo al Comit que el da anterior se haban reunido quinientos farmacuticos en Brooklyn para estudiar medios eficaces de vetar la ley; aadi que a su entender 1 R. P. Hobson, quiz el ms famoso prohibicionista de todo el perodo, diputado por Alabama, pas fluidamente de la Cruzada antialcohlica a la Cruzada contra opiceos y dems estupefacientes, sin dejar en ningn momento de denunciar el peligro ama- rillo, la amenaza japonesa y las tendencias germanfilas. El compendio de toda su vida como cruzado fue una obra de senectud, Drug Addiction: A Malignant Racial Cncer (1933), cuyo ttulo habla por s mismo. 34 13. LA CREACIN DKI. PROBLEMA (1900-1929) slo una educacin de los ciudadanos podra controlar el problema del abuso de drogas, y que a las informaciones ltimamente difundidas sobre la cocana se deba, sin duda, la visible disminucin de su consumo en Nueva York. Como un extrao entre extraos, y usando un argumento cuyo origen est en Juan Crisstomo, Muir sugiri que si se prohiba el opio porque puede hacer dao, a pesar de todo el bien que hace, bien podramos prohibir los automviles, a pesar de todas sus ventajas, porque pueden atropellar. La in- tervencin fue seguida por otra de un curioso personaje, C. B. Towns, que preconiz el proyecto de ley si inclua el camo, pues no hay droga en la actual farmacopea capaz de producir tan agradables sensaciones [...], y de todas las drogas terrenales ninguna merece tanto estar prohibida. Como representante del Bureau of Quemistry habl el doctor Wiley, apoyando en lneas generales el proyecto, aunque propuso incluir la cafena en la lista de sustancias controladas 32 . Terminada la sesin qued claro que la victoria se inclinaba hacia el cri- terio representado por la patronal farmacutica, la NWDA (National Whole- sale Druggists Association), dispuesta a que se prohibiera lo que fuese, pero sin papeleo, controles severos ni graves condenas para los boticarios y mayo- ristas de productos farmacuticos. Su semanario el American Druggist and Pharmaceutical Record anunci en el nmero de marzo de 1911, en pri- mera pgina y con grandes titulares: Liquidado el proyecto Foster. En rea- lidad, uno de los grandes problemas de fondo eran las medicinas de autor (propietary medicines), como El amigo del nio, La locin de doa tal, El tnico del doctor cual, El jarabe relajante de fulano, etc., que si bien estaban hechos casi siempre con opiceos y cocana, se negaban a caer bajo la etiqueta infamante del estupefaciente. 1.6. LAS CONFERENCIAS DE LA HAYA Sin ley represiva a nivel domstico, por tanto, la delegacin americana acudi a la primera Conferencia sobre el opio de La Haya, entre sospechas de una conspiracin internacional opuesta a la American Crusade. Sus miem- bros eran Brent, Wright y por primera vez un farmacutico californiano, H. J. Finger, designacin que mortific a sus otros dos compaeros por con- siderarlo un simple tcnico fro, sin conocimientos de Derecho internacional 3En efecto, ha habido ocasin de ver que los datos farmacolgicos han sido siempre lo de menos en toda esta iniciativa, y no es de extraar que la inclu- sin de un farmaclogo hiciese temer por el espritu de la actitud a tomar. La primera Conferencia (diciembre de 1911) result algo decepcionante. Turqua sigui negndose a asistir, y Austria-Hungra no acudi esta vez. " Cfr. sobre el debate D. A. MUSTO, ob. cit., pp. 45-48. 33 Cfr. MUSTO, ob. cit., p. 50. 35 14. ANTONIO KSCO H OTADO Inglaterra slo quera hablar de morfina y cocana, y Alemania protestaba en nombre de su formidable industria farmacutica, alegando que Suiza no es- taba presente y aprovechara las restricciones en su privado beneficio. Portu- gal defenda su industria del opio en Macao, y Persia sus ancestrales cultivos. Holanda estaba implicada en el trfico de opio, morfina y cocana en las Indias Orientales. Francia se encontraba dividida entre los ingresos provenien- tes del consumo de opiceos en Indochina y el temor a verse inundada por los productos de sus colonias. Japn afirm ignorar por completo el motivo de las acusaciones que se le hacan, en el sentido de introducir masivamente morfina y herona, as como hipodrmicas, en el continente chino. Rusia tena una slida industria de cultivo de adormidera, de tamao medio, y Siam pro- cesaba una considerable cantidad de opio crudo. Italia, que slo compareci el primer da (aunque tuviera los ms altos ndices de cocainomana de Euro- pa, como sucede hasta el da de hoy), puso como condicin para participar que se incluyera el tema del camo. Cuando la delegacin americana insisti en no adoptar recomendacio- nes, sino resoluciones, y que el convenio resultante fuese sometido a rati- ficacin por los legislativos de cada Estado, los presentes se trataba de 12 pases adujeron que se hallaban ausentes 46 naciones, y entre ellas las ms comprometidas en el trfico de opio y cocana (Turqua, Suiza, Bolivia y Per). La delegacin alemana aprovech, adems, para recordar a la ame- ricana que tanto su prisa por poner en marcha el convenio como la severidad pretendida se armonizaban mal con la falta de una legislacin represiva propia. La consecuencia de todo ello fue que el Convenio qued en suspenso, pen- diente de que los otros pases se adhiriesen, y que su principal estipulacin no fuera la prohibicin de todo uso no estrictamente mdico de narcotics, sino un control de la preparacin y distribucin de opio mdico, morfina, he- rona, cocana y cualquier otro derivado que mediante pruebas cientficas resultara igualmente peligroso. Quedaban exentos de ese control los prepa- rados que contuviesen menos del 0,2 de morfina y menos del 0,1 de herona o cocana. Las partes se comprometan a esforzarse por controlar su propio trfico con esas sustancias, y delegaban en las legislaciones de cada pas la instrumentacin de las medidas oportunas. Este criterio repugnaba a la delegacin americana, imbuida de un conven- cimiento ecumenista, y motiv la Conferencia de Ginebra sobre el opio en 1925, cuya principal finalidad fue establecer el principio de las restricciones internacionales, y no slo nacionales, al uso de estupefacientes. En realidad, para cuando se produzca la Conferencia de Ginebra ya no se emplea la problemtica etiqueta del estupefaciente salvo en ciertas partes del convenio, hablndose en lo dems de drogas ilcitas. Al no comprometerse con nin- gn criterio unitario, o siquiera farmacolgico, sobre agentes psicoactivos a prohibir, hablar de drogas ilcitas resultaba mucho ms claro que meter en un saco al opio y la cocana, dejando fuera alcohol y barbitricos, como es- 36 15. I,A CRIACIN 1)1.1. PROBI.KMA (1900-1929) tupefacientes adictivos. En otras palabras, los Estados ya no estaban prote- giendo a sus ciudadanos de algo claro como sustancias creadoras de hbito (y sndrome abstinencial), sino de ciertas sustancias que, por razones morales o polticas, les pareca oportuno prohibir. Como slo firmaron 13 naciones, se convocaron una segunda (1913) y una tercera (1914) conferencias a fin de incorporar a los pases faltantes. Para cuando concluy esta ltima (29-6-1914), las presiones norteamericanas en Amrica Latina y en lo dems del mundo haban logrado que firmasen 44 gobiernos. Slo Servia y Turqua seguan negndose. Sin embargo, menos de la mitad de los Estados haban ratificado el pacto, y apenas cinco (Estados Unidos, China, Holanda, Noruega y Honduras) lo pusieron en prctica desde el ao siguiente. De hecho, tres das despus de concluir esta tercera Con- ferencia era asesinado el archiduque Fernando en Sarajevo, y estallaba la Pri- mera Guerra Mundial. La inteligente estratagema angloamericana de incorporar el Convenio de La Haya como seccin 295 del Tratado de Versalles (1919) hizo que prcti- camente todos los gobiernos del mundo suscribieran las restricciones acorda- das por apenas trece en 1911. Introduciendo la Cruzada contra el estupefa- ciente en la Sociedad de Naciones, los Estados Unidos haban logrado una proeza en apenas diez aos. Brent y, sobre todo, Wright fueron sus artfices, aunque con desigual suerte; Brent se sinti hasta el final de sus das un mrtir de la fe en tierras de infieles, y Wright fue expulsado poco antes de la ltima Conferencia de La Haya (1914), debido a sus excesos con la bebi- da 34 . Dos aos despus falleca, presa de la amargura y el hgado simult- neamente. II. LA LEY HARRISON Nos encontramos todava en Estados Unidos, a comienzos de 1912, y H. Wright ha buscado como padrino para sacar adelante su ley federal a F. C. Harrison, un demcrata sureo, de quien se esperaba que convenciese a sus colegas de regin. Para fabricantes y farmacuticos, su proyecto adoleca del mismo vicio que el de Mann y el de Foster, esto es, no permitir especfi- cos con pequeas cantidades de opiceos o cocana 3Pero el pas estaba cada da ms maduro para las medidas prohibicionistas y, considerando inevitable la adopcin de un proyecto u otro, los fabricantes y boticarios crearon dos 34 El secretario de Estado, Bryan, le cit y exigi que hiciera voto de abstinencia (pledge of abstinente), al menos mientras durase la Conferencia. Ante la indignada nega- tiva de Wright, Bryan le comunic su cese, tanto en el Departamento de Estado como en la delegacin americana. 35 Acabamos de ver que el Convenio de La Haya dejaba la puerta abierta a prepara- dos cuya proporcin de estupefaciente no excediera, en unos casos, del 0,1 y, en otros, del 0,2. 37 16. ANTONIO ESCO BOTADO asociaciones, la NAMP (National Association of Medicinal Products) y la NARD (National Association of Retail Druggists), para resistir del mejor modo posible. La Asociacin Farmacutica Americana, temerosa de perder prestigio y an poco influyente, adopt una postura de apoyo al principio prohibicionista, aunque critic como la NAMP y la NARD los excesivos engorros de registrar cada venta en detalle. La Asociacin Mdica Americana, que haba pasado de 8.500 miembros en 1900 a 36.000 en 1913, apoyaba sin reservas la entrada de Washington en el campo de la Sanidad. II.1. LA POLMICA ENTRE DISPENSADORES DE DROGAS Desde 1912 a fines de 1914 se produce un interesante conflicto intergre- mial. Los boticarios consideraban que la actitud de la Asociacin Mdica Americana era puro lobbying y public relations para aumentar su podero poltico36 , y la propia Asociacin Farmacutica Americana no vacil en de- clarar oficialmente que los mdicos pretendan usar la ley federal para mon- tarse dispensarios privados de drogas, como hace dcadas vena sucediendo. Para defenderse de la traicin de la clase mdica se convoc la National Drug Trade Conference (NDTC), como principal interlocutor del Congreso. Tras largas negociaciones a nivel subterrneo, la NDTC firm un borrador de Bill que remiti a la Cmara Baja. Wright estaba airado, porque el pro- yecto haba sufrido modificaciones que lo suavizaban notablemente. El regis- tro de recetas era mucho menos estricto; los mdicos quedaban facultados para recetar sin limitacin cuando tenan el paciente a la vista37 ; podan se- guir obtenindose en tiendas de alimentacin y por correo muchos remedios de autor con pequeas cantidades de opiceos y cocana; no se gravaban las drogas al peso, y slo quedaban sometidos a control el opio, la morfina y la cocana. El hidrato de cloral (de efectos anlogos al barbitrico), el camo y la herona quedaban fuera de la normativa federal. Como dijo el Comit de Modos y Medios del Congreso, el proyecto de ley tena la aprobacin de los intereses mdicos y comerciales 38 . Sin embargo, cuando el Bill lleg al Senado comenzaron nuevos forcejeos de pasillo, y se autoriz con gran escndalo para los farmacuticos que los pacientes solicitasen por va postal drogas controladas 39 . Al fin, la ley fue aprobada el 14-12-1914, tras apenas unos minutos de 36 Journal of the NARD, editorial: Legisative organization: Have a laugh with us, nm. 17, 1913, pp. 73-74. 37 El dato muestra, indirectamente, que era muy frecuente recetar por correo en aque- llos aos. 38 Cfr. MUSTO, ob. cit., p. 60. 39 Cfr. J. H. BEAL, The Senate Amendments to the Harrison Bill, Journal of the American Pharmaceutical Association, 3, 1914, pp. 479-481. Beal hace especial mencin a un tpico remedio de autor, el Curso teraputico del doctor Tucker contra el asma, hecho a partes iguales de morfina y cocana y vendido a 12 dlares. 38 17. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) deliberacin. Su aspecto de norma meramente reglamentaria en la esfera ad- ministrativa igual en principio a preceptos sobre importacin de alimentos en lata, funcionamiento de la Casa de la Moneda o condiciones para concurrir a una licitacin de obras pblicas obvi la necesidad de modificar la Cons- titucin, o, mejor dicho, permiti sortearla. Sin embargo, que la ley Harrison requera una Enmienda lo probar el hecho de que, una semana justa despus, el tercer perodo de sesiones del Congreso aceptaba un pliego con seis mi- llones de firmas pidiendo la Ley Seca. El portavoz de la Cmara Baja, O. W. Underwood, que haba intervenido decisivamente para lograr la apro- bacin de la ley Harrison, no vacil en calificar la condena del alcohol como una maquinacin tirnica para establecer la virtud y la moralidad mediante leyes. Curiosamente, no se le ocurri el mismo argumento para otros agen- tes psicoactivos bastante menos txicos, como el opio o la cocana. II.2. LA NATURALEZA JURDICA DE LA LEY HARRISON As, pues, la originalidad de la ley Harrison fue presentarse como una norma exclusivamente fiscal y no como una ley penal sustantiva, ya que en otro caso habra requerido como la Ley Seca una derogacin de la norma constitucional, y concretamente la suspensin de los derechos a la intimidad, la libertad de conciencia y la bsqueda personal de la felicidad, recortados en virtud de un criterio paternalista ausente por completo de la Constitucin americana. Sin embargo, el Bill era en realidad una ley penal sustantiva, y durante los primeros aos su vigencia encontrar dificultades serias en la es- fera judicial cada vez que sus provisiones tributarias se manifiesten en su verdadera naturaleza de normas policiales represivas. Como dijo J. H. Beal, director del Journal de la Asociacin Farmacutica Americana, y uno de los principales negociadores de la NDTC, si la ley Harrison fuese usada para obtener plice powers sera declarada anticonstitucional de inmediato40 , criterio compartido por el Public Health Service federal41 y por cualquier jurista con mnimas nociones sobre Derecho pblico norteamericano. En rea- lidad, todo el Bill est penetrado por el principio de Brent (cualquier uso no mdico de ciertas drogas es inmoral), y el gigantesco problema plan- teado de inmediato al entrar en vigor el precepto fue determinar qu poda entenderse por mdico y no mdico en relacin con la moralidad. Para empezar, la inmensa mayora de los adictos norteamericanos eran yatrognicos o de origen mdico, entendiendo por tales a quienes contrajeron el hbito usando medicinas recetadas por algn facultativo. En segundo lugar, nadie se atrevi a discutir siquiera que los mdicos y el personal teraputico (incluyendo boticarios) eran el sector ms propenso, con mucho, a la adiccin. 40 Jour. of the Am. Pharm. Ass., Editorial, 4, 1914, pp. 4-8. 41 Cfr. MUSTO, ob. cit., p. 273, n. 33. 39 18. ANTONIO ESCOH OTADO Sumada una cosa y otra, pareca evidente que los casos de adiccin eran casi siempre problemas mdicos. Pero, en tercer lugar, desde 1914 se consagra legalmente algo tan poco mdico y tan delirante desde el punto de vista farmacolgico como que el opio y la morfina promueven apetitos criminales, arruinan los rganos reproductores y causan demencia, mientras otras drogas como el alcohol o los barbitricos son inocuas medicinas, o frmacos con es- caso potencial de abuso. En realidad, al uso mdico se superpona la mo- ralidad, que en definitiva propona el no-uso (como veremos enseguida). De poco sirvi que verdaderos investigadores en farmacologa se opusieran, como hizo L. Kolb, del Health Service, cuando declar en una comparecencia ante el Congreso que haba ms violencia en un galn de alcohol que en una tonelada de opio 42 . Los buenos oficios de los primeros empresarios morales, aliados con el eln prohibicionista y nacionalista americano, lograban dar la vuelta a un criterio inmemorial en medicina. Apenas unas dcadas antes, los manuales anglosajones ms respetados consideraban al opio y sus derivados sin duda el remedio ms importante y valioso en toda la farmacopea43 . Ms con- tundente an era la opinin de G. Wood, profesor en la Universidad de Pennsylvania y presidente de la American Philosophical Society: Se percibe una sensacin de plenitud en la cabeza, seguida pron- to por una sensacin general de deliciosa paz y comodidad, con una elevacin y expansin de toda la naturaleza moral e intelectual que es, segn creo, el ms caracterstico de sus efectos. No hay la misma ex- ritacin incontrolable que se observa con el alcohol, sino una exalta- cin de nuestras mejores cualidades mentales, un aura ms clida de benevolencia, una disposicin a hacer grandes cosas, pero noble y be- nevolentemente, un espritu ms devoto y una mayor confianza en uno mismo, junto con una conciencia de poder. Y esta conciencia no se equivoca del todo, porque las facultades imaginativas e intelectuales son elevadas hasta el punto ms alto compatible con la capacidad individual. Al cabo de algn tiempo esta exaltacin se hunde en una serenidad corporal y mental, apenas menos deliciosa que la excitacin previa, y termina en sueo al poco tiempo 44 . Por supuesto, Wood conoca la posibilidad de adiccionarse al opio, pero consideraba que sus efectos eran menos peligrosos para el individuo y la so- ciedad que los del alcohol, por no destruir los tejidos orgnicos y por la 42 Cfr. Use of Narcotics in the United States, Hearing before the Committee on Print- ing, 3-6-1924, 68 Congr., 1.a Ses., p. 27. 43 I. PEREIRA, The Elements of Materia Medica and Therapeutics, Carson, Philadelphia, 2 vols., 1854, p. 1039. 44 A Treatise on Therapeutics and Pharmacology or Materia Medica, 2 vols., Lippin- cott, Philadelphia, 3.a ed., 1886, vol. I, pp. 712-713. 40 19. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) naturaleza misma de los efectos de ambos frmacos. Es satisfactorio aa- da saber que este vicio puede corregirse sin gran dificultad, si el paciente realmente lo pretende. El sistema adecuado es una disminucin gradual de la dosis, en cantidades casi imperceptibles, que conduce a la cura en algo ms de un ao 4Treinta aos ms tarde, de estos criterios de Wood slo resta la confian- za en la cura, aunque se tratar de remedios distintos a cualquier manteni- miento en el vicio. El progresismo prohibicionista crey desde el principio que el problema de la adiccin tena soluciones ad hoc, perfectamente cien- tficas, y durante los primeros aos de vigencia de la ley Harrison florecieron muchos remedios expeditivos e infalibles. El tratamiento ms famoso, con mucho que llev al Senado a su inventor, el iletrado C. B. Towns, era una pcima hecha con una parte de ceniza de corteza de rbol, una parte de beleo y dos de belladona, a la cual se aadan estricnina y grandes dosis de aceite de ricino 4(> . Aos despus, la Asociacin Mdica Americana consi- der que la cura slo podra producir diarrea, delirio y ruina fsica y, en efecto, produjo varias defunciones, pero en esos aos cualquier expe- diente rpido resultaba bienvenido. Towns, que cobraba de 200 a 300 dlares por cinco das de administracin de su ponzoosa cura, se senta orgulloso de no haber tenido un resultado negativo jams, lo cual quedaba probado a su entender porque slo el 1 por 100 de sus pacientes regresaron para recibir nuevo tratamiento. Cabra preguntarse cmo es posible que los po- deres pblicos autorizasen tratamientos semejantes, inventados por alguien sin la ms elemental formacin en medicina y farmacia; no obstante, la razn es obvia: el optimismo teraputico estaba en relacin directamente propor- cional con la inaceptabilidad del verdadero estado de cosas. El estado de cosas, entonces y ahora, es que no existe una cura mdica eficaz para la adic- cin. Curar al adicto con el remedio de Towns no es en s ms seguro que curar a los brujos y lujuriosos medievales con el potro de tortura o la hogue- ra. Pero en ambos casos dejaba intacta la buena conciencia de los censores, a quien acusa. 11.2.1. El problema de la posesin y la dispensacin Al aprobarse la ley Harrison, el principal problema jurdico era saber si las infracciones a ella podran ser otra cosa que falta de inscripcin en el registro especial47 o negligencia en llevar los libros reglamentarios. Sin em- bargo, ya desde su creacin en 1919, el Departamento de Control de Estupe- 4S Ob. cit., pp. 725-726. 4 * Cfr. C. B. TOWNS, Habits that Handicap, and the Remedy, Century, N. York, 1915, p. 71. 47 A 1-6-1916 haba 124.000 mdicos, 47.000 boticarios, 37.000 dentistas, 11.000 ve- terinarios y 1.600 productores, importadores y mayoristas registrados. 41 20. ANTONIO ESCOH OTADO facientes haba aclarado por boca de su director, F. Richardson, que se senta justificado para revocar la autoridad de mdicos y boticarios, en lo que se refiere a tratar con drogas y dispensarlas a los adictos. Era delito federal la posesin de estupefacientes? La seccin 8 de la ley determinaba que el poseedor deba probar que los haba obtenido legal- mente, y, dada esa circunstancia, la respuesta deba inclinarse por la afir- mativa. Este tipo de prueba, llamado tradicionalmente probatio diablica, por exigir la demostracin de una negacin, implica grandes dificultades e invierte el curso normal del proceso, donde la carga de la prueba incumbe a quien acusa. Cmo interpretar el adverbio legalmente en ese caso? Tal como en el caso de hechiceros y endemoniados, la diferencia se cifra en esa eticidad exterior que es el decoro. Si el sujeto haba obtenido la droga tras una con- sulta rpida y barata con un mdico de clientela miserable, la posesin pro- vena de un mero alcahueteo con las ansias de diablicos drogados (dope fiends) 48 . Si el mdico dispensaba a pocos adictos, tras un detenido examen de cada uno, y cobrando lo adecuado a una clientela ms distinguida, la con- ducta del doctor no sera alcahueteo, sino tratamiento. Tampoco durante la caza de brujas constitua una prueba irrefutable de comercio con potencias diablicas el hecho de tener o usar ungentos, sino slo el hecho de tenerlos o usarlos cuando la persona careca de la probidad inherente a una buena posicin social. Se trata de la diferencia entre magia blanca y magia negra, cuya incierta lnea divisoria tratar de definirla el Tribunal Supremo federal cuando hable de buena fe en el mdico y el boticario. Buena fe significa en la prctica no mezclarse con diablicos drogadictos, y no defender ningn mantenimiento en el vicio. Si el vicioso es una persona respetable en prin- cipio, procede su tratamiento, aunque sea recibiendo dosis de la sustancia prohibida, con la esperanza de lograr ms adelante una colaboracin activa del propio paciente. La posesin de drogas prohibidas por una ley exclusivamente vincula- da al registro y tributacin de ciertos productos no slo implicaba, pues, un riesgo para el mero usuario, sino para su dispensador. El delito de cons- piracin para vulnerarla se basaba sobre la suposicin inatacable de que el mantenimiento de una adiccin era conducta teraputica ilegtima, incompa- tible con la buena fe. Fueron todas estas consecuencias, con la consiguiente situacin de inseguridad jurdica para los ciudadanos, el motivo de que algu- nos jueces reaccionaran. 48 Penalties Imposed by the Harrison Antinarcotic Law, editorial, Medical World, 33, 1915, p. 459. The Fiend significa en ingls el Diablo, y la expresin dope fiend debe traducirse por diablos drogados, mejor que con trminos como drogocanallas o narcomonstruos, pues se retiene con ello el matiz teolgico ltimo. 42 21. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) 11.2.2. Las reservas iniciales del poder judicial Un juez de distrito en Kansas City rechaz, en 1915, los cargos de falta de inscripcin fiscal contra un consumidor de estupefacientes, considerando que en cuanto consumidor no le estaba permitido registrarse. La solidez jurdica del argumento (no acusar de falta de registro a quienes estn exclui- dos por principio del registro) pona en cuestin el conjunto de la ley Harri- son y sus sinuosos caminos de incriminacin. De ah que el fiscal general enviase de inmediato instrucciones al correspondiente fiscal de distrito de Kansas City, advirtiendo lo importante que es para el Gobierno no sufrir una derrota en cuanto a la constitucionalidad del precepto. Instrucciones semejantes recibieron otras fiscalas, porque en palabras del fiscal general adjunto, Wallace los jueces americanos sienten dudas sobre la constitu- cionalidad de la ley, y en la mayora de los casos parecen opuestos a ella 49 . Es un momento dramtico para el prohibicionismo, que amenaza bloquear el atajo utilizado para rehuir los problemas de una enmienda constitucional. La judicatura no necesita ser convencida de las razones prohibicionistas, pero exige que los preceptos se apliquen de acuerdo con su naturaleza, y una nor- ma tributaria difcilmente se traduce sin mediaciones en norma de Derecho penal sustantivo. El climax se alcanza con el caso de un mdico, el doctor J. F. Moy, a quien el Departamento de Estupefacientes acus de un uso no mdico de drogas. El alegato fiscal le atribua recetar algo menos de dos gramos de morfina no por razones mdicas, sino para suministro de un adicto. Se pretenda ensear al mdico a ser mdico, y el juez de instruccin de Pittsburg demoli el argumento con razones simples: No es requisito exigible que el adicto est registrado, ya que no importa, produce, comercia con, dispensa, vende o distribuye morfina de acuerdo con los trminos de la ley [Harrison]. Recurrido el fallo por la fiscala, el tribunal de apelacin entendi que la ley Harrison era una norma tributaria, y que desbordar esa esfera implicara violar las previsiones de la Constitucin de los Estados Uni- dos. El caso se elev entonces al Tribunal Supremo, que por una mayora de siete a dos confirm las sentencias precedentes. En otras palabras, la ms alta autoridad judicial rechazaba sin paliativos los argumentos del Gobierno para solicitar amplios poderes policacos en nombre de la ley Harrison50 . El Departamento del Tesoro (autoridad tributaria) no vacil en decir que esta sentencia del Tribunal Supremo hace prcticamente imposible controlar el trfico de drogas estupefacientes por parte de personas no registradas, pues la mera posesin de cualquier cantidad de esas drogas no es prueba de un delito, y el Gobierno se ve forzado a asumir la carga de la prueba en cada 49 Justice Dept. Records, National Archives, b. 7, r. g. 6; fiscal F. Robertson a Fis- cala General, 2-10-1915; W. W. Jr. a Robertson, 11-10-1915. Cfr. MUSTO, ob. cit., p. 127. 50 La ley parece tan plagada de goteras que se hundir si el Congreso no hace un replanteamiento, deca un editorial del New York Medical Journal, 104, 1916, pp. 905-906. 43 22. ANTONIO ESCO H OTADO caso, lo cual resulta difcil de sacar adelante of . En otras palabras, la polica y los fiscales consideraban abusiva la vigencia de los principios del Estado de derecho junto con las oportunas garantas procesales y sustantivas vigen- tes para cualquier otro delito en el caso de los estupefacientes. La tensa situacin se mantuvo tres aos ms, sometidos los jueces a la presin de sentirse estorbos en la American Crusade contra drogas diablicas, hasta que dos sentencias del Tribunal Supremo aceptaron el criterio del Te- soro en 1919. Una casaba la libre absolucin de un mdico que haba recetado quinientas tabletas de morfina a un paciente52 , y la otra declaraba que la terapia de mantenimiento era una perversin semntica, indigna de un mdico 53 . 11.2.3. Eficacia teraputica de la ley El ao de 1919 marca la segunda victoria del prohibicionismo federal, y es aquel donde se prepara la prohibicin del alcohol igualmente. Aunque la en- cuesta hecha por un Comit del Tesoro indica que puede haber un total de 238.000 adictos en los Estados Unidos54 , el propio Comit consider que la cifra real podra elevarse a un milln o ms, y la noticia de esa gigantesca plaga social cay en un momento de singular fervor nacionalista. Los atenta- dos de bolcheviques contra lderes e instituciones, las grandes huelgas y los complots anarquistas determinaron no slo el endurecimiento de la represin en materia de psicofrmacos, sino en el terreno poltico, con manifesta- ciones tan sobresalientes como las razzias rojas de ese ao. El mismo mes en que se producen las sentencias del Tribunal Supremo federal hay un artculo en el Times que preconiza cocer en aceite a los mdicos culpables de proveer a adictos. Con todo, subsiste el problema de la cura o tratamiento, que si bien en los primeros aos es cosa evidente y sencilla, va mostrndose ms y ms problemtica con el curso del tiempo. En 1921, un informe confidencial di- rigido al Surgeon General, cargo equivalente al director general de Sanidad, redactado por el doctor Dumez miembro del Comit especial del Tesoro para asuntos relacionados con la ley Harrison, indica que slo hay un 10 por 100 de curas, y que nuestros actuales mtodos de tratar la adiccin a drogas deben considerarse fracasos 36 . A partir de entonces, los resultados en este campo son descorazonadores; slo centros privados y lucrativos de 51 Bureau of International Reform, Annua Keport, 30-6-1916, pp. 24-25. 52 U. S. versus Doremus, 249 U. S. 86, fallado en 3-3-1919. " Webb et al. versus U. S.f 249 U. S. 96, fallado el mismo 3-3-1919. 54 Cifra confirmada cuatro aos ms tarde por L. Kolb y A. G. Dumez; cfr. Public Health Reports, 39, mayo 1924, pp. 1179-1204. 55 23-3-1919, p. 31, Drugs Threaten America. 56 Some Facts Concerning Drug Addiction, 14-6-1921, Records of the Public Health Service, National Archives, r. q. 90, fol. 2123. 44 23. LA CREACIN DEf PROBLEMA (1900-1929) rehabilitacin informan de algn progreso. Las granjas psiquitricas de Fort Worth y Lexington, en realidad prisiones indiscernibles de las dems, no logran llegar al 6 por 100 de rehabilitaciones en sus primeros aos de vi- gencia, y un segundo estudio sobre Lexington demostr que de 453 supues- tos rehabilitados, slo 12 (menos del 3 por 100) seguan abstinentes cinco aos despus 37 . El estudio definitivo, basado en un seguimiento durante doce aos, se hizo esperar bastante y result demoledor: de unos quinientos reha- bilitados en Lexington, todos menos diez recayeron; de estos diez, tres haban muerto antes de los doce aos, dos eran alcohlicos, tres nunca ha- ban sido adictos (y seguan sin serlo) y los dos ltimos continuaban usando drogas ilcitas de modo intermitente ^8 . En realidad, ni un solo de los tratados respondi cumplidamente al tratamiento. Un ensayo en el hospital Riverside, en Nueva York, mostr que de 247 adictos tratados, el 86 por 100 estaban encarcelados u hospitalizados tres aos despus; slo el 8 por 100 no segua siendo adicto, y todos los sujetos incluidos en ese 8 por 100 declararon no haberlo sido jams, sino casos de reclusin por mera tenencia 59 . Tngase en cuenta que, por estas mismas fechas (1917), el Comit Rol- leston ha determinado en Inglaterra algo abominable para los cruzados ame- ricanos, aunque asegurase hasta aos recientes el ms bajo nivel europeo de adictos: Morfina o herona pueden administrarse a adictos en las siguien- tes circunstancias: a) Cuando los pacientes se encuentran en tratamiento por el m- todo de retirada gradual. b) Cuando se ha demostrado, tras un largo intento de curacin, que el uso de la droga no puede ser interrumpido completamente sin peligro, vista ia gravedad de los sntomas de abstencin que produce. c) Cuando ha sido igualmente demostrado que el paciente, siendo capaz de llevar una vida til y relativamente normal si se le admi- nistra regularmente una determinada dosis mnima, se convierte en in- capaz de todo ello al interrumpirse de modo total el suministro de la droga 60 . De hecho, un informe oficial del Gobierno ingls, elaborado tras un cui- dadoso examen de los historiales de ms de cien personas clasificadas como 57 H. DUVALL, B. LOCKK y L. BRILL, Follow-Up Study of Narcotic Drug Addicts Five Years After Hospitalizaron, Public Health Reporis, 78, marzo 1963, pp. 185-193. " G. E. VAII.LANT, A Twelve-Year Follow-Up of New Narcotic Addicts: The Rela- tion of Treatment to Outcome, Am. Journ. of Psychiatry, 122, 1965, pp. 729 y ss. 59 Cfr: R. E. TRUSELL, Proceedings, White louse Conference on Narc. and Drug Abuse, Panel 2, sept. 27-28, Washington, D. C, U. S. Government Printing Office, 1962. ntl U. K Ministry of Health, Report of the Rolleston Committee, 1918, reimpr. en Home Office, p. 14. 45 24. ANTONIO KSCO H OTADO adictas, revel que muchos llevan vidas satisfactoriamente razonables, y no vemos, en consecuencia, razn alguna para rechazar la idea del adicto esta- bilizado 61 . A datos completamente anlogos llegaron las dos nicas investigaciones serias hechas en Estados Unidos antes de concluir los aos veinte. En el pri- mero de los estudios, encomendado al entonces director adjunto del Public Health Service, L. Kolb, se investigaron 119 personas adictas a opiceos por causas yatrognicas (recomendacin mdica) y no yatrognicas. Del conjunto, 90 individuos cumplan en su trabajo con buena calificacin, mientras 29 ha- ban adquirido una reputacin de seriedad escasa o nula. Segn Kolb, a juzgar por su trabajo y por sus propias declaraciones, ninguna de las personas vio reducida su eficacia por el opio. Veintids trabajaban regularmente, aunque llevasen veinticinco aos o ms tomando opio; una de ellas, una mujer de ochenta y un aos, todava gil mentalmen- te, haba tomado un quinto de gramo de morfina durante sesenta y cinco aos. Pari y cri seis hijos, llevando sus tareas domsticas con una eficacia superior a la normal. Una viuda, de sesenta y seis aos, haba tomado casi dos gramos de morfina diariamente durante ms de treinta y siete aos. Se encuentra mentalmente gil, hace trabajo fsico todos los das y se gana la vida 62 . Los hallazgos de Kolb quedaron confirmados al ao siguiente por A. B. Light y sus colaboradores, en una investigacin patrocinada por la Asociacin Mdica Americana. La conclusin de Light fue anloga a la de su colega, y a la del Gobierno ingls: La adiccin a la morfina no se caracteriza por deterioro fsico o lesin de la capacidad fsica. No hay pruebas de cambios en las fun- ciones circulatorias, hepticas, renales o endocrinas. Si se considera que esos sujetos llevaban por lo menos cinco aos, y algunos ms de vein- te, adictos a esa droga, estas observaciones negativas adquieren una gran significacin 63 . Los casos investigados por Kolb y Light correspondan al tipo de adicto que haba en los Estados Unidos antes de entrar en pleno funcionamiento la maquinaria prohibicionista. Ese tipo, llamado a veces southern white, 61 U. K. Min. of Health, nter departamental Comm. of Drug Addictton Re por t; cfr. S. SCHNUR, Narcotic Addiction in Britain and America, Indiana Univ. Press, Bloom- ington, 1962, p. 161. n2 L. KOLB, Drug Addiction: A Study of Some Medical Cases, Archives of Neuro- logy and Psychiatry, 20, 1928, p. 178; cfr. A. R. LINDESMITH, The Addict and the Law, Indiana Univ. Press, Bloomington, 1965, p. 40. "3 A. B. LIGHT et al., Opium Addiction, American Medical Association, Chicago, 1929, p. 115. 46 25. LA CREACIN DEI. PROBLEMA (1900-1929) abarcaba un sector de clases medias formado por rentistas, profesiones libe- rales, seoras de edad, etc., y hasta que la prohibicin no logre marcarlas con su estigma infamante, esas personas seguirn siendo en su mayora gente normal, sin el menor indicio de pactos con el diablo. Al contrario, su caso invita a pensar por qu sesenta aos ms tarde, en el mismo pas, de una muestra semejante obtenida entre yonkis que se administran cantidades diez o veinte veces menores en pureza, ms del 80 por 100 sean crimi- nales perseguidos, todos ellos laboralmente nulos y vaya a morir el 5 por 100 o ms al ao por envenenamiento (eufemsticamente denominado sobredo- sis). La innegable evidencia de adictos estabilizados, sin dramticos pro- blemas de socializacin, contrasta con la destructividad de los pseudoadictos actuales, afectos a sucedneos inyectados que se adquieren a usureros precios en ambientes delictivos siempre y, en realidad, adiccionados a un papel dra- culino que compra irresponsabilidad a cambio de introyectar el mito del dia- blico usuario de sustancias diablicas. Pero la ley Harrison es inconcebible aceptando que, sin acoso ni estigma, la mayora de los habituados a tomar opiceos o cocana pueden llevar vidas satisfactoriamente razonables, por usar las palabras del Gobierno ingls. La adiccin es para los prohibicionistas algo metafsico, mucho ms incura- ble que la lepra, segn el cruzado R. P. Hobson 64 , y cualquier compromiso con ella equivale, finalmente, a traicionar a Dios. II.3. EL CIERRE DE LAS CLNICAS Desde su fundacin, la Divisin de Estupefacientes del Prohibition Unit, subseccin del Tesoro, se propuso cerrar cualquier institucin pblica o pri- vada dedicada a terapia de mantenimiento o gradual retirada, y encarcelar a los mdicos que recetasen opio, morfina y cocana salvo en casos absoluta- mente excepcionales, finalmente restringidos a ciruga, casos de gran dolor momentneo y terapia agnica. Eso determina una reaccin entre el personal teraputico, que se percibe ya en el Medical Record, de Nueva York, cuando en 1921 habla de los mdicos como cabezas de turco de una sociedad fanati- zada, y advierte sobre la creciente esclavizacin de la profesin mdica 65 . El criterio dominante era que el Gobierno estaba molestando intilmente a sus ciudadanos y ejerciendo un poder injusto y extravagante. Apenas dos aos antes, el presidente de la Asociacin Mdica Americana propona tomar me- didas contra unos pocos miembros de la profesin renegados y depravados que, unindose al hampa, permiten la subsistencia del diablico e ilcito tr- 64 Cfr. MUSTO, ob. cit., p. 191. 65 Editorial, The Growing Enslavement of the Profession of Medicine, 99, 1921, p. 18. El artculo vinculaba irnicamente la persecucin de toxicmanos y la de sujetos con enfermedades venreas y opiniones polticas radicales. 47 26. ANTONIO ESCO H OTADO fico de drogas 66 . A partir de ahora, la clase mdica teme que la medicina estatal convierta a los mdicos en empleados. Sin embargo, la Asociacin Mdica Americana ha colaborado desde 1910 con el prohibicionismo estricto, y una dcada despus cuando, gracias a sus buenas relaciones con el ejecutivo, ha logrado poner fuera de combate a la mitad de las instituciones que impartan ttulos de practicante en medi- cina, reduciendo la competencia y aumentando sustancialmente el nivel de ingresos de sus afiliados la sociedad ha hecho suyo el estereotipo del toxi- cmano como ser infernal. En la comitiva de esos seres infernales estn los mdicos diablicos que pretenden tratar de modo humanitario al adicto. Por una notable irona, desde 1919 los profesionales en ejercicio tendrn que hacer frente al delito provocado por policas con disfraz de enfermos. Como en los dems delitos sin vctima o de puro riesgo, y al igual que en los pro- cedimientos inquisitoriales, la aplicacin de la ley Harrison implica que los represores pueden adelantarse a la comisin de un delito e inducirlo mediante ingeniosas estratagemas. Evidentemente, el sistema no sirve para los verda- deros y permanentes delitos reconocidos por todos los cdigos penales (robo, lesiones, violacin, homicidio, estafa, etc.), pero tratndose de infracciones a supuestas buenas costumbres caso de la prostitucin, la pornografa, el exhibicionismo, las opiniones polticas, las blasfemias, etc. las garantas cesan y el inductor recibe carta de absoluta impunidad. El caso ms sonado y revelador de los nuevos delitos sin vctima tuvo por protagonista al doctor E. S. Bishop, que en numerosos artculos y ensayos trat de combatir el estigma mental y moral impuesto al usuario de ciertas sustancias 67 . Bishop, que consideraba un mtodo brbaro, daino e intil no ya la retirada brusca, sino la reduccin gradual, abogaba por un suministro legal y barato de drogas a los adictos, cuando menos hasta disponer de al- guna cura mejor. Al poco de aparecer su libro fue procesado por recetar un frasco con 20 tabletas de morfina a un agente de narcticos, que acudi a su consulta fingindose toxicmano agudo, y aunque el caso no lleg a verse ante los tribunales su reputacin qued totalmente arruinada. Pudo influir en la falta de condena, aunque no en la falta de absolucin, el hecho de que el Departamento del Tesoro fuese acusado de intentar silenciar su fuerte postura contraria a la interpretacin en boga de la ley Harrison6 *. Hacia 1920, la media de edad para adictos atendidos en clnicas sobre 66 A. LAMBERT, Address of the President Elect, Jour. of the Am. Med. Ass., 72, 1919, pp. 1767-1769. 67 Morphinism and Its Treatment, )ourn. of the Am. Med. Ass., 58, 1912, pp. 1499- 1504; An Analysis of Narcotic Drug Addiction, N. Y. Medical Jour., 101, 1915, pp. 399-403; Some Fundamental Considerations on the Problem of Drug Addiction, Am. Med., 21, 1915, pp. 807-816; The Narcotic Addict, the Physician and the Law, Med. Economist, 4, 1916, pp. 121-128; The Narcotic Drug Problem, MacMillan, N. York, 1920. 118 Resolution Relative to Dr. Hrnst Bishop, Am. Med. Editor's Ass., 53 Annual Meeting, en Am. Med., 28, 1922, pp. 720-721. 48 27. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) un total de 10.000 en todo el pas era de cuarenta aos, superando los hombres a las mujeres por dos a uno. En Atlanta, por ejemplo, la media era de cuarenta y tres y cuarenta y seis aos, respectivamente. En todas esas instituciones (lucrativas en su mayora) cunda el criterio de que los adictos no deberan quedar privados de suministro sin descubrir antes algn medio adecuado de cura. Para la Prohibition Unit, en cambio, esa postura no slo era perverse en s, sino peligrosa para los jurados comunes, inclinados a creer que el Gobierno debera ofrecer algn tratamiento sustitutivo. Por otra parte, la Cruzada comenzaba a hacer efecto en la poblacin o si se prefiere a convertir la creencia pasiva de los prohibicionistas acerca de dope fiends en una creencia activa, arraigada en individuos que se autoconsideran dope fiends. Tras un siglo de adictos en edad madura o ancianos, en 1919 los encargados de aplicar la ley Harrison descubren que, en Nueva York, el 70 por 100 de los heroinmanos tienen menos de veinticinco aos 69 , que se han multipli- cado por cinco en un quinquenio y que, en definitiva, son el mayor pro- blema de la nacin. Quien lo declara es el comandante Porter, jefe de los agentes represores en Nueva York, que calcula en 200.000 el nmero de heroinmanos de la ciudad. La exageracin es tan grosera que provoca un desmentido por parte de A. Lambert, presidente de la Asociacin Mdica Americana. El inters de ese desmentido reside en que reconoce explcita- mente como factor causal de la epidemia a su mismo remedio: Es evidente que el nmero de adictos a narcticos ha sido enor- memente exagerado. Aplicada severamente en Nueva York, la ley Harrison slo ha producido unos 6.000 adictos, en vez de los cien o doscientos mil alegados70 . Lo mismo piensa un director de hospital, el doctor D. Hubbard, con comentarios donde expresa su disgusto por las predicciones apocalpticas de pnico y desasosiego de masas, emanadas insistentemente de la Prohibition Unit. Segn Hubbard, las cifras de Porter son mticas y falaces 71 . Es uno de los raros casos donde las autoridades teraputicas oficiales niegan de modo categrico las cifras ofrecidas por el estamento represor. Vale la pena anotar ahora que contra el estereotipo del usuario de ciertas drogas sostenido por el credo prohibicionista comienza a conspirar la influen- cia cada vez ms sostenida del pensamiento psicoanaltico, as como la apa- ricin de gremios nuevos con intencin de vincularse al teraputico tradi- cional (psiclogos, asistentes sociales, etc.), que coinciden en considerar la w N. Y. Times, 10-3-1919, p. 7. 70 The Underlying Causes of the Narcotic Habit, Modern Med., 2, 1920, p. 8. El subrayado no es de Lambert. 71 Some Fallacies Regarding Narcotic Drug Addiction, Jour. of the Am. Med. Ass., 74, 1920, p. 1439. 49 28. ANTONIO ESCO H OTADO adiccin como consecuencia de una dinmica psquica compleja, susceptible de aparicin no slo en seres diablicos, sino en cualquiera. Esto no evitar que la Prohibition Unit mantenga una vigorosa poltica opuesta al mantenimiento, y prometa al pas librarlo de esa infecciosa lepra si le es permitido cerrar todas las clnicas dedicadas al tratamiento de adictos72 . As sucumbieron las clnicas de Albany, Houston, New Haven, Atlanta, Shre- veport y Nueva Orleans, aunque no sin algunos problemas. En Shreveport, donde reciban tratamiento 129 personas declaradas incurables, los jueces de distrito y condado, as como el sheriff y el jefe de polica, coincidieron en apoyar a su director el doctor Butler ante los ataques federales. La denuncia provino de un agente encubierto, al que Butler describi como el ser ms vil y vulgar con el que haya conversado 73 . Ese agente afirm que la clnica distribua opiceos a traficantes callejeros y reparta droga libre- mente entre las prostitutas locales. Para apoyar este informe sin pruebas, el agente incorpor una breve memoria sobre algunos de los pacientes de la clnica, que merece consideracin por expresas las categoras en juego: E. W., treinta y nueve aos, rotulista en paro. Un drogado, puro y simple. Seorita M. Pesaba 90 kilos cuando lleg a Shreveport y perdi 25. Tiene un aspecto bueno y saludable, aunque dice sentirse mal si le falta su dosis diaria de morfina. Tpica drogada sin medios visibles de vida. Seorita S., treinta y siete aos, adicta durante ocho. Una simple drogada rutinaria, con aspecto bueno y saludable. J. R., cincuenta y cuatro aos, morfinmano durante veinte aos. Un desastre fsico. Mal como posible testigo, debido a su aspecto la- mentable. B. J., prostituta, treinta y dos aos, adicta durante doce. El vivo retrato de la salud, complexin fuerte. A nuestro juicio, una simple viciosa. W. M., conocido contrabandista de alcohol y estupefacientes, ex- pulsado por un comit de moralidad pblica 74 . M. P., cincuenta y dos aos, tendero, hombre respetable. Querra dejar de drogarse, siempre que le pusiesen difcil el suministro. 72 La falta de fe en semejantes promesas es muy antigua dentro del propio esta- mento represor. Ya en 1921, el secretario del Tesoro, A. Mellon, constataba que el aumento del contrabando de estupefacientes no cesa, y los funcionarios de aduanas pa- recen impotentes; cfr. A. Mellon a I. W. Fordney, Comm. of Ways and Means, 67 Congr., I/1 Ses., 27-3-1922, H. Rept*. 852, pp. 19-20. 73 Cfr. MUSTO, ob. cit., p. 170. 74 Se trata del Ku-Klux-Klan; cfr. MUSTO, ob. cit., p. 171. 50 29. LA CREACIN DKL PROBLEMA (1900-1929) S. W. H., treinta y nueve aos. Ha estado dos semanas sin mor- fina cuando no pudo obtenerla75 . Butler reaccion airadamente ante la trampa en un artculo76 , y de in- mediato fue amenazado con un procesamiento por conspiracin contra la ley Harrison. Se le consider el ms sutil oponente mdico a la ley en esa parte del pas, aludiendo de modo indirecto al ya mencionado doctor Bishop. Unos meses despus, la clnica se clausuraba. Dos aos ms tarde, la prensa local aleg que se vendan libremente morfina y cocana en la calle, cosa prctica- mente desconocida antes de cerrarse la clnica 77 . Prcticamente sucedi lo mismo en la clnica de Atlanta, donde eran sostenidos unos doscientos adictos. Disfrazado como enfermo, el agente E. C. Ruth consider que en su mayora no eran casos incurables 78 . Esto motiv la expulsin de la mitad de los pacientes, considerados curables, y un ao despus la recomendacin de cerrar el establecimiento por las buenas. Vista la ruina profesional de Bishop y Butler, el director de la clnica no vacil en obedecer, como sus dems colegas en otros lugares del pas. Para 1925 no haba una sola institucin que reconocidamente sostuviese a adictos inveterados. Slo los mdicos a ttulo individual seguan recetando a pacien- tes, y las calles empezaron a llenarse de drogas ilcitas. II.4. RESULTADOS INICIALES DE LA CRUZADA La lgica prohibicionista se basaba en la premisa de que sin clnicas y manteniendo en estado de permanente intimidacin a mdicos y boticarios el problema quedara zanjado. En otras palabras, bastara cortar su suminis- tro a unos 10.000 adictos declarados y reforzar las precauciones en aduanas para conseguir la deseada descontaminacin del cuerpo social. Desde luego, lo que sucedi desde 1925 en adelante fue cosa distinta. Convertidos en ne- gocio para cualquier mafia, mitificados por sectores sociales pobres y por parte de los estratos ms pudientes (especialmente el mundo del espectculo y la moda), los opiceos y la cocana florecieron ms an que antes de 1914, ahora apoyados en una creciente corrupcin de los represores institucionales. Por entonces, lograr que los Estados Unidos no probasen una gota de alcohol absorba la parte ms destacada de la Prohibition XJnit. De sus 2.500 agentes, slo 170, elevados a 270 en 1929, pertenecan a la Narcoics 73 Informe de H. H. Wouters, agente especial de Estupefacientes, a W. S. Blanchard, Comisionado para la Prohibicin, 29-9-1922; cfr. MUSTO, ob. cit., pp. 170-171. 1b W. P. BUTLER, HOW One American City is Meeting the Public Health Problems of Narcotic Drug Addiction, Am. Med., 28, 1922, pp. 154-162. 77 Sbreveport Journal, 7 y 9 de junio de 1923. 78 Ruth fue despus procesado y expulsado del servicio, por chantajes y extorsiones tanto a adictos como a terapeutas; cfr. S. HOWARD, The Inside Story of Dope in this Country, Hearst's International, febrero 1923, p. 142. 51 30. ANTONIO ESCO H OTADO Divisin. Haba muchas ms violaciones de la ley Volstead que de la ley Harrison (en 1920, por ejemplo, el alcohol produjo 45.000 condenas, y los estupefacientes, 3.900). Sin embargo, como las penas derivadas del se- gundo precepto eran mucho ms severas que las derivadas del primero, hacia 1928 un tercio de los reclusos femeninos y masculinos en las prisiones ame- ricanas estaban all por opiceos o cocana. Este dato es importante, porque prueba que ya antes de 1930 los toxicmanos aportaban el mayor contin- gente de reclusos por un solo concepto penal. De hecho, el nmero resultaba tan exorbitante a nivel penitenciario que llev a crear las granjas de Fort Worth (Texas) y Lexington (Kentucky)79 . Las escuetas cifras sobre deten- ciones anuales, desde 1917 a 1928, son las siguientes: 1917: 1918: 1919: 1920: 1.100 1.300 2.400 3.900 1921: 1922: 1923: 1924: 4.300 6.700 7.200 10.300 1925: 1926: 1927: 1928: 10.300 10.300 8.900 8.700 Los cuatro primeros aos suman 8.700; los cuatro segundos, 28.500, y los cuatro ltimos, 38.200. II.4.1. Nuevos problemas con la judicatura Esta evidente escalada, cuando el problema se tena por perfectamente atajable doce aos antes con simples medidas represivas, suscita nuevas du- das en el poder judicial, a quien la irregular naturaleza de la ley Harrison ha conferido la espada damocleana de declararlo inconstitucional. Se aadan a ello el ya mencionado influjo creciente del psicoanlisis sobre la psiquiatra, y una indignacin indisimulada en toda la clase mdica. Para ser exactos, los mdicos y los represores se disputaban el monopolio sobre los agentes psi- coactivos ms eficaces de la poca. Ya en mayo de 1922, el pleno de la Asociacin Mdica Americana conden la medicina de Estado, y sus repre- 79 Ser una circunstancia hasta cierto punto colateral, como el hecho de quedar esas granjas bajo la custodia del Public Health Service, lo que radicaliz al doctor L. Kolb y le llev a estudiar con rigor distintos aspectos en el sistema de la prohibicin. En 1935, Kolb fue nombrado director de la Narcotic Farm de Lexington, donde el rgimen de reha- bilitacin forzosa, en condiciones carcelarias, acab por manifestrsele como algo simul- tneamente opuesto a la Medicina y al Derecho. Gracias a Kolb, y a voluntarios de Lexington, comenz a socavarse el infundado prestigio de las drogas lcitas, y hasta su jubilacin, cuando era la mxima autoridad nacional en materia de Sanidad, fue un vigoroso crtico de la poltica oficial sobre estupefacientes. Quiz su trabajo definitivo sea el hecho en colaboracin con C. K. HIMMELSBACH, A Critical View of the Withdra- wal Treatments with a Method of Evaluating Abstinence Syndromes, supl. 128 a Public Health Reports (GPO), 1938. Por lo dems, su falta de influencia sobre la Prohibition Unit cuando ya era director general de Sanidad expresa hasta qu punto nunca fue una empresa de cientficos la caza de diablicos adictos. Slo a posteriori, retroactivamente, ha querido presentarse la Cruzada como un asunto cientfico. 52 31. LA CREACIN DEL PROBLEMA (1900-1929) sentantes llegaron a aborrecer tanto a los agentes de narcticos que el nuevo comisario jefe de la Divisin de Estupefacientes H. J. Anslinger quiso tomar posesin en trminos conciliadores, y recomend a sus subordinados interrumpir sus pesquisas en la botica de la esquina y con el mdico fami- liar, para ponerse a perseguir traficantes e importadores 80 . Con esto reco- noca la creacin de un importante mercado negro. Da una idea de ello que las cantidades de droga incautada pasaron de 500.000 dlares en 1920 a 1.600.000 en 1930 8I , lo cual representa un aumento global del 400 por 100, que coincide puntualmente con el incremento de condenas observado durante el mismo perodo. Pero si bien en 1920 la Narcotic Divisin exageraba gro- seramente los trminos del problema, multiplicando por diez o veinte el nmero de nuevos adictos, ahora en 1930 su comisario jefe, Levi Nutt, niega en una audiencia con el Congreso que el problema est creciendo, jus- tamente cuando se ha multiplicado por cuatro en una dcada. Para empezar, es evidente que el grupo llamado sudista (southern white), formado por blan- cos de clases medias, mayores de cuarenta aos y usuarios de preparados far- macuticos clsicos, mayoritario en 1914, ha cedido lugar a consumidores de herona o morfina de contrabando, en buena medida adolescentes, que se concentran en los suburbios pobres de Nueva York, Chicago, Washington y Puerto Rico, siendo dos tercios de ellos negros y portorriqueos; hay tam- bin focos de heroinmanos en un cinturn que sigue a la frontera mexicana, diseminados por Arizona, Nuevo Mxico y Texas. Estos consumidores de nuevo cuo, acosados por la persecucin y los altos precios, trafican para subsistir y poseen ndices muy altos de criminalidad comn, absentismo la- boral y marginacin. Pertenecen a minoras tnicas segregadas, en mayor o menor medida, y si por una parte usan opiceos para sufrir mejor su mi- seria, por otra son creaciones puras de la legislacin represiva o sujetos que han introyectado el clich del drogadicto infernal. Con sus medidas de mantenimiento y su negativa a poner en circulacin el estereotipo del dope fiend, Inglaterra tena en 1930 escasamente mil adic- tos, todos ellos controlados. Con sus medidas como cruzado moral, el sistema americano haba encarcelado a casi 80.000 de 1917 a 1928, y se enfrentaba a cientos de miles ms, literalmente nacidos de la Prohibicin. Ya no se trataba de gente mayor y empleada, sino de un ejrcito de miserables iden- tificados con el agresor, abocados a la vida delictiva por su status social y por las condiciones impuestas a la satisfaccin de su hbito. Al mismo tiempo, las protestas del estamento teraputico comenzaban a alcanzar un nivel estentreo. El diputado L. Volk, de Nueva York, denunci ante la Cmara Baja una conspiracin para privar a la profesin mdica de 80 Hearings before the House Appropiation Committee, Treasury Dept., Appropia- rion Bill, 1933, 14-1-1932, 72 Congr., 1.a Ses., p. 376. 81 Cfr. Hearings before the House Appropiation Committee, Tr. Dept., App. Bill, 1931, 27-11-1929, 71 Congr., 2.a Ses., p. 345. 53 32. ANTONIO ESCOH OTADO sus derechos legales acostumbrados, consumada por una legislacin incons- titucional 82 . Los engorros de ser procesado como violador de la ley Harrison eran de tal naturaleza incluso logrando una final sentencia absolutoria que los agentes de la prohibicin podan hundir por completo la carrera de un mdico o boticario con absoluta impunidad. En 1932, un alto funcionario de estupefacientes admiti la justificable queja de los profesionales ante el des