antonio escohotado historia general de las drogas

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1. HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS 2. ANTONIO ESCOHOTADO HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS 3. Primera edicin en El libro de bolsillo: 1989 Segunda edicin: 1990 Tercera edicin, revisada y ampliada: 1992 Cuarta edicin: 1994 Quinta edicin: 1995 Sexta edicin: 1996 Sptima edicin, revisada y ampliada (primera en rea de conocimiento: Humanidades): 1998 Diseo de cubierta: Alianza Editorial Ilustracin: Paseo por el jardn. Museo Egipcio, Berln Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las correspondientes indemnizaciones por danos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin. Antonio Escohotado, 1998 Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1989, 1990, 1992, 1994, 1995, 1996, 1998 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; Telfono: 91 393 88 88 ISBN: 84-206-3516-2 (T. 1) 84-206-3624-X (0. C.) Depsito legal: 38.285/1998 Compuesto y revisado en SPIN MultiNet S. L. Clara del Rey, 8; 28002 Madrid; telfono 91 416 65 94 Impreso en Fernndez Ciudad, S. L. Catalina Surez, 19; 28007 Madrid Printed in Spain 4. TABLA DE CONTENIDO TABLA DE CONTENIDO I PRLOGO A LA TERCERA EDICIN 3 PRLOGO A LA SPTIMA EDICIN 1 INTRODUCCIN 3 EL RBOL DE LA CIENCIA Y EL RBOL DE LA VIDA 4 LA DENSIDAD DEL ASUNTO 6 EL PUNTO DE PARTIDA PARA UN EXAMEN CIENTFICO 9 UNA HISTORIA DENTRO DE LA HISTORIA 13 SECCIN PRIMERA: LA ERA PAGANA 19 1. MAGIA, FARMACIA, RELIGIN 21 I. LA ENFERMEDAD Y EL SACRIFICIO 22 1. El detalle de los dos modelos 24 II. CATARSIS, XTASIS Y EBRIEDAD 27 1. El elemento catrtico 29 2. El elemento festivo 30 a) La ebriedad en s 31 b) Frmacos de posesin y frmacos de excursin psquica 33 c) El carcter plebeyo de la qumica 36 2. MITOS Y GEOGRAFA 39 I. LA REVOLUCIN DEL NEOLTICO 39 1. El fruto prohibido y la cada 40 II. UNA PERSPECTIVA ETNOBOTNICA 43 III. LA DISTRIBUCIN DE LOS PRINCIPALES FRMACOS PSICOACTIVOS 46 3. LA EBRIEDAD PROFANA 51 I. MESOPOTAMIA 51 II. EL ANTIGUO EGIPTO 53 1. El opio y el vino 54 III. ISRAEL 56 IV. CHINA 60 1. La farmacopea china 61 5. HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS ii 2. Japn 63 4. LA EBRIEDAD SAGRADA 65 I. LA PENNSULA INDOSTNICA 65 1. La cuestin del soma. 66 a) La identificacin de la planta 68 b) Castas, tipos de ebriedad y concepcin del mundo 70 c) Desencarnacin y puritanismo original 72 II. IRN 74 III. LA AMRICA PRECOLOMBINA 76 1. Amrica Central 77 a) Los principales etegenos 79 2. La civilizacin andina 82 a) Los incas y la coca 83 b) Otros estimulantes Americanos 85 3. El esquema de una vieja religin 88 5. LA GRECIA ANTIGUA Y CLSICA 93 I. MEDICINA Y FARMACOLOGA 94 1. El concepto de droga 96 2. Los principales frmacos griegos 98 3. Mitos y terapias relacionadas con el opio 99 a) El uso medico de la sustancia 100 b) La idea de un antdoto universal 102 II. LOS FRMACOS ENTEOGNICOS 103 1. Dioniso y la orga 103 a) La dinmica de las sombras y la ley del da 104 b) Los bebedores de agua y los bebedores de vino 108 2. El orculo de Apolo 111 3. Los Misterios de Eleusis 112 a) Los efectos de las ceremonias 114 b) Sugestin o percepcin 117 c) Los experimentos de Pahnke y otros 121 6. ROMA Y EUROPA OCCIDENTAL 123 I. EL ESTATUTO DE LAS DROGAS 123 1. El opio 124 a) Las descripciones farmacolgicas 126 b) Aspectos morales y mercantiles 128 II. ALGUNOS CULTOS MISTRICOS 132 1. La peste dionisaca 138 a) El antecedente particular de la acusacin 138 b) Las medidas polticas y el fondo religioso 140 c) El futuro de las bacanales 142 III. FRMACOS DE LOS CELTAS 144 7. PAGANISMO Y EBRIEDAD 147 I. FRMACOS ENTEOGNICOS 147 II. FRMACOS TERAPUTICOS Y RECREATIVOS 150 1. El espritu neutral 152 a) La ebriedad sobria 155 6. TABLA DE CONTENIDO iii III. LA PRCTICA DE LA MEDICINA 157 IV. A GUISA DE CONCLUSIN 160 SECCIN SEGUNDA: LOS MONOTESMOS CON VOCACIN DE IMPERIO UNIVERSAL 163 8. CRISTIANISMO Y EBRIEDAD (I) 165 I. LA CENSURA Y LO CENSURABLE 166 1. La alteracin ortodoxa de la conciencia 166 a) El rito eucarstico 167 b) Los usos ldicos y teraputicos 170 c) Fundamentos concretos para una persecucin 171 d) La poltica especficamente censora 175 II. LA PREPARACIN DE UNA CRUZADA INTERNA 177 1. La bruja clsica y la medieval 178 9. ISLAMISMO Y EBRIEDAD 183 I. EL ALCOHOL 183 II. EL OPIO 185 1. La singularidad del uso rabe 187 III. EL CAMO 189 1. La reaccin fundamentalista 191 IV. EL CAF 193 10. CRISTIANISMO Y EBRIEDAD (II) 195 I. DE LA ALTA A LA BAJA EDAD MEDIA 196 II. EL DESPLIEGUE DE LA CRUZADA INTERNA 199 1. Droga y apostasa. 200 2. El erotismo como meta farmacolgica 205 3. La composicin de los untos y brebajes 209 a) Algunas verificaciones contemporneas 211 III. PRCTICA Y ASPIRACIONES DE LA MEDICINA 214 IV. LOS AGUARDIENTES Y EL ALCOHOL 217 11. TEORA Y PRCTICA DE LA CRUZADA 221 I. LOS PRESUPUESTOS 222 1. Lgica jurdica 223 a) El Martillo de las brujas 226 2. Realidad sociolgica 229 a) El reino del terror 231 b) Verdad y poder 232 c) La lesa majestad 235 12. CRISTIANISMO Y EBRIEDAD (III) 239 1. Las investigaciones de Laguna 240 2. Las observaciones de otros humanistas. 243 3. El legado de Paracelso 246 7. HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS iv I. EL ESTADO DE LAS COSAS EN AMRICA 250 1. El tabaco 254 2. La coca 255 3. El instructivo caso del mate 257 13. EL TRNSITO HACIA LA MODERNIDAD 261 I. DEMONOMANA Y TOXICOMANA 262 1. El ncleo interno de la divergencia 263 2. Los trminos de la crisis 265 II. LA NUEVA RUTA DE LAS ESPECIAS 267 1. Los mdicos y botnicos portugueses 268 2. La situacin en Oriente 269 III. LA RECUPERACIN DEL OPIO 271 1. Las investigaciones en los Pases Bajos 272 2. La actitud en Inglaterra y Francia 274 IV. LAS NUEVAS DROGAS 276 1. La polmica sobre el tabaco 276 2. La suerte del caf 279 3. Los puntos de contacto 281 SECCIN TERCERA: DEL ESTADO TEOCRTICO AL ESTADO DEL BIENESTAR: EL INTERREGNO LIBERAL 283 14. LA LIQUIDACIN DEL ANTIGUO RGIMEN 285 I. EL FIN DE LA CRUZADA COMO SNTOMA. 285 1. La critica del racionalismo 286 a) La tesis del error judicial. 286 b) Fondo poltico y cambio social. 288 2. La tesis del derecho civil conculcado 289 II. LOS PRINCIPIOS DE LA CONVIVENCIA CIVIL 290 1. El sentido de las drogas 292 III. LA GESTACIN DEL PROBLEMA CON EL OPIO EN CHINA 295 1. Algunas precisiones histricas 297 2. El uso previo de la droga 299 IV. EL FRMACO EN EUROPA 300 1. El influjo de su comercio en el estamento teraputico 302 15. EL LIBERALISMO Y SUS REPERCUSIONES 307 I. LOS PROGRESOS FARMACOLGICOS 310 1. Las quintaesencias del opio 312 a) El mal militar 314 b) La sociologa del morfinismo 316 c) Otros derivados del opio 317 d) La sustancia antes del estigma 319 8. TABLA DE CONTENIDO v II. LOS GRANDES NARCTICOS 321 a) El cloroformo 321 b) El ter 322 III. OTROS NARCTICOS 325 1. Los primeros barbitricos 326 16. LA COCANA COMO EJEMPLO 329 1. Los primeros experimentos con el alcaloide 331 2. La intervencin de Freud 333 3. La promocin de los laboratorios 336 a) Los fabricantes no farmacuticos 339 4. La polmica sobre las virtudes del frmaco 342 a) El Congreso de la Asociacin Neurolgica 344 5. El exceso como sntoma y el exceso como causa 346 17. LAS DROGAS VISIONARIAS 349 I. EL CAMO 350 1. La eficacia teraputica del frmaco 352 2. El informe preparado por el Ejrcito britnico 354 II. EL PEYOTE 356 1. La diseminacin del peyotismo 357 2. El sentido del peyotismo 359 III. EL PRIMER ALCALOIDE VISIONARIO 360 1. Las reflexiones de Nietzsche 364 18. LA REACCIN ANTI-LIBERAL 369 I. LA EVOLUCIN DEL PROHIBICIONISMO EN ESTADOS UNIDOS 370 1. Del Mayflower a Benjamin Rush y sus adeptos 370 2. La era jacksoniana 373 3. El nacimiento del Partido Prohibicionista 378 II. LA CRISIS DE LA AUTOMEDICACIN 380 1. Valores espirituales e intereses gremiales 382 a) La campaa contra los matasanos 384 b) El principio de la informacin veraz 386 c) La batalla subyacente, o el control de los psicofrmacos 388 19. EL OPIO EN ORIENTE Y OCCIDENTE 393 I. EL PROCESO CHINO 393 1. Las guerras del opio 395 2. Las repercusiones del nuevo rgimen 398 3. La evolucin en las importaciones 400 4. La interpretacin de tos hechos 405 II. EL CONSUMO EN LA INDIA 407 III. EUROPA Y ESTADOS UNIDOS 409 1. Los orgenes del malestar americano 411 20. LOS EFECTOS DEL LAISSEZ FAIRE 415 1. El hbito y la buena fe 415 2. El impacto de la libertad sobre el consumo 419 21. LAS DESCRIPCIONES LITERARIAS 423 I. LA COFRADA OCCIDENTAL DEL OPIO 424 1. Placeres y dolores de lo mismo: el peso de la voluntad 426 9. HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS vi 2. La secuela de las Confesiones 431 II. LAS ACTITUDES ANTE EL CAMO 434 1. El relato de Gautier 434 2. El juicio de Baudelaire 436 a) Religin y experiencia visionaria 439 3. La maana de embriaguez en Rimbaud 442 III. TESTIMONIOS SOBRE LA COCANA 443 SECCIN CUARTA: LA CRUZADA EN SU GNESIS 449 22. LA CREACIN DE UNA CONCIENCIA SOBRE EL PROBLEMA 451 I. EL ESTADO DE COSAS A PRINCIPIOS DE SIGLO 451 1. El compromiso de principio 452 II. LOS PRIMEROS CRUZADOS 455 1. La situacin en Filipinas 456 a) El rgimen espaol 457 b) El sistema americano 459 2. Pasos conducentes a la reunin en Shanghai 461 III. PREPARATIVOS PARA UNA LEGISLACIN FEDERAL REPRESIVA 465 1. El debate sobre el proyecto Foster 466 23. PROGRESOS EN LA CONCIENCIA DEL PROBLEMA 469 I. LAS ESTIPULACIONES DE LA HAYA 469 1. El detalle de lo acordado 470 II. LA LEY HARRISON 472 1. La polmica entre dispensadores de drogas 473 2. La naturaleza jurdica del precepto 475 a) Lo mdico y lo extramdico 476 b) El problema de la posesin y la dispensacin 478 3. Las reservas iniciales del poder judicial 479 III. EL ESTABLECIMIENTO DE UNA LEY SECA 482 1. El aspecto mdico del alcoholismo 484 a) La actitud del estamento teraputico 486 2. El aparato institucional y el pblico 487 24. LAS DOS PRIMERAS DCADAS DE LA CRUZADA (I) 491 I. LOS DISIDENTES INICIALES 492 1. El adicto de los aos veinte 495 a) Conducta social, laboral y familiar 497 II. EL CIERRE DE LAS CLNICAS 499 a) Las medidas concretas y su justificacin 501 1. Divergente evaluacin de los primeros resultados 503 a) Las cifras concretas 505 b) Nuevos problemas con la judicatura 506 c) La reaccin del prohibicionismo militante 508 25. LAS DOS PRIMERAS DCADAS DE LA CRUZADA (II) 511 10. TABLA DE CONTENIDO vii I. EL RETORNO DEL ALCOHOL A LA LEGALIDAD 512 1. El asunto de la posesin y el trfico 513 2. La cruzada abstemia vista desde Europa 514 II. EL CAMO COMO NUEVO ESTUPEFACIENTE 516 1. El fundamento sociolgico 517 2. La Marihuana Tax Act de 1937 519 a) La literatura cientfica de la poca 519 b) Trmites para la aprobacin del proyecto 521 III. LA LEGISLACIN INTERNACIONAL 523 1. El Convenio de Ginebra de 1925 524 a) La cuestin del camo 525 2. La Convencin de Ginebra de 1931 527 3. El Convenio de Ginebra de 1936 529 IV. EL PROCESO EN ESPAA 530 1. El cumplimiento de compromisos internacionales 531 2. La realidad social 532 26. LA FASE DE LATENCIA 539 I. LA FORMACIN DE UNA FARMACRACIA 540 1. El complejo industrial y la demanda 541 2. El sindicato 544 a) Las alianzas polticas 546 3. Un cuerpo draconiano de normas 548 a) El clima de postguerra en Estados Unidos 549 b) La ley Boggs y su descendencia 551 II. LA CRIATURA MALIGNA 554 1. El lgebra de la necesidad 555 a) Psicologa y sociologa del nuevo adicto 558 III. LA REACCIN LIBERAL 561 1. En busca de una solucin negociada 562 2. La ideologa farmacrtica 564 a) Cristalizacin terica del radicalismo 567 27. CONDICIONES DE LA PAZ FARMACRTICA 571 I. LOS ESTIMULANTES LCITOS 573 1. Empleos militares y deportivos 575 2. Usos clnicos 576 3. El caso espaol 579 II. LOS BARBITRICOS 581 III. NARCTICOS SEMISINTTICOS Y SINTTICOS 584 1. Algunos ejemplos 585 IV. TRANQUILIZANTES Y ANSIOLTICOS 588 1. Las pldoras de la felicidad 589 2. Los tranquilizantes mayores 591 V. HIPNTICOS NO BARBITRICOS 592 VI. LAS CONDICIONES DE LA PAZ FARMACRTICA 594 11. HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS viii SECCIN QUINTA: LOS INSURGENTES 597 28. EL COMPLOT PAGANO Y LA GRAN POLTICA 599 I. LA FASE INCONSCIENTE 600 1. Los ensayos de Walter Benjamin 601 2. La constitucin del primer crculo 602 a) Una heterognea comitiva 605 b) Simultaneidad en las experiencias iniciales 607 II. ARMAS PARA LA GUERRA FRA 610 1. Los intereses del ejrcito y la CIA 611 III. TCNICA Y QUMICA 614 1. La ambivalencia de la psicofarmacologa 616 IV. LA PUESTA EN PRCTICA DEL COMPLOT 619 1. El manifiesto sobre la revolucin final 621 2. Los dos ltimos aos de Huxley 624 29. EL COMPLOT PAGANO (II) 629 I. LOS USOS CLNICOS 630 1. El tratamiento del alcoholismo 631 2. Psicoterapia general 631 3. Terapia agnica y funciones analgsicas en general 634 II. EL MOVIMIENTO PSIQUEDLICO 635 1. El marco acadmico 635 a) Teora y prctica del Psilocybin Project. 636 2. Las tesis de Leary 639 3. La contribucin de Kesey 643 a) Los qumicos y la Fraternidad 647 4. El momento indeciso 650 a) La caza del hierofante 651 III. LA REDEFINICIN DE ESTOS FRMACOS 654 1. Las actas de acusacin 658 a) Las catstrofes ms clebres 662 b) Psiquedelia y promiscuidad 665 IV. EL SIGNIFICADO GENERAL DE LA DESOBEDIENCIA 667 SECCIN SEXTA: LA HERENCIA DE UNA REBELIN ABORTADA 671 30. LA NUEVA LEY INTERNACIONAL 673 I. EL CONVENIO DE 1971 675 1. Naturaleza farmacolgica y rgimen legal 676 II. LA EVOLUCIN SEMNTICA DE LO PROHIBIDO 678 1. El concepto de estupefaciente 679 2. Adiccin, hbito y dependencia 681 12. TABLA DE CONTENIDO ix 3. El nexo entre biologa y medidas de gobierno 684 a) La psicotoxicidad 685 4. La categora de sustancia psicotrpica 687 III. UN EJEMPLO DE PALOMAS Y HALCONES 689 1. La polmica en cuanto al fundamento 690 2. La polmica en cuanto a prevencin y represin 694 31. LA EXPORTACIN DE LA CRUZADA 699 I. EL CASO DE LA ADORMIDERA 700 II. EL CASO DE LA COCA 704 1. El efecto y la causa 706 III. PANORAMA GENERAL A MEDIADOS DE LOS AOS SETENTA 707 1. El acuerdo farmacrtico Este-Oeste 710 32. EL RETORNO DE LO REPRIMIDO 713 I. LA HERONA OTRA VEZ 714 1. Causas concretas del auge 716 a) La situacin en el sudeste asitico 718 2. El resultado de los primeros sondeos nacionales 720 a) La proporcin de usuarios y adictos 722 II. EVOLUCIN DEL CONSUMO Y LOS CONSUMIDORES 724 1. Las condiciones del mercado, o los beneficios de la maldicin 726 a) La composicin del producto 726 b) Edad y disposicin psquica del usuario 728 c) Las intoxicaciones 730 III. LA ALTERNATIVA INSTITUCIONAL 732 1. Mviles y efectos de la sustitucin 734 2. La redefinicin farmacolgica 737 33. EL RETORNO DE LO REPRIMIDO (II) 741 I. LA MARIHUANA 742 1. La reivindicacin del empleo 744 a) Efectos de la despenalizacin 746 2. Los desarrollos ulteriores 748 II. LA COCANA 750 1. El redescubrimiento en Estados Unidos 751 a) Represin y promocin 753 2. La economa de la prohibicin 756 3. La poltica de la cocana en Sudamrica 757 4. La penetracin de lo ilegal en la ley 759 a) Un apunte sobre las riendas del asunto 763 34. LA ERA DEL SUCEDNEO 767 I. LAS DESIGNER DRUGS 768 1. El lgebra de la posibilidad 769 II. LA COCANA DEL POBRE 771 2. La mstica de la miseria 772 a) Efectos de la persecucin 774 III. LA SUCEDANEOMANA COMO NORTE 775 1. Progresos en la indefensin 776 IV. LA MDMA O XTASIS 777 13. HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS x 1. La polmica mdico-legal 779 2. El clima en la calle 783 V. LOS TRANQUILIZANTES 785 1. El caso del Valium y sus afines 786 35. INVESTIGAR, LEGISLAR, REPRIMIR 789 I. LA INVESTIGACIN CIENTFICA DEL PROBLEMA 789 1. El detalle de la red norteamericana 790 2. Los resultados prcticos y su evaluacin 791 II. LA DOCTRINA DE NACIONES UNIDAS 794 1. El mal permanente y el permanente progreso 797 III. LA ESTRATEGIA REPRESIVA Y SU EVOLUCIN 801 1. La racionalizacin del mercado 801 2. La fundacin de DEA y CENTAC 803 a) La orientacin del nuevo protector 804 b) La naturaleza de los colaboradores 806 3. Algunos esquemas operativos 809 IV. PRIMEROS INDICIOS DE UN IMPERIO SUBTERRNEO 811 1. Los compaeros de viaje 812 2. Administradores y consejeros de la empresa 814 3. El caso del BCCI 817 36. BOSQUEJO DE LA SITUACIN MUNDIAL CONTEMPORNEA 820 I. EL CONTINENTE AMERICANO 820 1. La poltica reaganiana 821 2. El llamamiento a la guerra civil 822 3. La eficacia del esfuerzo represor 825 4. La fuga de capitales 827 II. EL CONTINENTE ASITICO 830 1. El fenmeno de la heroinizacin 831 a) La picaresca del Tringulo Dorado 835 III. AFRICA Y ORIENTE PRXIMO 837 IV. LA SITUACIN EN EUROPA Y EL ANTIGUO BLOQUE SOVITICO 839 1. El caso galo 841 2. El caso espaol 842 a) El vaivn en las normas, y la nueva corrupcin 843 3. El caso ruso 847 V. EL PANORAMA DE LA NUEVA DISIDENCIA TERICA 850 VI. LOS LTIMOS EVENTOS 853 37. EPLOGO 859 I. LOS CIMIENTOS DEL NUEVO ORDEN 859 1. La crisis religiosa 860 2. Los intereses estatales 862 3. El ritual purificador 864 a) La circularidad del proceso 865 II. EL ORDEN DE LOS ARGUMENTOS 867 1. El argumento objetivo 867 a) Las objeciones 869 2. El argumento de autoridades 870 a) Las objeciones 871 14. TABLA DE CONTENIDO xi 3. El argumento conjetural 873 a) Los testimonios histricos 873 4. El argumento jerrquico 875 a) El lmite de la coaccin 876 5. El argumento del hecho consumado 877 a) Las objeciones 877 III. LA BATALLA POR LA MENTE HUMANA 879 1. Los riesgos de una cultura farmacolgica 881 2. Los riesgos de una incultura farmacolgica 883 a) En el reino de lo insustancial 884 IV. UNA CONCLUSIN PRECARIA 886 1. Vencedores y vencidos 888 2. El valor de un sntoma 890 BIBLIOGRAFA UTILIZADA 893 15. Para Albert Hofmann y Tom Szasz, que con su amistad y consejo ayudaron a perfilar lo esencial de esta crnica. Debo tambin gratitud a Pablo Fernndez-Flrez, que desconfi siempre del proyecto aunque acabara escribiendo varias partes, y aportase valiosa documentacin para el resto. A Luis Gil, que me orient decisivamente en la antigedad grecolatina, adems de remediar algunos despropsitos en la fase de pruebas. A Ramn Sala, por hacerme accesibles muchas fuentes sobre el periodo contemporneo. Y a Mnica Balczar, mi esposa, que soport estoicamente el parto de todo el libro, colaborando tambin en la trascripcin mecanogrfica. El Centro de Investigaciones Sociolgicas primero, y ms tarde el Ministerio de Cultura, permitieron con generosas ayudas econmicas una atencin incompartida al trabajo en su etapa inicial y ltima. 16. 2 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS Este esfuerzo por conseguir que cada cual apruebe aquello que uno ama u odia es, en realidad, ambicin; y as vemos que cada cual apetece, por natu- raleza, que los dems vivan segn la ndole propia de l. Pero como todos no apetecen a la vez, a la vez se estorban unos a otros, y como todos quieren ser alabados y amados por todos, se tienen odio unos a otros. B. Spinoza, tica (III, Pr. XXXI, Esc.) 17. PRLOGO A LA TERCERA EDICIN Que un texto prximo al millar y medio de paginas haya producido varias reimpresiones desde 1989 sugiere una atencin no frecuente en el pblico lector. Obligado por ella, aprovecho esta tercera reimpresin para introducir considerables cambios en el original, as como algunas secciones y subsec- ciones nuevas. El objeto bsico de tales cambios ha sido remediar defectos de fondo y forma, as como actualizar la informacin. Aparte de erratas, Los peores defectos formales se hallaban a nivel del aparato crtico, pues las referencias a pie de pagina no siempre se correspondan exactamente con las de la bibliografa. Por su parte, los peores defectos sustantivos derivaban de mis insuficiencias en botnica y qumica. Creo que ambos aspectos han podido remediarse gracias a La inestimable ayuda del qumico y etnobotnico Jonathan Ott, que procedi a una revisin muy meticulosa de todo el texto. Las secciones y subsecciones nuevas corresponden bsicamente a Mesoamrica en tiempos precolombinos y posteriores, a la evolucin del juicio sobre la ebriedad en el Islam, a las reflexiones de Nietzsche en torno a lo mismo, al fenmeno del opio en Filipinas a comienzos de siglo y ala situacin espaola desde 1920 a 1930. Estas ampliaciones derivan de habrseme hecho disponibles materiales nuevos, merecedores de resea y comentario. A Los aadidos antes mencionados se suma el anlisis de ciertos hechos muy recientes, como nuevas leyes o estrategias polticas. Algunos de estos acontecimientos es el caso, por ejemplo, del Banco de Crdito y Comercio Internacional (BCCI) iluminan dinmicas que hace tan solo dos aos se presentaban en forma bastante difusa todava. Hoyo de Manzanares, enero de 1992 18. PRLOGO A LA SPTIMA EDICIN El tratamiento digital del texto, y su concienzuda revisin por parte de Guillermo Herranza y Cristina Pizarro, me ha permitido cumplir el deseo hasta ahora insatisfecho de corregir casi todas las erratas, rectificar y purificar el aparato crtico, hacer insertos aqu y all, cambiar apreciaciones, confeccionar un buen ndice analtico (y no slo onomstico como hasta ahora), gracias al cual sea posible hacer consultas puntuales en todo momento, casi doblar actualizando la bibliografa en definitiva, ponerle punto final a un trabajo que quedaba inconcluso mientras tanto, al menos para el pblico que busca informacin ordenada y conceptos precisos. Menos de nueve aos han pasado desde la primera edicin de este libro, aunque el perodo ha sido suficiente para observar cmo la historia de las drogas sigue creciendo y ramificndose. A veces Las ramificaciones convergen, formando cuencas y estuarios; otras veces no, porque estamos demasiado cerca para percibir La direccin definitiva de su movimiento, o porque son sistemas y criterios en fase de contraccin, cuya energa se aplica sobre todo a evitar el colapso. El fenmeno reciente y principal La guerra a las drogas presenta en este fin de siglo muchos rasgos destacables. Sin embargo, se dira que buena parte de dos derivan de una situacin casi planetaria hoy: nunca hubo en la calle tantas drogas ni tan baratas (ni tan adulteradas) como durante esta ltima dcada. Una demanda masiva, sobre todo juvenil, topa con una oferta masiva, basada sobre todo en el progreso tcnico, que permite montar laboratorios y cultivos clandestinos en casi cualquier sitio. Por otro lado, el derecho y La tica institucional no slo se mantienen idnticos, sino que en muchos pases han endurecido su respuesta a semejante realidad. Eso significa que la guerra a Las drogas se mantiene en trminos formales, no sustanciales. Como siempre, el futuro permanece incierto. Pero al recopilar las informaciones y pensamientos incluidos en esta obra quise aadir mi grano de arena al esfuerzo por establecer su genealoga. Creemos en aquello que no se puede experimentar en Lo inefable y, a mi juicio, es perfectamente innecesario creer cosa alguna en materia de drogas, pues tanto La gnesis del asunto como Las drogas mismas son un objeto de experiencia. 19. 2 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS Hoyo de Manzanares, febrero de 1998 20. INTRODUCCIN El seor requiere cosas del mundo, pero no entra en relacin con sus penurias sino a travs del siervo, que se ocupa de transformarlo antes. El psiquismo humano depende de aportaciones externas, pero no toca esas materias sino a travs del cuerpo, que las metaboliza previamente. Con todo, algunas molculas no se transforman en nutricin y provocan de modo directo un tono anmico1. Desde ojos cartesianos, son modalidades de cosa extensa que incumplen la regla e influyen sobre la cosa pensante. A caballo entre lo material y lo inmaterial, Lo milagroso y lo prosaico, por el juego de un mecanismo puramente qumico ciertas sustancias permiten al hombre dar a las sensaciones ordinarias de la vida y a su manera de querer y pensar una forma desacostumbrada2. Aunque el efecto solo resulte parcial y pasajero, engaoso, aunque nada sea gratis, la posibilidad de afectar el nimo con un trozo de cosa tangible asegura ampliamente su propia perpetuacin. Para los seres humanos comer, dormir, moverse y hacer cosas semejantes resulta inesencial (cuando no imposible) en estados como el duelo por la prdida de un ser querido, el temor intenso, la sensacin de fracaso y hasta la simple curiosidad. En ello se manifiesta la superioridad del espritu sobre sus condiciones de existencia; y en poder afectar los nimos mismos reside lo esencial de algunos frmacos: potenciando momentneamente la serenidad, la energa y la percepcin permiten reducir del mismo modo la afliccin, la apata y la rutina psquica. Esto explica que desde el origen de los tiempos se hayan considerado un don divino, de naturaleza fundamentalmente mgica. Pero hay tambin otra manera, tpicamente contempornea, de entender la ebriedad que producen. En el libro Las drogas y la mente, que algunos saludan como obra maestra, su autor lo expone sin rodeos: Algunas ratas con electrodos en ciertas regiones del hipotlamo se estimularon ms de dos mil veces por hora, durante un da entero. Sorprendente hallazgo! Qu curiosos abismos de depravacin se abren ante nuestros ojos. Si fuese humana, esa rata enloquecida de placer presentara justamente el cuadro de degradacin moral del toxicmano 1 El alimento deca Galeno, es vencido por el cuerpo, mientras el frmaco vence al cuerpo (De fac. nat., III,7, 161 [khn]). Seis o siete siglos antes el Corpus hipocrtico hablaba del estado presente como algo que si se quiere puede modificarse mediante un frmaco, y si no se quiere puede ser mantenido mediante el alimento (De loc. hom., VI, 340, [Littr]). 2 Lewin, 1970 (1927),pg. 17. 21. 4 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS que trota la calle en busca de droga, mientras su mujer y sus hijos mueren de hambre en un hotel de mala muerte. Ser posible que los neurofisilogos hayan logrado aquello que ni siquiera el demonio consigui con todos sus siglos de experiencia? Acaso habrn conseguido inventar una nueva forma de pecado?3. En efecto, muchos conciben hoy el uso de ciertas sustancias como una nueva forma de pecado, y los cdigos tipifican esa conducta como nueva forma de delito. La droga hace enloquecer de placer al hombre, como el electrodo convenientemente implantado en su hipotlamo hace que la existencia de la rata se convierta en un largo orgasmo4. Se dira que ninguna de estas dos cosas es explicable sin un trasfondo de intenso descontento individual5, y que en el caso humano debe achacarse tambin al malestar general en la cultura, que Freud y otros describieron con lucidez hace ya medio siglo. Sin embargo, la situacin ha cambiado considerablemente en la sociedad consumista. Hace medio siglo el malestar social e individual se admita, mientras ahora es como si existiera un tab que prohibe definir como repugnancia la repugnancia que produce esta sociedad6. Quien vulnere dicha regla, sea grupo o sujeto singular, se autoincluye en el bando de los enfermos mentales, y como enfermo mental adems de pecador y delincuente viene siendo tratado el usuario de drogas ilcitas desde hace algunas dcadas. El rbol de la ciencia y el rbol de la vida Por otra parte, la angustia y sus lenitivos no agotan el asunto. La psicofarmacologa ejemplifica hoy el ms irreductible conflicto entre la bendicin y la maldicin. Desde el lado de la bendicin no slo hay innumerables usos teraputicos y ldicos todo lo relativo a la necesidad humana de euforia o buen nimo, sino progresos en el conocimiento que 3 De Ropp, 1960, pg. 13. 4 Ibd., pg. 14. 5 De Ropp pasa por alto que el roedor supuestamente demenciado por la lujuria es un animal sometido a intervenciones dolorosas, cargado de prtesis que su organismo rechaza, recluido en un medio extrao y sujeto a toda clase de violencias; por la misma lgica, una persona que en condiciones anlogas prefiera cloroformo o morfina a alimentarse est convirtiendo su vida en un abismo de depravacin. Parece plausible que en vez de voluptuosidades positivas la rata obtenga algn grado de analgesia. No sera, pues, extrao que su compulsivo recurso a la estimulacin elctrica experimentara importantes modificaciones si pudiese existir libremente en su medio natural. 6 Behr, 1981, pg. 243. 22. 5 INTRODUCCIN potencien dinmicas de aprendizaje y contribuyan a controlar emociones indeseables, fortaleciendo hasta lmites insospechados los poderes de la voluntad y el entendimiento; en definitiva, el horizonte es una exploracin del espacio interior que alberga un psiquismo como el humano, desarrollado slo en una pequea proporcin de sus capacidades. Por el lado de la maldicin est el rechazo ms o menos consciente de esto fiel a los mismos criterios de no injerencia que bloquean la experimentacin en ingeniera gentica, sumado a dos inconvenientes ms precisos; uno es el riesgo individual de intoxicaciones agudas y crnicas, y otro el peligro de grupos que esquiven los estmulos y la indoctrinacin comn, formando contraculturas o focos simplemente desviados con respecto a uso del tiempo y valores promovidos por los poderes vigentes. En consecuencia, la misma cosa promete un salto hacia delante y un paso atrs en la condicin humana. El criterio de los neurlogos, prcticamente unnime desde mediados del siglo XIX, es que la qumica farmacolgica ofrece posibilidades superiores a la eliminacin del dolor en sus diversas formas, meta ya de por s asombrosa7. No menos unnime, el criterio de quienes gestionan el control social entiende que, por definicin, cualquier sustancia psicotrpica es una trampa a las reglas del juego limpio: lesiona por fuerza la constitucin psicosomtica del usuario, perjudica necesariamente a los dems y traiciona las esperanzas ticas depositadas en sus ciudadanos por los Estados, que tienen derecho a exigir sobriedad porque estn atentos a fomentar soluciones sanas al estrs y la neurosis de la vida moderna, encarnadas sobre todo en el culto al deporte de competicin. Se contraponen as como ideales una sociedad sin drogas, libre incluso de las lcitas, y otra donde exista un mercado de todas tan abierto como el de publicaciones o espectculos, con el refinamiento de la oferta que hay para bebidas alcohlicas, cafs o tabacos. Apoyado lo primero por leyes represivas cada vez ms severas, la mayora de los ciudadanos parece haber hecho suyas las consignas del Estado, aunque minoras numricamente considerables practican la resistencia pasiva de modo tenaz, alimentando un mercado negro en el que muchos gobiernos y casi todas las policas 7 Al hacer el prlogo al libro de De Ropp, por ejemplo, una de las autoridades en este campo N. S. Kline comentaba: El hombre es capaz de concentrar firmemente su atencin en el logro de algo ms que el mero alivio de la tristeza. La exaltacin de una lucidez incrementada, fuertes y positivas reacciones de afecto, as como el orgullo de una realizacin til, podran sernos hoy asequibles (De Ropp, 1960, pg. X). Escritas hace casi treinta aos, estas palabras siguen siendo el norte de la vanguardia neuroqumica actual, que desde laboratorios de distintas Universidades anuncia revo- lucionarios descubrimientos en drogas sintetizables por el propio cuerpo humano. Con sustancias como los llamados neuropptidos, en un plazo no muy lejano la psicofarmacologa podra disponer de instrumentos incomparablemente ms sutiles y menos txicos para todas las necesidades desempeadas por los alcaloides descubiertos durante los ltimos doscientos aos, y para bastantes otras. 23. 6 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS especializadas participan de modo subrepticio. El momento presente, alejado tanto de un ideal como del otro, se caracteriza por algo que puede llamarse era del sucedneo, con tasas nunca vistas de envenenados por distintos adulterantes8, drogas nuevas que lanzan sin cesar laboratorios clandestinos e incontables personas detenidas, multadas, encarceladas y ejecutadas cada ao en el planeta9. La densidad del asunto Quinto jinete del Apocalipsis, enemigo pblico nmero uno, el estrpito exterior generado por el uso indebido de ciertas drogas no puede ocultar la estrategia de poder que al mismo tiempo est en juego. Como medios para sentir y pensar de forma desacostumbrada, los vehculos ilcitos de ebriedad son cosas capaces de afectar la vida cotidiana, y en un mundo donde la esfera privada se encuentra cada vez ms teledirigida, cualquier cambio en la vida cotidiana constituye potencialmente una revolucin. Por lo mismo, el conflicto sanitario es tambin un destacado problema poltico, donde para el hombre contemporneo no slo est en juego la salud propia, sino un determinado sistema de garantas jurdicas. En una reciente investigacin presentada por uno de los organismos vinculados con el sistema de Naciones Unidas10, se seala la tendencia general de las legislaciones penales sobre drogas a apartarse de los principios generales del derecho. En efecto, como vienen declarando reiteradamente sus principales paladines, desde Nixon a Bush, una guerra eficaz contra las drogas no se concilia con el cuadro tradicional de derechos, ni con la separacin de funciones constitucionalmente consagrada, porque requiere intervencin del ejrcito en tareas civiles, presuncin de culpa en vez de inocencia, validez para mecanismos de induccin al delito, suspensin de la inviolabilidad del domicilio sin orden de registro, fin del secreto bancario para las cuentas de sospechosos, etc. Sin Lugar a dudas, la cruzada farmacolgica es el desafo ms ostensible que asume el Estado norteamericano contemporneo y, subsiguientemente, los dems Estados. 8 Espaa sexto pas europeo en fallecimientos contabiliz 690 casos en 1990, y ms de 1.000 a mediados de 1991, si bien las escasas autopsias sugieren que en su gran mayora provienen de adulterantes. 9 Antes de que terminase 1986, por ejemplo, haban sido arrestadas casi un milln de personas slo en Estados Unidos por distintos cargos relacionados con drogas; cfr. Thomas, Beatty, Moody y Thompson, 1986, pg. 26. 10 Cfr. Drug and Punishment. An up-to-date Interegional Survey on Drug-Related Offenders, United Nations Social Defense Research Institute, Roma, 1988. 24. 7 INTRODUCCIN Al mismo tiempo, en contraste con actos como el homicidio, el robo, la violacin o la estafa, donde ha de existir un dao preciso y una vctima que denuncia por s o a travs de sus desidos, la dimensin poltica del crimen relacionado con drogas se muestra en su tipificacin penal: es un delito de puro riesgo o consumacin anticipada, que se cumple sin necesidad de probar un perjuicio concreto seguido para alguien determinado. Como tal delito de riesgo no admite la graduacin de responsabilidad que se sigue de distinguir entre autores, cmplices y encubridores, ni entre acto consumado, tentativa y frustracin; quienes infrinjan las normas vigentes en esta materia sern siempre autores de un delito consumado, sean cuales sean Las circunstancias precisas del caso, y estos precisos rasgos tpicos, por ejemplo, del delito de propaganda ilegal distinguen los crmenes de desobediencia a una autoridad de los crmenes con vctima fsica. La especialsima naturaleza de semejantes delitos se observa en el hecho de que delincuente y vctima pueden (y suelen) ser una idntica persona, pues la orientacin del derecho aqu es proteger al sujeto de si mismo11, de grado o por fuerza, como cuando exige el uso del cinturn de seguridad en los conductores de automviles. Quiz por eso, la delincuencia ligada directa o indirectamente a drogas ilcitas constituye el captulo penal singular ms importante en gran parte de los pases del mundo y, desde luego, en los que se llaman avanzados, donde alcanza cotas prximas a tres cuartas partes de todos los reclusos. En los siglos XVIII y XIX lo equivalente a esta proporcin corresponda a disidencia poltica, y del XIV al XVII a disidencia religiosa. Cuando un delito previamente desconocido se eleva a fuente principal de las condenas, y crece en vez de contraerse con la represin, cabe sospechar que encubre un proceso de reorganizacin en la moral vigente o, como ha dicho un gran escritor, que ha llegado el tiempo de la mutacin12. Cierto tipo de solidaridad colectiva se enfrenta a una crisis interna, que rechaza como agente patolgico exterior. El recurso no es nuevo, y fortalece vigorosamente los mecanismos de integracin social; sin embargo, lo contestado en ltima instancia es a quin incumbe definir las pautas de conducta admisible, y de ah su delicada relacin con un compromiso inherente al sistema democrtico, que es proteger la diferencia frente a 11 Aunque la doctrina jurisprudencial vare, hasta finales de los aos cincuenta gran parte de las legislaciones condenaban igualmente el consumo y el trfico de drogas. La despenalizacin de lo primero (que acontece en unos pocos pases) se debe finalmente a la incapacidad de las instituciones judiciales y penitenciarias para hacer frente al nmero de infractores, e incluso all donde se reconoce es contrarrestada por distinciones como posesin para el trfico y posesin para el consumo, gracias a las cuales el juzgador puede suponer lo que tenga por conveniente, castigando tambin el mero consumo cuando le parezca oportuno. Por otra parte, en la dcada de los ochenta se observa una clara marcha atrs de las legislaciones en la despenalizacin del simple poseedor. Como acontece hoy en Francia y Alemania, por ejemplo, la alternativa legal que se ofrece al usuario es someterse voluntariamente a una cura psiquitrica, o sufrir un tratamiento penitenciario en sentido estricto. 12 Jnger, 1974, pg. 504. 25. 8 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS propuestas uniformizadoras; a juicio de algunos13, el problema depende de una solidaridad que asuma la ideologa promovida como Mayora Moral sin descartar los cdigos de otras minoras, constitucional aunque no institucionalmente protegidos. Mientras semejante cosa no acontezca arrostrando momentneos debilitamientos en la integracin, un desprecio multitudinario a la ley como disidencia farmacolgica tiende no slo a mantenerse, sino a crecer. Una sociedad sin infractores a sus leyes ideolgicas sera un fsil, y el crimen de esta ndole debe considerarse til socialmente, pues no slo implica que el camino est abierto a los cambios necesarios, sino que en determinados casos prepara esos cambios14. Resulta entonces que la diferencia rechazada por razones morales es al mismo tiempo una produccin de moral. A los desviados y a aquellos a quienes se encomienda el control con el resto de la poblacin como pblico pasivo del espectculo corresponde actualizar el sistema de valores, que ha entrado en crisis por un complejo de motivos, aunque aisla esa concreta cuestin como paradigma del conflicto. En definitiva, cambio social y cambio en la moralidad son aqu una misma cosa. A pesar de la formidable estructura de intereses econmicos que ha suscitado la Prohibicin, el asunto es y seguir siendo un asunto de conciencia, similar en ms de un sentido al dilema que suscit el descubrimiento de la imprenta. Tal como el hallazgo de Gutenberg amenazaba con sembrar en el pueblo innumerables errores, que pondran en cuestin muchos principios considerados intocables, los progresos de la qumica orgnica amenazaban difundir costumbres y actitudes indeseables, que podran trastornar la distribucin de labor y pasatiempo programada para el cuerpo social. Puesto que parte del cuerpo social se niega a dicha programacin con razones parejas a las que reclamaban una abolicin de la censura de libros, el equivalente hoy de las fratricidas guerras religiosas es una histeria de masas crnica, explotada muy rentablemente por unos y padecida devastadoramente por otros. Articuladas en torno al mecanismo de integracin colectiva que es el chivo expiatorio, con tales histerias se activa la arcaica dualidad pureza/impureza, y la conducta particular de ciertas personas se carga mgicamente de riesgos para todos los otros. Es un veneno espiritual disipable como miasma fsica, que no sugiere investigar causas ni someter las cuestiones a debate, sino mtodos quirrgicos como sajar y amputar, aunque el absceso o la gangrena el proceso infeccioso slo existan en sentido figurado. Muchos contemporneos olvidan que epidmicos o 13 Cfr., por ejemplo, Lidz y Walker, 1980, pgs. 244 y ss. 14 Durkheim, 1912, pg. 136. 26. 9 INTRODUCCIN inmundos, exactamente igual que los actuales toxicmanos, fueron considerados tambin los cristianos y una larga serie de etnias, sectas y hasta profesiones consideradas traicin con arreglo a distintos cnones de conformidad social. El punto de partida para un examen cientfico Cabe pensar que dentro de los sucesivos smbolos de impureza enarbolados por distintas pocas ninguno es menos supersticioso que el error-miasma encarnado por ciertas drogas, y que erradicar determinados cuerpos qumicos no puede equipararse sin mala fe a erradicar actitudes religiosas, razas o criterios polticos. Sin embargo, Las perplejidades de la cruzada farmacolgica comienzan con la propia nocin de droga que le sirve de apoyo. De la Antigedad nos llega un concepto ejemplarmente expuesto por el griego phrmakon que indica remedio y veneno. No una cosa u otra, sino las dos inseparablemente. Cura y amenaza se solicitan recprocamente en este orden de cosas. Unos frmacos sern ms txicos y otros menos, peno ninguno ser sustancia inocua o mera ponzoa. Por su parte, la toxicidad es algo expresable matemticamente, como margen teraputico o proporcin entre dosis activa y dosis mortfera o incapacitante. La frontera entre el perjuicio y el beneficio no existe en la droga, sino en su uso por parte del viviente. Hablar de frmacos buenos y malos era para un pagano tan inslito, desde luego, como hablar de amaneceres culpables y amaneceres inocentes. Por contrapartida, caracteriza a la cruzada farmacolgica prescindir de esta ambivalencia esencial, distinguiendo medicamentos vlidos, venenos del espritu y artculos de ambientacin o pasatiempo como las bebidas alcohlicas, el caf y el tabaco. Pero no sumamos litros y grados, o kilos y curvas, y si para clasificar las modalidades de algo podemos recurrir a re- ferencias tan distantes como la medicina, un credo religioso y cierta situacin administrativa tambin los vinos podran clasificarse en muy caros, tintos y de Jerez o como sugiri T. Szasz las aguas en pesada, bendita y del grifo. Factores no menos arbitrarios suman clasificaciones supuestamente ms rigurosas como, por ejemplo, la de drogas que crean toxicomana, drogas que crean mero hbito y drogas inocuas, porque una droga inocua no sera droga, mientras la diferencia entre toxicomana y mero hbito constituye un juego verbal. 27. 10 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS En el origen de semejantes atropellos al sentido comn est la evolucin semntica experimentada a principios de siglo por el trmino narctico del griego narkoun, que significa adormecer y sedar aplicado hasta entonces, sin connotaciones morales, a sustancias inductoras de sueo o sedacin. El ingls narcotics, traducido al francs como estupfiants, es lo que llamamos estupefacientes. Al incorporar un sentido moral, los narcticos perdieron nitidez farmacolgica y pasaron a incluir drogas nada inductoras de sedacin o sueo, excluyendo una amplia gama de sustancias narcticas en sentido estricto. Desde el principio, la enumeracin hecha por las leyes se top con una enojosa realidad: ni eran todos los que estaban ni estaban todos los que eran. Tras varias dcadas de esfuerzos por lograr una definicin tcnica del estupefaciente, la autoridad sanitaria internacional declar el problema insoluble por extrafarmacolgico15, proponiendo clasificar las drogas en lcitas e ilcitas. Sin embargo, la imposibilidad de hallar criterios qumicos y fisiolgicos pone de relieve hasta qu punto algo puede no ser lo que parece. Aunque a principios de siglo se dijo que el rgimen jurdico de ciertas sustancias era una funcin de su naturaleza farmacolgica, el mero transcurso del tiempo se ha encargado de mostrar que la naturaleza farmacolgica es una funcin de su rgimen jurdico. Durante los aos veinte la ley prohiba en Estados Unidos la difusin libre del opio, la morfina, la cocana y el alcohol, siendo indiferentes para el derecho penal las dems drogas psicoactivas. Hoy estn prohibidas un millar de sustancias, y aunque el alcohol ha dejado de ser una de ellas es evidente que no preocupan unos productos u otros; ya de modo expreso, el principio de que lo no expresamente prohibido est autorizado dej de regir en Estados Unidos desde La reciente Designer Drugs Act, por la cual todo psicofrmaco no autorizado previamente debe entenderse inmerso en el mismo rgimen de prohibicin que los ilegales. En otras palabras, los Estados no tratan ya de controlar la difusin de ciertas drogas, como al comienzo de la cruzada, sino que se consideran en el deber de controlar todo cuerpo con influjo sobre el juicio, el comportamiento, la percepcin o el estado de nimo, como afirma el Convenio internacional so- bre sustancias psicotrpicas de 1971. Es incumbencia suya cualquier modificacin qumica de la conciencia, la ebriedad en general. as se entiende el caso de un pintor de paredes en Tucson (Arizona), que ha sido condenado en 1982 a dos aos de prisin por inspirar un compuesto con bencina, violando una norma segn la cual nadie respirar, inhalar o beber conscientemente una sustancia voltil que contenga una sustancia txica16. El ministerio fiscal fundament sus cargos en que los intoxicados con pinturas pueden ponerse violentos. 15 Concretamente, por no conciliarse los datos biolgicos con las necesarias medidas administrativas, segn expuso en 1963 H. Halbach, jefe de la divisin de toxicologa de la OMS en su sede de Ginebra; cfr. Varenne, 1973, pg. 46. 16 Cfr. E. Hume, Sniffing paint gets man 2-year jail term, Ithaca Journal, 11-2-1982, pag. 29. 28. 11 INTRODUCCIN El Estado teocrtico se senta legitimado para legislar sobre asuntos de conciencia, y en base a ello decret duras persecuciones de signo espiritual contra la hereja, la apostasa y el librepensamiento. Los Estados posteocrticos han desencadenado tambin cazas de signo parejo contra la conjura comunista, sionista, burguesa, etc. y no menos implacables. Sin embargo, hasta 1971 ni la administracin teocrtica ni la democrtica extendieron las facultades del gobierno a vigilan la percepcin o el estado de nimo, aunque desde la ms remota antigedad existieran sobrados frmacos capaces de influir sobre lo uno y lo otro. Para ser exactos, todava no existen en una sola Constitucin del planeta preceptos donde se diga que el Estado asume dicha supervisin en general y por derecho propio, pues incluso las ms afectas a esquemas totalitarios reconocen derechos subjetivos incompatibles con una tutela llevada a tal extremo. Por consiguiente, lo que acontece en materia de drogas habr de considerarse una excepcin a la regla que defiende la autonoma de la voluntad individual, basada en motivos excepcionales y circunscrita a lo que tarde en solventarse un problema muy particular. Ahora bien es esto creble? No ser ms bien un indicio de lo que aguarda a colectivos superpoblados, cada vez ms prximos al funcionamiento de la colmena y el hormiguero, donde tan discrecional puede ser prohibir cierta dieta como imponer otra, e incluso acabar gobernando con drogas distintas, o las mismas, usando la prerrogativa ya alcanzada de legislar sobre la percepcin y el estado de nimo? Acaso una asociacin mundial de gobiernos que prohben droga no est capacitada para con idntico fundamento declarar cuando le apetezca una panacea? Puede alguien citar una sola jurisdiccin especial que haya sido renunciada voluntariamente por sus titulares, sin una previa liquidacin poltica de las pretensiones en que se fundaba? Ms concretamente es el sistema puesto en practica una solucin a medio o largo plazo? Es siquiera el mal menor para lo indeseable en este orden de cosas? Quines determinaron su establecimiento y quienes se lucran realmente del mismo en la actualidad? Qu peso relativo tienen all la economa, la poltica y la moral? Hasta qu punto el fracaso constituye un soterrado triunfo para quienes hoy apoyan la cruzada? Cuestiones tales piden objetividad, y la frvola polarizacin contempornea de actitudes promueve lo contrario, con un desfile de personas y grupos que se declaran a favor o en contra de una entelequia irreal como la droga. Salvo comunidades que viven en zonas rticas, desprovistas por completo de vegetacin, no hay un solo grupo humano donde no se haya detectado el uso de varios psicofrmacos, y si algo salta a la vista en este terreno es que constituye un fenmeno plural en s, que se manifiesta en una diversidad de tiempos, cubre una amplia variedad de lugares y obedece a una multitud de motivos. No caer en el tpico dilogo de sordos sostenido por partidarios y detractores exige una actitud sistemtica 29. 12 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS o propiamente cientfica, y la primera condicin del talante cientfico es una crtica que deslinde experiencia y prejuicio, dato cierto y suposicin. Al quedar en segundo plano lo farmacolgico con respecto a lo penal, la antigua incumbencia de qumicos y mdicos pas a ser atributo de jueces y brigadas policiales, alimentando un progresivo divorcio entre la lgica discursiva y el conjunto del problema. Al ritmo del voluntarismo legislativo, lo dispar empez a juntarse y lo afn a separarse, produciendo un cuerpo de doctrina cada vez ms vago y contradictorio. Esto no significa necesariamente que tales principios deban modificarse, que sean inadecuados o que fomenten lo contrario de su intencin explcita. Significa solamente que no debe demorarse un planteamiento de esta materia en el conjunto de su proceso, aceptando que perseguimos algo en buena medida desconocido o, si se prefiere, lo desconocido de algo, con intencin de formarnos criterios racionales, y no de prestar nuestra adhesin a un clich u otro. Aunque no haya sido as en el pasado, elegimos nuestros venenos de acuerdo con la tradicin, sin tener en cuenta la farmacologa: son las actitudes sociales quienes determinan cuales son las drogas admisibles y atribuyen cualidades ticas a los productos qumicos17. Comprensible en un sentido, la contrapartida indeseable de algo semejante es una pugna con el orden natural de las cosas. Si para hacer puentes o perforar tneles se toman ms en cuenta las actitudes que la resistencia de los materiales hay un alto riesgo de que las obras desemboquen en catstrofes y despilfarros. Al hombre de hoy le sorprendera mucho que la homologacin de antibiticos incumbiera al Comit Olmpico, y que la autorizacin para el lanzamiento de satlites meteorolgicos correspondiese al Colegio de Abogados. A nadie parece asombrarle que la cruzada farmacolgica haya sido puesta en marcha por un obispo anabaptista y algunos misioneros, ni que la reglamentacin en vigor sobre psicofrmacos sea elaborada en las comisaras y posteriormente asumida por la autoridad sanitaria, en vez de acontecer a la inversa. Tal como se entiende que haya un asesor militar hasta en las instalaciones de lanzamiento para satlites con fines civiles, la trascendencia poltico-social de la ebriedad hace comprensible que distintos funcionarios intervengan como asesores de los consejos a quienes se encarga su regularizacin. Pero mal se entiende que en esos consejos carezcan de voto y casi siempre de voz los capacitados por formacin cientfica. As, desde tiempos de J. F. Kennedy la Casa Blanca recaba informes peridicos de una Comisin la Presidents Commission on Narcotics and Drug Abuse constituida fundamentalmente pon mdicos, farmaclogos, cientficos sociales y juristas, si bien desde el primer informe en adelante fue costumbre de la Casa Blanca descartar sus reiteradas invitaciones a un cambio de poltica. Liberalismo trasnochado, dijeron de ellas Nixon y Reagan, quiz inconscientes de que la expresin outdated 17 Byck, 1980, pg. 43. 30. 13 INTRODUCCIN laissez faire fue en 1909 la divisa del obispo anabaptista C. H. Brent para acabar con la inmoralidad de las drogas18. Una historia dentro de la historia Tras milenios de uso festivo, teraputico y sacramental, los vehculos de ebriedad se convirtieron en una destacada empresa cientfica, que empez incomodando a la religin y acab encolerizando al derecho, mientras comprometa a la economa y tentaba al arte. Oportuna o incoherente, la cruzada contra algunos de ellos constituye una operacin de tecnologa poltica con funciones sociales complejas, donde lo que se despliega es una determinada fsica del poder. En el horizonte de ansiedades que acompaan cualquier cambio en profundidad de la vida, los engranajes de esa fsica aclaran la creacin del problema esquematizado como la droga, y su contacto con el asunto ms amplio de la relacin que el hombre contempo- rneo guarda con su libertad real. Sera ingenuo esperar que los cambiantes criterios de moralidad, los estereotipos culturales y las consignas de una u otra propaganda estn sometidos al detenido examen que persiguen las ciencias. Pero un camino para formarse conceptos en vez de dogmas y mitos sobre este objeto es atender a su propia gnesis. Hasta hace poco no se ha tenido en cuenta que el empleo de las drogas descubiertas por las diversas culturas constituye un capitulo tan relevante como olvidado en la historia de la religin y la medicina. Al comienzo de un notable estudio sobre la medicina popular en Grecia y Roma constataba un humanista la escasez de investigaciones sobre materia tan interesante, atribuyndolo a que la atencin de los profesionales teme perder el tiempo en nimiedades, pon un lado, y encontrarse con el hombre primitivo o el salvaje por el otro, bajo el embozo de la toga o la clmide19. Multiplicado a la ensima potencia, esto acontece con el tema de la presente investigacin; a los historiadores propiamente tales les parece menos nimio examinar la evolucin de un estilo pictrico que la evolucin en el consumo de una droga, y el propio tema no slo corre el peligro de llevar al salvaje en grado eminente, sino que parece coto del sensacionalismo pueril, prximo en cualquier caso al mal gusto, como sucediera con la sexualidad hasta bien entrado el siglo XX. Si esto ha acontecido con el historiador de lo profano, tanto ms ha sido habitual salvo contadas excepciones entre los historiadores de la religin. 18 Cfr. Musto, 1973, pgs. 26 y 260, n. 8. 19 Gil, 1969, pg. 22. 31. 14 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS Otro tanto puede decirse de su pertinencia para la antropologa comparada, pues el uso de psicofrmacos que es siempre el de tal o cual sustancia, de esta o de aquella manera constituye un matizado indicador sobre el tipo de sociedad y conciencia donde acontece. Cierta determinacin en lo uno permite extrapolar algo en lo otro, siendo el aspecto cientfico del asunto analizar estructuras recurrentes de empleo. Hasta donde alcanzan la memoria y los signos, las drogas han ido determinando una amplia variedad de instituciones o respuestas, que son explicables slo a partir de cada concepcin del mundo, y que por su parte ayudan a perfilarla bajo una luz nueva. La particular historia de la ebriedad constituye as un captulo puntualmente paralelo a la historia general, que requiere constantes remisiones a esta, del mismo modo que lo exigira una historia coherente de las prisiones o los impuestos. Pero a esta correlacin genrica entre el todo y la parte se aade en el caso de las drogas un cuadro de dramtica actualidad, que plantea interrogantes nucleares sobre los lmites del discernimiento adulto, la relacin entre ley positiva y moral, el sentido del paternalismo poltico, la dinmica del prejuicio y la polmica sobre eutanasia, por mencionar slo lo ms evidente. En definitiva, quiz ningn asunto expone de modo tan ntido las justificaciones ltimas del Estado del Bienestar donde nos ha tocado vivir. Nuestra civilizacin sufre a causa de plantas cuya existencia se remonta a tiempos inmemoriales, y cuyas respectivas virtudes fueron explotadas a fondo por todas las grandes culturas. Hasta hace algunas dcadas nadie se preocupaba de regular su siembra o recoleccin, mientras ahora ese hecho botnico cobra dimensin de catstrofe planetaria. A tal punto es as que su amenaza rene a capitalistas y comunistas, a cristianos, mahometanos y ateos, a ricos y pobres, en una cruzada por la salud mental y moral de la Humanidad. En plena era espacial no faltan cruzados profesionales ni vocacionales, y no faltan tampoco hordas de infieles atrados por la rebelda, las perspectivas de lucro mercantil y el estatuto de irresponsable vctima que otorga frecuentar lo prohibido; congrega a muchos de estos el mecanismo psicolgicamente descrito como introyeccin o identificacin con el agresor, del mismo modo que ana a aquellos un mecanismo de proyeccin y localizacin exterior del mal. Pon lo dems, semejante tesitura no es del todo nueva en la historia de la ebriedad. Aunque su evolucin ha sabido diluirse de manera apacible en ritos mgicos y festivos o en aplicaciones medicinales que no suscitaron preocupacin sobre abusos particulares, al menos en dos ocasiones previas con el culto bquico en la Roma preclsica, y con los untos y potajes brujeriles desde el siglo XIV al XVII el uso de drogas acompa a la peste moral, desatada como crimen contra Dios y el Estado. 32. 15 INTRODUCCIN Complementando estos episodios con el actual cabe enriquecer el banco de datos sobre plagas anlogas, casi siempre extrafarmacolgicas, que arrastran a sectas y grupos al papel de sacrificadores y sacrificados, en procesos de purificacin y reafirmacin ritual no por arcaicos menos activos en la actualidad. La aportacin concreta que esta crnica puede hacer a la teora de la peste moral se basa en describir las constelaciones sociales y psicolgicas que propenden a la declaracin de epidemia, las cuarentenas aplicadas por cada tipo de cultura y los resultados, tanto previstos como reales. Queda por ltimo el valor predictivo inherente a un tratamiento histrico de la cuestin. Detractores y partidarios de la Prohibicin basan una parte fundamental de sus criterios en suposiciones. Unos dicen que su fin estimulara el auto-control, reduciendo incluso a medio plazo el nmero de personas que usan compulsivamente los frmacos hoy ilegales. Otros piensan que cualquier permisividad convertira en toxicmanos a muchos ms individuos, por no decir a casi todos. Sin embargo, la historia de la ebriedad en sus distintos vehculos permite abandonar el terreno de las puras suposiciones, y establecer los criterios sobre hechos verificables. No slo muestra con precisin lo que acontece con el consumo de tal o cual droga cuando es ilegalizada, sino lo sucedido al dejar de ser ilegal una de las antes prohibidas, como aconteci con el opio en China y los alcoholes en Estados Unidos. Aunque los tiempos cambien, los datos relativos a momentos anlogos del pasado poseen sobre las conjeturas una ventaja difcil de negar. En un hoy tan marcado por fanticas tomas de partido, si algo parece urgente es una documentacin que permita a cada cual reflexionar por si mismo con algn conocimiento de causa. Por lo que respecta al presente estudio, se han hecho algunos intentos de describir las costumbres en distintas partes del planeta a lo largo de las edades, y hay incluso un texto moderno llamado expresamente Historia de la droga20. Sin embargo, son exposiciones que slo pueden considerarse catlogos de noticias sueltas. A veces es un medico, con nociones slidas sobre toxicologa y prcticamente nulas sobre historia universal, quien enumera drogas usadas aqu y all. Otras veces son un criminlogo, un periodista o un viajero, quiz con ideas menos frgiles sobre historia de las civilizaciones pero totalmente insuficientes a nivel farmacolgico, quienes acumulan juicios marcados por el pintoresquismo, la arbitrariedad o el prejuicio. Ni en unos ni en otros aparece expuesto con pulcritud el aparato crtico donde se apoyan, y si brillan por su ausencia las precisiones bibliogrficas no menos se echa en falta all la concatenacin exigible a cualquier tentativa orientada a describir objetivamente una evolucin. Esto no significa que la literatura sobre el asunto carezca de contribuciones muy valiosas, elaboradas con todo el rigor exigible, y gracias a las cuales es 20 Cfr. Brau, 1973. 33. 16 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS posible estudiar ciertos momentos precisos sin una azarosa peregrinacin por bibliotecas pblicas y privadas, persiguiendo informaciones que muy rara vez aparecen reseadas directamente en los ficheros. Con todo, se trata siempre de obras sobre algn aspecto singular, que no abordan la materia en su conjunto. Falta cosa semejante a una historia cultural o general de las drogas, entendiendo por ello un examen donde se combine la perspectiva evolutiva, ligada a una sucesin cronolgica, con la comparativa o estructural, que relacione los datos procedentes de sociedades distintas y los de cada una con sus pautas tradicionales. Pero si los datos sobre este tema no se vinculan con el medio donde se van produciendo ser imposible separar lo anecdtico de lo esencial; la alta estima del budismo hacia el camo, por ejemplo, no se explica contando la leyenda de que Buda se aliment durante una semana con un caamn diario, sino indicando hasta qu punto los efectos de esa droga se relacionan con sus especficas tcnicas de meditacin. Mal se entiende, por ejemplo, la gran difusin del opio en la Roma antigua sin considerar el alto valor atribuido por sus ciudadanos a la eutanasia (mors tempestiva). Lo mismo sucede prcticamente con cualquier otro episodio de esta crnica. Tengo por evidente que una investigacin tan vasta, sobre materiales dispersos en tantas fuentes, slo puede aspirar a ser el esqueleto de su propia trama. Para convertir la historia de ebriedad en un apndice realmente ilustrativo sobre la condicin humana har falta el esfuerzo de muchos otros investigadores, que llenen las numerosas lagunas y defectos del esquema, aadindole las innumerables informaciones sin duda existentes, aunque todava dispersas en multitud de documentos. En la introduccin a su estudio sobre la historia del sistema carcelario deca M. Foucault que slo trascendera los limitados fines de la mera curiosidad y la erudicin en cuanto permitiera analizar el cerco poltico del cuerpo21. Aqu el objeto de anlisis es una evolucin que desemboca en el cerco jurdico- moral del nimo. En vez de evitar que el cuerpo escape a sus nimos, como pretende el rgimen penitenciario, la meta aqu es que los nimos no puedan escapar a su cuerpo, ambicin milenaria de la asctica. Exponiendo de antemano las precariedades inherentes a una investigacin tan compleja e irregularmente documentada22 , me queda tan slo esperar del lector una benevolencia inicial, como la que le merecera quiz el mapa de un cartgrafo sobre territorios inexplorados. Los primeros 21 Foucault, 1978, pg. 35. 22 Para la bibliografa se emplea el sistema moderno, indicando exclusivamente nombre, fecha y nmero de pgina. Al final del volumen figuran ndices alfabticos de libros, folletos, repertorios y revistas citados, con el resto de su especificacin. Slo las citas correspondientes a clsicos, documentos de asambleas, textos legales y noticias extradas de prensa diaria se resean completas. 34. 17 INTRODUCCIN captulos abordan con cierto detenimiento cuestiones de tipo terico ante todo, para poder encuadrar luego en un horizonte amplio los datos concretos sobre distintas culturas. Por eso mismo, quienes prefieran entrar directamente en materia slo necesitan ir sin prolegmenos al capitulo tercero, si bien algunos conceptos bsicos podran entonces quedar poco perfilados, e inducir equvocos. 35. SECCIN PRIMERA: LA ERA PAGANA 36. 1. MAGIA, FARMACIA, RELIGIN Las cosas de las que ms se habla son las que menos existen. La ebriedad, el goce, existen. A. SCHNITZLER, La ronde. No hay modo seguro de distinguir en los primeros tiempos una teraputica emprica fundamentalmente basada sobre conocimientos fisiolgicos y botnicos de prcticas mgicas y creencias religiosas. Como veremos al hablar de Grecia, coexisten expertos en hierbas y races, maestros de gimnasia y diettica, cirujanos militares, magos propiamente dichos (ia- tromanteis o brujos, meloterapeutas, catrticos o saludadores) y sacerdotes de diversos cultos (fundamentalmente los adscritos a los templos de Asclepio). Cosa muy similar acontece en Egipto, Mesopotamia, India e Irn. Antes de desarrollarse la antropologa comparada, los historiadores de la medicina postulaban algo bastante distinto, pretendiendo que desde el comienzo es posible trazar una clara lnea divisoria entre ciertos conocimientos de naturaleza prctica sobre antdotos, tratamiento de heridas, etc., y el mundo mgico-religioso de cada rea cultural. Algunos llegaron a afirmar que la medicina emprica fue previa a la sagrada y mgica1, guiados evidentemente por el deseo de ver en la gnesis de su oficio una evolucin sin desvos de lo simple a lo complejo. Sin embargo, el examen de los datos etnolgicos y culturales ha ido haciendo ms y ms precaria esta construccin de una pura medicina que se despliega lenta pero autnoma en relacin con los ritos y encantamientos. Hacia mediados de siglo dicho esquema empez a considerarse una falacia sanitaria, pues si bien los terapeutas arcaicos pudieron disponer de mtodos objetivamente eficaces su fundamento no era racional, sino mgico2. En efecto, hasta la medicina ms emprica aparece siempre ligada a ensalmos en la Antigedad, y todava durante el siglo IV a.C. en plena expansin del racionalismo griego Platn hace decir a Scrates que el phrmakon devolver la salud si al usarlo se pronuncia el 1 Cfr., por ejemplo, Hofschlaeger, 1909, pgs. 81-83. 2 Cfr. Ackernecht, 1946, pgs. 467-497. 37. 22 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS ensalmo oportuno3. De ah que actualmente se tienda a invertir el orden evolutivo en la historia de la medicina, considerando que ritos purificatorios y dems elementos catrticos fueron lo primero, y que slo bastante despus aparecieron nociones teraputicamente secularizadas4. En realidad, hasta que surja la medicina hipocrtica puede decirse que los recursos curativos se parecen bastante en diferentes pocas y lugares (dentro de lo disponible para cada rea botnica), y que las verdaderas diferencias corresponden a los marcos mtico-rituales de cada grupo cultural. I. La enfermedad y el sacrificio Si buscamos un factor comn a las muy diversas instituciones de los pueblos antiguos, puede considerarse permanente el temor universal a la impureza (miasma) y su correlato, el deseo universal de purificacin ritual (katharsis), de acuerdo con los precisos trminos de un fillogo5. Junto a ese temor y deseo reina de modo prcticamente hegemnico la idea de la enfermedad como castigo divino, manifiesto en trminos como el asirio shertu, que significa simultneamente dolencia, castigo y clera divina. En correspondencia con el principio de la enfermedad-castigo y la oposicin pureza/impureza aparece la institucin religiosa fundamental del sacrificio, ncleo de todos los cultos religiosos conocidos, tanto presentes como pasados. El sacrificio es un sacer facere o hacer sagrado que tiende un puente entre el mundo humano y el divino. Como se ha dicho, en el sacrificio no hay una relacin de semejanza sino de contigidad entre extremos polares [el sacrificador y la divinidad], mediante una serie de identificaciones sucesivas6. Con todo, para comprender la funcin de este acto religioso nuclear podemos partir de dos perspectivas bsicas, que en adelante se llamarn modelo A y modelo B: A) La tesis del regalo expiatorio7 constata en el sacrificio el obsequio de una vctima a la deidad. El mvil del acto es congraciarse con ella mediante un trueque ms o menos simblico, gracias al cual un individuo o un grupo pueden ofrecer algo a cambio de s mismos. Lo as ofrecido abarca desde un cabello que el celebrante se arranca de la cabeza (diciendo pague l por mi 3 Crmides, 157 c. 4 Cfr. Coury, 1967, pgs. 111-127. 5 Dodds, 1980, pg. 46. 6 Lvi-Strauss, 1970, pg. 326. 7 Expuesta originalmente por E. B. Tylor y M. Mauss. 38. 23 MAGIA, FARMACIA, RELIGIN deuda) hasta un animal o una vctima humana. Dentro ya de esta perspectiva hay varias construcciones ulteriores8, cuyo examen supondra un desvo excesivo. B) La tesis del banquete sacramental9 concibe el sacrificio como un acto de participacin, que no solo establece un nexo entre lo profano y lo sagrado, sino una unidad ms alta entre los miembros de un grupo. Obviamente, la primera tesis no explica los casos donde hay una consuncin total o parcial de la vctima, y la segunda no explica los casos donde falta dicho consumo. Pero entender as estos modelos sera incurrir en miopa, pues ninguno puede por s solo agotar el campo del sacrificio como institucin religiosa fundamental. La relacin hombre-dios puede ser bsicamente un acto de miedo (marcado por la proyeccin paranoica), y puede ser tambin un acto de esperanza (marcado por la fiesta y la reconciliacin). En otras palabras, tiene dos sentidos, segn que el sacrificio sea expiatorio o que se represente un rito de comunin10. En los expiatorios el acto parte del hombre y llega a la divinidad a travs del sacerdote y la vctima, mientras en los de comunin parte de un dios encar- nado en alguna planta, y a veces en un animal, que a travs de su ingesta por los comulgantes se identifica con ellos. Ambas lneas aparecen fundidas en la misa cristiana, que combina la rememoracin del tormento infligido a un chivo expiatorio con el gape del pan y el vino, reiterando un esquema muy anterior en el rea mediterrnea. De hecho, es la esencia del culto a Persfone (vinculado a los cereales) y Dioniso (ligado al vino), que se funden como banquete de pan y vino ya en los cultos de Attis y Mitra, bastante antes de predicarse el cristianismo. Las ceremonias del modelo B que incorporan a ttulo de recuerdo una ceremonia del modelo A frustran la tentacin de distinguir tajantemente pueblos que sacrifican para comprar indulgencias de alguna divinidad airada, y pueblos afectos a ritos de comunin con dioses no tan vidos de vctimas. Pero puede aadirse una precisin sociolgica a la lgica circular de cada ritual. La orientacin persecutoria (modelo A) predominar all donde la impureza se considere infecciosa y hereditaria, y esto no es a su vez 8 La de una divinidad original inmolada (Jensen), la del protopadre asesinado (Freud), la del rejuvenecimiento del dios por muerte espiritual peridica (Frazer), etc. 9 Expuesta originalmcnte por W. Robertson Smith. 10 Lvi-Strauss, 1970, pg. 326. 39. 24 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS independiente del grado de estratificacin social impuesto en cada grupo como ley de gobernabilidad. Tras estudiar varias sociedades de frica Cen- tral, una antroploga sugiri que haba correlacin entre la caza de brujos un prototipo del modelo A y la estructura de cada grupo, siendo sta mxima en el supuesto de sociedades tradicionales desintegradas, muy inferior en las integradas y prcticamente inexistente en las de gran movilidad social11. Tambin merece atencin el hecho de que la impureza se considere infecciosa y hereditaria en mayor medida tratndose de sociedades agrcolas y pastoriles con vocacin urbana que en tribus nmadas dedicadas a la caza y la recoleccin de frutos. Por eso mismo prima en las primeras el sacrificio de vctimas animales, mientras en las segundas destacan ceremonias de gape sacramental. Aunque haya excepciones, apenas existen grupos de cazadores y recolectores donde se practiquen sacrificios12. En cambio, son muy escasas las sociedades sedentarias ninguna de las histricamente destacadas donde no se hayan practicado de modo sistemtico u ocasional sacrificios humanos, o donde falten arraigadas leyendas sobre tales hechos. 1. El detalle de los dos modelos Al sacrificio que busca el trueque se vincula una idea de dioses dominados por pthonos o envidia hacia los hombres. El Antiguo Testamento repite sin pausa lo celosos de Yahvh, y en Herodoto dicha envidia es la mano oculta responsable del acaecer histrico; tambin corresponde a ese horizonte la idea de divinidades desfallecientes, que necesitan grandes masas de vctimas para no desaparecer, como pensaban toltecas y aztecas. Por contraste, el sacrificio que busca alguna forma de comunin se vincula con una naturaleza esencialmente animada, que postula una copertenencia de lo divino y lo humano. La distincin entre un sagrado de respeto, fuente de las prohibiciones, y un sagrado de transgresin, origen de la fiesta en general13, ofrece tambin puntos de contacto con los modelos A y B. En realidad, pone de manifiesto que el mecanismo proyectivo predomina o queda en un segundo plano respecto del participativo en las diversas culturas, pero que casi toda sociedad crea tabes contra la impureza y se encarga tambin de prever ceremonias peridicas donde queden suspendidos. 11 Cfr. Douglas, 1978, pgs. 82-83. 12 Un excelente anlisis de recolectores y cazadores aparece en Clastres, 1974, passim. 13 Cfr. Caillois, 1950, pgs. 71-163. 40. 25 MAGIA, FARMACIA, RELIGIN Por lo que respecta al modelo A, la obra clsica sobre la transferencia del mal es sin duda La rama dorada, que contiene una revisin completa de los datos antropolgicos disponibles a principios de este siglo, y de cuya abundantsima documentacin bastara mencionar unos pocos ejemplos, simplemente a efectos de mostrar la difusin del fenmeno. En Manipur se utilizaba a un criminal (luego indultado) para transmitirle los pecados del raj. En Nueva Zelanda los pecados de la tribu entera se transmitan a un hombre, que lo transmita a su vez a un tallo de helecho que se lanzaba al mar. Los yorubas de frica Occidental degollaban a un individuo, cuyos gemidos agnicos inducan una explosin de alegra, porque el pueblo haba sido descontaminado de sus faltas y la clera divina apaciguada. Cosa semejante aconteca entre los gondos de la India, los albaneses del Cucaso Occidental no hace mucho tiempo y los antiguos leucadianos, que lanzaban anualmente a un criminal al mar desde un alto precipicio; otros pueblos del Adritico despeaban a un joven cada ao con la oracin seas t nuestras heces. En la Marsella griega un individuo de la clase mas pobre era mantenido regiamente durante un ao y luego muerto a pedradas fuera de las murallas si surga alguna plaga, y en las fiestas targelias el rito se desarrollaba con dos vctimas expiatorias, una mujer y un hombre, a fin de redimir a ambos sexos14. Se dice que los aztecas practicaban esos ritos con varios miles de personas cada ao (a veces prisioneros de guerra y siervos, aunque otras jvenes de cualquier estrato social), a quienes auguraban grandes bienaventuranzas ultraterrenas. Durante la baja Edad Media y comienzos de la Edad Moderna los chivos expiatorios cobran inusitada variedad, abarcando desde los inanimados libros a los vivientes traductores, librepensadores, herejes, apstatas, lujuriosos y brujas. En pleno siglo XVI cuenta con francs arcaico Guillaume de Machaut, cronista y poeta de la corte borgoona, cmo fueron exterminados todos los judos que no huyeron a Flandes, para librar al territorio de la peste negra iniciada en 134115. Isaac y Cristo, Ifigenia y Edipo, son caracteres ligados al mismo esquema16. Cosa semejante puede decirse, sin duda, de Adn y Eva. En cuanto al modelo B, sus manifestaciones no son menos amplias en el espacio y el tiempo, si bien resultan quiz un punto ms ajenas para el hombre contemporneo. Rememorando muchas veces un sacrificio sangriento, pero por eso mismo excluyndolo de la inmediata realidad, el banquete sacramental informa algunos de los ritos antiguos ms destacados. A su raz pertenecen el sacrificio vdico del soma, el avstico del haoma, el kyken eleusino y la eucarista cristiana, as como una diversidad de ritos iniciticos que abarcan todo el perodo helenstico (de Baco, de Cibeles, de Isis, de Mitra, etc.). 14 Cfr. Frazer, 1944, caps. LV-LIX. 15 Li uns pendus, li autres cuit,/ L autre noy, 1 autre ot coup/ La teste de hache ou depe, 1908, vol.1, pgs. 144-145. 16 Cfr. Girard, 1986, passim., y Vernant, 1972, pgs. 99-131. 41. 26 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS Sin embargo, es posible que el modelo B aparezca de modo an ms ntido en el chamanismo, una categora universal que slo empez a perfilarse con el desarrollo de la antropologa y la historia comparada de las religiones. En contraste con personajes como el rey, el jefe de aldea, el patriarca familiar y los sacerdotes a quienes incumben los ritos del modelo A y las ceremonias de nacimiento, boda y entierro los chamanes17 slo cubren necesidades psquicas, y esto en virtud de una legitimacin completamente diversa, que para el principal estudioso de la materia se concentra en conocer las tcnicas del xtasis18. Segn Eliade, el trance chamnico comprende dos momentos: uno inicial de vuelo mgico y otro ulterior de muerte y resurreccin. Aunque sea una institucin que se repite con puntuales concomitancias en todos los continentes adems de frica, Amrica y Oceana, aparece en culturas que describen un arco gigantesco desde Escandinavia a Indonesia, cruzando toda Asia el chamn no debe confundirse con el hechicero en ge- neral, ya que el chamanismo constituye un tipo peculiar de hechicera, caracterizado por notas propias19. En contraste con algunos hechiceros, y con tantas modalidades de sacerdotes, que siguen llamando a linchamientos, no se conoce un solo caso de chamn actual que pretenda curar ofreciendo una vctima expiatoria humana20. De hecho, constituye la anttesis casi qumicamente pura del sacrificio transferencial, porque sirve l mismo como vctima peculiar, que 17 Es cuestin debatida el origen turco-mongol o snscrito de este trmino. En sus Ensayos sobre sociologa de la religin (II, 2) da por seguro M. Weber que chamn proviene del pali samana (snscrito sramana), termino empleado para designar a un eremita que tiene poderes mgicos sobre los dioses merced a sus ejercicios ascticos. Evidentemente, esto es lo mismo que pretenden los chamanes de Asia central y septentrional cuando ponen los espritus a su servicio. Pero Weber considera que la figura se export con la expansin del budismo mahayana, cosa inverosmil considerando la existencia de personajes idnticos en frica, Amrica y Oceana. El trance chamnico ha querido verse ya en el relieve de la cueva de Lascaux (cfr. Giedion, 1962 pg. 391), y algunos especialistas en prehistoria consideran que las pruebas del chamanismo tienen en Europa unos 30.000 aos de existencia. Esto mantienen Closs (1960, pgs. 29-38) y Narr (1959, pgs. 233-272), para quienes se remontara a la transicin entre el Paleoltico superior e inferior. Otros, como Vadja, sitan el comienzo del chamanismo asitico mucho despus, al iniciarse la Edad del Bronce, como resultado de intercambios culturales entre sociedades agrcolas del sur y cazadores del norte (cfr. Eliade, 1968, pg. 389). Segn el propio Eliade, se trata de un fenmeno originario (...) conocido por la humanidad arcaica en su totalidad (1968, pg. 392). 18 Eliade, 1968, pg. 155. 19 Los cuna de Panam, por ejemplo, distinguen tres tipos de hechiceros (inatuledis, absogedis y neles), pero slo se considera antropolgicamente chamn al nele. Las notas que definen al chamn son dos: a) ser vocacional, en el sentido de que slo llega a serlo tras una experiencia mstica en la que recibe el mandato de algn espritu; b) realizar sus operaciones adivinatorias y curativas mediante viajes al Otro Mundo. Cfr. Lvi-Strauss, 1968, cap. Magia y religin. 20 En algunas culturas como la azteca hubo chamanes-jaguares que convocaban y realizaban sacrificios humanos; el Popol Vuh (78-79) y otros indicios sugieren incluso que iniciaron tales sacrificios en Mesoamrica; cfr. Garza, 1990, pgs. 134-137, y Reichel-Dolmatoff, 1978. Sobre formas contemporneas de estos individuos, cfr. Castaneda (1968), y Bentez (1970), el primero centrndose sobre un chamn yaqui y el segundo sobre un chaman cora. 42. 27 MAGIA, FARMACIA, RELIGIN resuelve en simulacro o excursin mgica el nexo con la muerte y lo extraordinario. Constituye un profesional del modelo B, que con su capacidad de viajar a planos sobrenaturales puede combatir espritus adversos y absorber la impureza ajena, pero no necesita ser aniquilado de modo irreversible. Su campo es el universo maravilloso-aterrador de la magia, donde una misteriosa simpata liga todas las cosas, y su funcin es mediar entre la vigilia y el sueo; desciende a las profundidades, se remonta a las alturas y, en general, puede albergar toda suerte de espritus insufribles para otros, sin ms efectos que las convulsiones del trance21. En los individuos de su especie que restan hoy sobre la tierra hay algo de fsiles vivientes, cuya evo1ucin parece haber quedado detenida en la Edad de Piedra. Pero por eso mismo interesan para entender un pasado donde de- jaron decisiva impronta. II. Catarsis, xtasis y ebriedad Sugestivas o no, el lector se podra preguntar qu relacin guardan estas consideraciones con nuestro asunto. La respuesta es que el complejo religioso ligado al modelo B emplea de modo sistemtico y muy particular sustancias psicoactivas, uso que quiz se remonta a los paleohomnidos, durante los cientos de miles de aos previos a la revolucin agrcola y urbana del Neoltico. Sin embargo, quiz no habra sido preciso entrar en tantos detalles de no ser por algo que cuesta considerar una casualidad arbitraria: la vctima del sacrificio expiatorio se llamaba en griego pharmaks, y el vehculo de los xtasis chamnicos no menos que de algunas ceremonias religiosas de tipo exttico y orgistico era un phrmakon u otro. Cambiando la consonante final y el acento, la misma palabra designa cosas que en principio al menos carecen de vnculo alguno. El pharmaks pertenece al sacrificio-regalo, y el phrmakon al sacrificio comunin, por si fuera poco que lo uno sea cierta persona y lo otro cierta planta. Por qu una mnima diferencia ortogrfica separa el objeto de los modelos A y B, tan claramente opuestos como terapia proyectiva y terapia participativa, como reino del homicidio ritual y reino del gape? 21 Matizando los fenmenos de trance, distingue Firth (1965, p. 296) tres tipos spirit possession (trance en el que el posedo pierde poco a poco el control en manos de un espritu que acaba apoderndose de su cuerpo); spirit mediumship (trance donde el espritu invasor habla a travs del poseso) y chamanismo propiamente dicho (donde el espritu queda supeditado a la voluntad del individuo que lo aloja). A estos tres tipos aade Mary Douglas un cuarto, llamado culto positivo del trance, en virtud del cual el posedo queda inconsciente sin que la tribu lo considere indeseable ni peligroso [...] suponiendo que constituye un canal de poder benigno para todos (1978, pg. 101). Los tipos 1 y 2 ya no resulta tan claro el 4 son casos de posesin pura y simple, mientras en el chamanismo no parece correcto hablar de tal cosa, sino ms bien de viaje al Otro Mundo. Convendra, pues, distinguir entre el trance- rapto de la posesin y el trance-xtasis del chamanismo. La cuestin ser abordada ms adelante. 43. 28 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS Una primera respuesta se basa en lo mgico como elemento comn a cualquier forma de sacrificio. Tanto las vctimas expiatorias como las sustancias psicoactivas son agentes mgicos, de cuya eficacia no da cuenta ninguna secuencia natural o lgica de causas y efectos. Esto es evidente en el caso del pharmaks, pero tambin en el del phrmakon, que no slo se mezclaba con sustancias sin psicoactividad, sino que iba acompaado por toda suerte de encantamientos. En los poemas homricos, donde aparecen por primera vez estos trminos, el nexo del frmaco expiatorio o vegetal con lo prodigioso resulta manifiesto y frecuente22. Por otra parte, el mecanismo concreto de accin en las drogas era un misterio hace un milenio y lo sigue siendo hoy en buena medida; el hombre contemporneo considera cosa prosaica el influjo sobre el sistema nervioso de ciertas sustancias aisladas ya en sus factores esenciales (los alcaloides) por la qumica, y tiende a olvidar que en trminos neurolgicos y fisiolgicos las modalidades de su accin distan de ser remotamente claras. La medicina tcnica y la sagrada no se deslindan hasta Hipcrates, lo cual significa que hasta entonces resulta milagroso (inexplicable pero cierto) cualquier cuerpo simple o compuesto capaz de modificar el nimo. As lo indica la Odisea al llamar linaje de Pen a los conocedores de drogas, cuando Pen es uno de los nombres de Apolo, la deidad con ms notas chamnicas del panten griego. Una segunda lnea de respuesta buscara apoyo en la etimologa del trmino frmaco, por ms que las elucubraciones en este terreno propenden muchas veces al delirio. Pharmasso significa templar el hierro esto es, sumergirlo al rojo en agua fra, y templar sigue teniendo entre nosotros un significado mdico-psiquitrico; dando un paso ms, la raz pharmak podra derivarse de la magia de los herreros, cuya importancia en la vida econmica y militar antigua es evidente. Sin embargo, quiz sea ms slido considerar que se trata de un trmino compuesto, con una primera parte que significa trasladar23 y una segunda que significa poder24 En ese caso, frmaco sera [lo que] tiene poder de trasladar [impurezas]. Pero precisamente la impureza proporciona el hilo conductor. Entre phrmakon y pharmaks media un vnculo claro si se contempla la purificacin que trata de conseguirse por ambos medios. 22 Cfr. Artelt, 1937; en Lan Entralgo, 1982, pg. 326. 23 Far podra derivar de la raz indoeuropea bher (llevar) considerando que la bh indoeuropea se convierte en phi griega, de donde provienen el antiguo iranio bhrami, el avstico baraimi, el armenio berem, el griego phero, el latino fero, etc. 24 La raz indoeuropea mak, de donde provienen el germnico macht, el anglo might y el latino magister. 44. 29 MAGIA, FARMACIA, RELIGIN 1. El elemento catrtico Si pharmakoi (plural de pharmaks) se llamaban aquellos humanos que las ciudades sostenan para inmolar en sacrificio cuando eran afligidas por alguna calamidad, como esponjas con las cuales se limpia la mesa25, lo cierto es que tambin llamaban katharmoi, un trmino derivado de kathars (puro) y kathirein (limpiar, purgar), que en su forma sustantivada katharsis popularizar la teora aristotlica de la tragedia. En efecto, Aristteles sostena que ese gnero dramtico produca en los espectadores una purificacin de algn modo anloga aunque espiritual y desacralizada a la que se crea alcanzable mediante rituales religiosos26. Con todo, el trmino y la eliminacin de lo impuro en general poseen un destacado valor en medicina desde los ms remotos tiempos, donde se conocen y describen muchos tipos de katharmoi. En contraste con el uso hoy corriente del trmino, que suele restringirlo a laxantes intestinales o a expresiones como purgar una llaga, el mdico antiguo hablaba de purgantes para todas las partes del cuerpo, entre las cuales se inclua, desde luego, el cerebro. de hecho, los frmacos en s psicoactivos o no eran considerados teraputicos en cuanto purgaban, no ya cualquier rgano material del cuerpo sino el propio entendimiento y los nimos del individuo, lo cual pone de relieve una ntima conexin semntica que escap a varios fillogos. Bernays, por ejemplo, deca que catarsis significa o bien la expiacin de una culpa gracias a ciertas ceremonias sacerdotales o bien el alivio de alguna dolencia por medio de un remedio27. Pero el alivio de una dolencia y la expiacin de una culpa son en la poca arcaica procesos perfectamente paralelos, y en vez de emplear una conjuncin disyuntiva parece mejor emplear la copulativa28. En definitiva, el phrmakon era un pharmaks impersonal, casi siempre botnico29. En vez de purificar a un individuo o a una colectividad por la proyeccin del masma a otro ser humano, abocado por eso mismo a la destruccin, libraba a alguien determinado de una impureza tambin determinada por un camino no paranoico sino realista, expulsando pura y simplemente de l ese masma como lava un laxante los intestinos. Libre de cualquier elemento mgico, como vehculo catrtico objetivo y no transferencial, este concepto definir el conjunto de tratados mdicos reunidos bajo el nombre de Corpus hippocraticum. La extrema proximidad 25 Nilsson, 1925, pg. 87. 26 La tragedia griega representa un sacrificio expiatoriola muerte de un hroe en pago de su exceso (hybris), propuesto a una comunidad como rememoracin que descarga pasiones primarias. 27 Cfr. Lan Entralgo, 1982, pg. 334. 28 Cfr. Temkin, 1930, pg. 90 y ss. 29 A veces compuesto por secreciones o partes de animales, y preparados minerales tambin. 45. 30 HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS fontica entre el chivo expiatorio y las drogas deja entonces de ser enigmtica. Las sustancias teraputicas conocidas por el hombre arcaico se incluyen en un horizonte donde la medicina propiamente dicha y el rito del modelo A se alternan en una tentativa de hacer frente a un temor perfectamente comn. Aliviar un mal (posible o efectivo) y expulsar una impureza son la misma cosa. La diferencia decisiva es que el frmaco (con su ambivalencia de aquello que puede matar y, por eso mismo, puede curar) no cae en la dicotoma exterior de lo bueno y lo malo, lo puro y lo impuro, sino en la de lo til e intil a efectos catrticos. Ante una epidemia de clera cierta colectividad decidir inmolar chivos expiatorios, mientras otra usar opio como remedio, debido a sus conocidas capacidades astringentes, o elboro, o cualquier otro frmaco no psicoactivo. Podemos estar seguros de que la mayora de las ciudades antiguas emplearon ambas soluciones. Y de que as siguieron, hasta que una civilizacin la griega os pasar decididamente a la racionalidad y declar criminal desvaro la primera de ellas30. Casi treinta siglos despus, como si la historia describiese una rbita con peridicos retornos, algunas drogas y sus usuarios se convertirn en nuevos pharmakoi para ritos de descontaminacin colectiva, que profesan una fe en la cura transferencial comparable a la profesada por aquellos antiguos pueblos del Adritico, cuando despeaban cada ao a un joven con la piadosa oracin: seas t nuestras heces. 2. El elemento festivo Hemos examinado brevemente el nexo del phrmakon con el modelo A, que se basa en la expulsin de una impureza por su traslado a otro. Con todo, su elemento ms propio es sin duda el modelo B. Slo all, dentro de rituales emparentados con una forma u otra de comunin, cobra pleno significado social y sacramental. La fiesta es s