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Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 16, (2), 2013 438 www.revistas.unam.mx/index.php/repi www.iztacala.unam.mx/carreras/psicologia/psiclin Vol. 16 No. 2 Junio de 2013 LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO, SU IMAGEN Y LAS ALTERACIONES EN LA ANOREXIA Leticia Hernández Valderrama 1 Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala RESUMEN En el presente trabajo se muestra la importancia que tiene para el psicoanálisis investigar sobre el cuerpo y su construcción de acuerdo a las distintas estructuras clínicas. El cuerpo es una creación lingüística, son el Otro y los otros los que participan en su construcción y humanización. Es a través del lenguaje del Otro y los otros como obtenemos nuestra representación de la imagen del cuerpo, es la sustancia misma de nuestro ”yo”, ya que no somos nuestro cuerpo de carne y hueso, somos lo que sentimos y vemos de nuestro cuerpo. Nuestro “yo” es la idea íntima que nos forjamos de nuestro cuerpo, es decir, la representación mental de nuestras experiencias corporales. Tenemos el sentimiento de ser “yo” mismo cuando sentimos y vemos nuestro cuerpo vivo. Es decir, el “yo” está, compuesto por dos imágenes corporales diferentes pero indisociables: imagen mental de nuestras experiencias corporales y la imagen especular de nuestro cuerpo. Sentir que nuestro cuerpo vive y verlo moverse en el espejo nos produce el sentimiento incomparable de ser “yo”. Es su imagen la que uno ama o rechaza, agrede, humilla. Es el cuerpo que uno agrede con enfermedades o síntomas histéricos y hasta delirantes. Esta relación entre yo-cuerpo-imagen se forma a lo largo de toda la vida y sin que lo advirtamos. En casos particulares como en la psicosis, el cuerpo de la anoréxica sufre alteraciones, la 1 Dra. Leticia Hernández Valderrama, Profesor de Carrera Asociado “C”, Tiempo Completo. Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: [email protected] Z T A C A L I A Revista Electrónica de Psicología Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala

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Vol. 16 No. 2 Junio de 2013

LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO, SU IMAGEN Y LAS ALTERACIONES EN LA

ANOREXIA Leticia Hernández Valderrama1

Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala

RESUMEN En el presente trabajo se muestra la importancia que tiene para el psicoanálisis investigar sobre el cuerpo y su construcción de acuerdo a las distintas estructuras clínicas. El cuerpo es una creación lingüística, son el Otro y los otros los que participan en su construcción y humanización. Es a través del lenguaje del Otro y los otros como obtenemos nuestra representación de la imagen del cuerpo, es la sustancia misma de nuestro ”yo”, ya que no somos nuestro cuerpo de carne y hueso, somos lo que sentimos y vemos de nuestro cuerpo. Nuestro “yo” es la idea íntima que nos forjamos de nuestro cuerpo, es decir, la representación mental de nuestras experiencias corporales. Tenemos el sentimiento de ser “yo” mismo cuando sentimos y vemos nuestro cuerpo vivo. Es decir, el “yo” está, compuesto por dos imágenes corporales diferentes pero indisociables: imagen mental de nuestras experiencias corporales y la imagen especular de nuestro cuerpo. Sentir que nuestro cuerpo vive y verlo moverse en el espejo nos produce el sentimiento incomparable de ser “yo”. Es su imagen la que uno ama o rechaza, agrede, humilla. Es el cuerpo que uno agrede con enfermedades o síntomas histéricos y hasta delirantes. Esta relación entre yo-cuerpo-imagen se forma a lo largo de toda la vida y sin que lo advirtamos. En casos particulares como en la psicosis, el cuerpo de la anoréxica sufre alteraciones, la

1 Dra. Leticia Hernández Valderrama, Profesor de Carrera Asociado “C”, Tiempo Completo.

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: [email protected]

Z T A C A L I A

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anoréxica es presa de la convicción delirante de sentirse y verse obesa. Tiene la certeza absoluta de ser gorda y corpulenta, particularmente en la zona de los muslos y la cadera. Muchas anoréxicas se obstinan en borrar la menor curva femenina y en afinar su cuerpo hasta hacerlo inmaterial, etéreo, dejarlo vaciado de su sustancia. Caminan hacia la silueta de un cadáver, que no pueda suscitar jamás el deseo en otro, más que el horror de estar frente a esa figura siniestra de la muerte. Esa delgadez que deja ver los huesos, “la calavera”, el esqueleto, es como la imagen misma de la muerte. Pero también es el único modo que tiene para llegar a nacer como sujeto deseante fuera del deseo de la madre. Palabras clave: Cuerpo, “El yo, el Otro y los otros”, imagen corporal, imagen distorsionada en la anorexia psicótica.

THE CONSTRUCTION OF THE BODY, ITS IMAGE AND ALTERATIONS IN

ANOREXIA

ABSTRACT

In the present paper it is shown the importance that research over the body and its construction has on psychoanalysis according to the different clinical structures. The body is a linguistics creation. The Other and the others are the ones who participate in their construction and humanization. It is through the language of the Other and the others how we obtain our representation of the body image, is the very great substance of our “id”, since we are not the body of flesh and bone, we are what we feel and see of our body. Our “id” is the intimate idea that we forge or our body, meaning, the mental representation of our corporal experiences. We have the feeling of been “my”-self when we feel and see our living body. The “id” is compound of two body images, different but indissociable: mental image of our corporal experiences and the specular image of our body. To feel that our body lives and watch it moving in the mirror produce us the incomparable feeling of being “me”. Is its image what one loves, rejects, attacks, humiliates. It’s the body what one attacks with sickness or hysterical symptoms and even delirious. This relation between id-body-image transforms throughout our whole lives and without us noticing. In particular cases, such as psychosis, the anorectic suffers alterations, the anorectic is prey of the delusional conviction of feeling and self-watch obese. She has the absolute certainty of being fat and corpulent, particularly in the thigh zone and hips. Many anorectic get stubborn in deleting the slightest feminine curve and in tuning their bodies until there’s nothing material, ethereal, leaving it substance-empty. They walk toward the silhouette of a cadaver that can never arouse anyone’s desire, more than the horror of standing in front of this figure sinister of

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death. This acuteness that leave the bones to be seen, “the skull”, the skeleton, is like the self-image of death. But it is also the only way that possess to be able to born as a desire subject outside the wish of the mother. Key words: Body, “The id, the Other and the others”, corporal image, distorted image in the psychotic anorexia

A veces, histéricamente, mi propio cuerpo produce el incidente:

una velada de la que anticipaba el goce, una declaración solemne de la que esperaba un efecto benéfico,

las bloqueo con un cólico, con una gripe: todos los sustitutos posibles de la afonía histérica.

S. Freud.

El interés de investigar sobre la noción de cuerpo en la clínica psicoanalítica

es resultado de la escucha de diversos sujetos que han mantenido una relación

particular con su cuerpo y su imagen. Reflexionar sobre ello nos permitirá ubicar

algunos conceptos en referencia a la relación del sujeto con el sí mismo y la

envuelta corporal que permite la diferencia y relación entre el uno y el otro. ¿Cómo

se hace el sujeto de un cuerpo subjetivamente hablando? ¿Qué pasa cuando el

sujeto experimenta su imagen distorsionada? ¿Por qué se descuida, agrede o

desconoce? Y una serie de cuestionamientos que trataremos de desarrollar a lo

largo de este trabajo. Veremos como el cuerpo abordado desde el psicoanálisis es

distinto a los otros saberes: el del artista o el del médico, ya que se basa y alienta

en otro saber, el del inconsciente. Donde el adentro y el afuera se desvanecen y

alcanzan una imposibilidad por el desconocimiento que tiene el sujeto de su

cuerpo, de su imagen y del abismo imaginario que se abre en la superficie de su

piel y que lo atrapa.

Antecedentes.

Desde el punto de vista psicoanalítico Freud no trabajó el concepto de

cuerpo, sin embargo, esta noción fue elevada al rango de concepto analítico por

Paul Ferdinand Schilder, un psicoanalista vienés que emigró a los Estados Unidos

en la década de 1930, es autor de la obra “La imagen del cuerpo”. Parece ser que

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de ahí lo tomó Henri Wallon en Francia, Charlotte Bühler en Alemania y James

Mark Baldwin en los Estados Unidos. Sabemos que en Francia concibieron una

teoría muy avanzada del impacto que ejercía la imagen de sí mismo reflejada en el

espejo en el desarrollo infantil. Estos pioneros, cada uno a su manera, así como

los numerosos estudios psicológicos sobre el comportamiento del bebé ante el

espejo y algunas investigaciones etológicas inspiraron a Jacques Lacan para

elaborar su célebre “Estadio del espejo” y posteriormente la psicoanalista

Françoise Dolto hablará de la Imagen Inconsciente del Cuerpo y Gisela Pankow

propondrá por su parte, la imagen dinámica del cuerpo. Por otra parte el psiquiatra

Jean Lhermitte, especialista en los fenómenos alucinatorios, ya había aportado en

1939 una valiosa contribución a la psicopatología de lo que él llamaba “imagen del

propio cuerpo” término apreciado y retomado por Lacan.

La construcción del cuerpo y del yo. Entre la nominación y la escritura.

Todo fenómeno social es lingüístico. El lenguaje es generador de realidad.

Los seres humanos en su corporeidad se crean a sí mismos en el lenguaje y a

través de él. El cuerpo no existe antes del lenguaje. Falale (1974) señala: “Antes

del lenguaje está lo real.” Lo real del cuerpo, carne, uñas, pelo, cavidades,

órganos y piel.

Lo real del cuerpo es la carne sin significante, antes de ser invadido por el

decir, por el valor simbólico del significante. Ese real del cuerpo sobrevendrá

realidad humana cuando sea invadida y atravesada por el lenguaje. Es decir, lo

simbólico y lo imaginario instalan en lo real una realidad corpórea. Así lo real es

cognoscible por la presencia de lo simbólico.

El cuerpo es una creación lingüística, donde el Otro y los otros son los que

participan en su construcción y humanización. Es a través del lenguaje del Otro (la

madre en nuestra etapa primitiva) y los otros como obtenemos nuestra

representación de la imagen del Cuerpo, es la sustancia misma de nuestro ”yo”.

Lo que decimos y cómo lo decimos revela nuestra manera de ser, nuestra

existencia. Cada vez que hablamos nuestra identidad está en juego.

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Todo lo que representa el yo incluye las vivencias con el Otro y los otros.

Cultura, lenguaje, cuerpo, serían imposibles sin los otros que nos rodean desde el

inicio de la vida. Nuestro psiquismo, nuestra subjetividad, nuestra existencia, nace

y se conforma en un contexto vincular.

La madre pasa a ser el primer representante del Otro en la escena de lo real;

el padre, en esta misma escena, es el primer representante de los otros o del

discurso de los otros y de lo simbólico legal.

Podríamos señalar básicamente tres categorías de existencia del otro en

uno: El Otro real en sí, ese que es para siempre inalcanzable, pero que en un

inicio nos presenta el mundo apalabrándolo y ubicando nuestro ser en él. En

segundo lugar es otro puramente imaginario (otro construido básicamente en

función del narcisismo y del conocimiento de sí mismo y su imagen en el espejo. Y

finalmente el otro que se dirige a mí, que pretende algo de mí, que me atraviesa

con su significantes que me ubican dentro de un grupo y una cultura y que a la

vez, impone la alteridad y por lo tanto me modifican, lo acepte o no, agregando

una categoría que sería el mensaje. Ubicándolo desde Lacan sería así:

- Lo real: ese otro que será siempre incognosicible;

- Lo imaginario; ese otro básicamente especular, egocéntrico o narcisista;

- Lo simbólico, ese otro que me construye a través de la cultura que va más

allá de lo que cada uno percibe o imagina de su partenaire.

Desde los comienzos en la relación madre-bebé se instala el placer erógeno

del contacto. El cuerpo del bebé no sólo vive por el alimento que recibe. Las

caricias, el contacto, el calor, la mirada, los olores, pero sobre todo las palabras

con que acompañan este hecho, van escribiendo la historia de su “ser” en el

mundo.

Es en relación al acto de escritura como el padre y la madre nombran al otro:

a su hijo. El sujeto adquiere su nombre propio y el sentido del sí mismo (o yo) y de

su cuerpo El autorretrato equivale aquí a un proceso de nominación subjetivante,

dado que el hombre se apropia de su nombre y de la forma que lo singulariza.

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Define su estilo, en tanto se posesiona del cuerpo gozante de percibirse a sí

mismo y de nombrarse. Él mismo deviene escritura, resto último con el que se

identifica finalmente.

Además todo ser humano está en parte predeterminado y es estructurado

por los vínculos que lo preexisten a su nacimiento. Se comienza a estar “sujeto” a

la cultura antes de nacer en relación al lenguaje, ese proceso se extiende a lo

largo de toda la vida. Asimismo no sobreviviríamos si no hubiera otro que

reconociera y deseará nuestra existencia.

Roland Barthes en “Fragmentos de un discurso amoroso” nos da un mensaje

a entender lo que puede significar el cuerpo y el amor por el otro:

“El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra otro. Es como si tuviera palabras

a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La

emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene

a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es “yo te deseo”, y lo

libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo);

por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de

estos mismos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación.”

Así el sujeto lleva la marca encarnada en el cuerpo de los otros significativos

que han poblado su vida; a través de procesos, identificatorios, introyecciones,

imitaciones, transmisiones que siempre se dirimen en los vínculos sostenidos.

Uno cree que es uno pero en realidad está habitado por muchos otros. El

Otro y el otro están siempre en nosotros. Nacemos “viejos”, es decir, habitados por

discursos viejos y por deseos que se depositan en la piel, en la mirada, en el oído,

en el inconsciente… La familia es dadora de sentidos y “mete sentidos” a veces

muy a pesar nuestro, y entre esos sentidos los que se refieren al cuerpo, la

enfermedad, la patología, el dolor, el sufrimiento, serán los que devengan como

parte de la historia.

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La imagen del cuerpo como sustancia del yo.

¿Qué es una imagen?

Quizá en automático podríamos decir que es el doble exacto o semejante de

un ser o de una cosa. A la vez es la imagen como doble que aparece en el reflejo

de una superficie pulida, es el reflejo de mi cuerpo en el espejo, es el Cuerpo

imaginario, vale decir, la apariencia del cuerpo. Es una Imagen especular. En este

doble de la imagen algo se deforma a causa de la superficie que puede estar

pulida y brillante o deforme y opaca. Esto puede ser causa de que el sujeto tenga

una imagen deformada de su cuerpo, grabada como una representación en la

superficie virtual de la consciencia o del inconsciente o como una actitud corporal,

un comportamiento o un gesto irreflexivo que denota una emoción no consciente

sino inconsciente. Juan David Nasio dice que la imagen actuada no está en el

espejo, que no está en la cabeza; aparece en los actos sin que el sujeto se dé

cuenta de que sus actos expresan una experiencia emocional antigua de la que no

tiene memoria.

Aunque la imagen sea un reflejo visible, una representación mental

consciente o inconsciente o hasta una actitud corporal significativa, siempre es el

doble de alguien. La imagen visual es el doble de la apariencia del cuerpo, la

imagen mental es el doble de una sensación y la imagen actuada es el doble de

una emoción inconsciente. Nasio señala tres principios fundamentales: 1) Una

imagen es siempre el doble de algo. 2) El doble, es decir, la imagen, puede existir

o bien en nosotros, en nuestra cabeza, como una representación mental

consciente o inconsciente, o bien, 3) Fuera de nosotros, visible en una superficie o

hasta transformada en un acto observable dentro de un comportamiento

significante.

Sabemos también, que es el doble grabado en la conciencia, de una

sensación inmediatamente percibida y que afectivamente es importante para

nosotros. Percibimos una imagen que no es visual, que es imprecisa y

conmovedora de nuestras experiencias sensoriales (gustos, olores, sonidos,

imágenes) investidas afectivamente, es una de las variantes de la imagen del

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cuerpo real. Si el cuerpo imaginario es el cuerpo visto, el cuerpo real es el cuerpo

sentido.

La imagen es el doble, impreso en el inconsciente, de una sensación

intensamente vivida en la infancia. Esta imagen, conservada en la memoria

inconsciente, es la primera imagen, es el prototipo que sirve de modelo para todas

las imágenes ulteriores, conscientes o actuadas, de una experiencia semejante.

La imagen original (protoimagen) puede permanecer en el plano inconsciente

o bien elevarse al plano de la conciencia en ocasión de una nueva percepción, o

incluso, puede exteriorizarse en un movimiento espontáneo del cuerpo, como la

manifestación corporal de una emoción.

Digámoslo de otro modo, el cuerpo representa la emoción o conflicto que no

puede vivirse, enfrentarse o elaborarse en la cabeza. Ejemplo de ello, puede ser el

alcoholismo, el miedo, la angustia que van acompañadas de un comportamiento.

Es la imagen actuada de un sentimiento de culpa inconsciente que se expresa

mediante una conducta expiatoria. En realidad, la imagen actuada es la expresión,

no de un sentimiento inconsciente de culpa en estado bruto, sino de un

sentimiento de culpa dramatizado en una escena fantaseada en la cual el yo

culpable se angustia ante los reproches del superyó acusador. En el inconsciente,

toda emoción es fantaseada. Podemos decir, que la imagen actuada es una

variante de la imagen del cuerpo real.

En el terreno de lo escópico, el niño siempre retorna a la mirada de la madre,

para confirmarse como Uno. Es porque el deseo siempre está en el campo del

Otro y la madre es soporte de ese Otro. La relación del sujeto con el Otro se

sostiene en la mirada. Lacan menciona: “Lo que me determina fundamentalmente

en lo visible es la mirada que está afuera. Con la mirada entro en la luz y de la

mirada recibo su efecto. De lo que se deduce que la mirada es el instrumento por

el que se encarna la luz.” El cuerpo es entonces un montaje que sostiene la

mirada, montaje de la realidad imaginaria y Real del cuerpo. La mirada se matiza

de acuerdo al deseo y situación del Otro. Es posible que dada una determinada

ubicación de la mirada fuera del registro de lo simbólico ese fenómeno no se

produjese, es decir, se viera una u otra cosa pero no ambas, y se produjeran

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efectos de hacer posible la complementación imaginaria del cuerpo del Otro,

quedando fuera lo simbólico de la castración.

Sentir y ver el cuerpo.

Lacan desarrolla la idea, en relación a “la Imagen del cuerpo como sustancia

misma del yo”. No somos nuestro cuerpo de carne y hueso, somos lo que

sentimos y vemos de nuestro cuerpo: soy el cuerpo que siento y el cuerpo que

veo.

Nuestro yo es la idea íntima que nos forjamos de nuestro cuerpo, es decir, la

representación mental de nuestras experiencias corporales, representación

constantemente influenciada por la imagen que nos devuelve el espejo. Para

decirlo brevemente tengo el sentimiento de ser yo mismo cuando siento y veo mi

cuerpo vivo. Sentir que nuestro cuerpo vivo y verlo moverse en el espejo me

produce el sentimiento incomparable de ser yo.

En el fondo, el yo no es más que un sentimiento, el sentimiento de existir, el

sentimiento de ser uno. Éste es un sentimiento eminentemente subjetivo porque

se basa en la vivencia igualmente subjetiva de nuestras imágenes corporales. Así

es como Lacan considera que el yo es una entidad esencialmente imaginaria

cincelada por todas nuestras ignorancias, por todas las equivocaciones y todos los

espejismos que desdibujan la percepción que tenemos de nosotros mismos. Por

eso Lacan, califica el yo como “lugar de desconocimiento”. Sentir que el cuerpo

vive y verlo en movimiento nos procura la certeza inmediata de ser uno mismo,

certeza que, sin embargo, oculta nuestra ignorancia de quiénes somos y de dónde

venimos. El yo es al propio tiempo la certeza de ser uno mismo y la ignorancia de

lo que uno es.

Lacan trata de ser más didáctico en cuanto a cómo el cuerpo se inaugura

sobre el territorio que ofrece el organismo humano, en esa experiencia

fundamental que él denomina el estadio del espejo. Donde los modelos de la

óptica nos ayudan a entender cómo se refleja la imagen que el niño percibe como

suya a través de la palabra del Otro. Alrededor del sexto mes, se produce la

relación con la imagen del otro que le proporciona al sujeto la matriz alrededor de

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la cual se organiza su vivencia de separación. Lacan en su Seminario 4, menciona

que la relación con esta imagen se presenta como total, y no sólo colma, sino que

es fuente de júbilo por la relación específica del hombre con su propia imagen. Es

como capta que a él puede faltarle algo. Es en la relación especular donde el

sujeto experimenta y aprehende una falta posible, que más allá puede existir algo

que es una falta.

La primer imagen para el niño lo vitaliza y anima a hacerse de una imagen

que ubicará como “yo”. El niño descubre su imagen y se apropia de ella antes de

tener un control motor de todo su cuerpo.

Esa imagen cautivante es ante todo una imagen corporal, primera

representación de sí, eso que Freud llamo Ur-Ich. Y que permite al niño a través

de lo imaginario bordear lo real de su cuerpo para constituir su Yo. Con esta

primer representación el niño produce una primitiva delimitación de lo que es su yo

y puede excluir lo que no es. Podemos decir, que este momento además de

inaugurar el conocimiento del yo, también aparece la realidad del mundo exterior y

la forma de su cuerpo y evidentemente el narcisismo primario. La experiencia del

espejo plano permite al sujeto mirarse y contemplarse en su totalidad.

El niño necesita al otro para saberse aquí y diferente. Asimismo a través de

la mirada de la madre reconocerá su deseo en relación con él, no sólo por

intermedio de su propia imagen sino del cuerpo del semejante (su imagen del

espejo). Por ello el niño reconoce su deseo en el otro cuerpo, en el cuerpo del

otro; el intercambio se produce y adquiere la consciencia de sí. M. Bicecci (1983),

Lo explica diciendo: “Es porque su deseo ha pasado del otro lado que él se asimila

al cuerpo del otro, y se reconoce como cuerpo”. Esa relación especular sin salida

provoca la tensión de la rivalidad y agresividad que llevaría a manifestaciones

agresivas posteriores en relación a las diferentes facetas del narcisismo, de la

relación con el cuerpo propio y con el cuerpo del otro. Sólo más allá de la

realización narcisista se organiza el vaivén tensional, profundamente agresivo,

entre el sujeto y el otro, que se va recubriendo a medida que cristalizan las capas

sucesivas de lo que construirá el yo, puede introducirse algo que le revela al

sujeto, más allá de lo que él mismo constituye como objeto para la madre, es eso

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que percibe que está capturado, cautivo, retenido, en el objeto de amor que la

madre demanda en algo que él mismo, como objeto, no consigue apagar –a saber

una nostalgia relacionada con la propia falta del objeto de amor.

Con el fin de tratar de colmar esa falta en la madre el niño hace múltiples

intentos de convertirse en lo que supone a ella le falta a costa incluso de sacrificar

su propio ser de sujeto. Esto puede ser causa de atorones y estirones en la

relación con el cuerpo y su imagen a lo largo de la vida, muchas veces pueden

derivar en alteraciones o distorsiones en un nivel patológico. Pasemos a hablar

cuando la imagen del cuerpo real se vive alterada o distorsionada.

Sobre las distorsiones o alteraciones de la imagen del cuerpo.

De manera general podemos decir que prácticamente todo sujeto suele tener

una ceguera a la realidad objetiva de su cuerpo, e incluso, ciegos de nacimiento,

porque nunca supimos ni sabremos sentir o ver nuestro cuerpo tal como es, sino

que lo sentimos y lo vemos tal como deseamos o tememos que sea. Muchas

veces nos creamos una imagen exagerada de él –ya sea por exceso o por

defecto- o una idea falsa de nuestras sensaciones internas. A veces lo sentimos o

lo vemos demasiado grande, chico, joven o viejo o demasiado vulnerable o

eternamente infatigable. Otras veces, por algún rasgo nos lamentamos o

quejamos de tener la cabeza demasiado grande o la nariz prominente o por tener

el pene o los pechos ridículamente pequeños, o la llanta que no desaparece.

También a menudo, doloridos, nos inventamos una anatomía completamente

imaginaria y localizamos erróneamente nuestro dolor en un órgano que, sin

embargo, no está afectado.

Al hacernos de un cuerpo solemos quejarnos de algo o por algo, nos

percatamos de las inclemencias del tiempo, de las enfermedades o de ciertas

emociones vividas en el cuerpo como la angustia. Un paciente dice por ejemplo:

“No sé quién soy, ni a dónde voy” “me siento como una máquina programada, sin

imagen…”. Otra más comenta: “…siento algo caliente que desde las entrañas me

invade y me consume. Es una desesperación que no soporto, el cuerpo me

estorba…” Otro menciona: “…me siento joven, tengo ideas jóvenes; por eso odio

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el cuerpo que tengo, no soporto verme, me anuncia la cercanía de la vejez, mi

obesidad me estorba, sentir que todo me duele; eso, me enoja”. Decididamente,

las imágenes mentales que nos forjamos de nuestro cuerpo, sustrato de nuestra

identidad, son imágenes subjetivas y deformadas que falsean la percepción que el

sujeto tiene de sí mismo.

El sujeto se relaciona con el cuerpo sentido y experimentado producto de su

historia.

Por otro lado, nos encontramos con cuerpos vacíos, mudos, donde no se ha

estructurado su imagen y por ende no se puede sostener un narcisismo

fundamental. Estos sujetos han experimentado rupturas dañinas del lazo temprano

con su madre y a través de la vida con ella. ¿Cómo ha sido la relación entre el

niño y la madre para que se presenten alteraciones o distorsiones al hacerse de

su imagen?

Cada niño al nacer suscita en su madre el recuerdo de la niña que fue en su

primera infancia, de esa relación olvidada con su propia madre. Esta relación es la

que alimenta ahora el vínculo que tiene con su hijo. Este bebé suscita en ella, a la

madre nutricia que enuncia las primeras palabras que despiertan el sentir del

corazón de su hijo, su mirada iluminada y su sonrisa. Son estas palabras las que

hablan de su deseo como madre y que como un eco se inscriben y anidarán en el

inconsciente del niño.

Es así como, para cada ser humano, la relación con su madre se convierte

en la fuente de su existencia. Françoise Dolto dice en su texto de “La imagen

inconsciente del cuerpo”, que se trata de una evidencia sentida, a la vez ética y

estética que todo ser humano al contacto de la naturaleza de su madre, lo eleva a

una belleza incomparable que lo anima por la luz del rostro percibido, cuando se

inclinó sobre él en sus primeros días de vida.

Toda madre es modelo de mediación pacificadora de las necesidades de su

hijo, como causa de articulación de deseos con necesidades y a la vez puede ser

fuente de la confusión entre necesidades y deseos. La madre es también la

primera informadora sobre los peligros de la vida y la primera mensajera de amor.

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Amor al que deberá renunciar ella misma, ya que de no hacerlo así, también

puede dar muerte psíquica a su hijo. El hombre no es el representante de la

muerte para el inconsciente. La mujer lo es, porque de ella vienen los goces que

hacen olvidar el cuerpo al sujeto y su ser al niño. Cuando hambriento, ella lo ha

calmado, cuando angustiado, lo ha consolado, él siente que se ha vuelto ella:

riesgo de “no ser dos” y ser “uno con ella”. Ella es quien primero debe asumir la

renuncia al cuerpo de su hijo, y transmitirle este mensaje; ella no puede retomar lo

que ha dado. El niño, por su parte, debe sustraerse a su deseo y a la solicitud de

estar con ella a partir de cierto punto de su desarrollo, debe rehusarse al placer

que ella le demanda a partir de cierto momento. Ya que ninguna satisfacción que

él ofrezca como objeto real que acuda a suplirla podrá colmar jamás la falta en la

madre. El padre será el que instaure la legalidad y la separación de estos cuerpos,

para que el niño pueda transitar y salir de su Edipo. La castración será como dice

Lacan en doble sentido: para la madre y para el hijo. Así podemos ver que la

madre puede ser el símbolo de la muerte tanto como de la vida.

Las alteraciones de la imagen del cuerpo en los niños pueden provenir de

una separación temprana y prolongada de la madre (entre los cinco y los nueve

meses), puede introducirlos en el autismo. El aislamiento y ausencia de palabra

puede ser en estos pequeños porque temen reanudar lazos con su madre, como

si para ellos encarnara la muerte. La persistencia del sujeto en la búsqueda de un

goce arcaico perdido hace de él un ser humano inadaptado a su edad, sin

lenguaje con el otro, sin complicidad de la mirada, sin reencuentro de los juegos

motores. A veces, en cambio el niño se agita sin tregua y sin meta, es inestable,

como se dice. A veces permanece completamente inmóvil, fijado, estuporoso en

un estado de disminución de lucidez mental, de coma, o en estado vegetativo del

cual no se puede despertar. El autista no acepta que se le aparte de sus habitus

estereotipado más que por la mera tensión de sus necesidades excrementicias, o

por la necesidad de comer. Jugar con sus heces sería la única distracción que

podría tener sentido para él. F. Dolto menciona que este niño sobrevive como no

destetado de su madre espectral, la muerte que lo amenaza y con la cual para

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impedirla o evitarla se mimetiza, como si olvidándose de sí, se convirtiera en otro,

tal como su madre cuando siendo él pequeño, lo había sosegado.

¿Cuáles pueden ser los signos que nos alerten sobre esta problemática?

La ausencia de sonrisas, de mirada de lalaciones, el no buscar a la madre, la

falta de comunicación con ella, de llamadas, de silencio, de excesiva tranquilidad,

o por el contrario, de gritos continuos, estereotipados; son signos que se ofrecen a

la observación para indicarnos que algo anda mal en la relación con la madre. Es

así como se va preparando una psicosis sigilosa o una neurosis precoz.

A la edad del desarrollo del niño en que el esquema corporal debería ser

mediador con otro para adquirir su imagen del cuerpo, las pulsiones buscan su

satisfacción en relación a las necesidades naturales. Son estas pulsiones las que

dan expresión a sus deseos, disfrazados de necesidades insaciables de comer o

de beber, donde no verbaliza ni tiene un sentido social. El niño se mete todo a la

boca, los objetos pequeños, sus heces, la tierra, todo lo que se le presenta y

quepa. En el espacio de su boca trata de conservar un poco de seguridad, es un

espacio deshumanizado que él engulle y a veces vomita, no habla y no se

alimenta ni psíquica ni afectivamente. Al crecer realiza muchas conductas

compulsivamente que lo ponen en peligro, a él y a otros, por lo que

frecuentemente se le aislará y en este aislamiento es posible el reencuentro con el

cuerpo la madre.

Por otro lado, -sólo enunciamos por ahora- que hemos visto a niños

diagnosticados con esquizofrenia que no tienen un dominio motriz y real de su

cuerpo, hay una no concreción de su imagen, se viven como cuerpos

fragmentados y hay efectos y dificultad para articular o hacerse de una imagen

real del cuerpo. La captación imaginaria es fallida, de ahí que sea tan importante

conocer sobre lo sucedido en el estadio del espejo, ya que éste anticipa

imaginariamente el nacimiento de su imagen corporal y de su yo.

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Imagen alucinada en la anorexia.

¿Cuál es ese cuerpo cuyo doble es la imagen corporal distorsionada? ¿Qué

sujetos tienen alteraciones o distorsiones de su imagen? En la clínica

psicoanalítica conviene siempre investigar sobre la imagen corporal, pues es una

de las vías privilegiadas de acceso al inconsciente.

De manera general expondré el caso de M., una paciente que estuvo

hospitalizada por motivos de anorexia grave en el área de psiquiatría en un

Hospital de la Ciudad de México, y que tras su salida estuvo en un tratamiento

psicoanalítico.

M. era una paciente adolescente de 16 años que sufría una anorexia grave,

presentaba un cuerpo esquelético y asexuado en sus formas. Era un cuerpo que

mostraba una delgadez aterradora y un aparente encanto femenino.

Generalmente en estos casos nos enfrentamos a estados psicóticos. Debo aclarar

que no toda anorexia es psicótica, también se presenta en la neurosis. Sin

embargo, en este momento nos centrarnos en la anorexia psicótica que

presentaba esta jovencita.

Podemos inicialmente preguntarnos: ¿Que podría justificar que alguien no

quiera comer y con ello ponga en riesgo su vida? Si el rechazo del alimento

supone un atentado contra la vida misma.

Lacan afirma: El anoréxico, "come nada...". Y bien ¿qué es esa nada, sino un

nombre para esa falta que este sujeto se obstina en preservar con su rechazo?

Comer "nada" es un modo de interpelar la omnipotencia del Otro, de transformar

ésta en impotencia y, una manera de separarse de ese Otro.

Cuando la madre atiborra a su bebé con "la papilla", aplasta su deseo al

satisfacer todas sus demandas. En otro momento, opta por decir No, no a tu

demanda de alimentarme hasta borrar todo vacío. Y con ese rechazo el sujeto

crea un deseo, un deseo de otra cosa, aunque no sepa cuál es. En el caso que

analizamos, era como una partida que se jugaba entre la madre y la hija, mediante

el recurso del síntoma, donde generalmente quien dominaba era la hija. La

cuestión era saber quién impondría la ley, era una lucha contra la omnipotencia

del Otro. Aquí no había lugar para un tercer elemento.

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¿Qué uso hace de su cuerpo la anoréxica? ¿Puede ser un intento de

procurarse un cuerpo en el límite de la vida o en la muerte misma?

Esta paciente era presa de la convicción delirante de sentirse y verse obesa.

Independientemente de cuál era su peso. La anoréxica delirante, tiene la certeza

absoluta de ser gorda y corpulenta, particularmente en la zona de los muslos y la

cadera. Desde la pubertad, y ensombrecida por su obesidad, muchas anoréxicas

se obstinan en borrar la menor curva femenina y en afinar su cuerpo hasta hacerlo

inmaterial, abstracto, etéreo, dejarlo vaciado de su sustancia.

Durante los tratamientos, ellas suelen señalar la grasa de su cuerpo que las

obsesiona en desaparecer. “M” por ejemplo dice: “No son músculos los que tengo

son “bolas de grasa que hay que desaparecer-las”, y tratan de hacerlo a condición

de no comer. Desaparecer-las a costa de la vida misma. Al escucharla, nos

preguntamos, ¿hasta qué grado puede negar la realidad de su cuerpo

esquelético? ¿Qué mirada ve cuando se mira al espejo?

Esto es sin lugar a dudas, la negación absoluta e inconsciente a integrar en

su yo una representación inaceptable, en este caso de un cuerpo femenino. Su

necesidad era mantener su precario equilibrio narcisista que se sentía amenazado

si comía. Esta es una de las razones que nos permitió entender la terrible crueldad

con que maltrataba su cuerpo. En un intento certero de tener que borrar de él todo

rasgo de vida que pudiera ser asiento de un deseo de otro. En la anorexia grave

se camina hacia la silueta de un cadáver, que no pueda suscitar jamás, en otro,

más que el horror frente a esa figura siniestra de la muerte. Esa delgadez que deja

ver los huesos, “la calavera”, el esqueleto, es como la imagen misma de la muerte,

y no puede provocar más que horror. De esta manera el deseo de cualquier otro

se aniquila -es cierto que todos tenemos un esqueleto al que llevamos dentro,

pero éste, está bien oculto bajo la piel-. El cuerpo que la anoréxica nos presenta

sin recato alguno, lo hace de forma que nos preocupa, pues es la imagen de una

muerte anunciada.

La anoréxica pretende un cuerpo “ideal” que la aparta de la satisfacción de

las pulsiones sexuales (libido de objeto) y la ubica fundamentalmente en el campo

de la libido narcisista. Su búsqueda delirante se vuelve obsesiva por obtener una

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delgadez que la lleve al cuerpo “ideal”, aunque éste no sea otra cosa que la figura

ominosa de un cadáver. Al tiempo que marcha hacia la muerte, se afirma en su

desmentida sobre la inmortalidad de un cuerpo sin necesidades. Un cuerpo donde

no hay hambre, ni sed, no padece fatiga, ni cansancio, ni sueño, que no se deja

vencer por hambre. Es presenciar como si para ella vivir fuera en realidad morir.

Concebimos dicha aspiración a un ideal de perfección corporal como

aspiración a un estado que promete la fusión con el objeto primario claro nos

revela al mismo tiempo las fallas del cuidado materno y sus insuficiencias. De este

modo, M. se siente presa de una oscilación sin término, como partida entre el

deseo de destruir al Otro y el de conservarlo. Esto va acompañado de un intenso

sentimiento de culpabilidad, que la lleva a destruirse para que pueda subsistir el

deseo. Así la sensación y la visión de su cuerpo femenino, es decir, la

representación inconsciente que tiene de su feminidad, le resulta intolerable y, sin

darse cuenta, debe arrancar esta idea imperativamente de su cabeza.

Parece que M. como anoréxica vomitará su feminidad repugnante que se le

presenta aún peor en la locura de sentir entre sus dedos la grasa de su cadera

descarnada y de verse gorda en el espejo. Es frecuente que la anoréxica tenga

una imagen de un cuerpo monstruoso que la invade, este cuerpo es el cuerpo de

su madre, de la madre tal como ella la ve y no como verdaderamente es, de su

madre fantasmática y no de su madre real. Es común que en estados de anorexia

grave, la anoréxica forcluya toda feminidad. Ella alucina que es obesa y por lo

tanto, maltrata su cuerpo, lo somete al hambre y lo lleva hasta el límite de la vida,

con tal de no sentirse invadida por el cuerpo de la madre o de parecerse a ella.

También por eso evita ser alimentada por ella.

Otra característica propia de M., fue la de sentirse orgullosa de controlar su

peso y achatar sus formas. Para la anoréxica, este dominio loco del cuerpo

constituye un triunfo y su orgullo secreto. Hago notar que esa sensación de

victoria, explica la resistencia que, con frecuencia, opone a todo tratamiento. Es

ese el goce mortífero que experimenta y al cual se aferra a no perder.

En la anorexia grave, el cuerpo puede faltar y en ese caso la anorexia misma

puede ser un intento de construcción de un cuerpo. Un cuerpo con unas

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características especiales: sin grasa, sin carne, donde el hueso debe ser visible y

palpable, y en el que se localiza un único agujero, el vacío del estómago.

Así su cuerpo no se muestra capaz de limitar el goce, porque es un cuerpo

de puro goce, en el que no hay pérdida de goce sino continuo incremento por el

intento mismo de perseverar en sostener ese cuerpo. La solución de la anoréxica

es llevar el cuerpo al mínimo, al cero. Ser sólo espíritu y que la carne

desaparezca. Pretende experimentar llegar al límite extremo del comienzo de la

muerte. Y en ello desea desenredar la cuestión de las voces que la habitan.

Maud Mannoni menciona en su texto “El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis”

sobre el delirio una paciente anoréxica que es como si pendiera sobre ella una

condena a la muerte de su ser. Su aspiración es la de morir en su cuerpo para que

su ser escape a la muerte. A nivel simbólico, nada de lo que pertenece al registro

de la castración es articulable. La castración sólo puede ser vivida al nivel de lo

real: bajo la forma de muerte.

Volvamos a lo que Lacan nos dice sobre “lo que se expulsa de lo simbólico

reaparece en lo real”, podemos aseverar que si una representación ha sido

desterrada del mundo del espíritu, reaparece violentamente en el mundo de los

sentidos, como una cosa alucinada, visual, auditiva, olfativa o táctil. El yo enfermo

rechaza inconscientemente una representación que le resulta insoportable y ésta

reaparece súbitamente y se hace perceptible a los sentidos alucinados. Es decir,

una representación deja de ser imaginada para consagrarse en alucinación. De

acuerdo con la hipótesis de la forclusión, la alucinación se explicaría, pues, como

una perturbación grave de la percepción provocada precisamente por una

perturbación grave de la simbolización, vale decir, por la expulsión brutal de una

idea inconsciente que la cabeza no puede tolerar. Así es como sin advertirlo la

anoréxica rechaza la representación repulsiva del cuerpo femenino y la vuelve a

encontrar transformada en una certeza, es decir, en una alucinación táctil y visual,

la de palparse y verse gorda.

En la anorexia lo importante no es el comer, sino el tener ganas de algo

como el librar una lucha contra algo, que de sentido a vivir a un a costa de morir.

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Así, de acuerdo con Mannoni, vemos que la anorexia en este contexto, no es

una “enfermedad” propiamente, sino el único modo que tiene el paciente de llegar

a nacer como sujeto deseante fuera del deseo de la madre. El “yo no quiero

comer” contiene el “Yo quiero” del deseo que trata de surgir. Lo importante para el

psicoanálisis será hacer que surja un deseo que no ponga en riesgo la vida.

PARA CONCLUIR

Podemos decir que es indiscutible que nunca percibamos el cuerpo tal como

es, siempre lo percibimos en más, en menos o, de algún modo diferente. Sólo

vemos lo que queremos ver, o mejor dicho, lo que nuestro deseo inconsciente nos

pide ver. Si tuviéramos que compararnos con la anoréxica, yo diría que, mientras

ella alucina su cuerpo obeso, nosotros, como neuróticos, deformamos la

percepción del nuestro. Esto nos muestra en qué medida la imagen que tenemos

de nuestro cuerpo es siempre una imagen falsa, un espejismo obligado que estará

ineludiblemente deformado por la influencia de los sentimientos de amor y odio,

conscientes o inconscientes con el que nos relacionamos con el cuerpo propio;

todo ello, a partir de nuestras primeras experiencias y con la presencia del Otro y

los otros que llevamos en nosotros mismos. Creo que nadie negará el papel

relevante que el Otro y los otros ejercen sobre la constitución del psiquismo y sus

constantes transformaciones y sobre el desarrollo de la personalidad, tanto en sus

aspectos “normales” como en las alteraciones “patológicas”.

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