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LA CAMA REB/VELADA

Pasado, presente y futuro del sexo y del amor

Regina Navarro Lins

La cama rebvelada OK.qxd:Maquetación 1 30/3/09 16:15 Página 5

Navarro Lins, ReginaLa cama reb/velada : pasado, presente y futuro del sexo y del amor / Regina Navarro Lins ; coordinado por Tomás Lambré. - 1a ed. - Buenos Aires : Del Nuevo Extremo, 2009.

464 p. ; 23x15 cm.

ISBN 978-987-609-158-9

1. Psicología. 2. Sexualidad. I. Lambré, Tomás, coord. II. TítuloCDD 150

© del texto: Regina Navarro Lins, 2005© de la presente edición 2009, Editorial del Nuevo Extremo S.A.A. J. Carranza 1852 (C1414COV) Buenos Aires ArgentinaTel / Fax (54 11) 4773-3228e-mail: [email protected]

Director editorial: Miguel LambréCoordinador de edición: Tomás LambréImagen editorial: Marta Cánovas

Diseño de tapa: Martín LambréDiseño de interior: m&s estudioTraducción: Mónica Ploese

Primera edición: abril de 2009

ISBN 978-987-609-158-9

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaciónpuede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún mediosin permiso del editor.

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en Argentina. Printed in Argentina


A Giovanni de Polli, amigo siempre presente,que me posibilitó la edición de este libro.

A Victoria Issa Navarro Lins, mi madre, que meapoyó incondicionalmente, a pesar de no estar

de acuerdo en absoluto con mis ideas.

A Flávio Braga, con quien hace siete años com-parto la vida y el trabajo.

A Taísa y Deni, mis hijos, y a Diana, mi nieta.


Todos los testimonios presentados en este libro son reales.

Los nombres y las circunstancias de los entrevistados

fueron modificados para proteger su privacidad.


Mi agradecimiento a los amigos

que me ayudaron

y a mis pacientes, alumnos y lectores,

por haberme contado sus historias.


Índice

Prefacio / 13Introduccion / 17

I EL PASADO REMOTO / 21El principio / 23

La paz primitiva / 25El culto a la Diosa / 26El descubrimiento de la paternidad / 28La Diosa y la mujer / 30El culto al falo / 33El padre: único creador / 37El patriarcado / 40El Dios único: el Padre poderoso / 44Eva / 48Lilith: el primer conflicto sexual de la historia / 52La mujer: un ser maligno / 54La vagina: el gran peligro / 58María: la oportunidad que las mujeres perdieron / 61Aversión al sexo / 62

II EL AMOR / 71Amor cortés: comenzando a hablar de amor / 73

El mito del amor romántico / 85La invención de la maternidad / 106La inauguración del amor romántico / 129La mujer femenina / 131La mujer autónoma / 138El hombre masculino / 146El hombre dependiente / 157

III CASAMIENTO / 161El matrimonio como solución / 163

El amor conyugal / 166Las expectativas del amor dentro del matrimonio / 169


El sexo en el matrimonio / 176La crisis del matrimonio / 183

Los celos / 186Fidelidad / 192

La separación / 198¿El matrimonio es necesario? / 218

IV SEXO / 231Represión sexual / 233Prostitución / 239Homosexualidad / 253Virginidad / 298Orgasmo / 304

Dificultades sexuales / 325Prácticas sexuales / 342El desempeño sexual / 363

V EL FUTURO QUE SE ANUNCIA / 367Amor / 369

El amor romántico comienza a salir de escena / 370Amor virtual / 376Poliamor / 380Sin temor a estar solo / 392

Matrimonio / 394Ménage à trois / 394Swing / 399Separación / 410La familia doble / 414

Sexo / 417Sexo grupal / 417Sexo virtual / 421Sex shops / 427Androginia / 430Bisexualidad / 434

Conclusión / 437Notas / 443Bibliografía / 459


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Prefacio

La primea edición de este libro data de 1997. Transcurridos diezaños de su publicación, todavía despierta interés en lectores de lasmás diversas edades. Ahora, Pareja cama afuera cambia de casa y,por ello, se hizo necesario realizar una revisión atenta, a los efectosde observar los posibles cambios impuestos por el paso del tiempo.Si bien nada ha sido desmentido por la realidad, surgieron nuevoscaminos y tendencias.

En esta nueva edición se agregó una quinta parte, “El futuro quese anuncia”, donde se abordan algunos temas contemporáneos. Enlas tres direcciones en las que el texto se orienta —amor, matrimo-nio y sexo—, lo que llama la atención es la búsqueda de una vidamás libre y desvinculada de toda regla autoritaria.

El amor, en la forma que lo conocemos, comienza a salir de esce-na y arrastra consigo la idealización de la pareja romántica, con supropuesta de que los dos se transformen en uno solo y su idea deexclusividad. Este bienvenido cambio se analizó en un capítulo nuevo,sobre el amor, en el que observamos la tendencia a sustituir la ideali-zación por la amistad y el compañerismo en las relaciones amorosas.

Asistimos a un nuevo universo de posibilidades, en el que el aba-nico de elecciones respecto del amor se amplía. La creencia de quese debe encontrar toda la satisfacción en una sola pareja queda debi-litada ante la hipótesis de amar a más de una persona a la vez.

Tiempos tan permisivos solo podrían generar algo parecido alpoliamor. Una verdadera revolución en las relaciones, que la ediciónanterior de este libro apenas insinuaba. Develamos aquí lo que, des-


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de la revolución sexual, podría ser el cambio más importante en lavida amorosa de los seres humanos.

El matrimonio está experimentando profundas transformacio-nes. En un futuro próximo, las parejas podrán relacionarse por la-zos afectivos, profesionales o incluso familiares, sin que esto lesimpida multiplicar su vida amorosa con otras parejas.

La admisión de una tercera persona o el estilo swinger, es decirel intercambio de afecto y placer con otras parejas va cobrando fuer-za. En las grandes ciudades, los clubes especiales para esta clase derelaciones tienen cada vez más éxito. En esta edición revisada se des-criben estas nuevas formas de matrimonio.

El siglo XXI deberá asistir al establecimiento de una inédita so-ciedad de solteros. Las familias con un progenitor único se tornaráncada vez más predominantes. El mito de que es necesaria la convi-vencia de los padres para la formación saludable del individuo hacaído definitivamente.

El concepto de familia se ha ampliado. Las parejas homosexua-les son aceptadas con más naturalidad y el número de países queadmiten la unión estable entre gays crece cada año. Incluso algunosles dan a los cónyuges del mismo sexo los mismos beneficios que alas parejas heterosexuales, como el derecho a la herencia, a la pen-sión, a adoptar niños y al divorcio.

El sexo va perdiendo, poco a poco, el punto de vista moralizan-te que predominó a lo largo de la historia de la civilización. El reco-nocimiento de que su práctica es un factor de equilibrio y uno de losprincipios de la vida saludable, ampliamente anunciado por W. Reicha comienzos del siglo XX, se ha consensuado.

Hoy en día, las dificultades de encontrar pareja se superan me-diante el sexo virtual. Si bien nadie sabe quién está del otro lado, esono impide que se vivan fuertes emociones. Internet permite relacio-narse más fácilmente con extraños que los boliches, bares o fiestas.En un futuro próximo, los ciberjuegos eróticos deberán reproducirel placer sexual.

Los milenarios consoladores que las mujeres utilizan desde laAntigüedad son sustituidos por sofisticados vibradores, que produ-


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cen intensos orgasmos y se usan de manera individual o durante elsexo con la pareja. Los sex shops son cada vez negocios más lucra-tivos y el placer se vuelve accesible para ambos sexos y para cual-quier franja etaria.

Existen signos de que nos encaminamos hacia el fin del génerosexual. La androginia se refiere a una manera específica de unir losaspectos “masculinos” y “femeninos” de un mismo ser humano. Esposible que, en un futuro no tan lejano, con la disolución de la fron-tera entre lo masculino y lo femenino, la gente elija sus parejas amo-rosas y sexuales por las características de personalidad y ya no porsu condición de hombre o mujer.

Bien, la cama ha sido revelada y la vemos rebelarse contra las es-tructuras y las convenciones que han decidido su suerte hasta ahora,recibiendo la brisa fresca de los nuevos tiempos.


Introducción

Julio, un ingeniero de 54 años, se casó tres veces. Después de pasaralgún tiempo solo, conoció a Sonia, una dentista de 48 años, madrede dos hijos mayores. Después de un año de relación, sintió quedeseaba vivir con Sonia, “construir una familia”; en fin, quería unavida tranquila.

“No entiendo. Ella dice que me ama, que quiere continuar nuestrarelación, pero que no quiere casarse. Y lo peor no es eso. Hacevarias noches que no duermo pensado en lo que me dijo. Con totaltranquilidad, me explicó que le encanta tener relaciones sexualesconmigo, pero que también tiene deseos por otros hombres. Nosiente pasión solo por mí, y por lo tanto, no cree que sea justo repri-mirse. No sé qué pensar. No lo puedo aceptar, soy un hombre conexperiencia, sé cómo satisfacer a una mujer. Siempre estuve segurode eso”.

Susana es pedagoga y tiene 26 años. Hace casi tres vive con Fabio,pero insiste en mantener un departamento que comparte con dosamigas, donde vivía antes. De vez en cuando, al menos una vez porsemana, duerme en su antigua casa. En la actualidad se siente pre-sionada a tomar una decisión.

“Fabio quiere tener un hijo este año sin falta. Es el gran sueño de suvida y desde que nos conocemos me habla de eso. De un tiempo aesta parte, discutimos todos los meses, cada vez que se da cuenta de

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que yo no dejé de tomar las pastillas. No quiero tener un hijo ahora.Incluso ni siquiera tengo la seguridad de que desee tenerlo algún día.La situación se está haciendo insoportable. Él lo percibe como faltade amor. Dice que si tuviéramos un hijo la relación se haría másestable y él se sentiría más tranquilo. Pero justamente es la estabili-dad lo que me da miedo”.

Al parecer, algo nuevo está sucediendo en las relaciones entrehombres y mujeres. Lo que sabemos y lo que vemos en la vida, enlos filmes y en las telenovelas son mujeres que desean casarse,tener una relación estable y segura. Además, que solo sienten deseosexual por el hombre que aman, ya sea su novio o su marido.Siempre se consideró que las diferencias entre el hombre y la mujerincluían la monogamia natural del sexo femenino, para el que elamor y el sexo eran inseparables. La infidelidad y el intento habi-tual de eludir todo compromiso pertenecían a la naturaleza mascu-lina. El semental enaltecido, sin embargo, en algún momento se dejaatrapar, casi como una concesión. Aunque sus derechos de machocontinúan intactos.

Desde niñas, las mujeres aprenden una serie interminable de nor-mas de conducta, cuyo objetivo es que correspondan a la expectati-va de un posible pretendiente matrimonial. Si bien estudiar y trabajarse han convertido en actividades femeninas habituales, sin embargo,la mujer debe estar preparada para asumir el rol materno, por lo queel casamiento continúa siendo la principal meta a alcanzar.

Al leer los relatos anteriores, podríamos suponer que se trata decasos aislados, de uno más de los aspectos excéntricos observados enlas transformaciones sufridas en las relaciones intersexuales. Pensa-mos así porque estamos habituados a la idea de que las costumbresy los comportamientos siempre están evolucionando y modificándo-se. A principios del siglo XX, por ejemplo, las mallas cubrían las pier-nas. Luego, se fueron achicando hasta llegar a las dos piezas, unaosadía de comienzos de la década de 1960. Hoy, la tanga o el cola-less pasan inadvertidos. De la misma manera, las relaciones de pare-ja han ido evolucionando. De “hacer ojitos” en la sala paterna ante


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la mirada de la tía cascarrabias, se pasó a los bailes en compañía deun adulto o al cine vespertino de los años 50.

Pero tal vez sea un error pensar que esos nuevos deseos y com-portamientos, que se delinean en los ejemplos anteriores, formenparte de un simple proceso natural de la evolución y la modificaciónde las costumbres. Lo que observamos en la actualidad es diferente.

Vivimos una etapa de ruptura, en la que se están reformulandoaspectos básicos de la especie humana. Este proceso de mutación dela historia de la humanidad no se percibe con facilidad, porque loque ocurre hoy se confunde con la evolución que existe en todas lasépocas, y ciertamente solo se hará evidente cuando haya concluido.

Lo nuevo nos asusta, nos hace sentir desprotegidos, por eso nosvinculamos con lo que conocemos. Estamos acostumbrados a usarmodelos del pasado en el presente. Aunque esto sea cada vez másimposible. El ser humano comienza a liberarse de las ataduras quelo limitan desde hace cinco mil años, es decir, desde el surgimientodel patriarcado, cuya historia se confunde con la de la civilizaciónhumana. Su presencia ha sido tan prolongada que nuestra forma desentir y pensar se considera parte de la naturaleza humana.

Sin embargo, tenemos información sobre una historia anterior, mu-cho más extensa, aunque ignorada. No es nuestra historia. Nuestrahistoria se define y sustenta en dos aspectos fundamentales: la divi-sión sexual de las tareas y el control de la fecundidad de la mujer. Setrata de una estructura social nacida del poder del padre, con un rígi-do control de la sexualidad femenina. La ideología patriarcal creó laoposición entre hombres y mujeres. A la inversa de lo que se sostiene,esta división permitió la dominación y, por consiguiente, la sumisiónde ambos sexos, no solo de las mujeres. A ellas les cupo el estatus de“inferiores” y a los hombres el de “superiores”. Sin embargo, ellospagan un precio altísimo para mantener la adecuación social impues-ta: no pueden fracasar. Durante miles de años, tanto los hombres co-mo las mujeres hicieron a un lado su autonomía y su libertad, puestoque tal sistema y la libertad personal son antagónicos.

Hace alrededor de 40 años, el patriarcado comenzó a perder susbases. El avance tecnológico eliminó la división sexual del trabajo.


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El advenimiento de los anticonceptivos eficaces y accesibles le dio elgolpe de gracia al sistema, que aún tiene en el control de la fecundi-dad de la mujer su principal razón de ser y que, por basarse en lanaturaleza biológica, siempre fue considerado universal y eterno.

Hoy en día, la mujer no solo puede compartir el poder económicocon el hombre, sino que también puede tener hijos si quiere y cuandoquiere. Esta transformación radical se distingue del proceso de evolu-ción observado hasta ahora. A partir de aquí, no hay forma de deter-minar las consecuencias. Después de milenios, estamos viviendo elproceso de mutación de la única ideología de la que tenemos registro.Tal vez debamos aguardar varias generaciones para verlo concluido.Aunque, desde luego, las señales ya comienzan a esbozarse.

Presentimos la destrucción de los valores establecidos y conside-rados como incuestionables, entre los que se hallan el amor, el matri-monio y, en consecuencia, la sexualidad. Los modelos anteriores vanperdiendo utilidad como referencia. Se abre un espacio para nuevasformas de pensar y vivir en todas las áreas de la experimentaciónhumana.

A partir de la relación con el mundo y con los otros, de una for-ma hasta ahora desconocida, podemos vernos afectados por nuevassensaciones. Una sensibilidad va emergiendo en los nuevos tipos dearte, de música, de filosofía, en un momento en el que se rompe conla moral que, a través de sus códigos, juzgó y sojuzgó durante tantotiempo los deseos y el placer de la gente. La singularidad de cadaindividuo encuentra un nuevo campo de expresión.

Sin darnos cuenta, estamos asistiendo al fin del patriarcado y alnacimiento de una nueva era.


iel pasado remoto


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El principio

La historia de la humanidad se divide en dos grandes períodos: laEdad de Piedra y la Edad de los Metales. Existen registros escritosde este último, iniciado alrededor del año 3000 a.C. y que corres-ponde a la historia de las naciones civilizadas. La Edad de Piedra sesubdivide en Paleolítico (antigua Edad de Piedra) y Neolítico (nuevaEdad de Piedra). El período Paleolítico de la Prehistoria es suma-mente extenso y va de 500.000 a 10.000 a.C.

La mayor parte del tiempo se vivía en los bosques, probablemen-te en los árboles, debido a la presencia de animales salvajes, y la ali-mentación consistía solo en raíces y frutos. El descubrimiento delfuego hizo que los hombres se volvieran más independientes del cli-ma y del lugar. Podían cocinar, ahuyentar a los animales e iluminarlas cavernas, por lo que adquirieron mayor autonomía.

El primer representante del Homo sapiens fue el hombre de Cro-Magnon, en el Paleolítico superior, es decir, hace 35 mil años. En lacaverna de Cro-Magnon, en Les Eysies, Francia, en 1868 se encon-traron los primeros restos de nuestros ancestros. Eran fuertes y me-dían, en promedio, 1,80 m. Vivían de la caza y de la recolección dealimentos y, para sobrevivir, dependían de la sociedad entre hom-bres y mujeres.

El temor ante el misterio de la vida y de la muerte se expresabaa través de rituales y mitos asociados a la creencia del renacimientode los muertos. Se desconocía el vínculo entre el sexo y la procrea-ción. Los hombres no imaginaban que tenían participación algunaen el nacimiento de los niños, hecho que continuó siendo ignorado


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durante milenios. La fertilidad era una característica exclusivamen-te femenina, por lo que la mujer estaba asociada a los poderes quegobernaban la vida y la muerte. Pero aunque todo indicara que teníamás poder que el hombre, no existía la sumisión. La idea de la pare-ja se desconocía. Cada mujer pertenecía a todos los hombres porigual y cada hombre, a todas las mujeres. El matrimonio era grupal.Cada niño tenía varios padres y varias madres, y solo existía el lina-je materno.

Arqueólogos encontraron casi 200 estatuillas que dan testimoniodel culto a la fecundación. Ninguna representa el acto sexual o algúnsigno de erotismo. La mayoría fue descubierta en Europa central yestá datada entre 30.000 y 25.000 a.C. Se hacían de marfil de ma-mut, piedra lisa, arcilla mezclada con ceniza, y cocida después. Elrostro nunca aparecía retratado.

Según parece, el símbolo sexual del período Paleolítico fue la másfamosa de esas estatuillas: la Venus de Willendorf, desenterrada enesa localidad, próxima a Viena, en Austria. Tiene más o menos 12 cmde altura y representa a una mujer de nalgas y senos inmensos, cade-ras anchas, abdomen muy prominente y una profunda hendiduravaginal. Su significado está muy discutido. Lo más probable es quesea una primitiva diosa de la fertilidad. Sin embargo, algunos supo-nen que es la expresión del erotismo masculino, es decir, “una ana-logía remota de la actual revista Playboy”.1

El placer que se encuentra en esas figuras sexuales causó indigna-ción en algunos historiadores contemporáneos. “La vida sexual en laera Paleolítica debe de haber sido carente de erotismo, porque esaVenus no es más que una montaña de grasa”2, afirma uno de ellos.Tal vez la grasa funcionara como protección contra el frío, aunquetampoco nada indica que la concepción estética occidental modernase pueda aplicar al Paleolítico. Al contrario, tenemos que abrirnos ala idea de que el hombre de la Edad de Piedra pudiese verla como elobjeto de su deseo y ansiase regocijarse en la grasas de su Venus des-pués de un día dedicado a la caza.

Los vestigios paleolíticos de estatuillas femeninas, tanto como laspinturas y los objetos encontrados en más de 60 cavernas de este


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período, revelan una forma de religión en la que lo femenino ocu-paba un lugar primordial. Son manifestaciones del culto a una diosa-madre, fuente regeneradora de todas las formas de vida. A lo largode miles de años siguientes, la adoración a la diosa se intensificó enculturas cada vez más avanzadas.

LA PAZ PRIMITIVA

En el año 10000 a.C., el hielo comenzó a retroceder hacia el Norte,con lo que se modificó el clima y, en consecuencia, la vegetación. EnOriente, surgieron campos naturales de trigo y cebada. Sin la ruedani los animales de carga, a los seres humanos se les hacía imposibleel transporte de los alimentos que recolectaban. Entonces, decidie-ron trasladarse cerca de las plantaciones, con lo que surgieron lasprimeras aldeas. Además de recolectar, también comenzaron a sem-brar cereales. Entre el VIII y el VI milenio se produjo una transfor-mación radical en la vida de las distintas poblaciones, que se conocecomo la Revolución Neolítica.

La agricultura se estableció definitivamente en 6500 a.C. Se pre-sume que fue un invento femenino, debido a las constantes ausen-cias de los hombres. Con el paso del tiempo, los hombres fuerontomando conciencia de que matando a los animales sistemática-mente podían provocar su extinción. Por lo tanto, comenzaron adomesticarlos y fueron abandonando la caza, con lo que la agricul-tura ganó más importancia. Se creía que la fecundidad de la mujerinfluía en la fertilidad de los campos. Tal asociación hizo que éstaalcanzara un prestigio sin precedentes. La madre era el personajecentral en esta sociedad. La mujer, como la Diosa, se tornaba pode-rosa en el imaginario de la época.

Entre 6500 y 5600 a.C., en Anatolia del sur, actual Turquía, surgela más grande y antigua ciudad conocida: Catal Huyuk. Allí se encon-traron casas decoradas con relieves femeninos: mujeres embaraza-das y figuras con pares de senos. La diosa de Catal Huyuk, Potnia,


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es representada con una pantera a cada lado, sobre cuyas cabezasapoya las manos, demostrando su poder de madre y, al mismo tiem-po, de ama de la naturaleza. Origen de innumerables divinidadesfemeninas que reinaron durante mucho tiempo, posteriormente fuepersonificada y adquirió características propias.

A pesar de su multiplicidad, la Diosa mantuvo su universalidad.Luego de la invención de la escritura, en 3000 a.C., se la veneró conel nombre de Inanna, en Sumeria; Ishtar, en Babilonia; Anat, enCanaán; Astarté, en Fenicia; Isis, en Egipto; Nukua, en China;Freya, en Escandinavia y Kunapipi, en Australia. Siempre se la reve-renciaba como fuente de vida, como la fuerza que proporciona laexistencia de las plantas y de la fertilidad.3

El Neolítico fue un extenso período pacífico. Las ciudades noposeían defensas. En el arte de este período, en lugar de la represen-tación de guerras, de sepulturas de jefes de grupos o de fortificacio-nes militares, aparece la presencia de símbolos, la admiración y elrespeto por la belleza y por el misterio de la vida.

Al no tener ya la necesidad de arriesgar la vida como cazador, losvalores viriles del hombre dejaron de ser enaltecidos; de allí la au-sencia de dioses masculinos. Las súplicas y los sacrificios se dirigíana la Diosa y toda la actividad económica se ligó a su culto. Los hom-bres no tenían motivos para sentirse superiores ni para ejercer nin-gún tipo de opresión sobre las mujeres. Continuaban ignorando sulugar en la procreación y suponían que la vida prenatal de los bebéscomenzaba en el agua, en las piedras, en los árboles o en las grutas,en el corazón de la madre tierra, antes de ser introducida por unsoplo en el vientre de la madre humana.4

El culto a la Diosa

Así como la Diosa poseía diferentes nombres, también asumía di-versas formas, como animales o plantas. Pero a pesar de esto es po-sible hablar de la fe en la Diosa como única, de la misma manera


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que nos referimos a la fe en Dios como una entidad trascendente. Cu-riosamente, su culto es politeísta y monoteísta al mismo tiempo.5

La Diosa-Madre reinó absoluta en todo el mundo desde el finaldel período Paleolítico hasta el inicio de la Edad de Bronce. Estehecho está directamente ligado al desarrollo de la agricultura, queprodujo que los valores de la vida se tornaran predominantes y ven-cieran la fascinación de la muerte. De este largo reinado, se encon-traron, en el sudeste de Europa, aproximadamente 30 mil estatuillasde representaciones de personajes femeninos. Sus características físi-cas se asemejaban a la Venus del período Paleolítico: caderas anchas,senos voluminosos y abdomen prominente. Como símbolo de ferti-lidad, se la asociaba, en especial, con la serpiente, símbolo de rege-neración y metamorfosis. Era habitual que tomara la forma de losanimales con los que se aparejaba y engendraba, así, cada especie.Poderosa, producía a todos los seres. En su forma humana, siempreaparecían tres aspectos: desnudez, obesidad y femineidad.6

El Universo era una madre generosa. La Diosa lo gobierna pro-porcionando bienestar a su pueblo. En los santuarios de Catal Huyuky Hacilar se encontraron representaciones de la Diosa embarazada ydando a luz. Así como toda vida nace de ella, retorna a ella, en lamuerte, para renacer. “Si la imagen religiosa central era la de una mu-jer dando a luz y no, como en nuestra época, la de un hombre murien-do en una cruz, no dejaría de tener sentido deducir que la vida y elamor a la vida —en lugar de la muerte y el miedo a la muerte—dominaban tanto la sociedad como el arte”.7

A través del arte neolítico, se percibe que el objetivo de la vidano es la conquista o el dominio, ni el propósito de la Diosa el de exi-gir obediencia, castigar o destruir, por el contrario, es el de dar. Esel cultivo de la tierra y el suministro de los medios materiales y espi-rituales para una existencia satisfactoria. La ausencia de imágenesde guerra o dominación refleja un orden social en el que hombres ymujeres trabajaban juntos, en una sociedad igualitaria, en pos delbien común.8

Durante mucho tiempo se supuso que, si la Prehistoria no habíasido patriarcal, con certeza habría sido matriarcal. La idea general


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era que, si los hombres no dominaban a las mujeres, obviamente, lasmujeres dominaban a los hombres. La dificultad de admitir una orga-nización social en la que unos no dominen a otros es característicadel pensamiento patriarcal de nuestra época. Los descubrimientosarqueológicos de los que disponemos en la actualidad, junto con lasnuevas tecnologías, aportaron valiosos conocimientos que han incre-mentado la comprensión del pasado. La estructura social prepatriar-cal era igualitaria. No existen signos de la subordinación masculina,a pesar de que el linaje proviniera de la madre y de que las mujeresrepresentasen papeles predominantes tanto en la religión como enlos demás aspectos de la vida.

Los más de 15 mil años de paz durante los que hombres y muje-res vivieron en armonía entre ellos y con la naturaleza, concluyeroncuando un dios masculino decretó que la mujer era inferior al hom-bre y que debía someterse a él. Una vez dividida la humanidad endos partes, femenina y masculina, con el dominio de una sobre otra,todas las relaciones humanas se adaptarían a este modelo.9

El descubrimiento de la paternidad

Al abandonar la caza, los hombres comenzaron a participar de lasactividades femeninas. Inicialmente, ayudaban en la ardua tarea detrabajar la tierra con azadas de madera, lo que exigía bastante fuerzafísica. Tiempo después, domesticaron los animales y los incorporarona la agricultura, utilizando un arado primitivo. La convivencia coti-diana con los animales hizo que notaran dos hechos sorprendentes:que las ovejas aisladas no parían ni producían leche; y además queluego de un tiempo constante, después de que el carnero cubría a laoveja, nacían corderos. Se produjo así el descubrimiento de la con-tribución del macho en la procreación. Pero no solo eso. Los hom-bres se dieron cuenta de que ¡un carnero podía preñar a más de 50ovejas! Con un poder similar a ese, ¿qué no podría conseguir elhombre?10


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No es difícil de imaginar el impacto que semejante revelacióntuvo en la humanidad. Luego de miles de años creyendo que la fer-tilidad y la fecundación eran atributos exclusivamente femeninos,los hombres constatan, con sorpresa, que lo que fertiliza a la mujeres una sustancia que se le introduce: ¡el semen del macho! A partirde allí, se produce una ruptura en la historia de la humanidad. Lasrelaciones entre el hombre y la mujer se transforman, como así tam-bién se modifican el arte y la religión. El hombre, finalmente, des-cubrió su papel imprescindible en un terreno en el que su potenciahabía sido negada.

La reacción masculina eclosionó con la fuerza y la ira de quien hasido engañado durante mucho tiempo. Entonces comenzó a desarro-llar un comportamiento autoritario y arrogante. De aquel compañe-ro igualitario de tanto tiempo, la mujer asistió al nacimiento de undéspota opresor. La superioridad física encuentra, entonces, espaciopara extenderse a la superioridad ideológica.

La disminución de la importancia de la mujer

Durante el período Neolítico surgieron dos tipos de sociedad: laagrícola y la pastoril. La primera estaba ligada a la tierra que se cul-tivaba y su alimentación provenía de la agricultura. La sociedad pas-toril, en cambio, recorría las planicies en busca de mejores pastajes.La supervivencia dependía de los rebaños.

Entre 4400 y 2900 a.C., los agricultores de la Mesopotamia, deEgipto y del noroeste de la India sufrieron tres invasiones de olas mi-gratorias de pastores de las estepas o pueblos kurgos. Las oleadaskurgas barrieron Europa, suplantando las culturas pacíficas estable-cidas allí. Interrumpieron un largo período de desarrollo estable, decooperación, e impusieron un sistema de organización social com-pletamente diferente, en cuya esencia “se daba importancia al poderque quita la vida, en vez que al que la da”.11

Las tribus invasoras eran guerreras, dominadas por hombres,con religiones también dominadas por dioses masculinos. Sus mitos


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y creencias penetraron las estructuras sociales existentes y, así, am-pliaron su dominio. A medida que las riquezas aumentaban, el hom-bre se iba volviendo más importante que la mujer. De la mismaforma, la filiación pasó a ser masculina y la herencia también. Elhombre se apoderó del mando de la casa. Como las colonias agrí-colas comenzaron a expandirse, se necesitaba más gente para traba-jar. Cuantos más hijos, mejor. Las mujeres, productoras de la futuramano de obra, se transformaron en objetos y se convirtieron enmercaderías preciosas. Se las intercambiaba entre las tribus y, de noser posible, se las robaba. El sexo femenino, representado por lamujer y por la Diosa, fue paulatinamente despojado de su poder.12

En un estudio actual de 853 culturas, apenas el 16% son mono-gámicas. Esto significa que el 84% de las sociedades humanas permi-te al hombre tener más de una esposa a la vez —sistema denominadopoligamia—. El Libro de los records, señala a Moulay Ismael, empe-rador de Marruecos, como el hombre que tuvo el mayor harén delque se tenga registro. Tuvo, además, 888 hijos con sus muchas espo-sas.13 Algunos emperadores chinos tuvieron relaciones sexuales conmás de mil mujeres, que, en cuidadosa rotación, eran conducidas alcuarto del emperador durante su período de fertilidad.

La Diosa y la mujer

La Diosa se casa

En un primer momento, luego del descubrimiento de la participa-ción del hombre en la procreación, tanto el poder del padre como elde la madre estaban reconocidos. Aún se venera a la Diosa, aunqueun dios masculino y viril despunta para hacerle compañía. De sucondición inicial de subordinado, pasa luego a la de amante de laDiosa. Inicialmente concebido como un acontecimiento temporal,la pareja divina pasó a ser considerada como casada por la eterni-dad.14 Varios mitos de la pareja divina realizan su asociación con


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ritos de fertilidad, lo que deja en claro que, en esa época, ya existíabastante conciencia del rol del hombre en la procreación. El coitosagrado del Dios y la Diosa era escenificado por la sacerdotisa deltemplo y por el sacerdote o el rey escogido por la voluntad divina.Celebraban el misterio del sexo y de la fertilidad de la naturaleza.15

Paulatinamente, los dioses fueron adquiriendo más poder, que au-mentaba en la misma proporción en que se hacía evidente el de-sequilibrio en las relaciones entre el hombre y la mujer.

Isis y Osiris, la pareja divina, apareció en Egipto durante el tercermilenio. Su casamiento simbolizaba la unión del agua (Nilo) y de latierra. Osiris era el espíritu de los granos y del agua; Isis, la gran diosade la fecundidad universal. Con su amor, fecundan toda la naturale-za. Existe, mientras tanto, un desvío del poder femenino. Es Osiris yno Isis quien les revela a los hombres todas las plantas, las alimenti-cias y las textiles, el arte de la agricultura y de la irrigación.16

La Diosa es destronada

La Diosa comenzó a tener un compañero. Inicialmente, inclusose la alabada como la más importante de la pareja. Sin embargo, enun proceso de transición gradual, el culto a la fecundidad de la MadreTierra fue definitivamente sustituido por el del héroe guerrero. Elhombre recupera su prestigio perdido desde que había dejado la cazapara dedicarse a la agricultura. Ahora, vuelve a arriesgar la vida enla conquista de nuevos territorios. Después de haber sido veneradadurante miles de años, la gran Diosa, la Madre, que ya ocupaba ellugar de esposa subalterna, termina siendo destronada. Ya no haymás lugar para ella en el escenario divino17, por lo que es sustituidapor divinidades masculinas que encarnan el principio fálico.

Las nuevas leyendas mitológicas acompañan las nuevas estructu-ras mentales de esta época de transición. Entre los celtas, el Sol,antes una potencia femenina, se convierte en el Dios-Sol, y sustitu-ye a la diosa primitiva, que es relegada a la categoría de un astro fríoy estéril, la Luna. Con la Diosa-Cerda o con la Diosa-Jabalí, leyen-


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das celtas, se da el mismo caso. Inicialmente simbolizaban prospe-ridad y amor. Los hombres, entre tanto, rechazarán la imagen de labuena diosa y solo mantendrán la imagen de una sexualidad desva-lorizada, ligada a la idea de sangre y podredumbre. La Diosa-Cerdase transforma en Guarra, con todo el sentido peyorativo de esa pala-bra. La Diosa-Cierva, que simbolizaba la fecundidad, da lugar alDios-Ciervo.

Las grandes diosas también son sustituidas. Ishtar, diosa babiló-nica, se transformó en un dios masculino, de nombre Ashtar. Entrelos árabes, las tres diosas Al-Lat, Al-Uzza y Al-Manat tenían gran po-der. Para que Alá y el Islam triunfasen, fue necesario que dejaran deexistir. Mahoma no tuvo otra opción. Las diosas fueron eliminadasverbalmente y sus santuarios, destruidos.18

En la mitología griega, las diosas Hera, Atenea y Demeter domi-naban el panteón. Zeus las colocó bajo sus órdenes y pasó a mante-ner a todas las divinidades bajo su poder.

De una manera generalizada, las diosas fueron destronadas a lafuerza por el nuevo orden instituido. Aunque existen excepciones,como el mito kikuyu, en el que las mujeres fueron destronadas porla astucia masculina. Ellas eran crueles guerreras, más fuertes quelos hombres y practicaban la poliandria. Un día, ellos se unieron yconcibieron un plan: el mismo día todos copularon con sus mujeres,que quedaron embarazadas y, así, los hombres les arrebataron elpoder, prohibieron la poliandria e instituyeron la poligamia.19

La mujer pierde la libertad sexual

La procreación exige la participación de ambos sexos. Surge lanoción de pareja. El hijo ya no está exclusivamente ligado a la madre.Ahora, el hombre puede decir, orgulloso: “Mi hijo”, y dejarle su he-rencia. Sin embargo, para que esto sea posible, la mujer solo puedetener sexo con él. Entonces, se instala el control de la fecundidad de lamujer, que se constituye como universal y eterno. La libertad sexualde la mujer, característica de épocas anteriores, sufre serias restric-


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ciones. Con el hombre es diferente. De la misma manera que el car-nero preña a 50 ovejas, él también puede tener un harén si lo desea.

Para garantizar la fidelidad femenina y, por consiguiente, la pater-nidad de los hijos, la mujer pasa a ser propiedad del hombre. Cas-tigarla severamente, o incluso matarla, se considera simplemente elejercicio de un derecho.

El culto al falo

A partir del descubrimiento de la paternidad, el sexo se transformóen un tema sumamente importante dentro de la religión. La seguri-dad presente y futura estaba basada en la fertilidad de la labranza, delrebaño y de la mujer, lo que se convirtió en la principal preocupa-ción de las comunidades agrícolas y pastoriles. Como muchas vecesla labranza no producía lo que se deseaba y el acto sexual no siem-pre provocaba la gravidez, la religión y la magia se invocaban cons-tantemente. La fertilidad lo era todo, y la fertilidad humana y lade los campos se hallaban estrechamente ligadas. La Diosa-Madre delperíodo Neolítico era su símbolo supremo. Su vientre grávido repre-sentaba los campos fértiles. Varias imágenes expresan su naturalezabisexual, que indica el principio masculino y el femenino. En muchasestatuillas se la muestra con el cuello y la cabeza alargados, comoun falo, que simboliza la regeneración y la metamorfosis.

En determinado momento de la historia, los principios masculi-no y femenino se separan. En el arte, en la religión y en la vida.El principio fálico, ideología de la supremacía del hombre, condicio-nó el modo de vivir de la humanidad.20

Durante el auge de la expansión agrícola, la contribución de lasmujeres todavía era enorme, y se las reverenciaba por la fertilidadasociada a la tierra. Pero… los hombres comenzaron a abrir la tie-rra a fin de prepararla para la siembra. La asociación simbólica delarado con la fuerza de arar la tierra y prepararla para la siembraconstituye un paralelismo con el pene. El órgano masculino rápida-


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mente asume una posición preponderante. El hombre se ve trans-formado en fertilizador de la tierra. Al afirmar que era su semen elque implantaba vida en el útero de la mujer, el hombre pasó a con-siderarla una simple caverna protectora. Su función era propiciarla germinación y el crecimiento de la vida hasta que ésta estuvierapreparada para venir al mundo.21

El pene se convirtió en el objeto natural de adoración y fe religio-sa. En su calidad de phallos, se lo reverenciaba de la misma maneraque se había hecho durante milenios con el órgano femenino. El fe-nómeno del culto fálico se esparció por todo el mundo antiguo. Nose sabe con certeza dónde ni cuándo comenzó. Es probable que laidea haya surgido espontáneamente en diferentes lugares.

Originalmente, en la religión, el elemento sexual estaba asociadoa los genitales femeninos. En Egipto, por ejemplo, le atribuían pode-res mágicos a una valva que posteriormente pasó a ser utilizada comomoneda. Más tarde, el elemento sexual de la religión tomó la formade culto fálico. A pesar de las muchas polémicas, los signos de laadoración fálica sobrevivieron hasta la Edad Media.22

El culto al órgano sexual masculino como reservorio del podercreador se volvió universal. La migración de los pueblos era unaconstante. El culto al falo atraviesa el estrecho de Bering con losprecursores de los indios norteamericanos. Antes de la llegada delos blancos, los monumentos fálicos de Yucatán, en México, yaexistían. Encontramos también las cabezas fálicas de las islas orien-tales. Este culto puede rastrearse desde el culto oriental de Lingam-Yoni hasta el Baal de Canaán; desde Japón hasta Éfeso, e inclusoen el símbolo esculpido con forma de pene erecto en una iglesia deBordeaux.

Uno de los antiguos símbolos del pene es el Ankh, que se encuen-tra en los altos relieves de las tumbas y de los templos egipcios.Generalmente, estos objetos aparecen en las manos de los faraoneso de los dioses, y tocan los labios de las personas representadas.

El culto fálico decayó y desapareció como fuente religiosa, peroen Londres, todavía hoy, existe una sociedad que se reúne periódi-camente para celebrar sus particulares ritos del pene. En su prácti-


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ca, muchos de estos ritos son de flagrante orden sexual; el grupose halla en contacto con otros, localizados dentro del país o en elexterior.23

Las antiguas civilizaciones tenían una actitud bastante diferentede la nuestra ante la desnudez y el sexo. Desconocían el concepto deobscenidad. Por más que las imágenes de los órganos sexuales mascu-linos y femeninos fueran exageradas o distorsionadas, se las tomabacon naturalidad. Muchos santuarios esparcidos alrededor del mundomuestran representaciones de vulvas y falos, incluso de dioses confalos monumentales. Esta valorización del pene erecto de grandesproporciones perdura hasta nuestros días. El largo, el grosor y larigidez del pene, tanto como el desempeño sexual, son motivo cons-tante de preocupación e incluso de sufrimiento para el hombre actual.El culto al falo continúa presente, aunque de manera inconsciente yvelada. Algunas mujeres relatan su desagrado al comienzo de unarelación sexual: al percibir a su compañero demasiado atento a laerección de su pene, se sienten casi excluidas de la relación entre elhombre y su órgano sexual.

El mito griego de Príapo, el hijo deforme de Afrodita, ilustra loque podría ser parte del deseo de casi todos los hombres de nuestracultura. Poseedor de un pene enorme, permanentemente erecto, ejer-cía una atracción magnética sobre las mujeres, que de inmediato seenamoraban de él. Príapo estaba dispuesto a corresponder a dichassolicitudes. Afirmaba que estaba listo para “engendrar ciudada-nos”. Un sexo fecundo al servicio de la patria. De acuerdo con elmito, los hombres de la isla de Lápsaco sentían envidia del enormeéxito que el dios tenía con las mujeres y lograron expulsarlo de laisla. No esperaban, sin embargo, tener que enfrentar la pasión de lasmujeres por Príapo, quienes rezaron al unísono a los dioses. Comoconsecuencia, una enfermedad en los órganos genitales atacó atodos los hombres de la isla. Al consultar al oráculo de Dedona, ésteles advirtió que el único medio para recuperar la salud y el éxtasissexual era pedirle a Príapo que regresara. Sin más alternativa, loshombres cedieron. En memoria de la enfermedad y para homena-jear a Príapo, modelaron imágenes fálicas para sí mismos. Príapo vol-


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vió a la isla y fue nombrado “dios de los jardines”, encargado dealejar a los ladrones y el mal de ojo, y de garantizar, dentro del pomar,la prometida fecundidad a la población.

El Dios de los hebreos había decretado que el hombre y la mujerdebían crecer y multiplicarse, con lo que quedó demostrada ciertaindulgencia sexual. Sin embargo, las prácticas sexuales no fertilizan-tes, como la homosexualidad y el lesbianismo, se castigaban severa-mente. La fertilidad se estimulaba y su ausencia se despreciaba. EnDeuteronomio (23:1), si un hombre es herido en los testículos o pier-de el pene, en la guerra, por ejemplo, es condenado al ostracismo yse le prohíbe “entrar en la congregación del Señor”. La Biblia pre-senta innumerables comentarios sobre la importancia del falo y delos objetos fálicos. Para los hebreos, durante este período, sin embar-go, el símbolo nunca es el mismo Dios.

En otros sitios, el mismo Dios se representaba con su pene sagra-do. En Daomé, las estatuas del dios Legba muestran el pene erectoy prominente, lleno de aceite de palmera que gotea por la punta. Lasmadres oran al dios, en el rito de la fertilidad. El semen divino —elaceite sagrado de palmera— también se vuelve significativo en la pre-paración de comidas sagradas, en la limpieza del cuerpo y en la pro-ducción de bálsamos para masajear los órganos genitales del hombrey la mujer antes y durante la actividad sexual.24

En algunos templos antiguos dedicados a divinidades fálicas, eldios esculpido en madera era visitado con tanta frecuencia por mu-jeres estériles y esperanzadas que el pene se desgastaba por el mano-seo, los besos, las caricias y las succiones a las que se lo sometía.Para solucionar tal problema, los sacerdotes fabricaron un falo muylargo, que emergía de un orificio entre los muslos del dios. Cuandola punta se desgastaba, le daban martillazos por detrás de la esta-tua, para empujarlo un poco.25

Entre los romanos encontramos varios ritos de fertilidad. En lasfiestas conmemorativas de la llegada de la primavera, enormes re-presentaciones de penes se cargaban alrededor de los campos queiban a ser arados. Fertilizar los campos con el semen del hombretambién era una costumbre muy difundida. Existían, entre éstos,


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rituales más explícitos. Mujeres habitualmente recatadas y educa-das, pero desesperadas por su deseo de embarazarse, copulaban sinparar con extraños en las calles, sin restricción alguna por parte desus maridos. Otras entraban en frenesí, ataviadas con flores, mien-tras montaban sobre estatuas de penes enormes y se frotaban en elloshasta que sus vulvas quedaban magulladas. Las vírgenes copulabancon los dioses con el objetivo de ser fértiles y útiles a sus maridos.

El padre: único creador

Participar de la procreación junto con la mujer no parece haber sidosuficiente para el hombre. Ahora que su semen adquiere importancia,desea ese poder exclusivamente para sí. En los mitos de la creación delmundo, específicos de las sociedades patriarcales, la figura masculinadel padre adquiere una importancia exacerbada. Más allá de crear alhijo, se transforma en creador de la mujer.

Para la civilización judeo-cristina, Adán es creado por un Diosmasculino. Jahvé toma una de sus costillas, mientras Adán duermeprofundamente, y con cuidado cierra el lugar con carne. Entonces,Eva es moldeada a partir de esa costilla, que simboliza el vientrematerno. Adán es el padre y la madre de Eva. Inferior a él, ella estádistante de lo divino. Adán es muy superior. Es hijo de Dios; fue crea-do a su imagen y semejanza. De allí en adelante, queda muy claro elrol que la mujer deberá cumplir en su relación con el hombre: agra-decida, porque él le ha dado la vida; dependiente, porque ha nacidode él; sumisa, porque es inferior.

También en la mitología griega encontramos al padre como únicocreador. Zeus trababa una dura batalla contra los gigantes cuandoMetis, su primera esposa, queda embarazada. Por el consejo de Uranoy Geia, el futuro dios del Olimpo se traga a Metis y al hijo que éstatiene en su vientre. Según la predicción de la pareja primordial, siMetis tuviese una hija y ésta, a su vez, un hijo, el nieto arrebataríael poder supremo al abuelo. Terminada la gestación de Atenea, Zeus


la cama reb/velada - del nuevo extremo grupo … · zación por la amistad y el compañerismo en...

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