la bruja teodora rb
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Había una vez una bruja que se llamaba Teodora y vivía sola en el bosque de los árboles
verdes. Tenía un aspecto sombrío con su nariz peluda con un lunar en la punta larga
como una zanahoria y su boca pequeña siempre torcida de mal humor.
Una tarde en que estaba de muy mal humor se sentó sobre una enorme piedra, cruzó sus
piernas flacas de bruja una sobre otra, mientras con la mano izquierda apoyada en sus
rodillas, sostenía su cabeza inclinada que parecía pesarle tanto como la piedra en que
estaba sentada.
La bruja estaba muy enfadada porque no tenía a nadie a quien embrujar. Teodora
empezó a pensar qué podía hacer para conseguir que alguien pasara por allí pero no se
le ocurrió nada de nada y su enfado fue en aumento. Se enfadó tanto que se puso a llorar
algo muy raro tratándose de una bruja.
El caso es que al cabo de un rato Teodora se calmó y fue a buscar su escoba voladora.
- Mmmm, ya sé lo que haré. Voy a hacer burbujas con la receta que me dio mi
Abuela Mirna. ¡Con ese hechizo seguro que consigo que vengan muchos niños hasta
aquí!
La receta era fácil y sólo se necesitaba un poquito de detergente y algo del agua. Así que
Teodora, decidida a preparar el brebaje mágico fue en busca de la caldera encantada y
siguió las indicaciones de la receta de su abuela la bruja Mirna.
- Mil gotitas de detergente... un vasito de agua... y ahora las palabras mágicas:
¡Colorín colorado este brebaje está terminado¡ ¡Colorín, colorete, este brebaje está de
rechupete!
El caldero comenzó a temblar y de él empezaron a salir cientos de burbujas enormes
empezaron a volar hasta llegar a la ciudad.
Los niños comenzaron a mirar desde las ventanas y las madres se pusieron a conversar
acerca de lo que estaría sucediendo en ese lugar.
Teodora se subió a la escoba y siguió a sus burbujas dando pirueteas. Quería estar
segura de que su hechizo funcionaba.
Los niños bajaron a la calle atraídos por aquellas burbujas pero cuando estaban muy
cerca de una de ellas, ésta los atrapaba, quedando dentro sin poder salir.
Todas las burbujas empezaron a elevarse por los aires y se juntaron hasta formar una
enorme burbuja en cuyo interior estaban atrapados todos los niños y niñas del pueblo.
- ¡Socorro! ¡Queremos salir! - gritaba un niño más mayor mientras golpeaba las paredes
de la burbuja.
- ¡Que alguien nos saque de aquí por favor! - sollozaba otra niña.
- ¡Bien! ¡Por fin lo he conseguido! - decía Teodora desde su escoba.
La bruja condujo a la gran burbuja hasta su casa en el bosque y una vez allí dijo de nuevo
las palabras mágicas para que esta reventara. Cuando los niños tocaron el suelo estaban
tan asustados de la bruja que ninguno se atrevió a decir nada o a moverse. Sólo se
escuchaba el llanto de alguno de los niños más pequeños.
- No, por favor. No quiero que llores no te hare nada malo - dijo Teodora
Siento haber utilizado mi magia para traerlos hasta aquí… quizá no haya sido la mejor
forma. Pero sabía que si preguntaba si querían venir conmigo a jugar no iba a venir nadie.
Y yo me siento muy sola. Sólo quiero amigos con los que jugar.
Teodora, la bruja de la escoba voladora. Los niños miraban a la bruja con los ojos y la
boca muy abierta. No se imaginaban que Teodora fuera una bruja buena aunque en
realidad nunca había hecho daño a nadie como para que pensaran lo contrario.
Al final, el más mayor dio un paso al frente y habló en nombre de todos.
- Teodora, si no hemos venido antes hasta aquí es porque pensábamos que nos harías
algo malo. Como eres una bruja…
- Ya lo sé. Es normal. Soy una bruja sí, pero lo soy porque mi madre y mi abuela también
lo eran. Vivo aquí sola porque todo el mundo se asusta cuando me ve por la calle y a mí
no me gusta asustar a los demás.
- Entonces si nos quedamos, ¿podremos jugar?
- ¡Claro que sí! Me sé muchísimos juegos. Verán como nos lo pasamos muy bien
Los niños y la bruja pasaron la tarde entre risas y juegos y Teodora logró ganarse la
confianza de los niños demostrándoles que no era la bruja mala que aparentaba ser.