la batalla por el frente nacional

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Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata La batalla por el Frente Nacional. El discurso scalabriniano en la revista Qué durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1958 Tesis de Grado 2012

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Page 1: La batalla por el Frente Nacional

Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata

La batalla por el Frente Nacional. El discurso scalabriniano en la revista Qué durante la campaña

para las elecciones presidenciales de 1958

Tesis de Grado 2012

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ÍNDICE INFORMACIÓN INSTITUCIONAL PRÓLOGO PRESENTACIÓN 1. ANTECEDENTES 2. ASPECTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS 2.1 MARCO TEÓRICO-METODOLÓGICO 2.2 CORPUS DISCURSIVO DE ANÁLISIS 3. MARCO CONTEXTUAL 3.1 LA CAÍDA DEL PERONISMO 3.2 LOS PRIMEROS PASOS DE LA LIBERTADORA 3.3 CAMBIOS EN EL GOBIERNO DE FACTO 3.4 LOS MILITARES INICIAN LA RETIRADA 3.5 EL GOBIERNO DE FRONDIZI 4. LA REVISTA QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS 4.1 SURGIMIENTO DE LA PUBLICACIÓN 4.2 EL VIRAJE EDITORIAL 4.3 CAMINO A LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE 4.4 LA CAMPAÑA A FAVOR DEL FRENTE NACIONAL 4.5 EL “REPORTAJE A CARACAS” 4.6 GARANTIZAR EL TRASPASO DEL PODER 5. RAÚL SCALABRINI ORTIZ 5.1 SUS ORÍGENES 5.2 EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA NACIONAL 5.3 FORJAY EL NACIONALISMO POPULAR 5.4 LA COMPLEJA RELACIÓN CON EL PERONISMO 5.5 EL REGRESO AL CAMPO DE BATALLA 5.6 SCALABRINI EN QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS 6. LA CONTIENDA PRESIDENCIAL 6.1 EL COMIENZO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL 6.2 EL REGRESO DE LA DÉCADA INFAME 6.3 CONTRA EL IMPERIALISMO Y SUS ALIADOS LOCALES 6.4 HOMBRES DE ARMAS, HOMBRES DE GOBIERNO 6.5 EL OBJETIVO: LA DERROTA CONTINUISTA 6.6 EL PACTO PERÓN - FRONDIZI 6.7 LA CARTA 6.8 LA ORDEN DE PERÓN Y EL CIERRE DE CAMPAÑA 6.9 EL TRIUNFO DE FRONDIZI

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7. LA TRANSICIÓN (SEMI) DEMOCRÁTICA 7.1 EL INTELECTUAL Y EL PARTIDO 7.2 LA BATALLA PARA GARANTIZAR EL TRASPASO DEL PODER 7.3 EL DILEMA DEL PETRÓLEO 7.4 “TODAVÍA QUEDAN SEIS PELIGROSAS SEMANAS” 7.5 EL COMIENZO DE LA EXPERIENCIA DESARROLLISTA

8. REFLEXIONES FINALES 9. BIBLIOGRAFÍA 10. APÉNDICE DOCUMENTAL 10.1 ANEXO I: ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS 10.1.1 “LOS SIGNOS SON LOS MISMOS. COMO EN 1938, LA PATRIA RENUNCIA A QUE SUS HIJOS LA DEFIENDAN”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 157, 19 DE NOVIEMBRE DE 1957. PP. 14-15. 10.1.2 “ESOS AVIONES YANQUIS NO VINIERON A DIVERTIRNOS”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 158, 26 DE NOVIEMBRE DE 1957. PP. 22-23. 10.1.3 “TÁCTICA DE PENETRACIÓN: DAR PARTICIPACIÓN A LOS RIVALES PARA ASEGURAR SUS PROPIOS OBJETIVOS”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 159, 3 DE DICIEMBRE DE 1957. PP. 10-11. 10.1.4 “SI SEGUIMOS ASÍ, LOS HOMBRES DE ARMAS CUIDARÁN UNA SOBERANÍA INEXISTENTE”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 160, 10 DE DICIEMBRE DE 1957. PP. 8-9. 10.1.5 “UN RECONOCIMIENTO DE DEUDAS QUE MÁS PARECE UN REGALO”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 161, 17 DE DICIEMBRE DE 1957. PP. 14-15. 10.1.6 “EISENHOWER SEÑALA LOS PELIGROS DE UNA PENETRACIÓN ECONÓMICA QUE NOSOTROS CONOCEMOS MEJOR QUE NADIE”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 162, 24 DE DICIEMBRE DE 1957. PP. 10-11. 10.1.7 “CON EL ENDEUDAMIENTO PROGRESIVO DE LAS EMPRESAS DEL ESTADO, PREPARAN SU ENTREGA AL CAPITAL EXTRANJERO”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO III, N° 163, 31 DE DICIEMBRE DE 1957. PP. 8-9. 10.1.8 “EL MISTERIO DE LA CADE. AHORA UNA TRIQUIÑUELA PUEDE HACERLA ETERNA”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 164, 7 DE ENERO DE 1958. PP. 8-9. 10.1.9 “COMO UN HOMBRE DEVORADO POR LA FIEBRE, TAMBIÉN EL PAÍS NECESITA EXTIRPAR SUS BACILOS Y RESTABLECER LA ARMONÍA DE LOS ÓRGANOS”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 167, 28 DE ENERO DE 1958. PP.10-11.

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10.1.10 “ESTOY CON EL PARTIDO DE LOS QUE DEFIENDEN LA TIERRA ARGENTINA CONTRA LOS INTERESES EXTRANJEROS”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 168, 4 DE FEBRERO DE 1958. PP. 8-9. 10.1.11 “LAS CALUMNIAS MÁS BAJAS FUERON UTILIZADAS SIEMPRE PARA SEPARAR AL CANDIDATO POPULAR DE SU MASA”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 169, 11 DE FEBRERO DE 1958. PP. 10-11. 10.1.12 “SI EL SENTIMIENTO NACIONALISTA ES ESQUIZOFRENIA, ESQUIZOFRÉNICOS SON: EISENHOWER, KHURSHCHEV, CHURCHILL, NASSER, FRONDIZI Y LA INMENSA MAYORÍA DEL PUEBLO ARGENTINO”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 170, 18 DE FEBRERO DE 1958. PP. 16-17. 10.1.13 “HACE DIEZ AÑOS LOS FERROCARRILES ARGENTINOS NOS DEVOLVIERON EL DERECHO A DESARROLLARNOS COMO NACIÓN”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 171, 4 DE MARZO DE 1958. PP. 10-11. 10.1.14 “NO ES EL AUTOABASTECIMIENTO LO QUE LES URGE, SINO LA ENTREGA DEL PETRÓLEO”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 172, 11 DE MARZO DE 1958. PP. 12-15. 10.1.15 “TODAVÍA QUEDAN SEIS SEMANAS PELIGROSAS”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 173, 18 DE MARZO DE 1958. PP. 14-15. 10.1.16 “ESTA VEZ LA VIOLENCIA BRITÁNICA TUVO LA VIRTUD DE UNIR AL PUEBLO CONTRA ELLA”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 174, 25 DE MARZO DE 1958. PP. 6-8. 10.1.17 “NEUTRAL ANTE EL MUNDO, LA MUCHEDUMBRE ARGENTINA MADURA EL ESPÍRITU NACIONAL”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 175, 1 DE ABRIL DE 1958. PP. 22-23. 10.1.18 “EL VERDADERO CAPITAL QUE NECESITAMOS ES LA MOVILIZACIÓN DE LA INICIATIVA Y EL TRABAJO ARGENTIN OS”. QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS. AÑO IV, N° 177, 15 DE ABRIL DE 1958. PP. 8-9. 10.2 ANEXO II: CORRESPONDENCIA RAÚL SCALABRINI ORTIZ – JUAN DOMINGO PERÓN 10.2.1 CARTA DE JUAN DOMINGO PERÓN A RAÚL SCALABRINI ORTIZ, CARACAS, 31 DE DICIEMBRE DE 1957. 10.2.2 CARTA DE RAÚL SCALABRINI ORTIZ A JUAN DOMINGO PERÓN, BUENOS AIRES, 26 DE FEBRERO DE 1958. 10.2.3 DE JUAN DOMINGO PERÓN A RAÚL SCALABRINI ORTIZ, CIUDAD TRUJILLO, 18 DE MARZO DE 1958.

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INFORMACION INSTITUCIONAL DE TESIS DE GRADO

Facultad de Periodismo y Comunicación Social

Universidad Nacional de La Plata

2 de marzo de 2012

MARCO: Comunicación, Periodismo y Medios.

TEMA: Los discursos de los intelectuales en torno a los movimientos políticos.

TITULO: “La batalla por el Frente Nacional. El discurso scalabriniano

en la revista Qué durante la campaña para las elecciones presidenciales de

1958”.

AUTOR: Jerónimo Nicolás Galán

LEGAJO 13.079/9 (Orientación Periodismo)

Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Sede La Plata.

DNI: 31.073.974

DOMICILIO: 39 e./ 15 Y 16 Nº 1025 ½ Dpto. C. La Plata.

E-MAIL: [email protected]

DIRECTOR: César Luis Díaz

DOMICILIO: 53 N° 448 Primer Piso Dpto. 6 La Plata.

E-MAIL: [email protected]

PÁGINA WEB: www.cesartatodiaz.com.ar

Page 6: La batalla por el Frente Nacional

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RESUMEN La presente Tesis se propone brindar una aproximación al papel cumplido por Raúl

Scalabrini Ortiz en el universo del periodismo argentino, en su carácter de intelectual

nacional, latinoamericanista y antiimperialista.

Para ello, se indaga en los artículos periodísticos de opinión conocidos como La

Carta de Scalabrini Ortiz, publicados por el autor en la revista Qué sucedió en 7 días,

acotando el universo de observación al período que abarca desde el 15 de noviembre

de 1957, fecha en que el gobierno de Pedro Aramburu llamó a elecciones generales,

hasta el 1º de mayo de 1958, en que Arturo Frondizi asumió la Presidencia de la

Nación.

El trabajo, enmarcado dentro del Programa de investigación Comunicación,

Periodismo y Medios, implica un análisis de contenido que incorpora herramientas

provenientes de la disciplina lingüística, y se centra fundamentalmente en cuatro ejes,

a saber: las construcciones discursivas del comunicador en relación a la

autodenominada Revolución Libertadora en sus facetas económica, política y social;

su visión respecto al papel histórico del movimiento justicialista; la postura del

intelectual en relación a los dos principales candidatos presidenciales -Arturo Frondizi

por la UCRI, y Ricardo Balbín, por la UCRP-; y finalmente su posicionamiento en

torno a la figura del imperialismo.

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PRÓLOGO

Escribir sobre una figura de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz constituye sin duda una

empresa difícil, en tanto obliga a actuar desde un profundo respeto para con el

heroico servicio brindado por este escritor a nuestra patria.

Scalabrini Ortiz ha mantenido a lo largo de su vida una postura consecuente, propia

de un intelectual lúcido e independiente del poder político, y comprometido a su vez

con una visión de país libre de ataduras externas. Eso lo llevó en muchas ocasiones a

nadar contra la corriente y a enfrentar a poderes omnímodos sin más armas que su

palabra y su integridad. Debió soportar estoicamente el exilio, la censura, la injuria, y

el silencio al que lo condenaron la crítica, los sectores intelectuales desvinculados de

la Causa Nacional y los grandes medios al servicio del poder económico.

Es por ello que en estos tiempos en que -luego de décadas de derrota de las fuerzas

nacionales- vuelven a surgir lentamente los estandartes de la lucha por una patria

más justa, rescatar la figura y la palabra de este comunicador es una forma de honrar

su memoria y dar muestra de la plena vigencia que hoy en día continúa teniendo su

labor periodística.

Deseo brindar mi agradecimiento a todas aquellas personas –son muchas para

individualizarlas- que colaboraron desinteresada y generosamente con el presente

trabajo. A todos los que a través de su interés, sus correcciones, sus críticas

constructivas y aportes contribuyeron a dar forma a este material.

A su vez, quisiera expresar un humilde reconocimiento a todos los hombres que han

dado su vida por este país y a aquellos que actualmente dan la batalla por hacer de

esta tierra argentina un lugar más próspero y nuestro. Como decía Rodolfo Walsh,

ellos hacen que uno sienta “un poco de vergüenza de estar aquí sentado frente a la

máquina de escribir, aun sabiendo que eso también es una especie de fatalidad”.

Debo destacar que para el desarrollo de esta Tesis resultó de fundamental

importancia la labor realizada por mi director, César “Tato” Díaz, una persona que

además de contar con una vasta formación profesional y una importante trayectoria

académica, aportó su apasionada admiración por la figura de Scalabrini.

A mi familia, y particularmente a mis amados hijos Agustina y Santiago, que

debieron soportar a su padre echando raíces frente a la PC durante meses; y a mi

mujer Victoria, que consciente de mi obsesión por el estudio me acompañó

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pacientemente a lo largo de todo este proceso.

Espero que este trabajo sirva de aporte a futuros estudios sobre la obra de Raúl

Scalabrini Ortiz, y constituya a su vez una pequeña contribución a la enorme tarea de

fortalecer la consciencia nacional.

Jerónimo Nicolás Galán, 2 de marzo de 2012

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PRESENTACIÓN

El presente trabajo pretende reconstruir el discurso elaborado por Raúl Scalabrini

Ortiz en la revista Qué desde el 15 de noviembre de 1957 hasta el 1º de mayo de 1958,

en relación al proceso político que abarca desde el llamado a elecciones presidenciales

hasta la asunción de Arturo Frondizi.

En el análisis se hace hincapié en las construcciones discursivas del intelectual

nacional, latinoamericanista y antiimperialista en referencia al gobierno de la

autodenominada Revolución Libertadora, en sus facetas económica, política y social;

por otra parte, se analiza su visión respecto al peronismo y su rol histórico como

movimiento reivindicatorio de los intereses nacionales y de las clases populares.

Además se pretende identificar el posicionamiento que adopta el discurso

scalabriniano en ese contexto en torno a la figura del imperialismo. Finalmente, se

examina la postura que adoptó el autor ante la disyuntiva que presentaba la elección

presidencial, en relación al candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente, Arturo

Frondizi, y al de la Unión Cívica Radical del Pueblo, Ricardo Balbín.

Para indagar en el discurso del escritor, en primer término se considera menester

brindar un somero análisis de la publicación que sirvió de soporte a su trabajo -Qué

sucedió en 7 días-, a los fines de conocer su origen y evolución, sus características

generales y sus objetivos como actor político.

El corpus a analizar comprende los 18 artículos de opinión publicados por Scalabrini

Ortiz en la revista Qué entre el 15 de noviembre de 1957, fecha en que el gobierno de

Aramburu llamó a elecciones generales, hasta el 1º de mayo de 1958, en que Arturo

Frondizi asumió la Presidencia de la Nación. Para indagar en el contenido de las notas

se aplican herramientas provenientes de la Lingüística, haciendo simultáneamente

hincapié en las relaciones entre el texto y los procesos y estructuras sociales y de poder

dentro de las cuales tiene origen.

Por otra parte, la Tesis se enmarca dentro del Programa de investigación

Comunicación, Periodismo y Medios, que parte de la necesidad académica de generar

saberes en torno a las prácticas periodísticas y al lugar que ellas ocupan en el espacio

social. En ese sentido, el hecho de escrutar en la producción de un autor comprometido

con los valores nacionales y populares, a través del análisis de su obra en una

publicación que resulta de gran importancia para la historia de las comunicaciones en

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Argentina, implica reflexionar acerca del rol que cumplen los medios y los periodistas

en la cultura, y su vinculación con el poder.

En conclusión, la presente tesis pretende constituir un aporte que posibilite

profundizar en el análisis de un momento histórico nacional que se podría denominar

de transición, a través de la elaboración de conocimiento teórico en torno al trabajo

periodístico desempeñado en ese contexto por el escritor Raúl Scalabrini Ortiz. Con

ello se busca además generar disparadores que nos permitan comprender más

cabalmente el papel de los comunicadores en la realidad actual.

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1. ANTECEDENTES

Existe un conjunto de libros vinculados a la vida y obra de Raúl Scalabrini Ortiz, que

constituyen una referencia ineludible a la hora de abordar el trabajo de dicho autor y el

contexto histórico en que actuó.

En primer término, corresponde mencionar la obra Vida de Scalabrini Ortiz,

publicada en 1970 por el investigador e historiador Norberto Galasso. En aquellos

tiempos en que el Cordobazo daba una muestra concreta del poder de las masas por

sobre un gobierno ilegítimo y anacrónico, y la sociedad parecía avanzar por un camino

de redención social, este intelectual proveniente de la Izquierda Nacional editó esta

biografía de Raúl Scalabrini Ortiz, la más acabada que se haya realizado hasta el

momento sobre el autor de Política británica en el Río de La Plata.

El texto, ordenado cronológicamente, muestra la evolución de Raúl desde sus inicios

en la escritura y en la literatura, pasando por su etapa incipientemente nacionalista,

hasta su consolidación como intelectual comprometido con un proyecto de nación

soberana y justa.

Este estudio biográfico da cuenta de un importante trabajo con materiales de archivo

y entrevistas a gran cantidad de figuras cercanas a Scalabrini Ortiz, como es el caso del

notable escritor y periodista Arturo Jauretche. Ello le permite a Galasso reconstruir

casi de primera mano muchos de los momentos que marcan la vida privada y

profesional de Raúl.

También resulta menester hacer referencia al libro Jauretche y Scalabrini Ortiz, de

René Orsi, editado en 1985. Este trabajo no pretende constituirse como una biografía

rigurosa de ambos intelectuales, sino relatar brevemente los hechos históricos que

atravesaron sus vidas, y la batalla cultural y política que llevaron adelante.

El libro hace un somero recorrido por la vida de Arturo y Raúl, haciendo énfasis en el

período que abarca desde principios de la década del ´30, en el cual ambos se

conocieron, hasta 1959, año en que se produjo la muerte de este último. De esa

manera, el autor da muestra de cómo los recorridos de ambos intelectuales estuvieron

entrelazados no solo por un ideal en común sino por una cantidad de tribunas y

espacios en los cuales trabajaron conjuntamente.

René Orsi fue compañero de Raúl y de Arturo en FORJA, y luego ingresó a las filas

del peronismo, lo que le permite brindar un perfil público y privado de ambos a partir

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de las percepciones que obtuvo de ellos a través de años de amistad. Por otra parte, en

base a anécdotas el autor reconstruye acontecimientos históricos que vivió en primera

persona, como el Pacto Perón – Frondizi.

Con posterioridad, en el año 2006 se dio a conocer Forjando una nación: Scalabrini

Ortiz y Jauretche en la revista ‘Qué sucedió en 7 días’, editado por la Universidad de

Lanús. En ese libro se recopilaron los escritos realizados por Raúl Scalabrini Ortiz y

Arturo Jauretche en el semanario, durante los años 1956-1958. El libro se compone de

las 19 notas realizadas por Jauretche entre junio de 1957 y julio de 1958, y las 82

elaboradas por Raúl Scalabrini Ortiz desde su incorporación, en julio de 1956, hasta

agosto de 1958.

La Dra. Ana Jaramillo, rectora de la Universidad Nacional de Lanús, sostiene en la

presentación del libro que el objetivo del mismo es el de “poner a disposición de la

sociedad, y fundamentalmente de los jóvenes, la producción intelectual de los grandes

pensadores y hacedores de la Patria”, así como colaborar con “los investigadores

interesados en la historia de la construcción nacional”.

Por último, en el año 2007 el Dr. César Luis Díaz edita el libro titulado Combatiendo

la ignorancia aprendida: La prédica jauretcheana en la revista ‘Qué’ 1955/1958. El

libro se propone, en palabras de su autor, “indagar minuciosamente el momento

histórico -1955-1958-, el medio -Qué sucedió en 7 días-, el escritor -Arturo Jauretche-

y, especialmente, su estilo discursivo esgrimido en pos de la unidad nacional y con un

inconfundible timbre de esperanza”. Dada la vasta producción periodística realizada

por Jauretche en gran cantidad de medios a lo largo de su vida, Díaz opta por abocarse

al análisis de la obra del linqueño en la revista Qué, dentro del período que abarca la

autodenominada Revolución Libertadora y los primeros tiempos de Frondizi como

presidente.

La labor del autor en pos de “desandar el camino periodístico recorrido” por Arturo

Jauretche, presenta como valor agregado el enfoque multidisciplinario utilizado. En el

libro se entremezclan la historia y la comunicación con aportes provenientes del

campo de la lingüística. Resulta particularmente destacable el trabajo de archivo

realizado por Díaz para reconstruir el contexto histórico, político y económico en el

cual Jauretche escribió sus notas, período que en términos generales coincide con el

trazado para el presente trabajo.

Redactado con rigor y profundidad, pero también con el apasionamiento que impone

acercarse a la obra de un escritor polémico como Jauretche, este libro constituye un

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formidable homenaje al comunicador linqueño y, particularmente, un valiosísimo

aporte para esta tesis.

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2. ASPECTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS

2.1 MARCO TEÓRICO-METODOLÓGICO

El trabajo de investigación desde una perspectiva comunicacional requiere de la

integración de un conjunto de herramientas teóricas que permitan abordar

adecuadamente el objeto de estudio. En ese sentido, en primer término resulta de

fundamental importancia la delimitación de un Marco Teórico y Conceptual de

referencia, lo cual implica “sustentar debidamente el problema en un cuerpo de

conocimientos (…) y exponer aquellos elementos teóricos generales y particulares que

se consideren correctos para guiar el proceso de investigación” (Rojas Soriano, R.,

1980: 61).

Para indagar en la labor de Raúl Scalabrini Ortiz como escritor y periodista se acude

a la categoría de intelectual propuesta por el teórico marxista Antonio Gramsci. Éste

afirma que en toda sociedad existe, en torno a las relaciones de producción

establecidas históricamente, una Hegemonía o preponderancia de ciertos integrantes

por sobre otros. Esta hegemonía -afirma Gramsci- no se asienta meramente sobre una

práctica coercitiva sino más bien sobre un pacto hegemónico, un consenso entre clases

sociales mediante el cual las mismas aceptan las asimetrías y las reglas del juego, y

establecen entre ellas concesiones mutuas.

Es en ese contexto de disputa que Gramsci introduce el concepto de intelectual como

mediador/gestor de la hegemonía. En realidad, el escritor sostiene que todos los

hombres son intelectuales, ya que “no hay actividad humana de la cual se pueda

excluir de toda intervención intelectual”: independientemente de su profesión

específica, cada cual es de alguna manera “un filósofo, un artista, un hombre de gusto,

participa de una concepción del mundo, tiene una consciente línea moral”. Sin

embargo, aclara el autor, “no todos los hombres tienen en la sociedad la función de

intelectuales” (Gramsci, A., 2004: 13).

Desde esta perspectiva, resulta evidente que lo realizado por Scalabrini Ortiz en

materia de investigación económica y social es condición por demás suficiente para

definirlo como una persona que trabajó de intelectual. Raúl participó como escritor y

periodista de los debates políticos que se dieron públicamente en el país entre

comienzos de la década del ‘30 y fines del ‘50, y su trabajo tuvo una importante

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repercusión en la opinión pública y en la sociedad argentina. Comprender que el

escritor actuó dentro de un contexto de pujas de poder, enfrentamientos y

negociaciones entre diferentes sectores sociales que se disputaban la hegemonía,

contribuye a aportarle profundidad y valor a su rol como comunicador.

Por otra parte, Gramsci distingue entre los intelectuales orgánicos, vinculados a las

nuevas fuerzas que dirigen el Bloque Histórico, y los tradicionales, pertenecientes al

anterior. Cabe aclarar que dentro de los orgánicos incluye a aquellos que lo son en

relación a proyectos que pueden convertirse en contrahegemónicos. Al respecto el

teórico italiano afirma que “una de las características más relevantes de cada grupo que

se desarrolla en dirección al dominio”, es decir a la toma del poder, es su trabajo en

pos de elaborar “sus propios intelectuales orgánicos” (Gramsci, A., 2004: 14). Resulta

evidente que Scalabrini Ortiz no integró el conjunto de intelectuales tradicionales,

caracterizados por un pensamiento liberal en lo económico, y vinculados al poder

oligárquico. Pero tampoco correspondería definirlo como un intelectual orgánico del

peronismo ni de las clases subalternas. En todo caso se podría definir al escritor como

orgánico a un proyecto nacional, antiimperialista y latinoamericanista.

Una cualidad que Raúl definió como inseparable de su labor de intelectual fue la

humildad y el contacto permanente con el pueblo, rechazando las ideas elitistas

defendidas por gran parte de los sectores ilustrados de nuestro país. Esto se

manifestaba en la simpleza que utilizaba para definirse a sí mismo como “uno

cualquiera que sabe que es uno cualquiera”. Su amigo y compañero de batallas, Arturo

Jauretche, afirmaba que Scalabrini “era esencialmente intelectual y se esmeraba en

disimularlo, no porque tuviera en menos a lo intelectual - que en él era una

responsabilidad exaltada - sino porque no quería hacerlo a la manera que los que se

dicen tales… Tenía que marcar su absoluta desvinculación con la ‘intelligentzia’”1. Su

rol de comunicador se vio fuertemente marcado por su afán pedagógico. A su sólido

trabajo de análisis de la realidad le sumó un incesante interés por acercar los grandes

temas nacionales a las masas en las cuales depositaba el germen del cambio social.

“Porque esencialmente Raúl Scalabrini Ortiz fue eso: un maestro, y su magisterio, un

magisterio político, si se considera que la política es a las cosas de la sociedad, lo que

la filosofía a las ciencias: la visión unitaria e integradora. Eso le permitió cumplir las

dos fases del apostolado: saber y enseñar (…). La universalidad de su talento le

1 Citado en: Orsi, R., 1985: 19.

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permitió hacer fácil lo que otros hacían difícil, y enseñando hechos concretos, enseñó a

generalizar y a conocer por deducción”2.

La revista Qué Sucedió en 7 días en tanto medio de comunicación se concebirá como

un actor político, categoría propuesta por Héctor Borrat para designar a un actor

individual o colectivo “capaz de afectar al proceso de toma de decisiones en el sistema

político” (Borrat, H., 1989: 10). Tanto los medios de comunicación denominados

‘independientes’ como aquellos que operan en vinculación al Estado, a una

organización o partido, “expresan una ideología, observan la realidad de determinada

manera, (…) poseen una línea política que los expresa, los identifica” y actúan en

función de “influir sobre el gobierno de turno, los partidos políticos, el parlamento, los

grupos de interés, (…) y, por supuesto, los lectores” (Panella, C. ; Fonticelli, M., 2007:

13-14). De allí que el análisis del semanario Qué como actor político implique

necesariamente “el del subsistema de medios y el sistema político al que pertenece,

pero también el de los contextos - social, económico, cultural - de este sistema”

(Borrat, H., 1989: 10). En relación a su posicionamiento político, la revista será

comprendida como una publicación partidaria, dado que desde la incorporación de

Rogelio Frigerio como director, la misma abandonó progresivamente la pretensión de

objetividad propia de un medio autoproclamado independiente para adherir a la

propuesta política de Arturo Frondizi. Indagar en el rol de la publicación en el período

histórico en cuestión, nos permitirá comprender más cabalmente el trabajo realizado

por Scalabrini en sus artículos y contextualizarlo de manera más acabada.

Asimismo, se retomará la noción de discurso propuesta por el lingüista Norman

Fairclough y la profesora de Estudios del Discurso Ruth Wodak, que lo describen

como una “práctica social que implica una relación dialéctica entre un evento

discursivo particular y la situación, la institución y la estructura social que lo

configuran”. Dicha relación -afirman los autores- se da “en dos direcciones: las

situaciones, la instituciones y las estructuras sociales dan forma al evento discursivo,

pero también el evento les da forma a ellas”3.

Los escritos de Scalabrini Ortiz pertenecen a la categoría de discurso periodístico,

que presenta un conjunto de características, estrategias y modos de ejecución

particulares que lo diferencian, por ejemplo, de las construcciones textuales de carácter

científico o político. Este tipo de discurso es público en la medida en que está

2 Arturo Jauretche. Citado en: Orsi, R., 1985: 19-20. 3 Citados en: Calsamiglia, H.; Tusón, A., 1999: 15.

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destinado a masas de lectores/ espectadores que “como participantes en la

comunicación están presentes sólo indirecta e implícitamente” en el contenido, y tiene

la finalidad de informar e introducir la novedad (Van Dijk, T., 2008: 112). Asimismo,

el presente corpus de notas se inscribe dentro del género periodístico opinativo, en el

cual “se incluyen los mensajes que transmiten ideas. Su basamento son los hechos,

pero su finalidad es la opinión, el cuestionamiento, el juicio del periodista”4.

Partiendo de la relación dialéctica existente entre discurso y sociedad, el presente

trabajo apela a un análisis de contenido, incorporando herramientas de la disciplina

Lingüística y haciendo hincapié en la vinculación de los artículos de Scalabrini Ortiz

con el contexto de enunciación. En ese aspecto, se comprenderá al enunciado como “la

ocurrencia particular de entidades lingüísticas” y a la enunciación como “el

acontecimiento histórico que constituye, por sí misma, la aparición de un enunciado”

(Ducrot, O., 1984: 135).

En los enunciados de las denominadas Cartas de Scalabrini Ortiz se diferenciarán en

primer término los conceptos de locutor y enunciador. El primero es el autor del

mensaje y tiene la responsabilidad global sobre el mismo. La figura del enunciador

aparece cuando en un discurso se da la palabra a una persona diferente de aquella que

habla, lo que implica que el locutor puede evocar y atraer a su propia alocución una

diversidad de voces que son responsables de ciertos actos particulares dentro del

enunciado. Respecto a los receptores del mensaje, se pueden diferenciar los conceptos

de auditor, alocutario y destinatario. Los auditores de un enunciado son “todos

aquellos que por una razón o por otra lo oyen” o de alguna manera son alcanzados por

él; mientras que los alocutarios “son las personas a las que el locutor declara dirigirse”.

Finalmente, los destinatarios son aquellos a quienes efectivamente se dirige el

discurso (Ducrot, O., 1984: 136-137).

Por otra parte, se indagará en los diferentes recursos aplicados por el autor para

fundamentar su discurso y persuadir al público. En ese sentido, se prestará atención a

la utilización del nosotros inclusivo, que activa la presencia del locutor en su texto e

“incorpora al receptor en la referencia al emisor”; esta figura suele aplicarse para

“acercar las posiciones de los protagonistas de la enunciación, y se da en todos los

casos en que es importante para el emisor la involucración del receptor” (Calsamiglia,

4 Susana González Reyna. Citada en: Díaz, C., 2007: 28. Para la elaboración del presente Marco Teórico-Metodológico se han retomado nociones propuestas por el mencionado autor en la obra de referencia.

Page 18: La batalla por el Frente Nacional

18

H., 1999: 140).

También se atenderá al recurso de los pares antagónicos, es decir, los “antónimos

que van por parejas complementarias (…) constituyendo pares originales que un

análisis contrastativo debe destacar” (Maingueneau, D. 1989: 65-67). Esta herramienta

discursiva se utiliza en aquellos pasajes textuales en los cuales se “polarizan la

representación del nosotros (grupos internos) y el ellos (grupos externos), y que

tienden a aplicar una estrategia general de presentación positiva de uno mismo y de

representación negativa del otro”5.

En pos de profundizar en la estrategia comunicacional scalabriniana se indagará en

una serie de figuras utilizadas por el escritor para el procedimiento de integrar palabras

de otros a su discurso, a saber: la apelación a la autoridad, la ironía y la concesión. El

recurso a la autoridad le brinda sostén a las afirmaciones independientemente de las

argumentaciones que se expongan a su favor. La ironía, por su parte, “opera del mismo

modo pero en sentido inverso. Para demostrar que una tesis es falsa, se utilizan a favor

de ella argumentos absurdos, que se atribuyen a los defensores de esa tesis”.

Finalmente, la concesión implica otorgar momentáneamente la palabra a un adversario

real o ficticio, permitiéndole exponer una argumentación diferente a la propia, para

luego reforzar esta última y arribar a la conclusión que se pretende extraer. Este

recurso permite brindar a nuestras aseveraciones un carácter más “objetivo” (Ducrot,

O., 1984: 140).

Asimismo, se considera relevante indagar en el uso de subjetivemas, es decir, las

“frases y aun palabras que manifiestan la valoración que el hablante hizo durante su

enunciación de ciertos objetos o hechos del mundo que refiere” (Marafioti, Roberto,

1999: 133), y que dan muestra de la perspectiva ideológica del autor.

2.2 CORPUS DISCURSIVO DE ANÁLISIS

Para el presente trabajo se utilizan todas las notas periodísticas publicadas por Raúl

Scalabrini Ortiz en la revista Qué desde el 15 de noviembre de 1957, en que el

gobierno de Aramburu llamó a elecciones generales, hasta el 1 de mayo de 1958, fecha

de asunción de Arturo Frondizi como presidente de la Nación. Se excluyen, por tanto,

todas las notas publicadas por Scalabrini Ortiz en Qué desde su primer colaboración en

5 Van Dijk, T., “La multidisciplinariedad del análisis crítico del discurso: un alegato a favor de la diversidad”. En Wodak, R.; Meyer, M. (Comp.), 2003: 154-155.

Page 19: La batalla por el Frente Nacional

19

la revista, el 31 de julio de 1956, hasta el llamado a elecciones, así como todos

aquellos trabajos que paralelamente hubiera realizado el autor durante el citado

período en otras publicaciones.

La muestra a analizar se compone, por tanto, de las 18 notas publicadas por el

intelectual nacional para la revista Qué durante el citado período (Ver Apéndice

Documental).

Page 20: La batalla por el Frente Nacional

20

3. MARCO CONTEXTUAL

3.1 LA CAÍDA DEL PERONISMO

Los últimos años del justicialismo en el gobierno fueron conflictivos tanto en

términos económicos como políticos. A fines de la década del ‘50 el país había

ingresado en un período de crisis económica que respondía a diversas causas, entre las

cuales se destacaban “los saldos negativos en la balanza comercial que irrumpieron por

el estancamiento de las exportaciones agropecuarias y el dinamismo de las

importaciones de insumos intermedios y de bienes de capital demandados por la

creciente actividad industrial” (Basualdo, E., 2004: 14). La sequía de 1949, la merma

en la demanda internacional de bienes agropecuarios y el consecuente deterioro en los

términos de intercambio, generaron una escasez de divisas que se tradujo en un

incremento del saldo comercial negativo y una caída en el nivel de reservas. La

inflación creció debido al estrangulamiento externo que limitó las importaciones, y a la

puja distributiva que se incrementó conforme la producción industrial fue llegando al

límite de la capacidad instalada y se vio en dificultades para satisfacer la demanda.

Ante la crisis, el gobierno decidió aplicar un conjunto de modificaciones en su

política económica que, sin generar un retroceso notable en los niveles de bienestar

social, permitieran sortear los inconvenientes que atravesaba la Argentina. Se

implementaron entonces una serie de medidas de emergencia destinadas

fundamentalmente al control de la inflación y la recuperación del sector externo, y

centradas en la restricción del consumo, el fomento del ahorro y el aumento de la

productividad.

Entre las políticas más importantes llevadas adelante por el gobierno entre 1953 y

1955 se destacaban: el Congreso de la Productividad; la Ley de Inversiones

extranjeras, que con el objetivo de incentivar la producción industrial en las ramas

básicas ofrecía beneficios a los capitales extranjeros que se volcasen a la industria y a

la minería; y los contratos petroleros de locación de servicio con empresas

estadounidenses para expandir la producción de combustible, que no llegaron a

aprobarse a causa del golpe de Estado de 1955.

En materia política, los últimos años de gobierno peronista se vieron signados por la

escalada de enfrentamientos entre el oficialismo y la oposición, que adquirió

Page 21: La batalla por el Frente Nacional

21

progresivamente formas más violentas. Entre 1954 y 1955 se desplegó una disputa

entre el peronismo y la Iglesia Católica. Esta última logró encolumnar tras de sí a gran

parte del abanico político, y comenzó a hacer valer su influencia en el ámbito

castrense. Finalmente, el 16 septiembre de 1955 tuvo lugar el golpe de Estado que

derrocó a Juan Perón y dio inicio al gobierno de la llamada Revolución Libertadora.

Concluía así la experiencia peronista, dejando un país que si bien padecía

inconvenientes económicos presentaba un notable desarrollo industrial, un nivel de

ocupación cercano al pleno empleo y una participación de los trabajadores en la renta

que rondaba el 50%. A lo largo del período 1945-1955, el Estado peronista había

logrado concentrar en sus manos el manejo de la moneda y el crédito, y gran parte del

comercio exterior, así como un importante conjunto de empresas de servicios públicos.

A partir del golpe de 1955 comenzaba para el campo nacional una lucha de resistencia

a los fines de evitar el desmantelamiento de esos logros y el retorno al modelo de país

factoría.

3.2 LOS PRIMEROS PASOS DE LA LIBERTADORA

Una vez depuesto el peronismo, la presidencia de facto quedó en manos del general

Eduardo Lonardi, un militar de orientación nacionalista-católica que creía en la

necesidad de evitar que el peronismo volviera al poder, pero sin llegar al extremo de

derogar la Constitución de 1949 y las leyes sociales y laborales que caracterizaron al

régimen precedente. Poco después de asumir, el gobierno emitió una proclama en la

cual se afirmaba que “la victoria no da derechos” y que en la lucha recientemente

librada “no hubo ni vencedores ni vencidos”6. Empero, pronto sería evidente quiénes

eran los derrotados por el golpe.

Poco después de instalada en el poder, la administración de facto invitó al entonces

funcionario de la CEPAL, Raúl Prebisch, para que elaborara un informe sobre la

situación económica del país, que sirviera de base para diseñar las políticas a seguir en

ese frente. El economista entregó en octubre de 1955 su Informe preliminar acerca de

la situación económica, al que le siguieron otros dos trabajos elevados en enero de

1956, denominados Moneda sana o inflación incontenible y Plan de Restablecimiento

económico. En el primer informe trazaba un desastroso cuadro de situación de la

6 Proclama emitida el 23/09/1955. Reproducida en: Lamas, R., 1955: 157.

Page 22: La batalla por el Frente Nacional

22

economía nacional, al afirmar que “la Argentina atraviesa por la crisis más aguda de su

desarrollo económico”7. Si bien algunos de los problemas que planteó Prebisch en sus

trabajos efectivamente existían, “como la situación de las divisas, las dificultades del

comercio exterior, la necesidad de inversión en sectores clave como la industria

petrolera”, el mismo incurrió en falsedades y exageraciones (Rapoport, M., 2007:

388). Para sustentar sus afirmaciones sostenía, por ejemplo, que el producto por

habitante había crecido durante la década 1945-1955 tan solo un 3,5%, aunque

posteriormente la CEPAL reflejara una tasa de crecimiento para ese período del

14,6%. Por otra parte, si bien hacia finales del gobierno peronista la inflación había

sido controlada, Prebisch destacaba el problema como una cuestión fundamental a

resolver, para lo cual recomendaba una serie de recetas de neto corte liberal como la

reducción de gastos del Estado y de emisión monetaria, y la privatización de diversas

empresas estatales.

Su animadversión para con el peronismo llevó a Prebisch a contradecir en sus

informes su propia postura ideológica. Por su formación heterodoxa, él había sido muy

critico de las economías orientadas a la exportación de bienes primarios, y había

defendido la necesidad de que los Estados llevaran adelante políticas activas para

promover la industrialización. Sin embargo, en 1955 exhortaba al gobierno de facto a

realizar una fuerte devaluación para recomponer al sector agropecuario, que permitiera

impulsar una agresiva política exportadora de productos primarios, y de esa manera

equilibrar las cuentas externas. Básicamente, el plan apuntaba “a una redistribución del

ingreso inversa a la del peronismo, privilegiando las transferencias de la ciudad al

campo y del trabajo al capital” (Rapoport, M., 2010: 206). Las políticas de ajuste y

devaluación tendrían un efecto recesivo que provocaría una reducción de las

importaciones y generaría a su vez un incremento del valor de los insumos y bienes de

capital importados. Eso produciría una caída en la rentabilidad industrial, a compensar

con congelamientos salariales.

El diagnóstico elaborado por el economista de la CEPAL no tardó en recibir severas

críticas de parte de los intelectuales del campo popular. Arturo Jauretche publicó a

fines de 1955 El Plan Prebisch: Retorno al coloniaje, obra en la que se encargó de

demostrar que el país se encontraba en ese años en una situación ostensiblemente

superior a la padecida en la crisis de 1952, ya que en ese lapso la producción había

7 Citado en: Rapoport, M., 2010: 204.

Page 23: La batalla por el Frente Nacional

23

crecido, la balanza comercial del país había mejorado y la inflación había sido

controlada. En consecuencia, dejaba en evidencia que el diagnóstico de Prebisch era

intencionalmente exagerado.

Sobre la base de las propuestas del economista comenzó a delinearse el plan

económico de la Libertadora, que implicó una importante devaluación y una

liberalización del comercio exterior, a través de la liquidación del Instituto Argentino

de Promoción del Intercambio (IAPI) y la eliminación de los controles de cambios.

En materia política, Lonardi puso en funcionamiento en los últimos días de su breve

gestión la llamada Junta Consultiva Nacional, un organismo encabezado por el

Vicepresidente Isaac Rojas e integrado por representantes de los partidos que

apoyaban el pacto de proscripción, exceptuando al Partido Comunista. La misma tenía

un carácter de asesora del presidente de facto; en otras palabras, constituía una suerte

de Parlamento sin poder de decisión.

3.3 CAMBIOS EN EL GOBIERNO DE FACTO

Al momento del golpe de Estado que derrocó a Perón coexistían dentro de las

Fuerzas Armadas dos tendencias políticas: nacionalistas-católicos y liberales. Los

primeros renegaban del liberalismo argentino y de los partidos políticos tradicionales;

habían sido “neutrales, sino claramente partidarios del Eje durante la guerra, habían

dado la bienvenida a la elección de Perón en 1946 y encontrado muchas cosas dignas

de elogio en su primer gobierno” (Potash, R., 1986. T. II: 295). Se habían vuelto contra

el gobierno justicialista principalmente a causa de los enfrentamientos de éste con la

Iglesia Católica y de sus cambios de última hora en materia petrolera, pero no

buscaban erradicarlo ni llevar adelante una intensa persecución contra sus partidarios,

en respeto al lema enarbolado por Lonardi. Los llamados liberales, por su parte,

constituían la corriente más dura. Autotitulados demócratas, “se identificaban con las

tradiciones liberales de la Argentina, la mayoría habían sido proaliados durante la

Segunda Guerra Mundial y (…) se habían opuesto a Perón desde el comienzo”. Eran

conservadores en sus posiciones económicas, “querían desmantelar el aparato político

peronista, reducir el poder de la CGT y reconstruir la vida política sobre la base de los

partidos políticos antiperonistas” (Ibídem: 295).

A poco menos de dos meses de haber iniciado su gobierno, el 13 de noviembre de

1955 Lonardi fue desplazado por un golpe palaciego que colocó a Aramburu en la

Page 24: La batalla por el Frente Nacional

24

presidencia, y a la vertiente liberal y más furibundamente antiperonista de las Fuerzas

Armadas en el poder. El Dr. César Díaz (2007: 39) sostiene que el reemplazo de

Lonardi debe interpretarse “más como expresión de la necesidad de terminar con el

poder sindical, cuyas instituciones habían sobrevivido a la marea antiperonista, que

como resultado de la puja entre nacionalistas y liberales dentro de las Fuerzas

Armadas”. Al respecto, si bien se puede considerar que los enfrentamientos entre

ambos bandos de las FFAA implicaban diferencias más profundas que la relación

gobierno-sindicalismo, es evidente que la determinación de Lonardi de intentar

“formas de conciliación con los sindicalistas, negándose a la intervención de la CGT,

medida considerada indispensable para el recambio de dirigentes, tanto por el núcleo

intransigente de los militares golpistas, como por muchos de los sectores civiles que

los habían apoyado” (Jozami, E., 2011: 202), resultó indigerible para éstos y fue el

punto que llevó a su desplazamiento. Públicamente, los liberales atribuyeron la salida

de Lonardi a la presencia en el seno de su gobierno de “grupos influyentes” que

“orientaron su política hacia un extremismo totalitario incompatible con las

convicciones democráticas de la Revolución Libertadora”, con el objetivo de “colocar

a la Nación en una peligrosa salida, a cuyo término sólo podía esperarse otra nueva

dictadura”8.

Si bien la asunción de Aramburu significó en cierta manera el triunfo de los sectores

liberales, eso no significó el fin de las pujas políticas hacia adentro del gobierno. Una

vez planteada la apertura a una transición semidemocrática, dentro de las Fuerzas

Armadas comenzarían a conformarse tres posturas diferenciadas. Los quedantistas,

encabezados por el vicepresidente Isaac Rojas, pretendían la eliminación del

justicialismo así ello implicara perpetuarse en el poder, y eran reacios a entregar el

gobierno a civiles. El bando continuista, representado por Aramburu, planteaba la

necesidad de una salida institucional, intentando que la dictadura se prolongara a

través de un régimen constitucional. Finalmente, los juegolimpistas, que obedecían a la

aeronáutica que respondía al comodoro Julio Krause, reivindicaban la prescindencia de

las Fuerzas Armadas en la campaña electoral. Estos últimos quedarían finalmente

fuera de la disputa luego de la renuncia de Krause por oponerse al calendario de

elecciones propuesto por Aramburu.

Una vez desplazado Lonardi, el gobierno desató desenfrenadamente su represión

8 Segundo Comunicado oficial sobre la deposición de Lonardi, 14/11/1955. Citado en: Verbitsky, H., 2006: 71-72.

Page 25: La batalla por el Frente Nacional

25

contra todo aquello que se vinculara al régimen justicialista. La CGT fue intervenida, y

desde entonces miles de delegados quedaron inhabilitados para presentarse a las

elecciones de sus gremios. El Partido Peronista fue disuelto bajo el pretexto de haber

violado la Constitución Nacional al haber servido de elemento permanente de una

dictadura totalitaria. A su vez el justicialismo fue declarado proscripto, y se aprobó un

decreto que estableció la absoluta inhabilitación para ejercer cargos electivos o de

cualquier orden a los miembros del gobierno depuesto. Como si eso fuera poco, a

través del Decreto 4161 se dispuso la prohibición del uso de fotografías, retratos o

esculturas de funcionarios peronistas, así como de símbolos referentes al régimen

derrocado, y de los términos “peronismo”, “peronista”, justicialismo”, entre otros.

Simultáneamente, el gobierno “propició una suerte de ‘cacería de justicialistas’,

persiguiendo a los líderes políticos, gremiales, castrenses, ex funcionarios; en fin, a

todas aquellas personas que de un modo u otro habían estado cerca del ‘régimen’”

(Díaz, C., 2007: 39). Con el recrudecimiento de la censura y la represión, se vieron con

mayor claridad las falencias organizativas del movimiento político peronista, que se

estructuraba en última instancia en torno a la figura paternalista de Perón y no contaba

con un sector intelectual nutrido que lo defendiera, salvo honrosas excepciones como

la de John William Cooke, un lúcido cuadro político y férreo militante. Sin embargo,

eso no sería impedimento para que los sectores obreros iniciaran la llamada

Resistencia, que se manifestaría de manera espontánea en un principio pero iría

adquiriendo mayor organización con el paso del tiempo, incluyendo prácticas como la

distribución de panfletos, el sabotaje, la actividad política clandestina, entre otras.

Por aquel entonces, la acción política más fuerte realizada por el peronismo fue el

movimiento revolucionario de junio de 1956, que incluyó levantamientos en diferentes

unidades militares del país y contó con el apoyo de varios grupos civiles. Sin embargo,

el gobierno rápidamente sofocó el intento de rebelión y decretó la Ley Marcial para

todo el territorio nacional, ordenando el fusilamiento de muchos civiles y de los

principales jefes militares, incluyendo al general Juan José Valle9. Por otra parte, el

fallido levantamiento conllevó a una importante purga de elementos nacionalistas

dentro de las Fuerzas Armadas, coadyuvando a reforzar la hegemonía liberal dentro de

la administración de facto.

9 El historiador Salvador Ferla, en su libro Mártires y verdugos: La insurrección de Valle y los 27 fusilamientos -editado en 1964-, retoma el camino iniciado por Rodolfo Walsh en el libro Operación Masacre y analiza en profundidad el intento revolucionario y la represión desplegada por el gobierno de facto, denunciando a la dupla Aramburu-Rojas como responsable de los asesinatos.

Page 26: La batalla por el Frente Nacional

26

La Constitución Nacional dictada en el año 1949 fue otro de los frentes sobre los

cuales operó la dictadura en su plan de eliminación de todo vestigio del gobierno

precedente. Dicha Carta Magna constituía todo un símbolo del paso por el poder del

peronismo, a la vez que establecía una serie de principios de corte nacionalista e

intervencionista que irritaban a los sectores más antiperonistas de las FFAA y a los

grandes poderes económicos. Además de proclamar una serie de derechos sociales, la

misma establecía que “la propiedad privada tiene una función social”, y que “el capital

debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el

bienestar social”. Por otra parte, su célebre artículo 40 -bautizado por Scalabrini Ortiz

como “bastión de la república”- constituía el más importante avance respecto a la

Constitución liberal que la había precedido. El mismo abarcaba tres cuestiones

fundamentales: el control del Estado sobre la importación y la exportación; la

propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación sobre “los minerales, las caídas de

agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de

energía, con excepción de los vegetales”; la determinación de que “los servicios

públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser

enajenados o concedidos para su explotación”. El 27 de abril de 1956, mediante un

simple decreto-ley, el presidente de facto derogó la Constitución de 1949, borrando de

un plumazo una de las medidas institucionales más importantes llevadas adelante por

el peronismo en sus diez años de gobierno.

En materia económica, Aramburu profundizó las políticas iniciadas bajo el gobierno

de Lonardi. Prebisch le presentó su Plan de Restablecimiento económico, con un

complemento titulado Moneda sana o inflación incontenible. En base a ese programa,

el gobierno llevó adelante una serie de medidas tendientes a impulsar las exportaciones

agropecuarias y a desmantelar el intervencionismo estatal. Para mostrar una apertura

del país al mundo y a los capitales externos, el país ingresó al FMI y al Banco

Mundial. A nivel monetario, se realizó una reestructuración de la banca que implicó la

desnacionalización de los depósitos. Por otra parte, los precios se liberaron mientras se

trataba de mantener el control sobre el incremento de los salarios, pero la presión

sindical y el interés empresario por lograr una mayor rentabilidad complicaron el

objetivo del gobierno de mantener la inflación a raya, lo que lo llevó a reinstaurar el

control de precios.

En materia de comercio exterior, el gobierno pensó que dándole a los productores

agropecuarios precios más beneficiosos, las cuentas externas se equilibrarían; empero,

Page 27: La batalla por el Frente Nacional

27

los precios internacionales de los bienes primarios continuaron en declinación y los

términos de intercambio se redujeron. A su vez, al eliminarse los controles al ingreso

de mercadería extranjera, y pese a la devaluación, las importaciones se incrementaron.

Todo esto llevó a que la balanza comercial, lejos de alcanzar resultados positivos,

continuara deteriorándose.

En términos generales, en el período 1955-1957 las políticas aplicadas por el régimen

de facto lograron retraer el consumo y generar un retroceso en la participación de los

trabajadores en el ingreso. Como contracara, la producción creció pero menos de lo

esperado: “Las exportaciones crecieron entre 1955 y 1957 un 5% a pesar de los

esfuerzos que el gobierno había realizado en esa materia, mientras que las

importaciones crecieron un 11,8%, hecho que agravó el déficit comercial y redujo las

reservas de oro y divisas (…), colocando al país al borde de la cesación de pagos”

(Rapoport, M., 2010: 212). En conclusión, las recetas liberales aplicadas por el

gobierno de facto contribuyeron a agravar notablemente la situación económica del

país.

3.4 LOS MILITARES INICIAN LA RETIRADA

Si bien desde principios de 1956 el gobierno había puesto nuevamente en vigencia la

Carta Magna sancionada en 1853, a nivel político resultaba vergonzoso que un

gobierno de facto derogara, por simple decreto, una Constitución que había sido

sancionada por un Cuerpo Constituyente, promulgada por un gobierno constitucional y

jurada en su momento por todos los poderes del Estado. Eso llevó a que la legalidad de

la medida fuera puesta en duda.

Por ello, el presidente de facto decidió llamar a elecciones para reunir una Asamblea

que reformara la Constitución. De esa manera, el gobierno se proponía desandar el

camino llevado adelante en materia institucional por la gestión depuesta, y a su vez

realizar un ensayo que permitiera “visualizar el mosaico electoral del país sin riesgo

alguno y (…) tener un conocimiento pleno de hacia dónde se orientarían las simpatías

de la ciudadanía” ante una posible convocatoria a elecciones generales (Díaz, C., 2007:

56). La representación en dicha Convención se establecería proporcionalmente y,

como no podía ser de otra manera, la participación del peronismo no estaría permitida.

La mayoría de los partidos se manifestaron a favor de la convocatoria, y apoyaron la

idea de modificar la Constitución.

Page 28: La batalla por el Frente Nacional

28

En la UCR se profundizaron las divisiones entre la facción liderada por Arturo

Frondizi, que se oponía a la reforma, y el sector políticamente más antiperonista y

encolumnado con el gobierno militar, comandado por Ricardo Balbín. Esto provocaría

a fines de 1956 la división entre la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente) y la

UCRP (Unión Cívica Radical del Pueblo). Ambas participaron de las elecciones

constituyentes, pero la primera le negó legitimidad por considerarla una maniobra

dilatoria, cuyo objetivo era saber cómo podían combinarse las minorías en las

elecciones presidenciales a fin de evitar el triunfo de la corriente nacional y popular

que ellos decían representar. El justicialismo, por su parte, se debatió entre apoyar a

algún sector relativamente afín o promover el voto en blanco. Perón finalmente se

decidió por la segunda opción, con el objetivo de deslegitimar las elecciones y mostrar

el poder que ostentaba su partido a pesar de la proscripción.

Finalmente, el resultado de las elecciones dio muestra de la fidelidad del electorado

peronista para con las directivas de su líder. El primer puesto lo ocupó el voto en

blanco, el segundo la UCRP y el tercero la UCRI. Empero, esto le quitó fuerzas a los

sectores políticos contrarios a la reforma, que obtuvieron 85 bancas frente a las 120

logradas por los sectores favorables a la misma.

La Asamblea languideció desde un principio. Los intransigentes, tal como lo habían

anunciado en la campaña, se retiraron pronto de ella, y más tarde le siguieron los

sabattinistas. Esto le quitó legitimidad a la Convención, que finalmente se limitó a

ratificar la vigencia de la Constitución liberal de 1853 y a agregarle el artículo 14 bis,

que contenía un conjunto de derechos sociales y del trabajo. La clausura de la

Convención Constituyente tuvo lugar el 14 de noviembre de 1957.

Acto seguido, con la publicación del decreto oficial del 15 de noviembre, el general

Pedro Eugenio Aramburu convocaba a elecciones generales para el 23 de febrero de

1958. De esa manera, el partido militar comenzaba a tejer su estrategia para extenderse

en el poder a través del dominio político sobre el siguiente gobierno. Se iniciaba así la

campaña electoral en la que las dos vertientes de la UCR se disputarían la Presidencia

de la Nación, con el peronismo nuevamente inhabilitado para participar.

3.5 EL GOBIERNO DE FRONDIZI

Durante la campaña presidencial, Aramburu apostó a que Perón ordenara nuevamente

a sus seguidores votar en blanco, para que los radicales del pueblo triunfaran y la

Page 29: La batalla por el Frente Nacional

29

Revolución Libertadora se prolongara constitucionalmente. La UCRI, por su parte,

continuó con su prédica antiimperialista y profundizó su estrategia discursiva tendiente

a captar los votos peronistas.

El discurso de Frondizi en materia económica postulaba que la Argentina era un país

subdesarrollado debido a que se mostraba incapaz de lograr un proceso de crecimiento

que se sostuviera en el tiempo, lo cual se vinculaba con las características de su

comercio exterior, basado principalmente en exportaciones agropecuarias e

importaciones industriales y de mayor valor agregado. En realidad el problema no

radicaba tanto en el comercio exterior como en una matriz industrial incompleta. Al

incipiente desarrollo de la industria pesada (producción insuficiente de petróleo, acero,

productos petroquímicos, maquinarias y automóviles), se sumaba una producción

liviana volcada principalmente al mercado interno y que requería crecientes

importaciones de bienes de capital e insumos. Ello generaba los famosos “cuellos de

botella” en el comercio internacional del país.

En materia política, Frondizi ofrecía un perfil estadista en materia de energía y de

servicios públicos, admitía una sola central obrera y un solo sindicato por actividad, y

a diferencia de los sectores unionistas del radicalismo, que en materia internacional se

declaraban comprometidos con los países democráticos contra el comunismo,

proclamaba el respeto a todos los pueblos. En los ´50, la Guerra Fría que enfrentaba a

Estados Unidos y a la URSS estaba en su apogeo y extendía su influencia sobre la

campaña presidencial argentina. En ese contexto, y ante las acusaciones de los sectores

más reaccionarios de la UCR de tener inclinaciones marxistas, Frondizi sostenía que

“el actual dilema no es de izquierda o de derecha, sino por la Nación, por su desarrollo

económico y cultural, o contra la Nación, al servicio de intereses extranjeros”10. En ese

sentido, el candidato ucrista comenzó a enarbolar la idea de constituir un frente

nacional y popular, que superara la antinomia peronismo – antiperonismo. Esta

estrategia le permitiría en las elecciones presidenciales de 1958 acceder al apoyo de

múltiples sectores sociales y políticos, que abarcaban tanto a seguidores del

movimiento proscripto como intelectuales nacionalistas y de izquierda, sectores de la

clase media y la burguesía, etc.

De todos modos, para asegurarse el triunfo y un cierto consenso social para su futura

gestión, Frondizi selló un acuerdo con Perón mediante el cual este último se

10 Citado en: Sáenz Quesada, M, 2010: 321.

Page 30: La batalla por el Frente Nacional

30

comprometió a dar la orden a sus seguidores de votar por la fórmula intransigente.

Intelectuales como Arturo Jauretche criticaron duramente el acuerdo, bajo el

argumento de que el triunfo de Frondizi iba a ocurrir mediando pacto o no, y que el

apoyo explícito del líder justicialista debilitaría políticamente al candidato de la UCRI,

que se vería constantemente asediado por los sectores más gorilas de las Fuerzas

Armadas.

El 23 de febrero tuvieron lugar las elecciones, en las cuales Frondizi se impuso con el

44,79% de los sufragios. Los peronistas habían respondido positivamente a la orden de

Perón. Inmediatamente el clima político se tensó: la noticia del acuerdo había

trascendido y los sectores más furibundamente antiperonistas del gobierno se

rehusaban a entregar el poder. Sin embargo, progresivamente se impondrían “los que

están dispuestos a soltar el sillón presidencial, pero reteniendo los resortes del poder”

(Galasso, N., 2008: 449).

Una vez a cargo del Ejecutivo, el líder intransigente debería lidiar con un dilema que

condicionaría su estrategia de gobierno. Si cumplía con parte de lo acordado en

campaña, sobre todo en lo relativo al peronismo, corría el riesgo de ser derrocado, pero

si se negaba a cumplir con las expectativas populares que se generaron en torno a su

figura, se arriesgaba a perder apoyos, tanto de los votantes de la UCRI como del

movimiento proscripto. Luego de asumir, Frondizi llevó adelante medidas tendientes a

cumplir con algunas promesas electorales, estableciendo un incremento de salarios del

60%, una amnistía y el levantamiento de las proscripciones -que sin embargo no

incluían ni a Perón ni al Partido Peronista-, y sancionando una nueva Ley de

Asociaciones Profesionales, casi igual a la de 1945, que la Revolución Libertadora

había derogado.

Por otra parte, el gobierno se prestó a llevar adelante un proceso de desarrollo

industrial basado en la afluencia masiva del capital extranjero, decepcionando a

quienes desde la izquierda y el nacionalismo antiimperialista habían apoyado su

candidatura. Las leyes de radicación de capitales extranjeros y de promoción industrial

trajeron aparejado un incremento notable en los niveles de inversión extranjera en el

país, que posibilitaron el desarrollo de la producción de petróleo, carbón y acero, y la

expansión de las industrias petroquímica y automotriz. La política petrolera de

Frondizi permitió aumentar considerablemente la producción de combustibles. Sin

embargo, la decisión del líder intransigente de recurrir a contratos con empresas

extranjeras constituyó una flagrante contradicción con lo expuesto en 1954 en su libro

Page 31: La batalla por el Frente Nacional

31

Petróleo y política, en el cual afirmaba que YPF estaba en condiciones de lograr el

autoabastecimiento por sí misma, y fue interpretada socialmente como una

claudicación.

A fines de 1958, la situación económica se tornó crítica a causa de las dificultades en

materia de balanza de pagos y del incremento de la inflación, por lo cual el gobierno

frondizista viró en su estrategia económica hacia posiciones más ortodoxas, aplicando

políticas de ajuste y estabilización, que minaron la popularidad del gobierno y

marcaron el comienzo del fin para la experiencia desarrollista e integracionista.

Page 32: La batalla por el Frente Nacional

32

4. LA REVISTA QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DÍAS

4.1 SURGIMIENTO DE LA PUBLICACIÓN

El semanario Qué sucedió en 7 días nació en el año 1946 por idea del matrimonio

conformado por Baltazar Jaramillo y Delia Machinandiarena, que a su regreso de un

viaje por Estados Unidos decidió dar el puntapié inicial a un proyecto que buscaba

reproducir a nivel local el éxito de la revista Time. La publicación duró tan solo un

año, ya que a causa de una nota polémica sobre Eva Perón el gobierno justicialista

logró evitar que continuara saliendo a la venta. Sin embargo, luego del golpe del ´55

Delia decidió reeditar la revista.

El semanario reapareció en escena reivindicándose como una producción periodística

“independiente”. En ese sentido, el editor manifestaba su interés por “hacer una revista

que analice los hechos sin comentarlos, que investigue sus causas sin juzgarlos y que

informe al lector sin tomar partido” (Qué, 23 de noviembre de 1955). Durante los

primeros meses desde su relanzamiento y hasta principios de 1956, la publicación

presentó una línea editorial ambigua, que supo acompañar por momentos el clima de

ideas antiperonista. Qué se enorgullecía de contar en su staff periodístico con

“hombres de las diversas tendencias políticas: liberales, socialistas – de los viejos y de

los nuevos -, radicales - de uno y otro sector-, demócratas progresistas, peronistas,

demócratas cristianos, comunistas y hasta un viejo integrante de las filas anárquicas”.

Pero el editor aclaraba que todos ellos, “por encima de banderías políticas”, trabajaban

para cumplir con la consigna de mantener la objetividad periodística (Qué, 21 de

diciembre de 1955).

Sin embargo, a principios de 1956 Rogelio Frigerio -un intelectual que había

participado de la primera experiencia de la revista- se integraría bajo el cargo de

director. Frigerio se había iniciado en la actividad política durante su época de

estudiante en la agrupación de izquierda Insurrexit. Luego se había integrado al

Partido Comunista, para finalmente convertirse en empresario e iniciarse dentro del

pensamiento desarrollista. Su incorporación al semanario traería aparejados

importantes cambios en la línea política del mismo.

Page 33: La batalla por el Frente Nacional

33

4.2 EL VIRAJE EDITORIAL

Entre fines de 1955 y principios de 1956 la revista comenzó una “evolución hacia el

frente nacional”, que “fue apuntada por Arturo Jauretche: el viraje se produce

gradualmente, a lo largo de dos meses, al cabo de los cuales recién Frigerio asume

públicamente como director” (Díaz, C., 2007: 74). Simultáneamente, y por medio de

Narciso Machinandiarena -hermano de la propietaria-, en febrero de 1956 Rogelio

conoció a Arturo Frondizi, y a partir de allí ambos entablaron una fluida relación

personal y se constituyeron en un dúo que tendría fuerte influencia política en los años

posteriores.

Frigerio se propuso transformar a Qué en un “foro de discusión donde la

convergencia de plumas de signos políticos muy diferentes terminara confluyendo en

una usina de pensamiento nacional, para que ésta sirviera de sustentación a un

proyecto político” (Rapoport, M., 2007: 408). Era claro que el carácter de

“independiente” debía dejar lugar a una postura más “politizada”. En ese sentido, a

principios de febrero se podía observar que la revista comenzaba tomar un

posicionamiento crítico para con el gobierno de facto, lo cual se manifestaba, por

ejemplo, en el reproche que le realizaba por haber clausurado la revista peronista De

Frente. Progresivamente, la publicación abandonó la pretensión de objetividad para

adoptar un carácter más militante, mientras la cuestión nacional comenzaba a ganar

terreno dentro de su línea editorial. Esa decisión de enfocar el contenido de la revista

por sobre los problemas que enfrentaba el país, implicaría, en consecuencia, dejar para

más adelante un análisis profundo de los problemas latinoamericanos11.

Simultáneamente, el semanario incorporaba el lenguaje desarrollista, haciendo

hincapié en la necesidad de integrar a los diferentes regiones para fortalecer la nación,

y de trabajar para “desarrollar este país” (Qué, 22 de mayo de 1956).

Frigerio mantuvo el criterio de contar con diversidad de plumas. Sin embargo, una

vez instalado en su cargo de director no dudó en realizar cambios en el staff,

desplazando a varios colaboradores y logrando la incorporación de escritores de la 11 Durante el período que abarca la campaña presidencial, la revista no presenta artículos abocados a tratar problemáticas de otros países de Latinoamérica. Como excepción se puede mencionar un artículo publicado el 14 de enero de 1958 (“Reportaje a Caracas”), en el cual se describe el viaje realizado por Frigerio por aquellos países que albergaban la mayor cantidad de exiliados peronistas: Chile, Uruguay y finalmente Venezuela, donde se hallaba en aquel entonces Perón. Luego de las elecciones presidenciales, la publicación admitiría esa falencia: “QUÉ, absorbida por la situación política argentina, se prepara ahora para dedicar más espacio a los asuntos de América” (Qué, 25 de marzo de 1958).

Page 34: La batalla por el Frente Nacional

34

talla de Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche. Otra novedad de la revista se

vinculaba a su postura frente al movimiento proscripto. Su discurso impulsaría una

visión que pretendía superar la antinomia peronismo - antiperonismo, y conjugaba

nacionalismo e industrialismo, auspiciando una fórmula de Frente Nacional vinculada

a la candidatura de Arturo Frondizi. Así lo expresaba Frigerio en la Carta al lector que

semanalmente publicaba: “Nuestra labor periodística se orienta hacia la expresión del

ser nacional. (…). El desarrollo económico y cultural del país no se hará en desmedro

de parte de sus hijos ni de su suelo (...). Por eso no inspiramos a un grupo contra otros

y no apoyamos a terceros estados en contra de sus adversarios. Estamos con todos los

argentinos y con la Argentina, sin posturas negativas; por un programa constructivo”

(Qué, 7 de agosto de 1956).

Del carácter militante que adquirió progresivamente la publicación bajo la dirección

de Frigerio daba testimonio una misiva que le enviara John Cooke a su jefe político

con posterioridad a las elecciones constituyentes. En ella, Cooke realizaba un breve

análisis de los medios de comunicación gráficos, a los fines de determinar cuáles y en

qué medida podían ser de utilidad al movimiento, y afirmaba que “Azul y Blanco, Qué,

Media Hora, Semana Obrera, Orientación, Propósitos, y otros, son de marcadas líneas

partidarias”12.

Fue en ese período en el cual la revista alcanzó su mayor nivel de popularidad.

Frigerio afirmaba que por aquel entonces “algunas tiradas alcanzaron los 200.000

ejemplares”13. Una razón de ese éxito debe buscarse en la forma en que el semanario

presentaba la información. Al respecto, Scalabrini Ortiz destacaba: “Justo es

reconocer, ante todo, la proeza realizada por esta revista al poner al alcance del gran

público temas y materias que estuvieron siempre reservados a un reducido núcleo de

especialistas como son todos los que atañen a la economía y a la finanza”,

presentándolos “en términos accesibles y eludiendo el empleo de vocablos abstractos o

técnicos”14

Por su parte, el historiador César Díaz C. (2007: 79) afirma que la revista “interesó a

diversos sectores. Por primera vez en el país, la ausencia de sectarismo en una revista y

el aliento nacional de su contenido hicieron posible que fuese atractiva para

universitarios y obreros, miembros de las Fuerzas Armadas y del clero, diplomáticos y

12 Carta de Cooke a Perón, 28/08/1957. Reproducida en: Duhalde E., 2008: 287. 13 Citado en: Díaz, F., 1977: 32. 14 Raúl Scalabrini Ortiz. “No es culpa nuestra si las primeras invasiones inglesas tuvieron más color que estas de ahora”. Qué, 12 de noviembre de 1957.

Page 35: La batalla por el Frente Nacional

35

políticos, empresarios y asalariados, intelectuales, artistas y deportistas, provincianos y

porteños”.

Efectivamente, la revista lograba un alcance federal que le permitía sumar adeptos a

lo largo y ancho de todo el país. De ello daban muestra los mensajes que, como éste,

llegaban desde el mal llamado “interior”: “Les envío mis más cordiales felicitaciones,

como así a Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, con quienes, seguramente, tienen

correspondencia. Ustedes demuestran un coraje pocas veces visto, poseen una pluma

que es un escarpelo y en cada una de sus páginas demuestran un patriotismo sin

mácula, digno de la causa que defienden y que nos une” (Qué, 7 de enero de 1958).

Es de suponerse que la presencia de dos figuras de primera línea del campo nacional

como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz coadyuvara a ese éxito. El historiador

Norberto Galasso sostiene que desde sus respectivas columnas, ambos escritores “han

convertido a esa revista en tribuna de pedagogía nacional. Ello ha alimentado

simpatías de muchos peronistas por el candidato intransigente pero, además, ha

logrado el traslado al campo nacional de nuevos sectores sociales. Tanto sectores

empresarios de capital nacional, interesados en el mercado interno, como grupos de

clase media de nuevo tipo - distinta de aquella clase media tradicional de fuerte

posición antiperonista - encuentran en Frondizi a un estadista capaz de modernizar la

Argentina. En general, son profesionales - también de profesiones “nuevas”: no

médicos ni abogados sino ingenieros, técnicos, programadores -” (Galasso, N., 2005:

845).

4.3 CAMINO A LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE

Ante el llamado a elecciones para conformar una Asamblea que dictara una nueva

Constitución Nacional, la revista Qué se embarcó en una campaña para persuadir a los

votantes peronistas de que la mejor manera de oponerse al gobierno era votar por la

UCRI. Esa postura encontraba fundamento en que el partido de Frondizi se oponía a la

reforma tendiente a sepultar la Constitución de 1949, mientras que el llamado

votoblanquismo favorecía a las posturas políticas más reaccionarias y antiperonistas.

Los mayores exponentes del semanario, Scalabrini Ortiz y Jauretche, publicaron por

aquel entonces una serie de artículos tendientes de denunciar que el voto en blanco

favorecía a la oligarquía.

El gobierno de facto, por su parte, comprendía que para reemplazar a la Carta Magna

Page 36: La batalla por el Frente Nacional

36

dictada durante el período justicialista era necesario que el sufragio de las masas

populares se canalizara hacia a una opción electoralmente estéril. Por ello, su

estrategia se basaría en permitir toda propaganda política o crítica periodística que

propiciara el voto en blanco. Al percibir esta maniobra, la revista la denunciaba desde

su editorial: “Cualquiera puede imprimir una publicación llena de insultos contra el

gobierno y de propaganda prohibida, pero con una condición: que propicie el voto en

blanco. Para ello el gobierno es algo más que tolerante. Inclusive puede facilitar

imprentas y permitir que los canillitas voceen el periódico en la calle Florida, sin temor

de represalias policiales” (Qué, 23 de julio de 1957).

Poco antes de las elecciones Perón optó por apoyar la postura votoblanquista, lo cual

incidió en el ánimo de las masas peronistas, y llevó a que finalmente el voto en blanco

se impusiera en los comicios. Pero ello, tal como lo habían advertido Scalabrini Ortiz y

Jauretche, favoreció a los sectores que apoyaban la propuesta de derogar la Carta

Magna de 1949. Una vez dados a conocer los resultados, Frondizi se deprimió, al

considerar que había sido derrotado. Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche debieron

convencerlo de que el resultado implicaba que en las elecciones presidenciales los

peronistas votarían por él, y lo exhortaron a continuar dando batalla. A partir de

entonces, el candidato presidencial profundizaría su estrategia de captación de los

votantes justicialistas, consciente de que ellos serían determinantes para lograr la

victoria.

Asimismo, una vez finalizada la Convención Constituyente la revista se propuso como

nuevo objetivo periodístico contribuir al triunfo de la fórmula encabezada por Arturo

Frondizi.

4.4 LA CAMPAÑA A FAVOR DEL FRENTE NACIONAL

Las elecciones Constituyentes habían servido para marcar quiénes eran los

principales actores políticos que se disputarían el poder en los próximos comicios, a

realizarse el 23 de febrero de 1958. Por el lado de la UCRP, Ricardo Balbín “contaba

sin duda con las ventajas de que puede gozar quien disfruta del ‘calor oficial’. Pero

como candidato oficialista, debía sobrellevar la carga de que se lo identificara con los

discutidos logros de la Revolución Libertadora. Para sus competidores representaba el

continuismo” (Potash, R., 1986. T. II: 352). Frondizi, por su parte, se presentaba como

el candidato de oposición a la dictadura y prometía poner fin a la persecución

Page 37: La batalla por el Frente Nacional

37

ideológica, normalizar el funcionamiento de las organizaciones representativas de los

trabajadores, y brindarle un carácter “nacional y popular” a la política económica.

En tanto, el semanario Qué sucedió en 7 días -en su carácter de actor político- se

abocaría durante la campaña a cumplir con una serie de lineamientos definidos a nivel

editorial que implicaban: en primer término, fomentar un mayor acercamiento con los

seguidores del movimiento proscripto, potenciales votantes del candidato ucrista; por

otra parte, continuar impulsando de manera cada vez más explícita la postulación de

Frondizi, y promover su programa político; por último, contribuir a evitar la alteración

del orden social para garantizar una transición democrática en un clima de paz y

concordia.

La estrategia tendiente a captar al electorado peronista se aplicó desde el primer

momento posterior al llamado a elecciones. En ese sentido, desde el Editorial de la

revista se denunciaba que “millones de ciudadanos argentinos se encuentran privados

de expresarse libremente en el comicio, puesto que el partido al que acompañan con

sus sentimientos ha sido prohibido”, no obstante lo cual se exhortaba al pueblo a

participar del acto eleccionario, rechazando terminantemente las “provocaciones que

lo llaman a la violencia” (Qué, 19 de noviembre de 1957). El énfasis puesto en la

necesidad de normalizar el país era una cuestión recurrente en la prédica institucional

de la publicación. Contra ese proceso -se advertía de las páginas de la revista-

conspiraban no sólo “la voluntad continuista de amplios sectores del gobierno y del

espíritu de desquite de los grupos gorilas, cuya expresión última y acabada formuló el

flamante candidato Balbín”15, sino también quienes desde el campo popular se dejaban

“arrastrar por las provocaciones del enemigo” (Qué, 24 de diciembre de 1957).

Por otra parte, la publicación adquirió un compromiso político cada vez mayor,

consolidándose “como la matriz del programa desarrollista”, lo que implicaba que en

sus páginas se desplegaban los grandes problemas que enfrentaba el país y se los

convertía “en objeto de análisis desde el punto de vista técnico-material y de su

carácter histórico” (Díaz, C., 2007: 88), contribuyendo así a enriquecer y difundir la

plataforma del movimiento nacional en campaña. 15 Por aquellos días Ricardo Balbín había brindado declaraciones en relación a un acto gremial realizado en el Luna Park, del cual habían participado familiares de militares fusilados por el gobierno de facto. Al respecto, el candidato de la UCRP se había preguntado por qué habían estado presentes en el evento “mujeres de militares, viudas de militares que habían traicionado al país”. Las declaraciones de Balbín fueron publicadas en el diario La Prensa de fecha 13/12/1957. Tanto Arturo Jauretche, en su artículo “Balbín dijo de Valle muerto lo que no diría de Valle vivo” (Qué, 24 de diciembre de 1957), como Raúl Scalabrini Ortiz en “Estoy con el partido de los que defienden la tierra argentina contra los intereses extranjeros” (Qué, 4 de febrero de 1958), expresarían su repudio a las palabras del candidato oficialista.

Page 38: La batalla por el Frente Nacional

38

Ese apoyo a la candidatura ucrista se haría más evidente conforme la campaña entrara

en la recta final, alcanzando su punto cúlmine en el último número previo a las

elecciones, en cuyo Panorama Político -titulado “Frondizi no es el problema. Frondizi

es la solución”- se expresaba una postura de apoyo explícito al sostener que “la

candidatura de Frondizi se ha convertido así en eje de un proceso histórico que abre al

país la oportunidad de alcanzar la unidad y la pacificación” (Qué, 18 de febrero de

1958).

4.5 EL “REPORTAJE A CARACAS”

Durante la campaña, y simultáneamente a su labor de director de la revista, Frigerio

se abocó a realizar las conexiones que posibilitaran un pacto con el peronismo. Para

ello debió viajar a diversos puntos de Latinoamérica adonde se encontraban exiliados

del régimen depuesto, permaneciendo finalmente algunos días en Venezuela, en donde

mantuvo varias reuniones con Perón para discutir las condiciones de un eventual

acuerdo electoral.

Para justificar periodísticamente la presencia de su director en Venezuela, el 14 de

enero el semanario publicaba el artículo “Reportaje a Caracas”, una breve nota en la

cual se afirmaba que Rogelio había iniciado una gira con el objetivo de “completar la

visión de los problemas de la América nuestra, tan vinculados al país”. Tras describir

brevemente los países del itinerario, el artículo hacía foco en Venezuela, donde “se ha

instalado una usina de informaciones no siempre claras y generalmente tendenciosas,

sobre reuniones en las que ya se habría decidido sobre la suerte política de nuestro

país”. Luego, la nota agregaba: “Se discutiría allí con la presencia de figuras

prominentes del régimen anterior, si conviene alentar el terrorismo y el voto en blanco

o en cambio ha de aconsejarse sufragar por los candidatos de los partidos

neoperonistas”.

De esa manera, Qué ocultaba –con la excusa del interés periodístico- la participación

de Frigerio en el acuerdo que se estaba gestando entre el frondizismo y el peronismo,

bajo la excusa de que la revista “procura dar la más completa información, sobre todo

en materia política. Juzga que esta información sobre Caracas no puede estar ausente

sin resentir, en forma muy grave, la verdad del panorama político del país” (Qué, 14 de

enero de 1958). Para cerrar el “reportaje”, se anticipaba que se mantendría al tanto al

lector sobre la inminente decisión del líder justicialista en relación a las próximas

Page 39: La batalla por el Frente Nacional

39

elecciones. Sin embargo, “grande debe haber sido el asombro de los ‘habitués’ del

semanario porque en las entregas posteriores no hubo ningún ‘reportaje’ del director”

(Díaz, C., 2007: 92-93).

A lo largo de la campaña, la revista debió enfrentar las diversas estrategias urdidas

por la dictadura con el objetivo de garantizar la victoria de continuismo. Así, por

ejemplo, a fines de enero, la publicación acometía enérgicamente desde su editorial

contra la decisión de la dictadura de permitir que los partidos neoperonistas

participaran de las elecciones, desnudando su objetivo de “dispersar votos ante la

evidencia de que la opinión busca canalizarse en una corriente única, aquella que fue

capaz de derrotar al oficialismo y su expresión electoral” (Qué, 21 de enero de 1958).

Finalmente, el 5 de febrero Frigerio le remitió a Perón el documento del acuerdo a

Ciudad Trujillo a través de un enviado especial. El pacto comprometía al líder

justicialista a dar la orden a sus seguidores de votar por la fórmula intransigente a

cambio de una serie de condiciones entre las que se contaban una ley de amnistía para

los presos políticos y la promesa de reincorporar al peronismo al sistema político. A

partir de entonces, el frondizismo quedaba a la espera de que Perón impartiera las

instrucciones a sus seguidores.

Mientras tanto, en su edición del 4 de febrero de 1958 el semanario informaba que

Frigerio visitó al líder desterrado en Caracas y, prudentemente, afirmaba que “Perón

aún no ha decidido si su movimiento votará en blanco, pero que desde ya descarta su

apoyo a partidos neoperonistas, ni tampoco al conservadorismo popular”. De esa

manera “queda abierta la posibilidad de que toda decisión por el voto positivo resulte a

favor de Frondizi, aunque, por supuesto, no existe ninguna referencia a acuerdo o

pacto que erizaría la piel de los marinos” (Galasso, N., 2005: 851).

Con posterioridad, el 10 de febrero Perón enviaba a Argentina las instrucciones “en

que pedía expresamente a sus seguidores que votaran por Frondizi como presidente de

la Nación” (Potash, R., 1986. T. II: 360). Al día siguiente, en el panorama político de

la revista, se hacía referencia a la reciente conferencia de prensa brindada por el líder

exiliado y se lo citaba: “Frente al hecho concreto de la obligación de sufragar, cada

peronista lo hará en la forma más apropiada para impedir con su voto los planes

continuistas de la tiranía y para expresar su repudio a la orientación seguida por ella en

todos los órdenes de la vida argentina”. Además, el artículo reproducía otro pasaje del

discurso en el cual el ex-presidente afirmaba que “la participación en los comicios por

parte de cualquier partido político implica que no pertenece al Movimiento Peronista.

Page 40: La batalla por el Frente Nacional

40

Por lo tanto los compañeros que hayan aceptado candidaturas deberán renunciarlas de

inmediato”. Asimismo, a lo largo de las páginas de la revista se aludía a informaciones

procedentes de diversos cables, según los cuales Perón habría ordenado a sus

seguidores no votar en blanco. De esa manera, sin mencionarlo explícitamente, el

medio le hacía llegar a su público la decisión del líder exiliado de apoyar al Frente

Nacional.

El 23 de febrero de 1958 Frondizi triunfaba ampliamente y se convertía en el nuevo

presidente de los argentinos. Sin duda, la campaña llevada adelante por la revista había

contribuido a fortalecer y difundir su programa de gobierno. A partir de entonces, la

publicación se prestó a trabajar para lograr que efectivamente los militares le

entregaran el gobierno al mandatario electo.

4.6 GARANTIZAR EL TRASPASO DEL PODER

Como era de esperarse, el triunfo de Frondizi no significó la retirada de escena de los

sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas. Por el contrario, éstos retomaron

la presión en pos de mantener el dominio sobre las estructuras castrenses y garantizar

la impunidad de los actos cometidos durante los años de gobierno. Inclusive, los

quedantistas intentarían forzar a Aramburu a que desconociera la victoria de la UCRI.

Se abría para el país un período de tensa incertidumbre, en el cual los rumores de golpe

militar estarían a la orden del día. En ese contexto, resultó de gran importancia el papel

cumplido por el entonces presidente, quien si bien había intervenido activamente

durante la campaña para evitar la victoria de Frondizi, una vez definido el escrutinio

“hizo todo lo posible para asegurar que el ganador asumiera el cargo” y “se rehusó a

las presiones de oficiales colegas para prolongar la actuación del gobierno militar”

(Potash, R., 1986. T. II: 375).

En ese período de transición democrática la revista debía servir de apoyo al

mandatario electo y contribuir a garantizar un estado de relativo orden social, que

evitara exabruptos por parte de los militares. En su portada del número posterior a la

victoria ucrista, la revista manifestaba que “Este triunfo no es de un partido, pertenece

al pueblo todo”. Al destacar que Frondizi había sido depositario tanto del sufragio de

los peronistas como de los partidarios de la “unidad nacional” encolumnados para

derrotar a las fuerzas oligárquicas, el semanario intentaba quitarle importancia a la idea

de los votos “prestados”.

Page 41: La batalla por el Frente Nacional

41

En la editorial de ese número, Frigerio señalaba las dos amenazas que se cernían

sobre la nación de cara al 1° de mayo: por un lado advertía que desde los sectores

gorilas “se busca encender la guerra social”, ante lo cual “los trabajadores no deben

aceptar la provocación que los empuja por todos los medios a realizar movimientos de

fuerza.” Por otra parte, el director de la revista afirmaba que el gobierno de facto

“procura que el nuevo gobernante reciba el país con su economía postrada, los gremios

trabados en su acción y envueltos en toda clase de conflictos que alteren la paz social”.

A lo largo de los 66 días restantes para la asunción de Frondizi, el discurso de la

revista versó sobre la necesidad de fomentar “la paz social”, condición indispensable

para poder emprender el “plan de reconstrucción nacional que conduce a la

reconquista de la soberanía y al logro de la prosperidad para los argentinos” (Qué, 4 de

marzo de 1958).

Además, a lo largo de marzo Qué comenzó a brindar espacio a la problemática de los

civiles y militares que se encontraban presos por causas políticas, reclamando su

liberación como condición sine qua non para garantizar la pacificación del país. Esa

cuestión resultaba de vital importancia ya que había sido una de las condiciones

puestas por Perón para firmar el pacto.

A comienzos de ese mes Frigerio visitó nuevamente al líder exiliado, para exhortarlo

a que desaliente cualquier medida por parte de sus seguidores que pudiera poner en

peligro la transición política. Para no sincerar esa reunión, la publicación hacía

referencia a que Frigerio se hallaba “en misión periodística”, sin brindar demasiados

detalles. Sólo se afirmaba que la revista “se prepara para el período posterior”, y que

“a tal efecto viaja nuevamente nuestro director Rogelio Frigerio. Ahora se hace más

necesario extender el conocimiento sobre los países de América a los que la Argentina

necesariamente se habrá de vincular más intensamente. Todo esto justifica el corto

viaje que realiza nuestro director y que lo sustrae momentáneamente de su actividad

habitual”.

A nivel gubernamental, por aquellos días el Plan Yadarola de explotación de

combustibles ya se había filtrado a la prensa y generaba polémica en el ámbito

político. Ante esa situación, la revista no dudaba en criticar las concesiones que

pretendía realizar el oficialismo antes de dejar el poder.

Ante la cercanía de la asunción de Frondizi, y a sabiendas de que el Ejecutivo

entrante reclamaría pronto su colaboración a nivel ministerial, el 25 de marzo Frigerio

anunciaba su alejamiento de la revista. En su editorial de despedida Rogelio explicaba:

Page 42: La batalla por el Frente Nacional

42

“Me consagraré a la dirección del Centro de Investigaciones Nacionales, fundado por

el doctor Arturo Frondizi y animado personalmente por él hasta ahora, en que debe

asumir su alta magistratura”. En realidad, Frigerio ya trabajaba en vinculación a ese

organismo, pero ese anuncio le brindaba una salida de la revista que no implicaba

formalizar el lugar que pronto ocuparía dentro del gabinete frondizista. Dadas las

suspicacias que su figura generaba en las Fuerzas Armadas, ello resultaba de gran

importancia en un contexto en que el presidente electo negociaba las condiciones para

el traspaso del poder.

En su despedida, Frigerio describía la evolución sufrida por el semanario a lo largo

del período en que él estuvo al frente del mismo: “Quise, en el comienzo de mi labor,

mantener a la revista en el plano de neutralidad informativa que le imprimiera el

talento de su fundador. Pero los hechos me obligaron a adoptar una línea combatiente

(…). Finalmente QUÉ dejó de ser una empresa personal y se convirtió en el órgano de

un vasto movimiento de unidad nacional (…). Fuimos el vocero de la integración

nacional frente a la discordia y el odio con que querían dividirnos (…). Por último,

propiciamos la acción política que podía derrotar al enemigo del país, la única salida

orgánica y pacífica” (Qué, 25 de marzo de 1958). A partir de abril la revista quedaba a

cargo del periodista Marcos Merchensky.

Mientras tanto, como fruto de las gestiones realizadas por Frigerio durante su

encuentro con Perón, éste último difundía su mensaje “A todos los peronistas”, en el

cual sostenía que “de la victoria del 23 de febrero no tenemos ningún botín que

reclamar”.

Con la tranquilidad que brindaba el relativo orden social alcanzado en esas semanas,

y con la postura quedantista neutralizada por la firme decisión de Aramburu de

entregar el poder, la revista comenzó a abocarse a anticipar los desafíos a los cuales se

enfrentaba el futuro gobierno en materia económica. En las últimas semanas previas a

la asunción de Frondizi, el semanario comenzaba a desplegar las problemáticas sobre

las cuales acometería el futuro presidente una vez en el poder: “Hierro y petróleo: Dos

batallas que debemos librar” (Qué, 15 de abril de 1958). Como órgano frondizista, la

publicación se encargaba de difundir la nueva versión del “programa nacional”, que

propendía a desenvolver “industrias que suministren al agro las máquinas necesarias

para liberar a las fuerzas del trabajo atadas a viejas técnicas; energía para multiplicar la

productividad”, empresas para la cuales “serán bienvenidos el capital y la técnica

extranjeros que quieran coadyuvar en la tarea, procurando su propio beneficio

Page 43: La batalla por el Frente Nacional

43

legítimo” (Qué, 29 de abril de 1958).

El desarrollismo comenzaba a difundir la visión frigerista del “imperialismo

industrializador” estadounidense, lo cual pronto lo haría entrar en conflicto con

aquellos partidarios que habían apoyado su programa nacionalista. Simultáneamente,

Frondizi debería enfrentar a los sectores militares que, alertas ante la “amenaza” de

regreso del peronismo y atentos a los antecedentes izquierdistas del presidente, lo

asediarían durante todo su mandato.

Page 44: La batalla por el Frente Nacional

44

5. RAÚL SCALABRINI ORTIZ

5.1 SUS ORÍGENES

El 14 de febrero de 1898 nacía en la ciudad de Corrientes Raúl Ángel Toribio

Scalabrini, hijo de Ernestina Ortiz y del naturalista Pedro Scalabrini. Un par de años

antes, la familia se había instalado en la ciudad debido a que Don Pedro había recibido

el pedido del gobernador Virasoro de fundar y dirigir el Museo de Historia Natural.

Siendo Raúl muy niño, la familia se trasladó a Buenos Aires por cuestiones laborales.

Raúl creció educado en las costumbres de la familia: “Normas morales sostenidas con

rigidez por su madre, matrona católica de antepasados patricios; inquietudes

intelectuales transmitidas por su hermano Pedro y sus amigos poetas; ideas recibidas

de su padre, liberal en política, positivista en filosofía, pero con un profundo interés en

lo nacional que amengua el peligro antinacional de esa ideología que comparte con la

clase dominante” (Galasso, N., 2008: 23).

Su adolescencia transcurrió entre la hegemonía liberal conservadora de la época y la

tentativa yrigoyenista. Estudiante de rendimiento medio en el Colegio Nacional Norte,

con poco interés por el estudio excepto por las ciencias exactas, entre sus hobbies se

contaban la literatura, los deportes, el billar, el café, los amigos, las mujeres, y por

supuesto la escritura. No presentaba mayor interés por la política y, fiel a la

idiosincrasia eurocéntrica imperante en la clase media y alta porteña de aquel entonces,

su mayor anhelo consistía en viajar a Paris.

Ingresó a cursar Ingeniería en la Facultad de Ciencias Exactas e intercaló los estudios

matemáticos con la literatura. Tras la Revolución Rusa el joven Raúl incursionó en la

lectura de textos de Marx, Engels y Lenin, y empezó a descubrir la importancia de los

factores estructurales en la superestructura social. Esa atracción por las ideas de

izquierda lo llevó por el año 1919 a formar parte del grupo Insurrexit, aunque esta

militancia no perduró por mucho tiempo.

Tras perder interés en su carrera y abandonarla, Scalabrini finalmente decidió rendir

algunas materias que le permitieron obtener el título de agrimensor. Mientras subsistía

en base a trabajos esporádicos vinculados a su profesión, su interés por la literatura se

incrementaba; comenzaba a escribir sus primeros cuentos y poemas, y a vincularse a

círculos literarios.

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45

A principios de la década del ´20, un par de viajes por el interior del país lo acercaban

a la fisionomía real que adquiría la Argentina una vez abandonada la ciudad puerto.

Era testigo de la pobreza y la injusticia social que padecían millones de compatriotas,

pero aún no lograba comprender que ello se debía a la acción deliberada del

imperialismo inglés. Al regresar a Buenos Aires, Raúl logró editar su primer libro, La

Manga (1923), recopilación de cuentos cortos.

En 1924 visitó París y sufrió allí una honda decepción, pues la “Francia eterna del

humanitarismo y los derechos del hombre” que imaginó se contradecía con la barrera

que imponía la xenofobia del país en la posguerra. A su regreso, Raúl se vinculó

estrechamente con el escritor Roberto Arlt y con Macedonio Fernández, cuya simpatía

por lo popular, su profundo sentimiento igualitarista y su gran enraizamiento nacional

impregnaron al joven escritor.

A mediados de la década del ´20, Raúl era un porteño bohemio que disfrutaba

intensamente de la vida social y cultural de la ciudad de Buenos Aires y que, gracias a

la publicación de su libro y a su vinculación con sectores literarios, comenzaba a

desarrollar una carrera periodística en diversas publicaciones como La Nación, Martín

Fierro, El Hogar, La Argentina, entre otras.

En su contacto con los círculos intelectuales y a través de su actividad como

comunicador, Scalabrini Ortiz comenzó a notar que gran parte de sus colegas vivían

pendientes de Europa, padeciendo una total desvinculación con lo autóctono. Esa

mirada eurocéntrica imperaba incluso entre los intelectuales de la corriente ideológica

nacionalista, que no lo era más que nominalmente y además tendía hacia un

pensamiento fascista y antipopular, con el que Raúl disentía.

A principios de la década del ´30, Scalabrini publicaba su libro El hombre que está

solo y espera, en el que se podía apreciar un rechazo explícito del autor para con las

concepciones e ideas foráneas que inundaban la sociedad argentina e impedían el

desarrollo de un pensamiento verdaderamente nacional. En esa obra, el escritor

denunciaba la falta de compromiso de los sectores ilustrados con el país: “El

intelectual no escolta el espíritu de su tierra, no lo ayuda a fijar su propia visión del

mundo, a pesquisar los términos en que podría traducirse” (Scalabrini Ortiz, R., 1933:

82).

Sin embargo, serían los cambios políticos ocurridos tras el golpe de Estado de 1930

los que terminarían de esclarecer la mirada de Raúl sobre la realidad política y

económica del país.

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46

5.2 EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA NACIONAL

Si bien en un principio Scalabrini Ortiz se había mostrado favorable al golpe de

Uriburu, confiado en el supuesto patriotismo del general, la realidad no tardaría en

mostrarle que se hallaba totalmente equivocado. El gobierno pronto daría sobradas

muestras de subordinación al imperialismo inglés y sus aliados, los sectores

oligárquicos. En aquel entonces comenzaba a madurar en la mente del escritor la idea

de que el capital inglés era dueño de gran parte de nuestro país.

Mientras iniciaba una relación sentimental con la joven Mercedes Mecha Comaleras -

quien sería su mujer y compañera de toda la vida, y madre de sus hijos- Raúl comenzó

a abocarse cada vez con mayor dedicación a la investigación socioeconómica e

histórica del país, y a descubrir las ataduras materiales que sujetaban a Argentina al

capital foráneo y más particularmente a Gran Bretaña.

Luego de apartarse de La Nación, el escritor utilizó su espacio en publicaciones como

Noticias Gráficas para atacar al gobierno de Uriburu y posteriormente al de la

Concordancia. Fustigó el Fraude Patriótico, y probó “con el irrefutable lenguaje de los

números el vasallaje que soportaba el país y la explotación semicolonial” (Galasso, N.,

2008: 136). Además, denunció públicamente a todo el aparato superestructural

montado para inculcar a la población una visión mendaz de la realidad nacional: “Todo

lo que nos rodea es falso e irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las

creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que

nos presentan” (Scalabrini Ortiz, R., 2009B: 11).

En 1933, Scalabrini participó de un intento revolucionario llevado adelante por

miembros del radicalismo no alvearista y sectores nacionalistas contra el gobierno de

Justo. Fue apresado tras el fracaso del levantamiento, y debió partir al exilio. Sin

embargo, a fines del año siguiente pudo regresar al país para continuar indagando y

publicando notas de investigación económica en la revista Señales. El pensamiento

nacional estaba en marcha pero aún necesitaba un cuerpo que le diera organización.

5.3 FORJA Y EL NACIONALISMO POPULAR

A mediados de la década del ´30 la Unión Cívica Radical, bajo la influencia de los

sectores alvearistas, decidió levantar la abstención electoral que regía en el partido

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47

desde 1931 en oposición al sistema de elecciones fraudulentas. En reacción, los

sectores internos que reivindicaban la tradición yrigoyenista decidieron fundar la

Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.), que estaría

inicialmente bajo la dirección de Juan B. Fleitas y de Manuel Ortiz Pereyra y contaría

entre sus socios fundadores a Arturo Jauretche, Homero Manzi, Luis Dellepiane,

Gabriel del Mazo, entre otros.

FORJA se propuso “luchar dentro del Partido, para que éste recobre la línea de

principismo e intransigencia que lo caracterizó desde sus orígenes”, y emprender la

lucha por “la realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana,

contra las oligarquías como agentes de los imperialismos en su penetración económica,

política y cultural, que se oponen al total cumplimiento de los destinos de América”16.

A pocos meses de surgida la agrupación, Raúl se sumaba a sus filas colaborando con la

elaboración de investigaciones político-sociales que se publicarían en los llamados

Cuadernos, y participando de conferencias en las que se denunciaba que todos los

aspectos más relevantes de la economía argentina se hallaban bajo el control de

grandes corporaciones extranjeras.

Scalabrini no era formalmente un integrante de la organización, dado que se requería

ser afiliado a la UCR para constituirse en miembro pleno, condición que él se negaba a

cumplir. Pero eso no le impidió consolidarse como un engranaje fundamental de la

agrupación.

FORJA planteaba la necesidad de sentar las bases de un proceso económico que

tendiera a tomar las riendas de los sectores fundamentales de la actividad económica,

fomentar la industrialización y mejorar las condiciones de vida de los millones de

argentinos que se hallaban sumidos en la pobreza. Sus integrantes sostenían que el

Estado “debe ser fuerte para hacernos libres. No el Estado totalitario cuyo fin es

ahogar al hombre para realizarse, sino el Estado que ahoga la tiranía del dinero para

realizar al hombre”17. Si bien la agrupación surgió como un núcleo de intelectuales,

con el trascurso de los años comenzaría a constituirse como una línea política fuerte

dentro del radicalismo, con múltiples sedes a lo largo del país.

De los trabajos publicados por Raúl en los Cuadernos, dos se trasformarían en sus

obras más importantes: Política Británica en el Río de la Plata e Historia de los

Ferrocarriles Argentinos. Este último libro sería texto de formación política de los

16 Forja. Declaración aprobada en la Asamblea Constituyente, 29/06/1935. 17 Forja. Opinión Pública y Democracia (Declaración), 17/11/1941.

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48

militares integrantes del GOU, grupo de oficiales promotor del golpe del 4 de junio de

1943. Paralelamente a sus labores en FORJA, en 1939 el escritor fundó el periódico

Resistencia, desde el cual apoyó la neutralidad de Argentina durante la 2º Guerra

Mundial, pero debido a la falta de publicidad debió cerrarlo luego de 41 días.

Hacia 1940, FORJA se vio convulsionada por la decisión de la facción liderada por

Dellepiane y Del Mazo de pactar su reintegración a la conducción nacional de la UCR,

y abandonar el movimiento. Esto favoreció a la línea más radicalizada, representada

por Scalabrini Ortiz -quien se incorporó formalmente al eliminarse la obligatoria

adhesión a la UCR- y por Jauretche, que quedó al frente de la agrupación.

Si bien luego de estos cambios el movimiento forjista intensificó su accionar en todos

los ámbitos, especialmente en el político, para el año 1943 Raúl decidió su

alejamiento. El escritor veía con pesimismo la situación política del país, y notaba que

FORJA ya no era aquel ateneo de ideas de años atrás pero tampoco constituía el

movimiento nacional en marcha que él presentía necesario para modificar las

condiciones estructurales del país.

Luego de los hechos acontecidos el 17 de octubre de 1945 la agrupación se

disolvería, dejando a sus integrantes en libertad de acción, al considerar que “el

pensamiento y las finalidades perseguidas al crearse FORJA están cumplidas al

definirse un movimiento popular en condiciones políticas y sociales que son la

expresión colectiva de una voluntad nacional de realización cuya carencia de sostén

político motivó la formación de FORJA”18.

5.4 LA COMPLEJA RELACIÓN CON EL PERONISMO

Scalabrini conoció a Perón en el año 1944, en una conferencia que este último brindó

en la ciudad de La Plata. Scalabrini quedó impactado por la prédica industrialista del

entonces Coronel, y terminada la conferencia tuvo posibilidad de conocerlo

personalmente, ocasión que aprovechó para manifestarle la necesidad de nacionalizar

los ferrocarriles. Posteriormente, Scalabrini Ortiz asistió a la movilización del 17 de

Octubre de 1945, y el espectáculo de las masas trabajadoras movilizadas para lograr la

liberación del general lo dejó fascinado y esperanzado. Esa multitud que se

manifestaba pacíficamente –sostendría Raúl- “era el subsuelo de la patria sublevada.

18 Forja. Acta de Disolución, 15/12/1945.

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49

Era el cimiento de la nación que asomaba (…). Era el substrato de nuestra idiosincrasia

y de nuestras posibilidades colectivas allí presente (…). Eran los hombres que están

solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación” (Scalabrini Ortiz, R.,

2009C: 30).

Al año siguiente Perón ganó las elecciones, y Scalabrini dio inicio a una fuerte

campaña en pos de la nacionalización de los Ferrocarriles, bajo el argumento de que

estatizarlos era adquirir soberanía. En ese sentido asesoró al gobierno, logrando el

cumplimiento de su objetivo. El justicialismo inició por aquel entonces un ciclo de

grandes transformaciones económicas en el país, que comenzó por la nacionalización

del Banco Central y continuó con la creación del IAPI, la estatización de los servicios

públicos y la sanción de una nueva Constitución Nacional. Todas esas medidas fueron

defendidas públicamente por el escritor.

Si bien existían cuestiones en las que Raúl disentía con el peronismo, el comunicador

no dejaba de reconocer los importantes logros que se estaban llevando adelante y era

consciente de que cada crítica al gobierno fortalecía a la oposición antinacional, por lo

cual en sus intervenciones públicas tendía a exaltar los logros alcanzados desde 1943

en adelante. En relación a las críticas que se le realizaban al movimiento, Scalabrini

Ortiz afirmaba que “hay muchos casos, y no de los menos trascendentales, por cierto,

de la política interna y externa del general Perón, que no serían aprobados por el

tribunal de ideas que animaron a mi generación”, pero inmediatamente advertía: “No

debemos olvidar en ningún momento que las opciones que nos ofrece la vida política

argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San

Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava

a Perón fortalece a Pinedo, en cuánto él simboliza un régimen político y económico de

oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento vivo del país”19. De esta

manera, el intelectual nacional daba muestra de su apoyo al gobierno pero

reservándose la independencia de criterio.

Mientras muchos de sus viejos compañeros de lucha tomaban responsabilidades

dentro del oficialismo, Raúl prefirió rechazar los reconocimientos públicos y cargos en

el Estado, ya que no se consideraba apto para lidiar con las contradicciones que

imponía trabajar en la política. Su rechazo a incorporarse a la función pública, sumada

19 Raúl Scalabrini Ortiz. “Palabras de esperanza para la nueva generación”. Conferencia en La Plata, noviembre de 1947. Publicada posteriormente bajo el nombre “Palabras de esperanza para los que pueden ser mis hijos”, en la revista Sexto Continente N° 3-4, octubre/noviembre de 1949.

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a su falta de obsecuencia le costaron los primeros desencuentros con el peronismo.

Con el tiempo, comenzó a percibir indicios de que su persona no era del agrado de

ciertos sectores del gobierno. En un par de ocasiones, su participación en

publicaciones llevó a la desaparición de las mismas, y el escritor se sintió censurado.

Simultáneamente, Scalabrini comenzó a notar que el movimiento peronista sufría una

suerte de burocratización que se manifestaba en el ascenso de personajes que hacían

gala de una obsecuencia absoluta, mientras los funcionarios ex-forjistas pasaban a

sufrir marginación. Ante ese escenario desfavorable, pero “no estando dispuesto a

servir los designios de la oligarquía haciendo conocer su disentimiento, Raúl se

abroqueló en el silencio para observar el desenvolvimiento de los sucesos desde su

casa o cuanto más dialogando con sus amigos” (Orsi, R., 1985: 153).

Con posterioridad, el comunicador realizaría una honda reflexión sobre esta decisión

que tanto le costó, e incluiría en ella una fuerte crítica al entonces presidente: “Durante

la época de Perón me tuvieron con la boca tapada. Ni un diario me abrió sus columnas.

Ni una revista. Ni una tribuna. Solo alcancé a dar tres conferencias en un centro obrero

y Borlenghi lo hizo clausurar (…). Me apena pensar todo lo que yo pude hacer en la

formación de la conciencia nacional en el transcurso de esos diez años (…). Es claro

que mi obra tenía un precio: el precio que yo siempre pongo, mi absoluta libertad para

escribir y el gobierno de Perón hubiera sido constantemente hostigado por mí, para el

bien de Perón y del país. No le critico haberse rodeado de adulones (….), pero debió

haber dejado un resquicio, una trinchera, algo desde donde hubiéramos podido

continuar adoctrinando y enseñando”.20

5.5 EL REGRESO AL CAMPO DE BATALLA

Luego del golpe de Estado de 1955 que derrocó a Perón, Scalabrini Ortiz y su amigo

Jauretche se lanzaron a la tarea de enfrentar al gobierno de facto. El escritor linqueño

afirmaba que por aquel entonces “salimos de nuevo a la escena política para dar el

grito de ‘¡vuelvan caras!’ a los dispersos y para afirmar las bases del pensamiento

nacional momentáneamente en derrota (…). Ahí están las páginas de El 45 y de El

Líder cuya gravitación e importancia tampoco se puede comprender si no se

comprende aquel momento en nuestra desesperada búsqueda de instrumentos para

20 Carta de Raúl Scalabrini Ortiz a Carlos María Quinodoz -presumiblemente no enviada -. Citada en: Galasso, N., 2008: 400.

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51

defender lo nacional” (Jauretche, A., 2008: 15).

El diario El Líder era propiedad de la CGT y constituía el único medio oficialista que

había sobrevivido al golpe, mientras que El 45 fue un humilde periódico fundado por

Jauretche en aquellos días de resistencia. Desde esos medios, ambos denunciaron el

plan de entrega realizado por la Libertadora y enfrentaron los diagnósticos

económicos de Raúl Prebisch. Por aquellos días Scalabrini escribió también en otras

dos publicaciones que escapaban al control del gobierno de facto: El Federalista y De

frente. Sin embargo, para principios de 1956 ninguna de las cuatro publicaciones

quedaban de pie. Raúl se quedó entonces sin ningún medio donde escribir.

5.6 SCALABRINI EN QUÉ SUCEDIÓ EN 7 DIAS

Por el año 1956, Jauretche tomó contacto con Frigerio y ambos coincidieron en la

necesidad de organizar una salida política en torno a la figura de un líder que retomara

la línea nacional, sin alertar a los sectores más antiperonistas de las Fuerzas Armadas.

Ese personaje era Arturo Frondizi, para cuya candidatura Frigerio se hallaba

trabajando desde la revista Qué sucedió en 7 días.

Mientras trabajaba para reorientar la línea editorial de la publicación, Frigerio le

solicitó a Jauretche que mediara para que Scalabrini Ortiz se incorporara como

columnista. En mayo de 1956 el linqueño le escribió una carta a su amigo,

recomendándole que se contacte con Rogelio para incorporarse al proyecto. Raúl

dilató la decisión, pero luego del rotundo fracaso del intento revolucionario de Valle -

en junio de ese año- decidió incorporarse a la revista. A sabiendas de que se trataba de

un órgano virtualmente partidario, el escritor pidió absoluta libertad para opinar desde

su espacio.

En sus Cartas, el comunicador buscaba un intercambio constante con los lectores y

los interpelaba con regularidad, evitando caer en la perorata academicista. Ello

constituía un cambio notable respecto a su estilo periodístico de años anteriores, que

solía ser más formal, y anclado en cifras y estadísticas. Desde su columna, Scalabrini

Ortiz derramó ríos de tinta denunciando el plan de entrega elaborado por Prebisch al

servicio de intereses foráneos, y ejecutado por la Revolución Libertadora. También

criticó duramente los atropellos cometidos por la dictadura contra todo aquello que se

vinculara al gobierno depuesto. En términos generales, sus artículos se abocaban al

análisis de los grandes temas nacionales, en consonancia con la estrategia editorial de

Page 52: La batalla por el Frente Nacional

52

la revista. Sin embargo, ello no le impediría en ocasiones dar muestra de su profundo

carácter latinoamericanista, denunciando, por ejemplo, el “espíritu separatista” que

durante décadas fuera cultivado en nuestras tierras, y “que sirvió a la política británica

de dispersión de la unidad histórica de bolivianos, paraguayos, uruguayos y

argentinos” (Qué, 4 de febrero de 1958).

Durante la campaña para la elección de convencionales constituyentes, tanto

Scalabrini Ortiz como Jauretche expresaron sus posturas coincidentes respecto a los

efectos negativos que tendría el voto en blanco propuesto por el peronismo. En ese

difícil mes de julio de 1957, Scalabrini Ortiz utilizó su columna en Qué para disparar

tres notas cuyos títulos marcaban claramente su postura: “Votar en blanco es votar por

la oligarquía”; “Para oponernos no contamos con más armas que nuestro voto”;

“Abstenerse o votar en blanco es tirar su voto a la basura”. Desde ese espacio, el autor

defendió su postura de votar “por aquel que se comprometa a sostener la vigencia de la

Constitución del 49” (Qué, 9 de julio de 1957), en clara referencia al bando ucrista.

La derrota del frondizismo, lejos de desalentarlo, lo impulsó a redoblar la apuesta.

Una vez oficializada la cuenta regresiva para las elecciones generales Raúl se prestó a

continuar su lucha en defensa de la nación.

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6. LA CONTIENDA PRESIDENCIAL

6.1 EL COMIENZO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL

El fracaso de la Asamblea Constituyente dio muestras de la incapacidad del arco

opositor para generar consensos en relación a las reglas que debían imperar en el

período post-peronista. El alto nivel de voto en blanco registrado en las elecciones, por

otra parte, le daba al gobierno de facto la pauta de que la identidad peronista

continuaba intacta en amplios sectores de la sociedad.

El 15 de noviembre, al día siguiente de la clausura de la Convención Constituyente,

el presidente dio a conocer el decreto por el cual se convocaba a elecciones generales

para el domingo 23 de febrero de 1958. En su mensaje al país, Aramburu destacó que

las Fuerzas Armadas brindaban total apoyo al cumplimiento del plan político. Además,

elevó un mensaje directo a sus colegas al afirmar que “la política no se decide en los

cuarteles, ni en las bases, ni en los buques”21, y aclaró que la Revolución Libertadora

no tenía herederos. Pese a esas declaraciones, el presidente apostaba al triunfo de los

radicales del pueblo, ya que confiaba en que éstos convalidarían lo actuado por el

gobierno, lo que implicaba que no serían sometidos a revisión los actos que

culminaron en los fusilamientos de civiles y militares acaecidos entre el 9 y el 10 de

junio de 1956.

Ante el comienzo de la campaña electoral, los partidos se lanzaron a profundizar sus

estrategias políticas. Balbín basaría su discurso en reivindicarse como portador de la

tradición del partido y en acusar a Frondizi de demagogo y oportunista, mientras

acentuaba su aproximación con el gobierno de facto y aguardaba ser favorecido por la

posible abstención electoral del peronismo.

Por su parte, la UCRI impulsó la fórmula Arturo Frondizi-Alejandro Gómez. El

candidato intransigente, consciente de la necesidad de profundizar la captación de las

masas que respondían al peronismo, acentuó su prédica antiimperialista y sus críticas a

la dictadura, mientras intentaba fortalecer sus lazos con el movimiento proscripto. El

historiador César Díaz (2007: 64) sostiene que la candidatura de Frondizi constituía

“en cierto modo el acta de nacimiento del nuevo foro de debates intelectuales, puesto

que abría desde la política, la convergencia de fracciones de la izquierda, del

21 Citado en: Failde, P., 1991. T. 4: 154.

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nacionalismo y el progresismo”. En ese sentido, además del conjunto heterogéneo de

figuras reunidas en torno a la publicación Qué, el líder ucrista había conformado el

llamado Grupo Alem, una suerte de think tank integrado por militantes frondizistas

provenientes de la FUBA, que colaboraba en la campaña. En base a esa confluencia, se

comenzó a dar impulso a la idea de constituir un frente nacional y popular que

superara la antinomia peronismo - antiperonismo.

Por su parte, tanto Juan Perón como su delegado personal, John William Cooke,

mantendrían durante el mes de noviembre una postura contraria a cualquier tipo de

acuerdo electoral. En una misiva enviada a Cooke el 22 de noviembre de 1957, el líder

exiliado sostenía que “la experiencia de estos dos años nos demuestra que la

intransigencia absoluta es la única posición compatible con nuestra causa y con

nuestro Movimiento y, la única, que mantiene en pie el estado insurreccional”;

respecto a la elección presidencial de febrero opinaba que “intervenir en ella

indirectamente apoyando a cualquiera que sea, es dar un escape político que la

dictadura no tiene y dar apariencias de legalidad a una elección que todos sabemos que

es fraudulenta” (Duhalde E., 2008: 353). Sin embargo, el desenvolvimiento de la

campaña pronto haría cambiar de opinión a los máximos referentes del justicialismo.

Por su parte, ante el anuncio de Aramburu, Raúl Scalabrini Ortiz se prestaba a librar

una nueva batalla por la causa nacional desde su espacio en la revista Qué, lo cual en

aquel contexto implicaba trabajar para evitar la consolidación del proyecto continuista.

La labor realizada durante la campaña para las elecciones Constituyentes lo había

dejado exhausto. El cigarrillo le pasaba factura y la salud comenzaba a traicionarlo,

pero aún así Scalabrini seguiría escribiéndole al país desde su Carta, convencido de la

necesidad de continuar despertando consciencias y combatiendo las falacias

propagadas desde los medios de comunicación hegemónicos.

6.2 EL REGRESO DE LA DÉCADA INFAME

Unos días antes del comienzo de la campaña presidencial, Raúl recibió una carta que

le fuera enviada el 7 de noviembre desde Paraná por su amigo Carlos María Quinodoz.

En ella, Quinodoz lo interpelaba en relación a su cercanía con el frondizismo, en tono

de reclamo: “Usted es una figura nacional, infatigable luchador de primerísima fila por

la emancipación. No puede malograr parte de esa influencia bienhechora por ir detrás

de soluciones políticas que el mismo pueblo se ha encargado de desahuciar como tales.

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55

Para mí su lugar es mucho más alto”22.

En su respuesta, Scalabrini Ortiz explicaba brevemente las razones que lo motivaban

a escribir en la revista Qué: “Desde que empecé mi campaña en 1930 es la primera vez

que encuentro facilidad para publicar y estimulo de todo orden. ¿Y quién es en

resumidas cuentas el que me apoya? Indudablemente es Frondizi (...). A veces ante la

amenaza velada de los gorilas, yo he ofrecido a Frigerio cesar en mi colaboración para

salvar la revista. Frigerio me ha contestado: si caemos, caemos juntos. Y Frigerio es un

hombre adicto y devoto a Frondizi (…). Frente a estos hechos, yo siento que mi deber

es 1) utilizar la tribuna de Qué hasta el último resto de mis fuerzas, 2) tratar de que la

fuerza intelectual que me apoya tenga el más amplio radio de acción posible dentro de

la política argentina.”23.

¿A qué campaña se refería Raúl en esa misiva? Sin dudas a la cruzada que inició en

defensa de la nación a comienzos de la tristemente célebre década infame, etapa en la

que la entrega del patrimonio nacional, la subordinación al imperialismo británico y la

corrupción eran moneda corriente. Seguramente al redactar esas líneas Scalabrini Ortiz

recordaba sus intentos por forjar tribunas desde las cuales defender las ideas

nacionales: el arduo trabajo realizado en 1935 en la revista Señales y su infructuoso

intento de sostener en 1939 el diario Reconquista, que debió cerrar tras negarse a

recibir fondos de la embajada alemana.

A finales de 1957, Raúl no podía evitar sentir que la nación había caído nuevamente

en la ignominia. Y como si ese panorama no fuera lo suficientemente desolador, su

trabajo en la revista se veía en aquel entonces amenazado por la hostilidad de los

sectores duros del oficialismo. No mucho tiempo atrás el escritor había tomado

conocimiento de que en una reunión de comandos “se había hablado de la ‘necesidad’

de eliminar a Qué y a Scalabrini Ortiz” (Qué, 8 de enero de 1957).

Unos días antes del anuncio del llamado a elecciones, en la madrugada del martes 12

de diciembre, estallaba una bomba colocada en la puerta de la redacción de la revista.

Lo llamativo era que para el atentado se había utilizado un explosivo que no se hallaba

en plaza. Entendidos que examinaron el lugar de la explosión señalaron que ésta había

sido causada por una carga de trotyl, y que cualquier persona que se hubiera ubicado a

30 metros del lugar o dentro del edificio habría recibido los efectos directos del

22 Carta de Carlos María Quinodoz a Raúl Scalabrini Ortiz, 7/11/1957. Citada en: Galasso, N., 2008: 441. 23 Carta de Raúl Scalabrini Ortiz a Carlos María Quinodoz -presumiblemente no enviada-. Citada en: Galasso, N., 2008: 441.

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impacto y difícilmente hubiera escapado de la muerte. Aquello que poco tiempo atrás

el escritor había querido interpretar como metafórico le parecía entonces bastante

literal.

En repudio a ese acto de criminalidad y cobardía, el martes siguiente el número 157

de Qué presentaba en su tapa una imagen del aterrador cuadro resultante del atentado.

El titular sostenía -apelando al discurso social en aquel entonces en boga- que ese

hecho “solo puede ser obra de gorilas”, y a continuación destacaba que a pesar esas

prácticas intimidatorias “esta voz no se calla”. Por su parte, desde su artículo titulado

“Los signos son los mismos. Como en 1938, la patria renuncia a que sus hijos la

defiendan” (Qué, 19 de noviembre de 1957), Scalabrini iniciaba su actuación

periodística en la campaña acometiendo contra el gobierno de Aramburu, y

comparándolo con aquellos que se sucedieron desde el golpe de Uriburu hasta la caída

de Castillo.

El intelectual nacional daba comienzo a la nota describiendo a la década del ‘30

como un período durante el cual el país había alcanzado un grado extremo “de

postración y de sometimiento integral, económico, político e intelectual”. Esa

subordinación -sostenía- se había manifestado materialmente en la cesión de “los

comandos de la economía a Gran Bretaña, bajo las variadas formas institucionales: el

Banco Central, Corporación de Transportes, Juntas Reguladoras y demás variaciones

que caracterizaron el oprobio de ese decenio”. Para el escritor, el golpe de Estado de

1955 implicaba un nuevo copamiento de las funciones públicas por personeros de los

intereses extranjeros, y para brindar una muestra de las similitudes entre la década

infame y el gobierno de Aramburu, denunciaba el convenio firmado ese mismo mes

entre el Estado argentino y el de Suiza, mediante el cual se establecía que las personas

nacidas en nuestro país de padres suizos serían eximidas de las obligaciones militares.

Luego de reivindicar el principio jurídico del jus soli, doctrina según la cual el

hombre “es hijo de la tierra, no un continuador de la tradición sanguínea de sus

padres”, Scalabrini recordaba haber denunciado un convenio similar en una nota

publicada el 13 de diciembre de 1939 en Reconquista. Aquel acuerdo, realizado por el

general Agustín P. Justo, constituyó “una clara prueba del grado a que alcanzaba la

subordinación espiritual a los intereses europeos”, y “el punto final de un plan

disgregador de la nacionalidad”. A continuación Raúl afirmaba que el acuerdo firmado

por la Libertadora era aún más grave que el de 1938, ya que partía de un gobierno

surgido “supuestamente” de intereses nacionales, y se preguntaba en tono de

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57

advertencia a quienes integraban la administración de facto: “¿Cómo podrán

justificarse ante la historia, cuyo juicio resuena a veces mucho más rápidamente de lo

que se espera?”. Para cerrar su artículo, el escritor vinculaba su análisis con el episodio

del atentado, al sostener que “esa bomba no tiene importancia en relación a la que han

puesto en el cimiento mismo de la nacionalidad”.

6.3 CONTRA EL IMPERIALISMO Y SUS ALIADOS LOCALES

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética deslumbraba al mundo occidental, al

lanzar al espacio el Sputnik 1, el primer satélite artificial del mundo. Ese logro, al que

le seguiría la puesta en órbita del Sputnik 2 -con la perra Laika a bordo-, el 3 de

noviembre de ese año, dejaría atónitos a los estadounidenses: un país supuestamente

inferior en materia tecnológica les había tomado la delantera en la carrera espacial. En

el marco de la llamada Guerra Fría, esa demostración de poder no solo servía a los

fines propagandísticos de la URSS: también daba muestra del nivel de avance

tecnológico alcanzado por los comunistas, que podía ser usado con fines bélicos. Se

iniciaba de esa manera una nueva etapa en la pugna entre EEUU y Rusia por la

hegemonía mundial, que se vería marcada por una vertiginosa carrera armamentística

y un desarrollo nuclear que pronto pondrían al mundo bajo la amenaza de una nueva

gran guerra. En ese contexto, Estados Unidos redoblaría sus esfuerzos para alinear a

aquellos países a los que, basándose en el imperio de la Doctrina Monroe, consideraba

bajo su área de influencia.

En noviembre de 1957 se desarrolló en nuestro país la Semana de la Aeronáutica, en

cuyo marco el gobierno estadounidense realizó una imponente exhibición militar que

Scalabrini Ortiz usó como disparador para advertir sobre los poderes externos que

amenazaban la soberanía nacional.

En el artículo titulado irónicamente “Esos aviones yanquis no vinieron a divertirnos”

(Qué, 26 de noviembre de 1957), Raúl utilizaba el recurso de la anécdota personal,

reconstruyendo un diálogo que había tenido con un amigo durante la visita de ambos a

la exhibición. Cabe mencionar que el estilo autorreferencial que presentaba la escritura

scalabriniana en aquel entonces respondía -conforme a lo indagado en las Cartas de

Lectores de la revista- a la espontánea confianza e identificación que su trabajo

generaba en el público. Ello le brindaba autoridad para escribir con ciertas libertades y

Page 58: La batalla por el Frente Nacional

58

utilizar un tono más desestructurado que en años anteriores24.

En esa conversación, el pensador nacional le advertía a su incrédulo acompañante

sobre el verdadero objetivo del espectáculo, que iba aún más allá del “deseo de

contrarrestar el extraordinario prestigio que el lanzamiento de los satélites dio a

Rusia”. El escritor le explicaba a su compañero que “nada más que con su presencia

estas superfortalezas demuestran que usted está al alcance de los medios represivos

norteamericanos”. Raúl era consciente de que luego de la Segunda Guerra Mundial el

mapa de poder a nivel internacional había sufrido modificaciones, y que el centro de la

hegemonía capitalista se había trasladado a los Estados Unidos. Eso lo llevaba a alertar

sobre el peligro que significaba para nuestro país la creciente política intervencionista

yanqui, que había ido expandiendo su área de influencia en América Latina en sentido

sur a lo largo de las últimas décadas.

Empero, no por ello el comunicador dejaba de considerar a Gran Bretaña la mayor

amenaza para nuestra nación, dado que si bien su influencia se había visto debilitada

durante el peronismo, aún perduraban un conjunto de estructuras construidas a lo largo

de más de un siglo de dominación invisible. Por ello, Scalabrini mencionaba en su

artículo que el león inglés aún conservaba un conjunto de armas entre las cuales se

contaba “el monopolio de las palabras libertad y democracia”. La irónica referencia a

esos conceptos era también una crítica al gobierno de la Libertadora; en ese sentido, el

escritor sostenía –acudiendo a dos oportunos oxímorones- que el gobierno de facto se

hallaba “a favor de la democracia sin pueblo y de la libertad sin hombres libres”.

Sin embargo, las críticas a la dictadura no acababan allí: en su diálogo, Scalabrini y

su amigo condenaban las prácticas represivas ejercidas por la dupla Aramburu-Rojas,

entre las que se destacaban el encarcelamiento por razones políticas, la confiscación de

bienes, y el nefasto decreto 4161, “que sólo pudo haber sido concebido por una

mentalidad torturada y una sensibilidad anormal.”

El escritor finalizaba su nota de opinión aplicando el recurso lingüístico de autoridad,

brindándole la palabra a su colega, el Dr. Luis Güemes, quien en ese año había

publicado un folleto llamado Esquema de la actualidad Institucional de la República. 24 Al respecto resulta apropiado hacer referencia a un par de cartas de lectores que aparecieran publicadas en ese número de la revista. En la primera un agradecido lector manifestaba que “Scalabrini Ortiz no escribe solamente lo que él piensa, sino lo que piensan millones y millones de argentinos bien nacidos y cuya interpretación ha asumido con toda responsabilidad y altura”. En el segundo caso, un seguidor de la publicación afirmaba: “Acababa de leer el artículo titulado ‘La carta de Scalabrini Ortiz’ y me formulaba el propósito de dirigirme a QUÉ para señalar mi satisfacción por los sucesivos y valientes artículos del señor Raúl Scalabrini Ortiz”. Ambos son ejemplos del respeto y la confianza que gran parte de la sociedad depositaba en el escritor.

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En dicha obra, el notable jurista denunciaba que “el futuro gobierno constitucional

tendrá el derecho incuestionable y la obligación inexcusable de examinar (…) todos

los actos del gobierno provisional que hubieran resuelto aspectos decisivos para la

marcha de la nación”. A sabiendas del acuerdo existente entre Aramburu y el sector

del radicalismo comandado por Balbín, el autor de Política británica…comenzaba a

instalar mediáticamente una postura favorable a la revisión de las acciones llevadas

adelante por la dictadura.

El feedback del público ante este tipo de artículos comprometidos con la realidad

nacional no se haría esperar. Semanas después, en el correo de lectores de la revista se

podría observar el comentario de un ciudadano que manifestaba: “Estoy

completamente de acuerdo con lo que sostiene el doctor Luis Güemes en su

‘Esquema…’ y también en el comentario que Raúl Scalabrini Ortiz hace a este

respecto (…). Considero que están en lo cierto quienes sostienen que cuando cese el

imperio del gobierno autocrático la reforma de 1949 recobrará, automáticamente, su

plena vigencia, sin que sea menester dictar al respecto acto jurídico alguno” (Qué, 24

de diciembre de 1957).

Mientras tanto, el gobierno buscaba rematar el patrimonio público antes de entregar

el poder. Atento a ello, Scalabrini enfocaba su discurso hacia la defensa de las

empresas estatales -que en su mayoría constituían un legado del período peronista-, por

las cuales él había luchado denodadamente. El primer martes de diciembre, a través de

su artículo “Táctica de penetración: dar participación a los rivales para asegurar sus

propios objetivos” (Qué, 3 de diciembre de 1957), la destacada pluma nacional

denunciaba la colusión del gobierno con intereses británicos para desnacionalizar las

empresas públicas, y la campaña mediática llevada adelante en ese sentido por los

periódicos La Prensa y La Nación.

En clave pedagógica, Scalabrini Ortiz explicaba que para poder ejecutar su plan,

Gran Bretaña permitía a los países competidores participar del desguace del

patrimonio nacional. En el caso de Estados Unidos, bastaba con que se le reservara

cierto campo de acción en materia petrolera. Alemania, por su parte, recuperaría las

empresas que le habían sido expropiadas tras la declaración de guerra de 1945, y que

se hallaban nucleadas bajo la Dirección Nacional de Industrias del Estado (DINIE). En

el último caso, “de las antiguas empresas alemanas queda poco. La obra que hizo el

Estado argentino sobre esa base es verdaderamente prodigiosa (…). Pequeñas

compañías comerciales fueron transformadas en enormes empresas industriales.

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60

Talleres insignificantes, en usinas del más alto grado de perfección fabril”, afirmaba el

escritor en un claro reconocimiento a la obra realizada por el peronismo en esa

materia.

El holding DINIE era para Scalabrini un caso paradigmático del interés oficial por

aniquilar el patrimonio del Estado. El anteproyecto del decreto de enajenación sostenía

que si en 180 días no se hubiera realizado el remate de alguna de ellas por falta de

postores, se ordenaría finalmente la venta sin limitación de precio, pudiendo realizarse

el remate ya sea en conjunto o separadamente de cada uno de los bienes que

compongan la empresa. De ello deducía Raúl que “lo fundamental no es tanto

satisfacer las demandas alemanas como despojar al Estado argentino de todo su activo

industrial”.

La liquidación de la DINIE se sumaba a las ya consumadas entregas de los ahorros

argentinos y del comercio exterior. Como si eso fuera poco, el gobierno trabajaba por

aquellos días para evitar que la Compañía Argentina de Electricidad (CADE) -cuya

concesión se encontraba próxima a caducar- fuera a parar a manos del Estado,

mientras insistía en sus intentos de privatizar los teléfonos y los ferrocarriles.

A pesar del cuadro desfavorable, Scalabrini Ortiz cerraba su artículo dando muestra

de esa fe inquebrantable que siempre tuvo en los argentinos, al afirmar – en una suerte

de arenga a sus alocutarios- que a la dictadura le iba a ser “muy difícil doblegar a un

pueblo decidido a ser el señor de su propio destino y el primer beneficiario de los

frutos de su tierra y de su trabajo”.

6.4 HOMBRES DE ARMAS, HOMBRES DE GOBIERNO

Corría diciembre de 1957. La campaña electoral comenzaba a tomar fuerza y se

desplegaban por todo el país los actos partidarios, los murales callejeros, la

distribución de panfletos, la propaganda radial, televisiva y en medios gráficos. Si bien

los partidos -excepto por el peronismo, lógicamente- contaban con un marco de

relativa libertad para expresar sus propuestas, la Libertadora influía en la campaña:

“Los diarios intervenidos por el gobierno habían sido ocupados por gente de confianza

del general Quaranta y del capitán Manrique25. Al Partido Comunista se le retacearon

espacios radiales, la revista Qué advirtió que quienes aspiraban a mantener su

25 Nota del A.: Jefe del Servicio de Inteligencia del Estado y Secretario general de la presidencia, respectivamente.

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objetividad eran reemplazados, como Ernesto Sábato que había denunciado un caso de

tortura, en Mundo Argentino, y que varios periodistas de militancia socialista fueron

reemplazados por radicales del pueblo en El Mundo, Democracia, La Época” (Dpto.

de Historia del Colegio Nacional de Buenos Aires, 2004. T. II: 517).

La UCRP, uno de los dos partidos con mayores posibilidades de triunfar, dirimía por

esos días en elecciones internas el predominio de una u otra de sus líneas. El 5 de ese

mes la fórmula de los intransigentes, Ricardo Balbín y Santiago del Castillo, se

imponía a los unionistas, Miguel Ángel Zapala Ortiz y Ernesto Sanmartino. El partido

del continuismo impulsaba su campaña a base de furibundas críticas al frondizismo, al

que acusaba de acercarse demasiado al peronismo.

Mientras tanto, Scalabrini Ortiz escribía fervorosamente cada semana un artículo que

coadyuvaba a esclarecer la conciencia de miles de argentinos, y también a sostener el

elevado tiraje de la revista dirigida por Frigerio, que fluctuaba entre 150.000 y 200.000

ejemplares. Por aquel entonces, el intelectual nacional comenzaba a intercalar sus

análisis económicos con abordajes más vinculados a cuestiones políticas, a tono con un

contexto en que comenzaba a discutirse fervorosamente la transición democrática. En

términos generales, su estrategia consistiría en incrementar sus acometimientos contra

el gobierno de facto, sin realizar referencias concretas a la campaña, preparando de esa

manera el terreno para una serie de notas que publicaría en febrero, en las cuales el

autor explicitaría su postura frente a la disyuntiva electoral.

En su artículo “Si seguimos así, los hombres de armas cuidarán una soberanía

inexistente” (Qué, 10 de diciembre de 1957), el escritor planteaba ya desde el título

una fuerte crítica a la política de entrega del patrimonio público llevada adelante por el

gobierno. Para defender su postura, utilizaba el recurso de la concesión, brindándole la

palabra al presidente Aramburu, quien recientemente había sostenido que “ésta no es

una revolución vendepatria”26. Frente a esas palabras, Scalabrini aclaraba que no podía

ejercer un juicio omnímodo sobre todos los elementos intervinientes en el gobierno,

pero “lo indudable es que un gran número de los consejeros civiles adoptados por la

26 El concepto “vendepatria” había sido creado por Arturo Jauretche en la revista Señales -en plena década infame-, para referirse a aquellos agentes políticos que pretendían colocar a la nación argentina en condición de dependencia. Jauretche afirmaba en relación al término: “Creo haber sido el inventor, y por lo menos su divulgador inicial” (Qué, 5 de noviembre de 1957). Luego de la caída del peronismo, la palabra -ya instalada en el lenguaje popular- recobró fuerza en boca de los miembros de las masas proscriptas políticamente para referirse al gobierno de la Libertadora, causando una gran irritación en el oficialismo. A fines de 1957 Juan Domingo Perón utilizaría el concepto para dar nombre a su libro Los vendepatria, en el cual se abocaría a analizar la acción política y económica de la dictadura iniciada en 1955.

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Revolución Libertadora merecen ese calificativo”27.

Más adelante le otorgaba también la palabra a Rojas, quien recientemente había

afirmado: “Nosotros veníamos de los cuarteles, de las bases y de los buques de guerra

con nuestros conocimientos específicos y nuestras modalidades profesionales.

Debíamos por fuerza de las circunstancias, improvisarnos en hombres de gobierno”.

Esas declaraciones eran utilizadas por el escritor para dar muestra del grado de

improvisación de la administración de facto.

Tras advertir sobre el supuesto compromiso asumido por el gobierno ante naciones

extranjeras en pos de desintegrar la flota mercante, Scalabrini interpelaba a los

miembros del campo nacional, apelando a la herramienta de los pares antagónicos:

“¿A qué otras cosas horrendas nos ha comprometido este gobierno de

‘improvisados?’”.

En la siguiente nota, titulada “Un reconocimiento de deudas que más parece un

regalo” (Qué, 17 de diciembre de 1957), el comunicador nacional profundizaba su

análisis respecto al rol de las Fuerzas Armadas. Para ello apelaba al siempre efectivo

recurso de la anécdota personal, al recordar que en algún momento de su niñez su

padre había pensado en inscribirlo en la Marina. Esa remembranza le servía de

herramienta discursiva para imaginar qué les diría en ese momento como máxima

autoridad militar a los jefes de mando de esa fuerza: “Señores, han excedido ustedes

las atribuciones del mando y para eludir las responsabilidades personales están

desplazando a la marina de guerra de la estrategia moral de sus funciones. Por ese

camino divorciarán a la institución del cariño y la simpatía del pueblo argentino y

nuestra institución debe estar por arriba de nuestras debilidades personales y

mantenerse limpia de nuestros errores y flaquezas. Han abusado ustedes del empleo de

palabras cuyo íntimo contenido profesionalmente ignoran, como las palabras libertad y

27 Un simple vistazo a la composición del gabinete de la Libertadora daba una muestra de la orientación del gobierno. El historiador Alain Rouquié brindaba una descripción acabada del mismo: "Junto a hombres provenientes de las familias tradicionales, de los grupos oligárquicos como los ministros de Relaciones Exteriores (Podestá Costa), de Obras Públicas (Pedro Mendiondo) o de Justicia (Laureano Landaburu), el mundo de los negocios estaba ampliamente representado. El ministro de Comercio (Juan Llamazares), asesor de la Bolsa de Comercio, el ministro de Industria (Álvaro Alsogaray) y el de Economía (Eugenio Blanco) eran miembros del directorio de numerosas empresas argentinas y extranjeras (…). El ministro del Interior, Eduardo Busso, y el de Agricultura, Alberto Mercier, eran terratenientes influyentes” (Rouquié, A., 1982. T. II: 130). En sus notas, Scalabrini Ortiz no dudaba en ponerle nombre y apellido a los hombres que consideraba empleados del capital extranjero. Por ejemplo, Dante Ardigó, que “luchó, ardorosamente (…), en contra de la nacionalización y a favor de las empresas extranjeras, es el actual presidente de los ferrocarriles que todavía son argentinos. Este agudo y doloroso contraste es el mejor símbolo de lo que está ocurriendo en el país” (Qué, 31 de diciembre de 1957).

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63

democracia, que si bien son gratas para todo bien nacido corazón de argentino, suelen

utilizarse arteramente para disimular los intereses extranjeros que bajo el atrayente

encanto de su disfraz se infiltran en el cuerpo de la Nación para corromperlo”.

Su discurso presentaba ciertas cuestiones que resulta necesario destacar. Raúl tomaba

como alocutarios a los miembros de la Marina, con lo cual buscaba interpelarlos de

manera directa. Su interés por hablarle puntualmente a esa fuerza no era azaroso. El

historiador Robert Potash (1986. T. II: 250-251) afirma al respecto que “desde el

comienzo mismo de su asunción del mando, Perón no tuvo muchos partidarios

genuinos en la Marina (…). Los oficiales de Marina tendían a identificarse, en su gran

mayoría, con las clases sociales que Perón denunciaba sin cesar como la oligarquía y

miraban con mal disimulada hostilidad sus programas sociales. Así como su persona

misma”.

De hecho, en 1955 la Marina había sido el cuerpo que más unánimemente había

apoyado el golpe, y su línea política era marcadamente liberal y quedantista.

Scalabrini les decía a sus alocutarios con cierta indulgencia: “Ustedes se dejaron

envolver y confundir por sentimientos que son ajenos a nuestra institución”, para luego

brindarles el recurso lingüístico de la concesión: “Aducirán que al principio obraron

con el impulso generoso de poner coto a la prepotencia y el abuso de poder”.

Finalmente, cerraba su argumentación afirmando que “la inexperiencia en un campo

tan extraño a nuestra profesión, como es la política, nos conduce a cometer errores tan

grandes que nuestras acciones obtienen consecuencias contrarias a las que nos

proponíamos conseguir”.

Cabe recordar que el semanario Qué buscaba alcanzar la adhesión de múltiples

sectores al frente nacional que encabezaba Frondizi, entre los cuales lógicamente se

hallaban los miembros de las Fuerzas Armadas. Esa postura era sostenida también por

Arturo Jauretche, otro referente de peso en la revista, quien por aquel entonces en una

crítica a Perón afirmaba que “si en lugar de agredir al Ejército y hacer el planteo de

una lucha exclusivamente proletaria, principia por declarar que no tiene agravios

contra el Ejército y la Armada y que lo ocurrido era obra de un minúsculo grupo de

traidores al servicio del extranjero (…) facilita ese retorno hacia la posición nacional,

retorno que ha ocurrido pero que no puede hacerse hacia el peronismo, porque se le

cerró la puerta definitivamente”28.

28 Carta de Arturo Jauretche a Alejandro Leroir. Citada en: Díaz, C., 2007: 126.

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En consonancia con esas ideas, durante la campaña presidencial Scalabrini Ortiz tenía

claro que el objetivo principal era lograr la derrota del continuismo, pero también

garantizar que el traspaso del poder efectivamente se realizara. En ese sentido, el

planteo ante las Fuerzas Armadas debía ser claro respecto a la necesidad de que el

gobierno electo tuviera autonomía política para revisar lo realizado por éstas durante el

período 1955-1958, pero brindándoles simultáneamente la posibilidad de redimirse

como instituciones al servicio de la defensa de la nación.

Hacia fines de 1957 se agudizaban las tensiones hacia adentro del gobierno entre el

bando que pretendía la realización de las elecciones y la aceptación de sus resultados y

los sectores que se rehusaban a entregar el poder. Incluso, el 6 de octubre se había

producido un tenso intercambio de palabras entre el presidente y su vice, durante el

cual Aramburu había acusado a Rojas de formar parte de “un movimiento para utilizar

la intranquilidad obrera y justificar la suspensión de las elecciones, a fines de crear un

régimen dictatorial que se mantendría indefinidamente en el poder” (Potash, R., 1986.

T. II: 348). Consciente de esas disputas, Raúl advertía con agudeza acerca de los

“rumores que aseguran que la marina de guerra proyecta replegarse sobre sí misma, en

recelo inamistoso hacia las posibles decisiones del pueblo”, e inmediatamente

interpelaba a sus integrantes en calidad de alocutarios: “¿No temen volver a

equivocarse? Sólo en momentos de extremo desvarío pueden las instituciones armadas

pensar en subsistir divorciadas del destino del pueblo de que forman parte”. A

continuación, el intelectual nacional definía a quienes acusaba de gestar la estrategia

impopular del autogolpe como un “pequeñísimo grupo de jefes que con su

obstinadamente equivocada orientación están impidiendo la integración de las

instituciones armadas al cuerpo nacional”. A ellos -en su fantasía de ser jefe castrense-

él los obligaba a retirarse de la escena política.

Su artículo concluía con un dejo nostálgico, pero sin abandonar por ello el carácter

esperanzador que su obra intentaba transmitir constantemente. Dirigiéndose a los

miembros del campo nacional, en tono lírico, el escritor afirmaba que “ya casi no nos

va quedando nada más que este sol tutelar, la ancha extensión de nuestro horizonte

emocional, donde todo el mundo cabe, y esta convicción profunda que todos tenemos

dentro del corazón y que cada día se vuelve más fuerte, más fuerte, más fuerte…”.

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6.5 EL OBJETIVO: LA DERROTA CONTINUISTA

Un año aciago iba llegando a su fin, mientras el país ardía en la campaña electoral

que culminaría el 23 de febrero, y la opinión pública se polarizaba en torno a las dos

vertientes del radicalismo. Aramburu, ante la presión de los sectores balbinistas del

gobierno, había decidido permitir la participación de un grupo de partidos

neoperonistas29 en los comicios. La estrategia consistía en restarle votos peronistas a

Frondizi, que venía incrementando notablemente su popularidad.

El movimiento proscripto había obtenido una lección de los resultados alcanzados el

28 de julio. Resultaba evidente que “las elecciones habían cerrado al peronismo la vía

insurreccional (…). El voto en blanco o las abstenciones constituían solo la primera

minoría y estaban lejos de los aplastantes números de los años en que el peronismo era

gobierno” (Sáenz Quesada, M., 2010: 365-366). John William Cooke consideraba que

anteriormente la gente había votado en blanco con disciplina ejemplar porque estaba

de por medio una simple elección de constituyentes, pero que en febrero lo haría en

forma positiva para evitarse seis años de gobierno gorila. Considerando que Frondizi

ya estaba impetuosamente en campaña de captación de esos votos, el delegado de

Perón empezó a considerar que el peronismo debía buscar una salida política. El líder

exiliado en un principio rechazó toda posibilidad de acuerdo. Sin embargo, “comenzó

a cambiar de opinión a fines de 1957. Aparentemente fue la legalización de los

partidos neoperonistas lo que lo movió a proceder así, ya que ahora era posible que en

la elección general sus partidarios estuvieran menos dispuestos (…) a obedecer sus

órdenes de votar en blanco. Y así podría flaquear su condición de jefe indiscutible del

movimiento peronista” (Potash, R., 1986. T. II: 358-359).

Por su parte, Arturo Frondizi consideraba que debía encontrar la manera de

incorporar al peronismo a su proyecto político. No solamente para garantizarse la

victoria, sino porque a diferencia de sus competidores él se negaba a considerar al

justicialismo como un resabio de fascismo latinoamericano y se oponía a la política de

desperonización. Por el contrario, creía que si lograba integrar a los elementos del

peronismo conseguiría transformar al desarrollismo en un movimiento legitimado por

29 La corriente neoperonista surgió luego del golpe de 1955. Mientras la línea dura del peronismo, instigada por John William Cooke, atacaba al gobierno de facto, algunos dirigentes excluidos de las estructuras de poder precedentes comenzaron a organizarse tratando de ocupar los resquicios de legalidad que las inhabilitaciones impuestas por el gobierno provisional les permitían. Así surgieron partidos como la Unión Popular, el partido Blanco, el partido Populista y el partido de los Trabajadores.

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las masas. Pero para ello no le bastaba con reivindicar públicamente las consignas

históricas del movimiento y atacar a los gorilas en el poder. Frondizi consideraba

necesario conseguir un apoyo de Perón que le diera el empujón necesario para

imponerse definitivamente. Este acercamiento de posturas entre la mesa chica del

peronismo y la del frondizismo pronto daría sus frutos.

Mientras tanto, desde su lugar en el órgano periodístico frondizista, Scalabrini Ortiz

continuaba “tejiendo” una estrategia comunicacional de mediano plazo, que consistía

en utilizar cada artículo para desnudar la política económica y social antinacional

llevada adelante por el gobierno de facto, preparando así el terreno para ingresar

explícitamente en la campaña recién en los últimos tres números de la revista previos a

las elecciones. En las últimas dos semanas de diciembre el escritor se abocaría a

publicar artículos de orden económico. Las declaraciones del entonces presidente de

los Estados Unidos Dwight Eisenhower en la conferencia inicial de las naciones

coligadas en el Pacto del Atlántico Norte le servían de disparador para realizar una

breve reseña de la historia económica de la Argentina y advertir sobre la amenaza

imperial que se cernía en aquel momento sobre nuestro país. En el título del artículo,

“Eisenhower señala los peligros de una penetración económica que nosotros

conocemos mejor que nadie” (Qué, 24 de diciembre de 1957), Raúl adelantaba el tema

de su discurso y hacia quién estaría dirigido: el pueblo argentino en su conjunto.

En el marco de las disputas diplomáticas típicas de la Guerra Fría, el presidente

estadounidense había advertido que los comunistas “buscan la penetración en el campo

económico de otras naciones como medio de dominar sus recursos humanos y

materiales”. Con agudeza, Scalabrini remarcaba la diferencia entre la influencia que la

Unión Soviética ejercía en los países que se colocaban bajo su órbita, a los cuales ésta

ayudaba a incrementar los medios de producción, en contraste con los efectos del

imperialismo capitalista, que se manifestaba bajo la forma de “un simple asalto a mano

armada”, con sus secuelas de desocupación y miseria. Fiel al principio de neutralidad

en el plano internacional que siempre defendió, el comunicador nacional no pretendía

hacer una defensa del bloque soviético, sino más bien conceder la palabra al propio

líder de la mayor potencia mundial para luego aclarar que en materia de penetración

económica “los norteamericanos no pueden enseñarnos nada”.

Más adelante, y teniendo como alocutario a todo el pueblo argentino, Raúl acudía a la

referencia histórica, al sostener que desde nuestro surgimiento como nación “la

dominación invisible pero incontrarrestable que Gran Bretaña ejerció sobre nosotros

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67

(…) impidió toda actividad que de alguna manera, directa o indirecta, mediata o

inmediata, hiciere peligrar la estabilidad de su hegemonía”, sometiéndonos así a la

actividad primaria. Obviamente, para poder llevar adelante esa dominación era

necesario contar con una superestructura que le fuera funcional. Por ello, el rol

asumido por los medios de prensa hegemónicos no escapaba a la mirada del

comunicador. Apelando a una metáfora irónica, Raúl afirmaba que los poderes

imperialistas habían actuado históricamente en nuestro país “apañados en su acción

por un periodismo que tiene para la presión extranjera la fina sensibilidad del teclado

de un piano (…). La Nación da el ‘do’. La Prensa el ‘re’. La Razón el ‘mi’. Crítica el

‘fa’. El Mundo, el ‘sol’. Clarín, el ‘la’”.

A continuación, y pese a las diferencias que Scalabrini había tenido con ciertas

medidas llevadas adelante por el gobierno peronista, y a la censura a que a la que éste

lo había sometido, el escritor no dudaba en manifestar su admiración por los logros

alcanzados en materia económica y política durante el período 1946-1955, remarcando

el notable contraste con el período anteriormente referido: “El pueblo argentino

alcanzó la conquista el poder político. Se apropió por la vía de la justa adquisición, de

los medios de comunicación y transportes. Desbarató en parte el monopolio

insoportable del comercio exterior. Se adueñó del manejo de sus propios caudales y

organizó el crédito industrial. En poco años – sin necesidad de recurrir al extranjero -

se multiplicaron las fuentes de trabajo para los pobres y las oportunidades para

enriquecerse para los mejor dotados”.

Posteriormente, el carácter de demócrata convencido que había sabido heredar de su

padre se hacía presente, al afirmar con indisimulable enojo y aplicando un contundente

subjetivema, que “es imposible enumerar todo lo que se hizo” durante el período

peronista, ya que los argentinos “vivimos bajo la tiranía del inquisidor decreto 4161

que coarta la libre expresión del pensamiento y aun la íntima manifestación de los

sentimientos”. Su crítica a la Libertadora recaía nuevamente sobre las contradicciones

que ésta presentaba entre sus postulados y sus acciones. Así, el escritor aplicaba el

recurso a la ironía, al afirmar que la entrega del patrimonio nacional llevada adelante

por el gobierno de facto se fundaba en que “todo lo que poseemos los argentinos está

afectado de totalitarismo y es contrario a la libertad y a la democracia”.

A modo de cierre, y consecuente con su estrategia de interpelar a los oficiales

nacionalistas y a los profesionalistas, Scalabrini admitía que si bien entre quienes se

alzaron contra Perón había personas con intereses patrióticos, “bien dice el Dante que

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‘el infierno está empedrado de buenas intenciones’. Poco tardaron los revolucionarios

en ser rodeados por los viejos servidores de las empresas británicas”.

El martes siguiente, en el Panorama Político de la revista se podía apreciar una breve

descripción del clima que se vivía por aquellos días en el país: “Transcurrida entre la

nochebuena y las vísperas de Año Nuevo, la semana tuvo, no obstante su aire de fiesta,

toda la carga que corresponde a un tiempo que transcurre a 53 días de los comicios

generales. El rumor, ausente durante algunas semanas, volvió con su carga de alarmas

(…). Los partidos trabajaron casi sin pausa, unos reuniendo sus demoradas

convenciones, otros ya en plena campaña electoral”. Como era habitual, el semanario

hacía hincapié en la agenda del candidato ucrista: “El lunes anterior Frondizi reunió a

los periodistas en un gabinete de estudios. Se trata del Centro de Investigaciones

Nacionales (C.I.N.) que funciona en un local de la calle Luis María Campos, en

Belgrano. Allí, un nutrido grupo de técnicos y estudiosos, encaran todos los problemas

argentinos y ofrecen soluciones de gobierno”.

Por su parte, en ese número de la revista Scalabrini Ortiz despedía el año con el

artículo “Con el endeudamiento progresivo de las empresas del estado, preparan su

entrega al capital extranjero” (Qué, 31 de diciembre de 1957), en el cual denunciaba

nuevamente el plan económico de la Libertadora y realizaba una ardorosa defensa de

las empresas públicas ante los intentos de liquidación llevados adelante por los

administradores de facto. La indignación del escritor ante el ultraje que la nación

estaba sufriendo lo llevaba a aplicar un subjetivema para ironizar con el título

autoimpuesto por la administración de Aramburu, al definirla como una “revolución

que a lo único que ha liberado hasta ahora es a la voluntad esclavizadora de Gran

Bretaña”. A continuación, afirmaba con contundencia: “1957 ya pertenece al pasado.

Los argentinos del futuro se avergonzarán de él casi tanto como de 1956. Se

asombrarán de la extensión del daño que un pequeño grupo de audaces pudo infligir al

destino nacional con el auspicio y aplauso de la prensa comercial cuya prédica

insidiosa y cuyos silencios protectores fueron uno de los factores más eficaces de la re-

colonización”. Como se advierte, el periodismo antinacional liderado por La Prensa y

La Nación no escapaba a su diatriba, y de hecho era destacado con habitualidad por el

escritor como un factor fundamental dentro del entramado superestructural destinado

al sostenimiento del vasallaje.

Mientras el comunicador gastaba sus últimas municiones del año en sus Cartas, las

gestiones de la intransigencia para lograr el apoyo de Perón se intensificaban. Al tomar

Page 69: La batalla por el Frente Nacional

69

conocimiento de las tratativas que comenzaba a realizar Frigerio por esos días, Arturo

Jauretche se manifestó en contra de un eventual acuerdo, advirtiendo que provocaría

malestar en las Fuerzas Armadas y condicionaría al futuro gobierno. En respuesta a esa

crítica, Frigerio sostuvo que los votos peronistas eran indispensables para derrotar a

Balbín, a lo cual Jauretche le retrucó: “Efectivamente, pero los votos los tendremos

igualmente, sin el acuerdo, pues Perón, que ya ha comprendido que su base requiere

ganar, no tiene otra salida que declarar su apoyo a Frondizi”30. Sin embargo,

finalmente Frigerio logró imponer su propuesta, y a fines de 1957 inició una serie de

reuniones con Cooke en Chile, en las cuales se comenzaron a delinear los alcances de

un posible pacto.

A comienzos de 1958, el país continuaba inmerso en la campaña electoral. Frondizi,

lejos de tomarse vacaciones, se mostraba muy activo. Daba su mensaje para 20

millones de argentinos; exponía su programa extensamente en un reportaje al matutino

La Nación y mantenía diversas reuniones de carácter técnico. Mientras tanto, en el

ámbito del oficialismo, Aramburu -respondiendo a un periodista extranjero- ratificaba

su voluntad de cumplir con el plan político y realizar los comicios del 23 de febrero, en

un nuevo mensaje a los sectores quedantistas y progolpistas.

Scalabrini Ortiz, por su parte, iniciaba su año con ciertos signos de deterioro físico.

“En enero del 58 otra vez le vuelven esos malditos ahogos, esa tos que no lo deja

descansar por las noches (…). Hace un tiempo que su salud está quebrantada pero,

absorbido por los problemas políticos, él no le hace mayor caso” (Galasso, N., 2008:

442). Sin embargo, ese mes su intervención en la revista Qué resultaría más acotada,

aportando sólo dos artículos, en los cuales reflexionó acerca del rol del Estado en la

economía, y de los conceptos de democracia y de libertad, tan bastardeados por el

gobierno de facto. En su primera colaboración, “El misterio de la CADE. Ahora una

triquiñuela puede hacerla eterna” (Qué, 7 de enero de 1958), Raúl denunciaba la

artimaña urdida por el gobierno de Aramburu para lograr que la empresa, cuya

concesión caducaba el último día de 1957, fuera convertida en mixta. El comunicador

acometía impetuosamente contra los medios afines al gobierno, que en aquellos días

acompañaban la avanzada oficial sobre las empresas públicas con una campaña

periodística en la que criticaban “el estatismo, la intervención estadual y la pésima

administración que caracteriza a las reparticiones del Estado”.

30 Citado en: Galasso, N., 2005: 849.

Page 70: La batalla por el Frente Nacional

70

Haciendo apelación al subsistema de medios, el escritor tomaba como ejemplo una

nota publicada en aquellos días en La Nación, en la cual se mencionaba el énfasis

puesto por los rusos en que los países del tercer mundo nacionalicen los servicios

públicos. En su columna, Scalabrini desnudaba la estrategia de la corporación

mediática, al destacar que “es traslúcida la intención de sugerir al lector que toda

tendencia defensiva en ese sentido, debe ser aborrecida por su origen marxista y

totalitario”. De esa manera, también daba un golpe por elevación al gobierno, cuya

prédica intentaba confundir a la opinión pública vinculando democracia con

liberalismo económico. A su vez, Raúl acudía al principio de autoridad centrado

nuevamente en la figura de un jurista, en este caso el Doctor Agustín de la Riega,

quien sostenía que “la libertad política sin la libertad económica es una ficción

peligrosa”.

En el siguiente número de la revista la ausencia de Scalabrini se haría notar. Su salud

lo tenía a mal traer pero él se resistía a abandonar el cigarrillo, sin el cual –sostenía- le

resultaba imposible escribir. En el interior del semanario, bajo el título “SCALABRINI

ORTIZ”, se podía apreciar el siguiente comentario: “Por esta vez el lector no

encontrará en las páginas de QUÉ la habitual carta de Scalabrini Ortiz. El infatigable

luchador ha debido imponerse una pausa por encontrarse enfermo. Esperamos que el

próximo número encuentre a nuestro colaborador en condiciones de reanudar su

prédica. Scalabrini no puede estar ausente en las actuales circunstancias” (Qué, 14 de

enero de 1958). Algo similar ocurriría la semana siguiente: en un artículo en el cual se

anunciaba la segunda reedición de Política británica en el Río de la Plata -y que

incluía una breve reseña de la obra-, se aclaraba que “la semana pasada, como la

anterior y por las mismas razones - la enfermedad de Scalabrini Ortiz - no aparece su

tradicional carta” (Qué, 21 de enero de 1958). Su trabajo era esperado con gran

expectativa y consumido con avidez por los lectores, razón por la cual su ausencia

dejaba un vacío que obligaba al editor a explicitar las razones de esa falta.

Recién a fines de enero Raúl lograba retornar a la revista, que celebraba su

reincorporación anunciando en tapa: “Scalabrini Ortiz de nuevo con nosotros”, dando

muestra de la importancia que el medio le asignaba a su pluma. En su artículo “Como

un hombre devorado por la fiebre, también el país necesita extirpar sus bacilos y

restablecer la armonía de los órganos” (Qué, 28 de enero de 1958), el comunicador

profundizaba su crítica al discurso falazmente democrático de la dictadura gorila.

Comenzaba a meterse más de lleno en la campaña y para ello citaba una frase del jefe

Page 71: La batalla por el Frente Nacional

71

del regimiento número 1 de la Marina, quien días atrás había afirmado que “el ideal

democrático de ésta, mi fuerza, no acepta ni aceptará jamás dictadores, provengan de

donde sean, ya que tiene un norte que guía sus actos: la libertad”. El escritor retomaba

entonces el argumento profesionalista de las Fuerzas Armadas, al sostener que los

militares tenían que abstenerse de expresar sus ideas políticas particulares, y debían

limitarse a “cumplir las órdenes de sus superiores”.

Por aquel entonces en el gobierno de facto se vivían momentos de tensión. Desde el

comienzo de la campaña la Marina había disentido con que se permitiera la

participación de partidos neoperonistas, y había protestado severamente contra la

situación solicitando una urgente reunión de la Junta Militar para decretar la inmediata

disolución de esos partidos. Cuando la Junta analizó la cuestión en sus reuniones del

24 y 29 de enero, el presidente Aramburu rechazó la propuesta de la Marina, apoyado

por Majó, el ministro de Ejército, y por Landaburu, de Aeronáutica. Sin embargo, eso

no aplacaría el lobbie del sector quedantista, que desde entonces presionaría

insistentemente con la idea de anular las elecciones si los resultados favorecían al

frondizismo.

Al tanto de esa situación y del peligro que significaba la figura de Rojas para el

futuro político del país, Raúl utilizaba el recurso de la cita irónica para criticar al

vicepresidente: “Él dará el exequátur político definitivo. Dirá si la elección del pueblo

- del pueblo soberano al que militarmente debe obediencia incondicional – es acertada

y aceptable o no”. A continuación, el comunicador argumentaba que la democracia

podía presentar multiplicidad de formas, pero que en definitiva la misma “no significa

nada más que el reconocimiento de que la soberanía reside en el pueblo, fuente de toda

autoridad legítima”. Y luego dejaba planteada una incógnita: “¿Y si el pueblo adopta

una decisión que el contraalmirante Rojas no estima democrática? ¿La desconocerá?

¿Se sublevará por duplicado?”.

Retomando el tema planteado en el título de su artículo, Scalabrini aplicaba una

metáfora organicista, al burlarse de la enfermedad que por aquel entonces lo tenía en

cama, comparándola con el padecimiento que –afirmaba- padecía el país. Para ello

reproducía un supuesto diálogo entre él y su médico, dirigiéndose a éste último como

alocutario, pero teniendo siempre como destinatarios de su mensaje a los integrantes

del campo nacional y popular. A través de la personificación del cuerpo nacional,

Page 72: La batalla por el Frente Nacional

72

aplicada anteriormente en otros artículos31, el escritor sostenía que el país como

conjunto vital era víctima de “una revolución democrática y libertadora”, y que “sus

organismos han sido anarquizados e invadidos por los bacilos extranjeros”. Con

picardía, Raúl le comentaba a su doctor que la fiebre le llevaba a tener sueños en los

cuales la situación nacional era tal y como debía ser: “Veía extenderse ante mí un país

grande, fuerte, próspero (…). En esta república normal, el ejército y la marina y la

aviación estaban dedicados a cuidarnos de la codicia extranjera”. Y concluía

afirmando, burlonamente, que en su delirio febril hasta el mismísimo contraalmirante

Rojas “es un marino bien plantado. Alto, buenmozo… ¡Qué lindo es tener fiebre!”.

6.6 EL PACTO PERÓN-FRONDIZI

A principios de 1958 Frigerio viajó en representación de Frondizi a Caracas, donde

residía por aquel entonces el ex presidente, y allí mantuvo reuniones con él y con su

delegado personal, en las cuales se terminaron de definir los alcances del pacto. Luego,

“Frigerio partió de Caracas - quizá para hablar del asunto con Frondizi – y regresó a

ella el 18 de enero. Pero el mutuo acuerdo de redactar el pacto escrito esa vez se

interrumpió por el estallido de la revolución que derrocó al dictador venezolano

Marcos Pérez Jiménez” (Potash, R., 1986. T. II: 359-360), por lo que el director de

Qué debió regresar a Buenos Aires, y Perón se refugió en Ciudad Trujillo, República

Dominicana.

Rogelio le remitió al líder justicialista el documento del acuerdo a Ciudad Trujillo el

5 de febrero de 1958, a través de un enviado especial. El pacto comprometía a Perón a

dar la orden a sus seguidores de votar por la fórmula intransigente a cambio de una

serie de condiciones entre las que se contaban una ley de amnistía para los presos

políticos y la promesa de reincorporar al peronismo al sistema político. A partir de

entonces, el frondizismo quedaba a la espera de que el líder justicialista impartiera las

instrucciones a sus seguidores.

En esos días la portada del Nº 158 de Qué anunciaba: “Scalabrini polemiza con la

31 Por citar un caso, en su texto “Si seguimos así, los hombres de armas cuidarán una soberanía inexistente” (Qué, 10 de diciembre de 1957), el escritor también aplicaba un discurso organicista, al hacer referencia al concepto la soberanía como el “tejido de derechos en que todos estamos amparados por el solo hecho de haber nacido aquí (…). Es el más alquitarado concepto de la patria. Es como el espíritu del hombre”, para luego preguntarse: “¿Qué espíritu puede tener el hombre cuyo cuerpo es esclavo de otro? ¿Qué espíritu puede tener una nación cuyo cuerpo es esclavo de otro?”, en clara referencia a la penetración británica en nuestro país.

Page 73: La batalla por el Frente Nacional

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prensa neoperonista”. Ese martes, el escritor insertaba en la revista su nota más

importante de la campaña electoral. Desde el título, “Estoy con el partido de los que

defienden la tierra argentina contra los intereses extranjeros” (Qué, 4 de febrero de

1958, el escritor planteaba una postura firme frente a la disyuntiva política que

enfrentaba el país. En ese sentido, ratificaba su compromiso como intelectual para con

el proyecto nacional y popular que se encarnaba en aquel entonces en torno a la figura

de Frondizi.

Para ahondar en la postura de Raúl frente al líder intransigente, resulta oportuno

incorporar un pasaje de la carta remitida por el escritor a su amigo Quinodoz unas

semanas atrás: “No creo que Frondizi pueda realizar la gran revolución que el pueblo

argentino indudablemente hará, como cree usted y como creo yo. Es demasiado

intelectual, demasiado frío. No puede ser sino un peldaño. Ayer justamente hablamos

con Jauretche de estos temas y él me decía textualmente: ‘nosotros tenemos que estar

con el pueblo. Estuvimos con Perón porque estaba con el pueblo. Yo estoy con

Frondizi porque dice estar con el pueblo; cuando no esté con el pueblo, yo no estaré

con Frondizi’”32.

Volviendo al artículo, Scalabrini Ortiz comenzaba utilizando el recurso de la

anécdota personal, herramienta que le permitía amenizar la presentación de la

información, con el fin de volverla más accesible y atractiva al lector: “Le había

encargado a mi hijo que me comprara los periódicos opositores. Hojeé rápidamente los

títulos de los artículos más destacados, y me sorprendió la violencia de los ataques

dirigidos exclusivamente al candidato presidencial de los radicales intransigentes”. El

escritor admitía que su sorpresa fue mayor cuando notó que en esos medios no se

mencionaba a Balbín, “a pesar de ser el autor de los más terriblemente injustos

denuestos con que se ofendió hasta la memoria de hombres que sacrificaron sus vidas

por los mismos ideales que aparentemente defienden esos periódicos”, en clara

referencia a los revolucionarios del ’56. De esa manera, Raúl deslizaba una crítica

severa a las publicaciones peronistas que atacaban fuertemente al candidato ucrista y

defendían una postura blanquista de cara a los comicios.

A continuación, y utilizando los pares antagónicos para destacar la oposición respecto

al candidato de la UCRP, el escritor afirmaba que Balbín “piensa ganar las elecciones

con el voto de los enemigos y adversarios del régimen depuesto por esta revolución

32 Carta de Raúl Scalabrini Ortiz a Carlos María Quinodoz -presumiblemente no enviada-. Citada en: Galasso, N., 2008: 444.

Page 74: La batalla por el Frente Nacional

74

que sufrimos actualmente. Frondizi, en cambio, presupongo que piensa ganar con el

apoyo de los desplazados, y para obtenerlo ha prometido adoptar medidas que

permitirán a la masa trabajadora reconstruir su organismo defensor, y al pueblo

reorganizar los canales políticos de su voluntad soberana”. Era notorio que si bien

optaba por apoyarlo, Scalabrini no confiaba plenamente en que Frondizi cumpliera con

sus promesas políticas. Incluso, líneas más abajo afirmaba en tono de advertencia al

candidato ucrista: “El político es prisionero, al mismo tiempo que ejecutor de las líneas

de ideas que le permiten conquistar el poder”.

Desde el comienzo de la campaña y hasta ese artículo, Raúl no había realizado

referencia directa a ninguno de los candidatos presidenciales, por lo que el

sinceramiento de su preferencia política implicaba una jugada fuerte, faltando solo 19

días para las elecciones. En ese sentido, el artículo del 4 de febrero resultaba una

bisagra entre dos posturas asumidas por el escritor ante la coyuntura política del país.

Desde el 15 de noviembre en adelante, Scalabrini Ortiz había dedicado sus esfuerzos a

combatir a la dictadura, haciendo hincapié en su falta de legitimidad y

desenmascarando las políticas antinacionales llevadas adelante por ésta en alianza con

el imperialismo británico. A partir de febrero, y habiendo ya brindado sobradas

muestras acerca del carácter nefasto del gobierno, su estrategia discursiva se volcaría a

dar cuenta del vínculo entre la Libertadora y Balbín, con el objetivo de derrotar al

continuismo en el plano electoral.

Retomando el artículo, en él Raúl buscaba orientar el voto peronista hacia el Frente

Nacional encabezado por Frondizi, para lo cual recurría a una cita de autoridad,

haciendo apelación a un relato del destacado escritor Anatole France33 -ganador del

premio Nobel a la Literatura en 1921-, al que había leído con avidez en su juventud, y

cuyo humorismo sutil lo había influenciado, junto con autores como Edgar Alan Poe y

Oscar Wilde, a la hora de escribir La Manga. “Un monje cristiano acudía a una

reunión pública sobre temas religiosos. Escuchaba con serenidad la defensa de los

dioses más obtusos. Nada podía alterar la segura calma de sus creencias. Pero cuando

habló un cristiano que sentía y pensaba en absoluta identidad con el monje, pero

difería en un pequeñísimo detalle del dogma, el monje perdió la augusta serenidad.

Comenzó a refutar al cismático, y terminó trenzado a palos con el único que compartía

sus creencias”, recordaba Scalabrini, haciendo hincapié en el sentido de unidad que el

33 La obra en cuestión es Thäis, novela publicada por el escritor francés en 1890.

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75

peronismo precisaba en aquel momento tan difícil. Para reforzar su posición, el

comunicador retomaba una de las 20 verdades justicialistas, que sostenía que en la

acción política la escala de valores de todo peronista debía ser: “Primero la Patria,

después el Movimiento y luego los hombres”. A continuación, Raúl aplicaba la

herramienta del nosotros inclusivo, tomando como alocutarios a los seguidores del

movimiento proscripto, y exhortando a los peronistas a que “replanteemos los asuntos

tal como se ofrecen a la extremadamente limitada capacidad de nuestra acción

presente”.

Otra cuestión que no escapaba a la mirada de Raúl era la necesidad de contribuir a

que tanto el período anterior como el inmediatamente posterior a las elecciones fueran

de relativa calma, un tema sensible para el frondizismo, que buscaba evitar que los

sectores quedantistas encontraran una excusa para anular los comicios o realizar un

autogolpe. Con ese Norte, y siempre apelando al nosotros inclusivo, y utilizando

simultáneamente una serie de subjetivemas, el escritor afirmaba que aquellos que

acompañaron el gobierno de Perón tenían “el deber de colaborar en la tarea de impedir

el perfeccionamiento legal de la obra destructiva cometida en el trascurso de estos dos

años nefastos. ¿Cómo? He allí la cuestión. No contamos con más arma eficaz que

nuestro voto. Eliminemos la esperanza de la fuerza. Convenzámonos que los sabotajes

son, no solo ineficaces, sino contraproducentes”. De esa manera, Scalabrini buscaba

dar por tierra con toda idea aún presente dentro del peronismo de acudir a la violencia

o a la práctica insurreccional para volver al poder. Incluso, en el intercambio epistolar

que tendría tiempo después con el líder justicialista, Raúl le pediría colaboración al

respecto.

Así llegaba el escritor al punto más importante de su discurso, en el que explicitaba la

concepción histórica desde la cual él operaba, al afirmar que “solo hay dos partidos

fundamentales en la política argentina: el partido de los hombres que defienden los

intereses de la tierra argentina y los que defienden los intereses del capital extranjero”.

Dentro del primer grupo Raúl ubicaba a dirigentes de la talla de Hipólito Yrigoyen,

Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre y Juan Domingo Perón, ello

independientemente de los partidos políticos a los que cada uno había pertenecido y de

los enfrentamientos que entre sí hubieran tenido.

Acercándose a la figura del candidato ucrista, Scalabrini sostenía que “desde ese

punto de vista, el doctor Frondizi perteneció siempre al mismo partido político

inmaterial en que yo estaba voluntariamente enrolado”, elogio que acompañaba

Page 76: La batalla por el Frente Nacional

76

nuevamente de un condicionamiento, al remarcar que “traicionar las ideas que ahora

proclama equivaldría para Frondizi traicionar su propia vida”. Para disipar las dudas de

quienes se resistían a votar por Frondizi por haber sido éste opositor al peronismo,

aclaraba que “el opositor cuando es leal a su obligación de opositor es el mejor

colaborador de un gobierno”.

Detrás de ese discurso subyacía la idea de que, independientemente de la cuestión

electoral, la batalla que se estaba librando en aquel momento era de ideas, y si bien

actuar en ese contexto desde Qué podía implicar para Raúl tener que apoyar

circunstancialmente a Frondizi, había algo más importante para él: “La conciencia que

vamos formando ya no la destruirán” 34.

Para dar cierre a su columna, Raúl planteaba explícitamente que las posibilidades que

la elecciones ofrecían se debatían entre “votar por el candidato que, según sus propias

palabras, ratificará y continuará la política de extenuación y de sometimiento al

extranjero”, o hacerlo por quien “ha prometido, entre otras cosas, rectificar la política

económica y abrir la posibilidad de expresiones populares con la implantación de un

estado de derecho que garantizará la libertad de los trabajadores para reconstruir el

poderío de la CGT y permitirá con el levantamiento de las inhibiciones, la

restructuración del gran partido nacional”. De esa frase se deducía claramente que para

Raúl el frondizismo no podía ser sino un puente hacia el retorno del peronismo, que

representaba en aquel entonces el verdadero proyecto nacional y popular.

Finalmente, el comunicador acometía en duros términos contra la postura

votoblanquista, al afirmar que “votar en blanco es votar, implícita y cobardemente por

Balbín, porque Frondizi solo puede llegar con el apoyo del voto individual de los que

siempre fueron y son peronistas.”

El mismo día en que esa esclarecedora nota periodística salía a la luz, Perón brindaba

una conferencia de prensa en Santo Domingo, en la que exigía el retiro de todos los

candidatos neoperonistas para las próximas elecciones, y sostenía que “frente al hecho

concreto de la obligación de sufragar, cada peronista lo hará en la forma más

apropiada, para impedir así los planes continuistas de la tiranía”35. Esas declaraciones,

de todas maneras, podían interpretarse como un apoyo tanto a Frondizi como al

candidato conservador Vicente Solano Lima, por lo que aún quedaba pendiente una

34 Carta de Raúl Scalabrini Ortiz a Carlos María Quinodoz -presumiblemente no enviada-. Citada en: Galasso, N., 2008: 432. 35 Citado en: Failde, P., 1991. T. 4: 156.

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77

directiva más concreta por parte del líder justicialista. Mientras tanto, el mismo 4 de

febrero en una reunión del Comité Nacional del Radicalismo, Frondizi debía negar

públicamente la veracidad de las versiones que ya comenzaban a circular respecto al

acuerdo con el peronismo, y sostenía que su único compromiso era con el pueblo

argentino.

El 11 de febrero de 1958 la revista Qué llegaba a los puntos de venta con un nuevo

artículo de Scalabrini, que bajo el título “Las calumnias más bajas fueron utilizadas

siempre para separar al candidato popular de su masa” (Qué, 11 de febrero de 1958)

continuaba instando al electorado peronista a actuar pragmáticamente y optar por la

alternativa desarrollista.

Apasionado por la historia, Scalabrini no dudaba en utilizar el recurso de la analogía

histórica con el objetivo de que los errores cometidos en el pasado fueran enseñanza

para opciones futuras. En ese sentido, resulta apropiado recurrir a las palabras de su

amigo Jauretche, quien sostenía que Raúl “fue un historiador, pero la historia en su

manos fue un instrumento; y calando en el pasado, caló en el presente y en el futuro”

(Orsi, R., 1985: 20).

En primer término Scalabrini rememoraba haber leído en las vísperas de la histórica

elección presidencial de 1916 un periódico de indudable filiación yrigoyenista tan

extremista en su postura que resultaba contraproducente a los fines de lograr

adhesiones al líder radical. De ello extraía que “no hay enemigo capaz de causar más

daño que el amigo tan exageradamente amigo que nos sofoca con su abrazo”,

refiriéndose indirectamente a los peronistas votoblanquistas. A continuación, narraba

otra lección que la historia le había dejado en relación a lo perjudiciales que resultaban

para el país las posturas románticas en ciertos contextos. Recordaba para ello un

episodio ocurrido en 1932, cuando ante el veto de la fórmula Alvear-Güemes por parte

del gobierno de Uriburu, la UCR decretó la abstención electoral, allanándole así el

camino a la década infame. Luego el escritor relataba que en aquel momento, la

postulación de Lisando de la Torre, “un hombre ilustrado, inteligente, honrado a carta

cabal”, ofrecía al país una salida nacional. Ante la posibilidad de que éste pudiera

triunfar -recordaba Raúl- desde la tribuna de La Nación no hubo insulto que no se le

profiriera. En relación a esas elecciones, Raúl se permitía especular con un escenario:

“Supongamos, digo y presupongo, que los votos radicales se hubieran volcado a favor

del doctor de la Torre. Lo que ocurrió con el general Justo no hubiera ocurrido (…). El

radicalismo habría encontrado abierto el camino de la legalidad (…). En aquella

Page 78: La batalla por el Frente Nacional

78

encrucijada histórica de 1932, el radicalismo no supo intuir el camino de su

reivindicación, que coincidía con el de la bienandanza de la patria”.

El discurso scalabriniano enfatizaba en que el peronismo estaba en 1958 en la misma

situación en que se hallaban los votantes ante las elecciones de 1916 y los radicales en

1932. Con ese argumento se dirigía a los simpatizantes del movimiento proscripto

apelando al recurso del nosotros inclusivo: “Sepamos instruirnos de los errores que

nos precedieron”. Vale mencionar que en su argumentación el escritor cometía una

importante omisión: en las elecciones de 1932 Justo triunfó mediante el llamado

fraude patriótico. Raúl seguramente evitó compartir ese dato con sus lectores por lo

contraproducente que podía resultar, en un contexto en que muchos peronistas aun

desconfiaban de la transparencia que podían tener los comicios y consideraban

riesgoso participar indirectamente de una elección posiblemente amañada,

legitimándola.

La nota finalizaba con una referencia enigmática: “En este momento, por medio

admirablemente misterioso, me llegan un libro y una carta, muy cordial y excesiva en

la aquilatación de mis pequeños méritos y en la confianza que deposita. Se me ha

hecho un nudo en el espíritu. No soy capaz de soportar tamaña responsabilidad. Nunca

he querido ni quiero ser nada más que uno cualquiera que sabe que es uno cualquiera.

¡Tened piedad de mí!”. Así, sin brindar más detalles, Scalabrini dejaba una sentida

disculpa para ese fiel lector de la revista que desde el exilio trataba de mantener el

liderazgo del movimiento político más importante de la historia nacional y devolverlo

a la legalidad.

6.7 LA CARTA

La correspondencia en cuestión, fechada el 31 de diciembre de 1957, pertenecía

efectivamente a Juan Domingo Perón, quien además le enviaba un ejemplar de su libro

de reciente edición, titulado Los vendepatrias. En esa obra, el líder justicialista

transcribía íntegros siete artículos publicados por Raúl en Qué, lo cual constituía un

enorme reconocimiento al escritor. En la misiva Perón le elogiaba a Scalabrini la

“heroica lucha antiimperialista observada por usted durante toda su vida”, y le

reconocía “ser el precursor, el formador de una promoción que alimentó a la

revolución nacional”, destacando además que “su lenguaje y conceptos están en el

pueblo y usted puede dialogar cómodamente con él”.

Page 79: La batalla por el Frente Nacional

79

Luego de agradecerle por su contribución a la resistencia contra el régimen de facto,

el líder exiliado le realizaba una proposición: “Nadie como usted sería más eficaz, para

propiciar y encabezar un movimiento que tienda a aunar las inquietudes de liberación

de los intelectuales que no desertan del hombre y de la tierra argentinos”. No era esa,

por cierto, la primera vez que Scalabrini era llamado a incorporarse al movimiento.

Por el año 1948, el general Juan Pistarini -por aquel entonces ministro de Obras

Públicas- lo había citado para hacerle un ofrecimiento: “Vea, Scalabrini, el ejército

desea que todo lo relativo a este ministerio y especialmente a Transportes, marche con

perfecto ajuste. Para ello, queremos controlarlo directamente nosotros menos la

dirección de Ferrocarriles que el General ha decidido ponerla en manos de quien

domine perfectamente la materia y sea un patriota genuino. Ese hombre es usted”

(Galasso, N., 2008: 374). La oferta era tentadora: Raúl había batallado durante años

contra el dominio inglés de los ferrocarriles e incluso había impulsado una intensa

campaña pro-nacionalización durante el auge del peronismo. Sin embargo, en aquella

ocasión rechazaría el cargo que le ofrecía el gobierno bajo excusas personales. ¿A qué

se debía esa negativa? El biógrafo de Scalabrini Ortiz, Norberto Galasso, afirma al

respecto: “Raúl sabe que no es un realizador, y que carece de la flexibilidad para

moverse en ese tembladeral político que forman los colaboradores de Perón. Su

aceptación lo conduciría seguramente al fracaso y esterilizaría además su capacidad

crítica. (…) Por eso prefiere estar con las manos libres, sin atadura alguna,

francotirador como lo fue siempre”.

En esta ocasión Perón le estaba ofreciendo, ya no un cargo, sino una labor de servicio

al movimiento. Para convencerlo, el general le remarcaba que el contexto había

cambiado desde aquel lejano año en que se le había ofrecido ponerse a cargo de los

ferrocarriles nacionalizados; y que “frente a las nuevas circunstancias, se nos presentan

nuevas responsabilidades”. Sin embargo –como se profundizará más adelante-, la

decisión del comunicador sería esquiva a ese destino político.

6.8 LA ORDEN DE PERÓN Y EL CIERRE DE CAMPAÑA

El día 10 de febrero, el ex-presidente remitía finalmente a Buenos Aires las

instrucciones resultantes del acuerdo con Frondizi. Perón consideraba que las mismas

debían difundirse durante las últimas dos semanas previas a la elección para dejar al

enemigo con muy poco tiempo para reaccionar. Las instrucciones “no indican

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80

expresamente el voto a Frondizi - que sólo aparece en el comunicado para dirigentes,

enviado al Comando Táctico - pero igualmente resulta por descarte al rechazar tanto el

votoblanquismo como al neoperonismo y al conservadorismo popular” (Galasso, N.,

2005: 855). En los días subsiguientes, miembros del Comando Táctico Peronista

distribuían copias del texto a lo largo del país.

En el ámbito periodístico, la orden de Perón de apoyar el Frente Nacional generó

diversos efectos. Arturo Jauretche la criticó duramente, por entender que la misma

provocaría malestar en las Fuerzas Armadas, fortaleciendo al sector gorila. El supuesto

acuerdo gestado entre el candidato de la UCRI y el jefe exiliado había sido tema de

conjeturas en el periodismo y en los círculos políticos durante varias semanas. A pesar

de ello, en el gobierno costaba creer que Frondizi hubiera podido hacer un pacto con

Perón, y en más de una ocasión los altos líderes militares desestimaron pruebas

presentadas por los ministros civiles del gabinete.

Sin embargo, poco tardarían los servicios de informaciones del gobierno en detectar

el documento dirigido al Comando Táctico. Raudamente, “el matutino La Nación

publica un comentario sobre el acuerdo Perón-Frondizi, con el consiguiente malestar

en los sectores reaccionarios del Ejército y, especialmente, en la Marina. El

contraalmirante Rojas comenta, en el círculo íntimo, que hay que dar otro golpe antes

de aceptar esta burla pues, desde el exterior, Perón continúa decidiendo en nuestras

contiendas políticas. Los aramburistas, en cambio, juzgan que poseen un arma

poderosa para extorsionar a Frondizi - en caso de que ganase - imponiéndole

condiciones” (Galasso, N., 2005: 855).

En ese contexto de gran incertidumbre, y a menos de una semana de los comicios,

Raúl continuaba aportando a la derrota de continuismo y cumpliendo simultáneamente

con su mandato autoimpuesto de fortalecer la conciencia nacional. En un artículo

extenso, titulado “Si el sentimiento nacionalista es esquizofrenia, esquizofrénicos son:

Eisenhower, Khrushchev, Churchill, Nasser, Frondizi y la inmensa mayoría del pueblo

argentino” (Qué, 18 de febrero de 1958), el escritor realizaba un recorrido por la

historia de la penetración británica en nuestro país, e indagaba en la desarrollo de la

conciencia nacional argentina.

Tomando como punto de partida una cita de autoridad de Juan Perón, quien semanas

antes se había referido a que “el pueblo argentino sufre ahora la cuarta invasión

inglesa”, Scalabrini aclaraba que si bien “la historia oficial, que es la historia escrita

por los agentes británicos, solo consigna y describe dos invasiones, la de 1806 y la de

Page 81: La batalla por el Frente Nacional

81

1807 (…) la tercera invasión es la que el país sufrió con posterioridad a la derrota de

Caseros. Fue una invasión invisible en que la inteligencia británica actuó a través de

personajes que habían nacido aquí, pero cuyas raíces no se apoyaban en el seno de la

vida argentina sino en el exclusivo sostén que esa misma inteligencia les otorgaba”. La

crítica a la primera corriente historiográfica argentina no era casual: la misma había

sido obra de los triunfadores de Caseros y Pavón, que a través de la construcción

histórica habían justificado su lucha contra Rosas y la posterior organización

institucional del país sobre un orden de carácter liberal que operaba al servicio del

capital extranjero.

Ese sometimiento de nuestra economía a los mandatos de Gran Bretaña fue ocultado

sistemáticamente por la oligarquía local, aliada del imperialismo, bajo la doctrina del

progreso indefinido. “Yrigoyen intuyó algo de esa situación. Pero no pudo discernirla

con acuidad”, sostenía Raúl, en un humilde reconocimiento al caudillo radical. Pese a

sus limitaciones políticas, Yrigoyen simbolizaba para Scalabrini Ortiz un eslabón

fundamental en la línea histórica iniciada en mayo de 1810 por el nacionalismo

revolucionario, proteccionista, americano y popular de Moreno, y continuada por los

caudillos federales.

Prosiguiendo con el artículo, Raúl narraba que una vez caído el líder radical, y con el

poder oligárquico en su máximo esplendor, la conciencia nacional continuó

madurando en un proceso lento y no exento de escollos. “Un pueblo tan traicionado

como es el pueblo argentino aprende poco a poco, pero lo que aprende no lo olvida.

Estos hechos fueron estratificándose en el fondo de la subconciencia nacional. Se

infiltraron en la inquietud de muchos estudiosos desinteresados y altruistas (…). El

capital había comenzado a tener patria y dos extremos distintos: por uno absorbe las

riquezas ajenas, por otro beneficia al dueño de la instalación.”

A continuación, el comunicador nacional relataba que entre la década del ‘30 y del

‘40 el pueblo argentino había comenzado a analizar la realidad, ya no bajo la mirada

eurocéntrica impuesta por la generación del ‘80, sino a “la luz mortecina de un

tembloroso candil intelectual, de fabricación casera. La luz era poca y vacilante, pero

una luz nuestra”.

Fiel al carácter didáctico que buscaba aportarle a su discurso, Raúl acudía

nuevamente a la personificación del cuerpo nacional: “Los pueblos jóvenes se conocen

a sí mismos como los hombres niños. Se conocen a través de sus propios malestares

(…). Al pueblo argentino comenzaba a dolerle el capital extranjero”. A modo de cierre

Page 82: La batalla por el Frente Nacional

82

de su relato histórico, Raúl describía al 17 de octubre como un momento fundamental

en el proceso de desarrollo de la conciencia nacional, y como el punto de partida del

proceso a través del cual el pueblo argentino había comenzado a “alcanzar las

condiciones necesarias y suficientes para ser una nación verdaderamente independiente

y dueña de su destino”.

Luego, el comunicador describía a modo de ejemplo cómo Gran Bretaña al finalizar

la Primera Guerra Mundial se había negado a pagar su deuda con Estados Unidos,

acordando finalmente abonar un dólar simbólico. Utilizaba para ello una cita de

autoridad de Winston Churchill, quien lejos de aquellas palabras de Avellaneda

respecto de pagar las deudas “con el hambre y la sed de los argentinos”, había

sostenido irónicamente que “los habitantes de China venden a sus hijos para pagar sus

deudas en tiempos difíciles, pero esa práctica no ha sido nunca adoptada por la Europa

Occidental”.

A continuación Raúl acometía impetuosamente contra el discurso del vicepresidente

Rojas: “Cree que es forzoso recurrir al capital extranjero (…). Afrenta a todos los que

discrepan con sus insostenibles afirmaciones. Los acusa abiertamente de esquizofrenia

nacionalista, calificación en la que caben holgadamente todos los gobernantes de la

tierra”. De allí que el título de la nota abarcara a dirigentes que habían dado sobradas

muestras de nacionalismo, como el comunista Nikita Khrushchev, el socialista no

alineado Gamal Nasser, e incluso conservadores como Dwight Eisenhower y Winston

Churchill.

El discurso de Scalabrini se proponía remarcar que, con esas declaraciones, Rojas no

solo contrariaba el sentir de las masas peronistas que habían apoyado al gobierno

depuesto sino también “el verdadero espíritu de los revolucionarios de 1955, a

quienes, con excepción de algunos judas despreciables, de ninguna manera es posible

concebir como animados por el deseo de ver caer de nuevo a su patria a la triste

condición de factoría”. De esa manera, el escritor nuevamente interpelaba a la masa

ciudadana que en los últimos años de gobierno peronista se había plegado a la

reacción, movilizada por diferencias políticas y religiosas, remarcándole que “fue

burlada en sus aspiraciones” por la administración de facto.

A modo de conclusión, Raúl afirmaba en clave dicotómica: “Como en todas las

épocas decisivas de la historia argentina, de un lado están los que esperan todo del

apoyo del capital extranjero. Del otro, los hombres que sienten profundamente el

destino de su tierra. Lo lamento por el doctor Balbín, que ha prestado su anuencia

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anticipada a lo que ha hecho este gobierno y se ha comprometido a proseguir en esa

senda. Nosotros estamos muy contentos en el lado de los ‘nacionalistas

esquizofrénicos’. ¿Verdad, doctor Frondizi?”. Nuevamente, el recurso de los pares

antagónicos para diferenciar a ambos candidatos y brindar un apoyo explícito a

Frondizi, deslizando sin embargo un dejo de duda. ¿Temía Scalabrini Ortiz que el

candidato ucrista traicionara a quienes desde el Frente Nacional lo habían apoyado?

Como se había podido apreciar en varios de sus artículos, sin duda el escritor tenía sus

reservas para con la figura de Frondizi, y no dudaba en remarcarle qué se esperaba de

él una vez que asumiera el poder.

A modo de cierre de la nota, entre paréntesis, Raúl se dirigía de igual a igual y en

tono confidente al lector para concientizarlo acerca de “la responsabilidad que asumirá

el domingo al depositar su voto. Cuando usted seleccione su boleta en el cuarto oscuro,

no estará solo. Hay 20 millones de argentinos que lo observan ansiosos. ¡Que la patria

presente y la patria futura guíen la selección de su mano!”. Hecho todo lo que podía

hacerse para orientar a las masas hacia el destino nacional, para Scalabrini solo

quedaba esperar a que el trabajo realizado hubiera rendido sus frutos…

6.9 EL TRIUNFO DE FRONDIZI

El 23 de febrero el país vivió sus tan esperadas elecciones presidenciales. Esa noche,

Raúl siguió atentamente los resultados de la votación desde la calle Luis María

Campos 665, local que usaba Frigerio como cuartel general durante la campaña. Allí

se enteró del triunfo de la UCRI. Frondizi era el nuevo presidente de los argentinos, y

el continuismo gorila había sido derrotado.

De no haber mediado un acuerdo probablemente el candidato intransigente hubiera

ganado de todos modos, pero lo cierto es que el partido duplicó su caudal electoral

respecto de lo obtenido en 1957, cuando Perón había ordenado el voto en blanco. En

las elecciones de convencionales constituyentes, la UCRI había sacado 1.847.607

votos; en las presidenciales obtenía 4.070.398, pasando del 21,23% al 44,79% en

menos de un año. Por su parte, los radicales del pueblo lograban el segundo puesto,

con el 28,91% de los sufragios. El apoyo de los trabajadores había sido muy grande, si

se considera que sólo 800.000 peronistas mantuvieron la posición votoblanquista.

Los sectores antiperonistas consideraban que el triunfo de Frondizi era ilegítimo. Los

militares estaban indignados y se sentían burlados por el pacto realizado en las

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sombras entre el candidato ucrista y el “tirano prófugo”. Luego de las elecciones, un

resentido Balbín deslizaba una frase que sería el anticipo de algunos de los conflictos

que debería enfrentar Frondizi una vez instalado en el poder: “Tiene los votos que

tiene pero el país sabe de dónde han venido”36. Por lo pronto, Scalabrini Ortiz podía

sentirse satisfecho: el Frente Nacional se había impuesto en las urnas y la dictadura

gorila había fracasado en su intento de extenderse constitucionalmente. Sin embargo,

el triunfo no daba razones para festejar tan apresuradamente. En esos días, una

pregunta rápidamente se instalaba en el círculo cercano al presidente electo: ¿Le

entregarían el gobierno?

36 Citado en: Alemán, J., 2011: 57.

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7. LA TRANSICIÓN (SEMI) DEMOCRÁTICA

7.1 EL INTELECTUAL Y EL PARTIDO

El 26 de febrero de 1958, tres días después del triunfo de Frondizi, Scalabrini Ortiz le

respondía a Perón la carta que éste le escribiera el último día de 1957. En su misiva, el

escritor destacaba el triunfo alcanzado por el Frente Nacional en las elecciones, no

obstante lo cual le advertía al líder exiliado: “Faltan aún dos meses para que Frondizi

asuma el poder y en ese tiempo pueden ocurrir hechos que aparentemente justifiquen

un golpe de mano, si no un simple golpe de Estado. Hay muchas fuerzas internas que

se prestarían gozosamente a esta operación. La instigación a la disconformidad del

proletariado encontraría un campo fértil en su ya insostenible situación económica. El

caos que podría sobrevenir a consecuencia de la extensión de las huelgas

proporcionaría una ocasión favorable para una maniobra reversiva”. Ante esas

circunstancias, el escritor le solicitaba colaboración a Perón, por comprender que “sin

su apoyo hay grave riesgo de que Frondizi no alcance el poder y una vez en él le será

extremadamente difícil conservarlo”.

A continuación, Scalabrini le mencionaba al líder justicialista un punto espinoso: el

papel de la clase media en ese contexto. En una crítica que seguramente debió haber

molestado al líder exiliado -acostumbrado a rodearse de aduladores-, Raúl le

remarcaba que “buena parte de la clase media que sufrió en su economía y en su

jerarquía social durante su gobierno se mantiene en un estado de recelo enconado

contra todo lo huela a movimiento peronista”, lo cual influía en el ya de por sí bastante

alterado ánimo de las Fuerzas Armadas.

Sabido era que la clase media argentina era, en líneas generales, antiperonista. Una

parte de ella, identificada con la ideología de las clases altas, había visto con malos

ojos el impulso dado por el gobierno justicialista al desarrollo social de los obreros y

de los sectores más desprotegidos. Por otra parte, el peronismo, una vez asentado en el

poder, había realizado un cálculo electoralista que lo había llevado a concluir que para

ganar elecciones no precisaba de la clase media, ya que le bastaba con el voto del

proletariado.

El incremento progresivo del personalismo y la propaganda, sumados a ciertas

restricciones en materia de libertades y ataques a la oposición, entre otras cuestiones,

Page 86: La batalla por el Frente Nacional

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habían generado un importante rechazo hacia el gobierno en amplios sectores de la

clase media. A ello se sumaría, en la década del ‘50, un deterioro en las condiciones de

vida, y finalmente la pelea entre el peronismo y la Iglesia.

En sus artículos de campaña el escritor había deslizado breves críticas al trato

dispensado por el gobierno justicialista a las clases medias. En su nota publicada en el

Nº 167 de la revista, por ejemplo, Raúl se había referido al médico que lo atendía

durante su reposo como un integrante de “esa clase media ilustrada que fue tan inútil

como desconsideradamente herida en los últimos años del gobierno de Juan Domingo”

(Qué, 28 de enero de 1958).

En su carta, Scalabrini Ortiz le admitiría al ex presidente que uno de los objetivos de

su estrategia discursiva durante la campaña había sido el de “demostrarle a la clase

media que está comprometida dentro de las grandes aspiraciones nacionales (…). Fui

refiriéndome a usted poco a poco. Al principio burlándome de los que lo acusan

públicamente de tirano y sanguinario”37. Incluso, el escritor reconocía haber utilizado

en uno de sus artículos el subjetivema “libertador” para referirse al líder justicialista38.

De esa manera, quedaba en claro que Scalabrini Ortiz tenía puesta su mirada más allá

de las conveniencias personales y de las diferencias políticas circunstanciales. Él, que

había sido censurado y relegado al silencio durante el gobierno peronista, era uno de

los pocos intelectuales que habían salido a reivindicarlo en las malas épocas, sin caer

por ello en la obsecuencia.

Luego, el intelectual nacional hacía mención del pacto, pero evitando explicitar un

posicionamiento contrario ante la decisión de Perón, como sí lo había hecho su amigo

Jauretche: “Su orden de votar a Frondizi hizo llorar a muchos, pero llenó de alegría a

la inmensa mayoría porque esa orden les indicaba que la inteligencia política del Jefe

había vuelto a funcionar con el resoluto coraje que le admiramos en años anteriores”.

La carta de Scalabrini a Perón finalizaba con una referencia a la propuesta que el líder

le hiciera en su misiva del 31 de diciembre de 1957. El pensador se excusaba de la

siguiente manera: “Me pide usted que me encargue de la organización y dirección de

37 Por ejemplo, en enero Raúl definía al gobierno como “esta revolución que desmanteló fábricas, desorganizó industrias, mancilló reputaciones por el solo delito de haber tenido algún contacto, o alguna relación de apariencia amistosa con el sangriento tirano prófugo” (Qué, 7 de enero de 1958). 38 Scalabrini se refería al artículo del 4 de febrero, en cual -en clave de lograr el apoyo a la UCRI- había hecho referencia a Frondizi como el candidato que permitiría “la restructuración del gran partido nacional que no puede dejar de estar bajo la advocación del hombre que sufre actualmente el doloroso destino de todos los libertadores. El general San Martín fue vilipendiado, calumniado e insultado por el gobierno de Bernardino Rivadavia y el cónclave de masones que lo rodeaba, con palabras y diatribas muy parecidas a las usadas por los de ahora”.

Page 87: La batalla por el Frente Nacional

87

los intelectuales. Su ofrecimiento es la mayor muestra de simpatía que he recibido en

mi vida, pero temo que la tarea exceda de la órbita de mis aptitudes. He sido siempre

un trabajador solitario y obstinado y me parece un poco tarde para cambiar y

reeducarme. Le ruego reconsidere su pedido y lo readecue a mis cualidades y defectos.

Tengo cierta agudeza para planificar los aspectos generales de los asuntos, para verlos,

digamos, desde un punto de vista estratégico. Pero los detalles políticos se me escapan.

La minucia de la táctica escapa a mis condiciones”.

Nuevamente el escritor renunciaba a la invitación de sumarse al movimiento como

intelectual orgánico, y prefería seguir actuando solitariamente, como un “hombre que

piensa, estudia, medita, escribe, aconseja, sin concomitancia directa con la acción ni

preocupaciones por cómo ni quién encarna las ideas”.39

7.2 LA BATALLA PARA GARANTIZAR EL TRASPASO DEL PODE R

Marzo de 1958. Faltaban 45 días para la asunción de Frondizi y el país vivía un clima

de tensa incertidumbre. Las Fuerzas Armadas se sentían burladas por el supuesto pacto

entre Frondizi y Perón, y consideraban que de nada había valido proscribir al

peronismo si el mismo gobernaba a través de Frondizi. Consciente de la situación de

debilidad en que se hallaba, el presidente electo se aprestó a negociar. En primer

término, brindó señales de no estar dispuesto a realizar reincorporaciones de cuadros

dados de baja durante la dictadura, pese a haber recibido pedidos en ese sentido de

parte de oficiales nacionalistas y peronistas retirados. Además, les habría asegurado a

Aramburu y a la Junta Militar “que no se proponía revisar nada hecho por las Fuerzas

Armadas desde la revolución” (Potash, R., 1986. T. II: 368).

Sin embargo, ello no aplacaría la presión de los sectores más acérrimamente gorilas

del gobierno para que se abortara el traspaso del poder. “En las nueve semanas que

duró las transición la tarea de los servicios de información se intensificó. Los

antecedentes izquierdistas de Frondizi y de sus colaboradores fueron revisados en

forma reiterada (…). Había ojos y oídos que espiaban a los triunfadores y reportaban

sus idas y venidas a sus respectivas jefaturas" (Sáenz Quesada, M., 2010: 407).

Aramburu, por su parte, se sirvió de la amenaza golpista de sus colegas de armas para

lograr mayores concesiones del presidente electo, garantizándole el traspaso del poder

39 Raúl Scalabrini Ortiz. Carta a Francisco J. Capelli, 21/05/1943.

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a cambio de que éste abandonara todas las pretensiones nacionalistas y obreristas que

lo vinculaban al gobierno depuesto.

Surgía de esa manera el “segundo pacto”, en el cual Frigerio y Frondizi negociarían

con Aramburu las condiciones para la transición. Por aquel entonces, “sepultado el

programa que había sostenido la revista QUÉ en la tradición antiimperialista del

Frondizi de Petróleo y Política, surgía el desarrollismo con la tesis del capital

extranjero como pivote del crecimiento” (Díaz, C., 2007: 181).

Mientras tanto, Scalabrini Ortiz continuaba publicando incesantemente en Qué en

torno a dos objetivos: contribuir a la efectiva entrega del gobierno y a la retirada de las

fuerzas antinacionales del poder, y defender incansablemente el patrimonio público

que aún quedaba en pie. El primer martes de marzo publicaba el artículo “Hace diez

años los ferrocarriles nos devolvieron el derecho a desarrollarnos como Nación” (Qué,

4 de marzo de 1958), en el cual con excusa de la cercanía del aniversario de la

nacionalización, el escritor aprovechaba para realizar una férrea defensa de la

administración estatal de los trenes.

Raúl no dudaba en exaltar la estatización de los ferrocarriles como un punto de

inflexión en el proceso de desarrollo de la soberanía nacional, y apelando a la historia,

la describía como “un acto de proyecciones históricas tan profundas y extensas, que

sólo es comparable a la batalla de Ayacucho, que dio término al dominio español en la

América del Sur”. En clave pedagógica, el comunicador explicaba que “el sistema

ferroviario es la piedra de sillería de esa monstruosa relación internacional que se ha

denominado sintéticamente como imperialismo económico, es decir, la dominación

invisible de una nación por otra en que se conservan intactas las formas institucionales

de la soberanía política”; en esa relación, “el extranjero dictaba sus normas al país

entero y deformándolo lo acomodaba a sus intereses”40.

Avanzando en el texto, el comunicador brindaba su visión acerca del rol cumplido

por Juan Domingo Perón en la historia nacional, en un pasaje en el que se

40 La noción del imperialismo como generador de economías deformadas, sería retomada unos años después por Ernesto Che Guevara para describir la fisionomía de los países latinoamericanos. El Che escribiría al respecto: “Un enano de cabeza enorme y tórax henchido es ‘subdesarrollado’ en cuanto a que sus débiles piernas o sus cortos brazos no armonizan con el resto de su anatomía, es el producto de un fenómeno teratológico que ha distorsionado su desarrollo. Eso es que lo que en realidad somos nosotros, los suavemente llamados ‘subdesarrollados’, en verdad países coloniales, semicoloniales y dependientes”. El extracto corresponde al artículo “Cuba ¿un caso excepcional?”, publicado originalmente el 9/04/1961 en la revista Verde Olivo, y reproducido en: Guevara, E., 2002: 203-218.

Page 89: La batalla por el Frente Nacional

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vislumbraban reminiscencias hegelianas41. Raúl afirmaba en tono profético: “Que la

tierra tiene un destino por cumplir, lo demuestra la presencia oportuna del hombre que

es necesario en cada momento definitivo de su historia. La independencia económica

de la nación requería un ejecutor, y ese ejecutor apareció por el recodo histórico más

inesperado. Nuestra oligarquía había gastado sus finas sutilidades en el arte de

procurar que el ejército argentino, más que defensor de los intereses concretos de la

patria, fuese el ingenuo defensor de los intereses particulares y de los intereses

extranjeros que ella amparaba por representación y por similitud de principios. Y fue

el ejército quien nos dio el ejecutor que arrasó los bastiones de Jericó, que parecían

inconmovibles”.

Probablemente el intercambio epistolar que por aquellos días había tenido con Juan

Perón había influido en esa prosa que no escatimaba elogios hacia el líder exiliado.

Con esas palabras, Raúl ratificaba su confianza en que el justicialismo constituía ese

gran movimiento nacional que, una vez purgados sus elementos burocráticos, debería

cumplir el destino emancipador de nuestra patria. El frondizismo era sólo una

circunstancia, una instancia necesaria.

Retomando la cuestión ferroviaria, el comunicador apuntaba su artillería contra la

alianza entre el gobierno de facto y los grandes medios –básicamente La Nación y La

Prensa- al servicio del capital extranjero: “La propaganda periodística insiste

tenazmente en su campaña de desprestigio de la administración nacionalizada. Se

formulan insidiosos planes de transferencia a los intereses privados. Se recarga el

acento sobre los déficits que los actuales administradores se encargan de abultar cada

vez más”.

Finalmente, Scalabrini se guardaba espacio para un comentario tardío en referencia al

triunfo alcanzado por la UCRI: “El resultado de la elección demuestra que el pueblo

argentino ha comprendido la trascendencia nacional del momento que vivimos.

Interpretó y cumplió la orden del destino”. Apelando al recurso de los pares

antagónicos, y dirigiéndose a los miembros del campo nacional como alocutarios de su

mensaje, Scalabrini advertía que “las fuerzas reaccionarias que la voracidad extranjera

tiene a su servicio, permanecen activas (…). Ellas redoblarán sus esfuerzos para

fragmentarnos y azuzarán los reclamos e instigarán a la realización de hechos que

41 Hegel sostenía que el papel de los grandes hombres de la historia consistía en encarnar o interpretar adecuadamente el espíritu del pueblo. Los llamados “héroes”, capaces de subvertir un determinado orden de vida y sustituirlo por otro nuevo, cumplían –según el filósofo idealista- con el papel asignado por la Historia.

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tiendan fomentar la apariencia de indisciplina social, con la esperanza de conformar un

pretexto que justifique su siempre postergado golpe de mano”.

En aquel momento resultaba de fundamental importancia contribuir a mantener un

cierto orden que permitiera la transferencia del poder. Por ello, mientras Raúl escribía

esas líneas un inquieto Frigerio visitaba a Perón para solicitarle que diera una nueva

orden a sus fieles seguidores. En esa reunión el director de Qué obtenía del líder su

Mensaje a todos los peronistas, en el cual este último le pedía a los trabajadores que

evitaran cualquier tipo de desborde, para lo cual reeditaba una vieja consigna: “De la

casa al trabajo y del trabajo a la casa”.

7.3 EL DILEMA DEL PETRÓLEO

Durante el mes de marzo Scalabrini Ortiz comenzó a notar algo extraño en el

ambiente político local. El ingeniero Álvaro Alsogaray -reconocido personaje de la

derecha liberal conservadora– comenzó a promover una campaña en pos de un

repentino y rápido autoabastecimiento petrolero, lo cual despertó la desconfianza de

Raúl. El tema de los combustibles era complejo, ya que YPF sólo abastecía el 35% de

la demanda nacional, lo que implicaba grandes importaciones -mayormente

provenientes de Gran Bretaña- que repercutían negativamente en la balanza comercial.

Sin embargo, el lobbie de Alsogaray olía a entrega de los recursos petroleros al

extranjero. Esa problemática ya había sido objeto de disputa durante el gobierno

justicialista. En su segundo mandato, Perón había realizado tratativas con empresas

estadounidenses, lo cual había generado la reacción de todo el arco opositor, incluidos

los liberales. Finalmente, esos contratos de locación de servicio no se vieron

materializados. En aquel entonces Scalabrini había acordado en líneas generales con la

idea del presidente, por comprender que en ocasiones un gobierno necesita recostarse

temporalmente en una potencia para poder desprenderse de la nociva influencia del

imperialismo inglés42.

Posteriormente, una vez instalado en el gobierno, “Aramburu fue presionado por los 42 Inclusive, al recordar ese episodio, el escritor nacional intentaría desdramatizar la decisión del peronismo y criticaría las contradicciones de la oposición, al sostener que en 1955 esta última “se caracterizó por su nacionalismo exacerbado. En las cámaras se acusó constantemente al gobierno peronista de no ser todo lo nacionalista que debía ser”. Al respecto, y burlándose del vicepresidente Rojas, Scalabrini se preguntaría: “¿Y qué fue sino una agitación de ‘esquizofrenia nacionalista’ la resistencia opuesta al convenio con la California Argentina que daba el derecho de exploración y cateo a una empresa norteamericana sobre tierras que en su mayor parte eran propiedad particular de compañías extranjeras?” (Qué, 18 de febrero de 1958).

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Estados Unidos para que abriera la extracción de petróleo a los capitales privados.

Pero el general no podía complacer a Washington porque en la Argentina de 1956 el

nacionalismo económico era algo más que una bandera compartida por la izquierda y

la derecha: constituía un tema tabú” (Sáenz Quesada, M., 2010: 406). Sería el

embajador argentino en Estados Unidos, Mauricio Yadarola, quien comenzaría a

trabajar en un plan que permitiera acercar posiciones con el país del norte.

Simultáneamente, el gobierno boicoteaba y endeudaba a YPF, lo que llevaba a

Scalabrini a advertir públicamente sobre la posibilidad de que la misma fuera

transformada en empresa mixta o abiertamente entregada a capitales británicos o

estadounidenses. En febrero, Raúl había denunciado en la revista “los envites y

convites que el embajador Yadarola está haciendo, aparentemente por su cuenta, en

Norteamérica”.

A través de una original metáfora que daba muestra del ímpetu con que acometía

contra el poder sin reparar en consecuencias, Raúl definía la labor del diplomático

como “una política de etiología gemela a la del tero, que en un lado pone los huevos y

en otro grita. El tero Yadarola grita en las vecindades de la Standard Oil, pero parece

que los huevos están muy seguros en el regazo de la Shell, filial de la poderosa Royal

Dutch Shell, propiedad directa del Almirantazgo británico” (Qué, 4 de febrero de

1958). Con esas palabras Raúl dejaba en evidencia la disputa que existía entre los dos

imperialismos en torno al dominio de los recursos petrolíferos argentinos.

El 11 de marzo, Qué daba cuenta de las gestiones que el gobierno de facto estaba

realizando antes de entregar el poder. Las medidas de último momento incluían el

otorgamiento de licencias de radiodifusión a personas y empresas cercanas al

oficialismo, con el objetivo de crearle un “cepo” de prensa al futuro gobierno, y las

gestiones del embajador en Estados Unidos en torno al tema petrolero. Respecto a esta

última cuestión, el semanario denunciaba que el Plan Yadarola “allana el camino hacia

el otorgamiento de concesiones sobre fuentes de energía, utilizando para lograrlo un

procedimiento indirecto.”

En concordancia con esa postura editorial, Scalabrini Ortiz insertaba en ese número

de la revista su artículo “No es el autoabastecimiento lo que les urge, sino la entrega

del petróleo” (Qué, 11 de marzo de 1958), en el cual criticaba a los funcionarios y

referentes de derecha que promovían el incorporación de capitales extranjeros a la

exploración y explotación de combustibles fósiles. Al respecto, el escritor advertía sin

eufemismos y tomando como alocutario a todo el pueblo argentino que “las compañías

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92

extranjeras, británicas y norteamericanas, nos quieren robar esas fuentes de poder”.

El oficialismo sostenía que resultaba imprescindible incrementar la producción

petrolera para evitar el drenaje de divisas. Scalabrini confrontaba con esa idea, para lo

cual indagaba en la evolución de las cuentas externas desde el año 1953 hasta

entonces. Del análisis concluía que el déficit había sido fomentado por el gobierno de

facto, y que ello se debía básicamente a que los precios de los productos que el país

exportaba habían bajado y los de las importaciones se habían encarecido. Haciendo

gala de su reputación de refutador de falacias, Raúl planteaba que “hay un método muy

simple para reducir y aun eliminar los déficit: disminuir las compras y maniobrar para

obtener mejores precios de los productos que vendemos”. El escritor sostenía que el

déficit era una excusa del ministro de Comercio e Industria, Julio César Cueto Rúa,

para ceder el petróleo a manos extranjeras, y criticaba que tan sólo “siete semanas

antes de entregar el gobierno a los sucesores pretenda resolver una dificultad

circunstancial, consecuencia de la inepcia de sus colegas, con pactos, convenios o

contratos que comprometerán de forma permanente la economía”.

Finalmente, el periodista argumentaba que “muy pocas naciones en el mundo han

alcanzado el autoabastecimiento energético, y no creo que ninguna nación se preocupe

demasiado por ello (…). En cuanto al petróleo, sobran los dedos de las manos para

contarlas”; de ello concluía que “el zarandeado objetivo del autoabastecimiento es un

simple pretexto para limar resistencias, un eslabón más en el plan de subordinación a

las conveniencias extranjeras”.

7.4 “TODAVÍA QUEDAN SEIS PELIGROSAS SEMANAS”

Mientras los plazos para asumir se acortaban, Frondizi visitaba Perú, Chile, Brasil y

Uruguay e intentaba imponer a los miembros de su futuro gabinete ante las presiones

gorilas. En esos días, las 62 Organizaciones le enviaban un memorial en el que “lo

urgían para que resolviera necesidades inmediatas de la clase trabajadora, ‘única

condición verdaderamente fundamental para una real pacificación de la Nación’, en un

tono mezcla de informativo y amenazador” (Nosiglia, J., 1983: 80). La dirigencia de la

UCRI comenzaba a considerar que el acuerdo con el peronismo había sido un grave

error.

Por su parte, Scalabrini se mostraba muy preocupado por la situación económica del

país. Semanas atrás, en su misiva a Perón, el intelectual nacional le había advertido

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93

que “los problemas económicos y financieros que (Frondizi) deberá enfrentar y

resolver urgentemente serán pavorosos porque esta gente no va a dejar más que

ruinas”. La realidad le estaba dando la razón.

En “Todavía quedan seis peligrosas semanas” (Qué, 18 de marzo de 1958), Raúl

denunciaba que “los hombres de este gobierno prosiguen actuando en contra de los

intereses de la Nación Argentina, con una velocidad que aumenta a medida que el

plazo se achica (…). Los proyectos de obras grandiosas se multiplican. Las licitaciones

se abren con plazos angustiosos. Los contratos se firman comprometiendo las finanzas

del país por sumas fabulosas”. Acto seguido, el escritor desnudaba el interés oculto

detrás de esos hechos aparentemente aislados: “El objetivo verdadero es el de crear

circunstancias tales que no haya voluntad ni inteligencia capaz de impedir que la

República Argentina vuelva a caer en la humillante condición de factoría”.

Asumiendo el rol de desmitificador de las mentiras divulgadas por el gobierno de

facto y el liberalismo argentino en general, Raúl afirmaba que “jamás en este país el

Estado fue prescindente. Fue siempre decididamente intervencionista. Pero fue

intervencionista a favor de los extranjeros y sus allegados, contra los derechos

naturales y legítimos del pueblo argentino”.

En esos días, Perón le escribía nuevamente a Scalabrini desde Ciudad Trujillo. En la

misiva, Juan se refería a la respuesta que semanas atrás Raúl le había enviado en

relación a su ofrecimiento: “Usted ejerce una jefatura espiritual innegable. No le pido

que la transforme en un mandato político sino que la emplee para nuclear esfuerzos,

para evitar dispersiones (…). En esa obra de persuasión es que reclamo su concurso,

para que aclare panoramas que algunos no ven con nitidez, para que termine con

fricciones o antagonismos artificiales”. El tema finalmente no pasaría de allí, ya que en

definitiva esa era la labor que el comunicador venía desempeñando hasta ese momento

y era evidente que no pensaba abandonar su rol de intelectual al servicio de un

proyecto nacional, popular y latinoamericanista para sumarse al orden partidario.

Por otra parte, el líder exiliado le confirmaba a Raúl que el movimiento colaboraría –

tal como lo venía haciendo- con el futuro gobierno, garantizando un orden social que

impidiera la reacción de los sectores más fervientemente gorilas. Pero no conforme

con esa garantía, Scalabrini continuaría trabajando para intentar descomprimir la tensa

situación que se vivía en las instituciones castrenses a causa del pacto Perón-Frondizi,

intentando demostrar la inexistencia de compromisos del gobierno electo para con el

movimiento proscripto.

Page 94: La batalla por el Frente Nacional

94

En su artículo “Esta vez la violencia británica tuvo la virtud de unir al pueblo contra

ella” (Qué, 25 de marzo de 1958), el periodista nuevamente daba muestra de la

profunda confianza que depositaba en los argentinos, y realizaba a su vez un llamado a

la unidad nacional, al sostener que nuestro pueblo “tiene la convicción de que solo

podrá triunfar si se mantiene unido y alerta”. Para reforzar esa idea, el escritor aplicaba

el principio de autoridad, al citar a su admirado Mariano Moreno, quien afirmaba que

“los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos,

y no deben fiar sino de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en

nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse”.

Luego, Raúl elogiaba el apoyo brindado por los votantes peronistas a Frondizi,

destacándolo como un acto de grandeza que el justicialismo realizó “sin pedir nada a

cambio”. Para completar su idea, invocaba nuevamente una figura de autoridad, al

reproducir un fragmento del Mensaje a todos los peronistas difundido por Perón en los

primeros días del mes, que afirmaba: “De la victoria del 23 de febrero no tenemos

ningún botín que reclamar. Nuestra actitud se inspiró en motivaciones éticas que tenían

en vista el interés nacional y no el propósito de conquistar ninguna porción del poder

público”.

La nota concluía con un párrafo dirigido de manera personal a Frondizi, en el cual el

escritor le recordaba que “el peronismo se ha hecho a un lado para que usted tenga su

lugarcito en la historia. Siéntese con cuidado porque el asiento es incómodo e

inseguro. Si lo aprietan, solicite ayuda. El pueblo no se la va a negar, mientras mire

hacia delante”. Sin vueltas, Raúl le reclamaba al presidente electo que se mantuviera

dentro del camino nacional, y acudiendo a una frase popular proveniente del Martín

Fierro le pedía que “no se aparte de él, doctor Frondizi, ‘aunque vengan degollando’”.

Con la perspicacia que lo caracterizaba, el intelectual nacional observaba indicios de

cambio en la orientación del futuro gobierno respecto del programa expuesto en

campaña, que le hacían temer por la suerte del Frente Nacional. En esos días el

escritor había recibido un comentario que hacía referencia al supuesto interés de

Frondizi por aplicar una política de concesiones petroleras a capitales estadounidenses,

similar a la promocionada por Alsogaray.

Si bien en la revista Qué se negaba la veracidad del rumor, Scalabrini decidió

solicitar a Frigerio una reunión, que se realizó el 29 de marzo en la casa Narciso

Machinandiarena. “Esa tarde, Rogelio le explica detenidamente las tratativas que se

están realizando con las empresas norteamericanas, insistiéndolo en que no son

Page 95: La batalla por el Frente Nacional

95

concesiones sino locaciones de obra y que es imprescindible llevarlas adelante”

(Galasso, N., 2008: 450). Para convencerlo, Frigerio argumentó que ante la amenaza

roja los Estados Unidos estaban dispuestos a promover el desarrollo de los países

emergentes, y afirmó que los contratos implicaban abandonar definitivamente la

influencia británica. Sin embargo, Raúl no se mostraba convencido de la idea y el 1°

de abril le escribía a Frigerio una misiva en la cual le planteaba sus dudas respecto al

supuesto rol benévolo de los yanquis: “Estados Unidos aparece en este momento como

contrariando la política primitivista de Gran Bretaña. ¿Podemos fundar una política

económica permanente sobre la base de esa posición? Sinceramente, yo desconfío

mucho y creo intuir que el pueblo desconfía aún más que yo”43.

En el mes previo a la asunción de Frondizi, las diferencias en torno a la política

petrolera influirían en la predisposición del comunicador para la escritura. Raúl

publicaría durante abril solamente dos artículos, para luego abandonar temporalmente

su participación en la revista. En el primero de ellos, titulado “Neutral ante el mundo,

la muchedumbre argentina madura el espíritu nacional” (Qué, 1 de abril de 1958), la

bandera de neutralidad del país ante los conflictos bélicos, defendida a ultranza por

Raúl desde la década del ’30, volvía a aflorar ante un marco internacional en que las

disputas diplomáticas entre occidente y oriente amenazaban el sostenimiento de la

política de coexistencia pacífica.

La “pluralidad de origen” de nuestro pueblo, determinada por “la amalgama de los

aportes inmigratorios y de los elementos primigenios de la tierra” -sostenía Raúl-

inclinaba a los argentinos a “ser espectadores, no actores, del inmenso drama que se

prepara en aquellas lejanas zonas del planeta que se extienden al norte de la línea

ecuatorial”. El escritor temía que ante la posible reedición de un conflicto bélico como

el ocurrido en Corea en 1953, Argentina no pudiera evitar ser arrastrada por

Norteamérica a intervenir en la disputa.

Si bien Raúl admitía que nuestro país se hallaba dentro del radio de influencia de

Estados Unidos, advertía que “el pueblo argentino sabe defenderse de sus sentidos

sociales. Tres siglos de dominación española y siglo y medio de dominación británica,

le enseñaron a desconfiar de las verdades que los dominadores proclaman como

incontrovertibles”, palabras que podían ser leídas como una advertencia para todos

aquellos que desde el desarrollismo se encontraban encandilados por el supuesto

43 Raúl Scalabrini Ortiz. Carta a Rogelio Frigerio, 1/04/1958. Transcripta en: Merchensky, M., 1961: 299.

Page 96: La batalla por el Frente Nacional

96

progresismo de los capitales yanquis y buscaban colocar al país bajo una nueva tutela

económica.

A modo de cierre, su prosa se esforzaba por desplegar un optimismo que por aquel

entonces en rigor de verdad le estaba faltando, dado el deterioro progresivo de su

salud, y el asedio que sufría el país por parte de intereses foráneos. Para ello, destacaba

el avance que estaban realizando las masas dentro de la evolución histórica de la

humanidad, y mostraba su confianza en que “los pueblos exigirán cada vez con mayor

imperio una participación legítima en su propio destino. Tarde o temprano, la

democracia exclusivamente política será sustituida por una democracia económica, en

que el hombre promedio de las multitudes será la vara de medir de la prosperidad”.

Con esas palabras, el comunicador daba muestra de su confianza en la capacidad de los

pueblos de avanzar hacia la construcción de sociedades más equitativas, y en la

posibilidad de gestar una concepción superadora para el llamado “gobierno del

pueblo”.

Dos semanas después, Scalabrini Ortiz publicaba su último artículo previo a la

asunción, titulado “El verdadero capital que necesitamos es la movilización de la

iniciativa y el trabajo argentinos” (Qué, 15 de abril de 1958), en el cual daba muestra

de sus desacuerdos con las concepciones que comenzaba a desplegar Rogelio Frigerio,

próximo a asumir el cargo de secretario de Relaciones Socio-Económicas del futuro

gobierno44. La prédica scalabriniana insistía con la idea de que a la hora de buscar

soluciones al desequilibrio comercial, el camino a seguir implicaba la defensa de los

precios de las exportaciones y la limitación a las importaciones de “artículos

suntuarios, superfinos y prescindibles”, combatiendo el discurso oficial que ponía el

acento en el aumento de los volúmenes exportables.

Siempre atento a desmitificar las artimañas urdidas por la dictadura, el comunicador

indagaba en la cuestión petrolera, que por esos días era tema de debate en el ambiente

político. Al respecto, destacaba que en realidad lo que había encarecido las

importaciones de hidrocarburos en los últimos años había sido el incremento en el

costo de los fletes, y proponía invertir en ampliar la flota mercante para evitar ese

drenaje de divisas. Ese análisis, a su vez, le servía para desnudar los intereses que se

ocultaban tras el tan publicitado déficit de balanza comercial. En ese sentido, el

44 Arturo Frondizi hubiera preferido nombrar a Frigerio como ministro de Economía pero, consciente del rechazo que su figura generaba tanto en la UCRI como en las Fuerzas Armadas, debió finalmente crearle ese cargo, que posteriormente sería denunciado por los liberales como “gobierno paralelo”.

Page 97: La batalla por el Frente Nacional

97

escritor daba cuenta de las pujas que tenían lugar en el seno del oficialismo entre el

ministro de Comercio e Industria y el de Hacienda, quienes ante las circunstancias

desfavorables en términos de intercambio “parecen no encontrar otro remedio que

meter la cabeza en el cepo de los capitales extranjeros. Solo difieren en la marca de

fábrica del cepo. El doctor Cueto Rúa prefiere la marca Standard Oil. El doctor

Krieger Vasena la Royal Dutch Shell”.

Empecinado buscador de soluciones nacionales a los problemas del país, Scalabrini

Ortiz acometía contra la idea del imperialismo industrializador estadounidense, que

comenzaba a difundirse desde el entorno frigerista. Sin mencionar al entonces director

de Qué, el escritor criticaba la postura económica que buscaba lograr el desarrollo de

determinadas industrias, así como de la producción petrolera y de energía, en base a un

acercamiento con el país del norte. Con ese afán esclarecedor de consciencias que lo

caracterizaba, Raúl advertía a sus alocutarios: “No es permisible presuponer que

Estados Unidos acudirá a nuestro auxilio impelido de un espíritu misericordioso”.

El vasto conocimiento adquirido a través de sus estudios sobre la acción del capital

foráneo en Argentina le brindaba herramientas para oponerse a la aventura en la que el

frondizismo pretendía embarcar al país: “La experiencia argentina en materia de

capitales extranjeros es bastante desalentadora. El verdadero aporte de los extranjeros

fue en realidad misérrimo material metalúrgico, en su mayor parte, tasado a precio

exorbitante. Lo demás fue trabajo argentino organizado de tal manera que en lugar de

riqueza argentina, creaba más capitales extranjeros”. Scalabrini enfatizaba en la

necesidad de lograr un superávit comercial que permitiera constituir un verdadero

ahorro nacional, y a continuación advertía, tomando como alocutario al pueblo

argentino: “Desconfiemos de todo progreso que no arranque de una necesidad y de una

concepción fundamental y auténticamente autóctona. Pretender, por otra parte,

compensar el desnivel de la balanza de pagos con el aporte de capitales extranjeros es

ingresar en un atajo sin salida” que le permitiría a los Estados Unidos encontrar “por

fin las vías de penetración que tan insistentemente han buscado durante largos años”.

La crítica, que bajo una mirada superficial parecía estar dirigida a la dictadura, daba

cuenta de las dudas que presentaba el comunicador en relación a lo que había discutido

largamente con Frigerio en materia económica.

Luego de publicar ese artículo, Scalabrini decidió llamarse a silencio. Abandonó la

escritura y se replegó en su casa de Olivos. Desde allí siguió con atención los últimos

momentos de la intensa campaña electoral.

Page 98: La batalla por el Frente Nacional

98

Frondizi, por su parte, utilizaría el mes de abril para dialogar con el gobierno saliente

en pos de definir los nombres de quienes ocuparían las carteras militares, es decir, el

Ministerio de Guerra, el de Marina y el de Aeronáutica. El presidente electo escuchó

las sugerencias de la Junta Militar y finalmente eligió para ocupar esos cargos a

oficiales relativamente cercanos, que le permitieran mantener cierta llegada a las

Fuerzas Armadas, y simultáneamente no pudieran ser acusados de peronistas o

comunistas. La negociación no estuvo exenta de fricciones, pero finalmente los

nombres propuestos por Frondizi fueron aceptados por las instituciones castrenses.

Sin embargo, a menos de una semana de la asunción presidencial la situación política

no dejaba de ser crítica. En ese sentido, resulta oportuno recuperar las palabras de

Alfredo Vitolo – hijo del futuro ministro de Interior de Frondizi -, quien recuerda que

“en los últimos días de Abril estaba candente la cuestión de si se le entregaba o no el

gobierno. Los sectores duros de la Marina y del Ejército estimaban que la elección

había sido fraudulenta (…), por el pacto secreto del que había indicios pero no

seguridad plena. Hay una reunión que se hace hasta la madrugada y donde Aramburu,

con actitud enormemente firme, dice que hay que entregar el gobierno y si no él va a

renunciar denunciando el no cumplimiento del compromiso asumido por las Fuerzas

Armadas, y esto es lo que lleva a la derrota de la posición asumida por Rojas. Esta

reunión se hizo no más de dos o tres días antes de la entrega”45. Finalmente, el traspaso

del poder estaba decidido.

7.5 EL COMIENZO DE LA EXPERIENCIA DESARROLLISTA

El 1° de mayo de 1958 Arturo Frondizi asumió la presidencia de la Nación, dando

comienzo a una nueva etapa histórica para el país. Lejos en el tiempo habían quedado

las consignas de justicia social y reforma agraria proclamadas por la Intransigencia en

las Bases de 1947, y ratificadas por la UCR en 1949. El programa económico que

aplicaría el desarrollismo una vez en el poder sería el elaborado por el think tank

dirigido por Frigerio.

El plan del frondizismo se basaba en una industrialización a marcha forzada, y partía

de la idea de que incrementando la producción gracias a mayores inversiones y a la

implantación de técnicas de avanzada -provenientes del extranjero- se llegaría a una

45 Citado en: Sáenz Quesada, M., 2010: 408.

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99

sociedad de abundancia, lo que redundaría en beneficios para todos los actores

sociales. La frase de Frigerio “cerrar la puerta al artículo foráneo, para abrir de par en

par la puerta a la fábrica que lo producirá aquí”46 era ilustrativa de la visión económica

que preponderaba en el oficialismo, y que pronto se materializaría en la política

petrolera y en la Ley de Inversiones Extranjeras.

En su discurso de asunción, Frondizi se dirigió a las Fuerzas Armadas para

remarcarles que en el futuro serían los representantes electos por el pueblo quienes

tomarían las decisiones políticas. Por otra parte, desplegó los lineamientos que

caracterizarían su gestión. A nivel político, realizó un llamado a “terminar con el

sectarismo y la intolerancia” y a “sellar definitivamente el reencuentro de los

argentinos”, y se comprometió a garantizar la libertad y la división de poderes. En

materia económica, destacó la necesidad de “recurrir al capital extranjero, aplicándolo

a inversiones productivas” para desarrollar la industria pesada y lograr el

autoabastecimiento energético.

Scalabrini Ortiz seguía con inquietud la transición e intentaba sacar conclusiones. Era

evidente que el quedantismo -temporariamente, cuanto menos- había perdido la puja

dentro de las Fuerzas Armadas, mientras que el candidato continuista había sido

derrotado por el Frente Nacional. La labor realizada desde su Carta no había sido en

vano, pero sus viejas dudas respecto al posible abandono del camino nacional por parte

de Frondizi comenzaban a confirmarse.

Poco después de la asunción presidencial, su viejo amigo y compañero de batallas

Arturo Jauretche se marchaba a Europa, pero antes de partir dialogaba con él y le

expresaba su decepción con el rumbo que estaba tomando el gobierno de la UCRI. El

escritor linqueño creía que Frondizi, atrapado entre los compromisos asumidos con el

peronismo y lo acordado con Aramburu, y acosado por las presiones constantes de los

sectores gorilas, muy difícilmente lograría sostener en el tiempo ese “maquiavelismo”

que se le atribuía.

Por su parte, en aquellos días Scalabrini abandonaba sus habituales colaboraciones en

la revista Qué. La política petrolera del oficialismo le generaba grandes dudas y no

terminaba de convencerlo, y sus diferencias con Frigerio respecto al supuesto rol

“benévolo” del imperialismo yanqui -expresadas en su artículo del 15 de abril-

pasaban a ser a partir del 1° de mayo diferencias con el mismo gobierno. Sin embargo,

46 Frigerio, R., 1963: 120.

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100

pese a las contradicciones que observaba en un presidente que impulsaba una amnistía

política para los peronistas mientras promovía el ascenso de Aramburu y Rojas, Raúl

continuaría conservando una leve esperanza en Frondizi. Esa misma esperanza, que era

en realidad su viejo anhelo de ver a la patria liberada, pronto lo llevaría a emprender

una última batalla comunicacional47, que le consumiría sus últimas fuerzas mientras el

gobierno frondizista confirmaba su viraje hacia la ortodoxia liberal.

47 Luego de aproximadamente un mes sin participar en Qué, Scalabrini Ortiz recibió el ofrecimiento de dirigir la revista. El 10 de junio de 1958 salió a la venta el primer número bajo la dirección de Raúl, pero el entusiasmo del escritor con su nueva labor no tardó en apagarse. Pronto se percató del error que había cometido, y en menos de dos meses abandonó el cargo por diferencias con la política económica del frondizismo. Desesperanzado y ya gravemente enfermo, el viejo luchador nacional se retiró de la vida pública, y en menos de un año su vida se extinguió.

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101

8. REFLEXIONES FINALES

En el presente trabajo se ha procurado realizar una aproximación al papel cumplido

por Raúl Scalabrini Ortiz en el universo del periodismo argentino, en su carácter de

intelectual nacional, latinoamericanista y antiimperialista. Este pensador siempre se

inclinó a actuar en medios de comunicación, dado que no era político -ni pretendía

serlo-, por lo que para indagar en la forma en que se plasmó en su trabajo la noción de

intelectual tal cual él la concebía, se analizaron los artículos de opinión publicados en

la revista Qué sucedió en 7 días durante el período que abarca desde el llamado a

elecciones presidenciales hasta la asunción de Arturo Frondizi.

El contexto en cuestión estuvo signado por la derrota del campo popular, la vigencia

de una rigurosa proscripción que pesaba sobre la fuerza política mayoritaria y

dificultaba una eventual transición democrática, y el dominio de la escena política por

parte de las Fuerzas Armadas.

El análisis de la obra periodística de Scalabrini Ortiz en Qué durante el citado período

se centró en cuatro ejes, a saber: las construcciones discursivas del comunicador en

relación al gobierno de la autodenominada Revolución Libertadora en sus facetas

económica, política y social; su visión respecto al papel histórico del movimiento

justicialista; la postura del escritor en relación a los dos principales candidatos

presidenciales -Arturo Frondizi por la UCRI, y Ricardo Balbín, por la UCRP-; y

finalmente, su posicionamiento en torno a la figura del imperialismo.

Del trabajo realizado se desprende, en primer término, que el escritor adoptó durante

la campaña una postura de abierta confrontación con el oficialismo, a sabiendas del

peligro que ello implicaba para su persona. Raúl no dudó en colocar al régimen de

facto a la altura de aquellos que habían tenido lugar durante la tristemente célebre

Década Infame, ni tampoco en afirmar que la Libertadora representaba el retorno al

poder de los viejos personeros al servicio de intereses extranjeros, y un intento por

regresar al país a la condición de vasallaje a la que se había hallado sometido hasta

1943. Su prédica estuvo abocada a dar cuenta de las contradicciones existentes entre el

discurso supuestamente democrático de la dictadura y su praxis política, y a visibilizar

las atrocidades cometidas por el régimen en materia política y social. El pensador

nacional condenó la persecución y la censura sufridas por el movimiento trabajador y

criticó en reiteradas ocasiones la terrible carga que significaba para los sectores

Page 102: La batalla por el Frente Nacional

102

populares la vigencia del nefasto Decreto 4161. Además, emprendió una cruzada en

pos de defender el patrimonio público ante la embestida oficialista, denunciando el

carácter antiestatista del gobierno y dando cuenta de las decenas de acometidas

realizadas por éste para liquidar y entregar las empresas públicas a manos extranjeras.

Ante el llamado a elecciones, Scalabrini Ortiz, en tanto intelectual del campo

nacional y antiimperialista, apostó a la propuesta de dar impulso a un Frente Nacional

y popular que permitiera dar por tierra con los planes continuistas de Aramburu, y que

tendría a la cabeza al radical Arturo Frondizi. Por lo tanto, acompañó la idea de la

revista Qué de captar adhesiones al Frente dentro de las facciones nacionalista y

profesionalista de las Fuerzas Armadas, así como de aquellos militares que, aun

formando parte de los bandos continuista o quedantista, presentaban dudas respecto a

las políticas llevadas adelante por el régimen de facto.

El escritor comprendía que para garantizar el traspaso del poder era necesario no

solamente el apoyo de ciertos sectores de las Fuerzas Armadas al movimiento que

Frondizi encabezaba, sino además un consenso dentro de éstas respecto a la necesidad

de ser prescindentes en los asuntos políticos. En ese sentido, el discurso scalabriniano

buscó diferenciar a los militares de tendencia abiertamente antidemocrática y gorila,

de aquellos a los cuales definió como “confundidos”, a los que de cierta manera

justificó, afirmando que habían participado del golpe desconociendo las fuerzas

antinacionales que se ocultaban tras el mismo. Raúl desplegó -conjuntamente con

severas críticas a la Marina, y particularmente a la figura de Rojas- una estrategia

tendiente a persuadir a los miembros de las Fuerzas Armadas de que habían sido

engañados por intereses ajenos a la nación y que tenían el deber inexcusable de

devolver el poder político a la órbita civil y regresar al rol que naturalmente les

concernía, para así recuperar el prestigio que las instituciones castrenses merecían, e

integrar a las mismas al cuerpo nacional.

Por otra parte, en ese contexto de retroceso de las fuerzas populares el escritor se

propuso reivindicar el proceso llevado adelante por el peronismo durante la década

1945-1955. Sin embargo, debió realizar una labor progresiva en torno a ese objetivo, al

encontrarse trabajando en el marco de un plan editorial que pretendía romper con la

antinomia peronismo-antiperonismo. Por ello, Raúl tendió a incluir paulatinamente

menciones al justicialismo, en función de lograr que la clase media y los sectores que

lo rechazaban fueran comprendiendo el rol histórico que el mismo había cumplido y

continuaba teniendo en aquel entonces. Scalabrini Ortiz le reconoció al peronismo el

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103

haber logrado la conquista de la soberanía política para el pueblo argentino y la

independencia económica de la Nación, y concibió al 17 de octubre como un momento

fundamental en la historia de la conformación de la conciencia nacional. Sin embargo,

no dudó en admitir que el justicialismo había tenido actitudes desconsideradas para

con la clase media, que habían podido justificar el apoyo de éstas – equivocado, por

cierto- al golpe de Estado. Por otra parte, su elogio sincero a la gran obra realizada por

el movimiento no le impidió rechazar a principios de 1958 el ofrecimiento de Perón de

incorporarse al mismo, lo que le hubiera dificultado continuar con una labor crítica. En

esa ocasión, el comunicador optó por proseguir su tarea esclarecedora por fuera de las

estructuras partidarias.

Las descripciones brindadas por Scalabrini Ortiz respecto al peronismo y a la

Revolución Libertadora se integraron, a su vez, dentro de una concepción histórica

dicotómica, en la cual sólo cabían dos tipos de partidos políticos: el de los hombres

que defienden los intereses nacionales y el de los que trabajan a favor del capital

extranjero. Desde esa perspectiva, el comunicador afirmaba que a lo largo del

desarrollo histórico del país habían existido diferentes expresiones políticas que habían

representado las ansias emancipatorias de la Nación y las reivindicaciones populares,

entre las cuales él incluía al radicalismo yrigoyenista, al peronismo, e intentaba

insertar al frondizismo.

En sus últimos artículos previos a las elecciones, Scalabrini apoyó explícitamente al

candidato intransigente, y trabajó para persuadir al electorado peronista de la

necesidad de sufragar por el Frente Nacional, intentando restarle importancia al pacto

Perón-Frondizi. Sin embargo, en sus artículos Raúl dio muestras de un cierto recelo

para con la figura de Frondizi; el escritor dudaba de que el candidato cumpliera

efectivamente sus promesas de campaña, y también de que tuviera la fortaleza para

imponerse a los sectores que pretendían desviarlo del camino Nacional. El intelectual

comprendía que el frondizismo no podía ser sino un “peldaño” para lograr el retorno al

“gran partido nacional”, es decir el peronismo, que representaba más cabalmente en

aquel momento histórico el verdadero proyecto de país soberano y popular. En rigor, el

apoyo de Raúl a la UCRI era circunstancial -Frondizi era el candidato “táctico”-, dada

la proscripción que recaía por aquel entonces sobre el peronismo.

Por contraste, las críticas severas desplegadas en el primer tramo de la campaña

electoral a la falta de legitimidad del gobierno de Aramburu, así como a su política

económica y social antinacional, constituyeron la antesala para una segunda etapa en la

Page 104: La batalla por el Frente Nacional

104

cual el escritor se abocó a dar cuenta del vínculo entre la Libertadora y Balbín,

colocando a éste último como representante de los sectores antipopulares y

probritánicos que pretendían sostenerse en el poder por la vía electoral. De esa manera,

al acusar al balbinismo de pretender constituirse como una prolongación

“democrática” de la Libertadora, Scalabrini contribuía a derrotar a la postura

continuista en las elecciones presidenciales.

Finalmente, resulta insoslayable referirse a la figura del imperialismo, presente en la

discusión política que tuvo lugar a lo largo de la campaña. “Esa monstruosa relación

internacional que se ha denominado sintéticamente como imperialismo económico, es

decir, la dominación invisible de una nación por otra en que se conservan intactas las

formas institucionales de la soberanía política” (Qué, 4 de marzo de 1958), era para

Scalabrini una pieza clave del juego en el que se definía el destino de nuestra patria. Él

era consciente de que el imperialismo británico no contaba a mediados de los ‘50 con

el mismo poder que había sabido tener un par de décadas atrás, pero dado el nivel de

penetración que había logrado en nuestra estructura económica desde principios del

siglo XIX, lo consideraba la mayor amenaza para nuestra soberanía. En ese sentido,

los vínculos existentes entre las empresas inglesas y los funcionarios que la dictadura

colocó en diversos puestos clave le daban la razón a su idea de que existía una

colusión entre la dictadura y el imperio británico.

No obstante, el eterno encono de Raúl con el “león inglés” no fue óbice para que su

ilustre pluma denunciara en reiteradas ocasiones el peligroso avance del capital

estadounidense sobre nuestro país. Luego del triunfo de Frondizi, Scalabrini Ortiz se

vio por momentos en dificultades para establecer una posición en relación a los

contratos petroleros que planeaba llevar adelante el flamante presidente y al rol que el

desarrollismo pretendía otorgarle al capital extranjero. El incansable luchador nacional

nunca terminó de confiar en las bondades del imperialismo industrializador yanqui, y

finalmente a la hora de marcar su posición frente al tema prefirió exhortar a los

argentinos a desconfiar de toda promesa de progreso que no tuviera un origen

autóctono, contradiciendo así lo postulado en aquel entonces por Frigerio.

A lo largo de la campaña, el estilo periodístico scalabriniano, provisto de una fuerte

raíz pedagógica, buscó llevar al público masivo los grandes temas nacionales,

intentando volverlos atractivos y accesibles a cualquier argentino. Al respecto, Raúl

afirmaba: “Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance

de cualquier niño. Solo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una

Page 105: La batalla por el Frente Nacional

105

cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de

robarlo” (Scalabrini Ortiz, R., 2009E: 26). Sin duda, el escritor intentó cumplir con ese

postulado.

En relación a los resultados de la estrategia comunicacional implementada por

Scalabrini Ortiz a lo largo del período en cuestión, se puede mencionar que su objetivo

de ver derrotadas a las posturas continuista y quedantista se vio cumplido, dado que el

23 de febrero de 1958 el Frente Nacional encabezado por Frondizi efectivamente

triunfó en las elecciones, y pese a las reiteradas amenazas de los sectores más

furibundamente gorilas, finalmente el 1° de mayo se produjo el traspaso de poder.

Lamentablemente, el anhelo del escritor de ver a las Fuerzas Armadas retornar al rol

profesional que constitucionalmente les correspondía se mostraría fallido, dado que

incluso desde antes de asumir su mandato, Frondizi debería lidiar con la postura tutelar

que adoptarían las instituciones castrenses a través de sus tristemente famosos

“planteos”. Además, las Fuerzas Armadas continuarían teniendo –cada vez con efectos

más funestos para el país- una importantísima gravitación en la vida política nacional

durante los siguientes 25 años.

Para concluir, resulta oportuno acudir a las palabras del escritor Juan José Hernández

Arregui, quien a la hora de brindar un perfil de Scalabrini Ortiz afirmaba: “Es un

símbolo vivo de la inteligencia nacional. Dotado de talento literario, no fue ni un

poeta, ni un historiador, ni un filósofo, ni un economista, pero supo congeniar, en la

unidad ensimismada de la pasión, la poesía, la historia y la economía en una visión

trascendente de la patria. Su obra tiene la potencia de un vislumbramiento. Y la

imagen del país bajo la dominación extranjera, se aunó, en Scalabrini Ortiz, a la

profecía de una Argentina rescatable por y para los argentinos”48.

Desde su vasto e intachable trabajo a favor de la causa nacional, Raúl Scalabrini Ortiz

continúa exhortándonos, con esa misma esperanza que siempre depositó en nuestras

capacidades como pueblo, a construir esa patria justa y soberana por la que él tanto

luchó.

48 Extracto del discurso de Juan José Hernández Arregui en oportunidad de recordarse a Raúl Scalabrini Ortiz, en el año 1972, en la Recoleta. Publicado en Peronismo y Liberación N°1, Agosto de 1974.

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106

9. BIBLIOGRAFIA:

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Aires, Arte Gráfico Editorial Argentino, T. 9, 2011.

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consolidación del país industrial: éxitos y fracasos. Buenos Aires,

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10. APÉNDICE DOCUMENTAL

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10.1 ANEXO I: ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

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10.1.1 LOS SIGNOS SON LOS MISMOS. COMO EN 1938, LA PATRIA RENUNCIA A QUE SUS HIJOS LA DEFIENDAN

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 157 – 19 de noviembre de 1957 Señor Director: En enero de 1934 tuve el honor de ser desterrado por el gobierno del general Justo. Había sido redactor de planes, volantes y proclamas del movimiento que estalló el 29 de diciembre de 1933 y abortó, traicionado por la delación de uno de los ayudantes del Jefe. Era una revolución sustancialmente radical, pero en la que por primera vez se planteaban los mismos temas de reivindicación y de liberación económica que he ido desarrollando en estas notas de Qué. Estaban confabulados en esa revolución y fueron activos y valerosos ejecutores de la misión que les correspondía, los actuales generales Toranzo Montero, Bussetti y Larcher. Yo sigo pensando exactamente lo mismo que entonces, animado por las mismas ideas y sostenido por los mismos sentimientos. Aparentemente, ellos están en el campo contrario. En los volantes y proclamas declaraba el comando revolucionario en 1933 que el movimiento se inspiraba, ante todo, en la voluntad de impedir la cesión de los comandos de nuestra economía a Gran Bretaña, que el gobierno del general Justo preparaba bajo variadas formas institucionales: Banco Central, Corporación de Transportes, Juntas Reguladoras y demás variaciones que caracterizaron el oprobio de ese decenio. A consecuencia de ese destierro tuve ocasión de visitar Europa por segunda vez. Mi libro El hombre que está solo y espera acababa de ser traducido a varios idiomas y esa circunstancia me facilitó el acceso a los más selectos núcleos intelectuales. En el fondo, mi libro no es nada más que un alegato a favor de la doctrina del jus soli. El hombre, en lo que tiene de más valioso, es hijo de la tierra, no un continuador de la tradición sanguínea de sus progenitores. Los intelectuales europeos rebatían las ideas de mi libro con argumentos especiosos, ejemplos tradicionales y citas de autores cuyos nombres abruman más que una lápida. Pero al final yo los dejaba desconcertados con mi argumentación formulada en forma anecdótica. DIEZ GENERACIONES EN UNA El jus sanguinis, la doctrina de la tradición sanguínea -decía yo-, además de sus objetivos utilitarios, tiene en Europa cierta razón de ser, porque las variaciones que un europeo soporta al pasar de una nación a otra son casi inapreciables y la pequeña modificación orográfica, climática o económica no alcanza a desvirtuar las características hereditarias. Para un ojo perspicaz, por ejemplo, es relativamente fácil percibir los resabios de sus orígenes italianos en Napoleón Bonaparte y en Emilio Zola. Cuando oían estas afirmaciones, con las que yo me divertía, los franceses se ponían colorados y se hinchaban y daban la impresión de que comenzaban a comprender más rápidamente la influencia del lugar en que se vive. Es que en realidad toda Europa es geográficamente una sola nación donde la historia impera sobre la geografía. Pero supongamos, decía yo, que un francés o un italiano emigren a Groenlandia. Hay dos alternativas posibles y en cualquiera de las dos el emigrante deja de ser europeo. La primera alternativa es que no se adapte y se muera. En ese caso deja de ser europeo, porque los cadáveres son una especie de subhumanidad internacional. Supongamos que se adapte. Para adaptarse su organismo ha debido modificarse

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profundamente. Para sobrellevar el rigor del clima, el esquimal necesita ingerir dos kilos de grasa por día. Para digerir dos kilos de grasa por día, el hígado del europeo debe hipertrofiarse. Al dilatarse, el hígado comprimirá los pulmones y el corazón. La capacidad pulmonar disminuirá. El flujo de la sangre será más lento. La irrigación del cerebro será menor. Y también en ese caso, el europeo habrá dejado de ser un típico europeo. Será y pensará como un esquimal, porque al mismo tiempo deberá desarrollar ciertos instintos primarios que son indispensables para sobrevivir en los desiertos de hielo. Los europeos tenían que convenir que mi ejemplo era convincente. Pero alegaban que el caso de la Argentina no era lo mismo. "Es un país civilizado y de clima agradable", decían. Yo les explicaba entonces que en el caso argentino el trastorno no es de orden orgánico sino espiritual. Si ustedes miran hacia el sol del mediodía, observarán que el naciente está a su izquierda y el poniente a la derecha. En la Argentina ocurre al revés. Mirando hacia el sol, el naciente está a la derecha y el poniente a la izquierda. El hemisferio sur tiene un cielo que ustedes nunca verán. Ustedes ven la parte del universo que está arriba del plano de la eclíptica. Nosotros, la parte que está debajo. Ustedes no conocerán a la Cruz del Sur. Nosotros no contemplaremos la Estrella Polar. Hasta el régimen eólico es diferente. En Europa los vientos frígidos vienen del norte, los vientos cálidos del sur. En la Argentina ocurre al revés. El frío llega del sur. El viento norte es caluroso. Por otra parte, la enorme distancia que nos separa equivale al transcurso de muchos siglos. La distancia no es más que el tiempo que está acostado. El tiempo no es más que una distancia que está pasando. Los acontecimientos de Europa atraen nuestra atención porque con frecuencia repercuten muy directamente en los nuestros, pero sentimentalmente están tan lejos corno si hubieran ocurrido en la época de Pericles. ¿Acaso los europeos no viajan cuando quieren olvidar algo? ¡Calculen el poder de olvido del viaje sin retorno que emprende un emigrante al radicarse definitivamente en las antípodas! Además, Europa es un continente hecho a la medida del hombre. Los ríos son vadeables. Las montañas son accesibles. Los valles son mensurables. Nuestra América del Sur es un continente ilimitado en que el espíritu de empresa se descorazona. Todo está por hacerse y tiene una magnitud que excede a las posibilidades del hombre aislado. El europeo emigrado a la Argentina sufre hasta que se aclimata a las mismas penurias, aunque de otro carácter, que el europeo que emigra a Groenlandia. El hijo de europeo es tan argentino como si tuviera diez generaciones autóctonas. BASE ESENCIAL DE LA NACIONALIDAD Estas ideas no son originales sino desde el pequeño punto de vista de su particular forma expositiva. Con palabras más sesudas, argumentos de orden jurídico y acopio de antecedentes, ellas han constituido la base esencial e irrenunciable de la nacionalidad. No podía ser de otra manera en una nación formada en su mayor parte con la absorción de grandes caudales inmigratorios. Es éste un punto en que han sido inflexibles aún los gobernantes más dóciles a la presión de los intereses extranjeros, con excepción del gobierno del doctor Roberto M. Ortiz, conspicuo abogado de empresas británicas. El 3 de agosto de 1938 el Ministro de Relaciones Exteriores, doctor José María Cantilo, firmó un "Convenio sobre equivalencia de servicio militar" con el reino de Italia. En el diario Reconquista, publiqué un comentario firmado que decía: "El señor ministro no debe ignorar que la del jus soli es la doctrina esencial de la Nación Argentina a tal punto que no se puede renunciar a ella, sin anular por su base los cimientos de su existencia. Somos argentinos porque nacimos aquí, cual quiera sea la región del globo,

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la sangre, la raza o la religión de nuestros antecesores. Hay una grandeza generosa en esta recepción, pero hay otras razones para ajustarse a ella: el poder telúrico de nuestra tierra, su capacidad de absorber, resumir y adaptar. Hay razones de orden espiritual, moral, intelectual y hasta estético que justifican la adopción de esa negación de la continuidad sanguínea. Pero hay también otra razón que para el señor ministro debía ser de mayor importancia: es un principio básico de nuestra Constitución de la que no puede apartarse sin incurrir en delito de lesa patria. El artículo segundo de ese convenio especifica que las personas nacidas en la Argentina de padres italianos serán eximidas en tiempo de paz de las obligaciones militares que podrían serles impuestas por las leyes argentinas, siempre que comprueben mediante la presentación de un documento oficial de las autoridades italianas, haber normalizado su situación militar de acuerdo con las leyes italianas". Es inconcebible que pueda haberse firmado un convenio con esa cláusula que, a pesar de sus circunloquios y vueltas anfibológicas, no consigue disfrazar su extrema gravedad. Las "personas nacidas en la Argentina de padres italianos" de que habla el convenio, son ciudadanos argentinos en toda la extensión de la palabra y con todos los deberes y derechos que atañen al ciudadano y con tal carácter debieron haber sido designados. Pero quizás entonces el convenio hubiera despertado la atención del público y hasta nuestra prensa se hubiera visto en la obligación de criticarlo, inconveniente que se quería, evidentemente, evitar. Ese convenio es vicioso y anticonstitucional porque niega el principio del jus soli y porque establece distinciones entre un grupo de ciudadanos según su origen, discriminación absolutamente interdicta por nuestra Constitución. Si un ciudadano argentino hijo de padres italianos puede hacer la conscripción en Italia, quiere decir que allá se le considera italiano y que aquí también se le considera extranjero puesto que se da por cumplida la obligación fundamental del ciudadano, que es la de defender la patria y prepararse para ello. Pero tiempo después, el mismo doctor Cantilo ofreció una clara prueba del grado a que alcanzaba la subordinación espiritual a los intereses europeos, predominantemente británicos. El 9 de diciembre del mismo año, 1938, en su carácter de ministro argentino inauguró la Conferencia Internacional Panamericana de Lima. Después de muchas declamaciones sin importancia, expuso la conducta general que seguiría la delegación argentina. Se opuso a que las naciones americanas formaran un bloque inmune a los conflictos europeos. Dijo que la Argentina debía sentir solidaridad con Europa, primordialmente a causa de "los capitales europeos que fomentaron nuestra producción agropecuaria, nuestros ferrocarriles y nuestras industrias". La confesión del doctor Cantilo era una muestra de vasallaje a Gran Bretaña, propietaria del sistema de monopolio de nuestra riqueza agropecuaria y de nuestros ferrocarriles y, además, una muestra de que los factores económicos influyen tan poderosamente como para torcer la conducción de los asuntos internacionales. Quizás el doctor Cantilo, que no se caracterizó nunca por su agudeza, no haya alcanzado a estimar que en el convenio con Italia actuaba completamente de acuerdo con sus declaraciones de Lima, puesto que aquí no se rendía a ninguna conveniencia directa de "los capitales europeos que fomentaron nuestra producción agropecuaria, nuestros ferrocarriles y nuestras industrias". Pero los ferrocarriles y demás inversiones británicas tenían -y tienen- una conducción centralizada bajo la dirección de su diplomacia, hábil como ninguna, y que sabe que una de las maneras de mantener en plena vigencia y sin peligro la continuidad de su predominio es dividir a los argentinos, sea por sus opiniones políticas, o por sus religiones o por sus orígenes sanguíneos. Si los argentinos comienzan a sentirse más unidos a la sangre de que procedieron que al destino nuevo de que forman parte y al que pertenecerán para siempre sus hijos y los hijos de sus hijos, la Nación Argentina carecerá de sentido y por lo tanto los intereses

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británicos estarían aún en mejores condiciones para ajustar su explotación. (Reconquista, 13-XII-1939). En los comienzos de la segunda guerra europea, que era precisamente cuando se firmó el convenio con Italia, la Argentina había caído en un extremo tal de postración y de sometimiento integral, económico, político e intelectual que ni un solo diario opuso un reparo. Ni una sola voz se alzó para reclamar la vigencia de los principios constitucionales. Ni un periodista ni un escritor ni un abogado ni un profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales: era un país vencido. ¿Y quién podía lanzar la primera piedra si los profesores universitarios eran casi sin excepción abogados de empresas británicas? ¿Si abogado de empresas británicas era el mismo presidente de la República? ¿Qué voz podía alzarse si la mayor parte de los legisladores recibía dádivas y prebendas de las grandes empresas de servicios públicos en mérito a las cuales habían aprobado leyes inicuas como la de coordinación de transportes? ¿Qué reacción podía esperarse si la gangrena había invadido el reducto de las fuerzas armadas y cuatro almirantes, al retirarse del servicio activo, iban a ocupar altos cargos en las grandes empresas extranjeras? El convenio con Italia era el punto final de un plan disgregador de la nacionalidad. Se aprovechaba en él la codicia demostrada por Mussolini, que de esta manera creía poder extender el radio de su influencia y recuperar para su reino a los descendientes de sus emigrantes y se asestaba, en cambio, una puñalada mortal a uno de los principios vitales de la Nación. Después de la firma del convenio con Italia, adquirían una repercusión trágica las palabras misteriosas que lord Willigdon pronunció en el Jockey Club y en las que aseguró que la contextura del Imperio Británico era "tan elástica que permitía el acceso de nuevas nacionalidades sin perder su bandera ni sus características". Abatido al principio del jus soli, comenzábamos a no ser nada más que un amasijo de hombres desvinculados entre sí: un simple amontonamiento de habitantes, muy parecido a un montón cualquiera de arena. El horrísono viento de la guerra barrió los fantasmas de la disolución nacional. El 30 de octubre del corriente año de 1957, en el Salón Dorado del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, según minuciosamente lo detalla el diario La Nación del día siguiente, se firmó con Suiza un convenio absolutamente análogo al firmado en 1938 con Italia. La prensa comercial ha vuelto a guardar el mismo respetuoso silencio que en aquellos años. Lo mismo que en el año 1938, en este convenio se habla de "las personas nacidas en la Argentina de padre suizo". Pero el convenio de 1957 es aún más grave que el de 1938. Aquel fue el punto final de un decenio de extrema corrupción en todas las funciones públicas que, como hoy, habían sido copadas por personeros de los intereses extranjeros. El país permanecía aún aletargado, anestesiado por una propaganda estupidizadora de casi un siglo. Este convenio ha sido firmado en un momento en que las instituciones armadas detentan directamente el poder público. Es la obra de una revolución que afirma haber nacido a impulso de un arranque nacional para impedir la cesión al extranjero de una parte del subsuelo petrolífero de la Nación. ¿Cómo podrán justificarse ante la historia, cuyo juicio resuena a veces mucho más rápidamente de lo que se espera? Aquí nadie se puede esconder tras el pretexto de haber sido mal aconsejado en una materia que profesionalmente ignoran, como son la economía y la finanza. Aquí no alcanza la deletérea propaganda que en torno al estatismo y al totalitarismo hace el periodismo comercial ni llega la alharaca de los encaramados en posiciones expectables. En el momento en que me aprontaba a escribir el doloroso final de esta nota, me comunican que ha estallado una bomba en la redacción de Qué. Respondo diciendo que esa bomba no tiene importancia en relación a la que han puesto en el cimiento mismo de la nacionalidad. La mitad, por lo menos, de la población de la República ya

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no está constituida por ciudadanos argentinos, sino por "personas nacidas en la Argentina de padres nacidos en algún otro lugar del mundo", de acuerdo con la terminología del nuevo convenio firmado con Suiza. La inteligencia política británica es un arma de un excepcional poder ofensivo. Lo lamentable es la pequeñez de sus objetivos. ¡Tanto embrollo para conseguir un bife barato! ¿De qué no serían capaces los ingleses si estuvieran guiados por tan altos y nobles propósitos como son los que oscuramente yacen en el fondo del corazón de "las personas nacidas en la Argentina" que todavía se llaman ciudadanos argentinos y están dispuestos a seguir siéndolo? Fue un buen inglés, William Shakespeare, quien escribió: "La noche es más negra cuando está por amanecer". Y esto ya se está pareciendo a la tinta china.

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10.1.2 ESOS AVIONES YANQUIS NO VINIERON A DIVERTIRNOS

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 158 – 26 de noviembre de 1957

EL DESPLIEGUE DE FUERZAS NORTEAMERICANO QUIERE DEMOSTRAR QUE ESTAMOS AL ALCANCE DE SUS MEDIOS REPRESIVOS Señor Director: Con la cabeza echada hacía atrás, mi amigo admiraba las poderosas estratofortalezas B 52 de la Fuerza Aérea Norteamericana que en ese momento surcaban el pacífico cielo de Buenos Aires. La tensión de los músculos del cuello había entreabierto sus labios. Me acerqué y le dije: -Cierre la boca. No sea que esos aviones suelten de pronto una bomba y usted se la trague. Mi amigo rezongó: -Usted siempre tomando las cosas en broma. -Al contrario. Mostrando que no hay que tomar en broma las cosas serias. ¿O cree que los norteamericanos han enviado esta costosa misión con el ingenuo propósito de divertirlo a usted y sacarlo a pasear al general Aramburu? Nada más que con su presencia, estas superfortalezas demuestran que usted está al alcance de los medios represivos norteamericanos. Por eso no hay que abrir la boca. ¿No le encuentra un cierto parecido a esta amistosa exhibición con el despliegue que los mismos norteamericanos realizaron hace poco frente a las costas de Siria, en una tentativa de neutralizar la influencia rusa? No afirmo que el objetivo de esta exhibición sea demostrar que están en condiciones de hacerle tragar a usted una bomba, pero la precisión y perfección con que se desarrolló el ejercicio, es una prueba de que su ejecución no es inesperada ni imprevista. Sus movimientos han obedecido a un plan minuciosamente estudiado en que hasta los menores detalles fueron calculados. La existencia de ese plan es lo que me preocupa. La exhibición en sí misma pudo no obedecer más que al deseo de contrarrestar el extraordinario prestigio que el lanzamiento de los satélites dio a Rusia. Pero la existencia del plan de movilización aérea comprueba que alguien previó que alguna vez puede ser necesario. La exhibición pudo tener un origen ocasional que servía, al mismo tiempo, para recordar que con los nuevos medios la Argentina está dentro del radio de influencia norteamericano. Pero el plan autoriza a conjeturar que quienes lo elaboraron previeron, quizás como eventualidad, extrema pero posible, la disputa del dominio aéreo de nuestros cielos, sin empleo de bases confesables o utilizables en una circunstancia dada. Mi amigo me interrumpió. Era evidente que buscaba que yo diera un paso en falso para burlarse de mí. -Pero a nosotros no nos amenaza nadie, arguyó. -Esa es la principal de nuestras desgracias. No tenemos enemigos visibles. Pero mire este recorte que encontré hoy revisando papeles viejos, Es un telegrama de Londres, en que United Press nos comunica que "La revista Reynold's Illustrated News dice que en la Conferencia Naval de Singapore se resolvió instalar una poderosa base naval en las Islas Malvinas para salvaguardar los intereses británicos en la América del Sur". Fue publicado en La Prensa del 5 de febrero de 1934. Los mayores intereses británicos estaban radicados en la Argentina. Gran Bretaña era propietaria de nuestros ferrocarriles y de casi todas las actividades que producían renta. Después de la guerra el haber británico ha quedado muy reducido. Casi no tiene más que algunos enormes latifundios, su siempre activa inteligencia política, la tropillita de abogados de sus antiguas empresas y el monopolio de las palabras libertad y democracia, cuyo empleo

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está tan identificado con sus intereses como el sello que dice: "Made in England". La "poderosa base naval de las Islas Malvinas" es el lejano, invisible, pero para nosotros incontrarrestable apoyo de los que abogan a favor de la democracia sin pueblo y de la libertad sin hombres libres. Mire, además, este otro recorte fresquito. Pertenece a la revista Mayoría del 4 de noviembre de 1957. Dicen que "el Departamento de Estado norteamericano hizo una reclamación ante el Foreign Office por la injerencia británica en la política argentina" y agrega que "la reclamación está fundada en pruebas terminantes". ¿No se le ocurre que todas estas volteretas con que los aviones de caza nos divierten pueden no ser nada más que la complicada rúbrica de esa reclamación? La tragedia de Corea comenzó así. Al principio los coreanos se divertían mucho con las demostraciones y ejercicios aéreos que se practicaban al norte y al sur del paralelo 38. El entretenimiento fue divertido hasta que alguien avanzó. La comedia se transformó en drama. En el juego del vaivén -en que al final los rivales volvieron a quedar a uno y otro lado del mismo paralelo 38- murieron casi cinco millones de coreanos. En el número anterior de esta revista, el capitán retirado Jorge González Naya expresaba su sorpresa por las características del plan operativo que la marina argentina de guerra acaba de cumplir en el sur. El capitán retirado González Naya subrayaba el carácter anfibio de la operación. Aunque lego en esta materia, a mí tampoco me gustó el operativo "Foca". Parecía que alguien apoyado en el sur se defendía contra alguien que avanzaba con apoyo en el norte. La sorpresa de mi amigo no se expresaba en palabras sino en el tamaño de sus ojos, abiertos y lucientes como dos luceros. -No se le ha ocurrido pensar en esto, no porque no sea un hombre inteligente, sino porque la educación ha tendido precisamente a mantenerlo en la ignorancia de estos temas. Usted cree que estas cosas ocurren nada más que en los países lejanos; en Europa, en Asia, en África, en cualquier lugar menos aquí. Su inteligencia ha sido tan prolijamente deformada que ha llegado a pensar que las instituciones armadas no sirven sino para cuidar el orden interno. La historia argentina que se le enseñó ha sido prolijamente expurgada para infundirle la idea de que en los problemas argentinos no han intervenido nada más que hombres e intereses locales. Por eso es una historia artificial, inhumana, que no enseña nada útil y, antes bien, perjudica, al acostumbrar el juicio a no tener en cuenta la influencia de los intereses extranjeros que han sido siempre predominantes entre nosotros. A mí personalmente me interesa más la fisonomía de los embajadores británicos que la de nuestros propios mandatarios. Sir Edward Evans tenía cara de hombre astuto, pero su expresión era simpática. Sir John Ward, encuadra una tormenta entre sus rasgos duros. Además... UN GENERAL SUPERSÓNICO En ese momento un caza norteamericano supersónico cruzó el cielo como una saeta. Era el avión en que viajaba el general Aramburu. De pronto un pavoroso estruendo nos sacudió, como si el avión hubiera estallado en el aire. -Sonó Aramburu, exclamó mi amigo. -No, corregí yo. Ha pasado la barrera del sonido. Ahora es un general supersónico. Le ha sacado una ventaja a Rojas que no es nada más que contraalmirante infrasónico en cuyo haber de proezas sólo figura un intempestivo viaje a las Islas Malvinas, del que ni siquiera puede alardear, porque ha sido oficialmente negado, a pesar de las fehacientes informaciones publicadas en Azul y Blanco y Mayoría.

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LOS SOLDADOS DE LA LIBERTAD Los aviones habían desaparecido. El cielo volvía a lucir su azul impecable y la tarde nos acariciaba con esa ternura de viento fresco que la primavera tiene entre nosotros. Mi amigo me mostró el diario que llevaba en la mano y que con grandes titulares anunciaba la inauguración del Congreso Panamericano de Abogados. -Es una buena noticia, dijo. La presencia de los hombres de derecho quizás coadyuve a purificar los espíritus. Supongo que solicitarán la libertad de los periodistas y de los presos políticos, la disolución de los mazorqueros que actúan bajo la denominación de "comandos", la eliminación de las interdicciones, la devolución de los bienes confiscados, la anulación de los decretos antijurídicos, la equiparación sin exclusión de los partidos políticos. Supongo, asimismo, que condenarán la formación de comisiones especiales; la aplicación con efecto retroactivo de disposiciones sin tradición penal, la aberración jurídica de invertir la prueba, poniéndola a cargo del inculpado y no del acusador y la monstruosa libertad que a la Comisión Investigadora dio el decreto 479 cuyo artículo 8° dice que "las referidas comisiones adoptarán en cada caso las formas procesales que estimen más convenientes", lo que equivale a autorizar hasta las torturas, como fueron empleadas. Estos hombres del derecho no pueden por razón alguna de cortesía internacional evitar la censura del decreto 4161 que castiga no sólo el acto de pensar sino aún el hecho de manifestar alguno de los más nobles sentimientos del hombre: la fidelidad, la piedad por el caído, el agradecimiento. Es un decreto de una crueldad tan sin objetivo práctico que sólo pudo haber sido concebido por una mentalidad torturada y una sensibilidad anormal. No es posible suponer que los hombres de derecho permanezcan insensibles. Yo supongo que es para darles un pretexto de intervenir, la razón que llevó al general Aramburu a decirles: "Salta a la duda del analista si fue la fuerza bruta de un opresor la que aplastó los derechos de los hombres libres o fue el olvido en el ejercicio y defensa de los derechos lo que atrajo al opresor. Sea cual fuere la causa, el hecho demuestra que el primer soldado de la libertad debe ser el hombre de derecho". Proyectaba elevar un memorial a ese Congreso y por eso llevó en el bolsillo el "Mensaje" que Manuel Caries dirigió a los estudiantes el 25 de julio de 1931. Después de la derrota conservadora del 5 de abril de ese año, el gobierno del general Uriburu dictó un decreto excluyendo del comicio a algunos dirigentes de la Unión Cívica Radical. Caries dice en este "Mensaje": "Este decreto es un ultraje a la dignidad de la República y una injuria a su civilización, cuyo agravio la Constitución Nacional castiga con la pena infamante. Los considerandos del decreto no se fundan en precepto legal alguno, ni en doctrina jurídica consentida, ni menos en moral cívica del pueblo medianamente organizado. Es una parodia bolchevique al estilo criollo. Tal decreto aplica la pena de muerte política, puesto que niega el derecho representativo a los ciudadanos inculpados por hechos que ningún fallo judicial consideró como delitos. En ese concepto, el Gobierno Provisional se otorga a sí mismo "la suma del poder público", por el que queda a su arbitrio el honor de los ciudadanos prevenidos. Quien consienta esa declinación de la altivez nacional, se complica en el atentado cometido por el gobierno. No me quiero resignar a enseñar Derecho Constitucional en circunstancias que un gobierno tal decreta la clausura de diarios y aprisiona periodistas, estudiantes y obreros opositores a la omnipotencia dictatorial, que destierra y arresta en masa a la gente desafectada y aplica la muerte cívica a algunos argentinos, para bochorno de la tolerancia popular. Hoy mismo renuncié al ejercicio de la cátedra que desempeñé con sinceridad durante cuarenta años. Salvo de esta manera, mi honra de ciudadano, no acatando, además, la tiranía que padece la Republica en estos días de vilipendio de la Constitución Nacional y de

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escarnio de sus ideales de cultura". ¿Qué le parece? -Magnífico mensaje, contesté. En esa ocasión Carlés demostró ser un hombre de derecho, un legítimo soldado de la libertad. Desgraciadamente, no creo que su mensaje vaya a tener repercusión en el Congreso Panamericano de Abogados. Carlés renunció a su cátedra como protesta abusiva de un gobierno de facto. Los abogados que en ese congreso asumen la representación argentina, se han beneficiado con las cátedras que les repartió otro gobierno de facto. Carlés redactó un mensaje a la juventud. Estos abogados que nos representan redactaron la mayor parte de las herejías jurídicas incluidas en los decretos leyes que oprimen al país como una lápida funeraria. Es que, en verdad, no son hombres de derecho, sino diligentes profesionales lealmente dedicados al servicio de los intereses de su cliente. Los más notorios de entre ellos cabrían holgadamente dentro de las frases con que el doctor Ernesto Palacio -en Catilina contra la oligarquía - traza un perfil que lo mismo puede servir para Cicerón que para el doctor Busso, presidente del comité organizador y autor del decreto 4161. Escribe el doctor Palacio: "Cicerón era hijo de una familia oscura y los méritos intelectuales no eran suficientes en Roma para conceder personalidad. Para Cicerón, el acceso a los círculos refinados exigía como condición indispensable el desempeño de los cargos curules. Obligado por las circunstancias, se dedicó a la política, con el mismo espíritu que el abogado de nuestros días, cuando pretende cargos electivos para dar lustre a su bufete y obtener representaciones de empresas poderosas". Las inspiradas y nobles palabras de Manuel Caries se perderán sin resonancia en ese ambiente en que la manta del derecho no consigue encubrir del todo las orejas de los intereses en juego. Más práctico me parece a mí, irnos ocupando del porvenir y, en ese sentido, más útil que usted haga llegar a los congresales algunos ejemplares del folleto publicado por el doctor Luis Güemes titulado: Esquema de la actualidad institucional de la República, que a pesar de su estilo estrictamente ajustado al lenguaje forense, constituye la más apasionante denuncia de la ilegalidad de los actos de este gobierno y del perfecto y planificado acuerdo con que se han ido sucediendo, para obtener objetivos preconcebidos, entre los cuales figuraba, en primer lugar, la anulación del artículo 40 de la Constitución de 1949. Para el doctor Güemes, los actos de este gobierno que no sean de simple administración, están afectados de insanable nulidad, y encuentra que "...el futuro gobierno constitucional de la República tendrá el derecho incuestionable y la obligación inexcusable de examinar, no a libro cerrado sino uno a uno, con "beneficio de inventario", todos los actos del gobierno provisional que hubieran resuelto aspectos decisivos para la marcha de la Nación. El reconocimiento pleno, inequívoco y actual de ese inalienable derecho del pueblo de resolver definitiva y soberanamente acerca de los compromisos que hubiera contraído el gobierno provisional en nombre de la República -despejando dudas - será de incalculable y beneficiosas consecuencias para el destino del país". Para evitar equivocaciones, si usted se dirige a ese Congreso de Abogados, podría asegurarle que las tres cuartas partes del país piensan como el doctor Luis Güemes, que en esta penosa ocasión ha demostrado ser un digno sucesor de su heroico antecesor. Aquél defendió la montañosa frontera norte. Éste ayuda a defender la invisible frontera de la legalidad por cuyos resquicios anormales se cuelan los publícanos y los espurios intereses que ellos apañan, mientras los ciudadanos contemplan el vuelo de los aviones que defienden las conveniencias de otros.

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10.1.3 TÁCTICA DE PENETRACIÓN: DAR PARTICIPACIÓN A LOS RIVALES PARA ASEGURAR SUS PROPIOS OBJETIVOS

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 159 – 3 de diciembre de 1957

Señor Director: Realmente, hoy, martes 26 de noviembre de 1957, no tengo ánimo ni predisposición para escribir nada útil para mis conciudadanos. No me acuerdo a mí mismo el derecho a sentirme abatido ni desalentado, porque el deber de todo escritor político es el de mantener enhiesta y vibrante la convicción colectiva en el triunfo final de sus derechos. Pero no puedo apartar de mi imaginación la idea de que se está descuartizando a la Nación Argentina, tal cual se preveía en los planes británicos, conocidos públicamente entre nosotros con el nombre de "Plan de restablecimiento económico", publicados con la firma del doctor Raúl Prebisch, cuya imposición final acorralará a la población argentina en el reducido cercado de la exclusiva actividad agropecuaria. Poco a poco las grandes industrias que sobrevivan pasarán a ser propiedad de los extranjeros que impedirán con el matayuyo de la competencia desleal la multiplicación de la artesanía y del pequeño taller. Evidentemente, se está apurando la ejecución del "Plan". La propaganda periodística comercial arrecia en ese sentido, coordinada por una inteligencia superior directora. A veces el subconsciente traiciona a los periódicos. El 8 del corriente, La Prensa publicó un editorial destinado a desprestigiar la propiedad nacional de los ferrocarriles y a infiltrar la insinuación de que ellos son “uno de los factores del encarecimiento de la vida” y de que “por lo tanto debe despojarse al Estado de la actividad empresaria”. Ese editorial se titulaba: "Debe despojarse al gobierno de muchas actividades empresarias". Creo que más sinceramente pudo titularse: "Debe despojarse a la Nación Argentina de todos los servicios públicos que permitan a Gran Bretaña volver a tener el contralor absoluto -económico, financiero, político, social e intelectual- de la vida argentina". La absorción de los factores decisivos de la economía para obtener a través de ellos la hegemonía en las demás fuerzas sociales, no es una relación que haya descubierto yo, ni que pueda ser tildada por su origen marxista. Fue claramente expuesta por el Ministro de Marina de Estados Unidos, coronel Frank L. Knox, al hablar ante la comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, el 31 de enero de 1941, y fue publicada en los diarios argentinos del día siguiente. El coronel Knox decía que no era posible en esos momentos establecer una paz negociada con Alemania, porque la inteligencia alemana iba a desbordar de inmediato sobre las riquezas potenciales de América Latina. Resumía a continuación los pasos sucesivos que -según él- Alemania daría para dominarnos. "Primero -decía el coronel Knox-, llegaría la penetración económica. Luego la dependencia económica y enseguida el predominio político. Sobre esas bases se- establecerían gobiernos títeres bajo el control nacionalsocialista o nativo... Así se completaría el ciclo, a veces con métodos directos, a veces con métodos indirectos". El panorama del coronel Knox coincide casi exactamente con el desgarrador espectáculo a que asistimos desde hace más de dos años, con la pequeña variante de que algunos términos han sido invertidos, como es natural que ocurriera por la diferente sicología y aptitud de los supuestos dominadores en cada caso, los germanos, en la concepción del coronel Knox, comenzaban afirmando una supremacía económica para obtener al final una hegemonía política a través de un gobierno títere. Los británicos se han caracterizado por operar al revés: primero ponen el gobierno títere y después, a través de las palabras libertad y democracia, se chupan la economía

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de los pueblos, como quien se chupa el contenido de un mate a través de la bombilla. PARTICIPACIÓN A LOS RIVALES Los británicos tienen muchas características relevantes -algunas espontáneas y otras cultivadas- que tienen la virtud de desconcertar e irritar. Una de esas características es la de saber dar participación en sus operaciones. Las resistencias se atenúan y la complicidad diluye la responsabilidad Ellos se apoderan de los objetivos prefijados y distribuyen el resto. La resistencia queda entonces reducida a la que puede ofrecer la víctima, que es poca, en general, porque ha sido previamente amordazada y maniatada. A juzgar por las apariencias, Estados Unidos estaba inquieto. Se le ofrece entonces la firma de un pacto de ayuda mutua. Un pacto de ayuda mutua entre Estados Unidos y la Argentina es de una desproporción de fuerzas y de objetivos que colinda con el ridículo. Pero el medio millón de hombres que podríamos proporcionar en caso de un conflicto bélico serviría para sustituir otro medio millón de "muchachos americanos". Frente a esa perspectiva, ¿qué le importa a Estados Unidos que Gran Bretaña se quede con los ferrocarriles, los teléfonos, las usinas de energía eléctrica y algunas otras cositas más, siempre que además le reserve cierto campo de acción en la minería y una participación en el petróleo? ¿Será algo semejante a esto lo resuelto a este respecto en la entrevista de Eisenhower y McMillan? ¿O el viaje de los aviones tendrá nomás un carácter de prevención? El pavo trufado está sobre la mesa. Para uno va una pata. La otra pata para el de más allá. Un pedazo de pechuga para aquel que chilla. Alemania se alza con el regalo de sus antiguas empresas. En realidad, de las antiguas empresas alemanas queda poco. La obra que hizo el Estado argentino sobre esa base es verdaderamente prodigiosa. De ella no hablan los diarios. Pequeñas compañías comerciales fueron transformadas en enormes empresas industriales. Talleres insignificantes, en usinas del más alto grado de perfección fabril. La línea de producción de DINIE surtió al país de la mayoría de los artículos que antes abastecía Europa. Los ingenieros argentinos que intervinieron en su dirección y administración merecen nuestro reconocimiento. Supongo que alguien escribirá la historia de DINIE. LA DESINTEGRACIÓN DE 30 FÁBRICAS La Comisión de Empleados y Obreros de DINIE hizo un análisis del ante proyecto de decreto por el que se enajena el patrimonio físico ex alemán. Dice que la operación "significará la desaparición lisa y llana de 30 grandes plantas fabriles y la consumación de un negocio internacional difícil de calificar" que hubiera sido "imposible de refrendar por la vía parlamentaria". Agrega que "al aplicarse el mecanismo de valuación que prevé el proyecto, se ponderarán los daños de guerra a valores congelados de 1945 y se justipreciará el valor de lo incautado con el criterio del valor actualizado en 1957, consumándose en esta torpe operación comercial una aberración contable de graves consecuencias para la economía nacional". La crítica que formula la Comisión de Empleados y Obreros de Dinie está justificada. De la lectura del anteproyecto de convenio se desprende que el propósito fundamental no es tanto el de reintegrar a los alemanes las propiedades que fueron incautadas, sino el de desmantelar simple y llanamente las industrias creadas sobre esa base. Era lógico esperar que el Estado argentino se reservara el derecho de adquirir las empresas que salen a remate o de conservar las que no obtuvieran postor. El artículo 8° ordena su desintegración. Dice textualmente: "Cuando por falta de postores no se realice el remate de alguna de

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las empresas, se dispondrá uno nuevo dentro de los 90 días siguientes con reducción de la base en un 25%. Si tampoco existieran postores, se ordenará la venta dentro de los 180 días siguientes, sin limitación de precio, pudiendo realizarse el remate ya sea en conjunto o separadamente de cada uno de los bienes que compongan la empresa". De lo cual se deduce que lo fundamental no es tanto satisfacer las demandas alemanas como despojar al Estado argentino de todo su activo industrial. Esas empresas constituían una comprobación de la capacidad del Estado argentino para administrar. Su producción competía en precios con la importación y las empresas rivales. Sus ganancias permitían una generosa capitalización y la distribución de hasta tres aguinaldos anuales a sus obreros y empleados. Las empresas que subsistan comenzarán a producir capital alemán invertido en la Argentina. Los alemanes comenzarán a tener un interés paralelo a los intereses británicos y servirán por lo tanto para apuntalarlos en caso de apuro. Los ciudadanos que en ellas Se ganaban honrada y holgadamente su vida, irán a aumentar los ejércitos de desocupados que fueron característicos del infame decenio de los años 30. EL ESCÁNDALO SUIZO Concesiones semejantes a las acordadas a los alemanes parecen haber sido convenidas con los franceses. Se habla del compromiso de restituir a sus antiguos propietarios el monopolio de las cervecerías. Los franceses alegan que defienden los intereses de los pequeños accionistas. José Luis Torres, que es el mayor experto del país en el asunto Bemberg, afirma que esos accionistas, nunca existieron y que la mejor prueba es que los interesados jamás fueron identificados en nombre ni en número. Asegura, en cambio, que los capitales de los Bemberg son de tal cuantía que pueden movilizar a su favor un número prodigioso de voluntades en cualquier tipo de gobierno y en cualquier país, tanto aquí como Francia. Los demás son comparsas que no pueden hacer otra cosa que seguir la orientación de la mayoría. La única actitud que ha provocado sorpresa es la de Suiza. Hace pocos días los representantes de sus intereses hicieron un escáldalo mayúsculo en los ambientes financieros estadounidenses a consecuencia del cual "el Banco de Importación y Exportación y los bancos privados norteamericanos rechazaron solicitudes de cien millones de dólares para financiar la licitación obtenida por la Westinghouse Internacional para construir la gran usina eléctrica del Dock Sur, en Buenos Aires", según textualmente narra Joseph Newman, corresponsal de Herald Tribune. De inmediato la construcción de la superusina -contrariando preceptos terminantes de la ley de contabilidad- fue acordada directamente, sin nueva licitación, a una empresa británica, que además de los precios exagerados cobra un interés del 7% por sus facilidades crediticias. Lo cual demuestra a las claras que la protesta de Suiza fue una escena más en el desarrollo de ese sainete de Vaccarezza que se denomina "nacionalización de la CADE y de la ÍTALO", que terminará, tal cual lo preveía el Plan Prebisch, por un rechazo judicial de la anulación de las ordenanzas 8028 y 8029, por un convenio transaccional en que la CADE y la ITALO revalorizarán sus activos y limpiarán sus antecedentes con una concesión aparentemente más sana que se fundirá en la constitución de una gigantesca sociedad mixta, donde el Estado aportará la usina de San Nicolás, los derechos sobre la nueva usina de Dock Sur y los mil millones que la CADE debe aún y que fue el capital con que aumentó en años pasados la capacidad de sus usinas de Puerto Nuevo. "Todo ello podría transformarse en acciones que el Estado ofrecería en suscripción, a ser cubiertas a plazos, a los industriales, al público y a las organizaciones obreras, a fin de que entre todas constituyan la mayoría del capital

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accionario", según textualmente dice el sub inciso a) del inciso 2), del capítulo V, del "Plan de restablecimiento económico" que lleva la firma del doctor Raúl Prebisch. Seguramente los fondos que los sindicatos tenían ahorrados y que ascendían a varios cientos de millones de pesos y que se han evaporado en el correr de las intervenciones, están bien guardados y reservados para adquirir las futuras acciones que permitirán a los obreros tener el comando de empresas donde ahora no tienen ni el derecho de suspirar. LA UBICUIDAD DE LA CADE En el correr de su siniestra historia, la CADE se ha caracterizado por su extraordinaria movilidad y su don de ubicuidad. En un tiempo tuvo su matriz en Bruselas Allí por lo menos está fechada la Memoria de la Sofina del año 1935, en que los bienes de la CADE, que es de su absoluta propiedad, están totalmente amortizados y tasados en un franco. Poco después simuló mudar su sede a Buenos Aires. La cámara de diputados votó una ley especial eximiendo de impuestos a las empresas que se "nacionalizaran". La CADE se ahorró varios millones en ese simulacro. Como los aires de esta ciudad se pusieron pesados, la CADE se mudó a Panamá donde las obligaciones de las compañías son como el territorio de la república: muy chiquitas. Más adelante pareció que se hubiera radicado en los Estados Unidos, pues circuló la versión de haber sido designado presidente el ex embajador Messersmith. Ahora, de pronto, sin antecedente alguno, ha reaparecido en Suiza. Como a partir de 1° de diciembre, los depósitos bancarios estarán a disposición de los grandes consorcios y de sus inacabables maniobras, es indudable que pronto nos enteraremos de que la CADE ha vuelto a ser nacionalizada por tercera vez, mediante una sociedad mixta. La formación de un ámbito favorable al desarrollo de los planes de la CADE fue preocupación de los miembros del gobierno desde el momento mismo de su constitución. En la página 19 del folleto del doctor Luis Güemes, Esquema de la actualidad institucional de la república, se lee: "En el primer acuerdo de gabinete, un ministro, según testimonio público de otro -el doctor Luis B. Cerrutti Costa, que se opuso a tal pretensión-, propuso la suspensión del artículo 40 para devolver los teléfonos a las compañías privadas y para asegurar a la CADE la tranquilidad que decía necesitar para emprender reformas". Después de esa proposición formulada en la primera reunión. EL ERROR DE LOS INGLESES En ese momento no estaban todavía suficientemente depuradas las instituciones armadas ni entorpecido y confundido el espíritu público con la incansable propaganda del periodismo ni copados los cargos directivos de todas las instituciones civiles que dicen representar algún sector, ni anarquizadas las agrupaciones obreras. Han corrido dos años desde esa primera reunión de gabinete. El plan de relajamiento del espíritu público argentino -que indudablemente se ha cumplido paralelamente al plan político y al plan económico- ha dado un resultado contrario al que se propusieron los que invadieron el país escondidos en el caballo de Troya de las disconformidades políticas lugareñas. El número de informados y de indignados aumenta constantemente. El ejemplo de Egipto nos está enseñando que es muy difícil doblegar a un pueblo decidido a ser el señor de su propio destino y el primer beneficiario de los frutos de su tierra y de su trabajo. Podrán los extranjeros con las mil ingenuas artimañas que ponen en juego, adueñarse transitoriamente de los ferrocarriles, de los teléfonos, de las

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Usinas de luz, de los depósitos bancarios y del monopolio del comercio exterior. Ya tendrán que devolver todo a su debido tiempo, aumentado en el monto de los daños y perjuicios que nos están causando. A veces tengo la impresión de que los ingleses están perdiendo las cualidades en cuya virtud manejaron omnímodamente el mundo en todo el transcurso del siglo pasado. Repiten las acciones casi automáticamente, desdeñando tomar en consideración las profundas variaciones experimentadas por los pueblos. Por lo menos hasta hoy, parecen no haber comprendido que el pueblo argentino no es el mismo de 1935. Ni las circunstancias del mundo tampoco. Esta noche pasará sobre la cabeza de los porteños, a mil quinientos kilómetros de altura, un cilindro de metal con una perra muerta adentro. En 1935 eso de la perra muerta hubiera parecido un cuento. En cambio hoy, la perra muerta es un hecho vivo. El cuento es el de la CADE, de los ferrocarriles, de los teléfonos, de los frigoríficos y de los capitales invertidos en ellos.

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10.1.4 SI SEGUIMOS ASÍ, LOS HOMBRES DE ARMAS CUIDARÁN UNA SOBERANÍA INEXISTENTE

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 160 – 10 de diciembre de 1957 Señor Director: Cuando yo era joven tenía a mi servicio un muchacho menudo de cuerpo de expresión vivaz, excepcionalmente locuaz y discurridor. Su defecto era el excesivo apego a los pesos sueltos que quedaban en mis bolsillos. Lo perdonaba porque se mantenía dentro de un margen tolerable y me entretenía con su ingenio. Con frecuencia ocurrían escenas semejantes a esta: -Antonio Cutrín, sacaste billetes de mi bolsillo. -Los conté solamente, señor. -Me faltan cuatro pesos. -Usted es el patrón y no puedo contradecirle. Pero si usted suma los cuatro pesos que le faltan a la cantidad de dinero que tenía ayer, observara que le sobran cuatro pesos. Si entonces le resta los que le faltan verá que tiene la cantidad justa. -Tenía catorce pesos. Ahora tengo solamente diez. -Es exactamente la diferencia que decía Ud. Si suma los cuatro pesos a los catorce que tenía ayer, tendría dieciocho. Si le quita los cuatro que le faltan tiene exactamente los catorce. -Pero tengo diez. -No querrá el señor que repitamos lo ya aclarado. Sería cuestión de nunca acabar. -Antonio, si hubieras nacido en Grecia serías un sofista memorable y quizás Diógenes Laercio hubiera contado tu vida. Si hubieras nacido en Inglaterra llegarías a ser un gran financista. Con seguridad te mandarían a la Argentina como gerente de frigoríficos o de ferrocarriles. Todavía estás a tiempo de enmendar tu destino. Si estudias alguna carrera contable, te cambias el nombre por algo menos vulgar y dejas crecer un prolijo bigotito, quizá llegues a ser Ministro de hacienda. ¿ES ESTO SERIO? Esta anécdota de mi juventud repercute insistentemente en mi memoria y me impide dedicarme a los graves y penosos temas que me había propuesto desarrollar. Pero es tan inusitado y fuera de razón lo que está ocurriendo en el país que a veces, como renovado Pirandello, uno se pregunta: ¿Es esto una cosa seria? El presidente de facto, general Aramburu, aseguró que "ésta no es una revolución vendepatria". Una revolución es un hecho complejo donde intervienen factores dispares que muchas veces es injusto encerrar dentro de una adjetivación simple. Pero lo indudable es que gran número de los consejeros civiles adoptados por la "revolución libertadora" merecen ese calificativo. Por su parte, el vicepresidente de facto, en su discurso pronunciado en Misiones, afirmó rotundamente en nombre de la revolución que "nosotros no enajenamos ni enajenaremos la soberanía de la Nación a ningún precio". En el juicio que sobre los gobernantes emiten las generaciones que les suceden, cuentan los hechos, no las palabras. Nerón decía que era un artista. Los romanos y los cristianos pensaban otra cosa. Las palabras son como las hojas secas. No sirven sino para el uso que les daban Adán y Eva antes de descubrir que las palabras pueden sustituirlas con ventaja en su función de encubridoras. Si la "revolución" prosigue por el mismo camino y a la precipitada marcha con que avanza, puede ocurrirle que al final esté cuidando con sus armas algo que no existe ya, como le ocurrió a aquel

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centinela de Moscú. Nadie sabía qué cuidaba ni por qué un soldado de la guardia real prohibía acercarse a un sitio de los jardines reales. Alguien dio en averiguar los antecedentes. Descubrió que muchos años antes, al pasar por el lugar, la gran Catalina vio una rosa de color y perfume excepcional. Ordenó que un centinela cuidara el lugar para que nadie se acercara. La rosa se marchitó con el andar de los días. La planta misma envejeció y se secó en el transcurrir de los años. Los centinelas se fueron renovando y transmitiendo los unos a los otros la consigna. No sabían por qué, pero no dejaban aproximarse a nadie. Estaban protegiendo una rosa que había desaparecido muchos años antes. Si seguimos así, los hombres de armas cuidarán una soberanía que ya no exista. Porque la soberanía no es un concepto que envuelve exclusivamente el territorio nacional ni se expresa solamente en sus símbolos. La soberanía es el tejido de derechos en que todos estamos amparados por el solo hecho de haber nacido aquí. Es la suma de privilegios que los nativos tenemos sobre los extranjeros. Es el mutuo deber de sostenernos los unos a los otros, difiriendo todas las discrepancias frente a la amenaza de los extraños. Es la obligación de cuidar el patrimonio de los que vendrán. La soberanía es el más alquitarado concepto de la patria. Es como el espíritu del hombre. Pero el espíritu del hombre no existe donde no existe un cuerpo humano que lo sustente. Mens sana in corpore sano decían los latinos y los socios del Club de Gimnasia y Esgrima. ¿Qué espíritu puede tener el hombre cuyo cuerpo es esclavo de otro? ¿Qué espíritu puede tener una nación cuyo cuerpo pertenece a los extranjeros? Para ser dueño de un campo, no necesito yo estar allá, cuidando personalmente mi fundo. Tengo sobre él un dominio lejano e inamovible: es mi título de propiedad. Los que en ella trabajan, trabajan para mí. Eso mismo ocurre en el orden nacional. La tónica más sostenida de esta "revolución" es la constancia con que se conjugan las medidas para transferir al dominio extranjero los elementos que dan unidad al cuerpo nacional, sin cuya existencia perfectamente discernible, clara y definitivamente diferenciable de los intereses extranjeros, la soberanía es una mera entelequia inexistente, un espejismo falaz, una simple palabra sin contenido real. Esta revolución sostuvo como ministro al ingeniero Ygartúa después que éste, en la primera reunión de gabinete, propuso entregar a los extranjeros el sistema de comunicaciones, y aprobó el decreto en que más mañosamente obtenía lo mismo con la intermediación de una sociedad mixta. Esta "revolución" entregó el manejo de los ferrocarriles a un antiguo empleado de los ferrocarriles extranjeros, como el ingeniero Dante Ardigó que se opuso siempre a la nacionalización y la criticó como acto inconveniente. Allí permanece aumentando los déficits y endeudando a la Empresa. Desde el primer momento esta revolución decidió eliminar el artículo 40 de la Constitución, como lo demuestra la conferencia pronunciada en noviembre de 1955, por el doctor González Calderón, ex abogado de empresas ferroviarias británicas. Se liquidó el IAPI, contrariando expresas manifestaciones de más de 450 mil productores agropecuarios representados por la Federación Argentina de Cooperativas Agrarias. El ministro que firmó la liquidación pasó a ser empleado de la firma beneficiaría. Los depósitos bancarios fueron transferidos a las sociedades anónimas llamadas bancos, a los cuales nada les debe el país, como no sea el haber facilitado los manejos contrarios a la salud nacional de los llamados grandes financistas. Los capitales iniciales de esos bancos fueron absolutamente nulos en su origen. Tengo sobre mi mesa las declaraciones hechas en 1891 por el doctor Vicente F. López, entonces Ministro de Hacienda. Las dejaré para informar cuando pueda tratar el problema bancario en toda su extensión. Los convenios multilaterales que acaban de ser firmados con gran solemnidad no se apartan, por cierto, de esta sostenida y nefasta línea de conducta. En 1946, en las primeras conversaciones sostenidas con los miembros de la misión que encabeza sir

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Wilfred Eady, los asesores británicos trataron de inducir a la de legación argentina al tratamiento preferente de una conferencia internacional de comercio que se proponía algo muy semejante a las obligaciones que presumiblemente contienen los convenios firmados el 25 de noviembre con once naciones europeas. El subgerente del Banco Central elevó al día siguiente una nota a sus superiores en que decía que: "el señor Percivale Liesching expresó que venía a realizar conversaciones previas a la próxima conferencia internacional de comercio que ya había realizado conversaciones con Francia, Checoslovaquia, Bélgica y Holanda... que ahora venía a la Argentina en razón de la gran importancia que Gran Bretaña Le acuerda como país abastecedor... continuó tratando de dar la impresión de que si la Argentina no entraba, se encontraría aislada". El subgerente agrega que "los delegados argentinos comprendieron de inmediato que eso era una estratagema... porque se colocaría a Gran Bretaña en una posición de protectora de la Argentina, asimilándola a uno de sus dominios"... Es imposible afirmar que algo semejante a esas proposiciones esté incluido en los convenios que acaban de firmarse, por la sencilla razón de ser éstos absolutamente desconocidos por el país. EL OCULTAMIENTO DE LOS CONVENIOS Una vez suscriptos los convenios bilaterales, que en conjunto se dice que conforman un tratado multilateral, se dio a publicidad el texto del Acta de París, del 30 de mayo de 1956, que según La Nación "constituye el fundamento de los pactos multilaterales recién concertados". Es evidente que se dio a publicidad esa Acta nada más que para disimular el ocultamiento de los convenios que se acaban de firmar. El Acta de París, según lo habrá observado, el que lo leyó es un documento que carece en absoluto de importancia. Es una simple manifestación de deseos, y por eso los verbos se emplean en modo condicional. El primer documento que contiene obligaciones precisas para la República es el "Acta convenida" firmada en Londres el 15 de junio de 1956. ¿Por qué no se dio a publicidad? ¿Será para ocultar que según dice el punto 4, inciso 1 y 11, "las cotizaciones en pesos para las monedas serán establecidas relacionando la cotización en pesos de la esterlina con los últimos tipos de mercado corrientes para la esterlina en términos de las otras monedas interesadas"? ¿Será para ocultar que ya entonces se daba por ejecutada la reforma bancaria, al convenir que las operaciones de arbitraje monetario se harían por el Banco Central, cuando se tratara de cambio oficial "o por los bancos comerciales argentinos por cuenta propia" cuando se tratase del mercado libre, según lo especifica el punto 6) ¿Será para ocultar la obligación que contrae el gobierno argentino de presentar planillas trimestrales de sus pagos y arreglos, como ordena el punto 12? ¿Será para ocultar la obligación que contrae el gobierno de "eliminar todos los diferencia les de precios y de aforos entre el dólar americano y las monedas de los países participantes", eliminación que aumentará nuestra ya insoportable angustia de dólares? ¿Será para no mencionar los saldos favorables a la Argentina que en ese momento teníamos con Suiza, Bélgica, Dinamarca y Noruega? Pero ni aún la publicación del "Acta convenida", firmada en Londres el 15 de junio de 1956, hubiese satisfecho la expectativa pública ni calmado la justa alarma. Las preguntas se suceden con perfectamente justificada prevención. ¿Qué obligaciones ha contraído el país en cada uno de los convenios firmados? ¿Cuáles son las responsabilidades precisas? ¿Qué perjuicios van a ocasionarnos? ¿Qué interés discurso de Misiones que ellos debieron "improvisarse como hombres de gobierno". Dijo Rojas: "Nosotros veníamos de los cuarteles, de las bases y de los buques de guerra con nuestros conocimientos específicos y nuestras modalidades profesionales. Debíamos,

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por fuerza de las circunstancias, improvisarnos en hombres de gobierno". Un telegrama originado en Berna y publicado en La Razón, del 26, decía que el embajador argentino había manifestado su complacencia por "la incorporación de Suiza al convenio". Eso le demostraba que las "divergencias en torno a la CADE y la ÍTALO fueron conciliadas". ¿Es esa la primera consecuencia de los misteriosos acuerdos? ¿La segunda consecuencia es la presión que en base a los compromisos que se dicen contraídos están haciendo varios de los países signatarios para que desintegremos nuestra flota mercante? "Próximamente -dice La Prensa del 3-XII- comenzarán las deliberaciones entre los representantes de nueve de los once países signatarios del convenio multilateral en torno a la situación existente respecto a la marina mercante argentina, en favor de la cual, , afirman dichos países, el gobierno argentino ha realizado una política de preferencia... las conversaciones sobre esta cuestión fueron aplazadas hasta después de la firma del convenio... uno de los argumentos que fundamenta la política argentina es la de proteger a la navegación costera que solamente realiza viajes de ida y vuelta a Brasil"... ¿Ni siquiera una flota para comerciar con los vecinos podremos conservar? ¿A qué otras cosas horrendas nos ha comprometido este gobierno de "improvisados"? UN DISCURSO SILENCIOSO Es inútil que para informarnos releamos el discurso del Ministro de Hacienda. Es un discurso silencioso, que no toca el tema. Habló elogiosamente de "la simetría auspiciosa" que según él ofrece Europa Occidental. Dijo que esos convenios "reafirman una vez más el firme propósito de afianzar el imperio del derecho, única garantía efectiva para los argentinos y extranjeros", pero no dijo una sola palabra de los inmensos intereses concretos que se sacrificaban. ¿Estará incluida en alguno de esos convenios la obligación argentina de transformar en sociedades mixtas a Y.P.F. y a los ferrocarriles y de poner en marcha la sociedad mixta de comunicaciones que el ingeniero. Ygartúa dejó ya estructurada? ¿Por qué lanza a la circulación pública Y.P.F. bonos por los primeros 500 millones de pesos? ¿Es que no se ha visto el peligro de que ellos sean suscriptos en su mayor parte por el gerente de la Standard o de la Shell Mex, por ejemplo, o por cualquiera de sus empresas comanditarias, conexas o subsidiarias? Los bancos de su misma nacionalidad no tendrán ningún inconveniente en ofrecerle las sumas que necesite. No tienen más obligación que la de mantener el interés de sus préstamos dentro del límite máximo que fijará el Banco Central. ¿Por qué se corre el riesgo de que los intereses extranjeros se infiltren en el cuerpo de Y.P.F? Las cajas de Previsión Social disponen de fondos líquidos que exceden a los 10.000 millones de pesos anuales. La inversión que ofrece Y.P.F. es tan ventajosa para el inversionista que se parece a la usura. Un 9% mínimo creciente hasta un máximo de 20%, con garantía de que la moneda que se invierta, además de estar libre del impuesto a los réditos, estará a salvo de la amenaza de la desvalorización. ¿Por qué se intercaló esa inusitada garantía, si no es para atraer a los extranjeros? ¿Y por qué los extranjeros habrían de importar capitales del exterior, si pueden usar libremente los que tienen en depósitos? Los recelos se acrecientan cuando se sabe que los interventores de las Cajas de Previsión se manifestaron dispuestos a suscribir todas las sumas que Y.P.F. necesitase. No podían haber soñado con una inversión más segura y rendidora para los ingentes caudales que perciben anualmente. Pero fueron convocados por el Ministro de Hacienda, que en una brevísima entrevista les prohibió suscribir bonos de Y.P.F. La entrevista fue sumaria y la orden terminante. Como de ella no quedó constancia escrita, espero el desmentido ministerial. Los interventores sabrán quién dice la

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verdad. ¿Se deducirá también de algún convenio la prohibición de inmovilizar los fondos de previsión en objetivos de utilidad nacional? No me sorprendería demasiado. EL INSTITUTO NACIONAL DE REASEGURO Otra fuente de fondos líquidos que está a punto de cegarse es el Instituto Nacional de Reaseguro. La liquidación equivaldrá a la transferencia al Lloyd de Londres de la masa de reaseguros, que deja una ganancia anual superior a los 200 millones. La cobertura de las primas nos obligará a un drenaje de más de 30 millones de dólares por año. Las compañías pequeñas y las cooperativas cerrarán a corto plazo y el seguro volverá a concentrarse en pocas y poderosas filiales de las compañías extranjeras, tal como ocurría antes. ¿Estará el cierre del INDER comprometido en alguno de los convenios? Para poner un broche de oro a su obra, a este gobierno no le faltaría nada más que dictar un decreto semejante al que el 19 de abril de 1822, firmaron Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia, de acuerdo al cual eran considerados "vagos" todos los nativos de la tierra que no fueran empleados del gobierno o no estuvieran conchabados al servicio de la oligarquía o de los extranjeros que se habían posesionado de la tierra. "El jefe de policía y todos sus dependientes, tanto en la ciudad como en la campaña, quedan especialmente encardados de apoderarse de los vagos, cualquiera que sea la clase a que pertenezcan" (Art. 1°). "Todo individuo que expida certificados o deponga en favor de un aprehendido por vago, a fin de liberarle de esta nota y de las penas establecidas, justificada la falsedad de su información si es empleado público será destituido y a más sufrirá, como todo particular, dos meses de prisión en la cárcel de deudores" (Art. 9º). El porvenir no es muy risueño, por cierto, si calculamos que todo este desbarajuste es esencialmente obra de los británicos que deben operar sin capitales y sin más ayuda que su ingenio y su habilidad para encadenar voluntades. Si los norteamericanos se decidieran, la operación de desalojar a los argentinos de esta tierra podría efectuarse rápidamente. Calculemos. Son 25 millones de hectáreas de tierras de par llevar. A dos mil pesos por hectárea -que es buen promedio- se compran con 50.000 millones de pesos, es decir con apenas unos 1.300 millones de dólares, justamente la cantidad que el doctor Prebisch decía en 1955 que el país necesitaba para progresar. ¿Sería para desalojarnos? ¡Qué duda horrible! En el Uruguay no cabríamos todos juntos. Purgaríamos la culpa de no haber previsto a tiempo el peligro de dejar librada la tutela de todo lo que encierra la soberanía a hombres inexpertos, capaces de dejarse seducir por la dialéctica de Antonio Cutrín.

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10.1.5 UN RECONOCIMIENTO DE DEUDAS QUE MÁS PARECE UN REGALO

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 161 – 17 de diciembre de 1957

Señor Director: En el momento en que comienzo a escribir esta nota brilla un sol tutelar cuyo transparente optimismo aún no ha sido mancillado por los errores de este gobierno. Este claro cielo apenas teñido de azul no es exportable y por eso podemos gozar de él gratuitamente, tal como los antiguos gauchos consumían la carne vacuna antes de que su exportación tentara a los negociantes ingleses. Bajo la tibia afabilidad de sus rayos es grato divagar en el vaivén de los recuerdos y de la imaginación en que el mundo hostil se torna plástico y dócil como una miga de pan entre los dedos. Perdonará el lector que me rinda a la seducción de barajar en el mismo mazo de la fantasía hechos que ya no se repetirán y sucesos que aún no han ocurrido. En los comienzos de este siglo -allá por la época del primer centenario- yo era un adolescente y, a juzgar por algunas expresiones de mi padre, ofrecía entonces a mis progenitores la misma índole de problemas que mucho más tarde debía presentar a los explotadores extranjeros, problemas que caben cómodamente en una sola interrogación: "¿Y con éste, qué hacemos?" Deduzco esta conclusión de una frase expresada por mi padre una tarde en que, haciéndose el distraído, me miraba jugar con unos barquitos de madera. Mi padre dijo: -Evidentemente, la vocación de este chico es la de ser marino. Cuando tenga la edad lo vamos a inscribir en la Escuela Naval. El propósito de mi padre no se cumplió, pero quizás esas frases se insumieron en mi subconciencia y en el correr de los años fueron formando mi profunda simpatía por los hombres de mar y dando a mi espíritu algo de esa soledad inconmensurable e incomunicable característica de los hombres fuertes que son profesionalmente desafiadores de la corrosiva nostalgia de los días de calma y de la telúrica amenaza de los días de tormenta. Bajo la caricia suave de esta cola de pampero que ha limpiado el cielo, dejo que la imaginación resucite los años ya disueltos en el tiempo y los baraje a su albedrío. Calculo que si se hubiese cumplido la decisión de mi padre, hoy, de acuerdo con los exclusivos méritos de mi mayor edad, sería el más alto jefe de la marina de guerra, si no me hubieran colgado por díscolo, de una verga del palo mesana. Otros llegaron; ¿por qué no pude haber llegado yo? No me tienta ni el mando ni el oropel de las jerarquías, pero me ahínco con placer a esa suposición, porque en uso legítimo de mi autoridad podría dar realidad a lo que buena parte del país responsable está deseando hacer. Sonrío al imaginarme a mí mismo engalanado con los entorchados de vicealmirante, y el ceño se me ajusta al darme cuenta de la responsabilidad que estoy asumiendo, porque yo, irreductible, me supongo, en la misma posición que me ha colocado el destino, convocaría de inmediato a los jefes responsables de la cada vez más errónea ubicación en que se pretende situar a la marina de guerra, y les hablaría así: -Señores, han excedido ustedes las atribuciones del mando y para eludir sus responsabilidades personales están desplazando a la marina de guerra de la estrategia moral de sus funciones. Por ese camino divorciarán a la institución del cariño y de la simpatía del pueblo argentino y nuestra institución debe estar por arriba de nuestras debilidades personales y mantenerse limpia de nuestros errores y flaquezas. Han abusado ustedes del empleo de palabras cuyo íntimo contenido profesionalmente ignoran, como las palabras libertad y democracia, que si bien son gratas para todo bien

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nacido corazón de argentino, suelen utilizarse arteramente para disimular los intereses extranjeros que bajo el atrayente encanto de su disfraz se infiltran en el cuerpo de la Nación para corromperlo, descomponerlo y utilizarlo. Rápidamente se avecinan horas difíciles en que quizás esté en juego la supervivencia de la Nación y aún de los individuos. Es urgente e indispensable planificar los peligros para planificar las defensas. La providencia nos ha dado una geografía de privilegio. No la comprometamos con pactos que será imposible dejar de cumplir. No demos al poderoso la mayor fuerza de un derecho adquirido. Quizás constituyamos el último reducto para un tipo de civilización que amenaza extinguirse en el fuego de sus propios descubrimientos. Nuestra institución es un elemento clave en esa planificación de la paz que no será posible mantener sin lograr primero el punto de apoyo de la unificación nacional. Ustedes se dejaron envolver y confundir por sentimientos que son ajenos a nuestra institución. Aducirán que al principio obraron con el impulso generoso de poner coto a la prepotencia y al abuso del poder. Los apasionados políticos, aún los más nobles, provienen de un fraccionamiento de la voluntad nacional, de cuya integridad somos y debemos ser exclusivos servidores. Además, la inexperiencia en un campo tan extraño a nuestra profesión, como es la política, nos conduce a cometer errores tan grandes que nuestras acciones obtienen consecuencias contrarias a las que nos proponíamos conseguir. Lo ocurrido con el ex contraalmirante Teissaire es dolorosa prueba de la inhabilidad política de los jefes que han asumido temporariamente la representación de la marina. Lo escarnecieron públicamente. Lo entregaron al odio y a la complacencia morbosa de los peores sentimientos políticos. No comprendieron que al infamar al ex contraalmirante Teissaire no dañaban al partido político que presidía hasta poco antes, porque dentro de ese partido era un ser adventicio, un verdadero intruso. Enceguecidos por el apasionamiento político no percibieron que al proceder así estaban desprestigiando a la institución que lo había formado y donde el ex contraalmirante había sido uno de sus jefes, distinguido por su carácter, su inteligencia y su vocación. Para el pueblo, el objeto de la befa era un marino, un político. Quien sufría menoscabo con la exhibición era la marina de guerra, no el partido político. A tan crasos errores conduce la ceguera de la inhabilidad. Ahora corren rumores que aseguran que la marina de guerra proyecta replegarse sobre sí misma, en recelo inamistoso hacia las posibles decisiones del pueblo. ¿No temen volver a equivocarse? Sólo en momentos de extremo desvarío pueden las instituciones armadas pensar en subsistir divorciadas del destino del pueblo de que forman parte. Es como si se pensara que un brazo puede seguir trabajando después de ser amputado o una rama dando frutos después de haber sido hachada. Salvo casos excepcionales, un hombre vale por otro hombre. Un jefe por otro jefe. Las promociones nuevas cubren de inmediato las bajas, generalmente con ventaja, y las instituciones y la vida continúan. Por eso, en mi fantasía de primavera, yo reunía a un pequeñísimo grupo de jefes que con su obstinadamente equivocada orientación están impidiendo la integración de las instituciones armadas al cuerpo nacional y con la voz tonante que supongo me habrá dado el hábito de mandar, ordenaba: -Señores. Firmes. Media vuelta. De frente, march... Y los dejaba avanzar. Y al avanzar se iban volviendo cada vez más pequeñitos, pequeñitos, pequeñitos… Y entonces mi fantasía tomaba otro rumbo. Fue también por aquellos años cercanos al centenario, cuando Victorino de la Plaza pronunció su resonante conferencia en el teatro Odeón. El doctor Jorge H. Guerrico hace pocos días, ha corregido algunas afirmaciones que emitió el doctor Alfredo L. Palacios sobre el enriquecimiento del doctor de la Plaza.

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Yo profeso una antigua simpatía por Victorino de la Plaza. Fue un dilecto servidor de los intereses británicos, pero tuvo un generoso gesto de reprobación para los que se prestaron a sus dolosos manejos. Dijo el doctor de la Plaza, en el teatro Odeón: "Es un hecho sin ejemplo el haber distribuido cerca de sesenta millones de pesos oro en arreglos de garantías, suprimiendo la cláusula de reintegro de las sumas anticipadas establecidas en los contratos, sin que tan inusitada munificencia arrancase un grito de protesta." Los hechos que provocaron la indignación del doctor de la Plaza tuvieron el siguiente origen: en 1893 quedaban aún diez ferrocarriles cuyas ganancias mínimas estaban garantizadas por el gobierno argentino. En los contratos de concesión se habían calculado los gastos -y eran aproximadamente exactos- en el 50% de las entradas brutas de cada ferrocarril. El gobierno debía percibir el 50% considerado contractualmente como ganancia y agregar las sumas necesarias para cubrir el interés garantizado. El gobierno pagó los intereses garantizados. Las empresas no entregaron jamás el 50% de sus entradas brutas. En 1893, durante la honorable y por eso mismo efímera presidencia del doctor Luis Sáenz Peña, bajo la dirección de José A.Terry y del ingeniero Miguel Tedín, ejemplo de probidad ambos, se efectuó un verdadero balance del país, que en octubre de 1893 se elevó al Congreso Nacional. En él se decía que "en el debe del gobierno figura como cantidad anual a pagar a los ferrocarriles garantizados la cantidad de $ 3.752.530 más $ 7.604.143 por garantías atrasadas impagas. Pero en el haber debe figurar la cantidad de $15.019.685 por devoluciones... que las empresas no entregaron al gobierno en su oportunidad." En 1896, bajo la presidencia del general Roca, se remitió a considerar estos antecedentes y para rescindir las garantías se repartió gratuitamente entre las varias empresas ferroviarias la cantidad de $ oro 58.500.000 en títulos que se conocen en la historia financiera con el nombre de "Empréstito de Rescisión de Garantías" y que a pesar de su pomposa designación, fue un simple regalo -como casi todas las operaciones que en el transcurso del siglo pasado y comienzos del presente se denominaron "Empréstitos"-. La censura del doctor Victorino de la Plaza estaba, pues, absolutamente justificada. La pequeña discrepancia entre el doctor Guerrico y el doctor Palacios me ha sido útil para traer a colación el munífico procedimiento con que en tiempos del régimen se repartían los empréstitos y para fundamentar mi temor de que el crédito que inesperadamente se le otorgó a Gran Bretaña en el acto de la firma de los once convenios bilaterales que, según se dice, encierran algunas prescripciones multilaterales. En efecto, aunque en este acto no se firmó acuerdo algún no con Gran Bretaña, los diarios dieron por sentado que en él se le había reconocido una deuda por más de 64 millones de dólares, 11.214,700 provenientes de deudas comerciales cuyo origen y calidad el país ignora por completo y 53.200.000 originada en actividades que se llaman oficiales. Mientras el gobierno no se digne informar a la opinión pública, es imposible discurrir sobre las llamadas deudas comerciales. ¿De dónde provienen? ¿Quiénes las contrajeron? ¿Por qué el gobierno se hace cargo de ellas? ¿Tienen alguna contrapartida de reconocimiento privado? ¿En qué moneda? Todo es misterio. Y no se puede opinar sobre materia tan abstrusa sin una base documental indudable. Pero la deuda llamada oficial no puede haberse formado en forma ajena a las cifras que son públicas. Tratemos de aclarar el tema. La Memoria del Banco Central correspondiente al año 1955, publicada bajo este gobierno en julio de 1957, es el último documento librado al conocimiento público, porque la Memoria de 1956 no ha sido aún publicada y dejo sentada mi denuncia y mi protesta por esa morosidad indisculpable. En la Memoria de 1955 nos enteramos que el saldo a favor de la Argentina que teníamos en las relaciones con Gran Bretaña el 31 de diciembre de 1954 era de 41 millones de pesos moneda nacional, equivalente a 8 millones de dólares. Este saldo positivo, en un

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solo año, se transformó al final de 1955 en un saldo negativo de 203 millones de pesos (40 millones de dólares), que nosotros debíamos a Gran Bretaña. El Boletín de Estadística de enero-junio de 1957, nos informa que durante el año 1955 nosotros enviamos mercaderías a Gran Bretaña por valor de 201 millones de dólares e importamos de ese origen artículos por valor de 76 millones de dólares. Tuvimos, por lo tanto, un saldo favorable de 125 millones de dólares. Pero Gran Bretaña nos envía productos y mercaderías de muchas partes del globo, fundamentalmente combustibles, yute y arpillera de Venezuela, del Kuwait, de la India y del Pakistán. Supongamos generosamente que todos los saldos negativos que tuvimos con esas diversas zonas corresponden a intereses de Gran Bretaña y que deben ser contabilizados a su favor. Tendríamos este pequeño balance: Saldo favorable a la Argentina en el comercio con Gran Bretaña, en 1955 u$s 124 millones Saldo en el comercio con Venezuela, en 1955 -53 Saldo en el comercio con el Asia, con exclusión de Japón y URSS, en 1955 -84 Saldo a favor de Gran Bretaña, en 1955 -13 Entonces podríamos cerrar esta cuenta así: Saldo favorable a la Argentina el 31-XII-1954: u$s + 8 millones Saldo negativo del año 1955: -13 Saldo hipotético que debía resultar el 31-XII-1955 -5 Es evidente que hemos omitido tomar en consideración alguna cuenta. El Banco Central estima el saldo favorable a Gran Bretaña el 31-XII-1955 en 40 millones de dólares. Nosotros deducimos apenas uno de 5 millones. ¿De dónde provendrá la diferencia? En la página 59 de la citada Memoria se hace una imprecisa referencia a algunos restos del empréstito del 4 1/2% de la Provincia de Buenos Aires, llamado del "Capital del Banco Provincia". Este empréstito fue emitido en 1910. Su fondo de amortización del 1% debía haberlo cancelado completamente en 1948. Los saldos no pueden ser de cuantía. La Memoria tiene, además, otra vigorosa referencia a "servicios financieros, jubilaciones y pensiones". ¿Provendrán los compromisos adquiridos de una capitalización de pensiones, jubilaciones y ganancias privadas bloqueadas? ¿Se habrá seguido la misma técnica para alcanzar en junio de 1956 la cantidad de 53.000.000 de dólares en que se establece la demanda de origen "oficial"? ¿No se está pareciendo esto a la "inusitada munificencia" de que hablaba el doctor Victorino de la Plaza? ¿Se habrá seguido en materia financiera el mismo tipo de política contraproducente con que se intentó humillar y desalentar al partido que presidía el ex contraalmirante Teissaire y que en lugar de debilitarlo y achicarlo lo agrandó y fortificó a costa de la reputación de un alto jefe de la armada? La realidad es dura y cruel. Por eso es tentador cerrar los ojos y entresoñar, Mi fantasía vuelve a mostrarme el reducidísimo grupo de responsables que en cumplimiento de mi hipotético orden aún siguen marchando y se ven cada vez más pequeñitos, pequeñitos, pequeñitos... Desgraciadamente, el endeudamiento y la miseria que dejan a su paso es cada vez más grande, más grande, más grande. ..Ya casi no nos va quedando nada más que este sol tutelar, la ancha extensión de nuestro horizonte emocional, donde todo el mundo cabe, y esta convicción profunda que todos tenemos dentro del corazón y que

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cada día se vuelve más fuerte, más fuerte, más fuerte...

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10.1.6 EISENHOWER SEÑALA LOS PELIGROS DE UNA PENETRACIÓN ECONÓMICA QUE NOSOTROS CONOCEMOS MEJOR QUE NADIE

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 162 – 24 de diciembre de 1957 Señor Director:

En la conferencia inicial de las naciones coaligadas en el Pacto del Atlántico Norte, el presidente Eisenhower formuló algunos conceptos que nos atañen muy directamente. En uno de los párrafos dijo que los comunistas "buscan la penetración en el campo económico de otras naciones como medio de dominar sus recursos humanos y materiales", que es exactamente la premisa que sirve de base a todos los juicios emitidos por esta revista y en virtud de los cuales podemos afirmar que por el camino en que vamos corremos peligro de perder hasta el último asomo de la independencia que caracteriza a las naciones soberanas. El párrafo del presidente Eisenhower lo transcribo de La Nación (17-XII-57). La Prensa del mismo día lo suprimió del texto. Quizá su censor estimó peligrosa la difusión de ese concepto en momentos en que está en pleno desarrollo la campaña de "penetración en el campo económico", uno de cuyos más decisivos factores de éxito es el mantenimiento de la ignorancia nacional. No entramos a juzgar la técnica de que se valen las naciones comunistas para extender el radio de su influencia, porque carecemos de información precisa, imparcial y fidedigna. Pero, aún a través de las noticias proporcionadas por sus enemigos potenciales, parecería que ella -por lo menos en su primera etapa- se caracteriza por una voluntad, aparente, al menos, de ayudar al aumento de sus medios de producción: materiales para implantar o ampliar industrias, medios para incrementar las zonas regadas y la producción hidroeléctrica. Nada de esto es, naturalmente, consecuencia de una inversión ingenua ni por parte de quienes la otorgan ni por quienes la reciben. Esos gobernantes que se chupan el dedo parecen ser un monopolio exclusivo de la República Argentina. Por eso la crítica del presidente Eisenhower no deja de reflejar una verdad desde su punto de vista estratégico. Pero mucho menos disculpable es lo que está ocurriendo entre nosotros, donde "la penetración en el campo económico" es un simple asalto a mano armada en que el único aporte que hacen los asaltantes es el elenco que estaba escondido a la expectativa de la oportunidad, constituido en su mayor parte por los viejos abogados, ingenieros y contadores de sus antiguas empresas mercantiles, apañados en su acción por un periodismo que tiene para la presión extranjera la fina sensibilidad del teclado de un piano. La mano es siempre la misma aunque varíe la nota en que cada uno de los diarios se expresa. La Nación da el "do”. La Prensa, el "re". La Razón", el "mi". Crítica, el "fa". El Mundo, "el sol". Clarín, el "la". Y los bienes que pertenecían a la comunidad argentina pasan al dominio extranjero, a veces directamente, a veces bajo la máscara de las sociedades mixtas. Todo lo que poseemos los argentinos está afectado de totalitarismo y es contrario a la libertad y a la democracia. En aquellas naciones que caen bajo la férula comunista, la pérdida de la independencia que gozaron bajo la dominación europea o norteamericana, se disimula detrás de los grandes paredones de los diques nuevos, de las chimeneas de las plantas siderúrgicas, o a la sombra de la multiplicación de los husos y telares. Aquí, en cambio, avanzamos hacia nuestra sumisión entre los escombros de nuestras más justas esperanzas, el paulatino incremento de la desocupación y la pobreza y la quejumbre agónica de una industria que se erigió sin necesidad de empréstitos exteriores. Los estertores industriales se expresan claramente

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en el tipo de interés que deben abonar en pago del auxilio que les permite ir viviendo un poco más. La Nación del 5-XII-57, en un elogioso editorial que dedica a "El nuevo ordenamiento bancario", dice que '"el 3% mensual es un tipo muy común, admitido por los comerciantes e industriales que en su penuria de dinero no tienen más remedio que aceptar estas transacciones para poder atender las exigencias de sus establecimientos". La Nación testifica esta monstruosidad sin calificarla y sin deslizar la más leve sombra de censura. El único inconveniente que le encuentra a ese tipo de usura es que "hará difícil la colocación de las cédulas hipotecarias y puede entorpecer la negociación de los bonos de Y.P.F." ¿AMÉRICA LATINA NO CUENTA? Para hacer resaltar el grado de desánimo y relajamiento de los pueblos comprendidos dentro de la órbita soviética, el presidente Eisenhower exaltó la dinámica energía de los países llamados occidentales. Dijo el presidente: "Vemos en Europa y en Estados Unidos la vitalidad de nuestras fábricas, tejeduría y navegación, de nuestros centros comerciales, de nuestras granjas, de nuestro pequeño comercio y de nuestros grandes consorcios industriales...". Fue tan fundamental la diferencia establecida por el presidente Eisenhower entre la dinamicidad de uno y otro bando y es tanta la decrepitud y desaliento que nos adolece y el quebranto que nos aminora y la desesperanza que nos invade a ratos y tan turbio y penoso es el porvenir que por éste sendero entrevemos, que casi comenzamos a temer que actualmente la República Argentina, a juzgar por la decadencia de sus energías, ya no pertenece al núcleo de naciones occidentales. ¿O acaso la descripción optimista del presidente Eisenhower sólo es válido dentro del régimen capitalista para los que cobran el 3% mensual y no paro los que están obligados a pagarlo? El presidente Eisenhower se refirió a Europa y a los Estados Unidos. ¿Los pueblos de América Latina no existen? ¿Por qué los excluyó de su enumeración? La República Argentina es un país rico y fuerte, poblado por gente sana, activa, orgullosa, que está animada por un particularísimo sentido de la vida que han percibido todos los buenos catadores de pueblos que nos visitaron, desde Georges Clemenceau hasta Keyserling y Ortega y Gas-set. La dominación invisible pero incontrarrestable que Gran Bretaña ejerció entre nosotros desde los albores de la nacionalidad, impidió cuidadosamente que el carácter nacional se desarrollara y se concretara en obras. Gran Bretaña sólo quería extraer alimentos y algunas materias primas e impidió toda actividad que de alguna manera, directa o indirecta, mediata o inmediata, hiciese peligrar la estabilidad de su hegemonía. La inteligencia honrada, la iniciativa, el espíritu de empresa fueron manifestaciones vedadas en nuestro país porque de alguna manera socavaba las bases de la dominación extranjera. Gran Bretaña no innovó ni necesitó crear ningún tipo especial de diplomacia. Es la tradicional conducta de los dominadores. Fue la de Atenas y la de Roma y fue también la de las pequeñas repúblicas italianas, Venecia y Génova. Los siguientes párrafos, por ejemplo, extraídos del libro de Charles Diehl, podrían muy bien referirse a las relaciones de la Argentina y de Gran Bretaña, aunque se refieren a las de Venecia y Dalmacia. Dicen: "...la estructuró a su antojo y es preciso decir que obró de la manera más egoísta. Toda su política se limitó a mantenerla en un celoso aislamiento, para impedir que otros pudieran establecerse allí, y a avivar las divisiones y recelos entre las diversas poblaciones para mantenerlos a todos en la obediencia. Gentes prácticas, los venecianos no pensaron en Dalmacia en otra cosa que en sus propios intereses. No hicieron nada para desarrollar la prosperidad material del país e impidieron que los habitantes lo hicieran. Nada a favor del comercio. Nada en cuanto a caminos. Talaron

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los bosques para proporcionar pilotes a sus palacios y maderas de construcción a sus arsenales. Arruinaron toda actividad que podía competir con las suyas. Gobernaba a Dalmacia para ventaja propia y el resultado fue, según el testimonio de un juez competente, que al fin del siglo XVIII pocos países llevaban una vida tan desalentada y miserable". (Venise: une republique patricienne, página 267). Bajo la presión de la diplomacia británica, la sociedad argentina se jerarquizó al revés. Los abogados de sus empresas junto con los grandes apacentadores de ganado, subordinados a la voluntad omnímoda de los frigoríficos, se amalgamaron en una oligarquía descreída y estúpidamente sensual. Los caudales de la inmigración —lo mismo que en Estados Unidos- fueron poblando las superficies de la inagotable planicie. Al mismo tiempo que los cereales, se multiplicó la sangre europea. No hubo problema mientras existieron nuevas extensiones para cultivar. Pero cuando se llegó al horizonte de las posibilidades convenientes para Gran Bretaña, el hombre argentino comenzó a darse cuenta de que era un paria en su propia tierra, un ilota vencido destinado a remar en la galera de los vence dores y a morirse de hambre en los intervalos en que no había trigo o maíz para cosecha. La primera guerra europea abrió un horizonte que fue rápidamente clausurado. Las industrias fueron aniquiladas sin piedad, tal como hacía Venecia en la Dalmacia. El impulso de la segunda guerra fue más fuerte y duradero. El pueblo argentino alcanzó a conquistar el poder político. Se apropió, por la vía de la justa adquisición, de los medios de comunicación y transportes. Desbarató en parte el monopolio insoportable del comercio exterior. Se adueñó del manejo de sus propios caudales y organizó el crédito industrial. En pocos años -sin necesidad de recurrir al extranjero- se multiplicaron las fuentes de trabajo para los pobres y las oportunidades de enriquecerse para los mejor dotados. Es imposible enumerar todo lo que se hizo porque vivimos bajo la tiranía del inquisidor decreto 4161 que coarta la libre expresión del pensamiento y aún la íntima manifestación de los sentimientos. PENETRACIÓN Y MONOPOLIO Parece mentira, en verdad, y fruto de una pesadilla que pueda en tan poco tiempo extinguirse todos los esfuerzos realizados por el país en la conquista de su libre iniciativa nacional. Hasta 1939 nos movimos en un ámbito estrictamente ceñido por monopolios emparentados entre sí. Monopolio era el transporte ferroviario ejercido por el Consorcio Británico de Ferrocarriles, que estructuró el país a su antojo. Cuando el desarrollo del transporte automotor hirió sus intereses, hizo votar dos leyes inicuas: la de Coordinación Nacional y la de Coordinación Urbana. Comenzaba la aplicación destructiva de ambas, cuando estalló la guerra. El comercio exterior de los productos agrarios lo ejercía Bunge y Born y sus acólitos en forma arbitraria y absoluta. Para justificar los precios inferiores a que se cotizaban nuestros productos, se afirmaba impúdicamente las cosas más inverosímiles. Se decía, por ejemplo, que nuestro trigo no era panificable y era de calidad inferior al de Canadá y Norteamérica. Mientras tanto nuestros agricultores llegaron a cubrirse con bolsas viejas de arpillera, tal era la pobreza en que desenvolvían sus actividades. La Nación declaraba editorialmente que la mecanización iba a entorpecer nuestras tradicionales relaciones, porque encarecería la producción agraria. La producción pecuaria estaba absolutamente dominada por los frigoríficos, en primer término. Por el Board of Trade, en definitiva. Cuando alguien intentó analizar las ganancias de los frigoríficos en el Senado de la Nación, se lo mandó matar, sencillamente. El senador Bordabehere dio su vida para salvar al doctor de la Torre. Desesperado por el aislamiento, el doctor de la Torre se suicidó poco después. El síndico del frigorífico Anglo que anduvo entreverado en esos menjunjes

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fue armado Caballero de la Orden del Baño y es actualmente el rey de los ganaderos. La producción de energía eléctrica era otro monopolio, compartido entre la CADE, la italo y la Ansec. Las dos primeras gozaban el usufructo de la Capital. La última, el interior de la República. El monopolio de la CADE y la ITALO era tan estricto, que no permitían siquiera el uso de pequeños generadores particulares. En 1935 se perfeccionó el sistema con la implantación del Banco Central, to dos cuyos empleados jefes de los departamentos fundamentales eran extranjeros y fueron designados directamente por sir Otto Niemeyer. Los puestos públicos, los altos cargos administrativos y las cátedras de las universidades se distribuían entre los más notorios servidores, de las grandes empresas. ¿Qué industria podía desarrollarse en ese ambiente hostil? Ofreceré un solo ejemplo de las dificulta des casi insuperables que debían salvarse. El ingeniero Ballester Molina estudió en Europa. Se especializó en motores Diesel. Su especialización fue tanta que hasta introdujo mejoras que obtuvieron patentes internacionales. Al volver a su patria hizo un estudio del mercado y de las condiciones en que se desenvolvían los negocios en ese ramo y decidió establecer una fábrica, porque había un amplio margen de ganancia. Su padre -fortísimo importador- financió la operación enteramente, porque no podía contar con la más mínima ayuda del crédito bancario. La fábrica Hispano Argentino comenzó a producir motores y camiones a menor precio y de mejor calidad que los similares importados. Un día del año 1934 el embajador de Gran Bretaña visitó al Ministro de Hacienda. Poco tiempo después, por una simple resolución ministerial, se disminuían los derechos a los motores importados y se elevaban los del acero bruto que la Hispano Argentino debía traer del exterior. (Expediente 16622 C 1934 R. F. N° 106, Sep. 8 de 1934). El ingeniero Ballester Molina recorrió las redacciones inútilmente. (La única publicación que asumió su defensa fue Señales en una colaboración que escribí yo). HECHOS PÚBLICOS Y NOTORIOS Volvemos a caer al mismo estado de decrepitud. Es la obra de esta revolución que nació, sin embargo, animada por un impulso aún más nacionalista que el que en ese momento estaba protegiendo el desarrollo del país. Se acusó al gobierno depuesto de querer entregar a la explotación extranjera algunas desoladas regiones del sur y el patriotismo de los revolucionarios no podía permitir que ni una sola pulgada de territorio estuviese bajo el dominio de empresas de naciones extrañas. En ese momento los argentinos teníamos el dominio de la mayor parte de nuestro país, como nunca jamás en la historia lo habíamos tenido, pero los ardientes revolucionarios de 1955 querían más aún. Pero bien dice el Dante que "el infierno está empedrado de buenas intenciones". Poco tardaron los revolucionarios en ser rodeados por los viejos servidores de las empresas británicas. La libertad, la democracia y el totalitarismo salieron inesperadamente a relucir, como salen los conejos de la galera del prestidigitador. Ahora ya los hechos son públicos y notorios. El mundo entero sabe qué ocurre en la Argentina. Véase, por ejemplo, cómo se expresa en España Jesús Suevos, Uno de los comentaristas más apreciados de la península. Escribe Suevos: "La conjuración anti peronista y sus repercusiones publicitarias en Europa, ha sido uno de los fenómenos reaccionarios más aleccionadores de cuantos han ocurrido en el mundo en los últimos años. Con el sabido pretexto de "defender la libertad escarnecida", luchar contra "la corrupción y el despotismo" y los demás habituales tópicos -que ya sirvieron al aristocrático y millonario Bruto para asesinar al popular y democrático César- se confabularon en alegre contubernio la masonería, el marxismo, la plutocracia

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materialista y el snobismo oligárquico, la democracia cristiana y el profesionalismo politiquero, es decir toda la podredumbre y resultante de la descomposición del liberalismo clásico. Perón podrá haber sido el más torpe o disparatado de los políticos, pero aun así, sería difícil no preferirlo a quienes lo combatieron. Porque estos son, sencilla mente, un pasado caduco y detestable, un concepto del mundo y de la vida que es la caricatura, por no decir la burla, del viejo mundo cristiano" (Arriba, 1o de septiembre de 1957). La "penetración en el campo económico" que como motivo de alarma citó el presidente Eisenhower es un punto en que los norteamericanos no pueden enseñarnos nada. En esta materia, y con relación a nosotros, ellos son un país tan subdesarrollado como lo somos nosotros con referencia a las heladeras, las licuadoras y los coches de último modelo cuya posesión fue la quimera que más decididamente estimuló a los revolucionarios argentinos de 1955 y a la pérdida de su posición rectora a los mismos norteamericanos.

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10.1.7 CON EL ENDEUDAMIENTO PROGRESIVO DE LAS EMPRESAS DEL ESTADO, PREPARAN SU ENTREGA AL CAPITAL EXTRANJERO

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 163 – 31 de diciembre de 1957

Señor Director: Cuando los ojos del lector se posen en las letras de esta nota, el año 1957 ya pertenecerá al pasado. Me hubiera gustado escribir una crónica optimista y augural, porque se afirma que en 1958 finiquitará -¡al fin!- este gobierno de auto determinación que se ha apropiado del manejo de los asuntos públicos con el mismo derecho con que un comisario de campaña podría disponer de los fondos de las sucursales bancarias establecidas en su zona, basado en la tenencia exclusiva de las armas que se le acordaron para mantener el orden. No creo, siquiera, que el supuestamente sublevado comisario de campaña pudiera causar tanto daño permanente en su zona como el producido a la República Argentina por el gobierno provisional, porque los hechos que ocurrieron en 1957 no se desvanecerán con él. Son las semillas de los hechos que ocurrirán en 1958 y en los años subsiguientes. No puedo escribir una nota optimista, porque para hacerlo debería contrariar las normas de implacable sinceridad que me he impuesto y he cumplido en el transcurso de mi vida poligráfica. He escrito siempre lo que sentía y pensaba, o no escribí nada. Esa es, por otra parte, la única virtud de mis escritos. Todo lo demás, sin darse cuenta, quizás, lo agrega el lector al leer. El lector es siempre más inteligente que el autor. Yo también soy más inteligente que el autor, cuando no soy autor sino lector. En cualquier escrito, el pensamiento del autor está allí, fijo, inmodificable, inamovible, petrificado, ya sin posibilidades de nuevas perspectivas, de nuevos argumentos, de nuevas palabras: está allí concluso, inmóvil, como el cadáver de un pensamiento vivo. En cambio, el pensamiento del lector, que se originó en el pensamiento del autor y se nutre de él, puede desarrollarse, ampliarse. Está lleno de posibilidades y puede ser imaginariamente escrito con palabras más precisas y enriquecido con nuevos puntos de vista, que no se escribirán nunca, posiblemente. Quizás el autor tuvo también, esa riqueza de posibilidades ante él y su pensamiento escrito es simplemente el resto de un verdadero pensamiento, muy semejante al resto de una división: el resto de un pensamiento más grande, dividido por la ansiedad de sobrevivir en ese fragmento de su verdad escrita. BONOS PARA YPF Me he extendido en esta digresión, porque algunos amigos -conocidos y desconocidos-me hicieron llegar, verbalmente y por escrito, palabras de disconformidad y aún de censura sobre el juicio que con carácter de prevención emití al referirme a la emisión de Bonos de Y.P.F. Creen que cometí un error de apreciación al juzgar impulsado por un cerrado espíritu de oposición a toda costa. Y los que están equivocados son ellos. No me apasionan las parcialidades, ni a favor ni en contra, salvo cuando ellas coinciden o contrarían las conveniencias nacionales. La dinámica de este país es en este momento demasiado sencilla para que uno pueda equivocarse. Nadie ignora ya quién manda efectivamente y no es posible acordarnos el derecho a ser tan candorosos como para suponer que una rama del gobierno tenga una orientación discrepante con la política general de esta revolución que a lo único a que ha liberado hasta ahora es a la voluntad esclavizadora de Gran Bretaña.

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Tres preguntas consecutivas de un chico suelen bastar para situarnos en el seno de los más intrincados e irresolubles problemas metafísicos. ¿Por qué brota una planta donde se siembra una semilla? ¿Por qué comienzan a multiplicarse las células si se las humedece? ¿Por qué no ocurre lo mismo si se entierra una piedra? ¿Qué es la vida? Y allí ya sonamos todos. Voy a emplear el mismo sistema indagatorio en el problema de Y.P.F. atraído por el encanto de su simplicidad, aunque es una técnica que tiene peligrosos antecedentes. Sócrates la utilizó por primera vez en el mundo occidental y por hacer demasiadas preguntas lo envenenaron con cicuta. ¿Puedo permitirme la ingenuidad de creer que este gobierno está muy preocupado por la grandeza de Y.P.F., a pesar de haberle negado hasta las divisas indispensables para su desenvolvimiento normal? ¿No ha negado el Banco Central a Y.P.F. el otorgamiento de cambio al tipo oficial con el argumento de que Y.P.F. es una empresa petrolera igual a cualquier otra compañía extranjera? ¿Manifestó el gobierno alguna disconformidad con ese inusitado criterio que equiparaba a una repartición oficial con una empresa extranjera? ¿Son o no son el Banco Central e Y.P.F dos reparticiones del gobierno argentino? ¿La despreocupación y el silencio que el gobierno mantuvo en esa emergencia no es una causa suficiente para mantener alerta nuestra desconfianza? ¿No sabemos todos que más del 60% del precio de los combustibles que percibe Y.P.F le es sustraído para otros fines? ¿Por qué no se resolvieron los problemas financieros de Y.P.F. por el camino directo y lógico de aumentar la alícuota que se le acuerda en el precio de venta de la nafta? ¿Por qué no se resolvieron los problemas de Y.P.F. con parte de los ingentes caudales formados con el nombre de "Fondo de Restablecimiento Económico", cuya recaudación debe superar en la actualidad los 10.000 millones de pesos, reunidos a costa de la agricultura y de la industria? ¿Acaso el aumento de la producción petrolera no es un factor esencial para el "restablecimiento económico"? ¿Por qué se dilapidaron la mayor parte de fondos en regalos graciosos a Bunge y Born y los frigoríficos, y no en el apoyo de Y. P.F.? ¿No engatusó a buena parte del pueblo argentino el doctor Prebisch sugiriendo que el oro del Banco Central debía emplearse para financiar el auto abastecimiento de petróleo por Y.P.F.? ¿Por qué se permitió que gran parte de ese oro fuese despilfarrado en la adquisición de papel de diario, que los periódicos derrochaban para beneficio propio publicando avisos inhabitualmente extensos, o en la importación de maderas que arruinaban nuestra industria forestal o en artículos de lujo, como los automóviles? ¿Por qué, por lo menos, no se dio a Y.P.F. el producido en moneda nacional de la venta de oro, que se derrochó inconsultamente para bajar la cotización del dólar y facilitar así la fuga de capitales? ¿Por qué no se habilitó a Y. P. F con parte del producido nominal de la revaluación del oro y de las divisas del Banco Central que ascendió a más de 20.000 millones de pesos, a cambio de cuya ayuda Y. P. F pudo firmar un bono de bajo interés bono que tendría por lo menos tanta garantía como el que firmó Adalbert? Y si era imposible desobedecer a la voluntad que quería endeudar directamente a YPF. ¿Por qué no se permitió que las cajas de previsión resolvieran todas sus necesidades financieras, operación que habrían podido afrontar sin disminuir sensiblemente sus aportes al gobierno? ¿Acaso ese era un procedimiento inflacionario? ¿No se ha comprendido aún que en este país lo que está verdaderamente inflado es la categoría de estos personajes que no tienen más autoridad que la deducida de su subordinación a las empresas extranjeras, predominantemente británicas? ¿No se ha visto aún que estos personajes están más inflados que las papas fritas? ¿Por qué la superintendencia prohibió suscribir bonos de Y.P.F. a las compañías de seguro, si son ellas, fuera de los bancos, las únicas que disponen de fondos líquidos? ¿Es posible creer que el objetivo ha sido educar al pequeño ahorro nacional y

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orientarlo hacia la financiación de las grandes empresas, cuando la liquidación del I.M.I.M -que tenía precisamente ese objetivo- está demostrando lo contrario? ¿Ignoran los dirigentes de Y.P.F. que la plaza está ahogada por falta de numerario y que "el 3% mensual es un interés habitual entre comerciantes e industriales", según lo ha testificado La Nación? ¿No es prudente calcular que -las sumas que suscribirá el público muy difícilmente superarán el primer centenar de millones -si alcanza- y que todo lo demás tendrá un origen perfectamente definido y un propósito común, que no puede ser otro que el de colocar a Y.P.F. dentro del ámbito de la hegemonía extranjera? ¿Ignoran los dirigentes de Y.P.F. las numerosas tentativas que en el transcurso de su historia han amenazado su independencia? ¿Saben que en las plazas europeas se dio en los comienzos de 1934 como negocio concluido la venta íntegra de Y.P.F. a la Royal Dutch Shell, negocio sobre el cual he publicado en esta revista la copia fotográfica del telegrama originado en Londres y publicado en Il Messaggero, de Roma? ¿Ese conato de adquisición, aunque fallido por la intervención defensiva de las instituciones armadas, no demuestra que Gran Bretaña tiene un interés de primer orden en el dominio de Y.P.F. y a su través del enorme potencial petrolífero del subsuelo argentino? ¿Ignoran en Y.P.F. que tras ese fracaso Gran Bretaña volvió a insistir por la vía más disimulada de la sociedad mixta y que su diplomacia presionó en ese sentido hasta merecer la aprobación tácita del entonces Ministro de Agricultura, sir Miguel Ángel Cárcano? ¿Han olvidado que esa operación fue precedida por la compra de todos los bienes de la Standard Oil, cuyo contrato puede leerse en La Prensa del 23 de enero de 1937? ¿No recuerdan que tres meses después, al inaugurar el nuevo edificio de Y.P.F. el 5 de abril de 1937, sir Miguel Ángel dijo: "Aspiramos a establecer una mayor vinculación con las empresas privadas, aplicando el régimen mixto que prevé la misma ley"? ¿Régimen mixto con quién sino con la Royal Dutch Shell, puesto que el contrato de compra de la Standard Oil estaba firmado a la espera de la ratificación del Congreso, que no se le prestó? ¿No saben los dirigentes de Y.P.F. que los ingleses son más tenaces e insistentes que una pulga y que no dejan de fastidiar hasta que los pueblos no se levantan furiosos de la cama? ¿Saben o no los dirigentes de Y.P.F. que las sociedades mixtas son la forma más fina, casi sutil, con que se reviste en el mundo contemporáneo la explotación de la riqueza de un pueblo por otro? ¿Por qué el decreto que autoriza la emisión de Bonos de Y.P.F. dice expresamente que ellos no estarán regidos por las determinaciones de la ley 8875, que legisla sobre la emisión de debentures u obligaciones? ¿Qué es lo que podía inducir a suponer que la ley 8875 -que autoriza a los prestamistas a intervenir en la conducción de las empresas que los emitan- podía ser de aplicación en estos bonos? ¿Hay un bono general con cláusulas que desconozca el país? ¿Qué dice en caso de haberlo? ¿Existe algún contrato previo de emisión o algo que pueda ser tomado como tal, de acuerdo con las prescripciones de la ley 8875? ¿No es de temer que algún futuro decreto pequeño, insignificante al parecer, deje sin efecto el artículo 8° del decreto autorizante, y entren en vigor, por lo tanto, las desconocidas especificaciones que pondrían en vigencia automática la ley 8875 y sus monstruosas autorizaciones que permiten al acreedor tomar posesión de los bienes del deudor sin intervención judicial y por una simple mora de 30 días en los servicios? ¿Han tenido presente los emisores de los bonos los análisis legales practicados en las cámaras en 1937 por los diputados Anastasi y Sammartino y el senador Alfredo Palacios que demostraban que la aparente adquisición del Ferrocarril Central Córdoba con títulos que se llamaban "Obligaciones Ferrocarriles del Estado", podía tener a corto plazo como consecuencia la pérdida de la propiedad de los Ferrocarriles del Estado, porque sometían a éstos a la inicua arbitrariedad de La ley 8875? ¿Han recordado los emisores

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que los efectos de un decreto se anulan con otro decreto, pero los contratos interpares no pueden ser anulados ni por una ley ni por la justicia? ¿No es, por otra parte, prueba de que los bonos no se destinan al pueblo argentino la cláusula de garantía de constancia adquisitiva del dinero que se invierta en ellos? Esa moneda de los Bonos de Y.P.F., que se valoriza en la medida en que se desvaloriza la moneda argentina, no es acaso el sustituto más disimulado del viejo peso oro en moneda contante y sonante, que permitió la sucesiva expoliación de los deudores argentinos en las sucesivas crisis perfectamente reguladas por los acreedores extranjeros que en el transcurso de nuestra historia económica fue disminuyendo sucesivamente el haber conjunto de los argentinos y sucesivamente incrementando el haber de los extranjeros, predominantemente británicos? ¿Esta moneda de los Bonos de Y.P.F. no corresponde casi exactamente al dólar? ¿No es acaso una operación financieramente reprobable la de recibir pesos argentinos e hipotecar a la repartición en una moneda equivalente al dólar? ¿Ignoran los dirigentes de Y.P.F. que pende sobre nuestro peso la amenaza de una desvalorización a menos de la mitad de su valor, desvalorización disimulada verbalmente bajo el nombre de unificación de los tipos de cambios, a favor de la cual están presionando públicamente los británicos? ¿Han calculado que esa desvalorización se traduce de inmediato en una duplicación de la deuda contraída? Podría continuar formulando objeciones, en forma de interrogaciones, pero, me pregunto a mi vez, ¿para qué? La política que se sigue con Y.P.F, es idéntica a la que se ha iniciado con nuestra industria, a la cual se le ha cegado la fuente que le proporcionaba los pesos moneda nacional que ella necesita. El nuevo Banco de Fomento les ofrecerá préstamos en moneda extranjera. Con los ferrocarriles ocurrirá lo mismo. LOS FERROCARRILES El Estatuto de los Ferrocarriles del Estado acuerda a esa repartición la facultad de emitir debentures. Esa atribución le fue concedida al directorio a pesar de la oposición de los representantes de la aviación y del ejército merced a la pugnacidad del representante del ministerio de transportes, ingeniero Manuel F. Castello. El vertiginoso endeudamiento de los Ferrocarriles del Estado a que está dedicado el ingeniero Dante Ardigó proporcionará a corto plazo una elegante ocasión de aplicar en esa materia la ley 8875. ¿Para qué, pues, insistir sobre Y.P.F, como si fuera un caso aislado? Podría agregar que el límite máximo ofrecido -20% libre de réditos- supera con creces el nivel de la usura, tanto más si se recuerda que se trata de inversiones subsidiariamente garantizadas por el Estado. El 20% libre de réditos equivale, según los tenedores, a un interés bruto de aproximadamente 25%, algo más del 2% mensual. ¿Cuánto tendrá que ofrecer la industria para colocar sus papeles? ¿El 40%? ¿El 50%? También podría evidenciar, detallando la operación posible, cómo los fondos principales no tendrán otro origen que bancario local. Una "sociedad de inversión" se constituye en cualquier momento. Detrás de ella se disimulan la Shell, Bunge y Born, el Frigorífico Anglo o la Standard Oil, la General Motors, la William Chemical, si los dejan o si llegan a tiempo, pero ¿para qué? En este gobierno no valen razones. Adalbert hablaba de la "simetría auspiciosa" de Europa Occidental en momentos en que se estaba enajenando la libertad argentina de comerciar con las naciones extranjeras y transformando en deuda en dólares un saldo comercial que contractualmente —de acuerdo a los convenios bilaterales que le habían-dado origen— podían saldarse cómodamente con mercaderías nacionales.

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UN SÍMBOLO 1957 ya pertenece al pasado. Los argentinos del futuro se avergonzarán de él casi tanto como de 1956. Se asombrarán de la extensión del daño que un pequeño grupo de audaces pudo infligir al destino nacional con el auspicio y aplauso de la prensa comercial cuya prédica insidiosa y cuyos silencios protectores fueron uno de los factores más eficaces de la re-colonización. Hay hechos que son tan sintomáticos como el ritmo cardíaco de un enfermo. Acaba de ocurrir uno de ellos. En 1946 se ofreció a la República una oportunidad de recuperar sus transportes ferroviarios. El 31 de diciembre del año siguiente cesaba la vigencia de la ley Mitre que eximía a los ferrocarriles del pago de todo impuesto, no las concesiones que, sin excepción, lo eran a perpetuidad. Yo inicié una campaña nacionalizadora y de prevención contra el peligro de la sociedad mixta que los británicos querían formar con los Ferrocarriles del Estado, campaña de conferencias, volantes y folletos que fue rigurosamente proscripta de todos los diarios argentinos. En esa ocasión de combativa soledad, trabé amistad con el doctor Rodolfo Aielo. Era un distinguido médico del Hospital Pirovano. No tenía necesidad de ningún orden. Se acercó a mí para ayudarme, impelido por esas fuerzas misteriosas que conducen a los hombres y a los pueblos hacia la grandeza o hacia la decadencia. También él sentía que estábamos viviendo horas decisivas para la Nación y quiso prestarme generosamente su colaboración. Fundó la "Comisión pro nacionalización de los ferrocarriles". Las filiales de la "Comisión" se extendieron por toda la República, formuló, imprimió y repartió profusamente tres declaraciones trascendentales. Me ayudó a distribuir los folletos. Se infiltró en los gremios para influir en la opinión de los núcleos directivos de los sindicatos. No aspiraba a obtener premio alguno. Trabajaba con el mismo generoso ardor con que el soldado pelea por su patria. El 19 de marzo de 1948 estuvimos en Retiro, junto con él y con el mayor Fernando Estrada -otro patriota generoso que luchó en el mismo sentido-. Estábamos entre la muchedumbre. Éramos tres gotas de agua en el mar de un millón de ciudadanos. Cuando el silbato de La Porteña anunció que volvía a ser argentina y se abría un mundo de inmensas posibilidades, como tres niños, esos tres hombres valientes y decididos se tomaron de la mano, sin mirarse. Tenían mutua vergüenza de mostrar sus ojos inundados de lágrimas. El doctor Aielo, cumplida su misión de argentino, no volvió a ocuparse de ferrocarriles. Ha muerto hace pocos días. Con voluntad evidentemente deliberada, los diarios no le dedicaron ni una pequeña noticia necrológica. Era un hombre que había cometido el crimen de servir a su patria contrariando la voluntad del dominador extranjero. En cambio, el ingeniero Dante Ardigó que luchó, ardorosamente también, en contra de la nacionalización y a favor de las empresas extranjeras, es el actual presidente de los ferrocarriles que todavía son argentinos. Este agudo y doloroso contraste es el mejor símbolo de lo que está ocurriendo en el país.

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10.1.8 EL MISTERIO DE LA CADE. AHORA UNA TRIQUIÑUELA PUEDE HACERLA ETERNA

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 164 – 7 de enero de 1958

COMENZÓ UNA NOCHE DE 1907 EN QUE SE VOTÓ UNA CONCESIÓN DE MEDIO SIGLO; OTRA NOCHE, EN 1936, APUNTÓ HASTA EL AÑO DOS MIL Señor Director: En el discurso que pronunció el general Aramburu en la comida de camaradería de las fuerzas armadas el 6 de julio de 1956 -hace un año y medio- anunció que se convocaría al pueblo en el último trimestre de 1957 para que eligiera las legítimas autoridades nacionales. El país entendió -porque así se deducía de sus palabras- que el poder sería transferido antes del 31 de diciembre de ese año. Los malpensados -que suelen ser los mejor informados- se manifestaron incrédulos y predijeron que las fechas serían postergadas: antes había que limpiar y consolidar la concesión de la CADE que vencía el 31 de diciembre de 1957. La CADE, que era y es uno de los puntales de la dominación extranjera, estaba herida en el ala. Su concesión, que se inició el 31 de diciembre de 1907, tenía una vigencia de 50 años. Terminaba por lo tanto el 31 de diciembre de 1957, fecha en que todos sus bienes debían pasar a ser propiedad del estado argentino. Esta transferencia de los bienes al estado argentino no era resultado de un cálculo demasiado escabroso ni se deducía de complicadas fórmulas de amortización financiera. Aquellos concejales de 1907 eran demasiado distinguidos y actuaron con tanto apuro como los concejales de 1936. Los concejales de 1907 aprobaron la concesión en una sola noche de trabajo. Para que los bienes de la compañía concesionaria pasaran a poder del Estado, autorizaron a la compañía a cargar las tarifas con una suma equivalente al 2% del capital que se le reconocía. Aquellos distinguidos y apurados concejales de 1907 hicieron un cálculo aritmético muy sencillo. Si la compañía percibe, se dijeron, el 2% de su capital por año, al cabo de 50 años habrá recibido la totalidad del capital invertido, porque dos por cincuenta son cien. Olvidaron esos concejales considerar que las sumas que los usuarios de la capital pagaban mensualmente, comenzaban de inmediato a ganar interés. De ese interés no se ocuparon. Supongamos nosotros que el dinero que la compañía percibía se invirtiera en los papeles de renta más seguros: en títulos de los empréstitos nacionales, que daban 6% de renta neta anual. Libre de impuesto a los réditos, que no existía entonces. La compañía cobraba esos fondos mensualmente de manera que sería lógico computar mensualmente la capitalización de los intereses, No la hostiguemos demasiado y supongamos que la capitalización de los intereses se efectúa trimestralmente. Cualquier estudiante de teneduría de libros informará que un fondo amortizante del 2%, con un interés del 6% anual, capitalizado trimestralmente, amortiza un capital en un poco más de 93 trimestres, o sea en 23 años y un trimestre. Es decir, que el capital que la empresa concesionaria invirtió en 1907 quedó completamente amortizado en el primer trimestre de 1931. O dicho de otra manera: el capital que la compañía gastó en construir la usina eléctrica y tender su red de distribución, en 1931 estaría íntegramente de nuevo en poder de la compañía, bajo la forma de títulos nacionales. Por eso en el activo del balance de la Sofina, propietaria de la CADE, correspondiente al año 1935, sus inmovilizaciones aparecen tasadas en un solo franco. En cambio, su cartera de títulos confiesa la posesión de fondos públicos por más de mil cien millones.

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En 1957 los fondos acumulados por ese 2% de amortización y el 6% de interés hubieran constituido un capital casi triple del que originariamente invirtió la compañía. La transferencia, pues, de los bienes al estado argentino eran el producto de una adquisición onerosa que los usuarios fueron abonando mensualmente agregado al verdadero costo de la electricidad tal cual se adquiere la propiedad de un lote pagándolo en mensualidades. Con la diferencia que la compañía concesionaria estaba dispuesta a no entregar el lote. Para no entregar el lote -es decir las usinas y las redes de distribución- la CADE., con 20 años de anticipación se hizo acordar una prórroga hasta casi el año 2000. Igual que en 1907, esa prórroga fue debatida y sancionada en el transcurso de una sola noche. El trámite público de esa prórroga no difirió ostensiblemente de las características que asumieron otras concesiones. En una sola sesión nocturna y sin alcanzar a leerse, siquiera, la totalidad de sus artículos se aprobó en el Senado de la Nación la ley 5315, que eximía de toda clase de impuestos y de derechos aduaneros a las empresas ferroviarias inglesas. Con la misma rapidez y en pleno ardor del verano se aprobaron las leyes de reordenamiento bancario, de creación del Banco Central y las leyes llamadas de coordinación de transportes, en cuya sanción los ferrocarriles invirtieron nueve millones de pesos. Los concejales de 1936 no habían hecho nada más que seguir la línea de las mejores tradiciones de la oligarquía argentina. Desgraciadamente para la CADE y para los concejales, la revolución de 1943 nombró presidente de la Comisión Investigadora, de Servicios Eléctricos al coronel Matías Rodríguez Conde, quien supo rodearse de asesores intachables como el ingeniero Juan Sábato y el doctor Juan Pablo Oliver. Esa comisión demostró, con los normales elementos de prueba, que la prórroga de la concesión tenía un origen delictuoso y con esos fundamentos proyectó un de reto de anulación de la personería jurídica de la empresa. El Informe que el coronel Rodríguez Conde redactó e hizo imprimir y los anexos con los documentos originales constituyen una prueba fehaciente de la técnica de corrupción con que obtienen sus concesiones las grandes empresas de servicios públicos y muestra hasta qué punto es deletérea su acción subrepticia. La parte más sustanciosa del Informe ha sido resumida por el doctor Jorge del Río y puede leerse con provecho en su libro de reciente aparición: La política argentina y los monopolios eléctricos. La CADE se defendió como gato panza arriba. Movió cielo y tierra. Representantes de la miseria humana se manifestaron condolidos y preocupados por el destino de esta empresa corruptora. La CADE se hizo justicialista. Comprendió súbitamente la gravedad del problema social argentino. Se dice que ayudó a la elección presidencial de 1946. Se dicen muchas cosas... pero lo indudable es que el Informe del coronel Rodríguez Conde no se dio a publicidad. Esta protección, que le dolió siempre al pueblo argentino, hubiera debido ser causa suficiente para que esta revolución, que se presentaba como arrolladoramente anti-peronista en todos los órdenes, pusiese en vigencia de inmediato los decretos siempre actuales que redactó el coronel Rodríguez Conde, y diese a publicidad el Informe y sus anexos. Pero el sacrosanto furor de los gorilas se detuvo mansamente en el umbral del edificio Volta. Esta revolución que desmanteló fábricas, desorganizó industrias, mancilló reputaciones por el solo delito de haber tenido algún contacto, o alguna relación de apariencia amistosa con el sangriento tirano depuesto, se inclinó respetuosamente ante la gran productora de electricidad de la Capital Federal. ¡Oh manes de los concejales de 1907! ¡Oh sucesores de los concejales de 1936! ¡Cuánto se tarda y qué difícil es deshacer lo que vosotros hicisteis en una sola noche! Pero de todas maneras, el problema subsistía, porque el Informe del coronel

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Rodríguez Conde demuestra el deleznable fundamento inmoral de la prórroga de 1936 y porque circulan en la República numerosos ejemplares impresos de ese Informe en cualquier momento pueden ser reproducidos, como lo serán. Para defenderse la C.A.D.E. debía proyectar alguna argucia nueva y la proyectó: es una sociedad mixta. La intervención del Estado en los servicios públicos es totalitaria si se realiza con un sentido de bien público, pero es democrática si conviene a los consorcios extranjeros. Una sociedad mixta disimularía la artimaña de una nueva concesión perfecta en sus formas. El Estado podría intervenir con el aporte de los fondos que facilitó para financiar las mejoras que introdujo en sus usinas. De esta manera la CADE obtendría dos ventajas simultáneas: perfeccionar la base jurídica de su concesión, eliminando el sucio antecedente de 1936 y librarse de la obligación de reintegrar los préstamos. Todo ese andamiaje está previsto y resuelto en el Plan Prebisch, cuyo capítulo V, referente a la Energía, dice:"...la CADE adeuda al Estado alrededor de 530 millones, aparte de otras sumas importantes que están en discusión, a lo cual habrá eventualmente que agregar la financiación de cuantiosas inversiones adicionales en ampliación que se proyecta, por un valor aproximado de 3.000 a 3.500 millones de pesos. Todo ello podría transformarse en acciones que el Estado ofrecería en suscripción a ser cubierta en plazos, a los industriales, al público y a las organizaciones obreras, a fin de que entre todos ellos constituyan la mayoría capital accionario." Del párrafo transcripto —sin necesidad de ser demasiado agudo en el análisis- se deduce: 1° Que desde 1955 era propósito de la CADE perfeccionar su concesión, defendiendo su propiedad en el cuerpo de una sociedad mixta. 2° Que se reconoce que las mejoras introducidas por la CADE —más de mil millones- fueron financiadas por el pueblo argentino. 3° Que se espera que las nuevas usinas sean asimismo financiadas con dinero de origen local. 4o Que excede el margen de tolerancia el suponer que los industriales, el público y las organizaciones obreras puedan suscribir acciones por valor de 3.500 millones de pesos en momentos en que la industria paga 3% mensual y las organizaciones obreras han sido totalmente descapitalizadas por la habilidad de los interventores .Y el lector no puede menos que preguntarse: ¿Y qué aportará la CADE? Es evidente que la CADE no aportará nada más que su concesión. Pero como la concesión de la CADE terminó el 31 de diciembre de 1957 ¿qué pone la CADE? No es posible hacer una sociedad mixta con quien no pone nada, luego la CADE pone algo. ¿Qué es ese algo? No puede ser otra cosa sino una novación del contrato de concesión, una novación que no presente los flancos débiles de la prórroga de 1936, es decir, una nueva concesión. Q.E.L.Q.Q.D., como escriben los matemáticos. Ahora bien, no es una operación fácil ésta de otorgar una nueva concesión a la CADE. El escandaloso trámite de la prórroga de 1936 ha trascendido al público. Los miembros de las instituciones armadas se niegan a servir de monigotes. Los gorilas gruñen. Los revolucionarios de buena fe de 1955 protestan. ¿Cómo es posible tratar con esa consideración a una empresa tan abiertamente peronista y cuyos antecedentes de inmoralidad son conocidos? Es esta pregunta recelosa y malhumorada, es este estado de ánimo de lógica invención y desconfianza, el que obliga a los dirigentes de la CADE a proyectar una de sus más audaces maniobras. Y es así como un día cualquiera, sin ningún preámbulo, sin ningún antecedente, sin que nerviosidad alguna lo hiciese presumir ni en los Bancos, ni en la Bolsa, ni en los ambientes financieros más sensibles, con la indiferencia de quien realiza un acto habitual e intrascendente, el gobierno de facto -negligentemente, como quien se toma un vaso de agua- anuncia que ha derogado las ordenanzas municipales 8028 y 8029 que prorrogaron la concesión de la CADE y de la ÍTALO. La CADE, en consecuencia, se nacionalizará automáticamente el 31 de diciembre de 1957. ¡Qué fácil había sido nacionalizar la

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CADE! La derogación no se fundó en el origen delictuoso de la prórroga, incontrovertiblemente demostrado por el Informe del coronel Rodríguez Conde. La derogación se funda en un argumento baladí, fácilmente rebatible. Se afirma que la prórroga de 1936 fue, en realidad, una nueva concesión, que el Concejo Deliberante tenía autoridad suficiente para conceder. Pero esa nueva concesión, según el decreto derogatorio, adolecería de la formalidad de una licitación previa. A todas luces es un argumento tonto, que ha sido puesto para que sea fácilmente rebatible por los abogados de la CADE ¿No saben los autores de ese decreto que no hay ninguna concesión de servicio público que haya sido precedida por una licitación pública? ¿Se hizo alguna licitación previa a la concesión de algún ferrocarril? ¿Se hizo licitación para otorgar la concesión de 1907 o la que se acordó en 1912 a la ÍTALO, bajo la intendencia de Joaquín de Anchorena que la presidiría años más tarde? ¿Se hizo licitación para el subterráneo del Anglo Argentino? ¿O para el subterráneo de la CHADOPYF? ¡Qué ingenio malgastaron los doctores Soler y Botet para no referirse al origen delictuoso de la prórroga y ofrecer un montoncito de palabras que tuviese la apariencia de argumento! Ningún juez necesitará retorcer su conciencia para declarar que la derogación fundada en esas razones es absolutamente contraria a derecho. Le bastará repetir lo que aquí afirmo: que no hay concesión de servicio público que en la Argentina haya sido precedida de una licitación. Y sí la justicia anula el decreto derogatorio ¿qué hará este gobierno tan respetuoso del derecho ajeno? ¿Qué podrá hacer sino tratar de llegar a una transacción, a una sociedad mixta, por ejemplo? ¿Qué inconveniente habrá en constituir una sociedad mixta con una empresa honorable como la CADE? ¿Acaso esa sociedad mixta con la CADE no estaba prevista en el "Plan de Restablecimiento Económico"? ¿No es, acaso, el "Plan de Restablecimiento Económico" el "Plan de Gobierno", aprobado por el decreto del 26 de abril de 1956? Y entonces, ¿qué tanto embromar? En el ínterin (como dicen los que gustan de las palabras terminadas en in), la CADE prosigue maniobrando. Dilata la toma de posesión de las concesiones caducas del gran Buenos Aires y ha obtenido la conexión con la superusina de San Nicolás, con que soñaba. Mientras tanto, los periódicos comerciales prosiguen tocando el bombo a todo vapor. No dejan pasar un día sin criticar el estatismo, la intervención estadual y la pésima administración que caracteriza a las reparticiones del Estado. Simultáneamente con esta desembozada campaña, realizada a base de mentiras y de datos falsos, se despliega otra más fina, destina-da a insinuar que la nacionalización de los servicios públicos es una tendencia de los execrables países que yacen bajo el yugo del totalitarismo comunista. Naturalmente, nadie recuerda que los servicios públicos son estaduales en Italia, Alemania, Gran Bretaña, Francia y España. En cambio La Nación (30-XII-57) con título a tres columnas, en el centro de la primera página, dice que en la reunión afroasiática los representantes rusos abogaron por la nacionalización de los servicios públicos. Es traslúcida la intención de sugerir al lector que toda tendencia defensiva en ese sentido, debe ser aborrecida por su origen marxista y totalitario. Para rebatir esa tontería que puede alcanzar alguna repercusión en la ingenuidad de algunos, voy a transcribir algunos párrafos del informe que el doctor Agustín de la Riega leyó en 1941, en el Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales. Decía el doctor de la Riega: "No se trata de aplicar un criterio materialista. Pero el elemento ecuménico no es negado ni por las doctrinas espiritualistas, como el cristianismo, tan opuesto, por otra parte, al idealismo hegeliano como al materialismo marxista. Dijo alguna vez nuestro Lugones, haciendo una síntesis, que el cuerpo es la base en que se asienta naturalmente el espíritu. Nuestro realismo nos debe impedir desconocer esto. La base económica no determina pero condiciona la libertad en lo individual y en lo social. Lo ha dicho Santo

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Tomás que desconoció a Marx y lo comprende nuestra inteligencia: la libertad política sin la libertad económica es una ficción peligrosa. Por otra parte, hemos estudiado en las investigaciones realizadas -y nos lo dice desde una esfera distinta y más alta Pío XI en su Encíclica Quadragésimo Anno- que hay ciertas categorías de bienes que deben reservarse a la colectividad cuando llegan a conferir una potencia económica tal que no pueden, sin peligro para el bien público, ser dejada en manos de personas privadas... La potencialidad actual de la industria eléctrica es hoy muy grande, pero extranjera. Es bueno recordar que la primera fábrica de electricidad fue fundada por un argentino: Don Rufino Varela. Conviene mencionar este hecho porque prevalece en el común de las gentes el criterio de que los hijos del país no somos capaces de iniciativas industriales. Como en ferrocarriles, como en frigoríficos, han sido argentinas las primeras empresas... Hace 30 años se necesitaban 2.000 gramos de carbón para producir una unidad eléctrica. Hoy se necesitan 400 gramos. . . el ingeniero Wauters llega a la conclusión de que el costo del kilovatio es inferior a cuatro centavos moneda nacional, o sea que la recaudación anual excede en 300 millones a la que debería recaudarse si el precio se ajustase al costo decreciente... se ha calculado que las sumas indebidamente retenidas por las compañías de la Capital Federal ascenderán al finalizar el contrato de concesión a 7.800 millones de pesos, datos éstos que pueden confrontarse en el trabajo del curso de investigación que dirigió el doctor Díaz Arana y efectuó el alumno, señor Sahores. (Publicación del Seminario, bajo la dirección del doctor Enrique Torino, Buenos Aires, 1942). Todo lo que ocurre en nuestro país en materia de energía es tan extraño y sorprendente como lo que ocurre en el interior de un átomo sometido a la influencia eléctrica de un poderoso ciclotrón. Los electrones salen de sus órbitas, los núcleos se fragmentan, los neutrones hacen estallar otros núcleos y así sucesivamente en una especie de enloquecimiento intraatómico. Aquí también la electricidad nos conmociona. La derogación de la prórroga de la CADE fue sometida a la Justicia. El pleito que sostenía la Compañía Primitiva de Gas, un pleito perdido que no se movía por falta de acción de la misma compañía, fue sacado de la órbita judicial y "transado" con el regalo de dos millones de libras, 200 millones, al tipo de cambio libre. Parece el juego de la perinola: saca uno, pone otro. Ya verán lo que ocurre cuando la perinola diga: saque todo.

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10.1.9 COMO UN HOMBRE DEVORADO POR LA FIEBRE, TAMBIÉN EL PAÍS NECESITA EXTIRPAR SUS BACILOS Y RESTABLECER LA ARMONÍA DE LOS ÓRGANOS

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N ° 167 – 28 de enero de 1958

Señor Director: Pido disculpas al lector por mi enfermedad. La enfermedad es una especie de inmoralidad, una pérdida del equilibrio orgánico, un desacuerdo entre las diversas funciones de los órganos. Yo le hablaba de estas cosas a mi médico y él sonreía tolerantemente. Estaba expresando convicciones profundas y él creía que mis palabras eran el producto de la fiebre. Cuando decía, en cambio, cosas comunes, él creía que mi temperatura había vuelto a su índice normal. Lo cual significa que mi médico aprecia mis cualidades intelectuales en menos de lo que las aprecio yo mismo. En realidad, yo no hacía sino aplicar a mi propio caso las doctrinas de Metchnicoff. Reconocía que mi organismo había sido invadido por seres extraños a su normalidad y que la fiebre no era nada más que la manifestación externa de la lucha que sobrellevaba mi organismo para librarse de los intrusos. Pero ¿cómo habían llegado a invadirme? He allí la cuestión. Aquí no se trataba de una traición de mi dentista que hubiera provisto de espoletas a los microbios. No. Los sucesos importantes que habían permitido la invasión de mi organismo, no tuvieron un carácter cruento. Fue una cosa que comenzó de a poco. Fue un proceso dialéctico. Es relativamente fácil convencerlo a mi corazón de que es un órgano maltratado, que trabaja sin descanso bombeando sangre que en su inmensa mayoría aprovechan otros órganos, y de la que él mismo utiliza apenas la pequeña cantidad que fluye a través de las coronarias. Sí; es fácil convencerlo a mi corazón de que no goza de libertad ni de suficientes derechos democráticos, en relación con el trabajo que efectúa. ¿Y se requerirá, acaso, mucho esfuerzo demostrar a mis riñones que realizan una tarea excesiva al filtrar y depurar torrentes de sangre que otros órganos ensucian constante y desconsideradamente? ¿Es equitativa y justa esa labor tenaz? ¿Necesitará mucho ingenio persuadir al zonzo del hígado del injusto recargo a que está sometido? Sí; es relativamente fácil hacer una revolución en mi organismo, una revolución democrática y libertadora contra la tiranía que sobre todos los órganos ejerce ese grandote indolente que se llama cerebro, que no elabora nada útil para los otros órganos, y que está muellemente instalado en el sitial más alto y preferente de mi cuerpo, resguardado de toda amenaza exterior por la solidez de la bóveda craneana, Mi médico me aseguraba que, de acuerdo con los análisis y la auscultación, ninguno de mis órganos estaba lesionado ni afectado por lesión anatómica ni perturbado en sus funciones fisiológicas. "Si, ya sé —respondía yo—. Estoy enfermo de no tener nada, pero no soy el enfermo imaginario de Moliere. Es mi intercorrelación orgánica la que ha sido alterada y subvertida. He perdido mi disciplina interna. Se ha desquiciado la jerarquía orgánica. Estoy enfermo de anarquía funcional. Es la obra de los agentes extranjeros que usted llama bacilos. Se ha quebrado mi armonía interna sin la cual no soy nada más que un poco de carbono, un silbido de hidrógeno y oxígeno y un puñadito de cenizas. La indisciplina orgánica me carcome. Mi estómago se niega a digerir los alimentos útiles a otros órganos y terminará digiriéndose a sí mismo. Mis músculos se han sublevado y no quieren servir para defenderme de los extraños. Enflaquecen a ojos vista. Parecería que los músculos quieren competir con el cerebro y dedicarse a pensar. ¡Qué absurdo! El industrioso hígado no elabora bilis. Los intestinos

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se paralizan por falta de materia prima. Doctor: estoy anarquizado por los bacilos extranjeros. Tengo la misma enfermedad que la República Argentina. "Lo que usted tiene es fiebre", me respondía el médico con su calma imperturbable, al tiempo que blandía su termómetro como si fuese la espada de la justicia, inapelable y ciega. EL PAÍS TIENE FIEBRE Es fácil afirmar que uno tiene fiebre en un sentido matemático, continuaba yo. La columnita de mercurio del termómetro lo denuncia en forma que en apariencia es irrefutable. Pero hay otros indicios de la fiebre y esos son los que me preocupan. A medida que la fiebre aumenta, las relaciones del mundo cambian. Los que me rodean saben que yo tengo fiebre sin necesidad de termómetro, porque me escuchan decir cosas que para ellos son disparates. Pero si ellos también tuvieran fiebre, mis disparates ya no serían disparates para ellos y entonces yo no tendría fiebre, cualquiera fuese el número de grados que mar-cara su termómetro, doctor. Usted me dice a mí que yo tengo fiebre. Y yo le aseguro a usted que el que tiene fiebre es el país entero. ¿Se ha detenido alguna vez a pensar que el país es un conjunto vital cuyos diversos órganos y. funciones deben correlacionarse y armonizar entre sí? No; mi idea no es un producto de la fiebre. Lo escribí hace muchos años, en 1931. Escuche: "Si por ingenuidad de fantasía le es enfadoso concebirlo, ayúdeme y suponga que el espíritu de la tierra argentina es un hombre gigantesco. Por su tamaño desmesurado es in invisible para nosotros, como lo somos nosotros para los microbios. Es un arquetipo enorme que se nutrió y creció con el aporte inmigratorio, devorando y asimilando millones de españoles, de italianos, de ingleses y de franceses, sin dejar de ser nunca idéntico a sí misino, así como usted no cambia por mucho que ingiera trozos de cerdo, costillas de ternera o pechugas de pollo. Ese hombre gigante sabe adonde va y qué quiere. El destino se empequeñece ante su grandeza. Ninguno de nosotros lo sabemos, aunque formamos parte de él, Somos células infinitamente pequeñas de su cuerpo: del riñon, del estómago, del cerebro todas indispensables. Solamente la muchedumbre innúmera se le parece un poco. Cada vez más, cuanto más son. La conciencia de ese hombre gigantesco es inaccesible para nuestra inteligencia. No nos une a él más cuerda vital que el sentimiento. Cuando discrepemos con sus terminaciones, quizá en el corazón tengamos una avenencia. Yo le aseguro que ese hombre gigantesco tiene fiebre. Tiene la misma fiebre que tengo yo. Sus organismos han sido anarquizados e invadidos por los bacilos extranjeros, como dice usted que está el mío. Esos revulsivos que quiere hacerme ingerir, déselos al país y yo me voy a curar junto con todos". LA INDISCIPLINA DE LOS ÓRGANOS Mi médico meneaba la cabeza con tolerancia incrédula. Yo proseguía mi perorata. "Usted no me cree, doctor, porque practica una medicina positiva. Pero no puedo tomarle la temperatura al país. Necesitaría un termómetro de más de cien kilómetros de largo. ¿Sería capaz de manejar un instrumento tan desmesurado? Evidentemente, no. Usted es un médico hecho a la medida de los hombres no a la medida de las naciones. Los médicos de las naciones se llaman estadistas. Pero observe los síntomas y verá afluir las anormalidades en todos los órdenes, la correlación de los diversos órganos trastrocada, los límites y disciplinas traspuestas y dislocadas. Vea este recorte. Es de La Prensa del 26 de octubre de 1957. Contiene el discurso pronunciado por el jefe del regimiento número 1 de marina para festejar el segundo aniversario de la creación de ese cuerpo. Dijo el jefe de ese cuerpo que "el ideal democrático de ésta, mi

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fuerza, no acepta ni aceptará jamás dictadores, provengan de donde sean, ya que tiene un norte que guía sus actos: la libertad". Las ideas pueden merecer plena aprobación, pero la emisión de esos conceptos ajenos a la función específica del mando militar constituyen un acto de insubordinación. El jefe de un regimiento no está al servicio de ningún concepto abstracto ni de ningún ideal político; está para cumplir las órdenes de sus superiores, a las que debe obedecer sin titubear en virtud de los mismos principios por los cuales los subordinados le obedecen a él. Como ciudadano puede opinar lo que quiera. Pero como militar, no puede sino obedecer y mandar a la vez. Si cada jefe de regimiento diera en expresar sus ideas políticas particulares, muy pronto los treinta regimientos de la República estarían combatiendo entre ellos en el zafarrancho más espantoso que pueda imaginarse. ¿Este caos mental no es indicio de un estado anormal? Aunque pequeño ¿no es un síntoma de la fiebre que está corroyendo Las entrañas de la Nación? Si la indisciplina se difunde en los órganos que deben caracterizarse y se justifican por la disciplina estricta de sus jerarquías, calcule, doctor, a qué grado de anarquía habrán llegado los órganos que son constitucionalmente indisciplinados. Usted afirma, mi querido doctor, que yo deliro a ratos y mi delirio es una consecuencia de la fiebre. Y afirma eso porque yo establezco relaciones entre cosas en las cuales usted no había pensado antes y cree que me contradigo y que esa contradicción es efecto de la fiebre. ¿Pero no ocurre lo mismo con el país? DOS HOMBRES PROVIDENCIALES Esta revolución se hizo para librar al país de un hombre que se creía providencial. Eso fue lo que se afirmó y se afirma en todos los tonos. ¿Y cuál fue el resultado de la eliminación del hombre providencial? Que los hombres providenciales se multiplicaron. Los dos hombres providenciales más notorios son el doctor Raúl Prebisch y el contraalmirante Rojas. El doctor Prebisch remodeló la economía del país a su antojo; un antojo que desgraciadamente es idéntico a los viejos antojos ingleses. El contraalmirante Rojas se reserva para el final. El dará el exequátur político definitivo. Dirá si la elección del pueblo -del pueblo soberano al que militarmente debe obediencia incondicional- es acertada y aceptable o no. "En nombre de la democracia no se puede permitir su suicidio o la imposibilidad de llegar a ella", ha declarado el contraalmirante Rojas (La Razón. 19 de enero de 1958). La democracia tiene tantas formas como el agua, que sólo tiene la forma del recipiente que la contiene, porque la democracia no significa nada más que el reconocimiento de que la soberanía reside en el pueblo, fuente de toda autoridad legítima. Las formas son casi infinitas. Para evitar las dictaduras, los atenienses llegaron a elegir un mandatario nuevo cada ocho días, con lo cual crearon las condiciones necesarias y suficientes para que se engendrara el dictador. ¿Y si el pueblo adopta una decisión que el contraalmirante Rojas no estima democrática? ¿Qué hará este nuevo hombre providencial? ¿La desconocerá? ¿Se sublevará por duplicado? Juan Domingo nunca se atrevió a tanto. Era menos providencial. ¿No son estos síntomas alarmantes de anormalidad? ¿No le prueban, doctor, que el país está con fiebre? Ya es fastidioso soportar un hombre providencial, pero dos resultan insoportables. El contraalmirante Rojas expresó su esperanza de que el país no permitirá "que se vuelva a antes del 16 de setiembre de 1955, aunque sea en la más mínima expresión política de aquella fecha". Y si el país decide volver, ¿qué hará el contraalmirante Rojas? El país tiene que reconstruir todo lo que se destruyó a partir del 16 de setiembre de 1955, en cumplimiento del Plan Prebisch. No interesan los hombres ni los nombres, pero sí las estructuras y los conceptos que atañen a la existencia de una nación independiente. La palabra libertad ha sido más manoseada

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que pañuelo de hombre resfriado, pero lo que se ha hecho en estos dos años es restablecerlas antiguas tiranías que sojuzgaban a los ciudadanos: la tiranía de Bunge y Born sobre los agricultores. La tiranía de los frigoríficos sobre los ganaderos. La tiranía de los Bancos sobre el comercio. A la industria se le cortaron las vías por donde respiraba y se le dio, en el Banco de la Nación, una cuerda para que se ahorcara. Este trastrueque de palabras que se emplean para designar lo contrario de lo que académicamente significan, ¿no denota claramente que el país está con fiebre, que tiene sus órganos anarquizados y que está en peligro de desfallecer? LA LÓGICA DEL TERMÓMETRO Mi médico me escuchaba con esa obsequiosa aquiescencia característica de un profesional que observa a su paciente. Estaba un poco dolido por mis palabras. Fue un activo revolucionario en 1955. Pertenece a esa clase media ilustrada que fue tan inútil como desconsideradamente herida en los últimos años del gobierno de Juan Domingo. Es un hombre bueno y sencillo que no se percata de lo que ocurre fuera de su ámbito profesional. En ese orden lo han respetado y él respeta a su vez. Yo aprovechaba mi impunidad de enfermo para hablar de temas de los cuales nunca le había hablado. "Vea, doctor, continuaba yo, el termómetro no es un instrumento infalible sino en el estricto límite de los números. Cuando usted no está, yo uso este pequeño termómetro personal. Varias veces lo he colocado en la axila. Creía comprobar que tenía fiebre. Para descansar, cerraba los ojos y me abandonaba al entresueño febril. Y veía extenderse ante mí un país grande, fuerte, próspero, donde todo el mundo tiene trabajo bien remunerado, porque todo está por hacerse y sobran los bienes para premiar el trabajo. Caminos, ferrocarriles, usinas de luz, diques, altos hornos, usinas siderúrgicas, máquinas, explotaciones de petróleo. Somos uno de los pocos países que pueden ser capitalistas; es decir, que tiene excedentes que pueden ser prestados a otros. Nosotros no necesitamos de otros nada esencial, nada que no podamos adquirir de inmediato con los alimentos que nos sobran. Si usted puede alimentar a diez albañiles durante diez meses, ellos le construirán una casa o el edificio de una fábrica. Ese es capital inmovilizado. Si usted quiere movilizarlo, la vende y tiene capital líquido en pesos o en dólares. Y nosotros tenemos carne -que es más valiosa que el oro- y tenemos trigo y maíz y cebada y lana y algodón excedentes. Y ese es capital. Y en esta república normal, el ejército y la marina y la aviación estaban dedicados a cuidarnos de la codicia extranjera. Ellos oteaban los peligros y amparaban la paz de nuestro trabajo y la alegría que brotaba de nuestros corazones. Y yo me decía a mí mismo: esto que pienso es lo normal, por lo tanto, mi temperatura debe haberse normalizado. Y me ponía el termómetro y comprobaba, asombrado, que tenía fiebre. Lo normal era la anormalidad, La falta de unidad lógica me desesperaba. Quería huir de mí mismo, de mis propios pensamientos. Me sentaba en la cama y abría el diario, Leí un gran aviso de los productores agropecuarios. Leía y no daba crédito a mis ojos. Era tan absurdo lo que leía que yo me convencía a mí mismo de que lo que leía no era lo que estaba impreso en el diario, sino un engendro imaginario de mi fiebre. Y de nuevo recurría al termómetro y comprobaba, azorado, que la fiebre había desaparecido. No era yo el que tenía fiebre en ese momento, eran los productores agropecuarios, era el país entero, por lo visto. Dicen que la desvalorización de la moneda los ha perjudicado, y eso es evidente. Por cada dólar que el extranjero pagaba por los productos argentinos, el IAPI les entregaba cinco pesos moneda nacional. Cuando el peso se desvalorizó, por cada dólar que el extranjero pagaba, debió habérsele entregado a los productores dieciocho pesos argentinos, es decir, 3, 6 veces más. El kilo vivo de novillo en estancia se

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pagaba, por ejemplo, a un promedio de $ 2,27. Como los precios exteriores no tenían por qué variar, al desvalorizarse la moneda, por ese mismo kilo vivo debió pagárseles $8,17. No se les pagó. Se beneficiaron con una mejoría de apenas un 10% que ascendió otro 10% poco después. La diferencia sirvió para bajar el precio de la carne en Londres. Como la importación sí se encareció, en la medida en que se había desvalorizado la moneda, es lógico que los productores agropecuarios se quejen. Lo curioso es que no se quejen de eso. Ni siquiera lo lamentan. Se quejan de la carestía de los implementos agrarios y piden que se libere la importación, es decir, piden que se destruya la industria nacional. Es un manifiesto que hubiera sido lógico que suscribieran los frigoríficos, Bunge y Born y los importadores. Pero no eran Bunge y Born ni los frigoríficos ni los importadores desplazados los que firmaban. Eran los criadores de cerdos, de Hereford y de Shorthorn. Esto no puede ser cierto, no; me decía. Han equivocado el texto o yo estoy con fiebre. Pero no tenía fiebre en ese momento. Los que tenían fiebre y veían las cosas al revés eran los productores agropecuarios. Veían las cosas del país como si hubieran sido británicos. Y eran argentinos, por lo menos nominalmente. ¿Habrán sido copadas todas esas asociaciones por individuos encadenados a la voluntad británica? Es la única explicación lógica. Pero, ¿acaso hay una lógica en todo lo que está ocurriendo en el país? Cuando tengo fiebre, me parece que es lógico; es la lógica de la fiebre. Cuando no tengo fiebre, me parece absurdo. ¿No es una prueba de que el país es el que tiene fiebre? Cueto Rúa exportó azúcar, aunque escaseaba. Los estibadores de Rosario se negaron a cargarla, porque, según dijeron, sabían que el azúcar iba a faltar. Demostraron que eran mejores estadistas que el ministro. Pero el doctor Cueto Rúa hizo exportar el azúcar por el puerto de Buenos Aires, porque dijo que era indispensable ganar divisas. Ahora ha dado permisos para importar 50.000 toneladas de azúcar que pagamos con divisas a mayor precio porque tenemos que cargar con el flete. ¡Lo que se llama un pésimo negocio para el país! Pero donde uno pierde otro gana. Esa es la balanza del comercio. ¿Quién habrá ganado? Si eso no es delirio, ¿qué es?" NADIE PROTESTÓ Mi médico se levantaba dispuesto a retirarse. Lo detuve. Necesitaba desahogarme y le dije: "No se vaya aún. Lea este telegrama, publicado en La Prensa del 8 de diciembre de 1957. Son las declaraciones del Viceministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña. El conde de Gosford dijo: Los latinoamericanos no han olvidado que nosotros los británicos los liberamos de la dominación española. Eso será una gran ayuda para nosotros, no sólo internacionalmente, sino también industrialmente. ¿Se da cuenta del tremendo alcance y significado de esa declaración? Pasemos por alto su falsedad esencial en cuanto a los países del Río de la Plata se refiere. Las armas y los poquísimos mercenarios que nos prestaron, los pagamos con oro contante y sonante. Los británicos no hicieron nada más que impedir que los franceses y los norteamericanos nos ayudaran. Hagamos caso omiso de esa falsedad. Lo fundamental es que esa declaración equivale a calificar de títeres a todos nuestros próceres. Equivale a declarar que toda nuestra historia patria es una farsa. Lo desconcertante y sorprendente es que nadie protestó ni opuso un reparo ni hizo una objeción. Nada, absolutamente nada. Ni La Nación ni La Prensa ni el Instituto Sanmartiniano ni la Academia de Historia. Nadie alteró el respetuoso, el obsequioso silencio. ¿Qué dice, doctor? ¿No es éste un signo de que el país está enfermo? ¿De que en consonancia con mí país, quiero tener fiebre? ¿Es posible que ninguno de los declamadores profesionalmente patrioteros haya pronunciado una sola palabra de protesta? ¿Nadie?

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¿En todo el país? Esto yo no lo aguanto en frío, doctor. Quiero estar en consonancia con mi país. Quiero tener fiebre. Ahora tengo fiebre y sueño. En mi sueño siento el zumbido de las dínamos, el pregonar de los mercaderes, el estrépito del martillo que moldea el hierro... El revulsivo que me iba a dar, doctor, déselo al país. A mí déjeme con mi sueño. El país trabaja feliz y confiado. Los generales estudian y trazan planes para defendernos en todas las emergencias. La flota navega por nuestro mar continental, avizorando los peligros que nos acechan desde el extranjero. En el puente de mando va el contraalmirante Rojas. Es un marino bien plantado. Alto, buen mozo... ¡Qué lindo es tener fiebre!

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10.1.10 ESTOY CON EL PARTIDO DE LOS QUE DEFIENDEN LA TIERRA ARGENTINA CONTRA LOS INTERESES EXTRANJEROS

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 168 – 4 de febrero de 1958

Señor Director: Le había encargado a mi hijo que me comprara los periódicos opositores. Hojeé rápidamente los títulos de los artículos más destacados, y me sorprendió la coincidente violencia de los ataques dirigidos exclusivamente al candidato presidencial de los radicales intransigentes: "Se equivoca Frondizi; el movimiento mayoritario no está en liquidación. En una quinta de Escobar se sentaron las bases de la traición." "Perón no apoya a Frondizi." "El precio de una traición: ayer, peronistas; hoy, frondizistas." "Retrato moral de Frondizi" se titulaba una extensa denuncia de inconsecuencia ideológica, escrita en un tono de enconada invectiva. "¿Sabía usted que cada día está más convencido Frondizi de que el peronismo lo va a votar como mal menor? ¡Hace falta ser caradura!" Entonces me dediqué a examinarlos con mayor detenimiento. Mi sorpresa prosiguió creciendo. En ninguno de ellos se atacaba y ni siquiera se nombraba al candidato de los radicales del Pueblo. El doctor Balbín parecía gozar de una inmunidad particular, a pesar de ser el autor de los más terriblemente injustos denuestos con que se ofendió hasta la memoria de hombres que sacrificaron sus vidas por los mismos ideales que aparentemente defienden estos periódicos, con los cuales el doctor Balbín marcó una posición política perfectamente definida: piensa ganar las elecciones con el voto de los enemigos y adversarios del régimen depuesto por esta revolución que sufrimos actualmente. Frondizi, en cambio, presupongo que piensa ganar con el apoyo de los desplazados, y para obtenerlo ha prometido adoptar medidas que permitirán a la masa trabajadora reconstruir su organismo defensor, y al pueblo reorganizar los canales políticos de su voluntad soberana. Descartado el factor personal que, salvo pruebas en contrario, es justo presumir de idéntica calidad, el político es el prisionero, al mismo tiempo, que el ejecutor de las líneas de ideas que le permiten conquistar el poder. Esta idea es la que justificó mi rezongo al decirle a mi hijo en tono de reproche: —Te has equivocado. Trajiste un manojo de periódicos oficialistas. —No, papá. Son todos peronistas. Nada sobre esto. Mi hijo tenía razón. Pero, ¡qué extrañó y llamativo me resultaba el contexto de esos periódicos! Con excepción de un solo sueltito desmañado, no podía leerse ninguna crítica a la política económica del gobierno de facto. Nada sobre la política general económica de destrucción de los organismos y reguladores de equilibrio y seguridad que caracterizan a una nación independiente. Nada sobre el cercenamiento de la soberanía popular que se trata de limitar al ámbito exclusivamente político y burocrático, substrayéndole el manejo de los instrumentos que imperan sobre la vida económica de la Nación. Nada sobre el sistemático despojo del oro atesorado en el Banco Central. Nada sobre la facultad concedida a las sociedades anónimas extranjeras, llamadas bancos, de crear discrecionalmente medios de pago, produciendo inflaciones cuyo do minio escapa al poder público por una autoinhibición suicida. Nada sobre la clausura del Banco Industrial, peldaño trascendental en el paulatino exterminio de nuestra capacidad de creación industrial. Nada sobre el otorgamiento de créditos gigantes a los consorcios que comercian y especulan con nuestra producción agraria y a las estériles y parasitarias sociedades de financiación. Nada sobre la

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desvalorización de la moneda argentina a menos de la mitad de su valor adquisitivo internacional. Nada sobre el regalo de casi 7.000 millones de pesos a Bunge y Born y los frigoríficos, destino irrisorio o irritante del Fondo de Restablecimiento Económico, que se formó a costa de la industria y de los productores agropecuarios. Nada sobre la liquidación del I.A.P.I., que era una herramienta que permitía regular y refrenar, en parte por lo menos, las casi siempre dolosas y siempre perjudiciales maniobras de los grandes consorcios internacionales que operan en nuestro comercio exterior. Nada sobre la extirpación del I.M.I.M., que iba orientando el pequeño ahorro nacional hacia el sostén de la industria. Nada sobre la sospechosa Corporación Nord Patagónica y las atribuciones que se le han concedido y la autoridad que se le ha acordado sobre las fuentes de energía del Chocón. Nada sobre el silencio casi religioso guardado por las autoridades, los diarios y las instituciones ante las ofensivas declaraciones del Viceministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, que convierten en títeres a todos nuestros próceres. Nada sobre el convenio con Suiza, en que a los hijos de suizos se les da por cumplido el servicio militar si comprueban con documentos suizos haber realizado algo semejante en la patria de sus padres, donde no existe servicio militar obligatorio, convenio agraviante para el principio del jus - soli, fundamento de nuestra nacionalidad. Nada sobre el tortuoso procedimiento oficial que ha permitido a la CADE eludir el cumplimiento de sus obligaciones de concesión y retardar y quizás evitar la transferencia a la Comuna de su activo, cuyo valor fue cubierto con creces con el especial aporte amortizante de los usuarios durante 50 años. Nada sobre la emisión de "Bonos de Y.P.F", cuyas inusitadas condiciones han desquiciado el mercado de valores de la Bolsa y cegado por completo la pequeña fuente de capitales con que podía contar la industria; bonos, éstos, que han abierto en la sólida estructura estatal de Y.P.F. una vía de infección por la que puede llegarse fácilmente, y al margen de todo recelo público, a la constitución de una sociedad mixta de hecho, base financieramente irreversible, de una futura sociedad mixta formal, que no está muy alejada del pensamiento de los hombres de gobierno, a juzgar por las palabras que el 13 de diciembre pronunció el doctor Cueto Rúa, que ejerce el Ministerio de Industria y Comercio, que constitucionalmente no existe, ¿o es que la Constitución de 1949 continúa vigente en la medida necesaria para que el doctor Cueto Rúa continúe teniendo autoridad en los asuntos atinentes a la CADE y petróleo, materia en que abrió perspectivas muy promisorias para las compañías particulares? Nada encontré en esos periódicos sobre el peligro de que se ponga en ejecución la sociedad mixta de telecomunicaciones, que prevé el decreto 310/956, que dejó perfeccionado el ministro Ygartúa antes de reintegrarse a sus funciones en una compañía británica de telecomunicaciones. La puesta en marcha de ese decreto significará la pérdida sin retribución de la propiedad de los teléfonos y de los telégrafos. Nada sobre el inmoderado endeudamiento y la transformación paulatina de la Empresa de los Ferrocarriles Nacionales, con que se va preparando la futura sociedad mixta en que están previstos hasta los honorarios de los escribanos que intervendrán en la constitución (decreto 858/957). Nada sobre los envites y convites que el embajador Yadarola está haciendo, aparentemente por su cuenta, en Norteamérica, y en que muchos se obstinan en ver una política de etiología gemela a la del tero, que en un lado pone los huevos y en otro grita. El tero Yadarola grita en las vecindades de la Standard Oil, pero parece que los huevos están muy seguros en el regazo de la Shell, filial de la poderosa Royal Dutch Shell, propiedad directa del Almirantazgo británico. Nada sobre la aparentemente calculada morosidad de Y.P.E, que en dos años y medio no ha podido tender un cañito para traer el petróleo del Norte, capaz casi de colmar las necesidades del país y detener así esa sangría de dólares a que nos tiene sometido el

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abastecimiento británico. Nada sobre el rechazo del ofrecimiento de tres millones y medio de toneladas anuales que nos ofreció el gobierno de Indonesia, pagaderos con heladeras y otros artefactos de fabricación nacional. Nada sobre esas misteriosas perforaciones petrolíferas de Tierra del Fuego que, por su lejanía, más que para uso nuestro parecen hechas para abastecer a la gran base naval británica de las islas Malvinas. Nada sobre el paralelo 42 y la artificial restricción de la exportación de lanas que en un hábil juego de toma y quita, están creando una bien fundada animadversión hacia Buenos Aires, base fértil para el desarrollo de un espíritu separatista, muy similar al que sirvió a la política británica de dispersión de la unidad histórica de bolivianos, paraguayos, uruguayos y argentinos, Nada sobre el desmantelamiento de la fábrica montada por Mercedes Benz ni de la paralización de la fábrica de llantas y ejes ferroviarios de Córdoba. Nada sobre el desmembramiento del Ministerio de Trabajo ni sobre la premeditada anarquización de los gremios ni sobre la depauperación creciente de las masas argentinas. Nada sobre el derrumbe del prestigio exterior de la Argentina, que ha llegado al punto de paralizar la corriente inmigratoria, que en 1954 dejó un saldo de 34.518 personas; en 1955, uno de 23.426, para descender a sólo 10.700 en 1956. Ni una palabra, en fin, contra la sistemática y planificada destrucción acometida por este gobierno de facto contra todo lo que signifique fortalecimiento de la soberanía, posibilidad de perfeccionar y consolidar la independencia económica o enaltecimiento de las clases trabajadoras. Los periódicos opositores que pretenden asumir la representación de los peronistas ortodoxos hacen caso omiso de todo esto, cierran los ojos a la realidad circundante, olvidan la gravedad de la situación y el escaso margen de posibilidades que se le ofrecen al pueblo argentino, y se lanzan —no contra el candidato que ratificará todo lo actuado por este gobierno de facto— sino contra el que fue derivando hasta colocarse en una peligrosa postura de abierta oposición a las medidas tendientes a la esclavitud del pueblo argentino. CONFUSIÓN Y OBJETIVOS La primera y casi natural reacción de un hombre cuando tropieza con opiniones opuestas a sus convicciones es la de tratar de descalificar a sus contradictores, asignándoles intenciones malévolas. No me permito esa renuncia intelectual. Conozco a casi todos los directores de esas publicaciones. Son hombres batalladores y de méritos. Algunos de ellos, óptimos escritores políticos. ¿A qué se debe, pues, que partiendo de sentimientos casi semejantes y aspirando a objetivos que no pueden dejar de ser muy parecidos, lleguemos a conclusiones tan dispares? No se aparta de mi memoria aquel sabio refrán que dice: Mi enemigo es el que se me parece. Y como un ejemplo vivo de ese refrán, burbujea en mi recuerdo un cuento de Anatole France que leí en mi juventud. Un monje cristiano asistía en Grecia a una reunión pública sobre temas religiosos. Escuchaba con serenidad la defensa de los dioses más obtusos. Nada podía alterar la segura calma de sus creencias. Pero cuando habló un cristiano que sentía y pensaba en absoluta identidad con el monje, pero difería en un pequeñísimo detalle del dogma, el monje perdió la augusta serenidad. Comenzó a refutar al cismático, y terminó trenzado a palos con el único que compartía sus creencias. Sí. Es fácil perder el rumbo y desorientarse en la maraña que los poderosos intereses tejen con nuestros sentimientos más acendrados y con nuestras pasiones más generosas, por eso ante todo es necesario tener constantemente presente la jerarquía de los objetivos. "Primero, la Nación. Después, el pueblo. Luego, el partido." El olvido de esta norma es, a mi entender, una de las causas provocadoras de la confusión actual. Replanteemos los asuntos tal como se ofrecen a la extremadamente limitada capacidad

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de nuestra acción presente. Evitemos confrontar la dura realidad con la blanda e inasible materia de nuestros sueños y de nuestras esperanzas. SIEMPRE HUBO DOS PARTIDOS Todos los que, aunque sea como amigos o como espectadores amistosos, compartieron la responsabilidad de la obra positiva realizada por el gobierno legal que fue derrocado por esta revolución, tienen el deber de colaborar en la tarea de impedir el perfeccionamiento legal de la obra destructiva cometida en el transcurso de estos dos años nefastos. ¿Cómo? He allí la cuestión. No contamos con más arma eficaz que nuestro voto. Eliminemos la esperanza de la fuerza. Convenzámonos que los sabotajes son, no sólo ineficaces, sino contraproducentes, porque contribuyen a formar sentimientos que la maligna propaganda de la prensa moviliza a favor de la obra de avasallamiento y coloniaje del pueblo argentino, tal como aprovechó el malestar económico, social y político de la clase media anterior a septiembre de 1955 para formar el ambiente que hizo posible esta tremenda catástrofe de la nacionalidad a que estamos asistiendo azorados y desesperados. Todas las medidas gubernamentales dictadas o acordadas por este gobierno de ficto adolecen de un vicio original que las invalida: han sido dictadas o acordadas por un grupo de hombres que no están ni jurídica ni legalmente capacitados. Son actos denunciables y nulos en cuanto exceden de la simple tarea de administrar, que para perfeccionarse necesitan la ratificación de los representantes de la soberanía popular. El doctor Balbín ha manifestado claramente su aprobación anticipada. El doctor Frondizi ha expresado no menos claramente su desaprobación. ¿Es Frondizi hombre cuya conducta política anterior o cuyos antecedentes de acción pública estén en contradicción o en desacuerdo con su posición actual? Es decir, ¿su actitud actual de sostén a la independencia nacional y de resistencia a las pretensiones de los capitalistas extranjeros es circunstancial y consecuencia de un cálculo electoral ocasional? ¿Podemos o no confiar en que si logra el poder sus acciones se orientarán sobre la línea de sus promesas y no sobre la línea de conveniencias para el extranjero? No soy hombre de partido. No me ha gustado ni me gusta dejarme ceñir en mis opiniones ni en mis actos por las pequeñas ligazones que exigen los compromisos de la disciplina partidaria. Siento, sí, profundamente, los problemas generales de la Nación. Es un sentimiento tan profundo que se ha transformado en una idea fundamental de mis juicios políticos. Lo expresé por escrito hace muchos años. En 1931 ya decía que sólo hay dos partidos fundamentales en la política argentina: el partido de los hombres que defienden los intereses de la tierra argentina y los que defienden los intereses del capital extranjero. Ese es el cartabón con que he juzgado a mis contemporáneos. A ese partido de los nombres de la tierra pertenecieron, en mi criterio, tanto Hipólito Yrigoyen como Lisandro de la Torre, que lo combatió, o como Alfredo L. Palacios o Julio V. González, que actuaban en el socialismo. Desde este punto de vista, el doctor Frondizi perteneció siempre al mismo partido político inmaterial en que yo estaba voluntariamente enrolado. Traicionar las ideas que ahora proclama equivaldría para Frondizi traicionar su propia vida. No me impresiona recordar que Frondizi fue un destacado opositor al peronismo. El opositor cuando es leal a su obligación de opositor es el mejor colaborador de un gobierno, tanto más necesario en un país como el nuestro, tradicionalmente sometido a la presión británica, tan poderosa como hábil, e invisible para el común de los ciudadanos. El opositor es el punto de apoyo más firme de un gobierno. Es el vigía que denuncia los desfallecimientos y las renuncias de los colaboradores y las falsías de los ejecutores. Cuando triunfó Perón en 1946, alguien, muy cercano a él, el mayor Fernando Estrada,

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me preguntó:"¿Y usted, Raúl, qué quiere?". "Publicar un periódico opositor", respondí. El mayor Estrada creyó que yo bromeaba y ésa era, sin embargo, la colaboración más sacrificada y eficaz que podía ofrecer a la obra de liberación que se iniciaba. LA UNIÓN DEL PUEBLO Yo no abogo por una dispersión de las filas del pueblo. Al contrario. Estimo que quien quiera que trabaje por algo que lastime la unidad y solidaridad de los hombres del pueblo es sospechoso de traición y de connivencia consciente o inconsciente con los explotadores extranjeros. Pero la realidad nos enfrenta a una única trilogía de posibilidades. Votar por el candidato que, según sus propias palabras, ratificará y continuará la política de extenuación y de sometimiento al extranjero, para lo cual deberá, como el general Justo, gobernar constantemente con el estado de sitio y la suspensión de las garantías constitucionales. O votar por quien ha prometido, entre otras cosas, rectificar esa política económica y abrir la posibilidad de las expresiones populares con la implantación de un estado de derecho que garantizará la libertad de los trabajadores para reconstruir el poderío de la C.G.T. y permitirá con el levantamiento de las inhibiciones, la reestructuración del gran partido nacional que no puede dejar de estar bajo la advocación del hombre que sufre actualmente el doloroso destino de todos los libertadores. El general San Martín fue vilipendiado, calumniado e insultado por el gobierno de Bernardino Rivadavia y el cónclave de negociantes masones que lo rodeaba, con palabras y diatribas muy parecidas a las usadas por los de ahora. LA LIBERTAD IMPRESCINDIBLE Votar en blanco es votar, implícita y cobardemente, por Balbín, porque Frondizi sólo puede llegar con el apoyo del voto individual de los que siempre fueron y son peronistas. En el carácter indispensable de este apoyo reside, al mismo tiempo, la garantía de cumplimiento del mínimo de libertad necesario para rehacer los cuadros. En esta encrucijada de la historia no cabe la más mínima duda. Pero a veces los hechos ajenos van cambiando imperceptiblemente la orientación de nuestro pensamiento, como al bornear el viento cambia la dirección de la veleta. Por eso es bueno cotejarse a sí mismo. He vuelto a leer algo de lo mucho que escribí en 1945 y 1946, y reconozco que me siento plenamente interpretado por mis propios escritos. Es una garantía para mí mismo de que no he cambiado. Las líneas que transcribo a continuación las escribí en los primeros meses de 1946. Podría haberlas escrito hoy. Decía entonces: "El 17 de octubre de 1945 una emoción muy honda sacudió mis sentimientos. El pueblo argentino, que cubría la extensión de la plaza de Mayo parecía haber brotado de entre los intersticios del pavimento, como se eleva de entre los adoquines, en forma de polvo, la pampa primitiva que está debajo de la piedra artificial que la recubre. Aquella era la expresión de una voluntad nacional cuya intensidad e íntima propensión quizá sólo alcanzaron a comprender los habituados a auscultar las más recogidas y sensibles latencias de los pueblos. Escuché las conversaciones de varios criollos y las arengas de los oradores improvisados. No encontré a nadie que se acordara de sus problemas personales. Eran hombres sin necesidades: inmunes al cansancio, al hambre y a la sed. Decían: aquí comienza la revolución de los pueblos sometidos. Aquí se inicia la rebelión de los que estuvieron doblegados." ''Habían acudido allí, dispuestos a salvar al amigo y al hombre en quien presentían el

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intérprete leal y libre de ataduras y compromisos, como las laboriosas obreras rodean a su reina en busca de orden. Estaban dispuestos a luchar por él y por los ideales propios que él simbolizaba y resumía. Para defender la parte más noble y magnífica de la vida, estaban dispuestos a sacrificarla, si era preciso. Con esa substancia se elabora la historia. Estaban allí, en el mismo lugar y en el mismo estado de ánimo con que 136 años antes estuvo el pueblo de Buenos Aires. Querían una sola cosa inmediata en que objetivaban cosas muy grandes y difíciles de expresar. Tuve la certidumbre de que triunfarían sobre el descreimiento y las demoníacas potencias del dinero y la corrupción. Este trabajo en que se argumenta y razona a favor de la nacionalización de los ferrocarriles no es más que la traducción verbal, lógica y especificada de uno de esos anhelos de redención, quizá el más intenso y generoso. La nacionalización de los ferrocarriles es el primer paso ineludible de la liberación económica. La liberación económica no es más que la puerta que se abre a un destino llamado a perdurar con caracteres propios en la memoria del espíritu humano." Esa emoción y esa certeza son las mismas que me alientan hoy.

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10.1.11 LAS CALUMNIAS MÁS BAJAS FUERON UTILIZADAS SIEMPRE PARA SEPARAR AL CANDIDATO POPULAR DE SU MASA

Raúl Scalabrini Ortiz - Qué Nº 169 – 11 de febrero de 1958

Señor Director: La experiencia no es más que el conocimiento de lo que quisiéramos ignorar una vez que lo hemos conocido. Esta frase, que creo haber leído en algún libro de Tolstoi, me perturba en este momento en que me dispongo a extraer alguna enseñanza de mi propia experiencia. No ignoro y estoy siempre en guardia a ese respecto, que la experiencia, como la ilustración, son vinos espirituosos que marean fácilmente, haciéndonos creer que somos superiores a los que tienen menos ilustración o menos experiencia. Estoy libre de esa fatuidad. Sigo creyendo que la juventud es la época verdaderamente creadora del hombre. Después, se es un poco el dactilógrafo de sí mismo. "Una gran vida no es más que un pensamiento de la juventud realizado en la edad madura", escribió Alfredo de Vigny. Hay una gran verdad humana encerrada en la precisión de esa frase. Por otra parte, la experiencia, para que sea válida, debe tener en cuenta la calidad del que la experimentó. Conocí en el corazón de la selva de Montiel, en el norte de Entre Ríos, a un paisano que había dado la vuelta al mundo como marinero conscripto de la fragata Sarmiento. Había visto todo lo que yo entonces apetecía ver, por eso lo interrogaba ansiosamente. Había recorrido Europa, África y Asia. Pero lo único que él recordaba, lo único de lo cual hablaba, lo único que en realidad había visto en el mundo era un par de gallitos enanos del Japón. Desgraciadamente, hay circunstancias que se repiten y la experiencia de las antiguas nos ayudan a inducir las consecuencias de las circunstancias semejantes. (Digo que esto es así desgraciadamente, porque todavía no me he librado del deseo de que cada día sea verdaderamente nuevo, es decir, enteramente desligado de la lógica del anterior.) Estamos ya en la cercanía inmediata de una elección presidencial en que se va a jugar el destino del país por muchos años. Es pertinente y quizá útil recordar las enseñanzas que nos dejaron las elecciones anteriores. Son pocas, por cierto, porque escribiré nada más que sobre lo que yo sentí y pensé. El lector disculpará que hable de mí. Seré mi propio conejito de Indias. Un conejito que no tiene más virtud que su buena memoria y el expresarse en un lenguaje más inteligible que el que comúnmente usan los conejitos. UN MUESTRARIO DE DEFECTOS Corría el año 1916, tan lejano hoy que parece mentira que alguna, vez haya sido presente; un presente tan lleno de soles, de lunas y de muchachas apetecibles como este de 1958, que en aquel entonces era un increíble inalcanzable, casi fabuloso. Tenía en mi bolsillo mi flamante libreta de enrolamiento. No me separaba de ese tesoro, porque era la llave de mi ingreso legal a los paraísos más o menos naturales a los que hasta ese momento sólo había tenido posibilidades de acceso clandestino. El país estaba agitado por la inminencia de las elecciones presidenciales en que por primera vez se emitiría el voto en forma secreta. Mi familia tenía un lejano parentesco con uno de los candidatos conservadores y me pareció- observar que esa casualidad influía notoriamente en las opiniones femeninas de mi casa. Consulté el tema con mi padre y le pedí consejo. Con sabia prudencia, mi padre me dijo: -Vas a vivir en un mundo

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distinto del que yo he vivido. Estudia el problema del país. Oriéntate y vota de acuerdo con tu conciencia. Aparentemente, no era difícil orientarse puesto que todas las voces vivas y las musitadas en los corrillos se dirigían exclusivamente contra el candidato, radical. Los otros parecían no existir. Yrigoyen resultaba casi un muestrario de todos los vicios, defectos y debilidades del alma y del cuerpo humano. Era un perdulario, un nocherniego sin familia, un corruptor, un simple compadrito de barrio, un vividor sin escrúpulos y sin moral, que había adquirido una pequeña fortuna a costa de una viuda a la que había embaucado y sonsacado sus bienes. Su triunfo hundiría al país en un caos. Las medidas demagógicas se multiplicarían. Los propietarios serían despojados. Las instituciones armadas iban a ser desquiciadas. Mi natural e instintiva suspicacia me inclinaba a sospechar y dudar de la veracidad de tal alud de acusaciones. Pero un día llegó a mis manos un periódico de estricta e indudable filiación yrigoyenista. Su prédica confirmaba lo que yo había escuchado rumorear. Estaba redactado con un lenguaje inmoderado y alarmante. Según el periódico, era indispensable barrer la administración pública, cuya corrupción, según él, había llegado a límites intolerables. Era indispensable rever los títulos de propiedad que tenían un origen fiscal, que constituían la casi totalidad del país. Las instituciones armadas debían ser reestructuradas desde su raíz orgánica. El apasionamiento inflamado del periódico constituía, en cierta manera, la ratificación de todos los agoreros pronósticos que había escuchado en los ambientes adversos al radicalismo, porque a cambio del cataclismo social que se proclamaba como indispensable no se ofrecía ninguna idea constructiva ni se traslucía ningún propósito de bien común, en que los no adictos pudiéramos sentirnos comprendidos, Llevé el periódico a mi padre para escuchar su opinión. Con gran sorpresa mía mi padre me dijo: -No significa nada. Parece estar escrito por los enemigos de Yrigoyen para difundir los mismos sentimientos de temor y desconfianza que te inspiraron a ti. O puede estar escrito por un secuaz extremista y sincero que a lo mejor, MU saberlo él, ha recibido ayuda de los enemigos de Yrigoyen para que las ideas de ese extremista se ofrezcan al público como genuinas ideas de Yrigoyen. Para publicar este periódico se necesita dinero. El dueño de ese dinero pudo ayudar a otros radicales más sensatos y dotados de sentido político. Prefirió difundir las ideas de éstos. ¿Por qué? Porque la difusión de estas ideas, al intimidar con sus exageraciones a la inmensa clase media de este país, perjudica más a Yrigoyen que todos los ataques a su persona, la política es la aplicación más refinada de la inteligencia. Y la inteligencia es cruel y despiadada en el logro de sus objetivos. Esta puede ser una de las artimañas más simples: presentarse como adicto intransigente e irreductible para desconcertar y extraviar a los verdaderos adictos y alejar a los que sin ser adictos son simpatizantes. No hay enemigo capaz de causar más daño, que el enemigo disfrazado de amigo o el amigo tan exageradamente amigo que nos sofoca con su abrazo. De todas maneras, Raúl, esta es una política de cuadrúpedos. O se trata de un caballo de Troya intelectual que los adversarios han insertado en las filas radicales, o se trata de un asno que merodea en el cultivo de finísimas flores que es el ejercicio de la política, un asno a quien le han abierto el cerco los enemigos del radicalismo. LA CACHETADA MNEMOTÉCNICA El gran cincelador y escultor Benvenuto Cellini cuenta en sus Memorias que un día, en su infancia, vio una salamandra correr entre las llamas de la chimenea y así lo proclamó en voz alta inmediatamente. Su padre le aplicó un tremendo bofetón y le

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dijo: "Esto es para que no olvides que has visto una salamandra". Tuve la impresión de que mi padre contuvo el impulso de darme también una cachetada mnemotécnica. No me la dio pero no he olvidado sus reflexiones y ése es el substráctum de lo que yo aprendí en la primera elección presidencial. Es muy poquito: ya sé. Es como el gallito enano del Japón. Pero la vida es una tacaña miserable: exige mucho y concede muy poco. No sé siquiera si esas enseñanzas podrán aplicarse a lo que está ocurriendo hoy. Yo sólo digo lo que me consta y pido disculpas por mi pobreza. Bajo la presión inconsútil de ése instinto profundo que está formando entre todos los verdaderos argentinos y ese extraño parentesco político en que todos nos reconocemos, sin desconocer las diferencias e injusticias menores que nos separan o distinguen, voté por Yrigoyen. Muchos años más tarde, en 1923, visité por casualidad una gran estancia propiedad de una sociedad inglesa, situada en el fondo del Chaco salteño, en las proximidades de una población misérrima llamada El Galpón. Me mostraron un cepo donde se castigaba a los peones que habían incurrido en alguna falta serie. El administrador me informó, sin emoción alguna, que había estado en uso hasta el momento en que Yrigoyen asumió el poder y dictó las primeras leyes de protección al trabajo. Me conmovió una impresión curiosa, como si una gigantesca mano inmaterial me hubiese dado una ligera palmada de amistad y agradecimiento: yo había contribuido con mi voto a eliminar ese ultraje a mis conciudadanos que vivían hundidos en la selva, sometidos sin defensa a la Codiciosa inhumanidad de cualquier traficante extranjero. LA OTRA ENSEÑANZA La elección presidencial de 1932 y sus consecuencias posteriores me dieron otra lección que no he olvidado. La primera me había enseñado a desconfiar de los partidarios frenéticos. La elección de 1932 me iba a enseñar que las posturas románticas no son sólo políticamente inocuas, sino altamente perjudiciales para la salud nacional, porque facilitan los manejos de la voracidad extranjera. En la democracia simplemente formal en que hemos vivido desde 1852, la legalidad se consuma y perfecciona para el uso de los extranjeros con el mero cumplimiento de las formalidades. ¿Acaso a alguien se le ocurrió nunca invalidar los actos de los gobiernos anteriores a 1916, muchos de los cuales alcanzaron el poder con auspicio de menos de un 5% de la población? ¿Alguien pensó en desconocer fuerza jurídica e imperio coactivo a las concesiones ferroviarias porque fueron acordadas por gobiernos que nacieron de fraudes escandalosos y públicamente denunciados en las cámaras? ¿O porque los partidos opositores se habían abstenido? En 1932 yo no había aprendido aún esa lección de instrucción cívica. Yrigoyen había sido derrocado en 1930 y permanecía detenido en Martín García. El general Uriburu, aunque triunfante en apariencia, había caído prisionero al mismo tiempo que Yrigoyen: era un prisionero de la más calificada truhanería de abogados, directores y asesores de las empresas extranjeras y de sus cómplices latifundistas, prisioneros a su vez de la omnímoda voluntad de los únicos compradores de sus productos: los frigoríficos extranjeros o los exportadores extranjeros asociados o acólitos de Bunge y Born. El radicalismo fue perseguido, escarnecido, calumniado casi tanto como lo han sido los peronistas en la actualidad. No se ahorró infamia, indecencia, hurto ni delito público o privado que no se le achacara. En las elecciones de tanteo realizadas en la provincia de Buenos Aires el 5 de abril, el pueblo demostró que no creía en la realidad de tales patrañas y dio el triunfo a la fórmula radical. Entonces el gobierno del general Uriburu, en un acto ilícito, arbitrario e inconstitucional y quizá hasta inmoral—porque es moralmente

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injustificable querer imponer su criterio personal al juicio de la mayoría de sus conciudadanos— vetó la fórmula presidencial AIvear-Guemes, sancionada por la Convención Nacional de la U.C.R. El radicalismo, frente a ese acto de prepotencia y despreciativa arrogancia del poder público ocasional, decretó la abstención electoral; postura romántica es decir sin consecuencias prácticas ni legales ni jurídicas, sentimentalmente equivalente al voto en blanco. El general Justo fue ungido presidente tras un acto eleccionario que además de estar viciado por la abstención teórica del partido mayoritario fue envilecido por un fraude descarado. Pero las formalidades teóricas habían sido cumplidas y el general Justo ejerció el poder con todos los atributos y la fuerza de la legalidad. Y así comenzó esa orgía de incapacidad y de venalidad que pasará a la historia con la denominación acertada de "la década infame", en cuyo transcurso no se transfirieron a los ingleses los símbolos de la nacionalidad quizá porque ellos no demostraron interés en adquirirlos. Se sancionaron a libro cerrado todos los decretos del gobierno del general Uriburu y se entró en la ignominia del tratado Roca-Runciman, del Banco Central, de la Coordinación de Transportes, de la prórroga de la concesión de la CADE, del encadenamiento de YPF a las conveniencias de las compañías extranjeras, de la aparente compra del Ferrocarril Central Córdoba en condiciones tales que iba a conducir indefectiblemente a la pérdida de la propiedad de los ex Ferrocarriles del Estado. La inmoralidad ambiente, en que hasta casi daba vergüenza ser honrado, comenzó a corroer las entrañas del radicalismo. Los ideales fueron substituidos por pugnas de apetitos y codicias personales. Los hombres altruistas, por pequeños malandrines de comité y camanduleros de barrio, solapadamente apoyados desde la casa de gobierno. El mayor McCallum, presidente de la Cámara de Comercio Británica, -un mercachifle sin importancia- ejerció un verdadero y ostentoso virreinato. Él fue quien, en 1938, eligió al doctor Ortiz como sucesor del general Justo y dio cínica y públicamente las razones de su elección. Dijo que lo había elegido "por su paciencia" y porque tenía la seguridad "de que allí no habría sorpresas". Habíamos llegado al fondo del oprobio. Ya no cabía más que anexarnos al Imperio Británico como factoría, no como dominio. Y eso es lo que propuso públicamente la misión Willingdon sin que -con excepción de la pequeña voz sin eco de F.O.R.J.A.- se alzara una sola protesta en patriotas tan sensibles como son los de la línea Mayo-Caseros-Chacarita. ¿Tuvo alguna trascendencia la romántica abstención del radicalismo? Ninguna. Nadie, en ninguna ocasión, puso en tela de juicio la validez de los actos cumplidos por el gobierno del general Justo, ni adujo nulidad de esos comicios por la ausencia del partido indudablemente mayoritario en aquel momento. La abstención radical fue la colaboración más eficaz que recibieron los planes británicos de colonización y expoliación nacional, cuyo primer paso era la asunción del poder por el general Justo. Esta enseñanza no debe ser echada en saco roto y debe obligar a todos los ciudadanos a abrir bien los ojos para no dejarse embaucar con la artimaña que tuvo éxito en 1932, cuando aún el pueblo argentino no había comprendido hasta qué punto su economía nacional y personal dependen de su acierto político. EL ERROR DE UN PARTIDO En 1932, frente a la candidatura del general Justo se alzó la del doctor Lisandro de la Torre, un hombre ilustrado, inteligente, honrado a carta cabal e incapaz de entrar en componendas y camándulas con los traficantes y diplomáticos extranjeros que sobrevuelan como caranchos sobre toda integridad que flaquea. Supongamos que el radicalismo hubiera decidido apoyar con el voto individual la candidatura del doctor

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de la Torre. El fraude habría sido casi imposible de realizar, porque la ola de los votantes hubiera desbordado todos los diques y vallas de la estulticia. El doctor de la Torre era inteligente y era honrado y esas son las dos cualidades individuales que los dominadores evitan que nuestros gobernantes posean simultáneamente. La diplomacia británica movilizó hasta el último de sus resortes contra él. Don Jorge Mitre, que era un brillante director de La Nación, desde 1916 decidió apoyar la candidatura del doctor de la Torre, de quien era amigo y admirador. Dos días duró esta inusitada adhesión. Don Jorge Mitre fue sustituido y La Nación volcó su influencia a favor de la candidatura del general Justo. Después la marea de la infamia transformó en un cenagal el campo de la lucha preelectoral. Casi no hubo bajeza ni ruindad de la que no se le acusara al doctor de la Torre. Para tratar de evitar que los radicales se inclinaran a favor de su candidatura se re-actualizaron las diferencias de criterio que lo habían separado de Yrigoyen. Se trajo a colación el duelo a sable en que dirimieron esas diferencias. Las normas de caballerosidad fueron despreciadas. Se revisó su vida privada para desacreditarlo y escarnecerlo, con referencias calumniosamente expuestas. Se publicaron cartas privadas proporcionadas por sus antiguos socios. Se utilizó alguna frase interjeccional para presentarlo como enemigo de la religión y del ejército. No se ahorró ninguna bajeza ni fue desestimada ninguna ruindad. Por su parte, sospechosos voceros radicales multiplicaron su campaña para que sus prosélitos cumplieran la abstención decretada por el doctor Alvear, cuya conducta en el escándalo de la CADE ocurrido seis años más tarde, permitiría inducir con algún fundamento que la actitud de 1932 no fue todo lo romántica que puede parecer a primera vista. Supongamos, digo y presupongo, que los votos radicales se hubieran volcado a favor del doctor de la Torre. Lo que ocurrió con el general justo no hubiera ocurrido. La patriótica obra realizada por el doctor de la Torre en el Senado de la Nación en un índice de todo lo que pudo hacer a favor del país. El radicalismo se hubiera beneficiado. El doctor de la Torre no era un temperamento propicio para amparar fraudes ni apañar combinaciones. El radicalismo habría encontrado abierto de inmediato el camino de la legalidad y de la justicia y posiblemente se hubiese librado de ese envejecimiento prematuro que en sus filas causó el desaliento y la corrupción. En aquella encrucijada histórica de 1932, el radicalismo no supo intuir el camino de su reivindicación, que coincidía con el de la bienandanza de la patria, aún estamos sufriendo las lejanas remezones de esa equivocación. Sepamos instruirnos en los errores de los que nos precedieron y en la dilucidación de cualquier dilema no dejemos de tener presente la trilogía en que debemos jerarquizar nuestro juicio: primero la Nación; después el pueblo; luego el partido. VALORACIÓN Y RIESGO El peronismo está hoy en la misma situación en que estaban los ciudadanos independientes en 1916 y los afiliados y simpatizantes radicales en 1932. No olvidemos que la historia, aún la muy inmediata, es la matriz de los hechos futuros. El triunfo del doctor Balbín equivale a ratificar y legalizar todo lo actuado, concedido y acordado por esta revolución que aún sufrimos y lo que acordará y concederá entre el 23 de febrero y el 1° de mayo, en que hay grave riesgo de que perdamos la propiedad omnímoda e indiscutible de los teléfonos, de los ferrocarriles y de YPF, que serán sumidos en el pozo sin fondo de sendas sociedades mixtas. Es posible que los británicos recurran a maniobras espectaculares para rehacer un prestigio perdido, como sería la devolución de las Islas Malvinas, sobre la que mucho se murmura en las esferas oficiales. Es bueno saber a este respecto que la gran base naval de Simonstown,

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de donde partieron las invasiones inglesas de 1806, fue reintegrada a la Unión Sudafricana con la condición de que se hiciera cargo de los gastos y de que Gran Bretaña mantuviera el pleno derecho de usarla, tanto en tiempo de paz como de guerra. A ese precio no es deseable la devolución, porque nos subordinaría ineludiblemente a los azares bélicos de Gran Bretaña. Frente al doctor Balbín se levanta la figura del doctor Frondizi, que nos ofrece la instauración de un estado de pleno derecho... UN LIBRO Y UNA CARTA En este momento, por un medio admirablemente misterioso, me llegan un libro y una carta, muy cordial y excesiva en la aquilatación de mis pequeños méritos y en la confianza que deposita. Se me ha hecho un nudo en el espíritu. No soy capaz de soportar tamaña responsabilidad. Nunca he querido ni quiero ser nada más que uno cualquiera que sabe que es uno cualquiera. ¡Tened piedad de mí!* * La frase final pertenece a una estrofa de un poema de Guillaume Apollinaire, que, malamente traducida, dice: "Reíd, reíd de mí, hombres de doquier, sobre todo gente de aquí, porque hay tantas cosas que yo no oso decir, ¡tantas cosas que no me dejaríais decir! ¡Tened piedad de mí!" Utilizo la cita de Apollinaire para interpretar mis propios sentimientos, porque los poetas franceses no han de servir únicamente para uso personal de Victoria Ocampo.

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10.1.12 SI EL SENTIMIENTO NACIONALISTA ES ESQUIZOFRENIA, ESQUIZOFRÉNICOS SON: EISENHOWER, KHRUSHCHEV, CHURCHILL, NASSER, FRONDIZI Y LA INMENSA MAYORÍA DEL PUEBLO ARGENTINO Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 170 – 18 de febrero de 1958 Señor director: En la edición del 22 de enero de 1958, el diario La Prensa –cuya subordinación a las orientaciones británicas es cada vez más sorprendente- se publica un telegrama de United Press, originado en Milán, en que se transcriben párrafos de una entrevista mantenida por el corresponsal de la revista “Época”, de difusión mundial, con el ex presidente argentino, en que este afirma que “El pueblo argentino sufre ahora la cuarta invasión inglesa”. Como la historia oficial, que es la historia escrita por los agentes británicos, solo consigna y describe dos invasiones, la de 1806 y la de 1807, muchos ciudadanos de buena fe, aunque están de acuerdo en que esa calificación genérica es la que corresponde al conjunto de hechos que sufrimos desde septiembre de 1955, creyeron que se ha cometido una exageración o un error numérico, puesto que estiman que esta sería, en todo caso, no la cuarta, sino la tercera invasión. Supongo que el texto auténtico de la entrevista será más explícito, pero de todas maneras, en un artículo publicado en enero de 1957, en el diario “Clarín”, que aparece en Santiago de Chile, el ex presidente detalló con mayor precisión su pensamiento. La tercera invasión es la que el país sufrió con posterioridad a la derrota de Caseros. Fue una invasión invisible en que la inteligencia británica actuó a través de personajes que habían nacido aquí, pero cuyas raíces no se apoyaban en el seno de la vida argentina sino en el exclusivo sostén que esa misma inteligencia les otorgaba. Bajo el dictado de esa inteligencia, el país fue sometido al servicio exclusivo y excluyen-te de una deidad cruel e insaciable: el capital extranjero. El capital no eran los bienes, ni la propiedad, ni estaba al alcance de la energía, del trabajo o de la perseverancia de los hombres de esta tierra. Todos los medios locales con que podían constituirse capitales fueron eliminados o fueron absorbidos por los británicos que nos lo proveían después de transformarlos en capital extranjero. El destino nacional fue esclavizado a esa deidad y de él no se libró nadie. Hubo distintas categorías de esclavos. Desde el pobre peón de campo que fue menos que un ilota, menos que un esclavo africano cuya vida, por lo menos, estaba definida por el valor que su vida representaba. El peón de campo se moría sin disminuir el patrimonio de nadie. Pero no menos esclavos fueron los más pudientes, porque si bien gozaron una vida más holgada estuvieron siempre sometidos a la voluntad y al antojo de los que dominaban los medios de comercialización, y a través de ellos, los medios de información y de jerarquización colectivos. Los príncipes de esa sociedad argentina fueron los abogados de empresas británicas. Los grandes duques, los latifundistas, esclavos a su vez de los grandes consorcios exportadores. Todos ellos disciplinados en el terror de la masonería, que es el ejército permanente e invisible de la dominación de Gran Bretaña. El presidente Yrigoyen intuyó algo de esa situación. Pero no pudo discernirla con acuidad. Fue necesaria la conjugación de muchos acontecimientos para que el 17 de octubre de 1945 alcanzara la significación histórica cuya trascendencia no podemos todavía medir en todo su alcance. Aun a riesgo de exceder en cierta manera el límite intelectualmente aceptable de una nota semanal, no creo que sea inoportuno

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ayudar a mis conciudadanos en el planteo de las variaciones de las fuerzas que están presionando intangiblemente. Hasta 1914 Europa es la gran acreedora del mundo. El resto del planeta es una especie de cohorte de súbditos financieros. Londres, en primer lugar. París y Berlín, en segundo, proveen esa potencia todopoderosa que se llama capital. El capital no es el oro. Europa no olvida que Aristóteles ha dicho que el oro es estéril y Europa afirma que el capital es fecundo. El capital no es el trabajo humano. El trabajo no produce capital, porque si no los más fértiles capitalistas serían los esclavos de las factorías asiáticas o africanas, que son los humanos que más trabajan en el mundo. Tampoco la riqueza natural del suelo y los mantos minerales son capitales ni los producen por un simple laboreo. Zonas más ricas que Europa hubieran sido en ese caso los centros procreadores del capital. Las minas de plata y de estaño, que después del oro eran los metales mejor cotizados, solo dejaron a Bolivia un sedimento de miseria, de servidumbre y de pulmones lacerados. La inteligencia y el ingenio de Europa inventan durante el siglo pasado una sucesión de doctrinas destinadas a cimentar y prestigiar ese elemento incorpóreo. La devoción del capital, su culto, su divinización, la calidad de su acatamiento llega a adquirir contornos religiosos. El capital tiene sus mitos, sus santos, sus libros sagrados, sus dogmas, sus revelaciones esotéricas vedadas al vulgo, sus acólitos fervorosos y también sus mercenarios indiferentes. Por voluntad de Europa, acreedora del mundo, de Inglaterra en primer lugar, el capital es hasta 1914 el dios implacable del orbe contemporáneo. LAS NECESIDADES SOCIALES Ninguna sociedad estabilizada puede servir al capital y mantener su equilibrio interno, si la tasa del interés sobrepasa un límite aritméticamente muy reducido. En países de bases económicas primordialmente agropecuarias, como era toda Europa en la primera mitad del siglo XIX y como era Argentina hasta 1945, el capital, con su inercia matemática, termina absorbiendo todo lo que es venal y transferible, la propiedad rural en primer lugar. Durante el siglo pasado la población de Europa crece aproximadamente a razón del uno por ciento anual. Su productividad acrece 1,5 por ciento por año, porque la productividad, en una sociedad agropecuaria, es una consecuencia directa del aumento de la población. Es esta una antinomia que la inteligencia europea, que actúa detrás de las deidades del capitalismo, trata de desvanecer con la doctrina del progreso indefinido, que la inteligencia ciega de los países subordinados acepta sin análisis. Estructurar una sociedad sobre la rigidez de un sistema matemático es un absurdo indefendible, tanto más si se comprueba que ese sistema matemático no interpreta en modo alguno las necesidades de una sociedad y solo sirve para dar un poder omnímodo e incontrarrestable a unos pocos financieros que lo dominan en sus fuentes, y para hundir en la categoría de deudores o subordinados a todas la restantes clases de esa sociedad. Debieron ser los enemigos naturales del capitalismo tanto los propietarios fundianos, como los industriales pequeños y la mayoría de la inmensa clase media de una nación. El capitalismo trasciende rápidamente los límites nacionales y permite apropiarse pacíficamente de las riquezas de otras naciones, tal cual lo enseño Adam Smith. Las fuerzas armadas de los países explotados por el sistema capitalista, profesionalmente creadas para defender y amparar sus riquezas nacionales, de cuya prosperidad a su vez dependen, debieron ser los más firmes apoyos de las diversas clases que sufrían la expoliación capitalista. No ocurrió así sin

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embargo. Los financieros que dirigían la política capitalista, se ingeniaron para que la crítica al sistema no se realizara dentro de un estricto orden matemático ni con criterio de estadista. La crítica del sistema capitalista se unió desde su nacimiento a una voluntad tan exaltada y ofensiva que agraviaba y amenazaba a todas las clases sociales, con exclusión únicamente de los trabajadores industriales que constituyeron hasta hace poco una minoría. En el consenso público, formado a base de propaganda interesada, la crítica al sistema capitalista formulada en esos términos agresivos chocó con el instinto de conservación de las otras clases sociales, que eran abrumadora mayoría. Los propietarios rurales y urbanos, los pequeños y los grandes industriales, el artesano acomodado, todos los cuales eran víctimas directas del capitalismo ortodoxo, se aliaron en una maniobra de resistencia a los miembros de las fuerzas armadas y a la clerecía, sin distinción de credo, que defendían la conformación tradicional de la sociedad con esta técnica, el flanco más débil del capitalismo quedó reparado por los mismos que exageraban su crítica y vaticinaban que su eliminación sería precedida por cruentas y despiadadas convulsiones. Nadie pudo en adelante intentar, siquiera un análisis sereno del capitalismo como sistema distributivo de los productos del trabajo humano. Nadie pudo hablar de la inhumanidad del capitalismo que somete al hombre a la fagina esclavizadora de un interés matemático. Nadie pudo iniciar la demostración de que las llamadas inversiones en ultramar o capitales extranjeros de un país doblegado son nada más que el producto de la riqueza y del trabajo de ese país, contabilizados a favor del país capitalista. Quien intentaba cualquiera de esos estudios caía fulminado por el anatema de comunista. Nadie lo escuchaba. Era radiado de todos los círculos que podían dar resonancia a sus conclusiones. Y así se logró que las víctimas del capitalismo fuesen los más denodados defensores de ese mismo capitalismo que los expoliaba. EL CAPITAL VIAJA A AMÉRICA En 1914 estalla la primera conflagración europea. Inglaterra y Francia necesitan alimentos extraordinarios, materias primas y manufacturadas, minerales y combustibles, medios de movilidad y transporte, armas, cañones, barcos. Estados Unidos es la gran proveedora de los países aliados, quienes deben recurrir a sus reservas cuando se agotan sus cortas disponibilidades. Los títulos de la deuda pública norteamericana y algunos de inversiones privadas emigran a Norteamérica. Los signos mágicos del capital se trasladan de un continente a otro. Por primera vez en cuatro siglos, una parte de América es acreedora de Europa. La guerra cesa en 1918. Alemania vencida no es políticamente deshecha. Sufre desmembramientos que no alteran su poderío fundamental. El verdadero yugo que se le aplica es un yugo financiero. Alemania deberá pagar deudas proporcionalmente tan grandes como las que soportan los países sudamericanos. Alemania trabajará durante 50 años a favor de la opulencia y del esplendor aliados, a menos que reniegue de sus deudas y se avenga a ser declarada tan pestosa como Rusia, que aprovechando la contienda, su alejamiento y su riqueza natural, ha repudiado sus deudas y optado por construirse un mundo propio, al margen del mundo accidental, al que tratará de reingresar cuando sus fuerzas rehechas le permitan exigir un trato equitativo. Pero Alemania no podrá aislarse. Gran Bretaña y Francia la vigilan de cerca y la ocupan en parte. EUROPA DEFIENDE SU SOBERANÍA De todas maneras, cuentas echadas, el momento de pagar se acercaba y Europa

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comprobaba con asombro, con estupefacción casi, que el centro magnético del capital ya no estaba en Europa, estaba en Norteamérica. Con la vigencia del capitalismo, en lugar de recibir de otros. Europa debía entregar parte de lo suyo a otros. La inteligencia europea se lanzó decididamente al rescate de sus obligaciones y a buscar argumentos que le permitieran librarse de ese sometimiento. La experiencia rusa tentaba poco a Europa porque era una tentativa sin retirada que podía conmover las zonas coloniales del planeta que aún permanecían encadenadas a la rueda sin fin del interés compuesto. La batalla tenía otro planteo más hábil. Podían limitarse los campos de discrepancia entre Europa y los Estados Unidos, de tal manera que los países coloniales no se instruyeran en la maniobra de la liberación del yugo capitalista. Se podía negar el capital ante los Estados Unidos, manteniendo al resto del mundo en la servidumbre capitalista de Europa. Y así se realizó. Los países coloniales siguen ignorando oficialmente las teorías que para no pagar inventó y adujo Europa. El profesor de economía de la Universidad de Edimburgo, Alfred Birnie, nos ofrece un aleccionador resumen de la situación en su Historia Económica de Europa 1760-1932. Dice: “Después de la guerra, Europa no pudo reembolsar sus deudas a los Estados Unidos con mercaderías. La diferencia hubiera debido ser saldada con oro metálico. Los Estados Unidos llegaron a controlar las fuentes mundiales de oro y lograron así ejercer una influencia preponderante en el nivel internacional de precios. Dominan todavía, en 1930 esta situación privilegiada. Además, la obligación de pagar las deudas de guerra y los capitales prestados por los financistas americanos para reconstruir Europa, tendrá por consecuencia el hipotecar en beneficio de los Estados Unidos una gran parte de los capitales y del trabajo de las generaciones europeas presentes y futuras”. Es decir que en el criterio del profesor de economía de la Universidad de Edimburgo, los capitales extranjeros invertidos; en Europa, hipotecan a Europa a favor del inversor extranjero. El contraalmirante Rojas diría que esos son “slogans demagógicos y totalitarios”. El contraalmirante Rojas difiere de las opiniones del profesor Birnie. No cree sino en las “agresiones bélicas”. Según él, no existe la penetración ni la dominación económica. En su discurso del 7 de febrero de 1958 dijo: Los difundidores del slogan, en vista de que ninguna potencia se presenta con su fuerza bélica para tratar de dominarnos, hablan de que “nos ahogan económicamente”. Y agregó que “Solamente hace falta honestidad para defender nuestra soberanía, dentro del juego normal de factores económicos”. No creían lo mismo del profesor Birnie. Cuando estaba amenazada la independencia de Europa ni el ministro de marina de los Estados Unidos, coronel Franck L. Knox, cuando consideró amenazada la seguridad de su país. AL hablar ante la comisión de Relaciones Exteriores del Senado en favor de la ayuda de Gran Bretaña, el coronel Knox mostró los peligros que para la seguridad de los Estados Unidos tendría un triunfo de Alemania en Europa. Dijo el coronel Knox: “La América latina tiene una gran riqueza en potencia, principalmente en materias primas… Si Alemania triunfa pondría en juego los métodos que ya ha empleado en otros países. Primero llegaría la penetración económica, luego la dependencia económica y en seguida la inmigración política. Después se consideraría la instauración de un gobierno títere nativo bajo control nacionalsocialista…” (La Nación, 1°/II/1941). El coronel Knox sería otro temeroso “esquizofrénico nacionalista”. Pero no alteremos el curso de nuestra exposición y veamos cómo Europa zafó de una situación económica muy semejante a la de cualquier país sudamericano. En 1932 Alemania decidió suspender los pagos de sus deudas. Para cumplir con los Estados Unidos los restantes países europeos debieron, o bien compeler por la fuerza a Alemania, campaña que no los tentaba, o bien pagar con los frutos de su propio trabajo, o bien hipotecar alguno de sus numerosos bienes. No hicieron nada de eso. No

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pagaron, sencillamente. Francia derribó un ministerio, el de Herriot, para no pagar. Gran Bretaña protestó en varios tonos. Pagó una cuota, bajo protesta. Hizo, luego, un pago simbólico con un solo dólar. “ The Evening Star” resumía certeramente la opinión inglesa. Es interesante la opinión del “Evening Star”, porque suele ser muy insolente al referirse a los asuntos argentinos. Decía “Evening Star” en esa ocasión: “Creemos que el mejor medio para que el congreso de los Estados Unidos tome en cuenta la situación británica, es la de negarse a pagar, sin más trámite”. UNA DEUDA DE 37 MIL MILLONES DE DOLARES Mientras tanto, el presidente Hoover continuaba exigiendo el pago. Sobre este punto decía, razonablemente: “De hacerse presente que la contribución necesaria para el pago de sus deudas a nuestro gobierno no excede a la cuarta parte de la cantidad que esos gobiernos actualmente invierten en el mantenimiento de sus fuerzas militares”. En la sesión realizada en la Cámara de los comunes el 15 de diciembre de 1932, dos “nacionalistas esquizofrénicos” replicaron al presidente Hoover, expresando sendos conceptos doctrinarios que es bueno no echar en saco roto en esta época en que hay tanto botarate y tanto nesciente con mando. A la sugestión que se había hecho desde ultramar, de saldar deudas con concesiones territoriales, míster Winston Churchill respondió con una sola frase tajante: “Los habitantes de China venden a sus hijos para pagar sus deudas en los tiempos difíciles, pero esa práctica no ha sido nunca adoptada por la Europa Occidental”. Tenía razón míster Churchill, pero aquí abonamos con “el hambre y la sed” de los argentinos, oficialmente reconocidos como moneda de pago. Por su parte, el ministro del tesoro de la Gran Bretaña, míster Neville Chamberlain fue más lejos, al admitir, por primera vez, que el capital puede ser clasificado según su origen y reconocido o desconocido según los frutos de su utilización: “Los 800 millones de libras prestados por los Estados Unidos a Gran Bretaña fueron gastados en mercancías, en ese mismo país. Sea en municiones utilizadas en Flandes o en alimentos consumidos por el pueblo o los soldados o en uniformes hechos trizas en la guerra. Todos los gastos fueron tan improductivos como si se los hubiera invertidos solamente en tanques, artillería o buques. La mayor parte de ese capital estalló en el aire en defensa de la libertad”. ¿Estalló en el aire en defensa de la libertad? ¡Qué emocionante! Con seguridad este gobierno que sufrimos hubiera condonado la deuda de inmediato. Los norteamericanos no la condonaron, pero no la cobraron tampoco. Solo percibieron un dólar simbólico. Los norteamericanos no escarmentaron. Volvieron a reincidir en la operación y en la actualidad Gran Bretaña debe por diversos conceptos a los Estados Unidos la discretísima suma de 37.000 millones de dólares. Pero los británicos no se desvelan por tan poca cosa. Sueñan con recuperar su posición en la edad atómica y con la posibilidad de volver a desvalorizar la moneda argentina que les permitía aumentar el magro saldito positivo que han logrado en su balanza de pagos con la ayuda de esta revolución, libertadora de los inconvenientes que tenía Gran Bretaña en sus manejos lugareños. EL CAPITAL COMIENZA A TENER PATRIA Todo eso pasó y ya es historia. ¿Pasó? Un pueblo tan traicionado como es el pueblo argentino aprende poco a poco, pero lo que aprende no lo olvida. Esos hechos fueron estratificándose en el fondo de la subconciencia nacional. Se infiltraron en la inquietud de muchos estudiosos desinteresados y altruistas. Orientaron imperceptiblemente la

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conducta de muchos. Contribuyeron a la formación de un ambiente menos sumiso a las directivas extranjeras. El capital había comenzado a no ser un ente intangible, indiscutible, perfecto, inmanente, eterno y carente de patria. El capital había comenzado a tener patria y dos extremos distintos: por uno absorbe las riquezas ajenas, por otro beneficia al dueño de la instalación. Capital comenzaron a ser los alimentos, las simples vituallas que el hombre consume, todo lo que puede nutrir el trabajo humano mientras ese trabajo se realiza, tanto como las mercaderías y manufacturas en que ese trabajo ha sido invertido ya, o como el oro, termino común de todos los intercambios, o como las usinas o fábricas que son erigidas o construidas por los que se alimentan con nuestras vituallas y que, por lo tanto, podían ser construidas para nosotros o por nosotros. Los hechos de la historia y de la vida cotidiana se reexaminaban a la luz mortecina de un tembloroso candil intelectual, de fabricación casera. La luz era poca y vacilante, pero una luz nuestra. Así fuimos comenzando a conocer nuestra verdadera realidad. A los pueblos nuevos les es difícil conocer su propia realidad. Los pueblos jóvenes se conocen a sí mismos como los hombres niños. Se conocen a través de sus propios malestares. Un dolor sitúa al estómago con más precisión que una lección de anatomía. Al pueblo argentino comenzaba a dolerle el capital extranjero. Era un dolor sordo que experimentaban, quizás, solo algunas fracciones más sensibles que otras. Era un dolor que quizás la habilidad británica pudo atenuar con alguna aspirina política. Pero los británicos, felizmente, cometieron un error y el 9 de octubre de 1945 mostraron sus garras. La respuesta del pueblo no se hizo esperar y el 17 de octubre un viento de historia barrió la Plaza de Mayo, la histórica plaza de nuestras libertades. LA NUEVA ERA ARGENTINA Había comenzado una nueva era, pero la obra que se enfrentaba era de índole titánica. Todas estaban ocupadas por adictos incondicionales a las conveniencias de las empresas de capital británico. Algunas pocas respondían al capital norteamericano. Las direcciones partidarias de la extrema derecha y de la extrema izquierda, los claustros de profesores universitarios y las federaciones universitarias, las academias, los diarios y las revistas, las comisiones directivas de los clubes más importantes, las asociaciones de ganaderos y de industriales, las bolsas de comercio y las cámaras compensadoras, los más altos cargos burocráticos, los jefes políticos de las facciones más opuestas y hasta muchos miembros de la jerarquía eclesiástica: todos actuaban y opinaban con las mismas consignas, en obsecuencia incondicional de las conveniencias británicas. Es casi increíble que pueda haberse realizado una tarea tan trascendente con tantos y tan hábiles obstáculos decididamente opuestos al avance. Un solo sendero facilitó la marcha: el mito del capital extranjero se había desvanecido. Con la intervención del gobierno, el pueblo argentino recuperó el dominio del comercio exterior, de la circulación de la moneda y del crédito interno. SE reconquistaron los medios de comunicación y los de transporte ferroviario y urbano. Se abrieron posibilidades para la práctica de comercio exterior que había estado absolutamente interdicto a los ciudadanos argentinos. Se sentaron nuevas bases para el otorgamiento de créditos. La responsabilidad financiera del solicitante fue sustituida por la utilidad social de lo que se proponía hacer. El sin nada y sin nadie que sabía cómo se utilizaba un torno, obtenía dinero para adquirirlo y pagarlo con la producción. El país de liberó se sus deudas externas -públicas y privadas- y comenzó a capitalizarse con su propio trabajo. El gas destilado del carbón fue reemplazado con el gas natural que en Comodoro Rivadavia se desvanecía en el aire hasta ese momento.

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Los usuarios del gas se quintuplicaron. Los servicios telefónicos se extendieron. El número de aparatos se duplico. Por el interior comenzaron a desparramarse usinas y fábricas, lagunas pequeñas, otras gigantescas. No fue necesario recurrir al capital extranjero. “Antes de firmar un empréstito externo me cortaré una mano”, había declarado el presidente. La inauguración de la súper-usina de San Nicolás era inminente… la técnica del capitalismo había dejado de actuar a favor del extranjero. Comenzaba a actuar a favor de las fuerzas internas de la República Argentina. Se atravesaba un momento muy semejante al que caracterizó a los Estados Unidos allá por el decenio 1880-1890. Aparecieron los primeros ricos de origen no ganaderos, con los mismos rasgos de irritante exhibicionismo. Descartado el factor personal, la existencia de esos nuevos ricos era una prueba irrefutable de que estaban actuando energías que nacían y se consolidaban en nuestro propio medio. Lo que ganaron con la protección del gobierno son una fracción casi infinitesimal de lo que Bunge y Born y sus acólitos ganaron en el correr de los años y giraron al exterior de inmediato. Se dice, como cargo, que aquéllos hicieron su fortuna con el apoyo del gobierno, que les permitió exportar e importar una fracción decimal de lo que importar y exportan Bunge y Born y sus acólitos. Toda fortuna tiene un origen más o menos político. Es fácil demostrarlo. Lord Vestey, el rey de la carne que Gran Bretaña importa de la Argentina, fue en su origen un modesto vendedor de grasa rancia. Hoy, basta que Lord Vestey estornude para que todos nuestros ganaderos se suenen las narices. La fortuna de Lord Vestey tuvo también un origen político y sus correspondientes connivencias, por lo tanto. ¿Habrá alguien en Gran Bretaña que se lo reproche? Lo indudable es que este país –que estuvo paralizado en su crecimiento y trabado en su desenvolvimiento por las maneas de un capitalismo opresor, dirigido a impedir que constituyera sus propios capitales y se apartase de su prefijado destino de factoría proveedora de alimentos y materia prima- había comenzado a alcanzar las condiciones necesarias y suficientes para ser una nación verdaderamente independiente y dueña de su destino, podía, inclusive, ser una nación capitalista. HUMANIZAR EL CAPITAL Para contribuir a la reconstrucción del mundo maltrecho por la segunda guerra –según los datos que el delegado argentino, doctor Diego Luis Molinari ofreció en la Conferencia de La Habana- hasta 1947 la República Argentina otorgó créditos a los países extranjeros por el valor de 1.151 millones de dólares. Pero ¿es, acaso, el ideal argentino el de erigirse en nación prestamista? Hay ondas de rebelión más profundas que se descalzan entre los hechos cotidianos con movimientos casi ameboidales, como si el hombre argentino tuviera alguna recóndita, oscura, imprecisa, intuición de que es algo así como la última esperanza de redención del espíritu humano, que en el hemisferio norte sobrevive encogido por el pánico. Parece que algo superior a las aspiraciones individuales nos empujara hacia la preocupación por el destino de los ajenos y nos arrastrase involuntariamente a ensayar a nuestra costa soluciones que solo pueden ser útiles a otros. Algún latido de ese pulso debió sentir el entonces presidente cuando dijo: “Queremos humanizar el capital”. Esa frase pudo parecer la expresión de un puro disparate. Como proponernos humanizar la tabla pitagórica de multiplicar. Pero si nos detenemos un momento a reflexionar sobre los horizontes que descubre, quizá alcancemos a vislumbrar vastas extensiones de posibilidades.

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UNA ACUSACIÓN GENERAL He escrito todo lo que antecede estimulado por el deseo de alzar el juicio del lector por sobre el maremágnum de infamias y dicterios que parece ser el único bagaje doctrinario de esta revolución que sufrimos. Pero no es posible terminar sin subrayar la claridad con que el contraalmirante Rojas ha dejado traslucir las intenciones oficiales. El electorado argentino no podrá aducir que ha sido engañado, no lo dice directamente, pero en su perífrasis no caben dos interpretaciones: el contraalmirante Rojas cree que es forzoso recurrir al capital extranjero. Oponerse a ello es proponer al atraso y al aislacionismo en que solo pueden prosperar la esclavitud y la miseria”. Para referirse al capital extranjero, el contraalmirante Rojas utiliza un circunloquio pudoroso. Dice: “El país necesita, si quiere avanzar, el trabajo de sus hijos y el capital que lo asegure. Carecemos de los elementos que la técnica moderna ha puesto en manos de los hombres que trabajan en otros países…” Frente a esta frase llena de gambeta; uno no puede menos que preguntarse: ¿por qué tanta vuelta para referirse al capital extranjero, si está íntimamente convencido de que su aporte es indispensable? Después, el contraalmirante Rojas afrenta a todos a que discrepen con sus insostenibles afirmaciones. Los acusa abiertamente de esquizofrenia nacionalista, calificación en que caben holgadamente todos los gobernantes de la tierra. Al opinar así el contraalmirante Rojas contraría abiertamente el espíritu de las grandes multitudes que prestaron su apoyo al gobierno legal que fue depuesto por esta revolución. Y esa parece una actitud lógica. Pero es indispensable destacar que tampoco interpreta con esa injuria el espíritu del movimiento que derrocó al gobierno legal. La tónica de la oposición anterior a septiembre de 1955 se caracterizó por su nacionalismo exacerbado. En las cámaras se acusó constantemente al gobierno peronista de no ser todo lo nacionalista que debía ser. Y esa fue la alfalfa intelectual que nutrió a la oposición durante varios años. Se los acusó por respetar la CADE. Por no expropiar los frigoríficos. Por no arrollar a Bunge y Born y sus acólitos. Por tratar de conciliar intereses con los británicos. Por no haber obtenido aun mejor condiciones en los convenios bilaterales. Por no haber modernizados más rápidamente los ferrocarriles que fueron adquiridos en un estado de lamentable obsolescencia. Por no haber ratificado el Pacto de Chapultepec y el ingreso a las Naciones Unidas. Por no imponer salarios más elevados a los obreros argentinos. ¡Si hasta los doctores Nudelman y Pastor fueron nacionalistas: ¿Y qué fue si no una agitación de “esquizofrenia nacionalista” la resistencia opuesta al convenio con la California Argentina que daba un derecho de exploración y cateo a una empresa norteamericana cobre tierras que en su mayor parte eran propiedad particular de compañías extranjeras? La masa ciudadana cuyo descontento hizo posible el estallido de septiembre de 1955 quería, acertadamente, que el petróleo argentino fuese explotado por la empresa del Estado. Quería impedir que se repitieran entre nosotros los sucesos del Cercano Oriente o los escándalos de México anteriores a la nacionalización. Esa masa ciudadana -equivocada o no-fue burlada en sus aspiraciones. Ellos no deseaban que los viejos sirvientes del antiguo capital extranjero volviesen a usufructuar las posiciones públicas. Los resortes vitales que los movieron fueron simplemente de orden psicológico, a los que se unió al final el resentimiento de las creencias religiosas heridas. Pero en la concepción de los asuntos nacionales la ciudadanía opositora que sirvió de trampolín a la revolución de septiembre de 1955, no fue menos patriota ni menos “nacionalista esquizofrénica” que las grandes muchedumbres que durante un decenio sembraron emociones en el pavimento estéril de las calles centrales de Buenos Aires. Son dos sectores de la ciudadanía que hablan posiblemente dos lenguajes distintos, porque en ese

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desentendimiento estaba interesado el capitalismo extranjero que nos explotaba a todo por igual. Las palabras del discurso del contraalmirante Rojas contrarían –como es razonable esperar- las más arraigadas y queridas convicciones de las grandes muchedumbres peronistas. Pero traicionan, asimismo, el verdadero espíritu de los revolucionarios de 1955, a quienes, con excepción de algunos Judas despreciables, de ninguna manera es posible concebir como animados por el deseo de ver caer de nuevo a su patria a la miserable condición de factoría, la quizá involuntaria claridad del contraalmirante Rojas sirve para aclarar el panorama. Como en todas las épocas decisivas de la historia argentina, de un lado están los que esperan todo del apoyo del capital extranjero. Del otro, los hombres que sientes profundamente el destino de su tierra. Lo lamento por el doctor Balbín, que ha prestado su anuencia anticipada a lo que ha hecho este gobierno y se ha comprometido a proseguir en esa senda. Nosotros estamos muy contentos en el lado de los “nacionalistas esquizofrénicos”. ¿Verdad, doctor Frondizi? (Lector: no sé cómo agradecer la prueba de simpatía y de amistad que me ha otorgado al acompañarme hasta el final de un tan desmesurado escrito, en que, sin embargo, apenas puedo balbucear algo de los mucho que quisiera decirle para contribuir a darle la sensación cabal de la responsabilidad que asumirá el domingo al depositar su voto. Cuando usted selecciones su boleta en el cuarto oscuro, no estará solo. Hay 20 millones de argentinos que lo observan ansiosos. ¡Que la patria presente y la patria futura guíen la selección de su mano!)

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10.1.13 HACE DIEZ AÑOS LOS FERROCARRILES ARGENTINOS NOS DEVOLVIERON EL DERECHO A DESARROLLARNOS COMO NACIÓN

Raúl Scalabrini Ortiz Qué Nº 171 – 4 de marzo de 1958

Señor Director: Hace pocos días se cumplió el primer decenio de la toma de posesión de los ferrocarriles extranjeros. La nacionalización de los ferrocarriles extranjeros fue el nudo evolutivo en que terminó un ciclo de maduración durante el cual la voluntad nacional estuvo sometida a la decisión y a la conveniencia de los extraños. La ráfaga de historia que nos conmovió a todos el 1" de marzo de 1943, aunque muchos no quieran comprenderlo, fue el hecho definitivo que dio término a la farsa de un mundo colonial y abrió posibilidades para el desarrollo de genuinas raíces nacionales. Debe permitírseme que en este momento en que rememoro un hecho de tan vasta repercusión, recuerde a los que en el transcurso de nuestra historia se fueron oponiendo con su sacrificio personal al avance arrollador de la hegemonía ferroviaria. Evoco con emoción las valientes expresiones de Osvaldo Magnasco, que en 1891 denunciaba "los grandes robos de las compañías ferroviarias" y los prolijos estudios de Celestino Pera, que atrajeron sobre su reputación de ciudadano la innoble baba del periodismo sobornado. Recuerdo las documentadas prevenciones de Estanislao Zeballos y los tenaces empeños de Carlos D'Amico para engrandecer y defender al Ferro Carril Oeste, pero no olvido a los que bregaron por mantener incólume el espíritu reivindicador de Hipólito Yrigoyen ni a los humildes y sencillos que en el transcurso de estos últimos años se sacrificaron sin esperanzas de recompensa alguna. UNA MIRADA RETROSPECTIVA Durante muchos años, los hombres de mi generación hemos luchado sin conocer claramente el objetivo de nuestra lucha y ni siquiera la fisonomía de nuestro enemigo. Sabíamos que algo andaba mal, pero no sabíamos qué. Rechazábamos el patrimonio que lógicamente debíamos heredar y elogiábamos lo contrario de lo que había sido elogiado hasta entonces. Ensalzábamos lo humilde y desunido frente a la opulencia del éxito que presentíamos -como era- falso y encubridor de traiciones. Después, nuestra rebeldía intelectual, indefinida hasta ese momento, se fue clarificando en sus términos y afinando en su dirección. Dejamos de barrer el horizonte con el ametrallamiento de nuestra disconformidad. Empezábamos a comprender que nosotros buscábamos crear las condiciones indispensables para el desarrollo de un espíritu autóctono. Pero la existencia de un espíritu presupone la existencia previa de un cuerpo, porque el espíritu incorpóreo sólo existe verbalmente en la dialéctica de los engañadores y en la imaginación de los románticos, y nosotros no éramos ni lo uno ni lo otro. Nosotros queríamos la realidad, porque creíamos que ella encierra una magnitud de mundo que trasciende de la que pueden palpar nuestros sentidos. Nuestra realidad era una fracción de una realidad mucho más grande y concebíamos el cuerpo de la Nación entera como una fracción del cuerpo histórico nacional. Y en el transcurso de esa inusitada pesquisa dimos en descubrir lo que después debía de ser evidente para todos: que el cuerpo nacional nos pertenecía con la estricta condición de permanecer en servidumbre, de una inteligencia y de un espíritu ajenos. Al delimitarse, aquel sentimiento de rebeldía difuso c inconcreto, ganó en fuerza y en precisión. Lo que era centelleante adquirió

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incandescencia permanente e irradió una luz cuyos perfiles no admitían confusión. De un lado estaban los adictos a la tierra y al hombre consustanciado con ella. Del otro, los adictos al capital extranjero y a sus conveniencias. Con esa nueva linterna de Diógenes, escrutamos los rincones más oscuros de la historia y del conocimiento con que la oligarquía había imbuido nuestras conciencias. Cometimos, quizás, muchas injusticias, porque la inercia de la reparación se despreocupaba de la equidad y de la consideración de las circunstancias. Pero el justo término medio es justo y es término medio, porque está en el centro de los extremos. Y nosotros éramos el extremo desesperado y casi inerme opuesto al extremo de la historia y del conocimiento elaborado por el capital extranjero y sus servidores oligárquicos. Fue la nuestra una obstinación ardua. Teníamos en contra, emboscadas en todas las encrucijadas de la vida, a las mejores inteligencias del país, a los cerebros más ilustrados, a los apellidos más tradicionales, a los hombres más adinerados y a los dirigentes de los partidos que se decían intérpretes de las vocaciones y de los deseos populares. UN BRAZO EJECUTOR Toda lucha termina, por imponer sus características al combatiente que toma parte en ella. Mi generación consumía sus energías en el análisis y en la denuncia incansable y audaz de las corrosiones que enervaban el impulso argentino y olvidaba que la ejecución tiene una técnica y un modo operativo diferentes. Desde el punto de vista de la ejecución, continuábamos siendo tan ingenuos como antes. Frente a poderes despiadados y astutos, actuábamos con la franqueza y el candor de un niño. Que la tierra argentina tiene un destino a cumplir, lo demuestra la presencia oportuna del hombre que es necesario en cada momento definitivo de su historia. La independencia económica de la Nación requería un ejecutor, y ese ejecutor apareció por el recodo histórico más inesperado. Nuestra oligarquía había gastado sus finas sutilidades en el arte de procurar que el ejército argentino, más que defensor de los intereses concretos de la patria, fuese el ingenuo defensor de sus intereses particulares y de los intereses extranjeros que ella amparaba por representación y por similitud de principios. Y fue el ejército quien nos dio el ejecutor que arrasó los bastiones de esa Jericó, que parecían inconmovibles, con el ardor incansable de su palabra, con su habilidad de político y con su inagotable confianza en los derechos y en las virtudes del pueblo trabajador. EL EQUILIBRIO INTOCABLE La República Argentina era una pieza del ajedrez político del mundo que no podía tocarse sin alterar los equilibrios de tensiones que sobre ella actúan. "El peligro de la Argentina, para nosotros, decían en Gran Bretaña, en 1935, radica en la expansión de la idea del nacionalismo económico". La idea de la recuperación argentina hacía vacilar un equilibrio internacional estabilizado durante casi un siglo sobre la base de nuestro resignado sometimiento. Los ferrocarriles eran el puntal básico de la dominación económica extranjera. Encaramado en el enorme poder del sistema ferroviario, el extranjero dictaba sus normas al país entero y deformándolo lo acomodaba a sus intereses y conveniencias. El sistema ferroviario es, posiblemente, la más completa elaboración de la inteligencia humana. Pero es indispensable conocerlo en su intimidad para admirarlo. El pasajero del tren expreso que horada con sus luces la noche campesina, ignora de cuántas vidas, de cuántos sacrificios y de cuántas inteligencias depende la seguridad con que avanza

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sobre los carriles de acero. Pero no basta conocer en toda su complejidad el sistema ferroviario para poder apreciar la trascendencia de su nacionalización, y presumir, por lo tanto, las enormes dificultades y resistencias que se debieron vencer para lograr ese acto histórico. El sistema ferroviario es la piedra de sillería de esa monstruosa relación internacional que se ha denominado sintéticamente como imperialismo económico, es decir, la dominación invisible de una nación por otra en qué se conservan intactas las formas institucionales de la soberanía política. El ferrocarril es un arma de dominio por sí mismo. Sobre sus líneas crea vidas y pueblos que desde su nacimiento quedan subordinados a su progenitor. La tarifa ferroviaria tiene una influencia tan decisiva como los derechos aduaneros. Puede crear o destruir. Pero además de la acción propia deducida de las funciones fundamentales que el transporte desempeña en una colectividad, los ferrocarriles usufructuaban la influencia indirecta que se deduce del manejo incontrolado de las inmensas masas de caudales. Hasta hace pocos años los ingresos brutos de las empresas ferroviarias particulares establecidas entre nosotros, igualaban y a veces superaban al monto de las rentas generales de la Nación Argentina, según puede observarse en el adjunto cuadrito. Año Valor* Valor** 1890 26.049.042 29.143.767 1901 43.868.085 65.046.903 1914 115.107.179 124.163.761 1920 218.485.374 228.402.483 1929 287.527.550 325.342.942 CAPACIDAD DE CORRUPCIÓN La enorme capacidad de acción que encierran esas cifras es casi inimaginable. Las acciones legales y lícitas que permiten cumplir tan cuantioso volumen de fondos manejados con absoluto discrecionalismo son fácilmente presumibles. Lo que excede a toda imaginación normal es la fuerza ejecutiva que se deduce de su poder de corrupción. Nadie emprendió nunca entre nosotros una investigación en ese orden, pero no tenemos razón alguna para, presuponer que lo que ocurrió en otros países no haya ocurrido entre nosotros. En su Historia Económica de los Estados Unidos, Harold Underwood Faulkner dice: "Una práctica que amenazaba los mismos cimientos de nuestra democracia era el continuo asalto a la integridad del gobierno por los intereses ferrocarrileros. Se ejercía presión con todos los medios sobre los legisladores y ministros, a fin de obtener contratos favorables, así como sobre los tribunales para que los interpretaran del modo más amplio. En el apogeo de su gloria o infamia, el sistema de los favores se extendió a muchas personas de influencia. Se solía dar intervención en las empresas a los legisladores y funcionarios, en los cargos de asesores o directores, fijándoseles altos sueldos. Cuando esto no era suficiente, muchos ferrocarriles seguían el ejemplo de la compañía Erie, que en un año gastó 700.000 dólares como fondo de corrupción, cantidad a la que dio entrada en los libros bajo el rubro "partida de goma de borrar". En la misma Gran Bretaña, las operaciones ferroviarias no obedecían a normas más morales, a juzgar por lo que afirma Henry Murray en su libro The railway swindle ("La estafa ferroviaria"), publicado en Londres en 1916. Refiriéndose al sistema ferroviario de la misma Gran Bretaña, Mr. Murray dice que “científicamente considerado, el sistema es un alarido de absurdidad. Considerado económica y financieramente, una masa de ruinas. Socialmente, una

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gangrena creciente. Entre muchos sitios podridos en el cuerpo de las corporaciones, hay diversos grados de rutina. Año tras año decenas de millares de productos agrícolas se pudren en los campos y huertos británicos porque nuestras tarifas monstruosas impiden su transporte a los mercados. Año tras año, más y más acres de tierra británica arable se desperdician bajo el césped... La administración de los ferrocarriles británicos constituye la más colosal e impúdica estafa de la historia humana, una estafa donde hay pares del reino entre sus perpetuadores, ministros del gabinete entré sus instrumentos y la entera comunidad británica entre sus embaucados y víctimas." ("The most colossal and impudent swindle in human history; a swindle which has Peers of the Realm among its perpetrators, Cabinet Ministers among íts tools, and the entire British community for its dupes and victimes.") Para terminar con tan prodigiosa fuente de inmoralidad y corrupción, Mr. Murray no encuentra otra solución que apoyar la que postula Mr. Emil Davies en su librito, cuyo título resume su tesis: The nationalization of railways, ("La nacionalización de los ferrocarriles"), operación que el gobierno laborista impuso y han respetado los posteriores gobiernos conservadores. Si hechos tan contrarios a toda norma de convivencia y de bien común ocurrían en sociedades bien organizadas y donde el poder financiero de los ferrocarriles podía ser equilibrado por la dinámica de otros grupos no menos poderosos, y donde los ejecutores tenían un máximo de responsabilidad personal porque actuaban en su propio ambiente, ¿a qué grado de impudicia y estolidez no llegarían esos mismos ferroviarios al desplazarse en un ámbito colonial como el nuestro, al que despreciaban y al que sólo llegaban impelidos por su codicia? ¿Y qué resistencia podía ofrecer el país a esas maniobras corruptoras si sus agentes pagos -abogados, asesores, técnicos, directores, gerentes- ocupaban todas las posiciones públicas, las cátedras universitarias, redactaban los editoriales de los diarios que formaban opinión y formaban la mayor y más respetada fracción de los cuerpos directivos de los grandes partidos populares? La República Argentina era una nación virtual o, como diría Pirandello, una nación a hacerse. Y ésa fue la realización casi increíble que el pueblo argentino emprendió en el transcurso del pasado decenio: construir su Nación, como quien construye su casa. La nacionalización de los ferrocarriles fue, por eso, un acto de proyecciones históricas tan profundas y extensas, que sólo es comparable a la batalla de Ayacucho, que dio término al dominio español en la América del Sur e inauguró una nueva era de relaciones interpares con la Madre Patria. Ahora, en los puestos claves del país se han reinstalado los antiguos personeros de los intereses británicos. La propaganda periodística insiste tenazmente en su campaña de desprestigio de la administración nacionalizada. Se formulan insidiosos planes de transferencia a los intereses privados. Se recarga el acento sobre los déficits que los actuales administradores se encargan de abultar cada vez más. Constantemente se intercalan referencias a un pasado mejor. Son indicios de que un grave peligro se cierne sobre la propiedad de nuestros ferrocarriles. No es por casualidad que se ha designado presidente de los ferrocarriles del Estado Argentino al antiguo ayudante del gerente de los ferrocarriles Sud y Oeste. Escribí estas líneas que anteceden antes del 23 de febrero para un número de la revista que no apareció. El resultado de la elección demuestra que el pueblo argentino ha comprendido la trascendencia nacional del momento que vivimos. Interpretó y cumplió la orden del destino. Maniobró heroicamente con sus propios sentimientos, acallando lo que puede ser acallado, postergando lo postergable, para hincar la palanca de su voluntad en el único resquicio abierto en la ignominia en que íbamos cayendo. Es una batalla más, ganada en la larga lucha por la liberación nacional. Pero no es un triunfo definitivo. Las fuerzas reaccionarias que la voracidad extranjera tiene a su

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servicio, permanecen activas. Son poderosas, diligentes, incansables y arteras. Ellas redoblarán sus esfuerzos para fragmentarnos y azuzarán los reclamos e instigarán a la realización de hechos que tiendan a fomentar la apariencia de indisciplina social, con la esperanza de conformar un pretexto que justifique su siempre postergado golpe de mano. A ellas no les preocupa el verdadero caos que pueda sobrevenir. Al contrario. Ya lo dice el refrán: a río revuelto, ganancia de pescadores. El cataclismo nacional sobrevenido a consecuencia de las disconformidades sicológicas que provocaron la revuelta de 1955, es buena prueba para las potencias enemigas que están agazapadas en la entraña misma de la vida argentina, están siempre dispuestas a aprovechar de todas las ocasiones. Disculpe el lector que lance este grito de alarma, que disonará en el alborozo del triunfo; pero la experiencia me ha enseñado que los días en que más activamente trabajan los ladrones de bolsillo es en los días de las grandes festividades nacionales. Ojo, pues, con los bolsillos de la Nación. No sea que mientras nos embelesamos con "los claros clarines de los paladines" los extranjeros nos hurten insensiblemente los ferrocarriles, los teléfonos, los telégrafos y la plena autonomía de Y.P.F. * Entradas brutas de los ferrocarriles en p./ oro. ** Rentas generales de la Nación en p./ oro.

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10.1.14 NO ES EL AUTOABASTECIMIENTO LO QUE LES URGE, SINO LA ENTREGA DEL PETRÓLEO

Raúl Scalabrini Ortiz – Qué N° 172 – 11 de marzo de 1958 En materia de petróleo, la operación más desalentadora y costosa es la de encontrarlo. A pesar del progreso de las ciencias geológicas, se procede por indicios y se avanza por tanteos. El único método indubitable para certificar su existencia es el de perforar. Un pozo puede llegar a costar varios millones de pesos que se pierden irremisiblemente si la perforación no acierta a penetrar con precisión en la acumulación petrolífera situada, a veces, a más de cuatro mil metros de profundidad. Un error de algunas decenas de metros o la falta de decisión para proseguir la perforación ha conducido a la ruina a muchos exploradores en zonas que poco después pasaron a figurar entre los más productivos yacimientos mundiales. En cambio, un solo pozo productivo puede llegar a redituar varios cientos de millones, y un yacimiento, la fortuna o desgracia de una nación entera. En este momento, en la República Argentina no hay que explorar y ni siquiera perforar. El único problema es el de transportar el gas y el petróleo de pozos ya perforados que están tapados a la espera de que haya medios de transporte suficientes. Los yacimientos de Campo Duran y Madrejones figuran entre los más codiciados del mundo. Su petróleo natural es riquísimo en hidrocarbonos livianos –casi nafta pura- y su rendimiento gasífero provee un combustible no menos valioso. Las reservas argentinas comprobadas ascienden a más de 370 millones de metros cúbicos de petróleo y a más de 120.000 millones de metros cúbicos de gas, que equivalen en poder calórico a otros 120 millones de toneladas de petróleo, lo cual hace ascender nuestras reservas comprobadas a casi quinientos millones de metros cúbicos. Si aceptamos como valor comercial el de diez dólares el metro cubico, puesto en la boca mina, se tiene un valor medio para nuestras reservas, que ascienden de año en año, de más de cinco mil millones de dólares (u$s. 5.000.000.000). Las compañías extranjeras, británicas y norteamericanas, nos quieren robar esas fuentes de poder. Y ése es todo el problema petrolero argentino. Uso el término robar en la misma íntegra acepción con que lo empleó en 1933 el jefe de la delegación mexicana, doctor Puig, al resumir la historia económica de América Latina en la Conferencia Panamericana de Montevideo. Dijo el doctor Puig: “Todos nuestros pueblos, en cada una de sus clases sociales, ven hoy que sus esfuerzos han sido hechos exclusivamente para beneficio de las compañías extranjeras. Dichas compañías nos han despojado, nos han robado el fruto de nuestros trabajos”. LAS TÉCNICAS DEL DESPOJO ¿Cómo se roba a los pueblos el fruto de sus trabajos? Las técnicas son muy variadas y cubren todos los matices. En nuestro país, las compañías extranjeras han preferido operar con el monopolio legal de una concesión extendida por el poder público. Esas concesiones fueron otorgadas, casi sin excepción, con el pretexto de que no teníamos capitales para afrontar las obras proyectadas. Pero en 1955 ese argumento no podía emplearse con seriedad. La República Argentina no tenía deuda extranjera porque había sido repatriada en su totalidad, pagándola en efectivo en la moneda de cada país acreedor. Los servicios públicos prestados por compañías extranjeras habían sido adquiridos con pago al contado. El monto de lo invertido en repatriaciones y nacionalizaciones, en los cinco años corridos de 1946 a 1951, ascendió a 3.240 millones de pesos moneda nacional, equivalentes a 648 millones de dólares, según se

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testifica en las correspondientes memorias del Banco Central. En solo nueve años –de 1947 a 1955, inclusive- se importaron bienes de capital para industrializar el país y renovar y modernizar los transportes por un valor total de 14.577 millones de pesos, equivalentes a 2.915 millones de dólares, de acuerdo con la memoria del Banco Central de 1955. En total, en nueve años se invirtieron 3.563 millones de dólares en manumitir la economía argentina, consolidarla y acrecentarla. Grandes potencias –Rusia, Gran Bretaña, Japón y España- eran deudoras nuestras. La única compañía importante, que consiguió eludir la nacionalización fue la CADE que también era deudora del gobierno argentino por más de mil millones de pesos, unos 200 millones de dólares, que invirtió en la ampliación de sus usinas. Teníamos un saldo comercial pendiente con Alemania e Italia, amortizable con productos argentinos y un crédito abierto de 60 millones de dólares en el Eximport Bank, que se utilizó para costear parte de la maquinaria de la Superusina de San Nicolás, gracias a la cual hoy tenemos un poco de luz y de fuerza motriz. Centenares de ofrecimientos de material petrolero y ferroviario, que podía adquirirse con toda clase de facilidades a cambio de productos argentinos de normal exportación, inundaban las oficinas de la administración. ¿Cómo hablar pues, de carencia de capitales? Ni el mismísimo doctor Raúl Prebisch se atrevía a abordar el tema. “Nos guste o no nos guste tendremos que recurrir a un empréstito extranjero”, dijo cautelosamente, como si endeudarse fuera un placer de refinado masoquismo y no –como lo era- una fatalidad que se desprendía del análisis desapasionado de los hechos económicos. Para que fuese posible repetir esa estupidez con seriedad, era evidentemente inevitable empobrecer y debilitar al país hasta la extenuación y quebrantar la altivez nacional que había comenzado a emerger sobre la desolación del mundo colonial. Cuando los pueblos tienen hambre, dejan de preocuparse por los problemas generales de la colectividad y del futuro. Y ésas fueron las más tenaces orientaciones de la política dirigida a que hemos estado sometidos durante estos dos años y medio. Desde septiembre de 1955 nos conduce una política dirigida a la postración de nuestra economía y a la humillación del espíritu nacional. El éxito de esa política iba a permitir que se presentara de nuevo como única solución posible para el problema petrolero el otorgamiento de concesiones más o menos veladas. Examinemos aunque sea someramente de las huellas más visibles de esa tortuosa maniobra. Los viejos porteños cuentan que un día, al divisar al ceñudo agente de policía que montaba guardia frente a la Caja de Conversión, el doctor Carlos Pellegrini reflexionó en alta voz: “Esa custodia está de más. Los bancos no se roban con ganzúas, se roban con pagarés y letras de cambio”. La frase no ha perdido ni actualidad ni exactitud, pero podría perfeccionarse agregando que los pueblos tampoco se roban con ganzúas, que roban con concesiones que a veces se disimulan bajo la forma de “prestación de servicios”. El ceñudo agente de policía que arrancó la exclamación de Pellegrini, continúa si inacabable paseo frente a las puertas del Banco Central y nadie podrá transponer sus umbrales sin pasar frente a la boca de su alerta carabina. El tesoro de Banco Central es un prodigio de seguridad. Sostenido por unos pocos pilares, parece flotar en el aire en un fenómeno de levitación. Si se lo quiere forzar, el recinto circundante se inunda, las puertas exteriores del banco se cierran hermética y automáticamente y las campanas de alarma resuenan en la sala de guardia, en la comisaria próxima y en el Departamento Central de Policía. En una palabra, es prácticamente inviolable para este tipo de ladrón que aún ignora la verdad del viejo proverbio inglés que dice: “Si los pícaros supieran las ventajas que hay en ser hombres de bien, serían hombres de bien por picardía”. En septiembre de 1955 en el Tesoro del Banco Central yacían depositados 310 toneladas de oro, amonedado y en barras (10,6

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millones de onzas troy). Ese oro era la garantía de nuestra moneda y la reserva para cubrir saldos eventuales y urgentes en el comercio internacional. Con una parte mínima de él, pudo comprarse al contado en el exterior todo el material extranjero necesario para construir los oleoductos de Madrejones a Buenos Aires. Los oleoductos no se construyeron, como no se construyó cosa alguna digna de mención. Sin embargo, de las 310 toneladas de oro no quedan nada más que algunas chirolas. Las campanas de alarma no sonaron. No es posible, siquiera, saber a ciencia cierta a cuánto asciende la reserva áurea. Primero, porque el Banco Central no ha publicado la Memoria de 1956 y se limitó a repartir el día de los Inocentes, 28 de diciembre de 1957, un breve resumen periodístico. Segundo, porque el Banco Central ha decidido no informar al país y anunció que el monto del oro irá involucrado en la misma cifra que consigna el valor de las divisas disponibles, novedad informativa, sin antecedentes en el mundo, que dice bien a las claras que el oro queda apenas un vago perfume y alguna que otra curiosidad numismática. Si Francis Drake hubiera sido el contralmirante que desembarcó en setiembre de 1955 no nos hubiera ido peor. UN DÉFICIT PROVOCADO ¿Cuál es la causa promotora de la volatilización del oro? Imposible saberlo con precisión mientras en el Banco Central no publique sus memorias detalladas, pero es razonable presumir que fue utilizado para cubrir el déficit del balance de pagos de los años 1956 y 1957. En el año 1953 el balance de pagos cerró con un superávit de 354 millones de dólares. En 1954 el superávit fue de 70 millones de dólares. En 1955, se tuvo un déficit de 30 millones de dólares, a consecuencia de los gastos inmoderados realizados en los últimos tres meses del año. En los años 1956 y 1957 el déficit debe sumar en conjunto, aproximadamente, más de 500 millones de dólares. ¿A qué fenómeno se debe ese brutal desnivel de nuestros cobros y pagos con el exterior? Los precios de los productos que exportamos se han envilecido. Los que compramos se encarecieron. Tomemos, por ejemplo, el tema que estamos tratando. Para conseguir una tonelada de petróleo crudo debíamos entregar en 1955, 350 kilos de trigo o 108 kilos de fruta o 53 kilos de chilled beef. En 1957 debimos entregar 500 kilos de trigo, 260 fruta o 101 kilos de chilled beef. Si seguimos por ese camino, pronto para comprar un litro de querosén tendremos que llevar un ternero a cuestas. Comprar caro y vender barato es una técnica comercial que lleva a la quiebra al más solvente. El desnivel de precios y las compras innecesarias de artículos prescindibles son los causantes exclusivos de los déficit. La primera beneficiaria directa de esta perniciosa operación es Gran Bretaña. Sus consumos aumentan y el monto de lo que debe pagar disminuye, en la misma medida que nuestros consumos disminuyen y lo que debemos pagar aumenta. Lo curioso es que el tema de los déficit de los balances de pago que estaba reservado a los iniciados y a los doctores en ciencia económicas comienza a servir de pretexto justificativo de operaciones las que de cualquier manera ofrecen peligro de subordinarnos a los intereses petroleros extranjeros. Pero no es el ministro de Hacienda el que se refiere a los déficit del balance de pagos; es el ministro de Comercio e Industria. El ministro de Hacienda no comenta los déficit. Los produce, simplemente. Hay un método muy simple para reducir y aun eliminar los déficit: disminuir las compras y maniobrar para obtener mejores precios de los productos que vendemos. El ministro de Comercio e industria estima que los déficit solo podrán ser eliminados cuando alcancemos el autoabastecimiento energético. Como no tenemos capitales disponibles para conseguirlo, deduce que es ineludible recurrir a la ayuda y colaboración de las compañías extranjeras. Esta es, naturalmente, una simple

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afirmación muy sospechosa. No es posible aceptar sin protesta: que un ministro que ignora la materia que trata, siete semanas antes de entregar el gobierno a los sucesores, pretenda resolver una dificultad circunstancial, consecuencia de la inepcia de sus colegas, con pactos, convenios o contratos que comprometerán en forma permanente la economía, la seguridad y la soberanía nacionales. El gerente de la empresa petrolera gubernamental mexicana, Antonio J. Bermúdez, rechazó una insinuación semejante a la propuesta por el doctor Yadarola, formulada allí, no a través de un embajador, sino a través de las Cámaras Nacionales de Comercio, diciendo que “la industria petrolera mexicana no necesita para su desarrollo de financiación sui generis ni de inmensos capitales extranjeros que más tarde obligarían a tomar medidas graves para proteger la dignidad y la soberanía de México”. LA CAPACIDAD CREADORA DEL PAÍS De todas maneras, frases aparte, queda en pie el problema de si tenemos o no la probabilidad de contar con capitales suficientes para iniciar la explotación de las inmensas riquezas petrolíferas. Un pueblo viril se capitaliza con el producto de su propio trabajo, negociando sus frutos con habilidad y con entereza. Si hubiéramos vendido las carnes, los oleaginosos y las frutas exportadas en 1956 a los precios conseguidos en 1955, habríamos contado con algo más de 151 millones de dólares excedentes, el doble de los que se necesitan para pagar al contado los materiales que es necesario importar del extranjero para poder construir los oleoductos y gasoductos desde Campo Durán hasta Buenos Aires. Si la exportación de 1956 se hubiera vendido a los mejores precios de 1952, el extranjero debió abrir créditos a nuestro favor por casi 1.589 millones de dólares. Si la importación se hubiera ajustado a las normas de austeridad que se proclamaron al solo efecto de disimular el descenso del nivel de vida, y no se hubiese gastado en 1956 nada más que lo que gastamos en 1953, es decir 195 millones de dólares, la República hubiese contado con un saldo disponible de casi 794 millones de dólares. Todo eso puede parecer fabuloso, y lo es, porque lo verdaderamente fabuloso es la capacidad creadora de este país y la deliberada incapacidad de sus hombres dirigentes. Digo deliberada incapacidad, porque todos estos dirigentes hablan con mucha seguridad de los problemas que están sometidos a su decisión, pero tienen el rabillo del ojo atento a los puestos bien rentados que irán a ocupar en las compañías extranjeras que se benefician con sus errores administrativos. Se aducirá que Gran Bretaña no está en condiciones financieras de afrontar una suba de precios de las mercaderías que le abastecemos. Lo lamentaríamos mucho. Otros países ofrecen comprarnos toda la carne que querramos venderle al doble precio del que paga Gran Bretaña. Ese comercio nos proporcionaría casi trescientos millones anuales de dólares de libre disposición. Los Estados Unidos se opondrán argumentando que esa operación abrirá una vía de penetración ideológica. Si los Estados Unidos quieren evitarla, tienen un procedimiento a mano: que subsidie los consumos que Gran Bretaña importa de la Argentina. Lo que nosotros necesitamos urgentemente no son capitales: es no ser expoliados. “A mí no me interesa que el gobierno de un país con el que hago buenos negocios sea blanco o negro”, dijo una vez Anthony Eden. No es una moral muy estricta, pero es una moral más aceptable que la de defraudar a sus connacionales para congraciarse con los extranjeros. “Si yo firmo eso, cuando vuelva a Londres me van a colgar”, dijo una vez sir Alfred Eddy en el curso de las tratativas de 1946. “Lo lamentaré mucho, respondió Don Miguel Miranda, pero prefiero que lo cuelguen a usted y no a mí”. Don Miguel Miranda estaba en aquel momento elaborando capitales argentinos. Al doctor Cueto Rúa ni siquiera se le cruza

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por la imaginación esta posibilidad. Ha llegado a decir: “Yo calculo que el país tendrá que ahorrar a costa de su nivel de vida o tragarse las ideologías y aceptar los capitales extranjeros”, confesión involuntaria que demuestra que el solapado propósito de los proyectos del doctor Yadarola es el de facilitar la introducción de esos capitales que, de inmediato, sobre una pequeña base financiera, comenzarían a proliferar y multiplicarse, extendiendo sus raíces corruptoras a todos los órdenes de la sociedad; a los funcionarios encargados de la fiscalización, en primer lugar. Por otra parte, la anuencia prestada al plan Yadarola por el secretario auxiliar de Estado de Norteamérica, nos releva de la necesidad de un análisis minucioso de las consecuencias que tendría la adopción del Plan. Douglas G. Dillon declaró en el senado que el plan Yadarola “Sería una excelente solución para el problema petrolero argentino”. Se sobreentiende que la solución es excelente para los norteamericanos. Pero lo que es bueno para ellos es peligroso y perjudicial para nosotros. El elogio de Dillon, quizás merecido desde el punto de vista norteamericano, es la mejor crítica que se puede formular desde el punto de vista argentino. El gato elogia el camino que va a seguir el ratón, cuando los vericuetos del camino conducen al ratón a las fauces del gato. Los doctores Cueto Rúa y Yadarola, al referirse a la necesidad de capitales, han hecho juegos malabares de cifras con el propósito de demostrar su inaccesibilidad y el carácter indispensable de la colaboración extranjera. Para ello han transformado los dólares al tipo de cambio del mercado libre y han reunido en una sola cifra las que provienen, de presupuestos de máxima a invertirse en el trascurso de varios años. En el altamente instructivo folleto, titulado “La verdad sobre el petróleo argentino”, publicado por el Centro de Estudios Energéticos “General Enrique Mosconi”, donde se han reunido las más selectas autoridades en materia petrolífera, con referencia a la necesidad de capitales, se dice: “Para la penetración en países como el nuestro, los monopolios petroleros se prevalen de la creencia generalizada que para una explotación petrolera se requieren en forma inmediata ingentes sumas, en su mayor parte divisas fuertes… y se procede a dar una concesión a una empresa extranjera para que traiga las sumas consideradas necesarias. El concesionario viene a trabajar, y pronto aparecerá como habiendo invertido sumas que podrán llegar, por ejemplo, a los 500 millones de dólares. Un análisis prolijo nos indicará que todo lo que ese concesionario aportó como capital no pasará, a lo sumo, de 50 millones de dólares. Lo demás lo habrá aportado la venta, a los nacionales y extranjeros, del petróleo que extrajo del país donde se le dio la concesión. Esa es una característica del negocio del petróleo, llámese la empresa explotadora Standard Oil, Royal Dutch, Shell o YPF. Cuando en 1945 el capital de YPF llegaba a 1.036 millones de pesos, solo había recibido del Estado, como aporte de capital original, la suma de 8 millones. Lo mismo hubiera ocurrido de ser YPF, no una empresa nacional, sino una empresa extranjera, con la diferencia de que en este caso hubiera girado al exterior, en concepto de réditos y reservas, no menos de 200 millones anuales”. EL FANTASMA DEL AUTOABASTECIMIENTO El autoabastecimiento energético ha sido elevado de pronto al primer plano de las preocupaciones públicas. Hablan de él tanto el ingeniero aeronáutico don Alvaro Alsogaray, como el doctor Cueto Rúa, el Centro Argentino de Ingenieros y el embajador Yadarola. Hace 25 años, toda tentativa – no ya de alcanzar el autoabastecimiento en cualquier actividad – sino simplemente de aumentar y diversificar la riqueza nacional con actividades distintas de las agropecuarias, era

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duramente zaherida como una tendencia a la autarquía, que se describía como una forma de contextura fascista. Los movimientos izquierdistas ampliaron el concepto, y presentaron a la autarquía como un repudiable germen de nazifascismo. Y, de tal manera, toda la juventud revolucionaria o meramente disconforme terminó combatiendo ideológicamente a los vacilantes, aislados o inermes conatos de industrialización o de ensayos de nuevos cultivos. Ahora el viento ha cambiado. El autoabastecimiento energético -el petrolero ante todo- se ofrece con el carácter de problema urgentísimo e impostergable. Los títeres que se agitan en el tablado de la farsa pertenecen a la misma fauna que los de antes. Hace 25 años, el titiritero oculto en las bambalinas era Gran Bretaña. No hay razón para no creer que continúa siéndolo. John Bull es un gordito muy divertido cuando no abusa de sus facultades. Muy pocas naciones en el mundo han alcanzado el autoabastecimiento energético, y no creo que ninguna nación se preocupe demasiado por ello, porque ninguna –salvo las que están amenazadas por bloqueos integrales- aspira a vivir en el aislamiento de estancos herméticos. En cuanto al petróleo, sobran los dedos de la mano para contarlas. Con excepción de Rusia, Venezuela, Arabia, México, Irán, Indonesia, todos los países están sedientos de petróleo. Hablar, pues, del autoabastecimiento energético a base de petróleo es una tontería que solo puede embaucar a los muy legos en el tema. Por otra parte, nadie ha demostrado preocupación práctica por alcanzar ese tan mentado autoabastecimiento. Al contrario. Todas las medidas administrativas adoptadas por este gobierno en materia de petróleo convergen en la obstaculización de las tareas que YPF emprende con el propósito de incrementar la producción. Con la anuencia del Ministerio de Hacienda, el Banco Central negó el otorgamiento de cambio a tipo oficial de 18 pesos por dólar. Cuando YPF necesita traer maquinarias o repuestos del exterior debe abonar 37 ó 40 pesos por dólar, como cualquiera de los contrabandistas que operan al Norte del paralelo 42. El ministerio del doctor Cueto Rúa, por su parte, retarda o, sencillamente, no acuerda, los certificados de necesidad que YPF requiere para sus importaciones. Otros ministerios no son menos eficaces en lograr el alejamiento de la posibilidad del autoabastecimiento que solo puede alcanzarse con la moderación del consumo tanto como con el aumento de la producción. El transporte automotor ha gozado del estímulo y la importación de autos de recreo continúa creciendo, con detrimento del balance de pagos y del autoabastecimiento de derivados petroleros. Los ferrocarriles contribuyen asimismo al aumento del consumo con la adopción excesiva e inconveniente de la tracción diesel, que tiene un radio de eficacia limitado a las líneas largas y a la playa de maniobras. El ingeniero Julio V. Canessa, que es, posiblemente, nuestra mayor autoridad en materia de petróleo, trazó un plan de autoabastecimiento energético inmediato, fundado en la racionalización del consumo, en la sustitución de algunos combustibles por otros, en la organización de los transportes. Ninguno de nuestros diarios quiso publicarlo. Apareció fragmentariamente en una de esas hojas que los burócratas solemnes llaman “pasquines políticos”. El ingeniero Canessa hizo una carrera administrativa en YPF. Fue presidente de la institución. Construyó en menos de un año y medio el gasoducto de Comodoro Rivadavia a Buenos Aires. Es una autoridad de primer orden. Acá y en cualquier país del mundo. Su plan era digno de estudio. El aislamiento en que se lo mantiene demuestra que el zarandeado objetivo del autoabastecimiento es un simple pretexto para limar resistencias, un eslabón en el plan de subordinación a las conveniencias extranjeras.

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EL EJEMPLO EXTRANJERO La lucha por el dominio del petróleo en el mundo ofrece dos tipos de ejemplo: la del corrompido gobernante que traiciona a su pueblo por las migajas de un soborno y la del dirigente leal a los intereses de su patria. Vamos a ofrecer dos ejemplos de dos países cuyos actos no pueden ser acusados de obedecer a tendencias totalitarias: Estados Unidos y Gran Bretaña. En septiembre de 1919 el petrolero británico E. Mackay Edgar produjo en “Sperling Journal” sus sensacionales revelaciones, en que hizo gala de los éxitos alcanzados en la lucha por el dominio del petróleo, conducida hasta ese momento en el más estricto secreto. Escribió mister Mackay Edgar: “la posición británica es inexpugnable en materia de petróleo. Todos los campos petrolíferos conocidos, probables o supuestos, están en mano británicas o bajo dirección británica o fiscalizados, controlados o financiados por capital británicos”. La extraordinaria revelación alarmó a la opinión pública norteamericana, que reclamó la adopción de providencias que terminaron siendo de cerrada índole de “nacionalismo esquizofrénico”. Por instigación de las autoridades navales, el Congreso dictó una ley por la que se prohibió la enajenación de terrenos petrolíferos a las empresas y a los ciudadanos que de alguna manera pudieran depender de intereses extranjeros, y el Departamento de Estado envió a los representantes diplomáticos y consulares instrucciones minuciosamente “esquizofrénicas”. Decían los instructores: “Está usted autorizado para prestar toda legítima ayuda a los ciudadanos y derechos norteamericanos que tengan concesiones o intereses en materia de petróleo. Tomará usted cuidado, sin embargo, en distinguir entre ciudadanos norteamericanos representantes del capital norteamericano y ciudadanos norteamericanos representantes del capital extranjero. Y cuidará, asimismo, distinguir entre compañías formadas en los Estados Unidos y actualmente fiscalizadas por el capital de los Estados Unidos y aquellas compañías constituidas bajo las leyes norteamericanas, pero dominadas por capital extranjero” (66th Congresss, 2nd. Session. Senate Document N° 272. Pág. 17). Citado por Ludwell Denny, “América conquerts britain”. Las disposiciones norteamericanas, a pesar de tener el carácter reservado, fueron conocidas en Gran Bretaña y levantaron una marejada de críticas. La libertad de comerciar estaba amenazada en sus fundamentos. La democracia vacilaba. Y además monsergas semejantes que hemos oído repetir entre nosotros en los últimos años hasta el hartazgo y la náusea. Pocos años más tarde, ante una circunstancia imprevista, la actitud imprevista, la actitud británica viró en redondo, en una espectacular demostración de que los británicos son tenaces defensores de los principios liberales, cuando esos principios los favorecen, pero no cuando están en juego la riqueza, la unidad o la seguridad de Gran Bretaña. En abril de 1934 se descubrieron en Gran Bretaña unos esquistos que contenían petróleo. De inmediato, ante la sola posibilidad de que se localizara algún yacimiento, el gobierno envió a la Cámara de los Lores un proyecto de ley en que se reservaba al Estado la propiedad de todos los yacimientos petrolíferos que pudieran descubrirse en Gran Bretaña. Vale la pena volver a leer, por lo menos en su parte sustancial, la correspondencia que la sucursal de Londres envió a La Prensa, y ésta publicó el 14 de abril de 1934. Dice la correspondencia: “El más importante acontecimiento de la última semana ha sido la presentación del presidente del Board of Trade, mister Runciman, ante la Cámara de los Lores, de un proyecto de ley por el cual el Estado se declara propietario de todos los yacimientos petrolíferos que puedan existir en la Gran Bretaña. El proyecto ha sido recibido por los círculos parlamentarios, como por La Prensa, con vivas muestras de simpatía, y hasta se ha llegado a decir que con esa medida los conservadores se muestran socialistas

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prácticos… Es muy probable que la ley actualmente a consideración de la Cámara de los Lores, tenga rápida sanción en la Cámara de los Comunes, de manera que una próxima reglamentación de la misma hará posible inmediatas búsquedas en las regiones de Inglaterra, Gales y Escocia, donde se cree que puede hallarse petróleo”. Después de tan vibrantes ejemplos de resolución patriótica, apena volver los ojos a la realidad contemporánea de nuestra patria. Postrada y sin reservas, abrumada por la continuidad de los déficit, desprestigiada en los mercados exteriores por sus mismos agentes financieros, endeudada a la fuerza para conveniencia de terceros, desvalorizadas sus exportaciones típicas, anarquizado el mercado de dinero, cercenado el crédito industrial, usurpadas las posiciones públicas por los testaferros de los intereses extranjeros, maniatados los diarios, que ya son sumisos por defecto constitucional, intervenidos los sindicatos de empleados y obreros, revueltas las pasiones de la animosidad política, distorsionadas muchas conciencias con la prédica de algunas agencias de propaganda organizadas como partidos políticos, despojada del oro de sus arcas, humillado el espíritu nacional, la República Argentina debía entrar teórica, definitiva e ineludiblemente, en la mortífera vía de las concesiones al extranjero.

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10.1.15 TODAVÍA QUEDAN SEIS SEMANAS PELIGROSAS

Raúl Scalabrini Ortiz - Qué N° 173 – 18 de marzo de 1958 Faltan seis semanas para que se vayan y los hombres de este gobierno prosiguen actuando en contra de los intereses de la Nación Argentina, con una velocidad que aumenta a medida que el plazo se achica. Bajo la dirección de un médico especialista en la extirpación de apéndices purulentos, cuya única actividad extra profesional ha sido la de pedir la intervención argentina en las guerras extranjeras y la intervención extranjera en los asuntos argentinos, se amputa la libertad futura de convenir acuerdos con las naciones extranjeras. Los proyectos de obras grandiosas se multiplican. Las licitaciones se abren con plazos angustiosos. Los contratos se firman comprometiendo las finanzas del país por sumas fabulosas. Muchas de las obras son quiméricas o absurdas, como el canal lateral del río Bermejo, en contra del cual han opinado funcionarios responsables. Los bienes del gobierno se liquidan a la marchanta, sin tener en cuenta la responsabilidad financiera ni moral de los adquirentes. El diario Crítica fue vendido a una cooperativa. Un decreto posterior admitió que esa cooperativa se transformara en sociedad anónima, a la cual se le dio 15 años de plazo para abonar el precio acordado. En los corrillos profesionales se murmura que el verdadero adquirente de Crítica es el periodista brasileño Assis de Chateaubriand, caballero impetuoso que en su calidad de senador confesó ser imperialista y partidario de que el Brasil anexara a la República Oriental del Uruguay, con lo cual demostró ser buen amigo de la Argentina, porque nada nos atraería más la díscola amistad de los uruguayos que la obligación en que estarían de aprender a hablar en portugués. A primera vista, este abigarrado conjunto de operaciones tiene como objetivo inmediato el crear dificultades casi insalvables a los nuevos gobernantes, y así se justifican ante el juicio de los que si bien son obcecados gorilas, no lo son hasta el punto de sacrificar a sus ideas y sentimientos los permanentes intereses de la patria. Pero ése no es nada más que un pretexto ocasional. El objetivo verdadero es el de crear circunstancias tales que no haya voluntad ni inteligencia capaz de impedir que la República Argentina vuelva a caer en la humillante condición de factoría. Esos hechos aislados y aparentemente sin conexión entre sí, se eslabonan en un plan siniestro cuyo ritmo ejecutivo ha sido acelerado por la sorpresa electoral. A los miembros de la misión Ondarts se les concedió el angustioso plazo de tres horas para decidirse y aprontarse, de lo cual es presumible y justificable deducir que el propósito verdadero es el de i errar, tío el de abrir, cauces comerciales. Era una misión tapón. El acuerdo firmado con España es otro buen ejemplo de ese mal ejemplo. España nos pagará La cuarta parte de lo que nos debía y esa cuarta parte la pagará con nuestro propio dinero, es decir, con los ahorros que los españoles residentes aquí quieran remitir a su tierra natal. Con esta técnica se limita a un mínimo casi inapreciable la posibilidad de abrir nuevas rutas de comercio internacional. Bloqueada por los convenios preexistentes, la Argentina deberá concretarse a la conservación a toda costa de sus clientes tradicionales. Si Gran Bretaña se dispone a ajustarse el cinturón por dos o tres meses, nada más, las entidades representativas de los intereses ganaderos, como en 1932, tendrán un buen argumento para vociferar sobre la necesidad de llegar a un nuevo acuerdo Roca-Runciman, en que los británicos para suspender su ayuno exigieron que les entreguemos las llaves de la economía del país.

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EL OBJETIVO ES EMPOBRECER El empobrecimiento privado del país es pavoroso. El gobierno se ha declarado antiintervencionista. Es partidario de la libre iniciativa y de la libre empresa y no interviene en el juego de los factores económicos. Pero esa es una simple farsa verbal. El gobierno interviene en la fijación de precios. Pero interviene decididamente en la fijación de salarios para congelarlos y en las organizaciones gremiales para amordazarlas y maniatarlas. El gobierno merced a la capacidad técnica de los sucesivos ministros de Hacienda, no atraviesa por una situación mejor. Cumple compromisos a duras penas, imprimiendo billetes de banco por valor de ocho mil millones anuales y apropiándose de las reservas del Instituto de Previsión Social a razón de casi nueve mil millones por año. Los déficits de las reparticiones autárquicas aumentan a tambor batiente, que es compás que corresponde a un gobierno militar. El déficit de los ferrocarriles llegará a 5.000 millones en el curso de este año. El ingeniero Dante Ardigó ha quintuplicado el déficit sin mejorarlos servicios. El ingeniero Ardigó ha demostrado ser digno de la confianza de quienes lo designaron para el cargo junto al doctor Manuel F. Castello, con quien durante largos años compartió la responsabilidad de defender los intereses del Ferrocarril Sur opuestos a los intereses generales de la Nación y los particulares de los usuarios. ¿No nos estamos acercando al momento crítico en que debemos comenzar a pensar seriamente en la proposición que hizo el profesor de la Facultad de Ciencias Económicas, doctor Guillermo Klein, de pagar a una empresa privada para que los administre? El doctor Klein calculaba que la empresa privada podría, quizás resignarse a no recibir más premio anual que el valor de los déficits. ¿No es un precio bastante módico éste de 5.000 millones anuales para el alto honor que significaría tener nuestros ferrocarriles de nuevo administrados por esos británicos que tanto añoran La Nación y La Prensa? EL ENDEUDAMIENTO LATINOAMERICANO Los contratos de obras firmados por montos que exceden la normal capacidad de pago del gobierno tendrán consecuencias no menos graves. Aparentemente, es fácil dejar sin efecto esos contratos. Bastará para ello que el poder legislativo no les preste el acuerdo prescindible. Pero la falta de acuerdo no anula las consecuencias jurídicas y económicas de los contratos. El gobierno podrá anular los contratos pero no podrá impedir que los perjudicados demanden indemnizaciones. La mayor parte de las naciones latinoamericanas se endeudaron desde su origen por causas muy semejantes a las que se deducirán de las anulaciones de los contratos firmados por este inverosímil gobierno que sufrimos. Los "perjuicios a los extranjeros" fueron reparados con numerosos empréstitos. El porvenir a este respecto no es nada halagüeño. Los contratos de obras ya firmados y a firmarse antes del 1° de mayo son, pues, deudas potenciales que deberán agregarse a la deuda, consolidada y flotante, que este gobierno dejará al país corno abrumadora herencia. Como eficacia negativa, su desempeño habrá sido de lo más eficaz. Las emisoras radiotelefónicas que pertenecían al gobierno, serán repartidas al voleo. Suponemos con justa razón que muchas de ellas irán a caer a manos de consorcios extranjeros. Pero ese destino no desvela al Ministro de Comunicaciones. A él no le interesa nada más que destruir "un concepto retrógrado y totalitario". El concepto retrógrado y totalitario, según el ministro, es el monopolio o aún el predominio del gobierno en el campo de la radiotelefonía. ¿El ministro ignora que en Gran Bretaña la

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radiotelefonía es un monopolio de Estado? ¿Ha querido insinuar con esa definición que el de Gran Bretaña es gobierno totalitario? ¿No teme que aunque sea para disimular formule su protesta sir John Ward, que está tan calladito? Afirma Herodoto que los antiguos gobernantes persas resolvían los asuntos públicos en dos períodos sucesivos. Los abordaban primero mientras bebían, por lo general de noche. Con la euforia del alcohol los detalles se esfuman, las dificultades se salvan. Al día siguiente volvían a reconsiderar los mismos asuntos para moderar, corregir, atenuar o anular las decisiones adoptadas bajo la influencia del vino. Estos funcionarios que nos ha impuesto la revolución liberticida parecen estar en la primera etapa de los persas. Sólo así se explica que el Ministro de Comunicaciones suponga que ha "resuelto el espinoso problema que ha causado tantos desvelos" y afirme muy orondamente que "el haber solucionado algunos de estos problemas nada sencillos, es para nosotros una satisfacción inmensa y justifica la certeza con que miramos al mañana". ¿Será un humorista el doctor Cabral? Los inocentes chicos de Bunge y Born estaban muy interesados en adquirir una cadena de radiotelefonía. En esta ocasión podrán satisfacer sus deseos. Ellos no le temen a las espinas del problema. También anda entrometido en estos asuntos de publicaciones y radiodifusión el doctor Diógenes Taboada. Es un antiguo conocido. Me hizo poner preso allá por 1940 junto con todos los concurrentes a un acto organizado por la Comisión Pro Recuperación de las Malvinas. El doctor Diógenes Taboada ejercía entonces el Ministerio del Interior sin dejar de ser miembro del directorio del Ferrocarril Pacífico. Cuando renunció al ministerio lo ascendieron a presidente del mismo ferrocarril. DESPRESTIGIO DEL ESTADO Mientras estos hechos concretos se producen, el periodismo arrecia en su campaña desprestigiadora del Estado como administrador. No se desperdicia ninguna ocasión para descargar una andanada de denuestos. A veces el pretexto es un chico que se cae de un tren en marcha, episodio intrascendente que La Prensa destaca como muestra de la inoperancia y peligros de la administración estadual en un suelto que termina con ironía de hipopótamo: "¡Y ahora son nuestros...!". A veces el disparo se realiza por elevación, aprovechando experiencias ajenas, como hace La Nación en su editorial del 11 de marzo en que achaca toda la responsabilidad de la crisis que atraviesa Bolivia, no a la baja de la cotización del estaño ni al bloqueo económico a que está sometida la república hermana, sino a la intervención estadual en el laboreo minero. Es un editorial tan tendencioso que llega a afirmar que en la Argentina "nos hemos librado de las emisiones monetarias sin respaldo". ¿A qué llamará La Nación emisiones con respaldo? ¿Serán las que aprueba o respalda Gran Bretaña? Habría que preguntárselo al doctor Bartolomé Mitre o al redactor financiero, doctor Mauricio Greffier, una autoridad en la materia, como lo reconocieron la CADE y otros no menos poderosos consorcios, de los que era asesor autorizado. El doctor Greffier no puede ignorar, ni La Nación tampoco, que la República Argentina, contrariando sus conveniencias, contribuye al bloqueo de Bolivia. Nosotros necesitamos comprar petróleo y vender productos alimenticios. Bolivia necesita comprar productos alimenticios y vender petróleo. Pero el oleoducto de Bolivia está allí inconcluso y taponado a sólo kilómetro y medio de los medios de recepción argentinos. Si esos fenómenos no ocurrieran, La Nación no podría afirmar que "la nacionalización de las minas de estaño, leit motiv de las campañas electorales, en lugar de enriquecer al fisco lo empobrecía aún más con crecidos déficits". De lo cual el lector argentino deduce —como se quería que dedujera— que las nacionalizaciones son operaciones de simple propaganda electoral,

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perjudiciales para los países que las emprenden. ¿Será por un afán suicida que Gran Bretaña, Italia, España, México, Alemania, Japón y toda nación civilizada en general, con excepción de Estados Unidos, han nacionalizado sus servicios públicos y algunas de ellas hasta sus industrias fundamentales? Es comprensible que los doctores Cueto Rúa y Cabral digan las cosas que dicen, porque al fin ellos son aves de paso. Dentro de poco dejarán de ser funcionarios y los asuntos públicos quedarán relegados en el orden de sus preocupaciones. El doctor Cueto Rúa posiblemente se irá a Estados Unidos, donde ha sido siempre muy apreciado. El doctor Cabral volverá a Córdoba a "ejercer el derecho, la enseñanza y el culto del espíritu", nobles actividades que no debió abandonar nunca, para bien suyo y nuestro. Pero La Nación y La Prensa quedarán entre nosotros. ¿Por qué, pues, insisten en esos despropósitos insostenibles que ahondan su desprestigio y socavan su menguada autoridad? La presión que los impele debe ser muy poderosa. Y de eso no cabe la menor duda, porque al impulso de esa presión hasta los muertos hablan. El doctor Federico Pinedo ha levantado la losa sepulcral para recomendar al presidente electo que "limite las facultades de los poderes públicos", que es una forma novedosa de alegar a favor de lo que se ha dado en llamar prescindencia del Estado. Jamás en este país el Estado ha sido prescindente. Fue siempre decididamente intervencionista. Pero fue intervencionista a favor de los extranjeros y sus allegados, contra los derechos naturales y legítimos del pueblo argentino. El Estado impuso el papel moneda. El Estado impuso su criterio en la redistribución de la tierra. El Estado impuso al país el tipo de economía que a los extranjeros convenía. Se habla contra el intervencionismo del Estado cuando el Estado interviene en favor del pueblo argentino. La vida económica argentina se desenvolvió en el ahogo de monopolios concedidos y sostenidos por el Estado. Monopolio fueron los transportes ferroviarios. Cuando el transporte automotor amenazó ese monopolio, el Estado lo liquidó con las leyes de coordinación. La vida argentina llegó a estar -inclusive en sus manifestaciones intelectuales y espirituales- bajo el dominio absoluto de seis o siete monopolios engendrados y apuntalados por la fuerza del Estado. Eran los tiempos de oro de los abogados de las empresas extranjeras en que con la simple redacción de un proyecto ferroviario podían ganarse 10.000 libras esterlinas. ¡Qué lejos está, eso todavía! Ellos desearían aprovechar a fondo estas últimas seis semanas de Aramburu y Rojas.

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10.1.16 ESTA VEZ LA VIOLENCIA BRITANICA TUVO LA VIRTUD DE UNIR AL PUEBLO CONTRA ELLA

Raúl Scalabrini Ortiz - Qué Nº 174 – 25 de marzo de 1958

Señor Director: Hace unos días, revisando papeles viejos, encontré unos apuntes que decían: "...Disolvió los cuerpos legislativos porque sabía que se opondrían con varonil firmeza a la derogación de los derechos del pueblo... El Estado quedó expuesto a los peligros de una invasión exterior y a las convulsiones internas... Entorpeció la administración de justicia... Hizo que los jueces dependieran de su exclusivo albedrío... Creó multitud de oficinas nuevas y envió enjambres de empleados para hostigar al pueblo y arrancarle el fruto de su trabajo... Hizo al poder militar independiente y aún superior al civil... Nos sujetó a una legislación extraña a nuestra Constitución... Sacó de sus objetivos a grandes cuerpos de tropas armadas... Eximió del castigo que merecían algunos asesinatos cometidos contra los habitantes... Impidió que comerciáramos con todo el mundo... Impuso contribuciones sin consentimiento del pueblo... Abolió las leyes más importantes y alteró el equilibrio del gobierno... Se declaró investido de poder para dictar las leyes en todos los casos, cualesquiera ellos fuesen... Obligó a los ciudadanos a hacer armas contra el pueblo, poniéndolos en la dura alternativa de ser los verdugos o las víctimas de sus hermanos y amigos...". Me dispuse a tirar el apunte al canasto de papeles. -No vale la pena, me dije, insistir con generalidades en la crítica de temas que tan abundantemente he desarrollado con aportes de cifras y de datos concretos. Pero el apunte no se refería a la revolución que sufre el pueblo argentino desde septiembre de 1955. Había sido copiado de un libro publicado exactamente 80 años antes. Pertenece a un tratado de Derecho Público escrito por Pedro Scalabrini, e impreso en Paraná en 1875. Las cláusulas transcriptas no se refieren a Aramburu ni a Rojas ni a Cuaranta. Son los cargos y agravios de que se acusa al rey de Inglaterra y están incluidos en el preámbulo de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, extendida el 4 de julio de 1776. La coincidencia me pareció sabrosa. -¡Caramba!, exclamé. Los ingleses no cambian sus métodos, por lo visto. Han repetido en la Argentina los mismos procedimientos que emplearon hace dos siglos en las trece colonias norteamericanas. No falta nada más que la incitación al saqueo a los "crueles indios salvajes" que les imputa el mismo preámbulo. Quizás fue la falta de indios salvajes disponibles el motivo que los indujo a crear los comandos revolucionarios que en lugar de i hozas de pioneros se dedicaron al pillaje en los hogares de los adversarios políticos. Fueron un sustituto bastante aceptable. EL DOMINIO IMPERCEPTIBLE Aquellos abusos que hace dos siglos cometieron los británicos en tierra americana fueron la causa promotora de la rebelión colonial y la piedra básica de una gran nación. ¿Por qué no han de ser los excesos de estos dos años el punto de partida de la consolidación de una verdadera independencia? Desde un punto de vista no romántico, los americanos actuales debieran estar agradecidos a los británicos que cometieron las extralimitaciones, porque ellos fueron los verdaderos promotores de su independencia. Los próceres que la realizaron fueron la consecuencia, no la causa de la sublevación. Este es un modo realístico de enfocar los acontecimientos que Hegel aplaudiría, porque se aplica su principio de las contradicciones y la identidad de los opuestos.

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También podrían aprobarlo los ignorantes, porque es una aplicación del refrán que dice: "No hay bien que por mal no venga". Pero es casi indudable que las trece colonias norteamericanas hubieran continuado sometidas a un primitivismo agropecuario idéntico al que nos agobió a nosotros durante casi siglo y medio, si el dominio que sobre ellas ejercía Gran Bretaña se hubiera asemejado al invisible dominio económico-financiero que tan maravilloso resultado les dio a los británicos en las márgenes del Río de la Plata. El dominio que ejercían aquí los británicos era tan extenuador como imperceptible. Nada había en nuestro ambiente que pudiese provocar una reacción. Teníamos toda la apariencia de una nación íntegramente independiente. Pero solamente la apariencia. La expoliación se consumaba a través de personeros nacidos aquí, merced a la actividad de empresas muy argentinas en su denominación. Pero la expoliación de los frutos del trabajo no era la consecuencia más perniciosa del estado colonial. La política estaba encadenada a las direcciones financieras, de las cuales dependía. El economista francés André Siegfried describe esta situación en párrafos muy acertados de su Amerique Latine. Dice: "En el terreno de la alta finanza, salvo excepciones los naturales del país estaban excluidos. Son admitidos en algunos directorios y proporcionan la masa mayor del personal subalterno, pero la dirección efectiva está fuera de sus alcances, porque no son ellos los que aportaron el capital. Subrayemos que los hombres distinguidos -o más precisamente los hombres influyentes- son admitidos como consejeros políticos o jurídicos en las grandes empresas, actividad que les acuerda una posición estratégica de intermediarios indispensables entre el capital extranjero y las autoridades políticas nacionales. Tales consejeros jurídicos darán posiblemente pocos consejos verdaderamente jurídicos, pero actuarán decisivamente cuando se trate de defender el negocio que representan contra alguna medida fiscal que pueda perjudicarlo. A medida que las viejas fortunas tradicionales se desvanecen, es cada vez más indispensable para los miembros de la antigua aristocracia encontrar empleos semejantes en las grandes empresas extranjeras... El país no ha perdido, ciertamente, su riqueza. Sus "posibilidades", según la fórmula, continúan siendo "infinitas". Pero esta riqueza es, o bien virtual, o está inmovilizada y la mano del hombre no puede alcanzarla, porque la circulación de todo el sistema está bloqueada. Esta embolia, que quizás fuese mortal en un organismo complejo, no parece serlo en estas sociedades elementales, cuyo edificio económico se eleva apenas sobre el ras del suelo." Siegfried escribía estas justas observaciones en 1933. Es que en realidad, constituíamos un simulacro de nación, un ente jurídico que tenía las características externas de una nación pero que carecía de la unidad orgánica y del impulso autónomo que distingue a] ser vivo. Nada de lo que aquí triunfaba o se imponía había nacido de una necesidad nacional: provenía del apoyo directo o indirecto prestado por el dominador a través de los conductos subterráneos de la influencia económica. Éramos una carta de baraja en el mazo de la diplomacia británica, un apéndice complementario de su economía. Todos los ambiciosos lugareños sabían a pie juntillas que para hacer carrera, para progresar más allá de cierta y muy limitada jerarquía, era condición indispensable adscribirse a la masonería, es decir, prestar juramento de acatamiento incondicional a las directivas de John Bull, a quien verdaderamente pertenece el ojo inscripto en el triángulo que los masones veneran. El otro ojo está ocupado en contar las monedas que recauda con ese invento maravilloso. UN PAÍS IRREAL Todo lo que nos rodeaba por aquellos años era falso o irreal o remedo de actividades

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que en otros ambientes reflejan o interpretan verdaderas necesidades sociales. Jugábamos a los soldados. Jugábamos a la historia. Jugábamos a la literatura. Jugábamos a la ciencia. Pero los soldados no sabían qué tenían que defender y permitían que se les utilizara como una policía de reserva destinada a precaver y sofocar las más justas demandas de los trabajadores argentinos. Los historiadores no eran historiadores, eran novelistas. Habían urdido una tramoya que llamaban historia nacional en que los próceres eran todos los que sirvieron incondicionalmente a los intereses británicos y los truhanes los que de alguna manera se opusieron a sus maniobras. La vida intelectual se había resumido a las columnas de La Nación y La Prensa. Figurar en ellas equivalía a triunfar en la universidad y en, el prestigio público, por eso se adulaba a sus propietarios, que distribuían el prestigio con el desprendimiento con que el payaso distribuye caramelos en el entreacto de la función de circo. De esa época sin altivez proviene la adulona costumbre de saludar anualmente en sus cumpleaños a la sociedad anónima que edita La Nación y a la sociedad de familia que edita La Prensa. Concurren todos los viejecitos de la generación pasada a trabajarse sus necrologías. La irrealidad que había alcanzado el país parece fábula. Voy a dar un ejemplo de una materia que por su índole concreta debía estar más a salvo de ese absurdo: la estadística. Los precios medios anuales que con anterioridad a 1928 las estadísticas oficiales consignan como obtenidos por el país por la venta de sus productos son totalmente falsos, porque son promedios aritméticos de los precios máximos y mínimos, no promedios reales. Se vendieron, por ejemplo, 10 millones de toneladas a 10 pesos el quintal y se vendió un solo quintal a 40 pesos. El precio medio anual que figura en las estadísticas argentinas es el de 25 pesos. Si en base a esos datos oficiales un exégeta de la economía calcula que ese año ingresó al país en pago de esos productos la suma de 2.500 millones, se equivoca. En realidad, sólo ingresaron 1.000 millones con cuarenta pesos. El ámbito de irrealidad llega a confundir hasta a un agudo observador como Siegfried, El estimó como sentimiento colectivo lo que apenas era un sentimiento de los personajes que usufructuaban posiciones sociales o políticas. Por eso creyó que la sumisión al capital extranjero no preocupaba al país. Escribe Siegfried: "junto con los capitales, llegan del extranjero los cuadros directivos de las empresas, los animadores financieros, el personal técnico. Es así que en su conjunto, los ferrocarriles son ingleses, las minas inglesas o americanas, los servicios públicos -aguas, gas, electricidad, tranvías-, ingleses y de más en más, americanos. De aquí se deduce -y su repercusión sobrepasa en mucho el dominio de las finanzas- que toda una parte fundamental de la actividad económica es extranjera, por sus capitales, su personal, su espíritu y sus intereses. La mayor parte de los extranjeros que dirigen las empresas no se naturalizan, sobre todo si son ingleses o americanos: permanecen en el país como una clase superior de colonizadores en una factoría. Por otra parte, no se percibe que los nacionales hagan ningún esfuerzo para absorber al capital extranjero. La deuda del Estado es una deuda exterior, y extranjera la mayor parte de la deuda contraída por las minas, los ferrocarriles o la escasa industria. Los accionistas y debenturistas que embolsan las ganancias están a diez mil millas de allí. No parece que existiera el deseo de liberarle de esta hipoteca extranjera. La Argentina contempla sin duda con impaciencia tal o cual deuda a corto plazo contraída en Estados Unidos. Pero en su conjunto, la opinión local acepta el endeudamiento hacia el extranjero como un fenómeno normal destinado a continuar permanentemente." Siegfried se equivocó, porque la verdadera opinión del país estaba amordazada. Lo que aquí se consideró siempre como expresión de la opinión pública, no fue en realidad más que la opinión

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de los capitalistas extranjeros. El verdadero país no tenía órganos de opinión. OTRA VEZ AL COMIENZO Al desencadenarse la segunda guerra europea en 1939, el país quedó librado a sus propios recursos. Teníamos en ese momento menos capacidad manufacturera que el más atrasado de los salvajes. La industria creada durante el aislamiento de la primera guerra ya había sido desmantelada. Volvimos a empezar de nuevo. Se improvisó una industria de emergencia. Se aprendió a mantener en buen uso los automotores ya caducos. Se racionó la nafta. Se instalaron hilanderías y tejedurías. El presidente Castillo contemplaba esas actividades con simpatía, pero carecía de base política y no podía resistir la presión que se ejercía desde el exterior. El historiador norteamericano, profesor de la Universidad de Harvard, Clarence H. Haring, describe esos momentos con las siguientes palabras: "El gobierno de la Argentina ajustó lentamente su política económica de conformidad con los intereses de las potencias democráticas. El 26 de agosto de 1941 cerró trato para la compra de 16 buques italianos fondeados en puertos argentinos, operación que puede liberar tonelaje norteamericano ocupado en el comercio argentino y hacerlo utilizable para acarrear suministros a Gran Bretaña. A principios de septiembre, aceptó además la Argentina un convenio comercial angloamericano que estipula el traspaso de los excedentes agrícolas a Gran Bretaña y Estados Unidos y de tal manera impide las ventas para lo porvenir a las potencias del eje". La leve esperanza de manumisión argentina quedaba clausurada de esa manera. ESPERA DE UN JEFE Pero fuerzas nuevas comenzaban a brotar en la tierra argentina. Es el mismo Clarence H. Haring quien las observa y testimonia. En su libro La Argentina y los Estados Unidos escribe: "La generación moza de la Argentina -la juventud universitaria de Buenos Aires y de las provincias que formará mañana la clase gobernante- está imbuida de un potentísimo sentimiento nacionalista, nacido en parte de la desilusión causada por los defectos del gobierno republicano, tal cual pueden apreciarlo en la Argentina, y en parte como protesta contra la dominación del país por el capitalismo extranjero. Y dado que por un siglo o más los inversionistas ingleses desempeñaron el mayor papel en el desarrollo económico de la nación, los jóvenes argentinos tienden a ser antibritánicos y, a menudo, hostiles a Norteamérica... La desilusión causada a muchos argentinos cultos por el sistema político de la nación, es hecho curioso y significativo. El ejecutivo es débil. El parlamento, estéril. Las provincias, depauperadas, son venturoso coto de caza de políticos irresponsables. Las municipalidades resultan sede del agiotaje y la corrupción. Estas son las acusaciones de que se hace objeto al actual Estado democrático. Además, ciertos básicos problemas sociales -falta de población, divorcio entre la ciudad y el campo, analfabetismo, hambre y promiscuidad de grandes números de las clases menesterosas- reclaman a voz en cuello su consideración, pero los viejos partidos políticos no han sabido o no han querido empeñarse apreciablemente en resolverlos. Los ciudadanos más hondamente descontentos o los más impacientes, creen que lo que conviene a su país es un cambio. Si la variedad de grupos insatisfechos acierta a ser conjugada por un jefe magnético, no será inconcebible que se produzca algún día un esfuerzo revolucionario". Haring escribió esas proféticas palabras en 1942. Un año después estalló la revolución vaticinada por él. El 17 de octubre de 1945 la Incontrarrestable presencia del pueblo demostró que el jefe magnético había sido encontrado. Bajo su

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dirección el país trabajó durante diez años. Transformó su organización financiera, repatriando la deuda externa y permitiendo la formación de capitales nacionales. Transformó su economía, diversificando los cultivos, estimulando la minería, apoyando decididamente la industria. Transformó su política interna, dando acceso a los trabajadores agremiados y procurando que reflejara en sus planificaciones las necesidades del país. Transformó su estructura social con la formación de nuevas clases pudientes que no extraían sus provechos del campo. Transformó sus jerarquías económicas al descalificar al especulador y enaltecer a los creadores. Transformó la enseñanza superior con el alejamiento de servidores del capital extranjero y la desautorización de sus espurias doctrinas. Transformó al ejército, y al darle un sentido de realidad y de responsabilidad verdaderamente nacional, unió su destino al destino de la Nación, de cuyo poderío industrial, financiero y económico es un reflejo. Transformó las costumbres al extender a las clases trabajadoras hábitos y recreos que habían estado reservados para los pudientes. Había un pequeño horizonte para cada esperanza. La crisálida había comenzado a romper su capullo y desplegaba sus alas. Quizás hay más diferencia entre la Argentina anterior y posterior a Perón, que entre la Francia anterior y posterior a la Revolución Francesa. Y aquí no se guillotinó a nadie, aunque muchos opositores -de zafaduría calculada para provocar medidas que pudieran luego ser calificadas de dictatoriales- por incomprensivos merecieron haber sido convertidos en salchichas o en dogsfoot. LA OPRESIÓN VIOLENTA Pero Gran Bretaña no estaba distraída ni derrotada. Estaba agazapada, capitalizando errores, capitalizando disconformidades, capitalizando envidias y despechos y ambiciones. Y así ocurrió y tuvo éxito la misma maniobra que en 1938 se ensayó realizar en México contra el general Lázaro Cárdenas, en un intento desesperado para impedir la nacionalización de los servicios públicos y del petróleo mexicano, que dio término a sus inacabables revoluciones. Los viejos sirvientes de Gran Bretaña volvieron a ocupar todos los cargos uno a uno, sin olvidar ninguno. La revolución no había sido contra el general Perón, habla sido contra el pueblo argentino. Todo lo que contribuía a capitalizar y a consolidar la independencia de la Nación fue destruido, desmantelado, dispersado, neutralizado. Se ha intentado no dejar piedra sobre piedra para reconstruir sobre la desolación y la miseria la antigua e incontrastable hegemonía británica. Pero ahora ya no es una dominación invisible. Ahora es una maniobra impúdica, realizada a la vista, al amparo de las ametralladoras que se movieron engañadas e inspiradas en el deseo de hacer aún más amplia la grandeza de la patria, y cayeron en la celada de esta aviesa emboscada. No es posible enumerar los hechos contrarios a la salud nacional que se han sucedido en un vértigo de pesadilla. Pero el pueblo argentino sabe ahora cuál es la causa de sus desventuras, y tiene la convicción de que sólo podrá triunfar si se mantiene unido y alerta, porque no ha olvidado las enseñanzas de Mariano Moreno: "Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos, y no deben fiar sino en sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse". Esa enorme fuerza que constituye el pueblo unido y disciplinado en un mismo afán de grandeza es el apoyo que el peronismo ha dado al doctor Frondizi para alcanzar el poder. Y lo dio sin pedir nada en cambio, con un desprendimiento y una magnanimidad que el futuro Plutarco describirá con asombro. El peronismo sólo quiere que el doctor Frondizi realice en el poder lo que desde su banca de opositor dijo que el peronismo

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debía hacer. "De la victoria del 23 de febrero -ha escrito Juan Perón- no tenemos ningún botín que reclamar. Nuestra actitud se inspiró en motivaciones éticas que tenían en vista el interés nacional y no en el propósito de conquistar ninguna porción del poder público. No ha de ser ése el último sacrificio que hagamos en bien de la República. Ahora hay que emprender la ardua tarea de la reconstrucción, que demandará toda la lucidez y toda la vocación patriótica de nuestra masa. Bajo el disfraz de la acción antiperonista se han destruido los mecanismos de la defensa de la soberanía, se ha paralizado el ritmo de crecimiento de las fuerzas económicas, se ha desmantelado el utilaje productor y se han anarquizado las relaciones sociales. Están exhaustas las reservas de oro y divisas y comprometido gravemente el crédito en el exterior. La oligarquía que planificó el desastre y la indefensión frente al extranjero sigue en acecho, esperando que los dramáticos problemas por ella creados no se resuelvan, para imponer luego a los trabajadores las más duras condiciones políticas y sociales y asegurar el sometimiento permanente al imperialismo". Esta expresión de agravios que se expone en el "Mensaje a todos los peronistas" equivale a los que incluyeron en su histórica acta los congresales norteamericanos, reunidos el 4 de julio de 1776. Ellos sirvieron para asentar la piedra inaugural de la independencia americana. ¿Servirán estos para consolidar la soberanía política, recuperar la integridad de la independencia económica y re-estabilizar la justicia social? Doctor Frondizi: el peronismo se ha hecho a un lado para que usted tenga un lugarcito en la historia. Siéntese con cuidado porque el asiento es incómodo e inseguro. Si lo aprietan, solicite ayuda. El pueblo no se la va a negar, mientras mire hacia adelante. "Señalo la gravedad del momento y la necesidad de que coincidan con suprema grandeza los esfuerzos de todos los argentinos para reparar los daños tremendos causados por la dictadura." Así reza la orden de Perón, impartida el 10 de marzo. Por ese camino vamos a ir lejos. No se aparte de él, doctor Frondizi, "aunque vengan degollando".

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10.1.17 NEUTRAL ANTE EL MUNDO, LA MUCHEDUMBRE ARGENTINA MADURA EL ESPÍRITU NACIONAL

Raúl Scalabrini Ortiz - Qué Nº 175 – 1 de abril de 1958

A mí me gusta leer de cuando en cuando mis propios escritos anteriores. No por un impulso de repudiable narcisismo, sino para mantener cierta continuidad conmigo mismo. Acabo de releer una conferencia que pronuncié en el Ateneo de Estudios Sociales en setiembre de 1950, cuando parecía que la presión norteamericana nos iba a arrastrar a la intervención de la guerra de Corea. Hablé a favor de la neutralidad argentina. Fue la última vez que pude utilizar esa tribuna. El ministro Borlenghi la clausuró. Me parece útil aprovechar estos momentos de expectativa para situarme en los problemas nacionales con un punto de vista que esté libre de ataderos a la política circunstancial. La situación internacional no ha variado profundamente desde esos años. Manejaba estos conceptos: La lucha de Estados Unidos y de Rusia no es más que la crisis del materialismo racionalista, que ha llegado allí a la cúspide de sus probabilidades de creación. Norteamérica y Rusia blanden como banderas justificadoras de sus acciones, la magnitud sobrehumana de sus respectivas creaciones materiales. El supercapitalismo norteamericano hizo la primera organización fabril del mundo. En cuarenta años, el comunismo ruso levantó a su pueblo desde el rudimentario primitivismo agropecuario hasta el límite del tecnicismo atómico, dotándolo de tina increíble capacidad industrial. Norteamérica pretendió infundirnos la creencia de que la lucha que se avecinaba era la contienda de Occidente contra Oriente, olvidando que el núcleo central de la organización rusa desciende de la mejor raigambre de la raza blanca; y olvidándose también, que al presentar su propia lucha como la lucha de Oriente y Occidente, se le está ofertando a Rusia la conducción de las inmensas reservas humanas del Asia, lo cual constituye una enorme torpeza estratégica y diplomática. Nosotros, argentinos, estamos en el radio de acción de Norteamérica, dentro de lo que ellos consideran su hinterland vital. Vemos con ojos norteamericanos, oímos con oídos norteamericanos. Pero el pueblo argentino sabe defenderse de sus sentidos sociales. Tres siglos de dominación española y siglo y medio de dominación británica, le enseñaron a desconfiar de las verdades que los dominadores proclaman como incontrovertibles. Los anglosajones afrontan la lucha con una extraordinaria y casi abrumadora capacidad industrial, pero cometen, en cambio, el gravísimo error de presentarse a sí mismos como campeones de un sistema económico y social que no podrá sobrevivir porque han cambiado las condiciones del mundo que lo engendraron y lo sostuvieron. El capitalismo ortodoxo se basa en un absurdo conceptual: la existencia de una entelequia eterna que se llama capital. El capital es un ente que en la técnica de su propia devoción, en la estricta técnica de su finanza, que es como su liturgia, no muere jamás una vez constituido en capital. El capital revive y se renueva constantemente por el aporte de dos arterias técnica y legalmente aceptadas: una es el fondo de amortización, aporte con el cual se libera a sí mismo de la cosa a que se aplicó, continuando en poder de la cosa y de los réditos que ella produce en el juego de las utilidades. La otra arteria vivificadora es el fondo de renovación que conserva en plena lozanía la cosa a que está aplicado el capital, es decir, mantiene el límite de obsolencia del instrumento creador de réditos, que el capital creó o del cual se apropió. Sobre este absurdo se constituyó un maravilloso instrumento de dominación subrepticia, que encadenaba a los pueblos con sus propios esfuerzos y los explotaba en

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beneficio de sus instauradores. Pero el capitalismo, para poder sobrevivir requiere una condición prima e ineludible: que la matriz capitalista sea consumidora de los réditos que obtiene de sus inversiones de capital, reales o supuestos, como era Gran Bretaña. El juego de vaivén del capitalismo permitió que la población de Gran Bretaña creciera de diez millones, a principio del siglo XIX, a 45 millones y durante siglo y medio, se mantuvo un equilibrio de inversiones y de réditos que constituyeron la grandeza de Gran Bretaña. Hoy Gran Bretaña ya no es un centro del capitalismo. La matriz del capitalismo es Norteamérica, pero Norteamérica no es consumidora y el sistema ha dejado de funcionar. Estados Unidos asumió y continuó la técnica europea, sin analizarla y re-acondicionarla a sus características, e inició un imperialismo económico cuyo objeto y fines es imposible desentrañar. Cuando Gran Bretaña invertía capitales reales o supuestos, sabía con perfecta claridad en qué forma le serían retribuidos los réditos. O, dicho en otras palabras, las inversiones de capital no fueron más que un sistema para apropiarse de las riquezas del mundo, que Gran Bretaña necesitaba. Había, pues, una lógica clara, y un fin preciso y predeterminado. El exceso de la capacidad industria] británica se erigía en capital permanente y los réditos eran alimentos y materia prima. ¿Pero qué pueden redituar a Norteamérica los excedentes de su capacidad industrial capitalizados en el exterior, si ella prácticamente lo tiene todo con el trueque de sus excedentes? Los excedentes del trabajo nacional pesan sobre la preocupación de los dirigentes norteamericanos, porque si la liberación anual de los excedentes se obstaculiza, el sistema entra en crisis con su retahila de desocupación y malestar social. Los dirigentes norteamericanos no han encontrado más paliativo para despojarse del excedente nacional, que regalarlo al exterior, sea como contribución de guerra, sea como anticipo de una deuda no cobrable, sea como garantía de una seguridad política o militar. De todas maneras, lo que el mundo recibe de Norteamérica no puede retribuirlo. A los dirigentes norteamericanos les ha faltado amplitud de miras e ímpetu revolucionario para enfrentar y resolver sus contradicciones y crear un sistema que alentara el trabajo de los otros y con él consolidar la seguridad y la paz. Frente a este sistema en crisis, Rusia enarbola una fantasía que enardece la imaginación de los pobres, de los desheredados, de los resentidos, de los ambiciosos, de los postergados; es decir: de la inmensa mayoría de los pueblos. Y así, aquel mundo asentado en un impulso de excesiva concepción materialista, promueve a su favor un fuerte estremecimiento espiritual, que es incapaz de contrarrestar la frenética propaganda de preguerra. ¿CUÁL ES NUESTRA POSICIÓN EN ESTE ENTREDICHO? La República Argentina, junto con la parte de América situada al Sur del Ecuador, junto con Australia que está en nuestras antípodas y tiene otros problemas, es la primera experiencia de reproducción acometida por la raza blanca en el hemisferio austral. Estamos tan lejos de nuestros progenitores como si hubiésemos sido depositados en otro planeta. La inmensa distancia que nos separa de nuestros orígenes, nos acerca en espíritu a las civilizaciones autóctonas que existieron aquí y que fueron aniquiladas por el hombre blanco, porque el tiempo es equivalente a la distancia en acción y la distancia no es nada más que el tiempo que está acostado. Así lo que existió en esta parte del planeta y lo que fuimos en nuestros ascendientes,

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confraternizan en nosotros en una alianza de extrañas perspectivas. Algo de nuestra naturaleza nos inclina a ser espectadores, no actores, del inmenso drama que se prepara en aquellas lejanas zonas del planeta que se extienden al Norte de la línea ecuatorial. Podemos juzgar y aconsejar, porque las pasiones emergentes resbalan sobre la epidermis de nuestro criterio. De aquí deberá salir alguna vez la verdadera palabra de paz, de mutua ponderación, de tranquilo aquilatamiento de los problemas y de justas conclusiones. Basta observar un mapamundi para verificar que en nuestra latitud, el planeta es casi enteramente de agua y de cielo, mientras selvas casi impenetrables nos vedan el paso hacia el Norte. Estamos en esta tierra como si estuviéramos en una isla. Esta insularidad, como la distancia que nos separa del hemisferio boreal, sin que nosotros lo sepamos, influye en la definición de nuestro temperamento con un ahínco tenaz y nos concede una homogeneidad difícil de alcanzar en los pueblos continentales y una solidaridad que se ajusta en la necesidad de resolver sin ayudas ajenas la eventualidad de los acontecimientos. La inmensa mayoría de las naciones están delimitadas por un perímetro que puede alterarse sin inconvenientes, porque es el resultado de una arbitrariedad política, de una imposición de la fuerza o es el residuo de una historia ya fenecida. Nuestro territorio nacional es, en cambio, una unidad inextensible e incomprimible. Es una unidad geográfica, hidrográfica, geológica y hasta paleontológica. Los mismos estratos se extienden bajo el suelo de un extremo a otro. El mismo sacudimiento erigió los Andes y el mismo excepcional origen eólico tienen nuestras llanuras que ascendieron desde el fondo de los pantanos con los sedimentos que la atmósfera deposita en los días de calma. La amalgama de los aportes inmigratorios y de los elementos primigenios de la tierra, se acelera en esa inusitada unidad en que se funden sin esfuerzo, el residente de larga fecha y el recién venido que asiste con azoro a la transmutación de sus sentimientos más íntimos. Si el idioma del arquetipo argentino contemporáneo expresara en palabras el tumulto de remotas influencias e interferencias recientes que circulan por su sangre, su lenguaje sería muy semejante al que produjo la Confusión de Babel. En esa pluralidad de origen reside justamente una de las más firmes esperanzas de la grandeza argentina y es una de las bases más sólidas de nuestra invariable neutralidad. El producto de procreaciones sucesivas de seres idénticos, tiende a conformar individuos especializados, en que las cualidades no fundamentales se relajan hasta desaparecer. El monógeno es por excelencia incomprensivo, intolerante y, por lo tanto, específicamente negado a la política y al ingenio que su realización requiere. El multígeno, el ser de orígenes plurales, tiene brechas abiertas hacia todos los horizontes de la comprensión tolerante. En cada dirección de la vida hay un antecedente que le instruye en una benigna coparticipación de sentimientos. Nada humano le es ajeno. Nada humano le sorprende y asiste al espectáculo de la vida como si todo hubiera sido suyo. Tiene una estirpe por venir y una parentela que potencialmente reside sobre toda la extensión de la tierra. Los pueblos que se caracterizaron por su ingenio político fueron multígenos. Los monógenos son técnicos y los técnicos estuvieron y deben estar en subordinación de los políticos, porque la grande/a del hombre no se mide por su capacidad técnica; se mide por su aptitud para sentir e interpretar la mayor suma de almas, base de toda acción política. Sobre estos cuatro pilares: el aleja miento, la insularidad, la unidad territorial y la pluralidad de origen, se asienta la grandeza auténtica de la muchedumbre que ha sido, es y quiere seguir sien do espectadora de los conflictos

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ajenos, hasta alcanzar el imprescindible grado mínimo de madurez, de consolidación y de seguridad que disipe todo riesgo 0 apariencia de disgregación o disolución del espíritu nacional. Hablo de la muchedumbre argentina, es decir, de la aspiración genérica de las grandes masas nacionales, porque son las que actualmente dan su pulso a la historia, aunque es preciso reconocer que estos grandes movimientos de multitudes que se sacuden en las pasiones unánimes en que está en juego su propia existencia, no es fenómeno típicamente argentino, sino en la particular manera en que se engendran sin dolor, en su modo expresivo absolutamente exento de odios y rencores y en la vocación de altruismo amplio y magnánimo que las impregna. Hasta el final del medioevo son los señores los que luchan y son, pues, los señores los que tienen voz, voto, derechos de simple presencia. Con la Revolución Francesa y sus levas en gran escala, comienza a cambiar el protagonista de la Historia. Son turbas descamisadas, aquellos soldados de la revolución que en 1792 arrollan en Valmy a las cohortes engoladas e incomprensivas que se alineaban detrás del duque de Brunswick y que, seguramente, como nuestros terratenientes y nuestros financistas, perjuraban que el mundo estaba perdido. La intervención en la lucha dio al sector masculino y combatiente una participación, más ilusoria que efectiva, en la conducción política de sus respectivas naciones. La conflagración de 1914, en que se aplican por primera vez las doctrinas germánicas de la nación en armas, extiende las consecuencias de la guerra, por lo menos económica y vitalmente, hasta los últimos reductos de la vida nacional. En consecuencia, las multitudes exigen una intervención cada vez más enérgica en la dirección de sus propias vidas. En la última guerra, de cuya impresión de horror no nos hemos librado todavía y cuya rememoración nos acongoja, todos combatieron: los niños, las mujeres, los jóvenes, los maduros, los ancianos. Ninguna nación, ninguna ciudad, ninguna persona permaneció al margen del cataclismo. De una manera o de otra todos estuvieron envueltos en el torbellino y la desolación. Los pueblos exigirán cada vez con mayor imperio una participación legítima en su propio destino. Tarde o temprano, la democracia exclusivamente política será sustituida por una democracia económica, en que el hombre promedio de las multitudes será la vara de medir de la prosperidad y el juez último que sentenciará sobre la justicia y oportunidad de la causa.

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10.1.18 EL VERDADERO CAPITAL QUE NECESITAMOS ES LA MOVILIZACIÓN DE LA INICIATIVA Y EL TRABAJO ARGENTINOS

Raúl Scalabrini Ortiz - Qué N° 177 – 15 de abril de 1958

En La Nación del día 8 del corriente mes de abril se inserta un telegrama transmitido por The New York Times, en que se nos comunica que las reservas de oro y dólares de Gran Bretaña continúan aumentado en forma apreciable. Afirma que una de las causas de ese enriquecimiento "ha sido el continuado mejoramiento de los términos del intercambio" y explica que ese mejoramiento se debe en su mayor parte a que "el precio de las importaciones tiende a decaer, mientras que el de las exportaciones se mantiene firme". Que es justamente la tesis que insistentemente hemos sostenido desde estas columnas, haciendo hincapié en la trascendental importancia del factor precio. Cuando el precio de las importaciones británicas desciende en relación al precio de sus exportaciones, Gran Bretaña se enriquece. A nosotros que somos uno de sus abastecedores nos pasa justamente al revés, porque no hay que olvidar que por mucho que los apreciemos no podemos impedir que sus importaciones sean, precisamente, nuestras exportaciones y nuestras importaciones sean sus exportaciones. El incremento de precio de una mercadería que a ellos los enriquece, a nosotros nos empobrece. El descenso de precio de un abastecimiento que a ellos los favorece, a nosotros nos perjudica. El desequilibrio de los precios llenó de oro las arcas británicas. Ese mismo desequilibrio se chupó todo el oro de las nuestras. UN CÁLCULO DE QUÉ CON CIFRAS OFICIALES . Para mostrar la importancia de los precios a que se venden y se compran las mercaderías, en el número de esta revista del 25 de junio del año pasado, hicimos un cálculo íntegramente basado en cifras oficiales. De allí deducíamos que si la exportación de 1956 se hubiera vendido a los precios unitarios de 1955,1a República Argentina habría dispuesto de 151 millones de dólares más. Y para mostrar con valores irrecusables la técnica de capitalización, agregamos un ejemplo aleccionador. Dijimos que si la expoliación de 1956 se hubiera vendido a los precios de 1952 y la importación se hubiera ajustado al criterio de austeridad y a las cifras de 1953, nuestro comercio exterior nos habría redituado la extraordinaria cantidad de 794 millones de dólares, cantidad suficiente para reequipar nuestros ferrocarriles, adquirir los implementos extranjeros necesarios para alcanzar el soñado autoabastecimiento de petróleo y quizás alcanzara para dar fin a esa "tela de Penélope" en que se ha transformado la Siderurgia Argentina, ejemplo vivo del peligro de ineficacia que constituyen las sociedades mixtas. Esos 794 millones de dólares parecen producto de la fantasía y lo parecen porque nuestra mentalidad ha sido distorsionada por la enseñanza técnica impartida en nuestras facultades por maestros que sólo son maestros en el arte de ganar grandes sueldos y honorarios en servidumbre de las compañías extranjeras, y la opinión pública, engañada por la prédica de un periodismo colonial que sólo difunde y expande los conceptos y aún los hechos que convienen a la política de los dominadores. TEMA TABÚ PARA EL PERIODISMO El tema de los precios a que se realiza nuestro comercio exterior es un tabú para

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nuestro periodismo y es ésta, quizás, su característica más relevante. Los diarios del Brasil debaten con frecuencia el tema de los precios del café, su principal exportación. Los de Chile defienden el precio del cobre y del salitre. Los de Bolivia, el del estaño. Los nuestros jamás han asumido la defensa de los precios de la carne, del maíz, del trigo o de la fruta. Cuando se refieren a las dificultades financieras de nuestras cuentas con el extranjero y a la necesidad de compensar los ingresos y las salidas, el único expediente por el que abogan es el de aumentar la producción, con absoluta despreocupación por los precios a que esa producción será comercializada, método por el cual nuestros productores han sido transformados en una especie sui generis de modernas Danaides de cuyos baldes el beneficio se escapa por el enorme agujero de los precios. LO QUE SE INFORMA Y LO QUE SE CALLA Análoga táctica se aplica en los valores de la importación. Antes de retornar a los bien rentados carguitos que desempeñaba en varias empresas particulares, el doctor Krieger Vasena se ha tomado la molestia de informar al público que el déficit de nuestra balanza comercial en el año 1957 ha sido de 340 millones de dólares, lo cual es fácil de comprobar puesto que la importación costó 1.310 millones de dólares y por la exportación sólo obtuvimos 970 millones de la misma moneda. Lo que no ha dicho el doctor Krieger Vasena es que en esos 1.310 millones de dólares están incluidos casi 400 millones de dólares pagados por fletes. Y esa cifra se mantiene casi en secreto porque la inmediata consecuencia que de ella podría deducir el pueblo argentino es la urgente necesidad de desarrollar la flota mercante de ultramar hasta cubrir el 50% de los fletes a que tenemos derecho y cuyos requerimientos se satisfacen en su mayor parte con moneda nacional. Examinemos aunque sea someramente un producto sobre cuya importación se ha hecho una gran alharaca, el petróleo. El combustible y los lubricantes importados nos costaron 317 millones de dólares, equivalentes al 24% de nuestra importación total. El doctor Cueto Rúa, antes de partir de vuelta a los Estados Unidos, preocupado por nuestro destino, deduce que es urgentísimo alcanzar el autoabastecimiento energético, tarea que, según él, es ciclópea y que sólo puede lograrse con la misericordiosa ayuda de los capitales petrolíferos extranjeros. Naturalmente que si nos atenemos al ritmo de crecimiento de los costos del combustible y conjeturamos que continuará creciendo con el mismo impulso, las perspectivas se tornan intimidadoras. En 1955 en combustibles y lubricantes gastamos en el extranjero 203 millones de dólares. En 1956, 250 millones de dólares. En 1957, 317 millones. Pero las cifras no guardan relación con las cantidades. En 1956 importamos 10 millones de toneladas de combustibles y lubricantes. En 1937 apenas un poco más, 10,6 millones. Lo que realmente subió fue el precio que pagamos por el petróleo puesto en el puerto de Buenos Aires. Subrayamos que el alza se refiere al petróleo F. O. B. Buenos Aires, porque el precio internacional del petróleo, salvo oscilaciones circunstanciales, no varió ostensiblemente en el transcurso de esos años. Lo que subió escandalosamente fue el flete del petróleo, por el cual pagamos, aproximadamente, en 1955, 120 millones de dólares. En 1956, 150 millones de dólares y en 1957, 216 millones de la misma moneda. ¿EL FLETE ES UN HIDROCARBURO? Como no nos permitimos suponer que haya mala fe en esta falta de referencia al factor que ha influido decisivamente en la carestía del petróleo, hemos dado en

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conjeturar que los doctores Cueto Rúa y Krieger Vasena, profesionalmente legos en esta materia, deben creer que el flete del petróleo es también, un hidrocarburo connatural de ese producto como la nafta o el fuel oil, y no como es, una de las grandes fuentes de ganancia de los mercaderes internacionales, como nuestro casi compatriota Onassis. Las dos terceras partes del precio del petróleo que se descarga en el puerto de Buenos Aires y que debe ser saldado en dólares corresponde a fletes y no a petróleo. Los barcos petroleros son, pues, tan rendidores de divisas como un buen pozo surgente. Se alimentan con la moneda del país y cobran en dólares. Es una razón fundamental para que el desenvolvimiento de la flota petrolera, como la flota de ultramar, haya tropezado con tantos inconvenientes. Ni el doctor Cueto Rúa ni el doctor Krieger Vasena han descendido a estos desdeñables pormenores. Ellos no se han enterado de nada más que del déficit de 317 millones de dólares de nuestra balanza comercial, para eliminar el cual parecen no encontrar otro remedio que meter la cabeza en el cepo de los capitales extranjeros. Sólo difieren en la marca de fábrica del cepo. El doctor Cueto Rúa prefiere la marca Standard Oil. El doctor Krieger Vasena la Royal Dutch Shell. Nosotros preferimos los de fabricación casera que comenzarán a utilizarse cuando se establezca el delito de orden público que castigue con la severidad condigna a los funcionarios que se preocupan más por el futuro de su destino personal que por el bien público sometido al arbitrio de sus resoluciones. El país no puede seguir permitiendo que, como ocurrió en nuestro desastroso pasado, la función pública sea utilizada como un trampolín para escalar posiciones en las empresas extranjeras que directa, indirecta o co-lateralmente se benefician con las resoluciones de esos funcionarios. Ese es el estilo político que más seriamente ha perjudicado la economía nacional. EL PUEBLO SABE LEER AL REVÉS Es natural que el gobernante argentino que se decida a obtener el justo precio por los productos que exportamos y a no pagar más que un precio equitativo por los artículos que importemos, deberá soportar una verdadera marejada de improperios de los diarios extranjeros que reflejan sus intereses nacionales, improperios que con morbosa complacencia suelen reproducir los diarios lugareños. Esas campañas carecen de importancia mientras el público recuerde que deben ser leídos al revés, porque así como la importación británica es la exportación nuestra y viceversa, el elogio del extranjero es indicio de que el gobernante no defiende los intereses confiados a su custodia y al revés. Las censuras y los ataques a los gobernantes argentinos demuestran que el patrimonio argentino es defendido por sus autoridades. Yrigoyen y Perón fueron duramente zaheridos. El general Justo y el actual gobierno revolucionario muy elogiados. Cada vez que ha tenido ocasión de manifestarlo, el pueblo argentino ha comprobado que sabe leer al revés y siempre optó por los candidatos que el periodismo repudiaba. Cuando hace ya un cuarto de siglo la corriente de realismo económico comenzó a cobrar cuerpo, la diplomacia británica propició la difusión de variados especímenes de nacionalismos, simples remedos carnavalescos de los movimientos europeos, que se ocupaban de todo menos de la economía. El jefe del nacionalismo nacional-socialista era el doctor Manuel Fresco, gobernador de la provincia de Buenos Aires, médico de los ferrocarriles británicos, hijo dilecto de la C.A.D.E., en cuya condición figura en la investigación del coronel Rodríguez Conde. Adalides del nacionalismo corporativista o fascista eran casi todos los legisladores que alegaron a favor de las inicuas leyes que entregaron a Gran Bretaña el manejo del comercio exterior, del crédito, de la moneda y

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los medios legales para ultimar al transporte automotor. El realismo económico que propiciábamos en FORJA comenzó a ser desprestigiado como sospechoso de izquierdismo comunizante. Ahora, un cuarto de siglo más tarde, ha vuelto a insinuarse esa misma tendencia. No se esgrime en la actualidad como defensa indirecta de los intereses británicos sino al contrario, pero el resultado puede ser el mismo. La revista Mayoría del 7 de abril del corriente año expone con claridad estos peligrosos pensamientos. Se dice allí que para resolver "problemas como el del petróleo, la industrialización, los transportes, la energía hidroeléctrica y cuantos hacen al crecimiento de un país que aspira a ser una potencia, obligan a replantear una línea internacional capaz de satisfacer nuestros requerimientos y facilitar el desplazamiento hacia objetivos impostergables. El replanteo resulta ser un acercamiento a los Estados Unidos. De lo cual se desprende que "de aquí en adelante se irán perfilando dos actitudes nacionalistas: la que intentará proseguir vertebrada dentro de una estrategia internacional, la lucha contra los Estados Unidos y la que habrá de buscar en los Estados Unidos los puntos de apoyo que posibiliten nuestras realizaciones en todos los campos de la economía". Y un poco más adelante afirma que el verdadero nacionalismo "a diferencia del nacionalismo de corte marxista, buscaba algo más que la derrota del imperialismo en el área de sus fronteras o en el ámbito latinoamericano. Ello era a lo sumo el primer paso o la primera etapa de un esfuerzo que debía rematar en la transformación de la colonia liberada en una gran nación. Ese punto parece definitivamente alcanzado"... SIGNIFICACIÓN DEL TRIUNFO ELECTORAL Estas apreciaciones adolecen de profundos errores. El primero de ellos es el de creer que el triunfo electoral de la corriente nacional y popular ha arrasado automáticamente los bastiones de la hegemonía británica. El triunfo electoral no es ni siquiera una primera batalla. No es más que la primera posibilidad de desplegar un frente defensivo. Los británicos continúan dominando todos los puntos estratégicos de la economía agropecuaria, que es la que fundamentalmente les interesa. No es cuestión de marearse, pues, y perder de vista los objetivos claros y concretos que deben abordar las nuevas autoridades y que no pueden ser otros que la asunción de los medios que permitan obtener por nuestros productos la justa retribución que merecen y negociar la adquisición de lo que necesitamos del exterior en las condiciones de precio y crédito más convenientes. Estos objetivos con ser tan sencillos son sin embargo dificilísimos de alcanzar y requerirán una gran suma de carácter e inteligencia para superar los inconvenientes que se ofrecerán. En segundo lugar, hacemos constar que no es permisible presuponer que Estados Unidos acudirá en nuestro auxilio impelido por un impulso misericordioso. ¿Qué precio tiene la ayuda americana? No olvidemos que la interferencia de Estados Unidos puede no ser perjudicial para el tipo de explotación agropecuaria a que nos tiene sometidos Gran Bretaña. Estados Unidos sólo se interesa por los minerales y el petróleo, pero no por los productos agropecuarios de cuya comercialización Gran Bretaña tiene el monopolio de los instrumentos del comercio externo que le permite manipulen los precios a su antojo. La intervención de Estados Unidos en el campo de la minería podría llegar a ser útil a Gran Bretaña porque debilitaría aún más la cohesión argentina, base fundamental de toda acción defensiva de los precios, que son a su vez elemento primordial de la formación de capitales.

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EXPERIENCIA DESALENTADORA La experiencia argentina en materia de capitales extranjeros es bastante desalentadora. El verdadero aporte de los extranjeros fue en realidad misérrimo: material metalúrgico, en su mayor parte, tasado a precio exorbitante. Lo demás fue trabajo argentino organizado de tal manera que en lugar de riqueza argentina, creaba más capitales extranjeros. La operación no es demasiado engorrosa, cuando se han descubierto sus resortes substanciales. El dominio de la instrumentación bancaria es fundamental porque permite orientar el trabajo hacia fines reproductivos y aglutinarlos en la formación de capitales. El doctor Martínez Casas ha descripto acertadamente el proceso en su libro El país, el dinero, los hombres. La industria que se constituya con capitales extranjeros, es una industria extranjera, de la que debe temerse que más que un factor de progreso termine siendo un factor de anti progreso, como fue en la historia argentina la industria ferroviaria. Por otra parte, el progreso mismo que se alega con frecuencia, debe ser analizado en su significado en cada caso concreto. Se dice, por ejemplo, que se debe mecanizar el campo para aumentar la producción. Pero en la actualidad, en que trabaja un tractor por cada 400 hectáreas, se produce menos que en 1910 en que todo el trabajo agrario se realizaba con tracción a sangre. La mecanización puede no constituir un verdadero progreso y ser un simple sofisma económico. En el trabajo que sobre desarrollo argentino hizo en 1944 el doctor John A. Hopkins, por encargo de la Armour Research Foundation, se dice: "Se puede ahorrar mano de obra, adoptando maquinarias mayores y más caras. Los diferentes factores de la producción, se preferirá uno u otro de los métodos. Estos valores mismos varían de un país o región a otro y aún de una a otra época. En una gran fábrica argentina se observaron recientemente troncos de caballos moviendo vagones ferroviarios de una parte a otra de la planta. En los Estados Unidos, probablemente se consideraría tal procedimiento como anticuado y caro y se usaría en cambio una locomotora de maniobras. Pero en los Estados Unidos el carbón y el fuel oil son relativamente baratos y la mano de obra y el forraje son relativamente caros. A los precios actuales y con pocos vagones que mover por día, los caballos posiblemente representan el método más perfeccionado. Todo lo que podemos decir en cuanto a la naturaleza de un método perfeccionado es que dada una estructura de precios, todo cambio que implique un aumento en el valor producido por unidad de valor consumido, será un perfeccionamiento en el método". Estas opiniones coinciden exactamente con lo que venimos sosteniendo: el verdadero progreso radica en el aumento del "valor producido". En un sentido nacional, "el valor producido" está dado por la cantidad de divisas que obtenemos por nuestra exportación. La cantidad de divisas depende de los precios que obtengamos en los mercados extranjeros que son consumidores. Ese es el primer escalón del verdadero progreso argentino. El segundo es el de evitar que esa riqueza se disipe en artículos suntuarios, superfinos y prescindibles, es decir, cohesionarla en la constitución de capitales que faciliten la explotación fructífera de las riquezas argentinas que permanecen aún vírgenes, como la minería, en que está comprendida la explotación petrolífera intensiva y permitan la movilización del trabajo argentino. En el problema de los precios está subyacente el problema de los capitales. Los capitales se forman, en un sentido nacional, con la diferencia entre gastos y ventas. Esa diferencia, cuando es positiva, se llama ahorro. Cuando los ahorros se aglutinan y disciplinan en la dirección de un comando financiero, se llaman capitales. Desconfiemos de todo progreso que no arranque de una necesidad y de una concepción fundamental y auténticamente autóctona. Pretender, por otra parte, compensar el desnivel de la balanza de pagos con el aporte de capitales

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extranjeros es ingresar en un atajo sin salida en que se avanza con los ojos cerrados a la realidad, actitud que sería tan absurda como la de un comerciante que hipotecara su negocio para compensar las pérdidas que le ocasiona el negocio a consecuencia de vender sus mercaderías a menor precio de su costo total, en que debe incluirse la razonable ganancia. CAMINO DE LA REALIDAD COMERCIAL Hemos insistido en el tema de los precios de nuestra exportación con el ánimo de aclarar el juicio de los que pueden verse perturbados por soluciones aparentemente más fáciles que las de recuperar un precio equitativo para nuestra producción. Resolver el desnivel de la balanza de pagos con concesiones al extranjero nos atraerá los elogios de los británicos y de los americanos. Los primeros porque seguirán aprovechando nuestra incapacidad para negociar. Los segundos, porque encontrarán al fin las vías de penetración que tan insistente-mente han buscado durante largos años y a través de las más diversas circunstancias, desde el Primer Congreso Latino Americano de 1890, en que ingenuamente propusieron hacerse cargo de la comercialización de todos los productos del continente, hasta la fecha, en que la tabla de valores con que juzgan a los gobiernos latinoamericanos es la mayor o menor facilidad de penetración que acuerdan a sus capitales. El tema de los precios puede parecer al lector un tema menor, un tema subalterno de simple alcance comercial, pero en él está comprendido el espíritu del país: es la medida de sus posibilidades. Cuando André Gide le pidió a Paul Valéry que le sugiriera un título para una revista de refinada intelectualidad) Valéry, dijo: Titúlela Commerce, Comercio, es decir intercambio. Por este duro camino de la realidad comercial se habrán echado las bases definitivas para ese tipo humano destinado a procrear el arquetipo argentino. Ese hijo lejano y desconocido ascenderá sobre este basamento de números, de precios y escorias intelectuales a que humildemente nos hemos reducido. No lo veremos, pero lo habremos anunciado. En él revivirán los sueños que nuestra generación disipó para abrirle camino.

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10.2 ANEXO II: CORRESPONDENCIA RAÚL SCALABRINI ORTIZ – JUAN DOMINGO PERÓN

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10.2.1 De Juan Domingo Perón a Raúl Scalabrini Ortiz.

Caracas, 31 de diciembre de 1957 Mi querido amigo: Las circunstancias han impedido que mantuviéramos comunicación directa. Sin embargo, he seguido lleno de satisfacción sus valiosas cartas sobre temas de la triste actualidad de nuestra patria. Tan ponderable labor es consecuente con la heroica conducta de lucha antiimperialista observada por usted durante toda su vida. Su prestigio, volcado valientemente en trabajos serios, ininterrumpidos y oportunos, le ponderan hoy - una vez más - ante la argentinidad. Los que como usted no saben pedir, pero son conscientes de sus responsabilidades, no podían dejar de contribuir con su capacidad autorizada y orientadora frente a las nuevas fuerzas de ocupación. Usted conoce el pesado trabajo de la prédica anticolonialista. Durante muchos años - lo recuerdo bien - se encontró casi solo en el combate. La conspiración del silencio, cuando no la persecución abierta, era problema permanente que le enfrentó con la miseria -sobrellevada dignamente - mientras quebraba las energías de numerosas inteligencias argentinas. No podía exigirse un país de apóstoles "elegidos" y se presenciaba con descorazonamiento que ante la chatura ambiente, la crueldad de la realidad ahogaba los esfuerzos por las banderas nacionales. En fin, entre nosotros no podemos contarnos historias tan recientes. Pero hay cosas innegables de las cuales no se puede prescindir en cualquier planteo presente o de futuro. A Usted le cabe el honor del precursor, el formador de una promoción que alimentó a la revolución nacional. Por otra parte, el mérito de la popularización y realización de los principios de independencia económica y soberanía política es obra exclusiva del justicialismo, que las vinculó estrechamente con el problema social. Hoy, mi amigo, comprobamos con alegría que su popularidad es inmensa, porque su lenguaje y conceptos están en el pueblo y usted puede dialogar cómodamente con él. Su actitud ha sido invariable en muchos años pero, ¡qué hermoso es sentirse interpretado! Está lejos el tiempo aquél en que clamaba, prácticamente en el desierto, ante la incomprensión de la masa y la indiferencia oligárquica. En un lapso maravillosamente corto se ha operado el cambio politizador y usted ya podrá continuar ininterrumpidamente ese diálogo, porque los pueblos nunca abandonan a sus verdaderos amigos. Pero la actitud del enemigo de siempre ya no es pasiva y se defiende ahora con toda la intensidad de sus fuerzas y métodos modernos. Frente a las nuevas circunstancias, se nos presentan nuevas responsabilidades. Por estas razones pienso que nadie como usted sería más eficaz, para propiciar y encabezar un movimiento que tienda a aunar las inquietudes de liberación de los intelectuales que no desertan del hombre y de la tierra argentinos. Semejante tarea, perfeccionaría la lucha, un tanto descoordinada en ese campo, contra la oligarquía. Yo deseo - y así se lo pido - que usted medite esta posibilidad y me comunique sus puntos de vista sobre el particular. Desde ya puede dar por descontado mi apoyo y lo mismo pediría a todos los compañeros del movimiento peronista que yo concibo como un frente nacional libertador y sin miopías sectarias. Recientemente le he tenido muy presente al preparar mi nuevo libro "Los vendepatrias", que acaba de aparecer y del cual le envío un ejemplar por separado. Verá que lo cito profusamente en apoyo de mis tesis sobre el plan imperialista que se

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cumple inexorablemente, con la complicidad del grupo apátrida que detenta el poder. A la espera de sus noticias, le abrazo con el mayor afecto.

Juan Perón

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10.2.2 De Raúl Scalabrini Ortiz a Juan Domingo Perón.

Buenos Aires, 26 de febrero de 1958 Mi general y amigo: Disculpe usted que le otorgue el título profesional. Me sería incómodo y casi imposible dirigirme a usted de otra manera. Además significaría aceptar la sanción de un tribunal cegado por el odio político que habrá que rever a su debido tiempo. Le escribo en el momento en que el resultado de la elección presidencial ha volcado a favor de la idea nacional cinco millones de votos contra tres millones que permanecen aún confundidos por la propaganda colonialista. La disciplina con que fue obedecida su orden y la intuición del pueblo resultan admirables y dignas del destino a que indudablemente está llamado este país. Por temperamento soy un hombre de lucha, no un paladeador de triunfos y quizá por eso estimo que el triunfo no debe ofuscarnos. Las fuerzas imperialistas que se ciernen sobre la Argentina son astutas y tenaces. Ganar una batalla no significa ganar la guerra. Puede ocurrir exactamente lo contrario. “A través de las derrotas, podemos ganar la guerra”, dijo una vez Winston Churchill. No olvidemos que aquí enfrentamos no la inteligencia de Aramburu y Rojas, sino la sutilísima política de Gran Bretaña. El éxito popular y nacional puede traer como resultado una afinación de los métodos de penetración, de manera que nuestro celo debe ser más vigilante que nunca. Hasta el momento, el peronismo no había hecho política. Se mantenía al acecho y al margen de los sucesos. ¿Cómo se tratará de contrarrestarlo y anularlo? Este es el problema. Faltan aún dos meses para que Frondizi asuma el poder y en ese tiempo pueden ocurrir hechos que aparentemente justifiquen un golpe de mano, si no un simple golpe de Estado. Hay muchas fuerzas internas que se prestarían gozosamente a esta operación. La instigación a la disconformidad del proletariado encontraría un campo fértil en su ya insostenible situación económica. El caos que podría sobrevenir a consecuencia de la extensión de las huelgas proporcionaría una ocasión favorable para una maniobra reversiva. Hay que estar alerta en este punto y solo su voz será escuchada. La situación de Frondizi no será holgada tampoco, aun después de asumir el poder. Su base de sustentación es inestable. Su partido no existe casi. Su caudal electoral es aleatorio y condicional. Los problemas económicos y financieros que deberá afrontar y resolver urgentemente serán pavorosos porque esta gente no va dejar más que ruinas. Para resolverlos sin enfeudarse al extranjero, Frondizi deberá recurrir a las últimas reservas de abnegación y patriotismo del pueblo argentino. Y eso tampoco le será posible realizarlo sin su decidido apoyo. Por otra parte, Frondizi, aunque quiera, no podrá aceptar del capital extranjero, sino una ayuda que no colme los justos recelos del pueblo argentino, es decir una ayuda transitoria y muy condicionada, porque de otra manera haría vacilar los únicos puntos de sostén de la confianza pública que son debidos a su actuación personal. Es decir, si Frondizi, aun en apariencia, se presenta como un continuador de la política de endeudamiento al extranjero, eliminará su propia razón de ser y el pueblo se sentirá traicionado. No creo, con todo, que los problemas sean irresolubles. Es preciso, eso sí, encararlos abiertamente y con decidida verdad, como decía Pitt. La Argentina tiene una fortuna potencial en su envidiable situación estratégica. Su situación geopolítica la pone a salvo del cataclismo posible y del pánico que esa posibilidad engendra. Esa es su mayor riqueza, si sabe comercializarla. Su territorio es fértil y la gama de producción

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probable abarca la casi totalidad de la actividad humana. Es evidente que esa dirección de actividad será entorpecida y obstaculizada por todos los medios imaginables, porque ella sentaría de inmediato las inconmovibles bases de la grandeza nacional y tras el ejemplo argentino se movilizaría todo el continente latinoamericano, que hasta ahora es solo una miserable fuente de materias primas y de alimentos. Para vencer los entorpecimientos y salvar los obstáculos, Frondizi necesitará contar con la solidez de un frente unido y disciplinado. Y eso tampoco puede hacerlo sin su decidido apoyo. La realidad es que sin su apoyo hay grave riesgo de que Frondizi no alcance el poder y una vez en él le será extremadamente difícil conservarlo. Pero el cuadro de la realidad no estaría completo si olvidáramos que buena parte de la clase media que sufrió en su economía y en su jerarquía social durante su gobierno se mantiene en un estado de recelo enconado contra todo lo que huela a movimiento peronista. Es un recelo constantemente alimentado por los reaccionarios que el extranjero tiene a su servicio, por la prédica insidiosa del periodismo venal, por los desahogos verbales o escritos de muchos buenos partidarios y por la arteria de los infiltrados en el movimiento con disfraces de fanáticos. Lo cierto es que ese recelo es una fuerza viva en el país que repercute notoriamente en la opinión de las fuerzas armadas. Disminuir este recelo, demostrarle a la clase media que está comprendida dentro de las grandes aspiraciones nacionales fue uno de los objetivos que me propuse en mis publicaciones. Fui refiriéndome a usted poco a poco. Al principio burlándome de los que lo acusaban públicamente de tirano y sanguinario. Luego recordándolo con respeto. He llegado a darle el merecido calificativo de “libertador” y aunque yo temía alguna reacción, ella no se ha producido, a juzgar por las cartas que recibo. Este es, en apretada síntesis, el panorama argentino. Las dificultades son muchas pero no insalvables. Usted sabrá cómo continuar. Su orden de votar a Frondizi hizo llorar a muchos, pero llenó de alegría a la inmensa mayoría porque esa orden les indicaba que la inteligencia política del Jefe había vuelto a funcionar con el resoluto coraje que le admiramos en años anteriores. Usted debe superar los respetables pero postergables sentimientos que la injusticia debe haber causado en su ánimo y volver a jugar el ajedrez de esta gigantesca partida en que se decide el destino argentino. Estar acá o estar allá es lo mismo. Lo importante es ganar la partida. He dejado para el final el testimonio de mi agradecimiento por las generosas palabras con que premia mi tarea, imposible me resulta describirle la hondura de mi emoción. Me pide que me encargue de la organización y dirección de los intelectuales. Su ofrecimiento es la mayor muestra de simpatía que he recibido en mi vida, pero temo que la tarea exceda de la órbita de mis aptitudes. He sido siempre un trabajador solitario y obstinado y me parece un poco tarde para cambiar y reeducarme. Le ruego que reconsidere su pedido y lo adecue a mis cualidades y defectos. Tengo cierta agudeza para planificar los aspectos generales de los asuntos, para verlos, digamos, desde un punto de vista estratégico. Pero los detalles políticos se me escapan. La minucia de la táctica escapa del ámbito de mis condiciones. Sería un buen oficial de Estado Mayor y un mal conductor de tropas en el terreno. ¿Para qué cambiar? Agradezco asimismo las transcripciones que usted hace de mis trabajos en su último libro Los Vendepatrias. Usted me hace entrar en la historia a empujones. ¡Tan Don Nadie que he querido ser siempre! Con el respeto y la amistad de siempre, me es grato enviar un fervoroso apretón de manos.

Raúl Scalabrini Ortiz

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10.2.3 De Juan Domingo Perón a Raúl Scalabrini Ortiz.

Ciudad Trujillo, 18 de marzo de 1958 Mi Querido Amigo: He leído con profunda emoción su carta del 26 de febrero, contestación a la que yo le dirigiera. En ella, usted expone puntos de vista sobre la política argentina que no están contaminados por egoísmos personales ni partidistas si no que responden a una intensa pasión patriótica. Coincido plenamente con esas opiniones, y a tal respecto creo que dos documentos que usted seguramente conocerá traducen esa identificación de pensamiento: el “Mensaje a todos los peronistas” y las directivas dirigidas al Comando Táctico Peronista, de 10 y 6 de marzo respectivamente. Allí he fijado una conducta que responde a las necesidades del país, desoyendo toda incitación a la violencia sin sentido, ni a la docilidad oportunista. El peronismo tiene una misión histórica que cumplir y de allí no se apartara. Toda su táctica está subordinada a los grandes objetivos que justificaron su aparición y que confirman su vigencia, por lo que la búsqueda de minúsculos dividendos de politiquería inmediata es ajena a la esencia y a la razón de ser del movimiento. En tal sentido, he comprometido el apoyo del movimiento a un programa de restauración nacional y popular que se comprometió a cumplir el nuevo presidente. Mientras él haga fe a su palabra, no tendrá que estarse cuidando las espaldas mientras lucha con el enemigo de afuera: de ese me encargo yo. Tengo una esperanzada confianza en que, no obstante el mediocre entourage político del Dr. Frondizi, éste se mantendrá a la altura de las gravísimas circunstancias nacionales. En su elenco figuran hombres que siempre han combatido en las filas de lo antinacional, lo cual no ha sido obstáculo para que nosotros los consagráramos con nuestro voto para las altas funciones públicas. Esa es la demostración de que esperamos que prevalezcan las posiciones enunciadas por Frondizi por sobre la conjuración de los mediocres que intentaran desviarlo de los objetivos nacional-libertadores. Hemos hecho lo que debíamos, seguiremos haciéndolo. Solo nos resta, entonces, encontrar idéntico espíritu por parte del nuevo mandatario y el coraje para despreciar las incitaciones al compromiso, al hedonismo y a equilibrios mezquinos. Cuanto usted me dice de la clase media es atinado y oportuno. El fenómeno que se produce en los países de América Latina es el de una clase media con más sentido clasista que el proletariado. Los obreros tienen más claramente fijado el concepto de la integración nacional y de la necesidad de presentar un frente unido al adversario común. Las clases medias, en cambio, tienen extraordinaria tendencia a concentrar su espíritu combatiendo en antagonismos internos y artificiales, a menudo creados y siempre alentados por la propaganda imperialista. Es evidente que sectores cuya suerte está unida indisolublemente a la clase trabajadora tiene su vista puesta, sin embargo, en la oligarquía que por su interrelación con el imperialismo esta marginada de los anhelos y de las necesidades nacionales Las causas de este contrasentido son numerosas, y han sido analizadas por algunos escritores que siguen los asuntos del país. Pero entre esas causas ocupa un lugar preponderante la propaganda de la “intelligentzia”. Usted es uno de los intelectuales argentinos que siempre vio claro y denuncio al enemigo real, dando su ubicación y detallando los disfraces que adopta para predicar la desintegración del país. El peronismo fue el primer movimiento político social que entabló la lucha en los

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verdaderos términos del conflicto: nuestro antiimperialismo fue práctico y efectivo, adecuado a la realidad y no a declamaciones teóricas. Eso que el pueblo sabía, recién después del 16 de septiembre de 1955, lo comprendieron algunos intelectuales que ahora buscan sumarse a la corriente nacional y popular en la que usted estuvo siempre enrolado. De manera que no soy yo, con una carta, quien lo hace entrar en la Historia, si no su obra incansable, su vocación patriótica y su sacrificada trayectoria. Nosotros siempre lo consideramos de los nuestros y cada una de sus líneas es un aporte al movimiento peronista que valoramos debidamente y apreciamos como parte de nuestro acervo. No reconsiderare el pedido que formulara, porque él estaba supeditado a sus modalidades. Usted ejerce una jefatura espiritual innegable. No le pido que la transforme en un mandato político sino que la emplee para nuclear esfuerzos, para evitar dispersiones que no responden a la realidad. En el campo intelectual, como en los demás frentes de lucha, se han ido conformando bloques antagónicos e irreconciliables que libran batallas enconadas y continuarán combatiéndose implacablemente. Nosotros no queremos apaciguamiento ni transacciones, ni eclecticismos de conveniencias con lo que representa intereses antinacionales y antipopulares. Pero jamás ahondaremos divisiones con quienes están en la línea de pensamiento que sobrepone los intereses de la Patria a toda consideración de otra índole. Lo que sobran son puestos para esta lucha, que nadie se aleje de ellos por incomprensión, por suspicacias, por plantear mal las cuestiones. En esa obra de persuasión es que reclamo su concurso, para que aclare panoramas que algunos no ven con nitidez, para que termine con fricciones y antagonismos artificiales. La Historia tiene sus fueros y siempre los hace valer: las soluciones para el país son peronistas y quienes no lo comprendan girarán en el vacío. Lo cual a su vez impone a nuestro Movimiento la obligación de desechar sectarismos absurdos y planteos miopes, para constituir la gran fuerza que integre los empeños para realizar el gran destino nacional. Seremos intransigentes hasta cualquier extremo en la preservación y la defensa de los ideales, pero jamás mezquinos guardianes de las formas sacrificando objetivos a conveniencias tácticas. La etapa que se abre con las nuevas condiciones políticas creadas por el triunfo popular del 23 de febrero requerirá de nosotros una acción vigilante y enérgica al mismo tiempo que dúctil para adaptarse a las variantes de circunstancia. La masa tiene disciplina y madurez, lo mismo que muchos cuadros del Movimiento que se han templado peleando en las condiciones más adversas. Queremos que también los intelectuales cumplan adecuadamente las funciones a que los destina su actividad. Nadie mejor que usted para decir la palabra orientadora y llevar el mensaje que los alinea para mejor defender el programa que el país reclama. Yo parto en un corto viaje, a cuyo regreso volveré a escribirle. Le ruego mantenga contacto con el Dr. Cooke que ha conversado conmigo largamente sobre todos estos temas y esta compenetrado de mi pensamiento sobre estas y otras materias. Hasta entonces, le reitero mi amistad y afecto. Lo abraza.

Juan Perón