la aventura de la historia - dossier096 los borgia - cara y cruz del renacimiento

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DOSSIER 31 L OS B ORGIA Cara y cruz del Renacimiento 32. Piedra de escándalo Ricardo García Cárcel 36. De Borja a Borgia Luis Pablo Martínez 40. Papas de hierro Miguel Navarro 46. Familia de leyenda Joan F. Mira 52. Un santo en casa Enrique García Hernán Alejandro VI, el papa Borgia, al pie de la Madonna dei Racommandati, por Cola da Roma, hacia 1500. En apenas siglo y medio, a caballo entre la Edad Media y el comienzo de la Moderna, dieron el salto de la nobleza rural al papado y al altar, aunando la protección a la cultura humanista con un cínico control de las cloacas del poder. Con el estreno este mes de Los Borgia, una de las más ambiciosas producciones cinematográficas españolas de carácter histórico, esta fascinante dinastía valenciana de santos y pecadores recupera actualidad y recuerda que su leyenda vive y aún genera debate 60. Una saga de cine Óscar Medel LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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DOSSIER

31

LOS BORGIACara y cruz del Renacimiento

32. Piedra de escándalo

Ricardo García Cárcel

36. De Borja a Borgia

Luis Pablo Martínez

40. Papas de hierro

Miguel Navarro

46. Familia de leyenda

Joan F. Mira

52. Un santo en casa

Enrique García Hernán

Alejandro VI, el papa Borgia, al pie de la Madonna dei Racommandati, por Cola da Roma, hacia 1500.

En apenas siglo y medio, a caballo entre la Edad Media y el comienzode la Moderna, dieron el salto de la nobleza rural al papado y al altar,aunando la protección a la cultura humanista con un cínico control delas cloacas del poder. Con el estreno este mes de Los Borgia, una de lasmás ambiciosas producciones cinematográficas españolas de carácterhistórico, esta fascinante dinastía valenciana de santos y pecadoresrecupera actualidad y recuerda que su leyenda vive y aún genera debate

60. Una saga de cine

Óscar Medel

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Piedra de

ESCÁNDALO

La saga valenciana de los Borgiao Borja tiene una significaciónhistórica trascendental en tantoque, en cincuenta años, dio al

mundo dos papas y una decena larga decardenales, se instaló durante la primeramitad del siglo XVI en el centro mismodel poder en Europa y dejó tras de sí unaextraordinaria estela cultural, al mismotiempo que una espesa nube de mórbi-das vivencias, con múltiples escándalos,muertes, incestos, corruptelas...

La leyenda rosa del éxito social y la le-yenda negra de los turbios procedimien-tos de escalada confluyen en esta familia,como nunca se ha dado en la Historia. Ladicotomía lingüística Borgia-Borja ha ser-vido para diferenciar las connotacionesmás negras de la saga, que se asignan a laversión italiana del apellido, y las más po-sitivas de su versión hispánica, que des-de luego representa particularmente sanFrancisco de Borja, general que fue de laCompañía de Jesús y nada menos que biz-nieto del tormentoso papa Alejandro VI.

Es una historia de prodigiosa ascensiónpolítica, de una familia que de simple aris-tocracia local setabense a caballo de al-gunos méritos políticos, como su apoyoa Fernando de Antequera en el Compro-miso de Caspe, de la presunta proteccióninicial de san Vicente Ferrer y, desde lue-go, a través de la indudable capacidad po-

lítico-jurídica de Alfonso de Borja, el fu-turo papa Calixto III, dio el salto a Romae inició una etapa en la que su apellidomarcó las pautas de la Historia.

El punto de partida del increíble des-pegue político de aquella familia radicó

en la decisiva gestión que Alfonso de Bor-ja, a la sazón canónigo de Lérida, profe-sor de aquella universidad y vicecancilleral servicio de Alfonso V el Magnánimo,desarrolló para solucionar de una vez portodas el Cisma pontificio. En 1429, Al-fonso de Borja convenció al díscolo pa-pa Benedicto XIII en Peñíscola de la ne-cesidad de su renuncia. Ello le valió serobispo de Valencia. De la efervescente Va-lencia del momento, el obispo pasó a Ná-poles, siempre vinculado al rey Magná-nimo. En el avispero napolitano demos-tró sus dotes camaleónicas y no le cos-tó demasiado ser cardenal. Lo fue en1444, a los sesenta y seis años.

Dejarse quererDe ahí a Papa sólo había que saber de-jarse querer. Lo hizo magistralmente. Es-peró once años. Fue elegido pontífice ca-pitalizando su condición de tecnócrata,políticamente neutral, no implicado enlas luchas de los nobles italianos y conpocas expectativas de vida. Vivió sólo tresaños más, durante los cuales tuvo tiem-po de enfrentarse a su rey-protector Al-fonso V, de combatir contra los turcos, alos que hizo levantar el sitio de Belgrado,y de canonizar a Vicente Ferrer, treintay seis años después de la muerte del do-minico. Pero, sobre todo, tuvo tiempo pa-ra traer a buena parte de su familia a Ro-ma y colocar a su amplia parentela enmúltiples cargos en la curia pontificia.

De sus tres sobrinos, el favorito eraRICARDO GARCÍA CÁRCEL es catedrático deHistoria Moderna, UAB.

En el complejo tránsito sociocultural de la Edad Media al Renacimiento,sitúa Ricardo García Cárcel la peripecia italiana del linaje valencianoque dio dos papas, diversos cardenales y un santo a la Iglesia, a través de

un tortuoso proceso, cuyos escandalosos ribetes siguen despertando interés

Medallas de Alejandro VI, que aparece sinmitra ni tiara (arriba), y Calixto III (Madrid,

Museo Arqueológico Nacional).

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTO

Pedro Luis, hijo de su hermana Isabel. Pe-ro la lucha política que se desató a lamuerte de Calixto III, pocos meses des-pués de la del rey Alfonso V, acabó con susexpectativas y con su vida, posiblementeenvenenado por la familia rival de los Or-sini. Sin embargo, ya eran cardenales losotros dos sobrinos: Luis Juan de Milá y Ro-drigo de Borja. El primero volvió a Espa-ña como obispo de Lérida. El segundoparticipó en la elección del humanistaPío II como papa y se colocó estratégica-mente al lado de éste como lo haría conel siguiente pontífice, Sixto IV.

Rodrigo fue entonces ordenado sacer-dote y obispo. Antes sólo era diácono,aunque ya cardenal por imposición de sutío. En 1472, hizo un viaje triunfal a Es-paña, articulando la operación política queasentaría en el trono de la monarquía a losReyes Católicos. Mientras se preparaba eldesembarco en la Sede Pontificia, Rodri-go tuvo cuatro hijos con su compañeraVannozza Cattanei. El 6 de agosto de 1492,fue elegido papa con el nombre de Ale-jandro VI, gracias a la alianza establecidacon los Sforza, los Farnese y los antiguosenemigos Orsini. Únicamente tenía en

contra a los Della Rovere. La política ma-trimonial de su descendencia se dirigióa consolidar sus alianzas. La invasión devalencianos en la Corte pontificia fueenorme y los amores del Papa con JuliaFarnese tuvieron eco en toda Europa.

La estrategia inicial de Alejandro VI fuela de apoyar las grandes decisiones polí-ticas de los Reyes Católicos de aquel mí-tico año 1492 –desde la expulsión de losjudíos a la aventura americana, pasandopor la conquista de Granada–, al tiempoque recababa el apoyo de éstos para su po-lítica italiana. Realizó obras importantes

Retablo de Santa Ana, realizado en 1452 por encargo del cardenal Alfonso de Borja (Xàtiva, Colegiata de Santa María).

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en los palacios pontificios en pleno cen-tro del complejo vaticano con frescos deIl Pinturicchio, reformó el Castillo deSant’Angelo y recubrió el techo de SantaMaría la Mayor con un artesonado queevocaba a su propia familia.

Esta política se mezcló con la peripe-cia familiar. Conjuras, traiciones, violen-cia, pasiones, celos, ambiciones de po-der... El nepotismo y la corrupción fue-ron un caldo de cultivo en el que no fal-taron varios asesinatos (César, el hijo delPapa, fue el presunto asesino de su her-mano Juan y de su cuñado Alfonso deAragón, casado con Lucrecia, y al propioPapa se atribuye el envenenamiento, en-tre otros, de Giambattista Orsini) y tro-pelías diversas, en una coyuntura de re-versión de alianzas, con deslizamien-to claro del Papa hacia la amistad conFrancia.

Alejandro VI murió en agosto de 1503.Le sucedió Pío III, que vivió sólo veinti-siete días, y a éste, Julio II, un Della Ro-vere, el mayor enemigo de los Borja. Cé-sar Borja sería apresado, enviado a Va-lencia, trasladado a Chinchilla y al Cas-tillo de la Mota, de donde se escapó y

acabó muriendo en lucha contra Fer-nando el Católico en 1507, en Viana (Na-varra). Lucrecia, que tras tres matrimo-nios se había convertido en duquesa deFerrara, reconstruyó su agitada vida sen-timental y estuvo, por cierto, en Barce-lona dos veces, en 1504 y 1506. Murió en1519, en el mismo año que su madre,Vannozza Cattanei.

El fin de toda una épocaEl papado de Alejandro VI, de 1492 a1503, marca en Europa la cúspide del hu-manismo y al mismo tiempo el comien-zo de sus miserias morales. Son los añosen que las monarquías se intentan des-gajar de la matriz nobiliaria con las pri-meras contradicciones entre feudalismoy absolutismo. Es el final de los condo-ttieros, como lo fueron Gonzalo Fernán-dez de Córdoba o César Borja, en con-flicto siempre con sus reyes-señores. Esel triunfo del maquiavelismo, de la razónpráctica sobre la estética, de lo secular so-bre lo religioso, de la economía capita-

lista y de la tecnología sobre los escrú-pulos y complejos de la escolástica cris-tiana, triunfo que representa bien Ale-jandro VI.

Pero también es la emergencia del ge-nio individual sobre la corporación y lafamilia; la escalada de los Estados-nacio-nes que acabarán con la prepotenciade las ciudades-Estado italianas; el cre-púsculo de las vanidades; la hora de lacontrición, cuyo primer profeta fue Sa-vonarola, quemado a instancias de Ale-jandro VI, y que anticipaba la mala con-ciencia protestante de Lutero; el tiempode las nuevas fronteras transatlánticas quecondenaban al provincianismo la ruta Va-lencia-Roma...

Alejandro VI muere un año antes queIsabel la Católica. El maquiavelismo fer-nandista será la aparente prolongaciónde la égida de Alejandro VI. Italia, el sue-ño napolitano como alternativa fernan-dista al fracaso en la lucha con Felipe elHermoso. Pero ya nada podía ser igual.Sólo la Corte de doña Germana y el du-que de Calabria en Valencia pareció afe-rrarse al sueño italiano, como si el efec-to Borja que había triunfado en Roma

durante medio siglo quisiera encontraren Valencia su canto de cisne.

La sucursal del imperio pontificio fueel ducado de Gandía. Los duques esta-blecieron relaciones de parentesco conla propia monarquía. El último gran Bor-ja, fue Francisco, enviado por su padre en1528 a la Corte “para que acabara de for-marse al servicio de su majestad”. El clien-telismo del papa Borja se había roto consu muerte. Había que adaptarse al nuevotiempo dictaminado por la disciplina dela Corte. Francisco de Borja optó por laamistad directa con el rey Carlos, necesi-tado, después de las Comunidades y lasGermanías, de fortalecer sus apoyos.

Francisco casó con la portuguesa Leo-nor de Castro y tuvo ocho hijos. Fue vi-rrey en Cataluña, un virrey severo y pu-ritano. Nada que ver con sus ascendien-tes. En 1548, profesó como miembro dela Compañía de Jesús, tres años despuésde morir su mujer. Hacía nueve años quehabía muerto Isabel de Portugal, la esposade Carlos V, aquella hermosa reina retra-

tada por Tiziano. Francisco de Borja fueel encargado de acompañar al cadáver dela Emperatriz, de Toledo a Granada. Lacontemplación de su descomposición fueel motivo tradicionalmente invocado pa-ra la decisión de Borja “de no servir a otroseñor que a Dios”. Hipótesis difícil decreer. ¿Voluntad arrastrada nueve años?La iconografía, con el cuadro de MarianoSalvador Maella como mejor represen-tación, ha insistido siempre en la imagendel Borja iluminado ante el descubri-miento de los efectos de la muerte.

El papel de Francisco de Borja en laCompañía de Jesús, en cualquier caso, fuetrascendental, marcando la orientación po-lítica que tendría ésta en el futuro. Murióen 1572, fue beatificado en 1624 y cano-nizado en 1671. Las relaciones con Romademostraban ser impecables. Su extremadelgadez, sus ojos claros, su seriedad, queretrató Tiziano, nada tienen que ver con elAlejandro VI, gordo y sensual de Il Pintu-ricchio. Sólo tienen en común la nariz cur-va de los Borja. Cuando muere Francis-co, hacía siglo y medio que había empe-zado la prodigiosa ascensión de la familiaBorja. Con él se cierra el ciclo. �

Francisco de Borja, en un retrato del siglo XVII,cuando estaba en marcha el proceso de sucanonización (Madrid, Descalzas Reales).

El papado de Alejandro VI marca enEuropa la cúspide del humanismo y elcomienzo de sus miserias morales

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Calixto III, el primer papa

Borgia, y la Virgen,representados por Sano diPietro como protectores de laciudad de Siena.

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CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTO

De Borja a

BORGIAA comienzos del siglo XV, diversas familias de menestrales, labradores y de lapequeña nobleza ostentaban el apellido Borja en la valenciana ciudad deXàtiva. Luis Pablo Martínez recuerda el oportuno entronque matrimonialque permitió el imparable ascenso del nuevo linaje hacia el trono papal

La época del papa Alejandro VI ysus hijos César y Lucrecia ha cau-tivado a generaciones de histo-riadores, artistas y literatos. Son

pocos, sin embargo, los trabajos dedi-cados a los orígenes del mítico linaje.Tal vez porque la familia ha sido estu-diada fundamentalmente por investi-gadores foráneos. No en vano, son másconocidos por la versión italianizada desu apellido, Borgia, que por la genuina,Borja. En términos históricos, sin em-bargo, el período anterior al papado deCalixto III (1455-1458), el primer papaBorja, resulta crucial y fascinante. Porquees entonces cuando la familia puso los ci-mientos de una prodigiosa promoción,que produciría dos papas y un santo pa-ra la cristiandad, un linaje de Grandes deEspaña, y tres personajes míticos del ima-ginario colectivo occidental.

En la Xàtiva de comienzos del siglo XVconvivían varios grupos familiares con elapellido Borja. Todos ellos, salvo uno, eranmenestrales y labradores de diversa con-dición. Una de las familias Borja de Xàti-va pertenecía, sin embargo, a la pequeñanobleza. Sus orígenes parecen retrotraer-se a los caballeros aragoneses Fortún y Ji-meno Pérez Zapata de Borja, estableci-dos en Xàtiva tras la conquista cristiana,

a mediados del siglo XIII. El cabeza del li-naje era Rodrigo Gil de Borja (m. 1410),casado con Sibila Escrivà y padre de Elio-nor, Rodrigo, Joan, Galcerán y Jofré Gil deBorja. Hijo de un personaje homónimo,descendía, con gran probabilidad, delGonzalo Gil de Borja que tuvo un granprotagonismo en Xàtiva en tiempos de laGuerra de la Unión (1347-1348), y fue ser-vidor del poderoso linaje de los Vilaragut,señores de Albaida.

Suerte cambianteLos Borja nobles de Xàtiva, poseedores deminúsculos señoríos en las huertas cir-cundantes, pertenecían a la élite que se

beneficiaba del monopolio de las magis-traturas municipales y del arriendo de losimpuestos locales. Para distinguirse delos restantes Borjas de la ciudad, em-pleaban como sello distintivo la fórmu-la “Gil de Borja”. En vísperas de la crisisdinástica desatada a la muerte del reyMartín el Humano (m. 1410), el linajese encontraba en óptimas condicionesde promoción, merced a sus vínculos

feudo-vasalláticos: Rodrigo y Joan murie-ron prematuramente, pero sus hermanosGalcerán y Jofré servían, respectivamente,a la casa de Montcada –uno de los linajesmás señeros de la aristocracia de la Coro-na de Aragón–, y al infante Jaume d’Aragó,conde de Urgell, candidato al trono.

El sueño de un futuro dorado se des-vaneció con la debacle del urgelismo, ini-ciada con la elección como rey de Aragónde Fernando de Trastámara, infante deCastilla (Compromiso de Caspe, 1412), yremachada con la derrota y captura delrebelde conde de Urgell (sitio de Bala-guer, 1413). Fueron tiempos duros. Gal-cerán actuó gallardamente en defensa delos Montcada, subrepticiamente perse-guidos por su tibieza frente a la nueva di-nastía castellana, lo que le valió ser ar-mado caballero, y la mano de Isabel, hi-ja de su señor, Ot de Montcada.

A Jofré le tocó la peor parte. Él, que pu-do haber sido miembro del séquitodel rey Aragón, abandonó a su señor, elconde de Urgell, antes de su alzamiento

LUIS PABLO MARTÍNEZ, historiador, escoautor de Els Borja, de la conquesta delregne a la del bisbat de Valéncia.

Alfonso V el Magnánimo promocionó aAlfonso de Borja, en recompensa por el éxito

de su gestión ante el papa Luna.

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en armas, para refugiarse en Xàtiva. Allílanguideció durante años, consumien-do la herencia paterna y participando co-mo testaferro, a instancias de su herma-no Galcerán, en la ocultación de los bie-nes de los Montcada –sometidos a una in-tensa persecución judicial por sus acree-dores, con los auspicios de los oficialesde la Corona–. ¿Quién podría pensar en-tonces que Jofré, triste doncel refugia-do en las faldas de su madre, sería padredel mítico Alejandro VI?

Un entronque providencialEntonces, en 1419, tuvo lugar el aconte-cimiento decisivo: el matrimonio de Jofrécon Isabel de Borja. Isabel era hija del ciu-dadano de Xàtiva Domingo de Borja, per-sonaje de la élite mercantil local –en 1420se le cita como tintorero–, relacionadocon el gobierno y los negocios municipa-les. En ocasiones aparece ejerciendo co-metidos singulares, como la vigilancia deltráfico de mercaderías prohibidas en lafrontera con Castilla (1404-1406), o la su-balcaldía del Castillo de Buñol, señorío delconde de Urgell (1413). La novia aporta-ba al matrimonio una cuantiosa dote detres mil florines de oro, hecho que, por símismo, explica por qué los Gil de Borjaaccedieron al entronque con plebeyos.

El enlace, sin embargo, oculta realida-des y estrategias de mayor calado históri-co. El factor del enlace no fue el padre,sino el hermano de la prometida, el juris-ta Alfonso de Borja, quien se comprome-tió a hacer efectiva la dote. Doctor en de-

recho canónico y civil y profesor del Es-tudi General de Lérida (la Universidad dela Corona de Aragón), había entrado al ser-vicio del rey Alfonso V en 1417. Su eficaciacomo instrumento de la política de extor-sión a la Iglesia practicada por el Magná-nimo –que mantenía viva la llama del cis-ma, permitiendo la subsistencia de la cor-te del papa Luna en Peñíscola–, le valió unarápida progresión en la administración re-gia. Entró en la selecta nómina de conse-jeros del Monarca, y pasó, entre 1417 y1419, de promotor de los negocios de laCorte a regente de la Cancillería. El Rey,además, negoció activamente la concesiónde prebendas eclesiásticas en su favor.

Es evidente que Jofré vio en la mano deIsabel no sólo una cuantiosa dote, sino laoportunidad de salir del ostracismo porla puerta grande, ganando acceso direc-to a la Corte del Magnánimo. El oro y lasinfluencias de Alfonso de Borja borraronlos escrúpulos que el noble pudiera sen-tir por casarse con una plebeya, del mis-mo modo que la eficacia del jurista mo-vió al Magnánimo a ignorar el urgelismode los Borjas setabenses.

La pregunta, sin embargo, es por qué Al-fonso de Borja apostó por Jofré como yer-no, pudiendo elegir con seguridad, mer-ced a su proximidad al Rey, entre vástagosde linajes mejor situados. La respuesta es-tá en el apellido: al entroncar con los Bor-ja nobles de su ciudad, Alfonso podía ocul-tar mejor la inferior calidad de su linaje; al-go que facilitaría su propia promoción per-sonal, en una sociedad estamental guiada,

a la postre, por criterios de sangre. No porcasualidad, Jofré, Galcerán y sus descen-dientes abandonaron el uso del patroní-mico “Gil de Borja”, para pasar a utilizar lafórmula simplificada “de Borja”.

Peligroso incidenteLa vida parecía sonreír de nuevo a Jofrécuando, en 1420, volvió a encontrarse alborde del abismo. Su cuñado, el caballe-ro de Alcira, Bartomeu Serra, enfrentadocon la villa de Onteniente por la alqueríade Morera, decidió tomarse la justicia porsu mano. El síndico de la villa fue asesi-nado a golpes de lanza y de espada en unacelada tendida por Bartomeu, Jofré y susescuderos. La temeraria acción hizo queel gobernador del reino de Valencia dic-tara sentencia de muerte contra los ase-sinos: Bartomeu y Jofré debían ser deca-pitados y sus servidores, ahorcados. Ladeuda de sangre pudo más que el cálcu-lo racional: la acción de Jofré como “pa-riente, amigo y valedor” y hombre de ho-nor, según la fórmula y los usos de la épo-ca, pudo haber cambiado radicalmente elfuturo de los Borja.

Pronto, sin embargo, se hizo notar la in-fluencia de Alfonso de Borja, que en 1423había sido promovido al oficio de vice-canciller. Mientras Galcerán y su madre Si-bila defendían el patrimonio familiar, Jofrécruzó el Mediterráneo occidental en posde su cuñado Alfonso, que acompañaba alMagnánimo en su intento de conseguirla Corona de Nápoles. En 1423 encontra-mos a Jofré actuando en Roma y Nápoles

Bula en la que Calixto III comunica elnombramiento de su sobrino Rodrigocomo obispo de Valencia, en 1458.

San Vicente Ferrer insistió a lafamilia de Alfonso de Borja para

que le permitieran cursar estudios(retablo de Vicente Macip).

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por comisión del Rey. Ese mismo año de-bió regresar con la flota aragonesa, pues-to que en 1424 está de nuevo en Valencia,con el perdón real bajo el brazo, habien-do sido armado caballero –tal vez al calorde alguno de los numerosos combates li-brados con genoveses y angevinos entre1420 y 1424–, y nombrado alguacil de lacasa real. En 1425, ante un amago de gue-rra con Castilla, se sumó al ejército del reyde Aragón y, dos años después, trasladó sudomicilio a la capital del reino, buenos in-dicadores de la mejora de su posición.

La progresión del linaje continuó a pa-so firme. Alfonso de Borja dejó de aten-der los asuntos ordinarios de la Cancille-ría, numerosos y dispares, para incorpo-rarse al Consejo Real, lo que le permitíaintervenir en la conducción de la alta po-lítica de la Corona de Aragón. El Monarcasiguió consiguiéndole prebendas y rentasa cuenta de la Iglesia, que revertían en elincremento del patrimonio de la familia yen el propio saneamiento de las finanzas

reales. Ésta fue la causa principal del otor-gamiento a Alfonso de Borja, en 1424, dela administración del obispado de Ma-llorca, en la que Jofré actuó como su pro-curador. La mano de Alfonso de Borja seadvierte, asimismo, en la anulación por elRey, en el transcurso de las Cortes del rei-no de Valencia reunidas en Morvedre (Sa-gunto) en 1428, de la condena a muertede Jofré de Borja y Bartomeu Serra, emi-tida ocho años antes por el gobernador,y denunciada como contraria a los fuerosregnícolas por el brazo militar.

Primeros pasos hacia el papadoEl año 1429 supuso un hito decisivo en lapromoción del linaje. La primavera trajovientos de guerra con Castilla. El Magná-nimo, necesitado de fondos para afron-tar la campaña militar, incrementó su pre-sión sobre Roma. Tras duras y complejasnegociaciones en el campamento del Rey,en la raya de Aragón con Castilla, el car-denal Pedro de Foix, legado papal, acce-

dió a la concesión de ciento cincuenta milflorines de oro, a cambio de la definitivaextinción del foco cismático de Peñíscola.Alfonso de Borja desempeñó un papel cla-ve, siempre en cumplimiento de las ins-trucciones del Rey, en las negociacionesque condujeron a la renuncia del antipa-pa Clemente VIII, sucesor del papa Luna,el 26 de julio, y a la concesión del cuan-tioso subsidio. Como premio, El Magná-nimo le facilitó el nombramiento por el le-gado como obispo de Valencia, hechoefectivo el 21 de agosto; no sin que antes,en mayo, Alfonso de Borja ingresara en lasarcas reales seis mil florines de oro, se-guidos de otros cinco mil florines en ene-ro de 1430.

El control de la rica diócesis de Valenciasuponía un gran salto cualitativo en las ex-pectativas de promoción del linaje, y el pri-mer hito en el camino de Alfonso de Bor-ja hacia la conquista del papado, al que lle-garía veinticinco años más tarde, en 1454,adoptando el nombre de Calixto III. �

CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTODE BORJA A BORGIA

Torre del Castillo de Xàtiva, la ciudad natal de la familia Borja, dondeestuvo preso el conde de Urgell.

Misal de Navidad de Alejandro VI. El Pontífice aparece retratado juntoa su escudo de familia en la parte inferior de la hoja.

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Calixto III yAlejandro VI PAPASDE HIERROMostraron con determinación y astucia las habilidades políticas adquiridasen la Corte aragonesa y en la curia. Miguel Navarro analiza su empeño enconsolidar a cualquier precio la autoridad papal en los Estados Pontificios,preservar el equilibro italiano y defenderse del peligro turco

Cuando, el 12 de abril de 1455,los cardenales que habían par-ticipado en el cónclave reuni-do para elegir al sucesor de Ni-

colás V escribieron a los príncipes cris-tianos, comunicándoles que la elecciónhabía recaído en el cardenal-obispo deValencia, Alfonso de Borja, manifestaronque la primera razón que les había im-pulsado a elegirlo había sido su habilidaden la administración de los negocios po-líticos, avalada por su amplia experienciacomo consejero del rey Alfonso el Mag-nánimo y por su pericia jurídica, de la quehabía comenzado a dar muestras en laUniversidad de Lérida.

La opinión de los cardenales reflejabala fama pública que gozaba Alfonso deBorja como “el más eminente entre to-dos los juristas de su tiempo” (Eneas Sil-vio Piccolomini). Y lo mismo puede de-cirse de su sobrino Rodrigo de Borja,el papa Alejandro VI, al que un con-temporáneo definía como “hombre

de espíritu emprendedor (...) provisto deimaginación y de gran capacidad orato-ria; astuto de naturaleza, que muestra suhabilidad a la hora de actuar”, pues eratenido por persona de vivo ingenio, buenconocedor del Derecho canónico, ex-perto en la administración de los nego-

cios curiales y hábil en el manejo de losasuntos políticos y diplomáticos.

Puede afirmarse que los Borja teníanuna especial habilidad para la política, ylo mostraron en su actuación como pa-pas, la cual se dio en el marco de tres cir-cunstancias que fueron características delpapado de su tiempo: la oposición a losturcos, la defensa del equilibrio políti-co italiano y la consolidación de la au-toridad papal en los Estados Pontificios.Calixto III se centró en el primer aspec-to, mientras que en Alejandro VI preva-lecerá el último.

Calixto III, obsesión por el turcoLa lucha contra el turco fue la caracte-rística dominante del pontificado de Ca-lixto III. Constantinopla había caído enmanos de Mehmet II en 1453 y sus ejér-citos avanzaban peligrosamente sobre Eu-ropa, por lo que, apenas elegido papa,Calixto hizo un voto, obligándose a gas-tar todas sus energías en la lucha contralos infieles. Y no fueron simples palabras,sino que el anciano pontífice sorprendiópor la energía que desplegó en este asun-to, proclamando una cruzada que debía

Mehmet II, el impulsor de la expansión turcaen Europa oriental, retratado por GentileBellini (Londres, National Gallery).

MIGUEL NAVARRO BROTONS, historiador, escoautor de Els Borja, de la conquestadel regne a la del bisbat de València.

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTO

Calixto III imponiendo el capelo cardenalicio a Eneas Silvio Piccolomini, más tarde papa Pío II y protector de Rodrigo de Borja en la curia romana.

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partir el 1 de marzo de 1456, imponien-do décimas para sufragarla y enviandopredicadores que la anunciasen por todala cristiandad. Llamó en su ayuda a lospríncipes cristianos, pero sus requeri-mientos cayeron en el vacío, pues éstosse encontraban divididos por sus intere-ses nacionales y no estaban dispuestosa soportar los enormes gastos que la em-presa suponía.

Sin embargo, no se dio por vencidoy, a pesar de la falta de apoyo, acome-tió en solitario la cruzada, pues los tur-cos presionaban sobre Hungría y sabíaque, si ésta caía en sus manos, tendríanabiertas las puertas del resto de Europa.Se imponía una doble maniobra: al tiem-po que se presentaba una fuerte resis-tencia terrestre, debía atacarse por mar,con el fin de obligar al enemigo a dividirsus fuerzas. El dinero recaudado parala cruzada y el proveniente de empeñary vender muchas de sus joyas, lo desti-nó a armar naves con las que formó unapequeña flota de 16 navíos que pusoal mando del arzobispo de Tarragona,quien, en lugar de dirigirla contra los tur-cos, se dedicó a la piratería. El Pontífi-ce lo destituyó y envió en junio de 1456una segunda flota al mando del cardenalLudovico Trevisán, que obtuvo algunaspequeñas victorias, pero no causó dañosserios al enemigo.

Resistencia por tierraAl mismo tiempo, animó Calixto III la re-sistencia por tierra, tanto en Albania, don-de sostuvo al caudillo Scanderbeg, comoen Hungría, donde envió como legado alcardenal Carvajal junto con san Juan deCapistrano, quienes reunieron dinero ytropas con los que el héroe local Juan Hu-niady obtuvo la victoria de Belgrado. Lapreocupación turca fue, en verdad,la “única obsesión” de Calixto III, comoél mismo confesó en diversas ocasiones,y el resto de su política estuvo subordi-nada a este objetivo.

En efecto, como sabía que la cruzadano tendría éxito si no se aseguraba an-tes la paz de Italia, Calixto se preocupóde mantener el equilibrio político italia-no, distanciándose para ello del Magná-nimo, a fin de disipar los recelos de laspotencias de Italia, que temían que el pa-pa valenciano favoreciera las miras ex-pansionistas de su antiguo señor, el reyde Aragón y Nápoles. De ese modo, elpontificado de Calixto III gastó la mayor

Escudo episcopal de Alfonso de Borja, en elque el toro de la familia aparece coronadopor la mitra (Catedral de Valencia).

Rodrigo de Borja, papa Alejandro VI, en lagalería de retratos realizada por Juan deJuanes para la Catedral de Valencia.

La Virgen de los Reyes Católicos, junto a los que figuran sus hijos Juan y Juana. Alejandro VIles otorgó el título de Católicos y les concedió las tierras a descubrir al otro lado del Atlántico.

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parte de sus energías en una lucha esté-ril con Alfonso V, tanto en el campo dela colación de los beneficios eclesiásticoscomo en el de la política italiana.

Trabajando día y noche en la animaciónde la empresa contra el turco, Calixto senegó a abandonar Roma durante el pes-tilente verano de 1458, y allí le sorpren-dió la muerte el día 6 de agosto. Sus res-tos fueron enterrados en la capilla de San-ta María de las Fiebres, del Vaticano, mien-tras en Roma estallaba una violenta reac-ción contra sus paisanos.

Alejandro VI, poder y familiaLa elección papal del cardenal Rodrigode Borja, el 11 de agosto de 1492, no pro-vocó particular escándalo ni entre el pue-blo ni en las cortes, sino esperanza portratarse de un político hábil y estadistacapaz. Sin embargo, esta esperanza sedesvaneció pronto, al enredarse Alejan-dro VI en una oscilante política, dondelos intereses de Estado –asegurar el equi-librio de las potencias italianas para ga-rantizar la paz y salvaguardar la inde-pendencia del papado– se entrelazabancon los familiares, en concreto el enal-tecimiento de su prole.

Así, en abril de 1493, entró en liga conMilán y Venecia frente a Nápoles y la se-lló mediante el matrimonio de su hija Lu-crecia con Giovanni Sforza, sobrino deLudovico el Moro. Pero poco después, enparte por miedo al rey Carlos VIII de Fran-cia, que le solicitaba la investidura del rei-no napolitano, amenazando con venir aconquistarlo, y en parte solicitado por losReyes Católicos –título que él mismo lesconcedería en 1496–, que favorecierona sus hijos César y Joan en España, seacercó a Ferrante de Nápoles, y entablónegociaciones para casar a su hijo Jofrécon la nieta del rey, Sancha de Aragón. Lamuerte de Ferrante no interrumpió estaalianza y, en mayo de 1494, envió a Ná-poles al cardenal Joan de Borja, para quecoronase al nuevo rey, Alfonso II, y ben-dijese el matrimonio concertado.

Aunque su nueva política no impidióque el rey francés viniera a Italia, apro-vechando el malestar internacional cau-sado por ello, en marzo de 1495, Ale-jandro entró en la Liga Santa, concerta-da entre el emperador Maximiliano, Es-paña, Venecia y Milán contra el turco, pe-ro en realidad con el único objetivode arrojar a los franceses de Italia. Anteesta formidable amenaza Carlos VIII

abandonó Italia, y el Papa pudo afirmarsu autoridad sobre los Estados Pontifi-cios, sometiendo a los barones del Pa-trimonio que habían ayudado a los fran-ceses. Para ello hizo venir de España asu hijo Joan, lo nombró capitán de laIglesia y lo dirigió contra los Orsini. Asi-mismo, para asegurar su autoridad den-tro del colegio cardenalicio –en el queya había incluido a su resobrino Joan deBorja Navarro (1492) y a su hijo César(1493)–, en 1496 otorgó el capelo a otroresobrino, Joan de Borja-Llançol, a los

valencianos Joan Llopis y Bartomeu Mar-tí y al catalán Joan de Castre. El 28 deseptiembre de 1500, nombró cardenala otro resobrino, Pere Lluís de Borja-Llançol, y a sus parientes Francesc deBorja y Jaume Serra.

Alejandro continuó su política de acer-camiento a Nápoles, para lo cual, a fina-les de 1497, anuló el matrimonio de suhija Lucrecia con Giovanni Sforza, ale-gando que no se había consumado, yla casó con Alfonso de Aragón, duquede Bisceglie, hijo natural de Alfonso II

LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTOCALIXTO III Y ALEJANDRO VI. PAPAS DE HIERRO

Carlos VIII, rey de Francia, perdió su pulso contra Alejandro VI para hacerse con el reino deNápoles y tuvo que retirarse de Italia por temor a la Liga Santa.

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de Nápoles. Pero un año después, comoel nuevo monarca napolitano, FedericoIII, no accedía a la propuesta de casar aCésar Borja –secularizado en 1498– consu hija Carlota de Aragón, pues los Re-yes Católicos se oponían a ello, el Pon-tífice se aproximó a Luis XII de Francia,otorgándole la nulidad de su matrimo-nio con Juana de Valois. A cambio, elfrancés propició el matrimonio de Césarcon su pariente Carlota d’Albret, her-

mana del rey de Navarra, y le concedióel ducado de Valentinois.

Así, cuando Luis XII entró en guerracon Milán, aunque el Papa guardó neu-tralidad, permitió que César se pusiera delado del Rey y que, con la ayuda de éste,comenzase a conquistar los pequeños se-ñoríos de las regiones de Romaña ylas Marcas, pues consideraba depuestosa sus señores por no haberle guardado

fidelidad. Ciertamente, Alejandro pre-tendía fortalecer así su autoridad sobrelos Estados Pontificios, haciendo de ellosun baluarte contra las amenazas extran-jeras, pero el método usado, abusiva-mente nepotista, despertó la descon-fianza de los Estados italianos, quienes te-mían que se tratase “de un estado de losBorja, no de la Iglesia” (G. B. Picotti).

En efecto, en 1500, nombró a César ca-pitán general de la Iglesia y, al año si-

guiente, duque de Romaña, uniendo losterritorios que había conquistado en ungran feudo dentro de los Estados Ponti-ficios. El último ligamen de la política pa-pal con los aragoneses de Nápoles sedeshizo con la muerte del duque de Bis-ceglie (agosto de 1500), probablementepor orden de César, lo cual permitió ca-sar a Lucrecia con Alfonso d’Este, here-dero del ducado de Ferrara. Esta alianza,

además de asegurar la posición de Cé-sar en Romaña, favorecía las campañasexpansionistas que éste había comenza-do en Toscana.

Entretanto, Alejandro accedió al re-parto del reino de Nápoles entre Fran-cia y Aragón, pensando obtener así unequilibrio que le permitiera actuar conmayor libertad en los Estados Pontificios.Sin embargo, las victorias españolas enNápoles le obligaron a reconciliarse conlos Reyes Católicos y buscar una alianzacon Venecia y el Imperio. En ello estabacuando falleció el 18 de agosto de 1503,debido a la malaria. Su cuerpo fue sepul-tado provisionalmente junto a su tío Ca-lixto III y, en 1601, los restos de ambosfueron trasladados a la iglesia de la Co-rona de Aragón en Roma, Santa María deMontserrat, donde todavía reposan.

Las “bulas” alejandrinasEn la política internacional de Alejan-dro VI destaca su intervención en losasuntos americanos, a requerimiento delos Reyes Católicos, quienes en 1493 en-viaron un embajador a Roma para obtener

Aunque no fue capaz de reformarse a símismo, Alejandro VI fue sensiblea los intentos de reforma eclesiástica

Disputa de Santa Catalina, obra de Il Pinturicchio. En la obra se ha querido ver el retrato de Lucrecia Borgia, que representaría a la santa.

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTOCALIXTO III Y ALEJANDRO VI. PAPAS DE HIERRO

bulas que les otorgasen el dominio de losterritorios descubiertos por Colón ylos que en el futuro se descubriesen, yaque el rey de Portugal se lo disputaba enbase a ciertos documentos pontificios.

Recurriendo anacrónicamente a laideología teocrática de la Donación deConstantino, que confería al Papa un po-der omnímodo como dominus orbis, el3 y el 4 de mayo de 1493 Alejandro emi-tió dos breves bulados, llamados Inter ce-tera, en los que concedía a los Reyes Ca-tólicos las tierras descubiertas y a descu-brir en el Atlántico, que estuviesen situa-das más allá de una línea de demarcaciónestablecida cien millas al oeste de las Azo-res, a condición de que se empeñaran enla evangelización de sus nuevos súbditos,con lo que abría el camino a la obra decristianización que los misioneros de Es-paña y Portugal llevaron a cabo en Amé-rica, donde envió con amplios poderes alfranciscano Bernat Boïl, para que dirigierala labor misionera.

Ahora bien, al año siguiente, en el Tra-tado de Tordesillas, los reyes de Portugaly de Castilla-Aragón cambiaron a su ar-bitrio la demarcación establecida por elPontífice, sin conocimiento ni permiso deéste, lo cual indica que no retenían la do-nación papal como el principal funda-mento jurídico de sus derechos sobre losterritorios americanos, sino como un me-ro derecho subsidiario para justificar sumonopolio en la conquista.

Reforma pendienteOcupado en su cruzada contra el turco,Calixto III no pudo prestar atención a lareforma de la Iglesia, aunque su vida per-sonal fue integrísima, y tampoco su so-brino Alejandro fue demasiado sensiblea las ansias de reforma que pululaban enla Iglesia. A éstas daba voz en Italia el priordel convento dominico de San Marcos deFlorencia, Girolamo Savonarola, quien cri-ticaba los vicios de la curia romana y pre-sentaba a Carlos VIII de Francia como en-viado por Dios para la reforma de ésta.Alejandro le prohibió predicar y Savona-rola se sometió; pero pronto volvió al púl-pito, despreciando las órdenes papales,desde donde atacó directamente al pon-tífice y su Corte. Por ello, y por negarse aaceptar la Congregación dominicana delos conventos de Toscana y de Roma, queAlejandro había decretado, fue excomul-gado en mayo de 1497.

Pero Savonarola hizo caso omiso de la

excomunión, considerándola inválida,aguzó sus invectivas contra el Papa, e in-cluso incitó a los monarcas cristianos pa-ra que convocaran un concilio que depu-siera al pontífice, pues –decía– “este Ale-jandro no es Papa (…), ya que, prescin-diendo del hecho de que ha comprado lacátedra pontificia (...), y de sus vicios quetodos conocen, yo sostengo que no escristiano ni cree en la existencia de Dios”.

Ante estos ataques, el Papa exigió a laSeñoría florentina el encarcelamiento deSavonarola. Finalmente, después de di-versos avatares, cuando el fraile perdió elfavor popular al negarse a pasar por laprueba del fuego, que él mismo había so-licitado como testimonio de su misión di-vina, sus adversarios políticos aprove-charon la ocasión para arrestarlo y, trasun proceso en el que tomaron parte doscomisarios pontificios, condenarlo a lapena capital, que fue ejecutada el 23 demayo de 1498.

Casi dos años antes, a consecuencia deldolor que le produjo el asesinato de suhijo Joan, en junio de 1497, el segundopapa Borja había encargado a una comi-sión de seis cardenales la elaboración deun programa de reforma de la curia, queno tuvo eficacia, pues, con el paso deltiempo, los buenos sentimientos del Pon-tífice se disiparon, y, como escribe Zurita,

a la par que “el dolor de la muerte del du-que se fue aliviando, los pensamientos yentendimiento del Papa volvieron a su na-tural”. De modo que la bula de reformapreparada por los cardenales –que com-prendía 128 puntos– no se publicó, per-diéndose una excelente ocasión de re-novación eclesial que, a juicio de M. Bat-llori, “de haberse puesto en práctica, lehubiera redimido ante la historia y tal vezhubiera podido impedir graves daños ala Iglesia”.

Ahora bien, aunque no fue capaz de re-formarse a sí mismo, Alejandro fue sen-sible a los intentos de reforma que vinie-ron de fuera, sobre todo en el campo dela vida religiosa. Así, sostuvo los esfuer-zos reformadores surgidos en el seno dedistintas órdenes religiosas o promocio-nados desde las Cortes, especialmenteentre los agustinos, franciscanos y domi-nicos. Apoyó las Congregaciones de Ob-servancia, aprobando nuevas congrega-ciones como la reforma guadalupiana delos franciscanos españoles, así como laausterísima orden de los Mínimos, fun-dada por san Francisco de Paula. Cabedestacar el favor que prestó a la reformadel episcopado castellano impulsada porla reina Isabel, que produjo obispos taneximios como fray Hernando de Talave-ra, Cisneros y otros muchos. �

Ejecución de Savonarola y dos compañeros dominicanos, en Florencia, en mayo de 1498. Elfraile había combatido a Alejandro VI, del que llegó a decir que no creía en Dios.

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El papa Alejandro VI, en un fragmento de La resurrección, obra de Il Pinturicchio, en los Apartamentos Borgia del Vaticano.

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTO

Familia de

LEYENDALa asociación de poder, sangre y lujo ha ejercido siempre una fascinaciónirresistible. Los Borgia derrocharon con profusión los tres elementosdurante varias generaciones. Por ello, señala Joan F. Mira, su legadohistórico se difuminó pronto bajo el perfil heroico de la leyenda

Un día de primeros de enerodel año 1500, Lucrecia Borgiasalió de su palacio contiguo aSan Pedro del Vaticano para ir

a ganar el jubileo. Recorrió las basílicasromanas rodeada de un séquito de da-mas, caballeros, nobles y prelados, rezólas oraciones correspondientes, volvió acasa, y los peregrinos pudieron constatarque la hija del Papa reinante cumplía de-votamente sus deberes religiosos. Enaquel momento, Lucrecia era esposa fe-liz de su segundo marido, el príncipe na-politano Alfonso de Aragón, y su herma-no César había dejado el cardenalato pa-ra casarse con Carlota de Albret, herma-na del rey de Navarra, y asegurarse así laprotección del rey de Francia para sus pla-nes militares en el centro de Italia. Encuanto a los otros hermanos Borgia, Joan–duque de Gandía y marido de una pri-ma de Fernando el Católico– había sidoasesinado misteriosamente tres años an-tes, seguramente por obra de la familiaromana de los Orsini, enemiga de los Bor-gia, hecho que le produjo un terrible do-lor a su padre el papa; y el pequeño Jofréestaba casado con Sancha, otra princesade la casa de Nápoles, una jovencita deconducta ligera y final desgraciado.

Aquel año 1500, excepto por la trágicamuerte de su hijo Joan, que había sidosu predilecto, el papa Alejandro VI podía

estar bien satisfecho de su vida y del lugara donde había llegado: el control de losEstados de la Iglesia era creciente, el po-der de los grandes barones romanos noera ya un peligro para el Papa, sus pro-yectos de dominio sobre el centro de Ita-lia iban por buen camino, su linaje era ti-tular del más importante ducado del rei-no de Valencia, su yerno y sus nueras eranmiembros de casas soberanas, y quizá fun-daría un principado nuevo entre Tosca-na y Romaña para su hijo César Borgia.Cosas que un niño de Xàtiva, nacido casisetenta años antes en el reino periférico

de Valencia, no hubiera podido soñar nien la más ardiente de sus fantasías.

La historia antes que el mitoLa peripecia de más de cien años de la fa-milia Borgia sería difícilmente imaginablesi no fuese del todo real: un linaje de lapequeña aristocracia valenciana que enmenos de medio siglo da dos papas y unadocena de cardenales a la Iglesia romana,que ocupa durante largos años el centrodel poder de la misma Iglesia –que es tan-to como decir el centro de Roma y de laEuropa renacentistas–, que casa a sus hi-jos (¡hijos de Papa!) con miembros de lasmás altas familias reinantes, que se con-vierte en protagonista de las luchas por elpoder en Italia… que, al mismo tiempo,da origen a un cúmulo de infamias comono han vuelto a conocer el pontificado yla Iglesia romana. Y que, más tarde, cierrael increíble círculo produciendo un gransanto, general de la Compañía de Jesús enplena Contrarreforma. La fantasía de unnovelista audaz no hubiera podido ima-ginar una historia como ésta.

Hay una leyenda inicial, según la cual,un día de principios del siglo XV, VicenteFerrer predicaba en la ciudad de Lérida, yun joven clérigo y jurista, natural de la ciu-dad valenciana de Xàtiva, se entusiasmócon el sermón del célebre fraile domini-co, y éste lo vio, lo llamó, y parece que ledijo: “Tú serás Papa, y a mí me harás san-to.” Leyenda o no, el caso es que Alfon-so de Borja, ya anciano, contaba el hecho

JOAN F. MIRA, antropólogo e historiador, esautor de Los Borja. Familia y mito.

Vannozza Cattanei, amante de Alejandro VIdurante una década y madre de cuatro de loshijos del Papa, entre ellos César y Lucrecia.

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como verdadero: la prueba era que, enefecto, él llegó a papa con el nombre deCalixto III y promovió la canonización deltaumaturgo valenciano. Por cierto, el as-censo de Alfonso de Borja desde el ano-nimato al pontificado fue posible graciasa una carambola histórica: el rey Alfonsoel Magnánimo le encargó que liquidara losúltimos restos del Cisma de Occidente, esdecir, el reducto de la villa y castillo de Pe-níscola donde se había encerrado el Paparebelde sucesor de Benedicto XIII conmedia docena de cardenales residuales, yel jurista de Xàtiva cumplió el encargo ala perfección. El antipapa reconoció alpontífice legítimo de Roma y abdicó, y Al-fonso de Borja fue nombrado obispo deValencia como premio a su éxito diplo-mático. Y así comenzó la historia de un li-naje que sería universal.

Pocos años después el obispo de Valen-cia, instalado en Nápoles como consejerode Alfonso el Magnánimo, era nombradocardenal y se trasladaba a Roma, donde ha-bitó el palacio de Santi Quattro Coronati,y a donde llamó a sus sobrinos valencia-nos para enviarlos después a estudiar a Bo-lonia, siguiendo su amor por los estudiosjurídicos. En el cónclave de 1455, jugandoentre los intereses opuestos de Milán, Ve-necia y Francia, Alfonso de Borja consiguióser elegido papa, con el nombre de Ca-lixto III. Tenía ya setenta y siete años, perole sobraron energías para organizar la de-fensa de Belgrado contra los turcos, y hayque recordar que si en aquel verano de1456 Mehmet II –que tres años antes ha-bía conquistado Constantinopla– hubiera

ocupado Belgrado, los otomanos habríantenido el camino libre hasta Budapesty Viena, y la historia de Europa hubieracambiado dramáticamente. También tuvotiempo Calixto III para enemistarse con ca-si todo el mundo, comenzando por el mis-mo rey Alfonso, y para nombrar cardena-les a dos sobrinos y llenar Roma de com-patriotas suyos más o menos aventureros:hasta trescientos catalani, la mayor partevalencianos, aparecen con cargos en Ro-ma en la documentación de la época.

Calixto III murió en 1458, y su joven so-brino Rodrigo, cardenal y vicecanciller dela Iglesia, supo aprovechar perfectamen-te su posición como cabeza de la admi-nistración vaticana a lo largo de más detreinta años: fue ganando influencia en lacuria y en Roma, aumentó su riqueza ysus títulos eclesiásticos, y llegó a ser elcardenal más poderoso de la Iglesia ro-mana. Tuvo más de media docena de hi-jos –cosa nada extraña entre los preladosde la época–, tres de madre desconociday cuatro de Vannozza Cattanei, la “casi es-posa” pública y reconocida del cardenal,una dama respetable. Ya a los sesentaaños, el verano de 1492, consiguió ser ele-gido papa negociando con sus competi-dores, haciendo grandes promesas, yquién sabe si comprando votos con di-nero abundante –aquí ya empieza la le-yenda, con fábulas sobre mulas cargadasde plata…–. Evidentemente, lo primeroque hizo fue nombrar cardenales a variossobrinos suyos, y situar a miembros de sufamilia o de su entorno inmediato en car-gos importantes de la curia pontificia y

como capitanes de tropas y castillos. Era“normal”, lo hacían todos los papas, y el“nepotismo” (cardinalis nepos) signifi-caba una garantía de lealtad para el Pon-tífice, sobre todo para un papa no italia-no, que no podía fiarse de nadie más quede su familia y sus propios compatriotas.Lo que no era tan habitual es que el Papanombrara cardenal a un hijo suyo, y a otrocapitán general de los ejércitos pontifi-cios, los dos jovencísimos, con menos deveinte años. Y que tuviera que calcularalianzas políticas y dinásticas para conse-guir los matrimonios más ventajosos pa-ra su propia y numerosa prole. Muchomenos “normal” era que el protagonistade este ascenso fulgurante no fuera un li-naje romano ni italiano, sino una familiaextranjera, incrustada en la historia ita-liana de manera del todo excepcional. Erauna cosa que no tenía precedentes en Ro-ma, y que de hecho no se ha vuelto a pro-ducir en la historia de la Iglesia: una aven-tura irrepetible.

Una leyenda especialmente negraPoco después de aquel año del jubileo,a finales de 1501, Joannes Burchard, maes-tro de ceremonias de Alejandro VI, trans-cribía en su célebre diario una supuestacarta al noble Silvio Savellí, llena de lasmás feroces acusaciones contra el pontí-fice reinante. La carta debió de ser es-crita por algún miembro de la poderosa

Presunto retrato de Lucrecia Borgia a los 17

años, por Il Pinturicchio. Su padre la casóvarias veces por intereses políticos.

Sancha de Aragón y Jofré Borgia, en su boda en Nápoles, en 1494. Sancha, con corona, vaprecedida del hijo de Alejandro VI, recién nombrado príncipe de Esquilache

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familia Colonna –víctima reciente de lasconfiscaciones papales– con la intenciónde que llegara a las manos del emperadorMaximiliano y otros soberanos de Euro-pa, como medio para impedir las manio-bras políticas y militares de los Borgia,que pretendían imponer un orden nue-vo en Roma, en los Estados de la Iglesiay en toda Italia central.

En el latín elegante de la misiva, el pa-pa Alejandro aparece como el Anticristoen persona, seguidor de Mahoma, judíosin convertir, enemigo de Dios y de loscristianos, y encarnación del demonio yde todos los pecados: “Es imposible ima-ginar un enemigo más declarado de Diosque este Papa: la menor de sus faltas estraficar con los bienes de la Iglesia”, di-ce la carta. Y los palacios apostólicos sonescenario de asesinatos, violaciones, in-cestos, orgías y tratos infames con jo-vencitos y doncellas. Los ataques a Césarson igual de violentos: “César es el amoabsoluto. Puede satisfacer a su gusto to-das las pasiones. Vive rodeado de pros-titutas a la manera de los turcos, guarda-do por sus soldados armados. Por ordensuya las personas son asesinadas, heridas,lanzadas al Tíber, envenenadas, arruina-das. Esta gente tiene sed de sangre hu-mana”. Bastan estas citas para comprobarcuál era el tono y el volumen de las acu-saciones, tan fantásticas y espectacularescomo absolutamente irreales.

Sed de sangre e incesto“Sed de sangre humana, de poder y dedominio, y de repartir a los hijos y nietosincestuosos del Papa los señoríos con-fiscados a los barones”, añade el autoranónimo. Ésta era la cuestión: los baro-nes romanos, amenazados por el podercreciente de la familia papal, reacciona-ban violentamente con el arma feroz delpanfleto. Los panfletos y escritos contrael Papa no eran ninguna novedad, y Ale-jandro VI no solía hacerles mucho caso.De hecho, ya en años anteriores había si-do objeto de todo tipo de versos satíricospor su relación pública con la joven Giu-lia Farnese, hija de una familia noble y ca-sada con un Orsini, y las aventuras feme-ninas del Papa, casi todas imaginarias,eran materia de epigramas, de pasquinesen las paredes y de rumores salidos delos mismos palacios romanos.

El divorcio de Lucrecia ya dio pie a to-do tipo de insidias cuando el marido re-chazado, primo de los duques Sforza de

Milán, atribuyó al Papa unas vagas rela-ciones incestuosas con su propia hija.Relaciones que, con toda probabilidad,forman parte de la leyenda iniciadaaquellos mismos años como parte de loque ahora llamaríamos “propaganda po-lítica” de sus enemigos italianos. Gio-vanni Sforza introdujo aquella acusaciónterrible movido por el rencor, por ven-ganza, y para cubrir la vergüenza de undivorcio forzado.

De todos modos, la nobleza italiana noera excesivamente delicada a la hora dehacer circular noticias reales o inventa-das sobre crímenes familiares, adulterios,

hijos bastardos, venenos y puñales, yotras delicias de la vida renacentista. His-torias que, sazonadas con algo de lujuriadesbocada, banquetes fastuosos y trai-dores, y un poco de brujería y de pre-sencias diabólicas, son materia común dela crónica de las Cortes italianas de aqueltiempo. La realidad histórica es que elcomportamiento de los Borgia de Roma,en definitiva, no era diferente de los Es-te de Ferrara, los Aragón de Nápoles, losSforza de Milán o los Medici de Floren-cia. La violencia en el ejercicio del poder,los pactos rotos, los hijos ilegítimos,la intriga y la calumnia, la traición, son

LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTOFAMILIA DE LEYENDA

Retrato de César Borgia, atribuido a Giorgione. Nombrado capitán general de los ejércitospontificios con menos de veinte años, sus enemigos le atribuyeron numerosos asesinatos.

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elementos que de manera más o menosespectacular estaban presentes en lasCortes de toda Europa. Y Roma era tam-bién la Corte de un soberano, el Papa,siempre inseguro de su poder económi-co, militar o político.

Lucrecia, moneda de cambioAlgunas aventuras femeninas del PapaAlejandro y de sus hijos son del todociertas, algunos asesinatos también –nopor medio de venenos, por cierto, si-no por cuerda o espada…–, como lamuerte del segundo marido de Lucrecia,Alfonso de Aragón, por orden de Césary en las mismas estancias vaticanas. Tam-bién es cierta el ansia de poder, o la en-revesada política matrimonial, median-te la cual la hija del Papa comenzó conun casamiento que establecía la alianzade los Borgia con los Sforza, continuócon un divorcio o anulación –todo legaly canónico, eso sí–, seguido de un ma-trimonio con un príncipe de Nápoles–con quien tuvo un hijo– posterior-mente asesinado, y acabó en el casa-miento con el duque soberano de Fe-rrara, ciudad donde Lucrecia fue duran-te muchos años el centro de una pe-queña Corte refinada y madre de los nu-merosos hijos del duque Alfonso d’Este.

En cuanto a las relaciones de Lucreciacon su padre, parece, según Maria Be-llonci, que fueron muy tiernas y afectuo-sas, pero no hay posibilidad de confirmarlas calumnias relativas al incesto, que esuno de los puntos fuertes de la leyenda.Es cierto que Lucrecia, entre el primermatrimonio y el segundo, tuvo un hijo es-condido, producto de una relación conun camarero de palacio, y que el Papa,por una forma de precaución jurídica,asumió la paternidad de la criatura, el lla-mado infans romanus –legalmente hijode madre anónima–, para asegurarle elnombre y los derechos a la herencia delos Borgia. Pero una cosa es el legalismoy otra la paternidad real.

La realidad, en todo caso, es que en ma-teria de intrigas, mujeres, muertos o hi-jos complicados, los Borgia no son ex-cepcionales al lado de otros linajes y Cor-tes de la Europa de su tiempo. Pero se tra-ta del linaje del Papa de Roma, sucesor desan Pedro, y su Corte es la del Vicario deCristo: es una gran diferencia. Ahora bien,el nepotismo papal fue todavía más ex-tremo en tiempos de su antecesor Six-to IV della Rovere, que hizo obispos,

arzobispos o cardenales a veinticincomiembros de su familia.

Reformas borgianasEl lujo, las intrigas y la violencia fueron aunmás visibles en tiempos de sus suceso-res Julio II o León X y, sin embargo, la fa-ma infame parece que sólo se aplica a losBorgia. Como si los Borgia, especialmen-te el papa Alejandro VI, no hubieran apor-tado nada de positivo ni al pontificado, nia Roma ni a la cultura del Renacimiento.Lo cual significa olvidar o esconder algu-nos hechos significativos: por ejemplo,que fue Alejandro VI quien reorganizó laadministración central de la Iglesia, yquien puso orden en las finanzas papales,antes totalmente en la ruina; fue él quienrecortó el poder de los barones romanos,que limitaba permanentemente la autori-dad del Papa; fue él quien inició la res-tauración del poder pontificio en sus pro-pios Estados, entonces ocupados porpequeñas tiranías locales; fue él quienemprendió las primeras reformas delos palacios apostólicos –ahora mismo, losespacios centrales con nombre propio se

llaman patio Borgia, torre Borgia y apar-tamentos Borgia, bellamente decoradospor Il Pinturicchio–; y fue él quien pusoen marcha las primeras obras de urbanis-mo moderno en Roma, como la Via Ales-sandrina –actual Via della Conciliazione–entre el Castel Sant’Angelo y la plaza deSan Pedro.

Y fue Alejandro VI quien dio un nue-vo impulso a la Universidad de la Sa-pienza donde, en tiempos del jubileo de1500, un cierto astrónomo polaco, Co-pérnico de nombre, podía explicar libre-mente teorías revolucionarias sobre la tie-rra y el sistema solar. A sus conferenciasasistían incluso algunos cardenales, y se-guramente el mismo César Borgia. En de-finitiva, Alejandro VI puso los cimientosdel pontificado moderno, que recibiría elimpulso decisivo por obra de su sucesor–y enemigo– Julio II della Rovere. Preci-samente el Papa que quiso borrar el nom-bre de los Borgia, y que provocó la rui-na final de la familia.

La leyenda negra borgiana posiblemen-te no hubiera empezado como empe-zó sin la hostilidad de las viejas familias de

Alfonso I d’Este, duque de Ferrara, fue el tercer marido de Lucrecia Borgia y su Corte seconvirtió en uno de los más refinados centros de cultura en la Italia renacentista.

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTOFAMILIA DE LEYENDA

Roma –los Conti, Caetani, Orsini, Colon-na, Savelli…–, acostumbradas a dominarno sólo la ciudad, sino la región entera yel mismo poder papal. Los Borgia quisie-ron derrocar los viejos poderes estable-cidos, y pagaron por ello un precio des-proporcionado: convertirse en el emble-ma de todos los pecados de una “Romacorrupta” y ser el símbolo visible de los ex-cesos más bajos del papado. Encarnaciónde la pasión por el oro y el poder, de ve-nenos y asesinatos, incesto, lujuria y or-gías, y con una dosis abundante de bru-jería, de magia negra y de presencia de po-deres infernales. Es la receta habitual delas leyendas negrísimas y de todo tipo denarraciones del género: brujería y pactodiabólico, poder y dinero, la muerte y elsexo. Es decir, nada original, nada nuevo.

En la leyenda, el papa Alejandro VI ven-dió su alma a Lucifer con pacto clásico,tuvo todo el poder, todos los placeres, ycuando murió muchos romanos pudie-ron “ver” cómo los demonios voladoresse lo llevaban al infierno directamentedesde la basílica de San Pedro, y alrede-dor del cuerpo negro del Papa la basíli-ca quedaba envuelta en llamas infernales.Hay papeles de la época que afirman co-sas como éstas, y hay pseudohistoriado-res y novelistas que les dan crédito, co-

mo si cualquier fantasía grotesca hubierade ser verídica y real.

En cuanto a César Borgia, después dehaber conquistado parte de la Italia cen-tral, después de ser proclamado duquede Romaña, duque del Valentinois y “pri-mo” del rey de Francia, después de ins-pirar a Niccolò Macchiavelli –que lo acom-pañaba en sus campañas como embaja-dor de Florencia– algunas ideas nuevassobre el ejercicio del poder militar y po-lítico, ideas que aparecen como núcleodel Príncipe; después de tener al granLeonardo da Vinci como ingeniero y ar-quitecto militar, vio cómo su proyecto deun principado nuevo y moderno se hun-día velozmente a la muerte de su padreel Papa, el verano de 1303, como resul-tado de una malaria, no de ningún enve-nenamiento legendario.

Muerto Alejandro VI, César fue despo-seído de todo poder por orden del nuevo

papa Julio II della Rovere, enemigo im-placable de los Borgia. Después fue en-tregado a los castellanos y prisionero deFernando el Católico, escapó a Navarra,y acabó muerto en el sitio de Viana, en1507, combatiendo a favor de su cuña-do el rey Juan de Albret. Su hermana Lu-crecia, casada por tercera vez en 1502,acabó pacíficamente sus días como du-quesa de Ferrara, una de las Cortes re-nacentistas más refinadas de Italia, don-

de fue enterrada en el monasterio feme-nino que ella misma había fundado.

Cuando murió Alejandro VI, en agostode 1503, nadie podía imaginar que undescendiente suyo, Francisco de Borgia,habría de ser a su vez objeto de una le-yenda tan blanca y dorada como infernaly negra había sido la del bisabuelo. Juande Borgia, hijo de Alejandro VI, tomó po-sesión del ducado de Gandía que le ha-bía comprado su padre, tuvo un herede-ro, volvió a Roma, y fue asesinado en1497, en una oscura trama nocturna, mo-vida por los Orsini, que acabó con su ca-dáver en el fondo del Tíber.

Leyenda piadosaSu nieto, el duque Francisco de Borgia,fue hombre de confianza del emperadorCarlos V, y cuenta la historia piadosaque, cuando acompañaba a Granada elcadáver de la emperatriz, decidió servir

solamente a Dios, al ver cómo acaban lasgrandezas humanas. Cuando se quedóviudo –viudo y con muchos hijos–, en-tró en la Compañía de Jesús, acabada defundar por Ignacio de Loyola, y fue el ter-cer general de la Orden y gran impulsorde la actividad misionera, de la funda-ción de colegios y universidades y de lareforma de la Iglesia animada por el Con-cilio de Trento. Como complemento cu-rioso, recordemos que el papa Paulo III,el que aprobó la Compañía de Jesús yconvocó el Concilio de Trento, no eraotro que aquel Alessandro Farnese querecibió la dignidad cardenalicia –y otrosbeneficios, que le permitieron la cons-trucción del célebre Palazzo Farnese–justamente por la benevolencia del pa-pa Alejandro Borgia, amante duranteunos años de su hermana la bella Giu-lia Farnese. Es una manera bien espec-tacular de cerrar el círculo.

Por supuesto, en sus años romanos,Francisco de Borgia nunca quiso saber na-da de su antepasado el Papa. El biznietode Alejandro VI murió en 1572 y fue so-lemnemente canonizado un siglo más tar-de, como uno de los grandes santos em-blemáticos de la Iglesia de la Contrarre-forma, es decir, como ejemplo de todo locontrario de lo que había representadosu bisabuelo. Y ni la más ardiente de lasfantasías hubiera podido cerrar con unbroche mejor y más inesperado aquellalarga historia irrepetible. Cinco siglos des-pués, sin papas como aquéllos, sin du-quesas, cardenales, demonios y santoscomo aquéllos, las leyendas son muchomás aburridas y banales. �

Placa de plata que representa a Lucrecia Borgia, en el centro, presentando a su hijo Hércules a

san Maurelio, protector de Ferrara. La pieza conmemora la batalla de Rávena en 1512.

Hoy, sin papas como aquéllos, sin duquesas,cardenales, demonios y santos comoaquéllos, las leyendas son más banales

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Un santo en casa

FRANCISCODE BORJAEl bisnieto de Alejandro VI, hombre de confianza de Carlos V y Felipe II,fue santificado por su renuncia a la vida mundana, pero en su ascenso a losaltares influyó el dinero invertido por sus nobles sucesores para tener unsanto en la familia. ENRIQUE GARCÍA HERNÁN relata su biografía

Hablar de san Francisco deBorja (1510-1572) es intro-ducirnos en la época del Si-glo de Oro, en el momento

de la reforma católica y de la mística es-pañola. Tuvo amistad con santa Teresa deJesús, de la que fue su confesor, con losobispos reformadores santo Tomás de Vi-llanueva, san Carlos Borromeo y san Juande Ribera, con el asceta san Pedro de Al-cántara, con el misionero valenciano sanLuis Bertrán, con el papa dominico sanPío V, con el gran maestro de Andalucíapatrono de los sacerdotes españoles sanJuan de Ávila, con el rector del ColegioRomano san Roberto Belarmino, con elapóstol jesuita de Alemania san Pedro Ca-nisio. Aconsejó al docto fray Luis de Gra-nada en materia de oración, se relacionócon casi todos los cardenales de la Igle-sia, desde el gobernador Tavera pasandopor Granvela, Farnesio, Crivelli, Morone,Paleotti. Formaba parte del selecto gru-po de eclesiásticos reformadores, y poreso tras la muerte de Pío V hubo impor-tantes conatos para elegirlo papa, con elfin de hacer cumplir la profecía de san Vi-cente Ferrer de que el buey –símbolo delos Borja– mugiría tres veces en la Iglesia,

es decir, que habría un tercer papa Bor-ja. No fue san Francisco, sino Inocen-cio X, otro descendiente borgiano.

Para conocer la figura enigmática de sanFrancisco de Borja debemos remontarnosinexorablemente a su familia, especial-mente a sus bisabuelos el papa Alejan-dro VI –por línea paterna– y al rey Fer-nando el Católico –por línea materna–. Sumadre, Juana de Aragón, era nieta de Fer-nando el Católico. Su padre fue Juan de

Borja Enríquez, hijo de Juan de Borja yMaría Enríquez, prima de Fernando el Ca-tólico. Casó en primeras nupcias con Jua-na de Aragón, con quien tuvo siete hijos.En un segundo matrimonio con doñaLeonor de Castro, hermana del vizcon-de de Evol, tuvo otros doce. Muchos deellos quedaron vinculados a la Iglesia. Po-demos contar, aparte de Francisco de Bor-ja como jesuita, un cardenal, un arzo-bispo, un abad y cuatro clarisas. También

ENRIQUE GARCÍA HERNÁN es historiadory miembro del CSIC.

Carlos V e Isabel de Portugal, según la copia que hizo Rubens de un retrato de Tiziano. Lamuerte de la Emperatriz fue determinante en la trayectoria espiritual de Francisco de Borja.

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTO

estuvieron vinculados a las Órdenes Mi-litares. Así, Francisco fue caballero de San-tiago y entre sus hermanos hay caballerosde Santiago y de Montesa. No sorprendeque Borja fuera considerado tras su ca-nonización Patrono de la Nobleza Es-pañola.

Desde que nació, parecía estar desti-nado a realizar grandes servicios a la Co-rona y la Iglesia. Después de los prime-ros pasos en su educación, bajo la su-pervisión de su abuelo el arzobispo deZaragoza, se presentó la posibilidad deenviar a Borja a la Corte, toda vez que elEmperador regresaría a España en 1522;sin embargo, fue destinado a Tordesillas.Allí permaneció de 1522 a 1526, dondeconoció personalmente a Carlos V. Re-gresó a Zaragoza para completar sus es-tudios. Estaba imbuido del espíritu deErasmo y de Luis Vives, que tanto influ-jo tuvieron sobre su familia. A mediadosde 1529, Carlos V convino con don Juande Borja el matrimonio de su primogé-nito con doña Leonor de Castro (1509-1546), una portuguesa, dama de la Em-peratriz Isabel. El enlace se realizó por po-deres en Barcelona, en 1629, y tuvieronocho hijos. Ese mismo año, Carlos V ele-vó a marquesado la baronía de Lombay,que poseía Borja, y le nombró caballeri-zo mayor de la Emperatriz. Así, Borja co-menzó una relación con su prima Isabelde Portugal. Hubo entre ellos sintonía yentendimiento.

Profesor del príncipe FelipeLa emperatriz Isabel fue regente entre1530 y 1533 y durante este tiempo Borjase encargó de la formación del futuro Fe-lipe II, enseñándole especialmente a ca-balgar. En 1535, padeció disentería en Ma-drid, con la que se inició una larga seriede enfermedades que se prolongará du-rante toda su vida. En abril y mayo de1536, tomó parte en la guerra de Pro-venza contra el rey de Francia y asistió ala muerte del poeta Garcilaso de la Ve-ga. En 1539, comenzó el cambio espiri-tual denominado por él como “con-versión”, coincidiendo con la inesperadaenfermedad de la Emperatriz, cuya muer-te (1 de mayo de 1539) produjo en su áni-mo una viva impresión. Encargado deconducir el cadáver a Granada y de dartestimonio de su identidad antes de la se-pultura (17 de mayo), tuvo un senti-miento profundo de la caducidad delas cosas terrenas. De aquí se originó su

Conversión de san Francisco de Borja, tras ver el cadáver de la emperatriz Isabel. El mito fuellevado al lienzo por Mariano Salvador Maella en 1787 (Catedral de Valencia).

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decisión de dedicarse a una vida más per-fecta, pero no de hacerse religioso, y me-nos todavía jesuita. Muerta Isabel, la Cor-te trataba de formar la casa de las infan-tas María y Juana, puesto que don Feli-pe tendría su propia casa. Una de las per-sonas que podían participar como aya erala marquesa de Lombay, pero Carlos V noquiso contar con ella, “porque era mu-jer muy atrevida” y capaz de “cartearsecon reyes extranjeros”, afectando tambiénesta decisión al propio Borja.

No obstante, Carlos V nombró a Borjaen 1539, exactamente diez años despuésde su matrimonio con doña Leonor, sulugarteniente general en Cataluña, en uncargo trienal que se renovó un sola vez.

Desde el punto de vista de su misión,mantuvo correspondencia con Carlos Vy el príncipe Felipe, y casi diaria con Co-bos, el secretario del Emperador, y con elcardenal regente Tavera. También en ra-zón de su oficio mantuvo intensos y fre-cuentes contactos con embajadores, es-pecialmente con los de Génova y Francia;con virreyes y gobernadores, como el du-que de Calabria o el arzobispo de Valen-cia; con el consejo de Aragón; con mili-tares como el príncipe Doria, don Ber-nardino de Mendoza, con el capitán ge-neral de Perpiñán don Juan de Acuña; conel duque de Cardona, con el duque deGandía su padre; con la nobleza catalana,como el conde de Módica, don Luis En-

rique Girón; con don Fernando de Car-dona y Soma, almirante de Nápoles; condon Juan de Cardona, obispo de Barce-lona, y también con secretarios reales co-mo Juan Vázquez, Juan de Idiáquez yGonzalo Pérez. En muchas ocasiones, laresponsabilidad de su oficio se mezclabacon la amistad personal que iba crean-do con sus interlocutores.

Bandoleros, luteranos y moriscosLos puntos más ingratos del virreinato fue-ron los referentes a la Justicia, la cual im-plicaba persecución, captura, juicio y cas-tigo de los bandoleros, contrabandistas e,incluso, de luteranos y moriscos. Para so-lucionar este problema, el Emperador leordenó que tuviera buena comunicacióncon el virrey de Aragón para evitar que losbandoleros pasaran del reino al principa-do y viceversa y librarse así de recibir el jus-to castigo a causa de los problemas juris-diccionales. En este mismo sentido, otrosalegaron los fueros eclesiásticos para nocumplir con las órdenes del Emperador.

La mayor dificultad fue, sin embargo,la presión militar francesa en las fronteras.Durante el virreinato de Borja se pusieronde manifiesto las tensiones entre Españay Francia. Aunque había paz, se vivía coninquietud, pues el principado era, de he-cho, una base militar de primer orden. Nosólo se debía contener un posible ataquefrancés, sino también atacar al turco, alia-do de los franceses y de los corsarios ber-beriscos. El cénit llegó con la fracasada jor-

nada de Argel del Emperador, en el otoñode 1541, operación largamente desacon-sejada por sus generales, pero que se ma-logró por los temporales. Durante este pe-ríodo se sintió más inclinado al “propio co-nocimiento”, al cual continuó dedicándo-se en adelante y sobre el que escribió va-rios métodos. Fue en ese año cuando tu-vo el primer contacto con la Compañía deJesús en la persona del beato Pedro Fabro,a su paso por la Ciudad Condal.

En los primeros meses de 1542 se ce-lebraron Cortes en Monzón, donde se ju-ró al príncipe Felipe estando Borja pre-sente. Según el biógrafo Pedro de Riba-deneira, el Emperador insinuó a Borja yéste a aquél el mutuo propósito de aban-donar su cargo y llevar una vida retirada,afirmación que hay que tomar con mu-cha reserva. Carlos V, que visitará la ciu-dad en octubre de 1542 para supervisarlas fortificaciones, presionó a Borja paraque éstas estuvieran bien protegidas porla parte que daban a la costa, pues se te-nían avisos de que el Turco construí bar-cos para invadir por cualquier parte. Aldía siguiente de la muerte de don Juande Borja (8-I-1542), deseoso de retomarla deseada empresa de Argel, Borja es-cribió a Carlos V sobre los progresos enlas fortificaciones y en la construcción degaleras y que en el nido berberisco esta-ban desprevenidos y sin apenas pro-visiones. Pero el Emperador, desde quesupo la muerte de don Juan de Borja,pensaba apartarle del virreinato y poner-

San Ignacio de Loyola, fundador de losjesuitas, quien quiso que Francisco de Borjaprofesara en la orden en secreto.

Juana de Austria, princesa de Portugal.Francisco de Borja fue su director espiritualen 1544 (por Sánchez Coello).

Gracias a su intervención, el papaPaulo III aprobó en 1548 el LIBRO DE LOSEJERCICIOS de san Ignacio de Loyola

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le en otro lugar, aunque antes quiso re-conocerle su justo título de duque. Apar-te del pésame, el Emperador le dijo quese complacía mucho que sucediera a supadre en aquella casa ducal, por lo queno había necesidad de nuevo “ofresci-miento”, pues por sus palabras y por laexperiencia bien sabía que siempre le ha-bía de servir. Asimismo, le comunicó queen pocos días se presentaría en Barcelo-na, por lo que le pidió que dejara paramás adelante su viaje a Gandía para arre-glar los asuntos de su ducado.

Antes de que llegara el Emperador, Bor-ja hubo de dejar su cargo el 18 de abril de1543, obedeciendo una orden directa im-perial, si bien él deseaba seguir allí. Car-los V le apartó no por haber sido ineficaz,sino porque tenía previsto para él otrocargo junto al príncipe Felipe. Es posibletambién que el Emperador esperara másiniciativas en la defensa del principadoy, si se hubiera mantenido en contactomás estrecho con el duque de Alba, ca-pitán general, quizá podía haber evitadosu alejamiento del poder en Cataluña.

Retiro en GandíaEn 1543 Carlos V lo designó para el im-portante cargo de mayordomo mayor dela princesa María, hija del rey de Portugal,que iba a contraer matrimonio con el prín-cipe Felipe. Pero la reina de Portugal, ma-dre de la esposa, se opuso a este nom-bramiento, a lo que parece, a causa del te-rrible carácter de doña Leonor de Castro.Borja se retiró resignado a Gandía paraasumir la dirección de su ducado y tratarde alcanzar un nivel espiritual más altocon la ayuda de algunos amigos jesuitas.

El 27 de marzo de 1546 murió su es-posa, y al mismo tiempo intensificó to-davía más su vida espiritual. El 5 de ma-yo, se puso la primera piedra del cole-gio de jesuitas que allí inauguró, y el 22de mayo –tras unos ejercicios espiritua-les– decidió hacerse jesuita, es decir, ape-nas dos meses después de la muerte desu esposa. Llama la atención que en suDiario espiritual recuerde siempre la fe-cha de la muerte de la emperatriz y queno haga ninguna mención a la de la muer-te de su esposa. También es significativasu rápida decisión de hacerse jesuita. El2 de junio de 1546, hizo sus votos y el 1de febrero de 1548 profesó, todo llevadocon el máximo secreto posible, por in-dicación expresa de Ignacio de Loyola. Asífue duque y jesuita en secreto.

El colegio de la Compañía de Jesús deGandía fue el primero en Europa de losque se abrieron para alumnos no jesuitas,el cual fue elevado a la categoría de Uni-versidad en 1547. Borja cursó los estudiosde Teología y recibió el grado de doctoren 1550 en esa Universidad. Entre tanto,el 1 de febrero de 1548 hizo secretamen-te la profesión solemne en la Compañía–sin voto de pobreza–, con permiso de se-guirse ocupando de la administración desu ducado vestido con traje seglar.

Gracias a su intervención, el papa Pau-lo III concedió, el 31 de julio de 1548, laaprobación del Libro de los Ejercicios desan Ignacio. Hecho testamento el 26 deagosto de 1550, partió cinco días después

para Roma, acompañado de algunos pa-dres y de personas de su séquito, con in-tención de ganar el jubileo del Año San-to y de tomar con san Ignacio los últimosacuerdos respecto a su paso a la vida dela Compañía. El 4 de febrero de 1551 vol-vió a España, dirigiéndose a las ProvinciasVascongadas, donde, después de renun-ciar a sus títulos y posesiones y con el per-miso de Carlos V, tomó el hábito religio-so (11 de mayo de 1551). Fue ordenadosacerdote en Oñate el 23 de mayo de1551 por el obispo auxiliar de Logroño, yel 1 de agosto celebró su primera misaen el oratorio de la Casa de Loyola, ro-deado de casi todo su familia y con granasistencia de fieles.

LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTOFRANCISCO DE BORJA. UN SANTO EN CASA

Goya vio con este dramatismo la separación de Francisco de Borja de su familia para dedicarsea la vida espiritual (Col. duque de Santo Mauro).

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El hecho de renunciar a su estado nosignifica que renunciara a su condiciónde noble, porque eso no podía hacerlo,le venía con el nacimiento, de ahí quemuchos le siguieran llamando “el duque”,incluso los propios jesuitas. Borja siguióteniendo los mismos vectores ideológi-cos como jesuita, es decir, de poder y deintercesión, conocía perfectamente elmundo de la Corte y sabía manejarse muybien entre los nobles. De hecho, nuncase apartó de su familia, se sentía orgullode los Borja, hasta el punto que empe-zó la iglesia del Gesù de Roma para en-terrar allí a Calixto III, Alejandro VI y loscardenales Borja, todos sus antepasados.

Comisario de España y PortugalEntre 1551 y 1554 alternó la predicacióncon los ejercicios de la vida interior y lacomposición de sus Tratados espiritua-les. Propuesto por Carlos V para el car-denalato, renunció a él en varias ocasio-nes. El 10 de mayo de 1544, comenzó ladirección espiritual de Juana de Austria,hermana de Felipe II, que llegará a emi-tir los primeros votos de jesuita. De estemodo Borja se implicó también como ase-sor de Juana de Austria, especialmente du-rante el tiempo de su regencia. En 1554,pronunció en Simancas los votos simplesque hacen los profesos de la Compañía.

En ese año fundó allí el primer novicia-do de la Compañía en España.

San Ignacio nombró a Borja comisariogeneral para las provincias de España yPortugal. Fue generoso en admitir nuevoscolegios, de lo que se le tachará más tar-de; unos veinte se comenzaron en Espa-ña. También admitió a nuevos religiosos,

muchos de los cuales no perseveraron.Visitó a Juana la Loca en Tordesillas, ma-dre del Emperador, por deseo de la pro-pia demente, que quería saber cómo sepreparaba el matrimonio del príncipe Fe-lipe con María de Inglaterra –algo queBorja conocía perfectamente–, si bien esverdad que el príncipe Felipe le había pe-dido que la consolara en su inminentemuerte y tratara de librarla de sus locu-ras, que rayaban con la herejía. Asistió ensu última agonía a la reina Juana.

Carlos V que, en 1555, después de ha-ber abdicado al trono, se había retirado aYuste, le llamó dos veces para pedirle con-sejo. En realidad quería encomendarleuna misión diplomática, hacer lo posiblepara que las coronas portuguesa y cas-tellana se unieran, misión que en 1571también le encomendó Felipe II. En la ho-ra de la muerte deseó tenerle a su ladoy lo nombró su ejecutor testamentario,junto con su hijo Felipe. La confianza conque Felipe II y su hermana, la princesaJuana, lo distinguieron, atrajo la envidiade algunos por participar en el gobier-no secretamente. Pero la prueba más du-ra le vino con ocasión de la publicaciónabusiva de un libro titulado Las obras delcristiano, en el que, junto con algunostratados auténticos, se insertaron otrosque no eran del santo.

Dibujo de Velázquez para el retrato delcardenal Gaspar de Borja, que sufragó losgastos de beatificación de su antepasado.

Una abundante historiografía

La historiografía ha sido pródiga en es-tudios sobre los Borgia. La mayoría de

ellos, demasiado contaminados por los pre-juicios morbosos. La obra más clásica es lade Collison-Morley (1932). Soranzo y Picco-ti polemizaron en los años cincuenta del si-glo XX, el primero como defensor de la fa-milia, el segundo como fiscal. Mallet pu-blicó una historia de la saga familiar en1969, que sigue siendo útil, como lo es laobra de Fusero (Milán, 1966). En los no-venta se editan varias obras de valor desi-gual sobre la familia (Batllori, Gervaso, Ro-bichon, Hermann-Rotgen, Cloulas, Schü-ller-Piroli, Company, Ibáñez Ferriol), quese cierran con las obras de Mila y Talens.Del morbo se ha ido deslizando la histo-riografía a la exaltación de la condición va-lenciana de la familia. Siguen, en cualquiercaso, siendo dominantes las biografías delos personajes más polémicos. César Borgia,desde la antigua obra de Woodward (1913,

reeditada en 2005) ha suscitado varias bio-grafías (Guerdan, Onieva, Tomasi, Faitelli,Ugarte), pero sobre todo ha sido Lucrecia elpersonaje con más biografías, desde la mástópica (Fernández y González) pasando portoda la gama de interpretaciones (Bradford,Chastenet, Faunce, Chauvel, Martínez-Fa-lero, Barberà, Saint-Laurent, Cerezales...).Alejandro VI, por su parte, ha merecido mo-nografías específicas de Soranzo, Galán yCatalán Deus, Mira, Batllori y, última-mente, la tesis de Álvaro Fernández de Cór-doba. Calixto III ha sido especialmente di-seccionado por Navarro Sorni o Schüeller-Piroli. San Francisco de Borja ha suscitadodiversos estudios, entre los que sobresalenlos libros de Cruselles, Suárez Montanés y,sobre todo, Enrique García Hernán.

De los Borjas posteriores se ha ocupado,sobre todo, Quintín Aldea. En los últimosaños, y en buena parte, gracias a la labordel padre Batllori, se han promovido

iniciativas editoriales en torno a los Borjade gran calado. La primera fue el Diploma-tari, editado por 3 i 4, que en tres volúme-nes cubre gran número de documentos re-ligiosos de la época medieval de la fami-lia. Navarro y Martínez han sido sus edi-tores. Monumenta historica Borgiana consti-tuye la gran recopilación documental refe-rida a san Francisco de Borja. Se editaronlos cinco primeros volúmenes a fines del si-glo XIX y recientemente Enrique GarcíaHernán ha editado el sexto, que llega has-ta 1550. En este extraordinario trabajo deevocación de los Borja por la vía documen-tal, rigurosa y seria, hay que mencionar labuena gestión de José Luis Villacañas y Vi-cente Navarro Luján, directores generalesdel libro de la Generalitat Valenciana, ins-titución que está preparando el centenariodel nacimiento de Francisco de Borja en elaño 2010.

RICARDO GARCÍA CÁRCEL

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Eran los tiempos en que la Inquisiciónen España vigilaba atentamente para re-primir cualquier forma de luteranismo.El libro fue insertado en el Catálogo delibros prohibidos, publicado en 1559 porel inquisidor general en España, Fernan-do de Valdés. Borja tuvo que huir el 31 deoctubre a Portugal. La solución que ofre-ció la Compañía fue proponer a Pío IVque le llamase a Roma para atender im-portantes asuntos. Llegó en 1561. Por en-tonces, se creía en la Corte que su vidapública había terminado.

Vicario en RomaCuando a fines de 1562 se reanudó elConcilio de Trento, el general Diego Laí-nez y el vicario Alfonso Salmerón tuvie-ron que trasladarse a dicha ciudad. En-tonces quedó Borja en Roma con facul-tades de vicario, hasta el regreso del pa-dre Laínez, en enero de 1564. Al mes si-guiente, Laínez le nombró asistente deEspaña y Portugal. A la muerte del padreLaínez, un año más tarde, Borja fue nom-brado vicario y como tal convocó la Con-gregación General segunda. Ésta le nom-bró general de la Compañía en julio de1565. Su generalato coincidió casi del to-do con el pontificado de san Pío V (1566-1572). En su gobierno, Borja potenció losestudios y se interesó por la formaciónde los novicios, procurando que cada pro-vincia tuviese su noviciado. Revisó y

completó las Reglas de la Compañía, delas que hizo una edición en Roma en elaño 1567 y otra en Nápoles al año si-guiente. En 1570, hizo también una edi-ción de las Constituciones. Usando dela facultad que le confirió la CongregaciónGeneral, impuso a todos la hora de ora-ción, con algunas modalidades según lasprovincias. A sus gestiones se debió laiglesia del Gesù, en Roma, construida gra-cias a la munificencia del cardenal Ale-jandro Farnese, sobrino de Paulo III, asícomo el Colegio Romano, futura Univer-

sidad Gregoriana. En el campo del apos-tolado cabe destacar la fundación de lasprimeras misiones jesuíticas en los terri-torios de América sometidos a la Coro-na de España: Florida, México y Perú.

En junio de 1571, por orden de Pío V,acompañó como consejero en su viaje aEspaña, Portugal, Francia e Italia al car-denal Miguel Bonelli, encargado de coor-dinar los esfuerzos de las potencias ca-tólicas en la lucha contra los turcos, deprocurar que la princesa francesa Marga-rita de Valois se desposara con el rey Se-bastián de Portugal y que ambos reinosentraran en la Liga Santa. Este viaje sig-

nificó su rehabilitación ante la Corte es-pañola y el Rey, al que enviaba informesconfidenciales de las gestiones realizadas.Regresó a Italia ya muy enfermo y el 30de septiembre de 1572, a los tres días desu llegada a Roma, murió.

La imagen de Francisco de Borja en elBarroco tiene dos momentos culminan-tes, en 1624, con su beatificación, y en1671, con su canonización. DionisioVázquez, su confesor; Pedro de Ribade-neira (1527-1611), y Andreas Schotto(1552-1629) escribieron su biografía por

orden del general Claudio Acquaviva(1543-1615), el cual estaba influenciadopor el desbordante linaje borgiano, es-pecialmente por el valido duque de Ler-ma, nieto de Borja.

Quisieron engrandecer la figura de Bor-ja en aspectos que les afectaban directa-mente, exagerando algunos rasgos quetergiversaron la verdad histórica. Así, porejemplo, el cambio obrado en su vida trasreconocer el cadáver de la Emperatriz enGranada con la frase “nunca más servira señor que se me pueda morir” es unaidea de Vázquez, asumida luego por Ri-badeneira y por los que le siguieron. De

La idea de que su vida cambió al ver elcadáver de la Emperatriz es una presunciónde Vázquez, su confesor y biógrafo

Salón de las Coronas en el palacio ducal de Gandía. Francisco se retiró a Gandía en 1543 para asumir la dirección de su ducado y hacer vida espiritual.

LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTOSAN FRANCISJO DE BORJA. UN SANTO EN CASA

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este modo establecieron un momento de“conversión”, como una iluminación di-vina. Lo mismo podemos decir de la de-cisión de huir de la Corte y hacer el vo-to de entrar en religión si quedaba libredel vínculo matrimonial.

Vázquez pretenderá hacer de Borja elideal del rigorismo, que él quería defen-der a toda costa. No es de extrañar que elgeneral Acquaviva no permitiera su pu-blicación, pues esa espiritualidad atribui-da a Borja era distinta a la de la Compa-ñía. Ribadeneira muestra por Borja unaestima fuera de límites, y en los puntosmás conflictivos se abstiene de dar su jui-cio. Schotto se muestra más equilibrado,y los biógrafos posteriores lo tuvieronmuy en cuenta.

Restos itinerantesLos restos mortales de Borjapermanecieron en la Iglesia delGesù de Roma hasta que, en1607, el duque de Lerma, ade-más de alentar el proceso de ca-nonización, concibe la idea detrasladar el cuerpo a España.Ofreció a la Compañía la CasaProfesal de Madrid, en cuyotemplo estaba previsto deposi-tar los restos de su abuelo. Losreyes de España apoyaron a laOrden para obtener la canoni-zación de Borja. Una constelaciónde Borjas estaban por doquier, en laIglesia, en la nobleza, en el ejército… Así,cuando llegó la noticia de la beatificación,espontáneamente comenzó un peregri-nar a la Casa Profesal para venerar al nue-vo beato. Allí concurrieron 46 nietos y bis-nietos, de ellos 14 eran de casas de Gran-des de España. El padre Nieremberg co-menzó a aventar la idea de un Borja fiel ala Corona y fiel a la Iglesia, un santo quevivió con plenitud dos vidas, la de nobley la de religioso, vidas distintas, separa-das, insistiendo en la renuncia al ducado.

Hubo otras biografías que seguían elmismo patrón, como las de Michel(1616), Cepari (1624) –postulador de laCausa–, Cachet (1624), Solier (1624) yCastillo (1625). Todo este programa sellevó al teatro (Calderón de la Barca), ala Historia (José Pellicer), a la pintura(Alonso Cano, Valdés Leal) y la escultura(Martínez Montañés). Se pretendía di-fundir la fama de santidad de Borja y laimagen de “conversión”. Además se pu-blicaron multitud de sermones, como los

de Escartín (1625), Pedro Juan Imperial(1627), Vargas (1627), Gabriel Álvarez(1632), Usón (1634), Guerra y Villegas(1640, inédito) y Fernando Suárez (1641),que todavía exageraron más sus virtudesheroicas, creando el prototipo de nobleespañol, de servicio fiel a los Austrias y alPontificado, el paradigma del caballeroespañol. Se impuso en el mercado laobra del padre Nieremberg (1644), ree-ditada incansablemente durante más detrescientos años. La obra de Sacchini(1649), historiador oficial de la Orden,alcanzó menos difusión, si bien era másprecisa. Algunos nietos y bisnietos su-

fragaron los gastos de la beatificación, co-mo el cardenal Gaspar de Borja –retra-tado por Velázquez.

En 1671, con ocasión de su canoniza-ción, las obras escritas en ese año porMartel, La Naja, Sgambata, Poirters, Ratti,Bosquete, Santalla, Verjus, Celpo y Bar-toli –que era rector del Colegio Romano–insistieron en la extraordinaria vida hu-milde que Borja había llevado y su he-roico gesto de renunciar a las vanidadesdel mundo. En ese año se publicarontambién sermones y recuerdos de lasfiestas que se hicieron en Roma y en al-gunas ciudades de España, como en Gan-día, Granada, Málaga y Madrid. El Cole-gio Imperial predicó un sermón por el

franciscano Juan de Ludeña, ceremoniaorganizada por el Consejo de Órdenes.Esos consejeros empezaron a invocar aBorja como patrón.

Vida de nobleSu vida ha sido utilizada para usos políti-co-religiosos, conformando un mito, puesla vida de Borja, sin quitarle nada de su glo-ria, fue siempre la de un noble. Esto se de-be a su descendencia que, aparte de lle-varlo a los altares, quiso justificar sus ac-tuaciones, acendrándolas con el espíritude un santo de la familia. Se produjo uncambio importante en el siglo XVIII. Luisde Borja y Centelles, IX duque de Gandía,sucedió en el ducado en 1716, y éste fue elúltimo varón del apellido Borja. Con su

muerte, en 1740, terminó la sucesión di-recta varonil de Alejandro VI.

Le sucedió su hermana Maríade Borja, que tampoco dejó des-cendencia. Todos estos noblesfueron enterrados en la Casa Pro-fesal, a los pies de Francisco. Eltítulo pasó a la Casa de Osuna.Por eso, esta casa hizo grandesesfuerzos para exaltar la figurade su ilustre ascendiente, comose ve por los cuadros pintadospor Goya, a quien le pagaron ge-nerosamente. Por otra parte, labiografía del cardenal austracista

Cienfuegos se reeditó cuatro veceshasta 1754, con el fin de presentar un

Borja santo, fiel a la Corona. En Españahubo gran interés en presentar un Borjaideal, especialmente durante el siglo XIX.Se consolidó el mito romántico de unBorja como gloria nacional, con El so-lemne desengaño, del duque de Rivas,o los premios de las Exposiciones Nacio-nales concedidos a pinturas sobre la vidade Borja, como las de Esquivel o MorenoCarbonero. Se convirtió, pues, en una es-pecie de santo españolista, que encarna-ba los valores hispanos frente a los otrosBorja del Renacimiento. Todavía más,cuando en 1929 los jesuitas le hicieronpatrono de la Curia Generalicia en Roma.En mayo de 1931, su cuerpo fue pasto delas llamas cuando se produjeron los in-cendios de conventos de Madrid. Borjaes un santo que sigue en horas bajas, sele sigue presentando como el expiadorde los pecados de su familia. Se figura so-brevive en gran medida gracias a su fa-milia, es decir, al mito de su familia, quele arrastra. �

Escudo de armas de Alejandro VI. Franciscode Borja reunió los restos de los papas Borgia

en la Iglesia del Gesù, en Roma.

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Una saga de cine

APASIONANTE¿Cómo condensar en una película la osadía, brutalidad, el nepotismo y elambiente político y religioso que rodeó a la corte de Alejandro VI y sushijos? Antonio Hernández, director de Los Borgia, explica los detallesde esta superproducción española de diez millones de euros

Apasionante”. Es la palabra querepite una y otra vez AntonioHernández, autor de la acla-mada En la ciudad sin límites

–por la que ganó un Goya– y director deLos Borgia, a la hora definir el reto queha supuesto para él dirigir una películasobre cinco de los miembros más famo-sos de la saga familiar valenciana. Rodri-go Borgia y los cuatro hijos que engen-dró con su amante predilecta, VanozzaCattanei: César, Juan, Lucrecia y Jofré.Una superproducción de diez millonesde euros “que nunca había previsto enmi filmografía, que alguien podría cali-ficar hasta ahora de intimista y de autor”,que revoluciona –como hace un mesAlatriste– el cine histórico español. “Nosólo lo revitalizan”, incide, “sino que ade-más potencian nuestro tejido industrialy su proyección, tanto nacional como in-ternacionalmente. Esperemos que estosea sólo el principio”.

Noventa y dos actores, diez semanasde rodaje, más de doscientos vestidos deépoca elaborados con lujosas telas y milprendas realizadas para mostrar tanto elesplendor y riqueza de los nobles comola pobreza del pueblo de Roma… son al-gunos de los números que reflejan el ta-maño y ambición de la película, que seestrena este 6 de octubre. “El reto era lle-var al espectador al año 1492, como enuna máquina del tiempo”, comenta Her-

nández. “No sólo el protocolo, la moral,las formas, el decorado, el vestuario, si-no también la luz, el sonido, hasta el olor,si lo hubiera, pertenecían a un mundoque ya ha desaparecido y que teníamosque reinventar”.

La película abarca desde el día en queeligen papa a Rodrigo, hasta el día enque su hijo César muere en Navarra, en1507, a manos de los soldados del con-de de Lerín. “La historia de Los Borgiaera atractiva desde cualquier perspec-tiva: familiar, militar, religiosa, política,amorosa, sexual”, explica Hernández. “Elhecho de ostentar el cetro del mundo

cristiano, dotaba a ese hombre, venidode Xàtiva, de un poder inusitado, le creóalgunos amigos, y demasiados enemi-gos. Nada tiene desperdicio. La osadía,brutalidad, perversión, abuso, despo-tismo, demasiado habitual en los pode-rosos, se mezclaba con los conceptos su-blimes en el ámbito cultural, artístico,político...”

La familia, motivo y reglaJuan, César y Jofré se dirigen al Vatica-no, donde se está celebrando el cóncla-ve para elegir nuevo papa. Allí se ente-ran de que su padre acaba de ser elegi-do pontífice con el nombre de Alejan-dro VI. La cinta relata desde entonces losintentos del nuevo papa de aumentarsus territorios. El nombramiento de Juancomo capitán de sus ejércitos y su ma-trimonio con María Enríquez. La desig-nación de César como cardenal, el ma-trimonio de Lucrecia con Juan Sforza yel de Jofré, su hijo pequeño, con Sanchade Aragón. La rivalidad de Juan y César,que quiere para sí el puesto de su her-mano y la extraña muerte del primero.Las campañas exitosas de César para ex-tender las fronteras de los Estados Pon-tificios y el progresivo aumento de losenemigos de la familia, que provocarásu caída en desgracia a la muerte delpontífice y la posterior marcha de Césara Castilla y luego a Navarra.

Quince años de historia decisivos parael Pontificado, Italia y España, con tantasÓSCAR MEDEL es periodista.

María Valverde interpreta el papel deLucrecia Borgia.

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LOS BORGIA. CARA Y CRUZ DEL RENACIMIENTO

Lluís Homar, ataviado con la tiara y vestimenta papal, tras su nombramiento como papa, en el papel de Alejandro VI.

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tramas argumentales posibles, que des-de el principio plantearon un problema:qué elegir. “La respuesta surgió de inme-diato: la familia.”, comenta Hernández. “Elmotivo y la regla para todo. Familia. Pare-cía evidente que la venganza, el crimen, lapolítica, el poder estaban al servicio de al-go mucho más atractivo: las pulsionesemocionales que los motivaban”. Alrede-dor de la familia, los Orsini y el dominicoSavonarola. Sólo se mencionan de mane-ra anecdótica personajes como Maquia-velo, Copérnico, Leonardo o Miguel Án-gel, que conocieron o trabajaron en algúnmomento al servicio de Alejandro y César.

“A pesar de la duración de la película,había que elegir”, se justifica Hernández.“Elegir qué descartar sin afectar a la na-rración dramática. Suprimí ciertos per-sonajes que hacían de la narración un he-cho excesivamente farragoso. Sin em-bargo, no creo que nadie los eche de me-nos. No olvidemos que nuestro objetivono es didáctico, aunque inevitablementese vea la película afectada por este con-cepto. Nuestra obligación en primer lu-gar es hacer un producto cinematográfi-co que consiga apasionar al espectador.Sin traicionar los hechos conocidos y sinelucubrar sobre los no confirmados. Ob-tener ese equilibrio es muy difícil”.

Hernández intentó desde el principiodotar a la cinta de un estilo único y tomardistancias respecto a la leyenda negra que

pesa sobre la familia y que el mismo habíainteriorizado. “Había que huir del cotilleohistoricista”, en expresión suya, “ya que elespectador de cine es mucho más inteli-gente y en la vida de los Borgia hay ele-mentos suficientemente atractivos y leja-nos a estas leyendas exageradas”. ¿Cómose documentó? “Hice lo que pude, teníamuy poco tiempo de preparación. Des-pués de pasar por Mario Puzzo y VázquezMontalbán, casi por inercia, y leer algunosensayos sobre la familia Borgia, nos llamóla atención la escasa fabulación y la inves-tigación realizada por Sara Bradford y suobra sobre Lucrecia Borgia”.

Contó para ello con la ayuda de unequipo de especialistas en vestuario y ma-quillaje, montaje, sonido y música capa-ces de convertir entre todos la muerte deun hijo “en el dolor más profundo, o lasonrisa de Lucrecia en el amor más pu-ro y la espada de César en un ciclón”. Ycon actores como Ángela Molina, en elpapel de Vanozza Cattanei, y Paz Vega (Ca-talina Sforza), acompañando a Lluís Ho-mar (Rodrigo Borgia), Eloy Azorín (Jofré),Sergio Muñiz (Juan), Sergio Peris-Men-cheta (César) y María Valverde (Lucrecia).El propio Antonio Hernández se reser-vó la interpretación del cardenal Gianba-tista Orsini, gran rival de Alejandro VI.

Los Borgia se rodó íntegramente en es-cenarios naturales italianos y españoles.En Gandía, en el Palacio Ducal, donde na-

ció san Francisco de Borja, y en Navarra,en el Palacio de Olite y Estella. Los traba-jos de cámaras y actores generaron granexpectación entre los habitantes de cadalocalidad, especialmente en España, don-de el público no está acostumbrado al ro-daje de este tipo de películas.

Dos coproducciones italoespañolas ha-bían abordado la saga familiar con ante-rioridad: La noche secreta de LucreciaBorgia (1982) y El Duque Negro (1963),centrada en la figura de César, junto consu hermana, los dos personajes másatractivos para la gran pantalla hasta elmomento, con más de veinte películas yseries de televisión rodadas sobre sus fi-guras desde 1909 –los albores del cine–hasta la actualidad.

Incluso Hollywood parece haber des-cubierto ya las posibilidades cinemato-gráficas de la gran familia valenciana y pre-para ya el rodaje de Borgia, dirigida porNeil Jordan y con Scarlett Johansson (Lajoven de la perla) y Colin Farrell (Alejan-dro Magno) en los papeles de Lucrecia yCésar. La fascinación por los Borgia no hahecho más que comenzar. �

FICHA TÉCNICA

LOS BORGIA

Productoras: Ensueño Films, DAP internacionalProductores: Teddy Villaba y Guido de AngelisDirector: Antonio HernándezGuión: Piero BodratoDirector de fotografía: Javier García SalmonesDirectora Artística: Stilde AmbruzziVestuario: Luciano CapozziMúsica: Angel IllarramendiMontaje: Iván AledoSonido: Iván MarínMaquillaje: Walter CossuPeluquería: Giusy BovinoMontaje de sonido: Juan Ferro

Por orden alfabético:Roberto Álvarez: BurkardEloy Azorín: Jofré BorgiaLinda Batista: Sancha de AragónAntonio Dechent: Michele CorellaRoberto Enriquez: Paolo OrsiniAntonio Hernández: Cardenal OrsiniLluis Homar: Rodrigo BorgiaDiego Martín: PerottoGiorgio Marchesi: Alfonso de AragónSergio Muñiz: Juan BorgiaMiguel Ángel Muñoz: RamónEusebio Poncela: Cardenal Giuliano della RovereSergio Peris-Mencheta: César BorgiaKate Saunders: Julia FarneseBenedetta Valanzano: PentesileaAntonio Valero: Cardenal Ascanio SforzaMaría Valverde: Lucrecia BorgiaEnrique Villén: SavonarolaCon la participación especial de:Paz Vega: Caterina SforzaÁngela Molina: Vanozza Cattanei

Eloy Azorín, Sergio Muñiz y Sergio Peris-Mencheta, como Jofré, Juan y César Borgia.

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