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La agricultura urbana como proceso de desarrollo a escala humana. G. Dimuro & E. De Manuel N-AERUS XII / Madrid 20-22/10/ 2011 1 LA AGRICULTURA URBANA COMO PROCESO DE DESARROLLO A ESCALA HUMANA LOS HUERTOS HURBANOS EN ZONAS DEGRADADAS DE SÃO PAULO Glenda Dimuro Universidad de Sevilla / Escuela Técnica Superior de Arquitectura / Departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica / Grupo de investigación ADiCi (Aula Digital de la Ciudad) HUM810 [email protected] Esteban de Manuel Universidad de Sevilla / Escuela Técnica Superior de Arquitectura / Departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica / Grupo de investigación ADiCi (Aula Digital de la Ciudad) HUM810 edemanuel us.es RESUMEN: Megalópolis como São Paulo son lugares de oportunidades para unos y de imposibilidades para otros, pero a la vez son espacios de variedad, pluralidad y diversidad, lugares de contradicción entre su verdadero potencial y el límite que permite avanzar hacia la satisfacción de las necesidades humanas. En medio a la ineficiencia, incapacidad o falta de voluntad política de la mayoría de los gobiernos para solucionar los graves problemas sociales y urbanos a que se enfrentan, podemos encontrar algunas iniciativas ciudadanas que desafían el proceso de crecimiento basado en las leyes del mercado económico, que más bien contribuye a la exclusión, acumula deficiencias en las capas más vulnerables de la población y amplía la segregación social. Por medio de la producción y gestión social de su propio hábitat, ciudadanos y ciudadanas habitantes de zonas degradadas y marginalizadas de la capital São Paulo, logran encontrar a través de la agricultura urbana estrategias sinérgicas para satisfacer no solamente sus necesidades básicas, sino que rescatar el poder de controlar sus propias vidas, de luchar por la posibilidad de cambiar las condiciones estructurales causantes de los problemas urbanos por ellos sufridos, rompiendo con ciclos asistencialistas y paternalistas. Con el objetivo de promover el desarrollo sostenible a una escala más humana nace el proyecto de huertas comunitarias en favelas, llamado Cidades sem Fome. La intención de reducir el hambre y el paro se mezclan con la movilización social y la posibilidad de rehabilitación de zonas urbanas degradadas, un conjunto de acciones que dan un nuevo valor de uso a la ciudad, sobrepasando su valor de cambio, y que corresponden a las verdaderas necesidades de los humanos involucrados. Una alternativa a los actuales modelos de producción y gestión de lo urbano, que apoya el protagonismo de las personas y genera espacios dinámicos, flexibles y autónomos. PALABRAS CLAVE: Agricultura Urbana, Ciudadanía, Desarrollo Humano, Necesidades, Participación, Producción Social del Hábitat, Pobreza, Sostenibilidad.

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La agricultura urbana como proceso de desarrollo a escala humana.

G. Dimuro & E. De Manuel

N-AERUS XII / Madrid 20-22/10/ 2011

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LA AGRICULTURA URBANA COMO PROCESO DE DESARROLLO A

ESCALA HUMANA

LOS HUERTOS HURBANOS EN ZONAS DEGRADADAS DE SÃO PAULO

Glenda Dimuro

Universidad de Sevilla / Escuela Técnica Superior de Arquitectura / Departamento de Expresión Gráfica

Arquitectónica / Grupo de investigación ADiCi (Aula Digital de la Ciudad) HUM810

[email protected]

Esteban de Manuel

Universidad de Sevilla / Escuela Técnica Superior de Arquitectura / Departamento de Expresión Gráfica

Arquitectónica / Grupo de investigación ADiCi (Aula Digital de la Ciudad) HUM810

edemanuel us.es

RESUMEN:

Megalópolis como São Paulo son lugares de oportunidades para unos y de imposibilidades para otros,

pero a la vez son espacios de variedad, pluralidad y diversidad, lugares de contradicción entre su

verdadero potencial y el límite que permite avanzar hacia la satisfacción de las necesidades humanas.

En medio a la ineficiencia, incapacidad o falta de voluntad política de la mayoría de los gobiernos para

solucionar los graves problemas sociales y urbanos a que se enfrentan, podemos encontrar algunas

iniciativas ciudadanas que desafían el proceso de crecimiento basado en las leyes del mercado

económico, que más bien contribuye a la exclusión, acumula deficiencias en las capas más vulnerables

de la población y amplía la segregación social. Por medio de la producción y gestión social de su

propio hábitat, ciudadanos y ciudadanas habitantes de zonas degradadas y marginalizadas de la capital

São Paulo, logran encontrar a través de la agricultura urbana estrategias sinérgicas para satisfacer no

solamente sus necesidades básicas, sino que rescatar el poder de controlar sus propias vidas, de luchar

por la posibilidad de cambiar las condiciones estructurales causantes de los problemas urbanos por

ellos sufridos, rompiendo con ciclos asistencialistas y paternalistas. Con el objetivo de promover el

desarrollo sostenible a una escala más humana nace el proyecto de huertas comunitarias en favelas,

llamado Cidades sem Fome. La intención de reducir el hambre y el paro se mezclan con la

movilización social y la posibilidad de rehabilitación de zonas urbanas degradadas, un conjunto de

acciones que dan un nuevo valor de uso a la ciudad, sobrepasando su valor de cambio, y que

corresponden a las verdaderas necesidades de los humanos involucrados. Una alternativa a los actuales

modelos de producción y gestión de lo urbano, que apoya el protagonismo de las personas y genera

espacios dinámicos, flexibles y autónomos.

PALABRAS CLAVE:

Agricultura Urbana, Ciudadanía, Desarrollo Humano, Necesidades, Participación, Producción Social

del Hábitat, Pobreza, Sostenibilidad.

La agricultura urbana como proceso de desarrollo a escala humana.

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INTRODUCCIÓN

Con una población alrededor de los 20 millones de habitantes, la ciudad de São Paulo y su zona

metropolitana comprenden una de las mayores conurbaciones del mundo, con intensos flujos

económicos, sociales y políticos, circulaciones de bienes, servicios y capitales, y grandes

desplazamientos de población.

São Paulo es la metrópolis latinoamericana por excelencia, un espacio de diálogo y a la vez de

conflicto, lugar de encuentros y desencuentros, de igualdades y desigualdades, de unión y de

segregación, de humanidad pero también de barbaries. Todos estos contrastes, además de expresar y

fomentar las enormes diferencias económicas y sociales existentes en su población y establecer fuertes

relaciones de poder, son condicionantes de la forma urbana y del metabolismo de la ciudad, que se

autoconstruye en un proceso permanente, en la mayoría de las veces alejado de políticas públicas y

favoreciendo desarrollos inmobiliarios privados (ROMERO et al., 2004). Sin embargo, en la actual

coyuntura económica y política mundial, las propias políticas públicas aplicadas en ciudades como

São Paulo consideran el crecimiento económico y la «modernización» los motores necesarios para el

desarrollo social y cultural, no valorando que el verdadero desarrollo está directamente relacionado

con el ser humano, lo que supone, entre otras cosas, una mejora cualitativa de los servicios y de la

calidad de vida, la mutación de la organización social y la satisfacción de las necesidades humanas

(LATOUCHE, 2009; MAX-NEFF et al., 1998; MORIN, 2008; CERN, 1993; NAREDO, 2010;

RIECHMANN, 2006). Las políticas públicas y los modelos metropolitanos idealizados por el gobierno

brasileño y los organismos multilaterales no contribuyen para que la ciudad se acerque a sus funciones

originarias (entendida como satisfactor de las necesidades humanas), y acaban por proclamar espacios

de producción y consumo, eliminando o limitando la planificación urbana a un instrumento de control

colectivo, que destruye cada vez más las escalas intermediarias y locales, abusa del uso de los recursos

naturales, contribuye para la degradación del medioambiente, y sobre todo, desconecta la democracia

de la ciudad - no garantizando a la población sus derechos ciudadanos y tampoco su derecho a la

ciudad (BORJA, 2006; HARVEY, 2009; ORTIZ, 2010; SUGRANYES, 2010).

Esto conlleva, entre tantas otras cosas, al crecimiento desordenado de la urbs: la diseminación de

ocupaciones informales del suelo, al crecimiento de redes de chabolas – o favelas, como son conocidas

en Brasil – normalmente en zonas periféricas, carentes de todo tipo de infraestructura o equipamientos

urbano, pero también disminuye las áreas circundantes para la agricultura y reservas de espacios

naturales. Los programas de planificación urbana normalmente tienen como objetivo paliar las crisis

habitacionales, y cuando existen proyectos de recalificación urbana, están desvinculadas de políticas

de desarrollo social y económico de la población involucrada, y normalmente se limitan a la provisión

de viviendas mínimas, que atienden a los intereses del sistema de producción del mercado más que a

los derechos y necesidades de los beneficiarios. Todas estas políticas parciales contribuyen al

escenario de exclusiones - sociales, políticas, económicas, pero también territoriales (BUTHET, 2005;

ROLNIK, 1999) – y destrucciones – ambientales, sociales, culturales.

Según Rolnik (1999), el concepto de exclusión territorial relaciona la acumulación de deficiencias de

varios tipos y la vulnerabilidad que viene progresivamente siendo utilizada en políticas públicas, o sea,

debe ser entendido como la negación (o la falta de respeto) de los derechos que garantizan al

ciudadano un nivel mínimo de vida, pero también la participación en redes de instituciones sociales y

profesionales - dificultando el fortalecimiento de la participación en organizaciones y en la formación

de redes que canalicen intereses comunes. La exclusión territorial se une entonces a la social e incluye

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el hecho de que un individuo o grupo de individuos no lograr tener acceso a posibilidades ofrecidas a

toda la sociedad o economías, no encontrando espacio para la autodependencia o el acceso a los

recursos no convencionales – iniciativas comunitarias, solidarias, equitativas en un contexto de

descentralización y fortalecimiento de los actores locales, donde la población es agente principal de su

propio proceso de desarrollo - que permiten el desarrollo a escala humana (MAX-NEFF et al., 1998).

Por lo tanto la noción de exclusión considera no solamente los aspectos materiales, o sea, excluidos no

son simplemente aquellos que no acceden a bienes y servicios, o los que no tienen sus necesidades

básicas garantizadas, sino aquellos que no son capaces de organizarse colectivamente, participar una

“ciudadanía activa” (CORTINA, 1997) y de la política o desarrollar un “capital social”

(PLASCENCIA, 2005).

La ciudad de São Paulo es considerada por muchos como una “ciudad global” (SASSEN, 2007), con

capacidad para combinar recursos y talentos necesarios para gestionar y servir las operaciones

globales de empresas y mercados, un panorama que genera oportunidades para algunos e

imposibilidades para muchos, o sea, no logra poner en práctica políticas públicas defiendan los

derechos de todos los ciudadanos por igual.

Pese a este panorama, São Paulo no deja de ser un espacio de variedad, diversidad y pluralidad, un

lugar de contradicción entre su verdadero potencial y el límite que permite avanzar hacia el desarrollo

a escala humana y la satisfacción de sus necesidades (MAX-NEFF et al., 1998) y cumplimiento de sus

derechos. Siendo así, podemos encontrar algunas iniciativas ciudadanas que desafían el proceso de

desarrollo simplemente económico a favor del desarrollo a escala humana y del cumplimento de los

derechos humanos – ya sean ellos civiles, políticos, sociales, económicos o, en el caso que enfatiza

este artículo, los derechos de “tercera generación”(BORJA, 2006), que son los urbanos – y del control

de la gente sobre sus propias vidas y entornos buscando no sólo el poder mejorar las condiciones de

vida sino también la posibilidad de cambiar las condiciones estructurales causantes de los problemas

urbanos por ellos sufridos y transformar las ciudades según sus necesidades (CASTELLS, 1981;

HARVEY, 2009, MAX-NEFF et al., 1998).

Siendo así, el proyecto de los huertos urbanos ecológicos en zonas degradas aunque tenga el respaldo

político para constituirse, no es una iniciativa que nazca en los despachos gubernamentales. Muchas

organizaciones no gubernamentales llevan a cabo diversos proyectos de desarrollo local y combate a la

pobreza y exclusiones en América Latina, representando un acuerdo entre instituciones que enriquece

la sociedad civil y también abre espacios para la participación social (ALTIERI, 1999). Algunas de

estas organizaciones desde hace muchos años actúan en zonas rurales buscando nuevos tipos de

estrategias y manejos de los recursos para incrementar la productividad y alcanzar mejorar las

condiciones de vida de los pobres rurales. Más recientemente en Brasil, con la creación por parte del

gobierno del programa de combate al hambre llamado Fome Zero (en castellano Hambre Cero), la

atención también se volcó a la potencialidad de la agricultura urbana (MOUGEOT, 2006) y a la

definición de un (nuevo) proceso productivo con enfoques agroecológicos que además de abarcar las

cuestiones sociales y económicas de las poblaciones vulnerables involucradas, logran actuar sobre las

cuestiones ambientales y físicas de los territorios urbanos donde están insertadas.

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La Organización no Gubernamental Cidades sem Fome1 (en castellano Ciudades sin Hambre) puede

ser considerada un modelo de una movilización social que busca resistir a las políticas públicas

asistencialistas comúnmente practicadas por la mayoría de las administraciones, un ejemplo de

embrión organizativo que intenta transformarse en bases estables de otras estrategias de desarrollo a

una escala más humana al dinamizar - e incluso pluralizar – toda una gama de derechos, incluyéndose

los ciudadanos y los derechos a la ciudad. Con sede en la zona este de São Paulo, tiene como objetivo

introducir una alternativa de desarrollo sostenible en zonas caracterizadas por ser excluidas y

degradadas – bajos los diversos enfoques citados anteriormente – por medio de la implantación de

huertos ecológicos en terrenos urbanos baldíos [fig. 1] - ya sean públicos o privados – buscando

atenuar a la vez la situación de pobreza y vulnerabilidad de los ciudadanos, actuando positivamente

sobre cuestiones sociales, ambientales y económicas.

[fig. 1] Vista general de uno de los huertos urbanos de São Paulo.

LOS DERECHOS NECESARIOS AL DESARROLLO A ESCALA HUMANA

El ser humano es un ser de derechos y todas sus posibilidades de desarrollo a escala humana generan

ciertas necesidades que, a su vez, se traducen en derechos. Tanto los derechos humanos como el

desarrollo – entendido más allá que el concepto de desarrollo económico, o sea, significando equidad

entre todos los habitantes del planeta, cambios de mentalidad y paradigmas, reorientación de la

tecnología hacia objetivos de eficiencia, pero principalmente la búsqueda por una mejora cualitativa de

los servicios y de la calidad de vida de acuerdo con los límites de los sistemas ecológicos

(RIECHMANN, 2006) - tienen como propósito permitir la capacidad de actuar y promover el

bienestar y la libertad sobre la base de la dignidad y la igualdad inalienables de todas las personas.

Más allá de los deseados desarrollos económicos, los gobiernos deben plantearse un tipo de desarrollo

que ubique las personas en su debido lugar, en el centro de cualquier planeamiento político. Siendo

así, el objetivo del desarrollo humano es que “las personas desarrollen su potencial, aumenten sus

posibilidades y disfruten de la libertad para vivir la vida que valoran” (Informe sobre Desarrollo

Humano, 2009), o sea, el goce equitativo de todas las libertades fundamentales - desde la de tener la

posibilidad de atender las necesidades físicas como la de evitar las enfermedades prevenibles – y

liberación de las influencias y manipulaciones externas, principalmente las impuestas por la sociedad

del consumo, de modo que se crea un sentido que resiste a la lógica de poder y del mercado

(TOURAINE, 2005).

1 Ganador del premio Dubai International Award for Best Practices 2010. Una iniciativa del gobierno de Dubai

en conjunto con la ONU/HABITAT, con el objetivo de incentivar proyectos de desarrollo sostenible en

comunidades carentes, por medio de acciones de cooperación internacional.

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Según el artículo 25 de la Declaración de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a un

nivel de vida adecuado que le asegure a sí mismo y a su familia, entre otras cosas, una vivienda. O sea,

un hábitat, un techo consolidado, un espacio que considere suyo, donde pueda vivir. Así que “habitar

no es solamente una necesidad – tanto psicológica como sociocultural – sino también un derecho,

derecho del hombre, el derecho de todo ser viviente de dormir al abrigo, habitar un espacio individual

o familiar propicio para su completo desarrollo” (PEDRAZZINI et al., 2007: 336).

Pero si ampliamos el concepto de hábitat y le añadimos complejidad, podemos considerar vivienda o

«arquitectura» bajo una concepción más amplía, lo que según William Morris abraza a todo el

ambiente de la vida humana, representando cualquier modificación o alteración en la superficie

terrestre realizada por el hombre para satisfacer sus necesidades (MANUEL JEREZ, DE, 2010).

Siendo así, el derecho al hábitat significa más que el derecho a una unidad habitacional, pues es la

propuesta de la ciudad en su totalidad como derecho - originaria del “derecho a la ciudad”, como nos

sugiere Lefebvre (1978), además del derecho a la libertad, trabajo, salud y educación – que puede ser

considerada aquella donde las necesidades y deseos reales de los ciudadanos son contemplados en un

determinado contexto democrático que favorezca el desarrollo colectivo e individual, la cohesión

social y la identidad cultural en el tiempo presente. O sea, percibir la ciudad como un bien colectivo,

un espacio de expresión social verdaderamente participativa y de discusión de intereses públicos

cotidianos, un lugar de luchas por el valor de uso de la ciudad y poder de decisión coherente sobre

ella.

Tanto el derecho a la ciudad como los derechos humanos “aunque se hayan formulado para ser

disfrutados de forma individual (…) es preciso luchar por ellos y conquistarlos de forma colectiva, y

sólo puede otorgarse de forma colectiva”. (BAUMAN, 2003: 91) Para que realmente se pueda

conquistar el derecho a la ciudad y el consecuente desarrollo a escala humana, las reivindicaciones

deben ser colectivas, ya que los logros también serán compartidos.

Derecho a la ciudad aún puede estar relacionado con la función social de la ciudad, de la tierra y de la

propiedad, o sea, los intereses públicos deben ser priorizados; la producción democrática de la ciudad

en la ciudad, que significa rescatar y fortalecer la capacidad productiva y las actividades económicas

solidarias; el manejo sostenible y el uso socialmente responsable de los recursos naturales,

patrimoniales y energéticos de la ciudad y su entorno, permitiendo un acceso igualitario por parte de la

población; el disfrute democrático y equitativo de la ciudad, la convivencia y la libertad de relaciones

sociales y culturales en espacios públicos (ORTIZ, 2010: 55)

Muchos autores, entre ellos Borja&Maxi, cuando relacionan el espacio público con la práctica de la

ciudadanía, vuelven a establecer una serie de derechos, tanto de los ciudadanos como urbanos. Según

los autores, “las políticas públicas deben desarrollar políticas ciudadanas en los márgenes, legalizar

y equipar los asentamientos, introducir en ellos la calidad urbana y la mixtura social, promover

formas originales de participación ciudadana que se adapten a las características de poblaciones

especialmente vulnerables”. (BORJA; MAXI, 2003: 126) Es decir, una ciudad para no generar

exclusiones debe tener un modelo político que garantice la participación y acepte y proteja las

diversidades culturales, avanzando hacia una cultura cívica de la ciudadanía a través de la educación,

de los cambios de los valores éticos basados en principios que busquen el bien común y de la difusión

de los conocimientos, pero también es necesario un soporte de estructuras organizadas para el

desarrollo de esta participación y el reconocimiento del derecho de los ciudadanos.

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LA PRODUCCIÓN Y GESTIÓN SOCIAL DE UNA CIUDAD SIN HAMBRE COMO

SOPORTE PARA ATENDER NECESIDADES Y GARANTIZAR DERECHOS

Ante de la ineficiencia e incapacidad de la mayoría de los gobiernos de América Latina para realizar

políticas sociales eficientes - incluyéndose Brasil que aunque sea considerado “emergente”

(NAREDO, 2010) y que en los últimos años haya logrado meterse entre los 10 países con mayores

tasas del Producto Interno Bruto, ocupa la posición 73 la clasificación de países según su Índice de

Desarrollo Humano2– es la propia sociedad que de forma creativa busca intentar encontrar

mecanismos para suprimir las demandas sociales y atender los derechos de los ciudadanos. Hay un

creciente desarrollo de nuevas formas de movilización cultural y formas alternativas de construcción

de identidades y fomento de la participación en contextos de precariedad, exclusión, carencias,

privaciones y desigualdades (BAQUERO, 2003).

Para que se logre la participación en las cuestiones urbanas es necesario promoverla y facilitarla a

través un contexto favorable, donde haya un acceso a la información y sean creados estructuras y

mecanismos que posibiliten y faciliten esta participación. Hace falta crear espacios para la

controversia, donde se pueda dialogar y reflexionar sobre todas las problemáticas sociales, promover

la integración, la participación y un aprendizaje mutuo. La adquisición (o recuperación) de las

capacidades de gestión y de espacios de poder de decisión es fundamental para la superación de la

situación de exclusión, para el uso de los derechos y obligaciones en el tejido social y para emancipar

a grupos sociales en situación de dependencia.

Para responder a esta otra forma de producción del espacio, a través de una visión sistémica y de

procesos diversos y dinámicos, surge el concepto de producción y gestión social del hábitat (PGSH),

que son “todos aquellos procesos generadores de espacios habitables componentes urbanos y

viviendas que se realizan bajo el control de autoproductores y otros agentes sociales que operan sin

fines de lucro. Promueve las capacidades autogestivas y de decisión de los participantes y da

prioridad al valor de uso por encima del valor mercantil de las construcciones y espacios que genera”

(ORTIZ, 2010: 56).

La PGSH contribuye para fortalecer las prácticas comunitarias, la responsabilidad por algo colectivo,

el ejercicio de la democracia, la solidaridad activa. El trabajo comunitario fomenta el desarrollo de

acciones más solidarias, incluyendo también temas productivos y económicos.

Según Pelli (2010), la producción social del hábitat puede ser entendida como la generación de nuevas

situaciones, físicas o relacionales, mediante la construcción, transformación o eliminación de objetos

físicos (edificios, piezas de infraestructura, conjuntos edilicios, ciudades, fracciones territoriales,

redes) y/o de objetos relacionales (sistemas de servicios, leyes, códigos y normas de ordenamiento y

categorización) con la consigna de asegurar, en las nuevas situaciones a producir, el cumplimiento de

sus funciones sociales.

El hábitat social determina los modos, los recaudos y los límites para el cumplimiento de sus

funciones sociales y condiciona todas las estrategias y procesos de producción. El hábitat social es un

2 Disponible en: http://www.pnud.org.br/pobreza_desigualdade/reportagens/index.php?id01=3600&lay=pde

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sistema de situaciones, físicas, sociales, simbólicas, jurídicas, políticas, económicas, ambientales,

interrelacionadas, interactuantes y co-actuantes. Es también una señal o marca en el tiempo, testigo y

memoria de una sociedad que le ocupa y de un tiempo pasado. No es un contexto universal, sino una

estructura coherente con los paradigmas culturales de una determinada sociedad o grupo social y

funciona según sus necesidades, representando culturas y ambientes diversos, o incluso el estado de

una cultura (grupo) en un determinado tiempo (PELLI, 2010).

En procesos de PGSH se busca trabajar con satisfactores sinérgicos (BUTHET, 2005, MAX-NEFF et

al., 1998) que permitan a la vez el logro de múltiples derechos y las necesidades (individuales y

comunitarias), a través de la satisfacción de la necesidad de habitar y contribuyendo para el desarrollo

social de la comunidad, facilitando también el cumplimiento de los derechos humanos y el derecho a

la ciudad de aquellas comunidades que están involucradas en cinturones de pobreza, exclusión y

marginación, y que necesitan de apoyo para desarrollarse.

La PGSH articula organismos gubernamentales, no gubernamentales, instituciones y población,

formando una red que debe buscar además de la inserción en la formalidad y dilución de barreras

vinculadas al derecho a la ciudad (con provisión de espacios públicos, redes de infraestructura y

servicios de educación y salud adecuados a las necesidades) también promover el empoderamiento de

la organización comunitaria, el aumento de la renta familiar, la inclusión social, cultural y política,

buscando la preservación del medioambiente.

El proyecto de los huertos urbanos ecológicos en zonas degradadas y excluidas de São Paulo [fig. 2,3

y 4], llevado a cabo por la ONG Cidades sem Fome, es un ejemplo de producción y gestión social del

hábitat que pretende lograr un desarrollo a escala humana al trabajar sobre cuestiones ambientales,

sociales y económicas, buscando garantizar no solamente los derechos y necesidades humanas

relacionados con la alimentación básica, sino aquellos vinculados al derecho a la ciudad, ya que entre

otras cosas da una función social a solares desocupados y abandonados; fomenta el ejercicio de la

ciudadanía, la autoorganización y la creación de espacios de gestión colectivos con intereses comunes;

rescata la capacidad productiva no solamente de suelos ociosos, sino que la capacidad de la propia

gente de producir cosas con sus propios recursos personales; promueve la economía solidaria y los

canales cortos de comercialización de productos: maneja de forma sostenible los recursos naturales y

energéticos de la ciudad, contribuyendo al cierre de algunos ciclos.

El objetivo principal es sobre todo ofrecer alternativas al desarrollo local de comunidades

empobrecidas y minimizar los riesgos y condiciones de vulnerabilidad a que están sometidas. El

proyecto de los huertos ecológicos además de ofrecer oportunidad de trabajo y capacitación

profesional a la mano de obra ociosa dentro de las propias comunidades – principalmente de mujeres y

mayores –, garantiza una fuente de renta por medio de la comercialización de los alimentos producidos

y a la vez garantiza el acceso a alimentos cultivados en bases ecológicas, contribuyendo a la seguridad

alimentaria. Asimismo, incentiva el cooperativismo y ayuda a difundir los principios y una conciencia

ecológica a través de talleres y prácticas de educación ambiental con las comunidades involucradas.

A parte del proyecto de implantación y desarrollo de 21 núcleos de huertos comunitarios en la región

este de la capital São Paulo, la Organización también es responsable por llevar a cabo distintos

proyectos y actividades complementarios en las comunidades, tales como: proyectos de combate a la

desnutrición infantil, por medio de talleres de reaprovechamiento alimentario e implantación de

huertos escolares; programas de disminución de enfermedades por medio de alimentación especifica;

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programas de apoyo a la lactancia materna; charlas sobre hábitos alimentarios, principios de una

alimentación equilibrada, higiene de alimentos, importancia del aprovechamiento y

reaprovechamiento de alimentos y la planificación familiar.

[fig. 2]: Vista del huerto y de la favela donde está ubicado en São Paulo.

[fig. 3 y 4]: Vista del huerto y de la favela donde está ubicado en São Paulo.

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UN NUEVO MODELO DE OCUPACIÓN DEL SUELO URBANO

La metodología de trabajo llevada a cabo por la ONG Cidades sem Fome – compuesta por técnicos de

diversas áreas, desde agrícolas a trabajadores sociales - empieza por elaborar informes técnicos para

determinar qué comunidad puede ser beneficiada por el proyecto.

En una ciudad como São Paulo, donde hay aproximadamente 1.636 favelas según la Secretaria

Municipal de Habitación3, debe ser bastante difícil elegir una comunidad específica. La zona este de la

capital, debido a una gran concentración poblacional y a la inexistencia de programas de inserción

laboral eficaces, resalta como un polo de pobreza, marginación y violencia dentro del contexto

municipal. Se sitúa en la región metropolitana pero la precariedad de las infraestructuras viarias y de

los equipamientos urbanos (escuelas, centros de salud, zonas verdes) aliadas a la baja renta per cápita,

hacen de la región una de las más problemáticas de São Paulo. En esta región viven cerca de 33% de

la población total de la capital y presenta una media de IDH (0,478) que es casi la mitad de la

encontrada en el municipio, con un alto índice de mortalidad infantil y tasas de criminalidad4. La

población es en su mayoría personas provenientes de otras partes de Brasil, que migraran a una de las

mayores ciudades del mundo buscando nuevas oportunidades de trabajo y mejores condiciones de

vida.

Todos estos condicionantes han definido la zona de actuación de la ONG, que además tiene que lograr

encontrar solares desocupados para la implantación de los huertos. São Paulo actualmente pasa por un

fenómeno de “verticalización de favelas” (ALBUQUERQUE, 2006), o sea, debido a la falta de

terrenos para ocupación, las construcciones están creciendo en altura, hecho que hace con que el

número de favelas haya disminuido en los últimos años pero el número de «favelados» de cada barrio

(como se suele llamar los habitantes de las favelas) aumenta considerablemente. Esto obviamente

también contribuye a la escasez de espacios vacíos para la creación de equipamientos urbanos, pero en

muchos casos si existen solares ociosos o sin ninguna utilización específica en zonas periféricas. Son

áreas privadas [fig. 4] o públicas [fig. 5], muchas de ellas pertenecientes al propio ayuntamiento, que

representan incluso un gran problema para la municipalidad, pues al no tener un uso adecuado,

normalmente acaban por transformarse en vertederos clandestinos o en más ocupaciones irregulares.

Por medio de un planteamiento alternativo de ocupación del suelo urbano y con el apoyo de la

administración para el usufructo de estas tierras, el proyecto de los huertos ecológicos busca cambiar

el patrón de ocupación masificado por la construcción de edificaciones, probablemente ilegales, y

proponer una solución que además atrae mejorías desde el punto de vista ambiental y del metabolismo

de las ciudades (RIECHMANN, 2006).

3 Prefeitura Municipal de São Paulo. Secretaria Municipal de Habitação. Disponible en:

http://www.prefeitura.sp.gov.br/cidade/secretarias/habitacao/ 4 Prefeitura Municipal de São Paulo. Secretaria Municipal de Desenvolvimento Urbano. Disponible en:

http://smdu.prefeitura.sp.gov.br/indices_sociais/

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[fig. 4] Suelo de propiedad de Petrobras Transporte S.A (Transpetro) - empresa de energía brasileña de

naturaleza semi-pública con participación nacional y extranjero privada – donado para usufructo para el plantío

de huertos urbanos en zonas de favelas.

[fig. 5] Suelo de propiedad de la municipalidad. Huerto en terreno de Escuela de Enseñanza Primaria.

LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA NECESARIA PARA LA SOSTENIBILIDAD

DEL PROYECTO

Tras la identificación de una posible ubicación empieza un proceso de “asociaciones” con entidades

públicas o privadas (como veremos más adelante) y el contacto con la comunidad entorno a la zona

elegida, identificación posibles actores - personas que ya actúan en el barrio, movimientos sociales,

organizaciones, población interesada en participar -, levantamiento socio-económico de las familias,

trabajo de recuperación del suelo, etc. Se constituye una comisión compuesta por diversos

representantes de la comunidad, que tiene la función de seleccionar las familias que quieren participar

de las actividades agrícolas, y de realizar el diagnóstico y el planeamiento participativo para la

concretización del plan de trabajo que será desarrollado por los hortelanos, incluyendo charlas y taller

informativos y de preparación para la labor agraria, y también explicaciones sobre qué hacer con los

excedentes y cómo comercializar los productos. Los hortelanos son apoyados por la comisión,

constituida normalmente por los propios técnicos de la ONG, que acompañan los trabajos

desarrollados en cada huerto, pero a la vez fomentan una gestión participativa en todas las etapas del

proceso, por medio de una sensibilización de los participantes en reuniones mensuales,

incentivándoles a fortalecer sus capacidades en la toma de decisiones, a contribuir para la solución de

los problemas y a llegar a consensos, haciéndoles reconocerse como sujetos activos del proceso en el

cual están involucrados y ampliando los espacios de diálogo que fortalecen una ciudadanía activa. El

contacto directo con los hortelanos permite a los técnicos de la ONG evaluar los resultados obtenidos,

reorientar procesos y métodos utilizados.

A través de estrategias para fomentar la participación se pretende que a mediano-largo plazo el

proyecto pueda ser auto sostenible, es decir, se estimula a que los productores puedan constituirse

como cooperativa o una organización de pequeños agricultores familiares urbanos, y que sean capaces

de auto gestionarse y caminar sin el apoyo de los técnicos.

Pero este proceso de producción y gestión social no siempre se da de forma óptima, ya que muchas

comunidades se enfrentan a un alto grado de degradación de las redes sociales y tienen necesidades

La agricultura urbana como proceso de desarrollo a escala humana.

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urgentes, ya sean económicas o incluso alimentarias. El proceso que normalmente debería incluir la

capacitación de mano de obra en labores agrícolas realizada en talleres previos y la (re) construcción

de lazos entre los ciudadanos, es ejecutado sobre la marcha, con la participación de la población

interesada apoyada por los técnicos. La propia construcción del huerto pasa a ser la formación

específica in situ, un espacio informal de aprendizaje e intercambio de saberes construido por las

respuestas a las necesidades. O sea, hacen su propio camino al andar.

La participación es un derecho que necesita ser practicado (PINDADO, 2006). El proyecto Cidades

sem Fome busca estimular esta participación y la organización de asociaciones, grupos, núcleos de

agricultores a partir de la producción y también de la comercialización de los productos. Pero aunque

las comunidades donde se insertan cada de uno de los huertos compartan la complejidad y degradación

de sus estructuras físicas y ambientales (tema ya bastante desarrollado en la primeria parte de este

trabajo), es cierto que también las redes sociales que les estructuran muchas veces están dispersas, con

distintos niveles de capital social (FONTES; EICHNER, 2004) (PLASCENCIA, 2005) (BAQUERO,

2003), hecho que influye mucho en las condiciones y capacidades de los hortelanos en organizarse y

establecer vínculos que contribuyan a la sostenibilidad del proyecto. Trabajar con esta fragilidad es

quizás una de las mayores dificultades para el éxito del trabajo de los técnicos.

LOS DISTINTOS ROLES: TÉCNICOS, POLÍTICOS, EMPRESAS Y CIUDADANOS

La ONG busca fomentar la movilización comunitaria sin dejar de lado las responsabilidades del poder

público. Es cierto que al posibilitar un trabajo y fuente de renta alternativa, rompe con el proceso

asistencialista al cual estas comunidades están acostumbradas a apoyarse, pero el apoyo del gobierno

municipal es fundamental para el proceso de desarrollo y evolución del trabajo realizado en los

huertos.

En Brasil hay un programa de combate al hambre conocido mundialmente, el Fome Zero (en

castellano Hambre Cero) que es una estrategia creada por el gobierno federal para lograr la seguridad

alimentaria y nutricional, la inclusión social y la conquista de la ciudadanía, principalmente a personas

con dificultades de acceso a alimentos. A partir de este programa a nivel nacional, muchos otros han

surgido a otros niveles administrativos y en la ciudad de São paulo no fue distinto.

La actividad de los huertos se apoya en la Ley Municipal del 20045, que crea el Programa de

Agricultura Urbana y Periurbana del Municipio de São Paulo (PROAURP). El Programa establece que

las “subprefeituras”6 pueden utilizar áreas públicas apropiadas para la implantación de agricultura

5 Decreto Municipal nº 45.665, de 29-12-2004, que reglamenta la Ley nº 13.727, de 12-01-2004, que cria el

Programa de Agricultura Urbana y Periurbana en el Município de São Paulo (PROAURP) y define sus

directrices. Disponible en:

http://www2.oabsp.org.br/asp/clipping_jur/ClippingJurDetalhe.asp?id_noticias=16390&AnoMes=20051 6 La traducción literal del portugués sería “subayuntamiento”. São Paulo tiene 31 pequeños “municipios”

distribuidos por toda la ciudad. Desde el 2002, con la aprobación de le Ley 13.399, la mayoría de los

equipamientos públicos fueron transferidos a las “subprefeituras”, que tienen la función de ser el punto de

contacto de la población con el gobierno (reciben reclamaciones, solucionan pequeños problemas, promueven

actividades culturales). Además las “subprefeituras” son responsables por el mantenimiento del sistema viario,

redes de drenaje, limpieza urbana, vigilancia sanitaria y epidemiológica, entre otros.

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urbana, entendida como toda la actividad destinada al cultivo de hortalizas, legumbres, plantas

medicinales, arboles fructíferos, flores, y también la cría de animales de pequeño porte, piscicultura y

la producción artesana de alimentos y bebidas para el consumo humano. El PROAURP también se

propone a incentivar las ferias de productos provenientes de la agricultura urbana, creación de puntos

de venta, ferias, casas del productor y equipamientos destinados a la venta directa al consumidor,

buscando abaratar los precios y aproximar la organización de productores a los consumidores. Según

lo establecido por la Ley, iniciativas locales, cooperativas y asociaciones comunitarias deben ser

estimuladas - favoreciendo la autogestión y los pequeños emprendimientos empresariales que, por

medio de incubadoras tecnológicas de cooperativas populares, puedan insertarse en los mercados.

También según la normativa, los hortelanos que logren organizarse pueden llegar a ser encuadrados

como Agricultores Familiares y obtener una Declaración de Aptitud del Programa Nacional de

Agricultura familiar, hecho que les habilita a participar de varios programas del gobierno federal en

áreas de comercialización (programas de adquisición de alimentos), les facilitan determinados

créditos, entre otras cosas. O sea, diversos núcleos productivos llegan a lograr que su excedente tenga

ya un destino específico, pues el propio ayuntamiento se encarga de comprar la producción, que es

utilizada en diversos comedores de escuelas públicas de la región. Este hecho va más allá de alimentar

una actitud paternalista, ya que muy probamente el excedente también pudiera ser vendido en

pequeños comercios barriales o incluso de “puerta en puerta”, como suelen decir los hortelanos que

llevan directamente los productos a la casa de los consumidores.

No podemos dejar de resaltar la importancia del capital privado para el desarrollo del proyecto.

Principalmente en países de América Latina, donde la mayoría de los gobiernos, particularmente a

nivel local y municipal - que como que hemos dicho no destinan muchos recursos financieros a obras

sociales - es bastante común la asociación público-privada. O sea, empresas destinan parte de sus

ganancias a proyectos sociales y, a cambio, el gobierno les da una serie de beneficios, como

disminución o exención de determinados impuestos. Las empresas participan desde la cesión de suelos

ociosos hasta la donación de semillas, por ejemplo.

LA NECESIDAD DE ACERCAR LA PRODUCCIÓN AL CONSUMO POR MEDIO

DE UNA AGRICULTURA ECOLÓGICA

El enfoque de Seguridad Alimentaria y Nutricional desarrollado en Brasil relaciona la dimensión de

disponibilidad de bienes (food security) y la calidad de estos bienes (food safety), o sea, consiste en la

realización del derecho de todas las personas al acceso regular y permanente a alimentos de calidad, en

cuantidades suficientes, sin comprometer el acceso a otras necesidades esenciales, teniendo como base

prácticas promotoras de salud que respeten la diversidad cultural y que sean social, económica y

ambientalmente sostenibles (CONSEA, 2009).

El proyecto de los huertos en las zonas degradadas de São Paulo plantea exactamente este concepto:

para un desarrollo humano no basta con que las personas coman, sino que coman alimentos saludables

desde el punto de vista nutricional, y que las familias tengan acceso a una cantidad suficiente y a una

calidad satisfactoria de alimentos.

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Aquí podríamos abrir espacio para el debate sobre la dependencia de los mercados y las grandes redes

de distribución de productos ya industrializados - que por supuesto también contribuyen para la falta

de seguridad alimentaria - pero tratándose de casos de extrema pobreza, muchas veces la población

tiene dificultades de acceso incluso a este tipo de mercancías. La introducción de los huertos

comunitarios logra acercar la población a la producción y reducir bastante el precio del mercado.

Aunque el PROAURP no haga mención a la agricultura ecológica, el CONSEA (Consejo Nacional de

Seguridad Alimentaria y Nutricional) vinculado al gobierno federal y al programa Fome Zero si

propone promover nuevas bases para el actual modelo de producción y consumo, además de apoyar la

agricultura familiar de base agroecológica, garantizar la ampliación de la producción diversificada de

alimentos con la valoración de la agrobiodiversidad, fortalecer los hábitos alimentarios regionales y

democratizar el acceso a la tierra (CONSEA, 2009).

Los huertos ecológicos en São Paulo, no tienen ningún tipo de documento que certifique la

autenticidad ecológica de su producción. Debido a dificultades en encontrar semillas producidas con

criterios ecológicos, en la mayoría de las veces las semillas utilizadas en los diversos núcleos provén

del mercado. Muchas veces incluso son donaciones de terceros. Sin embargo, la fertilización es

realizada con abonos orgánicos oriundos de la producción de compost en los propios huertos,

estimulando también a los hortelanos y familiares a separar sus residuos orgánicos y depositarlos en

las composteras.

Las especies cultivadas son las mismas que ya hacen parte de la alimentación cotidiana de las familias

y vecinos del barrio, principalmente hortalizas y legumbres. El hecho de introducir algunas especies

que aunque puedan tener valores nutritivos no son conocidas por la población, no ha tenido mucho

éxito.

Muchos de los hortelanos son de origen rural y traen a los huertos conocimientos y saberes propios de

las actividades que realizaban anteriormente el campo, hecho que ni siempre cumple con los requisitos

de una agricultura orgánica. Para eso también se hace la formación profesional con intercambio de

saberes sobre prácticas de manejo ecológico para garantizar la conservación y mejora de los recursos

agrícolas locales (materia orgánica, rotación de cultivos, mantenimiento del suelo).

CONCLUSIONES

Delante la actual coyuntura económica, social, política y ambiental de las ciudades, la agricultura

practicada en zonas urbanas además de ser una solución casi inmediata a las pocas opciones ofrecidas

a los pobres urbanos y marginales de las grandes metrópolis latinoamericanas, como es el caso de São

Paulo, contribuye al desarrollo a escala humana de esta parcela de la población.

La principal intención de la iniciativa de la Ciudad sin Hambre es hacer del propio morador de la

favela, ahora hortelano, el agente de su propia transformación estructural social, a través de políticas

participativas y descentralizadas que dan una oportunidad de desarrollo para aquellas personas que no

tienen ningún tipo de derecho garantizado. El hecho de poder labrar la tierra de donde van a salir sus

alimentos y su propia renta, de ser capaces de producir y gestionar su propio hábitat, son

fundamentales y determinantes para el desarrollo de los derechos de estas personas, derechos de

alimentarse bien y de tener una mejor salud, de generar sus economías por medio de su propio trabajo,

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pero también de generar capital social aparte del económico, ampliando la conciencia social, la

capacidad de organización y gestión a través de la participación, el derecho de ser un verdadero

ciudadano que une el desarrollo personal al comunitario y el derecho de acumular conocimientos,

relaciones y redes de solidaridad que le permitan desarrollarse a una escala humana. Todos estos

derechos humanos se vinculan al derecho a crear una ciudad de acuerdo con sus necesidades, de

transformar el espacio físico y social en que están insertados para construir una la ciudad más justa, un

hábitat más digno, de modo que el territorio cumpla también con su función social. Y porque no decir

más verde, más respetuoso con la naturaleza y con los humanos.

En la ausencia capacidad y voluntad de algunos gobiernos para cambiar la situación de vulnerabilidad

asociada a estas comunidades consideradas «degradadas» bajo diversos enfoques, la sociedad civil se

organiza hacia nuevas formas de gobernanza que contemple las demandas y necesidades de la mayoría

de la sociedad. La violencia y el escaso capital social asociado a estas comunidades, también están

relacionados con el tiempo ocioso, con las altas tasas de paro, en definitiva, con la indigna calidad de

vida a que son sometidos. Atacando a estos frentes, se puede luchar a favor del desarrollo humano de

una comunidad. En una ciudad tan llena de dicotomías como São Paulo, parece improbable que

pequeñas iniciativas como estas puedan lograr cambiar las estadísticas. Pero como nos dice Morin, lo

improbable no es imposible (MORIN, 2010) y mientras la gente siga apostando por salidas a las crisis,

habrá espacio para la esperanza.

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Agradecimiento especial: Hans Dieter Temp, fundador de la ONG Cidades sem Fome y

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