kant en bicicleta
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Relato sobre el juicio apriori y la manera en que conocemos el mundo.TRANSCRIPT
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KANT EN BICICLETA
René Chargoy Guajardo
Pedalear es un ejercicio para las mentes domésticas, uno puede hacerlo mientras
escanea el paisaje con un gusto crítico, mirón y hasta creativo. Con manubrio en
mano y cambio de velocidades podemos darnos el lujo de pensar que lo que está
frente a nosotros es la realidad y no una idea de la realidad. Conducir una
bicicleta en el espacio y en el tiempo nos mantiene en una tercera dimensión,
aunque ya estemos instalados mentalmente en una quinta con vista al Olimpo.
¿Yo bicicletero pienso el objeto y éste toma posesión en el espacio para ocupar
un lugar, o desde mi lenguaje construyo la percepción del mismo? ¿Son mis
sentidos confiables para percibir lo que está afuera de mí? ¿Por qué mi bicicleta
no es igual para todos, a pesar de que nadie la confunde con un armadillo
boliviano?
Según Kant, quien nunca se transportó en bicicleta, luego de uno de sus
rutinarios paseos a pie desde su residencia a la universidad Albertina de
Königsberg, dijo que aunque el conocimiento empieza con la experiencia no todo
en nuestro conocimiento procede de la experiencia; "algo" interviene que es
independiente de ella. Eso mismo lo publicó años después en su obra Crítica de la
razón pura, un texto complejo y árido pero que hizo rodar por el suelo viejas ideas
acerca de cómo conocemos los humanos, sea que arrojemos en las pruebas
positivo- ignorante o sea que demos negativo- dudoso.
Sigo en la calle, también en un sentido literal. Ahora doy una vuelta a la manzana
y sobre dos ruedas cada una inflada con cuarentas libras de aire, no dejo de
rumiar tal idea del precursor de la Ilustración, periodo en que se supone
comenzamos a superar la minoría de edad y nos atrevemos a pensar por nosotros
mismos. ¿Será que entrado el siglo XXI nos alcanzó la involución?
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Contengo un poco la respiración antes de dar por sentado que no todo en el
proceso cognoscitivo procede de la experiencia. De hecho intervienen ciertos
elementos que son a priori (independientes de la experiencia), los cuales son
aportados por el sujeto cognoscente, es decir, mi yo bicicletero, y que organiza los
datos recibidos de la experiencia. Esto habla de que hay algo innato. Y si me
apuran diría, por supuesto que entresacado de Kant, que todo conocimiento parte
de la experiencia, pero no se reduce a ésta. Aquí me acordé de Hume. Bueno,
para ser sinceros, de lo poco que he leído acerca de su filosofía, por cierto, no
más que las lecturas que tengo en mi haber hasta ahora del oriundo de
Königsberg.
Espero la luz verde del semáforo sobre la avenida más que transitada y a la
altura de un concurrido café veracruzano, caigo no del artefacto vehicular sino en
cuenta de que conocer no es simplemente recibir datos a través de la experiencia,
lo que implica ordenar, organizar esos datos mediante ciertos elementos que Kant
llama formas a priori o condiciones trascendentales, y que son atribuibles al sujeto
cognoscente, no obligadamente bicicletero, aunque convendría que lo fuera, antes
que energúmeno automovilista, salvaje microbusero o vulnerable peatón.
Pedaleando sobre una realidad superficial me voy adentrando más y más en ¿mis
pensamientos?, tanto así que sin culpa inauguro sentido contrario. En esa
posición dialéctica me digo, a riesgo de repetirme, que las formas a priori o puras
o trascendentales no proceden de la experiencia, son innatas. Sin ellas no
podríamos tener experiencia de nada. Por tanto, cuando recibimos datos de la
experiencia esos datos ya nos vienen configurados, ordenados, organizados por
esas formas a priori. Lo que según puedo interpretar, a pesar de los múltiples
distractores que hay a mi paso, que el conocimiento es una mezcla entre lo que
nos dan los sentidos y lo que nos ofrece nuestra estructura de entendimiento.
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Estoy a punto de dar un giro a la izquierda, sin llegar a ser ni la sombra del giro
copernicano del que presume Kant, al revelarnos que los objetos no son
realidades independientes de nosotros, ni responden a la actividad pasiva del
sujeto que sólo los mira y se da por enterado que ahí están, ocupando un lugar en
el tiempo y en el espacio, suponiendo que a la mañana siguiente mantendrán la
mala costumbre de permanecer incólumes e indiferentes a nuestra presencia.
Con esas ideas rondando en mi cabeza no reparé en malabaristas de esquina ni
en agentes de tránsito aplicando mordida de manera civilizada. Yo en lo mío. Es
mediodía y procuro sintetizar lo que no son chismes ni rumores, sino reflexión
sesuda y vigorosa. Cada palabra que me alcanza se encarga de reafirmar que
para conocer no partimos del objeto. Es el sujeto cognoscente el que le da forma
al objeto. El espacio y el tiempo los pone el sujeto. Es éste quien constituye el
mundo que conoce. Es como el artista que modela la realidad.
Acelero y a pesar de que voy en línea recta mi mente dispone otras coordenadas.
De qué sirve echarle la culpa a las miles de horas frente al televisor por no
permitirme ni siquiera intuir que la realidad que percibimos a través de los
sentidos ya está "viciada", estructurada por el sujeto. Por eso, la "realidad en sí
misma" (lo que Kant llama noumeno) es incognoscible. Sólo podemos conocer la
realidad estructurada por las formas a priori.
No sé si lo habré leído directamente de las obras de Kant, o fue la interpretación
de un autor sobre las idas del filósofo alemán, o bien se trató del comentario de
un profesor de filosofía sobre las ideas de un autor que a su vez habla de Kant, o
en último de los casos me lo pirateé de internet, haiga sido como haiga sido lo
que rescato es que el conocimiento humano es un proceso que se desarrolla en
tres niveles, sensibilidad, entendimiento y razón, y las formas a priori que
intervienen son diferentes en cada uno de ellos.
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Lo que es un hecho es que nunca conoceremos lo que las cosas son en sí, la
esencia de las mismas, pero eso no fue motivo de desvelo para Immanuel Kant,
quien le puso más alma, corazón y vida, además de su consabida genialidad
intelectual, a responder la pregunta de cómo conocemos lo que conocemos. Y
eso a partir de hallarse insatisfecho con las posturas del racionalismo, que
defendían la posibilidad de un conocimiento universal y necesario contando tan
sólo con la razón.
Para Kant esta aventura llevaba a los filósofos racionalistas al dogmatismo y al
desprecio de la experiencia. Tampoco le daba buena espina el empirismo inglés,
pues hacía de la experiencia el origen y límite de todos nuestros conocimientos,
de tal manera que era incapaz de justificar el valor universal y necesario de las
leyes científicas, cayendo con esto en el escepticismo. Bueno, ni la ciencia de
Newton lo convencía del todo, aun cuando a diferencia del racionalismo y del
empirismo, obtenía un tipo de conocimiento que, partiendo de la experiencia
llegaba a verdades universales y necesarias.
No se crean que esto último lo recordé de una cuadra a otra. Habrán sido por lo
menos veinte minutos de camino. No todo puede salir tan fluido, además hay que
estar a las vivas por si le echan a uno el carro encima. Y estos conductores rara
vez tienen juicio. Por cierto hablando de juicios me detengo en los que Kant nos
aportó más de dos siglos atrás para responder a las preguntas: ¿qué tipos de
juicios utiliza la ciencia?, y ¿cuáles son las condiciones que los hacen posibles, lo
que nos ayuda a entender cómo funciona la razón humana para que dichos juicios
se den?
Él dice que los juicios sintéticos requieren el recurso de la experiencia para su
comprobación. Son aquellos cuyo predicado (B) no está contenido en la noción de
sujeto (A). Así, por ejemplo, si yo digo mi bicicleta es negra con blanco, el
predicado negra con blanco no se deduce directamente del significado del sujeto
bicicleta. La característica esencial de este tipo de juicios es que su comprobación
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requiere el recurso de la experiencia. Además, los juicios sintéticos, a diferencia
de los analíticos, sí amplían y aumentan nuestros conocimientos.
A esta propiedad de los juicios sintéticos de ampliar nuestros conocimientos Kant
la denominó extensión. Tales juicios sintéticos son particulares y contingentes,
esto significa que son a posteriori. Los juicios analíticos son particulares y
contingentes, como en el caso de que yo dijera con o sin intencionalidad
dramática: “mi bici se quedó sin frenos”, independientemente de que al mundo le
valgan sombrilla los desperfectos de mi medio de transporte. Estas nimiedades
para los no afectados, como en otras similares, representan juicios a posteriori, lo
que no implica necesariamente que sean a post mortem.
Los otros tipos de juicio son los analíticos, aquellos cuyo predicado (B) está
incluido en la noción de sujeto (A). Siguiendo con la misma tónica vehicular no
contaminante, por ejemplo, al señalar que toda llanta de bicicleta es un círculo
euclídeo y por lo mismo es redonda, en la noción de círculo euclídeo ya incluyo
la cualidad, el predicado, de ser redonda. Estos juicios son explicativos, es decir,
explican lo que ya está implícito en la noción misma de sujeto. Por este motivo, los
juicios analíticos no amplían nuestros conocimientos ni nos permiten averiguar
nuevas verdades, aunque nos den chance de seguir rodando a nuestras anchas.
Hasta el momento nadie conocido se ha cruzado en mi camino. Hago un alto junto
a un puesto de periódicos y a vuelo de pájaro leo las primeras planas de algunos
diarios. Nada nuevo, las mismas “balas noticias”. A los protagonistas de esta
narco guerra lo que menos les interesa en su violentada existencia es conocer
cómo conocen. Kant no toca a su puerta y si lo hiciera no le abren por lo
desconfiados que son, o porque se topan de buenas a primeras con una espectral
presencia.
Continúo mi ruta. No es que vaya inspirado pero preferible a sólo mirar el suelo o
los cambios de luces, es articular ideas lejos de la muchedumbre compacta o, si
los baches no me detienen antes, especular, portando unas gafas para el sol, en
contrapartida a permanecer inerte frente al sufrimiento citadino. Retomo el tema
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sin dejar de pedalear, sólo que ahora a una menor velocidad. Recuerdo que el
muy mentado y riguroso Kant, afirma que sólo conocemos la cosa tal como nos
“aparece”, esto es: bajo las formas a priori de espacio y tiempo. Eso nos dice que
es el objeto el que tiene que adaptarse a las facultades del conocimiento del
sujeto, y no a la inversa. A este nuevo planteamiento de la filosofía, Kant le da el
nombre de idealismo transcendental. Ello supone que no conocemos las cosas tal
como son en sí mismas (noúmeno), sino tan sólo los fenómenos.
Espacio y tiempo son “intuiciones puras”, lo que significa que no tienen existencia
real. No son una cualidad o propiedad de las cosas que percibimos, sino tan sólo
el modo como nosotros las vemos. El espacio y el tiempo según Kant son como
“coordenadas vacías” en las cuales se ordenan nuestras impresiones sensibles,
tales como los colores y los sonidos. Justo aquí un automovilista de cabellos
negros con puntas ligeramente coloreadas de rubio, toca repetidamente el claxon
para que le ceda el paso. El mundo al revés.
Desaparecido ya de mi vista el cabrón sin direccionales, regreso a mis
pensamientos espaciales y me sigo de frente. El espacio es la forma que nos
permite estructurar y ordenar todas nuestras impresiones procedentes del sentido
externo. Gracias a éste percibimos objetos como externos a nosotros y formando
parte del espacio.
Son casi las dos de la tarde. El calor es intenso y la filosofía un arduo esfuerzo en
busca de la alegría del saber. Pedalear es buen ejercicio en cualquier tiempo, y
tiempo es la forma que nos permite estructurar nuestras impresiones internas. Dirá
Kant que por el sentido interno tenemos experiencia de nosotros mismos y de
nuestros estados de ánimo. Todos nuestros estados psíquicos –vivencias,
imaginaciones, recuerdos... – se perciben en un tiempo, seguidos unos de otros.
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Según Kant, el fenómeno es el resultado de la unión de materia y forma. Síntesis
de una materia de sensación ofrecida por el objeto (lo que intuimos), organizada a
partir del espacio y del tiempo (aquello a partir de lo cual intuimos). Intuyo que he
llegado a mi destino. Bajo de la bicicleta y la aseguro a un poste de luz mediante
una gruesa cadena. Entro a la librería y compro Kant para principiantes, antes lo
hojeo y me encuentro con la siguiente cita: Aunque el conocimiento empieza con
la experiencia no todo en nuestro conocimiento procede de la experiencia. Es la
misma con la que empecé mi ida. Ya de regreso a casa y con ritmo trepidante en
el pedaleo asumo que todo lo que he hecho hasta ahora es construir mi realidad, y
si no ¿para qué la bicicleta?
Bibliografía módica a la vez que exuberante en ideas:
Kant, Immanuel. Crítica de la razón pura. Editorial Porrúa. Sepan Cuantos. No.
203, México, 2005.
Hume, David. Tratado de la naturaleza humana. Ensayo para introducir el método
del razonamiento humano en los asuntos morales. Editorial Porrúa. Sepan
Cuantos. No. 326, México, 2005.