juan peron - la comunidad organizada

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  • 8/14/2019 Juan Peron - La Comunidad Organizada

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    LA COMUNIDAD ORGANIZADAJuan domingo Pern

    Seores Miembros extranjeros del Primer Congreso Nacional de Filosofa:Deseo, seores, que al pisar esta tierra os hayis sentido un poco argentinos y conello nos habris hecho un gran honor y brindado una inmensa satisfaccin.Para el corazn argentino, en nuestra tierra, nadie es extranjero, si viene animadodel deseo de sentirse hermano nuestro. Ese corazn y esa hermandad es lo que osofrecemos como ms sincero y como ms precioso.Que os sintis en vuestra casa ser nuestro orgullo. En ella nadie os preguntarquin sois y os ofrecer, con el pan y la sal de la amistad, esta heredad de nuestros

    mayores, que queremos honrar como la honraron ellos.

    Seores Congresales:

    Alejandro, el ms grande general, tuvo por maestro a Aristteles. Siempre he pensado

    entonces que mi oficio tena algo que ver con la filosofa.

    El destino me ha convertido en hombre pblico. En este nuevo oficio, agradezco

    cuanto nos ha sido posible incursionar en el campo de la filosofa.

    Nuestra accin de gobierno no representa un partido poltico, sino un gran

    movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo poltico mundial.

    He querido entonces ofrecer a los seores que nos honran con su visita, una idea

    sinttica de base filosfica, sobre lo que representa sociolgicamente nuestra terceraposicin.

    No tendra jams la pretensin de hacer filosofa pura, frente a los maestros del

    mundo en tal disciplina cientfica. Pero, cuanto he de afirmar, se encuentra en la

    Repblica en plena realizacin. La dificultad del hombre de Estado responsable,

    consiste casualmente en que est obligado a realizar cuanto afirma.

    Por eso, seores, en mi disertacin no ataco a otros sistemas, sealo solamente

    opiniones propias hoy compartidas por una inmensa mayora de nuestro pueblo e

    incorporadas a la Constitucin de la Nacin Argentina.

    El movimiento nacional argentino, que llamamos justicialismo en su concepcin

    integral, tiene una doctrina nacional que encarna los grandes principios tericos de

    que os hablar enseguida y constituye a la vez la escala de realizaciones, hoy yafelizmente cumplidas en la comunidad argentina.

    He querido exponer personalmente ante los seores congresales tales concepciones,

    en la seguridad de que las interpretarn como un esfuerzo personal de contribucin a

    este Congreso, y en el deseo de expresar personalmente tambin a nuestros gratos

    huspedes toda nuestra consideracin y todo nuestro afecto.

    EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD SE ENFRENTAN CON LA MS PROFUNDACRISIS DE VALORES QUE REGISTRA SU EVOLUCINEst en nuestro nimo la absoluta conciencia del momento trascendental que vivimos.

    Si la Historia de la humanidad es una ilimitada serie de instantes decisivos, no cabe

    duda de que, gran parte de lo que en el futuro se decida a ser, depender de los hechos

    que estamos, presenciando. No puede existir a este respecto divorcio alguno entre el

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    pensamiento y la accin, mientras la sociedad y el hombre se enfrentan con la crisis de

    valores ms profunda acaso de cuantas su evolucin ha registrado.

    Las conclusiones de los congresos ltimamente celebrados en el mundo prueban en

    cierto modo la universalidad de esta persuasin. El Congreso Internacional de Roma de

    1946, el III Congreso de las Sociedades de Filosofa de Lengua Francesa de Bruselas en1947, el de Edimburgo de 1948 y el de Amsterdam, evidencian que la inquietud

    intelectual ha llegado a un momento activo.

    Es posible que la accin del pensamiento haya perdido en los ltimos tiempos contacto

    directo con las realidades de la vida de lospueblos. Tambin es posible que el cultivo de

    las grandes verdades, la persecucin infatigable de las razones ltimas, hayan

    convertido a una ciencia abstracta y docente por su naturaleza en un virtuosismo

    tcnico, con el consiguiente distanciamiento de las perspectivas en que el hombre suele

    desenvolverse.

    Acaso sobre el gran fondo filosfico que es la verdad, haya prevalecido una cuestin de

    tendencias, ajenas al ansia de conocimiento a cuya satisfaccin debera consagrarse toda

    fuerza creadora. En ausencia de tesisfundamentales defendidas con la perseveranciadebida, surgen laspequeas tesis, muy capaces de sembrar el desconcierto.

    EL HOMBRE PUEDE DESAFIAR CUALQUIER MUDANZA SI SE HALLAARMADO DE UNA SLIDA VERDADLos problemas sustantivos no han sido resueltos en el tiempo, tal vez porque existe un

    problema y una verdad demostrable para cada generacin. Quiz, para cada generacin,

    sean siempre los mismos tal problema y tal verdad.

    Los griegos de Scrates se formulaban grandes preguntas: el ser, el principio, la virtud,

    la belleza, la finalidad, y trataron de formular debidamente sus tablas de Moral y sus

    principios de Etica. No es lcito dar tales problemas por juzgados para permitirnos

    despus extraviar al hombre - que ignora las viejas verdades centrales - con nuevas

    verdades superficiales o con simples sofismas. El hombre est hoy tan necesitado de una

    explicacin como aquellos para quienes Scrates, tantos siglos atrs, forzaba sus

    problemas.

    A los pueblos han sido descubiertos hechos de asimilacin no enteramente sencilla. Se

    ha persuadido al hombre de la conveniencia de saltar sin gradaciones de un idealismo

    riguroso a un materialismo utilitario; de la fe a la opinin; de la obediencia a la

    incondicin.

    La libertad, conquista mxima de las modernas edades, no se produjo acompaada de

    una previa reestructuracin de sus corolarios. Es posible que hubiese cierta

    improvisacin en tal victoria, porque siempre resulta difcil establecer el orden entre lastropas que se apoderan de una ciudad largamente asediada.

    La edad del materialismo prctico, por otra parte, ha correspondido con un gigantesco

    progreso econmico. Una de sus caractersticas ha sido la de reducir las perspectivas

    ntimas del hombre. Este no posee la misma medida de su personalidad a la sombra del

    olmo buclico que junto al podero estruendoso de la mquina. Debemos preguntarnos

    si, al sobrevenir las radicales modificaciones de la vida moderna, se produjeron las

    oportunas orientaciones llamadas a equilibrar al hombre conmovido por la violenta

    transicin al espritu colectivo.

    Preclaros cerebros han intentado advertir al mundo del peligro que supone que el hecho

    no haya tenido un prlogo ni una preparacin; de que no se haya adaptado previamente

    el espritu humano a lo que haba de sobrevenir. El hombre puede desafiar cualquier

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    contingencia, cualquier mudanza, favorable o adversa, si se halla armado de una verdad

    slida para toda la vida. Pero si sta no le ha sido descubierta al comps de los avances

    materiales, es de temer que no consiga establecer la debida relacin entre suyo, medida

    de todas las cosas, y el mundo circundante, objeto de cambios fundamentales.

    En tal coyuntura la filosofa recupera el claro sentido de sus orgenes. Como misinpedaggica halla su nobleza en la sntesis de la verdad, y su proyeccin consiste en un

    "iluminar", en un llevar al campo visible formas y objetos antes inadvertidas; y, sobre

    todo, relaciones. Relaciones directas del hombre con su principio, con sus fines, con sus

    semejantes y con sus realidades mediatas.

    De los elevados espacios, donde las razones ltimas resplandecen, procede la norma que

    articula al cuerpo social y corrige sus desviaciones.

    -SI LA CRISIS MEDIOEVAL CONDUJO AL RENACIMIENTO, LA DE HOY,CON EL HOMBRE MS LIBRE Y LA CONCIENCIA MS CAPAZ, PUEDE

    LLEVAR A UN RENACER MS ESPLENDOROSOEntra en lo posible que las tradiciones muertas no resuciten. Si el pensamiento humano,

    considerado como tesoro de conceptos, se mira a travs del ritmo vertiginoso y febril de

    la vida actual, puede que aparezca como un campo desolado, escenario de patticas

    batallas. Es posible tambin que muchas tradiciones cadas no sean adaptables al signo

    de la presente evolucin y que otras hayan perdido incluso su objeto. En cierto modo era

    ste el panorama de la humanidad en los albores de la Edad Media: se consideraban

    suficientemente definidas algunas verdades, pero aun stas aparecan cerradas y

    custodiadas, y el pueblo se alimentaba slo de fe. La verdad socrtica, la platnica y la

    aristotlica, no fueron textos prcticos para el medioevo, que haban perdido, en el

    fragor de una terrible crisis, todo contacto con la continuidad intelectual del pasado. Es

    cierto que no resucitaron entonces muchas tradiciones, pero con los restos del naufragio,

    el pensamiento humano elabor, a la luz de la fe, que es indeclinable, una nueva

    mstica, con un nuevo contenido.

    El Renacimiento prueba que el camino es un factor asequible al hombre en todo

    momento. No es el rigor de nuestra crisis el que debieron arrostrar las islas pensantes de

    la Edad Media: el nuestro es, simplemente, un rigor de otra clase. No tiene ante s, o no

    cree tenerlo, un infinito. No da la sensacin de producirse para el tiempo, sino para el

    momento.

    Se dira de algunos, que les preocupan menos las verdades que las apariencias, y menos

    la visin de lo ltimo y lo general que lo inmediato y personal. La marcha fatigosa y

    rpida de la evolucin social, como de la econmica, han trastornado los habitualespaisajes de la conciencia.

    No es frecuente hallar seres que posean una perspectiva completa de su jerarqua. La

    conquista de derechos colectivos ha producido un resultado ciertamente inesperado: no

    ha mejorado en el hombre la persuasin de su propio valer. Esa miopa para la nobleza

    de los valores procede, posiblemente, de una deficiente pedagoga.

    Caracteriza a las grandes crisis la enorme trascendencia de su opcin. Si la actual es

    comparable con la del Medioevo, es presumible que dependa de nosotros un

    Renacimiento ms luminoso todava que el anterior, porque el nuestro, contando con la

    misma fe en los destinos, cuenta con un hombre mas libre y, por lo tanto, con una

    conciencia ms capaz.

    El gran menester del pensamiento filosfico puede consistir, por consiguiente, en

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    desbrozar ese camino, en acompasar ante la expectacin del hombre el progreso

    material con el espiritual.

    -LA PREOCUPAClN TEOLGlCALa primera preocupacin fue necesariamente la teolgica. El conocimiento precisabaluz con que enfocar los objetos, o un espacio iluminado donde situarlos para su examen

    posterior. El Origen era el factor supremo y natural de este proceso previo. Las

    inquietudes teolgicas satisfacan en parte una necesidad primaria y, despus,

    condicionaban categricamente toda otra traslacin de juicio sobre el existir.

    La cultura condujo a distinguir con mayor claridad las relaciones existentes entre lo

    sobrenatural y el conocimiento; pero el carcter de aquella necesidad era consustancial

    al alma humana, como vocacin de explicaciones ltimas o como una conciencia de

    hallarse encuadrada en un orden superior. Las comunidades ms avanzadas razonaban

    sobre el problema y, a su modo, llegaron a humanizar en una mitologa su

    presentimiento, mientras que las atrasadas, necesitadas igualmente de una explicacin,adoraron al Ser Supremo en las cosas y objetos inanimados. Respecto a la explicacin

    de ese estado de necesidad, unido a la razn teolgica por impalpables vnculos, y por lo

    que toca a sealar su vigencia, es indiferente la visin especificada de las razas o grupos

    superiores o la tendencia primitiva y pantesta de las tribus; ambas prueban, por igual, el

    carcter de esa necesidad.

    Lo inexplicado resida sobre objetos distintos, porque antes de que otras tradiciones

    estableciesen conceptos terminantes sobre una inquietud universal, se optaba slo sobre

    el objeto de la veneracin. As los eleatas, ensayaban un principio de adoracin en torno

    a su ser sustancial e inmutable y, en el mecanismo de Demcrito, opera en la teora

    sobre el movimiento de los tomos actuantes lo que l crea una explicacin material

    plausible a un problema formulado de un modo general. Para Parmnides hay ya un solo

    Dios, el mayor entre los dioses y los hombres, que ni en su figura ni en su pensar se

    parece a los mortales.

    La humanidad empezaba a escrutar ambiciosamente el silencio de los cielos. El

    pensamiento no se conform con la alegre orga de los dioses mitolgicos. Lo que el

    hombre no poda hallar en la corte de Zeus, ejemplaridad y principios absolutos, deba

    buscarlo por otros caminos. Platn, en elEutifrn, concretar ms tarde ese "estar

    alerta" de Scrates ante la mxima virtud, considerada como resplandor de un Ser

    fuente del orden csmico. El abismo de la Teogona de Hesodo y el, a p e i r o n lo

    ilimitado, de Anaximandro, empezaban a poblarse de luz ante la inquieta pupila

    humana. La fuerza que genera en lo infinito ser al principio el Amor, smboloinmediato de la accin de crear asequible a nuestros sentidos, y ms tarde su

    representacin ltima en la Omnipotencia.

    Quin es Dios para que le ofrezcamos sacrificios?, pregunta el

    Rig-Veda. Padre del Universo, Prajapati llama a este ser, al que todo aparece

    subordinado. Idntica preocupacin se nos formula en el l o g o V griego la palabra

    primera, la primera voz, fuerza que encabeza posteriormente el Antiguo Testamento. Era

    necesario ese "verbo" para diferenciar a su luz el bien del mal, como era necesario

    Prajapati para reconocer luego en su poder el atman hind, el alma, el "yo mismo".

    Cuando Platn afirma queDios es la medida de todas las cosas, cobra altura el hombre

    medida de todas las cosas de Protgoras, porque entre ellas se hallan muchas a las que

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    el hombre no halla en la Naturaleza una explicacin razonable. Muchos siglos despus,

    un ilustre cerebro haba de explicar con admirable sencillez el proceso de esa inquietud.

    No tena necesidad por cierto de apoyarse Vctor Hugo en la teora de los druidas, dos

    mil aos antes de Jesucristo, segn los cuales "las almas pasan la eternidad recorriendo

    la inmensidad" para preguntar, sobre la necesidad de un orden supremo, lo siguiente: Yno hay Dios? Cmo el hombre, perecedero, enfermo y vil, tendra lo que le falta al

    universo? La criatura llena de miserias tendra ms ventajas que la creacin llena de

    soles! Tendramos un alma y el mundo no! El hombre sera un ojo abierto en medio del

    universo ciego. El nico ojo abierto! Y para ver qu? La nada!

    No es imposible distinguir en esas frases la enunciacin feliz del problema del

    pensamiento antiguo.

    -EL RECONOCIMIENTO DE LAS ESENCIAS DE LA PERSONA HUMANACOMO BASE DE LA DIGNIFICACIN Y DEL BIENESTAR DEL HOMBRECuando llegamos a Darwin y a sus conexiones con la filosofa, advertimos de pronto

    que estamos ya muy lejos del mundo de Scrates y sus figuras pensantes. La evolucinse nos ofrece como una teora biolgica que no desease sostener trato de ninguna

    especie con otro linaje de cuestiones. Y por debajo del mundo cientfico, se plantea el

    problema de si el alma humana puede digerir la sustitucin de su culto elemental y

    tradicional, por una exgesis puramente cientfica.

    En ltimo trmino esta orientacin no nos produce resultados positivos en orden a la

    organizacin de la vida comn. No podemos deducir de ella el clima de una nueva Etica

    y mucho menos el de una nueva Moral. Es un problema biolgico lo preferido; un

    suceso de orden fsico, del que es ms que difcil extraer consecuencias para la vida

    espiritual de los pueblos. No es posible fundar sobre una ley tcnica, desconectada de

    las razones ltimas, una ley positiva, ni siquiera un tratado de buenas costumbres.

    Elevada una explicacin semejante a lo general, el hombre, la sociedad o el Estado, se

    ven obligados a inventar de pronto una escala nueva de valores, una nueva Moral. En el

    apogeo de una edad de ambiciones materiales, despus de un largo espacio, casi siglo y

    medio, de desechar todo razonamiento metafsico, el pensamiento no sabe permanecer

    indefinidamente refugiado en criterios marginales, ni gusta de trasladar sus cultos para

    proveerse de los mismos resultados.

    Desde una esfera rectora, al considerar la posibilidad de proveer a los pueblos de buenas

    condiciones materiales de vida, el problema deja de ser abstracto, para convertirse en

    una necesidad apremiante. El hombre que ha de ser dignificado y puesto en camino de

    obtener su bienestar, debe ser ante todo calificado y reconocido en sus esencias.

    -LA REALIZACIN PERFECTA DE LA VIDAEntendemos en la virtud socrtica la realizacin perfecta de la vida. Esto es:

    comprensin de la propia personalidad y del medio circundante que define sus

    relaciones y sus obligaciones privadas y pblicas.

    Cuando Leibniz nos dice: Quien lo hubiera contemplado todo, lo lejano y lo cercano, lo

    propio y lo extrao, lo pasado y lo, futuro, con la misma claridad y distincin, con lo

    cual por supuesto desaparecera la diferencia de cercano y lejano, propio y extrao,

    pasado y futuro, ese tal, libre de pecado, slo querra y realizara el bien, alude al

    arquetipo de virtud que puede producir el desdn ante lo perecedero.

    No sera una actitud, sino una escptica o una apostlica inhibicin. La virtud socrtica

    era actuante, tan batalladora como haba de ser despus la cristiana; contemplaba el

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    mundo prctico y lo saba lleno de tentaciones y dificultades.

    Virtuoso para Scrates era el obrero que entiende en su trabajo, por oposicin al

    demagogo o a la masa inconsciente. Virtuoso era el sabedor de que el trabajo jams

    deshonra, frente al ocioso y al politiquero.

    En elEutifrn nos dice Platn que no hay una virtud especfica, un ideal especfico paracada cual, sino un ideal del hombre que no es acaso ms que una disposicin para

    resolver las ecuaciones vitales con arreglo a una estimativa tica.

    LOS VALORES NORMALES HAN DE COMPENSAR LAS EUFORIAS DE LASLUCHAS Y LAS CONQUISTAS Y OPONER UN MURO INFRANQUEABLE ALDESORDENEl bien y el mal obran sobre el hombre como sobre la sociedad.

    De lo individual a lo colectivo sus momentos oscilan entre arrebatos msticos y

    paroxismos pavorosos. Una postura moral procedente de un fondo religioso slido o de

    una refinada educacin tica intenta estipular los lmites entre posibles y tentadores

    extremos. El hombre, en la desgracia, tiende a la introversin como tiende a laextraversin en la prepotencia. La duda y la soberbia, son los extremos mximos de esa

    oscilacin, producida en ausencia de medidas suficientes.

    La ciencia puede resolver en la abstraccin los problemas, partiendo de premisas

    igualmente abstractas, pero en la vida de las comunidades los efectos de esas

    oscilaciones suelen ser muy otros. Cuando un pueblo se aproxima a un momento grave,

    sus cerebros de primera fila se preguntan si el nimo estar debidamente preparado para

    las horas que se avecinan.

    Pues bien; es forzoso plantearse la misma pregunta cuando se trata de llevar a la

    humanidad a una edad mejor. Incumbe a la poltica ganar derechos, ganar justicia y

    elevar los niveles de la existencia, pero es menester de otras fuerzas. Es preciso que los

    valores morales creen un clima de virtud humana apto para compensar en todo

    momento, junto a lo conquistado, lo debido. En ese aspecto la virtud reafirma su sentido

    de eficacia. No ser slo el herosmo continuo de las prescripciones litrgicas; es un

    estilo de vida que nos permite decir de un hombre que ha cumplido virilmente los

    imperativos personales y pblicos: di quien estaba obligado a dar y poda hacerlo, y

    cumpli el que estaba obligado a cumplir.

    Esa virtud no ciega los caminos de la lucha, no obstaculiza el avance del progreso, no

    condena las sagradas rebeldas, pero opone un muro infranqueable al desorden.

    EL AMOR ENTRE LOS HOMBRES HABRA CONSEGUIDO MEJORES

    FRUTOS EN MENOS TIEMPO DEL QUE HA COSTADO A LA HUMANIDADLA SIEMBRA DEL RENCORNecesariamente ha debido ser larga la poca de la revolucin social, a la que caracteriz

    un adusto ceo. Todava no puede considerrsela realizada, pero es preciso que aquella

    interpretacin de la virtud socrtica esparza, junto a la conciencia de la dignidad

    humana, otra clase de valores. Junto al imperativo categrico kantiano se ofrece al

    mundo un campo ilimitado. Obra en todo momento como si las mximas de tu conducta

    particular debieran convertirse en leyes generales. Kant proclam ante la expectacin

    de la humanidad un credo que slo podra hallar precedentes en los principios cristianos

    del amor mutuo, con la diferencia de que en este caso la enunciacin afecta el rigor de la

    disciplina.

    El trasladar a lo colectivo lo que se desea en lo ntimo, es insinuar la superacin de

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    cuanto hubo de aislamiento y desdn en una poca de gloriosos intentos.

    Leemos en Empdocles que las alternativas en el predominio del amor y del odio

    engendran los diversos perodos en el mundo. Puede muy bien ser cierto, aunque

    Empdocles no buscase la misma conclusin, porque la humanidad ha conocido entre

    pocas de odio otras de un vivir con los brazos abiertos hacia todas las posibilidades dela humana naturaleza. Bajo ese imperio de msticos frutos se vislumbran mundos

    nuevos, se educan nacientes nacionalidades, se destruyen las barreras.

    Pero es sintomtico que tales resultados se hayan obtenido slo ante la presencia de un

    enemigo comn y de un modo poco duradero: una desolada experiencia arm la tesis

    del pesimismo.

    Algo falla en la naturaleza cuando es posible concebir, como Hobbes en elLeviathan, al

    homo hominis lupus, el estado del hombre contra el hombre, todos contra todos, y la

    existencia como un palenque donde la hombra puede identificarse con las proezas del

    ave rapaz. Hobbes pertenece a ese momento en que las luces socrticas y la esperanza

    evanglica empiezan a desvanecerse ante los fros resplandores de la Razn, que a su

    vez no tardar en abrazar al materialismo. Cuando Marx nos dice que de las relacioneseconmicas depende la estructura social y su divisin en clases y que por consiguiente

    la Historia de la humanidad es tan slo historia de las luchas de clases, empezamos a

    divisar con claridad, en sus efectos, el panorama delLeviathan.

    No existe probabilidad de virtud, ni siquiera asomo de dignidad individual, donde se

    proclama el estado de necesidad de esa lucha que, es por esencia, abierta disociacin de

    los elementos naturales de la comunidad. Al pensamiento le toca definir que existe, eso

    s, diferencia de intereses y diferencia de necesidades, que corresponde al hombre

    disminuirlas gradualmente, persuadiendo a ceder a quienes pueden hacerlo y

    estimulando el progreso de los rezagados.

    Pero esa operacin - en la que la sociedad lleva ocupada con dolorosas vicisitudes ms

    de un siglo-, no necesita del grito ronco y de la amenaza y mucho menos de la sangre,

    para rendir los apetecidos resultados. El amor entre los hombres habra conseguido,

    mejores frutos en menos tiempo, y si hall cerradas las puertas del egosmo, se debi a

    que no fu tan intensa la educacin moral para desvanecer estos defectos, cuanto lo fu

    la siembra de rencores.

    -EL GRADO TICO ALCANZADO POR UN PUEBLO IMPRIME RUMBO ALPROGRESO, CREA EL ORDEN Y ASEGURA EL USO FELIZ DE LALIBERTADEsa virtud nos sita de plano en el campo de lo tico. La actitud se enfrenta con el

    mundo exterior. Se trata de ver hasta qu punto es susceptible de perfeccionar losmdulos de la propia existencia.

    Aristteles nos dice:El hombre es un ser ordenado para la convivencia social; el bien

    supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el

    organismo super-individual del Estado; la tica culmina en la poltica. El proceso

    Aristotlico nos lleva a un punto ms alejado del proyectado. Deseamos referirnos slo

    a la imposicin de la convivencia sobre las proyecciones de la actitud individual.

    Nuestra virtud no ser perfecta hasta ser complementada por esa tica, que mide los

    valores personales.

    La vida de relacin aparece como una eficaz medida para la honestidad con que cada

    hombre acepta su propio papel. De ese sentido ante la vida, que en parte muy

    importante proceder de la educacin recibida y del clima imperante en la comunidad,

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    depende la suerte de la comunidad misma.

    Habr pueblos con sentido tico y pueblos desprovistos de l; polticas civilizadas y

    salvajes; proyeccin de progreso ordenado o delirantes irrupciones de masas. La

    diferencia que media entre extraer provechosos resultados de una victoria social o

    anegarla en el desorden, corresponde a las dosis de tica posedas.Tales dosis caracterizan los diversos perodos de la Historia. Hacen glorioso el triunfo y

    soportable el fracaso; atenan las calamidades; prestan fuerzas de reserva.

    El progreso est, por lo dems, en absoluta relacin de dependencia con el grado tico

    alcanzado, establece la moral de las leyes y puede interpretarlas sabiamente. Para la

    vida pblica esto significa el orden, la accin y el uso feliz de la libertad.

    Permtaseme decir que la libertad posee carta de naturaleza en los pueblos que poseen

    una tica, y es transente ocasional donde esa tica falta. Santo Toms dice:La libertad

    de la voluntad es un supuesto de toda moral; solamente las acciones libres, derivadas

    de una reflexin racional, son morales. Es cierto que slo esas acciones pueden alcanzar

    el calificativo de morales cuando se han producido con arreglo a ciertos requisitos.

    La libertad fu primariamente sustancia del contenido tico de la vida. Pero, por lomismo, nos es imposible imaginar una vida libre sin principios ticos, como tampoco

    pueden darse por supuestas acciones morales en un rgimen de irreflexin o de

    inconsciencia.

    -EL SENTIDO LTIMO DE LA TICA CONSISTE EN LA CORRECCIN DELEGOSMOSpencer nos dice que el sentido ltimo de la Etica consiste en la correccin del egosmo.

    El egosmo, que forj la lucha de clases e inspir los ms encendidos anatemas del

    materialismo, es al mismo tiempo sujeto ltimo del proceder tico. Corresponde

    seguramente una actitud ante esa disposicin cerrada que produce la sobrestimacin de

    los intereses propios. La enunciacin de tal cosa corresponde en la Historia a una

    sangrienta y dura evolucin, cuyo fin no podemos decir que se haya alcanzado an.

    Si la felicidad es el objetivo mximo, y su maximacin una de las finalidades centrales

    del afn general, se hace visible que unos han hallado medios y recursos para

    procurrsela y que otros no la han posedo nunca. Aqullos han tratado de retener

    indefinidamente esa condicin privilegiada, y ello ha conducido al desquiciamiento

    motivado por la accin reivindicativa, no siempre pacfica, de los peor dotados. El

    egosmo estaba destinado, acaso por designio providencial, a transformarse en motor de

    una agitada edad humana. Pero el egosmo es, antes que otra cosa, un valor-negacin, es

    la ausencia de otros valores, es como el fro, que nada significa sino ausencia de todo

    calor. Combatir el egosmo no supone una actitud armada frente al vicio, sino ms bienuna actitud positiva destinada a fortalecer las virtudes contrarias; a sustituirlo por una

    amplia y generosa visin tica.

    Difundir la virtud inherente a la justicia y alcanzar el placer, no sobre el disfrute privado

    del bienestar, sino por la difusin de ese disfrute, abriendo sus posibilidades a sectores

    cada vez mayores de la humanidad: he aqu el camino.

    -LA HUMANIDAD Y EL YO. LAS INQUIETUDES DE LA MASA Cuando Eurpides pone junto alyo clamante la masa que, desde el coro, expone las

    inquietudes y pareceres colectivos, extiende junto alyo la dilatada llanura de la

    humanidad. Descubre en ella un elemento perfecto de medicin. El ser individual halla

    su proporcin vertical y horizontalmente.

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    Al exponer Humboldt el ideal de humanidad, se gesta, en el campo histrico, el ideal del

    hombre universal, erigido en representante supremo de la civilizacin. Comte lo

    ciment al afirmar que la Sociologa es la base necesaria de la Poltica. Hegel llev a

    sus ltimas consecuencias filosficas esa certera intuicin. Afirm del espritu, que

    existe por s mismo, que slo podr llegar al pleno ser en sen la medida en que elyo seeleve al nosotros o, con sus palabras, alyo de la humanidad. El racionalismo

    postkantiano haba trasladado asimismo su campo visual desde el individuo a la

    sociedad, desde el hombre a la humanidad.

    Los chispazos de una revolucin poltico-econmica, con la ereccin del industrialismo

    y el capitalismo, generados por el Progreso en las entraas de la Revolucin liberal,

    provocaron la expansin de los valores individuales hacia los contornos pblicos, o

    mejor dicho, el contorno filosfico del ser empez a apreciarse mejor en su dintorno.

    El individuo se hace interesante en funcin de su participacin en el movimiento social,

    y son las caractersticas evolutivas de ste las que reclaman atencin preferente. Para

    derribar las defectuosas concepciones de la etapa de los privilegios fu necesario un

    implacable desdoblamiento de la fortaleza-unidad del individuo. Pero apresurmonos areconocer que tal mutacin debe considerarse precedida de una larga etapa terica. La

    prctica corresponde a nuestro siglo y est en sus comienzos.

    Ello tiene una explicacin hasta cierto punto sencilla. Cuando decimos que el trnsito

    efectuado deriv del viejo estado histrico de necesidad al moderno de libertad,

    pensando mejor en el individuo que en la comunidad, enunciamos una visin oblicua de

    la evolucin. La etapa preparatoria, o terica de realizacin delyo en el nosotros, fu,

    cabalmente, una fase apta para permitir la cesin de los principios rectores que, sin caer

    todava sobre la masa, facilitaba a los nuevos grupos dirigentes el suspirado

    desplazamiento del poder.

    La libertad entonces proclamada precisa un esclarecimiento si ha de considerarse su

    vigencia. Si por sentido de libertad entendemos el acervo palpitante de la humanidad,

    frente al estado de necesidad dictado por el imperio indiscutido de una fraccin

    electoral, deberemos plantearnos inmediatamente su problema mximo: su incondicin,

    y, sobre todo, su posibilidad de opcin.

    Libre no es un obrar segn la propia gana, sino una eleccin entre varias posibilidades

    profundamente conocidas. Y tal vez, en consecuencia, observaremos que la

    promulgacin jubilosa de ese estado de libertad no fu precedido por el dispositivo

    social, que no disminuy las desigualdades en los medios de lucha y defensa ni, mucho

    menos, por la accin cultural necesaria para que las posibilidades selectivas inherentes a

    todo acto verdaderamente libre pudiesen ser objeto de conciencia. El fondo consciente

    que presta contenido a la libertad, la autodeterminacin popular, sobreviene a muy largadistancia en el tiempo del prlogo poltico de la cuestin. Cuando el ideal de humanidad

    empieza a abrirse paso, cuando la crisis de los hechos produce la revolucin de las

    ideas, advertimos que los antiguos enunciados no ensamblan de un modo perfecto con el

    signo de la evolucin. Son esbozos, o reflejos imperfectsimos, de un ideal mucho ms

    antiguo: el griego.

    -SUPERACIN DE LA LUCHA DE CLASES POR LA COLABORACINSOCIAL Y LA DIGNIFICACIN HUMANALa lucha de clases no puede ser considerada hoy en ese aspecto que ensombrece toda

    esperanza de fraternidad humana. En el mundo, sin llegar a soluciones de violencia,

    gana terreno la persuasin de que la colaboracin social y la significacin de la

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    humanidad constituyen hechos, no tanto deseables cuanto inexorables. La llamada lucha

    de clases, como tal, se encuentra en trance de superacin. Esto en parte era un hecho

    presumible. La situacin de lucha es inestable, vive de su propio calor, consumindose

    hasta obtener una decisin. Las llamadas clases dirigentes de pocas anteriores no

    podan sustraerse al hecho poco dudoso de sus crisis. La humanidad tena queevolucionar forzosamente hacia nuevas convenciones vitales y lo ha hecho. La

    subsistencia de mviles de violenta induccin ofrece el espectculo de un avance hacia

    la descomposicin por el desgaste o hacia la adopcin de frmulas estriles. La

    aspiracin de progreso social ni tiene que ver con su bulliciosa explotacin proselitista,

    ni puede producirse rebajando o envileciendo los tipos humanos. La humanidad necesita

    fe en sus destinos y accin, y posee la clarividencia suficiente para entrever que el

    trnsito del yo al nosotros, no se opera metericamente como un exterminio de las

    individualidades, sino como una reafirmacin de stas en su funcin colectiva. El

    fenmeno, as, es ordenado y lo sita en el tiempo una evolucin necesaria que tiene

    ms fisonoma de Edad que de Motn. La confirmacin hegeliana del yo en la

    humanidad es, a este respecto, de una aplastante evidencia.

    -REVISIN DE LAS JERARQUASImporta, seguramente, no perder de vista al hombre en esta nueva contemplacin

    revisionista de las jerarquas. No es perfectamente imposible disociar el todo de las

    partes o acentuar exclusivamente sobre lo colectivo, como si fuese por entero

    indiferente a la condicin de los elementos formativos. La sublimizacin de la

    humanidad no depende de su consideracin preferente como del hecho de que el

    individuo que la integra alcance un grado que la justifique. La senda hegeliana condujo

    a ciertos grupos al desvaro de subordinar tan por entero la individualidad a la

    organizacin ideal, que automticamente el concepto de humanidad quedaba reducido a

    una palabra vaca: la omnipotencia del Estado sobre una infinita suma de ceros.

    Como podemos entender al hombre, o divisarle mejor, en el marco de esa humanidad

    que lo realiza, ser, en su jerarqua propia, atento a sus propios fines y consciente de su

    participacin en lo general.

    Slo as podremos hablar del problema de la redencin como de una perfeccin

    realizable por elevacin, en la vida en comn.

    Puede que D'Alembert acertase al pronosticar la subordinacin del pensamiento-luz a la

    tcnica y hemos visto que los problemas inmediatos, sociales, polticos y econmicos,

    produjeron un grado de obnubilacin suficiente para desvanecer en la zozobra colectiva

    los sagrados fines del individuo.

    En el seno de la humanidad que soamos, el hombre es una dignidad en continuoforcejeo y una vocacin indeclinable hacia formas superiores de vida. Tales factores no

    operan, por cierto, en una consideracin simplemente masiva de la biologa social. De

    su ignorancia o de su sojuzgamiento depende precisamente el xito de nuestra poca.

    Slo en este punto podemos examinar con mejores garantas de acierto la gran

    posibilidad de ese ideal de humanidad. Si no lo buscamos a travs de esta misma, como

    una expresin de bloque con necesidades de bloque, sino a travs del individuo,

    hallaremos enseguida sus dos caractersticas esenciales: humanidad como crisol de la

    dignidad y como atmsfera de libertad.

    Si recordamos a Antstenes, veremos que su ideal de libertad no era en absoluto

    incompatible con ningn ideal razonado de humanidad. Hay una libertad irrespetuosa

    ante el inters comn, enemiga natural del bien social. No vigoriza al yo sino en la

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    medida que niega al nosotros, y ni siquiera se es til a s misma para proyectar sobre su

    actividad una noble calificacin. Kant insina cul podr ser el alto sentido de la

    libertad al situarla en el campo de la ley moral y en el espacio del destino. Nada nos

    impide considerar como destino no slo finalidad individual, o la suma de sus

    probabilidades, sino la suma de las probabilidades generales. La misma ley moral noser considerada como ente aislado, como principio personal, sino como visin mxima

    del ideal de conducta universal. Con arreglo a ambas fuerzas presupone Kant la

    capacidad de autodeterminacin y la llama casualidad libre. La existencia de esa

    personalidad es un postulado de la razn prctica. Pero Fichte va ms lejos todava:El

    grado supremo slo llega a lograrse -nos dice-, cuando sobre ese ciego deseo de poder

    y sobre la arbitrariedad del individuo se sobrepone en uno la voluntad de libertad, de

    soberana del hombre, la voluntad racional. El hombre no es una personalidad libre

    hasta que aprende a respetar al prjimo.

    La conclusin de que slo en el dilatado marco de la convivencia puede producirse la

    personalidad libre, y no en el aislamiento, puede ser el agregado indispensable al ideal

    filosfico de sociologa, cuya expresin ms simple sera la de que nos es grato llegar ala humanidad por el individuo y a ste por la significacin y acentuacin de sus valores

    permanentes.

    -ESPRITU Y MATERIA: DOS POLOS DE LA FILOSOFADesde los primeros tiempos el tema magno de las tareas filosficas fu una cuestin de

    acentuacin. Su campo ofreca distintas y aun opuestas probabilidades segn que el

    acento, la visin preferente, recayese sobre el espritu o sobre la materia. La disociacin

    se caracteriz por un conflicto con la esencia religiosa, paladn de la inmortalidad del

    alma y consecuentemente de su primaca. El problema de los valores individuales y de

    los sociales dependi en todo momento de esa acentuacin, no debida, por cierto, a

    caprichosas veleidades.

    En la larga y laboriosa investigacin en que el pensamiento mundial ha consumido sus

    mejores energas, se han producido, como chispazos inesperados, revelaciones que

    sostienen hoy el eterno templo del saber. Pero en el orden de sus consecuencias importa

    sobremanera comprender que del hecho de subrayar, quiero decir, del lado en que

    decidamos situarnos para contemplar las cuestiones propuestas, depende nuestra

    calificacin ulterior de lo vital.

    Inclinarse hacia lo espiritual o hacia lo material pudo ser una actitud selectiva de ndole

    pensante o de gnesis cientfica cuando apareca pura en un grado anterior de la

    evolucin. No es sa la situacin del mundo actual, ciertamente. Los problemas

    presentes, la superpoblacin, la presencia de las masas en la vida pblica, la traduccinpoltica de las doctrinas, confieren aguda responsabilidad al hecho, en apariencia

    intrascendente, de tomar partido en la suprema disputa.

    CUERPO Y ALMA: EL "COSMOS" DEL "HOMBRE"Acaso corresponda el mrito de su iniciacin al pensamiento oriental. Cuando hallamos

    en los Vedas la severa afirmacin de que, con carcter sustancial, se hallan en abierta

    oposicin alma y cuerpo o, dicho con propiedad, espritu y naturaleza, experimentamos

    la sensacin de haber chocado con una duda larvada desde el Gnesis. La pugna por

    reprimir la rebelda de la materia y subordinarla por entero al espritu que supone la

    prctica del Yoga y su tendencia por liberar el alma de las apetencias y dolores del

    cuerpo, nos advierte que la cuestin haba sido enrgicamente planteada en los albores

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    mismos de la civilizacin.

    Para Aristteles el universo constituye una serie, en uno de cuyos extremos se encuentra

    la pura materia y en otro la pura forma. Claro est que en su pensamiento la forma, la

    causa formal del ser, su contenido, no era otro que el alma. Pero esa polaridad enuncia

    con la necesaria evidencia el carcter distinto de ambas fuerzas. Importa no perder devista la visin aristotlica, sobre la que descansa en lo sucesivo la visin espiritualista

    mundial que ha de sucederle.

    Para Platn, el problema consiste en el vencimiento por el alma de las potencias

    inferiores. El cristianismo agrega a la visin helnica la fe. El temor a la disociacin, en

    el supuesto de la inmortalidad, desaparece en l por la purificacin.

    En la escuela tomista se opera la fusin del pensamiento cristiano con la dualidad

    aristotlica. Descartes, primero en encaminar a la filosofa por una senda nueva,

    ignorada hasta entonces, parte tambin de las bases tradicionales. Su exposicin del

    proceso partiendo de la existencia de Dios, el cuerpo y el alma, constituye el prlogo de

    una posterior explicacin mecnica del universo. Fu sta y no su prlogo lo que la

    disputa general recogi. Slo en Pitgoras podramos hallar una preocupacin, o unatendencia, de parecido carcter, pero la influencia cartesiana gravit con enormes

    fuerzas en el desarrollo de las investigaciones.

    Berkeley y D'Alembert parecen situados, aunque la imagen no sea perfecta, en los dos

    extremos de esa serie aristotlica. La vigorosa acentuacin se convertir en un hecho de

    hondas repercusiones. Descartes dej abandonada, como al azar sobre el tapete, su

    teora de la casualidad y sta, en otras manos, prolifer la conversin de las jerarquas

    espirituales en extraas opacidades.

    Parece incomprensible que la indiferencia de un hombre dotado de tan grave desprecio

    hacia la masa como Voltaire, ejerciese tan demoledora influencia sobre los principios en

    que aqulla podra sustentar su lnea de valores.

    La disciplina cientfica nos aleja ya de la visin de las esencias centrales. Kant nos

    situar ante los conceptos, el espacio y el tiempo, que Bergson convertir en materia y

    memoria. Para el romanticismo de Schelling la serie aristotlica se sostiene en el

    dualismo, pero sobre el pensamiento alemn gravita ya la poca. Esas fuerzas, adems,

    se hallan en permanente tensin. El marxismo convertir en materia poltica la discusin

    filosfica y har de ella una bandera para la interpretacin materialista de la Historia.

    Hemos pasado de la comunin de materia y espritu al imperio pleno del alma, a su

    disociacin y a su anulacin final. Ciertamente, pese al flujo y reflujo de las teoras, el

    hombre, compuesto de alma y cuerpo, de vocaciones, esperanzas, necesidades y

    tendencias, sigue siendo el mismo. Lo que ha variado es el sentido de su existencia,

    sujeta a corrientes superiores.Esa acentuacin oscilante lo mismo puede someterle como ente explotable al

    despotismo de individualidades egostas, que condenarle a la extincin progresiva de su

    personalidad en una masa gobernada en bloque.

    En los hegelianos existi una derecha y una izquierda. Tan pronto como esa escuela se

    reflej en el poder asistimos a la formacin de sociedades de ndole diversa: el hombre

    apareci anulado en unas, frente a los imperativos estatales, o con vagas posibilidades

    de redencin en otras, condicionadas por el equilibrio entre el inters comn y la

    jerarqua individual. En ambos casos no nos est permitido dudar de la trascendencia de

    Hegel en la liquidacin de la disputa. Si la derecha hegeliana puede derivar hacia un

    tesmo conservador, la izquierda se desliza necesariamente a un materialismo no

    filosfico y, me atrevera a sostenerlo, no humano. Por distintos caminos, se alcanza la

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    pendiente marxista.

    Cuando este forcejeo por la interpretacin de la verdad produjo un estado de hecho,

    ocasionando la crisis de los valores sociales, surge una nueva explicacin. Acaso resulte

    prudente considerarla. En Heidegger y en Kierkegaard observamos un cierto esfuerzo

    por retomar la, va de la antigua comunin. Obligados a sacrificar algunos principiospara caracterizarla, intentan sin embargo la rectificacin. Cuando Heidegger expone la

    necesidad de que sta llegue a realizarse, a lograr una plenitud, establece su divorcio

    con la corriente que bajo la arquitectura del bloque amenazaba aniquilar al hombre.

    Kierkegaard proporcion un sentido igualmente elevado a la exposicin de tales ideas

    restituyendo a la controversia su sentido vertical, al relacionar nuevamente espritu y

    alma con su causa y su finalidad.

    Keyserling haba observado el fondo del problema atentamente al decir que el esfuerzo

    de los siglos XVIII y XIX fu unilateral, pues haban dejado el alma al margen del

    progreso. Klages lleg a decir que bajo la influencia destructora del espritu llegar a su

    ocaso, en un da no lejano, la vida terrenal oponindola en su esencia al alma. En

    semejantes tiempos ya no resultaba popular el hombre de Vico, un conocer, un querer yun poder que tiende al infinito. Vctor Hugo, otra vez, el genial pensador francs,

    lanzar en la plaza pblica, frente al momento de Setiembre unas frases imperecederas:

    ". . . Si no hay en el hombre algo ms que en la bestia pronunciad sin rer estas

    palabras: Derechos del hombre y del ciudadano, derecho del buey, derecho del asno,

    derecho de la ostra: producirn el mismo sonido. Reducir el hombre al tamao de la

    bestia, disminuirle en toda la altura del alma que se le ha quitado, hacer de l una cosa

    como otra cualquiera; eso suprime de un golpe muchas declaraciones acerca de la

    dignidad humana, de la libertad humana, de la inviolabidad humana, del espritu

    humano y convierte todo ese montn de materia en cosa manejable. La autoridad de

    abajo, la falsa, gana todo cuanto pierde la autoridad de arriba, la verdadera. Sin

    infinito no hay ideal, sin ideal no hay progreso, sin progreso no hay movimiento;

    inmovilidad, pues statu quo, estancamiento: Este es el orden. Hay putrefaccin en ese

    orden. Preguntad a la jaula lo que piensa del ala. Os contestar: el ala es la

    rebelin...".

    Semejante desafo no est dirigido a la conciencia filosfica, sino al mundo poltico,

    pero estamos lejos de permitirnos afirmar que en estos momentos, de tan fina

    sensibilidad, resulta factible una slida disciplina intelectual sin repercusiones en el

    desarrollo de la vida social... No debemos, acaso, formularnos el problema, con

    ambicin de eficacia, de si esa acentuacin no deber ser objeto de una cuidadosa

    definicin antes de referirla a los fines comunes? Un pensador moderno ha escrito lo

    siguiente:Hay un trabajo sin alegra, un placer sin risa, una virtud sin gracia, unajuventud sin suavidad, un amor sin misterio, un arte sin irradiacin ... por qu?...

    Esa pregunta terrible acaso no est todava pendiente sobre la vida actual. Pero puede

    gravitar sobre nuestro futuro si no llegamos a relacionar y defender debidamente las

    categoras y valores de ese sujeto de la vida toda, de nuestras preocupaciones y nuestros

    desvelos, que es el Hombre.

    Sin el Hombre no podemos comprender en modo alguno los fines de la naturaleza, el

    concepto de la humanidad ni la eficacia del pensamiento...

    LA FELICIDAD QUE EL HOMBRE ANHELA PARTENECER AL REINO DELO MATERIAL O LOGRARN LAS ASPIRACIONES ANMICAS DEL

    HOMBRE EL CAMINO DE LA PERFECCIN?

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    Reconozcamos que sta era la consecuencia necesaria y obligada del doloroso extravo

    de la escala de magnitudes. Armado con ella poda el hombre enfrentarse no slo con la

    spera y poco piadosa vicisitud de su existencia sino con la crisis que una evolucin tan

    terminante haba de suscitar en su intimidad. Saberse ligado a reinos superiores a las

    leyes materiales del contorno, le facilitaba una generosa concentracin de fuerzas paraentrar con biolgica alegra en un cielo en que todos los fenmenos parecen

    desbordarse. En una clebre fbula de Goethe le acontece a un hombre desdichado verse

    compelido a una eleccin extraordinaria. Melusina, reina del pas de los enanos, le

    invita a reducir su tamao y compartir con ella su elevada jerarqua. Le ofrece amor,

    poder, riquezas, slo que en un grado inferior: ser rey, pero entre enanos. Trasladados

    al pas donde las briznas de hierbas son rboles gigantescos, este hombre, el ms msero

    de los mortales, aora su forma anterior. Y la aora, suponemos, porque su escala de

    magnitudes le advierte que en la prosperidad o en el infortunio su estado anterior era

    inimitable. En el hecho complejo del existir, el hombre es, sin ms, una entidad superior.

    La fbula de Melusina puede ser igualmente trasladada a otros paisajes, y

    preferentemente a sos donde la desintegracin y la heterogeneidad de la vida modernahan reducido principios absolutos e ideales en provecho del esplendor material. Se ha

    producido el milagro de la fbula pero a la inversa: al hombre no le ha sido dado elegir

    con arreglo a su proporcin, y aquel que no posea un grado de fe en sus valores

    espirituales, sustituy la altiva reaccin por la resignacin o por el descontento, la

    difuminacin gradual de las perspectivas que padece quienes no posee una conciencia

    justa de su jerarqua, la "insectificacin".

    Pero semejante desviacin no es consecuencia del auge de los ideales colectivos. Que el

    individuo acepte pacficamente su eliminacin, como un sacrificio en aras de la

    comunidad, no redunda en beneficio de sta. Una suma de ceros es cero siempre; una

    jerarquizacin estructurada sobre la abdicacin personal, es productiva slo para

    aquellas formas de vida en que se producen asociados el materialismo ms intolerante,

    la deificacin del Estado, el Estado Mito y una secreta e inconfesada vocacin de

    despotismo.

    Lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus

    individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo. A este

    sentido de comunidad se llega desde abajo, no desde arriba; se alcanza por el equilibrio,

    no por la imposicin. Su diferencia es que as como una comunidad saludable, formada

    por el ascenso de las individualidades conscientes, posee hondas razones de

    supervivencia, las otras llevan en s el estigma de la provisionalidad, no son formas

    naturales de la evolucin, sino parntesis cuyo valor histrico es, justamente, su

    cancelacin.En la consideracin de los supremos valores que dan formas a nuestra contemplacin

    del ideal, advertimos dos grandes posibilidades de adulteracin: una es el

    individualismo amoral, predispuesto a la subversin, al egosmo, al retorno a estados

    inferiores de la evolucin de la especie; otra reside en esa interpretacin de la vida que

    intenta despersonalizar al hombre en un colectivismo atomizador.

    En realidad operan las dos un escamoteo. Los factores negativos de la primera, han sido

    derivados, en la segunda, a una organizacin superior. El desdn aparatoso ante la razn

    ajena, la intolerancia, han pasado solamente de unas manos a otras. Bajo una libertad no

    universal en sus medios ni en sus fines, sin tica ni moral, le es imposible al individuo

    realizar sus valores ltimos, por la presin de los egosmos potenciados de unas

    minoras. Del mismo modo, bajo el colectivismo materialista llevado a sus ltimas

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    consecuencias, le es arrebatada esa probabilidad -la gran probabilidad del existir-, por

    una imposicin mecnica en continua expansin y siempre hipcritamente razonada.

    El idealismo hegeliano y el materialismo marxista, operando sobre, necesidades y

    calamidades universales que han influido profundamente en el nimo general,

    constituyen direcciones cuya resultante ser prudente establecer. De la Historia, y aunde sus excesos, extraemos preciosas enseanzas ante las que en modo alguno podemos

    ni debemos permanecer insensibles. Mientras el pensamiento crea poder sostenerse en

    lo fundamental, en espacios puramente tericos, el mundo obraba por su cuenta; pero, si

    lo fundamental declin, la fijacin prctica de lo abstracto puede ejercer una influencia

    perniciosa en la existencia comn. Resulta entonces necesario detenernos de nuevo a

    examinar nuestros absolutos y a limpiar de excrecencias y aadiduras superfluas un

    ideal apto para servir de polo al sentido lgico de la vida.

    -ELHOMBRE COMO PORTADOR DE VALORES MXIMOS Y CLULA DEL"BIEN GENERAL"En esta labor se nos antoja primordial la recuperacin de la escala de magnitudes, estoes, devolver al hombre su proporcin, para que posea plena conciencia de que, ante las

    formas tumultuosas del progreso, sigue siendo portador de valores mximos; pero para

    que lo sea humanamente, es decir sin ignorancia.

    Slo as podremos partir de ese "yo" vertical, a un ideal de humanidad mejor, suma de

    individualidades con tendencia a un continuo perfeccionamiento.

    Sugerir que la humanidad es imperfecta, que el individuo es un experimento fracasado,

    que la vida que nosotros comprendemos y tratamos de encauzar es, en s y en sus

    formas presentes, algo irremediablemente condenado a la frustracin, nos hace

    experimentar la dolorosa sensacin de que se ha perdido todo contacto con la realidad.

    Lo mismo tenemos cuando se fa a la abdicacin de las individualidades en poderes

    extremos una imposible realizacin social.

    Si hay algo que ilumine nuestros pensamientos, que haga perseverar en nuestra alma la

    alegra de vivir y de actuar, es nuestra fe en los valores individuales como base de

    redencin y, al mismo tiempo, nuestra confianza de que no est lejano el da en que sea

    una persuasin vital el principio filosfico de que la plena realizacin del "yo", el

    cumplimento de sus fines ms sustantivos, se halla en el bien general.

    -HAY QUE DEVOLVER AL HOMBRE LA FE EN SU MISINHoy, cuando la "angustia" de Heidegger ha sido llevada al extremo de fundar teora

    sobre la "nusea" y se ha llegado a situar al hombre en actitud de defenderse de la cosa,

    puede hacerse de ello polmica simple, pero es conveniente repetir que no han sidoteoras fundadas en sugestiones sino en un parcial relajamiento biolgico. Del desastre

    brota el herosmo, pero brota tambin la desesperacin, cuando se han perdido dos

    cosas: la finalidad y la norma. Lo que produce la nusea es el desencanto, y lo que

    puede devolver al hombre la actitud combativa es la fe en su misin, en lo individual, en

    lo familiar y en lo colectivo.

    Ahora bien; va anexo al sentido de norma el sentido de cultura. Nuestra norma, la que

    tratamos de insinuar aqu, no es un cuadro de imposiciones jurdicas, sino una visin

    individual de la perfeccin propia, de la propia vida ideal... En ese aspecto no cabe duda

    de que su eficacia depende enormemente de nuestra comprensin del mundo

    circundante como de nuestra aceptacin de las obligaciones propias. El solo intento de

    trazar un cuadro comparativo entre las posibilidades culturales de la antigedad y las

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    actuales resultara descabellado. El progreso, el incremento de relaciones, la

    complejidad de las costumbres, han ampliado el paisaje en trminos indescriptibles.

    Es lgico pensar, por consiguiente, que la dilatacin del panorama haya redundado en

    limitacin proporcional de la conciencia de situacin. Cuando nuestro tiempo se plantea

    cuestiones de Moral o de Etica - acaso las ms sustantivas e inaplazables que debemosformularnos hoy -, no ignora que en la confusin de muchos valores desempea un

    activo papel el signo vertiginoso del progreso. La evolucin humana se ha

    caracterizado, entre otras cosas, por lanzar al hombre fuera de s sin proveerle

    previamente de una conciencia plena de s mismo. A ese estar fuera de s puede atender

    mediante leyes la comunidad organizada polticamente, y tendremos entonces un

    aspecto de la norma tica. Pero para su reino interior, para el gobierno de su

    personalidad, no existe otra norma que aquella que se puede alcanzar por el

    conocimiento, por la educacin, que afirma en nosotros una actitud conforme a moral.

    De que esta norma llegue a constituir un sistema ordenado de lmites e inducciones

    depende absolutamente el porvenir de la sociedad. Ni siquiera nos es posible

    comprender ese porvenir como suma de libertad y de seguridad si no podemosprefigurar en l la existencia de normas. Y no somos de los que pensamos que es

    preferible resolver quirrgicamente el problema encomendando la libertad irresponsable

    al imperio vigilante de la ley. Las colectividades que hoy deseen presentir el futuro, en

    las que la autodeterminacin y la plena conciencia de ser y de existir integren una

    vocacin de progreso, precisan, como requisito sustancial, el hallazgo de ese camino, de

    esa "teora", que iluminen ante las pupilas humanas los parajes oscuros de su geografa.

    -LA COMUNIDAD ORGANIZADA. SENTIDO DE LA NORMA.As como en el examen que nos est permitido aparece la voluntad transfigurada en su

    posibilidad de libertad, aparece el "nosotros" en su ordenacin suprema, la comunidad

    organizada. El pensamiento puesto al servicio de la Verdad, esparce una radiante luz, de

    la que, como en un manantial, beben las disciplinas de carcter prctico. Pero por otra

    parte nos es imposible comprender los motivos fundamentales de la evolucin filosfica

    prescindiendo de su circunstancia.

    Desde Platn a Hegel la civilizacin ha consumado su azarosa marcha por todos los

    caminos. Las circunstancias han variado sin tregua y, en ciertos dilatados plazos se dira

    que volvan y vuelven a producirse con desconcertante semejanza. La sustitucin de las

    viejas formas de vida por otras nuevas son factores sustanciales de las mutaciones, pero

    debemos preguntarnos si, en el fondo, la tendencia, el objetivo ltimo, no seguirn

    siendo los mismos, al menos en aquello que constituye nuestro objeto necesario: el

    Hombre y su Verdad.Cuando advertimos en Platn el Estado ideal, un Estado abstracto, comprendemos que

    su mundo, en relacin con el nuestro y en su apariencia poltica, era infinitamente apto

    para una abstraccin semejante.

    Las ideas puras y los absolutos podan fijarse en el panorama, aprehender y configurar

    ste, cuando menos en su eficacia intelectual. Poda crearse un mundo en que valores

    ideales y representaciones prcticas eran susceptibles de producirse con cierta

    familiaridad. Platn afirmaba: el Bien es orden, armona, proporcin; de aqu que la

    virtud suprema sea la justicia. En tal virtud advertimos la primera norma de la

    antigedad convertida en disciplina poltica. Scrates haba tratado de definir al hombre,

    en quien Aristteles subrayara una terminante vocacin poltica, es decir, segn el

    lenguaje de entonces, un sentido de orden en la vida comn. La idea platoniana de que

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    el hombre y la colectividad a que pertenece se hallan en una integracin recproca

    irresistible se nos antoja fundamental. La ciudad griega, llevada en sus esencias al

    imperio por Roma, contena en fenmeno de larvacin todos los caminos evolutivos.

    Cuando los hechos se producan en fases simples y en estadios relativamente reducidos,

    era factible representarse la sociedad poltica como un cuerpo humano regido por lasleyes inalterables de la armona: corazn, aparato digestivo, msculo, voluntad, cerebro,

    son en el smil de Platn, rganos felizmente trasladados por sus funciones y sus fines a

    la biologa colectiva: un Estado de justicia, en donde cada clase ejercite sus funciones

    en servicio del todo, se aplique a su virtud especial, sea educada de conformidad con su

    destino y sirva a la armona del todo. El Todo, con una proposicin central de justicia,

    con una ley de armona, la del cuerpo humano, predominando sobre las singularidades,

    aparece en el horizonte poltico helnico, que es tambin el primer horizonte poltico de

    nuestra civilizacin.

    Todava en el crepsculo de la mitologa pagana, no aparecen claros los fines ltimos

    del hombre. Se le concibe adscripto a la ciudad, y ms interesante quiz que su persona,

    es la virtud abstracta que es susceptible de representar. No existe, por cierto, un ideal dehumanidad, an para la clara visin de los filsofos.

    El Cefiso y el Eurotas no son lmites geogrficos o militares, sino tambin intelectuales.

    Al otro lado del Ponto existe la barbarie y las sombras que Alejandro rasgar aos

    despus. El sol es un globo de fuego un poco mayor que el Peloponeso.

    La certera inteligencia de Aristteles, que proporcionar el mtodo cuando los espacios

    nos hayan revelado gran parte de sus misterios, se desenvuelve tambin en esa

    concepcin de la jerarqua humana. Hay hombres libres y esclavos y no parece que

    todos se rijan por leyes idnticas. Hay mundos en luz y mundos en sombras.

    Nada de particular tiene que en tal situacin, la ciudad, objetivada y armnica,

    predomine con carcter irreductible sobre las desigualdades humanas, que son

    desigualdades sin vocacin reivindicativa. Ello nos permitir observar que cuando al

    hombre se le priva de su rango supremo, o desconoce sus altos fines, el sacrificio se

    realiza siempre en beneficio de entidades superiores petrificadas.El hombre es un ser

    ordenado para la convivencia social - leemos en Aristteles -; el bien supremo no se

    realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo

    superindividual del Estado; la Etica culmina en la Poltica.

    Los pensamientos citados definen con carcter suficiente la fisonoma del mundo

    helnico, y es preciso tener en cuenta que eran filsofos y filsofos idealistas los que la

    haban trazado. Scrates intuy la inmortalidad, pero sobre ella no pudo fundar un

    sistema. Platn y Aristteles deban encargarse de situar a ese hombre, que divisaba con

    angustiada preocupacin el problema ltimo, ante la vida en comn.Naca el Estado, aunque la comunidad cuya vida trataba de organizar adoleca de una

    insuficiente revelacin de la trascendencia de los valores individuales. La idea griega

    necesitaba para ser completada una nueva contemplacin de la unidad humana desde un

    punto de vista ms elevado. Estaba reservada al cristianismo esa aportacin. El Estado

    griego alcanz en Roma su cspide. La ciudad, hecha imperio, convertida en mundo,

    transfigurada en forma de civilizacin, pudo cumplir histricamente todas las premisas

    filosficas. Se basaba en el principio de clases, en el servicio de un "todo" y,

    lgicamente, en la indiferencia o el desconocimiento helnicos de las razones ltimas

    del individuo.

    Una fuerza que clavase en la plaza pblica como una lanza de bronce las mximas de

    que no existe la desigualdad innata entre los seres humanos, que la esclavitud es una

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    Grocio llamar al Estado a erigirse en administrador supremo de la felicidad del hombre

    y abrir nuevos cauces al principio de autoridad.

    Los pueblos han vivido dcadas y siglos intensos, han proyectado sus fuerzas hacia

    espacios desconocidos, se han desdoblado, difundido en mundos nuevos, en empresas

    fantsticas y costosas. Para que esto fuese posible se precisaba un poder enorme de losrecursos espirituales. El apogeo de los absolutos iba a despertar, como consecuencia

    necesaria, el desprecio a los absolutos. La intensa espiritualidad de la obra gastaba, por

    reaccin, el desencanto y el materialismo que iban a producirse despus. En la

    evolucin, por primera vez acaso, se derivara de un extremo a otro, de un polo al

    opuesto, y el objetivo a suprimir era, inevitablemente, la temperatura ideal.

    Hobbes predica el absolutismo del Estado en la corriente armada de la poca, pero

    predica ya a un hombre desalentado. La unidad social no parece imaginada por l como

    el indestructible depsito de valores, sino como vctima. Fu el primero en definir al

    Estado como un contrato entre los individuos, pero importa observar que esos

    individuos eran lobos entre s, eran seres desprovistos de virtud y, seguramente, de

    esperanzas supremas; la larga cabalgada les haba rendido.En la crisis de las monarquas absolutas, vierte su mordacidad el genio de Voltaire.

    Ciertamente no necesitaba ya la sociedad su corrosivo para fragmentarse bajo el trono.

    Montesquieu advirti a la monarqua que sera heredada en la Repblica y Rousseau

    coron el prtico de la naciente poca. Se caracteriz por el cambio radical del acento.

    Acentu sobre lo material, y esto se produjo indistintamente, lo mismo si el sujeto del

    pensamiento era el individuo, en cuyo caso se insinuaba la democracia liberal, que si lo

    era la comunidad, en cuyo caso se avistaba el mismo.

    Es muy posible que las edades Media y Moderna hayan verificado su eleccin con un

    exclusivismo parcial en beneficio del espritu, pero es innegable que el siglo XVIII y el

    XIX lo hicieron, con mayor parcialidad, en favor de la materia. El estado de la cultura

    en esos siglos pudo prever las consecuencias, pero debemos estimar necesario en toda

    evolucin lo mismo lo que nos parece dudoso que lo acertado. Rousseau cree en el

    individuo, hace de l una capacidad de virtud, lo integra en una comunidad y suma su

    poder en el poder de todos para organizar, por la voluntad general, la existencia de las

    naciones. Para Kant, lo vital en lo poltico era el principio de "libertad como hombre",

    el de "dependencia como sbditos" y el de "igualdad como ciudadanos". Rosseau

    llamar pueblo al conjunto de hombres que mediante la conciencia de su condicin de

    ciudadanos y mediante las obligaciones derivadas de esta conciencia, y provistos de las

    virtudes del verdadero ciudadano, acepten congregarse en una comunidad para cumplir

    sus fines.

    La Revolucin Francesa fu un estruendoso prlogo al libro, entonces en blanco, de laevolucin contempornea. Hallamos en Rousseau una evocacin constructiva de la

    comunidad y la identificacin del individuo en su seno, como base de la nueva

    estructuracin democrtica. Esta concepcin servir de punto de partida para la

    interpretacin prctica de los ideales en las nuevas democracias. Pero resulta hasta

    cierto punto conveniente examinar si en la concepcin originaria no se produjo, por la

    dinmica misma de la reaccin, la supresin innecesaria de toda una escala de valores.

    Podemos preguntarnos, por ejemplo, si fue decididamente imprescindible para derivar el

    poder absoluto a la voluntad del ciudadano, cegar antes en ste toda posibilidad

    espiritual. En segundo lugar es preciso tener en cuenta el largo parntesis que el Imperio

    abri entre el prlogo y la continuacin del libro de la evolucin poltica.

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    -LA TERRIBLE ANULACIN DEL HOMBRE POR EL ESTADOY ELPROBLEMA DEL PENSAMIENTO DEMOCRTICO DEL FUTUROEn ese parntesis, el ideal que el pensamiento haba abandonado a la intemperie, es

    rescatado del arroyo por fuerzas opuestas, que combatirn con extremada violencia en el

    futuro. No tratarn de fijar sus absolutos en la jerarqua del hombre, en sus valores ni ensus posibilidades de virtud; los fijarn en el Estado, o en organizaciones de un

    caracterstico materialismo.

    Todava Fichte crea un amplio espacio donde el individuo, subordinado al todo social,

    puede realizarse. Hegel convertir en Dios al Estado. La vida ideal y el mundo espiritual

    que hall abandonados los recogi para sacrificarlos a la Providencia estatal, convertida

    en serie de absolutos. De esta concepcin filosfica derivar la traslacin posterior: el

    materialismo conducir al marxismo, y el idealismo, que ya no acenta sobre el hombre,

    ser en los sucesores y en los intrpretes de Hegel, la deificacin del Estado ideal con su

    consecuencia necesaria, la insectificacin del individuo.

    El individuo est sometido en stos a un destino histrico a travs del Estado, al que

    pertenece. Los marxistas lo convertirn a su vez en una pieza, sin paisajes ni techoceleste, de una comunidad tiranizada donde todo ha desaparecido bajo la mampostera.

    Lo que en ambas formas se hace patente es la anulacin del hombre como tal, su

    desaparicin progresiva frente al aparato externo del progreso, el Estado fustico o la

    comunidad mecanizada.

    El individuo hegeliano, que cree poseer fines propios, vive en estado de ilusin, pues

    slo sirve a los fines del Estado. En los seguidores de Marx esos fines son ms oscuros

    todava, pues slo se vive para una esencia privilegiada de la comunidad y no en ella ni

    con ella. El individuo marxista es, por necesidad, una abdicacin.

    En medio se alza la fidelidad a los principios democrticos liberales que llena el siglo

    pasado y parte del presente. Pero con defectos sustanciales, porque no ha sido posible

    hermanar puntos de vista distintos, que condujeron a dos guerras mundiales y que an

    hoy someten la conciencia civilizada a dursimas presiones. El problema del

    pensamiento democrtico futuro est en resolvernos a dar cabida en su paisaje a la

    comunidad, sin distraer la atencin de los valores supremos del individuo; acentuando

    sobre sus esencias espirituales, pero con las esperanzas puestas en el bien comn.

    En lo poltico parte muy importante de tal crisis de las ideas democrticas se debe al

    tiempo de su aparicin. La democracia como hecho trascendental estaba llamada a

    suceder ipso facto a los absolutismos. Sin embargo, sufri un largo comps de espera

    impuesto por la persistencia de monarquas templadas y repblicas estacionarias que,

    para subsistir, creyeron necesario aplicar en leves dosis principios propios de la

    democracia pura, preferentemente aquellos que podan ser adaptados sin peligro. Taloperacin dulcific la evolucin, pero sustrajo partes muy importantes de personalidad

    al nuevo orden de ideas, que a su advenimiento pleno hall, frente a colosales enemigos,

    muy disminuida su novedad. Sucedi as que los pueblos que pudieron establecerla en

    su momento han alcanzado con ella los caminos de perfeccin necesarios, y los que no

    lo consiguieron, han optado por el empleo de sustitutivos, los extremismos, con tal de

    hacer efectivo por cualquier va, el carcter trascendental.

    Y sin embargo lo trascendental del pensamiento democrtico, tal como nosotros lo

    entendemos, est todava en pie, como una enorme posibilidad en orden al

    perfeccionamiento de la vida.

    En varias ocasiones ha sido comparado el hombre al centauro, medio hombre, medio

    bruto, vctima de deseos opuestos y enemigos; mirando al cielo y galopando a la vez

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    entre nubes de polvo.

    La evolucin del pensamiento humano recuerda tambin la imagen del centauro:

    sometido a altsimas tensiones ideales en largos perodos de su historia, condenado a

    profundas oscuridades en otros, esclavo de sordos apetitos materiales a menudo. La

    crisis de nuestro tiempo es materialista. Hay demasiados deseos insatisfechos, porque laprimera luz de la cultura moderna se ha esparcido sobre los derechos y no sobre las

    obligaciones; ha descubierto lo que es bueno poseer mejor que el buen uso que se ha de

    dar a lo posedo o a las propias facultades.

    El fenmeno era necesario, de una necesidad histrica, porque el mundo deba salir de

    una etapa egosta y pensar ms en las necesidades y las esperanzas de la comunidad. Lo

    que importa hoy es persistir, en ese principio de justicia, pero recuperar el sentido de la

    vida, para, devolver al hombre su absoluto.

    Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una

    comunidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa

    solucin el ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra

    comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidadson causa y efecto, en que exista una alegra de ser, fundada en la persuasin de la

    dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al

    bien general, algo que integrar y no slo su presencia muda y temerosa.

    En cierto modo, siguiendo el smil, equivale a liberar al centauro restableciendo el

    equilibrio entre sus dos tendencias naturales. Si hubo pocas de exclusiva acentuacin

    ideal y otras de acentuacin material, la nuestra debe realizar sus ambiciosos fines

    nobles por la armona. No podremos restablecer una Edad-centauro slo sobre el

    msculo bestial ni sobre su slo cerebro, sino una "edad-suma-de-valores", por la

    armona de aquellas fuerzas simplemente fsicas y aquellas que obran el milagro de que

    los cielos nos resulten familiares.

    Los monjes de la Edad Media borraron el contenido de los libros paganos para cubrirlos

    con los salmos. La Edad Contempornea trat de borrar los salmos, pero no aadi nada

    ms que la promesa de una vaga libertad a la sed de verdades del hombre. En 1500 la

    humanidad concentr sus dispersas energas para empresas gigantescas y nos dio

    nuevos mundos y formas de civilizacin. En 1800 reprodujo el intento y cre

    febrilmente, generosamente, una poca. No ser el nuestro, acaso, el momento de hacer

    acopio de las energas humanas para conformar el perodo supremo de la evolucin?

    Cuando pensamos en el hombre, en elyo y en el nosotros, aparece claro ante nuestra

    vista que nuestra eleccin debe ser objeto de profundas meditaciones.

    La sociedad tendr que ser una armona en la que no se produzca disonancia ninguna, ni

    predominio de la materia ni estado de fantasa. En esa armona que preside la normapuede hablarse de un colectivismo logrado por la superacin, por la cultura, por el

    equilibrio. En tal rgimen no es la libertad una palabra vaca, porque viene determinada

    su incondicin por la suma de libertades y por el estado tico y la moral.

    La justicia no es un trmino insinuador de violencia, sino una persuasin general; y

    existe entonces un rgimen de alegra, porque donde lo democrtico puede robustecerse

    en la comprensin universal de la libertad y el bien general, es donde, con precisin,

    puede el individuo realizarse a s mismo, hallar de un modo pleno su euforia espiritual y

    la justificacin de su existencia.

    SENTIDO DE PROPORClN. ANHELO DE ARMONA. NECESIDAD DE

    EQUILIBRIO.

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    Para el mundo existe todava, y existir mientras al hombre le sea dado elegir, la

    posibilidad de alcanzar lo que la filosofa hind llama la mansin de la paz. En ella

    posee el hombre, frente a su Creador, la escala de magnitudes, es decir, su proporcin.

    Desde esa mansin es factible realizar el mundo de la cultura, el camino de perfeccin.

    De Rabindranath Tagore son estas frases: el mundo moderno empuja incesantemente asus vctimas, pero sin conducirlas a ninguna parte. Que la medida de la grandeza de la

    humanidad est en sus recursos materiales es un insulto al hombre.

    No nos est permitido dudar de la trascendencia de los momentos que aguardan a la

    humanidad. El pensamiento noble, espoleado por su vocacin de verdad, trata de ajustar

    un nuevo paisaje. Las incgnitas histricas son ciertamente considerables, pero no

    retrasarn un solo da la marcha de los pueblos por grande que su incertidumbre nos

    parezca.

    Importa, por tanto, conciliar nuestro sentido de la perfeccin con la naturaleza de los

    hechos, restablecer la armona entre el progreso material y los valores espirituales y

    proporcionar nuevamente al hombre una visin certera de su realidad. Nosotros somos

    colectivistas, pero la base de ese colectivismo es de signo individualista, y su raz es unasuprema fe en el tesoro que el hombre, por el hecho de existir, representa.

    En esta fase de la evolucin lo colectivo, el "nosotros", est cegando en sus fuentes al

    individualismo egosta. Es justo que tratemos de resolver si ha de acentuarse la vida de

    la comunidad sobre la materia solamente o si ser prudente que impere la libertad del

    individuo solo, ciega para los intereses y las necesidades comunes, provista de una

    irrefrenable ambicin, material tambin.

    No creemos que ninguna de esas formas posea condiciones de redencin. Estn ausentes

    de ellas el milagro del amor, el estmulo de la esperanza y la perfeccin de la justicia.

    Son atentatorios por igual el desmedido derecho de uno o la pasiva impersonalidad de

    todos a la razonable y elevada idea del hombre y de la humanidad.

    En los cataclismos la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a

    divisarse a s mismo. Si debemos predicar y realizar un evangelio de justicia y de

    progreso, es preciso que fundemos su verificacin en la superacin individual como

    premisa de la superacin colectiva. Los rencores y los odios que hoy soplan en el

    mundo, desatados entre los pueblos, y entre los hermanos, son el resultado lgico, no de

    un itinerario csmico de carcter fatal, sino de una larga prdica contra el amor. Ese

    amor que procede del conocimiento de s mismo e, inmediatamente, de la comprensin

    y la aceptacin de los motivos ajenos.

    Lo que nuestra filosofa intenta restablecer al emplear el trmino armona es,

    cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realizacin

    delyo en el nosotros, apuntamos la necesidad de que ese "nosotros" se realice yperfeccione por elyo

    Nuestra comunidad tender a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a

    ser conocimiento, busca ser cultura. Nuestra libertad, coexistencia de las libertades que

    procede de una tica para la que el bien general se halla siempre vivo, presente,

    indeclinable. El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la

    conciencia plena de su inexorabilidad. La nusea est desterrada de este mundo, que

    podr parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta

    comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que

    anhela mejorar y ser ms justa, ms buena y ms feliz, en la que el individuo puede

    realizarse y realizarla simultneamente, dar al hombre futuro la bienvenida desde su

    alta torre con la noble conviccin de Spinoza: "Sentimos, experimentamos, que somos

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    eternos".