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LA ADMINISTRACIN QUE SE ESPERA PARA DESPUS DE LA CRISIS
Carles Rami
Profesor de Ciencia Poltica y de la Administracin Universitat Pompeu Fabra
La actual crisis econmica espaola que se inici en 2008 est todava lejos de ser
superada. La crisis es de una magnitud inusual en nuestra historia por su profundidad y
por su larga duracin. Es una crisis financiera, una crisis monetaria y una crisis
inmobiliaria pero que representan meros sntomas de dos crisis ms profundas: una
crisis de competitividad y una crisis de valores sociales. Los analistas econmicos
pronostican que esta crisis va a cambiar muchas pautas en el tejido productivo, de
servicios y en las relaciones laborales. Los analistas polticos andan estudiando si van a
producirse transformaciones polticas e institucionales. Seguramente stas tambin se
producirn pero, desgraciadamente, tendrn un alcance ms bien superficial optando
ms por el maquillaje de los males objeto de crtica ciudadana y no por alternativas
quirrgicas que permitan cercenar los tumores malignos que aquejan al sistema poltico.
Pero la crisis tambin est afectando y va a afectar a la Administracin pblica
espaola. La mayora de los expertos coinciden en argumentar que nuestras
administraciones pblicas van a ser, despus de la crisis, radicalmente diferentes a como
son y funcionan ahora. Este cambio pronosticado se vive con cierto optimismo ya que
hay una insatisfaccin generalizada en la sociedad y sus medios de comunicacin, y
entre polticos y especialistas en como es y funciona actualmente la Administracin
pblica. Es unnime la percepcin que sta tiene que cambiar. Yo me sumo con
muchas reservas a este entusiasmo debido a que nadie sabe a ciencia cierta como ser
nuestra Administracin pblica del futuro. Estamos ante un cambio anunciado de
carcter reactivo que se genera por el catalizador de la crisis econmica y se inicia sin
que nadie tenga un diseo y una hoja de ruta sobre cual es el modelo conceptual de la
Administracin pblica del futuro ni tenga definida una caja de herramientas potente
para conseguirlo.
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Es decir, hoy por hoy el futuro de nuestras administraciones es incierto y est en el
nimo de todos que cualquier cosa puede ocurrir. Esta incertidumbre es inquietante ya
que nadie puede asegurar que la Administracin postcrisis tenga el modelo y las
capacidades que requerir la sociedad espaola en el futuro. Como todo es posible
podemos generar una buena Administracin pero tambin edificar una mala
Administracin. El proceso de migracin de la actual Administracin hacia la del futuro
la hemos dejado entre todos en manos de diferentes actores y fuerzas muy distintas,
divergentes e incluso contradictorias que slo parecen asegurar que el proceso ser
catico y aleatorio y slo queda la opcin de encomendarnos a la divina providencia.
Todos aquellos que no crean en la magia y en la suerte como motores de cambio
deberan estar muy preocupados ya que no slo se est jugando con el futuro de la
Administracin pblica sino con el futuro de la sociedad espaola en el marco de un
mundo en profundo proceso de cambio. Adems en el caso de los pases europeos
encaramos la situacin desde los puestos ms incmodos de la parilla de salida.
El objetivo de este escrito es presentar y analizar los actores, las fuerzas y las tendencias
que van a jugar en este proceso de cambio. La conclusin final de este ensayo es
demostrar que los actores y fuerzas en liza no estn en condiciones de dibujar una
Administracin pblica de futuro con unas mnimas garantas de xito. En nuestro
sistema poltico, administrativo y en la sociedad espaola en general se detectan, desde
hace tiempo, unas tendencias negativas que slo pueden pronosticar un modelo de
futuro de Administracin pblica defectuoso. Slo desde la conciencia de esta prfida
tendencia se puede lograr que los actores y fuerzas modifiquen sus convicciones y sus
estrategias y logren puntos de complicidad y de acuerdo para construir entre todos un
modelo de Administracin acorde con los retos que nos aguarda el futuro.
La nica forma para iniciar el anlisis que aqu se propone es estudiar con un cierto
detalle los problemas actuales que aquejan a nuestras administraciones pblicas. Slo
desde un diagnstico preciso es posible construir una propuesta certera, slida y
competitiva.
Los problemas de la Administracin pblica en Espaa son diversos y complejos. Los
menos graves (o slo meros sntomas) son los que concentran una mayor atencin. En
cambio los ms graves (la enfermedad que provoca los sntomas) quedan ocultos o bien
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la mayora los pasa de puntillas. Los problemas de la Administracin pblica se
asemejan a un conjunto de matruskas rusas que siguiendo la lgica de la cebolla, una
capa externa esconde otras capas ms profundas y ms substantivas y al final no hay
modo de conocer donde estn las causas de los problemas y se confunde la enfermedad
con los sntomas y lo accesorio con lo relevante.
En este juego de matruskas la atencin de la opinin pblica y de la mayora de los
analistas recae en la mueca rusa de mayor envergadura. La nica que es claramente
visible para todos. Hay que redibujar esta mueca que muestra unos dibujos y unas
caractersticas que producen disgusto general y que parece que no se adecuan a una
buena administracin.
En este nivel de anlisis hemos descubierto entre todos que nuestras administraciones
pblicas, tienen problemas fsicos y, ms en concreto, que tienen problemas
relacionados con la sexologa. Ahora resulta que el tamao si importa regresando a
caducos debates cuando la sexologa moderna lleva mucho tiempo que los ha
considerado zanjados. La mayora de los anlisis que hacen polticos, estudiosos,
empresarios y medios de comunicacin concentran su atencin sobre las dimensiones
fsicas de la Administracin pblica. Se critica que nuestro sistema administrativo sea
demasiado largo (un exceso de niveles administrativos: Estado, Comunidades
Autnomas, Diputaciones, Comarcas y Ayuntamientos). Se critica tambin que nuestro
sistema administrativo sea demasiado grueso (hay un exceso evidente de empleados
pblicos se argumenta).
Este nivel de anlisis es interesante pero, desde mi punto de vista, muy superficial ya
que no incide en los problemas ms profundos de nuestras administraciones pblicas.
Adems es un debate que se ha cerrado muy rpido y con unanimidad: en efecto sobran
niveles administrativos y hay una evidente inflacin en el empleo pblico. Ya est sobre
la mesa poltica cerrar al menos un nivel de administracin pblica (las Diputaciones
provinciales) y ya se han iniciado las estrategias para reducir el volumen de empleados
pblicos (funcionarios interinos cesados y inicio de ERO a los empleados pblicos con
un vnculo laboral). Tanta celeridad en el cierre del debate y tanta unanimidad resulta
sorprendente ya que la situacin y el estado del arte de nuestras administraciones no es
tan evidente como pueda parecer a simple vista.
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En primer lugar esta el tema sobre si nuestro sistema administrativo es demasiado largo.
Es decir, si agrupa un excesivo nmero de niveles y subniveles administrativos. Ahora
hemos cado en la cuenta que nuestro modelo autonmico, que nuestra descentralizacin
poltica y administrativa es muy cara. Y hay la percepcin que parece que Espaa haya
instalado un sistema administrativo mucho ms complejo que la mayora de pases de
nuestro entorno. Esto no es cierto ya que la mayora de pases de nuestro entorno poseen
tambin sistemas complejos articulados a tres niveles (Estado, nivel intermedio y
Administracin local). La mayora de estos pases poseen tambin un nivel
administrativo intermedio tanto si optan por un sistema federal o por un sistema
regional y son una minora los que slo poseen dos niveles. Incluso la jacobina Francia
posee desde hace tiempo un nivel de carcter regional. En todo caso es evidente que
nuestro modelo autonmico est fuera de duda y no hay ningn peligro para su posible
desaparicin. El Estado autonmico es slido y est ms legitimado poltica y
socialmente de lo que pueda dar a entender sus infinitos rediseos y las clsicas
polmicas entre el centro y la periferia. Adems no queda otra opcin que seguir con el
lastre de un incomprensible dibujo autonmico en el que coexisten grandes
Comunidades Autnomas en poblacin y/o territorio con diminutas Comunidades
Autnomas de carcter provincial. Es cierto que hay un exceso de autonomas
demasiado pequeas para generar economas de escala y que, adems, la razn de su
existencia no est muy justificada desde un punto de vista social, econmico, histrico y
cultural. Pero esta evidente disfuncin escapa a las posibilidades reales de impulsar un
cambio por su elevado nivel de institucionalizacin y apoyo social.
Como no hay nada que hacer a nivel autonmico las miradas se concentran en el nivel
local. Las Administracin local en Espaa es compleja: Diputaciones (Provinciales,
Forales, Cabildos, Consejos Insulares), Ayuntamientos y, en algunos casos, adems
Comarcas. De momento la vctima ms propicia a su eliminacin son las Diputaciones.
Todo el mundo se pregunta: Qu hacen y para que sirven las Diputaciones?
Aparentemente no hacen nada y no aportan valor a nuestro sistema administrativo.
Adems son unas absolutas desconocidas por la ciudadana (el hecho que el sistema de
eleccin de sus dirigentes no sea directo no ha ayudado nada a su legitimacin social).
Que se est planteando la posibilidad de suprimir las Diputaciones es un indicador ms
de la tendencia entre confundir problemas y no dar con la solucin ms adecuada sino
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todo lo contrario. En este sentido, hay que decir que las Diputaciones no son el
problema sino una solucin (algo precaria e ineficiente hay que reconocerlo) ante un
problema de mayor calado que es el excesivo volumen de municipios que tenemos en
nuestro pas. En Espaa hay ms de 8.000 municipios y el 85% de los cuales agrupan a
menos de 5.000 habitantes, es decir, tienen unas dimensiones insuficientes para ser
eficaces y eficientes en su gestin. El inframunicipalismo es un problema extendido a
otros pases europeos (Francia y Alemania seran los ejemplos ms sobresalientes). Es
revelador el caso de Grecia que sin llegar ni de lejos a los extremos espaoles a nivel
municipal ha sido obligado por sus rescatadores financieros a suprimir de forma
radical el nmero de sus municipios (ha suprimido dos terceras partes de los mismos).
En cambio, la opcin de agregacin de municipios no se plantea en Espaa por ser un
pas muy ligado al cantonalismo y a la aldea. Pero Grecia lo ha tenido que hacer y, por
ejemplo, Dinamarca lo hizo por iniciativa propia hace una dcada. En cambio aqu no se
ataca de frente al problema sino de forma lateral y equivocada ya que la supresin de las
Diputaciones es un disparate sino se cambia el actual mapa municipal. La funcin de las
Diputaciones reside precisamente en subsanar parcialmente las disfunciones de unos
Ayuntamientos excesivamente pequeos para afrontar sus retos diarios de gestin.
Suprimiendo las Diputaciones se agravan los problemas asociados al
inframunicipalismo. En efecto, se pueden suprimir las Diputaciones siempre y cuando
antes se racionalice el mapa municipal y pasemos de ms de 8.000 a menos de 2.000
municipios. En todo caso alguien puede argumentar que las funciones de las
Diputaciones pueden ser asumidas por las Comunidades Autnomas. Este
planteamiento es equivocado ya que supondra la sumisin automtica de los
Ayuntamientos (que gozan de autonoma constitucional) hacia las administraciones
autonmicas. Adems, stas, visto sus problemas de financiacin y de tesorera,
difcilmente podran resistirse a utilizar los recursos procedentes de las extintas
Diputaciones en beneficio propio y no de los municipios. En definitiva la solucin fcil
de suprimir las Diputaciones abocara a toda la Administracin local a una crisis sin
precedentes en nuestra historia ms reciente. Muchos estamos de acuerdo con la boca
pequea a reducir el nmero de municipios pero pocos son los valientes que lo plantean
de forma abierta. E incluso esta opcin, en la que yo estara totalmente de acuerdo, no
est exenta de problemas ms all de violentar el arraigo parroquial de los espaoles.
Sirva un solo argumento como ejemplo: ahora que est tan de moda hablar de la
desafeccin democrtica de los espaoles que se manifiesta en la cada vez ms baja
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participacin electoral y en el incremento de los votos en blanco parece que casi nadie
ha reparado en un pequeo detalle: La participacin electoral no baja sino incluso
incrementa entre la poblacin que reside en los municipios pequeos. Es decir, el
alocado mapa municipal no favorece para nada la eficacia y la eficiencia en la gestin
pero en cambio ha permitido generar un capital poltico y social de confianza y
complicidad entre una parte de los habitantes y sus instituciones pblicas. Este
argumento no niega seguramente la mayor, de que habra que agregar municipios, pero
si es un buen ejemplo de como cualquier opcin radical no debe medirse slo en
trminos econmicos y de gestin sino que tambin hay que valorar sus dimensiones
polticas y sociales como posibles efectos colaterales que pueden ser ms graves que sus
posibles ventajas.
Otra conclusin, todava ms clara, que se deriva del anlisis de la mueca rusa
administrativa ms epidrmica es que hay en Espaa un exceso de empleados pblicos.
En este pas hay, ms o menos, tres millones de empleados pblicos y este volumen es
considerado como totalmente excesivo. Lo primero que llama la atencin es que hay
que decir ms o menos ya que a ciencia cierta nadie sabe cuantos empleados pblicos
hay (los datos entre el Registro Central de Personal y la Encuesta de Poblacin activa
difieren en nada menos que 400.000 empleados pblicos que estn en el alero) y esto es
un sntoma ms de que algo grave sucede en nuestras administraciones pblicas. En
trminos absolutos y sin contexto puede parecer que aparentemente hay demasiados
empleados pblicos que rondan por los edificios pblicos. Pero la forma de poder
medirlo con una cierta garanta es compararlo con los pases europeos de nuestro
entorno. Y esta comparacin depara una sorpresa ya que si se compara con estos pases
el ratio poblacin/empleados pblicos resulta que Espaa est en la media baja. Sirva de
ejemplo un pas como Gran Bretaa, que despus de ms de tres dcadas de polticas
ultraliberales hacia su sector pblico, posee en trminos relativos ms empleados
pblicos que en los que hay en Espaa. Es decir, los datos comparados desmienten de
forma rotunda el dogma sobre el exceso de empleados pblicos. Otro argumento que se
utiliza de forma superficial es que durante la ltima dcada se ha incrementado de una
forma geomtrica la presencia de empleados pblicos. Es cierto, y aado: es lgico.
Hace dos dcadas los demgrafos nos anunciaron que en el ao 2010 Espaa alcanzara
al fin la cota de los 40 millones de habitantes y los servicios pblicos se disearon para
servir a este volumen de poblacin. Pero en 2010 Espaa tena 47 millones de
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habitantes (entre empadronados y moradores instalados). La Comunidad de Madrid o la
Comunidad de Catalua, por separado, recibieron durante la ltima dcada ms
inmigracin que Alemania, Gran Bretaa, Francia e Italia juntos. No se ha conocido en
el mundo un proceso migratorio tan profundo en un tiempo y espacio tan limitado. Y
estos nuevos espaoles, como es lgico, son unos grandes consumidores de servicios
pblicos (sanidad, educacin y servicios sociales). Es, por lo tanto, normal e
imprescindible el elevado crecimiento de los empleados pblicos durante los ltimos
tiempos.
En definitiva, se ha podido demostrar que la primera mueca rusa no es tan sencilla
como da a entender la opinin experta dominante. Es una mueca que tiene, por lo
menos, dos caras: una vieja y con poco atractivo y otra lozana y seductora. Entre las dos
el resultado no es tan apocalptico como pueda parecer.
Pero esta mueca oculta otra mucho ms substantiva e importante de cara entender los
autnticos problemas de nuestro entramado de instituciones administrativas. Esta
segunda matruska tiene dibujada en su cara y en su cuerpo la mala calidad de la cultura
poltica y de la cultura administrativa de nuestras administraciones pblicas.
En este pas hay una deficiente cultura poltica en relacin con las administraciones
pblicas. Es una cultura poltica dominante (con sus honrosas excepciones) que percibe
y observa con desconfianza a los empleados pblicos y a las maquinarias
administrativas. Los polticos perciben a la Administracin y a sus empleados como los
enemigos que hay que combatir o superar para poder poner en marcha los programas y
proyectos polticos. No se entiende a la Administracin como lo que realmente es: el
instrumento de la poltica y de los polticos para ejecutar los proyectos polticos. Se
detecta cada vez menos complicidad de la poltica con la administracin. Adems no se
percibe que existan proyectos polticos claros sobre lo que hay que hacer con la
Administracin pblica y la poltica suele inhibirse en esta temtica tan relevante. La
Administracin pblica y sus modelos de gestin deberan ser objeto del debate poltico
entre izquierda y derecha. Los modelos de gestin no son neutros a nivel ideolgico:
optar por privatizar o no, o por externalizar o no (privatizacin de la gestin aunque no
de su titularidad), o optar por un modelo gerencial o no o por un modelo de agencias
tiene contenido y sentido ideolgico. Pero si se analizan los datos empricos que se
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disponen (por ejemplo en gestin local gracias a los esfuerzos de la Fundaci Carles Pi i
Sunyer) no se detectan correlaciones entre externalizacin, gerencializacin o
agencializacin y la ideologa del equipo de gobierno. Lo hace en la misma medida la
izquierda que la derecha. Slo se detectan correlaciones de variables espreas: por
ejemplo externalizan mucho ms los gobiernos en minora que los que gozan de
mayora slida. Este es un ejemplo que no hay proyectos polticos claros en relacin al
sector pblico sino tactismo y contingencias.
Otro problema de la cultura dominante es la falta de valenta de los polticos que lideran
las administraciones pblicas. Dirigir un organismo pblico requiere capacidad, fuerza y
tenacidad para tomar decisiones. En un contexto de crisis econmica como la actual esta
necesidad es todava ms evidente: hay que cerrar oficinas, hay que recortar
presupuestos, hay que eliminar determinadas bolsas con excedentes de empleados
pblicos en definitiva, hay que priorizar mbitos y polticas. Para poder ejecutar con
ciertas garantas esta necesidad se requieren lderes polticos valientes. Pero hay
instalada en nuestra clase poltica mucha cobarda con un cierto aroma de infantilismo.
La gran mayora de nuestros polticos son profesionales de la poltica y no acreditan una
trayectoria profesional o empresarial previa o en paralelo. Esto quiere decir que son
polticos que viven literalmente de la poltica y esto hace que su objetivo ms
prioritario, cuando ocupan un cargo, sea mantenerse el mximo tiempo en el mismo. Su
bienestar y el de su familia dependen de ello y esto los hace de forma natural muy poco
valientes. La mayora de los muy numerosos cargos polticos que colonizan las
administraciones pblicas rehyen tomar decisiones. En este contexto tomar una
decisin es arriesgado ya que puede no gustar a los superiores y la espada de Damocles
del cese est muy presente. Por este motivo la mayor parte de los lderes polticos
renuncian a la toma de decisiones y la elevan a sus superiores y as sucesivamente hasta
inundar los despachos de presidentes, alcaldes, ministros y consejeros. Y stos se ven
abocados a decidir sobre todo y en todo momento tomando, muchas veces, decisiones
errneas y con una excesiva demora en el tiempo. En la cultura poltica y administrativa
de este pas, a diferencia de la cultura empresarial, no suele castigarse al que se pone de
perfil ante los problemas y se inhibe. Este, en sentido contrario, es el mejor mtodo para
sobrevivir en el puesto en los momentos turbulentos como el actual. No se trata tanto de
llevar a cabo un proyecto poltico sino de ejecutar un proyecto personal que consiste en
mantener el cargo por encima de cualquier otra consideracin.
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Es un campo abonado entre los empleados pblicos que la mayora de los males que
aquejan a las administraciones pblicas hay que imputarlas a la deficiente calidad de la
cultura poltica. Es una posicin comprensible pero errnea ya que tambin hay una
negativa cultura administrativa entre los empleados pblicos que hay que contemplar en
el anlisis.
Puede detectarse una cultura administrativa predominante (en especial entre los
funcionarios) muy acomodada y con escasa tensin profesional. Se trata de una cultura
que tiende a maximizar en exceso los beneficios inherentes a la condicin de
funcionario y a minimizar las obligaciones asociadas a este estatus. En trminos
generales se detecta una falta de vitalidad y de dinamismo profesional (evidentemente
las excepciones son numerosas). Se detecta tambin un clima negativo y elevados
niveles de desmotivacin. Hay que reconocer que ser funcionario no es sencillo: mala
imagen social, dependencia de directrices polticas que cambian de orientacin radical
cada cierto tiempo, etc. El hecho que los funcionarios sean legtimamente dirigidos por
los polticos no deja de ser un acto de una gran violencia ya que nuestro sistema se
articula sobre el principio que el inexperto dirige al experto y esto genera una lgica
desazn entre los tecncratas. Pero este malestar absolutamente inevitable en un sistema
democrtico oculta vicios que son propios de los funcionarios.
Cuando un cargo poltico pasa a dirigir una organizacin pblica (como me ha ocurrido
a m en varias ocasiones) tiene que ser consciente de este bajo estado de nimo entre sus
empleados pblicos. Los manuales sobre liderazgo dan algunas buenas
recomendaciones en las competencias que debe acometer un cargo directivo. En primer
lugar definir un proyecto slido y claro para la institucin que se dirige buscando la
complicidad con sus profesionales. En segundo lugar tener la capacidad de relacionarse
con el entorno de forma positiva para la institucin (generar buena imagen, negociar y
defender la institucin). En tercer lugar ser un buen gestor de personas motivando al
personal mediante la empata y argumentando el proyecto. S un lder atiende
correctamente a estos tres vectores la organizacin que dirige debera ir como un cohete.
Pero resulta que no es suficiente en el caso de las administraciones pblicas ya que hay
una cuarta dimensin muy difcil de atender y de entender: la gestin de las pasiones de
los funcionarios. Un cargo poltico se encuentra que sus funcionarios operan con cuatro
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agendas simultneas. Una agenda profesional (que es la que controla y conoce el lder),
una agenda paraprofesional (los funcionarios con un cierto nivel suelen ser profesores
asociados en universidades, imparten cursos y conferencias, escriben artculos) que es
legal y muy enriquecedora a todos los niveles. Una tercera agenda de carcter personal
(conciliacin con la vida privada que con las arquitecturas variables de las nuevas
familias cada vez es ms difcil) y una cuarta agenda de carcter familiar-institucional.
Esta ltima agenda forma parte de la idiosincrasia de la funcin pblica: los
funcionarios cuando adquieren esta condicin quedan ligados de por vida a la
Administracin pblica (en la sociedad moderna es el nico vnculo vitalicio que se
conoce salvo el de tener hijos). Adems, por la baja movilidad en sus puestos de trabajo
suelen estar conviviendo muchos aos con los mismos compaeros con los que suelen
establecer lazos de carcter familiar con sus filias y sus fobias. Manejar las pasiones e
interferencias derivadas de la convergencia de estas cuatro agendas es una tarea muy
difcil para los altos cargos. El funcionario suele priorizar su agenda paraprofesional,
personal y familiar-institucional por delante de su agenda estrictamente profesional.
Justo a la inversa de los que suele suceder con un empleado en el sector privado.
Entre esta mala cultura poltica y esta deficiente cultura administrativa se genera una
sinergia perversa que va en detrimento de la productividad de nuestras administraciones
pblicas. Esta segunda Matruska nos ilustra mucho mejor que la primera sobre los
autnticos problemas del sistema administrativo. El problema no es tanto un exceso de
administraciones o de empleados pblicos sino que el problema es la baja productividad
de nuestras administraciones pblicas. Sirva de ejemplo un solo dato: las horas que
trabajan al ao los empleados pblicos en relacin con los del sector privado son cerca
de 200 menos. La misma diferencia existe entre los empleados pblicos espaoles en
relacin con los empleados pblicos alemanes. Las condiciones de trabajo de los
empleados pblicos espaoles son excepcionales (vacaciones, das de asuntos propios y
polticas de conciliacin) con relacin a su entorno nacional e internacional. Esta es una
de las consecuencias ms plsticas de la mala cultura poltica y administrativa. Los
polticos con su inhibicin en los temas administrativos y con su cobarda suelen ceder
con una gran facilidad a las draconianas demandas sindicales. Los sindicatos y los
trabajadores pblicos, conscientes de esta debilidad de la poltica, ejercen sin piedad una
gran presin en la que pierden la razn al obviar la situacin del entorno laboral, social
y econmico. Polticos y empleados pblicos entran en una perversa teora de juegos en
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el que prevalece su rol de actores racionales, egostas y liberales pero generando unas
externalidades muy negativas para todo el sistema administrativo y, al final, para ellos
mismos. La accin colectiva nunca sale bien parada cuando se deja todo en manos de
estrategias racionales individualistas pero que carecen de los valores vinculados a la
accin pblica.
Otro ejemplo de sinergia negativa entre la cultura poltica y la cultura administrativa es
la ausencia de regulacin de la direccin pblica profesional (ver anexo 2). Se entiende
por direccin pblica profesional al conjunto de puestos directivos que estn justo
debajo del nivel poltico y que representan la mxima categora estrictamente
profesional. Cualquier organizacin, sea pblica o privada, requiere unos directivos
profesionales plenamente capacitados y que gocen de una cierta estabilidad. Todas las
innovaciones y mejoras que quieran introducirse en la Administracin pblica (gestin
por objetivos y por proyectos, cuadros de mando, evaluacin de polticas, carrera
administrativa, evaluacin del desempeo, etc.) requieren de una musculatura directiva
no slo de mantenimiento sino de alta competicin. Sin direccin pblica profesional no
hay innovacin, ni fortaleza institucional, ni eficacia y eficiencia en la gestin. Por ms
que el EBEP establezca el mandato a generar y regular una direccin pblica
profesional y por ms que la mayora de los pases desarrollados de nuestro entorno lo
hayan hecho en Espaa este espacio sigue siendo todava indito. No hay en este pas
direccin pblica como institucin (en el sentido que se regulen mecanismos
meritocrticos de entrada, permanencia y salida en la direccin). S que hay, en cambio,
funcionarios que ocupan puestos directivos profesionales pero con criterios aleatorios
que oscilan entre el clientelismo poltico y la profesionalidad (puestos de libre
designacin). Por qu no se regula la direccin pblica profesional en Espaa? La
respuesta es por la pinza que dibuja la mala cultura poltica y la mala cultura
administrativa. La clase poltica no est interesada en su regulacin ya que se siente
muy cmoda ejerciendo una gran discrecionalidad poltica aunque sta sea negativa
para la institucionalidad. Los empleados pblicos tampoco se muestran muy interesados
en tener unos superiores con conocimientos suficientes tcnicos para comandar la
organizacin. Prefieren unos superiores con menos capacidades y competencias que les
permita rentabilizar mejor sus derechos y cicatear con sus obligaciones.
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En este punto el lector puede llegar con asombro a la conclusin que las
administraciones pblicas son unos imanes para reclutar a los perfiles ms prfidos y
egostas de nuestra sociedad, sean stos polticos o empleados pblicos. Esta percepcin
es totalmente desacertada. Si en un sistema pblico falla la cultura poltica y falla la
cultura administrativa es que hay un problema ms grave y que est en el seno de la
sociedad espaola. Al fin y al cabo, polticos y empleados pblicos pertenecen y son
una muestra significativa de una determinada sociedad. Aqu es cuando aparece la
tercera mueca rusa, ms diminuta que las anteriores pero ms substantiva y ms
compleja.
La tercera matruska tiene que ver con la mala cultura social de los espaoles en su
relacin con las instituciones pblicas. La sociedad espaola, si atendemos a los datos
de las diferentes encuestas realizadas (entre las que destacan las del CIS) sobre esta
temtica tiene una visin muy negativa de las administraciones pblicas (ver anexo 1).
Las percibe obsoletas e ineficientes con unos clichs ms propios del siglo XIX que del
siglo XXI. En este sentido, tal y como destaca la autora que ms ha estudiado estas
percepciones (Elosa del Pino), los espaoles son burfobos: odian profundamente las
administraciones pblicas. Pero la percepcin social es ms compleja ya que cuando se
pregunta a los espaoles por su valoracin sobre servicios pblicos que conocen porque
han consumido recientemente su percepcin es muy positiva. En este sentido los
espaoles son burfilos: aman a las administraciones pblicas. Esta contradiccin tan
estridente es ms llamativa si comparamos estas percepciones de nuestro mbito
domstico a nivel internacional con los pases ms desarrollados. En los pases de
referencia tambin hay una contradiccin pero diferente: sus sociedades perciben de
forma positiva en abstracto a sus administraciones y de forma negativa cuando se les
pregunta ms en concreto a las que conocen al consumir alguno de sus servicios. El
hecho que en estos pases (la mayora de los pases europeos de referencia) sean ms
crticos que nosotros sobre mbitos y servicios pblicos consumidos puede explicarse
con un doble argumento: por una parte, son sistemas democrticos ms consolidados
con ciudadanos mucho ms maduros i exigentes y, por otra parte, quizs reciban
servicios pblicos de menor calidad de los que se producen en Espaa. Sobre este tema
hay que dedicar un poco de atencin ya que estudios internacionales demuestran que en
Espaa se prestan servicios pblicos con un nivel de calidad superior a los pases ms
desarrollados de nuestro entorno y esto nuestra ciudadana lo reconoce.
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Lo ms preocupante es que cuando se pregunta en abstracto por lo pblico en Espaa se
sea tan crtico y no en los pases de nuestro entorno. Este es el sntoma de la enfermedad
que nos aqueja, de una mala cultura social hacia lo pblico. Cuando se pregunta a una
sociedad en abstracto sobre lo pblico en el fondo se pregunta por como se valora a s
misma ya que las instituciones pblicas son la frmula que se dota una sociedad para
defender el bien comn y los intereses generales. Es una pregunta que nos ubica ante el
espejo y lo lgico es lo que sucede en los pases de nuestro entorno y que la valoracin
sea positiva. Lo normal es que una sociedad se guste a s misma en trminos generales y
no lo que sucede en Espaa que cuando se mira al espejo ve algo muy poco atractivo y
se pone a criticarlo sin piedad sin detectar que lo que refleja el espejo es a uno mismo.
Este es el problema de fondo de nuestras administraciones pblicas: una sociedad que
las necesita pero que no las quiere ni las apoya. Aqu es un deporte nacional criticar
agriamente a las instituciones pblicas y hacer de ellas una parodia que no refleja su
situacin real sino mitos que tienen sus races en el franquismo y en el tumultuoso siglo
XIX. Esta visin crtica y acrtica hace que los funcionarios tengan un bajo prestigio
social y posean baja autoestima. Polticos y funcionarios forman parte, obviamente, de
esta sociedad enferma en su relacin con el sistema pblico y tambin muestran odio y
crtica hacia las organizaciones para las que trabajan. En este sentido por ejemplo, se
puede entender algo que es de muy difcil comprensin: que los ingeniosos chistes de
Forges sobre la burocracia sean tan celebrados y tan difundidos entre los servidores
pblicos (sean estos polticos o empleados pblicos), que son paradjicamente el blanco
de sus crticas.
En definitiva, este es el problema de fondo que tienen las administraciones pblicas: la
falta de complicidad de la sociedad hacia ellas. Y es una situacin de muy difcil
comprensin ya que la Administracin que se ha diseado durante estas dos ltimas
dcadas es moderna y capaz de prestar unos servicios pblicos de calidad por encima de
la media de los pases ms avanzados. Es decir, la Administracin se ha legitimado por
la va de sus actuaciones y la sociedad se lo reconoce en ndices muy concretos de
satisfaccin. Pero en cambio, la sociedad espaola no ha sabido modernizar su discurso
en relacin con el sistema pblico y sigue, de forma incomprensible, anclada en clichs
propios del siglo XIX. Tenemos, por lo tanto, una Administracin que carece de
legitimacin social en un sentido amplio y esto hace que sea una Administracin dbil a
nivel de valores institucionales tal y como reflejan los problemas de cultura poltica y de
cultura administrativa.
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La sociedad espaola es una sociedad que est acomplejada desde la crisis de 1892 y
que no confa en si misma. Las dos ltimas dcadas de prosperidad econmica han
permitido recuperar gran parte de la autoestima y slo quedaban algunos complejos por
superar como el de su desafeccin con sus instituciones pblicas. La actual crisis
econmica tambin es una crisis de valores y puede tener un impacto muy negativo en
nuestra sociedad y que sta regrese a sus complejos y, especialmente, que sea mucho
ms beligerante hacia unas instituciones administrativas ya que considere que no han
defendido sus derechos econmicos, sociales y su calidad de vida.
Estos problemas de las administraciones pblicas llevan mucho tiempo instalados. Y en
esta situacin llega una crisis econmica de unas dimensiones desconocidas hasta el
momento con capacidad para transformar a nuestro sistema administrativo. Hay que
reconocer que no es la mejor situacin para abordar cambios radicales. La crisis llega en
forma de fuego ante un modelo de administracin que es un autntico polvorn. La
negativa cultura social ante lo pblico es plvora, la mala cultura poltica es plvora y la
mala cultura administrativa tambin es plvora. A este arsenal incendiario hay que
aadir nuevos actores que antes no estaban presentes en este debate sobre los problemas
y el futuro de la Administracin pblica. Estos nuevos actores son los empresarios y los
medios de comunicacin.
Los empresarios estn ltimamente muy activos en el debate sobre el futuro de la
Administracin pblica y mediante sus distintas plataformas opinan constantemente y
elaboran informes. El empresariado se mueve por dos pulsiones: por una parte se
preocupan por el problema de la baja productividad en Espaa y consideran, con razn,
que la baja productividad de las administraciones pblicas es un lastre para la
competitividad del pas en el contexto globalizador. Pero por otra parte, codician, de
forma totalmente legtima, unas administraciones pblicas con reducidas dimensiones
que transfieran la gestin de una parte de sus servicios pblicos a las empresas privadas.
En mercados maduros como es el caso de Espaa el sector privado slo puede fiar su
expansin e incrementar beneficios a la internacionalizacin mediante multinacionales
o a la gestin de servicios pblicos.
A los medios de comunicacin ahora les preocupa la situacin de presente y los
escenarios de futuro de la Administracin pblica. Es lgico ya que la crisis econmica
-
ha hecho despertar el inters de la sociedad hacia lo que ocurre en las administraciones
pblicas y los medios de comunicacin desean atender esta demanda de informacin y
de anlisis. El problema es que los medios de comunicacin en Espaa, en trminos
generales, suelen ser bastante frvolos con el tratamiento de las instituciones pblicas
del pas demostrando una baja lealtad institucional. Esto ha sido evidente ante el
tratamiento que han hecho de las ms altas instituciones polticas del Estado que han
sido objeto de crtica merecida (por su mal diseo y por sus errores que los ha habido)
pero tambin de crtica inmerecida derivada de elevar a categora lo que, en muchos
casos eran simples ancdotas. Un buen titular lo justifica todo y no se tiende a tener en
cuenta el dao injusto e irreparable que se puedan hacer a estas instituciones en su
desafeccin social. Si los medios de comunicacin abordan con el mismo mtodo con
las instituciones administrativas que con las instituciones polticas hay un problema
serio. Adems una buena parte de los medios de comunicacin dependen de grandes
corporaciones privadas y operan como instrumentos de sus intereses, variable que puede
enmaraar todava ms el debate.
Con estos dos actores nuevos en liza hay ms plvora en el sistema: la plvora de los
empresarios y la plvora de los medios de comunicacin. No hay que ser un experto en
anlisis de prospectiva para poder predecir concatenaciones inquietantes entre tantos
explosivos. Los empresarios arrecian con una crtica calculadamente extrema, los
medios de comunicacin se hacen eco a sabiendas que el enfoque ser muy popular
socialmente ante esta visin negativa endmica de la sociedad sobre el sector pblico.
Los polticos se van a sentir presionados por la sociedad, los empresarios y los medios
de comunicacin a hacer algo pero como no tienen agenda propia sobre la materia (tal y
como se ha demostrado) van a acometer reformas irreflexivas al dictado del mercado.
Finalmente, los empleados pblicos, lejos de detectar esta dinmica perversa, van a
persistir en defender unos privilegios excesivos y que en todo caso la crisis los ha hecho
totalmente obsoletos.
La crisis llega en forma de fuego y va a encender todos estos polvorines y va a provocar
una gran explosin del sistema administrativo. No va a ser, desgraciadamente, una
explosin controlada sino una explosin sobre la que nadie va a tener el ms mnimo
control. El resultado de la misma nadie lo puede preveer aunque s se puede anticipar
que los resultados difcilmente van a ser positivos. En estas condiciones no es
-
descabellado plantear la hiptesis que la Administracin pblica postcrisis sea una
administracin de mnimos, una administracin que no ha modernizado su arquitectura
y que se ha limitado a practicar una adelgazamiento extremo. En definitiva, una
administracin anorxica (trmino acuado en pases anglosajones que han sido
expuestos durante aos a polticas ultraliberales) que no ser capaz de atender a las
exigencias vinculadas a un modelo de Estado de bienestar para la sociedad del futuro. Y
cuando nos encontremos con una Administracin pblica poco consistente con un
Estado del bienestar puede acabar transformndose ste en un modelo que
absolutamente nadie habra querido. Nos podemos encontrar dentro de 5 o 10 aos con
un modelo de bienestar y con un modelo de administracin pblica que no agrada a
nadie: ni a la sociedad, ni a los polticos, ni a los empleados pblicos pero tampoco a los
medios de comunicacin y a los empresarios. Es lo que tiene jugar con fuego y con
plvora: todos podemos participar con entusiasmo en la fiesta pirotcnica pero los
resultados y las consecuencias no son del agrado de absolutamente a nadie.
Puede hacerse algo para evitar est dinmica y estas consecuencias? Antes de
responder hay que decir que esta dinmica ya se ha iniciado y que hay serias dudas que
se est a tiempo para evitar su desenlace. Hace unos meses un alto responsable poltico
de una administracin autonmica anunci que en su administracin haba un excedente
de un nmero muy alto de empleados pblicos. Reconociendo previamente lo obvio,
dijo que no sobran empleados pblicos vinculados a servicios directos (bsicamente
sanitarios, educadores y trabajadores sociales) pero que en el resto de los efectivos
sobran el 50%. Es decir, sobran nada menos de la mitad de empleados pblicos que
tild, en el marco del entusiasmo de la entrevista, como la grasa de la Administracin.
El alto cargo poltico en cuestin es una persona sensata y buena conocedora de los
entresijos del sistema administrativo y esto hace extraa una posicin tan radical y la
pregunta que hay que hacerse es: hablaba con su propia voz o ya hablaba con la voz de
otros? Seguramente ya no hablaba con su propia voz poltica debido a la afona que
genera la mala cultura poltica, antes relatada, sino que hablaba con la voz de
empresarios y medios de comunicacin a sabiendas que la mala cultura cvica de la
sociedad espaola en relacin a estos temas aplaudira sin mayores matices sus
conclusiones y propuestas.
-
Dejando de lado estos indicios que tienden a demostrar que este proceso ya est en un
estado avanzado no hay que renunciar a intentar abortarlo. La estrategia es aguar tanta
plvora que hay acumulada y evitar la gran explosin por otra ms pequea, ms
razonable, controlable y, sin duda, necesaria.
En primer lugar hay que cambiar de forma radical la visin y actitud de la clase poltica
con relacin a las administraciones pblicas. Las organizaciones pblicas y sus
empleados son los cmplices imprescindibles para llevar a buen puerto los proyectos
polticos. Hay que abandonar las susceptibilidades injustificadas que contemplan a los
empleados pblicos con intereses polticos propios o vinculados a otros partidos. La
gran mayora de empleados pblicos se comportan de forma profesional y dejan de lado
sus convicciones o posiciones polticas como ciudadanos. Pero lo ms importante es que
los partidos polticos deben ubicar en su agenda la relevancia de tener un programa real
y completo sobre como desean que sea y se comporten las administraciones pblicas
impulsando de forma proactiva las reformas que consideren convenientes en el marco
del consenso poltico lo ms amplio posible. Finalmente debe cambiarse la cultura
poltica para premiar a aquellos que tomen decisiones y castigar a los que se inhiben. El
actual contexto de crisis y los cambios administrativos que hay que hacer frente
requieren de valenta poltica e institucional. En este sentido, hay que abandonar la
tendencia mayoritaria que hace que ante la escasez de recursos econmicos que entran
en el sistema pblico se propongan recortes lineales para todos los organismos y
servicios pblicos. Hacer recortes lineales en el presupuesto implica en la prctica no
tomar ninguna decisin y aboca a los mbitos de gestin y sus servicios pblicos a una
precariedad generalizada y prdida de eficacia, de impacto y de calidad hacia la
ciudadana. Tomar decisiones polticas en un contexto de gran escasez presupuestaria
implica eliminar organismos y servicios que no son considerados como prioritarios pero
mantener, e incluso reforzar, aquellas instituciones y servicios que polticamente son
prioritarios.
En segundo lugar hay que cambiar de forma radical la actitud de buena parte de los
empleados pblicos. Si se es consciente que uno de los problemas bsicos de la
Administracin pblica es la falta de productividad los empleados pblicos deberan
proponer cambios y mejoras aunque sea renunciando a algunos de sus derechos. Desde
un punto de vista colectivo sera lgico renunciar voluntariamente a das de asuntos
-
propios, a ampliar el horario, etc. Todo ello en beneficio de la ciudadana a la que estn
a su servicio y en beneficio tambin de la sostenibilidad econmica del sistema
administrativo. En este punto las organizaciones sindicales deberan transformar su rol
vindicativo por una posicin con mayor amplitud de miras si realmente su objetivo es
mantener el papel del sistema pblico y la supervivencia del Estado del bienestar.
Sin duda lograr estos cambios en la cultura poltica y en la cultura administrativa es
muy difcil. Pero la incertidumbre sobre el impacto que tendr la crisis sobre la
Administracin pblica es una oportunidad nica para aprovechar a hacer esta
migracin en estrategias y en valores corporativos a estrategias y valores institucionales.
Es el momento porque la realidad ahoga. Si no cambiamos nosotros (polticos y
empleados pblicos) haciendo una estricta dieta para ser ms sanos y ms productivos
nos cambiar el mercado social y econmico. Y el mercado no va adelgazar el sistema
pblico con sutileza sino de forma rotunda: con liposuccin y reduccin de estmago.
Hay que recordar que la anorexia est a la puerta de la esquina
En tercer lugar hay que concienciar a empresarios y medios de comunicacin en lo
delicado que es este tema. No hay aqu que contemplar slo ganancias a corto plazo en
trminos de mercado y beneficios sino que hay que atisbar el fenmeno a largo plazo,
de forma estratgica y con sensibilidad institucional. De que van a servir ahora ms
beneficios si al final no tenemos unos aparatos pblicos que sean capaces de mantener
una cierta calidad de vida para nuestra sociedad?
Reflexionemos sobre esta problemtica polidrica y despus actuamos en base al
anlisis, a nuestra conciencia, valores e intereses generales ms all de la parroquia a la
que pertenece cada uno. Eso s hay que actuar deprisa ya que el reloj juega a la contra.
-
ANEXO I
LA PERCEPCIN DE LOS ESPAOLES DE LA
ADMINISTRACIN PBLICA
Carles Rami
Profesor de Ciencia Poltica y de la Administracin
en la Universitat Pompeu Fabra
I INTRODUCCIN
El objeto de la ponencia es presentar un conjunto de reflexiones en relacin con la
percepcin que tienen los espaoles sobre la Administracin pblica, en general, sobre
los servicios pblicos y, tambin, percepciones sobre determinados mbitos sectoriales.
Las fuentes de informacin que se van a utilizar van a ser algunos estudios acadmicos
sobre la materia y, especialmente, el anlisis de las escasas encuestas (ltimamente no
tan escasas) que se han realizado en Espaa sobre la materia: encuestas generales del
CIS, encuestas encargadas por la Administracin General del Estado, por la Xunta de
Galicia, por la Generalitat de Catalunya, etc. Tambin se van a utilizar los resultados de
grupos de discusin sobre este tema que se han realizado en Madrid y en Valencia.
-
II EL ANLISIS
1) La relevancia de la percepcin social de las administraciones pblicas como
fuente de legitimacin:
El apoyo social de las instituciones y servicios pblicos es un tema muy relevante.
Se sostiene que la legitimidad de las administraciones pblicas est en funcin de su
nivel de eficacia y eficiencia en la prestacin de servicios y de cmo ste es
percibido. El tema todava es ms importante ya que de la percepcin social de las
administraciones pblicas depende su legitimidad y su supervivencia institucional
real. Si las instituciones pblicas no se hacen acreedoras de apoyo social pierden
buena parte de sus externalidades positivas ya que no son tiles para generar
estmulos de seguridad institucional y jurdica en su entorno y con ello no logran
generar desarrollo econmico y, con ello, desarrollo humano.
A pesar que el ejemplo es lejano es muy interesante analizar la actual situacin de
las agencias reguladoras en algunos pases de Amrica Latina (Bolivia, Per,
Argentina, Brasil, etc.). Estas agencias son recientes y exitosas en el sentido que han
logrado elevados rendimientos institucionales, han conseguido impulsar modelos
meritocrticos y profesionales para sus empleados, han diseado arquitecturas
organizativas y tecnolgicas modernas, etc. Esta situacin positiva contrasta con la
actual situacin que buena parte de estas agencias reguladoras que estn en peligro
de extincin. Una de las principales razones de esta situacin de peligro es la psima
imagen que tienen estas agencias ante las opiniones pblicas de los respectivos
pases. La percepcin de los ciudadanos de estas agencias es muy negativa:
instituciones clientelares, totalmente politizadas, capturadas por el regulador,.
Justo la imagen contraria de la realidad. La presin social es fuerte y est
estimulando a los polticos a cerrar unas agencias que representan un indito caso de
xito administrativo en las instituciones pblicas de Amrica Latina.
En este sentido, las agencias reguladoras han sido fructferas desde un punto de vista
del diseo y el funcionamiento interno pero un fracaso rotundo en comunicacin
social. Su elitismo administrativo les ha hecho descuidar su imagen ante la sociedad
y ahora estn en un serio peligro de cara su supervivencia institucional.
-
2) La percepcin de los espaoles ante las administraciones pblicas en el
contexto internacional:
El ndice para comparar la percepcin que tienen los habitantes de los distintos
pases en sus respectivas administraciones pblicas es la confianza en la
Administracin. Este ndice puede encontrarse en el World Values Survey. Un
primer dato de inters es que el ndice de confianza de los ciudadanos hacia sus
administraciones pblicas permanece bastante constante en las ltimas dcadas. Esta
evidencia emprica contrasta con la opinin de un buen nmero de especialistas que
argumentan que cada vez es menor la confianza de los ciudadanos hacia sus
administraciones pblicas.
La confianza de los espaoles en sus administraciones pblicas alcanza el 41%
segn el World Values Survey. Este porcentaje puede parecer bajo pero en trminos
comparados no lo es ya que casi coincide con pases del nuestro entorno como
Alemania (39%), Finlandia (41%), Austria (42%), Blgica (46%), Francia (46%) o
Suiza (46%).
Los pases con mejor ndice de confianza en la Administracin son: Corea (67%),
Turqua (60%) e Irlanda (59%).
Los pases con peor ndice de confianza en la Administracin son: Grecia (15%),
Mxico (21%) y la Repblica Checa (21%).
Algunos pases desarrollados muestran ndices bastante bajos como, por ejemplo,
Japn (31%) e Italia (32%) explicables en ambos casos por la elevada corrupcin de
sus respectivas administraciones pblicas.
Esta comparativa muestra algunas sorpresas como la elevada confianza que tienen
los turcos en sus administraciones pblicas. Pero hay tambin otras sorpresas: por
ejemplo Nueva Zelanda, cuna de la Nueva Gestin Pblica, que posee slo un 29%.
-
3) La burofobia de los Espaoles:
Un estudio de Elosa del Pino (2004) llega a la conclusin, despus del anlisis de
varias encuestas del CIS y de grupos de discusin, que los espaoles tienen una
percepcin general negativa de las administraciones pblicas. Segn sus trminos los
espaoles son burfobos. Esta imagen negativa parece anclada en unos clichs
propios del siglo XIX. El vuelva usted maana de Larra y las cesantas de Galds
siguen presentes en el imaginario social sobre las instituciones pblicas y sus
parmetros de actuacin.
Esta negativa percepcin general tiene un impacto negativo sobre los funcionarios (en
especial sobre los funcionarios no vinculados a profesiones con identidad propia). Es
decir, tambin hay una valoracin general negativa hacia los funcionarios y hacia el
resto de trabajadores pblicos. Evidentemente esta situacin genera en una parte del
funcionariado una baja estima, prdida de estatus y desmotivacin.
Las razones de esta percepcin negativa general de las administraciones pblicas son
complejas:
- Es cierto que siguen presentes clichs propios del siglo XIX que nada tienen que
ver con la realidad de las administraciones pblicas espaolas del siglo XXI.
- Los casos de corrupcin poltica (presentes en el pas pero excesivamente
magnificados) generan una mala imagen a las instituciones pblicas. La mala
imagen de la poltica y de los polticos invade el espacio administrativo
profesional. Se sobreentiende que un profesional que trabaja bajo las rdenes de
corruptos es tambin corrupto o bien tiene un perfil profesional y personal muy
endeble.
- La cultura poltica precaria de una parte de la clase poltica del pas no ha
respetado ni defendido la imagen de las instituciones pblicas. En ocasiones
para salvar presiones sobre la esfera poltica se ha puesto en el disparadero a los
aparatos administrativos y a sus empleados.
-
- Existen unas instituciones pblicas que dan servicios a masas de ciudadanos que
funcionan de forma muy precaria y con dcadas de retraso en trminos de
gestin pblica y de servuccin. Ejemplo de estas instituciones son la
Administracin de Justicia en general, el registro civil, etc. No son muchos los
mbitos que estn en esta situacin pero tienen un impacto tremendo en la
imagen general de las administraciones pblicas.
4) La burofilia de los Espaoles:
En contraposicin con el punto anterior, los espaoles muestran una positiva
valoracin de las organizaciones, los servicios y los empleados pblicos con los que
han mantenido un contacto directo por razn de recepcin de un servicio pblico. Es
decir, cuando se pregunta a los espaoles sobre unidades administrativas y servicios
pblicos con los que han mantenido una relacin, stos se transforman en
burfilos, unos entusiastas de las administraciones pblicas, de los servicios
pblicos y de los empleados pblicos. Las razones para esta positiva valoracin
pueden ser:
- En Espaa, en trminos generales, se prestan servicios pblicos de calidad. En
este sentido, la calidad de los servicios pblicos es igual o superior al de los
pases desarrollados de nuestro entorno.
- Las administraciones pblicas, y en la cabeza las administraciones locales,
llevan aos cuidando no slo la calidad instrnseca de sus servicios sino tambin
los elementos explcitos, de imagen, de servuccin que acompaan a los
servicios (buena imagen corporativa de los edificios pblicos, elevadas
capacidades de empata de los empleados pblicos hacia los ciudadanos, etc.).
- Las campaas sectoriales de marketing institucional impulsadas por muchas
administraciones pblicas.
- Los avanzados sistemas multicanal de atencin ciudadana.
- El impulso decidido por las Tecnologas de la Informacin y de la
Comunicacin.
-
- La juventud de una parte importante de los empleados pblicos de las
administraciones subestatales que han neutralizado, con su dedicacin y
entusiasmo, las carencias de las arquitecturas institucionales y de las carencias
de los mecanismos de gestin.
5) El contraste entre la percepcin social de las administraciones pblicas en
Espaa en relacin con los pases de nuestro entorno:
En los pases desarrollados de nuestro entorno la lgica de la percepcin social de las
administraciones pblicas es justo la inversa que en Espaa. En este sentido, la
percepcin general y abstracta de sus respectivas administraciones es positiva pero, en
cambio, su percepcin concreta sobre las unidades administrativas y los servicios con
los que los ciudadanos han mantenido una relacin directa es negativa. Este modelo de
opinin pblica puede explicarse mediante los siguientes argumentos:
- Se trata de pases con una cultura cvica slida que reconoce la importancia y
respeta las instituciones pblicas.
- Se trata de pases con instituciones pblicas slidas que llevan aos instaladas en
la modernidad en el marco de un contexto democrtico.
- Existe en estos pases una cultura poltica ms slida que no involucra en sus
crisis a las instituciones pblicas que suelen quedar al margen de las luchas y
patologas polticas.
- Son pases que estn en una situacin de madurez y cierta decadencia del Estado
de bienestar que implica un declive de las capacidades institucionales de sus
entramados organizativos y llegan a prestar servicios pblicos de baja calidad.
- Los ciudadanos de estos pases son unos consumidores muy maduros de
servicios pblicos, con altas expectativas que generan una enorme exigencia de
calidad hacia los servicios pblicos que consumen.
6) Percepciones por Administraciones pblicas en el contexto de un gobierno
multinivel:
-
Los ciudadanos perciben de forma ms positiva a las administraciones pblicas que
tienen ms prximas. De este modo la percepciones positivas ms altas estn vinculadas
a las administraciones locales, le siguen las Comunidades Autnomas. Finalmente, las
percepciones ms bajas son para la Administracin General del Estado. Estas diferentes
percepciones pueden explicarse por los siguientes motivos:
- Se ha argumentado que los ciudadanos suelen tener una percepcin negativa a
nivel abstracto y, en cambio, percepciones positivas a nivel concreto. Ante esta
forma social de razonar es lgico que las administraciones ms cercanas y ms
prestadoras de servicios (administraciones locales y autonmicas) sean las mejor
valoradas y la administracin ms alejada (la Administracin General del
Estado) sea la peor valorada.
- La Administracin General del Estado mantiene un tipo de servicios y relaciones
con los ciudadanos que estimula valoraciones poco positivas por distintos
argumentos: Agencia Tributaria, Trfico, Administracin de Justicia, correos,
Administracin penitenciaria, etc. Por otra parte mbitos clave del Estado
quedan muy lejanos a los ciudadanos: fuerzas armadas, servicio exterior,
polticas regulativas, etc.
De todos modos hay que destacar que en los ltimos aos se percibe la tendencia a
que algunas Comunidades Autnomas son tan bien valoradas (y en ocasiones
incluso mejor valoradas) como la Administracin local. En este sentido, parece que
hay la tendencia a una similar valoracin entre el nivel autonmico y el nivel local.
Esta tendencia es fcil de explicar:
- Las administraciones autonmicas son fundamentalmente prestadoras de
servicios.
- Algunas Comunidades Autnomas han invadido el espacio local natural de
prestacin de servicios como, por ejemplo, es el caso de los servicios sociales.
- Existen muchas Comunidades Autnomas de reducidas dimensiones que los
ciudadanos las perciben como si fueran administraciones locales.
- Las Comunidades Autnomas estn alcanzando, despus de ms de 25 aos de
expansin, una madurez institucional cada vez ms elevada.
-
7) Las asimetras en las percepciones sociales de los distintos tipos de servicios
pblicos:
Los mbitos y servicios de las administraciones pblicas tienen una percepcin
social muy diferente. En este sentido, los mbitos administrativos y servicios
pblicos mejor valorados por los ciudadanos son:
- Sannidad.
- Servicios sociales.
- Educacin.
Por otro lado, los mbitos administrativos y servicios pblicos peor valorados por
los ciudadanos son:
- Vivienda.
- Seguridad.
8) Las asimetras en las percepciones sociales de los distintos tipos de
profesionales al servicio de las administraciones pblicas:
Los distintos perfiles profesionales que trabajan en las administraciones pblicas
tienen unas imgenes muy diferentes. Por una parte, los colectivos de empleados
pblicos mejor valorados son:
- Bomberos (con un ndice de confianza de un 90%).
- Personal de enfermera.
- Mdicos.
- Cuerpos de seguridad del Estado o autonmicos.
- Profesorado (de primaria hasta universitaria).
- Asistentes sociales.
-
Por otra parte, los colectivos de empleados pblicos peor valorados son:
- Personal de la Administracin de justicia.
- Personal de las instituciones penitenciarias.
- Personal de ventanilla (ndice de confianza del 26%).
9) La valoracin sobre los funcionarios: ms positiva que negativa:
En primer lugar hay que sealar que, a pesar de lo dicho en un apartado anterior, no
es cierto que los empleados pblicos tengan en Espaa una mala imagen:
- El 41% de los espaoles consideran que tienen mejor imagen que los empleados
en el sector privado.
- El 27% no percibe diferencias de imagen entre empleados del sector pblico y
empleados del sector privado.
- Slo el 22% considera que la imagen de los trabajadores pblicos es peor que la
imagen de los trabajadores del mbito privado.
- Los ciudadanos consecuentes con estas percepcin afirman en un 50% de que
desean que sus hijos sean funcionarios en lugar de empleados por cuenta ajena o
empresarios. El motivo principal, evidentemente, es la seguridad en el puesto de
trabajo.
Por otra parte hay un conjunto de leyendas urbanas sobre la percepcin social de los
empleados pblicos que las encuestas matizan e incluso contradicen. Por ejemplo:
- El 80% de los ciudadanos consideran justo que los funcionarios tengan un
puesto de trabajo vitalicio que los defienda de la vulnerabilidad derivada de los
cambios polticos.
- nicamente el 33% de la poblacin considera que hay un exceso de empleados
pblicos.
-
- El 60% de los ciudadanos confan en los empleados pblicos (en contra del 21%
que manifiesta poca confianza).
- El 60% consideran que los empleados pblicos estn bien pagados (es decir,
tambin consideran que no estn excesivamente retribuidos).
- La peor valoracin est vinculada a la pregunta sobre si el acceso al empleo
pblico se hace bajo los principios de igualdad capacidad y mrito: slo el 33%
lo cree.
10) Las percepciones sociales sobre los modelo de gestin de las
administraciones pblicas:
Los ciudadanos ante la pregunta si las organizaciones privadas son ms eficaces y
eficientes que las organizaciones pblicas se posicionan a favor de las
organizaciones privadas.
Otra cuestin relevante es cuando se les cuestiona sobre la necesidad que las
Administraciones pblicas gestionen con la utilizacin de herramientas de gestin
privada. La respuesta es que afirmativa. Es decir, parece ser que los ciudadanos
apoyan las transformaciones que algunas administraciones pblicas estn haciendo
de la mano de la Nueva Gestin Pblica: agencializacin, gerencializacin,
reingeniera, planes de calidad, ISO, etc.
Finalmente, otro aspecto fundamental es el posicionamiento de la ciudadana ante la
pregunta si para prestar servicios pblicos es mejor que lo haga la iniciativa privada
o directamente las administraciones pblicas. A priori, parecera lgico, a tenor de
las percepciones anteriores, que se decantaran por la gestin privada de los servicios
pblicos (externalizacin). La sorpresa es que la respuesta de la ciudadana es
contundente en sentido contrario: los servicios pblicos deben ser prestados por las
propias administraciones pblicas. Ante la pregunta de por qu defienden esta
opcin la respuesta es: para que no existan problemas de equidad. Este
posicionamiento deja con escasa legitimidad social la expansiva concurrencia de
organizaciones privadas con nimo y sin nimo de lucro en la prestacin de
servicios pblicos. La externalizacin muy amplia y muy profunda que estn
impulsando muchas administraciones pblicas est socialmente en cuestin.
-
11) La percepcin ciudadana de las administraciones pblicas por edad,
gnero y extraccin social:
Existen diferencias en la percepcin de los ciudadanos de las administraciones
pblicas en funcin de la edad, del gnero y de la extraccin social. Estas
diferencias existen pero no son muy relevantes. Las distintas percepciones son:
- Por edad: el colectivo ms crtico es el que comprende el intervalo de edad entre
los 35 a 44 aos. Los colectivos con mejor percepcin son los mayores de 60
aos y los ms jvenes (intervalo de edad de 16 a 24 aos).
- Por gnero: las mujeres se muestran un poco ms crticas que los hombres.
- Por extraccin social: el colectivo con mejor posicin profesional y con estudios
universitarios es el que se muestra ms crtico con las administraciones pblicas.
El colectivo ms positivo es el que ocupa una baja posicin profesional y posee
estudios primarios.
12) Los mecanismos para detectar las percepciones sociales de los servicios
pblicos:
Las encuestas parecen ser el mejor mecanismo para detectar las percepciones de los
ciudadanos sobre el funcionamiento de las administraciones pblicas. Si bien esto es
cierto hay que enfatizar la ambigedad de buena parte de los resultados de estas
encuestas y la dificultad para su interpretacin.
Por esta razn es importante recordar que existen otros mecanismos en manos de las
administraciones pblicas para pulsar la opinin de sus ciudadanos. Por ejemplo, las
quejas que presentan ante los servicios de reclamaciones o ante los puntos directos o
telefnicos de atencin al pblico es una importante fuente de informacin. La mayora
de las administraciones pblicas poseen estos servicios y estimulan el derecho a
reclamar de los ciudadanos pero no es extrao que estas mismas administraciones
pblicas desprecien buena parte de estas informaciones, no las sistematicen ni analicen.
-
En este sentido, las reclamaciones son un magnfico termmetro sobre la satisfaccin o
insatisfaccin de los ciudadanos ante las administraciones pblicas. Se han dado casos
de administraciones locales que recibieron informaciones contradictorias sobre la
satisfaccin de sus ciudadanos sobre los servicios pblicos: en las encuestas las
valoraciones eran positivas y, en cambio, las reclamaciones incrementaban de forma
exponencial y cada vez eran ms crticas. Ante esta paradoja suele dominar la lgica de
la autocomplacencia y tomar como indicador fundamental las encuestas. El resultado de
esta opcin ha sido que en la mayora de estos ayuntamientos el equipo de gobierno
acab perdiendo las elecciones al cabo de unos aos a pesar que hasta las ltimas
encuestas seguan siendo positivas!
13) El impacto de las campaas de marketing institucional y de los esfuerzos en
la mejora de los sistemas de servuccin:
La inversin en marketing institucional y en pulir al mximo los elementos del front
office con los ciudadanos suele dar muy buenos resultados. Existe evidencia emprica
sobre el apoyo social a las administraciones pblicas que impulsan estas estrategias. De
hecho administraciones pblicas similares en su calidad organizativa y simulares en la
calidad de los servicios pblicos que prestan muestran diferencias en la percepcin
ciudadana a favor de aquellas que han invertido en estas estrategias. No hay ningn
problema, ms bien al contrario, en invertir en mejorar el front office de las
administraciones pblicas. En cambio si que puede generar problemas de tica pblica
el impulsar fuertes o exageradas campaas de marketing institucional a pesar de su
elevado rendimiento.
14) La elevada consistencia de la percepcin social de las administraciones
pblicas:
Como ltima reflexin, comentar la elevada consistencia de la percepcin de los
ciudadanos sobre las administraciones pblicas. Dejando de lado la patologa de la
-
burofobia de carcter histrica y antropolgica el resto de las percepciones son
muy consistentes. Son percepciones maduras que reflejan una cultura social propia
de un pas desarrollado. Veamos algunos ejemplos de estas consistencias:
- Estn satisfechos con la mayora de servicios que reciben y, por lo tanto, es
lgico que las administraciones subestatales sean las mejor valoradas.
- Al estar satisfechos con los servicios que reciben es lgico que tengan mejor
percepcin de los servicios pblicos de masas: sanidad, educacin y servicios
sociales. Tambin es consistente que los colectivos profesionales mejor
valorados sean el personal sanitario, el profesorado y los asistentes sociales.
- Muestran una gran madurez al defender la independencia de los funcionarios del
poder poltico y que consideren que el mecanismo es la estabilidad en el puesto
de los empleados pblicos.
- Atinan con la evidencia emprica al mostrarse poco convencidos que el acceso al
empleo pblico se hace siempre respetando los principios de igualdad, capacidad
y mrito.
- Demuestran criterio al optar por servicios pblicos prestados por las propias
administraciones para evitar problemas de equidad en el acceso a los servicios y,
por lo tanto, relativiza algunos modelos extremos de externalizacin.
- El ndice internacional de 41% en la confianza en sus Administraciones pblicas
que la posiciona en un punto intermedio entre los pases desarrollados y en una
posicin equivalente a pases del entorno europeo como Alemania, Austria o
Finlandia.
FUENTES
- Del Pino, E., 2004, Las percepciones de los ciudadanos ante las administraciones
pblicas, Madrid, INAP.
- Van de Walle, S., 2007, La confianza de los ciudadanos en el sector pblico,
Barcelona, Public IDGP de ESADE.
- World Values Survey.
- Encuestas del CIS.
- Encuestas de la Comunidad de Madrid.
-
- Encuestas de la Comunidad Valenciana.
- Encuestas de la Generalitat de Catalua.
- Encuestas de la Junta de Galicia.
-
ANEXO 2
POLTICA Y GESTIN:
LA REGULACIN DEL DIRECTIVO PBLICO EN
ESPAA
Carles Rami Matas
Profesor de Ciencia Poltica y de la Administracin en la
Universitat Pompeu Fabra
1. Introduccin.
El espacio directivo es polidrico y en este captulo se van a analizar tres de sus
posibles dimensiones: el directivo con perfil poltico, el directivo de carrera con perfil
profesional y, finalmente, el directivo con el doble rol de confianza poltica y
profesional (politcnico). Los tres perfiles son necesarios y, en muchas administraciones
pblicas, deben coexistir. En la actualidad conviven sin una regulacin especfica y con
unas reglas del juego que son el resultado de ajustes institucionales, de luchas de poder,
de la cultura poltica y administrativa que predomina en cada administracin pblica.
Esta suerte de autorregulacin ha funcionado razonablemente bien, a pesar de sus
evidentes patologas, durante un par de dcadas. Pero durante los ltimos aos este
modelo de adaptacin mutua parece agotado y las patologas son la norma y el respeto
de los respectivos espacios la excepcin. Todo parece indicar que se ha agotado el
modelo y que se requiere de una regulacin especfica va estatutos del directivo pblico
y que tambin son necesarias estrategias formativas de sensibilizacin y capacitacin en
direccin pblica. Sobre el espacio directivo nuestras administraciones pblicas
muestran las siguientes disfunciones, cada vez ms estructurales e integrales:
- Una confusin absoluta entre el rol de direccin poltica y el rol de direccin
profesional. No se conoce donde acaba la poltica y donde empieza la
meritocracia profesional.
- Una despolitizacin de muchas administraciones pblicas derivada de la
migracin de los directivos polticos hacia tareas de carcter profesional y
-
operativo. Algunos polticos huyen de las incertidumbres de las complejas tareas
polticas (defender un inters general derivado de la integracin de variadas
expectativas individuales y de la implementacin de un determinado programa
poltico) y se refugian en el confort de mtodos y tcnicas profesionales de
gestin que son altamente socializantes.
- Una politizacin de los profesionales de la gestin pblica que se ven abocados
a puestos que materialmente son polticos, como es el caso de una buena parte
de los altos cargos que ocupan los cuerpos de funcionarios en la Administracin
General del Estado. La politizacin de los profesionales de la gestin pblica
tambin puede germinar por la va de la politizacin de los cargos profesionales
(por ejemplo los puestos de libre designacin) que hacen inevitable adoptar
perfiles polticos o coquetear con la poltica si se desea llegar a los puestos
profesionales de mxima responsabilidad que deberan ser ajenos a las
interferencias polticas.
- La aparicin necesaria e inevitable de los perfiles bfidos que tienen a la vez una
dimensin profesional y una dimensin poltica. La moda de la gerencializacin
en muchas administraciones pblicas ha acelerado este proceso.
- La existencia de un conjunto de estmulos legislativos e institucionales que
fomentan de forma extrema la promiscuidad entre la poltica y la
profesionalizacin.
- Finalmente, la degradacin de una cultura poltica que ha pasado de respetar
parcialmente esta triple dimensin de direccin pblica a no respetar ninguna de
las lneas rojas y a realizar un abordaje, en base a criterios estrictamente
polticos, de los espacios poltico-profesionales y de los espacios estrictamente
profesionales.
El resultado de estas disfunciones es una degradacin constante del espacio directivo, el
dominio de la mediocridad y no de la excelencia profesional generndose
administraciones con escasa fortaleza institucional y con una dbil musculatura
gerencial para afrontar los retos de la gestin pblica moderna. Nuestras
administraciones pblicas, por este motivo, cada vez gestionan peor y cada vez aportan
menos seguridad institucional y poltica para favorecer el desarrollo econmico y
humano de nuestra sociedad.
-
Para superar este gran problema y los sntomas asociados al mismo es imprescindible
una regulacin, va creacin de estatutos del directivo pblico, que defina
normativamente unas reglas del juego claras y razonables que permitan de nuevo la
convivencia entre los tres roles directivos analizados y que vuelva a canalizar las
relaciones entre la poltica y la administracin. En este sentido este captulo presenta un
conjunto de reflexiones y propuestas que, sin tener un carcter exhaustivo, perfilan
algunos de los posibles caminos y estrategias concretas a seguir en el futuro.
El captulo se va a estructurar en cinco apartados:
Elementos de contexto: en este primer punto se especifican algunas condiciones,
desde un punto de vista material, a las que debera responder una regulacin del
espacio de direccin pblica.
Sobre la imposibilidad de encontrar soluciones ptimas de cara a la regulacin
de los directivos pblicos: en este apartado se exponen dos ejemplos recientes en
Espaa de innovacin sobre regulacin de direccin pblica pero que estn
logrando resultados insatisfactorios.
Algunas reflexiones-propuestas sobre las tres dimensiones del espacio directivo:
en este apartado se entra en materia y se presentan algunas reflexiones y
propuestas sobre la regulacin del espacio de direccin pblica en los tres roles
ms importantes: direccin poltica, direccin profesional y direccin
politcnica.
Diagnstico y propuestas en relacin al tercer gnero, sobre el directivo
politcnico: en este punto se presentan fortalezas y debilidades sobre esta figura
tcita de directivo pblico muy habitual en el gobierno local y que su anlisis se
considera central de cara a una satisfactoria regulacin del espacio de direccin
pblica.
Sobre las polticas de formacin de los directivos pblicos: la regeneracin de la
direccin pblica en Espaa no slo depende de mejorar su regulacin de
carcter normativo sino que tambin debe transcurrir por la mejora de los planes
de formacin directivos impulsados por los institutos o escuelas de formacin de
los empleados pblicos.
-
Antes de entrar en cada uno de estos apartados es conveniente clarificar un conjunto de
elementos necesarios en relacin con el modelo de funcin pblica en Espaa que
ejercen de contexto en una futura regulacin del espacio de direccin pblica:
- El modelo de funcin pblica necesario, y que apuntala con buen criterio el
EBEP, es un modelo de funcin pblica flexible, no burocrtico, en consonancia
con los tiempos pero que garantice, sin ningn tipo de duda ni de
discrecionalidad prctica, los principios pblicos de igualdad, capacidad y
mrito en el acceso a la condicin de empleado pblico que es la base de un
modelo de funcin pblica y que debera serlo tambin para un el conjunto de
empleados pblicos para canalizar una carrera administrativa profesional.
- Con relacin a la preocupacin por defender los principios de igualdad,
capacidad y mrito en el acceso puede considerarse como un asunto no menor ya
que la flexibilidad, el impacto de la postburocracia y de la NGP, el
pragmatismo, el adoptar un sistema de reclutamiento ad hoc artesanal y
personalista puesto a puesto, etc. ha degenerado en los ltimos aos,
especialmente en las administraciones subestatales, en un enorme clientelismo y
que tiene como resultado una mediocridad de una parte importante de los
empleados pblicos (contratados administrativos transitorios, laborales, interinos
etc.).
- Otro tema a destacar, adems del de las entradas en el sistema, sera el de las
salidas del sistema en el sentido que stas sean ms flexibles y permitan el cese
de la relacin contractual con aquellos empleados pblicos muy disfuncionales
y/o con muy bajo rendimiento. En este sentido, es imprescindible disponer de
instrumentos para superar o anular las patologas ms relevantes, con todas las
garantas jurdicas posibles, derivadas de una falta objetiva de un mnimo
rendimiento.
- Utilizando la primera parte del ttulo y algunas conclusiones del reciente y buen
libro de Paco Longo Mrito y Flexibilidad (2005). Segn Longo ha quedado
demostrado que si se parte del mrito y de un planteamiento garantista luego no
es posible alcanzar la flexibilidad. Longo propone utilizar la plataforma de la
flexibilidad para alcanzar el mrito. Estoy parcialmente en desacuerdo y
parcialmente de acuerdo con el profesor Longo. En este sentido parto de la
consideracin que para la captacin los puestos profesionales clave de carcter
-
no directivo no queda otra opcin que partir del principio del mrito (ms
renovado a nivel instrumental, ms modernizado y menos burocrtico que el
sistema actual) y luego plantearse una gestin posterior que sea flexible. En
cambio, para el caso de una parte de los directivos cambia el planteamiento y
puede considerarse que si es posible partir de la flexibilidad (planteamientos
abiertos, distintas posibilidades) y mediante este principio alcanzar el mrito.
2. Elementos de contexto: las condiciones a las que hay que responder con la
regulacin del espacio directivo.
Se parte de la constatacin inicial que hace falta un Estatuto del Directivo Pblico y que
en el momento actual es ms necesario que nunca ya que la funcin de directivo
pblico tiene unos parmetros de una gran profesionalizacin y que esta situacin es
relativamente nueva y reciente.
Escuelas de Negocios, institutos y escuelas de formacin de funcionarios han defendido
desde hace dcadas que es necesario profesionalizar a los directivos pblicos. Siempre
ha sido cierto pero con una cierta debilidad argumental ya que se puede considerar
(reconociendo un cierto aroma de provocacin) que para ser directivo pblico no hay
que estar tcnicamente muy preparado ya que la tcnica viene a representar slo un 20%
de un directivo pblico y, en cambio, un 60% que es sentido comn (inteligencia
emocional segn la literatura psicosocial al uso) y un 20% que es carisma y sentido del
liderazgo, capacidad de empata y capacidad de seduccin. Es decir cuando alguien
posee sentido comn y carisma ya puede ser un buen directivo pblico o, tambin, un
buen directivo privado. Es por esta razn que en la formacin de los directivos pblicos
o privados abundan contenidos de carcter heterodoxo e interactivo orientados a
fomentar habilidades vinculadas a la personalidad, a las relaciones humanas, etc.
Pero durante la ltima dcada las reglas del juego han cambiado y aunque sigue
haciendo falta poseer sentido comn y sentido de liderazgo ambos ingredientes ya no
son condiciones suficientes sino slo necesarias ya que la funcin de directivo pblico
se ha tecnificado. Veamos seguidamente los elementos ms relevantes que hacen que la
-
funcin directiva en la gestin pblica se haya tecnificado considerablemente durante la
ltima dcada con elementos vinculados al concepto de gobernanza:
Un alto nivel de formacin en gestin de redes de organizaciones
pblicas y, especialmente privadas con nimo y sin nimo de lucro que
prestan una parte importante de los servicios pblicos. La gestin de
redes implica la necesidad de poseer unas potentes habilidades en
planificacin y en evaluacin.
Los conocimientos necesarios para la utilizacin conceptual y material
de las Tecnologas de la Informacin y de la Comunicacin
Gestionar siendo permeable a los nuevos mecanismos que facilitan la
participacin de los ciudadanos.
Las modernas formas de gestin pblica entre las que destacan el modelo
gerencial y el modelo de agencia.
Una potente socializacin en valores institucionales de carcter pblico y
con una socializacin en valores derivados de una tica de la gestin
pblica.
La irrupcin de estas novedades implica que ahora los puestos de directivo pblico ya
no pueden ser tan espontneos y depender de la buena fortuna de ser ocupados por
lderes carismticos con sentido comn sino que son puestos altamente tecnificados que
requieren una formacin formal y una slida experiencia profesional en el sector
pblico o, en casos extraordinarios en el sector privado.
Por otra parte el elemento ms problemtico de la regulacin del espacio directivo en la
Administracin pblica es el encaje de la poltica y su relacin con la direccin
profesional. Este es un tema clsico de estudio de la Ciencia Poltica, de la Ciencia de la
Administracin y de la Teora de la Administracin. Sin duda la direccin ms
estratgica de las organizaciones pblicas tiene una ineludible y necesaria naturaleza
poltica ya que en esta circunstancia pivota la legitimidad democrtica y el engarce del
sistema administrativo con el sistema poltico. Tambin es cierto que en un punto ms o
menos estratgico aparece la direccin profesional y que la vinculacin de sta con la
direccin poltica tiene sus problemas de lenguaje, de prioridades, etc. Por otro lado, es
-
evidente la ingenuidad de la divisin wilsoniana en la que se poda diferenciar
claramente en las administraciones pblicas la dimensin poltica de la dimensin
profesional. Ms bien al contrario, en realidad, ambas dimensiones estn en la gestin
pblica prctica muy interrelacionadas y mezcladas. Pero una cosa es reconocer esta
interrelacin y otra muy distinta es considerar este espacio poltico-profesional como un
confuso magma en el que todo est mezclado y en el que no caben reglas ni
regulaciones. Esta interpretacin suele ser interesada y tiende a generar de facto una
excesiva politizacin de los aparatos administrativos. En contra, nuestra posicin
considera que, a pesar de la interrelacin entre la dimensin poltica y la dimensin
administrativa, es necesario regular el espacio de cada componente no tanto para separar
(finalidad carente de sentido) sino para clarificar unas posiciones y unas reglas del juego
que pueden favorecer el rendimiento institucional de las administraciones pblicas.
La falta de reglas en Espaa sobre la configuracin de un espacio directivo ha generado
diversas patologas: por una parte la generalizada invasin de la poltica de espacios
profesionales. Esta tendencia, muy notable en las administraciones locales y ms
espordica en las administraciones autonmicas, ha supuesto un dficit de estrategia
poltica y ya se ha hecho notar la necesidad de repolitizar nuestras administraciones.
Por otra parte la invasin, ms minoritaria, de rol directivo profesional del espacio
poltico. Esto significa que algunos tcnicos, sin legitimidad democrtica, acaban
diseando los contenidos polticos de las polticas pblicas. Esta patologa es muy
palpable en la Administracin General del Estado de la mano del poder de los cuerpos y
en algunas