jesús mosterin - el pensamiento arcaico- resumen

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1 resumen comentado del libro EL PENSAMIENTO ARCAICO de Jesús Mosterín Presentación del cuaderno Está dedicado a poner de relieve y propagar la singular importancia del libro El pensamiento arcaico, de Jesús Mosterín. El cuaderno No cumpliría su fin, si su escritura no fuese capaz de mover al lector a sentir la necesidad irresistible de acceder a la lectura completa de la obra, bien solicitándola en las bibliotecas públicas, bien recurriendo a adquirirla, personal o colectivamente, en las librerías. El libro, una edición de bolsillo (962) de Alianza Editorial, logra –a nuestro modo e ver- lo que innumerables trabajos escritos de carácter histórico-social no pudieron conseguir, ayudarnos a superar los supuestos y las proyecciones empíricas en que la mayor parte de las veces nos hemos venido basando para interpretar la realidad, el origen de las cosas y en particular de los fenómenos sociales. En este sentido, la virtud de Mosterín consiste en que, con su obra, logra asomarnos, como a través de una ventana abierta al mundo, al proceso real de lo acaecido desde la antigüedad más remota, permitiéndonos, al mismo tiempo, ampliar y completar nuestros conocimientos, con datos documentales inusitados, tan relevantes, ricos e incluso bellos y sorprendentes en muchos casos, como los que aparecen en el libro, reflejo fiel de los más antiguos y abundantes testimonios arqueológicos de los años 10.000 a.n.e, y materiales escritos de los años 3.500 a.n.e. La obra fue objeto de varios debates en un taller de trabajo, donde, finalmente, se generalizó el deseo, la necesidad sentida por todos, de compartir lo aprendido con cuantos más; teníamos que encontrar la manera de contribuir a hacer motivo de interés general la lectura completa del libro. Para lograr nuestro objetivo decidimos confeccionar y propagar un cuaderno del Caum, especialmente dedicado al respecto, conteniendo un resumen comentado de la obra. Y todo ello por dos razones de la mayor importancia para nosotros. Una, porque supone un aporte cultural valiosísimo, excepcional, cabe decir, en cuanto utiliza magistralmente las traducciones de las tablillas babilónicas para situar al lector ante el proceso histórico-social desde casi sus orígenes mismos, liberándonos en gran parte del cúmulo de interpretaciones supuestas. Otra, porque encierra una concepción del mundo, basada en los nexos objetivos existentes entre todas las cosas, diametralmente opuesta a la de los que pretenden que las veamos desligadas, sin apenas o ninguna relación, como si fuera posible que el principio de interrelación no estuviese presente en todo momento físico y de la vida natural, comprendida la aparición de los seres vivos y su expresión más completa y compleja: el hombre, su psiquis; el pensamiento, la sociedad, y sus formas de manifestarse socialmente, religiosamente, filosóficamente, científicamente, políticamente. El pensamiento arcaico Mosterín, como enseguida podremos observar, nos pone en guardia contra “la mayoría de las historias convencionales de la filosofía”. Responden, dice, “a un esquema estereotipado, según el cual la filosofía sería algo meramente accidental”. En este sentido, se afirma en la idea que aparece dominante a lo largo de toda su obra: “la historia de la filosofía hunde sus raíces en el pensamiento arcaico, y fue éste el que permitió a los humanes orientarse concreta y prácticamente en el mundo real durante los milenios precedentes”. Para demostrar sus razones se vale de los más antiguos y abundantes datos, de que la humanidad dispone, traducidos de las tablillas me sopotámicas, desenterradas al cabo de milenios, expresivas del florecimiento civiliza torio que tuvo lugar en las tierras de los actuales Israel, Líbano, este de Siria, sudeste de Turquía, oeste de Irán y norte de Irak . Al final del libro, sitúa las culturas arcaicas de la India, China y Grecia, como aquellas –nos dice- cuyo interés para la historia de la filosofía es evidente, pues fueron en ellas (y no en otras) donde más tarde surgió el pensamiento filosófico . * El pensamiento filosófico surgió –explica Mosterín- hace dos mil quinientos años en contraste con el pensamiento arcaico, que había permitido a los humanes orientarse en el mundo durante los milenios precedentes. A su vez, el pensamiento arcaico no era sino la elaboración de ideas e impulsos cuyos orígenes pueden ser buscados en las épocas prehistóricas en que nuestros remotos antepasados aprendían a articular lingüísticamente el mundo que los rodeaba.

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resumen comentado del libro

EL PENSAMIENTO ARCAICO de Jesús Mosterín

Presentación del cuaderno

Está dedicado a poner de relieve y propagar la singular importancia del libro El pensamiento

arcaico, de Jesús Mosterín. El cuaderno No cumpliría su fin, si su escritura no fuese capaz de mover al lector a sentir la necesidad irresistible de acceder a la lectura completa de la obra, bien solicitándola en las bibliotecas públicas, bien recurriendo a adquirirla, personal o colectivamente, en las librerías. El libro, una edición de bolsillo (962) de Alianza Editorial, logra –a nuestro modo e ver- lo que innumerables trabajos escritos de carácter histórico-social no pudieron conseguir, ayudarnos a superar los supuestos y las proyecciones empíricas en que la mayor parte de las veces nos hemos venido basando para interpretar la realidad, el origen de las cosas y en particular de los fenómenos sociales. En este sentido, la virtud de Mosterín consiste en que, con su obra, logra asomarnos, como a través de una ventana abierta al mundo, al proceso real de lo acaecido desde la antigüedad más remota, permitiéndonos, al mismo tiempo, ampliar y completar nuestros conocimientos, con datos documentales inusitados, tan relevantes, ricos e incluso bellos y sorprendentes en muchos casos, como los que aparecen en el libro, reflejo fiel de los más antiguos y abundantes testimonios arqueológicos de los años 10.000 a.n.e, y materiales escritos de los años 3.500 a.n.e.

La obra fue objeto de varios debates en un taller de trabajo, donde, finalmente, se generalizó el deseo, la necesidad sentida por todos, de compartir lo aprendido con cuantos más; teníamos que encontrar la manera de contribuir a hacer motivo de interés general la lectura completa del libro. Para lograr nuestro objetivo decidimos confeccionar y propagar un cuaderno del Caum, especialmente dedicado al respecto, conteniendo un resumen comentado de la obra. Y todo ello por dos razones de la mayor importancia para nosotros. Una, porque supone un aporte cultural valiosísimo, excepcional, cabe decir, en cuanto utiliza magistralmente las traducciones de las tablillas babilónicas para situar al lector ante el proceso histórico-social desde casi sus orígenes mismos, liberándonos en gran parte del cúmulo de interpretaciones supuestas. Otra, porque encierra una concepción del mundo, basada en los nexos objetivos existentes entre todas las cosas, diametralmente opuesta a la de los que pretenden que las veamos desligadas, sin apenas o ninguna relación, como si fuera posible que el principio de interrelación no estuviese presente en todo momento físico y de la vida natural, comprendida la aparición de los seres vivos y su expresión más completa y compleja: el hombre, su psiquis; el pensamiento, la sociedad, y sus formas de manifestarse socialmente, religiosamente, filosóficamente, científicamente, políticamente.

El pensamiento arcaico Mosterín, como enseguida podremos observar, nos pone en guardia contra “la mayoría de las

historias convencionales de la filosofía”. Responden, dice, “a un esquema estereotipado, según el cual la filosofía sería algo meramente accidental”. En este sentido, se afirma en la idea que aparece dominante a lo largo de toda su obra: “la historia de la filosofía hunde sus raíces en el pensamiento arcaico, y fue éste el que permitió a los humanes orientarse concreta y prácticamente en el mundo real durante los milenios precedentes”. Para demostrar sus razones se vale de los más antiguos y abundantes datos, de que la humanidad dispone, traducidos de las tablillas mesopotámicas, desenterradas al cabo de milenios, expresivas del florecimiento civiliza torio que tuvo lugar en las tierras de los actuales Israel, Líbano, este de Siria, sudeste de Turquía, oeste de Irán y norte de Irak. Al final del libro, sitúa las culturas arcaicas de la India, China y Grecia, como aquellas –nos dice- cuyo interés para la historia de la filosofía es evidente, pues fueron en ellas (y no en otras) donde más tarde surgió el pensamiento filosófico .

* El pensamiento filosófico surgió –explica Mosterín- hace dos mil quinientos años en contraste con el pensamiento arcaico, que había permitido a los humanes orientarse en el mundo durante los milenios precedentes. A su vez, el pensamiento arcaico no era sino la elaboración de ideas e impulsos cuyos orígenes pueden ser buscados en las épocas prehistóricas en que nuestros remotos antepasados aprendían a articular lingüísticamente el mundo que los rodeaba.

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Los albores del pensamiento

El pensamiento –explica el autor- no empezó con la escritura, existe desde que hay animales pensantes *. La historia del pensamiento –añade- es tan antigua como la de los animales pensantes. Pero a la historia sólo le interesa la historia del pensamiento ya desarrollado, es decir, el pensamiento articulado, simbólico, lingüístico, que se articula en proposiciones, ya en condiciones de dar lugar a la escritura. No hay pensamiento de este tipo –afirma el autor- sin lenguaje, ni hay lenguaje sin pensamiento de este tipo. Dicho esto, invita al lector a observar las cosas y fenómenos desde una óptica objetiva relativista y dilatada a extremos prácticos reconocibles, que no da lugar a equívoco alguno. Luego, se detiene a explicar, detenidamente, cómo el pensamiento siendo en general fruto de un proceso que hubo de comenzar desde el nivel más primario en la criatura más simple, ha tenido que desarrollarse, forzosamente, e ir alcanzando sucesivos niveles de capacidad, pero ninguno comparable con el del hombre. Sólo él puede hablar y pensar simbólicamente, lingüísticamente, conceptualmente. Sólo el hombre puede encadenar y asociar series de ideas, pensamientos y conceptos elaborados tan complejos como los que le han permitido comunicarse entre sí y con el medio, ensayar y experimentar diversas formas de dar respuesta a problemas múltiples o desarrollar medios de actividad supletorios de sus carencias anatómicas y fisiológicas.

* Todos los animales superiores piensan -señala Mosterín. El guepardo observa, se da cuenta, clasifica, decide, recuerda, aprende, en una palabra, piensa. Pero no se trata en modo alguno de un pensamiento lingüístico o conceptual, que proceda mediante la articulación de símbolos arbitrarios. Se trata más bien de una serie de coordinaciones sensoriomotrices de imágenes, impulsos y movimientos. De este modo prelingüístico pensamos nosotros cuando jugamos al tenis... y también sin duda los homínidos prehumanos”

¿Pero, desde cuándo hay animales pensantes?

Mosterín, para situarnos, nos invita a repasar fugazmente los 4.600 millones de años transcurridos desde que se formó la Tierra, en el sistema solar. Luego, nos recuerda que hubieron de pasar unos mil millones... hasta que apareció la vida, los seres vivos, y se constituyeron las primeras bacterias y algas unicelulares en los mares primigenios de nuestro plantea, en los que la vida seguiría desarrollándose y evolucionando durante los 3.600 millones de años siguientes... Pero sólo tenemos datos de hace 600 millones de años. No obstante, la cantidad de fósiles conservados resultó suficiente como para permitir a los paleontólogos* hacerse una idea relativamente clara de la evolución de los seres vivos.

El autor comenta, de pasada, la presencia dominante de los dinosaurios durante el Mesozoico y el surgimiento de los mamíferos del tamaño de una rata, de cuya evolución diversa surgirían los primates. Animales de manos prensiles, visión binocular estereoscópica, propios para la vida arborícola, cuya evolución daría lugar, como más o menos sabemos todos, a un nuevo tipo más corpulento, similar al gorila y el chimpancé, que terminó abandonando los árboles y estableciéndose definitivamente en el suelo: fueron (y somos) los homínidos. Primero andaban a cuatro patas, luego erguidos; bípedos ya con las manos libres para agarrar los alimentos y transportarlos

Aunque todos los animales superiores actuales pueden pensar en algún sentido, sólo los humanes son capaces de hablar y de pensar, como antes se dijo, simbólicamente, lingüísticamente, conceptualmente.

* Los paleontólogos y geólogos han dividido esos 600 millones d e años en tres grandes eras geológicas: Paleozoico (que abarca desde hace 600 hasta hace 225 millones de años), Mesozoico (desde hace 225 hasta hace 65 m. a) y Cenozoico (desde hace 65 millones de años hasta hoy, dividido en cuatro períodos: Eoceno, Oligoceno, Mioceno y Plioceno.). . La importancia de la capacidad craneal*: Los homínidos prehumanos tenían cerebros que

en algunos aspectos anatómicos se parecían ya más a los nuestros que a los de los otros simios, aun cuando eran del mismo tamaño que los de esos otros simios. Durante tres millones de años esos cerebros han ido cambiando de estructura. Cuando al final del Pleistoceno medio el cerebro homínido ha alcanzado el tamaño y la estructura del nuestro, es que ya nos encontramos con nuestra propia especie, la de los humanos, los Homo sapiens.

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Un ejemplo evidente de la relación capacidad craneal-capacidad capacidad-mental lo tenemos –como bien dice el autor- en el dato del utillaje. El Homo sapiens sapiens, con una media craneal de 1.500 cm3, ni que decir tiene que evidencia un nivel de inteligencia o capacidad pensante incomparablemente superior al de los demás humanoides. Sin embargo, nuestra historia comienza con los homínidos del género Australopithecus.

* Más importante que el tamaño del cerebro es su estructura interna (y qué decir del ejercicio y del carácter de lo aprendido) El escritor francés Anatole France sólo tenía 1.000 cm3 de capacidad craneal. El escritor inglés Jonathan Swift tenía 2.000 cm3. El Australopithecus tenía un cráneo de unos 500 cm3. Vivió en el Pleistoceno inferior,

hace 3 y medio millones de años en Africa Oriental, hasta su extinción hace unos 700 mil años. Dio lugar a dos nuevas especies del mismo género, africanus y robustus y a una especie de un género nuevo, el Homo habilis. Los tres eran simios erguidos que andaban exclusivamente sobre sus patas traseras. El africanus y el habilis eran omnívoros oportunistas (raíces, frutos, hojas, huevos, pequeños animales, carroña, etc.) El robustus era exclusivamente vegetariano.

El Homo habilis, con un cráneo mayor: 800 cm3, fabrica las primeras herramientas líticas, lo que hace suponer que es claramente más inteligente que los demás simios. Golpea guijarros hasta alcanzar un corte por un lado. Empuñados por el otro lado, podían servir para desgarrar la carne de las presas, sacar los tubérculos del suelo, etc.

A finales del Pleistoceno inferior, los Australopithecus se extinguieron, y el Homo habilis da lugar a una nueva especie: Homo erectus.

El Homo erectus, dotado con una capacidad craneal de 1.000 cm3, convierte los guijarros aguzados del habilis en hachas de mano polivalentes; el doble bisel facilita cortar, raspar o serrar, atacar y trocear las pieles enterizas. Abrigado así y con el instrumento del fuego, que ya sabía conservar (cerca de Beíjing, en China, se han encontrado restos), esEs el primer homínido que sale fuera de Africa y se interna en Europa y Asia. A finales del Pleistoceno medio daría lugar a una nueva especie: Homo sapiens.

El Homo sapiens tiene una capacidad craneal de unos 1.500 cm3. Presenta una capacidad bucofaríngea perfectamente adaptada al lenguaje oral. Su vida se desenvuelve en el Pleistoceno superior entre los años cien mil hasta hace diez mil años, en una época glacial con algunas interrupciones cálidas.

Dentro de su especie se distinguen dos subespecies: Homo sapiens neanderthalensis*, con problemas para los cambios rápidos de pronunciación, que vivió a finales del Pleistoceno medio y en la primera mitad del superior, y Homo sapiens sapiens (Cromagnon, intermedio entre el neanderthal y nosotros), que ha existido durante la segunda mitad del Pleistoceno superior y durante el Holoceno (“completamente reciente”). Ambos tienen la misma capacidad craneal. Su cultura lítica era ya de un nivel técnico y artístico admirable.

* De entre los 100.000 y los 40.000 años se han conservado fósiles de la subespecie llamada Homo sapiens neanderthalensis (Neandertal, valle del río Neander de Alemania) Desde hace 40.000 años, los fósiles son de nuestra especie: Homo sapiens sapiens, que prevalece sobre el sapiens neanderthalensis. Es probable que un entrecruzamiento condujese a la prevalencia final del tipo nuevo, con una diferencia de población que va de entre un millón de sapiens, a unos cinco millones de sapiens sapiens hace unos 10.000 años

El Homo sapiens neanderthalensis posee una capacidad craneal en algunos casos

sensiblemente superior a la nuestra; tiene las órbitas supraoculares salientes, la frente huidiza y nuestra misma estructura ósea actual, aunque muestra diferencias importantes, como la de su disposición bucofaríngea, con supuestos problemas para los cambios rápidos de pronunciación. Su época ocupa el Pleistoceno superior hasta hace 40.000 años, que se conoce con el nombre de Paleolítico medios. Produjo implementos líticos de unos 60 tipos distintos, con los que pudo convertir las pieles en vestidos ceñidos y arrostrar así los fríos de la glaciación en su avance hacia el norte. Era un cazador exitoso. Su industria lítica representó un gran progreso sobre las anteriores. Sensible a los fenómenos de la naturaleza, atribuye la vida al calor del sol. Su preocupación por el misterio de la muerte le llevó a enterrar a sus muertos cabeza al saliente, con provisiones y armas, algunos cubiertos con flores.

El Homo sapiens sapiens, con una capacidad craneal igual a la nuestra, especializó más su utillaje, llegando a producir unos 100 tipos diferentes; de un solo nódulo de pedernal obtendría hasta cincuenta cuchillas (punzones, raspadores, cuchillos, el buril: la primera máquina-herramienta)

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Emplea martillos de distinto tipo (piedra, madera, hueso, asta) El Cromagnon (de la caverna prehistórica de Francia) tenía maestros artesanos. Con sus agujas, perfectas ya de diseño, cose pieles para vestirse mejor. Cuando no encuentra cavernas, construye cabañas con pieles y huesos de fémures de mamut, dotadas con fuego artificial, que obtiene frotando pirita con un pedernal. Supera las actividades de caza y pesca del neanderthalensis. Inventa el arco, la flecha y la palanca, y la forma (inicio de la mecánica) de propulsar el venablo (punta de hueso en forma de arpón) a doble distancia, disminuyendo el peligro de la caza. Aprende a seguir, acorralar y vigilar manadas, con lo que casi anuncia ya la explotación ganadera. Se han encontrado restos de más de 100 mamuts en Checoslovaquia, y de unos 10.000 caballos en Francia, en despeñaderos donde los hacían caer para obtener alimento. Y hace la pesca con anzuelo. Captura los salmones que suben a desovar y los seca al sol para almacenarlos. Su vestimenta de pieles cosidas le permite extenderse por todo el planeta. Atraviesa las zonas heladas del estrecho de Bering y Alaska. En Malta, Siberia, se han encontrado figuritas de esta época, representan mujeres vestidas con una especie de anorak con capucha. Conocía el paisaje en que vivía, y dónde encontrar nódulos de piedra, como el pedernal (cuarzo) y la obsidiana (vidrio volcánico) Era el inicio de la mineralogía. El cazador-recolector conocía la vegetación, distinguía más de 200 tipos de plantas, si eran venenosas, cuándo florecen, qué animales las comen. Era el inicio de la botánica. Lo que mejor conocía eran los animales (basta mirar las muestras cavernícolas) Conocían sus mugidos, sus huellas, sus rutas migratorias, las épocas en que parían, cuando mudaban las cuernas, sus costumbres, sus pastos (zoología). Aprendieron las utilidades del fuego, los distintos combustibles, cómo afectaba al barro, a la carne, que hacía más sabrosa y masticable. Era el lejano inicio de la química.

El Homo sapiens sapiens sapiens, ya prácticamente indistinguible de nosotros, aprovecha la última glaciación y el bajo nivel del mar para extenderse por todo el planeta, Australia y América. Hereda de los humanes, sus antecesores, la cultura adquirida durante milenios. Hereda (heredamos) de los homínidos prehumanos la posición erguida y la marcha bípeda, la coordinación sensoriomotriz cerebral del ojo y la mano, la visión cromática, la progresión hacia delante de los ojos (necesaria para la visión estereoscópica), la reducción del hocico y cierta atrofia del olfato.. Y son igualmente herencia: nuestra psicología profunda, nuestras necesidades básicas, nuestros impulsos fundamentales y las motivaciones básicas de nuestra conducta, amen de nuestro omnivorismo, nuestra capacidad de comunicarnos mediante gestos y sonrisas; nuestros impulsos afectivos y familiares básicos, como asimismo la sexualidad permanente, que favorece la retención del macho y hace que éste no abandone a las hembras con crías y les aporte alimento. De la práctica de esa herencia resultó que los que cuidaban su prole fueron los que más transmitieron sus genes y su tipo fue el único en sobrevivir. Los homínidos que no se comportaban así, se fueron extinguiendo.

El aparato fonador bucofaríngeo

El Homo erectus, que se había convertido ya en un cazador social, capaz de capturar

presas mucho mayores que él; una actividad que exige planificación, comunicación, asignación de papeles y coordinación..., no hablaba todavía, se organizaba todavía por medio de múltiples gestos de la cara y movimientos convencionales de los brazos y manos. Recurría a comunicar sus emociones mediante susurros, gruñidos y gritos diferenciados.

Para hablar son necesarios básicamente un aparato fonador bucofaríngeo y un cerebro que posea las estructuras necesarias para interpretar los mensajes acústicos, recibirlos y planificar la producción de los movimientos musculares del aparato fonador, además de coordinar todo esto con nuestra percepción y nuestra memoria. Un chimpancé, por ejemplo, a pesar de ser inteligente, carece de esos presupuestos.

La cavidad bucofaríngea sería un elemento indispensable para el pensamiento lingüístico. La comunicación simbólica oral –nos recuerda Mosterín- tiene que ver con la conformación fisiológica. La cavidad bucofaríngea del Homo sapiens presenta una estructura superior a la del neanderthalensis, que, como antes se dijo, tendría problemas para los cambios rápidos de pronunciación. Hasta hace unos 40.000 años, no aparece el Homo sapiens sapiens dotado ya con un aparato fonador idéntico al nuestro, que permite proferir diversos sonidos con toda facilidad y rapidez. Antes, los homínidos prehumanos, a los que debemos el psiquismo emocional y las primeras estructuras cerebrales, probablemente se comunicaban tanto o más por signos visuales, por gestos y posturas, que por signos acústicos.

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Los homínidos como los chimpancés, tienen una cara llena de músculos pequeños, capaces de múltiples movimientos sutiles, llenos de expresividad. La facilidad de mover los músculos de la cara, así como los brazos, las manos y los dedos, invita por así decir a la comunicación visual.

El lenguaje y el pensamiento son pues instrumentos formidables, pero que –como explica Mosterín- facilitan nuestra vida tanto como la complican; nos permiten solucionar problemas reales, y también enredarnos en pseudo problemas, extrapolando a lo invisible y lo remoto pautas de preguntas y de respuestas que hemos aprendido a usar para lo visible y lo próximo.

La religión, la magia y los enterramientos aparecen junto con el lenguaje. El uso del lenguaje y del pensamiento simbólico, a diferencia de la percepción y de las habilidades sensoriomotrices, no conoce fronteras. No sólo nos sirve para describir lo que vemos, sino también para inventar y describir lo que no vemos, lo real y lo irreal, lo posible y lo imposible..

El animal prelingüístico –señala el autor- no se planteaba preguntas, se acurrucaba aterrorizado ante la tormenta y el rayo; se retuerce de dolor y desesperación ante la muerte de su infante, pero no articula su horror por la súbita frialdad del cadáver.

Corresponderá al neanderthalensis, visiblemente más comunicado e inteligente, ser probablemente el primero en preguntarse de dónde proviene el rayo, qué es la vida, qué es la muerte.

Evidentemente, tuvo que ser el estado superior del hombre, la capacidad craneal y cualidad cerebral, los distintos sentidos ya desarrollados, el uso del lenguaje y del pensamiento simbólico lo que le sirvió para inventar y describir lo que no se ve, lo acertado y lo erróneo; poder, en fin, equivocarse, dudar, cometer acciones de carácter primitivo, y, con el paso del tiempo, crear mitos, dioses, religiones, magia..., momento a partir del cual podemos decir que la historia del pensamiento se ha puesto en marcha.

La creación y transmisión de cultura

Mosterín se detiene a señalar la relación evidente entre la expansión progresiva de la estructura craneal y de la “masa” cerebral y la capacidad pensante, cómo ésta, conjuntamente con la transmisión cultural de experiencias y saberes, fue permitiendo al humanoide enfrentar cada vez con más éxito la vida. Si bien es cierto que a veces –como señala el autor- los resultados pueden manifestarse muy lentamente, según el estadio. En este sentido, Mosterín explica un hecho digno de tener en cuenta: ”desde que los homínidos empezaron a partir guijarros, hace dos y medios millones de años, se pasaron casi un millón de años repitiendo la misma operación, sin que se diesen cambios significativos”.

Sin embargo, resalta indudable que para ir haciendo posibles nuevas habilidades sensoriomotrices, tuvieron que conjugarse la habilidad prensil de la mano, la coordinación cerebral con la vista y la capacidad craneal, que se manifestarían finalmente en la capacidad mental (imaginación) del Homo erectus, capaz ya de superar las herramientas líticas del Homo hábilis, una vez que aprendió a golpear la piedra con un percutor de madera o hueso que hacía saltar lascas más finas, fabricando así un instrumento que le dio ventaja sobre los demás.

Sociabilidad y comunicación tuvieron que jugar un papel decisivo, crearon el campamento-hogar, fundamentaron la transmisión de la cultura* que permitió a los homínidos prehumanos progresar. Precisamente la creación y transmisión de culturas fue el medio principal del que se valieron los homínidos prehumanos para responder al reto de su indefensión natural en un medio de animales mejor armados por naturaleza. Pero, si lograron sobrevivir no sólo se debió a sus instrumentos materiales, sino también a su sociabilidad. Las crías eran vigiladas permanentemente por sus madres, mientras los hombres cazaba o recolectaban. La permanente sexualidad era un poderoso lazo que atraía a los machos al hogar. La caza de presas mayores que el humán exigía coordinación, comunicación, sociabilidad.

*Forma parte de la cultura todo lo que el animal sabe hacer, sólo porque lo ha aprendido de otros animales de su misma especie, observándolos, imitándolos, dejándose corregir por ellos, forma parte de su cultura.. La capacidad prensil de las manos, por ejemplo, viene dada a los homínidos por su naturaleza. Pero la forma de las hachas bifaces (de la cultura achelense) y la técnica de su percusión contra madera o hueso no está en los genes, sino que se aprende observando. Si muchos Homo erectus distintos fabricaban hachas de mano de la misma forma usando para ello la misma técnica, es que compartían una misma cultura. Sin embargo, si son capaces de transmitirse “cultura”, poblaciones de simios como los macacos. En 1953, una hembra de los macacos acertó a lavar una batata, hasta dejarla limpia de tierra y con un sabor mejor. Pronto otros empezaron a imitarla y la costumbre se

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generalizó. Los etólogos que lo observaron fueron conscientes de estar asistiendo a la creación y transmisión de ciertos rasgos culturales, de una cultura.

La vida de los humanes del Pleistoceno superior

La primera parte del Pleistoceno superior, que abarca desde hace unos 100.000 hasta hace unos 10.000 años, fue cálida, con temperaturas y niveles marítimos parecidos a los de nuestros días. Por medio (hace unos 65.000 años) se inició la última glaciación que duró hasta hace unos 10.000 años. Las temperaturas eran uno 10º C más bajas que las actuales. La congelación en los casquetes polares permitió que emergiesen “puentes” que unían Siberia con Alaska, China con Japón, Indochina con Indonesia, Inglaterra con Francia. Hacia el sur, por Europa y Siberia, se extendían amplísimas tundras y estepas frías cubiertas de yerbas, que alimentaban a manadas de renos, bisontes, caballos y toros salvajes, bueyes amizcleros, alces, antílopes, jabalís y ciervos en las regiones algo arboladas. Entre ellos se contaban dos gigantes: el rinoceronte lanudo, de 2 m. de altura, y el mamut, elefante lanudo de 3,5 m. Y predadores: leones, leopardos, lobos y zorros, que vivían de los herbívoros. Estaba el oso de las cavernas, y en los ríos: salmones, truchas, lucios, anguilas y otros peces. Era un mundo pletórico de oportunidades para los animales y para el hombre cazador.

El gran cerebro de los humanes del Pleistoceno superior hacía posible una coordinación sensoriomotriz más precisa que la de los homínidos prehumanos. Gentes ya como nosotros, articulaban lingüísticamente el mundo de su experiencia, pensaban simbólicamente sobre él y asignaban palabras a los conceptos con los que pensaban. Con esos conceptos se comunicaban, compartían sus conocimientos articulados y saberes, en los cuales hemos de ver el remoto inicio de las ciencias. Eran capaces de articular lingüísticamente sus emociones y de pensar sobre los aspectos misteriosos de su experiencia, su nacimiento y su muerte; la fecundidad, la fertilidad, tanto en los humanes como con las manadas. Se han encontrado 150 figuritas, representaciones plásticas de una mujer con el vientre hinchado, las tetas enormes, las nalgas abultadas, los muslos gruesos y el resto (cabeza, brazos y pies) insignificante y atrofiado.

El misterio de la muerte llevó a los neanderthales a respetar a sus muertos, que enterraban ceremonialmente, con sus armas y provisiones de comida.. En Irak se ha descubierto la tumba de un neanderthal enterrado y cubierto de flores hace 60.000 años.

El uso del lenguaje permitía una más fácil y explícita transmisión cultural de las habilidades adquiridas. Todo era poco para afrontar con éxito la multitud de azares y peligros que acechaban por todas partes, incluido el frío. Muchas de las manos cuyas huellas llegaron a nosotros, pintadas en negativo sobre las cavernas, presentan mutilaciones de dedos, probablemente debidas a su congelación por el frío. Aunque no tenían nuestros achaques, eran raros los individuos que llegaban a los 30 años de edad. No se ha encontrado ni una sola carie en los dientes de esa época.

Habían producido instrumentos líticos polivalentes, que servían para todo. Antes, los homínidos prehumanos sólo habían producido un instrumento (el hacha de mano a partir de cada nódulo de pedernal) Ahora, el buril, por ejemplo, era una máquina para producir otras herramientas. Empleaban martillos de materiales diversos. Trabajaban la piedra, como la habilidad más fácil. Vivían de la recolección y de la caza, quizá de modo parecido al de los actuales cazadores-recolectores bosquimanos del desierto del Kalahari.

Los cazadores del Paleolítico superior, probablemente atraídos por la práctica azarosa de la caza, terminaron suponiendo que regía en los animales una fuerza misteriosa, una potencia supraterrenal de la que dependía el éxito o fracaso de sus cacerías. Todavía, en México, en el baile del venado los yaquis se retuercen por el suelo como un ciervo herido, sufriendo la agonía del venado cazado, para obtener su perdón. En las cavernas de Périgord (Pirineos), Cantabria (España), y Kapova (Urales), las pinturas rupestres parecen tener una significación mágica. Podían ser prácticas magico-religiosas. El éxito de la caza se interpretaría como muestra de la eficacia del rito. Lo sugiere el hecho de que al retirarse los hielos, subir las temperaturas y retirarse también las manadas de animales desapareció la pintura del Paleolítico superior. La caza dejó de tener éxito, y los shamanes y sus prácticas mágicas perdieron prestigio y desaparecieron.

Las poblaciones normalmente estaban divididas en clanes de unos 30 individuos (unas pocas), unidos entre sí por lazos de parentesco matrimonial o amistad. Los clanes llevaban una vida nómada, abandonaban los instrumentos de piedra cuando cambiaban de lugar de base. Se alimentaban básicamente de vegetales, e irregularmente de carne.

No existe la propiedad privada. No hay lugar para acumular bienes materiales. No hay autoridades, ni jefes oficiales, ni justicia penal, y menos nada que se parezca a un Estado. Hay

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ceremonias, danzas rituales y tradiciones comunes que cohesionan el grupo. A veces hay shamanes o hechiceros, expertos en predecir, concitar las fuerzas oscuras y ahuyentar las enfermedades.

Sus saberes eran de tipo naturalista, relativos al medio propio. Conocían sus paisajes, sus montes y vaguadas, sus ríos y cavernas. Sabían qué tipo de piedras de pedernal y obsidiana se prestaba a la talla de lascas y donde encontrarlo. Conocían la vegetación, distinguían con sus nombres más de 200 tipos de plantas. Daban nombre a las diversas especies de animales, las distinguían por sus mugidos y sus huellas, si eran jóvenes o viejos, sanos o enfermos, a dónde se dirigían, las épocas en que parían, sus migraciones, cómo descuartizarlos y aprovechar sus partes. Sabían cómo afectaba el fuego al barro y los alimentos. Utilizaron la palanca y se armaron con el arco y las flechas y con la lanzadera de venablos desarrollados en forma de arpón, que aplicaron a la pesca. Los cuchillos y agujas les permitieron cortar y coser pieles, vestirse, construir refugios calentados con fuego conservado artificialmente. Y así protegidos avanzaron hacia el norte. Arrostrando los fríos de la glaciación, atravesaron las tierras heladas del estrecho e Bering y Alaska hasta extenderse por América... Pero aquél mundo cambiaría con el paso del tiempo.

La revolución del Neolítico

Hace unos 10.000 años se incrementó la radiación solar, con lo que cambió el clima,

aumentando la temperatura. Los hielos que cubrían gran parte de Eurasia y Norteamérica se derritieron y el nivel de los mares subió. No sabemos si se trata de una mera etapa interglacial. Tratándose de la época en que nosotros vivimos los geólogos han considerado conveniente, para diferenciarla del resto del Pleistoceno, darle el nombre de Holoceno. Con el advenimiento del Holoceno, Europa Suboccidentel y Central se había puesto a la cabeza del progreso en el mundo. Neanderthales, cromagnones y sapiens sapins habían sabido aprovechar la gran riqueza faunística de la frías tundras y estepas para desarrollar culturas, como la magdaleniense.

Pero ahora el clima se hizo más caluroso, las tundras y estepas se cubrieron de tupidos bosques y las grandes manadas de herbívoros se extinguieron o se retiraron hacia el norte. Esto planteaba un reto, al que los europeos magdalenienses no supieron responder. Con ello se ponía fin a la cultura magdaleniense. El paraíso del cazador había terminado, ahora tocaba escarbar el suelo en busca de insectos y limacos para sobrevivir.

Sin embargo, en Oriente Próximo, otros grupos humanos, favorecidos por la extensión de las sabanas de gramíneas, entre las que se encontraban varios cereales silvestres, aprendieron a explotar los cultivos, en sustitución de una caza en disminución que ya no daba para alimentar a una población en progresión demográfica. Algunos humanes, nómadas todavía, lograron resolver el problema aprendiendo a explotar los cereales silvestres que crecían por doquier. Empezaron a quedarse en los valles donde el trigo y la cebada silvestres crecían en abundancia. Fabricaron hoces, morteros, piedras para moler, recipientes para cocinar el trigo y lugares para almacenarlo. Estaban inventando la Agricultura, que permite obtener mucho más alimento de la misma porción de tierra, del que nunca hubiera podido obtenerse con la caza.

Antes del Neolítico los cazadores-recolectores vivían el presente, consumían lo que cazaban y abandonaban el resto; no guardaban para el futuro, no almacenaban ni ahorraban. Ahora, los agricultores tenían que planear el futuro; almacenar semillas para plantarlas al año siguiente y para alimentarse durante el año. Toda su existencia tenía que mirar hacia el fin lejano y arriesgado de recoger la cosecha. De ser meros y pasivos parásitos de la naturaleza, tuvieron que pasar a tomar una actitud activa, intervencionista, experimental. Los éxitos que consiguieran serían el resultado de multitud de ensayos, pruebas y experimentos. Unos saldrían bien y otros mal. Pero ese imaginar hipótesis y ponerlas a prueba, haciendo intervenir la inteligencia y la fantasía, era un requisito esencial para la posterior puesta en marcha de la empresa científica en culturas más avanzadas.

Hasta entonces, los cazadores-recolectores del Neolítico practicaban la división sexual del trabajo: las mujeres recolectan y los hombres cazan. Se distribuían los alimentos. No existía la propiedad privada ni hay abundancia suficiente ni lugar para acumular bienes materiales, aunque tenían especiales derechos sobre ciertas zonas o rutas territoriales. Todavía no hay autoridades, ni nada que se parezca a un Estado. A veces el más viejo o experimentado tendría un prestigio especial. Cuando más, solía haber expertos en concitar las fuerzas oscuras de la naturaleza y en ahuyentar los espíritus y las enfermedades. Componían poblaciones divididas en clanes de unos 30 individuos, unidos por lazos de parentesco: familias formadas por un cazador y su mujer, o sus mujeres y sus infantes, que migraban cuando agotaban los recursos, pero se reunían estacionalmente, cultivando una intensa vida social, con ceremonias y danzas. Los cazadores nómadas que hasta entonces se desplazaban en pequeños grupos, al hacerse sedentarios y obtener

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mayor provecho del suelo se reunieron en asentamientos mayores. Un poblado típico de la época inicial, Jarmo, en las estribaciones de los montes Zagros, tenía 25 casas y un total de unos 150 habitantes..Empezarían cultivaban dos cereales, trigo y cebada, después cultivarían guisantes, lentejas y algarrobas.

Los primeros ganaderos: Shanidar data del -9.000 (en las estribaciones de los Zagros), son restos de una cultura de cazadores muy avanzados, quizá los primeros ganaderos del mundo que domesticaron ovejas y empezaron a hacerse sedentarios; fabricaron arcos y puntas de pedernal para flechas y jabalinas, construyeron chozas circulares, con fogón central, fabricaron esteras y cestos, recolectaron con hoces, guardaron el grano en huecos excavados en el suelo. Enterraban a sus muertos en tumbas y les ofrecían regalos. Todavía no conocían la cerámica (hasta el -7.500 estarían utilizando recipientes de piedra y cestos impermeabilizados con brea y pellejos).

Entre los años -9.000 y -6.000 surgieron en Levante pujantes comunidades semisedentarias y sedentarias, agricultores-cazadores, pero que desconocían todavía la ganadería, no fabricaban cerámicas ni objetos de metal; combinaban caza y agricultura. La presencia de hoces y morteros indica que recolectaban cereales silvestres a punto de empezar a cultivarlos: trigo, cebada; luego cultivarían leguminosas: guisantes, lentejas, algarrobas. Los primeros asentamientos pertenecen a la cultura natufiana (-9.000 a -7.000): las cuevas del Monte Carmelo, Eynan (Galilea), Beidha (en Jordania), Abu Hureyra (en el Eufrates) y Jericó (precerámico), que hacia el –8000 era ya un poblado con unos 2000 habitantes. Sus excedentes agrícolas, el grano almacenado, les movieron ya a construir un foso y una muralla circundantes, con torres de vigilancia (zigurats) para resistir los asaltos de los nómadas merodeantes. Jericó fue destruida y reconstruida por nuevos habitantes no-natufianos, seguramente llegados del norte. En este nivel aparecen figuras de la Diosa Madre y de animales. Enterraban a los muertos bajo sus casas. En algunos casos separaban las calaveras del resto del cadáver y las enterraban aparte, con la cara modelada en yeso y los ojos tapados con conchas.

Beidha (en Jordania) tuvo un período parecido hacia el –7000, se rodeó igualmente de murallas para defender su riqueza, debida a su producción de grano y a su floreciente artesanía y al comercio.

.Hacilar es el primer asentamiento agrícola conocido en el altiplano anatolio, una aldea precerámica del -7000 parecida a la de Jericó y la de Jarmo. No floreció hasta pasado más de un milenio, entre el -5.700 y el -5.000, ya con casas grandes, cultivos; notables cerámicas ya pintadas y un culto dedicado a la Diosa Madre.

Después de Hacilar, Catal Hüyüc, del -6.500, situado al este de Hacilar, se puso de pronto a la cabeza del mundo neolítico, con una población de 5.000 habitantes en una superficie de 13 hectáreas... Fue igualmente abandonado hacia el -5.600. Representó el mayor asentamiento no superado hasta las primeras ciudades en Mesopotamia.

.En realidad y pese al notable desarrollo, durante el Neolítico la especialización era escasa. Con la sola excepción de algunos mineros (del pedernal o la obsidiana o el lapislázuli), alfareros y metalistas, todos hacían un poco de todo y la división básica del trabajo seguía siendo la sexual.

La revolución del Neolítico* consistió básicamente en la paulatina invención de la

agricultura y la ganadería. A medida que éstas progresaban, la recolección de plantas silvestres y la caza de animales salvajes decaían y perdían importancia. Conforme pasaba el tiempo, la cría de animales domésticos y la agricultura iba ganando importancia sobre la caza. La zona estaba habitada por cabras y ovejas, que las mujeres terminaron domesticando, mientras los hombres seguían cazando gacelas, onagros (asnos salvajes), ciervos. Como consecuencia de ello, muchos de los conocimientos naturalistas de los humanes del Paleolítico acerca de las especies de animales y vegetales se perderían. El saber biológico perdería extensión, pero se haría más profundo. Los agricultores neolíticos conocían relativamente pocas plantas, pero éstas las conocían muy bien. Ellos habían descubierto los secretos del ciclo reproductor de las plantas, sabían en qué épocas maduraban sus semillas, cómo seleccionarlas y conservarlas, en qué suelo y cuándo plantarlas, qué tipo de cuidados aportarles, etc. Estaban aprendiendo cómo cortar las espigas, cómo trillarlas y aventarlas, cómo moler el grano para obtener harina, etc.

Otro tanto ocurría con la ganadería. Estaban aprendiendo o sabían ya cómo manejar los rebaños de cabras y ovejas, cómo y en qué época completar su alimentación, cómo ordeñarlas y esquilarlas. A partir de la leche obtendrían los primeros productos lácteos. A partir de la lana, cardándola, hilándola y tejiéndola, obtuvieron los primeros tejidos. Luego en Egipto lo hicieron con lino, y en el valle del Indo, con algodón. Con estos tejidos superaron la falta de transpiración de las pieles, difíciles además de lavar y pasaron a vivir más higiénicamente.

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El cambio, que estaba permitiendo inventar la agricultura, permitiría obtener mucho más alimento de una porción de tierra. Finalmente, el hombre conoció mejor las plantas, aprendió a protegerlas, a escardar los campos de “malas hierbas”, descubrió que las plantas nacen de las semillas y que sembradas multiplican el rendimiento, aprendió a aumentar el provecho de las tierras, canalizo el agua, construyó las primeras casa de adobe, fabricó hoces de madera armadas de cuchillas de pedernal, soportes de piedra para moler el grano, recipientes de piedra para cocinarlo y almacenarlo. Ambos factores, los alimentos a un paso y la dificultad de ir cargado con los nuevos y cada vez más pesados enseres, hicieron inviable la vida nómada y el hombre se hizo sedentario...

En el Neolítico iría cobrando importancia la transformación que realizan fenómenos como el calor y el fuego, el primero, en la fermentación de bebidas como la cerveza, el segundo, en la cocción de alimentos, en el barro mojado y en ciertas piedras (los minerales de cobre) que se convertían en metal, dúctil y brillante. Estaban empezando a ensayar realmente sus primeras prácticas de química y a desarrollar, efectivamente, con la metalurgia del cobre, sus anteriores conocimientos de mineralogía. Empezaron a relacionar la aparición nocturna de ciertas constelaciones, la altura alcanzada por el Sol o los ciclos de la Luna con la sementera y la cosecha y las épocas de lluvia o sequía, era el origen del calendario y de la observación astronómica. Se fue formando un fondo común de saberes (astronomía, biología, mineralogía, química) y habilidades (agricultura, ganadería, cestería, tejido, cerámica, metalurgia) que se difundía e intercambiaba por las rutas del comercio incipiente, saberes y habilidades que estaban proporcionando a la humanidad la base indispensable de la que luego partirían las culturas protourbanas para sus más espectaculares creaciones intelectuales.

*La habilidad para pulimentar la piedra dio nombre al período (“Neolítico”). El pedernal y la obsidiana lo extraían de canteras y minas los primeros mineros, desde allí se distribuían a través de grandes distancias .El proceso revolucionario del Neolítico fue también una revolución de las mujeres.

La decadencia de la caza y la creciente importancia de la agricultura vino a dar prestigio a la mujer. Las mujeres eran las encargadas de la obtención de los alimentos vegetales, y las que introducían las nuevas técnicas agrícolas; domesticaban a los animales, hilaban y tejían la lana de las ovejas. Su prestigio aumentó y muchos grupos se organizaron matrilinealmente: al formarse la pareja, el novio abandonaba su propio grupo y se integraba en el de la mujer. Incluso los dioses –personificación de las fuerzas de la naturaleza- eran concebidos como hembras, como diosas.. El papel del hombre se fue haciendo más residual, cazaban circunstancialmente, construían y reparaban las casas, perfeccionaban y fabricaban herramientas y formas de piedra ya pulimentada.

La agricultura y el excedente transformaron la manera de pensar

Antes, los cazadores–recolectores vivían instalados en el presente. No almacenaban ni ahorraban. Consumían lo que cazaban y abandonaban el resto. Sus constantes correrías en busca de caza no les permitían cargar con la mayor parte de sus implementos del trabajo y domésticos.

Ahora, por lo contrario, con la agricultura en puertas tenían que ser capaces de preocuparse por el futuro. Sobre todo con el descubrimiento del ciclo reproductor de las plantas, la madurez de las semillas, cómo seleccionarlas y conservarlas para la siembre y su alimento, cómo calcular el tiempo de siembra y de cosecha cómo aprender a correlacionar la observación del cielo con las lluvias y las sequías. Qué suelo y cuando plantar la semilla, cómo cortar las espigas, trillarlas, moler el grano y obtener harina. Y otro tanto ocurría con la ganadería: aprendieron a manejar los rebaños, alimentarlos, ordeñarlos, esquilarlos, obtener los primeros productos lácteos; cardar la lana, hilarla, tejerla y confeccionar los primeros vestidos, más flexibles e higiénicos, de lana y algodón en el Indo y de lino en Egipto.

Las nuevas habilidades líticas, el pulimento y la obtención en canteras, dieron lugar a ocupaciones nuevas, aparecieron los primeros artesanos dedicados a la piedra y los primeros mineros. El descubrimiento de la acción del fuego sobre el barro e incluso los minerales de cobre, dio lugar a la alfarería y a la mineralogía. Su progreso se debió probablemente al comercio de obsidiana, roca volcánica vítrea que obtenían de dos volcanes próximos.

No obstante, todavía no hay signos de diferenciación social ni de compleja división del trabajo. Y ello pese a que practicaban la agricultura del trigo y la cebada, y también la ganadería, con la cría de ovejas, cabras y perros, y aunque era notable la especialización artesanal: trabajaban el pedernal, la obsidiana, el hueso y el asta; había alfareros, metalistas del cobre y el plomo; fabricaban vestidos de piel y lana. Las casas de entonces eran ya todas rectangulares, con granero

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adosado, de adobe y un piso con azotea por la que se entraba. Guardaban el ganado fuera del poblado. Tampoco había templos, ni sacerdotes profesionales, sólo pequeños santuarios dedicados a la fecundidad representada en la Diosa Madre de múltiples maneras: sentada, abrazada, pariendo, etc. La potencia masculina era representada por toros o carneros.

En el actual Pakistán (al oeste del valle Indo), la excavación de Mehrgarth descubrió una cultura neolítica precerámica entre el -7.500 y el -5.000: Cultivaban trigo, cebada y dátiles, y cazaban, pero obtenían proteínas del consumo de ovejas, cabras y vacas domésticas. En la isla de Kipros apareció hacia el -6.000 la cultura precerámica de Khirokitia, un gran poblado de casas redondas con cúpula. Pulían la piedra y enterraban a sus muertos entre las casas.

A partir del -5.000 decayó finalmente la cultura neolítica anatolia. La región entera sufrió un largo estancamiento. Pero los campesinos ya se habían extendido y transmitido su cultura, su agricultura, su ganadería, su cerámica y el culto a la Diosa Madre; habían pasado por los Dardanelos y se había establecido en el Egeo y en Europa, primero en Mekedonía, luego en el resto de Grecia y en Bulgaria y más tarde por el Danubio. Por el norte de Mesopotamia desarrollarían la cultura de Halaf, cuya cerámica brillantemente decorada guardaba relación con la de Catal Hüyük.

La metalurgia del cobre y la cerámica* se desarrollaron casi simultáneamente, unos dos

milenios después de la agricultura. La metalurgia marcaría el final del neolítico. En Cayönü, al este del altiplano anatolio, se han encontrado testimonio de la primitiva metalurgia del cobre. Pero hasta el -6.000 no aprenderían a calentarlo para moldearlo mejor.

Hacia el -4.000 aprendieron a fundir la malaquita en hornos especiales de carbón para obtener cobre líquido en crisoles, que vertían en moldes, primero simples y de piedra, luego compuestos y de arcilla, con lo que podían fabricar gran cantidad de objetos domésticos, adornos para satisfacer la vanidad de los usuarios, armas y herramientas de cobre. Y un comercio de minerales, lingotes y productos manufacturados se puso en marcha. Algunos metalistas deambulaban con sus talleres por las zonas con minerales de cobre. El oficio estaba rodeado de un aura de misterio, algo mágico por la transformación de las piedras en brillantes objetos de cobre. La fundición y el moldeado de cobre llegaron a la cuenca del Indo hacia el -3.500 y a Egipto hacia el -3.000.

El primitivo protocomercio contribuyó decisivamente a la difusión del progreso técnico. * La cerámica aparece cerca del 6.000 a.n.e. en el gran laboratorio de la cocina. Significó progreso y cierta libertad, permitió conservar y trasladar toda clase de líquidos y otras sustancias sólidas. El fuego en el hogar, manejado por las mujeres, se había convertido en un laboratorio, allí se molía el grano, se hacían tortas y gachas, o se dejaban fermentar hasta producir una especie de cerveza. Allí se modelaban a mano y cocían figuritas de barro, y allí se modelaron a mano y cocieron las primeras vasijas de arcilla* para el uso doméstico (tinajas, pucheros, platos, jarras y copas), que se extendieron por todo el Gran Fértil, Anatolia, Grecia, Irán, Pakistán, apareciendo en Mehrgarh hacia el 5.000 a.n.e. y en el valle del Nilo hacia el 4.500 a.n.e.. La cestas de caña o mimbre trenzado impermeabilizada con brea o con arcilla pudo dar lugar a la vasija de cerámica, cuando ardiera accidentalmente y a dquiriese consistencia el revestimiento arcilloso. La cerámica más antigua data del –10500 en Japón. / Los arqueólogos subdividieron la época de los pobladores de Mesopotamia en períodos culturales, según el tipo de cerámicas dominante en las colinas artificiales de desperdicios y vasijas rotas resultantes de las construcciones sucesivas de adobe o ladrillo de barro. . Los primeros colonizadores de Mesopotamia*. Su poblamiento y la colonización iniciales

tuvieron lugar entre el -6.000 y el -4.500 aproximadamente. Eran agricultores. “Se atrevieron a descender de las colinas, e iniciaron la colonización por el norte, para luego extenderse hacia el sur, creando primero la cultura de los tell de Hassuna, luego la de los tell de Samarra y, finalmente, la de los tell de Ubaid”. Pero entre estas dos últimas se extendió por el norte otra cultura distinta: la cultura de los tell de Halaf.

Practicaban la alfarería desde el principio. Los distintos tipos y estilos cerámicos encontrados a diversos niveles han servido a los arqueólogos para subdividir esta época en varios períodos culturales, que reciben el nombre del tell (montículo de barro resultante de un ocupamiento humano) en que se encontraron restos de su cultura característica..

En los tell de Hassuna (período entre -6.000 y el -5.500), a orillas del curso del Tigris, se encontraron los más antiguos sellos de impresión conocidos, precedentes remotos de los típicos sellos cilíndricos de la posterior civilización sumeria. Sus estatuillas de arcilla con ojos de concha incrustados, recuerdan a las de la posterior cultura ubaidita. En los tell de Samarra (período entre -5.500 y el -5.000 a.n.e.) aparecen cerámicas decoradas con diseños geométricos y con dinámicos dibujos de animales. No fue un hecho parcialmente cultural.

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Hay que señalar que de este período se han encontrado restos de canales y diques, así como grandes graneros, que nos dan idea de su relación exitosa con las primeras agriculturas de irrigación. Así, la agricultura, que durante el Neolítico había permanecido más o menos estancada, dio un inmenso paso hacia delante

En los tell de Halaf (período entre el -5.300 y el -4.500) su rasgo más característico es su magnífica cerámica pintada y ligeramente vidriada, la más hermosa de Mesopotamia. Rinden culto a la Diosa Madre, al dios masculino en forma de toro y quizá también al dios de la tormenta, representado por la doble hacha. Pero, hacia el -4.500 los poblados fueron abandonados y a veces saqueados y quemados

El período de los tell de Ubaid abarca entre el -4.500 y el -3.500. Los ubaiditas, y con ellos después los sumerios, supieron seguir aprovechando las oportunidades agrícolas del medio ambiente. Las tierras aluviales que sólo ofrecían agua, cañas y barro, fueron transformadas, domeñadas las aguas con grandes diques, canales y acequias. Sin piedras, maderas ni minerales supieron responder al reto adaptándose a los materiales disponibles, e importando los no disponibles por los ríos desde las montañas del norte mediante el intercambio comercial. Curiosamente, la cerámica era menos atractiva que la de Halaf y seguía siendo moldeada a mano.

*Mesopotamia (“entre ríos”). La depresión mesopotámica, rodeada al norte de colinas verdes (con una pluviosidad anual de 30 cm) que forman las estribaciones de los montes del Líbano (al este, del Taurus (al noroeste) y del Zagros (al nordeste) El conjunto describe una curva cóncava, abierta hacia el sur, que recuerda a un cuarto creciente de Luna, conocido por los prehistoriadores como el “Creciente Fértil”. Corresponde a los actuales Israel, Líbano, este de Siria, sudeste de Turquía, norte de Irak y oeste de Irán. La revolución urbana y la cultura sumeria: En el milenio –IV, lo sumerios, venidos

igualmente que los primeros colonizadores de las montañas del norte o del este, llegaron hasta el sur de Mesopotamia atraídos por la prosperidad de la cultura ubaidita, floreciente en sus valles y aldeas. Actuaron de catalizadores de la revolución urbana que se hizo posible por la irrigación y la colonización exitosa de las marismas del sur. Se entremezclaron con la población ubaidita, pero conservaron su lengua propia, el sumerio, que pronto se convirtió en la lengua preponderante de aquella sociedad multiétnica. Asimilaron rápidamente la cultura ubaidita y, sin romper con ella, le dieron un fortísimo impulso, de cuyo desarrollo resultó la cultura sumeria.

Fue continuo el aumento del número de aldeas. Las aldeas eran gobernadas por la asamblea de ciudadanos libres propietarios de tierras, herencia de la sedentarización. Estaban normalmente construidas en torno a un templo, levantado sobre las ruinas de otro anterior. El templo jugaba ya un papel fundamental en la organización y dirección de los grandes trabajos colectivos necesarios para la irrigación en gran escala. (Los sumerios seguramente ocuparon una posición clave en los templos y en la organización del trabajo colectivo. Al menos, cuando –hacia el –3000- surge la escritura en los templos, todos los escribas escriben en sumerio)

Pero ocurrió lo peor...: a mediados del milenio –IV, un cambio brusco del clima secó las marismas mesopotámicas y desertizó grandes áreas, hasta tener que abandonar las aldeas sus campesinos. De suerte, la organización comunal del trabajo, que estaba centralizada en los templos permitió a los emprendedores campesinos aceptar el desafío. La ingeniería hidráulica de los sumerios logró irrigar de nuevo gran parte de las tierras, mediante un enorme esfuerzo colectivo de construcción de grandes diques y canales para regular las aguas y llevarlas a los resecos suelos y a nuevas tierras que se habían transformado en áridas estepas...

Fue una época de enorme fermentación creativa: Merece reflexionar acerca de los que significó el “milagro” de trabajo e iniciativa creadora que la vida comunal favoreció con el aporte de la cultura sumeria. Cómo la producción de un excedente cuantioso permitió la especialización y la dedicación de tiempo a pensar, crear y progresar integralmente, con tal provecho que en un período muy corto de tiempo la capacidad del ser humano originó una fuerza creadora e inventiva sorprendente que podría denominarse casi explosiva. Esos años han sido llamados “tal vez los más fértiles en invenciones y descubrimientos humanos que cualquier período de la historia del hombre anterior al siglo XVI de n.e.”

Es decir, en apenas algo más de 15 minutos –figurados de las 24 horas de existencia del Homo sapiens- el hombre con los medios a su alcance logró civilizarse; de cazador nómada durante 23 y media horas, en los 30 minutos siguientes cultivó parte de lo que comía y obtuvo lo demás de la caza..., y en 4 minutos de esa escala inventó la rueda, la tracción animal con el yugo, el torno alfarero (desarrolló la cerámica), fabricó telas y barcos, uso el metal, calculó con números, inventó la

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escritura, cultivó con riego artificial, construyó casas, grandes canales, templos y ciudades urbanizadas.

El arado y la tracción animal con bueyes sustituyeron al palo puntiagudo. El torno de alfarero permitió producir vasijas en serie. El transporte por tierra e intercambio entre ciudades y aldeas experimentó un gran progreso con la invención de la rueda (en Egipto no se conocería hasta el -1.600 se y en la América prehispana, nunca) Ya se conocía la navegación en botes de remos (existe un modelo de bote ubaidita en arcilla de hacia el 4.000 a.n.e.), y la vela para navegar se había introducido antes del 3.000 an.e. La escritura surgió en el –3100 (en las ruinas del gran templo de Uruk se han descubierto tablillas con inscripciones de esa época) El ejercic io de los números operó con cuadráticas en las escuelas. Los metalistas, experimentando con aleaciones de cobre y estaño o antimonio, descubrieron el bronce, más duro que el cobre y más eficaz e incluso mortífero aplicado en la fabricación de espadas y lanzas. Sería el inicio de lo que los arqueólogos llaman la Edad del Bronce.

Los progresos técnicos y una racional organización y supervisión del trabajo, unidos al incremento de población, llevaron a un aumento sin precedentes de la producción agrícola. El excedente permitió dedicar una parte de él al intercambio comercial* y otra al sustento de numerosas gentes, artesanos y especialistas, que iban quedando liberadas del trabajo agrícola.

El proceso dio lugar a una creciente división del trabajo que terminó provocando, con el desmembramiento de la unidad campesina, la transformación de algunos poblados ubaiditas en verdaderas ciudades sumerias, base del surgimiento de las primeras ciudades-estado: Eridu, Uruk, Nippur, Kis, etc.. Ciudades, en fin, que ya no eran meros poblados donde cada familia hacia de todo, sino complejos organismos sociales en que los individuos realizaban funciones distintas y especializadas.

Durante los milenios –III, -II y primera mitad del –I, la cultura sumeria fue (hasta su derrumbe) un mosaico de ciudades. Cada una de ellas, con la comarca que la rodeaba constituía una entidad política independiente relativamente autónoma. Practicaban la horticultura, la cerealicultura, el cultivo de las palmeras de dátiles, la ganadería, el pastoreo y la pesca. Sus plantas medicinales y sus remedios caseros la mayor parte procedían del Neolítico. Una tablilla sumeria del milenio –III constituye el recetario farmacológico más antiguo conocido.

En cada ciudad existía un considerable sector de ciudadanos libres, propietarios de tierras, herencia del sedentarismo, gobernados por su propia asamblea. Compartían la tierra con la propiedad que administraba el templo (los sacerdotes) y la que administraría después, el palacio, en cuanto apareciese impuesta la figura endiosada del rey, cuya autoridad iría creciendo respecto a la del templo.

Solía haber una minoría de esclavos, prisioneros de guerra que trabajaban para los templos y los ciudadanos libres pudientes. Por encima de los esclavos estaban los agricultores por cuenta ajena de las tierras del templo. Los escribas, que dominaban la escritura cuneiforme, un sistema muy complejo, y con ello todo el sistema de trabajo, se convirtieron en una especie de casta temerosa de perder sus privilegios. Tenían en sus manos toda la burocracia. De entre ellos salían los funcionarios, los administradores, los comerciantes, los adivinos, los astrólogos, los poetas, los médicos, etcétera.

Durante el milenio –III, fruto en particular del gran excedente, se produciría el comienzo de un cambio social de incalculables consecuencias en las relaciones humanas, derivado de un hecho, ciertamente repetido (Jericó lo experimentó, en parte, allá por el –8000), pero que iba a marcar el paso de una época a otra, con la consolidación del incipiente sistema de castas (sacerdotes y reyes) y clases sociales.

El fenómeno lo generó la necesidad que se impuso de: fortificar las ciudades para defender el excedente y la población misma huida de las aldeas atacadas; ejercitar al campesino para luchar contra las bandas armadas, y; nombrar un jefe militar (rey, con plenos poderes), momentáneo, pero que se haría permanente, al persistir la amenaza... En aquellas condiciones, sucedió lo inevitable: que el humán elegido, de mero jefe militar pasó a ser soberano, rey del palacio y, por extensión, de la ciudad-estado.

En esta época surgieron los ritos de divinización del rey, a cargo de los sacerdotes**, mediante los cuales el rey se transformaría en un dios. Todo se consumaría con la instauración de la monarquía hereditaria, incluso los llamados ciudadanos libres, propietarios de tierras propias, que antes se reunían en asamblea en los momentos de crisis para tomar decisiones colectivas, perderían o verían disminuida su independencia política. Así, con un rey a la cabeza, seguido del templo y los propietarios de tierras, quedarían conformadas las bases del naciente sistema de clases sociales y su

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aparato de poder, el Estado y sus instituciones jurídicas, policíacas y militares: el gran expolio quedaría institucionalizado y religiosamente consagrado.

El templo y el palacio serían ahora, cada uno en función de su papel, mecanismos de organización del trabajo y de regulación de la riqueza. En la época en que todavía no existía la moneda, cumplían la función económica de absorber la producción de bienes y servicios de cada individuo ligado a ellos y de suministrarle los bienes y servicios producidos por los demás. Una gran parte de la población era alimentada y vestida directamente por el templo y el palacio, a cambio de su trabajo. Los sacerdotes, en particular, distribuían lo que consideraban las sobras de dios, primero entre el servicio doméstico adscrito al templo (administradores, escribas, artesanos, prostitutas sagradas, cocineros, etcétera) y, finalmente, los cultivadores por cuenta ajena de la tierra.

* El intercambio comercial: Objetos de cobre, cerámicas, piedras preciosas (ámbar del Báltico, lapislázuli de Badakhshan, turquesas de Irán) eran transportadas a enormes distancias por una primitiva red comercial de cazadores, pastores, emigrantes, metalistas, que buscaban beneficiarse con la venta o intercambio de mercancías objeto de adorno, y comunicaban el progreso habido en amplias zonas del mundo. El comercio procuraba las materias primas necesarias (madera, piedra, metales) que eran obtenidas mediante el intercambio por alimentos, joyas y productos artesanales. Recuas de asnos unían Mesopotamia con Anatolia, Levante, Irán y Afganistán de donde traían lapislázuli. Navegantes sumerios atravesarían el Golfo Pérsico, llagarían a Dilmu (la actual Baharin) e incluso a Adén con la cultura protourbana del Indo.

** Las castas, religiosamente consolidadas, se hicieron hereditarias y se dividieron en múltiples

subclases. La religión en el Neolítico

La religión, la magia y los enterramientos aparecen con el uso del lenguaje y del pensamiento simbólico, que no sólo nos sirven para describir lo que vemos, sino también para inventar y describir lo que no vemos, lo real y lo irreal, lo posible y lo imposible.

Las preocupaciones y problemas de las fuerzas naturales, la migración de los animales y su caza por el humán del Neolítico; el crecimiento estacional de las plantas y su cultivo posterior, sobre todo con la invención de la agricultura, le impusieron un reto: entender el mundo y hacerlo previsible en su provecho. Mas, ni que decir tienen que el humán tuvo que sentirse desconcertado desde el principio, sometido como estaba a incertidumbres tremendas, situado entre observaciones tan contradictoriamente frecuentes, como la de la abundancia de plantas o animales y la placidez climática, o la brusquedad asoladora de la atmósfera, sequías, inundaciones, vientos huracanados, hambre, plagas y enfermedades.

Parece lógico pensar que el humán del Neolítico, zarandeado entre esos extremos, pudiese llegar a barruntar la existencia de fuerzas naturales para él incomprensibles e imprevisibles. Luego trataría de articular y conceptualizar su experiencia, atribuyendo nombres a las diversas fuerzas cósmicas, al cielo y a la tierra, al Sol, al a Luna y las estrellas, a la tormenta, y al agua, al fuego y al rayo, a la vegetación en general y a cada planta en particular. Necesitaba poder comunicarse, dialogar, pedir, entenderse con las fuerzas motrices ocultas detrás de cada fenómeno adverso o favorable. Las fuerzas más importantes, que despertaban el mayor temor de los campesinos, serían consideradas como dioses (de origen desconocido), de manera que su inquietud y ansiedad encontraba así un alivio con la explicación que se daban de los procesos naturales, que consistía en contar una historia mítica acerca de las fuerzas motrices de tales procesos. En cierto modo –señala el autor-, los dioses del humán eran como nuestros conceptos científicos y sus mitos como nuestras teorías. Constituían el intento de entender el mundo y dominarlo. E inventaron mitos que serían recitados ritualmente cual oscuras respuestas que contribuirían supuestamente a mantener el orden del universo, poniendo así coto al caos, al desorden, a lo incomprensible y oscuro, que por todas partes amenazaba la vida y las cosechas. Así, el inicio del cultivo de las plantas y de la cría de los animales trajo consigo el interés por la fertilidad y por los medios de asegurarla e incrementarla.

Esta preocupación dio lugar al culto casi universal de la Diosa Madre, de la fertilidad, que refleja tanto la preponderancia social de las mujeres como su identificación con la tierra. Creyeron que había una relación entre la fecundidad femenina y la fertilidad de la tierra: el grano crece del regazo de la tierra como el infante nace del regazo de la madre. La tierra es, pues, como una mujer y, como ella, puede ser influida favorablemente mediante requiebros (plegarias) y regalos (sacrificios), además de ser controlable hasta cierto punto mediante ritos adecuados.

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Así como las mujeres necesitaban del concurso masculino para su fecundación, así también la Diosa Madre, personificación de la fertilidad de la tierra, necesitaba periódicamente del concurso de un dios que personificase la potencia viril. En esta época surgió la tradición ritual de la unión sexual ceremonial de una pareja elegida (en la que el hombre representaba al dios masculino y la mujer a la Diosa Madre) El hombre, que representaba también al grano, que ha de ser enterrado para luego dar lugar a la cosecha, era un “rey del grano” y a veces era sacrificado ritualmente en aras de asegurar la fertilidad de la tierra, después de haberse unido sexualmente con el representante de ésta.

En relación con el interés por los ciclos repetitivos de la vegetación surgieron nuevas ideas acerca de la vida de ultratumba, asociadas con los ritos de fertilidad y las ceremonias que acompañaban el inicio de las estaciones, la sementera y la cosecha de los cultivos. El grano ha de morir y ser enterrado, pero sólo para renacer multiplicado más tarde. Los mitos narraban la muerte del dios del grano y su posterior resurrección, junto con las plantas. Así, el tema de los dioses mortales, que volvían a resucitar, es extendió y surgió la idea de la resurrección de los muertos. Del mismo modo, la consideración del ciclo inacabable de las plantas, sugirió las primeras ideas acerca de la trasmigración de las almas y el ciclo inacabable de los nacimientos (samsära) La mayoría de las sociedades neolíticas enterraba a sus muertes, bien bajo el suelo de sus casas, bien en cementerios colectivos. Una costumbre del paleolítico, pero que ahora se ejercitaba de modo más pomposo.

Durante el Neolítico surgen las ideas religiosas y los mitos fundamentales, que luego serán interpretados en las culturas protourbanas posteriores. Los primeros testimonios escritos nos muestran un estado religioso ya sumamente elaborado y complejo, que será el modo mítico-religioso de enfrentarse intelectualmente el humán con el mundo.

El más antiguo pensamiento religioso testificalmente escrito es el mesopotámico. Se

fraguó en el Neolítico, probablemente al colonizar las marismas y sentar las bases de la civilización y revolución urbanas allá por el -4.000, cuyo poblamiento empezó a darse tiempo atrás entre el -6000 y el -4.500, y, más tarde en el milenio –IV, con la llegada, al sur de Mesopotamia, de los sumerios venidos del norte o del este, que actuaron, como ya se ha dicho, de catalizadores de la revolución urbana, al mezclarse pacífica e intelectualmente con los ubaiditas

“El mesopotamio –relata Mosterín- tenía ya una aguda conciencia de su propia fragilidad y de su impotencia frente a las grandes fuerzas de la naturaleza”, ya fuera el calor, la sequía, las inundaciones, la sobrecogedora tempestad, atronadora y relampagueante..

“La inundación desenfrenada que nadie puede contener / que estremece los cielos y hace temblar la tierra / envuelve a la madre y al niño en su espantoso manto / azota el verdor lujuriante de los cañaverales Y ahoga la cosecha en sazón (...) / la frenética tempestad que arranca y arrastra todas las cosas / en estruendosa confusión” (texto de una tablilla mesopotámica)

El mesopotamio se imaginaba la existencia de fuerzas causantes de los cataclismos y de todo fenómeno natural. Sabía que sus condiciones de vida dependían de esas fuerzas y trataba de entenderlas. Veía algo en común, una fuerza única que, como en el caso de las cañas individuales de los cañaverales, daba al conjunto una forma similar de crecer y desarrollarse. A esa fuerza común le atribuyeron personalidad y le dieron nombre, como en el caso de Nidaba, la diosa de las cañas y de toda actividad relacionada con ellas. Cada cosa o fenómeno recibiría un nombre, tendría su espíritu, como la tormenta, los astros más visibles en el cielo, el agua, la sal, los gusanos, el dolor, la fertilidad, la ganadería, la agricultura, los cereales, las ovejas, las gacelas, las palmeras datileras; con sus espíritus buenos y espíritus malos, como el de las desgracias “proveniente” del demonio o el dolor de muelas mismo. Así, llegaron a contar con centenares de dioses, cerca de un millar.

Sin embargo, el mesopotamio no esperaba ningún tipo de satisfacción después de la muerte. Sólo la protección de los dioses, o voluntades cósmicas. Si por falta o descuido la perdía quedaba a merced de los espíritus malignos o demonios, entre los que se encontraban las enfermedades. Había dos tradiciones médicas: la de los médicos prácticos (asu), especializados en el tratamiento de síntomas, y la de los médicos adivinos o exorcistas (asipu), especializados en adivinar las intenciones divinas y en expulsar a los demonios. Manejaban lista de observaciones (prótasis) y de predicciones de lo que pasaría (apódosis) que luego sistematizaban. Disponían así de una base sería y cuasicientífica para la adivinación que les dio mucho prestigio en el extranjero. Adivinos, exorcistas y astrólogos eran los especialistas en predecir el futuro.

Por eso surgió y progresó la astronomía en Mesopotamia antes que en ningún otro sitio. Su religión era en gran parte una religión astral. Admiraba y reverenciaba el firmamento, trataba de

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interpretar los movimientos de los astros y los meteoritos como potentes señales de cosas por venir. Una serie de 70 tablillas (la Enuma Anu Enlil) constituye una verdadera enciclopedia astrológica, con más de 7.000 presagios. La tablilla número 63 relata las observaciones de Venus durante 23 años: “al cabo de unos 272 días Venus se detiene un momento e inicia su movimiento retrógrado”.. .Asimismo, los astrónomos babilónicos se habían percatado de que el lucero matutino y el lucero vespertino eran un mismo astro. Llegaron a registrar sistemáticamente todos los eclipses de Luna. La forma de observar el cielo, los mesopotámicos –comenta Mosterín-, “constituye sin duda el más antiguo testimonio conocido de algo que merezca el nombre de astronomía”. Y así fue, pues, posteriormente, cuando Mesopotamia perdió su independencia bajo los dominadores persas y griegos, las tradiciones astronómicas y astrológicas continuaron, dando lugar a la primera astronomía científica.

Para el mesopotámico, en fin, las manifestaciones aparentemente distintas de las cosas y fenómenos tenderían a aparecer conectadas entre sí, como expresiones todas ellas de la misma fuerza cósmica. Los grandes espíritus, que corresponden a las fuerzas importantes de la naturaleza, serían los grandes dioses. Como la marcha del universo que sólo dependería para ellos de las grandes fuerzas cósmicas, de los grandes dioses. Así, el más grande sería el del cielo y el firmamento (Anu), el de la bóveda azul estrellada que se observaba por la noche en Mesopotamia, que pasaría a personificar también la majestad y la autoridad. Como Enlil, el dios de la tormenta, que pasó a personificar el ejercicio de la fuerza y la violencia. Enki, la diosa de la fertilidad de las aguas que riegan la tierra personificaría la creatividad y la inteligencia. Utu o Samas, el Sol, pasó luego a personificar la justicia.

Dumuzi, por ejemplo -dios mortal de la vegetación misma que nace, se agosta y muere al

secarse las plantas y enterrada (sembrada) después resucita- tendió a aparecer como la fuerza única que está detrás de toda fertilidad económica, que hace multiplicarse a las plantas, al ganado, a los pescados, y colabora con las fuerzas cósmicas del universo a mantener el orden cíclico de las estaciones y a renovar la fertilidad de los campos.

Los mitos de Dumuzi son una bella muestra del refinado lirismo materialista de la época.. La boda y el acto sexual del dios con Inanna, la sacerdotisa que representaba el almacén donde se guardan los dátiles, representaba realmente un acontecimiento cósmico, el brote de las plantas y el crecimiento de las cosechas. Otro mito del ciclo de Dumuzi e Inanna explica el hecho de la diferencia de fechas en la cosecha de la cebada y la vid. Mosterín aprovecha el relato para enseñarnos: “Y así como nuestras teorías, interrelacionando los conceptos científicos, explican los hechos, así también -nos dice- los mitos arcaicos, interrelacionando los dioses, contándonos una historia acerca de los dioses, explican también los hechos.

El pensamiento arcaico –como el infantil- trata todos los fenómenos de tú a tú, como fuerzas personales. Por eso los personifica en espíritus, dioses. Y así como el narrar ciertos aspectos de la vida pasada de las personas ayuda a entender algunos aspectos de su conducta, así también el contar ciertos acontecimientos de la vida pasada de los dioses (es decir, ciertos mitos) ayuda a comprender, explica aspectos del devenir cósmico que a primera vista parecen incomprensibles. Es una forma de mitigar nuestra ansiedad y desasosiego frente a lo opaco y lo incomprensible, y de proporcionarnos el placer intelectual y la satisfacción psicológica que representa el paso del estupor y la inseguridad a la comprensión y la seguridad.

De los dioses primigenios y la casta sacerdotal, al poder “divino” del rey y la monarquía hereditaria

Durante el milenio –IV, las aldeas gobernadas por la asamblea de ciudadanos libres se habían extendido por el sur. Hasta ese momento, sus únicos enemigos eran el hambre o las desgracias naturales (sequías, inundaciones, tormentas, etc.) En todo caso, las experiencias vividas, que les habían llevado a articular las ideas de los dioses y los mitos, estaban basadas solamente en la realidad de lo que inmediatamente les afectaba: primordialmente, las consecuencias buenas o malas de las fuerzas de la naturaleza operando sobre el medio, la caza y las plantas, el agua, el aire. Hasta entonces, ahora lo sabemos bien, ninguna otra amenaza más les atemorizaba.

La nueva situación de temor y dependencia vendría dada, básica y precisamente, por una suma factores reconociblemente positivos, entre los que destacaríamos: la vida comunal libremente organizada pese a estar centralizada en los templos; el arribo de nuevas y numerosas gentes de mentalidad pacífica y colectiva (los sumerios catalizadores de la revolución urbana); la memoria que tenían de la irrigación de tierras y de otros conocimientos agrícola-ganaderos, y; las sorprendentes

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creaciones técnicas de que fueron capaces, ubaiditas y sumerios, en un ambiente idóneo de libertad relativa, sobre todo sin una religión preponderante, como ocurriría después en la Grecia clásica.

Todo ello daría lugar, con la producción de un gran excedente que permitió traspasar obreros del campo al trabajo artesano y comercial, a la división del trabajo, positiva también, pero que fragmentó la unidad primitiva, dejando a campesinos y artesanos a merced de un hecho nuevo, cuyo desemboque sería la desafortunada y tremenda división clasista, propia, ciertamente, de las condiciones reales, pero que dio origen al gran expolio histórico-social. Todo comenzó a partir del momento en que las gentes empezaron a temer a los bandidos o enemigos tanto o más que a las catástrofes naturales... El excedente y la riqueza acumulados despertaron el interés codicioso de los pueblos más atrasados de las montañas y desiertos circundantes. Bandas de pillaje y saqueo empezaron a sembrar la destrucción, de aldea en aldea. A lo que se sumó, además, el hecho de que las propias ciudades se enzarzaron unas con otras disputándose las regiones limítrofes.

Los campesinos buscaron refugio en las ciudades, las rodearon de enormes murallas e iniciaron la constitución de grupos especializados y entrenados en la lucha armada. Hasta entonces las ciudades sumerias habían sido gobernadas por la asamblea de los ciudadanos libres. Sólo en momentos de peligro, en situaciones de emergencia, la asamblea nombraba un dirigente con plenos poderes, para hacer frente a la emergencia. El cargo estaba limitado en el tiempo a la duración de la emergencia a la que respondía. Pero, con la nueva situación de inseguridad y amenaza armada casi constante, la situación de emergencia se pudo considerar permanente, por lo que el cargo (con plenos poderes) se hizo también permanente e incluso hereditario. Sucesivamente, el jefe militar sería ungido de rey, divinizado por los sacerdotes, también interesados en consolidar su propio poder. El rey, con poderes ya por encima de la asamblea de ciudadanos, se identificaría tanto con un dios que sería considerado a su vez como un dios él mismo.

Mosterín reflexiona al respecto. Con un criterio profundamente objetivo nos explica el fenómeno de cambio, de la manera siguiente Leamos: “Así como los mitos más antiguos giraban en torno a las preocupaciones agrícolas y ganaderas, así también ahora la preocupación por la guerra y la defensa se reflejaba en los nuevos mitos. Los dioses pasaron a ser concebidos como reyes, Y en los mitos que los interrelacionaban, las batallas pasaron a jugar un papel esencial. Las nuevas realidades políticas terrestres –la guerra y la monarquía- encontraron su reflejo en una reinterpretación del papel de los dioses. Y luego, rizando el rizo, el carácter monárquico de los dioses fue utilizado para justificar y explicar la monarquía terrestre, concibiendo la historia humana como el mero resultado de los problemas y conflictos entre los dioses”. Así, la guerra de una ciudad con otra terminaba siendo no un conflicto entre sus dueños, sino como lo querían hacer aparecer, como un conflicto entre sus dioses respectivos.

Por ejemplo: la famosa <<estela de los buitres>> describe la batalla desarrollada a mediados del –3000, como el enfrentamiento entre dos dioses, Ningirsu y Eanatuma, de las ciudades de Lagas y de Umma. Pero el hecho no tenía nada de divino, su significado no era otro que el de quitar al dios Ningirsu (de Lagas) una parte de las tierras de su templo, el Guedina. Del mismo modo, cuando las hordas elamitas asolaron la ciudad de Ur, saqueándola y quemándola, no parecería que lo hacían los bárbaros montañeses, era la tormenta divina, la fuerza cósmica de Enlil.*:

La intención siempre es la misma, relatar la historia de manera que se imponga la idea de que sucedió así porque ése era su destino. Y el destino es impenetrable. La religión es hermética, reservada a los especialistas, sólo unos pocos iniciados pueden servirnos de mediadores con los dioses. No hay que indagar en busca de razones. Sólo hay una: que los grandes dioses (y de entre ellos sólo unos pocos de entre los cerca de mil), fijan en su asamblea los destinos de todas las cosas, también los de los humanes y sus efímeras ciudades.

* “Enlil llamó a la tempestad... que aniquila el país... llamó a los vientos de desastre... cubrió Ur como un manto... la ciudad quedó hecha una ruina... Todas las calles y caminos están llenos de cadáveres... los muertos se amontonan... La sangre del país ha llenado los agujeros de la tierra... Los cuerpos se disolvieron como mantequilla”.

En otro poema conservado* se aprecia la mano de los sacerdotes y escribas urdiendo la

historia, dirigiéndola, exagerando la importancia y protagonismo de su dios en la explicación de los hechos. A tal punto, que incluso aflora el propósito de impedir que cada uno de los dioses conozca cuál es su papel en la conformación intelectual de los destinos del mundo. El propio dios de Ur, Nanna (la Luna), trata de averiguar la causa de esa destrucción, la culpa o pecado de Ur, pero Enlil mismo, que “llamó a la tempestad”, no sabe cuál fue esa culpa o si la hubo:

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* “Oh noble Nanna –se dice en el poema- preocúpate de ti mismo... Es imposible revocar un veredicto de la asamblea”.

Los dioses míticos. El pensamiento arcaico mesopotámico, explica los hechos narrando una

historia, un mito, acerca de sus orígenes. Esa historia, ese mito, consiste en una sucesión de actos voluntarios y de acontecimientos personales. El hecho queda explicado –señala Mosterín- cuando se entiende como el resultado de la personalidad y la acción de ciertas fuerzas cósmicas, fuerzas que siempre pueden ser concebidas como personas. Aunque no se trata de que los mesopotamios pensaran que los dioses fueran hombres o mujeres como nosotros. Sabían que no era el caso. Pero los dioses tenían algo de común con nosotros, al tener una manera de ser (una personalidad) y una incidencia autónoma en los aconteceres (una voluntad) De hecho, los dioses eran fuerzas cósmicas que se manifestaban de múltiples formas diferentes, desde puntos luminosos en el cielo hasta estatuas en el templo. Pero como nosotros no podemos entender del todo a los dioses, nos resulta más fácil concebirlos como si fueran personas.

Del proceso intelectual resultaría finalmente que la estatua del dios era la forma que adoptaba esa fuerza cósmica que era el dios. No era un mero símbolo del dios, era el dios mismo. Igualmente el pensamiento arcaico mesopotámico reconocía innumerables fuerzas activas en el mundo, pero a la hora de la verdad, en la asamblea de los dioses, la opinión de unos pocos eran decisivos.

Los dioses, además –comenta Mosterín-, sin abandonar su carácter de fuerza naturales, fueron adquiriendo también una cierta <<posición política>> en el gran Estado que es el universo. La máxima autoridad de la república cósmica, del Estado del universo, estaba constituida –como en las primitivas ciudades mesopotámicas- por una asamblea de todos los ciudadanos libres del universo, es decir, de todas las fuerzas cósmicas que cuentan, de todos los dioses, cuyos veredictos, irrevocables, constituían el destino. El dios más importante era Anu, el cielo estrellado, la autoridad última. El segundo dios era Enlil, el viento y la tempestad, el ejército legal de la fuerza. Enki, el agua fertilizante, inteligente y astuto, era la sabiduría.

Cada dios mesopotámico vivía en su casa, en medio de su finca, El templo era la casa de dios y las tierras del templo (cada ciudad-estado), su finca. Allí no había fieles que entraran. Los sacerdotes le hacían la comida, lo acostaban, despertaban y lavaban. Los humanes eran los servidores y esclavos de los dioses. El mismo rey de la ciudad era un mero capataz del dios, al que tenía que dar cuenta de su administración.

Si a los dioses les interesaba que hubiera humanes para que trabajaran para ellos y los alimentaran, así también a los humanes les convenía que los dioses vivieran entre ellos, para protegerlos de los cataclismos, enemigos, enfermedades y todo tipo de calamidades.

¿Por qué hay humanes?

Mosterín recoge en su libro las respuestas más elaboradas y típicas de los mesopotámicos, que indican –escribe- un motivo bien comprensible: los humanes existen para evitar que los dioses tengan que trabajar. Varios mitos elaboran este tema. Uno de ellos se encuentra contenido en el poema de Atrahasis:

“Cuando los dioses todavía eran como hombres / tenían que trabajar fatigosamente / y cargar con las espuertas. / Las espuertas eran voluminosas, / el trabajo era pesado, / los apuros grandes.

Evoca una época, cuando todavía no existían los esclavos, ni siquiera los humanes, y los

dioses tenían que realizar los trabajos más fatigosos, excavar canales, construir diques y labrar la tierra. Sin embargo, resaltan contradicciones tales, como que entre los dioses, tres de ellos tenidos por máximos, se habían reservado tareas menos prosaicas, se habían dividido el universo, (Anu) el cielo, (Enlil) la tierra y (Ea, Enki en sumerio) las agua. A los dioses menores les estaba reservado el trabajo. Pero, en un momento dado, hastiados de tanto trabajar, quemaron sus picos y palas, se declararon en huelga y se rebelaron. Ea propuso una solución, que no sólo resolviese el conflicto laboral, sino que librase a los dioses menores de una vez por todas del trabajo: crear a unos seres –los humanes- que trabajasen por ellos. Lo hicieron degollando al dios incitador de la revuelta, y con su sangre y arcilla la diosa madre Nintur creó siete hombres y siete mujeres:

“Me habéis encomendado una tarea. Hela aquí realizada / Habéis degollado a un dios, provisto de inteligencia. / Yo os he librado de vuestro penoso trabajo, / y se lo he impuesto al hombre. / Habéis transferido vuestra fatiga a la humanidad. / Os he liberado del yugo, os he conferido la libertad.

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A partir de entonces los dioses ya no tuvieron que trabajar más. Reinó la tranquilidad. Pero

apenas pasados 1.200 años la creciente humanidad terminó molestando a los dioses. Enlil mandó una epidemia. Ea la atajó. Pero apenas pasados otros 1.200 años, la humanidad volvió a molestar a los dioses. Enlil mandó una sequía, Adad, dios de la tormenta la abortó. Entones Enlil decide matar de hambre a la humanidad, cerrando todas las fuentes de la fertilidad.

“Cuando llegó el tercer año / la gente, de puro famélica, era irreconocible (...) Cuando llegó el sexto año, / los padres comían la carne de su hija, / se alimentaban de la carne de su hijo... / Una casa atacaba a la otra. / La gente tenía la cara como cubierta de malta muerta, / aunque apenas si podían respirar, aún se aferraban a la vida.

Los humanes que quedaron volvieron a provocar la ira de los dioses, al cabo del tiempo. Los

dioses decidieron acabar de una vez por todas con ellos, enviando el diluvio universal. Ea aconsejó a Atrahasis que construyera un barco con su gente y parejas de animales domésticos y salvajes. Gracias al consejo de Ea, la humanidad sobrevivió de nuevo. Los dioses habían pasado hambre, faltos de la gente que les alimentaba. Ante la perspectiva de tener que trabaja, aceptaron la existencia de los humanes. Establecieron que algunas mujeres fueran estériles, crearon un demonio para fomentar la mortalidad infantil y prohibieron que varias clases de sacerdotisas tuvieran hijos

En el milenio –II las tradiciones religiosas, que hasta entonces eran tantas como santuarios (cerca de un millar), fueron redefinidas, integradas en una explicación global del origen del mundo, explicación que no podía consistir más que en la narración de una y solamente una historia, a la que a partir de ahora sólo tendrían acceso y que sólo podrían explicar los iniciados.

Esto coincidía con la hegemonía de Babilonia sobre todas las demás ciudades-estado. Eso significaba, además, que el dios dueño de Babilonia, Marduk, pasaba a ocupar el puesto hegemónico que le correspondía como el jefe y campeón de los dioses, una vez que había sido derrotada Nippur, la ciudad del dios Enlil.. Más tarde, en el milenio –I, cuando fuera derrotada Babilonia, el nuevo dios hegemónico sería Assur, dios de Asuria.

Mosterín reflexiona al respecto: “Con estos cambios de dioses, los teólogos y escribas que rescribían la historia estaban dando muestra de empirismo, de realismo <<científico>>, de espíritu crítico. Si los mitos anteriores decían otra cosa, estaban equivocados. Lo único conveniente ahora era cambiarlos, es decir, rescribir sin más el poema Enuma Elis* (“cuando en lo alto”), compuesto en el milenio –II”. El Enuma Elis cumplía una triple función: integrar mitos anteriores sobre la creación del mundo, reinterpretar la teología en función de las nuevas realidades políticas y renovar la autoridad del rey, al mismo tiempo que servir de texto oficial para ser recitado.

El poema comienza describiendo el caos acuoso e inerme que existía antes de la creación del mundo, personificado en Apsu (abismo de aguas dulces) y Tiamat (las aguas saladas, el mar) La mezcla de las aguas dulces y saladas –viene a decir- generó los dioses, por casualidad y sin plan ni intención alguna: “Cuando en lo alto el cielo aún no existía, ni abajo la tierra firme.. . / Cuando todavía no existían los juncales, ni las marismas... / Cuando los dioses no existían, / y ningún nombre había sido pronunciado, / y ningún destino había sido fijado, / los dioses fueron creados dentro de ellos.

*Lo publicó Editora Nacional en 1981 Cuenta el poema que los primeros dioses fueron engendrando a su vez a otros, hasta poblar

un universo de dioses jóvenes, que, como en el poema de Atrahasis, crearon serios y sucesivos problemas. Así, de escándalo en escándalo, con encantamientos mágicos, parricidios por medio y asesinatos, la asamblea de los dioses terminó confiriendo la autoridad suprema a Marduk, propia de Anu, a condición de ser proclamado rey, como él quería (dios y rey): “Oh Marduk, tú eres el más honrado entre los grandes dioses.../ Te hemos otorgado la soberanía sobre el universo. / Cuando te sientes en la asamblea, tu palabra será suprema.

Descrito como racional, Marduk, el adalid de los jóvenes, había atacado a Tiamat con sus vientos, que entrándoles por la boca, le hincharon el vientre. Luego la atravesó con una flecha, cortó sus entrañas, le perforó el corazón y con su maza le aplastó el cráneo. Terminó sujetando a su propio pecho las Tablas del Destino, adquiriendo así la potestad suprema, el poder de fijar los destinos de todas las cosas. A partir de este momento, se dedica a ordenar el cosmos. Con los despojos de Tiamat, ordena la tierra, con la cabeza crea las colinas, con sus pechos crea las altas montañas, con sus ojos hace fluir el Tigris y el Eufrates; planea los templos, y el suyo propio, que construirá en el centro del mundo, Babilonia: “Edificaré una casa... / Cuando descendáis del cielo / pasaréis la noche dentro... / Y le pondré por nombre Babilonia.

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La tablilla sexta del poema narra la creación de los humanes. Aquí también son creados a partir de la sangre de un dios rebelde, con la misión económica de trabajar y mantener a los dioses. Quedó escrito así: “Con su sangre modelaron la humanidad, / impusieron el trabajo al hombre, ellos quedaron libres”. Curiosamente, tal como nos cuentan, veremos después a los dioses, trabajando realmente, modelando ladrillos y construyendo el templo de Marduk.

Llama poderosamente la atención el relato de la fiesta organizada en la casa de Marduk, donde, después de aplaudir el reparto de cargos y de alabar el nuevo clima de “orden y reconciliación reinante” en la nueva monarquía paternalista, los dioses le recuerdan las obligaciones que debía imponer a los recién creados <<cabezas negras>>, es decir, a los mesopotamios.

“Que gobierne sobre los cabezas negras. / Que ordene a los cabezas negras que le reverencien... / que a los cabezas negras se concedan dioses personales. El sentido del poema es susceptible de muy diversas lecturas. Pretende representar la victoria

de la fuerza de la actividad y el dinamismo sobre la inercia, la victoria del orden sobre el caos y la victoria de la inteligencia sobre la irracionalidad. Está concebido, se ve, para justificar la supremacía de Marduk entre los dioses y de la ciudad de Marduk, Babilonia. Representa también el paso de la anarquía a la democracia primitiva y de ésta a la monarquía permanente. Mesopotamia (es decir, el mundo humano) esta unificada bajo la dinastía babilónica como el universo entero está unificado bajo la monarquía cósmica de Marduk. Todo está en orden, todo se entiende y un monarca divino rige pacíficamente los destinos de un universo que ha dejado atrás sus conflictos.

Pero la injusticia propia del orden reinante ni había desaparecido ni habían podido acallarla. Diversos poemas conservados en tablillas cuneiformes plantean el problema del justo desgraciado, que más tarde reaparecerá en el libro de Job, de la Biblia: “¿Cómo es que la desgracia recae a veces sobre el humán justo y piadoso?” .

En un himno escrito en el -2500 a la diosa Nanshe ya se dice: "la que conoce la opresión del hombre por el hombre, la que hace que se administre la justicia al más pobre". Y un gobernante del -1400 (Urascagina, en Lagash) se ufanaría de haber " destituido a los funcionarios déspotas y restaurado la justicia a los ciudadanos que padecieron tanto tiempo"... La escritura: El principal precedente lo constituye un sistema de contaduría que ya se

practicaba en las aldeas del Neolítico cerámico del Cercano Oriente, y que luego perduraría hasta el milenio –II. Eran pequeñas piezas de barro, con signos numerarios o recordando objetos.

La revolución urbana en Sumer (-3.500) vino precedida de un desarrollo de medios sin precedentes (riego por canales, rueda, vela, torno, tracción animal, etcétera) Las necesidades de la contaduría burocrática y comercial crecieron considerablemente. Enormes excedentes de productos agrícolas y artesanales eran almacenados, intercambiados y distribuidos. El trueque entre ciudades, enviar a fuera productos propios y recibir los ajenos, registrar las entradas y salidas de los almacenes y graneros, la producción de los campos y talleres del templo, las raciones distribuidas entre sus dependientes, el suministro a los trabajadores y esclavos y el registro de las tierras y ganado etc., lo fueron resolviendo, grabando signos en pequeñas piezas de barro endurecido (bolas, anillos, cilindros, conos) que representaban, unas, la cantidad de cosas (en unidades, docenas, etc.), otras, los tipos de objetos (vacas, ovejas, panes, etc) Los acuerdo entre partes se registraban y fijaban metiendo piezas de barro correspondientes a la transición comercial en un recipiente oval hueco de arcilla, cerrado y sellado. Las crecientes necesidades contables dieron lugar una descomunal burocracia, llevaron al invento necesario de la escritura, un hecho verdaderamente revolucionario.

Hacia el -3.300 aparecen en Ur las primeras tablillas* en que los signos numerales van seguidos de signos (pictogramas y logogramas) referidos al tipo de objetos, cosas, productos o personas. En Susa y Habura Kabira (Siria) existen inscripciones del año -3.100 referidas a transacciones comerciales, venta de tierras, envíos de productos, entradas y salidas del almacén, etc.

La escritura fue progresando, se complicó y se convirtió en ocupación de especialistas, los escribas. Al principio dibujaban los pictogramas sobre el barro. Pero la incisión de las líneas curvas era dificultosa y lenta y pronto las formas de los signos fueron simplificadas y reducidas mediante la introducción en el mismo del extremo cortado de una caña. Así surgió la escritura cuneiforme que exigía años de aprendizaje. Los escribas, que dominaban las complejidades de la escritura, terminaron dominando todo el sistema de trabajo; se convirtieron en una nueva casta, peligrosa, porque temían perder sus privilegios. Tenían en sus manos toda la burocracia. De entre ellos, ya lo

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dijimos, salían los funcionarios, los administradores, los comerciantes, los adivinos, los astrólogos, los poetas, los médicos, etcétera, hasta la invención de la escritura alfabética que vendría de Levante por el --1500, inventada por los comerciantes de Ugarit.

*Durante el siglo pasado los arqueólogos han desenterrado del suelo de Mesopotamia medio millón de tablillas de arcilla inscritas en escritura cuneiforme. La mayoría de ellas son registros administrativos o comerciales. Pero también se han conservado algunas que nos permiten entrar en la cosmovisión de los antiguos mesopotamios, en su religión, sus leyes, sus costumbres, sus poemas, sus logros científicos, sus inquietudes y sus hazañas. Por eso la historia del pensamiento comienza con los mesopotamios y, gracias a la incansable actividad de sus escribas, ningún otro pensamiento arcaico nos resulta tan bien conocido como el suyo. El poema de Gilgames*, un rey de la ciudad-estado de Ur, del –2600 ó poco antes, V rey de

la 1ª dinastía de Uruk, constructor de “las fuertes murallas de Uruk” (10 klmts de longitud y 5 metros de espesor, reforzada por más de 900 torres, una cada 10 metros), desarrolla la idea de la imposibilidad de la inmortalidad, contrastada con la posibilidad del heroísmo, la justicia y la fama. Gilgames no busca la gloria, sino la inmortalidad, pero al final él mismo se desengaña, se hace adulto, reconoce la realidad. Parte del poema, en escritura cuneiforme, fue recuperado al cabo de 2.500 años de permanecer enterrado en Ninua, donde estuvo la biblioteca del rey asurioAssurbanapli.

El poema describe la aflicción de los habitantes de Uruk ante la actividad incontenible y febril de su rey Gilgames, que trae a todos de cabeza. Los dioses solucionan el problema creando a Enkidu, un hombre en estado salvaje de enorme fuerza y estatura, capaz de enfrentarse a Gilgames y ocupar sus energías. Juntos emprenden arriesgadas empresas, camino a las lejanas montañas. Después de haber obtenido sucesivas victorias, que le habían dado la fama y gloria que buscaba Gilgames, vuelven triunfalmente a Urk. Posteriormente, con la muerte de Enkidu, todo cambia para Gilgames. Una tristeza inmensa le invade, y queda sumido en un mar de dudas e incertidumbres. “El miedo se ha metido en mis entrañas”. A partir de ese momento, Gilgames se lanza a una búsqueda desesperada de la inmortalidad. Finalmente, desengañado, renuncia a sus sueños, crece, se hace un hombre, acepta la realidad y la muerte. Regresa a Uruk con el barquero Ursanabi, al que muestra lo único de lo que puede estar orgulloso: “la gran muralla”. Poner el orgullo en las obras perdurables, tal es la filosofía de la vida que se desprende del poema de Gilgames. Mosterín, termina comentando: “Cuatro mil años más tarde no está nada claro que hayamos encontrado otra mejor”.

* Lo publicó Editora Nacional en 1980

Los indoeuropeos

Se atribuye al juez inglés William Jones haberse percatado de las semejanzas existentes entre el germánico, el latín, el griego, el persa y el sánskrito, postulando un antepasado común para todas estas lenguas: el indoeuropeo. Lo que sabemos de los hablantes indoeuropeos –comenta Mosterín- proviene de dos fuentes: el estudio filológico de sus documentos escritos y el estudio arqueológico, que nos ha permitido averiguar lo suficiente como para estar seguros del papel fundamental que han desempeñado en la historia de la humanidad.

Sabemos que irrumpen con fuerza incontenible en la historia hacia el año –2000, con lenguas ya diferenciadas, venidas de un tronco común que podemos situar allá por el –4000, desarrolladas posteriormente en las anchas llanuras de la Europa Oriental, Polonia, Rumania y la actual Ucrania.

Eran relativamente altos, dolicocéfalos (de cabeza alargada), de piel clara y nariz prominente. Practicaban subsidiariamente la agricultura. Sabían sembrar la cebada y molían el grano. Criaban bueyes y cerdos, aunque su principal riqueza la constituían los rebaños de ovejas. Su gran contribución consistió en la domesticación del caballo, del que se servían para guardar y seguir sus rebaños y para atacar al galope a sus enemigos, lo que hizo de ellos unos temibles jinetes. De la cultura sumeria adoptaron el hacha de mango, el yugo y el carro, que aligerado con dos ruedas de radio y tirado por caballos lo convirtieron en su arma decisiva en sus múltiples conquistas.

Su organización social era simple y patriarcal, vivían agrupados en familias y éstas en tribus dirigidas por un jefe militar y un gran sacerdote, divididos en tres clases: los guerreros y los sacerdotes (clases dirigentes), y la masa de los productores, sobre todo pastores. Su religión se basaba en la adivinación de las fuerzas de la naturaleza. El dios-cielo representaba la autoridad y la paternidad (latín, Ju-piter; griego, Zeus Pater; sánskrito, Dyaus-pitar) Otros tantos dioses serían el rayo, la tormenta, el viento, el fuego, etc. Eso sí, carecían de santuarios. Ofrendaban al aire libre.

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Los hetitas, descendiendo por los Balcanes atravesarían el Bósforo y se establecerían en Anatolia, allá por el –1900, con su imperio capitalizado en Hattusa. Los protogriegos, en vez de cruzar el Bósforo, continuarían hacia el sur del Peloponeso, hasta el mar, estableciéndose en la actual Grecia. Mientras tanto los celtas e itálicos migrarían hacia Europa Occidental e Italia. Los arios migrarían hacia el este, las estepas de Rusia meridional, el mar de Aral y el Amu-Darya, desde aquí, unos, los iranios descienden hacia el sudoeste (Mitani, medos, persas) y otros, ls indo-arios lo hacen hacia el sudeste, donde acaban con la cultura de Hrappa y conquistan el subcontinente indio.

El Neolítico en la India contó con un foco temprano y probablemente independiente de

cultura neolítica, representada por tribus de cazadores-recolectores paleolíticos, unos, asentados en el amplio valle del Indo y en las estribaciones montañosas del Beluchistán, y otros en los Montes Zagros. De cultura precerámica, fueron evolucionando durante varios milenios, hasta perfeccionar sus técnicas, con el desarrollo de la cerámica y la metalurgia e incluso de la agricultura y la ganadería iniciadas en las estribaciones montañosas.

Entre el –7500 y el –5000, Mahrgarh lo ocupaba una población de cultura precerámica. Cultivaban trigo, cebada y dátiles, en pleno tránsito de la caza al consumo de ovejas, cabras y vacas. A partir del –5000 aparece la cerámica y en el –4000 el cultivo de algodón, conjuntamente con el uso del torno alfarero y la fundición del cobre en crisoles. Hacia el –3000 cultivan avena, vides e intercambian vasijas y estatuillas producidas en serie.

Al final de este período surge un gran intercambio que va de la costa del Indico, al valle del Indo, el Turkestán, Afganistán, Irán y Mesopotamia. El resto de la India seguía en pleno Paleolítico, hasta que hacia el –3000 aparece la agricultura en el norte y en las estribaciones del Himalaya, conjuntamente con las herramientas de hueso, los cuchillos de piedra, los habitáculos excavados en el suelo y el entierro de los perros junto con sus dueños, anunciando la vecindad de la cultura protourbana.

La cultura protourbana del Indo se fraguó después del período de las culturas neolíticas de los años –3500 al –2500, a partir del posterior desarrollo floreciente de la agricultura y de la ganadería de vacas, ovejas y cabras, que se dio entre los años –2500 al –2000, en poblados y ciudades crecientes, rodeadas de murallas. Rahman Dheri llegó a tener más de 10.000 habitantes. Usaban hornos de dos cámaras y tornos para la cerámica y la fundición de cobre y de bronces, después. Un inteligente control de las inundaciones impulsó la agricultura, que dio lugar al surgimiento sorprendente del gran imperio del Indo, en una región de 1.300.000 km2 (más de dos países como el nuestro) Conocemos más de 150 asentamientos. Mohenjorado y Harappa (con sus 37.000 habitantes), Kalibangan, Lothal y Surkotada, eran grandes ciudades separadas por centenares de kilómetros y algunas por más de mil, pero que practicaban las mismas medidas de peso, la misma escritura y la misma religión. Enterraban a sus muertos con la cabeza hacia el norte, en cementerios. La urbanización y la higiene públicas constituyen un rasgo no superado hasta 2000 años más tarde con el Imperio Romano, y perdido en muchos casos siglos después. Su escritura, desarrollada a partir de la mesopotámica, no ha podido ser descifrada todavía. Las figuritas de la Diosa-Madre y el culto a un dios masculino, representado con cuernos y un falo erecto (antecedente del emblema fálico de Siva), con el culto a los espíritus de los árboles, desaparecerían de la cultura oficial con la llegada de los arios, que constituirían la nueva clase dominante. La civilización del Indo, una de las mayores de la historia, que floreció durante cinco largos siglos entre el –2500 y –2000, empezó a decaer hasta hundirse en el olvido. No conocemos las cusas, dicen los historiadores. Probablemente, tremendos cambios geológicos y climáticos, como los cambios del curso de ríos, los levantamientos del suelo y las inundaciones tuvieron una influencia decisiva. Y añaden: cuando llegaron los arios todo eran ruinas, ellos se limitaron a darle el golpe de gracia.

Los indoarios fueron llegando en oleadas durante siglos, no como un ejército, sino en sucesivos avances de tribus en busca de nuevos pastos para sus ganados. Eran gente atrasada, de cultura primitiva, no urbana, agrícola y técnicamente analfabeta. Armados a caballo y con sus hachas de piedra, cobre o bronce sembraban el terror por donde pasaban. Talaron y quemaron los bosques para el pastoreo, de una región que era húmeda y boscosa, convertida hasta hoy en semiesteparia. Unos, venidos de las estepas euroasiáticas de Bactriana, llegaron a Mesopotamia hacia el –1600, conquistando Babilonia; otros, fundaron el reino de Mitanni, adoptando la cultura superior de los indígenas que eran de piel oscura y nariz chata, los däsa (palabra que terminó significando, esclavo); otros más, penetraron en el noroeste de la India y fueron haciendo huir hacia sus ciudades fortificadas a los montañeses agrícolas del Beluchistán y de las llanuras del Indo, indígenas también de piel oscura y nariz chata. Hacia del -1500 atacaron y destruyeron las grandes metrópolis, Mohenjorado, Harappa, Kalibanga..., sus ruinas se hundirían después en el

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olvido, mientras los invasores acabaron dominando completamente el país entre el –1500 y el –850. Combinando la agricultura con su tradicional pastoreo, se establecieron finalmente en una zona correspondiente a las actuales Panjab y Haryana como tribus semiestables, sin capital fija. Eran gobernados por un sumo sacerdote y un jefe de los guerreros, al que asistía un consejo de cabezas de familias (los productores) A las tres clases se fue añadiendo una cuarta, la de los indígenas sometidos a esclavitud, los de piel oscura y nariz chata. Así se formaron los cuatro varna (colores de la piel) que constituirían las cuatro clases o castas de la India clásica. Su economía era de trueque, sin comerciantes profesionales y su unidad de valor era la vaca. Había carpinteros y artesanos del cobre y el bronce. No conocían el hierro.

El Rgveda y sus dioses.

El Rgveda es una colección de 1.028 himnos en verso. Recoge las luchas de los arios contra los indígenas de piel oscura y nariz chata, y las ensalza en honor de los dioses (deva, “los resplandecientes”) Todos los aspectos de la vida y de la naturaleza manifiestan algún dios, espíritu o demonio. El panteón védico es machista. Sólo dos diosas aparecen en los Veda: Rätri, la noche estrellada, y Usas, la aurora, una joven hermosa que engendra placer y protege el orden. El dios más popular es Indra (similar al Zeus griego), jefe de los nuevos dioses de la guerra, “invencible, destructor de enemigos”, el que había roto las murallas de las metrópolis del Indo, el que aplasta al aborigen de piel oscura y nariz chata porque no le rinde culto y se opone al avance del ario... Después de Indra, el dios más cantado es Agni (el fuego, en latín, ignis) Toda la liturgia gira en torno al fuego. El dios más popular es Soma. Soma es la bebida excitante, de la inmortalidad, parecida a la cerveza, la mezclaban con leche y miel. La obtenían de una planta amarilla que crecía en las montañas (y que no ha podido ser identificada)

En el Rgveda tardío aparece una nueva preocupación cosmogónica, una especulación incipiente acerca del origen del mundo, que conduce a varias explicaciones. Una explica la creación del universo mediante el sacrificio de un hombre primigenio y gigantesco, Parusa. Con una cuarta parte de su cuerpo se crean todas las cosas, y las tres cuartas partes restantes quedan en el cielo como principio inmortal. A la especulación mítica sobre el Parusa sigue la especulación cosmogónica abstracta, según la cual lo existente surge de lo no-existente. Uno de los himnos contiene el más antiguo testimonio conocido de la duda filosófica. ¿Cómo se creó el mundo? Los dioses –aparece escrito- no pueden saberlo, pues también ellos fueron creados...

“Cuando no había existencia, ni siquiera había nada / y no había aire, ni había detrás el cielo (...) / Al principio que sólo había oscuridad en vuelta en oscuridad. / El universo no era más que una onda indistinta. / Y han tendido su cuerda a través del vacío (...) / ¿Dónde tuvo su origen la creación entera? ¿Fue formada por alguien o acaso no lo fue? (...) / sólo él podría saberlo, pero quizá ni siquiera él lo sabe. Cultura aria tardía: A partir del siglo –IX, el avance de los arios les llevó a establecerse

finalmente en la parte centro-oriental del valle del Ganga, que sería ya para siempre el centro de la cultura India. Los libros epopéyicos, el Mahabbarata y el Ramayana, guardan un vago recuerdo de acontecimientos ocurridos en la época védica tardía, por ejemplo, el avance de los arios hacia el este, quemando los bosques para el pastoreo y la agricultura, que sería la marcha del dios del fuego Agni seguido por el jefe ario Videgha.

El Mahabbarata recoge, el más largo poema del mundo, recoge la gran batalla de Kuruksetra entre las tribus arias por la formación de reinos hacia el –900, y la expansión hacia el sur, penetrando en la península del Deccan en lucha contra los cazadores indígenas que la habitaban. El Ramayana recoge los ecos de la expansión hacia el sur, la guerra del príncipe ario Rama contra los “demonios del sur”.

Entre los años –800 al –700 fundieron y generalizaron el hierro, que les permitió colonizar nuevos territorios y elevar la producción agrícola. Crearon cierto excedente, que facilitó la división del trabajo y la aparición de artesanos (orfebres, herreros, talabarteros, cesteros, cordeleros, comerciantes, etc.) Con la sedentarización había surgido la propiedad privada de la tierra; la delimitación del territorio pasó a ser más importante que el parentesco, y la unidad tribal cedió paso a monarquías incipientes que abarcaban varias tribus. Al aumentar las distancia, los consejos tribales dejaron de reunirse y el poder del rey creció, pasando a ser el soberano del incipiente reino. En esta época surgieron también los ritos sacerdotales de divinización del rey, mediante los cuales éste se transformaba en un dios, que haría hereditaria la monarquía. Paralelamente, el sistema de castas (divididas en subclases profesionales) se consolidó. Los sacerdotes le atribuyeron un origen divino, haciéndolas hereditarias.

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Los Brähamana y los Veda, textos escritos hace 3.00 años, constituyeron la revelación oída,

que era aprendida de memoria, de padres a hijos, cuando los indios todavía no conocían la escritura. En los Brähmana, el universo funciona mediante una enérgia cósmica, el bräman, que se libera en el sacrificio y su liturgia. Contienen los primeros brotes de especulación. Pero todavía no se trata de una especulación libre -como la que se inciará con las Upanisad en el período siguiente-, sino de una especulación estrechamente ligada a los mitos del Rgveda y a los ritos de la liturgia oficial. Desarrollan una ideología sacerdotal centrada en la práctica del sacrificio, que sólo “sabe” y domina el brähmán, el jefe técnico del sacrificio, el ingeniero técnico de la liturgia. Los Veda recogen alusiones a diversas cosmogonías: mediante la fecundación, mediante un huevo de oro divino, la separación del cielo y la tierra, la inmolación del ya citado gigante Purusa. El cansancio de tanta liturgia condujo a algunos solitarios inconformistas a retirarse a los bosques y allí practicaban el sacrificio interior, cultivando el tapas, el ardor interno, mediante la ascesis. Las reflexiones de estos ascetas aparecen en los Aranyaka (los “libros del bosque”), en los que ya se anuncia la gran especulación que luego culminará en las Upanisad

El Neolítico en el Egeo

Los anatolios del milenio –VII, que habían desarrollado la agricultura y densos poblados como los de los tell de Hacilar y Catal Hüyüc, empujados por el crecimiento demográfico atravesaron el Bósforo en botes de remos y se fueron estableciendo por toda Grecia, por las islas Kiklades y por el sur de los Balcanes y del Danubio, territorios hasta entonces ocupados por escasos grupos aislados de cazadores-recolectores paleolíticos. Oleadas sucesivas fueron creando poblados estables como Knosós en Kreta, Nea Nicomedeia en Makedonia, Karanovo en Bukgaria, y Starcevo, cerca de Berlgrado. Trajeron el trigo y la cebada, y a veces lentejas y habas, así como cabras, ovejas y en ocasiones cerdos. Construyeron casa de adobe de planta cuadrada, pulían la piedra, trabajaban la cerámica y la cestería. Su diosa de la tierra y la fertilidad era la Diosa Madrid. Trajeron su lengua, de la que no sabemos nada. Ni por qué permanecieron estacionarios entre el –6000 y el –3000. Sabemos, sí, que fueron extendiéndose por el resto de Europa a la velocidad aproximada de un kilómetro por año.

Hacia el –3000 cultivaron la viña y el olivo al sur de Grecia, en las islas Kiklades y en Kreta, practicando la metalurgia del cobre y luego la del bronce. El comercio entre las islas y poblados se incrementó, con la producción de vasijas cerámicas y estatuillas de mármol. Pero sólo siguió pujante la cultura protourbana de Kreta entre el –2000 y el –1450. Fueron 550 años excepcionales de paz y prosperidad. Entre sus enormes palacios, el de Knósos almacenaba 240.000 litros de aceite, guardaba vino y cereales, en él y sus aledaños trabajaban los artesanos y vivían unas 40.000 personas, organizadas en un sistema de avanzada división del trabajo. Los kretenses vivían “bien y en paz”. Sus palacios carecían por completo de fortificaciones y defensas. Los frescos pintados en sus paredes representaban fiestas, juegos, jardines; mujeres con amplias faldas, complejos peinados y tetas al aire. No pintaban guerreros, ni gente con armas, ni batallas, ni muertes. No hubo cultura tan pacífica y suave en toda la antigüedad como la kretense minoica.

Pero sucedió lo imprevisto, que hacia el –1450 una tremenda explosión volcánica destruyó por completo la cercana isla de Thira y con ella toda la flota kretense. Poco después, Kreta fue conquistada y sus riquezas saqueadas por los mikenios.

La cultura mikénika: Hacia el –2000 Grecia ya estaba ocupada en la Edad d Bronce por una población de agricultores, alfareros y metalúrgicos, asentada e una serie de ciudades con resistentes murallas (Atenas, Mikene, Tirinte, Lerna...) Grandes masas de indoeuropeos penetraron por el norte y la conquistaron, destrozando sus ciudades y arrasando sus puertos. Eran pastores nómadas, gente ruda, armados de hachas de guerra. Después de aplastar a la población autóctona se mezclaron con ella, adoptaron el modo de vida agrícola y reconstruyeron las ciudades. La religión se nutrió de arios y autóctonos egeos. Así, el dios ario Zeus fue colocado en la cumbre del panteón. La Diosa Madre Da, de los egeos, recibió el título indoeuropeo de Mater.

Hacia el –1600 surgió una cultura mixta. Habían traído de Egipto el modelo de carro de combate ligero de los hiksos (arios urritas), que construyeron y manejaron constituyendo una casta militar feudal, a poco extendida en diversas ciudades, cortes de otros tantos soberanos: Mikene, Atenas, Pilos, Thebas, etc. Practicaban la piratería y el pillaje. A partir de la destrucción volcánica de la flota kretense en el –1450, se hicieron los dueños del mar Egeo, saquearon Kreta, establecieron colonias en la costa anatolia y atemorizaron al rey de los hetitas. Construyeron grandes palacios fuertemente fortificados, que eran centros redistributivos y de comercio de los bienes producidos

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(trigo, cebada, aceite, vino, miel, perfumes, cerámica y paños textiles) Adoptaron la complicada escritura de los escribas kretenses (descifrada por Ventris en 1952) La división del trabajo era ya notable. En Mikene había especialistas en la fabricación de vidrio. Fueron los primeros en producir espadas largas y usar carros de combate. Audaces y ambiciosos, aparecen como aventureros, siempre dispuestos a pelear o comerciar.

Hacia –1250 se generaliza la piratería. Cuarenta años después, bandas procedentes de Europa atacan las ciudades. Finalmente, hacia –1200 una gran invasión de “pueblos del mar” arrasa las ciudades y palacios mikénicos, acaba con el imperio hetita y siembra la muerte por las costas orientales del Mediterráneo.

Atraídos por la debacle y las riquezas del sur, bajaron del norte los llamados dorios, griegos como los mikenios pero más brutos e incultos, que abandonaron sus pastos y se organizaron militarmente. Acabaron de saquear lo que quedaba, conquistaron el Pelopónisos y lo ocuparon. Todo quedó abandonado. Los escribas y artesanos murieron. Las habilidades se perdieron. Se olvidó la escritura. Los griegos pasaron a ser analfabetos durante los 400 años siguientes... Ni siquiera recordaban que un día supieron escribir. De la cultura mikénica no quedó nada

De la época oscura a la Grecia arcaica (del –1200 al –800) todo quedó paralizado. La gente tenía bastante con sobrevivir. Los mikenios refugiados en las costas de Anatolia Occidental se limitaron a recordar sus gestas, como la de Troya en el –1250, que hicieron objeto de leyenda, incluyendo la descripción pormenorizada del proceso de vida experimentado. Mantuvieron la actividad agrícola y, lo más importante, contribuyeron a la introducción generalizada de la metalurgia y utilización del hierro. Al haber desaparecido el Imperio Hetita que había guardado el monopolio de este metal, la fundición y el forjado del hierro se extendieron rápidamente por todo el mundo, con el consiguiente progreso en las herramientas y las armas.

La escritura. Por la misma época en que Homero, hacia el –800, estaba dando forma definitiva a la Iliada y la Odisea, fruto de los poetas y rapsodas que cantaban las glorias de la vieja civilización mikénica, de sus guerras y sus héroes, aprendían de nuevo a escribir con el alfabeto fenicio*. Al mismo tiempo se estaba conformando una lengua común, el dialecto jonio. En este clima de fermento artístico y cultural se daban ya las señales de un despertar intelectual nutrido de curiosidad y creatividad, que llevó a los junios a hacerse de nuevo a la mar y a reemprender el comercio exterior.

Al principio hubo varios alfabetos. A partir del siglo –V, en que fue adoptado por Atenas, se impuso el alfabeto jonio de Miletos. Éste, casi perfectamente fonético, permitía por primera vez acabar con el analfabetismo. Cualquiera podía aprender a leer y a escribir. La existencia de una clase de escribas (que podía filtrar la tradición y controlar la expresión de las ideas) se hacía innecesaria. El alfabeto realizó así una importante contribución a la libertad del pensamiento griego.

* La primera escritura alfabética conocida apareció en Ugarit (puerto mediterráneo de la actual Siria) en el siglo -XIV. Hacia el –1000 los fenicios usaban una escritura alfabética (con la que representaban los sonidos consonánticos de su lengua semítica) que dio origen a todas las escrituras alfabéticas actuales. En Oriente, al arameo, que estuvo en el inicio de los sistemas de escritura indio, persa, árabe y hebreo. En Occidente dio lugar al griego, que originó los alfabetos etrusco, latín, copto y cirílico. Las poleis y la colonización. Durante la época arcaica, la Hélade era un mosaico de

pequeñas poleis (comarcas, cantones) independientes, soberanas, distintas unas de otras; tanto por su población como por su estructura política y social. La población vivía en el campo, dedicada al agro. En las ciudades terminaron concentrándose los terratenientes hereditarios. Esparta era bastante grande, como una provincia española. Atenas llegaría a tener unos 250.000 habitantes, otras, apenas unos millares. En general eran comarcas agrícolas dominadas por los terratenientes locales, descendientes de las familias que al principio de la época oscura se habían repartido las tierras. Esparta era un caso particular; sus habitantes, los heilotes, habían sido vencidos y esclavizados por un grupo de dorios. Estos no trabajaban. Vivían en campamentos, dedicados al ejercicio militar, en continua alerta, siempre dispuestos a sofocar cualquier rebelión de los heilotes o a emprender una guerra exterior. Atenas era distinta; reunió en su ciudad central a los terratenientes comarcales, que administraban la justicia y dirigían la política. El resto de los ciudadanos no tenían derechos políticos; ni tenían otra alternativa que la de trabajar las tierras en manos de los aristócratas o emigrar. Así, se convirtió en la más rica y popular; producía cerámica (primero de estilo geométrico y luego de figuras negras) que dominaba el comercio griego en la época arcaica.

La colonización griega (la corriente migratoria de gentes en busca de tierras para trabajar) se desarrolló en dos oleadas, una a mediados del siglo –VIII y otra a mediados del –VII, la primera

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hacia Italia, Libia, Francia y España, la segunda, hacia el norte, atravesó el mar de Mármara y fundó ciudades por la costa del mar Negro. Este proceso amplió el ámbito de la Hélade (los helenos, como empezaron a llamarse los griegos) Muchos de los pensadores importantes de la época clásica procederían de las nuevas ciudades, jugarían un papel decisivo en el desarrollo de la filosofía griega. Siracusa, en Sicilia, se convertiría en el siglo –IV, en una de las dos ciudades más grandes del mundo griego (la otra sería Atenas).

La Hélade, los helenos; tenían de común una lengua griega. Aún con distintos dialectos se entendían y entendían el origen común contenido en los poemas épicos de Homero. Antes se habían llamado akheos, dorios, lakedemonios, etc. A los no-helenos, que hablaban un confuso “bla-bla” o “bar-bar”, les llamaron bárbaros.

Junto a la lengua y la leyenda comunes, la peculiaridad religiosa era también un poderoso factor aglutinante de suma importancia. Su religión, si se le puede llamar como tal, era laica, carente por completo de dogmas e incluso de sacerdotes y de organización eclesiástica. A diferencia de las formas en el Cercano Oriente, en Egipto y en la India, en Grecia no había castas sacerdotales ni interpretación sagrada de los mitos religiosos. Los mitos habían sido fijados por los poetas (Homero y Hesíodos) y los ritos eran celebrados por funcionarios civiles normales de la polis. Cada polis tenía su dios protector: Zeus en Olimpia, Apolon en Delfi....

Los helenos, en fin, jamás desearon que la Hélade pudiera convertirse en una entidad política de ningún tipo. Para ellos una unidad de las polis no era concebible. Lo propio de los helenos era vivir en una comunidad pequeña e independiente, protegida por sus propios ciudadanos.

Hesíodos. La llamada edad arcaica de Gracia comienza hacia el –800 con las grandes epopeyas homéricas, que representa más el final de un proceso que su inicio, que estaba reservado a Hesíodos. Hijo de un comerciante arruinado, establecido en Askra, apacentaba las ovejas de su familia cerca del monte Helikón, donde se rendía culto a las musas. Después, cuidando el rendimiento de la tierra heredada de sus padres, empezó a componer poemas y a participar en certámenes. Con uno de sus dos poemas más famosos, la Teogonía, intenta sistematizar los múltiples mitos de la religión griega, pero distanciándose de los poetas a quienes las Musas no habían inspirado más que historias fantásticas. Se pregunta el origen de todas las cosas e incluso de todos los dioses, y lo pone en el caos (khaos, abismo bostezante): “En primer lugar existió el Caos”. Todo parte de la violencia originaria de Urano (el cielo) y Cronos (el tiempo), que culmina con el orden y la justicia de Zeus. Los paralelismos con el Enuma Elis babilónico son bien claros. Su influencia se dejaría sentir sobre filósofos como Xenofantes, Parménides y Empédocles. Su otro poema, Los trabajos y los días, presenta una reflexión sobre la vida agrícola y las ocupaciones cotidianas, cosa que nunca hubiera hecho Homero, y tampoco los poetas mesopotámicos. Hesíodos canta ahora para la burguesía laboriosa (comerciantes, navegantes, constructores) Él no piensa que la excelencia humana -la areté- es congénita, sino que se logra mediante el trabajo físico e intelectual, lo cual no deja de representar una posición implícitamente revolucionaria.

El Neolítico en China

Mosterín se detiene a explicar el porqué de la temprana aparición de la agricultura en China a finales de –V milenio. Allí, nos dice, “Bastaba un palo para remover la tierra y plantar las semillas”. La primera planta silvestre que lograron domesticar fue el mijo. Durante todo el Neolítico (entre el –4000 y el –1600) fue la base de su alimento, y todavía es consumido por la tercera parte de la humanidad. Más tarde llegaron el trigo y la cebada, y, después, el arroz. Pero domesticaron al gusano de seda, y probablemente también el perro y el cerdo, y más tarde, vacas y ovejas. Alternaban la caza y la pesca con la agricultura, tanto itinerante como sedentaria. Sus asentamientos eran pocos y pequeños. El mayor de los excavados tenía unos 6oo habitantes y unas 50 casas. Su cerámica era de color rojo, con dibujos, modelada a mano y cocida a unos 1.000ºC. Hacia el –3000 la cultura de Longshan hizo sedentaria a agricultura, cultivó ya el mijo, el trigo y el arroz. Las aldeas se hicieron más numerosas y de mayor tamaño, a veces rodeadas de murallas. A la cerámica roja la sustituyó la negra brillante, de finas paredes, fabricada ya con torno de alfarero. De la religión no sabemos nada, salvo que practicaban la adivinación en las escápulas del buey, al ser calentadas. En algunos vasos hallamos ya unos pictigramas, un precedente de la escritura china de los Shang.

La cultura protourbana Shang. Se produjo hacia el –1600. Fue una revolución cultural. Pasaron de la Edad de Piedra a la del Bronce, sin pasar por el cobre, no obstante disponer de hornos de 1.000º que podían fundirlo. El inicio de la Edad del Cobre se había dado ya en los Montes Zagros hacia el –6000. Antes del –3000 ya había llegado a Afganistán y al valle del Indo, pero no llegó nunca a China. Quizá fue que les llegase antes la técnica del bronce desde Irán, o desde el sur de

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Rusia y el Cáucaso. De cualquier manera, en pocos siglos, hacia el –1300, China se puso a la cabeza del mundo en cuanto a la perfección técnica y artística de los objetos de bronce producidos. Pero no fabricaban herramientas de trabajo, sino sólo y exclusivamente objetos para la aristocracia urbana, armas para la guerra y la caza, defensas y adornos para los carros de combate y vasos para las ofrenda religiosas. Las hoces, palas, azadas y picos de los labradores seguían siendo de piedra o hueso. El bronce era demasiado caro. Sólo hacia el –600, con la difusión del hierro, utilizarían implementos de este metal. Hasta entonces no utilizarían la tracción animal para tirar del arado. Aunque, desde muchos años antes, venían ya utilizando el caballo para montarlo la aristocracia y para jalar (uncidos al un yugo) los carros de combate.

En la época de los Shang (entre los siglos -XVI y –XI) fabricaron la cerámica gris y blanca para vasos, calderos y jarrones, cuyas formas eran limitadas también por los fundidores de bronce.. El comercio utilizaba las conchas de cauri como moneda. Coincidiendo con la fundición del cobre se dio el tránsito de las aldeas agrícolas autónomas a un Estado con una autoridad central. Cuya capital cambió ocho veces de sitio. Ao, establecida por el décimo rey de la dinastía Shang. Tenía 3,5 km2 de superficie, rodeada de una muralla de unos 20 m. de anchura. Fuera se encontraban los diversos talleres y vivían los artesanos.

La sociedad de Shang era eminentemente agrícola, en la que el pastoreo apenas jugaba un papel. La estructura social era básicamente la de un protofeudalismo. El rey, los príncipes y la aristocracia vivían de la explotación de los campesinos. También había esclavos, prisioneros de guerra. La familia parcialmente matriarcal del Neolítico había sido sustituida por una familia estrictamente patriarcal. El status de la mujer podía ser todavía relativamente elevado. Hao, la mujer de un príncipe de la corte llegó a dirigir un ejército de 3.000 hombres.

La religión en la China de Shang. El dios supremo era Shàngdi (el señor del cielo), de quien depende todo en la naturaleza y la sociedad, incluso la guerra.. Sólo el rey está capacitado para interpretarlo y comunicarse con él. De ahí la preminencia y divinidad del rey. El rasgo más característico de esta religión es el culto a los antepasados, que hacen objeto de sacrificios humanos. Entierran a los jefes o patriarcas acompañados de sus animales preferidos e incluso de sus servidores y esclavos. En la tumba de Hao se han hallado 54 esqueletos humanos, decapitados. La adivinación era el vehículo de que se valían los adivinos de la corte para realizar sus preicciomes de todo orden. Se han encontrado unos 100.000 huesos oraculares inscritos de la época, escápulas (omoplatos de bueyes) También utilizaron caparazones ventrales de las tortugas.

La escritura, mucho más reciente que la sumeria o la egipcia, tuvo un desarrollo original, que ha llegado a nuestros días. Empezaron escribiendo con pincel sobre tiras de bambú cosidas con cuerda. Los chinos del neolítico, en la época de Lonshan, disponían sólo de unos 40 caracteres. En la época de Shang, contaban ya con 4.000. La escritura actual dispone de unos 50.000 caracteres.

China bajo la dinastía Zhou. Hacia el siglo –XI, el príncipe Wu, jefe de los Zhou, tenido por virtuoso, se reveló contra el poder en manos de un soberano tiránico, cruel, corrupto y abominable. El nuevo rey, Zhou, repartió las tierras conquistadas entre sus parientes y colaboradores, a los que se concedió en feudo y trasladó la capital, cerca de la actual Xi´an, en el valle del río Wei. Un siglo después (-VIII), se debilitó el poder. En –771 mataron al rey Yu. Los conspiradores trasladaron a su heredero, Ping, a una nueva capital, cerca de la actual Luoyang, huyendo de los bárbaros y de las intrigas cortesanas. Así, los vasallos se hicieron mucho más poderosos que el mismo rey y obtuvieron una total independencia. Otros 20 estados más se consolidaron, pero comenzó una lucha de todos contra todos. Sólo uno alcanzó la hegemonía, con el monopolio de la sal de sus salinas .Y bajo él se unieron los estados deptentrionales.

En general, se observa un lento proceso cultural. Se redujo la ostentación cortesana y disminuyeron los sacrificios humanos. Roturaron y cultivaron nuevas tierra, sin ningún adelanto espectacular hasta el –600, que apareció el hierro, el arado, la tracción animal y la moneda. La sociedad que arrancó del protofeudalismo Shang, estaba dando paso a un sistema feudal típico, estratificado conforme a una pirámide cuya cúspide ocupaba el rey Zhou. El reino estaba dividido en principados, divididos a su vez en señoríos feudales. Los príncipes y señores feudales constituían la gran nobleza. Por debajo estaba la pequeña nobleza, los caballeros, y, debajo de ellos, el pueblo llano, los plebeyos y algunos esclavos. De la baja nobleza salían los letrados y funcionarios conocedores de los ritos. Sólo los nobles recibían educación, en las casas mismas de los señores feudales (danza, música, manejo de las armas y rudimentos de escritura) La división social básica era entre nobles, que vivían en la ciudad amurallada, y plebeyos, que vivían recluidos en chozas levantadas en los campos. Las parejas se formaban en los bailes de primavera. Si la mujer quedaba preñada, se consideraba casada. No pertenecían a clan ni tenían apellido.. La religión sólo era cosa de la nobleza, con la que el pueblo poco tenía que ver. El dios supremo seguía siendo Shàngdi, y el

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rey seguía siendo responsable del gobierno y del comportamiento de la naturaleza, debiendo expiar sus culpas en caso de cataclismos. Ya hemos dicho que sólo el rey podía rendir culto al cielo y ser su mediador. Cada aldea, cada feudo, cada príncipe y el rey mismo tenían su propio dios del suelo. Precisamente la ceremonia de investidura consistía en recibir del superior un terrón de tierra, con el que cada uno construía su propio altar, a cielo abierto, junto a un árbol o bosquecillo. Los espíritus de los nobles iban al cielo. Asi, los antepasados recibían culto, sacrificios. Los plebeyos, los campesinos, no iban al cielo, sus almas se quedaba enterradas bajo el suelo, por lo tanto carecían de antepasados en el cielo a los que rendir culto o sacrificios. Según el primer mito, el cielo y la Tierra estaban unidos. Dioses, espíritus e incluso humanes subían y bajaban fácilmente. Los miembros del clan Miao lo hacían con alas. Pero su maldad hacia los demás les privó de las alas. Shangdi los exterminó y cortó la comunicación con la Tierra. La adivinación siguió la costumbre de utilizar las escápulas de buey o caparazones de tortuga, que gravaban con la pregunta y perforaban con una barra de bronce incandescente, hasta agrietarse o no, según fuese la respuesta. Los cinco libros clásicos, reconocidos como tales en la época Han (siglo –II), fueron la base de la educación china (documentos, poemas, primaveras y otoños, mutaciones y, ritos) El libro de los poemas recoge canciones cantadas por los soldados cansados de guerrear: “¡Que desgraciados somos los soldados, / ya no se nos trata como seres humanos! (...) / ¡ni de día ni de noche encontramos reposo! El pensamiento arcaico o prefilosófico

En contraposición a él aparece a partir del siglo –VI un nuevo tipo de pensamiento, el

pensamiento filosófico, o clásico, o racional o como queramos llamarl; es -se detiene a explicar Mosterín- siempre directo o transitivo, va directamente al objeto. No es autorreflexivo; trata todos los fenómenos como un tú personal. Es un pensamiento emocionalmente comprometido; no analiza como conceptos los aspectos importantes de la experiencia, sino que los personaliza e hipostatiza como superentidades personales, espíritus o dioses, provistos de personalidad y voluntad propias; mitiga el estupor y desasosiego no por la construcción de teorías que interrelacionen conceptos y proporcionen explicaciones, sino mediante la elaboración y transmisión de mitos; traduce la preocupación por la buena vida por el interés en sobornar a los dioses mediante ofrendas, a fin de obtener su favor; la ansiedad por el futuro da lugar a las técnicas de adivinación; considera que el futuro está determinado por las intenciones de las fuerzas determinantes del universo que son los dioses.

Los humanes que lo desarrollaron tenían la misma constitución psicofísica que nosotros y tenían nuestras mismas necesidades y tendencias. Fue el instrumento mediante el que introdujeron orden y estructura en su mundo experiencial, logrando así una cierta tranquilidad psicológica y una cierta satisfacción intelectual.

Sería erróneo suponer –comenta Mosterín- que el pensamiento arcaico fue más tarde completamente desplazado por el filosófico o el científico. En la historia intelectual de la humanidad un nuevo tipo de pensamiento no desplaza nunca del todo al anterior, sino más bien se superpone a él.

El pensamiento arcaico sigue influyendo en el mundo de hoy. Baste recordar la importancia política y social de los movimientos religiosos y nacionalistas, de carácter básicamente arcaico.

Está lejos de haber desaparecido, no sólo de los niveles más oscuros de nuestra mentalidad, sino ni siquiera de las manifestaciones públicas más ruidosas de nuestros días. Entenderlo, en fin, termina explicando Mosterín, constituye ya un paso decisivo hacia su superación, pues una de sus notas características consiste en su falta de autoconciencia crítica y metodológica.

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Bibliografía orientativa

Probablemente la introduccjón más accesible al pensamiento arcaico sigue siendo el libro de H. Frankfort, H. A. Frankfort, J. A. Wilson y Th. Jacobsen: Tibe Intellectual Adventure of Ancient Man (The University of Chicago Press, 1946), traducido al español como El pensamiento pre filosófico (Fondo de Cultura Económica, México, 1954). El lector puede luego consultar con provecho el libro de G. S. Kirk: Myth. Its meaning and /unctions in ancient and other cultures (Cambridge University Press, 1970).

James B. Pritchard ha realizado una útil antología de textos procedentes de las diversas culturas arcaicas del Cercano Oriente, titulada Ancient Near Eastern Texts Reiating to tibe Oid Testament (Princeton University Press, 3. edici~n, 1969). Hay una edición de bolsillo en dos volúmenes de esta monumental antología en que aparecen los textos traducidos sin apenas notas o aparato crítico. El primero de esos volúmenes fue traducido al español como La sabiduría del antiguo Oriente (Ed. Garriga, Barcelona, 1966).

Los dos poemas babilónicos más famosos pueden ser fácilmente leídos en español. Federico Lara ha editado el Poema de Giigamesh (Editora Nacional, Madrid, 1980), y ha escrito la introducción al Poema babilónico de ¡a creación, Enuma Eiii” (Editora Nacional, Madrid, 1981), traducido por M. G. Cordero.

Para leer textos arcaicos de otras culturas del milenio —II puede acudirse a la edición de Alberto Bernabé de los Textos literarios hetitas (Editora Nacional, Madrid, 1979) y a la magnífica edición bilingüe anotada de G. del Olmo Lete: Mitos y leyendas de Canaán, según la tradición de Ugarit (Ed. Cristiandad, Madrid, 1981).

Entre la masa de estudios dedicados al pensamiento mesopotámico arcaico, destaquemos A. Leo Oppenheim: Ancient Mesopotamia, Portrait of a Dead Civiization (The University of Chicago Press, 2.~ edición, 1977), y Thorkild Jacobsen: Tibe Treasures of Darkness. A History of Meso potamian Religion (Yale University Press, 1976).

Para la relación entre cosmovisión arcaica e institución monárquica en el Cercano Oriente antiguo, véase Henri Frankfort: Kingship and tibe Gods (The University of Chicago Press, 1948), traducido al español como Reyes y dioses (Alianza Editorial, Ma. drid, 1981).

Las mejores panorámicas del desarrollo de la matemática y la astronomía en Mesopotamia y Egipto se encuentran en O. Neugebauer: The Exact Sciences in Antiquity (2.~ edición, Dover Publ., Nueva York, 1969), y B. L. van der Waerden: Erwachende Wissenschalt (Birkhauser Verlag, Basel, 1966 y 1968).

Respecto a la India neolítica y arcaica, véase B. y R. Allchin: Tibe Rise of Civiiization in India and Pakistan (Cambridge University Press, 1982). Una selección de himnos del 1~gveda, traducidos al español por Francisco Villar Liébana, se encuentra en Himnos védicos (Editora Nacional, Madrid, 1975). Una magnífica antología de los Veda ha sido confeccionada, traducida al inglés y anotada por Raimundo Panikkar: Tibe Vedic Experience. Man-tramañjar~ (University of California Press, 1977). Quien prefiera leer en francés, puede acudir también a los Hymnes spéculatifs du Véda (Gallimara, París, 1956), traducidos por L. Renou, y a Mythes et légendes extraits des Brdhmana (Gallimard, París, 1967), traducidos por J. Varenne.

Respecto a la Grecia mikénica, véase John Chadwick: Tibe Mycenaean World (Cambridge University Press, 1976), del que hay traducción española, El mundo micénico (Alianza Editorial, Madrid, 1977). Sobre el pensamiento griego arcaico puede consultarse, por ejemplo, G. 5. Kirk: Tibe Nature of Greek Myths (Penguin Books, 1974). En cuanto a Hesíodos, en quien este pensamiento culmina y que a la vez anuncia ya su próxima superación, disponemos de una buena traducción comentada completa, debida a Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez Díez, Hesíodo: Obras