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Página 2 | Suplemento Jóvenes Semana Santa editorial En Pascua celebramos la Vida en Abundancia, recordando que Cristo es el único proveedor de ella. Jesús es el amor de Dios hacia noso- tros: Su redención, Sus enseñanzas, Sus milagros. El desafío no consiste en admirarlo, sino en seguirlo hasta la cruz. Jesús es la acción de Dios: perdona, salva, nutre y santifica. En la Pascua miramos la cruz de Cristo: punto de partida de nuestra Vida Espiritual. Símbolo de muerte para resurrección. La luz es acción Jesús es la luz que Dios envía a nuestras tinieblas Marcos Abadi Iglesia Bautista del Once ¿Qué significa Semana Santa en nuestras vidas? Aunque sabemos que nuestra vida diaria: las cosas que hacemos, las decisiones que toma- mos, lo que pensamos y decimos deberían ser un reflejo de lo que el Señor es en nuestras vidas; ¿recordamos realmente el significado de la fecha que lamentablemente la gente asocia con el huevito de pascua y el conejito de chocolate? ¿Recordamos el sacrificio de nuestro Señor para que podamos nuevamen- te tener acceso directo al Padre y vivir una relación plena teniendo la seguridad de la salvación? Semana Santa no son dos días menos para trabajar y la posibilidad de armar unas mini vacaciones; Semana Santa no es el domingo en el que nos tenemos que levantar más temprano porque el Culto de Resurrección es a las 7.30hs de la mañana. Semana Santa es una oportunidad para ponernos a cuentas con el Señor. Es una opor- tunidad para vivir de manera especial, junto a otros hermanos, el milagro del amor de Dios, quien envió a su Hijo a morir por noso- tros porque éramos pecadores y estábamos destinados a una eternidad alejados de El. Algunos miembros de los jóvenes de la Asociación hemos vivido momentos duros en estas últimas semanas; pero a su vez, hemos vivido la oportunidad de vivir este amor de Dios de manera directa, experimen- tando paz cuando solo veíamos desespera- ción; consuelo en contraposición a la angus- tia y el abatimiento; gozo aún en la adver- sidad; compañía en medio de la soledad; pero sobre todas las cosas, la seguridad de saber que aunque todo estaba oscuro en ese momento lo mejor estaba por venir; porque no estábamos solos; porque de nuestro lado teníamos a Aquel que nos dice la Biblia que es Admirable, Consejero, Consolador, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. En mi vida, Semana Santa es una fecha muy especial. Aunque muchos toman el comienzo del año para hacer balances y ponerse nuevos objeti- vos, quiero desafiarlos a que aprovechemos este tiempo de Semana Santa para poder hacerlo nuevamente. Pongámonos a cuentas con Dios. Pidámosle perdón por aquello que sabemos que esta- mos haciendo mal, y ayuda para poder corre- girlo. Pidámosle que nos de un corazón sensi- ble frente a la necesidad del otro; un corazón que no pueda dejar pasar la oportunidad de contarle a otro lo que el Señor hizo en noso- tros y puede hacer en ellos. Pidámosle que nos ayude a vivir una vida de tal manera que en cada cosa que hagamos podamos demos- trar el amor de Dios y allanar el camino para que quien aún no conoce al Señor, pueda hacerlo y tomar una decisión por El. Creo, firmemente, que es lo mejor que pode- mos darle a quien tenemos a nuestro lado. Es mi desafío para este año. ¿Se suman? Cynthia Bollatti DNI: ABA Jóvenes! [email protected] Lectura: 1° de Juan, capítulo 1 y Hechos 26:18. Lo primero que hizo Dios según el relato bíblico, fue diseñar los cielos y la tierra (Hebreos 1:2 revela que lo hizo por medio del El Hijo). Predominaban el desorden y el vacío en la tierra creada. Entonces Dios dijo “Sea la luz” y fue la luz; vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas. Es interesante advertir en esta primera narración, que Dios “separa” aque- llo que reconoce como bueno. La luz de la oscuridad; el día de la noche; las aguas de las aguas, la Tierra de los Mares…a los que luego da nombre y función. También es interesante definir a la luz como un instrumento para el orden (y limpieza). Y al orden, como disparador de la variedad. Porque al separar una cosa de otra, Dios resta sinónimos y suma sig- nificados. Así da lugar y espacio a nuevas formas de vida. En nuestra existencia, lo primero que hace Dios en Jesús, es diseñarnos. En principio predomi- nan en nosotros el desorden y el vacío. Hasta que Dios en Jesús dice “Sea la luz”… y nos separa de las tinieblas para integrarnos a Su Obra. Es decir: se nos da una nueva identidad en Jesús (2° Corintios 5:17), con nuevo nombre y función (Pablo en Hechos 9 es el caso emblemático de esto). Resucitar en nuestra si- tuación, implica morir a una identidad y nacer a otra (la RAE define al verbo resucitar como “restablecer, renovar; dar nuevo ser a algo.”). En tiempo de Pas- cua, reflexionamos sobre la dimensión y costo del regalo que recibimos. Porque somos apartados de las tinieblas gracias a la Palabra de Dios, pero a su vez, debido al único sacrificio válido y poderoso… que es el de Jesús: en la Biblia entonces, se nos enseña que esta separación de la muerte que permite religarnos a la vida, resulta de un proceso de cambio milagroso, como lo es la resurrección misma. Recordamos que en la cruz, el amor y la vida encarnados en Jesús, le ganaron al destino de muerte que encarnamos el resto de los seres humanos. A partir de este milagro, somos llamados a la “metanoia”: esto es, el cambio de mente que inspira el Espíritu Santo. La mente resucitada entiende que el vivir es Cristo. Y cuando efectivamente el vivir es Cristo, el morir se convierte en ganancia, como dice Pablo (Filipenses 1:21). Por- que lo único que puede morir es el pecado, del que Dios en Jesús nos limpia (1° de Juan 1:9). Queda claro: para afrontar los desafíos espirituales que nos co- rresponde asumir, primero debemos hacer de Jesús “la vida de nuestra vida; el alma de nuestra alma”… porque no seguimos a Jesús por creer que a partir de su enseñanza “construimos una ética más o menos sóli- da para nosotros”. Creemos y seguimos a Cristo por- que EL es Dios y para Dios hacemos todas las cosas. Porque “el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente to- dos murieron. Y Él murió por todos, para que los que viven ya no vivan más pa- ra sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. 2 Corintios 5:14-15. Y porque aún nos es “necesario padecer por Su nombre” (Hechos 9:16). Al mismo tiempo debemos entender nuestro llamado a SER luz nosotros, como pueblo de Dios en este contexto de oscuridad. Si somos luz, debemos iluminar allí don- de hay tinieblas. No existe “la luz que no ilumina”. La luz es acción. Los ejemplos que damos los cristia- nos, resultan muy importantes y a veces no son los mejores. En un contexto de oscuridad, que insta a depositar esperanzas o culpas en diversos líderes y modelos políticos, en lugar de permitirnos confiar en el poder de Cristo, obrando por medio de quienes son Suyos. Nuestro mal testimonio contribuye a que nos encasillen en estereotipos que le son cómodos a cierto poder. Cómodos porque, con poco, frenan el cambio que deberíamos generar y que les es inconveniente. Cuando nos alejamos del ejemplo de Cristo, logran hacer ver a la iglesia, como parte de una política decepcionante, corrupta e inútil. Y peor: logran instalar desde distintos medios, que Dios es el centro de esa iglesia inútil e hipócrita...y Jesús, el nombre de una utopía. Nosotros fuimos llamados a representar el cambio que tanto se pide, se necesita y se busca SIEMPRE. Fuimos lla- mados a comprometernos de distintas formas con la realidad. Estamos para alterar parámetros y vi- siones que hoy rigen: por ejemplo, lo establecido como “normal” (que es cada vez más anormal) y lo decretado como “bueno” (que es cada vez peor). Obviamente, no todos piensan como nosotros; pero la mayoría sí es exitista. La mayoría ve en el “éxito” (por efímero que sea) algo incuestionable: una evidencia ante la cual, ser crítico parece in- concebible. Se ha impuesto que la relativización de un éxito es, invariablemente, signo de nece- dad y nunca de análisis. Hay que sacar provecho de este desatino tan avalado. ¿Cómo? Bueno, aun- que no siempre nos va “bien” a los cristianos, por- que somos personas... podemos mostrar desde la obediencia a Dios, que tenemos los valores nece- sarios para construir una gran nación por ejem- plo; y demostrar que esos valores sin Dios, no se sostienen en el tiempo. Los que somos de Cristo, podemos dejar claro que el atajo de la mentira y de la violencia, no son los caminos que transitamos... entre otras muchas razones (obviamente la cues- tión ética/espiritual viene primero) porque en úl- tima o primera instancia, no son los más efectivos. Se asume que todo lo que reviste una dimensión espiritual, no pertenece a lo práctico ni a lo cotidia- no. Pero podemos en Dios ser eficientes transforma- dores de la realidad. Eso sí: si no nos interesa tanto ser ejemplares y ser “luz separada de las tinieblas”, formaremos parte de la misma miseria que este mundo ofrece. La Pascua nos recuerda: no hay cambio trascen- dente sin Cristo. Los modelos humanos fracasan más o menos rápido, teniendo como esperanza, lo- grar una utilidad temporal más o menos “considera- ble”. Jesús es la única esperanza de Vida eterna. “Dijo Dios: sea la luz…” y fue Jesús. Mateo 16: 24: “(…) Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”. Juan 11:25-26: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” . Se acerca la Pascuas,y recordamos el sacrificio que hizo Jesús en esa cruz. Murió con dolor para que nosotros tuvié- ramos vida en Él. Y resucitó para que tuviéramos un Dios vivo. Dios quiere que le entregues tu vida en adoración. Nosotros ya no tenemos que hacer ningún sacrificio,pero podemos continuar lo que Él nos enseñó. Una vida llena de amor. Hacia Dios. Hacia el prójimo. Que nuestra ado- ración sea el instrumento para acercar a otros al Salvador. Adorar es más que ir a la Iglesia a cantar, o más que servir. La adoración a Dios es una forma de vivir. Ado- rar es reconocer la gloria y majestuosidad de Dios en todo momento. Resaltando sus maravillas con nues- tras acciones. Adorar es obedecerlo y retribuirle amor. ¿Entonces cuándo adoramos? Cuando le dedica- mos una actividad exclusivamente a Dios. Y la pone- mos en sus manos, y pese a que no somos perfectos, nos comprometemos a hacer las cosas de la mejor manera posible. Adorar es entregarnos a ese Dios bondadoso que nos escucha. Adoramos a Dios cuando le cantamos salmos, cuando oramos con ese amigo que necesita de Dios, cuando le dedicamos una sonrisa a alguien que lo ne- cesita, adoramos cuando le dedicamos un tiempo pa- ra leer la Biblia. Todo lo que hagamos, puede ser una adoración para Dios, sin importar si es una actividad compleja como un impacto evangelístico, o una más sencilla como tener un tiempo de oración con Dios mientras viajás en bondi. Y no importa si la adoración es grupal, individual, de pie, con cánticos, silenciosa, con los ojos cerrados o abiertos. Lo importante es qué nos lleva a adorarle, porque Dios mira nuestros corazones e intenciones. “Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” 1º Co. 10:31 “Todas vuestras cosas sean hechas con amor” 1º Co. 16:14. Anna Tchijova, Iglesia Bautista de Flores. ¿Cuál es nuestra motivación para adorar a Dios?

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Página 2 | Suplemento Jóvenes

Semana Santa

editorial

En Pascua celebramos la Vida en Abundancia, recordando que Cristo es el único proveedor de ella. Jesús es el amor de Dios hacia noso-tros: Su redención, Sus enseñanzas, Sus milagros. El desafío no consiste en admirarlo, sino en seguirlo hasta la cruz. Jesús es la acción de Dios: perdona, salva, nutre y santifica. En la Pascua miramos la cruz de Cristo: punto de partida de nuestra Vida Espiritual. Símbolo de muerte para resurrección.

La luz es acciónJesús es la luz que Dios envía a nuestras tinieblas

Marcos Abadi

Iglesia Bautista del Once¿Qué significa Semana Santa en nuestras vidas?

Aunque sabemos que nuestra vida diaria: las cosas que hacemos, las decisiones que toma-mos, lo que pensamos y decimos deberían ser un reflejo de lo que el Señor es en nuestras vidas; ¿recordamos realmente el significado de la fecha que lamentablemente la gente asocia con el huevito de pascua y el conejito de chocolate? ¿Recordamos el sacrificio de nuestro Señor para que podamos nuevamen-te tener acceso directo al Padre y vivir una relación plena teniendo la seguridad de la salvación?

Semana Santa no son dos días menos para trabajar y la posibilidad de armar unas mini vacaciones; Semana Santa no es el domingo en el que nos tenemos que levantar más temprano porque el Culto de Resurrección es a las 7.30hs de la mañana.Semana Santa es una oportunidad para ponernos a cuentas con el Señor. Es una opor-tunidad para vivir de manera especial, junto a otros hermanos, el milagro del amor de Dios, quien envió a su Hijo a morir por noso-tros porque éramos pecadores y estábamos destinados a una eternidad alejados de El.

Algunos miembros de los jóvenes de la Asociación hemos vivido momentos duros en estas últimas semanas; pero a su vez, hemos vivido la oportunidad de vivir este amor de Dios de manera directa, experimen-tando paz cuando solo veíamos desespera-ción; consuelo en contraposición a la angus-tia y el abatimiento; gozo aún en la adver-sidad; compañía en medio de la soledad; pero sobre todas las cosas, la seguridad de saber que aunque todo estaba oscuro en ese momento lo mejor estaba por venir; porque no estábamos solos; porque de nuestro lado teníamos a Aquel que nos dice la Biblia que es Admirable, Consejero, Consolador, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

En mi vida, Semana Santa es una fecha muy especial.Aunque muchos toman el comienzo del año para hacer balances y ponerse nuevos objeti-vos, quiero desafiarlos a que aprovechemos este tiempo de Semana Santa para poder hacerlo nuevamente.Pongámonos a cuentas con Dios. Pidámosle perdón por aquello que sabemos que esta-mos haciendo mal, y ayuda para poder corre-girlo. Pidámosle que nos de un corazón sensi-ble frente a la necesidad del otro; un corazón que no pueda dejar pasar la oportunidad de contarle a otro lo que el Señor hizo en noso-tros y puede hacer en ellos. Pidámosle que nos ayude a vivir una vida de tal manera que en cada cosa que hagamos podamos demos-trar el amor de Dios y allanar el camino para que quien aún no conoce al Señor, pueda hacerlo y tomar una decisión por El.Creo, firmemente, que es lo mejor que pode-mos darle a quien tenemos a nuestro lado.Es mi desafío para este año.¿Se suman?

Cynthia BollattiDNI: ABA Jóvenes!jó[email protected]

Lectura: 1° de Juan, capítulo 1 y Hechos 26:18. Lo primero que hizo Dios según el relato bíblico,

fue diseñar los cielos y la tierra (Hebreos 1:2 revela que lo hizo por medio del El Hijo). Predominaban el desorden y el vacío en la tierra creada. Entonces Dios dijo “Sea la luz” y fue la luz; vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas. Es interesante advertir en esta primera narración, que Dios “separa” aque-llo que reconoce como bueno. La luz de la oscuridad; el día de la noche; las aguas de las aguas, la Tierra de los Mares…a los que luego da nombre y función. También es interesante definir a la luz como un instrumento para el orden (y limpieza). Y al orden, como disparador de la variedad. Porque al separar una cosa de otra, Dios resta sinónimos y suma sig-nificados. Así da lugar y espacio a nuevas formas de vida. En nuestra existencia, lo primero que hace Dios en Jesús, es diseñarnos. En principio predomi-nan en nosotros el desorden y el vacío. Hasta que Dios en Jesús dice “Sea la luz”… y nos separa de las tinieblas para integrarnos a Su Obra. Es decir: se nos da una nueva identidad en Jesús (2° Corintios 5:17), con nuevo nombre y función (Pablo en Hechos 9 es el caso emblemático de esto). Resucitar en nuestra si-tuación, implica morir a una identidad y nacer a otra (la RAE define al verbo resucitar como “restablecer, renovar; dar nuevo ser a algo.”). En tiempo de Pas-cua, reflexionamos sobre la dimensión y costo del regalo que recibimos. Porque somos apartados de las tinieblas gracias a la Palabra de Dios, pero a su vez, debido al único sacrificio válido y poderoso… que es el de Jesús: en la Biblia entonces, se nos enseña que esta separación de la muerte que permite religarnos a la vida, resulta de un proceso de cambio milagroso, como lo es la resurrección misma. Recordamos que en la cruz, el amor y la vida encarnados en Jesús, le ganaron al destino de muerte que encarnamos el resto de los seres humanos. A partir de este milagro, somos llamados a la “metanoia”: esto es, el cambio de mente que inspira el Espíritu Santo. La mente resucitada entiende que el vivir es Cristo. Y cuando efectivamente el vivir es Cristo, el morir se convierte en ganancia, como dice Pablo (Filipenses 1:21). Por-que lo único que puede morir es el pecado, del que Dios en Jesús nos limpia (1° de Juan 1:9). Queda claro: para afrontar los desafíos espirituales que nos co-rresponde asumir, primero debemos hacer de Jesús “la vida de nuestra vida; el alma de nuestra alma”…

porque no seguimos a Jesús por creer que a partir de su enseñanza “construimos una ética más o menos sóli-da para nosotros”. Creemos y seguimos a Cristo por-que EL es Dios y para Dios hacemos todas las cosas. Porque “el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente to-dos murieron. Y Él murió por todos, para que los que viven ya no vivan más pa-ra sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. 2 Corintios 5:14-15. Y porque aún nos es “necesario padecer por Su nombre” (Hechos 9:16). Al mismo tiempo debemos entender nuestro llamado a SER luz nosotros, como pueblo de Dios en este contexto de oscuridad. Si somos luz, debemos iluminar allí don-de hay tinieblas. No existe “la luz que no ilumina”. La luz es acción. Los ejemplos que damos los cristia-nos, resultan muy importantes y a veces no son los mejores. En un contexto de oscuridad, que insta a depositar esperanzas o culpas en diversos líderes y modelos políticos, en lugar de permitirnos confiar en el poder de Cristo, obrando por medio de quienes son Suyos. Nuestro mal testimonio contribuye a que nos encasillen en estereotipos que le son cómodos a cierto poder. Cómodos porque, con poco, frenan el cambio que deberíamos generar y que les es inconveniente. Cuando nos alejamos del ejemplo de Cristo, logran hacer ver a la iglesia, como parte de una política decepcionante, corrupta e inútil. Y peor: logran instalar desde distintos medios, que Dios es el centro de esa iglesia inútil e hipócrita...y Jesús, el nombre de una utopía. Nosotros fuimos llamados a representar el cambio que tanto se pide, se necesita y se busca SIEMPRE. Fuimos lla-mados a comprometernos de distintas formas con la realidad. Estamos para alterar parámetros y vi-siones que hoy rigen: por ejemplo, lo establecido como “normal” (que es cada vez más anormal) y lo decretado como “bueno” (que es cada vez peor). Obviamente, no todos piensan como nosotros; pero la mayoría sí es exitista. La mayoría ve en el “éxito” (por efímero que sea) algo incuestionable: una evidencia ante la cual, ser crítico parece in-concebible. Se ha impuesto que la relativización de un éxito es, invariablemente, signo de nece-

dad y nunca de análisis. Hay que sacar provecho de este desatino tan avalado. ¿Cómo? Bueno, aun-que no siempre nos va “bien” a los cristianos, por-que somos personas... podemos mostrar desde la obediencia a Dios, que tenemos los valores nece-sarios para construir una gran nación por ejem-plo; y demostrar que esos valores sin Dios, no se sostienen en el tiempo. Los que somos de Cristo, podemos dejar claro que el atajo de la mentira y de la violencia, no son los caminos que transitamos...entre otras muchas razones (obviamente la cues-tión ética/espiritual viene primero) porque en úl-tima o primera instancia, no son los más efectivos.

Se asume que todo lo que reviste una dimensión espiritual, no pertenece a lo práctico ni a lo cotidia-no. Pero podemos en Dios ser eficientes transforma-dores de la realidad. Eso sí: si no nos interesa tanto ser ejemplares y ser “luz separada de las tinieblas”, formaremos parte de la misma miseria que este mundo ofrece.

La Pascua nos recuerda: no hay cambio trascen-dente sin Cristo. Los modelos humanos fracasan más o menos rápido, teniendo como esperanza, lo-grar una utilidad temporal más o menos “considera-ble”. Jesús es la única esperanza de Vida eterna. “Dijo Dios: sea la luz…” y fue Jesús.

Mateo 16: 24: “(…) Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.

Juan 11:25-26: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” .

Se acerca la Pascuas, y recordamos el sacrificio que hizo Jesús en esa cruz. Murió con dolor para que nosotros tuvié-ramos vida en Él. Y resucitó para que tuviéramos un Dios vivo. Dios quiere que le entregues tu vida en adoración. Nosotros ya no tenemos que hacer ningún sacrificio, pero podemos continuar lo que Él nos enseñó. Una vida llena de amor. Hacia Dios. Hacia el prójimo. Que nuestra ado-ración sea el instrumento para acercar a otros al Salvador.

Adorar es más que ir a la Iglesia a cantar, o más que servir. La adoración a Dios es una forma de vivir. Ado-rar es reconocer la gloria y majestuosidad de Dios en todo momento. Resaltando sus maravillas con nues-tras acciones. Adorar es obedecerlo y retribuirle amor.

¿Entonces cuándo adoramos? Cuando le dedica-mos una actividad exclusivamente a Dios. Y la pone-mos en sus manos, y pese a que no somos perfectos, nos comprometemos a hacer las cosas de la mejor manera posible. Adorar es entregarnos a ese Dios

bondadoso que nos escucha.Adoramos a Dios cuando le cantamos salmos,

cuando oramos con ese amigo que necesita de Dios, cuando le dedicamos una sonrisa a alguien que lo ne-cesita, adoramos cuando le dedicamos un tiempo pa-ra leer la Biblia. Todo lo que hagamos, puede ser una adoración para Dios, sin importar si es una actividad compleja como un impacto evangelístico, o una más sencilla como tener un tiempo de oración con Dios mientras viajás en bondi.

Y no importa si la adoración es grupal, individual, de pie, con cánticos, silenciosa, con los ojos cerrados o abiertos. Lo importante es qué nos lleva a adorarle, porque Dios mira nuestros corazones e intenciones.

“Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” 1º Co. 10:31 “Todas vuestras cosas sean hechas con amor” 1º Co. 16:14.

Anna Tchijova, Iglesia Bautista de Flores.

¿Cuál es nuestra motivación para adorar a Dios?